Maneras de Bien Soñar : Portugal

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Revista digital de literatura y cultura de la palabra. 2º Edición dedicada a Portugal, diciembre de 2002

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Año 1, No. 2 Diciembre de 2002

“Mens agitat molem”**

Editorial Por las rutas literarias de Portugal

Cintia Vanesa Días / Directora

“ TTTras los cristales empañados de sal, los chiquillos observan la ciudad cenincienta, urbe rasa sobre colinas, como si sólo estuviera construida de casas de una planta, quizá, allá, un cimborrio alto, un entablamento más esforzado, una silueta que parece ruina de castillo, salvo si todo es ilusión, quimera, espejismo creado por la movediza cortina de las aguas que descienden del cielo cerrado. Los niños extranjeros, a quienes más ampliamente dotó la naturaleza de la virtud de la curiosidad, quieren saber el nombre del lugar, y los padres se lo dicen, o declinan en las amas, las nurses, las bonnes, las frauleins, o un marinero que acudía a la maniobra, Lisboa, Lisbon, Lisboone, Lissabon, cuatro diferentes maneras de anunciar, dejando aparte las intermedias e imprecisas, quedaron así los chiquillos sabiendo lo que antes ignoraban, y eso fue lo que ya sabían, nada, sólo un nombre …” [en “El año de la muerte de Ricardo Reis” de José Saramago]

Sólo un nombre, sólo un recuerdo lejano de tiempos de tráfico de esclavos desde el África y una colonia en América que se independizó en 1822. Nada.

Nada más injusto que el olvido de la historia. Nuestros fieles lectores saben de la tendencia de nuestras

publicaciones de retomar las banderas de los olvidados y los

Poetas Fernando Pessoa

Intervalo doloroso

TTTodo me cansa, hasta lo que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor. Quien me diera ser un niño poniendo barcos de papel en un estanque de la quinta, con un dosel rústico de redes de parral poniendo ajedreces de luz y sombra verde en los reflejos sombrios de la poco agua. Entre yo y la vida hay un vidrio tenue. Por más nitidamente que yo vea y comprenda la vida, yo no la puedo tocar. ¿Razonar mi tristeza? ¿Para qué si el raciocinio es un esfuerzo? Y quien está triste no puede esforzarse. Ni siequiera abdico de aquellos gestos banales de la vida de los que yo tanto querría abdicar. Abdicar es un esfuerzo, y yo no poseo el alma con que esforzarme. ¿Cuántas veces me aflige no ser el accionador de aquel coche, el conductor de aquel tren! ¡Cualquier banal Otro supuesto cuya vida, po rno ser mía, deliciosamente me penetra para que yo la quiera y se me finge ajena! Yo no tendría el horror a la vida como una Cosa. La noción de la vida como un Todo no me aplastaría los hombros del pensamiento. Mis sueños son un refugio estúpido, como un paraguas contra un rayo. Soy tan inerte, tan falto de gestos y de actos.

Continúa en la pag. 7

Sumario de la presente edición

Editorial: Por las rutas literarias de Portugal Página 1/7 Poetas: Fernando Pessoa Página 1/2 Cancionero: Madre negra Página 3 Autores: José Saramago Página 3 Teoría y práctica: Textos literarios Página 4 ¿Qué es esto? Fado Página 6/8

Visite Maneras de Bien soñar en: http://maneras.turemanso.com.ar/

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Continúa en la pag. 2

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Viene de página 1

Por más que por mí me interne, todos los atajos de mi sueño van a dar a claridades de angustia. Incluso yo, el que sueña tanto, tengo intervalos en los que el sueño me huye. Entonces las cosas me parecen nítidas. Se desvanece la neblina en la que me cerco. Y todas las aristas visibles hieren la carne de mi alma. Todas las durezas miradas me duele saberlas durezas. Todos los pesos visibles de onjetos me pesan por dentro del alma. La vida es como si me golpeasen con ella. (Antología esencial. Editorial Need. Traducción Marcela Testadiferro)

No, no es cansancio...

Alvaro de campos [heterónimo]

NNNo, no es cansancio... Es una cantidad de desilusión

Que se me entraña en la especie del pensar, Es un domingo al revés

del sentimiento, una vacación pasada en el abismo.

No, cansancio no es...

Es que yo esté existiendo Y también el mundo,

Con todo lo que contiene, Con todo lo que en él se desdobla

Y que es por fin lo mismo variado en copias iguales.

No. Cansancio, ¿por qué? Es una sensación abstracta

De la vida concreta - algo así como un grito

por dar, algo así como una angustia

por sufrir, por sufrir completamente o por sufrir como...

Sí: o por sufrir como...

Eso mismo: como... ¿Como qué?

Si lo supiera, no habría en mí este falso cansancio. (Ay ciegos que cantáis en la calle,

¡qué formidable realejo es la guitarra de uno, la bandurria de otro y la voz de

ella!) Porque oigo, veo.

Lo confieso: es cansancio.

O infante DDDeus quer, o homem sonha, a obra nasce. Deus quis que a terra fosse toda uma, Que o mar unisse, já não separasse. Sagrou-te, e foste desvendando a espuma,

E a orla branca foi de ilha em continente, Clareou, correndo, até ao fim do mundo, E viu-se a terra inteira, de repente, Surgir, redonda, do azul profundo.

Quem te sagrou criou-te português. Do mar e nós em ti nos deu sinal. Cumpriu-se o Mar, e o Império se desfez. Senhor, falta cumprir-se Portugal!

(Inéditos: los poemas del cofre)

Bem, hoje que estou só e posso ver

BBBem, hoje que estou só e posso ver Com o poder de ver do coração

Quanto não sou, quanto não posso ser, Quanto se o for, serei em vão,

Hoje, vou confessar, quero sentir-me

Definitivamente ser ninguém, E de mim mesmo, altivo, demitir-me

Por não ter procedido bem.

Falhei a tudo, mas sem galhardias, Nada fui, nada ousei e nada fiz,

Nem colhi nas urtigas dos meus dias A flor de parecer feliz.

Mas fica sempre, porque o pobre é rico Em qualquer cousa, se procurar bem,

A grande diferença com que fico. Escrevo-o para o lembrar bem.

Como é por dentro outra pessoa

CCComo é por dentro outra pessoa Quem é que o saberá sonhar?

A alma de outrem é outro universo Como que não há comunicação possível,

Com que não há verdadeiro entendimento.

Nada sabemos da alma

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Senão da nossa; As dos outros são olhares, São gestos, são palavras,

Com a suposição de qualquer semelhança No fundo.

(1934)

Cancionero Madre negra (Mae preta)

De:Piratini / Caco Velho

PPPiel arrugada blanco pelo crespo Gandola de encaje cayendo en la cadera

Meciendo la cuna del hijo del señor Que hace poco tiempo la señora crió

Era así como la madre negra hacía

criaba todo el blanco con mucha alegría Sin embargo allá en la sanzala su negrito segaba

Madre negra nunca una lágrima secaba

Madre negra, madre negra

Mientras que una vara golpeaba a su amor Madre negra acunaba al hijo blanco del señor

Autores José Saramago

AAAnoche hice un viaje a Marte. Pasé allí diez años (si la noche dura en los polos seis meses, no sé por qué no han de caber diez años en una noche marciana) y tomé muchas notas sobre la vida que allí llevan. Me comprometí a no divulgar los secretos de los marcianos, pero voy a faltar a mi palabra. Soy hombre y deseo contribuir, en la medida de mis escasas fuerzas, al progreso de la humanidad a la que enorgullece pertenecer. Este punto es muy, muy importante. Y espero, si algún día los marcianos me vienen a pedir cuentas de mis actos, es decir, del perjuicio cometido, que los no sé cuantos billones de hombres y mujeres que hay en la tierra se apresten, todos, a mi defensa.

En Marte, por ejemplo, cada marciano es responsable de todos los marcianos. No estoy seguro de haber entendido bien qué quiere decir esto, pero mientras estuve allí (y fueron diez años, repito), nunca vi que un marciano se encogiera de hombros. (He de

aclarar que los marcianos no tiene hombros, pero seguro que el lector me entiende.) Otra cosa que me gustó en Marte es que no hay guerras. Nunca las hubo. No sé como se las arreglan y tampoco ellos supieron explicármelo; quizá porque yo no fui capaz de aclararles qué es una guerra, según los patrones de la tierra. Hasta cuando les mostré dos animales salvajes luchando (también los hay en Marte), con grandes rugidos y dentelladas siguieron sin entenderlo. A todas mis tentativas de explicación por analogía, respondían que los animales son animales y los marcianos son marcianos. Y desistí. Fue la única vez que casi dudé de la inteligencia de aquella gente.

Con todo, lo que más me desorientó en Marte fue el no saber qué era campo y qué era ciudad. Para un terrestre eso es una experiencia muy desagradable, os lo aseguro. Acaba uno por habituarse, pero se tarda. Al fin, ya no me causaba extrañeza alguna ver un gran hospital o un gran museo o una gran universidad (los marcianos tienen esto, como nosotros) en lugares para mí inesperados. Al principio, cuando yo pedía explicaciones, la respuesta era siempre la misma: el hospital, la universidad, el museo estaban allí porque eran precisos. Tantas veces me dieron esta respuesta que pensé que mejor sería aceptar con naturalidad, por ejemplo, la existencia de una escuela, con diez profesores marcianos, en un sitio donde solo había un niño, también marciano, claro. No pude callar, desde luego, que me parecía un desperdicio que hubiera diez profesores para un alumno, pero ni así los convencí. Me respondieron que cada profesor enseñaba una asignatura diferente, y que la cosa era lógica. En Marte les impresionó saber que en la tierra hay siete colores fundamentales de los que se pueden sacar millones de tonos. Allí sólo hay dos: blanco y negro (con todas las gradaciones intermedias), y ellos sospecharon siempre que habría más. Me aseguraron que era lo único que les faltaba para ser completamente felices. Y aunque me hicieron jurar que no hablaría de lo que por allá vi, estoy seguro de que cambiarían todos los secretos de Marte por el proceso de obtener un azul. Cuando salí de Marte, nadie vino a acompañarme a la puerta. Creo que, en el fondo, no nos hacen caso. Ven de lejos nuestro planeta, pero están muy ocupados con sus propios asuntos. Me dijeron que no pensarán en viajes espaciales hasta que no conozcan todos los colores. Es extraño, ¿no? Por mi parte, ahora tengo mis dudas. Podría llevarles un pedazo de azul (un jirón de cielo o un pedazo de mar), pero ¿y después? Seguro que se nos vienen aquí, y tengo la impresión de que esto no les va a gustar. D. José Saramago invita a los internautas del mundo a que escriban un final a este cuento: Si se animan envienlos a [email protected] y prometemos publicarlos en un número especial de fin de año.

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Teoría y práctica Textos literarios

Textos literarios:

“SSSon textos que privilegian el mensaje por el mensaje mismo. En el proceso de construcción de los textos literarios el escritor se detiene en la escritura misma, juega con los recursos lingüisticos, trasgrediendo con frecuencia las reglas del lenguaje para liberar su imaginación y fantasía en la creación de mundos ficticios.

A diferencia de los textos informativos, en los cuales se transparenta el referente, los textos literarios son opacos, no explicitos, con muchos vacios… ¿Por quñe? Porque son los lectores los que deben unir todas las piezas en juego: la trama, los personajes y el lenguaje. Tienen que llenar la información que falta para construir el sentido haciendo interpretaciones congruentes con el texto y con sus conocimientos previos del mundo.

Los textos literarios exigen que el lector comparta el juego de la imaginación para captar el sentido de cosas no dichas, de acciones inexplicables, de sentimientos inexpresados” (Del libro “La escuela y los textos” de Ana María Kaufman y María Elena Rodríguez. 1993)

Por ejemplo… Negro in blue

Por: SoLCiTo*

SSSe recostó como pudo sobre la hierba húmeda, tratando de olvidar lo que había ocurrido. La noche le hubiera parecido mágica en otra ocasión, pero ahora sólo deseaba que concluyera.

Miró de reojo, el auto seguía allí como testigo silencioso de su estupidez. Había huido como de costumbre, pero esta vez se sentía perturbado. Quizás ya es tiempo de enfrentar la realidad, suspiró.

La mirada triste lo intimidaba ahora, y le hizo recordar lo que pretendía negar con todas sus fuerzas.

La noche anterior presentía que el alejamiento se había hecho crónico; nada le señalaba que al día siguiente el oráculo confirmaría su sabiduría.

*** La había conocido hacía cuatro años, en un

boliche de mala muerte. Aquel día los dos habían decidido olvidar y olvidarse en la bebida. Ella era una

neófita en cuestión de tragos, él todo un entendido. Sin embargo la distancia mermó al instante que comenzaron a intercambiar suspiros y miradas soslayadas.

Era alta, su figura de lánguida tristeza evocaba a las heroínas de las novelas de Jane Austin. Cuando hablaba, sus ojos se proyectaban sobre él como un cinematógrafo. Su acento provinciano, sus silencios dolorosos y su mueca melancólica lo enloquecían de sobremanera.

Esa primera noche fue un simulacro de eternidad, el signo claro de la adyacencia de un espacio sin tiempo, y de una dicha sin parangón. Los sorprendió la madrugada en plena comunión de almas. Aconteció aquel día el reencuentro kármico que trabó un lazo inquebrantable de hambre del otro, un pacto secreto de urgencia espontánea.

Hubo temporadas de silencio mutuo, pero el reencuentro se transfiguraba en fiesta; y cada distanciamiento traía consigo el nacimiento de una etapa nueva. Profesaban una ansiedad por el otro, juntos obtenían la felicidad que se les vedaba en forma individual.

En uno de esos reencuentros ella, que descansaba sobre su pecho, se permitió una caricia y él, que no comprendía de dulzuras, dedujo que aquella era la señal buscada desde hacía tiempo. En la confusión, el destino tejió su trama de complicaciones, y lo que había sido sortilegio se tornó terrenal.

Empezaron a frecuentarse casi con desesperación, hasta que concluyeron que lo que creían compartir, era insuficiente... no obstante, prefirieron dejarse caer en la pasión antes que escalar al pensamiento.

Nada es para siempre, dice la sabiduría popular... al finalizar la primavera, él la dejó. Le dijo que era demasiada mujer para él y que no quería lastimarla. Se reconocía como un egoísta incurable y un perpetrador de maldades; muy distinto a lo que ella creía ver en él. Sus razones –obviamente- eran otras, pero prefirió tirarse a menos (siempre le había dado resultado en sus anteriores separaciones), “una mentira piadosa no hacía mal a nadie”, al contrario.

Algo le decía que, en el fondo, ella no había comprendido nada en lo absoluto, pero prefirió dejar las cosas así y esperar que el tiempo curara las heridas.

Si en aquel momento alguien le hubiera pedido una dosis de sinceridad, él no hubiera sabido contestar. ¿La dejó porque se había aburrido? ¿Cansado? ¿Asustado? Aun hoy, si se detiene a pensarlo, le es imposible definir el sentimiento que lo llevó a tomar aquella decisión.

Hay sucesos que determinan el rumbo de nuestra existencia, éste fue -sin dudas- uno de ellos. La dejó, sin intuir lo que sucedería después.

***

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Tras varias relaciones miserables, comenzó a pensar en ella. A veces la recordaba como algo dulce, a veces como algo tormentoso... pero nunca se permitió conjeturar qué hubiera pasado de continuar juntos. Las remembranzas eran como fragmentos de tiempo cristalizado, instantáneas que la mente se emperraba en mostrarle mientras manejaba o hacía la cola para retirar plata del cajero.

Y así pasaron dos años. Una mañana despertó y necesitó verla. No por

pasión o nostalgia, sino por simple curiosidad. La imaginaba pálida, desolada, y de mirada abatida. Se figuró que finalmente conocía el origen de aquellos ojos tristes. Súbitamente recordó una conversación que le intrigó en su momento, y siguió intrigándole luego: No es tristeza de un pasado –le habría dicho- sino de un futuro. La frase se multiplicó en su cabeza, con la rapidez de un rayo... y creyó verse fulminado por una certeza: él era el motivo de aquella tristeza del futuro; Él cumplió la profecía en el momento en que decidió retirarse.

Repentinamente se le antojó que él pudiera –así mismo- desarmar el destino y devolverle la alegría a los ojos que nunca la tuvieron.

Estuvo toda la mañana soñando con el encuentro y la redención, hasta que ya pasado el mediodía se dispuso a llamarla.

La conversación le había parecido un tanto seca, pero no le extrañó, después de tanto tiempo era de esperar. Las horas siguieron torturándolo hasta que las diez menos dieciocho le devolvieron la sonrisa... era lógico, acababa de darse cuenta que había conseguido lo que quería. Diez minutos después descendía del auto luego de ponerse un poco del perfume que llevaba en la guantera.

Respiró profundo y avanzó. Los ocho minutos que transcurrieron entre que tocó el timbre y la vio aparecer por la puerta, fueron una infinitud que se contrajo cuando él comprobó que estaba más flaca y más triste... casi como la había imaginado (como había necesitado verla).

Una mezcla de culpa y satisfacción se enredaba por su rostro, ella lo besó en la mejilla y subió al auto sin más.

Dieron un paseo por los lugares que solían frecuentar, en una especie de excursión por el pasado. Rieron de las viejas ocurrencias, disfrutaron los recuerdos a la hora de la cena; y así pasaron... una.

Dos. Tres. Cuatro. Cinco horas de charla ininterrumpida y

superficial tras lo cual decidieron volver al auto. La disociación parecía definitiva. Aquella mujer, que otrora se abandonaba

gustosa a sus desvaríos, evadía –ahora- sistemáticamente

toda insinuación, todo roce estudiado. Creyó haberla perdido para siempre y eso le fastidiaba a más no poder. Lo que empezó como un juego, se convirtió en una obsesión: él quería que ella volviera a amarlo. Lo que no tenía claro era el porqué. ¿En el fondo nunca la había olvidado, o era puro amor propio? A esa altura, ya no importaba.

Con ingenuidad creyó que en el auto ella se entregaría, como en las épocas cuando la confusión era su aliada. Pero al tiempo cayó en la cuenta que no podía apurar una situación que ella claramente soslayaba.

Ágilmente elaboró una estrategia: puso de pretexto su contractura cervical (un recurso que le había dado muchas satisfacciones en el pasado) y en una fracción de segundo sintió sus dedos finos deslizándose por su cuello, con una maestría que sólo ella conocía. Aquellos segundos creyó tocar el cielo, creyó haber recuperado su paraíso perdido... pero el encantamiento se dispersó cuando pudo discernir entre su deseo y la realidad.

Ella ya no le pertenecía. Sus dedos realizaban un trabajo mecánico, mientras su espíritu se encontraba a kilómetros de allí.

Con todo, no se dio por vencido -la resignación nunca fue su fuerte- y trató de escalar el árido peñasco de la sinceridad. Sinceridad, que en realidad, era bastante calculada y que a ella parecía no conmoverla en lo absoluto.

Desesperado apeló a la escucha, y fue entonces cuando cometió la estupidez de escudriñar en la lejanía triste y molesta de su ex amante y compañera.

Había encontrado la llave, pero ¿quería él abrir esa puerta? Fue como si ella volviera instantáneamente a su cuerpo. Fue en aquel momento cuando ella le espetó con palabras despojadas todo lo que él le había hecho sentir en las épocas en que estuvieron juntos.

Inicialmente, él se evadió imaginando que aquello era simple despecho... pero pronto no pudo soportar más: las palabras le pegaban como un martillo neumático.

Quiso callarla. Le habló con dulzura, minimizando las

referencias extemporáneas. Pero eso, lejos de serenarla, la enloqueció. Intentó entonces besarla, silenciarla con la caricia húmeda de sus labios, pero ella lo rechazó.

Enfurecido, la tomó con fuerzas por la cintura y le tapó la boca. No quería escucharla... no quería oír aquel festín de sentimientos desgarrados, aquel muestrario de bajezas propias.

La enmudeció porque al escucharla algo dentro de él se rompía para siempre.

Amordazándola se amordazaba a sí mismo.

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Eso necesitaba… callarla. Silenciarla. Desfigurarla. De pronto sintió que ella ya no intentaba

gritar. El forcejeo devino en quietud. Su cabeza dejó de latir y aflojó entonces la

mano. Con horror comprobó lo irreversible de la situación, la herida sangraba a borbotones.

Se alejó del auto aturdido y se echó a la hierba húmeda. Sentía que aquellos ojos tristes habían encontrado su causa, y que él estaba –indudablemente- ligado a ella. Pretendió escapar rumiando en el pasado, pero el presente lo abofeteó con crueldad.

Estaba muerto.

FIN * SoLCiTo es el seudónimo de Cintia Vanesa Días

¿Qué es esto? Fado

Toda cosa que vemos, debemos verlo siempre por vez primera, porque en realidad es la primera vez que la vemos” Alberto Caeiro (Heterónimo) Fado de Lisboa, fado de Coimbra Por: Jesús Esteban Lobejón

MMMe preguntas qué es fado. Si lo que buscas es el significado literal, sería "hado, destino", lo mismo que "saudade" podría traducirse como "añoranza, melancolía o nostalgia". Pero nunca se transmitiría con ninguna de esas traducciones todo lo que hay envuelto en ambas palabras. Son más que música o poesía; constituyen toda una actitud y un modo de vida. "Fado es todo lo que digo/ y todo lo que no puedo decir", cantaba Amália Rodrigues. Pero cuidado, "que nadie pretenda ver el mar en un vaso de agua" y decir que el fado constituya exactamente el alma y carácter lusos.

Existen muchas teorías sobre el origen de la canción nacional portuguesa por excelencia. Algunos hablan de las influencias de la música de las antiguas colonias (brasileñas y africanas) en la población interétnica que se estableció en el barro lisboeta de Alfama y de que originalmente "fado" se aplicaba a una forma de baile de raíces africanas con

acompañamiento de guitarra (el lundu o lundum, un canto de cosecha congoleño que se hizo popular en Brasil un siglo antes). Otros hablan de las influencias magrebíes o árabes, celtas (por el sonido de la guitarra) o incluso de la música búlgara (por las influencias gitanas). Quién sabe. Lo único que conocemos de seguro es el crisol donde todos esos elementos y algunos otros confluyeron: "que vino del mar y recaló para siempre en Lisboa".

Y desde entonces hasta ahora, sobre todo debido al aislamiento al que ha estado sometido Portugal, el núcleo central del fado ha sufrido pocos cambios. Todavía puede escucharse en Alfama o en el Bairro Alto, en restaurantes, cafés y casas de fado.

El fado precisa del momento, del ambiente y el contacto con el público. Es por ello que no es tan fácil transmitir la magia del fado en un disco. Lo cual no quiere decir que sea difícil encontrar grabaciones. Las primeras datan de cerca de 1910, y siguiendo hasta 1936 encontramos toda una serie de discos llamados "Arquivos do Fado" (Archivos del Fado) que recogen por ejemplo voces consideradas míticas dentro del género como la de Madalena de Melo, María Silva, Celestina Luisa o Adelina Fernandes en (*)"Arquivos do Fado vol. III: As fadistas de Lisboa (1928-1931)" o piezas instrumentales a las guitarras como la de Armandinho, el intérprete por excelencia del fado en (*)"Arquivos do Fado vol. IV: Armandinho (1928-29)". Algunos de estos discos pueden encontrarse todavía en tiendas grandes o en catálogos de venta por correo.

Pero la reina del fado no puede ser otra que la gran Amália Rodrigues, también nacida en el barrio de Alfama, hija de una pobre vendedora de naranjas. Comenzó su carrera de fadista en 1939, y desde entonces nadie ha discutido que quien manda en el fado es ella. Algunas de las grabaciones que podríamos mencionar de Amália son (*)"Fado Lisboeta", la recopilación de grandes éxitos de los 50 "O Fado" o (*)"Monitor presents Amália Rodrigues" grabado en directo en el Olimpya de París en 1960. Tras más de cinco décadas ya está retirada de los escenarios. Y ya hay algunos buscándole sucesora.

Claro que las comparaciones son odiosas. Amália representa más que una cantante, toda una época. Y las nuevas generaciones no quieren ni pensar en heredar el trono. "No soy fadista, soy cantante de fados. No quiero repetir lo que otros hicieron bien en su época", dice Mísia. Dulce Pontes tampoco quiere la etiqueta de fadista, pues su repertorio es mucho más amplio y abierto hacia otros estilos. A todo esto algunos han visto en Teresa Salgueiro esa gran voz sucesora. Pero hay un problema: lo que hace Madredeus no es fado. Ni parecido. Tal vez esté

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excluidos. No hay cosa que reconforte más el alma que acercarle a otro una chispa, una llama, una inquietud por saber, una nueva perspectiva o un desafío.

Portugal es una incognita entre muchas, y hoy pretendemos encender vuestra curiosidad por conocer parte de su cultura literaria. Lusitania (tal era su nombre antiguo) fue, y es, cuna de grandes escritores como Eça de Queiroz, Luis de Camoes, Miguel Torga, Fernando Pessoa, José Cardoso Pires, María Isabel Barreno, José Saramago, María Teresa Horta, María Velho da Costa, Joao de Melo, sólo por citar alguno.

Lamentablemente no tenemos espacio para todos (o tiempo de escribir, al menos), por lo que en la presente edición vamos a incursionar en los textos de dos de ellos, aclarando que la elección arbitraria se debió –exclusivamente- al gusto pesonal de esta Dirección.

En primer término nos referiremos al que, probablemente, sea la figura cumbre de las letras lusas. Nació en Lisboa allá por el 1888 como Fernando Antônio Nogueira Pessoa. Genio literario, trabajó como pasante de libros en un estudio, con una existencia sombría para el observador.

Convengamos que Fernado Pessoa tenía una personalidad complicada que procuraba comprender o exorcizar a través de la creación de personajes ficticios, estos personajes (llamados heterónimos) eran algo así como representantes o personalizaciones de aspectos de su propio ser. Les dio nombre y apellido, una historia personal y una manera peculiar de escribir. Es como si hubiera hecho carne aquello de Rimbaut: “Cada Yo es otro”

Algunos dicen que fue un loco, otros, que fue un genio que supo simbolizar en palabras las diversas naturalezas humanas. Ocultista y astrólogo, Fernado Pessoa dio nacimiento a varios heterónimos, tres fueron los más representativos: Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y Ricardo Reis -además de su Ortónimo (Fernando Pessoa)-.

Él mismo escribía al respecto –en carta a Adolpho: "Y con todo - lo pienso con tristeza - puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramático, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina intelectual revestida de la música que le está propia, y puse en Alvaro de Campos toda la emoción que no concedo ni a la vida, ni a mí mismo (...)"

Niño, tendía ya crear en torno mí un mundo ficticio, rodearme con amigos y con conocimientos que no habían existido nunca - yo no se por supuesto si no existieron o si soy yo quien no existe-.

Un día... - fue el 8 de marzo de 1914- me acerqué a una alta cómoda, y tomando un papel comencé a escribir, de pie, como lo hago cada vez que puedo. Y escribí una buena treintena de poemas cuya naturaleza no podría definir. Fue un día triunfal en mi vida. Comencé

Viene de la página 1 por un título- el pastor- y lo que siguió fue la aparición en mi de algún uno que inmediatamente llamé a Alberto Caeiro. Perdonan-moi esta absurdidad: en mi había aparecido mi amo. " [Extractos de la carta a Adolpho archivaban a Montero, el 13 de enero de 1935. (La traducción íntegra, por Rémy Hourcade, de la carta se encuentra en sobre los hétéronymes, ediciones unas, 1985.) ]

Su obra más destacada "El Libro del Desasosiego” narra, con una extraordinaria prosa poética, la vida cotidiana y el pensamiento de una de sus personalidades literarias (Bernardo Soares).

“Feliz de quien de la vida no exige más que lo que ella espontaneamente le brinda, guiándose por el instinto de los gatos, que buscan el sol cuando hay sol y, cuando no hay sol, el calor donde quiera que esté (…) Feliz, por fin, aquel que abdica de todo, y a quien, puesto que abdicó de todo, nada le puede ser arrebatado o disminuido. (232. Libro del desasosiego) Los sentimientos que más duelen, las emociones que más acucian, son los que resultan absurdos- el ansia de cosas imposibles, precisamente porque son imposibles, la nostalgia de lo que nunca hubo, el deseo de lo que podría haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. (196. Libro del desasosiego)

A su muerte dejó un cofre con miles de escritos que presentaron una verdadera ironía: sólo despues de no estar, estuvo. Su obra puede ser analizada bajo la luz de la astrología simbólica, desde el intelecto o desde la emoción, sea cual sea el sendero que escojamos es, siempre, una incursión maravillosa.

Otro de los grandes literatos portugueses es, sin lugar a dudas el premio Nobel de literatura José Saramago, que es además historiador, politólogo y defensor de los derechos humanos. Su obra literaria está cargada de un fuerte compromiso social y es un gran entendedor de las profundidades de las naturalezas humanas. En libros como “Ensayo sobre la ceguera”, “Todos los nombres”, nos habla de la imporancia de adquirir una identidad, de Ser… y con esto significa, ser solidario, ser responsable, ser humano. En tiempos como los que estamos viviendo –de intolerancia ideológica y sindrome de omnipotencia- sería enriquecedor releer estos textos; para nuestro beneficio y para el de los que nos rodean.

“Ud. es escritor, tiene, como dijo hace poco, obligación de conocer las palabras, sabe que los adjetivos no sirven para nada, si una persona mata a otra, por ejemplo, sería mejor enunciarlo así y confiar que el horror del acto, por sí solo, fuese tan impactante que nos liberase de decir que fue horrible, Quiere decir que tenemos palabras de

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emparentado, eso sí, con esa sonoridad y sentimiento de "saudade" portugueses. Pero nada más. Y aún así, no sé si es cierto, pero cuentan que cuando Amália escuchó cantar a Teresa, dijo: "Por fin".

Y es que, como también expresó un periodista: "el fado es tan parte de Portugal como el oporto. Pero a diferencia del vino que mejora con el tiempo, el fado simplemente se ha hecho viejo. Viviendo de su anterior gloria pero atascado en sus costumbres, se ha convertido en algo obligatorio para los turistas pero ha perdido interés para una generación más joven

educada en el pop-rock". El "encorsetamiento" que se ha dado en el género ha dado escaso margen para la innovación.

Y aquí es donde entran las nuevas generaciones. "Si es posible la actualización de otras músicas étnicas, ¿por qué no hacer lo mismo con la música portuguesa?" plantea Dulce Pontes. El problema sólo es uno, pero un tanto grave: "los portugueses tienden a desvalorizar nuevas iniciativas" (Vitorino Salomé) . Cuando Madredeus empezaba, les decían cosas como: "¿Pero qué hacéis? ¿Dónde está la guitarra portuguesa?" o "¿Si esta chica canta tan bien por qué no canta fados?". Aunque hay que decir que con el tiempo los portugueses han llegado ha ser los fans número uno de Madredeus, y que también están respondiendo gradualmente a otras iniciativas semejantes. Otro problema tenía que ver con un cierto "prejuicio cultural contra el fado; la 'inteligencia' lo consideraba reaccionario". Ahora "para los intelectuales portugueses, el fado ya no es una horterada" (Mísia).

Pese a lo que les pese a los puristas y a los críticos musicales que los califican de contradecir "la más pura y noble cultura portuguesa de nuestro tiempo", la renovación está en marcha. Y digo yo, si no fuera por ella, ¿quién hablaría hoy de Amália Rodrigues o Zeca Afonso entre la juventud, o fuera de sus fronteras? Nadie, o casi. Así que más bien deberían estar agradecidos a gente como Madredeus, Mísia o Dulce Pontes. "Había muchas personas en Portugal, sobre todo los jóvenes, que no conocían muy bien su música al estar sometidos a un continuo bombardeo de influencias anglosajonas. Ellos, que se estaban desprendiendo de sus raíces, parece que retornan, merced a propuestas como la nuestra, a sus orígenes. Creo que se está harto de escuchar las mismas formas y se hacen necesarias otras cosas" (Dulce Pontes). Y ya hay otras cosas. Pero antes de entrar en lo que será el segundo artículo de este monográfico, nos queda por ver la otra cara del fado: el de Coimbra.

Coimbra es una ciudad de antigua tradición universitaria en Portugal (hasta 1911 la única en el país), como un equivalente de Salamanca, para que nos entendamos. Un lugar donde la literatura y la poesía se respiran en cada calle. Para los años 20-30 el estilo de canción conocida como fado de Coimbra cobró mucho auge. Aún hay grabaciones de muchos de estos cantantes como los profesores Edmundo de Bettancourt o Lucos Junot, y los guitarristas Artur Paredes o José Joãoquim Cavalheiro. Estos se interesaron mucho por recuperar elementos populares de distintas regiones; algunos de estos hubieran de otro modo desaparecido de no ser por su labor. "Arquivos do Fado vol. V: Fado de

más, Quiero decir que tenemos sentimientos de menos, O los tenemos, pero dejamos de usar las palabras que los expresan, y en consecuencia los perdemos…” [en Ensayo sobre la Ceguera, de José Saramago]. “Daños colaterales” es una forma esquiva de decir “muertes injustificadas”, “desnutrición infantil”, es una manera de explicar la desidia de los que obstentan el poder. No nos engañemos con sustitutos de conciencia o inventemos manera de huir de nuestras responsabilidades. Estemos alerta al juego que juegan los que tienen los hilos de las marionetas mediáticas.

Saramago maneja la metáfora de una manera asombrosa “el mundo está lleno de ciegos vivos, Creo que vamos a morir todos, es cuestión de tiempo, Morir siempre es una cuestión de tiempo, dijo el médico, Pero morir sólo porque se está ciego debe ser la peor manera de morir, Morimos de enfermedades, de accidentes, de casualidades, Y ahora moriremos también porque estamos ciegos, quiero decir que moriremos de ceguera y de cáncer, de ceguera y tuberculosis, de ceguera y sida, de ceguera e infarto, las enfermedades podrán ser diferentes de persona a persona, pero lo que verdaderamente nos está matando ahora es la ceguera, No somos inmortales, no podemos escapar a la muerte, pero al menos deberíamos no ser ciegos” [en Ensayo sobre la Ceguera, de José Saramago]. La muerte física y la muerte moral son bien distintas, y pueden producirse en momentos diferentes. Sólo basta con pescar la peste de la indiferencia –que es muy cotagiosa si uno trae desarrollado el gen del egocentrismo- para que todo se desmorone. Las imágenes de la realidad se evaporan para siempre y uno se queda ciego, viviendo en la ilusión y en las fantasías que uno mismo genera con la mente. La única cura frente a esta enfermedad generalizada es el compromiso humano. Este compromiso implica buenas dosis de amor, solidaridad, empatía y acción. El mundo lo cambiamos todos, para bien o para mal, así que no nos hagamos los distraidos: la elección siempre está en nuestras manos.

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Diciembre de 2002 Maneras de Bien Soñar

“Mens agitat molem”

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, Maneras de Bien Soñar [Fundada el 15 de septiembre de 2002] Revista de literatura y cultura de la palabra

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*Como homenaje a Fernando Pessoa (en su heterónimo Bernardo Soares) ** “El espiritu es quien mueve la materia”

Coimbra (1926-1930)" recoge la música instrumental y vocal de este otro lado de la tradición.

Si bien el fado de Coimbra mantiene el mismo acompañamiento que su hermano de Lisboa (guitarra portuguesa, guitarra española o "viola", y a veces violín y acordeón), su forma de ver la vida es algo distinta. Es más refinado y menos trágico. Alguien lo definió como "la canción de aquellos que retienen y acarician sus ilusiones, no la de aquellos que las han perdido irremisiblemente". Por supuesto, ambos comulgan del espíritu común de la "saudade". También en Coimbra tiene su origen una variante bailable del fado llamada bater.

Cuando uno lo analiza, por otro lado, parece ver un cierto contraste entre los dos: Fado de Lisboa, nacido entre las clases menos favorecidas, y fado de Coimbra, entre las clases más cultas. Fado de Lisboa con Amália Rodrigues como asociado al anterior régimen, al fado más tradicional, y fado de Coimbra con José Afonso como asociado a la democracia y a la renovación.

Precisamente terminaremos nuestro repaso hablando del cantautor José Afonso, una de las figuras clave que más ha influido en la música portuguesa de los últimos años. Nació en 1929 y pasó su infancia en las colonias portuguesas de África. Ya en Portugal se dedicaría a la enseñanza y a la renovación del fado de Coimbra, al cual dedicaría su primer disco ("Fados de Coimbra", de 1956). José Afonso haría evolucionar este estilo llevándolo a través de la balada o trova en los años sesenta, y confluyendo también en él las influencias de lo popular, tanto de Portugal como de las colonias africanas. A mediados de esa década daría clases en Mozambique, desempeñando una intensa actividad política. De vuelta a Portugal se le prohibió ejercer la docencia y se dedicó de lleno a la canción de autor con unas letras incisivas que

denunciaban los muchos abusos sociales y una voz llena de emoción entonando no menos bellas melodías. José Afonso moriría en 1987, no sin dejar tras de sí un riquísimo legado: su extensa discografía (más de 20 discos) y decenas de canciones inolvidables que seguirán sonando en boca de tantos y tantos intérpretes por mucho, mucho tiempo. Pero por encima de todo, habría que decir que la renovación de la música portuguesa tiene un nombre propio: José Afonso. Con él han trabajado músicos y autores que después han llevado la iniciativa: Julio Pereira, Guilherme Inês, José Mario Branco y cantautores como Fausto, Vitorino o Janita Salomé.

Por supuesto, podríamos extendernos con su discografía mucho más de lo que pretendemos aquí. Por citar algunos de sus trabajos: uno de los que más fácilmente se encuentran es (*)"Cantigas do Maio" (1971), que contiene entre otros el tema "Grândola Vila Morena", que se hizo himno de la Revolución de los Claveles que trajo la democracia. También podríamos destacar "Coro dos tribunais" (1974), (*)"Ao vivo no coliseu" (1983), disco doble grabado en Lisboa, y su último trabajo, (*) "Galinhas do Mato" (1987).

No sé si hay tanto saliendo de Portugal como a veces se hace ver. "Tanto" en Nuevas Músicas no creo (y no me parece que sea), pues la población (apenas 10 millones) tampoco es tan amplia como para permitirlo, y así lo reconocen muchos de ellos. Pero aunque sean pocos, eso sí, hay que reconocer en muchos de esos músicos ideas, iniciativas y actitudes que falta haría que otros países tomaran (y tomáramos) más en cuenta. Sí, hay algo que se mueve en Portugal: son la nueva "saudade".