Los Virreinatos

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El libro recoge las conferencias del ciclo Desdela Memoria, dedicado en esta ocasión a losVirreinatos, en conmemoración del bicentena-rio de la independencia de la América Latina.

Historiadores de la Ciencia analizan el desarrollocientífico y de las instituciones dedicadas a sucultivo en Hispanoamérica y en España duranteel periodo colonial.

Esperamos contribuir a la difusión de un temano demasiado conocido ni por el público, nipor los especialistas.

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D E S D E L A M E M O R I A

Los Virreinatos

HISTORIA, MEDICINA Y CIENCIAEN TIEMPO DE...

Este libro es el resultado del ciclo de conferencias que, con el mismo título,organizó la Fundación de Ciencias de la Salud, en marzo de 2011, bajo la

dirección de Javier Puerto.

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Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sancionesestablecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,electrónico o mecánico, comprendidas la reprografía y el tratamiento informático.

© 2012 Fundación de Ciencias de la Salud y© Los autores: M. Frías Núñez, A. Gomis Blanco, A. González Bueno, M.L. López Terrada,

M. Lucena Giraldo, C. Naranjo Orovio, G. Olagüe de Ros, M.Á. Puig-Samper

Fundación de Ciencias de la SaludC/ Severo Ochoa, 2. Parque Tecnológico de Madrid. 28760 Tres Cantos (Madrid).Tel.: +34 91 353 01 50. Fax: +34 91 350 54 20email: [email protected] web: www.fcs.es

Coordinación editorial: Carmen Boto Rodríguez

Edición: Ergon. C/ Arboleda, 1. 28221 Majadahonda (Madrid)ISBN: 978-84-15351-07-8

Imagen de portada: D. José de la Serna y Martínez de Hinojosa (1770-1832), último virrey de Perú

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Autores

Marcelo Frías NúñezProfesor Titular. Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación,Universidad Carlos III de Madrid

Alberto Gomis BlancoCatedrático de Historia de la Ciencia. Universidad de Alcalá de Henares

Antonio González BuenoProfesor Titular. Facultad de Farmacia. Universidad Complutense de Madrid

María Luz López TerradaInvestigadora científica. Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia“López Piñero”. Universidad de Valencia, CSIC

Manuel Lucena GiraldoInvestigador científico. Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC

Consuelo Naranjo OrovioProfesora de Investigación y Directora del Instituto de Historia del Centro deCiencias Humanas y Sociales, CSIC

Guillermo Olagüe de RosCatedrático de Historia de la Ciencia. Universidad de Granada

Miguel Ángel Puig-SamperProfesor de Investigación y Director del Departamento de Publicaciones, CSIC

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Indice

Introducción J. Puerto

I. Ciencia y sanidad en la Colombia y el México colonialesCiencia y medicina en la Nueva GranadaM. Frías NúñezBotánica, medicina y minería en la Nueva España ilustradaM.Á. Puig-Samper

II. Instituciones y fármacosLas primeras plantas medicinales americanas conocidas en EuropaM.L. López TerradaSanidad y Ciencia en el Perú colonialA. González Bueno

III. Viajeros y científicosExpediciones y ciencia en el Caribe insular, siglos XVIII y XIXC. Naranjo OrovioEn el borde de Occidente. Viajes y expediciones a la AmazoníaM. Lucena Giraldo

IV. Balances provisionales Las enfermedades viajerasG. Olagüe de RosAlimentos, medicamentos y otros productos viajerosA. Gomis Blanco

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Desde el año 2010 vienen celebrándose conmemoraciones de la inde-pendencia de España en la mayoría de los países latinoamericanos, variasde las cuales han tenido resonancia en nuestro país.

A muchos españoles de mi generación nos educaron, en principio,en la creencia católica de nuestros padres y luego nos educamos por nues-tra cuenta en el materialismo histórico de nuestros amigos y maestros.Ambos conducen, ineludiblemente, al sentimiento de culpa. La primerapor su basamento judaico; la segunda a causa de lo mismo y del afán per-manente de autocrítica.

Desde esa posición sentimental, los intelectuales españoles acaso sea-mos los más proclives del universo a aceptar las leyendas negras sobrenuestro devenir histórico. Quienes tan críticos somos con casi todo,ese asunto lo asumimos, en muchas ocasiones, de forma absolutamenteacrítica.

Las sucesivas revisiones de la Historia, los procesos de memoria his-tórica, además de caer en vicios intolerables para cualquier aprendiz dehistoriador, como el presentismo, se convierten, casi siempre, en un ajustede cuentas con compatriotas de otras ideologías o practicantes de dife-

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Introducción

Javier Puerto

Introducción

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rentes metodologías científicas, adobados con una porción de lanzadasal toro muerto, que no sirven sino para enconar los rencores.

Los españoles, neutrales en todas las confrontaciones internacionalesdesde la Guerra de la Independencia hasta la del Golfo, consideramosinaceptable cualquier confrontación bélica, eso sí, siempre que no seacivil.

Por varias de estas consideraciones, hemos preferido organizar esteciclo de conferencias sobre algo todavía desgraciadamente muy desco-nocido: la actividad científica de los españoles y de los criollos duranteel tiempo de la colonia; un tema muy familiar para los conferenciantesy lamentablemente casi ignorado por el público en general y la mayo-ría de los historiadores.

Hace unas semanas recibí un libro del Instituto de España. En elmismo se hacía un recorrido metodológico por los practicantes de la His-toria en nuestro país y, aparte de los de la Ciencia, no creo que dejarafuera a ningún otro.

En la actualidad, los movimientos autodenominados bolivarianos sehacen eco de una leyenda negra que habla de pueblos idílicos, masa-crados por feroces españoles. Los pueblos no eran idílicos y los españo-les sí eran feroces en su mayoría, pero el imperialismo español, situadoen su época, desde mi perspectiva personal, resiste la comparación concualquier otro. Lo hace para bien, desde el punto de vista ético, aun-que no tanto desde el económico y mucho menos en el proceso de des-colonización, pero eso, como señalaba recientemente Vargas Llosa, esproblema de los criollos que lo capitanearon y han dispuesto de dos siglospara corregir las disfunciones y abusos heredados.

Si la generación de historiadores de la Ciencia a la que pertenezcoes recordada colectivamente por algo en el futuro, lo será, sin lugar a

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dudas, gracias al inmenso esfuerzo efectuado a lo largo de veinticincoaños en la comprensión del fenómeno hispano-americano.

Empleo ahora ese término pues me refiero a cuando América perte-necía en su mayoría, junto a las Islas Filipinas, a España.

Hace algunos años, Miguel Ángel Puig-Samper y Francisco Pelayopresentaron, en un Congreso Internacional de Historia de la Ciencia, labibliografía sobre el tema, y ya se trataba de un librito de dimensionesmás que considerables.

José Luis Peset, dirigió un gran programa de investigación que nospermitió a muchos dedicarnos al asunto durante varios años.

En el Ateneo de Madrid se celebraron varias sesiones sobre expedi-ciones científicas, recogidas en un estupendo libro.

Antonio Lafuente escribió su tesis doctoral sobre Jorge Juan y Antoniode Ulloa y luego impulsó varias investigaciones; lo mismo que Horacio Capel,desde su cátedra de Geografía de Barcelona, o Miguel Ángel Puig-Sampery el círculo de quienes trabajaban en el Real Jardín Botánico; Andrés Galeray Juan Pimentel, se ocuparon de Malaspina y de diversos aspectos de las expe-diciones; Belén Brañas, de Juan de Cuellar; Francisco Pelayo, de Löfling…

Se hicieron exposiciones sobre la expedición de Ruiz, Pavón y Dom-bey; sobre la efectuada a la Nueva España; acerca de la de Malaspina oHumboldt…

Se escribieron tesis doctorales y libros para estudiar a los personajes fun-damentales de las aventuras científicas y a algunos de los secundarios…

Se estudió la minería, la farmacología y el conocimiento de la natu-raleza americana por José Pardo Tomás, María Luz López Terrada, Raquel

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Álvarez, los fallecidos José María López Piñero y José Sala. Joaquín Fer-nández se ocupó de Félix de Azara. El también fallecido Ignacio Tas-cón, al igual que Nicolás García Tapia, estudió la ingeniería americana.Isabel Vicente Maroto y el grupo de Valladolid abordaron otros aspectos.

En fin, todos nos dedicamos, durante muchos años, a investigar eldesarrollo de la ciencia y las instituciones científicas en Hispanoaméricay en España durante el periodo colonial; por eso no ha sido nada fácilorganizar estas conferencias.

Mediante las mismas se trata de poner de relieve lo que se hizo enesas tierras mientras pertenecieron a España, lo cual no quiere decir, nimucho menos, que se busque un tono hagiográfico hacia la actividadimperialista, ni tampoco lo contrario, simplemente el rigor histórico.

Marcelo Frías y José Luis Peset son unos de los grandes expertos enMutis y en la Nueva Granada.

Celestino Mutis se ocupó de la Medicina, de la Astronomía –hubode defender muy tardíamente a Copérnico– de las Matemáticas, de laMinería y de la Botánica. Fue apreciado por Linneo y Humboldt; él sóloconsiguió establecer la base para el posterior desarrollo de la cienciacolombiana y muchos de sus discípulos se integraron entre quienes dese-aban la independencia de la colonia: es difícil dar más a su tierra de adop-ción.

Miguel Ángel Puig-Samper es un gran conocedor de la Nueva Españacolonial y también de la ciencia española del exilio guerra civilista enMéxico, además de haber escrito páginas preciosas sobre Humboldt,Darwin y otras muchas materias. Aquí se ocupará de la Ciencia en laNueva España, en donde, entre otras cosas, se erigió una Escuela de Mine-ría, fundamental en el desarrollo científico-tecnológico del México inde-

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pendiente, y se creó un Jardín Botánico y su director, el boticario VicenteCervantes, fue uno de los pocos aceptados, tras la independencia, con ladoble nacionalidad.

María Luz López Terrada se ocupará del análisis de la introducciónde medicamentos americanos en Europa, una de las principales ilusio-nes durante el Renacimiento y la Ilustración, aunque la falta de cono-cimientos farmacológicos no permitió resultados eficaces.

Antonio González Bueno ha explicado, como yo mismo, el aspectofarmacológico o terapéutico de las expediciones botánicas, pero se espe-cializó, junto a Raúl Rodríguez Nozal, en la expedición peruano chilenade Hipólito Ruiz y José Pavón.

Consuelo Naranjo nos ha explicado lo que sabemos sobre el Caribe,no sólo acerca de los viajeros, también de las instituciones, como elJardín Botánico de Cuba, y no se ha detenido en la colonia, sino que haperdurado en su esfuerzo tras la independencia que, obviamente, será delas últimas en celebrarse.

Manuel Lucena Giraldo, además de escribir esclarecedores trabajossobre el imperialismo, se va a ocupar, en esta ocasión, de algo conflic-tivo en su momento e incluso en la actualidad, la actividad en las fron-teras del mundo amazónico.

Por fin haremos dos balances, entre los muchos que podían hacerse.Guillermo Olagüe, que el año pasado nos habló de la viruela, una enfer-medad que exportamos a las Indias para desgracia de los indígenas pri-vados de defensas para ella, este año tratará del mal de bubas, el mal fran-cés o la sífilis, la enfermedad que asoló Europa hasta el descubrimientode la microbiología, la bala mágica, el Salvarsán y sobre todo los anti-bióticos.

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Y por último, Alberto Gomis nos explicará los muchos productosnaturales viajeros, de Europa a América y de América a Europa, sin loscuales, entre otras cosas, no sería posible nuestra famosa dieta medite-rránea.

Todos estos conocimientos forman parte de la Historia de España yde la de América y no, precisamente, de lo peor de la misma.

Al ser un balance parcial, quedan fuera aspectos y personas que hemencionado, pero la calidad de los ponentes permitirá hacernos una ideade conjunto que no deberíamos perder de vista, de cara al conocimientodel pasado y a la comprensión del presente.

Muchas acciones se organizaron con fines no demasiado altruistas,pero acabaron siendo provechosas para quienes las ejecutaron y para lospueblos en donde se llevaron a cabo. Se produjo una gran apertura dehorizontes intelectuales y científicos y un mestizaje no sólo entre las per-sonas, sino entre los productos, de los cuales no nos aprovechamos dema-siado ni los españoles ni los americanos, pero salió beneficiada la huma-nidad en su conjunto.

Para acabar, permítanme parafrasear a Casimiro Gómez Ortega, eldirector de las expediciones botánicas desde Madrid, en una carta al secre-tario Gálvez y al monarca Carlos III, en donde se resume la intenciónúltima del programa ilustrado de expediciones científicas, que ademásposeen una indudable actualidad:

Doce naturalistas, químicos y mineralogistas buscando productos en América, darían a Su Majestad mucho más provecho que un ejército de cien mil hombres a la conquista de nuevas tierras.

Que se diviertan y les sea de provecho.

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I. Ciencia y sanidad en la Colombia y el México coloniales

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Abordar una temática tan amplia como la Ciencia y la Medicina enNueva Granada en el tiempo limitado que nos han aconsejado los orga-nizadores de estas jornadas supone una tarea un tanto osada. Parece, cier-tamente, una tarea difícilmente abordable, pretender abarcar al menos unaparte significativa de los procesos que con Ciencia y Medicina podemosrelacionar a lo largo de la presencia española en este territorio americano,durante toda la etapa colonial. Y preciso el término de “etapa colonial”,pues la región neogranadina no se convierte en Virreinato hasta el sigloXVIII. Hasta el siglo XVIII había perdurado la primitiva organización abase de dos virreinatos: Nueva España, con cinco audiencias y diecinuevegobernaciones, y Perú, con cinco audiencias y diez gobernaciones. Pero lodesmesurado del territorio, el peligro extranjero, el contrabando y la mismapolítica reformista determinaron una subdivisión que originó la existen-cia ya de cuatro virreinatos en el siglo XVIII. Precisamente este siglo XVIIIy los primeros años del XIX tendrán alguno de los referentes científicos ymédicos más señalados en la historia neogranadina, en torno a lo que supusola labor de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, bajo

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Ciencia y medicina en la Nueva Granada

Marcelo Frías Núñez

Este trabajo se enmarca dentro de los proyectos HAR2009-12418/HIST, MICINN y CSD008-00077, MICINN.

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la dirección del médico gaditano José Celestino Mutis, de lo que les hablarémás adelante. Antes, quiero agradecer al profesor Javier Puerto, como direc-tor de este ciclo sobre los virreinatos y a la Fundación de Ciencias de laSalud, de la que el profesor Puerto es Patrono, la deferencia que han tenidoinvitándome a participar en el ciclo Desde la Memoria: Historia, Medicinay Ciencia en tiempo de Los Virreinatos, encargándome que me ocupara dehablarles de Ciencia y Medicina en Nueva Granada.

Tratar de Ciencia y Medicina en Nueva Granada conlleva obligato-riamente abordar temáticas de las que les hablarán en próximas jorna-das de este ciclo: Botánica, Medicina, Minería, Medicamentos america-nos, Viajes y viajeros científicos. El hecho de ser la persona que inicieeste ciclo me va a permitir abordar alguno de ellos, con la complicidadde saber que soy el primero que les habla de ellos, y que ciertamenteverán completados –muy bien completados, tendría que señalar, dada lacalidad de los conferenciantes previstos en las próximas jornadas–.

Adaptándome al tiempo previsto para esta intervención, como les decía,voy a presentarles tres elementos seleccionados sobre la Ciencia y la Medi-cina neogranadinas. Como toda elección, ésta es selectiva, pero creo quelas tres alusiones y los momentos que conllevan significan un cambio queva más allá de su propia referencia científica o médica. Las tres suponenun “antes y un después” en el desarrollo histórico de la Nueva Granada,con repercusiones que irán mucho más allá de su propio territorio.

Como ya les adelantaba en el inicio, el siglo XVIII es la referenciaprincipal en esta temática. Con todo, intentando contemplar al menosuna parte de la historia colonial no virreinal, en el caso de la Nueva Gra-nada, interpretando el sentido de este ciclo, les daré en primer lugaralguna pincelada de momentos, actuaciones y significación del que yoconsidero personaje clave en esta etapa anterior y también referente parala historia de la medicina y de la cirugía. En un segundo momento ya

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me instalaré en el siglo XVIII, destacando la labor llevada a cabo porMutis, al que les citaba al principio, y el proyecto que sirvió de referenteobligado a la ciencia neogranadina de aquellos años. Finalmente, les pre-sentaré una propuesta sanitaria que supone, ya en el periodo final delvirreinato y de la presencia colonial española, un cambio conceptualen la temática concreta de la percepción de la enfermedad.

La historia que no nació en el siglo XVIII

Como acertadamente señala Estela Restrepo1, ya desde comienzos delsiglo XVI encontramos como muchos médicos europeos habían experi-mentado con hierbas americanas, y algunos describían sus característicasy propiedades. La descripción de los diversos seres del territorio americanollegaba a Europa a través de España, con relatos como los de Fernándezde Oviedo (1535), Sahagún (1560), De Las Casas (1566), Hernández(1571) o Acosta (1591). Sin entrar ahora a valorar las aportaciones de cadauno de ellos, nos encontramos en 1565 con la publicación de un libro enlengua romance en el que se anunciaban “las cosas que traen de nuestrasIndias occidentales que sirven al uso de la medicina”. Libro que sería tra-ducido muy pronto al conjunto de las lenguas más utilizadas en la Europade entonces: al latín, al inglés, al francés, al italiano, al alemán y también,aunque de forma parcial, al holandés. Estoy haciendo referencia, como segu-ramente hayan adivinado, a la obra de Nicolás Monardes, considerado elprimer gran autor sobre las especies medicinales del continente americano2.

La obra de Monardes es la primera que puso realmente en circula-ción en Europa el conjunto de tesoros botánicos americanos y se cons-

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1 RESTREPO ZEA, E. “Del Arte Común de Curar a España y las Indias Occidentales”, Anuario Colombiano de His-toria Social y de la Cultura, 24, 1997, pp. 351-357.

2 MONARDES, N. Primera y segunda y tercera partes de la Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indiasoccidentales, Sevilla, 1574. Utilizamos la edición de DENOT, E. y SATANOWSKY, N. N. Monardes. Herbolaria deIndias, Turner, México, 1990.

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tituyó rápidamente en fuente imprescindible tanto para los interesadosen la Historia Natural, como para aquellos interesados en el uso de hier-bas con propiedades curativas. Así, son abordadas plantas de la NuevaGranada que ya habían sido conocidas por los primeros españoles quehabían llegado al litoral caribeño de la actual Colombia, entre ellas: elguayacán, la pimienta luenga, las habas, el pipinichi, el tabaco, la ceba-dilla, la trementina, la canela, el ruibarbo o la guayaba3.

Antes del siglo XVIII y desde los primeros viajes de Colón, entre losespañoles que llegaban a América se encontraban tanto médicos como ciru-janos, aunque la mayor parte de ellos no nos han dejado escritas sus expe-riencias. Sin embargo, como señala Hugo Sotomayor, para el territorio delo que es la actual Colombia conocemos al menos tres textos de estos siglos.Uno corresponde al siglo XVI, titulado Milicia y descripción de las Indias,del soldado Bernardo de Vargas Machuca, del que hay una primera edicióncontemporánea en 18924. Los otros escritos son del siglo XVII. El primero,Discursos medicinales, del médico portugués Juan Méndez Nieto, redactadoen Cartagena de Indias, en 1607 y posteriormente publicado en España5.El segundo es la obra del cirujano Pedro López de León, Pratica y Teoricade las apostemas6, que fue publicada por primera vez en Sevilla, en 1628,alcanzando hasta cinco reediciones en el siglo XVII. López de León ejerció

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3 RESTREPO ZEA, E. op. cit., p . 352.4 SOTOMAYOR, H. “Cirujano licenciado Pedro López de León y su libro Práctica y Teórica de las Apostemas (siglo

XVII)”, Repertorio de Medicina y Cirugía, 18 (1), 2009, pp. 53-64. Sotomayor indica que el libro de VargasMachuca se terminó de redactar en 1595 pero “sólo se publicó en Madrid en 1892”. Sin embargo, en esta edi-ción de 1892 –Librería de V. Suárez– se señala la primera impresión en Madrid, en 1599. Una edición másreciente es la de M. Cuesta Domingo y F. López-Ríos Fernández, publicada en Valladolid, Seminario Iberoa-mericano de descubrimiento, 2003.

5 MÉNDEZ NIETO, J. Discursos medicinales, compuesto por el licenciado…, manuscrito fechado en Cartagena deIndias en 1607. Una edición reciente es la de L. Sánchez Granjel, con transcripción de G. del Ser Quijano yL.E. Rodríguez-San Pedro, Editado por la Universidad de Salamanca y la Junta de Castilla y León en 1989. Elmanuscrito original se encuentra en la Universidad de Salamanca. Un interesante interpretación sobre su figuraes la de M. Lux Martelo, “El Licenciado Juan Méndez Nieto, un mediador cultural: apropiación y transmi-sión de saberes en el Nuevo Mundo”, Historia crítica, nº 31, 2006, pp. 53-76.

6 LÓPEZ DE LEÓN, P. Pratica y Teorica de las apostemas en general y particular. Cuestiones y praticas de cirugía de heri-das, llagas y otras cosas nuevas y particulares, Sevilla, 1628.

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en la ciudad sevillana, donde se publicó la primera edición de su obra, peroésta era el resultado de sus trabajos durante más de treinta años en tierrasdel Nuevo Reino de Granada, donde había llegado en la última década delsiglo XVI como médico del presidio de las galeras. Su laboriosa dedicacióncon los vecinos de Cartagena de Indias, tuvo también extensión a otros gru-pos entre los que encontramos marineros, condenados a galeras, reclusosdel presidio y también los pacientes del Hospital de San Sebastián.

La importancia de López de León como cirujano radica en las pre-sentaciones iconográficas de instrumentos utilizados en cirugía. Obraquirúrgica que ha sido considerada como el primer referente del NuevoReino de Granada y quizás también pionero en toda América. López deLéon hace acertadas descripciones de enfermedades hoy conocidas comoel escorbuto, disenterías, pleuritis, bocio o sífilis, pero son sus procedi-mientos quirúrgicos, y los dibujos de los instrumentos que usó y fabricólo que le hacen especialmente singular, como ha señalado el experto enmuseología médica Felipe Cid7.

Veamos algunas de estas representaciones: en la figura 1, se puedenreconocer, tal como ha identificado Hugo Sotomayor8, en los dibujosidentificados con los números 1, 9 y 13 aquellos cortantes de tipo esco-plos; en los 2, 3 y 12: diferentes tipos de cuchillos, en el 8: una segueta;en los números 20, 21 y 22 parecen representarse elementos para inter-venir en fracturas y amputaciones, y con el número 28 encontramos dosdecenas de tipos de cauterio. En la figura 2, encontramos, con los núme-ros 29, 30, 31 y 32 unos cauterios con sus cañas; los objetos identifica-dos como 34, 35 y 36 parecen ser unas ventosas.

Estos dibujos de instrumentos quirúrgicos de hierro y de los proce-sos para su elaboración son considerados como una referencia impres-

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7 SOTOMAYOR, H. op. cit., 53-64.8 Idem, p. 54.

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FIGURA 1. LÓPEZ DE LEÓN, P. Pratica y Teorica de las apostemas, Sevilla, 1628.(Fuente: SOTOMAYOR, H. “Cirujano licenciado Pedro López de León y su libroPráctica y Teórica de las Apostemas (siglo XVII)”, Repertorio de Medicina y Ciru-gía, 18 (1), 2009, pp. 53-64.

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FIGURA 2. LÓPEZ DE LEÓN, P. Pratica y Teorica de las apostemas, Sevilla, 1628. (Fuente: SOTOMAYOR, H. “Cirujano licenciado Pedro López de León y su libroPráctica y Teórica de las Apostemas (siglo XVII)”, Repertorio de Medicina y Ciru-gía, 18 (1), 2009, pp. 53-64).

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cindible tanto desde la perspectiva museológica médica general y comocolombiana en particular. El único parangón en la historia médica colom-biana, señala Sotomayor, pueden ser los objetos descritos por Juan deVargas, de Santafé de Bogotá, en testamento, en 1633, sobre el que hatrabajado y publicado recientemente Paula Ronderos9.

La Expedición que –casi– todo lo abarca

La segunda pincelada, como les adelantaba al principio, pertenece yaal siglo XVIII –prolongándose en los primeros años del XIX–, en unosmomentos en que Nueva Granada ya se ha convertido en nuevo Virrei-nato, con independencia del de Perú, y un siglo clave también en lo quese refiere a ciencia y medicina en el Virreinato.

El virreinato del Nuevo Reino de Granada se había conformado demanera definitiva en 1739 con la integración de los territorios de NuevaGranada, Venezuela y Quito, abarcando una extensión superior a lostres millones de kilómetros cuadrados. La llegada del siglo XVIII trajouna época de decadencia y crisis. En estos años, hubieron de dedicarsegrandes sumas al esfuerzo militar necesario para frenar las incursio-nes piratas en la costa caribeña, al tiempo que los virreyes implanta-ron nuevos impuestos –dentro de la reorganización fiscal del virrei-nato–.

Y referente científico clave, sin duda, como exponente de las empre-sas que se estaban apoyando desde la metrópoli, por la Corona Española,pero también por las propias dinámicas que generó en Nueva Granadafue la Real Expedición Botánica. Una Expedición, denominada Botá-

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9 RONDEROS, P. “De objetos a artefactos: el oficio de la barbería en el Nuevo Reino de Granada del siglo XVII”,en La huella de los objetos, segundas jornadas internacionalesde arte, historia y cultura colonial; 2008 mayo 21-24; Bogotá: Museo de Arte Colonial, Museo Iglesia Santa Clara.

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nica, pero que en realidad se convirtió en toda una institución científicaen las tierras neogranadinas10.

Y en ella, debemos destacar la figura de un médico gaditano que sepuso al frente de este proyecto expedicionario. Se ha venido señalando enla mayor parte de los estudios y trabajos sobre las actividades de José Celes-tino Mutis en el destacado papel que ocupa entre las personalidadeshispanocolombianas que han aportado un empuje decisivo en el com-plejo mundo de la actividad científica. Es en este sentido donde su figuradestaca con luz propia. Mutis, cuyo referente se asocia principalmente alos trabajos botánicos, abarcó muchos otros campos de la ciencia: medi-cina, minería, astronomía, matemáticas11. Es por ello necesario que noscentremos en un primer momento en el personaje.

La primera cuestión que se plantea es la manera de abordar su figura,similar pero con claras diferencias a la de otros personajes semejantes delsiglo XVIII que se movieron entre las actividades científicas y otras muchasocupaciones. ¿Cómo debemos tratar la labor de estos personajes? ¿Cómoestudiar sus múltiples actividades? ¿Como “científicos”? ¿Como “gesto-res científicos”? En el caso de Mutis y del Nuevo Reino de Granada nohay dudas sobre su labor científica; su propia formación en medicina, lapráctica médica que desarrolló, su continua aplicación a las novedadesde la botánica lo avalan desde esta perspectiva. Junto a ello, y en líneacon sus intereses variados, encontramos también su dedicación docentea las matemáticas o su acercamiento a la astronomía.

Sin embargo, considero que tan relevante o más fue su labor de ges-tión en todo el desarrollo científico del Nuevo Reino de Granada: pro-

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10 FRÍAS NÚÑEZ, M. Tras el Dorado Vegetal. José Celestino Mutis y la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino deGranada (1783-1808), Diputación Provincial, Sevilla, 1993.

11 FRÍAS NÚÑEZ, M. “José Celestino Mutis: History of a Passion”, Mutis and The Royal Botanical Expedition to theNuevo Reyno de Granada, CSIC/Lunwerg Ed., Barcelona, Madrid, México, 2008, pp. 4-8.

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yectos de explotaciones mineras en la Montuosa, en Pamplona y en lasminas del Real de El Sapo, en Ibagué, sus tentativas empresariales ycomerciales al frente de la quina, la canela o el té de Bogotá aparecen enesta dirección. Esta perspectiva de gestor de la ciencia también quedaríade manifiesto en otras facetas más académicas, como sus propuestas deplanes de estudio universitarios y en su participación en la construccióndel Observatorio Astronómico. Evidentemente, aún destaca más en estesentido toda su labor dirigiendo ese gran proyecto que le ha dado renom-bre más allá del mundo científico hispanocolombiano: la ExpediciónBotánica.

De todas las facetas que acabamos de mencionar querría hacer men-ción a su interés por las explotaciones mineras. Su intento de conse-guir un mejor rendimiendo en ellas le haría compaginar minería e his-toria natural. El negativo juicio que le inspiró el estado de los trabajosmineros a punto estuvo de hacerle abandonar el virreinato y de marchara Suecia con el objetivo de instruirse en las materias propias de la mine-ría. Concretamente Mutis cuestionaba el método tradicional que seempleba, el de amalgamación, defendiendo la conveniencia de poten-ciar la técnica de fundición. Sin embargo, pudieron más con él sus inte-reses de naturalista y su proyecto de estudio de la flora del Nuevo Reinode Granada.

Es así que, desde 1783, con la aprobación oficial del proyecto de Expe-dición Botánica, se abría un nuevo espacio en el quehacer científico. Yano estamos hablando de la actuación personal de un individuo sino deun amplio proyecto que se convertiría en el eje vertebrador de las aspi-raciones científicas de gran parte de la sociedad neogranadina. No les voya hacer un listado de todas las actividades y realizaciones de esta expedi-ción a lo largo de 25 años, pero sí señalarles alguno de los elementos quehe considerado clave a lo largo de una dilatada trayectoria de acercamientoa lo que históricamente supuso este proyecto de Expedición Científica.

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a) Desde la dirección del proyecto iban a estar presentes las referen-cias ilustradas. Mutis se había formado como tal y así proyectaba unavisión de racionalidad en su acercamiento a las posibles explotaciones dela naturaleza y al aprovechamiento de sus recursos. El sentido de “lo útil”estará presente en todas sus actividades, y en el caso de las plantas, nosqueda su deseo de ir descubriendo la posible utilidad de cada una deellas. Propiedades medicinales e intereses comerciales se darán a menudola mano en este recorrido.

b) En dicho interés por las posibles aplicaciones de los recursos, tresplantas iban a centrar su interés y parte importante de sus actividades:la quina, la canela y el té. Admitido ya por la práctica totalidad de la his-toriografía sobre Mutis, la obsesión por la quina marcó gran parte deldevenir, no solo de sus actividades personales, sino de todo el proyectode Expedición. Labor que tuvo su implicación asimismo en gran partedel Virreinato neogranadino. Una quina deseada desde Europa, cuyascualidades eran destacadas desde los púlpitos científicos12, en una épocadonde las fiebres tercianas hacían estragos, y que se iba a convertir enla cuestión que centró los intereses de médicos y botánicos13. Las expec-tativas creadas en torno a ella tienen su reflejo a partir de 1785 cuandose llegó incluso a conformar un plan de monopolio real del específico14.

c) La canela dio lugar a prácticas similares. En el caso de este pro-ducto desde fechas tempranas se sabía que la planta americana no erala Cinnamomum, la canela que comerciaban los holandeses. Pero no porello se desistió de trabajar su explotación e intentar aprovechar sus posi-

Ciencia y medicina en la Nueva Granada 19

12 FRÍAS, M. “La Matière Médicale américaine: Le sujet du quinquina et les Dictionnaires d’Histoire Naturelle”,Biological and Medical Sciences, Brepols Publishers, Belgium, 2002, pp. 83-93.

13 FRÍAS NÚÑEZ, M. “Teoría y práctica sobre la quina entre los siglos XVIII y XIX”, Medicina e Historia, (Mono-gráfico) Barcelona, 2003.

14 Sobre el establecimiento del Estanco de las Quinas, sus incidencias y reales resoluciones, AGI, Indiferente General,1554. Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid (ARJBM), III, Documentación oficial, Informes. M. FRÍAS,op. cit., 1993, pp. 196-206.

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bles utilidades15. Aún hoy hay más sombras que claros en la decisiónde abandonar el interés por la canela americana hacia 1790, y la salidade ésta de los intereses de la Expedición. Falta de confianza desde la direc-ción, pero seguramente también otras prioridades se estaban imponiendocon el traslado de los expedicionarios aquel año desde la población deMariquita a la capital Santa Fé16.

d) Por su parte, el té, denominado “de Bogotá”, contó con un desa-rrollo particular, pero con circunstancias y características comunes alos otros dos ramos que les acabo de citar. Como sucedía con la canela,el té de Bogotá suponía la posibilidad de ofrecer a la Corona españolaun producto que pudiera competir en este campo con las otras nacio-nes. La canela americana apareció, como les he señalado anterior-mente, como una posibilidad de competir con el comercio de la canelade Ceilán. El té de Bogotá, por su parte, se presentaba como un pro-ducto idóneo en competencia con el té de China. Y en otro ordende funciones, el té de Bogotá también tuvo similitudes con la plantade la quina. Se hicieron igualmente acopios a gran escala, con un meca-nismo similar al de la quina de recolección, almacenamiento y envíoposterior a la península. En el caso del té de Bogotá, fue la Coronaespañola la que puso fin a las expectativas que había despertado estaplanta17.

e) Aparece claro, por lo tanto, cómo el proyecto de esta Expedicióncientífica conllevó y alentó el impulso de una incipiente industria comer-cial en el virreinato neogranadino. El interés y los consiguientes pro-yectos y trabajos sobre la quina y el té dieron lugar a unas dinámicas

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15 FRÍAS, M. y GALERA, A. (Ed.) Pedro Fernández de Cevallos. La ruta de la canela americana, Editorial Dastin,2002. FRÍAS, M. y GALERA, A. “La región de “Canelos” y el referente de la canela en el continente americano”,Miríada Hispánica, 2011, University of Virginia/Valencia, pp. 31-51.

16 FRÍAS, M. op. cit., 1993, pp. 231-244. 17 Examen del té de Bogotá, por GÓMEZ ORTEGA, C. 1786, ARJBM, III, Documentación oficial, Informes.

FRÍAS, M. op. cit., 1993, pp. 211-222.

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de auténtica empresa: los cosecheros entregaban sus colecciones, éstaseran almacenadas en Mariquita y en Honda desde donde se preparabael envío hacia la Península. Para el transporte en el virreinato se esta-bleció un sistema a través del río Magdalena, desde Honda hasta Car-tagena, y desde aquí por la ruta oceánica salían hacia España. Los tra-bajos de la Expedición sirvieron asimismo para configurar una serie dedinámicas y relaciones laborales que revitalizaron la vida comercial delvirreinato. Asimismo, contribuyó a despertar inquietudes culturales ycientíficas en las distintas poblaciones a las que iban llegando los ecos delas labores de los expedicionarios, síntoma del propio movimiento de lasociedad neogranadina. Todo ello dio lugar a diferentes colaboracio-nes, muchas veces espontáneas, con la propia Expedición.

f ) Sin embargo, la consagración de la Expedición y de su propio pro-yecto entre los círculos científicos fue el trabajo sobre la Flora de Bogotá,que permitió la identificación de numerosísimas especies vegetales delNuevo Reino de Granada. Los trabajos sobre la Flora dieron lugar a unapotenciación de la práctica pictórica naturalista, con la necesaria apor-tación de los dibujantes y pintores naturaslitas. La creación de una escuelabotánica de dibujo es otra referencia clave en la proyección de la Expe-dición.

g) La Expedición Botánica estableció un rígido sistema vertical detrabajo, cuyo análisis nos permite ampliar el conocimiento de la estruc-tura de una empresa científica. En la cúspide se hallaba Mutis en tantoque director de los trabajos, pero también como regulador del com-portamiento y relaciones diarias de los trabajadores. Este aspecto, deconnotaciones marcadamente paternalistas, iba a plantear continuosproblemas, sobre todo con algunos pintores. Esta constatación nos hahecho abrir una nueva mirada sobre las implicaciones sociales de unproyecto científico, ciertamente paradigmático en el caso que nosocupa.

Ciencia y medicina en la Nueva Granada 21

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En los cuadros que acompañamos podemos ver con detalle algunosde estos aspectos principales del día a día de la Expedición. En la figura3: Porcentajes de Gastos Generales durante la Etapa de Mariquita, entre1783 y 1790; en la figura 4: Porcentajes de Gastos Generales durante laEtapa de Santa Fé, entre 1791 y 1808; y en la figura 5: una comparativade las principales partidas de los gastos generales.

Mejor que curar: prevenir con la propia enfermedad

El tercer elemento o pincelada que les señalaba al principio, en líneacon la solicitud de los organizadores de estas jornadas, tiene que ver tam-

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Pers. cient-Direcc., 30

Pintores, 30Gasto diario, 13

Acop. y otrosgastos, 8

Criados-Herb., 2Esclavos, 3

Material oficina, 3Mantenimiento, 3

Escribientes, 1Edificios-Obras, 4

Gastos de la Quinta, 2

FIGURA 3. Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada Gastos generales -Etapa de Mariquita (1783-1790) (Porcentajes). (Fuente: FRÍAS NÚÑEZ, M. “Aspec-tos económicos y comerciales de las expediciones científicas: el proyecto del NuevoReino de Granada”, José Celestino Mutis en el bicentenario de su fallecimiento (1808-2008), Real Academia Nacional de Farmacia, Madrid, 2009, pp. 249).

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bién con el siglo XVIII y mantiene asimismo relación con la labor deMutis, aunque en este caso igualmente tiene una proyección muchomayor. En el elemento que ahora les propongo, la cuestión es claramentemédica, en cuanto que concierne a las epidemias de viruelas y su manerade abordarlas. Y no voy ahora a relatarles pormenorizadamente las cir-cunstancias que acaecieron en la lucha contra estas epidemias, que yahemos recogido en otros trabajos. Baste ahora recordar la imagen trágicaque la viruela había dejado tradicionalmente, en América igual que enEuropa. El temor a estas epidemias iba a estar presente, por lo tanto,en las distintas dinámicas que encontramos en el virreinato. Una apro-ximación conceptual a este referente nos permite:

Ciencia y medicina en la Nueva Granada 23

Pers. cient-Direcc., 27

Pintores, 39

Gasto diario, 15

Acop. y otrosgastos, 2

Criados-Herb., 2Esclavos, 1

Material oficina, 2Mantenimiento, 5

Escribientes, 5 Instrumentos, 1

FIGURA 4. Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada Gastos generales -Etapa de Santa Fe (1791-1808) (Porcentajes). (Fuente: FRÍAS NÚÑEZ, M. “Aspec-tos económicos y comerciales de las expediciones científicas: el proyecto del NuevoReino de Granada”, José Celestino Mutis en el bicentenario de su fallecimiento (1808-2008), Real Academia Nacional de Farmacia, Madrid, 2009, pp. 250.

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a) Profundizar en el papel de la institucionalización como fenómenocanalizador de la implantación de estructuras científicas.

b) Delimitar los agentes que intervienen en el proceso epidémico.

c) Valorar el papel del individuo como fenómeno en el proceso his-tórico a través de su relación con la enfermedad.

d) Estudiar la repercusión de las epidemias de viruelas en la sociedadneogranadina, como posible causa de los cambios en la concep-ción de la enfermedad y como impulsora de una sociedad quecamina en su diferenciación de la española peninsular.

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Pers. cie

nt-Direc

c.

Pintores

Gasto diari

o

Acop. y otros gastos

Criados-H

erb.

Esclavos

Material

oficina

Mantenimien

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tes

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10

0

Etapa de Mariquita (1783-1790) Etapa de Santa Fé (1791-1808)

FIGURA 5. Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. Comparativa- Principales partidas Gastos generales - Etapas Mariquita - Santa Fe. (Fuente: FRÍAS

NÚÑEZ, M. “Aspectos económicos y comerciales de las expediciones científicas:el proyecto del Nuevo Reino de Granada”, José Celestino Mutis en el bicentenario desu fallecimiento (1808-2008), Real Academia Nacional de Farmacia, Madrid, 2009,pp. 250).

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Vamos a detenernos en cada una de ellas.

a) La lucha contra la viruela ha sido resaltada desde su vertiente ins-titucionalizadora tanto en España como en América. Ya hemos hechoreferencia en otras circunstancias al elemento institucionalizador encuanto a su potenciación a lo largo del siglo XIX18. Es, sin embargo, amediados del siglo XVIII cuando se comienzan a sentar las bases de esteproceso que intentaron concretar espacios institucionales, desde unadoble vertiente: los planteamientos teóricos y la práctica médica. No setrata de valorar la efectividad de los tratamientos, sino de abordarloscomo fenómenos canalizadores de la implantación de estructuras cien-tíficas, en la medida que se potencia el principio de racionalidad, la regla-mentación y el seguimiento de la lucha contra las epidemias. Las epide-mias de viruela, y la lucha que se mantuvo frente a ellas, marcaron elintento de sentar las bases de una actuación metódica, producto del aná-lisis y la experimentación.

Aquí debemos hacer referencia a la originalidad de la Expediciónde la Vacuna, ya en el siglo XIX, dirigida por Balmis y Salvany, en lamedida en que se trataba de una Expedición médica19. Y dentro de latradición expedicionaria y aventurera, tanto europea como española, estosignificaba un cambio cualitativo. Ya no se estaban estableciendo pro-yectos de descubrimientos o conquistas del tipo tradicional, ni siquierade los que primaron en las expediciones científicas que se sucedieron alo largo del siglo XVIII. En una clara consonancia con las nuevas ten-dencias que en materia de sanidad e higiene pública se habían ido impo-niendo durante el siglo, la Expedición de la Vacuna pretende otro tipode conquista, la de erradicar la enfermedad, la de combatir y prevenir las

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18 FRÍAS, M. y GALERA, A. “Aspectos médico-sanitarios en la institucionalización científica en los inicios del sigloXIX”, IX Congreso de la SEHCYT, Cádiz, 2006, pp. 295-302.

19 AGI, Indiferente General, 1558-A. RAMÍREZ MARTÍN, S.M. La salud del Imperio. La Real Expedición Filantró-pica de la Vacuna, Doce Calles, 2002.

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epidemias de viruela, una apuesta por la salud pública. Y en este casotambién aparece el tema institucionalizador. La Expedición de la Vacunaes institucionalizadora, como proyecto de la Corona española. Tenemosnoticias de la llegada de la vacuna al virreinato neogranadino y otrasregiones del continente americano antes de la Expedición de Balmis ySalvany. Sin embargo, ninguna de esas acciones contaba con la organi-zación y respaldo institucional que tuvo la Expedición de la Vacuna.La actuación de Salvany en el virreinato contribuyó, además, a poten-ciar una serie de actuaciones, como las formaciones de Juntas de Vacu-nación, que darían un fuerte impulso al proceso institucionalizador dela medicina en Nueva Granada20.

b) Esta apuesta de la Corona española por la salud aparece entre-mezclada con las propias aspiraciones de la sociedad neogranadina. Elcuadro que nos ayuda a entenderlo viene marcado por la diversidad deagentes que intervienen en el proceso epidémico y que podemos abor-darlos desde tres niveles:

1. Normativas y disposiciones oficiales emanadas desde la Corona.Es, sin duda, el nivel que aparece más homogéneo. Sus interesesy objetivos inciden en la potenciación de la concepción de utili-dad pública, en línea con la preocupación de los ilustrados en con-servar la población y al intento de control de la epidemia y de lapropia población.

2. La administración virreinal aparece en el segundo nivel. Aquí se vana compartir muchas de las orientaciones del anterior nivel, aun-

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20 Archivo Nacional de Colombia, Colonia, Miscelánea, tomo 2. FRÍAS NÚÑEZ, M. “Planes de establecimiento deJuntas Centrales de Vacuna en la institucionalización de la medicina en Colombia”, Enfermedad, clínica ypatología. Estudios sobre el origen y desarrollo de la Medicina Contemporánea, Madrid, Editorial Complutense,1993, pp. 89-102. RAMÍREZ MARTÍN, S. “Las Juntas de Vacuna, prolongación de la obra sanitaria de la “RealExpedición Filantrópica de la Vacuna” (1803-1810)”, Ars Médica. Revista de Humanidades, Vol.2, nº2, noviem-bre, 2003, pp. 314-317.

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que también irán marcándose las diferencias. Los propios virreyesserán los principales protagonistas de este grupo y se encontraráncon una doble dinámica. De un lado, como ejecutores de las nor-mas que llegan desde las instancias gubernativas. Por otro, a travésde las propias reglamentaciones del virreinato, más cercanas a la rea-lidad americana. El resto de autoridades locales conforman un sub-grupo, especialmente los gobernadores provinciales y, sobre todo,los cabildos. Este subgrupo marcaría un paso mayor aún en el acer-camiento a la realidad social del virreinato: junto a las motivacio-nes e intereses oficiales, aparecen ahora elementos particulares, encírculos más íntimos, como es la preocupación de dichos dirigen-tes por su propia situación personal y la de su familia.

3. El tercer nivel aparece copado por el grueso de la población del virrei-nato. Las familias distinguidas y los propios médicos permiten con-formar un subgrupo diferenciado. Los representantes de la Iglesiaestarían incluidos en un segundo subgrupo, mientras que el ter-cero estaría compuesto por la plebe. En este nivel vamos a encontrarun interés doble entre las motivaciones “profesionales” y los condi-cionamientos personales. José Ignacio de Pombo, comerciante deCartagena, es un claro ejemplo de esta situación. En Pombo van aconfluir su preocupación por la incidencia de la viruela en la posi-ble falta de trabajadores, con los condicionantes y preocupacionesde protección de su familia frente a la epidemia. Doble perspectivaque también van a vivir los médicos del virreinato. Mientras, la plebe,tendrá la preocupación casi única de salvar la propia vida.

c) Como les adelantaba antes, en la cuestión de la medicina tambiéntenemos que hacer referencia al papel del individuo como fenómeno enel proceso histórico: las iniciativas particulares en el virreinato, tanto deautoridades como de vecinos, fueron un complemento decisivo a las accio-nes institucionales. Esta individualidad, que sin duda estaba inmersa en

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una sociedad que condicionaba sus actuaciones, dio forma y realidad a unalarga serie de Instrucciones, Métodos, etc., que no tendrían su verdaderosentido si nos quedásemos únicamente en su aspecto normativo. Aquí,la figura de Mutis vuelve a aparecer con una especial significación. Comoles dije hace unos momentos, la complejidad y los agentes que intervie-nen en el proceso son numerosos. Pero también es evidente que el estudiode la lucha contra la viruela, sin el referente histórico de Mutis, quedaríamuy incompleto. Mutis aglutinó los esfuerzos contras las epidemias, figu-rando como autor y responsable de las Instrucciones para una mejor apli-cación de la inoculación, así como del Método para curar las viruelas, estandoigualmente detrás de los informes que el virrey Caballero y Góngora envióal ministro Gálvez; él fue, asimismo, el encargado de instruir a los comi-sionados que tenían que buscar la vacuna en el virreinato21.

d) Ante el peligro que suponía la viruela, la decisión de tomar medi-das preventivas antes de la llegada y contagio de la enfermedad había lle-vado a adoptar, en primer lugar, la técnica de la inoculación, y poste-riormente, la de la vacunación. La polémica generada por este principioinoculador-vacunador se puede advertir desde tres prismas. Uno primerode carácter médico: se trataba de saber si había que inocular, de quémanera y con qué precauciones. La segunda mirada tiene un carácterideológico: a partir de la idea de que la naturaleza podía modificarse conla aplicación de la técnica. Por último, una cuestión psicológica: nadiequería ser el primero en experimentar una nueva práctica que consistíaen introducir parte de la enfermedad como medida preventiva.

El combate contra la viruela nos permite abordar desde la medicinaun proceso de transformación de la sociedad neogranadina. Frente a unadefensa tradicionalmente pasiva aparecen una serie de medidas preven-

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21 ARJBM, III, Medicina. FRÍAS NÚÑEZ, M. Enfermedad y sociedad en la crisis colonial del Antiguo Régimen. (NuevaGranada en el tránsito del siglo XVIII al XIX: Las epidemias de viruelas), Madrid, CSIC, 1992.

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tivas, que he venido denominando como defensa activa. Una apuesta, almismo tiempo, por prácticas audaces y métodos eficaces, tras los queaparece un efectivo cambio de mentalidad en el conjunto de la sociedad.Las dinámicas en las que se dan continuidad estas prácticas son realmenteconfusas. Así, por ejemplo, vamos a ver coincidir la defensa de un métodopreventivo como la inoculación, con ritos tradicionales como las roga-tivas, en los que la influencia divina seguirá siendo protagonista. Estaúltima claramente potenciada desde las estancias eclesiásticas, que inten-taban asimismo mantener su cuota de influencia.

Terminando

Creo, porque ya es tiempo de ir finalizando, que estos elementos queles acabo de presentar reflejan tres maneras de abordar la historia quepueden servir de referente para futuros trabajos de investigación. El estu-dio de los dibujos y procedimientos de Pedro Pérez de León nos per-miten situar el origen de la práctica de una disciplina que tendría unapogeo bastante posterior, pero que ya en el siglo XVII mostraba unatécnica muy desarrollada.

El referente de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Gra-nada, nos sirve a su vez como elemento aglutinador, como referente deconjunto para abordar una sociedad que apuesta por el saber, con dis-tintos objetivos y quizás con intereses enfrentados, pero con una ideacomún: apertura al conocimiento y a la mejora general de su territorio.

Por su parte, las epidemas de viruela y la lucha contra ellas, primerodesde el propio virreinato neogranadino y posteriormente desde un ambi-cioso proyecto estatal español, nos adentran en otra posibilidad de estu-dio social y nos permite constatar el cambio de una sociedad que, frentea anteriores etapas de conformismo estaba, ahora, dispuesta a plantarsefrente a las adversidades. Eran tiempos políticos también donde se esta-

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ban asentando nuevos rumbos y que, tras la invasión napoleónica de lapenínsula, empezarían a despegar definitivamente hacia su nueva con-figuración en república Colombiana.

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Ciencia y medicina en la Nueva Granada 31

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Al analizar el movimiento científico que se produce en Nueva Españaen el último tercio del siglo XVIII, hay que destacar sin duda dos epi-sodios fundamentales: la llegada a territorio novohispano de la llamadaReal Expedición Botánica a Nueva España, con sus implicaciones en laeducación, la medicina, la botánica, la zoología y las reformas en México,y la aparición de Fausto de Elhuyar y de Alejandro de Humboldt en elentorno del Real Seminario de Minería de México.

La Real Expedición Botánica a Nueva España (1787-1803), más cono-cida como Expedición de Sessé y Mociño, tuvo un enorme impacto enla ciencia y la cultura del Virreinato de Nueva España, favorecida por elauge que a finales del siglo XVIII tuvo la pujante comunidad intelectualnovohispana, entre la que podemos recordar a personajes como JoséAntonio Alzate, Luis Montaña, Clavijero, Díaz de Gamarra, Velázquezde León, Gama, etc. La Expedición formó parte del proyecto ilustradode exploración científica de las colonias ultramarinas que impulsó el

Botánica, medicina y minería en la Nueva España ilustrada 33

Botánica, medicina y minería en la Nueva España ilustrada

Miguel Ángel Puig-Samper

Proyecto de investigación HAR2010-2133-C03-02 del Ministerio de Ciencia e Innovación “Naturalistas y viaje-ros en el mundo hispánico. Aspectos institucionales, científicos y docentes”.

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nuevo orden político español, cuya finalidad más importante consistióen realizar el estudio más completo de los recursos naturales americanos,poniendo énfasis en el inventario de los productos vegetales, especial-mente los utilizados en la terapéutica medicinal, además, en este caso,de intentar la recuperación de la obra práctica del protomédico de FelipeII, Francisco Hernández, que ya en el siglo XVI había visitado este mismoterritorio con fines parecidos.

Antes de que se decidiera la organización de una expedición oficial aNueva España, que cumpliera unos objetivos similares a los encomen-dados a las expediciones botánicas de Perú y Nueva Granada, el médicoaragonés Martín de Sessé ya consideraba la idea de establecer un JardínBotánico y una cátedra de botánica en la capital mexicana.

Desde la Isla de Cuba, propuso al director del Real Jardín Botánicomadrileño, Casimiro Gómez Ortega, –en carta fechada en La Habanael 30 de enero de 1785– después de exponerle su intención de pasar aMéxico acompañando al Conde de Gálvez, “establecer Cathedra de Bota-nica con Jardín, a que convida el fértil e inculto terreno que hay den-tro de Palacio contiguo a la Universidad”. Para ello sugería el envío dealgún discípulo aventajado que pudiera hacerse cargo de este cometido,además de proponer la organización de una Academia de Medicina Teó-rico-Práctica similar a la implantada en la Península. En ambas institu-ciones se impartiría la docencia de la Botánica a los estudiantes de lostres ramos de la Medicina (Medicina, Cirugía y Farmacia), siguiendo losnuevos principios del Sistema Linneano, de manera también similar alo que ya se hacía en la metrópoli. Se buscaba el conocimiento de lasplantas novohispanas y serviría además para la necesaria reforma del Pro-tomedicato y de la estructura sanitaria de Nueva España. Asimismo elfuturo Jardín Botánico serviría de precioso depósito de las produccionesnaturales de la América Septentrional, que posteriormente podrían sertrasladadas a la Península para enriquecer los fondos de las dos institu-

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ciones ilustradas de mayor importancia: el Real Jardín Botánico y el RealGabinete de Historia Natural de Madrid.

Unos años antes, el Cronista del Consejo de Indias, Juan BautistaMuñoz, encontró en la Biblioteca de los jesuitas expulsos del ColegioImperial de Madrid, cinco volúmenes manuscritos de la Historia Natu-ral de Nueva España del Protomédico de Felipe II, Francisco Hernán-dez, quien en 1570 había sido enviado a esos territorios de ultramar paraestudiar las plantas medicinales y todo lo referente a la Historia Natu-ral. El resultado de esta primera expedición científica al Nuevo Mundofue la recolección de miles de plantas, animales y minerales, numero-sos dibujos de las especies exóticas recogidas, gran cantidad de datos ydescripciones (más de 3000 de las plantas recolectadas, 500 de anima-les y unos 35 minerales). La obra, que había desaparecido en 1761 en elincendio de El Escorial, aunque incompleta, podría recuperarse para laCiencia y el Estado, aprobándose su publicación en 1784. El encargorecayó en Casimiro Gómez Ortega, a quien había pasado la obra manus-crita para su preparación y posterior edición.

Para realizar esta tarea, creyó que era necesario completarla con losposibles manuscritos y dibujos que podían encontrarse en México, paralo cual la propuesta de Martín de Sessé no podía ser más oportuna, puestoque a los objetivos que éste señalaba en su correspondencia con el primercatedrático del Real Jardín Botánico de Madrid, se podía muy bien sumarla localización de este material de Francisco Hernández y a la vez pro-fundizar más en el conocimiento del mundo natural novohispano. A lolargo de ese mismo año de 1785 y en los primeros meses de 1786, Sesséle exponía su plan inicial, ofreciéndose a viajar por el territorio novohis-pano. El planteamiento coincidía plenamente con el de Gómez Ortega,quien junto con el Intendente del Jardín madrileño, José Pérez Caballero,y el 2º Catedrático de la misma institución, Antonio Palau, concedierona Sessé el título de Comisionado por la ciudad de México para que diese

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noticias de las plantas y demás producciones vegetales de Nueva Españaque por su interés mereciesen ser enviadas al Real Jardín Botánico.

Formación del grupo expedicionario

El proyecto fue aprobado por Carlos III, según consta en la RealOrden de 27 de octubre de 1786. En ella se ordenaba establecer en NuevaEspaña el Jardín Botánico, la Cátedra de Botánica y la formación de unaReal Expedición que debía “formar los dibujos, recoger las produccio-nes naturales e ilustrar y completar los manuscritos de Francisco Her-nandez”, originándose por tanto como una ampliación de la que se habíarealizado dos siglos antes. Casimiro Gómez Ortega seleccionó la planti-lla de expedicionarios y determinó los aspectos financieros de la misma,siguiendo las mismas directrices que la experiencia le había proporcio-nado con los botánicos enviados al Perú y Chile.

El grupo expedicionario quedó conformado en marzo de 1787 dela siguiente forma: Martín de Sessé, director de la Expedición y delJardín; Vicente Cervantes, Catedrático de Botánica; José Longinos Mar-tínez, Naturalista; Juan del Castillo y Jaime Senseve como Botánicos,extendiéndoseles los correspondientes títulos. El Rey se expresaba de lasiguiente manera:

“Por cuanto conviene a mi servicio, y al bien de mis Vasallos, que aexemplo de lo que de mi Real Orden se está executando en los Rey-nos del Perú, y Santa Fé, se examinen, dibujen y describan metódi-camente las producciones naturales de mis fértiles Dominios de laNueva España, no solo con el objeto general, e importante de pro-mover los progresos de las Ciencias Phisicas, desterrando las dudas,y adulteraciones, que hay en la Medicina, Tintura, y otras Artes úti-les, y aumentar el comercio, sino también con el especial de suplir,ilustrar y perfeccionar con arreglo al estado actual de las mismas Cien-

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cias Naturales, los escritos originales que dexó el Proto-Médico deFelipe Segundo por fruto de la expedición de igual naturaleza, quecosteó aquel Monarca, y hasta ahora no ha producido las completasutilidades, que debían esperarse de ella”.

Más adelante la misma Real Orden señalaba las condiciones que debe-ría observar el Director del Jardín Botánico y de la Expedición, Martín deSessé, a las que se añadirían otras Instrucciones que debían regir la Empresa:

“Primera. Deberá ser su mansión en aquel Reyno con la expresadacomisión por espacio de seis años: Segunda: Gozará el sueldo de dosmil pesos, moneda de Indias, en cada un año desde el dia que incor-porándose los demás Socios de la expedición se dé principio a ella,y se le satisfarán por cualquiera Caxas Reales de aquel Reyno, a quese halle más próximo para las observaciones de su encargo. Tercera:Durante sus viages por aquel Reyno para los expresados fines gozaráel sueldo doble para subvenir a los precisos gastos, que con este motivole ocurran. Quarta: Quando se verifique su regreso a España se le asis-tirá por mi Real Hacienda con la mitad del sueldo que gozó en NuevaEspaña, interim se le de otro distinto, y formaliza y presenta su obracompleta que debe ser el fruto de su trabajo. Quinta: Que de cuentade mi Real Hacienda se le proberá de Libros e Instrumentos de suprofesión para el exercicio de ella”.

El proyecto de Sessé tuvo buena acogida entre las autoridades virrei-nales y las capas dirigentes de la sociedad novohispana, aunque los pro-blemas pronto empezaron a surgir entre el Director de la expedición yalgunos de los miembros más relevantes de las instituciones sanitarias.Los inconvenientes debieron surgir desde el momento en que Sessé tomóla iniciativa “de solicitar la visita de Medicina y Boticas de este Reynoque hace muchos años no se ha hecho sino por comisión a un médicode las ciudades mas populosas”, con la intención de ordenar e inspec-cionar la sanidad del Virreinato. Desde ese momento, Sessé fue sumando

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adversarios en el seno del Protomedicato y la Universidad, que dificul-taron la buena marcha de la Expedición.

Desde su llegada a México y hasta que los documentos oficiales lle-garan a esta ciudad, Sessé continuaba desempeñando su cometido comoCorrespondiente del Jardín Botánico de Madrid en México y solucio-nando los encargos que Gómez Ortega le indicaba. Le remitió los pro-ductos naturales que en sus cortas excursiones él mismo recolectó, asícomo los que sus colaboradores le proporcionaron, como es el caso delas 33 muestras de plantas procedentes del real de minas de Sombrerete,de la semillas de Bulpinos y del Zorrillo, que eran plantas medicinalesque por sus portentosos efectos podrían sustituir al mercurio en la cura-ción del gálico (sífilis) y que había experimentado en el Hospital de SanJuan de Dios que tenía a su cargo, esperando perfeccionar sus ensayospara popularizarlas como remedios médicos.

El Jardín Botánico de México y la cátedra de botánica

Martín Sessé quería construir el Jardín Botánico en los terrenos delColegio de San Pedro y San Pablo, pero las dificultades interpuestas porla Junta Municipal del Colegio de San Gregorio y el compromiso ante-rior con el Seminario de San Carlos de los Naturales, obligaron a bus-car otro lugar. Sessé encontró un lugar adecuado para los fines perse-guidos en el terreno conocido como “Potrero de Atlampa”, situado juntoal Paseo Bucareli, cercano al acueducto del Salto del Agua y al Real Hos-pital de Indios. El cuidado práctico del jardín fue encomendado en 1790al Jardinero Mayor Jacinto López, enviado desde la corte madrileña porel ministro Porlier.

Además, Martín de Sessé y Vicente Cervantes iniciaron la búsquedade un lugar adecuado para comenzar las clases de botánica. Ignacio Cas-tera, arquitecto mayor de la ciudad, les propuso la venta de una casa

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situada en el Potrero de Atlampa por unos 35.000 pesos, aunque pocodespués decidió cedérsela en préstamo hasta 1792. Esta casa disponía deun pequeño jardín, en el que Cervantes, desde su llegada a México acon-dicionó el terreno y realizó algunas plantaciones de especies vegetales traídas de España por él mismo, así como de zonas próximas al Potrero.

Sessé y Cervantes, apoyados por Constanzó, sugirieron entonces eltraslado desde los pantanosos terrenos de Atlampa al bosque de Chapul-tepec, el lugar donde los Gálvez habían proyectado la construcción de unpalacio residencial, ya que los diferentes niveles del cerro, donde se loca-lizaba el lugar elegido, permitían un cultivo muy variado de diferentesespecies vegetales; las plantas según su naturaleza y hábito podrían desa-rrollarse bien: en las faldas del cerro, orientadas al sur y oeste, se pondríanlas de clima caliente; en las que miraban al norte y este, las de climas fríos;y en el pie del cerro, las que nacían en sitios bajos y húmedos.

El virrey Revillagigedo estudió este proyecto y finalmente decidióofrecer a los botánicos el pequeño jardín del Palacio Real para que cul-tivasen las especies necesarias para la enseñanza, mientras que las vivien-das de los profesores quedaban en las casas contiguas al propio Palacio.Así, el jardín de Chapultepec se destinaba a la creación de un parquepúblico en el que los botánicos podrían aclimatar diferentes especiesamericanas y llevar de tarde en tarde a sus alumnos.

Desde entonces el Jardín Botánico y la Cátedra quedaron estableci-dos en el Palacio virreinal del Zócalo, en pleno centro de la ciudad y con-tiguo al lugar donde en tiempos pasados se encontraba el gran templode los aztecas, donde permaneció hasta 1820. El Jardín fue inauguradosolemnemente en un acto público el 1 de mayo de 1788, en la Univer-sidad mexicana, con asistencia de las personalidades más relevantes dela ciudad. Dio comienzo con un discurso inaugural a cargo de Sessé enel que alababa a la Corona por esta fundación, esbozaba los progresos dela botánica, explicaba la “Utilidad a la Religión, a la Humanidad y al

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Estado”, fijando especialmente su atención en las aplicaciones a la medi-cina y a la agricultura, y finalmente intentaba atraer a los jóvenes al estu-dio de la botánica a través del sistema de Linneo.

Al día siguiente se abrió el Curso de Botánica, con una introduccióna cargo de Cervantes sobre los principales sistemas botánicos que hatenido esta ciencia, resaltando finalmente las ventajas y progresos que hatenido ésta con el establecido por Linneo. También se leyeron el Regla-mento y el Plan de Enseñanza del Jardín, para que los discípulos se esti-mularan con los privilegios concedidos por el Rey. Cervantes empleabamás de dos meses con los alumnos en el ejercicio práctico de las “des-cripciones botánicas” según los Aforismos de Linneo, pues al pareceréstas resultaban de difícil comprensión, sobre todo a médicos, farma-céuticos y cirujanos, alumnos mayoritarios en sus clases, formados segúnlos preceptos tradicionales. Para el público conocimiento de las activi-dades del Jardín se utilizaron los mismos procedimientos que en la metró-poli: los discursos inaugurales y los ejercicios literarios con “actuantes”al final del curso, en los que, en general, se hacía una apología de la botá-nica, y se realizaba la determinación práctica de alguna planta, de la quese señalaban sus virtudes y usos.

La apertura de la cátedra de botánica generó un clima de inquietudintelectual sin precedentes, que tuvo su culminación en la gran contro-versia científica e ideológico-política entre los intelectuales criollos y lospeninsulares. Es de destacar en este sentido la establecida entre el sabiopolígrafo mexicano José Antonio Alzate y el recién incorporado catedráticoCervantes en torno a los “sistemas nomenclaturales científicos”.

Durante el segundo curso, en 1789, destacaron dos alumnos queluego tuvieron un importante papel como miembros de la expedición aNueva España: José Mariano Mociño y José Maldonado. La trascen-dencia científica y profesional que tuvieron los cursos de botánica enMéxico puede apreciarse por los numerosos profesores de Medicina,

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Cirugía y Farmacia que sostuvieron actos públicos de Botánica en la Uni-versidad y por los que asistieron a los cursos, entre los que sobresalen porsu categoría científica algunos de los que tanto han significado para laciencia novohispana, como Luis Montaña, Daniel O’Sullivan, IgnacioPérez de León, Dionisio Larreategui, Andrés del Rio, Miguel Costanzó,José Joaquín Altamirano, etc…

En 1803, con la vuelta de los expedicionarios a España, Cervantespermaneció en México, como catedrático y luego como director del RealJardín Botánico, hasta la Independencia en 1820. Consumada ésta, con-tinuó trabajando hasta su muerte en 1829, siendo considerado por elnuevo régimen como un benefactor y admirado por su intensa laborcientífica y profesional.

Los expedicionarios, a veces juntos y otras divididos en grupos, reco-rrieron extensas regiones naturales de Nueva España en distintos viajesy comisiones, desde Vancouver en Canadá, hasta el estrecho del Dariénen Panamá; desde el Pacífico hasta las islas de Cuba y Puerto Rico. Her-borizaron y recolectaron las producciones naturales de los tres reinos dela naturaleza para mandarlos a la capital mexicana, donde eran clasifi-cados y estudiados, para ser posteriormente enviados al Gabinete de His-toria Natural y Jardín Botánico de Madrid.

Las primeras actividades de campo tenían por objeto conocer el fun-cionamiento del equipo humano en las tareas exploratorias, así como larecolección de materiales botánicos y zoológicos de las zonas periféri-cas de la ciudad de México.

Las tres primeras campañas naturalistas

A mediados de 1788, José Longinos Martínez se unió a Sessé y a JaimeSenseve, en estas tareas y los tres expedicionarios realizaron la “primera

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campaña general”, instalándose el día 12 en el poblado de San Ángel,para explorar las inmediaciones de la capital y los montes circunvecinos,donde la mayor parte de las plantas observadas no resultaron novedosas.Desde San Ángel, Sessé regresaba cada tres o cuatro días a la capital pararesolver los trámites oficiales encaminados a obtener subvenciones yapoyo económico. Se alejaron 18 leguas del Valle de México hacia zonassubtropicales, estableciendo su base de operaciones en San Agustín delas Cuevas durante los meses de julio, agosto y septiembre y desde estaúltima localidad, a lo largo de noviembre recorrieron Yecapixtla, Xochi-tlán y el valle de Cuautla del actual estado de Morelos.

Coincidiendo con la finalización del primer curso de botánica, regre-saron en dos grupos para asistir al acto público que iba a tener lugar enla capital. Uno de ellos, formado por Longinos y Echeverría lo hizo através de Mexicalcingo, desde donde partió hacia Tierra Fría y Toluca.Allí se encontró el famoso árbol de las manitas –Chiratodendron penta-dactylon– que se trató de reproducir por estacas y ácodos, tarea que siem-pre resultó infructuosa. Llegaron a México el 7 de diciembre, mientrasSessé, con el otro grupo, lo hizo por la misma ruta que había emple-ado antes, llegando a la capital el 30 de noviembre.

En estos últimos recorridos no obtuvieron grandes resultados encuanto a la obtención de especímenes, debido a la mala época del añoen que se desarrollaron y también por las grandes dificultades que pre-sentaba el escarpado terreno. A pesar de todo, en esta campaña se reco-lectaron entre 550 y 600 especies de plantas, principalmente de las mon-tañas, de las que más de 66 eran nuevas o desconocidas. A partir de esemomento se incorporaron a la Expedición, Castillo, que acababa de lle-gar de Puerto Rico, el 17 de julio de 1788 sumándose a las tareas expe-dicionarias un mes después, así como los dos dibujantes, Vicente de laCerda y Atanasio Echeverría, considerado este último por Humboldtcomo uno de los mejores dibujantes botánicos de su época, por lo que

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todo estaba dispuesto para emprender la segunda excursión hasta la costadel Pacífico.

Esta segunda campaña comenzó en marzo de 1789, trasladándose aCuernavaca donde llegaron el 19 de ese mismo mes y en la que estable-cieron su base de operaciones. En esta localidad el naturalista Longinosse dirigió a José Clavijo y Fajardo, Vicedirector del Real Gabinete de His-toria Natural de Madrid, dándole noticia de la remesa que hizo en el mesde febrero de un cajón de aves de las inmediaciones de la ciudad de México.Le adjuntaba también una lista con las 35 aves y 3 mamíferos y le comen-taba que en el tiempo que llevaba en México había reconocido y arre-glado metódicamente muchas colecciones de minerales.

Desde Cuernavaca se trasladaron hacia Tepeltapa, Huahuestla, Xona-catla, atravesando el río Balsas hasta Tixtla, Acahuitzotla y Chilpancingo,pasando por el conocido Cañón del Zopilote, hasta llegar a la sierra deIgualatlaco y Mazatlán. En agosto del mismo año, el grupo se encon-traba en Chilapa (prácticamente sin salir del estado de Guerrero) ymás adelante se encaminaron hacía Ocotito y Xaltianguis en direccióna Acapulco, de donde regresaron a la capital mexicana el 28 de diciem-bre de 1789. En esta segunda campaña, en la que hay que destacar lalabor científica de Juan del Castillo en la ruta de Acapulco, los expedi-cionarios lograron reunir 372 especies en el herbario, de las cuales 106eran nuevas, y los pintores llegaron a dibujar 180 láminas botánicas.

La tercera etapa de su recorrido por México, la más ambiciosa delas efectuadas hasta el momento, partió de la capital mexicana con rumbohacia el norte, a las regiones de Michoacán y Sonora, tocando las cos-tas del Pacífico al sur o suroeste de Colima. Participaron Sessé, Castillo,los dos dibujantes y los recién incorporados Mociño y Maldonado, sinla concurrencia de Longinos y Senseve. Estos últimos permanecieron enla capital mexicana debido a que el primero estaba en desacuerdo conlas directrices que marcaba el director de la expedición y se dedicó a orga-

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nizar un Gabinete de Historia Natural, mientras que Senseve quedó bajola dirección de Cervantes para dedicarse a la disección de animales.

La incorporación de Mociño y Maldonado se produjo por inicia-tiva de Sessé, ante la necesidad de cubrir la plaza que obligadamente teníaque abandonar Senseve. Desde ese momento, Mociño y Maldonado fue-ron incorporados como miembros de la Expedición Botánica, con lasconsiguientes ventajas derivadas de las mayores posibilidades que per-mitieron la división del grupo expedicionario por varios rumbos. La ter-cera campaña se inició el 17 de mayo de 1790, fecha en la que los expe-dicionarios salieron de la capital de México hacia Tlasnepantla y SanJuan del Río. A continuación inspeccionaron las ciudades mineras deQuerétaro, San Miguel Allende y Guanajuato, para adentrarse en direc-ción sur hasta la capital michoacana de Valladolid, la actual Morelia,donde establecieron su centro de operaciones, tras bordear la parte nor-occidental del lago de Cuitzeo.

Desde la misma capital michoacana planificaron su segundo reco-rrido hacia el sur para visitar la región del lago de Pátzcuaro y conti-nuar hacia la llamada Tierra Caliente. Reconocieron las aguas terma-les de Cointzio acompañados por el Intendente Riaño y el alférez realJosé Bernardo Foncerrada. Posteriormente, el grupo de científicos y susacompañantes se encaminaron hacia las zonas próximas al volcán delJorullo. A mediados de septiembre los expedicionarios se dirigieronen dirección oeste hacia Tingambato y Uruapan, en cuyos alrededoresrecogieron 13 especies nuevas, una en Tingambato y las restantes enUruapan. En esta última ciudad antes de la salida hacia la Tierra Calientedel oeste michoacano, los expedicionarios recorrieron el valle del ríoCupatizio, al sur de la ciudad, para contemplar y disfrutar de la bellezanatural de la catarata de Zararacua. Posteriormente se encaminaronhacia Parácuaro y Apatzingán, donde recolectaron una gran cantidadde especies vegetales.

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En dirección hacia la costa del Pacífico vía San Juan de los Plátanos,Santa Ana Amatlán y Tomatlán llegaron en diciembre a Tepalcatepec ydesde aquí entraron en la provincia de Jalisco, a través de las difíciles mon-tañas que delimitan el territorio por el valle del río Ahuijullo hasta Coa-huayana, localidad costera y centro poblacional de gran importancia enla zona meridional de Michoacán y adyacente con el actual Estado deColima. En febrero de 1791 se encontraban en Colima, desde donde sedirigieron en dirección norte hasta Zapotlán, ya en Jalisco, para enca-minarse más tarde a Sayula y Guadalajara, en donde permanecieron porespacio de cuatro meses, clasificando todo el material recogido y plani-ficando la continuación de su itinerario. Uno de los vegetales más apre-ciados recogidos en este viaje por las costas del Pacífico fueron las nuecesmoscadas que Cervantes con tanto interés les había sugerido que le envia-ran para cultivarlas en el jardín mexicano y para enviarlas al de Madrid.

Desde Guadalajara fue remitido el herbario completo de esta excur-sión, que constaba de 172 especies, de las que más de 53 eran nuevas yque sumadas con las especies contenidas en los dos herbarios corres-pondientes a las dos campañas anteriores, arrojan una cifra de más de1.000 especies recolectadas, de las que aproximadamente la cuarta parteeran nuevas. Fueron dibujadas 100 nuevas plantas, pero el aporte fun-damental en cuanto a los resultados de esta 3ª excursión fue la recopila-ción, ordenación y redacción de datos botánicos que los expedicionariosrealizaron durante su permanencia en Guadalajara, como resumen delos tres años anteriores de viajes, más los de ese mismo año, que se plasmóen el manuscrito denominado Plantas de Nueva España. Asimismo, enel terreno de la zoología, es muy probable que una gran parte del manus-crito referente a la ornitología mexicana se elaborase en esa misma loca-lidad y en esta misma fecha.

En esta zona del centro-occidente de México, el grupo de naturalis-tas se dividió en dos secciones: Mociño, Castillo y Echeverría se enca-

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minaron al norte por la falda de la Sierra Madre, cruzándola por el Puertode las Canelas en dirección a Los Álamos, donde el grupo se encontrabaen octubre. Seguidamente, se adentraron en la sierra de los Tarahuma-ras (Chihuahua), donde Castillo enfermó gravemente, y a continuaciónen la de los Tepehuanes en Durango, localidad que visitaron en enerode 1792, hasta alcanzar Aguascalientes, lugar de encuentro con el otrogrupo expedicionario. Éste, formado por Sessé, De la Cerda y Maldo-nado, recorrió las provincias de Sinaloa y Ostumuri, así como las misio-nes del río Yaqui, tras lo cual regresaron a Aguascalientes pasando conrumbo norte por Ahuacatlán, Tequepexpan, Santa María del Oro y Tepicen Nayarit, donde se encontraban el 12 de agosto de 1791.

Longinos y Senseve emprendieron su viaje el 20 de enero de 1791,saliendo de la ciudad de México para explorar la Alta y Baja Califor-nia. Sus planes consistían en embarcarse en el puerto de San Blas paraEl Loreto y recorrer la península de California, donde pensaban per-manecer algún tiempo para reconocer sus minas y costas hasta donde lefuera posible para después atravesar el golfo y regresar a las costas deSonora y Sinaloa y de aquí a la capital de México. El resultado de másde tres años de exploraciones y actividades naturalistas fue el haber reco-rrido 2000 leguas, embarcándose 5 veces por el golfo de California, rea-lizando numerosos estudios y recolecciones de materiales zoológicos,botánicos y mineralógicos.

En cuanto a la expedición principal, las dos secciones del grupo expe-dicionario se reunieron en Aguascalientes como estaba previsto, y en estalocalidad Sessé recibió la orden del virrey Revillagigedo, con fecha 21 dediciembre de 1791, para que una comisión de naturalistas se incorporaraa la Expedición de Límites que se dirigía a la Isla de Nutka, bajo el mandodel navegante Juan Francisco de la Bodega y Quadra, comandante delDepartamento de San Blas. Los naturalistas elegidos para la misión fue-ron Mociño, Maldonado y el dibujante Echeverría, que fueron llegando

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por separado a San Blas procedentes de las distintas localidades donde seencontraban en esas fechas. La llegada a la pintoresca isla de Nutka des-pués de una travesía sin percances, se produjo el 29 de abril de 1792. Fue-ron recibidos cordialmente por los nativos encabezados por su jefe Macuina,como expresa el propio Mociño en su obra “Noticias de Nutka”, que fueredactada por el naturalista a su regreso en la capital mexicana y que consu relevante información y vivo estilo literario, permite conocer los por-menores de la estancia y actividades de los expedicionarios.

Mientras tanto, Sessé y los compañeros que formaban su grupo, Cas-tillo y De la Cerda, emprendieron su regreso desde Aguascalientes a la capi-tal mexicana, en la que permanecieron más de un año, desde principiosde 1792 hasta mediados de 1793. Sessé se incorporó de nuevo a sus tareasen la dirección del Jardín Botánico y se dedicó a resolver los problemassurgidos con el Protomedicato y la Universidad, en relación a la suspen-sión de los actos públicos de botánica de los dos años anteriores.

La exploración del sureste de México

La nueva fase de la Expedición por territorio mexicano estaba pla-nificada a principios de 1793, para recorrer los grandes territorios deleste y del sur, que lindaban con el Golfo de México. La expedición, nue-vamente, quedó dividida en dos grupos: Mociño, junto con Castillo yDe la Cerda recorrerían la Mixteca, costas de Tabasco y de Tehuantepec;mientras Sessé, del Villar y Echeverría se dirigirían hacia la Huasteca.Mociño y de la Cerda emprendieron su marcha desde la ciudad deMéxico, el 20 de abril de 1793, hacia la sierra de Papalotipac y la Mix-teca, por donde anduvieron más de dos meses y medio, sin que pudieraacompañarles Juan del Castillo, puesto que dos días antes de la salidahabía sufrido un agravamiento de la enfermedad contraída en la regiónTarahumara. A continuación los dos expedicionarios llegaron a Córdoba,donde se unieron al otro grupo, que al mando de Sessé había llegado a

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esta ciudad veracruzana después de haber recorrido Jalapa, Huatusco yPuebla de Perote. Reunido todo el grupo expedicionario en Córdoba enel mes de julio, decidieron alterar los planes, dirigiéndose todos juntoshacia la región costera de Veracruz.

La llegada de los expedicionarios a estas regiones del golfo de Méxicocoincidió con las erupciones del volcán de San Martín, situado en lascercanías de San Andrés de Tuxtla, que llevaba en actividad desde pri-meros de marzo de 1793. Las trágicas noticias llegaron a la capital mexi-cana y para remediar esta serie de calamidades el virrey Revillagigedoordenó que se formase una comisión de investigación, que estudiase losorígenes y las consecuencias que este fenómeno provocó. Sessé encargóa Mociño, junto a Julián del Villar y Atanasio Echeverría observar y des-cribir los fenómenos telúricos que en la cumbre se estaban produciendo,así como de recoger materiales volcánicos. El resultado de esta investi-gación lo expuso en sendos informes que proporcionó a las autorida-des locales y el que dirigió al virrey, conocido como “Descripción delvolcán de Tuxtla”.

La Real Expedición Botánica en la periferia del Virreinato

En el mes de junio de 1794 finalizaban los seis años de la ExpediciónBotánica de Nueva España, de acuerdo con lo prefijado en las Instruc-ciones, habiendo recorrido más de tres mil leguas, pero por diversas cau-sas, aún no se había podido llevar a cabo el reconocimiento previsto delos territorios de la franja sur del Virreinato –la raya de Guatemala– desumo interés para sus investigaciones. Las continuas peticiones que sehicieron desde México a Madrid dio como resultado la prórroga de laExpedición Botánica a Nueva España, para recorrer en el término de dosaños el Reino de Guatemala y las Islas de Barlovento. Estas últimas eranigualmente ricas en bálsamos y otros productos naturales de mucho inte-rés para el comercio y la medicina, por lo que su exploración y estudio

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resultaba igualmente muy conveniente. A tal fin se formaron dos gru-pos expedicionarios: al Reino de Guatemala irían Mociño, Longinos yDe la Cerda, en tanto que a las Islas de Cuba, Santo Domingo y PuertoRico lo harían Sessé, Senseve y Echeverría.

El 22 de abril salieron de la capital mexicana camino de Puebla dondeestaban dos días después; de allí partieron hacia el puerto de Veracruzdonde embarcaron, el 5 de Mayo de 1795, en la fragata Santa Águedacon destino a La Habana donde llegaron el 30 de mayo. Martín de Sesséestableció contacto con la Sociedad Patriótica y el Real Consulado de LaHabana, que propiciaron la formación como botánico del médico haba-nero José Estévez y Cantal. Asimismo, Sessé hizo los primeros planespara el establecimiento de un Jardín Botánico en La Habana.

El 4 de marzo de 1796 partieron Sessé y Estévez, junto a Senseve yel pintor Echeverría, a bordo de la fragata Gloria, rumbo a Puerto Rico,donde describieron más de trescientas especies vegetales, muchas de ellasdesconocidas para la ciencia, como resultado de una exploración alre-dedor de casi toda la Isla, que se prolongó hasta el 12 de mayo de 1797,como resultado del bloqueo inglés al puerto de San Juan, que inmovi-lizó a los expedicionarios. En junio, ya en La Habana, Sessé pudo conec-tar sus actividades con las de la Comisión Real de Guantánamo, que diri-gía el conde de Mopox, para hacer una exploración del occidente cubanoantes de su vuelta definitiva a México en 1798.

En relación a la prórroga de dos años para explorar los nuevos terri-torios centroamericanos y pese a la inicial oposición de uno de los miem-bros elegidos para la misma, José Longinos Martínez, los otros dos natu-ralistas, Mociño y de la Cerda, junto a Julián del Villar, partieron haciael sureste de México y Centroamérica. Cuando el grupo de Mociño llegóa la capital guatemalteca, Longinos ya llevaba en esta ciudad más de 5meses y se encontraba trabajando en la formación de su nuevo Gabinetede Historia Natural, que estaba a punto de inaugurarse. Su viaje, que

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duró aproximadamente un año, se inició unos días después de que elgrupo de Mociño abandonara la capital mexicana. Desde la llegada delos dos grupos de naturalistas a la capital guatemalteca, éstos se mantu-vieron ocupados los meses restantes de ese año de 1796 en las tareas queLonginos había considerado prioritarias desde el inicio de la ExpediciónBotánica y que no fueron otras que la de dedicar sus esfuerzos a la ins-talación de un nuevo Gabinete de Historia Natural, como ya había hechoen la capital del Virreinato.

La Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala prestó todosu apoyo a Longinos para llevar a buen fin su proyecto de museo de cien-cias naturales. En toda la estancia centroamericana la colaboración y elentusiasmo por los trabajos científicos de la Real Expedición marcaronel inicio del despegue renovador en el ámbito de la ciencia y la técnicaen el Reino.

La apertura del Gabinete de Historia Natural fue una fiesta, una cere-monia científica y un hecho cultural de trascendencia histórica para Cen-troamérica. El día 9 de diciembre de 1796, a las cuatro de la tarde seinauguró el primer Gabinete de Historia Natural de Guatemala. Losalumnos que se formaron en el Gabinete, entre los que destacaron Pas-casio Ortiz de Letona y Mariano A. Larrave, también consiguieron apren-der el número de plantas tintóreas que conoció Linneo, especificandoqué parte de la planta era la útil y qué preparación necesitaba para el usode los tintes. En el campo de la zoología, aprendieron algunas nocio-nes prácticas en la disección y embalsamado de animales. Mociño y dela Cerda, a principios de 1797, salieron de Nueva Guatemala y empren-dieron sus exploraciones por gran parte de Centroamérica. Iniciaronsu recorrido por la región suroccidental de la Capitanía General, en unatrayectoria ceñida en todo momento a la fachada sur de la costa del Pací-fico, que probablemente era la alternativa más favorable que se les ocu-rrió por ser esta franja de territorio la más habitada, y que presentaba

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menos riesgos para su aventurada expedición. El camino de herradurapartía de la capital de Guatemala dirigiéndose hacia Nicaragua, a tra-vés de los pueblos de Petapa, Xalpatlauac, Atiquizaya, Sonsonate, SanSalvador y San Miguel. Proseguía por los pueblos de Nacaome y Cho-luteca y se adentraba en la circunscripción nicaragüense atravesandolas localidades de Zomoto, El Viejo, León, Managua, Masaya, Granada,San Juan del Sur y Nicoya.

A lo largo del trayecto, el trabajo de campo fue exhaustivo, las her-borizaciones, recogida de datos y dibujos de las distintas especies, fue-ron constantes por todas las localidades por donde pasaron, pero no sóloMociño y de la Cerda se dedicaron a las actividades naturalistas funda-mentales de su comisión, sino que en cada lugar que visitaron procura-ron analizar los asuntos de interés científico que llamaban su atención,realizando experimentos y colaborando con las autoridades locales.Mociño, tras sus recorridos por las regiones productoras de añil en esteReino, hizo observaciones y numerosos ensayos y experimentos queplasmó en una “Memoria” sobre esta planta utilitaria, que fue publicadapor la Real Sociedad Económica de Guatemala. Además realizó el reco-nocimiento del mineral de azogue en la localidad de Ocozocoautla, enla Intendencia de Chiapas. En la capital de dicha Intendencia combatióla epidemia de “vitíligo”, denominada lepra de Chiapas, por iniciativadel obispo de Ciudad Real, con su habilidad y generosidad, aportandolos medicamentos precisos, con lo que consiguió la curación de muchosde los afectados.

El regreso de los expedicionarios, la medicina mexicana y losintentos de publicación

En 1799 todo el grupo expedicionario se encontraba en la ciudad deMéxico, excepto los dos miembros más desafortunados que habían falle-cido a consecuencia de las enfermedades contraídas en las exploraciones

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por las intrincadas e insalubres regiones de Nueva España, Longinos yCastillo, y el pintor Atanasio Echeverría que se había quedado en Cubaagregado a la expedición del Conde de Mopox, que ya estaba dispuestapara su regreso a España. El resto de los naturalistas y sus colaboradoresse dedicaron a partir de esta fecha a preparar el retorno a la Península.Mientras tanto, se ocuparon de la preparación de los materiales (la orga-nización de los manuscritos de la futura Flora Mexicana, complemen-tada con su correspondiente iconografía, herbarios, ejemplares zooló-gicos, etc.) que deberían llevar consigo, tras muchos años de explora-ciones y estudios por tierras novohispanas, además de realizar los dupli-cados que habrían de quedarse en México, para que sirvieran a las cla-ses de botánica que Cervantes continuaba impartiendo en una de lassalas del palacio virreinal.

Además, Sessé propuso la creación de las denominadas Salas de Obser-vación en los hospitales generales de San Andrés y Real de Naturalesde la capital mexicana. En ellas se analizaron las virtudes terapéuticas delas plantas medicinales indígenas basándose en la observación y experi-mentación clínica de los efectos curativos que ejercían sobre los enfer-mos, con vistas a su aplicación a la medicina, a la farmacopea y a la forma-ción de una flora médica indígena de Nueva España. Como se indicó alcomienzo, la expedición contribuyó parcialmente a la modernización dela medicina novohispana, aún apegada a los usos tradicionales. En elcampo universitario, hay que recordar que las cátedras entre 1775 y 1833en la Universidad eran Prima de Medicina, Vísperas de Medicina, MétodoMedendi, Anatomía y Cirugía y Astrología y Matemáticas, en tanto queen el Colegio de Cirugía se enseñaba Anatomía, Operaciones teóricasy prácticas y Fisiología. A estas enseñanzas sanitarias habría que añadirmás tarde la propia cátedra de Botánica en 1788 y en 1804 la cátedra deMedicina práctica en el Hospital de San Andrés, impartida por Luis JoséMontaña. La vía de la modernización había comenzado un tiempo antes,ya que poco después de establecido en Cádiz el Colegio de Cirugía, se

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abrió una institución similar en la Ciudad de México, en el HospitalReal de Naturales (1768), para impartir la cátedra de anatomía práctica.El doctor Manuel Moreno fue su primer director. Los cursos se inau-guraron en 1770 con demostraciones anatómicas realizadas por AndrésMontaner y Virgili, sobrino de Pedro Virgili, catedrático de anatomía,ayudante de cirujano mayor de la Real Armada y maestro honorario delReal Colegio de Cirugía de Barcelona. Desde 1803 hasta su disoluciónen 1822 dirigió el Colegio el malagueño Antonio Serrano, quien ade-más ocupaba plaza de cirujano en los Hospitales Reales de Naturales ySan Andrés, puestos desde los que luchó por modernizar la medicinafrente al Protomedicato.

A finales de 1803, después de 16 años de Expedición por la NuevaEspaña, Sessé y Mociño –ya en Madrid– reanudaron sus actividades einiciaron el rescate y ordenamiento de todos los materiales que habíanido remitiendo al Real Jardín Botánico durante sus exploraciones, asícomo de los demás materiales que ellos mismos habían traído a la Penín-sula, intentando reunir en un solo contingente todos los dibujos, manus-critos y especímenes de herbario. Estos, debidamente estudiados y orde-nados, serían utilizados para la publicación de la Flora Mexicana, peroel convulsionado panorama político español desde principios del sigloXIX contribuyó a que este legado científico no fuera aprovechado en sumomento y que sufriera multitud de avatares, pérdidas, ventas, etc.., sinobtener la rentabilidad científica que tanto podría haber significado parala ciencia española.

En fin, la obra no se pudo acabar, Sessé falleció en 1808 y Mociño seencargó a partir de entonces de todo lo referente a la Expedición, deordenar y clasificar todos los materiales e intentar concluir un Prodro-mus de la Flora de México. Más adelante por los avatares sufridos por elbotánico mexicano, este cometido quedó sin efecto aunque su persis-tencia le hizo concebir la esperanza, a su regreso del exilio, de plantear

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nuevamente esta posibilidad, lo que no pudo ni siquiera intentarse puesel botánico murió al poco tiempo de regresar a Barcelona.

La dispersión sufrida por los materiales desde el exilio del botánicomexicano en Montpellier en 1814, hasta la muy reciente pérdida parael patrimonio científico español de la mayor parte de la Iconografía en1981, no impidió que los resultados de la Expedición se dieran a cono-cer a lo largo de este dilatado período, aunque parcialmente. En variospaíses, incluido España, diversas publicaciones se encargaron de su difu-sión, pero el ir apareciendo incompletos y diseminados en periódicos,revistas, monografías, repertorios botánicos y formando parte de grandestratados les ha restado la brillantez y el valor que sin duda hubieran tenidosi su estudio y edición como obra de conjunto se hubiera realizado justoen el tiempo en que la comunidad botánica internacional los demandaba.

Aparte de los trabajos publicados por los propios protagonistas dela Expedición Botánica en Nueva España, la mayor parte de las des-cripciones de las especies de la flora novohispana, propiamente dichas,salvo claro está la gran mayoría de las que integran la Flora de Guate-mala, fueron apareciendo sucesivamente en otros trabajos impresos a lolargo de los siglos XIX y XX.

Ahora bien, los mayores frutos de la Expedición Botánica a NuevaEspaña se plasmaron en la compilación de miles de descripciones y datosbotánicos de la flora novohispana, que consiguieron finalmente apare-cer como las dos obras póstumas de Sessé y Mociño: Plantae Novae His-paniae y Flora Mexicana. Las “Plantas de Nueva España” y la “Flora Mexi-cana” aparecieron por entregas, entre 1887 y 1891 la primera y desdeesta última fecha hasta 1897 la segunda, como apéndice de la revista LaNaturaleza, periódico de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Lasegunda edición de ambas fue realizada por la Secretaría de Fomento delgobierno mexicano en 1893 y 1894, con motivo de la Exposición Inter-nacional de Chicago celebrada en el primero de esos años.

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La tercera gran contribución de la Expedición Botánica de NuevaEspaña al frustrado proyecto ilustrado de elaboración de las “Floras Ame-ricanas”, fue la aportada por el botánico de la Comisión de Centroa-mérica, José Mariano Mociño. Este, como resultado de sus herboriza-ciones, confeccionó la Flora de Guatemala. La última gran contribuciónde la Real Expedición Botánica a Nueva España, la Ornitología de NuevaEspaña, que ha sido recientemente descubierta, todavía se conserva inéditay está actualmente en estudio, siendo probablemente la contribuciónzoológica más relevante de la expedición.

Algunos apuntes sobre la minería mexicana

Es de sobra conocida la importancia de la minería mexicana, espe-cialmente la de la plata, para las arcas de la corona española a lo largode toda la época virreinal, aunque lo es menos el proceso de trans-formación que sufrió en el siglo XVIII como consecuencia de la aso-ciación de los mineros relevantes, los cambios legales y la introduc-ción de nuevas tecnologías en la minería de Nueva España. El primerhito de algún alcance fue el escrito de Francisco Javier Gamboa, abo-gado de la Real Cancillería de México y diputado del Consulado dela Nueva España, que dio a conocer en Madrid, en 1761, sus Comen-tarios a las Ordenanzas de minas dedicados al Católico Rey nuestro Señor,Don Carlos III…, en tanto que el segundo vino de la mano de JuanLucas de Lassaga, Regidor de la Ciudad y Juez Contador de Menoresy Albaceazgos, y de Joaquín Velázquez de León, Abogado de la RealAudiencia y antiguo catedrático de Matemáticas de la Universidadmexicana. Se produjo en 1774 con la publicación en México, porFelipe de Zúñiga y Ontiveros, de la Representación que a nombre de laMinería de esta Nueva España hacen al Rey nuestro Señor los Apodera-dos de ella.., con la que se proponía la reordenación del mundo mineronovohispano.

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Pero el suceso fundamental para estos intentos de renovación legal ytécnica se produjo con la llegada en 1788 de Fausto de Elhuyar (1755-1833), uno de los descubridores del wolframio junto a su hermano JuanJosé, con técnicos alemanes, entre ellos Federico Sonneschmidt y LuisLindner, para renovar la minería mexicana, lo que termina de consolidarsecon la apertura en 1792 del Real Seminario de Minería en México, unaespecie de Freiberg hispano, que probablemente fue una de las institucio-nes de más prestigio en el mundo iberoamericano. Sólo hay que recordarla participación en esta institución de Andrés Manuel del Río (1764-1849),el descubridor del vanadio (eritronio) y autor de unos modernos Ele-mentos de Orictognosia en 1795, así como la de Alexander von Humboldt,también presente como profesor del Seminario durante su estancia enNueva España en 1803. Además fue suya la Introducción a la Pasigrafíageológica que acompañó a la segunda edición en 1805 de la obra de sucolega Andrés Manuel del Río para uso de los alumnos del Colegio minero.

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II. Instituciones y fármacos

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Introducción

Como es bien sabido, la medicina académica que se practicaba en lossiglos XVI y XVII había nacido en el mundo mediterráneo, como resul-tado del cruce y mestizaje entre las ricas tradiciones sanadoras de los pue-blos que vivían en el sur de Europa, el norte de África y el PróximoOriente. Sin embargo hubo un momento en el que intervino el llamado“mundo atlántico”. En esta nueva fase de su complejísima evolución,la medicina occidental se transformó a partir de las interacciones de lospueblos de Europa, Asia y América. Así, desde el siglo XVI, la consoli-dación de las rutas marinas de larga distancia avivaron sucesivas oleadasde hibridación cultural que tuvieron un significativo impacto en la prác-tica médica.

Sanadores y pacientes viajaron a través de estas nuevas rutas inter-cambiando remedios, textos médicos, nociones y conceptos sobre saludy enfermedad, y drogas maravillosas. Estas personas fueron los princi-

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Las primeras plantas medicinalesamericanas conocidas en Europa

María Luz López Terrada

Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto de investigación HAR2009–11030-C02-02 financiadopor el Ministerio de Ciencia e Innovación.

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pales agentes de las nuevas estrategias de recolección, organización yordenación de las ingentes cantidades de nueva información sobre elcuerpo humano y el mundo natural. Porque, en los siglos XVI y XVIIla observación, descripción y acumulación de datos y la exhibición delos objetos en jardines y gabinetes o colecciones de todo tipo (ademásde las ilustraciones) fueron los medios por los cuales la naturaleza fuecatalogada, presentada al público y conocida cada vez más1.

Como se ha señalado recientemente, los europeos de esta época hicie-ron de la conquista y conocimiento de la naturaleza un imperativo polí-tico. Esto dio lugar a importantes innovaciones en diferentes disciplinasen plena y profunda transformación, como era la historia natural o lamateria médica. Las plantas se consideraron de otra manera y se con-virtieron poco a poco en objetos de estudio por sí mismas, y los estu-diosos se fueron alejando de los acercamientos simbólicos y emblemáti-cos. Así surgieron nuevos conceptos de la naturaleza que correspondíana su vez a cambios materiales y políticos. También apareció un nuevodiscurso que dio lugar a un profundo cambio en las actitudes hacia elmundo natural, en las relaciones entre los objetos naturales y artificialesy en su representación artística, cambios que se produjeron a la vezque un nuevo comercio mundial y un nuevo imperialismo. Todo ellounido a lo que en los estudios históricos más clásicos se ha venido con-siderando la gran renovación de la materia médica renacentista, a saber,la confluencia del humanismo y su crítica textual de los clásicos, lo queimplicó un nuevo acercamiento a los textos biomédicos griegos y roma-nos, con la inclusión de la botánica entre los estudios académicos, par-

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ticularmente los estudios médicos universitarios. A este respecto no hayque olvidar que la gran mayoría de cultivadores de la botánica de esteperiodo se habían formado en las Universidades como médicos2.

Por otro lado y, sin duda alguna, la Monarquía Hispánica era enton-ces una potencia política y económica en expansión, con un enormeámbito geográfico para colonizar, por lo que resultaba imperativo cono-cer las características de la naturaleza de los nuevos territorios para poderdominarlos, controlarlos y explotarlos. Ello llevó, inevitablemente, a laMonarquía Hispánica a adquirir una posición central en la circulacióndel conocimiento científico, en especial en los aspectos más vinculadosa la conquista y explotación de los nuevos territorios americanos. Por esono puede extrañar que en el ámbito hispánico se originara la producciónmás importante de textos conteniendo las primeras descripciones de lanaturaleza americana3.

Los estudios en relación con la materia médica europea y las recien-tes posiciones con respecto a la expansión colonial hispana permitenhablar de la decisiva influencia que tuvieron determinados textos ypersonajes en la difusión en el mundo europeo de los conocimientos quese tenían de las plantas –y consecuentemente de los medicamentos– deun territorio de tal magnitud como América Central y del Sur. El NuevoMundo, como lo muestra la gran cantidad de literatura de todo tipode género publicada por todo el Viejo Continente, estaba siendo asi-milado al imaginario europeo. Sin embargo, por ley sólo tenían acceso

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2 SCHIEBINGER, L.; SWAN, C. (eds.) (2005). Colonial Botany. Science, Commerce and Politics in Early Modern World.Philadelphia, University of Pennsylvania Press; OGILVIE, B.W. (2006) y OGILVIE, B.W. (2003). “The ManyBooks of Nature”: Renaissance Naturalists and Information Overload”, Journal of the History of Ideas, 2003, 29-40, p. 33.

3 LÓPEZ PIÑERO, J.M. (1979). Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII. Barcelona, Labor,279-308; NAVARRO BROTONS, V.; EAMON, W. (eds.), Más allá de la Leyenda Negra. España y la Revolución Cien-tífica. Beyond the Black Legend: Spain and the Scientific Revolution. Valencia, Instituto de Historia de la cienciay documentación López Piñero, 2007, especialmente “Iberian Science in an Imperial Setting,” 89-147.

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a la América colonizada los habitantes de Castilla. Aquí queremos recor-dar que los castellanos (y otros pocos súbditos de la corona) fueron losprimeros que tuvieron acceso a América y, consecuentemente los pri-meros europeos en nombrar, describir, catalogar y representar las pri-meras noticias de plantas medicinales americanas.

La asimilación en Europa de las plantas americanas fue un complejoproceso que condujo a profundos cambios en la sociedad y en la culturaeuropea. Su introducción y uso dieron lugar a importantes cambios enla alimentación y en los medicamentos hasta entonces utilizados por loseuropeos, pero también en los jardines y en el paisaje, las drogas, lasmaderas, los colorantes y otras muchas cosas de aplicación práctica. Porello, voy a limitarme a tratar de reconstruir como se inició el proceso deconocimiento de las plantas medicinales americanas a partir de la lla-mada “Crónica de Indias”, es decir, de las primeras noticias y descrip-ciones de las mismas publicadas en Europa4.

Las fuentes: la Crónica de Indias

El descubrimiento, la conquista y la colonización de América por losespañoles dieron origen a un tipo de narración situada entre la crónicamedieval castellana y los textos historiográficos renacentistas, y bauti-zada como “Crónica de Indias” casi desde su aparición. Se trata de ungénero literario que, por su contenido, podríamos situar entre la geo-grafía, la historia, el relato de viaje, la etnografía y la historia natural. Sonnarraciones, realizadas desde la perspectiva de las dos primeras genera-ciones de colonizadores europeos, así como de los procesos de domina-

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4 Este tema ha sido ampliamente tratado en: PARDO TOMÁS, J.; LÓPEZ TERRADA, M.L. (1993). Las primeras noti-cias sobre plantas americanas en las relaciones de viaje y crónicas de Indias, 1493-1553, Valencia, Instituto de Estu-dios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, y LÓPEZ PIÑERO J.M.; LÓPEZ TERRADA, M.L. (1997). Lainfluencia española en la introducción en Europa de las plantas americanas (1493-1623), Valencia, Instituto deEstudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia.

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ción cultural, religiosa y política que ellos mismos llevaron a cabo. Aun-que, en este sentido genérico, se trata de obras similares, el grupo de tex-tos es muy heterogéneo, tanto por su estructura interna, como por elperfil de sus autores y los objetivos con que los redactaron. En todos loscasos, sin embargo, ofrecen en conjunto de información muy variadosobre la naturaleza americana durante el primer período de contactoeuropeo con el Nuevo Mundo. Hay que tener presente que la mayorparte de los cronistas cuyas obras vamos a mencionar se sirvieron de lacosmografía de la Antigüedad, aunque al mismo tiempo la estuvieranrefutando, para obtener una mejor comprensión del Nuevo Mundo queestaban describiendo, utilizando textos clásicos para encontrar referen-tes directos que explicaran el Descubrimiento, así como apoyándoseen el criterio de auctoritas no sólo de los clásicos grecolatinos, sino tam-bién de las Escrituras y de la Patrística5. Dado el tema que nos ocupa,hay que señalar que en toda Crónica de Indias el interés por la natura-leza exótica y su descripción es sólo un elemento más. Así, la imagen deAmérica y la concepción de la naturaleza del Nuevo Mundo que va atransmitir la Crónica de Indias dependió, en gran medida (y entre otrascosas), de la interpretación que hicieron los cronistas de los textos clá-sicos y su adaptación para la descripción de la naturaleza que estabanrealizando. Como señaló hace ya más de cincuenta años Edmundo O’Gor-man, América “antes de ser una realidad fue una prefiguración fabu-losa de la cultura Europea6”.

Los textos de la Crónica de Indias que voy a utilizar no han sido ele-gidos aleatoriamente, sino que reúnen unas características específicas.En primer lugar, son impresos, lo que supone, en principio, que tuvie-ron una difusión y un número de lectores potencialmente mayor que

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5 BERCHANSKI, J.C.; OLIVER, J.L.; PIUZZI, O.J. “Algunas concepciones de la Historia vigentes en la Historiogra-fía Indiana del siglo XVI”, Parte II. En: http://es.shvoong.com/humanities/h_history/1708333-algunas-con-cepciones-la-historia-vigentes/

6 O’GORMAN, E. (1958). La invención de América. México, FCE.

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si hubieran permanecido manuscritas. En segundo, pertenecen a laprimera fase del conocimiento europeo del territorio americano. Porúltimo, todas ellas contienen información sobre la naturaleza americana.Hay que tener en cuenta que solamente una parte de las Crónicas deIndias fueron impresas en la época, y que hubo muchas que permane-cieron manuscritas hasta bien entrado el siglo XIX. En algunos casos fue-ron precisamente éstas últimas las que contenían una mayor cantidad deinformación sobre la naturaleza y las plantas americanas.

Las primeras noticias sobre la naturaleza del Nuevo Mundo fueron,lógicamente, las contenidas en los textos del mismo Cristóbal Colón, asícomo en otros escritos sobre los llamados ‘primeros viajes de Descubri-miento’, como el del médico sevillano Diego Álvarez Chanca. Los másinfluyentes de esta fase fueron, sin duda, el Mundus Novus (1504) deAmerigo Vespucci (1454-1512) y las Decades (1511-1521) de PietroMartire d’Anghiera (1454-1526), que durante su larga vida cortesanaen Castilla castellanizó su nombre como Pedro Mártir de Anglería. Aesta fase inicial siguió otra, encabezada por el Sumario (1526) y la pri-mera parte de la Historia general y natural de las Indias (1535), de Gon-zalo Fernández de Oviedo (1478-1557), el único autor de la época quese propuso expresamente describir la naturaleza americana y sus pro-ductos. En un segundo plano pueden situarse las Cartas de relación (1522-1524), de Hernán Cortés (1485-1547), y las narraciones de Cabeza deVaca, los Naufragios (1542) y los Comentarios (1555). Tras la de Oviedo,las obras más influyentes fueron la Historia de las Indias (1552), de Fran-cisco López de Gómara (1511-1566) y la Chronica del Peru (1553), dePedro Cieza de León (1520-1554)7.

Cada uno de estos textos describió una parte diferente de los territo-rios americanos y, consecuentemente, de la geografía, la flora, la fauna,

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7 Cf. PARDO; LÓPEZ (1993), p. 17-135.

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etc. De igual modo no todos los autores antes mencionados percibieronde igual modo la naturaleza americana, ni por consiguiente, las noticiasy descripciones que plasmaron en sus obras tienen el mismo carácter. Enellos pueden encontrarse diversas noticias acerca de los productos medi-cinales americanos, ya que sus autores, sin formación médica, tuvieronque enfrentarse a determinados problemas de salud y encontraron testi-monios directos del uso y efecto de determinas plantas, bien de los pro-pios colonizadores, bien entre las diversas poblaciones indígenas.

A partir de la información contenida en estos textos8, y hasta media-dos del siglo XVI, los tratados europeos de botánica y materia médicaincluyeron escasas noticias sobre las plantas americanas, casi todas pro-cedentes de la información proporcionada por estas primeras noticias.En ningún texto se recogen más de seis o siete especies de origen ame-ricano. El análisis en detalle de los principales textos botánicos de la épocapermite comprobar que se refieren principalmente a especies que sehabían introducido realmente a través de la Península Ibérica, donde cre-cían de forma espontánea o cultivada, aunque a menudo se desconocíaeste hecho y también su procedencia del Nuevo Mundo. Quizás, el ejem-plo más significativo a este respecto sea el del maíz, reproducido y estu-diado tanto por Ruelle como por los llamados “padres alemanes de labotánica” (Otto Brunfels, Hieronimus Bock y Leonhart Fuchs), y deno-minado Turcicum frumento, es decir, trigo turco, de donde se conside-raba que procedía. Algo similar ocurrió con el pimiento o la calabaza.Muy diferente fue la historia de otra planta de origen americano intro-ducida y conocida desde los primeros contactos: el guayaco, cuyo ori-gen se conocía perfectamente y que generó una amplia literatura espe-cializada en relación con la dedicada al morbo gallico9. Así, hasta las fun-

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8 Cf. “Traducciones y ediciones en otros países de las primeras noticias y descripciones españolas de plantas ame-ricanas”. En: LÓPEZ PIÑERO y LÓPEZ TERRADA (1997), p. 24-30.

9 Sobre las numerosas publicaciones que se le dedicaron cf. VÖTTINER-PLETZ, P. (1990), Lignum sanctum. Zurtherapeutische Verwendung des Guajak vom 16. bis 20.Jahrhundert, Frankfurt am Main, Govi-Verlag.

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damentales contribuciones de Nicolás Monardes y de Francisco Her-nández, en los años sesenta y setenta del siglo XVI, el conocimiento euro-peo de la materia médica americana fue muy fragmentario, y sin un acer-camiento científico a las plantas medicinales usadas en los diversos sis-temas médicos amerindios para incorporar nuevos remedios medicina-les asimilables a las concepciones médicas europeas de la época10.

Lógicamente, lo que más interesó a los cronistas fueron los produc-tos comestibles y los remedios medicinales. De este modo, casi la mitadde plantas descritas en estas crónicas, ochenta en total, pueden ser con-sideradas alimentos, mientras que las cincuenta especies de uso medi-cinal suponen un poco más de la cuarta parte. El tercer grupo, las cua-renta y siete plantas restantes, está compuesto por productos con usosmuy determinados, diferentes al alimenticio o medicinal, como los colo-rantes o los árboles maderables, y menciones o descripciones de plan-tas sin ningún uso determinado11.

Las medicinas del Nuevo Mundo

El medio centenar de especies botánicas de uso medicinal que apa-recen mencionadas o descritas en nuestros textos puede agruparse en tresgrandes apartados. En primer lugar, las viejas plantas medicinales, aque-llas plantas comunes a los dos continentes, cuyo uso, por tanto, era cono-

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10 Sobre Monardes cf. LÓPEZ PIÑERO, J.M. (1989), La Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras IndiasOccidentales (1565-1574) de Nicolás Monardes. Edición facsímil y estudio introductorio, Madrid, Ministerio deSanidad y Consumo y LÓPEZ PIÑERO, J. M. (1990), Las nuevas medicinas americanas en la obra (1565-1574)de Nicolás Monardes, Asclepio, 42, 3-68. Sobre Francisco Hernández: SOMOLINOS D’ARDOIS, G. (1960),Vida y obra de Francisco Hernández. En: Francisco Hernández Obras completas, México, Universidad Nacio-nal de México, vol. I, pp. 95-440; LÓPEZ PIÑERO, J.M.; PARDO TOMÁS, J. (1996), La influencia de FranciscoHernández (1515-1587) en la constitución de la botánica y la materia médica modernas, Valencia, Instituto deEstudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia y VAREY, S.; CHABRÁN, R.; WEINER, D.B. Searching forthe secrets of nature: the life and works of Dr. Francisco Hernández. Stanford, Stanford University Press, 2000.

11 Todas las plantas mencionadas en las Crónicas de Indias mencionadas han sido estudiadas en su totalidad y condetalla en PARDO; LÓPEZ (1993), p. 143-251.

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cido, generalmente, por los europeos; en segundo lo que podríamos deno-minar los nuevos viejos remedios, es decir, remedios procedentes de plan-tas nuevas, pero por haber observado un uso común con el de sus parien-tes usados en Europa (pero de procedencia exótica) fueron asimiladoscon facilidad e incorporados como sucedáneos. Por último, las nuevasmedicinas, plantas de origen exclusivamente americano, cuyo uso medi-cinal, en la mayor parte de los casos, fue conocido gracias a la observa-ción de las costumbres de los indígenas y aplicado posteriormente porlos colonizadores.

Las viejas plantas medicinales

Los remedios pertenecientes a este primer grupo tienen, lógicamente,un interés menor para nosotros, puesto que su uso quedó restringidoal propio suelo americano o, excepcionalmente, se llevó a Europa, com-pitiendo con el producto autóctono. Así, por ejemplo, el culantro (Eryn-gium foetidum L.), la escamonea (Convulvulus scammonia L.), el mal-vavisco (Malvaviscus sp.), la manzanilla (Matricaria chamomila L.) o elpoleo (Satureja brownei Briq.) americanos, tenían su correspondienteeuropeo y su uso medicinal databa, en muchos casos, de la Antigüedadclásica. Lo que los europeos hicieron fue reconocer las especies ameri-canas semejantes y limitarse a utilizarlas de acuerdo con su propia tra-dición12.

Los nuevos viejos remedios

Las plantas descritas en las Crónicas pertenecientes al segundo apar-tado se refieren a algo más de una veintena de especies, pero algunasde ellas tuvieron una escasa o nula difusión en Europa. Las que sí goza-ron de esta difusión se pueden agrupar según el uso medicinal para el

Las primeras plantas medicinales americanas conocidas en Europa 69

12 Ibídem, 281, 284, 301 y 315.

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que fueron utilizadas de acuerdo con el galenismo de la medicina aca-démica europea. Es decir en resinas, purgantes, bálsamos y sudoríficos.

1. Las resinas

Los cronistas, excepto Álvarez Chanca, no se interesaron gran cosapor la presencia de estos productos, salvo en casos muy concretos y movi-dos más por un interés comercial que de otro tipo.

Ello explica la abundancia e imprecisión de referencias a resinas medi-cinales con nombres europeos (anime, anime album, eneldo blanco, tre-mentina, almáciga, etc.) junto a la ausencia de descripciones detalladasde las plantas de donde se extraían tales resinas. Por lo tanto, es muy difí-cil establecer identificaciones precisas en la mayoría de los casos.

No ocurre así con la descripción que López de Gómara hizo del liqui-dámbar americano, donde ofreció también el nombre náhuatl del árbolde donde se extraía, el ocotzotl (Liquidambar styraciflua L.): “ocozotleses árbol grande y hermoso, las hojas como yedra; cuyo licor, que llamanliquidámbar, cura heridas, y mezclado con polvos de su mesma cortezaes gentil perfume y olor suave13”. En las fechas en que esto se escribióesta resina había sido ya identificada como efectivo sustituto del liqui-dámbar clásico (L. orientalis Miller).

En otras ocasiones, el uso medicinal de la planta en cuestión no sehabía desarrollado aún completamente. Por ejemplo, en el caso del molle(Schinus molle L.), que cuando fue descrito por Cieza y López de Gómarano se conocía todavía el uso medicinal de su resina, limitándose el apro-vechamiento a la corteza, las hojas y los frutos, como bien recogen dichos

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13 LÓPEZ DE GÓMARA (1946). Hispania Victrix. Primera y segunda parte de la Historia General de las Indias, contodo el descubrimiento y cosas notables que han acaecido desde que se ganaron hasta el año 1551; con la conquista deMéxico y de Nueva España. Madrid, Atlas, 452.

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autores. Fue la descripción de este árbol que hizo Cieza la que fue trans-mitida a los cultivadores de la botánica europeas de finales del siglo XVI,gracias a la traducción literal al latín que incluyó Clusius en su Exoti-carum14.

2. Los purgantes

Por lo que respecta a los purgantes, es sabido la importancia que tuvie-ron en la terapéutica europea de la época, de base galénica. En las plan-tas de este uso que recogen las obras analizadas, es muy pertinente ladivisión en dos grandes grupos con la que iniciábamos este apartado.

2.1. Del primer grupo, el de aquellos productos que ya se conocíanen el Viejo Mundo y que tenían en América una variedad distinta, porlo que se usaron como sucedáneos. Los casos más significativos son el dela cañafístula y el de las higueras del infierno.

La cañafístula del Viejo Mundo es la Cassia fistula L., de origen asiá-tico. La especie americana es Cassia grandis L., cuya diferencia funda-mental con la anterior es su mayor grosor, característica que todos losautores registraron en sus descripciones. Por ejemplo, en la de Cabezade Vaca, que señalaba así las diferencias entre ambas: “de dentro es muymelosa, no hay diferencia en nada de la que se trae de las otras partes aEspaña, salvo ser más gruesa y algo áspera en el gusto15”. La descripciónde Fernández de Oviedo destaca, además, su información sobre la tem-prana aclimatación de ejemplares de C. fistula L. en la Española.

Este mismo autor es quien nos ofreció la descripción de las llamadashigueras del infierno, una de las denominaciones tradicionales del árboldel ricino. En este caso, Oviedo no percibió la diferencia existente entre

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14 CLUSIUS, C. (1605), Exoticorum libri decem ..., [Antverpiae], Ex officina Plantiniana Raphelengii, p. 322.15 NUÑEZ CABEZA DE VACA, A. (1946), Naufragios y comentarios. Madrid, Atlas, p. 576.

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el ricino (Ricinus communis L.), el tártago (Euphorbia lathyris L., que enla terminología de los boticarios de la época, como recogió el propioOviedo, se confundía también con el ricino, ambas de la familia de lasEuforbiáceas), y el que con el tiempo sería conocido como ricino ame-ricano (Jatropha curcas L.), que es probablemente lo que el autor vio enSanto Domingo.

2.2. Del segundo grupo, el de los purgantes de origen americano,debe destacarse otra especie de Jatropha, concretamente J. multifida L.(=Curcas multifidus Endl.), que es la que Oviedo describió como “ave-llanas purgativas”. El uso de este purgante “se aprendió de los indios”,como escribió el propio cronista, y pronto fue aceptado e incluso seexportó a la Península ibérica, informando que los boticarios habían bau-tizado este remedio con el nombre de ben (ben magnum, para diferen-ciarlo del conocido desde la Antigüedad como ben parvum), ademásde relatar como los colonizadores habían ido probando el efecto pur-gante de estas “avellanas”: “porque nuestros médicos no las conocían nilas sabían aplicar16”.

Otros dos purgantes de origen americano fueron también asimiladostras las observaciones de su uso por parte de los indígenas, como noscuentan, respectivamente, Fernández de Oviedo y Cieza. El primero deellos describió la llamada “hierba y” (probablemente una especie de Ipo-moea), que usaban para purgarse los pobladores de la Española y delDarién, indicando incluso el modo de preparación. Por su parte, Cieza,en la región de la actual Cartagena de Indias, experimentó en su pro-pia persona los efectos purgantes del “bejuco de la estrella” (Aristolochiafragantísima Ruiz), cuyo benéfico efecto comparó al del ruibarbo, qui-zás el más preciado de los purgantes clásicos. Por ello, quiero volver ainsistir en la condición de sucedáneos que tuvieron una buena parte de

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16 PARDO; LÓPEZ (1993), p. 212-213.

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los productos americanos que se asimilaron a la materia médica euro-pea, de manera bastante más temprana y de modo más general de lo quepudiera pensarse en un principio17.

3. Los bálsamos

El tercer grupo de remedios medicinales que suponían un capítuloimportante en la terapéutica de la época era el de los bálsamos. El bál-samo clásico por antonomasia procedía de Egipto y la costa de Judea(Commiphora opobalsamum (L.) Engl.) y la rareza del mismo, había gene-rado ya desde la Edad Media una serie de imitaciones y una búsquedaconstante de sucedáneos con efectos similares. Por lo tanto, no es extrañoque desde los primeros años de la colonización del Nuevo Mundo se bus-cara insistentemente un “bálsamo” americano18.

El primer bálsamo del que se obtuvieron resultados satisfactorios fueel que se elaboró a partir del árbol llamado goaconax de los taínos de la Espa-ñola, que se convirtió en una especia de panacea para las heridas. La his-toria de su descubrimiento y fabricación fue narrada detalladamente porFernández de Oviedo en la Historia General y Natural. Por él sabemosque hubo incluso un privilegio imperial otorgado al “inventor” de tal bál-samo, Antón de Villasancta, quien al parecer había aprendido el remediode su mujer indígena19. El goaconax probablemente se obtenía de una Eufor-biácea del género Croton. Sin embargo, hay autores que mantienen paraeste árbol la misma identificación que para los demás bálsamos america-nos; es decir, afirman que se trata de una especie del género Myroxylon.

Las primeras plantas medicinales americanas conocidas en Europa 73

17 Ibídem, 213-21418 FOLCH ANDREU, R. Los bálsamos en tiempos pretéritos. Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Far-

macia, 19, (1959), 49-58. SCHNEIDER, W. (1968-1975), Lexikon zur Arzneimittelgeschichte. Sachwörterbuch zurGeschichte der pharmazeutischen Botanik, Chemie, Mineralogie, Pharmakologie, Zoologie, Frankfurt am Main,Govi-Verla, vol. V/1, 355-357.

19 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G. (1535), La historia general de las Indias, Sevilla, en la emprenta de Juan Cromber-germ f. 93v-94v y PARDO; LÓPEZ (1993), 216-217.

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En efecto, tanto el “xilo” de los mexicas que describe López de Gómara,como el bálsamo aludido por Anglería, parecen ser especies diferentes deMyroxylon (generalmente M. balsamum L., en sus diferentes variedades)y fueron los bálsamos elaborados a partir de estas plantas los que se difun-dieron ampliamente por toda Europa, alcanzando gran éxito como sus-titutos del bálsamo clásico, casi imposible de obtener ya en aquella época.

De hecho, el bálsamo ocupa un importante lugar en la obra que difun-dió en Europa las plantas medicinales americanas: el texto de Monardes.Como es bien sabido, este texto fue traducido al latín por el naturalistaCarolus Clusius y profusamente anotado. Cabe recordar aquí, que lastraducciones de Clusius de los textos de Monardes y Acosta supusieronun punto de inflexión del conocimiento científico de las plantas ame-ricanas entre los cultivadores de la botánica europeos20. Pues bien, enel capítulo de los bálsamos, como buen seguidor del humanismo cien-tífico, Clusius tuvo especial interés en “recuperar” los productos cura-tivos citados por los clásicos, esforzándose en identificarlos incluso conlas “nuevas medicinas” americanas, igual que hicieron la mayoría delos naturalistas de su tiempo. Ello explica, por ejemplo, que se negara aaceptar la desaparición del “opobálsamo” clásico, afirmando que conti-nuaba obteniéndose “en la Arabia feliz” y en “cierto lugar de Egipto cer-cano a El Cairo”. En realidad, el “balsamum orientale verum” había des-aparecido ya del comercio durante la Edad Media y continuó siendoextraordinariamente raro durante los primeros tiempos modernos. Frentea ello, le dedica breves comentarios a dos bálsamos de origen americano,

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20 La figura del naturalista Carolus Clusius ha sido objeto de numerosos estudios, además de los clásicos, comoel de HUNGER, F.W.T. (1927-1942), Charles de l’Escluse (Carolus Clusius) Nederlandsch Kruidkunge (1526-1609),‘s-Gravenhage, M. Nijhoff, su figura ha sido objeto de un renovado interés como lo demuestra “The ClusiusProject” (Scaliger Institute of Leiden University ): www.Clusiusproject.leidenuniv.nl/index.php3?m=24&c023.Cf. EGMOND, F. (2007), The Clusius Project: Carolus Clusius and the Sixteenth-Century Botany in the con-text of the New cultural History of Science, Berichte zur Wissenschaftgeschichte, 30, 66-8 y EGMOND, F; HOF-TIJZER, P.; VISSER, R.P.W. (eds).( 2007), Carolus Clusius. Towards a cultural history of a Renaissance naturalist,Amsterdam, o COOK, H.J. (2007), 84-104.

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el bálsamo de Perú y el bálsamo de Tolú, del que había conseguido lasprimeras muestras de su “licor” en 1581 y 1582, lo que ilustra el pro-ceso de difusión de una novedad terapéutica tan importante21.

Las nuevas medicinas

1. El guayaco y la zarzaparrilla

En este repaso de los productos medicinales de origen americano des-critos en las primeras relaciones y crónicas, hemos dejado para el finallos dos que quizá sean los más conocidos: el guayaco y la zarzaparrilla,ambos utilizados como sudoríficos y empleados, sobre todo, como medi-camentos contra una nueva enfermedad, el morbo gallico.

El remedio medicinal americano que primero, de forma más rápiday más conocido en toda Europa durante las tres primeras décadas pos-teriores a la llegada de Colón al Nuevo Mundo fue, sin duda, el guayaco(Guaiacum officinale L. / G. sanctum L.). Esta gran y temprana difusiónestuvo asociada a su utilización como remedio contra el morbo gallico yprodujo una abundante literatura en torno a su preparación y efectos,además de dar lugar a lucrativos negocios22. Extrañamente, en nin-guno de los textos colombinos se recogen menciones al guayaco.

El primero de nuestros autores que describió la planta y su uso fueFernández de Oviedo, en el Sumario (1526). Años más tarde, en su His-toria (1535), amplió considerablemente su exposición, hablando ya delas dos especies diferentes de Guaiacum y exponiendo la idea, que luegosería repetida por otros autores y tratadistas europeos, del origen ameri-cano tanto de la enfermedad, como del remedio más excelente para curarla:

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21 CLUSISUS (1605), 304-305.22 Un amplio y detallado estudio de la temprana introducción y difusión del guayaco en Europa, así como de las

publicaciones en torno al uso del mismo en LÓPEZ PIÑERO, J.M. (2005). Atlas y diccionario histórico de las plan-tas medicinales. Valencia, Faximil Edicions digitals.

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“así como es común el mal de las búas en todas estas partes, quiere lamisericordia divina que así sea el remedio comunicado e se halle paracurar esta dolencia; pero aunque en otras partes se halle esta enfer-medad, el origen donde los cristianos vieron las búas e experimen-taron e vieron curarlas y experimentar el árbol del guayacán fue enesta isla Española23”.

Los textos de Oviedo sobre el guayaco tuvieron una amplia reper-cusión en Europa, debido precisamente a la enorme popularidad alcan-zada por este remedio medicinal. También Anglería y López de Gómarase ocuparon del guayaco en sus respectivas obras y su información fuereproducida en los textos europeos sobre materia médica24.

En cuanto al otro remedio americano usado contra el morbo gallico,la zarzaparrilla (Smilax officinalis Humb. y especies afines), su hallazgofue tardío, pero fue uno de los nuevos productos que superaron con cre-ces a su competidor europeo (la zarzaparrilla europea). Aunque, comoveremos, hay descripciones anteriores, fue Monardes, que ha sido con-siderado un “clásico” de la farmacognosia25, el que ofreció la primeraexposición completa del uso de esta planta como medicamento, deta-llando su preparación y administración en forma de jarabe, polvo y agua.Además estableció una división entre la zarzaparrilla de México, la deQuito y la de Honduras que se mantuvo en los tratados de materia médicahasta el siglo XIX26. Sin embargo, diez años antes de la obra de Monar-des, Cieza de León hizo una clara referencia a la misma, distinguiéndolaclaramente de la zarzaparrilla del Viejo Mundo (Smilax aspera L.). Ladescripción de Cieza es muy interesante, tanto por la riqueza de deta-

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23 FERNÁNDEZ DE OVIEDO (1535), 92v.24 Un estudio pormenorizado de la difusión de estos textos en LÓPEZ PIÑERO, J.M. y LÓPEZ TERRADA M.L. (1997),

p. 31-35.25 TSCHIRCH (1909-1927), vol. I/3, p. 774-787.26 LÓPEZ PIÑERO, J.M. (1990), 43.

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lles, como por las precisas informaciones que dio sobre el modo de apli-carse. Entre otras cosas, el cronista del Perú describió como se admi-nistraba el remedio:

“Las raíces de esta yerba son provechosas para muchas enfermedades,y más para el mal de bubas y dolores que causa a los hombres estapestífera enfermedad; y así, los que quieren sanar, con meterse en unaposento caliente y que esté abrigado, de manera que la frialdad oaire no dañe al enfermo, con solamente purgarse y comer viandasdelicadas y de dieta y beber del agua de estas raíces, las cuales cuecenlo que conviene para aquel efecto, y sacada el agua, que sale muy claray no de mal sabor ni ninguno olor, dándola a beber al enfermo algu-nos días, sin le hacer otro beneficio, purga la maletía del cuerpo detal manera que en breve queda más sano que antes estaba27”.

También merece destacarse que Cieza mencionó específicamente lazarzaparrilla originaria de Guayaquil, que pocos años después Monar-des, quizá conocedor de la Crónica, recomendaría como la “mejor y demayores efectos”.

La zarzaparrilla americana fue pues no sólo un sucedáneo de la euro-pea, sino el primer sucedáneo de una nueva medicina (el guayaco), cuyaimportancia era tan grande y su comercio tan interesante que generórápidamente la necesidad de buscar alternativas similares.

2. Cuatro drogas americanas: la cohoba, el tabaco, la coca y los hongosalucinógenos

Quiero terminar haciendo mención a cuatro plantas americanas, quese podrían calificar de drogas, pero que han tenido un uso como reme-

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27 CIEZA DE LEÓN, P. Obras completas. Madrid, CSIC, vol. 1. pp. 78-79.

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dios medicinales. Me estoy refiriendo a la cohoba, el tabaco, la coca ylos hongos alucinógenos.

Una de las características comunes a todas las culturas amerindias enel momento de la llegada de los europeos era el uso de drogas con fines,sobre todo, religiosos o rituales. Esta peculiaridad no pasó desapercibida,lógicamente, a los primeros observadores y viajeros del Viejo Mundo.En especial, atrajo poderosamente su atención la costumbre de inhalarel humo de algunas de estas sustancias. Por todo ello, las primeras alu-siones al uso de estas drogas centran más su atención en el modo de uti-lizarlas y en sus efectos, que en la descripción de la planta o plantas emple-adas en la elaboración de las “ahumadas” o “sahumerios que estos indioshacen”, como repiten una y otra vez las fuentes.

En la región antillana, la primera en ser conocida, los indios taínosusaban diversas hierbas para fumar. Es muy difícil identificar con preci-sión a qué hierba se refieren las diversas alusiones de los autores. Espe-cialmente, en el caso de la cohoba (Anadenanthera peregrina (Piptade-nia) ) y el tabaco (Nicotiana tabacum L. y especies afines), resulta impo-sible distinguir entre una y otra hierba, ya que el modo de tomarlas eramuy similar. La referencia de Cristóbal Colón en su primer viaje a unas“yerbas para tomar sus sahumerios” fue atribuida, ya desde Las Casas, altabaco, aunque bien pudiera referirse a otras hierbas28.

Fernández de Oviedo, por su parte, fue el primero en describir laplanta de Nicotiana, pero no la asoció al vocablo taíno “tabaco”, quetanto para él como para Las Casas designaba el instrumento de maderacon el que los indios lo fumaban. Conviene precisar que tanto Oviedocomo otros autores no comprendieron con precisión el uso del tabacoentre los indígenas. En todos los pueblos precolombinos la planta, como

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28 PARDO; LÓPEZ (1993), 224-228.

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hemos apuntado, tenía usos ceremoniales, mágico religiosos y medici-nales. Sin embargo, los primeros testimonios tan sólo reflejan los efec-tos producidos por el tabaco –especialmente el sueño– entre los que lofumaban y están teñidos de consideraciones moralizantes acerca de la“depravación” de los fumadores indígenas:

“usaban los indios de esta isla [Española] entre otros sus vicios unomuy malo, que es tomar unas ahumadas que ellos llaman tabaco, parasalir de sentido; y esto hacían con el humo de cierta hierba, que a loque yo he podido entender, es de calidad del beleño29”.

Sin embargo, la adopción de esta práctica por parte de los españo-les parece que fue muy temprana, no sólo como costumbre, sino tam-bién como remedio medicinal contra el morbo gallico, como reflejó elmismo Oviedo: “sé que ya algunos cristianos lo usaban, en especial losque estaban tocados del mal de las búas, porque dicen los tales que enaquel tiempo que están así transportados no sienten los dolores de suenfermedad30”.

Cabe señalar que el tabaco fue introducido en Europa por los espa-ñoles inmediatamente después del descubrimiento. El primer estudiofarmacológico fue el de Nicolás Monardes, que también incluye la pri-mera figura impresa de la planta31.

Muy distinto era el caso del uso de la coca, que se hallaba igualmentemuy extendido entre las diversas culturas precolombinas, pero especial-mente las de la región andina. Los amerindios no solían fumar coca, sinoque mascaban las hojas de la planta (Erytroxylum coca Lam.), a veces

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29 FERNÁNDEZ DE OVIEDO (1535), 47r.30 Ibídem.31 MONARDES, N. (1580). Primera, y segunda y tercera partes de la Historia medicinal de las cosas que se traen de nues-

tras Indias Occidentales, Sevilla, en Casa de Fernando Díaz, pp. 32r-39r.

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junto con otras hierbas, difíciles de identificar con precisión. Por otraparte, la finalidad del consumo de la coca no era exclusivamente de tipomágico religioso, ya que se utilizaba también en otros muchos aspectosde la vida cotidiana indígena.

Tradicionalmente, la primera referencia europea a esta planta se haconsiderado que es la de Anglería, que la denominó hai, al relatar su usopor los indios caribe como producto para ennegrecer los dientes, ade-más de ser su cultivo principal. De hecho, hayo sigue siendo la deno-minación de la coca en la actual Colombia. Por su parte, López de Gómarala llamó ahí, porque probablemente basó su información en Anglería,como puede deducirse de las similitudes entre las respectivas descrip-ciones32.

El nombre “coca” procede en realidad del quéchua kúkka y porello, lógicamente, esta denominación aparece solamente en la Crónicade Cieza de León. Es en esta obra donde más ampliamente se trata dela planta, su cultivo, su comercio y las características de su consumo.Gracias a las observaciones de Cieza, nos es posible conocer cómo losespañoles participaron desde muy pronto en el cultivo y el comerciode la coca, afirmando incluso que “algunos están en España ricos conlo que hubieron del valor desta coca, mercándola y tornándola a ven-der33”.

Por último, debemos hacer referencia a otro tipo de droga, peculiarde las culturas mesoamericanas, que recogió, en un breve fragmento elcronista López de Gómara. Nos referimos a la costumbre de ingerir untipo de hongos alucinógenos, los llamados teunanacatl (Psilocybe mexi-

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32 PARDO; LÓPEZ (1993), 229-232.33 CIEZA (1984-85), 121. Cieza le dedica a esta planta todo el capítulo 96, cuyo título es “Cómo en todas las

más de las Indias usaron los naturales dellas traer hierba o raíces en la boca, y de la preciada hierba llamada coca,que se cría en muchas partes deste reino”.

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cana Heim. y especies afines), cuya traducción castellana vendría a seralgo similar a “carne de dios”. El consumo de dichos hongos formabaparte de los rituales mágico religiosos de casi todos los pueblos mesoa-mericanos y sus propiedades alucinógenas fueron destacadas por el cro-nista de este modo: “se les antoja ver culebras, tigres, caimanes, y pecesque los tragan y otras muchas visiones que los espantan34”; si bien nosupo comprender la función que este comportamiento tenía dentrodel mundo religioso mexica.

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34 LÓPEZ DE GÓMARA (1946), p. 441.

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Los límites territoriales del Virreinato

El Virreinato del Perú fue una entidad territorial creada mediante lasLeyes Nuevas para la Gobernación de las Indias, promulgadas por RealCédula de Carlos I firmada en Barcelona, el 20 de noviembre de 1542;en él quedaron integradas las Gobernaciones de Nueva Castilla, NuevaToledo, Río de la Plata, Quito, Río San Juan, Popayán y las comarcasaustrales hasta el estrecho de Magallanes, fundadas por los primeros con-quistadores; a la Ciudad de los Reyes, su capital, fue trasladada la sedede la Real Audiencia de Panamá. Los límites del Virreinato peruano sefueron expandiendo a través de los procesos de colonización que lleva-ron a los españoles a dominar las llanuras y cejas de montaña próximasa sus primeros establecimientos.

A lo largo de sus más de 250 años de pervivencia, el Virreinato varíasustancialmente sus límites territoriales; en su primera demarcación com-prendía el extenso espacio que media entre Panamá y Chile, de norte asur, a excepción de la actual Venezuela y, hacia el este, hasta la Argen-tina, con la excepción del Brasil, que pertenecía al dominio portugués;al final de su historia abarcó los territorios que hoy componen las Repú-

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Sanidad y Ciencia en el Perú virreinal

Antonio González Bueno

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blicas de Bolivia, Chile, Ecuador y Perú, a los que quedó limitado traslas reformas borbónicas1. Aun cuando, en algún momento de su histo-ria, las Audiencias de Panamá, Chile –e incluso Buenos Aires– estuvie-ron vinculadas al Virreinato del Perú, gozaron de cierta independenciapolítica al estar bajo el gobierno de un Capitán general.

La imagen que de estos territorios llegó a Europa ha estado imbuidade un carácter mítico como no ha tenido ninguna de las otras posesio-nes españoles en tierras americanas: el Perú ha pasado a ser sinónimo deriqueza, alrededor suyo giran otros nombres de igual sentido metafórico:Jauja, El Dorado, el Gran Pahití, asentados en el enorme impacto pro-ducido en Europa por los tesoros y la plata de los incas, maridados conel origen seductor de las leyendas, de origen bíblico y medieval, con quelos hicieron acompañar los cronistas de Indias2.

Hacia 1527, uno de los cronistas de la conquista, quizás Juan deSámano, Francisco de Xerez o algún avezado marino, describía el terri-torio como “una provinçia que se dize el perú, que es en la misma costade tierra firme en la parte del mar del sur de donde es la cibdad de panamá(…) que entrando la tierra dentro, detras una sierra que se haze grande,avia muchos pueblos a do avia mucha cantidad de oro, y que la tierrahera muy llana y enchuta…”3. Y más de 250 años después, en el enerode 1792, José Hipólito Unanue (1755-1833) –bajo la firma de Aristio–

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1 El virreinato del Perú inició tardíamente su independencia de la Corona española; hasta 1814 fue el foco de laresistencia realista en América del Sur. Sobre los límites del Perú colonial cf. Teodoro HAMPE MARTÍNEZ. “Ladivisión gubernativa, hacendística y judicial en el Virreinato del Perú (siglos XVI-XVII)”. Revista de Indias,48(182/183): 59-85. Madrid, 1988; Raúl PORRAS BARRENECHEA y Alberto WAGNER DE REYNA. Historia delos límites del Perú. Lima: Editorial Universitaria, 1981.

2 Un asunto tratado por Peter T. BRADLEY. “La fascinación europea con el Perú y expediciones al mar del sur enel siglo XVII”. Revista de Indias, 48(182/183): 257-283. Madrid, 1988.

3 El texto en Francisco DE XEREZ [Concepción BRAVO GUERREIRA, ed]. Verdadera Relación de la Conquista delPerú. Madrid: Historia 16, 1985 (cf. p. 175-176). El Corpus diacrónico del español (CORDE) atribuye la des-cripción a Juan de Sámano; sobre la autoría cf. Concepción BRAVO GUERREIRA. “¿Fue Francisco de Xerez el autorde la Relación de Sámano?”. Anuario de Estudios Americanos. 33: 35-55. Sevilla. 1978 y Francisco CARRILLO.Cartas y cronistas del descubrimiento y la conquista. Lima: Horizonte, 1987.

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seguía alimentando la misma sensación de riqueza al referirse al valle deVitoc, en la provincia de Huánuco, cuyas tierras “rendían tres cosechasal año, en tal abundancia que (…) era respecto de las Provincias colin-dantes lo que Sicilia para el Imperio Romano. Á la fecundidad del sueloune la bondad del clima…”4.

De estas míticas riquezas peruanas, la España metropolitana sólo tuvoojos para las minas de plata y oro, sometidas a un sistema de extrac-ción intensiva durante el XVI y gran parte del XVII, que empezó a decaercon la entrada del XVIII; de entre las muchas minas explotadas por laCorona española, la de Potosí fue sin duda el más grande yacimiento.De su suelo salieron las dos terceras partes de la plata con la que el Perúabasteció a la Corte española, hasta que en 1776 pasara a formar partedel Virreinato del Río de la Plata5. Desde luego, Potosí no fue la únicaexplotación minera peruana; y el último cuarto del XVIII y las prime-ras décadas del XIX conocieron un significativo aumento de la pro-ducción minera en el Virreinato peruano, pese a la trasferencia del AltoPerú –y sus productivas minas– al nuevo Virreinato de la Plata6.

Pero no es de la explotación directa de los recursos naturales de loque habremos de ocuparnos, sino de ofrecer unas pinceladas generalessobre la institucionalización de los saberes y prácticas científicas en elPerú colonial. Vaya por delante que este proceso es un fenómeno esen-cialmente urbano y que queda vinculado, hasta bien avanzado el XVIII,a unas elites locales de procedencia metropolitana, por lo que sólo en las

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4 ARISTIO [José Hipólito UNANUE]. “Repoblación del valle de Vitoc”. Mercurio Peruano, 4(107): 27-33. Lima,1792. [La cita en p. 28].

5 Antonio Acosta señala cómo en la década de 1540, tras el comienzo de la explotación de Potosí, el comercio delPerú llegó a absorber casi el 60% del mantenido por las colonias con la metrópoli y que las remesas peruanassupusieron, pese a su irregularidad, porcentajes superiores al 50% de las remitidas a la Corona desde las tierrasamericanas (Cf. Antonio ACOSTA. “Estado, clases y Real Hacienda en los inicios de la conquista del Perú”. Revistade Indias, 66(236): 57-86. Madrid, 2006).

6 John R. FISHER. “Redes de poder en el Virreinato del Perú, 1776-1824: los burócratas”. Revista de Indias, 66(236):149-164. Madrid, 2006.

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grandes urbes, en las que los asentamientos de españoles y criollos cobranprotagonismo, se desarrollarán las estructuras sociales, económicas y físi-cas que permitan la implantación y desarrollo de una sanidad y de unaciencia afín al modelo europeo.

Como dejamos avanzado, este proceso de introducción de nuevossaberes y nuevas prácticas cobra especial protagonismo durante el XVIII.La llegada de los Borbones a la Corona española supone un cambio deperspectiva frente a los territorios coloniales; reflejo de la propia situa-ción de cambio que se vive en la metrópoli.

Durante el siglo XVII la Corte española había dado la espalda al riquí-simo acervo cultural y económico de sus colonias. Pero en el XVIII retomósu primitiva actitud descubridora y lo hizo con entusiasmo. El procesode reformas borbónicas pasa por una racionalización de la administra-ción colonial, en un intento de aproximación a lo realizado por otrosimperios y estas reformas tienen su base en dos puntales: el aumentode la población activa y el fomento de la educación7.

De manera indirecta, las reformas borbónicas implican una trans-formación sanitaria; el aumento de la población, sometida a un dra-mático descenso en el Perú durante los últimos tiempos del Virreinato8,supone una apuesta por mejorar las condiciones de vida que, en el casode los trabajadores, va unido a un aumento de la producción. Buenaparte de las medidas desarrolladas durante la dinastía Borbónica tienencomo destinatario un grupo social hasta entonces poco valorado, la pobla-

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7 Sobre la implantación de las reformas borbónicas en el territorio peruano cf. Scarlett O’PHELANV (comp.). ElPerú en el siglo XVIII. La era borbónica. Lima: Instituto Riva-Agüero, 1999. Los resultados de estas reformas, enespecial para la economía del Virreinato, han sido puestos en entredicho por John R. FISHER. El Perú Borbónico,1756-1824. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2000.

8 Los datos que aporta Luis NAVARRO GARCÍA (Intendencias en Indias. Sevilla: CSIC, 1959) son contundentes:entre 1650 y 1825 la población del Perú pasa de 1,6 millones de habitantes a 1,4 millones; por el contrario, elVirreinato de Nueva España, en el mismo período, aumenta de 3,8 millones a 6,8 millones de habitantes.

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ción libre mestiza, que se configura como el mejor reservorio de manode obra en un nuevo modelo económico de carácter mercantilista9.

Mas no avancemos en el tiempo y ocupémonos primero de la estruc-tura sanitaria virreinal, hasta donde nos es conocida.

La sanidad en el Virreinato

El proceso de institucionalización de la sanidad de ‘tipo europeo’ enel territorio del Virreinato peruano sigue, en sus inicios, la misma anda-dura que para el resto de los territorios coloniales: junto a las tropas deconquista llegan algunos médicos –y sobre todo cirujanos romancistas–portadores de los sistemas vigentes en la metrópoli; se unen a ellos miem-bros de algunas órdenes religiosas que organizan centros de atención hos-pitalaria destinados bien a los españoles bien a los naturales10.

Apenas fundada la Ciudad de los Reyes, bajo el gobierno de Fran-cisco Pizarro (1478-1541), aún bajo el ámbito territorial de la NuevaCastilla, se cedieron los terrenos para que los Dominicos levantaran unaenfermería y casa-albergue u hospital establecido, en marzo de 1538,bajo la denominación de Rinconada de Santo Domingo, concebido comouna solución transitoria en la que –de manera excepcional– indios y espa-ñoles comparten espacio; éste, como las salas destinadas a mujeres enfer-mas en el Beaterio de las Camilas, tendrá una existencia fugaz.

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9 Cf. Emilio QUEVEDO. “El conflicto entre tradiciones científicas modernas europeas y americanas en el campode la Medicina en la América Latina colonial”. En: Antonio LAFUENTE, Alberto ELENA y María Luisa ORTEGA

(eds.). Mundialización de la ciencia y cultura colonial: 269-286. Madrid: Doce Calles, 1993. 10 Entre los primeros médicos y cirujanos europeos que pisaron el territorio del Virreinato peruano figuran el doc-

tor Hernando de Sepúlveda, para quien se señala el año 1537 como el de su llegada a Lima; con anterioridad,dos bachilleres, Enríquez y Marín, ambos cirujanos, acompañaron al ejército de Diego Almagro, en 1535, portierras chilenas (cf. Oswaldo SALAVERRY. “La medicina en el Virreinato del Perú”. En: Javier PUERTO (dir.). Cien-cia y técnica en Latinoamérica en el período virreinal, 1: 301-369. Madrid: TF editores, 2005).

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En 1549, pacificado ya el territorio, y por especial interés de fray Jeró-nimo de Loayza (1498-1575), arzobispo y protector de los indígenas, seabren las puertas del Hospital de Santa Ana de los Naturales; poco después,hacia 1556, sería el nuevo Hospital de la Ciudad –o de los españoles– elque entraría en funcionamiento, bajo la denominación de Hospital de SanAndrés, dedicado a la atención de varones. Ambos, el de Santa Ana y elde San Andrés, quedaron bajo la administración conjunta de un mayor-domo designado por sus respectivos patronos: el Arzobispado y el Cabildo,aunque por poco tiempo, hasta la organización del Protomedicato peruano.De 1559 data la fundación del Hospital de San Cosme y San Damián [vulgode la Caridad], destinado a pobres enfermas, a cargo de una hermandadseglar, la de la Caridad, de la que acabaría tomando su nombre11.

En enero de 1552, el arzobispo Jerónimo de Loayza instaló, proce-dente de Sevilla, la primera botica al estilo europeo en los solares delHospital de Santa Ana de los Naturales, que habría de prestar servicioa éste y al de San Andrés, con el que estaba administrativamente vin-culado; su entrada en funcionamiento fue inmediata, corrió a cargodel boticario Francisco de Bilbao, quien quedaba formalmente autori-zado para preparar medicamentos destinados al ámbito extrahospitala-rio. Con la botica entró en la Ciudad de los Reyes una pequeña biblio-teca para el uso del boticario: un Modus faciendi de fray Bernardino deLaredo, el Banquete de los Caballeros del doctor Ávila, un Mesué y un‘Vocabulario de Antonio’, quizás el español-latino que escribiera ElioAntonio de Nebrija (1444-1522)12. No debió ser éste el primer botica-rio asentado en Lima; en 1538 ya estaba activa la botica de Juan Rodrí-guez, de la que se surtió el propio Francisco Pizarro (ca. 1478-1541)13.

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11 HESPERIÓPHYLO [José ROSSI RUBÍ]. “Historia de la Hermandad, y Hospital de la Caridad”. Mercurio Peruano,1(2): 9-16. Lima, 1791.

12 Miguel RABÍ CHARA. “La primera botica de los hospitales de la ciudad de Lima en el siglo XVI”. Asclepio, 52(1):269-280. Madrid, 2000 .

13 Cf. Oswaldo SALAVERRY. Op. cit. nota 10, p. 336.

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No sólo la Ciudad de los Reyes tuvo hospitales gestionados al modoeuropeo; en mayo de 1575 se fundó, en el puerto de El Callao, el Hos-pital del Espíritu Santo, bajo el patrocinio de un grupo de navieros,reconstruido, tras los terremotos de 1687 y el seísmo de 1746, siem-pre al amparo económico de marinos mercantes. En torno al Hospitaldel Espíritu Santo se estableció, hacia 1657, una academia para la pre-paración de pilotos, a la que quedó aneja una Cátedra de Matemáti-cas fundada por el virrey Luis Enríquez de Guzmán (ca. 1600-ca. 1663),quien designó como primer catedrático al peruano Francisco RuizLozano (1607-1677), nombrado luego Cosmógrafo Mayor del Virrei-nato. A este mismo Hospital se agregó, hacia 1780, una Escuela Prác-tica de Medicina, precursora del Colegio de Medicina de SanFemando14.

Y fueron más los hospitales fundados en el Virreinato, algunos decorta vida institucional; recordemos, entre otros, el de San Sebastián, enTrujillo (1551), el de San Lázaro (1555) y el de Nuestra Señora de losRemedios (1556), ambos en Cuzco, o el de San Juan, en Arequipa (1559),la mayor parte de ellos debidos a la caridad privada15.

Con ánimo de trasladar al Virreinato del Perú la misma estructuraorganizativa de la sanidad metropolitana, Felipe II instauró, en 1570, elProtomedicato General de Lima, destinado a reglamentar y regular lapráctica de las profesiones sanitarias en el Perú. En 1569 llegó a LimaAntonio Sánchez de Renedo (m. 1579), el primero en ostentar la direc-ción del Protomedicato limeño, pero no el primer protomédico en estastierras, honor que recae en Hernando de Sepúlveda, comisionado porCarlos V, presente en la Ciudad de los Reyes en 1537, cuando ésta aún

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14 Miguel RABÍ CHARA. “Un capítulo inédito: el traslado del Hospital del Espíritu Santo de Lima a Bellavista(1750)”. Asclepio, 47(1): 123-133. Madrid, 1995.

15 Cf. Oswaldo SALAVERRY. Op. cit. nota 10.

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se encontraba en plena construcción, y al que el Cabildo de la Ciudadnombró ‘protomédico sustituto”16.

Simultáneamente a la puesta en funcionamiento de estos primeroscentros hospitalarios, también por iniciativa de los Dominicos, se fundala Universidad Mayor de San Marcos de Lima, inaugurada en 1551, qui-zás la institución de educación superior más antigua del continente ame-ricano. A ésta siguieron la de San Antonio Abad, en el Cuzco, activaen 1598, la de San Cristóbal de Huamanga, fundada en 1677, y la Uni-versidad de San Agustín de Arequipa, cuya apertura se fecha en 171417.

Aunque el protomédico Sánchez Renedo ejerció como Rector de laUniversidad de San Marcos entre 1573 y 1577, los estudios de Medi-cina no tuvieron espacio propio en el ámbito universitario hasta que elvirrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla (1589-1647),conde de Chinchón, proveyera la Cátedra de Prima de Medicina, en abrilde 1635, para su médico de Cámara, Juan de la Vega; y otra Cátedrade Vísperas, por esas mismas fechas, ocupada inicialmente por JerónimoAndrés Rocha. Mediante Real Cédula de 1646 se dispuso que el Pro-tomédico de Lima, y médico del Virrey, fuera a la vez catedrático dePrima de Medicina.

No obstante, estos datos no deben llevarnos a engaño: ni los cen-tros de asistencia hospitalaria estaban atendidos por profesionales de lasalud, ni las universidades peruanas, centradas en el proceso de cristia-nización del territorio colonial, impartieron cátedras médicas con sufi-

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16 El Tribunal del Protomedicato peruano, que llegó a extender su jurisdicción hasta Buenos Aires, fue abolido endiciembre de 1848; quedó sustituido por la Junta Directiva de Medicina. Sobre el Protomédico en el Perú cf.John TATE LANNING. The Royal Protomedicato: the regulation of the medical professions in the Spanish Empire.Durham [NC]: Duke University Press, 1985; y Abraham ZAVALA BATLLE. “El Protomedicato en el Perú”.Acta Médica Peruana, 27(2): 151-157. Lima, 2010.

17 Sobre el proceso de fundación de centros de enseñanza superior en América latina cf. Alfred B. THOMAS.Latin America. A History. New York: The Macmillan Co., 1956.

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ciente continuidad como para que de ella egresaran los profesionales queel territorio necesitaba.

La presencia de médicos y farmacéuticos en territorio peruano parececondicionada a los que, formados en la metrópoli, deciden emprenderel largo e inseguro camino de las Indias18. Sólo quien pudiera permitír-selo dispondría de su propio médico, formado en la metrópoli, y conquien viajará cuando la Corona le otorgue las prebendas que le incitena trasladarse al Virreinato19. Los naturales seguirán confiando en suscuranderos, los españoles pobres y los indios destribalizados serán aten-didos por las órdenes religiosas en las instalaciones fundadas por éstas.Nada habremos de decir de los esclavos, para sus ‘propietarios’ resultabamás costoso proporcionarles los cuidados necesarios que adquirir otronuevo que los sustituyera20.

Los datos que ofrece el médico criollo Hipólito Unanue, en su dis-curso inaugural del anfiteatro anatómico de la Universidad de San Mar-cos21, corriendo el noviembre de 1792, parecen concluyentes:

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18 El resto de las profesiones sanitarias no corrió mejor suerte; valga, de nuevo, el testimonio de José Hipólito UNA-NUE: “Á imitacion de los hombres sin instruccion ni conciencia que encontráron su subsistencia en la prácticade la Medicina: unas mujeres incapaces y por lo regular de esfera humilde, se apoderaron de la delicada partede la Cirugía, que cuida del exórdio de la humanidad; del Arte de partear, cuyo exercicio pide virtud, calidady ciencia. (…). Su capricho y arrojo ha privado al Perú, en innumerables momentos, del nuevo habitante conque la Naturaleza benéfica pretendía reparar sus pérdidas, y de unas madres fecundas que podían hacérselas olvi-dar” (Op. cit. nota 4, p. 107).

19 Sobre la ausencia de médicos, debidamente formados, en los primeros años de la colonización, daba cuenta JoséHipólito UNANUE. “En el siglo de la Conquista no había en el Perú otros Médicos que los venidos de Europa. Elcélebre Pedro de Osma dice de ellos á Monardes: ob Medicorum huc á vobis commeantium magna ex parte negligen-tiam et inscitiam, quibus Publica utilitas (quam tamen summam præstare possent) curae non est, sed ut quæstui dumta-xat serviant, Epist. ad Nicol. Monardis e Lima in Peru, ad 26 decembris 1568. En ella misma asegura que las yerbas,y demas drogas medicinales de estos países no aprovechaban por falta de método en su administración… ex qui-bus sine methodo ante usurpatis, nullum auxilium percipiebamus. En el Tom. II del Mercur. Pág. 72. cité esta Carta,y dí razon de la profesion de Pedro de Osma, a quien Monardes compara a Dioscorides”. (Op. cit. nota 4, p. 96).

20 No obstante quedan noticias de algunos hospitales expresamente destinados a ellos, tal el Hospital Real de PobresNegros, fundado por el agustino fray Bartolomé Vadillo, en la Lima de 1651 y reconstruido, tras el terremotode 1687 (Cf. SALAVERRY. Op. cit. nota 10, p. 329-332).

21 El anfiteatro anatómico, instaurado éste 1792, tuvo su sede inicial en el Real Hospital de San Andrés de losEspañoles.

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“En el siglo 16 el gusto dominante de nuestra Nacion estaba á favor dela Teología Escolástica, de la Filosofía de Aristóteles y del Derecho Civilde los romanos. (…) Para la Medicina se designáron dos Cátedras, unade Prima y otra de Vísperas, proveyéndose únicamente la primera enel doctor Antonio Sánchez Renedo; pero no habiéndosele señaladosueldo alguno, con el Doctor Renedo se acabaron las Cátedras y Cate-dráticos de Medicina. Por esto, no es de extrañar que cuando en 1637se deliberaba sobre su restauracion, asegurase el Doctor Huerta, quehabiendo florecido un crecido número de Doctores en Teología, Artesy Leyes, numerándose en aquel año mas de ciento en Lima, en 70 añoscorridos después de la fundacion de la Universidad solo se habian cono-cido tres o cuatro Doctores Médicos que, habiendo estudiado en otraspartes, se incorporaron en ella (…) La suma necesidad y escasez de estos(…) diéron motivo á que en el año de 1638 se fundasen de nuevo lasCátedras de Prima y de Vísperas de Medicina (…) Despues se añadie-ron las Cátedras de Método y Anatomía, cuyos Profesores, sin renta,han sido hasta ahora Catedráticos in partibus o Catedráticos de anillo.Faltando por estas razones la enseñanza pública de la Medicina en laReal Escuela, y no habiendo Colegios que la supliesen, no se han hechoen esta facultad los progresos que se debían, con gran detrimento de lasalud pública…”22.

Tampoco esta restauración del XVII gozó del éxito esperado, quizáspor la propia oposición interna con que contó en el claustro universi-tario23. En julio de 1660 se unió a las de Prima y Vísperas, una Cáte-

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22 José Hipólito UNANUE. “Decadencia y Restauración del Perú. Oración inaugural que, para la estrena y abertura[sic] del Anfiteatro anatómico, dijo en la Real Universidad de San Marcos el día 21 de noviembre de 1792 eldoctor…”, Mercurio Peruano, 7(218-222): 82-127. Lima, 1793 [La cita en pág. 98-99].

23 Como relata el propio UNANUE: “En el Claustro tenido en la Real Universidad de San Marcos en 1637, pararesolver la fundacion de dos Cátedras de Medicina, se opuso el Doct. Monzo de Huerta, Catedrático Jubiladode lengua Quechua, por ser constante que los Indios curaban mejor que los Médicos, sanando á los que estoshabían desahuciado, y por haber muchos que por haber estado algun tiempo en los Hospitales, de solo la expe-riencia que han tenido curan muy acertadamente sin ser Médicos, como Martín Sánchez y Juan Ximenes…”.(Op. cit. nota 22, p. 97).

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dra de Método de Galeno; habrá que esperar hasta 1722 para que laUniversidad de Lima dispusiera de una Cátedra de Anatomía, y ésta–como las anteriores– fue fundamentalmente teórica, asentada en latradición hipocrática24. Sólo en 1788, cuando esta Cátedra de Anato-mía fuera ocupada por José Hipólito Unanue (1755-1833), se pro-moverá en ella un cambio hacia los nuevos sistemas médicos de usocomún en Europa25.

En torno a Unanue se articulará un grupo de ilustrados interesadosen la ciencia europea; los nombres de Cosme Bueno, Gabriel Moreno oJosé Manuel Dávalos, deben ser especialmente recordados; algunos deellos, Unanue en cabeza, verán recompensados sus desvelos con el nom-bramiento de correspondientes de la Real Academia Médica Matritense;no obstante, hasta 1815 el Virreinato no contará con una instituciónexpresamente dedicada a la enseñanza de la Medicina y la Cirugía: elColegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, de notoria impor-tancia en los años del Perú independiente26.

La ciencia virreinal

El proceso de creación de nuevas estructuras científicas se desa-rrolla, en el Virreinato del Perú y en el resto de los virreinatos ameri-

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24 José Hipólito UNANUE. Op. cit. nota 22, (cf, p. 85). Aún en la segunda mitad del XVII ve la luz el texto de JuanDE FIGUEROA. Opusculo de astrologia en medicina, y de los terminos, y partes de la astronomia necessarias para eluso della... En Lima: [s.n.], 1660.

25 Cf. Jean-Pierre CLÉMENT. “Decadencia y restauración de la medicina peruana a finales del siglo XVIII”. Ascle-pio, 39(2): 217-238. Madrid, 1987.

26 Algunos de los documentos fundacionales del Colegio de Medicina y Cirugía de Lima, conservados en el ArchivoGeneral de Indias (Sevilla), están reproducidos en la selección realizada por Francisco MURILLO CAMPOS y DiegoBERMÚDEZ CAMACHO para la Real Academia de Farmacia (cf. Anales de la Real Academia de Farmacia, 23(1):70-90. Madrid, 1957). Sobre José Hipólito Unanue y su influencia en el desarrollo de la medicina peruana cf.John E. WOODHAM. “The influence of Hipolito Unanue on peruvian medical science, 1789-1820: a reap-praisal.” The Hispanic American Historical Review, 50: 693-714. Pittsburgh, 1970.

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canos, a la sombra de las expediciones científicas enviadas desde laCorte27.

El fomento de las ciencias útiles, una de las características de la polí-tica ilustrada, sería reconocido como necesario por quienes, desde losterritorios coloniales, apoyaron las reformas propiciadas por la nuevadinastía28; Hipólito Unanue escribiría en 1792:

“Las Ciencias naturales son de primera necesidad en el Perú, aten-didos los frutos que él ofrece, y han sido las más olvidadas. No pre-sentando giro ni premio, casi nadie las ha cultivado; así todo lo quedepende de ellas, ó se ha dejado de hacer, o se ha practicado por unciego empirismo. (…) La Física, la Mecánica, la Geometría, la Arqui-tectura subterránea, la Química y Docimástica forman hoy las deli-cias de muchos que, al abrigo de la protección [del virrey Gil de Tabo-ada], no pueden ménos que hacer rápidos progresos que resulten áfavor de la Minería y la Agricultura”29.

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27 Hasta el extremo que Marcos Cueto llegó a escribir, al ocuparse de las reformas sanitarias: “En Lima (…) seríala Expedición Botánica de Ruiz y Pavón (1777-1788) la que crearía un nuevo ambiente cultural; en torno alcual comenzaría a surgir un creciente interés por la ciencia moderna y por el uso de la herbolaria, caracterís-tica distintiva de la medican moderna, desde Sydenham y Boerhaave” (Marcos CUETO. “Las expediciones botá-nicas, la Ilustración española y la francesa y su papel en la institucionalización de la enseñanza médica en la Amé-rica colonial, durante los siglos XVIII y XIX”. En: Alejandro R. DÍEZ TORRE, Tomás MALLO y Daniel PACHECO

(eds.). De la Ciencia Ilustrada a la Ciencia Romántica. Actas de las II Jornadas sobre ‘España y las expediciones cien-tíficas en América y Filipinas’: 377-397. Madrid: Doce Calles, 1993 (La cita en p. 384).

28 Sobre el apoyo del grupo de intelectuales vinculados a la Sociedad Patriótica de Amantes del País a las refor-mas borbónicas cf. Pedro M. GUIBOVICH PÉREZ. “Alcances y límites de un proyecto ilustrado: la Sociedad deAmantes del País y el Mercurio Peruano”. Histórica, 29(2): 45-66. Lima, 2005. “Se puede decir que el perió-dico se volvió el vocero de la autoridad, que se sirvió de este medio para difundir sus postulados entre los miem-bros de la sociedad, en particular entre la elite dirigente…” (Op. cit. p.58).

29 Así lo reconoce José Hipólito UNANUE. “Si la práctica medica del Perú solo empezó á desear merecer con jus-ticia el título de tal á los principios del siglo 18, de la Cirugía se supo únicamente el nombre casi hasta media-dos del propio siglo, hasta que la ilustró en él el feliz Delgar” (Op. cit. nota 22, p. 106). El cirujano, de origenfrancés, Martín Delgar llegó a Perú en 1744, trabajó en un hospital de la gran mina de plata de Potosí, en elAlto Perú; se interesó por la terapéutica indígena, de la que dejó algunos testimonios (Cf. Adam WARREN. “Rece-tarios: sus autores y lectores en el Perú colonial”. Histórica, 33(1): 11-41. Lima, 2009).

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Para entonces ya se había llevado a cabo la Expedición franco-espa-ñola al Virreinato del Perú, no la primera de las expediciones europeasque hoyaron el territorio, pero sin duda la que más repercusión tuvoen el ámbito colonial.

La anunciada partida de la Expedición peruano-chilena hacia la metró-poli, y la previsible demanda de material americano para las labores deinventariado y clasificación que habrían de realizarse en la Corte30, motivóla propuesta, formulada por Casimiro Gómez Ortega (1741-1818) en1786, de que Juan José Tafalla (1755-1811), el discípulo formado porHipólito Ruiz (1754-1816) y José Pavón (1754-1840), se integrara enel claustro de la Universidad de San Marcos31.

En Lima, al igual que ocurriera en otros virreinatos, la propuesta pro-vocó recelos por parte del claustro universitario y las reticencias del RealTribunal del Protomedicato, por lo que suponía de alteración de sus res-pectivas estructuras organizativas. Pero, en contra de lo acontecido enotros territorios coloniales, los ilustrados criollos limeños apoyaron laintroducción del nuevo sistema linneano.

Carl Linné entró en el Perú de las manos de los botánicos, españolesy franceses, que conformaron la Real Expedición, pero la difusión de susistema no se produjo en el Virreinato a través de la enseñanza regladade la Botánica –como sí ocurrió en México–, sino por mediación de laSociedad Académica de Amantes del País de Lima y, en particular, dela revista que éstos editaron, el Mercurio Peruano. No son pocos los artí-

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30 “... para responder a las dudas y preguntas que desde Madrid se les hiciese, y aumentar la obra [Flora Peruvianaet Chilensis] con nuevos descubrimientos que fuesen haciendo...” (Carta de Hipólito Ruiz a José Gálvez. Huá-nuco, 12-VI-1786. Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid) [Arch. MNCN], Expedicio-nes, doc. 111).

31 Sobre la difusión de la Botánica linneana en los territorios coloniales españoles cf. Antonio GONZÁLEZ BUENO.“Plantas y luces: la Botánica de la Ilustración en la América hispana.” En: Karl KOHUT y Sonia V. ROSE (eds.).La formación de la cultura virreinal. III: el siglo XVIII: 107-128. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Ver-vuert Verlag, 2006.

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culos de cariz botánico e impronta linneana aparecidos en las páginas deesta revista32, pero es obligado referirse, al menos, a las contribucionesde José Hipólito Unanue y del padre Francisco González Laguna.

Bajo la firma de Aristio –José Hipólito Unanue– se publicó, en laspáginas del Mercurio Peruano aparecidas en 1791, una “Introducción ala descripción científica de las plantas del Perú”33, modelo de asimila-ción de los principios linneanos, a la que siguieron otras memorias sobreel tabaco o la coca, construidas -en lo que a la formulación taxonómicarespecta- según las ideas del “príncipe de los sexualistas”.

José Hipólito Unanue no fue el único divulgador del sistema linne-ano en el Perú; las páginas del Mercurio Peruano editadas en 1794 inclu-yen una memoria sobre la “Necesidad de una Historia Natural Cientí-fica”, firmada por el padre González Laguna, un alegato más sobre laconveniencia de utilizar los sistemas linneanos de clasificación y nomen-clatura para el inventario de la Naturaleza peruana34.

Conviene detenerse unos momentos en las palabras de este religiosode Agonizantes, corresponsal del Real Jardín Botánico de Madrid yque tanto apoyo prestó a la Expedición dirigida por Hipólito Ruiz, redac-tadas ya finalizado el siglo XVIII, en 1794:

“Entre muchos de nosotros todavía esta ciencia [la Botánica] se reputapueril, impertinente, é inútil, todavía se oye, la Historia Natural noesta recibida en el estado Político ni Eclesiástico nunca ha merecido Cáte-dras en las Universidades, ni Aulas en nuestras Escuelas; como si las

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32 Jean-Pierre CLÉMENT (El Mercurio Peruano. 1790-1795. Frankfurt / Madrid: Vervuert / Iberoamericana, 1997-1998. 2 vols.) se ha ocupado de este asunto con extensión y profundidad envidiables.

33 ARISTIO [José Hipólito UNANUE]. “Botánica. Introducción a la descripción científica de las plantas del Perú”.Mercurio Peruano, 2(43/44): 68-86. Lima, 1791.

34 Francisco GONZÁLEZ LAGUNA. “Necesidad de la Historia natural científica”. Mercurio Peruano, 10(316/319):25-58. Lima, 1794.

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nuestras fueran las de todo el mundo, ó solo las ciencias que las obtie-nen fuesen las únicas que hacen feliz al hombre…”35.

La decisión de crear en el seno de la Universidad de San Marcos unaCátedra de Botánica se produce mediante una Real Orden, firmada el18 de marzo de 1787, en la cual se ordena la dotación de esta plaza enfavor de Juan José Tafalla36; era éste el modo, diseñado desde la Corte,para asegurar la continua remisión de materiales, precisados para lostrabajos florísticos de los expedicionarios en la metrópoli37. El silencioadministrativo, fiel reflejo de los intereses de los claustrales universita-rios, acompañó a la decisión regia38. La creación de tal Cátedra supo-nía, de facto, la integración de su titular entre los jueces examinadoresdel Real Tribunal del Protomedicato; conocedor, por propia experien-cia, de cómo conseguir el objetivo propuesto, Casimiro Gómez Ortegasugerirá a Francisco Cerdá, Primer Oficial de la Secretaría de Gracia yJusticia para el Despacho de Indias, en escrito reservado fechado el 18de noviembre de 1791: “la reforma del Protomedicato [de Lima] a imi-tación de lo que se ha hecho con el de Madrid y lo que se está pensandocon el de México.”39

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35 Francisco GONZÁLEZ LAGUNA. Op. cit. nota 34, pág. 30-31. 36 Cf. Borrador de la Real Orden de 18 de marzo de 1787 dirigida, desde El Pardo, al Superintendente Subdele-

gado de la Real Hacienda de Lima (Arch. MNCN, expediciones, doc. 120).37 “Deseoso también Su Magestad de que se radiquen y propaguen por medio de la enseñanza los conocimientos

de Botánica o Historia natural (lo que podrá lograrse sin gravamen del Real Erario) quiere que mediante en laUniversidad Literaria de esa capital habrá o debe haber una Cátedra de simples o de Materia médica para lo quese necesita el conocimiento de las yervas se confiere sin perjuicios de tercero al Botánico Agregado a cuyas órde-nes ha de estar el Dibujante, con la obligación de enseñar la Botánica theórica y práctica y de continuar las explo-raciones, Herbarios, Dibujos y remesas que se les encarguen...” (Real Orden, 18-III-1787. Arch. MNCN, expe-diciones, doc. 120).

38 Algunos ilustrados peruanos actuaron en sentido contrario, tal el protomédico Juan Joseph Aguirre, tan con-trario a ésta y otras reformas promovidas –incluso– desde el propio Virreinato; es de destacar –por el contra-rio– el reiterado apoyo del padre González Laguna a las propuestas de Juan José Tafalla; cf., entre otros docu-mentos, el informe remitido a Antonio Porlier, con fecha 16 de abril de 1790 (Arch. MNCN, expediciones,doc, 171).

39 Carta de Casimiro Gómez Ortega a Francisco Cerdá. Madrid, 18-XI-1791 (Arch. MNCN, expediciones,doc. 182).

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Pero Lima está muy alejada de la Corte, y las decisiones del Soberanotardan en llegar, y mucho más en cumplirse, en particular cuando hayintereses profesionales y personales encontrados; de nuevo el silencio yla inamovilidad administrativa serán la repuesta ofrecida por las cúpu-las virreinales.

La Cátedra de Botánica sería creada a comienzos de 1796 y otorgada‘interinamente’ al médico mulato Juan Manuel Dávalos, candidato afínal Real Tribunal, formado científicamente en Francia40. Mientras tal ocu-rría, Juan José Tafalla se hallaba herborizando en las montañas de Huá-nuco; a su vuelta a Lima exigió –y obtuvo– el cumplimiento de la RealOrden de 1787 –dictada once años atrás–41. Juan José Tafalla, de origenhispano y carente de formación académica como médico, pudo ocuparsede la docencia apenas un año; en 1799 salía hacia la Audiencia de Quito,donde habría de dedicarse al estudio de los quinos, un producto de tras-cendental interés para la economía de la Corona y, especialmente, paralas de los grupos –hispanos, peruanos y novo-granadinos– enfrascadosen monopolizar su comercio42.

Juan José Tafalla permaneció en los quinares de Quito hasta 1808. Asu regreso a Lima, coincidente con la creación del Colegio de Medi-cina y Cirugía de San Fernando, en el que tanta intervención tuvo elmédico José Hipólito Unanue, volvió a ocuparse de la enseñanza de laBotánica en esta institución; sus trabajos de campo –esta vez en terri-

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40 Eduardo ESTRELLA. “Introducción histórica: la expedición de Juan Tafalla a la Real Audiencia de Quito (1799-1808) y la Flora Huayaquilensis”. En: Juan José TAFALLA (Eduardo ESTRELLA, ed.). Flora Huayaquilensis sive des-criptiones et iconesplantarum Huayaquilensiumj secundum systema linneanum digestae: XIII-CVI. Madrid: ICONA/ CSIC, 1989), que ha estudiado documentalmente la cuestión en archivos peruanos, señala el 30 de enero de1796 como la fecha de posesión de la Cátedra por Juan Manuel Dávalos.

41 Juan José Tafalla tomó posesión de la Cátedra el 10 de julio de 1797 (cf. Eduardo ESTRELLA. Op. cit. nota 40,p. XXVI).

42 Los trabajos florísticos de Juan José Tafalla en la Audiencia de Quito, realizados entre 1799 y 1809, su “FloraHuayaquilensis”, han sido editados por Eduardo ESTRELLA (Flora Huayaquilensis sive descriptiones et icones-plantarum Huayaquilensiumj secundum systema linneanum digestae. Madrid: ICONA / CSIC, 1989).

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torio chileno– le llevaron a renunciar a la docencia a los pocos meses,fue sustituido por su discípulo Juan Agustín Manzanilla. Desde fines de1810 hasta los comienzos de 1811, Juan José Tafalla dictó algunas cla-ses de Botánica en el Colegio de San Fernando; fueron los últimos actospúblicos de su vida. A su muerte, acaecida el 1 de octubre de 1811, sehizo cargo de la Cátedra de Botánica, ya de manera definitiva, Juan Agus-tín Manzanilla, esta vez con el apoyo del, entonces, protomédico JoséHipólito Unanue43.

Las enseñanzas botánicas impartidas en el Real Colegio peruano siguenla misma estructura de clases teóricas y prácticas implantada en el RealJardín de Madrid y la docencia se realizó ateniéndose, de manera estricta,a los planteamientos del sistema linneano; para la enseñanza prácticase fundó, en 1808, un jardín anejo al Real Colegio, cuya dirección erainherente a la Cátedra de Botánica.

La Botánica, la ciencia amable, no fue la única de las disciplinas cien-tíficas que conoció un cierto desarrollado al calor de las luces ilustradas.Desde las páginas del Mercurio Peruano se desvela el interés por las nue-vas teorías de Lavoisier, Morveau y Fourcroy en el caso de la Química,de la mano de José Coquette y Fajardo44; o de Newton en el de la Física,como lo hacía por las de Sydenham o Boerhaave en el campo médico, o

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43 Juan Agustín Manzanilla no permaneció en la Cátedra mucho años, hubo de retirarse por problemas de demen-cia; en 1820 impartía la materia Francisco Paula (cf. Eduardo ESTRELLA. Op. cit. nota 40, p. LVI). José Hipó-lito Unanue ocupó la plaza que la muerte de Juan Aguirre (13-XI-1807) dejara vacante, contaba con el apoyoexplícito del virrey José Abasal.

44 José COQUETTE. “Química Física. Carta dirigida á la Sociedad remitiendole una obra intitulada, Principios deQuímica Física, para servir de introducción á la Historia Natural del Perú”. Mercurio Peruano, 6(183): 74-81;6(184): 82-89; 6(185): 90-97; 6(186): 98-105. 2 tablas; 6(187): 106-113. Lima, 1792. “Memoria sobre la nece-sidad de perfeccionar y reformar la nomenclatura de la química, leída en la Junta pública de la Academia Realde las Ciencias de París, por Mr. Lavoisier”. Mercurio Peruano, 9(305): 218-225; 9(306): 226-228. Lima, 1793.“Memoria sobre la explicación de los principios de la nomenclatura metodica, leida á la Academia el 2 de Mayo1787. Por Mr. Fourcroy” Mercurio Peruano, 9(306): 228-232; 9(307): 234-241; 9(308): 243-250; 9(309): 251-252. Lima, 1793. “Memoria para la explicación de la tabla de nomenclatura por Mr. De Fourcroy” MercurioPeruano, 9(309): 252-258; 9(310): 259-264. Lima, 1793.

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las de Linneo para el mundo natural, como ya hemos dejado apuntadomás arriba45.

Pese a su extraordinaria importancia, el Mercurio Peruano no fue elúnico papel periódico limeño en el que tuvieron cabida las noticias deciencia; con anterioridad se publicó el Diario de Lima, curioso, erudito,económico y comercial, mantenido por el periodista madrileño FranciscoAntonio Cabello y Mesa (bajo el alias de ‘Jaime Báusate y Mesa’) activopor espacio de casi tres años, entre 1790 y 1793, de inferior calidad ensus contenidos, pero donde podían leerse algunas informaciones geo-gráficas, matemáticas y médicas46. La aparición del Mercurio Peruano,en 1791, frenó la iniciativa de este empresario, pero en las páginas de sudiario, que pasa por ser el primero en tierras de la América española,contó con firmas de interés como la del catedrático de la UniversidadMayor de San Marcos, Cosme Bueno (1711-1798)47.

De modo que, al menos en los años finales del XVIII, quizás comoconsecuencia de un movimiento iniciado en los centrales del siglo, esposible definir una elite colonial que manifiesta un interés por las nue-vas ciencias, y lo hacen de manera pública. Es posible que este movi-miento responda a las reformas emprendidas por la dinastía Borbónicaen los territorios americanos, y que –en alguna medida– este interésnazca, entre una minoría urbana y acomodada, como un proceso demimetización con las propias estructuras metropolitanas que, en cual-quier caso, se vio fecundado por la propia idiosincrasia –cultural y social–

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45 Del contenido científico del Mercurio Peruano se ha ocupado, por extenso, Jean-Pierre CLÉMENT. Op. cit.nota 32, (cf. vol. 1: 107-130).

46 Sobre la actividad periodística de ‘Jaime Báusate y Mesa’ cf. Mónica Patricia MARTINI. Francisco AntonioCabello y Mesa: un publicista ilustrado de dos mundos (1786-1824). Buenos Aires: Instituto de Investigacionessobre Identidad Cultural, Universidad del Salvador, 1998.

47 La actividad científica de este ilustrado ha sido estudiada por D.W. MCPHEETERS. “The distinguished peruvianscholar Cosme Bueno 1711-1798”. The Hispanic American Historical Review, 35(4): 484-491. Pittsburgh, 1955;Joan Manuel MORALES CAMA y Marco Antonio MORALES CAMA. La Ilustración en Lima: vida y obra del doc-tor Cosme Bueno y Alegre (1711-1798). Lima: [s.n.], 2010.

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del territorio americano en el que se produce esta manifestación de adhe-sión a los modelos de ciencia desarrollados en el continente europeo.

Quizás en el trato con las plantas sea donde mejor se aprecie este par-ticular sistema de mimetización de la ciencia adaptada a la idiosincra-sia local: ya dejamos señalado la aceptación de los principios nomen-claturales establecidos por el naturalista sueco; pero el interés de los botá-nicos peruanos se centrará en las producciones locales cuya excepcio-nal importancia conocen –el caso de la quina o de la coca resultan espe-cialmente ilustrativos48– y a las que dedican particulares estudios; sustrabajos nos muestran a un grupo de hombres comprometidos con larealidad económica del territorio, centrados en la aplicación práctica desus recursos, no sólo en la difusión vacía de las nuevas teorías científicas,sino en su puesta en práctica ante la realidad en la que se sienten inmer-sos. Se trata de mirar –y hacer ver– con otros ojos la realidad peruana.

En palabras de Jacinto Calero, promotor del Mercurio Peruano, for-muladas en 1790:

“La escasez de noticias que tenemos del País mismo que habitamosy del interior y los ningunos vehículos, que se proporcionan parahacer cundir en el Orbe literario nuestras nociones, son las causas dedonde nace, que un Reino como el Peruano, tan favorecido en lanaturaleza de la benignidad del Clima, y en la opulencia del Suelo,apenas ocupa un lugar muy reducido en el cuadro primitivo del Uni-verso que nos trazan los Historiadores…”49.

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48 Jean-Pierre CLÉMENT. “La coca du Pérou ou la passion botanique au XVIII ème siècle”. En: Nouveau Mondeet renouveau de l’Histoire Naturelle, 1: 65-84. Paris: Université de la Sorbonne Nouvelle-Paris III, 1986.

49 Prospecto del papel periodico intitulado Mercurio Peruano de Historia, Literatura, y noticias pública, que á nom-bre de una Sociedad de Amantes del País, y como uno de ellos, promete dar á luz Don Jacinto Calero y Moreira.[Lima]: en la Imprenta Real de niños expósitos, 1790 (cf. p. 4).

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III. Viajeros y científicos

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El siglo XVIII es conocido como el siglo de las Luces y de la Ilus-tración. Es el siglo en el que la ciencia pasó a ocupar un lugar centraldotando al hombre de una fuerza extraordinaria a partir de la toma deconciencia de su capacidad para transformar la historia y el mundo.Junto al saber y la ciencia, el siglo XVIII fue también el siglo de losgrandes viajes. En este siglo, Ilustración, ciencia y las expediciones cien-tíficas son los tres elementos interdependientes que actuaron de maneracoordinada. Esta conexión es la que obliga a trabajar las expediciones,la ciencia y los científicos como partes de un proyecto y de un mundoque dirigía su mirada a la conquista del saber. En esa conquista delsaber, la aventura expedicionaria fue una etapa más.

Sin embargo, esta breve explicación quedaría incompleta si no ana-lizamos la búsqueda del saber en un contexto y un período determi-nado como fue el siglo XVIII y gran parte del XIX, en el que obtenermayores conocimientos sobre los recursos naturales, las poblacionesy los territorios fue una necesidad inherente a la gestión de los Esta-

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Expediciones y ciencia en elCaribe insular, siglos XVIII-XIX

Consuelo Naranjo Orovio

Este trabajo forma parte del proyecto de investigación HAR2009-09844, financiado por el MICINN (España).

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dos y, sobre todo, para logar controlar y explotar de una manera másracional los territorios coloniales de Ultramar.

El desarrollo de la ciencia necesitó y se sirvió de la expansión terri-torial y colonial, y fue esta presencia colonial la que contribuyó en granmedida al avance científico. Las expediciones colaboraron en el pro-greso de la ciencia a la vez que dotaron a los gobiernos europeos deinformación de los recursos naturales de sus colonias que fue de sumaimportancia para controlar e iniciar una explotación más racional yprovechosa de éstas. A través de las expediciones, de sus resultados yaplicaciones en los territorios coloniales y en las metrópolis podemosentender mejor la conexión y dependencia de la ciencia europea, metro-politana, y la colonial. Como apuntan algunos autores, la ciencia formóparte del proceso de colonización y las colonias americanas fueronenclaves para la organización de la ciencia fuera de Europa en el sigloXVIII (McClellan, 1984).

En este sentido, quiero destacar que la ciencia fue el elementoprincipal en la puesta en marcha de algunas políticas gubernamen-tales cuyo objetivo era el crecimiento económico de las colonias. Eldesarrollo que alcanzaron en los territorios americanos la medicina,la botánica y en general la historia natural guarda relación con lodicho. En otras palabras, como han demostrado varios estudiosos deltema, las expediciones fueron un instrumento utilizado por las metró-polis (España, Francia, Inglaterra, Alemania) para obtener mayoresrecursos de sus colonias a la vez que contribuyeron a la globalizacióny al desarrollo del conocimiento científico, tanto en los centros depoder como en las colonias (Sellés, Peset y Lafuente, 1988; Peset,1985 y 1987; Puig-Samper, 1991b y 2010; Puig-Samper y Pelayo,1995; Bernabéu, 2000; entre otros muchos). En este marco de inter-acción, en el que la circulación del conocimiento científico es unode los protagonistas, es como les propongo que revisemos el alcance

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y desarrollo de las expediciones científicas a América y, en concretoal Caribe insular.

Las expediciones al Caribe insular: ciencia, defensa, control yexplotación de los territorios

A partir de esta rápida explicación, vamos a pasar a estudiar las cau-sas que motivaron el envío de expediciones al Caribe insular en lossiglos XVIII y XIX. Junto al interés científico para el conocimiento yaprovechamiento de los recursos naturales, como pieza del programadel Reformismo y que comparte con las expediciones enviadas a losvirreinatos de Nueva España y Nueva Granada, hay determinadas carac-terísticas que motivaron que las potencias europeas pusieran su miradaen el Caribe. Dominar esta zona se convirtió en un objetivo princi-pal para España, Francia e Inglaterra, no sólo por la riqueza que enellas se generaba por la explotación de sus recursos, sobre todo de laagricultura cañera, sino también por su posición estratégica. Las islasfueron concebidas como plataforma de la conquista de tierra firme,además de garantes y testigos del tráfico mercantil entre Europa y Amé-rica. Es por ello, que las luchas europeas también se dirimieron en elsiglo XVIII en otros escenarios extraeuropeos y se trasladaron al Caribe.Ejemplos de la rivalidad imperial son la toma de La Habana por losingleses en 1762-1762, de Trinidad en 1797, el asalto a San Juan dePuerto Rico en 1797, o de la cesión a Francia en 1795 de la parteeste de la Española, la actual República Dominicana.

En este marco, algunas de las expediciones tuvieron como obje-tivo reconocer el territorio para asegurar su defensa, sobre todo trasla ofensiva inglesa. A este fin respondieron los viajes de AlejandroO’Reilly, enviado a Cuba y Puerto Rico tras la ocupación de LaHabana por los ingleses en 1762-1763 con el fin de emprender refor-

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mas en la administración civil y militar. Para ello realizó un minu-cioso examen del sistema defensivo, las fortificaciones y el ejércitode las plazas principales que España tenía en el Caribe, La Habanay San Juan de Puerto Rico, que visitó en 1764 y 1765 respectiva-mente. En sus informes manifestó la necesidad de reorganizar desdeun punto de vista militar ambas islas, reforzar su sistema defensivoy poner en marcha reformas que rentabilizasen estos territorios. Paraello se tomaron algunas medidas destinadas a activar la economía,tales como la diversificación de la agricultura de exportación, elimpulso del comercio a través de la creación de compañías mercan-tiles, la apertura de nuevos puertos y, en el caso de Cuba, se recons-truyó el Arsenal de La Habana. Las reformas acometidas en los aspec-tos militar y administrativo dieron como resultado la implanta-ción de un nuevo reglamento de milicias y su reestructuración, den-tro de la cual estuvo la creación de milicias disciplinarias en PuertoRico, el aumento de las dotaciones del ejército, y la instauración dela Intendencia en Cuba y en Puerto Rico en 1764 y 1765 respecti-vamente. Las obras de fortificación y amurallamiento acometidaspor presencia por Alejandro O’Reilly culminaron el sistema defen-sivo de estas plazas antillanas. En La Habana se reconstruyeron lasfortalezas de La Fuerza, La Punta y El Morro, la muralla de la ciu-dad, y se comenzó la construcción de otras fortalezas como LaCabaña, Atarés y el Príncipe; en este proyecto se edificaron variasbaterías, la Pastora y el Polvorín y se remodelaron los castillos de ElPríncipe en La Habana, El Morro en Santiago, y San Severino enMatanzas. En San Juan se llevaron diversas obras, iniciándose laconstrucción del Castillo de San Cristóbal y acometiéndose variasobras en otros edificios defensivos como el Morro y la Fortaleza. Estesistema defensivo pasó la prueba al resistir el ataque inglés de 1797a la ciudadela de San Juan (Cruz de Arrigoitia, 2004). En sus infor-mes también aparecen datos sobre el estado de la población y suscostumbres. La Memoria de O’Reilly sobre Puerto Rico, editada por

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Tapia en Biblioteca Histórica, en 1854, pasó a ser un texto funda-cional de la historia insular, como posteriormente ocurrió con laobra de André Pierre Ledrú (Torres Ramírez, 1969).

El desarrollo del libre comercio en 1765 y la necesidad de asegurarlas rutas comerciales entre La Habana y Veracruz requirió tener unmayor conocimiento del sistema defensivo y militar de las islas delCaribe, así como de su cartografía. Además, era preciso tener planoslocales y regionales en los que apoyarse para lanzar una política de inte-gración y activación del comercio. A estos objetivos respondieron otrasexploraciones como el reconocimiento de la costa norte de Cuba delconde de Macuriges (1765), y la expedición de carácter hidrográficode Ventura Barcaíztegui (1790) y la comandada por Cosme de Chu-rruca y Elorza (1792), conocida como Expedición al Atlas de la Amé-rica Septentrional cuyo fin era el levantamiento cartográfico del Golfode México, Florida, Tierra Firme y Antillas. El nombramiento de Anto-nio Valdés, en 1783, como responsable de la Secretaría de Marina eIndias y el de José Mazarredo, en 1786, como comandante de las trescompañías de guardias marinas (Cádiz, Ferrol y Cartagena) fue deci-sivo para poner en marcha el proyecto de reconocimiento cartográficodel Caribe (Puig-Samper, 1991a; González-Ripoll, 1991a y 1991b;Bernabéu, 1988).

Era preciso controlar el territorio para impedir no sólo que ingle-ses o franceses lo ocuparan, sino también para frenar la entrada de cor-sarios y piratas y dificultar el contrabando que se realizaba por las cos-tas más alejadas del centro y que permanecían despobladas. Asimismo,en estos años, finales del siglo XVIII, otro acontecimiento estremecióal mundo. Me refiero a la Revolución Haitiana de 1791, la primerarevolución protagonizada por los esclavos y que desembocó en el pri-mer Estado dirigido por antiguos esclavos negros. El miedo que causóesta revolución al hacer tambalear los cimientos de la civilización euro-

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pea provocó una alerta que se tradujo, entre otras consecuencias, en elreforzamiento del sistema defensivo para evitar la entrada de exescla-vos desde Saint Domingue o de posibles invasiones haitianas que poníanen peligro el mantenimiento del orden colonial que contó con la escla-vitud como garante (González-Ripoll, Naranjo, Ferrer, García, Opatrny,2004). Haití, símbolo de libertad para muchos, pasó a ser un icono delmiedo para otros. Esta revolución además de dar un nuevo rumbo a lahistoria, estuvo presente en los planes y proyectos que a partir de enton-ces hicieron los gobiernos, sobre todo los de aquellos territorios cer-canos a Haití que temían tanto por su seguridad física como por laposible entrada de ideas que pondrían en peligro la estabilidad socialy económica de las colonias. Los reconocimientos geográficos, las expe-diciones y comisiones que sucedieron a 1791 tuvieron entre sus obje-tivos el amurallamiento y la defensa de los países frentes a posibles inva-siones haitianas. El llamado desde entonces “miedo al negro” se pro-pagó con rapidez y prendió con fuerza sobre todo en los espacios enlos que la esclavitud era el principal motor económico y el soporte delpoder colonial.

Como hemos explicado en otros estudios, la Revolución Haitianaintrodujo nuevos contenidos en las propuestas emanadas por el refor-mismo, y junto a las ideas propiamente ilustradas emergió con fuerzala necesidad de poblar la isla con colonos blancos (Naranjo Orovio,2004 y 2009). Los reconocimientos geográficos y militares de los añossiguientes respondieron a estos fines. Para estudiarlo nos detendremosen dos expediciones de Cuba, la de Ventura Barcaíztegui, 1790-1793,y la Real Comisión del conde de Mopox y Jaruco, 1796-1802. Ambastuvieron entre sus prioridades el reconocimiento de la zona este de laisla, en concreto las costas de Guantánamo y Nipe, que por su cerca-nía a Saint Domingue y Jamaica y su despoblación, representaban unpeligro tanto para la seguridad del país como para el mantenimientodel poder colonial de España.

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El expediente sobre la creación de una población con el nombrede Alcudia Carolina, en la bahía de Guantánamo, fechado entre 1793y 1794, y que por su contenido atribuimos a la expedición de Bar-caíztegui, recoge los objetivos perseguidos por el reformismo. En elprimer informe, titulado “Idea sobre los establecimientos teórico prác-ticos de agricultura según convienen a la América: con un análisisde la actual población y cultivos de la interesante isla de Cuba”, sedescribe cómo debían fundarse pueblos a lo largo del territorio cubano:bahía de Guantánamo, bahía de Nipe, Puerto Escondido o Caba-ñas. Con la creación de nuevas poblaciones se perseguía tanto fomen-tar la riqueza e impulsar el comercio nacional como aumentar el sis-tema defensivo. “Sola la isla de Cuba vale un reino… y en cualquiercaso, cueste lo que cueste a España le conviene mantenerla, por eso,¿no sería mejor poblarla? […] La soledad de estas costas quedaríasuplida con la superflua población de otras ciudades ya que, apuntaba“estas colonias nuevas forman el más precioso y feliz destino paralos vagos, ociosos y desvalidos de aquellos vastos países donde es muyarriesgada su existencia”. Se dispuso que cada población tuviera 8 ber-gantines de 250 toneladas y 4 barcos de 40 toneladas que servirían“para ejercitar en tiempos de paz a gentes que serán muy útiles entiempos de guerra”.

Junto a este primer informe sobre población, Barcaíztegui elaboróotro titulado “De la Ysla de Cuba en general”, en el que resaltaba labonanza del clima, la abundancia de maderas para la construcción y lafertilidad de las tierras, sobre todo si se comparaba con las más pobresde Santo Domingo y Puerto Rico. En el tercer informe titulado “Dela punta oriental y costa meridional de la Ysla de Cuba”, el marino des-tacaba la posición estratégica de algunos puntos de esta isla, lo que asu juicio hacía que Cuba fuera uno de los lugares más óptimos quetenía el imperio español. En este sentido destacaba que Guantánamoera el lugar más adecuado para establecer una base estratégica de la

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Marina con el fin de mantener y abastecer una escuadra que, en casode necesidad, auxiliaría a otros territorios americanos de Tierra Firmey serviría para defenderse de los ataques procedentes de Guarico (Haití)o de los asaltos de los ingleses con base en Jamaica.

Barcaíztegui preveía el abastecimiento de las escuadras, ejércitos yflotas en el cuarto informe, “De las tierras que pueden cultivarse enel Guantánamo, con una idea de sus posibles productos”, en el queexaminaba los recursos naturales que podrían explotarse y comerciali-zarse. Según sus cálculos, si en cada puerto de la isla de Cuba se esta-bleciesen colonos, en diez años se duplicaría la producción de azúcary se triplicaría la de otros productos como el café, el algodón y el añil.Puesto que Santiago de Cuba era la única ciudad fortificada, el esta-blecimiento de nuevas poblaciones y la creación de milicias contri-buirían a defender la costa y a controlar el contrabando sobre todo porlos puertos Cabañas, Guantánamo y Puerto Escondido, y las playasJuraguá, Juraguacito, Aguadores y Guacaibón. La colonización podríaseguir hacia el norte, por el camino de Baracoa, donde los terrenosabandonados eran aún más abundantes.

En un quinto informe Barcaíztegui detallaba la manera en la quedebía realizarse la colonización: “Sobre los lugarcillos de labradorespremiados anualmente por su aplicación a la agricultura de Américay plan para poblar la Bahía del Guantánamo”. Para poner en marchael proyecto preveían que se instalasen en la costa de Guantánamo1.800 labradores, repartidos en 18 barrios iguales, a los que se lesentregaría 120 pesos al año para su manutención, vestido y cama, yasistencia médica. Las nuevas poblaciones también servirían de aca-demias teórico-prácticas de agricultura, a la vez que habría regimientosde tropa o de milicias que ayudarían a la defensa del país si fueranecesario. Según Barcaíztegui, la ciudad, llamada Regimiento de laAlcudia Carolina, sería un experimento que, en el caso de resultar

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positivo, se utilizaría como modelo para crear otras poblaciones(Naranjo Orovio, 2004).

Los resultados de la expedición de Barcaíztegui se concentran enalgunos planos de los puertos situados en la parte oriental de Cubadesde la punta de Maisi a Nuevitas (Mata, Nuevitas, Baracoa, Maravi,Navas, Cayaguaneque, Taco, Jaragua, Cayo de Moa, Mata, Baracoa,Yaguaneque, Cananova, Cebollas, Tanamo, Cabonico y Livia, Nipe,Banes, Sama, Naranjo, Vita, Bariay, Jururu, Gibara, Puerto Padre,Manati y Nueva Grandes o del Bayamo) y en tres mapas: Carta esfé-rica de la parte oriental de Cuba, desde el puerto de Santiago de Cubaa la punta de Maisi y desde ella a Maternillo (1793); Carta esféricade la costa meridional, parte de la septentrional e islas de Cuba desdepunta Maisi hasta el cabo de San Antonio (1793), y el mapa de la Bahíade Guantánamo y sus inmediaciones (completado en 1797 por RamónArrospide) (González-Ripoll, 1991).

En 1792 se puso en marcha una ambiciosa expedición destinada acartografiar el Atlas de la América Septentrional, que comprendía elseno mexicano, es decir, todas las islas del Caribe hasta la costa sep-tentrional de las entonces provincias Unidas de América. A Cosme deChurruca y Elorza se le encomendó levantar la cartografía de las islas,mientras que Joaquín Francisco Fidalgo fue el encargado del recono-cimiento del Golfo de México. En su viaje, Churruca visitó Trinidad,Puerto Rico, y verificaron la posición de otras islas menores como SaintThomas, Antigua, Vieques, Culebra, Tórtola, Islas Vírgenes, Sombrero,Barbudo, Isla Redonda, Granada, Saba, entre otras (González-Ripoll,1995; Martín Merás, 1993). Los resultados de la expedición de Cosmede Churruca fueron agrupados y publicados en tres fases. En 1802 seeditaron la Carta esférica de las Antillas y la Carta geométrica de la islade Puerto Rico; en 1804 la Carta esférica de las Islas Caribe de Sota-vento, y en 1811 la Carta esférica de los canales entre las islas de San

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Martín, San Bartolomé y Anguila. Estas publicaciones contienen pla-nos de distintos territorios que se levantaron durante el recorrido: CartaEsférica de la isla de Trinidad (1792); Plano geométrico de la bocade los Dragos de Trinidad (1792); Carta esférica de la isla de Granada(1793); Planos de las islas de Saba, San Eustaquio, San Cristóbal, Nie-ves y Monserrat (1793); Carta esférica del canal entre Puerto Rico ySanto Domingo (1793); Carta esférica de las islas Vírgenes (1793);Carta general de las islas de Barlovento hasta el puerto capital de SantoDomingo desde Trinidad de Barlovento (1794); Carta esférica de PuertoRico y sus adyacentes (1794); Plano de la isla de Martinica (1795);Carta esférica de una parte de las islas Antillas de Barlovento (1795).

Sin duda, una expedición que respondió a todos los fines hasta ahoracomentados fue la Real Comisión de Guantánamo enviada a Cuba en1796 y que permaneció en la isla hasta 1802. Con esta exploración,también conocida como la expedición del Conde de Mopox y Jaruco,integrante de la elite habanera que dirigió la Comisión, la Corona sepropuso reconocer todo el territorio para tener un conocimiento másexhaustivo de la flora, la fauna y sus recursos naturales, y precisarqué lugares eran los más óptimos para establecer poblaciones. Partiendodesde Guantánamo, los expedicionarios recorrieron toda la isla, hastallegar a la Isla de Pinos, actual isla de la Juventud. Los objetivos eranel fomento de la isla (económico y poblacional); el control de territo-rio, a través del cual sería posible conseguir una integración territorialque favorecería el comercio interior y exterior, y la defensa de Cuba.

Los participantes en la Comisión generaron unos valiosos y exhaus-tivos informes sobre las posibilidades que ofrecía Cuba para su fomento:desde la creación de ciudades para defender la isla, la construcciónde caminos, hasta la edificación de puertos para facilitar el comerciointerior y exterior. Se tuvo especial interés en explorar la parte orien-tal por su proximidad a Haití. En este sentido hay que destacar el reco-

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rrido y los proyectos de fundación de ciudades en Guantánamo o enNuevitas, así como en zonas en los que era preciso construir un puerto.En la parte suroriental, Guantánamo y Nipe fueron las zonas elegi-das para crear poblaciones; en la costa meridional la ciudad se proyectóen Jagua, y en la costa noroeste se eligió Mariel, en donde se construiríaun puerto con similares utilidades al de Matanzas. Agustín de Blondoy Zabala fue el encargado de elaborar las memorias de Mariel. El con-tenido científico (estudio y recolección de plantas, animales y mine-rales) se delegó en el botánico Baltasar Manuel Boldo, quien contó conJosé Guío como dibujante, y posteriormente a José Estévez que, trasla muerte de Boldo en 1799, se encargó de terminar la primera florade Cuba; Francisco Remírez fue responsable de los estudios mineraló-gicos, y los ingenieros Francisco y Félix Lemaur, y Juan Pro de la Cruzrealizaron los estudios de ingeniería y prospección (Puig-Samper, 1991c;Naranjo Orovio, 1991).

Hay que destacar la acertada visión de los ingenieros que partici-paron en la Comisión sobre las necesidades de la isla y los proyectosque idearon. En muchos casos, estos proyectos se realizaron años mástarde, como fue la creación de la ciudad y puerto de Cienfuegos, en1818, cuya fundación, en la bahía de Jagua, ya se sugirió en los infor-mes de la Comisión. En otras ocasiones, las ideas que contenían losinformes sirvieron de base a otros proyectos. Me refiero a la propuestade construir un canal de navegación entre Güines, una zona produc-tora de azúcar, y La Habana, con el fin transportar el azúcar a La Habanapara su exportación, o bien las maderas hasta el Arsenal para la cons-trucción de barcos para la Armada y defensa. Aunque esta obra de inge-niería no se realizó, en 1837 estos dos puntos fueron conectados porel ferrocarril.

Guantánamo ocupó un lugar central en los objetivos de esta expe-dición. Debido a su importancia, fue el conde de Mopox quien se

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encargó personalmente del reconocimiento de su territorio, en cuyadescripción de la bahía utilizó el informe de Barcaíztegui. Este pro-yecto, junto al de la construcción del canal de Güines, fue el que generómás informes y planos. Uno de los primeros cometidos fue el esta-blecimiento de dos poblaciones (La Paz y Alcudia) en un punto estra-tégico tanto para la defensa como para incentivar el comercio. Situa-das en la desembocadura de un río, se comunicarían con la ciudad máspróxima e importante, Santiago de Cuba, a través de un camino. Parasu poblamiento se preveía el asentamiento de 150 familias de España(Canarias, Cataluña y Galicia), así como de colonos procedentes deotras partes de la isla. Además de estas ciudades, el ingenio de la Comi-sión, José Martínez, presentó un proyecto para la creación de otra ciu-dad en Guantánamo a partir de tierras donadas por el Estado que sepoblarían con familias procedentes de Santo Domingo, por colonosextranjeros que fueran católicos, agricultores europeos vecinos de Cubay por hijos del país elegidos a sorteo y que cumplieran algunas con-diciones, como ser pobres sin bienes, blancos “de calidad” y menoresde 24 años. La población comenzaría con 50 vecinos cuyo número iríaaumentando hasta 150 en el segundo y tercer año, hasta llegar a 300vecinos en el quinto año, cuando se daba por finalizada la empresa.Como en otros proyectos de colonización, el Estado o la empresa quelo patrocinara daría a los colonos algunas facilidades para su estable-cimiento: donación de tierras, aperos de labranza y animales de corral,así como la autorización para el corte de maderas destinadas a la cons-trucción de una casa en el pueblo siguiendo las indicaciones dadas atal fin, y la exención de pagar tributos durante los primeros años. Acambio, los colonos se comprometían a cultivar al menos tres cuartaspartes de la tierra.

Colonización y defensa fueron los objetivos resaltados en todaslas memorias enviadas por los expedicionarios. Los participantes en laReal Comisión de Guantánamo elaboraron varios informes sobre la

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necesidad y conveniencia de establecer poblaciones en distintas partesde la isla donde se asentarían los refugiados de Santo Domingo queayudarían al fomento económico de la isla. Algunos de estos informesenviados a España tras el reconocimiento de la bahía de Nipe por Agus-tín de Blondo y Zabala, en 1799 y 1802, recogen uno de los princi-pales fines perseguidos por esta expedición, como era auxiliar y fomen-tar el comercio con España, y conservar los dominios en esa parte deAmérica, cuya fertilidad y situación hacían de ella una zona clave enla política de la monarquía. Agustín de Blondo y Zabala fue tambiénel encargado de reconocer la costa norte. Tras su examen propuso habi-litar el puerto de Mariel y crear una ciudad con similares fines defen-sivos y económicos a los ya expuestos. La proximidad del nuevo puertoa las zonas productoras de azúcar y café produciría un aumento delcomercio al poderse enviar directamente sin tener que llevarlos a LaHabana, lo cual a su vez reduciría el precio final de los productos. Otrade las zonas que recibió gran atención para establecer una ciudad fuela bahía de Jagua. Los comisionados fueron los ingenieros Félix y Fran-cisco Lemaur. En su amplio y detallado informe, del 30 de junio de1798, destacaban las ventajas económicas y defensivas de esta zona yproponían un plan para su colonización. Similar a este proyecto, Mopoxpresentó otro para crear una ciudad en terrenos de su propiedad enla jurisdicción de La Habana, en la zona de mayor producción azuca-rera del momento. En 1803 creó la ciudad de Nueva Paz, que en pocosaños comenzó a desarrollarse: en 1807 contaba con 360 labradores, alos que se les había donado dos caballerías para cultivar tabaco y tenían58 casas para curar el tabaco, cuya cosecha ascendía a 1.584 arrobasanuales.

Como Subinspector General de las Tropas de la Isla de Cuba, Mopoxtambién se preocupó de evaluar el estado defensivo de la isla y la com-posición del ejército. En 1797presentó al Príncipe de la Paz un ambi-cioso proyecto que contenía un plan de reforma del Ejército que iba

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desde el aumento y creación de nuevas milicias, el traslado del Bata-llón Fijo de Santo Domingo a la isla, hasta el refuerzo de la artilleríacon la integración de individuos negros y mulatos, pertenecientes algrupo denominado “población de color libre”. En la memoria que elconde de Mopox envió a Godoy, el 30 de junio de 1806, insistía enla urgencia de reforzar el sistema defensivo de la isla sobre todo trasla Revolución Haitiana a la que hacía referencia con las siguientes pala-bras:

“…que quien recuerda los principios que ha tenido la insurrecciónde la isla de Santo Domingo penetra el corazón del hombre, reco-noce el estado de esta isla y prevé las contingencias que en lo futuropueden resultar…”1.

La expedición del conde de Mopox sirve también de ejemplo parademostrar la conexión entre la ciencia y la política colonial, y revelarhasta qué punto los intereses metropolitanos y criollos eran conver-gentes en el período que estamos analizando. El estudio de los pro-yectos y debates generados en el Real Consulado de Agricultura yComercio de la Habana en los años anteriores a la Comisión Real deGuantánamo relacionados con la construcción de una red de caminosque facilitara el transporte y el comercio en el interior de la isla ponede manifiesto lo que venimos planteando, ya que muchos de las deman-das de estos criollos coinciden con las propuestas que los comisiona-dos de la expedición de Mopox y Jaruco enviaron a España para poneren marcha la explotación y el fomento de la isla. Algunos de estos pro-yectos fueron desarrollados años después, como fue la creación en labahía de Jagua de la ciudad Fernandina de Jagua por Luis de Cloueten 1818 (actual Cienfuegos).

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1 Servicio Histórico Militar (Madrid), Signatura 4-2-9-12.

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La otra expedición que recorrió Cuba a finales del siglo XVIII pro-cedía del virreinato de Nueva España, conocida como Expedición Botá-nica a Nueva España, inició sus trabajos en 1786. En 1794 Martínde Sessé, director de la expedición, solicitó a Carlos IV una prórrogade dos años para explorar las islas de Cuba, Puerto Rico y SantoDomingo, así como gran parte de Centroamérica. A finales de 1794Sessé tenía el permiso para comenzar su viaje en la primavera de 1795.Organizados en dos grupos, el primero partió hacia Cuba en mayo de1795, y estaría compuesto por Martín de Sessé, Jaime Senseve y Ata-nasio Echevarría; a ellos se les unió el médico cubano José Estévez (Puig-Samper, 1991d). En su recorrido por estas islas entre 1795 y 1798los expedicionarios recolectaron plantas, hicieron estudios ictiológicosy se relacionaron con algunos miembros de las elites interesados enestudiar botánica y química con un fin utilitarista. Este fue el caso deNicolás Calvo de la Puerta quien en 1793 había presentado a la Socie-dad Económica de Amigos del País de la Habana una propuesta paracrear una escuela de agricultura. Durante la estancia de Martín Sesséen Cuba tenemos constancia de que compaginó sus investigacionescon el asesoramiento en materia botánica a algunos científicos criollos.En 1796 Sessé, Estévez y el dibujante Atanasio Echeverría se dirigie-ron a Puerto Rico, donde recolectaron plantas y describieron unas 300que eran desconocidas en Europa. La expedición no pudo terminar suviaje y realizar los objetivos perseguidos debido a las revueltas de SantoDomingo y la declaración de guerra contra Inglaterra. Tras la explo-ración de Puerto Rico, los expedicionarios tuvieron que regresar a LaHabana. A su regreso a Cuba en 1797, se unieron a los trabajos querealizaban los científicos de la Real Comisión de Guantánamo, incor-porándose a esta expedición Estévez y Echeverría. Resultados de laexploración de Cuba fueron el inventario botánico, obra de Sessé, laFlora de Cuba, elaborada por Boldo y continuada por Estévez tras sumuerte en 1799, una colección de láminas de plantas e insectos quedibujó Guío y un repertorio de aves y peces obra del pintor Echeve-

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rría (Fernández de Caleya, Puig-Samper, Zamudio, Valero y Maldo-nado, 1998).

Otro aspecto importante en el estudio de las expediciones cientí-ficas al Caribe insular es el estudio de las islas como laboratorios deexperimentación por ser enclaves en los que se desarrolló una agri-cultura comercial a partir del café, el cacao y sobre todo del azúcar; sudesarrollo repercutió de manera directa en el crecimiento económicode Europa. Buscar la rentabilidad económica motivó el desarrollo y laaplicación de la medicina, la botánica o el ensayo de nuevos cultivos ytécnicas agrícolas. La experimentación de plantas, en especial aunqueno sólo de diversos tipos de caña, fue uno de los pilares de la cienciaen esta zona cuyo crecimiento dependía de la puesta en marcha de nue-vos cultivos y variedades de caña de azúcar que hicieran más rentablesu cultivo.

Las Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País LaHabana (1793), y el Papel Periódico de la Havana (1790) recogen losdebates mantenidos en las instituciones científicas de la época de lasAntillas y de Europa sobre los avances agrícolas y el modo de adap-tarlos a los trópicos. La Sociedad Económica de Amigos del País con-centró parte de sus esfuerzos a estudiar proyectos de desarrollo agrí-cola orientado a reorganizar la agricultura cubana. Las propuestas deJuan Manuel O’Farrill y Nicolás Calvo de la Puerta, quienes en 1793abogaron por la utilidad de la botánica para el desarrollo agrícola y porla conveniencia de fundar escuelas agrícolas, o los proyectos del hacen-dado cubano José María Calvo que en 1818 propuso la creación deuna escuela de agricultura práctica, fundamentando en su “Castilla rús-tica” el criterio de organizar cursos gratuitos para el cultivo y ensayode plantas útiles, así como estimular a los agricultores a introducir nue-vos cultivos y maquinaria agrícola mediante la convocatoria de pre-mios, coinciden con los intereses y estudios botánicos y agrícolas rea-

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lizados por las expediciones científicas. Así mismo, el Jardín Botá-nico de La Habana, creado en 1817 en parte como resultado del inte-rés suscitado por estas expediciones, fue uno de los lugares de experi-mentación de nuevas técnicas y cultivos; en él se fundó una cátedrapara la enseñanza de la botánica; posteriormente el Instituto de Inves-tigaciones Químicas, de 1848, contribuyó al desarrollo de nuevas téc-nicas y su aplicación a la agricultura (Puig-Samper y Valero, 2000).

Este afán por la experimentación, impulsado por los intereses eco-nómicos, metropolitanos y criollos, también motivó algunos viajes aEuropa y a otras zonas donde se cultivaba azúcar con el fin de apren-der nuevas técnicas e introducir variedades de caña que contribuyerana modernizar la agricultura cubana (González-Ripoll, 1999, 2002,2004). Desde las cátedras universitarias o desde las instituciones aca-démicas, como la Real Academia de Ciencias Médicas y Físicas de laHabana (1861), el Liceo de Guanabacoa, el Liceo de la Habana, o laSociedad de Antropología de la isla de Cuba (1877), la medicina ocupóun lugar central. En estas instituciones se desarrollaron intensos deba-tes sobre las enfermedades de los trópicos, la capacidad de aclimata-ción del hombre blanco, las posibilidades de adaptación de diferen-tes poblaciones al trabajo en estas latitudes, así como sobre la higieney las características fisiológicas de las poblaciones. La variabilidad delas poblaciones en el Caribe constituyó uno elemento fundamentalpara la experimentación de teorías médicas y antropológicas (Pruna yGarcía González, 1989; García González, 2008).

Recuento de otras expediciones

El Caribe fue también lugar de tránsito de otras expediciones queno fueron enviadas por la Corona española pero que recalaron en Cubay Puerto Rico. Me refiero al reconocimiento de Puerto Rico de André

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Pierre Ledrú, en 1798, como botánico, y del dibujante Antonio Gon-zález, integrantes de la expedición de La Belle Angélique comandadapor Nicolas Baudin, y a los viajes a Cuba de Alexander von Humboldt.

Resultado de la visita del botánico André Pierre Ledrú a Puerto Ricoen 1797 son unas memorias recogidas en la obra Viaje a la Isla de PuertoRico, publicada en 1810 en francés y en 1863 traducidas al español. Elfin de esta expedición era recolectar muestras de animales, plantas yminerales destinados a las colecciones del Museo de Historia Naturalde París, y observar las costumbres de los habitantes. Junto con la His-toria geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de PuertoRico de Íñigo Abbad y Lasierra, publicada en 1788, y la Memoria deAlejandro de O’Reilly, la obra de Ledrú, que basó parte de su relato enlos datos procedentes de Abbad y Lasierra y de Ledrú, constituye unade las primeras descripciones que tenemos de muchas partes de PuertoRico. Esto ha motivado que durante mucho tiempo la historiografíala haya considerado una de las obras de referencia para acercarse a lavida y costumbres de los últimos años del siglo XVIII sin cuestionar elgrado de veracidad y en qué medida el relato elaborado a posteriori desu viaje es en parte una recreación novelada (Ledrú, en prensa; Gon-zález, 2007).

Sin duda, el viaje a estos mares más notorio fue el del científico Ale-jandro de Humboldt que visitó Cuba en dos ocasiones, 1800-1801 y1804, acompañado del botánico Aimé Bonpland. A su llegada, Hum-boldt encontró un mundo reducido al azúcar, a la plantación y a losesclavos. Arribó a una isla que en un espacio breve de tiempo habíatransformado su estructura demográfica, su sociedad, su cultura ysus campos. Una isla que despegaba de forma vertiginosa, a cambio delo cual la elite supo negociar y brindar su lealtad a la metrópoli. La“siempre fiel isla de Cuba” se transformaba en el principal baluarte delpoder colonial español en América a la vez que su oligarquía iba con-

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solidando su poder, poder económico, social y lentamente político. Unpoder que supo inteligentemente manejar a favor de sus intereses mien-tras que éstos fueron convergentes con los de la metrópoli. La escla-vitud, que para unos era fuente de riqueza y arma para el manteni-miento del poder colonial, para Humboldt suponía un sistema obso-leto que provocaría la destrucción de las metrópolis y así lo expusoen el Ensayo política de la isla de Cuba, publicado en 1826 y tradu-cida al español un año después.

Durante su primera estancia, Humboldt y Bonpland visitaron algu-nas localidades cercanas a La Habana, como Guanabacoa, Regla, Mana-gua, Bejucal, el valle de Güines o San Antonio de las Vegas; algunosingenios azucareros de influyentes hacendados, como el ingenio LaHolanda de Nicolás Calvo de la Puerta y el ingenio Río Blanco del condede Mopox y de Jaruco; la Isla de Pinos, la bahía de Jagua, el Río Bravoy la Villa de Trinidad. El contacto con varios miembros de la elite inte-lectual posibilitó que, a su regreso a La Habana en 1804, el naturalistaalemán recogiera la información que había sido solicitado en su ante-rior estancia a Andrés de Jáuregui, Francisco de Arango y Parreño yAntonio del Valle Hernández, quienes pusieron en sus manos datosrelativos al comercio, la población, la esclavitud, la agricultura y la pro-ducción azucarera. Estas informaciones sobre la población, en especialsobre los esclavos, le sirvieron a Humboldt para emprender estima-ciones sobre el crecimiento de la población, el comercio, o las rique-zas del país. Estos datos, junto con las observaciones de carácter cien-tífico sobre la botánica, la meteorología, la geografía, etc., motivan quesu obra sea una referencia obligada para conocer la Cuba de principiosdel siglo XIX.

En los comentarios que Humboldt escribió en su Ensayo sobre laIsla de Cuba sobre la población americana estuvieron presentes en todomomento los acontecimientos de Saint Domingue. El terror, el ver-

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dadero miedo de las elites ante la Revolución Haitiana se manifiestaen las distintas obras de Humboldt. El miedo al negro, el fantasma dela negritud que planeó desde 1791 por toda América y que conmo-cionó también a las elites europeas, hizo que Humboldt se mostrasecrítico con la esclavitud, no sólo porque era un sistema que atentaba ala dignidad y a los derechos del hombre, sino también porque podíallegar a ser la causa de estallidos revolucionarios. Sus palabras fueroncondenadas a pesar de coincidir con el sentir de los hacendados y lasautoridades, que tenían muy presentes unos hechos sangrientos y sen-tían el miedo ante el asalto de la “barbarie”:

“Cuando por la influencia de circunstancias extraordinarias seanmenos los temores, y cuando los países en que el amontonamientode esclavos haya dado a la sociedad la mezcla funesta de elemen-tos heterogéneos, sean arrastrados, quizás a pesar suyo, a una gue-rra exterior, las disensiones civiles brotarán con toda su violenciay las familias europeas, que no tienen culpa de un orden de cosasque no han creado, estarán expuestas a los mayores peligros”.

En otra parte del Ensayo sobre la Isla de Cuba apuntaba:

“La isla de Cuba puede liberarse mejor que las demás Antillas delnaufragio común; porque cuenta con 455.000 hombres libres, nosiendo los esclavos más que 260.000 y puede preparar gradualmentela abolición de la esclavitud, valiéndose para ello de medidas huma-nas y prudentes […]

Los principios de una política limitada y mezquina, que guía a losgobernantes de las islas muy pequeñas, verdaderos talleres, dependientesde la Europa y no habitados por hombres que abandonan el territorioluego que se han enriquecido suficientemente, no pueden convenir aun país, casi tan grande como la Inglaterra, lleno de ciudades populo-

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sas y cuyos habitantes establecidos de padres a hijos, hace muchos siglos,lejos de considerarse como extranjeros en el suelo americano, muy porel contrario le tienen el mismo cariño como si fuera su patria. La pobla-ción de la isla de Cuba, que quizás antes de cincuenta años se acre-centará de un millón, puede abrir, por sus consumos mismos, un campoinmenso a la industria indígena. Si el tráfico de los negros cesa ente-ramente, los esclavos pasarán poco a poco a la condición de hombreslibres, y la sociedad arreglada por sí misma, sin hallarse expuesta alos vaivenes violentos de las conmociones civiles, volverá a entrar en elcamino señalado por la naturaleza a toda sociedad numerosa e ins-truida” (Humboldt, 1998: 174, 348-349).

La publicación del Ensayo político de la isla de Cuba en 1826 en elque vertía sus comentarios y análisis sobre el sistema social y econó-mico de Cuba y condenaba la esclavitud le enfrentó a los grandes hacen-dados y comerciantes criollos y metropolitanos. Como primera medidapara frenar y silenciar sus críticas, en 1827 las autoridades mandarondecomisar y retirar el Ensayo de las librerías de La Habana.

En el período que estudiamos, la otra gran isla de la que tenemosuna descripción importante como resultado del viaje de un hombreinteresado por la ciencia es Santo Domingo. Su exploración fue reali-zada por Mederic-Luis-Elie Moreau de Saint-Méry. Abogado martini-qués asentado en Cap François, fue miembro del Consejo Superior dela colonia y perteneció a los círculos intelectuales más distinguidos:correspondiente de academias provinciales francesas y Cercle des Phi-ladelphes, una institución surgida en 1784 en Saint Domingue bajo elespíritu de la Ilustración interesada en el desarrollo económico y cul-tural de esta colonia, así como en la ciencia y de manera especial enla medicina. El interés de sus miembros, médicos, abogados, hacen-dados, etc., por las cuestiones relativas al crecimiento económico, ala esclavitud y a la historia natural (sobre todo zoología) se recogen en

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la publicación de 1787 de Quenstions relatives a l’Agriculture de SaintDomingue y la publicación en 1790 del Journal de Medecine, Chirur-gie, Pharmacie de la que además de sus artículos científicos hay quedestacar que fue la primera revista con estas características publicadaen América (McClellan, 1984).

En 1783 Moreau de Saint-Méry, alentado por el espíritu del cono-cimiento, realizó un viaje por toda la isla. Su obra hay que estudiarlaen el contexto en que se produjo y teniendo en cuenta las motivacio-nes que impulsaron al viajero a escribirla. Como ha señalado Mª Dolo-res González-Ripoll, Moreau de Saint-Méry “ejemplifica la visión colo-nial dentro de la colonia del criollo perteneciente a la elite blanca ydevenido en hombre útil para su respectiva metrópoli” (González-Ripoll, 2004). El resultado fue la publicación de dos obras, una sobrela parte española de Santo Domingo editada en 1796 y otra sobre SaintDomingue publicada en dos volúmenes en 1797-1798 (Moreau deSaint-Méry, 1796, 1797-1798). El libro de Saint Domingue representauna de las obras de mayor importancia por el número y el valor de losdocumentos que incluye, así como por la información de primera manosobre la agricultura, la población, la geografía y el desarrollo científicode la colonia y los intereses de la elite reunida alrededor del Cercle desPhiladelphes de introducir los avances científicos que repercutieran enel desarrollo de la agricultura en una colonia que en estos años era lamayor productora de azúcar. Para la parte española, su mirada es la deun espectador, la de un viajero no científico por lo que los relatos y susimágenes no tienen un calado profundo; estima la población, describelas costumbres haciendo, en ocasiones, un contrapunteo entre las cul-turas francesa y la española, describe entre otros aspectos la tenenciade la tierra, la situación de los esclavos y apunta algunos elementosque, a su juicio, provocan el retraso económico de la colonia hispana.Su obra también refiere los beneficios que Francia obtendría si se ane-xionara la parte española de la isla. En este caso, apunta el autor, para

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reforzar la defensa de toda la isla sería preciso construir una fortalezay un arsenal marítimo en la bahía de Samaná. Este libro tiene el valorde contener las primeras descripciones sistemáticas de muchos aspec-tos de Santo Domingo, por lo que se ha convertido en una obra dereferencia para la historia del siglo XVIII. Respecto a la informaciónde Saint Domingue, como se ha apuntado, constituye una obra de pri-mera mano para conocer el esplendor intelectual que la colonia fran-cesa alcanzó en los años previos a la revolución de 1791.

A modo de conclusiones

Las expediciones, los viajeros y los científicos contribuyeron a poneren relación y en movimiento no sólo mercancías y hombres, sino tam-bién ideas y conocimientos. A través de ellas se ofreció una nueva ima-gen de América. Por otra parte, ayudaron a que los criollos tomaranconciencia de su riqueza y de su potencialidad. Las expediciones sir-vieron para establecer los límites geográficos, lo cual contribuyó a incre-mentar el conocimiento de los criollos sobre su territorio, a que lo apre-hendieran como propio, al igual que sus frutos, riqueza y población.Esto significó un paso importante en el proceso de la formación de lacriollidad, ya que favorecieron el asentamiento de las bases de lo pro-pio a partir de la descripción de lo particular, de lo americano. Desdeeste punto de vista, a nivel simbólico, algunos países consideran a deter-minadas expediciones como un segundo descubrimiento por haber-les dotado de instrumentos de los que se valieron para reivindicar loparticular y su derecho a la independencia.

Muchos de los informes derivados de estas expediciones fueron labase para la puesta en marcha de proyectos de colonización y creaciónde ciudades, así como para el desarrollo de nuevos cultivos o el iniciode instituciones científicas. Las luces y la modernidad que introduje-

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ron no serían desterradas de estos territorios cuyas elites, apoyadas enlos nuevos avances de la ciencia y creyendo que la educación era unade las vías para alcanzar el progreso, supieron compaginar educación,ciencia y crecimiento económico, iniciando la escritura de su historiay el camino hacia la futura nación.

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Todos los días escuchamos cientos de veces la palabra globalización.Es más, podríamos afirmar que sin lugar a dudas se ha convertido en eltérmino que designa la contienda actual entre opuestos absolutos. A unlado, se sitúan aquellos que defienden por encima de toda consideraciónque la unificación mundial de comunicaciones y capitales sitúa a la huma-nidad en el desbordamiento de una era de desarrollo planetario, una erade homología e identificación entre el espacio del mundo y las fronte-ras, abiertas como nunca antes, promesa de un futuro al alcance de lamano. Al otro, haciendo abundante uso de esas mismas facilidades decomunicación instantánea, están quienes plantean el riesgo sistémicoque conlleva, o la necesidad de ponerle límites, como si ello fuera posi-ble. Ni unos ni otros suelen ser conscientes de que no se trata de un pro-ceso iniciado en los años ochenta del siglo XX, sino que es muy anterior.Tampoco tienen en cuenta en toda su relevancia los elementos cultura-les que han configurado la globalización.

Tanto si ésta ha comenzado según piensan algunos hace unos 5.000años, con el desarrollo de la agricultura, la disposición de excedentes,

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En el borde de Occidente. Viajesy expediciones a la Amazonía

Manuel Lucena Giraldo

Proyecto MCINN FFI2010-20876, Epistemología histórica: historia de las emociones.

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la fundación de ciudades y el desarrollo del estado teocrático y militar,como si cuenta sólo con 500 años, como señaló Adam Smith, que enfa-tizó la importancia del descubrimiento de América y el paso del cabo deBuena Esperanza en su desarrollo, lo importante es determinar la maneraen que unas culturas se han relacionado con otras1. O cómo han ope-rado prejuicios, proselitismos y francas asimetrías de percepción en susencuentros, narrados de manera habitual en la literatura de viajes. Nues-tro caso se va a ocupar de una geografía concreta, la selva amazónica, yde un período de especial relevancia. Este se corresponde con el refor-mismo borbónico, que pretendió actualizar las estructuras de la monar-quía española durante la segunda mitad del siglo XVIII, e implementóprocesos sustanciales.

El proyecto de delimitación

Las relaciones entre Portugal y España tuvieron un motivo de con-tienda permanente desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII a causa de lagran expansión lusa en el Nuevo Mundo. Hacia 1740 se había converti-do en inminente disputa fronteriza. La definición de las áreas de sobe-ranía parecía imprescindible para evitar un conflicto directo, pero habíaun nuevo factor que aconsejaba la búsqueda de algún tipo de negocia-ción. El control del espacio y los mercados se había convertido en unelemento básico de la carrera colonial. Tanto España como Portugalafrontaban proyectos de renovación que demandaban un estricto con-trol de sus vastos territorios americanos, en particular en la Amazonía.

El rey portugués José I tuvo que esperar a la muerte de Felipe V en1746 para lograr que España acogiera un proyecto de dirimir los pro-

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1 FERNÁNDEZ-ARMESTO, F. (2006) Los conquistadores del horizonte. Una historia global de la exploración, Barce-lona, Destino, pp. 29-40.

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blemas fronterizos mutuos en Asia y América. A pesar de la complejidadde las negociaciones, que duraron cerca de tres años, el 13 de enero de1750 los plenipotenciarios concluyeron el Tratado de Madrid, cuya carac-terística principal fue el reparto de América del Sur en dos áreas de influen-cia, el Amazonas para Portugal y El Plata para España2. En el articuladose determinó el curso de la línea divisoria en el Nuevo Mundo; Portugalcedió a España el control sobre el Río de la Plata y las islas Filipinas.España otorgó a los lusos el control de la vasta frontera amazónica.

La determinación sobre el terreno de la línea divisoria quedó reser-vada a dos grandes expediciones de límites, cuyo modelo fue militar.Estuvieron divididas en unidades de demarcación, las partidas, com-puestas por un comisario de cada nación, geógrafos, cartógrafos, astró-nomos, dibujantes, capellanes, cirujanos, tropa de escolta, personal auxi-liar e indígenas de servicio. Según se decidió por los ministros de estadorespectivos, la expedición del norte debía ocuparse del trazado de la líneadesde los montes de Guayana y confines de Surinam junto a la actualVenezuela hasta la boca del río Jaurú, en el Mato Grosso brasileño. Porsu parte, la expedición del sur iría desde allí hasta Castillos Grandes,en el Uruguay. Pronto quedó claro que los futuros expedicionarios ten-drían como fin principal el trazado de la línea divisoria, pero tambiénrecibirían otro tipo de cometidos, unos propósitos secundarios, comoconsecuencia de la filosofía política reformista que había gestado el pro-yecto delimitador. Así, en el caso de la expedición del norte, conocidainicialmente como “del Marañón” pero finalmente bautizada “del Ori-noco”, recibieron la orden de obtener noticias sobre las provincias vene-zolanas a atravesar y las comunicaciones fluviales. También debían fun-dar pueblos de españoles para defender las fronteras, atraer y dominar alos caribes, pactar con los esclavos huidos de las plantaciones costeras

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2 LUCENA GIRALDO, M. (1993) Laboratorio tropical. La expedición de límites al Orinoco, 1750-1767, EdicionesMonte Avila-CSIC, p. 65 y ss.

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holandesas al interior del continente y hasta estudiar el cacao y la canelade la selva con vistas a su posible cultivo y beneficio.

Las Instrucciones para la demarcación del norte de la línea divisoriade junio de 1752 y otras cédulas posteriores organizaron la expedicióncon gran detenimiento. Sus miembros viajarían a Cumaná, capital de laNueva Andalucía, en el oriente de Venezuela, donde el gobernador lesdebía proveer de todo lo necesario para adentrarse al interior del conti-nente. Tras remontar el Orinoco cruzarían al Amazonas por el caño Casi-quiare, a fin de reunirse con los portugueses en la localidad de Mariuá,sobre el río Negro. Allí se instalaría un “palacio de las demarcaciones”para comenzar los trabajos, según el modelo de la paz de los Pirineos de1659 entre España y Francia, celebrada en pleno río Bidasoa:

“Se ha de hacer una casa de madera o tienda de campaña que sirvapara tener las conferencias que se deben hacer [...] ordenándose la refe-rida casa de suerte que en ella haya dos entradas diferentes, una paraque entre el comisario principal español y otra para el portugués,poniendo dentro de la referida casa una mesa redonda con dos sillaspara los dichos comisarios, las cuales han de estar con el respaldo vueltoa las puertas por donde éstos entran. Además de estas sillas pondrándespués los taburetes que sean necesarios para los dos secretarios”3.

Los trabajos de fijación de la línea divisoria fueron organizados demodo muy preciso. En Mariuá se reuniría la primera partida para trazarel límite desde el río Javarí hasta el Japurá, ascendiendo luego hacia losmontes que se creía existían entre los ríos Orinoco y Amazonas. Unasegunda partida debía definir la latitud intermedia entre los ríos Madeiray Mamoré para dirigirse luego hacia el Javarí. La tercera partida fijaríala línea desde la boca del Mamoré hasta el lugar donde el Jaurú vierte

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3 Carta de José de Carvajal a S. M., S/F, S/L, Archivo General de Simancas (En adelante AGS), Estado, 7403.

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sus aguas al Paraguay. Desde allí el trazado de la línea estaría a cargo dela expedición del sur.

Aunque no era fácil definir el perfil del expedicionario ideal para lle-var a cabo semejante tarea, estaba claro que debía representar con leal-tad a la monarquía reformista y tener una buena preparación científicay técnica, resistencia física, dotes de mando y capacidad para sobrellevarlas dificultades con entereza. Tres marinos, José de Iturriaga, Antonio deUrrutia y José Solano, y un militar, Eugenio de Alvarado, fueron elegi-dos como comisarios. El equipo expedicionario se completó con los mari-nos cosmógrafos Ignacio Milhau, Vicente Doz y Nicolás Guerrero, elpiloto Santiago Zuloaga, el instrumentario Apolinar Díez de la Fuente,el astrónomo jesuita Francisco Javier Haller y el botánico Pedro Löfling,un discípulo de Linneo entonces residente en España. Cirujanos, pilo-tines y personal auxiliar completaron la comitiva. Mientras los prepa-rativos de la expedición del norte llegaban a término, la gran polémicadesencadenada por la ejecución del Tratado de Madrid en el sur del con-tinente, con la Guerra guaranítica y el enfrentamiento de los expedicio-narios con los jesuitas y los indios, obligó a que los preparativos se efec-tuaran en el mayor sigilo. A comienzos de 1754 se encontraban, por fin,terminados. Había sido necesario comprar una fragata, la InmaculadaConcepción, y fletar el navío Santa Ana de la Real compañía guipuzco-ana, que disfrutaba del comercio exclusivo del cacao venezolano, paradisponer del espacio requerido. La búsqueda de libros e instrumentalcientífico se había encargado al comisario José Solano, que había obte-nido en Londres y París las dotaciones necesarias4. Por fin, el 15 de febrero

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4 Entre los instrumentos remitidos para la expedición se contaron un telescopio reflectante de 18 pulgadas, uncuadrante astronómico de un pie de radio, microscopios, cuartos de círculo de uno y dos pies de radio, plan-chetas, teodolitos, estuches de compases, pantómetra y semicírculo, compases de barra, un pedómetro, glo-bos, relojes astronómicos, telescopios, telescopios de refacción de 8 y 15 pies de largo con micrómetros, len-tes, anteojos, micrómetros, máquinas neumáticas, termómetros, tubos para barómetros, un microscopio de inci-dencia, barras magnéticas, un péndulo y cuatro cámaras oscuras; LUCENA GIRALDO, M. (1993) pp. 132-133.

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de 1754 a las 7.30 de la mañana, tuvo lugar la partida de Cádiz haciael Nuevo Mundo.

La expedición del Orinoco hasta el paso de los raudales

Santa Inés de Cumaná estaba situada a un cuarto de legua de la costaoriental venezolana, sobre el valle del río Manzanares. Aunque funcio-naba como escala de los barcos que venían de Europa y tenían destinoen La Guaira, su importancia distaba de ser la que había tenido en lagran era de la explotación perlífera, finalizada a principios del siglo ante-rior. La llegada de los expedicionarios tuvo lugar el 10 de abril, tras unviaje caracterizado por la falta de brisas y repetidas calmas. Una vezalojados “en las mejores casas que permitía el país”, comenzaron los tra-bajos científicos y organizativos. El primer comisario, José de Iturriaga,comunicó al gobernador Mateo Gual sus necesidades, ciertamente extraor-dinarias. Pues le ordenó entregarle doce lanchas o piraguas y tres o cua-tro goletas o balandras artilladas para desplazarse a la ciudad de Gua-yana, además de otras 25 lanchas, seis curiaras (canoas indígenas), 250indios bogas (remeros), tasajo (carne seca) y cazabe para un año, todoello acompañado de cien hombres de tropa y cuatro oficiales baquianos,acostumbrados al país, antes de adentrarse en el Orinoco.

El proceso de ruptura entre Iturriaga y Gual, causado tanto por lasdesorbitadas necesidades de la expedición como por viejos rencores per-sonales, tuvo graves consecuencias. Sólo la ayuda de las gobernacionesvecinas y la capacidad organizativa de los comisarios, que llegaron a pro-mover la construcción de un astillero para contar con embarcacionesadecuadas, hizo posible el avance. En agosto de 1754 partió un primerconvoy. Aunque el destino final era Guayana, Solano se encaminó a laisla de Trinidad a solucionar los problemas de transporte, Urrutia sededicó a reconocer la costa y Alvarado se acercó a las posesiones holan-desas en misión de espionaje. En Cumaná permanecieron Iturriaga y

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el equipo de naturalistas, que se ocupó bajo la dirección de Löfling enlabores de herborización. Allí adelantaron los trabajos de la “Flora cuma-nensis”, primera hecha en América según la taxonomía linneana. Enmarzo de 1755 recibieron la orden de dirigirse a Guayana por tierra, através de los llanos de Barcelona. Tras vadear el río Güere, Löfling ysus hombres llegaron al caserío de Muitaco, donde tomaron una pira-gua que los acercó a Santo Tomé de Guayana.

El resto de los expedicionarios había sufrido toda suerte de dificul-tades. José Solano y los guardamarinas que lo acompañaban para ins-truirse, según el exitoso modelo llevado a la práctica la década anteriorpor Jorge Juan y Antonio de Ulloa durante la expedición del grado demeridiano al Ecuador, se habían dirigido a las islas de Margarita y Tri-nidad. El conjunto de trabajos consistía en mediciones astronómicas,levantamientos cartográficos, estudios de temperatura y pluviosidad5.Urrutia y Alvarado, que habían tomado la ruta de la costa, pasaron ladesembocadura del Orinoco por la boca de Navíos y remontaron el ríopara reunirse con sus compañeros. En enero de 1755, las fiebres causa-ron la muerte a Urrutia mientras se dedicaba a trabajos cartográficos; fueel primero de una larga serie de fallecimientos. Su compañero Alvarado,lejos de amilanarse, se entregó a una frenética actividad. Primero estuvoen Caroní y luego se radicó en Altagracia. Su labor se encaminó a com-pletar un amplio cuestionario que le había entregado Iturriaga y por esopreparó informes sobre las misiones, la quina, el sistema fluvial y el mitode El Dorado, que no tuvo inconveniente en calificar de “fábula dañina”.

Aunque llevara el pomposo nombre de ciudad, lo cierto es que SantoTomé de Guayana era una castigada aldea, reubicada y despoblada nume-rosas veces desde su fundación en 1595 y habitada entonces por unos 150soldados y sus familias. Cuando la mayor parte de los expedicionarios se

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5 LUCENA GIRALDO, M. Ed. (1999) Viajes a la Guayana Ilustrada, Caracas, BBV-Banco Provincial, pp. 165-178.

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reunieron allí, en julio de 1755, habían pagado un alto precio. El primercomisario llegó “derrotado de los aguaceros y crecientes del río [y] dejandoatrás la mitad de su convoy”. Casi todos se encontraban tan enfermos queen septiembre pasaron a las cercanas misiones capuchinas a restablecerse.Una carta del instrumentario Apolinar Díez de la Fuente a un amigo suyoseñaló por entonces: “No quiero cansar a vuestra merced con noticiasmelancólicas [...] Sólo le digo que hemos quedado de toda la expediciónla mitad, unos mancos y otros tullidos y los demás muriéndose, yo escapéen una tabla en la primera turbonada con todos los sacramentos”6. Entrelas bajas más sensibles se encontraba la del botánico Löfling, que se habíaadentrado en las misiones del Caroní para evitar que el invierno lo dejaraaislado en el interior. Su muerte en febrero de 1756 desintegró el equipode botánicos, que desertaron o fueron incorporados a otras tareas.

A pesar de la gravedad de la situación y para sorpresa de todos, el pri-mer comisario Iturriaga no mostró intención de moverse de inmediatohacia el Amazonas, porque según argumentó creía poder acabar con loscaribes, aliados de los holandeses del Esequibo, que desde hacía tiempoeran “los dueños del Orinoco”. En esas circunstancias, los comisarios quequedaban, Alvarado y Solano, tomaron en febrero de 1756 el camino delos peligrosos raudales del Orinoco (agrupaciones de rocas, islotes y rápi-dos), con la esperanza de abrir el camino hacia río Negro, donde los por-tugueses llevaban tres años esperándoles. Solano, acompañado de 126indígenas y 13 soldados, se dirigió a los raudales en un convoy que cons-taba de ocho champanes de carga, una piragua de cocina, tres falúas, trespiraguas y tres curiaras para la pesca. Tras aproximarse a un peligroso des-peñadero, logró atravesarlo. Fue un momento trascendental en la histo-ria de la selva amazónica, porque terminó con un verdadero mito, segúnel cual eran infranqueables. El paso hacia el Amazonas quedaba abierto.

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6 Carta de Apolinar Díez de la Fuente a Manuel Sánchez de Orellana, Caroní, 8 de diciembre de 1755, AGS,Estado, 7389.

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Años de exploración y poblamiento

Aunque el paso de los raudales de Atures y Maipures era muy impor-tante, los comisarios carecían de motivos para estar satisfechos. Habíantranscurrido dos años y medio desde su llegada a América. Es cierto quealgunos de los propósitos secundarios se habían cumplido, pero la con-secución del fin principal, el trazado de la línea divisoria con los portu-gueses, ni siquiera había comenzado. A las bajas producidas se sumabauna alarmante falta de recursos; mientras la expedición no solucionarasus dificultades logísticas, el acercamiento a río Negro era inviable. Unajunta de comisarios intentó solventar el problema con varias decisiones.Mientras Iturriaga debía adelantarse a los raudales con todas las fuerzasdisponibles, José Solano recibió el encargo de viajar a la capital virreinal,Santafé de Bogotá, a pedir auxilios. Por otra parte, Juan Ignacio de Mada-riaga viajaría a España a poner en conocimiento de las autoridades loocurrido y solicitar ayuda.

En el tiempo transcurrido desde la partida de Cádiz en 1754, los cam-bios políticos habían sido considerables. Mientras el rey Fernando VIlanguidecía camino de la locura para acabar muriendo de “melancolíainvolutiva”, el marqués de la Ensenada había sido víctima de una intrigapalaciega, y José de Carvajal, principal impulsor del Tratado de Madrid,había fallecido. Los nuevos ministros, Ricardo Wall y Julián de Arriaga,dudaban de la utilidad de unas expediciones de límites caras y proble-máticas. Para colmo, el emisario de Iturriaga incumplió su misión yobtuvo un destino menos peligroso. Sólo la necesidad de cumplir un tra-tado en el que el rey había empeñado su palabra, junto a la posible ren-tabilidad a largo plazo del proyecto delimitador como parte de las refor-mas borbónicas, justificó la continuidad.

Además de algunas reprobaciones, órdenes y ascensos, Wall y Arriagaenviaron desde España al Orinoco personal, víveres, pertrechos y sobretodo dinero. La resolución más importante fue el nombramiento del mili-

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tar José Diguja como cuarto comisario y gobernador de Nueva Andalu-cía. La lección se había aprendido. Con Diguja no sólo se incorporaba unmilitar con experiencia del terreno, sino que se americanizaba la expedi-ción para asegurar su viabilidad. En febrero de 1757, José Solano tomó elcamino de la capital bogotana en la esperanza de ser escuchado por el virreySolís, según pidió Iturriaga, “con amor y compasión”. Aunque se tratabade una ruta conocida desde hacía tiempo a través del río Meta, no dejabade tener sus riesgos. El viaje duró 53 días, de los que 18 fueron de nave-gación a vela y los 33 restantes Solano fue por tierra, “atravesando laselevadas y escabrosas sierras de la América Meridional llamadas los Andes”.La visita, que se prolongó hasta finales de año, logró que el virrey entre-gara 100.000 pesos para la expedición, además de hombres y pertrechos.

A su retorno en enero de 1758 al cuartel general en Cabruta, Solanoexperimentó una nueva sorpresa. Pese a los esfuerzos de todos, el primercomisario Iturriaga seguía sin desplazarse al Alto Orinoco. Sus excusasparecían fundamentadas. El enfrentamiento de los jesuitas con los indí-genas Guaipunabis creaba allí una situación de peligro, y la retirada delos comisarios portugueses obligaba a esperar a sus sustitutos. En reali-dad, Iturriaga carecía de interés por avanzar al Amazonas. Lo que le pre-ocupaba era hostigar a los holandeses y a los caribes con el fin de lograrel dominio español en el Orinoco Medio. Heredero de la estrategia regio-nal de la Compañía guipuzcoana, de la que había sido director, su obje-tivo era el control de la ruta de la Guayana con Venezuela y Santafé deBogotá, el camino transversal llanero y continental. El propósito era con-vertir la región en una enorme plantación tropical, al modo de las islasdel Caribe no hispánico. A tal efecto, había ordenado a Vicente Doz yNicolás Guerrero el reconocimiento del río Apure con el objetivo de esta-blecer comunicaciones entre el Orinoco y los llanos. A fines de 1758 vol-vió a enviar a Vicente Doz a cartografiar el terreno comprendido entrelos ríos Cuchivero y Caura, en busca de lugares para establecer “pueblosde españoles”. Cuatro meses después de su regreso fundaron Ciudad Real

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y Real Corona. Desde allí los españoles pudieron por fin controlar elterritorio circundante del Orinoco medio e impedir con garantías deéxito la presencia caribe y el contrabando holandés.

Entre 1759 y 1761 se pusieron las bases para la definitiva transfor-mación de la Guayana, desde el Alto Amazonas hasta la frontera brasi-leña en un territorio integrado al imperio español. Este cambio fue posi-ble gracias a una estrategia basada en dos circunstancias: el valor del terri-torio amazónico para los españoles en general y la expedición en parti-cular, y la inestabilidad de las relaciones entre los indígenas a causa de lapresencia de las misiones jesuitas en el norte y la presión de esclavistas ycomerciantes portugueses en el sur. El método seguido por los expedi-cionarios para entrar en el Alto Orinoco y consolidar su presencia intentóuna cierta línea cooperativa. Su principal representante, José Solano, sepresentó como socio y benefactor ante los indígenas en el momento pre-ciso, cuando los portugueses estaban exterminando a los Manao. Enfebrero de 1758, Solano emprendió un nuevo viaje hacia el raudal de Mai-pures sin alardes de fuerza, en una falúa tripulada por veinte remeros indí-genas. A continuación, se acercó al pueblo del jefe Crucero y pactó la fun-dación de San Fernando de Atabapo en un sitio escogido por ambos. Trasnombrar a las autoridades –Crucero fue designado cacique principal–se comenzaron las labranzas, se procedió al bautizo y adoctrinamiento delos niños y se buscaron pobladores en las gobernaciones vecinas. A fina-les de año, el pueblo ya contaba con 200 habitantes. Con su existencia,la expedición de límites se garantizó la base de aprovisionamiento querequería para el desplazamiento a río Negro y el propio Amazonas.

Por otra parte, el control de la vital ruta de los raudales del Orinocofue asegurado por Solano mediante la amistad de otros grupos indíge-nas, a los que extendió en marzo de 1759 el compromiso logrado conCrucero. El acuerdo estableció una verdadera Pax hispánica en la región,cuya manifestación más destacada fue la existencia de una red de pue-

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blos que permitiría a los expedicionarios avanzar hacia el sur. Comen-zaba en la misión jesuita de Atures y seguía por San José de Maipures,San Fernando de Atabapo, Santa Bárbara, Buena Guardia de NuestraSeñora de Guadalupe, San Felipe y San Carlos de Río Negro, junto ala frontera portuguesa.

La consolidación de la presencia expedicionaria en el Alto Orinocoy las alucinantes exploraciones del nacimiento del río (sólo en 1951 seconocieron sus fuentes) debió mucho a los viajes de Simón Santos, Fran-cisco Fernández de Bobadilla y Apolinar Díez de la Fuente. El dos deagosto de 1759 Santos partió de San Fernando en compañía del sargentoFrancisco Fernández de Bobadilla. Mientras el primero debía atraerse alos indígenas del Casiquiare y recoger bastimentos, el segundo tenía comomisión alcanzar la aldea portuguesa de Mariuá y preparar el avance dela comitiva hasta aquella localidad. El diez de septiembre ambos llegaronal caño Mutuiti, lugar al que iba destinado Santos con orden de estable-cer nuevas fundaciones. Fernández de Bobadilla, por su parte, alcanzó aprincipios de octubre el primer pueblo portugués, Tomare. Un día decamino más abajo se encontraba Mariuá, rebautizada como Barcelos,donde lo recibió el teniente coronel Sousa Filgueiras, representante delgobernador luso. Habían pasado seis años desde el comienzo de la expe-dición en la costa venezolana. En enero de 1760 Fernández de Bobadillatomó el camino de regreso, llevando noticias de todo lo sucedido a losportugueses desde 1753 y un mensaje conciliador para el primer comi-sario Iturriaga. Tras dejar atrás San Carlos de Río Negro, Fernández deBobadilla llegó al caño Casiquiare y ocho días después, en la boca del Ori-noco, se encontró con Apolinar Díez de la Fuente. En el camino a SanFernando de Atabapo invirtió cuatro días, llegando a la citada localidadel 10 de marzo. Había tardado solamente 42 días, un verdadero éxito.

A finales de 1759, el alférez Santos había fundado San Carlos y SanFelipe, un pueblo enfrente del otro, poco más abajo de la entrada del

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caño Casiquiare en río Negro, afluente del Amazonas. Aunque en algúnmomento Solano soñó con establecer un fuerte español todavía más alsur, la frontera hispano-portuguesa permanecería de hecho en San Car-los hasta el final del período colonial. Esta apertura de la ruta de RíoNegro a través del Casiquiare parece ser próxima en el tiempo al hallazgode una vía alternativa que iba en parte por tierra a través del arrastraderoque comunica la cabecera del caño Tuamini, afluente del Atabapo, conel caño Pimichín, que entra en río Negro. El descubrimiento, realizadoseguramente en 1759 por Nicolás Guerrero, permitió el ahorro de treintadías de navegación.

En esta fructífera etapa las exploraciones fueron continuas. En diciem-bre de 1759 Apolinar Díez de la Fuente partió de San Fernando de Ata-bapo, con órdenes de Solano de reconocer los cacahuales silvestres de losríos Padamo y Ocamo. También de explorar las márgenes y cabecera delOrinoco, buscar lugares aptos para fundar pueblos de indios y españo-les y erigir un fuerte en el extremo septentrional del caño Casiquiare.Díez de la Fuente siguió la ruta habitual de remontada del Orinoco. Eldía 7 de aquel mes llegó a Santa Bárbara. El emplazamiento, según indicóen su Diario, le pareció adecuado: “Hallé aparente [el lugar] y conformecon lo que se me encarga, por ser abundante de aguas, maderas, tierrade labor y demás requisitos necesarios para la economía de una pobla-ción”. Tras explorar el curso de los ríos, fundó en el extremo orinoquésdel caño Casiquiare el fuerte de Buena Guardia.

A comienzos de 1760 continuó viaje hacia las cabeceras del Orinoco.El encuentro con los indígenas fue pacífico: “El día 9 vino un fusilerocon siete indios Maquiritares que me traían un regalo del capitán Gua-rape, que constaba de cazabe, frutas y animalejos del país compuestosa su moda”. Después de intercambiar con ellos regalos por víveres, explorólos cacahuales del Padamo y el Ocamo y en marzo continuó viaje. Estese iba haciendo más difícil por lo sinuoso y estrecho del cauce, la lluvia

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y la falta de provisiones. Incluso los indígenas acompañantes abando-naron la exploración. Lo que consideraron el “descubrimiento” del ori-gen del Orinoco tuvo lugar el 11 de abril. Aunque Díez de la Fuentecreyó que el nacimiento del gran río estaba en el raudal de los Guaicas,lo que no era cierto, se trató de una verdadera hazaña7. El regreso, porotra parte, fue muy rápido: el 26 de abril alcanzaron San Fernando deAtabapo. Las noticias sobre las riquezas naturales, la disposición a urba-nizarse de los indígenas y la existencia de rutas fluviales abiertas fueronlas razones que llevaron a José Solano a encargar a Apolinar Díez de laFuente una nueva exploración de las cabeceras del Orinoco, que tuvolugar entre agosto y octubre de 1760. Con grandes dificultades por lafalta de alimentos, ya que sólo tenían cazabe, el pan de la selva, lograronfundar La Esmeralda en un paraje que parecía idóneo para establecer unpueblo de españoles. A finales de año volvieron a Ciudad Real, cuartelgeneral de la expedición.

Entre 1756 y 1759 el segundo comisario Eugenio de Alvarado per-maneció recluido en las misiones jesuitas, dedicado a calumniar a Itu-rriaga y a preparar escritos contra la Compañía de Jesús que en el futurole rendirían considerables dividendos políticos. Sólo una orden tajantea Iturriaga logró que lo incorporara de nuevo a las tareas de exploración.A finales de 1759 Alvarado partió para Santafé de Bogotá con el obje-tivo de abrir una ruta desde el Alto Orinoco hacia el interior del Virrei-nato de Nueva Granada por los ríos Guaviare, Ariare y Guayabero, quedebía solucionar los problemas de abastecimiento. Tras un viaje muy difi-cultoso, logró alcanzar la capital virreinal y entrevistarse con el virreySolís. Gracias a una actividad febril, logró organizar el abastecimientopor los ríos Ariari y Guaviare, al precio de enfrentarse con casi todos losestamentos sociales del reino. Aunque su proyecto de apertura del que

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7 GRELIER, J. (1953) “La expedición franco-venezolana al Alto Orinoco en 1951”, Boletín de la Academia nacio-nal de la historia, Nº 142, Caracas, ANH, p. 18.

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sería conocido como Camino de Apiay no se llevó a la práctica, el pro-blema básico al que se había enfrentado, la apertura de una ruta trans-versal que uniera el Caribe con los Andes, sería objeto de distintos inten-tos de resolución en las décadas posteriores.

Mientras Solano culminaba su proyecto de ocupación del Alto Ori-noco y el Amazonas y Alvarado se entretenía en la apertura de la rutavirreinal, el primer comisario José de Iturriaga había permanecido fiela su plan de fundación en el Orinoco Medio, destinado a acabar con elpoder de los caribes. A mediados de 1760, los capitanes pobladores deCiudad Real y Real Corona intentaban captar voluntarios para impedirque sus pueblos tomaran el carácter de colonia penal con el que acaba-rían revestidos8. Los acontecimientos en la península impondrían uncambio inmediato. Al morir Fernando VI el 10 de agosto de 1759, habíadesaparecido el último de los grandes personajes alrededor de los cua-les se había construido el sueño del entendimiento entre las potenciasibéricas. Su sucesor, Carlos III, tenía una opinión formada sobre el nego-cio de la línea divisoria. Su hombre de confianza en el reino de las DosSicilias, Bernardo Tanucci, había aconsejado ya en 1755 anular el Tra-tado de Madrid, al que aludió como la “mal proyectada permuta [delAmazonas por el Plata]”. No es de extrañar que uno de los primeros actosde gobierno del nuevo monarca fuera ordenar la detención de los tra-bajos de los expedicionarios en América, en espera de una decisión defi-nitiva. Cinco meses después, un oficio de la corte comunicaba al emba-jador portugués la anulación del acuerdo diplomático. Su acta de defun-ción, el Tratado de El Pardo, firmado el 12 de febrero de 1761, señalócasi como único argumento que todo debía ser “como si el referido[acuerdo] de 13 de enero de 1750 con los demás que de él se siguieronnunca hubiesen existido”.

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8 LUCENA GIRALDO, M. (1988) “Gente de infame condición. Sociedad y familia en Ciudad Real del Orinoco,1759-1767”, Revista Complutense de Historia de América, 24, pp. 177-191.

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El Dorado amazónico y la tensión fronteriza

Durante los meses siguientes, comisarios, oficiales, tropas de escoltae indígenas, peones y bogas, que sumaban un contingente cercano a 800personas, retornaron desde el Amazonas y el Orinoco a sus lugares deorigen. Pero no todos. José de Iturriaga decidió permanecer en el Ori-noco como comandante general de Nuevas Poblaciones. En 1762 se diri-gió al ministro de Indias pidiendo que le enviaran mulas, recipientesde cobre y esclavos a fin de establecer unas plantaciones de caña de azú-car que creía serían muy provechosas para el rey y sus súbditos. Aluci-nado por el éxito económico de las Antillas británicas y francesas, Itu-rriaga creía poder construir en la selva de Guayana una especie de nuevoDorado, racional y geométrico, una utopía azucarera de la que seríanexcluidos los indígenas (trabajadores flojos e indolentes según su opi-nión), molestos misioneros y pequeños propietarios. El proceso de explo-ración del territorio venezolano hasta la independencia estuvo condi-cionado por estos planes grandiosos.

Hay que recordar a este respecto las nuevas exploraciones hacia el ori-gen del Orinoco y los ríos Padamo y Ocamo, en busca de cacao silves-tre, efectuadas en 1764. O la tentativa de Apolinar Díez de la Fuente en1767 para alcanzar el sitio de La Esmeralda, donde permaneció ocupadoen poblar, buscar minerales y explorar cacahuales silvestres. La tensiónregional no decreció con el final de la expedición al Orinoco: todo locontrario. En octubre de 1768, el ministro de Indias Julián de Arriagainquirió al nuevo gobernador de Guayana, el capitán de artillería ManuelCenturión, sobre lo sucedido en los experimentos con los recursos natu-rales que se habían hecho durante la última década. En su respuesta, semostró cauto. El problema según expresó no era la falta de recursos natu-rales, sino la carencia de poblaciones: “Hallo, Excmo. Sr., imposibilidadde comerciarse al presente los abundantes cacahuales que expresa por loremoto de aquellos parajes sin civil población, y por esta razón destitui-dos de los auxilios que facilita el comercio”.

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Aquella era una opinión muy importante, porque el todavía capi-tán Centurión, guiado por una férrea voluntad y decidido a extender atoda costa el poder del rey contra indígenas díscolos y misioneros dema-siado independientes, mejoraría en los años siguientes la defensa del Ori-noco, promovería diversas exploraciones y llevaría a la máxima expre-sión la teoría de la frontera efectiva como frontera poblada. No es difí-cil comprender su extraordinario interés en la cartografía y su voluntad,casi obsesiva, de que se conociera la última región amazónica descono-cida para los españoles, el Parime, en la actual frontera de Venezuela conel norte de Brasil. Conseguir llegar hasta allí, a la mítica tierra de la lagunadorada, fue su obsesión, porque representaba el triunfo sobre díscolosmisioneros, indios no reducidos y los tradicionales enemigos de la coronaen la región, holandeses y portugueses. A tal fin, Centurión promovióuna serie de exploraciones que constituyeron la última búsqueda de ElDorado. La primera de ellas salió de Angostura junto al Orinoco en enerode 1772, y estuvo a cargo del teniente Nicolás Martínez, a quien acom-pañaron dos franciscanos observantes, un sargento, un cabo, doce sol-dados, un cosmógrafo y dos intérpretes. Tras remontar el Caura hacia elinterior del continente, se dirigieron al cercano río Cuato, donde deci-dieron permanecer en espera de la estación lluviosa. Poco después alcan-zaron el río Paragua y el Paraguamusi, donde se les unieron refuerzos,pero el riesgo de quedar aislados les obligó a regresar a La Barceloneta,a la que llegaron el 24 de septiembre de aquel mismo año.

Apenas unos meses después, en marzo de 1773, salió de Angosturala Real expedición de la Parima. Comandada por el teniente VicenteDíez de la Fuente, constaba de 125 hombres e indios auxiliares. Una vezalcanzado el Alto Paragua, un grupo de expedicionarios se adelantó alUraricoera y el Tacutú, donde gracias a las alianzas establecidas con losindígenas fundaron los pueblos de Santa Rosa de Curaricara, San JuanBautista de Cada Cada y Santa Bárbara, que representaron la máximaexpansión alcanzada por los españoles en aquella región amazónica.

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Durante los meses siguientes, se dedicaron a consolidar las posicionesobtenidas.

Hacia 1775 la tensión regional alcanzó su punto culminante, ya quea la saturación de noticias sobre la situación de holandeses, portugue-ses y españoles se sumaron las cada vez más violentas revueltas indíge-nas. Pese a todo, en octubre de 1775 el gobernador Centurión promo-vió una tercera expedición al Parime, que fue puesta a cargo del vene-zolano Antonio López, a quien acompañaron, entre otros, el célebreintérprete de caribes Isidoro Rondón, treinta indígenas y un minero. Traspartir de Guirior, los expedicionarios atravesaron los pueblos del Parime,ascendieron el río Tacutú hasta el cerro Apucuamo o Dorado y tomarondiversas muestras de mineral. A su regreso, fueron apresados en la bocadel río Mao por un contingente portugués, que les trasladó de inmediatoal Pará9. Con la captura de esos hombres devino el fin del sueño dora-dista de Manuel Centurión, aunque la dinámica de las exploraciones nose detendría.

La comisión del Marañón

Ante el estado de guerra no declarada entre las monarquías espa-ñola y portuguesa, el rey de Francia Luis XVI ofreció en 1775 su media-ción para resolver las diferencias: era un intento de atraer a Portugal a laalianza hispano-francesa sellada en los Pactos de Familia. El todopode-roso marqués de Pombal, ministro luso, contestó a la oferta en términosambiguos, pero solicitó al ministro de Estado español, marqués de Gri-maldi, el inicio de conversaciones. Estas no fructificaron, de modo queen 1776 se produjo un conflicto armado, que pilló al aliado preferente

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9 LUCENA GIRALDO, M. (1992) “La última búsqueda de El Dorado. Las Expediciones al Parime (1770-1776)”,Iberoamericana Pragensia, XXVI, 67-86.

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de Portugal, Gran Bretaña, en posición de debilidad por el comienzo dela revuelta de los colonos de América del Norte: la guerra de indepen-dencia de Estados Unidos había comenzado.

Aunque una gran expedición contra los portugueses que partió deCádiz en noviembre de 1776 hacia la isla de Santa Catalina al mandode Pedro de Cevallos, primer virrey del Río de la Plata, logró grandeséxitos, el aislamiento diplomático, la muerte del rey y la destitucióndel marqués de Pombal en febrero de 1777 en el caso de Portugal, y enel español la sustitución del marqués de Grimaldi por el conde de Flo-ridablanca, la continuidad de la relación dinástica con la corona lusa yel riesgo de un ataque británico, acabaron llevando de nuevo a la nego-ciación a las monarquías ibéricas. Los plenipotenciarios se pusieron deacuerdo con una rapidez inusual y firmaron el 1 de octubre de 1777en San Ildefonso un Tratado preliminar de límites de las posesiones res-pectivas en América y Asia. Fue, por tanto, un instrumento diplomáticoconcebido con un carácter temporal, en espera de que se pudiera elabo-rar un acuerdo definitivo.

Constaba de 24 artículos y debía servir de base para uno de perpetuae indisoluble amistad, uno de paz y otro definitivo de límites. No repre-sentó, por tanto, la culminación del desarrollo y la evolución del pro-blema fronterizo luso-hispano, sino un cese de hostilidades, un statu quoa partir del cual se podía empezar la verdadera negociación. Tras hacervotos por una paz perpetua, el Tratado ratificaba otros precedentes yfijaba las posesiones mutuas. Quedaban para España la Colonia de Sacra-mento, la isla de San Gabriel y los siete pueblos del Paraguay, cuya entregahabía causado la Guerra Guaranítica en 1754. Para Portugal, Río Grandede San Pedro y el Yacuí, además de grandes áreas amazónicas. Una zonaneutral separaría los dominios de ambas coronas. En Asia, Portugal renun-ció a sus derechos sobre las islas Marianas y Filipinas y por unos artícu-los separados en África cedió Annobón y Fernando Poo, a fin de que

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España se estableciera allí y comerciara con esclavos en las costas veci-nas. Entre los artículos VII y XII se fijó la línea divisoria continental,que en la Amazonía quedó definida de forma muy similar a la de 1750,si bien pretendió resguardar los establecimientos portugueses de los ríosJapurá y Negro sin afectar a los españoles, o evitar intromisiones mutuasen las zonas señaladas como neutrales.

La puesta en marcha de la demarcación amazónica fue difícil. Trasinterminables debates de la junta de límites, una instrucción de 1778señaló que una “cuarta partida”, encargada del trazado en la zona másseptentrional del continente, partiría de San Fernando de Pebas, en laAudiencia quiteña, y bajaría hasta la desembocadura del río Japurá en elAmazonas. Tras reunirse con los portugueses, el comisario y sus hom-bres llevarían adelante el trazado en los confines del virreinato peruano,la audiencia quiteña, el virreinato de Nueva Granada y la capitanía gene-ral de Venezuela, hasta el final de la línea divisoria en el océano Atlán-tico. Las tareas de organización de la que sería conocida como comisióndel Marañón fueron encargadas al antiguo comisario de límites y virreyde la Nueva Granada, Manuel Antonio de Flores. Este designó comoprimer comisario a Ramón García de León Pizarro (que causaría baja),al ingeniero militar Francisco de Requena y Herrera como su ayudante,al capitán de milicias Felipe de Arechua como segundo comisario y alantiguo instrumentario de la expedición del Orinoco Apolinar Díez dela Fuente como astrónomo. También fueron incorporados dibujantes,capellán, cirujano y personal de apoyo.

Requena, que como ingeniero militar era el único con formación téc-nica, se tuvo que ocupar en solitario del mando político y científico dela comisión. Los augurios bajo los que comenzó no pudieron ser peores.Además del cambio de personal, los instrumentos para la demarcación(cuarto de circulo, péndulo o reloj astronómico, anteojo, teodolito, relo-jes, micrómetro, termómetro, agujas y barómetro) no llegaron hasta

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1782, e incluso el mapa destinado a los trabajos de delimitación se per-dió en el correo. Los expedicionarios partieron en enero de 1780 deQuito hacia el Amazonas. Tras pasar por Omagua, su llegada a la forta-leza de Tabatinga –estratégico punto de reunión con los portugueses quedebía ser entregado a los españoles– tuvo lugar el 7 de marzo de 1781.Las primeras diferencias se produjeron entonces. Según indicaba el artí-culo XX del tratado, la localidad y la margen norte del Amazonas desdela entrada del río Javarí hasta la boca más occidental del Japurá pasaríana España, pero una discusión sobre la indemnización a pagar paralizó suentrega a Requena. La petición portuguesa de entrega de los fuertes espa-ñoles de Río Negro, además de escandalizar al comisario español, aumentólas suspicacias. Pese a todo, en julio de 1781 los expedicionarios comen-zaron los trabajos en el Javarí, en cuya boca colocaron un obelisco deseñalización. Al mes siguiente, partieron con el fin de determinar cuálera la boca más occidental del Japurá, cuestión que se habría de conver-tir en el escollo básico de la delimitación amazónica. Tras una pequeñaexploración regresaron a Tefé. La situación de los expedicionarios espa-ñoles era pésima; Requena estaba enfermo, carecía de astrónomo y teníaproblemas logísticos por los obstáculos de los portugueses al suministrode víveres y embarcaciones desde Mainas y el Orinoco10. Sobreponién-dose a los contratiempos, en febrero de 1782 partieron a un nuevo intentode demarcación del Japurá. Después de navegar con grandes dificulta-des por rápidos y cataratas, españoles y portugueses lograron llegar a laboca del río Apaporis y subieron hasta el río Yarí o de los Engaños. Lafiebre y la disentería les obligaron a retornar.

En junio de 1782 reiniciaron el ascenso del Apaporis, pero la difi-cultad del terreno y las epidemias les obligaron a regresar definitivamentea Tefé, donde llegaron al mes siguiente. A partir de este momento, entra-

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10 LUCENA GIRALDO, M. Ed. (1991) Francisco de Requena. Ilustrados y bárbaros. Diario de la exploración de lími-tes al Amazonas (1782), Madrid, Alianza Editorial, p. 65 y ss.

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ron en una fase de parálisis. Las diferencias sobre la entrega de Tabatinga,la situación de la boca más occidental del río Japurá y el trazado deuna línea que dejara cubiertos los establecimientos portugueses entre losríos Japurá y Negro sin perjudicar a los españoles del Orinoco no se resol-vieron. Nuevas exploraciones de los ríos Japurá, Apaporis, Mesai y de losEngaños e interminables consultas a las cortes peninsulares no sirvieronde nada.

Por fin, a fines de 1790, después de permanecer más de cuatro añosen Tefé sin resultado alguno, Requena decidió retirarse a la gobernaciónde Mainas, dando término a su tarea en el Amazonas11. En 1793 regresóa España. Su sucesor fue el gobernador de Mainas Diego Calvo, que pre-paró para su remisión los mapas y manuscritos de la Comisión, envia-dos a España en 1796. La disolución definitiva no tuvo lugar hasta 1804;aunque la colaboración hispano-portuguesa en la tarea de delimitaciónse había mostrado inviable, todo lo ocurrido desde mediados de siglohabía transformado la región para siempre. Como ha señalado Neil Safier,“los trazos de la presencia humana a menudo eluden los espacios fron-terizos de los mapas imperiales”12. Aquel borde selvático de Occidenteen el que se había convertido la Amazonía sería ya también, para siem-pre, una frontera abierta de la globalización.

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11 BEERMAN, E (1996) Francisco Requena: La expedición de límites. Amazonia, 1779-1795, Madrid, Compañía Lite-raria, p. 52.

12 SAFIER, N. (2009) The confines of the colony. Boundaries, Ethnographic landscapes and Imperial carto-graphy in Iberoamerica”, Ackerman, J. R. Ed. The imperial Map. Cartography and the mastery of Empire, Chi-cago, University Press, p. 183.

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IV. Balances provisionales

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Salud y enfermedad en la América anterior a la Conquista: El mito del Edén precolombino

Hace ya tiempo quedó claramente demostrado que la América pre-hispánica estuvo sometida a las mismas condiciones morbosas que Europa.No existió pues un paraíso que desapareció tras la llegada de los espa-ñoles. En su revisión sobre el tema, Austin Alchon (1999) ofrece unpanorama detallado de las difíciles condiciones de vida de las poblacio-nes americanas en esa fase previa. Por otro lado, la existencia de prácti-cas curativas, tanto en el México anterior a la llegada de Hernán Cor-tés como en la cultura inca (Hernández Rodríguez, 1982; Verano y Lom-bardi, 1999; Cárdenas de la Peña, 2003; Ortiz de Montellano, 2003;Mandujano Sánchez y cols., 2003; Musso, 2004) y de medidas de saludpública (Harvey, 1981) hablan a favor de la no existencia de ese edénamericano. Finalmente, diversos estudios de Francisco Guerra y Maríadel Carmen Sánchez-Téllez han puesto de evidencia un sinfín de enfer-medades que ya estaban presentes antes de la conquista española (Gue-rra, 1988a y 1988b; Guerra y Sánchez-Téllez, 1990; Sánchez-Téllez yGuerra, 1986).

Las enfermedades viajeras

Guillermo Olagüe de Ros

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En este trabajo pretendo ofrecer un panorama general sobre la enfer-medad en el mundo americano. En primer lugar trataré de algunos de losmales que ya existían antes de la presencia de los españoles, o bien, quesurgieron como propios tras su llegada, y en segundo término abordaré lasconsecuencias del intercambio epidemiológico, es decir, de las enferme-dades nativas de ese mundo americano que se introdujeron en Europa, yde las de este continente, que eran desconocidas en América, y que fueronexportadas como resultas de los viajes al Nuevo Mundo. No es mi obje-tivo narrar detalladamente cada una de las patologías, aunque procurarédar cuenta del momento en que, por primera vez, las enfermedades pro-cedentes de Europa eclosionaron en la América hispana. Por razones obviasme extenderé con más detalle en la viruela, enfermedad desconocida enAmérica, importada de España y que tuvo consecuencias realmente catas-tróficas. La presencia de la viruela en el Nuevo Mundo movió a Carlos IVen 1803 a programar una Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, cues-tión que también abordaré, la primera empresa a gran escala preventivacontra esta enfermedad, gracias a que Edward Jenner, un médico inglés,había descubierto un método efectivo contra la misma en 1796.

Una última observación que debo hacer es que la identificación dealgunas de las enfermedades que más adelante comentaré se ha hecho,históricamente, en base a los testimonios escritos dejados por los cro-nistas, o bien a partir de restos humanos, en aquellas con afectación ósea.Sin embargo, la unanimidad entre los estudiosos en cuanto al diagnós-tico no ha sido absoluta, dado que el cuadro clínico descrito en varias deellas es bastante parecido. Durante mucho tiempo se pensó, por ejem-plo, que la primera epidemia importada por los españoles en América,concretamente en La Española en 1493, fue de viruela, pero interpreta-ciones más recientes han concluido que se trató de gripe suina. Esta faltade unanimidad en algunos diagnósticos retrospectivos da razón de quealgunos procesos analizados por mí hayan sido considerados por otrosanalistas como enfermedades distintas.

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El Cocoliztli

Una de esas enfermedades propias, que afectó fundamentalmente ajóvenes indios de amplias zonas de México, fue el cocoliztli, un términonáhuatl que significa enfermedad o pestilencia. En la última década ungrupo de historiadores, encabezados por Acuña Soto, en una serie de tra-bajos que citaré a lo largo de esta exposición, han analizado esta patologíay han demostrado con bastante convicción que no fue importada por loseuropeos y que fue propia de México, estallando de forma inusitada ape-nas 20 años después de la conquista española. Sus devastadores efectosdesde el punto de vista poblacional, especialmente las crisis de 1545-48y 1576-1578, las mejor conocidas, incluso superaron a algunas de las epi-demias aparecidas tras la llegada de los europeos1. Según Carral Cuevas,como consecuencia de estos dos brotes epidémicos de cocoliztli las autori-dades españolas modificaron su política de encomiendas a perpetuidad yemprendieron medidas activas de protección de las poblaciones nativas2.

Se han conservado dos testimonios, de Francisco Hernández y AlonsoLópez de Hinojosa, en los que se describe minuciosamente la sintoma-tología y patocronia de los afectados precisamente durante el brote de1576, uno de los más terroríficos. Según Hernández

“Las fiebres eran contagiosas, abrasadoras y continuas, mas todas pes-tilentes, y en gran parte letales. La lengua seca y negra. Sed intensa,orinas de color verde marino, verde vegetal y negro, mas de cuandoen cuando pasando la coloración verdosa a la pálida. Pulsos frecuen-tes y rápidos, más pequeños y débiles. De vez en cuando hasta nulos.Los ojos y todo el cuerpo amarillos. Seguía delirio y convulsión, pos-temas detrás de una o ambas orejas, y tumor duro y doloroso, dolor

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1 ACUÑA-SOTO, R.; STAHLE, D.W.; CLEAVELAND, M.K.; THERRELL, M.D. (2002). 2 CARRAL CUEVAS (2008).

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de corazón, pecho y vientre, temblor y gran angustia y disenterías.La sangre que salía al cortar una vena era de color verde o muy pálido,seca y sin ninguna serosidad… Les manaba sangre de los oídos; amuchos en verdad fluíales la sangre de la nariz, de los que recaían casininguno se salvaba. Con el flujo de la sangre de la nariz muchos sesalvaban, los demás perecían. Los atacados de disentería en su mayorparte ordinariamente se salvaban, ni los abscesos detrás de la orejaeran mortales… sino que espontáneamente maduraban…”3.

Por su parte, el jesuita López de Hinojosa (1525-1597) se expre-saba así:

“… los enfermos tenían excesiva sed. Nunca se hartaban de agua, por-que eran tanto el calor del veneno que en el estómago y corazón tenían,que les subían aquellos humos al cerebro que a dos días se tornabanlocos… Se paraban los heridos de este mal muy amarillos y atiricia-dos. La orina que hechaban (sic) los enfermos era muy retinta, comovino bloque y… muy gruesa y espesa. Los que orinaban mucho eranlos que vivían”4.

Además de estos dos brotes, Acuña Soto y colaboradores han identifi-cado hasta doce epidemias más de esta enfermedad en el México hispano5.

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3 Francisco Hernández (1517-1587) fue comisionado por Felipe II para estudiar la historia natural deNueva España. En México fue testigo de las autopsias practicadas por López de Hinojosa. En losaños 50, Somolinos d’Ardois dio a luz el testimonio de Hernández acerca de esta enfermedad, quese había conservado en el Archivo del Ministerio de Hacienda en Madrid (MARR, J.S.; KIRACOFE,J.B. (2000), pág. 348). El texto de Hernández en: CUENYA MATEOS (1997), pp. 25-26.

4 LÓPEZ DE HINOJOSA, A. (1578). Suma y recopilación de cirugía con un arte para sangrar muy útil yprovechosa. México, Antonio Ricardo. Hinojosa, con Juan de la Fuente, realizó la primera autopsiaen Nueva España, en el Hospital Real de Indios, precisamente a un indio fallecido de cocoliztli. Dela obra de López de Hinojosa se hizo una segunda edición en 1595 (México, Pedro Balli). El frag-mento de López de Hinojosa en CUENYA MATEOS, op. cit., pág. 26.

5 1559, 1566, 1576, 1587, 1592, 1601, 1604, 1606, 1613, 1624, 1642, 1736 y 1813-1815. deellas, las de 1736 y 12813 fueron, tras las dos ya citadas, muy malignas (ACUÑA-SOTO, R.; CALDE-RÓN ROMERO, L. y MAGUIRE, J.H., 2000). En el caso concreto de Puebla, VOLLMER (1973) ha mos-trado que el brote de 1736 fue de más importancia que el de 1576-78, un 32% frente al 18%.

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El cocoliztli se caracterizó, pues, por tratarse de una fiebre hemorrá-gica, que se acompañaba de sed intensa, dolor de cabeza, confusión ydelirio, gangrena de los labios, ictericia, erupciones petequiales, pústu-las y abscesos posauriculares, congestión pulmonar, hemoptisis, doloren tórax y abdomen, y en su fase final de ansiedad, delirio, convulsionesy coma. Las hemorragias eran fundamentalmente nasales, por boca, ojos,oídos y pulmones6. Su curso era muy rápido, apenas cuatro días, y solíaterminar con la muerte del paciente, normalmente jóvenes nativos entorno a la treintena.

Acuña Soto (2002, 2004, 2005 y 2008) y Therrel y colaboradores(2004) han concedido a los cambios climáticos un papel fundamentalen el curso de la enfermedad7. En efecto, en las dos epidemias del sigloXVI el cocoliztli estalló en periodos de abundantes lluvias tras grandessequías, que favorecieron la difusión del proceso. Además, la enferme-dad surgió y se expandió en las zonas interiores de México, no afectandoa las planicies costeras, mucho más cálidas. Acuña (2002) apunta a queel cocoliztli fue causado por un virus, siendo roedores su reservorio natu-ral. Las pésimas condiciones de vida de la población indígena contribu-yeron a la expansión del virus, probablemente un arenavirus o hantavi-rus, aún no identificado pero que quizás sigue latente esperando con-diciones favorables para su eclosión (Acuña Soto y cols., 2008).

Los efectos en la población de los dos episodios comentados fueronmuy importantes. Acuña Soto y colaboradores (2002), y Quintanilla-Sorio (2005) han estimado que la mortalidad por esta fiebre hemorrá-gica fue muy parecida a la epidemia de peste negra europea de 1348. Lacrisis de 1545 supuso la pérdida de entre 12 y 15 millones de habitan-

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6 MARR, J.S.; KIRACOFE, J.B. (2000). 7 Otros estudiosos también han advertido de la importancia de las variaciones climáticas en México.

Concretamente, ENDFIELD, Georgina. (2007), ha señalado las consecuencias de los periodos de sequíay grandes lluvias en el curso de la economía mexicana de los siglos XVII y XVIII.

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tes (un 80% de la población nativa), y en la de 1576 falleció más del50% de los cuatro millones que habían sobrevivido a la primera epide-mia (Acuña Soto y colaboradores, 2002 y 2004). México no recupera-ría la población indígena a los niveles previos a la presencia de esta enfer-medad hasta entrados el siglo XIX.

Pinta o Mal de Pinto

También conocida como ccara, carate, overia, o enfermedad de LeónBlanco (en honor de este estudioso cubano que aisló al germen cau-sal), es una treponematosis causada por el treponema carateum, de trans-misión no sexual, con mayor incidencia en poblaciones con malas con-diciones higiénicas, y que cursa con una decoloración intensa de la piel.Se desconoce el vector de la enfermedad, aunque su transmisión es posi-ble a partir de pequeñas heridas en piel. Es la treponematosis más anti-gua. Los casos se concentran con más abundancia en México, AméricaCentral y del Sur, especialmente en Perú y Venezuela. Hay testimoniosacerca de la misma desde la época de la dominación hispánica (Weiss,1947; Márquez, 1956; Vegas y Medina, 1960-1961).

Leishmaniosis americana, espundia, uta, o úlcera de los chicleros

Es un proceso patológico causado por distintos tipos de leishmania,un protozoo aclimatado en amplias zonas, siendo diversos animales sureservorio habitual (roedores y perros). El vector que transmite la enfer-medad al hombre es un mosquito flebotomo. En oriente produce la leis-hmaniosis cutánea, y su radio de acción alcanza también a África. La otraforma, la visceral, conocida a partir del siglo XIX, se denomina kala-azar, y es mucho más grave y mortal que la cutánea. Esta segunda formatuvo amplia difusión en España a principios del siglo XX. Gustavo Pit-taluga (1876-1956) fue el primero en describir la enfermedad en 1912en Tortosa. Dos años después, Francisco Camacho Aleixandre y FidelFernández Martínez (1890-1942) hallaron nuevos pacientes de kala-

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azar en las costas de Granada y Almería (Olagüe de Ros, 2001). La enfer-medad no ha desparecido totalmente de nuestra península. En los últi-mos años, además, se han notificado coinfecciones de kala azar y sida.

En América, la enfermedad está prácticamente presente en todo el con-tinente sudamericano y se manifiesta de diversas formas. En la penínsuladel Yucatán la responsable es la leishmania tropica mexicana, y cursa conuna única úlcera que perdura durante unos seis meses (úlcera de los chicle-ros), localizada preferentemente en el pabellón de la oreja. En la Amazonía,Panamá y Paraguay se conoce a esta enfermedad como espundia, y su res-ponsable es la leishmania brasiliensis. Se inicia con una úlcera que al cabode 5 a 25 años se extiende a boca y recto. La tercera forma es la uta, y esmás abundante en Perú y Argentina. Cursa con lesiones en nariz y boca.Algunas cerámicas antropomorfas de la cultura Tomaco-La Tolita de Colom-bia y Ecuador, que presentan ulceraciones nasales y pérdida total de la nariz,se han interpretado como representación de esta patología. Finalmente laleishmaniosis leproide ocurre en Venezuela, produce nódulos cutáneos noulcerativos que, en ocasiones, son difíciles de distinguir de los propios dela lepra, de ahí su nombre. Hay diversos testimonios de la época hispá-nica que evidencian la presencia de esta enfermedad de manera clara (Gue-rra y Sánchez-Téllez, 1990). Se calcula que en torno a doce millones dehabitantes padecen este proceso en todo el mundo (Allison, 1995a).

Verruga peruana, enfermedad de Carrión, o fiebre de La Oroya

Es un endemismo propio de Perú, Ecuador y Colombia, causado porla Bartonella Bacilliformis, y transmitida por el mosquito hembra delPhlebotomus Verrucarum, que es exclusivo de los países citados8. El ger-men parasita en la sangre humana, dando lugar a una intensa anemia

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8 Se llama así en honor del médico peruano de origen argentino Alberto Leopoldo Barton Thompson(1870-1950), que fue quien describió en 1905, por primera vez, a este agente causal (GONZÁLES, R.y cols., 2007).

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hemolítica con fiebre (Fiebre de La Oroya) a la que sigue la erupcióncutánea que se conoce como “Verruga Peruana”, y que evoluciona envarias fases: miliar, nodular y mular.

Se han conservado cerámicas incaicas antropomorfas en las que, pro-bablemente, se muestran pacientes afectos de este proceso. Es muy posi-ble que los conquistadores españoles llegaran a tener conocimiento dela misma. Hay abundantes testimonios escritos que la describen clara-mente. Por ejemplo Guerra y Sánchez-Téllez (1990) recogen el testi-monio de Antonio de Herrera y Tordesillas (1601), que en su Historiageneral de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del MarOcéano, la comenta de esta manera:

“aconteció acostarse sanos [los conquistadores] y levantarse hincha-dos y algunos muertos, otros con los miembros encogidos, tardando20 días en sanar. Nacíanles verrugas encima de los ojos y por todoel cuerpo con grandes dolores que causaban impedimento y fealdad,y dábales pena no saberse curar enfermedad tan contagiosa. Los quese las cortaban se desangraban tanto que pocos escaparon”9.

En el siglo XIX tuvo lugar, en el transcurso de la construcción del ferro-carril de Lima a La Oroya, un brote epidémico de notables proporciones.Daniel Alcides Carrión (1857-1885), un estudiante de medicina, se autoinoculó la enfermedad para demostrar que este brote era una fase en laevolución de un único proceso. Por desgracia, Carrión falleció a conse-cuencia del mismo (Pamo Reyna, 2003; García-Cáceres, 2006).

Treponematosis

Junto al Mal de Pinto, que ya he comentado, en las poblaciones indí-genas americanas se dieron otras treponematosis, además de la sífilis, como

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9 GUERRA y SÁNCHEZ TÉLLEZ (1990), pág. 34.

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la fambresia, bubas, pian o yaws, causada por el treponema pertenue, y latreponárida o sífilis endémica, debida al treponema pallidum endemicum.

Hay una abundante literatura acerca de la evolución biológica de losgérmenes responsables de las treponematosis. Sin extenderme en la teo-ría que defiende que todos los gérmenes de este grupo son consecuenciade una evolución natural a partir de un germen común (unitaria), o bienque son diferentes y que han sufrido un proceso de mutación (evolucio-nista), parece estar claro que una buena parte de las treponematosis yaexistían en América antes de la llegada de los españoles. Se han encon-trado abundantes restos óseos precolombinos con lesiones causadas portreponemas. Con todo, como ha señalado Kiple (1995) en relación conestas enfermedades, el debate no se ha cerrado, pues “no existe todavíaconsenso acerca de su lugar o lugares de origen, ni sobre su antigüedad”10.

En la frambesia lo característico son las lesiones cutáneas, que evo-lucionan a una hiperqueratosis, y gomas en huesos. Hay evidencia de supresencia en el Perú precolombino. Además, hay abundantes testimo-nios literarios que hablan positivamente de su existencia antes de la lle-gada de los españoles (Guerra, 1990).

La sífilis treponárida o endémica, también conocida como bejel, estípica de la infancia. Se inicia con lesiones orales y erupción en axilas.Cuando alcanza al hueso, con preferencia la tibia, produce una perios-titis (tibia en sable). A veces, no es fácil distinguir las lesiones cutáneas yóseas de la frambesia y los de la sífilis venérea.

La Ciguatera

Es una intoxicación como resultas de la ingesta humana de peces car-nívoros que, al comerse a su vez a los herbívoros, ingieren también la

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10 KIPLE (1995), pág. 1055.

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ciguatoxina de la que estos son portadores. La toxina es producida porun dinoflagelado (gambierodiscus toxicus), que vive en algas o en el coral,en los mares tropicales. Se calcula que anualmente se envenenan unas50.000 personas. El cuadro clínico es florido, con afectación neuroló-gica, gastrointestinal, cardiorrespiratoria y alteración vegetativa, sueledurar días, aunque algunas manifestaciones neurológicas perduran a vecesaños (Laurent y cols., 2005; Kipping y cols., 2006).

Una de las más acabadas descripciones de esta contaminación se debea Antonio Parra, que le dedicó un epígrafe en su Descripción de dife-rentes piezas de Historia Natural, las más del ramo marítimo, publicada en1787 en La Habana (Imprenta de la Capitanía General)11.

La frecuencia de viajes turísticos a países tropicales da cuenta de laexistencia de casos de ciguatera en personas foráneas que han comidopeces emponzoñados y manifiestan el cuadro clínico de regreso a su paísde origen. La presencia de algunos casos en Canarias por ingesta de pecesportadores de la ciguatoxina capturados en aguas de esas islas en los años2008 y 2009 ha llevado al gobierno de esa Comunidad Autónoma a esta-blecer una normativa de intervención en caso de aparición de la enfer-medad (Protocolo de actuación para la vigilancia…, 2009).

El intercambio epidemiológico

Presencia en Europa de enfermedades procedentes del mundo americano

1. La enfermedad de Chagas, Tripanosomiasis cruzi o Tripanosomiasisamericana

Hay testimonios bastante sólidos acerca de la presencia de esta pato-logía en momias de más de dos mil años procedentes del Valle de Tara-

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11 PARRA, A. (1787). Siguatèra, págs. 105-111. Comentarios de otros tratadistas que también analiza-ron la enfermedad en: MIRA GUTIÉRREZ (1989).

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paca, al norte de Chile. Además de cerámicas mochicas que muestranlas lesiones ocasionadas por esta enfermedad, Guerra y Sánchez-Téllez(1990) han dado cuenta de abundantes vestigios de portugueses de lossiglos XVI a XVIII en los que se describen de manera clara los síntomasy signos de la misma. Actualmente es una enfermedad endémica enamplias zonas de Suramérica, del Caribe y áreas de los Estados Unidos,siendo originaria de Brasil. Está producida por el Tripanosoma cruzi, unprotozoo que vive en una amplia variedad de animales domésticos y sal-vajes (perros, gatos, armadillos, monos y otros más). Su transmisión alhombre precisa de vectores, básicamente insectos (conocidos en Argen-tina como vinchucas, en Ecuador como chinchorros y en Perú como chi-rimachas), los cuales depositan sus heces, que están repletas de tripa-nosomas, en aquellos lugares donde han mordido, con lo que se iniciael ciclo reproductivo de la enfermedad.

El proceso morboso evoluciona en tres fases: una aguda, que duraaproximadamente un mes, cursa con fiebre, adenitis y alteraciones ocu-lares. La mortalidad se da en un 10% de los afectados, y es debida a mio-carditis y alteraciones pulmonares. Los que sobreviven entran en unafase intermedia, que puede durar hasta veinte años, en la cual no haymanifestaciones clínicas, aunque existen alteraciones del esófago, delritmo cardíaco y de la motilidad peristáltica intestinal. La etapa cró-nica es el principal motivo de defunción en áreas endémicas, los pacien-tes presentan hipertrofia cardiaca y alteraciones del aparato digestivo,megacolon o megaesófago (Allison, 1995b).

El inicial conocimiento científico de la misma se debió a Carlos Cha-gas (1879-1934), un médico brasileño, que describió el agente causal,el vector y sus principales notas epidemiológicas por primera vez en 1909.

Recientemente, Portús Vinyeta (2009) ha advertido que entre la pobla-ción sudamericana residente en España hay índices relativamente altos depersonas que padecen este mal (entre 48.000 y 87.000 personas). La lle-

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gada de los vectores, las transfusiones sanguíneas u otras modalidades, pue-den ser causa de una presencia preocupante de casos en nuestro país.

2. Fiebre amarilla o vómito negro

Es una enfermedad causada por un virus del grupo B, y que es trans-mitida por el Aedes aegypti, al igual que el dengue. Cuenta con una abun-dante polisemia, pero me referiré a ella con los dos nombres que figuranen el encabezado, pues expresan muy gráficamente sus síntomas más lla-mativos: ictericia y hemorragias, fundamentalmente gástricas e intesti-nales; se acompaña además de fiebre elevada y dolor de cabeza. Antañofue un proceso con altas tasas de mortalidad (de un 20 a un 70%), aun-que en la actualidad se han reducido muy significativamente (Coopery Kiple, 1995). Es propia de países con clima templado, con mayor inci-dencia en los meses de verano, y con una presencia menos constanteen las ciudades del interior.

Es muy probable que la fiebre amarilla hiciera presencia en el mundoamericano a partir de 1498, tras el tercer viaje de Colón que, antes deatracar en América, hizo escala en la Islas de Cabo Verde, en la que pro-bablemente la fiebre amarilla era ya endémica, a partir del foco africanodel Golfo de Guinea. El hecho es que cuando desembarcó la tripulaciónde Colón en la isla de Santiago, muchos de los marineros ya sufrían elmal, lo que le obligó a abandonar rápidamente la isla (Guerra y Sánchez-Téllez, 1990). Es decir, la enfermedad, de origen africano, fue introdu-cida por los españoles, aunque bien es cierto que todavía no ha quedadoresuelto definitivamente el posible origen americano de la misma. Sesabe de la presencia de epidemias de vómito negro en la península deYucatán en 1648, y en La Habana en 1649.

En Europa hay constancia de su presencia en Lisboa en 1723. A par-tir del último cuarto de ese siglo Cádiz se verá azotada frecuentementepor su presencia y ya, de forma bastante regular, aparecerá en buena parte

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de las ciudades portuarias españolas. En 1800, por ejemplo, hizo actode presencia en Sevilla, ocasionando una notable mortandad, y en Cádiz,donde falleció un 15% de la población (Hermosilla Molina, 1978; Igle-sias Rodríguez, 1987). En 1804 brotó de nuevo en Cádiz y alrededores,y en Alicante (Pascual Artiaga, 2002).

Las epidemias malagueñas de 1741, 1803-1804, 1813 y 1821 fue-ron estudiadas muy detenidamente por Juan Luis Carrillo y Luis Gar-cía Ballester en 1980.

Hay información precisa, además, sobre el brote de 1821 en Barce-lona y Palma de Mallorca (Gaspar García, 1992; Moll, 1993). En Bar-celona el foco originario fue un navío procedente de La Habana, El GranTurco, que cuando atracó ya contaba con enfermos de esta dolencia.Cuando en diciembre se levantó el cordón sanitario que se había impuestocomo una medida de lucha contra la enfermedad se estimó que duranteel tiempo de la epidemia habían fallecido en torno a 8.900 personas,unas 30 a 40 diarias. El temor en Francia por su presencia movió aLuis XVIII a crear un cordón sanitario en la frontera, para impedir elpaso de personas, y además creó una comisión de médicos para estu-diarla, de los que A. Mazet falleció como consecuencia de la enferme-dad. De nuevo Barcelona conoció la presencia del vómito negro en 1870,que se cebó en el barrio de La Barceloneta y dejó más de 1.200 muertos(Artigas Raventós, 1974; Canela Soler y cols., 2009).

A pesar de no ser habituales los brotes epidémicos en ciudades delinterior, en Granada se dio uno de mediana intensidad, en agosto de1804, quizás procedente de malagueños, que se cobró unas 40 vícti-mas (Jiménez Ortiz, 1974). En Madrid apareció en 1878 y fue éste, qui-zás, el último brote en España en el siglo XIX. En la Figura 1 ofrezcouna distribución témporo-espacial de las epidemias de vómito negro enEspaña en los siglos XVIII y XIX.

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En la actualidad la fiebre amarilla sigue siendo un problema de saludpública muy importante, especialmente en África –sobre todo en Ghanay Nigeria– y América Latina. Según la Organización Mundial de la Salud,el vómito negro se cobra anualmente más de 50.000 vidas, siendo 206.000los nuevos afectados por el mal12.

3. El dengue

Es una patología ampliamente diseminada en el mundo, especial-mente en las zonas tropicales y subtropicales. El causante es un flavivi-rus que es transmitido tras la mordedura del mosquito Aedes aegypti,en los trópicos, o el Aedes albopictus (mosquito tigre) en las zonas menos

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12 http://portalinfomed.sld.cu/socbio.

Madrid1878

Barcelona1821, 1870

Tortosa1821

Palma de Mallorca1821, 1870

Alicante1804

Cartagena1804, 1810-1811

Murcia1804

Málaga1741, (1803), 1813, 1821

Cádiz1730, 1733,1800, 1804, 1810-1811, 1813, 1819

Puerto de Sta. María1819

Jerez1819

Sevilla1800, 1819

Islas Canarias1838, 1846-1847, 1862-1863 Fuente: Rodríguez Ocaña (2010), p. 151

FIGURA 1. Epidemias de fiebre amarilla en España. Siglos XVIII-XIX.

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templadas, como Europa y los Estados Unidos de América. La presen-cia del Aedes albopictus en zonas templadas ha causado cierto temor entrelos epidemiólogos, por lo que supone de posible presencia de dengue enzonas antaño libres del mismo. Las tres manifestaciones más típicas deldengue son fiebre muy alta, erupción rojiza en la piel del tronco y de lasextremidades, pero no en la cara, fotofobia, y dolor de cabeza. Una com-plicación grave es la aparición de hemorragias, que son muy graves enlos niños, pudiéndoles ocasionar la muerte (McSherry, 1995).

La enfermedad es endémica en las regiones subtropicales de América,en África, Asia y Australia. La variante de dengue hemorrágico se loca-liza fundamentalmente en Asia, aunque se han dado brotes en otras áreasgeográficas.

En América la primera epidemia documentada de esta enfermedadfue en Panamá, en 1699. En Perú hay noticias de brotes en 1700 y 1818(Maguiñas Vargas y cols., 2005). Laval, por su parte, ha analizado unbrote chileno autóctono de 1889 (Laval R., 2001). A modo de resumense puede decir que desde hace 200 años, y con intervalos de unos diez,se han presentado episodios epidémicos de esta infección en el conti-nente americano. El primer episodio con demostración serológica tuvolugar en Trinidad en 1953-1954.

Hay acuerdo en que las primeras epidemias de dengue en Españatuvieron lugar en Cádiz y Sevilla entre 1784 y 1788. La gaditana de 1784fue conocida como la pantomima o la piadosa por su escasa mortali-dad. En la siguiente centuria se dio otra que afectó a Canarias, Cádiz(1864) y otros puntos de la costa del Mediterráneo (López-Vélez y MolinaMoreno, 2005). La presencia del Aedes aegypti en amplias zonas de Europada razón del estallido ocasional de episodios, algunos francamente viru-lentos, como el de 1927-1928, que afectó a Grecia, produciendo altastasas de morbilidad, aunque con una discreta mortalidad, y que tambiénalcanzó a Andalucía, especialmente en Sevilla, Córdoba, Granada y Alme-

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ría. Los afectados fueron más de 200.000, y popularmente fue conocidacomo “El Colorado”.

El reciente descubrimiento del Aedes albopictus en algunas zonas deEspaña, fundamentalmente en Cataluña, ha hecho saltar las alarmas antela posibilidad de que pudieran darse nuevos brotes epidémicos en nues-tro país (Bueno Marí y Jiménez Peydró, 2010). Los frecuentes viajesturísticos a zonas tropicales han aumentado la incidencia y la presenciade casos en España (Valerio y cols., 2006 y Martínez Oviedo y cols.,2010). Así, en el período 2002 a 2005 se confirmó la existencia de 57infectados en personas que habían viajado a los trópicos (Muñoz y cols.,2008). El cambio climático puede favorecer en un futuro la presencia enEspaña de algunos vectores transmisores de enfermedades, como el den-gue, la encefalitis del Nilo occidental, la malaria, la leishmaniosis y lafiebre del valle del Rift (López Vélez y Molina Moreno, 2005)13.

La presencia de enfermedades europeas en el mundo americano

No cabe duda que la introducción de patologías comunes en Europaen un territorio virgen de ellas, como era el continente americano, supusouna catástrofe demográfica de proporciones descomunales. Mª CarmenSánchez-Téllez y Francisco Guerra (1986) han estimado que, por ejem-plo, la población de México y América Central pasó de unos 25 millo-nes de habitantes a poco más de dos millones, mientras que en Perú dis-minuyó a un millón y medio de un total de seis millones. En este puntoabordaré alguna de esas enfermedades que azotaron al continente ame-ricano.

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13 Rolland ZELL (2004) también ha relacionado las alteraciones climáticas con los estallidos de crisisepidémicas, como la malaria, el dengue y la fiebre del Nilo occidental, aunque añade otros elemen-tos, como el uso de pesticidas, la deforestación y los cambios en las políticas de salud pública, demo-gráfica y social.

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1. Sarampión o tepitonzahuatl (pequeña lepra) (1531)

Es una viriasis altamente contagiosa, de mayor afectación en la infan-cia, que ocasiona en los países en vías de desarrollo unos 50 millones denuevos casos, con una mortalidad francamente alta (en torno a millóny medio), causada por un virus de la familia paramyxoviridae (Morbi-llivirus) que tiene en los humanos su único reservorio. Clínicamente seacompaña de erupción cutánea rojiza, tos y conjuntivitis, y puede com-plicarse con infecciones microbianas sobreañadidas. Es una de las enfer-medades más contagiosas, bien por las secreciones nasales y faríngeas,o simplemente por contacto directo. Está ampliamente distribuida en elmundo, y en los países en vías de desarrollo ocasiona anualmente unos50 millones de casos nuevos, con una mortalidad de cerca de un millóny medio (Kim-Farley, 1995).

El primer brote en suelo americano tuvo lugar, parece ser, en SantoDomingo a fines de 1495; de allí pasó a Puerto Rico (1508) y se exten-dió ampliamente por el Caribe. En el continente hizo acto de presen-cia en Panamá (1523), en México hacia 1531, a partir de un marinero“herido de sarampión”, y en poco tiempo se generalizó por toda Cen-troamérica (Cordero del Campillo, 2001). Los indígenas lo denomina-ron tepitonzahuatl (pequeña lepra, o pequeños granos) (Zinsser, 1935).

2. Gripe (1493)

El 9 de diciembre de 1493, cuando desembarca Colón en la Espa-ñola, se desencadenó la primera epidemia traída por los españoles en tie-rras americanas: la gripe. La enfermedad, en su variedad suina, diezmóa la mitad a los españoles, y entre los indios sus efectos fueron catastró-ficos. Se ha estimado que pereció más del 90% de la población nativa,y dejó desiertas muchas otras islas caribeñas, pues sus habitantes fue-ron reclutados para reemplazar a los de la Española, que fallecían masi-vamente en el curso de la enfermedad. En el continente la gripe estalló

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en México en 1521 y a continuación en 1545, episodio que se acom-pañó de una elevada mortandad. Más tarde, en 1552, hizo su presen-cia en Brasil. El brote primigenio de 1493 se debió a cerdos, y proba-blemente también por caballos, que Colón había traído consigo durantesu escala en las Islas Canarias y que, al decir de algunos cronistas, unavez fueron desembarcados en la isla estaban perdidos. El agente etioló-gico de este estallido parece ser que fue el virus gripal tipo A, el mismoque siglos después causaría la gripe española de 1918 (Sánchez-Téllez yGuerra, 1986; Guerra, 1988a y 1988b; Cordero del Campillo, 2001)14.

3. Las nuevas enfermedades surgidas en el Renacimiento y su presenciaen América: la modorra o modorrilla (1514), el tifus exantemático, tabardillo,pintas, o matlazahuatl (1526), y la difteria o garrotillo

Como es sabido, una de las notas distintivas de la clínica del Renaci-miento fue la aparición de enfermedades nuevas, procesos que hasta enton-ces no habían sido advertidos por los médicos europeos. Su presencia per-mitió a los clínicos estudiarlos con mayor libertad y ofrecieron descripcio-nes francamente acertadas y muy detallistas. Nos referimos al morbo gálicoo sífilis, el sudor inglés, o gripe, el tifus exantemático, la difteria y la modo-rra. Tales males también viajaron a América con los expedicionarios espa-ñoles. Puesto que la sífilis ya fue abordada en el ciclo de conferencias delpasado año dedicado a Las Epidemias, me centraré en exponer algunas ideasy datos sobre la incidencia de las restantes en el mundo americano15.

3.1. La modorra o modorrilla

En 1505, Gaspar Torella, uno de los más renombrados clínicos dela España renacentista, describió en su Consilium de modorrilla (Roma

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14 Otros estudiosos, sin embargo, han cuestionado que esta primera epidemia de 1493 fuera de gripe,como Noble David COOK (2002).

15 OLAGÜE DE ROS (2010).

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y Salamanca, 1505; Pavía, 1521), un nuevo cuadro clínico caracteri-zado por:

“… una fiebre moderada, alienación mental y perturbación de los“sentidos interiores”, algunos al segundo o tercer día de persistir eldolor de cabeza, la pesadez y la fiebre que les perturbaba en su inte-rior, reían y, al poco, lloraban; y así, al séptimo día o antes, se encon-traban en una situación limite. Algunos reían, aunque no lloraban,arrancándose el pelo en el lecho, revolviendo lienzos y coberteras,sin responder a pregunta alguna; y fallecían con una moderada aspe-reza lingual… Otros yacían boca arriba con cierta tristeza, sin quererresponder a preguntas, y, si a veces respondían, lo hacían con angus-tia, ansiedad y casi afligiéndose por ello. En otros, en cambio, al segundoo tercer día la fiebre aumentaba mucho, acompañándose de sed intensay sequedad de boca, inquietud, ira, genio y furor, y trastornos de laimaginación. A veces se echaban las manos a los ojos…”.

Esta “nueva” enfermedad, modorra o modorrilla, pues el sopor era unode sus manifestaciones más características, procedente de Flandes, seexpandió rápidamente por la Península. Constan brotes epidémicos dela misma en 1521 (Sevilla), 1522 (Segovia y Valencia) y 1540 (Burgos).Recientemente, Justo Hernández (2010) ha analizado la presencia dela modorra en las Islas Canarias, que hizo su presencia durante la con-quista de las mismas por las tropas castellanas en el invierno de 1494 a1495. Los soldados castellanos permanecieron indemnes, mientras quela población guanche quedó diezmada por la modorrilla (entre un 15 aun 30% de fallecidos).

Parece ser que el primer episodio en América tuvo lugar en 1514 enel curso de la expedición de Pedro Arias de Ávila (1443–1531) a SantaMaría Antigua de Darién (actual Colombia). La mitad del cuerpo expe-dicionario de Arias sucumbió a la misma. Bernal Díaz del Castillo, ensu Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, (1568) y Fran-

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cisco López de Gómara describieron la muerte de Luis Ponce de Leónen la ciudad de México en 1526, por causa de la modorra:

“Enfermó de modorra de esta manera […] Fue asaltado por una fie-bre muy alta, y por cuatro días entró en sueño profundo con pérdidade los sentidos… al noveno día falleció…”

La crisis más intensa tuvo lugar en 1526, y de ella Hernán Cortés diocuenta a Carlos V en septiembre de ese año. Se ha interpretado la modo-rra como una forma de tifus, meningitis cerebro espinal o, más proba-blemente, una epidemia de meningitis letárgica (Fontoura, 2009; Her-nández, 2011).

3.2. El tabardillo o tifus exantemático

Hay dos formas de tifus que cursan con un cuadro clínico parecido, loque en ocasiones ha hecho difícil su diferenciación. El tabardillo o tifusepidémico está causado por una rickettsia (r. prowazekii) que se transmitea través del piojo (pediculus humani corporis). Su aparición está muy con-dicionada por las malas condiciones de vida de los seres humanos. Tras unprimer periodo de intensa fiebre y postración, que puede durar una semana,a continuación le aparecen al paciente lesiones en piel, primero rojizas yen un momento sucesivo de color más oscuro. En los casos de peor evo-lución se pueden llegar al coma y la muerte. El tifus murino, de cuadro clí-nico suave, está causado por la rickettsia typhi, que vive en la rata, siendoel vector la mosca de la rata, la Xenopsylla cheopis (Harden, 1995).

La enfermedad estuvo muy presente en la España Medieval y delRenacimiento. Hay noticias de algunos importantes brotes –1393-1394,1553 y 1582– en Sevilla; en Castilla (1557), y en 1568-1570, descritopor Luis de Toro, en el curso de la rebelión de los moriscos granadinosy su posterior dispersión por tierras de Castilla. La repetida presencia deltabardillo da razón de la abundancia de textos médicos describiendo el

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mismo, como los de Francisco Bravo (1570), Luis Mercado y Luis deToro (1574), Alfonso López de Corella (1574), Agustín de Farfán (1579),Juan de Carmona (1582), Luis de Lemos (1585) y Nicolás Bocangelino(1600), entre otros16.

La primera noticia sobre la presencia del tabardillo en América dacuenta de una epidemia en Veracruz, México, en 1526, tras la llegadaa esa ciudad de una flota comandada por Luis Ponce de León, que falle-ció como consecuencia de este mal. A partir de esa fecha la repeticiónde brotes epidémicos en México fue relativamente frecuente, comopor ejemplo en 1541.

Aunque he incluido al tabardillo en el grupo de enfermedades que seintrodujeron en América, hay fundadas sospechas de que ya estaba pre-sente entre los aztecas antes de la llegada de Cortés. Lo cierto es que enel siglo XVI en torno a dos millones de indios mexicanos fallecieron porcausa de esta enfermedad (Harden, 1995).

La primera exposición clínica en el mundo americano se debe a Fran-cisco Bravo (1570). En el primer escrito que compone su Opera Medi-cinalia, Bravo ofreció una magnífica descripción del tifus, basada en sudilatada experiencia tanto en España como en México, en donde residíadesde hacía unos diez años. Casi un cuarto de siglo después el agustinoAgustín de Farfán dio a luz, también México, su Tratado breve de medi-cina (México, Pedro Ocharte, 1592), en el cual consagró dos capítulosdel Libro tercero a tratar del tabardete, e incluyó para su tratamiento algúnproducto de la materia médica tradicional americana17.

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16 CARMONA, Juan Ignacio. (2005) ha dedicado un capítulo de su monografía (Tifus) a estudiar dete-nidamente la presencia del tabardillo en la España del Renacimiento (pp. 79-94). Presta una granatención a la epidemia sevillana de 1582.

17 En opinión de ACUÑA SOTO y cols. (2000), Farfán también habló de la epidemia de cocoliztli de 1576en el Libro tercero de su Tratado, en el capítulo dedicado a la “calentura de la sangre corrompida ysu cura” (op. cit., pp. 238-248).

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3.3. El garrotillo o difteria

Está producida por el Corynebacterium diphteriae, o bacilo de Klebs-Löffer, que produce en paladar, amígdalas y faringe unas membranascaracterísticas. Durante los brotes epidémicos el germen de la difteriapuede ser infectado por un virus que es el causante de la elaboraciónde una exotoxina altamente letal, pues puede producir una mortalidadentre el 30 y 50% de la población infantil. El periodo de incubación escorto, dos a cuatro días, tras el cual el germen produce un exudado mem-branoso en la faringe.

La primera descripción precisa de esta enfermedad se debe a Areteode Capadocia, pero a partir del siglo XVI, con “nuevos ojos”, mereció laatención de los más notables clínicos europeos y españoles, como Juande Villareal, Cristóbal Pérez de Herrera y Alonso de los Ruizes y Fon-techa. Una espléndida descripción la ofreció Francisco Valles en sus Com-mentaria in libris Hippocratis (1569):

“Los enfermos se sofocan, la lengua se hace lívida, redonda y encor-vada, lo mismo que les pasa a los que son estrangulados por el aro,con las manos o de cualquier otro modo… la estrechez de la zonaanatómica estrangula, aunque sea con una tumefacción mínima. Estaenfermedad consiste en un flemón erisipelatoide ciertamente pequeño,pues esta zona no puede resistir una grande ni siquiera una hora, peroque se apodera de la garganta por dentro… Hay tensión en los ten-dones posteriores cervicales y el aliento es exiguo porque no se puederespirar bien el aire al no dilatarse el tórax….”18.

Durante el último cuarto del siglo XVI y primero del siguiente, la dif-teria se presentó en España en seis ocasiones, y de aquí se expandió a Italia.

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18 Cit. por LÓPEZ PIÑERO (2010), pág. 278.

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De la difusión de esta enfermedad en el mundo americano posco-lombino hay pocos análisis. Se desconoce el momento de su introduc-ción. Parece ser que en Quito se dio un brote de garrotillo en 1606. Laaparición de la difteria en Chile fue tardía, en 1816, importada de lavecina Argentina, con otros brotes epidémicos en 1830, 1850 y 1876(Laval R, 2003a). En la actualidad, tras la introducción de la vacuna,se dan brotes aislados, como en Ecuador (1994-1995) y Colombia (2000).

4. El paludismo o malaria

No hay consenso absoluto acerca del origen de esta enfermedad enel mundo americano. Frente a algunos autores que defienden su pre-sencia con anterioridad a la llegada de los españoles, otros descartan tajan-temente esta opción. Guerra (1990), por su parte, la considera una enfer-medad controvertida en cuanto a su origen y argumenta que, quizás,existió en América antes de la Conquista y que fue el resultado de unamutación del agente causal, pues reconoce la existencia de un paludismoen primates debido al plasmodium brasilianum y al p. simium. Karasch(1995) estima que hubo malaria precolombina y que fue la responsa-ble del cuadro febril que padecieron los incas cuando invadieron el AltoAmazonas. Ello no es óbice para que el paludismo, además, fuera impor-tado desde Europa, continente en el que existían entonces focos endé-micos muy importantes. Lo que sí que está claro es que la malaria porplasmodium falciparum no existió antes del Descubrimiento.

5. La viruela, o zahuatl (gran lepra)

La viruela es una enfermedad de dilatada presencia en Oriente. Eslógico, pues, que las primeras medidas en contra de este mal se dieranen ese ámbito geográfico. En China, por ejemplo, su presencia se remontaa la dinastía Han (siglos III a. C. a III d.C.), y para prevenirla era fre-cuente la técnica de la inoculación por vía nasal, es decir, se soplaba enlas narices de una persona sana polvo de costras procedentes de una

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enferma que estaba en curso de curación. Por su parte, en la India erauna casta de brahmanes la encargada de inocular (thika) por medio definas agujas en cuyo extremo iba una gota de viruela extraída de unenfermo (Kocchar, 1999).

En el mundo occidental la viruela cuenta con testimonios de su pre-sencia por lo menos desde la Edad Media. En sus orígenes fue una enfer-medad discreta, que afectaba mayormente a la población infantil y quecursaba con fiebre y erupción cutánea. Pero a partir del siglo XVII sehizo más virulenta, con elevadas tasas de mortalidad, especialmente enla infancia; y los que lograban sobrevivir o bien quedaban ciegos, o esté-riles, o con deformidades importantes. El siglo XVIII fue, pues, depredomino total de esta enfermedad, una vez la peste fue amainando suvirulencia.

La presencia de la viruela en América ha sido motivo de largas con-troversias, fundamentalmente en relación con su primera aparicióntras la llegada de los españoles y en cuanto a los posteriores episodios.

Hay cierto consenso en que el primer brote de esta enfermedad esta-lló en Santo Domingo en diciembre de 1518, a raíz de la llegada de unbarco portugués que transportaba esclavos negros enfermos de dichomal. En escaso tiempo, todas las Antillas sufrieron sus efectos. En el con-tinente la enfermedad fue introducida en 1520 por las tropas de Pánfilode Narváez, un capitán español procedente de Cuba al que se le habíaencomendado arrestar a Hernán Cortés. Uno de los porteadores de Nar-váez, un negro enfermo de viruela, fue el origen de la rápida expansiónde la enfermedad en México y el resto continente. Como cuenta BernalDíaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la NuevaEspaña, la enfermedad procedió de:

“un negro que traías lleno de viruela, que harto negro fue para laNueva España, que fue la causa que se pegase e hinchiese toda la tie-

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rra dellas, de lo cual hobo gran mortandad que, según decían losindios, jamás tal enfermedad tuvieron, y como no la conocían, lavá-banse muchas veces, y a esta causa murieron gran cantidad dellos. Pormanera que negra la ventura de Narváez, y más prietas la muerte detanta gente sin ser cristiana”19.

Por su parte, Bernardino de Sahagún en su Historia de las cosas de laNueva España (ca. 1540-1580), relata de esta forma tan gráfica la expan-sión de la enfermedad en México:

“Antes que los españoles que están en Tlaxcala, viniesen a conquistar aMéxico dio una grande pestilencia de viruelas a todos los indios, en elmes que llamaban tepeilhuitl, que es al fin de Septiembre. Desta pesti-lencia murieron muchos indios; tenían todo el cuerpo y toda la cara ytodos los miembros tan llenos y lastimados de viruelas que no se podíanbullir ni menear de un lugar, ni volver de un lado a otro, y si alguno losmeneaba daban voces. Esta pestilencia mata gentes sin número. Muchasmurieron de hambre porque no había quien pudiese hacer comidas; losque escaparon de esta pestilencia quedaron con las caras ahoyadas y algu-nos ojos quebrados. Duró la fuerza desta pestilencia sesenta días, y des-pués que fue aflojando en México, fue hacia Chalco”20.

Precisamente, Tenochtitlán, la capital, asediada por Cortés, fue con-quistada gracias a que contó con un inesperado aliado, una terribleepidemia de viruelas, enfermedad que había sido introducido en dichaciudad por un indio portador de la misma. Parece ser, también, quedurante este asedio además de la viruela hizo acto de presencia la gripe(Guerra, 1988). En 1521 la viruela ya era una realidad en Guatemala, yen 1525 en Perú. En la actual Colombia hizo su presencia en 1558, y

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19 Cit. por CORDERO DEL CAMPILLO (2001), pág. 603.20 Cit. por FRANCO PAREDES y cols. (2004), pág. 322.

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reapareció en 1564 y 1587. En Chile estalló en 1561. Es decir, en ape-nas medio siglo toda Sudamérica había conocido ya los funestos efectosde esta enfermedad (García-Cáceres, 2003; Gutiérrez Beltrán, 2007;Laval, 2003c).

Es difícil establecer de manera fidedigna cuantas personas se inocu-laron en Europa contra la viruela en el siglo XVIII. Los datos son dis-pares, aunque ya he adelantado que su éxito fue relativo. Edwardes (1902)por ejemplo, ofreció en su historia de la viruela en este continente datosmuy precisos sobre el desigual progreso de las inoculaciones en distin-tos países a lo largo del siglo XVIII.

El 14 de mayo de 1796, sábado, Edward Jenner (1749-1823), uncirujano y médico inglés que ejercía en el medio rural, inoculaba pusprocedente de llagas de la mano de Sarah Nelmes, que había contraídoal ordeñar una de las vacas, de nombre Blossom, a James Phipps, de ochoaños de edad. Nelmes nunca había padecido de viruelas, ni tampocotodas aquellas personas que trabajan en granjas y ordeñaban a las vacasen Gloucestershire, condado en el que ejercía su profesión Jenner, inclusoaunque hubiera un brote de viruelas en la zona. A los pocos días apare-cieron en el lugar donde Jenner había hecho las incisiones pústulas quepaulatinamente fueron remitiendo. James apenas tuvo molestias y final-mente se recuperó por completo. El 1 de julio de ese mismo año inoculóa James pus de viruela humana, pero el niño no experimentó ningunode los síntomas propios de la enfermedad. Es decir, la viruela vacuna(cowpox) había impedido la aparición de la viruela humana (smallpox).

El hallazgo de Jenner revolucionaba la lucha contra la viruela, pueslo que había conseguido era reproducir en el niño la viruela de las vacas,una enfermedad benigna para los humanos, no contagiosa, pero que lesinmunizaba definitivamente contra la temible viruela humana. Porello y para diferenciarla de la inoculación se la dominó vacunación (Fis-her, 1991; Tuells Hernández, 2007; Riedel, 2008).

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Dos años después Jenner publicaba a su costa, puesto que la RoyalSociety desestimó editarla, una obrita de apenas 70 páginas, An inquiryinto the causes and effects of the variolae vaccinae, cuyo precio de ventaeran 7 chelines y 6 peniques, en la que daba cuenta de los resultados quehabía obtenido durante ese tiempo en 27 sujetos con el nuevo proceder.La difusión del hallazgo de Jenner fue espectacular en toda Europa. SuInquiry fue traducido a casi todos los idiomas, salvo al castellano. EnEspaña la práctica de la vacunación conoció una rápida difusión en susprimeros años de aplicación, gracias especialmente a la febril actividaddesplegada por individualidades concretas. Pero algunos de los más deci-didos partidarios de la nueva técnica comenzaron a denunciar, ya enfechas tempranas, crecientes dificultades en su expansión. Estos obstá-culos también se dieron en otros países europeos, pero en nuestro casola ausencia de una potente infraestructura burocrática contribuyó sen-siblemente a esta retracción.

5.1. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1806)

Pocas empresas científicas hispanas cuentan con una bibliografía tanextensa como diversa en cuanto a la valoración de la aventura expedi-cionaria de Balmis21. En general todas reconocen el esfuerzo de la Coronahispana. Sin embargo, en los últimos años algunos estudiosos america-nos vienen cuestionando la importancia del evento, sobre la base de queantes de Balmis la vacuna ya era de práctica común en América y esti-mando, además, que hasta cierto punto el plan de Balmis interfiriócon las infraestructuras criollas, lo que fue origen de frecuentes con-flictos.

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21 Además de los trabajos que se citan en el texto, recomiendo la consulta de los de COOK (1942), DÍAZ

DE YRAOLA, (1948), SMITH (1974), RIGAU-PÉREZ (1992), y RAMÍREZ MARTÍN (2003, 2004 y 2007).Vid. también: IRISARRI AGUIRE (2007); RIZZI, (2007), CORTÉS RIVEROY (2008), OLAGÜE DE ROS

(2010-2011). Recientemente la revista Canelobre, que edita la Diputación de Alicante, ha dedicadomonográficamente su último número (57) (2010-2011) al estudio histórico de la viruela y a anali-zar detenidamente la Expedición de Balmis.

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En 1802 Lima padeció una epidemia variolosa de grandes conse-cuencias. Santa Fe, por ejemplo, mermó su población en casi un quincepor ciento del total de sus habitantes. Conocida la existencia de la vacunajenneriana, el virrey de Nueva Granada solicitó a Madrid el envío delfluido. A finales de ese mismo año, Carlos IV requirió el parecer delConsejo de Indias, que se mostró totalmente de acuerdo en difundir elnuevo invento en las Colonias americanas. Casi simultáneamente dosmédicos, José Flores y Francisco Xavier de Balmis, apoyaron de formaentusiasta la idea. José Flores (1751-1814) había nacido en América,concretamente en Guatemala, y formaba parte de la camarilla de médi-cos del monarca. En febrero de 1803 redactó un informe de 10 puntospara garantizar la llegada de la vacuna a América. Para garantizar laexpansión de la práctica Flores entendía que, una vez llegada la expe-dición, el organismo más idóneo para regular su difusión eran las Rea-les Audiencias de cada lugar.

Por su parte, Francisco Xavier de Balmis remitió al Ministro Caba-llero un detallado informe sobre la cuestión, bastante diferente al de Flo-res. Para Balmis bastaba con fletar un único navío, al que se incorpora-rían una veintena de niños procedentes de Madrid y de un hospiciogallego, pues a su entender eran estos últimos sujetos acostumbrados yaa la mar. El lugar de partida sería probablemente La Coruña, pues eradesde 1764 el lugar de donde partían los navíos con el correo a La Habana,Montevideo y Buenos Aires. La Coruña, era, pues, el puerto español conmejores conexiones con la América hispana. Desde allí, y tras hacer escalaen las islas Canarias, finalmente el buque pondría rumbo a las coloniasamericanas. De la propagación se encargarían unas nuevas Juntas de Vacu-nación, que se irían creando en función de las necesidades y de la expan-sión de la vacuna. Una vez consultados los Cirujanos de Cámara de suMajestad Carlos IV –junta integrada por los prestigiosos Antonio Gim-bernat, Ignacio Lacaba y Leonardo Galli– se seleccionó el 23 de juniode 1803 el proyecto de Balmis.

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Tres meses después, el uno de septiembre, Carlos IV, que había sufridotambién en su familia las consecuencias de la viruela, promulgó un edictodirigido a todos los habitantes de las colonias españolas de América yAsia en el que les comunicaba la próxima llegada de una expedición enca-minada a vacunar gratuitamente a la población, la masiva instrucciónen la vacuna contra la viruela, la organización de juntas encargadas delcontrol y difusión de la vacuna y las medidas oportunas para el mante-nimiento de suero fresco para ulteriores vacunaciones.

Todos y cada uno de los lugares de arribada de la futura expediciónfueron instruidos por la Corona para que facilitaran en su momento lalabor de los recién llegados. Al Comandante de Canarias se le demandaque haga un recibimiento acorde con la importancia de la misión. Al dePuerto Rico que le preste los remedios necesarios para proseguir su anda-dura. Al de La Habana que le facilite niños a Balmis, si así se le pide.

El informe de Balmis de junio de 1803, un Reglamento que deberánobservar los Empleados de la expedición destinada a conducir y propagar lainoculación de la verdadera vacuna en los cuatro Virreinatos de Américas yprovincias del Yucatán y Caracas y en las Islas Antillas, muestra la capaci-dad organizativa de Balmis y de que estaba pendiente hasta el últimodetalle en relación con la esperada expedición.

Hasta el invierno de ese año no partió la expedición, pues previa-mente tuvieron que resolverse problemas diversos, como la selección delnavío, la contratación del capitán –que fue el vizcaíno Pedro del Barcoy España–, de la marinería y de los técnicos encargados de la difusióndel invento de Jenner. La expedición se financió, descartadas otras posi-bles fuentes, con cargo a la Real Hacienda, tal como establecía el monarca.

Que fuera el alicantino Francisco Xavier de Balmis y Berenguer (1753-1819) el escogido por la Junta de Cirujanos de Cámara en junio de 1803para dirigir la expedición no fue accidental. En efecto, además de por

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su doble condición de médico y cirujano –desde 1795 era cirujano hono-rario de Cámara de Carlos IV y bachiller en medicina por Toledo desde1797–, Balmis contaba con una amplia estancia profesional en Américade más de diez años y se había destacado como un ferviente defensor ypropagador de la vacuna antivariólica de Jenner y como naturalista. Enese mismo año de 1803 Balmis había publicado la traducción castellana,con una amplia introducción original del propio Balmis, del Tratado his-tórico y práctico de la vacuna del francés Jacques Louis Moreau de la Sar-the, que incluía una magnífica lámina explicativa de las diferentes etapasde la pústula vacunal, con lo que se le facilitaba al profano conocer deprimera mano si la vacuna había prendido correctamente (Balaguer, 1987).

De resultas de su primera estancia en América (1781-1792) Balmispublicó en Madrid una monografía sobre las propiedades curativas parala sífilis y la escrófula del ágave y de la begonia, dos plantas autóctonas deaquellas tierras. Tras la Real Expedición Balmis regresó a España, pero mar-chó otra vez a México en 1810 por su frontal oposición a la presenciade los franceses en la península. De nuevo en España desde 1813, Fer-nando VII le nombró Cirujano de Cámara y miembro de la Junta Supe-rior de Cirugía, falleciendo en Madrid en 1819 (Balaguer Perigüell, 1996).

Junto a Balmis integraron la expedición el cirujano catalán José Sal-vany y Lleopart (n. 1777) –subdirector–, que fallecería en el curso de laexpedición en Cochabamba, los practicantes Francisco Pastor Balmis–sobrino de Francisco Xavier e hijo de su hermana Micaela y con granexperiencia en la vacunación que aprendió y realizó con gran frecuenciajunto a su tío– y Rafael Lozano Pérez; los enfermeros Basilio Bolaños,Pedro Ortega y Antonio Pastor, y los ayudantes Manuel Julián Grajales(n. 1778), originario de Toledo, cirujano y médico, y Antonio GutiérrezRobredo (1773), el discípulo predilecto del Balmis. Francisco y Anto-nio Pastor regresaron a la península en 1810. El capitán de la nave fue,como ya adelanté, el vizcaíno Pedro del Barco y España, que, al regresar

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la expedición vacunífera, fue nombrado Teniente de Navío (BalaguerPerigüell y Ballester Añón, s.a.).

La presencia de los niños era capital, pues eran el reservorio de la linfa,ya que cada semana eran vacunados dos de ellos. Esta era, pues, una inge-niosa forma de garantizar el éxito de la expedición y, por tanto, de la lle-gada de vacuna fresca a las diferentes colonias durante el trayecto. Ade-más del salario de Balmis, la expedición contó con 90.000 reales de vellón,cantidad que incluía el flete del navío y los sueldos de los miembros queacompañaban a Balmis. En la dotación se incluyó un buen botiquín,con lienzos, vidrios, barómetros y termómetros, y 500 ejemplares de latraducción, ya mencionada, que Balmis había hecho de la obra de Moreaude la Sarthe, al objeto de donarla en aquellas lugares por donde pasarael grupo vacunador.

La expedición se completaba con veintidós niños, una vez descartadootro que quedó en tierra al estar enfermo, de la Casa de Expósitos de LaCoruña, de edades comprendidas entre los tres y nueve años, a los queacompañaban la directora de la misma, Isabel Sendales Gómez que, unavez en América, se estableció definitivamente en Puebla de los Ángeles. Seconoce el nombre de la mayoría de ellos: Benito Vélez, por ejemplo, erahijo adoptivo de la directora; otros, como Tomás Metitón y Juan Anto-nio, fallecieron en el curso del viaje. Cuatro eran madrileños y el resto galle-gos. La mayoría –siete– eran de tres años de edad; ocho, de seis y siete años,dos de cinco y nueve, y uno de ocho. Las subexpediciones a otros lugares,una vez llegados a América, se nutrieron de nuevos niños que cumplieronel mismo papel que los hispanos. Estas nuevas vacunaciones se practica-ron con infantes de Puerto Rico, venezolanos, cuatro esclavos cubanos quecompró Balmis, veintiséis mejicanos, cuatro filipinos y un chino. El gruesode los niños españoles se quedó en México y el hijo adoptivo de la Direc-tora, Isabel Sendales, marchó con su madre y Balmis a Manila. No se tienemás noticias sobre el devenir de los niños. Pero no cabe duda que, aun

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en el anonimato, prestaron un gran servicio a la humanidad doliente (Bicen-tenario de la “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”..., 2004).

Tras rechazar otras posibilidades, como recurrir a los barcos correo,finalmente se optó por la corbeta María Pita, un navío de 160 tonela-das que servía perfectamente para los fines de Balmis. El 30 de noviem-bre de 1803 partía de La Coruña la expedición al completo que, diezdías después, arribaba al puerto de Santa Cruz de Tenerife, donde fue-ron recibidos de forma calurosa por las autoridades y la población dela isla. En Tenerife se estableció un centro vacunal para la expansión dela linfa por todas las islas del archipiélago. Desde cada isla se enviaronniños a Tenerife para ser vacunados y, así, servir de reservorio una vezregresaban a sus lugares de procedencia.

La primera escala americana fue Puerto Rico, donde permaneció lanave hasta el día 12 de marzo de 1804. El fin último del viaje, la expan-sión de la vacuna, no pudo cumplirse cabalmente en la isla, pues desdefinales de 1803, es decir, al poco de la partida del navío de La Coruña,el médico de origen catalán Francisco Oller Ferrer, con linfa procedentede la isla de Santo Tomás, venía vacunando regularmente a toda la pobla-ción, con el aplauso de las autoridades civiles y religiosas de Puerto Rico.Se calcula que Oller vacunó, hasta la llegada de Balmis, a una media decinco mil personas en un solo mes. El recibimiento a Balmis no fue, pues,tan caluroso como se podía esperar. Durante su estancia, Balmis seenfrentó duramente con Oller, pues entendía que las vacunaciones prac-ticadas por el catalán lo habían sido de forma apresurada y con escasasgarantías de éxito, por lo que solicitó al Gobernador la revacunaciónde toda la población y que le facilitara más niños. Pero como el Gober-nador tomó partido por Oller, Balmis tuvo que desistir de su intento.

Con menos niños de los previstos por Balmis, la expedición llegó aPuerto Cabello, en la Capitanía General de Venezuela (Archila, 1969).Inmediatamente se procedió a vacunar a veintiocho niños. Como el viaje

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había sido muy tormentoso y solo se disponía de un niño vacunado, Bal-mis tomó la decisión de dividir la expedición en dos grupos; uno lide-rado por el propio Balmis, y el segundo por Manuel Julián Grajales, conun mismo destino: Caracas. El grupo de Julián Grajales, a bordo delnavío Rambli, llevaba además dos niños con linfa lista. Balmis, por suparte, arribó a Caracas por el interior el 28 de marzo.

Finalmente, Salvany, que se había quedado en Puerto Cabello vacu-nando, se unió a Balmis y Julián Grajales en la capital venezolana. EnCaracas se constituyó también una Junta Central de Vacuna –modélica encuanto a su eficacia y fines– encargada de dar continuidad a las vacuna-ciones una vez abandonaran la Capitanía de Venezuela Balmis y sus com-pañeros de viaje. Además de Caracas, otras ciudades, como Maracaiboy Valencia, también se beneficiaron de la presencia de Balmis y su grupo.

De nuevo Balmis tomó la decisión de fragmentar en dos grupos lamisión. Uno, comandado por José Salvany y Lleopart, su segundo de abordo, con cuatro niños se encaminaría hacia el sur, Perú, Santa Fe y Bue-nos Aires, y el otro, al mando de Balmis y con seis niños marcharía haciaCentroamérica. Al igual que en Caracas, también se programó la crea-ción en cada capital de una Junta Central de Vacunación. Salvany, a bordode un nuevo barco, el bergantín San Luis, partió del puerto de La Guayrael ocho de mayo. A pesar de que días después el navío naufragó en la des-embocadura del río Magdalena, el grupo de Salvany, tras varias peripe-cias, llegó a Cartagena de Indias el 24 de mayo, vacunándose más de dosmil niños, y el 17 de diciembre a Santa Fe, capital del virreinato, en dondefundaron una Junta de Vacunación y una de Sanidad. A Quito llegaron el16 de julio del siguiente año y los niños fueron recibidos como auténti-cos héroes. A Lima arribaron un poco antes, el 23 de mayo, en dondefueron recibidos con cierta hostilidad, quizás porque buena parte de lapoblación estaba ya vacunada y porque algunos vacunadores habían con-vertido esta práctica preventiva en un rentable negocio.

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Una de las escasas experiencias gratas que recibió Salvany en Lima sela proporcionó Hipólito Unanue, profesor de anatomía, que le ofrecióuna digna recepción ante el claustro de la Universidad de San Marcos.

Salvany, que nunca gozó de una buena salud, fallecía en Cochabamba,como ya adelanté, el 31 de junio de 1810, probablemente por una tuber-culosis pulmonar y otros males. Manuel Julián Grajales, su subalterno,se responsabilizó de continuar la labor, llegando hasta Valparaíso y másadelante a Santiago de Chile, la capital. Aunque su objetivo era llegar alVirreinato del Río de la Plata, las insurrecciones políticas contra la metró-polis obligaron a la Expedición a poner rumbo rápidamente hacia elnorte. Finalmente, regresaron en enero de 1812 a Perú.

El grupo de Balmis llegó a La Habana, y no a Santiago que era suobjetivo, el 26 de mayo de 1804. La vacuna ya había sido introducidaen la isla desde Puerto Rico por el ya mencionado Francisco Oller Ferrer,hecho que no mermó en absoluto la importancia de la misión. La recep-ción fue muy positiva y la colaboración de las autoridades fue notable.Se calcula que más de diez mil personas fueron vacunadas en la isla deCuba. El único contratiempo lo provocó el Capitán general de la Isla,que se negó a facilitar a Balmis más niños para proseguir su derrotero,lo que suplió con la compra de unos esclavos y con un chivo volunta-rio que prestaba sus servicios en el ejército.

La siguiente etapa del trayecto, México, era ya bien conocida por Bal-mis a raíz de su anterior estancia en América. Desde aquí el grupo deBalmis recorrió buena parte de la América Central: Guatemala, Vera-cruz, Jalapa y, finalmente, a la capital del Virreinato, México, a dondellegaron en el mes de julio. Tras una intensa campaña vacunal por la prin-cipales ciudades del país –se calcula que fueron más de 100.000 las per-sonas beneficiadas– y la creación de un buen número de Juntas de Vacu-nación, el día 8 de febrero, y a bordo del buque Magallanes, zarparon losexpedicionarios –Balmis, sus ayudantes y veintiséis niños– del puerto de

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Veracruz con destino a Manila, en cuyo puerto atracaron tras un viajeazaroso y lleno de incomodidades para los niños, por falta de colabora-ción del capitán de la nave, el 15 de abril de 1805. Al día siguiente empe-zaron las vacunaciones, a pesar del frío recibimiento de las autoridadesde las islas, que no se molestaron en acudir a puerto para recibir a losviajeros. En agosto los vacunados sobrepasaban los 9.000.

Cinco meses después de su llegada, el 3 de septiembre de 1805, Bal-mis emprendía un nuevo derrotero a bordo de la fragata Diligencia condestino a China, concretamente a la colonia portuguesa de Macao, yCantón, con tres niños y algunos colaboradores. A pesar de los esfuer-zos de Balmis, apenas una veintena de personas fueron vacunadas. Enfebrero de 1806 Balmis, que entendía que su misión de expandir la vacu-nación había concluido satisfactoriamente, decidió regresar a España.Aprovechando que el navío portugués Bom Jesús de Alem tenía previstopartir de Macao en esas fechas, Balmis decidió embarcarse y regresar aEuropa. Primero se hizo escala en la isla de Santa Elena (junio de 1806).Poco antes de proseguir el viaje el Gobernador de la isla le entregó a Bal-mis un paquete que había llegado hacia varios años y que contenía unacarta de Jenner y linfa vacunal.

En agosto el Bom Jesús de Alem entraba en Lisboa. Finalmente, el sietede septiembre Balmis era recibido con todos los honores en San Ilde-fonso por el rey Carlos IV. Tras estos cuatro años, algunas pérdidas huma-nas, técnicos principalmente, como Salvany, unos niños, los origina-riamente venidos de España, que quedaron de por siempre en América,salvo los que fallecieron en el curso de tan prolongada expedición, cien-tos de miles de vacunaciones positivas fueron el mejor balance final dela expedición filantrópica.

La Expedición Filantrópica de la Vacuna fue elogiosamente comen-tada por las principales figuras de la ciencia y de la política de su tiempo,incluido el propio Edward Jenner.

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Bien es cierto que, como ya he adelantado, por muchos lugares pordonde pasaron los expedicionarios la vacunación jenneriana ya era cono-cida y practicada con cierta regularidad, lo que ocasionó en algunos casosconflictos de competencia entre los expedicionarios y las autoridades loca-les. En Puerto Rico, uno de los primeros destinos de la María Pita, Fran-cisco Oller y Tomás Prieto venían ya vacunando desde finales de 1803con pus procedente de la vecina isla de Saint Thomas, como ya indi-qué. En marzo del siguiente año prácticamente no existía niño en la islaque no se hubiera beneficiado del descubrimiento de Edward Jenner.

En México, gracias a las gestiones del virrey Iturrigaray, que consi-guió que Tomás Romay Chacón (1764-1849) le remitiera pus vacunal, seempezó a vacunar en abril en Veracruz, en mayo de 1804 en la penínsulade Yucatán y a finales de ese mismo mes en la ciudad de México. No seolvide que Balmis no llegó a tierra mexicana hasta junio de ese mismo año,cuando ya se habían vacunado casi quinientos niños en la Casa de NiñosExpósitos de la capital azteca (Aceves Pastrana y Morales Cosme, 1997).Desde Veracruz la vacuna llegó a Guatemala en mayo de 1804, siendo elmédico Narciso Esparragosa el encargado de difundirla en el territorio.

También en Cuba la vacunación era ya conocida desde febrero de1804 merced a los desvelos del ya nombrado Tomás Romay, con linfaprocedente de Puerto Rico, que inició la práctica en la isla a partir detres niños procedentes de la isla vecina (López Espinosa , 2007). Por suparte, en Venezuela fue introducida desde Puerto Rico, mediante unenvío del ya mencionado Francisco Oller. Cuando Manuel Julián Gra-jales llegó a Chile en 1807 la vacuna ya era usada en buena parte delterritorio. En Montevideo, y con pus vacunal conservado entre cristalesy proporcionado por un capitán de un navío negrero portugués, el ciru-jano Cristóbal Martín vacunó con éxito a cuatro niños. Desde aquí lavacuna se expandió a Argentina en julio de 1805 (Rizzi, 2007), y a Chile,que conoció las primeras prácticas vacunales en octubre de 1805, antes,

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pues de la venida de Grajales (Laval R, 2003b). Desde Buenos Aires lavacuna se remitió a Lima por barcos que transportaban el correo y segeneralizó desde octubre de 1805, tras un previo intento fallido en 1802a cargo del ya mencionado Hipólito Unanue. Es precisamente con linfade Buenos Aires cuando empiezan las primeras inoculaciones en Limaen octubre de 1805 (Balaguer Perigüell y Ballester Añón, s.a.).

Los conflictos entre Balmis y las autoridades locales americanas, quehan sido puesto de manifiesto por diversos historiadores, hay que enten-derlos en el contexto de las acciones llevadas a cabo en la mayoría de lospaíses europeos para garantizar la expansión de la práctica vacunal. EnFrancia y en buena parte de los estados italianos, por ejemplo, modeloque siguió nuestro país, se crearon Comités de Vacunación, fuertementejerarquizados, controlados y muy centralizados. Ese era el organigramaque Balmis quiso llevar a Hispanoamérica, a través de las Juntas de Vacu-nación, como la de Guatemala (1805), con relativa autonomía entre ellasy a cuyo frente estaban las autoridades locales, que chocaron frontal-mente con las medidas descentralizadas que en las colonias habían puestoen práctica antes de la llegada de Balmis las autoridades locales. En algu-nos lugares, incluso, se boicoteó la creación de dichas Juntas.

No fue, pues, tanto el carácter rígido y autoritario de Balmis el cau-sante de los litigios, si no más bien dos modos muy diferentes de garan-tizar las vacunaciones, el centralizado, que defendía Balmis, y el autóc-tono, espontáneo y sin excesivo control, aunque bien es cierto que con-siguió ciertos éxitos. Pero muchas de las campañas vacunales previas a lallegada de Balmis y sus expedicionarios fracasaron estrepitosamente porfalta de control. Por otro lado, este modelo que defendía Balmis repro-ducía a escala el vigente en el estado borbónico en materia de saludpública. Es decir, un organismo central, la Suprema Junta de Sanidad,y unas Juntas de Sanidad de Puerto y Juntas de Sanidad locales y regio-nales en la periferia (Ramírez Martín, 2004).

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En otros lugares, sin embargo, la llegada de los españoles fue recibidacon gran entusiasmo, pues eran zonas en las que todavía era descono-cida desde el punto de vista práctico la vacuna jenneriana, aunque setenían noticias impresas de sus ventajas, como ya he señalado en el casode Caracas.

La Expedición Filantrópica cumplió con creces sus objetivos, básica-mente la expansión vacunal, aunque el fluido jenneriano ya fuera cono-cido en algunos lugares. Pero ello no merma sus logros. Además, puso aprueba la capacidad organizativa de un estado, el hispano, que programóde forma muy eficaz tal aventura. La Expedición de Balmis es, sin duda,la primera campaña preventiva de vacunación en masa de la edad modernacontra una enfermedad letal y constituye, hasta el descubrimiento dela vacunación contra el cólera por el también español Jaime Ferrán yClúa en 1885, la principal aportación de la medicina española a la saludpública de todos los tiempos. La lucha contra la viruela había comen-zando de la mejor manera posible. En 1980 la Organización Mundialde la Salud (OMS) declaró erradicada de todo el globo terráqueo tanmortífera enfermedad.

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Introducción

Con el descubrimiento de América se inició un extraordinario pro-ceso de intercambio de alimentos, medicamentos y otros productos entreel Viejo Mundo y el Nuevo. Como consecuencia, del mismo, se pro-duciría un cambio substancial en los sistemas de alimentación en Europa,al tiempo que se adquirían nuevos hábitos y se probaban las aplicacio-nes de nuevos productos naturales. ¿Alguien entendería, hoy en día, nues-tra cocina sin el tomate o la patata? ¿los dulces sin el chocolate? o la polé-mica desencadenada entre los defensores y detractores del tabaco, si nofuera por el extraordinario consumo que se han hecho de estos cuatroartículos. Y, sin embargo, se trata, tan sólo, de algunos de los muchosproductos americanos que llegaron a Europa en distintos momentos

Resulta evidente que, desde los primeros viajes de Cristóbal Colón,el primer virrey de América, los expedicionarios fueron encontrando pro-ductos naturales que les eran desconocidos. Colón, tras desembarcar enPalos de vuelta de su primer viaje, marchó a Barcelona donde se encon-

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Alimentos, medicamentos y otrosproductos viajeros

Alberto Gomis Blanco

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traban los Reyes Católicos y, allí, el día 3 de abril de 1493 les presentóel oro y demás cosas que traía del otro mundo:

“todo aquello, excepto el oro, era nuevo (…) Loaron los papagayospor ser de muy hermoso colores (…) Probaron el aji1, especia de losindios, que les quemó la lengua, y las batatas, que son raíces dulces,y los gallipavos, que son mejores que los pavos y las gallinas. Mara-villáronse que no hubiese trigo allá, sino que todos comiesen pande aquel maiz”2.

Y a la vuelta del segundo viaje, que les llevó a las islas de Dominicay Guadalupe, el médico sevillano Diego Álvarez Chanca, el primer cien-tífico en el Nuevo Mundo, dirigió una amplia carta al cabildo de su ciu-dad en la que, junto al animado relato de los múltiples sucesos acaeci-dos en el transcurso del mismo, figuran algunas buenas descripciones dela naturaleza antillana3. Al final, de la misma, figura un detallado catá-logo botánico de las plantas por él observadas.

Sin embargo, serían cronistas posteriores quienes pusieron un ver-dadero empeño en la descripción y clasificación de los productos de lanaturaleza americana y, a consecuencia del interés que sus relatos sus-citaron, muchos de ellos serían llevados al Viejo Mundo. Repasare-mos algunos, encuadrándolos en tres apartados. En el primero referi-remos algunos de los alimentos que más contribuyeron, con posterio-ridad, a la alimentación de los europeos; en el segundo, unos pocosmedicamentos; mientras que en el tercero, recogeremos otros produc-tos que también viajaron hacia el Viejo Mundo. Al tabaco le dedicare-mos capítulo aparte, sirviéndonos de nexo de unión entre los apartadossegundo y tercero.

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1 Chile o pimiento.2 LÓPEZ DE GOMARA, F. Historia General de las Indias. Madrid, Calpe, 1922. Cfr. tomo 1, pág. 46.3 PANIAGUA, J.A. El Doctor Chanca y su obra médica. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1977.

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Alimentos

Antes de pasar a ocuparme de los alimentos que nos llegaron de Amé-rica, hay que recordar que el descubrimiento de América supuso un inter-cambio bidireccional. En los primeros tiempos, se enviaba desde la metró-poli a las nuevas tierras americanas todo tipo de víveres, con objeto deservir de alimentación a descubridores, soldados, clérigos y restos deexpedicionarios. Con mucha rapidez, en las tierras conquistadas, se intro-dujo el cultivo del trigo, la vid y el olivo. Pero los españoles que llegarona las Indias no pudieron sustraerse de consumir los alimentos que encon-traban a su paso, por tres razones. Por un lado, la simple curiosidad antelo desconocido. Por otro, el afán de conocimiento científico que estuvopresente en algunos expedicionarios, como fue el caso de Francisco Her-nández, a quien Felipe II comisionó en 1570 para el estudio de losproductos naturales del virreinato de Nueva España y que, durante losseis años que pasó en aquel, realizó un extraordinario acopio de pro-ductos de la naturaleza americana4. La tercera razón, pero tal vez fuerala más determinante, el haberse agotado en diferentes momentos los víve-res que portaban consigo, lo que debió resultar bastante frecuente en losprimeros años y durante las expediciones de conquista5.

Como contrapartida a los envíos de la metrópoli, fueron llegando,a ésta, noticias de los hallazgos y los nuevos productos alimenticios. Esmuy extensa la relación de los que viajaron hacia Europa. Ya hemos citadoal tomate, cuyo cultivo no comenzó en Europa hasta el siglo XVI, lapatata, que fue uno de los productos que más tardaron en descubrir los

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4 A consecuencia de la expedición, desarrollada entre los años 1570 y 1577, resultó una obra enci-clopédica en la que se describían 2.900 especies vegetales del Nuevo Mundo, gran parte de la cual seperdió en el incendio acaecido en la Biblioteca y Monasterio de San Lorenzo de El Escorial el día 7de junio de 1671.

5 PÉREZ SAMPER, M.A. “La integración de los productos americanos en los sistemas alimentarios medi-terráneos” En: XIV Jornades d´Estudis Històrics Locals. La Mediterrània, àrea de convergència de sis-temas alimentaris (segles V-XVIII): 89-148. Palma, Institut d´Estudis Baleàrics, 1996. Cfr. págs. 90-91.

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españoles en América, y el chocolate, la bebida de los dioses aztecas ymayas. Referiré algo de cada uno de estos alimentos de origen vegetal,así como también del maíz, los chiles, la piña y el cacahuete, y de un ani-mal, el pavo.

Señalar, también, que dichos productos no cambiarían de repente loshábitos alimenticios de españoles, europeos, asiáticos o africanos, sinoque fueron haciéndose, poco a poco, un espacio dentro de ellos, bienporque se asociaron a productos similares que ya consumían, como enel caso del pavo, pues la carne de ave era la más apreciada de la época;del maíz, que al ser un cereal, ocupó su lugar dentro de éstos, pero sindesbancar al trigo; o los chiles que se hicieron hueco entre las verdurasy alcanzaron un gran protagonismo como condimento y, por tanto, comouna alternativa a las especias orientales.

Maíz

El maíz (Zea mays L.) constituía en el siglo XV la base de la alimen-tación de las culturas precolombinas. Colón ya se topó con la planta ensu primera viaje y la anotó en su diario el día 16 de octubre de 1492con el nombre de panizo, por ser la planta más parecida que él cono-cía6. Luego, casi todos los cronistas reflejaron sus virtudes como alimentoy describieron las formas de su cultivo y consumo en América. Entre ellos,el jesuita José de Acosta, que había llegado formando parte de la terceraexpedición de los Jesuitas al Perú, y que como consecuencia de sus via-jes por el virreinato, que en la época que él lo recorrió cubría una inmensaárea, incluyendo gran parte de lo que es en la actualidad Chile7, consignóen su Historia Natural y Moral de las Indias, aparecida en 1590, como:

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6 Ibídem. Cfr. pág. 99.7 BEDDALL, B.G. “El P. José de Acosta y la posición de su Historia natural y moral de las Indias en la

historia de la ciencia”. En: ACOSTA, J. de. Historia Natural y Moral de las Indias: 11-97. Valencia, His-paniae Scientia, 1977.

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“El pan de los Indios es el mayz: comenlo comúnmente cozido assi engranos y caliente, que llaman ellos Mote: como comen los Chinas yJapones el arroz tambien cozido consu agua caliente. Algunas vezes locomen tostado; ay mayz redondo y gruesso, como lo de los Lucanas,que lo comen Españoles por golosina tostado, y tiene mejor sabor quegarvanços tostados. Otro modo de comerñe mas regalado es moliendoel mayz, y haziendo de su harina massa y dellas unas tortillas …”8.

También había sido muy positivo el juicio de Nicolás Monardes, queen su Historia Medicinal: de las cosas que se traen de nuestras Indias Occi-dentales, obra que consta de tres partes aparecidas, en 1565, 1571 y 1574,respectivamente, lo consideraba un alimento “de tanta sustancia comonuestro trigo”9.

Parece lógico que los primeros cultivos del maíz en España y Europase realizaran a comienzos del siglo XVI en Canarias y Andalucía, por laestrecha relación de estas regiones con América. No debieron de tardarmucho en llegar a Castilla. No obstante, no se generalizarían por todala Península hasta el siglo XVII, siendo en el norte donde el maíz, aso-ciado a la alimentación humana y animal, se convertiría en el cerealbásico. Hay que anotar como mientras que en algunas regiones de Españasólo se empleaba como forraje para los animales, en otras se utilizó parala elaboración de pan y la preparación de gachas cocidas con agua.

Aunque, entre nosotros, no admitía comparación el pan de trigo conel pan de maíz, su consumo fue desplazando a otros cereales menoresque eran preparados hervidos, en lugar de amasados y cocidos. La apa-rición de la enfermedad de la pelagra, en aquellas regiones en las que elmaíz había adquirido elevado protagonismo en la dieta, supuso un freno

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8 ACOSTA, J. DE. Historia Natural y Moral de las Indias. Sevilla, Juan de León, 1590. Cfr. pág. 237.9 MONARDES, N. Primera y Segunda y Tercera Partes. De la Historia Medicinal de las cosas que se traen

de nuestras Indias Occidentales. Sevilla, en casa de Fernando Díaz, 1580. Cfr. f. 95.

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en su expansión, quedando relegado su empleo a la alimentación ani-mal.

Actualmente el maíz debe ser considerado como la mayor aportaciónalimenticia del continente americano. La extensión y producción delgrano mesoamericano no ha parado de aumentar en el último mediosiglo, hasta el punto que se disputa con el arroz el primer puesto mun-dial en cuanto a volumen de producción.

Tomate

La planta del tomate (género Lycopersicon L.) es originaria de Amé-rica del Sur, de donde pasó a Mesoamérica como hierba silvestre por elproceso de domesticación. Cuando los expedicionarios llegaron a Tenoch-titlan en 1519 pudieron comprobar la gran cantidad de clases de toma-tes que se comercializaban en el mercado de Tlateloco, pues su empleoresultaba esencial en la preparación de múltiples platos. Al respecto, elcronista fray Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosasde la Nueva España señala como la mayoría de los estofados, guisos y sal-sas que se comercializaban en los mercados de México en el siglo XVIestaban confeccionados con tomates rojos y verdes10. Por su parte, Joséde Acosta en la obra reseñada, recoge que:

“… son frescos y sanos, y es un género de granos gruessos xugososy hazen gustosa salsa, y por si son buenos de comer”11.

La planta del tomate debió de llegar a España luego de la conquista deMéxico y de aquí pasar a Italia. En ambos países su aceptación fue rapi-dísima, produciéndose un sincretismo perfecto entre tres productos, el

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10 SAHAGÚN, B. de. Historia general de las cosas de la Nueva España. Madrid, Alianza Editorial, 1988.Cfr. volumen 2, págs. 613 y 618.

11 ACOSTA, J. DE., 1590. Cfr. pág. 247.

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propio tomate, la pimienta y el aceite de oliva, de origen geográfico tandiferente12. En 1592 el sacerdote Gregorio de Ríos, responsable del jardínbotánico de Aranjuez, publicó la primera referencia escrita, aunque bas-tante imprecisa, del cultivo del tomate, al que llama pomate, en España13.

El tomate se hace protagonista en las obras de algunos autores delSiglo de Oro y aparece representado, junto a unas calabazas, en el cua-dro de Bartolomé Murillo La cocina de los ángeles, pintado para el con-vento franciscano de Sevilla. A finales del siglo XVIII el empleo del tomatese habría difundido ampliamente en España e Italia, si bien sería el sigloXIX el del triunfo del tomate, como atestiguan los recetarios de la época14.Hoy en día, el tomate no puede faltar en la cocina mediterránea, ni elketchup o cátchup, la salsa de tomate condimentada con vinagre, azú-car y sal, en la cocina rápida.

Chiles

Bajo las denominaciones de chile, ají, pimiento o guindilla encon-tramos el fruto picante de dos solanáceas (Capsicum annuum L. y Cap-sicum frutescens L.) originarias de México, Centroamérica y Sudamérica,emparentadas con el tomate y de las que existen variedades de muchostamaños, formas y colores.

Ya hemos señalado como Colón se lo dio a probar a los Reyes Cató-licos en 1493. Por ello, resulta normal, que el chile se convirtiera, enpoco tiempo, en el substituto de la pimienta, pues entre otras razones suimportación resultaba más económica que traer la pimienta de Oriente.

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12 La pimienta es de origen asiático y el aceite de oliva mediterráneo. Cfr. LORA GONZÁLEZ, A. “La con-tribución americana a la dieta europea” En: ¡A Comer¡ Alimentación y Cultura. Catálogo de la expo-sición. Museo Nacional de Antropología: 35-47. Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, 1998.

13 DE LOS RÍOS, G. Agricultura de jardines que trata de la manera que se han de criar, governar, y conser-var las plantas. Madrid, por P. Madrigal, 1592.

14 PÉREZ SAMPER, M.A. 1996. Cfr. págs. 108-110.

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Por esta razón, muy tempranamente se organizó un comercio de chilede América a España, si bien no tuvo el éxito que Colón le había pro-nosticado, ya que pronto entró en competencia con el cultivado en Españay otros países europeos15.

Monardes bajo la denominación “De la pimienta de las Indias”,que incluye dentro de las plantas medicinales, apunta:

“No quiero dexar de dezir de la Pimienta que traen de las Indias, queno solo sirve a medicina, pero es excelentissima: la qual es conocidaen toda España, porque no ay jardin, ni huerta, ni maceton que nola tenga sembrada, por la hermosura de fruto que lleva”16.

Hoy en día los chiles siguen incorporándose, como antaño, a diver-sos platos. La única transculturación sufrida por estas especies tiene quever con las variedades que se cultivan en cada región del mundo.

Patata

La papa o patata (Solanum tuberosum L.) fue uno de los productosque más tardaron en descubrir los españoles. La palabra patata, viene delespañol, aunque algunos ven un anglicismo, del inglés “potato”; papasigue empleándose en América, Andalucía y Canarias. Anteriormente aldescubrimiento de América la papa se cultivaba en algunas regiones deAmérica y, por lo que parece, su gran propagación se debió a los incas.

Las primeras menciones a este tubérculo se encuentran en los escri-tos de los primeros cronistas de la América del Sur, como Pedro Ciezade León (Crónica del Perú), Agustín de Zarate (Historia del descubri-miento y conquista de la provincia del Perú) y Francisco López de Gomara

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15 PÉREZ SAMPER, M.A. 1996. Cfr. págs. 111.16 MONARDES, N., 1580. Cfr. f. 19.

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(Historia general de las Indias). El primero de los nombrados debió cono-cerlas hacia 1538, describiéndolas años más tarde del modo siguiente:

“De los mantenimientos naturales fuera del maíz, hay otros dos quese tienen por principal bastimento entre los indios: al uno llamanpapas, que es a manera de turmas de tierra, el cual después de cocidoqueda tan tierno por dentro como castaña cocida …”17.

Tras las menciones, fue importada al Viejo Mundo. En nuestra Penín-sula parece que las primeras patatas fueron cultivadas en Galicia, tal vezporque algunos navíos regresaran a puertos gallegos. Sin embargo, en1567 ya se cargaban patatas canarias en el puerto de Isletas, en GranCanarias, con destino a Amberes18. De España, donde apenas tuvo difu-sión, pasó a Italia y, de allí, a Alemania, donde se las llamó Kartoffel.Algunos historiadores apuntan la prioridad de los ingleses en la intro-ducción del tubérculo en Europa. Se basan en que las islas Británicasobtuvieron esta planta de su colonia de Virginia, de donde debió lle-varlas Francis Drake en 1590. Sin embargo, el cultivó de patatas no sedifundió hasta el siglo XVII, primero en Irlanda, luego en Inglaterra.

Francia y España no se lanzaron a la práctica de este cultivo hasta lasegunda mitad del siglo XVIII y, sobre todo, para que éste se volviese,en poco tiempo, un componente importante de la alimentación de losciudadanos de ambos países. Para conseguir esto, fue necesario empren-der una verdadera campaña «publicitaria» de la patata, al frente del cualse pusieron algunos médicos, farmacéuticos, higienistas y botánicos, entreotros. Los franceses le dieron el nombre definitivo en francés de pommede terre, lo que hizo Duhamel de Monceau en 1762.

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17 CIEZA DE LEÓN, P. Crónica del Perú. Madrid, Sarpe, 1985. Cfr. pág. 57.18 RODRÍGUEZ GALDO, M.X. “Introducción y difusión del cultivo de la patata en España (siglos XVI-

XVIII)”. En: LÓPEZ LINAJE, J. (ed) La patata en España. Historia y Agroecología del tubérculo andino:99-126. Madrid, Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2008. Cfr. pág. 107.

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Siete años después, en 1769, la Academia de Besançon ofreció unpremio a la memoria que propusiese el producto vegetal más capaz parasustituir provisionalmente al pan. El primer premio, fallado dos añosmás tarde, recayó en el farmacéutico militar francés Antoine Parmentierque, habiendo conocido la patata en Alemania, hizo de ella el tema desu disertación, titulando Examen chymique des pommes de terres, que viola luz en París en 177319. De Francia, donde su cultivo se extendió, losefectos repercutieron en los ilustrados españoles que, con ascendenciasobre los gobernantes reformistas de los reinados de Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1908), resultarían decisivos para que la patataentrara, en España, en la cocina del pueblo llano20.

Piña

Los españoles encontraron en el Nuevo Mundo gran variedad de fru-tas, como la chirimoya, la papaya, la guayaba, la piña americana y unlargo etcétera. De todas ella, la piña o ananá (Ananas comosus L.) era lamás apreciada por los indígenas y también lo fue por los conquistado-res, así lo señala Monardes:

“Las Piñas, son una fruta la más celebrada que ay en todas las Indias,assi de los mismos Indios, como de los Españoles, llamanse piñas porla semejanza que tiene este fruto con nuestras piñas ….”21.

Originaria de la cuenca del Paraná-Paraguay, Colón la encontró,durante su segundo viaje, en la isla de Guadalupe. Luego, mereció laatención de muchos cronistas, entre ellos de Gonzalo Fernández de

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19 PARMENTIER, A. Examen chymique des pommes de terre. Dans lequel on traite des Parties conflituantesdu Bled. Paris, Chez Didot, 1773.

20 LÓPEZ LINAGE, J. “La patata entra en la cocina del pueblo llano”. En: LÓPEZ LINAGE, J. (ed) La patataen España. Historia y Agroecología del tubérculo andino: 269-331. Madrid, Ministerio de MedioAmbiente y Medio Rural y Marino, 2008. Cfr. pág. 304.

21 MONARDES, N., 1580. Cfr. f. 82v.

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Oviedo que trató de ella, tanto en el Sumario de la Historia Natural delas Indias que se publicó en 1526, como en la más amplia Historia Gene-ral y Natural de las Indias, cuya primera parte apareció impresa en 1535.En el Sumario apunta:

“Hay una fruta que se llaman piñas, que nasce en unas plantas comocardos (…) y huele esta fruta mejor que los melocotones, y toda lacasa huele por una o dos de ellas, y es tan suave fruta, que creo es unade las mejores del mundo, y de más lindo y suave sabor y vista, yparescen en el gusto como melocotones, que mucho sabor tengan deduraznos, y es carnosa como el durazno, salvo que tiene briznas comoel cardo, pero muy sutiles…”22.

En el siglo XVI las piñas americanas debían consumirse en Españaen conserva, fundamentalmente en almíbar. Su aclimatación no debiócomenzar hasta finales de ese siglo o principio del siguiente.

Cacahuete

El cacahuete, maní o gonça avellanada (Arachis hypogaea, L.), comolo denominó Colon en su primer viaje, es un alimento cuyo consumoapenas sufrió cambios tras la salida de América, si bien se hizo muy popu-lar en los campos africanos, donde su cultivo aporta el 25% de la pro-ducción mundial23. La semilla del cacahuete debe ser plantada en tie-rra cada año, después de la helada, cosechándose de 4 a 5 meses mástarde.

Monardes la llamó “fruta que se cría debaxo de tierra”, señalando quese la habían enviado del Perú y que era muy hermosa de ver y muy sabrosa

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22 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G. De la Natural Historia de las Indias (Sumario de Historia Natural de lasIndias). Con un estudio preliminar y notas por Enrique Álvarez López. Madrid, Editorial Summa,1942. Cfr. págs. 165-166.

23 LORA GONZÁLEZ, A., 1998. Cfr. pág. 38

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de comer24. A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX se asistió enEspaña a una amplia polémica sobre la introducción de esta leguminosa,ya que se discutió sobre su rentabilidad frente a otros cultivos. Sirvió dedetonante la memoria sobre el aceite del cacahuete redactada por Fran-cisco Tabares de Ulloa, canónigo prebendo de la Santa Iglesia Metro-politana de Valencia, en 1798, en la que narra como fue el arzobispo deValencia Francisco de Fabián y Fuero quien veinte años antes la habíamandado traer de América junto con otras plantas indígenas de aquelcontinente, con objeto de enriquecer el Jardín Botánico que había for-mado en la villa de Puzol25.

Cacao y chocolate

El árbol del cacao (Theobroma cacao L.) parece ser originario de lazona oriental de los Andes, si bien alcanzó una gran difusión por todaCentroamérica. Aunque Colón ya lo registró en su diario el 22 de diciem-bre de 1492, no fue hasta la conquista de México cuando empezó a otor-gársele un papel destacado en la elaboración de muchas bebidas, entrelas que destacaba el “chocolatl”. Los españoles se familiarizan con él enla corte azteca, donde se consumía habitualmente.

El chocolate tiene su materia prima más importante en el cacao. EnMéxico se preparaba mezclando sus semillas con achiote, chile, vainillay otras especias, pétalos de flores aromáticas y, con ocasión de algunasceremonias, hongos y semillas alucinógenas. Toda la mezcla se calentabahasta conseguir una pasta homogénea que se podía moldear en forma depequeñas tabletas. La bebida se obtenía luego de introducir una tabletaen agua caliente y su posterior disolución. En algunos casos se añadía

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24 MONARDES, N., 1580. Cfr. f. 85v.25 FERNÁNDEZ, J.; GOMIS A.; LACALLE, J. y PELAYO, F. “El aprovechamiento por parte de España de las

materias primas agrícolas de América en los siglos XVIII y XIX: La polémica del cultivo del caca-huete”. En: El científico español ante su historia. La Ciencia Española entre 1750-1850: 201-221.Madrid, Diputación Provincial de Madrid, 1980. Cfr. págs. 211-218.

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“arolle” (harina de maíz) para espesarlo. Su sabor era intenso y amargoy, tal vez, esta fuera la causa de su poca repercusión cuando Hernán Cor-tes lo trajo consigo en su regreso a España en 152826.

Desde el principio, el chocolate fue motivo de críticas y alabanzas, yaque mientras que para algunos era bebida malsana e indigesta, otros veíanen ella propiedades medicinales. Francisco Hernández recoge en su His-toria de las plantas de Nueva España las diferentes bebidas que se prepa-raban con cacao y sus virtudes, si bien, señala, que tomado en excesoresulta perjudicial para la salud.

Muy pronto el chocolate se convirtió en una bebida de prestigio enEspaña, hasta el punto de que la familia real española era una gran con-sumidora. Lo recibían, habitualmente como obsequio, de los Virreyesde Indias. Cuando alguna Infanta contraía matrimonio y marchaba aotras Cortes, en su ajuar no podía faltar el chocolate27.

Al tiempo que el consumo del chocolate fue extendiéndose, el debatesobre si el mismo quebrantaba o no el ayuno a los ojos de la religión,también. Los cristianos sostuvieron, en un principio, que el chocolateera una especie de refresco que apagaba la sed, pero sin alimentar28. Taninteresada interpretación no prosperó. El doctor Juan de Cardenas, en1591, señalaba que una pechuga de ave molida y desatada en caldo tam-bién se bebía y que todos admitían que rompía el ayuno29. En la mismalínea, el licenciado Antonio de León Pinelo, relator del Consejo de Indias,compuso el tratado Question moral. Si el chocolate quebranta el ayuno

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26 PÉREZ SAMPER, M.A. 1996. Cfr. pág. 115.27 PÉREZ SAMPER, M.A. 1996. Cfr. pág. 118.28 GONZÁLEZ TASCÓN, I. y FERNÁNDEZ PÉREZ, J. “Del «chocolatl» de los aztecas a la Compañía Gui-

puzcoana de Caracas”. En: FERNÁNDEZ PÉREZ, J. y GONZÁLEZ TASCÓN, I. (eds.) La agriculturaviajera. Cultivos y manufacturas de plantas industriales y alimentarias en España y en la América virrei-nal: 125-135. Barcelona, Lunwerg Editores, S.A, 1990. Cfr. p. 134.

29 CARDENAS, J. de Problemas y secretos maravillosos de las Indias. México, Pedro Ocharte, 1591.

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eclesiástico en donde, luego de reconocer la rápida incorporación de labebida en los hábitos de los españoles y de referir las distintas formas deprepararlo, señala que en España se la habían añadido nuevos ingre-dientes, como frutos secos, almendras, avellanas y nueces, además deespecias venidas de Oriente, como canela y clavo, pimienta negra, jen-gibre y nuez moscada30.

Pavo

De los animales que nos llegaron del Nuevo Mundo, el pavo (Mele-gris gallipavo L.), ha sido el más importante desde el punto de vista dela alimentación humana. Fue importado por los jesuitas, que los criaronen gran cantidad. Brillat-Savarin (1755-1825) que, aunque fue legisla-dor, magistrado y diputado de la Asamblea francesa, es más recordadocomo gastrónomo y escritor, señaló que:

“el pavo es con toda seguridad uno de los mejores regalos que el nuevomundo hizo al viejo”31.

En América era posible encontrar al pavo en estado salvaje, pero tambiéndoméstico. Los aztecas lo denominaban “uexelot”, de ahí el actual nombremejicano de guajolote. No pueden faltar múltiples descripciones de ellos enlas obras de nuestros cronistas. Así Fernández de Oviedo señalaba:

“Hay unos pavos rubios y otros negros (…) y son de mejor comerque los de España. Estos pavos son salvajes, y algunos hay domésti-cos en las casas, que los toman pequeños. Los ballesteros matan muchosde ellos, porque los hay en mucha cantidad. Dicen algunos que el

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30 LEÓN PINELO, A. DE. Question moral. Si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico. Tratase de otrasbebidas y confecciones que se usan en varias Provincias. Madrid, por la viuda de Iuan González, 1636.Cfr. fol. 8-9.

31 BRILLAT-SAVARIN. Fisiología del Gusto (Meditaciones gastronómicas) Buenos Aires, Editorial LosadaS.A., 1939. Cfr. pag. 71.

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pavo es bermejo y la pava negra; otros dicen que son de dos géneros(…) Vale un pavo de éstos un ducado, y a veces un castellano o pesode oro, que es tanto como en España un real para lo gastar…”32.

Los pavos hermosos de España, a los que se refería el cronista Fer-nández de Oviedo, eran los pavos reales, que ciertamente son de granhermosura, pero de carne insípida.

Medicamentos

En diferentes intervenciones de este ciclo sobre “Los Virreinatos”ha quedado suficientemente expuesto como el Viejo Mundo también sebenefició de las posibilidades curativas de algunas plantas americanas.Por ello, me limitaré a apuntar algo de dos árboles y una planta de lasque se extraían medicinas que todavía se utilizan, aunque ahora, éstas,se obtengan mediante su síntesis en el laboratorio. Me refiero a la quina,el curare y la coca.

Quina

La quina se obtenía de la corteza del árbol de ese nombre y se empleó,durante muchísimo tiempo, para combatir la malaria. No tenemos prue-bas de que en el año 1513 en que los primeros españoles llegaron al Perúlos indígenas conocieran ya las propiedades antipiréticas de la corteza dequina. Sin embargo, algunos de los naturalistas que más tarde investi-garon en la zona, como Arrot y La Condamine, o Jussieu en Loja, oye-ron hablar de que sí las conocían, si bien habrían preferido ocultarlas.Estos indígenas emplearon durante mucho tiempo el nombre de “cas-carilla”, frente al de quina de los europeos, para referir este remedio.

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32 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G., 1942. Cfr. págs. 117-118.

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Cuenta la leyenda que fue Francisca Hernández, condesa de Chin-chón y esposa del virrey del Perú, la primera europea curada de tercia-nas con corteza de quina. El hecho tuvo lugar en 1638, cuando al encon-trase enferma con «los fríos», su sirviente india Zuma le echó en el aguaunos polvos para que sanara. Zuma fue sorprendida y acusada de inten-tar envenenar a la condesa, por lo que fue condenada a muerte junto consu marido, si bien la aristócrata evitó la ejecución. Los indios desvelaron,entonces, los poderes curativos de la corteza de quina y, a partir de esemomento, fue más común su empleo en el tratamiento del paludismo33.

La leyenda ha sido desacreditada por numerosos historiadores, perotuvo mucho que ver con un hecho estrictamente científico, cual fue elde la nominación científica del arbusto por el sueco Linneo en la pri-mera mitad del siglo XVIII. Éste, en honor a la condesa de Chinchón,dio el nombre genérico Cinchona a este género de la familia de las rubiá-ceas, pero, con la particularidad de que mal informado sobre la manerade deletrear dicho nombre, escribió Cinchona en vez de «Chinchona»,comenzando por Ch, como debió de haber sido.

Si bien cabe pensar que en algún momento algún navegante pudo llevara España o Italia alguna muestra de quina, fueron los Jesuitas los primerosque de manera deliberada enviaron ésta al Padre Lugo (a partir de 1643 car-denal Juan de Lugo). El Padre Lugo, uno de los curados con la quina, soli-citó al médico del Papa, Gabriel Fonseca, ensayar la eficacia del nuevo reme-dio. De ahí el sinónimo, también utilizado, de “Corteza de los Jesuitas”.

A pesar del gran beneficio que el descubrimiento de la quina supusopara la humanidad, sus méritos no fueron inmediatamente reconocidos,

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33 BLANCO, E. y MORALES, R. “Plantas curativas y drogas, intercambio entre dos mundos” En: FER-NÁNDEZ PÉREZ, J. y GONZÁLEZ TASCÓN, I. (eds.) La agricultura viajera. Cultivos y manufacturas deplantas industriales y alimentarias en España y en la América virreinal: 83-95. Barcelona, Lunwerg Edi-tores, S.A., 1990 Cfr. p. 85.

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pues se desencadenó una fuerte controversia acerca de su valor medici-nal, entre diferentes escuelas y médicos. En todo caso, a principios delsiglo XVIII el comercio de la corteza de la quina estaba muy extendidoen Loja, y las buenas quinas debían proceder de esa comarca, debiendojustificarse su procedencia por escrito.

En la segunda mitad del siglo XVIII los árboles de la quina siguieronsiendo buscados y estudiados, contándose como muy notables las expe-diciones de José Celestino Mutis al Nuevo Reino de Granada y de Hipó-lito Ruiz y José Pavón al de Perú. En 1820 los farmacéuticos francesesPelletier y Caventou aislaron la quinina, el principal alcaloide de losmuchos que contiene la corteza del árbol de la quina. Pese a ello, duranteel siglo XIX, todavía se intentó la aclimatación del árbol en diferentesregiones, como el proyecto que se desarrolló en el Real Colegio de SanJosé de Manila, capital de Filipinas, cuando su administración todavíadependía de España34.

Curare

El curare es una sustancia que se extrae, principalmente, de la cor-teza del maracure (Strychnos toxicaria), una planta leñosa, trepadora, queabundaba en Centroamérica y Sudamérica. Los indígenas de esas regio-nes la colocaban en las puntas de sus flechas como veneno mortíferoen sus cacerías y con ella mataron a no pocos españoles, entre ellos Alonsode Ojeda y Juan de la Cosa. Según la leyenda, su preparación corría acargo de las mujeres ancianas de los poblados que, durante su elabora-ción, quedaban medio muertas por los humos nocivos que se despren-dían35.

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34 La documentación sobre el intento de ensayar, en el año 1878, el cultivo del árbol de la quina enlas haciendas del Real Colegio de San José de Manila se conserva en el Archivo de la Real Acade-mia de Farmacia (Legajo 138, expediente 3).

35 BLANCO, E. y MORALES, R., 1990. Cfr. pág. 88.

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Contiene un alcaloide, la curarina, que actualmente sólo se empleacomo anestésico en medicina, con objeto de conseguir una relajaciónmuscular durante la cirugía.

Coca

La coca (Erythroxylum coca Lam.) es una planta arbustiva que alcanzahasta los 5 metros, de corteza rojiza, hojas de hasta 5 centímetros y flo-res amarillas pequeñas. Se recolectan sus hojas, que se dejan fermentardurante un corto período de tiempo. Los indígenas de Sudamérica lasmasticaban o tomaban en infusión como estimulante y analgésico antesde la llegada de los españoles36, aunque algunos también la empleabanpara eliminar el hambre.

Monardes da una descripción bastante completa de la planta, en latercera parte de su Historia37, apuntando las formas y finalidades de suuso general entre los Indios. Luego de señalar que, para combatir la fatiga,el hambre y la sed masticaban sus hojas mezcladas con polvo de conchascalcinadas, dice:

“Quando se quieren emborrachar, o estar algo fuera de juyzio mez-clan con la Coca hojas de Tabaco, y chupan lo todo junto, y andancomo fuera de si como un hombre borracho, que es cosa que les dagrande contentamiento estar de aquella manera”38.

En el siglo XIX consiguió extraerse el principio activo de sus hojas,la cocaína. Se trata de un alcaloide con acción anestésica local, que enmedicina se emplea como narcótico o anestésico, si bien se trata deuna sustancia que produce hábito o drogodependencia.

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36 Ibídem., Cfr. pág. 87.37 MONARDES, N., 1580. Cfr. f. 93-94.38 Ibídem. Cfr. f. 93v.

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El tabaco

Mención aparte merece la planta del tabaco, una de las primeras quellamó la atención de Colón y los primeros navegantes tras llegar a Amé-rica en 1492. Los primeros indígenas que observaron haciendo uso deella, lo fueron con un tizón en la mano, pero como el uso de la plantaestaba muy extendido por el Nuevo Mundo, con el tiempo fueron obser-vándose indígenas que usaban pipas y pequeños tubos bifurcados, otrosque lo consumían en polvo y los que masticaban hojas de tabaco. Lamayoría de las comunidades la conocían y la empleaban, a veces con finplacentero, otras como ritual y en ocasiones con carácter mágico39.

La aceptación del tabaco por los conquistadores, la forma de su pene-tración en el Viejo Mundo, los usos que arraigaron más rápidamente ycuáles fueron las capas sociales que primero se habituaron a su consumopresentan todavía algunos interrogantes. Se cree que las primeras simien-tes de la planta llegaron tempranamente a localidades de sur de Españay que fueron médicos e investigadores los primeros interesados en cono-cer sus cualidades fundamentales y ensayar sus propiedades medicina-les. Destacó en esta labor Nicolás Monardes, a quien algunos reconocencomo el primer cultivador del tabaco en la península, concretamente enel jardín botánico que tenía en la calle Sierpes40. En su libro La HistoriaMedicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, sitúa ungrabado de la planta al comienzo de la segunda parte y dedica un ampliocapítulo al estudio de sus grandes virtudes, que comienza:

“Esta Yerva que comúnmente llaman Tabaco, es yerva muy antiguay conocida entre los Indios: mayormente entre los de nueva España:

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39 RODRÍGUEZ GORDILLO, J.M. “El tabaco: del uso medicinal a la industrialización”. En: FERNÁNDEZ PÉREZ,J. y GONZÁLEZ TASCÓN, I. (eds.) La agricultura viajera. Cultivos y manufacturas de plantas industriales yalimentarias en la España y en la América virreinal: 53-81. Barcelona, Lunwerg Editores S.A., 1990.

40 Ibídem. Cfr. pág. 55.

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que después que se ganaron aquellos reynos, de nuestros Españoles:enseñados por los Indios, se aprovecharon della, en las heridas queen la guerra recibian: curandose con ella, con grande aprovechamientode todos”41.

Más adelante, pasa revista a las virtudes curativas de las hojas deltabaco, las más de las veces consistentes en aplicaciones locales de lashojas calentadas “entre ceniza o rescoldo muy caliente”, o bien “majadas”o “hechas una pelotilla” o “borujo”. Estaban indicadas para los dolores decabeza, estómago, ijada, muelas y otras partes del cuerpo42. La traduc-ción de la obra de Monardes a las principales lenguas contribuiría, queduda cabe, a la expansión del tabaco y su uso medicinal fue ganandoespacio en farmacopeas, herbarios, diccionarios y textos de medicina.

Con anterioridad, el embajador francés en Lisboa, Jean Nicot, habíaenviado en 1560 a su soberana, Catalina de Médicis, unas hojas de tabacomolidas (rapé), con la pretensión de aliviar sus migrañas. La reina se mos-tró encantada con este remedio y se trasformó en una activa propaga-dora de su uso. Diversos personajes de la nobleza introducirían su con-sumo en el resto de las cortes europeas. En la corte española de Felipe IIserían la princesa de Éboli y don Juan de Austria los defensores de suuso, siendo tal su aceptación y, por tanto, la demanda del producto queya en 1620 se construía en Sevilla la primera fábrica de tabaco (tabacoen polvo) y poco después se construía otra en Cádiz (cigarros). El flo-reciente comercio del tabaco no pasaría inadvertido para los gobiernos,que vieron en él una importante fuente de ingresos por la vía de losimpuestos.

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41 MONARDES, N., 1580. Cfr. f. 32.42 LÓPEZ PIÑERO, J.M., “Introducción”. En: MONARDES, N. La Historia Medicinal de las cosas que se

traen de nuestras Indias Occidentales (1565-1574): 1-74. Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo,1989. Cfr. pág. 49.

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No tardaron en aparecer las primeras manifestaciones sobre los efec-tos nocivos del nuevo hábito. La polémica entre los partidarios de suempleo y los detractores del mismo ya había comenzado en las primerasdécadas del siglo XVII, cuando gracias a su empleo medicinal se asiste ala gran eclosión de la industria tabaquera. El siglo XIX supondría la intro-ducción del cigarrillo, en cuya diseminación jugaron un papel importantelos soldados. Así, se cuenta que en la guerra entre Turquía y Egipto (1832)a los soldados de este último país se les ocurrió rellenar los cartuchos desus fusiles con picadura de tabaco, creando así el primer cigarrillo.

Unos años más tarde (1865) aparecería la primera máquina manu-facturera de cigarrillos y a partir de ahí se asistiría a la extensión en elhábito de fumar cigarrillos, la forma actualmente más común de con-sumir tabaco y en torno a la cual, pese a que se la asocian un elevadonúmero de enfermedades, se mueve una potente industria.

Otros productos viajeros

El tabaco me ha servido de nexo de unión con otros productos via-jeros y, aunque fueron muchos más los productos que se intercambia-ron entre uno y otro lado del Atlántico, quiero detenerme de maneramás especial en las plantas tintóreas americanas, ya que, en el ViejoMundo, el número y eficacia de los tintes aumentó sobremanera luegodel descubrimiento de América43. Las culturas indígenas americanas,muy interesadas en dotar de color toda clase de objetos, emplearon desdeépoca muy temprana toda una serie de colorantes naturales con losque recubrir sus figuras de culto, edificaciones, adornos, vajillas, texti-les, etc. En ocasiones, combinaban las sustancias vistosas que extraían

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43 GOMIS BLANCO, A. “La tintura y las plantas tintóreas americanas”. En: FERNÁNDEZ PÉREZ, J. y GON-ZÁLEZ TASCÓN, I. (eds.) La agricultura viajera. Cultivos y manufacturas de plantas industriales y ali-mentarias en la España y en la América virreinal: 195-211. Barcelona, Lunwerg Editores S.A, 1990.

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de los vegetales con objetos diversos, como piedras, conchas, metales yplumas polícromas. Repasaremos, brevemente, dos de estas plantastintóreas, para detenernos, finalmente, en la cochinilla44.

Palo de Campeche

El palo de Campeche (Haematoxylon campechianum L.) fue el prin-cipal colorante que los españoles trajeron a Europa. Los indígenas loempleaban mediante una sencilla maceración a partir de la maderadesmenuzada de este árbol, cuya distribución correspondía con el áreade México y América Central, para teñir telas de color rojo púrpura.

Su componente tintóreo es la hemateina, si bien no se encuentra comotal en el árbol, y si bajo la forma de hematoxilina.

Achiote

El achiote (Bixa orellana L.) es otro colorante cuyo empleo estabageneralizado entre los indígenas. El arbusto crece en terrenos abiertos delos trópicos y zonas subtropicales de la América austral, siendo sus semi-llas las que se emplean para la tintura, pues de ellas, por maceración, seextrae una substancia de color roja.

En Guatemala el achiote alcanzó mucha importancia en la época colo-nial, lo que motivó que el cabildo de la capital le fijara gravámenes porprimera vez el 12 de enero de 1644. Está compuesto, además de pordiversos ácidos grasos (palmítico, esteárico, arachídico y oleíco), por dossubstancias colorantes, la orellina que es amarilla y soluble en agua, y labixina, que es roja, insoluble en agua, pero soluble en grasas45.

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44 CABELLO CARRO, P. “Tinturas y colorantes de la América indígena” En: Catálogo de la exposición plan-tas tintóreas y su uso: 47-71. Madrid, Real Jardín Botánico – CSIC, 1982.

45 PATIÑO, V.M. Plantas cultivadas y animales domésticos en América equinoccial. Tomo III. Fibras, Medi-cinas, Misceláneas. Cali, Imprenta Departamental, 1967. Cfr. pág. 146.

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Cochinilla

Me ocuparé, por último, de la cochinilla (Dactylopius coccus Costa).Se trata de un insecto, concretamente de un hemíptero homóptero fitó-fago, perteneciente a la familia de la Cocidos, cuya cría y explotación valigada al cultivo del nopal americano. Originario de México, presentaacentuado dimorfismo sexual, ya que mientras que los machos son blan-quecinos, las hembras son de color rojo sangre.

Durante mucho tiempo no existió certeza de lo qué eran las cochi-nillas, lo cual no impidió que fueran apreciadas como agentes tintóreosy que muy rápidamente comenzara su importación. José de Acosta, en suHistoria Natural y Moral de las Indias, al referir los tunales, que era comose denominaban en las regiones por él recorridas los nopales, escribió:

“Ay otros tunales, que aunque no dan este fruto, lo estiman muchomas, y lo cultivan con gran cuydado, porque aunque no dan fruta detunas, dan empero el beneficio de la Grana. Porque en las hojas deeste árbol, quando es bien cultivado, nacen unos gusanillos pegadosa ella, y cubiertos de cierta telilla delgada: los quales dedicadamentecogen, y son la Cochinilla tan afamada de Indias, con que tiñen laGrana fina: dexanlos secar, y así secos los traen a España, que es unagruesa y rica mercadería: vale la arroba de esta Cochinilla o Granamuchos ducados. En la flota del año ochenta y siete vinieron cincomil y seyscientas y setenta y siete arrobas de Grana, que montarondoscientos y ochenta y tres mil y setecientos y cincuenta pesos, y deordinario viene cada año semejante riqueza”46.

No faltaron quienes consideraban a la cochinilla como el fruto delárbol y esto explica que se le diese el nombre de grana. Fue el criollo José

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46 ACOSTA, J. DE, 1590. Cfr. págs.254-255.

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Antonio de Alzate y Ramírez quien, a finales del siglo XVIII, en su Memo-ria en que se trata del insecto Grana o Cochinilla aclararía completamentela naturaleza y medio de propagación de este insecto, así como el modomás idóneo para matarlas (en hornos de poco calor) y prepararlas47.

La aclimatación de la cochinilla en las Islas Canarias, Andalucía, Valen-cia e Islas Baleares no se emprendería hasta los comienzos del siglo XIX48.En las primeras con indudable éxito.

Corolario

Hasta hace poco más de cinco siglos, las civilizaciones del Viejo Mundotan sólo controlaban el 20% de la superficie de los continentes. Tras eldescubrimiento de América, y poco a poco, el hombre llegó a conocerla totalidad del planeta. Los logros biológicos (alimentos, medicamen-tos, especies tintóreas) alcanzados en estos cinco siglos superan, conmucho, los objetivos de las primeras expediciones enviadas por la Coronade Castilla de buscar oro y metales preciosos. Pensemos que la cosechade patatas de un año alcanza más valor que todo el oro y la plata que seextrajo del Nuevo Mundo a lo largo del tiempo. Así, en el año 2006supuso, a precio de consumidor, 184.000 millones de dólares. Hoy endía la patata se produce en 148 de los 198 países del mundo49. Y estees sólo uno de los productos de los Virreinatos que viajaron al ViejoMundo.

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47 ALZATE, J.A. DE. Memoria en que se trata del insecto Grana o Cochinilla, de su naturaleza y serie, desu vida, como también del método para propagarla y reducirla al estado en que forma uno de los ramosmás útiles del Comercio, 1795.

48 PÉREZ ARCAS, L. Elementos de Zoología, 5ª edición. Madrid, 1883. Cfr. pág. 455.49 Estos datos figuran en la introducción del capítulo de MASSON MEISS, L. “La papa entre las gran-

des culturas andinas”, En: LÓPEZ LINAGE, J. (ed.). La patata en España: historia y agroecología deltubérculo andino: 11-88. Madrid, Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2008.

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El libro recoge las conferencias del ciclo Desdela Memoria, dedicado en esta ocasión a losVirreinatos, en conmemoración del bicentena-rio de la independencia de la América Latina.

Historiadores de la Ciencia analizan el desarrollocientífico y de las instituciones dedicadas a sucultivo en Hispanoamérica y en España duranteel periodo colonial.

Esperamos contribuir a la difusión de un temano demasiado conocido ni por el público, nipor los especialistas.