Los cristales soñadores theodore sturgeon

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un libro buenísimo de Theodore Sturgeon

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Titulo original en ingles: The DreamlngJewels Traducci6n de Jose Vald iv ieso

Prirnera edici6n en Mexico: juli o de 1985 Prirnera re impresi 6n: mayo de 1994

© Ediciones Minotau ro , S.R.L., 1984 Humberto 1. 545, Buenos A ires

© Editorial Hermes, SA ., 1985 Calz. Ermita Iztap alapa , 266 Col. Sinatel , Mex ico, D ,F.

ISBN 968-446-051-1 IMPRESO EN MEXICO

SORPRENDIERONal nino debajo deIas graderias del estadio, frente a la escuela, y 10 rnandaron de vuelta a su casa. El nino tenia ocho afios entonces, Habia es­tado haciendolo durante afios,

En cierto modo era una pena. Era ,un buen chico, y hasta de cara agradable, aunque no sobresaliente. Ha­bia nifios, y maestros, que simpatizaban un poco con cl, y otros que no se le acercaban; pero todos 1.0con­denaron sin excepcion . Se llamaba Horty --e s decir, Horton - Bluett. Natura lmente , en su casa no 10 re- : cibieron muy bien.

Abri6 la puerta Con mucho cuidado, pero 10oyeron y 10arr astraron al medio de la sala. AlH se quedo, ca­bizbajo, encend ido, con una media caida , y los brazos cargados de libros y un guante de baseball. Era un buen jugador, para sus ocho afios,

-Me han. " --empez6 a decir , -Ya 10 sabernos ~jo Armand Blueet, Ar mand

era un hombre huesudo, de bigotito, y ojos frlos y humedos . Se llev6 las manos a la cabeza y [uego alz6 los brazos-. Dios m io, muchacho, (como has caido en una cosa parecida?

Armand Bluett no era un hombre religiose, perc cuando se llevaba las manos a la cabeza, 10 que ocu­tria a menudo , hablaba siempre asi .

Horty no respondio. La senora Bluett, de nornbre Tonta, suspire y pidio un coctel. No fumaba, y cuan­do le faltaban las palabras necesitaba reemplazar esas pausas rneditativas del fumador que enciende el ciga­rrillo . Tan pocas veces Ie faltaban las palabras , que

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un quinto de botella le bastaba para un mes y medic. Tonta y Armand no eran los padres de Horry. Los padres de Horty habitab an el primer piso, pero los Bluett no 10 sab ian . Se Ie habia permitido a Horty que llamara a Armand y a T onta por sus nombres,

-(Pu edo saber -dijo Armand friamente- desde cuando te dedicas a esas practicas nauseabundas? (0 era s610 un experimento?

Horty sabia que no se libraria Hcilmente. Armand arrugaba la cara , como cuando probaba vino y 10 en­contraba inesperadamente bueno.

-No 10 hice muchas veces --<iijo Horty, y espero, -Q ue el Senor nos perdone la generosidad de haber

recogido un cerdito -dijo Armand llevandose otra vez las manos a la cabeza .

Horty suspire. Sabia ya a donde irian. Armand de­cia siempre la misma oracion cuando se. enojaba. Fue a preparar un coctel para Tonta,

-(Por que hiciste eso, Horty? La voz de Tonta parecia mas dulce, pero solo por­

que sus cuerdas vocales eran diferentes, Su rostro ex­presaba ei mismo implacable frio.

-Bueno ... porque me gustaba, creo. Horty dejo los libros y el guante sobre un taburete. Tonta volvi6 la cabeza y emiti6 un sonido ronco,

parecido a una arcada. Armand se acereo con un v aso don de tintineaba un trozo de hielo,

-Nunca oi nada parecido -dijo despreciativamen­te-. Supongo que Se entero toda la escuela.

-Creo que S1. -Los nifios, y los maestros tambien, sin duda. Por

supuesto . (Nadie te dijo nada? -Solo el doctor Pell. -Pell era el director-. Me

dijo .. , dijo que pod ian ... -jHabla! Horty ya habia pasado por esto, (Por que debra

soportarlo otra vez? . -Dijo que la escuela no necesitaba puercos sal­

vajes,

-to comprendo muy bien -dijo Tonta afectada­mente.

-( Y los otros nifios? (Dijeron algo? -Hecky me ofrecio unos gusanos, Y Jimmy me

llam6 Lengua Pegajosa. Y Kay Hallowell se habia reido, pero no 10 diria. -Lengua Pegajosa . No esd mal para un chico. Un

oso hormiguero. -Armand se golpe6 otra vez la fren­tc-. [Dios miol (Que hare si el Iunes a Ia manana el senor Anderson me saluda "Hola, Lengua Pegajosa"? La historia va a correr por toda la ciudad, como dos y dos son cuatro. -Miro a Horty con ojos penet rantes y humedos:-:--:- (Y piensas ganarte la vida comiendo chinches?

-No eran chinches -dijo Horty timidamente, pero animado por un aHn de exactitud- . Eran hor­migas, De las rojas .

Tonta se atraganto con su coctel. -AhOrranos los detalles. -D ios mio -dijo Armand otra vez-, (que sera

de este niiio cuando crezca? Mencion6 dos posibilidades, Horry entendi6 una.

La otra hizo salta r a Tonta, que no se escandalizaba Hcilmente.

-jFuera de aqui! Harty fue hacia las escaleras mientras Armand se

dejaba caer exasperadamente junto a Tonta. -Estoy saturado -dijo--. No aguanto mas. Este

cara sucia ha sido desde el primer dia un simbolo del fracaso, No hay lugar bastante para ... [Horton ]

-SL -Vuelve y llevate tu basura. No quiero que me

recuerden que estas en casa. Horty regreso lentamente, sin acercarse mucho a

Armand, tome sus libros y el guante de baseball, dejo caer una caja de !apices ,-- momento en que Armand invoco nuevamente a Dios-, la recogio , se Ie resba16 el guante, y al fin subi6 las escaleras ,

-Los pecados de los pad rei adoptivos -dijo Ar­

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rnand -s- caeran sobre sus cabezas basta la trigesirna cuarta irritacion . ~Que he hecho para merecer esto?

Tonta hizo girar el vaso entre los dedos, sin dejar de mira rlo , y frunciendo los labios aprec iativamente. En un tiempo no habia estado de acuerdo con Arm and. Mas tarde tarnpoco habra estado de acuerdo, pero ha­bia callado. Ahora mostraba un exterior cornprensivo, y dejaba que este exterior la ernpapara todo 10 posible. La vida era as! rnenos dif icil, .

Ya en su cuarto, Horty se dejo caer en 1a cama con los libros aun en los brazos , No cerro 1a puerta pcrque no habia puerta. Armand' pensaba que el aislamiento no convenia a los jovenes. No encendio la luz, Conocia el cuarto aun con los ojos cerrados , Habia pocas cosas, Una cama, un armario, una comoda con un espejo movil agrietado. Un escritorio infantil, practicamente un juguete, que desde hacia afios era demasiado peque­no. En el armario habia tres sacos de tela encerada con ropas que Tonta no usaba ya, y que apenas dejaban sitio para las suyas,

Las suyas... _ Nada aqul era rcalmente suyo. Si hubiera un cua rto

mas pequefio, alli estar ia el. Habia dos cuartos de huespedes en ese piso, y otro ar riba, y casi nunca ha­bia huespedes, Las ropas que usaba no eran suyas. Eran concesiones a 10que Armand lIamaba "mi posicion". Si no fuera por eso, se vestiria con andrajos ,

Se incorporo, y advirtio entonces que aim tenia las cosas de la eseuela en los brazos . Las deja en ~a carna. £1 guante era suyo, sin embargo . Lo habia com prado por setepta y cinco centavos en la tienda del Ejcrcito de Salvacion. Habia conseguido cl dinero cargando paquetes en el almacen de Dumpledorff, diez centa ­vos por viaje. PenS<>que Armand sc alegraria. Hablaba siempre de la necesidad de aprender a ganar dinero. Pero Ie prohibi6 a Horty que 10 hiciera otra vez., "jDios mio! iLa gente va a pensar que somos unos mendigos!" El guante era, pues, unico resultado de la experiencia.

Era en verdad todo 10'que tenia en el munc'o ... cxcept o Junky, naturalmente . .

Mira en eI armario entreabierto el estante supenor donde se amontonaban las luces del arbol de navidad (e! arbol de navidad estaba siempre fuera de la casa, acnde los vecinos pod ian verle, nunca adentro), cin­tas vi, ias, una lampara, y ... Junky.

Llevo cuidadosamente Ja silla demas iado grande del cscri torio demasiado pequefio hasta el arrnario. (Si la hubiera arrastrado, Armand habria subido los escalo­nes de dos en dos p:lra ver que era aqueUo, ysi era algo divertido 10habria prohibido en seguida.) Sesu­bia a 1a silla, y busco derras de los trastos hasta encon­rrar la forma c ubica y dura de Junky. 1::.0 saco, un CUb0 de madera .de colores chillon es, muy golpeado, y 10 Ilevoal escritorio.

Junky era uno de esos juguetes tan conocidos, tan usados, que no es necesario verlos 0 tocarlos frecuen­temente para saber que estan ahi.

Horty era un nino abandonado, y encontrado en 'el parque un atardecer, envuelto en una manta, y Junky hahia llegado a sus manos en el asilo. Cuan .do Armand 10adopto (durante su campafia como candldato .a con­cejal, que perdio, y que penso podria iavorecer SI ado~­

raba "un pobre nino sin hogar") Junky fue c?n ~l. Horty puso suavemente a Junky s.o~re el eSG:ntono,'

v toco un despintado botori lateral. Violentamerite ~l principio, luego con un titu~eo de muel1~ e?mOheCl­do, y al fi n. desafiante, ernergio Junk~ , r:eliqula de u~a generacion mas inocente. Era un pohchm~la, de na~z ',(anchuda y descascarada, que tocaba casi el menton puntiagudo .. Entre la nariz y el ment6n se abria una sonrisa cargada de experiencia.

Pero 10mas .curioso en Junky -y de mas valor para Horty- eran los ojos. Pareci~n haber sido cortados 0

tallados de algun vidrio de color, y brillaban de un modo raro aun en el cuarto sombrio. A Horty Ie pa ­recla a veces que t~nian un brillo propio, pero no podia asegurarlo.

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-Rota, Junky -murm\1l'O . EI mufieco asintiocon dignidad , y Horty extendio

la mano y; tomo el pulido menton . -Junky, vamonos de aqui. N adie nos qniere. Quiza

pasemos hambre, y quiza frio, pero sin embargo ... Piensaic, Junky. No asustarse al oir S'U llave en la cerradura, y no cenar oyendo preguntas y preguntas hasta que uno debe rnentir ... y cosas parecidas.

No habia por que explicarle todo a Junky. Solto el mentOn, y la sonriente cabeza subio y bajo

y luego -asintio leota y pensativarnente, -No debian haberme tratado as! por eso de las

hormigas -<:onfio Hor:ty-. No llame a nadie para que rnirase, Pero ese sinvergiienza de Becky me es­piaba. Y fue y llamo al sefior Carter. Eso rno estuvo bien, (no es cierto, Junky?

Horty golpeo uno de los Iados de la ganchuda nariz y la cabeza se sacudi6 agradablemente,

-Qdio a los mirones, -Te refieres ami, sinduda ~jo Armand Bluett

desde el umbra}. • Horty no se movie, y el corazon se le detuvo tam ..

bien, un tiempo, Se acurruco, escondiendose a medias detras del pupitre, sin volverse hacia la puerta. .

-(Que haces? ~Nada .

A~and le dio una bofetada. Horty gimio, una vez, y se rnordio los labios.

-No mientas -dijo Armand-. Hadas algo, evi­dentemente. Hablabas solo, claro sig1'19de degenera­cion mental. Que es esto ... Oh, el juguetito .que llego contigo, Tan repulsivo como ro.

Torno la caja, la arrojo al suelo, se limpio la mano en. un costado del pantalon, y piso cuidadosarnente la cabeza de Junky.

. Horty grit6 como si estuviesen aplasta.ndole la pro­pia cabeza, y saito hacia Armand. Tan inesperado fue el ataque, que el hombre perdio eI equilibria. Golpeo pesada y dolorosamente los pies de la cama, extendio

inutilmente las manos, y se fue aI suelo. Sequedo alli un momento, grufiendo y parpadeando, y aI fin entre ­cerrolos ojos y miro aI tembloroso Horty.

-Mm. [Hum! -=&ijo Armand con tono de gran satisfaccion. Se incorporo-«. Eres una bestia danina. -Torno a Horty por fa pechera de fa camisa y 10 golpeo, Golpeaba la cara del nino, con la palma y el dorso de la rnano, alternativarnente, mientra s habla­ba-: Un hornicida, eso eres. Te encerraremos en un colegio. Pero eoo no bastard, La policia sera 10mejor . Se encargaran de ti. Tienen d6nde. Un lugar para de­lincuentes juveniles. Nifiitos puercos . Pervertidos,

Arrastro al ni110aturdido por el cuarto y 10meti6 en el ropero,

-AM te quedads hasta que venga la policia -ja­dee, y cerro con fuerza Ia puerta,

Tres dedos de la mano izquierda de Horty quedaron afuera,

EI nino lanzo un grito de verdadera agonia y Ar­mand abrio la puerta.

-Es inutil que chilies... [Dios rnio, que porque­rial Ahora, supongo, habra que [lamar a un doctor . Cudndo, cusndo no traeras dificultadesr-j'Tonral -Sa­M del cuarto y corrio escaleras abajo-. iTonta!

-51, corazon .. -Ese pequefio demonio se Iastimo 1a mano en la

puerta, A proposito para llamar Ia atencion. Sangra como un cerdo. (Sabes que hizo? Me golpeo. jMe ata­co, Tontal Es peligroso tenerlo en casa.

-iPobre querido! (Te lastirno? -jNo me rnato por rnilagro! Voy a Hamar a la

policia, . -Sera mejor que suba mientras tu telefoneas -dijo

Tonta pasandose la lengua por los labios. Pero cuanda llego arriba, Harty hab iia desaparecido .

Durallte un rato hubo gran agitacion en la casa.' Al principia, Armand queria encontrar de 'cualquier mo­do aHorty, pero luego penso que dida la gente si el nino daba SUi propia deformada version del incidente.

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Paso un dia, y una semana, y un mes, y a1 fin Armand pudo mirar sin peligro el cielo y decir con voz misee­riosa: "Esta en buenas manos ahora, e1 pobrecito", y 1a genre respondia: "Entiendo ... " Al fin y a1 cabo todos sabian que no era hijo de Armand.

Pero Armand Bluett se mecio una idea en la mente: busca r en el futuro a un joven sin tres dedos en 1a mana izquierda.

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.,..

Los HALLOWELLhabitaban en los lim ites de la ciu­dad, en una casa que solo tenia un defecto: encon­trarse en la intersecc ion de la carretera nacional y la calle mayor, de modo que eI transito rugia dia y no­che ante la puerta de enfrente y la de arras .

La hija de Ios Hallowell, Kay, de cabellos rub ies como la estopa, tenia tantos prejuicios sociales como solo es posible tenerlos a los siete afios. Le habian pedida que va eiar a el cajon de la basura, y como de costumbr e abrio apenas la puerta trasera, para ver si alguien la sorprendia en esos serviles menesteres,

-jH orty! Horty se acurruco en las sombras brumosas, detr is

de las laces del transire. -Horton Bluett, te vee. -Kay . . " -EI nino 'fue hacia la cerca-. Oye, no

digas a nadie que me viste, c:eh? -Pero que ... oh. [Te escapaste! --estallo la nina,

notanda el paquete que Horty Ilevaba debajo del bra­zo--o Harty, ~est<l.s enfermo? -Harty tenia un rostro fatigado y tenso -e-, c:Te lastimast e la mano?

-Un poco. -Horty apretaba fuerternente la mu­fieca izquierda con Ja mano derecha. La mana izquier­da estaba -envuelta en dos 0 tres pafiuelos-e- . Iban a llamar a la policia. Sail por la ventan a y me escondi en el techo del altilla. Me buscaron par la calle y en todas partes . ~No se 10dids a nadie>

-No. ~Que llevas en el paquete? -Nada . Si ella se 10hubiera exigido, 0 hubiese querido qu'­

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tarle el paquete, Horcy probabl emen te no la hubiera vuelto ave r. Pero la nina dijo:

-Por favor, Horty -Puedes mirar. Sin soltarse la muneca, se volvio para que ella pu­

diera sacarle el paquete de debajo del brazo. La nifia 10abrio -era una bolsa de papel- y sa}:ola horrible: cara rota de Junky . Los ojos de Junky centellearon y la nifia chillo:

-(Que es esto! -Es Junky . Lo tengo conmigo desde antes de nacer.

Armand ~o pisoteo. -(Por eso te escapasJ -jKay! ~Q1le hate s ab] afuera? _ -jYa voy, mama! Horty, tengo que irrne. Horty,

~no volveras a tu casa? -Nunca jarnas. --oh ... Ese senor Bluett, es tan malo . . . -jKay Hallowell! iEn/ya en seguida! jEs/J . llo­

viendo! -i Si , mama! Horty, quiero decirte algo. No debia

haberme reldo de ti, Hecky te llev6 los gusano~, y pense que era una broma. No sabia que combs real­mente horrnigas . Oh.. . Yo com! una vez lin poco de pomada para zapatos . Eso no es nada

Horty alz6 el codo y Ia nina le puso otra vez el pa­quete bajo el brazo, Horty , como si se le acabara de ocurrir, y asi era realrnente, dijo de pronto: -Volven~, Kay, un di a. -jKay! -Adi6s, Horty. Y la nina desapareci6, un eelampago de pelo de es­

topa, un vestido amarillo, un bordado de encaje, que se transformo ante Horty en una puerta de hierro, en una empalizada de madera y un ruido de pasos que Set

apago rapidamente . Horton Bluett se quedo un momento bajo la oscura

llovizna, helado, pero con una sensaci6n de qu~mad~~a en la manO herida y la garganta. T rago saliva dlfl­

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cultosamente, y alzando los ojos vio la invitadora caja de un carnian que las luces de transite habian deteni­do. Corrie, echo adentro el paquetito, y subip soste­niendose con la mana derecha . El cami6n se lanzo ha­cia adelante. Horty tuvo que agarr arse con fuerza pa­ra no caer, El paquete de Junky se acerco a el, y 10 paso. Horty extendio la rnano, solrandose, y empez6 a resbalar,

De pronto, una forma indistinta se mov ie en el in­terior del carnion, y una rnano vigorosa Ie alcanzo la rnano herida. Horty sintio que S€ desmayaba de dolor. Cuando pudo ver otra vez, estaba acostado en el piso tem~loroso del carnien, scsteniendose la mufieca, y quejandose Con sollozos entrccortados y unos grufiidos muy debiles.

--Caramba, muchacho,parece que no quieres lle­gar a viejo.

Era un nino gordo, aparenternente de la misma edad de Horty, y que se inclinaba hacia el apoyando la ca­beza en una triple barbilla.

-(Que te pasa en I~ mano? Horty no respondio Por ahora no podia hablar,

El nino gordo, con sorprendente dulzura, apart6 ra mario sana de Horty y empez6 a sacar los pafiuelos, Cuando lIeg6 a la ult ima caps, vio fugazmente la san­gre a la luz de un farol.

-Dios -dijo. Cuando se detuv ieron en otra $An"l de transite .....- , mi­

r6 cuidadosamente, entrecerrando los ojos, que pare­cian dos piadosos nuditos de arn igas y rnurrnuro otra vez, Con un enfas is que pared a venir de su interior. Horty comprendi6 que el nino gordo 10compadecia, y se echo a llorar francamente. No podia dejar de hacerlo, aunque hubiera querido dominarse, y sigui6 llorando mientras el nino Ie vendaba otra vez la mano.

El nino gordo se sent6 luego en un rollo de lona y esper6 a que Horty se calmara . En una ocasi6n Horry iba a callae, y el nifio Ie guifio el ojo amablemente. Horty, profundamente sensible a toda gentileza, se

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echo otra vez a Hour. E1 nino gordo recogio 1a bolsa de papel, miro adentro, la cerro cuidadosamente, y 1a puso sobre 1a lona. Luego, ante el asombro de Horty, saco del bolsillo interior de la chaqueta una gran c~­

garrera, de cinco cilindros met alicos un idos, extra~~ un cigarro, 10humedecio con la lengua, y 10 encendio envolviendose en una nube de humo azul, acre y dul ­zona a la vez . No busco c;onversaci6n , y al ca~o de un rato Horty debio de dormirse, pues a1._ab n r los ojes descubri6 que tenia la chaqueta del nrno ~ordo como almohada, y no podi ,a ,recordar desde c~ando. Era noche cerrada, y 1a voz del nino gordo llego de 1a

oscuridad. . -Tranq'uilizate, muchacho . - U n a manlt~ rech~n ­

cha golpe6la espalda de Ho rty-. ~CO~10 te s1en:es. Horty trato de hablar, se atraganto , y pr obo otra

vez: -Bien, m e parece . Con hambre .. . Oh, isalimos al

campo! __ Advirtio entonces que e1 nino gordo estaba en cu ­

diHas junto a el, La rnano dejo su espalda; un segundo mas tarde a'rdia la llama de un f6sforo, y durante u n instante el rostro de juna [lena del nino se r~cort6 ,como un agua fuerte, a la luz vac ilante. Los labios dehcados y rojos mordieron el cigarro negro . Luego, con d~~os prec isos, el nino arroj6 c1 f6sforo fu era del cam IOn. La llama yolo y se apag6 en la noche.

-(Furnas? ., -Nunca fume -dijo Horty-. Hops de marz , una

vez , -Contemp16 admirativamente la joya roja de 13: punta del cigarro-r-. Tu fumas mucho. ,

-Me impide crecer -<lijo el otro , y estallo en una C ' , )risa agu da- . ( omo esta esa mano ­

-Me dude, pero menos . -Eres fuerte, muchacho. Si yo estuVICSCen tu lugar,

gritaria f'idiendo morEna: ~Q.ue teo'pas6? Horty se 10 dijo. La hlstona salto a pedazos, pero

el nino gordo entendi6 perfectamente. _De cuando. en cuando hacia alguna pregunta, pero sm comenq,rlOS.

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Parecio a1 fin que las preguntas se agotaban. La 'con ­versacion murio poco a poco. Durante un rato Horty penso que el otro se habia quedado dormido. EI ciga­rro palideci6 mas y mas, chisporroteando a veces en los bordes, y brillando de pronto cuando una dfaga perfumada entraba en e1carnien.

De repente, con una voz enterarnente despierra, el nino gordo le pregunt6:

-(Buscas trabajo? -(Trabajo? Bueno . . . creo que si, - (Por que comias horrnigas? -Bueno ... no se. Creo que ... buena, que me gus­

taban, -(Lo hiciste muchas veces? - No, no muchas . Las preguntas no se parecian a las de Armand. EI

nino preguntaba sin repugnancia, sin mas curiosidad, realmente , que si le preguntase cuantos afios tenia 0

en que clase estaba. -cSabes cantar? - Bueno .. . creo que si. Un poco . -Canta algo . Quiero decir , si puedes. No te es­

fuerces mucho . Este .. . (Conoces Polvo de estrellas] Horty miro la carretera que se alejaba bajo las rue­

das, iluminada por la luna, y 1a luz blanca Y'amarilla que aparecia a veces, y se conv ert ia en seguida en unos ojos rojos cuando algun coche pasaba por el otro lado del cam ino. La niebla se habia desvanecido, y tambien un poco cl dolor de la rnano, y sobre todo se alejaba de A rmand y Tonta. Kay que habia sido con el suave ('01n0 una plurna y este nino tan raro, que no hab1aba co m o los otros nifios, habian sido muy buenos, de un modo distinto , Una calidez maravillosa crecia aho­ra en su interior ; era una sensacion que s610 habia tenido una 0 dos veces en la vida . .. la vcz que hab ia ganado la c;'!rrera de cmbol sados y habia recibido como premia. un panuelo castano, y la vez que cuatro chi­cos le habian silbado a 'un perro vagabundo, y eJperro Jlabla ido directamente hacia el ignorando a los otros.

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Empezd a cantar, y como el camion rugls, tUVO que cantar con fuerza para que el otro 10oyera, y como canraba con fuerza tuvo que apoyarse en la cancion y dejar en ella parte de S1misrno, asl como un obrero que trabaja en el arrnazon de un rascacielos tiene que dejar en el viento parte de S1rnismo.

T ermine de cantar. £1 nifio gordo dijo: -Eh~. Esa sllaba era un d1.ido elogio, 8irt hacer otro comentario se acerco a la casilla del conductor y golpe6 la venta­nilla rectangular. £1 camion aminoro en seguida I.. marcha, freno Y se detuvo a un costado del camino. HI nino gordo fue hacia la cola, se agacho y bajo,

- Tu quedate aqui -Ie dijoa HortY'- ' Voy un rato adelante . Y no te vayas, <me entiendes? ~No me ire. -(Como diablos puede s cantar -asi con una mario

aplastada? -No se. No me duele mucho ahora. -(Has comido langosta s tarnb ien? lGus anos? - iN o! -grito Horty horrorizado. -Muy bien -dijo el nino. Se alejo hacia la casilla del conducto r. La portezuel a

se cerro ruidosarnente , y el carnien se PUSb en marcha otra vez,

Horty se adelanto con cuidado hasta la ventanilla, se agachO y miro,

EI cond uc tor era un hombre alto de piel rara: verde y escamosa. Tenia una nariz como Ia de Junky, pero una barbiUa tan pequefia que parecia un viejo lore. Era tan alto que se doblaba sobre eI volante como un helecho,

A su lado estaban dos nifias, Una tenia una melena blanca, 0 mejor platinada; la otra dos grandesrrenzas y unos dientes muy herrnosos. El nino gordo' estaba junto a ella, hablando anirnadamente. El conductor no parecia prestarle ninguna atencion.

Hor ny no tenia la cabeza muy despejada; pero ya no se sent ia mal. Todo aquello era excitante ; parecia un suefio. Volvi6 a su sitio y se acosto apoyando la

cabeza en la chaqueta de] nino gor do C • "d '. Q. aS1 en segur It

se mcorporo, se arrastro entre las cosas del carnien hasta encontrar el rollo de lona, Y busco alIi la bolsa de papel, Se acosta, otra vez, se puso la rnano izquierda sobre eI estomagn, metio la derecha en la bolsa con cuatr?,dedos entre la nariz y el menton de Junky' y se durrnio. '

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CUA ND O DESPER TO otra vez, el carnion se hab ia de­t enido, y Horty vio con fu sament e un torbellino de luz mul tico lor , roja y anar anja d a, verd e r azul, sobre

lin enceguece dor fond a de oro. Al zo la cabeza, parp ade:mdo, y las lu ccs se tr ansfer­

maro n en un oost e m acizo, can anu n cios de neon: H L LAD0 3. VE\;'Tr:: SABORE S. CA DlNA S. B AR-R E STAV ­

RAN TE . EI tor r ente dorado veni a de los rdl ecto rcs de un a estacion de gasoline. H ab ia tr cs casas ro dan res de­er as del cam ion del nifio gordo . U na era de acero ino xi dable , can pesad as ban das de meta l, y b rillaba a

la luz. - (E sd s dcspi crr o, muchacho? .,...-Estc . . . iHo la! Si . - C omerc11.1 un os os bocados. Hart y sc puso ror pcrnen tc de rod illas. - N o tcngo diner o - dijo. -~o t e pr eocu pes ---d ijo el n ifio gord o-. Varnes. ~ us o un a mana fir me baj o el coda de H art y y 10

ayud6 a ba jar. Se oia c1 ronr on eo de un a born ba de gasolina, un gn ni6f ono automa t ico lat ia r i t rnicam cn te, en cl fon da v era azra dab le pisar la grava . , , i:>

-~ C6mo t e llamas? - pregu l1w Hart y. -Me llarnnn Hav ana - -d ijo cl nin o gordo-- . N un­

ca estuv c alli . Es por los ci garr os. -- Yo me \];1010 H orty Bluett. -C am biaremos esc. El conduct or y las dos n iiia s los espe raban junto a

la puert a. H art y apcnas pud o mi ra rlos. Se ali ~c aron dpi damente fr ent e al mo st rad or. Hort y se sen to ent re

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el conductor y la nina de pelo de pl ata, la de trenz as oscur as en el tabur ete de al Iado y Havana en un ex trema .

Harty miro pr imero al conductor. Mir6, clav6 los ojos, y los aparto casi en seguida . La piel del hombre era realm ent e de un verde grisaceo, seca, suelta, y aparen te mente aspera como el cuero . T enia ba lsas bajo los ojos , y una mirada inflamada y roja, y e1I abio infe­rior caia rnostrand o unos in cisivos largo s y blancos, En el dorso de las m anos la piel era tambien floja y verde, pero los dedos eran norm ales, largos, y de ufias rrruy arr eglada s.

-Ese es Solum - dijo Havana inclin an dose sobre el mostrador- . Es cl Hombre de Pie] de Lagart o, y er ser humano m as feo en caut iverio, ~Quiza para que Hort y no pens ara que el otro podia sentirse insultado, <lnadi6- : Es sordo, no aye n ada.

-Yo soy Bunny -d ijo la nifia al lado de Ha rty. Era regordeta; no gorda como Havana, pero rec!on­

da como una bola rnantecos a, de piel tirante y muy to­sada. n pelo era blanco como el algod6n , aunque [us­tr oso, y los ojas de un extraord inari o color rub l , como los ojos del cone jo blanco. Hablaba Con una vocecita af lau t ad a, y se rei a Can una ris a aguda, casi ultraso­nica. Ap enas Ie Uegaba al hombro a H ar ty, aunque los taburetes eran de la mis rna altura . EI cuerpo era un poco desprop orci on ado: tor so y largo y piern as cortas.

- Y est a es Zcna. Ha rty se volv io y se quedo sin alienro, Nunca en

su vida hab ia vi sto cr iatura r mas hermosa . Ten ia un pelo negr o y br ilFante, .y unos ojos tarnbien brillantes . El plano que un ia las sienes can las mejillas se curvaba hacia el menton sua ve y pulidarnent e. Baja la piel tostada habia un color delicad o y fre sco, como una sornbra clara en url petalo de rosa . Se habia pintado los labio s de un rojo oscu ro, casi castano, y el blanco de los ojos brill aba como carbun clos. Llevaba un ves­tido de cuello and lo que Ie caia sabre los hombr 6s, can un escote abiert o casi hast a 1a cintura. £1 escote Ie 5U ­

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girio a Horty par vez primer a que estes n ifios, Hava~ a y Bun ny y Zena, no eran realrnente n lrios, Bunny tenia las curvas de una nina, de una nina regordeta; un cuerpo de chica, a chico, de catorce aiios. Pero Zena tenia pechos, pecho s reales, firmes y separados. Horty los mira y miro luego a las tr es criaturas y las tr es caritas como si las qu e habia vist o poco antes hub ie­ran desaparecido y hubiesen sido reemplazadas par otras . El lengua je estudiado y seguro de H avana y sus cigarros eran senales de madurez, y la albina Bunny mostrada seguramente en cualqu ier memento carac ­teristicas parecidas,

-No les dire como se llama -dijo Havana-, pues desde esta noche va a tener un nombre nuevo. ~N o es asi, muchacho?

-Bueno -dijo Horty , todavia un poco turbado pOl' sus recientes descubrimientos-e-, bueno , creo que si.

-Es linda -dijo Bunny-. ~S abes que eres real ­mente lindo, muchacho?

Se rio con aquella risa casi inaudible . Horty se descubrio mirando otra vez los pechos de

Ze na y se le encendieron las mejillas. -No te rias de el -d ijo Zena. Era 1a prirnera vez: que ella hablaba . , . Horty ,

hacia mucho tiernpo, habia encontrado un tallo de espadaiia a orillas de un arroyo . Apenas sab ia cammal' entonces, y eI cilindro castano, pegado al seen rallo amarillo, le habia parecido algo quebradizo y dur o. Lo habia acariciado con la punta de los dedos, sin levan­tarlo, y al descubrir que no era madera seca, sino ter­ciopelo, se habia estremecido de emocion, Un estrerne­eimiento semejante habia sentido ahora, al eseuchar a Zena pOl' vez primer a. . El hombre del mostrador, un joven de car a de pas­tel, con una boca fatigada, y risueiias arru gas alrededor de los ojos, se acereo a ellos. No Ie sorprendi6 aparen­temente vel' a los enanos 0 al horrible y verdoso Solum.

-Hola, Havana . (Van a instalarse pOl' aqui? -No hasta dentro de unas seis semanas. Ahora va­

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mos a Eltonville. Volveremos cuando termine la feria nacional . Y con nuevos elementos. Un guiso para nues ­tro galan, (Y ustedes, seiioras?

- -Un huevo a caballo -dijo Bunny. -Fria una lonja de ja rnon llasta que este casi que­

mada -d ijo Zena. - y sirvam ela con maiz tostadoy manteca de

man i . Ya recuerdo, princesa -dijo el muchacho mos­trando los dientes-. 1.Y usted, Havana?

-Un biftec. Ttl tarnb icn , (eh? -Ie pregunto jl

Hony-. No, no puede corcarlo. Alb6ndigas, y no les ponga miga de pan 0 Le ar ranco las orejas, Con arvejas y pure.

El hombre hizo un c irculo con el pulgar y ei indice y fue a bu sear eMpedido ,

Harty pregunt6 , t im idam ente, -i.U stedes estan en un circe ? -Feriantes -di jo Havana . Zena sonrio al ver la cara de Horry. Horty sintio

que se le iba fa cabeza. - Gen te de feri a, si pr efieres, ( Te duele la mano? -No mucho. --Es incomprensible -dijo Havana-. Si 10 hubie­

rais vista. -Puso la mana derecha, como un cuchillo, sobre los dedos de la izquierda, y la dejo caer-. Seiior.

- Ya te la cur arernos . ~ Como vamos a llamar te? -pregunto Bunny.

--Veamos antes que podr ia hacer -dijo Havana- . Que el Canibal no se enoje .

-Ese asunto .de las horr n igas -dijo Bunny-, . (co .. merias babosas, langostas y cosas semejantes?

Esta vez Bunny hab ia preguntado directarnente, y. , S111 reirse.

-iNo! -dijo Havana junto con Horty-. Y" se 10 pregun.te. N ada de eso. Ademas, el Canibal 110 em­plearia un tragalotOda.

-Nunca se via un enano que f uera a1 misll10 tiem­po un tragalotodo -dijo Bunny, lamentandose-- ,. Se­ria un exito.

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-(Que es un tragalotodo? -pregunt6 Horty. -Quiere saber que es un tragalotodo. -Nada bonito -dijo Zena-. Un hombre que COme

los bichos mas repugnantes, y que le arr anca de un mordisco la cabeza a pollos y conejos vivos .

-Eso no me gustaria, creo -dijo Horty tan seria­mente que los tre s enanos estallar on en agudas carca­jadas,

Horty los miro, uno por uno, y Ie parecio que no se reian de el, sino con el,' y se rio tamb ien , Sintio otra vez aquel calor inter ior. Esta gente hacia tan £:i­ciles las cosas, Entendia n , parecia , que uno podia ser distinto. Havana les .hab ia explicado la situac ion , y ahara solo querian ayudarlo.

-Os he dicho que canta como un angel -dijll Ha­vana -. N unca oi nada par ccido. Ya me 10dirci s,

-c:Tocas algo? -pregunt o Bunny-. Zena, t=pucdes enseiiarle guitarra?

-"-No conesa mano izquierda - dijo Havana. -iBas/a ! -grito Zcna-. ,Cuindo decidieron que

trabajara con nosotros? Havana abr i6 la boca, esrupefacto. - O h, pense . . . -dijo Bunny Horty clave los ojos en Zena. ,Le ofrecian y lc qui ­

taban al mismo tiempo? -Oh , criatura, no me mires as! -dijo Zen1-. Me

destrozas las entrafi as . .. -Otra vez, a pesar de su inquie tud, Horty sintio la voz de Zena en la punta de los dedos-. Haria cualquier. cosa pox ti, criarura. Pero ... tendria que ser algo bueno . No se si esto seria bueno.

-Claro que seria bueno -prot esto Havana-s- . Tie ­ne que corner. c:Quien va a cuidarlo? Merece lin respi­roo c:Que te preocupa, Zee? ,El Canibal?

-Puedo manejar al Canibal - diio Zena . Para Horty, de algun modo, aqllella observacion casu"alex­plicaba que los otros e.sperasen la decision de Zena- . Mira, Havana, de 10 que Ie pase a un niiio a esta edad depende su vida futura. La feria esra bien para nos­

otros. Es nuestro hogar. £ 1 unico sitio donde ~odemos ser 10 que somos, sin mucho dolor. Pero no es Vida para un n ifio.

-Hablas como si en las ferias s610 hubiese enanos y monstruos.

-En cierto senti do asi es -murmur6 Zena-. Lo siento -aiiad i6-. No debi haber dicho eso. No puedo pensar bien esta noche . Hay algo ... -se sacudio-e-. No se. Pero no me parece una buena idea. . ,

Bunny y Havana se mira ron. Havana se encogio de hombres . Y Horty no pudo con tenerse. Senria que le

ardian los ojos y dijo: -Ay, ay. -Oh, no, muchacho . -i Eh ! -ladro Havana -. .Sosrenganlo ! jSe des­

maya! Horry habia empalidecid o de pronto y se retorcia

de dolor. Zena bajo del tabu rete y 10sostuvo con un braze.

-,Te sienres mal, querido? c:Es la mano? Horty jadeo y sacudi6 la cabeza . . . , . . -Junky -murmur6 al fin, y glm1,0 como S1 Ie

estuviesen apretando la garganta. ~punto .~on la mano vendada hacia la puerta-. El carmen -d1JO-. Aden­

. " tro ... Junky . . . 0 h , ie1 camlOn., . Los enanos se miraron. Havana saIto de su aS1ent~,

corrio hacia Solum, y le pellizco un brazo. C?n agl­tados ademanes, seiialaba el camino, hacia glrar un volante imaginario , y mostraba la .puerta. .

Moviendose con asornbrosa rapidez, el g1gante al­canzo la puerta y desaparec io. Los otros 10siguieron. Solum estaba ya en eF carnien antes que Horry ~ los enanos hubieran salido del bar. Paso rapidamente Jun­to a la cabina, lanzando una ojeada al interior, y con otros dos saItos se metip en la caja . Se oyeron unOS golpes y Solum emergi6 sosteniendo la . b~~ancea~te figura de un hombre. E1 vagabundo se reSlSt1~ a1 pnn­cipio, pero cuando la brillante lu~ dorada cayo sobre..~! rostro de Solum , lanzo un ronqUldo ululante que deblO

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Page 13: Los cristales soñadores theodore sturgeon

de OIrSea medic kilometre de distancia, Solum losolto, El r hombre qy6 pesadarnente hacia arras , y se quedo alli, en 1agrava, aterrorizado y retorciendose, tratando de que el aire le cntrara otra vez en los paralizados pul ­rnones ,

Havan a tiro la colilla de su cigarro y se incline sobre la casda figura revisandole todos los bolsillos, Dijo algo impublicable y afiadio :

-Mirad, nuest ras cucharas nuevas y cuatro cajas de polvos y un lapiz de labios Y »•. canallita ~le dijo al hombre que no era corpulento, pew si tres veces mas grande que 61.

E ] hombre se retorcio como si fuese a arrojar a Ha­vana por los aires. Solum se incline rap idamente y Ie puso una manaza en la cara. EI hombre au116otra vez dio un salto, y se desprendio de Havana , no para ata~ car, sin embargo, sino para correr sollozando y ba­beando de miedo. Desaparecio en la -oscuridad , del otro lado de la carretera, con Solum pisandol e ios talones,

Horty se acerco al carnian y Ie dijo timidamente a Havana.

-(Buscarias mi paquete? -(La bolsa de papel? En seguida. Havana subio de un salto a ja caja, reapareci6 un

memento mas tarde con la bolsa, y Se la alcanzo a Horty.

Armand habia estropeado a Junky, rompierido la caja, y Horty s6ro habia podido salvar la cabeza. Pero ahora la ruina era total.

-oh ~dijo Horty-. Junky. Esd todo roto. Sat;:6la horrible cabeza, La nariz era polvo de papel

mache y la cara estaba dividida en un pedazo grande y otro pequeno. Un ojo cente11eaba en cad a pedazo.

-oh -dijo Horty otra vez tratando de juntar los -trozos con una sola mano.

Havana, muy ocupadQ en reunir el desperdigado bo ­tin, hablO pOl' encima del hombro.

-No tiene arreglo, muchacho. EI hombre debio de pisarlo mientras revisaba. -EchO el botin en la cabina

y Horty ~nvo1viQ otra Vll~ a Junky,...,.....,Volvamos, J..\l comida debe de estar U~tll, . . ~(Y Solum? -pregunto H9rtY~

-Ya vendra. Horty advirtio, de pronto, que: Zena le clavaba los

ejos. Iba a hab larle, no supo que decir, enrojecio, y camino hacia el restaurante, Zena se sent6 esta vez a su lade. Se incline para tomar 1a sal y susur ro:

-(Como supiste que habia alguien ~ I'llcamio n] Horty se puso la b olsa de papele I;l.las rodillas, y

vio que Zena miraba la bolsa , --0h ~dijo ella, y luego con un tono muy dist into,

lentamente-e-t Oh~h. Horty no habia respondido, pero comprendi6 de

pronto que no debla hac erlo. No pot ahara. -(ComQ sabias q1Je habia algu ien af pera? -pr~ ­

gunt6 Havana, muy ocupado con un tEaseo de salsa de tomate.

Horty ernpezo a hablar, pew .Zena 10in terrumpio. -He cambiado de parecer dij()'-"--,Creo que la,.......

feria le had mas bien que mal . No podemes dejarlo

solo. -Muy bien. Havana dej6 el !rasco en el mostrador y 50n09.

Bunny aplaudio. -jBien, Zee! Sabia que aceptarlas , --..-Lo mismo yo -anadio Havana -e-. Y vee .•. yeo

a1go mas. Apunto hacia adelante. -(La cafetera? ---:dijo Bunny tontamente-e-. (La

tostadora? -E1 espe]o, estupida. (Quicres mirar} Se incline hacia Horty y Ie puso un brazo alre­

dedor de la cabeza acercandole 1a cara a 1a de Zena. Las imagenes en el espejo los miraron a 5l,l vez; can­ta5, ambas morenas, ambas de 'ojos hundidos, ovaladas, de pelo oscuro. Harty con trenzas y 1abios pintados no hub iera sido muy distinto de Zena.

-jTu hermano perdido! -jadeo Bunny.

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-Era un primo, es decir una prima -dijo Zena-. Escuchad, hay dos camas en mi coche .. . Deja esa risita, Bunny. Podria ser su madre, y adernas .. . Bue­no, hay que hacerlo asi. El Canibal no debe saber quier; es. Cuento con vosotros .

-No dirernos nada -prometio Havana, Horty pregunto: -(Quien es el Canibal? -Et jefe --dijo Bunny-. Fue doctor en un tiern­

po. Te arreglara la mane , Los ojos de Zena miraban algo qu e no estaba en el

salon . -Odi a a los hombres. A todos, Horty se sorprendio, Era la prime r-a vez que esta

gente hablaba de algo temible, Zena adivino lo que pen­saba y Ie toco el brazo.

-No temas. Su odic no puede alcanzarte.

LLEGAI\ON A LA F ];;I\ IA al arnanecer cuando ~as dis­tantes colinas habian empezado a separarse del cielo, cada vez mas palido.

Para Horty todo era emocionante y misterioso, No solo habia conocido a esta gente; 10esperaba un futuro enigmatico y fascinante, y un nuevo papel, y palabras que no deberia olvidar. Y ahora, al alba, la feria mis­rna, La ampli a y oscura avenida, sembrada de aserrin , parecia debilmente lurninosa entre las filas de barra­cas y estrados. Aqui un oscuro tubo de neon lanzaba de cuando en cuando unos rayos fantasmales en el alba creciente; mas alIa la entrada de un picadero alzaba al cielo unos brazos esqueleticos y hidos. Se oian algunos sonidos; somnolienros, inquietos, raros; y todo olia a tierra humeda, a maiz tostado, sudor, y dulzones y exoticos estiercoles.

El carnien se metio entre las barracas del oeste y se detuvo ante una gran casa rodante con puertas a los costados.

-En casa otra vez -bos ,tezo Bunny . Horty iba ahora en la cabins con las mujeres, y Ha­

vana se habia acurrucado atrds, -Desciende rapido -Ie ordeno Zena a Horty­

Entra por esa puerta. El Canibal duerme aun. Nadie te vera. Te disfrazaremos primero, y luego te cu ra ­rernos la mano,

Horty se deruvo en el estribo del carnien, mir6 al­rededor, y corrio. La casa estaba a oscuras, Espero junto a Ia puerta, Zena entre, cerro, bajo las cortinas, y encendio las luces,

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Page 15: Los cristales soñadores theodore sturgeon

Era un cuartito cuadrado, con dos cat res, una coci­nita en un rincon , y 10 que parecia un ropero en' otro.

-Muy bien - ·dijo Zena- sacate la ropa. -i Todq? --Claro, toda, -Zeno vio 1a cara sorprendida de

Horty, y se rio-e-, Escucha, criatura. Te dir e algo de nosotros, los enanos , Esre . . • (Cu4ntos afics dijiste que tenias?

--Casi nueve. -Bueno, hare 10 posible. Para la gente adulta 1.:00­

mun es muy importante verse 0 no desnuda. Tenga 0

no senti do, se debe a que hay una gran di£erencia entre hombres y mujeres. Mas que entre nifios y nifias, Bue­no, un enano es realmente como un n ino, toda su vida, excepto quiza uri par de afios, Asi que la mayoria de nosotros no se preocupa por esas cosas. En cuanto a nosotros, tu y yo, debemos decidir desde ahora que no somos difererites. Ante todo, s610 Ha vana y Bunny y yo sabernos que eres un nino. Luego este cuarto es demasiado pequefio para dos personas si van a estar cscondiendose por cosas sin importancia. (Entiendes?

-51 ... Creo que si, Zena Ie ayudo a sacarse las ropas, y Io inic i6 en el

arte de parecer una mujer. -Escucha, Harty --dijo Zena mientras abria un

orden ado caj6n y buscaba unas ropas-, ~que hay en 1a bolsa de papd?

-Junky. Un m n eeo. Era un rnufieco, quiero decir. Arm and 10pisoteo, ya sabes , Luego el hombre en e~ camion 10pisoteo t odav ia mas. -~ Puedo vedo? Poniendose dificultosa m ente un par de medias de

Zena, Horty sefialo un cat re con Ia cabeza. -Mira. Zena saco los pedazos de papd m ache. -iDos! -~-e )1d am6. Se volvio y 10 mi ra como si a H orry le hubieran

salido or ejas de conejo. -jDotl -dijo otra vez--. Me parecio qUl habia

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visto s610 uno, alia en el restaurante , ~Son realmente tuyos? (Los dos?

-Son los ojos de ~unky --explic6 Horty. -(De d6nde sali6 Junky? -Lo tenia ya antes que me adoptaran. Un policia

me encontro cuando era bebe. Me llevaron a un asilo. Alit- consegui a Junky . Me parece que nunc~ tuve padres.

- Y Junky se qued6 contigo . . . Escucha, dejame que te ayude ... dunky se qued6 contigo desde en­tonces .?

-Si , tenia que hacerlo. -(Por que? -(Como se engancha aqui? Zena ahog6 10 que parecia ser el impulso de arrastrar

a Horty a un rincon, hasta sacarle 10 que quer ia, ~HabIabamos de Junky -dijo pacienremente. -Oh, bueno . Tenia que estar cere a de mi. No, no .

cerca. Yo podia alejarme siempre que Junky estuviese bien . Mientras fuera mio, quiero decir. Si yo no 10 vela durante un afio, no importab a ; pero si alguien 10 mov ia, yo 10 sabia en el mismo memento, y si alguien Ie hacia dafio me hacia dafio a m i tambien. (En­tiendes?

-Te entiendo de veras -dijo Zena. Hor ty sinti6 otra vez aq uella agradable sorpresa.

Esta genre pared a entenderlo todo. -Pense que rodos ten ian algo: parecido -dijo-.

Y que si 10 perdi an , se en£ermaban. Y luego Armand, me atormentaba a prop6sito de Junky. Lo escondi a muchas veccs para molestarme. Me enferrne tanto que lIamaron al doctor . Yo gritaba pidiendo a Junky, y al fin el doctor Ic dijo a Armand que me 10 dieran 0 mo­rir ia. Dijo que, era una £ija de algo. De accion,

Zena sonrio. -Una fijacion. Conozco la rutina. -Armand estaba furioso, pero tuvo que hacerlo .

Asi que aI fin se qm s6 de molestarme con Junky y 10 puso en el estante alto del armario y 10 0lvid6.

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-Pareces realmente una mujer de ensuefio -dijo • Zena, admirada. Puso las manes en los hombros de

Horty y 10 mir6 a los ojos-. Escuchame, Horty . Es rnuy importante . Hablo del Canf~al " .Ir emos a v~rlo y yo le contare un a historia, un a hlstona no muy CH:r­tao Y necesito tu ayud a. Si el Can ibal no nos cree n.o podr as qued arte . .. .

-R ecuerdo cualquier cosa -d lJo H orty ansiosa­men te-. Recordare 10que quiera s. D imelo.

-Mu y bien. -Zena cerro los ojos, ~e?sando-: ': 0

fui un a huerfan a -r ecit6-- . Fui a vrvir con rru tra jo. Cuando descubri que yo era enana, ~e escape con unos ar tistas. Estuve con eUos unos :' :;:> < hast a que conoci al Canthal)' ernpece a trab ajar para el. Bue~ no .. . --Se humedeci6 los labios-. La ti a 10 se caso otra vez y tuvo dos hijas. La primera murio , y tu ere~

tanto de una vez. Ahora algo que debe quedar entre nosotros. Ante todo , el Canibal nunca, n1lnctJ debe saber de Junky. Le buscaremos aqui un escondite y no le hablar is de eHa name. SOloa mi . ePrometido?

Horty asinti6 con los ojos muy abiertos, -Bien. Y otra cosa, tambien importante. El Cani­

bal te curari la mano. No te preocupes, es un buen medico. Pero quiero que me traigas todaa las vendas, eodos los algodones que use contigo, y sin que 10note. No quieta que dejes una sola gota de sangre en $U

easa, (entiendes? Ni una gota. Yo me ofrecere para limpiarle las cosas, y el aceptara . Odia esos trabajos, Pero debes ayudarme . eConfonne?

Harty protneti6 que asi 10 harla. En ese momento llamaron Bunny y Ha.vana. Harty

~li6 a recibirlos y los enanos 10 Uamaron lena, y ta segunda. Cuando descubri6 que : tas e.nana, e01?eZO Zena sallo entonces saltando y riendo mientra.t los otros a maltratarte. Escapaste entcnces. 1 rabajaste un t:err;- miraban estupefactos a Horty. po en una gran ja. Uno de los hombres ~el carpmte­ro- se encaprich6 contigo. Te sorpre.ndlOa~oc he y te llev6 al deposito de maderas y te hizo alit una horrible . T an horr ible que no puedes contarlo. pregunta, te echas a Ilorar. (Recuerd as todo? ,

-8i - dijo Horr y distra id amente- . (Cua! ser mi cama ?

Zena frunci6 el cefio. .

~osa SI te

va a

-Criatura, esto es terriblemente impor tante - Tienes que record arlo todo.

-Oh 10recuerdo - ·dijo Horty. y an~e 13 asombrada Zena recite 10 que ella habi a

dicho, palabra por palabra . .

-Increible -ciija Havana dejando caer el cigarro. -,Zee, es hermosol -grit6 Bunny. Zena alzo un Indice dimiauto, -Htrmou, no 10olvides, -Me siento muy rsro -dijo Horty, tironrindoee

la falda. -e De donde sacute ese pdo? -Un par de trenus postizas.eTe guatan? -cYel vestido? -Nunca 10 use -dijo Zena-. Era chico de bu­

to ..• Vamos. despertemos al Cantbal. Caminaron entre los carros, -Da pasos mAs cortes -dijo Zena-. Asl es me­

-'Magnifico! --exc1amo Zena, y Ie dlO un beso. jar. eRecuerdas todo? Hort~ enrojeei6--. iAprendes con rapidez! Muy bien. -ah, 5i. Ti enes diecinueve anos, Y te llamas . .. este ... Hor- -Muy bien ... Eres una buena chica, Kiddo. Si te tense. Por si alguien dice Hort y y el C ani~a! ve que pregunta algo que no ~bes. sonde. 0 llon. Yo estate miras alrededor. Pero todos te 11aman Klddo. ,De a tu lado. acuerdo? En un costado de una easa rodante luga y plateada

-Diecinueve y Horten se y Kiddo .. Eso es. babia un anuncio de brillantes colores COnun hombre -Bien. . Caram'ba, querido. Lamento hacerte pensar de sombrero de copa. Tenia UDOIlargos y puntiagudos

H

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bigotes, y de los 0 jos le salian unos rayos en zigzag. Deba jo , se leia en letr as llameant es:

(QU E l'IENSA UST ED?

Mef isto 10sabe

-No se llama Mcf isto ~di j o Bunny-, sino Mop e­tre . Era medico an tes de trabajar en las ferias . Todo el mundo 10 1101111 Caniba l l No Ie irnport a. 3 .

Havana golp c6 la puer ta . -jEh, Can ib al! .:v" a dormir toda la t arde? -Es tis despedid o -gruiio una voz en la cas a de

pla ta o - -Muy bien - dijo H ava na, in difere nte-. Salga y

yea 10que rcnerno s. -No me in teresa si quieren inc luir lo en el elenc o

-dijo una voz som nolien ta. Hubo un rnovimiento dentro de la casa. Bunn y em ­

pujo a Hort y hacia la pue rta y [e indica a Zen a que se escorid iese. Zena se apreto con tra 1<1pa red de 101

casa, Se abri 6 101puer ta . E l hombre era alto, cadaverico, de

mejillas hun didas , y una larga mandibula ,azu lina. En la debit luz matina l los ojos parecian dos agu jeros

negros . -(Qu e pasa ? Bunny serialo a Horty . - Can ibal, mire quien esta aqui. -(Quien? - El hom bre miro-e- . Zena. Buenos dias,

Zena - dijo con ton o de pronto cortes. -B uenos dias -rio Zena, saliendo de detras de la

puer ra . El Ca niba l rniro a Zcna y Iuego a Hor ty y otra vez

a Zena. - O h , mi ruin a -di jo-. Un numer o de gemelas .

Y si no la contrato , reriunciar as. Y tarnbien Bunny y

Havana.

I Man.lite,. , an In gl e• .(N . de 1 T .).

-Adivina el pensamiento ~di j o Havana dandoie un 'codazo a Hor ty.

- (C6m o te llamas, herman a? -Mi padre me bautizo Hortense - recito Horty -.

Pero todos me llaman Kiddo. -No los acuso -dijo eI Can iba l amablemen te­

Es~uehal11e, Ki ddo: e1 nu evo n umero no me int cresa: ASl que vere. '!.si l?s de rnas no estan conformes, que se vayan tarnbie n. SI a las once no estais en la, carrete­ra, sabre qu e decidisteis ,

Cerro la puerra suavemenre, pero con firmeza . -Ay, ay -d ijo Hort y . - N o te preoc upes - son rio Havana -. Despide a

todo el mun do todos los d ias, Cuando 10dice de veras , te paga. H ablale, Zee. '

Zena golpe6 con los nudillo s 101puer t a de alurn inio . -jSeilor Can ibal! -canto . -Estoy con tando tu salario - dijo una voz desde

aden tro. - O h, oh -dijo Havana. - Por favo r, un minu to - insist i6 Zena. La puerta se abrio otra vez. EI Canibal t raia dinero

en una ma rio. H or ty oyo que Bunny susurraba : - Lucete, Zena. Zena Ie hizo una sefia a Horry. El nino tirub co y

se adelanto . -K iddo, muest ra le 1a mario . Hor ty extendio la mano last im ada. Zcna saco los

emp apados pafi uelos, uno a uno. El ultimo estaba mu y p~gado a la carne. Zen a tironco un poco , pero H an v d io u n salro, £1 ojo exper to del Caniba l advirtio si ~ embargo que fa ltaban rres dedos y que habia herid .is en el resto de la mario.

-,Com o diabl os re has hecho esto, mucha cha? -t ro~ noel hombre. .

Hort y se echo hacia a tras, asustad o. - Kiddo, ve con Havana, , q uicres? - -d ijo Zena. Har ty retroce dio, agradecido . Zena ernpezo a hab lar

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rapidamente, en voz baja. El nino solo oia algunas palabras,

-Unaexperiencia terrible, Canibal ... No sela re­cuerde nunca ... carpintero ... y la llevo a su taller ... cuando eUa. .. y su mano en la puerta.

-Por algo odic a la gente -grun6 el Canibal. Le pregunt6 algo a Zena . -No ~dijo Zena-s-, alcanzo a escapar, pero la

mano ... -Acercate, Kidde -dijo el Can ibal. La cara del hombre era notable. La voz restallante

parecia salirle de la nariz, que se abria en redondos agujeros. Horty palidecio,

Havana 10ernpujo suavernente. -Ve, Kidde. No esta enojado. Le das pena. jAde­

ante! Horty se acerco lcntarnente, y piso con timidez el

escalon . -Entra. -Hasta iuego -saludo Havana. Havana y Bunny se alejaron. Cuando la puerta se

cerraba, Horty se volvio y vio que Bunny y Havana se esrrechaban grave mente la mano.

-Sientate aqui -dija el CanibaI. £1 interior de la casa rodante era extraordinariarnen­

te espacioso, Habia una carna en el frente, con corti­nas. Habia tambicn una cocina muy limpia, una ducha, un cofre, una mesa, arrnarios y una sorprendente can­ridad de libros.

-,Te dude? -murmuro Zena, -No mucho, --No te prcocupes -gruno el Canibal. Puso en la

mesa alcohol, algodon, y una caja de agujas hipoder­micas-. Te dire que voy a hacer. 5610para no pare­cerme a ot1'OSdoctores, Te dorrnire el ncrvio del brazo. Cuando te clave la aguja, te doled como una picadura de abeja. Luego sentiras el brazo muy raro, como Uri

globo. Entonces te lirnpiare la mario. No te dolera. Horty le sonrio. Habia algo en este hombre, con

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sus terribles cam bios de voz y su humor cruel, que atraia sobremanera al nino. Era una bondad Como la de Kay. La pequefia Kay a quien no Ie habia importado que corniera hormigas . Y una crueldad como la de Armand Bluett. El Canibal seria, por to rnenos, el es­Iaoon que 10 unir ja al pasado ... durante un tiernpo,

-Adelante -dijo Horty. -Eres una buena chica. El Canibal se incline y empez6 a trabajar. Zena

miraba fascinada, apartando los objetos que podian molestarlo, facilitandole las cosas, La tarea absorbio tanto al Canibal que si se le habia ocurrido otra pre ­gunta, la olvido.

M:is tarde, Zen a limpid redo.

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l)IERRE MONETRE sc habia graduado de bachiller t res dias antes de cumplir los dieciseis afios, y de me­dico a los veintiuno. Un hombre murio en sus manos durante una simple apendicetomia, pero por causas ajenas a la cap acid ad del medico .

Sin embargo, alguien, un administrador del hospi­tal, se refiri6 de mal modo al accidence. Monetre fue a verlo y le rornpio la mandibula de un pufietazo , In­mediatarnente se Ie prohibi6 la entrada en el anfireatro de operaciones, y Ia genre 10 arribu yo a la apcridiceto­mia. En vez de demostrar al mundo algo que segun -61 no necesitaba dernostracion, Monetre renuncio al hospital '. Luego ernpezo a beber. Exhibi6 su borrachera como hab.ia .exhibido su inteligencia y habilidad, de frente y S111 importarle los comentarios , Los comenta­rios sobre su inteligencia y hab ilidad 10 habian ayhda­do. Los comentarios sobre sus borracheras le ccrraron todas las puertas,

Se sobrepuso a esas borracheras. El alcoholismo no es una enfermedad, sino un siritoma. Hay dos modos de cornbatir el alcoholismo. Uno, curar la causa. Otro, reemplazarlo con un nuevo sintorna. . Monetre eligioesta ultima solucion . Decidi6 despre­

ciar a los l10mbres que 10habian transformado en un paria, y luego despreci6 a la humanidad, a la que eIlos pertenecian.

Disfrut6 de su repugnancia. Edifice 11 na torre de odio, y se subio a ella para contemplar desdefiosamente el rnundo, Se encontro asi a la altura que necesitaba . Pasaba hambre mientras tanto, pero como la riqueza

era un valor. del mundo .despreciado, disfruto tarnbien de su pobreza. Por un tiernpo.

Pero un hombre en esa actitud es como un nino con un latigo, 0 como una nacion con acorazados. Durante un tiempo basta exhibirse al sol, ante los ojos del mun­do. Pronto, sin embargo, sera necesario que el latigo restalle, q~e truenen los canones . No basta exhibirse; es necesarro actuar.

Pierre Monetre trabajo un tiempo con grupos sub­versivos. No le importaba que grupo era, 0 que pre­tendia, siempre que quisiera destruir el orden mayo­ritario . No se redujo a la poli tica. Hizo tam bien 10 que pudo por introducir el arte moderno no figurativo en galerias tradicionales, lucho porque los cuartetos to­caran rnusica atonal, echo extracto de carne en los plates de un restaurarite vegetariano, y se entreg6 a otro centenar de estupidas y triviales rebeldias. Re­beldias por arnor a 1a rebeldia, siempre, sin relacion con el valor de un cuadro, una mu sics 0 un dogma alimenticio,

Su odio,sin embargo, se alimen to a si rnismo hasta que no fue al fin ni trivial ni estupido . Una vez mas se encontr6 sin saber como expresar ese odio. A medi­da que se le estropeaban las ropas, y se veia obligado a cambiar de guarida, se sentia mas amargado. Nunca se acusaba a si misrno. Era solo una victimade la hu­manidad, una humanidad en partes y en corijunto in­ferior a el, Y de pronto enconrro 10que quer ia.

Tenia que comer. Ahi se ccntraron todos sus corro­sivos odios. Comer era inevitable, y no podia hacerlo sino trabajando, es decir haciendo algo que 1ahuma nidad estimaba. Se sinti6 furioso, pero no habia otra solucion. Asi que decidio 3;,rovechar en parte su ca­rrera de medico y entre en un laboratorio biol6gico. Su odio a la humanidad no podia airerar las cua1idades de su mente, curiosa, inquisitiva, brillante. Amaba e] trabajo, odiando s610 que beneficiase a la gente; clien­tes que eran sobre todo medicos y sus enferrnos.

Viv ia en una casa -un ex esrablo-e- casi en las

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afueras de la ciudad. En largas caminatas par los bos­ques, se libraba a sus raros pensarnientos, S610 un hom­bre que hubiera dado conscien remente la espalda, du­rante afios, a todo 10human o, hubiese notado tam bien 10 que Monetre noto un atardecer, 0 hub iese tenido la curiosidad de investigar que era aquello. Solo un hombre de su experiencia y capacidad hubiese podido expl icarlo. Y, ciertamerite, solo un monstruo como el Ie hubiese encontrado aquella explicacion.

Monetre via dos arboles.

Cada uno era un arbol como cua lquier aero: un roble joven, que habia torcido algun temprano acci­dente, y vivo. Nunes en un millar de afios Ie hub ieran Ilarnado la atenci6n si hubie ra visto pr irnero uno y lue­go otro. Pero los vio al mismo tiempo, Paseo la mirada sobre ellos, alz6 las cejas ligeramenre sorprendido, y sigui6 caminando. Y de pronto grufio, como si alguien 10hubiese pate ado, se metio entre los arboles -separa­dos por una media docena de metros-s- y los contemplo alternativamente, con la boca abierta.

Los arboles eran del rnismo tarnafio. Una rama nu ­dosa apuntaba en cada uno haci a el norte. Los dos ten ian una cicatriz circular en el primer brote de 13 r arna. Y en 1a extremidad de cada rama crecian cinco hojas,

Monetre se acerco mas, estudiando at entamente los a1".boles,de arr iba a abajo, primero uno y luego otro .

Lo que vio era imposible. La ley de probabilidades dice que puede haber dos arboles absolutamente iden­ticos, pero el nurnero que expresase esa probabilidad seria astrorrornico, En la realidad sOlo cabill un adje­tivo: imposible.

Monetre extendio la mano y arranco una hoja de un arboi, V luego la correspondiente del otro.

Eran identicas: nervaduras, forma, tamano, textura . .Eso era suficiente para Monetre. Gruno de nuevo,

miro aJrededor para no o,lvidar el lugar, y volvi6 casi corriendo a su casa.

Trabajo var ias horas en las hojas de roble , Miro a traves de una [upa hasta que le dolieron los ojos. Prepare soluciones can 10 que habia en Ia casa -vi- · nagre, azucar, sal, un poco de fenol -y meti6 en ellas partes de las hojas. Pinto otras partes con tinta diluida.

A la manana siguiente, en el Iaborator io, examin6 una y otra vez 10que habia descubierto de noche. Los analisis cuantitat ivos y cualitativos, las medidas volu­metricas, la temperatura y el peso especifico, los exa­menes espectroscopicos y la inv estigaci6n del pH .. . todo decia 10 mismo: las do s hojas eran increible y absolutamente identic as.

FebriImente, en los meses que siguieron, Monetre traba jo en distin tas part es de los arboles. L05 micros­copios cornunes reperian la rnisma historia. Le pidi6 at jefe del laboratorio que Ie dejara usaf el microscopic de 300 aumentos que guardaban bajo una campana de vidrio, y este confirmo los otros resultados. Los arboles eran identicos, no hoja por hoja, sino celula por celula, Corteza, albura, liber eran, en los dos, iguales.

Aquellas pruebas incesante s !Ievaron a Monette al proximo paso. Tomaba sus muestras luego de las mas minuciosas medidas, EI agujero practicado en el arbol A era repetido en cl arboI ~ hasta una fraccion de rnili­metro . Un d ia Monetre metio el barreno en el hbol A, saco una muestra, y al cirar del barreno rompi6 la mecha antes de obtener 1a muestra del otro arbol.

Culpo, por supuesto, a la mecha, y luego a los hom ­bres que 1a habian fabric ado, y luego a todos los hom­bres. Regreso furioso a su casa,

Pero cuando volvio al dia siguiente, encontro un agujero en el arbol B, en un Iugar que correspondia exactamente al del agujero del otro arbo!'

Se qued6 alii, con los dedos sobre el inexplicable orificio, sin pensamientos. Lu(!go, con cuidado, sac6 el cuchilIo, y con incisiones claras y profundas grab6 una cruz en el arbol A y un triangulo en el sitio co­rrespondierite del arbol B. Luego volvi6 a su casa, a leer mas libros esotericos sobre estructura celular.

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Cuando voIvi6 al bosque , descubrio que habra una cruz en los dos arboles.

Hizo otras pruebas . Grab6 raras figuras en los ar­boles. Los pint6 con rayas de color.

Descubri6 que las afiadiduras, capas de color 0 tr o­zos de madera c1avados en e1 tronco, no provocaban ningun carnbio. Pero cualquier cosa que afectara 1a estructura misma del a.rbol -una cortadura , una ras­padura, un pinchazo-e- pasaba del arbol A al arbol B,

El arbol A era el original. El arbo] B era algo asi como ... una copia.

Pierre Monette trabaj6 dos afios antes de descubrir con ayuda de un microscopic electron ico qu e el arbol B no 5610 se distingu ia por su capacidad de duplicar exactarnent e el .i rbo l A. En e! nuclc o de las celulas de! ,i rb ol B hab ia una m clecula gigante , sim ilar a los en­z im as hidrocarburicos, que podi a transmutar elemen­tos. Si se sacaban tres celul as de una hoja 0 de la cor­teza, eran reernplazadas por otras tres en menos de una hora . La extravagante enzrrna, agota da, desc ansaria una hora 0 dos, y lueg o ernpezar ia a restaurarse a 51 misrn a, tomando ;h om o tras h omo de los rejidos de alrededor.

La reparacion de un rejido dafiado es mas sutil cuanto mas simple. Cualquier bi6Iogo puede describir lucidamente que ocurre cuando se reconstruye una celula, que factores metabolicos intcrvienen , que cam ­bios de oxigeno ocurrcn, can qu e rapidez , en que .,pro­porcion y con que proposi to aparecen nuev as celul as. Pero no puede decir por que. No puede decir que orden a "jempieza!" a la celula deteriorada , y que dice "basta". Saben que en el cancer cI mecanismo no fun­ciona de modo adecuado, pero no que mecanisme es este, Y eso en tejidos normales.

tPero y en el arbol B de Pierre Monet re? Nunca 5e reparaba _norrnalmente a si misrno. Se reparaba s610 para dup1icar el arbo1 A. Si uno hacia una incision en una rama del arbo1 A, y luego cortaba 1a rama corres­

pondiente del arbol B y se la llevaba a casa, podia verse, durante trece 0 catorce horas, que 1a rama cortada tra­bajaba arduamente para mostrar una incision. Luego el proceso se deten ia, y era una rama cornun. Si enton­ces uno volvia a1 arbol B, descubria alli que 1a rarna habi a crecido otra vez, con un corte perfectamente duplicado.

Aqu i hasta la cabeza de Pierre Monette se encontra­ba paralizada. L a rcgeneracion celular es un misterio. La duplicacion celular es mas que un enigma insonda­ble, P:ro en alguna parte, de algun modo, un cierto mecam~mo gobernaba esta fantastica duplicacion, y el obstinado Monetre decidi6 encontrarlo. Era como un salvaje que al oir un apara to de radio empezara a buscar 1a fuerite del sonido , Era un perro que oia Ho­rar a! amo, que hab ia recibido una carta donde una muchach~ dccia que no 10 quer ia. Veia e1resultado, y trataba, sin adecuadas herrarnien tas, de detcrrninar la causa, que no podr ia entender aunque la tuviese bajo las narices.

Lo ayud6 un incendio, Las pocas gentes que 10 conocian de vista ~n ad ie

10 co~ocia de otro modo- se asombraron de que se ofreciera como bombero voluntario aquel otofic, cuan­d.o el humo las colinas, impulsado por los H­at 7avesougos de un viento llameante. Y durante afios hubo una leyenda acerca de un hombre flaco que habia luchado contra las llamas como un alma salida del infiern o. Se habia hablado de cerrarle e1paso al fuego', ~ eIhombre flac o arnenazo con matar al guardia rur al 51 no paraban las llamas quinieritos metros mas al nor­te . EI hombre flaco hizo historia luchando contra las llamas negras, bafiandolas con su propio sudor para mantcnerlas lejos de unos ciertos arboles. Y cuando el fuego lleg6 a la linea donde trabajaban los hombres, todos huyeron, menos el flaco, que sc quedo entre dos robles j6venes, agachado en el musgo hurneante, con un pico y un hacha en las rnanos ensangrentadas, y en los ojos un fuego mas ardiente que cualquiera que hu­

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biese tocado alguna vez un arbo!' Vieron todo eso ... No vieron que el arbol B se estremecia. No estaban

con Monetre para mirar a traves del calor y el humo y la pesada nube de cansancio, ni para ver como la mente del investigador descubria que los temblores del arbol B coincidian exactamente con el ir y venir de jas llamas, a quince metros.

Monetre miraba, con ojos enrojecidos, Las llamas alcanzaron el claro rocoso. El arbol B se esrremecio. Parecio que las llamas succionaban la tierra, como un huraean que eriza los cabellos. Al fin oscilaren y lanzaron verticalmente haeia arriba. El :lrbol no ~

movie. Pero cuando una torrurada rafaga de aire frio perseguida por dedos de fuego, se precipito a ocupar el vacio del calor.ie! arhol se sacudi6 rigidamente.

Monetre, easi desollado, se arrastro hasta el elaro y observe el fuego. Una espada rojo anaranjada alIa; ell ~rbol no se movia, Una lengua ardiente alli; el arho l temblaba.

As! 10encentro, en medio de un afloramiento bs­saltico. Dio vuelta una piedra, charnuscdndose 16s de­dos, y debajo habi a un cristal embarrado, Se 10meric en la axila y volvi6 rambaleandose a sus arboles, ahora una islita de tierra, sudor y llamas que habia creado el mismo, con demoniaca energia. Sedesplom6 entre los robles y el fuego pasO a su lado, rugiendo.

Poco antes del alba, atravesandouna pesadilla, un infiemo que exhalaba sus ultimas bocanadas de fyego, lleg6 a su casa y escondf6 el cristal, Searrastr6 otros quinientos metros, hacia el pueblo, antes de caer, R~­cuper6 la conciencia en el hospital e inmediatamente pidi6 que 10dejaran ir , AI principio se negaron, luego 10 ataron a la cama, y al fin Monetre escape por 1a ventana una noche y fue a reunirse con su cristal.

QuiZ3. fue porque se encontraba en los mellados limites de la locura, 0 porque la conciencia y el moons­clente Ie fundiap. en el de alg6n modo. Quid mas porque estaba particularmente equipado. con aquella

mente inquisitiva. En verdad, pocos hombres debian de haberlo logrado antes, si alguien 10 habia Iogrado. Se cornunico con el crista l,

Lo logr6 con el arma del odio. EI crista! centelleaba pasivamente en todas las pruebas ... aquellas a las q,ue Monetre se atrev ia .asometerlo, Debia tener cuidado, despues de haber descubierto que estaba vivo. Asi se 10decia e1microscopic. No era real mente un cristal, sino un liquido super enfriado, una celula de paredes en facetas. £1 fluido solidificado del interior era un coloide, con indice de refraeei6n similar al del po lieti­leno, y habia un nucleo complejo que no podia en­tender . .

Su curio sidad luchaba contra su prudencia. No se atrev ia a someterlo a temperaturas muy altas, sustan­cias corrosivas, 0 bombardeos atomicos. Terriblemente frustrado, Ie Ianzo un rayo de aquel odio que habia refinado con los aiios, y e1cri stal ... grito.

No hubo sonido. Fue una presion en la mente de Monetre, No hubo palabras, pero la presion fue una agonica negacion, un impulso colore ado de "no".

Pierre Monetre, estupefacto, se apoy6 en su golpea­da mesa de trabajo , mirando desde las sombras el cris­tal. que habia puesto en el circulo de luz de una lam­para. Se incline hacia adelante, Con los oios entrece­rrados , Y con total sinceridad -pues le desagradaba de vcras cualquier cosa que desafiara su comprensi6n­lanzo otra viz aquel impulse.

El crista] reacciono, con un grito silencioso, como si 10hubiesen atravesado con una aguja caliente.

iNo! . Monetre conocia, por supuesto, e1 fen6meno de la

piezoelectricidad en que un cristal de cuarzo 0 Ro­chelle comprimido emite eiectricidad, 0 cambia ligera­mente de dimension si se 10atraviesa con una corriente electrica. Aqui habia algo analogo, aunque el crista) no era realmente un crista!' Sus impulsos mentales ha­bian provocado aparentemente una reaeei6n que se manifestaba en "frecuencias" de pen5;1miento.

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Monetre rerlexiono. Ante to do, aquel arbol extraordinario, que se co­

municaba de algun modo con el cristal enterrado a cincuenta metros de distancia; pues cuando la llama se acercaba ill cristal, el arbol se estremecia. Y cuando el, Monetre, lanzaba 1a llama de odio, el · cristal reac­cionaba,

<EI cristal habia [abricado el arbol, usando el otro como mode le? <Pero como? ~C6mo?

-No imports como -murmuro Monetre, Ya 10descubriria, Podia lastimar e1crista!' Las leyes

y castigos lastiman; el poder se mide por la capacidad de infligir dafio. Esa cosa fantastica haria 10 que til quisiera; 0 la torturaria hasta la muerte.

Tornoun cuchillo y cor rio afuera. A la luz de una tuna menguante desenterro una plantita de albahaca que crecia junto al viejo establo y la planto en una lata de cafe. En otra lata similar puso tierra. Llevo las latas adentro y enterro el cristal en la segunda lata.

Se sento a la mesa, concentrandose en una fuerza particular. Sabia desde hacia tiempo que disponia de un curioso poder, En cierto modo era como un con­torsionista que puede contraer 0 retorcer separadamen­te un musculo del hombro, 0 un muslo, (j Una parte diel brazo, Fue como si sintonizara un instrumento elec­tronico con el cerebro, Encauzo su energia mental en e1largo de onda especifico que heria el cristal, y de pronto, bruscamente, la lanzo hacia afuera.

Una y otra vez golpeo el cristal. Luego 10dejo des­cansar mientras trataba de comunicar a sus golpes al­guna orden precisa, Miro atentamente fa plantita y rrato de represent:irsela en la segunda lata.

-Haz crecer otra igual. Copia esa. Haz otra. Copia. Repetidamente, azoto y castigo el cristal con la or­

den. A veces creia oir sus gernidos, En una ocasi6n vio, en el interior desu propia mente, un centelleo calidosc6pico de impresiones: el roble, el fuego, un vacio inmenso y sombr io, un triangulo grabado en la madera. Fue algo muy breve, y nada similar se repitio

+&

durante un tiernpo. Pero Monetre podia asegurar que las impresiones hab ian ven ido del crista], que este pro­testaba de algun modo.

EI crista! cedio al fin. Monetre casi sinti6 su derrota. Lo azoto dos veces mas y se fue a la carna.

A la manana habia dos plantas de albahaca, Pew una era un aborto monstruoso.

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6

LA EXISTENCIA de las ferias f luye uniforrnemente, y cada estaci6n arrastra a la otra. Los afios le brindaron tres dones a Horty: un centro ' de vida, Zena, y una luz en las sornbras ,

Luego que el Canibal le arreglo la mario, y cicatr i­zaron las heridas, el nuevo eriano _·~s decir, la nueva enana- ernpezo a trabajar. Ya fuese por 5U irradianre buena voluntad, 0 el gozoso t intenso deseo de encon­trar un lugar en el rnundo y hacerse util, 0 por capri ­cho 0 descuido del Canibal , Horty se qued6 en la feria.

En las ferias, los fenomenos, los acrobatas, los anun­ciadores y sus ayudantes, los baila rines, tragafuegos, hombres serpientes, operarios, tienen algo en comun que trasc iende las diferencias de sexo, raza y edad , To­dos son gente de feria, interesada en atraer multitudes y hacerlas entrar en las barracas, Trabajan para eso, j nada mas. Y Horty fue como ellos,

La voz de Horty era casi parte de la voz. de Zena, El nurnero anterior era el dl' Bets y Bertha, otras dos hermanas que sumaban casi trescientos kilos. Las H er­manitas, Zena y Kiddo se presentaban con una hila· rant~ par?dia de Bets y Bertha, y luego pasaban asu pr?pIO nurnero: u,na armontosa sucesion de cantos y bailes que concluia con sorprendentes modulacio n ei ~ocales . La YOZde Horty, clara y entonada, y la d Lena, de contralto, arrnonizaban como dos rcgistros ·d~

organo. La pare ja trabajaba tarnbien en la ciudad in­fantil, una ciudad en miniatura con puesto de born­beros, alcaldia, restaurantes , donde no se admitia n adultos. Horty servia te liviano y bi.zcochos a los

..

chicos de ojos asornbrados y caras transpiradas de los pueblos y se sent ia parte de aquei asornbro, de aquella fe en fa ciudad m igica. Parte de ... parte de ... he­chizante leitmotiv de todo 10 que Kiddo hacia, Kidde er~ parte de Horty, y Horty era parte del mundo, por pnmera vez.

La caravana de cuarenta camiones serpenteaba entre las montaiias Rocosas y se estiraba en la carretera de Pe~nsyIYania; entraba ronroneando en los campos de feria de Ottawa, y se perd ia en la exposicion de Fort Worth . En una ocasion, cuando tenia diez afios, Horty ayud6 a que la giganta Bets trajera un nifio al mundo , y no dio ninguna importancia a este prcvisible acci­dente en la vida de la feria. En otra ocasi6n, un pobre enano idiota, qu e se pasaba el dia acurrucado en un rincon de la 'galer ia de los fen6menos riendose sin sa­ber por que, muri6 en brazos de Horty luego de be­berse una botella de lavandina . Y la cicatriz que que ­do en la memoria de Horty -el recuerdo de aquella boca. escarlara y asustada, y aquellos ojos doloridos y asombrados-e- era tarnbien parte de Kiddo, que era Horty, que era parte del mundo.

. Y 10segundo era Zena que tenia manos para Horty, O)OS para . Horty , cerebro para Horty, mientras el aprendia las leyes de] nuevo mundo, mientras apren­dia a ser, natur almente, una joven enana, Con Zena participaba de la vida del universo. EI yo hambriento de Harty 10 devoraba todo. Zena Ie Ieia, docena s de libros, con aquella voz profunda y expre siva que se adaptaba automiticamente a todos los perscnajes de la historia. Zena, con su guitarra y sus discos, le enseiiaba musica . Nada de 10que aprendla cambiaba a Horty, pero nada tarnpoco era olvidado. Pues Horty-Kiddo ten ia una memoria eidetica,

Havana solia larnentar 10 de la mario de Kidde . Las, bermanitas salian Con guantes negros, 10que pa­recta un poco raro, y adem as, hubiera sido magnifico que las dos tocasen la guitarra. Pero esto, natura lrnen­te, no era posible. A veces Havana Ie decia a Bunny,

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de noche, que Zena iba a gastarse los dedos si tocaba todo el dia en el escenario y a la noche en el carro para distraer a Horty, pues la guitarra Iloraba y cantaba durante horas cuando ya todos se habian acostado, Bunny, somnolienta, decia entonces que Zena sabia [o que hada. Lo que era, por sUptl'esto, exacto,

Sabia tarnbien que hac ia cuando Ie 'pidio a1 Canibal que echara a Huddie. Durante un tiernpo Zena sufrio bastante. Habi a viola do 1;1ley de las ferias, y eUa era art ista de feria hasta las ufias. No habia sido Hcil, sobre todo porque Huddie, un acr6bata de anchas es­paId as y boca: grande y tierna, era inocente, Idolatraba a Zena, e incluia feliz a Kiddo en su muda adoraci6n. Les compraba golosinas y regalitos sin valor en los pueblos, y se escondi a para oir absorto los ensayos.

Huddle fue a la casa rodante a despedirse , Se habia afeitado, pero el traje de confeccion no Ie caia muy bien . Se detuvo al pie del estribo, jugueteando con eJ gastado sombrero de paja, y mascullo penosarnente al­ge incomprensible,

-Me despidieron -dijo al fin. Zena le toco la cara. -2Te dijo ... te dijo el Canibal por que? Huddie sacudi6 la cabeza. -Me llamo y me dio el sueldo, No hiee nada, le e.

No ... no proteste . Me miraba como si fuese a mxtar­me. Quisiera . .. este ... -Parpade6, dejo la va!ija en el suelo, y se enjugo los ojos con la manga-. Toma -concluyo.

Busco en el bolsillo, saco un paquetito que puso en manos de Zena , y echo a correr.

HOFty, sentado en su catre, con los ojos muy abier­tos, pregunt6:

-= Pero .. . Zee, (que hizo? iEra tan bueno! Zena cerro la puerta. Miro el paquetit0 . Es'taba en­

vuelto en papel amarillo y tenia una cinta roja con un lazo muy comp1icado. Las manaza s de Huddie de­

lion y vulgar: el regalo que podia haber elegido Huddie luego de horas de busqueda.

Horty nota de pronto que Zen a estaba llorando. -(Que pasa? Zena se sen to en el catre y tomo las manes de Horty. ~Fui y Ie dije a1 Can lbal que Huddie me ... me

molestaba . Par eso 10 despidieron. -Pero ... iHuddie no te hizo nada! Nada malo. -Ya se -susu1"1'6 Zena-. Oh, ya se, Menri . Huddie

tenia que irsc ... en seguida. Horry Ia mira fijamente. -N 0 entiendo, Zee. - I e explicare -dijo Zeria lentamente-. Te lasti­

mare, Harty, pero quiero irnpedir algo que te lastima­ria todav ia mas. Escucha. No olvidas nada. Hablaste Con Huddie ayer, (recnerdas ?

-oh, S1. Huddie clavaba los piqu ctcs con Jemmy v Ole y Stinker. Me gustaba mira rlos, Rode aron un piquere y al principio martillaron lentamente: pirn, pin:, pirn, pim, Y lu ego balancearon los martillos POt

encirna de las cabezas y golpearon con fuerza: pum, ~) llm. pum , purn. iMu y rap ido! Y d piquete pareci6 !1I17 ~/irs (' en cl suelo.

Harty callo. Lc brillaban los ojos. La camara de su mente reproducia imageries y sonidos.

--Si, querid o -dijo Zena pacienternente -c-, (Y que lc dijiste a Hudd ie? If - - Fui a tocar ]a cabeza del piquetc , debajo del ani­\O de hierro . <C iPero esta deshech o!" dije. Y Buddie

dijo: "Piensa que le pasari a a tus dedos S1 10'" dejases ahi .mientra s martil1 amos". Y yo me re i y dij e: "N o me Importa tia mucho, Huddie. Cr eccrian otra vez" Eso es todo , Zee.

- 2Note oyeron los demas ? -No . Empezaban ya con e1 otl'O piquete. -Muy bien, Horry. Huddie tuvo que irse parque

bian de haber tardado una hora en preparar el paque- Ie dijiste eSQ. teo Zen a aparto la cinta. Era un paiiuelo de seda, chi- -Pero ... jcr ey6 que era una broma! Sc 1"0 .. • ~Que

dano hicc, Zee? 52

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-Hart y querido, ya te he dicho que no debe~ decir­le a nadie ni una paiabra, de tu mana , a cualquier otra cosa que ~e hayas cortado y vuelva a crecer. ,Tie-?es que llevar un guan te noch e y dia en la mana izquierda y nunc a hac er nada . ..

Zena callo. -lCon los tres dedos nuevas? Zena le tapo la boca can la mana. -N unca hables de eso -susurr6--. Can nadie,

Solo conrnigo. Nadie debe saberlo. Torna . -Se . incor­poro y echo el brillante panu~lo en las r?dlllas de Horty- . Guardalo . Miralo y prensa y . .. deJame sola un rato. Hudd ie era ... Yo ... no padre q uererte mu­cho par un tiempo , Harty, La siento. .

Zena se volvi6 y salio, dejando a Harty sorpreridido , herido, y profundamente ave rgonzado. Y cuando, ya muy tarde, la enana se acerco a la cama de 'H ar ty , y 10 envolvio en sus tibias bracitos y le dijo que rodo esta­ba bien ahara, el nino ya no lloro. Se sintio tan feliz que no pudo hablar. Hundio la c: : a en el ho~br? de Zena estremecicndose~ Y prometiendose a S1 rmsmo que haria siempre, siernpre , 10 que ella dijera, Nunca vol vieron a hablar de Huddie.

Las imagenes, los olores, todo era un tesoro. Com o los libros que leian juntos ... fant asias como El gusa· n o Oroborus y La espuda e~ la piedra y EI uiento en los sauces; libros raros, enigrnaticos , unicos en su espe­cie como MansiOl1es verdes, a Cronicas Marcianas dt Ra 'y Brad bu ry , La g1/£rra can las salamnndras de Kare' Kap ck , r, El 'tliaje inocente.

I a rnusica era un tesoro . La rnusica alegre como h polca de la lsia de oro, a las caco~onicas crea.d.ones dl Spike Jon es y Red Ingalls; a el n co romanttcismo d, Crosby que cant ....ba Arest es Fideles a La alondra com si cada una f uese su cancion favorita , y las celeste' sonorid ades de Tchaikov sky; y los arquitectos : Franck que edif icaba con plumas, flares y fe; Bach , con agau y cromo.

Pero 10 que mas apreciaba Harty eran las sornno

lienras conversaciones en la oscuridad, a. veces en fe­rias silenciosas, otras en los caminos bafiados ,po r 1a luna.

-Harty ... 5610 Zena 10 llamaba asi, Y nadie la habia oido.

ra como un apodo privado . -(Mmm? -(No duermes? -Pensaba ... -lP ensabas en tu novia del pu eblo? -(COmo 10 sabes? Oh . . . no te buries , Zena . -Lo siento, querido. Hart y hablaba en la oscuridad: -S610 Kay m e dijo entonces alga agradable, Zee.

SOiaella. La noche que escape. A veces, en 1a escue1a, me habia sonreido . Nad a mas. Yo . .. yo espersba su sonrisa. Te ri es de mi.

-No, criatura, no. Eres tan dulce. -Bueno -dijo Harty def sndierrdose-e-. A veces

me gu sta pensar en ella. Pensaba en Kay Hallow ell, y a menudo. Pues esto

era el tercer elemento: 1a luz en media de la sornbra. La sombra era Armand Bluett. No pod ia pensar en Kay sin pensar en Armand . Muchas veces los ojos humedos v frios de un nino hurnfio, vislumbrado en el patio d~ una granja, a el preciso y anunciador so­nido de una Have en una cerradura , tra inn a Armand, y los secos sarcasmos de Armand, y las manos duras y listas de Armand, a aquella misma habitacion. Zens 10sabia, y por eso se rc ia siemprc cuando Harty men ­cionaba a Kay.

Harty aprendi6 tantas cosas en aquellas charlas noc­turnas. Acerca del Canibal, par ejemplo ,

-(Como lleg6 a actuar en las feria s, Zee? -No 10se exactarnente. A veces pienso que las odia.

Parece como si despreciase a los clientes, y pienso que eligi6 el oficio porque solo asi puede guardar sus . . .

Zena callo . -(Sus que?

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Zena espero un rata y a! fin dijo: -Tiene algunas gentes que ... estima mucho -ex­

p1ic6.-. Solum. Gogel, el Nino Pez. Mone~ita ta~­bien. -Monedira. era el fenomeno que hab ia bebido lavand ina--. Unos pocos mas. Y algunos animales. El gato de dos patas, y los ciclopes. Le ... lc gusta tener­los cerca. Los colecciona desde antes de actuar en las ferias. Debian de costarIe mucho dinero. Pero ahara puede sacarles alga, ademas.

-,Par que le gustan? Zena se volvio, inquieta. -Son de su misrna especie -susurro , y luego dijo-:

Oh, Harty, nunca [e muestres fa mana!

Una neche, en Wisconsin, alga desper to a Harty.

Yen.Noera un sonido . No eran palabras Era un llama­do. Habia una cualidad crud en ese llamado. Harty

no se movie. Yen. Yen. jVen! iV en ! . . Horty se sento en 1a cama. Esta vez era distinto.

Esta vez llegaba envuelto en un ardiente respbndor de colera, una coler a dominada, voluntaria, y alga de ese placer can que Armand Bluett, a)guna vez, 10ha­b ia acusado [usramente. Horry salto de la cama y se que do de pie en media del cuarto, sin aliento­

-,Harty? ,Que pasa, Harty? Zena salio desnuda de la palida blancura de sus sa­

banas Como un delfin de la espuma. -Es necesario . .. que vaya -dijo Harty penosa­

mente. -(Que ocurre? -pregunto Zena, tensa-. ,Una

voz, adentro? Harty asintio. La orden furiosa 10golpeo otra vez,

y Harty retorci6 la cara. -No vayas -murmur6 Zena-. ,Me ayes, Harty?

No te muevas. -Se envolvio en un baton-. Vuelvete a la cama. Res!stete, y sobre todo no salgas, par fa­vor. EM... eso parani. T e prometo que paraca pronto.

-La ernpuj/, hacia eI catre-e--, No vayas, pase 10que pase.

Ciego, aturdido por aq uella presion urgente, dolo­rosa, Harty se dej6 caer en la cama. EI llamado ardi6 otra vez en su interior.

-Zee ... -dijo. Pero ella se habia ido. Harty se incorporo, con la

cabeza entre las manos, y luego record6 [a ansiosa insis­tencia de las 6rdenes de Zena, y se sen to otra vez.

La orden lIeg6 nuevarnente, pero ... incompleta. In­rerrumpida.

Harry, m ...;y quieta, empez6 a buscarla mentalmen­te, can rimidez, como si estuviese rozando can la len­gua un diente sensible. Habi a desaparecido. Agotado, se echo de espaldas, y se durrnio.

A 1a mafiana, Zen a estaba de vuelta. Horty no la habia aide entrar. Cuando le pregunto don de habia estado, ella lc lanz6 una curiosa mirada.

-Fuera -dijo. As! que Harty dej6 de preguntar. Pero en el des­

ayuno, can Bunny y Havana, Zena le tom6 de pronto cl brazo aprovechando que los otros hab ian ida ala cocina,

-jHorty! Si ayes otra vez ese Hamada, despierrame. Despierrame en seguida, ,entiendes?

Zena parecia tan enojada que Horty se asusto. Ape­nas tuvo ticrnpo de ascntir con un movimiento de ca­beza antes que los otros regre saran. No 10 olvido nunc a. La desperro algunas veces . Ella se levantaba y salia sin (l(Ccirl e una palabra. Volvia horas mas tarde . Al fin H or ty crey6 entend er que los llarnados no eran para Cl y dejo de oirlos.

Pa saron [as estacione s y creci6 la feria. EI Can; bal seguia all i, omnipresence, notanda sus fcnorncnos y sus hombres animales, sus acrobatas y conductores, siempre can 1a misma anna: el desprecio, que exhibia eontinuamente com o una espada desnuda.

La feria crecio ... se hizo mas grande. BtlflllY Y

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Havana crecieron, envejecieron, y 10 mismo Zena, de algun modo. Pero no Horty. . ,

£1 -0 ella-· era ahora una gran atraccion, con su clara voz de soprano y sus guantes negros, El Ca­nibal 10aceptab a. Llegaba hasta esconder su ~esprecio

y darle los buenos dias. Un gran fa:or , de quien poco mas tenia que decir. Pero Horty-Kidd? era muy' que­rido por los artis t as, con ese afecto serro y peculiar de las ferias,

La compafiia disponia ahora de un tren de carnic­nes, con agentes de propaganda y faro.s que barrian.lo s cielos, un pabellon de baile y cornplic ados y precl~os

itine rar ios. Una revista habia publicado una larga hIS­toria donde se hablaba de la "Exrrafia genre". ( "Feria de rnonstruos" era frase poco popular ). Habia una oficina de propaganda, y ernpresarios, y contratos anu~­

les con grandes organizaciones. En los estrados habia rnicrofonos y altoparlantes, y mas nuevas -no nue­vas pero mas nuevas- casas rodantes para el personal.

£1 Canibal habia abandonado hacia tiempo su acto de adivinaci6n del pensarniento, y apenas se rnostraba en publico. En las revistas no se habl~ba de el S~10 C?ffiO

"socio". Muy pocas veces 10 eritrevistaban, y jarnas 10 fotografiaban. Se pasaba las horas trabaj.ando con ~u gente , recorriendo el campamento, 0 con libros y feno­rnen os, Se decia que 10 habian visto a altas horas de la neche, de pie en la oscuridad donde se oian ~oncas

respiraciones, con las manos a la espalda, encogido de hombros mirando fijarnente a Gogol en su tanque , 0

espiandola serpiente de dos cabezas 0 el conejo pelado. Serenos y cuidadores habian aprendido a no acercarse 3

el en esos mementos . Se retiraban silenciosarnente, 5a· cudiendo 1a cabeza, y 10 dejaban solo.

~racias, Zena. El tono del Canibal era cortes, meloso . Zena sonrio c:lQsadamente, y cerro la puerta de J1

casa rodante contra la oscuridad de la noche. Se acerc! a la silla enrejada de pUstico y cromo, junto al escri·

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torio, y se acurruco envolviendose los tcbiUos en Ia batao

-Tenia bastante suefio -dijo . El Canibal sirvio un poco de vino ; mosela. -No es una hora muy apropiada -dijo--, pero

se que te gusta. Zena torno e1vaso y 10 puso en una punta del escri ­

torio. Espero , Habia aprendido a esperar, -He encontrado algunos hoy -=-dijo el Canlbal-.

Abria una pesada caja de roble y sac6 una handeja afeJpada-. Ca si todos jovenes,

-Magnifico -dijo Zena. _ -Si y no -dijo el Canibal irritado- . Son mas H­

ciles de manejar, pero no hacen casi nada . Me pre­gunto a veces por que me molesto .

-Lo mismo yo -dijo Zena. Le pareci6 que los ojos de Monetre se habian vue!to

rapidarnenre hacia ella en las hundidas orbitas, pero no podia asegurarlo.

-M ira estos -dijo el hombre. Zena se puso la bandeja en el regazo. Habia ocho

cristales en la felpa, qu e bri llaban opacamente. Les habian sacado la cap a de tierra, como barro seco, la capa que hacia que se pareciesen a pedruscos 0 terrones, No eran totalmente translucidos; sin embargo, si uno sabia que sornbra interior buscar, podia ver el nucleo,

Zena torno un crisral y 10 alzo a la luz. Monetre grufio , y Zena vio que el hombre 1a miraba.

-Me preguntaba que crisral tomarias -dijo Morre­tre-. Ese est a bien vivo.

L" torno de los dedos de Zena y 10 mir6 entrece­rrando los ojos, i.e lanzaba ya una corriente de odio cuando Zena protesto ahogadamente:

-No, por favor . . . -Perdon . .. Pero grita tan bien -dijo e1hombre

suavemente, y puso el cristal con los otros-. Si por 10 menos pudiera entender COmopiensan -dijo--. Puedo hacerl es dano. Puedo dominarlos. !)ero no hablar con ellos. Un dia, sin embargo, sabre ...

Page 29: Los cristales soñadores theodore sturgeon

~Por supuesto -dijo Z~na, rnirandolo. . _ (Estallaria otra vez el Canibal en una de sus furias?

Parecia preparado ... Monetre se deja caer en el sillon, puso 13s mano s

cerradas entre las rodillas y se estiro, Zen a oyo como le crujian los hombros.

-Suefian -dijo el hombre, y su voz de organa se redujo a un intenso suspiro-s-. No pued o decirlo me­jar. Suefian.

Zena espero. -Pero sus suefios viven en nuestro rnundo, en nues­

tra realidad. No SOl: irnagenes y sornbras y sonidos co­m~ nuestros propios suefios. Son suefio s de carne y savia, madera y huesos y sangre. Y a veces estos sl:e­nos quedan inconclusos, y asi tengo un gam, con cos patas, una ardiUa sin pelo.' y Gogol, ~ue , deb ia s~r un hombre, y es un hombre sin brazos , 1lI glandulas sudo­riparas, ni cerebra. No esdr: t~rminados ... A todos les falta acido formico y niacin a, e.ntre otras cosas. Pero ... viven.

- Y listed no sabe como . . . todavia. No sabe como los hacen.

Monetre la mira sin mover la cabeza, y Zena vio qu e los ojos relampagueaban bajo las espes.a,scejas,

- Te odio -dijo d hombre, y sonr io mostrando los dientes-. Te odio porque dependo de ti, porqJe debo hablar contigo. Perc a veces, me gusta I?q~e haces ..~e gusta 10que dices . . . por ahora . Nose como los ens­ta res materializan sus sue nos .. . pOl' ahora,

Monetre se incorporo de un salta y el sillcn fue a golpear h pared rnetalica. . . r

--(Quien entiende un suefio realizade? -~mo. y continuo, casi en voz baja, dominandose-c--: Dile a un pajaro si entiende ~ue una t orre de den met:os .es el suefio materializado de un hombre, 0 que el dibu jo de un art ists es parte de un sueno. Explicalea una oruga la estructura de una ,sin fon ia ... y el sueno de don.de naoio la sinfonia. iAI diablo las estructuras! iAl dla~

bIo los modos y comas! -EI puna de MonetTe cayo

sobre 1a mesa. Zena recogi6 tranquilamente su vaso-. No importa como ocurre esto. No importa por que ocurre. Pero ocurre, y puedo dominarlo . -Se sent6 otra vez y ]'2 pregunto a Zena, cor tesruerrte-c--: (Mas vino?

-Grucias, no. Todavia ... -Los cristales viven -prosigui6 Monetrc-s-. Pien­

san. Piensan de un modo que nos es total mente extra­no.Han estado en esta tierra durante decenas, cente­nares de siglos... terrones .' guijarros, pedruscos ... pensando a su modo sus propios pensamientos . .. lu­chan do por nada que la humanidad desee, no tornando nuda que la humanidad necesite ... sin entrometerse, comunican dose solo Con seres como ellos, Pero can un poder que el hombre nunc a sofia. Y yo quiero ese po­der , 10quiero, y 10 tendre . .

Monetre bebio un sorbo de vino y se quedo mirando IIIcopa,

-Se propagan -dijo- . Mueren, De-uri modo que 110 entiendo. Mueren en parejas, Pero un dia los obli­gare a que me den 10 que quiero. sera algcperfecto, un hombre, 0 una muj er ... que pueda hablar con los cristales . . . Alguno me dara 10que quiero.

-(Como no . . . como puede estar seguro? -pre ­gunt6 Zena cuidadosamente.

-Algo he obtcnido de eUos hacieridoles dafio. Re­lampagos, chispas de pensamiento. Los he so?deado duran te afios, y por cada mil golpes he obtenido un ragmen to. No puedo ponerlo en palabras, es algo que

,Ii . No cn detalle, no muy claramente ... pero algo babla de suefios 'termiuados. No como Gogol, 0 como Solum , incornpletos 0 mal hechos. AFgoparecido al arhol aquel. Y esa cosa terminada, sera quiza un ser h umano, 0 casi .. 0' y si 10es, podre dominarla. .

Monetre abrio el mas bajo de los cajones del cscri ­torio.

-Escribi una vez un articulo - dijo a1 cabo de un rato-. Se 10vendi a una revista, una de esas retor­cidas revistas Iiterarias que aparecen trimestralmente ..

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El articulo aparentaba ser una suma de conjeturas, Describi los cristales de un modo muy precise, pero no dije a que se parecian. Dernostre la .posibili ~ad. ~e otras formas de vida sobre 1a tierra, y como sus indivi­duos podr ian vivir y crecer a nuestro alredcdor ~j x: qm nosotros 10advirtieramos, siempre que no com piticran. Las hormigas cornpiten con el hombre, y 10mismo las ameba s y las zarzas. No estes cristales . Viven simple­mente sus vidas. Deben de tener una conciencia gee­garia, como el hom bre; pero si es asi, no la emplean como arm a de superviven cia. Y la unica prueba que tiene el hombre son sus suefios ... esas insensatas e in­completas tentativas de copiar cosas vivas. (Y que eru­

.ditas refutaciones supones que rnerecio mi articulo? Zena espero . --Una - dijo Monetre con horrible suavidad- de­

claraba simplemente que en el cinturon de asteroidea entre Marte y JUpiter, hay una terra de chocolate del tarnafio de una pelota de baseball. Parecia que nadie podia negar que esta afirmac ion fuese verdadera, pu~~ no admitra refutacion cientifica. iMaldicion! ·- ruglo Monetre, y luego sigui6 como antes- : Otra ex~lica~ l la existencia de criaturas deformes con un galirnacia eclectico de moscas de fruta les, rayos X, y mutacion es Con esa ciega, terca, condenada actitud se qui so ~egal 1;1posibilidad del aeroplane (pues si los barcos hubiesea necesitado energia para flotar a la vez que para mo verse, nunca hubierarno s tenido barcos) , 0 que el fe­rrocarril era una ilusion (pues el peso de los coches e~ las vias superaria el poder de adherencia de las rueds de la locomorora, y el tren nunca se pond ria en mar, cha), Volumene s de pruebas logicas, reunidas por obi servadore s cap aces, probaron que la tierra era chats o1Mutaciones? Claro que las hay , y naturales. (Pen por que una respuesta ha de ser la unica respues~a

Mutacione s debidas a rayos ... demostrables. Mutac lO n es bioquimicas .. , muy posibles. Y los sucftos de 1<> cristales . . .

Del caj6n inferior Monetre sac6 un cristal mach!

teado, Torno del escritorio el encendedor de plata, 10 encendio con el pulgar, y paso la llama amarilla por la piedra .

De. la oscuridad exterior llego un debi] grito de agonia,

-Por favor, no -dijo Zena. Mon etre miro el rostro tenso de la enana , -Fue Moppet -di;o-. (Te has encarifiado ahora

con los gatos de dos patas, Zena? -No ti ene por qu e hacerle dafio. - (No? -Monetre paso otra vez la llama por el

cristal y otra vez vino aquel grito desde la carpa de animal es-s-. He de probar rnis argumentos, -Apago el encendedor y Zen a se tranquilize visibl emente, Mo­netre dej6 c1crista] y e1encendedor sobre el escritorio y pros igui6 con calma -: Pruebas. Podria traer aqui a ese idiota de la torta de chocolate y me dir ia que al gato Ie dueIe el estomago. Podria mostrarle algunas fotos tornadas con el microscopic electronico doride se ve que en eI interior de los globules rojos de ese gato hay una molecule gigante que transmuta elemento s y me dir ia que he hecho trampas en los negatives. La humanidad ha sufrido siernpre la misma maldicion : creer que 10que ya se sabe debe de ser cierto , y to do lo idist in ro, un error . A 1a rnaldicion de la histori a sumo ahora rni pr opia maldicion, Zena ...

-Si, Canibal. El abrupto cambio de voz habia sobresaltado a Zena.

A·.ln no se hab ia acostumbrado. --:"Los cri stales solo duplican los seres compl ejos,

rnamiferos, pajaros, plantas, si quieren, 0 si yo los gol­peo hasta dejarlos medio muertos . Pero hay seres sen­cillos.

Mon etre se incorporo, y aparto las cortinas que cu­brian los estantes, detras y encima de el.

-Cult ivos -dijo, can una voz de enamora"do--. Simples e inofensivos por ahora . Bastoncillos aqui, es ~

pirilos alla~ Los cocci esdn apareciendo lentarnente, pero llegaran tam bien. 5i se me antojase, Zena, culti .

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varia el germen del mu ermo, 0 la peste. Sembraria con epidemias todo el pais ... 0 barreria ciudades ente ral. No necesito ma -s que ese hombre intermediario, e1sue­no realizado que pueda ensefiarrne como piensan 10l cri stales. Encontrare a ese hombre , Zena, 0 creare un t\. Y eritonces, hare 10 que se me antoje con la hurn ani­dad, cuando yo qu iera, y a mi modo.

Zen a miro el oscuro rostro de Monetrc y no di] nada.

-(Por que vienesa oirme, Zena? -Porque usted me llama. Porque me huce dafio si no

vengo -dijo ella carididarnenre . Y afiadio-e-: <Y ust d por que habla conmigo?

Monetre se rio. -Nunca me 10 pre guntaste, en tantos afios, Zena,

los pensamientos son algo inforrne, un lenguaj e en co­digo . . . irnpulsos sin forma, sustancia 0 direccion ... hasta que uno se los transrnite a otro, Entonces se pt c" cipitan, y se transform an en ideas que uno puede po· ner en la mesa, y estudiar, Uno no sabe 10que piensc, hasta que se 10 dice a alguien . Por eso hablo conrig o. Para eso estds. No has b ebido tu vino.

-Lo siento. Ze~a bebio d6cilmente, mi randolo con los ojos muy

abiertos por encima del borde del vaso , demasiado gr an de para ella.

Luego Monetre dejo que se Iuese.

Pasaron las cstacione s, y hubo otros cambios, Zers apenas leia ahora en alta voz . Escuchaba musica, 0

tocaba la guitarra, 0 hacia trabajos de costura, mien ­tras Horty, echado en su catre, apoyaba el menton en una mario, y con la otra hojeaba algtin libro. MOV!1 los ojos no mas de cuatro veces sobre cada pagina , y la vuelra de lis hojas era un r itrnico susurro. Los libro los elegia Zena, aunque no los entendi a. Horry absor­bia rapidamente eI contenido del libro, clasificandolo , y almacenandolo. Y ella 10mi raba asombr ada a veces, sorprendida . Era Horty, era Kiddo, una nina que po·

J S minutes despues estaria en una plataforma, cart­tando. Era Kiddo, que en la carpa comedor se reia a carcajadas de las bromas de Cajun Jack, 0 ayudaba a Lorelei a ponerse sus reducidas vestiduras de ecuyere. Sin embargo, aun riendose 0 arreglando ropas, Kiddo era Horty, que tornari a en seguida una novel a roman ­tica, de abultada encuadernacion, y se hundiria en los esotericos asunto s que ocultaban las tapas: microbio­log ia, genetic a, cancer, dietetica, morfologia, endocri­aolog ia, Nunca discutia sus lecturas, nunca, aparen­ternen te, refiexionaba sobre ella s. Las almacenaba, nada 111:1S ; todas las paginas, todos los diagramas, todas las palabras. Hort y ayudaba a Zena a poner las faIsas caratulas, y a deshacerse de los libros va Ieidos -nunca los necesitaba para consulta r 0 recordar algo- y jamas pl'egun taba por que.

Los ne gocios humano s rehusan ser simples . . . las rnet as human as rehusan ser claras. Zen a se dcdicab ­de todo coraz6n a su tarea, pero su ob jetivo le parecia aun oscuro e incierrn, y la carga pesada ...

La lluvia golpeaba furiosamenre las paredes de la casa rodante en e1alba, y en el aire de agosto habia un frio otofial. La lluvia hervia y siseaba como el tor­bellino que Zena imaginaba a veces en el cerebro del Can ibal. Alrededor estaba la fer ia. Alrededor estaban rambien los recuerdos, de dernasiados afios, La feria era un mundo, un buen mundo, don de ella se sent ia li'ivir , pero que exig ia una amarga retribuci6n. La rnis­Ina feria evocaba un mar de ojos y dedos que apunta­ban : Eres dijcronte. Eres dijerente, [U» monstruo!

Zena se volvio, inquieta. Peliculas y canciones de ;lmor , novelas y comedias ... era siempre una mujer -la l!amaban encanto, tambien-c-- que cruzaba una habitacion en cinco pasos en vez de quince, que podia tornar un pestillo Con una manila , que subia muy de­recha a los trenes en vez de encaramar se como un ani­malito, y en los restaurantes usab a los tenedores sin deformarse la boca .

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Y esas rnuje res eran arnadas. Er an amadas, y podian e1egir. Y cuando elegian, sus problemas eran sutiles, y simples . . . diferencias entre .hom bres, diferenci as tan insigriif icant es que apena, con taban , No ten ian que m irar a UP hombre y pen sar ant e redo , an tes qu e nin ­ 1 gum otra cosa : ~Qlle signiji carri para / 1 qU(' yo .\,<1 "-~-~:-=--"--::---,;---_-:"'-:-----::":--~--­

lin monstru o? Ella era pequeri a, peq ueria de mucha s maneras. p •.

q u efia y estu pld a. Al un ico ser a q uicn ella na b la p o­di dr arnar .. . 10 hab ia ex pue sco <1 cont inuo s y terr ib le, -ZEE ..• peligros. No pod ia saber si no sc hab ia cq u ivo cado . -(Si?

Se echo a llor ar , en silencio . -Hable con el Can ibal hoy, rnientras aizaban nues-H orty no podia h aber la oido , p ero all] estab a, des- rra tienda,

liz ando se en la carn a junto a ella. Zena se est rernc cio, -(Que dijo? y durante un m omento se quedo sin aliento ; e1corn- - N ada importance. Que 31publico Ie gustaba Dues­zon golp eandol e la gargan ta. Torn o a Horty por I UO mirnero, Me parecio que cueria decir que a el tam­hom br es, 10voivio, y se ap rcto con tr a su espalda, abr a- -bien le gustaba, • zaridolo . Se ace rc o luego a e], h asta que oyo su resp i- - N o te ilus iones - dijo Zena sin titubear-. (Algu­racion, Se qued aron asi , junto s como dos cuch ar as. na otra eosa?

- No te rnue vas, Hort y. No habl es, -Bueno ... No , Zena . Nada. Calla ron . -Horty, quer ido . No sabes mentir , Zen a quer ia hablar , quer ia con ta r le de su soledad, Hort y se rio .

su hambre, Abr i6 Ja boca cuatro veces, y no pudo, )' - Bueno, no es nada, Zee. sus lagc' as mojaron e1 hom bro de Hor ty . Horty , d · Hubo 4 11 silencio, Al fin Zena dijo : lido y con ella . . . solo un nino , per o tan can ella .- Sed m ejor qu e me 10digas, Horty ,

Zena seco el hom bro de H or ty con la sabana, y 10 -i No crees que pueda arreglarrnelas ] abr azo ot ra vez. Y grad ualm ent e la violencia de sus Zena se volvio y 10 mira a la cara , desde el ott o I!X­

sen t im ient os Ia fue aba n dona n d o, y aflo j6 el abrazo , trerno de la casa rodan te. Al fin di ie dos cosas que parecia n exp resar aqu ello -No -- dijo, y espero.

ciegos im ulsos. . Aunque apenas se veia, sup o que Horty se mot di a - T(!'qui ero , Horty. T e quiero - dijo prime ro en los labios, indinando la cabez a.

norn bre de su cuerpo. Y luego, en non tbre 'de su ham. - Me pid io que Ie mostr ara 11 m ;mQ. bre , anad i6-- : Q uisiera ser gra nde, H ort y . Quisien Zena se incorporo de un salto . ser gran de . -jNo !

Y enronces pudo soltar a Horty , vol verse, dorm ir -Le dije que no me mo lestaba . ( P~ ro cu ando me [a C uand o desperto a la luz got eante de la manana llu- curo? i H ace nu evo arios? cD iez ? viosaj' H ort y no estaba. - i Se la mostraste?

Hort y no habia habla do, no se hab ia movido; pero --;-iCalmate, Zee ! No , no se [a most re. Di je qu e le hab!a dado algo que ella no hab la tenido nun ca. tenIa que arr eglar unos ua jes y me fu i. Pero e[ me Ila­

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mo ~i me dijo que fuera a1 laboratori o manana, ante de las diez. Estey pensand o ahora como evitarlo,

- Temia esto -di jo Zeria , con una voz ternblorosa , Se abrazo las ro dillas, apc y and o en ellas la cara. -No ocurrira nada, Zee -dijo H ort y , somnolien ­

to---. Ya se me ocurrir i algo, Quiza se olvide. -No se olvidara. Tien e una maquina de calculares

1a cabeza. No Ie dar a ninguna irnpor tan cia .ks 6i q'1l(l

no aparezcas. Luego, [cuidado! -Bueno, supongo que tendre que rnostr arsela. -Te 10 he d ieho una y mil vec es, Horty. [Nune s

hagas eso! -Muy bien , muy bien . <Por que? --<No conf ias en mi? -Lo sabes .rn uy bien. Zena no respondio, pero se quedo sentad a, r igida­

mente, pensativa . Hor ty se adormil6. Mas tarde -unas dos horas mas tarde- Zena 10 des­

perto sacudiendole un hombre . Estaba agaehada en cl piso, jun to a su catre.

-Despierta, H ort y. iDespierta! -~Eh? - Eseuehame, Hort y. <Recuerdas todo 10 que me

eontaste? Oh, por favor, jdesp ierta ! ~Re c uerdas 10(ke Kay y 10 dernas?

- O h, claro. -~Que ibas a haeer un di a? -~Te r efieres a volver alla y ver a Kay otra vez, r

hasra encoritrarrne con el viejo Armand? -paet "mente . Bueno, eso es 10 que vas a hacer

ahora, -Si, clare . Horty bostezo y cerr o los ojos. Zena 10 sacudio otn

vez: -Dije ahora, Harty. Esta neche. Ahora mism o. -~Es t a noch e? <Ahora mismo? -Levantate, Horty, Vistet e. Hablo scriamente. Horty se senta, estu pefacto . -Zee ... jes de noche!

-Vistete -dijo Zena entre dientes-s-. Vamos, cria­tura. No puedes ser un bebe toda la vida.

Horty se sen to al borde de la cama y aparto las ul­timas brurn as del suefio.

-jZee! -exclamo de pronto- . .:Pero quieres que me vaya? .:Que deje 1a feria, y a Havana, y que te dcje a ti?

-Eso es. Vistete, Horty. -Pero .. . .:donde ire? -Buseo SU! ropa5--. <Que

h re? iN 0 conozco a nadi e en estos sitiosl -.:Sabes donde estamo s? A ochenta kilometres de

tu pueolo, No estaremos ma s cerca este afio. Adernas, has vivido aqui demasiado tiempo -anadia suavernen ­te- . Debiste haberre ido ante s. £1 afio pasado, hace dos afios, quiz a.

Le alcanzo una blusa limpia. -.:Pero por que? - prcgun t6 Horty implacable­

mente. -LIamalo una corazonada, si quieres, aunque no

C$ eso en verdad. No debes ver al Canibal manana. Debes alejarte, y no volver nunca.

-iNa puedo irme! - dijo H or ty in fantilmente, protestando, pero sin dejar de vestir se. (Que vas a decide al Canibal?

--Que recibiste un telcgrama de tu prima , 0 algo pa­recido. Dejarnelo a mi. Note preocupes. -~Pero nunea ... nunca volvere? - Si un dia te encuentras Con el Canibal, vuelvete

y corre. Esc6nde te. Haz cualquier cosa, pero no dejes que se te acerque mientras vivas . -'~Y tu, Zee? jNo volvere a verte! Horty cerro la plateada eamisa y esper o muy quieta

a que Zena Ie pintase las cejas. -Si, m e ver is -dijo Zena dulcemente-. Algun

dia. De algun modo. Escr iberne y dime donde estas. -<.Escribirte? <.Y si e1Can ibal ve mi carta? ~No

importara? -St, importad . -Zena se senta y mira a Horty

con una mirada aus~nte y apreciativamente femeni­

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na-, Escribele a Havana. Una postal. No I. finne t. Escribela a maquina, Anuncia algo . . . sombreros, 0

peluquerias, 0 cualquier cosa. Pan en el dorso tu di­reccion, pero invirtiendo cada par de numeros. (R . cordaras eso?

-La recordare -dijo Horty vagamente. -Se que S1.Nunca olvidas nada. (Sabes que vas l

aprender ahara, Horty? -(Que? -Vas a aprender a user 10que sabes. Eres aun

nino. Si fueras otro, diria que eres un caso de desarro­llo retardado, Pero todos esos libros que leiste y estu­diaste . . • (Recuerdas fa anatomia, Horty? (Y la fi­siologla?

-=C laro, y la ciencia y la historia y la musica y rode eso, Zee, (que voy ;1 hacer? [Nadie me did nada!

- Te 10diras tumismo, -iNo secomo empezar! -gimoteO Harty. ~erido, querido . .. -Zena se acerco y Ie bes6

la frente y la punta de la nariz - . Ids a la carretera . (entiendes? Iras por donde nadi e re yea, carretera abajo, durante casi un kilometre. Luego tomaras un omnibus. Viaja 5610en omnibus. Cuando llegues a 1a ciudad, espera en la estacion hasta las nueve de la ma­nana, y luego buscate un cuarto en una casa de hues­pedes. Una casa tranquila, en una calle apartada. No gastes mucho dinero . Buscate un rrabajo tan pronto como puedas. Sera mejor que seas un muchach o, asi el Canlbal no sabra donde buscarte.

--(Crecere? -pregunto Hortv, con el ternor pro· fesional de todos los enanos ,

--Quid . Depende. No busques a Kay y ese Ar · mand hasta que estes preparado.

-(CU:lndo sabre que estoy preparado? - Lo sabras. (Tienes tu libreta bancaria? Sigue en­

viando dinero por correo , como 10'hiciste hasta ahora. l fienes bastante dinero? No te preocupes, Hor ty; Todo ira bien. No le pidas nada a nadie. No Ie cuentes nada a nadie, Haz las cosas solo, 0 no las hagas.

-Ese no es mi mundo. - Ya 10 se, Pero 10sed .. Como te ocurrio aqui. Moviendose graciosa y Hcilmente sebre los tacones

nltos, Horty fue hacia la puerta. -Bu eno , adios, Zee. Me . . . me gustar ia . . . (No po­

drias venir conmigo? Zena sacudio 1a brillant e melena oscura. - N 0 me atrev o, Kiddo. Soy el unico ser humane

Con quien hab1a el Canibal, con quien hab la realmen­teoY tengo que . . . qu e vig ilar 10que hace.

-Oh. Horty nunca preguntaba 10que no debia pregun­

tnr. Infantil, dcsarnparado, irnp licitamente obediente, product o fu nci onal y exacto de aque1 mundo, sonrio emerosarnen re a Zee, y se volvio hacia la puerta .

- Adios, qucr id o -murmuro Zena, sonrierido. Cuando H ort y hubo desaparecido , Zena se ech6 en 1a

(';,l m y lloro . Llor o coda la neche . S610 a la mariana 'ir~l1;c n te recorda 10 5 ojos de Junk\'.

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HABiAN l' ASADO doc e afio s desde que Kay Hall owell habia vist o, por la ventana de la cocina, como Hort y se sub ia aJ carnien de brillantes colores y se perdia ell la noche brumosa. No ha bi an sido buenos afios par a l'os Hallowell. Se habian mudado a una casa mas pe­quefia, y 1uego a una casa de vecindad donde habia muerto Ja madre. EI padre hab ia aguantado un poco mas, y at f in se habia reunido con su mujer . Kay , que tenia entonces diecinueve afios, dejo sus estudios y em­pezo a trabajar para ayudar a que su herrnano cur sara medicina.

Era una muchacha rubia, Fresca, cu idadosa y serena , con oj os de color de c rep u scu lo . L1evaba una buena carga sobre los hombres, muy derecho s. Interiorrnente tenia miedo de tener miedo, miedo de que influyesen en ella , la sacudi eran, la conrnovieran. Se presentab : pues exterior mente con una act it ud seria y estudiada . SU tarea ahora era ir adelante , ayudar a Bobby a veneer los obstaculos de la carrera de medico, y tener casa y ropas decentes. Quiza algun dia pudiese descansar y divenir se un poco, pero no ahora . No manana, ni la sern an a siguiente . Algun dia . Ah ora , cuarido iba a un baile, 0 a un espectaculo, s610 podia di sfrutar prud en­tementc , sin permitir que salidas rard ias, 0 nuevos in­t ereses, 0 la sola distraccion interfirieran en su trabajo . Era lamentable , pucs habia en ella una gran capacidad de alegr ia .

-Bueno s dias, senor juez. -Como odiaba a esc h ombr e, de manos blandas y blanca s, que arrugaba continuarnente la nariz . Su jcfe, T. Spinney Hartford,

de Benson, Hartford y Hartford, era un hombre bas­tante simpatico, pero trataba con raros ejemplares. Oh, bueno, asi era el mundo de las leyes- . El senor Hart ­ford estar i con us ted en seguida. Sientese , senor juez.

jNo ahi, Ojos Humedos! Oh, Senor, ju nto a mi es­critorio, Bueno, como siernpre .

Kay Ie sonrio mednicamente y fue hasta los archi­vos del otro Iado del cuarto antes que e1 hombre ini­clara su acostumbrada letania, llorosa e incomprensi­ble. Odiaba perder el tiempo . No nece sitaba nada en os archives. Pero no podia sentarse al escritorio e igno­

carlo, y por 10 rnenos e1 juez no gritar ia desde el otro extreme de 1a sala. EI hombre preferia esa tecnica que Thorne Smith ha llamado "una voz tan baja como sus jntenciones ~ ' .

Kay sinti6 aquella mirada humeda en la espalda, las caderas, las costura s de las medias, hacia arriba y hac ia abajo, SeIe puso la carne de gallina. Esto no resultaba , Quiza seria mejor desde cerca, dond e podria parar los golpes. Volvio al escritorio, Ie hizo la misma sonri sa, e hizo aparecer rapidamente la maquina de escr ibir. Puso un papel de carta y ernpezo a golpear .

-Senorita Hallowell. Kay siguio escribiendo. -Senorita Hallowell. -EI hombre extendio la rna

no y Ie torno la mufieca-. Por favor, no traba je tan­o, No s vemos tan poco.

Kay dej6 caer las rnanos en el regazo. Una de elIas, por 10rnenos . La otra qued6 docilmente en las manos fofas y blancas del juez, Al fin se libro, cruzo las rna­D OS y las rniro. [Esa voz! Le parecia qu e si alzaba los ojos veda un hilo de baba en el menton del juez .

-lSi, senor ju ez? -'-(Est:i contents aqui? -Si, el senor Hartford es muy bueno . -Un hombre muy agradable. Muy agradabl c. -E I

fuez espero , hasta que Kay se sin t i6 tan estupida rni­r ndose las manos que al fin alzo la cabeza. £ 1 dijo entonces- : Piensa quedarse un tiempo.

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-No yeo por que ... Es decir, me gustaria. - El hombre propene ... -murmuro e1juez. ~ Que era eso? ~ Una amenaza? cPor que este gro­

l '2SCO y viscoso individuo se metia en su trabajo? El senor Hartford es un. hombre muy agredable. Oh. Oh Sefior . EI sefior Hartford era abogado y a veces tenia casos en el tribunal del juez, Algunos depend ian de matices de interpretacion. Muy agradable. Claro que el sefior Hartford era un hombre agradable. Tenia que ganarse la vida.

Kay espero la conrinuacion. Llego pronto. -No tendra que trabajar aqui mas de d0S afios,

creo saber. --Como ... <Por que? Oh, (como 10sabe? -Mi querida -dijo el hombre con insipida modes ­

tia-, conozco rnis archives. Su padre era un hom bra prudente. Cuando curnpla usted veintiuno , dispondrd de una buena cantidad de dinero, ,eh?

No es asunto tu yo, vieja hiena . -Bueno, en realidad no cambiara mucho rni vida,

sefior juez . Ese dinero es pna Bobby, mi herrnano. Podra terrninar su carrera, y hast a especializarse sl quiere. Luego no habra inquietudes. Aguantaremos hasta enronces. Pero yo seguin : trabajando.

-Admirable. -£1 hombre Ie hizo una mueca arru­eando la nariz, y Kay se mordio los lab ios y se min> las manes otra vez-. Encanrador -afiadio el juez apreciativamente. Kay cspero de nuevo. Ahora vendria la tercer a movid a, EI juez suspir6-. (Sabia usted que una vez emb argaron esa fortuna, por un viejo negocio?

-Este. " Oi algo. Pero cuando la compafria de camiones absorbio la wieja sociedad, se rompieron los contratos.

-Quedaron urros papeles, Todavia los rengo . Su padre era un hombre confiado,

-Esa cuenta fue arreglada hace tiempo, senor juez, y mas de dos veces,

Los ojos de Kay ten ian a veces e1color gris de las nubes de tormenta.

El juez se recline en su silla y junto las puntas de los dedos.

-Es un asunto que podria ir a la justicia. A mi tri ­bunal, por ejemplo.

~l hombr~ podia q~itarle el empl eo. Quiza podia qUltarle el dinero tarnbien , y destruir 'lsi la carrera de Bobby . La alt ernativa. , . bueno, podia esperarla .

No se enganaba.

--Desde que perdi a mi quer ida esposa ... -Ka y recordaba a la que:lda .esposa. Una criatura cruel l' t?nta, Con bastante mtehgencia para empujar a su rna­rido al ~ue.sto de juez, pero nada mas- ... estoy muy solo, senorita Hallowell. Nunca conoci a nadie como usted. ~s usted hermosa, y quiza inteligente. Puede llegar lejos. Me gustaria conocerla rnejor.

Pasaras por encirna de mi cadaver. . -(De veras? -dijo Kay inexpresivamente, tiesa de

disgusro y rniedo . El juez fue mas expHcito.

-Una muchacha encantador a COmo usted, Con tan buen empleo , y con esa fortunira que la espera .. . si nada ocurre. -El hombre se Inc line hacia adelante--. La Haman:: Kay desde ahora. Nos entellderemos sin duda. '

-jNt)!

Kay hab ia entendido demasiado. . -Me had ~.uy feliz explicars elo mejor -ciijo el juez con una nSlta-. Esta noche digamos . Tarde. Un hombre de rni posicion . . . ejem ... no puede exhibirse a la 111Z del dia .

Kay no dijo nad a.

-Hay un lugarcito -- prosigui6 el juez- Hamado C.I&IbNemo, en Oak Street . eLo conoce?

-Creo ... que 10he visto -dijo Kay dificultosa , mente.

-~ l~ ?na ~dijo el, mu y anima do. Se incorpor6 y se incline hacia ella . Olia a loci6n rancia-. No me agradaria ir inurilmenre. Cuento COn usred.

Los pensamientos de Kay se precipita9an. Se senria

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furi osa, y ten ia miedo , dos ernociones que habia evi­rado durant e afios. Queria hac er vari as cosas. Queria gr ita r, y vo rnita r ali i rnisrno el desayuno. Queria de­cirle al juez algunas ver da des . Qu eria en t ra r en la ofi­cin a del senor H art for d y preguntarle si sus deber es de est enogr afa in clu ian esto, esto y aquello .

P ero alia est aba Bobby, iniciando su carrera. Kay conocia la pena de renun ciar a un a voc acion. Y el pobr e, in q uiero, y preocupa do senor H artford no que ­rr ia hacer dario , pero no sabr ia manej ar esta hist oria . Y algo m as, algo qu e cl juez aparenternent e no sospe­chaba : la h ab ilid ad q ue ten ia ella de cae r siem pre de ple.

Asi qu e en vcz de haccr cu alquiera de las cosas que qu er ia -hacer, Kay sonri o t im idnmen te y dijo:

-Ve remos ... -No s verer nos - corrig i6 el juez-. No s verernos

rnu cho, Kay sin t io otr a vcz aquella mirada hurneda, en el

cuello, en las axilas, U na luz se cncen dio en e] escr ito rio. - El senor Hartford ya pued e recibirlo, senor juez

Bluett - dijo ella. E l juez Ie p ellizco la rnejilla . -Pued e llam arrne Arm and - susurro- . Cuand o

este rnos solos, n atu r alrn ent e.

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CUANDO ELLA lIego, el hombre ya estaba alli. Kay se habia retrasado un poco, solo unos minut os, Pero eran minutes que se hab ian sum ado a horas de odio impotente, disgusto y miedo,

Kay en tro en el club y se detuvo un rnoment o. Todo era suave ... luces suave s, colores suave s, musica suave, que ejecuraba un t r io. Hab ia mu y poc os clientes, tod os desconocido s, K ay vio al fin el r efle jo de una cabell cr a plateada detds de la plat aforma de la orque sta , jun to a una m esa sornbr ia. Se acerco suponierido que el juez debia de haber elegid o ese lugar, no porque 10hubiese reconocido,

El juez se incorporo y apar to una siIla -Sabia que vendria -ciijo . (Como podia evitarlo, viejo canalla? penso Kay . -N aturalmente -dijo--. Lamento haberlo hech o

esperar,

-Me alegra que 10lamente, pue s si no yo haria que larnentase no haber se lamentado.

El juez se rio, Con un a risa que revelab a, uri icamen­te, el plac et que Ie daba la idea. Paso 12 man o por el brazo de Kay , poniendole otra vez la carne de gallina.

-Ka y. Mi linda y chiquita Kay -gimi 6-. Le Con­fesare algo. Esta m anana pre sione un poc o sobre usted ,

-(S i? -p regunto Kay. -Quiza 10 advirtio usr ed. Bueno, quiero que lo

'epa. No hablaba seriamente ... excepto cu ando r ecor ­de mi soledad. La genr e no en tien de qu e ademas de [uez soy hombre.

Y yo soy esa gente , penso Kay. Le sonr io, Era un

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proceso bastante complicado . En aquel persuasive y Iacrimoso discurso, la voz del juez se habia trans for­mado en un gimoreo, y su cara en la cara tristona de un pcrro de aguas. Kay habia entrecerrado los ojos para bo-rar esta impresion, y vio aparecer la sorprendente imagen de una llorosa cabeza de perro sobre una carni­::a de cuello duro. Record6 una frase oida en otto tiern­po: "Lo dejaron asi los continuos ladridos de la ma­dre". Por eso habia sonreido, El juez no entendi6 ni la sonrisa ni la mirada de la muchacha y le acarici6 otra vez el brazo. Kay dejo de sonreir, aunque sigui6 mos­trando los dientes.

-Me explicare -canturreo e1 hombre-s-. Quisiera gustarle por rni mismo, Lamento aquella preston. Per c no queria fracasar. De tcdos modos, todo esta perrni­tido ya sabe usted.

-- en la guerra y e1 arnor -eoncluy6 Kay do­cilmente, pensando que se trataba en verdad de una guerra. Quiereme por .lo que soy, 0 ya veras,

-No soy exigente --emitieron los labios hume­dos-. Pero un hombre necesita ternura . ..

Kay cerro los ojos para que e1juez no viera que los alzaba al cielo. No es exigente, Solo se cuida y escon dc para salvaguardar su posicion. SOlo debe soportar esa cara, esa VOZ, esas manos .. . cerdo, chantajista, viejo sat irD de dedos sucios. Bobby, Bobby, penso con angus­tia, trata de ser un buen medico.

Hubo mucho de esto, mucho mas. Llego una bebida. La eleccion del ju ez para una muchacha inocente . Un cocrel azucarado de jerez. Era demasiado duke, y la espuma se pegaba desagradablernente a los labios pin ­rados . Kay bebi6 unos sorbos y se dejo llev ar por la marea sentimental. Afirmaba de cuando en cuando con lin movimie nto de cabeza, sonreia, y, si Ie era po­sible, dejab a de oir la voz del hombre y escuchaba la musica . Era un trio competente y claro -Hammond Solovox, contrabajo y guitarr a- y durante un tiem­po no hubo para Kay nada mejor en el mundo.

£1 juez Bluett tenia, parecra ahora, un lugarcito de­tras de una tienda, en los suburbios,

-EI juez trabaja en la corte y sus carnaras --entono el- y tiene una hermosa mansion en la colina. Pero Bluett, el hombre, tiene tambien su lugar, un lugar comedo , un diamante en un marco rustico, un lugar donde puede quitarse las negras togas, las dignidades y honores y recordar que una sangre roja le corre por las venas.

-Debe de ser encantador -dijo Kay. -Uno puede esconderse ah i del mundo -dijo eI

juez, expansivo- . En verdad, diria qu e pueden escon­derse des. Todas las cornodidades, Un sotano con bebi­d:1S y una despensa al alcance de la mano, Una caverna civilizada con pan , vino y la . . . estc ... oh . . .

EI juez tcr rn ino su descripcion con un ronco gemi­do, y Kay tuvo la disparatada impresion de que si a Billett se le saliesen los ojos un cent imetro mas, un hombr e podria sentarse en uno de ellos y ver como sobresalia e1otro.

Kay cerro los ojos otra vez y examine mentalrnente 311S reservas. No podria resistir mas de diez segundos. Dieciocho, Diecises . Oh, magnifico. La carrera de Bob­by que se hace humo ... en una nube en forma de hongo sobre una mesa para dos.

EI juez jun to los pies y se incorporo. -Me excusara un momento -dijo, casi saludando

con un entrechocar de talones. Hizo un chistecito sobre nna santabarbara y las inevitables necesidades hurna­nas. Se alejo , se volvio y seiial6 que esta era la primera de las pequ eiias intimidades que habria entre ellos. Se fue una vez mas , volvio a retroceder y dijo--: Pienselo. cPor que no refugiarnos esta mism a noche en. ese pais encantado?

Detaparecio al fin. Si se hubiera vuelto otra vez llU­biese recibido un taco alto a la ;Jltura de su reloj de bolsillo.

Cuando Kay se vio sola en la mesa, parecio derrum­baese. La ira y el desprecio la habian sostenido hasta

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en tonce s, Ah ar a, durante un momenta, solo sintio rnie­do y ' (...m~~eo rvo los hom bros, se incli n6 hacia delantc apoyando 1a barb illa en el pecho, y una lagr i­rna I~ rodo por la mejilla . No, esto era mas qu e horro­roso. Era un pr eeio excesivo, aun por una clinica Mayo Uena de doct ore s. Algo tenia que ocu r rir , en seguida.

A lgo ocu rr io, Sobr e el mantel, frent e a ella, apa· recio un par de rnanos.

Kay alzo los ojos y se enco n tr o con la mirada de un hom bre jove n . Er a de .cara ancha y comun , casi tan ru bio como ella, aunque de ojos oscuros, Tenia un a boca agra da ble.

- Cu ando tr atan asuntos sentiment alcs - dijo III joven- , much os no distinguen un rnusi co de una rna­ceta. "Est<i us red en apuros, senorita .

Kay sintio qu e 1a ira subia en ella otr a vez, pero qu ccdi a Iuego , aplastad a por una marea de confusi on.

- Por f avor , d ejern e sola -at ino a decir. -No pu edo. Oi la cantinela. Con un movimient o de eabeza el jov en senaI6 los

fondos del salon . -H ay un modo de escapar, si conf ia en mi. -Pr cfiero cl mal con ocido -d ijo Kay friamente . - Escue heme. Es decir , escuche hasta que yo haya

t errn in ad o. L uego haga como quiera. Cuando el vuel ­va. dcsp ida lo. Prom eta encontrarlo aqui , manana a 12 neche. Repr cscnte bicn su pap el, Lu ego digale que no deben salir junt os, qu e podr ian verla . :£.1 mismo pen · sara en cso, por orra p arte.

-<.Y una vez qu e se vaya qu edo en sus bondado sa m anos?

-j No sea rerc a! Perd on, No , usted se ira antes . Va· ya a la cstacio n y tome el prim er tren. Hay uno hacia el nor te a las tr es, y otro hac ia el sur a las tres y doce. T om e cu alqui er a. Vaya se a alguns otra parte, escon ­dase, bu squ e ot ro trabajo, y no apar ezca por aqui .

-i. Y con qu e? Solo me qu edan t res d6lares. E I jove n saco un a gran billet eradcl bolsillo interior

de la chaqu eta.

- Aqu i tiene rres cient os, Es usted bastantc inteli­gente y le bastaran.

-jE sta loco! No me conoce , y no 10conozco , Ade ­mas, no tengo -nada qu e venderle .

EI hombre torcio la cara, exasperado. -<.Quien hab16 de eso? Le dije que tornara un tren,

cualquier tren, Nadie va a seguirla. -Esta usted loco. <.C6mo voy a devolverselo ? -No se preocupe. Traba jo aqu i. Veng a alguna vez,

durante el dia si quiere, euando yo no estoy, y deje el dinero a mi nornbre.

-<.Pew entonces por que qu iere ayudarme ? El joven hablo con una VOZ muy du lce. -Digamos qu e es ese instinto que me lleva a ali­

mentar con pescado fresc o a los gat os de albafial, Oh , no discuta, N ecesita una soIuci6n ya qui la t iene.

- iNo pu ede hacerlo ! -(fiene una buena imag inaci en? <.Una imaginacion

visual? -Este . . . supongo que S1. -Entonces perdon eme , per o necesita una pal iza. Si

no haceIo que le digo , ese can alia va a .. . Y con una media docen a de claras y simples paIa­

bras le dijo 10que el canalla haria. Luego , con un solo movuniento, le rnetio los billetes en la cartera y volv io a la pl at aforma de los musicos ,

Kay. enferma, temblando , espero a que Bluett vol­viese. Tenia una imaginaci on particularmente vivida.

-<.Sabe que hice en este tiempo? -di jo el juez inst alandos e en su silla y pidiendole al mozo la cuenta .

La pregunt a que necesito , penso Kay . -<.Que? -dijo inocentemente. -Pen saba en ese lugarcito, y que maravilloso se­

ria que yo pudiese escaparrne, lueg o de un dia de duro trabajo en Ia corte, y la encontrar a a usted alli . -EI hombre sonrio fatuamente-- . Y nadie sospech ar ia nada,

Kay lanzo un "Perdoname, Senor , no se 10 que ha­go" y dijo con claridad :

-Me parece una idea maravillosa . Maravillosa.

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- Y entonces ... <!Qtte . ';J

Durante un momento, Kay cas! 10 compadecio EJ hombre habia tendido sus lineas con tanto cuidado, se hab ia afilado y aceitado las ganas, preparandose a echar eI anzuelo, y ella se hab ia acercado 1entamente y le hab ia mostrado de pronto una cesta de pescado,

-Bueno -dijo el juez-. Bueno, yo, cste ... Si ... i,Mozo!

-Pero -dijo Kay con aire de dignidad- no esta neche, Armand.

-Vamos, Kay. Echele una ojeada. No es lejos, Kay, figuradamente, se escupio las manos, y se zarn­

bu1l6 ... preguntandose, de un modo oscuro, cuand o habria tornado esta decision faritastica. Bati6 las pes­tafias, delicadamente, solo dos veccs, y dijo con dul­zura:

"""-Armand., no soy una persona de experiencia, coma usted, y yo ... -titube6, y bajo 1a vista- .. .quier o que sea perfecto. Esta noche, todo ha sido tan repenti­no, e inesperado. Y es terriblemente tarde, y los dos nos hernos cansado mucho, y es necesario que yo llegue temprano a la oficina. Pero no sera 10 mismo manana , y adem as . " ~y aqui 1a joven se detuvo e ide6 espontanearnente la mas difusa y colorida declaraci6n de toda su vida- . Adernas -dijo agitando hermosa ­mente las manos-, no estoy preparada.

Kay rniro al juez de reojo y vio en el rostro huesudo cua tro expresiones diferentes , una tras otra, descu­cubriendo que aun podia asombrarse. No habia ima­ginado mas que tres posibles reacciones del juez, En ese mom ento, el guitarrista, detr is de ella, en medio

. de un fluido glissando, tropezo con e1 dedo mefiique en 1a cuerda de <;10.

Antes que Armand Bluett recuperara c1alien to, Kay dijo:

-Manana ., Ar-mand. Pero ... -La muchacha enro­jeci6. En otro tiempo, cuando leia [uauboe y El ca~a­dar de uenados habla practicado de1ante del espejo, tratando de enrojecer voluntariamentc. Nunca 10 ha­

bia conseguido. Sin embargo, 10lograba ahora-. Pero mas temprano -concluy6.

Kay se asombr6 esta vez de si misma, pensando como no se Ie habia ocurrido antes. -~Manana a 1a noche? ~Id? -dijo Bluett-. ~De

veras?

-<!A que hora, Ar-mand? -pregunto Kay, sumisa. -Bueno ... este ... <!Lasonce? -Oh, habra mucha genre aqui entonces. A las diez,

antes que terminen los teatros, - Ya sabia que era usted inteligente -dijo Bluett,

admirado. Kay insistio firmemente. -Hay siempre demasiada genre -dijo mirando al­

rededor-. Creo que no debemos salir juntos. Por si acaso,

Bluett sacudi6 Ia cabeza asombrado, pero sonriendo. -Me ... -Kay hizo una pausa mirando los ojos y

fa boca del juez-. Me ire, asi, --eastaneteo los de­dos- . Sin despedidas ...

Kay se incorpor6 'Yescapo apretando la cartera Con­tra el cuerpo. Cuando pasaba por el extreme de la pla­taforma de los musicos, el guitarrista, en voz baja, mo­viendo apenas Ios labios, le dijo:

-MagnJ.fieo, pero enjuaguese la boca con. alcohol.

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10

f

AL DrA SIGUIENTE, su sefioria Armand Bluett dejc los tribunales poco despues del med iodia. Lanzando a un lado y a otro miradas de reojo, cruz6 el pueblo en taxi, pag6 al chofer , y se meti6 furtivamente en una cal lejuela . Paso dos veces ante una casa, para asegu­rarse que no 10 seguian, y al fin se escur rio Have. en

mane . Arriba examin6 minuciosamente su escondrijo Q<:

dos habit~ciolles, bafio y cocina. Abr i6 todas las ven­tanas para airear el ambiente. Entre los cojines del soH encontr6 un pafiuelo de seda multicolor que no perd u su barato perfume. Lo dej6 caer en el incinerador can una mueca de disgusto

-Ya no necesitaremos esto, Inspecciono la refrigeradora , los estant cs de la co­

cina, el cuarto de bafio. Hizo correr el agua y encend i6 el gas. Probe las larnparas, la arafia , la radio . Paso un pequefic aspirador sobre las ::Jfombl'as y las cortin u pesadas. A'I fin, con un grunido de satisfaccion, entr e en el bafio, se afeito y se dio una ducha. Siguiero n nubes de talco y una neblina de colonia . Se corte In ufias delos pies, y luego movie el espejo sacan do pe­cho y admirandose a traves de un ego color de rosa,

Se vistio cuidadosamente con unrraje gris clare .' una corbata disefiada especialmente para coritraer pt!­pitas, Volvio a posar ante el espejo un cuarto de hera Se sent6, se pinto las ufias can esmalte rransparente, '1 fue sofiadoramente de un lado a otro sacudiendo laJ fofas manes e ideando minuciosos pensamientos, reci­tando, a media voz, Hneas de un di.logo sofisticado t~

ingenioso... cQuien te ha pulido los ojos?" murrnura­ba, y "Mi querida, querida nina, esto no fue nada, real­mente nada. Un estudio en armon ia antes de las com­plejas instrumentaciones de la carne" .. . No, no, es demasiado j oven para esto. "Eres la crcrna de mi cafe ". No, no soy yo bastante viejo para eso.

Asi llego agradablemente la noche. Salio a las ocho y medi a para cenar en un restaurante de espccial idades marinas. A las nueve y cincuenta lleg6 al Club Nemo y se instalo en 1a m isma mesa de la neche anterior, puliendose las ufias bri llantes en las solapas" humede­ciendose los labios, y secandoselos en segu ida discreta­mente con una servilleta.

Kay lIeg6 a las diez. La noche anterior, Bluett sc hahia levantado al vel'

a Kay, que atravesaba en ese momenta la pist a debai­b. Esta noche estuvo a su lado antes que la muchacha llegara a 1a pista.

Kay se habia transformsdo. Encarnaba ahora las mas alocadas visi ones de Bluet t

El cabello echado hacia arras encuadraba el rostro con pequefios rizos, Los ojos, habilmente sombreados, parec ian de u n azul violaceo. Llevaba una capa larga de alguna tela pcsada, y , debajo, una blusa cefiida de lustrosa seda negra y una falda negra can un corte transv er sa1.

-Armand ... -susuno Kay, extendiendo las rna­nos.

Bluett torno las manos de 1a muchachaentre las suyas, Abrio y cerro Ia boca dos veces antes de poder hablar, y Kay sc adelanto hacia la mesa con pasos lar­gos y desenvueltos, Bluett la sigui6 y vio que Kay se deteriia ante los musicos, que empezaban a tocar, y Ie lanzaba ai guitarrista una mirada de desden. Cuando llegaron a la mesa , la rnuchacha solto e1broche de [a capa y la dejo caer. Armand Bluett estaba alli para re­cibirla. Se qued6 de pie, rnirandola tanto tiempo que ella se rio.

-,No va a hablar? -pregunt6.

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-Me he quedado sin nabla -dijo el, y penso: ca­ramba, esto ha sido muy oportuno.

Vino un rnozo y Bluett pidio esta vez uri daiquiri para Kay. Nunca habia visto una muchacha que le recordara menos un jerez con azucar.

-Soy un ser afortunado -dijo. Por segunda vez hablaba esponraneamenre. -No tan afortunado como yo -dijo Kay, y pare­

cia sincera .. L~ saco a Bluett la punta de una lengua rosada, Ie

brillaron los ojos y se rio. Bluett sinti6 que el cuarto le dab a vueltas. Mira ias manes de Kay, que juguetea­ban con una cajita de polvos.

-Me parece que nunca me hllbi.'1fijado en sus rna­nos -dijo.

-Oh -exclaIm> Ka r, riendose con una risa crista­!il'la-. Me gustan mucho las cosas que usted dice, Ar-mand -=-y puso las manes sobre las de Bluett.

Eran manes largas, fuertes, de palmas cuadradss , dedos ahuesados y la pie] mas 'dulce del mundo, .

Llegaron las bebidas. Armand solto de mala ga o~

las manes de Kay y ambos se reclinaron en las sillas, mirandose .

-iNo Ie alegra habet esperado? -dijo ella. -Oh, SI... SI, de veras, De pronto, esperar era intolerable. Casi inadvertida ­

mente, Armand tome el vaso y 10vacio de un trago , EI guitarrista equivoco una nota. Kay parecia trisre . -No se est a muy bien aqui esta neche, iverdad r

-dijo Armand. Los ojos de Kay chispearon. -,Canace un sitio mejor? -pregurnto suavernent e, EI corazon del juez dlo un salta y le parecio que le

golpeaba la inanzana de Adan. --Ciertamente -dijo cuando recupero el alien to, Kay incline la cabeza can una curiosa expresiori de

aceptacion voluntaria qu~ casi lastimo al juez. EI hom ­bre echo ull billete sabre la mesa, Ie puso a Kay la capa sobre los hombres, y la Ilev6 a£uera.

En el coche, antes casi que hubieran llegado a la es­quina, el juez intento abrazarla, Kay no se movi6, aparentemente, pero aparto el cuerpo bajo la capa y Armand se encontro con dos pliegues de genera en las manos, El perfil de Kay sonreia ligeramente, y se sacudia. Era un "no" mudo pero claro. Era tambien un homenaje reconocido al bajo in dice de friccion de la seda.

-Nunca iInagipe que £uese as] -dijo Armand . --,Asi como? -No era aSI anoche -£arfu1l6 el. Kay insistio alegrernente. -,Como, Armand? -N 0 era tan ... quiero decir, no parecis tan segu­

ra de SI misrna. Kay 10miro. -No estaba preparada, -Oh, comprendo -mintio Armand. La conversacion decayo. Al fin el taxi se detuvo en

una esquina, cerca del escondrijo de Armand. El hom­bre senti a que no dominaba la situacion, Pero si ella continuaba mostrando el camino como hasra ahara, el la seguiria de buena gana.

Carninaron por 1a estrecha y sucia caUejuela y el juez dijo:

-No mire, Kay. Es muy distinto arriba. -Todo es 10 mismo cuando estamos' juntos -dijo

Kay pisando alguna basura. Armand se alegro mucho. Subieron las escaleras y Armand abr io la puerta de

par en par can un gran adernan. -Entrad, hermosa senora, en el pais de los loto­

£agos. Kay eritro hacienda una pirueta y chillo de adrni­

racion ante las cortinas, Iamparas y cuadros, Armand cerro la puerta, echo el cerrojo, tiro el sombrero sabre el divan, y se acerco a Kay. La muchacha se aparto can un saftito.

-iQue modo de empezar! -canto-. Dejando ahi

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d sombrero. (No sabe que trae mala suerte poner el sombrero sobre [a cama?

-Hoy es mi dia -declaro Armand. -Tambien el mio, asi que no 10 estropeernos. Pre­

tendarnos que hernos estado iernpre aqui , y que no nos irernos nunca.

Armand sonrio . -Me parece muy bier .. -Me alegra. De ese m odo -continuo Kay aleja n­

dose de un rincon ai ver que Armand se le acercaba- v­no hay prisa . Podr iarnos bebcr algo.

-Pidame Ia luna -canturreo Armand. Abri6 la cocina- . (Que le gustaria?

-Oh, que herrnosura. Dejerne, dejerne, Vaya al orr o cuarto y espere, sefior hombre. Esto es cosa de mu­Jeres.

Kay 10apart6 y se puso a mezclar bebidas, Armand se estir6 en el divan, con los pies en la m e­

sita de cafe de rob le, y escuch6 los agradables tinti­neos de la cocina . Se pregunto ociosarnerite si Kay le traer ia las zapatillas todas las noches,

Kay entro deslizandose, con dos grandes vases de coctel en una bandejita. Se arrodillo escondiendo sism­pre una mario , puso ei plato en la mesa, y se dejo caer en un sillon ,

-{Que esconde? -pregunt6 Armand. -E s un secret e . -Acerquese. -Habl emos un rato primero . Par favor. -Un ratito -rio Armand- . Es culpa suya, Kay.

E~ usted tan hermosa. Me siento enloquecer, me siente impetuoso.

Se fr oro las man es. Kay cerro los ojos, -Armand . . . -Si, mi chiquit a -respondio Armand, protector. -(Le hizo dana alguna vez a alguien? Armand se incorporo. -{Yo? {Kay, me teme usted? -Hincho ligera­

mente e1pecho--. Pero, nenita, no le hare dana.

-No hablo de mi -dijo Kay un poco impacien­:e- . (Le hizo dana a alguien?

-Bueno, no. No intencionalrnente. Recuerde que i oficio es la j usticia. -La just icia -dijo Kay como si estuviese saborean­

do algo-- . H ay dos modos de hacer dana a la gente, Alm and. Exteriorrnente, donde se ve, y adentro, en 1a

ente, don de envenena y marca. -No Ia entiendo --<lijo Armand confuse, hablando

otra vez can tono pomposo-- . (,A quien Ie he hecho dana ?

-A Kay Hallowell, par ejemplo - ciijo 1a mucha ­a .desinteresadamente-, con esa presion que ejerci6

usted sabre ella . No porque sea una menor . Es usted un criminal solo en e1papel, y ni siqu iera para todos los Estados ,

-Bueno " escuche , jovenc ita ... - ... sino porque -continuo Kay serenamente-e­

ha min ado usted, sisternaticamente , Ia fe que ella tenia en los hombres. Si hay una justicia basics, es ust ed un rirninal segun sus nom as. -Kay ... (Que Ie ha pasado? (De que habla? [Bas­

-Se recline en el divan y cruzo los brazos, Kay no se movio-e-, Ya se -dijo Armand al fin-, esta usted brorneando. {No es asi , nena?

En el mismo tono monotone y desinteresado, Kay continuo:

-Es usted culpable de hacer dafio de los dos mo­des, Fisicamente, 10 que se ve , y psiquicarnente. Se Ie castigar i tarnbien de ambos modos, justicia Bluett.

Armand resoplo, -Suficiente. No la traje aqui para nada parecido.

Quiza tenga que recordarle que conmigo no se juega. SUherencia ...

-No estoy jugando, Armand. Se inclin6 hacia el, sobre la mesita. El hombre alz6

las manos. -(Que quiere? -susurro sin poder eonteperse. · -Su pafiuelo.

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M1 · pa Cue ';l.- ... 'Q ·Kay se 10saco del bolsillo de la chaqueta. -Gracias. -Mientras hablaba Kay sacudio el pa,

fiuelo, junto. dos puntas y las ato. Metio la mano en el aro del pafiuelo, y 10 subio hasta el antebraz o-e-. Le lastimare p..rimero del modo que no se ve -dijo inf er' mativamente-, recordandole, de manera que no pue­da olvidarlo, que una vez lasrirnousted a otro .

-Que disparate. , . Kay busco detras de ella con La rnaao derecha y Solen

10 que habia escondido .. • un hacha nueva, afila da, pesada.

Armand Bluett se acu rruco en e1divan, entre las almohadones.

-lKayf iNo! -jadeo. Se le puso verde la cara ­No la he tocado, Kay. S610queri a hablar. Queria ayu­darla y ayudar a su herrnano. [Deje eso, Kay! -Bab ea. ba de "t err or- . ~No podernos ser arnigos, Kay?

- jCalJese! -s iseo la jov en, Alzo el hacha, dejand e la mana izquierda sobre la mesa e inclinandose haeia el. Las lineas, superf icies y curvas del rosrro de la jo~

yen expresaban un profundo desprecio - . Ya Ie he dl­cho que el casti go Iisico vendra luego. P ierisclo mien­tra espera.

El hacha se alzo y bajo , en un arco, impulsada por un euerpo en tension. Armand Bluett ch illo. Fue ua sonido agudo, ronco, rid lculo . Cerro los ojos, EI hach a golpeo la superficie de la mesira. Arma nd se retorcio entre los almohadones, como un cangrei o, de costado . a 10largo de la pared, hasta que no pudo rrrovers e. ~

detuvo grotescamente, en cuat ro paras , en un rincon , con el menton cubierto de sudor y baba . Abrio. los ojos.

Aquella huida hister ica habia durado, parecia, una fraccion de segundo. Kay , inclinada aun sabre la me­sira , no habia soltado el hacha. El filo sc habia hun­dido en la gruesa madera , lueg o de traspasar los huesos y la carne.

Kay tomo un corrapapeles de brorrce y 10paso bajo

saliepor los mufiones de los tres dedos seccionados, Es­taba palida bajo los cosrneticos, pero no habia cam­biado fundamentalmente. Mosrraba aun el mismo y orgulloso despreeio . Erguida yalta, retorcia e1pafiuelo con el cortapapeles , en un torniquete, y miraba fija­mente a Armand.

La joven escupio al fin y dijo: -~No supera esto 10que usted planeo? Ahora ciene

algo mio que podr a conservar. Mejor que usar algo y devolverlo.

La hemorr agia era ahora un hilo . Kay se acerco a la silla donde habia dejado la carters. La abrio y sac6 un guante de goma, Sosteniendo eI torniquere contra el braze, se puso el guante y. 10 aprero.

Armand Bluett ernpezo a vomitar. Kay se echo la capa sobre los hombres y fue hacia la

puerta . Rer iro el cerrojo, abrio, se volvio, y dijo con voz

seductor a: -Ha sido todo tan maravilloso, querido Armand.

Repitamoslo pronto . Armand tardo-casi una hora en salir de aquel pozo

de terror . Se qued6 alli tendido en el divan, entre sus propios vomitos, con los ojos clavados en el hacha y los tres dedos blancos,

Tres dedos, Tres dedos de la Olano izquierda. En alguna parte, en las profundidades de su mente,

eso significaba algo. Pero no dejo que saliera a la luz. Tenia miedo. Sabia que cuando recordara, 10 consu­mir ia el terror.

cl pariuelo. Al enderezarse, una brillant e sangre arterial :

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MI QU ERIDO BOBBY, escrib ia Kay, n o soporto la id It

de que te devu eiuan las cartes. Estoy bien. Esto es lo prirnero y esenci al. Estoy muy bien, carita de mono , )' no tien cspor qu e preocuparte. Tu gran bermana csJIi muy bien..

Aunque un poco confundida. Quiza en esc ordena ­do hospital esto tenga para ti mas sentido. Tratar e de ser clara y breve.

Estabtl una manana ell fa oficina cuando enfT-oest espantoso [uez Blnctt . 'I'uuo que esperar unos minuto s al viejo W att les Hartford, y los emple6 e11bacerm« Itt'corte, con ese modo viscoso de siempre. Logre man­t enerl o admirabl ement e a distanci a basta que la v ieja comadreia recorda la berencia de papa. Ya sabes qtte 110S la dardn cuando )'0 Jeintiun alios; a no cum pla 7>

ser que aparezca otra vez aqu el 'l/iejo contrato. Ha bri« que recurrir a la juslicia. Y Bluett no es s610el socio, sino tambien el [uez, Aunqu e pudihemos recusarlo co­mcmagistr ado, conv enccrla a cual qui era que ocupa se su lugar. Bueno, se suponia que si )'0 era buena con su seiioria, complaciel1do sus gustos, 110 se discutiria el testamento. Me a:;usti muclJo, Bobby. Sabes que tu carrera depende de ese dinero. No sabia qui haeer. Ne.cesitaba tiempo para pensar. Prometi encontrarme con ttl aquella misma noche, tarde, en un club noe­tu rno.

Bobby, fue algo horrible. Yo estaba a punto de es­tallar, aili mismo, euando el viejo baboso dej6 un rato el salon. Pense si seguiria luchando 0 escaparia. Tenia miedo, creeme. Y de pronto, alguien apareci6 It mi la­

do. Pienso que deberla de ser mi angel guardian. Pa­recla qUI!habia oldo al juez y queria que yo buyese, Mt asusto al pri1teipio y fuego le vi la cara. OIJ, Bobby erauna cera tan agradable, Queria darme algun dine­ro, y antes que ) '0 pudiese negarme me dijo como po­drla deuolverselo. Me dijo que dejara la ciudad en se­guida, que tomase un. tren, cualquier tren, no queri a saber cudl. Y antes que pudi era im pedirlo me m etio trescientos dolares en la cariera, )' se [ue. Pero antes me dijo que aceptase una cita con el jllez para Lanocbe siguienl e.

Yo 110 pude reaccionar. El hombre habia estado alii dos minutes y habia hablado practieamente sin para r, Y ent onces uolv io el juez . Le bice una cai da de ojos COmouna uerdadera mu ier perdida, y me fui. Veinte minutos mas tarde tomaba un tren a Eitonvil! « j l ni siquiera busqu « un hotel, dond e me registrar lan el sombre , Espere a que abriesen las t iendas, compr « un maletln y un cepillo de dientes, y busqu i una babita­cion. D orm l algunos boras )' aquella misma tarde eon­segui u n e m pleo en e l unieo ne goc io de discos del p11,e­blo. Me pagan veint iseis do/ares por semana , pero me lasarreglo mu y bien.

Mientras tanto no se q1te ocurre en casa, Esperare sin embargo. T'enem os tiempo, )' po; ahora estoy bien. No te dari mi direction querido , aunque escribire a menudo. EI juez Bluett puede· poner las manos sabre estas carias, de algun modo. Creo que vale fa pena euidarse. Es un hombre peligroso.

Esta es pues la situacion, querido . ~Que ocurrirJ en el futuro? Busto en los diarios de ahi alguna noticia sQbresu deshonrosa seiioria el juez, y espero 10mejor. En cuanto a ti, no te preocupes. Gano pocos d6lares menos que en el estudio de Har~ford y estoy mucho mas segura. Y el trabaja no es duro. La musica Ie gusta a mucha gente simpatiea. Lamento otra vez no poder aarte mi direcci6n, perc me parece 10mas convenient e. Podemos esperar asi a que pase un ano, si es neeesario, y no sera una gran perdida. Trabaja mucho, q'Ncrido.

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Estoy detTasde ti en un mH por ciento, Te escr-ibire pronto.

Tu bermana que te quiere, Kay.

Esta fue la carta que un hombre del juez Armand Bluett encontr6 en el cuarto del estudiante Robert Hallowell, en la Facultad de Medicina del Estado.

-Sf SOY YO , Pierre Monetre. Entre . Monetre se hizo a un lado y la rnuchacha entre>. -Se 10agradezco de veras, senor Monetre. Seque

es usted un hombre ocupado. Y quiza no pueda ayu­darrne.

- Y quiza no qu iera, aunque pueda -replica Mo­netre-. Sientese.

La muchacha se sento en una sills de madera, del otro lado de Ia mesa, rnitad escritorio, mitad banco de trabajo, que ocupaba casi la rnitad de la casa rodante. Monetre la miro friamente. Pelo rubio y suave, ojos de un azul pizarra a veces, otras apenas mas oscuros que el azul del cielo; una frialdad estudiada que el, con sus ejercitadas facultades, podia traspasar con fa­cilidad. Est:l. perturbada, penso, asustada y avergonza­da. Monetre espero.

-Hay algo que quiero saber -di io al fin la joven-. Ocurrio hace afios. Yo casi 10habia olvidado, hasta que vi sus anuncios, Entonces, recorde . Quiza me equi­voque, pero si . . .

La muchacha junto las manos, Monetre las miro y luego Ie clave>otra vez los fries ojos,

-e-Perdon , senor Monetre. No soy muy precisa. Pero todo es tan vago y tan . . . terriblemenre irnpor­tante, Cuando yo era nina , de .siete u ocho afios, un compafiero de clase escape de la casa. Era de mi edad, y habia tenido una pelea espantosa con el padre adop­tivo. Creo que estaba lastimado, En la mano, No Sf hasta que punto. Fui probablemente la ultima persona que 10vio en la ciudad. Nunca volvio,

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Monetre -recogi6 algunos papeles, los arreglo, y los puso otra vez en la mesa .

-N 0 se realmente que puedo haeer por usted, se­norita ...

-Hallowell, Kay Hallowell. Le rue go, senor Mo­netre, espere a que terrnine mi historia, He hecho cin­cuenta kilometres para vcrlo, N Q quiero perder la me nor oportunidad ...

--'Por favor , nada de llantos 0 la poridre a la pue rta -rugi6 Monetre . El tono era tan rudo, que Kay ~

sobresalto. EI hombre dijo entonces, suavernenre: - I t ruego que continue, senorita .

--Gra-gracias . Sere breve -... Pue poco - despues de oscurecer, una noche de Iloviznas y niebla , Viviam os junto a 1a carretera y yo habia salido pot la puerta dt arras para hacer algo ... Ncrecuerdo que ... En fin, el estaba a11i, a 1a luz del transite. Le hable, Me dijll que no le dijera a nadie que yo 10 habia visto, y asl 10 hice, hasta ahora. Luego • . . -Kay cerro los ojos, tratando de recordar aparentemente todos los deta­lles- ... creo que alguien me llama. Lo deje y volvl a casa. Pero espie por 1a puerta entreabierta y 10 vi su­bir a un carnien. Era de esta feria. Estoy segura. Los colores .. . Y ayer, cuando vi sus anuncios, recorde.

Monetre esperaba con una mirada inexpresiva en Il'll ojos hundldos. Parecio comprender, de pronto, que 1a muchacha habia terminado. -~Hace doce afios? Y, supongo, yo deberia saber si

ese nino viaj6 con Ia feria. -Si. -No . Yo me hubiera enterado. -Oh ... --Era un sonido debil, triste, y sin em­

bargo resignado, Kay no habia esperado aparentemen­te otra cosa, Se domino, y dijo--: Era menudo para su edad, Tenia un pelo miry oscuro y una cara puntiagu da. Lo llamaban Horty ... Horton.

-Horty ... -Monetre busco en su memoria. ~,

bia algo familiar en aquellas dos silabas, 51 ... Sacudi6 la eabeza-. No recuerdo ningUn nino Ilamado Hor tj .

-Haga un esfuerzo, por favor. Hay algo que ... Kay callo y miro a Monetre inquisitivarnente. Mo­

netre dijo: -Puede confiar en mi Kay sonrio, -Gracias. Bueno, hay un hombre, una persona es­

pantosa, el padre adoptivo del nino. Esta haciendorne algo horrible. Una tramp a legal. Y podria irnpedir que llegue a mis manos cierto dinero, en mi mayoria de edad. Lo necesito. No para mi. Para mi herrnano, sera medico, y ...

-No me gustan los medicos -dijo el hombre. Si el odio tiene una carnpana, como la libertad, esa cam­pana. resono entonces en la voz de Pierre "Monetre. Se inccrporo-e--. N ada se de un nifio llama do Horty, que desaparecio hace doce afics. Y no me interesa en­contrarlc, Y mcnos para ayudar a un hombre que sed un parasito de S1rnisrno y se reid de sus pacien tes, No soy un secuestrador, y no quiero mezclarrne en .algo que huele de lejos a chantaje, Adios.

Kay se habia incorporado tambieri, con los ojos muy abierros.

-Lo . . . 10siento . Realmente, yo . . . -Adios. Monetre hab16 ahora con una voz de rerciopelo que

usaba a veces para mostrar que su gentileza era un vir­tuosisrno, un barniz. Kay se volvio hacia la puerta y la abrio. Se detuvo y miro por encima del hombro.

-Podria dejarle mi direccion por si algun dia usted . . .

-N 0 -dijo Monetre. Le dio la espalda y se scnto. Oyo que la puel'ta se

cerr aba, Cerro los ojos y los delgados orificios de la nariz se

Ie agrandaron hasta parecer casi redondos. Humano.s, humanos, y sus cornplejas, inutiles y rriviales .m aqui­naciones, No' habia rnisrerio en los humanos; no habia enigma. Los intereses de los hombres pod ian reducirse a un unico rerna: la ganancia. ~Que pod ian saber los

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avana-e-. Me pregunro a1 llegar si estaba usted ocu­de ganancia? ~Que podia decir un hombre de una rsza pado. Le explique que S1, que hablaba usted con al­de cri stale s, seres que no se inter esaban en cornunica rse wen. Me dijo entonces que esperaria. En ese memento

hombres de una forma de vida donde no habia idea

o cooperar entre ellos? It abrio 1a puerta y salio 101muchacha. Se apoy6 en e1 <Y qu e harlan los hombr es -ya qui Monet re ~ m ntan te y se volvio para decirle algo a usted y el

perrnit io una sonris a-e- si tuv iesen qu e luchar can 0 hembre irnportante casi cae redondo. De ver as, Cani­cr istales? (Cu ando se encontr aran con un enemi go I, nunca vi nada parecido . Se agarro de mi hombro que avan zaba un poco y n o se mol estaba en consoli­ ron tanta fu erza que seguramente me dejo un more­dar ese av arice, y en seguida avan zaba de otro mod o, tOn p ara una semana. " jEs ella ! [Es ella!" grito. de un modo diferente , en otro lugar? ntQuien ?" pregunte . " iN o quiero que me vea!" grit6

Monetr e se hund i6 en una ensofiacion esotcrica, di­ elhombre. "[Un demonio! [Se corto Ios dedos y Ie ere­rig iendo a sus crista les contr a una hurn anidad estupid a ci on otra vez! " y prol ifica, olv idando las inutiles preocupacion es de una muchacha que por alguna inter esada raz6n perso­nal bu scaba a un nifio perdido .

-Eh , Canibal . . , - jMaldita sea! (Qu e pasa ahora ? La puerta se abrio prudentemente . -Can1bal , hay . . . -Entra , Havana, y habla. Nom e gu stan [as farfu-

Hones. . Havan a en t ro luego de deja r el cigarr o en un es­

calon. --Hay un hombre que quiere verlo, Monetre le Ianzo una mirada furio sa por encima

del hornbro, -Estis encaneciendo, Tifiet e, -Bueno , bueno . Esta misma tarde . -H "vana arras­

tr6 los p ies miserablemenre-s-. Y este hombre .. . -Ho y he cornplet ado mi cuota -dijo Monetre- .

Gente inu t il qu e persigu e cosas imposibl es y triviales, (Se ha ido ya esa chic a?

-51. Eso qu er ia decir]e. EI hombr e la via tambien, y est a esperando, Le pregunto a johnward d6nde po­dia encontrarlo a usted , y . ..

--Creo qu e despedire a Johnward. Qu iero un ar­tista, no un ujier. No hace otra cosa que mole starme con gente .

-Es un hombre importante -dijo timidamente

Monetr e se enderez6 en su sill6n y giro hasta enfren­urse con el enano.

-- A delan te, Havana -dijo suavernente . -Bu eno , eso es todo, El hombre se escondi6 detrss

J~ la barraca de Gogol y espio cuando pasaba 101chica. -, Y donde esta ahora? Havana miro par la puerta abierta, - T odavia ahi. Tiene mala cara, Parece que sufrie­

raun ataque. Monetre dejo la silla y salio rapidamente,' dejando

que H avana decidiese si 10 acornpafiaba 0 se quedaba . f l enano se aparto, pero la huesuda cadera de Mcnetre ·lcanz.) a goIpearle 1a mejilla redonda .

Monetre corrio hacia el hombre acurrucado aun ' tras de la plataforma. Se arrodillo y le puso una mano en 1a frente, fria y humeda.

-e almese, senor -dijo COnuna voz grave y tran­quilizador a-v-. Esta ust ed seg u ro conmigo . - Monetre sabrayo la palabra "seguro", pues el hombre , cual­uiera fue se la causa, transp irab a, tembl aba y parecia

parakzad o par el rniedo . Monetre no hizo preguntas \' siguio entonando-: Esta en buena s manes, sefior . Fuera de peligro. N ada puede pasarle ahora. Venga . Beberemos algo. Le hara bien .

EI hombre fij6 lentamente los ojos humedos en onetre. Pareci6 re-cobrar la lucidez y se mosero un

poco embarazado .

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-Este. " Eh ... un ataque . . . esee ... un ver ti­go. Lam ento ...

Monetre 10 ayudo corte smenre .a Ievanrarse, recogi ~

el sombrero que habia rod ado par cl suelo, y le sacu­dio el polvo.

-Mi oficina esta ahi. Entre y sient ese, Puso una mana firme en el coda del hombre, 10<

Jlevo a la casa rodanre, le ayudo a subir los dos es­calones, y abrio la puerta.

-c:Quiere recostarse un,os rninutos? - N o, no, gracias. Es us ted m u v arnable. - Sicn tese aqu i enronces. Estari comedo. Le traer i:

alga para que se sienta mejor. Morietre ,ab ri6 un armaria y eligi6 una bote!la d~

viejo oporto , Luego saco un fra sco de un cajon del escritorio y vertio dos gota s en un va sa, llenand ols, con vino.

-Beb a esto ~d ij o-, Ie had bien. Un poco d~

am ita l de sodio. Le calmara los nervios. -Gracias. Grac ias. - £1 hombre bebi6 a~idamen.

te-. c:Es us ted el senor Monette? -A sus 6rdenes. - Soy el juez Bluett. De la camara civil. -Muy honrado. -Par favor, par favor, soy yo quien . . . He via­

jado ochenta kilometres para verlo y hubiese recc­rrido gustosamente un a distancia dos veces mayo r, Tiene usted una gran reputacion.

-No 10 sabia -dijo Monet re , y pen so que aquella desinflada cria tura era tan poco sincera como el mis­mo--. (En que puedo servirle?

- Este . . . buerio. Un asunto de. " este ... inreres cienrifico. Lei acerca de usted en una revista. Parece qu e sabe usced de mons ... eh, gente rara, y Casas parecidas, mas que nadic en el rnundo .

-Yo no dir ta eso ~repI ic (, Monetre-. He traba­jado can esas criattf ras muchos anos, par Sll puesto, (Que quiere saber?

-Oh . .. algo que no se encuentra en · los libros de

eensul t a. Y que tampoco se puede preguntar a los I1am ados hombres de ciencia. Lo que no esta impreso los hace sonreir,

-Conozco el asunto, senor juez . Pero yo no tengo la sonrisa Hcil.

-Esplendido . Entonces se 10 preguntare, Concre­tamenre, c:sabe listed alga de . . . regeneracion ?

Mone tre se llevo la mana a los ojos. (Est.e imbecil nunca iria al grana?

-(Que clase de regeneracion? c:Anillos de nema­todos? ,Cicatrizaci6n celular? ,0 la carga de sviejas bateri as?

EI juez hizo un debil adem an. -Par favor -dijo-. Soy un lego en estas cuestio­

~es, senor Morrerre, Le ruego que usc un lenguaje mas Simple. La que quicro saber es esto: chasta que punta puedcn regenerarse los tejidos humanos fuego de una herida grave?

-( A que llama us ted grave? -Bueno. ,. digamos una amputacion. -Depende, senor juez. La punta de un dedo, par

ejernplo, ser ia posible. Un hueso rota se reconsrruye a veccs de modo sorprendenre. (Canace usted algun caso donde 1aregerieracion de tejidos haya sido, digs­mos, excepcional?

Hubo una larga pausa. Monetre advini6 que el juez palidecia. Le sirvi6 mas opor to y se llen6 tam­bien un vasa.

-Conozco un caso, Es dec ir, par 10 menos . . . Bue­no, me parece. Vi la arnpuracion.

-,Un brazo? (Una pierria , quiz a, a un pie? - Tres ded os. Tres dedos cnteros -dijo el juez-

Parece que crecieron ot ra vez . Y en cuarenta y ocho horas, Un conocido osteologo se me rio en las narices cuando se 10 contc. No quiso creer que yo hablase en serio. -De pronto se incline hacia adelante, tan brus­camente que Ie temb16 1a flaccida piel de b cara- . c:Quien era la jovep que .sali6 de aqui?

-Una cazadora de aut:6grafos -dijo Monetre con

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voz de aburrimiento-. Una persona -sin imp or t ancia. Continue.

EI juez trag6 saliva con di£1cultad. -- Se llama Kay, Kay H allowell , - Es posible, es posible. ePor que cambi6 de tema?

-pregunt6 Monetr e, impaciente. -N 0 he carnbiado de terna, senor -respoIldi6 COl­

lurosarn ente e1 juez-. Esa rnuchacha, ese rnonstruo , a 101luz, y ante mis propios ojos, jse cort6 tre s dedos di 101mano izquierda!

Bluett sacudi6 vigoro samenre 101cabeza , f runcid b boca y se hundio otr c vez en 5U asiento ,

Si esperaba una reacci6n brusca de su huesped , no qued6 dccepcionado. Monetre se incorporo de un salto.

- jH avana ! -grit6. Fue hacia 101pu erta y grit o otra vez~; D6nde esta ese gordito ... Ah, estas ahi, Havana. Ve y encuentra a esa muc hacha que estu ve aqu i. cEntiendes? Encuentrala y traela. No me im­porta lo que Ie digas, encuentrala y traela. --Golp oo las manos-. jeOne!

Volvio a 5U silla, arrugando la car a, Se m ira las rna­nos y luego mire al juez.

-Naturalmente, esta ust ed seguro. -Si, senor. ~eQu e mano? -La izquierda, -EI juez se pasoun dedo por el in­

rerior del cuello de la camisa-. Este ... sefior Mone­tre Si ese muchacho 101trae de vuelta... bueno, yo no . . .

-Parece que le tiene miedo. -Bueno, si, no .. . yo no diria eso -dijo cl juez --.

Sorpreridido, si , (No 10 estaria usted? - N o -dijo Monetre-s-. Miente, senor. -(Yo? eYo miento? Bluett adelant6 el pecho y mira enojado al hombre

de Ill,feria . Monetre entrecerr6 los ojos y empez6 a contar sus

arg tlmentos en los dedas. -Hace unos minutos, parece, se asust6 usted can

102

la rnano izquierda de 101muchacha. Le dijo 011enano que los dedos Ie habian crecido otra vez. Por 10 tanto era 101pr.imera vez que veia 101mano regenerada. Y sin embargo me dijo que hab ia consultado a un osteo­logo.

-No he mentido -di jo ' Bluett, duramerrte-e-. Es cierto, vi 101rnano entera cuando ella se detuvo en el umbral, y por primera vez. ;Pe ro tarnbien vi como se amputaba los dedos!

-eEntonces por que esas preguntas sobre regene ­racion de tejidos? -dijo Monetre. Mira 011juez, que buscaba alguna respuesta, y afiadio-e-: Vamos, juez Bluett. 0 no ha confesado el proposito que 10 trajo aqu i , 0 •. . ha visro antes un caso parecido . .. Ah , . eo Clue es eso. --Los ojos de Monetre centellearon- . Su a mejor , creo, que me cuerrte toda 101hisroria.

- iN o, senor! -protesto el juez-. Realmente, se­nor, estes interrogatories no me gustan. No veo ...

Monetre decidio remover el terror que parecia cer­car a aquel hombre de ojos hurnedos,

-No sabe usted en que peligro se encuentra - ·di­jo- . Yo 10 conozco, y soy quizi d unico hombre en $I mundo que puede ayudarlo. Cooperari usted con­mlgo, senor, 0 se ira inrnediatamente, exponiendose a todas las consecuencias.

Monetre habia hablado con una voz de diapason, reson an te y suave a 101vez. Parecio que eI juez perdia ota!mente la cabeza. La cadena de horrores imagi­

narios que se reflejaron en su pilido rostro no eran, per 10 menos, triviales, Monetre. sonrio ligeramente, 'Se recline en 5U silla , y espero .

-P-puedo ... -EI juez se sirvio mas vino-. Ah, senor, debo decide ante todo que esto fue en un prin ­eipio una simple conjetura. Es decir, hasta que hoy vi a la muchacha. A prop6sito, no quisiera que ella me viese. Podria usted . ..

---Cuando Havana 1a traiga, 10 ocultare a usted. Prosiga.

-Perfectamente. Gracias, senor. Bueno, hace algu­

103

Page 51: Los cristales soñadores theodore sturgeon

nos afios lleve un nino a rni casa. Un horrible mons" truito, Cuando tenia siete u ocho afios, se escap6 . .Ni he oido de el desde entonces. Imagino que tendr li ahora diecinueve 0 veinte an os ... si viviera. Y ... y parece haber alguna relacion entre aquel nino y h muchacha. ~{Que relaci6n? -s-inquir io Monetre. -Este ... parecc que ella supiese algo de c1.- Mo·

netre movi6 los pies impacienternente y .:l juez anad io en seguida-: Bueno, hubo una dificultad. EI chico era un rebel de sin cura. Lo castigue y 10 encerre ~ I

el ropero . La puerta (de modo puramente acciden tal, claro es) Ie apreto Ia mario. Ejem . Algo rnuy desag ra­dable.

-Siga, -Yo he estado . .. bueno, buscando, ya entien di

usted, Cuando el chico creciera, habria en el cierta resentirnierrto ... AQemas, era un chico muy poco equilibrado, y uno nunca sabe como pueden afect e esas cosas a una mente debil.

-Quiere decir que se sinti6 usted culpable y asus­tado como el diablo y busc6 enronces a un jovcn Ai que Ie faltaran rres dedos, [Dedos, no nos salga mol del tema! {Que relacion tiene esto con la muchac hal

La voz de Monetre era un litigo. -N 0 10 se ... exactamente -murmur.6 el juez­

Ella parecia saber algo del chico. Quiero decir que ella me hablo indirectarnente del chico, me dijo que me recordari a c6mo yo habia lastimado una vez ~

alguien. Y entonces saco un hacha y se corte los de. dos. Luego desaparecio. La busque con un hombre, y el me dijo <tue ella vendria aqui. Eso cs todo.

Monetre cerro los ojos y rnedito un rato, -No note que Ie faltara ningun dedo. -Maldita sea, ya 10se. Pero ya Ie dije que la vi con

mis propios ojos ... -Bueno, bueno. Se los corto. Digame ahora pOI

que vino usted.

-Yo. .. no se. Cuando ocurre algo parecido, uno olvida todo y parte de cera. Lo que yo habia visto era imposibl e, pero ernpece a pensar que quiza todo era­posible . .. todo ...

-jAI grano! -rugio el Canibal. -i Ya se ]0 he dicho! --rugio Bluett a su vez, Los

dos hombres se mira ron con furia-. EI nino y los de­dos aplastados, y ahora csta muchacha. Empece a pre ­guntarmc si ella y el chico no ser ian la misma p-erso­na ... Ya [e dije que no habia para mi "irnposibles". Bueno, la muchacha tenia una mano perfects. Si de al­gun modo ella era el chico, ten i'an que haberle crecido los dedos. Y S1eso habia ocurrido una vez, podia ocu­rrir otra. Y si ella 10sabia, no terner ia cortarselos, -EI juez se cncogi6 de hom bros, alzo las manos y las dejo caer flojamente-. Asi que ernpece a preguntarme en que criaturas los dedos crecerian a voluntad. Eso es todo.

Los oscuros y centelleantes ojos de Monetre, que pa­redan aun mas hundidos, observaron al juez.

-Ese chico que pcd ia ser una chica -murmur6--, (como se llamaba?

-Honan. Lo llamabarnos Horty. Un pequefio vi­elOSO.

-Piense un poco, {Habia algo raro en el.? -jYa 10creo! Yo dir ia que no era normal. No se

dcspegaba de juguetes sin valor, y cosas parecidas . Y tenia costumbres repugnantes.

--{Que costumbres? -Lo echaron de 1a escuela por comer insectos, ~jAh ! {Hormigas? -{Como 10sabe? Monetre se incorporo y se paseo entre la puerta y el

escritorio. La excitaci6n le golpeaba e1 pecho, -{A que juguetes se ataba tanto? -No recuerdo. , No es importante. -Eso 10 deddire yo --estallo Monetre-. Piense,

hombre, ipiense! Si en algo estima su vida ... -iNo puedo pensar! jNo puedo! -Bluett 2lz6 los

104 105

Page 52: Los cristales soñadores theodore sturgeon

ojos, vio la mirada brillante del Canibal y se encogi6-. Era una> especie de polichinela. Algo horrible.

-jDescribalo! [Hable, maldita sea! ~Pero que ... Oh, buena -, Era de este tamano y

tenia una cabeza de polichinela. N ariz y barbilla pun­tiagudas. El chico casi nunca 10 miraba. Pero debia tenerlo cerca. Yolo tire una vez y el doctor me dijo que 10buscara y se 10devolviera. Horton casi sc muere.

-(Casi se muere, eh? -gruno Monetre con una voz aspera y triunfante -. Digame, ese juguete estuvo Con el desde que nacio, (no es cierto? Y habia algo en el juguete ... un bot6n de cristal a algo brillante.

-Pero como sabe ... --empez6 a decir Bluett. La furiosa y excitada impaciencia que irradiaba el hom­bre de la .feria 10 interrumpi6 bruscamente-. 51, los ojos,

Monetre se incline sobre el juez, 10 torno por los hombres, y 10sacudio.

-Querd. decir el ojo, (no? Habia un solo cristal -jadec.

-D6jeme, dejerne -gimi6 Bluett, recha;zando de­bilmente las manos de hierro de Monetre-. Dije "ojos" Des ojos. Iguales. Desagradables. Brillaban .

Monetre se enderezo lentamente y rerrocedio. -Dos - susur ro-- . Dos ...

Cerro los ojos. Le zumbaba el cerebro. Un chico desaparecido, dedos . . . dedos aplastados, Una mucha­cha ... la edad exacts tarnbien ... Horton, Horton ... Horty. La mente de Monetre salt6 y retrocedio a 10 largo de los afios. Una carita morena, dolorida, Que decia: "Me baut izaron Hortense, pero todos me llaman Kidde". Kiddo que habia llegado con una mano aplas­tada, y habia dejado la feria dos afios atr is, (Que ha­bi,a ocurrido entonces? EI, Monetre, habia querido al­ga, habia querido mirarle la mano, y ella se habia ida, de noche.

La mano. Cuando ella l1ego a la feria, el se la habia curado, habia sacado los tejidos deshechos, la habia co­

sido,La habia curado durante sernanas basta que apa­recieron n uevos tejidos y no bubo peligro de infeccion, Y luego, por algun motive, nunca la babia mira do otra vez. ~P or que? Oh ... Zena. Zena lc dec ia siern­pre como iba la rnano de Kidde .

Abri6 los ojos. Uria s delgadas ranuras. - -·1.0 enco n trare --gruf1 6. Un golpe en la puer ta , y lucgo una voz : --Canib :d . . . ·--Es el en ano -farfull 6 Bluett, sobresalttiad cse-e-.

Con la muchacha. Que ... D6nde . . . Monetre le lanzo una mi rada que 10 devolvio a Ia

jjlla. EI hombre de la feria se incorporo y f ue bacia la puert a, abrien do]« un poco.

-iLa encontraste? -Mire, Can ibal, yo ... -No me interesa -dijo Monette en un terrible

susur ro-e-. No la trajisre. Te ordene que 1atrajera s y no 10 h~s hecho-. Cerro cuidadosarnente h puerta y se volvio hacia el juez-. Vayase.

-(Ell? Bueno, pero y que hay de . .. --jVayase! Era un grito. As! como la mirada de Monetre habia

sflojado al juez, su voz, ahora, 10endurecia. Bluett se In<;orpor6 y fue hacia la puerta antes que el grito dejase de ser un sonid o. Quis o hablar, y solo movi6 los!abios humedos.

-Ningun otro en cl mundo puede ayudarlo. Solo yo -dijo Monetre, y el rostro del juez rnostro que este tono tranquilo, facil, de charla comun era 10mas terrible. Llego a la puerta y se detuvo. Monetre Con­tinuo--: Hare 10 que pueda, juez. Sabra de m i muy pronto, se 10 aseguro.

-Ah -dijo el juez -s- . Mrn. Si en algo puedo ser­virlo, senor Monetre, Ilarneme.

-Gracias . N ecesitare ciertamence su ayuda . :\lonetre dejo de hablar. Se Ie hel6 e1rostro. EI juez

salio corriendo . Pierre Monetre se quedo mirando eI espacio donde

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----- --- ------- -

hacia un rnstan te h abi a estado la cara ab ot agad a Jel juez. D e pro nto cerro el puna y se golpe6 Lt pa lm a.

- Zen a - dijo mov rendo apenas los Iab ios, Se puso palido de furia. Se sinti o de bil y se aC C'fC ()

011escritorio, Se sento, apoyo 105 code s en el papel se­cante y la barbi lla en [a ma ne , y ern pezo a envier

imper iosas on das de odio. jZena! iZw a! i Aq ul l (\' en aqull

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HO RT Y SE RIO. Se miro la mana izqui erda y los tres muiionc s qu e cr ecian como hongos, se coco can la otra mano la piel nu eva, y se rio.

D ejo el divan y cruzo el cuarto hasta el espejo de pie. Se miro la cara, y retroce dio, y se estudio cr it ica­mente los hom bros y el perfil. Grufio , satis fecho, y fue ha cia e1telefono, en el dor rnltorio,

-Tre s cuatro cuatro - -ciijo, can un a: v oz sonora que arm onizab a cor, Ia fuerte barbilla y fa boca an­Itha-- -. (Nick ? T e habla Sam Horton. os, muy bien. SI, podr e tocar ct ra vez. EI doctor dice que tuve suerte. Un a m ufiecs rota queda casi siempre un poco dura, pero no en este case. No No te pre ocupes . (Eh? Urias seis serr an as. Segura (Dinero? Gracia s, Nick, pero podr e r.rreglarmel as, N o, no te preocupes . Gritar e S1necesito alga. Gracias de tad as modes. Si. Ire por ahi de cuando en cuando . Escuve hace un p ar de d ias. (Donde en con t raste ese charnbon de tres cuer­das qu e toea Ia guitarr a? Le sale par casualidad 10que Spike Jones hac e a proposito . No, no quier o golpearlo. S6Io pr etendo despellejarlo . -Se no--. No hablo se­nament e. Est a mu y bien. Bueno, graci as, Ni ck. Adi6s.

Hart y volvi6 al soH del estudio y se tend i6 con los confiad os movimientos de un felino bien alimentado. Hundi6 agradablemente los hombre s en los muelles pliegues del sofa, se vol vi6 y como un libro de los cua ­tro qu e habia en Ia mesa.

No habia ot ros libros en 1a casa. H abia descubierto , hada tiempo, la inv asion £isica de los libro s, el proble­ma de desbordantes bibliotecas . Se desprendi o enton ­

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ces de todos sus volumenes e hizo un erato Con el Ii­11)\brero. Le enviarian cuatro libros nuevos, todos

dias, en alquil er . Horty los leis y los devolvia al di siguiente, Era una solucion satisfactoria. No olvidab ; nada. {Para que las bibliotecas?

Tenia dos cuadros: un Markell, forrnas irregulare s, cuidadosarnente desproporcion adas, de variadas y su­perpuestas transparencias, de modo que el tono de un mancha afectaba a otras, y el color del fondo afectab s todo, El otro era un Mondrian, precise y equilibrado , que casi dab a la impresion de algo que nunc a seris nada,

Horty era duefio , adema s, de kilometres de musics en cintas magneticas, Su mente fabulosa retenla todc un libro, y recordaba cualquiera de sus partes. Podi a hacer 10 mismo COn la rnusica ; pero evocar una obrs musi cal era, en cierto sentido, recrearla, v oir una rnu­sica no es 10 mismo que escribirla . Hor ty queria escri­bir y oir.

Guardaba las obras clasicas y romanticas que habi a!' sido las favoritas de Zena; las sinfonias , conciertos, ba­ladas y divertimentos que 10 habian iniciado en [a musica , Pero sus gustos se hab ian arnpliado e incluian ahora a Honegger y Copland, Shostakovitch -y Wal­ton. Habia descubierto tarnbien los sombrios acorde s de Tatum, el incre ib]e Thclonius Monk. Gustaba de !a trornpeta ocasionalmente inspirada de Dizzy Gilles­pie, las arrebatadoras cadencias de Ella Fitzgerald, las impec ables producciones vocales de Pearl Bailey. Su criteria, en todo, era la humanidad, y las resonancias hurnanas. Vivia Con libros que Ilevaban a otros libros, un. arte que 10lIevaba a la conjetura, un;) musica que 10llevaba a mundos mas alIa del mundo.

En las habitaciones de Horty todo era muy simple. El uniee ohjeto poco eonvencional era el reproductor y grabador; una niaciza acumulacion de dispositivos de alta £idelidad, pues el oido de Horty exigia la tra­ducci6n exacta de todos los matices, todos los armoni­cos. Aparte de esto, su casa se parecia a cualquier casa,

sunque era comoda, y agradable. De cuando en cuan­do, y a largos intervalos; se le ocurr ia que podria ro­dearse de lujosas maquinas autornaticas, sillas que rna­sajearan la espalda, y carnaras de aire acondicionado para secarse despues del bafio, Pero la tentacion no du­raba mucho, 5u mente era simple, y solo le interesaba eIconocimiento. Su capacidad de analisis era extraor­dinaria, pero muy pocas veces la empleaba extensa­mente. EI conocimiento, pues, bastaba, Ya le encontra­ria utilidad. Por ahora, se contentaba Con una total v justificada confianza en sus propios poderes. '

Habia llegado a la mitad del libro, y de pronto se detuvo con una expresion de sorpresa. Creta haber oido un sonido raro,

Cerro el libro, 10puso sobre la mesa, se incorporo y presto atenci6n, volviendo la cabeza ligeramente.

Son6 el timbre de la puerta. Horty dejo de moverse. Nose Ie endureci6 el cuer­

po, como a un animal asustado, Pareci6 como si se hubiese detenido voluntariamente a pensar, una frac­cion de segundo. Luego se movie otra vez, con calma y facilidad.

Sedetuvo ante la puerta, y clave. los ojos en el pa­nel mas bajo. Se Ie endurecio la cara, y una rapid a arru­ga le cruzo la [rente. Abri6 la puerta,

Ella estaba en el umbral, apoyada en una pierna. Alz6 los ojos para verlo, Tenia la cabcza ligeramente torcida, un poco haria abajo, Tuvo que haeer un es­fuerzo casi doloroso para que sus ojos encontraran los ojos de Horty. Media un metro veinte de altura.

-{Horty? --dijo debilrnente. Horty emiti6 un sonido ronco y se arrodill6 y la

abrazo'con £uerza y dulzura a la vez. -Zee ... Zee ... (Que ha ocu1"rido? Tu cara, tu ..• Alz6 a Zena, entro, cerro la puerta con el pie, y

fue hasta el divan del estudio. Se sento con Zena en las rodillas, acunandola, sosteniendole la cabeza con la tibia palma de la mano. Zena Ie sonn6. SOlo se Ie ,mo­vi6 un lado de la boca. Luego se echO a 1101''ar,y a

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Horty se ]e humedecieron los ojos, y las lagrimas Ie ocultaron i;1 carita deformada .

Zena callo, como si el can san cio no le .dejnra seguir Horando. Mire la cara de Horty, atentarnente , parte por parte. Alzo la mano y le toco el pelo.

-Horty ... Me gustaba tanto como eras ... ~No h e cambiado -dijo Horty-. Soy un hom bre

ahora. Tengo mi casa y un empleo. Tengo esta voz r estos hombros y cincu enta kilos mas que hace tres afios. -Se incline y hew a Zena rapidamente-e-. Pere no he cambiado, Zee, No he carnbiado. -Le toco ]a cara, cuidadosamente, con la suavidad de una pluma-. ,DueIe?

-Un poco. -Zena cerro los ojos y se hurnedecis los labios , Parecia como si la lengua no pudiese alcan­zar las cornisuras de la boca-. Yo he carnbiado.

-Te han cambiado --dijo Horty, con voz tembl o­r05;1-. ,El Canibal?

--Claro. Lo sabias, ,no es cierto? -No realmente. Me parecio una vez que me llama­

bas. Tu 0 el , " era algo muy lejano. (Que ocurrio ] ,Quieres dedrme1o?

--Oh, S1.Descubrio quien eras. No se como , Tu . .. ese Armand Bluett ... es juez o. algo ahora. Fue. ave r a~ Canibal. Cree que ares un a muchacha.

Horty sonrio tensamente. -Lo fui un tiempo . -Oh. Oh, ya entiendo . ~Estuviste entonces en la

feria aque1 dia? -,En la feria? No. ,Que dia , :lee? (El dia que se

descubri6 la verdad? -SI, cuatro .. • no, cinco dias atras. No estuviste

alli. No entiendo ... -Zena se encogi6 de hombro s-« En fin, una muchacha fue a ·ver al Canlbal y el juez la sigui6 y penso que eras tu. El Canibal tambien. Le dijo a Havana que fuese a busearla. Havana no la e'Il.­contr6.

- Y entonces el Canibal se vengo en ti. - Mm. Yo no pensaba decirselo, Horty. No Ie dije

nada, Por 10menos durante un tiernpo. No ... no re­w erdo muy bien.

Zena cerro otra vez los ojos. Horty se estretnecio y $ecquedo un rato sin aliento. .

-N 0 ... no recuerdo - dijo otra vez Zena can difi­eulead,

-No te esfuerces, No hables -sus~r,r6 Horty. -Ten go que hacerlo. Es necesario. jNo debe encon­

trarte! -dijo Zena-. Esta busc indote ya. Horty en trecerro los ojos y dijo: - Tanto mejor. Zena no abrio los ojos, -Duro mucho ticrnpo -dijo-. El Canlba l habla­

ba muy lentarnente. Me sento en a1mohadones y me sirvi6 un vino que tenia e1 sabor de'! otofio . Me hablo de la feria y de Solum y Gogol. Mencion6 a Kiddo, y luego hablo de los auto s nuev os y la tienda del guardia y las dificultades con cl sindicato de chofere s, y tam­

. bien algo de mu sica, y algo de guitarras, y luego de nuestro acto en la feria. Y dcspues hablo de ios anima­lesy los cchadores de suer tes y los agentes de publici­dad, vo1viendo arras otra vez. ,Entiendes? Mcncio­nandote al pasar , y luego retroc ediendo y retrocedien ­do. Toda la neche, Horty. iToda, coda la noche!

--Calmat e. -No me hizo pregunta s. Hablaba doblando 1a ca­

beza, espiandome de rcojo. Y yo alli sin moverme. Trate de beber, y de comer cuando tra jeron la cena, y el desayuno. Y trate de sonreir cuando el Canibal callo, un minute. No me golpeo enronces, no me toed, [ne me pregun t6!

-Lo hizo mas tarde. -Mucho mas tarde. No rccuerdo ... La cara sobre

mi, como un a luna. A mi me dolia wdo. El gritaba. Quien es Botty, donde esca Horty, quien es Kiddo, por que escondiste a Kiddo .. . Yo despertaba y desper­~ba . No recuerdo cuanta~ veces me dorm!, 0 me des­maye, 0 10que fuera. Me despertaba con sangre que se me secaba en los ojos, y el' haMaba de maquinas y

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generadores de electricidad. Me despertaba en sus bra­zos, y el me hablaba en el oido de Bunny . y Havana , que sabian quien era Horty. Me despertaba en el piso. Me doli a la rodilla. Habia una luz terrible. Me incor­poraba huyendo de la luz, corria a la puerta, y me caia. La rodilla se me doblaba. Era la tarde del dia siguiente. Y el Cambal me alcanz6, y me arrastro otra vez adentro, y me tiro al piso, y encendio aquella luz. Tenia una lente de aumento y me hizo beber vinagre. Se me hincho la lengua y yo ...

-Basta, Zena, basta. No hables mas. La voz gns y sin inflexiones continuo: -Yo estaba tirada en el piso cuando llego Bunny y

miro adentro y el Canibal no vio que ella veia. Bunny corrio y VInO Havana con una barra de hierro y el Canibal Ie rompi6 el cuello y Havana va a morirse . . ,

Horty sentia los parpados secos. Alzo cuidadosamen ­te una rnano y Ie golpe6 la mej llla sana.

-Zena, jbasta! El golpe arranco a Zena un gnto penetrante. -jNo se mas, de veras! -chill6 y estallo en dolo­

roses y convulsivos soI1ozos. Horty Ie hablo, pero no pudo calmarla. Se incorpo·

ro entonces, la acosto dulcemente en el sofa, trajo del bane una toalla humeda, y le humedeci6 la cara y l ~j

mufiecas, Zena dej6 de llorar y se durrnio. Horty la rniro un rato. Luego se arrodillo en el piSUJ

al pie del spH, y puso la cabeza junto a la cabeza de Zena. El pelo de la enana Ie rozaba la cars. Se c~

de brazos, y tomandose los codos, apreto hasta que d pecho y los hombres le latieron dolozosarnente. Ne ce­sitaba estar junto a ella, sin moverse, pero necesitaba a la vez ajiviar la oscura y furiosa tension que erec ts en eI. EI esruerzo que imponia a sus musculos salva­guardaba su cordura, sin perturbar el suefio de a na. Se quedo asi much" tiernpo, .arrodil lado ...

A la manana siguiente, a la hora del desayuno, Ze~ ~

pudo reir otra vez. Horty solo la habia tocado ~

1J.4

descalzarl a y cubrirla con una manta. Al alba, habia uaido una almohada del dormitorio y la habia puesto en..el suelo, entre el soH ¥ la puerta, y se habia acos­ucla en el piso vigilando la respiracion de Zena, y, con ana felina atencicn, cualquier ruido que viniese de la ~Iera ° el pasillo.

Cuando Zen a abri6 los ojos, Horty, inclinado sobre ella, dijo inmediatamente:

-Soy yo, Horty, y estas a salvo, Zena. La espiral de panico que giraba ya en los ojos de

Zena se extinguio en seguida. La muchacha sonrio, Mientras ella se baiiaba, Horty Ie lIev6 las ropas a

un lavadero mecanico, y media hora mas tarde estaba de vuelta con la ropa limpia y seca. Com pro de camino ilg1Jnos comestibles, pero cuando llego a la casa se encontro con un desayuno ya preparado: huevos fritos sobre tostadas y jarnon. Zena Ie saco los comestibles de las manos, riendose.

--Arenques ... jugo de papaya ... jamon del dia­blo... [Perc todas cosas de adorno!

Horty sonrio, mas por el coraje y la recuperacion de Zena que por sus protestas, Se apoy6 contra la pa­red, con los brazos cruzados, y rniro como Zena se afanaba en la cocina, envuelta de la cabeza a los ples ;n una bata que era, para Horty, demasiado corta ,

Fue un dichoso desayuno, en el que jugaron alegre­mente a "recuerdas cusr.do ... ", juego que, en ultima instancia, es el mas apasionante. Luego siguio lin pe­rtodo de silencio, )' se entendieron mirandose. A! fin Horty dijo:

-(Como escapaste, Zena? La cara de Zena se oscurecio. Trato evidentemente,

y con exito de dominarse, -Tienes que decirrnelo todo, Zee --dijo Horty-s-.

Tienes que hablarme. " de mi' tambien. ~Has descubierto muchas casas de ti -dijo Zena. No era una pregunta. Harty hizo a un lado el asunto co~ un ademan. -(Como escapaste?" ,.--.repitio.

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EI lado de la cara de Zena que aun se movia se crispo. Se mir6 las manos, alz6 una lentarnente y la apreto con la otra.

-Estuve en coma varios dias, supongo. Ayer des. perte en mi cuarto, Comprendi que se 10habia diche todo, excepto d6nde estabas. Piensa aun que eres aqu~,

11ajoven. "Lo oi hablar. Estaba en el otro extreme de la can

rod ante, en el cuarro de Bunny. Ella lloraba. Oi que se iba Con el Canibal. Espere, y luego me arrastre afue­ra y llegue a la pu erta de Bunny. Entre. Havana es­taba en cama, con algo duro alrededor del cuello. Le dolia hablar. Me dijo que el Canibal 10cuidaba y le arreglaba el cuello, Me dijo que el Canibal haria que Bunny trabajase para el. -Zena alzo rapidarnente 101 ojos y miro a Horty-. Puede hacerlo, ya sabes, Es un hipnotizador. Pucde obligar a Bunny a cualquier cosa.

-Ya se. -Horty la miro pensativamcnte-e--. (Por que diablos no te hipnotiz6 a ti?

Zen a se acaricio la cara. -No puede, No le da resultado conmigo. Pue de

llamarme ; pero no me domina. Soy demasiado ... -(Demasiado que? -Humana -dijo Zena. Horty Ie acaricio el brazo sonriendole. -E so es cierto ... Continua. - Volv i a mi cuarto, recogi algun dinero y unat

pocas cosas, y me fui. No se que hara el Can ibal cuan ­do 10sepa. Tuvc mucho cuidado, Horty, Con autos y camiones que me recogian en el camino hice ochenu kilometres, y al fin subi a un omnibus en Eltonvill e -a trescientos cincuenta kilometros de aqui- y Iuego tome un tren. Pero se que tarde 0 temprano me encon · trara. Nunca sc da por vencido ...

-Est<is a salvo aqui -dijo Harty, y habia un acer azulado en su voz suave .

-iNo se trata de mil Oh, Horty , (no entiend~s l

jTe bu sca a til

-(POra que? Deje Ia feria hace tres afios, y no pare­ieSpreocuparse mucho. -Horty se encontro Con los

njos de Zena, que 10 miraban con asombro-s-. (Que pasa?

-(No te interesas en ti rnisrno, Horty? -(En mi rnisrno? Bueno, 51.Como todos, supongo.

,Hay algo especial? Zena calM un rnomento, pensando. De pronto, pre­

~un to :

-(Que hiciste en estos afios? -Ya te 10he dicho en mis cartas, -En Eneas generales, S1.Alquilaste un cuarto y vi­

viste ahi un tiernpo, leyendo rnucho, y buscando tu eamino, Luego decidiste crecer, (Cuinto tarde eso?

-·Vnos ocho meses. Consegui esta casa por carta , me mude de noche, y carnbie. Bueno, tenia que ha­erlo. Necesitaba un trabajo de hombre. Durante un iempo toque en los clubes y vivi de propinas. Luego

comp re una guitarra realrnente buena, y trabaje e:"l

Horas Felices. Cuando cerraron, Iui al club Nerno. Es­tuve ahi hasta hace poco, esperando. Me dijiste que ,yo sabria siempre que habia llegado la bora .. : Asi fue.

-Si -asinti6 Zena-. La hora de dejar de ser un enano, 1a hora de trabajar, la hora de empezar con Ar­mand Bluett ... todo eso.

-Exactamentc -dijo Horty como si e1asunto no rnereciese comentarios--. Y cuando necesite dinero, es­crib i cosas:... canciones y arreglos, articulos, y hasta un cuento 0 dos. Los cuentos no fueron muy buenos. Es Hcil distribuir las partes, pero me cuesta muchisi­rno inventar. Eh, no sabes lo que le hice a Armand, (no es cierto?

-No. Zena miro la mano de Horty-. Algo rela­cionado con eso, (no?

-As! es. -Hony se examino la mano y svnri6--. \1ira. Pcrdi estos dedos haee tres seman as.

-i. Y ya han crecido tanto? - Tarda menos ahora que antes -dijo Horty -Crecian muy Icntamcnte -dijo Zena.

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Page 58: Los cristales soñadores theodore sturgeon

Horty la rniro, parecio que iba a pregunt - rle algo, y continuo:

-.. Una neche entraron juntos en el club Nemo, Nunca habia pensado que los veria asi. Entiendo que piensas, [Siempre los recordaba a la vez! Ah, pero aquello era hacer cuentas. El bien y el mal. Bueno ... ~Horty bebio un poco de cafe-. Se sentaron tan cerca que yo podia oirlos, £1 era e1viscose seductor, y ella la doncella desamparada. Bastante desagradable, Cuando el fue a empolvarse la .nariz , interprere el pa· pel de Lochinvar, No perdi el tiempo . Le hable cru­damente, le di unos dolares, y ella se fue prometiendo­le una cica para el otro dia,

-(Quieres decir que se separaron solo por csa noche?

--ah, no. Ella se fue del pueblo; en tren . No SC donde. Bueno , yo me quede all i tocando la guitarra y pensando . Dijiste que yo siempre sabr ia si era la hora Supe aquella noche que era hor a de dedicarme a Ar..mand Bluett . Hora de empezar, quiero decir. Bluett me aplico una vez un tratamiento que duro seis afios, Yo no podia hacer rnenos, Asi que elabore m is planes. Tarde toda una noche y un dia.

Horty se interrumpio, sonriendo sin humor -Horty .. . -Te 10 con tare, Zena, Es ba stante simple. Bluett se

via con la muchacha. Se la llev6 a un apestado agujero sibaritico que tenia en los suburb ios y se crey6 muy pronto en el jardin de las delicias. En el mom enta critico , su conquisra dijo un as pocns y elegidas pa· labras sobre la cruel dad y los nifios, y el hombre se quedo rumia ndolas y mirando : :" ledos que ella deji Como recuerdo,

Zena mir a otra vez la mana izquierd a de Horty. -jQue tratamiento! Pero Harty . .. ,te preparast c.

en una noche y un dia? ~No sabes 10 que puecio haccr - dijo Hart y. S~

arre rnang6 la camisa-. Mira. Ze·na miro el antebrazo derech o de Harty . mor eno,

Ugeramente velludo . Horty parecia ahora profunda­ment e concentrado, pero sin rensiones, serena la mi­rada, lisa la frente.

Durante un tiempo no hubo cambios en el braze. De pronto, los pelos se doblaron, se retorcieron. Cayo Ut\P, luego otro, "1al fin toda una llovizna sobre el mantel ajedrezado. EI brazo no se movia y, como la f.l'en te de Horty, no revelaba ninguna tension. La piel tenia ahora el color castano claro de Kidde, y Zena . Pero... (era asi? <0 los ojos, demasiado atentos, se engafiabanj No, no . EI brazo era realmente mas palido, mas palido y mas delgado tam bien. La carne se con­trajo entre los dedos y en el dorso de la mano, hasta que esta fue mas delgada y farga.

-Suficiente ---<iijo Horty , y sonrio-e-. Puedo dejar­10 como antes en un tiempo similar. Excepto el 'pelo, elsro, que me Ilevaria dos 0 tres dias,

-Sabia de esto -susurro Zena-. Lo sabia, pero pienso que no 10 ereia realrnente .. _ (Tu poder es to­/;al?

-Total. Oh, hay cosas que no puedo hacer. No es posible crear 0 destruir materia. Puedo achicarrne y ser como tu, supongo; pero pesar ia 10 mismo que ahora, Y no podria transformarme en un gigante de tres metros de fa noche a la manana. No hay modo de asimilar tan ta masa con suficiente rapidez. Pero el trabajo con Armand Bluett fue simple . Duro, pero simple. Reduje los hombros y 'b razos y la parte infe­rior de la cara . Me coste veintiocho dolores de dientes . Me blanquee la piel. EI pelo era una peluca, por su­puesto. Y en cuanto a las iormas femeninas, solucione el problema con 10 que Elliot Springs llama "eI mol­deado de bustos y caderas".

-(COmo puedes bromear? Horty .hablO con una voz inexpresi.va: -(Que debo h~cer? (Rechinar continuamente los

dientes? Este vino necesita algunas burbujas de cuando en cuando. querida, 0 pronto te cansas de beber. No, 16que Ie hice a Armand Bluett fue sOlo un comienzo.

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Page 59: Los cristales soñadores theodore sturgeon

Ahora seguira solo. No [e dije quien soy. Kay se fue y el ya no sabe quien es ella, 0 quien soy yo, 0 qui en es el. -Horty se rio, roncamente-. Bluett asocid profundarnente los tres dedos con el pasado. Aho ra

. traba jaran en el los suefios, Luego ~e dare algo del misrno valor ... y distinto.

= Tendd .s que cambia !" de algun modo tus plan es. -(Por que? -Kay no desaparecio como crees, Empiezo a en­

tender. Fue a la feria aver al Cani bal. - (Kay ? ~Pero por que? -No se. De todos rnodos, el juez la sigui6. La rnu­

chacha se fue, pero el Canibal y Bluett se quedar on juntos. Se algo, sin embargo . Me 10 dijo Havan a. E juez le tiene miedo a Kay Hallowell,

Horty golpeo la mesa. ~ j La mano intacta! jQue mar avilla! ~Te irnagina s

la escena? -Horty, no es tan divertido. ,No entiendes que

ahi empezo todo? El Canibal sospecha ahar a que Kidde no era solo una enana. Y piensa que tu y Kay son la misma persona, no import a 10que diga el juez,

""""()h,Senor . -Lo recuerdas todo -dijo Zena-. Pew no tie nes

rnucha imaginaci6n. -Pero. .. pero ... esas tort uras que has sufr ido,

Zena . . . [Por mi culpa! jEs como si yo mismo te hu­biese tortur ado!

Zena se acerco, bordeando la mesa, y abraz6 a Horty, Horty apoyo la cabeza en el pecho de la enana,

-No, querido - d ijo Zena-. Esto es viejo. Si quie­res acusar a alguien, ademas de! Canibal, aqui me tie­nes. Cai en falta cuando te recog l, hace dace afios.

-,Por que 10hiciste? Nunca 10supe· realment e. ....-Para alejarte del Canibal. -Alejarme del. " jPero me, [levaste a su lado! -EI ult imo lugar del mundo donde se Ie ocurriria

buscarte. -Quieres decir que me'- busca .

_1 1e

busca desde que tenias un ailo. Y te encen­rrad . Te encontrara, Horty.

- Ad 10espero -gruii6 H orty. Sc oyo el t imbre de la puerta,

HUDOun helado silencio, El timbre de la puerts so­no ot ra vez.

-Ire a ver -dijo Zena, levantandose. ·- D e ningun modo -dijo Horty roncamenre -e-.

Sienrate. H orty se puso de pie y rniro la puena, del otro lado

del vestibu le. La estudi6 un rato y dijo: - N o es el. Es .. . bueno, jque te parece! [Una re­

union de f amilia! Hor ty cruzo a zancada s el vest ibule y abri6 la puer­

ta de par en par. -iBun ny! - Oh . pcrdon, es aqui deride . .. Bunn y no habia cambiado mucho . Parec ia un poco

mas redonda, y un poco mas tirnida . -Oh, Bunny ... Zen a se acerc o corri endo torpemente , enre dandose en

los pliegu es de la bata o Horty la sostuvo justo a tiern­!'o . Las mu jeres sc abrazaron freneticamente, lanzan­dose llorosas palabras de carifio dominadas por la so­nora risa de alivio de Horty.

-Pero, querida, como has podido encontrar ... -- Es tan bueno .. . -Crei que estabas ... --Muneca , nunca pense ... -iBa sta! ~g rita Horty-. Bunny, ven a desayunar. Bunny mira sorprendida a Horty , con sus ojos de

~lb ina muy abiertos. -- (Co mo esta Havana? -pregunt6 Horty dulce­

men te. Sin dcjar de mirar a Horry, Bunny busco a Zena y

la to rno del brazo. -( :La cano ce este s~nor a Havana? - -Quer ida - dijo Zena-, ies Horty!

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Page 60: Los cristales soñadores theodore sturgeon

Bunny echo a Zena una mirada de conejo asustado, torci6 el cuello para mirar detras de Horty , ya1 fin parecio entender. -~Eso ? -p tegunto, serialando a Horty-. ~EI1

- Le c1av6 los o;os-. ~y es Kiddo.,. rambien? Horty sonri6 mostr ando los dientes , -Asi es, -Crecio -dijo Bunny inexpresivamente. Horty y Zen a rieron, y, como Horty hacia much e

tiempo, Bunny miro primero a uno y lucgo a otr o, cornprendio que no se reian de ella, sino con ella, }' respondi6 con su risita tintineante. Horty fue a la co­cina,

- Bunn y -lIam6 desde alli-s-, ~siempre tomas Ie­che condensada y media cucharada de azucar?

Bunny se echo a llorar. Apoyando la cabeza en el hombre de Zena, sollozaba, feliz:

-Es Kiddo, e, Kiddo ... Horty puso la taza humeante en un cxtrcmo de la

mesa y se sent6 junto a las rnujeres, -Bunny, (c6mo has hecho para encontrarme? - N o te encontre a ti. 'La encontre a Zee. Zcc , es

posible que Havana se muera. -Si ... recuerdo -susurro Zena-. eEstas segura? -EI Canibal hizo 10 que pudo. Hasta llamo a otro

medico. -~Si? ~y d'esde cuando cree en los medico s? Bunny sorbic un poco de cafe. -No sabes como ha cambia do, Zee. Yo misma no

queria creerlo hasta que hizo eso, llamar al doctor . Meconoces bien, Zee, y sabes como 10 quier o a Ha ­vana. Y sabes como me senti cuando el Conibal 10 golpeo. Pero ahora . .. es como si el Canibal hubiese salido de una nube donde vivio durante afios. Ha cam­biado realmente, Zee. Lamenta tanto 10 ocurrido, Esta destrozado de veras,

-No 10 suficien'; -murmuro Harty. -(Y quiere que Harty vuelva tarnbien? -Harty ... Oh, Kiddo . -Bunny 10 mir6-. Perc

'! O podra trabajar en la feria ahora. No se, Zee. No me ..:ijo nada.

Horty advirtio una breve arruga en el cefio de lena. Zena torno a Bunny por el brazo y parecio que se 10 apretaba impacienremente.

-Querida, ernpieza por el principio. eTe envi6 e1 Can ibal ?

-Oh , no. Bueno, no exactarnente. Ha cambia do tanto, Zee. No me crees . Te necesita, y decidi veni r a buscar te.

--;-(Por que? - jPor H avana! -grito Bunny - . E1 Canibalpo ­

dri a salvarlo, (entiendes? Pero quiere saber como estas . Zena volvi6 un rostro perturb ado hacia Horty, Hor­

ty se incorporo. - Te preparare un bocado, Bunny -dijo. Le'hizo una sefia a Zee con un leve movimiento de

cnbeza. La' enana respondio con un parpadeo y se vol­\·i6 hacia Bunny .

-(Pero como supiste donde estaba yo, querida? La albina se incl in6 hacia Zena y Ie toco 1a rnejilla. ·- Pobre querida. ~Te due1e mucho? Harty namo desde ht cocina. - jZee! (D6nde pusiste el aji? -Voy, Horty -d'jo Zena. March6 hacia la coci­

111-. Ests ahi en .. . Oh, [no empezaste con; las tos­t.idas! Las har e yo.

Tr abajaron juntos s.obre el fuego. Horty dijo entre dient es:

-Esto no me gusta. Zee. Zen a asintio. -51, hay alga.. . Le preguntamos dos veces, tres,

como habia encontra do tu casa, y no contesto. -Zena continuo en voz alta ·-: eVes? Asi se haccn las tosta­das, Ahora basta vigilarlas un poco.

Un memento despues: -Ho rty. (Como supiste quien estaba a la puerta? -N 0 10 supe. De veras . Supe quien no estaba. Co­

noz~o cien tos de per!>'Onas,y supe que no eran elias.

12' 122

Page 61: Los cristales soñadores theodore sturgeon

-Se encogio de hombros-- . So;\o quedaba Bunny , ~en­tiendesj Es Hcil.

-Yo no podria hacerlo, Y no conozco a nadie que pudiese, Excepto quiz i el Can ibal, - oZena fue hacia e! surnidero y golpeo ruidosarnente unos platos-. {Put des saber que piensa la gente? - mu1'mur o al acer­carse otra vez a Horry.

-A veces, un poco. Pero riunca 10 he inten tado realmente,

-Inteiltalo ahora -dijo ZeLIa sefialando el vestl­bulo Con la cabeza .

En el rostro de Hart y apa recio otra vez aquelli tr anquila y pensativa expresion , En ese mismo instante algo cruzo ante la puerta de la cocina . Ho rty, qu e ( 5­

taba de espaldas, se volvio y sal to al vest ibulo. -jBrmny! Los labios rosados de Bunn y se recog ieron most ran,

do los dientes, como un animal. La enana se escurr io hasta la puerta de entrada, la abrio, y dcsaparecio ,

-jMi cartera! [Se lleva mi c..rtera! -g rit6 Zena. En dos grandes saltos , Horty lleg6 al pasill o, Y alcan­

zo a Bunny en el descanso de Ja escalera, La cnan a sc retorci6 y le mordi6 la mana. Horty lc meti6 la cabe­za bajo el brazo, apretar idole la mejilla contra el pecho. Bunny no dejaba de morder. . y mientra s tanto no pod i a soltarse,

Ya adentro, Harty cerro fa puerta con el pie , Ilevo a Bunn y al sofa como un saco de aserr in, y la oblige a abrir las rnandibulas. Bunny quedo tend ida en el sofa, con los ojos enroje cidos y brillantes, y sangre en la boca.

-<Que la habra puesto en ente estado? -pregunt 6 Horty casi distraidamente.

Zena se arrodiIl6 junto a Bun ny y Ie toco b frente . -Bunny. Bunny, <est"as bien ;' No hubo respuesta. La emma parecia cOIDsciente, !'

clavaba los ojos de rubi en H arty. Respiraba con fuer­za, r,egularmente, como un tren de carga. Entrcabri j dgidamente la boca.

- N o le hic e nada -di jo HQrty-. Solo alzada en brazos.

Zena recogi6 la cartera del piso, la abrio y busco, Aparentemente sat isfecha, dejo la cartera en la mesita de care .

-Horty , <que hiciste en la cocina hace un rato? -Pense. " -Harty fruncio el cefio-s-, Pense en

!acara de Bunny e hice que se abriera como una puer­ta , o . .. buen o, que se levantara como una niebla para que yo pudiese ver adentro. No vi nada,

-<Nada? - Sc fuc en esc momenta -dijo Horty simplemente. Zena cerro y abrio nerviosarnente las manos. --Trata otra vez. Horty se acerco al sofa. Los ojos de Bunny 10 si­

guieron , Se cruzo de brazos. Se le distendio la cara. Bunn y cerro inmediatamente los ojos, Abrio la boca.

- Cu idado, Horry -dijo Zena, inquiet a. Sin otro movimi ento, Horty asinti6 con la cabeza, Durante un rate, no ocurrio nada. Luego Bunny

se cstrerneciovex tcndio un brazo, y cerro la man ita. Unas lagrimas le humedecieron las pestafias, y parecio descansar. Pasaron algunos segundos y empez6 a mo ­verse, vagamente, sin ningun prop6sito, como si unas manos poco habiles Ie probaran los centros motores. Abrio dos veces los ojos, en una ocasion se sento a me­dias, y se acosta otra vez. Lu ego dejo escapar un largo y estremec ido suspire, en un tono casi tan bajo como la voz de Zena. Al fin se quedo qui eta , respirando pro­fundamente.

-D llerme -dijo Horty-. Sc resistio , pero ahora duerme.

Se dejo caer en una silla y se cubrio la cara con las manos . Luego, de pron to, se incorporo bruscamente y dijo :

-Fue mas que la fuerza algo extrafio en ella .

-<Ha desaparccido ahora? -51. Despiettala y veamos.

de Bunny, ue. - Habia

12S 124

Page 62: Los cristales soñadores theodore sturgeon

-cNunca hiciste nada parecido, Horty? Parec~. af

tan seguro de ti .mismo como el viejo Iwazian. Iwazian era el fotografo de la feria. SOlosacaba una

fotografia y sab ia en seguida si saldria malo bien. N unca miraba una copia,

-5iempre dices 10 mismo -comento Horty, irnpa­ciente --. Algunas cosas son posibles y otras no. Cuan­do haces algo, (te preguntas si 10 hicisre 0 no realmen­te? ,:Acaso no 10 sabes? ~Perd6n, Horty. Te he subestirnado. -Zena se

sento junto a la aibina-. Bunny... --eanturre6-. Bunny .. .

Bunny volvi6 la cabeza a un lado, luego a otro, y abrio los ojos. Tenia una mirada vaga, perdida, Miro a Zena y parecio reconocerla, Luego examin6 la habi ­racion y dio un grito de rniedo . Zena la abrazo.

-Todo esta bien, querida -dijo-- . Estamos s610 yo y Kiddo, y to do anda bien ahora.

-Pero como ... donde ... --Chist. Dines que ocurrio, ,Recuerdas la feria?

,Havana? -Havana se muere. - Trataremos de ayudarlo, Bunny . (Recuerdas ha­

ber venido aqui? -Aqui. Bunny miro alrededor como si una parte de su mente

intentara unirse.a la otra. -El Canibal me dijo que viniese. Era solo ojos,

Luego de un rato ni siquiera le vi los ojos. Me ha~~aba en la cabeza, No recuerdo - se lamenro tristemenre-e-, H avana se rnuere,

Lo dijo como si fuese la primera vez. - Sed mejor que por ahora no lc hagamos pregun­

tas -dijo Zena. -Te equivocas -dijo Hdrty-. Tenemos prisa. -Se

incline hacia Bunny-. ,Como eneontraste mi casa? -No recuerdo . -Luego de hablane cI C.mibal, ,que hiciste? -Escuve en un tren.

Parecia como si Bunny no comunicara algo, y no pudiese decir mas. Habia que arrancarle las palabras,

-,A don de fuiste al bajar del tren? -Un bar . . . Este, un club . .. Nemo. Le pregunte

al hombre donde podia encontrar a la persona que se habia lastimado la mano,

Zena y Horty se miraron brevemente. -El Canibal dijo que Zena estaria con esa persona. -cY no te dijo si era Kidde, 0 Horty? -No. No 10dijo. Tengo hambre . -Muy bien, Bunny. Te serviremos en seguida un

gran desayuno. cY que debias hacer cuando encontra­ras a Zee? (Llevarla de vuelta?

-No. Los cristales, Ella tenia los cristales, Dos, El Canibal me haria dos veces 10 que le habia heche a Zena si yo volvia sin ellos, Pero me mataria si volvia con uno.

-COmo ha cambiado -dijo Zena, con horror en la voz.

-(COmo sabia d6nde estaba yo? -pregunto Horry. -No se. Oh, aquella muchacha. -(Que muchachaj . -La rubia, Le escribio una carta a alguien. A su

herrnano, Un hombre robo 1acarta, -cQue hombre? -Blue. El juez Blue. -(Bluett? ' -51, el juez Bluett. Consigui6 la carta y alli decia

que la muchacha trabajaba en una casa de discos. Ha­bia una sola casa de discos en ese pueblo . La encontra­ron Hcilmen teo

-eLa encontraroni: (Quienes? -- EI Canibal . Y ese Blue. Bluett . Horty junto los pufios, -cDonde esta ella? -EI Canibal se la llev6 a la feria. ~Puedo desayunar?

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Page 63: Los cristales soñadores theodore sturgeon

Hoa T Y se fue. Se''Puso un abr igo [iviano , torno 1a billetera y los

guan tes, y se fue . l ena Ie gr ito . H ub o un a no ta 1'onC3 en su voz de terc iopelo. Torno a Ho rry po r el brazo, H orty nada hizo para librarse de ella . Simp lernentc siguio rnoviendose , arra str ando la com o un a estela de hurno en la succ ion de su movimien to. l ena se acerco a [a rnesit a, torno su car tera, y saco dos cristal es brio nantes.

-jEspera, Horty! -Ze na exte ndio la man o con los crist ales- . ~No recu crd as, H art y ? Los ojos de Jun ky, los cri stales , " [Eres ellos, Hor t y l

- Si necesitas algo -d ijo H orty -, cualquier cosa, llama a N ick, en eI clu b N erno. Te avu dara .

A br io la puert a, l ena corri o detr as rr ascabillan do, se t01110 breveru en­

te de los faldones del abrigo, se ramba lco, y se apoyo en la pared .

-Espera, espera . Tengo qu e decirr c alg o, N o cstas prepa rado aun, jN o sabes! -Z en a soIIoz6- . Hor ty, el Can ib al . ..

Ya bajando las escaleras, Hort y sc volvio. -En carg ate de Bunn y Zee. N o salgas, pot' ningtm

m oti ve . Vol ver e pr onto -d ijo. Y se fue. Apoy ando se en la pared , Zena sc ;H r.~ r, t r0 por el pa­

sillo y entro . Bunny estab a scn ta da en f'i sof .i, sollo­zando, at errorizada, Pero cuan do vio c1 rosrr o con t rai­do de l en a, callo, y corr io hacia ella . L> :wud6 a sen­tar se en el sillan y se acurruca en el StJC!o,a su s pies,

apretando la car s redonda contra las rodillas de lena . Zena hab ia perdido sus calidos colores , Miraba fija y secamente: unos ojos negr os en una cara gris.

Los cristales cayeron de la mano de lena y rodaron por la alfombra . Bunny los recogio . Estaban tibios. De ­bian de guardar el calor de la ma na de l ena. Pero la manita estaba t an fria . .. Eran duro s, aunque Bunn y sinti6 que si los apretaba parec er ian blandos. Los puso en el regazo de lena, sin hab lar . Sab ia, de algun modo , que no era hora de hab lar .

l ena dijo algo, algo ininteligib le. Fue un ronquido, nada mas . D e la gargan ta de Bunn y br oto un sonido interrogati ve, y lena se aclaro la garg anta y susurro:

-Quince afios, Bunny espero en silencio un bu en rato, pregunt an­

dose par que l ena no parpadeab a. Deb iade hacer le dafio . .. Al fin ex ten dio la mana y roz6 las pestafias de su amiga. lena pestafieo y se movie , incomoda.

-Qu ince afios tratarido de irnpedirlo , Supe quien era desde que vi los cristales , Qui za an tes aun . .. pero estuve segura cuando vi los crist ales. -lena cerro los ojos, y su voz cobra mas fu erza, como si la in t ensidad de su mirada estuviese agodndola-. Solo yo sabia. EI Caniba l esperaba, nad a m as. Ni siqu iera Harty sa­bia. S610 yo. S610 yo . Quin ce afios . . .

Bunny le acaricio la rodill a . Paso un largo rato. Pa­recia que l ena se hab ia quedado dor mida , y Bun ny empezaba a hun dirse en sus propios pensam ientos cuan­do Ja voz grave y fatigada se alz6 ot ra vez :

-Esd n vivos. -Bu nny levant 6 1a cabeza. La rnano de le na cubr ia los cr ist ales-s-. Piens an y habl an, Se acoplan . Est an vivos. Estos dos son Hort y.

lena se incorpo ro y se ech6 el pelo hacia atras. -Lo descubr i aquella noch e. Hab iamos recogido a

Horty e iba rnos a cena r. Un hombr e entrf a robar en eJ carn ien , ~recuer<us? Piso los crist ales, y Horty se sin tio enf errno. Estaba en el in terior del restaur ante, lejos del carnia n , pero supo qu e pasaba. ~Recuerd a s,

Bunny?

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-5i ... Havana hablaba de eso a menudo. Aunque no contigo. Siempre supirnos cuando no querias hablar, Zee.

-Quiero hablar ahora -dijo Zena cansadarnente . Se paso la lengua por los labios-. ~Cuanto t iempo He­vas en la feria, Bun?

-Unos dieciocho afios, me parece . -Yo vein teo Casi v ein te, por 10 menos, Yo estal»

con los herrnanos Kwell cuando el Canibal les cornprn e1negocio. Tenia errtonces una gal~ria de fenom enos. Gogol, un enano, una "e rpien~e de dos c:bezas y una ardilla sin pelo. Leia el pensamiento, adema s Los Kwe I vendieron por nada. Dos pr imaveras llu viosas y un tornado les bastaron para cansarse de las ferias. Era tiempo de vacas flacas. Me quede po:que estaba alii. Y era un lugar tan malo como cualquier otro. -Zena suspiro-e-. El Canibal estaba obsesionado por ~o que ,el rnisrno llamaba su aficion . No 1agente rara, rn la fe ria. Habia algo mas, que era ra iz de todo. -Alz 6 los cris­tales v los sacudio corno dados-. Esro, Estas casas, que hacen a veces gente rara. Cuando el Canibal c~nsigu( un nuevo fenorneno ... -la palabra sobresalto a las dos rnu jeres-- ... 10 guarda. Lo mete en la feria y as! 10 guards y gana dinero a la vez. Eso es todo. L<JSguar­da y los estudia y gam mas dinero. -~ N acen asi los monstruos realmente? , 1

-No no todos. Muehas veces se trara de glandulas v mutaciones, ya sabes. Pew esros cristales tambien los hacen. Los hacen ... en fin, creo que los haeen ... a proposito.

-No eritiendo , 'lee. -Bendita seas. Tampoco yo. Ni el CanibaJ, aunque

los conoce bastante. Les habla. -(Como? -Como euando lee el pensamiento. Se mete en ellos

Los [asrima con la mente, para que Ie ob edezcan. -~y que quiere el Canibal? . -Muchas cosas. Pero en definitiva una sola. QUIe­

re . . . un intermediario. Quiere que hagan un hombre

1 ~ J

que puecla oirlo y reeibir ordenes . Luego el in terrne­diario dad media vuelta y ha r a qu e los cristales cum­plan las orderies.

-Me parece que soy algo torpe , Zee. -No, no qu erida ... Oh, Bunny, Bunny, [rne ale­

gra tanto que estes aqui l --Atrajo a la albina al sofa, junto a db, y la abrazo fervorosamente- . Dej arne ha­blar, Bun. jTengo qu e hablar! Aiios y afios, sin decir una palabra . ..

--Pero no cntendere nada, Zee. -·Si, si , enrcnderas. (Esras comoda? Bueno ... veras,

estes c rist ales son como una especie animal, aunque no se parecen a ningun animal terrestre. No creo que sean de la tierra. £1 Canibal me dijo que a veees ve image­nes de estrellas blancas y amarillas en un cielo negro, . que as! se veria el espacio fuera de la tierra. Piensa

que los cristales vinieron de alli. --(Te 10dijo? ,Te hablaba de eso? -Horas y horas. Todo eI mundo pareee , necesita

hab lar con alguien . EI Canibal hablaba conrnigo. Atne­~a:z{) rnatarrne, una y otra vez, si yo decia una palabra. Perc no calle por eso. Era bueno conmigo, Bunny. Es un hombre maIvado, esta loco, pero fue siempre bueno conrnigo.

- Ya se. Nos asombraba bastante. -Yo no entendia que mal podia hacer esa afici6n

del Can ibal . No al principio por 10menos, no durante afios, Cuando comprendi que quer ia realrnente, no pude hablar. Nadie me creeria. Decidi entonces apren­del' rodo 10 posible e intentar derenerlo cuando llegase la hora.

-lDetenerlo? -Bueno ... te dire algo mas de los cristales. Quiza

entiendas entonces. Estos cristales acostumbran a co­piar cosas. Quieto decir, si hay uno cerca de una flor, had una flor casi igual. 0 un perro 0 lin pajaro . Pero muchas Vt:ces las capias no salen bien. Y son como Gogol. 0 la serpiente de dos cabezas .

-,Gogol es uno de esos?

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Zena asintio . -Si, el hombre-pez. Imag in e que iba a ser un hom­

bre. N o tiene brazos, ni pi ernas, n i dientes . Y como no suda, se mor ir ia si 10sacaran del tanque.

-(Por que hacen eso los crist ales? Zcna sacu dio la cabeza. - El Can ib al no 10descubrio aun . Los crist ales no

siguen, aparemcm en te, n inguna norma . A veees hacen a ~go igual al mo delo, y otras algo muy raro, 0 que ni siquiera vive. POl' eso quiere el Canibal un interme­diar io . . . alguien que pucda hablar con los eristales. El no puede ha cerlo, sino muy brevernente. Los en­tiende tan poco como tu 0 yo entenernos la qulrnica o el radar. Pero no es esto 10 mas oscuro . Pare ee que hay distinta s espccies de cristales, algunas mas cornple­jas, y mas pod erosas. 0 quid haya una sola especie, y algunos cristales son mas viejos, Nunea se ayudan '-1I10Sa otros. Pareeen ignorarse.

"Pero se acoplan . EI Canibal no 10 sabia. Habla notado que a veces un par de cristal es dejaba de r $­

ponder. Pen se al principio que estaban muertos. Una vez disecto un par . Y otra le regal6 la pareja al viejo Worble.

-iLo recuerdo! Era un hombre fuerte, pero vieji­srmo. Ayudaba al cocinero. Murio .

-Muri6 . . . pero no como dijeron, (Reeuerdas que tallaba?

-e--Oh, si . . . mufiecos y juguetes, y cosas parecidas, -Eso es. Hizo un polichinela y Ie puso estos crista­

les como ojos. -Zena arroj6 los cristales a] aire y los reccgio al vuelo=-. Siempre lcs regalaba cosas a los chicos . Era un buen viejo. Se que ocurrio con el poli­chinela. El Canibal no 10descubri6 nunca, pero Horty me 10dijo , De un mod o u otro paso de mano en mana hasta Ilegar a un orfelinato. AlIi estaba Hort y, cuando era un bebe. A los seis meses los cr istales eran parte de Horty . .. 0 el parte de ellos.

-<Pero que ocurri6 con Worbl e? -Oh, aproximadamente un ano mas tarde, el Cani.

bal empez6 a pr eguntarse si los cristales se acoplar ian, y que pasaria entonce s, Temio haber regalado dos cris­tales grandes y bien desarrollados, que al fin y al cabo no estaban rnuertos. Cuando Worble le dijo que los habia pu esto en un juguete, y que se 10 habia regalado a o11gun chico, no sab ia cwindo 0 donde, el Caniba1 Jo golpe6. 1.0 arrojo al suelo. E1 viejo Worble nunca reco­br6 el sentido, au nque aguant6 aun dos semanas . Solo yo me en ter e. Estaba jun to a la tienda de 1a cocina.

-No sab ia nada -susurr6 Bunny abriendo los gran­des 0 jo s color de .ru b i .

-Nad ie sabia nada -r epiti6 Z ena-. Tomemo s un poco de cafe . [Pero querida! [Todavia no desayu­naste, cria tur a!

-Oh, bueno -dijo Bunny- , n o irnporra. Sigue hablando.

-Vamos a la coeina - dijo Zena enderezandose pe­nosamente-, No, no te asornbre que e1Canibal par ezca inhumane. Noes ... humano. -~Que es entonces? - Ya llegaremos a eso. Sigamo s Con los cri stales . E1

Can tbal opina que para descr ibir com o los cristales hacen cosas ... plantas, anima les, y el resto .. . 10mejor es decir que las suefian , Ttl sue fias a veces, Sabes qu e las cosas vistas en suefios son a veces claras y nitidas, Y otra s veces borrosas, distorsionada s, 0 desproporeio­nadas,

-Si. ~D 6nde pu siste los huevos? -Aqu l, querida . Bueno , los cristales suefian a 'feces.

Cuan do tienen suefios claros y nit idos, crean plantas bastan te perfcctas, y ra tas y arafias y pajaros verda­deros, Pero no comunrnerit e. EI Canibal dice que son suefios eroticos .

-<Por que? -Suenan antes de acop larse. Pero algunos son dema­

siado j6venes. , . 0 estan poc o desarrollados, 0 simp1e­mente no enc tientran la pareja adecuada en ese mo ­mento. De todos modos, cuando suenan cam bian las moleculas de una planta, y la hacen similar a otra

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planta, 0 de una piedrahaeen-un pajar? . . Nadie pue­de decir que elegiran hace r, 0 por que.

- .Hacen cosas entonces para pod er acoplarse?-EtCaniba l no 10 cre e --expli c6 Zen s mient ras

rornp i a habilm en te un huevo en 12, sarten-e-- . ~lam:l a estos suerios, subpr odu ctos. Co mo S1.un o est~:l.e S f' ena­morado, y pensan do en la per sona amada, hicrese una canc ion . Quiza la canc ion no h able del amor de U l.lO .

Qu iza sea una canc ion sobr: un pr~y? , . 0 .u~a f J,o~ u otra cosa, El viento, por cjern p lo . QUlza rn siqui era sea una .oancion cornpleta . Esa cancion sera un sub­producro, <.entiendes?

-Oh. Los cristal es hac en cosa s, y a ve ces cosas comp let as como Tin Pan A lley ~.ac e c ancio~es.

-Algo par ecido . -Zena sonr ro . Era la pnmera s?n­risa desde hada mucho riempo->, Sien ta te querida . Tr aere la to stada . Buen o, esta es m i opinion . Cu and o dos cristales se acoplan , ocurre algo distinto. H acen algo cornpl eto. Pero no a part ir de cua lquier cosa, c?­mo los crist ales solitarios . An t e codo parecen mon r. Junto s. Pasan sernana s asi. Lucg o, suefian juntos. En­cuentr an algo viv o ccrca , y 10recr ean. Lo t ran sforrna n celula por celula . Mientras, no ~e ;-lOta ~ada. Pu ede ~ra­tarse de un perro . El perro segUlra comiend o y .co~ne~ ­do de un lado a otro , ladrando a la lun a y pe rslgUlenoo gato s. Pero un d ia -n o se CU,lrHO du ra cl p roceso-­todo su org anism o habra side rempla zado.

- -, Y ent onces? . , -E ntonc es podra rransfo trn ar se a si rmsmo , Sl se le

ocurr e. Ser cu alquier cosa. . Bunny deja de ma sticar , penso, rra go, Y p regu nt o: - (Tr ansform arse como? -Oh agrand ar se, 0 achicarse. Tener mas paras . 0

forma s ~ ara s: delgado y chate, 0 redond o como un a pelota. Si pierde ~n mi embro, podd recobra rlo. (Has oido hab rar de los hombr es lobos? ~(Esos mon stfUOS que a veces son lobos y a veces

hombres? Zena sorbia un poc o de cafe .

-Mmm. Bueno, hay mucho de leyenda . Pero la leyenda naci6 quiz:! con un carnbio parecido.

-(Quiere s decir que los cri stales no son algo nue vo en la tierra?

- jO h , cielos, no! £1 Carrl ba] dice que Uegan, y vi­ven y se cr ian y mueren continuarnenr e.

-S elo para hace r rnons truos y hombres lobes -mumure Bunny estupe fact a.

-jNo, querida! Esas criaturas no significan nada para ellos, Lo s cristales tienen su propia vida. Ni siqu ie­ra ~ Can ibal sabe que hacen, que piensan . Cr ean dis­traidamente , como si garabatearan en un trozo cual ­quiera de papel, Pero el Canibal cree que llegad. a entend erlos, con un inrerrnediario .

-<.Y para que entender esa locura? La cari ta de Zena se oscurec io. -Cuando 10 descubri, ernpece a escuchar cuidado ­

samente . " y a confiar en poder detenerlo. Bunny, ·el Canibal odia a la gence. Od ia a todos, y desconfia de todos .

-Oh, S1 -dijo Bunny. -Aun ahor a, a pesar de qu e apena s los dom ina, ha

conseguido algo. Oh , Bunny. Ha pl antado cri stales en panta nos, con hue vo s de mo squit o inf ecrados de m ala­ria. Ha recogido serpien t es de cascabel en Florida y las ha llevado al sur de California . Y ot ras cosas serne­'antes. Por eso tarnb ien conserv a la feria. Recorre el pais de un extrem e a orro , siernpr e por los mi smos ca­minos, rodos los afios. Va y viene, examinando los cri s­tales, viendo cuan to dano han heche. Busca otros . Los encuen t ra en todas part es. Anda por bosque s y prade­ras, y de cuando en cuando envia una . .. una especie de pens ami enco. Lastima los cristal es. Y cu ando los rrisrales sufren, el 10 siente, y busca alrededo r, lasri­I'lu ndo, hiriendo, hast a que el dolor los delat a. H :1Y muchos. Ant es de limpi arlos parecen guijarros, 0 te­rrones.

-Oh , qu e horror. - Las lagrimas br illaban en los ajos de Bunn y-. jHabria que mat ador

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Page 67: Los cristales soñadores theodore sturgeon

-N 0 se S1 es posible, -lQuie res decir que los cristales hicieron tambien

ai Can ibal? -;:Te parece un ser humano? -Pew . . . ,que ocurrira si encuentra al interme­

diario? - Lo domesticara, Las criaturas nac idas de dos cris­

ta les son 10 que creen ser. El Cani bal Ie dira al inter­rnediario: eres mi esclavo, estas a rnis ordenes, EI inter­mediario 10 creed. Entorices , el Cariibal dorninara realmente los cristales, Quiza hasta pueda acopiarlos e inspirarles algun suefio horroso. Quiza pueda diserni­nar enfermedades , y pestes y venenos, hasta acabar con los hombres. Y los cri stales, lamentablemente, no pa­recen terner este futuro. Les basta Con seguir como ha sta ahora, haciendo una fl or 0 un gato de cuando en cuando, entregados a sus propi os pensamientos, y vi­viendo esa vida extrafia. No bu scan a los hombres. Les son indiferentes,

-jOh, Zee! iHas arrastrad o est o tan tos afios! -Bunny corr io al otro lado de la mesa y i brazo a Zena- . 011, querid a, ~por que no habla ste?

-No me atrevi , criatura, Me hubieran creid o loca. Y adernas, esraba Horty. -~Horty?

--H ort y era u n bebe cuando el jugue te can los cris­tales en tr o de algun modo en el asilo. Los cristales se

unieron a el. Todo concuerda. Horty me dijo que cuand o le sacaron a Junky, d polichinela, casi se mue­re. Los doctores diagnostic aron una psicosis. No era asi po r sup ucsto : habi a una rara relacion en tr e Hort y y la par cja de cristal es. Parec ia, mas sim ple, c pin aron, devo kverle e1 ju guet e qu e emu Ia psicosi s, En fin, J un ky sigui 6 a HoFt y cu ando 10 ado pt aron ... La adopt6 ese mismo Bluett, el juez.

- U n homb re horr ible. ]Blando y .. . lnimedo. -E l Canibal buscaba sin saberlo un ser nacido de

dos eristal es. Alguna vez vislum bro la verdad, pero ahora esta seguro . Yo 10 supe la noche que recogimo s

13"

a Harty . El Canibal daria cualquier cosa por Harty: un ser humane. No, no un ser humane. Horty no es humane. No 10 ha sido desde bebe. Pero ya me en­tiendes,

-,Y Horty sed el inr errnediario? -51. Cuando supe, pues, quien era Horty, pense

en seguida en ocultarlo, en un lugar donde el Canibal nunca 10 buscaria ... Delante de S\lS propias narices ,

-Oh, Zee, que peligroso. jEl Can iba ] descubriria fatalmente la verdad!

-4No t an fata lmente, EI Canibal no me puede leer el pensamiento. Puede sondearme, y llamarme de un modo raro, pelTono descubrir mi interior. No como Horty hizo contigo, El Canibal te hipnotizo, y Horty entro en tu mente y borro la hipnosis,

-Recuerdo . .. Estaba como loca . - T ra ba je en Horty ccnstan temen teo Yo lei a y Ie

pasaba los libros. Todo , Bunny : anatorn ia comparada, historia, musica, marernatica y qui mica .. . 10 que podia ayudar le a conocer la n um anidad. Horty fue siempre 10 que creyo ser. Cuand o era un enano, ereia que era un enano, No crecia . N 1Jn'Capensaba en cam ­biar la voz. Nunca pensaba en aplicar 10 que aprendi a a si mismo. Digeria conocimientos, y los guardaba en un deposito cerr ado. No les presto ninguna atencion hasta pensar que habia llegado 1a hora. Tiene una me­moria eidetica.

-(Qu e es eso? -Una memoria forogr af ica. Recuerda perfe ctamen­

te redo 10 que ha visto , leido y oido . Cuand o los dedos amputados empezaron a crecerie otra vez, .8uarde el secrete, Esos dedos hub iesen podido abrirle los ojos al Canibal. En los seres humanos los dedos no se rege­neran. T ampoco en las criaruras de un solo cri sral . EI Canlba1 se pasaba las n aches en la tienda de los feno­menos, tratando de qu e a la ardiUa Ie creciese el pelo, o 'de que apareciesen agall ;rs en Gogol, el hombre pe2. Si hubiesen sido criaturas de dos erista1es, se hubieran rcparado a Sl mismas.

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-S1. Y tu quer ias que Horty se creyese up ser humane. . ~Eso es. Ante todo, y principalmente, debia iden­

tificarse Can los hombres. Una vez que le crecieron los ~edos , le enserie guitarra. Se aprende mas teor ia rnu­sical en un ana de guirarra que en tres de piano, y la rnusica es quiza la mas humana-de las casas hurnanas . . . Harty se confio en rni enterarnenre .. . porque nunca 10deje .pensar .

-Nunca imagi ne que hablaras asi, Zee. Como en los libros ,

--.-:Yo tarnbien he interpret ado un papel, querida -dlJo Zena dulcemente- . Primero, esconder y educar a Harty. Luego, un plan para que Harty detuviese al Canibal, y destruyera su cristal. Pues no bastaba can rnatar al Can ibal , £1 cristal podia acoplarse otra vez, mas tarde , y recrearlo, can todo su poder.

-Zee , como sabes que el Canibal naci6 de dos cris ­tales?

-No 10 se ~a ij o Zee can torio fu gu b re­ . Si es asi , ruego que la idea que time Hort y de 51 rnisrno, como ser humano, baste para cornbatir al Caniba!. EI odio a Armand Bluett es hum ane , Lo rnismo el amor a Kay Hallowell. Lo anirne con esos dos aguijones, se los met! en Jla carne.

Bunny escucho en silcncio este amargo torrente. Sa­bia que Zen a amaba a Harty, y sent ia la aparicion de Ka y Hallowell como una profunda amenaza. Mira el rostra orgulloso y golpeado de Zena, los labios ligera­mente torcidos, la cabeza dolorosamentc inclinada, los hombres cuadrados bajo la bara enorme. Cornprendio que nunca clvidaria esa imagen. La humanidad es un concepto familiar en los anorrnales, que sienten deses­peradamente su cercan 13 , que declaran su propia hu­mamdad can un dolorido sollozo, que nunca dejan de tender hacia ella los brazos dcforrnes. Aquella figu­ra destrozada y valiente se iij6 en la mente de Bunny como un medallcn: uti homenaje y un tribute a la vez .

Los ojos de Bunny se encontraron con los de Zena.

H~

Zena sonno: -Hola, Bunny . . . Bunny abrio la boca! y tosio, a sollozo. Abraz6 a

Zens y hundi6 cl menton en el hueco fresco y sedoso del cuello moreno. Apret6 can fuerza los ojos para-~­currir las lagrimas . Cuando los abrio, pu do ver otra sez. Y entonc es no pudo hablar .

Par sobre eI hombro de Zena, a traves de la puerta de la cocina, en el vesribulo, via una figura torcida y gigantesca. La fi gma se incl ine sabre la mesa de cafe. El labio inferior le colgo fJojamente. Can dedos deli­cados recogio uno, dos crist ales. Se enderezo, echo a;

Bunny una mirada tristemente piado sa, y se fuc, en si­lencio.

-Bunny, querida , ime lasrimas! Los dos cristales son Harty, penso Bunny. Ahara Ie

dire que Solum se los ha lIevado al Canibal. Bunny hablo con una voz y un rostra secos y blan­

coscomo riza. -No te he lastimado aun ...

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15 ----,-~ - - - - - ---- - - - --­

HORTY SUBIO a saltos las escaler as y se p recipito en el vest ibu le.

----To do me sale mal - jadeo- . V oy a tamar algo y me 10arr ebatan. LIego siempr e dem asiad o ta rde, 0 de­ma siado tempr an o ... -De pront o vio a Zena en eI divan, can los ojos abiert os y fijo s, y a Bunn y acurru ­cad a a su s pies- . (Que pasa?

- Solum v ino m ientra s esta ba mos en l a cocina y se llevo los cristales -explico Bunn y-. Zena no ha abier­to la boca desde ent onces. Tengo miedo, No se que ha cer , Ay, Dies rni o ...

Y Bunny esrallo en sollozos. H ort y cruzo el cuar to en dos zancadas. Alz o a Bun­

ny, 1aapr eto un in stante entr e sus brazo s, y la puso otr a vez en el piso, Se arro di1l6 jun to a Zen a.

-Zee . .. Zena n o se movie. Sus ojos eran todo pupil as, v en­

t an as que se ab rian a una noche dema siado oscu ra, H ort y le alz6 la barb illa y le clav6 los ojos. Zen a se estremecio y gri to com o si la hubiesen quem ado, re­rorciend ose.

-N o, no . . . - Lo sien to , Zee. No sabia qu e t e had a mal. Zena se echo hac ia arra s y alzo los ojos hacia H orty,

com o si solo ahara 10recono cier a. - Ho r ty , estas bien . .. - N atur alm ente. (Que es eso de Solum ? -Se [levo los crisral es, Los ojos de Junky. -L os tuvo escondidos dac e afios -murmur o Bun­

n y-, y ah ora .. .

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-~ Cr ees que el Ca niba l mando aqu i a Solum? -N 0 h ay otr a expl icacion , Pienso que me sigui6

y esper o hasta vc r te salir. Vino y se fue t an r apida­mente que apen as pu dimo s ve rlo .

- Los ojos de J unk y .. . Har ty rccor do qu e una vez casi se h ab ia muert o,

wando A rmand tiro el jug ue re . Y que otr a vez 10 habi a p isado un vaga bun do y que el, H ar ty , 10 h abia sen tido en cl restaura n te, a cinc uen ta m etros. Aho ra e1 Caniba l po dr ia ., . Oh , no . Era demasiado,

Bun ny se Ilevo la rnano :l Ia boca. - Ho rty, se m e acab.i de ocurri r . Solum pud o haber

venid o sin el C an iba l. EI Can ibal qu er ia los cr ist a­les . .. y ya sabes com o es cu and o quie re alga. No aguanta cspe rar . D ebe de esta r aq ui,

-No. - Zena se en de rezo tiesall1ente-. No, Bun . Puedo equivocann e, pero cre o que el Ca nibal se ha ido. Si pi ensa qu e Kay H allowe ll es Harty, querr a rraba jar en los cristale s can la jov en delante . Apo staria ~ q ue corre de regreso a la fe ria, a toda velocidad, en este mi nut e .

-- jSi no m e hub ier a ida! - gimi6 H ort y-. Hubi ese podid o det ener a Solu m , y has ta qu iz a at ra pa r al Ca­nibal y . . . iMaldita sea! El coche de Nic k esraba en el garaje . Pr im ero tu ve qu e enco n rra r a Ni ck y p edirl e presta do el cache, y lu ego hac er salir un camion esta­ciona do fr ent e al ga raje, y ech ar agu a en el radiador ... Bueno, 10 de siernp re . D e todos m od os, ya tengo el co­che. Ab ajo . Saldre en segui da. En cua t roc ientos ki lo­metros pod re a1canzar los. .. (Cu ando estuvo Solum aqui?

- Ha ce un a hora, Es impo sible, H orty . (Q ue sera de ti cua ndo el Ca ni ba l to rt u re los crist ales?

Hart y saco un as llaves del bol sillo y ju gu ete6 can

elias. -Q uien sabe - dij o de pr onto-e- . Si acaso.· . Corrie al telefo~o. Zen a 10 oyo hab lar rapidame nt e en el aparat o y se

volvio hacia Bunn y .

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- -Un av ion, jClaro! Ho~ty dejo el telef ono y rmro su reloj.

, -51 lIegol en doce minut os al aeropu erro, alcanza­re un aerop ano.

-Alc anzar cm os, querr as decir. -~o, tu no vienes, Zen a. Desde ahora , esto es asun­

to mr o. B~.mn y se po ni a ya el abr igo. - Y Q vuel vo jun to a H avan a -d ijo sorn br iarnente

y su rostr o in fa n ti l rnosrro un a terc a decision. I

-No vas a dejarme aqui -diJ 'o Zena bu scand o su 1 • '

;LDrIg c-. No discutas, H art y . T engo mucho qu e de­cir re, y quiza mu cho qu e hacer

-Per u . .. -5i -ci ijo Bunny -. T iene m ucho que decirt e.

Cuando llega ron al aero dr ome , el aeroplano m ar cha­ba ya hacia la pist a. Hor ty en tre en cl campo tocando furiosamente la co. ueta. Ya insral ados en e1avi6n, Ze. na. hab l6 CORcalm a. Termine cuando qued aban diez rnin utos de viaje.

Lueg? de una pausa larga y pensativa , Horty dijo: - ASl que soy eso. -Algo mu y import ant e --dijo Zen a - , Por que no m e 10dijiste en t antos anos? -Habia cosas que no sabia. Y que no se aun .. . No

~ab ia, por ejernplo, que podr ra sacarte el Canibal , si 10 inr enr aba. Que ria que aceptar as, sin dudas, que eras un ser hu mano, y que creci eras con esa idea.

Hor ty se voIvi6 brusc ament e. -<Po r que corn ia hormig as? Zen a se enccgio de hombr os. - No 10 se, Quiz:! ni siquiera dos cr istale s puedan

crear un ser perfecto. En fin , quiza te faltaba ;icido form ico. EI. :icido que da su nornbre a las hormi gas, Al guno s ChlCOScomen yeso porque necesitan calcic. A otros los gustan los bizcochos quemados por eI car­bono. 5i habia en -ci una carenci a, debia de ser bastante gra ve.

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Pareci o que algo frenaba el avion, Habian bajado los alerones,

-Ll egamos. (A qu e dist ancia esta la feria? ---A unos cinco kilomerro s. Podem os tornar un taxi. -Zee , voy a dejarte en algun sit io, fuera del cam­

parnento . Ya sop or t aste dema siad o. -Y o ire contig o -dij o firm ernent e Bunny-. Per o

tIl , Zena .. . Cr eo que H ort y ti ene razon. Por favor, quedate afuera ... hasta que term ine todo,

-- <Q ue vas a hacer? H orty ext endio las manos. - Lo que pueda. Llevarme a Kay. Irnp edir que Ar­

mand Bluet t cu rn pla sus planes. Y al Canib aI .. . No SC,Zee. Ya se vera. Pero hare algo. T 11,Zee, rec onocelo, no te tien es en pie . . •

- Ti ene razon, Zee. Te 10 ruego . . . -dijo Bunny. - Oh, cu idate, Horty ... Por favor, [cuidate!

Esto es peor que una ' pesadilla, penso Kay. Ence­rrada en una casa rodanr e con un viejo satire asus­tado y un enano moribundo, Y un loco y una especie de rnonstruo que vol vera n en cualquier memento. Y preguntas sin sentido sobre dedos cortados, cristaIes vivos, .. Y que yo, Kay , no soy Kay , sino algun otro, o aIgun a otra cosa.

Ha vana gimi6. Kay m ojo un a servill eta y Ie enjugo la fr ent e. Vio, otr a vez , qu e a H avana Ie tembIab an los labios, Pero las palabr as Ie mor ian en Ia garganta .

Q . " , K Oh ' - urere algo - susurro ay-. . ,cOmO m e gus­taria saber que qui ere.

Armand Bluett estaba apoyado en Ia pared, junto a la ven rana , Con un coda fuera. Kay comprend i6 que Bluett no estaba cornodo , y que seguramente Ie doIian los pies. Pero eI hombre no se sentaria. No dejaria la ventana, Oh , no. Desd e alii podia gr itar pidiendo ayu­da. D e pronto el viejo satiro Ie tenia miedo. La mi­raba aun con los ojos humedos y la boca bab osa, pero Ie ten ia miedo, Bueno, mejor asi . A nadie Ie gusta que discutan su identidad; pero en este caso Kay estaba de

14)

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acuerd o, Cualquier cosa can tal de que Armand Bluett no se mo vrcra.

-Seria mcjor que dejara a ese mon struito -dijo d Juez secamente- . Se rnorira de todos modes.

Kay se volvio can una mirada de odio, pero no dijo nada . EI silencio se alargo, puntuado solamente por el doior oso ajetreo de los p ies del juez .

-Cuando vuel va e1 sefior Monetre con los crista­[es - dijo Bluett al fin- pronto descubrirernos qui en es u stcd . Y no diga que no sabe nada .

- No se nada -su spire Kay- , Me gustarla que se dcjaran de gritar. No me sacar an 10que no se. Y ade­mas , este pobre hombre , tan enfermo,

El jue z gruri o desdefios arnenre y se apret6 aun mas a la ven tana. Kay sinti 6 la tenta cion de acercarse y rugirl c como una fi era. £1 juez atravesaria probable­mente la pareJ. Pero Havana se quejo de nuevo.

- (Q ue pasa , amigo? (Que pasa? En seguida, Kay se cndurccio . Sintio , interiormente,

una pre sencia, algo relacionado, de algun modo con una musica fluida y delicada , una cara ancha y ama­ble, y un a sonrisa, Era como una pr egunta. Kay res­pond i6 silen ciosamen te : Estey aqui, Estoy bien, bast« abora.

Se volvi o y miro al jue z . Blu ett parecia ten so. Con el codo en el alf eizar se lustraba nervi osarn en te las ufias en la solapa,

Y una mana ent ro por Ia ventana. Era una ma na mutilada , Se alzo como la cabe za de

un ave acuatica que busca su presa, paso sob re el hom­bro de Armand y se abr io directamente an te su rostro . El indic e y el pulgar estaban intactos. Al ded o mayor le faltaba la mitad, y los otros dos eran meros mufio­nes de piel cica t rizada.

Las cejas de Armand Bluett, dos abierto s sernic ircu­los, sc eriz aron sobr e un os ojos desorbitados, tan re­dondos como la boca. El labio superior se Ie ret orcio y sub io hasta casi tocar 1a nariz. Em it io un sonido de­bil , una arcada, un chiHido, y cay6 al sudo .

La mano desapar ecio. Se oyeron afuera unos pasos rapid cs qll e se acercaban a la puert a. Un go lpe . Una voz,

-K ay. Kay Ha llowell. Abr a. -<~ui en . . . quien es? -balbuc eo Kay. -Harty. -£1 pestil lo se sacudi a- . Rapido. El Ca­

nib al no tard ara, - Ha rey. Yo ... La puerta esta cerrada. -Bu sque la Have en el bol sillo del juez. De prisa. Kay se acerco rapidamentc , de mala gana, a la caida

figura. El ju cz yaci a de espaldas, la cabeza apoyada en la par ed, los ojos obstinadam ent e cerra dos, como queri endo borr ar el rnundo. En el bolsillo izqui erdo del chaleco hab ia un ll av ero , y una Have sue lta . Kay torno b Have y abrio,

Se quedo parp adeando a la luz. -Horty . - ·-El mismo. -Horty entre, le toco el brazo, y son­

ri6 con una mueca-. No deberia escribir cartas . En­tra , Bunny.

-Pensaban que yo sabia donde encontrarlo a usted . -Lo sabia. -Hart y se volv io y estudio 1a fo rm a

caida de Armand Bluett-. Que espectaculo . .:EI hom­bre sufr e del est6mago?

Bunny habia corrido hasta la cucheta y se habi a arrodill ado .

- H av ana .. . Oh Havana . . • Havana yacia tiesarn enre de esp ald as. Tenia los ojos

vidriosos y los labios hinchados y secos. -Est<i , . .. esta . .. --eomenz6 Kay- . He hecho 10

que he podido. Quiere algo. Temo qu e ... Se acerco al lecho. Horty 130siguio. Los labios palidos y gruesos de

Havana se distendier on lentarnen tc y luego vo lvieron a pleg arse. Se oyo un debil susurro.

--Como me gustari a saber que qurere -dijo Kay . Bunn y no dljo nada. Puso las manos sobre las me- '

jill30senrojecidas ' del ertano, suavemente, pero como si quisiesr :-r;mcarle un secreto.

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Horty fruncio el cefio. ~ ·-Quiz a yo pueda descubrir]o -dijo . Kay vio que 1a cara de Horty Sf distendia, como

cubierta por una grave placidez . Horty se incline hacia Havana. E1 silencio fue de pronto tan profundo que los ruidos de la feria parecieron caer sobre ellos, ru­giendo.

Un memento despues, Horty volvio a Kay un ros­tro crispado par el dolor.

-Ya se que quiere. Quiza no haya tiempo antes que Begue e1 Canibal, pero ... tiene que haber tien;­po -dijo con firmeza-. Ire al otro extrerno de ia casa . 5i se rnueve -dijo seiialando a1 juez- golpeelo can un zapato, Preferiblemente con un pie dentro,

Horty salio can la mano en la garganta. -(Que va a hacer? Bunny, can los ojas clavados en el rostro comatose

de Havana, respondio: -No se.A1go por Havana. (Le vio Ia cara a Horty~

No creo que Havana vaya a ... a . .. Del otro cuarto lleg6 el sonido de una guit arra . La,

seis cuerdas vibraron ligeramente. Un mi cayo, luego se alz6 un poco. Un do parecio aplastarse, Luego U11

acorde . . . En alguna parte una rnuchacha ernpezo a cantar con

la guitarra. Poloo de estrellas. La voz era plena y clara como la voz de una soprano, pura como lavoz de un nifio. Quiza era la voz de un rnfio. Las f rases termi­naban con un Iigero vibrato. La voz cantaba las pala­bras siguiendo simplernente el cornpas, no improvi­sando, no estilizando, como una respiracion Hcil. Los acordes de la guitarra no eran complicados, y envol­vian la melodia en rapidos y delicados arabescos,

Havana no se movie. Pero se le habian humedecido los Oj05 vidriosos, y empezo a ·sonreir. Kay se arrodillo junto a Bunny. Quid se arrodillo sOlopara estar mas cera ...

-Kiddo -susurr6 Havana a tcaves de su sonrisa. Cuando fa' cancion termiac, d rostro de Havana I

parecio descansar . -Bien- dijo muy claramente, Ha­bia un mundo de felicitaciones en esa silaba. En segui­da, y antes que Harry volviese, muri6.

Horty a1entrar ni siquiera mira el catre, Parecia tener alguna dificultad con 1a garganta.

--Vamos -dijo roncamente-. Salgarnos de aqui. Llamaron a Bunny y fueron hacia la puerta. Pero

Bunny se qued6 junto al cane, Con las manos en las mejillas de Havana, Con una expresion de tiran tez en el suave rostro redondo.

-Bunny, varnos. Si volviese el Canibal ... Se oyeron un os pasos afuera, y un golpe en la pared

de la casa. Kay dio media vuelta y mir6 .1a ventana, de pronto oscura. La cara triste y grande de Solum mi­raba hacia adentro. En esc mismo instante, Horry gri­to, y cay6 retorciendose al piso. Kay se volvio, y vio que la puerra se abr ia.

-Les agradezcQ que me hayan esperado -dijo· Pie­rre Mcnetre mirando alrededor, .

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16

ZENA SE ENCOGIO gim iendo en la .incomoda oama de hotel. Harty y Bunny se hahian ido hacia dos ho­ras, y durante la hora ultima la depresion habia c.re­cido sobre ella, como un incienso amargo en el aire, como hojas de plomo que le pesaban en los cansados miernbros. Se habia levantado dos veces de un salto, y habia recorrido impacienternente la habitaci6n, pero e1dolor de Ia rodilla la habia de.vuelto a la cama, donde habi a goIpeado con pufios irnpotentes, y habia mirado desanimadarnente las dudas que giraban sin cesar alre­dedor. (Habia acertado al decide a Horty quicn era? <N 0 hubiera debido infundirle mas crueldad, menos escrupulos, y no solo acerca de Armand Bluett y aque­lla proyectada venganza? <Hasta que punto la entidad maleable que era Harty habia absorbido los afios de instruccion? ,(N o podria Monetre, con sus feroces po­deres , deshacer en un segundo Ia labor de doce 1r,os? Ella sabia tan poco. Era, senria, tan insignificante pa­ra la tarea de fabricar ... un ser humane.

Hab ia deseado con todas sus fuerzas poder entrar mentahnente en aquellos raros cristales, como intenta­ba hacerlo el Canibal, pero de un modo total, y descu­brir asi las [eyes del juego, los hechos esenciales de una forma de vida tan extrafia que la 16gica no parecia poder aplicarsele. Los cristales disfrutaban de una ple­na vitalidad; creaban, se reproducian, sent.ian dolor, <pero que proposito tenia Sil existencia? Uno moria , y los otros no parecian preocuparse. <Y por que, por que creaban esos objetos de suefio, laborlosamcnte, ce­luI a por celula, que al fin eran a veces s6lo un horror,

un fen6meno, una monstruosidad inacabada e inutil, y otras una copia tan perfects que no se distinguia del modelo? ~y por que, como en el caso de Horty, crea­ban a veces alga nuevo, algo que no era una copia , sino quiz.as un punto media, una norma vivierrte en la superficie, pero un ser polimorfico, fluido, en esencia? (Que relacion hab ia entre los cri stales y cstas creabo ­nes? (Durantecuanto tiernpo gobernaba un crista] ~ su produeto, y cuando 10dejaba libra do a sus propios medics? (Cuando ocurr ia la rara sizigia que producia seres como Horty? (Cuando 10dejarian en liberrad . , . y que seria de el entonces?

Quiza el Canibal hab ia acertado al hablar de cria­turas sofiadas, productos materiales de una extrafia imagrnacion, elaboradas sin planes precisos. Ella sab ia -el Canibal 10habia demostrado-e- que habia mi1'es, quiza rnillones de cristales en 1a tierra, y que vivian sus extrafias vidas tan ajenos a la humanidad como est a era ajena a elIos. Los ciclos vi tales, los propositos y fines de las dos especies eran totalmente distintos, Y sin em­bargo ... cuantos hombres hab ian ambulado por la tierra que no eran de ningun modo hombres; cuantos arboles, cuantos conejos, flores, amebas, gusanos, pinos, anguilas 0 aguilas habian crecido y florecido, nadado y cazado entre sus prototipos, sin que nadie sospechara que cran un extrafio suefio, y que su unico pasado era ese mismo suefio.

-Libros -'grufi6 Zena. [Los libros que ella habia leido! La habia devorado

todo, eualquier cosa que ayudase a en tender los cris­tales. Y por eada gota de informacion obtenida (y pa­sada a Horty) sobre fisiologia, biologia, anatornia comparada, filosof ia, histor ia, teosof ia y psicolo gia, jcuantos galones de torpes certidumbres , de debiles hip6tesis donde el hombre era siempre la alta cima de la ereaci6n! Respuesta en los lib fo,s no falt ab an c ••

respuestas. Aparecia una nueva variedad de hierbas y algun sabelotodo se pasaba el dedo p or 1a nariz y de­claraba "jMutacion!". A veces asi era. ~Pcro siemp re?

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i.Y los cristal es ocu lt os q ue sofiaban en terra dos, y, por alguna rara telekinesis , creaban rrrilagrosarnenr e desde lejos?

Ella arnaba, vene ra ba los libr os de Charle s pa rt , don de no se aceptaba que cualqu ier respuesta fuese la unica respuesta . .~

Mira otra vez el reloj y t u vo un sob resalro, $1 ella supiera por 10m enos, S1 pu diese aconsejar a Bony ... si alguien , alga, pudiese acon sejarla ...

E! pesti llo giro . Zeria, paralizada, 10rn iro fijarnente . Algo pesad o se apoy o contra la pue r ta. N ad ie golpea­ba. Entre el marco y la puerra , arr ib a, aparecio una rendija. De pron to .salt6la cerradura , y Solum Sf pre­cipi to en el cuarto,

En la cara de piel suelra y verdosa, de abultado labi a inferio r, los ojitos parecian aun mas inflamados y salientes , Solum dio medi a pasoarras, cer ro la puer­ra, y fue ha cia Zena can los brazos ext endidos, como im pi dieridole c ualquier movimienro,

La presencia de Solum Ie tra ia a Zena terribles no­ticias, Solo ella sab ia donde esraban Hart y y Bunn y, que la habian deja do en el hotel an tes de cruzar la c~.

rrerera, ha cia la feria . Y, ap arenternente, Solum h ab ia viaja do can eI Can ibal .

Asi que el Canibal estaba de vu elta . . . y habra en­co ntrado a Bunny 0 H arty , a los dos, .1, peor aun, ha bia logrado saber alga que ellos no dirian volun ta ­riarne nre.

Zena alzo los ojas sinriendose encerr ada entre una resign acion m or ta l y un creciente terror.

-Solum .. . Solum m oyi6 les labios. Se pa s6 la lengua par los

brillantes dientes pun ti a-gudes . Luego enendi o Io.s bra­zos hacia Zena . Zena se acurruco en un rincon de la C3ma.

Y en ese in staI1te, Solum cayo de rodi l1as. Movien­dose lentaniente, Ie t omo can UDa mano un piececito, r se inclin o con un evid ente aire de reve rencia.

l SO

En seguida le bes6 el empe ine , can la misrna dulzu .. ra, y se echo a Horn Le solto el pie, y se q uedo all1, agachado , sume rgido en esrrernec idos y callados so­llozos,

- Pero, . Solum - dijo Zena tonramen t c. Extendio la m an a y t oco Ja hum eda mej illa del

gigant e. Saturn se !leva la mana de Z en a a la cara y ella 10m ir6 can asornbro. B acia much o tiernpo se ha ­bia p regu n ta do qu e h ..bria dc tras de aque lla cara ho­rrib le; una me nt e encerrada en un universe silencioso, sin p ~: ' ~0r? ' en oVdd<: entraba el murido por los ojos fijos, sin quI' nunca asornnra una expres i6n, un a con ­elusion, u na ernoc ion .

-- <1Que pa sa Solum? ~munnuto Zen a-s-. Harty. ' . Solum alzo los ojos y afi rm6 Con rapidos mov irnien­

tos de ca beza . Zena 10 rniro fijamenre. -SOJUlTI, {oyes? Solum pareci6 titubea r . Luego se sefialo e] oido y me­

:leo 1.1cabez a. En segu ida sp sefialo h frenre, -Oh -su surr6 Zen a. Durante arias, la gente de la feria hab ia discurido

ociosam en re si el hombre de piel de lagarto era real­nente sordo. Se sucedi an los ejernpl os. U nos decian que si '! otros que no . EI Can ibal 10 sabia, pero nun ca se 10hab ia dich o a elk Solum lela el pensa rn ien t o. Ze­na enroj ecio al r eco rd ar las veces que los arti stas de la fer ia, un po co en brorna, 10habian insulrad o a gnt os ; y, alga pear, las ho rroriza das reacciones de l'Oscliente s,

-Perc . .. (que ha ocurrido> ~Has vista a Horry ? ,Bun,ny?

La cabeza baj6 y subi c, dos veces, - 'lD6nde estah? ( Estan a salvo? Solu m sCl1.ale la feria ca n e1 pulg aI', y sacud"i6 Ja

cabcza gravemc nte . -Llls . .. {'Los tiene el Cantb al? 51. -(Con la much acha? 51.

151

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Zena salto de: la carna, e ignorarido el dolor , camino de un lad o a ot ro pa r el cuart o.

- , T e envi o p ara que m e llevaras? Si. - ,P ero po r que no 10 hici ste en tonc es? N o hub o respu esta, Solum hizo un os debiles ade­

ma nes. -Veamos - dijo Zen a-. Le lleva ste los crist ales, Solum se golpc6 la f ren te can las puntas de los dedos

y exte ridio las m an os, D e pro nto Zen a ente n dio. - Te hipn otiz o en to nce s. Solum meneo la cabeza lcnt am ente. Zen a en ten dio qu e el robo de los crista les no habia

t enido pa ra el ningun a, irnpo rta ncia . Pero ahora era distin to. EI pun to de vista de Solu m , ha bia cambi ado, y dr asticarn en ce.

- Oh, como me gusta r ia que pudie ses hablar. Solu m movie ansiosamerit e, en pequefios e ir culo s,

Ja man o derecha. -Oh , jclaro! - est a1l6 Zena. Corr i6 cojean do al

gasta do escrito rio dond e hab ia dejado la cart era. En ­con t ra el lapicero. No te nia otro papel que la libreta de cheques- . T oma , Solum . R apido. [C ue n t amc !

Las manazas cnvo lv iero n la plum a, oculta ndo com ­pletame nte el est rec ho pap el. Solum escribi6 con rapi­dez, mi ent ras ella se retorc ia irnpaciente rnen te las m anes .

AI f in Solum Ie dio a Zen a el p apel. Su escrit ura era deiicada, casi mic rosco pica ytan ni ti da como la letra imp resa, Solu m hab ia escrito, concisame nte :

C. odia a la geni e. Yo tam bien , No tant o. C. que­ria ay uda, /0 a)'ude. C. querfa que H ort y /0 ay udar» a bacer deni o a mas genie , No m e impo rl aba. Segu! 171'lIdanJo . La gen te nunc a me quiso, . Soy btcm ano , u n. poco. H orty "fo es bu-mano, Pero

cuand o H avana se mor ia, qul so que Kidd o can tara. H ort y If ley 6 el pensami en.t o. N o habia ti emjJO. Pe­

152

ro H ort y no se salv o. H izo la voz de Kidd o. Can to para H avana. D em asiado tarde. Ll ego C. H ort y ba­bia ayudad o a qu e H avana m uriese f eliz . Pero no le serv ia d e n ada a H ort y. H orty lo sabia , y sin em ­bargo 10hiz o. H ort y es am or. C. es odio . H or ty es mas buman o qu e y o. Esto y auergon zado, T1;' bicist es a H orty . Y yo te eyudo .

Zcna leyo , con ojo s cada vez m as brilI ante s. - Havana ha mu erto , en to nce s. So lu~ hizo cl adem an de retor cer se la cabeza, se

seiia16 el cuello, y castafi eteo ru idosamen te los dedos. Sacud i6 el pufio seiia lando la feria .

- --Si , 10 ma to e1Can ibal. . . , Como t e en te r ast e de la cancio n ?

Solum se toea la fre n te . -Oh . H as leido el pensa rnient o de Bunn y y esa

mu ch acha Kay. Zena se sen to en la cama , ap re tandos c los nudillos

con tr a las mejillas. Piensa, pie n sa .. . Oh , que no dar ia ella po r un cons cjo, un a palabra acerca de aq uellas rar as cria turas. El Can iba l, loco, inh u m ane . segura­men te u n ret or cido p rcdu cto cristal ino. D cb ia de ha­ber algun modo de dcteu erlo . Si ella pu diern corn uni ­carse con alg un crista l y le pre gunta ra qu e haccr. Si ella dispu siese de ese inte rrnedi ario, esc in ter p retc que eI Ca nibal h abia esta do buscarido todos esos afios . . .

.El int ermediario! - -Estoy ciega. jComp!c ta me nt e ciega y estupi da!

-j ade6. En todos esos afios hab ia im pedido que H ort y se

acercas e a los crista les, EI Cani bal no 10ma ria asi con ­t ra los homb res. Pero H ort y era 10 que era ; era exacta­men te 10 que el C an ibal quer ia, el ser que pod ia ha blar con los cr ista lcs. iY los cr ista les sab ian sin dud a como destru ir sus creaciones!

(Pe ro Ie dir lan los cr ist ales algo sernejan t e? No seria necesario , decidi o in st ant an eam ent e. Bast a­

ri a con que Hort y I.'n tend iera c1ext r aiio mec anismo

153.

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mental de 105 cristales, y sabr ia ,n seguida como ha­cerlo.

iSi pudiera decirselol Horty aprendia rapidarnente, y pensaba lentamcnte , pues la memoria eidetica es aje­na al pensarniento metodico. En algun memento a el tam bien se le ocurrir ia 10 rnismo, pero por ese entonces quiza fuese el esclavo tullido del Canibal. <Que haria? <Escribirle una nota? Quiz:i ni siqu iera estuviese cons­ciente. Si ella pudiera transmitirle pen samientos ... transm itirl e pen samiento s . . .

-Solum -dijo urgentement e- , <puedes . .. hablar aqui -Zena se toco la fr ent e -tan bien com o oir ?

Solum sacudio la cabeza. Pero tomo el cheque escri­to y sefialo una palabra.

-Horty. {Puedes hablarle a Horty? Solum sacudio la cabeza y lue go movie la mano de

la frente hacia adelante, varias veces, -Oh -dijo Zcna-. No puede s proyecrar tus pen­

sarnientcs, pero Horty podria leerlos, si quisiera. Solum movie afirrnati vament e 13cabeza . -P orfe cto -dijo ella. R espire pr ofundament c. Sab ia al fin que debia ha­

cer. Aunque el costo , .. N6 import aba. No po dia irn­portar .

-Llevam e a la f eri a, Solum . Me Ilevaras a 1a fuerza. Parec ere asustada , y' I uriosa. Busca a Horty. Sabras como hacerlo. Buscalo y pie nsa. P ien sa: Preguntale a los cristal es como -matar a las criaiu ras soiiadas. Descu ­brelo en los crisial es-,<.En t en distc, Solum?

EI muro se habia alzado muchos ailos at ra s, cuand o Horty conduy 6 q'uc los per entorios llam ados noctur· nos no eran para el sino p'ara Zena. N ada habia mo­vido el muro, una vez erigido, hasta que Zena sugirio que intentase entrar en la hipnotizada mente de Bunny. EI muro se habia derrutnbado . entonces, y asi estaba cuando localizo la casa rodante donde habian encerra­do a Kay, descubrio el ultimo deseo del agonizante Havana. La mente sensitiva estaba pues abierta y sin

H4

defen sas cu an dr llezo el C anibal. EI Can ibal lanzo su , nt r en ado acero dc" cdio, y Horty cayo envuelto en

llam as de dol or . Estab a, en vcr dad, totalrne n rc inconsciente. No vio

J Solum qu e scsten ia a Kay , cu and o iba a ca er desma­yada, y se la pon ia bajo ella r go br aze m ien tr as ex ten­db el o t ro y alz ab a del suelo la f igur ita de Bunny, de rost r o dulc e y co r azon tiern o, que se revo lvi a, luchaba y escupia . N o ad virti o que io llev ab an a la gran casa rodan te de Monet re , n i la llega da tambaleanr e de un tem bloro so, ar rebata do Ar man d Blu ett. N o not e que Mon ecre dominaba ra pida e h ipn oric amente a la hi ste ­rica Bun ny , n"ioyo la v oz in cxpre siva de la ena n a que inf or m aba del parad ero de Z ena, ni como Monerr e or den aba irnperiosarnente a Solum que cor riera al ho- . tel. N o oyo ta rnpoco qu e Mon et re rech azab a seca rnen t e a Bluett .

- ·No !os necesito, ni a usted, ni a la ch ica. Ha gase a un lade.

Horty no via que Kay se p recipir aba b acia la puer ta, ni el cr uel pufietaz o de Ar mand Blu ett qu e la envio al . )

nncon, -Y o te necesito , qu erida --gru ii.6 cl ju ez- , y no te

perd ere ct ra ve t . de v ista. Pero la desaparicion del m u n do cornun reve lo otro.

N o er a un mundo raro ; los dos hab ian coexistido siern­pre . Hort y via s610 porque cl mund o cornun se habia ret ir ado .

N o h ab ia n ada all; que pudie se aliviar las tinieb las de la in conscien cia, Horty se sentia inmun izado con­tra el asombro, y 1a cur iosidad . Er a un m und o don­de las sensaciones c impre sion es iban y veni an , d onde hab ia placer en unir se a pcns amiento s abs t r acto s, exci­tJ cion a1 p asar de un dificil probl erna a otro, y era fascinante con centra rse en dist an tcs y esote rica s con s­truccion es. Horty senti a a su alred edor, y c1aramen­te, la pre senci :! de ent ida dcs; no habia relaci6n en­tre elias, exce pt o alglm raro acercamiento, y, en la le­jania, alguna pareja excepcional. Estas e:ltidades se

US

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desarrollaban por S1 misma s, cad a una segun sus pre­ferenci as. H ab ia una sensacion de perrn an enc ia, de vida tan larg a que no con ta ba 1a mue r te, salvo como fi n esteti co. A qui no h abi a h ambre, persecuci ones, coop er acion, 0 mied o, y las ent idad es ignoraba n las bases misinas de la cornun existe ncia hu rnana. A cos­tumbrado desde la infancia a acepta r y creer , Hor ty no hacia pre guntas ni compara ciones, no se sen t ia in­tri gado ni per plejo .

Sintio al fin la fu erza que 10 hab ia de rrib ado ; se acercaba otr a vez tentat ivam en te, pero ahora no como un anna , sino ma s bien com o un a aguj a. La rechaz6 sin esfu erz o, pero se ad elant o a rec uperarse . Se libr ar ia de esa mo lestia ,

Abr io los ojos y vio a Mone t re sen ta do al escri torio. H ort y yacia en un largo sofa , con la cabeza ap oyad a en un angul o del respald o. El Can ib al mir ab a, y espe­raba .

Horry cerr o los ojos, suspir e, y mo vi6 las mandi bu ­las, com o un hombr e qu e desp ierra ,

-H ort y . - La voz del C ani bal era su ave y arna­bl e- . Mi qu erido much ach o. He esperado t ant o este momen ta . Se inicia un a irnpor t ant e obr a com un ,

Hart y abri6 otra vez los ojos y rniro alrc dcdo r. Blue tt 10 observa ba con una estrerpccida mezcla de mie do y furi a. Ka y H allow ell est aba acurru cada en el ri ncon ma s alejado de la pu er ta, en el p iso. Bunny en cuclill as, colg ab a flojam ente del br 'azo de Kay , y mi ­raba el cuart o con ojos in expresivos.

-Hart y -i ll Sist io el Can ibal. Hor t y 10 miro otra vez. Bloque o H cilment e la fu erza hipn oti ca que emi­ria el Can ibal. La voz mel osa con tinuo , apac igua n te--. Esta s en tu casa al fin , realm ent e en tu casa . Y yo estoy aqui par a ayudarte . T u Iu gar est a en tre nosotr os, Te entiend o, H ort y . Se 10 que qui eres. Te hare f eliz. T e mostra re la gran deza. T e .pr ote gere. Y me ayud a­ras . -EI Can t'bal sonrio-. 2No qu ieres, H ort y?

-Vaya se al diablo - dijo Hart y.

156

La rea ccion fue in sran t anea : un a fl echa de ocio af i­lada como un a n avaj a, aguzada com o un a aguja . H ort y 1J rccha zo, y espero ,

Los ojos del Cari ib al se achicaron. Elev o las cejas. ·- M as f uer te qu e 10 espe rado . Bien. Pr ef iero que

seas fuerr e. Vas a tr ab aja r con migo, ya sabes. Horty sacudi o indi fer enre m ente la cabeza. Q u a vez ,

y dos veces mas, el Can ibal 10 golpeo, con. in ter valos irregu lares . Si fa defcnsa de Hart y hubi ese sido un con tr aa ta quc, com o en tin asalt o de esgrim a 0 un mat ch de box, el C aniba l 10 hub iera alcanz ado. Pero 1a de­fensa era u n mu r o.

El Can ibal se echo hacia atr as. A qu ellos ataq ues parec ian ago tar lo.

- Muy bien -murmur&-. Ante s te aplasta rernos n poco.

Los dedo s del Can ib al t amb or ilear on perezosament e sabre la me sa.

Paso un largo rata. H art y advi rt io pOl' vez prim cr a que estab a p arali zad o, P od ia re spirar con bastan te fa ­cilidad, y mover tr ab ajosarn en t e la ca beza. Pero los brazos y las pierna s par ecian de plomo. Sent ia aderna s un vago dolor en 1a nu ca. Sin dud a una luib i! inyec ­cion espina l.

Kay se movie silenciosarne n te en su rincon . Bunn y la mire con aque lla misma mirad a vaci a en la cara re­donda y dulc e. Blu ett fro to incom odarn ente los pie s en e1pi so.

Alz uien abrio la pu ert a de un codaz o. Entr 6 Solum, b , d

t rayen do la I igur a inanimada de Zen a. H orty trato e inove rse, inut ilm cnt e. EI C anibal son rio, in sinuante, y sefialo con un mo vimicn to de cabeza .

- A I rinco n , con todos los inu t iles -di jo- . Qui z oi poda mos u sarl a m as tard e. <Y si le sad r amos un bu cn peda zo? <Q ue dir ia nu estr o amigo ?

Solum son rio com o si se Ie h iciese agua la boca . -P ar sup uest o - dijo el Canibal pen sati vam ente -llj'

Zena no es muy gran de. Irem os despacio . Un poco por vcz . - £1 C an ibal habLlb a en un ton o in dif eren te, pe­

157

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ro clavando los ojos en el rostra de Horty-.W!i viejo Solum, nuestro amigo Horty esta demasiado despierto. (Si 10atontaras un pocoj Con el bord e de la mano en un "lado del cuello, justo en ia base del craneo . Como te he ensefiado, ya sabes.

Solum se acerco , Puso una mano en el hombro de Horty, y apunto cuidadosamente con la otra. La rna­no quese apoyaba en el hombro apretaba ligeram~nte,

una y otra vez , Solum miraba a Horty con ojos lla­rnearrtes. Horty observaba al Canibal. Sabia que el gol­pe mayor vendr ia de alii.

La mano de Solum cayo. Una fraccion de segundo antes que golpeara el cuello, la onda mental de Mone­tre se estrello contra el muro de Horty. Horty sintio una leve sorpresa ; Solum habia contenido el golpe, Alzo dpidamente los ojos, £1 gigante de espaldas a! Canibal, se tocaba la frente, movia ansiosamente los labios, Horty se encogio de hombres. Nohabia tiempo para hacerse preguntas ociosas .. . Oyo gemir a Zena.

-iNo me dejas-ver, Solum! -Solum se aparto de mala gana- . T e dare en seguida otra oportunidad -dijo el Carribal, Abri6 un cajon del escritorio y saco dos pequefios objetos-. Horty, o::losconoces?

Horty grufio y asintio. Eran los ojos de Junky. £1 Canibal emiti6 una risita .

-Si los aplasto, moriras. Ya 10 sabes, supongo, -No Ie servire de mucho entonces, me parece. -Es verdad. Pero ya yes que no me faltan argu­

mentes. --Ceremoniosamente, el Canibal encendio una lamparita de alcohoI-. No tengo por que destruirlos, Las criaturas nacidas de un cristal reaccionan mara vi­llosamente con el fuego. Contigo sed dos veces mejor. - Y aiiadio en otro tono--: Oh, Horty, Ifli muchacho, mi querido mu.chacho, no me obligues a jugar asi con­tigo.

-Adelante ~grufio Horty . La voz del Canihal fue'ahora como un latigazo: -Qua vez, Sotum.

Solum se doblo. Horty vislurnbro el rostro avido de Armand, que se pasaba Ia Iengua por los labios hume­dos. £1 golpe fue mas fuerte esta vez, aunque no tanto como Horty esperaba.. La cabeza se le doblo con el golpe y cayo hacia arras. Cerro los ojos. £1 Canibal no Ie [anzo esta vez ninguna descarga. Esperaba, tal vez, que Hort y gastara sus municiones, rnientras el ahorra­ba las suyas,

-jDemasiado fuerte, idiota! La voz de Kay -gimoteo en un rincon: - O h. basta, basta . ... - Ah. -£1 Can ibal se "01vi6 hacienda crujir b si­

ila-, La senorita Hallowell. ~Que hara este joven por listed? Tdigala, Bluett.

£1 juez obcdecio, -Dejeme un pedazo, Pierre -dijo Con una risita, -Hare como me parezca -replic6 el CanibaI. -Muy bien, muy bien -dijo el juez retrocediendo

a su rincon. Kay se quedo junto a1, escritorio, ternblando, perc

m u y derecha. -Rendid usted cuehtas a La policia -amenazo. -De la polic ia se encargara el juez. Sientese, queri ­

da. - -K:\)' no se movie y Monetre lanzo un rugido-: [Sientesel -Kay dio un salto y se deio caer en la silla, "I extrema del lar go escritorio, £1 Canibal estiro la mane y le torno Ia mufieca acercandola a el-. El juez m e dice que Ie gusta a usted cortarse los dedos.

-No se de que habla. Dejerne ... Mientras tanto Solum estaba de rodillas junto a Hor­

tv, rnoviendole la cabeza, abofeteandolo. Horty, ente­r~mente consciente, no se resistia. Kay grit6.

-Qut.: feria hermQsamente ruidosa tenemos -son­rio el Canibal-. Es inutil, senor ita Hallowell.

Saco del ca.jon un par de pesadas tijeras. Kay grit6 otra vez. EI Canibal deio las tijeras y tomo la lampara, rczando liger.amente los cristales Con la punta de la HarM.. POl' una extraordinaria y afortunada coinciden­Ci2. 0 quiza por 'al,gu--rrras sutil, en .ese preciso instante

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Horty lanzo una rapida mirada a traves de las pesta­fias, Cuando la palida llama toco los cristales, echo la cabeza hacia arras, se Ie crispo el rostro ...

Pero fingia. No hab'ia sentido nada. Miro a Zena , EI alma entera pareda asornarse al

rostro tense, queriendo .decirle algo ... Abrio la mente. EI Canibal advirt io el movimiento

, de sus parpados y le lanzo otra de aquellas terrible s descarga s. Harty cerro Ia mente justo a tiempo; una parte de los impulsos entro sacudiendolo de pies a ca­bez a.

Horty reconocio entonces, por vez primera su inca­pacidad. Zena qu eria decide algo, y el no enrendia, Hizo un desesperado esfuerzo. Si dispusiese de un se­gundo ... Pero si recibia otro golpe, estaba perdido. Habia algo mas, algo que se refer is a ... iS~,lum! La mana que le tocaba el i1ombro, los ojos brillantes, don­de parecia estallar algo inexpresado ...

-Colpealo, Solum. El Canibal recogio las tijeras. Kay grito, y otra vez Solum se incline sobre eli otra vez la

mario le apreto secreta mente, urgentemen~e, el hom­bro. Horty miro aI hombre verde a los ojos y se abri6 al mensaje .

Preguntale a los crisiales. Preguntale a los crisiales como maiar II las criaturas soiiadas. Descubrelo en los cristales, -~Que esperas, Solum? Kay gri r6 y grit6 . Horty cer ro los ojos y la mente.

Cristales . .. no los cristal es sobre la mesa. Todos los cristaies que vivian en ... en ...

La dura mano de Solum le golpeo el cuello. Deja que e1golpe 10b un diera, mas y mas abajo, en aquel mundo oscuro de sensacion es fugitivas y estructurales, Se detu vo al fin, y movi6 can rapidez la mente, bu ~­

cando. Solo encontro una indiferencia total y majes­tuosa. Pero no habia sin embargo ninguna barrera . La que el querh estaba aIll; solo tertia que en tend~rlo . No

10 ayudarian , pero tampoco Ie poridr ian ob sta",u]os, R econocia ahara qu e el mundo de los cristale s no

era mas inabordable que el otro, Era 5610. . • distin to. Los cristales eran abstracciones de ego que se bastaban a S1misrnas , que segu ian sus propios gustos, vivian sus vidas totalmente ajenas, y pensaban con un a logica )' una escala de valores in compr ecsible s para un ser hu­mario.

. Harty algo podia entender, ya q ue no hab ia en el Ideas preconcebida s. Pero se hab ia formado derna siado s6lidamente en un mold e humano par a confundirse totalmente Con csos seres impensabl es. En ten di6, casi en _seguida, que la reoria de Monetre era en parte ver­dadera, yen parte falsa, como la teoria convencional de que en el atomo de un nucleo hay part iculas planeta­rias . La crea ci6n de seres vivos tenia un proposito, pero este proposito no podia explicar se en terrn inos huma­nos. Horry via que esa funcion no tenia para los cris­tales ninguna irnportanci a. Los cr istales ejercian esa funcion, peIo les era tan poco uti! como el apendice al hombre . Y el destino de las criatura s creadas les im­porraba tan poco como le importa al ho mbre el destino de una exhalada molecula de CO 2 •

No ob stante, d mecan ismo de esta cr eacion estaba alii, ante Harty, N o podia entender su proposito, pero si su funcionamiento . Horty abrio su mente eidetic a y receptiva y aprendi6 ... cosas, Dos cosas, Una tenia relacion Con los ojos de Junky, y la otra . . .

Era algo que deb ia hacerse. Era como detener una roca que cae desde 10 alto de una montana echan do Oi

radar otra en el camino. Era como quitarle las escobi­Ilas a un motor e ~ ectrico, como cortarle los tendones de las para s a un caballo que corre. Era algo que se hacia Con la mente, y req ueria un tremendo esfuerz o. Una particular orden de detencion a una particular form a de vida .

Horty entendio, y se retiro. Los cur iosos egos de aI­rededor no habian advertido su presencia. 0 la habl.an ignorado . Harty saIio a la luz . Emergio, y se sintio

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por vez primera realmente asombrado , En el cuello sentia aun el dolor del golpe de Solum, y en ese mo­men to la mano del gigante rebotaba ... El mismo gritc que h:ibia empezado a oir a1 iniciar el descenso, con­cluia ahora en un gemido, Bunny miraba aun con ur lento y pesado parpadeo ; Zena yacia acurrucada cor la misma expresion torturada en el rostro triangular.

EI Canibal le lanzo su golpe. Horty 10hizo a ur lado y se rio-.

Pierre Monetre se incorporo, con la cara negra d, rabia. La rnufieca de Kay le resbalo entre los dedos Kay se precipito hacia la puerta. Armand Bluett I, cerro el paso. La muchacha retrocedio, fue al rincor de Zena , y se dej6 caer, sollozando.

Horty sab ia ahora que hacer; habia aprendido alga Lo probe mentalmente, y supo que no era Hcil. Ha bia que concentrar, apuntar, disparar, Replego la men ce sobr e si misma, e inicio la tarea.

-No debias haberte re ido de mi -dijo el Caniba roncamente .

Recogi6 los dos cristales y los dejo caer en una ban deja de met al. Torno luego la lampara de alcohol, aJusto minuciosamente Ja llama.

H arty seguia en su trabajo . Pero una parte de 5"

mente hacia otra cosa. Puedes matar a las criatura s d los cri sta les, dec ia . EI Can ibal , si, pero ... puedes rna t ar a otros. (Que otros? (M oppet? (La serpiente de de o bezas? (G ogol? (Solum?

Solum , e] f eo Solum, el prisionero mudo ; que a ul t imo momentose habia vuelto contra el Canibal, los habia ayud ado. Habia tcaido el mensaje de Zen : su propia orden de muerte.

Horty miro al gigante, que retrocedia ahora, brillan dole aun ansiosamente los ojos, sin saber que Hort hab1a. lcido el men saje, y 10hab ia cumplido pocos Sl

gnndos antes . Pobre, atrapad ~, lastimada criatura . . Pero era un mensaje de Zena , y Zena habia sid

siempre su arbitro y su gu ia. Zena, sin duda , habia tc

Jlid,o en ,cuen t.a .el~ cosro, y habia decidido . Quiza era meJ o~ asr. QU!Zi~ Solum, de atgun modo ini magin able , podr ia gozar a1 fi n de una paz que la vida Ie habra negado.

~a ~ xt~ana fuerz a crecio en el int er ior de Horty. s, polirnor fico metabol ismo sc vacio del todo en el ar se­nal de la mente. Sin tio que la [u crza se le re tiraba de las manes, las piernas.

-- c:T c hace cosquilla s? -s e bud o ei C an ibal. Acaric i6 con la llama los cri stales cent clleantes. Hor­

ty , rigido , esper aba, sint iend o que y <l no pod ia dorni ­nar aquella f uerza crec ientc, un a Iuer za que se libe ­ra r i ~ ~ s! misma cua ndo alcanzara su pun ro cr irico.

Miro el rostr o encendidu y fuetoso del Canibal. . -:-Me pregunr o -dijo e1Canib al- como se rep ar­

trr a el trabajo en una parej a. -Baj6 la llama, como n escalpclo, y atraveso un cr is·tal- . (Y esto . . . ? Ocurrio entonces. Harty rnism o no 10 esperaba.

Alfuel10 que habia apr endido en los cristales, esta llo en el, No hubo son ido, Solo un monstruoso ful zor azu .. lado, pero en el interior de su cabeza. Cuand o cif ulzor

eX,tingui6, Horty no vela. Oyo un grito ap ;cgado, fa caida de un cuerpo. Luego, lentamente, unas rodi ­Has, una cadera, una cabeza, otro cuerpo. Hortv se

.aban dono al dolor. Su mente, adenrro, era (:0111(; un icam po devast ado par un llameante hurac in c:nnco-re.. icido y hume anre, mot eado de I uegos que S (~ cxtinguia i, poco a poco . . .

La,oscuridad 10envo.lvi61ent ament e, abr iend ose aqui '! aHa en algunos lummosos PUnt os de color . Empezo aver. Se echo hacia at ras, agotado.

Solum habi a caido a1 piso , junto a Hortv . Kay Ha­llowell se apoyaba en la pared , con las ma~os sobre 1a t ara. Zena sc apoyaba en Kay, con los ojo s cerra do•. B~ nn y seguia sentada en el piso, con los ojas muy ablcr tos, balanceandose lentamente. Cerca de 1a puer ­~a, Armand Bluett yacia de espaldas, muy tieso. Este I.filbecu aun inconsciente ~n rece un Victoriano acorse­tado,pcnsa Horty. Miro el escritorio. "

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Palid o y ternbloro so, per o todavia en pi e, eI Cani­bal dijo :

- Me parece que te equiv ocaste . H arty 10m ira oscura rnen te. -- P en se qu e can tu s cualid ades --£o nt inq o el Ca ­

n iball- p odri as di sting uir un cristalin o de un ser hu­ma na .

N unca p;;n;f en ('50 , :10r6 silenciosarnenre H art y. ,fCudndo aprenderd a duJar? Zena sie-m.pre dudo por mi .

--- Me decepcion as, H e reni do sicm pre la mism a di fi­culcad . PaQ rni p rornedio es ba stante alto . Los descu­br o ocho veces de cad a diez . A drn i tire, sin embarg o, q ue eso me sorp rende. - Seil alo con e] pulgar a A rm and B1ue tt - -. Oh, bu crio, otr o ;Haque card iaco en 1a feria. Mu er to , un cris ta lino es igu al a un human o. Sabre todo si no sabcs qu e buse ar . .- Y con uno de aquell os alar­m an rcs cam bios de voz , el C an ib a] continu o-e-: Has qu er ido m at ar rne . . -- Se acerco a H orty y miro a Sol llm - . T en drc que apr end cr a pasa r rnc las sin el vie­jo Solum. Es u n a lastima . M e era mu y ut il . -Parco distr a i da rnen re e! largo cu erp o, y gira n do ra pi da rnente sobre si rn isrno dio a H ort y un a bof erad a en la boca-. Ha r tis dos veces 10 que i 1 hac ia , iY te gu sta r a! - gri­t6--·-. jSalta ds cuando te hable!

El Ca n iba1 se fr oto las m ano s. -- O h-h- h . .. Er a K:q . Se habi a movido , y Ja ca beza de Zena

. ol.c:ab.1 ahor a fl o jam ent e. Kay fr ot a las m anitas de la

-'1'\ 0 pierda el t icmpo - dijo el Can iba.l negligent e­mentc - . F sta mu erta .

Hon y sint i() u n cosquilleo en las punt as de los de­d08,. y sob re tod o en los munones . Esta muerta. Esta mu erta.

El Cant bal ram o un crist al del escritorio y 10 hizQ salta r en la m ano mir and o a Zena.

--En can t ado ra cr iatur a - dij o-- . Tra ieion era, co­mo una serp iente , p Ol' supuesto, pero hermosa . Me gus­

tar ia saber dorid e en cont ro el crista! su model o. Una ve rdad era obra de arte. -S e froro otr a vez las rna ­no s- . Nada molest ara ya n uestra {urura tarea .eh H tv? S ' . . 'c,or y. - e sen to , acan Cland o eI crista 1- , De scan ­sa, mucb ach o, de scari sa. Fu e u n a verdad era exp losion . Me gu staf1~ ~p~ e nd~r el truc o. ,Cr ees qu e y o pod ri a? No, .te 10 oep.~ ~ a, tr , Me p ar ece b astanc e agot ado r.

H arty tend io los rn uscu lns, sin mov er sc, Poco a poco recupe ra ba las {uerzas, p eru no it serv ian de rnu ­cho . La droga 10 hubier a re tenido aun q ue tu viese un a fuerz a dos veces ma yo r qu e 1a no rm al.

Est d mu ert a, Estd mu eri a. Zena hubi ese qu er ido ser un a criarur a human a cornu n . .. Buen o. t odos los fe­nornenos desean 10 m ismo , p ero espec ialm entc Zen a pue s no hab ia en ella n ad a de hum an o. POl' eso no ha bi a p er rn iti do n unca qu e el, Ho rty . Ie lev ese la

~ I . . • m ent e. rv o quc r ia qu e n ad ie 10 supicra . Deseaba tan to ser hurn ana . Y ella deb ia de haberl o sabido. D eb i a de ha ber sabido 10 ~lu e ocurrir ia c~a~ do cnv io elme nsaje con Solum , Sabia que ella mor rr ia ta mb ien . Era m as h urn an a, al f ~n y a l cab o, qu e nin guna o tr a rn ujcr . .

Me mot/ere ahara, pen so Harty . - Te ..dejare si~ corner ni beber hasta qu e rc mu e­

ras -dlj o el Ca n ibal am ab1em ent e-, 0 DOl' 10 menos hasta que te debi lite s, y yo pueda en t rar en t u cer ebr o y barr er esas to?ta s ide as de indep end encia . Me pen e­neces, '! de van os m odos. ·-Aca rici6 tiernam ent c los dos . cnstal es- . iN o se m uev a ! ..- r ug io volv iend osc hacla Kay Hallowell que hab !a empezado a in corpo­rars e. Kay, agota da, se dej 6 caer ot ra Vez. Mon e>tre se acerco a ella-. Bu eno , t que po dr iamos h aecr aho ra Con usted?

17ort y. ~err o los ojos y trato dc pells ar. <Qu e dro ga habla utlhz ado Mon etr e? Al gu n deriva do de la coc a!­~ a ~j,n duda; l~ benzoeaina, la m onoc ain a ,. , Horry smt lO ~n vertI go, el anuncio de una nau sea. ( QIJ ~ sustancla podia produci r este efe ero ? (A qu e cone s.. pond.lan estos slnt ornas? En cJ f ond o de su ment e ho­jea con rap idez un diccionari o f arm ~coI6 gic o.

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Piensa. Una docena de drcgas, por 10menos, podia prod ,ucir

ese efecto. Pero Monerre habia elegido, sin duda, algu­na que respondiera exactamente a sus deseos , y habia deseado algo mas que in rnovilidad. Hab ia deseado, tambien, un estimulo psiquico. . ,

SL E1 viejo producto, el clorliidrato de .cocama. An­ridoto . .. la epinefrina. .

Ahora reridre que transformJrme en una farrnacia, penso sombr iamen te. Epinefrina ....

i Adrenalina! Algo bastarite parecido ... y Hcil de co~seguilr en aquellas circunstancias, S61~ tenia ~ue abrir los ojos y mirar al Caniba1. Apreta, los lab~os . El vertigo desaparccio. El corazon empezo a batirle con fuerza . Se domino. El cuerpo se preparaba a actuar, casi a pesar suyo. Sinti6 un horrnigueo en los pies, in­soportable . . .

-Podria sufrir un ataque cardiaco, tarnbien - Ie decia pensativarnence el Canibal a Kay-. Un poco de curare .. . no. Basta el juez por hoy.

Observando la espalda de Monetre, Hort y flexiono las manos, apreto los codos contra las costiIl~. hasra que le crujieron los musculos pectora.l~s. IJ~ t;nto 1ll~or ­porarse, una vez, dos veces . .. Perdio c.asl J:l. conclc:l. cia, pero la idea de [a Iiberrad, y el odio, 10 sost~ vie­ron. '$e [evanto cerrando los pufios, tratando de silen­ciar la agitada respiraci6n. .

-Bueno, ya ericontraremos un modo de h~ra~nos de usted -dijo el Canibal volviendo a su escntono, .ha. blandole par encirna del hombro a la joven arerrortza ­da-. Y pronto ... ;Eh!

El Canibal se encontro cara a cara con Horty. Saco la mana y la cerr6 sabre los cristales. -Un paso mas -jade6-- y Eos. apiasto. Te derrum;

bad.s como un saco de papas podndas. iNo te muevas. -( Zena ha muerto, realmente? . . -Muerta sin remedio, hijo mio. Lo Slento. Slento

que haya sido tan rapido, quiero decir. Mereda u~ tratamiento mas artistico. i No t~ mu~vas! -Apreto

los cristales en 1a mana, uno contra otro, como un par de nueces-. sera mejor que vuelvas a1 sofa y te sien­res c6modamente. -Los ojos de los dos hombres se encontraron, Una, dos veces, el Can iba] envio a Horty su odio acerado. Horty no parpade6--. Magnifica de­fensa -dijo el Can ibal admirativamente-. jAbora, sientare! .

Los dedos del Canibal apreraron los cristales. -Conozco un modo de rna tar a seres humanos, tam­

bien -dijo Harty adelantandose, El Canibal retrocedio. Hor fy bordeo el escritorio y

siguio avanzando. -Tu 10has querido -jade6 el Cantbal. Cerro la mana huesuda. Se oy6 un debil crujido. -Lo llamo el modo de Havana -dijo Horry con

voz pastosa-, en recuerdo de un amigo. El Canibal se aplastaba ahara contra la pared, los

ojos redondos, el rostro palido. Observe con la boca abierta el unico cristal intacto que aun tenia en la: mano: como nueces, solo uno se habia roto, Lanzo un grito de pajaro, dej6 caer el cristal, y 10aplast6 con el talon. Harty le tom6 la cabeza. Se la rorcio, Cayeron juntos . Harty rodeo can las piernas el pecho del Ca­nibal, y Ie torcio otra vez la cabeza. Se oyo un ruido, como Un acado de £ideos secos que se rornpe en dos, y el cuerpo del Canibal se afloj6 entre las rnanos de Horty.

Las tinieblas cayeron en capas sobre Horty. Se alej6 arrastrandose de la inerte figura, y se encontro mi­rando el rostra de Bunny. Bunny miraba hacia abajo, a otro lado, can una expresion que no era indiferente, ni tensa. Sonreia rnostrando los dientes, el cuello tieso y los musculos tirantes. La dulce Bunny . .. miraba al Cani bal muerto, y se rcia.

Horty no se movio. Se sentia cansado, tan tansa­do .' .. Aun respirar era demasiado esfuerzo. Alzo la barbilla para que el aire Ie penetrara mas facilmente en 1<1gargant~. La almohada era tan blanda, tan ti­bia ... Una c;:bellerJ suave como una pluma Ie caia

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sabre la cara rozsndo le delicad arnent e los parp ados cc­rrad os. N o, no era u na almo ha da; u n b razo redondo lc sosten ia la cabeza. Sint i6 un alienro pe rf uma do. EJb era gran de ahara , una verd adera mu jer , 10 qu e siernpr e habia quer ido scr. Le beso los la bios.

-Zee . Zee gran de - mu rmur a. -Kay . Es Kay q u er id o , pobr e qu erido ... Hor t y ab rio los ojas y la mira, com o un nin o asom­

brad o y f atigado . - To do est a bien . TlJdo est a bien ahara -di jo el la

queda men te- . Soy K ay Hallowel l. T odo esta bien . - Kay. H ar ry se sento. AUi esta ba A rm and Bluett, muerto.

An i esta ba e1 Can ibal, muc r ro. Alli esraba .. . esta ­ba . . . H or t y gim ia roncamcnt e y sc in corporo, tarn­bale an dose. C orr ie a la pa red, re cogio a Zcna, y la pu so suavcme ntc sab re la mesa . Sobraba espacio . . . Hart )' le besoel pc lo. Le junt o las man es y la llam a en voz baj a, dos veces, C01110 si Zena cstu viesc esco n ­dida par all i cerca , jugando ca n el.

- H art y . . . H ort y no se rnovio . D e espa lda s a Kay dijo in expr e­

siv arnen te, -K~y . . , ,a d6n de ha ido Bun ny ? -Fu e a vcr a Ha vana, H art y . -Ve can ella un rat a . Ve . Ve . KJ.y titu bco, y al f in se fu e, corr iendo . H or t y or o un qu ejido, pem no con los oidos, sino

en el in eer ier de la cabe za. A lzo los ojos , y vi a la si­lenc iosa fig u ra de Solum. El qu ejido se alzo o tr a v ez en H ort y .

- Pense q ue hab ias rnuerto - dijo Ho r ty sorpren ­di do.

Pense qu e habias lIIl/crto fu e la siicnc iosa y asom ­bta da replica . El Canibal destroz6 tus cristalf5.

-- Se habia n sepa ra do de mi. Hac e anos. Soy u n ser compl eto ah ara . . . terminado. La soy desde los once . Ac abo de descubrirlo, cuan da l 11e pcdlst e quc .. . ha­blar a can los cr ista lc>. No 10 <;abi a. T all1poco Zcna,

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Dur anc e afios, Zena .. . iOh , Zee, Zee! - Paso un rat a y a1 fin H ar ty alzo los ojos y mir o a] ho mbre verde-. (Y t u?

No so)' un cristalino, Hor ty. Soy huanano , Pero re­cibo los p ensam ien t os aicn os. Me go lpeast e de ten modo te rrib le. No me asom br a que tli. J rI Cani bal me ere­ye ran mu ert o, Yo m ismo lo crei U 1l rata. Pero Ze na ...

Miraron junt os el cor tur ad o cuerpec ito , sin cornu ni­carse sus pen samie n tos.

-(Qu e hare rnos ca n el ju ez? -pr egun t6 H art y al fin .

Y a es de uocbe . Lo dejare cere a de fa carre te ra. Sera ten ataq ue card iaco.

-,Y el C an iba!? El pantano. Me ocupare de i f despue s de median oc be, - Er es un a gran ay uda, Solum. Me siento un p oco .. .

p erdid o. Lo esta ri a realm ent e si no hubi ese sido p ar t i. Nom e des las gracias. N o soy bast ant e int eligent e

como para in iagm ar algo parecido, Ze na lo bi zo todo. Me dijo cxactamente qu e bacer. Sabi a qu.e iva a ocu ­rrir . Sabia tamb ien que )' 0 era hWI1Ml1U. Lo sabi a tod o. Lo bizo todo.

. - Si, Solum si . . . ,Y que ha rernos can la muc ha­cha? Kay.

Oh. No se. - Me pa recc qu e es rnejo r qu e v uel va a E lt on v illc,

dond c t rab ajaba. D esearia que 10 olvi da ra tod o . Pu ed e oiui darlo . - -P uede. " oh, p ar su p ues to , yo 10logr ar ia. Solum ,

ella . . . Y a se. T e qu iere , como si [ueses u.n. ser bum ano,

Pien sa que lo ercs. No en ti en de na d a de esio, - 51. D esear ia . . , No irnpo r ta. Pero no, n o quiero.

N o cs de mi . . . mi cspecie, Solum . . . Zen a . . me qu eria.

Sf. Oh, sf . . . 2Y que vas (/ hacer? -( Y o? No se. Ir me, imagi no, T ocar Ia gui ta r ra en

aIgun a p art e. <,Y q u.e qUfrrf a ellcl que hicieses?

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-Yo ... El Ctmibtl l bizo mucbo dano. Zen» queri a dete­

nerlo. Bueno, 10 has detenido . Pero pienso que ell.. querrla que repereses.un poco de ese dano Todo a lo largo de nu estra ruie, Horty, Antra x en Kentuck y, bierbas uen enosas en las praderas de Wis cosin, serpien­tes en Arizona, poliomeliti s y [iebres en los All eghanys. Y hasta creo moscas tsetse t1J la Plorid« con sus infer­nale« cristales. Sf donde estan algunos, pero tu podrtsJ encontrar el resto meior qw yo .

-D ios mio, y hay mutaciones en esos germenes y esas serpien tes.

cYbien? -Era diez een timetros mas alt o. . . manes largas,

cara afilada . .. (Por que no, Solum? Puedo interpretar este papel durante un tiempo, por 10 menos basta que Pierre Monetre se retire , cediendo su puesto a Sam Hor­ton. Solum, te felicito,

No. Zen« me dijo que te 10sugiriera, si no se te ocurrl«;

-Zena ... Oh, Zee, Zee . . . Solum, si no te imp orta, me gustaria quedarme solo un rato,

Sl , me lleuar« esia carroh«. Bluett prim ero. Lo arras­trare hasta la tienda de primer os ouxili os. N «die le pregunt a nada al viejo Solum.

Horty acari cio el pelo de Zena. Miro alred edor y clave los ojos en el cadaver del C anibal . Se acerco a e1bruscarnent e y 10pu so boca abajo.

- N o me gusta que me miren asi -murmurO. Se serite junto al escrirorio donde yacia el cuerpo de

Zena . Acerco 1a silla, cru zo los br azos, y apoyo la cara sobr e ellos. No toco a Zena, ni siquiera la miro. Pero estaba con ella, cerea, cerca. Dulc em ente , le hablo con el lenguaj e de otr o tiemp o, como si ella estuviese todavia viva .

-iZee? iDu~le Zee? Parece que te doliera. iRe­cuerdas la historia del gato en la alfombra, Zee? Es una alfombra suave, Yes, y el gatito hund e las garras y r -r -tasca. Va de un lado a otto r mau .-u-ulla. Y al fin

se deja caer «plas td nd ose en la alfom bra . Y si tu Ie le­vant as un a pat a con el dedo, es un a par a blanda, ipuf!, cae otr a vez en 1aalfo m bra gru esa y suave. Y si pien­SoB b ast arite en el gatit o hasta que 10 ves, 10 ves todo, ha sta !;l piel un poco eriz ada, y hasra esa linea rosad a a un lado, pue s el gatito esti demasiado cansado para cerrar t or almente la boca . .. bu eno , en tonces ya no te pu cde doler .

"Bue no, ahora .. . " T'e du d e ser distinta de los derna s, ino es asi , Zee?

Me pregunt o si sabras c u arito h ay de esto en todos, La gen t e ra ra, los ena nos, 10 sienten m as. Y tu m as qu e nadie. Aho ra ent iendo , abora ent iendo por que tli de­seabas y deseabas ser grande . Pretendias ser humans , y ten ias la pena hum ana de no ser grande. De ese modo te ocu ltabas a ti misma que no habi a en ti n ada de huma ne. Y por eso rnismo intentaste hacer de mi el mejor ejemplo de criatura human s que podia s imag i­nar . P ues tenias que ser hermosa m ente human a tu rnisrna para h acer t odo eso por fa hum anidad . Pien so que tu cre ias, creias realm ente, qu e er as humana , Hast a hoy , qu e enfrent aste h . realidad .

"L2.eni rentas te , y t e alcanz 6 la mu er te. "Es t as lIena de mu sica, risas, y Ligrima s, y paSiOn,

com o una mu jer humana . Sabes parricipar, sabes vivir con alguien.

"Zena , Zena, que suefio realmente herm oso sofio eI cristal que te hizo .

" ~Por qu e no termin6 el sueiio? "iPor que no termin an 10 que empiezan? iP or que

esto s esbozos que nunca Began a ser pinturas , estos aeordes sin resolver , estas piezas int errumpid as en el segundo acto ?

",Es pera ! Calla , Zee, no habIes, . . ",:T odos los esbozos deben cOI1duir en pinturas?

iH abni que compon er una sinfonia Con todos los te­mas? Espera , Zee . . . Se me ha ocurr ido algo muy im­portant e .. .

"Es algo que vicne de ti . iRecuerdas todo 10que me

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ensefiaste . .. los libros, [:I musi ca, los cuadros? Cuando deje la feria conoc ia Tchaikovsk y y Django Reinhardt; conoci a To-m [om es y 1984. Ya fuera de la feria des­cubr i ot r as cosas, nuevas bellezas. Conoc i a Bartok y a Gian Carlo Menott i, La ciencia .Y el juicio y E1jlJ.rdin del Plynch: (Enti endes, querida ? Nuevas bellezas . . . cosas que nu h abia pen sado . .

"Zena no se si cs muy 0 poco imp ortante en la Vida , . , de los cri stale s, pero rienen un arte . Cuando son Jove­nes, prueban su habilidad copiando. Y cu a~do se aco­plan -s i se tra ta realm enre de un acoplami erito-e- ha ­cen algo nu evo. En vez de copiar , se unen a un .ser vivo, y celul a por celula 10 trans f orm an en bell eza 111­

v enta da. ''' Voy a rn ostr arles una nu eva be llez a. Voy a indic ar ­

les u na nue va direccion . . . a1go que nu nca soriaron. Horty se inc orp or o y fu e a la puert a. Ce rro las celo­

sias v ech o el cerrojo. Volvio al escr itorio, se sen to y busco en los cajones . Del mas bajo de 1a iz quierda saco un a pesada caj a de ro~ le , la :lb : i6 ;on las Jlav es ~e~ Canib al, y saco las band ejas de cns tat es. Los ~x am l~o

cuidado sament e a la lu z de la lam p ara de mesa. Sin prest ar a ten cion a los marb ct es, los r eunio en un men ­ton iunt o al cuerpo de Zen a, y se romo la ca bez a entr ;'1as rnan os. T odo estaba en sombr as, salv o cl c ircu ­10de la lampara del escrit or io. La s cortinas de las ven­tanas ovalada s dejaban ent ra r ape n as las luce s. de la f eri a.

H orty se inc line hacia adel an te y beso el codo suave y frio de Zena .

-No te mu evas - mur mur 6-- . Volver c pronto,

que rid a. Inclin6 la cab eza y cerro los ojo s, y dej6 que se Ie

oscu reciera la ment e. Olv id 6 qu e estab a en la casa ro ­dante, y pa re ci6 desprt'nd erse de si m ismo, y ftie como un via jero en las tiniebl as.

Otra vez un nu evo sen t ido re mpl az6 al de la v ist a, y otr a vez advi r ti6 a su alre dedo r las Presencia.s. P e.ro ahor a no habia grup os, s;;Ivo un a, no, t res parep s dlS­

tantes . T odo s los demas eran nucleos solitaries, aislados, qu e nada compar r ian, y cada uno persegu ia su propia , cornpleja y esot eri ca linea de pen samient o .. . No, no pens arni ento, sino algo par ecid o. Horry sintio clara­mente las diferencias que separ ab an a aquellas cria tu ­ra s, U na er a gr andez a concen t ra da , dignidad, y paz . Otr a era din ami ca y altan era, y otra ocult aba celosa­mente series de ideas curiosa s y secret as que f ascin aren a H ort y, aunque el sab ia qu e nun ca las en ten der ia.

Lo m as rar o sin emb argo er a est o : qu e el, un extr a­fio, no 10 fue ra ent re elias. En la t ierr a, un ext r afio que entra en un club , en un teatr o, en una piscina , ill ]

pu ede olv idar qu e no pert en ece a un gr upo. Pero H or ­ty no sent ia n ad a simil ar. A un que no sen cia ta rnp occ qu e 10 acept ar an , a 10 ig noraran. N otab a que adv er­dan su pre senci a. Sab ian qu e el los observaba. Podia sen ti rlo , Na die sin emba rg o, no im pcrtaba cuan to se qu edase, in t ent-ar ia cornuni car se con el , .. estaba segu ­1'0. Y nadie 10 evita r ia .

Y de pr ont o, en tend io. Todos los sores terres t res obe decen a un a or den: sobreviv e. U n a me n te hu mana no pue de conc ebir otra base de vida.

Pero 51 los cr ist ales, y una muy di ferente. H orty la cnt erid io, au nq ue no del todo. Er a algo

t an sim ple com o el "s obrevive" , pero tan ajcno a la vez a codo 10 qu e hab ia oido 0 lei do qu e se le escapab a. No obst an te, Ie bastaba ese in dicio para saber qu e juz ­gari an su men saje comp lejo e intri gant e.

As ! qu e. , , les habla . N o hay pal abra par a ex presar 10 qu e di jo . No em pleo p alabra s. Lo que debi a decir brot6 de el en un in st an t e. Con t odos los pen sami cntos qu e hab ian dorm ido en el dur ant e veint e ailos, con libros y mu sica, con miedo s y alegrias y asombro s, con aspiraci on es y motiv os, el r ayo del m ensaje at raveso los cr ist ales.

£ 1 me nsaje habl ab a de los blancos y p erfect os dicn­tes de Zen a y su voz mus ical. Del d ia qu e hab!.a hecho despedir a Huddi e, y de la cu rya de su m ejili a, y la pto ­

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funda expresion de sus ojos, H ablaba del cuerpo de Zena y citaba mil 'n orm as hurn anas que sefialaba n su belleza. Ha blaba del canto elocuent e de su guita rra de nina , de su voz gener osa, y los p eligr os qm:"'ella hab ia enfrentado par a defender esa form a de vi da q ue un cristal le habi a negado al crear la. D escribi a su desnude z sin artif icios: r esucit aba las Iagrim as que ella rra taba siempre de ocultar, las l igrimas negad as can un arpe­gio de ris a, Habl ab a del dolor de Zena, su mu erte .

EI mensaje impl icab a a la huma ni dad, can una nu e­va ley : L a m oral de la 9uper lJiven cia debe rejerirse ant e io do a fa espe cie , lu ego al grup o, )' te rcer termino al indi viduo . T odo bien y todo ma l, todo sistema etic o, todo progreso, deperi dia de este orden . Si el indi vidu o sobr eviv e a expens as del gru po , pel igra la cspecic, EI grupo que in ten ta sobr evivir a expensas de Ia especie, se suicida . Esa era la esencia de! bien y el mal , y la f u en­te de just icia de todo s los hombr es.

Y enc uan to a Zena , la exc1ui da . .. Hab ia dado su vida por una casta extra fia, y en nornbrc de la etica mas noble. Los ter minos de " just icia" y " misericor dia" er an quiz i relat ives. Pero n ada podi a negar que la mue rre de Zena, luego de haberse gan ado el derecho a sobrev ivir , fuese, desde el punto de vista de la esre­tica , un error.

Y esto, brev erne nre, cn tor pccido par imprcc isas pala­bras, describe la f rase unic a del rnensaje de H art y ,

Horty espero, N ada. Ning una respu esta. Ning una senal de rcco­

noc imient o .. . N ada.

Ho rty volvio. Sinti6 eJ escntor io ba)o los br aio s, eI br azo bajo la car a. AJz6 la cabeza y par pad e6 a la luz. Movi6 las pierna·s. N ingun en tum ecimient o. Algu n dia de'beria inv estigar Ja ano mala percep ci6n del tiem ­po en aquella atmosfer a extr afia.

En ese mi smo iristante , se sinti 6 golpeado pOl' [a de­l".roU .

Lloro, roncament e, y extend io los brazos hac ia Ze­o..a. Inrnovi], mu erta. La "toco. Rigida. La sonrisa tor­cida, resultado del dafio que el Canibal habia infligido l sus centres motores, se habia acentuado. Zena pare­:~a ~ la vez val iente, tri ste , y abrum ada por el remer­dimiento . H ort y sintio un f uego en los ojos.

--:Cav~s una fo sa - susurr6--, echas esto , y 10cu­bres de tierra . .:Y luego que dia blos haces Con el resto Je tu vida ?

· Sinti ? q~e hab !a alguien a la puerta , Saco el pafiuelo r se en ju go los ojos. Le quemaban aun. Apag6 la lam­~ara del escrirorio y fue hacia la puerta. Solum . · Hort y salio, cerro la puerta, y se sent o en e1 escalon ,

r!,Tan mal?

-Asi es - dijo Horty-. Basta ahora no habia crcido realmente en su muerte. -Espero un momento, r afiad io Con rudeza- ; Convcrsa, Solum.

Perdimos a un tercio de nuest ros [enomen os. Tod os 'I:os q ue esiaban g tinos cincuent a metros de aqu] , · -Que descansen en paz. -Horty alz6 los ~oj o s ha­

era el hombre ver de-. Lo decia de vera s, Solum. No era solo una frase.

Ya [0 St?

Un silencio. -No me sent ia asi desde que I11eecharon de la es­

cuela. Por comer horrnigas.cYpor que baci as eso? - P regllt}tase1o a .mis crist ales. Provocan al operar

ln~ t remenda de f icien cia de acido f ormico . N o sepor lue.

Horty olio el air e. -Me pare ce qu e huelo hormigas . - Se indino . Olio

lt ta vez - . {Tienes un f6sforo? Solum Ie alcan zo un encendedor llalhe<1nte. -Ya me parecia --di jo Horty-. Estamos sabre un

~Qrm i.gue ro. -'1:'omo un poco de tierra y la mo'Vio ~.il la palma de la mana-- . Hormig as negras. Las rojas ton mu cho mejores.

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Lentam ent e, casi de mala gana, dio vu elta la mana y dejo caer la tierra . Se sacud io la mario.

Va mos a la can t in a, H art y. - -51. -Horty se [ncor poro , En su rostro asornaba

una cr eciente perplejid ad- . N o, Solum . Ttl ve ade­lanre. T engo algo que hacer. .,

Solum sacudio rri srernent e la cab eza y.se alejo. J-:lorty entre en la casa rod ant e, y fue nacia la pared don de el Can ibal ten ia el laboratOri o.

-Deb e de haber alg o .. . -murmur6 enc endi end o la 1111.- . Mur iatico , sulfu rico, n i t rico, acetico ... Ah, aq u i esra. - Torn o la bore lla ~e acid~ ~6rmico y 1: abri o. Bu sco u n algcdon , 10 mojo en el aCldo, y 10toc o con la lengu<1-- . Esto h <1cebien -murmur6--. (Pero

. 1 )que pasa ah ora? (T ado vu e ve a ernpezar : Alz o otr a ver. el algodon . -jQu e bien hu e1e! ,Que es? (Pu edes darme un

poco? . , Horry se mordio violen t amen te 1a!engu a y gao sa­

br e SI mi srno. Ze na s:lli6 a la lu z , bo stezando . -- .En (W e Jugar m as rar o me f ui a dormir .. . jH or ­

ry ' ,Qu e· paS;l? <Llo r3.s? - ;Yo? N un.:a - - dijo H art y . AI;'6 (' ~ brazos a Zena y sollozo. Zm a Je acaric i6 Ia

cabe za alien do e! acido. M~ ~ tud e, cua rido Horty se hubo rranquilizad o, y

Z en a ruvo rarnbi en su algod6n , ella pregu nt o : - (Q ue ha ocurr ido, H ort y? - T engo much o qu e contar re --dij o Hor~~ . dulc e­

rn erit c- > . La ma yor parl e Sf refiere a una nin ita qu e era un a ex tr ana ind eseable ha sta qu e salvo un pais . Luc go ap ar cce un comit e in t ernac ion al qu~ sc encarga de arr eglarlc los p?pel es, a ella y a su mand a. Es ta da un:! hist oria. Re almente art ist ica ...

-----:----:-:---:-~_ . _--------_. _--- " ., .

FRAG MENT O DE UN A CAR T A:

. . . en el hosp ita l, descansando. Mi pequeiio Bobby, supon go que la tension m e derribo. No recuerdo nada . Me dicen que sali de u na ti enda una tarde y m e en con ­iraron ambulando cuatro dias despues. No me paso nada, realmente nada, Bob. Es raro recorder . . . un agujero en tu vida. Pero 10soporto mu y bien,

Pero he aqui alguna : buenas notic ias. El vie jo Bluett de los dedos largos rnuri o de u.n ataqu e al corazon en una feria.

Mi trabajo en Hartford m e est d esperan do. Y oy e .. . ( recuerdas aqu ella disparata da bistor ia del guitarrist a q ue me pr esto tresciento s do lares? Dejo una- nota en Ha rt fo rd para mi . Dic e qu e acaba de b eredar dos 1Iti­llones y que me guard e los t rescientos. No se que bacer. N adie sabe dond e est d ni n ad« sobr e el. H a dejado la ciu dad para siempre . Un uecino me dij o q ue ii ene dos b iiit as. Par lo m enos lo ui eron irse con dos 1tiii-as.A si qu e p1tSe el din ero en el banco, junto can el legado de l} tll~ tf.

Note preoc up es. Note p reocupes par mi , sobre to­de. Esos cuat ro dia s no dejaron en mi nin guna buella . Bu£'no, solo un moret on e1/-una 1Ilejilla, pero no es tltula. FUfTon probablem e1tte dias feli ces. A veces, al despert ar , tengo la impr esi6n -casi puedo to carla­de que alguna 'l..'ez quis £' a alguien que era mu y, mu y bu eno . Si, Ie ries de 1I1i. . .

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