Lluvia y el árbol de los paraguas lagunas tello, rubén lateru82 arrebossART
L@s adober@s de zayuelas lagunas tello, rubén lateru82 arreboss art
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l@s adober@s de zayuelas
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No por casualidad, los vecinos se refieren al barro mezclado con la paja; a la masa que emplean para
elaborar los adobes y revocar sus casas, como cemento de golondrina; cemento rojo, colorao… (apunte
de Santos)
MEMORIA DE LAS JORNAD@S
Sobre lo que aprendí haciendo adobes con l@s adober@s de zayuelas…
Los lugares de paso son eso; – lugares de paso-, hasta que dejan de serlo. Zayuelas dejó
de ser un lugar de paso para mí desde aquel día en que empecé a ponerle nombre a los
rostros de sus vecin@s, de la mano de Joaquim; un hijo del pueblo; maestro, emigrante,
viajero de ida y vuelta, alguien a quien desde el primer momento me unió y une el amor
que profesa por la tierra, su tierra, la tierra de sus mayores; el terruño de la niñez, los
terrones de una infancia todavía latente en la perennidad del barro reflejad@ en la
mirada de l@s paisan@s del lugar, la tierra curtida de los surcos de piel arada que
recorren la frente de l@s abuel@s, es@s veredas y barrancos de sombra donde todavía
un@ encuentro un refugio para el alma.
…
Joaquim había ido acogiendo en su casa algunas adoberas que l@s vecin@s le habían
prestado para las jornadas; para hacer adobes.
Como cabía esperar, después de tanto tiempo olvidadas en el cambarote, en la
penumbra del pajar, cubiertas ya por la pátina del tiempo como estaban, venían
necesitando de un buen baño.
Montse; la pareja de Joaquim, me invitó a echarles un vistazo. Las adoberas estaban en
el patio de atrás, en el sereno contiguo a la vivienda, descansando plácidamente en una
antigua bañera rebosante de agua, chapoteando y celebrando el sol, la quietud del
mediodía.
Uno de mis pasatiempos; aparte de escribir en algún blog, - quizás algo que no debiera
confesar -, es el de dibujar. Dibujo en mis ratos libres; o mejor dicho, hago dibujos,
dibujo historias a las que me gusta ponerle oído; especialmente las que me cuentan l@s
abuel@s.
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Así se me ocurrió proponerle a Joaquim llevar las adoberas a la plaza y ponerme a
dibujar allí, en mitad del ruedo; capote en mano, por verónicas, como una forma un
tanto gamberra de despertar la curiosidad y ganarnos el apoyo de l@s vecin@s, para
contar con su respaldo e intentar sacar adelante la propuesta.
Ya en la plaza, con las adoberas dispuestas sobre un banco, alguien; a buen seguro
movid@ por la curiosidad, no recuerdo muy bien quién, se acercó hasta donde me
encontraba y preguntó…
Y tú… ¿de quién eres?
A lo que yo; orgulloso, respondí: nieto del Eulogio y la Gaudencia; de Fuencaliente… Ah, sí chiquito, sí… Y es que; cómo en todo pueblo que se precie, al menos en tierras sorianas, ésta es una
de las primeras preguntas que se hace a los recién llegados; - cuestión de cortesía tal
vez… -.
Sí; definitivamente el barro representa como pocos materiales la sensualidad y
feminidad de la arquitectura, quizás gracias a eso, desde la insinuación y la capacidad de
evocación de éste, durante el tiempo que compartimos junt@s, las anécdotas e historias;
las conversaciones con l@s vecin@s, especialmente con l@s mayores del lugar, fueron
sucediéndose con el pasar de los días.
Atraídos por el fulgor de las briznas de paja al atardecer y la tersura de la tierra; su tierra, conseguimos despertar la curiosidad de much@s, no sólo la de l@s más
pequeñ@s, sino también de los jóvenes y adult@s de mediana edad que se dejaron
llevar por el deseo de mancharse de barro como nunca, porque nunca antes tuvieron
ocasión de hacerlo, habituados a un paisaje cada vez más gris; más gris cemento.
Por unos días, la plaza y la calle recuperaron el protagonismo que un día cedieron al
coche, retomando su función como espacio de reunión, encuentro, juego y recreo,
lugares donde forjar los sueños y la educación de chic@s y grandes, espacios donde
reencontrarse con otras miradas, con otro “tempo” de las cosas, diferente al de un@.
Zayuelas es el pueblo de los de Zayuelas; tierra de jubilad@s donde se sigue labrando el
futuro, tierras donde los tallos de los trigos crecen al arrullo de las caricias del viento,
tierras donde la cosecha del centeno rinde el tributo debido al calor del estío, tierras
donde aún hoy se cultiva el grano del mañana.
…
El incrédulo asfalto; casi estupefacto, parecía no dar crédito a lo que estaba sucediendo
y por suceder y es que; sin pretenderlo, se convirtió en nuestro mejor aliado, sirviendo
las veces como improvisada pizarra.
Julián; tejo en mano, llegaría a ser, por méritos propios, uno de l@s (mis) mejores
maestr@s; y es que, en efecto, much@s habían sido los que en los últimos años habían
derribado algún horno de adobe en el pueblo, pero él había sido, junto con otr@s
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familiares, uno de los últim@s vecin@s en haber construido uno. Decidido, resuelto,
blandió la tiza con fuerza y comenzó a garabatear sobre la superficie áspera de la
calzada. No sé muy bien cómo, pero al rato, de aquel primer esbozo surgió la plantilla
de la base de un horno sin más recursos que los de su propio pulso y la ayuda de un
compás de cuerda y carboncillo, empleando como módulo de partida tres antiguas
adoberas; adoberas que en el sitio acostumbran a llamar “adoberas de horno”, que si
bien mantienen un mismo modelo formal; siguiendo un patrón trapezoidal, como si de
los gajos de una naranja se tratase, varían en cuanto a sus dimensiones, de mayor a
menor, para servir respectivamente de base y cierre de la cúpula del horno.
Aquélla fue una de esas primeras lecciones que me brindaron generos@s l@s
lugareñ@s. Ahora lo veo más claro, menos turbio; las lecciones de barro dejan huellas
indelebles en la memoria de las gentes que ni siquiera el tiempo o la lluvia son capaces
de borrar; quizás por eso, al tiempo que las manos se iban manchando de barro, los
recuerdos construidos volvieron a las calles, como si pudieran leerse sobre el polvo
centelleante que se levantaba al pisar la tierra seca del solar donde trabajábamos, como
si las golondrinas que partieron para no regresar jamás hubieran re-emprendido su viaje
de vuelta.
… Acababa de volver de Palencia, donde junto con otr@s compañer@s traté de aprender
de la mano de otro buen maestro las artes del noble oficio del barro, las artes del barro.
Ya de vuelta, me acerqué hasta Zayuelas, respondiendo a la llamada de Joaquim. En
aquella primera visita nos acompañó también Elena, otra vecina. Ya sobre el terreno,
tuvimos ocasión de acercarnos a varias de las barreras o terreras locales (tradicionales)
en las proximidades del pueblo, todas ellas en un radio de unos 10 minutos a pie, junto a
fuentes de agua abundante y amplias praderas donde poder secar y orear los adobes. Las
gentes de antaño eran expertas en eso, personas con oficio.
Fue así como poco a poco y de forma paulatina, fuimos aproximándonos al lugar, sus
materiales, su historia, su paisaje y su paisanaje. De la mera observación de las
construcciones del entorno ; simplemente levantando la vista hasta más allá donde las
tejas de los aleros vuelan sobre las fachadas de las casas recortando el cielo soriano,
uno es capaz de percibir hasta qué punto la tierra es el elemento identificador del núcleo
en su conjunto.
…
Trabajamos en equipo, tod@s a una. Mientras un@s limpiaban el solar y acopiaban las
materias primas necesarias, otr@s dibujaban adober@s...
Y así hasta que por fin llegó el esperado día…
Todo el pueblo se puso en pie al alba. Menos uno; que se hizo el remolón – al menos
hasta donde yo sé…-. La calle parecía un río de gente, los antiguos aperos de labor
engalanaban las fachadas de las casas, el barro de los revocos aparcó su acostumbrada
timidez, las briznas de paja brillaron a los ojos de l@s vecin@s y foráneos, el pueblo
recuperó su color de antaño…
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Tres fueron los soles que forjaron aquel barro en las artes del tiempo y cuatro las lunas
que lo mecieron entre sus brazos de enea antes de partir en su particular viaje desde la
horizontalidad del suelo a la verticalidad de la pared. Al romper el día; llegaron el
coraje, el cariño y el saber hacer de tod@s y cada un@ de l@s vecin@s de este pueblo
aportándole el necesario soplo de vida, el hálito justo para saltar al vacío de lo
desconocido, allá donde se yergue el cobijo del hombre.
El barro aguardaba; dormidito, como lo venía haciendo durante la semana que ya iba
expirando, sesteando al abrigo de la sombra que proyectaban el ala del sombrero de
fieltro de un@ de los adober@s y la pared; una pared con su cara al natural, levantada
en adobe, con las juntas de mortero lo suficientemente rehundidas como para proveer
por sí misma la llave, agarre y rugosidad necesarias para recibir el revoco de barro
(lodado)
Iván; impetuoso, bravo, diestro con las manos, hábil en el manejo de las herramientas,
fue el encargado de la tarea del revoque, del trabajo con la paleta y la trulla. Supo lidiar
bien con la pared, con los 35grados “y subiendo…” que marcaba el termómetro y
también con ese invitado que acostumbra a colarse en estas ocasiones; el miedo
escénico que aparece cuando las miradas de tant@s otr@s se fijan en la mano de uno…
Mantuvo el tipo durante toda la jornada y a juzgar por el sudor de su frente, apuesto que
no fue tarea fácil, aunque ciertamente, saliera airoso de la situación y resolviera bien su
faena.
Parece que algún adobero andaba enamorad@; enn uno de los adobes, sobre una de sus
caras; no sin dificultad, se podía leer esto:
TE QUIERO decir algo que ya te he dicho, y no sé cómo ni por qué Algo que por un momento captó mi atención, aunque sin llegar a extrañarme, porque
como también tuve ocasión de aprender allí; sin temor a equivocarme, es que el amor es
el principal ingrediente de los adobes, la verdadera savia de l@s adober@s...
; )
Lo que había detrás… / Sobre el proceso de ejecución y puesta en obra; del suelo a
la pared
Solíamos quedar cada tarde sobre las 6; para evitar el sol, cuando la sombra que
proyectaba la pared este de la casa cubría el solar.
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De buena madera…
Afortunadamente; cosas de esta parte de la Cuenca del Duero, en Zayuelas, la sombra es sombra (fresca) y hace la estancia más llevadera.
La preparación del espacio de trabajo aledaño y la pared fue sin duda la parte más ardua
del pequeño reto que nos habíamos marcado; o mejor dicho, manchado…
El desbroce y la limpieza del solar contiguo ocuparon un par de horas, el resto se lo
llevó el acondicionamiento de los accesos, habilitando la rampa existente para poder
trabajar en 2 niveles de terreno, las 2 plataformas que marcaban la configuración de la
parcela cuyo escalonamiento se debía a que bajo la parte más elevada del mismo; la
correspondiente al fondo, se hallaba una pequeña bodega, lo que exigió un mayor
cuidado por nuestra parte.
Entonces, una vez que todo parecía estar en aparente orden, con los recorridos para las
circulaciones de personas libres y las áreas de trabajo y acopio de materiales
correctamente delimitadas, pasamos a la preparación de la tierra para los adobes y el
lodado.
Por su parte; la preparación de la pared consistió en la retirada de algunos pequeños
fragmentos del paño sobre el que nos disponíamos a trabajar que habían quedado
sueltos, un cepillado superficial (para retirar el polvo) y su humectación, - comenzando
desde la parte superior, en sentido descendente-, con vistas a aplicar el revoque al día
siguiente.
Con la ayuda de una pequeña criba; de un cedazo casero, llevamos a cabo un somero
tamizado de la tierra “negra”; la de color marrón parduzco, presta para revocar, que
resultó (resulta) ser muy pura, sin apenas cantos u otras impurezas. La tierra se
“esterronaba” entre los dedos sin mayor dificultad, sin oponer apenas resistencia. Para
evitar que se abriese, optamos por el añadido de paja menuda; ésa que queda en las
tablas del piso después de haber barrido el granero. Para su elaboración seguimos el
mismo proceso de preparación que el utilizado para la masa de los adobes.
Recuerdo que un@ de l@s vecin@s apuntó…
No compres cosa vieja, si no es paja o teja En efecto, la paja en estado seco se conserva bien, manteniéndose en buen estado; basta
con tomar un puñado y acercar la nariz al saco para comprobarlo… Si tuviera que
describir ese olor con una palabra lo haría como “dulzón”…
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Contábamos también con un saco de cascarilla del cereal, el salvado, de textura
semejante al serrín, que Daniel se había encargado de conseguir de un secadero. La idea
era emplearlo para una última capa de acabado para el revoco, más fina, aunque no
llegamos a ponerlo en práctica.
Jugamos con dos tipos de barro; la tierra roja, colorá para la elaboración de los adobes
y la tierra negra, de color marrón parduzco característico, destinada al revoque, para
lodar; procedentes respectivamente de los terrenos de Valdevela y el Prajón (tierras
ambas ya empleadas con éxito en el pueblo y que contaban con una holgada aceptación
y la simpatía de l@s vecin@s) A tenor de la calidad y aptitud de esta materia, – de
sobras contrastada y conocida por l@s vecin@s – prescindimos de cualquier otro
ensayo, salvo algunas pruebas de campo… El buen estado de las casas del pueblo,
construidas en tierra en su mayoría; o mejor dicho, en su casi totalidad, denotaba la
dilatada experiencia en el trabajo del barro a nivel local.
Iván había sido también el encargado de extraer y acercar la tierra, dejando el montón
en el solar, empleando para ello la pala del tractor.
Pronto empezamos a pisar la mezcla, un@s descalz@s; otr@s, los más tímidos, o dicho
de otro modo; los más cautos y precavidos, con botas. Sobre el montón de tierra que
coronaba el solar, hicimos un cráter y poco a poco fuimos añadiendo agua en él, al
tiempo que pisábamos la tierra, ahora ya convertida en barro. Caminamos sobre el
tiempo, surcando la memoria, repitiendo los gestos y las acciones de los que nos
precedieron en el ejercicio del “estar”, bailamos sobre el barro la danza de la alegría, al
compás del sol, con la vista puesta en el moldeo de los “primeros” adobes a modo de
prueba. Poco a poco fuimos añadiendo la paja en cantidad suficiente hasta que
consideramos oportuno; “oportuno” a nuestros pies, pero insuficiente a ojos de los
vecinos, que de nuevo nos mostraron el camino, animándonos a añadir más paja a la
mezcla.
(…) a eso le falta paja, hay que echarle más… Aunque siempre cuidando las proporciones; sin pasarse, en su justa medida porque
sino…
(…) si le echas mucha paja el adobe arde - Eusebio F., recordando un dicho popular -
Enseguida nos lanzamos a la faena. La impaciencia nos llevó a cometer un segundo
“error”; y es que el barro, como dicen l@s paisan@s…
(…) hay que dejar que se revenga; el barro hay que dejarlo revenir…
… para evitar que suceda lo que nos sucedió; - valga la redundancia-, que la
pegajosidad de la masa era (es) tal que dificulta su trabajo hasta el punto de impedir su
desmoldeo posterior. Lo habitual, como nos hicieron saber l@s mayores, era (es)
dejarlo reposar al menos medio día o incluso mejor, un día entero; esto es, dejarlo de un
día para otro…
(…) dejar que se pudra…
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Así que; como alumnos aplicados que somos; para garantizar que conservara su
humedad y poder mantenerla en un estado hídrico óptimo una vez mezclada con la paja
y amasada, la cubrimos con un plástico y la dejamos bien recogida, dormida; tendida
sobre su propia sombra, bajo la luz plateada y cómplice de la luna de agosto.
Una de las claves para ahorrar tiempo y sorpresas inesperadas en esto de la arquitectura
de tierra, es ponerle oído a la experiencia de l@s vecin@s, ya experimentad@s en estas
lides y en general; a todo aquél dispuesto a colaborar desde su propio bagaje personal, el
periplo que cada un@ ha recorrido individualmente hasta llegar al segundo preciso en
que las manos se tornan de arcilla.
Ahí va otra de esas lecciones de barro, otra más; y ya van unas cuantas…; esta vez de la
mano de Enrique, de mirada y verbo oportuno; entre otras cosas, maestro adobero y
buen conocedor del noble oficio del revoque con barro. La lección no fue otra que la de
cómo surfear sobre la ola de calor que estábamos viviendo sin caer de la tabla; contra viento y marea, o dicho de otro modo, cómo evitar que el barro de la pared se abriese
tanto.
Por un momento pensé que estaba en la cocina de mi abuela, presta a cocinar con barro
una de sus recetas…
Pasos: - amasar, batir la mezcla - añadir un puñado de sal gorda - añadir la paja - dejar macerar en agua - aplicar con la paleta - extender, tender la masa - dejar reposar - repretar con la trulla (talocha de madera) - dejar enfriar (madurar) - …
Como Micaela y Faustina me contaron…
(…) la masa se hacía casi como el pan… (…) si está bien hecho se estira solo
Ahora le encuentro todavía mayor sentido a las palabras de Silverio, un pastor de la
vecina localidad de Osma, conocedor como poc@s de los secretos que alberga aquella
tierra, de la sílice contenida en su ADN, de esa levadura de la vida…, alguien capaz de
leer el cuentakilómetros de la piedras, el recorrido de las cosas…
A la hora de lodar (revocar) una pared es importante tener presente todas esas pautas
que l@s vecin@s nos indicaron, de ahí que optáramos por seguir el método tradicional;
es decir, la aplicación de una única capa de espesor generoso, rico en fibra, compatible
con la base; la pared de adobe, con la única ayuda de una paleta metálica lustrosa y una
trulla de madera algo desgastada.
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Lo dado; para proteger las fábricas de adobe, expuestas y vulnerables frente a la acción
del clima es revocarlas de barro; se podría decir que…
lo-dao, es lodar
Finalmente, resultó que la receta que mejor funcionó (en aquellas circunstancias
concretas; en aquel caluroso y seco día, dentro del período de sequía extrema que
estamos viviendo) fue la siguiente (la anoto en volúmenes):
1 parte de tierra negra (prajón): 1 parte arena : 2 partes de paja menuda de centeno + 1
puñado de sal gorda (de cocina)
Dosificación = 1:1:2 (aglomerante: agregado mineral: fibra) + 1 puñado de sal gorda (de
cocina)
Definitivamente, la adherencia entre el material del revoco y la pared resultó ser muy
buena; factor clave y decisivo determinante de cara a la durabilidad y funcionalidad del
elemento, si pensamos en el papel protector que se espera de todo revestimiento. El
tratamiento de las juntas siempre merece especial atención; requiere un tratamiento
detallado, específico; de ahí que se ponga tanto cuidado en el encuentro del revoque con
el zócalo de piedra de la pared y en las uniones entre materiales de diferente naturaleza,
como es el caso de la frontera entre el barro del revoque y la madera nervada de la
estructura del entramado.
El agrietamiento en mapa del conjunto; el cuarteo general que presentaba el lienzo,
teniendo en cuenta que el paño sobre el que se había trabajado con esta nueva receta
sobre el revoco agrietado a modo de segunda capa presentaba un buen estado, parece
funcionar correctamente, sin presentar fisuración superficial alguna, - y eso; a pesar de
tratarse de la parte correspondiente a la misma esquina, un punto singular, donde las
solicitaciones tienden a concentrarse y el riesgo de daño es mayor…-, pudo deberse a
varias causas, como un exceso de evaporación, una pérdida de agua prematura debida a
las condiciones extremas de temperatura en las que trabajamos o un “sobao” excesivo
de la masa a la hora de tenderla; aunque sin duda, la principal, fue la falta de paja en
cantidad suficiente, que debió ser más abundante y algo más larga, al menos para esa
“primera” capa.
Es perfectamente observable la junta entre ambos paños, ya que se aprecia una aureola
blanquecina en la frontera entre ambas, a modo de junta fría; correspondiente, a buen
seguro, a la presencia de los cristales de sal sobre su haz (eflorescencia).
A resultas del trecho que ya hemos andado; sólo se me ocurre añadir un último apunte y
es que; después de todo, tras los aparentes “fracasos”… , cuando un@ ya no lo espera,
sobrevienen los pequeños éxitos, en forma de lecciones construidas…
Sin duda, empezar cometiendo pequeños errores de los que poder aprender, es un buen
punto de partida… El cuarteo de la primera capa facilitó la adherencia de la segunda,
que con la nueva mezcla, gracias al “truco” de Enrique y a la buena mano de Iván,
resistió los embates del agobiante calor.
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Y dicho esto… ¿a quién le importa que el barro se agriete? Las fisuras que hemos
cerrado son mucho más importantes que las del propio revoco; que por cierto, ahora
hemos aprendido a subsanar.
; )
…
Las herramientas…
- Tractor (pala extracción y transporte material)
- Ballarte (camilla transporte masa entre 2 personas)
- Carretilla
- Zaranda, criba (somier colchón típico) Tamizado partida (revoco)
- Adoberas (moldes para hacer adobes) / hueveras
- Azadón
- Pala
- Trapo (limpieza adoberas)
- caldero (agua)
- gaveta
- paleta
- trulla / amanible ~ fácil de sujetar, llevar cogido, a/con la mano (Vitoria) “es muy amanible”
- manguera (+ extensión, + pistola cabezal presión regulable)
- plástico
- Un cunacho ~ medida aprox 1 gaveta (con 4 asas) ¿? - un puñado de manos
- …
En todo momento tuvimos a nuestra disposición agua potable, surtida a partir de una
toma situada en el mismo solar, que gracias a una llave de corte, una manguera y un
difusor resultaron de gran utilidad, facilitando el trabajo; tanto de la mezcla de las
materias primas, como la limpieza de las herramientas y nuestro propio aseo…
La cercanía del bar también resultó vital para la consecución del proyecto. No faltaron
las bebidas ni el porrón para hacer más llevadera la faena, ni tampoco manos generosas
ofreciéndolas.
Pero ante todo y sobre todo, nuestras mejores herramientas fueron el ingenio y el
compañerismo. El equipo tuvo que sortear numerosas dificultades, aprender técnicas
aparentemente tan sencillas como la del desmoldeo de los adobes, que debido a la
geometría de las adoberas a veces no resultaba tan sencillo, ya que había que jugar con
ellas buscando la posición “buena”… - algunas presentaban una cara algo menor que la
otra-.
Y así con tantos otros pequeños detalles…
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Para la hemeroteca…
El evento tuvo lugar la segunda semana del mes de agosto, con motivo de la celebración
de las jornadas 2012 de recuperación de oficios perdidos (¿perdidos?) en los pueblos de
Fuentearmegil (cabecera del municipio), Santervás, Fuencaliente y Zayuelas…
Equipo: Joaquim / Elena Lucas / Sevas / Micaela Lucas / Iván / Matías / Daniel / Julián
/ Santos / Santiago / Claudio / Micaela / Faustina / Montse / Constantina García /
Enrique / Honorio… tod@s es@s que aparecen en la foto de la plaza
También agradecer el apoyo y entusiasmo recibido por parte del resto de coordinadores
y promotores de la iniciativa; en especial Manolete, Chari y María
A tod@s ell@s, por la confianza que depositaron en mí y por la hospitalidad que me
brindaron en todo momento, por todas esas lecciones de barro; a mis maestr@s
Gracias
con cariño
vuestro alumno, con permiso; un adobero más
lagunas tello, rubén
lateru82.blogspot.com
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De fiesta / El toreo
del barro
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En toriles: la piel del animal…
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La mirada atenta…
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Hechura imponente; cornamenta y pitones, asomando el cuerno…
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El diestro Julián sosteniendo el capote con la zurda, esperando al toro a puerta
gayola…
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Tercio de banderillas…
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Ahí va ese par… El sol; de justicia, la sombra también
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El maestro Julián, arropado por otro miembro de la cuadrilla; el picador, a
lomos de su corcel bayo, dando un lance de pecho durante los primeros compases de la faena…
Uno de los subalternos de cuadrilla; el picador, tras completar su par, se
retira aquejado de molestias en la espalda…
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Cambio de tercio…
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El peso de la responsabilidad de salir al ruedo…
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Al toro, a la faena…
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El oficio del que ya ha toreado en muchas plazas…
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Cambio de tercio….
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¡olé…!
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El maestro Matías a la adobera…
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Genialidades; a medio camino entre la verónica y el pase de pecho….
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Expectación entre la cuadrilla por el resultado….
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Tiempo distendido junto a las tablas…
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Últimos compases y muletazos de la faena: el pulso de un hombre enfrentándose contra
su propia sombra…
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Suena la banda…
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Por pasadobles…
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Expectación en el ruedo…
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La sangre del toro sobre la tierra de albero… / El capote del maestro tiznado de sal…
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Las herramientas del maestro: la montera y la espada…
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La suerte de la espada…
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El diestro Iván resolviendo magistralmente la suerte del estoque, hondura en la
ejecución…
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Pañuelos blancos en el
aire…
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Y finalmente, después del trabajo bien hecho llegan la admiración, el aplauso, el apoyo de la afición, el reconocimiento sincero del público, el color de la plaza desde el tendido lo inunda todo, el esfuerzo de tantas horas y tantos hombres ha merecido la pena…
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ADOBER@S (algunas reseñas)
01.- Material: madera de chopo / uniones mediante clavazón (puntas acero, d 6mm) /
peso (kg): / uso: exterior (pared fachada)/ propiedad-usuario-cuidador: pepe (Isabel,
chari)
02.- Material: madera de chopo / Uniones: clavazón + ensamble caja-espiga / apriete:
calzo con cuñas (astillas de madera) / Peso (kg): / Uso: paredes interiores
(tabiquillos) / Diseño: La curvatura del asa facilita el desmoldeo (ergonomía, recibe
con amabilidad la mano, curvatura facilita asido) / Propiedad-usuario- cuidador:
marga (belén)
03.- Material : madera de pino (madera anudada; presenta numerosos nudos, color
amarillento) / Uniones: ensambladas + puntas a modo de pasadores (arriostrar la
tabla, impidiendo su desplazamiento) / Peso (kg) : 3,375/ Diseño: incorporación en
uno de los laterales una inscripción, cruz incisa (marca propiedad, distintivo) /
Propiedad-usuario-cuidador: chari / Dibujado: 9.06.2012 (Fuencaliente)
04.- La adobera de Domingo Lagunas
05.- Material: madera de pino / Uniones: mediante clavazón + ensamble caja-espiga /
Peso (kg): / Uso: adobes “de tabique” / Propietario-usuario: honorio
06.- Material: madera de chopo / Uniones: mediante clavazaón / Peso (kg): / Uso: /
Adobera doble (x2 udds) / Propietario-usuario:
07.- sin reseña
08.- material: madera de chopo, elaborada a partir de una caja de sardinas (reciclaje
casero, ingenioso, artesanal) / uso: adobe tabiquero (divisiones, particiones
interiores)
09.- material: madero pino / Muy bien conservada / De fácil manejo / Propiedad-
usuario: julián
10.-
11.-
12.- …
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