Luis Pumares (2008): Una Conversación a la Sombra de Travenco

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Pretende dar a conocer una idea de escuela, como espacio público, democrático y comunitario. Espacio público, abierto a todos, que promueve activamente la participación y que, desde una mirada inclusiva, mantiene una lucha decidida contra cualquier forma de exclusión. Espacio democrático, ya que se propone capacitar a todo el alumnado, como ciudadanos y ciudadanas, para participar y deliberar en una sociedad democratizadora. Una realidad comunitaria, porque una escuela democrática es una forma particular de vida en comunidad, en interacción y cooperación con el entorno.

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M uy pocas personas saben que los días pueden ser de todos los colores. Los hay azules, sí, que

son los que conocen casi todos, pero también los hay rosas, verdes, amarillos, e incluso negros… éstos últimos no le gustan a casi nadie. Tienen mala fama los días negros… pero tampoco están mal.

Hay que aceptarlos, como a los demás. No está bien ser racistas, ni en eso ni en nada… o tendremos que inventar el concepto de Atención a la Diversidad de los días.

Hoy es un día gris, pero no importa; en él puede caber de todo, como en el resto de los días.

Es gris por culpa de unas nubes que lo cubren todo. Y hay menos luz que en un día verde o uno rosa pero, a cambio, no hace frío. El de ayer fue un día azul, luminoso y radiante, pero hacía viento y todo volaba por los aires en remolinos gigantes.

En mi cole, todos los días nos gustan por igual, aunque son todos distintos.

LUIS PUMARES PUERTASFACULTAD DE EDUCACIÓN. UCM. ANTIGUO PROFESOR DEL CEIP 'TRABENCO' DE LEGANÉS. MADRID.

UNA CONVERSACIÓN A LA SOMBRADE TRABENCO

Nunca se sabe qué cosas van a suceder, pero todos empiezan con una sonrisa.

Por cierto, cuando sea mayor pienso hacer un descubrimiento para la humani-dad: que el fracaso escolar se mide por la cara con la que acuden todas las mañanas los niños y las niñas a la escuela.

En mi cole no fracasa nadie.Ah, bueno, que no lo he dicho. Mi cole

se llama Trabenco, y está en Leganés. Y todo el mundo sabe dónde está Leganés, así que no creo que sea necesario dar más datos para saber cuál es mi cole.

- Buenos días –dijo la pareja que aca-baba de entrar.

- Buenos días –respondió ella sin más, y quedó a la expectativa de qué se les ofre-cía a los recién llegados.

- ¿Es que hoy no hay colegio? –pre-guntaron con gesto algo confundido, y apostillaron al ver la cara de sorpresa de ella: -no se oye nada.

- Ah, no es nada raro. Es que están en lectura silenciosa. Todos los días, nada más entrar al colegio todos los niños y las niñas cogen sus libros y sus cuentos y leen en

silencio por espacio de una media hora… es la forma de empezar el día.

- Eso está bien… ¿Es usted la directo-ra? - No, soy una madre del colegio, pero decidme qué queréis y, a lo mejor, puedo ayudaros –optó ya por el tuteo, en un intento de darle a la conversación algo de la familiaridad que no había tenido desde el principio–.

- Pues queríamos ver al director o la directora… es para informarnos acerca de cómo escolarizar aquí a nuestro hijo…

- Eso lo puedo hacer yo, soy de la comisión y precisamente ahora estamos reunidos. Venid conmigo, por favor, os presento al resto del grupo y os enseño el centro...

Se perdieron pasillo adelante y entre los últimos retazos de la conversación se acertó a escuchar que ella decía: -yo tengo un hijo en 3º y una hija que acaba de entrar en Infantil… después ya no se oyó nada, la conversación derivó en un susurro al tiempo que se perdían pasillo adelante y se adentraban en la zona de las aulas.

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Sí, éste es mi cole. Porque nunca deja de serlo para todo el que ha pertenecido a él alguna vez… en calidad de lo que sea: alumnos y alumnas, padres, madres, profesorado de cualquier época de los, ya largos, treinta y seis años de andadura. Este es mi cole, sí. Yo fui maestro en él durante nueve años y la experiencia profesional de Trabenco deja una huella indeleble. La experiencia humana, mucho más. Y así puede ser la conversación entre una madre ya “veterana” en el centro y alguien que se acerca a él por primera vez, porque en “Trabenco” (dígase así, sin artículo, sin ninguna otra cosa que modifique ni mati-ce el nombre), si hay alguna característica que destaque sobre las demás, es la partici-pación de los padres y las madres.

Y cuando hablo de participación no me estoy refiriendo a esa parodia vergon-zante que la legislación educativa española ha ido entretejiendo para legitimar una situación difícilmente sostenible desde ningún tipo de racionalidad. Sólo la tra-dición y el autoritarismo pueden apartar a los padres y madres de la escuela.

No, yo me estoy refiriendo a una verdadera y auténtica participación, que alcanza a dos niveles distintos e igualmen-te necesarios:

El primero es el que afecta a la capaci-dad de estar presentes y de tomar decisio-nes. No puede haber participación si no se está físicamente, si no se vive el centro en la intensidad de todos sus detalles, si no se forma parte, en igualdad de condiciones, de los órganos de discusión y de decisión. No se puede participar de algo que no puede sentirse como propio, porque te lo impiden, porque parece ser de unos señores y unas señoras que lo adminis-tran y se apropian de los espacios, de los tiempos, de la potestad de decidir acerca de cómo tienen que educarse los hijos de los demás.

El segundo nivel de participación es el del aula. Porque no basta con haber podi-do “conquistar” los pasillos y “colonizar” la sala del AMPA. No es suficiente con poder decidir qué excursiones hará cada grupo,

EL fRACASO ESCOLAR SE MIDE pOR LA CARA CON LA qUE ACUDEN TODAS LAS MAñANAS LOS NIñOS y LAS NIñAS A LA ESCUELA

o el motivo que inspirará el Carnaval de este año. La educación de los niños y las niñas es una tarea conjunta, en la que el profesorado no puede estar sólo. Es un derecho irrenunciable que asiste a padres y madres y, a la vez, una ayuda que debemos al profesorado.

No es suficiente con participar en las cuestiones de organización, ni de funcio-namiento y gestión del centro. No basta con que las decisiones se sigan tomando en la Asamblea General y que los padres y madres estén presentes de forma direc-ta… hay que ir más lejos, la participación directa y activa en la educación de los pequeños, las decisiones acerca del currí-culo, de los estilos de relación en el centro, de la organización… No como una reivin-dicación en contra del profesorado, muy al contrario, sino como un apoyo necesario que recibe el docente en una de las tareas de mayor responsabilidad.

Esto, en Trabenco, resulta fácil a estas alturas. Y no sólo por la experiencia acu-mulada a lo largo de todos estos años, sino porque desde el principio, el centro surgió de un proceso inverso a como suelen apa-recer todas estas experiencias.

Es decir, no se partió de un grupo de profesores y profesoras que comparten un proyecto común, innovador, democráti-co, abierto, participativo,… y tienen que buscar el modo de que la Administración les permita ponerlo en práctica. Fue al contrario.

Las familias que formaban parte de una cooperativa de viviendas diseñaron el tipo de centro que querían para sus hijos e hijas y para sí mismos, pues lo concibieron como un auténtico centro cultural para el barrio, como una verdadera comunidad

de aprendizaje aun mucho antes de que ese concepto se generalizase. Lo propu-sieron y negociaron con el Ministerio2 y consiguieron los profesionales necesarios para llevar a cabo un proyecto de esta naturaleza -todo ello dentro del ámbito de la escuela pública, desde el primer día de su puesta en marcha- .

Una escuela no puede ser democrática si no es de titularidad pública. Los centros privados y concertados, por innovadores que resulten, por definición, no lo pueden ser. En todo caso, no es sólo por la organi-zación estructural del centro por lo que la participación verdadera y auténtica se sien-te garantizada, no es sólo por la existencia de las Comisiones de Trabajo, de la Junta de Padres y Madres, o por la Asamblea General del centro, sino por la capacidad que tienen todas las personas de la Comunidad Edu-cativa de estar presentes, de formar parte del centro, de ser elementos habituales del paisaje educativo que se puede ver en pasi-llos, aulas, patios. Por la “obligación” que asumen los padres y madres de vivir el cen-tro junto a sus hijos e hijas y no dejar solo al profesorado en esa tarea.

…pero ¡cuidado, ya regresan! La voz vuelve a percibirse con una claridad cre-ciente y ella se ha enterado de que son “del gremio”, le vienen contando que trabajan en un centro de Educación Especial y que han oído hablar mucho de Trabenco… pero no les corresponde por zona.

- Pues eso es un problema, -dice ella, -porque tenemos verdaderas dificultades de plazas, hay más solicitudes que vacantes y cuesta un poco entrar.

- Eso es buena señal –aportan los aspi-rantes a nuevos padres.

- Sí, bueno, es un colegio pequeño y se llena pronto. Hay gente a quien no le gusta, pero quienes estamos aquí senti-mos la educación de un mismo modo, con nuestras diferencias y nuestro debate interno, pero…

- ¿Dicen que es una verdadera “comu-nidad de aprendizaje”?

- No lo sé, yo sólo soy una madre. Pero sé que es una Comunidad.

- ¿También dicen que es una “escuela democrática”?

- Huy, qué preguntas más difíciles para una madre. Sé que es una verdadera Democracia.

2 En el curso 1972-1973 en que se pone en marcha el centro, en los bajos de la colonia de viviendas que lleva el mismo nombre, estaba aún muy lejos el estado de las autonomías en España, e incluso la propia democracia.

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