LII LLL [A II No II] - 29 OCTUBRE 2009 - Del sentimiento trágico de la vida

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    Francisco Arriaga Ao 2, No. II. Libres libros de a libra. 29 Oct. 2009

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    Del sentimiento trgico de la vida

    La filosofa responde a la necesidad de formarnos una concepcin unitaria y total del

    mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepcin, un sentimiento que

    engendre una actitud ntima y hasta una accin. Pero resulta que ese sentimiento, en vez

    de ser consecuencia de aquella concepcin, es causa de ella. Nuestra filosofa, esto es,

    nuestro modo de comprender o de no comprender el mundo y la vida, brota de nuestro

    sentimiento respecto a la vida misma. Y esta, como todo lo afectivo, tiene races

    subconscientes, inconscientes tal vez.

    No suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es

    nuestro optimismo o nuestro pesimismo, de origen filosfico o patolgico quiz, tanto el

    uno como el otro, el que hace nuestras ideas.

    Tales son los postulados con los que el filsofo espaol Miguel de Unamuno comienza su

    libro, terminado de escribir en 1912 y publicado apenas un ao despus, en 1913.

    Considerado uno de sus libros principales, Del sentimiento trgico de la vida aborda

    temas tan espinosos como la fe, la creencia en la vida despus de la muerte, y finalmente,

    la existencia de Dios.

    Homo sum

    Qu es ser hombre? Qu es lo que distingue al hombre de los dems animales? Qu

    es eso que comnmente llamamos razn?Unamuno se enfrenta a las cuestiones fundamentales, base y fuente de toda filosofa.

    Descarta a la razn como sustentante de la identidad, de la esencia humana, y se inclina

    por el lado del sentimiento o el afecto: El hombre, dicen, es un animal racional. No s

    por qu no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los

    dems animales le diferencia sea ms el sentimiento que no la razn. Ms veces he visto

    razonar a un gato que no rer o llorar. Acaso llore o ra por dentro, pero por dentro acaso

    tambin el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado.

    Es precisamente en esta lucha sempiterna entre la razn y el sentimiento, entre el sentidocomn y el instinto, que podemos situar al hombre con sus aspiraciones, sueos y obras.

    Las armas con las que cuenta Unamuno son su inconmensurable bagaje filosfico, y su

    erudicin crtica [aprendi, por ejemplo, dans, para leer a Kierkegaard]. Repasa de

    manera rpida y tambin profunda distintas escuelas y corrientes filosficas y propone

    distintos ejemplos mediante los cuales se observa ese vaivn que se ha mantenido

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    constante, desde las primitivas filosofas representadas por aquellas obras de teatro

    escritas por los cmicos latinos [Terencio, por ejemplo] y detenindose tambin en la

    filosofa de Toms de Aquino, de Kant, de Kierkegaard, de Juan Bautista Vico [quien vio

    que la filosofa espontnea del hombre era hacerse regla del universo guiado por instinto

    d'animazione] haciendo una observacin demoledora en lo tocante al positivismo [entre

    otros males que hizo, fue el de traernos un gnero tal de anlisis que los hechos se

    pulverizaban con l, reducindose a polvo de hechos], desbrozando la filosofa de

    Spinoza a quien le dola Dios, y proponiendo una nueva filosofa del conocimiento, otra

    epistemologa.

    Utilidad?

    Todo conocimiento tiene una finalidad, dictamina Unamuno. No es fortuito que arremeta

    contra los filsofos que se empean en recrearse en sus silogismos, raciocinios

    falseados, que poco o nada tienen que ver con el hombre de la calle, el hombre que

    sufre y se atormenta al no poseer una respuesta clara ante la existencia o la negacin

    absoluta de Dios, o siquiera de una vida humana guiada segn un ciego propsito extra-

    humano. Su idea es muy clara: Si un filsofo no es un hombre, es todo menos un filsofo;

    es, sobre todo, un pedante, es decir, un remedo de hombre.

    Unamuno gustaba de leer entre lneas, y era el maestro experto en desenmascarar las

    intenciones ocultas detrs del discurso. Por eso hablaba con un corazn atormentado que

    da la impresin de estar indefenso, incomprensiblemente expuesto, y an as,permitindole mantenerse firme, coherente con su exposicin y discurso. Filosofar es algo

    indispensable para poder vivir, por ms que el hombre necesite vivir para poder filosofar.

    Es por esto que la Ethica de Spinoza puede leerse no ya como una apretada y rida

    amalgama de silogismos y corolarios, ordine geometrico demonstata [demostrada con

    orden geomtrico] sino como un salmo lgubre, un desesperado poema elegaco.

    Unamuno consigue que el hombre comn adquiera conciencia de su obligacin de

    filosofar y hacer frente a esas preguntas que se pueden acallar con mil y un vicios, con mil

    y una evasiones, y que slo son verdaderas y genuinas manifestaciones de la naturalezahumana en cuanto lucha y esfuerzo continuos contra lo insondable.

    No quiero morirme del todo

    Si la filosofa es til al hombre y le ayuda a hacer frente a este sinsentido que es la vida,

    es porque sobre todo nos ayuda a gritar, a dolernos, ponindonos en la boca aquello que

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    el corazn y el cerebro pocas veces se atreven a formular, a susurrar siquiera: el miedo a

    la muerte, la incerteza de no saber si todo se acaba aqu.

    Comnmente hay dos posturas, irreconciliables una con otra. Unamuno las sobrepasa,

    dejando claro que ambas juegan partidas de antemano empatadas, donde la incerteza es

    lo nico seguro:

    hay tres soluciones: a) o s que me muero del todo y entonces la desesperacin

    irremediable, o b) s que no muero del todo, y entonces la resignacin, o c) no puedo

    saber ni una cosa ni otra cosa, y entonces la resignacin en la desesperacin o esta en

    aquella, una resignacin desesperada, o una desesperacin resignada, y la lucha.

    Y si en algo cotidiano que todo hombre experimenta, no hay certeza alguna que nos

    acompae sino tan slo la seguridad de que la vida del hombre es una duda y lucha

    constantes, qu decir cuando pensamos en la posibilidad de la existencia de Dios.

    Dios, inmortalidad y dignidad humana

    Cmo puede vivir y gozar de Dios eternamente un alma humana sin perder su

    personalidad individual, es decir, sin perderse? Qu es gozar de Dios? Qu es la

    eternidad por oposicin a tiempo? Cambia el alma o no cambia en la otra vida? Si no

    cambia, cmo vive? Y si cambia, cmo conserva su individualidad en tan largo tiempo?

    La anttesis entre una conciencia personal y un Dios que tiende a absorberlo todo y es

    perfecto slo porque en l seran todos y cada uno de los hombres, todas y cada una de

    las cosas creadas -es decir, sera la unidad absoluta, la totalidad conciente-, despiertanen el filsofo ms dudas y preguntas que respuestas.

    Pero Unamuno no cede. Se encuentra ante aquello que, slo al ser formulado, podra

    abatir a cualquiera menos dispuesto a la lucha.

    El ltimo giro, las ltimas reflexiones de Unamuno, devuelven al hombre aquello que la

    concepcin mojigata de la religin, de Dios, de la filosofa y de la historia entendida como

    una concatenacin ms o menos afortunada de hechos- le arrebatan da tras da: su

    dignidad, empaada por la figura del hombre sufriente, del hombre dolido, herido.

    Entre tantas incertidumbres, tanto dolor, sufrimiento y falsas esperanzas, entre tantasapuestas a lo desconocido y alienaciones voluntarias, Unamuno rescata al hombre

    mostrndole que en su individualidad tiene el germen de la divinidad.

    Cada hombre es, en efecto, nico e insustituible; otro yo no puede darse; cada uno de

    nosotros -nuestra alma, no nuestra vida- vale por el Universo todo.

    Dignificado el hombre, Unamuno tambin consigue dignificar la obra del hombre, su

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    filosofa, su historia, la fuerza y el empeo de la razn que ya no arremete contra aquello

    que est fuera de nuestra limitada y miope intelectualidad. El deslinde que hace Unamuno

    sigue manteniendo su vigencia, noventa y siete aos despus de haber sido formulado:

    Y ahora viene de nuevo la pregunta racional esfngica -la Esfinge, en efecto, es la razn-

    de: existe Dios? Esa persona eterna y eternizadora que da sentido -y no aadir

    humano, porque no hay otro - al Universo, es algo sustancial fuera de nuestra

    conciencia, fuera de nuestro anhelo? He aqu algo insoluble, y vale ms que as lo sea.

    Bstele a la razn el no poder probar la imposibilidad de su existencia.

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    Ad notanda

    Avalanchas de estudios crticos y concienzudos anlisis de la obra de Unamuno se han

    estrellado, hacindose aicos, al enfrentar la polmica cuestin de si la filosofa de

    Unamuno tenda a una reconciliacin con el catolicismo, si finalmente estuvo a un paso de

    reconciliarse consigo mismo, retornando a la fe que perdiera en su adolescencia.

    Lo cierto es que, leyendo sin prejuicios sus libros y sobre todo, aquellos escritos en la

    ltima etapa de su vida, no se encuentra afirmacin alguna que permita suponer siquiera

    que Unamuno volvera al catolicismo, con una renovada fe en el Cristo.

    Su vida se mantuvo honesta, coherente hasta el extremo, con aquello que sus libros y

    ensayos, poemas y nivolas resuman: una humanidad que no se resigna a perecer, y que

    es indispensable para la comprensin y existencia de Dios, tanto o ms que aquella

    materia prima, el ser que la metafsica se empea en poner por sustrato de todo lo

    creado, quasi emanacin directa de Dios mismo.

    Del sentimiento trgico de la vida es el antecesor directo de El laberinto de la soledad,

    de Octavio Paz.

    Las mscaras que acus y denunci Paz en la sociedad mexicana a mediados del siglo

    pasado Unamuno las identific y aun en el orgullo espaol de proclamarse ateo.

    Herman atesmo con el racionalismo: ambos seran la rplica al catolicismo involucrado

    en las esferas de la sociedad, intelectualidad, economa, tradicin y moral espaolas.

    Con su estilo punzante, casi inmisericorde, Unamuno, el espaol, habla de los espaoles,

    Unamunosa sabiendas o sin saberlo y tambin entre la espada y la pared.

    La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida,

    escribi Paz. Unamuno, quien afirmara que la la metafsica es siempre, en su fondo,

    teologa, y la teologa nace de la fantasa puesta al servicio de la vida, logr identificar

    dnde se encontraba la raz de esa contradiccin que acuciaba a los espaoles -

    contradiccin que de alguna extraa manera tambin hemos recibido en herencia-:

    Y puesto que los espaoles somos catlicos, sepmoslo o no lo sepamos, querindolo o

    sin quererlo, y aunque alguno de nosotros presuma de racionalista o de ateo, acaso

    nuestra ms honda labor de cultura y lo que vale ms que de cultura, de religiosidad -si es

    que no son lo mismo-, es tratar de darnos clara cuenta de ese nuestro catolicismo

    subconciente, social o popular. Y esto es lo que he tratado de hacer en esta obra.