Lothar Brucker. Pasion Por Los Pobres

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LOS OTROS CAMINOS LOTHAR BRUCKER: Pasión por los pobres Conocí a Lothar Brucker a principios de los 90. Era una época de profundos cambios en la Iglesia. En el ambiente eclesial, la teología de la liberación y las comunidades de base, sostenían de manera vigorosa la vida de los cristianos católicos en América Latina. La Iglesia chuquisaqueña, con más del 90% de clero nativo, siempre se mantuvo atenta a estos cambios. Aún permanece en mi memoria el recuerdo de sacerdotes como el Padre (Negro) Jaime Villalta o Mons. Rene Poveda. Por esos años también el hoy Mons. Percy Galván hacia sus primeras armas en la zona de la Frontera. En medio de ellos, animando con todo el vigor de su entrega evangélica, el padre Lothar Brucker, recorría toda la provincia Belisario Boeto de punta a cabo. Ya han pasado veintidós años de aquel soleado medio día de enero cuando crucé las primeras palabras con Lothar. Él tenía noticias que de que iba yo a llegar para realizar un tiempo de experiencia en la Parroquia de Villa Serrano. Yo sólo conocía el nombre de ese sacerdote alemán que llevaba algunos años en tierras chuquisaqueñas. La primera impresión de ese primer encuentro no sólo marcó mi manera de ver y querer al padre Lothar. Sus ojos reflejaban un destello de ternura y paternidad que sólo los hombres de bien transmiten aunque a menudo no lo sepan. Fueron los días y meses más preciados en mi vida los que pasé en compañía de ese hombre de fe. Sus palabras, su siempre correcta

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Texto que retrata los años que P. Lothar estuvo en Bolivia, Villa Serrano.

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LOS OTROS CAMINOS

LOTHAR BRUCKER: Pasión por los pobres

Conocí a Lothar Brucker a principios de los 90. Era una época de profundos cambios en la

Iglesia. En el ambiente eclesial, la teología de la liberación y las comunidades de base,

sostenían de manera vigorosa la vida de los cristianos católicos en América Latina. La

Iglesia chuquisaqueña, con más del 90% de clero nativo, siempre se mantuvo atenta a estos

cambios. Aún permanece en mi memoria el recuerdo de sacerdotes como el Padre (Negro)

Jaime Villalta o Mons. Rene Poveda. Por esos años también el hoy Mons. Percy Galván

hacia sus primeras armas en la zona de la Frontera. En medio de ellos, animando con todo

el vigor de su entrega evangélica, el padre Lothar Brucker, recorría toda la provincia

Belisario Boeto de punta a cabo. Ya han pasado veintidós años de aquel soleado medio día

de enero cuando crucé las primeras palabras con Lothar. Él tenía noticias que de que iba yo

a llegar para realizar un tiempo de experiencia en la Parroquia de Villa Serrano. Yo sólo

conocía el nombre de ese sacerdote alemán que llevaba algunos años en tierras

chuquisaqueñas. La primera impresión de ese primer encuentro no sólo marcó mi manera

de ver y querer al padre Lothar. Sus ojos reflejaban un destello de ternura y paternidad que

sólo los hombres de bien transmiten aunque a menudo no lo sepan. Fueron los días y meses

más preciados en mi vida los que pasé en compañía de ese hombre de fe. Sus palabras, su

siempre correcta corrección, su confianza (no he conocido persona capaz de confiar en los

otros como él), su espiritualidad, su experiencia de Dios, su amor por los pobres, son sólo

algunas de las cualidades que acompañaron la vida y entrega a la causa del Evangelio en

Villa Serrano por el padre Lothar.

Después de la meditación de las laudes (oración de la mañana), con él aprendí que el

desayuno es la comida más importante del día. A la edad que lo encontré fue para mí

admirable ver cómo trabaja ese hombre. Era una hormiga humana. La única tregua a su

labor de pastor, amigo, padre, era tras la larga caminata nocturna que realizaba todas las

noches para rezar el rosario. Caminar a su lado recitando los misterios del rosario

recordando el camino de Jesús en su vida terrena, bajo un cielo límpido con enormes

estrellas, me llenaba el alma de paz, de unión total con el Cristo cósmico que ahora

conozco. En la cotidianidad del padre Lothar, la vida no pasaba simplemente de largo. No.

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Surgía en todo su espesor. Tal vez parecía unas migajas la ayuda que prestaba a los pobres,

los niños, los jóvenes, los campesinos, sin embargo, en el fondo era nada más el compartir

de su experiencia de Dios con los más necesitados. Una mañana me dijo: “He soñado una

represa para Serrano. Igual que José que interpretó el sueño del Faraón sobre las vacas

flacas y gordas, creo que hay que pensar en los días de escacez, sobre todo el agua”. Y se

puso manos a la obra. Movilizó a todo el pueblo para construir una presa para que el pueblo

no padeciera las penurias de la sequía. Así nació del sueño de Lothar años más tarde la

primera presa en Serrano. Sobre su escritorio vi una mañana una memorable novela, años

después yo la leería con mucha pasión. Era Cien años de soledad de García Márquez. “La

leíste, verdad. Es un libro admirable”, me dijo. Yo asentí afirmativamente, aunque no

conocía ni siquiera un día de los cien años de soledad del creador de Macondo. Fue él quien

me enseñó a conducir una movilidad como un padre enseña a su hijo a dar los primeros

pasos. “Sólo el día que cumplas 250 horas de conducción acompañado estarás preparado

para hacerlo solo”. Después de la misa en la comunidad de Nuevo Mundo, yo regresaba al

volante mientras él dormitaba aferrado a la guantera del Land Cruiser. El día que hice

añicos el carro debido al brío juvenil de mi edad, me dijo: “Las cosas materiales se reponen,

la vida humana no”. Hay gente que piensa que la vida de un obrero de Dios es una taza de

leche. Yo diría lo contrario. Las largas marchas por las comunidades de la Parroquia de

Villa Serrano, guardan los pasos de Lothar. Existen personas que arriesgan su vida por una

esperanza desconocida, la fe. No les importa el frío, la lluvia, las incomodidades, el

sufrimiento. Pero hay quienes prefieren solamente vivir bien a costa de los que viven mal,

es decir, una vida sin sobresaltos. El hombre de fe, no. Vive en la sencillez más rampante,

porque el hijo del hombre no tiene siquiera donde reclinar la cabeza. Yo vi a Lothar gastar

la vida impulsado por la pasión por los pobres. Este misionero alemán, amó, luchó, caminó

los caminos de los pobres de la provincia Belisario Boeto. Cuántas vidas, la mía también,

adquirieron mucho del ejemplo, la entrega, el cariño del padre Lothar Brucker. Las obras

que realizó por todas las comunidades quedarán inscritas en el libro de la vida. Sin duda

que muchos de los sacerdotes nativos de Serrano son fruto del incansable trabajo por las

vocaciones que el padre Lothar realizó aun estando lejos de Bolivia. El último encuentro

que tuve con padre Lothar fue hace unos años aquí en Cochabamba. Seguía a pesar de sus

años encima y la enfermedad, dando razón de su esperanza y compartiendo con aquellos

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que más necesitan. Marx nació en Trier (Alemania) igual que Lothar. El primero fue un

pequeño burgués que vivía de las apariencias. Lothar un misionero que vivió sin

apariencias ni máscaras en medio de los más necesitados. Su vida escribió la crítica más

vivida al capitalismo que cae sobre aquellos que son excluidos y marginados porque no hay

quien les devuelva la esperanza. Fue un incansable defensor del ecosistema. Regó de

plantas nativas las colinas de Villa Serrano con especies nativas como el Molle o la

Kewiña. Seguramente ya en el ocaso de su vida, el padre Lothar lleva consigo tan sólo el

recuerdo de todos quienes lo recuerdan como un hombre de Dios.

Iván Castro AruzamenTeólogo y filósofo