Lo que el cielo le robo al mar

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LO QUE EL CIELO LE ROBÓ AL

MAR

Por Doria Perry

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© Bubok Publishing S.L., 2012

1ª edición

ISBN:

Impreso en España / Printed in Spain

Impreso por Bubok

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Dedicado a al cielo, que siempre guía mis pasos.

A mi familia que siempre ha creído en mí.

A la amistad, que siempre alienta mi sueños.

Al amor, que existe por doquier y que alimenta mi ser.

Y a mi Padre…

Te he heredado las letras, y robado la visión estelar.

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… A veces sueño despierta, y miro al cielo y pienso que en alguna estrella que me mira, hay una historia de amor perdida, una historia llena de fantasía, llena de azul, donde las distancias son interestelares, y hay un príncipe, enamorado de su azul princesa, donde vuelan al espacio sólo con pensarlo, y en alguna luna un castillo de cristal, que al verlo impone una majestuosa inspiración, no sé exactamente que sucedió allá arriba, sólo percibo la tormenta de ilusión, la pasión de esa historia a mi corazón transmitida, pero no por mi cabeza comprendida, en ese momento se me escapa un inevitable suspiro, que me hace sentir…tan nostálgica de todo aquello en el pasado, que sólo sé sentir, que no conozco en realidad, pero que de algún modo alguien azul me hace percibir… Sí tan sólo pudiera recordar…

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I

Me dolían los ojos, no había dormido tanto desde hacía tiempo, la cama parecía emanar algún tipo de fuerza magnética que no me dejaba salir de la cama, estaba exhausta de dormir, que sueño tan raro pensé, tan vívido, cosa que no suele suceder, sabía que había soñado mucho como siempre, excepto que ahora parecía haberlo realmente viajado, todo aparecía en mi cabeza como reproducción continua, que raro pensé; Escuché ruidos en la cocina, ni siquiera sabía qué hora era, busqué el reloj junto a mi cama 10:15 a.m., ¿qué fecha era?, sentía como si hubiera dormido días; Recordé a Anfer llegando la noche anterior, quien por cierto, llegó a despertarme, he dormido mucho estos días pensé; El sol se colaba por la obscura ventana, como si apuntara con el dedo justo a mi cara, tenía que levantarme; Con mi pijama, pantuflas negras y mi cara

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probablemente dormida y despeinada, fui a la cocina a ver a Anfer.

-Buenos días- esbocé aun con mis manos limpiándome los ojos, y un bostezo inevitable.

-Hey amiga, si no te hubiera visto anoche creería que te pusiste ebria y estás con resaca ahora, si no te conociera pensaría que te fuiste de fiesta, ¿pues qué hiciste?-

-¿Qué hice?, nada, ¿qué hice?, me creerás que no lo recuerdo, creo que dormí mucho- Traté de recordar, en realidad no me había percatado de que no sabía que había hecho, realmente pensé que me había quedado dormida mucho tiempo, pero ¿sólo dormí?, qué extraño pensé para mí, nunca me había pasado que durmiera tanto.

-No creo que sea buena idea dejarte sola, es obvio que te deprimes sin mi presencia-

La risa de Anfer era perceptible aun con los ojos cerrados y no pude evitar reír también, quizá tenía razón, mi taciturna personalidad no es muy productiva sin compañía; Me acerqué a la cocina para ayudarla con los

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platos, y al llevarlos al comedor prendí la luz; Volteé a ver por inercia de algún lado al común foco brillante que emanaba luz gracias a la electricidad, sin embargo me produjo un sentimiento tan extraño, una nostalgia recién guardada en el pecho quería salirse de mí, no era más que uno de los millones de focos que todas las casas tienen, y yo sentía una necesidad inmensa de tocarlo, cerré los ojos suprimiendo mis extraños sentimientos y borré el razonamiento que empezaba a deducirse en mi cabeza; Pero no pude del todo, era una intriga que crecía dentro de mí, por un simple foco, estoy loca de verdad, dije para mí; El sueño que tuve en la noche volvió a aparecer, las imágenes otra vez se repetían en mi cabeza:

Estaba sentada al borde de la luna, mirando la entropía del universo, pensando hasta dónde han llegado a ver mis ojos; Pensé que el mundo detrás mío estaba muy ocupado viendo al suelo; Una estrella fugaz robó mi atención mientras me decía adiós, y detrás de ella en el obscuro fondo del vacío una ola de

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dimensiones gigantescas se elevó, llevándose consigo a todas las estrellas que a su paso encontrara, erguida frente a mí, esa ola se acercaba a la velocidad de lo incierto, y yo ahí, sentada en la luna, inmovilizada por lo que mis ojos veían... me elevé sobre esa ola, salí disparada al obscuro vacío, y ahí no había nada, sólo yo y algo que me sostenía... ¿Materia obscura?, no; Vi a lo lejos una luz acercarse, como nebulosa que es llevada por un viento que no existe, esa que crea a las estrellas y se despide de ellas; Rodeándome me abrazaba y yo volé... en esa nube, vi pasar soles de colores, vi el hielo de las esferas, vi el agua de los abismos del mar del universo, entré al agujero negro, y negro no es; Salí y vi las supernovas de hace millones de años, vi mi estela detrás de mí, helada línea de luz, pasé con ella las galaxias enteras atravesándolas como flecha de arco, vi el polvo primero; Regresé a la cercanía y me vi sentada en la luna, mirándome pasar, dije adiós y recordé la ola, cerré los ojos y desperté.

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Me pregunto si la marihuana tendrá efectos similares, mi cabeza estaba demasiado imaginativa soñando cosas que parecían sacadas de algún libro de ficción, o quizá de Julio Verne; Terminé mi desayuno, que por cierto estaba delicioso como siempre, la ventaja de que Anfer sea tan tragona, es que le gusta cocinar y lo hace muy bien, vivir con ella hace que comer sea muy placentero, una de las muchas cosas por las que la quiero tanto. Ni aun con mis delirios estelares, podía decir que no a alguna de sus comidas; Delirios estelares, reí por la locura de mi ser, me levanté de la mesa y lavé los platos, abrí el refrigerador para guardar lo restante y mis ojos se iluminaron, ¡vino tinto!, mi favorito para ser exactos, media botella, me pregunto por qué Anfer lo habrá comprado, a ella no le gusta y ya alguien le había tomado, en fin, es vino y está ahí. Cerré la puerta del refrigerador, miré mis pantuflas negras de dinosaurio, y supe lo que tenía que hacer, decidida a comprar unos buenos cortes de carne para comer más tarde, salí de la cocina y una gran idea salió de mi cabeza.

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-¡Iré a comprar carne para tomarme ese vino más tarde!- Grité hacia el cuarto de Anfer quien estaba al teléfono con su novio, y esperé mientras aguantaba mis ganas de reír.

-¡Ni creas que te vas a ir vestida así, ridícula!-.

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II

Yo, soy dueño de historias de la eternidad, contadas a través de millones de años luz, que han visto mi existencia por los espacios de tiempo, he acompañado al astro al que sigo desde los inicios, sobrevalorando los confines de los universos, he visto con mis ausentes ojos de cometa, la inmensidad de las energías, y lo efímero de las gigantes materias, esa ha sido nuestra existencia, él y yo, errantes viajeros sin destino ni origen, vectores sin rumbo fijo, proyectados a los horizontes no conocidos del vacío. Ésta, es la marca que nos tocó una vez, y que perdura en él, este soy yo, su compañero fiel, contando la historia de hace ya muchos espacios, del mundo de luces aquel…

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Cuando el tiempo no existía, hubo un viajero taciturno y silente, que viaja por este y otros universos, divagando entre las estrellas sin decir nunca nada, acompañando a los astros a morir y contemplando los paisajes que resultan de la comunión estelar, caminando junto a la luz que al pasar iluminaba sus azules y vacíos ojos estelares, un andante que se pierde entre nebulosas y pinta constelaciones al azar conmigo, la pequeña estrella fugaz que viaja junto a él.

-Uli, calla tus pensamientos-

Si no fuera yo la consciencia tangible de Alioth, podría decir que es tan frío y absurdamente amargo como se ve, pero la verdad es que no es lo que parece, su sombría postura ni siquiera me mira cuando piensa, como si yo no fuera su compañero eterno que viaja junto con él, y no supiera lo que va a expresar, como si olvidara que pensamos con la misma mente, y aunque me podía bloquear, rara vez lo hacía, o mejor

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dicho, rara vez me daba cuenta; Menos mal que yo soy carismático y con mejor humor.

-No quieres que piense, pero he aquí piensas lo mismo, no queriendo pensar lo que yo…-

-Debemos irnos Uli-

-Nunca dejas que termine, y ¿a dónde vamos?, tenemos espacios viendo este lugar, y no hay nada que ver que no hayamos visto antes, otro sol morir, un cometa pasar, ¿a qué asteroide pondremos nombre ahora?... ¿Alioth?… ¿Estás poniéndome atención…? ¿Alioth?-

Yo hablando al vacío y él insolentemente alejándose del lugar como si mi estela de plano no existiera, es más, si yo no fuera dependiente de su existir, diría que no le caigo bien, y con eso de que se mueve casi tan rápido como la luz, un momento que me distraiga y él ya podría estar en la acumulación estelar o galaxia siguiente. He perdido la memoria del espacio que llevamos haciendo esto, y es que el universo es tan vasto que es útil perderse, no sé si hemos

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estado en el mismo lugar dos veces, he sido tragado junto con Alioth por agujeros negros, y disparado hacia el vacío por los blancos, de cierto modo, todos los astros se parecen, a mí particularmente me gustan los que tienen aros a su alrededor, la fuerza que los creó de esa manera, tuvo que ser ingeniosamente artística para hacerlos tan bellos. Ya nada sorprendía a ninguno de los dos, y pareciera que nada en este universo ni en los otros lo haría, y justo yo admiraba a un hermoso planeta con muchos aros, cuando Alioth se detuvo.

-¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes?-

-Existe algo extraño más adelante-

-¿Algo extraño?- Para que Alioth considerara algo extraño después de muchos viajes, es porque realmente valía la pena considerarlo. Traté de mirar con sus ojos, pero sólo veía un enorme astro de esos gigantes de gas.

-Ese no, detrás de ahí. Acerquémonos-

-¿Ese sol?, ¿qué tiene de extraño? No es más que otro como...-

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-Cállate y observa, acerquémonos-

-Pero si ya vi… ¡Espera!- Odio cuando hace eso, Alioth se adelantó a pasar al gigante de gas, y yo aún no entendía que estábamos buscando o viendo, pero bueno nunca lo había visto tan curioso desde la primera vez que vimos un agujero negro, y no fue una bonita experiencia de hecho. Seguí su consejo y su camino, con cierta distancia de precaución, pasando al gigante, había otro astro rojo, nada fuera de lo ordinario excepto su vívido color, pero no era eso tampoco; Se detuvo de nuevo.

-¿Qué es lo que te pasa?-

-Observa-

Y apuntando con su índice logré ver a lo que se refería; Y en realidad tuve que observar muy detenidamente, para entender de qué se trataba; Un astro azul, muy azul, nada que me pudiera sorprender de primera instancia, pero tenía una particularidad muy inusual, mejor dicho única, este planeta emitía luz en la parte de superficie que su sol no alcanzaba;

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Muy extraño ciertamente como pensó Alioth, me sorprende que se diera cuenta de eso, que a tanta distancia es minúsculo, solo la vista de Alioth y su infinita paciencia pudieron notar algo así.

-¿Qué es eso?-

Mi asombro no se escondía en ningún lado, pude ver y sentir la intriga de Alioth emitiendo procesos mentales para descifrar tal cosa; Habíamos visto innumerables planetas con las características generales de éste, pero nunca uno que produjera pequeñas e incontables centellas en la sombra del mismo.

-Acerquémonos más-

-No, espera, no podemos acercarnos tanto sin saber de qué se trata… ¿Alioth?.... ¿Qué acaso hablo con asteroide errante? ¡Nunca me escuchas! ¡Detente!-

El que no aprendía la lección era yo, no puedo recordar una sola ocasión en la que Alioth me hiciera caso, o siquiera me pusiera atención, pero esta vez me preocupaba, esas

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cosas no las habíamos visto nunca, y ambos sabíamos que acercarnos lo suficiente a un planeta, no era del todo cómodo, conocíamos la fuerza que nos atraía hacia ellos, y muy pocas veces nos habíamos atrevido a bajar a uno, solo en casos en que conociéramos el peso de nuestros cuerpos en el mismo, y por lo tanto el impulso necesario para salir; Alioth se detuvo de nuevo, dudaba.

-Nunca hemos bajado a un planeta tan extraño, si nos acercamos más tendremos que bajar a su superficie; Alioth, no es seguro hacerlo-

-Nunca hemos hecho algo que no sea seguro, por algo seguimos viajando, bajaré a ver qué son esas luces en la sombra-

Raras veces Alioth emitía más de tres palabras, y en este caso sonaba tan intrigado y decidido que hubiera deseado no ser un objeto celeste consciente y tangible dependiente de él, y así poder dejarlo ir solo.

Por supuesto, jamás me imaginé que en ese planeta extraño, lleno de extraños, Alioth y

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yo conoceríamos algo aun más extraño, algo que lo marcaría por toda su existencia, algo que los extraños se profesan para bien, algo que Alioth nunca podría olvidar, muy a su pesar; El tiempo empieza aquí.

Y tras de él fui.

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III

- Es hora de ir a despedirme, sal de tu cuarto… ¿Iuju?-

- Ya te escuché Anfer, voy en un minuto-

-¿Qué haces?, Ayúdame con mis maletas-

-¿Te han dicho que hablas extremadamente alto?-

- Sí, todo el tiempo me lo recuerdas-

Anfer mi compañera de cuarto de la universidad, tenía la sutileza de poseer una voz muy peculiar, despertar en la mañana con su voz no era lo más agradable del mundo, sin embargo no hubiera querido tener otra, a pesar de que fuéramos tan diferentes en tantas cosas, disfrutábamos la diversidad de nuestras diferencias, yo sabía que si algún día le pedía una mano, ella me daría las dos sin pensarlo, creo que a eso se le llama amistad; Yo tal vez no era la más divertida de las dos, digamos que vivía más entretenida en lo irreal que en lo que Anfer

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llama realidad, pero sin embargo no podía evitarlo, supongo que se lleva en los genes o algo así, no es que fuera una completa ermitaña, pero me consideraba ajena a algunas cosas del mundo, sin embargo vivía en él así que tenía que seguir el consejo de Anfer y pasar más tiempo con los ojos abiertos, el problema era que eso raras veces pasaba, había dos cosas que me intrigaban en demasía, la profundidad del océano y la infinidad del universo, polos opuestos en realidad, para arriba muy arriba y para el fondo muy en el fondo, aunque no son muy distintos, no sabemos del todo que existe en ninguno de los dos, me gustaba desvivirme mirando la ventana imaginando historias en el cielo, y pensando si la Atlántida existía y si eso era dónde estaba. Mi cerebro tiene tan impresas esas cosas que casi todas las noches sueño con cosas extremadamente fuera de lo común, algunas las he relatado para Anfer y su cara siempre es la misma, piensa que estoy loca, o mejor dicho, se sorprende que en una persona tan normal como luzco yo, exista una mente tan alterada. Y justo en eso venía pensando mientras escribía en mi

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computadora, cuando su sutil voz arrasó mis procesos mentales como el viento se lleva al polvo.

-Me voy a casa de mis padres, se casa mi hermano ¿recuerdas?-

-Es cierto, ¿cuándo regresarás?-

-Sólo será el fin de semana, te lo dije ayer pero siempre andas en la luna, ¿segura que no quieres venir conmigo?-

-No muchas gracias, me quedaré leyendo relajadamente en compañía de música y quizá la televisión-

-¿Leyendo? Qué novedad-

Había cierta ironía en su voz, sabía que Anfer hubiera querido que yo fuera más extrovertida, sin embargo estaba segura que me quería justo así como nunca dejaría de ser.

-Nunca te enamorarás-

-¿Quieres apostar? Algún nerd debe haber en el mundo para mí- Anfer me hizo cara de

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disgusto desorbitando sus grandes ojos por todos lados dada la aparente ironía de mi comentario; Tomó sus cosas y se dirigía a la puerta sin dejar de cantar una canción tonta sacada de alguna novela que no tiene nombre alguno creo.

-Te quiero viva al volver, disfruta tu fin de semana… ashh eres tan nerd-

-Yo también te quiero Anfer-

Aun riéndose de mí, volviendo a cantar, con la tortura de su voz, así sin más se perdió tras la puerta y se fue.

Anfer y yo éramos una historia tan extraña, que contarla sería curioso, al llegar a la universidad yo sabía que tendría una compañera de cuarto, imaginaba que sería alguna universitaria común y corriente, pero si me ponía exigente, la verdad era que yo no era ni común ni corriente tampoco, por lo tanto no debía esperar algo así; Me intrigaba mucho mi nueva etapa de vida, la universidad significa un paso grande, un síndrome de abstinencia de casa innato, era

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una mirada al futuro que había decidido tomar, y sobre todo era empezar de nuevo, con personas que no conocía, y no sólo eso, tendría que vivir con una persona que nunca había visto antes. Recuerdo llegar al cuarto y ver absolutamente todo tirado, ropa por el suelo, secadora y plancha para el cabello, que parecían armas tan sofisticadas para mi ignorante conciencia, que tragué saliva al pensar que quizá se trataba de alguna chica fiestera y de esas que salían todos los fines de semana a fiestas, una chica muy popular, pensé; Dejé mis cosas en alguna esquina, no quería tocar las suyas para no dar una mala primera impresión, después de todo, no sabía con quien iba a vivir y esa chica tampoco sabía quién era yo, temía que al conocerme pensara algo como: “ay no, una nerd aburrida, todo menos eso”; Imaginé todo su perfil en mi cabeza sólo por ver sus cosas, y ni siquiera sabía cómo se veía; Decidí dejar mi enorme maleta en el cuarto, con precauciones previas de seguridad, y salir a dar una vuelta para conocer el campus, recuerdo caminar con la vista en el suelo mientras veía a los demás estudiantes, y me

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preguntaba si alguno de ellos sería mi amigo en un futuro; Escuché al pasar por un grupo de chicos que hablaban del servicio de lavandería y me atreví a preguntarle a uno de ellos sobre eso, me explicó amablemente el asunto, e incluso me llevó personalmente para que no me perdiera, para variar él era de la misma ciudad que yo, así que fue mucho más fácil, al final del recorrido ya contaba con un conocido confiable y amable por si necesitaba algo alguna vez. De camino de regreso, pensaba si mi compañera de cuarto estaría ahí, y si habría visto que estaban mis cosas, aún tenía dudas de cómo era ella y también de cómo presentarme, en fin, mis dudas se terminarían cuando realmente la viera, y al llegar a la puerta vi que una pequeña chica estaba metiendo su llave en el que era mi cuarto, nada como lo había imaginado mi cabeza físicamente, una pequeña figura envuelta en un vestido de flores, y una trenza larga sobre su espalda, la imaginé de mi edad, seguro estudiaba diseño o algo así, me lo parecía de esa manera; Me acerqué y suspiré hondo antes de hablar,

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practiqué una sonrisa en mi cabeza y decidí acercarme a hablarle.

-Hola, ¿éste es tu cuarto?- Después de haber hecho la pregunta caí en cuenta de lo ridícula que era la misma, obvio tenia la llave. Volteó a verme con sus grandes ojos negros, y me miró un poco asustada, la miré extrañada pensando si habría oído lo que dije; Volví a hablar, pero esta vez hice señas con mis manos, no sé porqué.

-Hola, yo soy tu compañera de cuarto, llegué hoy-

-Hola, ahh yo pensé que llegarías mañana-. Su voz sonaba un poco desconcertada, podría jurar que por un momento pensé que no hablábamos el mismo idioma, pero aun así sonrió; Esto será difícil, pensé; Entramos al cuarto e inmediatamente recogió sus cosas con un aire de vergüenza o al menos eso me pareció; Quise seguir la plática, y de un momento a otro, fueron cayendo todas las ideas que tenía en mi cabeza sobre ella, al parecer no era nada de lo que yo pensaba, ni estudiaba diseño, ni era fiestera y varios años

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más joven que yo, y bueno, una risa traviesa tras otra, terminaron en una conversación que dio fin a altas horas de la mañana, un buen inicio para dos personas que no se conocen y llegan a dormir en un mismo lugar. Pasó una semana y ya no tenía que pensar en precauciones por mis cosas ni nada por el estilo, simplemente estaba agradecida de llevarme bien con esa chica pequeña que ahora me regañaba si no me lavaba la cara antes de dormir; Ella decía que sólo estaría un mes en ese cuarto, porque tenía reservado otro que no estaría disponible hasta dentro de ese tiempo, y yo me preocupé de tener que empezar de nuevo con una extraña más, sin embargo, nunca se fue, nunca le pregunté ni ella me dijo nada, pero qué bueno que fue así, hoy día no puedo pensar en vivir con alguien más, incluso recuerdo cuando me propuso mudarnos a un departamento, no era una propuesta en sí, sólo fue “te vas conmigo a un departamento”, era una orden que escondía un posible miedo a que me negara, pero obvio no lo hice; Al final de cuentas, siempre que recuerdo cómo conocí a Anfer, entiendo y

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confirmo que Dios sabe lo que hace, y que él sabía que yo necesitaría un pequeño angelito gruñón para escuchar mis tonterías, tolerar mi personalidad y apoyarme incondicionalmente. Yo estaba más que agradecida por haber conocido a Anfer y por tenerla a una pared de distancia, sin embargo se acercaban los tiempos de término de universidad, y yo sabía que decirle adiós me iba a doler tanto que no quería ni pensarlo, prácticamente ella venía del otro lado del globo, y aunque siempre estaríamos en comunicación, era innegable que yo odiaba el hecho de no tenerla a un grito de distancia. Alejé esas ideas de mi cabeza y me concentré en otras cosas.

Un fin de semana a solas, era justamente lo que me hacía falta, disfrutar mi soledad sanamente leyendo un libro, un vino tinto quizá, una buena película de tiempo atrás, una buena canción para recordar, todo un espacio de relax, dos días completos sólo para mí; Tomé mi computadora para terminar de hacer la tarea que interrumpí cuando Anfer entró por mí, y justó estaba por guardar mi

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avance cuando sin alevosía se fue la electricidad; Abrí mis ojos más de lo normal en la obscuridad, reteniendo el grito de negación que de mí no pudo salir, y no pudo hacerlo porque lo retuve para no despertar a la anciana vecina que seguramente vendría a reclamar; Claudiqué para mí, rindiéndome ante la realidad de la situación, busqué mi celular, esto podría arruinar mi anhelado fin de semana, con él hice iluminar mi paso frente a mí para descubrir que el problema era del más allá, es decir, tendría que subir al último piso del edificio, a donde a los ingeniosos constructores se les había ocurrido poner el inútil lugar para cambiar el fusible de la luz; Exhalé en señal de derrota, por lo que tenía que hacer, volteé a ver mi vestimenta, yo ya estaba en pijama; Lo pensé casi nada, pero no, no me iba a cambiar, y no estaba Anfer para reprenderme por eso, tomé la bata del pijama y me dirigí a salir, tomé el fusible y la lámpara de mano, también las llaves y creí que era todo, apenas pisé el otro lado de la puerta, sentí el frío suelo y vi mis pies, sí justamente así como parece, yo estaba descalza; Suspiré sin creer

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mi propia realidad, dejé todo en algún lugar y fui por algo para calzar, miré la zapatera tratando de decidir, no quería usar calcetas, a esta hora nadie me iba a ver, pensé; Las pantuflas de pie de dinosaurio negras estaban tratando de convencerme de salir con ellas, me reí tanto de pensar qué cara pondría Anfer si me viera salir con eso, ya conocía la que hacía cuando me veía bajar sin zapatos a abrirle la puerta cuando olvidaba su llave, miraba mis pies como tratando de buscar una razón digna para lo que veía, yo solo decía ¿qué?, y ella negaba con la mirada pidiéndole al cielo explicación para lo que sus ojos veían; Pensando en eso tomé las patas negras y me prometí que se lo contaría. Tomé de nuevo la lámpara, las llaves, el fusible, miré mis gigantes patas de dinosaurio donde antes estaban mis pies, reí y armada para la tarea salí.

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IV

-Uli, sal de ahí-

Alioth me miraba intrigado y preocupado mientras yo jugaba con una cosa extraña que me hacía cosquillas, era luz pero una que salía de unos raros hilos dorados en el tope de una elevada y cuadrada torre. No hubiéramos terminado ahí si no fuera porque creí ver algo como yo, pero era esta cosa que ahora me hace cosquillas, que emitía luz cuando se juntaba con el concreto; Era hasta cierto punto manejable creí, Alioth vio lo que estaba a punto de hacer y trató de impedirlo, pero llamaba mucho mi atención, quizá si me impulsaba un poco sobre esa cosa lograría pegarla a mí; Y así lo hice, y todo se apagó.

-¿Y ahora que hice?, Alioth ayúdame no sé qué pasó-

- Te dije que salieras de ahí Uli-

-Pero yo quiero esa cosa otra vez-

-Uli vámonos-

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-Alioth no, quiero esperar, quizá esa cosa que me hace cosquillas regrese-

-No regresará, la rompiste-

-¿En serio?, ¿cómo sabes? tú no sabes, mientes-

Alioth se volteó para alejarse de mí, enojado como siempre, pero no iba ir a ningún lugar, le gustaba mirar al cielo, como se veía nuestro pasado desde ahí, como una gran masa azul obscura llena de puntitos blancos y de todos colores, nunca se había visto azul desde el vacío, por eso a Alioth le gustaba mirar de dónde veníamos, le hacía pensar lo hermoso que era el lugar dónde tantos viajes ya habíamos recorrido; Pero ninguno como éste en particular, las pequeñas centellas en la sombra de este planeta eran incontables, y no sólo eso, había millones de copias alteradas de Alioth morando juntas, e incluso usando sus bocas para hablar entre ellas, era lo más extraño que mis ojos de cometa hayan visto antes, y vaya que he visto cosas, pero yo siempre creí que éramos Alioth y yo, los astros y ya; Ahora existían incontables

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extraños parecidos a Alioth físicamente, y le intrigaban tanto como para atreverse a bajar hasta aquí, pensé que había seres como yo también, pero la verdad es que eran solo cosas inmóviles que no respondían ni emanaban señal de vida alguna, y eso que intenté incitarlas. Entonces la verdad era que yo me sentía solo, intrigado y solo; Pero estaba bien, yo era único en el universo, y me ponía a pensar en eso para hacerle notar a Alioth que no era tan exótico como creíamos, en fin, todo eso me preocupaba, ante tal asombro de esos extraños, no sabíamos si tenían fuerza, o capacidad para hacernos daño, por eso nos manteníamos a la sombra de las grandes torres, mirando todo desde arriba, nosotros teníamos la facilidad de movernos en el aire, los extraños no, y aprovechamos esa ventaja para pasar desapercibidos e investigar a esos entes que comían, dormían, se juntaban y hasta emanaban sonidos de diferentes estados, hasta ahora desconocidos para mí.

-Uli, algo se acerca, muévete-

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V

La noche despejada se veía genial desde la calva azotea, hacía frío, mi delgada bata del pijamas no era precisamente lo más acogedor, pero mis pies, esos no se quejaban, tan calientitos dentro de sus gigantes y dinosaurios contenedores. Busqué la caja de electricidad que correspondía a nuestro departamento, y juraría que escuché algo pasar tras de mí, cerré mis ojos tratando de olvidar que estaba sola a media noche en la azotea de un edificio, yo no era una miedosa, pero bueno, quise pensar que fuera un gato y nada más. Encontré nuestra caja y no parecía haber algún fusible quemado, genial pensé para mí, y ahora ¿qué seguía? Iluminé con la lámpara de mano y encontré un par de cables pelados; Esos gatos muerden cualquier cosa, bajé el interruptor de la electricidad, busqué cinta de aislar en la repisa, hice una conexión en los cables y les puse cinta alrededor; Verifiqué todo antes de subir de nuevo el interruptor, quería asegurarme que estaba bien cubierto; Eso

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debería arreglar el problema. Temblé de frío y froté con mis manos mis brazos antes de volver, miré al inmenso cielo encima de mí, ese que me intrigaba junto con el mar, ese que se robaba mi aliento en un suspiro, sólo Dios con su majestuosidad podría haber diseñado algo así. Bajé de nuevo a mi realidad, busqué la lámpara y lo demás, y me dispuse a volver; Lo siguiente que sucedió no lo podría asegurar, porque aparentemente lo soñé, pero en mi sueño era así; Quise dar un paso hacia la puerta para bajar sin dejar de ver el cielo, tonta de mí, con mis patas no era tan ágil como con mis pies, pise una roca y casi caí, pero solté las llaves y la lámpara para sostenerme de un tubo que salía de la pared; Al momento de las llaves caer, una bola incandescente del tamaño de una pelota de béisbol salió disparada de detrás de un contenedor de agua, para esconderse en un rincón tras una bolsa negra de basura; Me quedé sostenida del tubo, pensando si era real lo que mis ojos acababan de ver, calmé mi acelerado pulso por un momento y me propuse bajar lo más rápido posible y huir de esa cosa; Pero mi intriga y curiosidad no me

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dejarían en paz, tomé la lámpara cautelosamente junto con las llaves y respiré profundo pidiéndole a Dios no estar haciendo alguna estupidez, me acerqué a aquel rincón despacio, y con la lámpara intenté mover la bolsa para un lado, al ver esa cosa de nuevo, grité y salté hacia atrás para dejarme sobre el suelo caer de impresión por lo que mis ojos estaban viendo. Esa bola brillante temblaba de un lado a otro del rincón decidiendo cómo salir, se movía rápidamente dentro de ese espacio donde parecía estar acorralada sin querer por mí, mis ojos seguían con la mirada a donde esa bola se moviera, atónitos e intrigados por lo que eso era, inconscientemente, estiré mi brazo e intenté tocarla, y la bola por algo que podría llamarse instinto se alejó a la esquina del rincón, sin dejar de temblar; Detuve mi mano en su progreso hacia ella, y pensé que quizá no era buena idea; Lo único que se me ocurrió hacer fue intentar calmarme y pellizcar mi realidad.

-No te haré daño, te dejaré salir- Fue lo primero que pensé hacer, hablar, no sé qué

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tan tonto era eso, ni siquiera sabía si esa bola estaba viva, o era el juguete de algún extraterrestre que me jugaba una broma, o simplemente una alucinación provocada por alguna esquizofrenia no diagnosticada. Me levanté despacio tomando la lámpara y las llaves, y cautelosa me alejé sin perder de vista aquella cosa, llegué a la puerta y me recargué sobre ella; La bola blanca salió disparada hacía el cielo en la primera oportunidad, la seguí con la mirada, y apenas unos metros por encima de mí, se detuvo; Estuvo ahí por un momento, y por increíble que parezca comenzó a regresar, despacio esta vez. Ahora la que se sentía acorralada era yo, estampada en la puerta, sin poder dejar de mirar a esa bola blanca que se detuvo a un metro frente de mí; Se mantuvo ahí, probablemente descifrando la cara de pánico que de mí se emanaba. Se acercó un poco más en dirección a mi cara, tuve la inquietud de golpearla, pero me abstuve por el pánico que inmóvil me dejaba, vi mi futuro pasar en un segundo, raptada por algún alien y nadie sin enterarse de nada, yo estaba divagando por el miedo que tenía. Se acercó más, evaluando

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mi postura, mis ojos, fijos en su luz cegadora, un poco más y por fin tocó mi frente. Era como una suave vibración que me calmó, cerré mis ojos y el miedo se esfumó, su vibrar casi era como si cantara, disminuyó mi respiración, se relajó mi cuerpo y me sentí tan aliviada; Se alejó de mí y abrí los ojos, de nuevo a un metro de distancia se movió despacio en dirección al borde del edificio, yo no podía dejar de mirar, hasta que otra cosa, alguien, se robó mi atención, mi aliento, mi cordura y mi respiración. Ahí parado sobre el borde estaba él, envuelta en un abrigo obscuro una silueta humana que el viento despeinaba, una sombra de perfil hacia el cielo; Casi hubiera pensado en correr a ayudar a un posible suicida, si no fuera porque se veía tan irritantemente seguro que me asustaba, y también si no estuviera tan abstraída en su innegablemente atractiva obscuridad, que el viento de él me traía, una adictiva obscuridad como la noche estrellada encima de nosotros, me temblaban las rodillas, las patas y todo lo demás. Atónita observaba a aquel sombrío ser que parecía inmóvil; La bola blanca se colocó entre aquel

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enigmático caballero y yo, y ni aún así dejaba de ver lo que detrás de ella había, hasta que el silencio se rindió, y de esa bola blanca algo salió; Algo que mis oídos no podían creer antes de dejarme al suelo inconsciente caer.

-Hola-.

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VI

La gravedad, es la fuerza que atrae los objetos físicos a los objetos astrológicos, y no solo eso, es una manifestación de la distorsión de la geometría del espacio-tiempo bajo la influencia de los objetos que la ocupan. Dicha fuerza es una ilusión, la tierra deforma el espacio-tiempo de nuestro entorno, de manera que el propio espacio nos empuja hacia el suelo.

La energía obscura, al contrario, es una forma de materia, o energía que estaría presente en todo el espacio, produciendo una presión que tiende a acelerar la expansión del universo, resultado en una fuerza gravitacional repulsiva. Considerar la existencia de la energía obscura es la manera más frecuente de explicar las observaciones recientes de que el universo parece estar en expansión acelerada.

La gravitación domina en la tierra, en la mente de la humanidad, conocida atracción

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que resolvió los enigmas de los antiguos genios, acuñada en las mentes de la ciencia, incluso con cariño. La energía obscura, desconcertante descubrimiento de la actualidad que podría explicar los enigmas del universo desconocido, que se trata conocer, su nombre induce respeto, energía obscura, una atractiva entidad que esconde sus atributos, y por tanto llena de intriga a la percepción científica. La gravedad y la energía obscura, fuerzas opuestas, trabajando en el universo, haciéndose lugar.

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-¡Alioth Alioth! Creo que la rompí-

Me preocupaba haber dañado a una de esos extraños, y él se preocupaba porque me hubiera visto, Alioth tenía razón mucha razón, pero no sentí que quisiera hacerme daño después de lo aterrado que yo estaba momentos atrás, y bueno, no lo pensé realmente, pero me intrigaban los ojo de la extraña al verme, sabía que tenía tanto pánico como quien nunca ha visto algo como yo, pero también había una pizca de duda, yo quería saber que pensaba de mí; Quizá para encontrar a alguien que no sea Alioth, con quien intercambiar pensamientos, excepto que ella habló, y yo no entendí, por eso la toqué.

- Ayúdame quiero saber si está bien- Alioth solo pensaba en lo grave de mis actos, y posiblemente sólo quería salir de ahí, pero también estaba preocupado, hubiera dejado que yo verificara todo y él sólo viera de lejos que todo estuviera bien, excepto que en este lugar, él parecía normal y una pequeña estrella fugaz como yo, definitivamente no.

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Se acercó cauteloso, examinando si era seguro acercarse tanto, y se quedó por un momento sólo así, mirándola.

-¡Anda haz algo!-

Se acercó un poco más pero sin tocarla, y después de un rato más notó un movimiento y se alejó un poco; Vi sus pensamientos, ella parecía sólo dormida. Me acerque más que él, para su disgusto, me intrigaba el parecido que tenía con Alioth, con algunas notables diferencias; Y así se lo hice saber.

-Parece ser que no eres tan único como pensábamos, es casi como tú, bueno con esas dos cosas raras que tiene y tú no… ¿cómo que cuáles?, pues ahí mira sus pies- De nuevo parecía que yo hablaba al vacío, porque Alioth estaba como cuando vio este planeta con sus luces en la sombra, viendo algo extraño, pero así mismo fascinante; Lo vi recorrer con la mirada ese cuerpo tendido en el suelo, una y otra vez, casi grabando en su memoria cada centímetro de aquel ser que en el frío dormía. Completamente raptado por su impresión, lentamente estiró su mano,

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queriendo rozar un poco aquello que se veía tanto como él, pero se detuvo, ella empezó a despertar.

-Alioth muévete- No sé si me escuchaba de lo atónito que se encontraba, sólo dio un paso atrás hincado sobre una rodilla, recargando su brazo en la otra, cauteloso, pero sin poder moverse más atrás, pues verla despertar era un espectáculo el cual no se podía perder. Nunca lo sentí tan fascinado como ahora, por un instante noté que era yo el preocupado por lo que iba a pasar, y él el osado que se arriesga; Pensaba qué cosa sería lo mejor hacer si ella despertaba y nos veía, pensé en esconderme para que no me viera, de Alioth no se asustaría pensé, porque aparentemente él no tenía intenciones de moverse, y eso hice.

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VII

Me dolía la cabeza y me temblaba el cuerpo por el viento que a mí se estrellaba, con su aire frío que desorbitaba mi consciencia, ¿dónde estaba?, lo olvidé en algún momento, quizá estaba dentro de un sueño, y todavía no despertaba del todo, era yo y la nada. Traté de recordar el sueño, una bola blanca, ¿eso era?, tenía que serlo, un sueño, pero se sentía tan real; Algo obnubilada empecé a mover mis cejas para abrir la cortina que cubría mis ojos, era de noche, el cielo sobre mí, estrellado en millones de lugares, empecé a recordar; La luz, las llaves, el fusible, y él, ¿Él? pensé para mí, recobrando las imágenes de momentos atrás, me senté. De nuevo algo detrás mío se movió, y recordé todo. Un poco asustada de lo que estaba a mis espaldas, sintiendo una mirada que me atravesaba y al mismo tiempo se adueñaba de mí, tomé valor de algún lado y volteé. Ahí estaba, hincado sobre una rodilla, como una sombra que sólo dejaba ver dos estrellas tan azules en sus ojos, que pudiera describirse como una imagen

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espectral amenazante, pero extrañamente esa vulnerabilidad hacia él se sentía bien. Mis pálidos e incrédulos ojos abiertos de más, intentando asimilar lo que los suyos me transmitían mientras pasaba un tiempo incontable, sin atreverme a parpadear, presa de la impresión que esas azules centellas me provocaban. Me atreví a cerrar los ojos un segundo eterno, para descartar que fuera un sueño, arriesgándome a no volver a ver eso aquello que ya no quería perder, mas todo volvió cuando de nuevo mis ojos abrí. Ya más consciente de mis otros sentidos, oí al viento y sentí aquel frío, temblé y él lo notó porque sus ojos azules se abrieron un poco más. Me abracé a mi misma para tratar de calmar ese frío, volví a él, lo examiné extrañada con la mirada; Desaté el nudo de mi garganta y me atreví a hablar.

-¿Quién eres tú?-

Parpadeó desprevenido quizá, pero no respondió. No dejaba de mirarme, miraba mis ojos cuando yo miraba los suyos, pero lo sentía recorriéndome por todos lados cuando yo parpadeaba, para volver a mis ojos

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cuando yo lo veía. Por alguna razón ya no me sentía asustada, casi podía olvidar el frío que se traspasaba en mi delgada bata de pijamas.

-¿No hablas español?, ¿inglés?- Estoy perdida pensé, no sólo por el hecho de estar en lo alto de un edificio con un extraño que no conocía ni me entendía, ni sabía de dónde venía; Si no porque más allá del español e inglés yo no sabía hablar más nada. Exhalé en señal de derrota, me levanté y él se movió, solo unos centímetros hacía atrás cauteloso de mis movimientos supuse, pero decidido a erradicarme si así lo llegaba a decidir.

-Bueno no sé que más decirte para que me entiendas, pero yo debo volver-.

No quería volver en lo absoluto, podía pasar toda la noche tratando de averiguar de dónde venía ese extraño, que me tenía cautivada sin importarme las señales de peligro que se emanaban de la lógica dentro de mí, pero algo tenía yo que hacer para que siquiera más de unos centímetros se moviera. Me volteé y le di la espalda amenazando con mi partida, sentí un monumento erguirse

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detrás de mí, y la sombra que ese monumento provocaba cubrió la mía. De nuevo me asusté al notar que tan alto él era. Volteé de nuevo y ahí estaba, su cara ya no se escondía en la sombra, se iluminaba tenuemente por la luz de las estrellas y me miraba. Él era azul, ¿azul?, sí azul me dije a mí misma, ironía de la historia que los príncipes de cuentos de hadas fueran azules, este tipo es azul. Pero un tenue azul, pálido como el cielo de la mañana, casi imperceptible si no fuera enormemente beneficiado por la luz las estrellas, pasó una nube sobre nosotros y lo azul se escondió, dejando en su lugar a una sutil palidez como escultura griega. Él era hermoso, ninguna escultura hecha en la tierra iba a poder igualar la belleza de su rostro, serio, desorbitadamente bello, exquisito en sus rasgos, grato en sus casi nulos gestos, un seductor sombrío inconsciente de su propio atractivo. Tener a tal sujeto tan cerca mío, devorándome con esos ojos que se comían hasta mi alma, hacía que mi corazón se sintiera junto a mi oído, susurrándome canciones bellas sin ningún sentido. Innatamente me vi imaginando

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escenarios con ese hombre junto a mí, en lugares de ensueño, yo ahogada en sus ojos no quería salirme de ahí.

-¿Quién eres?- Mi voz sonó tan fascinada como seguro estaba mi cara, ambas expectantes por esa respuesta, esperó un momento, viró su cabeza hacia un lado, sin mover un milímetro sus ojos cazadores de su presa. Y de ese mismo lado a donde su cabeza viró, apareció aquello que no soñé, aquella bola era real. Robó mi mirada esa bola que se acercaba, lentamente como la última vez, entonces recordé que me desmayé, porque esa cosa habló. De nuevo a un metro de mí, a un lado de aquel sujeto, no dijo nada, lo dije yo:

-Hola- Pasó un momento, y el sujeto asintió con la cabeza, como si diera consentimiento de lo que esa cosa iba a hacer.

-Hola, mi nombre es Uli-

Su voz sonaba tan profunda, hacía vibrar todo alrededor, grave pero una delicia para mis oídos que extrañados querían volver

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escuchar esa cosa, mejor dicho, a Uli hablar. Que nombre tan raro pensé, lo primero que me vino a la mente fue algún nombre japonés, pero definitivamente lo que sea que Uli fuera no era de este planeta. Yo realizando teorías en mi cabeza y ellos a la expectativa de que algo más sucediera, tenía muchas preguntas que hacer pero no quería arrollarlos con ellas ni asustarlos, temí que no pudieran contestar por alguna razón, me daba la impresión de que no tenían muchas entrevistas. Decidí preguntar lo primero que yo quería saber.

-¿Cómo te llamas tú?-

Refiriéndome a sujeto de ojos azules que seguía mirándome.

-Su nombre es Alioth-

Uli contestó por él, y aun así el sólo escuchar el nombre igual de bello que aquel sujeto lanzó una flecha a mi corazón. Mi primer pensamiento fue dudar si Alioth sabría hablar. Pero de nuevo una pregunta hecha por mí, y ellos quedándose a mirar.

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-¿No preguntaran nada de mí?- De nuevo, sólo Uli habló:

-Sé tu nombre, y algunas cosas generales de este planeta gracias a ti, al momento de tocar tu frente recogí cierta información, como tu lenguaje y la manera en que ustedes que se dicen llamar humanos, viven-.

Me sentí impresionada con la simpleza de la explicación, al mismo tiempo invadida en lo que seguramente no conocen ellos como privacidad. Se refería a “este planeta” lo cual significaba que conocía otros, y confirmaba lo que yo pensaba, literalmente no son de este mundo. Imaginé que cualquier otro humano como ellos decían, desearía estar en mi lugar en este momento, conociendo a alguien más lejano que nadie más, por alguna razón yo era la privilegiada de estar enfrente de una bola blanca que habla, y su mudo acompañante azul. Mis sentidos se veían admirados por lo que veían, oían y en general sentían, pero yo quería tocar a Uli, por no decir que moría literalmente por tocar a Alioth, pero fuera sobrenatural o no, lo primero era no parecer desesperada por ese

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sujeto, intuición femenina o algo así supongo. Aparte que tenía pensado que si Uli consiguió información de mí al tocarme, si eso se repetía quizá yo sabría alguna información de su origen también, y justamente así fue. Estiré mi mano cuidadosamente hacía Uli, no tuve que explicar mis intenciones, mi intriga estaba dibujada por toda mi cara, Uli retrocedió un poco probablemente asustado por ver acercarse mi mano, pero después no se movió, y simplemente con mi mano temblorosa logré atravesar la estela de su luz y tocarlo, de nuevo esa suave vibración otra vez, algo parecido a cuando un gato ronrronea, y quizá pensando en eso mi mano hizo una caricia. Probablemente Uli leyó en mí lo que yo quería saber, porque justo después de eso, cambió sutil y gradualmente de blanco a un negro cromado profundo, que aun así brillaba como esfera que reflejaba a las luces del cielo. Instintivamente cerré mis ojos, y apareció todo. Una eternidad de viajes interestelares, millones de galaxias, con millones de sistemas solares, con infinidad de estrellas, una tan diferente a

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la otra, y yo viendo unas morir en una explosión lumínica impresionante para ojos abiertos, otras nacer en el instante de brillar por primera vez, el universo en su inmensidad pasando frente a mí, planetas gigantescos y lejanos mostrándose en su esplendor dentro de mi mente, con colores inimaginables para la vista normal, inclasificables en este mundo, tonos que mi cerebro apenas si pudo interpretar, carreras con cometas en la obscuridad del vacío, nebulosas como algodones de azúcar gigantes, agujeros negros que devoran hasta el aliento. Y en ese final, el planeta azul como lo vio Alioth por primera vez, desde la sombra de Saturno, brillando en su obscuridad, y acercándose más, mi bello hogar. Qué hermoso es nuestro planeta pensé, la NASA mataría por las imágenes que estaba viendo en mis ojos cerrados, ningún invento humano lograría ver lo que yo veía. Y como un zoom acercándose más volví a la realidad, Uli tomó su color normal mientras yo abría mis ojos todavía maravillada por el magnífico viaje inconsciente del que acababa de regresar. Aún sin recuperar del todo el aliento exhalé

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maravillada, tratando de asimilar lo que había pasado, me dolía la mente, es la única manera que tengo de explicar cómo se siente, se sobrecalentó el disco duro de mi cerebro. Recordé el frío y por un instante innato pensé que abrazada de Alioth seguro se me quitaría tal cosa, un tono rojizo se dibujó en mis mejillas inmediatamente; Lo miré de nuevo, su mirada no se había movido de mí.

-Es extraordinario- Así como lo pensé lo dije, refiriéndome a lo que acababa de experimentar, pero sin quitarle los ojos de encima a Alioth que sólo movió la cabeza un poco con sutil y figurada indiferencia, probablemente al notar el tono de mi voz que se dejaba escapar junto con un suspiro.

-Este planeta es extraordinario-

El comentario de Uli me dejó pensativa, si acaso se refería a que no había otros planetas habitados, o quizá había pero no eran iguales a nosotros. Ninguna de las dos opciones era algo que yo pudiera soportar siendo verdad, suficiente tenía con saber que ellos dos

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existían, y en la información que Uli me transmitió no había nadie más, de nuevo mi nuevo extraño amigo habló sin más.

-¿Porqué tus pies son así?-

Volteé a ver lo que cubría a mis pies, y no pude evitar reírme desproporcionadamente. Tanta era mi incontenible carcajada, que casi se me olvida suponer que ese tipo de información Uli no lo había podido inferir.

-No son mis pies- Exclamé y me propuse a quitarme una de mis pantuflas, para explicar mejor, pero la aparente curiosidad de Uli se me adelantó.

-¿Entonces de quien son?-

De nuevo solté a reír, quitándome al mismo tiempo la pantufla.

-Me haces reír, no son de nadie más, son para proteger del frio mis pies, no son de verdad, tienen esa forma para hacer reír-

-¿Reír?-

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Difícil, y eso sólo fue el principio; Uli disparaba pregunta tras pregunta, una con respecto a la respuesta de la anterior. Y en cada nueva pregunta yo me reía plácidamente, sin importarme el frío ni la hora. Supuse que la información que Uli tomó en un principio sólo eran hechos en forma simple, como buscar en un diccionario la palabra reír, y saber que es un movimiento de la cara que expresa bienestar, pero sin saber cómo se produce ni mucho menos como se experimenta. Las cosas más simples para la humanidad parecían fascinantes para ellos dos, reír, comer, bailar, cantar, leer. Yo tenía que ser lo más simple posible en mis respuestas, era como explicarle a un adultito de dos años con inteligencia sobrenatural. Aun así yo no perdía de vista a Alioth ni un segundo, ni siquiera en mi pensamiento, lo veía de perfil hacia mí, pretendiendo no mirarme, serio y fascinado al igual que Uli por las preguntas y las respuestas, parado a una distancia considerable, para mostrarse frío y seguro, seductoramente arrogante, incluso pienso que muchas de las preguntas fueron idea de Alioth que Uli solo externó para él.

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Bostecé sin manera de evitarlo, una cosa era que para ellos no pasara el tiempo, pero mi humana condición no me permitía estar despierta tantas horas sin cobrarme de algún modo, yo me sentía cansada con frío y desgraciadamente, sueño. Sin embargo, no iba a perder ni un sólo segundo de esa maravillosa compañía en algo banal como dormir, no me lo perdonaría jamás. Aunque irónicamente parece que ya estaba soñando.

Pasó un momento que me pareció extraño, porque Uli guardó silencio y Alioth movía la cabeza asintiendo desde aquella postura que solo mostraba su sublime perfil, esa aparente telepatía era la única forma en que Alioth se comunicaba, tanto con Uli como con el exterior, entendía lo que yo le hablaba así que lo mismo que Uli conocía tanto de la humanidad como de mí, por ende Alioth lo sabía también ¿Pero era realmente mudo?

-¿Alioth nunca habla?- De nuevo el tono de fascinación en mi voz. Alioth volteó sus ojos hacia frente suyo, hacia la nada, parecía ofendido o quizá invadido por mi pregunta.

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-Él sabe el lenguaje, las palabras, pero nunca han salido de su boca, porque conmigo no necesita hacerlo-.

Eso sólo significaba ciertas cosas para mí, que teniendo a Uli no se esforzaría en hablar conmigo, ¿quién era yo para hacer que pronunciara palabra?, que quizá no sabía hablar por esa misma razón, y que imaginar el sonido de su voz me tenía completamente embelesada. Aunque su sombría, arrogante y callada proyección ya se había convertido en una adicción de admirar.

Alioth viró su cabeza hacía Uli posando sus ojos en él, pasaban segundos sin que yo supiera nada, solo veía las leves expresiones en la cara de Alioth y mil teorías cruzaron mi cabeza. Alioth se volvió a mí, como dudando algo, viró su cabeza hacia Uli una vez más y asintió. Uli se acercó a mí un poco más, temí lo que fuera a suceder.

-No te muevas-.

La voz de Uli sonaba imperativa y con una sutil dureza difícil de desacatar. Lo siguiente

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me tomó completamente desprevenida, mi corazón se empezaba a agitar atemorizado. Alioth dio tres pasos hacia mí sin dudarlo ni un segundo, yo no podía respirar de saber que en ese pequeño instante había pasado de admirarlo de lejos, a tenerlo frente a mí. Mis ojos reaccionaban tan lento presos de la emergente incertidumbre que se apoderaba de mí, que notaron tarde que estaban a centímetros del cuello de Alioth, casi rozando su barbilla. Mi vida terminó pensé, este era el final de aquella mágica experiencia, era lógico yo sabía demasiado. Aún presa de la incertidumbre cerré mis ojos agradecida de estar tan cerca de Alioth en el final de mis días. Sentí su mano acercarse a mi cuello, rápidamente en un principio, justo para detenerse a un centímetro de mí, este es mi fin exclamé para mis adentros, resignada a que no había salida. Pero no fue así, Alioth tocó mi mejilla.

Todo empezó a tener sentido para mí en un arrebato de sensaciones combinadas en un roce letal. Me traicionaban las rodillas, temblaba sin poder culpar al frío, mi

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respiración se olvidó de mí y mi corazón se tomó años en un solo latir, se perdió toda cosa ajena a mi existir excepto lo que ese roce me hacía sentir, a con mis ojos cerrados navegué hacia el cielo y regresé potenciada por lo que seguía emanando de su mano en mi cara. Por instinto abrí los ojos y los elevé para llegar a los suyos, que estaban inmóviles en el vacío completamente poseídos por la incredulidad casi tangible, como si estuvieran experimentando lo que yo veía con mis ojos cerrados segundos atrás. Por reacción de alguna estrella esos ojos bajaron como de rayo a encontrarse con los míos milésimas de segundo después. Sus ojos atónitos clavados en los míos, tan cerca que se robaban mi ser, su mano en mi mejilla creando una caricia de origen divino, ese era el momento aquel, un volcán en actividad, ese era el momento aquel de la eternidad.

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VIII

Nada se compara al toque de una caricia, ni al simple contacto de un beso, nada se compara al choque de un abrazo, ni al acto de entrelazar las manos, nada en este universo tiene comparación con el tacto… por eso se extraña tanto, por eso no se puede enviar ni recibir por correo ni por teléfono. Escapa de toda virtualidad, porque no se denigra ni pierde su absoluto valor de ser…

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Alioth la tocó y yo no entendía nada, lo que sucedió fue nuevo para mí, ni que decir lo que estaba siendo para él, tocarla fue como si se desconectara de mí, lo sentí alejarse sin moverse de su lugar, algo en él se había movido, no sé cómo ni a dónde, pero Alioth dejó de estar ahí, no hay palabras para describirlo ni en este ni en cualquier lenguaje, incluso cuando estaba sintiendo algo parecido gracias a él, no pude entender la debilidad que salía de ese roce, una debilidad cegadora y emocionante, tan pequeña interacción entre dos entes, no tenía comparación alguna con cualquier megacolisión cósmica que hubiéramos visto; Era quizá como ser atrapado en un agujero negro que te absorbe hasta algún punto infinito al que deseas llegar.

-¿Alioth?-

Escuchó mi voz dentro de sí y dejó de tocarla, clavó sus ojos en su mano para examinarla incrédulo de lo que había pasado. Se alejó de la chica sin dejar de mirar su mano, para esconderse en un rincón obscuro tras de mí. Lo sentí maravillado, intrigado y asustado por

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primera vez. Supuse que no volvería de ese rincón, pasaban tantas preguntas por su cabeza que yo casi no podía pensar de lo rápido que sus propios pensamientos invadían los míos. Ella seguía perdida en su inmovilidad quizá atrapada en la misma situación que Alioth, con la mirada perdida en la nada. Ni siquiera terminaba de pensar cuando su voz sonó en mi mente. Debíamos irnos. Ni un segundo después salíamos disparados hacia el cielo, él no volteó ni una vez, ella seguía ahí.

La miré mientras me elevaba a toda velocidad tras de Alioth, quien se movía tan rápido como podía, ella aun estaba ahí, con la mirada perdida, Alioth suprimió mi vista pues él no quería ver, se sentía amenazado incluso con la imagen, yo estaba donde nunca había estado, he existido eternidadaes, y nunca he estado de esta manera, él menos.

-Tienes que detenerte Alioth-. A miles de kilómetros de aquella torre Alioth no se detenía, dejamos incluso a la noche y encontramos al sol del otro lado del planeta, Alioth no tenía rumbo, solo huía de algo

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desconocido que lo tenía aterrado, y ni siquiera sabíamos qué era. Al fin se detuvo, a mitad de la gran masa de agua, esa a la que le llaman mar.

- Alioth… - Solo dije su nombre, porque no sabía qué decir después, no sabía si estábamos en peligro, si debíamos irnos, si todo cambiaría, no sabía nada. Era una incertidumbre que nunca había existido, en ambos, y que nos estaba desconcertando la existencia. Después de todo, ¿qué había sido todo eso?, un solo roce nada más, y parecíamos infectados por alguna cosa extraña que recorría nuestros cuerpos estelares, pero que denotaba nostalgia que emociona tanto que te asusta.

Alioth tomó aliento, y algo dentro suyo se calmó, ahí en medio de tanta agua, se sentó, sobre el mar, viendo los pequeños vaivenes del agua, pensamiento tras pensamiento pasaban por su mente, cada vez más lento, no me atreví a interrumpirlo, sólo contemplaba su razonamiento y entendía indirectamente lo que le pasaba. Mi opinión estaba de más, ni siquiera podía pensar en lo

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que estaba pasando porque en realidad no sabía lo que había sido.

Lo observé por mucho espacio, sentado ahí, ajeno del universo, solo él y sus pensamientos, maravillado hasta su más fina centella, cautivado y conmovido por vez primera, algo que no sabía que dentro de él existiera, quizá tampoco lo sabía él.

Su orgullo quizá estaba de algún lado fracturado, una vulnerabilidad lo había tocado, y quizá se debatía en que extraño era todo eso, esa debilidad que parecía le quitará su dominio de sí, y al mismo tiempo lo invadía de emoción y bienestar. Era tan contradictorio, como si una fuerza lo estuviera invadiendo y dejándolo vulnerable, pero al mismo tiempo lo hiciera sentir más grande, mejor.

-Uli tengo que saber qué es esto-

-¿Y cómo supones que sepamos?-

Un silencio invadió nuestras mentes por un momento…

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-Ahh no Alioth no… no no no…-

-Tenemos que observar a los extraños, cuando están juntos, cuando están en dos-

-Pero yo no puedo pasar desapercibido, Alioth, y tú no eres del todo ordinario incluso cuando te parezcas a ellos-

-No nos verán-

-Alioth, es arriesgado, es peligroso, es…-

-No lo es-

Ni bien terminó de decirlo, partió de ahí, y yo con miles de inseguridades, partí tras él, dentro de mí también existía curiosidad por saber, que era todo aquello que se sentía así, pero para él, no era solo curiosidad, parecía una necesidad.

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IX

Aún atónito mi cuerpo no se movía, parpadeé al fin y recobré el sentido, para descubrir que ya nada lo tenía. Descubrí lo que es odiar la realidad sin ese momento que se llevó todo de mí. Caí sobre mis rodillas, él ya no estaba ahí, todo fue un sueño pensé, tenía que serlo porque la opción contraria no me dejaría sobrevivir. El viento me recordó al frío cuando estrelló su brisa en mi espalda, yo era un cuerpo que latía y respiraba sin conciencia de sí, tomé las llaves que habían caído y bajé a casa, todavía sin poder enfocar mis ojos en algo tangible. Apagué todas las luces por inercia de algún lado, y me tendí sobre la cama mirando la ventana. Mi memoria trataba de rescatarme de olvidar lo que yo no sabía si había sido verdad, el agotamiento me venció, y con la luna haciendo guardia en mi ventana me dormí.

Desperté y el sol ya había recorrido la mitad del cielo, a pesar de haber dormido suficiente me sentía cansada, tenía hambre. Traté de no

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pensar en lo impensable, pero no se puede evitar una cosa tan grande. Salí de la cama, aventé aquellas cosas que no eran mis pies hacía la zapatera y tomé un baño, traté de no recordar, puse la música a un volumen considerable y me propuse ocuparme de la cocina, quizá si me esforzaba podría volver a pensar en que el fin de semana solo para mi estaba bien todavía. Pedí una botella de vino tinto a la tienda de abarrotes y algunas cosas que faltaban para la casa y cociné lo más tardado y laborioso que se me pudo ocurrir. Me serví una copa, limpié la cocina, serví la mesa, me senté y vi la deliciosa comida que había frente de mí, ni siquiera muriendo de hambre pude sonreír. Comer pensé, uno de los tantos verbos que tuve que explicar de la manera más simple. La tarde empezaba pasando por la ventana, cerré mis ojos y dejé caer el tenedor, el hambre se había ido. Exhalé derrotada, esto era casi imposible de soportar, vi de nuevo la ventana, el día parecía hermoso y yo no quería siquiera salir a verlo. Estampé mi mano en mi frente, cerré mis ojos y simplemente divagué. Probablemente estarían a años luz de

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distancia, y yo aquí insignificantemente pensando en lo patética que me veía.

Pasaron algunos minutos y la razón volvió a mí para poner orden. Todo fue un sueño, así lo he de tomar de ahora en adelante, un sueño ilusorio que me llenó de suspiros mientras duró, pero pasó y desperté, esta es la vida misma, y he de vivirla. Me serví otra copa, recordé que era mi vino favorito, volví a ver el plato frente a mí y recordé que me encanta comer. La vida te da buenos regalos en cosas simples, sonreí para mí, suspiré sin querer, me acordé de él, y sonreí de nuevo, era tan apuesto, algún día me enamoraré, me acordaré de él como el sueño de toda niña que sueña a su príncipe azul, y yo hasta lo toqué. Incluso con esas nuevas fuerzas pintando la sonrisa en mi cara, en el fondo de mi ser, guardaba esa nostalgia que se sentía y no dejaría de estar, ni siquiera fue real pensé, sólo un episodio extraño de mi vida que tenía que dejar pasar, recordar con indiferencia y ya. No era tan fácil, pero no me iba a morir, yo era yo y había mucha felicidad por ahí,

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solo era cuestión de que el tiempo se ajustara para mí.

Terminé de comer y me sentí tan satisfecha, la tarde caía por la ventana y las nubes grises empezaban a matizar el cielo, decidí salir a caminar por el parque, el día apetecía para observar lo bello que caía la tarde, esperaría a la noche mientras caminaba. Guardé la botella de vino en el refrigerador y terminé de limpiar la cocina. Tomé un abrigo, y me puse mis botas, un paraguas por si llovía, y mis audífonos para escuchar música mientras caminaba, nada mejor que eso, una de las tantas cosas que disfrutaba hacer; Sola con mis pensamientos, salían las mejores reflexiones a cada paso que tomaba.

Apenas salí del edificio, recordé el frio, y se sintió bien abrocharme el abrigo, saqué un gorro del bolsillo y me lo puse sobre la cabeza, así como unos guantes de algodón en mis manos. Tomé el paraguas y me dirigí al parque, mientras encontraba la canción adecuada para disfrutar esa tarde. Las hojas de otoño caían de los árboles, un paisaje cobrizo adornaba las calles, el viento traía

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recuerdos del verano, mientras se abría paso el invierno que estaba a la vuelta de la esquina, las aves cantaban a lo lejos, y alguno que otro perro corría por la pelota para regresársela a su dueño, volví a pensar en lo simple que puede ser encontrar la felicidad. Pensé en lo buena que era mi vida, tenía tantas cosas buenas, mi familia me amaba y se sentían orgullosos de mí, tenia buenos y excelentes amigos, tenía a Anfer que era más que eso, tenía recuerdos que me encantaba revivir, metas que perseguir, cosas porque reír y algunas que también me hacían llorar, y aun así agradecida estaba por todo eso, pensar en el amor, ¿no era mucho pedir? Siempre soñé como buena niña, la boda, la familia, el cuento de hadas, y ahora simplemente esperaba que todo sucediera, a veces me sentía invadida por la desesperación, ver las parejas en el parque tomadas de la mano, y verme a mí tomada del paraguas, era decepcionante, pero siempre concluía que todo llega a su tiempo, y esperar es difícil, el tiempo pasa, y a veces la fe tambalea y se llena duda, pero no hay cosa mejor, todo llegará si se sabe esperar. Me

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pregunté qué sería de él, Alioth, ¿habría estado enamorado alguna vez?, ¿sabría lo que amor es?, no lo sabía yo, pero la teoría era simple de entender para mí, amor es un suspiro arrebatado, un latido nombrado, algo así. ¿Tendría familia?, o ¿sólo eran Uli y él?, tantas preguntas, pero una sobre todo sobrevolaba mi cabeza una y otra vez, ¿Pensaría alguna vez en mí?, miré al cielo mientras caminaba y repetía la pregunta, ¿se acordará alguna vez de mí?. Bajé la mirada y sin enfocar, pensé que yo había sido nada, él tan majestuoso y atractivo ser, y yo, una extraña suertuda que subió a la azotea en el momento oportuno, nada más. Sonreí sarcásticamente para mí, me acordé de Uli y su interrogatorio infantil, este va a ser un buen recuerdo, siempre volveré a él, quizá algún día hasta se lo cuente a alguien que no crea que estoy loca, o quizá sólo lo cuente como un sueño y tendrá más sentido.

Todavía pienso que fue un sueño, pero también una parte de mí guarda la sonrisa de que fue real, de que él existe, no sólo en mis pensamientos, sino en algún lugar estelar, y

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yo sólo podía pedir, que estuviera pensando en mí, incluso si no lo fuera así, yo creería que sí.

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X

-¿Bailar?, no creo que esa sea la respuesta que buscas-

Alioth se concentraba en encontrar respuestas a aquello que se siente cuando los extraños se tocan, el lugar estaba repleto de compilaciones de hojas llenas de palabras, sabía que se llamaban libros, y también descubrí, que los extraños no sólo hablan una lengua, yo sólo conocía una, gracias a la información de la extraña en la torre, pero había muchas más que yo no sabía interpretar. Y en esos miles de libros estábamos, cada uno más intrigante que el otro, miles de temas, miles de palabras explicando miles de cosas, sencillas, complicadas, extrañas y extravagantes.

-Alioth mira ese libro-

Un grande libro con una foto del planeta en su portada, Alioth se acercó a él y empezó a hojearlo, eran muchas fotos tomadas por un telescopio que los extraños habían hecho

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mandar a su órbita, para lograr ver lo que nosotros habíamos visto por eternidades. Y esas imágenes apenas si eran de esta galaxia, si supieran que hay tanto por ver.

-Aquí no vamos a encontrar nada, si no sabemos qué estamos buscando-

Alioth cerró el libro resignado a que yo tenía razón, pero regresó a aquel otro que mostraba lo que los extraños hacen cuando “bailan”.

-Aquí se tocan unos a otros, en pareja, mientras caminan en una extraña forma como vaivén-

Puede que Alioth tuviera razón, pero recordé que la extraña explicó que bailar es algo que se hace con música, busquemos música entonces, pensé, y él siguió mi pensamiento.

-En esa grande casa suena música- Pensó Alioth, dirigiéndose a una grande estructura, que tenía en su fachada la palabra “ópera”. Alcancé a leer el idioma y lo reconocí, en un grande telón decía “El fantasma de la ópera”. Los fantasmas no existen, según la

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información que tengo. Alioth se dirigió al techo del edificio, y de alguna manera poco ortodoxa pudimos entrar, y apreciar lo que ahí dentro había.

Una grande multitud sentada frente a un espacio al que todos veían, y en ese espacio, extraños entonaban su voz, para que sonara en sincronía con la orquesta. Eso es música concluí, están cantando.

Alioth no me respondía, y noté que estaba atónito viendo lo que en ese espacio había, miré con sus ojos, qué era lo que lo tenía tan intrigado.

Un par de extraños, cantaban, sí así se decía, cantar, mientras se miraban uno al otro, y entrelazaban sus manos, las palabras que decían se entendían literalmente, se expresaban algo llamado “amor”, él la buscaba y le cantaba, mientras ella respondía con su voz y su tacto. De un momento a otro, estuvieron muy cerca, y el tocó su mejilla mientras la miraba idolatrado. Sentí a Alioth inquieto al notar que era una escena parecida a lo que tan intrigado lo tenía, pero

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pasó algo diferente. Él, que cantaba bajó su voz, y casi a susurros se acercó a ella, mientras con su mano acercaba su cara hacía él, y ambos cerraban los ojos. La música de fondo se hacía lenta y armónica, y con ojos cerrados ambos acercaron sus caras hasta juntar sus labios, él la rodeo con sus brazos y ella se fundía en ese tacto, la música los despedía mientras ellos se perdían sin dejar de tocarse el uno al otro, y las grandes cortinas los hacían desaparecer tras de sí.

Alioth seguía perdido viendo como esa pareja se perdía tras las cortinas, convencido que eso era lo que había pasado con él y la extraña. Sus ojos estelares seguían viendo a aquel espacio aun cuando los extraños ya no estaban ahí. Una nostalgia me invadió por causa de Alioth, sentí como si extrañara aquel tacto, como si fuera una señal para él de que así debió terminar aquel momento. Y ahora no me cabía duda, que no había nada que lo detuviera de experimentar eso. Esto no puede ser bueno, pensé. Lo sentí tan motivado, tan decidido a probar qué era eso que él llamaba erróneamente bailar, que lo vi

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reviviendo en su mente aquel recuerdo de aquella torre, y sentí su ser conmovido y apresurado, decidido. Vi en su rostro formar una sonrisa, mientras sus ojos no veían nada y su mente recordaba aquella mirada.

-Uli, debemos volver…-

-Pero….- Ni siquiera suspiró, solo se apresuró, y por millonésima vez, fui tras de él…

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XI

Regresé a casa, serena y satisfecha de mi larga caminata, la noche había caído esplendorosamente, y el frío se colaba por la ventana, no había llovido, pero la humedad se sentía. Pensé en el camino de regreso que quizá tomaría una taza de chocolate caliente, pondría alguna película, mientras alejaba todo aquello que mi cabeza ya casi tenía por hecho que había sido un sueño. Quité el gorro de mi cabeza y desabroché el abrigo, prendí la calefacción y el estéreo, la música hacía perfecta compañía, decidí prender algunas velas, y dejar prendidas pocas luces. Saqué la taza, la leche y el chocolate, busqué alguna pieza de pan para acompañar, tenía hambre, pero eso no era novedad en mí. Dejé las cosas en la cocina y fui al baño a lavarme las manos, y ahí el espejo me recibió con una cara aburrida, hice miles de muecas, para convencer al espejo que me agradaba mi cara, soy una tonta pensé, las cosas que hace uno cuando está sola. Sonreí ante mi reflejo y regresé a la cocina. Empezó una

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canción que me encantaba cantar y sin más alcé mi voz a todo lo que mis pulmones me permitían, la cuchara se volvió micrófono y de un momento a otro yo estaba dando un concierto imaginario.

-Hola otra vez-

Di un grito y solté la cuchara, haciendo que al caer al suelo el susto se sintiera doble. Uli detrás de mí y yo sin salir de mi incredulidad. ¿Qué era todo esto? Pensé para mí, estoy soñando otra vez, o de plano tengo una no diagnosticada esquizofrenia, que me hace alucinar bolas blancas que hablan, y no solo eso, me asustan al punto del ataque de nervios. Volteé sin mover muchos músculos de mi cuerpo, estaba asustada, y no sólo por su voz, si no por el hecho de que yo ya había admitido para mí que Uli había sido un sueño, y ahora lo veía de nuevo frente a mí, y no quise pensar en lo que significaría recobrarme de tal encuentro dos veces.

-Hola- Pude esbozar sin poder esconder la sorpresa en mi voz, mis ojos reflejaban lo sorprendida y asustada que yo estaba, y por

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un momento bastante considerable, olvidé que esa bola blanca tenía acompañante azul, pero no había nadie sólo Uli frente a mí.

-¿Qué haces aquí, cómo sabías dónde…?- Antes de siquiera terminar de preguntar, la respuesta vino a mí, Información básica pensé.

-¿Quieres bailar?-

-¿Qué?- Olvidé lo poco convencional que las conversaciones con Uli pueden ser. ¿Cómo le explicas a una estrella fugaz que para bailar se necesita un poco más que sólo flotar frente a mí?

-No creo que sea buena idea Uli, verás tú no eres digamos… ¿Tú qué haces aquí Uli?- Genial, oféndelo para que siga aquí, me sentí estúpida, pero realmente quería saber que hacía ahí, en mi casa, frente a mí, interrumpiendo mi chocolate. Sí, mi chocolate, yo ya no podía darme el lujo de dejarme encantar por aquella bola que habla y su ausente acompañante azul, yo quería no

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volverme loca, y para eso necesitaba entender qué estaba pasando.

-Vine a saber si quieres bailar-

¿Bailar? Pensé para mí, bailar no era la mejor cosa que yo podía hacer, y ¿por qué justamente esa?, porque no comer, dormir, etc, etc. Esta bola blanca me estaba desconcertando, y más aun pensar que no podía bailar siquiera con algo del tamaño de un puño.

–Es que éste no es el mejor lugar, necesitamos más espacio-. Lo primero que se me ocurrió para solucionar tan inusual proposición.

-Conozco un lugar con mucho espacio-. ¡Bien! dije para mí con sarcasmo, ahora saldré a la calle con una bola blanca tras de mí, y seguro pasaré desapercibida.

Un soplo de viento entró por la ventana dejando entrar a aquel que yo no veía, y en un momento tan sutil, Alioth estaba a mis espaldas. De nuevo tan cerca de mí, amenazando mi existir, esto no podía ser

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peor, un sólo roce otra vez y podía asegurar que mi vida sería imposible de sobrellevar. Tenía que ser fuerte, no podía perder la razón, ya la había perdido cuando se fue, no podía dejar eso pasar otra vez, no ahora, cuando mi razón me guiaba hacía la sensatez. Tomé fuerzas de algún lugar pidiendo al cielo serenidad, di un paso al frente y me alejé de él lo cual era como dejar de respirar, y me viré para perderme de nuevo en esos ojos que tenían que ser una ofensa para el color del cielo. Uli se puso frente a mí, nublando mi visión, como niño pequeño que no entiende que a veces tres son multitud. Para de pensar pensé, no podía dejarme llevar por esos fieros deseos, que eran tan difíciles de combatir, esas engañosas fantasías, ilusiones que pasan pero que no son mías, y yo parada junto a un extraño, en un lugar repentinamente más extraño.

-Entonces, ¿Quieres bailar conmigo?-. Pude haber pensado quizá la manera de rechazar su oferta, si no es porque algo extraordinario cambió la pregunta, Alioth extendió su mano hacía mí, y todo tuvo un nuevo significado,

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tenía que negarme, tenía que hacerlo, pero mi corazón se disparó porque lo sentí abandonar mi pecho para irse a algún lugar. Era la voz de Uli, pero no de él la pregunta. Miré esa mano extendida, deseando poder siquiera pensar en alguna buena razón para negarme, había tantas, pero ninguna me agradaba, mi final estaba justo ahí, tantas emociones fluyendo por mis poros, esa mano frente a mí y de ahí la razón de mi existir. Tenía miedo, no de lo que pudiera pasarme, más bien de no poder regresar de ahí, por un momento quise llorar, estúpida de mí, pero tenía miedo de lo que Alioth haría. No podría soportar su ausencia de nuevo para simular que todo había sido un sueño, y ahí estaba frente a mí. Volteé a verlo con mis ojos asustados, y algo aún más irreal y enigmático sucedió, Alioth sonrío para mí, para nadie más, para mí, algo que me condenó de por vida a amar a ese extraño, sí amarlo, ese suspiro arrebatado, ese latido nombrado, eso estaba ahí, lo único que faltaba para que me convenciera de la verdad, de una manera aterradora y cegadora lo amaba, con mi alma entera que se desgarraba de mí para irse con

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él, incluso si ese era mi fin, incluso si eso era morir. Estiré mi mano y lo toqué, todo aquel recuerdo volvió, sostuvo mi mano en la suya y me acercó a él, rodeó con su brazo mi cintura y sonrió para mí, dejé de latir. Empecé a volar, hasta encontrar al sol.

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XII

Y ahí estábamos, lejos de toda tierra alguna vez pisada, yo de su cuello prendada, y no había nada, solo Alioth y yo, y nuestras miradas, que no se movían, sus ojos, su universo azul clavado en mí, esos ojos que me llevaban incluso más lejos de lo que ya estaba, ese infinito escenario de astros y estrellas en esos ojos… azules…azul, todo era azul… el mar debajo de nosotros, con las olas bailando al ritmo de nuestra melodía, que no se oía, se entendía…, y el sol, escondiéndose poco a poco en boca de mar, despidiéndose más despacio, deteniéndose un poco en su atardecer para vernos bailar, en medio del mar, debajo del cielo. Todo estaba ahí, pero yo simplemente veía el hermoso paisaje enfrente de mí, Alioth viéndome, sólo a mí, no podía haber cosa más adictiva en el universo, podía pasar la eternidad mirándolo frente a mí, podía pedir morir, si me prometieran estar cautiva de este momento por el infinito tiempo, tiempo que no podía medirse, eran años quizá y yo aquí parada, de

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su bello cuello colgada… estoy segura de que despertaré en cualquier momento, porque esto era un inigualable sueño que me tenía presa… pero presa yo estaba bien, pánico me daba suponer estar presa de la libertad de no estar junto a Alioth alguna vez… y así, tomó mi mano, y sin dejar de clavar sus ojos en los míos, bailamos una vez más, un giro tras otro, en medio del vaivén del mar, y con sus manos recorría las mías, y me tomaba de la cintura, como si tocara el más fino cristal, pero fuertemente también, la combinación perfecta entre fragilidad y fortaleza en un solo roce de tacto, me tomó de la cintura y con su otra mano rozó mi mejilla, ese toque que tanto extrañé, y el sol como presintiendo la siguiente escena, se sonrojó al punto de esconderse por completo, dejando la estela de su ser contemplándonos, ahí.. en medio del mar, donde no había nada más, Alioth y yo.. ahí … él apoderándose de todo mi ser… sus ojos envueltos en los míos… la música que no se oía… y así.. en un espacio de tiempo innombrable, se acercó a mí… contando desde ese momento una historia perdida en el cielo, que terminaría con un final feliz… y

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él… cauteloso aproximando su rostro hacia el mío… en un tiempo sin fin, me olvidé del mar debajo de mí, del sol que ya no estaba ahí… yo sólo esperaba morir… y así con sus ojos en los míos, que escondían ese universo azul dentro de sí, posó sus labios en mí… y ese universo se cerró frente a mi ser, y con mis ojos cerrados el universo ahora estaba dentro mío, ese enigmático e inexplicable tacto, que desenvuelve su ser en un beso, sus labios tan suaves y fríos, con toque de mar y sol… perdida ahora viajaba por el inmenso espacio sideral, presa del momento eterno que seguía ahí, Alioth en mí… y dejé de existir…

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XIII

¿Cuánto dura un momento?

Prometió volver. Me repetí eso cada segundo que parecía eterno desde aquel baile en el mar; Prometió volver, por cuanto tiempo no lo sé, pero yo no podía dejar de pensar, el mar aquél, el ápex de mi vida en un espacio del día. Sólo fue un minuto de día, que de repente se pierde en un pestañeo de recuerdo, que así como comenzó se perdió junto con el sol, ese sol que el mar se comía con alevosía, mientras consigo se llevaba esa porción de mi vida. La despedida de aquel sol, que en el horizonte se escondía despacio, dejando mostrar su belleza, adornando al cielo con su partida, engalanando al mar quien también lo veía, dejando como marca la luz de la luna quien presumida al mar seducía, ese mar que nunca la tocaría. Y así pasó un poco de día, un suspiro arrebatado con el viento, que se quedó en el pasado del tiempo, en el recuerdo, un ocaso del día, para el resto de una vida. Prometió volver.

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De un momento a otro pasé de ser una chica que deambulaba por el parque tomada de un paraguas, viendo el amor en los demás, contenta y agradecida por su vida, a una angustiada ente que no sabía si su corazón alguna vez se había puesto así, atolondrado y agitado por un solo latir, un sólo nombre para mí, imaginar mi vida antes de ese atardecer era imposible, ya no era vida, ¿cómo lo había sido?, cualquiera estaría así, cualquier mujer se enamoraría de él, como no hacerlo, si era perfecto, si era lejano, incierto y tormentosamente real.

Aquel fin de semana estaba siendo la vida misma, desde que se despidió en la ventana, ¿A dónde iría?, nunca lo sabré, pero habría de volver, eso había hecho entender. Su voz nunca la escuché, pero sus ojos azules me decían que intrigado estaba, tanto como yo enamorada de él. Quizá el también me amara, si es que sabe lo que amor es, quizá sólo fue una mala jugada, y nunca lo volveré a ver, ¿cómo saber?, tantas cuestiones en mi cabeza que no sé cual de todas atender, mi tiempo pasa despacio, la vida la olvidé, y todo

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es culpa de ayer, de las luces que se apagaron para que yo lograra a un extraño conocer, ¿coincidencia?, ¿destino? O una fantasía pintada que nunca ha de ser.

¿Qué será de mí? Pensé, he de pasar condenada el resto de mi vida a revivir el momento aquél, o moriré de alguna forma sin despegarme de él, todo era realidad sacada de la fantasía, él no era de este mundo, y yo no era del universo, no puedo respirar sin aire, ¿lo sabría él?, información básica recordé, pero, eso era el fiero deseo proyectado de mi ser, irme con él, ¿lo pensaría acaso?, yo estaba haciendo conclusiones en mi cabeza, dejando de lado la razón, siguiendo los consejos de mi ciego corazón, que no entendía lógica ni razón; Cómo me gustaría que Anfer estuviera aquí, en primera para que me bajara de la nube en la que me encontraba, y en segunda, porque necesitaba que alguien me dijera objetivamente lo que correcto es. De haberme ido con ella, nunca habría pasado todo esto, un mínimo cambio de planes habría hecho mi vida tan diferente, tan cerca

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estuvo todo de no pasar. ¿Cómo se deciden estas cosas?, ¿quién decide qué rumbo tomara el destino?, un pestañeo fuera de tiempo y toda una vida puede tomar un rumbo opuesto, si me ponía a pensar detenidamente lo que eso era, todas las grandes cosas de una vida están a minúsculas oportunidades de no pasar, pero también así las más terribles, un paso diferente de otro puede cambiar todo el camino. La mayoría de las veces esos pasos son desapercibidos para quien camina, pero cuando uno toma decisiones, está por hacerse cargo de las consecuencias del paso que se va a dar. ¿Cuántos pasos han curvado el rumbo de mi vida, sin que yo lo note?, y ¿cuántos de esos pasos a consciencia los tomé? Esos pasos en la existencia de Alioth son gigantes, ¿qué fuerza tan grande había hecho que de los infinitos confines de los universos, Alioth llegara a éste, a ésta galaxia de entre millones de galaxias, a este planeta de entre miles de millones de planetas, a ésta torre, a conocerme a mí, de entre miles de millones de humanos? ¿Quién era yo realmente para ser tan afortunada que un

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sólo minúsculo cambio de giro pudo haber hecho todo distinto? Tan pequeño era ese marco de posibilidades, una entre infinito, y esa había sido yo.

Yo no podía vivir sin respirar, pero, ¿podría vivir él con aire? Yo estaba tan desorbitada, que planeaba el resto de mi vida con él, simplemente porque yo no podía imaginar algo que se llamase vida sin Alioth en mi futuro, pero estaba siendo extremadamente egoísta y sobretodo confiada, ni siquiera sabía si él sentía algo por mí, sólo lo suponía y me había obligado a creer que así era, pero él en su inmensa existencia de bellos universos y estrellas, ¿cambiaría eso por mí? ¿Por algo tan insignificante como era yo? Era mucho decir, era demasiado desear, pero no podía parar, no podía imaginar siquiera otra concepción de realidad en la que él no estuviera. Admitía para mis adentros que yo estaba mal, perdida, desorientada y sobretodo obsesionada, al punto de la locura. Si esto era el amor, Dios sabe que estaba hundida en él.

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XIV

Regresó del mar, lo recuerdo y ya no era él, habían robado algo de su ser, ¿qué era? No lo sé, pero tampoco lo sabía él. Estaba inmensamente feliz, yo nunca pude haber imaginado que tal cosa existiera en Alioth, su taciturna personalidad había desaparecido, desbordaba una energía enorme, que se contagiaba por las ondas del aire, él daba vueltas de un lado a otro, suspirando aquel aire terrestre que en él no entraba, sonreía hacia el cielo, el mar, la playa, todo era repentinamente hermoso, fino, bello. Yo sólo podía compartir ese gozo que a mí también me tenía invadido. Nada en el universo había sido tan perfecto como ese momento, ni para él ni para mí.

Percibí lo que pasaba por su mente, una tormenta de sentimientos y cuestiones sobre la razón de su existir, y la cara de la extraña aparecía una y otra vez, en medio del mar, mirándolo a él y cada que eso sucedía una sonrisa aparecía. Alioth olvidó una eternidad

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estelar para sólo guardar el baile aquel, ni él sabía que aquel baile se habría de robar todo de sí, dejándolo así, sin poder pensar en continuar si no fuera en medio de aquel mar. Yo trataba de encontrar palabras para describir lo que se sentía, indirectamente era una fuerza parecida a la gravitación de los grandes astros, una atracción que se robaba tu ser, era nostalgia, melancolía, felicidad, era una abstinencia, una droga de adicción inmediata, ¿esto era bailar?, tantas cosas cruzaban por su pensamiento que yo no podía con ellas pasando indirectamente por mi propia mente, él estaba apasionado, resuelto a que no había universo más que en ese mar, ¿cómo pueden los extraños vivir con algo así?, la grandeza que de ese roce de labios salió, es incomparable a cualquier tormenta de emociones estelares que pudiera haber. Es como si preso de ese toque, todo existiera en un armónico orden perfecto, como si las estrellas y galaxias brillaran en una música que no se oye, que no se canta, que simplemente llena de paz y confianza, en un espacio donde todo es bello, perfecto, inmaculado y sublimemente ideal. Por más

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que se intentara continuar, imaginar nuestra existencia previa para seguir, no se podía, era como si volver al vacío ya no tuviera sentido, o mejor dicho, como si nunca lo hubiera tenido. Yo estaba emocionado e intrigado, y Alioth entre sus miles de emociones lo estaba también, sabía que prometió volver a verla, pero no sabía que habría de suceder.

-No quiero irme nunca Uli-.

Entre tanta grande sensación de bienestar, yo no escatimé el alcance de sus palabras. Sólo seguí aquella corriente de alegría que de él se desbordaba.

-Volvamos a ella Uli, bailar es grandioso-

-Sigo pensando que eso que crees que es bailar, es errado-

-Volvamos ahora-

Me disparé hacía el horizonte, como muchas veces antes que iba tras de él, porque nunca esperaba por mí, sólo se alejaba y yo lo seguía. Pero esta vez todo cambió. No lo sentí ni adelante ni detrás mío, detuve mi impulso

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y lo busqué. No lo veía por ningún lado, era raro, nunca antes perdí a Alioth de esta manera, me concentré en sus ojos y no pude ver nada. Por primera vez en mi existencia yo estaba aterrado, un súbito temor atacó mi estela, y me sentí terriblemente solo, desprotegido. Regresé a toda velocidad al origen de mi impulso, y ahí lo ví, tendido boca abajo sobre la playa, nada en este universo había sido tan horrible que verlo ahí. Me acerqué a la velocidad de lo incierto, y a pocos metros de él pude encontrarlo en mi mente.

-Alioth, ¿Qué pasa?, ¡Alioth!- Abrió esos ojos mientras me buscaba con la mirada, lo sentí desubicado, débil ¿qué era todo esto?

-¿Uli qué pasó?-

No lo sé, te perdí, me impulsé y no estabas. Lentamente se fue incorporando hasta sentarse, retiró un poco de arena de su cabello y se miró las manos. Evalué su condición con mis ojos de cometa, algo no estaba bien. Su densidad había cambiado.

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-Alioth algo no está bien-

-Lo sé-

Todo ese grandioso y emocionante júbilo de momentos atrás había cambiado, comencé a pensar aceleradamente todo lo que estaba pasando, bajar a un planeta extraño, interactuar con seres desconocidos, obtener información. ¿Qué era? Algo estaba mal, pero ¿Qué?, Electricidad, libros, ópera, ¿es acaso que realmente el tacto era peligroso?, no podía serlo, no había lógica alguna, debía ser algo más. Examiné las variables de nuestro descenso, todo, mientras Alioth veía mi análisis y esperaba una resolución. ¿Porqué yo no me sentía afectado?, ¿porqué todo estaba bien hace un momento, y de repente Alioth se desvaneció? Yo simplemente me impulsé y… me impulsé.

-Alioth trata de impulsarte-

Volteó a verme extrañado, y quizá un poco ofendido por la suposición que yo tenía de que no pudiera lograrlo. Se puso en pié y se

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elevó. A pocos metros perdió el control y cayó de nuevo a la arena.

-¿Qué es esto Uli?-

-Este es un mundo de extraños, Alioth, ellos sólo pueden vivir aquí, tú y yo no somos de este lugar-

-¿Qué quieres decir?-

-Qué ellos no pueden volar, y tú no puedes respirar-

-Uli…-

- Es eso que llaman gravedad, ¿no te das cuenta?, lentamente te ha perjudicado, desde que llegamos, nunca nos habíamos quedado tanto tiempo, y si nos quedamos más no podremos regresar-

-Yo no me quiero ir, quiero volver con ella-

-No sabemos si podrás mantenerte aquí, quizá sea mucho para ti-.

Alioth evaluaba mis palabras tratando de creerlas, pero negando con todo su ser que esa fuera la única opción, ¿cómo se podría

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alejar de ella, si a unos minúsculos miles de kilómetros ya sentía su ausencia?

- Alioth no- Sus pensamientos estaban considerando quedarse, eso era quizá fatal, ¿lo sabia él?, ¿lo sabía en verdad?

-Pero yo sé bailar Uli, ahora sé bailar-

Su voz en mi cabeza, solitaria y desgarrada, negándose a creer que después de conocer cosa tan grande, tuviera que dejarla, era tan injusto. Lo sentí obscurecer el aire a su alrededor, negándose a olvidar una realidad que sólo tenía significado en este planeta.

-Yo quiero bailar con ella para siempre-

Que más quería yo que encontrar una alternativa, pero no la había, no podía ser. El universo tiene un orden y no se podía cambiar.

-Alioth no puedes hacer eso- Mi voz no escondía el dolor que yo también sentía.

-Uli, si he de dejar de existir, quiero que sea bailando en el mar-

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-Alioth…-

-Volvamos con ella-

Se incorporó de nuevo, pero no tomó impulso, se elevó lento, constante decidido.

No se emitió palabra alguna en el camino a verla, los sentimientos se desbordaban dentro de una cápsula que nos incluía a ambos, pensar estaba de más, soluciones había que encontrar, la existencia misma se estaba jugando en ese lugar. La lógica y la razón ya no ocupaban lugar en nada, habían cedido paso a ese tacto, que ahora llenaba toda realidad, circunstancia y eternidad. Todo un nuevo sentido, todo era bailar.

Desde la ventana de aquel edificio, ella se veía contemplando la luna, Alioth y yo sabíamos que esperaba por nosotros, un suspiro de vacío invadió su pecho al verla. No era posible que se pudiera observar paisaje tan bello. ¿Por qué es todo tan injusto?, incluso yo que dependía de su existencia, no quería alejarme de ella. Alioth observaba

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atento y con su ser tan conmovido a aquella extraña con la que pensaba bailar por la eternidad, no cabía duda alguna en su ser que si ese era el fin de su existencia, era el regalo más grande. Morir parecía una aventura tan atractiva si empezaba en los brazos de aquella extraña, morir será fácil pensé.

-La llevaré conmigo Uli-

Suspiré resignado a que Alioth no podría continuar sin ella jamás.

-Encontraré la forma Alioth-

Yo tenía que encontrar alguna manera de que la extraña sobreviviera, podía hacerlo pensé, era una alternativa más fácil a intentar quedarnos. Alguna forma debía existir, incauto de mí, el problema era, existir.

-Bajemos-.

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XV

Llena de suspiros esperaba en la ventana, mirando al cielo, mi cielo, y en cada pestañeo sus ojos aparecían, los ojos de aquel mar, que sólo el Sol sabía recordar. Y ahí aparecía, como sombra en la ventana, robando el silencio que disfrutaba de su llegada, como caballero de épocas doradas.

-Hola- Alcancé a decir, como niña idiota que esta perdidamente hipnotizada de lo que ve. Me miró y me donó media sonrisa, Uli tras de él moviéndose en zigzag hasta quedar entre nosotros otra vez.

-Hola, ¿tú fuiste a la luna verdad?-

Mi cara de asombro nunca la podría prevenir viniendo de los comentarios de Uli, que de algún lugar venían para no tener sentido alguno para mí. Sólo pude reirme y conmoverme, de algún modo, ya se me estaba haciendo costumbre las preguntas inciertas de esa bola blanca que se había ganado mi cariño tan fácilmente, ¿cómo

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puede alguien querer a algo tan pequeño?, pensé para mí.

-No yo no fui a la luna-

-Pero yo sé que sí-

-Hace muchos años, la humanidad logró mandar a 3 hombres a la luna, ellos llegaron por primera vez, han ido más desde ese entonces, pero solo muy pocos-

-¿Cómo hicieron eso?-

Yo veía que Alioth escuchaba atentamente a mis respuestas, y por más que quisiera hablar de eso en otro momento para estar con Alioth, aparentemente era muy importante para Uli, quizá para Alioth también, curiosidad pensé.

-¿A qué te refieres con que cómo hicieron eso?-

-Tú no respiras en el vacío, dependes del aire, ¿cómo pudieron ir allá sin aire?-.

-Bueno, llevamos aire, no sé perfectamente, pero usaron unos trajes especiales que

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llevaban aire con oxígeno, para que pudieran respirar, sin esos trajes no podemos como humanos, sobrevivir en la luna, lo mismo pasa cuando exploramos las profundidades del mar-.

Otra similitud entre mis dos pasiones, el cielo y el mar, quien diría que hasta eso perdería atención, después de conocer a Alioth, mi nueva y única intriga y pasión. No me culpo, pensé para mí, cualquiera se enamoraría de él, pero nadie lo estaba, sólo yo, y eso estaba bien para mí. Aunque ahora que lo pensaba, quizá yo podría ser como el mar, nadie sabe lo que esconde en lo más profundo, pero se conoce tanto de él, sus dimensiones son conocidas, pero inciertas en el interior, quizá como el corazón de una persona. Alioth no sólo venía del cielo, era cielo, inmenso esplendoroso, incierto, sin bordes, hermoso e infinitamente desconocido. Todos creemos conocer al mar porque siempre ha estado ahí, pero no completamente, todos amamos al cielo, pero no sabemos por qué en realidad, porque no sabemos que es, que hay.

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-¿Dónde está tu traje especial?- Uli por enésima vez con sus preguntas sin ser.

-¿cuál traje especial?-

-Ese que usan para ir a la luna, o para bajar al mar-

Reí a carcajadas de lo conmovedor que su intriga me hacía sentir, era imposible no querer a Uli y a sus preguntas.

-Yo no tengo de esos trajes, sólo los tienen los astronautas-.

-¿Qué es un astronauta? y tú, ¿porqué no eres astronauta?-

- Un astronauta es aquel que se prepara para conocer el espacio fuera de nuestro planeta, y estudia para ir allá. No todos los humanos somos una cosa, todos tenemos oficios distintos, y algunas personas son astronautas y otras no.

-Alioth creo que soy un astronauta-

Mi risa era tanta, que hasta olvidé las ganas que tenía de estar con Alioth, era tan

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agradable y conmovedor escuchar y responder las interrogantes de Uli, que yo no encontraba explicación de dónde venían tales preguntas. Alioth quien estaba sentado en la ventana, se puso en pie, y se acercó hacía mí, extendió su mano y con eso cumplió el deseo que desde aquel mar había yo pedido con tantas fuerzas. Me acerqué y tomé su mano, me hizo girar sobre mí, para encontrarme abrazada frente a él al giro siguiente, bailar era de repente todo para mí. Pude escaparme por un sólo momento de sus ojos, y me acerqué al estéreo para prenderlo, probablemente intrigado miraba lo que yo hacía, yo sabía exactamente qué poner, y de un botón a otro, el piano empezó a tocar, nada más perfecto pensé, volví a él y me prendé de su cuello, mientras por unos segundos él volteó a ver al aparato que producía música, mientras al escuchar las teclas del piano que empezaban a apresurarse, esbozó esa sonrisa que era para mí la sonrisa de mi vida.

Mi casa era el mejor lugar del universo, yo bailando con él por segunda vez, mientras

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ambos sonreíamos uno al otro sin dejar de mirarnos. Un giro tras otro y todo el mundo era feliz, cada tecla que del piano salía hacía más dichosa la existencia de toda la humanidad, todo el cielo estaba ahí, ese era el cielo, Alioth y yo por los tiempos de los tiempos, no había nada más para mí Me abalancé sobre él y le robé un beso con todo el amor que de mí salía, con la felicidad que de mí se desbordaba, lo tomé por sorpresa quizá, pero lo sentí cerrar sus ojos y abrazarme con todo su corazón, y mientras la música seguía él me hizo girar, y se elevaron mis pies mientras en ese beso se perdía todo aquello por lo que uno es, la existencia misma destinada a alcanzar el beso aquel. Dios debió estar ahí conmigo, porque tanto amor que se profesan dos personas sólo puede ser obra de él. Lo imaginé reírse desde lo alto mientras nos veía bailar, girar, volar, reír, soñar. Ese es el punto de lo que bueno es, es amor y nada más. El giro terminaba, despegué mis labios de los suyos mientras cada nota se hacía más lenta para terminar de sonar, con ambas manos tomé su cara y acerque su frente para juntarla con la mía,

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ambos sin abrir los ojos, mientras el piano se despedía de nosotros. Y así en ese perfecto espacio de tiempo, mi corazón, casi en un susurro, sólo para él, habló por mí:

-Yo te amo, eres todo para mí, no existe más nada que yo quiera pedir, te amo, eres la razón de mi existir-.

No sé si entendió mis palabras, pero sé que las sintió, estaba satisfecha de que supiera mis sentimientos, me sentía completa en todos los aspectos, y no pude sentirme tan más agradecida por todo esto, que incluso con los ojos cerrados una lágrima se dejó caer para recorrer mi mejilla, esa lágrima que traducía la felicidad que en mí se desbordaba. Abrí los ojos y sonreí por lo bello de la vida, Alioth tomó mi barbilla y elevó mi rostro hasta encontrar su cara, y con su mano secó mi lágrima, mientras examinaba esa pequeña gota que de mi ojo caía, volteó a mis ojos y yo reía, sonrió conmigo, y fue el mejor momento de mi vida.

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XVI

No subestimes a la tristeza, porque de ella emana la sinceridad pura, es en ésta la

tristeza cuando la vulnerabilidad nos hace bellos, es tristeza la que nombra a las cosas

hermosas en su melancolía,

No subestimes el poder de la tristeza, porque es bella en su haber y de frágil parecer, es

nutritiva la tristeza pues es como el ocaso que esconde al sol para irse con alguien más.

Es astuta la tristeza, pues se esconde de la realidad y forma mundos ajenos para

embellecerse en su propia voz,

Es tristeza el consuelo de los amantes que se alejan, es tristeza lo más honesto del corazón,

no hay tristeza sin amor, no subestimes a ésta, la tristeza.

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Tanto me elevé por los aires que olvidé que Uli también veía, y sin su sutil forma de preguntar las cosas, yo no lo hubiera recordado.

-¿Porqué sale agua de tus ojos?-

Me reí ante lo simple que sonaba la pregunta, quizá pensando si existía una forma simple también de responderla, yo aún abrazada de Alioth veía con cariño a esa simpática y tierna estrella fugaz que me preguntaba cosas.

-Se llaman lágrimas, y expresan distintos sentimientos, tristeza, felicidad, emoción, entre otros-.

-¿Y cómo saber qué lágrima es de cada sentimiento?... ¿Colores?-

Eso sería una genial idea pensé, si pudiéramos llorar de distintos colores de acuerdo a nuestros sentimientos, quizá nos entenderíamos mejor, pero también perdería sentido lo que llorar es.

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-No Uli, todas las lágrimas son así, depende de la situación en que aparezcan lo que las define-

-¿Y tú? ¿Por qué sentimiento salen de tus ojos lágrimas ahora?-

Me sentí un poco apenada, y pude sentir el color rojizo invadiendo mis mejillas, tomada de la mano de Alioth, era difícil de explicar sin avergonzarme un poco, incluso a pesar de que había confesado mis sentimientos minutos atrás.

-Estoy Feliz Uli, estoy muy Feliz-

-¿qué cosa provoca una lágrima de tristeza?-

Me tomó un poco desprevenida la pregunta, dado que en mi realidad ahora, no existía ninguna tristeza, sin embargo sólo pude pensar en lo único que pudiera arrebatar mi felicidad.

-Cuando pierdes a alguien por ejemplo, cuando mueren las personas que queremos, y nunca más en vida, las volvemos a ver-

-¿La tristeza es mala?-

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La verdad es que lo pensé por un momento, siempre creí que estar tristes hacía que estar feliz valiera la pena, pero nunca concluí en que eso aplicara para todos.

-No lo sé, pero se sufre mucho cuando uno está triste-

-¿Se recuperan de la tristeza?-

-Eso depende de la persona que esté triste, no siempre uno se recupera, a veces la tristeza dura toda una vida, y no se puede salir de ella, y a uno se le olvida ser feliz-

-Tú, ¿Te repondrías de la tristeza?-

-Espero no tener que estar triste Uli, conocerte y a Alioth, ha hecho de mi vida la felicidad misma, seguramente si los perdiera, moriría de tristeza-.

Sentí la mano de Alioth estrujar un poco la mía cuando respondí, supuse que le aterraba la idea tanto como a mí.

-¿Se puede morir de tristeza?-.

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-Es una expresión Uli, pero en realidad a veces uno cree morir… pero no hablemos más de eso, ¿qué tal si ahora yo te pregunto?-

De repente me pregunté por qué tanto interés en algo tan poco agradable, y me cruzó por la cabeza que quizá Alioth y Uli desconocían el sentimiento por completo, y eso me hizo preguntarme si acaso son capaces de sentir alguna cosa, pero imaginar no sentir tristeza nunca, es más de lo que puedo razonar.

Caminé hacia la cama para sentarme y llevé a Alioth conmigo, para que lo hiciera también, mientras la conversación con Uli apenas empezaba.

-¿Qué quieres saber?-

-Quiero saber ¿qué eres?, ¿De dónde vienes realmente?-

-Soy un astronauta, vengo de lejos, muy lejos-

Una cara de disgusto y sarcasmo invadió mi rostro, no era realmente lo que esperaba escuchar, quizá no entendía que yo quería

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detalles, pero tampoco quise insistir. Sin embargo hice la pregunta que necesitaba respuesta para mí, aunque le temía un poco a la misma.

-¿Cuáles son sus planes?, ¿se quedarán aquí?-

Un silencio un poco incómodo invadió por un par de momentos, Alioth se quedó inmóvil, mirando a Uli, y supuse que se estaban comunicando, me aterré de la posibilidad que sus planes no encajaran con la idea que tenía en mi cabeza de estar con Alioth todo lo que me restara vivir.

-Debemos irnos ahora-

La voz de UIi sonaba autoritaria como aquella vez; y me inundó un sentimiento parecido al terror; apreté fuertemente mi mano; para sostener a Alioth instintivamente, y me atreví a hablar sin siquiera razonar.

-¿Volverán verdad?- Mi voz no escondía el hecho de que me asustaba tanto que se fueran, y entonces recordé que tan involucrada estaba en todo esto, en tan poco tiempo me pude enamorar y temer la idea de

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perder algo que apenas conocía, y sin embargo no estaba segura de poseer.

-Lo haremos, tenlo por seguro-

Un sentimiento de alivio recorrió mi alma, y pude relajar mi mano que sostenía a Alioth, temí haberlo lastimado, pero él aparentemente no lo notó siquiera.

-¿A dónde irán?-

Alioth bajó su mirada al suelo, y pude ver que razonaba la respuesta, y todavía con necesidad de saber, me arrepentí de meterme en lo que no me incumbe, no quería parecer entrometida, así que opté por guardar silencio. La pregunta quedó en el aire esperando por una respuesta que no vendría, resigné mis dudas y aguardé callada. Saber que volvería a la espera de la ventana me dejó un poco consternada, ¿Cuánto esperaré esta vez?, pensaba para mis adentros, los minutos se iban al espacio cuando estaba con Alioth y Uli, y sin embargo se quedaban merodeando mi vida cuando me quedaba sola. Alioth se levantó y me llevó a la ventana,

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la luna parecía observarnos con su grande estela, como un reflector que iluminaba la escena de un espectáculo, recordé a mi pequeño amigo y se lo hice saber.

-La luna es hermosa en todas sus caras, es una versión más grande de ti Uli-

Uli se acercó más a la ventana y suspendido cerca, supongo que miraba la hermosura que yo encontraba en esa luna, que yo ya conocía de tantas veces que la admiré mientras miraba por la ventana. Alioth sonrió y supuse estarían concordando conmigo mientras se comunicaban a su manera. Se volvió Alioth a mí y sonrió de nuevo, se fue elevando poco a poco mientras suavemente seguía sosteniendo mi mano, y hasta que ésta no pudo estirarse más se despegaron suavemente una de la otra, terminando un maravilloso cuento de tacto recién contado, sus ojos me miraban mientras su sonrisa se despedía de mí, su mano todavía estirada hacía mí, mientras se dirigía a la Luna y se iba haciendo más pequeño en la distancia, hasta que desapareció. Esa luna seguía contemplando mi corazón que estaba

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saliendo por la ventana, elevándose junto con él. Observé mi mano y la sostuve cerca de mi pecho, dejé de respirar para cerrar los ojos en un suspiró que se llevó todo de mí.

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XVII

-Es imposible-

El eco de mis palabras rebotaba en la mente de Alioth, sin contestarme, trataba de negarlo y encontrar una salida viable que salvara su existencia. Su alrededor se volvió obscuro y amargo, estaba frustrado, y quizá experimentando algo similar a la tristeza, al menos yo me sentía así y era el indirecto sentir de él. Volvimos al mar, a aquel lugar donde el sol lo vio Bailar, en medio de las aguas se sentó, por segunda vez.

-Uli, viajamos por el universo, eso es imposible para los que viven en este planeta, e incluso así vivir aquí es ¿imposible para nosotros?-

-Es eso exactamente, Alioth, nunca debimos haber bajado aquí, quizá este planeta sea único, y nosotros también lo seamos-

-Uli… tiene que haber otra salida, yo no puedo dejarla…-

-Es gravedad ¿recuerdas?…-

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- Gravedad, gravedad, puedo con eso-

-Tu cuerpo se mantiene en el vacío, siempre ha sido así, te expones a pocas fuerzas de atracción, y nunca por tanto tiempo como ahora-

-Quieres decir que…-

-Te agotarás…-

Un silencio invadió nuestros pensamientos, y Alioth bajó su cabeza para mirar nada, lo sentí merodear la idea en su mente, agotarse.

-Alioth no, no puedes agotarte-

-Uli, ¿te das cuenta que me estas condenando a una existencia sin sentido?, ¿acaso no notas que prefiero eso, a saber que ella existe sin poder acercarme?-

Su voz sonaba tan segura y solitaria, desgarrada y decidida, convencida de que no querría partir, lo que sea que él sintiera, lo sentía yo, y me desgarraba de igual manera.

-Alioth, yo también siento eso por ella, ¿no lo entiendes?-

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-No Uli, no lo entiendo, todo no lo entiendo, no entiendo lo que siento, no entiendo lo que existe, no entiendo lo que soy, lo que debo hacer… no Uli no lo entiendo-

Su voz sonaba cada vez más frágil, con gotas de desespero y derrota me pregunté de nuevo, ¿cómo podían los extraños sobrevivir algo así?, ¿era esto tristeza?, y como han podido sobrevivir tanta a lo largo de su historia, perder a alguien con la que has bailado, es literalmente sentir morir.

-Escúchame Alioth, ¿Acaso deseas que ella muera?-

-¿De qué hablas?, por supuesto que no, jamás-

-¿Recuerdas la tristeza?, tu existencia sin sentido será para ella si tú te agotas-

-Déjame en paz Uli-

Salió disparado como sus pocas fuerzas le permitieron, incluso sabiendo que no podía librarse de mí, pero no me acerqué, lo escuché desde lejos, él sabía que yo tenía

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razón, y necesitaba aceptarlo, lo dejé pensar sin hablarle, yo también estaba triste, lo que sea que él encontró en ella, yo lo encontré también, no quería dejarla, no podía acaso imaginar estar lejos. Pero por alguna razón no se podía ¿Qué hubiera pasado si todo hubiese sido distinto?, ¿Acaso preferiría nunca haber bajado a este lugar?, de primera instancia pensé que sí, porque esto que es tristeza no te deja en paz, pero esta experiencia, y esto que crece dentro de uno, es algo singular, una muestra de todo lo maravilloso que es lo que existe, una extraña sensación que se queda justo en el centro del interior, que te hace ver todo bello con otros ojos, incluso para estos ojos que han visto tanto. No me arrepiento de bajar, esta tristeza se quedará atada a Alioth y a mí, pero será la que recuerde que ella existe, lejos, bailando.

-Sabes qué hacer-

-Eso no…-

Ahí, solo ante su incondicional consciencia tangible, por primera vez cerró su interior. El agujero negro que se formó era más hondo y

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profundo que cualquiera que el universo pudiera concebir, ese agujero que lo carcomía desde adentro. Él, sabiéndose condenado por la inmensidad, se veía empequeñecido por su tristeza, sentado a la mitad de aquel mar, que lo vio bailar, dejando a su ser entender o por lo menos tratar, atormentado por ese mismo mar, que ahora se compadecía de él. Con sus puños cerrados que preguntaban por qué, yo, su amigo fiel, me veía inundado por sus sentimientos, queriendo sufrir también, siendo fuerte por él y para él, ese sentir que descubrió en éste planeta de extraños, ese dolor que torturaba su ser, todo eso era sólo de él, bailó con él.

-Róbate todo de ella-

-No voy a hacer eso Uli-

-Si lo harás-

-No me digas lo que tengo que hacer-

-Si lo hago, y si lo digo, porque es lo que debes hacer-

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Es difícil para mí, explicar lo que se necesita para decirle a Alioth lo que tiene que hacer, uno no es dueño de las decisiones ajenas, pero a veces crees estar tan conectado a otro ser, que piensas conocerlo lo suficiente para atreverte a decirle lo que tiene que hacer, a pesar de que no lo quiera. Nunca estaré seguro de si hago bien, pero como consciencia tangible de él, no puedo perdonarme no intentarlo, no puedo dejarlo agotarse, y no porque no quiera dejarlo ir, si no porque pienso en ella también, y él nublado por su incertidumbre no sabe qué hacer, sólo sabe lo que no quiere. Para eso estoy yo, si hago bien o mal, no lo sé, pero lo intentaré, podrá odiarme por la eternidad, pero si eso he de ganarme, tranquilo estoy, triste quizá, pero ella no sufrirá y él solo podrá recordar, y sé que eso es una condena para mí y para él, porqué sé lo que le estoy pidiendo y sé que me ganaré su desprecio, porque yo lo haría, pero esperaría eso también de él.

-¡Déjame solo Uli!-

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Lo supe desde que lo dije, no le iba a parecer la idea, mi punto de vista podía estar errado completamente, y obligarlo a hacer algo estaba fuera de mis alcances, pero tenía que intentarlo, aunque significara que todo lo previo entre él y yo cambiara, y nunca volviera a ser como antes, yo esperaba que no, aun así, si se agotaba él, lo haría también yo, él lo sabía y nunca busqué procurar mi existencia, incluso si eso no fuera así, yo no podría existir sin él, nada tendría sentido para mí, ¿lo sabría él?, no lo sé, en ese escenario de posibilidades, tampoco podía quedarme con ella si él se agotara, la vida de los extraños no lo permitiría, y doy gracias que esa posibilidad no existe, si él se agotaba, yo también.

-Nunca antes he osado decirte lo que debes hacer, piensa en porqué lo hago ahora, si quieres estar solo bien, yo esperaré-

Me alejé preguntándome si yo estaba haciendo lo correcto, cuando se trata del único acompañante de tu existencia, pueden pasar dos cosas, estar completamente seguro, o dudarlo rotundamente, quizá lo arruiné

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todo, probablemente no lo entendí adecuadamente, ¿y si me equivoqué?, es tan difícil cuando el único al que puedes acudir por consejo, es el que no quiere hablarte, fuera correcto o no, yo creí que sí y con eso he de quedarme, la decisión era de él. Yo tenía que esperar y eso era doloroso en sobremanera, mi amigo Alioth pensé, ojalá entendiera que si dije eso, lo hice pensando en su bien, quizá erré, pero así fue. Calmé mi estela y me acerqué un poco al cielo, sólo para observarlo mejor, tal vez sería la última vez que lo viera, y esperé.

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XVIII

Miraba atónita la taza de café que ya se había enfriado, mi vida había tomado un rumbo tan distinto, uno puede pasar planeando su vida, pero no puede anticipar lo que sucederá, justo como un cometa que siempre sigue la misma trayectoria, y de repente algo desconocido y sin previo aviso, choca con él y redefine su dirección. Mi vida acababa de estrellarse y estaba tomando un nuevo camino, uno tan incierto que ni siquiera podía imaginar el recorrido, pero tan emocionante y prometedor que no podía pensar en otra cosa que no fuera empezar a conocerlo. Algunos pensamientos rondaban mi mente de vez en cuando, esos que yo suprimía casi inmediatamente porque los odiaba, ¿qué pasará ahora?, ¿cómo ocultaré del mundo a Uli?, ¿acaso debía yo partir y dejar todo?, no me importaba hacerlo, pero sé que lastimaría a mi familia, le rompería el corazón a Anfer, quizá podría explicárselo, aunque ella me regalaría una grande dosis de realismo, y nunca me dejaría irme con Alioth,

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intentaría detenerme a toda costa, lo entiendo porque yo en su lugar lo haría. Por un momento una tristeza recorrió mi ser, por imaginar dejar a Anfer, la extrañaría siempre, pero no me importaba, yo no mentía al decir, que Alioth era todo para mí, y aún consideraba la idea de estar totalmente loca y tomando decisiones motivadas por la emoción, pero tampoco me importaba, había enterrado a la lógica y a la razón en el momento que encontré un cometa que habla. Pero y ¿si no era eso?, si en lugar de yo partir ¿él se quedara? Seria todo más fácil para mí, él parecía humano, y podría eventualmente integrarse a la humanidad, habría que ocultar ciertos dotes que no poseen los humanos, y la piel azul. Otra vez me estaba adelantando, ¿Por qué habría él de dejar sus viajes por quedarse conmigo?, es como si le dijeran a alguien que el resto de su vida deberá vivirla en un pequeño cuarto, y ni siquiera así la escala era la correcta.

Las cosas pasan por una razón pensé, yo estaba segura de no poder vivir sin Alioth, mejor dicho, no querría hacerlo, todo de mi

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se iría, a pesar de lo rápido que pasó, mi corazón estaba más seguro que nunca, intentar imaginar el resto de mi vida sin él era atemorizante, y si lo perdiera, mi mente jamás podría olvidarlo, mi corazón jamás se repondría, sería una inerte persona que camina sin querer, no habría de morir, pero perdería sentido mi vivir, literalmente, no pasaría nada con mi corazón, latiría, pero no sabría porqué lo hace, no dejaría de respirar, pero un suspiro nunca jamás, podré seguir caminando, pero no sabré a dónde voy, eventualmente reiré con los demás, pero nunca sería feliz, no dejaría de creer en el amor, pero sabría que con él se fue, no dejaría de existir, pero dejaría de ser. Era tanto este amor por él, que sólo quería gritarlo al viento, pero había una cosa todavía más rara que rondaba mi ser, y esa cosa realmente me asustaba, yo estaba segura de lo que yo sentía, pero no estaba segura de lo que sentía él. Es tan desesperante que no hablara, y aunque eso de él me gustara, me dejaba realmente preocupada, ¿él me amaba?, ¿cómo saberlo?, tan frío y ausente, tan serio y diferente, mi corazón sólo deseaba

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que fuera cierto lo que yo pensaba, ¿cómo exigirle que me lo exprese, si yo no era nadie?, en primer lugar, ¿cómo preguntarle si acaso me quiere, si ni siquiera sé si sabe querer?, y si es así ¿cómo pedirle que me demuestre que lo hace?, incluso si fuera tanta mi ilusión porque algún gesto de amor saliera de él, nunca podría pedirle que lo hiciera, si de él no salía espontáneamente, ¿qué caso tenía?. Sólo podía consolarme con creer que no sabía cómo hacerlo, y que realmente algo por mí sentía, ¿porqué pienso tantas cosas?, yo y mis tonterías, mis absurdas conclusiones adelantadas, ¿y si de mí se cansa?, ¿cómo lo sabré? La verdad era que yo esperaba un “yo también”, sí, cuando yo lo amé, cuando yo lo expresé, ¿no es eso lo que todo el mundo espera?, pero bien, ¿qué podía yo pedirle, al extraterrestre aquél? Pero es que eso no lo era todo, su tacto, sus manos frías, su sonrisa a mi mirada, su forma de girar mientras bailaba, él no hablaba, pero ¿qué más yo pedir podía?, si esos mínimos roces me mantenían viva, me llenaban de alegría, mis oídos podían cerrarse por siempre y no esperar nada, no importaba. Yo lo amaba sin

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ver, lo amaba aun a pesar de su silencio, de su lejanía, de su extraña, taciturna y sombría melancolía, con todo eso yo lo amaba, y eso nunca cambiaría, ni aunque se acabaran mis días.

Y justo en mis pensamientos me perdía, cuando por esa ventana una pequeña estela se asomaba, el pequeño comenta bajó hasta aquí como mandado por la misma luna que en el fondo estelar lo cuidaba, Uli no pronunció palabra, y yo al verlo sentía que todo volvía, sólo podía sonreír por saber que él existía, si pudiera abrazarlo no dudaría y sin pensar lo haría, se había ganado mi cariño una cosa tan pequeña, sobre todo porque ese pequeño astro me hizo conocer a Alioth, ese compañero amigo que junto a él viajaba.

-Uli que gusto me da verte-

Mi sonrisa no se escondía en mi cara, y aunque no veía a Alioth todavía, yo estaba feliz, porque sabía que estaría cerca, lo sentía, era increíble cuantas veces me cercioraba de que la realidad estaba mostrándome a un cometa flotando en mi sala, uno que entró

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por la ventana, ni aun en los cuentos de hadas habría algo tan extraordinario.

-Hola-

La voz de Uli sonó distante, pero no le di importancia, no tardaría en preguntar millones de cuestiones que me harían morir a carcajadas. Había tanto que podía enseñarle, tanto que quería que viera, la humanidad en los ojos de alguien que nunca la había visto antes, debía ser maravillosa.

Y ahí de repente como remolino de viento estaba en la ventana, hincado sobre ella en una rodilla, así debió verse el príncipe cuando subió por Rapunzel pensé, parecía una pintura hecha obra de arte, él hincado en la ventana y la luna detrás como guardiana, haciendo a cielo nocturno el perfecto fondo de pantalla de hermosura.

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XIX

Pasaron muchas horas antes de que Alioth decidiera partir, lo esperé junto al cielo para dejarlo solo como él me pidió. Regresó y se acercó a mí sin perder esa estela que se había formado antes, pero sereno, tranquilo y decidido. Su mirada se perdía en la nada, no me atreví a siquiera expresar alguna cosa, el hecho que me dejara contemplarlo así, ya era la manera de Alioth de compartirme su decisión, volteó a verme por un momento, y fijó sus ojos en mí, desilusionado y dolido hizo un gesto de tristeza, y entendí que me agradecía por estar ahí. Nunca lo dejaría solo, él era mi compañero y siempre estaría con él. Regresó su mirada a la nada y comenzó a avanzar, lento, como sus fuerzas le permitían. Y de nuevo, como siempre, tras de él fui.

-¿Crees que deje marca?-.

-No lo sé Alioth-.

El camino a aquella torre fue en silencio, ambos pensábamos en ella, en distintas

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formas, pero con un mismo sentir. Yo recordaba sus respuestas y sus tristezas, él recordaba el tacto y el baile. Llegamos a esa torre y la luna estaba gigante desde ese lugar, suspendidos a un costado de ella mirábamos aquella ventana, aquella a dónde íbamos a bajar minutos después. Alioth miró el tope de la torre, dónde todo había comenzado por un descuido mío. Cerró sus ojos y recordó aquellas imágenes de aquel día, cómo se veía ella tendida sobre el suelo, y la forma en que lo miró la primera vez. Abrió los ojos de un arrebato, necesitaba alejar aquellos recuerdos y pensar en lo que debía hacer, necesitaba fuerzas, pero no de energía, si no de determinación. Volteó a verme y asintió con la cabeza, comenzó a bajar. Pero a mitad de camino a la ventana se detuvo, y la observó mirando una taza, sentada, pensando. Entendí que tendría que ayudarlo más, y me adelanté y entré primero. La sonrisa que salió de ella al verme, era dolorosa en verdad, ¿cómo podré seguir sin eso? Su voz emocionada de verme solo traducía lo que dicen se llama felicidad. Respondí sólo por responder, me costaba

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trabajo pensar también. Alioth me rescató al posarse en la ventana y robarse su atención, ella lo miraba tan impresionada, que envidié por un momento su atención. Me alejé un poco para darles espacio, Alioth bajó de aquella ventana y le sonrió un poco, ojalá no notara la diferencia en esa sonrisa pálida. De un instante a otro, ella estiró su mano hacia él, pude percibir como todo en él vibraba por sentir ese tacto otra vez, ese que estaba a punto de hacerla olvidar de todo. Alioth respondió y tomó su mano también, ella sonrió y lo dirigió a la cama, se sentó sobre de ella y él lo hizo también. Se miraron el uno al otro, sin dejar sus manos tocarse, Alioth estaba grabando cada milímetro de su cara, para no olvidarla nunca, mientras ella estaba mirando por última vez, para no volver a recordar. Él recorrió su pelo con la otra mano, y ella tomó un color rojizo en sus mejillas, se recostó sobre la cama y le pidió a Alioth que lo hiciera también, y al hacerlo ella lo abrazó y se acomodó bajo su hombro, con la cabeza en su pecho, mientras cerraba los ojos, alcancé a escuchar con oídos de Alioth lo que ella susurraba junto a su pecho: …no imagino

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mi vida sin ti, no quiero vivirla si no estás aquí…

Alioth agradeció que ella no pudiera ver su cara, pues no podía esconderlo más, y ahí volteó a verme, con sus ojos que traducían que prefería morir, que quería pasar la eternidad abrazándola y no dejarla, no podía hacerlo, yo tampoco quería, yo también por él sufría.

-Hazlo por ella- Y cerró sus ojos fuertemente al escucharme, era una condena inminente.

Es todo lo que pude esbozar, no había más nada que eso, algo en Alioth se rompía a cada minuto que pasaba, debe dejarla, robarle su memoria para nunca lastimarla, borrar toda huella de su paso por aquel planeta de extraños, para que nunca sepa que él existió y nunca recuerde que sobre el mar bailó. Y ahí estaba él, junto a ella en la cama, intentando no olvidar su cometido, tratando no dejar los pedazos de su ser caer otra vez, temblando por lo ruin de su destino, no lo culpaba, la luna desde la ventana, viendo como todo pasaba, para que nunca

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más ella se acordara. Todo terminaría así, no como el final del cuento de hadas que ambos imaginaban, todo en un momento pasaría a ser vacío, ella tomó una caricia de su cara, sin saber que el final se acercaba, en un arrebato robó de él un beso, desconociendo que era él el que robaba, llevándose todo recuerdo de su memoria, para nunca regresar al mar de esa historia que jamás sería contada, y en ese beso se perdía, olvidando su vida. Una dulce y trágica manera de decir adiós, ella perdía el tiempo de su cabeza mientras el sueño la invadía, así como empezó todo terminó, se quedó dormida. La contemplaba todavía recostada, sumergida en sus ojos cerrados sin saber nada, como princesa que plácidamente descansaba, y él ¿qué podía hacer? Agotarse ahora era inútil, debía continuar como antes de su llegada, tratando de sonreir algún día, reviviendo el recuerdo, él se llevaba todo de ella, y al mismo tiempo todo en este lugar dejaba.

-Debemos irnos-

Lo saqué de su despedida con lo frío de mis palabras, asintió con la cabeza mientras a ella

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por última vez se acercaba, tocó una vez más su cara suspirando su aroma por la eternidad, besó su frente en el final de ese aquel cuento hadas y sintió la soledad, esa que lo esperaba afuera de la nada. Lento y desgastado se alejó de la cama, mientras miraba, todo había sido una aventura, un cuento de hadas, comenzó a acercarse a la ventana y no dejaba de mirarla, con el viento flotó hacia la luna, volteando una vez más desde muy arriba hacia esa ventana.

-Caeli-

Lo único que pronunciaría, la última cosa que alguna vez diría. Escuchó como el viento su voz se llevaba, su voz, lo único que este planeta recordaría. Mientras se alejaba lentamente, suspiró una vez más, junto a la luna que compadecida lo miraba, y ya lejos de la gravedad miraba aquel planeta de luces. Y entonces vi, que no sólo robó su memoria, también ganó lágrimas, azules que se desbordaban de sus ojos solitarios, que se despedían de aquella ventana que aún podía ver desde lejos, una tras otra se dejó caer por su mejilla, qué dicha era poder llorar pensé,

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una manifestación física de tristeza. Y así giró y le dio la espalda aquel planeta, sin voltear más, a la velocidad de la luz, pensando en su única palabra lloró, como cometa cuya estela eran sus lágrimas, al infinito universo que lo esperaba voló.

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XX

-Despierta floja, ya llegué ¿por qué estás dormida a esta hora?-

-¿Anfer?- Las palabras de su particular voz resonaban en mis oídos como taladro en una pared. Y lo curioso, yo realmente me sentía pared, dura como piedra perdida en tiempo espacio sin saber.

-No sé ni la hora que es, no recuerdo ni cuando me quedé dormida-

-Ya se metió el sol y tú parece que no supiste ni cuando salió, mírate parece que hubieras dormido años-

- Graciosa como siempre, tonta- ¿ya se metió el sol? Pensé para mí tratando de recordar cuándo me dormí, sin lograr nada. Bostecé y mis ojos dolieron un poco, probablemente de tanto dormir, y ni siquiera recuerdo lo que soñé, pero eso no era novedad.

-Hace frío cierra la ventana ¿quieres? Haré algo de cenar, estoy hambrienta- Anfer

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terminaba de hablarme mientras se dirigía a la cocina, y yo de algún sueño cansada no tenía fuerzas para salir de la cama.

-¿Tú? Qué raro, tú siempre tienes hambre- Un suspiro que se combinó con un bostezo salió de mí al ir a cerrar la ventana. -Wow ¿ya viste la luna? Está hermosa-

La luna se asomaba por mi ventana como cazadora de algún sueño olvidado, inmensa como si tratara de entrar al cuarto, blanca y llena de luz, provocadora y presumida de su hermosura. Suspiré al ver esa luna que siempre me intrigaba.

-A ver… Uff definitivamente es así, mira que luna-. Hizo una pausa. –Pero esto es más raro aun, mírate, dormir tanto hace que tus ojos a la luz de la luna se vean azules, como alien-

- ¿Alien? Tú y tu gracia de siempre-. Anfer y su sutíl manera de burlase de mí, que tanto me agradaba. -Seguramente es culpa de esa luna-.

Lo dije y lo pensé al mismo tiempo, sin dejar de contemplar al astro en el cielo,

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hipnotizada por esa luna que quizá trataba de contarme alguna historia, ¿se habría enamorado la luna alguna vez?, suspiré riéndome de mis tontas ideas.

-Ven a ayudarme por favor-

Escuché la voz de Anfer, pero el viento que entró como tenue torbellino, me robó de ahí por un momento, me llevó junto al cielo y cerrando los ojos casi podría jurar que…

-¿Me oíste?-

-¿Ehh? Ahh sí… es sólo que, creí escuchar mi nombre… -

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El Cielo, vasto y enorme sobre el mar que contempla su belleza estelar, infinito manto azulado que roba el aliento de quien osa imaginar su inmensidad. Y el Mar, sujeto a su propia gravedad, amo de sus abismos soberano de sus aguas, estancado en sus orígenes sin poder nunca volar. El Mar contemplando la belleza del Cielo, y el Cielo, queriendo llegar al Mar. Dicen que el cielo y el mar se enamoraron una vez, y hasta se llegaron a tocar.

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AGRADECIMIENTOS

Estaré infinitamente agradecida al cielo, al Dios que creó

tanto espacio para admirar, que pintó un panorama tan

extenso en el cielo, para intrigar corazones que suspiran por lo

incierto.

Si llegaste hasta aquí, te agradezco infinitamente quien quiera

que seas, por haber leído las letras de la historia que un día

soñé con los ojos abiertos, una que tiempo después logré

escribir.

Agradezco a mi familia que siempre ha estado apoyando mis

aciertos y tropiezos, pero que nunca ha dejado de creer en mí,

y he aquí que una historia en un libro puedo regalarles.

A mis amigos, que inspiran mis letras una a una y a quienes

molesté mil veces para leerme y darme sus sabias opiniones.

A mamá por las sabias recomendaciones, a papá por la

herencia de sus letras en mi mano, a mi abuela por su

serenidad, a Uriel por inspirar a Uli, a Samuel y Jorge por el

techo que me cubre, a Marce por soñar conmigo, a Ana por

compartirme su talento en la portada, a David y su paciencia

con las correcciones, a Irais y Alejandro por sus consejos de

publicidad, a Elizabeth por su razones para mejorar, a Jenni por

leerme y opinar, a Ana Luiza por su sutileza para reclamar, a

Nilo por su increíble razón al hablar, a Fernanda por su voz

irreal, a Marisa por simplemente estar y a la vida misma por

tener  tantas  historias  para  contar…  

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