Los fantasmas de «El Mercurio». La huelga portuaria de 1903 y «El Matasiete»

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123 Los fantasmas de EL MERCURIO La huelga portuaria de 1903 y EL MATASIETE «Un fantasma recorre el mundo…», la cita es famosa, pertenece a un libro muchas veces mencionado, el Manifiesto comunista, aunque no es posible saber si ha sido leído en igual cantidad de ocasiones. En las páginas de El Mercurio de Valpa- raíso, el historiador Luis Ortega Martínez encontró huellas de dicha aprensión. El hecho es la Comuna de París; el año, 1871. El futuro decano de la prensa nacional pone atención a las noticias y re- conoce la existencia de un nuevo grupo social, también en Chile: los trabajadores asalariados urbanos que surgen de las nuevas actividades productivas, propias de la industrialización que se desarrolla a lo largo del siglo XIX. Pero en Francia, este nuevo actor social tiene un comportamiento que sorprende, y el vocero de la élite porteña es categórico al momento de las definiciones, los communards son una turba de bandidos sin ley, sin religión, sin patria que se apoderaron de París [y son responsables de] los atentados, los desastres y los crímenes que han acompañado. El Mercurio de Valparaíso establece una particular rela- ción entre las demandas políticas de los sectores populares y la

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Una crónica histórica que describe la huelga de trabajadores portuarios, realizada el año 1903 en Valparaíso. En particular, se describe el comportamiento de algunos medios de comunicación, como «El Mercurio de Valparaíso», «El Vaporino» y «El Matasiete».

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«Un fantasma recorre el mundo…», la cita es famosa, pertenece a un libro muchas veces mencionado, el Manifiesto comunista, aunque no es posible saber si ha sido leído en igual cantidad de ocasiones. En las páginas de El Mercurio de Valpa-raíso, el historiador Luis Ortega Martínez encontró huellas de dicha aprensión.

El hecho es la Comuna de París; el año, 1871. El futuro decano de la prensa nacional pone atención a las noticias y re-conoce la existencia de un nuevo grupo social, también en Chile: los trabajadores asalariados urbanos que surgen de las nuevas actividades productivas, propias de la industrialización que se desarrolla a lo largo del siglo XIX. Pero en Francia, este nuevo actor social tiene un comportamiento que sorprende, y el vocero de la élite porteña es categórico al momento de las definiciones, los communards son una

turba de bandidos sin ley, sin religión, sin patria que se apoderaron de París [y son responsables de] los atentados, los desastres y los crímenes que han acompañado.

El Mercurio de Valparaíso establece una particular rela-ción entre las demandas políticas de los sectores populares y la

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delincuencia; el punto de intersección lo constituye el uso de la violencia.

El 19 de mayo de 1871, el diario menciona a conocidos delin-cuentes de la época –Jerónimo Corrotea, Falcato Rojas y Ciriaco Contreras– como posibles líderes de un levantamiento popular chilensis. En esa ficción, a ellos los seguirían «las muchedumbres del Arenal y del Matadero». Y estos no son pocos, que es otra manera de señalar que constituyen la mayoría:

por su masa habrían sido irresistibles. Acordémonos que las peonadas del canal de Maipú que varias veces intentaron saquear Santiago. Pues los carrilanos y los canaleros y los de allá no son sino los comunistas de esta parte del mundo con la única diferencia de la ojota a la blusa de mezclilla.

Desde esta perspectiva, los trabajadores son delincuentes o, al menos, delincuentes posibles. Los de abajo, aunque sean franceses,

son los vagabundos de los arrabales, los cargadores de los mercados, los repris de justice [persona con antecedentes penales], los carniceros de los abbatoirs, los espías asa-lariados de las reacciones, los barredores de calle que se hacen salteadores cuando no son mendigos, los obreros en fin de las mil fábricas de la Banlieue [suburbio] de París, que no por ser los más desgraciados malos, dejan de ser los más ignorantes, en razón misma de sus oficios embrutecedores.

El diario ofrece un claroscuro en donde las siluetas de los pobres son acentuadas de tal manera que resultan atemorizantes. Nada se dice de los otros participantes del movimiento que da origen a la Comuna de París, pero, sobre todo, no se refiere a las medidas que ha tomado la Comuna. Si consideramos la fecha de publicación de este artículo, la vida en la capital de Francia tiene radicales transformaciones. Veamos algunas de ellas.

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La Comuna de París finalizó luego de una represión impresionante: algunos estiman que 30.000 personas murieron en los combates por la ciudad

y otros agregan que en las dos semanas siguientes se ejecutaron a 50.000.Arriba: El grabado de Alfred Darjou muestra los cadáveres de comuneros,

depositados en una sala el 3 de junio de 1871 Abajo: Fotografía realizada por André Adolphe Eugène Disderi.

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Desde el 30 de marzo hasta el 20 de mayo de 1871, solo un día después de la publicación en El Mercurio de Valparaíso del artículo recién citado, la Comuna tomó medidas como la abolición de la conscripción y el ejército permanente; condo-nó los pagos de alquiler de viviendas desde octubre de 1870 hasta abril de 1871; suspendió la venta de objetos empeñados en el monte de piedad de la ciudad; acordó el sueldo máximo que podría percibir un funcionario de la Comuna; decretó la separación de la Iglesia del Estado y la supresión de todas las partidas consignadas en el presupuesto del Estado para fines religiosos, declarando propiedad nacional todos los bienes de la Iglesia; ordenó que se eliminaran de las escuelas los símbolos religiosos, imágenes, dogmas, oraciones; se quemó públicamente la guillotina; abrió un registro estadístico de todas las fábricas clausuradas y se prepararon planes para reanudar su explotación con los obreros que antes trabajaban en ellas, organizándoles en sociedades cooperativas; declaró abolido el trabajo nocturno de los panaderos; suprimió las oficinas de colocación; clausuró de las casas de empeño...

Ante estas numerosas medidas económicas y sociales, la opción será promover la alarma, y al mirar a Chile con los ojos de El Mercurio de Valparaíso, las visiones del futuro son alucinantes:

Dadles cualquier día un fusil que se carga por la culata en lugar de la barreta o de la hechona, y veréis si no levan-tan barricadas y si también no aprenden a gritar con todos sus pulmones: Libertad!, Igualdad!, Fraternidad! cuando anden a balazos por nuestras calles y las plazas públicas de nuestras sociedades.

Es posible apreciar la apelación al temor como un instru-mento para lograr la cohesión social y política: «¿Pasará la In-ternacional los mares e irá a sentar sus reales entre las breñas del

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Santa Lucía o del Cerro de las Carretas?», se pregunta el diario. Es la edición del 4 de agosto de 1871, y se refiere a la Asociación Obrera Internacional –conocida como la primera Internacional–, fundada el 28 de septiembre de 1864.

Los fantasmas también se advierten en las calles de Valpa-raíso, y cada vez con mayor frecuencia. Según la información recopilada por Sergio Grez, ya en 1853, se realiza un movimiento de zapateros. Desde entonces la organización de los trabajadores y las movilizaciones en pos de la satisfacción de sus demandas seguirán un desarrollo ininterrumpido. En la década de los años sesenta se movilizan obreros de sastrería, fleteros y lancheros portuarios. En la década siguiente se reiteran las movilizaciones de estos últimos gremios, a los cuales se agrega la realización de huelgas de tipógrafos, porteros del Poder Judicial, jornaleros portuarios, obreros cigarreros…

Ante esto, El Mercurio de Valparaíso, vigilante, da espacio a opiniones que advierten el peligro, señalando, por ejemplo, que

Lo ocurrido ahora con el gremio de jornaleros no debe mirarse como un hecho aislado y que puede morir en su nacimiento: no, ello es síntoma de un trastorno social que puede acarrear las más funestas consecuencias aun para los mismos que los promueven, si no se le pone un atajo eficaz y que mate para siempre ese espíritu de comunismo que comienza a germinar en nuestro pueblo.

Sin embargo, el atajo que se solicita no llega o no es eficaz. Solo desde 1888 a 1890 protestan en Valparaíso jornaleros, ca-rreteros, obreros panificadores, peones encargados del aseo pú-blico, jornaleros de la Estación Barón, maquinistas y mecánicos, obreros de la maestranza. Incluso, en julio de 1888, el fantasma que recorría el mundo ingresa a las propias oficinas y talleres del diario: se declaran en huelga los tipógrafos y vendedores de El Mercurio de Valparaíso.

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La huelga de 1903: el asalto la imprenta de El MErcurio dE Valparaíso

El 15 de abril de 1903 se inicia la huelga de los estibadores de la Compañía Inglesa de Vapores. Luego se unen a ella otros gremios con reivindicaciones propias, como los estibadores de la Compañía Sudamericana de Vapores, los lancheros, los jornaleros de la Aduana y los tripulantes de los vapores.

La demanda de los trabajadores que inician el movimiento queda expresada en un manifiesto que se hace público.

Lo que ganamos trabajando de 6 A.M. a 6 P.M. son tres pesos veinte por descarga de mercaderías, y por descarga de carbón cuatro pesos cincuenta, salario este último que hace tiempo lo ganan otros, pues a nosotros ya no se nos ocupa en esto.

¿Cuál es entonces la abundancia de salarios que tenemos que usted no encuentre justo que pidamos un aumento de precio para un trabajo abrumador y mal remunerado que apenas nos alcanza para las más premiosas necesidades, que nos cuesta sacrificios para dejar algo para vestir y arrendar casa?

Por otra parte, las horas que empleamos en el trabajo son tantas que por más robustos que seamos no podemos soportarlas, porque al final nos rinde, pues no nos dan el tiempo suficiente para el descanso y recuperar las fuerzas perdidas.

Nosotros pedimos lo que deseamos, por los medios correctos y tranquilos. La violencia se ha hecho para aquellos a quienes no les asiste el derecho; nosotros que lo tenemos, sabremos mantenerlo con dignidad, que también la conocemos, aunque somos pobres.

La movilización se expande y prolonga en el tiempo, dema-siado quizás. El 12 de mayo la tensión escala peldaño a peldaño y estalla finalmente. En la madrugada se viven las primeras es-

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caramuzas. A eso de las cuatro y media estibadores, lancheros y jornaleros se enfrentan a piedrazos con la policía. A las 10 de la mañana, los huelguistas y la policía mantienen sus respectivas posiciones. Una hora después, los manifestantes ocupan desde el malecón hasta el edificio de la antigua Intendencia. Ante la orden de retirarse de ese lugar, se desplazan hacia la Plaza Echaurren, por calle Serrano. Sin embargo, antes de que la totalidad de los manifestantes alcancen a llegar a la plaza, se presenta la policía montada, ordenando el desalojo también de de ese lugar. Sobre esta manera de actuar, la revista Sucesos señala:

En esta carga, aunque era una manera de proceder ante el peligro, los soldados no tuvieron la suficiente sangre fría para mantenerse en el terreno de la prudencia.

Agenas muchas personas a lo que ocurría, entre ellas señoras que efectuaban diligencias, empleados que iban ó

Malecón de embarque.(Fotografía de Harry Olds, hacia 1900).

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se retiraban de sus oficinas, comerciantes y otros que tra-ficaban en esos momentos por la calle de Serrano fueron envueltos en la avalancha y presas del pánico.

El primer tributo de sangre en esta carga lo pagó la señora Felipa Marchant, que fué herida en la cara con la punta de un sable al tiempo que salía de la tienda ‘La Favorita’.

Este hecho provoca a los huelguistas, quienes comienzan a arrojar piedras a los uniformados. Algunos soldados son heridos y una de las pedradas pasa próxima al sombrero del Prefecto. La reacción de su escolta no se hace esperar y los oficiales que lo acompañan disparan en contra de los manifestantes. Estos primeros tiros inician todo.

El cadáver del obrero Manuel Carvajal, luego de ser asesinado en la plaza Echaurren (Revista Sucesos).

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Varias personas se refugian en el jardín de la Plaza Echau-rren. Allí, cerca de la pila ubicada en su centro, cae herido por un disparo de rifle, el trabajador Manuel Carvajal.

Otra mujer, que estaba descansando en el interior de la plaza, también es herida y muere desangrada.

A partir de ese momento, los enfrentamientos aumentan en intensidad. Cerca de las cuatro de la tarde, los manifestantes in-cendian el edificio de la Compañía Sud Americana de Vapores. A continuación, se comienzan a quemar y saquear las mercaderías

Tarjeta postal que muestra el imponente edificio de El Mercurio de Valparaíso, en las primeras décadas del siglo XX.

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depositadas a lo largo del malecón. Según la revista Sucesos, los pescantes, las grúas, los donkeys, los cajones de arrastre, en defi-nitiva, todo lo que sirve para el servicio de embarque es quemado o destrozado y arrojado al mar.

Ante ello la policía realiza varias cargas en contra de los ma-nifestantes, siendo recibida con silbatinas y pedradas. Esto es el preámbulo inmediato del ataque a El Mercurio. Veamos el relato que hace Sucesos del hecho.

El incendio de la Compañía Sud-Americana y la carga en el malecón, parece que hizo hervir la sangre de la poblada, é impetuosa se avalanzó en son de ataque y con el propósito de incendiar el edificio de El Mercurio.

Acto contínuo un grupo numeroso que hacía caso omiso de las órdenes de las fuerzas dió principio á su tarea de derribar las puertas.

Cadáveres de trabajadores frente al edificio de El Mercurio, en calle Esmeralda. (Revista Sucesos).

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Un individuo armado de rifle disparó contra el edificio, miéntras otros arrojaban piedras.

En vista del peligro inminente, se hicieron varios dispa-ros desde uno de los pisos superiores, los cuales dieron por resultado la muerte de varios de los del grupo.

Pasado el primer momento de estupor y pasado ya el ataque que costó la vida á muchas personas, dejó heridas á muchas otras y un reguero de sangre en la calle, los ma-nifestantes recogieron los cadáveres y los alinearon frente á El Mercurio.

Ahí permanecieron durante más de una hora, es decir, hasta que se consiguió dominar el ataque, arrojar la po-blada y que la ambulancia pudiera recogerlos.

Desde El Mercurio hasta dos cuadras hacia la Plaza de Aníbal Pinto había hasta anteayer un reguero y charcos de sangre, que dejaron varios heridos, entre ellos un empleado de casa de comercio.

El cuerpo de uno de los trabajadores que asaltó el edificio de El Mercurio, en la mitad del pasaje Ross (Revista Sucesos).

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Otra descripción de este hecho la realiza Jorge Iturriaga, en uno de los escasos estudios realizados sobre esta huelga.

El siguiente blanco de la multitud estaba situado en calle Esmeralda. Un grupo proveniente del malecón en llamas se dirigió hacia allá con la intención de atacar a El Mercurio. Nuevamente el piquete de marinería dejó de actuar. Y co-menzó el apedreamiento a los vidrios, registrándose además disparos de revólveres y de un fusil desde la enfervorizada multitud. En el momento que se pretendió botar la gruesa puerta de bronce para ingresar, con claras intenciones de seguir con la ola incendiaria, sonaron varios balazos desde las ventanas del tercer piso del edificio. Los empleados de la empresa habían sido armados con carabinas Winches-ter. Sus disparos fueron directamente hacia el medio del tumulto, cayendo varios manifestantes. Siete resultaron muertos al instante, entre ellos, un empleado de comercio, totalmente ajeno a los sucesos. Se ignora el saldo de heridos.

Iturriaga acota que, si bien la versión mayoritaria indica que fueron siete los muertos en este asalto, el juez de la Corte de Apelaciones que realizará una investigación al respecto, aseguraba que los asesinados eran solo cuatro.

Por último, el diario afectado informó de la siguiente manera la situación:

Las turbas se dirijieron en seguida la imprenta de El Mercurio y llegado que hubieron, lanzaron piedras que destrozaron los vidrios, dispararon varios tiros de revólvers, destrozaron las puertas y pretendieron penetrar al interior del edificio.

Ante este peligro inminente, el personal de empleados del diario que se encontraba dentro organizó una defensa vigorosa que dió por resultado el retiro de los asaltantes.

La tropa de marineria presenció este atentado con la misma impasibilidad que el incendio de la Compañia Sud-Americana de Vapores y solo se dejó notar su accion cuando

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llegó a los alrededores del edificio la tropa que desembarcó a las tres de la tarde a las órdenes del señor capitan Martin.

En este atentado perdieron la vida y resultaron heridos algunos de los asaltantes.

Luego de esto las escaramuzas son más esporádicas, al menos hasta que llega la noche. Con la oscuridad, incrementada por la destrucción del alumbrado público, se inician los saqueos de ne-gocios, tanto en el plan como en algunos cerros, según informa Sucesos. En varias ocasiones, la caballería impide los saqueos «á fuerza de balazos (...) á las cuatro de la mañana aún no cesaba la alarma, ni se disolvían los grupos, ni se dejaban de oir disparos y á veces descargas cerradas...», indica la revista.

Las direcciones de la violencia

¿Qué llevó a los manifestantes a atacar el edificio de El Mercurio de Valparaíso? Según Fernando Ortiz, este diario había tomado partido por las compañías de vapores (P.S.N.C., KOSMOS, West Coast, Gulf Line y C.S.A.V.) y, en consecuencia, era crítico de la postura adoptada ante la huelga por el contraalmirante Arturo Fernández Vial, quien impulsaba el diálogo entre las partes en conflicto.

De hecho, el 19 de abril, en su columna editorial, el diario sostiene que «el director del territorio marítimo, contraalmi-rante señor Fernandez Vial, ha tenido una participacion directa en la huelga, sea instigando a los operarios a declararla, sea amparándolos y alentándolos despues de declarada». Y agrega: «es nuestro deber formular una franca y esplícita condenacion sobre la conducta del director del territorio marítimo. (…) Al señor contraalmirante Fernandez Vial no le queda otro recurso sino dejar de ser presidente de las sociedades de estibadores o dejar de ser director del territorio marítimo. El término medio

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Los titulares con que El Mercurio de Valparaíso informaba, el 14 de mayo de 1903, de lo ocurrido dos días antes en la ciudad.

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en que ha querido mantenerse menoscaba su dignidad personal y menoscaba la del puesto oficial que ocupa». Dos días después insiste en la idea, señalando que «cada hora que pasa se afirma más… la convicción de que el señor Arturo Fernández Vial… ha sido el instigador de la huelga». Al día siguiente, el 22 de abril, en otro artículo, el diario recoge la información que le entrega una «persona tan respetable como el señor E. Joste, representante de la Golf [sic] Line». A raíz de dicho testimonio, el diario define al contraalmirante como «amparador de los huelguistas». Ese mismo día, Arturo Fernández Vial es destituido de su cargo como Director del Territorio Marítimo.

Junto con invalidar la figura del contraalmirante Fernández Vial como una autoridad legítima para enfrentar el conflicto, El Mercurio de Valparaíso realiza críticas directas e indirectas a la huelga de trabajadores, tanto en sus aspectos de forma como de contenido.

Este diario fue del todo crítico con diversas tácticas desarro-lladas por los trabajadores en huelga, tanto para lograr vencer la resistencia de los patrones, como para ampliar la base de sus-tentación de su movimiento. Es así como el diario señala que si bien los trabajadores

tienen el derecho para dejar el trabajo cuando las condi-ciones en que lo prestan les parecen onerosas, no lo tienen en manera alguna para imponer su voluntad por medios ilejítimos, como serian: la presion sobre los operarios que quieren trabajar; la instigacion a la huelga ejercida en gremios no directamente interesados; la promocion de violencias o desórdenes. Todos estos son medios reprobados que la autoridad debe reprimir con enerjia.

Por cierto, las medidas que toman los empresarios para lograr derrotar la huelga, como el uso de trabajadores eventuales, no son objeto de crítica por parte del periódico. De hecho, el sábado 25 de abril el diario publica el siguiente aviso:

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Jornaleros para la Aduana se necesitan.Jornal mínimo: $ 2.50 por cada dia trabajado.Se previene que segun tarifa este jornal sube jeneral-

mente de $ 4 diarios.Horas de trabajo: 6 y 8.

Espejo y Ca.

Junto con ello, el diario publica informaciones que tienden a invalidar las argumentaciones de los trabajadores. El día 23 de abril publica las declaraciones de una fuente anónima «que conoce como se trabaja en la Aduana», quien sostiene que la huelga se realiza allí solo por compañerismo, y analiza desde una perspectiva crítica cada una de las demandas de los jornaleros de la Aduana.

Así las cosas, los ánimos de los huelguistas en relación a El Mercurio de Valparaíso no eran de los mejores en los días previos al 12 de mayo. En efecto, Ortiz acota que, en los mitines realizados los días previos a dicha jornada, «se protesta por la intervención de las autoridades en favor de los empresarios; el almirante Jorge Montt, reemplazante de Fernández Vial, y El Mercurio son el centro de los ataques de los huelguistas».

El lunes 4 de mayo de 1903 los trabajadores movilizados realizan un mitin en la Avenida Brasil. En el transcurso del mismo, el presidente de los vaporinos, Magno Espinoza, se refiere a El Mercurio de Valparaíso como una

publicación pagada por los accionistas de las compañias para aconsejar a los obreros que tengan calma, que no formen desórdenes, que observen una conducta tranquila.

Este diario, dijo, debemos boycotearlo. No debemos permitir que se venda en las calles y muchos menos debe-mos comprarlo nosotros (...) lo que debemos hacer con él es un auto de fe, quemarlo para escarmiento de los diarios que se venden al oro de nuestros opresores.

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Luego de pronunciar estas palabras, el dirigente acercó el diario a una antorcha y lo quemó en medio de grandes aplau-sos. Al acto simbólico, Espinoza agregó una propuesta: mar-char por las calles del plan de Valparaíso. «Llegaremos hasta El Mercurio para darle gritos de muera, pero antes pasaremos por la imprenta de El Chileno a la cual tributaremos nuestros aplausos», arengaba el dirigente anarquista. Las opciones son claras, y los dedos acusadores hacia El Mercurio de Valparaíso se alzan una y otra vez.

El domingo 10 de mayo los estibadores realizan una manifes-tación al mediodía, en la avenida del Brasil, frente al callejón del Odeón. Casi al finalizar la actividad se suman a ella los vaporinos, y se organiza una marcha que se desplaza por la avenida del Brasil en dirección a la Plaza de la Victoria, disolviéndose en parte luego de pasar por las calles Condell y Esmeralda. Solo permanecen en las calles los vaporinos, quienes vuelven a desfilar alrededor de las tres y media de la tarde. Cuando esta nueva protesta pasa frente al edificio de la imprenta de El Mercurio de Valparaíso, se arroja «una pedrada que chocó contra un tranvía, sacándole un gran pedazo de madera, felizmente sin herir a nadie».

Si existía, entonces, un estado de ánimo contrario al diario antes del 12 de mayo de 1903, en los días posteriores este se in-crementará e, incluso, se podrá apreciar en la capital. En efecto, el día 14 de mayo en Santiago, luego de realizada una manifestación nocturna de obreros de la maestranza de ferrocarriles, se efectúa una marcha de unos cuatro mil a seis mil trabajadores por el centro de la ciudad, convocada por organizaciones anarquistas, en rechazo de la represión sufrida por los huelguistas de Valpa-raíso. En el transcurso de la manifestación, ejemplares del diario El Mercurio fueron quemados y usados como antorcha, según informa El Trabajo de Iquique. Sobre esta misma manifestación, El Mercurio de Valparaíso reproduce la editorial de El Ferrocarril, publicada el 15 de mayo, que señala

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Es en estremo sensible para el decoro nacional que el libre ejercicio del derecho de reunion pueda convertirse en amenaza para las principales ciudades de la república y que El Mercurio asaltado a viva fuerza en Valparaíso, haya sido tambien blanco anoche en Santiago de demostracio-nes tumultuosas y agresivas, obligando a las autoridades locales a rodear ese edificio con un despliegue escepcional de fuerza armada para su custodia».

En esta misma edición, el diario porteño reproduce también un artículo de El Porvenir de Santiago que apoya de manera irrestricta la actuación de los empleados de El Mercurio de Valparaíso:

Por nuestros fueros.- Es del dominio público la actitud que los huelguistas de Valparaiso han asumido contra nuestros colegas de El Mercurio de esa ciudad y la valiente conducta de lejítima y enérjica defensa asumida por los empleados de esa publicacion. Los fueros de la prensa y el respeto a la propiedad privada hacen que el intento de los amotinados de Valparaiso sea doblemente censurable.

Los empleados de El Mercurio han dado muestras de valor y adhesion a la empresa de que forman parte y por eso merecen los aplausos de todas las personas honradas y de toda la prensa del pais.

El Porvenir se honra en manifestar públicamente su reprobacion a los ataques dirijidos contra El Mercurio y sus aplausos a los que han sabido cumplir el deber, aun con peligro de sus vidas.

Significativamente, el tono de ambas inserciones es bastante más categórico que la propia opinión editorial de El Mercurio de Valparaíso sobre estos hechos, expresada en «Una palabra», publicada en este diario, el 14 de mayo de 1903.

Luego de lo ocurrido en el frontis de su edificio el 12 de mayo, El Mercurio de Valparaíso morigera su postura hacia los huelguistas, asumiendo un planteamiento un poco más imparcial,

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si se quiere. El diario afirma que «el movimiento pacífico de los operarios de las compañías de vapores a quienes no convenía continuar trabajando dentro de los salarios que percibían, es un derecho sagrado y que ninguna persona sensata puede poner en duda». Lo cual, por cierto, no le impide afirmar que «las com-pañías de vapores en la lucha de intereses con sus operarios, han creído tener la razón y el comercio de Valparaíso los ha acompa-ñado en esta creencia».

Este cambio en la postura del diario ante el conflicto fue tan evidente que incluso El Chileno, al día siguiente señala: «¡Demo-nios! Uno siente admiración, estupor, se abisma realmente cuando compara la actitud de el Mercurio de ayer con la del Mercurio de hoy. Porque son dos Mercurios, distintos, pero enteramente distintos». El Chileno vuelve a comentar las declaraciones de El Mercurio de Valparaíso, el 16 de mayo, cuestionando que este último sostenga que durante la huelga hubiese mantenido una imparcialidad absoluta y que, si de algún lado se hubiese colocado, sería del lado de los huelguistas, «por cuanto pedía, como tantos, el arbitraje». Meses después, El Matasiete, en su edición del 18 de agosto de ese año, se refería a ese cambio en la postura del diario mediante los siguientes versos:

Diario canalla y rastreroque de usura haces alardeya no insultes al obrerocomo ayer, torpe y cobarde.Te humillas, le haces la pata,cubriéndote de baldóny le ofreces generoso‘en crónica una sección’.Tarde, muy tarde has venidode rimbor ruin, a cambiary al pueblo, diario mezquinopretendes engatusar...

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El MatasiEtE y los ejercicios de la memoria

Producto de estos hechos surgirá una nueva publicación pe-riódica en Valparaíso: El Matasiete, un «modestísimo periódico de agitación obrera», señala Raúl Silva Castro. Su título da cuenta del mote con el cual algunos comienzan a referirse a El Mercurio de Valparaíso, luego de su participación en la huelga de 1903.

El periódico es fundado por Juan Luis Jerez. Sus páginas se reproducen en la imprenta El Deber, ubicada en calle Las Heras. Según Joaquín Edwards Bello, este libelo –en sus palabras– apa-reció al día siguiente de la jornada de violencia vivida en las calles de Valparaíso. Sin embargo, la exactitud de dicho dato nos parece, a lo menos, discutible. De hecho, Jorge Iturriaga precisa que la publicación se inicia a fines de mayo.

En este periódico obrero colaboraron algunos intelectuales y escritores, como Carlos Pezoa Véliz, quien, en la edición número diecinueve de El Matasiete, correspondiente al 22 de septiembre, publica su poema «Vida de puerto», aquel que dice:

De la English Company hay pelambres:dicen que a bordo se pasan hambresalmuerzo papas, cena frejol;al otro día papas con coles

Cabecera de El Matasiete, correspondiente a la edición del 22 de septiembre de 1903, año 1, número 19.

En ediciones anteriores no aparece mencionado el nombre de su redactor.(Archivo de Cristóbal Gaete).

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y vuelta y vuelta con los frejolesy con las cenas de papa y col.

Armando Donoso va un poco más allá, y sostiene que Pezoa Véliz redacta El Matasiete, «un periodicuelo virulento, apasionado, ingenioso...», precisa. Silva Castro señala que el poeta colaboró en este periódico solo durante el mes de mayo de 1903. Por su parte, Julio Iglesias Z., afirma que es en el mes de junio cuando Pezoa Véliz es invitado a colaborar en esta publicación, por los poetas Víctor Domingo Silva y Zoilo Escobar.

Precisamente el hermano de Víctor Domingo Silva, Jorge Gustavo, publica en 1903, luego de la huelga, el opúsculo ¿Exis-te en Chile la cuestión social?, que recoge una conferencia suya dada el año anterior en el Ateneo de la Juventud de Valparaíso; considerando lo ocurrido en las calles de la ciudad, la pregunta adquiere ahora un leve tono irónico. Junto con ello, Silva también comienza a colaborar en las páginas de El Matasiete, según indica Nancy Nicholls Lopeandía.

El 12 de mayo de 1904, El Matasiete presenta el subtítulo «edición especial en homenaje a nuestras víctimas», no precisa nada más, ni siquiera sus nombres, como si ello no fuese necesario.

El primer artículo, titulado «In Memoriam», cumple las funciones de una editorial, y está redactado desde la perspectiva del «matasiete», esto es, de El Mercurio de Valparaíso, en un pretendido ejercicio de humor negro.

¡Hace un año! Parece que fuera ayer. Hace un año que a las puertas de nuestra oficina caian unos cuantos facine-rosos que pretendian asaltarnos; así lo supusimos.

Nuestras carabinas y nuestras punterias no tuvieron resistencia entre aquella masa de pueblo que solo hoi comprendemos que pedia algo justo y al que atacamos duramente desde nuestras columnas por medio de nuestra pluma, primero, a bala despues.

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Nos queda sí el consuelo de que solo fueron siete los que cayeron; hubiéramos deseado más, porque así hubiera sido mas grande nuestro arrepentimiento y el torrente de sangre no se hubiera secado tan luego a nuestra vista.

Esta edición especial incluye también una carta abierta a Luis Emilio Recabarren, encarcelado en Tocopilla. El texto busca continuar el tono del anterior, y es redactado a modo de chanza.

Además, se rinde un homenaje al contraalmirante Arturo Fernández Vial y al diputado Guillermo Plummer de Ferari, por sus esfuerzos en evitar que aumentaran los enfrentamientos callejeros el 12 de mayo de 1903. Ya hemos señalado algunos aspectos de la actuación de Fernández Vial los días previos a estos hechos. Respecto del diputado Plummer, Mario Garcés señala que él, junto al intendente de Valparaíso y otras personalidades, se dirigió a la multitud señalando: «prometemos solemnemente al pueblo, todos nosotros arreglar dentro de una hora de plazo, sus dificultades: pero por la patria, por la libertad, deténganse un momento». La única respuesta fue un avalancha de gritos y, entre ellos, uno que decía: «Es tarde, es tarde ya para engañar al pueblo».

El director del periódico, Juan Luis Jerez, publica en esta edición de El Matasiete un ardiente poema titulado «Al pueblo», en el cual realiza un airado homenaje a las víctimas obreras de la huelga.

Recordemos ciudadanosQue hoi hace un año cabalQue el despotismo brutalUltimó a nuestros hermanos.

(...)

Hasta hoi la leal esposaLlora a su esposo ultimadoY el huérfano abandonadoJime en miseria espantosa.

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Y a los cínicos culpablesDe esa atroz carniceria¿Les remoderá hoi en diaSu conciencia miserable?

Esta es una edición de solo cuatro páginas, pero es suficiente para adentrarse en los sentimientos que perduraron en varios por-teños, luego de 1903 y, junto con ello, para comprender un nombre que, de tiempo en tiempo, emerge desde la porfiada memoria.

Por cierto, El Matasiete no fue el único periódico obrero que se refirió a las víctimas de 1903. Ese mismo año, el día 28 de junio, aparece El Vaporino, una publicación de cortísima vida: esta será su única edición. Sus redactores son Ignacio Mora A. y Luis A. Pardo.

En uno de sus artículos de primera plana, firmado por Justo León y Castillo y fechado el 24 de junio de 1903, se señalan dos situaciones: en primer término, la ausencia de una prensa objetiva que dé cuenta de los hechos:

La prensa que en cumplimiento de su nobilísima mi-sión, debiera ser inexorable para defender la Verdad y el Derecho, y estigmatizar el crimen y hacer justicia; es la que invertiendo el orden de sus deberes se empeña con infamo complicidad en desviar el criterio del pueblo y propagarle la mentira y el error, si se trata de las violencias o agresio-nes de los privilejiados contra los intereses o vida de los hijos del pueblo.

En segundo lugar, El Vaporino sostiene que no existe una justicia efectiva para castigar a los «delincuentes de la luctuosa jornada del 12 de Mayo», a saber: el almirante Jorge Montt, el intendente José Alberto Bravo, el policía Washington Salvo y «los diaristas del Mercurio». A cuarenta días de los asesinatos, la investigación judicial se ha dirigido a indagar la participación de

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los manifestantes obreros en los hechos. Ante esto, el articulista sostiene:

Por cierto que si entre los siete infelices sacrificados por el plomo homicida de la Imprenta del Mercurio y el cobar-damente asesinado por el polizonte Salvo, hubiere caido un señorito de posicion social o un galoneado del militarismo, los cobardes victimarios no estarían tan campantes en su impunidad; pero los victimados fueron infelices obreros que como los ceros no representan valor alguno ante la unidad social, y aunque es voz pública que uno de ellos era un honrado empleado de una casa comercial vecina al Mer-curio, que no se le puede suponer participacion alguna en el movimiento huelguista ni mucho menos entre los agresores a la Imprenta, no ha sido esto motivo para que ni al juez ni al fiscal se les haya ocurrido actuar contra los diaristas asesinos.

La prensa –como siempre, ya que no ha podido silen-ciar los hechos– solo se ha limitado deplorarlos sin entrar a discutir ni a hacer luz sobre la responsabilidad criminal de estos diaristas.

Por todo esto, para el autor del artículo existe solo una conclusión, y la expresa con vehemencia: «¡Para las victimas del Mercurio y de las policías asesinas no habrá justicia! ¡Los majistrados se harán sordos! ¡Sólo tú pueblo debes defender tus derechos; solo tú puedes hacerte justicia!».

Cabecera de El Vaporino, correspondiente a la edición del 28 de junio de 1903, año 1, número 1.

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El Vaporino difunde también una medida concreta que al-gunos trabajadores han acordado en contra de El Mercurio de Valparaíso: boicotearlo.

Boicott al ‘Mercurio’

La Union de Tripulantes de Vapores acordó boicotear el diario El Mercurio por las siguientes razones.

1º Por atacar injustamente a los gremios en huelga y a los trabajadores en jeneral cuando estos reclamaban un justo y perfecto derecho y sus pretensiones eran prudentes.

2º Porque este diario en todos los movimientos huel-guistas se ha ensañado contra los trabajadores burlándose de ellos y sus exijencias.

3º Porque el dia 12 de Mayo so pretesto de la defensa de sus propiedades aprovechó la ocasion para asesinar a siete honrados trabajadores he hiriendo a varios otros.

4º Porque después de esta fecha si ha pretendido de-mostrar este diario que se preocupa de los intereses de los trabajadores hagan cumplir este acuerdo que es análogo al tomado por la Liga Obrera de este puerto y por diver-sas sociedades tanto de la capital como de esta ciudad de no comprar El Mercurio ni favorecer esta publicacion de ningun modo directa o indirectamente.

Por otro lado, La Revuelta, un órgano porteño anarquista, en sus únicas dos ediciones, menciona de forma muy sucinta lo ocurrido, poniendo el acento más en la interpretación política de los hechos que en su descripción. Lo mismo ocurre con un artículo escrito por Luis Emilio Recabarren, y publicado en La Voz del Pueblo, de Valparaíso, el 16 de mayo de 1903:

...sobre los trabajadores se pretenderá hacer recaer la responsabilidad de estas desgracias, cuando en verdad los únicos responsables son los gerentes de compañías de vapores y el gobierno que no ha tenido talento ni corazón para impedir las desgracias ocurridas, haciendo meramente justicia.

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Carlos Pezoa Véliz realiza una entrevista a uno de los asesi-nados el 12 de mayo de 1903, la cual es publicada en 1905 bajo el título de «Reportajes fúnebres en el cementerio de todos los santos» en La Comedia Humana. Con un marcado tono satírico, el poeta le da la palabra a un obrero «demócrata, miembro de la Mancomunal, de la Sociedad de Vaporinos, director de la Liga Obrera, candidato por la comuna Calaguala, colaborador de La Voz del Pueblo, orador popular y cargador de la playa...». La entrevista continúa:

–¿Tiene Ud. conocimiento de los últimos sucesos de Santiago?

–Sí, señor.–¿Por quién?–Por El Mercurio.–¿Llega aquí ese diario?–Es claro; como que es el diario con mejor servicio.–¿Está Ud. suscrito?–No, señor. Todos los que morimos en el asalto a El

Mercurio, recibimos una suscripción eterna por vía de indemnización.

–¿Quién tiene la culpa, a su juicio, de aquel sangriento motín?

–A mi juicio, nadie: ya saben Uds. que los difuntos no tenemos más juicio que el final.

En estos momentos llegó hasta la tumba un suplemente-ro con El Heraldo del día. Nuestro interlocutor desapareció inmediatamente ‘bajo la losa fría de su tumba...’.

No hallamos qué pensar de esta retirada. Pero más lejos nos la explicaron: el mismo diario que en los sucesos del 12 de mayo fue defensor de los huelguistas, es partidario ahora de la ‘incineración del pueblo’.

Los enfrentamientos del 12 de mayo de 1903 tuvieron una gran relevancia a nivel nacional. Fueron mencionados en diversas monografías sobre la cuestión social, en las discusiones parlamen-

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tarias sobre la legislación social, por cierto en las páginas de la prensa obrera y también en la literatura.

Así, por ejemplo, ocurre con la publicación que hizo Juan Rafael Allende, al año siguiente en Santiago: Obreros i patrones: conflicto entre el capital i el trabajo en Chile, su única solución, en donde se destaca una observación de carácter premonitorio que hace de este hecho: «Y lo que pasó en Valparaíso pasará en Santiago, en Coronel, en Lota i en todo el país».

Por otro lado, Antonio Bórquez Solar, escribió el poema «Los huelguistas», incluido en Canciones ácratas, publicado el año 1904 en Santiago por la Biblioteca Económica del Ateneo Obrero:

Muda la ciudad reposa.Desde los cerros al marviene la niebla a llorar,más humana y más piadosa,sobre el dolor de la esposaen tan tristes funeralesy son los blancos cendalesde la neblina que bajala fría y blanca mortajacon sus despojos mortales.

Por último, existen algunos testimonios de estos hechos, es-critos por quienes los presenciaron de manera directa. Estos textos son significativos, ya que permiten apreciar los diversos matices con los cuales otros sectores de la sociedad porteña vivieron la jornada del 12 de mayo de 1903.

Jorge Gustavo Silva, relata la siguiente anécdota, protagoni-zada por un ex oficial de Marina: Luis Ross Mujica:

Por el lado opuesto de la misma calle avanza un piquete de marinería. Comandándolo el teniente Valverde. Otros oficiales conocidos y amigos nuestros lo secundan. Vienen resueltos y como emocionados al encuentro de la poblada

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perseguidora. A bien corta distancia, Valverde ordena a la poblada que se detenga. Se alzan en la poblada pañuelos a modo de banderas de parlamento y avanza Luis Ross Mujica. La tropa, entretanto, ha hecho alto, y recibe la orden de ‘Apunten’. La poblada ha detenido su avance.

Oigo un breve diálogo, muy seco:–No dispares, hombre, contra el pueblo –dice Ross

Mujica a Valverde, alzando su pañuelo parlamentario.–No, huevón –replica Valverde–. Tengo orden de dis-

parar y despejar la calle, y si no se retiran mandaré hacer fuego.

Joaquín Edwards Bello, por su parte, tiene una mirada mucho más distante de lo que ocurrido, como es posible apreciar en el siguiente ejercicio de su memoria.

Recuerdo una huelga de la levantisca gente de mar. Fue sangrienta e incendiaria. Durante dos días los huelguistas dominaron al Intendente, por las noches sentíase el granizo seco de las ametralladoras. La Compañía Sudamericana de Vapores fue incendiada. Entonces vi yo el primer muerto a bala; era un muchachón de esos que llamamos con jus-ticia rotos, porque van hechos una compasión mostrando las carnes por cualquier parte del cuerpo; habría bajado al río revuelto desde su cerro; no tenía nada que perder... Por entre los andrajos divisábase su carne oscura con verdaderas costras de mugre seca, de mugre antigua, el sudor amasado con caspa desde que nació; su boca estaba abierta, mostrando todo el cinismo interior; era la última cara, la que guarda el roto para el banquillo... De su cabeza colgaba una cosa viscosa y blanca con vetas rojizas; era el cerebro, era lo que había pensado, la parte humana que había hecho sonreír a ese desgraciado... Quizás si hasta amó alguna vez...

Este distanciamiento de Edwards Bello, su pretensión de realizar una suerte de tanatología social sobre el cadáver de un joven pobre, no solo elude la mención a las causas del conflicto;

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su manera de referirse al sujeto popular de Valparaíso no hace sino mantener los aspectos que caracterizaron la mirada oligarca de finales del siglo XIX, aquella que no podía dejar de observar a los trabajadores con sospecha, prejuicio y temor.

Campamento de la marinería con ametralladoras.Plaza Aníbal Pinto, Valparaíso.

(Revista Sucesos).