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Los sucesos de 1932 en El Salvador.pdf
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Los sucesos de 1932 en El Salvador Armas de la Crítica | 24 marzo, 2012 | Comentarios (0)
Sergio Moissens
Todos nacimos medio muertos en 1932
Sobrevivimos medio vivos
Cada uno con una cuenta de treinta mil muertos enteros
Que puso a engordar sus réditos
Y que hoy alcanzan para untar de muerte a los que siguen naciendo
Medio muertos, medio vivos
Todos
Roque Dalton
No cabe duda que los importantes sucesos acontecidos en 1932 significan una enorme
cicatriz en la memoria de los explotados y oprimidos de El Salvador. La sangrienta represión
del gobierno de Maximiliano Hernández Martínez, que transcurrió en el mes de enero de
1932, dejó marcada la posterior actividad política de los trabajadores del “pulgarcito” de
América, como le gustó llamar a El Salvador a la poeta chilena Gabriela Mistral. Las cifras de
las muertes de 1932, todavía discutidas, causadas por la sangrienta represión del gobierno
no dejan de sorprender a los estudios de la lucha de clases en nuestro continente. Los
números, que van desde 6 mil a 30 mil en los peores casos, nos hablan de la magnitud de
los sucesos que ocurrieron en uno de los eslabones más débiles de nuestro continente. Para
la ONU, los acontecimientos de 1932 en El Salvador constituyen simplemente el mayor
genocidio que haya ocurrido en América Latina.
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A continuación realizaremos un ejercicio explicativo de los sucesos de 1932, parte del acervo
de la memoria de la lucha de clases en nuestro continente, en torno a la que fuera la única
insurrección de masas dirigida por un Partido Comunista en América Latina.
Este proceso, dinamizado por la crisis económica de 1929, fue contemporáneo a los hitos de
la lucha de clases de nuestro continente anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Por
ejemplo, la insurrección agraria de Trujillo en Perú de 1932(1) contra el gobierno de Oscar
Benavides, que fue dirigida por sectores del proletariado azucarero anarcosindicalistas afines
al APRA. Otro hecho fue la revolución de 1933 en Cuba, que terminó en la caída del “Chacal”
Gerardo Machado: allí los trotskistas dirigentes de la Confederación Obrera de la Habana, en
contra del PC oficial, llevaron hasta sus últimas consecuencias la huelga general que condujo
al surgimiento del gobierno de los “cien días” de Ramón Grau San Martín, del que surgiría la
figura de Antonio Güiteras (2). Otro suceso fue la llamada “República Socialista” del 4 de
junio de 1932 dirigida por Marmaduke Grove y Eugenio Matte Hurtado, entre otros, que llevó
al Comité Único de la Construcción (3), encabezado por los trotskistas, a realizar una de las
manifestaciones más masivas de la historia de Chile en el siglo XX. Esa manifestación
levantaba la consigna de la abolición de la propiedad privada y el armamento de los
trabajadores para la defensa de la efímera república. De acuerdo con nuestro modo de ver,
la actual crisis capitalista en curso, sólo comparada con la de 1929, puede despertar
tendencias “más clásicas de la lucha de clases” similares a las anteriormente mencionadas y
de ahí la importancia del conocimiento de las mismas. A raíz de la caída de los grandes
bancos de inversión y de la bancarrota del modo de acumulación neoliberal, la crisis
capitalista en curso abre la posibilidad de que surjan fenómenos objetivamente pre-
revolucionarios, en donde la actividad de los trabajadores y los explotados puedan hacer
girar la situación hacia el enfrentamiento más violento entre las clases. Actualmente no hay
muestras de fenómenos de este tipo, pero por fuera de todo triunfalismo burgués acerca de
la recuperación de la economía capitalista, no está descartado el surgimiento de procesos
más “clásicos” de la lucha de clases.
Para la elaboración de este texto hemos tomado como referencia el clásico del testimonio
latinoamericano Miguel Mármol: Los sucesos de 1932 en El Salvador, del poeta y político
Roque Dalton, que es sin duda uno de los personajes más importantes para lo que se llamó
la “Nueva Izquierda latinoamericana”. Roque Dalton es considerado como uno de los
principales poetas de América Latina y uno de los pioneros en estudiar los sucesos de 1932
en El Salvador.
Podemos situarlo dentro la corriente política surgida a raíz del impacto “por izquierda” en los
años sesenta de la Revolución Cubana y por el arrastre político de la figura crítica de Ernesto
Che Guevara. Sabemos en la actualidad que esta corriente, proveniente de los partidos
comunistas oficiales, desarrolló críticas parciales a la línea oficial de los PCs latinoamericanos
e incluso de la línea estalinista en Europa, como lo demuestra la reciente edición de los
inéditosApuntes críticos sobre la economía política (4) del Che Guevara, donde se realiza una
crítica mordaz al dogmatismo estalinista.
En concordancia con las tesis de Revolución en la revolución de Régis Debray y en el periodo
de la creación de las OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) Dalton plantea en
su artículo “Revolución en la revolución y la crítica de derecha” lo que a nuestro juicio
sintetiza la dinámica de la revolución latinoamericana fuera del mecanicismo estalinista, pero
bajo la estrategia de la guerra de guerrillas:
En la fase actual del desarrollo social, a la cual son inherentes una particular agudeza y una
gran diversidad de las contradicciones sociales y políticas internas, es, según lo ha
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confirmado la historia una de las más críticas para la dominación de las clases explotadoras:
la ineluctable revolución democrática, anti feudal se desarrolla en unas condiciones de
relativa debilidad de los fundamentos del régimen burgués y en presencia de determinadas
premisas objetivas para la revolución socialista y de aquí, en parte, esa mayor urgencia
(inevitabilidad) de las transformaciones radicales en América Latina y objetivamente y
creciente de las soluciones socialistas. (5)
Dalton en relación al sujeto social de la revolución latinoamericana consideraba que no
provendría de las ciudades (clase obrera industrial) sino del campo (campesinado armado):
El escenario fundamental donde puede desarrollarse la vanguardia de la lucha revolucionaria
no es la ciudad sino el campo, no son las regiones urbanas sino las montañosas. En América
Latina la población rural, sus diversas capas sociales, tienen, como denominador común, el
sistema de explotación que sufren y por tanto, constituyen la fuerza revolucionaria de
primera importancia. (6)
La consideración del campesinado como sujeto revolucionario central en la obra de Dalton
fue contrastado negativamente durante el periodo de insurgencia obrera de las décadas de
1960 y 1970, entre cuyos hitos podemos mencionar: la insurgencia obrera en Argentina con
el Cordobazo de 1969 y las Coordinadoras interfabriles del año 1975 tras la derechización del
segundo gobierno de Perón, los Cordones industriales en los meses anteriores al golpe
reaccionario de septiembre de 1973 contra el gobierno de Salvador Allende y el papel de la
COB en la Asamblea Popular de 1971.
La hipótesis estratégica de Roque Dalton sobre la guerra de guerrillas en los años sesenta
apuntó a definir que el levantamiento de 1932 fue llevado a la derrota y a la represión del
gobierno fundamentalmente por la dificultad de organizar militarmente al Partido Comunista
de El Salvador (PCS). Así, Dalton concibe que la derrota sólo puede explicarse por la
inexistencia dentro del PCS de experiencia militar. En sus palabras, respecto a las
características de la derrota:
Lo que hay que decir ahora es que debemos haber supuesto que un partido leninista clásico
no es un organismo suficientemente capacitado para plantearse la toma del poder si no tiene
resuelto el problema militar.(7)
Esta visión omite los errores políticos del PCS (el programa político etapista, la ubicación
frente al golpe de Estado contra Araujo, la inexistencia de una política de auto organización)
y simplifica la revolución a un problema militar. La actividad del PCS, es reivindicada en su
totalidad como organización revolucionaria (penetración dentro de las organizaciones
agrarias, infiltración en el ejército, programa y estrategia) y plantea que el único error
estratégico del PCS solo consistió en su incapacidad militar.
Así, la principal conclusión que Dalton extrae para el movimiento revolucionario
latinoamericano de los años sesenta y setenta era la necesidad de organizar un aparato
armado, dentro o fuera de un partido.
Las repercusiones de la crisis de 1929
Una vez derrotada la empresa “unionista” del liberal progresista Francisco Morazán, pionero
de la independencia de Centroamérica, y luego de fraccionada la nación única
centroamericana, el “mediterráneo americano” sufrió de la política expansionista estratégica
de Estados Unidos. La creación de Panamá y la constante intervención en la política de los
estados nacionales llevó a la intervención militar de Nicaragua por más de 21 años. En esta
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nación centroamericana, separada por fronteras artificiales se introdujo la llamada revolución
del café que integró a la zona al sistema mundial capitalista. Esta actividad que necesitaba
de rutas, puertos y mano de obra, transformó radicalmente la vida económica y social del
“mediterráneo americano”. Esto determinó a inicios del siglo xx el modelo agro exportador
hegemónico que fuera profundizado luego de la crisis capitalista internacional de 1929.
Fundamentalmente podemos observar una estructura agraria semi-feudal en donde el capital
imperialista de Estados Unidos e Inglaterra penetró de manera significativa y contundente en
la plantación de café y en la organización de un importante proletariado agrícola. Según el
investigador Thomas Anderson:
Al igual que en la Europa feudal se puede ver que existía una explotación agraria por cada 15
personas aproximadamente en todo el territorio. Unos cuantos centenares de familias son
propietarias del 80% de las tierras. (8)
Sin embargo, y coexistente con la estructura agraria semi- feudal de concentración
del suelo explotable, la forma dominante de explotación de la tierra era de estricto
orden capitalista. En el caso de las grandes concentraciones de tierra acaparadas por el
capital imperialista para la producción de café la organización del trabajo estaba
complejamente articulada a las formas de organización de trabajo no feudales. Así el enorme
número de campesinos desplazados se convirtieron los obreros agrícolas concentrados en las
grandes compañías de plantación de propiedad inglesa y norteamericana. Esta estructura
agraria, propiedad del capital imperialista, determinó la concentración, como en las grandes
fábricas modernas, de un proletariado agrícola que prontamente organizaría sindicatos y
lucharía por cooperativas.
Esta forma desigual y combinada de explotación de la tierra posibilitó a su vez la creación de
un incipiente proletariado agrícola vinculado a la producción del café.
La crisis de 1929, en el marco de un mayor enfrentamiento entre las clases, causó una salida
reaccionaria por parte de los gobiernos centroamericanos, (debido a la mayor agitación del
incipiente movimiento obrero industrial y de los trabajadores agrícolas) dando lugar a la
formación de las llamadas “dictaduras de la depresión”: dictaduras siniestras, patrimoniales
como las de Ubico en Guatemala, el primer Somoza en Nicaragua y de Martínez en El
Salvador.
En el caso de El Salvador entre los años 1913 y 1927 una dinastía controlaba el poder
político del Estado: la Asociación Cafetalera era el segundo al mando debido a la exportación
de café a Alemania y a Estados Unidos. Los Meléndez y los Quiñones perpetuaron una
economía agro-exportadora basada en el café y en la importación de granos baratos. Así, El
Salvador era un país cafetalero por excelencia. Para 1929 el monocultivo cafetalero
representaba el 80% de la renta nacional y su comercialización constituyó el 85% de las
exportaciones, por ello, al bajar los precios en el mercado internacional a más del 54%
durante la crisis mundial de la economía capitalista, fue un duro golpe para la columna
vertebral de la frágil economía nacional.
Para 1931, por ejemplo, casi el total de exportaciones de El Salvador está conformado por la
venta de café (un 95.5%) (9). El café tuvo que superar las barreras del sistema agrícola
existente antes de la penetración del capital imperialista, que se caracterizaba por el peón
adscrito a la tierra y a su patrón, apropiándose del 70% de la tierra cultivable en el territorio
que comprende el estado nacional. Desde el año 1914 el estado nacional debía, en carácter
de deuda externa, aproximadamente de 20 millones de dólares en tanto que los ferrocarriles,
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la minería, los bancos y la electricidad eran propiedad del imperialismo inglés. Esto
determinó el carácter semicolonial del Estado.
Según el especialista norteamericano Thomas Anderson la variación del precio internacional
del café cayó incluso anteriormente al estallido de la crisis de 1929:
En los primeros meses de 1930, la tendencia la baja de precios agravó duramente […]
durante los primeros años de la depresión cambiaron de manos el 28% de las propiedades
cafetaleras del país afectando a los pequeños productores […] el ingreso nacional de 1931
descendió en un 50% respecto al de 1928 […] los jornales de los campesinos bajaron de 50
centavos diarios a 20 […] la expropiación de los ejidos, el trato miserable que se daba los
colonos asalariados, los problemas sociales y descoyuntamiento provocado por la economía
de café, la hostilidad de la clase terrateniente a los campesinos fueron las bases de la
rebelión de 1932. (10)
La tradición revolucionaria del proletariado agrícola: la FRTS
Con un pasado rebelde en las clases populares que tiene como ejemplo la rebelión indígena
de Anastasio Aquino (11), y con la influencia de los fenómenos políticos del periodo (la
Revolución Mexicana, la gesta insurreccional de Augusto César Sandino en Nicaragua, la
continental Reforma universitaria y el impacto de la Revolución Rusa), los trabajadores
agrícolas en el periodo de crisis capitalista desarrollaron una impresionante labor de
organización y acción.
En Ilopango, según las memorias de Miguel Mármol, se constituyó el germen de la posterior
Federación Regional de Trabajadores del Salvador (FRTS) que llegó a contar con 75 000
afiliados en 1931.
El surgimiento de la FRTS fue a partir de la fundación de la Sociedad de Obreros y
Pescadores de Ilopango (SOPI). Esta última desarrolló una labor de recaudación de una
alcancía popular (destinada a ayudar económicamente a los campesinos desempleados), la
creación de una Universidad Popular en la que comenzaron a realizarse clases de
sindicalismo, asesorías para tomas de tierra y la creación de cooperativas.
A raíz de la Universidad Popular, Mármol planteó que:
Por ella desfilaron los oradores más distinguidos de la época entre ellos el Dr. Salvador
Ricardo Merlos, el profesor Chico Morán, la intelectual argentina Zoila Jovel, el revolucionario
extranjero peruano Esteban Pavletich. (12)
La SOPI fue el antecedente organizativo del Sindicato de Obreros Varios de Ilopango (SOVI),
que desarrolló un trabajo constante en la creación de sindicatos en las haciendas cafetaleras.
La tradición combativa e internacionalista de los trabajadores agrícolas se puso de manifiesto
en los nombres de los sindicatos agrarios, tales como “Julio Antonio Mella”, (en homenaje al
joven revolucionario cubano) y “Guadalupe Rodríguez” e “Hipólito Landeo” (en honor a
luchadores agraristas mexicanos), que fueron la base de la creación de la FRTS. Finalmente,
esta organización envió en 1928 a Farabundo Martí a Nicaragua para combatir en las filas del
Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN) dirigido por Augusto C.Sandino. En
relación con la FRTS Mármol planteó que:
La dirección de la FRTS estuvo siempre en los lugares de pelea, en los peores momentos, por
eso se ganó el respeto de los trabajadores. Nuestra consigna era: no abandonar a las masas
a su suerte […] nuestro trabajo en Ilopango, por ejemplo, dio frutos múltiples aún después
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de que el núcleo dirigente original debió retirarse a otra zona. Recuerdo que para cuando el
General Claramount lanzó su candidatura para presidente de la república en 1930, de la zona
de Ilopango obtuvo solamente un voto: el de Hermógenes Polanco, cuyos bueyes pastaban
en las tierras de dicho General Claramount. (13)
Según Oscar Arias, el biógrafo de Farabundo Martí:
La FRTS cumplió un papel de primer orden en la organización del movimiento sindical, tanto
en la ciudad y (sic) el campo. Organizó y dirigió a los sindicatos gremiales de la capital
planteó el reparto de tierras del Estado entre los campesinos. (14)
En el año 1929 la FRTS envió una delegación al Congreso Panamericano de Trabajadores en
Montevideo y será en las filas de esta organización combativa en la que Farabundo Martí
desarrollará su actividad política, cuestión que le convirtió en uno de los principales
dirigentes de masas de El Salvador. Así, la FRTS se convirtió rápidamente en la principal
dirección del proletariado agrario y del incipiente proletariado industrial. La gran actividad de
la FRTS y la gimnasia de lucha de los trabajadores agrícolas luego de la crisis de 1929,
demuestran que la insurrección de 1932 estaba sustentada en un cambio de la conciencia de
los trabajadores agrícolas. Esto permite explicar el carácter espontáneo y radicalizado de la
misma insurrección en el mes de enero.
La crisis de la Internacional Comunista y la fundación del Partido Comunista de El
Salvador
En 1932, en las filas de la Internacional Comunista estaba en curso un proceso de
transformación y crisis. En el desarrollo de esta situación, cuyo inicio se remonta al proceso
de burocratización en el seno del Estado y el Partido Comunista de la URSS, fue fundamental
la derrota catastrófica de la revolución de 1925-1927 en China. (15) Allí la apuesta
estratégica fue disolver al Partido Comunista Chino en la organización de corte nacionalista
Kuo Ming Tan desde 1924. Esta política se mantuvo luego de la toma de Shangai en 1927,
donde el principal líder de la organización “nacionalista china”, Chiang Kai Chek, determinó el
asesinato de miles de los militantes comunistas y aplastó el surgimiento y el desarrollo de las
milicias obreras. Esto permitió la derrota militar en el Norte a manos de las tropas
estadounidenses e imperialistas. Esta perspectiva estratégica etapista fue combatida al
interior de la Internacional Comunista por León Trotsky y por la Oposición de Izquierda
Internacional surgida desde 1929.
La experiencia china le permitió a Trotsky la confirmación, por la negativa, de la Teoría de la
Revolución Permanente al calor de la “Comuna de Cantón”, impulsada como una insurrección
comunista en 1927, cuando la acción de las masas estaba decayendo producto de la derrota
infligida por el Kuo Ming Tan.
En el caso de los comunistas “oficiales” adherentes a la Internacional Comunista (IC)
dominaba la hipótesis estratégica del llamado “Tercer Periodo”. Según la IC la crisis mundial
de 1929 abría la posibilidad de que los comunistas lograran acceder al poder, debido al
aumento casi objetivo de las tendencias a la aparición espontánea de crisis revolucionarias.
Esa política internacional llevó a insurrecciones frustradas y proclamas militares, disociadas
de los procesos más profundos de las masas. La insurrección comunista más relevante desde
este punto de vista en el periodo de 1930 a 1935 sería la de Brasil y en ese marco
deberíamos considerar la insurrección de El Salvador de 1932. (16)
América Latina había sufrido una serie de pérdidas de sus revolucionarios más lúcidos. José
Carlos Mariátegui había muerto por su delicada salud en 1929, no sin antes ser acusado de
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trotskista (17), luego de su participación en la Primera Conferencia Latinoamericana de los
Partidos Comunistas, acusación debida a sostener una crítica correcta a la línea etapista
sostenida por la Tercera Internacional en la Revolución en China. Unos años antes el joven
Julio Antonio Mella, quien había llevado a cabo una polémica con el APRA en relación a la
dinámica anti-imperialista (manifestando una posición similar a Trotsky) fue asesinado en
México. Actualmente continúa siendo debatida la causa de su muerte y si la misma fue
orquestada por el estalinismo o el dictador Machado. La Oposición de Izquierda para los años
treinta recién rendía frutos en países como Bolivia (por medio del joven estudiante José
Aguirre Gainsborg), Cuba (con Sandalio Junco y Juan Ramón Brea, que participaron de forma
destacada en la revolución de 1933) y Chile (por medio de Manuel Hidalgo Plazas,
contemporáneo a Luis Emilio Recabarren).
En ese contexto (caracterizado por el cerco estalinista a la expansión de las ideas de
Trotsky), el PCS tuvo el apoyo militante del estalinista mexicano Jorge Fernández Anaya,
encargado de la consolidación del PCS por parte del PCM y del Buró del Caribe del Socorro
Rojo Internacional. (18) Un importante hecho a considerar para analizar la política del PCS
es la escasa relación de la Internacional Comunista y sus partidos en América Latina. El
mismo Mármol llegó a plantear que la relación era nula. Otra versión actual es la de Michel
Löwy que afirma que los pocos lazos de interacción entre el Comintern y el PCS son en parte,
uno de los principales elementos para entender el impulso revolucionario del PCS:
Mientras algunos partidos, como el PC argentino, seguían la orientación del tercer periodo en
toda su rígida y estéril ortodoxia (la lucha contra el nacional fascismo, etc.) otros
recibieron ese rumbo izquierdista como estímulo para sus propias inclinaciones
revolucionarias autónomas. Ese fue el caso del PC de El Salvador que organizó la primera
y única insurrección de masas liderada por un PC en la historia de América Latina. (19)
La autonomía del PCS frente a la Internacional Comunista, unos de los principales
argumentos expuestos por Löwy, podría ser significativa si tomamos en cuenta las
declaraciones y críticas del estalinista mexicano David Alfaro Siqueiros en relación con la
insurrección de 1932, tildándolos de sectarios y ultraizquierdistas.
El PCS fue fundado principalmente por luchadores sociales y sindicales, principalmente por
artesanos, el 30 de marzo de 1930. Entre los fundadores estaban Mario Zapata, Alfonso
Luna, Luis Díaz (zapatero), Luis López (albañil), Víctor Manuel Angulo (profesor), Juan Carlos
Bolaño (profesor), José Ismael Hernández (profesor), entre otros. En la fundación del PCS
participaron aproximadamente 30 personas militantes. A la fundación del PCS no asistió
Martí, ya que se encontraba en Nicaragua combatiendo en el Ejército Defensor de la
Soberanía Nacional.
La concepción de la próxima revolución salvadoreña que tenía el PCS es aún parte de dos así
como las memorias de Miguel Mármol de Roque Dalton, son contradictorios.
A decir de Mármol:
Todos coincidimos que se nos imponía para entonces una revolución democrático burguesa.
En 1932 hicimos una insurrección comunista para luchar por un programa democrático
burgués: la confiscación de las tierras, el desarrollo industrial nacional, el reparto agrario.
(20)
La propuesta de gobierno del PCS, desarrollada fundamentalmente por el luchador social
Farabundo Martí, podía resumirse, según Mármol, como una coalición de gobierno amplio
democrático con participación de intelectuales consecuentes. (21)
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Aunque Mármol reconoce que el PCS determinaba que la próxima revolución sería de un
carácter democrático-burgués, haciéndose eco de la línea estratégica etapista trazada por la
IC, algunos de los materiales públicos del PCS disponibles en las memorias del mismo
Mármol sugieren un deslizamiento estratégico más radical. Löwy por ejemplo, con base en
los textos de Dalton, sugiere que el programa del partido, lejos de la órbita etapista del
estalinismo, hace más excepcional la insurrección de 1932:
La insurrección de 1932 constituyo un evento enteramente singular en la historia del
comunismo latinoamericano por su carácter de levantamiento armado de masas, su
programa abiertamente socialista y su autonomía frente al Comintern. (22)
A raíz de las diferencias existentes entre las fuentes disponibles acerca del programa
sostenido por el PCS en la insurrección de 1932 es que consideramos que continúa siendo un
problema de investigación para posteriores trabajos. Sin embargo, precisamos que la
inclinación hacia la posibilidad de que el PCS en 1932 desarrollara un programa de corte
socialista (como plantea Löwy) refuerza la conclusión estratégica de Dalton, en la cual el
único elemento faltante para el triunfo de la insurrección fue de estricto orden militar.
Sin duda el principal dirigente del PCS fue Farabundo Martí luego de su vuelta en 1931,
reconocido por la FRTS por su actividad internacionalista en la guerrilla de Augusto César
Sandino. Hijo de una familia de campesinos acomodados, Martí tuvo la oportunidad de
terminar sus estudios secundarios y al entrar en la universidad se destacó como un
combativo dirigente estudiantil. Por sus actividades políticas conoció a temprana edad la
cárcel y el exilio. Para 1928, Martí ya era parte del Socorro Rojo Internacional y tenía como
uno de sus objetivos ganar para las filas de la IC al combatiente guerrillero Augusto César
Sandino.
La ruptura de Martí con Sandino se realizó en 1929, terminando con la vuelta de aquél a El
Salvador, donde, hacia 1931, declaró las diferencias con Sandino a su partido. En ese mismo
año, el Socorro Rojo Internacional se destacó por una campaña de deslegitimación de la
política del EDSN (23), denunciando el viaje de Sandino a México para entrevistarse con
Portes Gill para la “obtención de armas” (24). Según Martí:
[…] en Nicaragua está el poder de Moneada, agente del Imperialismo yanqui, a quien
combatimos desde las Segovias, cuando Sandino estaba apoyado por las organizaciones
antiimperialistas revolucionarias, antes de que Sandino traicionara el movimiento
antiimperialista mundial para convertirse en un caudillo pequeño burgués liberal con
aspiraciones a gobernar Nicaragua dentro de los moldes semi-feudales y semicoloniales.(25)
Las elecciones, Hernández Martínez y la insurrección
En 1931 en El Salvador fue electo Arturo Araujo presidente, lo cual nos habla del creciente
descontento obrero y popular luego de los efectos de crisis económica de 1929.
Araujo había fundado, a finales de los años de 1920, el Partido Laborista, de tendencia
centrista, inspirado en la experiencia reformista del Partido Laborista de Inglaterra. El Partido
Laborista, o movimiento caudillista del Ing. Araujo, se convirtió en centro del movimiento
popular al final de la referida década, cuyo plan de gobierno estuvo inspirado en el Minimum
Vital del utopista Alberto Masferrer (26). Según Miguel Mármol, en 1930, debido a la crisis
económica, se desarrolló una situación represiva contra los trabajadores agrícolas en lucha:
Los terratenientes incendiaban los sembrados de los campesinos pobres y medianos,
echaban los ganados las milpas de los colonos y los aparceros, usaban el despido masivo
![Page 9: Los sucesos de 1932 en El Salvador.pdf](https://reader035.fdocumento.com/reader035/viewer/2022073014/55cf9ca9550346d033aa996d/html5/thumbnails/9.jpg)
contra el proletariado rural medio e industrial para descargar la crisis en el lomo de los
trabajadores, creando además el clima de terror físico en el cual los crímenes a nivel
individual fueron innumerables. Las fuerzas represivas del gobierno colaboraron con la
creación de este clima, pues bastaba la menor denuncia de los terratenientes contra los
trabajadores para que se castigara a éstos sin misericordia. (27)
Evidentemente el proyecto de Araujo fue, en el marco de la crisis económica iniciada en
1929, completamente irrealizable. La toma de protesta del gobierno fue en el mes de marzo
de 1931. El gobierno de Araujo, olvidado de las promesas del Partido Laborista y con poco en
el cargo, adquirió una deuda externa al imperialismo norteamericano, empréstito justificado
por la crisis económica y en el mes de julio de 1931, debido al mayor ambiente de agitación
obrera, el gobierno decidió la instauración del estado de sitio causando la represión contra el
movimiento huelguístico.
Ante este ambiente represivo, debido al mayor empuje de las luchas obreras y de la
combatividad de la FRTS, el ministro de defensa del gobierno de Arturo Araujo, Maximiliano
Hernández Martínez, llevó a cabo un golpe de Estado con el fin de destruir la resistencia del
movimiento popular ante la crisis económica capitalista.
El PCS no se opuso al golpe militar y decidió prepararse para presentarse a las elecciones de
diciembre de 1931. Las elecciones fueron convocadas por Hernández Martínez para legitimar
el régimen golpista. Según el artículo Las enseñanzas de un fracaso del PCS:
[…] cae Araujo en medio del regocijo general. No hay un solo sector que deplore su fracaso.
Hasta sus propios partidarios empiezan a darle la espalda. Todos han aceptado complacido el
golpe militar. (28)
Así, las elecciones del mes de enero de 1932 para la ratificación del Consejo de Municipales y
de la asamblea legislativa fueron el plan del gobierno de Hernández Martínez para la
legitimación del régimen golpista de 1931.
En las elecciones el PCS a decir de Mármol “el pueblo salvadoreño había votado más por
nosotros (el PCS) que ningún partido político” (29). Aunque en otras fuentes encontramos el
apunte de mayor abstención, resultado de la inclinación, de la población que enfrentaba de
forma cruda la crisis capitalista, por el abstencionismo. En San Salvador, por ejemplo,
votaron solo alrededor de 56 personas.
La anulación y suspensión de las elecciones por el gobierno se realizó en un ambiente
represivo sin precedentes y la FRTS decidió la convocatoria a la Huelga General. Según
Mármol: “Las informaciones sobre muertos, heridos, torturados, atropellados, y presos,
comenzaron a llegar al Comité Central como una catarata.” (30)
Ante esta situación, en donde la FRTS había convocado a una huelga general y el gobierno
comenzaba a realizar una represión y suspensión de las elecciones, el PCS decidió
entrevistarse con el gobierno de Hernández Martínez, por medio de Luna, Martí y Zapata,
prometiendo “pacificar a los trabajadores a condición que se parase la represión.”(31) Como
era de esperarse, el gobierno no cesó la represión y el PCS decidió la convocatoria a la
insurrección basada en el proletariado agrícola para derrotar al gobierno.
Es probable que el PCS, creado unos años antes y estimulado por el enfrentamiento entre la
FRTS y el gobierno, usara el llamado Tercer Periodo como empuje de sus propias
inclinaciones revolucionarias
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El 22 de enero estalló el levantamiento. Los miles de campesinos se levantaron sólo armados
con machetes, aperos de labranza, y pocas armas de fuego, escopetas en su mayoría. Las
primeras ciudades tomadas fueron Sonsonate y Ahuacapan. El levantamiento se desarrolló
por tres días. Con heroísmo, los campesinos y trabajadores enfrentaron a las tropas
regulares, militarmente superiores. Este periodo se caracterizó por el asesinato de caciques y
terratenientes, y tomas de tierra.
Ante este periodo de levantamiento, desde el día 25 de enero el gobierno de Hernández
Martínez y los grandes terratenientes se encargaron de aniquilar el surgimiento en la historia
de El Salvador de las clases explotadas y oprimidas. Este salto reaccionario fue sin duda lo
que determinó las magnitudes del genocidio en El Salvador. Se crearon guardias blancas
llamadas “Guardia Cívica”, formadas por las clases medias urbanas y el gobierno envió tres
barcos de guerra de Estados Unidos e Inglaterra contra las masas en lucha.
La insurrección espontánea, sin ningún adiestramiento militar, se desarrolló principalmente
en el occidente del país: Sonsonate, Ahuchapan, Juayuya, Izalco, Nehuizalco, Teotepec,
Tacuba. Ante esta apuesta ultraizquierdista incluso el PCS carecía de armas de fuego. De
acuerdo con Mármol, encargado de la organización militar del PCS: “era curioso que el PCS
carecía de armas, incluso el CC”. (32) El nivel de desorganización del PCS se hace más
explícito el día de la insurrección:
[…] ya el 20 de enero no había información completa de los medios materiales y humanos
con los que contábamos: no sabíamos mayor cosa acerca de número y calidad de las armas
que tenían nuestras fuerzas, ignorábamos el número exacto de batallones rojos formados, y
apenas había datos sobre la integración de los mandos a todos los niveles. (33)
En relación con ello es importante considerar la poca preparación del levantamiento: el PCS
estaba infiltrado en todas sus estructuras, lo que permitió la detención del Comité Central
donde se encontraba Martí, Luna y Zapata, que fueron fusilados.
Conclusiones: paz de cementerio
Roque Dalton en referencia a 1932 declaró que:
[…] desde ese año maldito todos nosotros somos otros hombres y creo que desde entonces
El Salvador es otro país: El Salvador es hoy ante todo hechura de aquella barbarie, así lo
creo yo firmemente.
Como planteamos al inicio de esta breve y sintética exposición, los caídos hablan por sí
solos: 30,000 personas fueron masacrados por el gobierno de Hernández Martínez.
Desde nuestro punto de vista, el PCS tuvo una influencia política notable dentro de las filas
del proletariado agrícola. Este partido tomó como motivación la política del llamado “Tercer
Periodo” sus propias aspiraciones revolucionarias marcadas por la crisis capitalista iniciada en
1929.
Sin duda la insurrección campesina y de los trabajadores agrícolas de El Salvador constituye
uno de los episodios más importantes de la lucha de clases de nuestro continente por el
hecho de ser el único dirigido por un PC y con características masivas. La conclusión de
Roque Dalton sobre la derrota del levantamiento fue, como planteamos al comienzo de este
breve artículo, sólo desde el punto de vista militar. Para Dalton el triunfo de la insurrección
estaba determinado por la capacidad técnica del PCS para enfrentar el aparato militar del
gobierno, dejando de lado la construcción de formas de poder alternativo basadas en la
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auto-organización del proletariado agrícola unificándose con la incipiente clase obrera
urbana.
Esta definición, usada para los fines políticos de los años sesenta (donde la principal
discusión estaba situada en el carácter armado de la revolución luego de la Revolución
Cubana), deja de lado la discusión sobre el carácter de la revolución en El Salvador y
principalmente el programa que hay que oponer frente la misma.
Así, reducir todo al problema técnico-militar no permite explicar la necesidad de que las
organizaciones revolucionarias enfrenten a la burguesía un programa político revolucionario,
frente a todas las variantes burguesas en nuestro continente.
A nuestro modo de ver existen varias aristas sin resolver en torno a la insurrección de 1932.
La insurrección comunista de El Salvador de 1932 agrupó a un número considerable de
obreros agrícolas organizados en la FRTS, simpatizante del PCS. El PCS, con una ubicación
de tipo vacilante en torno a las elecciones, encabezó a un proletariado agrario
profundamente combativo y organizó de manera rudimentaria la insurrección de enero de
1932.
En los textos consultados para la realización de este breve trabajo no aparecen elementos
cualitativos para determinar un balance más profundo de la acción del proletariado agrícola.
En relación con ello falta profundizar la investigación en torno a la vinculación que pudiera
haber existido entre el proletariado agrícola y el proletariado industrial, ya que ello hubiera
sido importante en el desenlace de la insurrección o del periodo posterior a la represión.
También queda sin resolver el interrogante sobre la hipotética aparición de formas de poder
alternativo a lo largo de diciembre de 1931 e inicios de 1932. El surgimiento de sindicatos
agrarios que tuvo lugar en las grandes propiedades rurales de tipo capitalista, abrían la
puerta a la emergencia de organismos de autodeterminación de masas que pudieran,
eventualmente, disputar la dirección de las masas. Esto también está pendiente de
investigación, a fin de responder la pregunta en torno a sí era o no posible la creación de
estos organismos en el marco de la formas de organización de la explotación de la tierra.
A nuestro modo de ver la acción del PCS, si bien sirvió como motivación y punta de lanza del
proletariado agrícola, no exploró la realización de acciones que quebraran el orden burgués
defendido por el gobierno de Hernández Martínez, ni apuntó a la creación de organismos
como los que mencionamos previamente.
Evidentemente la insurrección de 1932 difiere mucho de la “insurrección” organizada por el
Partido Comunista de Brasil, esta última organizada con el férreo control y centralidad de la
Internacional Comunista, contra el gobierno de Getulio Vargas bajo la dirección del
“tenentismo” de Prestes que causó un periodo de reacción a todo orden contra el movimiento
obrero.
La insurrección liderada por el PCS fue profunda por la acción, la tradición y acción de la
FRTS; dinamizada por las consecuencias de la crisis que comenzó en 1929, desarrollada
principalmente en el Occidente del país, territorio propicio para la plantación de café, fue por
mucho la acción política más importante liderada por los comunistas en ese periodo. Así
consideramos que es importante que los trabajadores y explotados de América Latina
analizar los hitos de la lucha de clases de la década de 1930, periodo que tiene mucha
vigencia y actualidad debido a la crisis capitalista actual. Las lecciones de estos procesos son
definitorios para forjar, en nuestros países, organizaciones políticas revolucionarias, que
luchen por una estrategia socialista, basada en los métodos como la huelga y la insurrección
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de masas, para que la clase obrera y sus aliados del campo y la ciudad tomen el poder y
construyan una sociedad sin explotadores ni explotados.
BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA
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Allende, Barcelona, 1985.
Notas:
(1) Para el análisis de las tendencias anarcosindicalistas de la revuelta véase: Mercado
Rogger, La revolución de Trujillo, Perú, la Mosca Azul Editores, 1970.
(2) Véase el actual balance de Paco Ignacio Taibo II en Tony Gûiteras, en donde se hace un
balance positivo de la actuación del Partido Bolchevique Leninista, parte del movimiento
trotskista internacional.
(3) Véase Waiss, Oscar, Chile Vivo, memorias de un socialista. 1928-1970. Centro de
Estudios Salvador Allende, Barcelona, 1985.
(4) Escritos entre 1965 y 1966. En esta obra, no publicada por el aparato del PCC, Ernesto
Che Guevara critica el sistema de organización económica de la URSS. Ernesto Guevara en
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susApuntes cuestionaría la interpretación oficial de los sucesos de Hungría en 1956 y
criticaría de forma mordaz los tan famosos manuales de Economía política clásicos de la
ideología estalinista. Estas críticas y su desacuerdo en la organización de la economía en los
países del Este fue suficiente para que el CC del PCC observara peligroso los Apuntes hasta
su actual aparición a más de 40 años de su escritura.
(5) Dalton, Roque, “¿Revolución en la revolución? y la crítica de derecha”, Cuadernos Casa,
N.º 9, La Habana, Casa de las Américas, 1971, págs. 49-50.
(6) Dalton, Roque, op. cit., pág. 58.
(7) Dalton, Roque, op. cit., pág. 327.
(8) Thomas, Anderson, op. cit., pág. 23.
(9) Rouquié Alain, Guerra y paz en América Central, FCE, México, 1994, pág. 39.
(10) Anderson, Thomas, La rebelión de 1932, EDUCA, El Salvador, 1971, págs. 29-35.
(11) Importante líder indígena nacido en Santiago Nonualco, en 1833 dirigió un ejército de
pobladores originarios y causó una matanza en el poblado blanco en San Vicente. Se
autoproclamó el Rey de Santiago Nonualco.
(12) Dalton, Roque, op. cit., pág. 123.
(13) Dalton, Roque, op. cit., pág. 139.
(14) Dalton, Roque, op. cit., pág. 140.
(15) Para la segunda revolución china la propuesta política de Stalin-Bujarin de disolver al
PCCH en el nacionalista burgués Kuo Ming Tan se debió a la caracterización de los países
orientales y latinoamericanos como países semi-feudales, donde se hacía necesario la
realización de una revolución burguesa. Esta lógica etapista similar a la sostenida por el
menchevismo en vísperas de la Revolución Rusa fue combatida por León Trotsky a través de
la Teoría de la Revolución Permanente que sostenía que las tareas de corte nacional y
burguesas (soberanía nacional, unidad nacional, reforma agraria) sólo podían ser resueltas
por medio de la revolución socialista y por la clase obrera a través de la dictadura del
proletariado incluyendo de forma ininterrumpida las tareas de corte socialista
(nacionalización de las empresas, control del comercio exterior). Véase: Trotsky, León, La
teoría de la revolución permanente, CEIP León Trotsky, Buenos Aires, 2002.
(16) Caballero, Manuel, La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana, Nueva
sociedad, Venezuela, 1988, pág. 161.
(17) Espinoza Enrique (Samuel Glusberg) “En el décimo aniversario de la muerte de José
Carlos Mariátegui”, en Clave:tribuna Marxista N.º 7, Segunda Época, México, D. F., marzo de
1940.
(18) Cabe considerar que en Centroamérica la influencia de la revolución de 1917 había
desembocado en la fundación en 1923 del primer Partido Comunista de Centroamérica, y el
1º de Mayo de 1925 fue constituido el Partido Comunista de Guatemala. Contamos con poca
información de estos experimentos. Este partido fue fundado por Farabundo Martí y fue
disuelto a los pocos meses. Sabemos que incorporaron en su discurso político la tradición
unionista de los liberales independentistas José Cecilio del Valle y Francisco Morazán. Véase:
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Melgar, Bao Ricardo, “Una cultura política en construcción. Los comiternistas
centroamericanos”, en El comunismo otras miradas desde América Latina, UNAM CEICH,
2007, pág. 387.
(19) Löwy, Michael, El marxismo en América Latina, LOM, Chile, 2007, pág. 27.
(20) Dalton, Roque, op. cit., pág. 210.
(21) Dalton, Roque, op. cit., pág. 324.
(22) Löwy, Michael, op. cit., pág. 24. Existe una tercera versión del trotskista salvadoreño
Blanco Corpeño. Para Corpeño, antiguo militante del APRA y ganado para el trotskismo en
México en 1938, el PCS estaba compuesto por una capa de artesanos combativos pero
políticamente subordinados a la dirección del PCM. Por lo tanto, se trataba de una
organización de tipo centrista, según la definición acuñada por Trotsky. Según Corpeño, el
PCS no pudo aprovechar la situación revolucionaria de 1932 y en 1938 adoptó la política
frentepopulista apoyando al imperialismo norteamericano frente al imperialismo fascista en
la guerra. Véase: Corpeño, Blanco, “Sobre el Partido Comunista de El Salvador”, en Clave:
tribuna marxista, N.º. 5, Primera Época, D.F., México, 1939.
(23) Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.
(24) Selser, Gregorio, El pequeño ejército loco, Triángulo, Buenos Aires, 1958, pág. 207.
(25) Martí, citado por Arias Gómez, Farabundo Martí, EDUCA, El Salvador, 1971, pág. 53.
(26) El Partido Laborista tenía como lineamientos programáticos: la reducción de la jornada
laboral, la conformación de la educación gratuita, la creación de una estructura acuífera para
las grandes poblaciones, la autonomía municipal, la construcción de obras públicas para el
empleo de los trabajadores, la protección de la mujer, la creación de escuelas, la reforma
universitaria. Cabe señalar que en el programa del Partido Laborista no encontramos ninguna
referencia al problema crucial del El Salvador: el problema agrario. Véase Masferrer, “Araujo
y el Partido Laborista en Arias Gómez”, op. cit., págs. 81-115.
(27) Dalton, Roque, op. cit. pág. 246.
(28) “Las enseñanzas de un fracaso” en Arias Gómez, op. cit. pág. 127.
(29) Dalton, Roque, op. cit. pág. 263.
(30) Dalton, Roque, op. cit. pág. 265.
(31) Dalton, Roque, op. cit. pág. 266.
(32) Dalton, Roque, op. cit. pág. 269.
(33) Dalton, Roque, op. cit. pág. 275.