Los mundos que amo (fragmento)

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DAINACHAVIANO.COM /DAINACHAVIANOAUTHOR @DAINACHAVIANO 1 Los mundos que amo, colección de cuentos que ganó el Premio David de Ciencia Ficción en su primera convocatoria, fue la obra que dio a conocer a Daína Chaviano cuando aún era estudiante. En su versión original estuvo compuesto por cinco relatos, el último de los cuales daba título al libro. Años más tarde, su autora decidió convertir ese último cuento en una novela corta que fue publicada por la editorial Alfaguara, en Colombia. La nueva versión mantiene el texto original al que Chaviano añadió un prólogo y nuevos episodios que complementan el relato. El libro fue un best-seller en Cuba. Tuvo una adaptación radial, inspiró un cortometraje de cine independiente y su versión en fotonovela vendió 200.000 ejemplares. El relato, una suerte de testimonio personal, generó muchos seguidores, y terminó siendo un libro de culto entre adolescentes. Actualmente existe una página en Facebook creada por uno de ellos. Titulada Lectores fans de «Los mundos que amo», de Daína Chaviano, explica que es “una página para los lectores (cubanos o no) que hicieron señales en las azoteas o en los patios de sus casas después de leerse Los mundos que amo”.

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Fragmento de la novela corta para jóvenes "Los mundos que amo", de la escritora cubana Daína Chaviano. Fue su primer libro publicado en Cuba, por el que recibió el Premio David de Ciencia Ficción, en 1979.

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Los mundos que amo, colección de

cuentos que ganó el Premio David de

Ciencia Ficción en su primera

convocatoria, fue la obra que dio a

conocer a Daína Chaviano cuando aún

era estudiante. En su versión original

estuvo compuesto por cinco relatos, el

último de los cuales daba título al libro.

Años más tarde, su autora decidió

convertir ese último cuento en una

novela corta que fue publicada por la

editorial Alfaguara, en Colombia. La

nueva versión mantiene el texto original al que Chaviano añadió un

prólogo y nuevos episodios que complementan el relato.

El libro fue un best-seller en Cuba. Tuvo una adaptación radial, inspiró

un cortometraje de cine independiente y su versión en fotonovela vendió

200.000 ejemplares. El relato, una suerte de testimonio personal,

generó muchos seguidores, y terminó siendo un libro de culto entre

adolescentes. Actualmente existe una página en Facebook creada por

uno de ellos. Titulada Lectores fans de «Los mundos que amo»,

de Daína Chaviano, explica que es “una página para los lectores

(cubanos o no) que hicieron señales en las azoteas o en los patios de sus

casas después de leerse Los mundos que amo”.

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DAÍNA CHAVIANO

LOS MUNDOS QUE AMO

(fragmento)

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ADVERTENCIA

A muchas personas les suceden cosas extrañas en su

vida: ven moverse objetos sin que nadie parezca estar cerca,

escuchan voces aunque se encuentren a solas, sueñan con

acontecimientos que luego ocurren, o meditan sobre ciertas

ideas para terminar descubriendo que alguien más estaba

pensando en lo mismo. Sin embargo, casi siempre el temor de

no ser comprendidos o de que alguien se burle, les impide

compartir con otros estas experiencias.

Desde que era niña me llamaron la atención los

fenómenos extraordinarios... tal vez porque mi primer

recuerdo de este tipo se remonta a una fecha en que aún

dormía en cuna.

Era de noche y algo me despertó. Me puse de pie,

agarrándome a los barrotes de madera, y miré hacia la

ventana abierta: unos objetos brillantes y alargados pasaban

velozmente por el cielo. En ese instante, mi madre entró al

dormitorio. Yo apenas veía su silueta porque todo estaba

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oscuro, pero supuse que era ella. Le pregunté qué eran

aquellas cosas que volaban tan rápido, y me contestó que no

me preocupara y que volviera a dormirme; sólo eran nubes de

otros países.

Durante años aquel incidente reposó en algún rincón de

mi memoria, hasta que un día lo recordé. Se me ocurrió

preguntarle a mi madre qué edad tendría yo cuando ocurrió lo

de las nubes. Ella escuchó mi relato, llena de asombro, y me

aseguró que jamás había sostenido semejante diálogo

conmigo, y que eso de las nubes extranjeras era absurdo: ella

nunca me hubiera dicho algo semejante.

Años después, vi la foto de un ovni que cruzaba el cielo

nocturno sobre un desierto en Arizona. Me quedé pasmada,

porque de pronto comprendí que esa noche de mi infancia yo

había visto toda una cuadrilla de ovnis. El enigma aumentó

cuando pensé en el resto de la historia. Si no era mi madre la

persona que habló conmigo esa noche, ¿quién había sido?

¿Quién pudo ser el visitante cuya silueta se recortaba

perfectamente a la entrada de mi dormitorio? ¿Y por qué esa

explicación sobre las “nubes de otros países”?

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Se me ha ocurrido que tal vez esa fue la única manera que

encontró el desconocido —fuese quien fuese— de responder a

mi pregunta sin tener que mentirme del todo. Analizándolo

bien, el concepto de nubes extranjeras viene a ser una verdad

disfrazada. Quizás una respuesta sobre “naves de otros

planetas” fuera demasiado complicada para una niña de tres o

cuatro años. ¿O fue eso lo que entendí de toda la explicación?

Nubes extranjeras... Naves de otros planetas... Hasta el

sonido de la frase es parecido.

Hace poco escuché decir a un especialista en el llamado

«fenómeno ovni» que, muchas veces, los contactos que se

producen entre algunos habitantes de nuestro planeta y los

seres que viajan en las naves que nos visitan comienzan desde

la más temprana infancia de aquellos que son seleccionados

para ese propósito.

En fin, es posible que todo haya sido un sueño. Pero me

niego a pensar que una criatura tan pequeña haya imaginado

un fenómeno que sólo conocería años más tarde, en su

adolescencia.

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La acumulación de sucesos como éste hizo que me

interesara en asuntos que más tarde me llevaron a ciertos

descubrimientos y experiencias que luego he reflejado con

mayor o menor fidelidad en algunos libros, disfrazándolos de

fantasía.

Esta novela es uno de esos libros. ¿Dónde termina la

realidad y comienza la ficción? Todo lo que puedo decir se

encuentra en este relato.

La autora.

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PRIMERA PARTE

Encuentros cercanos de todo tipo

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Muchos me han preguntado a qué se debe mi obsesión

por el cosmos y cuál es la razón de mis inquietudes en lo

referente a una posible huella de criaturas extraterrestres

sobre la Tierra o a contactos con sus habitantes.

Algunos amigos, e incluso mis padres, me han

reprochado una y otra vez que haya creído ciertos rumores que

me han llegado —a veces a través de artículos, revistas o libros

especializados y, en ocasiones, de labios de testigos oculares—

acerca de avistamientos de ovnis, y he sido duramente atacada

por mi convencimiento de que hemos sido, y estamos siendo

observados por seres de otros mundos.

En realidad, las críticas no me han dolido tanto como el

hecho de que tantas personas, a las que quiero, permanezcan

ciegas y sordas ante la realidad que las rodea. Sólo dos de mis

amigos se han acercado a mí para plantearme sus dudas y

creencias con seriedad.

Nunca antes pensé decir la verdad a nadie, aunque hice

dos o tres confesiones veladas o encubiertas que, aunque no lo

revelaban todo, al menos dejaban entrever parte de mi

secreto. Pero hoy he decidido, de una vez y por todas, explicar

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el origen de mi interés y de mis convicciones. Sólo quiero

rogarles a aquellos que me comprendan que nunca vuelvan a

preguntarme sobre el asunto, porque no diré más, ni agregaré

algo nuevo que no aparezca en las breves líneas que leerán a

continuación.

Todo lo que me está permitido decir se encuentra en este

relato que, por supuesto —y no me engaño con respecto a

eso—, muchos tomarán como una simple narración de ciencia-

ficción que expone un supuesto acontecimiento como si éste

hubiese sido realidad. De cualquier modo, tengo la esperanza

de que las personas que así piensen no dejarán de hallarle

algún interés... interés que compartirán, si bien de modo

diferente, aquellos que le den crédito.

Los amigos que han visitado mi casa y a los cuales les he

dicho parte de la verdad, podrán dar fe de algunas pruebas,

como las señales que dibujé en el techo de mi casa y las

curiosas estatuillas que guardo con sumo cuidado en el

interior de una pequeña caja.

Quiero aclarar que, si bien en las siguientes páginas los

lectores hallarán el recuento verídico y exacto de lo que me

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ocurrió en la segunda semana de un mes de julio, en él no

aparecerán todos los hechos: algunos de ellos, porque se me

pidió que no fueran revelados jamás; y otros porque,

conociendo el escepticismo del lector promedio, sé que no son

ni serán publicables debido a la carga de credulidad que

exigiría para que éstos fueran aceptados. Quedarán, por tanto,

varias «lagunas» que permanecerán sin respuesta. Y hago la

aclaración porque en algunos párrafos se encontrarán

descripciones detalladas y minuciosas, y en cambio, otras

veces las explicaciones serán superficiales o faltarán del todo;

circunstancia que quizás llame la atención de algunas

personas suspicaces y observadoras.

Todo comenzó el martes de esa semana de julio. A decir

verdad, hubo un acontecimiento anterior que fue el preludio

de lo que ocurriría después. He aquí lo que sucedió:

(Fin del fragmento)

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