Madrid, de la prehistoria a la comunidad autónoma

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  • Madrid, de la Prehistoriaa la Comunidad Autnoma

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  • Comunidad de MadridCONSEJERIA DE EDUCACION

    www.madrid.org

    Madrid, 2008

    Madrid, de la Prehistoriaa la Comunidad Autnoma

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  • Consejera de EducacinExcma. Sra. D. Luca Figar de LacalleSecretario General TcnicoIlmo. Sr. D. Manuel Prez Gmez

    rea de PublicacionesAna Beln Dez Rivero Javier Fernndez Delgado Gema Recuero Melguizo Mari Cruz Sombrero Gmez Eva Prez Aneiros Paloma Montes Lpez Inmaculada Hernndez Gmez Mara ngeles Garca Jimeno

    Preimpresin e Impresin: Ibersaf Industrial

    ISBN: 978-84-451-3139-8Depsito Legal: M-28920-2008Tirada: 2.000 ejemplaresEdicin: 5/2008

    De esta edicin: Comunidad de Madrid. Consejera de Educacin. Secretara GeneralTcnica, 2008Alcal, 32 28014 Madrid. Tel.: 917 200 564. www.madrid.org/edupubli

    De los textos, cada uno de sus autores

    De las ilustraciones: Mario Torquemada (Museo Arqueolgico Regional de Madrid);Patrimonio Nacional; Biblioteca Regional de Madrid Joaqun Leguina; Ayuntamiento deMadrid. Museo de Historia de Madrid; Patrimonio Histrico-Artstico del Senado(Fotografa Oronoz); Juan Carlos Martn Lera (Direccin General de PatrimonioHistrico de la Consejera de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid); MuseoNacional del Prado (Madrid); Coleccin Documadrid; Instituto del Patrimonio HistricoEspaol (Ministerio de Cultura); Fernando de Madariaga (D. G. de PatrimonioHistrico); Alfonso. VEGAP. Madrid, 2008; Metro de Madrid S.A.; Ayuntamiento deAlcal de Henares; Andrs Lpez (Universidad Carlos III); Carlos Roca (D. G. dePatrimonio Histrico); Coleccin Particular.

    TCF Impreso en papel ecolgico libre de cloro

    Impreso en Espaa Printed in Spain

    Cubierta: Verde Print, S. L.

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    JFD1921Sello

    JFD1921Cuadro de texto

    Esta versin digital de la obra impresa forma parte de la Biblioteca Virtual de la Consejera de Educacin de la Comunidad de Madrid y las condiciones de su distribucin y difusin de encuentran amparadas por el marco legal de la misma. www.madrid.org/edupubli

    [email protected]

  • PRESENTACIN

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  • Hace veinticinco aos, con la aprobacin de un Estatuto de Autonomaenmarcado en el modelo territorial diseado por la Constitucin de 1978,la Comunidad de Madrid inici su andadura. Se le presentaban mltiplesretos, entre ellos la promocin de la cultura y la historia de una regin, alo que ha contribuido desde entonces con la edicin y difusin de cente-nares de publicaciones. A pesar de que en la bibliografa opulenta quehan acumulado las Consejeras figuren monografas de carcter histrico,faltaba la sntesis que se planteara la historia entera de Madrid y su regin.Para conocer el mapa cambiante de la Comunidad, es decir, su evolucinen el tiempo, concediendo a la capital el espacio que le corresponde ensu condicin de centro y cabeza, en este estudio colectivo se exploran lascomarcas, los Reales Sitios y los ncleos urbanos principales, tanto los his-tricos, como Alcal, como los ms recientes, cuyo crecimiento ha coin-cidido con el tramo cronolgico de la experiencia autonmica.

    Los madrileos de hoy son los herederos de un legado que las sucesi-vas generaciones han acumulado a lo largo de los siglos. Este libro estu-dia la formacin de ese legado. Es tarea de los investigadores, que laComunidad apoya, desbrozar la transformacin del territorio desde los pri-meros pobladores, que vivieron hace miles de aos en las proximidadesde Pinilla del Valle, y los que encontraron cobijo en las terrazas delManzanares en sucesivas pocas prehistricas, pasando por los morado-res del Madrid medieval y moderno, hasta quienes en la actualidad labo-ran y conviven en un Madrid metropolitano, convertido en locomotora dela economa espaola.

    En esta andadura de los tiempos destacan algunos acontecimientos, elms importante la decisin de Felipe II en 1561 de designar la Villa delManzanares como Corte, transformando, con un criterio modernizador, laCorte itinerante en centro estable, corazn del cuerpo grande del Reino,

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  • como la llam fray Jos de Sigenza. Tal eleccin tuvo consecuenciastranscendentales. En el orden demogrfico la metrpoli multimillonaria encenso ejerce una fuerza de succin que contrarresta la centrfuga de lascomarcas litorales, impidiendo la desertificacin del centro de la pennsu-la. En el plano artstico ha sembrado de monumentos palacios, jardines,puertas de murallas, iglesias el entorno geogrfico de la capital. Erigidaen encrucijada de los caminos peninsulares, primero terrestres, hoy eje dela red moderna de comunicaciones, ha derivado en cruce de caminos cul-turales.

    Es una constante de Madrid su capacidad de atraccin en todos losrdenes, pero especialmente en el de la creacin literaria y artstica. A sullamada han acudido sevillanos como Velzquez, aragoneses como Goyay Cajal, asturianos como Jovellanos, en una lista interminable que haincrementado el nmero de esclarecidos varones, como decan los cl-sicos, al sumarse los que han visto la luz en tierras madrileas o en lamisma Corte: Cervantes en la cima, luz entre los genios de la palabra, y asu lado Lope de Vega, como smbolos del Siglo de Oro, en una saga inin-terrumpida que en la poca contempornea personifican Ortega y Gasseto Maran. Sus obras constituyen un patrimonio que ha quedado impre-so en los monumentos, que Vctor Hugo llam piedras sagradas, y enlas obras pictricas, escultricas y literarias que albergan museos y biblio-tecas.

    No disponamos de una sntesis tan amplia de este legado histrico,condensada en las apretadas pginas de un solo volumen, accesible almayor nmero posible de lectores. En su elaboracin han participado losmadrileistas ms acreditados. Apoyados en una trama que respeta la cro-nologa, se trata de un estudio multidisciplinar, con la colaboracin de his-toriadores de las diferentes pocas, de la Prehistoria a lo contemporneo,y gegrafos, historiadores del arte y economistas.

    Aparece esta publicacin cuando celebramos el 25 aniversario de laComunidad, un tramo de tiempo propicio para un balance. Y coincidepor capricho del calendario con el segundo centenario del Dos deMayo, otra fecha memorable, en la que el pueblo madrileo en unas con-diciones extremas se alz para exigir su derecho a ser dueo de su desti-no. Dos efemrides que reivindican el examen de la trayectoria de Madridcon la atencin a su pasado, en cuyas pginas se han formado sus seasde identidad.

    Luca Figar de LacalleConsejera de Educacin

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  • INTRODUCCIN

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  • Frontispicio de la obra de Gil Gonzlez de vila, Teatro de las Grandezas de la Villade Madrid Corte de los Reyes Catlicos de Espaa, publicada en 1623

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  • INTRODUCCIN:PERFIL HISTRICO DE MADRID

    Antonio Fernndez Garca

    He visitado casi todas las capitales importantes del mundo; pero, enconjunto, ninguna me ha interesado tanto como la villa de Madrid, dondea la sazn me hallaba. No hablo de sus calles y edificios, de sus plazas,aunque algo de esto hay en Madrid digno de nota; Petersburgo tiene callesms hermosas; Pars y Edimburgo, edificios ms suntuosos; Londres, pla-zas ms bellas () Pero la poblacin!... Cercados por un muro de tierra,que apenas mide legua y media a la redonda, se agolpan doscientos milseres humanos, que forman, con toda seguridad, la masa viviente msextraordinaria del mundo entero. Con esta loa al pueblo de Madrid vol-caba su entusiasmo al conocer la Villa el viajero y vendedor de Bibliasingls George Borrow en 1836. Slo tres aos antes, Javier de Burgoshaba definido los lmites de la provincia de Madrid otorgndole su espacioactual. Si en 1833 se configuraba el territorio de la provincia, exactamen-te 150 aos ms tarde, en 1983, en el marco de la articulacin autonmi-ca del Estado espaol diseada en la Constitucin de 1978, la provincia seconverta en Comunidad Autnoma, dotada de instituciones y competen-cias que le permitan un ejercicio de autogobierno con el que se auparaa cotas de prosperidad inditas, hasta convertirse su centro de gravedad,Madrid, en capital econmica peninsular y en uno de los enclaves msdinmicos de Europa.

    Para alcanzar esta cima, los hombres que ocuparon y transformaroneste espacio haban recorrido un largo camino. Quines fueron, conocersu organizacin, los avatares de su caminata vital y la herencia que nos

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  • dejaron son los objetivos de este libro. No intentaremos, como a veces seestila en los prlogos, sintetizar en unas pginas de introduccin los con-tenidos de la obra entera, que se ha organizado en partes que se ocupande la capital o de la provincia. Anticipemos nicamente que el territorioactual experiment cambios a lo largo de los siglos, variaciones que sonestudiadas en el captulo 2, del que se ha encargado la profesora MaraAsenjo, y a l remitimos. Nuestro propsito en estas pginas de aperturase cie a dibujar un perfil histrico de la ciudad de Madrid, teniendo encuenta que se estudia la historia de una Comunidad megacfala, cuyorasgo preeminente es el absoluto predominio de su poblacin principal.

    Nos asomaremos a los orgenes. Localizar los primeros ncleos dehabitacin y fecharlos ha ocupado desde hace lustros a los arquelogos.Es de justicia que los madrileos conozcan el enorme esfuerzo que se estrealizando para el conocimiento de estos orgenes. Durante los aos 2002y 2003 cerca de 200 profesionales, la mayora arquelogos pero tambinpaleontlogos, han realizado excavaciones, recogidas en 2004 en el pri-mer Anuario de Actuaciones Arqueolgicas y Paleontolgicas de laComunidad de Madrid. Mayor informacin al pblico han ofrecido lasexcavaciones en Pinilla del Valle, donde en el abrigo de Navalmaillo hanaparecido restos del Homo neaderthalensis, que segn Juan LuisArsuaga, codirector de la excavacin en la que trabajan desde el ao 2002ochenta personas, corresponden a hombres que vivieron hace 63.000aos. En el captulo firmado por el profesor Martn Almagro podr encon-trarse informacin sobre los yacimientos en los que se escrutan las pri-meras huellas humanas dentro de los confines actuales de la Comunidad.

    Cuantos se han ocupado de estudiar la personalidad histrica deMadrid se han inclinado a sealar su carcter singular dentro de las capi-tales europeas, aplicando un vocablo con el que se alude a su fisonomadiferenciada de otras cortes y capitales estatales. Es de recordar al respectoun interesante trabajo de reflexin de Domguez Ortiz: La singularidad deMadrid. En qu consiste? Una respuesta pronta podra ser su incomuni-cacin con el mar. En el centro de una pennsula desprovista de entrantesmartimos, la lejana del mar y la carencia de una va fluvial que hicieseposible una comunicacin fcil y barata, de la que se sirven la mayora delas capitales europeas, sealan una condicin con la que se ha pretendidodefinir por negacin el rasgo preeminente de la capital espaola. Si seensaya una definicin mediante una carencia, ha de sospecharse que nohan sido ventajas naturales, sino decisiones humanas las que han trazadola trayectoria histrica de Madrid.

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  • Qu peculiaridad presenta Madrid en el contexto de las capitales euro-peas? Quizs fue una capital evitable, fruto del arbitrio de un Rey, cuyadecisin bien pudo fijar la eleccin en otro punto. Decimos evitable paracontraponerla a otras capitales inevitables, casos de Pars y Londres;Pars, compendio de la historia de Francia; Londres, convertida en cortepor su emplazamiento estratgico, en la regin meridional de una largaisla, emplazada en un amplio estuario de un ro caudaloso. Son urbespoderosas llamadas por la geografa y la historia a convertirse en centrode comunidades polticas. Sin esas dimensiones de megalpolis, Pragaresponde al mismo modelo de capitales predestinadas, punto nodal de unpas con murallas orogrficas, que orientaban los desplazamientos haciael centro. Todos los caminos conducan desde las fronteras del relieve aeste punto, un poblado de montaa en el vado ms accesible del Moldava,que atrajo a algn prncipe, aunque probablemente antes a los mercade-res. Ms en lnea con el modelo de Madrid, cabeza por voluntad regia, SanPetersburgo fue el resultado de una decisin real, una ciudad levantadapor designio de un zar, Pedro I, que se impuso al coste, a las bajas, a suposicin perifrica y a los rigores mortales del clima.

    Entre todas ellas, probablemente Pars constituye el mejor referentepara un estudio comparado. Cuatro elementos seala Braunfels en el cre-cimiento de la capital francesa. Primero: el crecimiento poblacional gene-r los anillos. Segundo: el eje real, desde la isla del Sena a travs delLouvre, Tulleras, Concordia, Campos Elseos hasta toile, marc el reade distincin. Tercer elemento: las mrgenes del Sena generaron sime-tra en la planimetra y, creemos, vocacin por los espacios dilatados.Cuarto elemento: la realeza consagr continuos esfuerzos para embellecerPars en cuanto smbolo de poder, concebido como monumento a la pro-pia grandeza del Estado y al rango de su cultura. Las diferencias conMadrid son claras. Situado el alczar en posicin excntrica, la villa delManzanares no se extendi de forma circular, sino en semicrculo, a lamanera de una ciudad litoral, respetando durante siglos la angosta fronte-ra fluvial. Se intent un eje real cuando opuesta al viejo alczar se cons-truy la segunda residencia regia, el Palacio del Buen Retiro, pero lo tupi-do del casero obstaculiz que se convirtiera en un corredor solemne. Elmodesto ro no represent un eje de simetra, y slo tardamente se con-solidaron ncleos de poblacin en la ribera derecha, en un espacio queparecan monopolizar los monarcas. Es como si la Villa se topara con unalinde fluvial que le impona respeto, a pesar de que en las terrazas de lamargen derecha del ro se levantaron muchos de los primeros poblados

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  • prehistricos, de los que han quedado restos lticos y osamentas de losanimales cazados. En cuanto a los intentos para convertir Madrid en unaimagen simblica de la grandeza del Estado, carecieron de continuidad,de ah que Carlos III se encontrara con una urbe en una situacin deabandono impropia de una capital. Sus esfuerzos, como los realizados enla poca de Carlos IV y las utopas de Jos I, se toparon con los destro-zos sufridos en el patrimonio durante la guerra de la independencia, unperodo de parlisis y daos.

    As pues, como un signo de su historia, Madrid no fue el resultado deun desarrollo normal, de un crecimiento natural, porque naci hurfanade favores naturales; no dispona de un hinterland que permitiera el abas-tecimiento de un centro populoso ni de comunicaciones fciles. Inclusocomo centro poltico en el centro geogrfico pudo haber sido preteridafrente a otras rivales prximas que partan en esta pugna con ventaja:Toledo al sur y Alcal al norte. Pero tampoco naci ex nihilo. Porque antesde la decisin de Felipe II ya disfrutaba de cierto renombre. Era una delas ciudades castellanas con voto en Cortes, y fue residencia real en oca-siones varias. No careca de inters estratgico, en cuanto ruta desdeToledo hasta Burgos y Valladolid. Se ubicaba en lo que Chueca denomi-na un bivio, una bifurcacin, el paso de la va nica a la doble o triple.Una calle o un camino optan por la lnea recta hasta que se desdoblanpara atender dos o ms rutas.

    La palabra Madrid, denominacin atribuida a la capital, dio nombre ala provincia y a la Comunidad, asumiendo una dimensin polismica. Suetimologa ha sido debatida, y aunque prevalece en la publicstica el ori-gen arbigo, de Magerit, lo cierto es que se desconoce. Menndez Pidalle atribuy una raz cltica, de mago o mageto, grande, y ritu, vado, top-nimo que aludira a su valor estratgico. Durante algn tiempo se identi-fic con una mtica Mantua carpetana, de poca romana, si bien la ausen-cia de restos la priva de valor cientfico. Se sostuvo el origen romano conmayor entusiasmo en el Renacimiento, poca en que todo lo digno y bellodeba proceder, imitar o transformar la herencia clsica, mas incluso enese tiempo de admiracin por las glorias de Grecia y Roma no dej deinsistirse en la procedencia rabe de Magerit, lugar surtido de aguas.Lpez de Hoyos (1569), maestro de Cervantes, despus de recordar ladenominacin latina de Mantua carpetana, tomada de los montes y puer-tos de la Fuenfrida y Guadarrama, que en latn se llamaron carpetanos, seinclin por la etimologa arbiga: llmase este pueblo Madrid, y dexandopatraas aparte este nombre es arbigo y quiere decir en nuestro castella-

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  • no lugar ventoso de ayres subtiles y saludables, de cielo claro, y sitio ycomarca frtil. En respaldo de su teora, sealaba las ocho fuentes delprado de San Jernimo y los cinco caos de Leganitos. Cuatro siglos mstarde, el erudito Oliver Asn, a quien debemos el trabajo ms completosobre este topnimo, afirm la dificultad de conocer cientficamente la eti-mologa del vocablo, y desautoriz la versin arbiga, recogida por loscronistas contemporneos, aunque sugiere que puede realmente Madridsignificar lugar rico en aguas, postura de prudencia que ha seguido asi-mismo Aparisi en su monumental Toponimia madrilea.

    Aguas abundantes, cielos transparentes, dos dones de la naturaleza quecomparecen una y otra vez en las laudes matritenses. Entre quienes can-taron las bellezas de Madrid, los ms perspicaces destacaron la riquezaartstica o la importancia de las letras que propici la instalacin de laCorte, pero ningn escritor clsico dej de ponderar el agua y los cielosal celebrar la personalidad de la Villa.

    PERCEPCIONES DE MADRID

    Desechadas las fantasas de fbulas sin fundamento, y evitando atribuirsu nacimiento a una divinidad o a un hroe mitolgico, la corriente delaudes matritenses, en la que comparecen autores y viajeros inevitable-mente presentes en la historia de una ciudad, ha destacado como si se tra-tara de un fruto del edn la excelencia de sus aires y sus aguas; aunquemenos acuerdo se haya suscitado en la ponderacin de sus cualidades cli-mticas, porque si bien no han faltado elogios a bondades imaginarias,otros han sealado los rigores de un pramo mesetario que pona a prue-ba la salud de sus habitantes.

    En su Repertorio de los caminos de Espaa (1546), Juan Villuga elogiel emplazamiento de la villa por sus bosques, que proporcionaban made-ra para la construccin y opima caza, y conclua evocando el feliz empla-zamiento de agua abundante. Gonzlez de vila (1623), cuyo ttulo:Teatro de las grandezas de la Villa de Madrid compendia su admiracinpor los personajes, monumentos y hazaas que recorren sus pginas,apunt que goza Madrid de ayres muy delgados y puros, de cielo serenoy claro, dones de la naturaleza que no admitiran comparacin con losque le regalaron Carlos V y Felipe II, hacindola asiento de su Corte:poniendo en ella la gloria de sus Coronas; la memoria de sus nombres, yfama de sus vitorias, la felicidad de su gobierno, y Consejos; la potenciay autoridad de sus leyes, que dominan dulcemente tantas naciones y

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  • Reynos diferentes. Entre otros autores, srvanos de paradigma Jernimode Quintana (1629), quien describi la villa en tonos de exaltacin isido-riana: La muy Antigua Villa de Madrid, tan conocida por su antigedadcomo nombrada por su grandeza, dichoso Alczar y Patria de sus Reyes,villa y asiento de sus Cortes, Teatro comn y venturoso de todos sus Reynos,Cabea del ms dilatado y poderoso Imperio que conoce el mundo, Madrey abrigo de todas las naciones, y ltimamente yema y centro de todaEspaa. Tras esta explosin de entusiasmo, el Rector del Hospital de laLatina exaltaba en largos y calurosos prrafos los frutos preciosos, gene-rosos vinos, aires puros y delgados, y las frutas regaladas, en una des-cripcin que dibujaba un paraso terrenal, donde los habitantes disfrutabande una salud envidiable. En la realidad histrica, los agentes epidmicosno conocan al parecer la prohibicin de irrumpir en este edn salutferoporque no dejaron de diezmar peridicamente a los habitantes, ni tam-poco encontraban en los mercados los habitantes tanta abundancia decomestibles, que habran de pagar en contantes maravedes, y en las inter-mitentes crisis de subsistencias prescindir de manjares casi inalcanzablespara la mayora de las mesas. Los historiadores contemplan la realidad ehistoria de la villa con sus luces y sombras, pero citamos estos testimoniosexultantes como signos de la percepcin con que la contemplaron algu-nos de sus vecinos ms ilustres.

    Ms de un siglo despus del canto de Jernimo de Quintana, el paga-dor Juan Antonio Estrada en su Poblacin general de Espaa (1748) apos-trofaba a Madrid con un bro si cabe mayor: fue elegida para Trono, eilustre Residencia, Corte y Cabeza de la ms estendida Monarqua, y dila-tado Imperio que conoce el Mundo; silla de sus Catlicos Reyes; Patria detantos Prncipes, ilustres varones y esclarecidos ingenios; punto y centrodel Hemisferio Hispnico, en donde compite lo ayroso del bro con lo biza-rro de la gala. Es ostentativa opulencia de los Forasteros, discreto cortejode los Moradores, poltico agasajo de los Nacionales, embeleso, y atractivoimn de todos.

    Los viajeros extranjeros que recorran la Pennsula en los siglos moder-nos no podan dejar de visitar la Corte, y dedicaron a su descripcin pgi-nas minuciosas, dictadas por las sorpresas que les deparaba un pas ex-tico. Representaban la mirada del otro, en la acepcin sartriana de laotredad, personajes procedentes de culturas distintas, que contemplabanla realidad espaola y madrilea aplicando una mentalidad y lenguajediferentes. La meritoria labor recopiladora de Garca Mercadal, una anto-loga de Hugh Thomas y un elaborado trabajo de Dolores Brandis orde-

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  • nan esta abundosa literatura, donde se recogen sucesivas imgenes delpaisaje urbano y la vida cotidiana en la Corte desde Felipe II hasta losumbrales del siglo XX. En general son relatos ornados de elogios, no obs-tante no faltan cuadros crticos, en los que se insiste en carencias y defec-tos. Contribua a la disparidad de juicios el carcter dual de Madrid, Villay Corte, en cuyo recinto se yuxtapona el monumento singular, el palaciodeslumbrante o la iglesia repleta de tesoros a las casas de muchsimavecindad y quasi modo de habitadores que describa Alonso de Arce en1734. Por tales contrastes la llam Godoy ciudad incomprensible en cartaa Mara Luisa de febrero de 1807.

    Aunque se considera que el relato de Townsend (1786-1787) propor-ciona la imagen ms completa de la ciudad, en vsperas del 1800 ofrecefundado crdito el de Bourgoing (1777-1795), quien residi algunos aosen diferentes pocas en Espaa, tuvo relacin con todas las clases socia-les y estudi su lengua y costumbres. No le entusiasm Madrid, que en suopinin no ofreca ninguna barriada hermosa, excepto el Prado, ni ape-nas edificios singulares, no obstante reconoca la vigilancia y limpieza dela poblacin, y elogiaba calles de buen trazado y limpias, en coincidenciacon los escritos de Laborde, algn tiempo agregado a la embajada fran-cesa, Blayney o Blaze. Ms ponderado se mostr un soldado francs, Fe,en sus Recuerdos de la guerra de Espaa, donde contemplaba Madridcomo una villa muy digna de ser visitada, en la que todo est bien, con-veniente, correcto, pero en la que nada excede de lo ordinario, no llamala atencin del viajero ni le asombra por la grandeza de sus proporciones.

    Juicios contrapuestos fueron asimismo los emitidos por los inglesesque entraron en la Villa en 1812. En tanto Wellington mostraba un claromenosprecio: sin las Cortes y sin los grandes de Espaa, Madrid no seranada. Quedara reducida a una aldea lgubre con el peor clima delmundo, el oficial mdico Boufleur contemplaba con entusiasmo la ciu-dad recin abandonada por Jos I y los franceses: la propia ciudad es lams hermosa que jams viera; hay un nmero ingente de palacios y deotras casas seoriales, y las casas son amplias y bien construidas, de modoque sobrepasa lo que cualquiera pueda esperar. Aldea lgubre o ciudadhermosa? Extraa villa, capaz de decepcionar o entusiasmar, el mismoao, a dos personajes procedentes de un mismo pas!

    Gratifica que los autores madrileos fueran los notarios de los fallos deesta ciudad contradictoria, porque el amor sin crtica es dique para lacorreccin de los defectos, por decirlo a la manera de Feijoo, quien tilda-ba irnicamente tal actitud de matriotismo en vez de patriotismo.

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  • Probablemente los viajeros seleccionaban lo emblemtico, las partesmonumentales de la ciudad, y los cronistas, que padecan los problemascotidianos, reprobaban los defectos de una ciudad descuidada. AsMesonero Romanos recordaba que en su niez, en los primeros aos delsiglo XIX, la villa exhiba fachadas desconchadas y sucias, calles estrechasy tortuosas, losas quebradas que pretendan ser aceras, basura sin reco-ger. Ms implacable era la opinin de Antonio Alcal Galiano: En losprimeros aos del presente siglo, era Madrid un pueblo fesimo, con pocosmonumentos de arquitectura, con horrible casero las fachadas de losedificios sucias, con las ventanas y puertas mal pintadas Era psimo elempedrado.

    Varios de los ms eminentes cronistas de la villa no se limitaron a enu-merar sus problemas, sino que adems presentaron programas elaboradosde mejoras. Fue el caso de Mesonero Romanos. Y de ngel Fernndez delos Ros. En fecha simblica, el 2 de mayo de 1868, meses antes de larevolucin que destronara a Isabel II, desde su exilio parisino enviabaFernndez de los Ros una serie de artculos que se convertiran en cap-tulos de su libro El futuro Madrid. El urbanismo y la poltica se entretejanen su dedicatoria apasionada. En su libro propondra, siguiendo los mode-los de Pars y Londres, como responsabilidad de los poderes pblicos con-figurar una capital de plazas amplias (la de la Independencia sera unacopia reducida de la Estrella parisina) y parques umbrosos (Dehesa de laVilla). Saba que una ciudad es obra de arquitectos, ingenieros y urbanis-tas, pero no menos de gobernantes, que financian y programan planes, yde la sociedad entera, en cuanto una urbe equivale a un espejo de la orga-nizacin social y de los valores imperantes en cada poca.

    UNA URBE DUAL

    Conociendo la contradiccin de los testimonios, podramos preguntar-nos qu presentaba de contradictoria la ciudad para visitantes y vecinos.Hemos apuntado que observaban una u otra cara de una ciudad jnica,palatina y menestral a un tiempo. Contemplada con el catalejo de lossiglos, la villa del Manzanares ofrece adems alguna paradoja.

    Parece aconsejable, si no obligado, buscar para centro poltico unemplazamiento en zona de campos frtiles o bosques. Sin estar ornada delos dones que cantaron algunos escritores, dispona de los suficientes paraque surgiera un ncleo de poblacin. Sin embargo, el crecimiento induci-do por su carcter de Corte esquilm esos recursos naturales, al iniciarse

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  • un proceso de deforestacin, si bien la reserva de los espacios reales con-tribuy a proteger en determinadas zonas la masa arbrea. La dualidadcomenz por tanto en el paisaje, entre reas arboladas y desarboladas. Ycontinu en la yuxtaposicin de villa y centro poltico o capital de lamonarqua.

    La dualidad se materializ en la edificacin, en los contrastes entrepalacios solemnes y vetustas casas de ladrillo. Junto a una torre sober-bia, se situaba un establo; frente a una vivienda opulenta, una vaquera.La fisonoma dual perdur hasta el siglo XIX, y en menor escala, lleg alsiglo XX.

    Se reflej tambin en la poblacin, en cuya estructura social ocupabanel tramo superior una plyade de aristcratas con su cortejo de criados,aunque dentro del estamento nobiliario se marcaran con fuerza las dife-rencias entre ttulos e hidalgos, muchos de estos pobres. Fue Madrid hastafinales del antiguo rgimen un islote nobiliario, como lo calificDomnguez Ortiz. Si la colmena aristocrtica se haba configurado alrede-dor del trono, el contraste viene en este aspecto sealado por la presen-cia de una clereca sin altos rangos, en una corte que careca de catedraly obispado. La intensa vida religiosa era pastoreada por un nutrido cleroparroquial. Y alimentada por la existencia de un nmero alto de conven-tos, fruto de la alianza del Rey y su cohorte nobiliaria con la Iglesia, puesnacan como fundaciones por designio de un poderoso o por una mandatestamentaria. De forma que si en el mbito poltico se congregaban enMadrid las ms altas autoridades que regan los asuntos del reino y delimperio, en el orden religioso se situaba en una posicin jerrquica secun-daria, dependiente de Alcal y Toledo, aunque el Tribunal del SantoOficio paliara en bastantes asuntos esta dependencia.

    La dualidad se ha observado en la estructura de poder. Porque en tantociertos organismos se encargaban de los asuntos de un imperio continen-tal y ocenico, otras instituciones habran de responsabilizarse de losasuntos de la villa, a pesar de que tanto la autoridad de sus regidorescomo la importancia reconocida a sus asuntos quedaran siempre subordi-nadas a los intereses superiores de una administracin de escala msamplia.

    En una visin de siglos, la dualidad econmica se exhibe como otrorasgo. Madrid era villa y capital, ya en el siglo XVI, desde la instalacin dela corte, y conservaba esta fisonoma al ingresar en el siglo XIX, porquese manifestaba con claridad la divisin funcional entre quienes vivan delEstado (funcionarios y capitalistas, que haban acumulado sus fortunas en

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  • servicios al Estado) y quienes vivan de la ciudad (abastecedores, comer-ciantes y artesanos). La divisin econmica desat conflictos de jurisdic-cin entre la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y los muncipes madrileos,porque si bien los alimentos se consideraban competencia municipal, nopodan las autoridades centrales desentenderse de la villa en tiempos dehambre o caresta o en la crisis suprema de una epidemia, aflicciones queen la cabeza del reino seran causa de descrdito para la monarqua. Enel mbito del abastecimiento se produjeron pugnas por el cobro de sisas,que gravaban los artculos de primera necesidad, y por el destino que sele deba dar a la recaudacin, normalmente servicios de la villa, pero queen momentos de escasez de recursos era reclamada para atencionesurgentes del erario real, dilema que reapareci en el siglo XIX en torno alos derechos de puertas.

    Una ciudad contradictoria, a tenor de los testimonios de escritores yvisitantes; una ciudad dual, reflejada en las instituciones, estructura socialy ostentosos contrastes urbansticos en su plano. Pero no se agota en ellosun anlisis del perfil histrico de la capital de la Comunidad.

    Sealaremos otros cuatro rasgos peculiares, apuntados en la historio-grafa madrilea, ya para destacar alguno de ellos (Fernndez lvarez oDomnguez Ortiz), ya de forma ms sistemtica (Garca Delgado).Sumariamente haremos algunas indicaciones sobre su condicin de cen-tro geogrfico naturalmente un rasgo anterior a su conversin en Corte,cualidad de cabeza poltica, dimensin de cruce de caminos y finalmentesu transformacin en capital econmica. Aparecen tratados en diversosmomentos y captulos en esta obra, pero nos parece conveniente presen-tarlos en esta imagen global.

    CENTRO GEOGRFICO

    La situacin central en la Pennsula es un hecho geogrfico, pero suvalor ha dependido de las circunstancias histricas. Se trata de una ventajarelativa o de una dificultad relativa, en cualquier caso superable por la acti-vidad de los hombres, como fue sealado por Brunhes y Vallaux: La capi-tal natural nace sobre la tierra viva, la capital artificial nace sobre el mapay es transportada al terreno elegido con voluntad, esfuerzo y millones.

    Madrid se levant en el centro geodsico de una estrella demogrficade seis puntas formadas por las ciudades costeras de Vigo, Bilbao,Barcelona, Valencia, Cdiz y Lisboa. Felipe II lo consider una situacingeogrfica privilegiada, en relacin con su concepcin de la monarqua

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  • como cabeza y centro de decisiones. Se situaba en una encrucijada, nexopara el flujo de mercancas en direccin a los cuatro puntos cardinales.Por este punto pasaban los caminos de Burgos y Len, Zamora ySalamanca, vila, Segovia, Toledo y Cuenca. Ya antes de la eleccin decapital de la monarqua se haba sealado esta situacin ventajosa, entreotros por Juan Villuga en 1546, como hemos citado anteriormente.

    Ha apuntado Fernndez lvarez ciertos beneficios de la ruta terrestrepara el trnsito entre las fachadas atlntica y mediterrnea. Podra argu-mentarse la ventaja de la ruta costera, pero los barcos necesitaban made-ra, y no era posible prescindir de los bosques del interior, con lo quemuchas rutas de aprovisionamiento se dibujaban entre el interior y el lito-ral. Otras poblaciones presentaban esta credencial de centralidad, mas lasrivalidades entre ellas, Toledo y Valladolid principalmente, sin que consti-tuyeran un factor determinante, quizs favorecieron la preeminencia finalde Madrid.

    En la circunstancia en que Felipe II busc un lugar donde asentar lacorte, la situacin central se convirti en una ubicacin funcional y sim-blica a un tiempo, en sintona con su concepcin centralista del Estado.As lo consign Fray Jos de Sigenza: Contentole sobre todo la villa ycomarca de Madrid, por el cielo ms benigno y abierto, y porque es comoel medio y centro de Espaa, donde con ms comodidad pueden acudir detodas partes los negociantes de sus Reinos y proveer desde all a todos ellos.

    Un factor decisivo fue la seguridad. Ha sido la cualidad previa busca-da por todos los asentamientos humanos, seguridad que las ciudades sehan procurado mediante fortalezas, murallas, fosos y puertas. En esteaspecto ha apuntado Fernndez lvarez, ofreca gran ventaja la lejanade la costa, en una poca en que los peligros venan por mar y los puer-tos se vean expuestos a incursiones y ataques de toda naturaleza, quegeneraban cierta indefensin de Barcelona, Valencia o Lisboa, y requer-an interminables dispendios en baluartes defensivos. Con acierto o sin l,los tratadistas de la poca as lo crean. Sirva de ejemplo Francesco deMarchi, conocido por Felipe II a travs de los Farnesio, quien en su trata-do de arquitectura militar insista en la conveniencia de que la ciudadprincipal de un estado se situara en el centro del territorio, donde seencontraba ms protegida del enemigo.

    La transmisin de noticias y la de rdenes de gobierno era ms fluidadesde el centro en una poca en que la notificacin de los grandes acon-tecimientos llegaba a las instancias polticas con semanas de retraso, comodemostr Braudel en su obra maestra El Mediterrneo y el mundo medite-

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  • rrneo en la poca de Felipe II. Entre las ciudades interiores, Madrid ofre-ca mejores posibilidades para la comunicacin con todos los centros depoblacin ubicados en la costa y no slo con alguno de ellos. No habavariado esta ventaja en los inicios de la poca contempornea. Hemosescrito en otra ocasin que para sus planes de ocupacin de la pennsu-la, Napolen consider prioritario el control de Madrid, desde dondepodra acudir a Lisboa, Valencia o, sobre todo, a Cdiz, donde se guare-can los restos de la escuadra derrotada en Gibraltar, barcos imprescindi-bles para su objetivo de bloqueo econmico de Inglaterra; de aqu que enel otoo de 1808, al penetrar al frente de la grande arme en laPennsula, se dirigiera directamente a Madrid, en vez de hacia Lisboa ohacia Barcelona y Valencia.

    Esta situacin central, lejos de los ocanos, tambin implicaba incon-venientes, y entre ellos el abastecimiento de la villa en los aos de ham-bruna. Domnguez Ortiz lo demostr para los siglos de los Austrias. Pornuestra parte hemos documentado que en las crisis de subsistencias a lolargo del siglo XIX los precios se multiplicaban en el interior con respec-to a las comarcas costeras, y que las importaciones de urgencia de trigoruso se encarecan a partir de su desembarco en el litoral espaol.Recordemos la tesis del hispanista norteamericano David Ringrose sobreel papel succionador de Madrid, en hombres y recursos, que contribuya la decadencia y el despoblamiento de las ciudades castellanas ms pr-ximas, aunque habra que matizar lo ha hecho Domnguez Ortiz quems bien se produjo una crisis general en Castilla al margen del papelmadrileo, puesto que habra de aclararse cmo, sin ser la villa delManzanares una ciudad con industria, se paralizaron los centros indus-triales, que podran haberse servido de Madrid como mercado, caso deSegovia. En cualquier caso, en el supuesto de que Madrid se hubieranutrido de su entorno para crecer durante la edad moderna, contribuyen los siglos XIX y XX a evitar el despoblamiento del centro peninsular, yen la actualidad, en la poca autonmica, viviramos la situacin histricainversa, por cuanto ha asumido una funcin de distribucin de hombresy recursos hacia su entorno geogrfico.

    CORTE Y CABEZA POLTICA

    El establecimiento de la Corte, y por tanto del centro poltico de laMonarqua, constituye, sin duda, el acontecimiento primordial de la histo-ria madrilea. Tal decisin responda a una idea de la poca, la de dis-

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  • poner de un centro fijo para la toma de decisiones. Y haba sido preocu-pacin de los grandes prncipes europeos. La Corte estable responda acriterios prcticos, pero tambin ideolgicos. Jos Antonio Maravall sea-l tres niveles en la administracin: ciudad, reino, imperio. No se tratabaslo de gobernar los reinos de Espaa, sino adems de ser la cabeza deun imperio, en el que Castilla haba desempeado, en cuanto a los terri-torios americanos, el papel protagonista. Carlos V prefiri gobernar elimperio con presencia personal en los territorios europeos. Felipe II pensen una Corte estable y puso final a la Corte itinerante, estimando mtodode gobernacin ms moderno que viajasen los papeles en vez del monarcacon su comitiva. As lo seal Fray Jos de Sigenza: luego trat nuestroFelipe de poner en ejecucin sus buenos propsitos: comenz lo primero aponer los ojos donde asentara su Corte, entendiendo cuan importante esla quietud del Prncipe, y estar en un lugar para desde all proveerlo todoy darle vida, pues es el corazn del cuerpo grande del Reino.

    Crean la mayora de los prncipes del Renacimiento en la convenien-cia de la estabilidad del centro, pero pareca valorarse, por los aos caro-linos, para cabeza de la monarqua lugar ms apropiado Toledo, a tenorde mltiples datos que muestran un papel secundario de la villa delManzanares, postergacin que no haba ocurrido con el CardenalCisneros, quien la prefera a la ciudad del Tajo, por su mayor proximidada Alcal y Torrelaguna. Carlos V slo cita cinco veces Madrid frente a docemenciones a Valladolid y trece a Barcelona. En las Instrucciones de 1529enumera nueve ciudades, entre las cuales no figura Madrid, villa que porotra parte haba desempeado un papel secundario en las Comunidades.De cualquier forma, a pesar de la tibia querencia del Emperador, no erauna poblacin cualquiera. Tena voto en Cortes, lo que supona grandesventajas para los habitantes. En Madrid se reunieron tres veces durante elreinado carolino: 1528, 1534 y 1551. Y tras la victoria sobre Francia, enMadrid estuvo la prisin de Francisco I, en la torre de los Lujanes, en laactual plaza de la Villa.

    Las preferencias cambiaron al subir al trono el nuevo monarca, porqueen la documentacin de Felipe II es posible rastrear su predileccin porla pequea villa, cuando manifest su propsito de sustituir una Corte iti-nerante. Y en 1559, al regresar de Bruselas, ya haba decidido la eleccin,hecha pblica una vez terminadas las Cortes de Toledo de 1560, comoanot Cabrera de Crdoba: hacer de esta villa (Madrid) la residencia realpermanente y el asiento fijo de la Corte y del Gobierno supremo, llevadosin duda de la circunstancia de su centralidad. A partir de ese momen-

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  • to los preparativos se aceleraron y la instalacin se consider completadael 11 de junio de 1561. El da 12 el monarca despachaba en el Alczar.

    Es pertinente preguntarse por los motivos que tuvo Felipe II para estadecisin concreta sobre el emplazamiento de una Corte estable. AlfredoAlvar, autoridad en el tema, desarrolla en su captulo los argumentos encontra de Toledo y a favor de Madrid, y a sus pginas remitimos, pero nosparece conveniente en este perfil introductorio abundar en la cuestin conla brevedad obligada. Varias razones se documentan o adivinan en estaeleccin.

    Situacin central. La Villa se encuentra en el camino entre los bosquesdel Pardo y los vergeles de Aranjuez, y se dibuja en el centro penin-sular, como hemos sealado, equidistante grosso modo de las cuatrofachadas martimas.

    Proximidad a El Escorial. En 1559 decidi el monarca construir unmonasterio en la Sierra, y convena se situase la Corte a distancia deuna jornada, para cuyo propsito slo contaban, en cuanto a comuni-cacin rpida, Segovia y Madrid, pero con ventajas orogrficas para lasegunda, cuyo camino no exiga pasos serranos, algo muy importanteen la poca de los carruajes.

    Seguridad externa e interna. Externa, la que ofreca la lejana del mar,en la poca en que las amenazas podan llegar fcilmente al litoral; lohemos apuntado. En el siglo XVI a Felipe II le pareci menos vulnera-ble la Corte distante de la costa. Por otra parte, si se considerara laseguridad interna, la salvaguardia de los rganos de poder en elsupuesto de una revuelta urbana, el emplazamiento perimetral delalczar supona una ventaja, con su defensa fcil en el borde de lanica barranca del Manzanares en la zona, en el acirate viga de unpaso del ro; de repetirse un movimiento de repulsa contra la autori-dad real, como el de las Comunidades, el alczar madrileo ofrecagarantas, aunque seguramente inferiores a las de Segovia.

    Varias carencias fueron consideradas ventajas, entre ellas no disponerde una estructura religiosa, como Toledo. Poda ser sopesada comouna desventaja, pero no para Felipe II, un monarca centralista, deseo-so de asentar los pilares del Estado sin hipotecas. Carmen Gavira haapuntado el vaco social de la villa como un conjunto de posibles razo-nes para la decisin: una villa sin burguesa potente como Valladolid,sin clero poderoso como Toledo, sin un artesanado conflictivo comoSegovia. Y Fernndez lvarez ha insistido en que una ciudad sin una

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  • estructura poltico-religiosa permita a un Rey centralista actuar sinverse obligado a compartir su autoridad.

    Motivos simblicos. El centro de las decisiones se identificaba con elcentro geomtrico, el lugar desde donde todo se contempla. Era unanocin encardinada en el pensamiento del Renacimiento. La concep-cin unitaria del espacio qued plasmada en las iglesias florentinas deBrunelleschi y en el templete de Bramante en San Pietro in Montorio,lo mismo que en los escritos de Alberti (De re aedificatoria). Si lacpula y la planta de cruz griega facilitaban la visin central de unrecinto eclesial, el punto cardinal elegido por Felipe II permitira lavisin central de los asuntos de gobierno, oteando todos los horizon-tes. En sintona con esta concepcin, escribe Alvar en su captulo queFelipe II, amante de las artes y de la arquitectura, dise un espacioldico en el centro, pero no en el centro desde el punto de vista geo-grfico, sino en el centro como sublimacin de lo perfecto, pues en elRenacimiento estamos.

    Que en 1561 Felipe II eligiera Madrid como sede de una Corte perma-nente, no itinerante, no garantizaba que durante todo el ao el Rey y lasinstituciones de gobierno permanecieran en el recinto de la villa, aunques en la periferia: el Pardo, Aranjuez, La Granja de San Ildefonso, ElEscorial. Habitualmente la familia real no se senta cmoda en las inme-diaciones del casero y pasaba la mayor parte del ao en estancias suce-sivas en los Reales Sitios. Fue el caso de Carlos III despus del Motn deEsquilache y el de Carlos IV, quien senta una especial prevencin ante lasturbulencias de las turbas. La corte de Carlos IV resida en Madrid variosdas a finales de junio y julio al trasladarse de Aranjuez a La Granja, y otrascontadas jornadas en diciembre al pasar de El Escorial a Aranjuez, y anhubo algn ao en que se ahorr la estancia en Madrid, lo que ocurri enlas navidades de 1807 y enero de 1808, precisamente cuando la gravedadde la situacin, con el ejrcito napolenico desplegndose por laPennsula, requera la presencia real en la capital.

    La capitalidad tuvo unas repercusiones sociales y econmicas de lasque se da cumplida cuenta a lo largo de esta obra. La inmediata se sea-l en la instalacin de los Consejos y rganos polticos del Reino, y en lallegada de las embajadas, ordinarias y extraordinarias. En el orden pobla-cional impuls continuos flujos de inmigrantes que repercutieron en elcrecimiento censal de la Villa. Al socaire del poder, los grupos socialespredominantes en cada poca se localizaron en Madrid: la orla aristocr-

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  • tica en torno al trono en las centurias en que los ttulos disfrutaban de pri-vilegios econmicos y legales; una potente burguesa que se ahorm enlos servicios al Estado y en el comercio ultramarino a partir de la instala-cin del Estado liberal en el siglo XIX; los grandes banqueros, financierosy empresarios a lo largo del siglo XX y la poca autonmica. Por otraparte, esta condicin de cabeza poltica supuso, adems, el mayor impul-sor de las transformaciones experimentadas en la arquitectura y el urba-nismo. Se detect la relacin entre poder poltico y urbanismo ya en losprimeros momentos de la eleccin de Madrid. La imagen urbana se trans-form tras la llegada de Felipe II en la medida que se consideraba el espe-jo de la monarqua; as se reflej en la Memoria de obras de Madrid, querecoga la idea de ciudad elaborada por Juan Bautista de Toledo para lacapital.

    Se ha sostenido a veces que la villa del Manzanares se perjudic al asu-mir su condicin de capital, incluso en la versin ms radical que la villadesapareci, qued subsumida o al menos tapada por el impresionanteaparato del Estado, versin contraria a la que aqu sostenemos de unaurbe dual. Todo apunta a que predominaron las ventajas, y en un examenhistrico parece la nica conclusin consistente. En un debate cordial conSainz de Robles, quien mostraba su preocupacin por recuperar la Villa,Enrique de Aguinaga le replicaba con irona en trminos eutraplicos,confesaba: Bien, que se vayan los Ministerios, pero tambin se tienen queir la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, el Teatro Espaol, laUniversidad Complutense, las Reales Academias y tantas institucionesimpropias de una Villa, que aqu estn como consecuencia de la capitali-dad.

    CRUCE DE CAMINOS

    Los dos rasgos sealados, centro geogrfico y cabeza poltica, convir-tieron a Madrid, de forma lgica, aunque en la historiografa no falten ver-siones acerca de una decisin artificial, en el centro de los caminos penin-sulares. En su captulo, el profesor Castillo Oreja describe con claridad ysolvencia la situacin de las comunicaciones en el momento de la elec-cin de la Corte, y no vamos a anticipar su trabajo. Pero aadiremos algu-nas consideraciones.

    Al convertirse la Villa en Corte, la primera preocupacin fue garantizaruna comunicacin rpida en los clculos de la poca con los espaciosreales, y constituyendo vaguadas, arroyos y ros los ms arduos problemas

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  • para carrozas y carretas de la comitiva regia, se elabor un ambicioso pro-grama de construccin de puentes para facilitar el enlace con El Escorial,cuyo responsable ltimo fue Juan de Herrera: el ms ambicioso, el puen-te de Segovia, para dar salida de Madrid a los caminos de Mstoles yHmera por Brunete hasta El Escorial; el puente entre Torrelodones yGalapagar, que facilitaba tambin el viaje al monasterio serrano, y un ter-cero para vadear el Guadarrama en el camino por Villaviciosa de Odn,Boadilla del Monte y Brunete.

    Mas no poda limitarse la red caminera a un entramado fluido entre losReales Sitios. Una capital mal comunicada en el centro de la Pennsulaplanteaba continuos problemas para la gobernacin del pas. Podra ser-virnos de ejemplo para comprender la lentitud de las comunicaciones elviaje de Carlos III desde Npoles a Madrid cuando fue reconocido comoheredero de la Corona al morir Fernando VI. La proclamacin del nuevomonarca se realiz en su ausencia con gran pompa en Madrid el 11 deseptiembre de 1759, a la espera de su traslado desde la capital italiana.Entre los preparativos y el crucero, el monarca no desembarc enBarcelona hasta avanzado el mes de octubre. El viaje de Barcelona aZaragoza ocup desde el da 22 al 28. Afecciones de sarampin en miem-bros de la familia real retrasaron otro mes la continuacin del recorridohacia la Corte. Por fin, el 1 de diciembre se reanudaba aquel intermina-ble viaje, el 8 llegaba la comitiva a Guadalajara, donde era recibida por elinfante D. Luis, y el 9 entraba en el Palacio del Buen Retiro. Observemos,ms all de las peripecias de un viaje histrico, que la comunicacin entreBarcelona y Madrid exiga aproximadamente dos semanas de tiempo, yque el viaje entre Guadalajara y Madrid consuma una jornada.

    Aplicando criterios de racionalidad, los polticos ilustrados compren-dieron la necesidad de una red rutera para la correcta gobernacin y eldesarrollo del pas, como argument Campomanes en Discurso sobre elfomento de la industria popular. Carlos III solicit primero la construccinde un canal que unira el Guadarrama y el Tajo, con la intencin de quese prolongara hasta Lisboa, obra que se interrumpi al poco tiempo de suinicio. En 1762, Ward presentaba a solicitud del monarca una red radial decaminos con centro en Madrid, que segua a grandes lneas los caminosde postas reales. Tampoco se realizara este proyecto, del que qued elrea que comunicaba los Reales Sitios y la estructura radial para comuni-car el centro con los principales puntos de la costa, un diseo que marcla construccin caminera en la primera mitad del siglo XIX y a partir de1850 la red ferroviaria. El tren supuso una nueva poca para Madrid, aun-

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  • que a los contemporneos, desprovistos de un bagaje histrico para com-parar los avances, les pareciera un medio lento, y un viajero extranjero seescandalizara del nmero de paradas y el tiempo que se consuma en unviaje a El Escorial, durante el cual los maquinistas se paraban en un des-campado para beber y asearse, anota escandalizado. Y en ocasiones se leencontraran otros inconvenientes que merecen ser calificados de pinto-rescos, como un escrito de Echegaray de principios del novecientos(publicado en 1910, escrito aos antes), en el que expresaba enlazadas,como los vagones, observaciones crticas bastante sorprendentes: Hastatomar el billete, el individuo es libre; desde que entra en un departamentoy le cierran la portezuela, ya es masa inerte, que encaminar como fardode mercanca. All van 300 viajeros en un tren () con la misma velo-cidad todos ellos, la de la marcha. El sabio y el ignorante, el bueno y elmalo, la fea y la hermosa, apostilla irnicamente sobre lo que le pare-ca un revoltijo social.

    Aunque algunos autores hayan calificado la red radial de poco acerta-da, lo cierto es que deriv en cada poca histrica de exigencias de articu-lacin del territorio no slo en trminos polticos sino tambin econmi-cos. Y no se ha alterado esta disposicin geomtrica en la era de lanueva generacin de transporte ferroviario, la de los trenes de alta velo-cidad, que mantienen el dibujo radial y mitigan hasta un lmite impen-sable antao los inconvenientes que pudiera suponer una capital aleja-da de la costa.

    CAPITAL DE LA BUROCRACIA Y LA ECONOMA

    Ante todo, sealemos que este ltimo rasgo solamente puede afirmar-se en la poca contempornea por lo que respecta a la condicin deMadrid como capital econmica. No ocurri as con el otro ttulo, puestoque su conversin en capital burocrtica deriv del establecimiento de laCorte, que exigi la residencia de un funcionariado escalafonado en nive-les de responsabilidad y retribuciones, y por otra parte convirti a la villaen la meta deseada para los ms destacados representantes de las profe-siones liberales; especialmente, a partir de la instalacin del Estado libe-ral, los abogados, solicitados para interpretar la normativa propia de unorganigrama estatal cada vez ms complejo. La concentracin de funcio-narios y profesionales diferenci a la sociedad madrilea de las otrassociedades urbanas desde los primeros aos de su existencia histricacomo capital, se mantena a mediados del siglo XIX, comprobable en el

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  • superior nmero de juristas, mdicos, profesores y periodistas inscritos enel Anuario de la industria y las profesiones de 1859 y contabilizados en elCenso de 1860, y conserv ese rasgo hasta nuestros das; si bien, con el na-cimiento de las Comunidades Autnomas, ya no posee el monopolio absor-bente de pocas anteriores, pues la extensin de los servicios pblicos y laasuncin de competencias que contemplan los estatutos autonmicos haexigido la habilitacin de colectivos funcionariales en todo el territorioespaol. Por eso el ttulo de capital de la burocracia, en singular, correc-to en trminos histricos, es compartido por otras urbes en los iniciosdel siglo XXI.

    Por el contrario, ha supuesto un cambio esencial la conversin del Madridcontemporneo en capital econmica. Todava a mediados del siglo XIXse contrapona el centro de servicios en Madrid y el centro fabril deBarcelona. Se haba configurado en esa poca una potente burguesamadrilea, como se explica en el captulo correspondiente, pero depen-da ms de los servicios al Estado que de inversiones de riesgo en nuevoscampos econmicos. Incluso durante la Restauracin, ya en los aosochenta del siglo XIX, era sealada por los economistas de la poca laescasez en Madrid de mquinas de vapor. A la altura de 1885, a tenor de losdatos de la Gaceta Industrial, en Madrid trabajaba la exigua cifra de 106mquinas de vapor, la mayora en fundiciones de hierro, en las tahonasde fabricacin de pan y en las imprentas, reflejando las fundiciones la ple-nitud de la edad del hierro, solicitado por los mercados, puentes, estacio-nes y vas frreas, y los otros dos sectores, la persistencia de dos activi-dades tradicionales en la villa. No obstante este retraso, se estaba iniciandoun ensayo de protoindustrializacin. Doce aos ms tarde, en 1897, sloen el distrito de Centro se ubicaban 868 empresas industriales, de un totalde 1.221; en la fbrica de gas La Madrilea trabajaban 1.500 obreros yse contabilizaban inscritas 3.000 cigarreras, el principal sector industrial detrabajo femenino.

    El proceso de metamorfosis de la ciudad de servicios en ciudad indus-trial, con la correlativa expansin de la actividad financiera, continu a lolargo de los primeros lustros del siglo XX. Esta metamorfosis encontr unslogan expresivo: Madrid, capital del capital, que se ha repetido comoun eco en la bibliografa madrileista. Lanzado en tono interrogativo porSanz Garca: Madrid, capital del capital?, ha terminado por convenirseque con la evolucin de la ciudad en el novecientos poda ser enarboladoeste estandarte en forma afirmativa. La hegemona de Madrid como centrofinanciero se haba fraguado alrededor de 1920, cuando, segn J. Muoz,

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  • contaba con 17 bancos y 200 sucursales, un nmero que en el ao 2000se haba acercado a los 3.000 establecimientos bancarios, adems dealbergar la sede del Banco de Espaa y los seis bancos oficiales, la Bolsay el Instituto de Crdito Oficial, conjunto de entidades que avalan el ttu-lo de capital del capital. Esta hegemona se cimienta adems en la inter-conexin con los grandes centros financieros internacionales, comoNueva York, Roma, Tokio, Londres, Frankfurt y Pars.

    El aparato financiero no hace otra cosa que reflejar la creciente con-centracin empresarial en Madrid y su corona metropolitana, multiplicadaa partir del inicio de la Comunidad Autnoma en 1983. Sesenta de las cienprimeras empresas espaolas tienen su sede central en Madrid. Y enMadrid se concentra el mayor volumen de empresas de nuevas tecnolog-as, tanto espaolas como extranjeras, entre ellas Ericsson, Microsoft,Telefnica e IBM, la cual decidi fijar en la capital espaola su nueva sedepara Europa, frica y Oriente Medio. Todos los datos hablan de unaenorme concentracin de poder econmico. Los recintos feriales (IFEMA)componen un formidable conjunto con el aeropuerto de Barajas, el cualpermite la movilidad de cerca de 45 millones de pasajeros y atisba el hori-zonte de los 70 millones, genera 200.000 puestos de trabajo, entre direc-tos e indirectos, y aporta al PIB entre 8.900 millones de euros (estudio dela Universidad de Alcal) y 10.000 millones (clculo de la consultora NERApara AENA).

    Las credenciales del poder econmico de Madrid y su Comunidad sonincontestables. Al prologar la tercera edicin de la Estructura Econmicade Madrid, el profesor Garca Delgado sintetizaba esta condicin de loco-motora econmica de Espaa: Al iniciarse el segundo lustro del siglo XXI,Madrid lidera el crecimiento econmico nacional y se ha convertido en eltercer centro econmico de Europa, slo por detrs de los que nucleanPars y Londres (). Y lo que era una tradicional capital funcionarial yfinanciera, plaza industrial slo de segundo orden, es hoy el primer cen-tro empresarial de Espaa, con un diversificado sector manufacturero y unpoderoso sector de la construccin, con una amplsima representacin delas actividades avanzadas ingeniera, diseo, asesora, investigacin,publicidad, consultora y con el ncleo de un sistema financiero espa-ol, hoy saneado y competitivo.

    Volvemos la vista al pasado para conocer mejor el presente. La capital,como espejo de una Comunidad pujante y populosa, ya no es slo el cas-tillo famoso que evoc Moratn, ni la pequea villa que tantos escritoresexaltaron, el ombligo de Espaa para Lope de Vega, la ciudad madre de

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  • todas para Tirso de Molina. En la actualidad no se resumira en el famo-so castillo de la poca rabe, ms tarde transformado en majestuoso pala-cio; habra que izar en vez de los smbolos medievales de la fortaleza, lossmbolos del arte en las creaciones inmortales que custodia el museo delPrado, o los emblemas del poder econmico en el tejido que formanIFEMA, Barajas, la red de araa de las infraestructuras, o los gigantesarquitectnicos nacidos con osadas geometras. Moratn tendra grandesdificultades hoy para elegir un emblema en esta megalpolis. Una granciudad, y su entorno organizado en Comunidad Autnoma, que es elresultado del trabajo, la sensibilidad y la organizacin de sucesivas gene-raciones.

    Para contemplar la evolucin en el tiempo de la capital y su entorno,desde la Prehistoria hasta la actualidad, se ha elaborado este libro. Conla intuicin suprema del poeta, Miguel Hernndez cantaba el alma deMadrid y su ro en dos versos musicales y densos: pasa como la histo-ria sonando sus renglones/ y en el sabor del tiempo queda escrito.Maravillosa definicin de la historia: lo que queda escrito en el sabor deltiempo.

    No disponamos de una sntesis de estas caractersticas en la bibliogra-fa madrileista, ya bastante amplia. Organizada con una secuencia tem-poral, es una Historia de Madrid, ciudad y regin, no obstante no se ago-tan sus contenidos en un enfoque histrico, porque han confluido en estaspginas colaboraciones de historiadores de las sucesivas pocas desdeprehistoriadores a contemporanestas, historiadores del arte, gegrafos yeconomistas, que han enriquecido la pluralidad de enfoques. Todos sonautores prestigiosos, con un notable bagaje investigador sobre la realidadmadrilea, que, compelidos por la estricta aritmtica de las pginas con-tadas, han hecho un esfuerzo tenaz de sntesis para ordenar el estadoactual de los conocimientos sobre diversos aspectos de la historia de laVilla y los ncleos y zonas del territorio de la Comunidad. Porque dese-bamos una obra breve, abarcable, expuesta en un tono asequible, atracti-va para los interesados en la cultura madrilea y til para los estudiantesuniversitarios que cursan la disciplina de Historia de Madrid. LaComunidad de Madrid lo incorpora a su extenso catlogo. Su mecenazgoen el campo de la edicin es una de las aportaciones, quizs poco pre-gonadas pero no menos fructferas, de la autonoma.

    No es slo una muestra obligada de cortesa, sino agradecimiento sin-cero el que expresamos a los autores por su aportacin y a la Comunidadpor su confianza.

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  • 00 INTRODUCCIN* 1/1/04 06:01 Pgina 34

  • IFUNDAMENTOS HISTRICOS

    Y GEOGRFICOS

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  • Mapa a escala 1:500.000 de la Comunidad de Madrid, elaborado por el rea de Cartografa de laConsejera de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenacin del Territorio de la Comunidad de Madrid

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  • 1MEDIO FSICO Y PAISAJESDE LA COMUNIDAD DE MADRID

    Miguel ngel Troitio Vinuesa

    En el proceso de organizacin y control de un territorio, adems de losfactores polticos, econmicos, sociales y culturales, tienen y han tenidoun importante papel, especialmente durante el ciclo preindustrial, los rela-cionados con el medio natural, dado que no ofrecen las mismas condi-ciones de vida las altas montaas que las llanuras o los pramos que lasriberas de los ros. Este captulo tiene por finalidad aportar una presenta-cin sinttica de las principales caractersticas fsico-naturales y paisajsti-cas del territorio madrileo, considerado ste en cuanto recurso, soportey condicionante de la accin humana.

    La Comunidad Autnoma se circunscribe a la provincia de Madrid,surgida de la divisin de Javier de Burgos en 1833. La provincia se con-figur, a modo de un tringulo equiltero, alrededor de Madrid capital,buscando la complementariedad entre sierras, campias, vegas y pra-mos. Los lmites autonmicos se fundamentan, por tanto, unas veces enhechos fsico-naturales, y en otros, en razones histrico-culturales: alnorte y oeste son las cumbres del conjunto montaoso de las sierras delSistema Central; el cauce del ro Tajo sirve, en buena medida, de lmitemeridional; el flanco oriental es el ms artificial, pues la divisoria provin-cial con Guadalajara cruza realidades geogrficas diversas, lechos fluvia-les, pramos y campias; algo similar ocurre en el lmite con Toledo enla zona de La Sagra.

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  • La Comunidad de Madrid, situada en el centro de la meseta castellana,tiene una acusada diversidad fsica y paisajstica, derivada, por un lado, desu participacin de las montaas del Sistema Central y de la cuenca sedi-mentaria del Tajo y, por otro, de un acusado contraste y escalonamientoaltitudinal, prximo a los 2.000 m, entre las tierras bajas del Alberche enVilla del Prado y las cumbres de Pealara en la sierra de Guadarrama. Estadiversidad explica la presencia de paisajes de alta montaa en Los Montes

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    Mapa 1. El territorio de la Comunidad de Madrid (Fuente: Mas Hernndez, R. (Dir., 1992): Atlas de la Comunidad de Madrid)

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  • Carpetanos y Cuerda Larga, encinares en El Pardo, pinares en las tierrasdel Alberche, campias en las tierras del Henares, vegas en Aranjuez,pramos en Pezuela, las Torres y Chinchn, o las formaciones vegetalesesteparias en las zonas ridas del sur. En suma, un medio natural diversoque ofreci tambin condiciones y posibilidades contrastadas para laaccin humana a lo largo de las diferentes etapas histricas.

    En la configuracin del mapa autonmico, derivado de la Constitucinde 1978, Madrid, ante los temores de las comunidades vecinas, lleg a laautonoma en 1983 por iniciativa gubernamental. Se configur como unacomunidad uniprovincial, fuertemente urbanizada y con elevada densidadde poblacin, con fuerte atraccin econmica y presin territorial sobrelas comunidades de Castilla y Len y Castilla-La Mancha. Hoy se trata, enrealidad, de una regin urbana, un territorio que, especialmente a partirde la segunda mitad del siglo XX, ha conocido un intenso proceso de con-centracin demogrfica y econmica, como evidencian los ms de seismillones de habitantes, los cerca de 800 habitantes por km2 y que sobreel 1,6% del territorio se concentre el 14% de la poblacin espaola. Unterritorio fuertemente humanizado donde existe una presin crecientesobre un medio fsico-natural que, a pesar de las transformaciones, con-serva valores ambientales, paisajsticos y culturales dignos de conocer yque requieren de una voluntad y un compromiso explcito de protecciny gestin responsable.

    1. ENCUADRE TERRITORIAL

    La Comunidad de Madrid, con una situacin geogrfica en el centrogeomtrico del territorio peninsular, en el complejo y diversificado mundode la meseta castellana, se extiende por una superficie de 8.030 km2,desde las vegas del Tajo en Aranjuez a las cumbres del Guadarrama. Estasituacin ha jugado un papel estratgico decisivo a lo largo de su historia,abierta al mundo mediterrneo y al atlntico y con notables ventajas parala comunicacin interior. Esta condicin de encrucijada geogrfica se vioreforzada y activada cuando, en el siglo XVI, Felipe II decidi instalar laCorte en la villa de Madrid. Posicin central y capitalidad estatal jugarna favor de la configuracin, en el siglo XIX, de un sistema de transportesy comunicaciones apoyado en una red radial caminera de seis ejes o enla-ces principales: Madrid con Irn, La Junquera, Valencia y Alicante, Cdiz,Badajoz y La Corua, a la que seguirn otras redes como la ferroviaria, latelegrfica o la de carreteras, reforzndose en el siglo XX y comienzos

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  • del XXI con las redes de autovas y autopistas y el trazado del tren de altavelocidad.

    Los efectos concatenados de una situacin central en la pennsulaIbrica, la capitalidad estatal y la red centralizada de transporte y comu-nicaciones compensarn sobradamente otros factores desfavorables yMadrid se configurar como un gran centro de servicios, la capital delcapital, una potente rea industrial y empresarial que extiende sus tentcu-

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    Mapa 2. Las grandes unidades de paisaje de la Comunidad de Madrid (Fuente: Gmez Mendoza, J. (Dir., 1999): Los Paisajes de Madrid: naturaleza y medio rural)

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  • los por el territorio circundante, configurando una regin urbana que pre-siona con fuerza sobre el medio y los recursos naturales. Se trata de unmedio fsico-natural que cada da depende ms de un medio urbano que,en ocasiones, se expande y difunde hasta lmites que eran insospechadoshasta hace slo un par de dcadas.

    La articulacin fsica de su territorio se explica por la presencia de dosgrandes unidades estructurales: El Sistema Central y la CuencaSedimentaria del Tajo, unidades mayores del relieve peninsular que, a suvez, se subdividen en otras menores, diferencindose en trminos geo-morfolgicos y tambin biogeogrficos, aportando diversidad y riqueza,as como marcos diferenciados para la ocupacin y el asentamiento huma-no. Los terrenos montaosos se extienden por el 40% de la superficie dela Comunidad y pertenecen, en su mayor parte, a la Sierra del Guadarramaentendida en sentido amplio, quedando en las de Gredos y Somosierrapequeas porciones de los bordes occidental y oriental. Los terrenos lla-nos ocupan el 60% de la superficie, forman parte de las planicies de ladepresin mesetea, diferencindose con bastante nitidez las campiasmadrileas, las vegas fluviales y los pramos alcarreos.

    Casiano del Prado, en su Descripcin Fsica y Geolgica de la Provinciade Madrid, escrita en 1864, ya diferenciaba en el territorio madrileo treszonas o bandas bastante regulares y casi paralelas: la Sierra al noroeste,donde se hayan los materiales ms antiguos del viejo zcalo herciniano;la Campia en el centro, de arcillas y arenas cuaternarias; y los Pramosal sureste, de calizas, arcillas y yesos. Francisco Hernndez Pacheco, ensu trabajo sobre Caractersticas fisiogrficas del territorio de Madrid(1941), destacaba la situacin geogrfica de Madrid en la confluenciade dos regiones geogrficas peninsulares, la Cordillera Central, la Sierra delos madrileos, y los Llanos del Sur, de topografa ms o menos alomada;entre ambas se interpone una banda de terrenos detrticos arcilloso-are-nosos, con una anchura media de 30 km, que configura una zona detransicin.

    En fechas ms recientes, Eduardo Martnez de Pisn, en El EspacioNatural de Madrid (1983), habla del contraste Sierra y Llano, resaltandoque el lmite se entiende, fsica e histricamente, como mbito de interre-lacin. El Guadarrama, desde el siglo XIX, se cargar, a travs fundamen-talmente de la Institucin Libre de Enseanza, de referencias simblicas,ocupando un lugar destacado entre los paisajes de Castilla. Al sur, losLlanos con una ciudad en expansin que los va ocupando y transforman-do de forma progresiva en paisaje urbano.

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  • Las sierras del Sistema Central, por un lado, y las campias y vegas delJarama, Henares y Guadarrama y los pramos de la depresin del Tajo,por otro, conforman dos conjuntos fisiogrficos ntidamente diferenciados:La Sierra y la Cuenca. El lmite entre ambas est marcado por un escarpetopogrfico que con direccin noreste-suroeste divide en dos partes elterritorio madrileo, contraste perceptible en los mapas geolgicos y enlos trazados de carreteras que se dirigen al norte, a la altura de puebloscomo Valdemorillo, Torrelodones, Colmenar Viejo o El Molar.

    El clima, resultado de la interrelacin entre sus caractersticas orogrfi-cas y las condiciones generales de la dinmica atmosfrica de la ZonaTemplada del Hemisferio Norte, en el centro de la pennsula Ibrica, esde tipo mediterrneo continental con acusados contrastes a lo largo delao tanto en las temperaturas como en las precipitaciones. Las diferenciastopogrficas diversifican el clima mediterrneo-continental, con un resul-tado de mayores precipitaciones en las sierras, superiores a 1.000 mm,frente a menos de 500 mm de los llanos. Las temperaturas siguen la mismasecuencia, con contrastes en las medias serranas, inferiores a 10, y las tie-rras del sur, superiores a 14, y fuertes amplitudes trmicas anuales, deunos extremos de 40 estivales a -10 invernales. Las zonas intermediasson ms moderadas en el aspecto climtico y donde el impacto urbano sedeja sentir en el aumento de la temperatura local y en la contaminacindel aire.

    El Tajo, sin apenas entrar en el territorio madrileo, es el gran colectorde la red hidrogrfica de la Comunidad, formada por los ros Tajua,Henares, Jarama, Lozoya, Manzanares, Guadarrama y Alberche como rosprincipales. Se trata de ros que han sido profundamente intervenidos porel hombre y sus caudales estn regulados y aprovechados, primero paralos regados agrcolas y despus, desde la creacin del Canal del Isabel IIa mediados del siglo XIX, en funcin de las demandas y necesidades urba-nas. En cualquier caso, en sus mrgenes, fundamentalmente en la cuencasedimentaria, las vegas an se perciben como unidades diferenciadas depaisaje.

    Los contrastes de altitud, de formas de relieve, suelos, clima y unaaccin antrpica diferenciada han permitido el desarrollo de comunidadesbiogeogrficas muy diversas, desde las cumbres a las vegas y desde lospramos a los valles intramontanos: los piornales y pastizales de las altascumbres, los pinares y robledales de las montaas medias, los encinaresde la cuenca sedimentaria, las fresnedas de las riberas fluviales o las for-maciones de tomillares, espartizales y estepas en las tierras del sur con

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  • peores suelos y mayor aridez. La accin humana, en buena medida, hatransformado el medio natural en territorio, y sin ella no se pueden expli-car los encinares del Pardo, los pinares del Guadarrama, los robledalesde Somosierra o las formaciones vegetales de las huertas, sotos y riberas deAranjuez.

    La Comunidad de Madrid, por su posicin en el centro de la pennsu-la Ibrica, cuenta con una flora rica en especies, del orden de 2.000, y unnmero elevado de endemismos, escalonndose cuatro de los cinco pisosbioclimticos existentes en la regin mediterrnea. Su composicin esdual desde un punto de vista corolgico, de un lado, la flora del conjun-to iberolevantino, y de otro, la atlntica occidental. En ambos casos, unaparte de la flora tiene su fundamento en los avatares climticos produci-dos durante las glaciaciones cuaternarias.

    En una presentacin rpida del mapa actual de la vegetacin, el mato-rral de altitud, por encima de los 1.900 m, configura el piso supraforestaly est constituido fundamentalmente por el piornal, jabinar, brezos, cer-vunales y fetuscas. El pino albar serrano, entre los 1.600-2.000 m, estadaptado a las laderas de las montaas, y es una de las especies mscaractersticas y representativas del Guadarrama y suele ir acompaado de unsotobosque de enebros, piornos, retamas, gramneas y enclaves de tejos,serbales y acebos. El robledo o rebollar desciende hasta los 1.200 m, ocu-pando fundamentalmente laderas medias y bajas. Se trata de una forma-cin en expansin desde las pequeas matas o rodales a que le habadejado reducido el carboneo y la presin ganadera. A este mbito se agre-ga el singular hayedo de Montejo de la Sierra, uno de los ms meridiona-les de Europa, con presencia tambin de robles, cerezos, abedules, mos-tajos, acebos y retamas, protegido como Sitio Natural de Inters.

    Los encinares ocupan enclaves de los piedemontes y extensos llanos,ms clidos y secos, y su fisonoma y densidad reflejan la actividad huma-na, con calveros, matorrales, pastizales o formaciones adehesadas. A lasencinas acompaan coscojas, enebros, fresnos, torviscos, jaras, romeros,cantuesos, etc. En reas locales, ms clidas, se extienden pinares de pio-nero. En las zonas de labranto la vegetacin natural es residual, y en losaljezares hay manchas de coscojares, tomillos y esparto. En las bandas alu-viales de los sotos y riberas hay juncos, caas, alisedas, saucedas, fresne-das y choperas.

    La cubierta vegetal ofrece, tambin, dos mundos contrastados, en tiposde especies y niveles de conservacin de los hbitats, la Sierra y el Llano,siendo, por lo general, salvo en ciertos sotos, algn aljezar y monte de

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  • encinas, la montaa el dominio de las unidades biogeogrficas mejor con-servadas. De modo parecido, la fauna encuentra su medio de vida en losmismos escenarios, aunque tambin en la confluencia entre el Tajo yJarama o en las lagunas artificiales de las antiguas graveras.

    En un medio natural lleno de contrastes topogrficos, litolgicos y bio-geogrficos, la accin humana ha modelado un mosaico de paisajes; unosdonde la base natural sigue teniendo un protagonismo importante, fun-damentalmente en los de dominante geomorfolgica, localizados priorita-riamente en las sierras y los paisajes rurales de piedemontes y campias,y otros, los de naturaleza artificial, los urbanos o urbanizados, donde elmedio natural es un soporte y un factor importante de la calidadmedioambiental. Madrid, siendo una regin urbana, ofrece, sin embargo,un muestrario bastante completo de los sistemas naturales y paisajes agro-silvopastoriles del interior ibrico. En sus lmites conviven, no sin conflic-tos y tensiones, dehesas de encinares y robles, pastizales de piedemonte,campos cercados, campias cerealcolas, pinares naturales y de repobla-cin, cumbres serranas, corredores de infraestructuras, estaciones inver-nales, conjuntos histricos, polgonos industriales, sitios reales, graveras,periferias urbanas y complejos aeropuertuarios.

    Esta diversidad se debe a que el reducido solar madrileo ha sido unaencrucijada de dominios naturales y de procesos histricos de ocupaciny explotacin del territorio, que desde los siglos medievales, y especial-mente en los ltimos cien aos, han dejado su impronta en el territorio.En el ao 2000, segn el Informe sobre Cambios de Uso del Suelo enEspaa del Observatorio de la Sostenibilidad en Espaa, el 11,9% delterritorio de la Comunidad de Madrid era ya superficies artificiales, el38% zonas ms o menos agrcolas, el 49,2% terrenos forestales y espa-cios abiertos y el 0,8% zonas hmedas y superficies de agua. Entre 1987y 2000, mientras la superficie artificializada (zonas urbanas, industriales,comerciales y de transporte, zonas de extraccin, vertederos y de cons-truccin) se incrementaba en 30.922,6 has, un 47,7%, las zonas agrcolasdisminuan en 29.942,5 has, y las forestales y espacios abiertos en1.417,6 has.

    La naturaleza y los paisajes rurales estn cada da ms amenazados y,por tanto, es necesaria una eficaz poltica de proteccin medioambiental,no slo para preservar aquello que nos legaron las generaciones que nosprecedieron, sino tambin para que las venideras puedan disfrutar de unaadecuada calidad de vida. En este sentido, la declaracin de la Sierra delGuadarrama como Parque Nacional, la configuracin de un amplio Parque

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  • Regional en la Sierra y los paisajes protegidos de Abantos-El Escorial,junto con los parques regionales ya existentes en los ros Jarama-Manzanares y Guadarrama, significaran un salto cualitativo en el com-promiso colectivo con nuestro medio ambiente y un reconocimiento a lasdimensiones simblicas y culturales que el Guadarrama tiene para lasociedad madrilea y espaola.

    2. DOS GRANDES CONJUNTOS TOPOGRFICOS: LA SIERRA Y LA CUENCA

    El relieve de la Comunidad de Madrid se organiza con base en dosgrandes unidades orogrficas: la sierra y la cuenca. La Sierra refleja en laorganizacin de sus relieves las geometras de los sistemas de fracturasque han dispuesto sus macizos, las distintas litologas y las estructurasantiguas realzadas. Las formas de la Cuenca corresponden a una estructu-ra sedimentaria tranquila que depende en su litologa de las reas delentorno que han suministrado materiales. Los modelados del conjunto,fundamentalmente cuaternarios, han labrado las formas en funcin de dosagentes principales: primero, la progresiva instalacin de la red hidrogr-fica y, segundo, la alternancia de climas del Pleistoceno, con variantesfras que originan formas glaciares y periglaciares en las sierras y terrazasaluviales en las mrgenes de los actuales ros.

    La Sierra est constituida por cumbres y laderas de diversa altitud yfuerte pendiente, as como por piedemontes y depresiones intramontao-sas, que imponen especiales condiciones al modelado del relieve, al des-arrollo de los suelos y a la ocupacin humana. En el mbito serrano sepueden diferenciar cuatro grandes conjuntos: la Sierra del Guadarrama, lasSierras Occidentales, Somosierra y Aylln, y el Piedemonte.

    La Sierra del Guadarrama, la madrilea por antonomasia, aparececomo el ncleo central y de mayor importancia topogrfica y simblica,diferencindose tres sectores: el oriental, el central y el occidental. El sec-tor oriental se extiende entre los puertos de Navafra y Navacerrada,donde las alineaciones de los Montes Carpetanos y Cuerda Larga quedanseparadas por el valle del Lozoya. Es un sector de gran complejidad oro-grfica y donde se encuentra la cota mxima de la Comunidad, el pico dePealara con 2.428 m de altitud. El sector central, entre los puertos de Nava-cerrada y del Len, tiene menor altitud y sus cimas culminan alrededor delos 1.900-2.200 m (Siete Picos, La Peota, Pea del Arcipreste). El sectoroccidental se levanta sobre las planicies de El Escorial y Villalba, inician-do la transicin hacia el mundo de las parameras abulenses. Aqu la alti-

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  • tud desciende por debajo de los 1.900 m (Cabeza Lijar, Abantos, PeaRubia, etc.) y el relieve pierde las caractersticas propias de las altas mon-taas, especialmente en la zona de los Altos de Peguerinos-Santa Mara dela Alameda, uno de los pocos sectores donde la Comunidad desborda ladivisoria de aguas de la alineacin montaosa principal.

    Las Sierras Occidentales configuran un conjunto de pequeos cerros yalineaciones de direcciones diversas, separadas por valles y depresiones,se extienden entre Valdemaqueda, San Martn de Valdeiglesias, Cadalso y

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    Mapa 3. Topografa y cuencas fluviales de la Comunidad de Madrid (Fuente: Mas Hernndez, R. (Dir., 1992): Atlas de la Comunidad de Madrid)

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  • Cenicientos, conformando un relieve de topografa accidentada donderaramente se superan los 1.400 m. Se trata de un territorio de transicinentre los sistemas montaosos de Guadarrama y Gredos y donde laspeas (Almenara, Cadalso, Cenicientos), junto con el encajamiento delos ros Cofio y Alberche, dan una marcada singularidad al paisaje.

    Hacia el noreste, Somosierra mantiene la continuidad de la lnea decumbres del Guadarrama. En una situacin ms nororiental, la sierra deAylln, de la que slo una pequea parte queda dentro de territoriomadrileo, tiene rasgos fsicos diferenciados y vuelve a alcanzar altitudessuperiores a los 1.900 m, destacando pea Cebollera con 2.129 m. Latopografa es muy accidentada y proliferan alineaciones secundarias demejor altitud, como la sierra de la Puebla con culminaciones alrededorde los 1.800 m, resaltando el valle encajado del Lozoya entre Buitrago yel Pontn de la Oliva y los crestones calizos de Torrelaguna-Patones.

    Los conjuntos montaosos se prolongan hacia el sur en una extensaplataforma, el piedemonte, con una altitud todava elevada, alrededor de1.000 m de media, decreciente hacia el suroeste. Su homogeneidad relati-va queda rota por relieves de montaas medias como la Sierra del Hoyode Manzanares, Cerro de San Pedro, Almenara, etc., fosas deprimidascomo las de Santillana y Guadalix y encajamientos fluviales.

    La Cuenca se extiende al sur de la lnea que une Villa del Prado-Torrelodones- Torrelaguna-Patones y est formada por amplias superficiesplanas, cuya altitud oscila entre los 700-450 m. En este mbito se diferen-cian tres unidades topogrficas: Lomas y Campias de Madrid, Campiasdel interfluvio Jarama-Henares y Pramos y Cerros del Sureste.

    Las Lomas y Campias son territorios de topografa alomada, con unared de pequeos arroyos que se encaja en las arenas, por donde se extien-de el ncleo urbano de Madrid, los montes del Pardo y las campias delPerales y el Alberche evidencian el predominio de topografas planas oligeramente alomadas donde slo destacan algunos cerros (Los ngeles,Almodvar, del guila) que difcilmente superan los 700 m.

    Las Campias del interfluvio Jarama-Henares tienen mayor diversidadtopogrfica debido a la evolucin de los ejes fluviales que las drenan. Setrata de llanos escalonados a diversa altitud sobre sedimentos arcilloso-are-nosos. Predominan topografas planas donde apenas sobresale algn cerro(Picazo en Valdepilagos, la Cabaa en Paracuellos o Pedro Gordo enMeco) y las cornisas sobre los valles como la de Paracuellos sobre el Jarama.

    Los Pramos y Cerros del Sureste configuran relieves planos horizonta-les, atravesados por los ros Tajua y Tajo y separados por escarpes, resul-

    47MEDIO FSICO Y PAISAJES DE LA COMUNIDAD DE MADRID

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  • tado del afloramiento de rocas resistentes, fundamentalmente calizas yyesos. Topogrficamente se diferencian los pramos culminantes deCampo Real, Villarejo de Salvans o Colmenar de Oreja, situados entre los900-750 m de altitud, y los valles del Tajua y Tajo, de fondos planos yladeras de cortados ver