Leyendas de Manabi - El Duende

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Leyendas de Manabí El duende Por Joselías Sánchez Ramos [email protected] [email protected] 2013 Homenaje a la maestra Pepi Goncálvez (Uruguay) STORY LINE El duende de Picoazá se enamora de las mujeres casadas. A Camila, la persigue, la aplasta y hasta la araña mientras duerme. Pedro Alfonso, su marido, regresa de Venezuela para salvarla. SINOPSIS En el cerro Jaboncillo merodean los duendes que se enamoran de las mujeres casadas. En Picoazá, un pueblo en las faldas del cerro Jaboncillo vive Camila, 32 años, una manabita chola que teje sombreros para alimentar a sus dos hijos mientras Pedro Alfonso, su marido, 35 años, está trabajando en Venezuela. Un día mientras recoge leña siente que alguien la "aguaita", mira para todos lados y ve una sombra detrás de un Ceibo. Esa noche siente que una sombra la aplasta y despierta bañada en sudor. Desde ese día escucha ruidos, ve sombras en las esquinas, en las ventanas. Una madrugada, su vecina la encuentra en el corral, toda arañada y con los ojos desorbitados. Camila llama a su marido que está en Venezuela para que la salve. ARGUMENTO En el cerro Jaboncillo merodean los duendes que se enamoran de las mujeres casadas. En Picoazá, un pueblo en las faldas del cerro Jaboncillo vive Camila, 32

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Leyendas de Manabí

El duende

Por Joselías Sánchez Ramos [email protected]

[email protected] 2013

Homenaje a la maestra Pepi Goncálvez (Uruguay)

STORY LINE

El duende de Picoazá se enamora de las mujeres casadas. A Camila, la persigue,

la aplasta y hasta la araña mientras duerme. Pedro Alfonso, su marido, regresa

de Venezuela para salvarla.

SINOPSIS

En el cerro Jaboncillo merodean los duendes que se enamoran de las mujeres

casadas. En Picoazá, un pueblo en las faldas del cerro Jaboncillo vive Camila, 32

años, una manabita chola que teje sombreros para alimentar a sus dos hijos

mientras Pedro Alfonso, su marido, 35 años, está trabajando en Venezuela.

Un día mientras recoge leña siente que alguien la "aguaita", mira para todos

lados y ve una sombra detrás de un Ceibo.

Esa noche siente que una sombra la aplasta y despierta bañada en sudor. Desde

ese día escucha ruidos, ve sombras en las esquinas, en las ventanas. Una

madrugada, su vecina la encuentra en el corral, toda arañada y con los ojos

desorbitados.

Camila llama a su marido que está en Venezuela para que la salve.

ARGUMENTO

En el cerro Jaboncillo merodean los duendes que se enamoran de las mujeres

casadas. En Picoazá, un pueblo en las faldas del cerro Jaboncillo vive Camila, 32

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años, una manabita chola que teje sombreros para alimentar a sus dos hijos

mientras Pedro Alfonso, su marido, 35 años, está trabajando en Venezuela.

Un día mientras recoge leña siente que alguien la "aguaita", mira para todos

lados y ve una sombra detrás de un Ceibo.

Esa noche siente que una sombra la aplasta y despierta bañada en sudor. Desde

ese día escucha ruidos, ve sombras en las esquinas, en las ventanas. Una

madrugada, su vecina la encuentra en el corral, toda arañada y con los ojos

desorbitados.

El pueblo se alarma. Las mujeres, asustadas; los maridos preocupados por el

duende. Camila llama a su marido que está en Venezuela para que la salve.

Cuando Pedro Alfonso llega al pueblo se hace fiesta y se lanzan petardos. Esa

noche Camila duerme abrazada con su esposo, sin embargo, a las cinco de la

mañana, cuando se despierta, Camila no está a su lado, la busca y la encuentra

en el corral, acurrucada, arañada y temblando como "perro envenenado".

Decide enfrentar al duende. Esa noche, desde las 10 hasta las 5 de la

madrugada, hace un sahumerio con palo santo, flor de moyuyo y alhucema.

Camila está protegida bajo un toldo. Pedro Alfonso, con un boyero juetea las

paredes, reta al duende, lo insulta, mueve el sahumerio por todas las esquinas,

reza padre nuestros y pronuncia oraciones ancestrales. A las 5 de la mañana

levanta el toldo, allí está Camila, intacta, sin arañazos. Ella extiende sus brazos,

Pedro Alfonso la abraza mientras ella pronuncia: “Gracias Pedro Alfonso, me

salvaste.

El duende nunca más regresó.

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GUIÓN

PICOAZA

Un pueblo de casas de caña se asienta en las faldas del cerro Jaboncillo. Allí

habitan cholos montuvios manabitas ancestrales que viven de la siembra, del

tejido de la paja toquilla y unas cuantas cabezas de ganado que pertenecen a la

comunidad y que las llevan al cerro para que coman la yerba seca de verano y

verde de invierno. En ese cerro, que fue habitado por aborígenes manteños,

merodean duendes que, cuando se acercan al pueblo, se enamoran de las

mujeres casadas.

En Picoazá vive Camila, una buena moza chola montuvia de 32 años, tejedora de

la paja toquilla quien se casa con Pedro Alfonso, 35 años, hijo de un viejo

chaman de la zona con quien procrea dos hijos.

Pedro Alfonso viaja a Venezuela invitado por unos primos que le dan trabajo en

Caracas y Camila se queda tejiendo sombreros para alimentar a sus hijos.

Una mañana, mientras Camila está recogiendo leña en el cerro siente que

alguien la “agüita” y mirando para todos los lados ve una sombra detrás de un

ceibo. Sigue recogiendo leña pero cada vez es más intensa la sensación de que es

observada. Regresa al pueblo y le cuenta a su vecina lo que le ha sucedido.

CAMILA

María, mientras recogía leña sentí que me aguitaban.

MARÍA

Adonde fuiste por la leña.

CAMILA

Al cerro

MARÍA

Ay, cuidado que sea el duende. Tú eres casada. Tu marido está lejos. Y los

duendes se enamoran de las mujeres casadas. Ojala no se acerque al pueblo.

CAMILA

Bendito sea Dios. Ojala que no sea el duende.

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Esa noche, después de arropar a sus dos hijos pequeños, Camila tiende el petate

en la cama de caña picada y se queda dormida. A media noche siente que una

sombra la aplasta, quiere liberarse pero la sombra no la deja mover y despierta

bañada en sudor. Desde ese día escucha ruidos, ve sombras que se mueven en

las esquinas, siente que la aguitan desde la ventana.

A las 5 de la madrugada, María encuentra a Camila en el corral, toda arañada y

con los ojos desorbitados. La noticia vuela en el pueblo. Un duende se ha

enamorado de Camila. Las mujeres se asustan, tiene miedo que otros duendes

lleguen y las persigan. Los maridos, preocupados, visitan a Camila y le piden a

José Antonio que le hable.

JOSÉ ANTONIO.

Camila, ese duende se ha enamorado de ti. Tienes que llamar a Pedro Alfonso.

Es hijo del chaman y el único que puede salvar al pueblo. El duende no sólo que

te va a llevar a ti, sino que van a venir los otros duendes y se van a llevar a

nuestras mujeres.

CAMILA

Estoy asustada. Voy a llamar a Pedro Alfonso para que me salve.

El cerro de Jaboncillo, con su pasado aborigen, su vegetación xerófila, seca en

verano y verde en invierno, está lleno de arbustos de moyuyos, copés, perlillos,

bejucos, tierra de porotillo, árboles de algarrobo, ceibos, palo santo, jaboncillos,

zapote de perro, pero también está lleno de animales, pájaros y muchas

leyendas de pozos encantados, princesas indias que salen con la luna llena,

caciques que se reúnen en sillas fantasmas y duendes que protegen esas

leyendas.

La llegada de Pedro Alfonso corrió como reguero de pólvora

JOSÉ ANTONIO

Ya llega Pedro Alfonso, ya llega Pedro Alfonso. Debemos prepararle un

recibimiento.

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Hay que lanzar petardos que se escuchen en el cerro para que los duendes sepan

que Pedro Alfonso ha llegado.

Unos petardos anuncian la llegada del Pedro Alfonso. Camila sale a su

encuentro extendiendo los brazos. El pueblo aplaude cuando lo abraza. Se

prende la fiesta como si fuera el aniversario del pueblo. La banda del pueblo

toca sus mejores ritmos y mujeres salen a bailar como festejando libertad.

Esa noche, Camila extiende el petate de dos plazas sobre la cama de caña picada

y se duerme abrazada a su esposo. A las cinco de la mañana, Pedro Alfonso se

despierta pero Camila no está a su lado. Machete en mano sale de casa a buscar

a Camila y la encuentra en el corral, acurrucada, arañada y temblando como

“perro envenenado”.

PEDRO ALFONSO

Voy a enfrentar a ese maldito duende.

Esa noche, desde las 10 hasta las 5 de la madrugada, hace un sahumerio con

palo santo, flor de moyuyo y alhucema. Camila está protegida bajo un toldo.

Pedro Alfonso, con un boyero juetea las paredes.

PEDRO ALFONSO

Aquí estoy, duende del cerro. Ven, enfréntate conmigo.

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

Yerbatero, yerbatero, saca a la rata inmunda de mi casa.

Jaboncillo, Jaboncillo, arroja ese maldito calzoncillo.

Dios te salve María, llena eres de gracia

Aplasta al duende como aplastas la culebra del averno.

Que vengan los dioses de mi padre.

Que vengan los dioses de mi madre.

Aplasten al duende del cerro.

Jaboncillo, Jaboncillo, arroja ese maldito calzoncillo.

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Y así, Pedro Alfonso, recitando sus conjuros, jueteando las paredes, moviendo el

sahumerio por todas las esquinas, rezando oraciones cristianas y pronunciando

rezos ancestrales, permaneció hasta las 5 de la madrugada. Afuera, los perros

ladran sin cesar.

A esa hora, levanta el toldo donde tiene a Camila. Allí está su amada, intacta, sin

jadeos ni rasguños. Cuando lo ve, extiende sus brazos.

CAMILA

Gracias Pedro Alfonso, me salvaste.

Pedro Alfonso también la abraza. Afuera, los gallos cantan y las plantas del

corral que estaban marchitas, florecen.

Joselías Sánchez Ramos Manta, Ecuador, 2013-08-27