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Edición 2013

DOMUND 2013La verdadera riqueza está en el servicio

D.R. © Obras Misionales Pontificio Episcopales de México, A.R.Prolongación Misterios No.24

Col. Tepeyac-InsurgentesC.P. 07020 México D.F.

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ISBN: En trámite

Impreso en México

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Presentación del Director Nacional Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez

Carta Comisión Episcopal para la Pastoral ProféticaS.E. Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez

Carta Dimensión Episcopal de MisionesS.E. Mons. Fabio Martínez Castilla

Mensaje DOMUND 2013

Tema 1 La fe de la Iglesia

Tema 2 La misión, paradigma de la vida de fe

Tema 3 El anuncio eclesial

Tema 4 Misión y Nueva Evangelización

Tema 5 Vocación Misionera de la Iglesia

Estadísticas

lectio divina

EucaristIa

Hora Santa

Rosario Misionero

Viacrucis Misionero

Cantos

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Estimados amigos:

El año de la fe -que concluirá, Dios mediante, el 24 de noviembre de 2013- ha sido, para todos los que formamos la Iglesia, un tiempo de gracia en el que reflexionamos acerca de la fe, para “medir” en lo posible, nuestra condición de discípulos misioneros.

Este año 2013, además, ha estado marcado por muchas bendiciones y testimonios en nuestra Iglesia: la renuncia al pontificado de Benedicto XVI y el inicio del ministerio del Papa Francisco, han dado relieve a la fuerza de nuestra fe, y la presencia de quien sostiene y da vida a la Iglesia: el Espíritu de Dios.

Es muy importante profundizar en nuestra fe, ya que ésta siempre se convierte en anuncio. El mensaje del Santo Padre Francisco para el Domingo Mundial de las Misiones lo remarca desde el principio, una comunidad tiene una fe adulta cuando sale de sí misma y de su entorno para anunciar el Evangelio. En otras palabras, si una comunidad no sale a la Misión, tiene todavía un gran camino de maduración en la fe.

Estas palabras pueden sonar un poco fuertes, pero no es nada distinto en realidad al mandato misionero de Jesús “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes…” (Mt 28, 19). El Papa Francisco también nos dice en su mensaje DOMUND 2013 que es necesario “ampliar los límites de la fe”, es decir, ir más allá de nuestros propios problemas y necesidades pastorales y salir a los lejanos, a quienes no vemos, pero igual necesitan el Evangelio en sus vidas.

Que este Domingo Mundial de las Misiones sea una oportunidad para reflexionar en la madurez de la fe de nuestras comunidades, y nos motive a salir al encuentro de todos, en especial de los más lejanos.

Dios los bendiga.

Pbro. Guillermo Alberto Morales MartínezObras Misionales Pontificio Episcopales de México

Director Nacional

“Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a los “suburbios”, especialmente a aquellos que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida”.

Mensaje DOMUND 2013, 1

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Queridos hermanos:

La Misión ha estado presente, desde sus inicios, en el proyecto que Dios tiene para la humanidad. Ya desde el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel estaba destinado a dar testimonio a todas las naciones de la presencia amorosa de Dios, viviendo de tal manera la Alianza que por el profeta sabía que “acudirán pueblos numerosos. Dirán: ‘Venid, subamos al monte de Yahvé, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos su senderos” (Is 2, 3), Los habitantes del mundo rogarían al pueblo de Israel “Queremos ir con vosotros, porque hemos oído decir que Dios está con vosotros” (Za 8, 23).

En Jesús, esto llegará a cumplirse, “había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Éstos se dirigieron a Felipe, el de Bestaida de Galilea, y le rogaron: ‘Señor, queremos ver a Jesús” (Jn 12, 20-22).

Una vez resucitado Jesús de entre los muertos, envía a sus discípulos a hacer discípulos: “Id pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del padre y de Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28, 19-20).

La Iglesia ha entendido siempre este mandato de Jesús como parte de su mismo ser de Iglesia, la cual es “misionera por naturaleza” (AG 2), por eso, todo lo que hace la Iglesia debe tener siempre esa apertura universal, que incluya a todos los pueblos y culturas.

Este próximo Domingo Mundial de las Misiones, el Santo Padre Francisco nos invita a todos a reflexionar sobre nuestro compromiso misionero de tal forma que podamos renovar el mismo celo por la misión que encendía a las primeras comunidades cristianas y así todos experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (EN 80).

Con nuestro afecto fraternal, los saludamos.

Mons. Juan Manuel Mancilla SánchezObispo de Texcoco

Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética

“Invito a los Obispos, a los Sacerdotes, a los Consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana”.

Mensaje DOMUND 2013, 2

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La Misión es un servicio precioso que la Iglesia brinda al mundo. Llevar a todos los hombres la Buena Noticia de Jesús es, sin duda, una responsabilidad que debemos asumir todos los bautizados con el entusiasmo y esperanza que da el trabajar a favor de la llegada del Reino de Dios. Compartir el amor de Dios es el mejor regalo que podemos ofrecer a nuestro mundo.

En el Mensaje DOMUND de este año el Papa Francisco nos dice: “El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia”. Es por eso que todos los discípulos de Jesús estamos llamados constantemente a revisar en qué medida colaboramos en este servicio de la Misión a todas las gentes. No podemos callar ni guardar el amor de Dios que es nuestra verdadera riqueza.

El Santo Padre también nos invita “a los Obispos, a los Sacerdotes, a los Consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de ‘dar testimonio de Cristo ante las naciones’, ante todos los pueblos”. Por esto nos invita a Salir al encuentro de nuestros hermanos: Salgan a las calles…

Desde la Dimensión Episcopal de Misiones, junto con las Obras Misionales Pontificio Episcopales de México, buscamos colaborar con las Diócesis y Movimientos apostólicos del país, ofreciéndoles apoyo en la animación, formación e información misioneras, poniendo a su disposición materiales -como la presente catequesis del DOMUND- que les sirvan de apoyo en sus procesos formativos, y puedan ser punto de partida para muchas otras actividades en las que, de acuerdo a las necesidades particulares de cada lugar, podamos servirles mejor. Nuestra alegría desde la Dimensión Episcopal de Misiones será el poder servirles con generosidad.

Como Iglesia misionera, tenemos aún un largo camino por recorrer compartiendo el tesoro de la Iglesia que es la persona del Señor Jesús. Pidamos al Espíritu de Dios, nos llene de su luz y de su fuerza, para trabajar con empeño, testimonio, organización y valentía a favor de la gran obra misionera por él iniciada, y que, a semejanza de las primeras comunidades cristianas desde nuestra experiencia de Jesús lleguemos a tener “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32).

Mons. Fabio Martínez CastillaArzobispo de Tuxtla-Gutiérrez

Responsable de la Dimensión Episcopal de Misiones

“La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo”.

Mensaje DOMUND 2013, 5

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Queridos hermanos y hermanas, este año celebramos la Jornada Mundial de las Misiones mientras se clausura el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía. En esta prospectiva, querría plantear algunas reflexiones.

1. La fe, es un don precioso de Dios, el cual abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. ¡Dios nos ama! Pero la fe, necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. ¡Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación! Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia.

«El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum

Domini, 95). Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a los “suburbios”, especialmente a aquellos que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.

2. El Año de la fe, a cincuenta años de distancia del inicio del Concilio Vaticano II, es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones.

La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “límites” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. El Concilio Vaticano II destacó de manera especial como la tarea misionera, la tarea de ampliar los límites de la fe es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas: «Viviendo el Pueblo de Dios en comunidades, sobre todo diocesanas y parroquiales, en las que de algún modo se hace visible, a ellas pertenece también dar testimonio de Cristo delante de las gentes» (Decr. Ad gentes, 37). Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio. Invito a los Obispos, a los Sacerdotes, a los Consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana.

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3. A menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad. Pablo VI usa palabras iluminadoras al respecto: «Sería... un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer... es un homenaje a esta libertad» (Exhort, Ap. Evangelii nuntiandi, 80). Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio, Jesús ha venido entre nosotros para mostrarnos el camino de la salvación, y nos ha confiado la misión de darlo a conocer a todos, hasta los confines de la tierra. Con frecuencia vemos que son la violencia, la mentira, el error las cosas que destacan y se proponen. Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia. Porque, en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial. Pablo VI escribía que «Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia», Este no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (Exhort, ap. Evangelii nuntiandi, 60).Y esto da fuerza a la misión y hace sentir a cada misionero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo.

4. En nuestra época, la movilidad general y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos empujan a un gran movimiento de personas. A veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan. La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión, anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación, anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien.

El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. ¡Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza donada por la fe! La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor.

La Iglesia - lo repito una vez más - no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.

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5. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos - cada vez más numerosos - que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad - no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad - llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y dona esperanza. Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt. 28, 19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia. Hago un llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana. Y esta atención debe estar también presente entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren de escasez. Al mismo tiempo exhorto a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hechos 14:27). Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.

La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo.

Por último, dirijo un pensamiento a los cristianos que, en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes - aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos - que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida para permanecer fieles al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

Benedicto XVI exhortaba: «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año. Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).

Vaticano, 19 de mayo de 2013, Solemnidad de Pentecostés

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“Si deseas alcanzar tú también esa fe, trata, ante todo, de adquirir conocimiento del Padre. Porque Dios amó a los hombres, por los cuales hizo el mundo, a los que sometió cuanto hay en la tierra, a los que concedió inteligencia y razón, a los únicos que permitió mirar hacia arriba para contemplarle a Él, los que plasmó de su propia imagen, a los que envió su Hijo Unigénito, a los que prometió su reino en el cielo, que dará a los que le hubieren amado. Ahora, conocido Dios Padre, ¿de qué alegría piensas que serás colmado? ¿O cómo amarás a quien hasta tal extremo te amó antes a ti? Y en amándole, te convertirás en imitador de su bondad.”

Carta a Diogneto, X

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¿Qué es la fe?

Antes de exponer algunas ideas acerca de la fe, parece conveniente precisar lo que no es, ya que podemos encontrarnos con diferentes concepciones erróneas que retuercen el significado de la fe y puede llevar a muchos a confundirse cuando mencionemos la palabra “fe”.

• No es fideísmo-fundamentalismo, ya que esto implica asumir rigurosamente ideas supuestamente religiosas sin intentar comprenderlas o profundizarlas, implica una actitud de soberbia que pretende conocer claramente lo que Dios dice y desea, además rechaza el diálogo con quienes no comparten esta visión de la realidad. Las consecuencias de esto es que, o se condena otras formas de pensar, o se aísla del mundo, en vez de sembrar el Evangelio.

• No es credulidad-ingenuidad, que es vivir con una mentalidad infantil, adoctrinada, creyendo ciegamente lo que los “superiores” le cuenten, por absurdo que sea. Es cierto que algunas cuestiones de fe son difíciles de entender, sin embargo éstas no son irracionales; al contrario, es necesario que lo que propone la fe pueda ser asumido y profundizado por la razón.

• No es evasión de la realidad, muchos piensan que los creyentes, atemorizados por el mal y las dificultades

de la vida, buscan esconderse en fantasías e ilusiones de mundos mejores; al contrario, la fe implica comprender y enfrentar la realidad, con esperanza, para poder transformarla.

• No es pensamiento mágico o superstición, es decir, pensar que se puede manipular a Dios, en una dinámica de compra-venta, “creo para que me vaya bien en la vida”, o “hago el bien para ir al cielo”; aunque algunos creyentes asumen esta forma de pensar, es necesario superar esta forma de ver la fe, hacia una mejor comprensión de Dios y su voluntad hacia los hombres.

En el Antiguo Testamento hay dos palabras que se han traducido como fe: aman que evoca la solidez y la seguridad, y batah que habla de seguridad y confianza. En el Nuevo Testamento está el término pístis que traducimos como fe, confianza, creencia, convicción; o elpis, esperanza; pepoitha, convicción; y aletheia, verdad. Es decir, al hablar de fe se entiende en un mismo concepto la solidez y seguridad, la confianza y la esperanza, la creencia y la convicción, la fidelidad y la verdad1.

La Iglesia desde antiguo ha comprendido la fe como un “acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia”2 es decir, como un acto donde la inteligencia y la voluntad del hombre, iluminadas por la gracia, aceptan y asumen lo que Dios ha revelado.

En la carta a los Hebreos se nos dice que la fe es “garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve”3. Ya el Papa Benedicto XVI nos había enseñado “fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos... da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una «prueba» de lo que aún no se ve”4.

1 LÉON-DUFOUR, Xabier., Voz “Fe” en Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona 1993, p. 3272 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologica, 2-2.2,93 Heb 11, 14 Spe Salvi 77

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La fe como fundamento

Desde los orígenes del hombre, se ha dado un proceso de avance en el conocimiento y el control de la naturaleza que continúa hasta nuestros días. Hoy la ciencia y la tecnología han logrado espectaculares avances que han repercutido en la calidad de vida de los seres humanos. La ciencia médica abre enormes panoramas para la salud del hombre, la física nos revela nuevas formas de entender la realidad, la economía plantea nuevas soluciones a los problemas del mercado, y hay una mentalidad de fondo que asume una postura incluyente de todas las culturas y formas de pensar, especialmente las que valoran la compasión y la tolerancia; en general, los hombres parecieran tener un buen panorama para su futuro.

Sin embargo, hay que precisar que la esperanza del hombre actual está puesta en un futuro a corto plazo, en el bienestar, en el logro de metas personales, en el desarrollo de sus capacidades, en la riqueza, en el reconocimiento. Los tiempos en que se tenía una visión de humanidad, como colectivo, están lejos. Hoy parece afirmarse el valor de la individualidad, y por eso, todo lo que no repercuta en beneficios inmediatos y personales es rechazado como alienante.

Incluso se llegan a reconocer las carencias de nuestro mundo en general: pobreza, hambre, desigualdad, delincuencia, etc. Sin embargo, se considera que estarán, de alguna manera, resueltas o por resolverse si se trabaja en ellas. En este contexto es pertinente preguntar ¿Qué es ese “algo” que nos da la fe, según Benedicto XVI, a los hombres de hoy? ¿Puede el hombre, con todo lo que ha logrado, vivir sin fe? ¿Es necesaria la fe para el hombre?

Las preguntas quizá pudieran reformularse desde otra perspectiva ¿Es posible poner el fundamento de la vida en la ciencia y la tecnología? ¿En la medicina, la física y la economía? ¿El hombre puede colocar su esperanza en lo que él mismo creó? ¿Puede confiar su vida y su sentido a su propio conocimiento y habilidad? El hombre que afirma continuamente su individualidad ¿Puede inclinar su cabeza y entregar su destino y el del mundo a la dinámica de ensayo y error?

Ambos estilos de preguntas implican extrapolación de competencias, ya que, dar sentido a la vida es mucho más de lo que les toca a la ciencia y la tecnología; y hablar de “utilidad” de la fe, es reducirla a un simple instrumento práctico de solución de problemas.

Así pues, es importante distinguir el servicio que la fe presta al hombre y al mundo, entendiéndola en un contexto profundo, como “fundamento” de la vida. El hombre tiene fe desde que asume que hay un fundamento que está más allá de él mismo, así como puede decirse que el niño pequeño tiene fe en sus padres, en el sentido que confía su vida en ellos; y de modo semejante el adulto confía en el médico, en el catedrático, en el ingeniero, etc. en sus respectivos campos de competencia, un ejemplo es la expresión “confío en mi médico”; sin embargo, hay también quién confía su vida en su propia persona o en sus capacidades, en sus bienes, en su inteligencia, etc., por ejemplo: “tengo fe en mí mismo”.

Hay incluso una tendencia pseudorreligiosa que nos invita a buscar el fundamento en nuestro propio interior a un nivel más profundo; o en experiencias cósmicas que nos integren en la energía del universo; ambas pueden tener elementos positivos pero su limitación es que descartan o ignoran la existencia de un Dios personal5 que tenga relación con los hombres.

5 Cfr. MASSERDOTTI, Franco; La Misión al servicio del Reino, San Pablo, Madrid, 1997, p. 20.

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Los creyentes, en cambio, afirmamos que sólo Dios puede ser fundamento de la vida del hombre, en primer lugar porque es el creador, es quien sostiene y mantiene a sus criaturas; pero también porque se ha revelado como cercano al hombre, como un Dios que quiere que el hombre crezca bajo su amorosa protección. Así lo ha visto Benedicto XVI “La fe otorga a la vida una base nueva, un nuevo fundamento sobre el que el hombre puede apoyarse, de tal manera que precisamente el fundamento habitual, la confianza en la renta material, queda relativizado”6.

La fuerza de la fe

Va justamente en este sentido lo que el Papa Francisco nos dice en el mensaje del DOMUND de este año “La fe es un don precioso de Dios, el cual abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar”7. Podemos encontrar en nuestro tiempo una cierta cerrazón de la mente para lo divino. El secularismo nos ha llevado a una forma de pensar en la que cualquier referencia a Dios está en peligro de desaparecer, no sólo en los campos en los que la justa autonomía de las ciencias y la política lo exigen, sino incluso allí donde la fe se ha manifestado anteriormente de formas sublimes como en el arte y la literatura.

Esta cerrazón de la mente a Dios viene de un proceso histórico en el que los discípulos de Jesús muchas veces no han sabido demostrar su fe mediante un buen testimonio, pero también porque en el imaginario popular, y también en el “culto”, se ha torcido la imagen del Dios de Jesús, el cual, en ocasiones es percibido, clara o veladamente, como un obstáculo para el desarrollo del hombre, o como causa de guerras religiosas, o incluso como represor de los deseos y aspiraciones de la humanidad.

En cambio, el Dios que nos hace el don de la fe, es un Dios tan bueno que “quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. ¡Dios nos ama!”8. El significado de la vida ha sido una constante en la vida del hombre, pero actualmente en muchas partes es entendido como algo puramente individual, subjetivo, independiente de criterios de bondad y de belleza. La fe, en cambio, nos dice que hay un criterio válido y objetivo que es Dios, quien quiere compartir su vida de bondad y belleza con los hombres.

Sin embargo, la fe “necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia”9, la fe exige una respuesta del hombre, y no una respuesta a medias, sino una respuesta “extrema”. Así lo entiende también el siguiente texto del Nuevo Testamento: “Mi justo vivirá por la fe, más si es cobarde mi alma no se complacerá en él. Pero nosotros no somos cobardes para perdición, sino hombres de fe para salvación del alma”10.

¿Por qué la fe implica coraje y valor? El hombre sin fe puede tomar sus decisiones desde el miedo, manifestado en la duda y en el egoísmo, al no tener un fundamento de la vida y teniendo que enfrentar a un mundo duro y hostil, pone su confianza en seguridades parciales e inmediatas como el dinero, los bienes materiales, sus propias capacidades, en fin, en cualquier cosa a la cual aferrarse y con la que pueda defenderse y sobrevivir en esta realidad efímera.

6 Spe Salvi, 87 Mensaje DOMUND 2013, 18 Mensaje DOMUND 2013, 19 Mensaje DOMUND 2013, 110 Heb 10, 38-39

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El hombre de fe, en cambio, apuesta por un Dios amoroso y sabio, que tiene un plan de redención para el hombre y para la creación; tiene la certeza de que la vida tiene un fundamento en el bien, en el orden y en la belleza; sabe que todo tiene un sentido último, por lo cual, las decisiones que tome ahora tendrán consecuencias para él mismo y para los demás en medio de una gran Historia de la Salvación.

Por eso, el hombre de fe no tiene miedo al mal ni a la muerte -no porque esté cegado a la realidad, ni porque se refugie en un mundo imaginario- sino porque tiene desde ahora una visión más amplia, más lúcida, que le permite distinguir, en medio de las dificultades, de la enfermedad, de la precariedad y de la muerte, el bien y la belleza del mundo, y le da valor para colaborar en el anuncio de la llegada del Reino de Dios, que es a la vez don de Dios, y tarea de los creyentes.

Es precisamente en este tiempo en que nos acercamos a la conclusión del “Año de la fe” una excelente oportunidad para profundizar como Iglesia en la manera que compartimos nuestra fe con los demás, si es una fe madura, si no caemos en una fe falsa, etc.

El transcurso de este “Año de la fe” ha incluido dos acontecimientos especiales que pueden leerse y ser iluminados desde la fe, la renuncia de Benedicto XVI al pontificado y el inicio del ministerio del Papa Francisco, los cuales marcan un cambio trascendente en la historia de la Iglesia, especialmente por la solidez doctrinal y amor por la verdad que nos hereda Benedicto XVI y la sencilla bondad y vivencia evangélica que nos muestra el Papa Francisco. Dos formas de vivir la fe, no opuestas sino complementarias, que nos llaman a la urgencia de compartir con el mundo -muchas veces indiferente, pero siempre necesitado de Dios- el tesoro que llevamos en vasijas de barro, la fe de la Iglesia.

Al finalizar este sencillo tema hemos recibido un regalo del Papa Francisco: una encíclica que precisamente trata sobre la fe, la Lumen Fidei, escrita según el mismo Santo Padre “a cuatro manos” es decir, retoma los trabajos que Benedicto XVI inició para una encíclica acerca de la fe, y añade lo que considera pertinente. Esta encíclica puede leerse, a la luz de la fe, como un fruto más de ambos pontificados.

Preguntas de reflexión

• Medita el cómo has madurado la propia fe. Revisa si no has simplificado la fe en fideísmo, fundamentalismo, credulidad y demás formas distorsionadas de fe.

• ¿La fe es fundamento de tu realidad? ¿De qué manera? • Dijimos que la fe implica coraje y valor. ¿Has podido comprobarlo en tu vida? ¿Cómo?

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“Efectivamente, muchos de los discípulos de entonces, heridos en sus almas por la Palabra divina con un amor muy fuerte a la filosofía, primeramente cumplían el mandato salvador, repartiendo entre los indigentes sus bienes, y luego emprendían viaje y realizaban obra de evangelistas, empeñando su honor en predicar a los que todavía no habían oído la palabra de la fe y en transmitir por escrito los divinos evangelios. Estos hombres no hacían más que echar los fundamentos de la fe en algunos lugares extranjeros y establecer a otros como pastores, encargándoles el cultivo de los recién admitidos, y enseguida se trasladaban a otras regiones y a otras gentes con la gracia y la cooperación de Dios.”

Eusebio de Cesárea. Historia Eclesiástica, III, 37, BAC, Madrid, 2002, pp. 187-188

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La Fe se comparte

El Santo Padre Francisco nos dice en el mensaje DOMUND de este año que la fe “es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido”1.

La fe es un don que es al mismo tiempo una tarea; es don de Dios para los creyentes, ya que ilumina sus vidas y les permite entender la realidad y vivirla con valentía y confianza; pero también es tarea, es una responsabilidad el comunicar a todos, aquello que da fundamento a nuestra vida, lo que nos hace confiar en el futuro, lo que nos permite ver más allá de la precariedad del mundo, es decir, la fe.

Nos dice el Papa Francisco el riesgo que corre quien guarde este don de la fe para sí mismo: “nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos”2.

• Un cristiano aislado. Desde el principio, Dios crea al hombre no para estar aislado sino para vivir en comunidad “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2, 18) es decir, está llamado a formar una familia. Tampoco la Alianza con Dios se puede vivir aisladamente, sino en comunidad, “seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios” (Jr 30, 22). También Jesús llama a doce, y forma con ellos el inicio de una nueva familia, la Iglesia. Una tentación presente incluso a las mismas comunidades cristianas es el aislarse, por eso se ha remarcado que una de las notas esenciales de la Iglesia es que ésta es Católica, es decir, universal, abierta a todas las culturas, a todos los hombres, en todo tiempo. Por eso, el creyente vive y anuncia su fe, sale al encuentro de todos, especialmente los más lejanos, ya sean lejanos territorialmente, o sean lejanos ideológicamente, pero debe salir de sí mismo, si no, pone en riesgo su propia identidad, o no podría decir que es cristiano.

• Un cristiano estéril. El hombre, desde el principio, está llamado por Dios a dar fruto, ya que tiene en su propio ser el Espíritu de la vida que Dios insufló en él al crearlo. Además, las primeras palabras que dirige a los hombres son: “sed fecundos y multiplicaos” (Gn 1, 28). En el mismo libro del Génesis la esterilidad, el no tener hijos es visto como una maldición, de ahí la importancia de la promesa que Dios hace a Abraham acerca de su descendencia en su vejez. En el Nuevo Testamento Jesús trasciende la fertilidad puramente física, e invita a una fecundidad superior: nos llama a ser como la semilla que muere y da fruto (Cfr. Jn 12, 24), y no ser como la higuera que, sin frutos, no sirve para nada y se seca (Mt 21, 18-19). El anuncio de la fe hace al cristiano fecundo, le permite dar fruto en un mundo necesitado de vida.

• Un cristiano enfermo. Jesús nos dijo que él es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6), ha venido para darnos vida en abundancia (Jn 10, 10), sanó enfermos como señal de la llegada del Reino de Dios (Jn 4, 46-54; 5, 1-18; 9, 1-41), mandó a sus discípulos a sanar a las personas de las enfermedades (Lc 9, 1; Mt 10, 1; Mc 6, 12). Sin embargo, las curaciones son signos que acompañan el anuncio del Evangelio, es decir, conforme la fe llega a las personas, sus vidas entran en una dinámica de salud y salvación. En caso contrario, cuando un creyente guarda para sí el anuncio del Evangelio, no conserva la salud que éste conlleva, sino que lo echa a perder, como agua estancada.

Por eso el Santo Padre nos dice “El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia”3. En otras palabras, quien no anuncia el Evangelio no es discípulo de Cristo, o por lo menos no lo es plenamente, y tampoco pertenece a la Iglesia.

1 Mensaje DOMUND 2013, 12 Mensaje DOMUND 2013, 13 Mensaje DOMUND 2013, 1

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El anuncio de la Buena Nueva está tan íntimamente unido a la esencia de la Iglesia que, rechazar esta tarea implicaría necesariamente renunciar a “ser” Iglesia; esto ha sido remarcado constantemente por parte del Magisterio con la expresión “La Iglesia es misionera por naturaleza”4.

A primera vista pareciera necesario, desde un punto de vista cronológico, empezar con abrir la mente y el corazón a la fe, crecer y madurar en la fe, para luego salir a anunciarla –ya que se dice que nadie da lo que no tiene-. Sin embargo, el criterio de madurez en la fe de una comunidad es precisamente salir a la misión, así lo afirma el Santo Padre Francisco: “Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a los “suburbios”, especialmente a aquellos que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo”.

Es decir, no es un proceso estrictamente cronológico sino más bien sincrónico, la fe se madura, se expresa y se celebra al mismo tiempo. En toda acción de la Iglesia tiene que aparecer de fondo –o transversalmente si se quiere- la apertura al exterior, la capacidad de ver más allá de “mi mundo” y poder ir afuera, a los lejanos, a todos aquellos que no forman parte de mi entorno. Dicho en palabras de un teólogo “El éxodo misionero y pastoral significa salir del “mundo de uno” para ir al “mundo del otro”5.

Todo esto sin dejar de preocuparnos por dar testimonio en nuestro propio ambiente, para no ser “oscuridad de la casa”. Así lo dice el mensaje del DOMUND de este año “La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida”6. De esta manera, tener una fe madura implica compartirla con todos, los cercanos y los lejanos, sin descuidar jamás a nadie.

Ampliar los límites de la Fe

Algo lamentablemente común en las comunidades cristianas –dígase movimientos, parroquias, grupos, etc.- es dejarse abrumar por las propias circunstancias. Los trabajos y las dificultades van causando poco a poco una visión limitada que hace que las comunidades se encierren en sí mismas y dejen de ver su responsabilidad evangelizadora por los lejanos. Abundan expresiones como “primero con los cercanos”, “que vamos a hacer tan lejos si aquí también hay necesidad”, etc. Muchas veces incluso se llega a pensar en la propia pobreza como un límite para la transmisión de la fe: “¿y cómo vamos a mantener a los misioneros?” “¿y si nos quedamos sin dinero?”.

Ante esto es indispensable regresar a la fe de la Iglesia, y cuestionar la propia madurez en la fe, ya que no es posible para un creyente por un lado, decir que vive y celebra la fe y por otro mantener una actitud de aferrarse a seguridades como el dinero, el personal, o la comodidad. Esto, más que otra cosa, habla de un mal entendimiento de lo que es la fe, e incluso una ausencia absoluta de ella.

El Santo Padre nos menciona: “La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “límites” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. El Concilio Vaticano II destacó de manera especial como la tarea misionera, la tarea de ampliar los límites de la fe es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas”7.

4 Cfr. Ad Gentes, 2; Evangelii Nuntiandi, 145 GALILEA, SEGUNDO; La inserción en la vida de Jesús y la Misión, Paulinas, Bogotá, 1991, p. 76 Mensaje DOMUND 2013, 17 Mensaje DOMUND 2013, 2

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Esta misma idea de “rebasar o ampliar los límites” se encuentra en varios teólogos de la Misión:

• “Una comunidad cristiana que ya no experimente, ella misma, con outreach (proyección) misionera, el milagro de su transformación en una comunidad mayor, en unión con aquellos que hasta entonces no le pertenecían, pierde eo ípso el poder de afincarse incluso en la forma que hasta aquel momento tenía”8

• “Con esto se expresa un elemento esencial de la existencia cristiana: la Iglesia que no es misionera, es decir, que no se proyecta misioneramente sobrepasando sus propios límites, no es genuina Iglesia”9.

Es muy claro que, sin ampliar los límites de la fe, sin ver hacia afuera, sin Misión, no puede existir Iglesia.

¿Cuáles son los límites de la Misión? Es todo lo que marca el “más allá”. Desde el punto de vista estrictamente geográfico, el más allá significa lo que está fuera de mi país o de mi región, según las fronteras políticas ya definidas. En este caso ser misionero es salir de la propia tierra en sentido estrictamente literal, recordemos a Pablo siendo enviado a donde el Espíritu lo llama (Hch 13, 2-4 ∙ 16, 6-10).

Además de las fronteras territoriales es necesario hablar de fronteras culturales, ya que en un mismo territorio coexisten grupos humanos con diferentes formas de pensar, incluso con diferente idioma y tradiciones. En este caso la Misión consistiría en salir hacia aquel o aquellos que no pertenecen a nuestra cultura a pesar de estar cerca: indígenas, migrantes, turistas, trabajadores, estudiantes, etc. Así lo hace Pedro al evangelizar al centurión Cornelio, superando, gracias al Espíritu Santo, las barreras culturales judías para que el anuncio del Evangelio llegara a todos (Hch 10-11).

También se habla de los límites de la fe en los individuos. A diferencia de muchas de las misiones en la antigüedad, en donde se lograban conversiones masivas, de pueblos enteros, ahora estamos en panoramas diferentes; el hombre actual es, en general, muy celoso de su individualidad, rechaza todo gregarismo, exige respuestas que afecten a su propia persona y su entorno. Es todo un reto, pero al mismo tiempo debiera ser lo más cotidiano: la conversión lograda no únicamente por misioneros “de oficio” sino por todo el pueblo de Dios, todos anunciando el Evangelio con palabras y testimonio de vida. Aprovechando todos los momentos cotidianos para mostrar a Cristo a todos aquellos con los que nos encontremos. Un ejemplo de esto es Felipe al explicar las Escrituras al eunuco etíope, en un encuentro casi casual pero inspirado por el Espíritu (Hch 8, 26-40).

Para lograr todo esto, es indispensable una conversión de la pastoral10 en las Diócesis y Parroquias, en la que sea redescubierto y renovado el compromiso misionero, y que podamos rebasar los límites de nuestros grupos apostólicos, de nuestras Parroquias y Diócesis. Que podamos “salir” de nuestro pequeño mundo hacia el “otro”.

8 BÜRKLE, H., Missionstheologie, Stuttgart-Berlín, 1979, p. 155.9 MÜLLER, KARL., Teología de la Misión, Verbo Divino 1988, Navarra, p. 38.10 Conversión, en griego metanoia es “cambio de mente”. En Aparecida se habla de conversión pastoral al hablar sobre la Misión Continental (DA 365-372). Aunque por su mismo nombre (Continental) implica un marco definido, en el contexto del Mensaje DOMUND 2013 y en el mismo Documento de Aparecida (373-379), aparece la necesidad de “ampliar sus límites”, un lamentable error sería excluir o postergar la Misión Ad Gentes.

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Paradigma de la vida de fe

En el ambiente organizacional y de negocios hace tiempo se utilizó -y sigue vigente- la expresión “cambio de paradigma11” para expresar la necesidad de las organizaciones de cambiar esquemas mentales y formas de actuar que no responden adecuadamente a las necesidades de las empresas, o a los cambios en el entorno. La palabra “paradigma” viene del griego y significa plan de arquitectura, modelo, ejemplo, lección o prueba. De alguna manera es una brújula que revisamos constantemente para asegurarnos que vamos en la dirección correcta en nuestros proyectos.

En el caso de la vida de fe, el paradigma -nos dice el Papa- es la Misión “La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana”12. Hace, por tanto una distinción valiosa: una cosa es ver la misión como parte del programa de la vida cristiana, y otra ver la misión como el modelo de la vida cristiana. Ambas visiones no son contradictorias sino complementarias.

Al contrario de las demás organizaciones, al creyente y a la comunidad no se le pide un cambio de paradigma, sino un retorno al paradigma original, que sigue siendo el mismo que siguió Jesús, misionero del Padre en el Espíritu, el mismo de los Apóstoles, de los Padres de la Iglesia, de los grandes misioneros.

Por eso la invitación de cada año a revisar y renovar nuestro compromiso misionero, adquiere un apremio especial del Papa Francisco “Invito a los Obispos, a los Sacerdotes, a los Consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de dar testimonio de Cristo ante las naciones´, ante todos los pueblos”13.

Un elemento muy interesante de esta invitación del Santo Padre es que pide “dar relieve” a la dimensión misionera en los programas eclesiales, es decir, no pide añadir, o retomar, como si se tratara de algo nuevo o descuidado, sino que pide dar relieve a lo que desde siempre debió haber estado. Si nuestros programas han omitido a la Misión quedan en el estatus de compromiso apostólico incompleto.

Por eso es conveniente revisar individual y comunitariamente, grupos, movimientos, Parroquias, Diócesis y evaluar en todas nuestras actividades eclesiales el relieve que le hemos dado a la Misión, si compartimos nuestra fe, si ampliamos cada vez más los límites de esa misma fe y si la Misión ha sido el paradigma de nuestra fe.

11 Esto viene del libro de Thomas Kuhn La Estructura de las Revoluciones Científicas, en el cual dice que los científicos e investigadores operan desde paradigmas, que les permiten obtener resultados, pero al mismo tiempo les marcan límites que, frente a nuevos descubrimientos, deben ser replanteados constantemente.12 Mensaje DOMUND 2013, 213 Mensaje DOMUND 2013, 2

Preguntas de reflexión

• El anuncio del Evangelio es consecuencia de la madurez en la fe. ¿Hemos dejado atrás los rasgos de los que nos previene el Santo Padre: aislados, estériles, enfermos?

• ¿Cuáles son los límites actuales de nuestra fe, a nivel comunitario y personal? ¿Podemos ampliarlos? ¿Hacia donde?

• ¿Es la Misión Ad Gentes el paradigma de nuestra fe? ¿Así lo mostramos en las actividades de nuestros grupos y parroquias? ¿Y a nivel diocesano?

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“La Iglesia, enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos, sabe que le queda por hacer todavía una obra misionera ingente. Pues los dos mil millones de hombres, cuyo número aumenta sin cesar, que se reúnen en grandes y determinados grupos con lazos estables de vida cultural, con las antiguas tradiciones religiosas, con los fuertes vínculos de las relaciones sociales, todavía nada o muy poco oyeron del Evangelio; de ellos unos siguen alguna de las grandes religiones, otras permanecen ajenos al conocimiento del mismo Dios, otros niegan expresamente su existencia e incluso a veces lo persiguen. La Iglesia, para poder ofrecer a todos el misterio de la salvación y la vida traída por Dios, debe insertarse en todos estos grupos con el mismo afecto con que Cristo se unió por su encarnación a determinadas condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió.”

Ad Gentes, 10

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La fe viene de Dios

En un mundo cada vez más secularizado, la fe aparece como un elemento individualizante de las personas. La secularización nos dice que cada quien es libre de elegir su propia fe, de seguir su propio camino, incluso si éste le lleva a situaciones de muerte; ya que parece ser un requisito para la afirmación de las personas y de sus derechos el no seguir a nadie, y trazar su propia ruta, aunque ésta sea equivocada; aquí el relativismo nos dice que nadie está equivocado, que todo camino es válido.

Aún dentro de las religiones establecidas, hay muchas personas que, perteneciendo a alguna, vive y practica esa fe a su modo, según el criterio de lo que considera relevante y útil para su vida. El otro criterio es no imponer a los demás la propia fe, ya que todos tienen derecho a su propia opinión, sea esta irracional, miope, o surgida de sus pasiones u ocurrencias.

En la reciente encíclica sobre la fe el Papa Francisco nos dice: “La fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva, sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio”1. Afirma que la fe, nace de la escucha, ¿la escucha de qué? Contrario a lo que nuestro entorno secularizado y relativista nos repite, la fe no es una ocurrencia nacida en el interior de los creyentes, ya que si lo fuera, no sería exigente, sería sólo una creencia cómoda y adaptable. Al contrario, los fieles sabemos que la fe surge de la escucha de otro, no viene de nosotros mismos, ni siquiera de nuestros sentimientos más bellos, sino de Dios, dice el texto de Isaías “porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros proyectos son mis proyectos, -oráculo de Yahvé- Pues cuanto se elevan los cielos sobre la tierra, del mismo modo se elevan mis proyectos sobre los vuestros”2.

Esto es lo que da garantía y validez a la fe, es la Palabra de Dios que se dirige al hombre la que suscita en éste una respuesta. Es una Palabra exigente y amorosa a la vez, de tal manera que nadie puede quedar indiferente una vez que ha escuchado la Palabra de Dios, dice el profeta Amós “Ruge el león, ¿quién no temerá? Habla el Señor Yahvé, ¿quién no profetizará?”3 Esta Palabra transforma completamente a quien la recibe, cambiando para siempre su forma de ver la realidad, así lo dice el Santo Padre “Quien ha sido transformado de este modo adquiere una nueva forma de ver, la fe se convierte en luz para sus ojos”4.

Generalmente se piensa que una gran parte de los obstáculos para la fe viene de afuera, de un ambiente opuesto a Dios y a su Iglesia. Aunque esto es cierto, no es posible negar que ha sido mayormente una cierta debilidad en la fe por parte de los creyentes, la que ha obstaculizado el mismo anuncio del Evangelio: “A menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles”5.

El anuncio y la libertad

Ésta es una llamada de atención para todos los bautizados, en especial para los que conocemos la misión a la que estamos llamados. Lamentablemente hay una idea algo arraigada en muchos creyentes, la cual, juzga con severidad los excesos cometidos en el pasado en la evangelización de los continentes, se critican los métodos, el abuso de las instituciones temporales, así como la destrucción de la cultura de los destinatarios del anuncio 1 Lumen Fidei, 222 Is 55, 8-93 Am 3, 84 Lumen Fidei, 225 Mensaje DOMUND 2013, 3

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evangélico; si bien es verdad la existencia de injusticias históricas en la forma en que se desarrolló el proceso evangelizador, también es verdad que a pesar de las equivocaciones que se hayan podido cometer, detrás de éstas había un fervor, un celo apasionado por el Evangelio y la Misión. Ese mismo fervor que ahora se muestra débil.

Si lo equivocado era el método, no lo debe ser la pasión por la misión; si se usaron instituciones humanas para dar solidez a la evangelización, no es pretexto ahora que la Iglesia ha perdido en gran medida esas seguridades; si el problema es la destrucción de la cultura, desde hace tiempo la Iglesia ha exigido una evangelización inculturada. ¿Por qué entonces pareciera que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad?6

Al contrario, una de las condiciones necesarias para la libertad es el poder conocer la verdad. Quien no conoce la realidad, o quien la conoce parcialmente tiene menos opciones. Una visión limitada forzosamente limita el camino a seguir. Sólo cuando las personas tienen un panorama amplio y claro están en verdaderas condiciones de elegir lo que más les convenga, lo que consideren mejor. Por eso, ocultar la Palabra de Dios, es atentar verdaderamente contra la libertad de los hombres, nos ha dicho Pablo VI “proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer... es un homenaje a esta libertad»”7

Así pues, la labor del creyente es ser heraldos del Evangelio, es decir, proponer con respeto, pero también con valor y alegría a Cristo. Resulta curioso que el creyente llegue a tener escrúpulos para el anuncio de la Buena Nueva, mientras que el mundo no los tiene para hacer su propio anuncio “Con frecuencia vemos que son la violencia, la mentira, el error las cosas que destacan y se proponen”8.

• La violencia. En nuestro mundo parece imperar la violencia, no sólo la que aparece como tal en los noticieros, sino la asumida como “legítima” o “institucional” o simplemente la violencia generada por la indiferencia ante el otro. La violencia tiene de fondo una ideología que, supuestamente basada en la naturaleza, privilegia al más fuerte; la razón, la verdad y el derecho están del lado de quien se puede imponer a los demás, de quien puede coaccionar mediante la fuerza, o sobre todo, mediante el poder económico, también hay violencia ejercida por algunos con supuestas promesas de bienestar, que atrapan a las personas en una esclavitud subyugante. Por cuanto la violencia lleva a la muerte y degradación del hombre, es rechazada categóricamente por el Evangelio9, ya que Cristo, humilde y manso de corazón, opone a la violencia el amor y la vida.

• La mentira. Va unida a la violencia ya que la justifica, llamando bien al mal y viceversa. La mentira toma diferentes formas, y aunque afirma que no hay verdad sino muchas verdades igualmente válidas, siempre pretende posicionar esto como la única verdad. La mentira siempre maquilla el mal, para hacerlo aceptable, y va subiendo su pretensión hasta lograr que no sólo sea aceptable sino que éste se imponga como norma para los hombres. Los discípulos reconocemos que Jesús es la Verdad que ilumina toda la realidad, permitiéndonos ver con claridad el camino, para distinguir el bien del mal. El Evangelio de san Juan nos muestra que el padre de la mentira es el diablo y sus hijos los mentirosos10.

6 Mensaje DOMUND 2013, 37 Evangelii Nuntiandi, 808 Mensaje DOMUND 2013, 39 Mt 5, 38-42; 18, 21-22; 26, 51-56; Lc 6, 27-38; 9, 51-55; Jn 8, 37-59.10 Cfr. Jn 8, 44

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• El error. Puede ser por equivocación o ignorancia pero es siempre una falsa representación de la realidad. Supone la apariencia de lo correcto, en un ambiente en el que la mentira y la violencia se manifiestan constantemente, las personas, aún con las mejores intenciones, con nobles sentimientos, incluso con una gran pasión por la justicia, pueden estar contaminadas por el error, y por lo tanto, sus acciones bien intencionadas, pueden llegar a colaborar con aquello contra lo que luchan. El error se vale de lo mejor de las personas, deformando y retorciéndolo hasta llegar a defender la injusticia o la violencia. Es cierto que todos nos equivocamos, y estamos llamados a superar nuestros yerros y enderezar el camino. Sin embargo, el error nos puede llevar a la terquedad, a no reconocer nuestra fragilidad y creer que quien nos corrige nos está atacando. El hombre evangelizado tiene la obligación de vivir en la justicia en comunión con la verdad que procede del Evangelio y la vive en actos morales que lo relacionan con sus hermanos.

En Derecho, la violencia y el error, donde podemos incluir a la mentira, son vicios de la voluntad11, ya que suponen que la libertad de una persona está condicionada y por lo tanto, ésta no puede dar su consentimiento en algún tipo de contrato. Sin pretender extrapolar campos del conocimiento, se puede decir, sin embargo, que nuestro mundo que valora y defiende tanto la libertad, está generalmente condicionado. La voluntad de las personas para tomar decisiones, es agredida continuamente por mensajes de violencia, error y mentira.

Es ante este panorama donde los creyentes estamos llamados a anunciar a un Jesús que es Él mismo la verdad, que rechaza la violencia, y nos muestra el camino para crecer plenamente como seres humanos. Las palabras y acciones que realicemos deberán resplandecer ante un mundo oscuro y muchas veces satisfecho de sí mismo, nos dice el Santo Padre “Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia”12.

No se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia

Es relativamente común escuchar, incluso de parte de los creyentes “Yo creo en Cristo pero no en la Iglesia”, es decir, se pretende separar completamente a Cristo de la comunidad por él fundada, de tal manera que pareciera que la Buena Nueva de Jesús, es algo etéreo, llegado del cielo para toda la humanidad sin ningún intermediario. Más aún, pareciera que la nueva vida en Cristo y la salvación tienen como destinatario al individuo, Dios llama a cada hombre para que haga el bien, que no dañe a nadie y con eso es suficiente.

Si bien es cierto que toda la humanidad está llamada por Dios para vivir en el bien, y que Dios puede elegir caminos misteriosos para llegar a los hombres que no conocen el Evangelio, también es cierto que Jesús se encarna en un pueblo concreto, el Pueblo de Israel, una comunidad que ya vivía en Alianza con Dios, y por lo mismo, tenían, cada individuo, una misión en común: vivir esta Alianza en fidelidad a la Ley. De esta forma, era impensable que un israelita se considerara al margen de su comunidad, ya que al cumplir la Ley de Moisés, entraba en comunión con todo el Pueblo.

Es en este pueblo donde Jesús se encarna, para cumplir las promesas de Dios a los hombres por medio de Israel. El destino de Israel sería convertirlo en un faro de luz para las naciones, de tal manera que Dios congregaría a toda la humanidad por medio de su Pueblo13. Cristo es quien llevará a cumplimiento esta promesa, haciendo surgir, como un retoño de Israel, a la Iglesia, al principio una pequeña comunidad que, asistida por el Espíritu Santo, continuaba la obra de Cristo de hacer discípulos, primero en Israel y después en todo el mundo.

11 Código Civil Federal de los Estados Unidos Mexicanos, arts. 1812-182312 Mensaje DOMUND 2013, 313 Is 66, 18-21

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Como vemos, seguir a Jesús no implica imaginarse una relación individual entre Dios y la persona, sino implica que, dentro de una comunidad, se viva en Alianza con Dios, de tal manera que la comunión será la medida de la autenticidad del discipulado. Seguir a Jesús también es trabajar por construir el Reino de Dios, anunciar a todos la voluntad y los designios de Dios para el mundo, de tal forma que la comunidad que es la Iglesia sea fermento para la comunidad que es el mundo y éste llegue a ser una nueva comunidad: el Reino de Dios; sin olvidar que Dios mismo en su esencia es comunidad Trinitaria. Es por eso que el Papa Francisco nos dice “en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia”14.

No se puede rechazar sin más a la Iglesia, ya que la Iglesia es la depositaria de este mensaje de salvación para la humanidad. Hay una bella figura que un misionólogo hace de la Iglesia “La Iglesia es como la punta de un inmenso bloque de hielo que asoma por encima de las aguas e indica la presencia de un inmenso iceberg: manifiesta la presencia del proyecto divino de amor y de vida para con el mundo, proyecto que incluye a la misma Iglesia, pero que no se agota en ella”15.

Y la misma figura se puede aplicar para todas las acciones que en sí mismas parecen individuales, pero en realidad son realizadas en comunión con la Iglesia, “Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia, Este no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre»”16 En cada acción individual realizada por los creyentes se hace presente la Iglesia, y con ella, el Reino de Dios.

¿Y los errores? ¿Y los fallos que ha cometido la Iglesia a lo largo de su Historia? ¿No invalidan su anuncio? No, al contrario, los errores y pecados cometidos históricamente, nos hacen reconocer nuestra humanidad, frágil y pecadora, también nos hacen estar alerta a las errores y desviaciones del Evangelio que actualmente podemos estar cometiendo. Sin embargo, el anuncio de la Buena Nueva, ha sido encargado desde el principio a hombres frágiles y pecadores, quienes con ayuda del Espíritu Santo, han transmitido lo que Jesús hizo y dijo, a otros hombres igualmente frágiles y pecadores, y así hasta nuestros días. Sólo la comunión con la Iglesia, es decir con toda la comunidad de creyentes “da fuerza a la misión y hace sentir a cada misionero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un sólo Cuerpo animado por el Espíritu Santo”.

Preguntas de reflexión

• ¿Tenemos una fe exigente? ¿Escuchamos y obedecemos la Palabra de Dios en nuestras comunidades, o hemos hecho a la fe acomodada en una zona de confort?

• ¿De qué forma exponemos nuestra fe en medio del mundo? ¿Hemos anunciado una fe liberadora? ¿Estamos comprometidos a descubrir y purificar todo elemento de violencia, error y mentira en nuestras palabras y acciones eclesiales?

• ¿Asumimos la fe como don de Dios a la comunidad, o por el contrario, mantenemos una fe individualista que pretende una relación directa con Dios? ¿Cómo podemos complementar la propia fe con la fe de la Iglesia?

14 Mensaje DOMUND 2013, 315 MASSERDOTTI, Franco; La Misión al servicio del Reino, San Pablo, Madrid, 1997, p. 46.16 Evangelii Nuntiandi, 60

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“La nueva evangelización: no se trata de un nuevo modelo de acción pastoral, que substituye simplemente otras formas de acción (la primera evangelización, la atención pastoral), sino más bien de un proceso de relanzamiento de la misión fundamental de la Iglesia. Ella, interrogándose sobre el modo de vivir la evangelización hoy, no excluye la acción de cuestionarse a sí misma y sobre la cualidad de la evangelización de sus comunidades. La nueva evangelización empeña a todos los sujetos eclesiales (individuos, comunidades, parroquias, diócesis, Conferencias Episcopales, movimientos, grupos y otras realidades eclesiales, religiosos y personas consagradas) en vista de una verificación de la vida eclesial y de la acción pastoral, asumiendo como punto de análisis la cualidad de la propia vida de fe, y su capacidad de ser un instrumento de anuncio, según el Evangelio”

Instrumentum Laboris,La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, 77

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Nueva Evangelización

Ya en 1963 en un Congreso Misionológico celebrado en la ciudad de México era notoria la necesidad de considerar el trabajo misionero a la luz de nuevas realidades, ya que éstas hacían que la forma tradicional de la Misión fuera replanteada. En este congreso “se acogió con satisfacción la idea de hacer «misión mundial», y no «misión occidental». Pero causó mucha confusión, incluso en el ámbito católico, la tesis de la «misión en seis continentes». No cabe duda de que lo acertado de esta tesis es que, al difundirse en todo el mundo la secularización, han surgido en los países tradicionalmente cristianos ciertas «situaciones» que muy bien pueden designarse como situaciones de misión. Pero ¿habrá que llegar hasta el punto de eliminar por completo la distinción entre proclamación misionera y renovación cristiana?1.

En el seno de la Iglesia católica el Papa Pablo VI nos decía en 1975 que el anuncio del Evangelio se vuelve cada vez más necesario “a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días, para gran número de personas que recibieron el bautismo, pero viven al margen de toda vida cristiana; para las gentes sencillas que tienen una cierta fe, pero conocen poco los fundamentos de la misma; para los intelectuales que sienten necesidad de conocer a Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza que recibieron en su infancia, y para otros muchos”2.

La iniciativa acerca de una forma nueva de evangelizar ante las nuevas situaciones y la acuñación del término “Nueva Evangelización” vino por parte del Papa Juan Pablo II quien en 1983 en Puerto Príncipe dijo a los Obispos de la XIX Asamblea General del CELAM: “La conmemoración del medio milenio de evangelización tendrá su significación plena si es un compromiso vuestro como obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso, no de re-evangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”3.

El Santo Padre Benedicto XVI dio forma a esta iniciativa, creando en 2010 un Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización4, con la finalidad de dirigirse “principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana [...], para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social”5.

Además, en el 2012, el tema del XIII Sínodo de los Obispos ha sido precisamente “la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Para este trabajo se consultaron a Obispos, presbíteros, agentes de pastoral, quienes desde su misma experiencia, han visto la urgencia de una evangelización renovada. Los mismos Obispos coincidieron que el punto de partida es la Iglesia, ella misma necesitada de conversión, pero a la vez auxiliada siempre por el Espíritu prometido por Jesús, por eso afirman: “Si esta renovación fuese confiada a nuestras fuerzas, habría serios motivos de duda, pero en la Iglesia la conversión y la evangelización no tienen como primeros actores a nosotros, pobres hombres, sino al mismo Espíritu del Señor. Aquí está nuestra fuerza y nuestra certeza, que el mal no tendrá jamás la última palabra, ni en la Iglesia ni en la historia: «No se turbe vuestro corazón y no tengáis miedo» (Jn 14, 27), dijo Jesús a sus discípulos”6.

1 MULLER, KARL., Teología de la Misión, Verbo Divino 1988, Navarra, p. 442 Evangelii Nuntiandi, 723 Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea del CELAM, III Obispos para una renovada evangelización, 9 de marzo de 19834 Ubicumque et semper, 21 de septiembre de 2010.5 Benedicto XVI, Homilía en la celebración eucarística para la solemne inauguración de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, 7 de octubre de 2012.6 XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, Mensaje al Pueblo de Dios, 26 de octubre de 2012.

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El Papa Francisco también ha dicho sobre la Nueva Evangelización: “La expresión «nueva evangelización», además, resalta la conciencia cada vez más clara de que incluso en los países de antigua tradición cristiana se hace necesario un renovado anuncio del Evangelio, para reconducir a un encuentro con Cristo que transforme verdaderamente la vida y no sea superficial, marcado por la routine. Y esto tiene consecuencias en la acción pastoral”7.

En este contexto versa la dinámica surgida en Latinoamérica y que ahora es llamada “Misión Continental”, los Obispos reunidos en Aparecida, Brasil dijeron: “Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en discípulo misionero”8.

Vemos nuevos escenarios en los que el hombre de hoy se encuentra inmerso, y en los que la Iglesia trata de llevarles el anuncio de la Buena Nueva. Gracias a la movilidad humana, por migración, por trabajo o estudios, incluso por turismo, ya no es posible marcar geográficamente a los pueblos y a las culturas. Hay en el presente una mezcla de culturas, tradiciones, idiomas, que constituyen una riqueza invaluable de diversidad y al mismo tiempo plantean un reto enorme para su evangelización.

A esto se puede sumar el desarrollo de los medios de comunicación, en especial el internet, lo que ha facilitado y acelerado el flujo de información entre las personas, además de generar toda una nueva cultura tecnológica, en la que cada vez más las nuevas generaciones asumen como parte de la vida cotidiana.

Además, es mayor la existencia de bautizados alejados de la fe de sus padres “en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “Nueva Evangelización”. Nueva Evangelización y Misión Ad Gentes

La Misión Ad Gentes adquiere aquí un matiz especial. Una primera tentación que aparece es relegar la Misión Ad Gentes para después, ya que pareciera lo mejor, asegurar las regiones tradicionalmente cristianas, es decir, el terreno ya ganado anteriormente y evitar perderlo; de alguna manera contraponiendo la Misión Ad Gentes a la Nueva Evangelización. Al contrario, es necesario aclarar que la Misión de la Iglesia es una sola, hacer presente en el mundo el Reino de Dios, ser sacramento de salvación para los hombres de todos los tiempos y lugares, en otras palabras, hacer participar a los hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor9.

Así, la Misión Ad Gentes y la Nueva Evangelización no se contraponen, ni están ubicadas en diferentes planos. Ambas son misión de la Iglesia, ambas comparten el mandato misionero de Jesús, y ambas nos corresponden a todos los bautizados. Un escenario ideal sería aquel en el que las Parroquias y Diócesis vivieran el ardor misionero Ad Gentes, y los misioneros que regresen a sus lugares de origen sean luz para la Nueva Evangelización.

Éste es el escenario que el Papa Francisco nos menciona en el Mensaje DOMUND: “es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren de escasez. Al mismo tiempo exhorto

7 Francisco, Discurso a los miembros del XIII Consejo Ordinario de la Secretaría general ordinaria del Sínodo de los Obispos, 13 de junio de 2013.8 Documento de Aparecida, 362.9 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 850

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a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden… Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor”10.

Así, Misión Ad Gentes y Nueva Evangelización se complementan, ya que son formas de la única Misión de Cristo, en formas siempre nuevas inspiradas por el Espíritu de Dios que se ha derramado en la Iglesia.

Testimonio y no proselitismo

Es ya un lugar común, desde hace algunos años, el decir que la Iglesia está perdiendo adeptos, por lo que busca nuevas estrategias para atraer nuevos seguidores; todo esto se dice con la sospecha implícita –o a veces muy directa- de que tiene intereses oscuros de poder y de dinero. Algunos creyentes hacen eco de este pensamiento y, cuando oyen hablar de la Nueva Evangelización, la Misión Continental y la Misión Ad Gentes, parece que se confirman sus sospechas, como si éstas fueran estrategias de marketing para atraer clientes.

En cambio, es preciso decir que la Iglesia, desde su inicio, ha sido llamada a llevar el Evangelio a todos los hombres, no para bien de ella misma, sino para bien de los destinatarios. No son intereses de poder o económicos los que la mueven al anuncio del Evangelio sino el Espíritu de Cristo. Siguiendo el ejemplo de Dios, la Iglesia ama a los hombres y busca su salvación y su bienestar, se siente responsable de ellos, especialmente cuando por descuido o negligencia se han apartado de Dios y del Evangelio, por eso busca acercarse a los que no han oído hablar de Cristo y a los que se han alejado de él. “En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión, anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación, anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien”11

Por eso mismo nos hace la aclaración el Santo Padre “La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor” No es proselitista porque su finalidad no es ganar adeptos, ni trata de convencer a nadie de verdades abstractas o etéreas. La Iglesia, es una comunidad de discípulos que han reconocido a Dios en Jesús de Nazaret, que se han encontrado con él y han descubierto una nueva manera de vivir en el amor, en el servicio a los demás, en el perdón. Y sabe que muchas personas se sienten solas, tristes, desamparadas, sin encontrarle sentido a su vida; o llevan vidas vacías, atrapadas por el consumo, por el amor al dinero. El Papa Francisco nos repite: “El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. ¡Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza donada por la fe!”12.

Por eso es indispensable tener claridad acerca de la naturaleza de la Iglesia. Qué es y qué no es la Iglesia, ya que de la confusión en su naturaleza surge la confusión en su labor en el mundo.

10 Mensaje DOMUND 2013, 511 Mensaje DOMUND 2013, 512 Mensaje DOMUND 2013, 5

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• No es una organización asistencial. La Iglesia hace una labor asistencial muy importante, según los datos de la Agencia Fides, la Iglesia sostiene directamente 5305 hospitales, 18,179 dispensarios, 547 leproserías, 17,223 casas para ancianos, enfermos crónicos y minusválidos, 9,882 orfanatos, 11,379 jardines de infancia, 15,327 consultorios matrimoniales, 34,331 centros de educación, y 9,391 de otras instituciones benéficas. Además de lo que no se contabiliza por concernir a instituciones como Caritas o Adveniat, entre otras, que tienen sus propios medios. Y todo esto se realiza en fidelidad a Cristo presente en el pobre, el enfermo y el marginado13. Sin embargo, no es ésta la finalidad de la Iglesia, sino el hacer a los hombres discípulos de Jesús, es decir, construir una comunidad en la que el amor y el servicio a los demás sean la norma de vida.

• No es una empresa. A pesar de que algunos consideran a la Iglesia como una empresa, es decir como una organización que, a partir de la fe de las personas, se ha consolidado con criterios de eficiencia y eficacia en el logro de sus objetivos. La Iglesia no mide sus acciones cuantitativamente sino, al contrario de las empresas, cualitativamente. La Iglesia debe seguir los mismos criterios de Cristo, la pobreza, la entrega generosa de sí mismo, incluso el perder la vida por el Evangelio.

• No es una ONG. Las ONG son organismos sin fines de lucro que buscan el bienestar público o social, generalmente desde una perspectiva ética. La Iglesia también busca y trabaja por el bien del hombre; sólo que no es una asociación de hombres con fines benéficos, sino una comunidad convocada y reunida por Dios para ser fermento de amor y perdón en medio del mundo.

¿Qué es entonces la Iglesia? Nos lo dice el Papa Francisco “es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado”14. Así, es este testimonio lo que manifestará nuestro celo misionero, tanto en la Misión Ad Gentes como en la Nueva Evangelización, buscando con ambas, hacer presente el Reino de Dios en el mundo.

Preguntas de reflexión

• ¿Cómo entendemos y vivimos la Nueva Evangelización en nuestros grupos y comunidades? ¿Tenemos un proyecto que incluya la Nueva Evangelización en nuestros planes y programas?

• ¿Qué lugar le damos a la Misión Ad Gentes en nuestros proyectos parroquiales y diocesanos?

• ¿Tenemos claro que la razón de ser de la Iglesia es el anuncio del Evangelio? ¿Hemos dado prioridad a otras acciones, que aunque buenas y positivas, no son directamente anuncio y testimonio de la Buena Nueva?

13 Cfr. Mt 25, 31-4614 Mensaje DOMUND 2013, 5

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“La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser “el sacramento universal de la salvación”, obedeciendo el mandato de su Fundador (Cf. Mc, 16,15), por exigencias íntimas de su misma catolicidad, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres. Porque los Apóstoles mismos, en quienes está fundada la Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo, “predicaron la palabra de la verdad y engendraron las Iglesias”. Obligación de sus sucesores es dar perpetuidad a esta obra para que “la palabra de Dios sea difundida y glorificada” (2 Tes, 3,1), y se anuncie y establezca el Reino de Dios en toda la tierra. Mas en el presente orden de cosas, del que surge una nueva condición de la humanidad, la Iglesia, sal de la tierra y luz del mundo (Cf. Mt, 5,13-14), se siente llamada con más urgencia a salvar y renovar a toda criatura para que todo se instaure en Cristo y todos los hombres constituyan en El una única familia y un sólo Pueblo de Dios”

Ad Gentes, 1

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Vocación y Misión

La vocación, es un llamado que Dios hace a los hombres para que, como miembros del Pueblo de Dios, desempeñen al mismo tiempo un servicio a los hombres y logren una vida plena y realizada.

En el interior de la Iglesia hay muchas vocaciones, unos llamados al ministerio ordenado, ejercen su servicio como Obispos, sacerdotes y diáconos; otros en la vida consagrada sirviendo a los demás como testimonio vivo de una radical forma de seguir a Jesús, muchos más como laicos dan testimonio del Evangelio en medio de las realidades temporales; y todos han recibido un llamado de Cristo a vivir el discipulado de una forma específica “Los cristianos tienen dones diferentes. Por eso deben colaborar con el Evangelio cada uno según su posibilidad, facultad, carisma y ministerio”1.

Sin embargo, todos los bautizados compartimos en común la misión de la Iglesia: “Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y, hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo”2.

La vocación de cada uno surge del llamado de Jesús y de la fuerza e inspiración del Espíritu de Dios para llevarla a cabo. Es decir, nadie se puede dar a sí mismo el mandato de la misión, sino que tiene que ser enviado por Dios a hablar y actuar en virtud de la autoridad de Cristo.

Es por eso que quien da certeza y garantía a las vocaciones y a los envíos misioneros es el Obispo, ya que sobre él recae directamente la responsabilidad de la Misión, “porque los Apóstoles mismos, en quienes está fundada la Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo, “predicaron la Palabra de la verdad y engendraron las Iglesias”. Obligación de sus sucesores es dar perpetuidad a esta obra para que “la Palabra de Dios sea difundida y glorificada” (2 Tes 3,1), y se anuncie y establezca el Reino de Dios en toda la tierra”3.

1 Ad Gentes, 282 Catecismo de la Iglesia Católica, 8713 Ad Gentes, 1

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Por eso, toda acción misionera, todo trabajo a favor de las misiones y toda iniciativa misionera, debe estar en comunión con el Obispo, quien actúa in persona Christi Capitis, es decir en persona de Cristo como cabeza del cuerpo de la Iglesia. Los Papas han sido especialmente responsables de conducir la misión de la Iglesia, ya que además del mandato misionero, tienen en san Pedro y san Pablo, los modelos de pastor enviado a las naciones a predicar y ser testigos (mártires) del Evangelio.

A lo largo de la historia de la Iglesia han surgido innumerables vocaciones específicamente misioneras, por citar solamente a dos, quienes además son patronos de las Misiones: San Francisco Javier y Santa Teresita del niño Jesús. Ambos, con vidas completamente diferentes, pero igualmente entregadas radicalmente al Evangelio, consagraron su persona a la Misión Ad Gentes.

Además, han brotado vocaciones y carismas enfocados a la cooperación y animación misionera. Así, con Paulina Jaricot, Mons. Forbin Janson, Estefanía y Juana Bigard, y el P. Paolo Manna, fundadores de las Obras Pontificias de la Propagación de la Fe, de la Santa Infancia, de la Obra de San Pedro Apóstol y de la Pontificia Unión Misional respectivamente, trabajaron no como misioneros, sino a favor de las misiones, muchas veces en situaciones de tremendos conflictos sociales, que imponían retos aún más grandes. Ellos buscaban que todo el Pueblo de Dios, desde los niños hasta los ministros ordenados, tengan presente siempre su compromiso misionero y ayuden, desde su estado de vida específico, a la obra misionera de la Iglesia.

Hasta el día de hoy, el Señor sigue suscitando vocaciones y carismas que, ante las nuevas realidades, muchas veces adversas y contrarias a la Iglesia, respondan adecuadamente a la Misión Ad Gentes.

Dar y recibir

¿Porqué una persona puede sentirse llamada a salir de su tierra y dar todo de sí a favor del anuncio del Evangelio? ¿Qué hace que deje a sus seres queridos, a la seguridad que brinda el hogar, y lo lleve a amar a extraños, en una tierra extranjera, con otro idioma y costumbres? No es ciertamente el anhelo de aventuras, o la curiosidad por lo nuevo y desconocido, ya que eso podría hacerlo de muchas otras formas que no impliquen un compromiso con el Evangelio.

Lo que anima a un misionero es lo mismo que anima a cualquier cristiano, la dinámica de amor, servicio y generosidad que nos enseña Cristo en el Evangelio. La novedad de Jesús es que nos presenta a Dios como Padre, y por eso, muestra a un Dios amoroso, servicial y generoso con sus hijos. “Si pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!”4

Esta convicción de tener como Padre a un Dios de amor y generoso implica imitarlo para ser verdaderamente sus hijos “Pues yo os digo, Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos”5. Es decir, para vivir como hijos de Dios, es necesario convertir la propia vida en don, así como Dios, que es bueno y generoso con todos los hombres. Ser hijos de Dios es amar a todos, incluso a los enemigos, y rogar por todos, incluyendo a los perseguidores.

4 Mt 7, 115 Mt 5, 44-45

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Está dinámica del cristiano contrasta con la dinámica del mundo material y biológico, la cual, es más bien egoísta; para sobrevivir y perpetuarse es necesario tomar, arrebatar si es preciso, de tal manera que la vida de los demás aparece como secundaria en relación a la propia.

En este sentido, todo discípulo de Jesús, está llamado a superar el egoísmo natural y vivir de una nueva manera, en la que sus palabras y acciones, pero sobretodo su vida, se conviertan en don para los demás. Y todo esto no con una actitud de sufrimiento o de pena por sacrificarse por los demás, sino con la convicción de saber que lo que damos no es nuestro sino que nos viene de Dios, y la alegría de actuar imitando a este Dios generoso “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”6.

El misionero amplía los límites de su fe

El misionero, al igual que todo cristiano, entra en la dinámica de imitar a Dios Padre, entregando su vida generosamente al servicio del Reino. La diferencia es que ha ampliado los “límites de su fe”, es decir, ve más allá de las necesidades de su entorno cercano, más allá de lo que está en sus posibilidades sin tener que renunciar radicalmente a su vida, y desarrolla una visión universal de la Misión en la que incluye a los lejanos, y gustosamente ofrece su vida para servirlos.

Así aparece en las palabras del Santo Padre Francisco que nos dice respecto a los misioneros: Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28, 19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia.

Es decir, con la entrega generosa de su vida no sólo ayudan a los lejanos a los que lleva el Evangelio, sino también a los suyos, a su familia, en su Parroquia, en su Diócesis, se convierte en una ganancia, ya que un misionero es un fermento que seguramente llevará a muchos a “ampliar los límites de su fe”, especialmente a quienes, aún realizando un trabajo pastoral generoso, se han limitado a su comunidad, sin abrirse plenamente a la universalidad de la Iglesia.

Por eso el Papa renueva la invitación a los que sienten el llamado a la Misión “Hago un llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor”7.

Además nos hace a todos la invitación para abrir nuestro corazón y cooperar con la obra misionera de la Iglesia “Invito también a los Obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera Ad Gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana”8.

¿De qué forma podemos cooperar con las Misiones? En primer lugar profundizando en nuestra fe, ya que una fe madura es siempre misionera, lo podemos hacer aprovechando la formación ofrecida desde las Obras Misionales Pontificias; ofrecer la oración personal y comunitaria por los países de misión y por los misioneros, siempre da buenos frutos, especialmente al ofrecer nuestros esfuerzos y sufrimientos; también con la generosa ayuda económica que es un signo de comunión y amor entre las Iglesias locales.

6 Hch 20, 357 Mensaje DOMUND 2013, 58 Mensaje DOMUND 2013, 5

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Para este octubre misionero, en el que se celebra el Domingo Mundial de las Misiones, será muy importante tener en cuenta la misión universal de la Iglesia, la cual aún “está en sus comienzos”9, especialmente a aquellos que “se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes - aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos - que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales”10

Al concluir el Año de la Fe, que esta Jornada DOMUND nos motive a tener una más fuerte relación con Cristo “el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero”11 y así, vivir como Iglesia nuestra vocación misionera, anunciar al mundo la alegría de seguir a Cristo.

Preguntas de reflexión

• ¿Asumimos nuestra vocación misionera como Iglesia en comunión con nuestros pastores?

• ¿La dinámica de amor y generosidad que nos muestra Dios Padre, son la característica de nuestras actividades y proyectos eclesiales?

• Ya se ha hablado de “ampliar los límites de la fe”. ¿De qué manera podemos hacerlo en nuestras comunidades y grupos? ¿Podemos dar relieve a la misión Ad Gentes en todo lo que vivimos como Iglesia: liturgia, pastorales, formación, etc.?

9 Redemptoris Missio, 110 Mensaje DOMUND 2013, 511 Porta Fidei, 15

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LAS ESTADÍSTICAS DE LA IGLESIA CATÓLICA 2012

Ciudad del Vaticano: Con motivo de la Jornada Misionera Mundial, que este año se celebra el domingo 20 de octubre, la Agencia Fides presenta algunas estadísticas escogidas para ofrecer un cuadro panorámico de la Iglesia misionera en el mundo. Las tablas se han extraído del último «Anuario Estadístico de la Iglesia» publicado, (actualizado al día 31 de diciembre de 2010) y conciernen a los miembros de la Iglesia, sus estructuras pastorales, las actividades en el campo sanitario, asistencial y educativo. Entre paréntesis está indicada la variación, aumento (+) o disminución (-) con respecto del año anterior, según la comparación efectuada por la Agencia Fides.

Tablas estadísticas

Datos del último “Anuario Estadístico de la Iglesia” elaborados por la Agencia Fides. Entre paréntesis se indica la variación, aumento (+) o disminución (-), respecto al año precedente.

POBLACIÓN MUNDIAL – CATÓLICOS

Continentes Población Católicos Porcentaje

África 1.015.544.000 (+ 22.144.000) 185.620.000 (+ 6.140.000) 18,28 % (+ 0,21)

América 927.021.000 (+ 5.197.000) 585.998.000 (+ 3.986.000) 63,21 % (+ 0,07)

Asia 4.156.096.000 (+ 40.510.000) 129.661.000 (+ 3.801.000) 3,12 % (+ 0,06)

Europa 713.397.000 (+ 2.438.000) 284.924.000 (+ 894.000) 39,94 % (- 0,01)

Oceanía 36.492.000 (+ 662.000) 9.468.000 (+ 185.000) 25,96 % (+ 0,03)

Total 6.848.550.000 (+ 70.951.000) 1.195.671.000 (+ 15.006.000) 17,46% (+ 0,04)

HABITANTES/CATÓLICOS POR SACERDOTE

Continentes Habitantes por sacerdote Católicos por sacerdote

África 27.062 (+ 40) 4.946 (+ 64)

América 7.561 (+ 40) 4.779 (+ 30)

Asia 48.672 (- 730) 2.269 (- 1)

Europa 3.752 (+ 31) 1.498 (+ 11)

Oceanía 7.578 (+ 57) 1.965 (+ 17)

Total 13.277 (+ 123) 2.900 (+ 24)

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CIRCUNSCRIPCIONES ECLESIÁSTICAS - ESTACIONES MISIONERAS

ContinentesCircunscripciones

eclesiásticasEstaciones Misioneras

con sacerdote residenteEstaciones Misioneras

sin sacerdote residente

África 525 (+ 4) 360 (- 204) 74.380 (+ 685)

América 1.081 (+ 3) 239 (+ 26) 18.445 (+ 4.109)

Asia 531 (+ 1) 1.388 (+ 391) 39.856 (- 2.186)

Europa 750 (+ 2) 45 (+ 8) 158 (+ 79)

Oceanía 79 (=) 25 (- 14) 843 (+ 47)

Total 2.966 (+ 10) 2.057 (+ 207) 133.682 (+ 2.734)

OBISPOS

Continentes Total Obispos Obispos Diocesanos Obispos Religiosos

África 697 (+ 16) 503 (+ 13) 194 (+ 3)

América 1.914 (+ 15) 1.351 (+ 22) 563 (- 7)

Asia 758 (+ 12) 559 (+ 11) 199 (+ 1)

Europa 1.606 (- 1) 1.374 (+ 1) 232 (- 2)

Oceanía 129 (- 3) 84 (- 4) 45 (+ 1)

Total 5.104 (+ 39) 3.871 (+ 43) 1.233 (- 4)

SACERDOTES

Continentes Total Sacerdotes Sacerdotes Diocesanos Sacerdotes Religiosos

África 37.527 (+ 761) 25.434 (+ 571) 12.093 (+ 190)

América 122.607 (+ 40) 81.913 (+ 502) 40.694 (- 462)

Asia 57.136 (+ 1.695) 33.318 (+ 801) 23.818 (+ 894)

Europa 190.150 (- 905) 133.537 (- 460) 56.613 (- 445)

Oceanía 4.816 (+ 52) 2.807 (+ 53) 2.009 (- 1)

Total 412.236 (+ 1.643) 277.009 (+ 1.467) 135.227 (+ 176)

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DIÁCONOS PERMANENTES

ContinentesTotal

Diáconos permanentesDiáconos permanentes

DiocesanosDiáconos permanentes

Religiosos

África 401 (- 5) 378 (- 6) 23 (+ 1)

América 25.441 (+ 859) 25.235 (+ 863) 206 (- 4)

Asia 224 (+ 58) 190 (+ 60) 34 (- 2)

Europa 13.151 (+ 496) 12.857 (+ 495) 294 (+ 1)

Oceanía 347 (+ 1) 344 (=) 3 (+ 1)

Total 39.564 (+ 1.409) 39.004 (+ 1.412) 560 (- 3)

RELIGIOSOS (NO SACERDOTES) Y RELIGIOSAS

Continentes Religiosos no sacerdotes Religiosas

África 8.564 (+ 254) 66.375 (+ 1.395)

América 16.531 (- 261) 195.198 (- 3.178)

Asia 10.461 (+ 411) 165.308 (+ 3.047)

Europa 17.669 (+ 17) 286.042 (- 8.461)

Oceanía 1.440 (+ 15) 9.012 (- 239)

Total 54.665 (+ 436) 721.935 (- 7.436)

MIEMBROS DE INSTITUTOS SECULARES

ContinentesMiembros de Institutos Seculares

MasculinosMiembros de Institutos Seculares

Femeninos

África 84 (+ 3) 782 (+ 14)

América 244 (- 9) 5.782 (- 84)

Asia 41 (- 1) 1.881 (+ 32)

Europa 377 (+ 17) 17.560 (- 174)

Oceanía 1 (=) 48 (+ 5)

Total 747 (+ 10) 26.053 (- 207)

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MISIONEROS LAICOS, CATEQUISTAS

Continentes Misioneros laicos Catequistas

África 6.372 (+ 1.135) 397.383 (- 29.405)

América 300.718 (+ 14.655) 1.886.068 (+ 43.619)

Asia 21.726 (- 1.819) 304.774 (- 10.133)

Europa 6.334 (+ 1.243) 556.528 (+ 5.077)

Oceanía 352 (+ 62) 15.875 (+ 393)

Total 335.502 (+ 15.276) 3.160.628 (+ 9.551)

SEMINARISTIAS MAYORES – DIOCESANOS Y RELIGIOSOS

Continentes Total Seminaristas MayoresSeminaristas Mayores

DiocesanosSeminaristas Mayores

Religiosos

África 26.924 (+ 752) 18.094 (+ 545) 8.830 (+ 207)

América 36.471 (+ 29) 24.350 (+ 136) 12.121 (- 107)

Asia 33.971 (+ 513) 16.037 (+ 538) 17.934 (- 25)

Europa 20.564 (- 282) 12.821 (- 442) 7.743 (+ 160)

Oceanía 1.060 (=) 672 (- 22) 388 (+ 22)

Total 118.990 (+ 1.012) 71.974 (+ 755) 47.016 (+ 257)

SEMINARISTIAS MENORES – DIOCESANOS Y RELIGIOSOS

Continentes Total Seminaristas MenoresSeminaristas Menores

DiocesanosSeminaristas Menores

Religiosos

África 52.140 (+ 213) 45.713 (+ 75) 6.427 (+ 138)

América 14.021 (- 1.033) 9.869 (- 704) 4.152 (- 329)

Asia 24.930 (+ 400) 15.761 (+ 416) 9.169 (- 16)

Europa 10.968 (- 1.206) 6.468 (- 855) 4.500 (- 351)

Oceanía 249 (- 57) 196 (- 67) 53 (+ 10)

Total 102.308 (- 1.683) 78.007 (- 1.135) 24.301 (- 548)

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INSTITUTOS SANITARIOS, DE ASISTENCIA Y BENEFICENCIA

Continentes Hospitales Dispensarios Leproserías

Casas para ancianos, enfermos crónicos,

minusválidos

Orfanatos

Jardinesde

infancia

Consult.Matrimon.

Centros deEducación o reeduc.

OtrasInstituciones

África 1.150 5.312 198 655 1.345 1.918 1.812 2.508 1.250

América 1.694 5.762 56 5.650 2.770 3.727 6.472 14.661 3.564

Asia 1.126 3.884 285 2.346 3.606 3.175 987 4.867 1.252

Europa 1.145 2.643 5 8.021 2.078 2.458 5.787 11.720 3.159

Oceanía 190 578 3 551 83 101 269 575 166

Total 5.305 18.179 547 17.223 9.882 11.379 15.327 34.331 9391

ESCUELAS Y ALUMNOS

Continentes INFANTILInstitutos

INFANTILAlumnos

PRIMARIAInstitutos

PRIMARIAAlumnos

SECUND.Institutos

SECUND.Alumnos

SUPERIORAlumnos

UNIVERSIDADAlumnos

África 13.600 1.277.500 34.238 15.821.318 11.477 4.540.937 88.359 106.170

América 17.502 1.409.609 23.624 6.765.994 11.665 3.868.129 795.114 2.183.646

Asia 13.935 1.761.085 15.877 5.023.844 10.015 5.291.981 1.135.721 490.730

Europa 23.963 1.923.441 15.812 2.845.993 9.750 3.666.414 270.471 541.714

Oceanía 1.544 106.992 3.296 694.021 684 426.098 14.506 16.195

Total 70.544 6.478.627 92.847 31.151.170 43.591 17.793.559 2.304.171 3.338.455

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CIRCUNSCRIPCIONES ECLESIALES DEPENDIENTES DE LA CONGREGACIÓN PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) –La Congregación para la Evangelización de los Pueblos está al servicio del Santo Padre como “centro de promoción, dirección y coordinación” sea de la obra evangelizadora de los pueblos que de la cooperación misionera en todo el mundo (cfr.¬ Ad gentes, 29; Pastor bonus, 85).

La Iglesia, fiel al mandato de Jesucristo, desde sus orígenes siempre ha anunciado el Evangelio a todas las gentes. Frente a las nuevas exigencias de la evangelización, en el siglo XVI iniciaron a darse estructuras específicas para mantener el empeño misionero. En el año de 1622 el Papa Gregorio XV fundó la “Sacra Congregación de Propaganda Fides”, asignándole la tarea de “predicar y anunciar el Evangelio y la doctrina católica en todas las misiones”, confiriéndole también el poder de la decisión necesaria para asegurar la rapidez y eficacia de esta gran tarea.

El Papa Urbano VIII fundó en el 1627 el Colegio Urbano de Propaganda Fide, para la formación del clero secular para las misiones, y la tipografía Poliglota para imprimir documentos y textos en las diversas lenguas de los pueblos.

La Constitución Apostólica “Pastor bonus” de Juan Pablo II ha confirmado el principio general de la jurisdicción, enunciado por el Concilio Vaticano II (cfr. Ad gentes, 29), que afirma: “Corresponde a la Congregación dirigir y coordinar en todo el mundo, la obra de evangelización de los pueblos y la cooperación misionera” (85).

Entre los objetivos principales del Dicasterio Misionero: asegurar una adecuada distribución de los misioneros; cuidar la formación del clero secular y de los catequistas; confiar a Institutos, Sociedades religiosas o Iglesias particulares, la evangelización de los territorios de misión.

Total de las Circunscripciones dependientes de la CEP 1.103

Continentes AD D AT VA PA M AA OM TOTAL

África 91 383 - 20 4 1 - 3 502

América 7 27 - 42 1 2 - - 79

Asia 76 338 1 17 34 3 5 2 476

Oceanía 11 31 - - 1 2 - 1 46

Total 185 779 1 79 40 8 5 6 1103

Leyenda: Arquidiócesis (AD), Diócesis (D), Abadías territoriales (AT), Vicariatos apostólicos (VA), Prefecturas apostólicas (PA),

Administraciones apostólicas (AA), Misiones sui juris (M), Ordinariados militares (OM).

Especial a cargo de S.L. - Agencia Fides 21/10/2012

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I. “VAYAN, LOS ENVÍO COMO CORDEROS EN MEDIO DE LOBOS” (Lc 10,3)

La Jornada Mundial de las Misiones, este año tiene como coordenada principal la clausura del Año de la Fe, siendo una oportunidad especial para “fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía” (Mensaje con ocasión de la Jornada Mundial para las misiones 2013, introducción). De esta manera, podemos decir que la celebración de la Jornada, nos ofrece la ocasión para realizar un encuentro con la Palabra a través de la lectio divina eligiendo un texto evangélico con tinte misionero; en este año litúrgico en el que se privilegia el evangelio de Lucas, es recomendable elegir Lc 10, 1-20. Ahora bien, la coordenada del año de la fe, con las precisiones que ofrece el Papa Francisco en su mensaje, nos abre la posibilidad de acercarnos a este pasaje del evangelio de Lucas en clave de discipulado y de compromiso por la paz.

1. Lectura

Leamos Lc 10,1-20; pongamos especial atención, sin desligarlos totalmente de los otros contenidos, en los vv. 1-6 y 17-20.

Ahora tratemos de identificar algunos elementos agrupándolos de acuerdo a las claves que hemos señalado anteriormente.

Con relación a la tarea del misionero de construir la paz preguntémonos: ¿En medio de qué irán los discípulos como corderos? Pensemos una cosa que está detrás de este envío: ¿es suficiente razón la hostilidad contra el enviado para que no se realice la misión? ¿Qué no deben llevar los enviados de acuerdo al v. 4? ¿Podría tener relación esta recomendación con la hostilidad que refiere el v. 3? ¿Qué les encarga Jesús con relación al saludo? ¿Qué deben decir primero cuando entren en una casa? ¿Qué se necesita para que la paz permanezca en una casa? Trate de relacionar esto que se dice de la paz con los vv. 10-11 sobre la actitud que deben tener los discípulos en caso de rechazo. ¿Cómo debe reaccionar el enviado en el caso de que no los reciban? Si tiene un poco más de tiempo vea 9,51-56 cuando Jesús reprende a Santiago y a Juan por pretender reaccionar violentamente contra los habitantes de una aldea de Samaria que no quisieron recibirlo.

Parece evidente que este pasaje del evangelio de Lucas quiere señalar que la paz es una dimensión fundamental de la tarea misionera. Para esto, se señala por una parte, la hostilidad real del ambiente de la misión; Jesús envía a los discípulos como corderos en medio de lobos; la paz ofrecida y el Reino proclamado no necesariamente tienen total aceptación. El rechazo es una posibilidad real. Sin embargo, al mismo tiempo el pasaje evidencia la posibilidad de que el misionero actúe con violencia o se haga cómplice de ella. La ubicación que le ha dado Lucas a este envío misionero parece suponerlo cuando afirma “después de esto…” (10,1) dando la impresión de que se refiere a lo acontecido, no sólo en 9,57-62 sino también al episodio de Santiago y Juan en los vv. 51-56. Además, si las indicaciones iniciales y el envío de Jesús (v. 3) afecta los versículos siguientes, las indicaciones estarían en relación a la situación de hostilidad previamente mencionadas. Así, por ejemplo, podríamos decir que ante la hostilidad en la misión, los discípulos no deben llevar bolsa, ni alforja, ni sandalias; tampoco, deben saludar en el camino. Junto a la hostilidad real se enfatiza con semejante claridad la posibilidad de que el enviado ejerza cierto tipo de violencia. Da la impresión de que Lucas ha querido conservar el radicalismo inicial de los primeros misioneros para que, de ninguna manera, el discípulo olvide su fragilidad y su dependencia del Señor y de la comunidad. Pero también es posible que el autor del tercer evangelio esté relacionando estas actitudes con la situación de hostilidad; es decir, el discípulo enviado, consciente o inconscientemente, puede convertirse en factor de violencia.

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Por eso, el evangelio evidencia que el discípulo debe ser consciente de que la hostilidad es una realidad en la misión pero no necesariamente un pretexto para evitar la proclamación de la Buena Nueva. El enviado además debe guiarse por principios que no generen ni el más mínimo de hostilidad o violencia. De ahí que el enviado tenga la tarea irrenunciable de ser mensajero de paz, testigo de la paz, aquella que sólo puede darla el Dios de Jesús. Y la construcción de la paz se remonta, según Lucas, a no sentirse dueño de la mies; el enviado siempre será obrero, no Dueño del campo.

Un asegundo aspecto que resalta Lc 10,1-20 es que el enviado debe considerarse discípulo. Identifiquemos algunos elementos en el texto que nos permitan profundizar en este aspecto. ¿Qué hizo Jesús antes de enviar a los discípulos? ¿de cuántos en cuántos los envió? ¿A dónde los envió? De acuerdo a los vv. 17-20 ¿Con qué actitud regresaron los discípulos de su esfuerzo misionero? ¿Cuál era la causa de su alegría? ¿Podría tener esto alguna relación con el asunto de la hostilidad en la misión y de la responsabilidad de ser agentes de paz? ¿De qué les dice Jesús que no deben alegrarse? ¿De qué sí deben ponerse contentos?

Parece claro que el evangelio de Lucas ha querido unir la misión con el discipulado. Por un lado, los enviados son primeramente unos designados. Dice el evangelio que Jesús designó a los setenta y dos discípulos (10,1). “Designar” (en griego anadeíknimi) significa también “establecer”, “nombrar con oficialidad” para una misión; la designación tendría como finalidad el envío, “a todas ciudades y sitios adonde él había de ir” (v. 1). Podríamos decir que el discipulado tiene como finalidad ser enviado; mejor aún, el discípulo tiene como tarea convertirse en testigo. De ahí que, por otro lado, el discípulo enviado no tiene que hacer cosas principalmente sino vivir unos principios. Llama la atención que los vv. 4-15 estén impregnados de actitudes más que de acciones como para dar a entender que lo importante del enviado, si realmente es un discípulo designado por Jesús, es que sea un testigo que evidencie que vale la pena vivir ciertos principios. Este testimonio parece ser enfatizado con la indicación de que Jesús los envío “a todas las ciudades y sitios adonde él había de ir” (v. 1). En otras palabras, el discípulo enviado debe evidenciar la presencia de Jesús, no solo hacer cosas.

Todo esto, por último, parece tener coherencia con la escena del retorno de los discípulos después del intento misionero. Los discípulos enviados están contentos por lo que hicieron; y tenían cierta razón pues no habían hecho cosas pequeñas ¡hasta habían sometido a los demonios! Jesús les confirma sus acciones pero desaprueba su desubicación. Aquellos enviados deberían estar contentos de que “sus nombres estén escritos en los cielos” (v. 20).

Es decir, la misión se mide no principalmente por lo que se hace sino por la disponibilidad para el testimonio; la grandeza de la misión está en que la realiza un testigo, no un funcionario.

Leamos otra vez Lc 10,1-20 y escuchémoslo tomando en cuenta los dos elementos que hemos insistido.

2. Meditación

Decíamos en la introducción que esta Jornada Misionera es una oportunidad especial para “fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía”. Podríamos preguntarnos:

¿En qué nos hace reflexionar este evangelio con relación al anuncio del evangelio con valentía sobre todo en relación a la construcción de la paz?

¿En qué nos hace reflexionar con relación al testimonio del discípulo por la vivencia de principios más que por la ejecución de meras acciones?

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3. Oración

Démosle gracias a Dios por el testimonio de los misioneros y misioneras que no sólo realizan actividades sino que viven principios de discípulos y, desde ahí, realizan su misión. Alabemos a Dios por el compromiso en la construcción de la paz de muchas personas en tierra de misión.

Pidámosle perdón por las ocasiones en que hemos sido violentos o hemos sido cómplices de cierto tipo de violencia en el trabajo evangelizador. Que nos perdone también las ocasiones en las que hemos caído en la tentación de adueñarnos de las comunidades, de ejercer violencia con pretextos religiosos…

Pidámosle que nos ayude a convencernos de que lo importante como misioneros es ser discípulos, es decir, testigos del Señor Jesús; que nos ayude a no ser meros funcionarios.

4. Contemplación – acción

Echémosle un vistazo a la realidad resaltando algunos elementos relacionados con lo que hemos venido profundizando en un ambiente de oración.

¿De qué nos debemos convencer, de acuerdo a este evangelio, para ser mejores discípulos misioneros?

¿Qué principios debemos asumir y qué acciones urgentes deberíamos hacer para, de acuerdo a este evangelio, predicar el evangelio con valentía?

¿Qué podemos hacer para ir haciendo vida realmente los principios que nos ha ofrecido este evangelio?

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II. ORAR SIN DESFALLECER… (Lucas 18,1-8)

¿Podemos leer en clave misionera el texto de Lc 18,1-8 que nos propone la liturgia para este domingo en que estaremos celebrando la Jornada Mundial por las misiones? Es evidente que este pasaje no es, estrictamente hablando, misionero; no aparecen palabras ni acciones que tengan relación directa con la tarea evangelizadora. ¿Significa esto necesariamente que no podremos acercarnos a él en clave de misión? Podemos señalar tres razones para que sí lo podamos hacer. En primer lugar, la invitación del Santo Padre; el Papa Francisco nos ha recordado con insistencia que “la fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida” (Mensaje con ocasión de la Jornada Mundial para las Misiones 2013, n 1). Esta coordenada que estamos invitados a asumir nos ofrece una clave de lectura importante para el pasaje de Lucas. Además, en segundo lugar, el mismo texto ha querido unir la fe con la oración pues si bien la parábola comienza diciendo que Jesús propuso aquella parábola “para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer” (18,1), al final presenta el tema de la fe (v. 8) que venía siendo un tema insistente en los pasajes anteriores (17,1-19). Y por último, cuando Lucas habla de la oración con esa pasión que lo caracteriza no le interesa sólo cierta formación espiritual de sus comunidades sino el insistir en que no puede haber misión sin una conciencia clara de la relación con Dios para poder testimoniarlo.

1. Lectura

Leamos Lc 18,1-8. Pongamos especial atención a algunos aspectos preguntándonos ¿con qué indicación comienza la parábola (v. 1)? ¿Con qué indicación termina (v. 8)? ¿Podrían guardar alguna relación? Tomando en cuenta la misma indicación que ha dado en el v. 1 preguntémonos ¿en qué consistía la petición que le hacía la viuda a aquel juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres? ¿Qué decide hacer aquel juez después de mucho tiempo de no solucionarle absolutamente nada a la viuda? ¿En qué consiste la pregunta que hace Jesús en el v. 7? Leamos con atención los vv. 3-5 ¿cuál fue el acierto de la viuda? ¿A quién le hará justicia Dios? ¿En qué momentos claman estos elegidos? ¿De qué manera les hará justicia? ¿Cómo podríamos entender ese “pronto” del v. 7?

“Orar siempre y sin desfallecer” (Lc 18,1)

Jesús les propuso esta parábola a los discípulos (quizás están incluidos indirectamente algunos fariseos; 17,20). La indicación que presenta Lucas tiene un alcance de obligatoriedad, de algo que no debe faltar en la vida del discípulo; esta obligatoriedad (reflejada en el uso del verbo griego dei) afecta la permanencia y la actitud: orar siempre y sin desfallecer. En otras palabras, no puede haber discipulado sin oración (11,1-13); pero una oración que no sea ocasional y a la que no le falte el ánimo; es decir, sin cansarse, sin desanimarse ni rendirse. Pero no es un cansancio o desánimo neutral; son actitudes que generan cosas peores como veremos enseguida.

Una oración que necesita de la fe

La parábola termina muy al estilo de Lucas, de manera abierta: “Además, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra” (v. 8). No es posible pensar, al menos en Lucas, que la venida del Hijo del hombre esté refiriéndose a la manifestación gloriosa definitiva; es casi seguro que Jesús esté indicando un tiempo intermedio entre el presente y la manifestación final. Anteriormente (véase 17,20) los fariseos le habían preguntado a Jesús sobre cuándo llegaría el Reino de Dios; a lo mejor a este tiempo se refiere. Ahora bien, la

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fuerza de la pregunta de Jesús no recae en el cuándo sino especialmente en el cómo; el verdadero discípulo debe vivir permanentemente con fe. Una fe que es capaz de transformar el paisaje (17,1-6); y es que según Lucas la fe no es para creer lo increíble sino para realizar lo que realmente construye a la comunidad (vv. 1-4) y transforma el entorno. Y este tipo de fe no es un mérito; es algo que quien quiera ser verdadero discípulo deberá poseer (vv. 7-10). ¿Qué mejor compromiso que luchar por este tipo de fe? ¿Qué mayor esperanza que reconocer que Dios quiere una fe así para el tiempo presente?

La fe y la oración son para pedir y conseguir justicia

Este principio que emana del evangelio es evidente, pues aquella viuda se ve en la necesidad de acudir con el juez para que le haga justicia; ella sufre doblemente: a causa del contendiente y del juez. Incluso, desde la perspectiva del juez es una persona que le está causando molestias con su insistencia. En el antiguo oriente la viuda no sólo era un símbolo de impotencia sino también era una víctima de injusticia y extorsiones (por ejemplo,

Lev 21,14; Ez 44,22). Pero debemos evitar imaginar a una viuda pobre y enferma. El impacto de la parábola al presentar a una viuda no está sólo en que sufre explotación sino en su público y persistente grito por la justicia. En aquel tiempo era muy raro que una mujer exigiera sus derechos compareciendo de modo continuo, presumiblemente sola y en público levantando un tremendo alboroto.

Ante la viuda está el juez que no teme a Dios ni respeta a las personas; además es presentado indispuesto para atender el caso de una mujer pobre (véase en contraste 2Cro 19,5-6). Al describir así a ambos personajes se logra establecer un fuerte contraste, de tal manera que el lector no ve una solución fácil a la situación de aquella pobre mujer.

Sin embargo, aquella mujer no hacía más que presentarse ante el juez. Y aquí está la primera lección de la parábola. Lo único que hacía aquella mujer era precisamente no cansarse de acudir ante el juez (v. 3); y si éste no quiso durante mucho tiempo hacerle caso, significa igualmente que la mujer estuvo yendo a pedir justicia todo este tiempo. Sin embargo, inesperadamente el lector se da cuenta que aquel hombre reacciona favorablemente. Pero lo que importa en la parábola es la causa: la insistencia oportuna de la viuda; y la finalidad: la justicia.

De la convicción a la constatación…

El evangelio introduce dos preguntas retóricas, es decir, de esas que esperan una respuesta obvia que tiene que dar el lector: Claro que Dios hará justicia y no hará esperar a sus elegidos. Pero se necesitan dos cosas: entender la oración como grito, clamor; esto reflejaría el reconocimiento real de una necesidad y la confianza en Dios al mismo tiempo que la constancia, día y noche, es decir, siempre. Y se introduce una afirmación contundente de Jesús: “les digo que les hará justicia pronto” (v. 8).

¿Pronto o inesperadamente?

“Les digo que les hará justicia pronto” (Lc 18,8) ¿Pronto o inesperadamente? “Pronto” no significa “inmediatamente”; de acuerdo a la manera en que Lucas va presentando su mensaje podríamos pensar en una rapidez pero de acuerdo al tiempo de Dios y a su modo. Cuando la justicia llega a nuestro modo casi siempre produce otras injusticias. Por eso, en todo caso la inmediatez debe entenderse desde la perspectiva de Dios, de su Reino. Imaginemos pero sin inventarle al texto: ¿qué hubiera sucedido si el día en que el juez decide hacer justicia, la viuda no se hace presente?

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…Al servicio de la misión

Ahora bien, lo más interesante de todo lo anterior es que una oración así, con estas características, estaba en orden a la configuración de una comunidad en orden a la misión. El tercer evangelio dedica varios textos a la oración porque en el fondo mantiene la convicción de sólo una comunidad que está unida al Dios de Jesús y que cree en las consecuencias de la oración y asume sus exigencias, puede convertirse en misionera. No es casualidad que, a partir de esta parábola, comience a tocar temas que guardan relación con el exterior de la comunidad y con los posibles nuevos interlocutores e integrantes. Así por ejemplo, lo que en 18,1-8 es a nivel personal-comunitario, en la parábola del fariseo y el publicano refleja el contacto con personas más allá de la misma comunidad (vv. 9-15); igualmente podríamos decir del sentido incluyente de los vv. 15-17 y del hombre rico que desea formar parte de los que tienen en herencia la vida eterna, es decir, de los discípulos de Jesús (vv. 19-23); o la pregunta sobre la recompensa a quienes han dejado todo para seguir a Jesús (vv. 28-30) en clara correlación con los nuevos integrantes que aparecen retratados en la figura del ciego de Jericó y de Zaqueo (18,35-19,10).

Volvamos a leer otra vez el evangelio. Tratemos de retomar los elementos adicionales y los propios para poder pasar a la meditación.

2. Meditación

Procuremos meditar el contenido de este evangelio en clave de misión. ¿En qué nos hace reflexionar este evangelio respecto de la vida de oración y de fe que debe tener una comunidad eclesial que desee ser misionera? ¿La oración es asunto individual o eclesial en orden a la misión? ¿por qué? De acuerdo a este evangelio y su relación con la misión ¿con qué podíamos medir la fuerza de la fe? ¿En qué nos hace reflexionar la convicción de que Dios no dejará solo a quien se acerque a él sin desfallecer y siempre procurando la justicia? ¿En qué otra cosa nos hace reflexionar este evangelio?

3. Oración

Démosle gracias a Dios por que nos escucha siempre, a su tiempo y con sus modos, que nos preocupamos por la justicia. Pidámosle que seamos una comunidad de oración y de fe para poder ser igualmente, con autenticidad, una comunidad misionera. Roguémosle que nos conceda orar siempre y sin desfallecer para que la justicia se haga presente para todos, especialmente, para las personas que más sufren en los espacios y lugares de misión. ¿Qué otra oración podríamos agregar?

4. Contemplación – acción

¿Qué debemos hacer para pasar de un grupo que reza a una comunidad que hace oración al estilo y con los principios que ofrece este evangelio? ¿Qué características adquiriría nuestra misión a partir de una vida auténtica de oración con fe, es decir, siempre y sin desfallecer? ¿En qué nos debería animar el hecho de que Dios, aunque no nos cumpla caprichos, esté pronto a hacer justicia? Pensemos en algún otro compromiso personal y comunitario.

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EUCARISTÍA PARA EL DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES

Monitor: Buenos días, hoy celebramos el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), en este día renovamos el compromiso misionero que tenemos todos los bautizados, de todos los que hemos recibido el don de la fe. El Papa Francisco nos ha dicho que la fe “es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido”. También nos dice en el Mensaje para el DOMUND que una comunidad madura en la fe es siempre misionera. Por eso, hoy presentamos al Padre la ofrenda de nuestras vidas y esfuerzos a favor de la Misión.

Ritos iniciales

SaludoS: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.P: Amén.S: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.P: Y con tu Espíritu.

Acto penitencialS: Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro corazón al arrepentimiento, para acercarnos a la mesa del Señor.S: Tú que eres el camino que conduce al Padre: Señor, ten piedad.P: Señor, ten piedad.S: Tú que eres la verdad que ilumina a los pueblos: Cristo, ten piedad.P: Cristo, ten piedad.S: Tú que eres la vida que renueva el mundo: Señor, ten piedad.P: Señor, ten piedad.S: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.P: Amén.

Gloria

Oración ColectaS: Oremos. Señor y Dios nuestro, que has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los hombres, a fin de que la obra redentora de tu Hijo perdure hasta el fin de los tiempos, haz que tus fieles caigan en la cuenta de que están llamados a trabajar por la salvación de los demás, para que todos los pueblos de la tierra formen una sola familia y surja una humanidad nueva en Cristo nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.P: Amén.

Liturgia de la Palabra

Monitor: La fuerza de la oración de Moisés se manifiesta en beneficio del Pueblo de Israel, pero no lo hace solo, sino en cooperación con sus compañeros y el Pueblo.

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Primera lecturaLectura del libro del Éxodo 17, 8-13

En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Refidín. Moisés dijo a Josué: «Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.» Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada. Palabra de Dios. P: Te alabamos Señor.

Salmo responsorialSalmo responsorial Sal 120, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: 2)P: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

• Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R.

• No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. R. • El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. R. • El Señor te guarda de todo mal, el guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por

siempre. R.

Monitor: La fe recibida no es para quedársela estérilmente, sino para compartirla a todos siempre.

Segunda lecturaLectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3, 14 - 4,2

Querido hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir. Palabra de Dios.P: Te alabamos Señor.

Monitor: La fe implica nunca desfallecer en la oración, ni perder la esperanza en la justicia de Dios, ya que Él siempre nos escucha.

AclamaciónAleluya Hb 4, 12Aleluya, Aleluya. La Palabra de Dios es viva y eficaz; juzga los deseos e intenciones del corazón.Aleluya, Aleluya.

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EvangelioLectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario.” Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.”» Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» Palabra del Señor.P: Gloria a ti Señor Jesús.

Líneas para la Homilía

El Papa Francisco, con una profunda honestidad, ha dicho que “a menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no solo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial” (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, n. 3). Animados por esta honestidad y convencidos de que no podemos ser una Iglesia misionera sin preguntarnos seriamente sobre nuestro discipulado, acerquémonos a la liturgia de la Palabra que propone nuestra Iglesia para este domingo.

Dios está entre nosotros…

El pasaje de Ex 17,8-13 se comprende mejor desde la pregunta del v. 7: “¿Está Yahvé entre nosotros o no?” Hasta parece que la oración que hace Moisés está precisamente en función de manifestar la presencia de Dios entre ellos; esto parece confirmarse en que Moisés después construirá un altar y lo llamará: “Yahvé, mi bandera” (v. 15). Podríamos decir entonces que, con mucha probabilidad, la función principal de la oración no es para triunfar sobre otros sino para que el Dios de la Alianza se haga presente; la finalidad de la oración es que Dios habite entre las personas.

Otro elemento importante es el hecho de que Aarón y Jur le sostengan las manos a Moisés para que pueda mantenerse en actitud de oración. Esta escena no tendría mayor importancia si no encontráramos en los versículos inmediatamente posteriores (18,13-27) a un Moisés que necesita de la ayuda de la comunidad. Jetró, el suegro de Moisés, le aconsejará que se deje ayudar: “elige de entre el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres honrados…” (v. 21). Podríamos suponer también, por tanto, que la oración aunque es personal, ya desde el Antiguo Testamento se vislumbra su carácter eminentemente comunitario.

La oración deber hacerse siempre y sin desfallecer para construir el Reino

El tema de la oración continúa en el Evangelio (Lc 18,1-8). Este pasaje enfatiza de entrada dos elementos cruciales para la oración: orar siempre y sin desfallecer; lo ocasional y el desánimo son enemigos fundamentales de la oración (v. 1). Además, estas dos actitudes nos introducen en el meollo de la oración: la justicia. Es decir, para Lucas la finalidad última, quizás la más importante, es el trabajo por la justicia.

Al contrario de lo que lo pudiéramos pensar, el único beneficiario de la justicia no es la viuda sino también el juez y el que molesta a la viuda–que pasan de injustos a justos-. Lucas es fiel a su pensamiento sobre la oración y ubica su importancia, más que en la consecución de algo personal, en la construcción de una sociedad donde el Reino de Dios se haga presente (11,4-13); en este caso la justicia.

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Es de tal magnitud la consecuencia de la oración que el hecho de no hacerla siempre y desfalleciendo hace que se ponga en riesgo la construcción del Reino. De ahí que el Evangelio insiste en que esta actitud es algo de día y de noche. Ahí precisamente estuvo el acierto de la viuda que no hacía más que presentarse ante el juez. En esto tan sencillo está un acierto de la parábola. Lo único que hacía aquella mujer era precisamente no cansarse de acudir ante el juez (v. 3); y si éste no quiso durante mucho tiempo hacerle caso, significa igualmente que la mujer estuvo yendo a pedir justicia todo este tiempo. Sin embargo, inesperadamente el lector se da cuenta que aquel hombre reacciona favorablemente. Pero lo que importa en la parábola es la causa: la insistencia oportuna de la viuda; y la finalidad: la justicia.

Una oración que necesita este tipo de fe

Para que la oración no se convierta en rezo el Evangelio introduce el elemento de la fe. La frase del v. 8 podría traducirse también: “pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe sobre la tierra?” la frase podría estar indicando que la fe que tiene la viuda se convierte en una especie de paradigma para cualquier que pretenda ser un auténtico discípulo. Además, podría estar señalando de acuerdo a la manera en que Lucas va presentando la venida del Hijo del Hombre, que la manera de prepararse o de vivir en espera del encuentro con el Señor, es precisamente con este tipo de fe.

Proclamar la Palabra

Teniendo en cuenta el motivo de nuestra celebración podríamos explotar la segunda lectura en clave de proclamación de la Palabra (2Tim). La acción de proclamar la palabra (en griego, kerysso) entre los primeros cristianos hunde sus raíces en la misma enseñanza y manera de vivir de Jesús y tiene la connotación de gritar algo de tal manera que todos –sin excepción- lo escuchen. Al mismo tiempo proclamar supone que algo se dice, de tal manera que hasta el mismo proclamador lo escucha como destinatario inmediato y prioritario del mensaje. Esto hace no sólo que se priorice la conversión de todos los que escuchan el mensaje sino que el mismo proclamador no se convierta en funcionario; esta manera de comprender la proclamación de la Palabra exige que la tarea evangelizadora no sea sólo sobre un contenido sino sobre todo desde una experiencia.

Ahora bien, esta proclamación pide insistencia. La insistencia no significa, al menos desde la perspectiva bíblica, únicamente reiteración sino sobre todo cercanía; así parece denotarlo el uso del verbo insistir (en griego afístemi). Incluso este verbo incluye el sentido de ser oportuno, estar pronto, a la mano. Además, la terminología con la que se relaciona la insistencia se refiere al tiempo entendido, no de manera cuantitativa, sino cualitativa (kairós). Es decir, muy probablemente la insistencia estaría relacionada con la actitud cercana del discípulo misionero de no dejar de proclamar la Buena Nueva, haya o no haya respuesta. Y es que, para aquellos primeros cristianos, la falta de respuesta inmediata no era una respuesta definitiva. Había que insistir pues Dios tiene sus caminos y las personas sus procesos.

Credo. Del Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 288.

Preces

Padre de bondad, te pedimos que escuches y atiendas las suplicas que tu pueblo te dirige con fe y esperanza. Padre, escúchanos.1. Por la Iglesia, para que sea verdaderamente sacramento de salvación para el mundo, y trabaje incansablemente

en el anuncio de la Buena Nueva. 2. Por el Santo Padre Francisco, para que su testimonio de vida nos aliente a encontrarnos con Cristo y a vivir

en comunión con nuestros hermanos.

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3. Por todas las personas del mundo, especialmente las que no te conocen, y que incluso te rechazan, para que abras su mente y su corazón a tu Palabra, Jesucristo.

4. Por los gobernantes y quienes manejan el poder económico y social, para que, iluminados por tu amor, promuevan la justicia, el desarrollo humano y la paz.

5. Por los pueblos y culturas que no han oído aún el Evangelio, para que suscites misioneros en medio de tu Pueblo, que con valentía hagan entrega generosa de sí mismos.

6. Por todos los misioneros, para que lleguen a ser testigos fieles de tu amor, y con esperanza planten la semilla del Evangelio, en todos los lugares donde se encuentren.

7. Por todos nosotros, para que ampliemos los límites de nuestra fe, y asumamos con un corazón universal el compromiso misionero de nuestro bautismo saliendo al encuentro del otro.

8. Por todos los hombres y mujeres de la tierra, para que en el ejemplo de la santísima Virgen María encontremos caminos para ser auténticos discípulos y misioneros tuyos.

S: Padre bueno, escucha las súplicas que tu Pueblo te hace confiando en tu amor, te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. P: Amén.

Liturgia EucarísticaDel Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 292.

Oración sobre las ofrendas

Señor, como aceptaste la gloriosa pasión de tu Hijo, dígnate aceptar también por la salvación del mundo los dones y plegarias de tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.P: Amén.

Prefacio Dominical VIIILa Iglesia unificada por virtud y a imagen de la Trinidad

S: El Señor esté con ustedesP: Y con tu Espíritu.S: Levantemos el corazón.P: Lo tenemos levantado hacia el Señor.S: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.P: Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,es nuestro deber y salvación darte graciassiempre y en todo lugar,Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.Porque has querido reunir de nuevo, por la Sangre de tu Hijoy la fuerza del Espíritu,a los hijos dispersos por el pecado;

Plegaria Eucarística III. Del Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 386.

de este modo tu Iglesia,congregada por virtud y a imagen de la Trinidad,aparece ante el mundocomo Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu,para alabanza de tu infinita sabiduría.Por eso, unidos a los coros de los ángeles,te alabamos llenos de alegría:Santo, Santo, Santo

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Rito de ComuniónDel Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 403.

Antifona de la comunión. Mc 16, 15.

Id por todo el mundo proclamar la Buena Nueva a todas las naciones, dice el Señor.

Oración después de la comunión.Oremos. Te pedimos, Señor, que la participación en tu mesa nos santifique y que la redención que tu Hijo consumó en la cruz, sea recibida con gozo en todo el mundo por medio del sacramento de tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.P: Amén.

Ritos de ConclusiónDel Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 409.

Monitor: Que esta celebración Eucarística nos impulse a darle un sentido misionero a nuestras acciones eclesiales y a nuestra vida cotidiana; pidamos a Jesús que nos abra el corazón para ampliar los límites de nuestra fe y salgamos siempre más allá de nuestra comodidad y confort. Que seamos verdaderamente Iglesia Universal para los pueblos y culturas del mundo.

S: El Señor esté con ustedes.P: Y con tu espíritu.S: Que Dios todopoderoso os bendiga con su misericordia y os conceda la sabiduría que salva.P: Amén.S: Que aumente en vosotros la fe y os haga perseverar en las buenas obras.P: Amén.S: Que enderece hacia sí vuestro pasos y os muestre el camino del amor y de la paz.P: Amén.S: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.P: Amén.S: Que la alegría del Señor sea nuestra fuerza, podemos ir en paz.P: Demos gracias a Dios.

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HORA SANTA

Monición

“El amor de Cristo nos apremia” (2 Co.5, 14). El deber de evangelización es una urgencia de caridad para el discípulo de Cristo.

América, es el Continente de la esperanza. Asia, con el despertar emprendedor de enormes y populosos países. África, con la permanente inquietud entre los que emigran y los que luchan por abrirse camino a través de increíbles rivalidades étnicas. Oceanía, balanceándose entre el bienestar y la pobreza y Europa, que presume de civilización y ofrece interrogantes e inquietudes más que seguridad y esperanza.

En esta Hora Santa postrados ante tu divinidad Señor Jesús ponemos en tu corazón divino a cada uno de los cinco continentes, cada uno con su realidad, con sus problemas y preocupaciones, pero también con sus potencialidades, para que sean conscientes de la misión que deben vivir y realizar.

Canto: Altísimo Señor

Señor ante tu presencia nos encontramos, te pedimos que aumentes en cada uno de nosotros la fe para seguir caminando contigo.

Padre Nuestro… Ave María…En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado; el corazón amoroso de Jesús sacramentado.

Postrados ante tu presencia, Señor, te pedimos para que nuestra esperanza esté llena de confianza en Ti para hacer siempre tu voluntad.

Padre Nuestro… Ave María…En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado; el corazón amoroso de Jesús sacramentado.

Señor, ponemos en tus manos amorosas nuestra caridad, enséñanos a compartir con los demás todo lo bueno que tenemos.

Padre Nuestro… Ave María…En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado; el corazón amoroso de Jesús sacramentado.

Canto: Mi Jesús sacramentado

En este primer momento de reflexión te pedimos por el Continente de África.

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ÁFRICAÁfrica, deriva del vocablo abriga desde el siglo XVII utilizado para designar a todo el continente. Los países del norte de África, en los primeros siglos antes de la llegada de los musulmanes, fueron a patria del monaquismo de grandes teólogos y escritores como Orígenes, Tertuliano, san Cipriano, san Agustín, además de tres Papas. Actualmente la Iglesia Católica es minoritaria en África. Tan sólo el 14% de la población es católica. En el siglo XIX Dios suscitó grandes misioneros llegados de Azura que evangelizaron el continente africano. Entre ellos destaca Daniel Comboni.La Iglesia de África es la más joven y creciente de todas las iglesias. Este crecimiento se realizó muchas veces en medio de luchas y persecuciones. Muchos cristianos testimoniaron su fe con el sacrificio de su vida. Hay Obispos, sacerdotes y religiosos autóctonos, también hay un gran número de laicos comprometidos y catequistas que son los principales animadores de las comunidades cristianas. Actualmente la Iglesia mantiene en el continente 640 hospitales, 5,018 dispensarios, 270 leproserías, 665 hogares para ancianas minusválidos, 791 orfanatorios y 2,036 jardines de infancia. África envía 2,585 misioneros y recibe 14,748 misioneros.

Pidamos por este gran continente, esperanza de la Iglesia y semillero de católicos comprometidos dispuestos a dar la vida por Cristo y por la evangelización de su pueblo.

Momento de silencio.

(Recordemos a tantos hermanos nuestros africanos que sufren y que han sido mártires)

San Daniel Comboni consagra su vida por África, su lema: “África o muerte”. Su plan para la evangelización por África. Su confianza total en los africanos: “Salvar a África por medio de África.

Canto: Estoy pensando en Dios.

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En este segundo momento de reflexión pidamos por nuestro continente:

AMÉRICALa Iglesia de América llena de gozo por la fe recibida y dando gracias a Cristo por este inmenso don, ha celebrado hace poco el quinto centenario de comienzo de la predicación del Evangelio en sus tierras. Esta celebración, ayudó a los católicos americanos a ser más conscientes del deseo de Cristo de encontrarse con habitantes del nuevo mundo para incorporarlos a su Iglesia y hacerse presente de este modo en la historia del Continente.

La Evangelización de América no es sólo un don del Señor, sino también fuente de nuevas responsabilidades. Gracias a la acción de la Evangelización a lo largo y ancho de todo el continente han nacido de la Iglesia y del Espíritu, innumerables hijos.

En el pasado como en el presente continúan resonando las palabras del Apóstol: “predicar el Evangelio no es para mi un motivo de gloria, es más bien un deber que me incumbe y ay de mi si no predicara el Evangelio” (1Co 9,16). Este deber se funda en el mandato del Señor resucitado a los apóstoles antes de su ascensión al cielo “proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,1).Este mandato se dirige a toda la Iglesia de América, en este preciso momento de su historia, esta llamada a acogerlo y responder con amorosa generosidad su misión fundamental evangelizadora: difundir los tesoros de la Palabra de su gracia de tus ejemplos entre los hombres es deber ser. La Evangelización es una urgencia de caridad para el discípulo de Cristo. “el amor de Cristo nos apremia” (2Co 5,14). Pidamos por nuestro continente de América para que todos los creyentes seamos testigos con la Palabra y con el ejemplo.

Momento de silencio.

Santa Rosa de Lima decía: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús”; no debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo porque en ellos servimos a Jesús” (Cfr. CEC 2449).

Tercer momento reflexionemos con el continente de:

EUROPALa Iglesia en Europa y la tradición cristiana es muy antigua. Comienza en los tiempos en que el Apóstol Pablo pisó tierras europeas y con la llegada del Evangelio. Nuestra querida y vieja Europa o quizá más envejecida que amada parece como si hubiera perdido su señorío de antaño para asentarse en la plácida e inoperante atalaya de la nostalgia, desde la que ninguna cosa puede verse que la sombra de un pasado que se recuerda deslumbrador en ideas y en historia.

Benedicto XVI ha repetido la advertencia acerca de la crisis de valores que está atravesando Europa y también la necesidad de que el viejo continente recupere su propia identidad. Los valores cristianos no sólo han ayudado a vivir una vida religiosa sino han inspirado los ideales democráticos de las sociedades europeas.

Juan Pablo II providencial maestro y testigo que pasea doctrina y ejemplo por todo el mundo, ha puesto en nuestras manos una Exhortación Apostólica sobre Jesucristo vivo en su Iglesia y fuente de esperanza a toda Europa. La carta del Papa no puede ser más oportuna y completa. Desde el lúcido y certero análisis de la situación de la Iglesia y de la sociedad europea y las claves con las que hay que leer los últimos acontecimientos, hasta presentar un verdadero y eficaz progreso de recuperación y hasta la misma regeneración de los que fueron los valores del viejo continente. Los europeos de hoy tienen que afirmar sus raíces y su herencia cristiana y pensar en su capacidad para seguir impulsando en el futuro esa nueva civilización de paz y bienestar en todos los órdenes de cosas, sin olvidar lo espiritual y de la que pueden participar todos los pueblos.

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Es imprescindible para comprender esa carta con una dimensión de universalidad aunque con especial dedicación a Europa, no es otra cosa que un anuncio de una nueva esperanza y un claro aviso para los creyentes, nuestra esperanza es Cristo.

A la Iglesia en Europa tiene que forcejarla con no pocas debilidades, fatigas y contradicciones, pero en forma alguna no puede sucumbir ante la desesperanza. Muy al contrario, tendrá que reafirmar el compromiso con aquello que constituye su auténtica vocación. Predicar el Evangelio de la esperanza buscando la última razón de todo Cristo, ayudando a acercarse a Dios que se hace presente entre las cosas que viven y ocupan a los hombres. La Iglesia europea tiene una vocación universal y unos fuertes compromisos de fidelidad a sus raíces y a su historia cristiana, y el Papa con voz clara y firme nos lo ha recordado en esta Carta Ecclesia in Europa.

Recemos por el continente de Europa para que abra sus sentidos y sea impulsado por los valores cristianos que nos llevan a Dios.

Padre Nuestro… Ave María… Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

El Beato S.S. Juan Pablo II decía: “Cristo está a lado de los pobres; no a través de la violencia, de los juegos de poder, de los sistemas políticos, sino por medio de la verdad sobre hombre, camino hacia un futuro mejor”

Vivamos un cuarto momento recordando el continente más pequeño:

OCEANÍAOceanía es el continente menos poblado, tiene 3 habitantes por km 2. La población total de este continente es de 29,600,000 habitantes. La mayoría de ellos no han conocido la Buena Nueva de la Evangelización.

Los confines más alejados de nosotros, nuestros antípodas, constituye el continente de Oceanía. Allí no ha ido la fuerza del Evangelio ahí ha habido y está arraigando. Esta tierra completa la universalidad de la Iglesia. Universalidad que ha de vivir quien quiera tener despierto su espíritu misionero. El Señor a su Iglesia le dice que ha de llevar la Buena Nueva “hasta los confines de la tierra”, que no hay lugar que no esté en su intención de que tengan vida y “vida en plenitud”.

Oceanía empezó no hace mucho a seguir a Cristo y su camino. Se ha implantado la Iglesia allí. Un momento histórico para la vida de la Iglesia de Oceanía ha sido el Sínodo Episcopal de los Obispos de Oceanía que se celebró el 22 de noviembre al 12 de diciembre de 1998. Fue una fuerte cercanía de catolicidad, de comunión en la diversidad. Dijo un Obispo de Oceanía, Monseñor Cecasre Bnivento: “parecía imposible que las islas de Oceanía pudiesen ser consideradas igual que el resto de los continentes. Oceanía, ni el número de católicos, ni su reciente historia podían pretender una consideración tal”. Y sin embargo, esto sucedió gracias a la grandeza de Juan Pablo II hacia el menor considerado de los continentes.

Oceanía, tomó conciencia del gran aporte que puede dar a la Iglesia Universal cuando vio en san Pedro a todos sus Obispos reunidos en torno al Papa en una liturgia enriquecida con elementos culturales y litúrgicos típicos del continente más lejano de Roma, creía el último y el menos considerado en la gran familia católica y, sin embargo el Padre común nos ponía en el puesto de honor a la misma altura que las antiguas Iglesias de Oriente y Occidente. Desde ese momento un nuevo dinamismo ha crecido cada vez más.Pidamos por Oceanía, que siendo el menor irrumpe con valentía los retos de la Nueva Evangelización, poniendo su fe en Dios nuestro Señor, que quiere que todos los hombres estemos reunidos en un mismo rebaño bajo un mismo pastor.

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Padre Nuestro… Ave María… Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

San Pedro Chanel evangelizó Oceanía, su frase era la de Cristo: “uno siembra y otro siega”; la víspera de su martirio decía: “No importa que yo muera; la religión de Cristo está ya tan arraigada en esta isla que no se extinguirá con mi muerte”.

Quinto momento, pensemos en el continente donde nació Jesús:

ASIALa historia de Asia es sumamente compleja en todos sus aspectos, también el que se refiere a la implantación de la fe católica, porque en este continente han nacido todas grandes religiones del mundo incluida la de Jesucristo.

El marco cronológico de una historia de la Iglesia en Asia es también amplísimo desde el día de Pentecostés del año 33 de nuestra Era, hasta el momento actual, es decir, casi veinte siglos.

¿Cómo sintetizar el inmenso caudal de acontecimientos, que sucedieron en este espacio y tiempo?

Edad Antigua. La Iglesia en la entonces provincia romana de Judea y saber por los Hechos de los Apóstoles que cuando fue elegido Matías para sustituir a Judas, la comunidad estaba formada por 120 personas y que el día de Pentecostés se bautizaron millares. La primera persecución levantada contra ellos, además del protomártir Esteban, produjo la dispersión que extendió la semilla. Un grupo se fue a Damasco. Un diácono Felipe de Samaria vino y luego de la conversión con un grupo llevó el Evangelio a Asia Menor y lo predicaron por primera vez en Joppe. Pedro comprende que el cristianismo no es sólo para los judíos, aunque siguen siendo estos la inmensa mayoría entre los cristianos de primera hora.

Doce años después de la Resurrección de Cristo, la persecución de Agripa extiende el Evangelio por Fenicia, Chipre y Antioquía y parece que es entonces cuando los doce salen de Jerusalén para cumplir el mandato de por todo el mundo, un mundo que es más pequeño que el nuestro.

Como consecuencia del incansable afán viajero y apostólico de Pablo, la fe de Cristo se extiende por todo lo que hoy llamamos Oriente próximo en el que existen ahora los estados de Líbano, Siria, Israel y Jordania.

Las persecuciones de los cristianos en los primeros siglos produjeron abundantes mártires en la Iglesia de Asia. Mismos que dieron un auge en la extensión del cristianismo.

Pidamos por el Continente de Asia para que cese la violencia entre los pueblos vecinos y reconozcan al único Dios verdadero.

Padre Nuestro… Ave María… Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

San Juan de Brito: Cristianizó en la India donde muere martirizado.

Canto para la bendición: Bendito, bendito, bendito sea Dios

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Reserva del Sant

• Bendito sea Dios.• Bendito sea su santo nombre.• Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre.• Bendito sea el nombre de Jesús.• Bendito sea su sacratísimo corazón.• Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.• Bendito sea el Espíritu Santo consolador.• Bendita sea la gran madre de Dios María Santísima.• Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.• Bendita sea su gloriosa Asunción.• Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.• Bendito sea san José, su castísimo esposo.• Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

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EL ROSARIO MISIONERO

Para rezar el rosario misionero se sigue el mismo esquema de cualquier rosario, con la particularidad de que todas las intensiones van dirigidas a pedir por las misiones.

• 1º Misterio: Pidamos por África, para que pueda superar el sufrimiento provocado por el hambre, las continuas guerras y las desigualdades raciales.

• 2º Misterio: Pedimos por la Iglesia en América, para que obedientes al Maestro pueda escuchar el consejo de María, que nos dice: “Hagan lo que Él les diga”.

• 3º Misterio: Pidamos para que la Iglesia en Europa, recupere su vitalidad cristiana y misionera.• 4º Misterio: Pidamos por todos los hombres y mujeres de Oceanía, para que escuchando la Palabra de Dios,

se dejen transformar por ella.• 5º Misterio: Pidamos por los pueblos de Asia, para que permanezcan abiertos al anuncio del Evangelio

proclamado por los misioneros.

LETANÍA MISIONERA

Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros

Jesucristo, ten piedad de nosotros Jesucristo, ten piedad de nosotros

Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros

Jesucristo óyenos Jesucristo óyenos

Dios Padre que quieres que todos nos salvemos Ten piedad de nosotros

Dios hijo redentor del mundo, que sufriste muerte de cruz por toda la humanidad

Ten piedad de nosotros

Dios Espíritu Santo, que atraes a la humanidad al conocimiento de la verdad

Ten piedad de nosotros

Santa María Reina de las misiones Ruega por el mundo

San Pedro Ruega por el mundo

San Pablo Ruega por el mundo

San Francisco Xavier Ruega por el mundo

Sta. Teresita del niño Jesús Ruega por el mundo

San Marcos Ruega por África

San Agustín Ruega por África

Venerable Carlos de Foucald Ruega por África

Santos Mártires de Uganda Rueguen por África

Beata Clementina Anaurite Ruega por África

San Andrés Ruega por Asia

Santo Tomás Ruega por Asia

San Juan Brito Ruega por Asia

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Santos Mártires de Corea Rueguen por Asia

Beatos y Santos Mártires de China y Japón Rueguen por Asia

Santa Rosa de Lima Ruega por América

San Martín de Porres Ruega por América

Santos Mártires Mexicanos Rueguen por América

San Juan Diego Ruega por América

San Felipe de Jesús Ruega por América

San Pedro Claver Ruega por América

Beato Daniel Comboni Ruega por Europa

Beato Guido Ma. Conforti Ruega por Europa

San Bonifacio de Alemania Ruega por Europa

San Agustín de Cantabria Ruega por Europa

San Leandro de Sevilla Ruega por Europa

San Pedro de Chanel Ruega por Oceanía

Padre Damián de Hancy Ruega por Oceanía

Estrella del Mar Ruega por Oceanía

Beatos y Santos Las Innumerables Islas Rueguen por Oceanía

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Perdónanos, Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Escúchanos, Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Ten piedad y misericordia de nosotros

ORACIÓN FINAL

Mira la abundancia de tu mies y envíale operarios para que anuncien el Evangelio a toda Criatura; y todo pueblo, congregado por la palabra que da vida y sostenido con la fuerza de los sacramentos, avance por el camino de la salvación y del amor. Por nuestro Señor Jesucristo tu hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. AMÉN

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VÍA CRUCIS MISIONERO

Oración inicial

Señor Jesús, Tú que recorriste el camino del Calvario, para redimirnos con amor infinito del pecado, te rogamos nos des la gracia de meditar con verdadero espíritu de fe todo lo que padeciste y, nos concedas por este acto de amor, que la celebración de la Jornada Misionera Mundial sea ocasión de un renovado empeño misionero; pues reconocemos que la fe no es un bien exclusivo de quienes tenemos la gracia de haberlo recibido, sino que es un don que debemos compartir, una buena noticia que es preciso comunicar, como Tú nos lo anunciaste. Que la participación de tu pasión y muerte, nos revelen la verdad de Dios y del hombre, partícipe de tu vocación-misión. En cada estación:a) Se anuncia la estación.b) Se dice: V. ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos! T. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mi pecador.c) Se medita brevemente sobre la estación proclamada.d) Se hace un espacio de silencio.e) Se realiza la oración propuesta de forma comunitaria.f) Se pueden rezar un Padre Nuestro, un Avemaría y Gloria.g) Al finalizar se dice: V. ¡Señor, ten misericordia de nosotros! T. Porque hemos pecado contra Ti. h) Se pasa a la siguiente estación.

1ª Estación. Jesús es condenado a muerte

“Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el medio día. Dijo Pilato a los judíos: ‘Aquí tienen a su rey’. Ellos gritaron: ‘¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!’. Replicó Pilato: ‘¿A su rey voy a crucificar?’. Contestaron los sumos sacerdotes: ‘No tenemos más rey que el César’. Entonces se los entregó para que fuera crucificado”. (Jn 19,14-16)

La Misión de Jesús culmina entregando su vida por todos. Como él muchos discípulos misioneros entregan generosamente su vida en la Misión, incluso hasta el martirio. Pidamos por todos ellos.

2ª Estación. Jesús toma la cruz en sus hombros

“Tomaron pues a Jesús que, cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota”. (Jn 19,17)

La cruz de Jesús no es impuesta, él la asume voluntariamente y con ella se dirige a su destino. Pidamos fortaleza al Espíritu Santo, para tomar nuestra cruz con valor y, con ella, seguir a Jesús.

3ª Estación. Jesús cae por primera vez

“Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará’”. (Mc 8,34-35)

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Todos caemos, a lo largo de nuestra vida, seguir a Jesús es también saber levantarse de las caídas y continuar el camino de la cruz. Pidamos luz para reconocer nuestras faltas y errores en el seguimiento de Jesús.

4ª Estación. Jesús encuentra a María, su Madre

“Estaba él hablando así, cuando una mujer de entre la gente dijo en voz alta: ‘¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!’. Pero él dijo: ‘Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan”. (Lc 11,27-28)

Para el discípulo de Jesús, María es modelo y al mismo tiempo inspiración. Como ella, seamos dóciles a la Palabra del Señor y dejemos que se encarne en nuestra realidad.

5ª Estación. Simón Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

“Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, que volvía del campo y pasaba por allí, fue obligado a cargar con su cruz”. (Mc 15,21)

Muchos cooperan con la Misión, a veces por situaciones humanas, desde afuera, sin comprometerse a fondo con ella. Pidamos por todos los bautizados que, ahogados en el secularismo, participan en la Iglesia desde afuera, para que descubran la alegría de seguir a Jesús.

6a Estación. Verónica enjuga el rostro de Jesús

“Del mismo modo que muchos quedaron asombrados al verlo –pues tan desfigurado estaba que no parecía un hombre, ni su apariencia era humana-, así se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán los reyes la boca, pues verán lo que nunca les contaron y descubrirán lo que nunca oyeron”. (Is 52, 14-15)

El rostro de Jesús es el de un hombre maltratado, y a punto de ser asesinado. La humanidad se encuentra ahora lastimada por el mal y el pecado. Pidamos al Padre por todos los que sufren y sensibilicémonos activamente ante el dolor de los hombres.

7ª Estación. Jesús cae por segunda vez

“Les decía: ‘El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán, más a los tres días de haber muerto resucitará. Pero los discípulos, que no entendían sus palabras, tenían miedo de preguntarle”. (Mc 9, 31-32)

Todos caemos, a lo largo de nuestra vida, seguir a Jesús es también saber levantarse de las caídas y continuar el camino de la cruz. Pidamos luz para reconocer nuestras faltas y errores en el seguimiento de Jesús.

8ª Estación. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

“Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: ‘Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos”. (Lc 23,27-28)

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Llorar y lamentarse no sirve de nada si no se ayuda al necesitado. La compasión se tiene que traducir en amor y servicio a los demás. Pidamos al Espíritu la sabiduría y la fuerza de actuar a favor de los demás y superar todo sentimentalismo distante.

9ª Estación. Jesús cae por tercera vez

“Más fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera y fuimos curados con sus heridas”. (Is 53,5)

Todos caemos, a lo largo de nuestra vida, seguir a Jesús es también saber levantarse de las caídas y continuar el camino de la cruz. Pidamos luz para reconocer nuestras faltas y errores en el seguimiento de Jesús.

10ª Estación. Jesús es despojado de sus vestiduras

“Lo crucificaron y se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes, a ver qué se llevaba cada uno”. (Mc 15,24)

Jesús es desnudado, como Job, morirá como nació. En realidad ya antes se había despojado de su divinidad, Jesús sabe perderlo todo para ganar a todos. Como él, aprendamos a vivir en la pobreza evangélica, que es riqueza verdadera en medio de nuestro actual consumismo.

11ª Estación. Jesús es clavado en la cruz

“Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí junto con los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda”. (Lc 23,33)

La cruz es el lugar donde todo parece perdido, donde ya no hay esperanza. Para el discípulo es el lugar de la entrega total, donde ya nada está en nuestras manos y todo está en las manos del Padre.

12ª Estación. Jesús muere en la cruz

“Llegada la hora sexta, la oscuridad cubrió toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: ‘Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?’, que quiere decir: ‘¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?’… Entonces el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba frente a él, al ver que había expirado de aquella manera, dijo: ‘verdaderamente este hombre era hijo de Dios”. (Mc 15,33-34.38-39)

Jesús asume completamente nuestra humanidad, por eso experimenta la muerte, experiencia aterradora para muchos, para otros, consecuencia del sin sentido de la vida; Jesús nos muestra que la muerte es pascua, paso a la vida verdadera.

13ª Estación. Jesús es bajado de la cruz“Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo”. (Jn 19,38)

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Jesús baja, primero baja del cielo a la tierra al encarnarse, ahora su cuerpo es bajado de la cruz; él baja también a “los infiernos”, desciende a lo más profundo para rescatar al hombre que se encuentra allí. Descendamos a todo lugar donde haya personas y ayudemos a levantarlas.

14ª Estación. Jesús es depositado en el sepulcro

“Fue también Nicodemo –aquel que anteriormente había ido a verle de noche-. Con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde Jesús había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, pusieron a Jesús, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca”. (Jn 19,39-42)

Nicodemo y José de Arimatea son hombres verdaderamente piadosos, su fe les lleva a la misericordia, por eso llevan el cuerpo del Señor a un lugar digno. Pidamos al Espíritu Santo la piedad frente al cuerpo del Señor, presente en la Eucaristía y en las personas.

15ª Estación. Jesús resucitó

“Y si Cristo no resucitó, su fe es vana: siguen en sus pecados… Si nuestra esperanza en Cristo se limita sólo a esta vida, ¡somos las personas más dignas de compasión! ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que murieron”. (1Cor 15,17. 19-20)

La vida vence a la muerte, la verdad a la mentira, el amor a la violencia, la resurrección de Jesús nos da la esperanza en la victoria del bien, da sentido a la vida y a la realidad. Vivamos como testigos de la vida en medio de un mundo oscurecido por el mal y la muerte.

Se culmina rezando un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por las intenciones de nuestro Sumo Pontífice.

Oración final

Señor Jesucristo, Tú que derramaste tu sangre para lavar los pecados de todos los hombres, haz que ninguno de ellos quede sin recibir los beneficios de la redención. Infunde en el corazón de todos los bautizados el deseo de propagar la fe. Cultiva en el corazón de los jóvenes el sublime ideal de entregarse al servicio del prójimo. Sostén el ánimo de aquellos que, abandonándolo todo, cumplen tu mandato de ir por el mundo anunciando la Buena Nueva. Crea en mí un corazón misionero. Amén.

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ALMA MISIONERA

Señor toma mi vida nueva antes de que la espera desgaste años en mi,

estoy dispuesto a lo que quieras no importa lo que sea tu llámame a servir.

Llévame donde los hombresnecesiten tus palabras,

necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza

donde todo sea triste simplemente, por no saber de ti.

Te doy mi corazón sinceropara gritar sin miedo

lo hermoso que es tu amor, Señor tengo alma misionera,

condúceme a la tierra que tenga sed de ti.

Y así en marcha iré cantandopor pueblos predicando

tu grandeza Señortendré mis manos sin cansancio

tu historia entre mis labios mi fuerza en la oración.

HOY DE MUCHOS PUEBLOS

Hoy de muchos pueblos y ciudades nos reunimos,Pues queremos nuestro compromiso renovar,Somos caminantes, somos paz y somos fuegoSomos voz que canta un himno de amistad.

Soy misionero y el evangeliovoy por el mundo

anunciando la misión.Nueva esperanza, nuevo milenio,

primavera para el mundo es mi canción.

No hacemos la guerraamigos somos en la tierra.

Por donde andamos hermanosvamos a encontrar.Somos caminantes,

somos paz y somos fuego.Somos voz que cantaun himno de amistad.

Únete a la Iglesia en misión, únete ami canción. (2)

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HIMNO DE LA LMJ

Somos la alegríaque despierta un nuevo día,

somos la esperanzaque reclama el porvenir,

somos esas voces que no dejan de decir.

“El reino de Dios cercano está”.Somos portadores de un mensaje de la vidaSomos las palabras que Jesús quiere gritarSomos misioneros dispuestos a predicar

Anunciando al hombre libertad.

Liga misional, Liga Juvenil,por la salvación de todo el mundo. (2)

Cuando recibimos a Jesús nos encontramosy nos descubrimos en el pan que nos unió.El banquete eterno nuestro Dios lo preparó

para realizar su redención.El conocimiento de las Santas Escrituras

nos va motivando a comprender. Nuestra labor es el evangelio que se siembra con

amor que le da sentido a la misión.

Hasta los confines de la tierra llegaremosA darle la mano al que sufre y tiene sedAl que no conoce las razones de su fe,

Y no tiene paz su corazón.Con nuestro rosario misionero de la manoCinco continentes presentamos al SeñorNuestras oraciones son reflejo del ardor

Por llevar al mundo salvación.

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SOMOS APÓSTOLES

Vamos a cumplir nuestra gran misiónvamos a anunciar el Reino de Dios,

Dios nos ha llamado, vamos hacia él,sigamos el camino de la salvación.

Somos apóstoles y sacerdotesreyes somos

por el bautismo de Dios,con Jesús Eucaristía

y de la mano de Maríavamos a evangelizar (2)

Hay que aprenderpara poder enseñar

al resto de la gente del amor de Diosvamos avanzando hasta

lograr alcanzar la gracia de Diosconfiando en su bondad.

Toma mi mano podemos lograrvencer las tentaciones y la desilusión

como hermanos que somoshay que renacer

vamos a la vida en nuestro Salvador.

Adolescentes y niñosvamos a cambiar

la mente de los grandespor un mundo mejorconfiando en la gracia

de nuestro Salvador una vida mejorvamos a comenzar.

VAYAN POR TODO EL MUNDO

Vayan por todo el mundo, Lleven noticias de salvación,

no lleven equipajeque no corresponda a esa misión.

Vayan de dos en dossean testigos de mi verdad

vayan por todas partesno tengan miedo a la oscuridad.(2)

Vayan a los rincones a las misiones,a toda ciudad hablen de lo que han visto

de lo que oyen de mi amistad.Vayan de dos en dos y sean testigos

de mi verdad que el mundo al mirarlos los reconozca por su bondad.(2)

MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS

Más allá de las fronteras,más allá de las fronteras con Jesús.

más allá de las fronteras (2)

Allí donde Dios nos lleva, allí donde alguien espera,allí donde hay un hermano, que la exclusión se agrega

donde la muerte da vuelta y la vida se peleaDonde duerme una esperanza y la justicia espera.

Un llamado a la Iglesia y proclamar la Buena Nueva,dándonos todos las manos, abriendo todas las

puertasDesafiando a las guerras, con la paz que nos libera.

Donde la tierra sedienta, está guardando la siembra.

Cinco continentes, con diferentes idiomas.Cruzando desiertos y mares, montañas ríos y selvas.

Una nueva primavera, por toda la tierra.Más allá de las fronteras, la Iglesia es misionera.

María virgen misionera, es fortaleza y consuelo.Ella nos guía en las sendas a todo pueblo y aldea.María nos abre el camino y la esperanza renueva.

Anuncia a Cristo que viene, trayendo vino a la fiesta.

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Esta obra se terminó de imprimir en agosto de 2013

Planta Industrial:Impresora y Editora Xalco S.A. de C.V.

J.M. Martínez 301, col. Jacalones, Chalco Edo. de México C.P. 56600Tel. (55) 5784-6177