Los comienzos de la Filosofía

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Los comienzos de la filosofía ¿Qué es lo que llevó a los hombres a la filosofía? ¿Qué es lo que mueve a los hombres a filosofar? Contestar a estas preguntas es buscar los orígenes de la filosofía. Así entendido, origen no es lo mismo que comienzo. Por comienzo se entiende el momento histórico en que los hombres empezaron a filosofar. Por origen se entiende la fuente de la que mana el impulso que mueve a los hombres a filosofar. Siguiendo el análisis que realiza Karl Jaspers, se distinguen tres orígenes del filosofar: el asombro, la duda y las situaciones límites. Asombrarse o admirarse es sorprenderse, extrañarse frente a lo cotidiano, ante el hecho de que las cosas sean, de que haya algo. Nos asombramos cuando rompemos la relación práctica con el mundo y nos preguntamos qué es la realidad, cuál es su fundamento, cuando nos extrañamos de que haya un mundo. Para Platón y Aristóteles la filosofía tenía su origen en la admiración y la extrañeza frente al mundo. Dudar es suspender el juicio, es no afirmar ni negar. En la vida cotidiana nos vemos obligados a decidir, a afirmar o negar más o menos rápidamente; sin embargo en ocasiones, nuestras más firmes creencias vacilan, si dudamos frente a ellas y si profundizamos en esa duda se nos abre el segundo camino hacia la filosofía. En Descartes, filósofo francés del siglo XVII, la duda juega un papel fundamental en la construcción de la filosofía. Las situaciones límites del sujeto, situaciones que no podemos eludir, como la muerte, el dolor, la lucha, que nos llevan a tomar conciencia de nuestra subjetividad y sus limitaciones constituyen la tercera puerta de acceso a la filosofía. La historia de la filosofía comienza en Grecia. Aunque los griegos fueron los primeros en comenzar a filosofar, no lo hicieron de un día para otro; tampoco fueron los primeros en formularse preguntas filosóficas, sino que fueron los que iniciaron una consideración racional de esas preguntas, y con ello, los que dieron nacimiento a la filosofía. Tiempo atrás, los mismo griegos habían elaborado diferentes cosmogonías de carácter mitológico. El pensamiento mítico constituía explicaciones que no pretendían ser racionales, eran aceptadas como una creencia, tenían un origen anónimo. Por ejemplo, algunas de estas cosmogonías ubicaban en el principio al Caos, del cual surgieron y se diferenciaron la tierra, el agua y el cielo estrellado, constituyendose el cosmos, que en griego significa “orden”.

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Los comienzos de la filosofía

¿Qué es lo que llevó a los hombres a la filosofía? ¿Qué es lo que mueve a los hombres a filosofar? Contestar a estas preguntas es buscar los orígenes de la filosofía. Así entendido, origen no es lo mismo que comienzo. Por comienzo se entiende el momento histórico en que los hombres empezaron a filosofar. Por origen se entiende la fuente de la que mana el impulso que mueve a los hombres a filosofar. Siguiendo el análisis que realiza Karl Jaspers, se distinguen tres orígenes del filosofar: el asombro, la duda y las situaciones límites.

Asombrarse o admirarse es sorprenderse, extrañarse frente a lo cotidiano, ante el hecho de que las cosas sean, de que haya algo. Nos asombramos cuando rompemos la relación práctica con el mundo y nos preguntamos qué es la realidad, cuál es su fundamento, cuando nos extrañamos de que haya un mundo. Para Platón y Aristóteles la filosofía tenía su origen en la admiración y la extrañeza frente al mundo.

Dudar es suspender el juicio, es no afirmar ni negar. En la vida cotidiana nos vemos obligados a decidir, a afirmar o negar más o menos rápidamente; sin embargo en ocasiones, nuestras más firmes creencias vacilan, si dudamos frente a ellas y si profundizamos en esa duda se nos abre el segundo camino hacia la filosofía. En Descartes, filósofo francés del siglo XVII, la duda juega un papel fundamental en la construcción de la filosofía.

Las situaciones límites del sujeto, situaciones que no podemos eludir, como la muerte, el dolor, la lucha, que nos llevan a tomar conciencia de nuestra subjetividad y sus limitaciones constituyen la tercera puerta de acceso a la filosofía.

La historia de la filosofía comienza en Grecia. Aunque los griegos fueron los primeros en comenzar a filosofar, no lo hicieron de un día para otro; tampoco fueron los primeros en formularse preguntas filosóficas, sino que fueron los que iniciaron una consideración racional de esas preguntas, y con ello, los que dieron nacimiento a la filosofía.

Tiempo atrás, los mismo griegos habían elaborado diferentes cosmogonías de carácter mitológico. El pensamiento mítico constituía explicaciones que no pretendían ser racionales, eran aceptadas como una creencia, tenían un origen anónimo. Por ejemplo, algunas de estas cosmogonías ubicaban en el principio al Caos, del cual surgieron y se diferenciaron la tierra, el agua y el cielo estrellado, constituyendose el cosmos, que en griego significa “orden”.

La filosofía se diferenció de las explicaciones mitológicas en la medida que los filósofos trataban de dar explicaciones más o menos racionales que podían ser aceptadas o rechazadas por medio de la argumentación; las explicaciones filosóficas ya no pertenecían al folclore de los pueblos, ni eran anónimas, sino que eran las ideas de tal o cual filósofo.

Tales, que vivió en el siglo VII a.C., en la ciudad de Mileto, en Jonia, está considerado habitualmente el primer filósofo. Forma parte del grupo de los presocráticos, es decir, de los filósofos anteriores a Sócrates. La pregunta que se formula Tales es de que están hechas todas las cosas, cuál es su principio o fundamento. La respuesta que dio puede ser un tanto sorprendente: el agua. En el fondo todo está hecho de agua. Pero lo que distingue la explicación de Tales de un respuesta mitológica es que llegó a ella a partir de ciertas observaciones y por un proceso de razonamiento. En efecto, Tales observó que el agua es fundamental para todos los seres vivos, que la reproducción siempre tiene lugar en un medio acuoso, que el agua puede pasar del estado líquido al gaseoso y al sólido, etc.

Decía Sócrates que una existencia sin exámen no merece la pena vivirse. En efecto, a diferencia del animal, no estamos en el mundo tratando de durar lo más posible, ni formamos parte de un rebaño. El examen y el autoexamen, el pensar libremente y el obrar, la práctica que les corresponde, constituyen el sentido del filosofar.

Eludir el estudio de los problemas filosóficos constituye una cobardía que lleva a participar pasivamente de un modo de pensar que nos es impuesto por el medio social, los prejuicios y las ideologías dominantes. Si no somos nosotros los que pensamos las cuestiones esenciales, alguien lo hará en nuestro lugar.

“La búsqueda de la verdad y no la posesión de ella es el sentido de la filosofía”