Libro Polemico El Psicoanalismo El Orden Psicoanalitico y El Poder

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El libro de Robert Castel que junto al AntiEdipo de Deleuze-Guattari tiraron por tierra el discurso del psicoanálisis. Estos comentarios sitúan en la actualidad el impacto ocasionado en aquella época y su vigencia

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    LIBRO POLEMICO: "El psicoanalismo, el ordenpsicoanaltico y el poder."

    Ver un texto desde distintas perspectivas es el objetivo de esta seccin. En este caso sepresentan tres comentarios de un libro que pocos quieren discutir, por lo que no se public esta

    parte de la revista en el nmero anterior: el de Robert Castel, El psicoanalismo, el ordenpsicoanaltico y el poder, Siglo XXI, Mxico, 1980.

    ACERCA DEL PSICOANALISMO DE ROBERTO CASTEL

    El gentil pedido de una opinin acerca de ste ya clsico libro, me ha generado sentimientosintensos y a veces contradictorios, as como me ha despertado algunos interrogantes.Comenzar permitindome formularlos en un tono tal vez "confesional".

    En primer lugar por que ser que un texto, que pardojalmente me parece, a la vez, irrefutabley superado, se torna tema de polmica casi treinta aos despus de publicado? Ser comoexpresin de su vigencia o de las resistencias que encontr? Esto me alegra, pero me dejaperplejo.

    En segundo trmino; durante stas tres dcadas, he tenido oportunidad de relacionarme conuna cantidad considerable de psicoanalistas y constatar que apenas unos pocos haban ledo elcitado escrito. Por otra parte, he tenido acceso a una sola respuesta psicoanaltica, publicadaen un libro de Elizabeth Roudinesco, en la cual, el argumento de mas "peso" de la mencionadaautora, consiste en "diagnosticar" a Castel como "estalinista" (sic!?). Esto me entristece,porque para m Castel es uno de los intelectuales ms libertarios que he ledo, adems de seruna de las personas ms encantadoras que conozco. Pero no me sorprende.

    En tercer lugar, nunca dejar de sentirme estupefacto frente a la capacidad de ignorar, o deasimilar sin reconocer las fuentes y racionalizar de acuerdo con su conveniencia, que elPsicoanlisis (dicho en un sentido amplio que ms adelante definir), demuestra. Tal vez soloel Capitalismo en general y la Iglesia Catlica en particular, pueden llegar a igualarse alPsicoanlisis en sa habilidad gatopardista de "cambiar, cambiar, para que todo siga igual".Eso siempre me asust, pero al mismo tiempo, me doy cuenta de que, esa cuestin, en lo que

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    al Psicoanlisis se refiere, casi ha dejado por completo de interesarme

    Ahora bien; yendo directamente a lo que importa, la principal tesis de Castel, parcialmente"traducida" a una terminologa institucionalista ms comn, consiste en lo siguiente; elPsicoanlisis, en cuanto Disciplina (se pretenda cientfica o no), tiene una Teora, un Mtodo yuna Tcnica que le son propios y exclusivos, lo cual no impide, sino por el contrarioimplica, que tanto el contenido especfico como los valores implcitos en ellos, se inscribancomo ideologas "tericas" o "practicas", en los sistemas de representacin, el imaginario,actitudes, concepciones y acciones sociales (o se como quiera llamarles), que le soncontemporneos. Por otra parte, por ms que sa Teora, Mtodo y Tcnica hayan alcanzadoun cierto umbral epistemolgico disciplinario, no por eso dejan de estar embebidos, infiltrados,etctera, por ideologas discursivas, textuales y operacionales que en l perviven comoremanentes, as como por las que le son coexistentes y concomitantes. Adems, elPsicoanlisis no es solamente una Disciplina que se define por un saber y un quehacerespecficos, sino que tambin es, intrnsecamente, una Profesin que, como todas las otras,implica el ejercicio de un poder, la obtencin de una ganancia, y la adjudicacin de un prestigiosui generis. Ms an, el Psicoanlisis se compone tambin inherentemente, de un Movimientosocial, de Organizaciones societarias, de un arsenal publicitario y editorial, algunas de cuyasfunciones consisten en producir demanda de servicios, reclutamiento de candidatos a agentes,de formacin de los mismos etc. Finalmente, el Psicoanlisis ha generado, a partir de suequipamiento tradicional (el llamado tratamiento individual"), una serie de "aplicaciones"',acerca de cuya legitimidad muchos psicoanalistas dudan, en los campos de Educacin, Salud,Justicia, Trabajo, Comunicacin de masas, parejas, familias, grupos, organizaciones,empresas, polticas pblicas, etctera, etctera.

    A sa expansin cultural y operacional, Castel le llama "ampliacin ideolgica en crculosconcntricos a partir del divn", siendo que podramos denominar "asimilaciones" al conjuntode procesos inversos, de remanesencias pre-fundacionales y de las contaminaciones actualesque antes mencionamos

    Dadas todas estas implicaciones, y tal como ocurre de modo relativo pero efectivamente inevitable con todas las Disciplinas-Profesiones, por ms extraterritoriales que se auto-consagren, el Psicoanlisis est determinado por causalidades heterogneas, heterlogas yheteronmicas, para conocer y neutralizar las cuales carece, por definicin, de un instrumentalpertinente, ms all, o mas ac de la pretensin de conseguirlo con sus propios recursosdisciplinarios. Esta peculiaridad constitutiva, hace que el Psicoanlisis ignore, o que nodesconozca, pero se crea capaz de neutralizaro abstenerse", de los efectos supuestamente"espurios" de las citadas causas: su complicidad con la explotacin, la dominacin y lamistificacin histricas de su entorno.

    A esto se agrega que el Psicoanlisis est absolutamente seguro de tener mucho que deciracerca de todas las otras Disciplinas-Profesiones, (y sobre cualquier otra cosa), en la medidaen que los enunciados y textos de las mismas tienen que ver con el "Sujeto" y su Inconsciente,tal como el Psicoanlisis lo concibe. Lo extraordinario es que el Psicoanlisis no acostumbra aconsiderar, ni a asumir, lo que todos los otros saberes y quehaceres tienen para decir a surespecto, y las pocas veces en que lo considera y asume, lo hace sin reconocer el origen de la

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    crtica en cuestin, cuyos "derechos de autor" invariablemente son atribuidos a si mismo, tantocuanto la impugnacin es "podada" y atendida de forma de que lo supuestamente esencial nocambie. Pero eso no es todo. Segn Castel el Psicoanlisis es la nica Disciplina que haconseguido incorporar de jure sus exigencias de facto como Profesin, una real "identificacin"entre el Estatuto de una Especificidad y el Contrato de una prestacin de servicios rentada, porejemplo su relacin con el dinero, que ha llevado a Lacan a decir que cobraba caras sussesiones para que los "analizandos" pudiesen valorizar la importancia de la "pura nada" que lles daba en cambio.

    Escrib ms arriba que sta obra de Castel es tan irrefutable como superada.

    El mismo Castel aclara que se trata de la crtica de una Especificidad y Profesionalidad hechadesde otra: una especie de Etnosociologa que no es intra ni meta psicoanaltica. Es con elEsquizoanlisis de Deleuze y Guattari que la crtica al Psicoanlisis llega a su apogeo, porqueno se aborda apenas las relaciones de exterioridad entre el Psicoanlisis, la Ideologa y elPoder, sino las de inmanencia, es decir que el Psicoanlisis y su objeto, son definido comopiezas esenciales de la produccin de subjetividad capitalstica, que se esboza en el Modo deProduccin Primitivo, se consolida en las Formaciones Imperiales Asiticas de Soberana yadviene interiorizada como universal en el "hombre ntimo" (imagen derivada de la Axiomticadel Capital), junto con la Disciplina que la "descubre" y convalida su Estatuto universal, y seocupa de su servicio interminable. Tales artefactos no mejoran demasiado por ser sofisticadoscon recursos filo-estructuralistas, topolgicos, o matmicos de "aggiornamento"; por elcontrario, esos refinamientos" (aunque hierticos y hermticos), no hacen sino evidenciar ms"pura" y formalizadamente su funcin reproductiva en la lgica del Capitalismo.

    Gregorio F. Baremblitt

    Mdico psiquiatra, Docente libre de Psiquiatra

    de la Facultad de Medicina de la Universidad

    de Buenos Aires, Coordinador General del

    Instituto Flix Guattari de Belo Horizonte, Brasil.

    EL PROBLEMA DE LA ADOCTRINACION

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    Atendiendo la amable invitacin de los editores de Subjetividad y Cultura para hacer uncomentario crtico sobre el libro de Robert Castel[i] sobre lo que bautiz con el nombre de Elpsicoanalismo no deja de llamar mi atencin lo extemporneo del inters por un textopublicado en Francia en 1973 (hace casi treinta aos!) y traducido al castellano en 1980. Tantaha sido el agua que ha pasado bajo el puente en el curso de estos aos que no puede serignorada. Para circunscribirme a lo ms significativo, ha ocurrido la cada del muro de Berln, elfinal de la guerra fra y el inicio de la paz caliente con esa forma de capitalismo salvajellamado neoliberalismo, la globalizacin de la miseria y la revisin a fondo -desde unaperspectiva distinta- del marxismo. De hecho, al revisar el comentario crtico que realic enocasin de la edicin en Mxico del libro de Castel[1], resulta clara la inadecuacin de dichotexto a las condiciones actuales de la praxis del psicoanlisis -incluso a las caractersticascontemporneas de las instituciones psicoanalticas.

    Visto desde esta perspectiva histrica, entendemos que el autor se propone establecer unateora derivada de los procesos de difusin, reinterpretacin e institucionalizacin delpsicoanlisis en lo extraanaltico, para entender la importancia de su inscripcin en lasrelaciones sociales de poder -lo que supone una reinterpretacin del funcionamientointraanaltico del mismo. De esta manera, su libro pretende ser una denuncia delpsicoanlisis como un centro de produccin de ideologa, lo que el autor definecomo psicoanalismo.

    Para empezar, es clara la enorme distancia existente entre lo que le autor propone comoproduccin de ideologa para la comunidad psicoanaltica francesa, y el mismo fenmeno enlatitudes latinoamericanas -incluso distinto en ms de un matiz del psicoanlisis que se practicaen los Estados Unidos de Norteamrica. Cuando Castel nos advierte que los psicoanalistasestn al servicio de la burguesa y del capitalismo, recordamos las muchas ocasiones en lasque, en Latinoamrica, el mismo psicoanlisis ha sido puesto es la picota como sospechoso deestar al servicio del comunismo estalinista, o de las revoluciones ideolgicas de la izquierda-incluso, al servicio de la guerrilla. Cuando el autor se queja de que el psicoanlisis ocultasiempre los problemas sociopolticos, en nuestro continente, por el contrario, con frecuencia hasido el canal de denuncia de los mismos problemas. Desde esta perspectiva, valdra la penacuestionar a qu nos estamos refiriendo cuando hablamos del psicoanlisis o de lospsicoanalistas: estaremos hablando de lo mismo?

    El autor de El psicoanalismo circunscribe sus reflexiones a la escena psicoanalticafrancesa, si bien aplica algunas espordicas pinceladas de referencia al esquemanorteamericano de trabajo con el inconsciente. Pese a ello, su tendencia a generalizar cuandohabla del psicoanlisis y los psicoanalistas, lo lleva a no tamizar ni tomar en cuenta lasdiferencias regionales; tampoco menciona las actitudes asumidas por escuelas diferentes. Perocon independencia de lo anterior, y ms all de la denuncia contenida en el texto, lo cierto esque el da de hoy podemos leer entre lneas ciertos signos de la advertencia pertinentes para elpsicoanlisis de nuestros das -tanto para los franceses como para la praxis psicoanaltica detodo el mundo- ante la alarma que implica la posibilidad de una globalizacin de unpsicoanlisis-consumo y, lo que es ms grave, de un psicoanlisis-adaptacin -y aclaramos

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    que en el libro de Castel, el trmino adaptacin est usado en el peor sentido de su acepcin yno en su connotacin homeosttica con la que lo introdujo Hartmann.

    Pero, volviendo al texto resultan sus denuncias aplicables, y pertinentes, en nuestro medio?Estamos en Latinoamrica ante la amenaza de ese nuevo reduccionismo que Castel bautizacomo psicoanalismo? Estas preguntas, que podran aparecer como animadas de un esprituregionalista, son, sin embargo, de gran importancia, ya que no slo existen diferenciassustantivas de nfasis con respecto de la gran multiplicidad de teoras psicoanalticas queconviven (a veces con relaciones un tanto incmodas y rspidas), sino porque, adems, existenmodalidades definitivamente divergentes en la praxis de la terapia, derivadas directamente delpanorama cultural y socio-poltico que marca y configura la relacin didica de la terapiapsicoanaltica. De manera semejante, y a propsito de esa tcnica psicoanaltica tandescalificada por Castel, resulta definitiva la necesidad de dejar claro a qu nos referimoscuando mencionamos el concepto de neutralidad, entendemos lo mismo en latitudesdiferentes? En relacin a lo anterior, creo que en el libro de Castel se ha soslayado-inocentemente?- el tema ms importante: el problema de la adoctrinacin. Cul es el motivopor el que Castel no toca el espinoso tema de la adoctrinacin en psicoanlisis?

    El concepto tcnico de neutralidad deriva de un hecho central: en la relacin bipersonal deltratamiento psicoanaltico, el nfasis est puesto en el otro (el paciente). En otras palabras,esto quiere decir que los problemas del psicoanalista no son relevantes en dicha relacin. Elterapeuta no incluye en las sesiones (por lo menos trata de no hacerlo) su propia problemtica,ya que de hacerlo oscurecera el campo del otro. Correlativamente con lo antedicho, el analista-hasta donde esto es posible- permanece (para el paciente) en la zona de lo desconocido: nocontesta las preguntas que el paciente hace acerca de l, no menciona sus gustos opreferencias; tampoco sus deseos o conflictos, sus razones o sus filiaciones; todo esto con elfin de posibilitar la develacin de los gustos, preferencias, deseos, conflictos, razones yfiliaciones del paciente. As llegamos a un punto esencial en la conceptualizacin de laneutralidad analtica: la implicacin terico-tcnica de no tomar partido. El analista no aplaude,no censura... slo analiza. Este no tomar partido -que tanto escozor le provoca a Castel- puedeser visto desde diferentes ngulos, ya se trate de no tomar partido ante un material asociativoculpgeno derivado de pulsiones sexuales incestuosas, de no tomar partido ante las notasescolares de excelencia que nos presenta un adolescente, o de no tomar partido ante elcomentario de la ltima masacre realizada por un gobierno dado sobre un grupo decampesinos. Analizar el origen edpico de la culpa por el ejercicio de una sexualidad inhibida,perversa o sintomtica; analizar la necesidad de aprobacin de un adolescente -o lasmaniobras de seduccin, segn el caso- o analizar la repercusin y significado que tiene en elmundo interno un crimen genocida orquestado por un gobierno, no impide que los pacientestengan relaciones ms o menos cordiales o ms o menos tensas con sus progenitores, noresuelve los problemas de la adolescencia, ni bloquea la expresin ideologica ni inhibe lapostura poltica de los pacientes.

    En este ltimo punto es donde Castel entiende mal al psicoanlisis al enfatizar que laneutralidad analtica se perfila como una configuracin ideolgica, soterrada, agazapada detrsde la situacin contractual, tendiente a inducir una posicin apoltica en el paciente, de noparticipacin y de negligencia cvica y poltica, obviamente al servicio de la ideologa del poder

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    burgus dominante. El psicoanlisis -dice el autor- no slo no es revolucionario, como algunospretenden, sino que est al servicio de las estructuras de poder del capitalismo burgus. Elpsicoanlisis, o mejor an, el psicoanalista, al reducir (someter) todo el material de su paciente(cualquier tipo de material) a la otra escena, a la letra del inconsciente, obtura y oculta en elsujeto su dimensin social y poltica. Castel tiene toda la razn!, siempre y cuando la praxispsicoanaltica se avenga a practicar este tipo particular de reduccionismo, de psicoanalismo.Pero la verdad es que las interpretaciones psicoanalticas no promueven lo que Casteldenuncia. En primer lugar (y aqu tenemos que repetir lo que sabe cualquier estudiante desecundaria), no existe tal cosa como una actitud apoltica, ya que toda pasividad o negligenciaen materia poltica es una forma de actividad poltica. En segundo trmino, dado el caso, Casteldebera tener la honestidad de plantear la pregunta correcta: qu es lo que hace elpsicoanalista cuando el paciente no tiene una actividad poltica semejante o un criterio cvicoparecido al suyo? Pero en tercer lugar, y de manera muy importante, quizs convine enfatizar,una y otra vez, que si bien es cierto que la develacin del discurso del inconsciente es una delas metas determinantes y definitivas de la labor analtica, esta develacin slo adquirir unsignificado y una adecuada comprensin cuando se la ponga en conjuncin, conflicto,antagonismo, coincidencia o polaridad con las estructuras yicas y con la realidad externa delanalizando (y esta ltima incluye, definitiva e insoslayablemente, la realidad cultural, histrica,social y poltica del sujeto). Sin esta ltima, la economa del deseo surgiran como algoabstracto, inconexo, paralizante e intil.

    La idea de que el sujeto es su inconsciente deriva de una serie de descubrimientos que seiniciaron con Freud y sus colaboradores cercanos, y que se continan con las investigaciones ydesarrollos psicoanalticos actuales; sin embargo, si basados en este esquema desconocemostodo lo dems, en donde estn incluidos el sujeto y su entorno, su circunstancia (como diraOrtega y Gasset), su historia y su cotidianidad, sera tanto como caerse de bruces en unreduccionismo absurdo, en una suerte de solipsismo psicolgico. Por otra parte, la clnicapsicoanaltica de todos los das nos muestra a las claras que las resistencias son constantes yse manifiestan en todos los frentes y con disfraces variados. Si bien en un momento dadoexisten evidentes maniobras resistenciales que toman la forma de un discurso sociolgico (osociologizante), para obturar la emergencia de un material psicolgico angustiante, tambin escierto que, de la misma forma, podemos observar movimientos resistenciales en el sentidoinverso, es decir, cuando un material de tinte psicolgico (o psicologizante) est al servicio dela resistencia con el fin de encubrir aspectos sociales, polticos, etc., que son los relevantesdesde el punto de vista de la dinmica del momento teraputico.

    Si trasladamos ahora esta situacin dual (prototpica del psicoanlisis de consultorio) alcampo de las instituciones, sean psiquitricas, parapsiquitricas o educativo-psicolgicas, en elseno de las cuales el psicoanalista eventualmente puede fungir como director, asesor,supervisor, promotor o cualquier otra funcin igualmente significativa, y basados en el esquemareduccionista que denuncia el autor y que sintetizaremos en el lema de: la otra escena... ynada ms, y estudiamos el papel del psicoanalista en dichas instituciones, es lgico inferir,como bien lo hace Castel, que se estar perpetrando un reuduccionismo a ultranza el llamadopsicoanalismo. Sin embargo, estaremos enfrentando un fenmeno que ms que guardarrelacin con aspectos de la ciencia, tendra que ver con circunstancias de la moda, del ejerciciodel poder, del momento histrico de las instituciones, ya que al incluir la dimensin

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    psicoanaltica estn intentando un cambio en ellas mismas; o bien con el evolucin cultural osocio-poltica de una regin en un momento determinado.

    Otro aspecto importante del libro El psicoanalismo de Castel, tiene que ver con el panoramainstitucional descrito. En este sentido, necesitamos de un marco referencial especfico que nosremita a la imagen del psicoanalista burbuja, ciego y sordo para todo lo que no tenga que vercon la palabra, con la letra. Esto nos confronta con una descripcin de cierto profesionaldel Olimpo (los que se creen dioses, segn el acertado ttulo del libro de Hernn Sols) que,desde el mullido silln en el que se instala, procesa toda comunicacin a travs de un nicodiccionario infalible, perfecto y exclusivo; es el analista que de manera independiente a lo quesu analizando manifiesta, conecta su piloto automtico -lo que, adems, le permitezambullirse en el sueo de su grandeza, en tanto que encamina a su paciente para que sigalas bondades de su muy particular -y, obviamente, genial- manera de concebir la teorapsicoanaltica.

    Como podemos ver, parecera casi inevitable este proceso de tropezar una y otra vez ante lamisma tentadora piedra del reduccionismo. Recordemos brevemente a O. Rank cuandodescubri la importancia del nacimiento -y su voraz reduccionismo cuando quiso explicarlo tododesde su trauma; a M. Klein cuando expandi nuestro conocimiento del Ello, y el reduccionismocon el que se cre una nueva mitologa; lo mismo sucedi con Hartmann, Kris y Loewensteinen sus investigaciones en torno al conocimiento del Yo; con Kohut en su estudio del desarrollodel narcisismo; a Rascovsky con el psiquismo fetal; y a Lacan en su encuentro con lalingstica; y, as, a todos nosotros cuando tenemos un concepto ms o menos novedoso-como ocurri con Castel y su copncepto de psicoanalismo. En realidad, si fusemoscongruentes con lo que nos ensea la Historia de la Ciencia, conoceramos que las teoras, loshallazgos y las leyes cientficas tienen su propia evolucin: nacen (fortuitamente, las ms de lasveces), crecen y se expanden (a veces dominando temporalmente el panorama cientfico), paraposteriormente decrecer y venir a ocupar su verdadero sitio (relevante o modesto) en elconcierto de los conceptos cientficos. El concepto trado por Castel puede ser un buen ejemplode lo anterior, mirado desde los casi 30 aos transcurridos desde su promulgacin.

    Pero volviendo al tema de verdadera importancia en el ensayo de Castel -que tiene que vercon la neutralidad analtica- quisiramos destacar su correlato controversial, que es el tema dela adoctrinacin. Es inevitable caer en una situacin de adoctrinacin ante la ruptura de laneutralidad analtica? En que circunstancias el analista puede romper dicha neutralidad, sinadoctrinar a su analizando? Estas son slo un par de preguntas, entre otras muchas, quehubiramos podido plantearle a Castel a su debido tiempo.

    Si partimos del hecho que existe una realidad socio-poltica compartida por la pareja analtica(o por el analista y la institucin), de qu praxis proviene Castel cuando afirma que dicharealidad no se incluye en las interpretaciones que dan cuenta y responden al material ofrecidopor el analizando? Me cuesta mucho trabajo pensar que sta no sea la regla en la prcticacotidiana del psicoanlisis francs. Incluso me pregunto, cmo podra no estar incluida dicharealidad?, es posible no incluirla? Creo que este aspecto es tan medular que sera uncalificativo distintivo entre la prctica del psicoanlisis real y algn otro tipo de proceso -queignoramos cmo podra llevarse a cabo, pero que implicara situar el divn analtico en una

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    galaxia lejana. El aspecto tcnico verdaderamente importante en la praxis cotidiana delpsicoanalista no reside en este pseudo-problema, sino en las formas adecuadas para de incluirdicha realidad socio-poltica. Desde dnde hacer la intervencin interpretativa? -es la preguntarelevante. Porque tenemos que dejar bien claro que al hablar de realidad socio-poltica, nosreferimos a la realidad del paciente y su forma de captarla, interpretarla, distorsionarla. Seramuy grave que Castel se estuviese refiriendo a la realidad socio-poltica del psicoanalista. En elmejor de los casos, debemos de hablar de las eventuales coincidencias o conflictos entreambos puntos de vista. Para mi es claro que toda intervencin, sealamiento, interpretacin,confrontacin, etc. ofrecida desde la realidad poltica del analista, es caer en una postura deadoctrinacin: constituye una violacin del ms elemental de los respetos que debemos anuestro analizando, y una forma de ejercer violencia sobre la libertad del pensamiento, credo yaccin del paciente, quien, hay que recordarlo?, tiene como ser humano derecho a suspropias concepciones socio-polticas, independientemente de que stas le agraden odesagraden a su psicoanalista. Es posible que la ideologa subyacente a la adoctrinacin delanalista pueda ser calificada de progresista -o retrgrada- por nosotros, de derechista oizquierdista, por lo que puede resultar discordante o acorde a nuestras particularespredilecciones; sin embargo, y con independencia de ello, tal argumento no puede paliar elhecho de que toda adoctrinacin es una forma condenable de intervencin al instituirse comouna falta de respeto a la autonoma del paciente -como tuve oportunidad de enfatizar en otraresea que tuvo como tema el problema de la adoctrinacin[2].

    Si tenemos en cuenta lo anterior, es obvio que la nica posibilidad de intervencin es desde elmaterial que nos ofrece el paciente, desde su realidad familiar, su realidad sexual, su realidadcultural, su realidad socio-poltica, o esttica; desde una postura de no tomar partido, pero en elsentido de que el psicoanalista renuncia a la tentacin de pretender que sus concepciones sonlas mejores del mundo y que, por lo tanto, tiene el derecho de inducirlas o adoctrinarlas en suspacientes. Por el contrario, es la regla de la neutralidad la que favorece el desarrollo autnomodel sujeto para que, desde su libertad y desde su propio riesgo- asuma sus propios deseos,sus posturas ideolgicas, sus credos, y se responsabilice por ellos. Cuando esto no ocurre as,estamos ante una situacin que nos avisa de la presencia de un analista con un narcisismo malintegrado y una omnipotencia intocada por el instrumento analtico en el curso de su propioproceso teraputico y formacin cono profesionista.

    Juan Vives

    Presidente de la Asociacin

    Psicoanaltica Mexicana

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    ACEPTACION Y CRITICA DE UN LIBRO MOLESTO

    Robert Castel ha sido uno de los ms brillantes participantes, junto a R. Laing, D. Cooper y F.Basaglia entre tantos otros, del movimiento rebelde y contestatario que en la dcada de los 60y de los 70 se conoci primero como antipsiquiatra y luego como movimiento alternativo a lapsiquiatra. Al ser socilogo no lo hizo como profesional psi, pero estuvo plenamente integradoa esa postura crtica y radical que conoci a profundidad y sobre la que escribi muchos librosy artculos fundamentales, entre ellos El orden psiquitrico (Las Ediciones de la Piqueta,Madrid, 1980), junto con F.Castel y A.Lovell La sociedad psiquitrica avanzada (Anagrama,Barcelona, 1980), La gestin de los riesgos. De la antipsiquiatra al post-anlisis (Anagrama,Barcelona, 1984), etc. El libro que aqu se analiza es producto de esa postura, y aparece porprimera vez en Franois Maspero de Pars en 1973, siete aos antes que su traduccin alespaol.

    Su impacto y trascendencia fue muy grande, convirtindose en centro de un debate dondemuy pocos intentaron rebatir, sin xito, sus categricas afirmaciones apoyadas en unaargumentacin contundente, Se convirti as en un libro molesto al que en su momento elcampo psicoanaltico ortodoxo y tradicional prefiri negar o "ningunear", mientras se convirtien ariete utilizado por los sectores crticos y alternativos en ese momento importantes de talescuela. Hoy, como todo lo vinculado a tales perspectivas, ha quedado mayoritariamentepostergado -es decir que est fuera de las "modas" actuales-, pero su caracter "molesto" semantiene, como lo demuestra la dificultad en encontrar colegas que acepten participar en undebate acerca de l.

    Es entonces pertinente y necesario recuperar tal libro y ver, casi treinta aos despus, su valoractual en general y en las actuales condiciones del campo intelectual y del psi y psicoanalticoen particular.

    Para este comentario se analizarn los considerados dos ejes centrales del libro: la visin quetiene el autor sobre el que define como psicoanalismo, es decir la realidad de la praxis delcampo psicoanaltico y sus contenidos/sentidos ideolgico-polticos, y las posibilidades de sutransformacin en una praxis distinta acorde con planteos crticos y contestatarios, algo ascomo lo que en artculos anteriores se consider como recuperar la peste psicoanaltica frentea su hegemnica domesticacin[3] en sus hoy mltiples tendencias todas definidas como"psicoanlisis".

    Castel entiende por psicoanalismo "algo ms que una astucia terminolgica para bautizar todolo que tiene relacin con el psicoanlisis [y] todo lo que ste toca, impregna o infiltra": "propone

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    un esquema para concebir como inmediata y esencial la complicidad que une el funcionamientointrnseco de la relacin analtica y ciertos mecanismos constitutivos de la ideologa dominante,mientras que en general esta complicidad, percibida con posterioridad en ciertos 'usos sociales'particulares del psicoanlisis (que al pasar un umbral misterioso dejaran de ser socialmenteneutros y polticamente aspticos), es interpretada como una serie de 'malos usos' o dealteraciones de la doctrina (en el registro de su 'recuperacin' o de su traicin)" (p. 8). En unprrafo anterior haba sealado: "Espero mostrar que una teora correcta de los procesos dedifusin, reinterpretacin e institucionalizacin del psicoanlisis en 'lo extraanaltico', que tomeen serio la amplitud y el carcter especfico de su inscripcin actual en las relaciones socialesde poder, supone una reinterpretacin del funcionamiento del mismo aparato 'intranaltico'. Estareinterpretacin deber deber hacer comprensible cmo y por qu este aparato es ya en smismo -entre otras cosas- un centro de produccin de ideologa" (los subrayados son deCastel).

    En tal camino estudia las significaciones de la "neutralidad" en el psicoanlisis, arremete demanera brillante contra las pretensiones de negacin de la influencia social en el psiquismo ("Amedida que se lo explore [al inconciente], se comprender mejor la vaciodad de la pretensindel psicoanlisis de reivindicar un derecho de extraterritorialidad social. El inconsciente no esuna tierra de nadie. Lo ignorado a que se refiere el psicoanlisis no es solamente lodesconocido del goce y la angustia. El no saber que instaura no depende slo de la estructurainefable del deseo. Cuando reconozca lo ignorado socialque opera dentro de l, tal vez elpsicoanlisis supere su enfermedad infantil. Falta saber si est dispuesto a ello y si no es yademasiado tarde", p. 75), destaca sus trampas, algunas de ellas muy actuales ("La manerams refinada de desembarazarse de la historia es hacer como si se la tuviera en cuenta, peroslo en la medida en que se opone al desenvolvimiento autnomo del psicoanlisis", p. 53), elpapel del psicoanlisis como el llamado a suplir y modernizar las carencias de la psiquiatra, supapel como iglesia ms que como secta, etc.

    Respecto a todas las consideraciones en torno a este planteo absolutamente central, tema hoycasi abandonado de una gran polmica de ese momento, las posturas de Castel se mantienenvigentes en prcticamente su totalidad para todas las corrientes del actual psicoanlisis, esdecir las tradicionales y las modernizadas o posmodernizadas[4] que hoy ni siquiera discutenestas problemticas. Vigentes e incluso agravadas ante el escaso peso, por circunstanciashistricas muy conocidas del Zeitgest de nuestra poca[5], de una presencia alternativa a talesposturas como existi con gran fuerza cualitativa y cuantitativa en esas pocas rebeldes ycontestatarias. Por tanto se trata de un libro sin duda vigente, ms all de diferencias parcialesque puedan tenerse.

    Por ello, y con tal base central, es necesario pasar al segundo aspecto citado. Si bien Castelaclara "desde un comienzo -tratando de evitar un despropsito- que el psicoanlisis no es elpsicoanalismo" (p. 8), a lo largo del libro aparece una postura confusa y/o ambivalente dondeen lneas generales parecera no dar muchas posibilidades de existencia a otro psicoanlisis, osea a un psicoanlisis que no sea un psicoanalismo, o lo restringe al campo de las buenasintenciones sin mayores posibilidades, sea por el peso del contexto en que se ubica o porcontradicciones inevitables de los mismos analistas. El corto espacio para esta crtica nopermite citar mltiples expresiones de Castel donde esto est muy claro y manifiesto.

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    Esto no debe sorprender a quienes conocieron y comprendieron tanto a la poca como al durodebate existente entre los exponentes de una "antipsiquiatra" poco acompaada en Europapor el campo psicoanaltico, aunque entre ellos figuraran exponentes tan valiosos y destacadoscomo Guattari entre otros. Pero siempre era perceptible un encono respecto a lospsicoanalistas que inclus lleg a la incontinencia verbal de Basaglia de atacar a Lacan peroembarrando a todos: "Lacan es el representante tpico de esta masturbacin mental querepresenta la ideologa psicoanaltica y que no sirve en absoluto a la prctica, sino que msbien representa una situacin que sirve solamente a un grupo de intelectuales para fabricar unaideologa en provecho nicamente de los grupos de poder. No s si esto es un problema deLacan, ya que los analistas buscan siempre los problemas de los dems pero nunca los propiosno?, pero tal vez puede ser el epgono del psicoanlisis"[6].

    Sin duda Castel tiene razn cuando escribe, aunque no es totalmente cierto, que "W. Reich hasido prcticamente el nico que plante claramente el problema de la relacin del psicoanlisiscon las estructuras del poder, pero el escndalo de Reich ha sido cuidadosamente ignoradodurante casi medio siglo" (p. 21). Tambin que "el discurso psicoanaltico se aferra a unainterpretacin lisonjera de su papel crtico, hasta en las implicaciones sociales y polticas de suindagacin; para los psicoanalistas, el mtodo analtico es la subversin perpetua, que no tienenecesidad de seguir las vas ordinarias de la accin para representar el paradigma de laimpuganacin de todo conformismo" (p. 76). Incluso se le puede aceptar su afirmacin acercade que "no niego la existencia de una 'izquierda' psicoanaltica; pero si es tal cosa no es por serpsicoanaltica sino por ser poltica, y cuando cree que ambas cosas son una sola,sencillamente se equivoca" (p. 24), pero reclamndole tal absoluta generalizacin y no laexistencia de casos donde no es as

    En este sentido Castel no puede desligarse de una visin europesta en general y francesa enparticular -de hecho el psicoanlisis que analiza es fundamentalmente el francs, sobre todo elde Lacan, y algo el norteamericano-, porque supo y conoci otras experiencias, como las depases latinoamericanos de esa poca, donde en importante medida se escribi y actu en altaconsonancia con los planteos que formula Castel y sin disociaciones entre ser poltico y serpsicoanaltico[7]. Es cierto que con importantes y no negados errores, tal vez baja formulacinterica y reconocida cada en algunas posturas panfletarias, no continuidad en esa lnea demuchos que siempre slo siguen las "modas" y cambian cuando ellas se modifican -de all suacomodacin a los cmodos cauces del "lacanismo"-, pero con las conocidas consecuenciasde la importante (y exagerada) represin sobre no pocos psicoanalistas.

    En su muy parcial mencin en el libro seguramente actu que este fue escrito mientras esapraxis se desarrollaba, y Castel reconoci posteriormente, al menos oralmente, ese proceso;pero varios aos despus, cuando en La gestin de los riesgos habla de lo que entiende comopost-anlisis -la mayor difusin de esta escuela y diferentes corrientes que se apoyan en launque sin serlo e incluso desvirtundolo- tampoco incluye ese importante aporte y cambio dealgunos psicoanalistas. De cualquier manera su negacin o reticencia en aceptar la posibilidadde una postura psicoanaltica diferente a la del psicoanalismo es uno de los puntos muydebatibles de su texto, sin que esto signifique creer que es una posibilidad existente (salvo encada vez ms reducidos sectores que al menos lo proponen y actan en consecuencia). Si ellose intent en pocas de fuerte convulsin poltica y social -casos de Reich y del freudo-

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    marxismo, la rebelin de los 60, el activismo poltico en Amrica Latina, etc- el perodo actualno favorece esos propsitos sino a los de los sectores que propugnan el psicoanalismo.

    Pero tampoco es poca favorable a cambios radicales y no por ello todos renuncian a que seproduzcan.

    Enrique Guinsberg

    Universidad Autnoma Metropolitana-

    Xochimilco

    [1] VIVES, J. (1984), Comentario crtico al libro de Robert Castel, Cuadernos d Psicoanlisis,Mxico, XVII 8!-2, p. 145-149

    [2] VIVES, J., Comentario crtico al libro de KALINA, E.; BARRIGUETE, A.; FEDER, L. et al,Adoctrinacin y psicoanlisis, Ed. Samo, Mxico, 1974, revista Neurologa-Neurociruga-Psiquiatra, 14 (4): 174-175, 1973.

    [3] GUINSBERG, E., "La relacin hombre-cultura: eje del psicoanlisis" y "Lo light, lodomesticado y lo bizantino en nuestro mundo psi", revista Subjetividad y Cultura, Mxico, N 1 y14, 1991 y 2000; el primero reproducido en Normalidad, conflicto psquico, control social, Plazay Valds, Mxico, 2 ed. 1996, y el segundo en La salud mental en el neoliberalismo, Plaza yValds, Mxico, 2001.

    [4] Sobre esto ver el segundo de los artculos citados en la nota anterior.

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    [5] Sobre esto ver mi ensayo "Proyectos, subjetividades e imaginarios de los 60 a los 90 enLatinoamrica", revista Argumentos, Divisin Ciencias Sociales y Humanidades, UAM-Xochimilco, Mxico, N 32/33, 1999.

    [6] En el debate tras la presentacin de su ponencia en el ciclo realizado en Mxico en 1975,reproducido en Razn, locura y sociedad, Siglo XXI, Mxico, 1978, p. 30.

    [7] Slo como exponente de ello vanse LANGER, Marie (comp), Cuestionamos, tomos 1 y 2,Granica, Buenos Aires, 1971 y 1973.

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