Marcelo Méndez Sobre Casa Tomada

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1 Marcelo Méndez. “La casa tomada”, en: Literatura argentina y otros combates, Bahía Blanca, 17grises editora, 2011. ------------------------------------------------------------------------------------------- La casa tomada Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma, vistiendo trajes exóticos, y sin embargo eran parte del pueblo argentino, del pueblo del himno Ezequiel Martínez Estrada, ¿Qué es esto? Las migraciones internas hacia la ciudad de Buenos Aires, que se habían tornado masivas desde la segunda mitad de los años treinta, encontraron su coronación política y carta de ciudadanía con la victoria electoral de Juan Domingo Perón en febrero de 1946. Este fenómeno fue directamente decodificado por la oligarquía y las capas medias porteñas de la época a través del conocido dispositivo discriminador pergeñado por Sarmiento de “civilización y barbarie”. Roída por el tiempo y abaratada por ideólogos que no llegaban a los talones del sanjuanino, la antinomia se tradujo en una versión “cromática” y racista que ni se molestaba en disimular su intención discriminatoria: blancos y negros. Se trata de una construcción bien simple: si quienes habían irrumpido en la Plaza de Mayo en octubre del `45 eran llamados (entre otras cosas) negros por las clases dirigentes y los porteños del centro, tácitamente estos se autocalificaban como blancos. La expresión con que se popularizó el desprecio, “cabecitas negras”, es, en su polisemia, más compleja de lo que parece. Porque si en un primer movimiento atenúa la frontalidad de la agresión racial evocando a un simpático pajarito criollo, en el segundo, y decisivo, el término remite a un ave que suele criarse en cautiverio y tiende

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Critica Literaria. Literatura argentina. Cortazar. Casa tomada.

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    Marcelo Mndez. La casa tomada, en: Literatura argentina y otros combates, Baha Blanca, 17grises editora, 2011. -------------------------------------------------------------------------------------------

    La casa tomada

    Pareca una invasin de gentes de otro pas, hablando otro idioma, vistiendo trajes exticos, y sin embargo eran parte del pueblo argentino,

    del pueblo del himno

    Ezequiel Martnez Estrada, Qu es esto?

    Las migraciones internas hacia la ciudad de Buenos Aires, que se haban tornado

    masivas desde la segunda mitad de los aos treinta, encontraron su coronacin poltica y

    carta de ciudadana con la victoria electoral de Juan Domingo Pern en febrero de 1946.

    Este fenmeno fue directamente decodificado por la oligarqua y las capas medias

    porteas de la poca a travs del conocido dispositivo discriminador pergeado por

    Sarmiento de civilizacin y barbarie. Roda por el tiempo y abaratada por idelogos

    que no llegaban a los talones del sanjuanino, la antinomia se tradujo en una versin

    cromtica y racista que ni se molestaba en disimular su intencin discriminatoria:

    blancos y negros. Se trata de una construccin bien simple: si quienes haban irrumpido

    en la Plaza de Mayo en octubre del `45 eran llamados (entre otras cosas) negros por las

    clases dirigentes y los porteos del centro, tcitamente estos se autocalificaban como

    blancos.

    La expresin con que se populariz el desprecio, cabecitas negras, es, en su

    polisemia, ms compleja de lo que parece. Porque si en un primer movimiento atena

    la frontalidad de la agresin racial evocando a un simptico pajarito criollo, en el

    segundo, y decisivo, el trmino remite a un ave que suele criarse en cautiverio y tiende

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    adems un lazo con el concepto de aluvin zoolgico, acuado por un diputado

    radical en el Congreso de esos aos pero adoptado por todo el conglomerado

    antiperonista.

    La literatura sum su repudio hacia ese Otro que vena a meter las patas en

    caducas estructuras polticas y sociales de las que la fuente de la plaza era slo una

    metfora. Una serie de cuentos de Julio Cortzar (Casa tomada, Las puertas del

    cielo, Bestiario, La banda) casi todos ellos pertenecientes a su primer libro de

    cuentos, Bestiario (1951), se destacan en este aspecto. Asimismo, Jorge Lus Borges

    publica El simulacro (1960) y antes, en colaboracin con Adolfo Bioy Casares, La

    fiesta del monstruo (1957). Para esos aos Ezequiel Martnez Estrada se anota con

    Sbado de Gloria (1956). Se trata en todos los casos de relatos ntidamente

    antiperonistas o pasibles de ser ledos en ese sentido, pero adems, son textos de autores

    cannicos de la literatura argentina, una condicin que les confiere singular eficacia.

    A la hora de definir cul era el factor que por sobre toda diferencia una a los

    cuentos escritos sobre el peronismo durante los aos cuarenta y cincuenta, Andrs

    Avellaneda mencion con precisin estructuralista al semema de la invasin.1

    Invasin que expresaba lo que se sugiri ms arriba: el rechazo de los escritores de la

    ciudad europeizada ante la llegada de migrantes de diversas provincias que no slo eran

    bien vistos por el gobierno de Pern sino que formaban su base poltica.

    La idea de una invasin les cuadraba muy bien a los porteos que se sentan

    acosados por los recin llegados: los otros no se contentan con estar, los otros invaden,

    y de paso, la misma idea lava sus culpas ante la discriminacin que practican: ellos se

    limitan a defenderse, son los otros quienes atropellan. Casi est de ms sealar hasta

    1 Avellaneda, A., El habla de la ideologa, Buenos Aires, Sudamericana, 1983, p.114

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    qu punto el tpico es, adems, productivo para la literatura: la invasin es un eje que

    dinamiza cualquier argumento.

    Casa tomada, de Julio Cortzar, puso en palabras como ningn otro ese temor

    de la burguesa blanca y se vuelve para este trabajo un punto de partida insoslayable. En

    el cuento, la ociosa vida de una pareja de hermanos en el casern que fuera de sus

    antepasados se ve interrumpida por la llegada de extraos completamente innominados

    y nunca visibles que los llevan a replegarse primero y a abandonar la casa despus.

    Todo sugiere que la posibilidad de hacerles frente ha sido desestimada de antemano.

    Como se ver, el carcter indeterminado que los invasores nunca pierden en este texto

    fortaleci las hiptesis que ven all el violento desembarco de los peronistas en una

    mansin aristocrtica.

    Ya en 1962, con el peronismo proscripto, Germn Rozenmacher escribe

    Cabecita negra un cuento basado en su fuerte intertextualidad con Casa tomada, que

    no slo funda la interpretacin que retomar Avellaneda (y antes Juan Jos Sebreli), esa

    que hizo de Casa tomada, que podra haber pasado como un cuento fantstico ms, el

    paradigma del cuento antiperonista, sino que invierte la ideologa de su texto precursor:

    Rozenmacher, un emergente de los sectores medios que empezaban a incorporarse a la

    incipiente izquierda peronista, celebra la toma de la casa burguesa por los apodados

    cabecitas negras que bajo la proscripcin soportaban una vida difcil.

    Cuando pareca que todo estaba dicho sobre el tema, Rabia, una novela que

    Sergio Bizzio publica en 2005 vuelve a la carga con la matriz de la casa tomada para

    actualizar el problema: un joven de evidente extraccin popular, prfugo de la justicia,

    se refugia en una mansin en la que pasa aos sin ser descubierto por la polica ni por

    los dueos. Ac la poltica en sentido explcito casi no aparece. Sin embargo a la luz de

    los antecedentes puede sostenerse la siguiente hiptesis: as como los primeros cuentos

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    daban cuenta de la irrupcin del peronismo en la vida poltica nacional y el de

    Rozenmacher se alineaba con la incorporacin del peronismo a los procesos de

    descolonizacin de su poca, Rabia, con ese protagonista que invade una propiedad

    aristocrtica sin que sus dueos se percaten de ello o vean alteradas en algo sus vidas

    por la presencia del intruso, representa la reduccin de las capacidades revulsivas del

    peronismo, su mansa incorporacin a un sistema de partidos obediente. Se corresponde:

    para un partido que slo episdicamente vulnera intereses, una invasin imperceptible.

    El trabajo se propone leer estos tres textos desde el mecanismo de la casa

    tomada, el principio constructivo que tienen en comn. A lo largo de toda su historia el

    peronismo fue asiduamente visitado por la literatura argentina de ficcin; cuando ese

    contacto se produjo a travs de textos que recurran al centro argumental de la casa

    tomada fue cuando ms claramente aprehensible se torn su lugar poltico y social en

    cada etapa de la historia argentina contempornea. A la vez, el devenir histrico del

    peronismo dice mucho y no siempre lo mismo- sobre los sectores intelectuales que

    imaginaron esas narraciones.

    Se hace necesario volver al comienzo: Bestiario, tal vez el mejor libro de

    cuentos de Cortzar, es considerado el texto que ms programticamente denuncia la

    invasin que ese primer peronismo representa para la intelectualidad hegemnica. El

    tpico est presente en casi todos sus cuentos. Esto vale como prueba de lo que se

    afirma pero fundamentalmente abre un interrogante. Por qu si el tema de la invasin

    se despliega a lo largo de varios cuentos es Casa tomada el que se volvi

    paradigmtico? Pinsese, por poner un ejemplo, que Las puertas del cielo describe

    con minuciosa crueldad a quienes han tomado la ciudad. El fichaje obsesivo con que

    el Doctor Hardoy, su protagonista, clasifica denigratoriamente a los habitus de un

    concurrido local destinado a los bailes ms populares, nunca alcanz, sin embargo, para

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    que el cuento se pusiera a la par de Casa tomada. Recientemente Carlos Gamerro

    avanz mucho en la resolucin de este problema.2 Primero cuando reorden dos textos

    que se usaban al voleo: las conocidas palabras de Sebreli en Buenos Aires: vida

    cotidiana y alienacin, un cuento de Julio Cortzar, Casa tomada, expresa

    fantsticamente esta angustiosa sensacin de invasin que el cabecita negra provoca en

    la clase media3, conceptualizan lo que ya haba sido escrito en el cuento de

    Rozenmacher y no al revs. Se trata de un combate interno a la serie literaria que la

    sociologa se limita a comentar. Con todo, es evidente que ambos textos se potenciaron

    mutuamente hasta fijar como cannica la idea de que la invasin en el cuento de

    Cortzar proviene desde el exterior, desacreditando al lote de crticos que vean en los

    invasores la presencia, siempre en el interior de la casa, de los antepasados de los

    protagonistas. Esta imposicin contribuye a que Gamerro llegue a la ms rotunda de sus

    conclusiones: Cortzar es el primero en percibir y construir al peronismo como lo otro

    por antonomasia.4 Pero lo ms interesante, en relacin a la eficacia del cuento, no es la

    conclusin en s, sino el camino que se recorre para llegar hasta ella: en la oposicin que

    se da en Casa tomada, escribe, uno de los polos es irrepresentable. Este es entonces el

    que debe considerarse el factor decisivo. Si el invasor no se manifiesta ms que a travs

    de sordos ruidos que or se dejan, su identidad es un constante vaco. As, el cuento se

    vuelve la versin ms lograda de la temida invasin.

    Cabe agregar algo que complementa lo anterior: por ese carcter indeterminado

    del invasor, la hiptesis Rozenmacher-Sebreli slo puede funcionar si cada lector de

    Casa tomada da un paso adelante y hace propia la idea de la invasin peronista. Y la

    hiptesis funciona (de manera que ese paso se da). Esttica y poltica de la recepcin. Y

    2 Gamerro, C., Julio Cortzar, inventor del peronismo, en Guillermo Korn (comp.), El peronismo clsico. Descamisados, gorilas y contreras, Buenos Aires, Paradiso, 2007, p.44 3 Sebreli, J.J., Buenos Aires: vida cotidiana y alienacin, buenos Aires, Sudamericana, 1964, p. 4 Gamerro, C., op. cit., p.56

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    una muy temprana aparicin del tipo de lector-cmplice que reclamar Rayuela. Casa

    tomada es el mejor cuento sobre el tema porque el lector debe hacerse cargo de

    ponerle nombre a lo indeterminado. No puede, como en Las puertas del cielo,

    quedarse afuera diciendo qu gorila este Cortzar. Y si se hace cargo quedan dos

    posibilidades: o toma la posicin de Cortzar y discrimina con l o concluye que el

    cuento es claramente tendencioso y desoye la moraleja poltica oculta en su mecanismo

    fantstico. Pero esto es slo una opcin posterior a la lectura: el aspecto socio-poltico

    del texto ya ha prevalecido.

    El cuento de Rozenmacher, para poder invertir la ideologa de su precursor

    llena el polo que Cortzar dejaba vaco. Contra toda indeterminacin subraya que

    el temor de la burguesa era hacia los cabecitas negras llegados con el peronismo.

    Conviene reponer brevemente su argumento: un burgus amargado mira desde su

    balcn a la calle. Es muy tarde pero padece un fuerte insomnio5. Intencionalmente,

    Rozenmacher lo sita, hosco y malhumorado, en el espacio donde Pern se mova con

    mayor comodidad: el balcn. El Sr. Lanari, como exige ser llamado, es alguien cargado

    de desprecio hacia los trabajadores, un pequeo burgus que se ufana de logros ms

    bien mdicos. Su imperio es una ferretera. An as, el llanto desesperado de una chica

    humilde en mitad de la noche lo lleva a bajar a la calle para consolarla. Cuando aparece

    en la escena un polica hermano de la chica- surge una situacin confusa. El burgus es

    acusado de viejito verde, se lo amenaza con un viaje a la comisara. Para evitarlo, el

    hombre invita a su departamento a los hermanos, quienes una vez all, lo maltratan a l

    y a sus pertenencias. Rozenmacher aprovecha para liquidar la indeterminacin

    cortazariana: todo estaba al revs. Esa china que poda ser su sirvienta en su cama y

    5 Un cruce, este de insomnio y burguesa, que aos ms tarde el Indio Solari defini en dos lneas: y cunto vale todo lo registrado/ si el sueo llega tan mal que te condena.

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    ese hombre del que ni siquiera saba a ciencia cierta si era polica, ah, tomando su

    coac. La casa estaba tomada.6

    El ncleo poltico del cuento es el conflicto entre quien defiende sus bienes

    individuales frente a los antiguos beneficiarios de las conquistas sociales de un

    peronismo que se encuentra proscripto. Si se quiere -y Rozenmacher quiere- un episodio

    de la lucha de clases.

    Cabecita negra se recuesta enteramente sobre su poca. No explica nada de lo

    que narra porque en 1962 Fanon, Sartre, Guevara o Cooke lo explicaban todo.

    Actualmente, si no se repone bien ese marco, algunos pueden llegar a ver al burgus

    como vctima. Slo su lenguaje, que hiere y maltrata, se opone a la confusin: lo

    miraba () con duros ojos salvajes, inyectados y malignos, bestiales, con grandes

    bigotes de morsa. Un animal, otro cabecita negra.7

    Dictadura mediante, el peronismo transita desde 1983 circunstancias mucho

    menos picas que las que corresponden a su instauracin o a su resistencia posterior al

    55. Oscila entre largos tramos de entreguismo neoliberal y otros ms breves donde se

    plantea recuperar ciertas polticas fundacionales sin conmover como antao a los

    sectores dominantes (las clases medias, ms escandalosas, lucen un gorilismo como la

    gente). Es en suma, este peronismo contemporneo, un integrante ms de un sistema

    de partidos funcional a los poderes fcticos. En 1970, uno de los cargos formulados

    contra Aramburu por sus ejecutores fue que ste diriga una maniobra para convertirlo

    precisamente en eso.8 Desde los ochenta esto se da capitaneado desde adentro.

    Tambin estos plidos aos son representados por la literatura argentina

    mediante el dispositivo de la casa tomada. A diferencia de lo que ocurra con Casa

    tomada y Cabecita negra, Rabia, la novela de Sergio Bizzio no apunta 6 Rozenmacher, G., Cabecita negra, Buenos Aires, La Flor, 1997, p.83 7 Rozenmacher, G., op. cit., p.81 8 Sarlo, B., La pasin y la excepcin, buenos Aires, Siglo XXI, 2003, p.149

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    explcitamente a la cuestin del peronismo, pero s permite hacer una lectura que

    vincula lo que se narra con este debilitamiento del partido como herramienta de cambio.

    No obstante la sola reaparicin de la matriz casa tomada ya habla de grupos enfrentados

    y, en este caso, de un binarismo racista que demuestra en el texto haber sobrevivido al

    retroceso de las fuerzas transformadoras del peronismo.

    La novela, cuyo texto conviene escandir, se abre en la cola de un supermercado

    de la zona ms cara de Buenos Aires. Ah se inicia la relacin entre Jos Mara, un

    obrero de la construccin que ha entrado a buscar un poco de fiambre y Rosa, la

    mucama que vive en la lujosa mansin de los Blinder. A la larga, Jos Mara ser el

    invasor y la mansin Blinder la casa invadida.

    Cuando el romance entre estos dos tpicos jvenes de los sectores populares se

    desata surgen elementos interesantes de cara a los cuentos ya comentados. Los textos de

    Cortzar y Rozenmacher tienen, de acuerdo al marco que se traz al comienzo, un fuerte

    componente racial: Una minora blanca, que no se siente protegida por sus polticos -

    el burgus de Rozenmacher, premonitoriamente piensa tenemos toda la fuerza pblica

    y el ejrcito-9 se siente invadida por una mayora de negros que s estn

    cohesionados polticamente. Ese componente racial no se debilita en Rabia pero se

    evidencia que se ha roto la unidad que el peronismo clsico les confera a sus

    partidarios. Absorbido el partido por el sistema, aparecen las estrategias individuales.

    Rosa y Jos Mara, dos negros, se besan en la calle. Esto indigna al portero de un

    edificio vecino (un negro que ha optado por blanquearse) que corre a decrselo al

    hijo del administrador, un blanco forzudo que aunque no es rugbier- viste como si lo

    fuera. De paso, Bizzio introduce as a uno de los prototipos de los ganadores de la

    Argentina neoliberal.

    9 Rozenmacher, G., op. cit., p.85

  • 9

    Hay un punto que explica que al portero le brote la furia de los conversos: en

    este juego de colores, Rosa es una figura ambivalente. En tanto empleada de la mansin

    Blinder deviene blanca, pero el beso con Jos Mara la devuelve a su negritud

    original. Esto es intolerable para quien ha recorrido el camino inverso. Pensaba el

    portero: era evidente que el desconocido seduca adrede a la mucama de los Blinder.10

    El ltimo giro de la serie lo da el capataz (rango bicolor, si los hay) de la obra

    donde trabaja Jos Mara, que lo despide a pedido del portero y del rugbier. Es otro que

    opta por ponerse blanco. Gestos individuales de personajes que ya no encuentran

    representacin poltica para sustentar su subjetividad.

    Pocos das despus Jos Mara mata al capataz. No ser la nica vez que mate.

    Aunque debe suponerse que esto es lo que Bizzio entiende por rabia, dado que Jos

    Mara mata sin enojarse, es mucho ms fcil entenderla como una forma fra y

    expeditiva de la justicia, que ya no es social sino individual.

    Es interesante sealar que hay parecida distancia entre esta rabia posmoderna,

    que excluye la bronca, y la gran rabia de la literatura argentina, la que Roberto Arlt

    impuso con El juguete rabioso, a la que hubo polticamente entre quienes a fines de la

    dictadura decan ser la rabia de Juan Pern y las posibilidades de rabiar que les dio el

    Partido Justicialista, ya lanzado a una decidida burocratizacin.

    Fuera de ello lo que fuere, el crimen del capataz es lo que lleva a Jos Mara a

    esconderse en la mansin Blinder.

    Ocupa un lugar en la mansarda, en la planta ms elevada de la mansin. Su

    inicial reclusin va dando lugar a exploraciones cada vez ms osadas. As, al cabo de

    la segunda semana conoca los ruidos de la casa como si hubiera vivido siempre all.11

    Ubica con rapidez los lugares necesarios para su supervivencia. Nunca ser visto por el

    10 Bizzio, S., Rabia, Buenos Aires, Interzona, 2005, p.19 11 Bizzio, S., op. cit., p.57

  • 10

    matrimonio Blinder, ni por sus ocasionales visitas. Su completa invisibilidad a ojos de

    esta gente lo lleva a andar por la casa desnudo, por pura comodidad, y muy cerca de los

    dueos de casa.

    Esta libertad del protagonista es paradjicamente- la que da pie a la hiptesis

    central que la lectura de Rabia propone sobre el peronismo: la invisibilidad de un

    trabajador ante miembros de la clase dominante la situacin que la novela aborda ms

    profusamente- representa el estado de la cuestin en la Argentina contempornea y

    especialmente, alude a la neutralizacin del peronismo, tanto como su visibilidad aluda

    a su acceso al poder (de hecho, en el cuento de Cortzar su visibilidad era tan grande

    que los peronistas eran vistos donde solo se oa algo). Como Rozenmacher, Bizzio

    tambin le replica a Cortzar poniendo un cabecita negra en aquel polo

    originariamente indeterminado, pero este cabecita ni est recin desembarcado en la

    capital ni hace presentir vientos revolucionarios. No incide, tiene la casa tomada y nadie

    lo ve.

    En lo que respecta al argumento de la novela, sin embargo, esto no le viene mal

    a Jos Mara, quien tcnicamente es un prfugo. Su relacin con Rosa, eso s, ha

    cambiado radicalmente. Ya se mencion el involuntario carcter camalenico de Rosa:

    como mucama de la mansin Rosa es blanca para los de afuera y negra para los Blinder.

    La relacin con Rosa, que puede descubrirlo, se trunca. Se limita a espordicos

    llamados desde una segunda lnea telefnica de la mansin. Pero Jos Mara sigue

    siendo el protector de esa Rosa cercana y a la vez inaccesible. Es en ese rol que, con el

    andar de las pginas, mata a lvaro, el hijo alcohlico de los Blinder, un blanco que

    ha violado a Rosa. Se trata de una prdida que ni la familia lamenta. Lo propio hace con

    el rugbier xenfobo, quien noviando con Rosa la ha dejado embarazada y no se hace

    cargo de la situacin. Detrs de estos casos de justicia por mano propia realizados con

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    una tranquilidad pasmosa, asoma siempre la desproteccin social. Y muy lejos del

    temor inicial e inverso de Cortzar, la impunidad del hombre blanco frente a la mujer

    negra.

    Desde su invisible proximidad, Jos Mara sigue atentamente el embarazo de

    Rosa, muy asistida por la seora Blinder. El nio que nace, recibe su nombre. Con su

    absoluto dominio de la mansin y de la ubicacin de sus habitantes se las arregla para

    jugar con Joselito todos los das. Le construye juguetes. Se hace llamar mam para

    que el llamado del nene a un padre fantasma no despierte las sospechas de Rosa.

    El final llega bruscamente: los Blinder, Rosa y su hijo parten hacia Mar del Plata

    una temporada. Jos Mara dispone de toda la casa tomada para s, pero casi no tiene

    vveres y el polica de la puerta veta toda posible salida al exterior. Una decena de ratas

    que de a poco abandonan sus escondites, lo miran con familiaridad. Son todos

    miembros de una misma fraternidad A ese nivel se manifiesta su poder como intruso.

    Casi muerto, Rosa lo descubre en la mansarda al regresar. Jos Mara, el invasor

    imperceptible, podra decirse remedando los ttulos de las historias infames de Borges,

    muere con Joselito sobre su pecho.

    Una cuestin importante todava no ha sido mencionada. Desde las primeras

    pginas, se le hace saber expresamente al lector que a Jos Mara se lo llama

    habitualmente Mara: todo el mundo lo llamaba as, Mara. Era algo que se daba

    naturalmente y que a Jos Mara pareca no importarle.12 El asunto es tan extravagante

    y en apariencia tan carente de sentido, que tal vez valga la pena buscrselo. De acuerdo

    a la hiptesis, la invasin insensible de Jos Mara representa la prdida de temor al

    peronismo por parte de los sectores dominantes: pero Mara, oculto en lo ms alto en

    el cielo- de la mansin y protegiendo amorosamente a Rosa, ofrece otro significado que

    12 Bizzio, S., op. cit., p.14

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    de todos modos termina siendo complementario: de aqu en ms, parece insinuar el

    texto, los sectores populares debern recurrir a las creencias pre-polticas de su cultura

    porque sus poderes polticos han desertado. Jos Mara se vuelve entonces la Madre

    Mara, atendiendo a ese mam con que lo llama Joselito y al recorte habitual que se

    practica sobre su nombre. El retorno de la fe, ocupando el lugar de las ideologas

    evidencia nuevamente que si Mara sostuvo durante la toma una condicin de

    fantasma13, lo mismo puede decirse de las banderas histricas del peronismo,

    fantasmales en la Argentina de la ltimas dcadas. Si este estado se revierte, tal como

    algunos gestos parecen indicarlo, seguramente la literatura argentina tendr a mano la

    casa tomada que lo represente.

    La lectura de Rabia muestra como a las bases sociales del peronismo se les ha

    soltado la mano. Pero tambin muestra que con la parlisis partidaria no termin el trato

    cotidiano discriminatorio de carcter racista que las clases dominantes y sus cmplices

    infligen a los sectores populares. Desmontar la trama de la novela deja a la vista el viejo

    duelo de colores enfrentados.

    Tres textos que adquieren su forma alrededor de la toma de una casa, una clave

    con la que la literatura argentina siempre crey poder interpretar el fenmeno peronista,

    terminan sealando un camino desparejo. En el cuento de Cortzar el peronismo es un

    poder que invade hasta gobiernar, en el de Rozenmacher se sacude bajo el triunfalismo

    burgus poniendo en marcha la resistencia, en la novela de Bizzio est silenciado, pero

    su vaco ideolgico no tiene bastante para decir. As, el recuento llega hasta el presente.

    El odio de clase hacia los migrantes internos que cristaliz en 1945, sin

    embargo, contina. Hay razones polticas? Se teme una vuelta del peronismo a su

    forma clsica? Todo sugiere que no, aunque la ofensiva de las patronales del agro de

    13 Bizzio, S., op. cit., p.134

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    2008 indica que no se tolera la ms tibia reforma. Debe pensarse ms bien que se est

    ante un Otro despojado de ropajes partidarios pero que las clases dominantes identifican

    ahora primordialmente por su color de piel, por su procedencia o por su vinculacin con

    la cultura popular en cualquiera de sus formas.