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    He sostenido anteriormente que las dos ltimasdcadas fueron experimentales. Tambin fue-ron contradictorias. El hecho de que hastaahora no se haya estabilizado en los pasescentrales un nuevo modo de regulacin so-

    cial en sustitucin del modo fordista llev a que las solucio-nes experimentadas, adems de empricas (el Adhocismo) einestables (el Stop and go, no slo en el campo econmico,

    sino tambin en los dominios social y cultural), sean contra-dictorias. No es de extraar pues que el exceso de regulacinque acabo de mencionar haya convivido en los ltimos vein-te aos con movimientos emancipatorios poderosos, testigosdel surgimiento de nuevos protagonistas en un renovado es-pectro de innovacin y transformacin sociales. La contra-diccin reside en que la hegemona del mercado y sus atribu-tos y exigencias alcanz un nivel tal de naturalizacin socialque, aunque lo cotidiano sea impensable sin l, no se le debepor eso mismo, ninguna lealtad cultural especfica. As, es so-cialmente posible vivir sin duplicidad y con igual intensidadla hegemona del mercado y la lucha contra ella. La concre-cin de esta posibilidad depende de muchos factores. Por

    ejemplo, se puede decir con certeza que la difusin social dela produccin contribuy a desenmascarar nuevas formas deopresin y que el aislamiento poltico del movimiento obre-ro facilit el surgimiento de nuevos sujetos sociales y de nue-vas prcticas de movilizacin social.

    La sociologa de la dcada de los ochenta estuvo domi-nada por la temtica de los nuevos sujetos sociales y de losNuevos Movimientos Sociales (NMSs). An aquellos queno compartieron la posicin de Touraine (1978), para quienel objeto de la sociologa es el estudio de los movimientossociales, reconocen que la ltima dcada impuso esa tem-tica como una fuerza sin precedentes, siendo slo objeto dedebate el elenco y la jerarquizacin de las razones explica-tivas de ese fenmeno. Se trata pues de un tema sobre elcual se acumul una extensa bibliografa, tanto en los pa-ses centrales como en Amrica Latina y que aqu no es del

    caso revisar2. Slo interesa mencionarlo brevemente en lamedida en que intercepta los dos polos estructurantes de es-te texto: la relacin entre regulacin y emancipacin y la re-lacin entre subjetividad y ciudadana.

    La identificacin de la interseccin de los nuevos movi-mientos sociales en esta doble relacin es tarea difcil, por-que es grande la diversidad de estos movimientos y porque

    es dudoso si esa diversidad se puede reconducir a un concep-to o a una teora sociolgica nicos. Una definicin genri-ca como la que por ltimo nos proponen Dalton y Kuechlerun sector significativo de la poblacin que desarrolla y de-fine intereses incompatibles con el orden poltico y socialexistente y que los prosigue por vas no institucionalizadas,invocando el uso de la fuerza fsica o de la coercin (1990:227) abarca realidades sociolgicas tan diversas que a lapostre, es muy poco lo que se dice de ellas. Si en los pasescentrales la enumeracin de los nuevos movimientos socia-les incluye tpicamente los movimientos ecolgicos, femi-nistas, pacifistas, antirracistas, de consumidores y de autoa-yuda, la enumeracin en Amrica Latina donde tambin es

    corriente la designacin de movimientos populares o nuevosmovimientos populares para diferenciar su base social quees caracterstica de los movimientos en los pases centrales(la nueva clase media) es bastante ms heterognea. Te-niendo en cuenta el caso brasileo, Scherer-Warren yKrischke destacan la parcela de los movimientos socialesurbanos propiamente dichos, los CEBs (Comunidades[Eclesiales de Base] organizadas a partir de adeptos de laiglesia catlica), el nuevo sindicalismo urbano y ms recien-

    * Doctor en sociologa del derecho de la Universidad de Yale. Profesorde la Universidad de Coimbra y de la Universidad de Madison,Winsconsin. Director del Centro de Estudios Sociales de laUniversidad de Coimbra, Portugal.

    Los nuevos movimientossociales1

    Por Boaventura de Sousa Santos*

    De a es...

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    temente tambin rural, el movimiento feminista, el movi-miento ecolgico, el movimiento pacifista en etapa de orga-nizacin, sectores de movimientos de jvenes y otros(1987: 4 l). La enumeracin de Krner, para el conjunto deAmrica Latina es an ms heterognea e incluye el pode-roso movimiento obrero democrtico y popular surgido en el

    Brasil, liderado por Lus Incio da Silva (Lula) y que luegoderiv en el Partido de los Trabajadores; el Sandinismo quesurgi en Nicaragua como un gran movimiento social de ca-rcter pluriclasista y pluriideolgico; las diferentes formasque asume la lucha popular en el Per tanto a nivel de los ba-rrios (pueblos jvenes) como a nivel regional (Frentes Re-gionales para la Defensa de los Intereses del Pueblo); lasnuevas experiencias de paros cvicos nacionales, con laparticipacin de sindicatos, partidos polticos y organizacio-nes populares (grupos eclesisticos de base, comits de mu-jeres, grupos estudiantiles culturales, etc.) en Ecuador, enColombia y en el Per; los movimientos de invasiones enSao Paulo; las invasiones masivas de tierras por los campe-

    sinos de Mxico y otros pases; los intentos de autogestinen los tugurios de las grandes ciudades como Caracas, Limay Sao Paulo; los comits de defensa de los Derechos Huma-nos y las Asociaciones de Familiares de Presos y Desapare-cidos, habiendo surgido estas dos ltimas iniciativas, bsica-mente de los movimientos sociales3.

    Estas enumeraciones son en s mismas reveladoras de laidentidad tan slo parcial entre los movimientos sociales delos pases centrales y de Amrica Latina, un tema al que vol-ver ms adelante. Por ahora, nos sirven para identificar al-gunos de los nuevos factores que los movimientos sociales delas dos ltimas dcadas introdujeron en la relacin regula-

    cin-emancipacin y en la relacin subjetividad-ciudadana ypara mostrar que esos factores no estn presentes del mismomodo en todos los NMSs en todas las regiones del globo.

    La novedad ms grande de los NMSs reside en queconstituyen tanto una crtica de la regulacin social capita-lista, como una crtica de la emancipacin social socialistatal como fue definida por el marxismo. Al identificar nuevasformas de opresin que sobrepasan las relaciones de produc-cin, y ni siquiera son especficas de ellas, como son la gue-rra, la polucin, el machismo, el racismo o el productivismo;y al abogar por un nuevo paradigma social, menos basado enla riqueza y en el bienestar material del que, en la cultura y

    en la calidad de vida, denuncian los NMSs, con una radica-lidad sin precedentes, los excesos de regulacin de la moder-nidad. Tales excesos alcanzan no slo el modo como se tra-baja y produce, sino tambin el modo como se descansa yvive; la pobreza y las asimetras de las relaciones socialesson la otra fase de la alienacin y del desequilibrio interiorde los individuos; y finalmente, esas formas de opresin noalcanzan especficamente a una clase social y s a grupos so-ciales transclasistas o incluso a la sociedad en su todo.

    En estos trminos, la denuncia de nuevas formas deopresin implica la denuncia de las teoras y de los movi-mientos emancipatorios que las omitieron, que las descuida-ron cuando no fue que pactaron con ellas. Implica pues, la

    crtica al marxismo y al movimiento obrero tradicional, ascomo la crtica al llamado socialismo real. Lo que es vis-to por estos como factor de emancipacin (el bienestar ma-terial, el desarrollo tecnolgico de las fuerzas productivas)se transforma en los NMSs en factor de regulacin. Por otrolado, porque las nuevas formas de opresin se revelan dis-cursivamente en los procesos sociales donde se forja la iden-tidad de las vctimas, no hay una preconstitucin estructuralde los grupos y movimientos de emancipacin, por lo que elmovimiento obrero y la clase obrera no tienen una posicinprivilegiada en los procesos sociales de emancipacin. Ade-ms, el hecho de que el movimiento obrero de los pasescentrales haya estado muy involucrado en la regulacin so-

    cial fordista en el segundo perodo del desarrollo capitalistatiende a hacer de l una traba, ms que un motor de emanci-pacin en este tercer perodo. Por ltimo, aunque las nuevasopresiones no deben hacer perder de vista las viejas opresio-nes, la lucha contra aquellas no se puede hacer en nombre deun futuro mejor en una sociedad por construir. Al contrario,la emancipacin por la que se lucha, tiene como objetivotransformar lo cotidiano de las vctimas de la opresin aquy ahora y no en un futuro lejano. La emancipacin o comien-

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    za hoy o no comienza nunca. De ah que los NMSs, con laexcepcin parcial del movimiento ecolgico, no se movili-cen por responsabilidades intergeneracionales.

    Las enumeraciones de los diferentes movimientos arribacitadas muestran por s mismas que esa nueva relacin entre

    regulacin y emancipacin bajo el impacto de los NMSs estan slo manifestacin de una constelacin poltico-culturaldominante, diversamente presente o ausente en los diferentesmovimientos concretos. Lo que la caracteriza verdaderamen-te es un fenmeno aparentemente contradictorio de globali-zacin-localizacin, tanto a nivel de la regulacin como a ni-vel de la emancipacin. La globalizacin a nivel de la regu-lacin se hace posible por la creciente promiscuidad entreproduccin y reproduccin social sealada atrs. Si el tiem-po vital y el tiempo de trabajo productivo se confunden cadavez ms, las relaciones sociales de la produccin se descarac-terizan como campo privilegiado de dominacin y jerarqui-zacin social; y el relativo vaco simblico as creado lo lle-

    nan las relaciones sociales de reproduccin social (en la fa-milia y en los espacios pblicos) y por las relaciones socialesen la produccin (relaciones en el proceso de trabajo produc-tivo asalariado entre trabajadores, hombres y mujeres, blan-cos y negros, jvenes y adultos, catlicos y protestantes, hin-des y musulmanes, chitas y sunitas).

    Cualquiera de estos dos ltimos tipos de relaciones so-ciales ha venido adquiriendo creciente visibilidad social enlos ltimos veinte aos. Pero, contradictoriamente, este pro-ceso de visibilidad social slo es posible anclado en la lgi-ca (y no en la forma) y en la historicidad de la dominacinpropia de las relaciones de produccin. Es decir la difusin

    social de la produccin, al mismo tiempo que conduce al noprivilegio relativo de la forma de dominacin especfica delas relaciones de produccin (la explotacin a travs de laextraccin de plusvala econmica), hace posible que la l-gica de sta (la extraccin de plusvala en una relacin so-cial que no tiene como fin explcito tal extraccin) se difun-da socialmente en todos los sectores de la vida social y, poresa va, se globalice. Mientras ms fuerte fue en el pasadola vivencia social de la dominacin en las relaciones de pro-duccin, ms intenso ser ahora su carcter socialmente di-fuso. La plusvala puede ser sexual, tnica, religiosa, gene-racional, poltica, cultural; puede tener lugar en el hbito (yno en el acto) de consumo; puede tener lugar en las relacio-nes desiguales entre grupos de presin, partidos o movi-mientos polticos que deciden el armamento y el desarme,la guerra y la paz; puede incluso tener lugar en las relacio-nes sociales de destruccin entre la sociedad y la naturale-za, o mejor entre los llamados recursos humanos y los lla-mados recursos naturales de la sociedad.

    Sin querer entrar en el debate sobre la continuidad o laruptura entre los viejos y los nuevos movimientos sociales4,

    me parece innegable que sin la experiencia histrica de ladominacin en la esfera de la produccin, hoy no sera, so-cial y culturalmente posible, pensar la reproduccin socialen trminos de relaciones de dominacin. Y la verdad esque los pases con fuertes NMSs, tienden a ser pases don-de fueron, y quizs todava son fuertes los viejos movimien-

    tos sociales.

    Tambin es por eso, que en el campo de los NMSs,Amrica Latina sobresale en forma destacada del resto delos pases perifricos y semiperifricos. El proceso de glo-balizacin en el campo de la regulacin tambin es un pro-ceso de localizacin. La razn est en que, como formas deintersubjetividad, las relaciones sociales de reproduccin ylas relaciones sociales en la produccin, son mucho msconcretas e inmediatas que las relaciones sociales de pro-duccin.

    Mientras stas ltimas se pueden esconder y abstracti -

    zar fcilmente detrs de las mquinas, ritmos de produc-cin, normas de fabricacin, reglamentos de fbrica, aque-llas no son sino vivencias de relaciones entre personas, en-tre grupos, entre personas o grupos y el aire, los ros, losbosques o los animales, entre la vida y la muerte. Es ciertoque tambin aqu hay mediaciones abstractizantes, seanellas las leyes, las costumbres, la religin, el discurso pol-tico, la publicidad o la idea de progreso, pero difcilmenteexcusa, ya sea la relacin frente a frente entre opresor yoprimido, ya sea la relacin frente a frente entre la vctimay la causa de su victimizacin. De ah que lo cotidiano quees, por excelencia, el mundo de la intersubjetividad sea ladimensin espacio-temporal de la vivencia de los excesos

    de regulacin y de las opresiones concretas en que ellos sedesdoblan.

    A nivel de la emancipacin, ocurre tambin un fenme-no correspondiente de globalizacin-localizacin. Una vezliberada de la envoltura estructural que le conferan las re-laciones sociales de produccin el estado capitalista y elmovimiento obrero la tarea de descubrir las opresiones yde la lucha contra ellas, es potencialmente una tarea sin fin,sin un sujeto social especficamente titular de ella y sin l-gica de acumulacin que permita distinguir entre tctica yestrategia. Los valores, la cultura y la calidad de vida, ennombre de los cuales se lucha son, por s mismos, maxima-listas y globalizantes, no susceptibles de finalizacin y po-co inclinados hacia la negociacin y el pragmatismo. Porotro lado, si en algunos movimientos es discernible un inte-rs especfico de un grupo social (las mujeres, las minorastnicas, los habitantes de las favelas, los jvenes), en otros,el inters es colectivo y el sujeto social que los titula es po-tencialmente la humanidad en su todo (movimiento ecol-gico, movimiento pacifista).

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    Por ltimo, la lucha emancipatoria, siendo maximalis-ta, dispone de una temporalidad absorbente que comprome-te en cada momento todos los fines y todos los medios,siendo difcil la planeacin y la acumulacin y por lo tantoms probable, la discontinuidad. Porque los momentos sonlocales de tiempo y de espacio, la fijacin momentnea

    de la globalidad de la lucha tambin es una fijacin locali-zada, y es por eso que lo cotidiano deja de ser una fase me-nor o un hbito descartable para pasar a ser el campo privi-legiado de la lucha por un mundo y una vida mejores.

    Frente a la transformacin de lo cotidiano en una red desntesis momentneas y localizadas, de determinacionesglobales y maximalistas, el sentido comn y el vulgar delda a da, tanto pblico como privado, tanto productivo co-mo reproductivo, se desvulgarizan y pasan a ser oportuni-dades nicas de inversin y protagonismo personal y degrupo. De ah la nueva relacin entre subjetividad y ciuda-dana.

    Subjetividad y ciudadana en los nuevosmovimientos sociales

    Uno de los ms encendidos debates sobre los NMSs in-cide en el impacto de stos en la relacin subjetividad-ciu-dadana. Segn algunos, los NMSs representan la afirma-cin de la subjetividad frente a la ciudadana. La emancipa-cin por la que luchan no es poltica sino ante todo perso-nal, social y cultural. Las luchas en que se traducen se pau-tan por formas organizativas (democracia participativa) di-ferentes de las que precedieron a las luchas por la ciudada-

    na (democracia representativa). Al contrario de lo que sedio con el do marshalliano ciudadana-clase social en elperodo del capitalismo organizado, los protagonistas de es-tas luchas no son las clases sociales, son grupos sociales, aveces mayores, a veces menores que las clases, con contor-nos ms o menos definidos en funcin de intereses colecti-vos, a veces muy localizados pero potencialmente universa-lizables. Las formas de opresin y de exclusin contra lascuales luchan no pueden, en general, ser abolidas con la me-ra concesin de derechos, como es tpico de la ciudadana;exigen una reconversin global de los procesos de sociali-zacin y de inculcacin cultural y de los modelos de desa-rrollo, o exigen transformaciones concretas, inmediatas y

    locales (por ejemplo, el cierre de una central nuclear, laconstruccin de una guardera infantil o de una escuela, laprohibicin de publicidad violenta en la televisin), exigen-cias que, en ambos casos, van ms all de la mera concesinde derechos abstractos y universales. Por ltimo, los NMSstienen lugar en el marco de la sociedad civil y no en el mar-co del estado y, en relacin con el estado mantienen una dis-tancia calculada, simtrica a la que mantienen con los par-tidos y con los sindicatos tradicionales.

    Esta concepcin, que basa la novedad de los movimien-tos sociales en la afirmacin de la subjetividad sobre la ciu-dadana, ha sido criticada ampliamente. La crtica ms fron-tal proviene de aquellos que precisamente contestan la nove-dad de los NMSs. Segn ellos, los NMSs son, de hecho, vie-

    jos (los movimientos ecolgicos, feministas, pacifistas del

    siglo XIX y el movimiento antirracista de esa poca y de losaos cincuenta y sesenta); o son portadores de reivindicacio-nes que fueron parte integrante de los viejos movimientossociales (el movimiento obrero y el movimiento agrario ocampesino); o, por ltimo, corresponden a ciclos de la vidasocial y econmica y, por eso, su novedad, porque aunquerecurrente, tan slo es aparente. Los modos de movilizacinde recursos organizativos y otros, y no la ideologa, debenser para estos autores, el punto de apoyo del anlisis de losNMSs. Para esta segunda concepcin, el impacto buscadopor los MNSs es, en ltima instancia, poltico y su lgicaprolonga la ciudadana, que orient los movimientos socia-les del pasado. La distancia de los NMSs con el Estado es

    ms aparente que real, pues las reivindicaciones globales-lo-cales siempre acaban por traducirse en una exigencia hechaal Estado y en los trminos en que el Estado se sienta ante lacontingencia poltica de tener que darle respuesta5. Adems,la prueba de eso mismo es que no es raro que los NMSs jue-guen el juego de la democracia representativa, aunque seapor el lobbying y por la va extraparlamentaria; y entran enalianzas ms o menos oficiales con sindicatos y partidos,cuando ellos mismos no se transforman en partidos.

    En mi opinin, no es preciso rechazar la novedad de losNMSs para criticar las ilaciones que saca de ella la primeraconcepcin. La novedad de los NMSs, tanto en el campo de

    la ideologa como en el de las formas organizativas, me pa-rece evidente, aunque no deba ser defendida en trminosabsolutos. Tal como Scott (1990), dudo que los NMSs pue-dan ser explicados en su totalidad por una teora unitaria.Basta tener en mente las diferencias significativas en trmi-nos de objetivos de ideologa y de base social entre losNMSs de los pases centrales y los de Amrica Latina. En-tre los valores postmaterialistas y las necesidades bsicas;entre las crticas al consumo y las crticas a la falta de con-sumo, entre el hiperdesarrollo y el sub (o anarco) desarro-llo, entre la alienacin y el hambre, entre la nueva clase me-dia y las (poco esclarecedoras) clases populares, entre el es-tado-providencia y el estado autoritario, hay naturalmente

    diferencias importantes. No se excluye, por otro lado, quealgunos de los NMSs de Amrica Latina tengan grandes afi-nidades con el tipo dominante de NMSs en los pases cen-trales pero, en general, estn correctos Fernando Caldern yElizabeth Jelin cuando afirman que, en contraste con lo quepasa en los pases centrales, una de las caractersticas pro-pias de Amrica Latina es que no hay movimientos socialespuros o claramente definidos, dadas la multidimensionali-dad, no solamente de las relaciones sociales sino tambin de

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    los propios sentidos de la ac-cin colectiva. Por ejemplo, esprobable que un movimientode orientacin clasista estacompaado de juicios tnicosy sexuales, que lo diferencian

    y lo asimilan a otros movi-mientos de orientacin cultu-ralista con contenidos clasis-tas. As, los movimientos so-ciales se nutren con innumera-bles energas que incluyen, ensu constitucin, desde formasorgnicas de accin social porel control del sistema polticoy cultural hasta modos detransformacin y participacincotidiana de auto-r e p r o d u c-cin societaria (en Ponte,

    1990: 281). A mi modo de ver,en esta impureza, reside laverdadera novedad de losNMSs en Amrica Latina y suextensin a los NMSs de lospases centrales es una de lascondiciones de la revitaliza-cin de la energa emancipato-ria de estos movimientos engeneral. En la medida en queesto suceda, ser ms veros-mil la teora unitaria. Peroahora, slo es posible hablar

    abiertamente de tendencias yde opciones.

    La novedad de los NMSs no reside en el rechazo de lapoltica sino, al contrario, en la ampliacin de la polticahasta ms all del marco liberal de la distincin entre esta-do y sociedad civil. Los NMSs parten del presupuesto deque las contradicciones y las oscilaciones peridicas entreel principio del estado y el principio del mercado son msaparentes que reales, en la medida en que el trnsito hist-rico del capitalismo se hace de una interpenetracin siem-pre creciente entre los dos principios, una interpenetracinque subvierte y oculta la exterioridad formal del estado y de

    la poltica frente a las relaciones sociales de produccin. Enestas condiciones, invocar el principio del estado contra elprincipio del mercado, es caer en la trampa de la radicalidadfcil que consiste en transformar lo que existe en lo que yaexiste, como es propio del discurso poltico oficial.

    Apesar de estar muy colonizado por el principio del es-tado y por el principio del mercado, el principio de la comu-nidad rousseauniana, es el que tiene ms potencialidades pa-

    ra fundar las nuevas energas emancipatorias. La idea de laobligacin poltica horizontal entre ciudadanos y la idea de laparticipacin y de la solidaridad concretas en la formulacinde la voluntad general, son las nicas susceptibles de fundaruna nueva cultura poltica y, en ltima instancia, una nuevacalidad de vida personal y colectiva basadas en la autonomay en el autogobierno, en la descentralizacin y en la demo-cracia participativa, en el cooperativismo y en la produccinsocialmente til. La politizacin de lo social, de lo cultural, eincluso de lo personal, abre un inmenso campo para el ejer-cicio de la ciudadana y revela, al mismo tiempo, las limita-ciones de la ciudadana de extraccin liberal, incluso de la

    ciudadana social, circunscrita al marco del estado y de lo po-ltico por l constituido. Sin postergar las conquistas de laciudadana social, como en ltimas pretende el liberalismopoltico-econmico, es posible pensar y organizar nuevosejercicios de ciudadana porque las conquistas de la ciuda-dana civil, poltica y social no son irreversibles y estn lejosde ser plenas y nuevas formas de ciudadana colectivas yno meramente individuales: ejercicios y formas basados enformas poltico-jurdicas que, al contrario de los derechos ge-

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    ma Paulo Krischke, es necesario tener en cuenta las contri-buciones positivas de los movimientos tanto para la me-moria colectiva de la sociedad, como para la reforma de lasinstituciones (1987: 287). Similarmente, para Inglehart(1990: 43) y Dalton y Kuechler (1990: 227), los NMSs sonseal de transformaciones globales en el contexto poltico,

    social y cultural de nuestra contemporaneidad y por eso susobjetivos sern parte permanente de la agenda poltica delos prximos aos, independientemente del xito, necesa-riamente diverso de los diferentes movimientos concretos.

    Los aos noventa

    Si las dos ltimas dcadas fueron experimentales, esnatural que los aos noventa traigan una profundizacin dealgunas de las experiencias, a menos que la sociedad del fu-turo no necesite de un modo especfico y dominante de au-torreproducirse y haga de la inestabilidad de las nuevas ex-

    periencias, la nica forma viable de estabilidad. Tambin esposible pensar, como quiere algn postmodernismo, que lonuevo que hubo en estos ltimos veinte aos no cesar derepetirse, como nuevo, en los aos venideros, no quedndo-nos otra actitud sino perder el hbito de imaginar otras po-sibilidades ms all de lo que existe y celebrar lo que exis-te como el conjunto de todas las posibilidades imaginables.Esta teora, que tiene la peculiaridad de ser indeterministaen relacin con el presente y determinista en relacin con elfuturo, no nos impide sin embargo imaginar otras teorasposibles donde quepa la diferencia del futuro y nuestra di-ferencia en relacin con l.

    Si fuera correcto hablar de patologas de la moderni-dad, diramos que ellas consistieron hasta ahora en subsn-tesis entre subjetividad, ciudadana y emancipacin, que re-sultaron en excesos de regulacin, los cuales adems, enocasiones, se insinuaron bajo la forma de emancipaciones,denunciadas posteriormente como falsas. En las seccionesanteriores, mencionamos tales excesos en sus diferentesformas y el siguiente cuadro lo presenta de modo sinptico.

    No cabe analizar aqu cada uno de ellos. Los concibocomo diferentes subsntesis de la modernidad, es decir

    constelaciones socio-polticas que, por una u otra va, no lo-graron una sntesis entre subjetividad, ciudadana y emanci-pacin, dando de ella una versin truncada, desfigurada,perversa. Frente a los fracasos de la teora crtica moderna,que est, adems, por detrs de algunas de las formas de fal-sa emancipacin, la tarea de la teora crtica postmoderna

    consiste en apuntar de nuevo hacia los caminos de la snte-sis, tomando como mtodo, por un lado, la citacin de todolo que existi de positivo en la experiencia histrica denuestra contemporaneidad, por ms negativa que ocasional-mente haya sido, y por otro lado, la disponibilidad paraidentificar lo que de nuevo caracteriza el tiempo presente yhace de l verdaderamente nuestro tiempo. El esfuerzo te-rico que est por emprender debe incluir una nueva teorade la democracia que permita reconstruir el concepto deciudadana, una nueva teora de subjetividad que permitareconstruir el concepto de sujeto y una nueva teora de laemancipacin que no sea ms que el efecto terico de lasdos primeras teoras en la transformacin de la prctica so-

    cial llevada a cabo por el campo social de la emancipacin.

    Bibliografa

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    (org.) 1988 Sociedade e Poltica no Brasil Ps-64(Sao Paulo: Brasiliense).

    Dalton, Russel y Kuechler, M. (orgs.) 1990 Challengingthe Political Order: New Social and Political Movements

    in Western Democracies (Oxford: Polity Press).

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    Krischke, Paulo 1987 Movimientos Sociais e TransiaoPoltica: contribuicoes da Democracia de Base, enScherer-Warren, Ilse y Krischke, P. (orgs.) Uma

    Revoluao no Quotidiano?: os Novos Movimentos

    Sociais na Amrica do Sul (Sao Paulo: Brasiliense) 276.

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    SUBSINTESIS

    Ciudadana sin subjetividad niemancipacin.

    Subjetividad sin ciudadana ni

    emancipacin.Emancipacin sin subjetividadni ciudadana.

    Emancipacin con ciudadana ysin subjetividad.

    Emancipacin con subjetividady sin ciudadana.

    EXCESO

    Normalizacin disciplinariafoucaultiana.

    Narcisismo: autismo

    des-socializante; consumismo.Despotismo; totalitarismo;reformismo autoritario.

    Reformismo social-democrtico.

    Basismo; mesianismo.

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    Laranjeira, Sonia 1990 (org.) Classes e MovimentosSociais na Amrica Latina (Sao Paulo: Hucitec).

    Melucci, Alberto 1988 Social Movements and thedemocratization of everyday life, en Keane, John(org.) Civil Society and the State (Londres: Verso).

    Ponte, Victor M.D. 1990 Estruturas e Sujeitos naAnlise da Amrica Latina, en Laranjeira, Sonia, 270.

    Scherer-Warren, Ilse y Krischke, P. (orgs.) 1987 UmaRevoluao no Quotidiano?: os Novos Movimentos

    Sociais na Amrica do Sul (Sao Paulo: Brasiliense).

    Scott, Alan 1990Ideology and the New SocialMovements (Londres: Unwin Hymn).

    Touraine, Alain 1978La Voix et le Regard(Pars: Seuil).

    Vigevani, Tullo 1989 Movimentos Sociais naTransiao Brasileira: A Dificuldade de Elaboraao doProyecto, enLua Nova 17: 93.

    Notas

    1 Extraido de de Sousa Santos, Boaventura 1998(1995)De la mano de Alicia. Lo social y lo poltico en

    la postmodernidad (Santaf de Bogot: Siglo delHombre Editores, Facultad de Derecho Universidad delos Andes, Ediciones Uniandes) 312-331.

    2 Entre la extensa bibliografa, ver cuatro importanteslibros (tres de ellos colectivos), dos centrados en losNMSs de los pases capitalistas avanzados (Scott,

    1990; Dalton y Kuechler, 1990) y dos centrados en losNMSs de Amrica Latina (Scherer-Warren y Krischke,1987; Laranjeira, 1990).

    3 Hasta el inicio de los noventa los movimientos indgenasson raramente mencionados. Sin embargo, en los ltimosaos, sobre todo en Amrica Latina, han sido muyimportantes e innovadores en la lucha social y poltica.

    4 A ttulo de ejemplo, cf. ver las posiciones de Frank,G. y Fuentes, M. (1989) y de Brand, Karl-Werner(1990), a favor de las tesis de la continuidad entreviejos y nuevos movimientos sociales; y las posicionesde Dalton y Kuechler (1990) en favor de la tesis de lanovedad de los NMSs.

    5 Para el debate en el Brasil, ver por ejemplo, cf.,Cardoso, Ruth y Jacobi, Pedro.

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    Debates

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    En Bolivia, en los ltimos quince aos, a raz delas reformas estructurales que han afectado laeconoma, el estado y la estructura de las cla-ses sociales, todo el basamento que hizo de lossindicatos obreros el ncleo de las identidades

    subalternas, ha sido desmontado sistemticamente.Las grandes empresas y ciudadelas obreras han sido

    sustituidas por numerosas medianas y pequeas fbricas ca-paces de extender el trabajo industrial hasta el domicilio pro-duciendo un efecto de desagregacin social contundente yfragmentacin material de la fuerza de masa del trabajo. Elcontrato fijo que sostuvo el sentido de previsibilidad, es hoyuna excepcin frente a la subcontratacin, la eventualidad, elcontrato por obra que precariza la identidad colectiva y pro-mueve el nomadismo laboral limitado en su capacidad deforjar fidelidades a largo plazo, dando lugar por una parte auna hibridacin de la condicin de clase y a la emergenciade identidades contingentes de los trabajadores segn la

    actividad, los oficios laborales, los entornos culturales don-de se encuentren transitoriamente y la dinmica de contor-nos difusos entre el espacio del trabajo y del no trabajo(Bhabha, 1997; Beck, 2000). La transmisin de saberes porestratificaciones laborales estables y los ascensos por anti-gedad van siendo sustituidos por la polivalencia, la rota-cin del personal y el ascenso por mrito y competencia,quebrando la funcin del sindicato como mecanismo de as-censo y estabilidad social, tan propios de la antigua formasindical de movilizacin. Por ltimo, el sindicato ha sidoproscrito de la mediacin legtima entre estado y sociedad,papel que desempe durante dcadas, para ser lentamentesustituido por el sistema de partido, erosionando an ms la

    eficacia representativa que antes posea en la medida en queera el mediador poltico y el portador de ciudadana.

    Pero la disolucin de las condiciones de posibilidad delaforma sindicato, en parte tambin han sido las condicio-nes de posibilidad del surgimiento de otras formas de inter-

    unificacin social y de accin colectiva manifiestas en losltimos aos a partir de la defensa del agua, los serviciospblicos y el reconocimiento de derechos indgenas.

    La forma multitud

    A raz de los intentos gubernamentales de entregar laadministracin de la empresa de agua potable en la terceraciudad del pas, Cochabamba, a un consorcio norteamerica-no, y de mercantilizar la gestin de los recursos hdricoscon que cuentan comunidades campesinas, ha surgido des-de el ao 2000 un movimiento social urbano-rural, llamadoCoordinadora del Agua y la Vida, con tal fuerza de movili-zacin que fue capaz de protagonizar un levantamiento ci-vil, expulsar a la empresa extranjera y modificar el panora-ma poltico regional. Veamos algunas de las caractersticasde esta forma de accin colectiva, que hemos denominadoforma multitud.

    1. Modo de unificacin territorial y flexible. A medidaque se derrumbaba el centro de trabajo estable como lugar deagregacin; formas de organizacin territorial preexistentes,

    La estructura de losmovimientos sociales

    en Bolivia1

    Por Alvaro Garca Linera*

    * Matemtico e investigador social. Docente de la Carrera deSociologa y de la Maestra en Ciencias Polticas en la UniversidadMayor de San Andrs, La Paz, Bolivia.

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    como las juntas vecinales, los sindicatos por jurisdiccin(campesinos y gremiales), asociaciones por rama de oficio yuna multifactica, compleja y generalizada urdimbre organi-zativa de la sociedad subalterna enraizada en mbitos localesy territoriales de preocupacin, han adquirido una relevanciade primer orden con gran fuerza de movilizacin.

    Lo decisivo de estaforma multitudes que, mayoritaria-mente, resulta de la agregacin de sujetos colectivos, es de-cir, una asociacin de asociaciones donde cada persona queest presente en el acto pblico de encuentro no habla pors misma sino por una entidad colectiva local ante la cualtiene que rendir cuenta de sus acciones, de sus decisiones,de sus palabras.

    Pero adems, y sta es una virtud respecto a la formasindicato, esta multitud no crea una frontera entre afiliadosy extraos. Tanto en sus reuniones locales o departamenta-les, como en las acciones de masas, en las asambleas, en lasmovilizaciones, bloqueos o enfrentamientos, otras perso-

    nas, carentes de filiacin grupal (individuos) o representan-tes de otras formas de organizacin (sindicatos obreros),tambin pueden intervenir, opinar, participar, etc., amplin-dose enormemente la base social de accin y legitimidad.En este sentido, la multitudes una red organizativa bastan-te flexible, hasta cierto punto laxa que, presentando un ejede aglutinacin bastante slido y permanente, es capaz deconvocar, dirigir y movilizar a una inmensa cantidad de ciu-dadanos sueltos que por su precariedad laboral, por losprocesos de modernizacin e individualizacin, carecen defidelidades tradicionales.

    2. Tipo de reivindicaciones y base organizacional.

    Las principales demandas en torno a las cuales han comen-zado a articularse estos centros locales de asociacin han si-do la gestin del agua, el acceso a la tierra y el precio de losservicios bsicos que en conjunto delimitan el espacio de ri-quezas vitales y primarias que sostienen materialmente lareproduccin social.

    En ese sentido, utilizando la clasificacin dada porTilly, se podra decir que estamos ante un tipo de accin co-lectiva reactiva similares a las que l estudi en el sigloXVIII europeo (Tilly, 1975). La preexistencia de comuni-dades solidarias locales como base de la movilizacin tien-de a reforzar esta mirada. Sin embargo, la forma multitud

    tambin contiene, y de una manera creciente, grupos de ba-se asociacionista y electiva emergentes de los intermitentesy mutilados procesos de modernizacin social.

    Igualmente, laforma multitudtambin ha puesto en es-cena demandas y acciones de tipo proactivas. En la medi-da en que se fue consolidando, ampliando y radicalizandoel movimiento social, la base movilizada de la Coordinado-ra comenz a buscar reconocimiento a sus formas de demo-cracia asamblesta como tcnica de gestin de demandas ci-

    viles, la institucionalizacin de otras maneras de ejercer losderechos democrticos como el referndum llevado a ca-bo en marzo de 2000 o la convocatoria a una asambleaConstituyente, el control directo del poder poltico a nivel

    departamental durante las jornadas de movilizacin, o lapropuesta de la implementacin de una forma autogestiona-ria de la provisin de agua potable. Tenemos as una com-binacin entre defensa de recursos anteriormente posedos(el agua), con la demanda de recursos que anteriormente noexistan, en este caso derechos democrticos y poder polti-co que hacen a la multitud una forma de movilizacin pro-fundamente tradicional y radicalmente moderna por unaparte, y por otra defensiva y ofensiva a la vez.

    3. Soberana y democratizacin social. Teniendo co-mo base a las estructuras territoriales donde la asamblea, ladeliberacin y la consulta directa son prcticas cotidianaspara atender asuntos particulares, estas extendidas prcticasde democracia directa comenzaron a convertirse en soportepara la consulta y elaboracin de estrategias de moviliza-cin primero en el mbito regional o provincial. Pero a me-dida que las redes de movilizacin centradas en una mismademanda crecieron a nivel departamental, estos saberes de-mocrticos y estas tcnicas de deliberacin tuvieron que ex-pandirse, al tiempo que reconfigurarse, para dar paso a unacompleja y sistemtica estructura de ejercicio democrtico

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    de prerrogativas pblicas, de formacin de una opinin p-blica y, con el tiempo, de resolucin de la gestin de un bienpblico (el agua) a escala regional, incluso en competenciacon el estado.

    4. Institucionalidad y amplitud. A diferencia de lo

    que fue el movimiento obrero, laforma multitud carece demecanismos duraderos de convocatoria y consulta que per-mitan tornar rutinarios los mbitos de presencia de sus com-ponentes. Si bien los sujetos colectivos locales que la com-ponen mantienen continuamente prcticas de asamblea, laactuacin mancomunada como multitud es siempre una in-certidumbre que slo se resuelve en la prctica. De ah quecada convocatoria a la movilizacin sea a su vez un refern-dum acerca de la vitalidad, la continuidad o la debilidad dela multitud, que permite entonces forjar una cultura organi-zativa que asume la unidad como resultado de un pacientetrabajo y no como un hecho dado que slo basta evocar pa-ra presenciarlo.

    La forma comunidad

    En el mismo ao 2000, paralelamente a estas moviliza-ciones urbano-rurales ubicadas en la regin central de Boli-via, en el Altiplano y alrededor de la cede de gobierno, dosgrandes rebeliones indgenas aymaras han bloqueado todaslas carreteras de acceso a la ciudad de La Paz impidiendo laentrada o salida de productos y personas, y obligando al go-bierno a modificar varias de sus polticas pblicas paraatender las demandas indgenas. Lo que ahora nos interesasealar son los mecanismos de movilizacin social que, aligual que lo que sucedi en abril en la ciudad de Cochabam-

    ba, marcan pautas y tendencias para una regeneracin de lapoltica y de la accin de los movimientos sociales.

    Primero: sustitucin del poder estatal por un poder po-ltico comunal supra-regional descentralizado en varios no-dos (cabildos). A pocos das de la movilizacin, el sistemaestatal de autoridades (subprefecturas, corregidores, alcal-das, retenes policiales, administracin estatal) fue disueltoen toda el rea de movilizacin comunal y reemplazado porun complejo sistema de autoridades comunales (denomina-das dirigentes sindicales, pero que en verdad funcionan ba-jo la lgica comunal de la responsabilidad pblica rotativaligada a la legitimidad de la tenencia familiar-comunal de la

    tierra). Este armazn de poder poltico alternativo tena alas asambleas de comunidad (sindicato campesino) comopunto de partida y soporte de la movilizacin.

    Durante los dieciocho das nada se mova, nadie transi-taba por los caminos y ninguna decisin se tomaba si no eraa travs de estas redes de poder que ocuparon carreteras,pueblos intermedios y medios de comunicacin. En los he-chos, la autoridad territorial de la zona de rebelin se des-plaz del estado a las estructuras sindicales de la comuni-

    dad y a sus cabildos y por quince das, en octubre de 2000,y treinta das, en junio-julio de 2001, stas se mostraron co-mo eficientes y coordinadas formas de ejercicio de podergubernamental en una extensa regin del pas.

    Segundo: sistema comunal productivo aplicado a la

    guerra de movimientos. La posibilidad de que tanta gentepueda mantenerse por tantos das en las carreteras se sostu-vo en el tradicional sistema de turnos, mediante el cualcada veinticuatro horas la gente movilizada de una comuni-dad es sustituida por la de otra comunidad a fin de permitirque la primera descanse, se dedique durante unos das a susfaenas agrcolas y regrese nuevamente a la movilizacincuando le toque su turno. Por cada cien personas movili-zadas en uno de los cientos de bloqueos hay un crculo deotras mil o dos mil personas que esperan su turno para des-plazarse. De ah el clculo conservador de que slo en el al-tiplano se movilizaron cerca de quinientos mil comunariosaymaras.

    La logstica del bloqueo estuvo tambin asentada en laspropias comunidades. Cada grupo movilizado traa su ali-mentacin, su sistema de mandos, y sus armas. El momen-to culminante de esta organizacin de las comunidades in-dgenas ha sido sin duda la formacin de un Cuartel Gene-ral Indgena de Qalachaca donde cerca de cuarenta milaymaras, hombres, mujeres, nios, jvenes y ancianos, seatrincheraron durante semanas a fin de prepararse para unenfrentamiento blico contra el ejrcito republicano. Loms significativo de estas comunidades militarizadas fue elcarcter confederado que ha asumido la estructura de movi-lizacin y mando. El llamado Ejrcito Indgena Aymaraconcentrado en el cuartel era una formacin compuesta por

    destacamentos compactos de pequeos ejrcitos regionalesy zonales que rotativamente se concentraban en la zona deoperaciones al mando de sus propias autoridades, con suspropios mecanismos de abastecimiento y logstica militar(piedras, palos, dinamita, fusiles), y que en base a acuerdostemporales, tensos y permanentemente negociados, estable-can acuerdos flexibles y provisionales de accin conjuntacon los otros destacamentos provenientes de otras zonas.

    Tercero: ampliacin de la democracia comunal al m-bito regional-nacional. La pedagoga de democratizacin dela vida pblica, en este caso de la decisin de desplazar lainstitucionalidad estatal, de conservar el agua como un bien

    comn, de levantar una estructura militar separada del esta-do, fue sin duda extraordinaria, y se ejerci mediante laaplicacin de los saberes democrticos practicados en elmbito de las comunidades campesinas a escala superregio-nal, que permiti acordar fines colectivos, consultar reitera-damente a las bases acerca de la continuidad de la movili-zacin, lograr consensos acerca de las demandas, coordinarla defensa territorial de las comunidades movilizadas anteel avance del ejrcito, y controlar la vida poltica en las zo-nas sublevadas.

    La estructura de los movimientos sociales en Bolivia

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    Bajo esta nueva forma de poder poltico, las prcticasdemocrticas mediante las cuales la poblacin recuper sucapacidad de intervencin y gestin en la formulacin delbien comn y el uso de la riqueza colectiva fueron:

    a. Los cabildos y las asambleas que funcionaron como

    organismos pblicos de intercambio de razones y argu-mentos del que nadie estaba excluido, constituyeron unespacios de produccin de igualdad poltica real y deformacin de opinin pblica, ambos componentes b-sicos de lo que se denomina democracia deliberativa;pero no complementando el estado de derecho, como lohubiera deseado Habermas (1998), sino precisamenteinterpelando a un estado que, como el boliviano, estatravesado de profundos racismos que han instituciona-lizado la desigualdad entre hombres y mujeres pertene-cientes a distintas culturas.

    b. Las deliberaciones entre iguales se sustentaron enmovimientos sociales (las comunidades movilizadas)

    portadores de una moral de responsabilidad pblica (lo-cal) en la que rigen formas de accin normativamentereguladas. Ciertamente, esto lleva a que muchos de losvalores colectivos que guan los comportamientos desus integrantes estn regidos por principios previos yobligatorios que pudieran limitar la generacin de nue-vos consensos sustanciales, como por ejemplo sucede aescala comunal donde lo pblico tiene la misma dimen-sin territorial que el espacio de eficacia de los valoresnormativos. Sin embargo, en el marco de las accionescolectivas a gran escala donde la esfera pblica, lo co-mn que interconecta a los sujetos colectivos, rebasa elmarco de las regulaciones normativas locales, tiende a

    ser fruto de una nueva interaccin comunicativa pro-ductora de nuevos consensos y normas colectivas.

    Cuarto: poltica de la igualdad. Uno de los componen-tes ms impactantes de la movilizacin social, tanto en lasdeclaraciones de sus portavoces como en la gestualidad co-lectiva de los comunarios bloqueadores, fue el derrumbesimblico del prejuicio de la desigualdad entre indgenas yelites empresariales blancoides. La afirmacin de que eldirigente indgena iba a negociar de presidente a presiden-te, de que los aymaras tenan derecho a gobernar al pas,y la exigencia de que la vida de un indio debe valer lo mis-mo que la vida de un blanco, fueron palabras y gestos querompieron una secular jerarqua tnico-cultural por mediodel ejercicio y la reivindicacin del derecho bsico de laigualdad (Rancire, 1996).

    Quinto: poltica de la identidad y la alteridad. La rebe-lin de septiembre-octubre, pero ante todo de junio-julio de2001, ha sido en primer lugar una guerra simblica, una lu-cha por las estructuras de representacin, jerarquizacin, di-visin y significacin del mundo. A medida que los esque-mas mentales dominantes (coloniales) eran impugnados,

    otros se interponan y se levantaban orientando la accinmovilizada de los objetadores del orden establecido. En lasmovilizaciones indgeno-campesinas recientes, el conoci-miento territorial devino en materialidad de soberana quesepar dos mundos, el de ellos y el de las lites dominantes.El idioma devino de medio de comunicacin en medio de

    diferenciacin entre un nosotros y un ellos verificablepor el saber lingstico y su modo de adquisicin.

    En conjunto, estos componentes del movimiento social,tal como tendieron a ser resignificados, comenzaron a re-crear los ejes de una identidad cultural contrapuesta, escin-dida a la dominante, de un sentido de filiacin colectiva, dealteridad irreductible y que, por la dimensin de disputa te-rritorial y de autonoma poltica que adquiri esta construc-cin comunal de destino compartido, tiene todas las carac-tersticas de una rearticulacin de identidad nacional ind-gena, mayoritariamente aymar, cuya vitalidad o existenciaefmera se medir en los siguientes aos.

    Bibliografa

    Bhabha, Homi 1993 The location of culture (Londres:Routledge).

    Beck, Ulrich 2000 (1999) Un nuevo mundo feliz(Espaa: Paidos).

    Garca, lvaro; Gutirrez, Raquel; Prada, Ral yTapia, Luis 2001 Tiempos de rebelin (La Paz: Mueladel Diablo).

    Habermas, Jrgen 1998 (1992 y 1994) Facticidad yvalidez (Valladolid: Trotta).

    Rancire, Jacques 1996 El desacuerdo (Buenos Aires:Nueva Visin).

    Tilly Charles; Tilly Louise y Tilly Richard 1975 Therebellious century/1830-1930 (Cambridge, Mass,Harvard University Press).

    Notas

    1 Versin extractada y modificada del artculo Sindi-cato, multitud y comunidad en Garca, lvaro; Guti-rrez, Raquel; Prada, Ral y Tapia, Luis 2001 Tiemposde rebelin (La Paz: Muela del Diablo) .

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