Los Terrenos

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“Los Terrenos” Un cuento de Marcelo Birmajer El rey Sarandalio le había regalado a Romo, para su cumpleaños número trece, unos terrenos en un pequeño reino lejano, llamado el Fiordo, un territorio agreste junto al mar. Diez años más tarde, Romo le pidió a Merlín que lo acompañara a conocerlos. El viaje tardó dos días y dos noches; y Romo se entretenía pensando en el uso que daría a sus tierras: las haría trabajar y lograría que los campesinos vivieran con holgura y en paz, invitaría a los mejores pescadores a poblar sus costas y los recompensaría como nunca antes. Pensaba, en la modesta escala de sus posibilidades, en un mundo distinto y mejor. Al llegar al Fiordo, Merlín y Romo se dirigieron a las tierras del príncipe, perfectamente señalizadas en el mapa, y se encontraron con una desagradable sorpresa. Romo sabía que su padre había mandado arar los campos y sembrado una buena cantidad de árboles: pero ahora se encontraba con una tierra yerma, vallada y sin árboles. Un hombre de sesenta años,seguido por un grupo de catorce mercenarios,les salió al paso al príncipe y al mago. _¿Qué buscan aquí? Esto es propiedad privada _dijo el desconocido. _Por supuesto que es propiedad privada _respondió Romo con calma _. Mi propiedad privada,precisamente.Y me extraña mucho verla en estas condiciones. _Y quién eres tú, mocoso insolente, que llamas de tu propiedad a estas tierras de las que mi familia ha sido dueña por más de cien años? _Pues ocurre que soy el príncipe Romo, el hijo del difunto rey Sarandalio, y mi padre compró a muy buen precio estas tierras para mí. Sé que las pagó diez veces más de lo que valían, y que tu familia las vendió de muy buen grado. No fueron obligados a vender, y festejaron con vino y antorchas el negocio. El hombre soltó una sórdida carcajada y mostró un diente de oro. Tenía el largo pelo negro atado en una cola de caballo. _Todo lo que dices es cierto, menos que esta tierra es tuya. Es cierto que tu padre la compró. Yo mismo se la vendí. Pero en cuanto supe que había muerto, descubrí que para mí el dinero no significa nada. ¿Cómo puedo vender esta tierra por unos miserables doblones? _No fueron miserables doblones _lo interrumpió Romo_. Precisamente debido a que

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Marcelo Birmajer

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“Los Terrenos”Un cuento de Marcelo Birmajer

El rey Sarandalio le había regalado a Romo, para su cumpleaños número trece, unos terrenos en un pequeño reino lejano, llamado el Fiordo, un territorio agreste junto al mar.Diez años más tarde, Romo le pidió a Merlín que lo acompañara a conocerlos.El viaje tardó dos días y dos noches; y Romo se entretenía pensando en el uso que daría a sus tierras: las haría trabajar y lograría que los campesinos vivieran con holgura y en paz, invitaría a los mejores pescadores a poblar sus costas y los recompensaría como nunca antes.Pensaba, en la modesta escala de sus posibilidades, en un mundo distinto y mejor.

Al llegar al Fiordo, Merlín y Romo se dirigieron a las tierras del príncipe, perfectamente señalizadas en el mapa, y se encontraron con una desagradable sorpresa.Romo sabía que su padre había mandado arar los campos y sembrado una buena cantidad de árboles: pero ahora se encontraba con una tierra yerma, vallada y sin árboles.Un hombre de sesenta años,seguido por un grupo de catorce mercenarios,les salió al paso al príncipe y al mago.

_¿Qué buscan aquí? Esto es propiedad privada _dijo el desconocido.

_Por supuesto que es propiedad privada _respondió Romo con calma _. Mi propiedad privada,precisamente.Y me extraña mucho verla en estas condiciones.

_Y quién eres tú, mocoso insolente, que llamas de tu propiedad a estas tierras de las que mi familia ha sido dueña por más de cien años?

_Pues ocurre que soy el príncipe Romo, el hijo del difunto rey Sarandalio, y mi padre compró a muy buen precio estas tierras para mí.Sé que las pagó diez veces más de lo que valían, y que tu familia las vendió de muy buen grado. No fueron obligados a vender, y festejaron con vino y antorchas el negocio.El hombre soltó una sórdida carcajada y mostró un diente de oro.Tenía el largo pelo negro atado en una cola de caballo.

_Todo lo que dices es cierto, menos que esta tierra es tuya.Es cierto que tu padre la compró.Yo mismo se la vendí.Pero en cuanto supe que había muerto, descubrí que para mí el dinero no significa nada.¿Cómo puedo vender esta tierra por unos miserables doblones?_No fueron miserables doblones _lo interrumpió Romo_. Precisamente debido a que ustedes hablaron tanto del valor sentimental de este terruño, mi padre, con vuestro consentimiento, la pagó diez veces más de lo que valía._Y cien veces más lo pudo haber pagado _replicó el hombre_. Pero el dinero NO me importa. Yo quiero mi tierra.Somos dos culturas distintas: para ustedes el dinero es fundamental, mientras que en el Fiordo la tierra vale más que el dinero.

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Romo llevó imperceptiblemente la mano a la empuñadura de la espada, y la mirada hacia Merlín.Fue el mago quien contestó al hombre:_Eres un hombre muy curioso_dijo Merlín.Cuando pides dinero, te resulta fundamental y pides mucho.Eres capaz de cotizar tu tierra y pedir por ella diez veces más de lo que vale.Y luego de que te lo gastas, consideras que el dinero NO tiene IMPORTANCIA.Es realmente un pensamiento muy curioso. Permíteme decirte que eso NO es otra cultura, sino mera villanía.No es que NO te importe el dinero, lo que NO te importa es cómo lo consigues.

El hombre del diente de oro también llevaba barba de días. Pese a su aspecto descuidado-sus ropas, aunque de buena confección, estaban sucias-,a medida que hablaba demostraba un perfecto manejo del idioma. No dejaba de echar miradas furtivas a sus catorce mercenarios, como para mantenerlos advertidos frente a cualquier emergencia.

_Te equivocas_ le dijo el hombre a Merlín_.Este rey Sarandalio del que me hablas nunca me entendió. Aunque habláramos el mismo idioma, decíamos cosas distintas.Nuestros conceptos y modos de ver la vida son tan distintos que nunca podremos entendernos.

_Nuevamente tu razonamiento es de lo más curioso _dijo Merlín_.Cuando firmaste el contrato, lo leíste y releíste veinte veces, y NO pusiste tu firma hasta que se te pagó el dinero doblón por doblón.¿Cómo puede ser que comprendas todo igual que el rey Sarandalio antes de que te pague, y dejes de comprenderlo cuando ya has embolsado el dinero y debes cumplir con tus obligaciones?A ti te conviene desconocer tus obligaciones, y eso es todo.Si en lugar de venir a reclamarte lo que es nuestro, viniéramos con nuestro contrato a explicarte que por cualquier motivo aún te adeudamos doblones, verías las cosas idénticas a como las vemos nosotros.Cuando pides, perteneces a nuestra misma cultura; pero cuando debes cumplir, perteneces a otra.

Merlín hizo una pausa._Y si mandas a tus mercenarios contra nosotros, como veo que estás pensando_continuó_, puedo asegurarte que la sangre que saldrá de uno u otro cuerpo será humana, igual,y que de la muerte nadie vuelve, sea de una u otra cultura.

_Ya lo comprobaremos_dijo el hombre haciendo una seña de ataque a sus mercenarios.Pero antes de que pudieran siquiera rozar con los dedos las empuñaduras de sus espadas, Merlín alzó su mano al cielo y el cielo pareció darle la razón.Un tumulto de nubes grises encapotaron el firmamento y un remolino celestial se formó en las alturas: de su centro, emergió un rayo poderoso, cayó sobre los mercenarios y los convirtió en árboles._Cuando realmente ocurren cosas que NO entendemos_ le dijo Merlín al lívido hombre del pelo atado en cola de caballo_, puedo asegurarte que están más allá de los conocimientos humanos.Y permitieron al hombre salir corriendo, y nunca volvieron a saber de él.

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Un mes más tarde, los mercenarios convertidos en árboles volvieron a recobrar su apariencia humana y su alma, y debieron plantar catorce árboles en su reemplazo.Romo inició con entusiasmo el arrendamiento de su tierra.Contrató a los mejores campesinos y a los más eximios pescadores.Les dio libertad e igualdad en el uso y distribución de su trabajo y sus ganancias.Pero hete aquí que Romo vino a descubrir que por muy eficientes que sean los hombres en el usufructo de la naturaleza, NO necesariamente lo son en el arte de la convivencia.Y los campesinos se pelearon con los pescadores, y se armaron dos grupos de pescadores: los que proponían amigarse con los campesinos y los que proponían separarse del todo de ellos.Y entre los campesinos surgieron aquellos que proponían subdividir la tierra en parcelas para cada uno,y los que aconsejaban ahorrar entre todos para comprar tierras propias en lugar de trabajar las de Romo.Lo que ocurrió finalmente fue que tooodos se pelearon con TODOS,y cada cual marchó por un rumbo diferente, y todo lo que quedó del sueño de Romo fueron los catorce árboles que habían plantado los mercenarios.

F I N!

“Los Terrenos”del Libro: “Los Caballeros de la Rama” de Marcelo Birmajer