Lectura, Inteligencia Emocional

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Inteligencia Emocional LA PRÁCTICA DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL, EL NUEVO CRITERIO Las normas que gobiernan al mundo laboral están cambiando. En la actualidad no sólo se nos juzga por lo más o menos inteligentes que podamos ser, ni por nuestra formación o experiencia, sino también por el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Este criterio parte de la base de que ya disponemos de suficiente capacidad intelectual y destreza técnica para llevar a cabo nuestro trabajo y, por el contrario, centra su atención en cualidades personales como la iniciativa, la empatía, la adaptabilidad o la capacidad de persuasión. Si usted trabaja en una gran empresa es muy probable –aunque no lo sepa- que esté siendo evaluado en función de este tipo de capacidades. ALGUNOS ERRORES Existen ciertos errores muy extendidos acerca de la inteligencia emocional. En primer lugar creer que la inteligencia emocional significa sólo “ser amable”, porque hay momentos estratégicos en los que no se requiere precisamente la amabilidad sino, por el contrario, afrontar abiertamente una realidad incómoda que no puede eludirse por más tiempo. En segundo lugar, la inteligencia emocional tampoco quiere decir que debamos dar rienda suelta a nuestros sentimientos y “dejar al descubierto todas nuestras intimidades” sino que se refiere a la capacidad de expresar nuestros propios sentimientos del modo más adecuado y eficaz, posibilitando la colaboración en la consecución de un objetivo común. También se debe subrayar que las mujeres no son emocionalmente más inteligentes que los hombres ni viceversa porque, en este sentido, cada persona posee su propio perfil de fortalezas y debilidades. Hay que decir, por último, que el grado de desarrollo de la inteligencia emocional no está determinado genéticamente y tampoco se desarrolla exclusivamente en nuestra infancia. LO QUE BUSCAN LOS EMPRESARIOS Una encuesta realizada entre empresarios revela que más de la mitad de los trabajadores carecen de la motivación necesaria para aprender y mejorar en su empleo. Cuatro de cada diez son incapaces de trabajar en equipo y sólo el 19% de los que se esfuerzan por alcanzar el nivel requerido para el trabajo demuestran tener suficiente autodisciplina en sus hábitos laborales. En una encuesta de alcance nacional que trataba de determinar lo que demandan los empresarios de sus nuevos trabajadores, las competencias técnicas concretas no eran más importantes que las habilidades subyacentes para aprender el trabajo. Pero, además de esta cualidad, los empresarios enumeraban también las siguientes: Capacidad de escuchar y de comunicarse verbalmente. Adaptabilidad y capacidad de dar una respuesta creativa ante los contratiempos y los obstáculos. Capacidad de controlarse a sí mismo, confianza, motivación para trabajar en la consecución de determinados objetivos, sensación de querer abrirse un camino y sentirse orgulloso de los logros conseguidos. Eficacia grupal e interpersonal, cooperación, capacidad de trabajar en equipo y habilidad para negociar las disputas Eficacia dentro de la organización, predisposición a participar activamente y potencial de liderazgo. Así pues, sólo uno de los siete rasgos más valorados por los empresarios tenía un carácter académico, la competencia matemática y las habilidades de lectura y escritura. Como me comentaba Hill Fadule, directora del departamento de admisiones y becas de Harvard Business School: “ la empatía, la asunción del punto de vista de los demás, la comunicación y la cooperación se cuentan entre las competencias que esta universidad valora más en quienes aspiran a ingresar en ella”:

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Inteligencia Emocional LA PRÁCTICA DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL, EL NUEVO CRITERIO Las normas que gobiernan al mundo laboral están cambiando. En la actualidad no sólo se nos juzga por lo más o menos inteligentes que podamos ser, ni por nuestra formación o experiencia, sino también por el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Este criterio parte de la base de que ya disponemos de suficiente capacidad intelectual y destreza técnica para llevar a cabo nuestro trabajo y, por el contrario, centra su atención en cualidades personales como la iniciativa, la empatía, la adaptabilidad o la capacidad de persuasión. Si usted trabaja en una gran empresa es muy probable –aunque no lo sepa- que esté siendo evaluado en función de este tipo de capacidades. ALGUNOS ERRORES Existen ciertos errores muy extendidos acerca de la inteligencia emocional. En primer lugar creer que la inteligencia emocional significa sólo “ser amable”, porque hay momentos estratégicos en los que no se requiere precisamente la amabilidad sino, por el contrario, afrontar abiertamente una realidad incómoda que no puede eludirse por más tiempo. En segundo lugar, la inteligencia emocional tampoco quiere decir que debamos dar rienda suelta a nuestros sentimientos y “dejar al descubierto todas nuestras intimidades” sino que se refiere a la capacidad de expresar nuestros propios sentimientos del modo más adecuado y eficaz, posibilitando la colaboración en la consecución de un objetivo común. También se debe subrayar que las mujeres no son emocionalmente más inteligentes que los hombres ni viceversa porque, en este sentido, cada persona posee su propio perfil de fortalezas y debilidades. Hay que decir, por último, que el grado de desarrollo de la inteligencia emocional no está determinado genéticamente y tampoco se desarrolla exclusivamente en nuestra infancia. LO QUE BUSCAN LOS EMPRESARIOS Una encuesta realizada entre empresarios revela que más de la mitad de los trabajadores carecen de la motivación necesaria para aprender y mejorar en su empleo. Cuatro de cada diez son incapaces de trabajar en equipo y sólo el 19% de los que se esfuerzan por alcanzar el nivel requerido para el trabajo demuestran tener suficiente autodisciplina en sus hábitos laborales. En una encuesta de alcance nacional que trataba de determinar lo que demandan los empresarios de sus nuevos trabajadores, las competencias técnicas concretas no eran más importantes que las habilidades subyacentes para aprender el trabajo. Pero, además de esta cualidad, los empresarios enumeraban también las siguientes:

Capacidad de escuchar y de comunicarse verbalmente.

Adaptabilidad y capacidad de dar una respuesta creativa ante los contratiempos y los obstáculos. Capacidad de controlarse a sí mismo, confianza, motivación para trabajar en la consecución de

determinados objetivos, sensación de querer abrirse un camino y sentirse orgulloso de los logros conseguidos.

Eficacia grupal e interpersonal, cooperación, capacidad de trabajar en equipo y habilidad para negociar las disputas

Eficacia dentro de la organización, predisposición a participar activamente y potencial de liderazgo. Así pues, sólo uno de los siete rasgos más valorados por los empresarios tenía un carácter académico, la competencia matemática y las habilidades de lectura y escritura. Como me comentaba Hill Fadule, directora del departamento de admisiones y becas de Harvard Business School: “ la empatía, la asunción del punto de vista de los demás, la comunicación y la cooperación se cuentan entre las competencias que esta universidad valora más en quienes aspiran a ingresar en ella”:

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LA COMPETENCIA EMOCIONAL

Una competencia emocional es el resultado del desarrollo de potencialidades o capacidades.

Ser experto en una competencia emocional, como servicio de atención al cliente o resolución de conflictos, requiere de una aptitud subyacente en características fundamentales de IE como conciencia social y gestión de las relaciones. No obstante, las competencias emocionales son aptitudes aprendidas: contar con conciencia social o capacidad para gestionar las relaciones no garantiza que hayamos dominado el aprendizaje adicional que se requiere para tratar adecuadamente a un cliente, o para resolver un conflicto, sino sólo que contamos con el potencial para llegar a ser hábiles en esas competencias. Una metáfora musical apropiada al caso sería la de la persona con una voz perfecta y que también haya estudiado canto y se haya convertido en un excelente tenor. Por más dotes musicales innatas que pudiera tener esta persona, sin la formación adecuada jamás hubiera podido terminar convirtiéndose en un Pavvarotti.

Las competencias emocionales son habilidades laborales que pueden, y que deben, aprenderse. Una aptitud subyacente en IE es algo necesario, aunque no suficiente, para manifestar competencia en cualquiera de los cuatro campos de la IE. Aunque nuestra IE determina nuestro potencial para aprender las habilidades prácticas que subyacen a los cuatro grupos, nuestra competencia emocional muestra qué cantidad de ese potencial hemos realizado al aprender y dominar habilidades y traducir inteligencia en capacidades laborales.

Uno mismo (competencia personal)

En los demás (Competencia social)

RE CO NO CI MIEN TO

Conciencia de uno mismo

Autoconciencia emocional Valoración adecuada de

uno mismo Confianza en uno mismo

Conciencia social

Empatía Orientación hacia el servicio Conciencia organizativa

RE GU LA CIÓN

Autogestión

Autocontrol emocional Fiabiliadad Meticulosidad Adaptabilidad Motivación de logro Iniciativa.

Gestión de las relaciones

Desarrollar a los demás. Influencia Comunicación Resolución de conflictos Liderazgo con visión de futuro Catalizar los cambios Establecer vínculos

Trabajo en equipo y colaboración Goleman, Daniel. La práctica de la inteligencia emocional.

Editorial Kairos. España. Decimoséptima edición, 2004. Sintetizado por Olga León.