Lolita de Alberto

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Con desánimo se acerca a una plaza donde se escuchaba algo, sólo se veía iluminado el sector central donde habían montado un escenario. Imitando al resto, se descalza, luego encendió un cigarrillo, se le bajó la presión, se sentó y sus zapatillas negras no estaban. Miró alrededor y no era el único que había perdido algo. Se acercó al escenario y debajo de un cortinado negro que cubría los caños del montaje, salió una chica que lo agarró del brazo, sin resistirse quedó de frente a otra jovencita que tenía sus zapatillas en la mano. La chica ya se había robado su mirada unos minutos antes, pero fue tan fugaz ese momento como el sueño antes de ser desfigurado. En cambio, ella, más tenaz, tiró las zapatillas al suelo, lo abrazó contra una columna y se besaron. Eran muchas las ganas contenidas de ambos, pero ella no sabía besar, señal de que era más chica de lo que pensaba. Los vio alguien y salieron corriendo. Entendió que ella trabajaba para ese tipo, por la desesperación del escape luego de que sintiera la censura del vigilante. Subyacía al escenario un depósito donde se ocultaban las cosas que estos delincuentes robaban, aprovechando la oscuridad, y la música que invitaba a la gente a despojarse de sus calzados y pertenencias. Se ocultaron en un sector de la plaza, se tiraron al pasto, y él repetía mentalmente mientras se contorsionaban: “no puedo, no puedo hacer esto”. Sentía en su mano que ella no aguantaba más, y sin necesidad de preguntarle la llevó a otro sitio. Se metieron en un hotelito, y le indicaron que la habitación estaba en planta baja, atravesaron un largo pasillo y ya se empezaban a ver cosas fuera de lugar: una vieja con ruleros que asomaba la cabeza, un hombre mayor dejando un jaboncito en el vestíbulo del baño. Se acostaron, y el observo un tinte rojo en la sabana que ella quiere disimular, además descubrió que no tenia preservativos, en la mesa de luz tampoco había. Abrió la puerta de la habitación y se da cuenta de un detalle... que no era un hotel, que era una pensión. La vieja de ruleros que deambulaba, el espejo y lavatorio estaban en un pasillo, larguisimo... una típica casa chorizo. La vieja que espió toda la situación le dice: -"Deme plata y yo le compro los forritos..je..y si se quedan con hambre, les preparo algo, je" Se levantaron rápido, y por la ventana ella reconoce a su padre y él a uno de los matones del parque , un tipo gordo con unas hebras de pelo peinadas a la gomina. Inconscientemente el gordo les da unos minutos para huir, mientras le hace el filo a la recepcionista pierde el sentido de su urgencia, (le menciona como curiosidad, que despeje un cuarto y que se acerque con un huevo en la mano, para expresar su consentimiento sexual y claramente fetichista).

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Page 1: Lolita de Alberto

Con desánimo  se acerca a una plaza donde se escuchaba algo, sólo se veía iluminado el sector central donde habían montado un escenario. Imitando al resto, se descalza, luego encendió un cigarrillo, se le bajó la presión, se sentó y sus zapatillas negras no estaban. Miró alrededor y no era el único que había perdido algo. Se acercó al escenario y debajo de un cortinado negro que cubría los caños del montaje, salió una chica que lo agarró del brazo, sin resistirse quedó de frente a otra jovencita que tenía sus zapatillas en la mano.  La chica ya se había robado su mirada unos minutos antes, pero fue tan fugaz ese momento como el sueño antes de ser desfigurado. En cambio, ella, más tenaz, tiró las zapatillas al suelo, lo abrazó contra una columna y se besaron. Eran muchas las ganas contenidas de ambos, pero ella no sabía besar,  señal de que era más chica de lo que pensaba. Los vio alguien y salieron corriendo. Entendió que ella trabajaba para ese tipo, por la desesperación del escape luego de que sintiera la censura del vigilante. Subyacía al escenario un depósito donde se ocultaban las cosas que estos delincuentes robaban,  aprovechando la oscuridad, y la música que invitaba a la gente a despojarse de sus calzados y pertenencias.Se ocultaron en un sector de la plaza, se tiraron al pasto, y él repetía mentalmente mientras se contorsionaban: “no puedo, no puedo hacer esto”. Sentía en su mano que ella no aguantaba más, y sin necesidad de preguntarle la llevó a otro sitio. Se metieron en un hotelito, y le indicaron que la habitación estaba en planta baja, atravesaron un largo pasillo y ya se empezaban a ver cosas fuera de lugar: una vieja con ruleros que asomaba la cabeza, un hombre mayor dejando un jaboncito en el vestíbulo del baño. Se acostaron, y el observo un tinte rojo en la sabana que ella quiere disimular, además descubrió que no tenia preservativos, en la mesa de luz tampoco había. Abrió la puerta de la habitación y se da cuenta de un detalle... que no era un hotel, que era una pensión. La vieja de ruleros que deambulaba, el espejo y lavatorio estaban en un pasillo, larguisimo... una típica casa chorizo. La vieja que espió toda la situación le dice: -"Deme plata y yo le compro los forritos..je..y si se quedan con hambre, les preparo algo, je"   Se levantaron rápido, y por la ventana ella reconoce a su padre y él a uno de los matones del parque, un tipo gordo con unas hebras de pelo peinadas a la gomina. Inconscientemente el gordo les da unos minutos para huir, mientras le hace el filo a la recepcionista  pierde el sentido de su urgencia, (le menciona como curiosidad, que despeje un cuarto y que se acerque con un huevo en la mano,  para expresar su consentimiento sexual y claramente fetichista).

Marcos Alberto 

No había tiempo de pensar otra cosa que en salir de allí. Pero ¿qué daría resultado? El padre ya debía de estar por entrar. El Guardia ya estaba aburriéndose y comenzaba a sospechar que su misión allí era la de perseguir a dos jóvenes que huyeron de la plaza.Entonces observó a la recepcionista, mientras hablaba. Su boca muy pintada con un color rouge le llamó su atención. Con una mano sostenía el teléfono y con la otra se hacía bucles. Era de cierto nerviosismo. Su boca grande, masticando chicle, seguro era otra de sus manías. Sus labios vociferaban a alguien rudimentaria y estridente. Esa vulgaridad parecía seducir salvajemente al guardia.La vieja había salido y ya debía de estar por llegar con los preservativos. Entonces entendió todo. Corrió lo más rápidamente al teléfono y llamó a la recepción. Dijo que la Madama ya estaba por llegar con una encomienda para él.-Cuál es su habitación señor?(Pensó un segundo): -Ay, señorita. No recordamos el número. Estamos algo cansados. Recién llegamos, y nos estábamos ya quedando dormidos debido al viaje. Pero dígale, que somos”la parejita joven”, ella sabrá inmediatamente en dónde nos encontramos. Sepa disculpar, estamos cansados.-No hay ningún problema, señor. Le diré cuando llegue.

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Rápidamente abren la puerta, y observan las demás habitaciones. Buscan un refugio antes que la Madama llegue y la recepcionista abra su estridente boca de rouge. En una de ellas, una señora sale y camina en dirección a la cocina con una bolsa de carne cruda y otra de pan. El reloj marca las 21 pm y eso que llevaba, seguro era la cena. Es la oportunidad de ocuparla un instante, mientras la señora está cocinando y  la Madama viene a traer la encomienda.Antes de cruzar, saca su cabeza y mira hacia la recepción, donde el guardia parece haberse olvidado de su misión, y se ha concentrado en mirar los zapatos de la muchacha. Parece muy alegre y divertido, y ha tomado uno de ellos, y mientras le habla a ella, lo acaricia como si fuera un gatito de cuero negro.Nosotros aprovechamos y de un salto atravesamos el pasillo, abro rápidamente la puerta, e ingresamos. Uno pega la oreja en la puerta, y ella mira por la mirilla del picaporte. En eso sentimos que somos anunciados por la recepcionista y Madame se acerca caminando. Puedo escuchar pasos de alguien más pesado que la acompaña. Abrieron la puerta de enfrente. Está el guardia.

Julio Manzanares