Los Zapatos de Ninguna Parte 1 a 8
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La pgina de patojos y patojas, chavalas y
chavalos
LOS ZAPATOS
DE NINGUNA PARTE
Captulo 1
Tiburcio llevaba una semana buscando
desesperado una zapatera. No es que
faltasen zapateras en la ciudad, pero las que
haban no tenan calzado para l. En unas
era muy caros, en otra demasiado baratos y
no se fiaba. En unas eran demasiado
estrechos y le hacan dao, en otras no tenan
de su medida. En unas tenan zapatos
puntiagudos que no le gustaban, en otras
eran tan chatos que le hacan dao en el dedo
gordo.
Tena libre aquella tarde y decidi buscarlos
por toda la ciudad, hasta los barrios ms
lejanos. Tena piernas fuertes y camin,
camin, detenindose en toda tienda que
pareca vender zapatos. Hasta entr en una
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llamada al paso, al trote, al galope.
Pregunt si para dar pasos tendran Le
respondieron que slo tenan herraduras.
Entonces se dio cuenta de que en esa tienda
slo haba sillas de montar, estribos, riendas
y todo tipo de herraduras a gusto de los
caballos y de sus dueos. Pens que l haba
sido un burro entrando all. Sali
avergonzado.
Empezaba a anochecer. Un poco ms
adelante, en un callejn algo oscuro vio un
extrao letrero. TIENDA LA MISTERIOSA .
En la vitrina, junto a la puerta, se
amontonaban cajas y objetos que no se
distinguan muy bien por la poca luz, pero
en un rincn descubri varios pares de
zapatos, botas, caites Entr y pregunt:
Tienen ustedes zapatos para m?, del
nmero 40?
Se levant de su banqueta una seora con
una paoleta blanca en la cabeza. No era ni
muy joven ni anciana, sino todo lo contrario.
Se le acerc y le mir de pies a cabeza. S,
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as, empezando por los pies. Al llegar la
mirada a su cara la mujer le clav unos ojos
pequeos, negros, que parecan leer su
corazn. Est usted seguro de lo que
quiere?.
- Claro, ya le digo, unos zapatos para
andar bien por las calles de esta
ciudad con tantos baches y tropiezos
- La mujer sonri con gesto misterioso:
pues si quiere caminar lejos y seguro,
le recomiendo estos del nmero
cuarenta me dijo? Son ciento quince
pesos.
En la moneda de aquel pas ( no les digo
cul es) ciento quince pesos no eran
mucho.
Los zapatos que le ense la vendedora
eran un poco extraos en su forma y
colorido.
Prubeselos - le aconsej. Se sent
Tiburcio, se quit los zapatos viejos, y
se prob los nuevos. Movi algo los
dedos de los pies, se levant y camin
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5
un poquito. Pues muy bien exclam
satisfecho esto es lo que buscaba! Me
los, me losss Entonces se dio cuenta
de que la vendedora haba
desaparecido.
-Oiga seora, oiga!. Mir por todas
partes en el comercio. .Nadie se asom.
Ya estaba casi oscuro y su casa estaba
lejos. Decidi marcharse con los
zapatos nuevos.
Tiburcio era persona honrada. Dej los
ciento quince pesos sobre el mostrador.
Grit por ltima vez, por si ella estaba
en otra habitacin: gracias seora,
aqu le dejo el dinero!. Agarr los
zapatos viejos bajo el brazo y se fue.
Estaba bastante oscuro. Al salir del
callejn ya en las calles ms anchas de la
ciudad haba farolas encendidas.
Aunque era un poco tarde, por el placer
de caminar con aquellos zapaos tan
cmodos volvi paseando a casa.
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Por el camino se cruz con su prima
Carlota, que iba por la banqueta de
enfrente.
- Adis Carlota!
La muchacha se detuvo y mir hacia
atrs.
- Eh, que estoy aqu!
Ella mir hacia donde l estaba. Pareci
que no lo vea. Tiburcio levant la mano
saludando. Muchacha que estoy
enfrente!.
Ella mir a un lado y a otro, se encogi
de hombros y sigui adelante. Es verdad
que estaba un poco oscuro, pero no
tanto. Esta chica necesita lentes-
pens Tiburcio- y sigui tambin su
camino de vuelta. Viva en una casita de
un solo nivel, con sus padres y una
hermana ms pequea. Al llegar meti
la llave en la cerradura, abri - Hay
alguien? pregunt sin respuesta.
Habran salido todos.
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Entro en su habitacin. Dej los zapatos
viejos en un rincn. Se acerc a su
armario que tena un espejo de cuerpo
entero. All fue a ver qu tal le caan los
zapatos. Se puso enfrente del espejo,
mir y no vio nada! Eh? Qu me
est pasando? Estoy ciego? -dijo en
voz baja. Pero l vea perfectamente
todo lo que le rodeaba. Vea el armario
y el espejo que reflejaba la habitacin,
pero l mismo no se vea all
Temblando de nerviosismo volvi a su
cama y se sent. El cansancio de la
tarde, el paseo y los nervios le dieron
ganas de tumbarse un ratito. Se quit
los zapatos. Desde su asiento mir
hacia el espejo y dio un salto. Ahora s!,
all estaba l reflejado en el espejo, con
cara de susto y y descalzo.
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LOS ZAPATOS
DE NINGUNA PARTE
Captulo 2
En el primer captulo, recuerdan?, dejamos
a Tiburcio, con la boca abierta vindose en el
espejo cuando un rato antes no se vea.
Tambin record entonces que, cuando pas
cerca de su prima Carlota, tampoco ella le
haba visto. Pues no le fue muy difcil sacar
consecuencias de lo que pasaba.
Para estar ms seguro se sent frente al
espejo, agarr los zapatos y empez a
ponrselos. Se puso el primero y mir al
espejo. Qu creen ustedes que pas? Se
vea?, no se vea? Pues mita-mita, que dicen
en este pueblo. Se vea en blanco y negro,
como una pelcula de las antiguas. Entonces
agarr el otro zapato se lo puso, y zas! Lo
que ustedes estn pensando. Haba vuelto a
desaparecer totalmente del espejo porque l
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s se vea y se tocaba. Estaba all, pero
como en esas pelculas del hombre invisible,
nadie poda verle. No se lo acababa de creer.
O sea que esos zapatos eran
invisibilizadores, lo hacan invisible.
Mir el reloj. Eran las 9 de la noche. Estaba
cansado y nervioso de la impresin. Supuso
que sus paps y su hermana estaban en
alguna visita. Les dej un aviso sobre la mesa
de la cocina. Me acost, hasta maana.
Volvi a su habitacin y a dormir.
Seguramente esa noche so mucho, pero l
nunca se acordaba al despertar de sus
sueos.
Amaneci, son ese antiptico aparato
llamado despertador y en cuanto Tiburcio
abri los ojos, naturalmente, le volvi a la
cabeza la memoria de los misteriosos
zapatos.
- Los tengo que probar, a ver si siguen
hoy como ayer.
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Se los puso y sali a la cocina, donde estaban
sus padres desayunando. Doa Tina
preparaba los huevos revueltos. Don Toribio
estaba pasando las hojas del peridico
mientras se le escapaban exclamaciones:
Uff!... huy!... ah!... qu brbaro!... menos
mal!...
- Qu sucede? le pregunt doa Tina.
- Sucede de todo contesto Don Toribio-
y empezaron los dos a comentar las
noticias de la poltica nacional e
internacional y los problemas de los
emigrantes que estaban expulsando de
los Estados (unidos-de-Norteamrica,
se supone, pero los llamaban solo los
Estados, a secas).
- Tiburcio entr en ese momento,
despacito, procurando no hacer ruido
con los pasos, pero roz con el codo
una cacerola vaca que se fue al suelo
estrepitosamente.
- Se volvi doa Tina - huy!, la dej al
borde y se habr resbalado.
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- Tiburcio salt silenciosamente y se
qued en un rincn. Pens que si los
padres sentan algo que no vean, el
susto podra ser tremendo. Doa Tina
recogi la cacerola y en aquel momento
entro Teresita, la pequea de los T.
Se habrn dado ustedes cuenta?: eran
Tiburcio, Toribio, Tina y Teresita. La
broma de los amigos era: Te vienes a
tomar el te a casa de los T?
- Teresita tena10 aos, ocho menos que
su hermano y era un rabo de lagartija,
traviesa y lista para todo menos para los
nmeros, pues se le atravesaban las
matemticas en la escuela.
- Mam- pregunt la nia- , dnde est
el dormiln de mi hermano?
- Djale dormir; vendra anoche muy
cansado.
Entonces se dio cuenta Tiburcio de que
ya deba dar seales de vida.
Aprovech que estaba la puerta abierta,
volvi a su habitacin, se quit los
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misteriosos zapatos y ya empez a
volver al mundo visible; se lav, se
pein, se visti, se puso los zapatos
viejos y entr haciendo ruido a la
cocina.
- Entre los saludos, los qu tal te fue? y
los qu tal amanecieron? , la pregunta
de Doa Tina: Pero hijo, no fuiste ayer
a comprar zapatos y todava andas con
esos medio rotos?
- S mam, no encontraba en ningn
sitio Slo vi unos pero no s si me
quedar con ellos volver hoy a ver
qu hago
- Esa era de verdad la idea de Tiburcio.
Aquellos zapatos estaban siendo un
problema para l. Ir de Invisible por la
vida est bien para los cuentos, pero
para la vida real creaba muchos
problemas. Ustedes no han hecho
nunca la prueba de volverse invisibles?
Pues Tiburcio s y estaba asustado.
Cuando desayunaron, el volvi a su
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habitacin, meti en una bolsa de
plstico los zapatos misteriosos (es que
llamarlos in-vi-si-bi-li-za-do-res , es muy
complicado). Pues el muchacho, agarr
la bolsa y sali a la calle para devolver
esos zapatos invi o hablar con la
seora que se los haba vendido.
- Esta vez agarr un bus que pasaba cerca
de all. Se baj justo frente a la tienda
de las herraduras, la del Paso, trote y
galope, sigui hasta el callejn y busc
la tienda de los zapatos. La busc pero
no la encontr. En el sitio donde ayer
estaba la tienda misteriosa haba un
edificio en construccin. Los albailes
estaban levantando un segundo nivel,
con ayuda de una gra.
- Tiburcio se acerc a uno de ellos:
disculpe aqu no haba antes una
tienda de de cosas?
- Pues no s muchacho, hace tres
semanas que trabajamos en construir
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esta casa. No tengo idea de lo que
haba antes aqu.
- Tiburcio se qued lo que se dice
patidifuso, es decir, de piedra, hecho un
lo, balanceando la bolsa de zapatos en
la mano, mirando a todos lados sin
saber qu hacer. Estuvo a punto de ir a
la tienda para caballos y comprarse unas
herraduras; pero al final lo pens mejor
y
Ya les contar en otro captulo lo que
hicieron el pobre Tiburcio y sus zapatos
invi
- Mientras tanto vayan aprendiendo a decir
sin respirar: Tiburcio est invisibilizado
quin lo desinvisibilizar, el
desinvisibilizador que lo desinvisibilizare
buen desinvisibilizador ser.
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L0S ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Captulo 3
Tiburcio dej de balancear la bolsa con los
zapatos misteriosos y empez a caminar de
vuelta a casa. Ya no pens en montar en
ningn bus. Necesitaba pensar. Se daba
cuenta de que con aquellos zapatos en su
poder se le iba a complicar mucho la vida,
para bien o para mal. Pens tirarlos en
un cubo de basura, pero menudo conflicto se
poda organizar. Si los encontraba un ladrn,
se los pona y dejaba toda la ciudad pelada,
levndose todas las cosas de todas las casas,
hasta los quesos. Sera un caso curioso.
Pero ya que tena all los misteriosos zapatos,
y saba cmo utilizarlos, se dijo:
Voy a ver lo que puedo hacer con ellos.
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Entr en un jardincillo solitario a aquellas
horas, se sent en un banco, mir alrededor
por si vena alguien y se los puso. Volvi a
la calle y empez a pasear. No saba qu hora
era. Se acerc a una seora que caminaba
por y la pregunt: Buenos das, me puede
decir por favor qu hora es? La seora se
volvi hacia la derecha, hacia la izquierda.
Hacia atrs, se qued plida de susto, volvi a
mirar alrededor dijo temblorosa: laaas
dieez y veeeeinteee y sigui caminando, casi
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corriendo, mirando hacia atrs de vez en
cuando.
-Ya met la pata se dijo Tiburcio a ver si
me convenzo de que aunque estoy, no estoy
y sigui su camino procurando que nadie
tropezase con l. Al principio le fue fcil
porque a esa hora y en esa calle pasaba poca
gente.
Pero al cabo de 10 minutos, escuch a lo
lejos gritos que se acercaban. Al llegar a la
esquina cercana, se dio cuenta del origen de
las voces-
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Por all vena, ocupando toda la calle, con una
manta desplegada en primera fila, una
marcha, manifestacin de campesinos. En la
manta estaba escrito con grandes letras el
motivo:
LA MINERA DESTRUYE NUESTRA TIERRA.
Record que la radio haba anunciado la
marcha el da anterior. Decidi ir con los que
protestaban el pero dnde se colocara?,
entre todos? detrs del gran grupo? Ir
delante de los manifestantes -pens-
donde llevan la manta desplegada.
Los campesinos portaban tambin banderas,
o pequeos afiches. Iban gritando consignas
como: La tierra es nuestra vida y nadie nos
la quita!!... o Comemos maz, no
comemos oro!!. Tiburcio tambin empez a
gritar. Su voz se perda entre las dems y
nadie se daba cuenta de que el sonido sala
de ninguna parte.
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El grupo de varios cientos de campesinos,
mujeres y hombres se diriga al ministerio de
energa y minas.
Tan animado iba Tiburcio que se decidi
mezclarse con los manifestantes. Aunque no
lo vieran no lo notaran, como iban todos
apretujados, hombro con hombro, codo con
codo. Se mezcl en el grupo, sin decir
siquiera con permiso y sigui caminando y
gritando consignas.
As fueron llegando al ministerio. Pero all se
encontr nuestro hombre invisible algo que
no se esperaba. Cerrando la calle, delante del
ministerio: una barrera de polica.
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Los timotines exclam un viejito que
caminaba a su lado. No entenda lo que
quera decir anti ni motines slo le
sonaba Timotines.
Los campesinos se detuvieron y uno de sus
lderes se adelant a hablar con los policas.
- No pudo hablar mucho. Se not que el
oficial tena rdenes demasiado
concretas y sin hacer caso al dialogante
dio una orden. Los antimotines
levantaron las estacas, se protegieron
con sus escudos de plstico fuerte y
avanzaron sobre los manifestantes.
- El grupo de inconformes, pacficamente
se sent en el suelo manteniendo
delante la pancarta. Algunas mams que
venan con sus nios, y hasta con el
tiernito a la espalda se apartaron
rpidamente y se echaron hacia atrs.
Tiburcio tambin se iba a sentar cuando
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record que a l no lo vean los polis.
Entonces se qued parado esperando
reacciones.
- El grupo antidisturbios (aunque
disturbios all no haba) entr en las filas
de manifestantes como un rebao de
elefantes en una cacharrera. Pisote la
manta y las banderitas, empez a patear
y golpear a los manifestantes.
- Tiburcio se dio cuenta de que all tena
l trabajo. Se puso a la espalda de los
policas y con movimientos rpidos
empez a quitarles garrotes y escudos
a los que poda, a poner a otros la
zancadilla, a empujar a quienes iban a
golpear a los cados en el suelo y a
apartar a algn manifestante herido.
- El desconcierto fue grande, tanto entre
las fuerzas del orden que haban
empezado el desorden, como entre los
campesinos sintiendo que all pasaba
algo raro pero no saban qu.
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- En ese desconcierto, algunos de los
lderes de la manifestacin entraron en
el ministerio con gesto pacfico y seguro.
Nadie les impidi el paso. Los
timotines se replegaron
desconcertados, sin saber qu estaba
pasando. Tambin el grupo de
manifestantes se retir por una de las
calles, a atender a los heridos, a
reunirse con sus esposas e hijos y a
comentar intrigados aquello tan extrao
que haba sucedido. Los golpes haban
sido escasos para lo que se temieron.
Una extraa fuerza haba dispersado a
los antidisturbios.
Y Tiburcio?
Tiburcio, contento, pensando que el
estar invisibilizado, sin que nadie lo
desinvisibilizase poda ayudarle, bien
panificado, a hacer buenas obras. Pero
en ese momento se dio cuenta de que
no tena los zapatos viejos!. Los haba
olvidado en el jardn! Ech a correr
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para buscarlos. Pero en el jardn donde
los dej tampoco estaban.
- Y ahora qu hago yo? se pregunt
Tiburcio.
- Y ustedes se preguntarn tambin
Pues esperen hasta el prximo captulo
que se lo contaremos.
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LOS ZAPATOS
DE NINGUNA PARTE
Captulo 4
O sea que nos encontramos con Tiburcio,
sentado en un banco del parque, all donde
haba perdido sus zapatos viejos, pensando
y ahora qu hago yo?
Mientras pensaba no se dio cuenta de que se
acercaba por el paseo una seora con dos
nios. La seora, la mam sin duda, iba
regaando a los pequeos.: Les tiene que
dar vergenza sacar esas malas calificaciones.
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Yo cuando era pequea tena muy buenas
notas.
- Pero mam, si t nos dijiste que de
pequea, en tu aldea no haba escuela ni
maestro
La mam se mordi los labios
- Bueno no haba escuela, pero cuando fui
mayor aprend a leer y a hacer cuentas, y
ahora en el mercado no me engaa nadie
cuando compro.
- Los pequeos se quedaron un poco
avergonzados. La maestra haba dicho a la
mam que sus hijos lean muy mal y as no
podran estudiar bien.
- Ahora - sigui diciendo la mam - en vez
de jugar se van a sentar ustedes en ese
banco y van a ponerse a leer.
- Tiburcio segua sentado en el banco,
pensativo, cuando sinti que alguien se
sentaba encima de l.
- Aaaay mam que no me puedo sentar!
grit uno de los hermanos saltando
-
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fuera del banco,- aqu hay un fantasma o
no s qu!
- Naturalmente, en ese momento Tiburcio
tambin se levant rpidamente y se puso
detrs de un rbol.
- Nio no digas payasadas - le rega la
mam-, ven aqu a sentarte. Claro, ya
estaba el terreno libre. Se sent la mam
en el banco e hizo sentarse a los
pequeos, que lo hicieron con mucha
precaucin, aunque ya no haba nadie
ocupando el lugar.
- Tiburcio no quiso saber ms de los
pequeos estudiantes y con cuidado para
no tropezar con nadie, sigui caminando
por la calle. A los pocos pasos encontr
una zapatera: ZAPATOS LOS INVENCIBLES.
Cmo? -pens Tiburcio- ah
invencibles! no invisibles Entonces se
decidi a entrar con cuidado, a ver qu
encontraba.
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- En una estantera a la izquierda haba
muchos pares de zapatos. Todos tenan
una etiqueta con el nmero del tamao y
el precio. All haba varios pares del
nmero cuarenta. El precio 120 pesos.
Ms caros que los invisibles y la verdad no
le gustaban mucho, pero no estaba para
elegir. Mir hacia los lados. Nadie se
fijaba en aquella estantera. Entonces
rpidamente agarr los zapatos y dej en
su lugar los 120 pesos. Luego rpidamente
sali a la calle. Vern que Tiburcio segua
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siendo persona honrada y no se
aprovechaba de su invisibilidad para no
pagar. Qu ejemplo para la humanidad!
S, era honrado, pero un poco torpe,
porque al salir deprisa, roz su codo con
un jarrn que haba de adorno junto a la
puerta y zs! o mejor: cras, cric, chinc!
Porque se hizo mil pedazos, o por lo
menos novecientos noventa y nueve. No
tuvo tiempo de contarlos. Sali a la calle y
respir.
- Slo le faltaba ahora a nuestro amigo
cambiarse de zapatos para visibilizarse, o
sea, no andar por la vida invisible.
- Le fue fcil volver al jardn de antes. All
segua la mam dando sermones a los
nios. Pues el hombre invisible se fue
detrs de unos rosales y se cambi los
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nuevos zapatos por los todava ms
nuevos. Ya visible tom el camino de su
casa.
Al llegar entr haciendo ruido para que
todos lo viesen.: -Hola, buenas tardes.
- Hola dijo la mam - ya compraste los
zapatos?.
Se qued mirndole los pies, mientras l
zapateaba para que todos se fijasen en su
calzado. Pero la hermanita curiosa se fij
que llevaba en la mano otros y empez el
conflicto:
- Mira mam, si lleva otros en la mano! Y
son ms bonitos.
- Tiburcio se puso nervioso; enrojeci.
No, no, estos no son, bueno, s son pero
no Los voy a devolver, porque no sirven,
claro que s sirven pero Se dio la vuelta
y se meti deprisa en su habitacin. Cerr
la puerta y empez a buscar dnde
esconder los misteriosos zapatos
invisivilizadores.
-
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- Tena miedo de que su traviesa hermana
se metiera en su recmara y se los
encontrase. Menudo problema si se les
volva invisible la pequea. No se le
ocurri otra cosa a Tiburcio que volverse a
poner los zapatos conflictivos. Se los
puso, se qued otra vez invisible, y
empez a pasear por el cuarto mientras
pensaba: Pues a ver qu puedo hacer yo
ahora para esconder esto. Aqu en casa
no es seguro. En menudo lo me he
metido. Me gustara estar lejos, para no
complicarme la vida Me gustara estar
ahora en la India. En la India y zas!.
En ese mismo instante Tiburcio sinti que
su casa desapareca.
Se encontr en un paisaje diferente.
Escuch un sonido como de una trompeta.
Mir para atrs y all, a dos pasos
levantaba su trompa un hermoso
elefante.
-
31
Pues en su tierra no existan esos
animales, as que Tiburcio estaba en
donde l haba dicho:
- En la mismsima India!
((Aqu nos quedamos, porque esto se pone
complicado. El prximo captulo sabremos
qu pasa con esos zapatos misteriosos que,
adems de hacer a la gente invisible,
tambin parecen una agencia de viajes
gratuitos. Hasta el prximo captulo, en la
India))
-
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Captulo 5
Ya recuerdan, verdad? Por obra y gracia de
esos misteriosos zapatos, Tiburcio se
encontraba
Bueno s, se encontraba asombrado, a la
sombra de la trompa de un elefante, y
pensando: O sea, que estos locos zapatos
-
33
adems de hacerme invisible me hacen
turista. Si yo digo el nombre de un pas, all
me voy sin pagar pasaje de avin.
Le dieron ganas de hacer la prueba y
empezar a decir a toda velocidad: quiero
estar en. Y nombrar todos los pases del
mundo. Pero se aguant las ganas porque
imagnense el mareo de saltar de un pas a
otro. Adems en el aterrizaje le poda fallar el
motor a alguno de los zapatos y darse un
golpe contra una palmera o caer al mar, o
Se apart prudentemente del trompudo y se
meti por las calles de aquella ciudad. No
saba cul era.
La India es muy grande,
con 1250 millones de
habitantes. No saba si
estaba en Nueva Delhi,
Bombay, Calcuta o
Bueno, que no saba.
Tuvo que hacer un esfuerzo para darse
cuenta de que segua invisible y adems no
-
34
poda hablar con nadie, porque tampoco
conoca el idioma indio, o hind como dicen
otros. De todos modos, ya que estaba all
pens : me gustara tomar contacto con la
gente, pero cmo?. Para eso me tienen que
ver.
Se le ocurri una idea. Aunque era un
muchacho honrado consider que en caso de
necesidad y la necesidad ahora era buscar
unos zapatos. La calle estaba llena de gente y
de puestos de venta, como en el mercado de
su ciudad (que sigo sin decirles cul es). No le
fue difcil encontrar un puesto donde vendan
calzado.
Lo que encontr
por all fue eso que
se llaman babuchas,
zapatillas sin
cordones ni nada y
con un pico como de
pajarito. El clima era
bueno; pens que
eso le bastara para no clavarse algn clavo
-
35
en la planta del pie. Calcul a ojo el tamao
de unas babuchas de esas y se las guard.
Nadie lo vio. Busc un rincn apartado e hizo
el cambio de calzado. Y ahora qu hago con
mis zapatos? En aquel mercado haba de
todo. Cerca del puesto de zapatos encontr
un sitio donde vendan bolsas, se acerc y
eligi una sencilla donde le cupieran los
zapatos. Ya tena experiencia de llevarse
cosas desde su invisibilidad Despacito la
agarr. Pero en ese momento volvi la cabeza
el vendedor y: Socorro que me roban!.
Tiburcio no se haba dado cuenta de que ya,
sin los zapatos, no era invisible. A ustedes
no les sucede que no se fijan cuando son
invisibles y cuando no? Varias personas del
mercado se echaron a por l. El muchacho
tena buenas piernas y mucho miedo. Sali
corriendo por las callejuelas, tropezando con
gente, con carros, con latas, con perros.
Metindose por los lugares ms estrechos y
retorcidos que vea hasta que se encontr
en un callejn sin salida.
-
36
Se qued temblando pegado a la pared. Pero
mir hacia atrs y respir. No haba rastro de
los perseguidores. Meti los zapatos en la
bolsa y se la colg al cuello. A dnde
puedo ir ahora, si no conozco nada de aqu?.
Mir alrededor. Cerca de l pasaban algunos
hombres y mujeres. Eran, ancianos y
enfermos. Tenan aspecto de ser muy pobres.
Unos cojeaban, otros medio se arrastraban
apoyados en ramas como bastn. Sus ropas
estaban sucias y desgarradas o iban casi sin
ropa. Llamaron a una puerta que se abri
enseguida.
-
37
All se asom una mujer vestida con una
tnica blanca, limpia aunque no demasiado.
Este vestido pens Tiburcio lo he visto yo
en algn sitio; mmm s!, en un documental
de la tele que hablaba de - Le entr un
escalofro por el
cuerpo -
Ya recuerdo
esas son monjas
de la madre
Teresa, la que
nombraron santa
hace poco.
Pens que lo mismo estaba en Calcuta,
aunque en toda la India y en otros pases ya
haba hermanas de esas por muchos sitios.
Mientras recordaba todo eso, vio cmo los
pobres que haban llamado a la puerta, iban
entrando en la casa acogidos cariosamente
por la monjita. Entonces sin penarlo dos
veces se puso en la cola, detrs de los
mendigos. No tuvo que hacer mucho esfuerzo
-
38
para cojear un poco despus de su huida. Iba
despeinado y sucio, pero la hermana lo
detuvo a la puerta. Le puso la mano en el
hombro : Muchachito, t no eres de aqu
verdad?
El muchachito se qued otra vez de piedra,
pro no de susto, sino de asombro. Resulta
que la hermana le hablaba en hind pero l
lo entenda todo!. Al mismo tiempo senta en
su bolsa, donde tena los zapatos guardados,
un temblor, igual que cundo le llaman a uno
por celular y el aparato vibra.
En ese momento Tiburcio ya no resisti ms.
Entre la sorpresa de estar en otro pas con el
elefante trompudo, el buscar y rebuscar en el
mercado, el susto de sentirse descubierto
robando, el cansancio, los nervios de la
carrera frentica huyendo y el descubrir
aquel maravilloso y a la vez miserable lugar
con la hermana que lo reciba, cay redondo
al suelo, desmayado y agotado, aunque sin
perder del todo el conocimiento.
-
39
La hermana llam a otras compaeras que lo
recogieron y pusieron sobre una pobre y no
muy limpia colchoneta. A su alrededor, en un
ambiente de olor a enfermedad y miseria,
otra pobre gente tambin acostada.
Tiburcio, con los ojos entornados y sin
fuerzas, se dej atender. Pero su cerebro
funcionaba a toda velocidad: Lo que me
faltaba: Estos zapatos me sorprenden a cada
minuto. Primero me hacen invisible, luego me
llevan de viaje por el mundo y, encima, tienen
-
40
traduccin simultnea. Pero esto no se lo
puedo contar a las monjas porque no me
creeran y lo mismo me echan a la calle.
Mejor ser hacerme el mudo. S, eso, aqu soy
mudo
Cerr los ojos y se qued dormido de verdad.
Buena ocasin para tambin hacernos
nosotros los mudos y no contarles ms
aventuras de Tiburcio hasta el prximo
captulo.
-
41
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Captulo 6
Cuando Tiburcio se despert no saba cunto
tiempo haba dormido. Vio que empezaba
lentamente a amanecer. Eso no le orientaba
nada, porque entre la India y su pas haba
una diferencia de algunas horas (al muchacho
no se le daba bien calcular las diferencias
horarias ente los pases de la tierra)
Abri los ojos y
mir a su
alrededor.
Todo estaba en
silencio. Los
acogidos a la
caridad de las
hermanas dorman. En un rincn alumbrado
por una luz pequeita un monja lea. A veces
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echaba una mirada vigilante a la sala. Todo
tranquilo.
Tiburcio tuvo que hacer el esfuerzo de
siempre para recordar cuenta si estaba visible
o no. Claro, Los invis, como empezaba a
llamar a los mgicos zapatos, colgaban de su
cuello en la bolsa de la que no se haba
separado. All, descansado en esa colchoneta,
estaba muy bien pero tena que hacer algo.
Se acurruc bajo las sbanas, se fue quitando
las babuchas y ponindose su maravilloso
calzado. Guard las zapatillas indias en la
bolsa y se puso de pie. Despacito camin por
la sala de aquel hospitalito. Se acerc al
rincn donde estaba la hermana e hizo un
poco de ruido. La monja levant la vista, mir
a un lado y a otro y sigui leyendo.
Entonces nuestro amigo, caminando de
puntillas, se acerc a la puerta que slo
estaba cerrada con una cadena, la
desenganch con cuidado abri y sali a la
calle. Dej sin cerrar pero el viento se ocup
de eso y la puerta son: click!.
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l dio un salto y, aunque no le haca falta, se
escondi detrs de un rbol. Lo que esperaba:
Enseguida apareci la cara asustada de la
monja. Volvi a mirar a todos lados de la
calle varias veces y al fin cerr.
En ese momento a Tiburcio le entr en el
pellejo el espritu turista. Con su bolsa de
zapatillas al cuello sali del callejn y
empez a pasear. Hacia la derecha vi que el
camino se meta entre grandes rboles.
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Ser algn Jardn pens. Se acerc ms y vi
que los rboles seguan cada vez ms grandes
y ms apretados entre ellos. Tena que ir
apartando las ramas ms bajas. Ya no haba
camino sino zarzas y maleza. Esto no es un
jardn pens esto es la selva! Un
escalofro de emocin le recorri el cuerpo.
Mir a todos lados. Selva por todas partes.
Oy gritos por encima de l. Varios monos
saltaban entre las ramas. Quiso volver hacia
atrs pero, dnde estaba atrs? Ya no
haba camino, solo grandes plantas y
enormes troncos. Haba clareado y el sol se
meta entre las hojas mezclando luces y
sombras. Otro escalofro, este de miedo, le
volvi a recorrer el cuerpo que ya lo tena
escalofriado (se dice as?) pero en aquel
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momento el pobre Tiburcio se qued
escalohelado de terror) porque a pocos
metro de l se escuch un enorme rugido
que dej en silencio a los monos y temblando
a Tiburcio.
La cabeza y las patas de un tigre con sus
garras, sus colmillos y sus rayas, el uniforme
completo del tigre de Bengala, aparecieron
en la espesa jungla.
Estoy perdido -dijo en vos baja - Esto me
sucede por no estar donde deba, en mi
casa!.
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Sinti como si alguien le agarraba del pelo
(un mono?). Sinti luego como un viento
fuerte que azotaba su rostro y le cerraba los
ojos y ya no sinti ms que un suave golpe
en sus espaldas que rebotaban sobre un
mullido colchn. Abri los ojos y se vi de
espaldas y patas arriba sobre su cama, en su
habitacin, en su ciudad que sigo sin decirles
cmo se llama.
Se qued un rato tumbado mientras se le
pasaban los escalofros hindes y haca un
recuento de lo
sucedido.
Cuando se mir en el
espejo y vio que no
se vea, lo primero
que pens fue:
Qu tonto he sido!
Poda haberme
paseado al lado del
tigre que tampoco
me poda ver! Claro
que no me vea, pero y si me ola?, que esos
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bichos tienen muy buen olfato. S, s, mejor
estoy aqu en casita.
Se quit los zapatos invi y se puso las
babuchas de la India.
En ese momento tocaron en la puerta. La voz
de su hermanita le gritaba: Tiburcio,
Tiburcio llevas durmiendo 15 horas! No te
vas a levantar? En la cabeza de Tiburcio se
enrosc una duda como una serpiente: Y
ahora qu les cuento, para que no piensen
que estoy loco?
Eso se preguntaba. Yo en este momento no
me acuerdo lo que contest, as que
paciencia. Buscar en mis archivos y en el
prximo captulo se lo cuento.
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Captulo 7
Ya me acord de sigue la historia:
Pues cuando son el toc toc! Y la voz de su
hermana Teresita reson llamndolo,
Tiburcio contest poniendo voz de sueo:
Hooola ahora voy, en cuanto me bae. Y
de verdad le haca falta quitarse el sudor y el
polvo acumulado en sus correras asiticas. Se
duch, se pein, se ech un poco de colonia
para no oler a tigre, se visti y se puso los za
Ay no! Las babuchas bengales. Tena que
estar visible.
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Sali a la sala, comedor, cocina donde haca
la vida la familia.
Estaban viendo la televisin pero en cuanto
entr, Doa Tina ech la vista a sus pies. Ya
se los tena controlados: Qu zapatillas tan
curiosas dnde las has conseguido?
Tiburcio ya tena preparada la respuesta:
Ayer estuve en una reunin en que se
trataban temas de la India y haba una venta
de recuerdos tpicos (no menta) Denme
algo de comer que tengo hambre.
Mientras desayunaba, coma y cenaba, todo a
la vez - le cayeron preguntas de toda la
familia: y de qu trataban en esa reunin
tan larga?
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- Qu reunin? Ah s, Nos han estado
presentando la selva, la situacin de los
bosques y animales que est en peligro
de extinguirse, por la caza y la
destruccin porque
- Aqu le cort el pap, don Toribio: Para
eso no hace falta hablar de la India. En
nuestro pas nos estn dejando sin
bosques por los madereros abusivos y
las minas de oro que han descubierto.
Vamos a tener que comer en vez de
papas y pollo, churrasco de oro.
- Don Toribio trabajaba en su
abarrotera. El hijo se daba cuenta de
que le iba aumentando la preocupacin
por los temas sociales. Antes slo se
preocupaba por el precio de los frijoles
y por los triunfos de su equipo de ftbol.
- Mientras hablaban, Teresita se haba
sentado en el suelo y le iba quitando
poco a poco las babuchas a su hermano.
Cuando lo consigui se las puso y
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empez a caminar por la habitacin
diciendo: soy una cazadora india y voy
a cazar leones !
- Nia no sabes nada , en la india no hay leones, slo tigres
- Y t cmo lo sabes? Acaso has visto algn tigre?
- Claro que lo he visto! (ya met la pata- pens) lo, lo, lo vi en uuun libro que tengo de ciencias naturales.
- Teresita era la consentida de su hermano mayor.
- En los das de esta historia tenan una semana de vacaciones por ser las fiestas de San Epafrodito, patrono de aquella pequea ciudad de (sigo son decirles de que pas).
- Teresita estaba en primaria. - Tiburcio, (esto tena que habrselo
dicho antes) estudiaba periodismo en la facultad estatal.
- Teresita intervino Doa Tina devulvele las chancletas a tu hermano
- Djaselas mam. Tengo que salir y me pondr los zapatos, pero t, Tere,
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cudamelas. Son recuerdo de un viaje ejem, de un viaje del avin que las trajo hasta aqu
- Tiburcio siempre estaba a punto de descubrir sus aventuras.
- Volvi a su habitacin se puso los zapatos feos que haba comprado. Meti los invis en la bolsa india y se la colg del hombro.
- Al salir dijo: No s si vendr a cenar, a lo mejor vengo tarde
- No les extra. Estaba acostumbrados a las extraas aventuras de hijo mayor. l no saba si volvera tarde o pronto, pero por si acaso
- Mientras se duchaba haba recordado que tena reunin con algunos compaeros de estudio. Con ellos
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haban fundado una asociacin para acoger emigrantes. En esos das llegaban muchos a su pas camino de otras naciones con ms posibilidades de trabajo. Se llamaba la asociacin TODOS UNO
- Llegas tarde- le dijeron los amigos al entrar
- S. Perdonen, es que me dorm porque ayer estuve en la In ejem en la cama un poco enfermo.
- En la reunin estaban hablando de las dificultades de comunicacin para ayudar a la gente. Aquellos das haban acogido a una familia, pap mam y dos nias refugiadas de Siria. Dos reporteros les haban encontrado, escondidos, amenazados de muerte. El pap era tambin periodista. Haban conseguido traerlos en avin hasta aquel pas.
- - El problema es, -comentaban en aquella reunin- que no tenemos medios para conectar con la familia, recoger sus documentos, avisar a sus
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compaeros. Les ha cortado todas las comunicaciones.
- A Tiburcio se le encendi una lucecita: - Tienen ustedes alguna direccin donde
se pueda ir?. - Ir hasta Siria? , - Yo conozco a alguien que podra pero
no les puedo decir quin. - Los compaeros le dieron la direccin
de un lugar en la capital Damasco. Se guard el papel en el bolsillo.
- Cuando la reunin termin, nuestro amigo que iba tomando nimo con las posibilidades transmisoras de su calzado, se dirigi a un parque con
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rboles y plantas altas. Busc un lugar solitario. Hizo el cambio de zapatos. Meti los otros en la bolsa. Se sent en el suelo y dijo como en un suspiro: Pues, qu se le va a hacer; vmonos para Damasco!
-
- El lugar donde aterrizo sentado, era una calle con algunos edificios en pie y otros con seales de destruccin - En aquel momento estaba sembrado de escombros de las casas cercanas, con arboles tronchados y algunas humaredas por las calles que lo rodeaban.
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- Aqu dejamos a Torcuato sentado, que descanse un poco, mas que del viaje, de la sorpresa en el nuevo campo de aterrizaje y de servicio social .
- En el prximo captulo les informaremos cmo se manej el joven aprendiz de periodista en aquel trgico lugar.
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Captulo 8
Aqu tenemos a Toribio sentado e invisible
en una plaza de Damasco con seales de
guerra y bombardeos. Sac del bolsillo el
papel en que le indicaban la direccin del
peridico donde trabajaba el refugiado que
acogieron en su pas. Eran las oficinas del
diario Voces de Siria.
Entonces pens: seguramente estos zapatos
me llevan volando - y dijo en voz baja:
vamos al peridico Voces de Siria. Sinti
que sus pies y todo su cuerpo se elevaban un
poco pero cay en el mismo sitio de antes.
Bueeeeno,- se dijo resignado aqu en la
misma ciudad eso no funciona. Pues tendr
que usar el mtodo turstico tradicional. Se
meti en un rincn donde nadie lo vea y se
cambi de zapatos. Se colg los invis (as
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segua llamando a los prodigiosos invisiviliza-
dores) en la bolsa del cuello. Se dio unos
coscorrones con la mano en la cabeza: que
no me olvide de que ahora me ven ah y me
entienden en su idioma!. Sali de aquella
plaza y se dirigi por una calle cercana. Esa
estaba ms transitada y tena menos seales
de bombardeos. En ella se levantaba un bello
edificio que pens al principio sera una
iglesia. Pero desde su torre escuch la voz del
muecn que llamaba a la oracin al pueblo
musulmn: Allahu Akbaru!! (Al es el
ms grande)
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En una esquina del edificio haba una
inscripcin: explicaba en rabe e ingls, para
los turistas, que aquello era la mezquita de
los Omeyas, un antiqusimo edificio que
haba sido templo cristiano y mezquita del
islam, segn quienes dominaban en el pas
en cada siglo. Por all pasaba mucha gente.
Se acerc a un joven y le pregunt en espaol
por la oficina de Voces de Siria. El traductor
automtico, (los zapatos) funcion. El
muchacho le mir con gesto preocupado y le
explic: est muy cerquita de aqu, pero
anda con cuidado compaero, que el otro da
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ametrallaron aquel edificio y no s lo que
encontrars.
Le acompa a la esquina siguiente y le
indic: Es aquel edificio de tres niveles.
Acrcate con cuidado.
Se alej el gua y Tiburcio poniendo aire de
turista se acerc a la puerta. La fachada
estaba acribillada de disparos.
El portal medio abierto. Nuestro aprendiz de
reportero mir a los dos lados de la calle. No
vio a nadie y rpidamente entr en el
edificio. Subi por una escalera con seales
tambin de destrozos.
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Hay alguien ah? pregunt. Silencio;
pero luego escuch ruido como de muebles
que arrastraban. Se asom a una habitacin.
Detrs de una mesa de despacho un hombre
anciano escriba en su computadora. Tiburcio
levanto las manos en seal de que no iba
armado y habl suave: Tranquilo, vengo en
misin de paz. Usted trabaja en este
peridico?
Trabajaba Ya ve que nos invadieron el
edificio. Ahora slo mandamos noticias al
extranjero para que se informen de lo que
aqu sucede
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-Yo vengo para hablarles de un compaero
suyo, Abdul Mesih
- Abdul desapareci hace unos das
-S, lo s. Vengo a decirles que est en
nuestro pas. No le digo cul es. Est bien all
con su esposa y sus hijas, si usted puede
avisar a los familiares
El anciano periodista abraz agradecido a
Tiburcio, pero en aquel momento se escuch
ruido en el piso de abajo.
-Ya vienen otra vez dijo el viejo periodista.
Apag rpidamente el ordenador y lo
escondi bajo la mesa. Vengase conmigo
por la puerta de atrs agarro por un brazo
a Tiburcio, le llev por un largo pasillo y
bajaron por otra escalera.
Tiburcio vio que all haba otro despacho
abierto. Le dijo al periodista sirio: djeme
aqu, ya s lo que tengo que hacer
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El sirio le mir con sorpresa, le dio la mano y
rpidamente escap por otra puerta a la
calle.
Tiburcio, nervioso pero decidido se sent en
un sof, volvi a ponerse los zapatos -invi y
a guardar los otros en la bolsa. Se qued un
momento pensativo. El ruido de los que
venan se escuchaba cada vez ms cerca. Se le
ilumin el rostro, se levant y dijo con vos
decidida. Vmonos a Jerusaln!
Pues que se vayan. Nosotros en el prximo
captulo lo buscaremos all.