Luz

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Estructura de Luz de día[editar ] Según palabras de benjamin ruiz : "Difícil libro, el de Blanca Varela, por la condensación expresiva y por la secreta e intrincada red de correspondencias que sustentan su pensamiento poético". 1 En efecto, se trata de una obra bastante compleja y a la vez cautivante, tanto por el uso de un lenguaje contundente y expresivo, como por la presencia de temas que se intrincan y corresponden de forma sutil. El libro está dividido en tres partes: un conjunto de seis poemas en prosa, que carece de título; “Muerte en el jardín”, constituido por siete poemas de corta extensión, en verso; y “Frente al Pacífico”, que posee ocho poemas relativamente más extensos, en verso, también. Primera sección[editar ] La primera es la única sección de la obra que, como hemos dicho, posee poemas en prosa. Destaca nítidamente el primero de estos textos: “Del orden de las cosas”, dedicado a Octavio Paz , y que parece contener en sus párrafos el arte poética de la obra. El yo poético confronta la realidad con el quehacer literario: el poeta sobrevive a los embates de la realidad intrusa mediante el arte de escribir. Este acto, pues, revela una postura de resistencia (“hemos aprendido a perder conservando una postura sólida”): el yo poético, mediante la contemplación del mundo real y el abstracto crea un “orden señalado” por el cual rige su existencia, su conducta creadora y su postura emergente. Escobar señala que este texto es “indispensable para apreciar la organicidad del libro, pues define la ubicación de la autora ante el fenómeno de la poesía y la realidad. Alienta en él un buscado tono reflexivo (…); de ese modo afianza la premisa según la cual lo imaginario y lo fáctico se impenetran como experiencia que nutre a la creación”. 1 Otro texto interesante es “Plena primavera”, en el que se contempla la naturaleza concebida como un espacio de armonía basada en oposiciones Segunda sección[editar ] Con respecto a la segunda sección, “Muerte en el jardín”, “construye un universo más intenso, menos disgregado; imprime un pequeño microcosmos de interacción, de violencia y de pérdida”. 2

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Estructura de Luz de día[editar]

Según palabras de benjamin ruiz: "Difícil libro, el de Blanca Varela, por la condensación

expresiva y por la secreta e intrincada red de correspondencias que sustentan su pensamiento

poético".1 En efecto, se trata de una obra bastante compleja y a la vez cautivante, tanto por el

uso de un lenguaje contundente y expresivo, como por la presencia de temas que se intrincan

y corresponden de forma sutil.

El libro está dividido en tres partes: un conjunto de seis poemas en prosa, que carece de

título; “Muerte en el jardín”, constituido por siete poemas de corta extensión, en verso; y

“Frente al Pacífico”, que posee ocho poemas relativamente más extensos, en verso, también.

Primera sección[editar]

La primera es la única sección de la obra que, como hemos dicho, posee poemas en prosa.

Destaca nítidamente el primero de estos textos: “Del orden de las cosas”, dedicado a Octavio

Paz, y que parece contener en sus párrafos el arte poética de la obra. El yo poético confronta

la realidad con el quehacer literario: el poeta sobrevive a los embates de la realidad intrusa

mediante el arte de escribir. Este acto, pues, revela una postura de resistencia (“hemos

aprendido a perder conservando una postura sólida”): el yo poético, mediante la

contemplación del mundo real y el abstracto crea un “orden señalado” por el cual rige su

existencia, su conducta creadora y su postura emergente. Escobar señala que este texto es

“indispensable para apreciar la organicidad del libro, pues define la ubicación de la autora ante

el fenómeno de la poesía y la realidad. Alienta en él un buscado tono reflexivo (…); de ese

modo afianza la premisa según la cual lo imaginario y lo fáctico se impenetran como

experiencia que nutre a la creación”.1

Otro texto interesante es “Plena primavera”, en el que se contempla la naturaleza concebida

como un espacio de armonía basada en oposiciones

Segunda sección[editar]

Con respecto a la segunda sección, “Muerte en el jardín”, “construye un universo más intenso,

menos disgregado; imprime un pequeño microcosmos de interacción, de violencia y de

pérdida”.2

El núcleo temático aquí es el de la naturaleza como espacio que reside su armonía en

la antítesis y es susceptible al paso del tiempo: las ideas de muerte (pérdida, final) y jardín

(vida, inicio, luz) se contraponen claramente desde el título mismo de la sección. Es más que

elocuente que el último poema del conjunto de prosas inicial sea justamente “Plena

primavera”: este texto nos anticipa a lo que vendrá en la siguiente parte: si en la primera prosa

se explica la poética de la obra, este último poema constituye un nexo entre la primera sección

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y “Muerte en el jardín”. La disposición del primer poema (“En lo más negro del verano”) y el

último (“Siempre”) es clara: la naturaleza como espacio contradictorio (“negro” se opone a

“verano”) y la contemplación activan sentimientos en el locutor personaje, sentimientos que

“siempre” están ligados a su postura emergente con respecto a los embates de la realidad:

“Siempre yo./Siempre saliéndome al paso”.3

Tercera sección[editar]

En “Frente al Pacífico”, por último, a los temas de la contemplación de la naturaleza y la

postura de resistencia frente a la realidad, se añade un nuevo elemento: la activación de la

conciencia del yo poético. Esta activación se manifiesta mediante cuestionamientos sobre los

orígenes (“Palabras para un canto”, “Máscara de algún dios”), la recordación de otro ser

(“Vals”, “No estar”) y lo pasado (“Frente al Pacífico”, “Invierno y fuga”, “Alla Prima”).

Crítica[editar]

Con respecto a Luz de día como conjunto, Alberto Escobar opina que:

“Más de una vez la autora vacila ante la afirmación de un destino tan privado de esperanza; reinicia la persecución de un ideal contrapuesto a la realidad, pero fracasa; imagina un trasmundo, el otro lado de la realidad que la limita y se desengaña; acaba preguntándose si es falta de amor lo que enturbia su visión, o si la dureza de su mirar le impide discernir aquella instancias en que se verifica la rotura del tiempo y del vínculo vicioso (…) El epílogo del libro, no obstante, se titula Victoria; pero victoria que afinca en un lenguaje cuyos signos han aceptado las correcciones que el tiempo inflige a nuestro querer ser: la nostalgia será solo un relámpago instantáneo, acicateado por el ayer y el presente que nos trastorna el tiempo; el amor un despojo sin tregua (…) Pero al aceptar que la realidad se le aparece así, y que así hay que encararla, la victoria, su victoria, solo podrá negaren del reconocer, crudamente, lúcidamente, el absurdo y el mundo derruido que lo nutre. La poética general se actualiza entonces en un acto de desafío que la decide a aceptar esa realidad, tal como es, ante la luz diurna, liberada de la penumbra engañosa del sueño y el recuerdo”.4

Entonces, la luz del día es ese instante de lucidez en el que el yo poético reconoce, contempla

el mundo que lo rodea (la naturaleza y los espacios oníricos), sin mayores ambages, tal como

es, y activa su conciencia, su visión, mediante un acto introspectivo. Su postura emergente, su

vocación de creador, lo mantiene “siempre al paso” de la realidad: gracias a la luz del día, el

yo poético es capaz de reflexionar acerca de su ubicación en el mundo y la complejidad de su

existencia.

Anexo[editar]

Análisis de “Parque”[editar]

“Parque”5 forma parte de “Muerte en el jardín”. De corta extensión, este poema resulta

interesante en la medida que las metáforas que hallamos en su estructura configuran una

visión de mundo y se articulan con las isotopías (temas recurrentes) fundamentales de Luz de

día y la poética de Blanca Varela en general.

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Segmentación[editar]

Cruza la araña

de sueño a sueño,

invisible puente

del día a la rama.

Torpeza de la mosca,

cristal sin alma.

El abejorro bebe,

la flor sangra.

El jardín es la muerte

tras la ventana.

El poema está dividido en dos secciones: la primera abarca las dos primeras estrofas y es de

carácter descriptivo; y la segunda comprende los últimos dos versos y presenta una reflexión

del locutor no personaje (quien "narra" el poema) que configura el sentido total del texto.

Hemos titulado al primer segmento “Contemplación de la naturaleza como espacio

contradictorio de interacciones” y al segundo “Reflexión del locutor no personaje”.

Tipo de metáforas[editar]

La metáfora es la figura retórica dominante en este texto. En los primeros versos, el locutor

describe el acto que lleva a cabo la araña para construir su “invisible puente” (telaraña). Más

adelante, se habla de la “torpeza de la mosca”, que cae en las redes y del “cristal sin alma”.

Nos atrevemos, con respecto a esto último, a interpretarlo como la imagen de la mosca

envuelta en la trampa que ha hilado la araña: el ovillo que forma la mosca y la fina tela se

semejan a un cristal blanco que, al inicio, se retuerce, lucha, pero que termina quedando

inmóvil, “sin vida”.

En los dos últimos versos de la segunda estrofa, se nota la presencia de dos

personificaciones: “el abejorro bebe / la flor sangra”. Estas metáforas confieren una dimensión

superior a los seres vivos que se nombra: son modificados ontológicamente. La última estrofa

es clave para la interpretación del poema. El locutor no personaje recurre a una interesante

metáfora para mostrarnos su sentir: “El jardín es la muerte tras la ventana”. La naturaleza es

vista como un espacio de antítesis, pues “jardín” nos da una idea de vida, de movimiento, pero

la presencia de la palabra “muerte” se opone a esta concepción inicial. El “tras la ventana” es

importantísimo en la medida que ubica al locutor en el mundo: mediante el uso de esta figura,

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el contemplador nos señala su punto de vista. Se trata de un enfoque externo del espacio

mirado que, sin embargo, es captado de manera sensible.