Los Primeros Años de La Política Exterior Soviética - JM Olarieta 2015

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Los primeros años de la política exterior soviética Juan Manuel Olarieta Alberdi – año 2015 La Revolución de Octubre bien pudo ahorrarse la molestia de crear un Ministerio de Asuntos Exteriores porque tales asuntos no existían. Durante cinco años las potencias imperialistas no reconocieron al nuevo Estado soviético como tal, hasta que Alemania firmó el Tratado de Rapallo, el acontecimiento más relevante de la política exterior bolchevique, que marcará definitivamente los años posteriores. El estallido de la Revolución de 1917, la subsistencia del Estado soviético y la firma del Tratado de Rapallo estuvieron marcadas de manera indeleble por las contradicciones interimperialistas. No era, pues, algo buscado por el gobierno soviético sino impuesto por las circunstancias de la nueva etapa superior del capitalismo que entonces se comenzaba a abrir. Eso era algo obvio para las organizaciones de la Internacional Comunista, pero no todas supieron sacar de ello las consecuencias necesarias, por varias razones, pero especialmente por dos. La primera es que entonces pocos sabían lo que era el imperialismo porque Lenin y el leninismo eran una novedad. Se trataba de organizaciones que arrastraban las concepciones propias de la socialdemocracia, especialmente de la socialdemocracia alemana, a la que Lenin calificó de “socialimperialista” porque no era algo contrario al imperialismo sino que formaba parte de él. La segunda es que no es lo mismo predicar que dar trigo. Entonces -como ahora- había organizaciones que tenían una concepción libresca del imperialismo, sacada de un manual de lamentaciones continuas. Para el partido bolchevique, por el contrario, no se trataba de la teoría sino también de la práctica. Las contradicciones interimperialistas eran una realidad, un factor acuciante que condicionaba cada uno de sus pasos. El papel lo aguanta todo. Un artículo en una revista permite muchos errores; la práctica no. Pero sobre todo hay un aspecto que contradice a la práctica, en el sentido que cualquier marxista la entiende: la pasividad, la neutralidad y la charlatanería. El Tratado de Rapallo es muy breve y de su lectura se desprende que el gobierno bolchevique no sólo otorgaba a Alemania un trato distinto al de otras potencias imperialistas, sino un trato privilegiado. Los hechos posteriores demostraron hasta qué punto ese trato resultó privilegiado, desde cualquiera de los muchos puntos que se puede analizar, pero sobre todo desde uno: el de que tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, las demás potencias imperialistas pretendían avasallar a Alemania, reducirla a lo que el húngaro Eugen Varga calificó como una “colonia industrial”. En el gobierno bolchevique Alemania no encontró nada de eso. Por el Tratado de Rapallo el poder soviético renunció a las indemnizaciones con las que otros países, especialmente Francia, querían hipotecar el futuro de Alemania, y la misma renuncia llevó a cabo Alemania respecto al nuevo

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artículo acerca de la política exterior bolchevique y el trato recibido por Alemania

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  • Los primeros aos de la poltica exterior sovitica

    Juan Manuel Olarieta Alberdi ao 2015

    La Revolucin de Octubre bien pudo ahorrarse la molestia de crear unMinisterio de Asuntos Exteriores porque tales asuntos no existan. Durantecinco aos las potencias imperialistas no reconocieron al nuevo Estadosovitico como tal, hasta que Alemania firm el Tratado de Rapallo, elacontecimiento ms relevante de la poltica exterior bolchevique, que marcardefinitivamente los aos posteriores.

    El estallido de la Revolucin de 1917, la subsistencia del Estado sovitico y lafirma del Tratado de Rapallo estuvieron marcadas de manera indeleble por lascontradicciones interimperialistas. No era, pues, algo buscado por el gobiernosovitico sino impuesto por las circunstancias de la nueva etapa superior delcapitalismo que entonces se comenzaba a abrir.

    Eso era algo obvio para las organizaciones de la Internacional Comunista, perono todas supieron sacar de ello las consecuencias necesarias, por variasrazones, pero especialmente por dos. La primera es que entonces pocos sabanlo que era el imperialismo porque Lenin y el leninismo eran una novedad. Setrataba de organizaciones que arrastraban las concepciones propias de lasocialdemocracia, especialmente de la socialdemocracia alemana, a la queLenin calific de socialimperialista porque no era algo contrario alimperialismo sino que formaba parte de l.

    La segunda es que no es lo mismo predicar que dar trigo. Entonces -comoahora- haba organizaciones que tenan una concepcin libresca delimperialismo, sacada de un manual de lamentaciones continuas. Para elpartido bolchevique, por el contrario, no se trataba de la teora sino tambin dela prctica. Las contradicciones interimperialistas eran una realidad, un factoracuciante que condicionaba cada uno de sus pasos. El papel lo aguanta todo.Un artculo en una revista permite muchos errores; la prctica no.

    Pero sobre todo hay un aspecto que contradice a la prctica, en el sentido quecualquier marxista la entiende: la pasividad, la neutralidad y la charlatanera.El Tratado de Rapallo es muy breve y de su lectura se desprende que elgobierno bolchevique no slo otorgaba a Alemania un trato distinto al de otraspotencias imperialistas, sino un trato privilegiado.

    Los hechos posteriores demostraron hasta qu punto ese trato resultprivilegiado, desde cualquiera de los muchos puntos que se puede analizar,pero sobre todo desde uno: el de que tras su derrota en la Primera GuerraMundial, las dems potencias imperialistas pretendan avasallar a Alemania,reducirla a lo que el hngaro Eugen Varga calific como una coloniaindustrial. En el gobierno bolchevique Alemania no encontr nada de eso. Porel Tratado de Rapallo el poder sovitico renunci a las indemnizaciones con lasque otros pases, especialmente Francia, queran hipotecar el futuro deAlemania, y la misma renuncia llev a cabo Alemania respecto al nuevo

  • gobierno sovitico.

    Se estaba abriendo una nueva etapa de la diplomacia mundial caracterizadaporque, a pesar de una guerra, dos pases establecan relaciones mutuasbasadas en la igualdad y en el trato preferente respecto a las dems, por loque en Londres y Pars reaccionaron de la manera agresiva que caba esperar.

    La prensa y los portavoces del imperialismo utilizaron trminos apocalpticos.Dijeron que acababa de explotar una bomba, que el Tratado era una amenazahorrible para el mundo y presionaron para que Alemania lo anulara.

    Eran una expresin histrica de las contradicciones interimperialistas que,como es normal, tenan su contrapartida dentro de la propia clase dominantealemana, donde no todos estaban de acuerdo con ese paso, hasta el punto deque pocas semanas despus de la firma, Walter Rathenau, el firmante delTratado junto a Chicherin, el ministro bolchevique de Asuntos Exteriores, fueasesinado en Berln. Precisamente uno de los motivos que impuls a Hitler alpoder en 1933 fue el cambio en la poltica exterior de Alemania respecto alpoder sovitico.

    Pero la perplejidad no fue menor entre los comunistas alemanes, a pesar deque el programa de su partido exiga de Alemania el reconocimiento del Estadosovitico. El gobierno reaccionario alemn no slo reconoci a los soviets sinoque le concedi un trato de favor. Dnde estaba, pues, el problema?

    El problema es que a partir de Tratado de 1922 no haba ningn problemadonde deba haberlo, salvo en la cabeza de los dirigentes comunistasalemanes, que no saban lo que era el imperialismo, a pesar de que lo tenandelante de sus narices. El discurso de Frlich, su portavoz parlamentario en elReichstag, fue pattico. Aunque apoy la firma del Tratado, lo calific comobellas frases. Otra dirigente alemana, Ruth Fisher, dijo algo que luego todoslos oportunistas han repetido en ocasiones parecidas: el Tratado sacrific larevolucin alemana en beneficio de la rusa, o an peor, del Estado sovitico.Ese sacrifico, segn Fisher, se consolid con la poltica de frente nico de laInternacional Comunista.

    Era completamente falso. La lnea de frente nico se aprob antes de la firmadel Tratado y la revolucin en Alemania tambin haba fracasado conanterioridad, por lo que hubo ningn sacrificio. En Alemania la direccin delKPD, como todos los oportunistas, nunca entendi lo que era el imperialismo yestaba lejos del leninismo, por lo que fue expulsada de la InternacionalComunista poco tiempo despus, aunque sus postulados han seguido vigentesen una maraa de pequeos crculos de eruditos especializados en redactarcomunicados.

    Por ms que cada uno de ellos cambie las frmulas mgicas con las quedisimula su complicidad con el imperialismo, las conclusiones son las mismas.Por ejemplo, a la socialdemocracia el Tratado de Rapallo le sirvi para sacarpecho y decir que quienes colaboraban con los capitalistas y los imperialistas

  • eran los bolcheviques. Ponan el ejemplo de un monopolio tan conspicuo comoKrupp, que desde 1920 fabricaba locomotoras en suelo sovitico.

    La situacin era tan sorprendente que todos acusaron a los bolcheviques derevisionismo, y los izquierdistas con ms razn an. Para Fisher el Tratado deRapallo supona una alianza del poder sovitico con una potenciaimperialista. Eso, unido a las tesis de Varga, economista de la III Internacional,sobre la situacin de Alemania como colonia industrial situaba a la burguesaalemana, segn Fisher, como vctima casi al mismo nivel que la clase obrera.Finalmente, la poltica de frente nico conduca a la clase obrera alemana ahacer causa comn con su burguesa, es decir, a una especie de frentenacional.

    La direccin del KPD estaba totalmente equivocada. Cuando todo el mundoest ya repartido, escribi Lenin, son los propios pases imperialistas los que seconvierten en el objeto del reparto. Quieren comer pero van a ser comidos.Entonces las contradicciones interimperialistas aparecen en todo su esplendor.Un ao despus de la firma del Tratado de Rapallo, Francia se anexion lacuenca del Ruhr, que perteneca a Alemania. Es realmente inaudito que,precisamente los comunistas alemanes, no fueran capaces de ver lo queestaba ocurriendo y que fuera Lenin quien lo anticipara en su discurso al VIIICongreso de los soviets. Los imperialistas no slo queran acabar con el podersovitico sino que tambin imponer condiciones de existencia imposibles parala inmensa mayora de la nacin alemana.

    Durante la posguerrra las contradicciones interimperialistas haban engendradoen Alemania una situacin favorable, como ya haba ocurrido en Rusia pocosaos antes porque las condiciones de existencia no slo eran imposibles parala clase obrera sino, como deca Lenin, para la inmensa mayora de la nacinalemana. Pero los oportunistas preferan seguir con los ojos cerrados.