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www.estudiolwz.com.ar 2 Autor: Ignacio Lewkowicz Data publicación: Escuela de Psicoterapia pa- ra Graduados, Buenos Ai- res, 2000 Perfil: Artículo Anticipo. Intento pensar la posible transformación contempo- ránea en los términos de la correlación poder-ética- transferencia. Conjeturo que esta transformación abre el campo de otro juego posible. Como el recorrido argumental requiere armar unas condiciones específicas de lectura, anticipo la tesis del texto. Las alteraciones entremezcladas de la subjetividad y las teorías de la subjetividad contemporáneas determinan un cambio posi- ble en los modos de pensar las relaciones entre poder, ética y transferencia. Las modalidades de pensar el anudamiento de ambos términos pueden esquematizarse en dos formulaciones. En la primera, la ética es un limitante razonable ante los abusos posibles de poder en la intimidad del campo transferencial. En la segunda, la ética es una indicación afirmativa –y no restrictiva– acerca de los poderes instituyentes –y no intrusivos– en el vín- culo transferencial nuevo –y no repetitivo. Otro juego posible: poder, ética, transferencia Clima. Algo cambia. No cambia todo; tampoco es nada lo que cambia. Cambia algo. ¿Pero qué es lo que cambia? Se enfrentan dos posiciones al respecto. De un lado se anuncia una nueva era. De otro, se niega la supuesta novedad: se trata nada más que de la continuidad de la hegemonía del capital. En la hipóte- sis de la nueva era, los hombres, la subjetividad, las estructuras son pulverizados por la drástica mutación civilizatoria que atra- vesamos. En la hipótesis de la permanencia del mismo régimen, los hombres, la subjetividad, las estructuras transcurren en cir- cunstancias diversas, con variaciones de énfasis y grado. Las teorías devienen obsoletas para la nueva era; en cambio, per- manecen vigentes (aunque ideológicamente atacadas por los propagandistas de siempre) en la continuidad del capitalismo. Las estrategias de intervención están fatalmente condenadas a la inutilidad del museo de la historia en la nueva era; están lla- madas a salvarnos de la ofensiva globalizante según la interpre- tación de la permanencia del mismo régimen. ¿Qué es lo que cambia y qué es lo que permanece? ¿Y qué valor adquiere lo que cambia por cambiar y lo que permanece por permanecer? Porque nada más sencillo que atribuirle a las permanencias el

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Poder Ética Transferencia

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    Autor: Ignacio Lewkowicz Data publicacin: Escuela de Psicoterapia pa-

    ra Graduados, Buenos Ai-res, 2000

    Perfil: Artculo

    Anticipo. Intento pensar la posible transformacin contempo-rnea en los trminos de la correlacin poder-tica-transferencia. Conjeturo que esta transformacin abre el campo de otro juego posible. Como el recorrido argumental requiere armar unas condiciones especficas de lectura, anticipo la tesis del texto.

    Las alteraciones entremezcladas de la subjetividad y las teoras de la subjetividad contemporneas determinan un cambio posi-ble en los modos de pensar las relaciones entre poder, tica y transferencia. Las modalidades de pensar el anudamiento de ambos trminos pueden esquematizarse en dos formulaciones. En la primera, la tica es un limitante razonable ante los abusos posibles de poder en la intimidad del campo transferencial. En la segunda, la tica es una indicacin afirmativa y no restrictiva acerca de los poderes instituyentes y no intrusivos en el vn-culo transferencial nuevo y no repetitivo.

    Otro juego posible: poder, tica, transferencia

    Clima. Algo cambia. No cambia todo; tampoco es nada lo que cambia. Cambia algo. Pero qu es lo que cambia? Se enfrentan dos posiciones al respecto. De un lado se anuncia una nueva era. De otro, se niega la supuesta novedad: se trata nada ms que de la continuidad de la hegemona del capital. En la hipte-sis de la nueva era, los hombres, la subjetividad, las estructuras son pulverizados por la drstica mutacin civilizatoria que atra-vesamos. En la hiptesis de la permanencia del mismo rgimen, los hombres, la subjetividad, las estructuras transcurren en cir-cunstancias diversas, con variaciones de nfasis y grado. Las teoras devienen obsoletas para la nueva era; en cambio, per-manecen vigentes (aunque ideolgicamente atacadas por los propagandistas de siempre) en la continuidad del capitalismo. Las estrategias de intervencin estn fatalmente condenadas a la inutilidad del museo de la historia en la nueva era; estn lla-madas a salvarnos de la ofensiva globalizante segn la interpre-tacin de la permanencia del mismo rgimen. Qu es lo que cambia y qu es lo que permanece? Y qu valor adquiere lo que cambia por cambiar y lo que permanece por permanecer? Porque nada ms sencillo que atribuirle a las permanencias el

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    valor estratgico fundamental nada ms que porque permane-cen. La polmica ideolgica as planteada no tiene mayor pro-duccin en el pensamiento. Ambas posiciones fingen observar el cambio desde fuera. Desde all, describen cmo el mundo era, cmo es, cmo ser. Pero no es ms que una ficcin. No existe ese tal fuera del mundo desde el cual podramos describirlo. Nuestras categoras pertenecen a ese mismo mundo que cam-bia. No tienen el don trascendente de la observacin. Habitan bajo la condicin inmanente de la implicacin. La alteracin que analizan a la vez las altera.

    Perspectiva. Si algo cambia, el historiador se prepara a inter-venir. Segn su definicin actual (recientemente aclimatada) su objeto no es el pasado de las sociedades humanas: su terreno de implicacin es el cambio social. La historicidad actual es el si-tio de intervencin especfico. La historicidad pretrita quiz no haya sido ms que un campo de entrenamiento en el que se ha adiestrado para el uso de una serie de herramientas y estrate-gias de comprensin. En la historicidad pretrita los cambios ya han acontecido. En la historicidad actual, no disponemos del si-tio trascendente el resultado desde el cual imaginar la posi-cin de observador. Nuestras categoras proceden del mismo campo en el que trabajan. Estn sometidas tambin a la histori-cidad del devenir. No disponemos de mejor herramienta para captar el devenir que el devenir mismo de las herramientas. El historiador que piensa el cambio lo est pensando precisamente desde el cambio mismo. Pero adems lo est pensando median-te el cambio de las herramientas pertinentes para comprender ese cambio. El cambio cambia: las herramientas para pensarlo en una situacin no son aptas para pensar el cambio mismo de esa situacin por otra.

    Algo cambia en la subjetividad. Ni todo ni nada. Algo cambia en la subjetividad. Cambian tambin nuestros modos de pensar la subjetividad? Pues podra tratarse de un cambio en la subjetivi-dad que estudiamos (la subjetividad objeto); pero tambin po-dra tratarse de un cambio en los modos de pensar la subjetivi-dad: un cambio en los modos de pensar una realidad que no se ha alterado. Para los dos cambios tenemos esquemas: perma-

    nencia del objeto y cambio de la teora, permanencia de la teo-ra y cambio del objeto. No es nuestra situacin: no gozamos de los beneficios de la exterioridad mutua entre los trminos su-puesta en los dos esquemas. Los dos trminos de la ecuacin no son autnomos: el modo de pensar la subjetividad es un trmino de la subjetividad. Y si los dos trminos varan y ade-ms no son independientes entre s, estamos en una situacin sin punto exterior fijo, una situacin en principio catica. Sin embargo, es preciso pensarla.

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    Simplificacin. La situacin, extremadamente compleja, auto-riza el recurso a las simplificaciones. Los trminos implicados en la problemtica del encuentro son infinitamente sutiles. No slo pertenecen a campos disciplinarios diversos sino tambin a es-cuelas doctrinarias opuestas en el seno de los campos discipli-narios. La sociologa, el psicoanlisis, la filosofa son campos ve-cinos del historiador. Sin embargo, la vecindad es litigiosa. Nun-ca termina uno por comprender cabalmente cmo funcionan los trminos en el campo vecino.

    La perspectiva de historiador se aproxima a los trminos tica, poder, transferencia en una clave especfica y con unos recau-dos especficos. La clave es la transformacin contempornea de la subjetividad y su pensamiento. Los recaudos no ataen solo a la simplificacin forzada de los trminos por la naturaleza disciplinaria de sus sutilezas. Tampoco ataen slo a la diversi-dad de procedencia de cada uno de los trminos. Quiz el re-caudo principal se deba a la transformacin misma en la que es-t implicado nuestro modo de pensar la transformacin.

    Estrategia. En la perspectiva historiadora consignada, intento pensar la alteracin de los tres trminos en su mutua correla-cin estratgica y no en su autonoma. Contrapongo dos es-quemas simplificados de anudamiento entre los trminos y no dos concepciones de cada uno de los trminos por separado. Los dos esquemas del nudo poder tica transferencia no describen dos realidades separadas por un abismo: describen dos modalidades de funcionamiento que bien pueden trabajar de forma simultnea y heterognea en el mismo campo multi-forme. Sin embargo, las dos configuraciones del nudo anticipa-

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    do implican estrategia de intervencin diferentes, segn con-cepciones de la subjetividad diversas. Precisamente ese cambio en la concepcin de la subjetividad es una de las principales transformaciones actuales1. Pues en perspectiva de historia-dor - los modos de pensar son efecto de una subjetividad espe-cfica. Pero a la vez son instituyentes de una subjetividad espe-cfica.

    Monologismo. Los modos de pensar implicados en el primer nudo poder-tica-transferencia revelan a su vez un modo de pensar la constitucin de la subjetividad. Presento un esquema simplificado de la configuracin es este nudo. Las sutilezas como haba anticipado - han sido brutalmente suprimidas en nombre de la claridad del esquema.

    Si la tica es la capacidad necesaria de limitacin ante los abu-sos de poder siempre posibles en la transferencia, es porque as se configura una concepcin a partir de unos recursos de pen-samiento. Si la transferencia es reedicin de un vnculo con unos objetos internos, o unos otros primordiales, se que trans-fiere es un ser ya constituido que requiere de otro como trmino necesario para desplegar las determinaciones que lo constitu-an. Cualquier positividad especfica de ese otro de la transferen-cia es una intromisin indebida en la lgica del trmino transfe-rente. Las nicas determinaciones cuya entrada en escena son legtimas son las preconstituidas.

    Pero este modo de pensar la subjetividad se corresponde, por un lado, con la institucin moderna del sujeto fundado desde s.

    Y por otro, con la institucin clsica de una lgica monolgica centrada en el principio de identidad. Descartemos desde ya que se trate de errores de comprensin de una naturaleza humana ya dada en s: se trata de un modo entre otros de insti-tuir prcticamente la naturaleza humana segn los parmetros especficos de la situacin en que se instituye.

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    El despliegue del uno constitutivo de cada configuracin indivi-dual es la posibilidad de establecer las articulaciones coherentes de un discurso que ha sido perturbado en su principio de uni-dad. Los fragmentos dislocados de ese discurso, articulados (a partir de la transferencia) en su coherencia restaurada, ya no causarn el mismo sufrimiento psquico que causaban. Los ele-mentos sepultados de esa coherencia, cuya expulsin ocasiona-ba formas incomprensibles de padecimiento, una vez aflorados e insertados en su sitio pertinente, se integran en un logos que ahora s se aproxima a su ideal. La armona del logos aqu se obtiene en la medida precisa en que sea posible sin la intro-duccin de ningn elemento nuevo. Nada ha de presentarse en acto que no estuviera ya situado en potencia en la organizacin subjetiva en cuestin. Desde all desde el despliegue de las potencias se organiza la transferencia y la cura. La armona posible del uno se conquista mediante la expulsin a priori de cualquier circunstancia exterior que pueda inmiscuirse en su despliegue. Cualquier presencia de un elemento exterior a ese uno en el campo transferencial es una irrupcin intempestiva.

    Como se ve, los recursos del pensamiento heredado (clsico y moderno) estn presentes en esta configuracin del nudo po-der-tica-transferencia estableciendo una exigencia. Como el logos es logos precisamente por la exclusin de cualquier acto de fuerza, entonces el nico modo de pensar el poder es como acto de fuerza exterior al logos que no puede ms que daarlo. Como el sentido procede del logos, el sinsentido procede de ese poder exterior que lo daa. Como la experiencia humana es la experiencia del sentido, la quiebra del sentido es la causa del sufrimiento. Cualquier forma de poder es una amenaza para el logos, el sentido, la curacin.

    1 A lo largo del escrito proliferan los trminos cam-bio, mutacin, transformacin, alteracin. En este contexto, trabajan como sinnimos estrictos. No ignoro que en campos especficos designan distin-tas profundidades para los efectos del devenir. Sin embargo, en la medida en que el presente escrito no postula uno u otro de los modos especficos del devenir, la dispersin terminolgica indica con pre-cisin la vaguedad del campo al que se refieren.

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    Las condiciones transferenciales son condiciones de extrema su-tileza y exposicin del paciente. El afloramiento de lo que esta-ba sepultado es posible a partir de estas condiciones transfe-renciales. Estas condiciones constituyen a la vez la ocasin mxima y el riesgo supremo para la restauracin (en la medida de lo posible) de la coherencia del logos que un individuo es. De ah que la posicin del psicoanalista deba ser rigurosamente custodiada para aprovechar la ocasin sin sucumbir ante los riesgos. La condicin privilegiada del psicoanalista lo dispone como un ser dotado de enorme poderes de intromisin en el monlogo que es su paciente. Su capacidad legtima consiste el permitir y articular los trminos dispersos de la serie constituti-va de su paciente. Su abuso de poder consiste en la introduc-cin de elementos forneos a la constitucin psquica del pa-ciente, violentando as (para fines nobles o viles) la posibilidad de organizacin del logos que el paciente es. Su abuso de poder es condicin del sufrimiento iatrognico.

    En consonancia con esta lnea, la tica consistir en impedir cualquier interferencia de los intereses, los valores, las pasio-nes, los ideales o los deseos del analista se presenten en el campo transferencial. La tica consistir en limitar los abusos de poder siempre posibles en las explosivas condiciones transfe-renciales. En este esquema puede interpretarse una dimensin fundamental de las ticas psicoanalticas que consistan en la observancia de las reglas tcnicas de abstinencia o neutralidad, en la des-represin del deseo, en el despliegue simblico o en el respeto del otro.

    Este primer nudo entonces sita la transferencia como condicin de apertura de la vida psquica para un posible despliegue, el poder como puro riesgo de abuso iatrognico, la tica como l-mite imprescindible para que el poder no ejerza la influencia de-letrea del abuso.

    Alteracin. Pero el campo parece haberse alterado. Las altera-ciones se presentan en diversos registros, en principio des-coordinados entre s. Se han alterado los modos de constitu-cin subjetiva? Hace unos aos, los encuentros psicoanalticos transcurren en torno de lo nuevo. Las novedades proceden de

    la alteracin en la subjetividad o de ajusten en la comprensin psicoanaltica de estructuras clnicas establecidas? El vector de ingreso de la novedad alteradora ha sido el conjunto heterclito de las llamadas nuevas patologas. Se trata de nuevas for-mas de presentacin de las entidades nosogrficas intemporales o de nuevas entidades nosogrficas? Y si se tratara slo de nuevas formas de presentacin, las modalidades transferencia-les son las mismas, independientemente de la alteracin en los modos de presentacin? Los modos de operar en el campo transferencial estn regidos por la misma tica de restriccin de los abusos de poder? El poder se concibe del mismo modo, como intromisin indebida en un campo cuya salud depende de su autoorganizacin clausurada a la intromisin exterior?

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    Naturalmente, el historiador no puede responder. Slo puede sealar algunas condiciones que abonan el campo del problema.

    Logos?. Una cadena, una estructura, un modelo, una organi-zacin, una configuracin, un aparato, constituyen otros tantos modos de esquematizar las ligaduras entre los distintos compo-nentes de unas representaciones, unos objetos o unos signifi-cantes. Las ligaduras son un ncleo etimolgico del trmino l-gica. Un cambio de lgica, en esta lnea, en un cambio en los modos de ligar.

    Ahora bien, en el campo del pensamiento contemporneo, uno de los rasgos ms notables es el retorno problemtico sobre el ncleo ontologa-lgica. Si el pensamiento se orienta a unos cambios en el ser y la lgica que le es consustancial es signo de que algo decisivo est cambiando en nuestra situacin. Si los modos de pensar son constitutivos de la subjetividad y a la vez son un ndice del tipo de subjetividad que se exige pensarlos, un cambio en el campo de la lgica es a su vez el ndice de un cambio esencial en los modos de ligar propios de la subjetividad contempornea.

    Lo cierto es que en muy diversos planos ha estallado el proble-ma de la nueva subjetividad. Esquemticamente, y slo para indicar el carcter multifactico de esta presentacin, nombro tres dimensiones: la reflexin filosfica en el campo de la lgi-

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    ca-ontologa; la reflexin histrico-social en el campo de las modalidades del lazo social y su soporte subjetivo; la reflexin psicoanaltica en torno de las nuevas patologas. Pero tambin es cierto que estas tres lneas de reflexin han permanecido re-lativamente desarticuladas entre s. El ncleo sobre el cual con-fluyen las dimensiones onto-lgica, social y psquica de las alte-raciones es el posible campo de la nueva normalidad. Esa posi-ble nueva normalidad radica en otro modo de ser, de ligar, de vincularse, de constituirse, de sufrir y de curar2. Si se trata de interdisciplina o mejor, de indisciplina la confluencia de es-tas tres lneas parece el terreno ms complejo y decisivo de nuestra coyuntura terica. La filosofa piensa el cambio en el ser y la lgica es decir : en el pensar - ; las ciencias sociales pien-san el cambio en las prcticas y discursos constitutivos del lazo social y su soporte subjetivo; el psicoanlisis piensa el cambio en los modos de ligadura psquica. Son tres vertientes para pensar la mutacin. El lugar (vaco) sobre el que confluyen, a qu disciplina pertenece?3 Ese espacio in-disciplinario se consti-tuye a partir de la alteracin conjunta (sin punto exterior fijo

    para leerla) de los supuestos ejes independientes de los que hablaba recin.

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    Es en este campo que puede conjeturarse un modo distinto del anudamiento poder-tica-transferencia.

    Dia-logos. En la hiptesis monolgica, el otro de la transferen-cia es un trmino esencialmente vaco, negado en su positivi-dad, debidamente restringido en la presentacin posible de su alteridad4. El poder ejercido es sinnimo del abuso de poder. La tica es la limitacin correlativa del abuso siempre posible. El ideal es que de la suma de tica y poder resulte cero.

    Ahora bien, diversos recorridos del pensamiento contemporneo permiten jugar con los trminos del nudo poder-tica-transferencia en otra estrategia5. La diversidad de estos recorri-

    4 La contraposicin entre las figuras monolgica y dialgica procede de la reflexin sociolingstica de Bajtn. De ah tomo el esquema de las figuras puras. La tesis se refiere al esquema puro de pen-samiento y no a los vericuetos tcnicos y tericos que se han desarrollado activamente en las distin-tas corrientes psicoanalticas respecto del concepto estratgico de transferencia a partir del esquema de referencia.

    2 Naturalmente, el trmino nueva normalidad tiene sus bemoles sobre todo los bemoles del trmino normalidad. Y ms an si se trata de una nueva. Porque nada salvo los hbitos- autoriza a supo-ner que el reparto normal-patolgico sea el modo de clasificacin propio de esta supuesta nueva nor-malidad.

    5 ltima aclaracin. La designacin de pensamiento contemporneo, tan vaca como se quiera, apunta a afirmar la indistincin disciplinaria de los territo-rios en los que se han dado las transformaciones del campo conceptual. Lamentablemente, aqu es inevitable el recurso a nombres propios. La confu-sin propia de nuestra circunstancia sobrevala el papel de los nombre propios. En ausencia de orde-nadores simblicos de la coyuntura terica, un nombre bien puede ser una ubicacin: Este texto nombra a los autores A,B,C. Por lo tanto pertenece a tal grupo. As, los nombres funcionan como sig-nos de pertenencia y no como referencias concep-tuales especficas. Antes que el recurso a tal o cual

    3 Nuevamente, una advertencia. Partimos de las disciplinas existentes tal como estn constituidas. As, el espacio es interdisciplinario, transdisciplina-rio o interdiscursivo (segn la nomenclatura adop-tada). Pero no es aventurado vaticinar que una mutacin tan drstica como la que estamos son-deando termine por disolver el esquema disciplina-rio propio de de la subjetividad moderna hoy en crisis.

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    dos no confluye en un torrente comn. Slo desde una exigen-cia prctica concreta (por ejemplo: clnica) pueden coordinarse entre s segn las funciones especficas para las cuales los con-voca el problema en cuestin. Ms claramente, los senderos de Foucault no son los de Badiou. Las peripecias del vnculo trans-ferencial no son las del sujeto poltico. No se articulan sin ms la temprana espiritualidad cristiana con los vericuetos contem-porneos de la relacin analtica. Cualquier intento de sumatoria incurre en pecado de eclecticismo pecado terico mortal en el campo terico. Pero otra cosa sucede si en lugar de intentar una vana articulacin entre las teoras se intenta arrimar distintos esquemas de pensamiento en torno de un potente agujero pro-blemtico en una prctica especfica. Quiz las dificultades ac-tuales en la prctica psicoanaltica, ligadas no slo con las nue-vas patologas sino tambin con las dificultades para sostener los encuadres tradicionales en las actuales condiciones de la subjetividad constituyan semejante condicin de necesidad para el recurso a herramientas conceptuales heterogneas.

    Poderes. El recorrido en pensamiento de M.Foucault ha altera-do las condiciones de pensabilidad del poder o mejor, de las relaciones de poder6. Si el pensamiento occidental haba abomi-nado de las relaciones de fuerza en nombre de la consistencia armnica del logos, la fuerza deba permanecer en el campo de lo impensado, de lo carente de cualquier positividad, de una

    realidad puramente negativa. La reflexin sobre este mal en el campo del pensar no poda consistir en pensarlo sino en elimi-narlo. El poder fue instituido tradicionalmente como una patolo-ga del pensar. Sin embargo, la sustancia del poder insista en presentarse en los escenarios de los cuales supuestamente haba sido eliminado. Una patologa regular, ineliminable por los medios que el logos establece para su consistencia propia, in-troduce una vez detectada su regularidad ineliminable la sospecha de que no se trata slo de una patologa. Un mal que no puede ser eliminado mal se piensa bajo el equvoco nombre moral de mal. El poder cambia su rostro (no deviene benfico, pero s pensable) cuando se suspende la abominacin espont-nea. El poder no es lisa y llanamente el abuso de poder. El abu-so puede ser una patologa del poder, pero el poder no es una patologa.

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    La intervencin de Foucault instaura la nocin de un poder insti-tuyente. El poder no es una interferencia que impide sino una fundacin que permite. No hay una subjetividad establecida na-turalmente que venga a ser violentada por la indebida presencia del poder sino que las relaciones de poder instauran la subjeti-vidad de los que estn tramados por ese juego de relaciones. El logos no es la transparencia opuesta a la opacidad de los pode-res sino que es tambin es despliegue de unos poderes. El dis-curso no es el despliegue del logos interferido por la intrusin del poder; el discurso es el logos especfico posibilitado por las relaciones de poder especficas que estn en juego en la enun-ciacin de ese discurso. La subjetividad efecto de discurso es efecto de las relaciones de poder constitutivas de cualquier discursividad instituyente.

    concepto para pensar tal o cual problema, nuestra recepcin espontnea codifica los nombres como pura toma de partido. De ms est decir que lo nombres que de aqu en ms aparezcan no consti-tuyen nombres de partidos a los que uno estuviera afiliado sino slo localizacin de unas formas de pensar que a priori se presentan como activas res-pecto de la mutacin que estamos intentando pen-sar.

    Las relaciones de poder requieren en esta lnea otro esquema. Ya no se trata de una sustancia homognea (el poder) que al-guien detenta en detrimento de otros sino que estamos ante una produccin en relacin, que distribuye poderes especficos, diferenciales, heterogneos. Si hace falta una ilustracin es-quemtica, las relaciones de poder entre los gneros pueden re-sultar ejemplares. Poco se gana si en perspectiva tradicional uno imagina que el poder lo tiene uno u otro. Las relaciones

    6 M.Foucault. Hermenutica del sujeto, Altami-ra, Buenos Aires.

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    efectivas distribuyen y producen cualidades heterogneas de poder (femenino, masculina) segn las circunstancias. No im-porta quin tiene el poder sino qu poderes especficos se pro-ducen en la relacin de diferencia. El poder aqu no es sustancia sino verbo: qu puede cada uno en los trminos especficos de la situacin.

    Sin embargo, el recorrido de Foucault no se ha detenido en esta postulacin. Su ltimo ciclo de pensamiento ha insistido en la aparicin de otras formas de poder, de otras prcticas subjeti-vantes. Adems de los dispositivos sociales de produccin de subjetividad serial, en diversas situaciones existen dispositivos de subjetivacin de esa subjetividad instituida por los dispositi-vos seriales o repetitivos. La relacin con un maestro en la anti-gedad filosfica o la relacin con un gua espiritual en el tem-prano cristianismo constituyen el espacio de las prcticas de s. Estas prcticas de s instauran una relacin especfica de subje-tivacin mediante la relacin con otro. Pero este otro no es otro neutro que permite la liberacin de lo que estaba reprimido por la subjetividad instituida. Tampoco constituye un montaje alie-nante por el cual se prescriben nuevos modos de ser desde una heteronoma abusiva. Mediante la relacin con un maestro o un gua, en relacin con la verdad, se inventan modos de ser indi-tos para el individuo en cuestin, se inventa otro que el que era sin que en ello medie inautenticidad alguna: se establece la po-sibilidad de devenir otro con otro. En esta va de subjetivacin, la relacin de poder es central, sin que ello implique la anula-cin o la reduccin subjetiva de uno de los dos polos de la rela-cin. El poder activamente ejercido en el seno de una prctica de s es un recurso fundamental de la subjetivacin autntica. El abuso de poder, patologa de las relaciones de poder, aqu con-siste a la inversa del planteo tradicional en la supresin de las capacidades de alteracin de uno u otro de los trminos de la relacin.

    La condicin est puesta. Que sea de utilidad su relacin con las dificultades de la prctica psicoanaltica depende de las exigen-cias especficas del campo clnico y de la habilidad para convo-

    car los trminos adecuados, desde el interior problemtico del campo, para superar el impasse.

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    ticas 1. El recorrido de pensamiento de E.Levinas7 ha alterado las condiciones de pensabilidad de la alteridad, ncleo de su re-flexin sobre la tica. El pensamiento tradicional tiene origen griego. El pensamiento griego tiene por base la ontologa y la lgica. Las doctrinas del ser y del decir-ligando estn basadas en el principio de identidad. La metafsica occidental es el des-pliegue ya agotado de las posibilidades de articulacin de una identidad desplegada. Bajo el principio de identidad, la relacin con los otros est comandada desde imperativos lgicos y onto-lgicos antes que ticos. La moral de raz griega regula las rela-ciones con los otros en tanto que semejantes. Pero la regulacin tica de respeto con el otro como semejante lo suprime como otro. Soporte y espejo de la identidad, el otro ah no es otro si-no una funcin de lo mismo. La identidad prima sobre la dife-rencia y la alteridad ha sido suprimida. Quiz se pueda encon-trar en este imperativo de la identidad lgica y semejanza onto-lgica la raz del pensamiento que sita el poder como abuso patolgico. La presentacin de la alteridad como alteridad su-prime las condiciones de consistencia del logos, basadas en el principio de identidad. Esa irrupcin de la alteridad impide la continuidad de la hegemona del logos monolgico. La filosofa (el modo de pensar efecto y causa de nuestra subjetividad occi-dental) presionada desde siempre por el reaseguro de las iden-tidades y las totalidades no abre ninguna posibilidad al pensa-miento de otro como otro. Y la tica comienza all donde ya no puede sostenerse la identidad filosfica. La primaca de la onto-loga en el campo del pensamiento slo puede conducir al ex-terminio de la alteridad en formas ms brutales o ms delica-das.

    La subjetividad juda seala otro comienzo posible para el pen-samiento, ya no bajo la primaca de la lgica-ontologa sino bajo

    7 E.Levinas. Totalidad e Infinito. Sgueme, Sa-lamanca, 1987.

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    los imperativos de una tica de la alteridad ms all de cual-quier principio de semejanza que asegure las relaciones entre los trminos vinculados. La eficacia de la alteridad del otro no consiste en un completamiento o una oposicin en el mismo campo al que se completa o en el que se opone. Que otro sea otro significa que la totalidad del uno se abre al infinito. La infi-nitud es una funcin de la alteridad del otro. En tal caso, no hay posibilidad de establecer una tica de limitacin de los poderes de uno sobre otro. Porque as se restablecera la hegemona de la semejanza. Ms all del respeto, la alteridad del otro impone una consagracin a las capacidades alteradoras de la alteridad. La infinitud de la alteracin es la va de una autntica subjetiva-cin de otro orden.

    Nuevamente, se abre la posibilidad de devenir otro mediante la consagracin a lo infinito de un vnculo de alteridad con otro. Que la relacin transferencial pueda ser pensada y practicada bajo estas condiciones de alteridad depende, nuevamente, de los apremios de las situaciones clnicas y las orientaciones de pensamiento implicadas en la intervencin.

    ticas 2. El recorrido de pensamiento de A.Badiou8 ha alterado las condiciones de pensabilidad de la verdad, ncleo de su re-flexin tica.

    No basta con que haya carne humana implicada en una situa-cin para que se pueda hablar de humanidad. En las situaciones normales, en las situaciones estructuradas, reguladas por algn mecanismo de homogeneizacin, campea el animal humano. Que el animal en su lucha por la supervivencia est en posicin de vctima o de victimario, en nada altera la situacin. Las si-tuaciones ordinarias transcurren bajo la regularidad de un pa-trn la transgresin est tambin pautada por su regularidad. El juego de los intereses est ms ac de lo verdadero y lo fal-

    so. Nada de lo que ocurre escapa al rgimen preestablecido. Los hechos constituyen otras tantas variaciones en torno de inva-riantes inamovibles.

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    Ms all del animal humano, azarosamente, un acontecimiento dispone la condicin absoluta para un devenir heterogneo. Un acontecimiento no es un hecho regular; tampoco es un hecho espectacular. Es la irrupcin evanescente de una heterogenei-dad imposible en el campo de las regularidades dadas. El animal humano, en la traza del acontecimiento se humaniza. Porque humanidad no es otra cosa que una capacidad para las verda-des. Y el acontecimiento es el punto de inicio de una verdad. Pues aqu la verdad no es ya la adecuacin de lo que se dice con lo que es; la verdad no es un juicio descriptivo o explicativo de una supuesta realidad. El acontecimiento ha agujereado la consistencia de una situacin revelando su inconsistencia pun-tual. El animal humano (la subjetividad instituida segn los pa-rmetros de regularidad dados) no dispone de recursos para hacerse cargo de esa inconsistencia supernumeraria. Deber al-terarse para trabajarse a partir de una ruptura. Pero la inconsis-tencia no prescribe ningn modo de continuidad. Por el contra-rio, en la medida en que delata la inconsistencia de base en la que estaba apoyada la situacin, su ser inconsistente se revela como punto de partida de la verdad de la situacin. La verdad arranca de ese punto de inconsistencia. No se trata entonces de describirla o conocerla: la dimensin epistemolgica de la ver-dad se revela aqu como inoperante. Y no se la puede conocer, describir, explicar o comprender precisamente porque carece ontolgicamente de cualquier consistencia. La consistencia de la verdad ha de ser heterognea a los parmetros que hasta en-tonces regan la situacin. La verdad habr de ser fundada on-tolgicamente en el recorrido subjetivo que se inicia a partir de la irrupcin del acontecimiento.

    El azar de un acontecimiento ha abierto una situacin en un punto de inconsistencia; los animales humanos que la habitan pueden humanizarse, pueden devenir sujeto en relacin con la verdad de la situacin que se inicia. La dimensin tica altera su carcter. No hay tica en las situaciones habitadas por el animal

    8 A.Badiou. La tica. Ensayo sobre la concien-cia del mal. En revista Acontecimiento 8, Buenos Aires.

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    humano. Las prescripciones de limitacin slo operan en el es-pacio homogneo compartido por vctimas y victimarios. No hay verdad (y por lo tanto, no hay tica posible) en el campo de las situaciones normales, que estn ms ac de lo verdadero y lo falso. La tica no es un contrapoder limitativo de los excesos de poder. La tica es la potencia afirmativa de una posibilidad de alteracin. La tica se inicia cuando uno puede ser fiel a una verdad. Y como la verdad no es ms que una ruptura, la tica se inicia cuando uno puede ser fiel a una ruptura.

    Pero la fidelidad a una ruptura tiene una serie de caractersticas diferenciales respecto de otro tipo de fidelidades. La tica no es un regulador de la relacin con otros sino un imperativo en rela-cin con la verdad de una situacin que altera a sus habitantes. Lo que ha acontecido era un imposible de la situacin. Nadie saba de modo consciente o de cualquier otro cul era esa posibilidad abierta por el acontecimiento porque esa posibilidad sencillamente era imposible. La irrupcin del acontecimiento y la verdad que se inicia destotaliza los saberes de cualquier ndo-le. El imperativo tico de fidelidad a la verdad establece: perse-vera en lo que te ha atrapado y roto. Ya no se trata de la fideli-dad al otro, inaccesible al cual uno podra consagrarse. En la fi-delidad a la verdad de una situacin que a ambos afecta por igual desde el sesgo de la inconsistencia, el problema consiste en cmo ser fiel a una ruptura. Y entonces no hay ms posibili-dad que inventar modos de ser y de hacer, modos de pensar para hacerse otro a la medida incierta de una verdad indetermi-nada y productiva.

    Nuevamente, la tica no remite aqu a una estrategia prescripti-va de limitaciones ante abusos posibles sino que instaura una exigencia de fidelidad alteradora para los habitantes de una si-tuacin situacin clnica, por ejemplo abriendo as y slo as la posibilidad de la subjetivacin.

    Transferencia. En nuestras condiciones subjetivas de las cuales el pensamiento terico es tanto un ndice, como un sos-tn y una posibilidad la transferencia puede ser pensada bajo

    esquemas distintos9? El trabajo de I.Berenstein10 as lo postu-la. La relacin con un objeto suprime al otro en tanto que otro. La presencia del analista en este esquema es nada ms que una ausencia. La condicin ya estructurada del paciente obliga al analista a imponerse de modo una desaparicin. El despliegue del mundo interno, la cadena significante o el universo de re-presentaciones exige un observador tomado en el campo, pero tomado en tanto que observador. Las peripecias de la contra-transferencia - o de sus diversas traducciones en otros lengua-jes psicoanalticos testimonian la serie de dificultades que acarrea la suposicin de una presencia ausente, una presencia vaca, una presencia exterior o trascendente.

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    Las distintas teoras de la constitucin subjetiva confluyen en la misma estrategia de ausentamiento del analista. Si el sujeto se constituye desde s, desde sus pulsiones, en analista ser un representante sobre el cual desplegar los objetos internos resul-tantes del juego instintivo. Si el sujeto se constituye a partir de Otro, el analista ocupa el lugar de aquel Otro a partir del cual se ha constituido la cadena significante que se despliega en la si-tuacin analtica. En ambas lneas, la realidad efectiva del ana-lista como otro (ni objeto ni el Otro) concreto, especfico, etc., se ha evaporado saludablemente. La situacin clnica, entonces, no es otra cosa que el despliegue del mundo interno o de la re-lacin constitutiva con el Otro. En ningn caso se trata de una situacin nueva, de un vnculo indito, instituyente actual de subjetividad, al modo de las prcticas de s, el encuentro con la alteridad o la fidelidad a la verdad de una situacin.

    9 En este punto es ms clara la dificultad del histo-riador para proseguir en el recorrido. Las sutilezas del concepto de transferencia sern completamen-te evitadas, como sealara en el punto 4. 10 I.Berenstein. Transferencia: hecho nuevo y/o repeticin, produccin vincular y/o individual. En Psicoanlisis de las configuraciones vinculares 1-XXII-1999.

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    Ambas lneas para pensar la transferencia remiten a una con-cepcin semejante de la organizacin subjetiva. Partiendo desde el mundo instintivo o desde la estructura del orden simblico, el sujeto psquico es una entidad estructura en sus comienzos tempranos. En una entidad necesariamente estructurada que se relaciona con otros a partir de las determinaciones propias de esa estructuracin, los encuentros no tienen capacidad de pro-duccin sino de despliegue de las determinaciones ya constitui-das. Si los vnculos actuales no tienen capacidad instituyente, de dnde podra obtenerla el vnculo analtico?

    Para poder situar en el anlisis una prctica instituyente de sub-jetividad, para poder otorgarle al vnculo analtico una capaci-dad de alteracin, ser preciso concebir de otro modo la organi-zacin de la subjetividad. No tendr que ser originada a partir de s ni a partir de Otro11. En rigor, no tendr que ser originada.

    Tendr que originarse a partir de cada encuentro, en cada si-tuacin, en cada dispositivo. No habr ya un sujeto organizado a priori como centro de la diversidad de las experiencias sino una subjetividad que se organiza en situaciones a partir de los encuentros.

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    En estas condiciones es posible pensar que la transferencia sea a la vez un hecho nuevo y una produccin vincular. Ese vnculo indito pondr condiciones de emergencia de unas posibilidades subjetivas entes inexistentes. El campo de la transferencia ser el de la experiencia de un vnculo nuevo, alterador, productor de subjetividad (en ambos polos de la relacin?).

    Detencin. En perspectiva historiadora, transcurrimos en un espacio de experiencia que est imponiendo transformaciones drsticas en los modos de ser, de hacer, de pensar. Los modos de organizacin de la vida colectiva han perdido su norte con el desvanecimiento de la potencia instituyente de los estados na-cionales. Los referentes de la subjetividad estatal (ley, progre-so, totalidad, identidad) se destituyen en la operatoria real del mercado que no segrega los ordenadores simblicos supuesta-mente sustitutivos.

    11 Aunque ignore el resto de los asuntos, no ignoro aqu dos hechos. El primero es que el eje repeti-cin-transformacin es el ncleo ms conflictivo en el campo psicoanaltico, una zona de impasses l-gicos transitados siempre clnicamente: la teoriza-cin de la interrupcin de las repeticiones en nom-bre de una transformacin teraputica se topa re-gularmente con inconsistencias lgicas en este punto (inconsistencias del tipo: repeticin y tam-bin transformacin). En segundo lugar, aunque aqu tambin funcionen como sinnimos equvocos, tampoco ignoro que la subjetividad no es el sujeto segn las distintas corrientes analticas. Pero nue-vamente queda en suspendo el pensamiento sobre esta relacin subjetividad sujeto, ms all de la declaracin sobre la diferencia. Porque de ninguna manera puede tratarse de una diferencia inerte (como la subjetividad no es el sujeto, nada de la alteracin de la subjetividad trabaja sobre el modo de pensar el sujeto). Pero de declarar que la dife-rencia no es inerte a haber pensado los modos de intrincacin entre una y otra hay ms de un paso paso que an no hemos dado. Como se ve, la lti-ma aclaracin haba sido penltima por ahora.

    El lazo social centrado en el mercado instaura unos soportes subjetivos distintos que los del estado. La fluidez del devenir sin progreso impone una valoracin distinta de la diferencia entre las situaciones originarias y las situaciones que actualmente se habitan. Si en un tiempo de progreso las invariantes subjetivas permanecen a lo largo de la existencia con su valor estructuran-te, en el mundo fragmentado que habitamos nada garantiza que la organizacin originaria no tenga que ser re-originada en di-versas situaciones. Los modos de constitucin subjetiva que ya no se basan en la omnipotencia de las circunstancias originarias impiden que pueda pensarse cmodamente el sujeto centrado en s mismo o centrado en otro. La subjetividad actual induce un descentramiento subjetivo ms radical que el que haba es-tablecido el psicoanlisis con su irrupcin. Pues no se trata de un descentramiento que d lugar a un nuevo recentramiento si-no de un descentramiento que da lugar a una serie descentrada de descentramientos: el descentramiento se convierte en el

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    modo estable de ser en las situaciones heterogneas en que se organiza la experiencia de un mundo fragmentado (un mundo que ya no es uno de ninguna manera).

    Si la experiencia no se organiza ni desde s ni desde el otro, si la experiencia no se organiza desde en comienzo, si la experiencia se reorganiza radicalmente en diversas circunstancias, la consti-tucin subjetiva no es ya algo que ha acontecido en un supues-to origen a develar sino algo que se est produciendo en cada situacin subjetivamente heterognea.

    Estos cambios en la dimensin socio-histrica de la subjetividad sugieren tambin la posibilidad de una correlacin activa con la alteracin en los modos de pensar los trminos del nudo cuyo devenir actual analizamos. Brevemente, el nudo poder-tica-transferencia transcurre ahora en otro mundo, puede transcu-rrir por otros andariveles?

    Vnculos: Palabras clave: Transferencia ltima revisin:

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