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MAESTROS MISIONEROS DE YUCATÁN UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA DE LAS

MISIONES CULTURALES DE YUCATÁN

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C. Ivonne Ortega Pacheco Gobernadora Constitucional del Estado de Yucatán Dr. Raúl Godoy Montañez Secretario de Educación del Gobierno del Estado de Yucatán Dr. Alfredo Dájer Abimerhi Rector de la Universidad Autónoma de Yucatán Ilustres Maestros de Yucatán Casa de la Historia de la Educación de Yucatán Ginón Bojórquez Palma Julio Ruíz Madera Rodrigo Espinosa Marín Luz María Corona Martínez Carlos E. Bojórquez Urzaiz Cristóbal León Campos Carlos Pérez y Pérez Manuel Uc Sánchez Emiliano Canto Mayén Coordinación editorial Carlos E. Bojórquez Urzaiz Diseño de la portada Ginón Bojórquez Palma Edición Cristóbal León Campos Corrección de texto Emiliano Canto Mayén Tomás Ramos Rodríguez Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin permiso escrito del titular de los derechos primera edición, 2011 Impreso en México. Printed in México.

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MAESTROS MISIONEROS DE YUCATÁN UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA DE LAS

MISIONES CULTURALES DE YUCATÁN

ELLY MARBY YERVES CEBALLOS

PRÓLOGO LORENZO SALAS GONZÁLEZ

Ilustres Maestros de Yucatán Casa de la Historia de la Educación de Yucatán

Mérida, Yucatán, México 2011

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PRÓLOGO

Cada generación, cada época, cada región o país, ela-bora una serie de principios, actitudes y costumbres aceptadas por su tiempo como aspiraciones a lograr, a las que llamamos valores, las cuales pueden cambiar de definición pero difícilmente de términos. El concep-to de "patria" que nos lleva al valor "patriotismo", cam-bió con el paso del tiempo y del lugar en el que se acu-ñó, pero en esencia sigue siendo el mismo.

Valores como la honradez, la valentía, la dignidad y otros, han pasado por el mismo proceso. Es más, en su evolución, la humanidad ha creado asimismo desva-lores (algunos tratadistas los llaman disvalores, pero este término no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española) como la corrupción, la impuni-dad, la injusticia y otros que en nuestros tiempos se han convertido en flagelos debido a que los seres hu-manos no hemos podido fortalecer sus contrarios –los valores- porque vivimos en la sociedad de las dudas, las incertidumbres, en la que hasta lo que creíamos más sólido se ha derrumbado.

Ante este panorama, ¿qué hacer? ¿Construir valores nuevos, inéditos, que puedan servir para que este mundo no estalle en mil pedazos? ¿O rescatar del pasa-do los ejemplos que podrían servir de guía a las nuevas generaciones y a nosotros mismos, los que estamos más cerca del final que del principio?

Cualquier rumbo que uno decida, si es positivo, hay que seguirlo con seguridad, fortaleza y certidumbre. El pájaro nunca sabrá de las fuerzas de sus alas si no in-tenta por lo menos volar. Si sobrevive al intento, ya sa-

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brá que de algo le sirven los miembros adheridos a sus costados… y podrá volar, ¡volar!, y marcarle el rumbo a otras aves.

Esto es lo que hace Elly Marby Yerves Ceballos en el texto que he leído con el mismo interés, afecto y emo-ción con que fue escrito. Él posee la característica del verdadero maestro: la educación es su vida dentro y fuera del aula. Ahora, ya jubilado, cuando se espera que un merecido descanso premie sus afanes, como el ave del ejemplo, busca marcar el rumbo de otros a los que conoció y admiró por su entrega a esta noble y be-lla actividad que es la enseñanza.

Para los jóvenes de ahora tal vez no les diga mucho escuchar "Escuela Rural Mexicana" o "Misiones Cultu-rales Rurales". Tal vez desconozcan los ingentes esfuer-zos realizados por los gobiernos surgidos de la Revolu-ción para reconstruir a un país devastado, para llevar la luz de la enseñanza a millones de compatriotas cuyo destino hubiera sido la marginación eterna, la miseria de todos los días, y la explotación inhumana producto de la dictadura porfirista.

El texto de Elly Marby Yerves Ceballos, Maestros Misioneros de Yucatán, está lleno de valores, de ejem-plos trascendentes de los actores del campo mexicano, quienes conscientes de su responsabilidad, sacrificaron todo para contribuir a la superación de los demás. Amar es dar, dice romántica frase, con cabal aplicación al caso, pues todos los biografiados por el autor tienen esa característica común.

Yerves Ceballos les adjudica –certeramente, coinci-do- estas cualidades a los Maestros Misioneros: pasión, decisión, dedicación, entusiasmo, iniciativa y mucho amor al prójimo.

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En uno de sus párrafos, para que no quepa duda, el autor afirma: "…para mí, maestro misionero es sinóni-mo de maestro humilde y servicial".

Para ejemplificar todo ello, Elly Marby escoge a los Maestros Carlos Novelo Fernández –padre, además, del entrañable amigo Pánfilo Novelo Martín-, a Ramón Aguayo Góngora, Pastor Ramírez Coello, Alfonso Gus-tavo Osorio Arce, María del Carmen Herrera Cruz y a Irma del Carmen Sansores Sansores, quienes con sus vidas le dan toda la razón a quien las recoge para ha-cerles un justo homenaje.

Pero no todo queda ahí: en los tiempos actuales, los Maestros Misioneros que conozco, tanto jubilados co-mo en activo, tienen lo que antes se llamaba “mística” y, ya sea arrastrando el peso de los años o venciendo airosamente los obstáculos de la vida, todos, todos ellos, tienen el sello de haber sido o de ser Maestros Misioneros.

A todos ellos, muchas generaciones de mexicanos seguramente les dirán: Maestros, ¡Muchas gracias!

Lorenzo Salas González

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MAESTROS MISIONEROS DE YUCATÁN UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA DE LAS

MISIONES CULTURALES DE YUCATÁN.

ELLY MARBY YERVES CEBALLOS

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ANTECEDENTES Para capacitar a los maestros rurales en servicio y esta-blecer más escuelas primarias entre los campesinos, se crearon, en 1923, las Misiones Culturales a las que se les denominó viajeras. Eran muy pocas, y su tarea grande y agotadora. Viajaban por toda la República or-ganizando y realizando eventos que fueron conocidos como INSTITUTOS, que se desarrollaban en los perío-dos de vacaciones magisteriales y tenían duración má-xima de cinco semanas.

Una de estas Misiones llegó a Yucatán en 1931 y su primer Instituto tuvo lugar en Valladolid. Su personal estaba integrado por cinco elementos: Jefe, Prof. José Sánchez Paredes; Trabajadora Social, Judith Marigino; Pequeñas Industrias, José Ortiz; Cultura Física, Ignacio Acosta; y Agricultura, Pedro Vignettes. Los temas que expusieron fueron: Educación y Desarrollo, Métodos Educativos, Economía Doméstica y Comunal, Salud In-dividual y Colectiva, Artesanías y Pequeñas Industrias.

Eran maestros muy bien preparados, con verdadera vocación y mística de servicio social, las dos últimas características que poseían fueron las que más impac-taron a sus alumnos que luego anhelaron ser como ellos. Esa misma Misión, con uno que otro elemento de más o menos, hicieron lo propio en Peto, Ticul y Max-canú. Todas las enseñanzas que trajeron fueron nove-dosas pero se puede asegurar que tuvieron actitudes muy positivas como: 1. El amor al trabajo; 2. El uso provechoso del tiempo libre; 3. El respeto a la vida y; 4. El trato especial que daban a la mujer-madre o futura madre-eje de la familia.

EL MAESTRO MISIONERO DE YUCATÁN En 1938 se pusieron en receso las Misiones Culturales y su personal pasó a reforzar las filas de los Internados

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Indígenas, las Normales Rurales, las Inspecciones de Educación Primaria y otros servicios educativos.

Al resurgir de nuevo, en 1942, la Secretaría de Edu-cación Pública determinó que les llamaran Misiones Culturales y Rurales y dedicaran su acción al Desa-rrollo de la Comunidad, rescatar los grupos de población marginados por la ignorancia y la pobreza. Su función bási-camente educativa debe proyectarse a una Zona de opera-ciones, permaneciendo en ella el tiempo que sea necesario hasta lograr el cambio de actitud en la mente de los vecinos.

Definida y publicada su filosofía educativa y su ob-jetivo, se hizo una invitación pública y extensiva a to-dos los ciudadanos mexicanos que quisieran formar parte de ellas y tuvieran como mínimo terminada la enseñanza primaria con certificado, una especialidad avalada con diploma, gozar de buena salud y estar dis-puesto a ir donde fueran necesarios sus servicios.

Numerosos yucatecos, ex alumnos de los primeros maestros misioneros, aprovecharon la oportunidad e ingresaron a la secretaría de Educación Pública como músicos, carpinteros de agricultura, pintores, depor-tistas y profesores normalistas titulados.

Nuestros paisanos se integraron de lleno a esa noble labor de educar y capacitar a los campesinos, suplien-do con pasión, decisión, dedicación, entusiasmo, inicia-tiva y mucho amor al prójimo, las carencias que tenían en su formación pedagógica. Gustosos de desempe-ñarse como educadores de los adultos, estudiaron por cuenta propia esa disciplina, mejoraron en sus especia-lidades y aprendieron otras con el fin de satisfacer la demanda de servicios de los pueblos, incluso, de su pe-culio adquirieron sus equipos de trabajo.

Los maestros misioneros de Yucatán se hicieron fa-mosos en los lugares en que fueron a laborar, de tal

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modo que se llegó a decir y hasta ahora se escucha que "para maestros misioneros, los de Yucatán".

Estoy seguro que se refieren a los de la península y agrego que para mí, maestro misionero, es sinónimo de maestro humilde y servicial. Por eso y para dejar cons-tancia de admiración, respeto y cariño a los maestros misioneros, he escogido a seis de ellos, para dar cono-cer algunas partes de sus vidas que dedicaron al ideal de servir desinteresadamente a la gente humilde, de la que todos los días aprendieron algo, que les sirvió para templar su carácter.

LOS MAESTROS MISIONEROS EN EL SIGLO XXI Veintitrés años después de iniciado el siglo XX, se crearon las Misiones Culturales. Su crecimiento ha sido demasiado lento, en 1971 había 110 y en 1972 el Presi-dente de la República autorizó que se duplicaran y no se logró, faltaron cinco, debido a que no se encontró el personal adecuado. Quizá ese sea el motivo principal del lento crecimiento, porque nunca se estableció una escuela para formar maestros misioneros. Estos se hi-cieron permanentemente con la dirección de los Ins-pectores y Jefes, asistiendo a los cursos de capacitación organizados en la región, en otros lugares o en el cen-tro del país, pero más que nada, en el diario contacto con los pueblos y sus problemas; así aprendieron a ob-servar, pensar, reflexionar, tomar decisiones y actuar en el cumplimiento de sus deberes.

Quienes han tenido la oportunidad de conocer la labor que desempeña una Misión Cultural, saben que estos grupos enseñan a vivir, hacen educación integral; que viven y conviven con los vecinos de las comunida-des rurales y que como equipo de acción social desa-rrollan proyectos que van del mejoramiento económico a la recreación, pasando por la conservación de la sa-

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lud y la educación necesaria para elevar la calidad de vida.

La mayor parte del personal se ha superado. Ha au-mentado, entre los Maestros Misioneros, el número de Profesores Normalistas de Educación Primaria y Se-cundaria, éstos se han titulado de licenciados en Edu-cación Primaria, Física e Indígena; hay técnicos agrope-cuarios, carpinteros, electricistas y de la construcción, así como ingenieros agrónomos.

Los ochenta elementos que integran los ocho grupos que prestan sus servicios en el estado de Yucatán, están impulsando el Plan Estatal de Desarrollo 1995-2001, que entre otras acciones, es parte fundamental de su misión; siempre lo ha sido y asimismo han recibido el apoyo gubernamental que les ha permitido trabajar con seguridad, eficiencia y optimismo revolucionario. En las misiones culturales, ha subsistido la intención de abatir la ignorancia, la miseria y la insalubridad, por ello se les considera como el reducto de la época de oro de la gloriosa Escuela Rural Mexicana.

Distingo, a manera de proyección, que son servicios que en nuestro estado pueden crecer en número para acelerar el desarrollo de las comunidades más pobres, las que no han tenido la oportunidad de aprovechar sus recursos naturales por falta de educación y capaci-tación. Deseo que aumenten para que sean conocidas por todos los yucatecos, ya que a pesar de su veteranía, son poco conocidas. Se espera que el próximo siglo, con la modernización y los avances tecnológicos, lle-guen los misioneros hasta los rincones más apartados del estado llevando el mensaje de organización, trabajo y paz.

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CARLOS NOVELO FERNÁNDEZ (1896-1971)

El 4 de noviembre de 1896, en la bella "Zací", Valladolid, vio la pri-mera luz. De pequeño sus juegos estaban relacionados con la pro-ducción.

Quienes lo tratamos íntima-mente supimos de sus tortas de lodo en épocas de lluvia. Era un gran conversador, sencillo, intere-sante y veraz. Sus charlas antece-

dían a las clases de su especialidad de Industrias Rura-les, por lo general comenzaban con un "les voy a contar un hecho verdadero, no es un cuento".

En escuelas particulares estudió hasta el primer año de Secundaria, en la época en que la enseñanza obliga-toria era hasta el 4° grado de primaria.

Estaba dotado de facilidad para comunicarse con los demás, porque como ya se dijo, era aficionado a inves-tigar y por ese hecho sabía muchas cosas: historia del estado y de la región Oriente, cuentos y leyendas ma-yas, los recursos naturales, los cenotes, las rancherías y en fin, tenía mucho material para enseñar. Le gustaba enseñar y ser oído.

El 1° de diciembre de 1920 inició labores como maestro en una propiedad privada, perteneciente al Sistema Educativo de la Secretaría de Instrucción Pú-blica que años antes dirigiera don Justo Sierra Méndez.

En 1931, cuando llegó a Valladolid la Misión Cul-tural núm. 4, viajera y capacitadora de maestros, el maestro Carlos fue alumno de ella en la especialidad de Industrias Rurales. Su maestro, un reconocido ele-mento de origen francés, de apellido Vignettes, le ense-

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ñó la elaboración del jabón para baño y el ramo de la perfumería. En reciprocidad, él le enseñó sus técnicas de curtido de pieles de animales del monte: tigrillo, iguanas, conejos, ardillas, culebras y también de gana-do vacuno.

En 1938, prestó servicios en el Internado Indígena que comenzó a funcionar en Chichimilá, luego pasó a Balantún y aunque le gustaba mucho enseñar a los jó-venes, prefería trabajar con los adultos.

En 1942, cuando las misiones se estructuraron de nuevo, pidió su cambio a éstas y le fue concedido. Quedó adscrito a la Misión Cultural núm. 5 que se en-contraba en Akil y Yotholín. Posteriormente pasó a la núm. 4 y laboró en Chichimilá, Kanxoc, Xocén, Yaxca-bá y Sotuta. Todos los maestros rurales de esas comu-nidades lo conocían y apreciaban, debido a que siem-pre iba a los Centros de Cooperación Pedagógica a en-señarles cómo aprovechar los recursos naturales para el mejoramiento económico, impulsando las industrias rurales y las artesanías.

Con la Srita. María Concepción Martín, contrajo nupcias, formando una positiva familia de la sociedad vallisoletana. Tuvieron cuatro hijos: Alfredo, Pánfilo, Bertha y Adolfina, quienes heredaron la inteligencia, la laboriosidad y el trato amable de los padres.

En 1947 el maestro Carlos Novelo Fernández se vio obligado a dejar el Sistema de Misiones Culturales y pasó de nuevo a la Escuela Rural. En el mes de abril de 1967, después de 47 años de vida magisterial, se jubiló, dedicándose al merecido descanso. Este campeón de la Escuela popular se fue para siempre el 17 de diciembre de 1971, pero su vida útil y benéfica constituye un fuerte estímulo para quienes aún pasan lista en el cum-plimiento del deber.

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RAMÓN AGUAYO GÓNGORA (1905-1985)

Nació en la Villa de Muna, Yu-catán, el 11 de noviembre de 1905. Sus padres fueron Don Bernabé Aguayo Vázquez y Do-ña Justina Góngora de Aguayo, ambos de origen humilde. Ella dedicada a las labores domés-ticas y él de oficio herrero.

Siendo todavía un niño, que-dó huérfano por parte de su madre, siendo su hermana Trinidad la que lo vio crecer y a quien él le guardó pro-fundo cariño y respeto durante toda su vida.

En su tierra natal estudió la primaria obligatoria que en aquel entonces era hasta el 4° grado. Su tiempo libre lo compartía en dos actividades de verdadero prove-cho: estudiar música y trabajar en la herrería de su pa-dre para ayudar en la economía de su hogar.

Fue su hermana la que descubrió su aptitud musical quien le obsequió su primer violín de tres pesos y lo entregó al filarmónico cubano -vecino de Muna- Don Zenón Castilla, cuando apenas tenía 7 años de edad. A los 13 años hizo su debut como miembro de la orques-ta "Aurora de Muna" que dirigía el maestro Zenón Castilla.

De 1918 a 1939 se desempeñó como herrero y como músico integrante de diversos grupos, en los que con-solidó sus conocimientos de solfeo, tesitura y ejecución de casi todos los instrumentos: trompeta, flauta, clari-nes, batería, mandolina, saxofón, guitarra, trombón y violín. También estudió armonía con el maestro Clotil-de Caamal.

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El 25 de febrero de 1939 contrajo nupcias con la vir-tuosa Srita. Emilia Durán Sulub en Maxcanú, Yucatán, con quien tuvo seis hijos de los cuales sobreviven: Jus-tina, Dalila, Miguel, Guillermo y Anita.

A partir de su matrimonio se dedicó de lleno a la enseñanza de la música en Calcehtok, Yucatán y Calki-ní, Campeche, y a formar parte de las orquestas "Auro-ra de Muna" que entonces dirigía el maestro Emilio Chí y "La REYDE de Campeche". El conocido y famoso músico Ciro Souza Novelo, compadre suyo, fue quien le puso en antecedentes de la existencia del Sistema de Misiones Culturales y quien lo presentó al Prof. Alfon-so Osorio Arce, Jefe de la Misión Cultural núm. 4 a la que estuvo adscrito treinta y dos años, durante los cua-les desarrolló fructífera labor.

Ingresó al servicio el 1º de marzo de 1947 e inició la-bores en Kankabdzonot, municipio de Yaxcabá, Yuca-tán. Con la Misión de su adscripción, que por más de 10 años fue la única, recorrió gran parte del estado: Chankom, Ticimul, Xcalakoop, Chikindzonot, Ekpedz, X'cocmil, Kaua, Chichimilá, Chemax, Progreso, Ticul, Yobaín, Yaxkukul, Teabo, Mayapán, Chumayel y Tekit, lugares en los que hizo y creó música, ya que fue pro-lífico.

Enseñó música porque fue maestro capaz, bondado-so, paciente, guía e impulsor de jóvenes y adultos con quienes se entendía perfectamente porque era bilingüe maya-español. Difundió música con las orquestas y conjuntos que organizó, pero de modo especial con el compañero Raúl Porfirio González Loría, con quien a dueto -violín y guitarra- interpretaba toda clase de mú-sica: clásica, romántica, popular y vernácula.

Entre su repertorio había obras de Guty Cárdenas, Ricardo Palmerín, Pepe Domínguez, Eleazar Méndez, Ponciano Blanqueto, Tata Nacho, Agustín Lara y mu-

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chos más, sin faltar por supuesto obras de su propia inspiración entre las que recordamos "Los Xailes", "Mestizas de Yucatán", "Rosario de Filigrana" (jaranas), "Ayer sentí morir" y "Saboreando el último beso" (bo-leros).

Don Ramón "Mancho" como cariñosamente lo lla-mábamos, fue elemento distinguido en la Misión Cul-tural núm. 4, de la cual estuvo encargado varias veces y por períodos más o menos largos, sin dejar jamás las obligaciones de su especialidad.

Los conocedores decían que para escribir música te-nía muy buen punto, además del gusto con que prepa-raba las instrumentaciones para orquesta.

Fue un hombre muy dedicado a su labor, metódico, magnífico padre de familia y ejemplar compañero de trabajo.

Su último curso escolar fue el de 1978-79, en Tekit, Yucatán, pues a fines de ese año se jubiló, pero en su domicilio continuaba atendiendo a quienes iban por el material musical que preparaba.

El 16 de julio de 1985 -en la clínica del ISSSTE- se a-pagó la vida de este maestro misionero que tanto pres-tigio dio a nuestro sistema con su acción integral, ya que enseñó a los niños de las escuelas y fuera de ella, a los jóvenes y adultos de las comunidades rurales y a los maestros en las escuelas o en los Centros de Coo-peración Pedagógica.

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PASTOR RAMÍREZ COELLO (1912-1987)

Nació en la ciudad de Mérida, Yucatán, México, el 9 de enero de 1912. Fueron sus padres Don Ramón Ramírez Herrera y Doña Isaura Coello Ramírez. Su fami-lia estuvo integrada por nueve elementos, sus padres, él y sus hermanos Anastasio, Manuel, Carlos, Julia, Ana María y María

del Carmen. Fue un yucateco muy orgulloso de su origen, estu-

dioso incansable, servicial y atento con sus compañeros y amigos, enemigo jurado de la injusticia y caballero a carta cabal. En su tierra natal estudió Primaria Elemen-tal y Superior, en la Escuela Normal Urbana "Rodolfo Menéndez de la Peña". Realizó otros estudios impor-tantes: Técnico en Educación y Maestro en Sociología, ambas en la Escuela Normal Superior del Distrito Fe-deral; inglés en la Universidad de Austin, Texas (1940-41); y Licenciado en Sociología en la UNAM (1962-65).

Casó con la Profra. Milena Farjat Recolín y procrea-ron tres hijos Hugo Renán, Wilberth Iván y Luis Fer-nando, los tres magníficos profesionistas que mucho han servido a la sociedad yucateca. El Profr. Pastor fue inquieto y tenaz, siempre estuvo buscando la segu-ridad familiar y la superación profesional en su más amplia acepción, servir, crecer y avanzar en la escala social de valores, y fue mucho lo que consiguió.

Ingresó al servicio de la SEP en el mes de enero de 1934. En 1937 fue ascendido a director de la Escuela Primaria, cargo que desempeñó en Yucatán. De 1939 a 1942 fue director de la Escuela Primaria en Ciudad Juá-

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rez, Chihuahua. En Chetumal, Quintana Roo, lo fue también de septiembre de 1942 a agosto de 1943. En septiembre de 1943 y hasta septiembre de 1945 fue jefe de la Misión Cultural Rural núm. 5 en Tihosuco, Quin-tana Roo y Chankom, Yucatán.

Haber traído la Misión de Quintana Roo a Yucatán fue su gran mérito porque con ella ayudó al desarrollo de Muchucuxcah, Ticimul, Xcopteil, Xcalacdzonot y Xcalacoop, que comunicó con una eficiente red de ca-minos carreteros e instaló las Escuelas Rurales de esos lugares.

Estando en Chankom entabló amistad con el antro-pólogo Villa Rojas y más adelante con el Doctor Sylva-nus G. Morley, a quienes sirvió de intérprete con la fa-cilidad que tenía de hablar español, inglés y maya. Después fue Inspector Federal de Educación de la 9a zona con cabecera en Tizimín y de la 6a zona con cabe-cera en Ticul.

En el período del mes de septiembre de 1953 a fina-les de junio de 1960, fue Director Federal de Educación en Yucatán, Tabasco y Quintana Roo.

Después de haber sido Subdirector Regional del IFCM, Coordinador Regional del Mejoramiento Profe-sional del Magisterio, director de Centros de Capa-citación Profesional, Supervisor General de Centros de Capacitación Profesional, Coordinador Nacional del Programa de Escuelas Rurales Unitarias, Jefe del De-partamento de Control de Estudios, Planes y Progra-mas de Licenciaturas para Maestros Normalistas, el 30 de octubre de 1981 causó baja por jubilación.

Este inolvidable maestro que recorrió la República Mexicana por sus cuatro puntos cardinales acompaña-do de su inseparable esposa; afectó su corazón con tan-to trabajo y el 16 de marzo de 1987 dejó de existir le-gándose para el recuerdo la siguiente expresión: "mi

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mayor satisfacción profesional la tuve cuando serví a los pueblos más humildes de mi Estado con la Misión Cultural".

ALFONSO GUSTAVO OSORIO ARCE (1913-1955)

Nació en la ciudad de Valladolid, Yucatán, México, el 2 de agosto de 1913, en el seno de la distinguida fa-milia que encabezaron los C.C. Mag-dalena Osorio Esperón y Aurelia Ar-ce Ontiveros de Osorio. Tuvo 6 her-manos: Socorro, Adela, Noemí, Luis, Lorenzo y Lucila, todos ciudadanos

ejemplares y de ideas revolucionarias como la mayoría de los vecinos de la Sultana del Oriente.

Desde pequeño tenía madera de líder, amaba el pro-greso y el bienestar. Sentía mucho respeto por la gente de escasos recursos económicos y víctimas de la igno-rancia.

En una Escuela Primaria de la época, en su tierra na-tal, hizo sus primeros estudios. Durante su juventud fue un gran admirador del prócer Felipe Carrillo Puer-to. Siempre vestía de blanco y con extremada pulcri-tud. Le gustaba hablar en maya, su lengua materna, que manejaba con fluidez y encanto en las frecuentes charlas que sostenía con la gente humilde.

Estudió en la Escuela Normal "Rodolfo Menéndez de la Peña" en la ciudad de Mérida, donde recibió el tí-tulo de Profesor de Enseñanza Primaria Elemental y Superior.

Ingresó a la Secretaría de Educación Pública el 1º de enero de 1930, desempeñándose como maestro de gru-

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po y Director de Escuelas Rurales en varias comuni-dades indígenas durante más de 12 años.

En la ciudad de Mérida, Yucatán, contrajo matrimo-nio con la virtuosa señorita Edelmira Sánchez Erosa, con quien procreó cinco hijos: Edelmira, Rosario, Al-fonso, Margot y Lina. De ellas, cuando menos la prime-ra, se sabe que siguió los pasos del padre dedicándose a la causa educativa.

Fue eterno enamorado de la antigua Escuela Rural, la que impulsó el maestro Rafael Ramírez, en la que el maestro era el personaje principal: educador, líder so-cial, médico, tramitador, escribano, etc.

Enseñó a sus alumnos a construir los anexos esco-lares: museo, parcela, conejeras, apiarios, y les enseñó el ahorro, deportes, excursionismo, juegos y cantos in-fantiles. A los adultos: organización, selección de semi-llas, la salud de los niños, la Alfabetización y la Prima-ria Nocturna. Entre las comunidades donde laboró se pueden apuntar Muchucuxcah, Xuxcab, Xcopteil.

Siendo Director de la Escuela Primaria Rural de Xanlá, Chankom, quedó acéfala la Jefatura de la Misión Cultural Rural núm. 4 y lo llamaron para ofrecérsela. El Profr. César Mendoza Santana, Inspector de Misio-nes Culturales en la Península, fue quien dio posesión al Profr. Osorio como Jefe de esa Misión en la que labo-ró por más de 12 años, durante los cuales desarrolló in-tensa labor social, cultural, económica y material en So-tuta, Yaxcabá y Chankom, lugares en los que dejó im-borrables recuerdos de esa acción.

Con la fuerza de los vecinos, los materiales de la re-gión y la dirección de los maestros misioneros, cons-truyó locales de escuelas, comisarías y casas de salud. Con el apoyo del Gobierno se hicieron caminos vecina-les. En su equipo estuvieron dos distinguidos maes-tros: C.C. Claudio Padilla Gasca y Gualberto López

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Kumul, quienes con sus conocimientos revolucionaron las actividades agropecuarias, variando y aumentando la producción.

Dio mucho apoyo a los maestros rurales para faci-litar la obra educativa en su zona de influencia o fuera de ella si se lo solicitaban. Alcanzó el nombramiento de Inspector del Servicio y con ese carácter, hizo dos visi-tas oficiales: a la Misión Cultural núm. 27 de Campe-che y a la núm. 36 de Quintana Roo en el mes de febre-ro de 1955.

La Dirección Federal de Educación lo nombró su re-presentante en la visita oficial que hiciera el Lic. José Ángel Ceniceros, Secretario de Educación Pública, a Xcalacoop, Yucatán, el 22 de marzo de ese mismo año. En esa ocasión, en cumplimiento de su deber, dio la bienvenida a tan distinguido visitante y abordó el te-ma: "La importancia de las Misiones Culturales en la construcción de escuelas en el Medio Rural y el impul-so que dan a la Educación Popular".

Terminado el evento se fue a Ticimul, a visitar la Misión Cultural núm. 4 y a descansar. En el transcurso de esa noche falleció víctima de un fulminante paro cardíaco en el local de la Jefatura en el que se encontra-ba absolutamente solo.

Muchos campesinos de esa región, el 23 de marzo de cada año, se reúnen en Ticimul para recordar al que fuera su maestro.

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MARÍA DEL CARMEN HERRERA CRUZ (1919-1995)

Nació en la Villa de Maxcanú del Estado de Yucatán, México, el 16 de julio de 1919. Sus padres, na-turales y vecinos de ese lugar, fueron los señores Luis Herrera, de oficio albañil, y Adolfina Cruz, dedicada a las labores domésticas y a la atención de su familia. Tu-vo cinco hermanos: Mercedes, Pi-

lar, Santiago, Luis y Alonso, todos buenos ciudadanos y elementos a la sociedad.

Sus primeros estudios, hasta el 5º grado, los realizó en la Escuela Primaria Estatal "Dra. Montessori" de su lugar de origen, el 6º grado lo aprobó en la Escuela Pri-maria Federal "Rodolfo Menéndez de la Peña" en la ca-pital del estado. En la academia particular Emérita de la misma ciudad estudió la carrera de Corte y Confe-cción, Bordados y Tejidos, y al mismo tiempo obtuvo su certificado de enseñanza Secundaria y el diploma que la acreditó como profesora de Modas y Manuali-dades.

A los 19 años contrajo nupcias con el Sr. Roque Ja-cinto Colonia Fajardo, miembro de una distinguida fa-milia de Maní, Yuc., de oficio zapatero. De esa unión nacieron cinco hijos: Mirna Ignacia, Lizbeth de Lour-des, José Guadalupe, Nidia Esther y Josefina. Mirna, José y Esther son maestros normalistas titulados con especialidades de la Universidad Pedagógica Nacional y la Escuela Normal Superior de Yucatán.

Carmita nació con la disposición de dar auxilio a quien lo necesitara. Con esa vocación ingresó al Hospi-tal O'Horán como personal de intendencia. Pronto ad-

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quirió los conocimientos elementales de los primeros auxilios y pasó a ser asistente de enfermería.

En 1949 enviudó y posteriormente se inscribió en la Escuela de Enfermería de la Universidad de Yucatán, estudiando el primer grado de la carrera en 1951 que aprobó sin dificultad. Problemas económicos y familia-res la obligaron a suspender sus estudios, dedicando todo su tiempo al trabajo y a la atención de su hogar.

El 1º de marzo de 1955 ingresó al servicio de la Misión Cultural Rural núm. 4 establecida en Chankom, Yuc., como maestra de Educación para la Salud, donde le dio posesión de su cargo el Profesor Regino Escalan-te Febles, encargado de ese grupo. Así comenzó su la-bor alejada e incomunicada de sus hijos. No había, en la zona rural del estado, los avances de la civilización. Iba a pie o a caballo hasta los lugares más apartados, soportando sol, lluvia, hambre, pero con el espíritu lle-no de satisfacción por la oportunidad que le habían da-do de servir a los pueblos marginados. Contribuyó al desarrollo de Chikindzonot, Ekpedz, Chan Chichimilá y Xcocmil durante 5 años.

En 1959 volvió a la Escuela de Enfermería. Estudió y aprobó el segundo y tercer curso de la carrera y el 17 de enero de 1962 presentó su examen de grado reci-biendo el título de Enfermera. Su sínodo estuvo inte-grado por los siguientes médicos: Maximiliano Vadillo A., presidente; David Pérez G., Humberto Góngora T., Orlando Ávila R., y Rodolfo León P.

Sus enseñanzas giraron alrededor de Medicina Pre-ventiva, Saneamiento Ambiental. Educación Higiénica, Primeros Auxilios y Maternidad. La última acción ci-tada la hacía con verdadero cariño y a cualquier hora, día, noche o madrugada. Organizar los grupos de alumnos le resultaba fácil por la ventaja de ser bilingüe maya-español. Además enseñaba cocina, repostería,

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bordados y tejidos, confección de ropa, lo que le servía para atraer y retener a quienes deseaba influir en el mejoramiento y conservación de su salud.

Fue una excelente maestra misionera y desempeñó su cargo con iniciativa, eficiencia y disciplina en más de 30 comunidades rurales, siendo las principales: Kaua, Chemax, Progreso, Ticul, Chichimilá, Yobaín, Yaxkukul, Teabo, Tekit, Suma de Hidalgo y Motul.

A fines de agosto de 1986 se retiró del servicio por jubilación. Los últimos años de su vida los pasó rodea-da de sus seres más queridos. El 30 de mayo de 1995 tuvo lugar su desaparición física, pero sigue viviendo en el pensamiento de quienes tuvieron la fortuna de ser familiares, amigos, compañeros o alumnos. Su de-sempeño como maestra misionera es un bello ejemplo para las nuevas generaciones.

IRMA DEL CARMEN SANSORES SANSORES

(1924-1987)

Llegó al mundo el 24 de sep-tiembre de 1924 en Umán, Yuca-tán, México. Fue hija de los señores Miguel y Teodora Sanso-res. La mayor de cinco hermanos: ella, Rita, Mario, Luis y Jorge. Las primeras lecciones de enfermería las recibió de su mamá, partera

empírica y curandera del lugar. Allá en Umán, en una escuelita particular atendida

por unas religiosas, estudió la enseñanza obligatoria que, en esa época, era hasta el 4° grado de primaria. A los 18 años, en 1942, contrajo nupcias con el Sr. Roberto de Jesús Colín J., de ocupación militar y natural de al-gún estado del centro de la República. De esa unión

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nacieron sus dos únicos hijos a quienes pusieron por nombres Juan de Dios e Irma Dolores. Razones de fuer-za mayor hicieron que el Sr. Colín se desavecindara de la ciudad de Mérida, Yuc., lugar en donde tenían su hogar. Sin que mediara disgusto y sin divorciarse, se separaron.

Irma del Carmen era inteligente y trabajadora, sos-tenía su hogar con lo que ganaba curando, cuidando e inyectando a los vecinos del barrio. En esos menesteres conoció al médico Ramón Osorio Carvajal, quien al ver su gusto y dedicación en la atención a los enfermos, la invitó a que trabajara en el sanatorio de su propiedad, que, dicho sea de paso, era de lo mejorcito. Él personal-mente se encargó de dar la capacitación a Irma y más adelante la nombró jefa de enfermeras, cargo que de-sempeñó de enero de 1945 a septiembre de 1947.

A mediados de 1946 el doctor referido dedicó la ma-yor parte de su tiempo a otras actividades distintas a las de su profesión, postergando la atención de su clientela en el sanatorio. En los primeros días de agosto de 1947 concede a Irma del Carmen una licencia para que pruebe fortuna en otro trabajo. El Profr. Alonso Osorio Arce, pariente del médico, se entera de esa si-tuación y conociendo la calidad de elemento que era, va a verla y la convence para que trabaje como maestra enfermera en la Misión Cultural Rural núm. 4 de la que era Jefe.

Ya en la Misión Cultural, Irma del Carmen se entre-ga en cuerpo y alma a la noble tarea de sanear los po-blados y educar a los vecinos para la conservación y mejoramiento de la salud y se vuelve ejemplo.

Por casi 10 años fue el orgullo del sistema en el es-tado. Laboró intensamente en Chankom, Xtohil, Xanlá, Muchucuxcah, Nictehá y Ticimul. Por órdenes supe-riores fue trasladada a Quintana Roo, donde igualmen-

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te hizo honor a su manera de ser. Laboró en Santa Ger-trudis, La Presumida, Chunhuhub, Polyuc y Botes. De este último lugar salió en 1982 para no volver, ya que con 63 años de edad y 35 de servicio, hizo uso de su derecho de jubilación.

Víctima de una enfermedad hereditaria que se agra-vó después de sufrir lesiones serias en un choque auto-movilístico, dejó de existir en la ciudad de Mérida, Yu-catán, el 24 de agosto de 1987.

En todos los rincones de Yucatán donde llevó su de-nodado espíritu de servicio, es recordada con amor, re-conocimiento y gratitud.