LOS VEDAS

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LOS VEDAS

Anteriores a los primeros Upanishads tenemos en la India la creación de los Vedas, visiones poéticas y espirituales en las que la imaginación humana ve

primero a los dioses y los expresa en creación poética, y después va avanzando hacia unidades más intensamente poéticas y espirituales hasta llegar al

Brahmán único de los Upanishads, unidad suprema como la del Dios uno de Moisés, del Cristianismo y de la religión islámica. En los Vedas encontramos el nacimiento de la penetración interior. En los Upanishads, el esplendor de esta

visión interna.

En los Vedas (En Sánscrito: el "Conocimiento"), compuestos mucho antes de que la escritura llegara a la India y antes de que los gramáticos pudieran analizar el lenguaje, veremos a los hombres vigilando el mundo exterior,

maravillados y gozosos. Sienten vivir y rezan por vencer en la vida. Atisban la belleza y de aurora y la gloria del sol; sienten que fuego y aire, las aguas y los

vientos, son como poderes vivientes; por ello les ofrecen el fuego del sacrificio. Su vida pende de la naturaleza y saben que entre ella y ellos no hay barrera

invencible.

El hombre ama a la hermosa creación y siente que su amor no puede menos de ser correspondido con más grande amor. Y en el Rig Veda, canta a Varuna, el

Dios que ama y perdona:

Estas palabras de gloria al Dios que es luz, serán palabras supremas entre las cosas que son grandes. Glorifico a Varuna todopoderoso, Dios que es

amante de quien lo adora.

Te alabamos con nuestros pensamientos, Oh Dios. Te alabamos como el sol te alaba en la mañana; ¿Que logremos el gozo de ser tus servidores!

Tennos bajo tu protección. Perdona nuestros pecados y danos tu amor.

Dios hizo correr los ríos; lo hacen sin tedio y sin cesar; fluyen velozmente como los pájaros en el aire.

Pueda la corriente de mi vida confundirse en el río de la virtud. Afloja los

lazos del pecado que me oprimen. No sea roto el hilo de mi canción mientras canto; no sea interrumpido mi trabajo antes de su culminación. Aleja todo temor de mí, Oh Señor. Por tu gracia, recíbeme en tí, Oh Rey.

Corta los lazos de las aflicciones que me atan; no soy capaz ni aun de abrir mis párpados sin tu ayuda.

Puedan no dañarnos las terribles armas que hieren al pecador. No

permitas que pasemos de la luz a las tinieblas. Cantaremos tus alabanzas, Oh Dios todopoderoso. Hoy y para siempre cantaremos en tu loor, en la

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misma forma como fueron los cantos antiguos. Porque tus leyes son inmutables, Oh Dios; son firmes como las montañas. Perdona las

transgresiones que pueda haber cometido. Muchas mañanas quedan por amanecer sobre nosotros; ¡Permítenos cruzarlas todas, Oh Dios!

Rig Veda 11.28 1.9

A veces, el profeta de los Vedas tiene la conciencia de la transgresión de una ley espiritual; ha sido un pecado de ignorancia o de flaqueza, o bien un pecado de mala voluntad. En arrepentimiento, pide perdón y tiene fe en que el amor perdona los pecados:

El ha colocado aparte el cielo y la tierra. Pone en movimiento el sol y las estrellas y despliega nuestra tierra ante ellas. Su grandeza dio sabiduría a los hijos de los hombres. Y hablo con mi propio corazón y pregunto ¿cómo tendré comunión con mi Dios? ¿Qué ofrendas me aceptará sin enfado? ¿Cuándo, con alegre corazón encontraré su merced? Pregunto a otros porque quisiera, resignado, conocer mis pecados: Busco al sabio y lo interrogo. Y el sabio me da una respuesta: Varuna, Dios, está enojado contigo. ¿ Qué ha sido, Oh mi Dios, mi transgresión ? ¿Por qué querrías tú dar muerte a tu amigo que te canta alabanzas? Dímelo, Oh Dios todopoderoso; que purificado de pecado pueda correr hacia tí en adoración. Desliga de nosotros los pecados de nuestros padres. Perdónanos nuestros propios pecados, Oh Señor. No fue mi voluntad, fue una ilusión. Fue descuidadamente, por ira o por vino. El más fuerte está cerca para guiar hacia el mal camino al más débil. Aun el sueño puede llevar a los hombres a pecar. Pueda yo servir a mi Dios, el todo misericordioso. Pueda servir libre de pecado, a mi celoso Dios. Nuestro Dios da sabiduría al sencillo y guía al sabio por el camino del bien. Pueda mi canto de alabanza llegar hasta tí, Oh Varuna. Pueda esta canción de elogio morar en tu corazón. Pueda ser el bien con nuestro reposo y nuestra labor. Puedan tus bendiciones ser con nosotros para siempre jamás. Rig Veda VII 86

En los Vedas tenemos la aurora de la visión espiritual, los primeros destellos

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del pensamiento humano. En el sublime Canto de la Creación esos libros exponen con profundidad el principio de las cosas:

No era entonces lo que es ni lo que no es. No había firmamento y no había cielo más allá del firmamento. ¿Qué poder había? ¿Dónde? ¿Quién era ese poder? ¿Había un abismo de aguas insondables? No había ni la muerte ni lo inmortal, entonces. No había señales de la noche ni del día. El UNO alentaba por su propio poder, en paz profunda. Solo el UNO era; nada más allá era. Lo negro en las tinieblas se ocultaba. El todo era intangible e informe. Allí, en las tinieblas, con el fuego del fervor surge el UNO. Y en el UNO surge el amor. Amor, el primer germen del alma. Dentro de sí los sabios vieron esa verdad en sus corazones. Investigando con sabiduría en su corazón, los sabios hallaron el lazo de unión entre lo creado y lo increado. ¿Quién lo sabe en verdad? ¿Quién puede decirnos de dónde y cómo surgió este Universo? Los dioses son posteriores a este comienzo. ¿Quién conoce por lo tanto de dónde viene esta creación? Solamente ese dios que ve desde el cielo más elevado; sólo él sabe de dónde viene este universo, y si fue hecho o es increado. El solamente "lo sabe. 0 tal vez él no lo sabe Rig Veda, X 129

En el último verso de este poema, tenemos el principio del inquirir filosófico: el poeta de los Vedas vio que para el progreso de la mente, se necesita la duda y la fe. Los tiempos de los Vedas fueron tiempos de acción, y de todas las acciones humanas, el sacrificio a los dioses fue la más importante. Ella fue un sacrificio material, como las afrendas a Dios en el Nuevo Testamento; pero hay una tendencia de ir del mundo de la materia al mundo de la mente. Los Vedas ponen énfasis en el mundo externo, el mundo de acción de lo Inmanente a diferencia de los Upanishads posteriores que enfatizan el mundo interno, el mundo del conocimiento del Espíritu Trascendente.

Introducción con extractos de Juan Mascaró

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Los Vedas, son los libros más sagrados y antiguos de hinduismo a la vez que la más vieja literatura de la India, y representan el pensamiento y la actividad religiosos de los indo-arios del Indo que penetraron en el Sur Asia hacia el segundo milenio A.C., aunque probablemente también reflejan la vida de la gente indígena del área. Los textos de Védicos se cree se pueden fechar probablemente entre de 1500 y de 500 A.C.. Esta literatura fue preservada por siglos por tradición oral, en la cual fueron confiadas a familias determinadas, porciones del texto para su preservación. Consecuentemente, algunas de las partes de los textos son sabidas por los nombres de las familias a las que fueron asignadas. Amnaia, Nigama y Sruti: Los Vedas son también conocidos como Amnaia, que significa lo que se aprende por repetición y reflexión; Nigama denota los textos transmitidos desde tiempos inmemoriales; Sruti significa conocimiento revelado, escuchado por el discípulo, comunicado oralmente por el maestro. Los Vedas se consideran libros canónicos de revelación; son los únicos libros que se consideran verdaderamente revelados, el resto son elaboraciones de los brahmanes a partir de los Vedas. Según la tradición, el Sabio Vyasa, compiló y estructuró los escritos en cuatro colecciones:

Rigveda que contiene cantos épicos, oraciones a las divinidades, formas de devoción, mitología y culto.

Yajurveda, formulismos rituales, esoterismos, mantras, ceremonias y ritos sacerdotales.

Atharvaveda: ritos mágicos y exorcismos.

Cada Veda consta de dos partes: 1) Mantra, que consiste en himnos, palabras de oración y adoración, oraciones por la salud, larga vida, prosperidad. 2) Brahmana, dedicado a los rituales ejecutados por los brahmanes, explicación de las leyendas, etc. Muchas de las deidades objeto de sacrificio, fueron identificadas o asociadas a los objetos naturales de fuerzas naturales, tales como el fuego, el agua, y el viento. Entre las más importante estaban Indra (trueno, guerra, y quizás creador), Varuna (guarda del orden cósmico y de la ley moral), Agni (fuego, luz), y Soma (un líquido usado en el sacrificio). La forma y las funciones de un dios, sin embargo, no fueron distinguidas claramente de las de otros y, mientras progresó el período de Vedico, no hay una intención clara de conversión del politeísmo al monoteísmo. La relación de los Vedas con el Hisduismo de siglos posteriores es compleja y no está muy bien entendida. El Vedas se conserva en la manera tradicional en ciertas partes de la India, y la tendencia general es contemplarlo como

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expresión del genio, pensamiento y aspiración hindúes. Los orígenes de los dioses hindúes principales - Shiva y Vishnu - se encuentran entre las deidades de menor importancia del Vedas. El sacrificio en cambió, muy importante en la tradición, casi ha desaparecido en la India en su forma Védica y ha quedado reducido a diversos ritos. Y la analogía central al ritual de Védico, de las acciones en la tierra y los acontecimientos en los cielos, es substituida en el Hinduismo por la meta de la liberación de acciones en la tierra, a partir de la vida de un individuo mismo. Los conceptos de Karma y de la transmigración de las almas no se encuentran en la recopilación Védica, y no aparecen hasta los Upanishads. La cosmovisión, que se encuentra expresada en estas composiciones, lleva la marca de la forma de pensamiento mítico mágico, que se puede descubrir aun hoy día entre los pueblos llamados primitivos. El significado único que tiene el Veda para la historia del espíritu humano radica en que aquí encuentran su expresión literaria representaciones que se han perdido en otros pueblos, por cuanto no fueron fijados y, por eso, no fueron integrados en la tradición. Característico de este pensamiento es que la división, que hoy día nos parece obvia, entre animado e inanimado, personas y cosas, sustancias y cualidades, espíritu y materia, abstracto y concreto, no existe para ese pensamiento, ya que la conexión de lo que acaece es concebida de la forma con que puede ser identificada con la nuestra actual. Es por lo demás natural que una situación tal haya existido en el comienzo de toda evolución filosófica: cuando el hombre en el curso de su larga historia llegó al punto de dedicarse a la reflexión sobre la naturaleza del mundo, lo inmediato fue explicarse la realidad vivida por él según la analogía de sí mismo. Todo lo que ejercía algún efecto sobre él, lo consideraba por esa razón como algo material: las fuerzas y pasiones que moran en él, pero que también pueden abandonarlo, son sustancias que penetran y salen de su cuerpo, las direcciones del espacio y las estaciones del año, los cantos y los actos del sacrificio, la vida y la muerte tienen, todos ellos, una existencia independiente de él, son realidades autónomas, como él mismo. Así como los niños en los primeros años de vida no tienen todavía ningún conocimiento claro acerca de lo que en el mundo que los rodea tiene una voluntad independiente, así también en esta etapa las representaciones de animado e inanimado se confunden entre sí: la casa, las armas, el tambor de guerra son por tal razón considerados como seres personales, en los que uno puede influir mediante la palabra, como si se tratara de una extensión del lenguaje de los humanos. Así su concepción de la causalidad está dominada completamente por ideas mágicas, que le ofrecen una explicación de lo que sucede en el mundo material, así como del incomprensible gobierno del destino y de todos los acontecimientos que él no llega a comprender. En vista de que a la época védica le faltó la necesidad de una fijación sistemática de la imagen del mundo, nosotros podemos reconstruir esa imagen sólo de las observaciones incidentales

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que aparecen en los himnos, que son la producción del pensamiento de poetas separados entre sí por siglos. Por ello no se puede esperar una aplicación constante y coherente del pensamiento antes indicado; muchas preguntas, que nosotros plantearíamos a los pensadores de aquella época, no habrían entrado todavía en su horizonte y las contradicciones que se nos presentan hoy en su imagen del mundo no fueron sentidas como tales por ellos. En muchos himnos el rito es celebrado como el principio cósmico más alto, del cual dependen los dioses. En otros es designado como el medio con cuya ayuda los dioses Varuna y Mitra mantienen en orden al mundo. Aquí se vislumbra ya el germen las dos grandes concepciones que combaten entre sí en toda la filosofía ulterior: la opinión de que el mundo es regido por una ley impersonal, a la que también los dioses obedecen (Budismo, Jainismo, Mimansa, Sánkhya clásico) y la concepción de que un ser personal dirige el proceso del mundo mediante una ley que proviene de él. El más grandioso de los himnos que se ocupan de la creación del mundo, es el célebre himno 10.129 del Rigveda, ciertamente la producción madura de un gran poeta de época tardía. Aquí se expone que, antes de que existiesen el ser y el no ser, sólo existía el Uno, que por su propia fuerza respiraba sin aire en medio de un vacío indeterminado que lo envolvía. En este Uno surge mediante un proceso de calor, (tapas, es decir la "meditación" del asceta de época ulterior que se absorbe en su pensamiento) el deseo amoroso (kama); éste tiene como consecuencia la división del Uno en un principio masculino y femenino, con cuyo acoplamiento surge el mundo de la multiplicidad. En las estrofas finales el poeta expresa la opinión de que nadie puede decir algo acerca de la creación de los seres individuales (visrishti), incluso los dioses no sabrían decirlo, ya que ellos mismos surgieron gracias a esa creación; el guardián (adbyaksha) que mora en el más alto cielo sería el único que podría saber sobre la creación individual, pero tal vez él tampoco sabe. En otro himno tardío (Rv. 10.90) se pone en relación con el sacrificio, el antiguo mito de Ymir sobre el gigante primordial, de cuyos miembros surgen las partes constitutivas del mundo, los animales, los hombres y los dioses. Mientras que tres cuartas partes del "purusha" (lit. el hombre primordial) permanecen en el cielo como lo inmortal, una cuarta parte se transforma en el mundo. Luego, en una forma contradictoria para nuestros conceptos, se describe cómo los dioses ofrecen al purusha como sacrificio en honor del purusha, y cómo del purusha muerto como animal sacrificatorio surgen los himnos y fórmulas del Veda, los animales, las castas de los hombres y los dioses del universo así como la atmósfera, el cielo, la tierra y las regiones del espacio. La idea básica de este himno anticipa un pensamiento que siempre renovado ha ocupado a la metafísica india en todo el curso ulterior del tiempo: la divinidad, que es una y que existe verdaderamente, es al mismo tiempo trascendente al mundo e inmanente en él; el mundo, por su lado, con todo lo que existe en él, es una

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transformación del Uno eterno. EPOCA MíSTICA DEL SACRIFICIO Mientras que la mayor parte del Rigveda parece pertenecer todavía a la época en que los arios, que habían inmigrado a la India a través de los desfiladeros montañosos del noroeste, estaban establecidos aún en la cuenca del Indo, los himnos del último de los diez libros del Rigveda, la mayoría de los himnos mágicos del Atharveda y las fórmulas sacrificiales del Yajurveda nos llevan a un período en el cual los arios extienden su soberanía hacia el este y se establecen, como una capa de señores de casta alta, en medio de una población de otra raza, esclavizada por ellos. En la época de los textos de los Brahmanas, la sede principal de las tribus arias es la planicie fértil y calurosa del Ganges, y aquí se desarrolló aquel peculiar sistema religioso-social, que se caracteriza por la estructura de las castas y por la primacía, fundada en esa estructura, de la privilegiada y hereditaria clase de los brahmanas. La posición de monopolio, que reclaman los brahmanes, en lo que se refiere a la vida religiosa y, con ello asimismo, en lo que se refiere a la vida del culto y a la vida espiritual, se expresa, en la forma más nítida, en la literatura que nos ha llegado de aquella época. Se trata exclusivamente de una literatura ritualista, de textos que tienen que ver con la ciencia sagrada del sacrificio, como lo indica su nombre "Bráhmana". En estas obras los sacrificios, que los sacerdotes debían realizar, son descritos con todo detalle, pero al mismo tiempo también se les estudia en su significado simbólico. En otros es designado como el medio con cuya ayuda se obtendrá la recompensa que cabe esperar con su ejecución. Ahora no son los dioses, sino el sacrificio, lo que constituye el punto central del pensamiento religioso. El sacrificio se ha convertido ahora, de un medio para conseguir un determinado fin, en el fin de sí mismo. Ha sobrepasado tan completamente su destinación originaria que está ubicado en el centro de toda especulación religiosa y de toda actividad religiosa, de modo que los dioses han sido degradados y convertidos en fuerzas sobrenaturales de las cuales se sirve el sacerdote, que domina la ciencia del sacrificio, para alcanzar los fines más variados. La creencia en el poder del sacrificio va tan lejos que el "Brahmana de los cien caminos" afirma incluso (2, 3, 1, 5):"El sol no saldría, si el sacerdote no ofreciese en la madrugada el sacrificio del fuego". Con todo son los Brahmanas una fuente importante para la prehistoria del pensamiento metafísico en la India. Pues en ellos se experimenta la cosmovisión de la época de los himnos su consecuente desarrollo en el sentido de una abstracción y síntesis cada vez mayor.

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Es cierto que aquí no se da todavía ningún sistema propiamente dicho, y las ideas individuales coexisten unas al lado de las otras sin una conexión visible, pero con todo aparece en estos voluminosos textos de sutil mística sacrificio, una cierta rudimentaria habilidad con miras a la expresión, lo que debe ser considerado como una lejana anticipación de las exposiciones bien pensadas y coherentes en sí de época ulterior. La concepción de la época de los himnos, de que en el mundo actúan conjuntamente una pluralidad de sustancias vivas que no pueden ser ya analizadas, constituye la base de la imagen del mundo de los Brahmanas. El número de las sustancias que son mencionadas, es mucho más grande que en la época más antigua, ya que el ritual, que se ha complicado ilimitadamente, ha agregado numerosas hipóstasis tomadas del dominio de lo sagrado: utensilios del sacrificio, metros de versos, procedimientos que tienen significado en el marco del sacrificio aparecen como fuerzas de la existencia, que llenan el mundo, frecuentemente dotadas de forma personificada.

SOLO UNO:

No era entonces lo que es ni lo que no es. No había firmamento y no había cielo

más allá del firmamento. ¿Qué poder había? ¿Dónde? ¿Quién era ese poder?

¿Había un abismo de aguas insondables?

No había ni la muerte ni lo inmortal, entonces. No había señales de la noche ni

del día. El UNO alentaba por su propio poder, en paz profunda. Solo el UNO

era; nada más allá era. Lo negro en las tinieblas se ocultaba. El todo era

intangible e informe. Allí, en las tinieblas, con el fuego del fervor surge el UNO.

Y en el UNO surge el amor. Amor, el primer germen del alma. Dentro de sí los

sabios vieron esa verdad en sus corazones. Investigando con sabiduría en su

corazón, los sabios hallaron el lazo de unión entre lo creado y lo increado.

¿Quién lo sabe en verdad? ¿Quién puede decirnos de dónde y cómo surgió este

Universo? Los dioses son posteriores a este comienzo. ¿Quién conoce por lo

tanto de dónde viene esta creación? Solamente ese dios que ve desde el cielo

más elevado; sólo él sabe de dónde viene este universo, y si fue hecho o es

increado.

El solamente lo sabe. 0 tal vez él no lo sabe.

Rig Veda, X 129

GLORIA AL DIOS QUE ES LUZ.

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Estas palabras de gloria al Dios que es luz, serán palabras supremas entre las

cosas que son grandes. Glorifico a Varuna todopoderoso, Dios que es amante de

quien lo adora.

Te alabamos con nuestros pensamientos, Oh Dios. Te alabamos como el sol te

alaba en la mañana; ¡Que logremos el gozo de ser tus servidores! Tennos bajo tu

protección. Perdona nuestros pecados y danos tu amor.

Dios hizo correr los ríos; lo hacen sin tedio y sin cesar; fluyen velozmente como

los pájaros en el aire.

Pueda la corriente de mi vida confundirse en el río de la virtud. Afloja los lazos

del pecado que me oprimen. No sea roto el hilo de mi canción mientras canto;

no sea interrumpido mi trabajo antes de su culminación. Aleja todo temor de

mí, Oh Señor. Por tu gracia, recíbeme en tí, Oh Rey. Corta los lazos de las

aflicciones que me atan; no soy capaz ni aun de abrir mis párpados sin tu

ayuda.

Puedan no dañarnos las terribles armas que hieren al pecador. No permitas que

pasemos de la luz a las tinieblas. Cantaremos tus alabanzas, Oh Dios

todopoderoso. Hoy y para siempre cantaremos en tu loor, en la misma forma

como fueron los cantos antiguos. Porque tus leyes son inmutables, Oh Dios; son

firmes como las montañas. Perdona las transgresiones que pueda haber

cometido. Muchas mañanas quedan por amanecer sobre nosotros; ¡Permítenos

cruzarlas todas, Oh Dios!

Rig Veda 11.28 1.9

PLEGARIA DE LOS FUNERALES (Fragmento del Atharva Veda)

¡Sé para él, oh tierra, sueva y sin espinas, sé su reposo, ofrécele tu

refugio, oh espaciosa!

Te depositamos no en la estrechez de la tierra, sino en un vasto dominio. Las

poblaciones que hiciste durante tu vida ahora hacen correr miel para ti.

Mi pensamiento llama a tu pensamiento: ¡Entra feliz en tu nueva morada, únete

a los Padres y a Yama y que los vientos soplen para ti bienhechores y propicios!

¡Que de tu alma y tu aliento, de tus miembros y tu savia, que de tu cuerpo en

fin, nada permanezca aquí!

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¡Que el árbol y la Tierra poderosa y divina no te opriman!¡Que encuentres tu

lugar entre los Padres y vivas feliz entre los que gobierna Yama!

¡Que aquel de tus miembros que se haya perdido, y tu aliento exterior y tu

aliento interior que el viento se haya llevado, los reintegren a ti, uno a uno, los

Padres que habitarán contigo!

Los vivientes han echado a este hombre de la casa. ¡Llevadlo fuera, lejos del

pueblo! Fue la muerte, la hábil mensajera de Yama, la que encaminó su aliento

vital hacia los Padres.

“Doy este lugar de reposo al hombre que ha llegado y me pertenece”, dice el

sabio Yama: “que comparta mis riquezas”.

Aún ves, pero en adelante no verás más el sol que está en el cielo. ¡Oh Tierra,

cúbrelo con el embozo de tu manto como hace una madre con su hijo!

Esta vez última, aún en la vejez como una mujer con su marido, cúbrelo, oh

Tierra, con tu vestido.