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Los sufridos cabros de los 80 ¿Hay generación 80? ¿Valió la pena su lucha? Generación 80 habla sobre el caso coimas y el futuro de la política Marco Fajardo. PrimeraLínea. Diciembre 2002 16 páginas _____________________ Vivieron su adolescencia y universidad en la dictadura. Lucharon por la democracia en la calle y muchas veces arriesgaron la vida. Luego de 1990, se casaron, tuvieron hijos, se separaron. Algunos terminaron muertos, otros en la oficina, los menos en el poder. ¿Qué piensan hoy de aquellos tiempos y de los actuales? “Los hijos del león español, decía Rubén Darío, un optimista nato. Los hijos de Walt Whitman, de José Martí, de Violeta Parra; desollados, olvidados, en fosas comunes, en el fondo del mar, sus huesos mezclados en un destino troyano que espanta a los supervivientes. (…) Pienso en Beltrán Morales, pienso en Rodrigo Lira, pienso en Mario Santiago, pienso en Reinaldo Arenas. Pienso en los poetas muertos en el potro de la tortura, en los muertos de sida, de sobredosis, en todos los que creyeron en el paraíso latinoamericano y murieron en el infierno latinoamericano”. Roberto Bolaño, “Carnet de baile” El domingo 10 de noviembre pasado, Luciano Carrasco se tiró a las vías del Metrotrén , en un paso de Lo Espejo. Tenía 31 años y un hijo. Su padre, el periodista José Carrasco, había sido secuestrado y asesinado por funcionarios de la Central Nacional de Informaciones (CNI) el 8 de septiembre de 1986, en represalia por el atentado que había sufrido el dictador Augusto Pinochet un día antes. En aquel entonces, Luciano tenía catorce años. A los 20 fue padre de una hermosa niña. Pasaron los años y empezó a militar en el colectivo SurDa. “Se movía entre Renca, Pudahuel y Cerro Navia, se aparecía en La Bandera y en La Toma de Peñalolén", dijeron sus compañeros al diario comunista “El Siglo” luego de su muerte. En agosto de 1998, Luciano había dicho en la revista de la organización que "nuestra memoria histórica mantenga nuestra esperanza intacta. Que la esperanza no es el llanto ni la pena por las injusticias que nos oprimen el pecho. La esperanza, el futuro, la revolución, son gestos y acciones, son la fuerza con que todos los días levantamos la vista y gritamos: ¡Vamos a ser tremendamente libres!". Sin embargo, dicen que nunca se recuperó de la desaparición de su padre, de cuyo secuestro fue testigo junto a su madre y sus dos hermanos. Hoy sus restos descansan en el Cementerio Parque del Sendero de la comuna de Maipú. 1 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile

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Los sufridos cabros de los 80 ¿Hay generación 80? ¿Valió la pena su lucha? Generación 80 habla sobre el caso coimas y el futuro de la políticaMarco Fajardo. PrimeraLínea. Diciembre 2002 16 páginas _____________________

Vivieron su adolescencia y universidad en la dictadura. Lucharon por la democracia en la calle y muchas veces arriesgaron la vida. Luego de 1990, se casaron, tuvieron hijos, se separaron. Algunos terminaron muertos, otros en la oficina, los menos en el poder. ¿Qué piensan hoy de aquellos tiempos y de los actuales?

“Los hijos del león español, decía Rubén Darío, un optimista nato. Los hijos de Walt Whitman, de José Martí, de Violeta Parra; desollados, olvidados, en fosas comunes, en el fondo del mar, sus huesos mezclados en un destino troyano que espanta a los supervivientes. (…) Pienso en Beltrán Morales, pienso en Rodrigo Lira, pienso en Mario Santiago, pienso en Reinaldo Arenas. Pienso en los poetas muertos en el potro de la tortura, en los muertos de sida, de sobredosis, en todos los que creyeron en el paraíso latinoamericano y murieron en el infierno latinoamericano”.Roberto Bolaño, “Carnet de baile”

El domingo 10 de noviembre pasado, Luciano Carrasco se tiró a las vías del Metrotrén , en un paso de Lo Espejo. Tenía 31 años y un hijo. Su padre, el periodista José Carrasco, había sido secuestrado y asesinado por funcionarios de la Central Nacional de Informaciones (CNI) el 8 de septiembre de 1986, en represalia por el atentado que había sufrido el dictador Augusto Pinochet un día antes. En aquel entonces, Luciano tenía catorce años. A los 20 fue padre de una hermosa niña. Pasaron los años y empezó a militar en el colectivo SurDa. “Se movía entre Renca, Pudahuel y Cerro Navia, se aparecía en La Bandera y en La Toma de Peñalolén", dijeron sus compañeros al diario comunista “El Siglo” luego de su muerte. En agosto de 1998, Luciano había dicho en la revista de la organización que "nuestra memoria histórica mantenga nuestra esperanza intacta. Que la esperanza no es el llanto ni la pena por las injusticias que nos oprimen el pecho. La esperanza, el futuro, la revolución, son gestos y acciones, son la fuerza con que todos los días levantamos la vista y gritamos: ¡Vamos a ser tremendamente libres!". Sin embargo, dicen que nunca se recuperó de la desaparición de su padre, de cuyo secuestro fue testigo junto a su madre y sus dos hermanos. Hoy sus restos descansan en el Cementerio Parque del Sendero de la comuna de Maipú.

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“Lo peor que nos puede pasar…” Luciano era un miembro más de la “sección militante y combativa” de la generación de los 80, jóvenes políticamente activos, ligados al mundo de la izquierda y a los sectores progresistas de la Democracia Cristiana. Muchos de sus padres habían simpatizado con la Unidad Popular, estado detenidos o en el exilio, si es que habían sobrevivido. Algunos de ellos habían nacido en Bélgica, Australia o Venezuela. En Santiago, los más jóvenes estudiaban en los liceos como el Darío Salas e Instituto Nacional, entre otros, o en los colegios Latinoamericano o Francisco de Miranda, donde ayudaron a re-crear la Feses (Federación de Estudiantes Secundarios). Esos que el 10 de julio de 1985, en pleno Estado de sitio, se tomaron el liceo A-12 “Arturo Alessandri Palma”, frente al Parque Bustamente, y el 25 de septiembre repitieron la hazaña con el copamiento del Liceo A-4 de Niñas de Matucana. El 5 de noviembre del año siguiente le tocó al liceo “Darío Salas”. Otros empezaban a estudiar en las universidades cuyos rectores eran almirantes y generales. A fines de 1984 lograron rearticular la

Yerko Ljubetic

Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech), para reemplazar la Fecech, un organismo cuyos máximos integrantes eran designados por el gobierno militar y muchos de los cuales hoy militan en la UDI. Varios sufrieron detenciones y relegaciones, como el DC Yerko Ljubetic (estuvo en Dalcahue), primer presidente elegido democráticamente de esa organización estudiantil, hoy subsecretario del Trabajo, o su ex vicepresidente Gonzalo Rovira (entonces comunista), que fue enviado a un lugar cerca de Chuquicamata. Escuchaban al cantautor cubano Silvio Rodríguez, prohibido en aquella época, y veían a escondidas malas copias de “La batalla de Chile”, el emblemático y kilométrico documental acerca de la Unidad Popular, realizado por Patricio Guzmán. Pagaban 15 pesos en la micro o hacían “metradas” al son del grito “porque es un derecho, el metro a quince pesos” (en aquel tiempo no se podía usar el pase escolar en el tren urbano). Vieron ciclos del sueco Ingmar Bergman en el cine-arte Normandie, cuando este se ubicaba en la Plaza Italia (donde ahora funciona el Cine Alameda) o asistían a las peñas donde recitaba el poeta Mauricio Redolés o cantaba el humorista Felo. Fueron a los trabajos voluntarios de la Confech a Temuco en enero de 1986, cuando el Ejército intentó “empadronar” a los mil participantes mediante un bando. Tuvieron clases de “universidad alternativa” con literatos como Pía Barros o Raúl Zurita, como cuando en la “U” ocurrió el largo paro primaveral contra el rector delegado José Luis Federici, en 1987. “Muchas cosas hermosas nos unían, pero la sensación de miedo era cotidiana”, señala el escritor Sergio Gómez. Él repudia abiertamente la “nostalgia pajera”, que “generalmente, deja lo bueno y borra mágicamente los asuntos detestables”.

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“Lo único concreto que extraño es la posibilidad del diálogo, esas conversaciones interminables, discutir proyectos, conversar eternamente. El dialogar se ha perdido, se ha transformado simplemente en hablar. Conversar era representar ideas, hablar con la cabeza y el corazón, que ahora, en grupos sociales distintos y de distintas edades, me cuesta mucho encontrar”. “Recuerdo aquella época con mucho cariño, con mucho afecto”, dice Rovira, hoy microempresario informático. Y entrega un ejemplo: “Los Prisioneros tocaron en mi campaña para presidente del Centro de Alumnos de la Facultad de Filosofía el año 1983. Eran unos muchachitos que venían de San Miguel y los llevaron unos amigos que estaban en mi campaña, y que después formaron el grupo Upa”. La muerte Fue una generación marcada por graffittis de aquella época como aquel que decía: “lo peor que nos puede pasar es que Pinochet se muera de viejo”.

Muchos de sus integrantes nunca tuvieron algo tan simple como una agenda con los números telefónicos de sus amigos, porque era peligroso. “La vida que llevábamos no nos permitía establecer amistades”, recuerda Gonzalo Rovira, licenciado en Literatura. “Eso lo pudimos hacer después, cuando teníamos el paraguas de la organización estudiantil”, afirma. Una generación marcada también por sensaciones como “ya basta de hablar de sufrimientos, tener susto y de pasarlo mal”, como dijo en 1987 el socialista Rafael Ruiz Moscatelli, luego de estar diez años clandestino y tres años preso. Gonzalo Rovira

Vivieron las situaciones propias de “El proceso” de Franz Kafka, como le sucedió a la entonces estudiante de Tercero Medio, Claudia Aranda, expulsada en abril de 1987 del liceo A-13 “Confederación Suiza” por el entonces rector Juan Kuehr Bachman y la inspectora general, Violeta Mir, hoy ambos jubilados. Claudia había hecho un dibujo y escrito aquel verso de Neruda que decía: “juramos que la libertad levantará su flor desnuda sobre la arena deshonrada”, y más tarde escribió: “las conciencias están asfixiadas por el temor”, todo lo cual ofendió a las autoridades. Durante la dictadura, más de mil 600 estudiantes secundarios fueron expulsados por razones políticas. (Claudia, luego de casarse, tener tres hijos y graduarse como periodista en la Usach, hoy cursa un magíster en Valparaíso, donde vive). No en vano el estudiante Kiriakos Markar, decía en 1987 a la revista “Análisis”: “imagínese que yo no le creía a mi mamá que ella se metía en el Congreso y que levantaba la mano para votar una ley. Yo pensaba que me mentía. Son cosas que nosotros no conocimos y por tanto nos cuesta imaginarlas”. Kiriakos luego emigró a Australia. Eran otros tiempos. Gonzalo Rovira recuerda que en una ocasión había que tomar una decisión política. “Habían asesinado a un estudiante de la Universidad de Chile y teníamos cien alumnos encerrados en una iglesia. Los dirigentes no nos podíamos poner de acuerdo y Yerko (Ljubetic) propuso presentar las

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propuestas a los estudiantes”, lo cual finalmente se hizo. “Y ahí no importaba lo que pensara el Partido Demócrata-Cristiano, el Partido Socialista o el Partido Comunista. Éramos nosotros y la gente que creía en nosotros”, dice. Una generación con sus íconos, como el estudiante Caupolicán Inostroza, asesinado por Carabineros en la Universidad de Concepción en marzo de 1984. “Cuando ingresé a la Universidad de Concepción, nadie podía llamarse libre ni estaba seguro”, recuerda el abogado Sergio Micco (DC), ex presidente de la Federación de Estudiantes (Fec) el período 1985-1986 y actual director ejecutivo del Centro de Estudios del Desarrollo (CED). “Contemplé la muerte de Caupolicán Inostroza, por desangramiento, en el campus universitario. No tenía más ni tuvo jamás más de 22 años. Fue el 27 de marzo de 1984, a mediodía. No lo olvidaré nunca”, dice. “El día de la muerte de Inostroza yo estaba a sólo metros de él, y junto a otros estudiantes lo recogimos ensangrentado desde el piso de una playa de estacionamiento, donde cayó mortalmente herido”, recuerda el escritor Sergio Gómez, quien estudiaba Derecho en aquella época. “Cuando lo llevábamos para que le prestaran atención médica, todos los que iban conmigo –lo supe después al conversarlo con ellos- nos decíamos lo mismo: ‘no es tanto, no es tanto, se recuperará’. Esto ocurrió al mediodía”.

Sergio Micco

Por la tarde “esperábamos en el foro de la universidad, cuando llegaron con la noticia que Inostroza había muerto en el hospital. Todos nosotros, que lo habíamos cargado, otra vez pensamos que fácil es quitar la vida un ser humano. Sería una lección que nunca olvidé. Todos nuestros diagnósticos de que se recuperaría no sirvieron de nada. Creo que desde ese momento, todavía me acuerdo, desde las tres de la tarde de ese día, al menos en mi caso –como se dice dramáticamente- perdí para siempre la inocencia”. También hubo muchos otros jóvenes asesinados. Patricio Manzano, detenido en febrero de 1985 en San Felipe y muerto por torturas por la policía uniformada, Ronald Wood, estudiante del IPS (hoy Utem), asesinado por el Ejército en el Puente Loreto en mayo de 1986, o Mario Martínez, secretario general de la Feusach, quien apareció muerto en las Rocas de Santo Domingo en agosto del mismo año, luego de investigar las redes de soplonaje interno de la Usach. Entre muchos otros. Entre muchos otros. La dispersión Diversos fueron sus destinos después del plebiscito de 1988, que abrió el camino para la democracia por la cual tanto habían luchado en la calle. Algunos murieron de Sida. Otros fueron asesinados o terminaron en prisión. Allí están el joven comunista de 16 años, Claudio Andrés Paredes Tapia, dinamitado por agentes de la CNI en un departamento de la Villa Portales el año mismo del

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plebiscito. O el lautarista Marco Antonioletti, asesinado en 1990, que ya solía ir con guardaespaldas a sus clases como alumno secundario de Cuarto Medio del Colegio “Lord Cochrane” de Santiago Centro. Muchos terminaron en prisión, como Ricardo Palma Salamanca, legendario militante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), quien junto a otros tres frentistas se fugó de la Cárcel de Alta Seguridad en 1996. Pocos terminaron en el gobierno, como el ex diputado Tomás Jocelyn-Holt (DC) y el actual legislador Esteban Valenzuela (PPD), máximos representantes de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica en 1985, Germán Quintana (DC), ex intendente de Santiago, quien fuera presidente de la Fech en 1987, Daniel Farcas (PPD), también ex dirigente de la Fech y recientemente destituido de su cargo en el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE), Guido Girardi (PPD), ex presidente de los estudiantes de Medicina de la “U” y hoy diputado, o Claudio Orrego (DC), ex ministro del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, cuya detención en la Plaza de la Constitución, luego de una manifestación pacífica contra la tortura, registra el documental “Imágenes de una dictadura” de Patricio Henríquez. También algunos marcharon al extranjero, como Carolina Tohá, ex vicepresidente de la Fech y hoy diputada, quien se fue a Italia en 1989 y volvió recién en 1994 o Marco Antonio Núñez que se fue a Estados Unidos y volvió en enero a la Intendencia de la Quinta Región. Pero el grueso se “fue para la casa”. “La mayoría no cumplió con sus sueños de juventud y terminó renunciando y privatizándose”, afirma Sergio Micco. “Como son inteligentes, para tamaña deserción alegan razones morales auto laudatorias. Creen que son demasiado buenas para participar en algo tan malo como es la política dirigida por unos malvados ‘viejos’. Otro puñado se metió a las oficinas públicas y ya no saben lo que es una asamblea partidaria ni una organización social. Les gusta estar a la moda intelectual - liberalismo light - y ya no saben quiénes son ni para dónde van”. Dice que sólo a unos pocos los ve igual que en 1981. “Las decepciones de la madurez personal política no los han llevado al cinismo ni al acomodo. Esos son los grandes, los mejores y más felices”. “Elogio el pasado de nuestra generación, pero mi diagnóstico de hoy es bastante negativo. Porque entre más grandes los talentos y ambiciones, más altas las responsabilidades y exigencias”, sentencia. Gonzalo Rovira es más optimista. “Mi generación ha estado preparándose, formándose, y estoy seguro que en esta década nos vamos a encontrar todos haciendo cosas”, señala. ¿Qué piensan hoy de la política y la democracia, cuando la Concertación se ve cuestionada por escándalos como el “Caso Coimas”? ¿Volverían a luchar, como lo hicieron, por esta democracia? _________________________

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¿Hay generación 80? ¿Valió la pena su lucha? Por: Marco Fajardo. PrimeraLínea ¿Se puede hablar realmente de generación? El escritor Sergio Gómez afirma: “si hay algo que podría definir a ‘mi generación’ es la vocación antidictatorial. Pinochet y los milicos nos unieron como grupo, nos dieron un derrotero”. Gómez señala que una generación antidictatorial obviamente tiende a ser más humanista, idealista, pero se diferencia muy claramente con el idealismo de los sesenta y setenta por ser una generación con un objetivo claro: el retorno a la democracia y la lucha por la libertad. “Implicaba también una lucha constante de sobrevivencia, asunto que las generaciones idealistas del pasado, o incluso de ahora, no poseen”, dice. “Partimos organizando la sociedad civil en las universidades y poblaciones”, afirma Sergio Micco. “Nos reuníamos al amparo de la Iglesia Católica de Raúl Silva Henríquez. Practicábamos la no violencia activa y buscábamos la concertación social y política lo más amplia, desde derechistas democráticas a comunistas y miristas. Pedíamos perdón por el 11 de septiembre de 1973 y soñábamos con ser libres (…) En 1985, a los 21 años, yo estaba en la cárcel de Santiago con Rodolfo Seguel, Manuel Bustos, José Ruiz di Giorgio, el Teo Valenzuela y Yerko Ljubetic. Son historias que les contaré a mis nietos, si Dios me los da”. “Se deseaban mayores espacios, pero espacios sin apellidos”, cree el profesor de Historia Freddy Timmermann, quien tuvo una breve incursión en la política como vicepresidente de su carrera en la Universidad Católica de Valparaíso en 1986. Al periodista Dauno Tótoro, quien estudió Licenciatura en Biología en la Universidad Católica y era presidente del centro de alumnos de su carrera en 1985, le cuesta hablar de generación. “En el caso de quienes en la década de 1980 fuimos jóvenes activos en la lucha antidictatorial, nos identificó en común solamente la voluntad de acabar con la dictadura. Nada más”. Después del atentado a Pinochet, Tótoro tuvo que asilarse en la embajada de Venezuela, abandonar el país e irse a México, donde ya había vivido su adolescencia. Se dedicó al periodismo y en la década de los 90 se escribió varios libros, como “La cofradía blindada” y “Ser de izquierda”. “El proyecto democrático para terminar con la dictadura era de todos nosotros, incluso una parte de los jóvenes de derecha”, señala Gonzalo Rovira. “Recuerdo, por ejemplo, a Fernando Espina (hermano del senador RN Alberto Espina), quien en decía abiertamente que estaba por el retorno a la democracia”. El proyecto de la generación de los 80 sólo tenía una salvedad: “el ‘hacia donde vamos’ estaba diseñado por proyectos que no habíamos hecho nosotros. Ni el proyecto socialista, ni el socialdemócrata, ni el capitalista, estaban hechos a la pinta de Chile”. En 1990, Rovira montó una empresa de computación y en 1997 se fue a la Universidad Autónoma de Barcelona a hacer un doctorado en Ciencias

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Cognitivas de tres años. Dos veces casado, hoy tiene cuatro hijas, la menor de 10 años. “Nosotros perdimos mucho tiempo con fantasmas del pasado, como respecto a los proyectos del pasado, preguntándonos qué pasó con el socialismo y el capitalismo, aunque no todos se dedicaron a eso. Nos tocó vivir el ojo de la tormenta. Es una generación muy hermosa, que tuvo una victoria: derrotar la dictadura. Hay matices, pero todos se sienten parte de ella”. - ¿Qué opina de la nueva generación? - “La nueva generación no tiene que nada con qué enredarse. Se va a medir con lo que en academia llamamos el rigor, la autoexigencia, hacer las cosas. No tienen ninguna disculpa para no ser los mejores estudiantes, construir teorías propias, salir al mundo a ver y volver a Chile a decir cosas nuevas. No tienen ninguna disculpa para no hacerlo. No tienen menos épica, aunque sí menos riesgo, por suerte. Tienen solamente dos opciones: jugársela por el exitismo o por que Chile sea un país cuyos habitantes sean felices”. ¿Valió la pena la lucha de los 80? A pesar de las críticas, ninguno se arrepiente de la lucha en los 80. Micco hoy ve los frutos de aquella lucha en su labor como profesor de universidad. “Veo jóvenes libres y seguros en sus derechos civiles, políticos y crecientemente sociales”, aunque parecen “poco amigos de sus deberes, entre ellos, inscribirse y votar, elegir o ser elegido representante”. “Lo que es hoy el país, nuestra sociedad- aunque suene a cliché- bueno y malo, es producto de aquellos años”, afirma Sergio Gómez. “Lo bueno y lo malo. Las ansias de poder de nuestros jóvenes políticos nacen de esa época, nuestra desmedida frivolidad y consumismo, nace de las carencias y represiones de esa época. Hasta nuestro individualismo de esta época nace como repulsa al idealismo colectivo de entonces”, dice. “Se crearon espacios importantes en su momento. Pudimos respirar algo más aliviados, alimentar la esperanza de construir un país mejor que el que teníamos. Eso ya es bastante”, señala Timmermann. También Tótoro cree que la lucha antidictatorial valió la pena. “Quizás nuestros sueños y nuestras aspiraciones fueron enormemente defraudadas, pero no me cabe duda que el de hoy sería un Chile más jodido sin esa entrega. Sin esa lucha específica, me habría dado vergüenza tener hijos”, dice. ¿Volvería a entregarse a la lucha contra la dictadura de la forma en que lo hicieron? “Con menos miramientos y menores consideraciones hacia los que (ahora sé), no eran honestos en sus "pretensiones de cambio”, dice. “Tuvimos la ventaja como generación de irrumpir en la lucha por la democracia cuando no había nada”, dice Gonzalo Rovira. “Mayoritariamente, quienes nos habían antecedido, habían muerto, estaban disgregados, perseguidos, donde el único proyecto viable era juntarnos y hacer algo. Y la suma y la resta ha sido positiva. Chile ha avanzado, ha tenido un alto nivel de crecimiento, de progreso, se han transformado leyes importantes, se ha recuperado un sentido de la civilidad”. _______________________________

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Generación de los 80 habla sobre el caso coimas y el futuro de la política Por: Marco Fajardo. PrimeraLínea A Tótoro le indigna “el manoseo indecente de quienes dicen ser representantes de los demás”. De algo está seguro: el problema es del sistema completo. “Sin coimas no hay abuso, y el abuso es la plataforma política y empresarial de este país”, afirma. Sergio Micco, en cambio, cree firmemente en los partidos políticos. “Ellos fueron desde 1989, son y serán por excelencia organizaciones que reclutan líderes, definen políticas y designan a casi todos los cargos del Poder Ejecutivo central, regional y local y del Legislativo. Sin partidos políticos no hay democracia. Sin partidos políticos decentes, no hay sociedad decente”, dice. Micco no ha tenido un cargo público en ningún gobierno de la Concertación. “Desde las universidades, el Icheh, CED, PDC y asesorías esporádicas he contribuido a estos doce años de paz social, estabilidad política y crecimiento económico como Chile no lo había tenido nunca en casi dos siglos”. ¿Cómo explica la corrupción? “El sacerdote de la Parroquia Universitaria de Concepción nos enseñó que la línea divisoria entre el bien y el mal no pasa por una raza y otra, como lo pensó Gobineau e Hitler; ni por una clase social y otra, como lo pensó Marx y Lenin; ni por una generación y otra, como se lo atribuyeron a Ortega y Gasset lo practicaron los rebeldes de los 60. La línea que separa el bien del mal cruza por la mitad de nuestros corazones”. Timmermann va un poco más allá. “Chile no es sólo estar preocupados de las playas de Lavín, de las coimas, del deseo de poder de Longueira y Piñera o del pálido socialismo de Escalona, - todos aspectos decadentes de la política, según aprendimos a mirarla en un Chile anterior - como nos quiere hacer creer la televificación en que estamos inmersos”, dice. “Chile es más que eso, pero hay que construirlo o descubrirlo, y parte de este afán de medirlo todo con cifras económicas y parámetros políticos realmente me parece que atenta contra la vida en su más amplia manifestación”, dice. “Si alguna razón fundamental me impidió trabajar en los ochentas con los partidos políticos contra Pinochet fue percibir en todos una mirada ideologizada que te clasificaba inmediatamente, ampliándote o cerrándote los espacios. Esos intolerantes que en aquellos años sólo pensaban en terminar o mantener a Pinochet son los que hoy en el gobierno o en la oposición nos marcan los latidos en términos económicos o de una política destructiva más que constructiva que sigue buscando enemigos a quien neutralizar; es como si aún no se dieran cuenta de que los setentas y los ochentas ya quedaron atrás”. “Me da mucha pena el caso Coimas”, dice Rovira, “pero no hay mal que por bien no venga. Esta es la ocasión preciosa para transparentar procesos y la propia democracia”.

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Rovira señala que también hubo corrupción en dictadura. “Si entre la gente nuestra hubo delatores, gente que traicionó, ¿por qué no iba a haber gente que metiera las manos? Lo que me parece poco sano es que pensemos que ‘en mi pueblo no hay ladrones’. Creo que en todas partes se dan estas cosas, más en esta sociedad exitista, donde está el impulso de querer tener más cosas, un auto más grande, una casa en la playa. Por eso el combate y la vigilancia respecto a estas cosas tienen que existir siempre. Lo que lamento que en las décadas pasadas no se los haya condenado”. ¿Cómo ven el futuro político del país? Dauno Tótoro, periodista: “¿En qué plazo? Evidentemente, el corto plazo es el de un aspecto similar al orto”. Freddy Timmermann, historiador: “No estoy optimista. Veo demasiado cálculo y poca generosidad pública en el quehacer político. Los veo cada vez más divorciados de lo que el país requiere”. Sergio Micco, abogado: “Si la Concertación es capaz de generar nuevos rostros, nuevas ideas y nuevos estilos de hacer política, Chile puede tener otra década más de paz social, estabilidad política y crecimiento económico, espero ahora sí con igualdad. Si no hacemos esa refundación, estamos condenados a una alianza de gobierno de derecha que traerá conflicto político, inestabilidad social y la entronización democrática de la sociedad de los privilegios, que es lo contrario a una sociedad justa y decente”. Gonzalo Rovira, microempresario: “Los 90 fueron la década de la confusión. Viene una sociedad más madura. Ya nadie va a comulgar con un proyecto definitivo creyendo que es para él, sus hijos y nietos. La Concertación hay que pensarla mirando hacia delante, pero en función del país. Va a ser impresentable llegar al bicentenario con el sistema de salud o de previsión como el que tenemos, donde a los viejos se les acaba la plata y quedan en la calle. Necesitamos una sociedad más justa, en el acceso a la educación y la vivienda. También hay una deuda en el tema de las violaciones a los derechos humanos”. ____________________________ Retrato de la generación de líderes estudiantiles de los 80 Cuando éramos inmortales

Desde sus escritorios ven cómo los actuales dirigentes universitarios tiran piedras y marchan por conseguir más crédito fiscal, lo mismo que ellos hacían en los 80. Entre los líderes del movimiento estudiantil de entonces hay dos ministros, tres diputados y varios funcionarios de gobierno. Empresarios, profesionales y consejeros nacionales de sus partidos. Gente que se ha acomodado bien y otros que están en eso. Es la generación que nació el 11 de septiembre de 1973 y que murió el 5 de octubre de 1988 y que todavía está tratando de entender qué le pasó. Perfiles

Perfiles: Alejandro Navarro (40 años, soltero). Diputado del PS en la Octava Región. Profesor de Filosofía en la Universidad de Concepción y Licenciado en Educación

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en la Universidad Católica de Talcahuano. Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, Fec, en el período 87-88 a los 29 años. Expulsado dos veces, encabezó el paro estudiantil más largo que se recuerde: 60 días, por el crédito universitario y becas. Luego fue presidente de la Juventud Socialista regional, asesor del Intendente de la VIII Región y director del INJ en la zona. Yerko Ljubetic (38 años, casado, dos hijos). Militante DC. Abogado, jefe del Departamento de Fiscalización de la Dirección del Trabajo. Presidente de la primera Fech democrática en el período 84-85. Estuvo relegado en Dalcahue y perdió la cuenta de las veces que cayó preso ("10 ó 12"). Egresó de Derecho el 85 y asumió como primer vicepresidente de la JDC. Fue abogado del Codeju y el 88 coordinó el Movimiento Juvenil por el No. Luego asesoró en materias laborales a la CUT y a una ONG. Actualmente es consejero nacional de su partido en representación de los "chascones" (progresistas). Andrés Rengifo (37 años, casado, un hijo). Militante DC. Asesor externo del Ministerio de Transportes y de Correos de Chile. Egresado de Licenciatura en Historia de la Universidad de Santiago. Presidente de la primera Feusach en el período 85-86. Fue detenido, relegado y expulsado de la Universidad hasta 1990. Luego fue consejero de la juventud DC, coordinador de la campaña del No en regiones, jefe de gabinete del Ministerio de Transportes y gerente general de Emporchi. Patricio Zapata (33 años, casado, 3 hijos). Abogado DC. Director jurídico de la Subsecretaría General de la Presidencia, desde 1990, y docente de la Universidad Católica. Presidente de la FEUC en el período 87-88, elegido en segunda vuelta con el 57 por ciento de los votos. Participó en la campaña del No y en la mejora de condiciones para acceder al crédito fiscal y becas universitarias. Tiene un postgrado de Ciencias Políticas en la Universidad Católica y una maestría en Derecho en Harvard, donde fue compañero de José Antonio Silva. Gonzalo Rovira (38 años, casado, 3 hijos) Empresario y docente de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile. Vicepresidente de la Fech en los períodos 84-85 y 85-86, donde obtuvo la mayor votación en la historia de un candidato de izquierda a esa federación. Tenía 24 años. Detenido y luego relegado cerca de Chuquicamata, postuló por tercera vez a la Fech en el período 87-88. Renunció al Partido Comunista en 1990, tras participar en la campaña del No y en la candidatura presidencial de Patricio Aylwin. Es licenciado en Literatura de la Universidad de Chile y actualmente realiza un doctorado en España. Andrés Lastra (35 años, casado, dos hijos). Militante DC. Jefe de la División de Administración y Finanzas del Ministerio de Transportes. Elegido por amplia mayoría como presidente de la Fech en el período 88-89, a los 24 años. Se tituló como Asistente Social en el IPS, magister en Ciencias Políticas en la Universidad de Chile y master en Administración en España. Luego fue jefe del comando juvenil de la campaña senatorial de Andrés Zaldívar y consejero nacional de la JDC. Humberto Burotto (separado, un hijo). Sociólogo, consejero nacional de la DC, asesor de comunicaciones de la Enap y considerado uno de los ideólogos de la modernización. Fue asesor de Juan Villarzú en Codelco. Presidente de la Fech en el período 85-86, a los 24 años.

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Germán Quintana (39 años, casado, dos hijos). Ingeniero civil eléctrico,militante DC, actual ministro de Planificación. Fue presidente de la Fech 87-88 a los 27 años, tras conformar alianza con el bloque socialista. Lideró la caída del rector designado José Luis Federici, el gran triunfo estudiantil de los 80. Con Aylwin se hizo cargo del aparato computacional de Gobierno. Antes de llevarlo a Mideplan, Frei lo designó subsecretario de Obras Públicas y luego Intendente de Santiago. Tomás Jocelyn-Holt (36 años, separado). Egresado de derecho, diputado DC.Encabezó la Feuc durante dos períodos consecutivos: 85-86 y 86-87, a los 23 años, cuando era uno de los mejores alumnos de su facultad. Estuvo detenido en la Penitenciaría por infracción a la Ley de Seguridad Interior del Estado. Tras egresar, postuló al Parlamento, fue vicepresidente nacional de la DC e integró el grupo de acusadores que intentó impedir la llegada de Pinochet al Congreso, en 1998. Carolina Tohá (34 años, un hijo) Abogada y cientista política.Independiente del bloque PS-PPD. Fue vicepresidenta de la Fech en el 88. Trabajó en la campaña del No y fundó el PPD junto a Ricardo Lagos y Jorge Schaulsohn. Estuvo cinco años en Italia (89-94) y al regresar fue asesora del Ministerio de Hacienda y coordinó el Comité Interministerial Social. En 1997 fue candidata a diputada por Santiago (obtuvo un 24%). Desde el año pasado es parte del comité ejecutivo de la campaña de Lagos. Es consultora y académica en materias de políticas públicas. Sergio Micco (35 años, casado, tres hijos). Abogado, militante DC, master en ciencias políticas y doctor en Filosofía. Fue secretario general y luego, en el período 85-86, presidente de la Fec. Estuvo detenido tres veces. Egresó de Derecho el 86. Entre el 89 y el 91 fue presidente nacional de la JDC y el 92 levantó una lista para competir con Eduardo Frei por la presidencia del partido. Es docente de la Universidad Católica y director ejecutivo del Centro de Estudios del Desarrollo. Alex Figueroa (38 años, casado). Médico cirujano, militante DC, ministro de Salud. Fue presidente de la Feuc en 1986-87, participó en organizaciones intermedias y trabajó en la atención primaria del sistema público. Luego, bajo la gestión de Eduardo Frei en la DC, fue sub secretario nacional de su partido 92-93, y secretario nacional 93-94. Con Frei en el Gobierno, se hizo cargo de la Intendencia Metropolitana (septiembre 94 a agosto 96) y, posteriormente, con la designación de Carlos Massad en el Banco Central, quedó a la cabeza de uno de los ministerios socialmente más sensibles: Salud. En los 80 eran dinamita. Eran los rostros de un cambio que se olía en el aire y de la presunción de que las cosas sólo podían mejorar. Era la generación más potente de líderes universitarios durante el gobierno militar, una generación que se había hecho a sí misma y que estaba destinada al estrellato. Hoy, en cambio, son una versión más láctea y descafeinada de ellos mismos. La mayoría sale de su casa vestido de cuello y corbata, se despide de su esposa y de sus hijos, conduce su auto hasta la oficina y una secretaria le trae el café y lo trata de "don". Sobre sus escritorios están los diarios del día, una agenda cargada de reuniones y una pila de papeles que hay que firmar y faxear, firmar y faxear.

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Pero en los 80, muchos de ellos fueron expulsados de sus carreras,detenidos por Carabineros, relegados por el Gobierno y golpeados en las protestas. Eran unos veinteañeros que se vestían con la polera afuera del bluyín. Tenían el pelo más largo, usaban un solo par de zapatos y las pololas les duraban casi nada. "En los 80...", dicen y se reclinan en sus asientos, dejan pasar en promedio cinco segundos, se desabrochan el nudo de la corbata como si eso atorara sus recuerdos y exhalan una segunda frase que parece un suspiro: "Ahh, tú me preguntas por esos tiempos". Tiempos en que Yerko Ljubetic, un estudiante de derecho de la JDC que recién asumía la presidencia de la Fech, discurseaba ante una multitud de universitarios. Era 1984, se había rearticulado la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile tras 11 años y la convocatoria al acto había sido un éxito. Sin embargo, Gonzalo Rovira -un estudiante de Literatura de la JJ.CC. y vicepresidente de la Fech- escuchaba preocupado el discurso. –Pero, qué le pasa a usted – le preguntó Radomiro Tomic, que había sido invitado al acto. –Don Radomiro, es que Yerko me está copiando mis consignas... ¿qué voy a decir yo ahora que me toca hablar? –¡Rovira!, ¿no me va a decir que está reivindicando la propiedad privada? Casi 15 años después, Rovira es un empresario de la informática, atiende dos teléfonos al mismo tiempo, viaja a Barcelona para obtener un doctorado, tiene listo un libro donde se pregunta qué pasó con las utopías y se ríe cuando se acuerda de la talla de Tomic. Ljubetic, Rovira, Ricardo Brodsky (entonces Mapu, ahora PPD) y Jaime Andrade (PS) -la directiva de esa Fech- fueron de las primeras autoridades de la oposición elegidas democráticamente durante el régimen de Pinochet. Poco antes habían vuelto a la vida la Federación de Estudiantes de la Universidad de Antofagasta y la de la Universidad Católica de Valparaíso. PEQUEÑOS TRIUNFOS Eran los chicos valientes de las aulas, los que se atrevían a hablar y a criticar abiertamente en una época en que había que pensarlo dos veces antes de hacerlo. Estudiantes de todas las carreras cruzaban la ciudad sólo para oir sus discursos y acataban sus decisiones como si de ello dependiera el futuro del país. "Nos creíamos casi inmortales y sólo cuando teníamos que ir al cementerio a enterrar a un compañero que caía en una protesta nos dábamos cuenta de lo terrible que era y del grado de indefensión en que nos encontrábamos",recuerda Daniel Farcas (PPD), dirigente de la Fech durante tres períodos y actual director de Organizaciones Sociales del ministerio Secretaría General de Gobierno. ¿Qué pasó con ellos, entonces?, ¿qué pasó con Humberto Burotto, sucesor de Ljubetic en la Fech y que hablaba del imperativo nacional, del año decisivo, del año en que iba a caer Pinochet? El estudiante de sociología es ahora consejero nacional de la DC y asesor de comunicaciones de Enap. Tenía un tío que había sido general del Ejército y eso le sirvió para que el rector, que no quería saber nada con estudiantes metidos en política,lo recibiera en su oficina.

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–General, usted está solo –le dijo Burotto. "Usted ya no es representante de la Universidad ante el gobierno. Es representante del gobierno ante la Universidad". Los estudiantes transformaban triunfos pequeños como ése en grandes victorias. En la Universidad Católica, tras 12 años de presidentes designados, el alumno de derecho Tomás Jocelyn-Holt, ahora diputado, ganó dos veces consecutivas la Feuc, e inauguró la racha de presidentes DC en esa federación, sólo cortada por el gremialista José Antonio Silva, el único líder estudiantil de derecha elegido democráticamente en los 80. "La Feuc tenía financiamiento, acceso a la televisión y al gobierno y,aunque teníamos buena relación con la Fech, actuábamos de manera distinta. Eramos un movimiento más sutil, menos tosco, no de choque",cuenta Jocelyn-Holt. HERIDAS DE GUERRA La Democracia Cristiana fabricaba líderes estudiantiles en serie. Jocelyn-Holt, Alex Figueroa y Patricio Zapata, en la Feuc; Ljubetic, Burotto, Germán Quintana y Andrés Lastra en la Fech; Johny Villalobos,Sergio Micco, Pedro Cisternas y Andrés Stuardo en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, Fec; Pablo Andueza de la Universidad Católica de Valparaíso; y Andrés Rengifo en la Feusach, entre otros. Desarrollaron un liderazgo que preocupaba a los rectores y al gobierno militar. En la Universidad de Santiago se cerraban las puertas cada vez que Rengifo, entonces estudiante de Licenciatura en Historia, se acercaba. "Bastaba que me pusiera a fumar en la entrada para originar un impacto", cuenta el ex gerente general de Emporchi y actual asesor externo del Ministerio de Transportes, que había sido expulsado de su carrera y tenía prohibición de ingresar al campus. En los 80, un balín se llevó parte de su oreja y un 20 por ciento de su audición. Las heridas eran parte del juego. Sergio Micco, presidente de la Fec 85-86, recuerda que los carteles que pegaban en las paredes decían: "Sólo se vive a fondo cuando se arriesga la vida". Terminó una protesta con TEC cerrado y se "quebró" al ver cómo a un amigo le partían la cabeza a palos en medio del desalojo de la universidad. A Alejandro Navarro, actual diputado PS y sucesor de Micco en la Fec, le dieron una patada en la espalda que lo dejó dos días en cama sin poder moverse. "Cada vez que me duele, me acuerdo que entramos a la política en un momento donde había muy poco que ganar. Los riesgos eran enormes. Tenías puras posibilidades de perder en lo personal. Nadie quería ser presidente de las federaciones de estudiantes. El rector no nos reconocía. Sesionábamos en los patios o abríamos una sala a la mala",rememora. Tipos como Navarro o Guido Girardi –diputado PPD, que postuló a la Fech ese tiempo y perdió– enfrentaron el período más polarizado de las universidades, el tiempo en que se era "facho" o "rojo", que casi no había matices y que había que definirse rápido y para siempre. "Nadie se preguntaba, como hoy, si le interesaba o no la política; era parte del ser universitario", dice Carolina Tohá, vicepresidenta de la Fech el 86.

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Ella formó una exitosa dupla ese año con Germán Quintana, presidente de la federación. Encabezaron el triunfo más grande del movimiento estudiantil de la época: la caída del rector designado José Luis Federici. La no violencia activa de la que hablaba en aquel tiempo el actual ministro de Mideplan había dado resultado. En los cines se estrenaba Gandhi, y la frase del líder indio –"Si nadie escucha tu llamada, camina solo, solo"– retumbaba místicamente en los oídos de Quintana y Tohá. "No queríamos más encapuchados en las manifestaciones. Eran un freno para nuestra lucha, jugaban en contra, mostraban una imagen negativa", recuerda Quintana. "Queremos alcanzar la paz por los caminos de la paz, ganar la paz sin hacer la guerra", decía otro dirigente estudiantil de esa época en que Silvio Rodríguez, Quilapayún y Sol y Lluvia fueron reemplazados por Los Prisioneros, GIT y Soda Stereo. El balazo que recibió en la cabeza la estudiante de música "Pachi" Santibáñez en medio de un carnaval con globos y cornetas, determinó la salida de Federici. LOS ESTUDIANTES MUERTOS Desde sus oficinas ven como el actual movimiento universitario se desgasta con sus demandas económicas. Solidarizan con ellos. Reclaman que el gobierno de la Concertación no ha podido solucionar el mismo problema por el que luchaban hace 15 años. Pero no se sienten identificados. Los ven distantes y débiles, con dirigentes poco carismáticos y de menor calidad. "Su demanda es tan justa que no amerita actuar encapuchados como bandidos. Nosotros, a cara descubierta, decíamos lo que teníamos que decir", comenta Andrés Lastra. Les critican la falta de unidad y profundidad en su rebeldía, elementos que los líderes de los 80 sienten que tenían de sobra. "Si nos daban media hora para conversar con el rector y llegar a un entendimiento, lo hacíamos. Andábamos buscando el diálogo", comenta Rengifo. Sin embargo, la muerte en Arica del estudiante Daniel Menco los golpeó de la peor manera. Se acordaron de Ronald Wood, Mario Martínez, Pato Manzano, Caupolicán Inostroza y de varios de sus compañeros muertos durante las protestas en los 80. "Morir por el crédito fiscal es la más vana de las muertes", dice Eduardo Abedrapo, dirigente de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile en los 80 y actual jefe de gabinete del ministro de Transportes. Hubieran apostado a que nunca más iba a ocurrir algo así y se impresionan con la frialdad con que la sociedad tomó la muerte de Menco. Después de todo, fueron los líderes que lucharon por la vuelta de la democracia, por el crédito fiscal, por el triunfo del No, y que terminaron la década preguntándose –como Micco– "¿qué voy a hacer ahora?". "La transición fue dolorosísima. Y no lo resolvimos bien, nos costó meternos en el código de la democracia, por eso nos replegamos", expresa. "Nos sacaron la cresta en el gobierno de Aylwin -dice Burotto-, no tuvimos ningún espacio".

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"La democracia tiene una deuda con mi generación. No ha habido un pase,nadie que nos haya dicho que nos integremos. Cada espacio ha sido conquistado con el mismo ímpetu que en la lucha contra la dictadura",alega Navarro. La mítica figura de Yerko Ljubetic, por ejemplo, que se paseaba por los campus de la Chile envuelto en una parka verde, se esconde hoy en una fría oficina de la Dirección del Trabajo. Para muchos es el gran ausente de este período. "A poco andar y diluida la euforia del plebiscito, gran parte de mi generación vivió un proceso de desajuste con el sistema. Hubo una sensación de frustración, que llevó a que mucha gente valiosa se sustrajera, permanente o transitoriamente", comenta. A LOS 30 Y TANTOS Los niños terribles de los 80, los que iban en una misma lista con el PC y se enfrentaban al tribunal de disciplina de su propio partido, debieron cederle el lugar a las anteriores generaciones ahogadas tras la llegada de Pinochet al poder. Mientras, los líderes universitarios cumplían 30 años, terminaban sus carreras, se casaban, tenían hijos, iban a estudiar afuera y desaparecían del mapa como si alguien hubiera barrido el piso. "El país le debe a esta generación buena parte de la rearticulación social y ciudadana que hubo para recuperar la democracia", señala Daniel Farcas, pero para muchos de ellos sólo se trata de un proceso natural. "A cada tiempo, su afán", dice Gonzalo Rovira. Rengifo critica que "ha habido cierta comodidad. Nuestro error político es que nos hemos refugiado en el Estado". De hecho, muchos de ellos ocupan hoy cargos técnicos en el gobierno y se juntan a tomar un café en el Tavelli del Drugstore o almuerzan en la Perla del Pacífico del Mercado Central. Se sienten el patrimonio moral de la Concertación y, aquellos que pertenecen a la DC, fueron los primeros en reconocer el triunfo de Lagos en las primarias. "Este grupo generacional difícilmente se va a desligar de la política. Los nombres volverán a aparecer", piensa Rovira. Intimamente, cada uno sabe que esa rebeldía que tenían de estudiantes le hace falta a la democracia... y a ellos mismos. EL PARÉNTESIS GREMIALISTA A dos meses del triunfo del No en el plebiscito del 5 de octubre de 1988,una federación -la Feuc- pasó por primera y única vez en las elecciones democráticas universitarias de los 80 a manos del gremialismo. Lo lograron los mismos dirigentes de la UDI que después se hicieron cargo de las más emblemáticas campañas de ese partido: Darío Paya y José Antonio Silva. El gremialismo era un movimiento fuerte en la mayoría de las Escuelas en la UC y obligaba a segundas vueltas en la Feuc, pero no podía derrotar a la DC. Silva, con apenas 20 años, había ganado a comienzos del 88 la presidencia de Derecho y comenzó a gestar su candidatura. Dejó de ir a clases y se dedicó por nueve meses a recorrer la universidad. Se anticipó al triunfo del No y al cambio de ánimo que habría en la gente. Luego del 5 de octubre ya no sería necesario votar contra el sistema en las elecciones universitarias, que hasta entonces habían sido el único medio de expresión democrático.

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Así sucedió. Sus oponentes, la Concertación y el PC, desconocieron el triunfo de Silva, de sólo 40 votos. El estuvo dispuesto a quebrar la Feuc y arremetió con una campaña comunicacional que empleó las mismas herramientas de sus adversarios: la denuncia. Se sometió a un arbitraje y finalmente fue reconocido como vencedor. Al año siguiente, la Feuc volvió a manos de la DC. Actualmente, José Antonio Silva (32 años, casado, dos hijos) es abogado de Carey y Compañía, continúa militando en la UDI -es el más joven de sus fundadores- y asesora esporádicamente la campaña presidencial de Joaquín Lavín. Tras conducir la Feuc obtuvo una beca y trabajó seis meses en el Senado en Estados Unidos. A su regreso fue pro secretario general de la UDI, para apoyar la precandidatura presidencial de Jovino Novoa. Luego se desligó de la actividad política, realizó un master en derecho en Harvard y trabajó como abogado en Wall Street. De regreso a Chile, se dedicó a su profesión, aunque colabora en lo político electoral. Fue jefe de campaña de la senatorial de Marco Cariola -su tío- y trabajó en las dos postulaciones parlamentarias de Carlos Bombal. __________________________________________

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