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  • Macro y Cato, hroes de Roma, se enfrentan a un despiadado enemigo en laBretaa. Durante casi una dcada, el Imperio romano ha luchado parareivindicar su posesin de Britania. Pero la implacable oposicin de lastribus indgenas, dirigidas por el fantico rey Carataco, finalmente haconseguido someter a las legiones romanas.Roma decide enviar a dos de los ms valerosos y leales soldados delejrcito en auxilio de la campaa: al prefecto Cato y al centurin Macro.Desde un remoto puesto fronterizo de las montaas, se enfrentarn a losinfatigables ataques de las fuerzas brbaras, pero tambin a un reto anms mortfero y complicado si cabe: doblegar el control que mantiene en elfuerte romano el centurin Quercus, un hombre que inspira lealtad en sushombres por encima de sus vnculos con Roma y, gracias a ello, libra unaviolenta guerra personal. Quercus no se detendr ante nada para quitarse deen medio a los dos intrusos. As, con peligrosos enemigos en ambos lados,Cato y Macro luchan por sus vidas y por traer la paz a la ms peligrosafrontera del Imperio.Autor de referencia en la narrativa histrica actual, en esta nueva entregade la serie Simon Scarrow nos traslada a Bretaa, una de las zonas msconflictivas del Imperio, y nos regala una novela llena de accin, aventura ehistoria.

  • Simon ScarrowCuervos sangrientos

    Serie guila - 12

  • Ad meus plurimus diutinus quod optimus amicus

    MURRAY JONES

  • UNA BREVE INTRODUCCIN AL EJERCITO ROMANO

    La Decimocuarta Legin, como todas las legiones, constaba de unos cinco milquinientos hombres. La unidad bsica era la centuria de ochenta hombres,dirigida por un centurin. La centuria se divida en secciones de ocho hombresque compartan un habitculo en los barracones, o una tienda si estaban encampaa. Seis centurias componan una cohorte, y diez cohortes, una legin; laprimera cohorte era doble. A cada legin le acompaaba un contingente decaballera de ciento veinte hombres, repartido en cuatro escuadrones, que hacanlas funciones de exploradores o mensajeros. En orden descendente, los rangosprincipales de la legin eran los siguientes:

    El legado era un hombre de ascendencia aristocrtica. Sola tener unos treintay cinco aos, y diriga la legin durante un mximo de cinco aos. Su propsitoera hacerse un buen nombre a fin de mejorar su posterior carrera poltica.

    El prefecto del campamento era un veterano de edad avanzada quepreviamente haba sido centurin jefe de la legin, y se encontraba en la cspidede la carrera militar. Era una persona experta e ntegra, y a l pasaba el mandode la legin si el legado estaba ausente o hors de combat.

    Seis tribunos ejercan de oficiales de Estado Mayor. Eran hombres de unosveinte aos que servan por primera vez en el ejrcito para adquirir experienciaen el mbito administrativo, antes de asumir el cargo de oficial subalterno en laadministracin civil. El tribuno superior era otra cosa. Estaba destinado a altoscargos polticos y al posible mando de una legin.

    Sesenta centuriones se encargaban de la disciplina e instruccin de la legin.Eran celosamente escogidos por su capacidad de mando y por su buenadisposicin a luchar hasta la muerte. En consecuencia, el ndice de bajas entreestos superaba con mucho el de otros puestos. El centurin de mayor categoradiriga la primera centuria de la primera cohorte, y sola ser un soldado respetadoy laureado.

    Los cuatro decuriones de la legin comandaban los escuadrones decaballera, aunque existe cierta controversia sobre si haba un centurin al mandoglobal del contingente montado de la legin.

    A cada centurin le ayudaba un optio, que desempeaba la funcin deordenanza con servicios de mando menores. Los optios aspiraban a ocupar unavacante en el cargo de centurin.

    Por debajo de los optios estaban los legionarios, hombres que se habanalistado por un perodo de veinticinco aos. En teora, un voluntario que quisieraalistarse en el ejrcito tena que ser ciudadano romano, pero con los aosempezaron a reclutarse a habitantes de otras provincias, a los que se les otorgabala ciudadana romana al unirse a las legiones. Los legionarios estaban bienpagados y podan esperar generosas bonificaciones del emperador de vez en

  • cuando (cuando tena la sensacin de que necesitaba reforzar su lealtad!).Los integrantes de las cohortes auxiliares eran de una categora inferior a la

    de los legionarios. Procedan de otras provincias romanas, y aportaban al imperiola caballera, la infantera ligera y otras armas especializadas. Solo se lesconceda la ciudadana romana una vez cumplidos los veinticinco aos deservicio. Las unidades de caballera, como la Segunda Cohorte Tracia, podantener hasta mil hombres en sus filas, y se reservaban para comandantes capacesy con experiencia. Tambin haba cohortes mixtas con una proporcin de untercio de efectivos montados y dos tercios de infantera, y solan utilizarse parapatrullar el territorio circundante.

  • Captulo I

    Febrero, ao 51 d. C.

    La columna de j inetes ascendi con gran esfuerzo por el sendero hasta la cimade la colina y, una vez all, su lder refren el caballo y levant una mano paraque sus hombres se detuvieran. La reciente lluvia haba convertido la superficiedel camino en una extensin de barro pegajoso llena de hoyos y rodadas, y lasmonturas de la caballera resoplaban y relinchaban mientras vencan la succindel lodazal en sus patas. El aire era fro, y solo se oa el chapaleo de los cascos delos caballos, que aminoraron la marcha hasta detenerse, lanzando resoplidos dealiento que se convertan en vapor. Su lder llevaba una gruesa capa roja encimade un peto reluciente, sobre el cual se cruzaban las bandas que sealaban surango. Era el legado Quintato, comandante de la Decimocuarta Legin, al quehaban confiado la labor de preservar la frontera occidental de la provincia deBritania, recin adquirida por el imperio.

    Y no era tarea fcil, pensaba l con amargura. Haban pasado casi ocho aosdesde que el ejrcito desembarc en aquella isla situada en los confines delmundo conocido. En aquel entonces, Quintato era un tribuno de poco ms deveinte aos, con un gran sentido de la disciplina y lleno de deseos de conseguir lagloria para s mismo, para Roma y para el nuevo emperador, Claudio. El ejrcitose haba abierto camino tierra adentro a la fuerza, y haba vencido a la poderosahueste reunida por las tribus nativas, a las rdenes de Carataco. Roma haba idodesgastando a los nativos batalla tras batalla, hasta que al fin las legiones habanaplastado a los guerreros cuando estos presentaron su ltima batalla frente a sucapital, en Camuloduno.

    Aquel da dicha batalla haba parecido decisiva. El emperador en personahaba estado all para ser testigo de la victoria Y para llevarse todo el mrito.En cuanto los cabecillas de la mayora de tribus nativas cerraron sus pactos conel emperador, Claudio regres a Roma para reclamar su triunfo y anunciar a laplebe que la conquista de Britania se haba completado. Pero en realidad no eraas. El legado frunci el ceo. No era as ni de lejos! Aquella ltima batalla nohaba hecho mella en la voluntad de resistir de Carataco. Simplemente le habaenseado que era una temeridad enfrentarse a campo abierto contra las legionesde Roma. Sus guerreros sin duda eran valientes y estaban dispuestos a lucharhasta la muerte, pero no haban sido entrenados para enfrentarse al ejrcitoromano en una batalla campal. Aquel da Carataco haba aprendido la leccin, ysu estrategia de combate se volvera ms artera y hbil, recurriendo a la guerrade guerrillas para atraer a las columnas romanas y llevarlas hacia una

  • emboscada, y enviando partidas que se movan con rapidez a asaltar las lneas desuministros y puestos avanzados de las legiones. Haban sido necesarios siete aosde campaa para empujar a Carataco hacia la fortaleza que las tribus de lossiluros y los ordovicos tenan en las montaas. Eran tribus guerreras, incitadas porla furia fantica de los druidas y decididas a resistir el poder de Roma hasta sultimo aliento. Haban aceptado a Carataco como su comandante, y este nuevocentro de resistencia haba atrado a guerreros de toda la isla que albergaban unfirme odio hacia Roma.

    El invierno haba sido duro, y los vientos fros y la lluvia helada habanobligado al ejrcito romano a limitar sus actividades durante los largos y oscurosmeses brumales. Pero, hacia el final de la estacin, las nubes bajas y las nieblasse alzaron de las tierras montaosas del otro lado de la frontera, y las legionespudieron renovar su campaa contra los nativos durante lo que quedaba deinvierno. El gobernador de la provincia, Ostorio Escpula, haba ordenado a laDecimocuarta que penetrara en los valles boscosos y estableciera una cadena defuertes. Serviran como bases de abastecimiento para la ofensiva principal, quetendra lugar en primavera. Sin embargo, el enemigo haba reaccionado con unavelocidad y ferocidad que haban sorprendido al legado Quintato, atacando a lams fuerte de las columnas que este haba enviado a su territorio. Dos cohortesde legionarios, ms de ochocientos hombres En cuanto empez el ataque, eltribuno al mando de la columna envi un j inete al legado solicitando apoyourgentemente. Al amanecer, Quintato haba salido de su base en Glevum alfrente del resto de la legin y, cuando se aproximaban al lugar donde estaba elfuerte, decidi adelantarse con una escolta para hacer un reconocimiento,apesadumbrado por el miedo a lo que pudieran encontrar.

    Al otro lado de aquella ladera, estaba el valle que se adentraba en el territoriode los siluros. El legado aguz el odo e intent ignorar los sonidos de los caballosa su espalda. Pero no oa nada. No se oa el golpeteo rtmico y sordo de lashachas de los legionarios, que deberan estar talando rboles para la construccindel fuerte. Ni tampoco los picos de los zapadores, que deberan estar despejandoun amplio cordn de terreno para la zanja que rodeara la empalizada. Ni vocesque resonaran en las laderas del valle a ambos lados o sonidos de lucha

    Hemos llegado demasiado tarde mascull para sus adentros.Demasiado tarde

    Frunci el ceo, irritado por no haber podido guardarse la preocupacin paras mismo, y ech un vistazo rpido a su alrededor para ver si alguno de sushombres haba odo sus palabras. Los miembros ms prximos de su escoltapermanecan sentados en sus sillas con actitud impasible. No, se corrigi.Impasible no. Haba inquietud en sus expresiones, sus ojos parecan afilarsemientras recorran el paisaje circundante en busca de cualquier seal delenemigo. El legado inspir profundamente para calmarse y extendi el brazo

  • hacia adelante, al tiempo que aflojaba la presin de los talones contra los flancosde su montura. El caballo avanz moviendo nerviosamente unas orejas comodagas, como si intuyera el desasosiego de su amo. El camino se nivel, y al cabode un momento los j inetes que iban en cabeza tuvieron una clara perspectiva dela boca del valle.

    El emplazamiento de la obra se encontraba a unos ochocientos metros pordelante de ellos. Haba un amplio espacio abierto despejado de pinos, cuy ostocones parecan dientes rotos desperdigados por la tierra removida. El contornodel fuerte ya era visible, pero all donde debera haber habido una zanjaprofunda, un terrapln y una empalizada, solo haba caticos montones demadera y carros quemados, y los restos de unas hileras de tiendas cuy a piel decabra haba sido arrancada y pisoteada en el barro. Tambin haba cuerpos, dehombres y de algunos caballos y mulas. Haban desnudado a los cadveres y,desde aquella distancia, la palidez de la carne hizo que el legado pensara engusanos. Se estremeci al pensarlo, y se quit la idea de la cabeza a toda prisa.Oy que sus hombres tomaban aire al ver aquello, y que soltaban unas cuantasmaldiciones entre dientes mientras contemplaban la escena. Su caballo aminorel paso hasta detenerse, y Quintato, enojado, clav los talones en el animal e hizochasquear las riendas para obligarlo a ponerse al trote.

    No haba seales de peligro. El enemigo haba terminado su trabajo hacamuchas horas y se haba marchado con la victoria y el botn. Lo nico quequedaba all eran las ruinas del fuerte, los carros y los muertos. Eso y los cuervosque se alimentaban de la carroa. Cuando los j inetes se acercaron por el camino,los pjaros alzaron el vuelo e inundaron el aire con sus estridentes gritos dealarma al verse obligados a abandonar su macabro festn. Volaron en crculo porencima de ellos como tiras de tela negra atrapadas en el viento de una tormenta,y su desagradable sonido llen los odos del legado.

    Quintato aminor el paso de su montura al llegar a las ruinas de lo que habrasido el portn principal. Las torres de madera del fuerte eran las primerasestructuras que se haban construido. Ahora eran simples armazoneschamuscados desde los que unas finas volutas de humo se alzaban contra el fondode colinas cubiertas de rocas y rboles, para mezclarse con las nubes grises queparecan abalanzarse desde el cielo. El foso se extenda a ambos lados hasta lasesquinas del fuerte, donde estaban los restos de las torres de los extremos. Con unchasquido de la lengua, el legado condujo a su caballo por las torres de entradaen ruinas. Al otro lado estaba el terrapln y el cordn de terreno abierto dentro delas defensas. Ms all, lo que quedaba de las hileras de tiendas, y el primero delos cadveres amontonados juntos y enredados. Despojados de la armadura, lastnicas y las botas, yacan retorcidos, magullados y baados en la sangre quemanaba de las oscuras bocas de las heridas que los haban matado. Su carnehaba sido mancillada, y estaba llena de desgarrones y cortes ms pequeos all

  • donde los cuervos haban empleado el pico Algunos de los cadveres tenan lascuencas ensangrentadas porque los pjaros les haban arrancado los ojos, a otrosles haban cortado la cabeza y los muones estaban cubiertos de sangrecoagulada, seca y ennegrecida.

    Mientras Quintato contemplaba a los legionarios cados, uno de sus oficialesde Estado May or fue acercando su caballo hasta l y lo salud con un leve gestoy expresin grave.

    Al menos parece que algunos de nuestros hombres opusieron resistencia.El legado no contest al comentario. Era fcil hacerse una idea de los ltimos

    momentos de aquellos hombres, luchando espalda con espalda mientras resistanhasta el final. Despus, tras haber rematado al ltimo de los heridos, el enemigolos haba despojado de las armas y el equipo. Lo que Carataco y sus guerrerospudieran utilizar lo conservaran; el resto lo arrojaran al ro ms prximo o loenterraran, para evitar que los romanos lo devolvieran a los almacenes de laDecimocuarta Legin. Quintano alz la mirada y la pase por el fuerte. Habams cuerpos tendidos entre las tiendas destrozadas. Algunos desperdigados aqu yall, otros en pequeos montones que evidenciaban el caos que se haba desatadoen cuanto los guerreros enemigos haban irrumpido en las defensas a medioconstruir.

    Quiere que ordene a los hombres que desmonten y empiecen a enterrar alos muertos, seor?

    Quintato se volvi a mirar al tribuno, y la pregunta tard un momento enpenetrar en sus sombros pensamientos. Le dijo que no con la cabeza.

    Djalos hasta que llegue el resto de la legin.El oficial ms joven puso cara de sorpresa.Est seguro, seor? Me temo que daar la moral de los hombres. Y y a

    est bastante mermada.S perfectamente cul es el estado de nimo de mis hombres, gracias

    repuso el legado con brusquedad. Pero se aplac de inmediato.El tribuno haba llegado desde Roma recientemente, con la armadura

    reluciente y ansioso por poner en prctica los conocimientos militares que habaadquirido de segunda y tercera mano. Quintato record que l no haba sido muydistinto a ese hombre cuando se haba unido a su primera legin. Se aclar lagarganta, y se oblig a hablar en tono calmado.

    Deja que los hombres vean los cuerpos Muchos de los soldadosacababan de unirse a la Decimocuarta, reemplazos que haban llegado en losprimeros barcos que zarparon desde la Galia una vez pasadas las tormentas deinvierno. Quiero que comprendan lo que les espera si alguna vez permiten queel enemigo les derrote.

    El tribuno vacil un momento, y al cabo asinti.A sus rdenes.

  • Quintato espole suavemente a su caballo y continu avanzando al paso haciael centro del fuerte. La destruccin y la muerte se extendan a ambos lados delancho camino embarrado que atravesaba las ruinas, y con el que una segundava se cruzaba en ngulo recto. Entonces se top con los restos de lo que habasido la tienda de mando de la cohorte. Junto a ella haba otro montn decadveres desnudos, y el legado sinti que un escalofro le recorra la espalda alreconocer el rostro de Salvio, el centurin superior de una de las cohortes. Elveterano de cabello gris yaca boca arriba, mirando ciegamente al cieloencapotado, con la mandbula colgando y exponiendo sus dientes irregulares yamarillentos. Quintato reflexion que ese hombre haba sido un magnfico oficial.Duro, eficiente y audaz, y muy laureado, sin duda Salvio haba mantenido losms altos principios de su rango hasta el final. Tena varias heridas en el pecho yen el vientre, y el legado tuvo la certeza de que cuando le dieran la vuelta notendra ninguna en la espalda. Quiz no le haban arrancado la cabeza en seal derespeto, pens el legado.

    An no haba visto al tribuno, Marcelo, el hombre que comandaba al equipode construccin. Quintato se levant en la silla de montar, pas la pierna porencima de la grupa de su montura y se dej caer al suelo con un fuerte chapoteo.Se acerc a los cadveres, y busc algn indicio del joven aristcrata cuyoprimer mando independiente haba resultado ser el ltimo. No tena sentido mirarentre los cuerpos decapitados, y Quintato los evit mientras buscaba. No pudoencontrar a Marcelo, ni siquiera despus de dar la vuelta a algunos de los cuerpostendidos boca abajo. Dos de los muertos tenan profundos cortes en la cara y lacarne mutilada: el crneo destrozado y los colgajos de cuero cabelludo hacanimposible una identificacin inmediata. La bsqueda de Marcelo tendra queesperar.

    De pronto, el legado se dio cuenta de un detalle importante y se quedinmvil. Se irgui y desliz la mirada por los restos del campamento para hacerun clculo aproximado del nmero de cadveres que haba desperdigados por elbarro. No haba ni rastro de ningn enemigo cado. Pero era de esperar Losnativos siempre se llevaban a sus muertos para enterrarlos en secreto, all dondelos romanos no los encontraran, de modo que les fuera imposible saber cuntasbajas haban sufrido.

    Qu ocurre, seor? pregunt el tribuno, preocupado por la repentinareaccin de su superior.

    Aqu hay muy pocos de nuestros hombres. Por lo que puedo ver, dira quefalta como una cuarta parte de ellos.

    El tribuno mir a su alrededor y asinti.Es cierto Y dnde estn?Debemos suponer que se los han llevado con vida respondi Quintano

    con frialdad. Prisioneros Que los dioses tengan misericordia de ellos. No

  • deberan haberse rendido.Qu les ocurrir, seor?Quintano se encogi de hombros.Si tienen suerte, los utilizarn como esclavos y los harn trabajar hasta la

    muerte. Antes los llevarn de tribu en tribu, y los exhibirn ante la gente de lasmontaas como prueba de que Roma puede ser derrotada. Y mientras tanto, nodejarn de maltratarlos y humillarlos.

    El tribuno se qued callado unos instantes, y luego trag saliva connerviosismo.

    Y si no tienen suerte?Entonces se los entregarn a los druidas, y estos los sacrificarn para sus

    dioses. Los despellejarn o los quemarn vivos. Por eso es mejor no caer en susmanos con vida. Quintato capt un movimiento por el rabillo del ojo, y sevolvi para mirar hacia el camino que sala del portn. La centuria que iba a lacabeza del grueso principal haba llegado a la cima de la colina y empezaba adescender por la ladera, esforzndose por mantener el paso en un camino cadavez ms endiabladamente embarrado. Por un momento se abri un breve claroen las nubes, y un fino haz de luz cay sobre la cabeza de la columna. Un brilloreluciente mostr la posicin del estandarte del guila de la legin, y de losdems estandartes que llevaban la imagen del emperador y la insignia ycondecoraciones de las formaciones menores. Quintato se pregunt si se suponaque aquello era un buen augurio. De ser as, los dioses tenan un extrao sentidode la oportunidad.

    Y ahora qu, seor? pregunt el tribuno.Mmm?Cules son sus rdenes?Terminaremos lo que empezaron ellos. En cuanto llegue el contingente al

    completo, quiero que se reparen el foso, la zanja y el terrapln Luego se podrcontinuar el trabajo con la empalizada y el fuerte. Quintato tens la espalda ymir las oscuras laderas del valle cubiertas de bosque. Hoy esos salvajes hantenido su pequea victoria. No podemos hacer nada al respecto. Estarncelebrndolo en las montaas. Los muy idiotas Esto solo servir paraendurecer la determinacin de Roma. Aplastaremos hasta el ltimo vestigio deresistencia a nuestra voluntad. No importa cunto tiempo lleve, puedes estarseguro de que Ostorio, y el emperador, no nos permitirn ningn descanso hastaque terminemos el trabajo. Un atisbo de amarga sonrisa se dibuj en sus labios. Ser mejor que no nos acostumbremos a las comodidades del fuerte deGlevum, hijo.

    El joven oficial asinti con seriedad.Bien, voy a necesitar que se monte una tienda como cuartel general. Que

    algunos hombres despejen el terreno y se pongan a ello. Enva a buscar a mi

  • secretario. El gobernador debe recibir un informe sobre esto lo antes posible. Quintato se acarici la mandbula mientras volva de nuevo la mirada hacia loscuerpos del centurin Salvio y sus compaeros. Estaba abrumado, embargado dedolor por la prdida de sus hombres y por el peso de saber que la prximacampaa iba a ser tan dura y sangrienta como la que cualquier romano habaconocido desde que pusieron el pie en esta maldita isla.

    Este es otro tipo de guerra. Los soldados de Roma tendrn que serabsolutamente despiadados si quieren quebrar el nimo del enemigo. Soldadosque tendrn que ser dirigidos por oficiales que persigan al enemigo con unadeterminacin implacable y una voluntad de hierro. Quintato reflexion que, porsuerte, existan hombres as. Haba uno en concreto del que la sola mencin de sunombre bastaba para helar la sangre a sus enemigos. Con un centenar deoficiales como l, las dificultades de Roma en Britania terminaran enseguida. Senecesitaban hombres as en la guerra. Pero qu sera de ellos en poca de paz?Quintato se dijo que ese no era su problema.

  • Captulo II

    El ro Tmesis, dos meses despus

    Por todos los dioses, cmo ha cambiado este sitio! El centurin Macroseal con un gesto la extensin de edificios de la orilla norte del ro. El carguerohaba cambiado de bordada para rodear un amplio meandro del Tmesis, yahora la proa vir directamente contra la continua brisa y la vela empez aagitarse en el gris del cielo encapotado.

    El capitn hizo bocina con las manos y bram por la ancha cubierta:Dotacin a la arboladura! Arriad la vela! Unos cuantos hombres treparon

    a toda prisa por las estrechas jarcias, y el capitn se volvi hacia el resto de latripulacin:

    Armad los remos y preparaos! Los marineros, una mezcla de galos ybtavos, vacilaron un breve momento antes de emprender sus obligaciones congesto hurao. Macro no pudo evitar una sonrisa al observarlos y ver su mudaprotesta: una cuestin de forma ms que de sustancia. Ocurra lo mismo con lossoldados que haba conocido durante la mayor parte de su vida. Su mirada volvia dirigirse al paisaje bajo y ondulante que se extenda a ambos lados del ro. Lamay or parte de esos campos haban sido despejados de rboles, y unas pequeasgranjas salpicaban la campia. Tambin haba unos cuantos edificios msgrandes con tejados de tejas, prueba de que Roma estaba imprimiendo su selloen la nueva provincia. Macro interrumpi sus cavilaciones para mirar a sucompaero, que estaba a una corta distancia de l con los codos apoyados en labarandilla lateral del barco, viendo pasar la rizada superficie del ro con lamirada ausente. Macro carraspe sin mucha sutileza.

    He dicho que el lugar ha cambiado.Cato se movi, levant la mirada y sonri rpidamente.Lo siento, estaba a kilmetros de distancia.Su compaero asinti.Tus pensamientos estn en Roma, sin duda. No te preocupes, muchacho.

    Julia es una buena mujer y una magnfica esposa. Mantendr el calor hasta queregreses.

    Pese al hecho de que su amigo lo superaba en rango, entre ellos se habaforjado una cmoda confianza a lo largo de los ocho aos que haban servidojuntos. Al principio Macro haba sido el oficial superior, pero ahora Cato lo habasobrepasado: haba ascendido al rango de prefecto, y estaba listo para asumir su

  • primer mando permanente de una cohorte de tropas auxiliares: la SegundaCohorte de caballera tracia. Al anterior comandante de la Segunda lo habanmatado durante la ltima campaa, y el Estado Mayor imperial de Roma habaelegido a Cato para que ocupara la vacante.

    Y eso cundo ser, me pregunto? repuso el ms joven con un tono deamargura en la voz. Por lo que he odo, la triunfante celebracin de laconquista de Britania por parte del emperador fue un tanto prematura. Lo msprobable es que sigamos luchando contra Carataco y sus seguidores hasta queseamos ancianos.

    Pues a m me parece perfecto! Macro se encogi de hombros. Mejorvolver a hacer el trabajo honesto de un soldado en las legiones que todo esecuento clandestino que hemos tenido que aguantar desde la ltima vez queestuvimos aqu.

    Crea que odiabas Britania. Siempre ests dando la tabarra sobre la malditahumedad, el fro y la falta de comida decente. Si no recuerdo mal, dij iste que temoras por marcharte.

    Eso dije? Macro fingi inocencia y luego se frot las manos. De todosmodos, aqu estamos. De vuelta a un lugar donde hay una campaa decente enmarcha y excelentes oportunidades de ms ascensos y condecoraciones y, lomejor de todo, situaciones propicias para ampliar mi fondo de jubilacin. Yotambin he estado escuchando rumores, muchacho, y se dice que se puedeconseguir una fortuna en plata en las montaas del oeste de la isla. Si tenemossuerte, en cuanto les demos una buena paliza a los nativos y entren en razn,estaremos muy bien situados.

    Cato no pudo evitar sonrer.Segn mi experiencia, darle una paliza a un hombre rara vez lo induce a

    ser razonable.No estoy de acuerdo. Si sabes dnde darle, y lo fuerte que hay que darle,

    har lo que sea que necesites que haga.Si t lo dices Cato no tena ganas de entrar en un debate de ese tipo. La

    idea de estar separado de Julia oscureca por completo su horizonte deexpectativas. Se haban conocido haca unos aos, en la frontera oriental delimperio donde su suegro, el senador Sempronio, haba estado sirviendo comoembajador del emperador con el rey de Palmira. El hecho de entrar a formarparte de una familia senatorial supona un considerable avance de posicin socialpara un joven oficial de las legiones como Cato, pero tambin era motivo decierta preocupacin para l, ante la ms que probable posibilidad de que losmiembros de las antiguas familias aristocrticas lo despreciaran. Fuera comofuese, el senador Sempronio haba reconocido el potencial de Cato y se habaalegrado de que se casara con su hija. El da de la boda haba sido el ms feliz desu vida, aunque haba tenido poco tiempo para acostumbrarse a ser un buen

  • esposo y yerno, pues poco despus recibi sus rdenes de partir hacia Britaniadirectamente del secretario imperial. Narciso se hallaba bajo una crecientepresin por parte de la faccin que haba elegido al joven prncipe Nern paraque sucediera al emperador Claudio. El secretario imperial se haba alineado conlos que apoyaban a Britnico, el hijo legtimo de Claudio, y estaban perdiendocada vez ms influencia sobre el senil monarca del mayor imperio del mundo.Narciso le haba dicho a Cato que le estaba haciendo un favor mandndolo tanlejos de Roma como era posible. Cuando el emperador muriera, la lucha por elpoder sera de lo ms cruenta, y no se tendra clemencia con los del bandoperdedor, ni con nadie relacionado con ellos. Si Britnico perda la lucha,estaba condenado, y Narciso con l.

    Dado que Cato y Macro haban servido bien al secretario imperial, aunque aregaadientes y siempre sometidos a todo tipo de chantajes, ellos tambincorreran peligro. Segn Narciso, lo mejor era que, llegado el momento,estuvieran luchando en alguna frontera remota, lejos de la atencin vengativa delos seguidores de Nern. Si bien Cato haba salvado la vida de Nernrecientemente, tambin se haba cruzado en el camino de Palas, el libertoimperial que estaba a la cabeza de la faccin del prncipe. Palas no estabadispuesto a perdonar a aquellos que se interponan en el logro de sus ambiciones.La deuda que Nern tena con Cato no lo salvara. As pues, apenas un mesdespus de que se hubiera celebrado la boda en casa del padre de Julia, Cato yMacro fueron convocados en palacio para recibir sus nuevos empleos: para Cato,el mando de una cohorte tracia, y para Macro el de una cohorte en laDecimocuarta Legin, dos unidades que estaban sirviendo con el ejrcito delgobernador Ostorio Escpula en Britania.

    Cuando lleg el momento de que Cato partiera haba habido lgrimas. Julia sehaba aferrado a l, Cato la haba estrechado con fuerza y haba notado losestremecimientos de la joven, que hunda el rostro en los pliegues de su capa, yel roce de las trenzas oscuras que caan sobre sus manos. A Cato se le rompi elcorazn al ver el dolor de Julia por la separacin, un dolor que l comparta. Perola orden haba sido dada, y el sentido del deber que haba unido a los ciudadanosde Roma y haba hecho posible que vencieran a sus enemigos no poda eludirse.

    Cundo volvers? La voz de Julia qued amortiguada por los pliegues delana. Alz la mirada con los ojos enrojecidos, y Cato sinti que una oleada deangustia inundaba su corazn. Se oblig a esbozar una sonrisa.

    La campaa debera terminar pronto, amor mo. Carataco no puede seguirresistiendo mucho ms tiempo. Ser derrotado.

    Y entonces?Entonces esperar noticias del nuevo emperador y, cuando sea seguro

    regresar, solicitar un puesto civil en Roma.Julia apret los labios un momento.

  • Pero eso podran ser aosSAmbos guardaron silencio unos instantes, y luego Julia habl de nuevo:Podra reunirme contigo en Britania.Cato lade la cabeza.Tal vez. Pero todava no. La isla an no es ms que un lugar apartado

    sumido en la barbarie. Hay pocas de las comodidades a las que estsacostumbrada. Y hay peligros, especialmente los aires malsanos del lugar.

    No importa. Ya he experimentado unas condiciones psimas, Cato. Sabesque s. Despus de todo lo que hemos pasado, nos merecemos estar juntos.

    Lo s.Pues promteme que enviars a buscarme en cuanto sea seguro reunirme

    contigo. Lo agarr con ms fuerza de la capa y lo mir fijamente a los ojos.Promtemelo.

    Cato sinti que su determinacin de protegerla de los peligros eincomodidades de la nueva provincia se esfumaba.

    Te lo prometo, Julia.Ella lo solt, retrocedi medio paso y asinti con expresin de doloroso alivio.No me hagas esperar demasiado, mi querido Cato.Ni un da ms de lo que sea necesario. Lo juro.Bien Julia sonri, se puso de puntillas para besarlo en los labios y luego

    retrocedi sin soltarle las manos; luego irgui la espalda, orgullosa. Entonces,debes marcharte.

    Cato la mir largamente una ltima vez, inclin la cabeza, se alej de la casadel senador y, con paso resuelto, enfil la calle que iba en direccin a la puerta dela ciudad donde tomara uno de los botes que bajaban por el Tber, para reunirsecon Macro en el puerto de Ostia. Al llegar al final de la calle, volvi la vista atrsy la vio all, en la puerta. Finalmente, se oblig a dar media vuelta para continuarsu camino.

    El dolor de la separacin no se haba atenuado durante la larga travesa pormar hasta Masilia y el posterior trayecto por tierra hasta Gesoriaco, dondehaban embarcado en el carguero para emprender la ltima etapa del viaje aBritania. Resultaba extrao regresar a la isla despus de tanto tiempo. Aquelmismo da, el carguero haba pasado por el tramo de ribera donde, en el pasado,Cato y sus compaeros de la Segunda Legin se haban abierto camino hasta laorilla, luchando con una horda de guerreros nativos animados por los druidas quelanzaban maldiciones y hechizos a los invasores. Era un escalofrianterecordatorio de lo que tenan por delante, y el nuevo prefecto se tema quepasaran varios aos antes de que considerara seguro enviar a buscar a su esposa.

    Es eso de ah delante? Londinio?Cato se volvi. Una anciana delgada de rasgos severos caminaba por la

  • cubierta hacia ellos, desde donde estaba la escotilla por la que se bajaba a losabarrotados compartimentos de los pasajeros. Llevaba la cabeza cubierta con unchal, y unos cuantos mechones de cabello gris se agitaban con la brisa. Cato lasalud con una sonrisa, y Macro le dio la bienvenida sonriendo de oreja a orejacuando ella se puso a su lado en la barandilla.

    Tienes mucho mejor aspecto, mam.Por supuesto que s repuso ella con brusquedad, ahora que este

    condenado barco ha dejado de dar bandazos de ac para all. Pens que esatormenta iba a acabar hundindonos. Y, francamente, hubiera sido un descansoque lo hiciera. No me haba encontrado tan mal en toda mi vida.

    Pero, mam, no fue lo que se dice una tormenta coment Macro condesdn.

    Ah, no? La mujer le dirigi un gesto con la cabeza a Cato. Y t qucrees? Vomitabas tanto como y o.

    Cato hizo una mueca. Las sacudidas y cabezadas del barco la pasada noche lohaban dejado en un estado de absoluto tormento, hecho un ovillo en el catre yvomitando en un cubo de madera. Ya no le gustaban las travesas por elMediterrneo ni en el mejor de los casos. El bravo mar frente a la costa de laGalia era una pura tortura.

    Macro solt aire con desprecio.Pero si apenas fue un pequeo vendaval! De hecho, para m fue una

    buena dosis de aire fresco. Me devolvi un poco de sal a los pulmones.Mientras que a nosotros nos hizo echar hasta el hgado replic su madre

    . Preferira morir antes que volver a pasar por eso. En fin, mejor norecordarlo. Como iba diciendo, eso de ah es Londinio?

    Los dos soldados se volvieron para seguir la direccin que indicaba la mujer,y contemplaron los edificios distantes que bordeaban la ribera norte del Tmesis.Se haba construido un muelle con grandes pilas de troncos clavados en el lechodel ro, que a su vez sostenan las vigas transversales para formar los huecos queluego se llenaron de piedras y tierra y, por ltimo, se pavimentaron. Ya habaalgunos barcos de carga all amarrados, as como muchos otros anclados a unacorta distancia ro arriba, esperando su turno para descargar la mercanca. En elmuelle, unos grupos de prisioneros encadenados estaban atareados llevando elcargamento desde las bodegas del barco hasta los edificios largos y bajos de losalmacenes. Por detrs de estos se extendan ms edificaciones, muchas de ellasan en construccin. La nueva ciudad iba tomando forma. A unos cien pasos dela orilla, divisaron el segundo piso de un gran complejo que se alzaba por encimade los dems edificios. Cato cay en la cuenta de que deba de tratarse de labaslica, el lugar donde se ubicaban el mercado, los tribunales y las tiendas,adems de las oficinas y centros administrativos de las ciudades que Romafundaba.

  • En efecto, eso es Londinio respondi el capitn, que se reuni con suspasajeros. Est creciendo ms rpido que un absceso en el anca de una mulahispana. Y es igual de repugnante.

    Ah, s? La madre de Macro frunci el ceo.Pues s, seorita Porcia. Este lugar es una pocilga. Calles estrechas llenas

    de barro, garitos con bebida barata y prostbulos. Pasar un tiempo antes de quese normalice y se convierta en la clase de ciudad a la que est acostumbrada.

    La mujer sonri.Bien. Es lo que quera or.El capitn la mir con el ceo fruncido, y Macro solt una risotada.Ha venido para montar un negocio.El capitn escudri a la anciana.Qu clase de negocio?Tengo intencin de abrir una posada contest ella. Siempre hay

    necesidad de bebida y otras comodidades, y me atrevera a decir que Londiniove cruzar por sus puertas a una gran cantidad de comerciantes, marineros ysoldados que llegan agotados despus de una larga y agobiante travesa. Todosellos buenos clientes para el tipo de servicios que ofrecer.

    Bueno, clientela hay mucha, eso desde luego asinti el capitn. Peroes una vida dura. Y en una provincia como esta an ms. Los comerciantes quehacen sus fortunas aqu son hombres rudos. No creo que les haga mucha graciaque una mujer romana intente competir con ellos.

    Ya trat con hombres rudos en la posada que tena en Rvena. Dudoque la gente de este lugar me cause ms problemas que ellos. Especialmentecuando sepan que da la casualidad de que mi hijo es centurin superior de laDecimocuarta Legin. Tom del brazo a Macro y le dio un carioso apretn.

    As es confirm. El que se meta con mi madre se est metiendoconmigo. Y ninguno de los que lo ha intentado en el pasado ha salido muy bienparado.

    El capitn se fij en el musculoso fsico del fornido oficial romano, y lascicatrices que tena en la cara y en los brazos acabaron por convencerlo.

    Aun as, por qu ha querido venir aqu, seora? Estara ms cmoda si seestableciera en Gesoriaco. All hay mucho comercio

    Porcia frunci los labios.Es aqu donde est el dinero de verdad, al menos para aquellos que se

    pongan manos a la obra enseguida. Adems, ahora este chico es todo lo quetengo en el mundo. Quiero estar tan cerca de l como sea posible. Y quin sabe?Cuando lo licencien tal vez se una a m en el negocio.

    A Macro se le iluminaron los ojos.Vay a, qu buena idea! Todo el vino y las mujeres que un hombre pueda

    desear bajo un mismo techo!

  • Porcia le dio un manotazo en el brazo.Pensndolo mejor Vosotros los soldados sois todos iguales. La cuestin es

    que har mi fortuna aqu, en Londinio, y aqu es donde voy a quedarme hasta elfin de mis das. Lo que hagas con tu vida depende de ti, Macro. Pero yo lo tengoclaro: este es mi ltimo hogar.

    El carguero iba acercndose al embarcadero a un ritmo constante. Alaproximarse a la ciudad, los que iban a bordo percibieron el primer tufillo dellugar: un olor acre, a turba y a aguas residuales, que se mezclaba con el delhumo de madera y se pegaba al paladar.

    Puede que haya algo que decir a favor de la brisa marina al fin y al cabomascull Cato arrugando la nariz.

    No haba espacio para amarrar en todo el muelle, y el capitn dio la orden devirar hacia el final de la hilera de embarcaciones ancladas ro arriba. Se volvihacia sus pasajeros con expresin de disculpa.

    Tardar un poco en llegarnos el turno. Pueden permanecer a bordo siquieren, aunque puedo ordenar que algunos de mis muchachos los lleven a tierraen el esquife.

    Cato se retir de la barandilla y adopt la actitud militar que haba aprendidode Macro, irguindose cuan alto era y mostrndose resuelto.

    Desembarcaremos. El centurin y yo necesitamos presentarnos ante laautoridad militar ms prxima lo antes posible.

    S, seor. El capitn se dio cuenta enseguida de que la informalidad de latravesa haba terminado. Salud militarmente y se cuadr. Me ocupar de elloenseguida.

    El hombre fue fiel a su palabra y, cuando el ancla se hundi ruidosamente enel ro y la tripulacin desarm los remos, y a se haban subido de la bodega losequipos de los oficiales y los arcones y bolsas que pertenecan a Porcia. Elesquife, una embarcacin pequea de proa redondeada y manga ancha, se bajpor el costado. Dos hombres saltaron a l gilmente y alzaron las manos parabrindar ayuda a los pasajeros. Solo haba espacio para los tres; sus pertenenciastendran que transportarse hasta la orilla en el segundo viaje. Cato fue el ltimo y,al pisar la ligera embarcacin, agit los brazos frenticamente para recuperar elequilibrio y acab sentndose de golpe en la bancada. Macro le lanz una miradade fastidio y chasque con desaprobacin cuando los remeros ya tiraban de suspalas para llevar el esquife hacia el muelle. Ahora que estaban ms cerca deLondinio vieron que la superficie del ro estaba llena de los restos de las aguasresiduales que salan de los desages situados a lo largo del muelle: trozos demadera rota entre otros restos flotantes, con un sinfn de ratas correteando depedazo en pedazo, buscando cualquier cosa comestible. Un tramo de escaleras demadera suba desde el ro hasta un extremo del embarcadero, y los remeros sedirigieron all. Cuando estuvieron al lado, el hombre ms cercano desarm su

  • remo y alarg el brazo para agarrar el calabrote viscoso que haca de defensa.Continu agarrado mientras su amigo deslizaba el lazo de un cabo por el poste deamarre.

    Ya estamos, seores, seora dijo el hombre, que sonri y los ayud abajar. Con Cato en cabeza, subieron por la escalera hasta lo alto del muelle ymiraron hacia la va atestada de gente entre los barcos y los almacenes. Unacacofona de voces inundaba la fresca tarde de primavera, entre las quedestacaban los rebuznos de las mulas y los gritos de los capataces que hostigabana los prisioneros. Aunque la escena pareca catica, Cato saba que en cada unode los detalles de aquella escena haba una prueba de la transformacin de la islaque haba desafiado el poder de Roma durante casi cien aos. Para bien o paramal, el cambio haba llegado a Britania, y, en cuanto se hubieran sofocado losltimos focos de resistencia, la nueva provincia tomara forma y se convertiraen parte del imperio.

    Macro se acerc a l, ech un breve vistazo a su alrededor y dijo entredientes:

    Bienvenidos otra vez a Britania, el culo de la civilizacin.

  • Captulo III

    En cuanto el bote regres con sus pertenencias, Macro se acerc a un grupo dehombres que se hallaban reunidos a la puerta del almacn ms cercano.

    Me hacen falta mozos de cuerda anunci dirigindose a ellos con su vozfuerte y clara, propia de una plaza de armas. Ellos avanzaron a toda prisa, yMacro eligi a varios de los hombres con aspecto ms robusto, uno de los cualesllevaba una tira de cuero en torno a la cabeza para apartarse el grueso y sperocabello rubio de la frente. Por debajo del cuero se vea una marca. Macro lareconoci de inmediato. La marca de Mitra, una religin del este que se estabaextendiendo cada vez ms en las filas del ejrcito romano. Si no me equivoco,t antes eras soldado, verdad?

    El hombre inclin la cabeza.Lo fui, seor. Antes de que una lanza de los siluros me atravesara la pierna.

    Me dej cojo. No poda seguir el ritmo del resto de los muchachos. El ejrcito notuvo ms remedio que licenciarme, seor.

    Macro lo mir de arriba abajo. El hombre llevaba una capa militar radasobre su tnica, y se sujetaba las botas con unas tiras de tela.

    Deja que lo adivine. Malgastaste la prima de la licencia y te has vistoobligado a esto.

    El antiguo soldado asinti.Es ms o menos as, seor.Cul es tu nombre y unidad?Legionario Marco Metelo Dcimo, Segunda Legin Augusta, seor! El

    hombre se puso firmes, pero de inmediato hizo una mueca y baj la mano paraequilibrarse el muslo.

    As que la Segunda, eh? Macro se acarici la mandbula. Es miantigua unidad. O tal vez debera decir nuestra antigua unidad. Seal a Catocon el pulgar. Servimos a las rdenes del legado Vespasiano.

    Dcimo lade la cabeza con pesar.Eso fue antes de mi poca, seor.Una lstima. Muy bien, Dcimo, ests a cargo de estos hombres. Nuestro

    equipaje est all abajo, en el muelle, al lado de mi amigo y de la mujer.Dcimo mir hacia el otro lado de la calle y coment con desdn:Es un poco may or para l. A menos que tenga dinero En tal caso nunca

    son demasiado viejas.Macro apret los dientes.La mujer en cuestin es mi madre Y ahora muvete!Dcimo se dio la vuelta rpidamente e hizo un gesto a los dems para que lo

    siguieran. Mientras ellos levantaban los bales y el equipo, Cato intentorientarse.

  • En qu direccin est la guarnicin local?No hay guarnicin, seor. No hay fuerte. De hecho, ni siquiera hay

    fortificaciones. Hace unos aos haba un fuerte, pero el lugar estaba creciendotan deprisa que se lo trag. All es donde estn construyendo la nueva baslica, enel emplazamiento del antiguo fuerte.

    Entiendo. Cato suspir con frustracin. Entonces, dnde puedoencontrar a algn miembro del Estado May or del gobernador?

    Dcimo lo consider.Podra probar en las dependencias del gobernador, seor. Estn a un lado

    de la obra en construccin. De todas formas, all lo encontrar a l.Cato se sorprendi.Ostorio est aqu, en Londinio?S, seor.Pero la capital de provincia es Camuloduno.Oficialmente s, seor. Al fin y al cabo, Carataco era de all, y es all donde

    el emperador Claudio ha prometido hacer erigir un templo en su honor. Pero estdemasiado al este. Pese a lo que puedan querer en Roma, parece ser que aqutodo el mundo ha elegido Londinio como la ciudad principal. Incluso elgobernador. Por eso lo encontrar aqu.

    Cato asimil la informacin y asinti.Muy bien, llvanos a su cuartel general.Dcimo inclin la cabeza, se ech una de las mochilas al hombro gruendo

    bajo el peso de la armadura que contena, y ech a andar cojeando hacia unacalle lateral.

    Sgame, seor.Londinio result ser tan desagradable como les haba advertido el capitn del

    carguero. Las calles eran estrechas, estaban abarrotadas de gente y, a diferenciade Roma, no pesaban restricciones sobre los vehculos rodados durante el da.Cato y los dems tuvieron que abrirse paso a la fuerza por las angostas vasatestadas de carros, caballos y gente. Como conocan bien las calles, Dcimo ysus compaeros de carga avanzaron a toda prisa, y Cato temi perderlos de vista.Le hizo un gesto sutil a Macro para que apresurara a su madre por entre lamultitud. Por la forma de vestir y los rasgos de la gente con la que se cruzaban,Cato se dio cuenta de que la mayora provenan de otros lugares del imperio, sinduda en busca de dinero fcil en la nueva provincia. El joven prefecto considerque Porcia iba a enfrentarse a una dura competencia, y esperaba que el rango desu hijo bastara para proteger sus intereses de los timadores, ladrones y gnsteresque ya estaban tomando posesin de Londinio.

    Ests bien, mam? pregunt Macro.Porcia mir con frialdad a unos nativos que pasaban por la calle envueltos en

    pieles y con tatuajes sinuosos en los brazos.

  • SalvajesCato sonri para sus adentros, y acto seguido frunci el ceo. An faltaba

    mucho para que la gente de la isla aceptara el dominio de Roma. Puede queCarataco y sus seguidores estuvieran muy al oeste de Londinio, pero el nimo delos miembros de las tribus que vivan en la ciudad y sus alrededores estaba muylejos de haberse quebrantado. Si alguna vez las legiones sufran un serio revs,seguro que eso animaba a bastantes nativos a rebelarse abiertamente contraRoma. Y si el grueso principal del ejrcito del gobernador se concentraba en lafrontera, poco se podra hacer para evitar que los rebeldes arrasaran las partes dela provincia que los funcionarios de Roma y a haban clasificado comopacificadas en sus mapas.

    Dnde demonios estn ese tal Dcimo y su cuadrilla? gru Macro, queaunque estiraba el cuello no poda ver gran cosa debido a su baja estatura.

    A unos veinte pasos por delante, ms o menos respondi Cato.No pierdas de vista a esos cabrones. Lo que menos falta nos hace es que

    nos roben el equipo nada ms pisar tierra. No voy a volver a las legiones como sifuera un recluta an verde y un nio de mam, si puedo evitarlo.

    Siguieron adelante con dificultad, haciendo todo lo posible para seguir el ritmode los mozos de cuerda que iban por delante de ellos. Salieron a una encrucijadallena de carros cargados con nforas y muy pegados entre s, y no vieron nirastro de los mozos al otro lado del cruce. A Cato se le cay el alma a los pies,desesperado y furioso al pensar que Dcimo les haba engaado.

    Eh! Prefecto! Por aqu, seor.Se volvi hacia la voz y vio a Dcimo y a sus compaeros a mano izquierda.

    El antiguo legionario mene la cabeza con expresin burlona.Yo aqu con mi cojera y aun as los oficiales no pueden seguirme el paso.

    Adnde vamos a ir a parar?Antes de que Cato pudiera intervenir y decirle que vigilara la lengua cuando

    hablaba con un superior, el otro hombre levant la mano y seal hacia unaentrada grande situada a una corta distancia, siguiendo la calle en la queacababan de entrar. Cato vio que al otro lado del muro haba unos andamios, y elalto armazn de madera de una gra que se alzaba contra el cielo lleno de humo.

    Ah la tiene, prefecto. Esa es la baslica. O lo que hay de ella.Sin esperar a que sus clientes respondieran, Dcimo ech a andar de nuevo, y

    esta vez el trfico permiti que los recin llegados le siguieran el ritmo. Trassuperar el pequeo convoy de carros de vino, se encaminaron hacia la entrada yse dirigieron a los dos legionarios que montaban guardia. La superficie del arcose haba enlucido y encalado, pero el enladrillado del muro que rodeaba elemplazamiento no estaba terminado an.

    Decid a qu habis venido les pidi uno de los guardias sin alterarse,mientras paseaba la mirada por los dos hombres y la mujer mayor, valorando

  • apresuradamente su posicin social. Los dos oficiales iban vestidos con unastnicas nuevas y limpias, que cubran con unas capas militares que habanadquirido en Roma antes de partir. Aunque no llevaban ninguna insignia quemostrara su rango ni anillos ornamentados que indicaran riqueza, el porte de losdos hombres y las cicatrices visibles hablaban por s mismos. Particularmente lalarga lnea blanca que se extenda por el rostro de Cato desde la frente hasta labarbilla. El centinela se aclar la garganta y moder su tono. En qu puedoay udarle, seor?

    Prefecto Quinto Licinio Cato y centurin Lucio Cornelio Macro. Seal aMacro con un gesto de la cabeza antes de continuar hablando. Acabamos dellegar de Roma para asumir nuestros mandos. Deseamos informar al EstadoMayor del gobernador y encontrar alojamiento.

    Aqu no encontrar mucho, seor. Hace dos meses derribaron el fuerte.Eso tengo entendido. Pero imagino que Ostorio y su personal no trabajarn

    a la intemperie, no?Ni pensarlo, seor! El centinela se dio la vuelta y baj la punta de la

    jabalina para sealar los andamios que rodeaban un gran complejo de un solopiso. Ese es el inicio del palacio del gobernador. Orden a los constructores queterminaran el suelo y se fueran. Aun as, consiguieron acabar el hipocausto antesde marcharse, por lo que dentro estn todos muy cmodamente instalados. Adiferencia de aquellos de nosotros a los que han destinado a escoltar algobernador. Dormimos fuera, en tiendas.

    Es lo que hacen los soldados, muchacho. Macro chasque la lengua. Site resulta demasiado duro, quiz deberas haberte unido a una compaa deactores maricas en vez de alistarte en el ejrcito.

    Vamos! Cato agit el brazo hacia adelante y ech a andar por el caminoque se haba despejado por la obra. Las pilas de troncos, los montones de ladrillosy tejas y las artesas para mezclar el cemento se extendan a ambos lados. Sehaban terminado los cimientos para varias estructuras grandes, y las paredes,que llegaban a la altura de la cintura, demarcaban el primer gran edificio cvicode la nueva provincia que dominara el paisaje e inspirara un temor reverencialen el corazn de todos los nativos que lo vieran. Centenares de hombrestrabajaban por toda la obra, con unos cuantos grupos de prisioneros encadenadosa los que utilizaban para llevar los materiales all donde se necesitaban. Susgruidos, el ruido de la madera que se serraba y el estrpito de las piedras que secortaban se mezclaban con los gritos de los capataces que daban instrucciones.

    Macro mene la cabeza en seal de aprobacin, mientras cruzaban la zona.Una vez terminado, esto quedar bastante bien.En el extremo ms alejado de la obra, se haba dejado un hueco en los

    andamios para permitir el acceso al edificio a medio terminar que haba detrs,y que serva de cuartel general del gobernador Ostorio y su Estado Mayor. Dos

  • miembros de su escolta montaban guardia en la entrada. Una vez ms, Catoexplic su propsito, y luego se volvi para pagar a los mozos de cuerda, quedejaron los bultos en la improvisada entrada. Tom el monedero que llevaba enel cinturn, y afloj el cordel.

    Ser un sestercio, seor. Dcimo se dio unos golpecitos con el dedo en lafrente a modo de saludo informal. Cada uno.

    Macro arque una ceja.Por los dioses, eso es un poco excesivo!Es la tarifa corriente en Londinio, seor.Cato se volvi hacia uno de los guardias.Lo es?El legionario asinti con la cabeza.Muy bien. Hurg en el monedero, sac unas cuantas monedas, las cont,

    y se las entreg a Dcimo y a los dems. Parece ser que Londinio va a ser unaciudad cara para vivir. Podis marcharos Dcimo, una cosa.

    El exlegionario hizo un gesto a sus compaeros para que se adelantaran y sevolvi hacia Cato.

    Seor?Cato lo mir fijamente, intentando ver tras la ropa sucia y rada y el pelo

    despeinado al hombre que una vez fuera soldado. Si Dcimo deca la verdad, lasvicisitudes de la guerra haban interrumpido su carrera en el ejrcito. Lasmismas vicisitudes que haban credo conveniente perdonar la vida a Cato yMacro en todas las campaas y batallas desesperadas que haban soportado a lolargo de los aos. A veces Cato tena la sensacin de que estaba tentandomuchsimo la suerte que le haba tocado. Tarde o temprano, una lanza, tal vez unaestocada o una flecha, lo encontrara, igual que haba encontrado a Dcimo y ainfinidad de otros.

    Cuntos aos has servido en Britania?Dcimo se rasc el mentn.Llegu hace ms de cinco aos de la base de entrenamiento de Gesoriaco.

    Serv con la Segunda contra los deceanglos, antes de que me enviaran con undestacamento para reforzar a la Decimocuarta en Glevum. Despus estuve dosaos en campaa contra los siluros, hasta que me ocurri esto. Se dio unosgolpecitos en la pierna coja.

    Muy bien. Cato asinti y se qued un momento pensando antes decontinuar. Te gusta trabajar como rata de muelle?

    Lo detesto, seor, es una puta mierda. Se volvi rpidamente haciaPorcia. Lo siento, seora.

    Porcia lo mir con ecuanimidad.Pas casi quince aos conviviendo con un marinero de la flota imperial, de

    modo que gurdate tus putas disculpas.

  • Macro mir a su madre horrorizado; se qued boquiabierto, y cuando decidique lo mejor era ignorar lo que haba odo cerr la boca rpidamente.

    Dcimo se volvi nuevamente hacia Cato.Pero qu puede hacer un soldado invlido? Tuve suerte de recibir un pago

    parcial de la prima de la licencia. Lo bastante para instalarme en una pensin,pero no lo suficiente para vivir de ello.

    Entiendo repuso Cato. Bueno, pues puede que tenga trabajo para ti. Noes nada demasiado pesado, pero podra entraar cierto peligro. Si te interesa,vuelve aqu maana al amanecer.

    Por un momento, Dcimo pareci sorprendido, luego inclin la cabeza amodo de asentimiento y se march cojeando.

    Macro se lo qued mirando hasta que ya no poda orle, y entonces se volvihacia Cato.

    De qu iba todo esto?Las cosas han cambiado desde la ltima vez que estuvimos aqu. El

    gobernador nos informar, eso seguro, pero describir la situacin desde superspectiva. La mezcla habitual de confianza y de restar importancia a laamenaza que supone el enemigo. Ostorio es como cualquier otro gobernador.Intentar hacernos creer que su perodo en el cargo es un gran xito, y querrque todas las cartas e informes que escribamos a casa lo reflejen. As pues,puede que sea til escuchar las opiniones de una de las mulas de Mario. Adems,necesito un criado en el campamento para que se ocupe de mi equipo. Alguienen quien espero poder confiar.

    Confiar? dijo Porcia con desdn. En ese vagabundo? A m meparece un vulgar ladrn.

    Cato le hizo un gesto de amistosa advertencia con el dedo.No hay que precipitarse en juzgar a la gente. Las apariencias no lo son

    todo. De ser as, todo el mundo se alejara corriendo a ms de un kilmetro de tuhijo.

    Ya lo hacen gru Macro. Si saben lo que les conviene.Oh, venga ya! Porcia le dio un suave palmetazo en el hombro. Eres

    como un gatito con disfraz de tigre. No creas que no me doy cuenta. Y Cato msan.

    Macro enrojeci, avergonzado. Detestaba hablar de sentimientos, e incluso lamera insinuacin de que su naturaleza tuviera un lado sensible lo disgustabaenormemente. Los sentimientos eran para los poetas, artistas, actores y otrascategoras de mortales menores. Un soldado era distinto. Un soldado tena quecontrolar tanto la cabeza como el corazn, y seguir cumpliendo con su deber. Ycuando estaba fuera de servicio, tena que hacerse el duro tanto como pudiera.Claro que algunos soldados eran diferentes, admiti para sus adentros. Ech unamirada de soslay o a Cato, delgado, nervudo y, hasta haca muy poco, con

  • aspecto excesivamente juvenil. Tal vez ahora hubiera cierta dureza en sumirada, y la torpeza desgarbada de aos anteriores sin duda haba desaparecidoen gran medida. Se mova resueltamente y con economa de esfuerzos, que erael autntico sello de un veterano. No obstante, Macro conoca lo bastante bien asu amigo como para saber que su mente siempre estaba inquieta, saturada de lasobras de los filsofos e historiadores que con tanto entusiasmo haba estudiado denio. Macro crea que Cato era un tipo de soldado muy diferente, y acept aregaadientes que el joven era an mejor por ello.

    Se aclar la garganta con un carraspeo irritado antes de dirigirse a su amigo.Bueno, la decisin es tuya. Pero por qu no te compras un esclavo?

    Puedes permitrtelo. Y con los prisioneros que el ejrcito ha tomado, seguro queen Londinio habr alguna ganga.

    No quiero a un miembro de una tribu. Lo que menos falta me hace es unnativo resentido que me limpie la espada, y que me obligue a estar da y nocheguardndome las espaldas mientras lidio con el enemigo. No, tiene que seralguien que lo haga porque quiere. Y si Dcimo fue soldado, quin mejor quel? Ser un buen indicador del nimo de los hombres.

    Macro lo consider un momento y asinti.Muy bien. Ahora busquemos algn lugar donde dejar el equipo. Se

    volvi hacia su madre. Estars bien un ratito?Lo he estado durante ms de cincuenta aos Largaos, muchachos.Uno de los centinelas les seal el edificio de administracin que estaba

    utilizando el gobernador, y cruzaron el patio con paso resuelto hacia la entrada.Las gruesas paredes de la estructura amortiguaban levemente los sonidos de laobra, pero una fina capa de polvo y suciedad cubra las losas, y los materiales deconstruccin se apilaban en torno a los mrgenes del patio. Unos cuantosempleados administrativos iban de un despacho a otro llevando tablillasenceradas o brazados de rollos. Dentro del cuartel general, los braseroscalentaban el ambiente, y haba una gran cantidad de hombres trabajando en laslargas mesas que llenaban la sala principal. Cato se aproxim a un tribunosubalterno, que se hallaba inclinado sobre su mesa leyendo un documento, y diounos golpes con los nudillos sobre el tablero. El hombre levant la mirada con elceo fruncido.

    S?El prefecto hizo unas breves presentaciones.Acabamos de desembarcar. Tengo que informar al gobernador y

    necesitamos alojamiento hasta que salgamos para asumir nuestros mandos. Ytambin una habitacin para una seora.

    Alojamiento? No hay mucho por aqu. Tuvimos que convertir el edificiode los establos de la parte de atrs en albergue. Hay unos cuantos lugares libres.Es bastante seco, y los compartimentos cuentan con los debidos catres.

  • Y algn lugar donde alojarse en la ciudad?Pueden probarlo. Les va a salir caro, y son lugares bastante lgubres. Casi

    todas las habitaciones se alquilan por horas, ya entiende a qu me refiero,seor.

    Nos quedaremos en el establo decidi Cato. Nuestro equipo est en laentrada. Que algunos de tus hombres se encarguen de que se lleve a nuestroesto compartimento. El centurin Macro y yo necesitamos presentarnos algobernador Ostorio de inmediato. Si fueras tan amable de llevarnos hasta l

    El tribuno suspir, dej el informe que haba estado leyendo, ech la sillahacia atrs arrastrndola pesadamente, y se puso de pie.

    Por aqu, seor. Me encargar de su equipaje cuando regrese a mi mesa.Los condujo al fondo de la sala y por un pasillo bordeado de pequeos

    despachos. Algunos de ellos estaban abarrotados de ms empleados todava, entanto que otros los ocupaban oficiales y funcionarios civiles asignados al EstadoMayor del gobernador.

    La puerta del extremo del pasillo estaba entornada, y el tribuno hizo un gestoa Cato y Macro para que esperaran. Avanz unos pasos y dio unos golpecitos enel marco de madera.

    Seor, han venido a verle dos oficiales. Acaban de llegar de Roma.Se hizo una pausa, tras la cual una voz aflautada que denotaba cansancio

    respondi:Ah, muy bien. Hazlos entrar. Que pasen, que pasen

  • Captulo IV

    El gobernador Ostorio estaba sentado ante su mesa envuelto en una gruesa capade color escarlata. Al sistema del hipocausto se sumaba un brasero, lo cual hacaque el ambiente de la habitacin fuera sofocante. La mesa estaba cerca delfuego, y el gobernador se encorvaba sobre varios montones de papeles ytablillas. Cuando los dos oficiales entraron con paso firme y se detuvieron a unacorta distancia para saludar, Ostorio levant la mirada con aire cansado. Cato vioque las arrugas se haban adueado del curtido rostro del gobernador, cuyos ojosaparecan hundidos y bordeados de patas de gallo. Saba que Ostorio se habaganado una buena reputacin como soldado y administrador, y que era uncomandante duro y agresivo. Resultaba difcil cuadrar eso con el individuo deaspecto frgil que estaba sentado frente a ellos.

    Presentaos orden el gobernador con brusquedad, y acto seguido tosi yse llev el puo a los labios hasta que la presin en los pulmones pas. Y bien?

    Como oficial de mayor rango, Cato fue el primero en hablar:Prefecto Quinto Licinio Cato, seor.Centurin Lucio Cornelio Macro, seor aadi Macro.El gobernador mir a los recin llegados en silencio durante un momento.Tendris que entregar vuestra hoja de servicios a mi jefe de Estado Mayor.

    Las leer ms tarde. Me gusta conocer la categora de mis oficiales. Dados losproblemas a los que me enfrento aqu, no puedo permitirme cargar conpusilnimes. Supongo que os han asignado mandos especficos en mi ejrcito,no?

    S, seor contest Cato. Voy a estar al mando de la Segunda Cohortede la caballera tracia.

    Una buena unidad. Una de las mejores que tengo. Lo ha sido desde que sehizo cargo de ella el comandante temporal. A decir de todos, el centurin Quertoha estado dndole duro al enemigo. Esperar lo mismo de ti cuando tomes elmando. Ostorio desvi la mirada hacia Macro. Y t?

    Me han asignado a la Decimocuarta Legin, seor.Entiendo El gobernador asinti lentamente con la cabeza y continu

    hablando. En tal caso, ambos os uniris a la columna principal que comanda ellegado Quintato. Es un oficial magnfico, pero no tolera a los que no estn a laaltura del nivel que impone. Sea como fuere, ahora mismo necesito a todos loshombres que pueda conseguir. Y ms que nunca oficiales, dado el ritmo al quelos hemos estado perdiendo. Me atrevera a decir que habr una vacante entre loscenturiones superiores de la Decimocuarta para ti, Macro. De hecho, imaginoque sers uno de los que tenga ms experiencia en la legin, al menos mientrassigas vivo.

    Macro sinti que lo invada una oleada de irritacin ante el comentario del

  • gobernador. No mereca que le hablaran como si fuera un perdedor, uncomandante de puesto avanzado de bajo nivel.

    Tengo intencin de sobrevivir el tiempo suficiente para licenciarme ycobrar la gratificacin que me espera, seor. Ningn brbaro va a impedrmelo.Muchos lo han intentado en el pasado, y lo pagaron caro.

    Unas palabras audaces, centurin. Una dbil sonrisa asom a los labiosdel gobernador. Y dime, exactamente qu es lo que te convierte en unadversario tan peligroso para nuestros enemigos en esta isla fra y abandonadaque Roma est empeada en sumar al imperio?

    Por un momento, Macro se qued sin saber qu responder mientrasretroceda mentalmente por los ltimos aos de su vida. La lucha en las calles deRoma, luego la campaa en el calor sofocante, la luz deslumbradora y el polvodel sur de Egipto. Antes de eso el desafo de la revuelta de esclavos en Creta, yla defensa de Palmira contra una horda de partos. Y anteriormente tratar confanticos rebeldes judos y un traslado a la marina imperial en una campaacontra un nido de piratas que atormentaban a los buques mercantes en el marAdritico Eso fue tras un largo perodo de servicio con la Segunda Legin, queprotega la frontera del Rin, antes de que lo destinaran a unirse al ejrcito quehaba invadido Britania y aplastado a los ejrcitos nativos dirigidos por Carataco.Se mirara como se mirara, era un notable perodo de servicio, y Macro se habaganado el ascenso a centurin por mritos propios, a diferencia de algunos quedeban su posicin a poderosos contactos familiares. No obstante, no estabadispuesto a hacer ostentacin de sus mritos delante del gobernador. Se aclar lagarganta.

    Estos ltimos aos he estado de servicio destacado, seor. Anteriormenteserv con la Segunda en el Rin, y luego aqu en Britania.

    Servicio destacado? Hoy en da eso es un eufemismo para referirse alespionaje. Cul era la naturaleza exacta de tu esto servicio destacado?

    No estoy en libertad de contarle los detalles, seor.Pues dime al menos para quin trabajabas.Macro estaba indeciso y mir rpidamente a Cato, pero su amigo tena la

    vista clavada al frente con una expresin impenetrable, lo que no pasdesapercibido al gobernador. El centurin respir hondo.

    Para el secretario imperial, Narciso.Trabajabas para esa serpiente? Ostorio entrecerr los ojos. Estis

    aqu porque lo ha ordenado l?La sugerencia enoj a Macro, que inspir con los dientes apretados, pero

    antes de que pudiera responder intervino Cato:Si ese fuera el caso, seor, difcilmente divulgaramos esa informacin. De

    todas formas, le doy mi palabra de honor de que ya no servimos a Narciso, cosaque por lo dems hicimos por estar sometidos a ciertas presiones. Estamos aqu

  • como soldados. Para servirle a usted, al emperador y a Roma. Nada ms.Tu palabra de honor, eh? Ostorio cogi un pauelo y se son la nariz.

    Es un artculo de comercio del que ltimamente Roma anda muy escasa. Sereclin en su asiento y se frot la espalda. No tengo muchas alternativas, demodo que te tomo la palabra. Pero te lo advierto, si tengo algn indicio de quecualquiera de los dos estis aqu por alguna razn que no sea la de servir comosoldados, os arrojar a los nativos y dejar que se ocupen de vosotros. Losdruidas tienen formas muy interesantes de matar a sus prisioneros.

    Lo sabemos, seor. Lo hemos visto con nuestros propios ojos respondiCato, que tuvo que resistir un estremecimiento al recordar su encuentro con losdruidas de la Luna Oscura, en la primera poca de su vida en las legiones,cuando serva como un humilde optio en la centuria de Macro. Unas brevesimgenes de las vctimas expiatorias y del aspecto salvaje de los druidas pasaronprecipitadamente por su cabeza, y Cato se apresur a apartar de s esospensamientos.

    Y qu me dices de ti, prefecto? El gobernador mir fijamente a Cato.Has visto mucha accin? La cicatriz de tu cara parece contar parte de tu historia,pero eres un poco joven para haber llegado al rango que ocupas. Tu padre essenador? O eres hijo de algn liberto rico, ansioso de que su familia tengaventaja en el camino del honor? Cuntos aos tienes?

    Estoy en mi vigsimo sexto ao, seor.Veintisis? Eres ms joven de lo que pensaba. Y qu miembro de tu

    familia ha influido en tu rpido ascenso a prefecto?Cato haba aceptado haca ya mucho tiempo que sera vctima de su humilde

    cuna durante toda su vida. No importaba lo buen soldado que fuera, ni que susuegro fuera senador, nunca le permitiran desprenderse del estigma de serdescendiente de un liberto que haba sido esclavo en el palacio imperial.

    No tengo familia, seor. Aparte de mi esposa, Julia Sempronia, con quienme cas cuando alcanc mi rango actual. Su padre es el senador Sempronio.Pero nunca me he dirigido a l con el propsito de conseguir un ascenso.

    Sempronio? El gobernador enarc brevemente las cejas. Lo conozco.Sirvi como mi tribuno en la Octava Legin. Un buen hombre. Muytrabajador, y lo que es ms, digno de confianza. Bueno, si l est dispuesto adejar que te cases y te acuestes con esa preciosa hija suya, es que debes deposeer ciertas cualidades. Pero me pregunto si tienes la experiencia que va con elrango de prefecto.

    He tenido el honor de servir junto al centurin Macro desde que ingres enel ejrcito, seor. Mi amigo tiene tendencia a ser modesto sobre su experiencia.Basta con decir que, durante nuestro servicio, hemos luchado contra miembrosde tribus germanas, btanos, piratas, judos, partos y numidios. Conocemosnuestro trabajo.

  • Ostorio asinti con aire pensativo antes de responder.Si eso es cierto, tienes un historial realmente envidiable, prefecto Cato. Me

    alegra tener hombres as. Son ms necesarios que nunca si queremos poner enorden nuestros asuntos aqu en Britania y convertir este pramo sangriento enalgo que tenga un leve parecido a la civilizacin. Les hizo un gesto con la mano. Descansad, caballeros.

    Cato y Macro relajaron la postura mientras el gobernador pona en orden susideas. Tras un breve silencio, volvi a dirigirse a ellos:

    Es importante que seis conscientes de cul es la situacin aqu. No s quos contaron en Roma, pero cualquier nocin de que simplemente estamosllevando a cabo una operacin de limpieza antes de que la conquista de Britaniase haya completado es, cmo lo dira?, un poco inexacta. Han pasado sieteaos desde que el emperador Claudio tuvo su triunfo para celebrar la conquista.Siete largos aos En todo este tiempo, hemos ido ampliando la frontera paso apaso y a marchas forzadas. Ni siquiera podemos confiar en las tribus que hemosconquistado, ni con las que hemos hecho tratos, no ms de lo que uno se confiaraal escupirle a una rata. Hace dos aos, sin ir ms lejos, cuando estaba a punto delanzar una ofensiva contra los siluros y ordovicos, di la orden de que desarmarana los cenos para asegurarme de que tendramos las espaldas a cubierto, a salvode una traicin. Podra decirse que es una peticin razonable para alguien que sedenomina tu aliado. Pero esos cabrones se sublevaron en cuanto conduje miejrcito a las montaas. No tuve ms remedio que abandonar la campaa yregresar para encargarme de ellos. Los idiotas se haban escondido en uno de susridculos reductos. No tardaron en rendirse despus de que irrumpiramos en susdefensas. Todo termin enseguida, pero me vi obligado a pasar el resto de lacampaa construyendo fuertes y caminos por su territorio para tenerlosvigilados.

    Cato frunci los labios al recordar al orgulloso pero susceptible guerrero icenoque les haba hecho de gua cuando Macro y l haban emprendido una misin enlo ms profundo del territorio enemigo para el comandante del ejrcito que habainvadido Britania. Poda imaginarse perfectamente lo indignado que se habrasentido Prasutago al recibir la orden de entregar sus armas. Las tribus nativas dela isla estaban gobernadas por una casta guerrera que consideraba el hecho deser desarmados como el insulto ms grave a su quisquilloso sentido del orgullo.No era de extraar que hubiera habido una revuelta.

    Mientras trataba con los cenos continu explicando Ostorio, Caratacose aprovech del respiro para ganarse a las tribus de las montaas y convertirseen su caudillo. Cuando pude volver a centrar mi atencin en l, haba reunido aun ejrcito lo bastante numeroso como para desafiarme, y tuve que enviar unapeticin a Roma para que me mandaran refuerzos. Ahora que los tengo, y a eshora de ocuparnos de Carataco y sus seguidores de una vez por todas.

  • Macro movi la cabeza con aprobacin, saboreando la perspectiva de laprxima campaa y la oportunidad de conseguir algn botn y posiblemente otroascenso. Aunque no le gustaba hablar de sus ambiciones, Macro, al igual quemuchos soldados, soaba con convertirse en centurin jefe de una legin, unrango que confera muchos privilegios y mucho honor a los que lo posean. Conl vena el ascenso social a la clase ecuestre. Solo los senadores eran mseminentes, aparte del emperador, reconoci Macro. Si haba muchosenfrentamientos en los meses venideros, seguro que las filas del centurionadomermaban, como siempre ocurra, puesto que ellos dirigan a las tropas desde elfrente y sufran un ndice de bajas desproporcionado. Si Macro sobreviva, algnda podra alcanzar el mando de la Primera Cohorte de la legin, y despus deeso el puesto de prefecto de campamento, con lo que asumira el mando directode la legin si el legado estaba ausente, resultaba gravemente herido o lomataban. El simple hecho de pensar en asumir semejante responsabilidad lollenaba de esperanza.

    El gobernador suspir y se acarici la incipiente barba gris del mentn. Dio laimpresin de que se encoga an ms mientras sopesaba la situacin en silencio,antes de hablar de nuevo.

    Me estoy haciendo demasiado viejo para esto. En cuanto termine miperodo en el cargo, me retirar. Las comisuras de sus labios se alzaronligeramente. Regresar a mi finca de la Campania, cuidar de mis viedos yenvejecer junto a mi esposa. Ya he servido a Roma el tiempo suficiente, y lobastante bien como para ganarme al menos eso Pero hay trabajo que hacer!Se oblig a erguirse en el asiento y volvi a centrar su atencin en los dosoficiales que se hallaban frente a l. Aunque me estoy preparando para lanueva ofensiva, an existe una pequea esperanza para la paz.

    Paz, seor? Cato hinch los carrillos. Con Carataco? Dudo que acepteninguna condicin que Roma le ofrezca.

    Ah, s? Y cmo podras saberlo, joven?Porque conozco a ese hombre, seor. Estuvimos cara a cara, y habl con

    l.Se hizo un silencio tenso mientras el gobernador miraba a Cato con los ojos

    muy abiertos. Acto seguido, se inclin hacia adelante.Cmo puede ser eso cierto? A Carataco lo consume el odio que siente por

    Roma y por todos aquellos que sirven en sus legiones. Rara vez hace prisioneros,y los que son capturados nunca vuelven a ser vistos por sus compatriotas. Demodo que, cmo es que a ti te concedieron tan dudoso honor?

    El tono del gobernador era inquisitivo, pero Cato hizo caso omiso delmenosprecio y respondi:

    Fui capturado por Carataco, junto con unos cuantos de mis compaeros,durante el segundo ao de la invasin, seor. En cuanto llegamos al campamento

  • enemigo, me interrog.Por qu?Quera saber ms sobre Roma. Sobre lo que motivaba a sus soldados.

    Tambin quera recalcar que las tribus britanas eran orgullosas, y que susguerreros nunca se doblegaran ante aquellos que invadan sus tierras. Jur quepreferan morir antes que aceptar la vergenza de la sumisin al emperador.

    Entiendo. Y cmo es que viviste para poder contarlo?Me escap, seor.Escapaste del campamento enemigo?!Cato asinti con un gesto.Pues los dioses deben de serte propicios, prefecto Cato, porque nunca he

    odo de ningn otro romano que pueda afirmar haber hecho lo mismo.Macro solt una risita.Y no sabe ni la mitad, seor. La diosa Fortuna ha tenido que emplearse a

    jornada completa para que el prefecto Cato no se metiera en los.Cato mir a su amigo con la ceja enarcada.En ese aspecto, t tambin eres un virtuoso.El gobernador carraspe con irritacin.Estaba hablando de paz, caballeros. Ya han pasado varios aos desde que os

    tropezasteis con Carataco. Aos de guerra constante. La lucha ha desgastado a losdos bandos, y me figuro que el hambre de conflicto de nuestro enemigo estartan saciada como la ma. Adems, en Roma hay quien se est impacientandocada vez ms con la situacin en Britania. Muy particularmente Palas, uno de losconsejeros ms cercanos al emperador. Supongo que no lo conoceris.

    Algo s de l, seor repuso Cato con cautela, tras lo cual el gobernadorcontinu hablando.

    A juzgar por lo que dicen mis amigos en Roma, Palas es una estrellaemergente. Tiene una relacin estrecha con la nueva esposa de Claudio y con suhijo, Nern, quien bien podra ser el prximo emperador. Parece ser que Palasest completamente a favor de retirar el ejrcito de Britania y abandonar laprovincia. No hay duda de que ha sido una empresa cara, y que Roma apenas vaa recuperar su inversin en oro y hombres. Tampoco hay muchas posibilidadesde sacar algo de valor duradero de Britania en cuanto hayamos agotado nuestraprovisin de prisioneros de guerra para el mercado de esclavos. En teora estaisla tena que estar llena de plata, estao y plomo, pero ha resultado que, enrealidad, los y acimientos son mucho menos abundantes de lo esperado. Por loque tengo entendido, solo hay dos motivos por los que an tenemos efectivossobre el terreno. En primer lugar, est el hecho de que algunos de los hombresms ricos de Roma han prestado grandes sumas a los cabecillas de las tribus quese han aliado con nosotros. Resulta que Narciso se cuenta entre ellos, lo cualprobablemente sea la razn por la que tiene tanto inters en que nuestros ejrcitos

  • permanezcan aqu, al menos hasta que le hayan devuelto el prstamo. El otromotivo tiene que ver con el mero orgullo. Si Roma se retira de Britania sin ms,sera una humillacin para el emperador, y seguro que nuestros enemigos enotras provincias fronterizas cobraran nimo al vernos fracasar aqu. Claro que,con un cambio de rgimen, el prximo emperador podra justificar una retiradaen trminos de corregir los errores de su predecesor. As pues, caballeros, comopodis ver el control de Roma sobre Britania dista mucho de ser una certeza.

    El gobernador baj la mirada y reflexion un momento antes de continuar.Muchos de nuestros camaradas han derramado sangre aqu, y muchos han

    cado. Si nos ordenan abandonar Britania, el sacrificio no habr servido paranada. Tal como yo lo veo, solo hay dos caminos si queremos que el sacrificio denuestros compaeros haya tenido un propsito: destruir por completo a las tribusque siguen oponindose a nosotros, o firmar con ellas una paz duradera. Encualquier caso, la paz en esta provincia debe conseguirse lo antes posible, antesde que suba al trono otro emperador. Solo de ese modo no habr excusa pararetirarnos de Britania. Por eso he invitado a los reyes y jefes de todas las tribus alterritorio de los brigantes, al norte. Tengo intencin de celebrar una reunin paradiscutir los trminos que pongan fin al conflicto. He dado mi palabra de que segarantizar el paso seguro por nuestras fronteras a las tribus que todava no hancerrado una alianza con nosotros.

    Macro vacil antes de plantear la pregunta obvia:Tiene intencin de cumplir su palabra, seor?Por supuesto.Aunque se presente Carataco en persona? Si lo captursemos a l y a los

    otros que nos estn causando problemas, podramos poner fin a la resistencianativa en menos que se hierven unos esprragos.

    Ostorio suspir y mene la cabeza.O podramos agraviar a todas las tribus y proporcionarles una razn para

    que se unieran de nuevo contra nosotros, con la misma rapidez que el tpicoculinario que sugieres. Quiz sera mejor si te guardaras estas ideas para ti,centurin. Deja que piensen las cabezas ms sensatas, eh?

    Macro apret los labios y cerr los puos a la espalda, mientras asenta conun brusco movimiento de la cabeza como respuesta a la humillacin. Se hizo unsilencio incmodo, hasta que Cato desvi la conversacin hacia otros derroteros.

    Cundo y dnde va a tener lugar esta reunin, seor?Dentro de diez das, en una de sus arboledas sagradas, a unos cien

    kilmetros al oeste de Londinio. Llevar conmigo una pequea escolta. Depronto, mir a Cato y sonri. No hay una urgencia inmediata de que os unis avuestras unidades De todos modos, solo supone desviarse un poco del caminode Glevum.

    Nosotros? Cato no pudo ocultar su sorpresa. Pero nosotros somos

  • soldados, seor. No diplomticos. Adems, esperbamos asumir nuestros nuevosmandos de inmediato. Si la prxima campaa va a ser dura, antes de entrar enaccin quiero llegar a conocer lo mejor posible a los hombres a los que voy adirigir.

    Eso no ser necesario si podemos firmar la paz con nuestros enemigos. Ydado que ya conoces a Carataco, tal vez resultes til durante las negociaciones.Vais a venir los dos conmigo.

    Muy bien, seor. Como ordene. Solo hay una cosa. Qu le hace pensarque el enemigo estar dispuesto a firmar la paz con Roma?

    Ostorio respondi con un fro tono de voz:Porque si no lo hacen, dejar perfectamente claro que, antes de terminar

    el ao, hasta la ltima aldea de todas y cada una de las tribus que se oponga anosotros ser arrasada, y los nativos que queden con vida sern todos vendidoscomo esclavos El gobernador bostez. Y ahora debo descansar un poco.Esto es todo, caballeros. Sugiero que disfrutis de los pocos placeres que puedeofrecer Londinio mientras podis. Estoy seguro de que en el comedor deoficiales tendrn algunas sugerencias. Podis retiraros.

    Macro y Cato se cuadraron, saludaron y se dieron media vuelta paramarcharse. Ostorio mir por un momento el montn de registros e informes quetena a sus pies, y acto seguido se levant lentamente de su asiento y se acerccon rigidez al estrecho catre de campaa colocado junto a la pared. Se sent enl, se tumb de lado sin quitarse las botas y se tap con la capa lo mejor quepudo, antes de sumirse en un agitado sueo.

    * * *

    Qu opinas de l? pregunt Macro cuando haban recorrido un corto trechodel pasillo al salir del despacho del gobernador.

    Cato ech un vistazo a su alrededor, y vio que no haba ningn funcionario lobastante cerca como para or sus comentarios.

    Ya no puede ms. Las obligaciones lo han agotado. Pero he odo que es uncomandante tan duro como el que ms.

    Macro se encogi de hombros.El hecho de ser duro no te hace inmune a la edad. Lo s muy bien. Yo y a

    no soy tan rpido en combate como antes. Al final nos pasa a todos.Cato le lanz una mirada.Pues mientras luches a mi lado no dejes que te pase a ti. Lo que menos

    necesito es a un vejete protegindome el flanco cuando estemos enzarzados conel enemigo.

    Eso es bastante ingrato, ms aun teniendo en cuenta que tuve que hacertede niera en tus primeras batallas cuando eras un recluta novato. Macro se rio

  • y mene la cabeza. Nunca me hubiese imaginado que acabaras siendo todoun soldado.

    Cato sonri.Aprend del mejor.Cllate, muchacho. Vas a hacerme llorar. Macro solt una risita. Luego

    su expresin se endureci. Ahora en serio. Tengo mis dudas sobre nuestronuevo general. Por la pinta que tiene ahora, unos cuantos meses en esta inhspitacampia acabarn con l. Justo en mitad de la campaa.

    No si puede negociar la paz con Carataco. O al menos con suficientes tribuspara dejarlo aislado.

    Qu posibilidades crees que hay de que Carataco quiera la paz?Cato record la pequea choza en la que Carataco lo haba interrogado.

    Recordaba con demasiada claridad el brillo resuelto en los ojos del britano,cuando dijo que preferira morir antes que inclinarse ante Roma.

    Si fuera de los que apuestan, te dira que son de cien contra uno.Y yo dira que es un porcentaje muy generoso, amigo mo. Macro

    chasque la lengua. Nos esperan momentos duros, Cato. Para variar.No podemos hacer nada al respecto.Claro que s! repuso Macro con una sonrisa burlona. Ya has odo lo

    que ha dicho: los placeres de Londinio se abren de piernas ante nosotros. Suexpresin se torn un poco preocupada. Siempre y cuando no le digas nada ami madre, eh?

  • Captulo V

    Bueno, chicos, qu os parece este lugar? pregunt Porcia mientrasocupaban una mesa cerca de la chimenea de la posada.

    Era la noche de su tercer da en Londinio, y la mujer estaba acompaada porsu hijo y por Cato. Estaba lloviendo otra vez, para variar. Un aguacero constante,sesgado por una fuerte brisa que azotaba las calles del villorrio, golpeteaba contralos pocos edificios con tejas y caa por los tejados de paja y juncos del resto.Anteriormente la posada haba sido un enorme granero, antes de que loampliaran con construcciones anexas que formaban un pequeo patio frente a laentrada. Una verja daba a una calle ancha, que se extenda desde el muelle delTmesis hasta el emplazamiento del complejo de la baslica. Pese al tiempo quehaca, la calle estaba llena de gente que iba de aqu para all, y el traqueteo delas ruedas de los carros y los rebuznos de las mulas se podan or claramente porencima del sonido de la lluvia.

    Macro se quit la capucha de su capa militar y recorri el antiguo granerocon una mirada rpida. La posada era clida y seca, con el suelo pavimentado ygenerosamente cubierto de paja para absorber la suciedad de las botas ysandalias de los que entraban de la calle. A un lado estaba el mostrador de lataberna, donde se haban insertado los grandes tarros que contenan el estofado yel vino caliente que se servan a los clientes. Varias mesas largas con bancos aambos lados llenaban casi todo el espacio abierto. Pese a todas las reformas, anse perciba un leve olor acre de caballo en la atmsfera que se mezclaba con eldel trigo, pero a Macro no le importaba. Haba olores peores que aquel.

    Est bastante bien admiti. Al menos comparado con la mayora delos que hay en la ciudad.

    Cato asinti con un gesto. Mientras esperaban la orden para unirse a Ostorio ya su Estado Mayor y formar parte de la delegacin que se reunira con loscabecillas tribales, haban visitado todas y cada una de las posadas que les habarecomendado Dcimo. En Londinio no haba mucho ms digno de ver. A pesarde sus recelos anteriores hacia el legionario licenciado, a Porcia le habaresultado til su consejo mientras inspeccionaba una serie de posadas y tanteabacon sutileza a sus propietarios para descubrir quin podra estar dispuesto avenderle el negocio.

    Cato le hizo un gesto a una sirvienta que haba detrs de la enorme barra, yella se acerc a toda prisa para tomarles nota. Era joven, apenas unaadolescente, regordeta y con no muy buen semblante, pero al menos hablaba unlatn razonable.

    Una jarra de vino para los tres. De qu es hoy el estofado?La joven se encogi de hombros.De lo mismo que todos los otros das: gachas de cebada y cebolla.

  • Cato forz una sonrisa.Suena bien. Pues tres cuencos, con pan. Supongo que es reciente, no?Se horne el otro da, seor. Es bastante reciente.Sin esperar ningn otro comentario, la muchacha dio media vuelta y regres

    al mostrador a toda prisa para preparar una bandeja con el pedido.Bastante bien? pregunt Porcia de manera inexpresiva mientras miraba

    fijamente a su hijo. No tienes nada ms que aadir?Qu quieres que diga? gru Macro. Es una posada como cualquier

    otra.Pues resulta que no replic la mujer agitando un dedo. Esta es la que

    quiero comprar. Gracias a Dcimo, me enter de que el propietario es unveterano de la Segunda Legin que y a se ha hartado de Britania y quiere venderpara regresar a Roma. Le he hecho una oferta y ha aceptado.

    Macro ech otra mirada ms prolongada al local.Por qu esta?Porcia present rpidamente sus argumentos, y los fue contando con los

    dedos mientras responda.En primer lugar, por la ubicacin. Por aqu pasan clientes en abundancia, y

    muchos de ellos trabajan en el cuartel general del gobernador, de modo quepueden permitirse pagar ms por el vino y la comida. En segundo lugar, hayocho habitaciones en el patio que ya estn alquiladas a viajeros. Y puedo aadirms alojamiento en la parte de atrs. Cuando la provincia se establezca, seguroque esta ciudad crece de tamao. Uno podr hacer una pequea fortuna con losque pasen por Londinio. Y en tercer lugar, en el lado opuesto del patio hay unospequeos almacenes que podramos alquilar al gremio de las prostitutas. Unservicio extra que algunos de los clientes agradecern, estoy segura. Aqu haymucho potencial, y el precio es muy justo. Hizo una pausa. Solo hay uninconveniente: lo que me queda del dinero que obtuve de la venta de mi local enArimino no va a cubrir la oferta que hice.

    Macro se sujet la cabeza con las manos y solt un suave bufido.Ya veo por dnde van los tiros, madre. Quieres que cubra lo que falta con

    mis ahorros.Pero no quiero que me lo des. Piensa en ello como en un prstamo, o

    mejor todava, como una inversin slida. Puedo cubrir la mitad del precio. Tpagas el resto, yo te nombro socio pasivo y puedes quedarte los cuatrodcimos de los beneficios se apresur a aadir.

    Macro levant la mirada bruscamente.Cuatro dcimos? Y por qu no la mitad, si cubro la mitad del precio?Porque yo voy a ser la que haga todo el trabajo duro. Cuatro dcimos. Es

    mi ltima oferta.Cato permaneci sentado sin moverse, observando el dilogo un tanto

  • impresionado por el buen sentido comercial de Porcia y su actitud implac