Maneras de Bien Soñar : Francia

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Año 2, No. 5 Julio de 2003 “Mens agitat molem”** Editorial Del iluminismo a la globalización Cintia Vanesa Días / Directora C C C ada pueblo de la tierra forja su pensamiento dentro de una visión particular de la vida, de allí emerge su cultura, su filosofía y su idiosincrasia. O era al revés? Lo cierto es que la tierra conlleva en sus entrañas una inclinación a percibir el mundo de una determinada manera. Pueden haber alteraciones (de hecho son las excepciones las que confirman las reglas...) pero basta con revisar la historia del pensamiento para comprobar estos dichos. La corriente reflexiva de los germanos. que dieron al mundo a un Goethe, un Kant, un Hegel, un Schiller, o un Nietszche. El utilitarismo y pragmatismo anglosajón del que nos dan ejemplo Locke, Berkeley, Bacon, Hume, Milton. ¿Y los franceses? Los franceses siempre han ostentado un tinte racionalista. Descartes, Voltaire, Rousseau... la revolución francesa fue la sublevación del pensamiento, la insurrección de las ideas, la creencia que el pensamiento podría darle al mundo su verdadero sentido. Quizás sea así, quizás no... quién puede emitir juicios acerca de lo verdadero y lo falso mientras esté contenido por su propia matriz de supuestos básicos subyacentes? Lo cierto es que nada es definitivo en este mundo de formas, que todo se vincula de uno u otro modo. ¿Quieren algo más concreto que la vivencia de la globalización? El mundo a evolucionado... De la imprenta a la radio, de la radio a la televisión, de la televisión a la Internet. Han evolucionado los medios de comunicación... pero ¿ha evolucionado la comunicación? Esta pregunta que parece de Perogrullo es en realidad engañosa. Tenga cuidado cuando la responda. Los medios de comunicación acercan el pensamiento, siguen siendo elitistas -es cierto- pero cada vez entran más jugadores en este juego de la Poetas Jacques Roubaud Sept [Go 84] [ε , 1932] L L L e temps fuit le temps, le temps est comme larve le temps est l’inconscient de la terre étale le temps est regard le temps est transparence aux morts à la passion aux fausses épreuves Continúa en la pag. 7 Sumario de la presente edición Editorial: Buscando un nombre Página 1/7 Poetas: Jacques Roubaud Página 1/2 Cancionero La marsellesa Página 2 Autores Emile Zola Página 3 Teoría y práctica: El Cuento fantástico Página 5 ¿Qué es esto? Iluminismo Página 11 Visite Maneras de Bien soñar en: http://maneras.turemanso.com.ar/ Si desea contactar a la editora y enviarle su contribución y/o comentario, por favor vea los detalles en la última página. Continúa en la pág. 2

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Año 2, No. 5 Julio de 2003

“Mens agitat molem”**

Editorial Del iluminismo a la globalización

Cintia Vanesa Días / Directora

CCCada pueblo de la tierra forja su pensamiento dentro de una visión particular de la vida, de allí emerge su cultura, su filosofía y su idiosincrasia. O era al revés? Lo cierto es que la tierra conlleva en sus entrañas una inclinación a percibir el mundo de una determinada manera. Pueden haber alteraciones (de hecho son las excepciones las que confirman las reglas...) pero basta con revisar la historia del pensamiento para comprobar estos dichos. La corriente reflexiva de los germanos. que dieron al mundo a un Goethe, un Kant, un Hegel, un Schiller, o un Nietszche. El utilitarismo y pragmatismo anglosajón del que nos dan ejemplo Locke, Berkeley, Bacon, Hume, Milton. ¿Y los franceses? Los franceses siempre han ostentado un tinte racionalista. Descartes, Voltaire, Rousseau... la revolución francesa fue la sublevación del pensamiento, la insurrección de las ideas, la creencia que el pensamiento podría darle al mundo su verdadero sentido.

Quizás sea así, quizás no... quién puede emitir juicios acerca de lo verdadero y lo falso mientras esté contenido por su propia matriz de supuestos básicos subyacentes? Lo cierto es que nada es definitivo en este mundo de formas, que todo se vincula de uno u otro modo. ¿Quieren algo más concreto que la vivencia de la globalización? El mundo a evolucionado... De la imprenta a la radio, de la radio a la televisión, de la televisión a la Internet. Han evolucionado los medios de comunicación... pero ¿ha evolucionado la comunicación? Esta pregunta que parece de Perogrullo es en realidad engañosa. Tenga cuidado cuando la responda.

Los medios de comunicación acercan el pensamiento, siguen siendo elitistas -es cierto- pero cada vez entran más jugadores en este juego de la

Poetas Jacques Roubaud

Sept [Go 84] [ε , 1932]

LLLe temps fuit le temps, le temps est comme larve le temps est l’inconscient de la terre étale le temps est regard le temps est transparence aux morts à la passion aux fausses épreuves

Continúa en la pag. 7

Sumario de la presente edición

Editorial: Buscando un nombre Página 1/7 Poetas: Jacques Roubaud Página 1/2 Cancionero La marsellesa Página 2 Autores Emile Zola Página 3 Teoría y práctica: El Cuento fantástico Página 5 ¿Qué es esto? Iluminismo Página 11

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Viene de página 1

durée d’homme seul durée de femme seule lumières de la lumière de l’absence l’alliance n’est que toute petite écume véloce ensuite les vagues se séparent le temps est rougeoiement le temps est de l’ombre le temps est cette écriture qui sállume sur les pages sur les langues de hasard le temps le temps est fourmi le temps est nombre rapproche les reflets les bouge les mêle efface l’homme et la femme, les enfances Siete [Go 84] [Traducción: Enrique Moreno Castillo]

EEEl tiempo huye del tiempo, el tiempo es como larva El tiempo es lo inconsciente de la tierra parada El tiempo es mirada el tiempo es transparencia A los muertos a la pasión a las falsas pruebas Duración de hombre solo duración de mujer sola Luces de la luz de la ausencia La alianza no es más que brevísima espuma Veloz luego enseguida las olas se separan El tiempo es luz rojiza el tiempo es la sombra El tiempo es esta escritura que se enciende En las páginas en las lenguas de azar El tiempo el tiempo es hormiga el tiempo es número Acerca los reflejos los agita los mezcla Borra el hombre y a la mujer, a las infancias Algo negro Traducción: Luisa Etxenike (fragmento)

NNNo puedo escribir de ti más verídicamente que tú misma. No es que sea incapaz por naturaleza, sino que la verdad de ti, la has escrito. Y porque tú escribías para ser leída sólo después de muerta, porque la he leído, contigo muerta, y hecho mía, esa verdad es la más fuerte de todas. No podré ir más allá. Lo que guardo de ti, y que sólo a mí incumbe, no es del orden de la verdad sino de la física: Tacto de las rodillas a la frente, sabor de cerveza en la lengua, perfume en los brazos, debajo, vista y voz, de lejos, me abrasan: circuitos que no se apagarán. aún no. Eso es sólo mío, y con razón. Sólo escribiré de ti desde mi propia altura. O bien me acuesto y hago sombra.

Cancionero La Marsellesa

[Claude-Joseph Rouget de Lisle]

AAAllons enfants de la patrie Le jour de gloire est arrivé! Contre nous de la tyrannie L'étendard sanglant est levé! L'étendard sanglant est levé! Entendez-vous dans les campagnes Mugir ces féroces soldats? Ils viennent jusque dans vos bras Ecorger nos fils, et nos compagnes, Estribillo Aux armes citoyens! Formez vos bataillons! Marchons, marchons, Qu’un sang impur abreuve à nos sillons! Nous entrerons dans la carrière Quand nos aînés n'y seront plus! Nous y trouverons leur poussière Et la trace de leurs vertus. Bien moins jaloux de leur cercueil, Nous aurons le sublime orgueil De les venger ou de les suivre,

El Himno Nacional Francés en español.

MMMarchemos, hijos de la patria, Que ha llegado el día de la gloria El sangriento estandarte de la tiranía Está ya levantado contra nosotros (bis) ¿ No oís bramar por las campiñas A esos feroces soldados? Pues vienen a degollar A nuestros hijos y a nuestras esposas ¡ A las armas, ciudadanos! ¡ Formad vuestros batallones! Marchemos, marchemos, Que una sangre impura Empape nuestros surcos. ¿ Qué pretende esa horda de esclavos, De traidores, de reyes conjurados? ¿ Para quién son esas innobles trabas y esas cadenas Tiempo ha preparadas? (bis) ¡ Para nosotros, franceses ! Oh, qué ultraje ! (bis) ¡ Qué arrebato nos debe excitar!

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Es a nosotros a quienes pretenden sumir De nuevo en la antigua esclavitud ¡ Y qué ! Sufriremos que esas tropas extranjeras Dicten la ley en nuestros hogares, Y que esas falanges mercenarias Venzan a nuestros valientes guerreros? (bis) ¡ Gran Dios ! Encadenadas nuestras manos, Tendríamos que doblegar las frentes bajo el yugo! Los dueños de nuestro destino No serían más que unos viles déspotas. ¡ Temblad ! tiranos, y también vosotros, pérfidos, Oprobio de todos los partidos! ¡ Temblad ! Vuestros parricidas proyectos Van al fin a recibir su castigo. (bis) Todos son soldados para combatiros. Si perecen nuestros héroes. Francia produce otros nuevos Dispuestos a aniquilaros. ¡ Franceses, como magnánimos guerreros Sufrid o rechazad los golpes ! Perdonad estas pobres víctimas Que contra su voluntad se arman contra nosotros. Pero esos déspotas sanguinarios, Pero esos cómplices de Bouillé, Todos esos tigres que, sin piedad, Desgarran el corazón de su madre ... Nosotros entramos en el camino Cuando ya no existan nuestros mayores ; Allí encontraremos sus cenizas Y la huella de sus virtudes. (bis) No estaremos tan celosos de seguirles Como de participar de su tumba ; ¡ Tendremos el sublime orgullo De vengarles o de seguirles ! ¡ Amor sagrado de la patria, Conduce y sostén nuestros brazos vengadores ! ¡ Libertad, libertad querida, Pelea con tus defensores (bis) ¡ Que la victoria acuda bajo tus banderas Al oír tus varoniles acentos ! ¡ Que tus enemigos moribundos Vean tu triunfo y nuestra gloria !

Autores Emile Zola

Fragmento Yo acuso

" UUUn hombre nefasto ha conducido la trama; el coronel Paty de Clam, entonces comandante. El representa por sí solo el asunto Dreyfus; no se le conocerá bien hasta que una investigación leal determine claramente sus actos y sus responsabilidades. Aparece como un espíritu borroso, complicado, lleno de intrigas novelescas, complaciéndose con recursos de folletín, papeles robados, cartas anónimas, citas misteriosas en lugares desiertos, mujeres enmascaradas. El imaginó lo de dictarle a Dreyfus la nota sospechosa, el concibió la idea de observarlo en una habitación revestida de espejos, es a el a quien nos presenta el comandante Forzineti, armado de una linterna sorda, pretendiendo hacerse conducir junto al acusado, que dormía, para proyectar sobre su rostro un brusco chorro de luz para sorprender su crimen en su angustioso despertar. (...)

Se murmuran hechos terribles, traiciones monstruosas y, naturalmente, la Nación se inclina llena de estupor, no halla castigo bastante severo, aplaudir la degradación pública, gozar viendo al culpable sobre su roca de infamia devorado por los remordimientos. (...)

¿Luego es verdad que existen cosas indecibles, dañinas, capaces de revolver toda Europa y que ha sido preciso para evitar grandes desdichas enterrar en el mayor secreto? ¡No! Detrás de tanto misterio solo se hallan las imaginaciones románticas y dementes del comandante Paty de Clam. Todo esto no tiene otro objeto que ocultar la más inverosímil novela folletinesca. Para asegurarse, basta estudiar atentamente el acta de acusación leída ante el Consejo de guerra. ¡Ah! ¡Cuánta vaciedad! Parece mentira que con semejante acta pudiese ser condenado un hombre. Dudo que las gentes honradas pudiesen leerlas sin que su alma se llene de indignación y sin que se asome a sus labios un grito de rebeldía, imaginando la expiación desmesurada que sufre la víctima en la Isla del Diablo. Dreyfus conoce varias lenguas: crimen. En su casa no hallan papeles comprometedores; crimen. Algunas veces visita su país natal; crimen. Es laborioso, tiene ansia de saber; crimen. Si no se turba; crimen. Todo crimen, siempre crimen... Y las ingenuidades de redacción, ¡las formales aserciones en el vacío! Nos habían hablado de catorce acusaciones y no aparece más que una: la nota

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sospechosa. Es más: averiguamos que los peritos no

están de acuerdo y que uno de ellos, M. Gobert, fue atropellado militarmente porque se permitía opinar contra lo que se deseaba. Háblase también de veintitrés oficiales, cuyos testimonios pasarían contra Dreyfus. Desconocemos aún sus interrogatorios, pero lo cierto es que no todos lo acusaron, habiendo que añadir, además, que los veintitrés oficiales pertenecían a las oficinas del Ministerio de la Guerra. Se las arreglan entre ellos como si fuese un proceso de familia, fijaos bien en ello: el Estado Mayor lo hizo, lo juzgó y acaba de juzgarlo por segunda vez. (…)

Es una mentira, tanto mas odiosa y cínica, cuanto que se lanza impunemente sin que nadie pueda combatirla. Los que la fabricaron, conmueven el espíritu francés y se ocultan detrás de una legítima emoción; hacen enmudecer las bocas, angustiando los corazones y pervirtiendo las almas. No conozco en la historia un crimen cívico de tal magnitud. (...)

Conozco a muchas gentes que, suponiendo posible una guerra, tiemblan de angustia, porque saben en que manos esta la defensa nacional. En que albergue de intrigas, chismes y dilapidaciones se ha convertido el sagrado asilo donde se decide la suerte de la patria!. Espanta la terrible claridad que arroja sobre aquel antro el asunto Dreyfus; el sacrificio humano de un infeliz, de un puerco judío. Ah! se han agitado allí la demencia y la estupidez, maquinaciones locas, prácticas de baja policía, costumbres inquisitoriales; el placer de algunos tiranos que pisotean la nación, ahogando en su garganta el grito de verdad y de justicia bajo el pretexto, falso y sacrílego, de razón de estado. Y es un crimen mas apoyarse con la persona inmunda, dejarse defender por todos los bribones de París, de manera que los bribones triunfen insolentemente, derrotando el derecho y la probidad. Es un crimen haber acusado como perturbadores de Francia a cuantos quieren verla generosa y noble a la cabeza de las naciones libres y justas, mientras los canallas urden impunemente el error que tratan de imponer al mundo entero. Es un crimen extraviar la opinión con tareas mortíferas que la pervierten y la conducen al delirio. Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose con el antisemitismo, de cuyo mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe curarse a tiempo. Es un crimen explotar el patriotismo para trabajos de odio; y es un crimen, en fin, hacer del sable un dios moderno, mientras toda la ciencia humana emplea sus trabajos en una obra de verdad y de justicia. !Esa verdad, esa justicia que nosotros buscamos apasionadamente, las vemos ahora humilladas y desconocidas! (...)

Tal es la verdad, señor Presidente, verdad tan

espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestro gobierno. Supongo que no tengáis ningún poder en este asunto, que seáis un prisionero de la Constitución y de la gente que os rodea; pero tenéis un deber de hombre en el cual meditaréis cumpliéndolo, sin duda honradamente. No creáis que desespero del triunfo; lo repito con una certeza que no permite la menor vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla. Hasta hoy no comienza el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas las posiciones de cada uno; a un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que daremos la vida porque la luz se haga. Cuanto mas duramente se oprime la verdad, mas fuerza toma, y la explosión será terrible. Veremos como se prepara el más ruidoso de los desastres. "

No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales. En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia.//

Teoría y práctica El cuento fantástico

Ingredientes de la materia fantástica

EEEl cuento fantástico utiliza como punto de partida los misterios que plantean el hombre y su mundo y que no han tenido una explicación clara y certera: el tiempo, el espacio, los sueños, las dimensiones, la muerte...

El autor del cuento fantástico elige uno de esos misterios como tema pero sin intención de resolverlo, sino que, valiéndose de la ausencia de respuestas y de su imaginación, logra la incertidumbre. Es por eso que, partiendo de elementos reales y cotidianos – a veces en forma gradual y otras abruptamente- anula la realidad y nos traslada al ámbito de lo misterioso y de lo inexplicable. Proviene de la vacilación entre una explicación natural o una sobrenatural.

El escritor busca que el lector se pregunte acerca de la factibilidad de los sucesos; por eso elabora un relato verosímil, al que añade elementos extraños. Éste es el medio de producir la perplejidad y el

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suspenso, fuente de curiosidad, desazón y, a veces, miedo para el lector. Tratamiento de la materia fantástica

Son prácticamente innumerables los medios de que se valen los autores de narraciones fantásticas una vez que han entrado en el proceso mental por el cual liberan su imaginación. Invaden tiempo, espacio, personajes o situaciones y, en ocasiones, todo a la vez. Cuando el personaje es presa de las fuerzas sobrenaturales, si es un ser humano puede sufrir, entre otros, el fenómeno de la metamorfosis; si es cualquier elemento de la realidad –animales, objetos, muerte, espíritu- se animiza y adquiere características propias del hombre.

Si la invasión de lo fantástico se produce por medio del tiempo y del espacio, se producen traslados a los otros tiempos -ya del pasado como al futuro- anacronismos parciales, retrocesos en la propia historia, detención del tiempo, desajustes entre el tiempo cronológico y el tiempo interior, multiplicación en el tiempo, ruptura de las leyes físicas, transmutación de mundos.

Otro tema predilecto de los autores de cuentos fantásticos es la interrelación entre el sueño y la realidad: sueño dentro de otro sueño, conciencia de que se está soñando, sueños comunes a varias personas; en todos los casos, con un elemento que, luego en la vigilia, deja un rastro: por ejemplo, un objeto material presente en el sueño y presente en la vigilia. Definición

El cuento fantástico es aquel que, por la suma de elementos reales y de elementos extraños e inexplicables, hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural y deja al lector sumido en la incertidumbre.// [De: “Introducción literaria III” Editorial Estrada] Práctica La cafetera [De: Théophile Gautier]

I

EEEl año pasado me invitaron, junto a dos de mis compañeros de trabajo, Arrigo Cohic y Pedrino Borgnioli, a pasar unos días en un lugar remoto de Normandía.

El tiempo que, cuando nos pusimos en marcha, prometía ser excelente, cambió de repente, y cayó

tanta lluvia, que los tortuosos caminos por los que avanzábamos eran como el lecho de un torrente.

Nos hundimos en el cieno hasta las rodillas, una capa espesa de tierra resbaladiza se pegó a la suela de nuestras botas, y su peso aminoró de tal modo nuestros pasos, que llegamos a nuestro lugar de destino una hora después de la puesta del sol.

Estábamos agotados; así es que nuestro anfitrión, al comprobar los esfuerzos que hacíamos para reprimir los bostezos y mantener los ojos abiertos, una vez que hubimos cenado, mandó que nos condujeran a cada uno a nuestra habitación.

La mía era muy amplia; sentí, al entrar en ella, como un estremecimiento febril, porque me pareció que entraba en un mundo nuevo.

Realmente, uno podía creerse en tiempos de la Regencia, viendo los dinteles de Boucher que representaban las cuatro Estaciones, los muebles de estilo rococó del peor gusto, y los marcos de los espejos torpemente tallados.

Nada estaba desordenado. El tocador cubierto de estuches de peines, de borlas para los polvos, parecía haber sido utilizado la víspera. Dos o tres vestidos de colores tornasolados, un abanico sembrado de lentejuelas de plata alfombraban el entarimado bien encerado y, ante mi gran asombro, una tabaquera de concha, abierta sobre la chimenea, estaba llena de tabaco todavía fresco.

No advertí estas cosas hasta después de que el criado, tras dejar la palmatoria en la mesa de noche, me hubo deseado felices sueños y, lo confieso, empecé a temblar como una hoja. Me desnudé rápidamente, me acosté y, para acabar con aquellos estúpidos temores, pronto cerré los ojos volviéndome hacia el lado de la pared.

Pero me fue imposible permanecer en esa postura: la cama se agitaba como una ola y mis párpados y mis ojos se negaban obstinadamente a cerrarse. No tuve más remedio que volverme y mirar.

El fuego que ardía en la chimenea lanzaba reflejos rojizos a la estancia, de modo que se podía sin dificultad contemplar los personajes de los tapices y las figuras de los retratos borrosos colgados de la pared.

Eran los antepasados de nuestro anfitrión, caballeros con armaduras de hierro, consejeros con peluca, y bellas damas de rostro maquillado y cabellos empolvados de

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blanco, que llevaban una rosa en la mano.

De repente el fuego cobró un extraño grado de actividad; un resplandor macilento iluminó la habitación, y vi claramente que lo que había tomado por simples pinturas se hacía realidad; porque las pupilas de aquellos seres enmarcados se movían, brillaban de forma singular; sus labios se abrían y se cerraban como labios de personas que hablaran, pero yo no oía sino el tic-tac del reloj de pared y el silbido del viento otoñal.

Un terror invencible se apoderó de mí, se me erizaron los cabellos, los dientes me castañeteaban tan fuertemente que pensé que se me iban a romper, y un sudor frío inundó todo mi cuerpo.

El reloj dio las once. La vibración del último toque retumbó durante un instante interminable y, cuando hubo cesado completamente...

¡Oh, no! No me atrevo a decir lo que ocurrió, nadie me creería y me tomarían por loco.

Las velas se encendieron solas; el fuelle, sin que ningún ser visible lo pusiera en movimiento, empezó a soplar el fuego, carraspeando como un viejo asmático, mientras las tenazas removían los tizones y la paleta levantaba las cenizas.

Después, una cafetera se tiró desde una mesa en la que estaba posada, y se dirigió, renqueando, hacia la lumbre, donde se instaló entre los tizones.

Unos instantes más tarde, las butacas empezaron a ponerse en movimiento y, agitando sus retorcidas patas de forma sorprendente, fueron a colocarse alrededor de la chimenea.

II No sabía qué pensar de lo que veía; pero lo que me quedaba por ver era todavía más extraordinario.

Uno de los retratos, el más antiguo de todos, el de un gordo mofletudo de barba gris, que se parecía, hasta el punto de confundirse a la idea que siempre me había hecho del viejo sir John Falstaff, sacó, gesticulando, la cabeza de su marco y, después de grandes esfuerzos, habiendo logrado pasar sus hombros y su rechoncho

vientre por entre los estrechos márgenes de la orla saltó pesadamente al suelo.

Todavía no había recobrado el aliento cuando sacó del bolsillo de su jubón una llave increíblemente pequeña: sopló dentro para asegurarse de que el agujero estaba bien limpio, y la aplicó a todos los marcos, unos tras otros.

Y todos los marcos se ensancharon para dejar pasar fácilmente a las figuras que encerraban.

Pequeños y sonrosados abates, nobles ancianas, secas y amarillas, magistrados de gesto grave, embutidos en enormes trajes negros, petimetres con medias de seda, calzón de lana y la punta de la espada en alto... todos esos personajes presentaban un espectáculo tan extraño que, a pesar de mi espanto, no pude evitar que me diera la risa.

Los dignos personajes se sentaron; la cafetera saltó ágilmente a la mesa. Tomaron el café en tazas del Japón, blancas y azules, que acudieron espontáneamente procedentes de la superficie de un escritorio, cada una provista de un terrón de azúcar y de una cucharita de plata.

Una vez tomado el café, tazas, cafetera y cucharas desaparecieron a la vez, y empezó la conversación, realmente la más curiosa que jamás había oído porque ninguno de los extraños conversadores miraba al otro al hablar: todos tenían los ojos fijos en el reloj de péndulo.

Yo tampoco podía desviar la mirada de él, ni evitar seguir la aguja, que avanzaba hacia medianoche a imperceptibles pasos.

Por fin, sonaron las doce; una voz, cuyo timbre era exactamente el del reloj, se dejó oír y dijo:

-Es la hora, bailemos.

El grupo entero se levantó. Las butacas retrocedieron solas; entonces, cada caballero cogió la mano de una dama, y la misma voz dijo:

-¡Vamos, señores de la orquesta, empiecen!

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información. Se globaliza la justicia, se globaliza la lucha por las ideas, pero también se globalizan los mercados, los intereses particulares, la especulación. El mensaje es claro, la realización es imperfecta. Si tuviéramos que evaluar los pro y los contra de esta tendencia deberíamos concluir que -al menos como se vienen dando las cosas- la globalización se está convirtiendo en el guante de hegemonía, es decir, en un nuevo disfraz para el imperialismo.

Sin embargo aún hay esperanzas. Nadie determina que las cosas deban seguir dándose tal como se dan hasta el momento... quizás la realidad dé un vuelco y la globalización termine por convertirse en la cristalización de la utopía de “fraternidad universal” . No lo digo porque queda bien ser positivo, sino porque tengo la firme certeza que el destino lo forjamos nosotros, y nuestras acciones. Por eso tengo fe.

Retomando el tema de la comunicación y su propagación multitudinaria, creo que es bueno rescatar los elementos que nos brinda la cotidianeidad y darle nuestra propia interpretación; si no fuera por la Internet.. ¿nos habríamos conocido? Quién sabe... Me gusta pensar que todas las cosas pasan por una razón, que no hay casualidades sino causalidades y que de nosotros depende el uso que le demos a las oportunidades que se nos presentan. Es precisamente la elección la que nos da el cariz de humanos en medio de este mundo plagado de sensaciones animales. La elección es el poder de decidir sobre nuestra vida, es también la importancia que le damos a lo que nos pasa. Hubo esclavos más libres que sus amos, tal es el caso de Epicteto; hubo guerreros que no se amedrentaron ante los “imposibles”, tal es el caso de Leónidas; hubo seres humanos que eligieron la caridad y el amor incondicional por sobre su propio bienestar, tal es el caso de la Madre Teresa de Calcuta... sólo por citar algunos ejemplos de grandeza. Así también encontramos a personas que son infelices aun teniendo todo lo que siempre desearon, y seres que están tristes por cosas que no podemos llegar a comprender... lo que nos señala que muchas veces las cosas pasan por tamices distintos a la lógica.

El iluminismo fue una forma de tratar de comprender al mundo; fue una forma de categorizar la incertidumbre pretendiendo minimizarla. Hoy la realidad es otra, y si bien aceptamos que el pensamiento es un

Editorial [sigue de tapa] Del Iluminismo a la globalización

factor importante en la constitución de la humanidad, estamos seguros que no es el único. Por algo, y hoy más que nunca, terminamos por aceptar –no sin cierta impotencia- que el único conocimiento certero es el saber que nada sabemos.

Pero eso es bueno, porque nos obliga a crecer. Y en la búsqueda de la madurez evoluciona el ser humano. Los elegidos Jacques Roubaud. La obra de este francés, nacido hacia 1932, es traspasada por la pasión de experimentar, por un sentimiento lúdico que busca lo insólito y lo sorprendente. Roubaud es matemático de profesión, su primer libro tiene por título ε y consiste en una complicada red de diversos textos interrelacionados de acuerdo con las reglas del juego japonés del GO, a cada una de cuyas fichas equivalen los poemas del libro. Su segundo libro es un curioso experimento hecho a partir de transcripciones fonéticas de tankas japonesas que actúan como base o motivo de inspiración para los nuevos poemas. Roubaud ha intentado la poesía plurilingüe –en colaboración- los poemas de Renga (de 1971) [El renga es una forma poética de creación colectiva, que se desarrolló en el Japón entre el siglo VIII y el siglo XII, y que tuvo su máximo esplendor en la obra del poeta Shinkei, en el siglo XV.] contienen partes en francés, italiano, español e inglés, y la colaboración de autores como Octavio Paz, Edoardo Sanguinetti y Charles Tomlinson. Otra de sus obras, Autobiografía capítulo X, consiste en un conjunto de fragmentos estructurados, compuestos en su totalidad de citas de otros poetas. A este experimentalismo práctico se corresponde una preocupación teórica que se pplasma en diversos ensayos de poéticaa, muchos de los cuales tratan sobre aquellos momentos de la tradición literaria que mñas armonizan con ese gusto por lo cifrado y esotérico: Arnaut Daniel, Cavalcanti, Dante, Lewis Carroll o Mallarmé. Algo negro, (del cual tomamos un fragmento en la presente edición) publicado en 1986 tras el fallecimiento de su mujer, la fotógrafa Alix-Cleo, parte de una certeza cuando se reconoce la muerte en la persona amada. Las meditaciones fechadas como revelados fotográficos reproducen momentos privados de una vida en común. “Nada me influye en la negrura”, dice el poeta en un momento de lucidez antes de reconocer su desolación y tristeza. “La noche se lleva la luz, los objetos son reales como huellas, no se ven, pero se intuyen. Y el silencio es lo que queda cuando todo se sabe y nada

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He olvidado decir que el motivo de los tapices era: en

uno, un concierto italiano y, en el otro, una cacería

se espera” La Marsellesa Canto nacional de pueblo francés popularizado en 1793 por los marselleses federales. Su autor fue Claudio Rouget de Lisle, capitán de ingenieros de guarnición en Estrasburgo a finales del siglo XVIII.

El 20 de abril de 1792 se proclamó en París la declaración de guerra contra Austria. Al llegar la noticia a Estrasburgo, el alcalde de esta ciudad, convidó a su mesa, a varios oficiales entre los que se encontraba Rouget, proponiéndoles la creación de un himno nacional y patriótico. Fue escrito inmediatamente con el título "Canto de guerra del Ejército del Rhin", dedicado al Mariscal Lukner

En junio, en un banquete ofrecido a unos soldados, se entregó a cada uno de ellos un ejemplar del himno que fue cantado durante el camino hasta su llegada a París. Al llegar a esta capital excitó el entusiasmo del pueblo, el cual lo designó con el nombre de «La Marsellesa». Desde entonces fue el canto de Francia, cuyos soldados lo esparcieron por toda Europa. Exaltaba de tal modo el aliento patriótico de éstos que Napoleón dijo refiriéndose a él: -Esta música nos ahorrará muchos cañones. (Carlos Palacio, "Colección de Canciones de Lucha")

Durante la Primera República, este himno formaba parte de los aires y cantos cívicos que contribuyeron al triunfo de la Revolución. Los dos Imperios, la Restauración y la II República prefirieron cantos de circunstancias. No fue sino hasta la III República cuando La Marsellesa recuperó su rango de himno nacional en todas aquellas ocasiones en las cuales las bandas militares han de tocar un aire oficial. El Estado francés lo conserva y el Gobierno de la Francia liberada le vuelve a atribuir un estatuto de primer orden al lado del himno de carácter oficioso, es decir Le Chant des Partisans (El Canto de los Partidarios). La Marsellesa será finalmente instituida como himno nacional en la Constitución de la IV y de la V República (artículo 2 de la Constitución del 4 de octubre de 1958). En 1974, Valéry Giscard d'Estaing, el entonces Presidente de la República, hace que se modifique de acuerdo con las partituras antiguas y que se vuelva a armonizar con un ritmo diferente. A partir de 1981, el himno será interpretado nuevamente de acuerdo con las partituras y el ritmo vigentes hasta 1974. Emile Zola. Escritor francés y fundador del movimiento naturalista. Zola nació en París, el 2 de abril de 1840. Su primer trabajo fue el de empleado en una editorial. A partir de 1865 se ganó la vida escribiendo poemas, relatos y crítica de arte y

literatura. Su primera novela importante, Thérèse Raquin (1867), es un detallado estudio psicológico del asesinato y la pasión. Más tarde, inspirado por los experimentos científicos sobre la herencia y el entorno, Zola decidió escribir una novela que ahondara en las profundidades de todos los aspectos de la vida humana, que documentara los males sociales, al margen de cualquier sensibilidad política. Asignó a esta nueva escuela de ficción literaria el nombre de naturalismo y escribió una serie de veinte novelas entre 1871 y 1893, bajo el título genérico de Les Rougon-Macquart, con el fin de ilustrar sus teorías a través de una saga familiar. Tras una ardua investigación produjo un sorprendente y completo retrato de la vida francesa, especialmente la parisina, de finales del siglo XIX. Sin embargo, fue calificado de obsceno y criticado por exagerar la criminalidad y el comportamiento a menudo patológico de las clases más desfavorecidas. Algunos de los libros que se ocupan de las cinco generaciones de la familia Rougon-Macquart, alcanzaron una gran popularidad.

Sus obras posteriores, escritas a partir de 1893, son menos objetivas, más evangelizantes y, en consecuencia, menos logradas como novelas. Entre éstas figura la serie Las tres ciudades (3 volúmenes, 1894-1898), que incluye Lourdes (1894), Roma (1896) y París (1898). Zola escribió también varios libros de crítica literaria en los que ataca a sus enemigos, los escritores románticos. El mejor de sus escritos críticos es el ensayo La novela experimental (1880) y la colección de ensayos Los novelistas naturalistas (1881). En enero de 1898 Zola se vio envuelto en el caso Dreyfus, cuando escribió una carta abierta que se publicó en el diario parisino L'Aurore. Es la famosa carta conocida como 'J'accuse' ('Yo acuso'), en la que Zola arremete contra las autoridades francesas por perseguir al oficial de artillería judío Alfred Dreyfus, acusado de traición. Tras la publicación de esta carta, Zola fue desterrado a Inglaterra durante un año. Murió en París, el 29 de septiembre de 1902.///

Cintia Vanesa Días

Directora

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Julio de 2003 Maneras de Bien Soñar | 5º Edición

“Mens agitat molem”

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de ciervos donde varios criados tocaban el cuerno.

Los monteros y los músicos que, hasta entonces, no habían hecho gesto alguno, inclinaron la cabeza en señal de adhesión.

El maestro levantó la batuta, y una armonía viva y bailable surgió de los dos extremos de la sala. Primero bailaron el minué.

Pero las rápidas notas de la partitura ejecutada por los músicos armonizaban mal con las graves reverencias: además, cada pareja de bailarines, al cabo de unos minutos, se puso a hacer piruetas como una peonza. Los vestidos de seda de las mujeres, arrugados en aquel torbellino danzante, emitían sonidos de especial naturaleza; era como el ruido de alas de un vuelo de palomos. El aire que se introducía por debajo los inflaba prodigiosamente, de modo que parecían campanas en movimiento.

El arco de los virtuosos pasaba tan rápidamente por las cuerdas, que salían chispas eléctricas. Los dedos de los flautistas se alzaban y bajaban como si hubieran sido de azogue; las mejillas de los monteros estaban hinchadas como balones, y todo ello formaba un torrente de notas y trinos tan apresurados y escalas ascendentes y descendentes tan embrolladas, tan inconcebibles, que ni los propios demonios hubieran podido seguir dos minutos semejante compás.

Daba pena ver los esfuerzos de aquellos bailarines por seguir el ritmo. Saltaban, hacían cabriolas, zalamerías, agitados pasos de danza y trenzados de tres pies de altura, con tal ímpetu que el sudor, que les caía por la frente hasta los ojos, les desdibujaba los bigotes y el maquillaje. Pero por mucho que hicieran, la orquesta siempre se les adelantaba tres o cuatro notas.

El reloj dio la una; se detuvieron. Vi algo que se me había escapado: una mujer que no bailaba.

Estaba sentada en una butaca a un lado de la chimenea, y no parecía en lo más mínimo tomar parte en lo que pasaba a su alrededor.

Jamás, ni siquiera en sueños, nada tan perfecto se

había presentado a mis ojos; una piel de resplandeciente blancura, el cabello de un rubio ceniciento, largas pestañas y unos ojos azules, tan claros y tan transparentes, que a través de ellos veía su alma tan nítidamente como un guijarro en el fondo de un arroyo.

Y sentí que, si alguna vez llegaba a amar a alguien, sería a ella. Salté precipitadamente de la cama, donde hasta entonces no había podido moverme, y me dirigí hacia ella, llevado por algo que actuaba sobre mí sin que pudiera darme cuenta; y me encontré a sus pies, con una de sus manos entre las mías, charlando como si la conociera desde hacía veinte años.

Pero, por un extraño prodigio, mientras le hablaba, seguía con una ligera oscilación de cabeza la música que no había cesado de sonar; y, aunque estuviera en el colmo de la dicha conversando con tan bella persona, los pies me ardían de deseos de bailar con ella.

Sin embargo no me atrevía a proponérselo. Al parecer, comprendió lo que yo quería, porque, levantando hacia la esfera del reloj la mano que le quedaba libre, dijo:

-Cuando la aguja avance hasta ahí, ya veremos, mi querido Théodore.

No sé cómo ocurrió pero no me sorprendió en absoluto oír que me llamaba por mi nombre, y continuamos charlando. Por fin, sonó la hora indicada, la voz con timbre de plata vibró otra vez en la habitación y dijo:

-Ángela, puedes bailar con el caballero, si te apetece, pero ya sabes lo que pasará.

-No importa -respondió Ángela en tono enojado.

Y me rodeó el cuello con su brazo de marfil. -Prestissimo! -gritó la voz.

Y empezamos a bailar un vals. El seno de la muchacha tocaba mi pecho, su aterciopelada mejilla rozaba la mía, y su suave aliento acariciaba mi boca.

En toda mi vida había experimentado una emoción semejante; mis nervios vibraban como resortes de acero, la sangre me corría por las arterias como un torrente de lava, y oía latir mi corazón como si tuviera un reloj en los oídos.

Sin embargo aquel estado no era terrible en absoluto. Estaba inundado de una inefable dicha y hubiera querido seguir siempre así, y, cosa extraordinaria, aunque la orquesta hubiera

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