Los Poderes de Antonina, Maylen

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    Los poderes de Antonina

    Maylén Domínguez Mondeja

    EDITORIAL ORIENTE, Santiago de Cuba, 2008

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    EDICIÓN: Zeila Robert Lora DISEÑO: Rolando CastroILUSTRACIÓN:COMPOSICIÓN DIGITALIZADA: Virginia Pacheco Lien

    © Maylén Domínguez Mondeja, 2008© Sobre la presente edición:  Editorial Oriente, 2008

    ISBN 978-959-11-0600-1INSTITUTO CUBANO DEL LIBROEDITORIAL ORIENTEJ. Castillo Duany no. 356e/ Pío Rosado y Hartmann

    Santiago de Cuba E-mail: [email protected]

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     A la tía Nina, por su esperanza

     y para Orestes, mi pintor.

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    Antonina

    ¿Tú ves ese cartel que hay en la puerta? Me lo hizo un pintoramiguísimo mío. Lleva años tratando de pintarme, pero una tieneque darse su importancia. ¡No todos los días viene al mundo una

    mujer con mis poderes!Una vez, a tanta insistencia, decidí posar para él, con la única

    condición de que me hiciera delgada y con los ojos azules. Me bajóentonces un discurso sobre la honestidad del artista.

    Luego de mucho discutir, dijo que lo de los ojos podía resolversesi me ponía un par de lentes de contacto, pero que en el otro puntono pensaba ceder. (Suspira.) En fin, amiga, que hasta en el arte hay

    burocracia.Una parienta mía, Antonina Clementina, era amiga personal deLeonardo Da Vinci, vivió suspirando porque la pintara, y hasta lo-gró que él accediera a hacerle un retrato.

    Ella padecía de incontinencia verbal, lo atiborraba con sentenciasmorales y frases célebres que sacaba de los libros. Llegó a decirle dememoria  La Poética de Aristóteles. Sólo intentaba demostrarle laprofundidad de su pensamiento, la grandeza de su alma femenina.

    Los hombres suelen ser muy superficiales: al tercer día, Da Vinci,cuando ya había pintado el pelo, el cuello, la nariz y un pedazo de laboca, no soportó la perorata y prefirió acabar la obra utilizando demodelo a la tal Lisa, que era más voluminosa y con el pelo corto.

    Despechada, Antonina Clementina decidió escribir un libro parala posteridad. En él hablaba de las manías y los defectos de Leonardo, y de otras cosas que jamás sabremos, porque cuando el escultor

    Miguel Ángel lo leyó, se divirtió muchísimo y quiso enseñárselo atodos sus admiradores. Tantas vueltas dio el manuscrito, de mano enmano, que se perdió.

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    De tal suerte, lo único que recibí de Antonina Clementina, fue unacarta que, ya a punto de morir, decidió escribir para la Antonina dela vigésimo cuarta generación (sabía que yo vendría para reivindicar

    la estirpe).Decía la carta: “Nina, si logras encontrar a un pintor que te inmor-

    talice, trata de que te pinte como tú quieras. Al fin y al cabo, la gentesiempre acabará olvidando cómo fuiste realmente”.

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    Primeras revelaciones

    Hoy ha venido mucha gente a verme, pero he tenido que pedir dis-culpas, estoy muy melancólica. Todo por las campanas de la iglesianueva… —esa que construyeron en la esquina—, no han dejado de

    sonar.Yo desde niña fui algo mística. Mi familia no sabía qué hacer

    conmigo, porque quedaba como lela, me daban unos desmayos, ydecía cosas que nadie lograba comprender.

    Pasé largas temporadas en casa de unos parientes de Cojímar. Losmédicos habían dicho que cambiar de aire me haría bien. Entoncesiba a la costa a meditar, y se me escapaba el día, era una cosa que no

    estaba en mí.Cierta tarde contemplaba los barcos, y de pronto empecé a sentir-me extraña, invadida por una fuerza interna que no lograba dominar.

    Quedé dormida y tuve un sueño con un pez grandísimo. Cuandoabrí los ojos, estaba un hombre mirándome. Empecé a llorar y leconté, como si le conociera de toda la vida. Él dijo que era escritor ypronunció un nombre que a mí en aquel momento no me dijo nada:“Ernest Hemingway”. Insistió en llevarme a la casa de mis parientes.

    Cuando llegamos, sin mucho preámbulo, les dijo: “Esta niña tie-ne poderes sobrenaturales”. Aquel fue el inicio de una amistad inol- vidable.

    Continúe encontrándolo todos los días por la playa, y le daba de-talles de aquel sueño que seguía preocupándome. En una de esas, sinmás ni más, se me ocurrió pedirle que escribiera aquello, que eramuy importante para el mundo. ¡Mírame, si todavía me erizo cuan-

    do evoco la tarde en que se apareció con aquel rollo de papeles: erael manuscrito de El viejo y el mar! Yo lo miré y le dije: “No entiendonada. Hay mucha gente contigo, y aplaudiendo sin parar. Se repite

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    dos veces la palabra Premio”. Lo demás de esa historia todo el mun-do lo sabe.

    Cuando lo mandaron a buscar de la Academia Sueca para otorgar-

    le el Nobel, quiso que lo acompañara; mi parentela dijo que yo eramenor de edad, que ese señor podía ser todo lo famoso que quisiera,pero se le notaba a la legua que no estaba nada bien de la cabeza.( Respira profundamente.) En fin… me sentí muy frustrada.

    Mucho se ha hablado y especulado sobre su fugaz paso por Ma-tanzas. Recuerdo perfectamente aquel día, como si hubiera sido ayer.Yo había acabado de cumplir mis 15 años, y él, para agasajarme,

    quiso pasear conmigo en un trasatlántico.Hablábamos de esoterismo y misticismo, de sus viajes, sus incon-tables amores… fuimos perdiendo la noción del tiempo. De pronto,oímos decir que la embarcación había arribado a la Bahía de Matan-zas, y decidimos bajar unos minutos.

    Cuando la gente lo vio, se armó tremendo alboroto, alguien insis-tía en regalarle una llave. Yo empecé a sentirme incómoda, tantobullicio me ponía muy mal. Él intercambió un leve saludo con una

    poetisa, me miró y dijo bajito: “Ella será muy bonita y muy erótica,pero le faltan tus poderes”.

    El resto de los turistas se quedó allí unas horas, pero nosotrosregresamos en un bote, en el que él me reveló de un golpe, con suentrañable plática, el insondable hechizo del mar (suspira y pesta-ñea con vanidad).

    La última vez que conversé con él quiso pescar una aguja para mí.Estuvimos todo el día en eso y no logró conseguir ni una sardina. Enla voz y en la forma de mirarme, vi un sentimiento incurable dederrota: “Definitivamente, ya no soy el mismo de antes”. Aquellatarde me mostró su finca y me regaló una jicotea, “para la buenasuerte”, dijo.

    Ha pasado bastante tiempo desde entonces. Aquella jicotea, Cleo-patra, murió, pero ahí está su nieta, Cleopatra Tercera, que me siguedando esperanzas y sueños para ayudar a las personas afligidas.

    Por este consultorio ha desfilado mucha gente importante, perosiempre… (solloza con la voz entrecortada) siempre que oigo do-blar una campana, como ahora, pienso en él.

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    Los golpes del destino

    Todos los días vienen aquí muchachas como tú a preguntar lo mis-mo… (se reacomoda en el asiento y tira las cartas. Levanta una).Aquí está lo que buscas: este hombre que te sale aquí, tiene dinero,

    puede que sea un extranjero… (vira una segunda carta y mueve lacabeza, pensativa).

    Cuando te vi llegar, con ese pelo, enseguida me acordé de unaparienta mía, que vivió hace muchísimos años, en la ciudad italianade Nápoles. Al final de su vida, joven aún, no recordaba ni su nom-bre, y repetía sin parar la receta de la pizza napolitana... ¡Imagínatelo chiflada que estaría!

    Mi parienta nunca fue una belleza, pero tenía su gracia. Variospoetas de la época se enamoraron de ella. Sin embargo, AntoninaGelsomina, que así se llamaba, poseía ciertas ambiciones materia-les, y los poetas siempre han sido pobres.

    Todos los días se entorchaba con afrodisíacos, y se untaba en lacabeza unos ungüentos que le ponían el pelo amarillo (ya para en-tonces los caballeros las preferían rubias). Así merodeaba la bahía,

    con la esperanza de que algún hombre rico se enamorara de ella.Sucedió el milagro, prendió el hechizo, y de pronto Antonina

    Gelsomina se vio casada con un joven apuesto y encantador, dueñode una fortuna, que quedó locamente apasionado.

    Ella llegó a tener dos millones de vestidos, con los que se cambia-ba 36 veces por día.

    Pero los astros, la ira terrible de las diosas, el destino fatal, todo

    empezó a conspirar, y mi parienta, de tanto desteñirse el pelo, se fuequedando calva. Esto la puso muy irascible, perdió toda la alegría de vivir, y se pasaba el día ripiando los vestidos.

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    Su infeliz esposo invirtió la fortuna en los remedios más sofisti-cados, traídos directamente de la India. Mas no hubo ungüento nihechizo de este mundo que lograra devolverle a mi parienta su anti-

    gua cabellera rubia, entre comillas.Se fue poniendo cada vez más loca, hasta que un día, sin más ni

    más, empezó a repetir intermitentemente: “Prepara un puré de toma-te con ajo machacado, sal, pimienta, orégano y albahaca. Lo extien-des sobre las bases de pizza y espolvoreas con orégano y sal. Reparteslas aceitunas y el queso…”

    Él comprendió que había arruinado su vida para siempre. Decidió

    retirarse un tiempo, tal vez pensó que el contacto con la naturaleza,contemplando las montañas, le haría olvidar las penas, y hasta mal-dijo el día en que el destino lo había arrastrado a los brazos deAntonina Gelsomina.

    Se fue a Pompeya, donde pasaba las noches mirando las estrellas.Tan aturdido estaba, que no entendió la advertencia de los astros, supoderoso y misterioso idioma. No supo a tiempo que la lava delVesubio caería sobre él.

    Es una historia muy triste que debería no contar. (Se pasa por losojos el pañuelo.) Cada vez que me acuerdo se me salen las lágrimas.¡Yo le tengo terror a los volcanes!, por eso la vez que me invitaron aIndonesia para impartir mi conferencia sobre cómo atraer a las pare- jas alejadas, ¡dije rotundamente que NO! Conozco los mejores re-medios mágicos relacionados con el amor, pero he decidido queúnicamente tendrán acceso a mis poderes los habitantes de países

    sin volcanes, ¡una no puede darse el lujo de calcinarse debajo deuno de ellos!

    La vida (suspira), como dice un viejo amigo mío, es dura; perohay que sobreponerse (apunta con energía) y tener mente positiva.¡Así que deja de desteñirte el pelo, y date muchos baños de aguaclara con pétalos de romerillo!: eso te limpia el alma y espanta losmalos pensamientos.

    (Levanta una tercera carta.) Quiero que sepas una cosa:  aquí,muy cerca de ti, sale también un hombre soñador, debe ser un poetao un filósofo (suspira emocionada, con los ojos cerrados). Lo estoy

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     viendo clarito: no es hermoso, pero del pecho le salen mariposas.Tampoco tiene dinero, pero te va a llenar la vida de flores y palabrasde amor.

    (Empieza a llorar.) Sí me acuerdo de cuando Pablo Neruda memandó aquella canción desesperada, y una posdata en la que merogaba encontrarnos en Isla Negra, para consumar nuestro cariño.(Se sopla la nariz y toma aliento.)

    Yo entonces era orgullosa y muy insensata. Le mandé a decir queeso sólo sería en un lugar del Viejo Mundo, preferiblemente París oAmsterdam. (Suspira más relajada.) Es que una, cuando es joven,

    no las piensa. (Parpadea.) Y esa señora —de cuyo nombre no qui-siera acordarme—, se quedó con todo, hasta con el apartamenticoque él me había comprado en Viña del Mar. ¡No te voy a negar queme dolió, porque me hacía falta! (suspira hondo), pero después mehe dicho: “Nina, la felicidad puede estar más allá de todo eso”.

    (Sobreponiéndose.) Tú, muchacha, tienes toda una vida por de-lante. Estás a tiempo de encontrar el camino que conduce al verda-dero amor. ¡Busca a ese hombre soñador y romántico! Lo mismopuedes encontrártelo en una feria o meditando en una parada de gua-guas. Para tales encuentros evita siempre los martes trece. Es mejorque sea un sábado, al atardecer, como cuando Julieta conoció aRomeo.

    Siente el llamado poderoso de los astros, y haz de la espirituali-dad tu mayor aliada, tu sendero hacia la dicha. Júpiter permaneceráen tu signo durante la primera mitad del año. Te está preparando

    para que puedas enfrentar los desafíos de la vida y también —¡muyimportante!— para que esquives los golpes del destino.

    Evita en la ropa los colores chillones. ¡Y quítate ese embarrijo dela cara! Los colores se relacionan con las emociones y ejercen unainfluencia determinante sobre la mente y el cuerpo. Un mal colorpuede llevarte a decir estupideces, o quitarte el aliento. El amarillotenue o el azul darán un giro favorable a tu camino. ¡Y algo de verde,

    amiga mía, que en este mundo, sin esperanza, no se logra nada!Cuando encuentres a ese hombre soñador, el primer día nada debebidas vulgares, que en este país una cerveza se la quiere tomar

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    cualquiera (además, no debes olvidar que es pobre). Con cierto to-que de desenfado en el vestir —¡sin exagerar!— llénate de humil-dad, cruza los dedos, y con la voz más etérea que tengas, así, como

    al descuido, le dices: “¡Por favor, un té… con limón (si no es muchopedir)!”

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    http://www.antonina.com.cu/mis imágenes

    Muchos fotógrafos del mundo se han empeñado en retratarme, peroaún no existe una instantánea que haya logrado captar mi verdaderagracia, el aura prístina de mi espiritualidad.

    El año pasado casi tengo un accidente en la bicicleta, por culpa deun par de fotorreporteros que me perseguía.

    Ya que la fotografía no me hace justicia, he decidido, por tanto,que este espacio quede libre para esa imagen que logrará el pintorcapaz de inmortalizarme.

    También pondré los dibujos que he pintado yo misma (lúcida esen-cia de mi cosmovisión). Esto será cuando logre reproducirlos, ¡ten-

    go roto el scanner!

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    Maldición china

    Así que quieres ganar un premio literario… ( prende un incienso ysuspira). Me has hecho recordar a una parienta mía: Antonina Car-melina. Tenía un futuro prometedor en las letras. Escribía desmesu-

    radamente sin preocuparse por esos torneos competitivos, hasta quedecidió enviar su “Jitanjáfora panegírica por la Harina de Trigo” aun prestigioso concurso que convocaba la fábrica de galletas Susuki.

    Llena de grandes esperanzas, se fue a La Habana a recibir su pre-mio, consistente en un diploma y una lata de galleticas dulces.

    Aquel día, en la premiación, conoció a un emigrante chino fabri-cante de palitos, que en sus ratos libres escribía minicuentos. Verse

     y creer que estaban hechos el uno para el otro, fue la misma cosa, y ya sabrás lo que pasó después.

    Me encantaría poder decirte que fueron muy felices, pero comotodos los esposos, pronto empezaron a tener desavenencias. Estascasi siempre versaban sobre los hábitos alimenticios de cada uno, laforma de vestir, o la manera de sentarse a la mesa.

    El chino tenía de mascota a un perrito muy cariñoso, de pura raza

     —china, por supuesto—, que en los momentos de mayor polémica, venía a pedirle a ella que le hiciera cosquillitas. Antonina Carmeli-na, como estaba realmente enamorada, se llenaba de paciencia, ycasi siempre después de las encendidas discusiones, hacía un es-fuerzo por complacer al Chino y a su perro.

    Hay que reconocer que el Chino era bastante puntilloso. Cuandomás inspirada estaba ella en alguna de sus composiciones poéticas,allá volvía él… Y todo habría seguido resolviéndose, si aquel día nose le hubiera subido el machismo a la cabeza. Dijo que no se iba apasar la vida fabricando palitos para que SU MUJER (y esto lo

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    enfatizó) comiera con cuchara, y que en su país las mujeres hacían —¡sin protestar!—, todo lo que les decía ¡SU MARIDO!

    Ella le respondió que eso sería en su país, porque lo que era ella,

    una poetisa laureada y recontralaureada por la fábrica de galletasSusuki, no pensaba brindarse para esas payasadas. Aprovechó y ledijo que sus minicuentos eran aburridos y cacofónicos, que parecíamentira que viniendo él de donde venía, no conociera el método dela Caja china. Y ya al final, para remachar, lo mandó a pasar uncurso de técnicas narrativas.

    Él dijo entonces una frase intraducible, y como si ella no existie-

    ra, se encerró a practicar Taichi Chuan. Esto puso furiosa a AntoninaCarmelina, quien, en uno de esos arranques que le dan a las mujeresde mi familia, decidió irse de la casa. El perrito le había tomadocariño, y salió detrás de ella.

    Confundida y compungida a la vez, despechada y sin dinero, miparienta se encaminó hacia la terminal de trenes. Tuvo entonces lainfeliz idea de cambiar al perrito por un pasaje que la llevara a cual-quier sitio, con tal de olvidar.

     No tardó mucho en arrepentirse, pero ya era demasiado tarde. Enaquel tren maldito que se rompía constantemente, compuso esta tris-tísima canción:

    Cuando salí de La Habana

    de nadie me despedí,

    sólo de un perrito chino

    que venía tras de mí…

    Algunas personas insensibles y malintencionadas se han dedica-do a tergiversar el texto, insinuando que ella cambió al infortunadoperro por un par de zapatos de charol. Nadie es capaz de imaginarcuánto sufrió la pobrecita. Cuando logró llegar al pueblo, lo primeroque hizo fue enviarle a su marido una carta en la que le pedía perdón

     y elogiaba la excelencia de sus narraciones. La misma carta volvió alos cuatro meses, llena de cuños y con la fatal noticia de que el des-tinatario había vuelto a su país de origen.

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    Antonina Carmelina pasó el resto de su vida lloriqueando. Derro-chó su prometedor talento participando en cuanto concurso literariohabía. Necesitaba ganar un premio para comprarse un pasaje a

    China.Cuando más cerca parecía estar de la verdad, los jurados se con-

    fabulaban para darle el premio a otro, o simplemente declararlo “De-sierto”.

    Las pocas noches en que logró dormir, tuvo una persistente pesa-dilla donde un perro la perseguía por un campo infinito de unas fru-tas amarillas, que ella, en su turbación, nunca logró reconocer.

    ¡Ay, Antonina Carmelina, cómo no supo interpretar su sueño!¡Todo, absolutamente todo en esta vida cruel, está cargado de signi-ficaciones!: El día antes de recibir el Premio Cervantes, murió ato-rada con la semilla de un mango chino.

    (Solloza mientras se pasa el pañuelo por los ojos.) Nada, quecomo dijera Mao Tse Tung: “Shenghuó shì tòngku hetòngkushìshenghuó”. ¡No sé bien lo que significa, pero tiene que ver con lo que estoy diciendo!

    Por eso, a todo el que viene por aquí a pedirme que lo ayude aganar un concurso, yo le doy el mismo consejo: “Dedícate a otracosa. Apártate del mundillo y de las competencias literarias, que esotrae mala suerte”.

    Desde que te vi entrar por esa puerta, lo tuve todo claro, y tengoque decírtelo para que estés alerta: ¡Tienes un chino ahí plantado enel camino! No participes en ese concurso, amiga mía ¡al fin y al

    cabo, La Vida… —óyelo bien— La Vida… es más que un premio!

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    http://www.antonina.com/mis poemas

    A veces, cuando medito, me salen estos poemas, estos destellos, queson el testimonio de mi experiencia contemplativa. Varios críticoshan dicho que debiera dedicarme a escribir Haikus. Pero ya basta de

    preceptivas, que corra libre el fluir de esta conciencia, y de este pe-cho (diría el poeta), que no ha dejado un instante de sentir.

    Meditación profundaA la luz de la agonizante velamiro el futuro.Le saludo y bendigo mi constancia

    de amar la vidarabiosamente.

    MemoriaAquel lejano temblor,mi primer beso…

    ImpacienciaToda una vida sin ti.Languideciendo.

    InterroganteAmor, ¿Dónde estabasque no te hallaron mi suerte y mis oráculos,

    mi astrología, mi fe,mi larga espera?

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    Mundo No me nieguesla sucesión predecible de tus días,tu ser recóndito.

    TiempoFuerte es la parte de mi alma que te escruta y te adivina.Pero le temo.

    MelancolíaUn tren lejano.Un ave errante.La noche,lenta,cayendo en el portal.

    Fugacidad No tardes tanto, Amigo mío.En la penumbra se apaga una luciérnaga.

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    Problemática de género

    Sí, ya sé por qué has venido a verme. Crees que todos tus fracasos enla vida se los debes al machismo, los convencionalismos, el peso dela tradición… y has dejado de confiar en el amor… ¡Ay, el machis-mo! (Se altera.) ¿Por cuántos siglos tendremos que padecer lo mis-mo? (Se va calmando.)

    Quieres cambiar algunas cosas, puedo verlo en tu cara... (Sereacomoda en el asiento.) Veamos, en esta vida hay soluciones paratodo. Pero también voy a decirte que nada en el mundo es absoluto.En estos casos, cuanto más puedo ayudarte a pacificar algún carác-ter, conciliar temperamentos...

    En mi familia tengo el triste caso de Antonina Catalina, una pa-rienta a la que le dio por el feminismo, en el siglo antepasado, en unpueblito cercano a la Patagonia.

    Encabezó una de las revueltas feministas más importantes quehaya vivido la historia de este dividido mundo. Instauró el divorcio,logró que todas las mujeres del pueblo abandonaran a sus maridos, yconvirtió la iglesia en un Centro de Orientación a la Mujer, donde,entre otras cosas, se preparaba a las adolescentes para enfrentar losretos de la maternidad independiente. En sus ratos de recreo les en-señaba el arte de narrar cuentos humorísticos sobre la estupidezmasculina.

    Andaba en estos trajines cuando ocurrió lo inesperado: Al pueblollegó un circo ambulante que desvió la atención de las mujeres. En-

    tre sus mayores atracciones traía a un sujeto que se anunciaba comodomador de leones y leonas, con programación variada para “niños,niñas, jóvenes, jovencitas, hombres y mujeres”.

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    Esta sutileza en el lenguaje le encantó a Antonina Catalina. Quisoconocer a ese hombre tan singular que comprendía la problemáticade género.

    Llena de curiosidad, fue a la carpa con la idea de ofrecerle undiscurso y pedirle colaboración para la ejecución de su proyectoemancipatorio. Pero no hubo diálogo. Una mirada del domador, unlatigazo, y mi parienta quedó subyugada.

    Las mujeres del pueblo, sin una líder que seguir, decidieron vol- ver con sus maridos. Los historiadores en poco tiempo lograron de-

    mostrar que, efectivamente, Antonina Catalina nunca había existido.Mientras, ella persiguió a su domador, de pueblo en pueblo, decirco en circo, por toda América, pidiéndole, rogándole, que cons-truyera una casita frente al mar, para llenarla de amor y muchoshijos.

    (Nina suspira resignada.) Amiga, en estas tierras el feminismonunca ha tenido grandes posibilidades. Lo mejor en tu caso es actuar

    con inteligencia, no es necesario ser tan radicales. ¡Ni es posible vivir sin el amor! Por supuesto, hay remedios rotundos. Otra parien-ta mía solía decir que los hombres son como las tierras conquista-das, “sin desmemoria —decía— no hay conquista efectiva…”Empleaba toda clase de conjuros para borrar de sus memorias lo vivido... ¡y hubo algunos resultados desastrosos!

    (Despliega el tarot sobre la mesa.) Al destino hay que ayudarlo

    con sagacidad, perseverancia, y una sensibilidad alerta. Este es elmomento de decidir con sabiduría qué es lo que esperas en verdadde la vida, y luches con tesón por obtenerlo. Si es auténtica tu bús-queda, no te detengas ante ningún obstáculo, ni permitas que ener-gías negativas enturbien tu camino.

    Pregúntate: ¿Cómo es el ser de tus sueños? Muchas historias fra-casan por incompatibilidad de caracteres, por tanto, es importante

    que conozcas tu carta de afinidad astrológica. Tu persona existe, encualquier sitio que a lo mejor ignoras, ahora está pensando en ti.

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    (Suspira profundamente.) Puedo sentir en el aire su presencia, estáesperándote…

    Un aromatizante con esencia de mariposas —cortadas al atarde-cer, en el momento exacto en que se besan dos novios apasiona-dos—, te ayudará a mantener la ecuanimidad, la tolerancia y la buenafe. Y nada de silencios, intenta siempre dialogar, amiga mía, ¡antesde que sea tarde!, ¡que en el amor… —te lo dice la voz de la expe-riencia—, en el amor lo que se va, no vuelve!

    Un sentimiento, un deseo, y la palabra dulce, en el instante preci-so, pueden lograrlo todo… ¡o casi todo!

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    http://www.antonina.com.cu/mis escritos/ 

    Mis memorias

    Ya que algún día publicaré mis memorias, he decidido adelantar es-tos apuntes.

    Nacimiento de una diva

    Siempre que alguien decide escribir su biografía, tiene que

    decir dónde nació. Este dato, cuando remite a lugaresdesfavorecidos geográficamente, puede prestarse a exclusio-nes y choteos. (La gente casi siempre está dispuesta a reírsede los demás, y a buscarles su punto débil.)

    La historia ha demostrado que en ciertos y determinadoscasos ese detalle del lugar carece de importancia: Eva Perónnació en un insignificante lugar llamado Los Toldos (y llegó a

    ser primera dama de Argentina), Miguel Hernández, el granpoeta, en Orihuela, Pablo Neruda, en El Parral, y Gabriel GarcíaMárquez, con todo su Premio Nobel, es de Aracataca. .. Enfin, sobran los ejemplos.

    Pero, bueno, la gente de cualquier modo suele ser muy su-perficial, y, por curiosidad o por pura malicia, insiste en re-mover el asunto.

    En los momentos de mayor aprieto, cuando me joden mu-cho, logro llevar la plática hacia el tema de la reencarnación yde mis vidas anteriores, cuando era marquesa, duquesa, o

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    recitaba iluminados versos en los recintos de la bohemiaparisina.

    Yo pude haber nacido en Londres, Roma, o Viena; antepa-

    sados metropolitanos y de alcurnia no me han faltado. El lu-gar de nacimiento es una cuestión sencillamente del azar.Tengo una amiga escritora que, para quitarse ese dilema, enla portada de sus libros sólo pone: (Cuba, fines del siglo XX).Sin más explicaciones. Así también se evita el aprieto de te-ner que mencionar la edad.

    Mi tatarabuelo materno desposó a la que sería mi tata-

    rabuela, en Santa Cruz de Tenerife. El padre de ella era deGran Canaria, y la madre, del mismísimo centro de Madrid.

    Tuvieron diez hijos que, por esas cosas, nacieron todos coninclinaciones artísticas: El mayor era cantante lírico, uno erautilero de una banda, otro tocaba las maracas en los guatequesde Lanzarote… en fin, tenían cierto talento que, mal que bien,les permitía figurar de algún modo en esta vida.

    Pero la más dotada era la menor de la familia: AntoninaAlexandrina, quien, además de escribir novelas y libros deteoría literaria, poseía el don de la improvisación. Se hizo fa-mosa en toda España por sus seguidillas laudatorias; eraun talento que se salía de lo común. Si hubiera nacido enesta época habría impuesto un récord guinness: podía pa-sarse 8 días entonando octosílabos, sin parar.

    Lo mismo le hacía una seguidilla a la revolución francesaque a los héroes de Pamplona. Pronto empezó a codearsecon la oficialidad de la Isla, y se le vio varias veces en lasbacanales del gobierno, bebiendo unos exóticos licores que,según ella, sólo tenían el terapéutico propósito de fortalecerlelas cuerdas vocales.

    Los hermanos empezaron a sentirse incómodos con su éxito,y les dio por decir que no se veía bien que una mujer de lafamilia anduviera por ahí, como si fuera una cualquiera, queera necesario prolongar la estirpe, y que, por tanto, Antonina

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    Alexandrina ya tenía edad para consagrarse al matrimonio y alas labores propias de su sexo.

    Al fin convencieron a mi tatarabuelo de que, por el bien y la

    honra de la familia, era preciso casarla o meterla en un con-vento.

    Mi parienta no estaba dispuesta a dejarse dominar por losconvencionalismos y la arbitrariedad de sus hermanos, asíque huyó de la casa, y embarcó en el primer vapor que tuvo amano, el cual la hizo caer en Cuba.

    Aquí estuvo un tiempo escribiendo décimas conmemorati-

    vas por encargo, y destacándose en controversias humorísti-cas. Tenía un talento natural y era bastante carismática.En aquellas canturías brillaba con luz propia, no había en

    todo el archipiélago alguien más ocurrente.Como tenía que suceder, inesperadamente llegó el amor.

    Un repentista del centro del país, se enamoró de ella. Era unguajiro apasionado a quien le decían El Zorzal de Tierradentro.Acostumbraba a fusionar el punto guajiro con la música celtay el baile flamenco, mientras improvisaba unas décimas me-lancólicas que arrastraban a Antonina Alexandrina hasta losmás insospechados límites del frenesí. Ella llevaba en el almaesa naturaleza desenfrenada y pasional que ha causado laperdición a muchas mujeres de mi familia.

    Dejó de componer seguidillas y ya lo único que en realidadle importaba era quedarse a solas con el Zorzal, para que él le

    susurrara sus promesas de felicidad eterna y la invadiera desuspiros.

    ¡El amor es una fuerza tremenda, arrolladora, ingoberna-ble! Cuando él le ofreció matrimonio, ella no lo pensó dos ve-ces y se fueron a vivir al ranchito que el tenía en su terruño.

    Tuvieron 24 hijos, que se encargaron de diseminar en Cubaesa semilla de la que yo provengo. Mi parienta, con los rigo-

    res de la maternidad y de la vida doméstica, nunca más tuvotiempo para pensar en octosílabos. El Zorzal, con los años,adquirió ciertos resabios, y ya no era apasionado como al

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    principio; pero para qué detenernos en esos detalles que novienen ahora al caso. Al fin y al cabo, hemos caído en el puntomás sensible de esta historia: Mi lugar de nacimiento.

    Amigos míos, camaradas, admiradores y detractores: En-tré a este mundo por la finca La Yaguasa, en un año que nopienso referir por el momento. Gracias a mi talento y mis po-deres, he mejorado algo, pero por H o por B, aún no han lo-grado cumplirse los dos últimos puntos de aquella otra profecíaque, en el siglo XVI, hizo el gran Nostradamus:

    “La Antonina de la vigésimo cuarta generaciónserá famosa, amará en Barcelona,y adivinará el futurosentada en su palacete de Madrid…” 

    Un tranvía llamado Soledad

    Todos los 31 de diciembre venía a la casa Antonina Maximina,una tía que vivía en el Batey Soledad, y era escritora de nove-las radiales.

    Yo me pasaba todo el año esperando el momento de verlabajar del tren, con su aire triste de sueño y desamparo.

    Siempre acababa mencionando a Nostradamus, el gran as-trólogo y profeta, que tuvo amores con nuestra parientaAntonina Sibilina. Esta había sido su discípula, su admiradoramás ardiente. Tenía gracia para leer la mano, pero cuando sesintió tocada por el amor, comprendió que la vida era muybreve, y que ella, en realidad, no deseaba saber nada delfuturo, sino ser adorada con pasión, vivir cada minuto del pre-

    sente como si fuera el último.Nostradamus le traía pasatiempos para que ella lo dejaraen paz con sus meditaciones: pomadas de la más valiosa al-

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    quimia que enroscaban o desenroscaban el pelo; diademas,anillos y colgantes de la mejor fantasía; una bola de cristalque era un espejo mágico donde las mujeres se veían

    irresistiblemente bellas...Antonina Sibilina, como si con ella no fuera, insistía en ase-

    diarlo, convencida de la importancia de amar intensamente.El inigualable profeta, ya en el límite de la exasperación,

    decidió prescindir de ella y trajo a su casa a una muchachacándida, de escasas entendederas, la mujer ideal para unhombre ensimismado. Esta no hablaba mucho y se pasaba el

    día delante del espejo, observando extasiada sus encantosfemeninos.En dicha época Nostradamus llegó a escribir 700 profecías.

    Algunas no se cumplieron porque Antonina Sibilina le echóvarias brujerías que provocaban espejismos y revelacionesfalsas. Cuando notó que él no le hacía caso, empezó a co-mentar a viva voz que la muchacha era frívola, bruta y másfría que un témpano de hielo. De Nostradamus dijo cosas másduras todavía.

    Siguió buscando la forma de incomodarlo, y se las arreglópara entrar a la casa subrepticiamente. Rompió el espejomágico en el momento en que la joven contemplaba su cabe-llo enroscado y su vestido adornado con lentejuelas del lejanooriente.

    Aquella cándida muchacha se convirtió en un monstruo

    chillón e irresistible que terminó sacando de quicio al granmaestro de la futurología. Él era un hombre de nobles senti-mientos, pero cuando lo provocaban, podía decir cosas muycrueles. Lleno de ira, buscó a mi parienta por toda Francia.Ella se escondió como pudo, pero él la encontró de todas for-mas, y con los ojos encendidos por el odio, la señaló con eldedo, y le dijo: “Tú y las mujeres de tu descendencia, como

    las anteriores, no serán felices. Algunas se empeñarán en serdistintas e inventarán toda clase de rejuegos para destacar-se, pero serán incomprendidas por los hombres de su tiempo,

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    y la Historia siempre les pasará la cuenta. Las que logren ca-sarse serán más desgraciadas todavía. Se dejarán engatusarcon palabras bonitas y acabarán suspirando en los rincones

    más amargos del tedio y la indiferencia. Para consolarse, pro-barán fortuna en los juegos de la suerte, y harán algún dineri-llo, pero nunca ganarán el premio gordo. Serán sometidaspor sus maridos, que además de obligarlas a parir con dolor,no las ayudarán en los trabajos de la casa. Las que nazcan apartir del siglo XX, totalmente carentes de ilusión, terminaránconformándose con una cosa que inventarán los hombres para

    tener entretenidas a las mujeres: Las telenovelas. En la vigé-simo cuarta generación nacerá una Antonina que, si aprendea hacer las cosas como debe, y comprende a tiempo su lugaren la vida, será más dichosa y reconocida, pero si se pone adesear lo que no le toca, o a creerse cosas que no le corres-ponden, fracasará también, y vendrán otros 600 años de amar-gura, soledad e intrascendencia”.

    Mi parienta, despreciada por el hombre al que amaba, ytemerosa de la ira divina, al poco tiempo se enroló en unamisión religiosa y se estableció en España, donde despuésde muchas vicisitudes y penurias, logró formar una familia yeducar a sus hijas en la pasión del Evangelio.

    Yo he ido comprobando la veracidad de aquella terrible pro-fecía: ninguna ha sido feliz. Mi hermana Hortensia, la más

    suspirona de la familia, oía las novelas y los corridos mexica-nos ahogada en llanto. Dice que ella no fue afortunada en elamor, porque el hombre que en realidad la emocionaba eraJorge Negrete. En el batey había un mariachi (o una imitaciónde mariachi, ¡esto no es México!), que tenía babeando a lasmujeres. Se enamoró de Filomena, una muchacha irrelevan-te, pero de cejas arqueadas y un pelo negro ondulado, como

    el de María Félix. Mi hermana Hortensia intentó hacer algoparecido con sus cejas y su pelo, pero el resultado no fue elmismo.

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    Cuando las primas y tías se reunían a contarse las angus-tias, siempre decían que sus antecesoras, las que rezaban enla Madre Patria, eran de ojos azules, pero esa gracia se fue

    perdiendo en el camino y ahora todas somos de ojos pardos,con excepción de Margot, una prima que en sus años mozosse daba un aire a Elizabeth Taylor (al menos eso creía ella).Como no se parece a ninguna de nosotras, hay quienes dicenque esos ojos no son de Tenerife (la gente es muy chismosa).

    Margot esperó largo tiempo por un príncipe encantado, hastaque, sin más ni más, cuando ya pasaba de los treinta, tuvo

    una hija con un negociante de quién sabe dónde, que viene averlas una vez al año. Cuando alguien trata de remover lacuestión, ella entorna sus ojos de diva de cinemateca, y dice:“Es un hombre buenísimo, cuando viene trae dinero y muchí-simos regalos.”

    Mi tía Antonina Maximina volvía a marcharse al día siguien-te por la tarde, luego de darnos sus consejos y de contar el

    argumento de la última novela que estaba escribiendo. Era deun feminismo contenido y melancólico, amaba a los hombresentrañablemente, pero no se casaba con ninguno, por miedoal tedio y la “soledad del alma”, como solía decir. Cuando es-tos se le iban y se casaban con otra —“porque alguien tieneque lavarles y cocinarles”— los extrañaba y escribía sobreellos en aquellos novelones que hacían suspirar a las muje-

    res del Batey Soledad. Estaba convencida de que cumplíauna misión humanitaria. “Ya que no pueden ser felices —de-cía— que se entretengan y suspiren con las pasiones de misprotagonistas, que aunque sufridas igual, en el último capítu-lo logran alcanzar la felicidad. Eso consuela y ayuda a sobre-llevar el vacío de este valle de lágrimas”.

    Decía que la vida de nuestra estirpe había sido un vano

    intento por desafiar la profecía de Nostradamus: “Casi todas —aseguraba— han sido sensibles, pero con muy mala suer-te, relegadas por el macho, que las posee hasta el cansancio,

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    las preña y después deja de amarlas. Todo ese sufrimiento yese desencanto se llevan adentro, aquí apretados en el pe-cho, salen por la leche, y se transmiten a la descendencia.

    Por eso ninguna logra llegar lejos, aunque tengan un poco detalento, la desdicha de la estirpe se les sale por alguna parte,¡y olvido que tú conoces! Mi propia madre —contaba— tuvouna larga prole y acabó traumatizada con el sexo. Además delos 24 partos, tuvo 32 abortos que ella misma llegó a provocarseen medio de la desesperación. Decía que iba a ahorcarse ysalía al monte a comerse cuanta raíz encontraba en su cami-

    no. El Zorzal, mi padre, ya por esa época no le cantaba nada,a duras penas rugía algunas órdenes. Ella inventaba pretex-tos para evitar el apareo, como unos fuertes ataques de mi-graña, por ejemplo. De todas formas, el Zorzal se las componíay lograba sorprenderla; yo misma fui engendrada encima deuna batea, ¡sin pasión! ¡Ay, Dios mío —empezaba a sollo-zar—, si a ella alguien le hubiera dicho cuando escuchó por

    vez primera las melancólicas tonadas del Zorzal, que iba aser infeliz, no lo habría creído! Después él se alborotó con LaJiribilla de Crimea (una joven que bailaba en los guateques ypracticaba la gimnasia aeróbica), hasta que abandonó a mimadre. Ella, por supuesto, intentó rehacer su vida, pero eso,para una mujer mayor de 40 años con 24 hijos, nunca ha sidocosa fácil. Cuando mi padre ya era viejo, y La Jiribilla lo dejó,

    volvió a la casa. Entre él y mi madre era imposible el renaci-miento del amor, pero ella dijo que una vejez solitaria era muydura, y se arreglaron, sin mirarse, sin besarse, únicamentepara sentirse acompañados en el ocaso de sus pobres exis-tencias”.

    Una vez Antonina Maximina, en el instante de subir al tren,me miró y dijo temblorosa: “Tú, Nina, eres distinta. Desde que

    naciste y vi en tus ojos aquella chispa de curiosidad, supe queeras la predestinada, la iluminada de la estirpe. Eres la Antoninade la vigésimo cuarta generación, por eso me encargué de

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    que tu madre no te diera el pecho, y fuiste amamantada conla leche de una chiva rebelde que me regaló mi enamoradoPirindingo, ¡Dios lo tenga en la gloria!

    “Vas a llegar lejos, querida. Ve a la Madre Patria, la tierra denuestros antepasados más recientes, ¡que la familia es la fa-milia!, y dile a nuestros tíos y tías, que les queremos, peroque es necesario comenzar de nuevo, establecer un orden

     justo, inaugurar una estirpe de mujeres diferentes, prepara-das para el amor y la felicidad plena, que ya es hora de des-mentir aquello que una vez pensé, y que un escritor famoso

     —la telepatía existe— se encargará de escribir de otra mane-ra: ‘Las estirpes condenadas a siglos y siglos de soledad, notienen derecho a una segunda oportunidad sobre la tierra’…”

    Moscú no cree en Antoninas

    Estaba yo en Varadero, en los años 80 —¡porque nací en LaYaguasa, pero esta isla, la otra y los 3 715 cayos, me conocenbien!, ¡de punta a punta!—.

    Saboreaba, en el anfiteatro, un helado de chocolatealmendrado y pensaba en la vida.

    Era una década hermosa, poética, yo salía a caminar lascalles, por puro gusto, tatarareando las canciones de la épo-ca, a pecho limpio, con mis guarachas, regalo de un enamo-rado que vendía artesanías en las Catedral. Me subía a lostrenes sin preguntar a dónde iban, para sentir la risa del vien-to en mis mejillas, viendo pasar los puentes, los pueblos, tan-ta vida… ¡Ay, amigos míos, la vida, La Vida!

    Aquella tarde había llegado hasta ese sitio, invitada, por un

    amigo director de orquesta, al Festival Internacional deMúsica.

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    De pronto empezó a cantar aquel cantante búlgaro llamadoViser Kirov: “Cuba-Bulgaria un machete y una rosa, Cuba-Bulgaria significa amistad …” yo seguía la canción con todo el

    cuerpo, era, como ya he dicho, una época romántica, linda ¡ysiempre he sido una sentimental, una soñadora de la vida!

    De pronto veo que se me sienta al lado el conductor delprograma televisivo 9550, donde el premio al panelista querespondiera las preguntas, era un viaje a la Unión Soviética.¡No todos los días a una se le sienta al lado una figura de latelevisión!

    Yo, por supuesto, exageré los ademanes, para que se fijaraen mí, y cuando me miró, aproveché para mostrarle mis po-deres esotéricos: tomé una de sus manos y le anuncié la bue-na suerte, augurándole un quinquenio luminoso, lleno de viajesy rotundas pasiones.

    Entablamos un jocoso diálogo que terminó con su promesade invitarme al programa, para que respondiera un ciclo depreguntas sobre cuestiones sentimentales. Yo al inicio tuvedudas, tal vez cierto miedo escénico, o temor al fracaso…Pero después me dije: “Nina, ¿quién mejor que tú para ha-blarle a la gente del amor, del inefable sueño de vivir…?”

    Me imaginaba las preguntas, y yo allí, nerviosa, pero segu-ra de mí misma, en la cabina, ya con un pie en el avión haciala URSS.

    Estuve toda una semana soñando despierta, ideando esas

    respuestas a unas interrogantes que en mi imaginación inda-gaban sobre la vida, la esperanza, la utopía que hace cam-biar los mundos.

    Nunca puedo evitar que esta memoria vaya lejos, y recordéentonces a una parienta rusa, Antonina Valentina, que lo diotodo por sentirse viva. Es que soy una novelera, lo sé, peroqué le voy a hacer, ¡mi corazón necesita de ese vértigo, de

    esa poética profunda!En este mundo habrá gente descarada, y a lo mejor no tie-ne arreglo, lo que no significa ignorar que siempre, en todas

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    las épocas y lugares, ha habido seres honestos, verdaderospoetas de la vida que lo entregaron todo por algún sueño her-moso. Hay que salvar la utopía, amigos míos, que es honrar a

    esos seres, sus ideales bellos, la esperanza genuina que trans-forma (¡y esto no es palabrería!).

    Esta parienta rusa no dejó descendencia ni bienes que he-redar, sólo el halo de toda su impaciencia, el fantasma de sussueños, el deseo de encontrar eso que a lo mejor no existe,pero que debe perseguirse, hasta el fin, por cada hombre omujer en esta tierra: La Felicidad. ¿Sino para qué vinimos,

    señores?, ¿para comer, dormir, aparearse y procrear? ¡No!¡La vida humana merece otro sentido! ¡Que tampoco es co-leccionar vestidos y hacer colas semanales en la peluquería!

     Ay, amigos míos, en esas reflexiones andaba, mas todo sedesvaneció con aquella ríspida llamada que recibí una noche:no habría más programa, no habría viaje, y años más tarde, laterrible noticia: Ya no habría Unión Soviética.

    ¿Para qué mentirles?: yo deseaba ese viaje (como escribióun poeta que me encanta), necesitaba, anhelaba llegar glo-riosa a Moscú, caminar por sus perfumadas calles, compartirunas copillas de vodka contemplando extasiada las aguas delMoscova, fotografiarme frente a la Plaza Roja…

    Pero, más que nada… era preciso llegar, y allí, sobre latumba olvidada de Antonina Valentina, colocar unas rosas y

    este epitafio: “Tu sueño no fue en vano. Porque siempre ha-brá gente que crea en el amor, en los ideales bellos; ya queun mundo sin sueños, sin poesía, sólo es un ripio de barroinacabado, una estación perdida. Descansa en paz, AntoninaValentina, tu esperanza jamás se perderá”.

    Se me salen las lágrimas cuando pienso en todo esto. ¡Soymuy sentimental! Por eso, aquella noche, para calmarme un

    poco, fui al cine. Se proyectaba una película soviética, dirigi-da por un tal Vladimir Menshov. Las protagonistas eran tresmuchachas provincianas, desvalidas y deseosas, en la vorá-

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    gine de aquella gran ciudad, luchando por alcanzar un sueño.De algún modo fracasaban en su empeño de llegar a ser feli-ces, sólo una de estas, al final, ya cuarentona y algo ajada, al

    parecer será salvada por la magia de un amor. Y qué casuali-dad: ¡Una de esas muchachas, precisamente, se llamabaAntonina! Era una película verdaderamente conmovedora.Recuerdo que se escucha dos veces la banda sonora esacanción que dice: “Bésame… bésame mucho”, y evoqué en-tonces todos los besos que he dado y que no he dado en estavida.

    En ese momento también me acordé de otra parientamoscovita, la dramaturga Antonina Murashkina, vivió locamen-te enamorada de Antón Chéjov. Estrenó una obra enardecida,llena de amor por aquel hombre, en el Teatro del Arte de Mos-cú. Fue un fracaso de público. Él, con el sentido del humorque lo caracterizaba, se burló de ella y publicó un cuento rién-dose de sus apasionados dramas. Ella no soportó la frustra-

    ción y se suicidó, arrojándose a las aguas del río Volga, comoAlfonsina Storni hizo después en el río de La Plata.

    Un amigo mío, que ahora tira las cartas en un programa detelevisión española, diría: ¡Es que no tienen raciocinio emo-cional, quieren vivir montadas en la cresta de la ola de la pa-sión!

    Y ya, por último, me acordé de aquella otra parienta —¡po-

    brecilla!—, que tuvo la infeliz ocurrencia de enamorarse deChaikovsski, pero él sólo se quería a sí mismo, y a su músicaclaro está. Ella era bastante talentosa, estudiaba en el con-servatorio de Moscú y escribió encendidas cartas declarán-dole su amor, su pasión desdichada e inefable. Llegó a decirleque se suicidaría si era rechazada. Por último, en un excesode humildad, le ofreció ser buena en las labores del hogar.

    Ahí fue cuando Chaikovski se casó con ella. Pero al poco tiem-po le escribió a su protectora y mecenas una carta diciéndoleque Antonina era una idiota, que ya no la soportaba más.

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    Decidió escapar de ella, en un viaje alocado que lo llevó pormedia Europa. Mi parienta no tuvo otro remedio que buscarun consuelo en otro hombre, y dio algunas escenitas que la

    han dejado mal parada en las biografías que existen del afa-mado compositor.

     Terminaba la película, y yo, emocionada y triste a la vez,sollozante, estremecida, me repetía, mientras pasaban loscréditos: ¡Moscú no cree en lágrimas!… ¡Moscú no cree enAntoninas…!

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    Caminos a la gloria

    (Nina sonríe con suspicacia.) Es graciosa y a la vez interesante tupregunta. Así que quieres saber si vas a ser famosa y recordada porlas futuras generaciones. Eso ni Dios puede saberlo. (Se acomoda

    mientras se alisa el pelo.)Ahora, así de pronto, recordé la historia de Antonina Constantina,

    una parienta polaca, de origen judío. Durante su corta vida se deba-tió en preocupaciones filosóficas que la llevaron a divagar constan-temente por congresos de filosofía, psicología y teosofía, tomandoapuntes.

    Hasta el último de sus días redactó y corrigió un manual didáctico

    sobre cómo encontrar la plenitud existencial, concebido a partir desu experiencia en el contacto con los disímiles grupos humanos.En aquellos congresos conoció a los hombres más connotados de

    las ciencias. Algunos de ellos llegaron a tomarla para sus experi-mentos, como Sigmund Freud, quien la utilizó en sus famosos estu-dios sobre la sexualidad y los traumas de la infancia.

    Lo mismo se le veía en Ucrania conversando en un Círculo deabuelos, que en Nueva York entrevistando a un líder sindical…

    “¿Dónde —se preguntaba en sus noches atiborradas de papeles— está el elixir de la verdadera felicidad, el más auténtico sentido de la vida?” Mientras, iba posponiendo la suya, concentrada en escribirese libro que —según ella— le traería una trascendencia universal.

    Aquel afán la hizo caer en México. Un día, mientras tomaba susapuntes en alguno de los bares que frecuentaban los artistas de laépoca, conoció al entonces cantante y actor José Mojica.

    Luego de unos tequilas y unas miradillas cómplices, él se aproxi-mó a su mesa, cantándole: “Si yo encontrara un alma como la mía,cuántas cosas secretas le contaría…” Mi parienta ya lo había visto

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    en las películas, pero al tenerlo delante de ella, en vivo y en directo,tan bonito, elegante, y con aquella voz engolada de tenor, que teníarevuelto a medio mundo, se enamoró de él perdidamente.

    Pasearon juntos por toda Centroamérica, después atravesaron laAmazonia, abrazados como un par de tortolitos. En cada pueblo alque llegaban, ella le leía un capítulo del inconcluso manual, obser- vaba su reacción, y tomaba notas. Él le cantaba una canción de amor,que muchas veces lo sumía en una depresión profunda. Era, a pesarde su fama y su buen porte, un ser débil y neurótico, se atormentabapor cualquier motivo.

    Mi parienta, preocupada por el futuro emocional de su amante,tuvo la ocurrencia de decirle que era amiguísima de Freud, y quedebían viajar a Austria, para que él le pusiera un tratamiento. Su vanidad femenina no pudo evitar el desliz de exagerar la relacióncon el afamado psicoanalista, y hasta le contó el asunto de los expe-rimentos.

    Mojica estalló en una tormenta de celos. Dijo que ella tenía unpasado bastante escabroso, y otras cosas muy duras que es preferi-ble no referir aquí. El caso es que se apartó bruscamente y la dejóplantada.

    Antonina Constantina sintió el impulso de correr detrás de él, sa-bía que era, en el fondo, muy moldeable, que una palabra de ellahabría sido suficiente para hacerlo regresar arrepentido; pero prefi-rió llenarse de soberbia, recogió sus interminables apuntes, y aquelmismo día partió rumbo a Europa. No pensaba poner en riesgo su

    futuro por la inseguridad de un hombre, que, además, ya era famoso, y probablemente se llenaría de celos profesionales cuando ella pu-blicara su obra maestra.

    Allá la sorprendió el fascismo. Como era judía, fue a parar a uncampo de concentración. Esto tampoco la amilanó: escribía y escri-bía sin parar, convencida de que cuando saliera de aquel sitio atroz,el mundo entero conocería su obra.

    Gracias a la gestión de algunos hombres influyentes que habíaconocido en congresos, logró ser liberada, al cabo de unos años, des-truida y sin fuerzas para escribir ni un telegrama.

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    A duras penas logró empaquetar los diez tomos de su manual ydepositarlos en el correo, dirigidos a su amiga Sylvia Beach, editorainsignia de la Generación Perdida, la misma que publicó la edición

    príncipe del Ulises.A la semana, Antonina Constantina murió pidiendo que le canta-

    ran una canción de amor.Una sola página de aquel libro, que más que todo era la historia de

    su peregrina vida, habría bastado para hacerla célebre. Pero el valio-so manuscrito viajaba en un avión que, en pleno vuelo, fue derriba-do por los nazis.

     Nada de esto fue conocido por José Mojica, quien siguió cantan-do aquellas canciones y actuando en las películas que tanto hicieronsoñar a nuestras tías y abuelas (suspira y continúa con la vozentrecortada). A veces se le aguaban los ojos, cuando entonaba:“Tengo celos hasta del pensamiento que pueda recordarte a otra per-sona amada”. (Se seca una lágrima.)

    Un día, desencantado de la fama, o seducido por la gloria divina,decidió retirarse de la vida pública y tomar los caminos del Sacerdo-

    cio. Murió en la década de 1970, recordando quizás la tarde aquellaen que, frente a las cálidas aguas amazónicas, con su voz engoladade tenor, le pidió a Antonina Constantina: “Júrame que aunque pasemucho tiempo, no olvidarás el momento en que yo te conocí…”

    Pero la historia, amiga, como ya se ha visto reiteradamente, sueleser impredecible, olvidadiza y engañosa. Se han publicado 800 bio-grafías de Freud, se han filmado películas sobre José Mojica, y el

    nombre de mi parienta no ha aparecido por ninguna parte. Así que¿quieres un consejo sano?: Escribe, canta, baila, pinta y haz todo loque se te ocurra… Ve a congresos, seminarios, convenciones, plena-rias, conferencias, reuniones, festivales… y apunta lo que te dé lagana, pero no cambies la posibilidad de ser feliz por la de alcanzar lagloria, que con esa, amiga mía, ¡nunca se sabe!

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     La importancia de vivir

    Así que tu vida no tiene sentido. (Mueve la cabeza contrariada.) Enese caso no te queda otro remedio que buscárselo, amiga mía…

    (Abre un abanico y comienza a echarse aire, pensativa.) Este aba-

    nico fue enviado desde China, era el mismo con que se abanicabaLin Yutang cuando escribió La importancia de vivir. (Pestañea concierta vanidad.)

    Yo también he tenido mis épocas de crisis, no te creas, que nadaes perfecto en esta vida. Hubo un tiempo en que me sentí aturdida, yaquella carta de Lin me devolvió la fuerza. En ella me decía: “Nina:Cada vez que te invada el desconsuelo, llénate de aire, y sale a ser

    feliz”. A la semana recibí el abanico. (Se limpia una lágrima.) Ay,pero no puedo evitar ponerme algo sentimental, ¡era tan cariñoso…tan inteligente…!

    (Se sobrepone y suspira con determinación.) ¡Pero bueno, a loque íbamos…! Tienes que tener más confianza en ti misma, te notomuy demacrada. Debes hacerte además una limpieza espiritual, congirasoles y un ramillete de gardenias y amapolas, cortadas al amane-

    cer, de un jardín donde hayan jugado muchos niños. Eso te ayudaráa vivir, a contemplar el mundo desde la poesía. Hazlo con muchacalma, mientras escuchas una canción romántica que te invite a creeren el amor —sin su presencia, ¡todo resulta inútil!— (Suspira.) ¡Ay,el amor, el amor! (Parpadea emocionada.) Recuerdo aquella sere-nata que me dio Billy Joel, en el 79, con piano y todo… Yo no logra-ba entender bien lo que decía, pero podía sentir que era profundo, demuy adentro… (suspira y pestañea varias veces).

    (Se relaja.) Mira, muchacha, hay que tener mente positiva, queaunque tú no lo creas, este año reserva muchas sorpresas para ti. El

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    Con los trenes nunca hay nada seguro. Antonina Karenina esperódiez horas bajo aquel sol caliente. El sudor se le confundía con laslágrimas. Quedó dormida y tuvo un sueño hermoso, lleno de una

    infalible poesía.Despertó, y aún el tren no acababa de pasar.Cuando al día siguiente sintió un ruido metálico que anunciaba a

    lo lejos el esperado instante, fue como si alguna fuerza desconocidale despertara un ansia irresistible, irrefrenable, de vivir. Se levantó ydijo resuelta: “¡No he esperado tanto tiempo para esto!”

    ¿Y qué tú crees que hizo Antonina Karenina? Pues se montó en el

    tren y decidió partir en busca de una vida distinta, plena, feliz.Mandó mensajes desde muchos lugares. Se bajaba de un tren y seencaramaba en otro, buscando nuevos motivos, una razón que lahiciera echar raíces, multiplicarse. Uno de esos mensajes, en cues-tión, decía (¡y te lo voy a leer para que no lo olvides nunca!): “Lafelicidad existe, lo que hace falta es aprender a encontrarla; peroaunque no la encuentres, es bonito vivir para buscarla”.

    ¡Ay, muchacha, eres tan joven todavía, qué poco sabes de la vida

     y de sus posibilidades. Mira: no pienses tantas boberías, haz tuproyectico, ¡y lánzate a vivir! …

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    Los poderes

    Hoy el pintor volvió. Estuvimos discutiendo mucho rato, y al finalme dijo que, con gran esfuerzo, lo más que podría sacar de mí erauna gordita como las que pintaba Rubens. Yo no me dejé confundir,

    le respondí que así mismo me habían amado poetas y filósofos, mi-nistros y embajadores. Pero después me puse triste, pues me acordéde algo que viví hace algunos años, fue tan lindo, tan conmovedor…(solloza y se pasa el pañuelo por los ojos).

    Estaba yo en una convención, a donde fui invitada para exponermis experiencias en el empleo de la energía piramidal. Cuando ter-miné la conferencia y salí del salón, me senté en el pasillo a tirar las

    cartas. La gente empezó a aglomerarse en torno a mí para pedir misservicios.Yo no lograba concentrarme bien, porque cerca se encontraba una

    delegación extranjera, y uno de los que estaba en ella empezó a mi-rarme con curiosidad. Tenía unos ojos verdes que me cautivarondesde el primer momento. Sé que al inicio no le causé mucha gracia,pero yo, para impresionarlo, me le acerqué y le leí el pasado y elpresente con las runas, el I-Chin, los caracoles y el Tarot egipcio.

    Fue entonces cuando supe que era un importante ministro de Che-coslovaquia. Él quedó hipnotizado con mis poderes. “Para leerte elfuturo —le dije— se necesita una consulta un poco más confiden-cial”.

    Aquel mismo día nos encontramos en el Morro, al anochecer.Estuvimos filosofando en torno al amor y la felicidad. Yo, de vez encuando, le decía una frase de un escritor famoso. Él me observaba

    fascinado. En una de esas me comparó con las Primaveras de Praga.Aproveché el instante para seguirle mostrando mis poderes, y le hiceun despojo que lo dejó como nuevo. Le encendí diez velas al Santo

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    de los Ministros, y allí, bajo la luz mortecina de una luna que nosprodigaba paz, bailamos una polca. Él ya no pudo resistirse, y comoun niño indefenso se acurrucó a llorar sobre mi hombro, me rogó

    que no lo abandonara nunca, que yo era un remanso, un oasis, unaluz verdadera en su atribulada vida… (empieza a sollozar). Todo loque me contó después, no lo diré jamás, es demasiado íntimo, dema-siado nuestro para revelarlo así. (Se va calmando.)

    Sólo puedo decirte que me pidió que lo acompañaría a su país, aldía siguiente. Yo, recelosa, le pedí un tiempo, le dije que una deci-sión tan importante no se tomaba a la ligera, y que, además, yo no

    era una cualquiera para entregarme así al primero que me topaba enel camino.Él parecía no escuchar pretextos. Dijo que la vida era un aconte-

    cimiento único e impostergable, que no pensaba perderme por nadadel mundo. Empezó a hacer planes sobre nuestro futuro, parecía fe-liz. Yo a todo le respondía afirmativamente, y me rociaba con perfu-me para ahuyentar a los malos espíritus. Me pidió que esa nochedurmiéramos juntos, pero me negué, diciéndole que estaba muy tur-bada, que necesitaba estar sola, para poder pensar.

     Nos despedimos con lágrimas y besos, y quedamos en que al díasiguiente, como en las películas, yo iría al Aeropuerto para darle unarespuesta definitoria.

    Imagínate, mi madre siempre me había dicho que de los hombresuna tenía que cuidarse, que todos eran iguales, que escobita nuevabarre bien, que al inicio todo era muy bonito, pero que después to-

    dos se ponían gruñones y la cogían a una para sus cosas. En fin, pormás perfume que me echaba, la incertidumbre y los malos pensa-mientos no me dejaban decidir con lucidez.

    Estuve toda la mañana pensativa, dándole la razón a lo que decíami madre, pero más tarde me contradecía y trataba de pensar por mímisma, buscando una respuesta; hasta que en un momento de ilumi-nación, cuando faltaban dos horas para que el avión saliera, reaccio-

    né sorprendida y me dije: “Nina, ¿vas a dejar ir así al que pudiera serel hombre de tu vida? Si fracasas, ¿qué importa?, ¡tienes que inten-tarlo!”

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    Salí corriendo como una loca, buscando, desesperada, un taxi.Pero en ese momento mis poderes no sirvieron para nada, todos lostaxis pasaban llenos o no paraban. Corrí de un lado para otro, mu-

    riéndome de angustia. Recuerdo que subí a una guagua donde meapolismaron toda, pero ya no veía, no oía, no sentía...

    Cerré los ojos y me dejé llevar, me consolaba pensar que despuésdel mal momento, tendría la paz del dulce amor, el que todo lo salva.

    La guagua se rompió a medio camino. Salí disparada con todaslas fuerzas de mi alma, quedaban sólo 25 minutos. Lo imaginabaallí, al pie del avión, mirando su reloj, impaciente e indefenso, como

    cuando lloró sobre mi hombro. Si yo hubiera tenido un celular paradecirle que esperara por mí, que iba a su encuentro, que lo amaba yque no quería vivir sin él… (gimotea y se sopla la nariz).

    Llegué sin fuerzas al aeropuerto, para ver cómo el avión se ibaalejando, hasta perderse definitivamente...

     No sé qué cosas habrá pensado entonces, si me olvidó… si aúnpiensa en mí. ¡Nunca le di mi dirección!

    Una vez me atreví a preguntar en la embajada, y no me hicieron

    caso, dijeron que ese ministro era un invento mío. (Vuelve a soplar-se la nariz.) Jamás volví a saber de él, y aquí me ves, tratando derecordar cómo era, porque el tiempo acaba empañando hasta los re-cuerdos más importantes, por momentos creo que los confundo conotras cosas que a lo mejor soñé.

    Tan… pero tan triste me pone evocar estas cosas, que ya ni sé porqué viniste. En fin… cualquier cosa que sea, sólo repetiré lo que

    decía otro poeta amigo mío: “Vive y sé feliz”. Hasta mañana. Con tupermiso…

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    http://www.antonina.com.cu/forode opiniones

    Sería imposible reproducir todo lo que han escrito sobre mí, pero

    estas justas y lúcidas palabras, creo que, en apretada síntesis, lograndar una idea de lo que he significado para los hombres de mi tiempo:

    Llena eres de Gracia.  R OGELIO R IVERÓN

    Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a Antonina.  ADOLFO BIOY CASARES

    Tú me ayudaste a levantarme, cuando aquellos querían hundirme.  ALEJANDRO R OMUALDO

    El tiempo sólo cree en las pirámides… y en Antonina.  TERENCI MOIX

    Contra toda evidencia corroboro tus pronósticos.  E NRIQUE LIHN

    Yo pude amarte, Antonina.  ALEXIS DÍAZ PIMIENTA

    …Pensaré que descendió una estrella

    para llenar de luz mi alma vacía.  JOSÉ Á NGEL BUESA

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    Las muchachas más lindas que tú me desconciertan,me hacen tragar sandeces.

     JORGE Á NGEL HERNÁNDEZ PÉREZ

    …cualquier palabra, un suspiro de Antoninael menor descuido,tal vez un día lo examinen eruditos.

      ERNESTO CARDENAL

    Es lo más grande con lo más chiquito.

      NOËL CASTILLO

    Es la diva perfecta.  ALFRED HITCHCOCK

    Antonina es más dura que el futuro.  JULIO MITJANS

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    Yo soy alérgica a los chismes de farándula(Entrevista exclusiva para la revista

     Destino)

    Periodista: ¿Quién es Antonina?Antonina: Una mujer que sueña y no pierde la esperanza.Periodista: ¿Y por qué decidió poner sus poderes al servicio de lagente? Me parece un oficio bastante complicado.Antonina: Hay que ayudar a la gente a ser feliz, a comprender que la vida es un milagro y que se tiene derecho a alcanzar la plenitud. Esnecesario soñar, periodista, soñar mucho, y hacer el bien, para quese abran esas grandes alamedas…Periodista: Según tengo entendido, no es la primera vez que ustedaparece en una revista del corazón.Antonina: Para serle franca, y sin que nadie se ofenda, yo soy lecto-ra de revistas literarias, culturales. Pero… efectivamente, una vezaparecí en cierta revista española, anunciando un perfume. Resultaque una tarde estaba mirando una vidriera, para ver si encontraba unpar de zapatos baratos. Yo si no estoy en ese lío de marcas y de

    modas, ¡lo mío es la espiritualidad, la búsqueda del conocimiento!;como diría la gran Sor Juana Inés: “Poner belleza a mi entendimiento, y no mi entendimiento en las bellezas”. Pero de pronto oigo detrásde mí que dicen: “El perfume bueno viene en pomo chiquito”. Yoenseguida interpreté que la cosa era conmigo, y me viré. Había unseñor muy arreglado, observándome. Dijo que había oído hablar demis poderes, que era fabricante de perfumes, y que necesitaba micolaboración para promover su nueva esencia de mujer “Embrujo”.Tuvo que insistir bastante, porque le repito, lo mío es la espirituali-dad, y no las frivolidades de este mundo, pero…vaya, el perfumista

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    me cayó bien, y de pronto me vi rodeada de estilistas, peluqueros,masajistas, modistas, maquillistas y fotógrafos… en fin…

    Al mes siguiente apareció mi rostro en una portada que decía:

    “Embrujo: Un aroma inolvidable”. De mi sonrisa salían palabrascomo “misteriosa”, “sensual”, “arrebatadora”… Óigame, con aquel vestido Christian Dior, aquella peluca, aquel maquillaje, y aquellaspestañas postizas que me pusieron, ¡no tenía nada que envidiarle aGreta Garbo!

    De más está decirle que el perfume tuvo un éxito de venta apoteó-sico. El perfumista se hizo famoso, y después quería que siguiera

    ayudándolo en sus campañas de publicidad. Ya yo no estaba paraaquello, periodista, así que le dije: “¡Vas a tener que perdonarme,me encantaría seguir colaborando contigo, pero tú tienes que habernotado ya que este ambiente y tanta gente hablando todo el tiempode telenovelas, tintes y marcas de zapatos, no tienen nada que verconmigo! ¡Soy una mujer ensimismada, esotérica, mística! ¡No pue-do aparecer ante la opinión pública como una frívola anunciadora deperfumes!”

    Así que me quité todo lo que llevaba puesto, y recuperé mi lookhabitual.

    Cuando salí de aquel ambiente, buscaba desesperadamente un si-tio donde pudiera volver a oír palabras acordes con mi profundidadde espíritu. Entré a un edificio en el que se celebraba un seminariointernacional sobre Economía, Comunicación, Política, DesarrolloSocial y Medio Ambiente. Me eché diez conferencias, sin parar.

    Como aún mi cuerpo estaba impregnado del perfume “Embrujo”,más mis poderes sobrenaturales, que ya todos conocen, un funciona-rio de la ONU se enamoró de mí. Cuando terminó el evento, entreabrazos y frases optimistas sobre el futuro de la humanidad, él seacercó y me invitó a una recepción, en casa de unos amigos. Nosmontamos en un carro lujoso de una marca que yo nunca había vis-to, y me llevó a una boutique, con el pretexto de comprarme un ves-tido elegante. Yo tuve un vértigo de confusión. Fui tolerante, acepté

    el regalo, pero le respondí que me quedaría con los mismos zapatos,que aunque algo pasados de moda, eran un lindo recuerdo de unasoprano amiga mía.

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    Cuando llegamos a la recepción, se me acercó una señora encope-tada, y dijo que en una revista española había visto, anunciando unperfume, a una modelo que se parecía a mí. Yo, ¡muy fina!, le res-

    pondí que era la misma. Ella agregó que le había costado bastantetrabajo reconocerme, ya que en la mencionada revista me veía mu-chísimo más bonita y más joven. Después, sin disimulo alguno, re-paró en mis zapatos. Tuve ganas de decirle que aquellos eran los queusaba María Callas cuando volvió a Nueva York. Pero me contuve,pedí permiso, y le di la espalda.

    Seguí conversando con el funcionario. Entre copa y copa, pole-

    mizamos sobre la globalización, los precios del petróleo y el con-flicto arábigo-pérsico. Él, avisado ya de mis poderes, me pidió quelo acompañara a Europa, necesitaba mis conocimientos e influenciapara buscarle solución al litigio entre serbios y croatas. Yo invoqué ami guía espiritual, consulté el oráculo, y tomando una mano de miinterlocutor, le dije: “Amigo mío, este mundo está difícil de ordenar,pero hay que seguir luchando, y conservar la fe. No puedo acompa-ñarte, mas donde quiera que estés, sabes que puedes contar con misolidaridad, mi esperanza y la ternura de mi corazón…”

    Antes de despedirnos me prometió que algún día conversaríamosmás despacio, en Ginebra. Exactamente en el sitio donde Borges yMaría Kodama acostumbraban a tomar el té de las cinco.Periodista: ¿Y qué nos puede contar acerca de su amistad con tantaspersonalidades del ámbito artístico?Antonina: Debo confesarle que verme rodeada de artistas… de per-

    sonas talentosas, ha sido siempre mi debilidad. Eso me viene en lasangre. Muchas mujeres de mi familia fueron amigas o amantes dehombres famosos, una de ellas llegó a casarse con Chaikovski. Yhasta tuve un pariente, de la Madre Patria, que era cantante lírico.

     No le niego que he pintado algún que otro cuadrito, y he pasadomis cursitos de canto. No para trascender ni ser famosa. Sencilla-mente, yo no desdeño nada que pueda embellecer mi espíritu.

    Una vez me dije: “Nina, tú que tanto has soñado y has vivido. Túque has hurgado en las profundidades de tu alma, tienes que pintartodo eso”. Cogí un marco viejo que tenía en la casa, le clavé un trozo

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    de lienzo, y empecé a pintar. Después le dije al pintor amigo mío que viniera a ver la obra. Él no quedó muy convencido, dijo que para ser“primitivo”, era bastante aceptable. Yo, ofendida, le respondí que

    primitiva sería su parentela. Él entonces me dio una larga explica-ción sobre lo que entendían por arte primitivo o Naif, después empe-zó a mencionar las tendencias y estilos del arte contemporáneo, yme invitó a la premiación del Salón Nacional de Artes Plásticas,para que viera en la práctica todo aquello que acababa de explicar.

    Cuando llegamos al Salón, me presentó a algunos de sus amigospintores. Un muchacho delgado y bastante extravagante, se rascaba

    constantemente el pelo y divagaba con otro más extravagante toda- vía, sobre la personalidad y el desenfado del artista. Yo no lograbacomprender qué relación podía haber entre el talento artístico y lafalta de higiene personal. Según mi parienta Antonina Clementina,Leonardo da Vinci se bañaba todos los días y se lavaba la cabeza 4 veces por semana.

    Por el lado mío pasaron varias muchachas muy exóticas con unoslibros debajo del brazo. Mi amigo dijo: “Esas son estudiantes deHistoria del Arte”. Ellas caminaban como si estuvieran flotando.Cuando la cámara de televisión las enfocaba, miraban algún cuadro, y conversaban entre ellas gesticulando con mucha suavidad, comosi debatieran algún asunto trascendental.

    En una esquina se concentraba un grupo que discutía en voz alta.Según mi amigo, esos eran unos pintores “academicistas”, que noaceptaban como “Arte” muchas de aquellas obras que había en el

    salón.Yo estaba tan concentrada en las explicaciones que él me daba,

    que ni las obras había podido ver. De pronto, cerca de mí se paró unmuchacho, pintó una cosa en el pullóver que llevaba puesto, se loquitó frenéticamente, y le dio candela.

    Mi amigo me dijo: “Eso que viste es un Performance, acto derepresentar ante un público y en directo una obra de arte, o conside-

    rar el evento que constituye dicha representación como una obra dearte en sí…” Yo escuchaba boquiabierta. Después apareció una mu- jer embarrada de cal, abrió los brazos en medio del salón, y estuvo

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    media hora sin moverse. Dijo mi amigo: “Acabas de ver una escul-tura efímera. Ese trabajo ya ha ganado 12 premios internacionales”.Le señalé muy despectivamente que eso podía hacerlo yo. Él me

    respondió: “Aunque tú no lo creas, detrás de todo eso hay una sólidaapoyatura conceptual”. Y empezó a explicarme lo que era el “con-ceptualismo” ese, que yo a estas alturas no logro comprender muybien. Encendí mi grabadora y le pedí que, por favor, empezara otra vez por el principio, para grabar esos conceptos y después buscarlosen una enciclopedia.

    Llegó el momento de anunciar al jurado. El presidente era un crí-

    tico que sale mucho por la televisión. Uno que estaba detrás de mídijo que ese de Arte no sabía nada. Alguien comentó que segura-mente el premio se lo darían al hijo o al nieto de no sé quién. Por finel crítico, luego de unos saludos rimbombantes, empezó a leer elacta. Comenzaba diciendo lo feliz que estaba el jurado por la varie-dad de estilos y tendencias, por constatar la calidad conceptual denuestro arte, y un montón de cosas más que se ponen en las actas.“El Premio —dijo— por unanimidad, se lo hemos concedido a laobra: La Tierra Prometida.

    A uno de los academicistas le dio una sirimba, se armó tremendorevuelo. Yo no le di importancia, pensé que aquello también era esoque ellos llaman un performance. Es que, periodista, una con estagente ya no sabe a qué atenerse. Lo único que me preocupaba en eseinstante era ver la obra que, a criterio del jurado, era la mayor reve-lación del arte contemporáneo.

    Pero la obra en cuestión no era un cuadro ni una escultura, sinouna palangana con dos cucharas y un coco seco. Yo, periodista, salítan confundida de aquel sitio, tan aturdida y tan desorientada, que,por primera vez en mi vida, decidí entrar a una peluquería, y hacer-me una decoloración.Periodista: ¿Qué opinión le merece esa nueva poesía que se estápublicando últimamente?

    Antonina: Bueno, ya este diálogo está derivando hacia un tema muypolémico que no se puede resolver en revistas de este tipo. Intentaréresponderle de la manera más sencilla, para que se me comprenda

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    bien: Soy una mujer sensible, apasionada, necesito emocionarmecuando leo un poema. No aplaudo esos experimentos que ahoraacostumbran a hacer con las palabras, como si fueran pedazos de

    ladrillo…Periodista: ¿Y no cree usted que detrás de esos inventos pueda exis-tir, como en las Artes Plásticas, para decirlo con las palabras de suamigo, una “sólida apoyatura conceptual”?Antonina: Mire, mire… ¡la poesía no es para eso! ¡Como dijera otrogran amigo mío, ensayista él: “la Poesía, para que sea Poesía, tieneque salir del pecho!”

    Periodista: Antonina, y ya que estamos en la literatura, quisiera ce-rrar esta conversación con una interrogante que de seguro tienenmuchas de nuestras lectoras… Se dice que usted ha estado involu-crada sentimentalmente con importantes figuras de las letras univer-sales. ¿Es cierto eso?Antonina: Mire, la gente siempre dice más de lo que sabe, y muchomás de lo que puede comprender. Que se conformen con saber quehe vivido y que he querido intensamente. ¡Yo soy alérgica a los chis-

    mes de farándula!

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    http://www.antonina.com.cu/ remedios,

    consejos, conjuros…

    No hay remedio mejor que la esperanza

    ni conjuro mayor que una ilusión.

    Si hay poderes, pues lleguen a los aires

    de la puerta que da a tu corazón.

    Si hay futuro estará en el sueño inmenso

    defendido con toda la pasión

    de quien busca en la vida una respuesta

    y le encuentra al camino una razón.

    Mi consejo: No dejes de amar nunca.

    Mi receta: Sé fiel a tu emoción.

     P.D. Escribe aquí tu consejo.

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    Antonina o el sueño de vivir

    Ay, van a tener que perdonarme, pero hoy no consulto.Ahora mismo iba a quitar el cartel. He decidido tomarme unas

     vacaciones para terminar de escribir mis memorias. Pero eso no es

    todo: al fin, después de tanto ruego, he accedido a posar para eseartista. Quiero que mi retrato aparezca en la portada, exactamentecomo soy, que, después de todo, ¡no hay nada como ser una misma!

    (Sonríe con picardía.) Hasta lo he convencido para que me ilustreel libro. Pienso ponerle de título una frase de lo más bonita que escu-ché una vez en una canción, se llamaría algo así como… “Antoninao el sueño de vivir”, y he pensado en ponerle un subtítulo que diga:

    Biografía sentimental, intelectual y mística…(Parpadea y suspira emocionada.) Anoche no lograba dormir pen-sando en el asunto. Tengo ya la estructura, los posibles capítulos…¿Ustedes imaginan que después se publique en una editorialimportante…traducido a todos los idiomas? (Suspira.)

    Tengo que empezar a mover mis contactos en el mundo, y buscar-me un agente literario, ¡eso se usa mucho ahora!

    Últimamente los escritores acostumbran a poner en la primera

    página una cita de otro autor, es lo que llaman “exordio”… o exergo.Ya tengo el mío, son unos versos de Eliseo Diego, que dicen más omenos así:

    NO PODRÍA DECIRLES NUNCA:

    ESTO FUE UN SUEÑO

    Y ESTO FUE MI VIDA…¿Qué les parece?

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    http://www.antonina.com.cu/ aviso

    Amigos: No he tenido tiempo para responder todos los mensajes recibidos

    en este tiempo, pero los quiero mucho.

    ¡He estado tan ocupada en mis recuerdos…!Hoy, por ejemplo, escribo un capítulo que se llamará: “Antonina

    es un nombre de tango, milonga y chacarera…”, y el que viene atrásserá: “Antonina perdida en el bosque”, que habla de mi niñez, allá,en el campo…

    Y para que vean que no los olvido, ahí comparto con ustedes elpórtico de este mi cariñoso y memorioso libro:

    Señoras y señores, detractores y admiradores, camaradas, ami-

     gos míos:

    Tal y como prometí hace un tiempo a mis atormentados y siempre

     fieles clientes, he decidido escribir mis memorias, porque como le

    oí decir una vez a un poeta famoso:

    “No hemos nacido en algún sitio, sino para dar testimonio”.

     Luego de darle vueltas y vueltas a este pecho (me encanta la pa-

    labra), y a estos recuerdos, buscando el género apropiado para vol-car mis experiencias, me he decidido por la biografía novelada,

     porque a fin de cuentas… entrañables y queridos lectores, mi vida

    es una novela.

     A veces me he preguntado: ¿Seré realmente la predestinada?

    Yo, que soy adivina, debería saberlo, pero el futuro, como todo en

    esta vida, también tiene veleidades y está lleno de incongruencias.

     Intento hacer las cosas lo mejor que puedo, sin dejar de vivircomo me gusta, ni dejar de sentir lo necesario.

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    Índice

    Antonina/Primeras revelaciones /http://www.antonina.com.cu/

    Los golpes del destino/http://www.antonina.com.cu/mis imágenes/Maldición china/http://www.antonina.com.cu/mis poemas/

    Impaciencia/Interrogante/Mundo/

    Tiempo/Melancolía/Fugacidad/

    Problemática de género/http://www.antonina.com.cu/mis escritos/mis memorias/

     Nacimiento de una diva/Un tranvía llamado Soledad/Moscú no cree en Antoninas/

    Caminos a la gloria/La importancia de vivir/

    Los poderes/http://www.antonina.com.cu/ foro de opiniones/ Yo soy alérgica a los chismes de farándula /http://www.antonina.com.cu/ remedios, consejos,conjuros/