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Los principios bíblicos para el matrimonio y la familia A partir de hoy estaremos estudiando los principios bíblicos para el matrimonio y la familia. Eninstantesmásvamosaentrarenelprimerestudio bíblicodeestaserie. Días atrás me quedé alarmado por algunos datos estadísticos con los que me encontré. La oficina de Censos de los Estados Unidos publicó la siguiente información acerca de la tasa de divorcios. En 1920, se produjo un divorcio por cada siete matrimonios. En 1940 se produjo un divorcio por cada seis matrimonios. En 1960 se produjo un divorcio por cada cuatro matrimonios. En 1972 se produjo un divorcio por cada tres matrimonios. En 1977 los Estados Unidos concedieron 2,176.000 licencias de matrimonio, y en el mismo año concedieron 1,090.000 divorcios. Casi un divorcio por cada dos matrimonios. Para 1990, el número de matrimonios era igual al número de divorcios. De seguro que para hoy en día, el número de divorcios será superior al número de matrimonios. Cuando uno se encuentra con estadísticas así es inevitable la pregunta: ¿Adónde va a parar todo esto? ¿En qué callejón sin salida ha entrado la humanidad para que constatemos absortos el desconcertante número de hogares destrozados con la inevitable consecuencia de hijos lastimados de por vida por haber sido testigos de la ruptura del vínculo matrimonial de sus padres? Un país escandinavo se jacta de tener la ley de divorcio más dinámica del mundo. En este país se puede obtener un divorcio en el tiempo record de un día. ¿En qué mundo estamos viviendo? ¿Habrá alguna solución para este estado de cosas? Pues la única solución posible es volver a poner en práctica los principios establecidos por Dios para el matrimonio y para la familia en general. Lahumanidadyahacomprobadoqueignorarlos principiosdeDiosparaelmatrimonioylafamiliaha resultadoenalgodegradante. ¿Qué más pruebas se busca? ¿Acaso no es suficiente ver la alta tasa de divorcios en el mundo? ¿Acaso no es suficiente ver los millones de niños afectados espiritualmente, 131|308 La familia Sydney

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Los principios bíblicospara el matrimonio y la familia

A partir de hoy estaremos estudiando los principios bíblicos para el matrimonio y la familia.

En�instantes�más�vamos�a�entrar�en�el�primer�estudio�bíblico�de�esta�serie. Días atrás me quedé alarmado por algunos datos estadísticos con los que me encontré. La oficina de Censos de los Estados Unidos publicó la siguiente información acerca de la tasa de divorcios. En 1920, se produjo un divorcio por cada siete matrimonios. En 1940 se produjo un divorcio por cada seis matrimonios. En 1960 se produjo un divorcio por cada cuatro matrimonios. En 1972 se produjo un divorcio por cada tres matrimonios. En 1977 los Estados Unidos concedieron 2,176.000 licencias de matrimonio, y en el mismo año concedieron 1,090.000 divorcios. Casi un divorcio por cada dos matrimonios. Para 1990, el número de matrimonios era igual al número de divorcios. De seguro que para hoy en día, el número de divorcios será superior al número de matrimonios.

Cuando uno se encuentra con estadísticas así es inevitable la pregunta: ¿Adónde va a parar todo esto? ¿En qué callejón sin salida ha entrado la humanidad para que constatemos absortos el desconcertante número de hogares destrozados con la inevitable consecuencia de hijos lastimados de por vida por haber sido testigos de la ruptura del vínculo matrimonial de sus padres?

Un país escandinavo se jacta de tener la ley de divorcio más dinámica del mundo. En este país se puede obtener un divorcio en el tiempo record de un día. ¿En qué mundo estamos viviendo? ¿Habrá alguna solución para este estado de cosas? Pues la única solución posible es volver a poner en práctica los principios establecidos por Dios para el matrimonio y para la familia en general.

La�humanidad�ya�ha�comprobado�que�ignorar�los�principios�de�Dios�para�el�matrimonio�y�la�familia�ha�resultado�en�algo�degradante. ¿Qué más pruebas se busca?

¿Acaso no es suficiente ver la alta tasa de divorcios en el mundo? ¿Acaso no es suficiente ver los millones de niños afectados espiritualmente,

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emocionalmente y físicamente por los desatinos de sus padres? ¿Acaso no es suficiente ver como va creciendo el aborto, el homosexualismo, la drogadicción, el crimen, el sida? ¿Qué más hace falta saber para concluir que una sociedad alejada de Dios es un desastre completo? ¿Qué mas pruebas necesitamos para saber que es tiempo de volverse a Dios y encontrar en él la única salida que existe a este conflicto?

En medio de tanta confusión es tiempo de reiterar el patrón divino para la vida del matrimonio y la familia. Solo el modelo de Dios garantiza matrimonios estables y familias estables. La familia es la unidad básica de la sociedad humana. Cuando esta se desmorona, todo se derrumba con ella. La razón es porque el hombre habrá perdido la posibilidad de transmitir principios divinos para el matrimonio y la familia, de una generación a otra.

Sin�los�principios�divinos�para�el�matrimonio�y�la�familia,�los�hijos�repetirán�los�mismos�errores�que�los�padres� y� la� sociedad� entera� se� irá� cuesta� abajo. Comenzando hoy, y por varias semanas, estaremos compartiendo con Usted el modelo bíblico para el matrimonio y la familia, con la esperanza que Usted se sienta desafiado a adoptar este modelo para su matrimonio y su familia. Solo así se garantizará que su matrimonio no llegue a ser parte de las escalofriantes estadísticas de divorcios y que su familia goce de la estabilidad tan importante para todos sus miembros.

Ya sabemos que el modelo propuesto por el mundo para el matrimonio y la familia ha traído solamente destrucción, angustia y soledad. Lo que hace falta para que el matrimonio y la familia marchen como Dios desea es un nuevo modelo, el modelo propuesto por Dios en la Biblia.

Este modelo divino tiene tres pilares fundamentales: Un nuevo nacimiento, un nuevo control y un nuevo conjunto de normas para el funcionamiento del matrimonio y la familia. Consideremos cada elemento en forma detallada:

(1)�Un�nuevo�nacimiento. El nuevo nacimiento tiene que ver

con un cambio radical en el estado espiritual de una persona. El ser humano viene a este mundo en el estado de muerte espiritual. Romanos 3:23 dice: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”

En este estado de separación de Dios o muerte espiritual, el hombre no puede experimentar la guía de Dios en ningún asunto. Lo que necesita el hombre es nacer a una nueva vida de relación con Dios. Esto ocurre cuando el hombre recibe a Cristo como su único y personal Salvador. Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”

Habiendo nacido a una vida espiritual, el hombre está en capacidad de experimentar la guía de Dios para cualquier asunto de la vida. El nuevo

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nacimiento en las personas que conforman el matrimonio y la familia en general es clave para el buen funcionamiento del hogar. Si esta experiencia está ausente del hogar, no es extraño que el hogar marche a la deriva.

Esto por supuesto no significa que las personas que no han nacido de nuevo no puedan tener relaciones significativas. Lo pueden, pero hasta cierto punto. Estas personas nunca llegarán a conocer la satisfacción completa en sus hogares, porque así como una persona solo encuentra plena satisfacción en una relación con Dios, la familia también solo encuentra plena satisfacción en él. Pero en muchos hogares, los padres y los hijos han experimentado este nuevo nacimiento, y aún así el hogar está al borde del abismo. Una probable causa es que está faltando un nuevo control.

� (2)� Un� nuevo� control� para� el� matrimonio� y� la�familia. La palabra de Dios es clara en el sentido que uno que ha nacido

de nuevo, o un creyente, es controlado ya sea por su propia carne o por el Espíritu Santo. Gálatas 5:16-17 dice: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”

La carne, o nuestros propios intereses egoístas, hará todo lo posible para tomar el control de nuestras vidas. Cuando lo logra, esto es, cuando la carne controla a los miembros de una familia, es el comienzo del caos. Santiago 4:1 dice: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?”

Así es, cuando la carne controla a los creyentes, el resultado es guerra abierta. Por contraste, cuando el Espíritu Santo controla a los creyentes, el resultado es armonía total, a pesar de las circunstancias externas difíciles de soportar. Una persona controlada por el Espíritu Santo, manifestará el fruto el Espíritu Santo, entre lo cual por ejemplo se encuentra el amor, no esa emoción mal llamada amor, sino aquel acto de la voluntad para sacrificarse por la persona amada. Gálatas 5:22-23 dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.

Tenemos entonces que el nuevo nacimiento, o el pasar de muerte espiritual a vida espiritual, y el nuevo control, o el ser controlados por el Espíritu Santo, son fuente de armonía y felicidad en el matrimonio y en la familia en general.

� (3)� Un� nuevo�conjunto� de� normas� para� el�funcionamiento� del� matrimonio� y� de� la� familia� en�general. El adoptar las normas del mundo para el funcionamiento del

matrimonio y de la familia en general trae como resultado dolor, angustia, desesperación, todo ese cuadro de elevados índices de divorcio,

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homosexualidad, adulterio, enfermedades por transmisión sexual, hijos abandonados, abortos.

Es hora de acabar con esas normas carentes de beneficio práctico y es hora de adoptar nuevas normas para el matrimonio y la familia. Las nuevas normas no son algo recientemente inventado por alguien. Las nuevas normas han estado a disposición de la humanidad desde el mismo momento que Dios creó al hombre y a la mujer en el huerto de Edén. Lo que pasa es que el hombre en su rebelión contra Dios ha desechado las normas de Dios para el matrimonio y la familia. Las consecuencias han sido funestas.

Las�nuevas�normas�están�contenidas�en�la�Biblia. Su

mensaje es fresco e ideal para revertir la tendencia actual en los matrimonios y las familias.

En nuestros estudios bíblicos futuros estaremos examinando los detalles de las normas de Dios para el matrimonio y la familia. De modo que, si Usted comparte la carga de preocupación por la tendencia actual en los matrimonios y las familias, es hora de comenzar por Usted mismo, por su propio matrimonio, por su propia familia. Si todavía no tiene una relación personal con Dios, hoy mismo reconcíliese con Dios y reciba a Cristo como su Salvador personal.

Esto será el comienzo de una nueva vida para Usted, para su esposo o esposa y para los demás miembros del hogar. Luego decida ceder el control de su vida a la dirección del Espíritu Santo. Esto se consigue en la medida que Usted obedezca lo que dice Dios en su palabra, la Biblia. De esta manera en Usted se apreciará el fruto del Espíritu Santo, ingrediente indispensable para la estabilidad del matrimonio y la familia.

Por último, es necesario que Usted decida desechar las normas que el mundo ofrece para el matrimonio y la familia y decida adoptar las normas que Dios ha plasmado en su palabra, la Biblia.

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El elemento vital detoda familia: La pareja

Estamos examinando los principios bíblicos que producen matrimonios estables y hogares felices.

En�instantes�trataremos�acerca�del�elemento�vital�de�toda�familia:�La�pareja. En nuestro estudio bíblico anterior, comenzamos a tratar el tema de la familia. Vimos que para que una familia funcione de la manera como Dios desea es necesario una nuevo modelo. Este nuevo modelo comprende un nuevo nacimiento, esto significa que los miembros de la familia, principalmente la pareja, hayan pasado de muerte espiritual a vida espiritual por medio de recibir a Cristo como su Salvador personal.

El nuevo modelo también comprende un nuevo control. Esto significa que los miembros de la familia dejan de estar controlados por su carne o por sus propios intereses egoístas y pasan a estar controlados por el Espíritu Santo. Dicho sea de paso que nadie puede ser controlado por el Espíritu Santo a menos que haya nacido de nuevo.

El tener la capacidad de ser controlados por el Espíritu Santo es un privilegio que tenemos solamente aquellos que hemos recibido a Cristo como Salvador. Además de un nuevo nacimiento y un nuevo control, el modelo de Dios para el matrimonio y la familia, comprende un nuevo conjunto de normas para el matrimonio y la familia.

El viejo conjunto de normas es lo que el mundo propone y promociona a través de libros, revistas, periódicos, radio, televisión, etc. Pero este conjunto de normas tiene una falla garrafal. Desplaza a Dios, y como consecuencia, produce resultados lamentables como divorcio, hijos abandonados, adulterio, homosexualismo, prostitución, aborto, enfermedades venéreas y quien sabe qué más.

El�nuevo�conjunto�de�normas�se�encuentra�en�la�Biblia.�Son�las�normas�de�Dios,�son�las�normas�para�el�matrimonio�y�la�familia�que�estaban�en�la�mente�de�Dios�aún�antes�de�que�se�creara�la�primera�pareja�en�el�mundo. La aplicación de estas normas para el matrimonio y la familia es

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la única garantía para ver hogares estables en nuestra sociedad. Todo hogar o familia comienza con una pareja que se casa. Así comenzó la primera familia en el mundo.

Recuerde Usted el relato bíblico del comienzo de la familia. Está en el libro de Génesis. Dios creó al hombre, pero no se halló entre lo creado algo que fuera ayuda idónea para él. Por tanto, Dios tomó una de las costillas del hombre, y de esa costilla hizo una mujer. Interesante que Dios tomó una de las costillas de Adán para hacer a su mujer. No tomó un hueso de la cabeza ni un hueso del pié. Esto tiene su enseñanza. Dios no tomó hueso de la cabeza de Adán para hacer a Eva porque no quería que Eva compita con Adán. Dios no tomó hueso de los pies de Adán para hacer a Eva porque no quería que Adán pisotee a Eva. Dios tomó hueso de Adán para hacer a Eva, del lugar más cercano al corazón de Adán, porque quería que Eva estuviera siempre cerca del corazón de Adán.

Cuando Dios trajo la mujer al hombre, de la emoción, el hombre debió haber saltado lo más alto que pudo. Luego dijo: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Este es el relato de la formación de la primera familia en la historia humana. El hombre veía a su mujer como lo perfecto para él. Lo que él justamente necesitaba. Algo que satisfacía su más caro anhelo tanto en lo espiritual como en lo emocional y en lo físico.

Para la mujer también, el hombre que Dios había creado era exactamente lo que ella necesitaba. No podía ser algo mejor. Había una unidad tal que el hombre dijo: Esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Sobre la base de este relato, Dios nos deja una enseñanza maravillosa. Génesis 2:24 dice: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”

Este�es�el�modelo�de�Dios�para�el�matrimonio,�el�elemento� primario� de� la� familia.� Es� una� unión�monogámica. Un hombre para una mujer y una mujer para un

hombre. Es una unión heterosexual. Un hombre con una mujer. No un hombre con otro hombre o una mujer con otra mujer. Quizá Usted se estará preguntando: ¿Y qué pasó después para que los matrimonios hayan llegado a ser lo que son hoy? Se necesitaría estar ciego para no ver que en la actualidad muchos de los matrimonios distan mucho del plan original de Dios para el matrimonio.

Bueno, lo que pasó fue que en algún momento fatal, el primer hombre y la primera mujer cayeron en pecado. Lo que son en la actualidad muchos matrimonios, tienen su explicación en ese instante fatídico cuando el hombre y la mujer cayeron en pecado. El pecado infectó, contaminó y corrompió el matrimonio al punto que en algunas épocas de la humanidad, el matrimonio no llegó a tener ni el más mínimo parecido con lo que fue al

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principio.

Consideremos por ejemplo como estaba el matrimonio en el primer siglo, en la época cuando vino a este mundo el Señor Jesucristo. Los judíos tenían un concepto extremadamente bajo de la mujer. Para ellos, las mujeres eran consideradas como esclavas. El divorcio llegó a ser algo normal en la sociedad. En Deuteronomio 24:1, Moisés escribió acerca dar una carta de divorcio a una mujer por cuanto su esposo había encontrado alguna impureza en ella.

El asunto clave era determinar lo que se quería decir cuando se

hablaba de impureza. Para�algunos� rabinos,� impureza�era�solamente�el�adulterio,�pero�había�otros�para�quienes,�impureza�podía�significar�cualquier�cosa. El rabí Hillel decía que una esposa es impura si echaba a perder la cena de su marido o si le ponía demasiada sal a la sopa, o si se le quemaba el pan, o si se le encontraba hablando con hombres en la calle, o si decía algo en contra de su suegra.

El rabí Akiba insistía que si un hombre encontraba a una mujer más bonita que su esposa, hacía que su esposa sea impura automáticamente. Por tanto el esposo podía darle carta de divorcio, despacharla y casarse con la mujer bonita. De modo que al pueblo de Israel se le ofreció dos opciones para acabar con un matrimonio. Por adulterio solamente o por cualquier otra cosa. ¿Cuál opción cree que adoptaron los judíos? La segunda por supuesto.

En el mundo no judío, la situación era mucho peor. Las esposas simplemente eran las que limpiaban las casas y tenían hijos legítimos. Los maridos encontraban sus placeres sexuales fuera del matrimonio, de modo que ni siquiera se tomaban la molestia de divorciarse. El orador ateniense Demóstenes dijo: Tenemos cortesanas por causa del placer, tenemos concubinas en razón de la convivencia diaria y tenemos esposas con el propósito de procrear hijos legítimos y para que sean guardianes de los asuntos del hogar. La prostitución, el homosexualismo, el lesbianismo abundaba en el mundo griego.

En el mundo romano el asunto no era del todo diferente. Jerónimo, un escritor de la antigüedad, escribió acerca de una mujer romana que se casó con su esposo número 23 y ella era la esposa número 21 de él. El matrimonio en los tiempos romanos llegó a ser nada más que prostitución legalizada. El tiempo ha seguido su marcha, y en aquellos lugares o aquellas épocas en las cuales el hombre ha aplicado los principios divinos para el matrimonio, se ha visto algo totalmente diferente.

Pero en los actuales momentos, parece que el mundo está retornando a la barbarie del primer siglo. ¿Qué hacer para que nuestras familias regresen a lo que Dios siempre quiso que sean? Pues, volver al modelo de

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Dios para el matrimonio. En libro Cantar de los Cantares de Salomón, capítulo 2, versículos 3 a 16 encontramos una hermosa descripción de los que Dios quiere para un matrimonio.

La sulamita describe a su esposo como la cabeza del hogar. Ella lo proyecta como su protector en el versículo 3. En el versículo 4 se lo ve como el sustentador de ella. En el versículo 5 vemos al esposo como aquel en quien ella encuentra seguridad. En el versículo 6 es el líder de ella. En los versículos 10 a 15 se lo ve como el que va adelante abriendo el camino para que ella camine sin dificultad. El esposo toma el mando y no hay un espíritu opresor o dictatorial en el pasaje. Por esto, la esposa termina diciendo: Mi amado es mío y yo soy suya. Esta relación nunca pierde su reciprocidad.

Qué diferencia tan radical con lo que vemos hoy en muchos matrimonios, ¿verdad? Qué diferencia con lo que fue el matrimonio en el primer siglo de nuestra era. Es como el día y la noche. ¿Qué hace que un matrimonio sea un desastre total o un pedazo de cielo en la tierra? Pues la ausencia o la presencia de Cristo en las vidas de los cónyuges. Veámoslo

así. Cuando�Cristo�entra�en�la�vida�de�una�persona,�esa�persona� es� transformada� totalmente. En palabras del

Apóstol Pablo, este principio suena así en 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas

nuevas”.

Esta nueva criatura, que tiene hambre de obedecer a Dios, no aceptará tomar el modelo del mundo para el matrimonio sino que buscará el modelo divino para el matrimonio. Como consecuencia, ese matrimonio llegará a ser lo que Dios siempre quiso de un matrimonio. Yo no sé como estará su matrimonio, pero déjeme decirle algo, si su matrimonio no es lo que Usted esperaba que sea, si solo ve fricción y desavenencias, es muy probable que el pecado todavía esté reinando en Usted y en su cónyuge.

Usted y su cónyuge necesitan el perdón de sus pecados por medio de recibir a Cristo como su Salvador personal. Si ese es el caso, ¿por qué en este mismo momento no dobla sus rodillas delante de Dios y confiesa que es un pecador y recibe a Cristo como su Salvador personal? Si lo hace, le garantizo que ese será el primer paso para la restauración de su matrimonio.

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Los elementos que forma una familia auténticamente cristiana

Hemos iniciado por los principios bíblicos que producen matrimonios estables y hogares felices.

Con� la� ayuda�del� Señor,� veremos�de� los�elementos�que�forma�una�familia�auténticamente�cristiana. En nuestra cultura occidental, ser cristiano, desafortunadamente, ha llegado a ser sinónimo de ser un ser humano. Un basto segmento de la población admite abiertamente ser cristiana, aunque no tiene la más mínima idea de lo que esto significa. Considere mi caso por ejemplo. Mis padres ya eran cristianos cuando yo nací. De modo que llegué a pensar que yo también era cristiano por el solo hecho que mis padres eran cristianos. No fue sino a los 14 años de edad cuando reconocí que aunque mis padres eran cristianos yo no era cristiano, sino un pecador que necesitaba desesperadamente la salvación. Fue entonces cuando recibí a Cristo como mi salvador personal, y recién allí llegué a ser un auténtico cristiano.

En el plano familiar puede ocurrir un fenómeno similar. Casi cada familia en Latinoamérica afirmará que es una familia cristiana. Pero ¿lo son en realidad? Examinemos las evidencias para ver si en verdad lo son. Así como para preparar cierta comida se necesita de determinados ingredientes, para que exista una familia cristiana también es necesario ciertos ingredientes.

La palabra de Dios nos proporciona los ingredientes indispensables para que exista una familia cristiana. El éxito o el fracaso de la familia cristiana depende de si están o no presentes todos estos ingredientes:

� (1)�La�fe. La fe siempre necesita de un objeto para confiar. El objeto

de la fe en la familia cristiana no es la religión, cualquiera que sea, inclusive la evangélica, tampoco son las posesiones materiales, ni siquiera la sangre azul que supuestamente corre por las venas de los miembros de la familia. El objeto de la fe en una familia cristiana debe ser la persona de Cristo. La fe en la persona de Cristo se manifiesta por medio de recibir a Cristo como Salvador personal. La salvación o el nuevo nacimiento es vital para la existencia de una familia auténticamente cristiana. Juan 3:7 dice: “... Os es necesario nacer de nuevo”

El nacer de nuevo por recibir a Cristo como Salvador garantiza que los

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miembros de la familia sean nuevas criaturas, capaces de discernir entre lo que es bueno y lo que es malo para la familia. Conozco muchos hogares muy religiosos, pero a la vez están hablando seriamente sobre el divorcio.

Conozco hogares donde todos los miembros son intelectuales de renombre, pero viven en un infierno de odio mutuo entre ellos. Conozco hogares que se han rodeado de todas las comodidades imaginables, sin embargo estos hogares están al borde de la destrucción. Uno se pregunta: ¿Por qué? Si la vida les sonríe, ¿cómo es que no pueden mantener hogares estables? La razón es sencilla. Los miembros de ese hogar nunca han confiado en Cristo como su Salvador y por tanto, con toda su religión, todo su conocimiento intelectual, todo su dinero, contemplan absortos e impotentes el resquebrajamiento del hogar.

Bien se ha dicho que por ejemplo, el dinero puede comprar una casa pero no puede comprar un hogar. El dinero puede comprar una cama, pero no el sueño. El dinero puede comprar medicinas, pero no la salud. Solo Cristo en el corazón de los miembros de la familia hará que la familia marche hacia delante en armonía. El primer ingrediente es entonces la fe.

(2)�El�amor. El amor sigue a la fe. Sin fe no puede haber amor.

Cuando hablo de amor, no me estoy refiriendo solamente al amor romántico, o al amor emocional, o al amor que dice: si me tratas bien te amaré, si me tratas mal no te amaré. El amor del cual estoy hablando es un amor que da sin esperar nada a cambio, un amor que aunque recibe una bofetada, continúa amando. Un amor que no busca otra cosa sino el bien de la persona amada, aun si eso demanda un gran sacrificio por parte de la persona que ama.

Este es el tipo de amor que revolucionará cualquier hogar. Es el amor de Dios. Este es el tipo de amor que el mundo no conoce porque proviene de Dios y ha sido derramado sobre los que hemos recibido a Cristo por el Espíritu Santo que nos fue dado. Romanos 5:5 dice: “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”

Si Usted, ha recibido a Cristo como su Salvador, tenga la certeza plena que tiene el Espíritu Santo morando en su vida y por tanto puede experimentar este tipo de amor. Tenemos ya dos ingredientes de la familia cristiana. Fe y amor.

(3)�La� llenura�del�Espíritu�Santo. Los miembros de una

familia pueden haber nacido de nuevo por la fe en Cristo, pero aún así no ven en sus vidas el tipo de amor del que hemos hablado. La razón para esto es que no están siendo controlados por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo mora en todo genuino creyente, pero no todo creyente es controlado por el Espíritu Santo. Solamente cuando el Espíritu Santo llena la vida de un creyente, ese creyente es controlado por el Espíritu Santo. Es por esta

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razón que en la Biblia encontramos mandamientos a ser llenos del Espíritu Santo. Efesios 5:18 dice: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.”

Cuando una persona está llena de vino, el vino controla el comportamiento de esa persona y el resultado es desastre. Por contraste, cuando el Espíritu Santo llena a una persona, el Espíritu Santo controla la conducta de esa persona y el resultado es el fruto del Espíritu Santo acerca de lo cual nos habla Pablo en Gálatas 5:22-23 donde dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”

El ser lleno con el Espíritu Santo no acontece por arte de magia, tampoco es privilegio de solo algunos más favorecidos que otros. La llenura con el Espíritu Santo está en relación directa a la disposición a obedecer lo que Dios dice en su palabra, la Biblia. En otras palabras, obediencia a la palabra de Dios resulta en llenura con el Espíritu Santo. Desobediencia a la palabra de Dios hace que el Espíritu Santo no llene a un creyente y en consecuencia ese creyente no puede ser controlado por el Espíritu Santo.

Son tres ya los ingredientes de una familia realmente cristiana: Fe, amor y llenura con el Espíritu Santo.

(4)� Crianza� de� los� hijos� en� disciplina� y�amonestación�del�Señor. ¿Qué es esto? Pues la triste realidad es

que millones de niños están siendo criados en hogares donde prácticamente no existe ninguna preocupación por el bienestar espiritual de los mismos. Muchos padres se preocupan en extremo por rodear de todo tipo de comodidad material a los hijos, la mejor educación, los mejores juguetes, el mejor vestido, pero fracasan en rodearles de una espiritualidad que a la hora de la verdad es mucho más importante que cualquier comodidad material.

Los padres de una familia verdaderamente cristiana deben ser los que con su ejemplo de conducta piadosa establecen un modelo de conducta para sus hijos. Deben ser los padres quienes animan a sus hijos a recibir a Cristo en su temprana edad, deben ser los padres quienes animan a los hijos a tener un tiempo a solas con Dios diariamente. La meta de todo padre cristiano debe ser criar a sus hijos en amor, de modo que en su momento, esos hijos dediquen sus vidas al servicio al Señor.

¿Cuáles son los ingredientes de una familia realmente cristiana? Pues, fe, amor, llenura del Espíritu Santo y crianza de los hijos en disciplina y amonestación del Señor.

(5)�El�apoyo�a� la� iglesia� local. En contraste con la típica

familia del mundo, que halla su identidad en el mundo, la familia cristiana hace de la iglesia local el centro de las actividades sociales y espirituales de la familia. El plan de Dios para esta edad es dar a conocer a Cristo por medio

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de la iglesia local. La familia realmente cristiana comprende esto y asigna a la iglesia local la importancia necesaria. No se puede hablar de una familia cristiana si ésta se aísla de la iglesia local.

� (6)� Un� compromiso� con� la� permanencia� del�vínculo�matrimonial. En estos días, cuando se ve al divorcio como

algo normal y hasta deseable por muchos, es necesario que la familia cristiana adopte una posición bíblica en cuanto a este asunto. Dios odia el divorcio. Malaquías 2:16 dice: “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.”

La solución para los conflictos de la pareja no es el divorcio. Lo único que hace el divorcio es complicar el conflicto existente. El divorcio debe ser visto como algo despreciable. Señor Jesús dijo que por la dureza del corazón del hombre, Moisés les permitió repudiar a sus mujeres, pero que al principio no fue así. El divorcio es totalmente ajeno a los planes de Dios para el matrimonio y por tanto una familia cristiana debe adoptar esta forma de pensar en cuanto al divorcio.

¿Cuáles son los ingredientes de una familia realmente cristiana? Fe, amor, llenura del Espíritu Santo, crianza de los hijos en disciplina y amonestación del Señor, apoyo a la iglesia local y compromiso con la permanencia del vínculo matrimonial.

Ahora hagámonos la pregunta. ¿Se ven estos ingredientes en su familia? Si estos ingredientes están presentes entonces su familia es verdaderamente cristiana, pero si estos ingredientes no están presentes, entonces su familia no es cristiana, aún cuando Usted se ufane de que lo es.

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Las responsabilidades de los esposos cristianos I

Hemos iniciado juntos examinando los principios bíblicos que garantizan la buena marcha de la familia cristiana.

En� instantes� mostraremos� las� responsabilidades� de�los�esposos�cristianos. Cuando Dios hace algo, siempre lo hace perfecto. Génesis 1:27 relata la creación del hombre y la mujer. Dice así: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó: varón y hembra los creó.”

Después, esta pareja fue bendecida por Dios con las siguientes palabras, según Génesis 1:28-30 dice: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.”

Luego Dios se detiene a contemplar la manera como esta pareja funcionaba. El versículo 31 de Génesis 1 nos da la opinión de Dios sobre lo que ha hecho. Dice así: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto”

Todo lo que Dios hizo, y entre ello, al hombre y a la mujer valió para que Dios diga: Es bueno en gran manera. Si Dios lo ha dicho, significa que en verdad era bueno y bueno en gran manera. Ahora bien, ¿qué es lo que motivó a Dios para decir que lo que había hecho era bueno en gran manera? Bueno, la esencia misma del hombre y la mujer, hechos a imagen y semejanza de Dios era un motivo para ello. Pero además la hermosa relación que existía entre el hombre y la mujer.

Adán era la cabeza de esa relación y con tierno amor guiaba a su esposa Eva. Eva era la ayuda idónea para Adán y con amorosa sujeción apoyaba en todo a su esposo Adán. No había en absoluto aspereza por parte de Adán ni rebeldía por parte de Eva. Todo funcionaba como una sincronizada pieza de relojería. Qué hermoso. ¿Verdad? Pues bien, esta es justamente la idea de Dios para todo matrimonio.

Sin embargo, hoy no vemos que esto esté sucediendo. ¿Qué pasó? Bueno, la triste realidad es que el pecado entró en el mundo y afectó

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absolutamente todo, también la relación entre Adán y Eva. Como consecuencia del pecado, Eva dejó de someterse amorosamente a su esposo Adán y éste tuvo que obligarla a ser sumisa. Para Adán ya no era natural amar a su esposa. En lo profundo de su ser había un fuerte deseo de despreciarla, de mirarla simplemente como un objeto para satisfacer su instinto sexual, de maltratarla físicamente. Probablemente Adán sentía amargura hacia Eva porque fue ella quien se dejó engañar por Satanás.

Adán no miraba su propia culpa porque él, en cambio, no fue engañado por Satanás sino que pecó con los ojos bien abiertos. Aquí comenzó la batalla entre los sexos y sus consecuencias las vivimos hasta hoy. La única esperanza para las familias cristianas es volver a los principios divinos para el matrimonio. La única solución para la crisis de la familia en nuestros días es retomar el modelo de Dios para el matrimonio. Aquello de lo cual Dios dijo: Es bueno en gran manera. Por esto en la Biblia encontramos abundante enseñanza sobre el matrimonio. Quizá la que más directamente trata el tema se encuentra en Efesios 5:21-33. Será de este pasaje bíblico de donde extraeremos la enseñanza para el matrimonio según el modelo de Dios.

Toda�sociedad�humana�funciona�bien�cuando�los�elementos� que� forman� esa� sociedad� conocen� � � � � � � � � � � � �y � pract ican� las � responsabi l idades� a� el los �encomendadas. El matrimonio es una sociedad de dos personas, un

hombre y una mujer. La palabra de Dios asigna a cada miembro de esta sociedad ciertas funciones claras y específicas.

Del cumplimiento o no de estas funciones depende el éxito o el fracaso del matrimonio. Consideremos en primer lugar las funciones del esposo. Las instrucciones de Pablo a los esposos se resume en la frase introductoria de Efesios 5:25 donde dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres...”

El verbo que Pablo usa aquí cuando habla de amar es el verbo más fuerte, más íntimo, más amplio y más expresivo para hablar de amor. Claro, debe haber una autoridad en el matrimonio. Hay uno que es la cabeza y la otra parte le sigue, pero el versículo 25 de Efesios 5 no dice: Esposos den órdenes a sus esposas, ni tampoco: Esposos, gobiernen a sus esposas. No, Pablo dice: Esposos, amad a vuestras esposas.

¿Cómo puede un esposo demostrar el amor a su esposa? En el versículo 25, el apóstol nos da el modelo supremo o la manera como un esposo debería amar a su esposa: Así como Cristo amó a la iglesia. ¿Cómo amó Cristo a la iglesia? Veámoslo en Romanos 5:8 “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

¿Cómo amó Cristo a la iglesia? Dando el regalo más precioso a la gente más indigna. Cristo es absolutamente santo y justo, sin mancha ni

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contaminación de pecado. Sin embargo, siendo perfecto hizo el sacrificio más grande por los pecadores. Así es como Cristo amó a la iglesia. Las parejas que buscan poner punto final a su matrimonio, normalmente dicen: No puedo perdonarlo más, ha hecho tantas cosas absurdas, ha ido demasiado lejos. Pero veamos nuevamente como Cristo amó a la iglesia. Un Cristo absolutamente perfecto y Santo hizo el mayor acto de sacrificio por las personas más viles. Ningún esposo puede encontrar un motivo suficientemente válido para dejar de amar a su esposa.

En realidad, si los que somos casados tomáramos conciencia del modelo de amor de Cristo a la iglesia, inevitablemente concluiríamos que es imposible dejar de amar a nuestras esposas.

El� amor� es� un� acto� de� la� voluntad,� no� de� las�emociones. Usted decide lo que va amar. Si Usted se propone, puede

amar a la persona que menos merezca ser amada, porque todo es cuestión de la voluntad. Notemos también la conjugación del verbo amar en Efesios 5:25. Está en modo imperativo.

Esto significa que no es natural que el esposo ame a la esposa así como Cristo amó a la iglesia. Por eso se ordena a los esposos que amen a sus esposas. Si quiere ponerlo así, los que somos casados estamos obligados a amar a nuestras esposas. No es cuestión de que si ella me trata bien le amo, pero si ella no me trata bien no le amo. Sin importar cuan buenas o cuan malas sean las esposas, simplemente tenemos que amarlas. Este amor no es solamente decir: Te quiero. Es mucho más que eso. Tiene su romance pero no es solo romance. Algunos maridos dicen a sus esposas: Te quiero, pero a la vuelta de la esquina le están traicionando con otra mujer. ¿Qué clase de amor es éste?

El amor del cual estamos hablando es un amor que se muestra en actos de sacrificio en beneficio de la persona amada. 1 Pedro 3:7 dice: “Vosotros maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”

Amar a una esposa demanda sensibilidad, comprensión y consideración. Las esposas muchas veces se quejan de sus esposos diciendo: Él no me comprende, es insensible a mis necesidades, nunca dialogamos, él no sabe como me siento. La falta de consideración y sensibilidad para con la esposas levanta un muro en la relación de esposo con esposa. Pedro exhorta a derribar este muro. En esencia dice: Maridos, sean sensibles con sus esposas, sean comprensivos. Traten de sentir lo que ellas sienten.

Luego Pedro dice que los maridos deben tratar a sus esposas como a vaso más frágil. Los esposos necesitamos saber que somos más fuertes que nuestras esposas. Debemos por tanto no ser ásperos con ellas, sino

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corteses, suaves, considerados, delicados. No exijamos de ellas esfuerzo físico como si fueran varones. Por algo Dios hizo a la mujer como una delicada criatura. Las cosas frágiles deben tratarse con mucho cuidado y la cosas más frágiles deben tratarse con extremo cuidado. No olvidemos jamás que nuestras esposas deben ser tratadas como vaso más frágil.

Finalmente Pedro dice que los esposos debemos saber que nuestras

esposas son coherederas de la gracia de la vida. Esto�significa�que�un� matrimonio� bien� estructurado,� serán� un� deleite� �en�la�unidad�espiritual,�emocional�y�física. Esto es la gracia

de la vida. Si echamos a perder a nuestras esposas por nuestra falta de amor, por ser ásperos con ellas, por nuestra falta de consideración, debemos saber que estamos atentando contra nosotros mismos, al perder el deleite de la gracia de la vida.

Este principio inclusive tiene repercusiones en la oración. La oración de un esposo que es desconsiderado, cruel, áspero con su esposa, no atravesará ni el techo de la casa. La función primaria del esposo, por tanto, es amar a su esposa. Hay mucho más que decir, pero el tiempo no nos permite decirlo por ahora.

En nuestro próximo estudio bíblico continuaremos con este asunto. Maridos, recordemos que tenemos la orden de amar a nuestras mujeres. No hacerlo es equivalente a entrar en una clara rebeldía contra Dios. Las consecuencias pueden ser funestas. Si Dios nos ha mandado amar a nuestras esposas así como Cristo amó a la iglesia, significa que tenemos la capacidad para hacerlo. Dios nunca nos va a pedir hacer algo para lo cual él primero no nos haya capacitado. Quebrantemos nuestro orgullo y nuestra voluntad para practicarlo. Si Usted, esposo ha reconocido que su amor hacia su esposa se ha enfriado, hoy es el momento para enmendar el error. Pida perdón a su esposa y dígale que va a procurar amarla como Cristo amó a la iglesia.

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Las responsabilidades de los esposos cristianos II

Estamos examinando los principios bíblicos para la familia y dentro de eso, las responsabilidades del esposo.

En�instantes�seguiremos�en�el�tema�de�hoy. En nuestro último estudio bíblico, comenzamos a examinar las responsabilidades del esposo dentro del matrimonio y la familia en general. El pasaje clave para entender cuales son las funciones de cada uno de los cónyuges se encuentra en Efesios 5:21-23.

Primeramente pusimos nuestra atención sobre los esposos y llegamos a la conclusión que la responsabilidad primaria del esposo es amar a su esposa. Efesios 5:25 en su primera parte dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres...”

Sobre cualquier otra responsabilidad del esposo está ésta, amar a su esposa. Si los esposos comprendiéramos este mandato y actuáramos conforme a este mandato, no existirían problemas matrimoniales. Notemos que es una orden esto de que los esposos amen a sus mujeres. El amor del cual estamos hablando aquí es un amor que se origina en la voluntad del individuo. No es un amor emocional, o sentimental, sino un acto de la voluntad para amar, sin importar si la persona amada merece o no ser amada.

Esto es importante recalcar, porque en la mayoría de los matrimonios se ve que los maridos dicen: Ah... si mi mujer fuera buena, si no tuviera mal carácter, si atendiera todas mis necesidades, como le amaría. Pero pensando bíblicamente, este razonamiento es totalmente absurdo. La Biblia dice: Maridos, amen a sus mujeres sin ningún tipo de condicionamiento. Sin esperar nada a cambio. El modelo de amor de un esposo hacia su esposa está dado por el modelo de amor de Cristo, el esposo a la iglesia, la esposa. Consideremos algunas características de este amor.

En�primer�lugar,�el�amor�de�Cristo�a�la�iglesia�fue�sacrificial. Efesios 5:25 dice que Cristo amó tanto a la iglesia que se

entregó a sí mismo por ella. Jesucristo amó a la iglesia en la eternidad pasada y eso le movió a dejar su posición de gloria en el cielo, para venir a la tierra, tomar forma humana, sufrir el rechazo de la humanidad, ser

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escupido, ser objeto de la burla, ser coronado de espinas y ser clavado en una cruz para morir como un vulgar criminal. ¿Por qué hizo todo esto? Por amor.

Este es el tipo de amor que debemos manifestar nosotros, maridos hacia nuestras mujeres. Tomemos en cuenta que este amor no fue merecido. Ninguno de nosotros quines formamos la iglesia merecemos ser así amados por Cristo. A decir verdad, Dios nos amó cuando éramos sus enemigos más acérrimos. Dios amó a personas que no merecen ser amadas y lo hace tan solo porque el amor es parte esencial de su naturaleza. Los que conocemos a Dios en forma personal por medio de Jesucristo, somos hijos de Dios, y por tanto estamos en capacidad de amar como Cristo amó a la iglesia.

Un� amor� que� se� da� solamente� a� los� que� lo�merecen�es�un�amor�de�calidad�inferior,�en�realidad�puede�ser�que�ni�siquiera�sea�amor,�porque�no�hay�sacrificio�ni�entrega�de�parte�de�la�persona�que�ama. De

modo que cuando Pablo dice a los maridos que amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, no está diciendo: Ámenlas porque ellas lo merecen, sino ámenlas porque tienen que amarlas y punto.

En Juan 13, los discípulos del Señor Jesús estaban en el aposento alto, discutiendo entre ellos acerca de quien de ellos sería el mayor en el reino de los cielos. Dejaron que sus propios intereses egoístas los encumbren a las peligrosas alturas de la vanidad. En su egoísmo, nadie se fijó siquiera en la suciedad de sus propios pies, peor en la suciedad de los pies de los demás. Pero Señor Jesús se levantó y lavó los pies de todos los que estaban allí. Cuando terminó de lavarles los pies les dijo: “ Un

mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado.”

¿Cómo los amó? Con acción de beneficio para ellos. No fue algo emocional. No hay nada emocionante en lavar los pies de los demás. Pero el amor verdadero no hace lo que siente sino lo que debe. Donde hay una necesidad el amor actúa sacrificialmente. Esto es justamente la parte que le corresponde al marido en el matrimonio. Los que somos casados tenemos que hacernos obligadamente una pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que hicimos algún sacrificio por nuestra esposa? ¿Cuándo fue la última vez que dijimos a nuestra esposa: Querida, estoy dispuesto a hacer lo que tú quieras?

No estaría mal abandonar nuestra manera de hacer las cosas para hacerlas a la manera de ella, simplemente porque queremos sacrificarnos por ella. El amor que debemos tener para nuestras esposas es un amor sacrificial. No debería sorprendernos que el mundo mire a este tipo de amor

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como un absurdo. ¿Qué sabe el mundo del amor divino? Lo único que sabe el mundo es que el marido es el macho, el que tiene a la esposa dominada, el que consigue que las cosas se hagan con un grito, el que espera que todos le rindan pleitesía. Esto es lo que el mundo promueve y hay muchos maridos que lo han aceptado a pie juntillas.

� En� segundo� lugar,� el� amor�de�Cristo�a� la� iglesia,�además� de� ser� un� amor� sacrificial,� es� un� amor�santificador. ¿Qué queremos decir con esto? Efesios 5:26-27 dice: “para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.”

Cuando un marido ama a su mujer, la santidad de la mujer es su interés supremo. Nadie ama y desea envilecer a quien ama. Cristo amó a la iglesia y por eso buscó santificarla. Cuando una persona es salvada por Cristo, queda limpia de todo pecado que ha cometido y cometerá. Isaías 1:18 dice: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.”

Cristo amó a la iglesia y ese amor procuró la santificación de la iglesia. El esposo también debe procurar la santificación de su esposa. El marido debe sacar a su compañera del mundo y apartarla para sí. El matrimonio junta a dos personas y las aparta el uno para el otro y en ese sentido los santifica. Si un esposo verdaderamente ama a su esposa, hará todo lo posible para mantener su santidad, virtud y pureza. Nunca jamás hará algo que incite a su esposa a pecar.

Qué triste es ver esposos que incitan a sus esposas a pecar. Ya sea por encubrir negocios sucios de ellos o por mentir para conseguir algún beneficio de cualquier índole. Cuántas esposas no habrán llamado por teléfono a los jefes de sus esposos para justificar una ausencia de trabajo por enfermedad, a pesar que los esposos están bien de salud pero sin el deseo de ir a trabajar. Actos como estos envilecen a la esposa, pero el amor que debemos tener para con ellas es un amor santificador.

La�mejor�manera�de�santificar�a�una�esposa�es�por�medio� de� la� palabra� de� Dios. Maridos, nosotros somos

responsables ante Dios por el crecimiento espiritual de nuestras esposas. Quizá Usted pensaba que los pastores o ancianos de la iglesia son los responsables del crecimiento espiritual de nuestras esposas. Bueno, en parte sí, pero el principal responsable del crecimiento espiritual de su esposa es Usted. Pablo dice que Cristo santifica y purifica a la iglesia con el lavamiento del agua por la palabra.

Si Usted esposo es negligente en instruir a su esposa con la palabra de

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Dios, no piense que está santificando a su esposa y algún día tendrá que dar cuentas a Dios por ello. Como resultado del amor santificador de Cristo para con la iglesia, la iglesia llega a ser gloriosa, santa, sin mancha ni arruga. Esta es la meta del amor santificador de un esposo para con su esposa.

Los�esposos�nunca�debemos�hacer�alguna�cosa�para�que�nuestras�esposas�queden�manchadas�o�con�arrugas�en�su�santidad. En resumen, hoy hemos visto que los

esposos deben amar a sus esposas así como Cristo amó a la iglesia. ¿Cómo fue el amor de Cristo para con la iglesia? Pues fue un amor sacrificial. Cristo se entregó a sí mismo por la iglesia.

¿Está Usted, esposo que me escucha, amando a su esposa con este amor sacrificial? En este día busque alguna manera de hacer aunque sea un pequeño sacrificio por ella. No sé... cualquier cosa. Como detenerse en el camino de regreso a casa luego de la jornada de trabajo para comprarle una rosa o los chocolates que a ella tanto le gustan. Lo importante es que Usted haga algo que le saque de su rutina diaria para beneficiar a su esposa. Ya verá como esta pequeña muestra de amor sacrificial produce grandes dividendos en la relación de pareja. El amor de Cristo para con la iglesia también es un amor santificador.

Usted que es esposo, ¿Está amando a su esposa con un amor santificador? Qué tal si este preciso día, Usted busca en la palabra de Dios algún versículo que a Usted le ha impactado de alguna manera y lo comparte con su esposa. Estoy seguro que ella se lo agradecerá y Usted estará comenzando a demostrar esa faceta de santificación del amor de un esposo para con su esposa. Que Dios le guíe a poner en práctica estos consejos.

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El amor que un esposo debe tener hacia su esposa I

Qué gusto es estar nuevamente con Usted para juntos disfrutar de unos pocos minutos alrededor de la palabra de Dios.

Hoy�continuaremos�con�el�tema�de�la�familia�cristiana�y�dentro�de�ello,�del�amor�que�un�esposo�debe�tener�hacia�su�esposa. Hemos venido tratando el tema de la familia cristiana. La familia cristiana gira alrededor de Cristo. El amor que tiene Cristo por la iglesia es el modelo del amor de un esposo hacia su esposa. Si todos los que somos casados amáramos a nuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, nuestros hogares serían poco menos que perfectos. No habría jamás desacuerdos, no habría jamás peleas, no habría jamás celos, no habría jamás infidelidades, no habría jamás divorcios.

Pero cuando los esposos fallamos en amar a nuestras esposas así como Cristo amó a la iglesia, lo más probable es que en nuestros hogares haya conflictos, peleas, gritos, sospechas, celos, infidelidad, divorcio.

En nuestro estudio bíblico último, vimos que el amor de Cristo a la iglesia, en primer lugar, fue un amor sacrificial. Cristo se dio a sí mismo a la iglesia. Los esposos debemos amar a nuestras esposas al punto de sacrificarnos por ellas. Esto significa que debemos morir a nuestros propios intereses para dar paso a los intereses de nuestras esposas.

En segundo lugar, el amor de Cristo a la iglesia fue un amor santificador. Cristo buscó santificar y purificar a la iglesia con su preciosa sangre. Los esposos también debemos santificar y purificar a nuestras esposas, apartándolas del mundo y limpiándolas constantemente por medio del ministerio de la palabra de Dios en sus vidas.

Manifestar este amor sacrificial y santificador no es algo que se produce naturalmente en los esposos. Por eso el apóstol Pablo ordena a los esposos amar a sus esposas. Para amar de esta manera es necesario que el amor de Dios se haya manifestado en los esposos. Esto se logra cuando los esposos reciben a Cristo como su Salvador personal. Solo así los esposos están en posibilidad de demostrar un amor sacrificial y santificador hacia sus esposas. Esto fue lo que aprendimos en nuestro estudio bíblico

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último.

� En�tercer� lugar,�el�amor�de�Cristo�a� la� iglesia� fue�sustentador. ¿Qué queremos decir con esto? Pues que el esposo, por

amor, está dispuesto a sustentar totalmente a su esposa. Mire lo que dice Efesios 5:28. “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.”

Todos nosotros cuidamos y sustentamos a nuestros cuerpos. La negligencia en el cuidado del cuerpo es señal de algún grave trastorno de la personalidad de un individuo. Si el cuerpo necesita comer, lo alimentamos. Si el cuerpo necesita abrigo, lo abrigamos. Si el cuerpo necesita descanso, descansamos. Somos muy diligentes en proveer a nuestros cuerpos de lo que necesitan, aun yendo, a veces, al extremo de dar a nuestros cuerpos más de lo que realmente necesitan. Sino, ¿por qué hay personas obesas?. Dieron más alimento que el necesario al cuerpo.

Pues bien, el� amor�que�un�esposo�manifiesta�a� su�esposa�debe�ser�un�amor�sustentador�o�un�amor�que�se� manifiesta� en� proveer� todo� lo� que� la� esposa�necesita. Las esposas tienen necesidades espirituales. Nosotros los

esposos somos los llamados a satisfacer esas necesidades. ¿Cuándo fue la última vez que compartió alguna verdad espiritual con su esposa? Además de necesidades espirituales, las esposas tienen necesidades emocionales.

Algo que las esposas buscan con afán en sus esposos es seguridad. Pero a veces los esposos no nos damos cuenta de ello. Pensamos que nuestras esposas son como nosotros, rudos, fuertes, que podemos sobrevivir sin mucho problema sin que alguien nos diga que nos ama. Pero no es así. Las esposas necesitan sentirse amadas. Las esposas necesitan constante reafirmación de que son amadas por sus esposos. Por eso los esposos, al menos una vez al día deberíamos decir a nuestras esposas que las amamos entrañablemente.

No seamos como un amigo mío a quien su esposa le reclamó diciendo: Mi amor, ¿Por qué no me dices que me amas? A lo cual mi amigo, frunciendo el ceño respondió: Porque ya te dije en la ceremonia de bodas y si cambio de opinión te lo haré saber de inmediato. ¡Qué vergüenza! Observe lo que dice Colosenses 3:19: “Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.”

La palabra que se ha traducido como “ásperos” literalmente significa “amargos” Los esposos no debemos ser amargos con nuestras esposas. Si Usted que es casado no dice al menos una vez por día a su esposa que la

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ama, Usted es amargo con su esposa. Los esposos debemos ser tiernos, amables, amorosos con nuestras esposas. Ya es hora mis queridos esposos que nos quitemos esa expresión de limón exprimido que a veces nos ponemos y pongamos expresión de ternura, amabilidad, cariño hacia nuestras esposas. No importa que la vida se haya puesto cuesta arriba.

Un�ceño�fruncido�lo�único�que�va�a�lograr�es�hacer�más� lúgubre� el� panorama� y� hasta� afectará� nuestra�salud. En cambio, un rostro afable a pesar de las dificultades inyecta de

por sí cierto grado de optimismo. Por experiencia propia sé que no es fácil. Para nosotros esposos, la tendencia natural es andar con el ceño fruncido. Pero recordemos que somos nuevas criaturas en Cristo y que por tanto tenemos todo el poder y la capacidad para ser tiernos con nuestras esposas.

¿Aún si la esposa no responde con ternura? Preguntará alguien. Sí. Aún si nuestras esposas son amargas con nosotros, nosotros debemos ser tiernos con ellas. No olvide que el amor de un esposo a su esposa no depende de cómo la esposa trata al esposo. Cuando hablaba sobre esto de ser tierno con su esposa, a un amigo mío, quien tenía serios problemas matrimoniales, me dijo: Es que mi naturaleza es ser seco. No me nace naturalmente expresar mis emociones. Me siento ridículo con solo pensar que voy a ir con un ramo de flores a mi esposa para decirle que le amo. No puedo hacer algo así. Yo le respondí: No es que no puedes. Lo que pasa es que tu orgullo es tan grande que te lo impide. En realidad deberías decir: No quiero hacerlo, mas no, no puedo hacerlo. No nos escudemos, en el así soy y así voy a morir.

Esto no es otra cosas sino una hábil excusa para esconder nuestro orgullo. El mundo por supuesto, va en contra de la idea de ser tierno con la esposa. Especialmente entre nosotros los Latinoamericanos, alguien, no sé quien, o a lo mejor es algo que lo llevamos en los genes, pero nos han metido en la cabeza que el esposo debe ser el macho, el que tiene un amor en cada puerto, el que grita más alto en la familia, el que tiene el derecho para maltratar a todos en la casa. Esto es una farsa. Para el mundo será aceptable pero para Dios es rebelión total contra su voluntad para el matrimonio y la familia.

La palabra de Dios dice por tanto a los maridos: No seáis ásperos con vuestras esposas. Tratadlas como a vaso más frágil. Además de necesidades espirituales y emocionales, las esposas tienen necesidades físicas. El proveedor para satisfacer las necesidades físicas de la esposa es el esposo. Él es el directamente responsable de proveer para la comida, la vivienda, el vestido, y cualquier otra necesidad material de la esposa y la familia en general. No son pocos los casos que conozco, en los cuales el

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marido se queda en casa mirando la televisión y tomando cerveza, mientras la esposa se rompe trabajando en una fábrica o una oficina o un almacén.

Cómo se ha distorsionado el plan de Dios. Desde el mismo origen del hombre y la mujer, la idea del Creador fue que sea el esposo quien se encargue de proveer para satisfacer todas las necesidades físicas de la esposa. Fue al esposo a quien Dios dijo: Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra. El amor del esposo hacia la esposa es un amor sustentador. Efesios 5:29-30 continúa diciendo: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.”

Esposos, el negarse a satisfacer las necesidades espirituales, emocionales y físicas de nuestras esposas es equivalente a cometer un suicidio. Es atentar contra nosotros mismos. Es como si Cristo, de pronto, decidiera no darnos su consuelo, su amor, su gracia, su perdón, su paz, su gozo, etc. Algo imposible que suceda, así como imposible debería ser que un esposo se niegue a satisfacer todas las necesidades de su esposa.

Hemos visto una característica más del amor de un esposo hacia su esposa. Vemos que la demanda de Dios es muy elevada. Cuán lejos estamos de cumplir con lo que Dios demanda de nosotros. Pero lejos de desanimarnos, debemos redoblar esfuerzos para amoldarnos a las exigencias de Dios.

No�será�fácil�pero�tampoco�imposible,�siempre�y�cuando� dependamos� del� poder� del� Espíritu� Santo�para�hacerlo. No olvide, que este poder está disponible para todos

aquellos que hemos recibido a Cristo como Salvador.

Si Usted no lo ha hecho todavía, hágalo hoy mismo. De esta manera el amor de Dios se derramará sobre Usted y Usted comenzará a manifestar esa faceta sustentadora del amor hacia su esposa. En nuestro próximo estudio bíblico examinaremos una característica más del amor de un esposo hacia su esposa. Espero que Usted nos acompañe.

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El amor que un esposo debe tener hacia su esposa II

Nuestro tema de estudio es la familia cristiana y dentro de ello el papel del esposo dentro del matrimonio y de la familia en general.

En� instantes� trataremos� sobre�otra�característica�de�amor�de�una�esposa�hacia�su�esposo. Bajo el sugestivo título de “Matrimonio cuelga de un hilo” apareció un artículo que me llamó poderosamente la atención. Se trataba sobre lo que era costumbre en la tribu Balante de África. Según este artículo, la tribu Balante tiene la ley de divorcio más curiosa del mundo. En esta tribu africana, la duración de los matrimonios depende de lo que dure una túnica. El asunto funciona así: En el día de bodas, la novia recibe como único regalo de bodas de parte del novio, la túnica que lucirá en la ceremonia nupcial. El matrimonio entre los dos durará exactamente lo que dure esa túnica. Tan pronto como la túnica envejezca, el matrimonio quedará automáticamente disuelto.

¿Cuál ha sido la actitud de las mujeres de esta tribu africana hacia esta costumbre instituida por sus ancestros? Sencillo. Si una esposa se siente feliz en el matrimonio, tratará de utilizar esa túnica lo menos posible, para que dure lo más posible y así el matrimonio con ese buen hombre dure lo más posible. Pero si una esposa no se siente feliz en el matrimonio, tratará de utilizar esa túnica lo más posible, para que dure lo menos posible y así el matrimonio termine lo antes posible. Increíble, ¿no le parece? Pero cosas así son las que produce el corazón humano cuando ignora los principios divinos para el matrimonio. Estos principios han sido dados en la palabra de Dios.

Dios� ha� establecido� que� la� primera� y� más�importante�responsabilidad�de�un�esposo�para�con�su�esposa�es�amarla. La forma de amarla es conforme al modelo de

Cristo amando a la iglesia. Ya hemos visto que este amor es sacrificial. Cristo se entregó a sí mismo por la iglesia. De la misma manera, los esposos debemos sacrificarnos por nuestras esposas. Puede ser que nunca nos veamos avocados a dar nuestra vida por ellas, pero cada día

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debemos hacer un esfuerzo constante y consciente por poner nuestros intereses por debajo de los de ellas.

El amor de Cristo a la iglesia también es santificador. Esto significa que Cristo buscó la manera de apartar a la iglesia del mundo y la purificó en el lavamiento del agua por la palabra. Igualmente los esposos debemos apartar a nuestras esposas de la suciedad del mundo y limpiarlas constantemente por medio de la exposición a la palabra de Dios.

También vimos que el amor de Cristo a la iglesia es un amor sustentador. Cristo satisface absolutamente todas las necesidades de la iglesia. Igualmente los esposos, debemos satisfacer todas las necesidades de nuestras esposas, ya sean estas necesidades espirituales o emocionales o físicas. Un esposo que dice que ama a su esposa, pero es negligente en satisfacer cualquier necesidad que su esposa tenga, en realidad no ama a su esposa.

� En�cuarto�lugar,�el�amor�de�Cristo�a�la�iglesia�es�un�amor�sin�retorno. Con esto queremos decir que una vez que se entra

a los vínculos de un amor como el de Cristo a la iglesia, no existe la posibilidad de dar marcha atrás y deshacer el vínculo de amor. Efesios 5:31 dice: “Por esto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.”

Para entender este versículo debemos hacernos una pregunta: ¿A qué se refiere el “por esto” al inicio del versículo? Pues a algo que se dijo en el versículo anterior. En Efesios 5:30, el apóstol Pablo dijo: “porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.”

Pablo está hablando de una unidad inquebrantable que existe entre todos los que formamos la iglesia y la persona gloriosa de Cristo. Estamos tan unidos con Cristo que somos su cuerpo, su carne y sus huesos. No existe por tanto manera posible de separar a un creyente de Cristo. Romanos 8:35-39 dice: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

Esta es una gloriosa verdad. Una vez que alguien llega a estar en Cristo, no existe manera posible de separarse de Cristo. Ahora ponga atención. Exactamente lo mismo debe ocurrir en el matrimonio. El amor de un esposo hacia su esposa debe ser un amor sin retorno.

Es�un�amor�que�no�permite�dar�marcha�atrás�una�vez�que�se�ha�entrado�en�él.�Es�un�amor�que�no�debe�

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ni�siquiera�pensar�en�la�posibilidad�de�una�separación. El texto en Efesios 5:31 dice entonces: Por cuanto no es posible dar marcha atrás en el amor entre esposos, el hombre debe primeramente dejar a su padre y a su madre.

La relación de un hombre con sus padres es un vínculo muy fuerte. Pero la relación de ese hombre con su esposa debe ser un vínculo mucho más fuerte. Por eso, Pablo instruye a los maridos a poner en un plano secundario la relación con sus padres y establecer una relación mucho más estrecha y significativa con sus esposas. Este es un principio en extremo importante, pero a la vez tan pisoteado por muchos maridos. Existen maridos para quienes lo más importante es la relación con sus propios padres y la relación con sus esposas está en un segundo plano en el mejor de los casos porque inclusive puede llegar a estar en un plano más insignificante.

Esto se manifiesta cuando por ejemplo un esposo dice a su esposa. No me importa lo que tú me digas, más importante es lo que mi papá o mi mamá me dicen. Quizá no llegue a pronunciar las palabras, pero las acciones en ese sentido hablan por sí solas. Otros esposos entregan casi todo lo que ganan a sus padres, y el resto utilizan en las necesidades de la esposa y de la familia en general. Esposos que actúan así, no han entendido la importancia de dejar padre y madre. El verbo dejar, cuando la Biblia habla que el hombre dejará a su padre y a su madre, significa abandonar por completo. Y esto es lo que necesita hacer un esposo sabio, para quien la relación con su esposa es lo más importante en el mundo después de Dios.

Inclusive la cercanía física de la pareja con los padres de él o de ella, puede llegar a ser un serio obstáculo para la buena marcha de un matrimonio. No es prudente que una pareja viva bajo el mismo techo que los padres o los suegros. Bien vale aquí una nota aclaratoria, la Biblia no enseña que el dejar padre y madre para los casados es equivalente a olvidarse de ellos. Lo que enseña es que cuando un hombre se casa, la relación de él con sus padres queda subordinada a la relación con su esposa. Si después de atender las necesidades de la esposa y de la familia en general sobra tiempo, entonces se puede visitar a los padres.

Si después de atender las necesidades de la esposa y de la familia en general, sobra dinero, entonces se puede dar dinero a los padres. Una vez

que el hombre ha dejado padre y madre, el hombre se unirá a su mujer. El�verbo� unir� significa� juntar� dos� cosas� con� algún�poderoso� pegamento,� de� modo� que� no� exista� la�posibilidad�de�que�se�despeguen. Los esposos literalmente

quedan pegados el uno al otro. No es posible despegarlos sin que se

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causen daño.

¿Ha pasado por la experiencia desagradable de estar pegando algo con algún pegamento instantáneo y de pronto se da cuenta que ha unido mal las piezas? Es imposible separarlas. Si se lo hace, se echan a perder las piezas. Así es el matrimonio. Hombre y mujer que se casan quedan tan pegados el uno al otro que es imposible despegarlos. Si se despegan se echan a perder ambos.

Seguramente Usted estará pensando ¿Y qué del divorcio? ¿Acaso no fue instituido por Dios? No. El divorcio no fue instituido por Dios. Dios jamás podría instituir algo con lo cual él no está de acuerdo. Malaquías 2:16 dice que Dios aborrece el divorcio. El divorcio existe y es una lacra social producida que resulta de la dureza del corazón del hombre como claramente enseñó el Señor Jesucristo.

Volviendo a Efesios 5:31, vemos que un hombre que ha dejado padre y madre y se ha unido a su mujer llega a ser una sola carne con ella. Esto nos habla de una unidad indivisible. Una sola carne nos habla de una sola identidad en lo espiritual, lo emocional y lo físico. Esta es una maravillosa obra creativa de Dios. Dios toma a dos personas y las hace una. Es posible que Usted esté luchando este preciso instante con la idea de acabar con su matrimonio. Piensa que ya no queda nada más por hacer. Las heridas recibidas son muy difíciles de sanar. La ofensa parece imperdonable.

Recuerde� que� Dios� nos� amó� a� pesar� de� lo� que�éramos.� Recuerde� que� si� Usted� quiere� puede�empezar�a�amar. ¿Por qué no busca una reconciliación con Dios y

después una reconciliación con su esposa? Ciertamente que esto demandará dejar a un lado el orgullo, lo cual es difícil, pero si Usted tiene la voluntad de hacerlo, también tendrá el poder para hacerlo por medio del Espíritu Santo que mora en Usted.

No piense que es demasiado tarde. Recuerde que el amor que Usted prometió a su esposa cuando se casó con ella fue un amor sin retorno. No piense que el divorcio es solución. Lo único que hará el divorcio es complicar las cosas para Usted, su esposa y lo que es peor para sus hijos. Que Dios le guíe a hacer lo que es correcto.

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Algunas maneras de demostrar amor a una esposa

Para proseguir con nuestro estudio bíblico de la familia cristiana.

Compartiremos�algunas�maneras�de�demostrar�amor�a�una�esposa. La responsabilidad número uno de todo esposo es amar a su esposa. El amor debe ser sacrificial, santificador, sustentador, y sin retorno. Esta es la forma como Cristo amó a la iglesia, lo cual sirve de modelo para el amor de un esposo a su esposa. Hace algún tiempo atrás mi esposa y yo asistimos a una conferencia familiar en la cual el conferencista, Pastor Don Fanning, compartió algunas formas prácticas de demostrar amor a la esposa.

Con mucho gusto permítame solo mencionarlas para que Usted también se beneficie de ello. Él recomendaba lo siguiente: Comuníquese con ella. No cometa el error de ignorarla. Considérela como lo más importante en su vida, después del Señor por supuesto. Haga todo lo que pueda para comprender sus sentimientos. Trate realmente de ponerse en los zapatos de ella. Manifieste interés en las amigas de su esposa. No le haga sentir ridícula por las amigas que tiene. Pídale frecuentemente la opinión sobre asuntos importantes y no importantes y valore grandemente esa opinión aunque sea diferente de la suya. Adopte la sana costumbre de alabar a su esposa por algo que ha hecho.

Asegúrele constantemente que Usted está allí para protegerla. Sea gentil y tierno con ella. Desarrolle el sentido del humor. No tome la vida con exagerada seriedad. Busque cosas de qué reírse y si no encuentra nada ríase de Usted mismo. Evite tomar decisiones importantes sin antes dialogar a fondo sobre ellas con su esposa. Esfuércese por comunicar sus sentimientos con ella. Ella necesita saber como se siente Usted por dentro. Así, ella sentirá que es parte de Usted. Consuélela cuando ella esté deprimida emocionalmente. Quizá podría colocar sus brazos alrededor de ella sosteniéndola silenciosamente durante unos segundos, sin sermonearle. Manifieste interés en las cosas que a ella le interesan.

Si es necesario corregirla, hágalo en privado y de la manera más amable y tierna posible. Si ella necesita enseñarle algo, ponga suma atención a lo que le está enseñando. Planifique tiempos regulares en la

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semana para dedicarlos a ella y a sus hijos. Cumpla su palabra, muestre que Usted es digno de confianza por parte de ella. Al menos una vez al día exprese verbalmente que la ama. Las esposas necesitan constante reafirmación del amor que los esposos tenemos para con ellas.

Evite la rutina en las cosas que hacen juntos. No olvide que la rutina mata el romance en la pareja. Proponga metas alcanzables para la familia. Esto mostrará que Usted es el líder de ella. Perdónela cuando le ofenda. No guarde las ofensas de ella para algún día cobrárselas juntas. Dígale a su esposa lo mucho que ella significa para Usted. Acéptela como ella es. Ella no es perfecta así como Usted tampoco lo es. Si Usted se ha equivocado, admita sus errores. La humildad ennoblece.

Esfuércese�por�guiar�a�su�familia�hacia�la�madurez�espiritual. No demande perfección de su esposa. Cuando ella se

equivoque, consuélela y converse con ella sobre lo que salió mal. Procure encontrar un tiempo en el día para hablar a solas con su esposa. Planifique de vez en cuando una salida romántica. Si ella pide consejo, no le haga sentir culpable por ignorar lo que le está preguntando. Escríbale una carta ocasional diciéndola cuánto le ama. Sorpréndala con un pequeño regalo en días que no son ni el cumpleaños de ella ni el aniversario de bodas. Hablando de fechas importantes, cuidado se olvide del día de su cumpleaños o del aniversario de bodas. Exprésele cuánto aprecia que ella esté junto a Usted.

Dígale inclusive que Usted siente un sano orgullo por tenerla como esposa. No le haga sentir como que Usted le ha hecho un favor al casarse con ella. Si alguna vez alguien ataca a su esposa, Usted debe ser el primero para defenderla. Prefiérala sobre los demás, en especial sobre otras mujeres. No espere que su esposa realice actividades más allá de sus capacidades emocionales o físicas. Tenga un tiempo de oración a solas con ella. Adiestre sus sentidos para percibir las cosas que ella ha hecho y felicítela por ello. Adopte la sana costumbre de hablar bien a espaldas de su esposa. Intégrela en el proceso de toma de decisiones dentro de la familia.

Inclusive si ella manifiesta interés en algún aspecto de su trabajo, hable con ella sobre eso. Cuando llegue de su trabajo, dele oportunidad para que ella comparta como fue su día en la casa o en su trabajo. Aprenda a disfrutar de lo que ella disfruta. Ayude a su esposa en las tareas del hogar. No hay nada de malo en que Usted como esposo arregle la mesa antes de la comida o lave la vajilla después de la comida, o cuide a los hijos mientras ella toma un descanso. No se imagina el efecto que algo como esto producirá en su esposa.

Comparta� con� su� esposa� la� responsabilidad� de�

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criar�a�los�hijos�en�disciplina�y�amonestación�del�Señor. Colabore con su esposa para que ella pueda cumplir con sus metas personales. Trate a su esposa como si ella tuviera un letrero en el cual se lee: Frágil, manéjese con cuidado. Si hay hábitos en su vida que a ella no le gustan, deshágase de ellos a la brevedad posible. Jamás hable mal de la familia de ella. Nunca haga comparaciones entre los miembros de su familia y los miembros de la familia de ella. Agradézcale constantemente por el esfuerzo que hace para mantener en orden la casa.

Asegúrese de que ella entiende todo lo que Usted está tratando de hacer. No olvide las pequeñas cosas que hacen grandes diferencias, como un beso inesperado o servirle el desayuno en la cama. Trate a su esposa como a un igual en el plano intelectual. Cuidado con darse un aire de superioridad cuando habla con ella. Investigue qué cosas producen temor en su esposa para que Usted pueda comunicar seguridad acerca de ello.

Hable franca y abiertamente con su esposa acerca de la mejor manera de hallar satisfacción mutua en la relación sexual. No esté siempre a la defensiva en cuanto a lo que ella dice. Si hay algo que Usted no entiende totalmente pregunte sin enojarse. Dedique un tiempo a planificar juntos las metas tanto para la pareja como para la familia. Incorpore algunas normas de cortesía con su esposa como abrirle la puerta para que ella entre primero o darle la mano para bajar de un auto o preparar la silla para que ella se siente en un restaurante.

Con frecuencia pregúntele si ella está celosa de alguien. Dele libertad para que ella, sin temor de ser censurada, le corrija en el caso de que Usted se esté acercando demasiado, inadvertidamente, a otra mujer. Dele alguna libertad para que ella gaste algún dinero sin tener que consultar previamente con Usted. Manifieste en forma visible su amor a ella cuando está en público, puede ser tomándole de la mano o rodeándole con el brazo. No se canse de repetir que la ama. Las esposas necesitan constante reafirmación del amor de sus esposos. Acompáñele a ir de compras aunque a Usted no le guste hacerlo.

Nunca jamás se burle o haga bromas sobre alguna característica física de ella. Permita que ella comparta su opinión sin el temor de ser tenida por inútil o ignorante. Piense bien lo que va a decir antes de hablar, especialmente si está enojado. Recuerde el dicho: Mejor es pensar y después hablar que hablar y después pensar. No critique jamás a su esposa frente a otras personas. Si tiene algo que criticar de ella, hágalo en amor cuando estén los dos solos. Asegure a su esposa que Usted tiene ojos solo para ella. No se atreva a poner su mirada sobre el cuerpo de otra mujer, ni cuando esté solo, peor cuando esté acompañado de su esposa.

Si hay algo que ofende la dignidad de una esposa es ver que a su esposo se le salen los ojos mirando a otra mujer. Si su esposa es quien

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siempre cocina en la casa, esfuércese por encontrar ocasiones para que ella deje de hacerlo de vez en cuando. Llévela a comer afuera o cocine Usted mismo, o invite a alguien a cocinar. La idea es que Usted demuestre a su esposa que reconoce lo difícil que debe ser para ella la rutina diaria de pasar en la cocina preparando los alimentos para la familia.

Si su esposa se enferma, trátela con compasión y especial ternura. Si por motivos fuera de su control, Usted sabe que va a llegar tarde a su casa, llámela por teléfono para informar lo que está pasando. No incite a su esposa a una preocupación innecesaria. Si está de viaje mantenga el contacto con ella a través de llamadas telefónicas o cartas.

Nunca manifieste su desacuerdo acerca de la forma como ella disciplina a los hijos en presencia de ellos. Estas son cosas que debe tratar con su esposa a solas. Estas, son un buen número de maneras de

demostrar prácticamente el amor a una esposa. Todo�parte�de�la�idea�que�el�amor�de�un�esposo�a�su�esposa�es�como�el�amor�de�Cristo�a�la�iglesia. Ese amor es sacrificial, santificador, sustentador y sin retorno. Yo encuentro que me hace mucho bien repasar las formas prácticas de demostrar amor a mi esposa, porque me ayuda a reconocer las cosas en las cuales estoy fallando. La perfección todavía está distante, pero lo bueno es que estamos acercándonos a ella. Son las pequeñas cosas que juntas hacen una gran diferencia ya sea para bien o para mal en la relación de esposo y esposa. No permita que pequeñas cosas echen a perder la dicha de vivir en armonía con su esposa.

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El liderazgo en la familia cristiana

Estamos examinando los principios bíblicos que producen matrimonios estables y hogares felices

En�esta�ocasión�trataremos�del�liderazgo�en�la�familia�cristiana. Hemos visto ya que la función o el rol principal de un esposo es amar a su esposa. Este amor no es un te quiero, y porque te quiero te golpeo. Mas bien es un amor sacrificial, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Los esposos debemos sacrificarnos por nuestras esposas.

Es un amor santificador, así como Cristo santifica y purifica a la iglesia en el lavamiento del agua por la palabra. Los esposos debemos incentivar a nuestras esposas a una vida de santidad.

Es un amor sustentador, así como Cristo satisface todas y cada una de las necesidades de la iglesia. Los esposos debemos satisfacer todas las necesidades de sus esposas.

Finalmente es un amor sin retorno, así como Cristo jamás dejará de amar a la iglesia. Los esposos debemos entender que el amor a nuestras esposas es un amor inquebrantable. Del cumplimiento de esta función del esposo para con su esposa depende el éxito o el fracaso de cualquier otra función del esposo ya sea en el matrimonio o en la familia.

Un�esposo�que�no�ama�a�su�esposa�como�Dios�ha�ordenado,� no� podrá� llevar� a� cabo� ninguna� otra�función� que� Dios� le� ha� delegado� dentro� del�matrimonio�y�del�hogar. Tomemos por ejemplo el liderazgo de la

familia, la cual es otra función de un esposo. Liderazgo sin amor es tiranía. Un líder sin amor en un hogar se torna en un déspota, en un dictador, en un arrogante emisor de órdenes y más órdenes. En cambio, un esposo amoroso es un líder amoroso. Esto es lo que Dios demanda de un esposo.

En una familia debe existir una forma de gobierno. ¿Cómo se gobierna la familia cristiana? Pues existen tres alternativas, de las cuales solamente una tiene apoyo bíblico. La primera, con la esposa como la cabeza, la segunda con el esposo como la cabeza, y la tercera, un gobierno que podríamos llamar democrático, en el cual el esposo y la esposa comparten

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el liderazgo en el hogar. Una sola de estas tres alternativas es la correcta. ¿Cuál será? Bueno, si Usted respondió la segunda, es decir aquella que afirma que el esposo es la cabeza de la familia cristiana, Usted está en lo correcto. Mire lo que dice la Biblia al respecto. Leo en Efesios 5:23-24 donde dice: “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.”

No puede haber pasaje bíblico más claro que éste, para mostrar que el diseño de Dios para la familia cristiana es con el esposo como cabeza de la esposa y por ende también como cabeza de la familia en general. ¿Qué hay de malo con la idea que la esposa sea la cabeza del esposo y de la familia en general? ¿Acaso Usted no ha visto familias cristianas que marchan muy bien bajo el liderazgo de la esposa? Yo las he visto y quizá inclusive su hogar, es un caso así.

Conozco cantidad de esposas que son mucho más hábiles y capaces que sus maridos para liderar y administrar. Si la familia cristiana marcha muy bien bajo el liderazgo de la esposa, quien se ha constituido como cabeza, entonces ¿por qué cambiarlo? Estas son inquietudes de peso y deben enfrentarse con un criterio muy maduro. El hecho, es que en la vida cristiana, no se juzga que algo sea bueno o sea malo por el resultado que produce. La idea tan arraigada que el fin justifica los medios, no es en absoluto bíblica. Yo no puedo dar de comer a los necesitados, un buen fin, por medio de robar a alguien el dinero para hacerlo, un mal medio.

Igualmente, ni Usted, ni yo podemos decir que porque una familia marcha muy bien bajo el liderazgo de la esposa como cabeza, está bien que la esposa sea la cabeza de la familia cristiana. El asunto, es que Dios ha determinado que el esposo sea la cabeza del hogar y cualquier violación de este mandato es algo condenado por Dios, así como Dios condena cualquier otra violación de cualquiera de sus mandatos. No es cuestión de hacer una evaluación para ver quien de los dos, esposo o esposa, está mejor capacitado para ejercer el liderazgo en la familia cristiana y según eso decidir quien va a ser la cabeza en la familia cristiana.

Dios�ha�decidido�ya,�de�antemano,�quien�va�a�ser�la�cabeza� de� la� familia� cristiana� y� ese� privilegio� y�responsabilidad�ha�caído�sobre�los�esposos. No me cabe

la menor duda en cuanto a que muchas esposas están mejor dotadas que sus esposos para liderar la familia, pero una esposa madura en Cristo jamás encontrará en esto un justificativo para ser cabeza de su esposo y de la familia en general, porque simplemente Dios ha dicho que es el esposo quien debe ser el líder en la familia cristiana, y una esposa madura querrá hacer lo que Dios ha dicho en su palabra, aun cuando si esto va en contra de

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sus deseos o sus intereses o en contra de su humano razonamiento.

Por otro lado, ¿cuál es el problema con un gobierno democrático en el hogar? Qué tal por ejemplo si el esposo piensa que se debería hacer algo en el hogar. Como esposo y esposa han optado por un gobierno democrático en la familia, esto significaría que el esposo debe primeramente conseguir la autorización de la esposa para emprender la obra. Si la esposa está de acuerdo, entonces se procede y todos quedan contentos. Pero lo que pasa es que no siempre las cosas son tan sencillas.

Qué tal por ejemplo, si la esposa dice: Querido, a mí no me parece que deberíamos hacer esto, así que no lo vamos a hacer. La esposa habrá ejercido su poder en el gobierno democrático de la familia y el esposo no tendrá más remedio que recoger su proyecto y ponerlo en el olvido o esperar que la esposa cambie de opinión.

En otras ocasiones puede ser la esposa quien inicie el proceso para hacer cierta cosa, solo para recibir el balde de agua fría de encontrarse con un esposo que no está de acuerdo y por tanto aquella cosa no se realiza. En este caso será el esposo quien ha hecho uso de su poder e el gobierno democrático de la familia. Tenemos entonces que algunas veces es la esposa, otras veces el esposo quien ejerce poder en la familia.

El resultado es caos en la familia. Hace falta una cabeza. La familia llega a ser como un cuerpo sin cabeza. Un cuerpo sin cabeza es un fenómeno condenado a la destrucción. Ante este cuadro de crisis de liderazgo, es muy oportuno el mandato del Señor en Efesios 5:23-24. La Biblia enseña que el esposo ha de ocupar la posición de cabeza de la relación matrimonial y de la familia en general.

¿Qué significa esto de que el esposo es cabeza de la familia cristiana? Veamos primeramente lo que no significa.

Ser�cabeza�de�familia�no�significa�que�el�esposo�es�dictador. Hay esposos que se agarran del principio que el esposo es la

cabeza de la familia para justificar actitudes y conductas dictatoriales en la familia. Intentan hacer funcionar a la familia como un sargento lo haría con el escuadrón de soldados que está a su cargo. Ladran las órdenes, exigen obediencia inmediata e incondicional a cada capricho, y suprimen cualquier mínimo indicio de rebeldía con la fuerza, tanto psicológica como física.

Así es como un mal esposo se atreve a levantar la mano contra su esposa. El ser cabeza de familia tampoco significa que el esposo automáticamente va a tener el respeto de los miembros de la familia. Es verdad que Dios ha dado al esposo la posición de cabeza de la familia, pero eso no garantiza que la esposa o los hijos le respeten y le honren de corazón de un modo automático. El respeto se gana. El respeto engendra respeto.

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Ser�cabeza�de�la�familia�tampoco�significa�que�el�esposo�debe�tomar�todas�las�decisiones�en�la�familia. Aunque el concepto de cabeza de familia sin duda implica autoridad, esto no significa que la esposa es incapaz de tomar decisiones, tampoco significa que no debe tomar parte de un modo importante en el proceso de hacerlas.

Una vez que hemos visto lo que no significa ser cabeza de la relación matrimonial y cabeza de la familia en general, en nuestro próximo estudio bíblico veremos lo que en realidad significa. Por lo pronto sabemos que la familia cristiana necesita de liderazgo. Necesita que alguien marche adelante como líder y los demás sigan atrás de él imitando su ejemplo.

¿Quién es el líder en su familia? ¿Es Usted como esposo? O a lo mejor es su esposa. O quizá ambos en un gobierno democrático. No olvide que Dios ha designado al esposo como líder de la relación matrimonial y de la familia. La observancia de la voluntad de Dios en este asunto traerá aparejada la bendición de Dios y la inobservancia de este asunto producirá resultados funestos.

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El esposo como cabeza de su esposa y de la familia

El tema de nuestros últimos estudios bíblicos ha sido la familia cristiana. Dentro de esto estamos dando atención a la función del esposo en el matrimonio y en la familia en general.

Hoy�veremos�acerca�de�la�función�del�esposo�como�cabeza�de�su�esposa�y�de�la�familia. El modelo de Dios aplicado a la familia cristiana es la única garantía de familias estables en este mundo. El modelo de Dios para la familia cristiana contempla funciones o roles para el esposo, para la esposa y para los hijos. Cuando todos los elementos que forman parte de la familia cristiana se sometan a los preceptos establecidos por Dios entonces las familias funcionarán como Dios siempre quiso que funcionen.

Estamos dando atención a la función de los esposos. Hemos visto que la función principal de un esposo es amar a su esposa, así como Cristo amó a la iglesia. Íntimamente ligada a esta función tenemos la función de ser cabeza de la esposa y de la familia en general.

Vimos que ser cabeza del hogar no es sinónimo de totalitarismo en el hogar. El esposo como cabeza de la esposa y del hogar, no es el dictador que despóticamente maneja a los miembros de la familia a su antojo. Tampoco es el tirano que toma las decisiones como le da la gana en la familia. Ser cabeza de la esposa y de la familia es algo enteramente distinto. El fundamento bíblico se encuentra en Efesios 5:23 donde dice: “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.”

En este texto encontramos el enunciado del principio: porque el marido es cabeza de la mujer. Como toda sociedad humana, el hogar necesita de una estructura bien organizada para su correcto funcionamiento. Una sociedad sin estructura está condenada al fracaso.

Dentro� de� la� estructura� para� la� familia� cristiana�existe�una�cabeza�y�un�cuerpo. La cabeza es el marido. El

cuerpo es la mujer. Para muchas mujeres de hoy en día, este es un principio denigrante.

Pero yo me pregunto: ¿Será denigrante que los miembros de nuestros

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cuerpos respondan a los impulsos de nuestra cabeza? Si de pronto, su cuerpo se negara a obedecer a los impulsos de su cabeza, eso sería trágico, no solo denigrante. Imagínese Usted. Su cabeza ordena a su mano que tome una cuchara la meta en un plato de sopa y lleve un bocado de sopa a la boca. Pero a su mano se le ocurre rebelarse contra su cabeza y en lugar de llevar la cuchara con sopa a la boca, ¡la lleva a la oreja! ¡Qué desastre! Eso sí que sería denigrante.

Igualmente, cuando una esposa se somete voluntariamente a los impulsos de su cabeza que es su esposo, ella, que es el cuerpo, funcionará de una manera armónica y coordinada. Pero cuando una esposa se libera y se rebela contra su cabeza que es su esposo y se niega a someterse, se producirá un espectáculo totalmente denigrante. No existe por tanto razón válida para afirmar que es denigrante para la esposa, el que su esposo sea la cabeza. Luego de considerar el enunciado del principio, consideremos el ejemplo del principio. El texto en Efesios 5:23 continúa diciendo: “... así como Cristo es cabeza de la iglesia ...”

Qué grandioso que es nuestro Dios. Cada vez que nos da un principio para obedecer nos pone un ejemplo para imitar. El ejemplo es nada más y nada menos que Cristo y su relación con la iglesia.

El�marido�es�cabeza�de�la�mujer,�así�como�Cristo�es�cabeza� de� la� iglesia. La iglesia como cuerpo de Cristo es un

organismo viviente que funciona a la perfección gracias a los impulsos que recibe de su cabeza que es Cristo. La iglesia no toma las decisiones por su cuenta. Todas las decisiones que toma provienen de su cabeza que es Cristo.

Igualmente, una esposa debe esperar las directivas de su cabeza que es su esposo. Hemos considerado el enunciado del principio y el ejemplo del principio. Veamos ahora la explicación del principio. Efesios 5:23 continúa diciendo: “... la cual es su cuerpo y él es su Salvador.”

Lo que Pablo está diciendo es que Cristo es la cabeza de la iglesia, en el sentido que él es su Salvador. Dicho en otras palabras, Cristo es todo para la iglesia. La iglesia halla en Cristo la salvación de sus pecados, la iglesia halla en Cristo la provisión para sus necesidades espirituales. La iglesia halla en Cristo el consuelo para los momentos de angustia y dolor. La iglesia halla en Cristo la guía, la protección, el gozo, la satisfacción, el sentido de pertenencia y seguridad. Todo esto y mucho más es Cristo para la iglesia. Por eso es la cabeza de la iglesia.

Ahora hagamos algunos paralelos entre lo que es Cristo a la iglesia como cabeza de ella y lo que debe ser el esposo a la esposa como cabeza de ella. Esposos, como cabezas de nuestras esposas, no estamos para gritar órdenes esperando que éstas se cumplan a la perfección. No estamos para humillar a nuestras esposas sintiéndonos superiores a ellas.

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No estamos para ser déspotas tiranos con ellas.

Todo lo contrario, somos cabeza de nuestras esposas para que ellas encuentren en nosotros todo lo que ellas necesitan para estar satisfechas. Por ejemplo, para las esposas es vital encontrar seguridad en sus esposos. ¿Estamos proveyendo esa seguridad? ¿Estamos haciendo algo para que nuestras esposas sepan que ellas son lo más importante después de Dios en nuestras vidas?. Ojalá que no seamos como un amigo mío quien tenía el descaro de decir a su propia esposa: Mira, qué rubia tan hermosa aquella que va por ahí. ¡Cómo me gustaría que tú fueras como ella! Existen esposos que lastiman a sus esposas al compararlas con otras esposas: Si fueras como la esposa de fulano de tal, vieras lo delicioso que ha sabido cocinar.

Comentarios insulsos como estos echan a perder la confianza y seguridad que una esposa debe tener en su cabeza que es su esposo. Como cabeza de su esposa y de la familia, el esposo debe comprender a su esposa. Debe saber cuando está afligida para consolarla. Debe saber cuándo está cansada para ayudarla en las tareas de la casa. Debe saber cuando está frustrada para animarla. Pero no, a veces los esposos llegamos a casa luego de la jornada de trabajo, y en lugar de agradecer por lo que ella ha hecho en casa, nos quejamos de que aquello está sucio o esto otro está desordenado, o que la comida está fría.

Y para colmo, preguntamos ¿Qué hiciste todo el día? Una conducta así revela una absoluta falta de comprensión de lo que las esposas tienen

que hacer en la casa. Ser�cabeza�de�la�esposa�y�de�la�familia�es�proveer�para�todas�las�necesidades�de�la�esposa�y�de�los�hijos. La esposa tiene necesidades espirituales, el esposo como cabeza de la esposa debe satisfacer esas necesidades. Esposos, no esperemos que los pastores o ancianos satisfagan las necesidades espirituales de nuestras esposas. Ellos pueden hacerlo muy bien, pero no por ello, nosotros esposos tenemos que liberarnos de la responsabilidad de satisfacer las necesidades espirituales de nuestras esposas. Quizá algún esposo podría argumentar diciendo: Es que yo no sé mucho de la palabra de Dios. Bueno, si ese es el caso, aprenda. Tome tiempo para prepararse, estudie la Biblia, y poco a poco llegará a ser el que satisface la necesidad espiritual de su esposa.

Las esposas tienen necesidades emocionales. Necesitan sentirse amadas, necesitan constante reafirmación de que las amamos, de que ellas son importantes para nosotros, de que sin ellas no podemos vivir. Los esposos debemos ser cariñosos con ellas. Debemos expresar verbalmente nuestro aprecio hacia ellas. No seamos ásperos con ellas.

Algunos esposos dicen que es imposible ser tiernos con sus esposas

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porque se sienten ridículos al tomar de la mano a su esposa o al darle un beso o al llevarle flores. Pero esta tendencia muy enraizada en la mayoría de los esposos puede perfectamente ser superada por un firme deseo de la voluntad de hacerlo. Cuando un esposo dice no puedo ser cariñoso con mi esposa, en realidad está diciendo no quiero ser cariñoso con mi esposa. No olvidemos esposos que es nuestra responsabilidad, como cabeza de nuestras esposas, el satisfacer las necesidades emocionales de ellas.

Las esposas tienen también necesidades físicas, nosotros los esposos como cabeza de nuestras esposas, somos los responsables de satisfacer esas necesidades físicas. No esperemos que las esposas o los hijos sean quienes traen el pan a la mesa. La provisión de las necesidades materiales del hogar es responsabilidad primaria del esposo porque el esposo es cabeza de la esposa y de la familia. Ser cabeza de la esposa, tiene también que ver con que el esposo lidera o guía a su esposa y a la familia en general.

En la mayoría de las veces, las decisiones que se tomen en la familia serán de común acuerdo con la esposa, pero no será extraño que en algunas ocasiones sea el esposo quien tenga la última palabra en la toma de decisiones y la esposa lo apoye aunque no necesariamente esté de acuerdo con la decisión tomada.

Ser cabeza de la esposa y de la familia también significa que el esposo cuida y protege a la esposa de cualquier peligro o situación difícil. Es el esposo quien venda y cura las heridas que a veces el mundo causa en los que somos hijos de Dios. Así que, ser cabeza de la esposa y de la familia no

tiene nada que ver con vociferar órdenes. Cuando� un� esposo�conoce� y� practica� lo� que� en� realidad� significa� ser�cabeza�de�la�esposa�y�de�la�familia,�tenga�por�seguro�que�la�esposa�se�someterá�gustosamente�a�él�y�así�la�familia�marchará�como�Dios�lo�ha�planificado.

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El esposo como líderde la esposa y de la familia

Dentro de nuestra serie sobre la familia auténticamente cristiana estamos estudiando el papel o la función del esposo.

En�instantes�más�trataremos�acerca�del�esposo�como�líder�de�la�esposa�y�de�la�familia�en�general. La familia es el ministerio más importante de todo hombre casado. Inclusive los que somos ancianos o pastores en una iglesia local debemos ver a nuestras familias como nuestro principal ministerio. Antes de la iglesia está la familia. Inclusive, uno de los requisitos para que alguien sea considerado como anciano o pastor de una iglesia local es justamente tener una familia bien establecida. Hablando de los requisitos para ser anciano o pastor, Pablo escribió estas palabras en 1 Timoteo 3:4-5. “que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su

propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?).”

Interesante es notar que Pablo asigna directamente al esposo la responsabilidad de tener una familia bien gobernada. Cuando las cosas andan mal en la familia, no se debe echar la culpa de ello a la esposa o a los hijos. La culpa es del esposo. El resto de la familia podrá tener alguna responsabilidad en la debacle, pero el directamente responsable es el esposo.

¿Por qué? Porque el esposo es cabeza de la esposa y de la familia en general. Un esposo que no gobierna bien su familia, está descalificado para ser un anciano o pastor en una iglesia local. Los que somos ancianos o pastores debemos tomar muy en cuenta este asunto y evitar de cualquier

manera el perder control de nuestra familia. Una� familia� bien�gobernada�es�aquella�en�la�cual�todos�los�miembros�de�la�familia�cumplen�a�cabalidad�las�funciones�a�ellos�encomendadas�por�la�palabra�de�Dios. Nuestro tema en los últimos estudios dentro de esta serie, ha sido justamente el papel o el rol o la función del esposo en la familia auténticamente cristiana. Hemos visto que la función más importante del esposo es amar a su esposa. Sobre este mandato descansan sólidamente

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las otras funciones del esposo dentro de la familia. Si un esposo no ama a su esposa de la manera que Dios ha establecido en su palabra, ese esposo fracasará también en las otras funciones que se espera de él en la familia.

Una de las funciones del esposo es ser cabeza de la esposa y de la familia en general. Dios en su soberanía ha decidido que sea el esposo quien lidere la familia. Ser cabeza de la esposa y de la familia significa que el esposo es todo para la esposa. Ella encuentra en él la guía, la dirección, el consuelo, la provisión, la satisfacción y la protección. Esto es lo que significa ser cabeza de la esposa y de la familia, mas no lo que a veces se ha malentendido cuando se ha pensado que ser cabeza de la esposa y de la familia significa el que más grita, el que da las órdenes, el que exige obediencia y el que pisotea a toda la familia.

Además de amar a su esposa y ser cabeza de su esposa y de la familia, el esposo tiene la responsabilidad de ser el líder espiritual de la familia. Sobre esto ya hemos hablado algo cuando señalábamos que como esposo amoroso y cabeza de la esposa y de la familia, el esposo debe sustentar espiritualmente a la esposa y a los hijos.

Llegar a ser el líder espiritual de alguien, no es algo que acontece de la noche a la mañana. El pasar por la ceremonia de bodas no hace a nadie automáticamente un líder espiritual. Ser un líder espiritual toma tiempo y esfuerzo. Entre muchas de las características de un líder espiritual hay dos que sobresalen nítidamente.

Primero,�tiene�que�estar�lleno�de�la�palabra�de�Dios. Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.”

El esposo que anhela ser un líder espiritual en su familia necesita que la palabra de Cristo more en abundancia en su vida. La palabra de Cristo se refiere a las enseñanzas de Cristo, las cuales están en la Biblia. Cuando la Biblia es conocida y entendida, podemos decir que la palabra de Cristo mora en nosotros, no como un huésped temporal sino como el dueño mismo de la casa.

Pero note que el texto leído no exhorta solamente a que la palabra de Cristo more en nosotros, sino que more en abundancia. Esto significa que la palabra de Cristo sature totalmente nuestro ser, nuestro intelecto, nuestra mente. Que estemos tan familiarizados con la palabra de Cristo al punto que nuestros pensamientos sean los pensamientos de Cristo, y que nuestros deseos sean los deseos de Cristo. Que amemos lo que Cristo ama y que odiemos el pecado como Cristo lo odia. Esto es lo que significa que la palabra de Cristo more en abundancia en nosotros.

Para que esto ocurra se necesita de tiempo y esfuerzo. Los esposos cristianos deberíamos ser permanentes estudiantes de la palabra de Dios.

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Escuchándola, leyéndola, estudiándola, meditándola y memorizándola. ¿Cuánto sabe Usted de la Biblia? Si no conoce la palabra de Dios, no espere jamás llegar a ser un líder espiritual en su familia.

La palabra de Cristo morando en abundancia en nosotros nos permitirá enseñar a nuestras esposas y a nuestros hijos y también nos permitirá corregir con sabiduría cuando notemos que algo no está funcionando conforme a lo que Dios ha ordenado en su palabra. Un líder espiritual en la familia, entonces se caracteriza por estar lleno de la palabra de Dios. Pero no solamente por eso.

� Segundo,� también�estar� lleno�del�Espíritu�Santo. Efesios 5:18 dice: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.”

Este es un texto que nos enseña por contraste. Así como al ebrio le controla el alcohol que ha ingerido, para producir todo tipo de conducta desordenada, Ustedes déjense controlar por el Espíritu Santo para producir algo agradable a Dios. Es muy necesario y vital que la palabra de Dios more en abundancia en nuestra vida, pero si esa palabra de Dios no se manifiesta en la práctica por medio de una vida transformada, no nos sirve de nada.

¿Conoce Usted a creyentes que saben mucho de la palabra de Dios, pero no viven un ápice de lo que saben? Un pastor amigo mío, hablando a un miembro de su congregación le decía: Si solo vivieras en la práctica un 5% de lo que sabes en teoría, cuán linda fuera tu vida. Así es, la persona a quien hablaba este pastor conocía la teoría pero no vivía la práctica. En cambio, cuando una persona está llena del Espíritu Santo, se verá en esa persona que vive las verdades de la palabra de Dios que mora en ella.

Para muchos creyentes, el ser lleno del Espíritu Santo es algo mágico que ocurre solamente a personas especiales o predispuestas. Pero la realidad es algo totalmente diferente. La llenura del Espíritu Santo ocurre de una manera muy simple. Es el resultado de obedecer lo que Dios ha dicho en su palabra. Por eso, se necesita primero conocer la palabra de Dios antes de ser lleno del Espíritu Santo.

La�llenura�del�Espíritu�Santo,�es�en�realidad�un�acto�voluntario�en�la�persona. Por eso es un mandato. Usted puede

voluntariamente decidir no estar lleno del Espíritu Santo o estar lleno del Espíritu Santo. Al hacerlo obtendrá todos los beneficios de una persona llena del Espíritu Santo y al no hacerlo perderá todos los beneficios de una persona llena del Espíritu Santo.

Existe la posibilidad inclusive que Usted esté hoy lleno del Espíritu Santo y que mañana deje de estar lleno del Espíritu Santo. ¿Qué hace que un creyente deje de estar lleno del Espíritu Santo? Pues, el pecado. Efesios 4:29 dice: “ Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para

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la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”

Aquí encontramos un mandato a no pecar con nuestra lengua. No insultar, no mentir, no calumniar, no murmurar, no dar falso testimonio. Pero ahora ponga atención a lo que dice la Biblia a renglón seguido en el texto que viene a continuación, Efesios 4:30. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”

Qué interesante, el pecado en nuestras vidas, especialmente los pecados de la lengua, hace que el Espíritu Santo se entristezca, o que el Espíritu Santo se apague en nuestras vidas. Dicho en otras palabras, el pecado en nuestras vidas hace que dejemos de estar llenos del Espíritu Santo. Pecado en esencia es hacer algo en contra del carácter o de la voluntad de Dios.

La�voluntad�de�Dios�para�el�hombre�ha�sido�dada�en� la�palabra�de�Dios. Cualquier cosa que el hombre haga en

contrario es pecado. Obediencia a la palabra de Dios produce llenura del Espíritu Santo, desobediencia a la palabra de Dios hace que dejemos de estar llenos del Espíritu Santo.

Si Usted, sabe que no está lleno del Espíritu Santo, es necesario que procure conocer más a fondo la palabra de Dios y que investigue su vida para detectar algún o algunos pecados. Una vez que los haya detectado, confiéselos al Señor y apártese de ellos. Luego obedezca lo que dice el Señor en su palabra. Eso le llevará a la llenura del Espíritu Santo. Así que, el esposo también es el líder espiritual en la familia auténticamente cristiana.

Para que sea un líder espiritual, el esposo necesita estar lleno de la palabra de Dios y lleno del Espíritu Santo. Que con la ayuda de Dios, los que somos esposos estemos esforzándonos por ser los líderes espirituales que nuestras familias necesitan desesperadamente.

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La función de la esposa

Hemos iniciado juntos a examinar los principios bíblicos que garantizan la buena marcha de la familia cristiana como el papel o la función del esposo.

Hoy�estudiaremos�la�función�de�la�esposa.� En lo que hemos avanzado en la serie sobre la familia auténticamente cristiana, hemos definido lo que es una familia auténticamente cristiana. En resumen, una familia auténticamente cristiana es básicamente aquella en la cual la persona de Cristo es el centro de la misma. Luego vimos que una familia auténticamente cristiana funciona armónicamente cuando todos los miembros de ella cumplen a cabalidad con las funciones o roles de cada uno de ellos. Comenzamos describiendo las funciones del esposo en la familia auténticamente cristiana.

En primer lugar, el esposo debe amar a su esposa así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella.

En segundo lugar, el esposo es la cabeza de su esposa y de la familia auténticamente cristiana. Como tal, el esposo provee todas las necesidades de la esposa y de los hijos.

En tercer lugar, el esposo es el líder espiritual de la familia auténticamente cristiana. Esto significa que mediante la llenura de la palabra de Dios y del Espíritu Santo, el esposo se constituye en el gobernante amoroso de la familia auténticamente cristiana.

Pero ¿qué de las esposas? ¿Qué papel o función asigna Dios a las esposas en la familia auténticamente cristiana? Dejemos que sea la palabra de Dios quien responda a esta pregunta. Si Usted tiene una Biblia a la mano, ábrala en Efesios 5:21-24. La Biblia dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.”

Así como el esposo tiene una función que es más importante que todas las demás, la esposa también tiene una función que es más importante que todas las demás. Esta función de la esposa descansa sólidamente en el texto que acaba de ser leído. La función más importante de una esposa en la familia auténticamente cristiana no es criar a los hijos ni arreglar la casa, ni lavar los platos, ni limpiar los pisos, ni satisfacer a su esposo en todo, ni siquiera amar a su esposo y a sus hijos.

Todo esto tiene su importancia y ciertamente toda esposa debe estar cumpliendo con esto, pero todas estas cosas son el resultado de otra

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función más importante que toda esposa debe cumplir en la familia auténticamente cristiana.

El�principio�de�sumisión. De la sumisión parte todo lo que la

esposa cristiana debe hacer en la familia. Si una esposa no es sumisa, podrá hacer cualquier cosa pero siempre lo verá como una pesada carga, como algo indigno de hacer. Una esposa puede por ejemplo, arreglar la casa, pero si no es sumisa, verá a esta actividad como algo indigno para ella, como algo bajo. Lo hará, pero entre plato y plato que lava masticará su amargura: ¡Claro! Yo soy la esclava. Él no hace nada, se la pasa dizque en la oficina. Bien merecido lo tengo. ¿Quién me mando a casarme? Si no me hubiera casado, hoy estaría disfrutando de la vida. Qué triste que una esposa tenga una actitud así.

La� falta� de� sumisión� hace� que� se� cumpla� una�actividad� pero� sin� la� motivación� correcta,� por�obligación�más�que�por�buena�voluntad. Es por esta razón

que el apóstol Pablo asigna a la esposa la sumisión como su función más importante. Ahora bien, estoy muy consciente que al hablar de sumisión de la esposa, estoy tocando un asunto polémico. Para el mundo incrédulo y para no pocos creyentes, hablar de sumisión de las esposas es lo mismo que retroceder en el tiempo a las épocas más tenebrosas de la humanidad. Según estas personas, cuando Pablo habló de sumisión estaba manifestando su propio punto de vista retrógrado, parcializado, machista y cargado de sentimiento contrario a la mujer.

Algunos sociólogos y psicólogos modernos han tildado a Pablo de desadaptado, neurótico, egocéntrico y amargado. Las mujeres que miran con mucha simpatía el movimiento de liberación femenina, han usado términos aún más fuertes para atacar al apóstol Pablo por su enseñanza sobre la sumisión. ¿Cuál es la razón para esta reacción virulenta? Hay muchas razones, algunas de ellas muy lógicas y otras no tanto, pero en la mayoría de los casos, se debe a un mal entendimiento del principio de sumisión.

Claro, algunas esposas son tratadas por sus esposos como esclavas con el pretexto de sumisión y es natural, aunque no justificable, que las esposas sobre reaccionen en contra de esta injusticia. Es por tanto importante que las esposas entiendan lo mejor que sea posible el principio de sumisión de la esposa. Y es más importante aún, o vital que los esposos entendamos a cabalidad el principio de sumisión de la esposa para evitar todo tipo de autoritarismo en nuestras familias.

Para entender la sumisión de la esposa, es necesario volver a los mismos orígenes de la humanidad. Veremos el principio de sumisión

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delineado y el principio de sumisión desafiado. Sobre lo primero, ¿sabía que el principio de sumisión de la mujer, no fue una consecuencia de la caída del ser humano en pecado? Digo esto por cuanto muchas esposas aunque son sumisas sin embargo no tienen una buena actitud hacia la sumisión. Dicen: Pobre de mí, por el pecado de Adán y Eva, hoy tengo que someterme a mi esposo. Es decir, tienen un concepto tan bajo de la sumisión que ha llegado a ser comparable a una enfermedad con la cual tenemos que vivir aunque no la queramos. Pero no debe ser así. La sumisión fue la idea de un Dios perfecto como medida indispensable para que el hogar de Adán y Eva marche a la perfección. Génesis 2:18 dice: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.”

Note la frase: ayuda idónea. Eva fue creada por Dios para ser la ayuda idónea de Adán. No la cabeza o la autoridad sobre Adán. Ciertamente que tanto Adán como Eva eran idénticos en cuanto a su naturaleza. Adán no era en esencia superior a Eva en ningún sentido. Pero Dios soberanamente decidió que Adán sea la cabeza de Eva y Eva sea la ayuda idónea o ideal de

Adán. Como�ayudante�ideal�de�Adán,�Eva�funcionó�en�sumisión�a�Adán�y�la�relación�entre�ellos�funcionaba�a�las�mil�maravillas. Tome nota que el pecado todavía no había hecho su ingreso fatal en el mundo, sin embargo, ya había una pareja con uno que era la cabeza, Adán y otra quien era la ayuda idónea, Eva. Hermoso, ¿No le parece? Adán amaba a Eva y Eva gustosamente se sometía a Adán, sin resistencia, sin sospecha, sin ninguna mala actitud. Una vez que hemos visto el principio delineado, veremos el principio desafiado. En algún momento de la historia humana, Usted y yo sabemos que Eva fue engañada por Satanás y dio crédito a la voz de Satanás y desechó la voz de Dios. Una vez que cayó, arrastró en su caída a su compañero Adán. Los dos tuvieron que sobrellevar la consecuencia de su desatino. Una de las trágicas consecuencias del pecado fue un impacto severo en el principio de sumisión. Note lo que dice Génesis 3:16: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores de tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.”

Fijémonos especialmente en la frase: Tu deseo será para tu marido. Para muchos, esta declaración tiene que ver con la atracción sexual que la esposa sentiría hacia su esposo, pero esa atracción sexual de la esposa hacia su esposo ya existía antes de la caída, mal puede entonces referirse a ello. Recuerde que estamos hablando de consecuencias del pecado. No puede ser que algo tan hermoso y sublime como la atracción sexual en la pareja de casados sea una consecuencia de pecado.

Lo que en realidad significa es que como consecuencia de la caída en pecado de la raza humana, quedó afectado el principio de sumisión de la mujer. La mujer ya no estaría tan dispuesta a someterse a su esposo como

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lo hacía antes de la caída. En cambio ahora, muy dentro de la mujer anidaría un deseo profundo por gobernar al hombre, de ejercer autoridad sobre él, de dominarlo, aun cuando si para ello necesita echar mano de la manipulación.

¿Ha visto por ejemplo a esposas que dicen a sus maridos: Si no haces esto o aquello, me voy de la casa? Esto es manipulación y es una manifestación del deseo innato en toda mujer por dominar. ¿Qué le quedaba hacer al hombre ante esta situación?. El texto dice: Y él se enseñoreará de ti. Esto significa que el esposo tendría que dominar por la fuerza el deseo de dominar de su esposa. Tendría que obligarla a ser sumisa. La esposa por su lado reaccionaría negativamente ante tan cruel señorío. Fue así como se inició la batalla por el poder, por el dominio, entre el esposo y la esposa.

De modo que, Usted que es casada, tiene que reconocer que dentro de Usted existe ese deseo de ejercer dominio en la familia. Tiene que reconocer que este deseo es parte de su naturaleza pecaminosa, la cual todos heredamos de nuestros primeros padres. ¿Habrá alguna solución para mantener bajo control a este deseo tan profundo por gobernar en las mujeres? Gracias a Dios que si la hay.

La� solución� es� que� las� mujeres� incorporen� una�nueva� naturaleza� capaz� de� dominar� a� esa� vieja�naturaleza. La nueva naturaleza se adquiere cuando se recibe a Cristo

como Salvador personal. 2 Corintios 5:17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

Si no lo ha hecho antes, reciba hoy mismo a Cristo como su Salvador y entre los muchos beneficios de esa decisión estará este, de adquirir una nueva naturaleza que tiene la capacidad de contrarrestar los impulsos de su vieja naturaleza.

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La sumisión de la esposa I

Estamos examinando los principios bíblicos para la familia auténticamente cristiana y dentro de eso, las funciones de la esposa.

Prosiguiendo�con�el�estudio� seguimos�acerca�de� la�sumisión�de�la�esposa. Un domingo como cualquiera, los padres asistieron al culto de la iglesia acompañados de su hijo que andaba por los cinco años. El niño era en extremo activo por naturaleza, a tal punto que cuando el predicador comenzó su mensaje, el niño también comenzó sus maniobras de distracción a la concurrencia. Se paraba, se sentaba, se reía, pedía algo de comer, insistía en que es hora de ir a la casa. Si Usted ha tenido hijos, sabrá como se ponen de vez en cuando.

El padre, hacía todo lo posible para mantener al niño bajo control. En un intento desesperado para tranquilizar al hijo, el padre le ofreció un helado si se quedaba quieto hasta que termine el mensaje. La táctica no dio resultado. Más bien incentivó la impaciencia en el pequeño. Con el grito de: Ya vamos, atrajo la mirada de incomodidad de la congregación. Cansado de tanto barullo, el padre se levantó de su asiento, tomó al niño y prácticamente lo clavó en el asiento con el ultimátum de: Si sigues molestando te daré lo que mereces en el baño. El niño sabía que su padre hablaba en serio y se quedó bien sentado hasta que terminó el mensaje. Pero cosa curiosa, lejos de poner cara de enojado, el niño tenía una amplia sonrisa en su rostro.

Al terminar la reunión, el padre dijo a su hijo. Gracias por tranquilizarte en el culto, pero quiero hacerte una pregunta: ¿Por qué estabas sonreído hasta que terminó el mensaje? El niño mirando a la cara del padre dijo: Papi, porque por fuera estaba sentado, pero por dentro estaba parado!!! Qué forma tan cándida de admitir que a veces hacemos cosas externamente, aunque por dentro no las queremos hacer.

Algo así puede ocurrir a las esposas. Por fuera se muestran sumisas pero por dentro están que arden por la sumisión. Una razón para este sentimiento negativo hacia la sumisión es por la falta de entendimiento de la sumisión. Una esposa lo admitió abiertamente cuando dijo: Para mí, la sumisión es denigrante. Claro, para esta esposa, la sumisión era sinónima de esclavitud, humillación y desprecio. Si alguien piensa así de la sumisión, entonces es natural y hasta justificable que se oponga a la sumisión con todas las fuerzas de su ser.

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Para entender el principio de la sumisión, debemos remontarnos al origen mismo de la raza humana. Cuando Dios creó a Adán y Eva, Dios estableció que Adán sea la cabeza y Eva la ayuda idónea. La sumisión de Eva fue honrosa para ella, porque de esa manera sabía que estaba cumpliendo con lo que Dios esperaba de ella. Ser ayuda idónea para Adán. En algún momento, el pecado hizo su entrada en el mundo. Una de sus consecuencias fue justamente el deterioro de la relación entre Adán y Eva. Eva comenzó a experimentar un profundo deseo por dominar a su marido y Adán tuvo que dominar a Eva por la fuerza. Así comenzó la lucha por el poder en la familia y esta lucha se mantiene en la actualidad y se mantendrá mientras en el corazón del hombre y de la mujer exista una naturaleza pecaminosa que se resiste a ser dominada por la nueva naturaleza que otorga Dios a todos los que hemos recibido a Cristo como Salvador.

Pero ¿cómo funciona el principio de sumisión en la práctica? Para ello, es necesario recurrir al testimonio de la palabra de Dios. Consideremos el pasaje en Efesios 5:22-24. En este pasaje bíblico encontramos el mandato de la sumisión, la manera de la sumisión, el motivo de la sumisión y el modelo de la sumisión. Consideremos el mandato de la sumisión. Efesios 5:22 dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos...”

Detengámonos aquí. Notamos varias cosas en el mandato. Las personas a quienes se dirige el mandato son las mujeres casadas. Por ahora, Pablo no tiene en mente a las mujeres en general, sino solamente a aquellas que se han casado. El mandato tiene que ver con la sumisión.

Sumisión� es� un� término� que� literalmente� significa�“Ponerse�en�fila�por�debajo�de”�y�en�ninguna�forma�implica�alguna�diferencia�en�esencia�entre�quien�se�somete�y�a�quien�se�somete. Notemos también que Pablo no utiliza el verbo obedecer. Pablo no dice: Las casadas obedezcan a sus propios maridos. Lo que pasa es que el concepto de sumisión es mucho más amplio que el concepto de obediencia. Dentro de la sumisión está la obediencia, pero sumisión es mucho más que obediencia. Así que, esposos, cuando oigamos la palabra sumisión, no vayamos a pensar en que tenemos carta blanca para ordenar a nuestras esposas lo que nos venga en gana. Sumisión no es: Haz esto, o limpia aquello, o lava esto otro.

La relación matrimonial es mucho más íntima, personal y vital que simplemente repartir órdenes. También notamos en el mandato, que las esposas deben estar sujetas a sus propios esposos. Estas dos palabras, propios esposos, comunican un sentido de intimidad y exclusividad. El esposo es de ella. Ella es del esposo. La esposa debe someterse exclusivamente a su propio marido.

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Si yo, por ejemplo, veo algo mal en una hermana en Cristo que es casada, no debería hablar directamente con ella acerca del asunto en cuestión, porque esa hermana en la fe, no debe estar sujeta a mí sino al propio esposo de ella. Mi deber es hablar con el esposo de ella, para que sea él quien en amor corrija a su propia esposa. Una vez que hemos considerado el mandato de la sumisión, consideremos la manera de la sumisión. Efesios 5:22 dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor.”

La manera de sumisión es como al Señor. Esto significa que así como la esposa debe estar sujeta al Señor Jesucristo, debe estar también sujeta a su propio marido. Cuando la esposa se somete primeramente al Señor Jesucristo no tendrá en absoluto problemas en someterse a su propio marido. Pero cuando la esposa tiene dificultades en someterse al Señor Jesucristo, también tendrá serias dificultades en someterse a su propio esposo. Cuando una esposa se somete a su esposo, en realidad está sometiéndose al Señor Jesucristo. Cuando una esposa se rebela contra su esposo, en realidad está rebelándose contra el Señor Jesucristo.

Hemos considerado el mandato a la sumisión y la manera de sumisión. Consideremos ahora el motivo para la sumisión. Efesios 5:23 dice: “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.”

El� motivo� para� que� una� esposa� se� someta� a� su�esposo� es� porque� en� la� relación� matrimonial,� la�esposa�es�el�cuerpo�y�el�esposo�es� la�cabeza. ¿Qué le

parecería a Usted un cuerpo descabezado? Pues eso es una esposa que se resiste a someterse a su esposo. Es poco menos que un fenómeno. En cambio, cuando una esposa se somete a su esposo, el cuerpo recibe los impulsos indispensables de su cabeza y funciona de una manera armoniosa y bien coordinada.

Hemos considerado el mandato a someterse: Las casadas estén sujetas a sus propios maridos. La manera de sumisión: Como al Señor. Y el motivo para la sumisión: Porque la esposa es cuerpo y el esposo, cabeza. Cuerpo sin cabeza no funciona en absoluto. Finalmente consideremos el modelo de la sumisión. Efesios 5:23-24 dice: “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.”

Siempre que Dios nos pide hacer algo en su palabra, nos da un modelo a seguir. ¿Cuál es el modelo? Pues la relación de la iglesia con Cristo. La iglesia como cuerpo, encuentra toda su provisión, satisfacción, gozo, seguridad, consuelo en Cristo. Cristo es todo para la iglesia. Algo semejante debe ocurrir en la relación de un esposo con su esposa.

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El�esposo�debe�ser�todo�para�la�esposa.�La�esposa�debe�encontrar�todo�en�su�esposo.�Esto�es�sumisión. Si

la esposa necesita provisión, ya sea en el plano espiritual o emocional o físico, lo debe encontrar en su esposo. Si la esposa necesita consuelo, lo debe encontrar en su esposo. Si la esposa necesita seguridad, lo debe encontrar en su esposo. Si la esposa necesita ánimo, lo debe encontrar en su esposo. Esto es sumisión. Cuando un esposo está primeramente sometido al Señor, estará en capacidad de satisfacer todo lo que su esposa demanda de él para que ella esté sometida a él.

El problema es que la mayoría de los esposos no siempre estamos sometidos al Señor y por tanto no estamos en capacidad de satisfacer a nuestras esposas, para que ellas se sometan a nosotros en el sentido de hallar en nosotros todo lo que ellas necesitan. Esta es una grave falta de los esposos que arrastra a las esposas a no ser sumisas a sus esposos. No es por culpa de las esposas sino por culpa de los esposos. Pero aún en este caso, si una esposa no halla satisfacción en su esposo, no debe desanimarse, porque todo lo que esa esposa no halla en su esposo lo puede hallar en Jesucristo.

Un�esposo�puede�fallar,�pero�Jesucristo,�jamás.�Por�esto� las� esposas� deben� procurar� siempre� estar� en�buena�comunión�con�el�Señor. De esta manera, nunca les

faltará nada que sus esposos no puedan darles. Pablo termina este pasaje diciendo que las casadas estén sujetas a sus maridos en todo. Solo hay una excepción. Si el esposo pide a la esposa hacer algo expresamente prohibido en la palabra de Dios, entonces la esposa tiene que decir lo mismo que Pedro dijo en Hechos 5:29: “... Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.”

Aparte de esto, la esposa debe someterse a su esposo en todo. Quizá muchas esposas estarán diciendo: Pero eso es difícil. Por supuesto que lo es, pero cuando el Espíritu Santo llena a una esposa, la esposa está en capacidad de someterse a su esposo sin problemas.

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La sumisión de la esposa II

Que gusto estar nuevamente con usted para juntos disfrutar de unos pocos minutos alrededor de la palabra de Dios dentro de la serie titulada: La familia auténticamente cristiana.

Ahora�continuaremos�tratando�el�tema�de�la�sumisión�de�la�esposa. Durante los últimos estudios bíblicos hemos estado tratando el tema de la sumisión. No olvide que esto de la sumisión no es solamente para la esposa, sino también para el esposo y para los hijos. Hablando en forma general a todo creyente, Pablo dice en Efesios 5:21. “Someteos unos a otros en el temor de Dios.”

El esposo se somete a la esposa amándola. La esposa se somete al esposo ocupando el lugar que le corresponde como ayuda idónea de él. Los hijos se someten a los padres obedeciéndoles. Al hablar de sumisión se corre el riesgo de desatar ardientes polémicas. La leña que aviva el fuego de las polémicas es generalmente la ignorancia del concepto verdadero de sumisión. Por un lado, para muchas esposas, sumisión es sinónima de esclavitud, humillación y desprecio. Por otro lado, para muchos esposos, sumisión es licencia para pisotear a las esposas o permiso para maltratar a las esposas tanto emocionalmente como físicamente, o poder para tratar a las esposas dictatorialmente.

Con ideas similares a éstas, no es extraño que la palabra sumisión haya llegado a tener connotaciones realmente deprimentes en el mundo moderno. Sumisión sin embargo, literalmente significa ponerse en fila por debajo de. Se dice que es un término miliar, que significa ocupar el rango que a uno le corresponde.

En nuestro estudio bíblico anterior, vimos que la sumisión es un mandato. No es opcional para nadie. Vimos también que la manera de sumisión es como al Señor. Señalamos que el motivo para la sumisión de la esposa es por cuanto la esposa es el cuerpo y el esposo es la cabeza. Un cuerpo que no se somete a su cabeza es un fenómeno. Vimos también el modelo de la sumisión. La esposa está sujeta a su propio marido, así como la iglesia está sujeta a Cristo, quien es su Salvador.

La iglesia encuentra en Cristo, todo lo que ella necesita para subsistir, tanto en lo espiritual como en lo emocional y lo físico. Esto es sumisión. En el estudio bíblico de hoy, examinaremos algunas ideas más, relativas a la sumisión. Le invito a abrir la Biblia en Colosenses 3:18. La Biblia dice:

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“Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.”

Notamos inmediatamente que el mandato para las mujeres casadas es: Estad sujetas a vuestros propios maridos. Pablo no dice: Casadas, obedezcan a sus propios maridos. El mandato a obedecer está reservado para los hijos y para los siervos. La esposa debe tener un trato diferente, ella no debe ser tratada como un hijo o como un siervo. El trato que un esposo da a su esposa se inscribe dentro de lo que la Biblia llama sumisión. La sumisión es un término de intimidad, de cercanía, de ternura si se quiere.

Tal sumisión anula cualquier sentimiento de inferioridad por parte de ella. Una esposa debe ser sumisa al liderazgo de su esposo, no como hija, peor como esclava, sino como alguien que necesita ser amada, cuidada, sustentada y protegida por su esposo. Luego, Pablo indica que la sumisión de una esposa a su esposo es como conviene en el Señor. La frase: “como conviene” es el verbo griego aneko que significa ser adecuado, agradable, apropiado. A los ojos de Dios, lo adecuado, lo agradable, lo apropiado, lo conveniente es que una esposa se someta a su esposo.

La rebelión de una esposa al liderazgo de su esposo produce una situación desagradable a los ojos de Dios, porque fue Dios en su soberanía quien diseñó que el esposo sea el líder o la cabeza de la esposa y de la familia auténticamente cristiana. Aun en el mundo secular, cuando se habla de líder o responsable de una familia, invariablemente se piensa en el esposo, y la esposa toma ese lugar solamente ante la ausencia de aquel. De modo que, la sumisión de la esposa más bien la enaltece en lugar de humillarla, por cuanto la sumisión es algo que agrada o es conveniente al Señor. Otro pasaje de interés con respecto a la sumisión se encuentra en 1 Pedro 3:1-6. El versículo 1 dice: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos...”

Aquí está otra vez la palabra sumisión. Recordemos�que�esta�palabra� significa� ubicarse� en� el� lugar� que� a� uno� le�corresponde�en�la�cadena�de�autoridad�y�tiene�que�ver�con�la�manera�como�el�liderazgo�debe�funcionar�en� la� familia�auténticamente�cristiana. La sumisión de la

esposa es hacia su propio esposo. En otras palabras, porque el esposo pertenece a la esposa, la sumisión de ella debe ser algo muy especial para ella. Pedro continúa en el versículo 1 diciendo: “... para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas.”

Gracias a Dios que tenemos esto en la Biblia, porque alguien podría decir: Ah... Usted no conoce a mi marido, él no es cristiano y no obedece a Dios ni a su palabra. ¿Cómo espera que yo me someta a un hombre así? Pues de un hombre así es justamente de quien nos habla este texto. Aunque el esposo no obedezca la palabra de Dios, la esposa debe

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someterse a él de todos modos. Una de las posibles consecuencias de una conducta así es que sin que la esposa diga nada, el esposo podría ser ganado para Cristo.

Conozco de algunos casos de esposos que llegaron a conocer a Cristo como Salvador por el simple hecho de mirar en la práctica la actitud y conducta sumisa de sus esposas. La pregunta podría ser: ¿Cuál es la conducta que puede provocar que un esposo incrédulo llegue al Señor? dice en 1 Pedro 3:2. “Considerando vuestra conducta casta y respetuosa.”

Una esposa debe mostrar respeto a su esposo. No solo su vida debe ser casta, es decir de actuaciones puras, conducta pura y vida pura, sino que también debe tener un sentido de admiración a su esposo. Cuando una esposa admira a su esposo, cuando lo respeta y su conducta es casta, esta actitud se manifestará en sus actuaciones externas. 1 Pedro 3:3 dice: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos.”

El mundo está tan preocupado por lo externo que la apariencia externa se ha convertido en lo más importante de la vida. Una esposa que solo se preocupa de lo externo está violando las normas bíblicas, porque una esposa sumisa jamás intentará atraer la atención hacia ella misma. En lugar de ocuparse mucho por lo externo, en 1 Pedro 3:4 dice: “sino el interno, el del corazón.”

En otras palabras, no trabaje en lo exterior sino en lo interior. Esto por supuesto no significa ir al extremo de descuidar totalmente la apariencia externa, sino más bien que la apariencia externa refleje la belleza interna. Una actitud de esta naturaleza producirá lo que dice el resto del versículo 4: “... en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.”

En 1 Pedro 3:5 se nos da un ejemplo para entender el principio de sumisión: “Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos.”

La santidad siempre ha sido el más caro anhelo de toda mujer piadosa porque esa es la única manera de agradar a Dios.

Una� de� las� áreas� donde� mejor� se� manifiesta� la�santidad� en� una� mujer� temerosa� de� Dios� es� en� la�sumisión� a� su� esposo. De esposas así es de quien nos está

hablando el apóstol Pedro. Pone el ejemplo de Sara. En 1 Pedro 3:6 dice: “como Sara obedecía a Abraham llamándole señor.”

Señor, con s minúscula, en este versículo es un término de respeto. Sara está manifestando el profundo respeto que le inspiraba su esposo Abraham. Y no vaya a pensar que Abraham era el esposo perfecto. Nada de eso, Abraham tenía sus defectos y algunos muy serios, pero a pesar de eso, su esposa Sara le miraba con respeto y admiración. Luego continúa

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diciendo el texto: “... de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien sin temer ninguna amenaza.”

Qué interesante. Abraham es conocido como el padre de la fe. Sara es conocida como la madre de la sumisión y la madre de todas las esposas sumisas.

Cuando�una� esposa� se� somete� a� su� esposo,� así�como�Dios�ordena,�no�debe�sentirse�amenazada�en�lo�absoluto,� porque� siempre� estará� gozando� de� la�bendición�y�protección�de�Dios. Muchas esposas se sienten

amenazadas por los posibles resultados de una sumisión incondicional a sus esposos. Piensan que a lo mejor sus maridos van a abusar de ellas. Piensan que van a perder sus derechos. Piensan que van a ser criticadas por otras mujeres. Piensan que se van a sentir miserables. Pero no debería ser así. Sara se sometió a su esposo Abraham, sin temer ninguna amenaza. Sara confiaba plenamente en Dios y si Dios había ordenado que se someta a su esposo, Sara lo hacía con gusto, dejando los resultados de su sumisión con Dios.

Dios jamás va a traer algo malo a la persona que obedece su palabra. Si Usted es una esposa, Usted debería tener la misma actitud que Sara. No es fácil someterse a su esposo. No olvide que muy dentro de Usted está ese innato deseo por dominar a su esposo. Pero una mujer piadosa vence ese deseo mediante el poder del Espíritu Santo y se somete a su esposo, aun cuando el esposo no sea muy espiritual e inclusive aun cuando el esposo sea incrédulo.

El mundo aconseja a las esposas a que se rebelen contra el liderazgo de sus esposos para así sentirse realizadas como mujeres. Dios en su palabra aconseja a las esposas a que se sometan a sus esposos porque solo así encontrarán plena satisfacción como mujeres. ¿A quién va a hacer caso? ¿A lo que dice el mundo o a lo que dice Dios?

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Otras funciones de la esposa, aparte de la sumisión

Un nuevo estudio bíblico sobre la familia auténticamente cristiana.

En�esta�ocasión�tocaremos�acerca�de�otras�funciones�de�la�esposa,�aparte�de�la�sumisión. ¿Ha visto alguna vez el funcionamiento de un reloj a cuerda? Me refiero a esos relojes antiguos, no a los relojes digitales que predominan el mercado en la actualidad. Son hermosos, ¿verdad? Es triste que los relojes a cuerda prácticamente están pasando de moda. Lo que más me impresiona del funcionamiento de un reloj a cuerda es la sincronización con la cual trabajan todas sus piezas. Cada pieza cumple su función a cabalidad y como resultado, el reloj marca las horas, los minutos y los segundos con una precisión asombrosa. Al mirar el funcionamiento de un reloj a cuerda, no puedo evitar el pensar en el funcionamiento de una familia auténticamente cristiana.

La familia también tiene diversas piezas, por así decirlo. El padre, la madre y los hijos. Cada pieza debe cumplir con su función específica dentro de la familia auténticamente cristiana. Cuando cada miembro de la familia cumple a cabalidad con su función específica, la familia funcionará armónicamente, sincronizadamente, como aquel reloj de cuerda. Pero cuando uno de los elementos de la familia deja de cumplir con su función encomendada, toda la familia sufre. Es como en el reloj de cuerda. Si una pieza falla, por más pequeña que sea, afecta el funcionamiento de todo el reloj.

Hemos visto ya que la función más importante del esposo es amar a su esposa, luego viene el ser cabeza de su esposa y de la familia en general y

después ser el líder espiritual de la familia. La�función�principal�de�la�esposa�es�someterse�a�su�esposo,�recordando�que�la�sumisión�no�es�sinónima�de�esclavitud. Hoy vamos a considerar otras funciones de la esposa en la familia auténticamente cristiana. Le invito a abrir su Biblia en el libro de Tito 2:3-5. La Biblia dice: “Las ancianas asimismo, sean reverentes en su porte, no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus

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maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.”

El apóstol Pablo está dirigiendo estas palabras a mujeres de edad avanzada, para transmitirles que la vejez no es solo para retirarse y descansar, sino para aprovechar de su experiencia para beneficio de las mujeres jóvenes. En la enseñanza que deberían impartir a las mujeres jóvenes podemos apreciar algunas otras funciones de una esposa en la familia auténticamente cristiana.

� (1)� Las� esposas� deben� aprender� a� amar� a� sus�esposos�y�a�sus�hijos. Es interesante notar que el amor de una

esposa a su esposo y a sus hijos es algo que se tiene que aprender. Esto es algo digno de reflexionar con profundidad. La mayoría de la gente piensa que el amor es algo que debe nacer en la persona, pero aquí estamos confrontados con algo totalmente diferente. El amor es algo que se aprende, no algo que nace en la persona. Una esposa podría decir: Ya no siento amor por mi esposo porque es grosero, mal genio, desconsiderado, infiel y borracho. No puedo amar a un hombre así.

Pero la Biblia dice que sí se puede, es más, que se debe, porque el amor de una esposa a su esposo es algo que se debe aprender. Recordemos que el amor del cual estamos hablando aquí no es un amor que pone condiciones para amar. No es ese tipo de amor que dice: Si haces lo que yo quiero te voy a amar, pero si haces lo que no quiero no te voy a amar. No es un amor que depende de las circunstancias. El amor del cual estamos hablando es un amor que dice: Te amo, sin importar como sea tu trato hacia mí.

El amor de la esposa hacia su esposo, no es tampoco pura emoción. Es un amor que se manifiesta en acción. Qué triste es, por ejemplo, que cuando una mujer está de novia, hace cualquier cosa para agradar a su novio, pero cuando esta misma mujer se casa y llegan los hijos, ya no está tan dispuesta a hacer cualquier cosa para agradar a su esposo y a sus hijos. Mujeres casadas, recuerden que sus esposos están obligados a amarlas, pero está en Ustedes el hacer fácil que sus esposos las amen.

Existen esposas que, por ejemplo, con el paso del tiempo van descuidando poco a poco su apariencia personal. A lo mejor aumentan de peso de manera exagerada o se tornan negligentes en la manera de vestirse o arreglarse. Piensan que porque están en la casa no hace falta lucir bien. Peor todavía, se tornan en esposas irascibles, violentas, amargadas. De esta manera hacen más difícil que sus maridos las amen.

En cambio una esposa que ama a su marido procurará siempre mostrarse atractiva para él. Hará todo lo posible por complacer a su esposo. Ante sus amigas y familiares hablará de él como lo mejor en el mundo. Hará sentir a su esposo como el rey de la casa. Una mujer que ama a su esposo, sentirá admiración por él.

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¿Admira Usted a su esposo a pesar de los defectos que pueda tener? O piensa que su esposo no sirve para nada y que mejor hubiera sido que no se hubiera casado con él. No sea como esa esposa que en tono enfadado dice a su esposo: Fui una tonta al casarme contigo. El esposo responde diciendo: Sí querida, pero yo estaba tan enamorado de ti, que ni siquiera lo noté. Algo que los esposos apreciamos en alto grado es saber que somos de valor para nuestras esposas.

Pero si una esposa quiere destruir el valor de su esposo podrá decir cosas como: No sabes hacer nada bien. O si no fuera por mí que sería de ti. O todo lo que tocas se destruye. O ¿Por qué no eres como tal persona? Hay ocasiones también cuando los hijos o las cosas de la casa ocupan el primer lugar en la vida de una esposa y el esposo queda relegado a un plano secundario. Para la esposa, después de Dios, lo más importante debe ser su esposo, no los hijos o los negocios o las amistades. Tenemos entonces que las mujeres casadas necesitan aprender a amar a sus maridos y a sus hijos. Pero eso no es todo.

� (2)�Las�esposas�deben�aprender�a�ser�prudentes. Prudente en este caso significa discreción, una conducta equilibrada, sin ir bruscamente a ningún extremo. La esposa debe evitar la tendencia a saltar abruptamente a conclusiones que probablemente estén alejadas de la verdad. Si el esposo llegó tarde a casa del trabajo, hay esposas que le recibirán con una apasionada escena de celos. Si hay algo importante que tratar con el esposo, una esposa prudente lo hará dentro de un marco de discreción y cordura. Además de aprender a amar a su esposo y a sus hijos y a ser prudente.

� (3)�Las�esposas�deben�aprender�a�ser�casta. Esto no

solo significa evitar caer en adulterio. Significa que la esposa es pura en palabra, pensamiento y acción. Una esposa casta sabe que pertenece exclusivamente a su esposo y jamás se expondrá a situaciones que pongan en tela de duda la fidelidad de ella a su esposo.

� (4)�Las�esposas�deben�aprender�a�ser�cuidadosa�de�su�casa. La frase que se ha traducido como cuidadosa de su casa, es una

sola palabra en el idioma que se escribió el Nuevo Testamento y literalmente significa trabajadora en su casa. La esposa debe ver a su casa como su más importante campo de trabajo. Es verdad que en determinados casos, es inevitable que una esposa trabaje fuera de su casa, pero el ideal de Dios para la familia auténticamente cristiana es que la esposa trabaje en su casa.

El trabajo en casa no es humillante como piensan algunas esposas. Es la actividad más honrosa para una mujer casada. El mundo nunca

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condecorará a una esposa por trabajar en su casa, pero no olvide que lo que importa en fin de cuentas no es la aprobación del mundo sino la aprobación de Dios. Las funciones de la esposa que hemos considerado en esta ocasión son amar a su esposo y a sus hijos, ser prudentes, ser castas y ser cuidadosas de su casa. Pero hay más.

� (5)�Las�esposas�deben�ser�buenas. Esto significa que las

esposas deben aprender a vivir para los demás, a practicar la hospitalidad, a mostrar gracia y generosidad, a no centrarse en ellas mismas.

� (6)�Las�esposas�deben�aprender�a�sujetarse�a�sus�esposos. Sobre este asunto hemos dicho lo suficiente en nuestros

estudios bíblicos últimos y no vale la pena insistir más. Quizá alguna se estará preguntando: ¿Y para qué cumplir con todo esto? La respuesta aparece al final del pasaje bíblico que leímos: “para que la palabra de Dios no sea blasfemada”. La falta de cumplimiento a estos principios por parte de las esposas, no solamente echará por tierra el buen funcionamiento de la familia, sino que además será motivo para que la palabra de Dios sea blasfemada.

Cuántas familias cristianas han causado gran daño a la persona de Dios, a la palabra de Dios y al pueblo de Dios, por su mal testimonio. El incrédulo se burla de la palabra de Dios cuando ve una familia que dice ser cristiana y sin embargo los miembros de ella no están cumpliendo con las funciones asignadas por la palabra de Dios. Cumplir con todo lo que hemos expuesto no es tarea fácil para ninguna esposa, pero tampoco es imposible.

La manera de hacerlo es por medio de la ayuda del Espíritu Santo. Deje que el Espíritu Santo le capacite y le dé el poder para por fe cumplir con lo que Dios ha dispuesto en su palabra.

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Algunos consejosprácticos para las esposas

Estamos en la serie de la familia auténticamente cristiana y dentro de ello estamos estudiando las funciones de cada uno de los miembros que forman la familia.

Hoy� daremos� algunos� consejos� prácticos� para� las�esposas. La familia auténticamente cristiana marcha bien, única y exclusivamente cuando los miembros de la familia voluntariamente someten sus vidas a los principios divinos que se encuentran en la palabra de Dios. Hemos considerado ya las responsabilidades de los esposos cristianos. En parte también hemos considerado las responsabilidades de las esposas cristianas. Llegamos a la conclusión que las esposas cristianas deben amar a sus esposos y a sus hijos, deben ser prudentes, deben ser castas, deben ser cuidadosas de su casa, deben ser buenas y deben estar sujetas a sus maridos. Gran responsabilidad de las esposas cristianas.

La palabra de Dios brinda ejemplos que ilustran como funciona todo esto en la práctica. Un caso sobresaliente es el de Sara, la esposa de Abraham. 1 Pedro 3:16 dice: “como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien sin temer ninguna amenaza.”

Siempre me ha llamado la atención porqué Sara ha llegado a ser un ejemplo de sumisión. La razón para ello es rica en aplicaciones para nuestro mundo de hoy. Existen esposas que dicen: Si mi marido fuera bueno, si fuera cariñoso, si no se enojara fácilmente, si me diere todo lo que mis hijos y yo necesitamos, entonces con gusto me sometería a él. Pero como no hace nada de esto, no quiero ni verle, peor someterme a él.

Existe�la�idea�errónea�que�la�sumisión�de�la�mujer�depende�del�comportamiento�del�esposo. Pero, ¿es en

realidad así? Consideremos justamente el caso de Sara para saberlo a ciencia cierta. La mayoría de la gente piensa que Abraham fue un varón perfecto, quien nunca pecó, quien siempre hizo lo que es correcto. Perdón por desilusionarle si Usted pensaba así. La realidad es que Abraham fue un ser humano como Usted y yo, con muchas fallas pero también con muchas virtudes.

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Una de las horas más negras que vivió Abraham tuvo lugar en una región llamada Gerar. Génesis 20:1-13 nos lo relata así: “De allí partió Abraham a la tierra del Neguev, y acampó entre Cades y Sur, y habitó como forastero en Gerar. Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar envió y tomó a Sara. Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido. Mas Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señor, ¿matarás también al inocente? ¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano? Con sencillez de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto. Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases. Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta, y orará por ti, y vivirás. Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirás tú, y todos los tuyos. Entonces Abimelec se levantó de mañana y llamó a todos sus siervos, y dijo todas estas palabras en los oídos de ellos; y temieron los hombres en gran manera. Después llamó Abimelec a Abraham, y le dijo: ¿Qué nos has hecho? ¿En qué pequé yo contra ti, que has atraído sobre mí y sobre mi reino tan grande pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo. Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas, para que hicieses esto? Y Abraham respondió: Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer. Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer. Y cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije: Esta es la merced que tú harás conmigo, que en todos los lugares adonde lleguemos, digas de mí: Mi hermano es.”

Qué interesante historia. Quien hubiera pensado que Abraham sería capaz de esto. Pero lo hizo. Lo único que le interesaba era proteger su propio pellejo, aún si para eso era necesario entregar a su esposa en los brazos de un desconocido. De ninguna manera Abraham buscó en este caso el bienestar de su esposa. Abraham escondió su cobardía detrás de una mentira. Solo la intervención divina evitó que el rey de Gerar posea a Sara, la esposa del gran patriarca Abraham.

Como vemos, no siempre Abraham actuó correctamente.

Abraham�tuvo�sus�fallas�y�la�Biblia�no�las�ha�escondido�como� lo� han� hecho� las� biografías� de� muchos�personajes� importantes. Esto en lo que tiene que ver con

Abraham. Pero ahora fijémonos en Sara. Lo que ella hizo fue formidable y es un gran ejemplo para cualquier esposa en cualquier época de la humanidad y en cualquier cultura. La sumisión de Sara fue de tal magnitud que le motivó a obedecer a Abraham aun a pesar de saber que Abraham estaba equivocado. El texto en 1 Pedro 3:6 dice: “como Sara obedecía a Abraham llamándole señor...”

La palabra señor indica el respeto y admiración que Sara tenía hacia su esposo Abraham. Esto es sumisión. Sara confió en Dios y obedeció al líder que Dios había puesto sobre ella. No tuvo temor de lo que resultaría si obedecía a Abraham, simplemente obedeció. Dejó a Dios las consecuencias de su obediencia a Abraham. Hablando sobre esto, el apóstol Pedro luego hace el siguiente comentario: “De la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien.”

Toda esposa que tiene la misma actitud de Sara para someterse

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voluntariamente a su marido, a pesar de las circunstancias y las consecuencias es una hija de Sara, en el sentido de imitar el ejemplo de Sara.

La�voluntad�de�Dios�es�que�Usted,�imite�a�Sara�en�esto�de� la� sumisión.�De�modo�que,� los� esposos�no�somos� perfectos,� no� siempre� tomamos� decisiones�correctas. Muchas veces actuamos totalmente controlados por un afán

de satisfacer nuestros propios intereses egoístas.

Buscamos más lo nuestro que lo de los demás. Pero aún así, su responsabilidad delante de Dios, es someterse a la cabeza que Dios ha puesto sobre Usted, a su propio marido. Deje a Dios las consecuencias de obedecer a su marido. Así como a Sara, Dios honrará su actitud de sumisión a su esposo. Cuan importante es enfatizar esto hoy en día. Cuántas peleas y disgustos surgen en la familia porque la esposa se resiste a someterse a su esposo. Cuando el esposo toma alguna decisión, la esposa básicamente tiene tres alternativas.

La primera, rebelarse contra su esposo: No, cómo vas a creer que yo haga eso. Si quieres hacerlo, hazlo tú, es tu problema. No cuentes conmigo para nada que tenga que ver con eso.

La segunda, obedecer pero no de corazón. Está bien, lo haré. Pero te advierto que estás mal. Lo hago solamente para no hacerme ningún problema contigo. Y si por desgracia el resultado de lo que se hizo no es bueno, allí viene la dulce venganza. Apuntando con el dedo índice dirá: Te lo dije... Eso te pasa por no hacerme caso...

La tercera alternativa es obedecer de corazón como Sara, dejando a Dios lo que resulte de la obediencia al esposo.

Esposas, no teman someterse a sus esposos. Es posible que surjan dudas. Voy a perder mis derechos. El me va a pisotear. Mis amigas se van a burlar de mí. Me voy a sentir miserable. Pero Sara obedeció a Abraham sin temer ninguna amenaza, como dice al final de 1 Pedro 3:6. Como apreciamos en la lectura. Dios protegió sobrenaturalmente a Sara de caer en manos del rey de Gerar. Así debería ser también con Usted.

Puede ser que a su esposo se le ocurra una de esas brillantes ideas, que de vez en cuando le vienen a la mente, y que Usted sabe que no existe la más mínima garantía de éxito. Después de hablar con él sobre el asunto y no lograr que él cambie de opinión, su tendencia natural será rebelarse contra él, pero no se deje guiar por su tendencia natural. Sométala bajo el poder del Espíritu Santo y sométase a su marido. Deje que él se equivoque de vez en cuando.

Si él es sabio aprenderá de sus errores para no volver a equivocarse

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en lo futuro. Así es como debe actuar una esposa sumisa. La�sumisión�es� incondicional.� Sin� importar� cuan� bueno� o� cuan�malo�es�su�marido,�su�deber�es�someterse�a�él. La única

ocasión cuando una esposa está en libertad de no someterse a su esposo es cuando el esposo trata que la esposa haga algo expresamente prohibido por Dios en su palabra.

Si por ejemplo un esposo pide que su esposa robe o mate, la esposa no está obligada a someterse en casos así. Esta esposa debería imitar a Pedro, quien cuando fue impedido de predicar en el nombre de Cristo, dijo: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

La sumisión no es una medida para denigrar a una esposa en la familia auténticamente cristiana. La sumisión es una medida para honrar a una esposa en la familia auténticamente cristiana. No la desprecie. Sométase y verá como su vida es bendecida por el Señor, como lo fue la vida de Sara quien permanece como ejemplo de mujer virtuosa en las sagradas páginas de la Biblia.

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Los hijos en la familia auténticamente cristiana

Seguimos en un nuevo estudio bíblico sobre la familia auténticamente cristiana.

En�esta�ocasión�trataremos�acerca�de�los�hijos�en�la�familia�auténticamente�cristiana. No sé si será real o inventada por alguien la historia que alguna vez escuche y que nos viene bien para introducir el tema que vamos a tratar en el estudio bíblico de hoy. Se trata de un joven escritor que antes de casarse escribió un libro que llevaba por título: Diez teorías para criar un hijo. Después este joven se casó y tuvo sus hijos. Años más tarde, preguntaron a este escritor su opinión sobre el libro que había escrito en su juventud. El escritor dijo: Antes tenía diez teorías para criar un hijo. Hoy tengo diez hijos y ninguna teoría. Bueno, no está muy lejos de la realidad y los que somos padres lo entendemos muy bien. Parece que cada hijo destruye todos los modelos de crianza que alguna vez han sido patentados.

El problema básico radica en que la mayoría de los modelos de crianza de los hijos pone a un lado al diseñador o al inventor de la familia, a la persona de Dios. No es extraño entonces que muchos modelos de crianza de los hijos se reduzcan a ser meras expresiones de opiniones personales de sus autores, carentes de realidad.

Hoy en día, por ejemplo, una corriente muy fuerte en el mundo de la educación de los hijos apunta a que los hijos tienen derecho a creer lo que quieran creer y que los padres no deben insinuar ninguna tendencia religiosa o espiritual en los hijos.

Por ejemplo, un padre budista no tiene el derecho de enseñar el budismo a su hijo. Un padre cristiano, no tiene el derecho de enseñar el cristianismo a su hijo. El hacerlo atentaría contra los derechos del niño. Los niños deben ser por tanto protegidos para que no se les imponga ninguna influencia religiosa. Cuando sean mayores de edad decidirán por ellos mismos la religión que han de practicar. Así por el estilo, existen mucho más cosas que no revelan otra cosa sino el ataque que sufre la familia hoy en día por parte de un enemigo poderoso que ha conquistado los medios masivos de comunicación, la literatura, la música, la educación.

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� La� única� alternativa� válida� para� la� familia� es�retornar� a� los� principios� bíblicos� para� la� familia� y�dentro�de�ello�para�los�hijos. De lo contrario, el panorama es

tétrico. Los que conocemos la palabra de Dios, debemos vivir agradecidos de Dios, porque Dios nos ha informado a cabalidad acerca de cómo combatir esta amenaza que prácticamente está ahogando nuestra sociedad. Las escrituras son todavía relevantes hoy en día porque han sido dada por Aquel que estableció la familia.

Nadie conoce mejor una obra que el autor de ella. Lo que Dios dice en la Biblia sobre la familia fue bueno para nuestros antepasados, es bueno para nosotros y será bueno para las generaciones futuras. Ya hemos oído lo mejor que el hombre puede ofrecer acerca de cómo criar a los hijos y el resultado no ha sido nada bueno. Es tiempo por tanto de oír lo que la palabra de Dios dice acerca de los hijos y los padres. Con este propósito, le invito a abrir su Biblia en el libro de Efesios 6:1-3. La palabra del Señor dice así: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.”

Consideremos en primer lugar a quien se dirige este mandato. El texto dice: Hijos. La palabra hijos es un término muy amplio, que se utiliza para hablar de la prole o simplemente de la descendencia, sin importar el sexo o la edad. En realidad entonces, todos nosotros estamos incluidos dentro de la palabra hijos. El apóstol Pablo sin embargo tiene en mente a todos aquellos que viven bajo el mismo techo que sus padres y por tanto son responsables ante sus padres.

Muchos hijos, con el pretexto de ser mayores de edad, se automarginan del mandamiento que aparece en el pasaje bíblico leído. Razonan y dicen que ya no son bebés o niños y afirman que el obedecer ya pasó de moda para ellos. Pero Pablo dice: Hijos, sin importar la edad o educación que tengan, si están bajo el mismo techo de sus padres tienen que obedecer a sus padres.

Una vez que hemos considerado los sujetos del mandato, consideremos el contenido del mandato. El texto continúa diciendo: Obedeced a vuestros padres.

La�idea�aquí�es�que�todo�aquel�que�todavía�esté�bajo�el�control�y�responsabilidad�de�sus�padres�está�en�la�obligación�de�obedecerlos. La palabra obedecer en el idioma

en que se escribió el Nuevo Testamento es una palabra compuesta. Por un lado contiene el verbo oír y por otro lado una preposición que significa: por debajo de. Obedecer entonces, literalmente significa: Ponerse por debajo

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de alguien para oír.

El Espíritu Santo por medio del apóstol Pablo está diciendo a los hijos: Pónganse bajo la autoridad de sus padres y óiganlos. Qué interesante comparar esto con lo que el mundo dice. El mundo dice que es necesario liberar a los hijos de la autoridad paterna. Que los hijos tienen el derecho de elegir su propio destino, su propia religión, su propio pensamiento y su propia perspectiva de la vida, ya sea en lo económico, moral, social y religioso.

Pero la Biblia dice todo lo contrario. Los hijos tienen que someterse a la autoridad de sus padres y oír con atención lo que los padres dicen. Esto es lo que Dios ha diseñado para los hijos dentro de la familia auténticamente cristiana. Luego de haber considerado los sujetos del mandato y el contenido del mandato, consideremos la solemnidad del mandato. El Efesios 6:1 continúa diciendo: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres.”

El mandato es solemne porque lo que está en juego es la majestad del Señor Jesucristo. La obediencia de un hijo a sus padres trae honra al nombre de Cristo.

Obedecer�a�los�padres�es�lo�mismo�que�obedecer�a�Cristo.�Desobedecer�a�los�padres�es�lo�mismo�que�desobedecer�a�Cristo. ¿Quién osaría por tanto rebelarse en contra

del Señor?. Hemos considerado los sujetos del mandato, el contenido del mandato y la solemnidad del mandato.

Ahora consideremos la actitud del mandato. Toda acción debe partir de una actitud correcta. La obediencia verdadera debe partir de una genuina actitud de honrar a los padres. Efesios 6:2 dice: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa.”

El honrar padre y madre debería ser un compromiso de los hijos de por vida. Aún cuando la obediencia termina cuando los hijos se casan y se van de la casa, la honra a los padres continúa por siempre. Los hijos deben mirar a sus padres con reverencia y honor para que se forme la actitud correcta que es indispensable para obedecer de corazón. Pablo invita a reflexionar sobre los diez mandamientos para reconocer que el honrar padre y madre es el primer mandamiento con promesa. Consideremos por tanto la promesa del mandamiento. Efesios 6:3 dice: “para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”

Una persona que crece bajo un patrón de obediencia y con un sentido de reverencia y respeto hacia sus padres, será una persona que tendrá una victoria próspera. Dios es muy serio con relación a la honra que los hijos deben tener hacia sus padres. En el Antiguo Testamento se ve la severidad con la que se castigaba a los hijos que deshonraban a sus padres. Éxodo 21:15 dice: “El que hiere a su padre o a su madre morirá”

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Más adelante en Éxodo 21:17 dice: “Igualmente el que maldijere a su padre o a su madre morirá”

Así castiga Dios el pecado de deshonrar a los padres por parte de los hijos. De modo que, la norma básica para los hijos es que sean obedientes a sus padres. No importa la edad de los hijos, pueden ser bebés o niños o adolescentes o jóvenes o adultos. No importa la educación que los hijos tengan, pueden estar en el pre-escolar o en la escuela o en el colegio o en la universidad. No importa el sexo de los hijos, pueden ser hombres o mujeres. No importa si los hijos están trabajando o no están trabajando. Si esos hijos están viviendo bajo el mismo techo de sus padres, están en la obligación de obedecer a sus padres.

Los padres tenemos la responsabilidad de criar a nuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor, sobre lo cual hablaremos en nuestro próximo estudio bíblico.

En resumen entonces, el modelo de Dios para los hijos en un hogar auténticamente cristiano es obedecer a sus padres. Este mandato es solemne porque obedecer a los padres es equivalente a obedecer al Señor Jesucristo. El obedecer a los padres debe partir de una actitud de honrar a los padres. Una persona que honra a sus padres por medio de la obediencia, gozará de la promesa de una vida próspera, mayormente en lo espiritual y también en lo material.

Pablo termina en Efesios 6:1 con unas palabras llenas de significado. Dice que la obediencia a los padres por parte de los hijos es algo justo. Justo significa lleno de virtud, algo correcto.

Todo�plan�de�crianza�de� los�hijos�que�no� tenga�como�elemento�central�la�obediencia�a�los�padres,�es�catalogado�por�Dios�como�algo� injusto. Esto explica el

fracaso de todos los planes mundanos de crianza de los hijos que han puesto a un lado los principios divinos. Que Dios nos ayude a ser hijos obedientes a los padres o padres que incentivan la obediencia en sus hijos.

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La importancia de la obediencia por parte de los hijos

Una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy en la serie titulada la familia auténticamente cristiana.

En� esta� oportunidad� trataremos� acerca� de� la�importancia�de�la�obediencia�por�parte�de�los�hijos. Una vez un pastor estaba hablando con un hombre quien defendía la idea que está mal que los padres den alguna orientación religiosa a los hijos. Su teoría era que la mente de los hijos no debe ser predispuesta con las ideas religiosas de sus padres. Decía que cuando los hijos hayan crecido lo suficiente, por su propia cuenta adoptarán las ideas religiosas que estén más de acuerdo con su propia personalidad. El pastor se limitó a escuchar lo que el hombre decía sin decir nada. Luego el pastor invitó al hombre a mirar el jardín de una casa en el vecindario. Fueron los dos y llegaron a una casa que obviamente estaba abandonada.

Lo que antes debió haber sido un bien cuidado jardín, ahora se había convertido en un matorral repleto de espinas y abrojos. Este es el jardín dijo el pastor. Entre sorprendido y defraudado, el hombre respondió y dijo: Pero yo pensé que me iba a mostrar un hermoso jardín. Esto no es sino un montón de espinas y abrojos. El pastor dijo entonces. Lo que sucede es que el dueño de este jardín no ha querido predisponer a su jardín y ha dejado que el jardín se exprese como quiera, que produzca naturalmente lo que quiera producir.

La lección fue muy obvia para aquel hombre. Pero esto es exactamente lo que acontece a los hijos que no son instruidos por los padres en las cosas espirituales y en todas las cosas en general. Las vidas de los hijos no producirán sino espinas y abrojos. La naturaleza pecaminosa que todo ser humano posee produce todo tipo de mal que Usted pueda imaginar.

Todas�las�relaciones�humanas�se�basan�en�lo�que�se�aprende�en�la�niñez. Si la obediencia, la honra y el respeto a los

padres se aprenden en la niñez, eso proporcionará una base que permanecerá firme a través de toda la vida. La palabra de Dios es sabia cuando por ejemplo en Proverbios 13:24 dice: “El que detiene el castigo, a su hijo

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aborrece, mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.”

Debido a la naturaleza pecaminosa, los hijos no vienen al mundo dispuestos a obedecer a sus padres. Por ello, los padres tienen que corregir a sus hijos desde una temprana edad y así enseñarles a obedecer. De esta manera estarán demostrando amor a sus hijos. En cambio, cuando los padres rehúsan corregir a sus hijos desde una edad temprana, les están privando de la oportunidad de aprender a obedecer y estarán demostrando que odian a sus hijos. No olvide jamás que la obediencia es algo que se tiene que aprender. Ningún hijo nace obediente.

Así que, la norma básica para los hijos es que sean obedientes a sus padres. Cuando los hijos están viviendo bajo el mismo techo de los padres, están en la obligación de obedecer a los padres, sin importar la edad que tengan o la preparación que tengan o la ocupación que tengan. Los padres también tienen la obligación de enseñar a los hijos la obediencia.

¿Por qué tanto énfasis en enseñar a obedecer? Porque como ya se dijo; los hijos no vienen al mundo con un deseo profundo de obedecer, en realidad es lo opuesto, los hijos vienen al mundo con un deseo profundo de desobedecer. Los que somos padres sabemos que jamás tuvimos que enseñar a nuestros hijos a desobedecer. Los hijos son expertos en desobedecer porque heredaron una naturaleza pecaminosa igual a la nuestra. La única forma de que los hijos sean obedientes es por medio de aprender obediencia.

Esta verdad está ilustrada a través de todo el libro de Proverbios. En el libro de Proverbios encontramos todos los elementos necesarios para desarrollar relaciones correctas entre las personas, y por cuanto esto se aprende en la niñez, este libro ha sido diseñado como una serie de

lecciones para que los padres enseñen a los hijos. Si� amamos�a�n u e s t r o s � h i j o s � y � q u e r e m o s � h a c e r � a l g o �verdaderamente�útil�para�ellos,�debemos�enseñarles�el�libro�de�Proverbios.� Consideremos algunos principios extraídos de este maravilloso libro. Abramos nuestras Biblia en Proverbios 1:8. Dice así: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre; y no desprecies la dirección de tu madre.”

Los hijos necesitan prestar atención a la instrucción y dirección de sus padres. A veces los hijos razonan y dicen: Mis padres son anticuados. Están viviendo en el siglo pasado, por tanto no puedo obedecerles. Pero la Biblia confronta esta manera incorrecta de pensar de algunos hijos y simplemente dice: Hijos, oigan y obedezcan a sus padres. No desprecien la dirección que los padres dan. Puede ser que los padres no estén muy capacitados en la ciencia, las letras, el arte, la filosofía, pero los padres tienen algo que los hijos no tienen y eso se llama experiencia.

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Por eso es que los hijos necesitan obedecer y honrar a los padres. Hijos, ¿Están oyendo y reteniendo lo que sus padres dicen? ¿Están apreciando la dirección de sus padres como un especial tesoro? Por otro lado, padres, ¿están instruyendo a sus hijos? ¿Están proveyendo la dirección que los hijos necesitan? O a lo mejor están tan ocupados en sus cosas, que han dejado esta responsabilidad a la escuela o a la iglesia o peor aun, al mundo.

Padres, no esperen que sean otros quienes críen a sus propios hijos. El resultado será fatal y para cuando Usted logre darse cuenta de ello puede ser que sea demasiado tarde. Lo único que le quedará es recoger los pedazos de las vidas destrozadas de sus hijos. Otro pasaje muy ilustrativo sobre la responsabilidad de los hijos en el hogar se encuentra en Proverbios 4:1-4 y dice así: “Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, y estad atentos para que conozcáis cordura. Porque os doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley. Porque yo también fui hijo de mi padre, delicado y único delante de mi madre. Y él me enseñaba: Retenga tu corazón mis razones, guarda mis mandamientos y vivirás.”

Dios, a través de Salomón, el hijo de David exhorta a los hijos a oír, es decir, a obedecer lo que dice un padre. Prestar atención a lo que dicen los padres produce cordura en las vidas de los hijos. La cordura nos habla de un equilibrio, todo lo opuesto a la necedad, lo cual resulta de desobedecer a los padres. Salomón dice que obedecer a los padres es algo bueno. Salomón habla por experiencia propia. Obedeció a su padre y a su madre y guarda muy buenos recuerdos de ellos. Su obediencia hizo que su vida esté llena de propósito y significado. Proverbios 13:1 dice: “el hijo sabio recibe el consejo del padre; mas el burlador no escucha las reprensiones.”

Es�sabio�oír�y�obedecer�el�consejo�de�los�padres. Los

hijos hoy en día se creen mucho más sabios que los más sabios e hinchados de arrogancia desprecian el consejo de los padres. Pero la Biblia dice que la verdadera sabiduría radica en recibir el consejo de los padres. En cambio, quien desprecia el consejo de los padres, a los ojos de Dios es un burlador o un necio en el más amplio significado de esta palabra. Considere por ejemplo lo que dice Proverbios 15:5 “El necio menosprecia el consejo de su padre; mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente.”

Si Usted quiere ser tildado de necio, entonces, adelante, desprecie el consejo de sus padres. Pero si quiere ser sabio a los ojos de Dios y de los hombres, obedezca a sus padres. Quizá Usted me dirá: Pero tú no sabes como son mis padres. Me quieren tener controlado todo el tiempo. No me dan libertad, hasta pienso que me tratan como a un niño.

Bueno, yo no sé como serán sus padres, pero eso no importa, Dios ha dicho que Usted como hijo debe obedecerlos y eso es todo. A lo mejor, es la rebeldía, lo que justamente sus padres quieren corregir en Usted y por eso no le están dando las libertades que Usted piensa debe tener. Tan pronto Usted demuestre madurez, estoy seguro que sus padres le otorgarán una mayor libertad. Como hemos visto a través de estos pocos ejemplos, el libro

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de Proverbios contiene mucha enseñanza que apunta a una sola cosa: Los hijos deben obedecer a los padres. La obediencia a los padres hará una gran diferencia en la vida de los hijos.

Termino con esta ilustración interesante. Un gran pintor quería plasmar en los lienzos el rostro de la inocencia. Para ello buscó con afán un rostro que refleje la paz de espíritu que un alma inocente proyecta. Su búsqueda terminó cuando halló a un niño de apenas cinco años cuyos rasgos faciales se acercaban mucho a lo que el pintor pensaba es la inocencia. Lo tomó como modelo y plasmó en los lienzos una hermosa pintura bajo el título: El rostro de la inocencia.

Varios años más tarde, se le ocurrió al mismo pintor, poner en los lienzos la antítesis del rostro de la inocencia. Se llamaría el rostro de la maldad. Para encontrar un modelo, pensó que lo más lógico sería ir a la cárcel de la ciudad. Allí encontró a un hombre ideal para ese propósito. Los rasgos grotescos de su rostro, esculpidos por los años de vivir en la maldad, daban al pintor un perfecto modelo para su pintura.

Cuando el pintor terminó su obra, el modelo dijo al pintor: ¿Se acuerda de mí? El pintor distraídamente respondió: No creo haberlo conocido antes. El reo dijo: Yo fue el modelo para el rostro de la inocencia. Entonces fue cuando el pintor supo que aquel niño de rostro de ángel, de adulto se había convertido en un monstruo. El reo continuó diciendo: Mis padres se divorciaron, crecí sin ningún control, pronto me arrastraron las garras del

pecado. La� diferencia� entre� una� vida� útil� y� una� vida�desperdiciada� radica�en�haber� aprendido�a� vivir� en�obediencia.

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La importancia de criar a los hijos en disciplina y

amonestación del Señor.

En un nuevo estudio bíblico dentro de la serie titulada La Familia Auténticamente Cristiana.

Hoy�vamos�a�entrar�en� la� importancia�de�criar�a� los�hijos�en�disciplina�y�amonestación�del�Señor. La familia es la pieza fundamental de toda sociedad organizada. Cuando un buen porcentaje de familias gozan de estabilidad, existe una garantía de un relativo buen funcionamiento de la sociedad. En cambio, cuando un buen porcentaje de familias se han roto o están en vías de hacerlo, la sociedad entera sufrirá las consecuencias de ello. Para que una familia funcione bien se necesita que los miembros de la familia conozcan y cumplan con las responsabilidades de cada uno de ellos dentro de la familia.

Ya hemos visto que la responsabilidad de los esposos es amar a sus esposas, se la cabeza de sus esposas y de sus familias en general, esto significa ser un líder de sus esposas y ser el líder espiritual de la familia y también se requiere que los esposos críen a los hijos en disciplina y amonestación del Señor.

La responsabilidad de la esposa cristiana es someterse a su marido, crear la atmósfera apropiada en la familia y criar a los hijos conforme a lo establecido en la palabra de Dios.

La responsabilidad de los hijos es obedecer a sus padres. La obediencia a los padres no es algo natural en los hijos, es algo que los hijos tienen que aprender, por tanto los padres tienen la responsabilidad de

enseñar a los hijos la obediencia. Jamás� es� tiempo�perdido�aquel�que�es�invertido�en�la�crianza�de�los�hijos. Hijos que

desde pequeños son adiestrados a andar en el temor de Dios, tienen una gran probabilidad de llegar a ser fieles a Dios en su edad adulta.

Considere por ejemplo esta estadística, proporcionada por el Dr. Horacio Bonar. De 253 creyentes a quienes él personalmente conocía, 138

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llegaron a recibir a Cristo como Salvador siendo menores de 20 años. 85 llegaron a recibir a Cristo como Salvador teniendo entre 20 y 30 años. 22 teniendo entre 30 y 40 años. 4 teniendo entre 40 y 50 años. 3 teniendo entre 50 y 60 años. 1 teniendo entre 60 y 70 años y ninguno teniendo más de 70 años. Qué cuadro tan descriptivo.

Es obvio que cuando más edad tiene la persona, más difícil se hace que esta persona llegue a los pies de Cristo, y cuando más joven es la persona es más probable que llegue a ser salva en Cristo. Sobre esto mismo, se estima que solamente 1 entre 50.000 halla la salvación en Cristo después de los 35 años. Solamente 1 entre 300.000 halla la salvación en Cristo después de los 45 años, y solamente 1 entre 700.000 halla la salvación en Cristo después de los 75 años. Cuan importante entonces que los padres moldeen las vidas de sus hijos mientras éstos son tiernos, porque llegará un momento cuando será prácticamente imposible enderezar una vida torcida por el pecado.

Los hijos en la niñez son como el barro en las hábiles manos del alfarero. El barro por sí mismo no tiene forma establecida. Necesita de alguien que le dé forma. Son los padres quienes cual alfarero moldean a sus hijos quienes cual barro van tomando forma para ser agradables a Dios y a la sociedad. Pero se ha preguntado, ¿por qué los hijos necesitan ser moldeados como el barro es moldeado por el alfarero? Pues los hijos necesitan ser moldeados porque han llegado a este mundo con una insuficiencia básica.

Esta insuficiencia la vemos ilustrada en Lucas 2:52 en donde se describe a Cristo desde la perspectiva de su humanidad, como un niño de doce años. Siguiendo muy brevemente el rastro del crecimiento y desarrollo del Señor Jesús, Lucas toca cuatro áreas en las cuales los niños carecen de madurez y por tanto requieren de crecimiento. Lucas 2:52 dice: “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.”

Este texto nos dice que los niños necesitan crecer en cuatro áreas básicas: Sabiduría, estatura, gracia para con Dios y gracia para con los hombres. Veamos cada una de estas áreas en particular.

� (1)�A�los�niños�les�hace�falta�crecer�en�sabiduría. Esto

tiene que ver con el intelecto. Los niños simplemente carecen del conocimiento de la verdad y de la aplicación de esta verdad en su vida diaria. Son los padres quienes deben enseñar a sus hijos la verdad y mostrar a sus hijos como se aplica esta verdad en el diario vivir. Los niños tampoco saben distinguir entre el bien y el mal, entre cosas que son beneficiosas y cosas que son dañinas.

Esta sabiduría necesita ser enseñada y los directamente responsables para ello son los padres. Las escuelas, colegios, medios de comunicación, libros, etc., ayudan en algo, pero la responsabilidad primaria para que los hijos crezcan en sabiduría recae sobre los padres.

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� (2)�Los�niños�necesitan�crecer�es�la�estatura. Esto no

se refiere solamente a la estatura física en metros y centímetros sino a todo lo material en general. Los niños son frágiles y no están en capacidad de valerse a ellos mismos. Los padres tienen la responsabilidad de alimentarlos y de asegurarse que tengan el suficiente descanso. Los niños no pueden vivir solos, no pueden desenvolverse solos en el mundo. No pueden defenderse por ellos mismos de los peligros que les rodean y por ello es vital para los hijos el cuidado y la protección de sus padres. Es un acto de tremenda irresponsabilidad, por decir lo menos, el que los padres procreen hijos y descuiden de satisfacer las necesidades físicas o materiales de los hijos. Negar este servicio que demandan los hijos es equivalente a condenarlos al fracaso total.

� (3)� Los�niños�necesitan�crecimiento�en� la�gracia�para�con�Dios. Esto se refiere a las necesidades espirituales. Los hijos

por naturaleza no vienen a este mundo amando y glorificando a Dios. Lo ideal es que cuando sean jóvenes tengan un buen conocimiento de Dios, pero sin la instrucción espiritual en la niñez, pronto se apartarán del camino de Dios. Por eso la Biblia dice en Proverbios 22:6 “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”

Los padres deben entrenar o capacitar al hijo en el camino que debe seguir, porque solo así, ese hijo no se apartará de ese camino en la edad adulta.

� (4)�Los�niños�necesitan�de�crecimiento�es�la�gracia�para�con�los�hombres. Esto se refiere a las necesidades sociales

de los niños. Los hijos por así decirlo, no están adaptados para vivir en sociedad. El rasgo dominante en todo niño que viene a este mundo se llama egoísmo. Una de las primeras palabra que todo niño aprende a pronunciar es la palabra “mío”.

Los padres se sienten orgullosos cuando oyen que su hijo por primera vez pronuncia la palabra mío. Lo que no saben es que con eso, el hijo está manifestando su profundo egoísmo, producto de la naturaleza caída con la cual llegó a este mundo. Cuesta mucho trabajo el enseñar a un niño a compartir sus juguetes, sus caramelos, su comida. La razón para esto es que los niños no saben como vivir en gracia para con los demás. Necesitan aprender la humildad y la generosidad.

Tenemos entonces que los niños necesitan ser moldeados por sus padres para desarrollar en estas cuatro áreas de crecimiento. La intelectual o de la sabiduría. La física o de la estatura. La espiritual o la gracia para con Dios, y la social o la gracia para con los hombres. Si los padres descuidan una o más de estas áreas de crecimiento, los hijos crecerán con

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deficiencias en lo intelectual, o en lo físico, o en lo espiritual o en lo social. No será extraño entonces que en las familias existan hijos como el que ha sido descrito en Proverbios 30:11-12 en donde dice así: “Hay generación que maldice a su padre, y a su madre no bendice. Hay generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia.”

Si echamos un vistazo a nuestro alrededor, veremos justamente tal generación de personas jóvenes, quienes están haciendo lo que creen que es correcto en su propia opinión, pero se burlan y desprecian a sus padres y

termina por volverse ingobernables. De modo que, la� familia� es�piedra�fundamental�en�el�edificio�llamado�sociedad. Si

la piedra fundamental tiene sus fallas, toda la construcción estará tambaleante. Tristemente esto es lo que estamos contemplando en nuestra sociedad en la actualidad.

Es tiempo de volver a los principios divinos para el funcionamiento de la familia. Es tiempo de que los hijos sean criados en una manera equilibrada, dando atención a sus necesidades intelectuales, dando atención a sus necesidades materiales, dando atención a sus necesidades espirituales y dando atención a sus necesidades sociales.

Si Usted es un esposo y Dios ya le ha bendecido con hijos, ¿Está Usted atendiendo adecuadamente las áreas en las cuales sus hijos necesitan de crecimiento? Si Usted es una esposa, y Dios ya le ha bendecido con hijos, ¿Está Usted colaborando con su esposo para atender adecuadamente las áreas en las cuales sus hijos necesitan de crecimiento? ¿Qué están haciendo los dos, específicamente, para que sus hijos crezcan en sabiduría, estatura, gracia para con Dios y gracia para con los hombres? Casi percibo su respuesta en el sentido que están dependiendo de la escuela o del colegio para el crecimiento de sus hijos.

Hasta cierto punto la escuela y el colegio contribuyen con el crecimiento de sus hijos, quizá principalmente en el área intelectual y física, pero ¿qué de las otras áreas? ¿Quién se está encargando de enseñar a sus hijos las cosas espirituales? ¿Quién está enseñando a sus hijos los deberes sociales, a ser buenos ciudadanos, a ser íntegros, a ser honestos, a ser rectos? Que Dios nos ayude a todos nosotros los que somos padres a criar a nuestros hijos e la manera que Dios ha establecido en su palabra.

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Cómo criar un niño en disciplina y amonestación del Señor

Continuamos con nuestro estudio bíblico de la familia auténticamente cristiana.

En�esta�ocasión�trataremos�acerca�de�cómo�criar�un�niño�en�disciplina�y�amonestación�del�Señor. A lo largo y ancho de la Biblia, Dios ha llamado a sus escogidos a ser diferentes del resto de las personas en este mundo. El apóstol Pablo en Efesios 4:17 afirma: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente.”

De modo que de los creyentes debe esperarse un estilo de vida distinto en el mundo. El creyente debe manejar distinto su matrimonio. El creyente debe manejar distinto su familia. El creyente debe manejar distinto su negocio. El creyente debe manejarse distinto en su trabajo, la escuela, la universidad, el vecindario, etc. Debemos andar en amor y no en inmoralidad dice Efesios 5:2-3. Debemos andar en luz mas no en tinieblas según Efesios 5:8. Debemos andar en sabiduría, mas no como necios según Efesios 5:15. Debemos andar en el Espíritu mas no en la carne, según Efesios 5:18. No debemos ser egoístas, cada uno mirando por lo suyo, cada uno llevando el agua a su propio molino, sino que debemos ser bondadosos, mirando cada uno por lo de los demás.

Este es un estilo de vida distinto al del mundo y debe ser el estilo de vida que voluntariamente adoptamos los que somos creyentes porque Dios

nos ha llamado para eso. En resumen, tenemos que ser únicos. Una�de�las�áreas�donde�quizá�con�mayor�intensidad�se�nota�la�pérdida�de�identidad�propia�de�los�hijos�de�Dios�o�de�los�creyentes,�es�en�la�familia. Hoy en día se hace más y más difícil distinguir una familia cristiana de una familia que no es cristiana. La razón para esto es que muchas familias cristianas han adoptado las normas del mundo para el funcionamiento de la familia. Quizá por ignorancia o a lo mejor por voluntad propia, se ha desechado el modelo de Dios y se lo ha sustituido por el que el mundo promueve. Las consecuencias de este hecho han sido devastadoras. El

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alto índice de divorcios es una consecuencia directa de ello.

Los hijos abandonados a su propia suerte es otro de los graves resultados de ceder al mundo el control de la familia. Es hora ya de retornar al modelo bíblico para el funcionamiento de la familia. Uno de los factores claves para el buen funcionamiento de la familia es la crianza de los hijos.

La�crianza�de�los�hijos�es�responsabilidad�directa�de�los�padres,�no�de�la�escuela�o�de�la�iglesia,�etc. Los que

somos padres creyentes debemos estar agradecidos por tener a nuestra disposición el manual más completo para saber como criar a un hijo. Este manual es la Biblia. Consideremos pues como este maravilloso manual para la vida nos instruye en la crianza de los hijos. Abramos nuestras Biblias en el libro de Efesios 6:4. La palabra del Señor dice así: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.”

Esta es la norma bíblica para los padres en relación con sus hijos en la familia auténticamente cristiana. Debemos tomar en cuenta que el apóstol Pablo está escribiendo a una sociedad caracterizada por la descomposición en todos los ordenes de la vida. El mal había contaminado el aspecto moral, social y espiritual de la población y las familias fueron presa fácil de esta situación. La alta tasa de divorcios, las relaciones extra maritales y las familias destrozadas parecía ser la norma establecida en el mundo romano del primer siglo. Por tanto la enseñanza de Pablo debió haber causado revuelo en su época así como causa revuelo en la época en la cual vivimos.

La vida de los niños en aquella época corría un peligro constante. Por ejemplo, Roma tenía una ley llamada patria potestad, que literalmente quiere decir el poder del padre. La ley facultaba al padre el tener control absoluto sobre todos los miembros de la familia. El padre podía vender a sus hijos como esclavos, podía hacerlos trabajar en los campos sujetos a cadenas, podía tomar la ley en sus propias manos y castigar a cualquier miembro de la familia tan severamente como deseare, inclusive llegando a la pena de muerte.

Por ejemplo, era costumbre que los recién nacidos sean presentados a los pies de su padre, si el padre se inclinaba y recogía al niño, el niño se quedaba en casa, pero si el padre se daba vuelta y se iba, el niño era literalmente desechado como desperdicio. Séneca, uno de los más ilustres personajes Romanos decía: Degollamos a un buey fiero, ahorcamos a un perro rabioso, acuchillamos a una vaca enferma y a los niños que nacen débiles o deformes los ahogamos. Cuando las criaturas eran desechadas por los padres, si no habían sido asesinadas, se les llevaba al foro.

Entonces la gente venía por la noche para recoger a los varones y hacerlos esclavos y a las mujeres para hacerlas prostitutas. Pablo por tanto está hablando a una sociedad en la cual los niños tenían poco o ningún

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valor. La relación padre-hijo estaba tan deteriorada como en muchas familias en la actualidad. Por este motivo, es imprescindible establecer un nuevo enfoque del trato de los padres hacia los hijos. El texto que leímos en Efesios 6:4 contiene un mandato. En el texto notamos los sujetos del mandato y el contenido del mandato.

En nuestro estudio bíblico de hoy analizaremos únicamente lo concerniente a los sujetos del mandato. El texto comienza diciendo: Y vosotros, padres. Detengámonos aquí, porque en esta declaración tenemos ya la identificación de los sujetos del mandato. Pablo está dirigiéndose a los padres. La pregunta natural es: ¿Qué es lo que tiene en mente Pablo, a los papás solamente o a los papás y las mamás? En realidad, la palabra que se utiliza en el Nuevo Testamento, en el idioma en el que se escribió originalmente, normalmente indica la cabeza masculina de la familia, pero también se utiliza para referirse a padre y madre en conjunto. De modo que, asumiremos que la enseñanza de Pablo va dirigida tanto al padre como a la madre.

Pablo por tanto está diciendo: Papá y mamá: Ustedes no pueden dejar que sus hijos se críen por ellos solos. Ustedes son la clave para el bienestar

presente y futuro de sus hijos. Uno�de�los�defectos�en�muchas�familias,�es� justamente�el� renunciamiento�por�parte�del�padre�o�de�la�madre�a�criar�a�los�hijos. A veces el padre

razona y dice: Muy bien, yo voy a traer el pan a la mesa, por tanto, no voy a intervenir para nada en administrar disciplina a los hijos. Por otro lado, la madre dice a veces a sus hijos: Si no te portas bien, te voy a acusar con tu papá para que te castigue. ¿Ha oído frases como esas? A lo mejor Usted mismo las ha utilizado.

Pero en este texto vemos algo distinto. La responsabilidad de criar a los hijos es tanto del padre como de la madre. El asunto funciona así generalmente: Cuando el padre está en casa, es él quien lleva la rienda del control de los hijos, ya sea para disciplinar o para recompensar. Pero cuando por razones de trabajo por ejemplo, el padre no está en casa, es la madre quien toma las riendas del control de los hijos. Si es del caso disciplinar, tendrá que hacerlo.

No es bueno que la madre espere que el padre regrese a casa del trabajo para presentarle la lista de quejas del mal comportamiento de los hijos, para que el padre tome las medidas que sean adecuadas. La madre tiene tanta autoridad como el padre para disciplinar a los hijos en ausencia del padre. Así es, la responsabilidad de criar a los hijos es tanto del padre como de la madre. Esta función es vital para la buena marcha de la familia.

Hace algunos años atrás, los sociólogos Sheldon y Glueck de la universidad de Harvard, intentaron identificar las causas de la delincuencia

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juvenil, de modo que se diseñe alguna forma de contrarrestar este terrible mal. Después de cientos casos de estudio, determinaron cuatro factores que según ellos evitarían que los hijos se transformen en delincuentes juveniles.

Primero, la disciplina del padre. Debe ser firme, justa y consistente.

Segundo, la supervisión de la madre. Debe saber siempre dónde

están sus hijos, con quiénes están y qué están haciendo. Las madres deben pasar el mayor tiempo posible con los hijos.

Tercero, el amor de los padres. Los hijos deben ver muestras

tangibles del amor de sus padres. No es suficiente que los padres digan a los hijos: Te amo, sino que los acaricien, los abracen, jueguen con ellos, se sacrifiquen por ellos.

Cuarto, la cohesión de la familia. La familia debe hacer todo lo

posible para mantenerse unida. De modo que, el rol de los padres es vital para evitar que los hijos incrementen las estadísticas de delincuentes juveniles. En Efesios 6:4 encontramos un mandato. Los sujetos del mandato son tanto el padre como la madre.

Antes de finalizar, si Usted es padre o madre, permítame hacerle una pregunta: ¿Está Usted dedicado a la crianza de sus hijos? Mírelo como un privilegio de parte de Dios. Recuerde que los hijos son tesoros cuyo cuidado, Dios ha encomendado a los padres, solo por un poco de tiempo. A veces pensamos y actuamos como si los hijos fueran a estar siempre con nosotros. Pero algún día los hijos se irán de la casa, abandonarán el nido, y si no hemos sido diligentes en nuestro cuidado de ellos nos quedaremos con la sensación de haber fracasado en la vida y de haber propiciado el fracaso de los hijos. Aproveche hoy que los tiene todavía cerca suyo. El tiempo pasa demasiadamente rápido.

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La función de los padres en la familia al estilo de Dios I

Hemos estado estudiando la función de los padres en la familia al estilo de Dios. Hoy continuaremos con este importante tema.

En�instantes�más�seguiremos�tratando�este�asunto. Efesios 6:4 dice: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.”

Este es el modelo de Dios para la crianza de los hijos en la familia auténticamente cristiana. En nuestro último estudio bíblico tratamos el caso de los sujetos de este mandato. Llegamos a la conclusión que Dios ha designado a los padres la responsabilidad de criar a los hijos. El mundo aconseja que debe ser la escuela o los medios masivos de comunicación o la iglesia, quien se encargue de moldear la vida de los hijos, pero la Biblia dice otra cosa muy diferente.

La Biblia dice que la responsabilidad de criar a los hijos en la familia auténticamente cristiana es del papá y de la mamá. El éxito o el fracaso de una familia depende en buena parte de la seriedad con la cual los padres asumen su papel de criar a los hijos. El gran evangelista Billy Graham, hablando a una multitud en el Madison Square Garden de Nueva York, ofreció a los padres seis sugerencias para cambiar la creciente tendencia hacia la delincuencia juvenil.

Primero, tomar tiempo para pasar con los hijos.

Segundo, ser un buen ejemplo para los hijos.

Tercero, proveer a los hijos de ideales para vivir.

Cuarto, organizar muchas actividades en familia.

Quinto, disciplinar a los hijos,

Sexto, enseñar a los hijos principios bíblicos acerca de Dios.

Sin lugar a dudas que la participación de los padres en la crianza de los hijos es un poderoso antídoto para contrarrestar la delincuencia juvenil. Una vez que hemos tratado lo referente a los sujetos del mandato, nos corresponde analizar el contenido del mandato. El texto leído en Efesios 6:4 contiene un mandato claro y preciso. El contenido del mandato puede ser dividido en dos partes.

Primero: No provoquéis a ira a vuestros hijos,

y segundo: Criadlos en disciplina y amonestación del Señor.

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En esta ocasión vamos a considerar solamente la primera parte del contenido del mandato. La responsabilidad de los padres es no provocar a ira a nuestros hijos. Las palabras: “provocar a ira” son la traducción de una sola palabra en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento, la cual literalmente significa irritar, exasperar, hacer enojar o hacer enfurecer.

(1)�Por�medio�de�las�actitudes�o�acciones, los padres

corren el riesgo de agitar ira en sus hijos. En ocasiones, los hijos responden a esa provocación con una franca rebeldía, pero en otras ocasiones, la ira no se manifiesta de forma externa, sino que se guarda al interior y con el tiempo se transforma en resentimiento o amargura que quema las entrañas.

Los hijos no harán nada, ni dirán nada, pero en su interior habrá un volcán que está próximo a erupcionar. Todos los que anhelamos ser padres responsables estamos interesados sobre manera en saber cuales son las actitudes o palabras o acciones que provocan ira en nuestros hijos. Tomemos por ejemplo la sobreprotección. Esto ocurre cuando exageramos en el cuidado y supervisión de los hijos, cuando tratamos de mantenerlos encerrados, aislados de todo peligro real o imaginario del exterior. También se produce cuando desconfiamos de nuestros hijos y siempre nos queda la duda sobre la veracidad de algo que nos han dicho.

Es correcto y necesario proteger a los hijos, pero es incorrecto sobreprotegerlos. Los hijos necesitan tener oportunidades para ejercitarse en el uso del autocontrol. En un mundo donde tarde o temprano los hijos tendrán que enfrentar por ellos mismos determinados riesgos, es absurdo que los padres no vayamos soltado la cuerda poco a poco, de modo que paulatinamente, los hijos vayan aprendiendo a aprovechar las oportunidades que brinda la vida.

Recordemos padres, que nuestros hijos no estarán con nosotros toda la vida. Será mejor entonces que tan pronto como sea posible comencemos a equiparles para que puedan enfrentar con éxito los riesgos y oportunidades del diario vivir. La protección exagerada, posesiva y enfermiza de los padres perfectamente puede resultar en un fuerte sentimiento de ira en los hijos, lo cual, en su oportunidad puede degenerar en acciones drásticas y precipitadas por parte de los hijos.

Un gran porcentaje de hijos que abandonan sus hogares prematuramente, lo hacen justamente porque se torna insoportable la sobreprotección de sus padres. Otra acción de los padres que provoca a ira a los hijos es el favoritismo de los padres hacia alguno de los hijos. Isaac por ejemplo favoreció a su hijo Esaú. Mientras que Rebeca favoreció a su hijo Jacob. ¡Qué tragedia que provocó esta situación de favoritismo en el hogar de Isaac y Rebeca! Esaú amenazó con matar a Jacob y Jacob tuvo que huir para conservar la vida.

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El favoritismo de los padres hacia alguno de los hijos provoca fuertes sentimientos negativos en los demás hijos. Cuidado padres con hacer acepción de personas entres sus hijos. Los resultados pueden ser funestos.

(2)�La�comparación�injusta�que�los�padres�hacen�entre�ellos. Me refiero a cuando por ejemplo un padre dice a uno de sus

hijos: Mira a tu hermana, ella es tan obediente, tan ordenada, tan pulcra. En cambio tú eres todo un desastre. ¿Cuándo vas a aprender de tu hermana? Esto puede lastimar como Usted no tiene idea la dignidad o autoestima de un hijo y como en lógico, puede derivar en que los hijos sean provocados a ira por sus padres.

Cuidado con comparar negativamente a los hijos. No olvide que cada hijo es un mundo aparte. Las comparaciones atentan contra la individualidad de cada uno de los hijos y provocan las típicas rencillas internas en la familia.

� (3)�Forzarlos�a�tener�éxito. Muchos padres obligan a los hijos

a ser perfectos en todo, en los estudios, en los deportes, en los trabajos asignados. Esta presión hace que los hijos se sientan permanentemente frustrados cuando no logran alcanzar las metas que sus padres han impuesto y esto conduce a que los hijos sientan amargura hacia sus padres. Está bien incentivar que los hijos traten de alcanzar metas elevadas, pero está mal forzarlos a lograr metas imposibles de ser alcanzadas.

� (4)� Por� medio� de� solamente� señalar� sus� fallas� o�defectos�y�no�decir�nada�sobre�sus�logros�o�virtudes. Todo hijo tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles, pero cuando los padres solamente atacamos los puntos débiles y nunca alabamos los puntos fuertes, estamos provocando a ira a los hijos. Un sabio pastor aconseja a los padres a nunca criticar a un hijo por algo malo que ha hecho, sin antes felicitar por algo bueno que ha hecho. A veces es necesario buscar bastante, pero siempre debe compensarse una crítica con una alabanza.

� (5)� Cuando� esperamos� que� siendo� niños� se�comporten�como�adultos. Los hijos en su tierna edad están en

proceso hacia la madurez. Todavía no han alcanzado un pleno desarrollo ni en lo espiritual, ni en lo emocional, ni en lo intelectual ni en lo físico. Por tanto, es natural que un hijo tierno se comporte como tal. Padres, no esperemos que un niño piense y actúe como adulto.

Es natural que los niños derramen la leche sobre la mesa, no lo maltrate por eso. Deje que los niños sean niños. Los niños dicen cosas cómicas como si fuera algo muy serio. Escuchémoslo con seriedad y si

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tenemos que reírnos, hagámoslo después, no en ese momento. Una vez más, padres, dejemos que los niños sean niños. Exigir que un niño actúe como adulto, solamente trae amargura a la vida del niño, y es contrario a la palabra de Dios por cuanto la palabra de Dios exhorta a los padres a no provocar a ira a los hijos.

� (6)�Por�medio�del�maltrato�verbal�o�físico. Los padres

tenemos autoridad sobre los hijos, pero no abusemos de esa autoridad para maltratar a nuestros hijos verbalmente o peor aun físicamente. Cuantas veces no habremos dicho a nuestros hijos cosas que jamás diríamos a otra persona. ¿Acaso nuestros hijos no merecen respeto mayor que el respeto que tenemos para cualquier otra persona? Entonces, ¿Por qué tratamos a nuestros hijos de una manera tan áspera? ¿Por qué montamos en cólera y arremetemos contra nuestros hijos con palabras groseras y hasta golpes? El maltrato físico y verbal de los padres en contra de los hijos conducirá a que los hijos sean provocados a ira, con terribles consecuencias para la familia en general.

� (7)� Cuando� nosotros� padres,� nos� ocupamos� en�nuestro� propio� interés. Nuestros negocios, nuestros trabajos,

nuestros, amigos, etc., y relegamos a nuestros hijos a un plano secundario. El dejar a los hijos en un segundo plano parecerá algo sin importancia inicialmente, pero no tenga la menor duda que los resultados aparecerán en los años de la adolescencia, cuando los hijos saquen la amargura que llevan dentro porque sus padres nunca les dieron la importancia que tienen.

El contenido del mandato para los padres tiene primeramente que ver con no provocar a ira a los hijos. Hemos compartido con Usted algunas maneras de provocar a ira a los hijos. Si Usted como padre o madre, ya ha caído en muchas de las acciones que provocan a ira a los hijos, es necesario que lo antes posible reconozca el error cometido, pida perdón a sus hijos y se comprometa delante de Dios y delante de ellos a no volver a cometer el mismo error. ¿Le parece difícil? Sin la ayuda del Espíritu Santo es muy difícil. Pero si Usted depende del poder del Espíritu Santo podrá hacerlo y de esa manera comenzará una nueva etapa en su familia.

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La función de los padres en la familia al estilo de Dios II

Dios ha asignado a los padres la responsabilidad directa de la crianza de los hijos. Efesios 6:4 dice: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” Hemos considerado ya lo que significa provocar a ira a los hijos y la manera más común de caer en este error que produce resultados tan desastrosos.

Hoy�nos�guiaremos�en�el�estudio�de�la�segunda�parte�del� mandato� del� apóstol� Pablo� a� los� padres� en�relación�con�la�crianza�de�los�hijos. En Nueva Jersey, Estados Unidos, vive un niño que ansiosamente espera al cartero cada año, justo en el día de su cumpleaños. Lo que sucede es que su padre, contrajo una enfermedad mortal y poco antes de morir, consciente de que no estaría presente para criar a su hijo, escribió varias cartas dirigidas a su hijo, con consejos que todo hijo necesita recibir de un padre. Luego dio expresas instrucciones a una persona de confianza para enviar por correo cada año, una de aquellas cartas, en orden, justo en el día del cumpleaños de su hijo.

La última carta la puso en un sobre especial y debía llegar a las manos de su hijo justo el día de su casamiento. En esta carta, el padre se disculpaba por no haber estado al lado de su hijo y le aconsejaba acerca de cómo ser un buen esposo.

Qué ejemplo de cuidado paternal de este buen hombre, ¿verdad? De seguro que este padre había entendido muy bien lo que significa criar a un hijo en disciplina y amonestación del Señor. En esta declaración encontramos dos aspectos importantes acerca de la crianza de los hijos.

� Primero�criarlos�en�disciplina. La palabra disciplina, es la

traducción de la palabra “paideia”, que literalmente significa: entrenamiento, enseñanza, instrucción. Disciplina no solamente significa castigo, es en realidad la enseñanza por medio de reglas claramente establecidas con recompensa cuando las reglas son cumplidas y retribución o castigo cuando las reglas son violadas. Disciplinar quiere decir por tanto entrenar por medio de reglas y ordenanzas reforzando el cumplimiento de las mismas por medio de las recompensas o la retribución

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o castigo, y por supuesto dentro de una atmósfera de amor.

Casi siempre cuando escuchamos la palabra disciplina, viene a nuestra menta la imagen de un padre con una vara en la mano castigando a su hijo, pero aunque la disciplina incluye el castigo, también incluye la

recompensa. Los� padres� somos� los� responsables� de�establecer� las� reglas� por� las� cuales� criar� a� nuestros�hijos�en�disciplina. Estas reglas deben fundamentarse en principios

bíblicos y en las circunstancias específicas de cada familia.

Padres, no dejemos que las reglas para criar nuestros hijos sean impuestas por el mundo que odia a nuestro Señor Jesucristo y a los que somos sus seguidores. No dejemos que el mundo eche a perder nuestras familias. Tomemos el tiempo necesario y hagamos el esfuerzo suficiente para evaluar nuestra familia y sobre la base de esa evaluación establecer las reglas que sean pertinentes para la buena marcha de la familia. ¿Existen en su familia reglas claras de conducta para sus hijos? ¿Saben sus hijos cuáles son esas reglas? ¿Saben sus hijos cuando están sometiéndose a esas reglas y cuándo están rebelándose contra esas reglas?

Déjeme decirle una cosa, si Usted como padre o madre no ha comunicado a sus hijos las reglas que regulan el funcionamiento de su familia, no tiene en realidad derecho alguno para castigar a su hijo cuando haya un mal comportamiento. Nadie puede ser juzgado y condenado si no hay un conjunto de reglas o normas previamente conocidas y aceptadas.

Toda sociedad tiene sus leyes y cuando esas leyes se violan, entonces viene un juicio y una probable condena. Pero si una sociedad no tiene ley, cualquier persona puede hacer lo que le venga en gana y nadie tendría el derecho de juzgar las acciones de nadie. Esto es anarquía y es exactamente lo que pasa en una familia cuando los padres han sido negligentes en establecer las reglas para la crianza de los hijos.

Una vez establecido este conjunto de reglas o mandatos, entonces es responsabilidad de los padres el velar por su cabal cumplimiento. ¿De qué manera? Pues recompensando por la obediencia a las reglas y retribuyendo o castigando por la desobediencia a las reglas. Es interesante saber que esta es la manera como nos cría nuestro Padre celestial. Hebreos 12:5-6 dice: “y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”

Notemos que criar a un hijo en disciplina es una muestra de amor hacia el hijo. Padres, si en su hogar hay anarquía, si no existen normas de funcionamiento, si cada cual hace lo que quiere en la familia, si nunca se recompensa ni se retribuye o se castiga, entonces en su familia no existe

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amor. A lo mejor Usted diría que daría la vida por sus hijos, pero si no los cría en disciplina, en realidad no ama en absoluto a sus hijos. Investigue por Usted mismo los casos de delincuencia juvenil y verá que en su gran mayoría fueron hijos criados sin disciplina en la familia.

Hijos que nunca fueron recompensados por su buen comportamiento. Hijos que nunca fueron retribuidos o castigados por su mal comportamiento. No espere que sea demasiado tarde, hoy mismo comience a criar a sus hijos en disciplina si no lo ha estado haciendo ya.

Además de criar a los hijos en disciplina, la segunda parte de la declaración de Pablo en Efesios 6:4 dice: “Criadlos en amonestación del Señor.

� Segundo�criarlos�en�amonestación. La amonestación se

refiere a lo que los padres dicen a sus hijos, es decir al consejo de los padres. Amonestación es la traducción de una palabra griega cuyo

significado más cercano sería: Instrucción verbal con miras a corregir. La�amonestación� se� complementa� maravillosamente�con�la�disciplina. Cuando amonestamos estamos poniendo en las

mentes de los hijos los principios por los cuales queremos que ellos actúen.

Cuando disciplinamos estamos reforzando el cumplimiento de estos principios, ya sea por medio de la recompensa o por medio de la retribución o castigo. Note, que la amonestación de la cual nos habla el apóstol Pablo es en el Señor. Esto significa que la amonestación debe fundamentarse en lo que el Señor enseña en su palabra.

No es tomar el modelo de este o aquel experto, entre comillas, en crianza de niños para aplicarlo a nuestro caso en particular. Pablo dice: Padres aconsejen a sus hijos usando las normas o el modelo del Señor. ¿Sabía Usted que la Biblia contiene todos los principios que Usted necesita saber para criar a sus hijos? ¿Sabía Usted que la Biblia contiene todos los principios que los hijos necesitan tomar en cuenta para ser útiles a ellos mismos, la familia y la sociedad entera?

Tome por ejemplo el libro de Proverbios. A lo largo de 31 capítulos Usted encontrará preciosa información sobre como criar un hijo, sobre las consecuencias de descuidar la crianza de los hijos, sobre los resultados de disciplinar a un hijo. Muchas han sido las familias bendecidas por Dios con la práctica de tomar un capítulo diario del libro de Proverbios para estudiar, meditar y extraer de él los principios para el funcionamiento de la familia auténticamente cristiana.

Yo le desafío a reunir a toda la familia por unos pocos minutos cada día, para leer y entender capítulo por capítulo el libro de Proverbios. En cuestión de un mes habrá terminado de estudiar el libro e inmediatamente empezará a notar los cambios que Dios produce por medio de su palabra en la familia.

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Los�que�somos�padres�debemos�saber�que�nuestra�responsabilidad�es�amonestar�a�nuestros�hijos�en�el�Señor. Si tomamos en serio esta tarea, necesitamos primeramente

nosotros saber lo que ha dicho el Señor sobre la crianza de los hijos.

Usted y yo debemos conocer la Biblia. Solo así seremos útiles a nuestros hijos y a la familia en general. Dios desea que nuestras familias alcancen su pleno potencial sin tener que amoldarse al mundo. Dios desea que las familias cristianas no se destruyan. Qué hermoso sería que nuestros hijos sean felices, que las familias estén centradas en Cristo, en la cual todas las cosas funcionan como Dios lo ha diseñado. Esto es posible, porque es una promesa de Dios. Y cuando en su hogar se vea lo que Dios tiene en mente para una familia. Usted puede estar seguro que el mundo se fijará en Usted y en Jesucristo.

Hemos considerado la importancia de aconsejar a nuestros hijos sobre la base de la palabra de Dios. ¿Está Usted cumpliendo con esta responsabilidad? Cada vez que Usted observa alguna equivocación en su hijo o en su hija, ¿tiene el valor de sentarse junto a él o junto a ella para confrontar con lo que hicieron mal y con amor y paciencia mostrar lo que dice la palabra de Dios sobre eso?

A lo mejor Usted me dirá que no conoce tanto la palabra de Dios como para aplicarla a las situaciones del diario vivir. Bueno, si ese es el caso, es necesario que lo antes posible, comience a estudiar la Biblia. Solo así podrá ser de ayuda a su familia. Que Dios sea guiando sus pasos para criar a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor.

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La importancia de la retribución o castigo dentro del proceso de

disciplina de los hijos en la familia auténticamente cristiana.

En un nuevo estudio bíblico dentro de la serie titulada La Familia Auténticamente Cristiana.

Ahora�toca�sobre� la� importancia�de� la� retribución�o�castigo�dentro�del�proceso�de�disciplina�de�los�hijos�en�la�familia�auténticamente�cristiana. De lo que hemos visto ya en cuanto a la responsabilidad de los padres en la familia auténticamente cristiana, debería estar muy claro que Dios ha designado a los padres como los responsables directos de la crianza de los hijos. Esta responsabilidad comprende el criar a los hijos en disciplina. Disciplina significa entrenar por medio de un conjunto de reglas u ordenanzas, reforzando la enseñanza con recompensa y retribución o castigo, dentro de una atmósfera de amor. Para la mayoría de los padres no reviste mayor problema el recompensar a los hijos por el buen comportamiento, pero donde el asunto se pone difícil es cuando corresponde retribuir o castigar a los hijos.

Pero gracias a Dios, la Biblia contiene abundante información sobre este asunto también. Le invito por tanto a abrir su Biblia en el libro de Hebreos 12:11. En este pasaje bíblico, el autor del libro de Hebreos está tratando el tema de la disciplina de Dios hacia sus hijos, y ciertamente los que somos padres podemos aprender mucho en cuanto a la disciplina, con tan solo considerar con detenimiento lo que hace Dios con los que somos sus hijos. El texto en cuestión dice así: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”

En este versículo tenemos el presente y el futuro de la disciplina. En cuanto al presente, el texto dice que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo sino de tristeza. La disciplina, produce dolor, es por este motivo que no parece ser causa de gozo, sino de tristeza.

Para� que� la� disciplina� sea� efectiva� necesita�

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producir� algún�dolor�o� incomodidad�en� la�persona�disciplinada. En el caso de los hijos en una familia, por ejemplo, la

Biblia habla muy claro sobre el uso de la vara para disciplinar. Proverbios 10:13 dice: “En los labios del prudente se halla sabiduría; mas la vara es para las espaldas del falto de cordura.”

Proverbios 22:15 es aun más directo cuando dice: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él.”

El disciplinar con vara a un hijo es en realidad un mandato bíblico. Note este énfasis en las palabras de Proverbios 23:13-14 dice: “No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.”

El principio de disciplina con vara es entonces ampliamente apoyado por las Escrituras. Ahora bien, a lo largo de la historia de la humanidad, los padres han ido a uno de dos extremos en relación con disciplinar con vara a sus hijos. Están los que abusando del principio de disciplinar con vara han causado serios trastornos físicos y sicológicos en sus hijos. Este es uno de los extremos. Pero están también los que jamás se han atrevido a aplicar disciplina con vara debido a un mal entendimiento del amor a los hijos.

Según ellos, aman tanto a sus hijos que no quisieran causarles el más mínimo dolor aun cuando los hijos hayan hecho algo malo, a pesar de haber sido previamente advertidos, y como la disciplina con vara es dolorosa, jamás han usado la vara para disciplinar a sus hijos. Este es el otro extremo. Ambos extremos son peligrosos y condenables.

Pero en algún punto entre estos dos extremos se encuentra el equilibrio. A mi modesto entender, el equilibrio se da cuando entra en escena un elemento indispensable en la disciplina de los hijos. Este elemento se llama amor. Mire lo que Hebreos 12:5-6 dice: “y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”.

Estos textos hablan claramente de la disciplina de Dios a sus hijos y

este es el modelo de disciplina para todo padre de familia responsable. La�disciplina� de� Dios� a� sus� hijos� está� envuelta� en� una�cobertura�llamada�amor. Porque el Señor al que ama disciplina

dice el texto. Cuando el amor entra en el escenario de la disciplina se elimina el riesgo de dañar a un hijo por medio del castigo con vara y también se elimina el riesgo de destruir a un hijo al dejarlo sin disciplina con vara. Disciplina con vara pero sin amor es brutalidad. Amor sin disciplina con vara es hipocresía. La disciplina en amor debe ser administrada de acuerdo a la magnitud de la falta cometida y de acuerdo a la edad de los hijos.

Antes de disciplinar con vara es necesario haber advertido acerca del

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peligro de quebrantar alguna regla establecida por los padres. Si a pesar de ello se desobedece, el castigo con vara es inevitable. El castigo en sí mismo, debe ser con mesura, no repartiendo garrotazo donde caiga. Dios ha dado a cada hijo, un área ideal para recibir la disciplina con vara. Los azotes con vara en esta parte del cuerpo no causarán heridas graves, aparte de una pasajera molestia al sentarse. Evite usar directamente las manos para la disciplina.

En muchos hogares se dispone de un instrumento especial para este propósito. Se trata de un trozo de madera, algo ancho, no tan grueso ni tan fino. En una de sus caras se puede leer la palabra amor y en la otra disciplina. Este instrumento comunica muy bien a los hijos y a los padres que la disciplina es por amor y que debe ser administrada siempre en amor. En son de broma, en el hogar de un amigo mío, se conoce a este instrumento con el apodo de“psicólogo” Cuando un hijo se porta mal, el padre dice al hijo que va a traer al “psicólogo”. Esto significa que está inminente la disciplina con vara. Según el testimonio de este amigo, este psicólogo es muy efectivo y no cobra nada. ¿Qué le parece? Buena idea tener al psicólogo en casa.

Siempre es necesario explicar a los hijos el motivo por el cual están siendo disciplinados con vara, asegurándoles que la disciplina con vara no es para dañarles sino para ayudarles a corregir algún defecto. Al disciplinar con vara, siempre existe el peligro de descargar sobre el hijo la venganza contenida. Aha... me rompiste mi jarrón de China... Toma tu merecido. Esta no es una actitud correcta para la disciplina.

La�disciplina�no�es�para�desquitarse�de�una�falta�cometida�por�un�hijo�sino�una�medida�correctiva�de�amor. A veces también la disciplina con vara puede tornarse en un

desfogue descontrolado de furia interna en el padre o en la madre. Oh.. cuán fácil es montar en cólera y descargar la ira agrediendo a los hijos. Para evitar este mal, es recomendable que antes de administrar la disciplina con vara, se tome un tiempo para tranquilizarse, enfriar la cabeza, explicar al hijo el motivo por el cual está siendo disciplinado y recién allí utilizar la vara como corresponde. En cuánto a desde qué edad se debe disciplinar con vara, no existe nada definitivo porque depende de cada hijo en particular y como cada hijo es un mundo aparte, no se puede establecer una regla fija.

Algunos niños necesitan ser disciplinados con vara desde muy temprano, mientras que otros, más tarde. Los padres son los que están en mejor posición para determinar desde cuando los hijos necesitan recibir azotes en las posaderas. En cuanto al hasta cuándo se debe disciplinar con vara, tampoco hay nada definitivo. Depende de cada caso en particular.

Lo que sí se sabe es que la disciplina con vara en adolescentes y

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jóvenes produce un efecto contrario a lo que se desea con la disciplina. Los adolescentes y jóvenes necesitan ser disciplinados, pero la forma de disciplina debe ser diferente. Quizá el privar de algunos privilegios sea la mejor forma de disciplinar a un adolescente o joven. Por ejemplo: Hoy has llegado a casa más tarde de lo que acordamos, por tanto, como medida disciplinaria, mañana no podrás salir con tus amigos.

Hemos visto que la disciplina, en el presente, debe producir algún tipo de dolor o incomodidad para ser efectiva. ¿Cuál será el futuro de la disciplina? Hebreos 12:11 dice: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”

El dolor presente de la disciplina se torna en fruto apacible de justicia en el futuro. Esto es lo que siempre ha estado buscando la disciplina. El fruto apacible de justicia habla de un estilo de vida caracterizado por normas elevadas de moral y de una espiritualidad a toda prueba.

Muchos� grandes� hombres� de� Dios� llegaron� tan�alto� porque� desde� niños� fueron� criados� en� un�ambiente� de� disciplina� y� amonestación� del� Señor. Ambiente en el cual los azotes con vara no estuvieron ausentes. Pero también, muchos hombres y mujeres han desperdiciado sus vidas, y una de las razones más poderosas ha sido porque en sus hogares no fueron criados en disciplina y amonestación del Señor. La Biblia tiene tanta razón cuando en Proverbios 29:15 dice: “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre.”

El mundo está lleno de hijos consentidos, no solo en el sentido de ser preferidos por sus padres entre los demás hijos, sino más bien en el sentido de no haber recibido jamás disciplina y peor disciplina con vara. Quizá los padres pensaron que la disciplina con vara era algo indigno de sus hijos y que atentaría contra la personalidad de ellos, o que comunicaría a los hijos que los padres no les aman, pero la consecuencia de esta negligencia produjo engendros que llenaron de vergüenza a los padres.

Si Usted tiene hijos pequeños, está todavía a tiempo de evitar que esos hijos traigan vergüenza sobre Usted. Hoy mismo comience a trabajar en un plan de disciplina que premie cuando los hijos cumplen las reglas y castigue, inclusive con vara, cuando los hijos desobedecen las reglas.

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La disciplina de los hijos adolescentes y jóvenes

Hemos estado tratando el tema de la disciplina de los hijos.

En�esta�ocasión,�David�Logacho�nos�hablará�acerca�de�la�disciplina�de�los�hijos�adolescentes�y�jóvenes. Hace algún tiempo atrás, el departamento de Policía de Houston, Texas, publicó un panfleto muy especial, el cual contenía instrucciones a los padres con la finalidad de hacer que sus hijos se tornen en delincuentes juveniles. Sí, usted oyó bien. Instrucciones de la policía para convertir a un hijo en delincuente juvenil. Si Usted quiere que su hijo se haga delincuente juvenil, entonces ponga en práctica las siguientes instrucciones:

Primero, comience en la infancia dando a su hijo todo lo que le pida. No le niegue absolutamente nada. De esta manera, su hijo crecerá con la idea que el mundo está obligado a mantenerle.

Segundo, cuando su hijo diga alguna mala palabra, no le reprenda, sino ríase por lo gracioso que es ver a una criatura diciendo palabrotas que usan solo los adultos. De esta manera su hijo irá perfeccionando el uso de vocabulario soez.

Tercero, jamás enseñe a su hijo sobre cosas espirituales. Déjelo crecer sin la influencia de su creencia religiosa. Cuando su hijo sea mayor de edad decidirá por sí mismo lo que quiera creer.

Cuarto, evite corregir a su hijo. Cuidado con disciplinarle con vara. Esto podría lastimar seriamente su dignidad.

Quinto, recoja todo lo que su hijo deja tirado, libros, zapatos, ropa, juguetes, etc. Haga Usted todo lo que él tendría que hacer. Así, su hijo crecerá con la costumbre de que otros hagan lo que a él le toca hacer.

Sexto, permítale leer todo tipo de literatura que caiga en sus manos. Jamás prohíba a su hijo tener revistas pornográficas, porque si lo intenta, lo único que conseguirá es que su hijo las lea cuando Usted no esté presente.

Séptimo, discuta y pelee con su esposa en presencia de su hijo, así no se producirá sorpresa en su hijo cuando uno de los cónyuges abandone el hogar.

Octavo, asegúrese de dar a su hijo todo el dinero que pida, así su hijo crecerá con la idea que tener dinero es asunto fácil y que no es necesario

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trabajar para obtenerlo.

Noveno. Cuidado con poner reglas en el hogar. Lo único que logrará es criar a un hijo cohibido.

Décimo, cómprele un buen equipo de sonido, su propio televisor y equipo de video. Cuidado se entrometa en lo que su hijo acostumbra oír o ver. ¿Por qué dudar de la capacidad de su hijo para discernir lo bueno de lo malo?

Luego el folleto termina con este comentario irónico: Si cumple con todas o una buena parte de estas recomendaciones, le aseguramos que su hijo llegará a ser un delincuente juvenil y también le aseguramos que el departamento de Policía tendrá una celda lista para él.

Qué interesante. Parece que la policía tiene mejor concepto de cómo criar hijos que la mayoría de los padres de la actualidad. Hemos estado estudiando lo que la Biblia presenta en cuanto a la disciplina de los hijos. En esta ocasión vamos a enfocar nuestra atención sobre la disciplina de los hijos cuando son adolescentes o jóvenes. Le invito a abrir su Biblia en el libro de Colosenses 3:21. La Biblia dice: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.”

Cuando Pablo, el apóstol y autor del libro de Colosenses, habla de padres en este versículo, no se está refiriendo solamente a los papás, sino tanto a los papás como a las mamás. Cuando habla de hijos, no se está refiriendo solamente a hijos tiernos sino a hijos en general, siempre y cuando vivan bajo el mismo techo que sus padres, sin importar su edad, preparación académica u ocupación. Los padres por tanto tenemos la responsabilidad de no exasperar a los hijos. El verbo que se ha traducido como exasperar, en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento significa literalmente excitar, agitar, provocar, irritar.

Como� padres,� tenemos� la� obligación� de� no�provocar� o� irritar� o� agitar� pasiones� negativas� en�nuestros�hijos. La motivación para no hacer esto es para que los hijos

no se desalienten. Una traducción equivalente sería para que los hijos no se hagan de poco ánimo. El desalentarse o hacerse de poco ánimo es típico de los adolescentes y jóvenes. Por el hecho de estar en medio del proceso de transformación de niño a adulto, el adolescente y joven halla difícil encontrar su propia identidad en la sociedad. Se siente demasiado maduro para jugar con los niños y demasiado inmaduro para relacionarse con los adultos. Como consecuencia, a menudo es rechazado por los niños y por los adultos. ¿Qué pueden hacer unos padres sabios ante esta situación? La palabra de Dios dice:

� Un�primer�aspecto�es�no�los�exasperen. Existen varias

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maneras de no exasperar a los hijos adolescentes y jóvenes. Una de ellas es no tratándoles como si fueran niños. Lo que más odian los adolescentes y jóvenes es que sus padres les traten como niños. Es preferible que los padres empiecen a tratar a sus hijos adolescentes y jóvenes como si fueran adultos, sin necesariamente esperar que piensen y actúen como adultos, pero al menos, no se desalentarán al ser tratados como niños.

En el tipo de trato a los adolescentes y jóvenes, por ejemplo, la forma de disciplinar debería ser diferente. La disciplina con vara no produce ningún efecto benéfico en los adolescentes y jóvenes, más bien produce un resultado negativo porque agita sentimientos de rebeldía en ellos. ¿Cómo disciplinarlos entonces?

� (1)�Dialogando�con�ellos�y�confrontando�su�falta�con�lo�que�dice�la�Biblia. Efesios 6:4 instruye a los padres a criar a

los hijos en disciplina y amonestación del Señor. Amonestación justamente significa confrontar una falta de alguien con la palabra de Dios. Los padres no debemos dejar pasar por alto faltas de disciplina de los adolescentes y jóvenes por el solo hecho de que ya no son niños. Lo prudente es confrontar cada falta y con la ayuda de la palabra de Dios y el Espíritu Santo hacer entrar en razón al que cometió la falta.

� (2)� Por�medio�de�privarle�de� algunos�privilegios�obtenidos. Algunos padres, por ejemplo, acostumbran permitir a sus

hijos a salir de sus casas para estar con sus amigos. Una medida de disciplina podría ser suprimir esas salidas por un día, una semana, o lo que aconseje la gravedad de la falta cometida.

El hecho es que los adolescentes y jóvenes deben ser tratados de un modo diferente de los niños. Una de las cosas, por ejemplo, que es indispensable en la crianza de los adolescentes y jóvenes es reconocer que están en un proceso de búsqueda de independencia. Como padres, lejos de sobreproteger a nuestros hijos adolescentes y jóvenes, necesitamos adiestrarles, capacitarles, formarles, de modo que paulatinamente vayan desarrollando su propia identidad.

Mientras mejor los capacitemos en la familia, mejores serán las probabilidades de que ellos se desenvuelvan adecuadamente en medio de un mundo que tratará de devorarlos. Los hijos adolescentes y jóvenes necesitan de disciplina, pero la forma de disciplina es distinta de la que se administra a los niños.

Un�segundo�aspecto�es�el�buen�ejemplo�de� los�padres. En su adolescencia y juventud, los hijos ya no son tan inocentes

como para aceptar cualquier cosa que digamos. Quizá cuando eran niños,

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hasta cierto punto era posible comunicarles un mensaje de haz lo que te digo sin mirar lo que hago. Pero cuando los hijos llegan a su adolescencia y juventud, más vale que estemos haciendo lo que decimos que ellos deben hacer.

¿Cómo por ejemplo puede un padre fumador intentar que su hijo adolescente o joven no fume? ¿Cómo puede un padre infiel a su esposa inculcar principios de pureza moral en las vidas de sus hijos jóvenes o adolescentes? ¿Cómo puede un padre deshonesto en sus negocios exigir honestidad en sus jóvenes hijos? ¿Cómo puede una madre rebelde a su esposo, enseñar sumisión a sus hijas adolescentes o jóvenes? Es imposible. Lo que hacemos habla tan alto que los adolescentes y jóvenes no oyen lo que decimos.

Una buena manera de enseñar a los adolescentes y jóvenes es por medio del ejemplo. El apóstol Pablo dijo lo siguiente a su discípulo Tito, según Tito 2:6-7 dice: “Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad.”

La integridad de la enseñanza viene cuando el ejemplo de vida está acorde con lo que se enseña. Padres, no podemos exigir buen comportamiento en nuestros hijos adolescentes y jóvenes si nuestras vidas son un desastre. Arreglemos nuestros problemas primeramente delante del Señor, para luego con autoridad demandar buen comportamiento en nuestros hijos. La adolescencia y juventud es una etapa hermosa de la vida, pero a la vez difícil.

Nosotros como padres podemos hacer mucho para no exasperar a nuestros hijos adolescentes y jóvenes y por medio de ello animarles a ser fieles al Señor y no desalentarse.

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Algunos principios para la buena comunicación en la familia

La comunicación es uno de los regalos más útiles que Dios ha hecho a la humanidad. ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos la capacidad de comunicarnos entre nosotros? Pero es en la familia donde la comunicación reviste especial importancia.

Hoy�veremos�sobre�algunos�principios�para�la�buena�comunicación�en�la�familia. Una escena que describe con bastante precisión, aunque en forma jocosa, la situación de muchas familias con respecto a la comunicación, es aquella en la cual la esposa con su salida de cama, está hablando hasta por los codos, sentada a la mesa del desayuno frente a una taza de café, mientras el marido, sentado al otro lado de la mesa, frente a ella, con su cara escondida detrás de las páginas deportivas de un diario responde con un: sí querida..., en cada pausa del discurso de la esposa.

De tanto en tanto, el marido levanta el brazo por sobre las páginas del diario con una taza vacía en la mano, la esposa automáticamente llena de café la taza y continúa con su discurso, mientras él devora el café y las palabras de su diario predilecto. Quizá en su familia no se den estas situaciones, pero créamelo, en muchas familias es así.

Según muchos consejeros matrimoniales, la falta de comunicación es

el problema número uno en las familias de hoy. Se� dice� que� el�centro�de�todo�fracaso�matrimonial�es�justamente�la�falta�de�comunicación�entre�los�esposos. No hace mucho

tiempo atrás se hizo una encuesta entre los niños de una escuela para determinar cuáles eran las frases que más a menudo escuchaban de parte de sus padres. El resultado fue el siguiente:

Número uno: Estoy cansado.

Número dos: No tengo suficiente dinero.

Número tres: Cállate.

Con padres así, no es extraño que la barrera generacional entre adolescentes y padres se profundice como nunca antes. La comunicación es un ingrediente clave en el éxito de un matrimonio, afirma Cecil Osborne

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en su libro: El Arte de Comprender a su Pareja.

A esto debemos añadir que es fundamental para la felicidad de la

familia auténticamente cristiana. Cada�aspecto�de�la�vida�de�la�familia� depende� de� la� habilidad� de� comunicación�entre�los�miembros�de�la�familia. El esposo con la esposa, los

padres con los hijos y los hijos entre ellos. Consideremos por tanto algunos principios importantes para mejorar la comunicación en la familia. Le invito a abrir su Biblia en el libro de Efesios 4:29. La Biblia dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación a fin de dar gracia a los oyentes.”

Ciertamente este texto tiene una aplicación muy amplia. Habla justamente de la comunicación. Casi siempre pensamos que la comunicación consiste solamente en hablar. Conozco familias donde se habla mucho pero no se comunica nada, porque comunicación no es solamente hablar sino también escuchar. En el texto leído notamos que existe una persona que habla, pero existe también una persona que escucha. La comunicación se da cuando existen estos dos elementos.

Es fácil por ejemplo en un restaurante saber cuáles son las parejas de novios y cuáles son las parejas de casados. Allí están los novios. Mientras él habla, ella con atención no pierde una sola palabra de lo que él dice. En cambio, por otro lado están los casados. Mientras él habla, ella se pasea con la mirada viendo como están vestidas otras mujeres o viendo lo que están comiendo en las otras mesas.

Es obvio que a esa esposa no le interesa nada de lo que su marido está diciendo con tanta pasión. A lo mejor cuando fueron novios se comunicaban muy bien, pero de alguna manera extraña e incomprensible, la luna de miel desencadenó un proceso que con el paso del tiempo desembocó en que ella pierda el interés en cualquier cosa que él diga. Así que, el escuchar es tan importante como el hablar. Si uno de estos dos elementos está ausente, no puede haber comunicación.

El Dr. Warren Faber, ha definido a la comunicación como una carretera de doble vía en la cual el que habla y el que escucha asumen la responsabilidad del flujo ordenado de ideas. Debemos estar conscientes sin embargo que además de estos dos elementos, en la comunicación también entran otros elementos, diríamos secundarios como los gestos, el guiñar el ojo, el toque de la mano, la sonrisa, el ceño fruncido, el levantar los hombros, el tono de la voz, etc. Una comunicación efectiva echa mano de todo lo que esté a su alcance para optimizar el libre intercambio de ideas. Ahora que tenemos en claro lo que es la comunicación, volvamos a lo que dice el texto en Efesios 4:29. En esencia indica que nada corrupto debe salir de nuestra boca sino aquello que es necesario para la edificación del oyente. Veamos como se aplicaría este principio a la comunicación entre

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los miembros de la familia.

� (1)� Por� medio� de� evitar� decir� las� cosas� a� gritos. Cuando una persona levanta la voz dentro de la familia, sin importar el asunto que se esté tratando, es una invitación a la pelea. Si alguien en la familia responde en el mismo tono de voz o en un tono un poco más alto, la pelea se habrá iniciado. A veces es difícil evitar que alguien levante la voz en un tono airado, pero siempre es posible aplicar lo que dice Proverbios 15:1 donde leemos: “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.”

Difícilmente se puede edificar a la familia si la comunicación es a los gritos e insultos.

� (2)�Por�medio�de�evitar�los�ataques�personales. Ah...

eres igual a tu madre, dirá a su esposa un marido airado. Ella responderá golpeando igualmente: Y tú... eres bueno para nada, idéntico a tu padre. Al concentrar el esfuerzo y la energía en el ataque personal, se pierde totalmente el enfoque del motivo central que se está discutiendo.

Una pareja se embarcó en la agresión verbal mutua. Después de un buen tiempo de decirse de lo peor, el esposo se levantó rascándose la cabeza y dijo a su esposa: ¿Te acuerdas sobre qué estábamos discutiendo? Lo único que consigue el ataque personal es hacer subir la temperatura de la discusión y aleja la solución de los problemas.

Antes de decir algo es bueno detenerse a pensar en lo que se va a decir. A veces hablamos sin pensar. Recuerde el dicho: mas vale pensar antes de hablar y no hablar antes de pensar. Cuando soltamos cualquier cosa sin pensar es demasiado tarde para recoger las palabras que hemos dicho.

� (3)� Por� medio� de� decir� honestamente� lo� que�pensamos�y�sentimos�en�una�atmósfera�de�amor�por�supuesto. Muchos de nosotros tenemos la tendencia a guardar lo que

pensamos o sentimos, por no ofender a los demás, pero en la realidad, esta práctica atenta contra nosotros mismos, porque cuando las cosas que nos incomodan son guardadas se fermentan y llegará un momento cuando la presión que hace el fermento será tan grande que explotaremos como un volcán dejando unos cuantos muertos y heridos a la vera del camino. Si en la familia se dan situaciones que no nos gustan o no son correctas, es mejor ser franco y decirlas, buscando una solución adecuada.

� (4)�Por�medio�de�tener�momentos�específicos�en�los�cuales�toda�la�familia�está�junta, y por decirlo así, se lava la

ropa sucia en casa. Muchos de los problemas en la familia son el resultado

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de malos entendidos, o yo dije eso, pero en realidad no es lo que quise decir, etc. Un tiempo con la familia para hablar de los problemas familiares ayudará grandemente a fomentar la comunicación entre los miembros de la familia y a la solución de los problemas.

El texto en Efesios 4:29 nos habla de un resultado final de una comunicación que edifica a los miembros de la familia. Dice que esto da gracia al oyente. Ciertamente esta es nuestra responsabilidad. La palabra de Dios nos instruye a mirar a los demás como oportunidades para compartir con ellos la gracia que nosotros hemos recibido de Dios. Una comunicación franca y abierta sin duda producirá un resultado benéfico en la vida de los que nos rodean.

Yo no sé cuál será el nivel o la calidad de la comunicación en su familia, pero déjeme decirle algo, cualquiera que sea el nivel o la calidad de la comunicación en su familia, siempre habrá espacio para mejorar. La mejor manera de mejorar nuestra comunicación con los demás miembros de la familia es mejorando nuestra comunicación con el Padre celestial.

¿Ha estado últimamente leyendo, estudiando y meditando en su Palabra? ¿Ha estado pasando en su presencia en oración ferviente? ¿Ha incentivado a los miembros de su familia a buscar la guía o el consejo de Dios para tratar los asuntos de su familia? ¿Ha estado depositando sobre el Señor sus cargas y preocupaciones de la vida? Si Usted no tiene una buena comunicación con el Señor, es dudable que tenga una buena comunicación con los miembros de su familia. Nuestro deseo y compromiso es que con la ayuda del Señor y el poder del Espíritu Santo podamos vivir en familias en las cuales la comunicación es un bien apreciado que nos conduce a edificarnos mutuamente.

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¿Puede una esposatrabajar fuera de su casa?

Estamos tratando el asunto de la responsabilidad de los padres. El tema de hoy ha despertado ardientes polémicas en círculos cristianos y no cristianos. ¿Puede una esposa trabajar fuera de su casa?

En� instantes� compartiremos� un� enfoque� bíblico�sobre�este�importante�asunto. Según una estadística que llegó a mis manos, en 1970, la mayoría de las familias se mantenían únicamente con el salario del padre de familia. Pero para 1980 las cosas cambiaron. Más de la mitad de las familias se mantenían con el salario del padre y de la madre. Para 1990 el 80% de los hogares se mantenían con los salarios del padre y de la madre. No se necesita ser un genio para concluir que a medida que avanza el tiempo y la vida se va haciendo más compleja, más y más madres están optando por dejar el hogar y salir a trabajar a tiempo completo en una fábrica o un negocio o una oficina.

Las razones para justificar esta conducta son muy variadas, muchas de ellas comprensibles y hasta justificables, pero dejemos mejor que sea la Biblia quien nos dé su veredicto sobre tan controversial asunto. Sucede que ante el constante asedio de la debacle económica y el atractivo embrujo de la comodidad, cantidad de madres están renunciando al, entre comillas, indigno trabajo en el hogar.

Como consecuencia, el mundo está siendo testigo de la aparición de una nueva generación de niños abandonados a su propia suerte, los cuales están creciendo sin la supervisión ni del padre ni de la madre. Un músico y compositor ha descrito la situación de los hijos abandonados en una canción que ha sacado lágrimas a mucha gente y que justamente lleva por título: ¿Por qué estoy llorando?

Una parte de la canción dice así: “¿Dónde están? ¿Dónde se esconden? ¿Adónde se han ido? ¿Por qué estoy llorando? ¿Vale la comodidad más que yo? Nadie está en casa. He llegado de la escuela, hace frío y llueve tanto, como me gustaría ver a mamá cocinando. Pero todo está en silencio, nadie está en casa. No sé por qué lloro, quizá busco un cambio. ¿Vale la comodidad tanto? ¿Vale la pena este dolor que siento a cambio del auto nuevo de papá o la hermosa casa de mamá? Nadie está en casa. Me

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siento tan solo. Miro por la ventana, veo a mamá llegando. Me seco prontamente las lágrimas para que no me vea llorando. Juego como si estuviera feliz, como si no temiera nada. Pero, ¿por qué estoy temblando? ¿Dónde están? ¿Dónde se esconden? ¿Adónde se han ido? ¿Por qué estoy llorando? ¿Vale la comodidad tanto? Nadie está en casa. Nadie jamás está en casa...

Triste y revelador testimonio de la soledad de los niños que se tienen que quedar solos en casa. ¿Qué dice la Biblia ante esta situación? Le invito a abrir su Biblia en el libro de Tito 2:3-5. La Biblia dice: “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.”

Si queremos resolver el problema de millones de niños que están sufriendo la lacerante realidad de vivir solos, tenemos que volver a los principios establecidos en la palabra de Dios para las madres de familia. El apóstol Pablo dice que las mujeres casadas, deben ser cuidadosas de su casa. Esta frase, cuidadosas de su casa, es la traducción de una sola palabra griega compuesta de dos partes. La primera significa: Trabajadora. La segunda significa: En el hogar. Las mujeres casadas deben ser por tanto trabajadoras en el hogar, no en la fábrica o el negocio o la oficina.

El énfasis del apóstol está en el hogar como centro de la actividad productiva de la madre de familia. Quizá algunas madres dirán: Pero yo soy una mujer altamente calificada, tengo mi título profesional, ¿cómo voy a desperdiciar mi vida trabajando en mi hogar? Limpiar pisos y lavar platos no concuerda con mi capacidad. Necesito un trabajo que esté acorde con mi preparación académica.

El error garrafal de este razonamiento es pensar que el trabajo en el hogar es algo indigno, o algo no apto para una mujer altamente calificada. Lo que tienen que saber las madres que piensan así es que limpiar pisos y lavar platos no es el fin o el propósito máximo de una madre en su hogar. Limpiar pisos y lavar platos es solamente el medio para lograr un fin y un fin sublime.

� El�fin�es�cultivar�vidas�de�personas,�las�vidas�de�los�hijos.� ¿Podrá� haber� empresa� más� importante� que�moldear�la�vida�de�sus�tiernos�hijos? Algún día se acabará

todo lo que Usted logre adquirir con el fruto de su trabajo fuera de su hogar, pero la vida de sus hijos no termina jamás, aún después de la muerte. Recuerde que la muerte es simplemente un cambio de residencia. Lo que Usted haga por sus hijos, les será útil ahora y por la eternidad. Qué prefiere: Invertir en algo que dentro de pocos años no tendrá ningún valor o invertir en algo que tiene trascendencia eterna. El trabajo en el hogar, visto a la luz

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de las implicaciones eternas llega a ser la empresa más digna que toda madre de familia puede emprender.

A la luz de la palabra de Dios, por tanto, las�esposas�deben�invertir�sus�vidas�trabajando�con�amor�y�dedicación�en�su�hogar,�ocupadas�en�formar�vidas�que�durarán�por�la�eternidad. Este es el plan ideal de Dios. Esto es lo que a Dios le

agradaría ver en cada familia auténticamente cristiana.

Ahora bien, por otro lado, no es posible cerrar los ojos a la triste realidad en algunos casos de familias. Algunas esposas prácticamente no tienen otra alternativa sino trabajar fuera de su casa. Lo que más desearían muchas de ellas es poder trabajar en sus hogares, criando a sus hijos, pero si lo hacen, ¿De dónde sale el dinero para la renta? ¿de dónde sale el dinero para la comida, el vestido o la educación de los hijos? Quizá son esposas abandonadas de sus maridos o viudas o esposas de maridos que por algún motivo quedaron incapacitados para trabajar.

¿Qué hacer ante esta situación? ¿Debería una esposa así, cruzarse de brazos esperando que del cielo baje lo necesario para satisfacer las necesidades de la familia? No necesariamente. En casos así, en los cuales honestamente delante del Señor no existe manera de cumplir con el ideal de Dios, la madre podría sacrificarse trabajando fuera de su casa y a la vez criando a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor.

Pero note que se trata de casos extremos. Casos en los cuales la única salida viable para la supervivencia del hogar es que la madre trabaje fuera de su casa. Pero tristemente en la práctica, el motivo por el cual la mayoría de las madres trabaja fuera de su casa no es porque eso sea absolutamente necesario.

El motivo es para incrementar los ingresos del hogar y así poder darse algunos lujos que el mundo ofrece, los cuales serían imposibles de obtenerlos solo con el fruto del trabajo del esposo. Otras veces, el motivo es porque simplemente la esposa no se siente realizada en el hogar y busca afanosamente su realización en el mundo de las finanzas, de la industria, de la investigación.

En otras ocasiones es porque la esposa no desea depender del esposo para sus propios gastos. Quiere tener sus propios ingresos para gastar en sus propios deseos. Así no tiene que pedir dinero a su esposo. Con su propio dinero puede hacer lo que a ella le plazca.

Para otras, el motivo para trabajar fuera de su casa es una arma para atacar a su esposo. Muchas esposas que trabajan fuera de su casa amenazan a sus maridos diciendo: Puedes irte cuando quieras. No necesito de tu dinero. Yo gano más que tú. De modo que no me haces

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ningún favor quedándote conmigo. Así como estos, puede haber muchos otros motivos, todos ellos condenados por la palabra de Dios, porque como ya se ha señalado, el ideal de Dios es que las esposas trabajen con dedicación en sus hogares.

Si Usted, es una esposa que trabaja fuera de su casa, debe a la brevedad posible sentarse a solas con Dios y su Palabra y honestamente averiguar el verdadero motivo por el cual está trabajando fuera de su casa. Si la motivación para trabajar fuera de su casa no es válida a la luz de las Escrituras, por el bien de sus hijos, de su familia y por su propio bien, debería optar por volver al modelo de Dios para una madre en su familia.

Una madre que trabajó fuera de su casa toda su vida de casada y llegó a amasar una considerable fortuna, sentada al fuego de la chimenea de su fastuosa mansión, sola, porque su esposo había muerto y sus hijos habían crecido y se habían marchado del hogar, escribió las siguientes palabras cargadas de sentimiento:

“Si tuviera que empezar de nuevo, demostraría más mi amor a mi esposo delante de mis hijos. Me reiría más junto a mis hijos. No tomaría la vida tan en serio. Prestaría más atención a mis hijos, aún al más pequeño. Sería más honesta conmigo misma sobre mis propias debilidades y dejaría de pretender ser perfecta. Oraría diferente por mi familia. En lugar de enfocar mi oración sobre ellos, la enfocaría sobre mí misma. Haría más cosas junto a mis hijos. Felicitaría más y criticaría menos. No desperdiciaría tanto tiempo en mí misma. Oh... si pudiera volver al pasado.”

En�realidad�que�es�corto�el�tiempo�que�nosotros�como�padres�podemos�disfrutar�de�nuestros�hijos. No

cambiemos la primogenitura de moldear a nuestros hijos para la eternidad, por el plato de lentejas de obtener algunos lujos pasajeros.

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¿Sabe lo que es el altar familiar?

En esta ocasión trataremos el tema del altar familiar. ¿Sabe lo que es el altar familiar?

En�instantes�explicaremos�de�qué�se�trata. Para todo amante del estudio de la Biblia, el nombre de Matthew Henry no será desconocido. Matthew Henry escribió uno de los comentarios más profundos y claros de toda la Biblia. Según sus biógrafos, la pasión de Matthew Henry por el estudio bíblico nació del ejemplo que vio en su padre Philip Henry. Philip Henry fue realmente un modelo de padre, digno de ser imitado por todo padre creyente. Como padre de familia, Philip Henry se reunía con su familia y su servidumbre, dos veces cada día, a la mañana y a la noche, para leer y estudiar toda la Biblia.

Además del estudio bíblico, animaba a todos a cantar himnos cristianos lo más alto que pudieran. Decía que de esa manera, la gente de la calle sabría que ésa es una familia auténticamente cristiana. Afirmaba que la música cristiana era como el cordón de grana en ventana de Rahab, la señal de que en ese hogar había personas temerosas de Dios.

Los hijos y la servidumbre de Philip Henry solían tomar notas de los estudios bíblicos, y estas notas sirvieron de fundamento de lo que más tarde llegó a ser el Comentario Bíblico de Matthew Henry.

Qué interesante, el tiempo conocido como el culto familiar o el altar familiar produjo tal impacto en la vida de Matthew Henry, que lo convirtió en un prolífico escritor bíblico. Pero desgraciadamente, también abundan los casos en los cuales los hijos de padres creyentes abandonan la fe de sus

padres tan pronto llegan a la adolescencia o juventud. Una�de� las�posibles�razones�para�este�fracaso�es�la�falta�de�una�adecuada�preparación�bíblica�en�la�familia�por�medio�del�culto�familiar�o�el�altar�familiar. Una de las épocas más tristes de la historia del pueblo de Israel, fue cuando los gobernantes de turno se apartaron de los caminos de Jehová. Tan pronto un gobernante malvado ascendía al trono, hacía edificar altares de adoración a los ídolos paganos. En algún momento, Dios se manifestaba al corazón de algunos gobernantes y como resultado, éstos se volvían a Jehová. Hacían derribar los altares a los dioses falsos y edificaban altar de

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adoración a Jehová.

La presencia del altar de Jehová era como una especie de síntoma de buena salud espiritual de la nación toda de Israel. En la actualidad también, en muchos hogares cristianos, se han levantado altares a ídolos abominables.

Existe�en�muchas� familias�un�verdadero�culto�al�ídolo�llamado�dinero. Familias en las cuales casi se ofrece la vida

de sus miembros en sacrificio, con tal de ganar la mayor cantidad posible de dinero para adquirir las comodidades habidas y por haber. Qué importa si los hijos tienen que pasar solos en la casa. Para los padres, el asunto es trabajar más y ganar más para poder comprar más. ¿Acaso no esto idolatría? Y sin embargo dicen que son familias auténticamente cristianas.

En�otras�familias�se�adora�al�dios�falso�de�la�cultura. Hay familias donde se adora al dios falso llamado fama, en otras se adora al dios falso llamado diversión. En algunas se adora al dios falso que se llama lujo. Y todas estas familias afirman que son auténticamente cristianas.

Es tiempo de derribar estos altares a todos estos dioses falsos y edificar un solo altar, el altar donde se adora al Dios verdadero. Asa, uno de los reyes de Judá, quien reinó en una época de absoluta decadencia espiritual, hizo lo propio. 2 Crónicas 15:8 dice: “Cuando oyó Asa las palabras y la profecía del profeta Azarías, hijo de Obed, cobró ánimo, y quitó los ídolos abominables de toda la tierra de Judá y de Benjamín, y de las ciudades que él había tomado en la parte montañosa de Efraín; y reparó el altar de Jehová que estaba delante del pórtico de Jehová.”

Qué gran ejemplo. Cuánto nos hace falta restaurar el altar de Jehová. Cuánto nos hace falta que los que somos padres levantemos un altar, un testimonio vivo, a Jehová en nuestras familias. Cuánto nos hace falta que nuestros hijos vean un cristianismo verdadero en nosotros como padres. Bien se ha dicho que el cristianismo ha vivido siempre a una generación de distancia de la extinción total. Si la generación presente no se preocupa de formar a la generación siguiente, el cristianismo se habrá extinguido.

Padres, tenemos que esforzarnos para que en cada una de nuestras familias se vea un altar a Jehová. Que cada familia auténticamente cristiana sea un centro de formación espiritual para los hijos. No despreciemos este privilegio entregándolo a la iglesia o a los ancianos o pastores. Somos nosotros, los padres, los directamente responsables delante de Dios por la formación espiritual de nuestras esposas y nuestros hijos.

Una de las formas de restaurar el altar de Jehová en el seno de nuestras familias es por medio de cultivar el buen hábito de apartar un tiempo del día para dedicarlo a las cosas espirituales. Este tiempo especial diario dedicado a leer y estudiar la palabra de Dios, dedicado a alabar a Dios, dedicado a la oración es lo que se conoce como el culto familiar o el

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altar familiar. Esto es vital para la buena marcha de la familia.

En� el� culto� familiar,� los� padres� tenemos� la�oportunidad�de�enseñar�la�palabra�de�Dios�a�nuestras�esposas�e�hijos. A lo mejor, Usted que es padre de familia me diría:

Pero yo no sé nada de la palabra de Dios. ¿Cómo puedo enseñar la palabra de Dios a mi familia? Usted tiene razón. Si Usted no sabe nada de la palabra de Dios, mal puede enseñar la palabra de Dios a su familia.

Pero eso no le libra de la responsabilidad de enseñar la palabra de Dios a su familia. Usted no podrá presentarse delante del Señor y decir: Discúlpame, no sabía nada de tu palabra, por eso no pude guiar a mi familia en tus caminos. No, Usted tiene la Biblia a su disposición, aprenda lo que pueda, y aunque sea poco, comparta eso poco con su familia. Esa es su responsabilidad y algún día tendrá que rendir cuentas a Dios de ello.

En el culto familiar, los padres también tenemos la oportunidad de enseñar a orar a nuestros hijos. Es ampliamente difundido el dicho que la familia que ora unida, permanece unida. La oración es como un pegamento eficaz que evita el resquebrajamiento de la familia. Las familias que han adoptado la costumbre de reunirse diariamente como familia para orar, tienen muy pocas probabilidades de desintegrarse.

En cambio el divorcio es como una plaga en familias en las cuales la oración familiar está ausente. No abramos las puertas a la destrucción de la familia, adoptemos el hábito de orar en familia. El culto familiar brinda también a los padres la oportunidad de mostrar a nuestros hijos la realidad del cristianismo auténtico.

Para muchos hijos, el cristianismo se ha tornado en una mera costumbre o un rito de ir los domingos a un lugar que lo llaman iglesia. Durante el transcurso de la semana la familia vive lo que se acercaría mucho a un infierno, pero llega el domingo y todos en la familia ponen su cara de santos y la ropa dominguera y se van a cumplir con el rito. Esto no es cristianismo auténtico.

Pero por medio del culto familiar se puede mostrar a los hijos que el cristianismo auténtico es un estilo de vida, es algo de todos los días a cada instante del día, es una forma de encarar la vida en dependencia absoluta del Señor. Evitemos de cualquier forma el abaratar o diluir el cristianismo, haciendo pensar a nuestros hijos que todo es cuestión de cumplir con un ritual, para de esa manera acallar a la conciencia.

Vivamos�el�cristianismo�en�toda�su�magnitud�en�el�seno� de� la� familia,� en� cada� decisión� que� debemos�

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tomar,� en� cada� actividad� que� debemos� realizar. De

ninguna manera podemos edificar familias cristianas sin dar importancia al culto familiar o al altar familiar. En cuanto al cuándo y al cómo del altar familiar, esto depende de las circunstancias específicas de la familia. Cuando todavía el Señor no ha bendecido con hijos a una pareja casada, el culto familiar se hará solamente entre la pareja. Cuando lleguen los hijos, el culto familiar se hará con ellos.

Cuando los hijos van creciendo, el culto familiar debería tener lugar cuando todos los hijos estén juntos. Esto puede representar alguna dificultad cuando los hijos son jóvenes, pero por regla general es recomendable hacerlo cuando toda la familia o la mayor parte de la familia esté junta. Con relación al cómo, se debe buscar variedad y significado.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que la rutina mata cualquier actividad. Es necesario salir de la rutina. Pongamos a funcionar nuestra creatividad para hacer cosas que rompan la rutina. En alguna ocasión, quería enseñar a mis hijos lo deleitoso de la palabra de Dios. Con ese motivo, antes de leer la Biblia repartí caramelos a cada uno. Lo disfrutaron con gusto. Luego leí Salmo 119:103 y dice: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.”

La comparación entre la dulzura de la Biblia y el sabor del caramelo resultó obvia. Lo importante es tener variedad. Quizá podemos compartir las bendiciones del día, otras ocasiones se podría cantar himnos. Otras veces se podría leer la Biblia por turnos. Otras ocasiones se podría invitar a alguien para una corta meditación. Se requiere de planificación y esfuerzo, lo cual no es muy bienvenido por la carne, pero le desafío a que con la ayuda de Dios se comprometa a restaurar el altar a Jehová en su familia. Solo así será una familia auténticamente cristiana.

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Las finanzas en la familia cristiana

A un nuevo estudio bíblico dentro de la serie titulada: La Familia Auténticamente Cristiana.

Hoy�toca�de�las�finanzas�en�la�familia�cristiana. Una vez un hombre muy acaudalado, dueño de varias importantes empresas de construcción, decidió dar el paso de bautismo en agua. El día de la ceremonia, se presentó ante el pastor, y justo antes de bajar las gradas hacia la pileta bautismal, se dio cuenta que había olvidado sacar su billetera del bolsillo de atrás de su pantalón. Preocupado, dijo al pastor en voz baja: Pastor... mi billetera está en mi bolsillo... Esperaba que el pastor le dijera que la saque antes de ser sumergido en el agua.

Pero el pastor no lo entendió así. Mas bien, hizo este anuncio a la congregación: Aquí tenemos un claro ejemplo de generosidad sin medida. El hermano acaba de indicarme que va a bautizar también a su billetera. Que Dios le bendiga hermano por su disposición a contribuir generosamente con la obra del Señor en esta iglesia. Sin más, procedió a bautizar al hombre con billetera y todo.

¿Qué le parece? Se dice que lo último que se convierte de una persona es justamente su billetera. Qué bueno sería si hubiera más billeteras bautizadas, entre comillas, en nuestras iglesias. Si fuera así, le garantizo que la obra del Señor no pasaría por la lacerante etapa de las vacas flacas.

Pero no solo en la iglesia existen problemas con las finanzas. También en la familia. La fuente de conflicto no es siempre la falta de dinero o el exceso del dinero sino la mala administración del poco o mucho dinero que

dispone la familia. Por�eso�es�importante�dar�atención�a�lo�que�se�llama�la�mayordomía�del�dinero�en�la�familia.� Cuando se piensa en la mayordomía del dinero en la familia, casi siempre viene a la mente la idea de dividir los ingresos de la familia entre lo que le corresponde al Señor y lo que corresponde a la familia. Pensamos que si damos cierto porcentaje al Señor, el Señor se quedará tranquilo y la familia podrá hacer lo que le venga en gana con el dinero distante.

Pero, ¿es en realidad así? ¿Puedo dar yo mi ofrenda al Señor y luego hacer lo que yo quiera con la diferencia? Me parece que no. Veamos lo que dice la Biblia. Para comenzar, el concepto de mayordomía de todas las cosas, no solo del dinero, parte del principio bíblico de que nada de lo que

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tenemos es realmente nuestro, sino de Dios. Aún lo que consideramos como nuestras propias vidas, viéndolo bien no son en realidad nuestras, sino de Dios. Dios puede disponer de ellas como quiera y cuando quiera. 1 Corintios 6:19-20 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”

Todo creyente es por tanto un administrador de los bienes de otro, es decir, tiene que ser un mayordomo en el amplio sentido de su significado. Olvidémonos por tanto de la idea tan prevaleciente de que al ofrendar estamos dando a Dios algo que es nuestro. No, en realidad estamos devolviendo algo que le pertenece a él. Nuestra responsabilidad como mayordomos es utilizar de la mejor manera los recursos que Dios nos ha dado, no para nuestro propio beneficio personal, sino para beneficio del dueño de esos bienes, es decir para beneficio de la persona de Dios.

Para conseguir esto, es necesario que primeramente nos demos personalmente a Dios. Esto fue exactamente lo que hicieron los creyentes de Macedonia. 2 Corintios 8:5 dice: “Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios.”

Está bien por tanto ofrendar una parte de los ingresos económicos que nos da el Señor, pero además, tenemos que buscar su guía en la manera de usar el resto. Mucho de los conflictos, temores y ansiedades en la familia, a causa de las finanzas, se eliminarían si todos entendiéramos que como mayordomos estamos simplemente administrando los bienes del Señor.

Cuánto temor debería causarnos administrar mal esos bienes. Con esta idea en mente, permítame sugerir algunos principios que serán útiles para administrar correctamente los recursos económicos que Dios ha puesto a nuestra disposición.

(1)�Jamás�olvide�dar�a�Dios�lo�que�a�él�le�pertenece. En cuánto a la cantidad, ésta ha sido establecida en el Nuevo Testamento con las palabras de 1 Corintios 16:2 dice: “según haya prosperado”

y 2 Corintios 9:7 dice: “como propuso en su corazón”

Para algunos esto significa un 10% de sus ingresos. Esto estaría bien, siempre y cuando el 10% sea solamente un punto de partida para paulatinamente ir aumentando este porcentaje a medida que Dios va prosperando más y más. La experiencia de muchos creyentes ha sido que comenzaron dando al Señor un 10% y terminaron dando al Señor un 90% de los ingresos. Esto es lo que está implicado en la declaración: según haya prosperado. No seamos tacaños en lo que ofrendamos al Señor. 2 Corintios 9:6 dice: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.”

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� (2)�Jamás�use�el�dinero�como�una�arma�para�atacar�al�otro�cónyuge. El dinero es un bien material de Dios puesto a

nuestra disposición para edificar la familia, no para destruir la familia. Una vez un esposo llegó feliz a su casa porque se había comprado el rifle de cacería que tanto había deseado. Claro que al comprarlo, puso en peligro la provisión para las necesidades básicas del hogar y esto afectó a la esposa en particular.

Al siguiente día de esto, la esposa salió de compras y compró la máquina de coser que tanto había deseado, entre comillas. Esto echó por tierra el presupuesto de la familia y como consecuencia se armó la grande entre la pareja. Es necesario evitar el uso del dinero para atacarse mutuamente dentro de la pareja.

� (3)�Jamás�gaste�el�dinero�en�bienes�considerados�superfluos. Evite ir al compás de la sociedad materializada en la cual

vivimos. Conozco familias en las cuales hay dos o más automóviles, un televisor a color en cada dormitorio, un artefacto para cada tarea del hogar, y aire acondicionado hasta para la casa del perro. Mucho de esto se podría eliminar y la vida continuaría igual. Pero no, lo importante es mostrar a los demás cuan opulentos somos, cuanta comodidad tenemos a disposición.

� (4)� Jamás� piense� solo� en� Usted� mismo. Busque

maneras de ayudar a otros con sus bienes. 1 Juan 3:16-17 dice: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su

hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿Cómo mora el amor de Dios en él?”

Si Dios le ha bendecido con bienes materiales, el propósito de Dios para eso no es solamente para que Usted tenga comodidad, sino también para que Usted sea un canal por el cual Dios pueda derramar sus bendiciones sobre otras personas necesitadas. En la actualidad existen tantos misioneros y ministerios bíblicos necesitados de ayuda económica, Usted podría ser uno de los medios a disposición de Dios para satisfacer estas necesidades.

� (5)� Jamás� ponga� su� esperanza� en� las� riquezas. Confiar solamente en los bienes materiales es como estar en medio del océano en un barco que hace agua. Es cuestión de tiempo para que se hunda. 1 Timoteo 6:17-19 dice: “ A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.”

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� (6)�Jamás�se�endeude�más�allá�de�su�capacidad�de�pago. Si voluntariamente ha decidido que debe solicitar un crédito, lo cual

de ninguna manera es condenado en la Biblia, evite endeudarse más allá de su capacidad normal de pago. Debe mirar al dinero como un siervo dócil, pero no como un amo despiadado. Si se ha endeudado, pague a tiempo sus deudas. Romanos 13:8 dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.”

Un creyente moroso, un creyente que busca todo tipo de excusas para no pagar sus deudas es un mal ejemplo de creyente en la iglesia y en el mundo. Así que, Dios nos ha llamado a ser mayordomos de los bienes que le pertenecen en su totalidad. Que Dios mismo nos ayude a ser, sobre todas las cosas, mayordomos o administradores fieles. 1 Corintios 4:2 dice: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.”

¿Es Usted un fiel mayordomo en las cosas que pertenecen al Señor? ¿Es fiel con el dinero que Dios le permite llevar a casa? ¿Es fiel con las 24 horas que tiene al día para hacer la voluntad de Dios? ¿Es fiel con las 52 semanas al año que el Señor nos da a cada uno? ¿Es fiel con los dones y talentos que Dios le ha dado? ¿Es fiel criando a los hijos que Dios le ha dado? Quiera Dios que en su gracia Usted pueda presentarse delante de Dios como un mayordomo fiel.

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La importancia del descanso en la familia

Existen personas que viven para descansar y otras que descansan para vivir. ¿En cuál grupo se ubica Usted?

Sobre�la�importancia�del�descanso�en�la�familia�tratará�el�tema. ¿Sabía Usted que los murciélagos son los animales que viven más largo entre los animales de su tamaño? Un murciélago puede llegar a vivir hasta veinte años. Una probable explicación para esto, según algunos científicos, es su admirable capacidad para pasar de un estado de euforia a un estado de relajación, prácticamente de forma instantánea. Para un murciélago es algo normal que su pulso cardíaco cambie de 180 por minuto, cuando está eufórico, a 3 por minuto cuando está tranquilo, y esto en un mínimo de tiempo.

Lo mismo se puede decir de su respiración. Puede cambiar de 8 aspiraciones por segundo, cuando está eufórico a una aspiración cada 8 minutos cuando está tranquilo, y esto, en un mínimo de tiempo. ¡Qué asombroso! El descanso hace bajar el ritmo cardíaco y la frecuencia de respiración y al menos en los murciélagos, parece que eso contribuye a su larga vida.

¿No podría acontecer el mismo fenómeno en el ser humano? Pues parece que sí. Hacer que el corazón lata a toda velocidad todo el tiempo acelera su desgaste. Hace falta que se le dé algo de descanso para que dure un poco más. En una sociedad que se mueve a un ritmo tan vertiginoso, se va haciendo más difícil que encontremos tiempo y circunstancias para descansar.

No es extraño por tanto encontrar cantidad de personas que cual abejas en un panal no paran de trabajar sino solo cuando su organismo se resiste a seguir funcionando debido a alguna enfermedad que obliga a guardar cama. No estoy diciendo que debemos vivir para descansar. Lo que

estoy diciendo es que debemos descansar para vivir. La� falta� de�descanso�o�recreación�tiene�su�efecto�negativo�en�el�ámbito�personal,�pero�también�en�el�ámbito�familiar. Dejemos que la Biblia nos hable sobre la necesidad de descanso y recreación en la familia. Según Juan 10:10, Señor Jesús dijo: “Yo he venido

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para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”

Sin embargo de esto, muchos creyentes y sus familias se ven atrapados en un frenético ritmo de vida, al punto que no tienen tiempo para experimentar el gozo sin igual de la vida abundante que Cristo ofrece a los que son suyos. Como padres cristianos que somos, debemos buscar un equilibrio entre el tiempo que dedicamos a nuestras responsabilidades personales y el tiempo que dedicamos a nuestros hijos.

No olvidemos que el tiempo que podemos pasar junto a nuestros hijos es tan corto y pasa tan rápido, que el momento menos pensado será tarde para poder estar junto a ellos. De aquí nace la necesidad de tener un tiempo dedicado exclusivamente no solo a los hijos sino también a la esposa. Alguien ha dicho muy bien que las actividades recreativas en la familia son tan indispensables como la alimentación.

La comida alimenta el cuerpo y no podemos vivir sin comer. Las actividades recreativas alimentan no solo el cuerpo sino también el alma y no podemos vivir sin descansar. Dudo que alguna familia, en un momento de locura, decida que va a dejar de comer. Entonces ¿Por qué existen familias que voluntariamente han decidido que no van a tener un tiempo de descanso? Consideremos algunos principios generales que deberían gobernar el tiempo de recreación o descanso en la familia auténticamente cristiana.

� Primero,�la�actividad�debe�honrar�a�Cristo. Colosenses 3:17 dice: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”

Es obvio que existen muchas actividades recreativas que de ninguna manera pueden hacerse en el nombre de Cristo. Si uno, honestamente delante de Dios, no puede pedir la bendición de Dios sobre cierta actividad recreativa, es mejor no hacerla.

En cierta ocasión un joven me preguntó si ir al cine o bailar o tomarse un trago eran actividades recreativas permitidas para un creyente. Yo le cité justamente el texto que leí hace poco, Colosenses 3:17 y le dije: Si de corazón puedes pedir a Dios que bendiga estas actividades y puedes agradecer a Dios en el nombre de Cristo por ellas, con sinceridad, entonces, adelante. Hazlas. Este joven estaba honestamente buscando agradar a Dios en su vida y llegó a la conclusión que le era muy difícil glorificar a Cristo desperdiciando su tiempo en la sala de un cine o en el loco frenesí de la discoteca.

Segundo,� la� actividad� recreativa� nunca� debe�interferir� con� las� obligaciones� que� todo� creyente�debe�tener�con�su�iglesia�local. Ciertas actividades recreativas no son malas en sí mismo, pero se tornan malas cuando se las realiza en el tiempo que la familia debe estar en alguna actividad de la iglesia local. Un

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paseo con la familia, por ejemplo, es una actividad recreativa excelente para la familia porque permite a la familia escapar del ruido de la ciudad y da oportunidad para disfrutar juntos de momentos de compañerismo.

Pero cuando el paseo familiar tiene lugar un domingo a la mañana, por ejemplo, cuando en la iglesia local se está realizando diversos cultos de adoración, esta actividad provechosa para la familia se torna en algo negativo para ella. 1 Corintios 10:31 dice: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.”

Un paseo familiar o cualquier otra actividad recreativa sana, pero realizada en el tiempo que la familia debe estar con la iglesia, no puede ser de ninguna manera para la gloria de Dios.

Tercero,� las� actividades� recreativas� deben� ser�equilibradas�en�cuanto�a�tipo. Básicamente existen dos formas de distraerse. La una es pasiva, cuando miramos televisión o cuando conversamos o cuando miramos un partido de fútbol. La otra es activa, cuando nadamos o jugamos fútbol o andamos en bicicleta. Debe haber un equilibrio entre estas dos formas de recreación en la familia.

Existen ocasiones cuando la recreación pasiva es apropiada. Si se ve televisión se lo debería hacer en familia, bajo la atenta supervisión de los padres. Con la carga de violencia, crimen, sexo ilícito e inmoralidad, que se aprecia en casi todos los programas de televisión no queda mucho para escoger y nosotros como padres debemos ser muy selectivos en cuanto a esto.

Es preferible hallar placer en la conversación entre familia. El nivel de conversación debe estar acorde con la edad de los hijos en la familia, de modo que todos en la familia puedan participar en la conversación. Pero existen otras ocasiones cuando la recreación activa es necesaria. ¿Quines no hemos disfrutado de una caminata con la familia o de la natación, o de la práctica de algún deporte entre familia? La edad de los miembros de la familia es clave para seleccionar la actividad recreativa más conveniente.

Cuarto,� las� actividades� recreativas� en� la� familia�deben�ser�divertidas. Eclesiastés 3 nos dice que todo tiene su tiempo, tiempo de llorar y tiempo de reír. Proverbios 17:22 dice: “El corazón alegre constituye buen remedio, mas el espíritu triste seca los huesos.”

Es triste que entre algunos creyentes existe la falsa idea que ser creyente es sinónimo de ser aburrido. Para muchos, la imagen de un creyente es esa persona con siempre anda con el ceño fruncido y con cara de pocos amigos. Hasta piensan que reír es pecado. Dicen que el Nuevo Testamento no habla que Señor Jesús se hubiera reído y por eso los creyentes no deben reírse. Bueno, el Nuevo Testamento tampoco dice que Señor Jesús alguna vez se hubiera cepillado los dientes ¿Entonces será pecado cepillarse los dientes?

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Está bien tomar la vida con seriedad, pero está mal ser demasiado serio en la vida. A todos nos hace bien agregar algo de humor a la vida. La vida tiene tantos motivos para llorar y tan pocos motivos para reír, que debemos aprovechar cada motivo para reír y reír de buena gana. Cuán refrescante es hallar motivos en la familia para no hacer otra cosa que simplemente reír. Cuánta razón tiene la Biblia al decir que el corazón alegre constituye buen remedio.

Quinto,� las� actividades� recreativas� deben�satisfacer� las� necesidades� individuales� de� cada�miembro�de�la�familia. Habrá ocasiones cuando el esposo, quien ha pasado rodeado de tanta gente en su trabajo, deseará nada más que leer un diario o una revista o mirar noticias en televisión. En cambio la esposa, quien ha pasado todo el día encerrada en casa cuidando a los hijos, deseará tener personas en su casa para conversar. Cada uno debería tratar de entender las necesidades recreativas del otro y estar dispuesto a ceder su preferencia personal en beneficio del otro. Evitemos meternos solo en lo que más nos gusta hacer.

Esta recomendación es especialmente para los que somos esposos. Tenemos mucha tendencia a divertirnos en lo nuestro descuidando totalmente la necesidad de los demás. Busquemos que aún los hijos pequeños se sientan satisfechos con la actividad recreativa seleccionada. De modo que, no descuidemos jamás los tiempos de descanso y recreación en nuestras familias. Inclusive el Señor Jesucristo reconoció la necesidad de descansar, lo cual es típico en el ser humano.

Recuerde que Jesucristo es totalmente Dios y totalmente humano. En una ocasión estaba viajando de Judea a Galilea y se cansó. Señor Jesús entonces procuró descanso. Dice el texto que se sentó junto al poso de Jacob. En otra ocasión vio a sus discípulos cansados de su trabajo y les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco. El descanso o la recreación es vital para el desarrollo integral del ser humano y esto tiene su efecto en la familia. Que Dios nos ayude a ser equilibrados en el tiempo que dedicamos a nuestras responsabilidades y el tiempo que dedicamos al descanso o recreación con la familia.

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La importancia de la iglesia local en la vida de la familia

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Estamos examinando los principios bíblicos que producen matrimonios estables y hogares felices.

En�esta�ocasión�tratará�de�la�importancia�de�la�iglesia�local�en�la�vida�de�la�familia.� Alguna vez alguien hizo esta pregunta: ¿Es posible que un creyente viva sin congregarse en una iglesia local? La respuesta fue: Sí. Es posible. Pero sería como un estudiante sin escuela, o un soldado sin cuartel, o un ciudadano sin país o un vendedor sin clientes o un preso sin prisión o un barco sin tripulación, o un profesor sin alumnos, o un escritor sin lectores o un padre sin hijos o un futbolista sin equipo o un jardín sin flores.

Interesante. A decir verdad no se puede desligar a un creyente del ámbito de la iglesia local. Pero no solo para el creyente individualmente, es importante la vinculación con una iglesia local. También para la familia. En el Antiguo Testamento, Dios escogió a Abraham y sus descendientes, esto es, su familia, para hacer de ellos, entre muchas cosas, los portadores de su verdad para este mundo.

Después que los hijos de Israel salieron de Egipto, Dios les dio el Tabernáculo como el centro de adoración. En algún momento, Salomón edificó un templo, dentro del cual Dios, santo por naturaleza podía encontrarse con el hombre, pecador por naturaleza.

El Señor Jesús, de días de nacido, fue presentado por sus padres en el templo. Más tarde, cuando tenía doce años, se quedó en el templo discutiendo con los entendidos en la ley mientras sus padres le buscaban desesperadamente. Casi al inicio de su ministerio, volcó las mesas de los cambistas quienes había convertido el templo en una cueva de ladrones.

Fue la manifestación del celo de Señor Jesús por la santidad del templo de Jerusalén. Señor Jesús cumplió la ley e instituyó la iglesia, la cual fue su mismo cuerpo y por la cual se entregó a sí mismo. El templo tenía su importancia para los planes de Dios. Su promesa a sus discípulos fue: Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Esta es la forma más simple de una iglesia local. Los creyentes de la época del Nuevo Testamento se reunían en casas. Fue bastante tiempo

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después que los creyentes adoptaron la costumbre de construir templos para hacer allí las reuniones de la iglesia. No es indispensable el templo para que exista una iglesia local, pero ciertamente es una gran ayuda que exista un lugar específico donde la iglesia se reúne para tener comunión, adorar, evangelizar, enseñar la palabra de Dios, orar y enviar misioneros a lejanas tierras.

Las� familias� cristianas� juegan� un� papel�protagónico�en�el�plan�de�Dios�de�saturar�este�mundo�con�el�evangelio�de�Cristo�a�través�de�la�obra�de�una�iglesia�local. Por esto, la asistencia a las reuniones de la iglesia local no

es una opción para los integrantes de la familia sino un mandato. Hebreos 10:25 dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”

La tendencia natural de los integrantes de la familia, padre, madre e hijos es dejar de congregarse. Es mucho más fácil quedarse en casa o hacer otra cosa que ir a la reunión de la iglesia, especialmente si la reunión es entre semana. A veces nos sentimos cansados, desanimados, enfermos y todo lo demás y pensamos que lo mejor es quedarnos en casa recuperando energías. Pero no debería ser así. El mandato bíblico es: No dejen de congregarse.

La Biblia no dice: Si se siente bien congréguese, o si tiene tiempo congréguese, o si está animado congréguese. Nada de esto. El mandato es: Congréguese y punto. No importa si siente que lo debe hacer o no siente que lo debe hacer. Es hora ya de dejar de actuar sobre la base de los sentimientos y comenzar a actuar sobre la base de lo que dice la palabra de Dios. Que triste es cuando los padres dan un mal ejemplo a los hijos quedándose en casa los domingos, en lugar de ir al culto con la iglesia.

El mensaje sin palabras que están comunicando a los hijos es: La iglesia no es importante. Más importante es descansar o hacer cualquier otra actividad. No sería nada extraño que hijos de padres así, cuando lleguen a jóvenes y adultos manifiesten la misma actitud que sus padres y terminen alejándose del Señor totalmente.

De modo que, los miembros de la familia auténticamente cristiana se caracterizan por una costumbre a congregarse junto con otros creyentes en la iglesia local. Esto es un mandato. Pero no deben congregarse solo por cumplir con la fría letra de un mandato, sino también porque la asistencia a las reuniones de la iglesia local ayuda en el crecimiento espiritual de los miembros de la familia.

El�núcleo�familiar�no�es�una�unidad�autosuficiente.�

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Necesita� del� ánimo� y� el� estímulo� que� resulta� de�congregarse�con�otras�familias�cristianas. En Mateo 18:20

vemos que la presencia del Señor se manifiesta de una manera especial cuando los creyentes se reúnen para la adoración. Esto fortalece espiritualmente a los miembros de la familia y produce un crecimiento espiritual. En un ambiente así, los ancianos o pastores, pueden animar a los miembros de la familia que están desanimados, también pueden exhortar a los miembros de la familia que se encuentran descarriados. Existen cantidad de familias que han sido libradas de desastre por medio del ministerio del Espíritu Santo a través de ancianos o pastores que manifestaron un genuino interés en las familias de la congregación.

Además de ser un mandato y de producir crecimiento espiritual, el congregarse con la iglesia local ayuda mucho a la comunión cristiana. Vivimos en una época caracterizada por un continuo pero sostenido alejamiento de Dios. Cuan necesario es animarnos y estimularnos unos a otros en el ambiente de la iglesia local. Qué bendición debería ser para las familias el abrir sus corazones y sus casas para mostrar hospitalidad hacia los hermanos de la congregación.

La� iglesia� local� es� el� eje� sobre� el� cual� giran� las�actividades�importantes�de�la�familia. Es en la iglesia local

donde las familias deben encontrar la satisfacción de todas sus necesidades sociales. Qué triste es ver que muchas familias llamadas cristianas hallan su satisfacción en las diversiones del mundo mas no en las actividades de la iglesia local.

En ocasiones, la culpa puede ser de la iglesia local, pero en la mayoría de las veces, la culpa están en los integrantes de la familia, quienes voluntariamente han decidido dar mayor importancia a otras cosas de la vida y no a lo que se puede hacer a través de la iglesia local.

Tenemos entonces que en una familia auténticamente cristiana, sus integrantes deben estar activamente involucrados en las actividades de la iglesia local, porque es un mandato, porque así se crece espiritualmente y porque así se fomenta la comunión cristiana. A lo mejor alguno de nuestros amables oyentes estará diciendo: Pero Usted no conoce la iglesia local a la cual yo asisto. Es aburrida en extremo. No puedo de ninguna manera hallar satisfacción en nada de lo que allí se hace.

Bueno. Efectivamente yo no conozco como será su iglesia local. Pero lo que sé es que cualquier problema no se soluciona con abandonar la iglesia. Puede ser que Usted se aleje del problema, pero el problema seguirá en la iglesia local. La solución de los problemas comenzará cuando Usted con su familia se interesen en hacer que las cosas cambien en la iglesia local.

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Estoy más que seguro que los líderes de la iglesia local se sentirán muy contentos al saber que Usted está dispuesto a colaborar para lograr que la iglesia local sea en realidad un centro de edificación para las familias. Para algunos, la iglesia local está llena de hipócritas y como ellos no quieren ser hipócritas mejor no asisten. Lo menos que puedo decir sobre esta manera de pensar es que se trata de una hábil excusa para encubrir el verdadero motivo por el cual no se está asistiendo a las reuniones de la iglesia local.

El verdadero motivo es simplemente un no quiero asistir a las reuniones de la iglesia local. Los justificativos para no congregarse pueden ser muchos y muy variados, algunos inclusive parecerán razonables, pero en el fondo, no son sino meras excusas y el Señor lo sabe perfectamente porque nada podemos esconder de él.

Jamás� piense� que� la� iglesia� está� hecha� de�personas� perfectas. La iglesia está hecha de pecadores, pero

pecadores que tienen una característica en común. Son pecadores que han sido redimidos por la preciosa sangre de Cristo. Pecadores que constantemente están luchando por vivir una vida santa en medio de un mundo hundido en la podredumbre del pecado. Estos pecadores redimidos fracasan de vez en cuando y caen estrepitosamente, pero esto no debe ser motivo para que Usted deje de asistir a las reuniones aduciendo que todos son hipócritas.

Usted debe asistir a las reuniones de la iglesia local no por las personas que asisten ni para erigirse como juez de la conducta de los demás, sino con el único y sencillo propósito de adorar al Señor que está en medio de ellos. Quite los ojos de las personas y póngalos en el Señor, y notará que nunca se sentirá defraudado, aun cuando alguien que Usted pensaba que era perfecto caiga en algún pecado.

Todo esto, para insistir en la necesidad de que como familia asista a las reuniones de la iglesia local. Si Usted es padre de familia, dé buen ejemplo a sus hijos participando en todo lo que la iglesia local organice. Si Usted es madre de familia, apoye todas las actividades de la iglesia local. Su presencia es muy importante. Incentiven a sus hijos a apoyar la iglesia local por medio de su ejemplo. Una familia auténticamente cristiana es aquella en la cual Cristo está en el centro y la iglesia también está en el centro del corazón de él. ¿Cómo no apoyarla en familia?

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Cómo resolver los conflictosen la familia cristiana

Los conflictos son inevitables en toda relación humana. La familia auténticamente cristiana no está libre de ellos.

Compartiremos� algunas� ideas� extraídas� de� la� Biblia�que�nos�ayudarán�a�resolverlos. Esperar que una familia, aunque sea auténticamente cristiana, esté libre de conflictos sería como esperar que el cielo descienda a la tierra. Solo en el cielo no existen conflictos. Debido a la naturaleza pecaminosa del ser humano, los conflictos entre seres humanos son inevitables. Santiago 4:1 dice: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?”

Así que, hasta cierto punto, los conflictos son de esperarse en la relación entre personas, aun cuando estas personas sean verdaderos creyentes, e inclusive aun cuando estas personas sean creyentes maduros. Por eso es que existen conflictos en iglesias, en ministerios cristianos y por supuesto, en familias auténticamente cristianas.

Por tanto, no es prudente sobre reaccionar o sobredimensionar la situación cuando surge un conflicto. La primera vez que yo tuve un conflicto con mi bien amada esposa, con quien llevo casi un cuarto de siglo de feliz matrimonio, pensé una cantidad de cosas absurdas. Ay, Dios mío, a lo mejor me equivoqué al casarme con ella. O, mi vida matrimonial va a ser un desastre de aquí en adelante. O, pobre de mí, voy a ser infeliz el resto de mis días. Cuan equivocado estaba.

Son ejemplos de lo que las parejas de recién casadas suelen pensar cuanto enfrentan el primer conflicto en el matrimonio. No es bueno idealizar el matrimonio y la familia en general pensando que nunca jamás puede haber conflicto y que si se manifiesta un conflicto algo grave está ocurriendo.

Es�mejor�pensar�que�los�conflictos�son�inevitables.�No�hay�nada�de�malo�en�tener�conflictos. Lo malo resulta

cuando no sabemos qué hacer con ellos y dejamos que se agraven a tal punto de echar a perder una relación matrimonial o una relación familiar o

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una relación personal. Los conflictos pueden ser aliados que nos ayudan a fortalecer relaciones personales o enemigos que contribuyen a debilitar relaciones personales. Todo depende de nuestra actitud hacia ellos. De modo que, permítame compartir con Usted un plan que podría ser muy útil para hacer de los conflictos nuestros aliados y no nuestros enemigos.

� (1)� Es� necesario� desarrollar� la� habilidad� de�escuchar� a� todos� los� que� están� inmersos� en� el�conflicto. A eso apunta justamente textos como Santiago 1:19 donde

dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse.”

Siempre será más fácil hablar que oír o escuchar. Lo vemos cuando surge un conflicto. La tendencia natural es ventilar la ira a gritos, insultos, y agresiones. Pero antes de montar en cólera y decir cosas que lo único que harán es agravar el conflicto, es necesario primero detenerse, enfriar la cabeza y oír con atención los argumentos de la persona o las personas con quienes tenemos conflicto. De modo que, cuando su pareja o su hijo, o su hija, hagan algo o digan algo que le haga subir la presión interna, no explote.

Primero oiga a la otra parte tratando de entender lo que está diciendo. Es el primer paso para manejar adecuadamente los conflictos. Si hay algo que no comprendió, haga preguntas en tono amable y conciliador. Procure ponerse en los zapatos de la otra persona. En lugar de enfocar su atención sobre el método de entrega de lo que quiere decir, enfoque su atención en el contenido del mensaje. En lugar de enfocar su atención sobre las palabras que usa, enfoque su atención sobre el significado de las palabras que usa. El solo hecho de estar dispuesto a escuchar sin alterarse ya crea un ambiente propicio para la solución de un conflicto.

En segundo lugar, comprométase a enfrentar la situación con amabilidad. En otras palabras, luego de escuchar es necesario hablar pero no es cuestión de hablar lo que primero venga a la mente. La Biblia aconseja que se debe hablar la verdad en amor. Efesios 4:15 dice: “sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.”

� (2)�Hace�falta�enfrentar�la�situación�con�espíritu�de�mansedumbre. Note lo que Gálatas 6:1 dice: “Hermanos, si alguno fuere

sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”

Enfrentar la situación con espíritu de mansedumbre significa poner mucho cuidado en la motivación que tenemos para enfrentar la situación. ¿Es para honestamente ayudar a buscar una solución? O es para agravar la situación. Enfrentar la situación con espíritu de mansedumbre significa poner atención al momento y al lugar para decir las cosas. Si los hijos están

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presentes, no es el momento y lugar para enfrentar un conflicto. Si está en alguna reunión de la iglesia, no es el momento y lugar para enfrentar un conflicto. Cuide el momento y el lugar para su confrontación amable.

De atención a un tema en lugar de muchos temas a la vez. Ponga atención en el problema, no en la persona. Sea específico, concreto, en lugar de hablar de generalidades. Use la palabra de Dios tanto como sea posible para confrontar la situación anómala. Evite sin embargo usar mal la palabra de Dios para apoyar sus opiniones. En todo momento ponga en práctica las sabias palabras de Proverbios 15:1 dice: “La blanda respuesta quita la ira, mas la palabra áspera hace subir el furor.”

Tenemos entonces que si deseamos resolver los conflictos, es necesario que primeramente escuchemos a la otra o a las otras personas que tiene parte en el conflicto y en segundo lugar que nos dispongamos a una confrontación con espíritu de mansedumbre. Hasta este punto, cuando el proceso es bien manejado, se hará obvio cuál es la raíz del conflicto y quien es culpable del mismo.

� (3)�Es�necesario�tener�una�disposición�al�perdón. Efesios 4:32 dice: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”

El perdón es infaltable en el mantenimiento de buenas relaciones con los demás. El perdón no es una opción para el creyente sino un mandato. Esto significa que aunque no sintamos que debemos perdonar, debemos perdonar. Es cuestión de obediencia. Muchos creyentes viven en amargura mientras están esperando sentir que deben perdonar. Vivirán amargados para siempre, porque nunca vendrá el sentimiento de perdonar.

Perdón tampoco es sinónimo de olvido. La palabra de Dios no dice: Olvídense las ofensas de los unos hacia los otros. La palabra de Dios dice: Perdonándoos los unos a los otros. Puede ser que nunca olvidemos una ofensa recibida, sin embargo, podemos perdonar a la persona que nos ofendió. El perdón es una especie de pacto solemne delante de Dios por el cual nos comprometemos a no tomar venganza del ofensor. Esto es perdón.

Nuestra vieja naturaleza nos aconseja a castigar al ofensor por la falta cometida. El perdón, que es producto de nuestra nueva naturaleza razona y dice: No me voy a vengar de la persona que me ofendió. En lugar de vengarme de ella, le voy a perdonar. Así que, no importa cuan grave sea la ofensa recibida, su obligación es perdonar.

Ese es el ejemplo que nos da Dios cuando en su palabra dice que debemos perdonar al prójimo así como Dios nos perdonó a nosotros en Cristo. Si Usted es el culpable del conflicto, tiene que pedir perdón. Haga saber a la persona que ofendió que está dolido por lo que ha hecho. Si Usted no es culpable del conflicto, perdone a quien tiene la culpa del

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conflicto. El perdón debe ser expresado verbalmente mencionando la falta cometida.

Si un esposo ha sido negligente en ayudar en las tareas del hogar y esto ha causado un conflicto, ese esposo debe pedir perdón a su esposa diciendo algo como: Reconozco que no he sido de ayuda en las tareas de la casa. Te pido perdón por eso. El perdón también es incondicional. No es cuestión de: Te perdono si no vuelves a hacerlo. El perdón, es como un efectivo detergente que limpia las almas y conciencias de las personas en conflicto para restaurar relaciones rotas, para resolver conflictos.

� (4)�Es�necesario�diseñar�en�conjunto�algún�plan�para�evitar�cometer�nuevamente�la�falta�que�acaba�de�ser�arreglada. Note lo que Colosenses 3:12-15 dice: “Vestíos, pues, como

escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.”

En resumen, los conflictos en la familia no necesariamente son negativos. Si se los maneja adecuadamente pueden llegar a ser nuestros aliados para fortalecer los vínculos entre los miembros de la familia. Mi deseo es que su familia se convierta en un laboratorio para arreglar cualquier conflicto que se presente.

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Lo que enseña la Bibliasobre el divorcio

Cuando los conflictos no son bien manejados en la pareja y en la familia en general, pueden agravarse tanto que amenazan la estabilidad del matrimonio y de la familia en general. En estas condiciones, el divorcio comienza a esgrimirse como una opción válida.

Pero�veamos�qué�es�lo�que�enseña�la�Biblia�en�cuanto�a�este�controversial�asunto.� Estamos por culminar esta serie sobre la familia auténticamente cristiana. Cuánto nos hubiera gustado terminar con una nota positiva, describiendo las responsabilidades de cada uno de los miembros de la familia. Pero lamentablemente no es así, porque tenemos que tocar un tema triste, delicado y controversial. Se trata del divorcio.

Estamos plenamente conscientes de que estamos pisando terreno movedizo, pero a la vez vemos la necesidad de compartir nuestro punto de vista sobre este asunto. Fácil sería simplemente callar y no tocar el tema, para evitar la controversia, pero eso no nos parece lo adecuado. Es hora de que los creyentes adoptemos convicciones bíblicas personales sobre asuntos controversiales y que estemos dispuestos a jugarnos por ellas, aun cuando eso signifique ir en contra de la opinión de reconocidos expositores bíblicos.

Es conocido que sobre el asunto del divorcio, no ha existido nunca una unidad de criterio entre los maestros bíblicos. Sabemos que connotados hombres de Dios se encuentran tanto en uno como en otro bando con respecto al asunto del divorcio. Nuestra postura en cuanto al divorcio, en ninguna manera debe ser interpretada como un ataque a alguien que tenga una convicción diferente sobre este mismo asunto, simplemente es un esfuerzo por comunicar lo que el Señor ha puesto en nuestro corazón sobre tan delicada temática.

Un análisis del divorcio puede ser abordado desde distintos puntos de vista. Uno de estos puntos de vista es por el resultado que produce. Solo basta ver el cuadro de dolor que deja en las vidas de los que se divorcian y en sus hijos para concluir que el divorcio es algo contrario a la voluntad de Dios. Solo hace falta mirar los ojos tristes de los niños que han sido víctimas del divorcio en sus hogares para concluir que el divorcio es despreciable.

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Pero en la vida cristiana no se juzga la validez de las acciones por los resultados que produce, sino por lo que dice la palabra de Dios sobre ellas. Nadie se divorcia a sabiendas que el divorcio es malo.

Las�parejas�que�se�divorcian�siempre�afirman�que�el�divorcio�era�la�mejor�de�las�opciones�que�tenían�a�su�disposición. Para ellos, el divorcio era la única salida, y por eso piensan

que el divorcio no es tan malo como parece.

Pero para nosotros será la Biblia la que nos dé la última palabra sobre el divorcio. Debemos dar gracias a Dios quien no nos ha dejado a la deriva en este trascendental asunto. La confusión existente sobre este tema no se debe a que no haya información en la Biblia acerca del divorcio, sino más bien al deseo del ser humano de adaptar lo que la Biblia dice sobre el divorcio a una situación particular, muchas veces para justificar una acción que de antemano ya ha sido decidida. Consideremos por tanto algunas declaraciones que hace la Biblia en cuanto al divorcio.

� (1)�La�Biblia�declara�que�el�divorcio�estaba�siendo�objeto�de�abuso�por�los�judíos�de�la�época�que�el�Hijo�de�Dios�vino�a�este�mundo. En cierta ocasión, Señor Jesús fue

abordado por los fariseos, los más conspicuos cumplidores de la ley, aunque su cumplimiento era un mero rito externo, vacío de realidad interna. Mateo 19:3 dice: “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”

Recordemos que los fariseos estaban afanosos por encontrar un motivo para entregar a Señor Jesús a la muerte. La trampa que estaban tendiendo les parecía efectiva. Si Señor Jesús respondía diciendo que es lícito para un hombre divorciarse de su mujer por cualquier causa, hubiera ido en contra de algunos fariseos que no opinaban así. Si Señor Jesús respondía diciendo que no es lícito para un hombre divorciarse de su mujer por cualquier causa, se hubiera ido en contra de la mayoría de los fariseos quienes estaban convencidos que cualquier motivo es válido para que un hombre se divorcie de su mujer.

De cualquier manera Señor Jesús hubiera salido perdiendo y los fariseos tendrían un buen motivo para justificar su muerte. Señor Jesús no cayó en la trampa sino que se refirió a lo que era el ideal de Dios para el matrimonio. Pero en la pregunta que los fariseos hicieron a Señor Jesús es sencillo distinguir que entre ellos había un total abuso del divorcio.

Según el rabí Hillel, casi cualquier cosa era motivo para que el esposo halle impura a su esposa y le extienda carta de divorcio. Si la esposa cocinaba algo que no le gustaba al marido, ya era suficiente motivo para

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que el marido le extienda carta de divorcio. Motivos que se consideraban válidos para extender carta de divorcio eran por ejemplo, que la esposa salga a la calle sin velo, que la esposa sonría a un extraño, que al esposo no le guste la suegra, que el esposo encuentre una mujer más bonita que la esposa, etc. Es decir que para los judíos de la época del Señor Jesús, en realidad el motivo para el divorcio era un asunto secundario. Estaban más preocupados por escribir la carta de divorcio que por la razón para el divorcio.

Qué triste, ¿verdad? Pero aún más triste es que hoy, viviendo como 2000 años más tarde, el asunto sigue igual en cuanto al divorcio. La causa más frecuente para un divorcio en la actualidad es lo que se da por llamar incompatibilidad de caracteres. El nombre suena extraño, pero simplemente indica que los esposos no pudieron arreglar un conflicto doméstico. La solución es entonces el divorcio.

Un divorcio para solucionar un problema doméstico ha sido comparado con amputarse un brazo para resolver el problema de una astilla incrustada en un dedo de la mano. Así es. El hombre sin Cristo actúa de la misma manera en cualquier época de la humanidad. El abuso del divorcio en la actualidad lo confirma.

� (2)�La�Biblia�que�el�divorcio�jamás�fue�ordenado�o�instituido�por�Dios. Los que piensan que porque la Biblia habla de

divorcio, Dios ha ordenado o instituido el divorcio, están muy, pero muy equivocados. Mire lo que Mateo 19:4-6 dice: “Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.”

Este es el ideal de Dios para el matrimonio y como Usted podrá notar, en ningún momento se insinúa siquiera la idea de un divorcio, más bien se excluye toda posibilidad de divorcio. La frase: no son ya más dos, sino una sola carne, habla de una obra creativa que solo la omnipotencia de Dios puede realizar. Tomar dos personas, y hacer de esas dos personas una sola carne significa que Dios ha puesto en funcionamiento todo su poder creativo. Por esto, Dios ha dicho: Lo que Dios juntó no lo separe el hombre.

El divorcio viene a ser equivalente a la destrucción de la obra creativa de Dios. En cierto sentido el divorcio tiene varios paralelos con el aborto. Tanto en el divorcio como en el aborto se mata la obra creativa de Dios. En el matrimonio Dios hace uno de dos, el divorcio mata esa obra sobrenatural de Dios. En la concepción, Dios hace de dos uno, el aborto mata esa obra sobrenatural de Dios. Muchos tienen profundos prejuicios en contra del aborto, jamás pensarían siquiera en practicar un aborto, pero incomprensiblemente toman al divorcio como algo natural de la vida, a pesar que tanto el divorcio, como el aborto, acaba o mata algo que Dios ha

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realizado haciendo uso de su poder sobrenatural.

La� idea� original� de� Dios� es� la� permanencia� del�matrimonio. Dios por tanto, jamás podría ordenar o instituir el divorcio.

Si vemos el matrimonio en la forma que Dios lo ve, comprenderemos que es una unidad monógama y cualquier violación a esa unión acarreaba la muerte en el Antiguo Testamento. El séptimo mandamiento dice: “No cometerás adulterio” La desobediencia a este mandamiento se castigaba con la muerte. Levítico 20:10 dice: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.”

Posteriormente, Señor Jesús llevó a un plano mucho más elevado el principio de la permanencia y santidad del matrimonio, cuando en Mateo 5:27-28 dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.”

Es tan santo el matrimonio que aún con el pensamiento el hombre o la mujer pueden atentar contra él. Señor Jesús condenó tanto el pensamiento como el acto mismo y así puso muy en alto el matrimonio. Tenemos entonces que el divorcio era objeto de abuso en el pasado y sigue siendo objeto de abuso en el presente. El divorcio jamás fue ordenado o instituido por Dios. El ideal de Dios para el matrimonio es una unión monogámica que dura toda la vida.

En nuestra próxima entrega sobre este asunto, analizaremos las causas por las cuales el ideal de Dios se ha pervertido y ha traído como consecuencia esa ola indiscriminada de divorcios.

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¿Cómo entonces el divorcio llegó a ser tan popular en los tiempos del Señor

Jesús y también en la actualidad?

Hemos estado hablando sobre el divorcio y hemos llegado a la conclusión que el divorcio no ha sido ordenado ni instituido por Dios, por cuanto el ideal de Dios para el matrimonio es una unión monogámica para toda la vida. ¿Cómo entonces el divorcio llegó a ser tan popular en los tiempos del Señor Jesús y también en la actualidad?

Sobre�esto�tocaremos�en�el�estudio�bíblico�de�hoy. La Biblia, tiene mucho para decir en cuanto al divorcio. En nuestro estudio bíblico último acerca de este asunto, vimos que el divorcio fue objeto de abuso en la época que Jesucristo estuvo en carne y hueso en este mundo y sigue siendo objeto de abuso en la actualidad, cuando prácticamente cualquier motivo es bueno para obtener legalmente un divorcio. También dejamos en claro que Dios jamás ordenó o instituyó el divorcio. El ideal de Dios para el matrimonio es una unidad monogámica que dura hasta que uno de los dos cónyuges muere.

Dios fue tan celoso con la santidad del matrimonio, que según la Ley de Moisés, cuando un hombre o una mujer caían en adulterio, tanto el adúltero como la adúltera tenían que morir indefectiblemente. No se puede por tanto hacer la afirmación temeraria que Dios por medio de Moisés ha establecido la forma para acabar con un matrimonio mediante el divorcio.

¿Qué pasó entonces? ¿Cómo es que tanto en el pasado como en el presente, el divorcio llegó a ser tan popular entre la gente? Dejemos que la palabra de Dios responda a esta pregunta. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el Evangelio según Mateo 19:7-8. La Biblia dice: “Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.”

Como antecedente es necesario señalar que los fariseos vinieron a Señor Jesús tentándole y diciendo: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? La respuesta del Señor Jesús fue en el sentido de señalar que en el plan original de Dios no había lugar para el divorcio.

En�el�matrimonio,�Dios�toma�a�dos�personas�y�las�

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hace�uno.�El�divorcio�mata�esa�obra�creativa�de�Dios. Ante esta declaración del Señor Jesucristo, los fariseos hacen a Señor Jesús una pregunta bastante lógica.

¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio y repudiarla? La respuesta del Señor Jesús nos da la pauta para que nosotros también sepamos por qué el divorcio es tan popular hoy en día aún cuando contradice el plan original de Dios para el matrimonio. Señor Jesús les respondió: Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres.

La respuesta del Señor Jesús simplemente señala que la dureza del corazón del hombre hizo que Moisés permita que un hombre extienda una carta de divorcio a su esposa para repudiarla o divorciarse de ella. La clave radica entonces en entender a qué se refería Señor Jesús cuando dijo: Por la dureza de vuestro corazón. Para ello es necesario echar una mirada al pasado, al libro de Génesis, al relato del momento más trágico de la historia de la humanidad cuando el hombre cayó en pecado.

Las consecuencias de esa caída fueron desastrosas y permanecen hasta ahora y permanecerán en el mundo mientras haya ser humano sobre la faz de la tierra. Génesis 3:16-19 nos habla de esas consecuencias. Dice así: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”

La caída en pecado ocasionó una separación entre el hombre y Dios, una separación entre el hombre y la naturaleza y ciertamente, una separación entre el hombre y su esposa. Al final del versículo 16, hablando Dios a Eva, dijo: tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti. Esta sola afirmación expresa el problema básico en el matrimonio.

� Dios�originalmente�diseñó�una�unión�indisoluble,�pero� cuando� el� pecado� entró� en� la� raza� humana�afectó�terriblemente�el�matrimonio. El ideal del matrimonio

se hizo pedazos. El caos entró en el hogar y el divorcio llegó a ser el hijo indeseado. Antes de la caída, el matrimonio era una completa felicidad. El hombre era la cabeza y la esposa era la ayudante ideal. La autoridad del hombre se manifestaba en una provisión amorosa, tierna y comprensiva hacia ella. La mujer colaboraba con una amorosa y tierna sumisión hacia aquel quien Dios le había dado como líder. Su corazón estaba totalmente dedicado a él y el corazón de él, totalmente dedicado a ella. La relación era

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armoniosa y amorosa.

La caída en pecado echó por tierra este cuadro idílico. La maldición por el pecado dejó a la mujer con el deseo de usurpar el rol de su esposo y de tomar las riendas de la relación. Esto hizo que el hombre tenga que reprimir por la fuerza a la mujer. El matrimonio entonces se convirtió en una lucha de poderes, con la mujer buscando la supremacía y el hombre tratando de mantener el liderazgo o usando el liderazgo en forma opresiva.

El conflicto se hizo inevitable y el divorcio se levantó victorioso. El problema adquirió tal magnitud que para la época de Moisés era necesario hacer algo para intentar al menos regularlo. Fue por este motivo que Moisés prácticamente se vio forzado a establecer lo que tenemos en Deuteronomio 24:1 donde dice: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa.”

En resumen entonces, el ideal de Dios es que no haya divorcio, pero Dios a veces tolera situaciones que no son su voluntad como el caso del divorcio. El divorcio entonces tiene su origen en el corazón del hombre, endurecido por el pecado. Otra declaración que acerca del divorcio hace la Biblia, es que el divorcio es odiado por Dios. No podría ser de otra manera.

Si� algo�atenta�contra�el�plan�original�de�Dios,�él�tiene�que�odiarlo�aunque�en�su�voluntad�permisiva�lo�tolere. La palabra de Dios es muy clara en señalar que Dios no está de

acuerdo con el divorcio. Malaquías 2:13-16 dice: “Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el refugio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.”

El versículo 13 dice en efecto: Ustedes vienen religiosamente al altar y lloran tanto que inundan el altar con sus lágrimas, pero ni aun así recibirá Dios vuestras ofrendas. Los versículos 14 y 15 nos dicen el motivo para esto. Los judíos habían roto sus pactos matrimoniales, divorciándose de sus mujeres judías y casándose con mujeres paganas. Dios les responde en el versículo 16 diciendo que él odia el divorcio.

El hombre que se divorcia de su esposa hace lo que Dios odia. Pero no solo eso, sino también cubre sus vestidos de iniquidad. Esto es una expresión figurativa de la magnitud de este pecado. Es como decir que no se puede pasar por un charco de barro sin que nuestras ropas se embarren. Trae a la mente el cuadro de un hombre que asesina a alguien y es atrapado

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porque la sangre de su víctima ha manchado su ropa. Dios está diciendo que cuando un hombre se divorcia de su esposa, tiene la ropa manchada de ese pecado. El divorcio, es pecado y la santidad de Dios lo rechaza con un odio justo. Aun en los casos del más intenso conflicto u ofensa más severa, Dios desea que una esposa y un esposo mantengan el vínculo matrimonial.

De�modo�que�la�Biblia�declara�que�el�divorcio�fue�objeto�de�abuso�en�el�pasado�y�sigue�siendo�objeto�de� abuso� en� el� presente. El divorcio jamás fue ordenado o

instituido por Dios, el divorcio es el resultado de la dureza del corazón del hombre por el pecado y el divorcio es un pecado aborrecido por Dios. Existen más declaraciones bíblicas sobre el divorcio.

En nuestros próximos estudios bíblicos nos encargaremos de ellas. Antes de terminar, Usted que ahora ya sabe que el divorcio es algo ajeno al ideal de Dios para el matrimonio, debe lo antes posible hacer del divorcio algo ajeno también para Usted. No mire jamás al divorcio como una solución. El divorcio nunca ha sido solución para nadie, aunque muchos, de labios para afuera afirmen lo contrario. Sométase a la voluntad de Dios y aunque en su familia se esté viviendo en la actualidad el peor de los conflictos, busque una solución guiada por el Espíritu Santo, que no contemple en absoluto el divorcio.

No cometa un crimen contra la obra creativa de Dios, quien hizo de Usted y de su pareja uno para toda la vida. Que Dios nos motive a todos a luchar por la permanencia del matrimonio.

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Aún en los casos más extremos de conflicto matrimonial existe

esperanza de solución aparte del divorcio.

Hablar de la permanencia del matrimonio hasta que la muerte los separe, no es un mensaje muy popular en los actuales momentos. La gente está sedienta de escuchar voces que incentiven el divorcio. Voces que digan: Si se cansó de su esposa o de su esposo, simplemente divórciese y comience una nueva relación con otra persona. Voces que digan: Usted no tiene por qué soportar a una esposa o a un esposo tal como la que tiene o el que tiene. Después de todo, ya ha sufrido mucho con la mujer o el marido que le ha tocado y es hora de buscar un poco de felicidad con otra persona.

En�el�estudio�bíblico�de�hoy�nos�mostrará�que�aún�en�los� casos� más� extremos� de� conflicto� matrimonial�existe�esperanza�de�solución�aparte�del�divorcio. Luego de exponer el ideal de Dios para la familia auténticamente cristiana, ha sido necesario considerar el asunto del divorcio. Reconocemos que hablar de divorcio no es la mejor manera de concluir la serie sobre la familia, pero ante tanta confusión que existe sobre este tema en el mundo y entre los creyentes nos ha parecido bien tratar este tema en nuestra serie sobre la familia auténticamente cristiana. Hemos visto ya que al igual que en la actualidad, en la época en la cual estuvo el Señor Jesucristo en carne y hueso en este mundo, el divorcio fue objeto del abuso.

En aquella época los que abusaron del divorcio fueron algunos fariseos. Los maridos estaban divorciándose de sus mujeres casi por cualquier cosa. Si a una esposa se le iba demasiada sal en la comida, el esposo perfectamente, podía escribir una carta de divorcio y despedirla de su casa. Así de sencillo. Esta era la forma de pensar con relación al divorcio de algunos rabinos.

Hemos visto también que el divorcio jamás fue ordenado o instituido por Dios. Lo que Dios instituyó fue el matrimonio. Su idea, o su propósito fue que el matrimonio sea una relación hermosa, amorosa y de por vida. El divorcio nunca fue contemplado en los planes de Dios para el matrimonio.

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Lo que Dios ha dicho en su palabra es: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Una sola carne nos habla de algo que dura toda la vida.

También vimos que el divorcio surgió a raíz de que el hombre y la mujer cayeron en pecado. Como parte de la maldición por el pecado, Dios condenó a la mujer a experimentar un profundo e innato deseo de gobernar a su marido. El esposo en cambio, fue condenado a la nada grata tarea de mantener su autoridad inclusive si para ello es necesaria la fuerza. Eva escuchó de parte de Dios las palabras fatídicas: Tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti. Allí comenzó la lucha de poderes en el matrimonio. Como fruto de esta situación explosiva surgió el divorcio.

La� persona� que� se� divorcia� por� cualquier� causa�que� sea,� hace� lo� que� Dios� aborrece� y� en� esencia,�comete�pecado�contra�Dios. Malaquías 2:16 dice: “Porque Jehová

Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, o el divorcio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.”

Note que divorciarse es equivalente a cubrir de iniquidad o maldad o pecado, la ropa que uno viste. Esta es la posición de Dios en cuanto al divorcio. Quizá Usted estará preguntándose: ¿Está Dios en contra del divorcio aún si hay inmoralidad o adulterio o fornicación de por medio? La respuesta es: Sí. Dios está opuesto al divorcio aun cuando cualquiera de los cónyuges haya caído en lo más bajo de la inmoralidad. Dios en realidad dice que el divorcio debe ser evitado de cualquier manera. ¿Cuál es el fundamento bíblico para este razonamiento? Pues eso es lo que dice su palabra. En el Antiguo Testamento tenemos un libro que ilustra el trato de Dios para con su pueblo escogido Israel.

El libro de Oseas ha sido descrito como un drama de amor de la vida real. Probablemente en su juventud, Oseas conoció a una hermosa joven llamada Gomer. Oseas se enamoró tanto de Gomer que muy pronto sabía en su corazón que ella era la mujer de su vida. Oseas sabía que Dios había puesto a Gomer en su camino. Oseas por tanto hizo todo lo que era costumbre en su época para tomar a Gomer como esposa. Cuando llegó el momento de las bodas, Oseas no cabía de felicidad. Finalmente Oseas y Gomer llegaron a ser uno espiritualmente, emocionalmente y físicamente.

El tiempo que pasaron juntos fue hermoso. Oseas como cabeza de la relación matrimonial satisfacía todas las necesidades de Gomer. Por su lado Gomer, se sentía segura junto a Oseas y respondía en amorosa sumisión hacia él. Pero pasado algún tiempo, Oseas notó algo extraño en Gomer. Por alguna razón que Oseas no sabía, Gomer se mostraba fría hacia él. De pronto, Gomer no quería como antes pasar largas horas en conversación con él. Oseas notó que Gomer pasaba mucho tiempo fuera

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de casa. A pesar de las súplicas, Gomer no abrió su corazón a Oseas para saber lo que estaba pasando.

Oseas sabía que Gomer estaba ocultando algo. Muchas veces en su corazón temió lo peor, pero su gran amor a Gomer le hizo pensar que aquello jamás podría suceder. Un día, la situación se volvió insostenible. Oseas confrontó a su esposa y le dijo que no dejaría de hablar hasta que Gomer le declare toda la verdad. Gomer entonces confesó a Oseas que desde hace algún tiempo le había sido infiel. Oseas se sintió morir. Pensaba que lo mejor sería abandonar a Gomer.

El divorcio sería solo cuestión de trámite. Pero aquella noche, Oseas recibió un mensaje de Dios. Dios le dijo: Oseas, ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación. Oseas sabía que Dios quería que continuara junto a su infiel Gomer. Oseas tenía tanto temor de Dios que no pensó siquiera hacer otra cosa que obedecer a Dios. A pesar de la infidelidad de Gomer siguió junto a ella.

Gomer le dio tres hijos, dos varones y una mujer, pero todo este tiempo jamás dejó su vida de adulterio y fornicación. Oseas amaba tanto a Gomer que decidió disciplinarla con la esperanza de que ella recapacitara y abandonara su vida de inmoralidad. Con dolor profundo en su corazón, le privó de algunas cosas para buscar un arrepentimiento en ella.

La táctica no dio el resultado esperado. Gomer abandonó a su esposo y salió de su casa detrás de sus amantes. Oseas añoraba los hermosos momentos junto a ella y sólo, bajo las estrellas esperaba el momento para estar nuevamente juntos. La amaba tanto que había perdonado toda su maldad y por largas horas hacía planes de lo que juntos harían cuando ella regrese.

Fue así, como Oseas escuchó la voz de Dios diciendo: Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera. Oseas empezó por tanto a buscar a su amada Gomer. Al pasar por el lugar donde se exhibían las prostitutas, su corazón dio un vuelco. Allí estaba a la venta su amada Gomer. El tiempo y la maldad habían dejado su huella en su apariencia.

Ya no tenía el cuerpo esbelto como antes, su cabello desalineado reflejaba el poco o ningún cuidado recibido, las arrugas había aparecido en su rostro enjuto. Los vestidos estaban sucios y en harapos. Los dientes se había caído por la desnutrición. Oseas preguntó el precio de Gomer. Quince ciclos de plata y un homer y medio de cebada fue la respuesta.

Oseas lo pagó sin pensarlo. Cuando la sacó del mercado de prostitutas, abrazándola, le dijo: Tú serás mía durante muchos días; no fornicarás ni tomarás otro varón, lo mismo haré yo contigo. Abrazados se perdieron en la oscuridad de la noche hacia el cálido hogar de los dos. Hasta aquí la historia real de Oseas y Gomer. La historia tiene como propósito enseñar algo a los hijos de Israel. El Oseas de la historia

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representa a Jehová. La Gomer de la historia representa a la nación de Israel. Jehová amó tanto a Israel que a pesar de la bajeza de su pecado de inmoralidad, al haberse buscado dioses ajenos, Jehová la siguió amando, y un día no muy lejano, Jehová la restaurará por completo.

Así es, Dios�no�está�de�acuerdo�con�el�divorcio�aún�en�los�casos�de�más�extremo�conflicto. La historia de Oseas

y Gomer lo ilustra muy bien. Este es el modelo para la familia auténticamente cristiana. El divorcio debe ser evitado de cualquier manera posible. Quizá Usted esté en medio de una situación que en cuanto a gravedad es comparable al caso de Oseas y Gomer. A lo mejor Usted ha pensado que el divorcio es la única opción que le queda. En el amor del Señor, le ruego que reconsidere su posición. Dios aborrece el divorcio.

El divorcio es una solución en extremo egoísta. Quizá resuelva algo de su problema de estar harto o harta de la situación que está viviendo. ¿Pero su cónyuge? ¿Sus hijos? Ellos serán los que tengan que pagar las consecuencias de su decisión tal vez apresurada. Aprenda de la historia de Oseas y Gomer. Todavía hay oportunidad para que no termine su matrimonio. Pida a Dios que le dé valor para humillarse y reconocer que Usted está equivocado o equivocada. Pida perdón a su cónyuge y por fe decida empezar de nuevo. Que Dios le guíe a hacer lo que es correcto.

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Lo que el Señor Jesucristo enseñó en cuanto al divorcio

Con la ayuda del Señor continuaremos analizando lo que enseña la Biblia en cuanto al divorcio.

En�instantes�nos�guiaremos�en�el�análisis�de�lo�que�el�Señor�Jesucristo�enseñó�en�cuanto�al�divorcio. Antes de terminar nuestra serie sobre la familia auténticamente cristiana, hemos tomado el tiempo suficiente para tratar el asunto del divorcio. Sobre la base de lo que enseña la palabra de Dios, hemos visto ya que el divorcio fue objeto del abuso por parte de los fariseos. También hemos considerado que el divorcio jamás fue ordenado o instituido por Dios. Señalamos también que el divorcio es el resultado del pecado del hombre. La Biblia enseña también que el divorcio es aborrecido por Dios. Adicionalmente vimos que el divorcio debe ser evitado de cualquier manera.

En esta ocasión vamos a considerar la enseñanza del Señor Jesucristo sobre el divorcio. Le invito por tanto a abrir su Biblia en el Evangelio de Mateo 5:31-32. La Biblia dice... “También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.”

Estas palabras fueron dichas por Señor Jesús en lo que se conoce como el Sermón del Monte. Para entender su significado, es necesario señalar que el Sermón del Monte es la carta magna o la constitución del reino Mesiánico. En el Sermón del Monte, el Rey, el Señor Jesucristo comunicó las leyes que rigen en su reino para sus súbditos. El Sermón del Monte, fue dirigido por Señor Jesús a sus discípulos. Siendo así, es aplicable a todos los que voluntariamente hemos decidido que Jesucristo sea el Rey o el Señor de nuestras vidas.

En el Sermón del Monte, Señor Jesús también confrontó y corrigió algunas enseñanzas que llegaron a ser populares en la época que Señor Jesús estuvo en este mundo en forma humana. Por siglos, los maestros de la Ley habían interpretado incorrectamente ciertos aspectos de la Ley y sus interpretaciones erradas habían sido tomadas como la misma Ley.

El resultado fue que los judíos estaban cumpliendo con mandamientos

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de hombres como si éstos fueran mandamientos de Dios, con el agravante que estas interpretaciones erróneas y antojadizas, lo único que hacían es encubrir el pecado del hombre. Por eso, el pasaje que leímos hace poco comienza con: También fue dicho... Esto es lo que decían los fariseos y los intérpretes de la Ley. Esto era la interpretación incorrecta de algo que Dios alguna vez dijo.

En este caso específico, los maestros de la Ley decían: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. El error de los fariseos fue malinterpretar el pasaje de Deuteronomio 24:1-4 donde dice: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad.”

Los rabinos judíos interpretaron a su conveniencia este pasaje para que suene a un mandato de divorcio. Según ellos, si un hombre casado encontraba en su esposa alguna indecencia o impureza, era motivo más que suficiente para el divorcio. Por esto los escribas y fariseos preguntaron a Señor Jesús en Mateo 19:7, la Biblia dice: “¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?”

Los rabinos judíos malinterpretaron Deuteronomio 24 al decir que Moisés mandó, o que por lo menos abiertamente aprobó el divorcio. Pero tal interpretación no concuerda con el texto en Deuteronomio 24. Si Deuteronomio 24 no enseña el divorcio por cualquier causa, ¿qué es entonces lo que enseña? Para empezar necesitamos notar que este pasaje aunque no condena el divorcio, lo reconoce como una realidad.

Dios� reconoce� la� existencia� del� divorcio� pero�nunca�lo�ordena�ni�lo�aprueba. Esto no debe causar sorpresa

porque es el mismo tratamiento que da Dios al pecado. Aunque no lo ordena ni lo aprueba, lo reconoce. Es más, tanto lo reconoce que dio a su Hijo el Señor Jesucristo para que muera en la cruz y el hombre esté en capacidad de arreglar el problema del pecado. Igual es con el divorcio. Dios nunca le da su bendición, pero reconoce que es un mal que está en medio de la humanidad.

En Deuteronomio 24 Moisés también reconoció que el divorcio fue el resultado de que un esposo había hallado algo indecente en su esposa. Lo indecente en la esposa es cualquier tipo de conducta indecorosa o vergonzosa que sería muy impropia en una mujer y traería bochorno para su esposo. La indecencia que habla este texto no puede referirse al adulterio, porque el castigo por el pecado de adulterio no fue jamás el

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divorcio sino la muerte. Levítico 20:10 dice: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.”

El texto en Deuteronomio 24 apunta a que si una mujer que ha cometido algo indecente y por esa razón ha sido repudiada de su marido y se casaba de nuevo con otro hombre, y ocurría un segundo divorcio, o el nuevo marido moría, esta mujer no podía casarse otra vez con el primer marido, por cuanto, según la Biblia, esta mujer había sido envilecida. ¿Cómo había sido envilecida? La palabra hebrea que se ha traducido por envilecida, según los entendidos en ese idioma, significa descalificada.

La mujer había quedado descalificada o envilecida cuando cometió algo indecente, por lo cual fue repudiada de su primer marido. Pero si no había indecencia de por medio y aún así se producía el divorcio, lo que sucedía es que se estaba fomentando el adulterio. Por eso el Señor Jesús dijo en Mateo 5:32, la Biblia dice: “Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada adultera.”

En otras palabras, si un hombre se divorcia sin tener una causa justificada, agrega al pecado de divorcio el pecado de adulterio, tanto de él mismo como de la mujer con quién el se vuelva a casar y de la esposa de quien se divorció y del hombre que se case con la divorciada. Es decir, se habrá producido una multiplicación de adulterio.

Resumiendo diríamos, que�Dios�odia�el�divorcio,�pero�reconoce�que�será�parte�de�la�sociedad�humana�por�causa� del� pecado� y� por� eso� cuidadosamente� lo�regula. Las autoridades religiosas judías habían pervertido esta

regulación, por eso Señor Jesús se encargó de clarificar el asunto. Ahora bien, han transcurrido casi 20 siglos desde que Señor Jesús rechazó el divorcio por cualquier causa.

Pero con tristeza debemos admitir que el divorcio por cualquier causa va en aumento a medida que avanza el tiempo. Si no lo ve así, considere estas estadísticas. En 1940, hubo un divorcio por cada seis casamientos. Veinte años más tarde, en 1960 el número de divorcios había crecido de uno por cada cuatro matrimonios. Para 1970 creció a un divorcio por cada tres matrimonios. Para 1990 creció a un divorcio por cada matrimonio. Es decir que había igual número de divorcios y matrimonios. Para el 2000 a lo mejor los divorcios habrán superado a los matrimonios. Más adelante, la gente se cansará de lo que según ellos es la farsa de casarse para vivir juntos y simplemente vivirán juntos sin casarse. De esta manera no tendrán siquiera que pensar en el divorcio cuando deseen acabar con una pareja y comenzar con otra.

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Existen lugares en el mundo donde la mayoría de las parejas no se han casado y la razón fundamental es porque en esos lugares no se reconoce el divorcio. La gente de esos lugares dice entonces: No vale la pena casarme porque después no me podré divorciar. Mejor vivo con mi pareja sin haberme casado. Pero volviendo al divorcio, ciertamente en algunos casos muy aislados puede ser que haya una razón válida para el divorcio, pero desgraciadamente en la mayoría de los casos, el motivo para el divorcio está muy cerca de lo que fue un motivo válido en el primer siglo.

Conozco parejas de creyentes que cada vez que tienen una discusión familiar sacan a relucir esa tenebrosa arma llamada divorcio. Ah... si no estás contento conmigo, entonces será mejor que nos divorciemos. Como si el divorcio fuera una especie de divina pomada para resolver los conflictos domésticos. No, el divorcio es pecado.

El�divorcio�atenta�contra�la�obra�creativa�de�Dios. El

divorcio ni siquiera debería ser mencionado en las familias auténticamente cristianas. Si en su familia ya se ha introducido la semilla mortal del divorcio y tanto Usted como su cónyuge están hablando seriamente de ello, en amor quiero exhortarle a desistir de esa descabellada idea. Busque otra solución, quebrante su espíritu para perdonar o pedir perdón. Dese una nueva oportunidad. Con la ayuda del Señor y el poder del Espíritu Santo, estoy seguro que podrá restaurar su matrimonio de las fauces de este terrible monstruo llamado divorcio.

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Las condiciones que podríandegenerar en un divorcio

Dios aborrece el divorcio y el que se divorcia hace algo aborrecible a los ojos de Dios. Pero eso no significa que el divorcio no existe. Triste y lamentablemente el divorcio existe y está causando graves estragos en la sociedad.

Hoy� trataremos� acerca� de� las� condiciones� que�podrían�degenerar�en�un�divorcio. El tema en nuestros últimos estudios bíblicos dentro de esta serie que ha sido titulada La Familia Auténticamente Cristiana, ha sido el divorcio. Hemos notado ya que el divorcio fue objeto del abuso por parte de los fariseos de la época del Señor Jesús, cuando pensaban que cualquier motivo es buen motivo para escribir una carta de divorcio, ponerla en la mano de la esposa y despedirle de la casa. Se dieron casos en los cuales un hombre se divorció de su esposa, porque a ella se le pasó un poco más de sal que lo normal en la sopa.

Puede ser que hoy en día, al menos en los papeles, nadie se divorcie porque la esposa calculó mal y puso demasiada sal en la sopa, pero el divorcio está a la orden del día y la gente se está divorciando también por cualquier causa. Muchos de los divorcios hoy en día son simplemente por acuerdo mutuo. Esta frase esconde el verdadero motivo para el divorcio.

Lo que pasa es que la pareja no pudo resolver algún conflicto doméstico y optaron mejor por divorciarse sin importar las consecuencias físicas y emocionales para los hijos de la pareja. También se ha señalado que el divorcio jamás ha tenido lugar en los planes de Dios para el matrimonio. El ideal de Dios en cuanto al matrimonio es que sea una unión monogámica que dure hasta que sobrevenga la muerte en cualquiera de los cónyuges.

La�Biblia�también�enseña�que�el�divorcio�tiene�sus�raíces�en�la�fatal�caída�del�hombre�en�el�pecado. Una de

las consecuencias de la caída del hombre en el pecado fue la lucha de poderes entre el esposo y la esposa. La esposa tratando de manipular al esposo para obtener poder y el esposo reprimiendo, a veces por la fuerza, el afán de poder de la esposa. Cuando la situación se vuelve insostenible,

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es posible que termine en un divorcio.

Es necesario notar también que la Biblia enseña que el divorcio es aborrecido por Dios. Divorciarse es por tanto hacer algo que Dios aborrece. Se ha dicho también que se debe evitar el divorcio de cualquier manera. El mejor ejemplo lo tenemos en la historia de Oseas y Gomer. Oseas amó tanto a su esposa infiel que estuvo listo para perdonarla y restaurarla a su posición original.

Finalmente, llegamos a la conclusión que el divorcio jamás fue aprobado por Señor Jesús. El Señor Jesucristo fue claro en señalar que en la actualidad sigue vigente lo que fue establecido por Dios al principio, cuando fueron creados Adán y Eva. Esto es, una unión monogámica que dura toda la vida. Señor Jesús textualmente dijo: Así que no son ya mas dos, sino una sola carne. Para aclarar aun más lo que quería decir, Señor Jesús señaló: Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. En otras palabras, lo que Dios ha unido que el hombre no lo divorcie.

Como Usted podrá notar, hasta aquí, todas las declaraciones que hace la Biblia acerca del divorcio son contrarias al mismo. ¿Querrá decir esto que el divorcio no existe? ¿Querrá decir que nunca nadie en la vida puede divorciarse? ¿Qué piensa Usted? Dejemos que la Biblia nos guíe hacia una respuesta bíblica para este dilema. Antes de ir al meollo del asunto, debemos recordar que dentro de los designios de Dios, él permite ciertas cosas con las cuales no está necesariamente de acuerdo. Esto no significa que él apoye estas cosas, porque ello atentaría contra su carácter divino.

Son cosas que Dios simplemente permite que acontezcan. Como

ejemplo, tomemos el pecado en general. Dios�odia�el�pecado.�Dios�no�está�de�acuerdo�con�el�pecado.�Sin�embargo�el�pecado�existe. Más aún, Dios ha proporcionado la manera por la

cual el hombre pueda arreglar su problema de pecado con Dios. Dios no está de acuerdo con el pecado, sin embargo lo permite y prueba de ello es que el pecado existe. Quizá sea difícil entenderlo, pero esa es la realidad.

Con el divorcio acontece exactamente lo mismo. Dios odia el divorcio, Dios no está de acuerdo con el divorcio, pero lo permite en ciertos casos específicos, plenamente identificados en las Escrituras. Esto nos lleva a considerar una última declaración sobre el divorcio. El divorcio es permitido únicamente en ciertos casos específicos.

La pregunta lógica y natural es: ¿Cuáles son esos casos específicos? La Biblia nos habla de dos únicos casos en los cuales el divorcio es permitido. Veamos cual es el primero. Mateo 5:32 dice: “Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.”

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Lo que Señor Jesús está diciendo en este texto es que divorciarse de una mujer por cualquier motivo, excepto fornicación, origina una ola de adulterios. El adulterio surge cuando el divorciado por cualquier causa o la divorciada por cualquier causa se vuelve a casar. Adulterará el marido que se divorció por cualquier causa al casarse con otra mujer. Adulterará la mujer con quien se case ese marido que se divorció por cualquier causa. Adulterará la mujer del que se divorció por cualquier causa al casarse con otro hombre y adulterará el hombre que se case con la mujer divorciada por cualquier causa.

Note que para Señor Jesús, un divorcio por cualquier causa, excepto fornicación, no disuelve el matrimonio. El hombre y la mujer siguen casados a los ojos de Dios. Es por eso que cuando el hombre divorciado por cualquier causa, o la mujer divorciada por cualquier causa se vuelve a casar estará cometiendo el pecado de adulterio. Pero ¿qué pasa cuando existe fornicación de por medio? Entonces y solo entonces, el matrimonio queda disuelto mediante el divorcio.

La� fornicación� en� esencia� se� refiere� a� cualquier�desorden� en� el� uso� legítimo� del� sexo� dentro� del�matrimonio. La enseñanza del Señor Jesús es clara por tanto al

indicar que si en una pareja ha existido fornicación o algún desorden en el uso legítimo del sexo, y una de los cónyuges persiste en esta conducta impropia, y se ha agotado todo esfuerzo para hacer desistir al culpable de su conducta inmoral, entonces podría aplicarse el divorcio y el matrimonio quedará automáticamente disuelto.

Note que el divorcio se haría viable en este caso, solamente cuando se han agotado todos los esfuerzos para restaurar el matrimonio. No es cuestión de que el esposo o la esposa ha caído en adulterio, por ejemplo, y a pesar que se ha arrepentido y apartado del pecado, el divorcio debe ser la consecuencia obligada.

El segundo caso en el cual el divorcio es permitido lo tenemos en 1 Corintios capítulo 7. En este capítulo, el apóstol Pablo comienza por reafirmar la permanencia del matrimonio. 1 Corintios 7:10 dice: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido.”

El mandato del Señor es: No se divorcie. Señor Jesús reivindicó la permanencia del matrimonio. Pero el versículo 11 dice: “y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.”

Si algo anormal sucede en un matrimonio y a pesar de los esfuerzos por restaurar no es posible y uno de los cónyuges abandona al otro, pero no existe fornicación en ninguno de los dos, a los cónyuges separados les queda solamente dos opciones:

Primero, vivir como solteros el resto de sus días sobre la tierra.

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Segundo, reconciliarse entre ellos y continuar viviendo normalmente como esposos.

Con esto, el apóstol Pablo ha reafirmado las enseñanzas del Señor acerca de la permanencia del matrimonio. Pero ahora pongamos atención a lo que 1 Corintios 7:12-13 dice: “Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consciente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consciente en vivir con ella, no la abandone.”

Así como la plenitud de la revelación de Dios se daba progresivamente a través del Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento también se ve un progreso de revelación. Este es uno de los casos en los cuales se nota esto. La enseñanza de Pablo está siendo añadida a la enseñanza del Señor Jesucristo. Si uno de los cónyuges se convertía al Señor, y el otro, siendo todavía incrédulo no tiene problemas con eso, el cónyuge creyente no debía divorciarse del cónyuge inconverso. Ahora notemos lo que 1 Corintios 7:15 dice: “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios”

¿Qué pasaba si el cónyuge incrédulo no quería saber nada en cuanto a seguir casado con el cónyuge creyente? En este caso el cónyuge creyente podía divorciarse del cónyuge inconverso y el matrimonio quedaba disuelto. Esto lo sabemos por cuanto Pablo dice: Pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso.

Notemos sin embargo que es el cónyuge incrédulo quien inicia el proceso de separación o divorcio. No el cónyuge creyente, porque como vimos anteriormente, el cónyuge creyente tiene la obligación de vivir junto al cónyuge incrédulo, siempre y cuando éste lo consciente.

Así llegamos al final de esta serie titulada La Familia Auténticamente Cristiana. Nuestro deseo ha sido que los hogares cristianos sean genuinamente cristianos. Confiamos en el Señor que las enseñanzas que han sido impartidas redunden en familias fuertes y firmes en el Señor.

28-09-11

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