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Un proyecto del Museo de Filatelia de Oaxaca, MUFI, en coordinación con El Museo Latino de Omaha, Nebraska.

Coordinación Editorial Eduardo Barajas Mendoza, Alan Armengol García Aguayo y Waldini Miguel Ángel Ortega Diseño Andrés Manuel Gómez Ricárdez Obra Alejandro Echeverría, Bart Vargas, Christina Narwicz, Claudia Álvarez, Darío Castillejos, Dave Manriquez, Demián Flores, Emilia Sandoval, Federico Toledo, Iggy Sumnik, Jaime Ruiz, Joe Nicholson, Joseph P. Broghammer, Justin Beller, Kristin Pluhacek, Mary Day, Moisés García, Rame Cuen, Ricardo Pinto, Ron Garvais, Sabino Guisu y Terry Rosenberg Textos Eduardo Barajas Mendoza, María del Carmen Castillo Cisneros y Julio César Gallardo Vásquez Fotografía Juan Carlos Santibáñez y Mario Alberto Santibáñez.

D.R. 2015 Los autores, por sus textos y obras

D.R. 2015 Museo de la Filatelia de Oaxaca A.C.

Reforma 504, Centro C.P. 68000 Oaxaca, Oax., México

ISBN 978-607-9255-15-2

www.mufi.org.mx

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra,

por cualquier medio o procedimiento sin el consentimiento

por escrito de los titulares de los derechos.

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Bolita, TepecintleDiseños de la colección de Arte Correo, MUFI, enviados

a artistas participantes de MAÍZ para su intervenciónMéxico, 2015.

TIMBRES INTERVENIDOS

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Mushito, Zapalote Diseños de la colección de Arte Correo, MUFI, enviados a artistas participantes de MAÍZ para su intervenciónMéxico, 2015.

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ChiquitoDiseños de la colección de Arte Correo, MUFI, enviados

a artistas participantes de MAÍZ para su intervención México, 2015.

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Dada la singularidad gráfica de los timbres postales mexicanos, la filatelia nacional ha adquirido, en época reciente, un interés único permitiendo que la gráfica contemporánea reinterprete los viejos diseños nacionales.

En colaboración con el Museo Latino de Omaha, Nebraska, la imagen del maíz es intervenida por 22 artistas, que reúnen repre-sentaciones gráficas con distintas técnicas sobre esta planta, inspirados en diseños de timbres postales mexicanos, otorgándole un nuevo concepto a este cultivo de tradición mesoamericana.

En varias ocasiones la filatelia mexicana ha tenido la oportunidad de abordar la tradición culinaria de nuestro país y, curiosamente, muchos de los platillos mexicanos que se

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Regando Maíz / Día mundial de la alimentación “La Juventud Rural” Aniversario de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación Mundial Rufino TamayoMéxico, 1988.

EDUARDO BARAJAS MENDOZA

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han representado en timbres postales, tienen como ingrediente principal el maíz. Retomar aquellas imágenes grabadas en el timbre postal e intervenirlas desde distintas perspec-tivas gráficas, representa un agregado sobre la tradición milenaria de esta planta que, en sí misma, representa en muchas regiones de nuestro país, fuente de vida y energía.

En esta exposición Alejandro Echeverría, Bart Vargas, Christina Narwicz, Claudia Álvarez, Darío Castillejos, Dave Manriquez, Demián Flores, Emilia Sandoval, Federico Toledo, Iggy Sumnik, Jaime Ruiz, Joe Nicholson, Joseph P. Broghammer, Justin Beller, Kristin Pluha-cek, Mary Day, Moisés García, Rame Cuen, Ricardo Pinto, Ron Garvais, Sabino Guisu y Terry Rosenberg, nos invitan a redescubrir la historia del maíz: por qué su importancia en América, por qué la idea de que venimos de él, o el por qué de la cultura mixe de creer que si sueñas con serpientes, es porque en tus pantalones se quedaron atrapados algunos “maicitos” cuando fuiste a la milpa. Fue así que Omaha y su Museo Latino resultaron ser el lugar ideal para llevar a cabo esta ex-hibición y darnos una nueva perspectiva del maíz en América.

Maíz (Zea Mays) / Flora de MéxicoJoana Bielschowsky

México, 1982.

Huitlacoche (Ustilago maydis) / Flora de México

E. ZambranoMéxico, 1988.

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MAÍZ OAXACA-OMAHAMARÍA DEL CARMEN CASTILLO CISNEROS

Restaurados los macehuales, fue necesario proporcionarles un alimento para que vi-vieran. Quetzalcóatl acomete entonces la empresa de redescubrir para ellos el maíz, “nuestro sustento”. Haciéndose encontradizo con la hormiga roja que lo tenía escondido. Quetzalcóatl la acosa a preguntas hasta que la hormiga se rinde y lo guía hasta el Tonaca-tépetl, el Monte de nuestro sustento. Llegados allá, el Señor de la Serpiente emplumada se convierte en hormiga negra y, junto con la otra hormiga, obtienen el maíz para los hombres y los dioses, ya que las mismas deidades, al enterarse del hallazgo, prueban también las semillas desgranadas. Después, Quetzalcóatl pone maíz en los labios de los primeros hombres, Oxomoco y Cipactónal, para que, comiéndolo, “se hicieran fuertes”.1

El maíz es, sin duda, la piedra angular de la dieta mesoamericana. Su cultivo, desde hace más de 4500 años, está asociado al surgimiento de las aldeas que dieron paso a grandes civilizaciones; antecedente directo de nuestra cultura. Por tanto, su existencia

nos recuerda la historia de nuestro país, rica en múltiples metáforas sobre la forma de vida indígena, mestiza, mexicana. Pero la impor-tancia del maíz no se restringe a Mesoamérica, su uso es vital en casi toda América y, por supuesto, en el mundo entero.

Como dijera Bonfil Batalla2, el maíz es funda-mento de la cultura popular mexicana, pero también, un ámbito de creatividad constante.

Es por ello que, trabajar artísticamente con representaciones gráficas del maíz implica adentrarse en una cosmovisión amplia y compartida, en este caso por Mesoamérica, un área cultural que aún muestra continuidades culturales en algunos de sus rasgos.

MAÍZ Oaxaca-Omaha es una apuesta conjunta del Museo de Filatelia de Oaxaca y El Museo Latino de Omaha que reúne a 22 artistas para intervenir diseños postales inspirados en este cultivo fundamental en la construcción de nuestra historia.

En el contexto indígena de Oaxaca, los diver-sos usos del maíz dan evidencia de fuertes vínculos con la tierra, el cosmos, los humanos, los animales, las divinidades y otros seres

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existentes. Su utilización, no solamente es estimada y variada en el campo culinario y gastronómico; su presencia forma parte de la ritualidad de los pueblos, sea ésta de carácter terapéutico, religioso, político o agrícola.

Se dice que los mesoamericanos somos hombres de maíz. A la par de este cultivo, los mexicanos hemos cultivado nuestra cultura, nuestro estar en el mundo, razón por la cual esta planta más allá de su biología, se traslada al campo de las relaciones sociales, los simbo-lismos y la mitología permitiendo establecer con ella una convivencia indispensable.

Existen, a lo largo y ancho del territorio mexicano, mitos relacionados con el maíz que contienen principios comunes a las

culturas mesoamericanas. Además la planta, entendida o representada como el eje del mundo, es un lugar común entre las mismas culturas. Se pueden enumerar infinidad de usos, asociaciones y saberes ancestrales que no son vestigios de un pasado, sino piezas fundamentales de un presente que se construye día a día al interior de los pueblos de México.

En términos gastronómicos, el maíz o carne de los hombres y la masa o carnita, es la base para elaborar distintos platillos y bebidas en los estados que conforman el país. Memelas, tacos, tlacoyos, chilaquiles, tostadas, empanadas, sopes, molotes, garnachas, tamales, huaraches, tlayudas, palomitas, atole y champurrado, forman parte de nuestros consumos diarios. Asimismo, en México contamos con más de

Hereford Steer and Corn / 100 Aniversario del Estado

de NebraskaEstados Unidos, 1967.

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40 especies de dicho grano y con el proceso de nixtamalización, técnica inventada en este suelo, a partir de la cual, los granos se hierven con agua y cal permitiendo que, en la posterior ingesta, se aprovechen de la mejor manera las propiedades alimenticias de la planta.

Pero el maíz también cumple otro papel social muy importante: la utilización de granos en rituales adivinatorios contemporáneos auxi-liando a chamanes y especialistas rituales en el diagnóstico de padecimientos, pronóstico de eventos o consultas varias que involucran la vida diaria de los habitantes de una comunidad.

Es el maíz, en diferentes presentaciones, ya sea en tamales, manojos de masa contados, en polvo, en grano, en mazorcas; elemento importante de ofrendas destinadas a las deidades que pueblan los etnoterritorios. En este sentido, el maíz alimenta a los humanos pero es también alimento de las potencias sagradas con las que compartimos el espacio.

Asimismo se tienen creencias alrededor suyo, como por ejemplo, que el maíz no se debe tirar porque llora, o que el maíz no se vende pues es algo que debe compartirse con el prójimo. Entre los Ayuujk, mixes de la región

alta, se suele decir que si sueñas con serpientes es porque en tus pantalones se quedaron atrapados algunos “maicitos” cuando fuiste a la milpa.

El maíz es fuente de vida y energía. Para los nahuas constituye parte de su sangre, sus huesos, su cuerpo. Es por ello que está muy difundida la idea de que fuimos creados de maíz. De hecho, en algunas culturas como la mixe, la gente a veces suele denominarse gente de maíz (moojk jää’y) y hacen pequeños muñequitos de masa que representan a las personas en los rituales.

Grandes cantidades de maíz acompañadas de otros elementos como chocolate, pan, aguardiente, mezcal y demás presentes, se ofrecen siguiendo la tradición de la pedida de la novia en varias localidades del estado de Oaxaca. El muchacho va acompañado de sus padres y padrinos y ofrece, a sus futuros suegros, una suerte de insumos como muestra del respeto y compromiso que va adquirir.

Asimismo, se tiene en el maíz a la deidad Chicomecóatl, Siete Serpiente o diosa de la subsistencia (en especial del maíz). Dentro de la mitología de los diferentes pueblos de

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Mesoamérica, el papel dado al maíz en los mitos de origen del mundo, es sumamente importante. El mito de los hermanos Sol y Luna, presente en la mayoría de las etnias que habitan el estado de Oaxaca, tiene una parte que hace mención al cultivo del maíz. De la misma manera, la historia de Kontoy, héroe cultural de los mixes, lo contempla como el personaje que enseña a los mixes a cultivar y, de hecho, castiga a su hermana Tajëëw por desobedecer en cuanto a la cantidad de mazorcas que debe cosechar.

Dentro de la tradición mixteca y triqui, las ceremonias de petición de lluvias que se lle-van a cabo cada año en cerros y cuevas, están destinadas a pedir por la buena producción y cosecha de maíz. Están vinculadas a potencias como la lluvia, el rayo, el viento y, ahora, a Santos de la iglesia católica que intervienen una vez ofrendados para asegurar el sustento anual.

Por su parte, existen también infinidad de rituales asociados con la siembra y cosecha de este cultivo. Se pide permiso a la tierra, se le da de comer, se le ofrecen animales en sacri-ficio, se riega tepache, mezcal o aguardiente y, posteriormente, se siembra. Los especialistas

rituales dicen que la tierra siente, que hay que hablarle porque se le va a pisar, se va a rascar y penetrar. Del mismo modo, al recibir los primeros frutos también se pide autorización a las entidades que habitan la milpa y a la misma planta para poder cortar sus frutos. El tratamiento del maíz es siempre un trata-miento de respeto.

En las montañas de Guerrero, una ceremonia especial es llevada a cabo por mujeres para cortar los primeros elotes, en donde la mujer se identifica con la planta, se deja el cabello suelto y le habla para que la planta no se sienta mal o se seque al ser cortada. La mujer la abraza, le da cariño, como si se tratase de una persona con la que dialoga y establece un trato.

Por tanto, en México, el maíz esconde infi-nidad de connotaciones culturales que han persistido a lo largo del tiempo. Teniendo además la fortuna de que, en Oaxaca, existe la mayor cantidad de especies de este grano que crece coloreando paisajes de campos, cordilleras, planicies y costas. Pero como era de esperarse, el maíz, al igual que nuestros antepasados migrantes, también traspasó fronteras y su uso se ha extendido en los Estados Unidos de América.

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La ciudad de Omaha, ubicada en el estado de Nebraska, mejor conocido como “The Corn-husker State” o el estado deshojador de maíz, es uno de estos ejemplos. Su nombre, como podemos ver, lleva implícita la importancia que tiene el maíz en la economía de este lugar. De hecho, a nivel nacional, ocupa el tercer lugar en producción de maíz y el segundo en producción de etanol, donde los usos del maíz abarcan el consumo humano, alimento para ganado y distintos usos industriales, farma-céuticos y cosméticos en su versión de etanol.

Nebraska Cornhuskers, es a su vez, el nombre del equipo deportivo de la Universidad de Nebraska-Lincoln y, por tanto el de su mascota. Asimismo, existe una cerveza lla-mada Cornhusker Lager con notas de maíz dulce y el Cornhuskers Bank que ofrece ser-vicios bancarios a toda la comunidad. Es por ello que el maíz es y ha sido parte importante de la vida de Nebraska y su gente mantiene una relación estrecha con este cultivo, que sin ser endémico, se ha adaptado perfectamente en su cotidianidad.

MAÍZ Oaxaca-Omaha es un homenaje a este regalo de la tierra, presente en Oaxaca y Nebraska. Un elogio a esta planta que nos

recuerda el verde, la vida y la fertilidad de un país, México, que sabe a tortillas recién hechas.

Es así que, sobre una amalgama poderosa de granos de distintas tonalidades, los hombres de maíz continuamos forjando nuestro futuro, actualizando distintas formas de percibir, así como entender nuestra cultura dentro y fuera del territorio mexicano.

En esta línea MAÍZ Oaxaca-Omaha, como faena creativa, abre surcos en tierra fértil, sembrando 22 granos entre diferentes artistas del MUFI y del Museo Latino de Omaha. Para que una vez lista la cosecha, se compartan las primicias a manera de guelaguetza en exposiciones en ambos lugares. Una invitación a saborear los maíces que alimentan artísticamente, ambos lados de la frontera.

1LEÓN-PORTILLA, Miguel. Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares. Fondo de Cultura Económica. Colección popular. 5a ed., 21a reimp. México, 2010.

2BONFIL BATALLA, Guillermo. Nuestro maíz: treinta monografías populares. T. 1Museo Nacional de Culturas populares, Secretaría de Educación Pública. México, 1982.

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MAÍZJULIO CÉSAR GALLARDO VÁSQUEZ

Para quienes vivimos en el sur de México, el maíz es una planta tan cotidiana que rara vez nos ponemos a pensar en cómo surgió la relación que nos une a ella. Y si bien no existen certezas al respecto, pues se desconoce el proceso exacto de domesticación de esta planta así como el sitio donde ocurrió, sí se conocen otros datos que nos permiten reconocer la importancia que, desde hace varios milenios, tiene el maíz para los pueblos indígenas.

En los inicios de la agricultura en Mesoamérica existía una variedad de plantas que producían alimentos y que estaban sometidas a distintos grados de domesticación, entre ellas se hallaba el teocintle, una planta con aspecto herbáceo, con varios tallos y que produce apenas algunos granos secos de consistencia áspera. La planta que dio origen al maíz actual. Se ha propuesto que la domesticación del maíz ocurrió en las zonas tropicales subhúmedas del centro-sur de México, habitadas en esos momentos por grupos de habla otomangue.

MaízLos cultivos de las Américas /

Estados Unidos, 2006.

Los indicios de domesticación de maíz y otras plantas como el frijol, la calabaza o el maguey, han sido localizados en las cuevas de estas regiones, donde se hallaron semillas fosilizadas de 8 mil años de antigüedad. Desde esa fecha y, hasta que el maíz alcanzara la relevancia que tuvo para las culturas posteriores, transcurrieron varios milenios más de selección y mejoramiento.

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Así, a medida que las sociedades humanas iban adquiriendo mayor complejidad, en el teocintle operó también un mecanismo de cambio, adquiriendo durante este proceso una mayor altura, la reducción a un solo tallo, hojas más grandes y mazorcas con una cantidad de granos cada vez mayor, característica que fue fomentada cuando el hombre dependió cada vez más de la agricultura.

En este proceso de domesticación, el hombre mesoamericano inventó la milpa, un sistema de producción cuya efectividad le ha permitido permanecer hasta estos días, pues posibilita tener varios cultivos en una misma parcela. La característica principal de una milpa es aprovechar las particularidades de cada planta; por ejemplo, en una milpa de maíz, frijol y calabaza, el maíz crece de forma vertical, pues es la planta que mayor cantidad de luz solar requiere; tales estructuras son aprovechadas por el frijol, cuyos tallos se extienden sobre los del maíz, aprovechando ese soporte mientras en sus raíces, las bacterias con las que se asocia esta leguminosa fijan el nitrógeno que a su vez utiliza el maíz para crecer. Por otro lado, la calabaza se extiende al ras del suelo, aprovechando la luz solar que llega a estas

capas inferiores y, a la vez, cubriendo el suelo con sus anchas hojas, que permiten que se mantenga la humedad y evitan el crecimiento de plantas que compitan con el maíz.

La relación entre las plantas que componen la milpa se traslada a la alimentación, pues aunque el maíz es un alimento muy nutritivo –el grano posee almidón, una forma de carbohi-drato–, carece de algunos aminoácidos en las proteínas que lo conforman, como la lisina, el triptófano y la isoleucina, que son esenciales para los seres humanos. Estos aminoácidos sí los contiene el frijol, por lo que al consumir ambas plantas quedan cubiertos los requeri-mientos proteínicos del ser humano.

Normalmente, la milpa es un cultivo de tem-poral, que aprovecha la época de lluvias en el momento que el maíz requiere mayor hu-medad. Por ello, es una planta anual, es decir, que su ciclo de crecimiento y reproducción ocurre en menos de un año. Esto también marca una diferencia con sus ancestros, que son plantas que viven más de un año.

La siembra de la milpa se realiza al finalizar la temporada seca, la germinación ocurre al iniciar la temporada de lluvias y cuando ésta termina, inicia la cosecha de elotes o mazorcas

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durante la temporada fría. En las zonas donde las condiciones ambientales lo permiten, el maíz se cultiva con riego y así ya no se depende del ciclo de lluvias anual.

Una vez que un grano de maíz es depositado en el suelo, comienza el proceso de germina-ción. Lo que nombramos grano es en realidad un pequeño fruto seco que acompaña al em-brión que dará origen a la planta, localizado en el ápice del grano. El resto de la estructura es el complemento alimenticio en forma de almidón, que permitirá al embrión sobrevivir antes de que logre producir su propio alimento. Ya sea que la siembra se haya realizado por el método tradicional o el mecanizado, si las condiciones del suelo son las adecuadas, del embrión surgirán dos estructuras primarias: su primera hoja y su primera raíz. La hoja debe romper la tierra que la presiona y salir al exterior; es una pequeña hoja lineal, comple-tamente vertical, que recibirá los rayos del Sol para hacer la fotosíntesis que permita alimen-tar al resto de la planta. La hoja nos recuerda a otras plantas muy comunes. Y es que el maíz tiene entre sus parientes a los pastos; plantas con hojas lineales, con venación paralela, raíces y tallos fibrosos. Esta familia es la de las gra-

míneas o Poaceae, que incluye otras plantas alimenticias igual de importantes en otras regiones del mundo, como el arroz o el trigo.

A medida que emerge del suelo en su trayecto vertical, el maíz desarrolla cada vez más hojas. Su tallo se engrosa y sus raíces se sujetan al suelo buscando agua y nutrientes, aunque no a mucha profundidad. Por ello, de la base del tallo se desarrollan raíces adventicias que procuran dar más soporte a la larga estructura. Estas raíces funcionan como contrafuertes de un maíz erguido y pesado.

Un día, comienza la floración. Las plantas de maíz poseen dos tipos de flores: las flores masculinas surgen en la punta de la planta en lo que llamamos jilote, mientras que las flores femeninas surgen en el tallo, en la base de las hojas. A diferencia de otras plantas, el polen del maíz no es transportado por animales, sino que esta función la realiza el viento. Sin embargo, una planta no puede fecundarse a sí misma y, por ello, requiere que el polen viaje a otras plantas, y es este entrecruzamiento el que produce parte de la diversidad de maíces que existen. De la flor femenina podemos ver a simple vista los pistilos, que llamamos

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cabellos de elote. Cuando los miles de granos de polen llegan a los pistilos, deben viajar a través de ellos hasta alcanzar la base, ubicada en lo que se convertirá en el olote. Una vez allí, cada polen se fusiona con un óvulo de la planta portadora para formar un nuevo em-brión. A partir de esta fecundación, comienza el crecimiento y maduración del nuevo grano.

Hacia el final de este ciclo de vida, los granos de maíz comienzan a crecer y a almacenar los nutrientes que le servirán al nuevo embrión. Aun cuando no se haya completado el ciclo, el maíz ya se puede cosechar en forma de elotes, que son mazorcas con granos que to-davía no están maduros. Cuando finalmente los granos están secos, ya se habla de maíz en forma de mazorca lista para cosecharse. Y una vez que la mazorca madura, la planta comien-za a morir, pues los recursos alimenticios han sido transferidos a los granos de maíz. Las hojas comienzan a marchitarse y a perder su color verde y, si el tallo no ha sido cortado o derribado por el viento, también comienza a secarse hasta que es removido para preparar el terreno para la siguiente siembra.

Una de las características más destacables del maíz es su variedad. Aunque al día de hoy no se conoce el número exacto de razas de maíz

que se cultivan en México, por el frecuente entrecruzamiento que existe entre las plantas, se sabe que son más de sesenta. El color del grano es la característica más llamativa, aunque no es la que define una raza, pues maíces de distintos colores pueden pertenecer a una misma raza. Otras diferencias están en la forma de los granos, su tamaño, grosor, el número de hileras de una mazorca, el tamaño de la mazorca, la velocidad del crecimiento o la resistencia a condiciones ambientales ex-tremas. Todas ellas resultado de los cientos de años que duró la domesticación y adaptación a las distintas condiciones ambientales del país.

Muchas de las razas de maíz son utilizadas exclusivamente por las comunidades indígenas y están adaptadas a las condiciones ambientales donde estos pueblos habitan, desde valles secos hasta laderas de montañas elevadas. Otras variedades han sido seleccionadas mediante procesos más recientes, procurando aumentar la producción para el consumo humano. La gran variedad de maíces está relacionada también con la variedad de usos a los que se destina. Sin embargo, la disminución en la fertilidad de los suelos, el inadecuado uso de los recursos naturales así como el aumento

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de la población, ha ocasionado que en varios sitios del sur de México se deba importar maíz procedente de otras regiones del país. Este movimiento de semillas pone en riesgo las variedades de maíces en las comunidades indígenas, pues la fertilización cruzada, necesaria para la producción de grano, es el punto de entrada para la contaminación por maíces mejorados y transgénicos, los cuales pueden estar desarrollados para aumentar la producción de maíz bajo condiciones controladas, pero en las condiciones ambientales de muchas de las tierras del sur de México, resultan poco útiles.

El debate por el uso de maíces transgénicos resulta polémico por los efectos potenciales que pudieran tener en la salud humana, pero quizá la mayor amenaza es la pérdida de la diversidad de maíces desarrollados desde hace varios milenios en México, cada uno con caracterís-ticas propias y adaptaciones a condiciones ambientales particulares, además de los usos que se le da al maíz que van más allá de la alimentación. Como planta cultivada, el maíz se originó en estas tierras y, el manejo de cientos de años fue lo que propició esa diver-sidad que hoy debemos procurar y proteger si queremos que continúe siendo la planta que todos conocemos.

Baya de frijol y mazorca de maíz / Autosuficiencia Alimentaria en Maíz y Frijol

A. Maltos AmateMéxico, 1991.

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M A Í ZE n g l i s h V e r s i o n

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With their singular designs, Mexican postage stamps have recently garnered a unique type of interest that have led to the contemporary graphic reinterpretation of the national de-signs of yore.

On this occasion, the exhibition Maíz-made possible by our collaboration with the Museo Latino in Omaha-gathered graphic represen-tations of maize inspired on Mexican postage stamp designs and created by 22 artists from Omaha and Oaxaca, among them Alejandro Echeverría, Bart Vargas, Christina Narwicz, Claudia Álvarez, Darío Castillejos, Dave Manriquez, Demián Flores, Emilia Sandoval, Federico Toledo, Iggy Sumnik, Jaime Ruiz, Joe Nicholson, Joseph P. Broghammer, Justin Beller, Kristin Pluhacek, Mary Day, Moisés García, Rame Cuen, Ricardo Pinto, Ron Garvais, Sabino Guisu y Terry Rosenberg.

M A Í ZEDUARDO BARAJAS MENDOZA

Manos sosteniendo productos alimenticios del campo / Sistema Alimentario Mexicano, S.A.M.

Joana BielschowskyMéxico, 1982.

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The artists reinterpreted the images of corn through different techniques, providing a new graphic concept to this traditional Mesoa-merican crop.

Mexican philately has already approached our nation’s culinary tradition on other occasions. As a matter of fact, many of the Mexican dishes that have been represented in postage stamps have maize as a main ingredient. Taking these images engraved on stamps and intervening them from different graphic perspectives has only added to the millennial tradition of this plant, which in many regions of our country represents the fountain of life and energy.

This exhibition invites us to rediscover the history of corn: the whys and wherefores of its importance in the American continent; why the notion exists that we emerged from it; or why the Mixe culture believes that if you dream of serpents, it’s because a few kernels got caught in your clothing while you were in the milpa or corn field. That was how Omaha and its Museo Latino ended up becoming the ideal place to hold this show and provide us with a fresh perspective on corn in the American continent.

MaízRepública de Sudáfrica, 1961 - 62.

Mano, maíz y campo / Reforma AgrariaPerú, 1969.

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MAÍZ OAXACA-OMAHAMARÍA DEL CARMEN CASTILLO CISNEROS

Once the macehuales were restored, food became necessary for their subsistence. Quetzalcóatl then undertook the task of finding maize, “our sustenance”, for them, by setting up a chance encounter with the red ant that had hidden it. Quetzalcóatl hounded it with questions, until the ant gave up and guided him to the Tonacatépetl, the Mount of Our Sustenance. Once there, the Lord of the Feathered Serpent became a black ant, and with the other ant’s help gathered more maize for men and for the gods, for those very divinities, when learning of the discovery, also tasted the kernels. Afterwards, Quetzalcóatl placed maize on the laps of the first men Oxomoco and Cipactónal, so that “they would become strong” as they ate it.3

Maize is beyond question the cornerstone of the Mesoamerican diet. Farmed for more than 4,500 years, it is associated to the emergence of villages that paved the way to the great civilizations, the direct predecessors to our culture.

Maíz / VegetalesCuracao, 2011.

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Its existence consequently reminds us of our country’s history, rich in many metaphors on the indigenous, mestizo and Mexican way of life. The importance of maize is not restricted to Mesoamerica, however. Its use is vital almost all over the American continent-and in the entire world, of course.

As Bonfil Batalla4 said, maize is the foundation for Mexican popular culture, but it is also a sphere of constant creativity.

This is why working with graphic representations of corn implies entering an ample, shared worldview-in this case the Mesoamerican one-, an area that still shows cultural continuity in some of its features.

MAÍZ Oaxaca-Omaha is a joint project by the Museo de Filatelia de Oaxaca (Oaxaca’s Stamp Museum) and El Museo Latino of Omaha, featuring 22 artists that worked with post office stamps inspired by this crop that has been crucial in the construction of our history.

In the indigenous context of Oaxaca, the diverse uses of maize provide evidence of strong links with the Earth, the cosmos, humans, animals, divinities and other beings. Its use is valued

and varied in the gastronomic and culinary fields; its presence also forms part of people’s rituals, be they therapeutic, religious, political or agricultural. They say that Mesoamericans are people of corn. Along with this crop, as Mexicans we have cultivated our culture, our existence in the world. For this reason, beyond its biology, this plant is transferred to the field of social relation-ships, symbolism and mythology, establishing a crucial coexistence with it.

Throughout the Mexican territory there are myths related to corn that share principles with Mesoamerican cultures. Maize-under-stood and represented as the axis of the world-is also commonplace among those same cultures.

Innumerable uses, associations and ancestral knowledge can thus be listed which are not vestiges of the past, but rather fundamental pieces of a present built day by day within Mexico’s pueblos.

In a gastronomic sense, maize or “the meat of men” and carnita or dough are the basis for preparing different dishes and drinks in the

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country’s different states. Memelas, tacos, tlacoyos, chilaquiles, tostadas, empanadas, sopes, molotes, garnachas, tamales, huaraches, tlayudas, atole, champurrado and popcorn are part of our daily feasting. In Mexico we have over forty species of corn, and we also have the process known as nixtamalización-a tech-nique invented on this very soil that involves boiling the kernels in water and lime [calcium hydroxide], allowing for the a better use of the plant’s nutritional properties when eaten. But corn also has a very important social func-tion in the use of its grains in contemporary prophetic rituals that help shamans and ritual specialists diagnose illnesses, predict events or in various consultations that involve the everyday life of a community’s dwellers.

Maize in its different presentations-as tama-les, as handfuls of dough [manojos de masa contados or “counted bundles”-bundles that were carefully counted and placed as part of specific rituals], ground maize, kernels, corn on the cob-is an important element of offerings devoted to gods that inhabit the indigenous territories. In this sense, corn feeds humans, but is also a food of sacred powers with which we share our space.

There are also beliefs around it, for example that corn should not be thrown out because it will cry, or that it should not be sold because it should be shared with our neighbour. The Mixes or Ayuujk of the highlands region say if you dream of snakes, it is because pieces of corn got caught in your pants when you went to the milpa or maize field.

Corn is the fount of life and energy. For Nahuas, it constitutes part of their blood, their bones, and their bodies. For this reason, the idea is widespread that we were created from corn. As a matter of fact, in some cultures such as the Mixe, people sometimes call themselves “people of corn” (moojkjää’y) and make small dolls out of dough representing humans in the rituals.

Large quantities of corn, accompanied by other elements such as chocolate, bread, moon-shine, mezcal and other gifts, are offered ac-cording to tradition when asking for a bride’s hand in several areas in the state of Oaxaca. Accompanied by his parents and godparents, the groom offers his future in-laws different goods as a show of respect and the commit-ment he will undertake.

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Maize also has the deity Chicomecóatl, known as Seven Serpent o r the goddess of sustenance (especially corn). Within the folk-lore of the different peoples of Mesoamerica, the role of maize in the myths of the origin of the world is extremely important. The myth of the siblings Sun and Moon, which appears among most of the ethnic groups in the state of Oaxaca, mentions the farming of maize. Similarly, the story of Kontoy, a cultural hero of the Mixes, presents maize as a character that teaches Mixes to farm, and that even punishes his sister Tajëëw for disobeying the quantity of ears of corn to be harvested. Within the Mixteca and Triqui tradition, rain cere-monies take place every year in the hills and caves devoted to praying for a bountiful corn production and harvest. They are related to powers such as rain, lightning, and wind (also including Catholic saints nowadays) that intervene once an offering has been made to them to ensure yearly sustenance.

There are also boundless rituals associated to the sowing and harvesting of this crop. Permission is asked from the Earth; it is given food; animals are sacrificed in its name; it is watered with alcoholic beverages such as

tepache, mezcal or aguardiente, and then sown. Ritual specialists say that the Earth can feel, and that we have to speak to it because it will be stepped on, scratched, and pierced. Similarly, when receiving the first fruits, autho-rization is also requested from beings that inhabit the milpa and from the plant itself in order to harvest it. Maize is always treated with the utmost respect.

In the mountains of Guerrero, a special ceremony where the woman identifies with the plant is held when cutting the first ears of corn or elotes. The woman lets her hair loose and speaks to it so the plant won’t suffer or dry up when being cut. She embraces it and pro-vides it with affection, as if it were a person with whom one dialogues and makes a deal.

In Mexico, therefore, maize encloses end-less cultural connotations that have lasted throughout time, with the added good fortune that Oaxaca grows the greatest variety of species of corn that colours the landscape of fields, mountain ranges, plains, and shores.

And as should be expected, maize-just as our migrant forbears-also crossed borders, and its use spread into the United States of America.

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The city of Omaha in the state of Nebraska-better known as the “Cornhusker State”-is one such example. Its name alludes to the implicit importance that corn has in the ar-ea’s economy. As a matter of fact, it holds the third place nationwide in corn production, and second in the production of ethanol, where the uses of corn range from human consump-tion to cattle feed and, in its ethanol version, to different industrial, pharmaceutical and cosmetic uses.

The University of Nebraska-Lincoln’s sports team is known as the Nebraska Cornhuskers, and Herbie Husker is its mascot. There is also a beer called Cornhusker Lager with notes of sweet corn, and the Cornhuskers Bank provides banking services to the entire community.

Corn therefore is and has been an important part of life in Nebraska, and its people maintain a close relationship with this crop, which without being endemic to the region has adapted perfectly to their everyday life.

MAÍZ Oaxaca-Omaha Is a tribute to this gift from the Earth, present in Oaxaca and Nebraska, a homage to this plant that reminds

us of the greenery, the life and the fertility of Mexico, a country that tastes of freshly-made tortillas.

Thus, over a powerful mixture of grains of different tones, the People of Corn keep forg-ing our future and renewing different ways of perceiving and understanding our culture inside and outside Mexico.

In this line, MAÍZ Oaxaca-Omaha as a creative enterprise, opens furrows in fertile soil, planting 22 kernels among different artists from MUFI and El Museo Latino of Omaha, so that once the harvest is ready, its yields are shared, like the guelaguetza, in exhibi-tions in both places.

MAÍZ Oaxaca-Omaha Is an invitation to sa-vour the different types of maize that provide artistic fodder on both sides of the border.

3LEÓN-PORTILLA, op. cit.4BONFIL BATALLA, op. cit.

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MAÍZJULIO CÉSAR GALLARDO VÁSQUEZ

For those of us living in southern Mexico, corn is such an ordinary plant that we rarely even stop to consider how our relationship to it was born. Although there are no certainties there (as neither the exact process of domestication of this plant nor the place where it happened are unknown), other data let us recognize the importance of maize over several millennia for indigenous peoples.

When agriculture began in Mesoamerica, a variety of plants existed that produced foods and were subjected to different degrees of domestication. Among them was teocintle, the plant that gave origin to today’s maize. Teocintle is a herbaceous plant with several stalks that produces barely a few dry grains with a rugged texture. The careful selection of teocintle plants with the best characteristics transformed it into the plant we know today as corn. It has been suggested that maize was domesticated in the subhumid zones of cen-ter-southern Mexico, inhabited at the time by Otomangue-speaking groups. Indications of the domestication of maize and other plants

such as bean, pumpkin and maguey have been found in caves in these regions, where fossilized 8,000 year-old seeds were discovered. From that date and until maize reached the importance it had for later cultures, several more millennia of selection and improve-ment went by.

Thus, as human societies acquired greater complexity, a mechanism of change also took place in the teocintle, which during this process acquired greater height, the reduction to a single stalk, larger leaves, and cobs with an ever greater quantity of kernels, a feature that was fostered when humans began to depend more and more on agriculture. In this process of domestication, Mesoamericans invented the milpa (cornfield), a production system whose effectiveness has allowed it to remain until today, for it enables having several crops in a single plot. The milpa’s main feature is that it makes the most of each plant’s pecu-liarities; for example, in a maize, bean, and pumpkin milpa, corn grows vertically, for it is the plant that requires the greatest quantity of sunlight; beanstalks take advantage of these structures as they spread over the cornstalks and make use of their support, while at their roots, the bacteria this legume is associated

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with fix the nitrogen, which is in turn used by corn to grow. Meanwhile, pumpkin spreads at ground level, taking advantage of the sunlight that reaches these lower layers, and at the same time covers the ground with its thick leafs, allowing for moisture to be main-tained and preventing the growth of plants that compete with corn.

The relationship between the plants that make up the milpa is transferred to food, for although corn is really a very nourishing food-the grain has starch, a form of carbohydrate-it lacks some amino acids in its proteins, such as lysine, tryptophan and isoleucine, which are essential for human beings. These amino acids are contained in beans, and this means that by consuming both plants, human protein requirements are met. Normally, the milpa is a rainfed crop that makes use of the showers when corn requires the greatest humidity. This is because corn is an annual plant-in other words, its cycle of growth and reproduc-tion takes place in less than a year. This also marks a difference with its ancestors, plants that lived for over a year.

The milpa is planted when the dry season ends; germination takes place when the rainy season begins; and when it ends, the

harvest of elotes or mazorcas [corn cobs] be-gins during the cold season. In areas where environmental conditions allow it, maize is irrigated, and therefore does not depend of the yearly rain cycle. Once the corn kernel is placed on the ground, the germination pro-cess begins. What we call a kernel is actually a small dry fruit that protects the embryo that will give rise to a plant, located on the grain’s tip. The rest of the structure is a food supple-ment in the shape of starch that will allow the embryo to survive before it manages to pro-duce its own food. No matter if sowing took place by traditional or mechanical means, if the soil’s conditions are adequate, two primary structures will emerge from the embryo: the first leaf and the first root. The leaf must break through the soil that presses down on it, and make its way outside: it is a small, lineal, completely vertical leaf that will receive the sunlight for the necessary photosynthesis that will feed the rest of the plant.

The leaf reminds us of other very common plants, for corn has grass among its relatives: plants with linear leafs, with parallel veins, fibrous stalks and roots. It belongs to the true grasses, Gramineae or Poaceae, which

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include other food plants just as important in other regions of the world, such as rice or wheat. As it emerges from the soil following it vertical route, corn continues to develop more and more leaves. Its stalk thickens and its roots grasp the soil in search of water and nutrients, although not very deeply. For this reason, adventitious roots develop on the stalk’s base, attempting to provide more sup-port to the large structure. These roots serve as buttresses for the upright, heavy corn.

One day, flowering begins. Cornflowers have two types of flowers: the male flow-ers emerge on the tip of the plant (in what we call the jilote) while the female flowers emerge from the stalk, in the base of the leaves. In contrast with other plants, wind, rather than animals, transports corn pollen. However, a plant cannot fertilize itself and therefore needs the pollen to travel to other plants, and this is the cross-fertilization that produces part of the diversity of existing types of corn.

In the female flower we can see the pistils at first sight, known as corn silk (cabellos de elote or “cornhair” in Spanish). When

the thousands of grains of pollen reach the pistils, they must travel through them until they reach the base, in what will become the olote or corn cob. Once there, each pollen grain fuses with an ovule from the carrier plant to form a new embryo. The growth and maturing of the new grain begins from this fertilization. Towards the end of this life cycle, the grains of corn begin to grow and store the nutrients that will serve the new embryo. Even when the cycle has not been completed, maize can be harvested as elote, which are corncobs with grains that are still tender. When the grains are finally dry, corn is considered a mazorca or cob that is ready to be harvested. Once the mazorca matures, the plant begins to die, for food resources have been transferred to the corn grains. The leaves begin to wither and lose their green color, and if the stalk has not been cut or knocked down by the wind, it begins to dry until it is removed in order to prepare the land for the following sowing season.

One of maize’s most outstanding characteris-tics is its variety. Although the precise number of maize breeds that are grown in Mexico is yet unknown, because of the frequent cross-

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fertilization between plants, we do know there are over sixty. The most striking feature is the grain’s color, although it is not what defines a breed, since corn of different colors can belong to a single variety. Other differences are in the shape of the grains, their size, thickness, the number of rows in a cob, the size of a cob, the speed of growth or its resistance to extreme environmental conditions. All of these are the results of hundreds of years of domestication and adaptation to the country’s diverse environmental conditions.

Many breeds of maize are used exclusively by indigenous communities and are adapted to the environmental conditions of their area, from dry valleys to the hillsides of tall moun-tains. Other varieties have been selected through more recent processes that guarantee an increased production for human consump-tion. The great variety of corn is also related to the variety of uses to which it is destined.

However, a decrease in fertile soils, the in-adequate use of natural resources as well as the rise in populations has meant that several places in southern Mexico have had to import maize from other regions in the country. This movement of seeds places corn varieties at

risk in indigenous communities, for cross-fertilization, which necessary to produce the grain, is the entry point for contamination by improved, genetically-modified corn, which can be developed to increase the produc-tion of maize under controlled conditions. In the environmental conditions of many of the lands in southern Mexico, however, they end up being of little use.

The debate over the use of genetically-mod-ified corn is controversial because of the po-tential effects it may have on human health, but perhaps the greatest threat is the loss of diversity in corn developed over several mil-lennia in Mexico, each with its own character-istics and adaptations to particular environ-mental conditions, as well as the uses given to corn that go beyond feeding.

Maize’s origin as a cultivated plant was in these lands, and manipulation over hundreds of years fostered the diversity that we must secure and protect today if we want it to con-tinue to be the plant we always knew.

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Alejandro EcheverríaMéxico, 2015.

Bart VargasEstados Unidos, 2015.

Christina NarwiczEstados Unidos, 2015.

Claudia ÁlvarezEstados Unidos, 2015.

Darío CastillejosMéxico, 2015.

Dave ManriquezEstados Unidos, 2015.

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Demián FloresMéxico, 2015.

Iggy SumnikEstados Unidos, 2015.

Jaime RuizMéxico, 2015.

Joe NicholsonEstados Unidos, 2015.

Emilia SandovalMéxico, 2015.

Federico ToledoMéxico, 2015.

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Mary DayEstados Unidos, 2015.

Moisés GarcíaMéxico, 2015.

Rame CuenMéxico, 2015.

Joseph P. BroghammerEstados Unidos, 2015.

Justin BellerEstados Unidos, 2015.

Kristin PluhacekEstados Unidos, 2015.

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Ricardo PintoMéxico, 2015.

Terry RosenbergEstados Unidos, 2015.

Rame Cuen “Sobre el comal cae el grano del maíz,

no se ve, solo se escucha.”Instalación: El Sonido del Hambre

Ron GarvaisEstados Unidos, 2015.

Sabino GuisuMéxico, 2015.

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Prenda: HuipilProcedencia: San Bartolo Yautepec, OaxacaAño: 1978Medidas: 117 x 100 cmColección: Museo Textil de Oaxaca

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Prenda: HuipilProcedencia: San Juan Copala, Oaxaca

Año: 1972Medidas: 112 X 89 cm

Colección: Museo Textil de Oaxaca

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AGRADECIMIENTOS

Museo Latino de Omaha, Nebraska, Estados Unidos.

Magdalena García Directora

Artistas convocados por el Museo de Filatelia de Oaxaca: Alejandro Echeverría, Demián Flores, Darío Castillejos, Emilia Sandoval, Federico Toledo, Jaime

Ruiz, Moisés García, Rame Cuen, Ricardo Pinto y Sabino Guisu.

Artistas convocados por el Museo Latino de Omaha: Bart Vargas, Claudia Álvarez, Christina Narwicz, Dave Manriquez, Iggy Sumnik, Joe Nicholson,

Joseph P. Broghammer, Justin Beller, Kristin Pluhacek, Mary Day, Ron Garvais y Terry Rosenberg.

MUSEO DE LA FILATELIA DE OAXACA

Alfredo Harp Helú Presidente Vitalicio / Enrique Trigueros Legarreta Presidente / María Isabel

Grañén Porrúa Vicepresidenta / Eduardo Barajas Mendoza Dirección General / Juana Vásquez

Calleja, Jovanna Nizariyi Pacheco Arellanes Administración / Waldini Pérez Ortega Difusión / Luis

Eduardo Sánchez Morales, María Fernández Harp, Estela Clara Vásquez Cruz Acervo / Alejandro Cruz

Ramírez, Iván David Cuevas Perzabal Museografía / Andrés Manuel Gómez Ricárdez, Diseño / Froy

Iván Padilla Aragón Exposiciones / María de la Luz Santiago Pérez Educación / Farid Alberto García

Rodríguez Enlace Educativo / Mónica De Ocampo Cabrera Biblioteca / Diana Carolina López Reyes Tienda / Ruth Guzmán López Atención al Público.

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