libro. de parcial Globo · Uno de los castillos más lindos del mundo apareció rodeado por una...
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n una región llamada Baviera…
En un país llamado Alemania…
En el continente europeo…
Uno de los castillos más lindos del mundo
apareció rodeado por una pared mágica con
grafitis de los personajes de los cuentos escritos
por los hermanos Grimm. Propied
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El castillo de Neuschwanstein fue construido por el rey Ludwig II, y se había convertido en
uno de los lugares más famosos y visitados de Alemania. Pero el día en que sorpresivamente
apareció amurallado, el gobierno lo cerró al público. En vano, muchos trabajadores
intentaron remover los ladrillos: estos reaparecían cada noche sin explicación alguna,
haciendo que los dibujos que representaban cuentos como Rumpelstiltskin, Blancanieves,
Rapunzel, Cenicienta, Hansel y Gretel, Caperucita Roja y El Príncipe Sapo, permanecieran intactos.
equis estaba alistándose para comenzar un día de trabajo en su oficina, cuando de repente
empezó a titilar la luz roja de su computador, indicando que había llegado nueva información
sobre un misterio por resolver en algún rincón del mundo.
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Entró a la página principal de su proveedor de misterios y leyó el mensaje:
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Lo primero que llamó la atención
de la ardilla fue la comparación de
esta construcción con el Muro de
Berlín. Este último medía más de
150 kilómetros de largo y separó a
los habitantes de la ciudad durante
veintiocho años. Aunque tenía varios
fronterizos pasos —el más importante
llamado Checkpoint Charlie— solo
personas con permisos especiales podían
atravesarlo. Dos hileras muy altas de concreto
con alambre de púas enrollado en la parte superior detenían a quienes intentaran cruzar.
¿Cómo podría aquel muro asemejarse al que ahora rodeaba al castillo de Neuschwanstein,
que no tenía ningún acceso y estaba hecho con ladrillos? Solo cuando el computador
comenzó a mostrarle imágenes sobre su pantalla, el investigador comprendió que la
semejanza estaba en los grafitis tan elaborados y artísticos que cubrían a ambos.
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equis recordaba muy bien el día en que derribaron el Muro de Berlín, hecho que consolidó
la reunificación de Berlín occidental y oriental, así como la de las dos alemanias —una regida
por un gobierno democrático y la otra por uno comunista—. Todavía tenía imágenes vivas
en su mente de las personas que utilizaron picas para tumbar los bloques de concreto y que,
rebosantes de alegría, pasaron de un lado a otro con grandes banderas del país, y de familias
enteras abrazándose, después de décadas de no haberse visto.
Emocionado con estos recuerdos, la ardilla le hizo un guiño a su computador, indicándole que
estaba listo para llamar al Globo:
—chiflaron los dos al unísono.
El Globo entró a la oficina del investigador de muy buen humor y arrastrando varios
disfraces, pues se acercaba el día de Halloween, una de sus fiestas favoritas.
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—¡Veo que estás contento! —exclamó equis—. Creo que te alegrarás al saber que
nuestro próximo misterio por resolver es en Alemania, donde sus habitantes también
están esperando una de sus fechas preferidas. Iremos al sur del país, a una región llamada
Baviera, ¡famosa por la manera como celebran el Oktoberfest! Y para esta ocasión te tengo
el disfraz perfecto —dijo mientras sacaba de un baúl, marcado con el nombre del Globo, un
traje típico bávaro que consistía en un overol corto hecho en cuero y un sombrero verde con
una pluma.
Encantado, el Globo no demoró en ponerse su nuevo atuendo. Sin necesidad de motivación
adicional, hizo un gesto indicando que le faltaba algo para emprender vuelo… ¡una canción!
Este era un globo muy particular porque, aunque era capaz de cruzar el planeta Tierra de
punta a punta, solo aceptaba órdenes cantadas. Había llevado a equis al lugar inicial de
todas sus aventuras, recorridos tan largos que en ocasiones tomaban días enteros de viaje.
La ardilla recordó la melodía de una canción alemana que le gustaba mucho a su hermana,
llamada “99 Luftballons”.
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Le cambió la letra y, pocos
segundos después, comenzó
a cantar con energía:
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El Globo, entusiasmado, infló su lona, salió por el techo de la oficina de equis y se encaminó
hacia el océano Atlántico, atravesándolo por completo hasta llegar a Europa. Sabía que
Alemania quedaba en la mitad del continente, rodeado por nueve países y dos mares.
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Al llegar, no fue difícil encontrar el castillo del “Rey Loco” —como llamaban a Ludwig II—
que se levantaba en la cima de una hermosa montaña.
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El sol comenzaba a esconderse y los operarios de la ciudad, quienes
habían estado removiendo ladrillos todo el día, empacaban sus
cosas para ir a descansar. Salieron desanimados, pues sabían que al
amanecer su trabajo habría sido en vano. De pronto, algo extraño
sucedió: ¡el castillo empezó a iluminarse desde adentro como si
estuviera construido con materiales fosforescentes, o habitado por
espíritus juguetones! Parecía que el recinto hubiera cobrado vida…
—¡Ahem! ¡Ahem! —dijo equis aclarando su garganta, para
llamar la atención. Pero la fiesta de luces continuó. El Globo, cuya
capacidad pulmonar era mil veces mayor que la de su pequeño
amigo, decidió colaborar.
—exclamó.
De repente, las luces se apagaron.
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