Los BRIC quebrados ¿Por qué “el resto del mundo” detuvo su ... de Cultura/Revista...

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12 | Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario Durante los últimos años, la tendencia económica mundial más comentada ha sido el llamado ascenso “del resto del mundo”, que implicó la convergencia acelerada de muchas economías en desarrollo con sus pares más desarrollados. La fuerza poderosa detrás de tal dinamismo provino de los cuatro principales mercados emergentes, conocidos como BRIC: Brasil, Rusia, la India y China. El mundo estaba presenciando un cambio como no volvería a haberlo pronto —o al menos eso se decía— y que permitiría a los princi- pales actores del mundo en desarrollo alcanzar o incluso rebasar a sus contrapartes del mundo desarrollado. Tales pronósticos, por lo general, se basaban en las elevadas tasas de crecimiento de los países en desarrollo durante la mitad de la década anterior, las cuales fueron proyectadas a futuro y comparadas con el crecimiento desacelerado en Es- tados Unidos y otros países industrializados avanzados. Es- tos ejercicios presuntamente demostraban que, por ejemplo, China estaba a punto de superar a Estados Unidos como la principal economía mundial. Los estadounidenses se toma- ron muy a pecho esta conclusión, pues una encuesta Gallup aplicada ese año reveló que el 50% de ellos ya consideraba que China era la economía “líder” del mundo, a pesar de Los BRIC quebrados ¿Por qué “el resto del mundo” detuvo su ascenso? INTERNACIONAL Ruchir Sharma © Copyright 2012 Council On Foreign Relations, Publisher Of Foreign Affairs. All rights reserved. Distributed by Tribune Media Services.

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12 | Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario

Durante los últimos años, la tendencia económica mundial más comentada ha sido el llamado ascenso “del resto del mundo”, que implicó la convergencia acelerada de muchas economías en desarrollo con sus pares más desarrollados. La fuerza poderosa detrás de tal dinamismo provino de los cuatro principales mercados emergentes, conocidos como BRIC: Brasil, Rusia, la India y China. El mundo estaba presenciando un cambio como no volvería a haberlo pronto —o al menos eso se decía— y que permitiría a los princi-pales actores del mundo en desarrollo alcanzar o incluso rebasar a sus contrapartes del mundo desarrollado.

Tales pronósticos, por lo general, se basaban en las elevadas tasas de crecimiento de los países en desarrollo durante la mitad de la década anterior, las cuales fueron proyectadas a futuro y comparadas con el crecimiento desacelerado en Es-tados Unidos y otros países industrializados avanzados. Es-tos ejercicios presuntamente demostraban que, por ejemplo, China estaba a punto de superar a Estados Unidos como la principal economía mundial. Los estadounidenses se toma-ron muy a pecho esta conclusión, pues una encuesta Gallup aplicada ese año reveló que el 50% de ellos ya consideraba que China era la economía “líder” del mundo, a pesar de

Los BRIC quebrados¿Por qué “el resto del mundo” detuvo su ascenso?

INTERNACIONAL

Ruchir Sharma © Copyright 2012 Council On Foreign Relations, Publisher Of Foreign Affairs. All rights reserved. Distributed by Tribune Media Services.

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que la economía de Estados Unidos aún es dos veces más grande (y su ingreso per cápita es siete veces más elevado).

Sin embargo, como ya ha sucedido con otras proyecciones lineales de tendencias económicas —por ejemplo, los pro-nósticos en la década de 1980 que mostraban a Japón como la potencia económica número uno—, los resultados poste-riores resultan un balde de agua fría. Ahora que la econo-mía mundial está enfilada hacia su peor año desde 2009, el crecimiento de China se ha desacelerado rápidamente al pasar de cifras de dos dígitos a un 7% o incluso menos. Y el resto de los BRIC se está desplomando. Desde 2008, el crecimiento anual de Brasil ha disminuido de 4.5% a 2%; el de Rusia, de 7% a 3.5%; y el de la India, de 9% a 6%.

Ninguna de estas cifras debería causar sorpresa, pues resulta difícil mantener un crecimiento acelerado durante más de 10 años. Las circunstancias inusuales de la década anterior lo hacen parecer muy fácil. Tras emerger de los noventa y sus múltiples crisis, y tomar impulso con la oleada mundial de dinero fácil, los mercados emergentes iniciaron una ra-cha alcista que virtualmente convirtió en ganadores a cada uno de ellos. Para 2007, cuando sólo tres países del orbe re-gistraron un crecimiento negativo, las recesiones se habían esfumado del escenario internacional. Pero ahora, el dinero extranjero fluye con mucha menos fuerza hacia los merca-dos emergentes. La economía mundial está regresando a su estado normal de agitación, con muchos rezagados y pocos ganadores en lugares inesperados. Las implicaciones de este giro son impactantes, pues el impulso económico equivale a poder y, en consecuencia, el flujo de dinero hacia las es-trellas en ascenso ajustará el equilibrio de poder mundial.

EMERGENTE POR SIEMPRE

La idea de una convergencia amplia entre los dos mundos, el desarrollado y el que está en desarrollo, es un mito. De los cerca de 180 países a los que el Fondo Monetario Inter-nacional da seguimiento, sólo 35 son desarrollados. El resto de los países son mercados emergentes, y la mayor parte de ellos llevan varias décadas emergiendo y seguirán hacién-dolo por muchas más. Dani Rodrik capta muy bien esta realidad. Este economista de Harvard ha demostrado que, antes de 2000, el desempeño de los mercados emergentes en conjunto no convergía ni remotamente con el desempeño del mundo desarrollado. Inclusive, la brecha entre el ingreso per cápita de los países avanzados y el de las economías en desarrollo se amplió sin tregua desde 1950 hasta 2000. Un puñado de países sí alcanzó a Occidente, pero este grupo incluyó únicamente a los países petroleros del Golfo Pérsi-co, los países de Europa meridional después de la Segunda Guerra Mundial y los “tigres” del sudeste asiático. Sólo des-pués de 2000, el conjunto de países emergentes empezó a pisar el acelerador y, aun así, a partir de 2011, la diferencia entre el ingreso per cápita de las naciones ricas y las nacio-nes en desarrollo ha regresado adonde estaba en la década de 1950.

Esta circunstancia no es tanto una lectura negativa de los mercados emergentes, sino una simple realidad histórica. En el transcurso de cualquier década desde 1950, en pro-

medio, sólo un tercio de los mercados emergentes ha podido crecer a un ritmo anual de 5% o más. Menos de una cuarta parte ha mantenido la tasa de crecimiento por más de 2 dé-cadas, y un décimo de ellos, por 3 décadas. Sólo Corea del Sur, Hong Kong, Malasia, Singapur, Tailandia y Taiwán han mantenido su crecimiento por 4 décadas. Por lo ante-rior, incluso antes de que se dieran las señales actuales de desaceleración en los BRIC, las probabilidades apuntaban a que Brasil registraría una década completa de crecimiento superior al 5%, y Rusia, 2 décadas consecutivas.

Por otro lado, muchos mercados emergentes no han logrado mantener el dinamismo de su crecimiento y varios más han perdido fuerza después de alcanzar el estatus de país de in-greso medio. Malasia y Tailandia parecían estar encamina-das a convertirse en los nuevos ricos hasta que el capitalismo clientelista, el endeudamiento excesivo y las monedas so-brevaluadas ocasionaron el colapso financiero de 1997-1998 en Asia. Su crecimiento ha decepcionado desde entonces. A Birmania (ahora Myanmar), Filipinas y Sri Lanka se les lle-gó a considerar como los siguientes tigres asiáticos a finales de la década de 1960, pero flaquearon antes de lograr siquie-ra el ingreso promedio de 5 000 dólares en términos actua-les para su clase media. La incapacidad para mantener el ritmo de crecimiento ha sido la regla general, una regla que probablemente se confirmará durante el próximo decenio.

Como los mercados emergentes se convirtieron en un pilar tan elogiado de la economía mundial durante la primera década del siglo XXI, resulta fácil olvidar que el concepto de mercado emergente es realmente nuevo en el mundo fi-nanciero. La primera aparición de los mercados emergentes se remonta a mediados de los ochenta, cuando Wall Street empezó a darles seguimiento como una clase de activos dis-tintiva. Muchos países emergentes, a los que originalmente se etiquetó como “exóticos”, abrieron entonces su mercado de valores a los inversionistas extranjeros por primera vez: Taiwán en 1991, la India en 1992, Corea del Sur en 1993 y Rusia en 1995. El capital extranjero llegó en desbandada y ocasionó que el precio de las acciones en los mercados emer-gentes se disparara en un 600% (en términos de dólares) entre 1987 y 1994. Durante este período, la cantidad de dinero invertida en esos países se elevó de menos de 1% a casi 8% como parte del total de inversión bursátil mundial.

Esta fase terminó con la crisis económica que sacudió a distintos países, México y Turquía incluidos, entre 1994 y 2002. El mercado de valores en los países en desarrollo perdió casi la mitad de su valor y se contrajo al 4% del total mundial. De 1987 a 2002, la participación de los países en desarrollo en el PIB mundial en realidad cayó del 23% al 20%. La excepción fue China, que vio duplicarse su parti-cipación al 4.5%. Como puede verse, la historia de los mer-cados emergentes en boga es en realidad la historia de un único país.

La segunda aparición inició con el auge mundial de 2003, cuando los mercados emergentes en realidad empezaron a despegar como grupo. Su participación en el PIB mundial empezó a ascender rápidamente, de un 20% al 34% actual (debido, en parte, a la apreciación de su moneda), y su par-

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ticipación en el mercado accionario mundial aumentó de menos del 4% a más del 10%. Las pérdidas sustanciales que se registraron durante el desplome financiero mundial de 2008 se habían recuperado casi totalmente para 2009, pero desde entonces los mercados han avanzado con lentitud.

La tercera aparición apenas está empezando; será un perío-do que se distinguirá por un crecimiento moderado en el mundo en desarrollo, un regreso al ciclo de drásticos altiba-jos y el fin del comportamiento como bloque por parte de los países emergentes. Sin el dinero fácil ni el optimismo exagerado que alimentó la inversión en el último decenio, el mercado de valores en los países en desarrollo seguramente brindará rendimientos mesurados e inconstantes. Las ga-nancias de un 37% anual, en promedio, entre 2003 y 2007, posiblemente disminuirán, en el mejor de los casos, a 10% durante el siguiente decenio, ya que el crecimiento de los rendimientos y el valor de las divisas en los grandes merca-dos emergentes mejorarán muy poco tras el vigoroso desem-peño de la década anterior.

FECHA DE vENCIMIENTO CADUCA

Ninguna idea ha enturbiado tanto la teoría sobre la econo-mía mundial que el concepto BRIC. Los cuatro grandes mercados emergentes no tienen mucho en común, además de ser las principales economías en sus respectivas regiones. Generan crecimiento de maneras diferentes y suelen com-petir entre ellos. Brasil y Rusia, por ejemplo, son grandes productores de energéticos que se benefician de los precios altos de estos productos, mientras que la India, un gran con-sumidor de energéticos, los sufre. Excepto en circunstancias muy inusuales, como las de la década pasada, es muy im-probable que crezcan al unísono. Con excepción de Chi-na, estos países tienen pocos vínculos comerciales entre sí y pocos intereses políticos o de asuntos exteriores en común.

Un problema de los acrónimos es que, cuando uno de ellos se vuelve lugar común, suelen atrapar a los analistas en una

cosmovisión que pronto pudiera tornarse obsoleta. En años recientes, la economía y el mercado de valores de Rusia han registrado uno de los peores desempeños entre los merca-dos emergentes, debido al predominio de multimillonarios enriquecidos con las ganancias del petróleo cuyos activos representan el 20% del PIB. Este porcentaje supera con cre-ces la participación de los multimillonarios en la economía de cualquier país importante. A pesar de sus marcados des-equilibrios, Rusia sigue dentro de los BRIC, aunque sólo porque el término suena mejor con una erre. Sin importar si los expertos siguen utilizando el acrónimo, los analistas e inversionistas con sentido común deben conservar su flexi-bilidad. Desde siempre, los países deslumbrantes que cre-cen un 5% o más durante un decenio —como Venezuela en los años cincuenta, Pakistán en los sesenta e Iraq en los setenta— suelen toparse con cualquier suerte de problema (guerras, crisis financieras, complacencia, malos líderes) y tropezar antes de que puedan lograr otra década de creci-miento vigoroso.

Lo que está de moda en las proyecciones económicas es ha-cer previsiones tan futuras que cuando la fecha llegue ya no habrá nadie que pueda pedir cuentas. Este método analiza, por ejemplo, el siglo XVII, cuando China y la India repre-sentaban tal vez 50% del PIB mundial, y luego el “siglo asiá-tico” venidero, durante el cual se reafirma su preeminencia. De hecho, el período más amplio que se debe considerar para buscar patrones claros en el ciclo económico mundial es un decenio, aproximadamente. El ciclo de negocios típico dura unos 5 años, desde el fondo de un bache económico hasta el fondo del siguiente bache económico, y la mayoría de los inversionistas prácticos limitan sus previsiones a uno o dos ciclos de negocios. Sin importar lo anterior, los pro-nósticos suelen tornarse obsoletos ante el surgimiento im-previsto de nuevos competidores, nuevos entornos políticos y nuevas tecnologías. La mayoría de los directores generales y principales inversionistas siguen limitando su visión estra-tégica a 3, 5 o a lo sumo 7 años, y juzgan los resultados a partir del mismo marco temporal.

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EL NUEvO Y EL vIEjO ORDEN ECONóMICO

Durante el próximo decenio, es probable que el crecimiento de Estados Unidos, Europa y Japón sea lento. Sin embargo, su desaceleración no parecerá tan preocupante como el pa-norama internacional, sobre todo la economía mundial y la desaceleración del 3% al 4% en China, que ya está en pro-ceso y que posiblemente se agudizará conforme la economía alcance su madurez. La población de China simplemente es demasiado grande y está envejeciendo con demasiada rapi-dez como para que su economía siga creciendo tan acelera-damente como hasta ahora. Dado que más del 50% de su población ahora vive en las ciudades, China está acercándo-se a lo que los economistas denominan “punto de retorno de Lewis”: ese momento cuando la mano de obra excedente de las áreas rurales de un país se encuentra prácticamente agotada. Tal agotamiento se deriva tanto de la migración intensa a las ciudades durante las últimas 2 décadas como de la mermada fuerza laboral, que se ha contraído debido a la política de hijo único. A su debido tiempo, la sensa-ción actual de muchos estadounidenses de que los gigantes asiáticos están rebasando rápidamente a la economía de su país pasará a la historia como un brote de paranoia, muy parecido al nerviosismo que acompañó al ascenso de Japón en los años ochenta.

Conforme el crecimiento se vuelva más lento en China y en el mundo industrial avanzado, estos países comprarán menos bienes y servicios a sus pares orientados a las expor-taciones, como Brasil, Malasia, México, Rusia y Taiwán. Durante el auge de la última década, la balanza comercial

promedio en los países emergentes casi se triplicó a 6% como porcentaje del PIB. Pero desde 2008, ha disminuido a su cifra de siempre, inferior al 2%. Los mercados emergen-tes preponderantemente exportadores necesitarán encontrar nuevas maneras de lograr un crecimiento vigoroso, pero los inversionistas admiten que sin duda muchos no lo lograrán: en el primer semestre de 2012, el diferencial entre el valor de los mercados de valores emergentes con mejor desempeño y el correspondiente a aquellos con peor desempeño se dispa-ró del 10% al 35%. Cabe suponer entonces que durante los próximos años la nueva normalidad en los mercados emer-gentes se parecerá mucho a la vieja normalidad de la década de 1950 y de 1960, cuando el crecimiento era del 5% en promedio y la carrera dejó a muchos atrás. Esto no impli-ca un resurgimiento del tercer mundo de los años setenta, conformado por países con un grado uniforme de subdesa-rrollo. Incluso en esa época ya empezaban a florecer algunos mercados emergentes, como Corea del Sur y Taiwán, pero su éxito se vio ensombrecido por la miseria en países más grandes, como la India. Sí significa, empero, que se obser-varán marcadas diferencias en el desempeño económico de los mercados emergentes.

El ascenso dispar de los mercados emergentes repercutirá en las políticas mundiales de varias maneras. Para empezar, revivirá la confianza de Occidente y opacará el brillo eco-nómico y diplomático de las estrellas recientes, como Brasil y Rusia, por no mencionar a las dictaduras petroleras en África, Latinoamérica y el Medio Oriente. La idea de que el éxito de China demuestra la superioridad del autoritarismo y el capital dirigido por el Estado también perderá validez.

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De los 124 mercados emergentes que han podido sostener una tasa de crecimiento del 5% durante toda una década desde 1980, 52% son democracias y 48% son regímenes autoritarios. Por lo menos en el corto y mediano plazos, lo que importa no es el tipo de sistema político de un país, sino la presencia de líderes que comprendan qué reformas se requieren para lograr el crecimiento y las apliquen.

También desaparecerá el concepto de dividendo demográ-fico. Debido a que el auge de China estuvo impulsado por una nutrida generación de jóvenes que ingresaron a la fuerza laboral, los consultores ahora rastrean en los datos censales en busca de semejantes saltos demográficos que anuncien el próximo milagro económico. Sin embargo, tal determi-nismo demográfico supone que los trabajadores resultantes contarán con las habilidades necesarias para competir en el mercado mundial y que los gobiernos aplicarán las políticas adecuadas para crear empleos. En el mundo de la última década, cuando la oleada levantó a todas las economías, el concepto de dividendo demográfico tuvo lógica durante un momento. Pero ese mundo ya no existe.

Los modelos económicos recientes le cederán el paso a nue-vos modelos o tal vez a ninguno, pues las trayectorias del crecimiento se abren en varias direcciones. En el pasado, los países asiáticos tenían en Japón su paradigma; las na-ciones en la franja desde el Báltico hasta los Balcanes, a la Unión Europea; y casi todos los países, en mayor o menor grado, miraban a Estados Unidos. Pero la crisis de 2008 ha socavado la credibilidad de todos estos modelos. Los erro-res recientes del gobierno nipón han ocasionado que Corea del Sur, todavía en ascenso como dínamo manufacturero, resulte un modelo asiático mucho más atractivo que Japón. Los países que antes hacían fila para ingresar en la zona del euro, como Polonia, República Checa y Turquía, ahora se preguntan si quieren sumarse a un club con tantos miem-bros que apenas se mantienen a flote. Y con respecto a Es-tados Unidos, el Consenso de Washington de los noventa,

que exhortaba a los países pobres a limitar su gasto y liberar su economía, resulta difícil de promover cuando ni siquiera el Capitolio puede ponerse de acuerdo para reducir su gra-voso déficit.

Debido a que resulta más fácil crecer rápidamente desde mí-nimos, no tiene sentido hacer comparaciones entre países con clases de ingreso diferentes. Las pocas naciones puntero serán las que rebasen a sus rivales dentro de su propia clase de ingreso y superen con creces las expectativas para esa cla-se. Además, tales expectativas deben volverse más realistas. La última década fue inusual, tanto por el amplio alcan-ce como por el ritmo acelerado del crecimiento mundial, y cualquiera que espere un feliz retorno de esa situación en el corto plazo seguramente sufrirá una decepción.

Entre los países con un ingreso per cápita de entre 20 000 y 25 000 dólares, sólo dos tienen buenas posibilidades de alcanzar o superar un crecimiento anual del 3% durante la próxima década: Corea del Sur y República Checa. Del grupo más amplio con un ingreso promedio de 10 000 a 15 000 dólares, sólo Turquía tiene gran posibilidad de lograr o rebasar un crecimiento del 4% al 5%, aunque también es una perspectiva viable para Polonia. Dentro de la clase de ingreso entre 5 000 y 10 000 dólares, Tailandia parece ser el único país que podría tener un desempeño sobresaliente. Si acaso hubiera una nueva cepa de estrellas emergentes en los próximos años, es probable que incluyera a países con un ingreso per cápita inferior a 5 000 dólares, como Filipi-nas, Indonesia, Nigeria, Sri Lanka y varios países en África oriental.

Aunque el mundo puede esperar el repunte de países prove-nientes del estrato inferior, desde los estratos superior y me-dio, el nuevo orden económico mundial se verá como ése de antaño que muchos observadores predijeron. El resto tal vez mantenga su ascenso, pero subirán más lenta y disparmente de lo que muchos expertos prevén. Y pocos, muy pocos, alcanzarán los niveles de ingreso del mundo desarrollado.

DANI RODRIk

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