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ANEXO 1 CARTA DE AUTORIZACIÓN DE LOS AUTORES PARA LA CONSULTA, LA REPRODUCCIÓN PARCIAL O TOTAL, Y PUBLICACIÓN ELECTRÓNICA DEL TEXTO COMPLETO. Bogotá, D.C., Fecha Marque con una X Tesis Trabajo de Grado X Señores BIBLIOTECA GENERAL Cuidad Estimados Señores: Yo (nosotros) __Ana María Quiceno y Eduardo Ordoñez, identificado(s) con C.C. No. _53105818 y 80881171 , autor(es) de la tesis y/o trabajo de grado titulado EXPERBITAR Apropiación del Espacio Público en Bogotá presentado y aprobado en el año 2008 como requisito para optar al título de Comunicadores Sociales ; autorizo (amos) a la Biblioteca General de la Universidad Javeriana para que con fines académicos, muestre al mundo la producción intelectual de la Universidad Javeriana, a través de la visibilidad de su contenido de la siguiente manera: Los usuarios puedan consultar el contenido de este trabajo de grado en la página Web de la Facultad, de la Biblioteca General y en las redes de información del país y del exterior, con las cuales tenga convenio la Universidad Javeriana. Permita la consulta, la reproducción, a los usuarios interesados en el contenido de este trabajo, para todos los usos que tengan finalidad académica, ya sea en formato CD-ROM o digital desde Internet, Intranet, etc., y en general para cualquier formato conocido o por conocer. De conformidad con lo establecido en el artículo 30 de la Ley 23 de 1982 y el artículo 11 de la Decisión Andina 351 de 1993, “Los derechos morales sobre el trabajo son propiedad de los autores”, los cuales son irrenunciables, imprescriptibles, inembargables e inalienables. ________________________________ ________________________________ Firma y documento de identidad Firma y documento de identidad

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ANEXO 1

CARTA DE AUTORIZACIÓN DE LOS AUTORES PARA LA CONSULTA, LA REPRODUCCIÓN

PARCIAL O TOTAL, Y PUBLICACIÓN ELECTRÓNICA DEL TEXTO COMPLETO.

Bogotá, D.C., Fecha

Marque con una X

Tesis Trabajo de Grado X Señores BIBLIOTECA GENERAL Cuidad Estimados Señores: Yo (nosotros) __Ana María Quiceno y Eduardo Ordoñez, identificado(s) con C.C. No. _53105818 y 80881171, autor(es) de la tesis y/o trabajo de grado titulado EXPERBITAR Apropiación del Espacio Público en Bogotá presentado y aprobado en el año 2008 como requisito para optar al título de Comunicadores Sociales; autorizo (amos) a la Biblioteca General de la Universidad Javeriana para que con fines académicos, muestre al mundo la producción intelectual de la Universidad Javeriana, a través de la visibilidad de su contenido de la siguiente manera: • Los usuarios puedan consultar el contenido de este trabajo de grado en la página Web de la

Facultad, de la Biblioteca General y en las redes de información del país y del exterior, con las cuales tenga convenio la Universidad Javeriana.

• Permita la consulta, la reproducción, a los usuarios interesados en el contenido de este trabajo,

para todos los usos que tengan finalidad académica, ya sea en formato CD-ROM o digital desde Internet, Intranet, etc., y en general para cualquier formato conocido o por conocer.

De conformidad con lo establecido en el artículo 30 de la Ley 23 de 1982 y el artículo 11 de la Decisión Andina 351 de 1993, “Los derechos morales sobre el trabajo son propiedad de los autores”, los cuales son irrenunciables, imprescriptibles, inembargables e inalienables.

________________________________ ________________________________ Firma y documento de identidad Firma y documento de identidad

ANEXO 2

F ORMULARIO DE LA DESCRIPCIÓN DE LA TESIS O DEL TRABAJO DE GRADO

TÍTULO COMPLETO DE LA TESIS O TRABAJO DE GRADO: EXPERBITAR SUBTÍTULO, SI LO TIENE: Apropiación del Espacio Público en Bogotá

AUTOR O AUTORES Apellidos Completos Nombres Completos

Quiceno Santamaría Ordoñez Manrique

Ana María Eduardo

DIRECTOR (ES)

Apellidos Completos Nombres Completos Roncallo Dow

Sergio

JURADO (S)

Apellidos Completos Nombres Completos Marín Ardila Castellanos

Luís Fernando Nelson

ASESOR (ES) O CODIRECTOR

Apellidos Completos Nombres Completos

TRABAJO PARA OPTAR AL TÍTULO DE: Comunicadores Sociales FACULTAD: Comunicación y Lenguaje PROGRAMA: Carrera _X_ Licenciatura ___ Especialización ____ Maestría ____ Doctorado ____ NOMBRE DEL PROGRAMA: __Comunicación Social CIUDAD: BOGOTA AÑO DE PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE GRADO: _2008 NÚMERO DE PÁGINAS __133 TIPO DE ILUSTRACIONES:

­ Ilustraciones ­ Mapas ­ Retratos

­ Tablas, gráficos y diagramas ­ Planos ­ Láminas

MATERIAL ANEXO (Vídeo, audio, multimedia o producción electrónica):

Duración del audiovisual: __7 minutos.

Número de casetes de vídeo: 1 Formato: VHS ___ Beta Max ___ ¾ ___ Beta Cam ____ Mini

DV ____ DV Cam ____ DVC Pro ____ Vídeo 8 ____ Hi 8 ____

Otro. Cual?

Número de archivos dentro del CD (En caso de incluirse un CD-ROM diferente al trabajo de grado):

2 (Trabajo de grado y anexo visual)

DESCRIPTORES O PALABRAS CLAVES EN ESPAÑOL E INGLÉS: Son los términos que definen los temas que identifican el contenido. (En caso de duda para designar estos descriptores, se recomienda consultar con la Unidad de Procesos Técnicos de la Biblioteca General en el correo [email protected], donde se les orientará).

ESPAÑOL INGLÉS

___________________________________ _______________________________________ Habitar_____________________________ _______________________________________ Apropiar___ ________________________ _______________________________________ Ciudad - Bogotá___ _____________ _______________________________________ Espacio Urbano_____________________ _______________________________________ RESUMEN DEL CONTENIDO EN ESPAÑOL E INGLÉS: (Máximo 250 palabras - 1530 caracteres): Recorrido por los procesos de conformación estructural de las ciudades en Europa y en America Ltina. Proceso que ha vivido Bogotá como ciudad latinoamericana. Formas de apropiación de las ciudades y su complejo entorno sociológico.

1

EXPERBITAR Apropiación del Espacio Público en Bogotá

Ana María Quiceno Santamaría y Eduardo Ordoñez Manrique

Trabajo de grado para optar por el título de Comunicador Social

Sergio Roncallo Dow -Director-

Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Comunicación y Lenguaje

Comunicación Social Bogotá, 2008.

2

Y le agradecemos: Primordialmente a Bogotá y por supuesto a Buenos Aires, dos ciudades locas, amables, enseñadoras e incumbientes. Pero también: A Don Sergio, por la buena onda y el entendimiento. A Doña Fanny, por la cámara. A Don Sambi GH, por la música. A los tres Embuñuelados, por las sonrisas. A nuestros apreciados Autores Teóricos, por la enseñanza. A los habitantes, por habitar. Al recorrido, por los recuerdos y los atrevimientos. Al azar, por su compañía. A ella y a él, por el disfrute de cada segundo. A las ganas, al valor, al placer, a los sentidos y sobre todo a la consciencia.

3

TABLA DE CONTENIDO

Pág.

INTRODUCCIÓN

1. CIUDAD MODERNA………………………………………………………………………. 1

1.1 EN EUROPA……………………………………………………………………………….. 1

1.1.2. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 1…………………………………….... 6

1.1.2.1. APROXIMACIÓN TEMPORAL……………………………………………… 6

1.1.2.2. APROXIMACIÓN ESPACIAL……………………………………………….13

1.1.2.3. APROXIMACIÓN SOCIAL………………………………………………… 20

1.2. EN LATINOAMERICA…………………………………………………………………. 30

1.2.1. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 2…………………………………….. 34

2. BOGOTÁ: LA CONCEBIDA………………………………………………………………. 65

2.1 ITINERARIO HISTÓRICO……………………………………………………………… 66

2.1.1. BOGOTÁ PRESENTE…………………………………………………………….......... 72

2.2. LA CIUDAD FRACTURADA…………………………………………………………… 75

2.3. HABITAR PARA EXISTIR……………………………………………………………… 83

2.4. APROPIACIÓN DE POSIBILIDADES………………………………………………….. 86

3. BOGOTÁ: LA PRACTICADA…………………………………………………………….. 90

3.1. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 3………………………………………. 93

3.2. DISCERNIMIENTOS CAPTURADOS………………………………………………... 117

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN

El interés por la consciencia y el disfrute de la existencia son el motor que impulsaron

este trabajo. El origen de esta tesis tiene una historia y aunque la casualidad tuvo mucho

que ver, no fue el azar el que nos llevó a reunirnos para hacer este trabajo. Dos años

atrás nos encontrábamos viviendo y haciendo un intercambio académico en la ciudad de

Buenos Aires, Argentina. Vivíamos en un apartamento con dos amigas, “La Rocha” y

“La Paisa” con quienes compartimos gran parte del tiempo, por lo tanto muchas

experiencias y percepciones. Recorríamos una ciudad desconocida que nos brindaba

todo tipo de novedades que nos asombraban; experimentábamos una oleada de nuevos

conocimientos en un terreno inexplorado que deleitaban nuestros sentidos y

alborotaban los pensamientos.

Después del proceso de asimilación por el que debe pasar todo extranjero para

establecerse en un nuevo espacio, nos dimos cuenta que había mutado la manera en que

vivíamos la cotidianidad, adquiriendo nuevas formas de percibir la ciudad.

Caminábamos con intereses distintos a los de desplazarnos, buscábamos los detalles que

paso a paso nos llamaban la atención y nos maravillaban a través de la sorpresa. La

intención que nos dominaba era la de estar, la de vivir el aquí y el ahora, succionando

toda la información posible que nos suministraba el momento.

La ciudad fue adquiriendo forma de paisaje, recorrerla era disfrutarla; escucharla,

observarla, sentirla, olerla y hasta saborearla. Cuando fuimos conscientes de la

consciencia, nos preguntamos por qué razón no recorríamos de la misma manera nuestra

ciudad de origen, Bogotá. Al parecer el problema radicaba en la atención, ya que

olvidábamos reconocer el espacio porque creíamos ya conocerlo. Así que la propuesta

que surgió fue la de volver a Bogotá y vivirla como lo hace un viajero; a “turistiarla”, a

buscar y a ser conscientes de los detalles deleitables.

Cada uno llegó a Bogotá y la asumió según sus intereses y sensaciones, cada uno tuvo

una forma de retornar a la madre urbe. Y ahí estábamos, Ana María y Eduardo en la

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ciudad, cada uno intentando entender a su manera, cada uno practicando a Bogotá de

formas diferentes pero con una intención similar: disfrutarla.

El tiempo pasó y tras algunos acontecimientos tuvimos una seria conversación. Uno de

nosotros tenía la idea de hacer la tesis sobre la ciudad relacionándola de alguna manera

con las prácticas que habíamos aprendido. Después de aclarar algunos puntos y de una

coqueta propuesta, nos embarcamos juntos en esta ruta de conocimiento. Nuestra

hipótesis inicial era que los ciudadanos que estaban en la “selva de cemento” no eran

conscientes de lo que los rodeaba, así que nos proponíamos crear algo así como un

manifiesto ciudadano o una intervención en el espacio público, que basado en la

extrañeza despertara las percepciones de algunos, o de muchos. Sin embargo, a medida

que empezamos a desdoblar la teoría y entender la ciudad, cambió nuestra hipótesis,

recorrido conceptual y trabajo práctico.

A la hora de sumergirnos en los libros y en la teoría correspondiente para intentar

organizar el problema empezamos con el origen y el desarrollo de la ciudad moderna en

Europa, donde encontramos algunos factores que caracterizaban dicho tipo de urbe, los

cuales se veían claramente reflejados en el espacio público. Este primer paso encarriló

nuestra investigación. El paso a seguir fue conocer el proceso del establecimiento de

estos monstruos de concreto en Latinoamérica, así que lo hicimos. Sin embargo,

abordamos el tema de una manera algo distinta y poco tradicional para un trabajo de

esta magnitud. No queríamos escribir en términos ensayísticos ni científicos, pues

además de parecernos poco divertido resultaba ineficiente para efectos de escritura en

pareja.

De esta manera decidimos abordar la Historia por medio de narraciones de personajes

imaginados, pero basándonos en la teoría existente. Cada uno de estos relatos está

sustentado con unos epígrafes seleccionados de manera precisa después de realizar un

arduo trabajo de lectura. Con el avanzar de la investigación, nos dimos cuenta de la

excelente decisión que habíamos tomado en cuanto a los relatos, pues estos estaban

sumamente ligados a la apropiación del espacio público.

En el segundo capítulo pasamos a enfocarnos en Bogotá y tras una contextualización

histórica entramos a entender la ciudad a partir de un concepto clave que es la

6

fragmentación. Para finalizar la parte teórica, nos involucramos y revolcamos con

algunos conceptos filosóficos y antropológicos para concretar el problema. Los autores

en los que basamos todo el recorrido teórico son los que consideramos pertinentes para

delimitar y cimentar el trayecto investigativo.

En la parte final del trabajo hicimos una laboriosa pero placentera práctica de campo

que nos llevó a corroborar las suposiciones adquiridas a través de la investigación, las

cuales conocerán en las conclusiones. Dicha práctica fue materializada a través de un

videoclip que presentamos a modo de sustento o anexo, más no de producto final.

Como es evidente no escogimos cualquier tema para hacer la tesis y salir de ella lo más

rápido posible. En realidad quisimos algo que involucrara la academia pero que no

dejara de lado nuestros intereses personales por el aprendizaje. Incluso, pretendimos que

ese fuera el factor dominante a lo largo de nuestro trabajo: los resultados que finalmente

nos llevaríamos en nuestra cabeza para aplicar en la vida diaria. Y así fue, éste tema

realmente tocó las fibras más íntimas y por eso disfrutamos tanto realizándolo.

Finalmente quisiéramos elucidar el curioso nombre que le hemos otorgado a esta tesis,

Experbitar, que en últimas no es más que la simbiosis entre dos palabras que llevadas a

la práctica fueron, son y serán una constante inspiración: Experimentar y habitar. Ahora

bien, si prefiere saltarse todo el texto y leer directamente las conclusiones, bien pueda,

sin embargo le avisamos que cuando termine de leerlas tendrá la necesidad de leer todo

el trabajo.

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CAPÍTULO I

1. CIUDAD MODERNA

“Mirar el pasado reciente nos ayuda

a captar ciertos elementos de la contemporaneidad (…).”

(Ortiz, 2000:9)

Todo comenzó con el inconformismo ante el estado actual de las cosas.

Consecuentemente, le siguieron propuestas que debían ser llevadas a la práctica para

alcanzar sus objetivos. En este caso, sus principios pretendieron ser totalizadores a partir

de un discurso hegemónico y absoluto que buscaba el anhelante fin de civilizar a la

humanidad y ajustarse a la noción de un progreso lógico-lineal de los tiempos. Como

bien nos ilustra Renato Ortiz: “El tiempo de la modernidad se impone a todos: quedarse

a un lado significa estar afuera de la marcha de la “civilización”. (Ortiz, 2000: 93)

La burguesía, como grupo social poderoso, buscó producir un cambio ontológico,

estableciendo una nueva y única interpretación de la realidad que irreversiblemente

generaba una nueva manera de pensamiento y vida social. Había llegado el momento

histórico de oponerse a la tradición de una época pasada que debía ser abolida, y por

consiguiente, reemplazada con un proyecto de corte emancipador que inevitablemente

traía consigo paradojas y ambigüedades difíciles de comprender. Esta nueva experiencia

se denomina Modernidad.

1.1 EN EUROPA

La modernidad es una idea puramente occidental y como todos los acontecimientos de

la historia, no surgió espontáneamente, por el contrario, fue un proceso que articuló

varios sucesos históricos que anticiparon su consolidación hasta llegar a asegurarse

como tal. Asimismo, no se puede hablar de una estricta secuencia de tales

8

acontecimientos, por el contrario, ocurren simultáneamente, a destiempo y hasta se

yuxtaponen entre sí a lo largo de más de cuatrocientos años de historia.

Sin embargo, aunque los límites de la modernidad son difusos, vamos a basarnos en la

segmentación que sobre la modernidad realiza Marshall Berman en su libro Todo lo

sólido se desvanece en el aire, con el fin de una mejor comprensión histórica. Según

Berman la modernidad se divide en tres fases. La primera inicia en las primeras décadas

del siglo XVI y se extiende hasta finales del XVIII: en este lapso se encienden ciertos

motores de la modernidad y las personas se encuentran en el umbral de la experiencia

de la vida moderna. La segunda fase comienza con la Revolución Francesa y se

desarrolla a través del siglo XIX. Fue una época revolucionaria a todo nivel y es cuando

se consolida el público moderno que debe ir entender y adaptarse a las transformaciones

que van ocurriendo. La tercera fase sucede a lo largo del siglo XX

El periodo que aquí nos interesa principalmente es el segundo; cuando la modernidad se

erige como un proyecto que busca una dominación ideológica y se materializa en la

transformación espacio-temporal de la ciudad y en el modo en que las personas debían

habitar1 en ella, es decir, en la conformación de la ciudad moderna, industrial y

burguesa del siglo XIX. Ésta se presentó desde sus comienzos como el proceso salvador

de la sociedad; su ideal fue construir un mundo que pudiese ser conocido, entendido y

dominado a través de la razón, cuyo modelo por excelencia fue el de la certeza. La

modernidad buscaba la libertad individual del hombre a través de su madurez intelectual

y la igualdad social. Así lo explica Josep Picó:

“Su tarea es construir un mundo inteligible, donde la razón institucionalice el juego de

las fuerzas políticas, económicas y sociales en base al libre contrato entre seres iguales.

El Estado sólo tendrá un papel de árbitro conciliador entre el interés particular y el

universal. Así la razón irá construyendo a través de la historia el proceso emancipador

de la humanidad, conjugando libertad y necesidad.” (Picó, 1998:15)

Ahora bien, es importante conocer los hechos históricos que hicieron parte de la primera

y segunda fase de la modernidad para una mejor comprensión de los acontecimientos.

Para empezar nos encontramos con la caída de Constantinopla en 1453 en manos de los

1 Habitar es un concepto que se desarrollará en el segundo capítulo.

9

Turcos; los descubrimientos geográficos propiciados por los avances en cartografía y

navegación, entre éstos, el descubrimiento de América en 1492; la Reforma Protestante

impulsada por Martín Lutero en 1527, con la cual publicó 95 tesis denunciando las

indulgencias de la Iglesia.

También nos encontramos con el Humanismo y el Renacimiento, movimientos que se

desarrollaron entre los siglos XIV y XVIII. El primero se expresó desde las letras, la

gramática y la poesía; el segundo, buscó volver a los clásicos griegos y romanos

expresándose a través del arte: la pintura, la escultura y la arquitectura. Por medio de

estos dos procesos el hombre rompe con un pasado religioso, un mundo mágico y

supersticioso. Suplanta las explicaciones teocéntricas por las antropocéntricas y separa

la teología de la filosofía. Fue exaltada la capacidad de razonar del hombre para

entender el mundo que lo rodea, dejando de darle un valor ulterior a la vida con el fin de

vivirla plenamente en el presente. El objetivo era que el hombre se hiciese responsable

de sí mismo; se hiciese a sí mismo a través de un compromiso moral y un proceso de

búsqueda de la verdad, la autonomía, la libertad y la autodeterminación.

Por otro lado, está el avance de la ciencia que se propone desde la Revolución

Científica, cuando en el siglo XVII se ocupó en descubrir métodos que desarrollaran un

conocimiento exacto, impersonal y positivo, cambiando la percepción del universo y el

lugar que ocupa el hombre en éste.

Continuando con las ideas del Humanismo y el Renacimiento, aparece la Ilustración

como movimiento intelectual crítico ante el status quo. Los pensadores de este

movimiento del siglo XVIII se opusieron al Absolutismo y al Antiguo Régimen,

concibiendo la razón del individuo como la herramienta para conocer y explicar el

mundo con el fin de alcanzar el progreso de la humanidad.

Las ideas de la Ilustración fueron fuente de inspiración para llevar a cabo la Revolución

Francesa en 1789. En medio de la lucha de clases y poderes se defendió la igualdad, la

libertad y la fraternidad humana. Finalmente fue abolida la monarquía absoluta, se

eliminaron las bases económicas y sociales del Antiguo Régimen y se expusieron los

Derechos Humanos universales. La Asamblea Nacional conformada por la burguesía

pasó al poder y proclamó la República.

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Fue a partir de la Revolución Francesa, que la razón ilustrada burguesa consiguió el

triunfo de la razón al servicio del pragmatismo. Es decir, la burguesía, cuyo origen se

remonta a la Europa feudal, fue la clase social dominante que durante los siglos XVIII y

XIX logró obtener el poder político y económico para llevar a cabo su propósito

utilitario de controlar el rumbo de las ciudades y el diario vivir de los ciudadanos. Así lo

complementa Picó: “La razón ilustrada burguesa en su plasmación real estaba, por tanto,

plagada de contradicciones y era portadora por igual de progreso y destrucción.” (Picó,

1998:15)

De la misma manera, dicha burguesía fue la que impulsó el despliegue de la Revolución

Industrial, la cual sustituyó el trabajo manual por la mecanización de las fábricas

teniendo la máquina de vapor a su servicio, es decir, industrializó la producción. Por

otro lado, las rutas de transporte fueron optimizadas, aparece el ferrocarril y se expande

el comercio a nivel nacional e internacional. La industrialización trajo consigo el

desarrollo de la clase patronal y del proletariado, la explosión demográfica debido a las

mejores condiciones de vida, la migración del campo a la ciudad y el consecuente

urbanismo.

Entre todas estás, el Capitalismo es tal vez el ingrediente esencial que como sistema

económico logró trascender hasta lo más recóndito de la vida social. El capital se

aseguró como lo más importante; crear riqueza y obtener ganancias. Precisamente,

lograr acumular cierta cantidad de capital que se obtenía gracias a los ansiados

excedentes. Es bajo este sistema económico que la burguesía se fortalece y logra el

dominio de la propiedad privada y de los medios de producción, satisfaciendo así sus

intereses individuales. El ideal era expandir el mercado aumentando la producción,

circulación y consumo de mercancías. Los ciudadanos se empiezan a caracterizar y por

ende a diferenciar a partir de los bienes que consumen. Surgen nuevas necesidades y el

consumo inconsciente. Como diría Kürnbergerel en su momento: de las vacas se hace

manteca y de los hombres dinero.

Las consecuencias y nuevas causas que surgieron a raíz de dichos sucesos, se

condensaron en las ciudades europeas del siglo XIX, determinándolas como las

conocemos hoy en día. Para la burguesía, articular dicho proyecto no fue una tarea fácil

de lograr, menos cuando toda una sociedad compuesta por sectores heterogéneos debía

11

admitir y encajar, a como diera lugar, en un nuevo escenario urbano que implicaba

poner en juego todos los aspectos de su vida. Dadas las circunstancias, las

transformaciones realizadas aparentaron innovación, al mismo tiempo que ocultaban

diversos intereses burgueses que las personas del común no debían conocer ni entender.

La burguesía dispuso cierto mecanismo para lograrlo. Josep Picó así lo expone:

“Las tres capas que constituyen el laberinto de la realidad espacial, la galería, la ciudad

y el mundo sumergido tenían que ser excavados por los arqueólogos de la modernidad

con la finalidad de que las trazas y signos de otra realidad no pudieran ser recordados y

redimidos. La clave de la modernidad no radica, por tanto, en lo que nos es dado

inmediatamente sino en lo que descansa debajo de las piedras y permanece encubierto.”

(Picó, 1998:25)

Es así como las lógicas de la modernidad planean y organizan la ciudad a partir de

principios de racionalismo funcional. El tiempo y el espacio de las metrópolis son ahora

comprendidos desde el discurso dominante de la burguesía que logra satisfacer sus

intereses económicos y políticos. La creciente masa urbana es entrenada para circular

sin imprevistos por la ciudad y consumir mercancías inconscientemente, mientras

piensa y vive una nueva realidad deslumbrante y acelerada. Se controla su día a día con

el fin de evitar el surgimiento de cualquier tipo de resistencia que amenace con

desestabilizar el sistema.

El hombre urbanizado es el hombre moderno. A continuación ese hombre nos cuenta lo

que le sucede durante su vida cotidiana en la ciudad.

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1.1.2. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 1

“Cada fragmento contiene dentro de sí mismo

la posibilidad de revelar “el significado del mundo como totalidad”. Si se quiere captar

plenamente la significación de una época no podemos buscar las leyes y las explicaciones causales: solamente con símbolos y ejemplos

puede ser captada esta profunda vivencia en todo lo que es humano.”

Georg Simmel2

1.1.2.1. APROXIMACIÓN TEMPORAL

DOBLE VÍA

“Como demuestra E.P. Thomson, este esfuerzo de Militarización tiene por finalidad domesticar las

energías y el cuerpo del operario.” (Ortiz, 2000:74)

“(…) Todas las mañanas, a las 5 horas, el vigilante

debe tocar la campanilla para el inicio de los trabajos, a las 8 para el desayuno, media hora después para trabajar

otra vez, a las 12 para el almuerzo, a la 1 para trabajar y a las 8 para dejar el trabajo y cerrar.”

Walter Thompson3

“Generalmente los relojes de las fábricas eran adelantados por la mañana y atrasados a la tarde; en lugar de ser

instrumento de medidas de tiempo, eran utilizados como disfraces para el engaño y la opresión.”

(Ortiz, 2000:74)

“El principio de la división del trabajo se impone, y los automóviles pasan a ser montados por partes.

Esto implica, por un lado, el surgimiento de una minoría de operarios altamente especializados; por otro, una masa de

trabajadores menos calificados.” (Ortiz, 2000:76)

2 Citado en Picó, 1998:15 3 Citado en Ortiz, 2000:73

13

-Hay que producir, definitivamente hay que ser productivo, no me puedo quedar en la

casa esperando a que estés lista sin hacer nada, no soy un inútil, me desespero.- Le dijo

a su esposa mientras se apresuraban caminando al lugar donde tomarían el ómnibus.

-Vamos mujer, mueve los pies que vamos tarde.- Le dijo mientras tomaba su mano

bruscamente y aceleraba el paso.

Faltaban unos sesenta metros en línea recta para llegar a la avenida donde pasaría el

ómnibus. Él no dejaba de mirar su punto de llegada mientras ella se esforzaba por

caminar rápido y así igualar el veloz ritmo de su afanado conyugue. De pronto, vieron

pasar el ómnibus. Él levantó su mano libre y aceleró el paso en un intento utópico.

Segundos después dijo – ¿Viste? Te dije que caminaras más rápido. Ahora tendremos

que esperar el próximo.- Refunfuñó entre dientes como intentando contener su enojo.

Pronto llegaron a la parada del bus, ella no había musitado una palabra durante el

recorrido desde su casa, tal vez porque el hablar le quitaría fuerzas para mantener el

paso de su esposo. Habían transcurrido unos tres minutos y ellos en silencio, sólo veían

pasar la incesante corriente de automóviles, casi todos idénticos. Lo que él no sabía era

que ella sólo estaba recuperando el aliento. Cuando su respiración ya había retornado al

ritmo normal y su frecuencia cardiaca se había tranquilizado, dijo con un tono suave

pero sarcástico -¿Cuándo vas comprar un automóvil? Así te evitarías arrastrarme por las

calles como un loco maniático del tiempo- Él la miró muy seriamente y dijo –Sabes que

no puedo comprar un automóvil en estos tiempos; la paga no es la mejor y será peor si

sigo llegando tarde al trabajo por tu culpa. Sabes perfectamente que me descuentan

dinero por las horas que no trabaje en la fábrica. Hay una hora de entrada y una de

salida, son muy estrictos con eso, hasta podría perder el trabajo por tu lentitud.-

-Eres un maldito inconsciente- dijo ella, y continuó – anoche me acosté tarde por estar

esperándote para servirte la cena, hoy me levanté temprano para hacerte el café antes de

que te bañaras y el desayuno para después, como siempre, porque consideras que así es

más rápido. Además, como si fuera poco tengo que hacerte el almuerzo para que te lo

lleves a la fábrica, para que te lo comas sin masticar en la mísera media hora de

almuerzo que te dan tus patrones. Esto no es vida…-

14

Durante siete segundos hubo silencio, él terminaba de digerir y entender todo lo que

acababa de oír, y ella permaneció allí pasmada como una estatua. -Necesito producir,

por eso me altero. No resisto la idea de pasar tiempo preciado sin ser productivo,

entiéndeme, lo hago por ti, por mi, por nuestros sueños, por nuestro presente y por

nuestro futuro. Para poder conseguir el hogar que nos gustaría tener, para comprar los

vestidos que tanto te gustan, para asegurarle un futuro a nuestros hijos, para poder

comer bien todos los días, para comprar un maldito carro, para no tener nunca más esta

conversación.- Pasaron cuatro segundos y él agregó –ah y ayer llegué tarde porque

empecé a hacer horas extras, los patrones están muy interesados en aumentar la

producción y unos pesitos de más no nos vendrían nada mal.- A los dos segundos de

haber terminado de hablar el ómnibus estaba en frente de ellos con la puerta abierta. Se

montaron.

-¿Vas a trabajar horas extras? Preguntó ella después de sentarse. -¡Es ridículo!- exclamó

enérgicamente. –Pasamos muy poco tiempo juntos, incluso cuando estás en la casa

hacemos cosas pero no nos dedicamos tiempo a nosotros mismos, y ahora me dices que

vas a trabajar horas extra? Ya no tendremos una relación. Tú vida será únicamente

revisar que los engranes que te pasa una máquina no estén defectuosos. Tal vez cuando

seas viejo seguirás en frente de esa banda transportadora, verificando la óptima calidad

de miles y miles de engranes sin darte cuenta que la vida se te escapó y no tuviste

tiempo para disfrutar lo que habías comprado. Habrás dedicado tú vida a detectar las

características defectuosas de los engranes, pero sin haber tenido tiempo para detectar

las características defectuosas de tu vida.-

* * *

15

EL ARREGLADOR

“El hombre de campo calculaba su tiempo en función de las pausas

naturales; el urbano necesita un reloj artificial que dé ritmo a la regularidad de su movimiento, no más en función de una

disciplina religiosa, como la de los benedictinos, sino en consonancia con otro compás.”

(Ortiz, 2000:64)

“El portero abrirá su puerta por la mañana, 15 minutos antes de que suene la campana; después, él debe cerrarlo y rigurosamente

no dejará entrar a ningún operario que llegue atrasado.” (Ortiz, 2000:73)

“Los movimientos deben estar orquestados para evitar una situación caótica. Los atrasos, las rupturas, no son, por lo tanto,

simples resonancias del pasado, sino un obstáculo para el funcionamiento del todo.”

(Ortiz, 2000:78)

Soy el único en la zona con los conocimientos necesarios para reparar un telégrafo,

realmente somos muy pocos los que entendemos el funcionamiento, por lo tanto somos

muy pocos los capacitados para intervenirlo. Por esa razón esta mañana llegaron unos

hombres a mi casa; necesitaban de mis servicios con urgencia. El telégrafo que

precisaban reparara era el de la estación del tren.

Cuando llegamos a la estación había un gran tumulto de personas confundidas. Algunos

personajes intentaban hablar con el personal encargado de la estación, mientras el resto

de personas sólo esperaban ansiosas la llegada del tren. Según el reloj de la estación,

éste debía haber llegado hacía 45 minutos y aún no se aparecía.

El problema que me incumbía era que el telégrafo había dejado de funcionar la noche

anterior, y la estación del tren no había podido recibir los puntuales reportes del sistema

ferroviario. Evidentemente, el tren había tenido un percance, pues llevaba mucho

tiempo retrasado, pero en la estación no se podía confirmar si había sido un daño

pasajero o permanente debido a la falta del aparato comunicador. De ahí el nerviosismo

de los pasajeros; la incertidumbre del funcionamiento del transporte los llevaba a una

ansiedad casi histérica, necesitaban saber sí debían esperar, o por el contrario,

desplazarse en otros medios.

16

Muchas de las personas decían ir muy tarde para su trabajo por culpa del

incumplimiento y que el sistema de trenes debía correr con las responsabilidades y

consecuencias del retraso. Otros alegaban que perderían las conexiones con otros

vehículos debido a la puntualidad del transporte en general y también manifestaban

interés por algún tipo de recompensa.

Finalmente arreglé el telégrafo de la estación, no había sido un daño significativo. Pocos

minutos después recibieron un reporte informando el inconveniente, pero comunicaron

que el tren estaba por arribar a la estación. Finalmente la gente se calmó y se pudo

desplazar, pero la tensión fue evidente en algunos momentos.

Me llamó la atención la importancia que tiene el telégrafo en nuestra rutina. Cualquier

persona pensaría que no tiene mucho que ver directamente con el sistema y con el

aparato como tal, pero sí que lo tiene. Aprendí que mi trabajo es muy importante y sin

duda, desde ahora, la percepción de mi trabajo cambiará. Pero a decir verdad sólo hasta

hoy entendí el gran valor que ha ido adquiriendo el reloj en nuestra cultura, el tiempo

ahora es nuestro mayor verdugo. Nuestro gran retador y a la vez controlador.

* * *

17

RITO PRODUCTOR

“La ropa fabricada en serie, en principio, se adecuaría mejor al movimiento de la vida moderna. La Exposición de los Productos

Industriales de 1839 construirá su identidad justamente en oposición a este trabajo lento hecho a mano.”

(Ortiz, 2000:58)

“El Fordismo presupone la anulación del individuo, su subordinación a un engranaje que lo envuelve y sobrepasa.”

(Ortiz, 2000:123)

“El segundo siglo XIX se presenta así bajo el signo de una modernidad comprometida.

En ella, el individuo cede lugar a la multitud. El término es en sí sugestivo,

pues caracteriza el debate de toda una época. Significa primero, producción en masa.

La Revolución Industrial redefine las relaciones productivas, la fábrica se transforma en el centro de las actividades

de una sociedad que rompe con los lazos tradicionales.” (Ortiz, 2000:110)

Pasa todo, rápido pasa todo. El proceso es incesante y repetitivo.

Pasa todo, rápido pasa todo sobre una banda que se encarga del transporte. De las

máquinas a las manos y de las manos a las máquinas.

Rápidas ensambladoras, majestuosas productoras, dan a luz toda clase de objetos

previamente planeados –gemelos- y para menor sorpresa, idénticos.

Rápido, todos obreros, mecánicos o humanos, se conjugan para darle paso a una copia

más, súmele uno al montón.

Pero los hombres hechos obreros ya no deciden, sólo funcionan; ya no crean, sólo

reproducen; ya no se animan, sólo obedecen; ya no son hombres, sólo son máquinas.

Es medio día, almuerzo para todos, la fábrica viviente muere por un ratito, pero en las

entrañas sus órganos productores se alimentan como motores. Es suficiente, no hay

tiempo para el café o sobre mesa.

La digestión la puede hacer en su lugar de trabajo. Gracias.

18

Y así transcurre el día, redundando en el proceso, mecanizando el cuerpo y la mente,

fomentando el asunto de los ciclos eternos. No hay novedad, tampoco particularidad, la

homogeneidad marca el ritmo y no permite ni duda, ni distracción.

Pasa todo, rápido pasa todo menos el tiempo, la jornada parece infinita y el descanso es

limitado. Pasa todo, rápido pasa todo. Sus vidas pasan ante sus proletarios ojos, pero no

se aferran a ella, pues tienen sus rápidas manos ocupadas produciendo para alguien

ajeno, algo que no es para ellos y lo que realmente es de ellos, se aleja como en la banda

transportadora, dirigiéndose al proceso de uno más del millón.

Pasan todos los hombres obreros, rápido pasan todos. El reloj ha dado la hora de partida

y como hormigas, marchando y en fila, saldrán para volver.

* * *

19

1.1.2.2. APROXIMACIÓN ESPACIAL

CIRCULACIÓN

¿FIN O INICIO?

“En este sentido, yo diría que el principio de “circulación” es un elemento estructurante de la modernidad que emerge

en el siglo XIX. Circulación de mercancías y de objetos, elemento fundamental para su materialización.

Más yo diría también, circulación de personas.” (Ortiz, 2000:22)

“El espacio urbano es pensado como un conjunto

formado por partes que deben ser conectadas entre sí y ya no abandonadas a sus particularidades.”

(Ortiz, 2000:26)

“Segundo, la racionalización del espacio. Haussmann traza calles, avenidas, puentes, plazas, conectando los puntos

neurálgicos de la cuidad. (…) Surge en ese momento una metáfora sugestiva para describir Paris. La ciudad es vista

como un organismo vivo, los órganos comunicándose entre sí.” (Ortiz, 2000:31)

“La cuidad se adapta al espíritu de una época.

Pero ésta preeminencia de la circulación sólo tiene sentido cuando refiere a un “sistema”, término que surge sobre todo cuando encaramos las cuestiones de comunicación: sistemas

telegráfico, telefónico, ferroviario, de envío de noticias (las agencias de prensa).”

(Ortiz, 2000:33) Por:

Un agudo observador

A través de observar, he podido notar ciertas cosas y atar algunos cabos sueltos, por eso

me permito escribir este artículo. Éste, es sólo un intento de armar el rompecabezas en

el que vivimos, es una ruta intentando clarificar la influencia de la circulación en la

ciudad, que para mí, es un concepto fundamental para concebir la urbe y el sistema que

la conforma.

Toda la ciudad funciona como una red interconectada e inmediata. La urbe está

planificada para permitir la circulación dentro de ella. La ciudad ya no es un mundo

20

laberíntico ni sorpresivo, más bien parece una cuadrícula predecible y aburrida, esto con

la finalidad de facilitar el movimiento. Ahora, los puntos más importantes de la ciudad

están conectados por diferentes vías, incluso hay acceso a los cuatro puntos cardinales

de la ciudad en poco tiempo, a través de líneas generalmente rectas. Las ciudades ya no

se recorren a pie como antes, la mayoría de personas se desplazan en vehículos por las

avenidas citadinas. Las ciudades son ahora de todos y recorridas por todos.

Pero el mundo también se desenvuelve en términos de interconexión. Las personas

entran y salen de la ciudad con gran frecuencia. Los medios de transporte hacen que el

desplazamiento sea ágil, facilitando salir y entrar a una ciudad en un solo día. Por otro

lado, está el comercio ligado al transporte, que acentúa la idea de interconexión. Antes,

las personas debían limitarse a sus mercados locales y cercanos, ahora, la noción de

límite respecto a las fronteras está disminuida, gracias a los diferentes medios para

transportarse y transportar objetos, la gente tiene acceso al comercio de la mayoría del

mundo. La sociedad tiene acceso al mundo.

Pero el contacto con el resto del mundo no sólo es impulsado por el comercio, la

comunicación influye fuertemente. Ésta permite que la información circule a altas

velocidades; también, que la concepción de circulación deje de ser algo netamente físico

para admitirle el paso a otros planos. Vale la pena aclarar que la circulación de la

información también tiene otro eje: el mercado. Las personas tienen la necesidad de

hacer sus trámites comerciales y esto se logra a través de las palabras, del diálogo, que

algunas veces trae por añadidura información ajena al negocio.

En un principio parecería que la circulación es el fin del proceso; la finalidad con la que

ha sido planeada la ciudad. Sin embargo, sutilmente, la circulación parece revelar que es

tan solo un medio, una vía a la expansión y una carrera al conocimiento, estos dos son

los que parecen ser la finalidad actual. Quizá es un direccionamiento inconciente, no lo

sé, pero seguro se vendrán nuevos cambios.

* * *

21

ESPACIO SIN DESPACIO

“Atravesar las montañas, traspasar lo precipicios, todo esto gracias

a dos líneas de hierro paralelas. Téngase en cuenta que el tren, inmediatamente después de salir, ya llega.

(…) La invención del tren revoluciona la concepción de espacio y tiempo.”

(Ortiz, 2000:52)

“Los hombres estaban acostumbrados a transitar en el interior de un continum espacial a una velocidad que los

integraba en el pasaje. La diligencia y el caballo los había obligado a contemplar la naturaleza circundante. El tren quiebra

esta percepción de continuidad; los espacios locales se vuelven elementos discontinuos a lo largo del viaje.”

(Ortiz, 2000:55)

Entre más rápido salga, más rápido regreso. La velocidad para trasladarse ahora es

fundamental, los trayectos ya no son importantes, más bien son efímeros. Por un lado,

los viajes que antes tardaba semanas en hacer, ahora los hago en días, incluso lo que

antes hacía en días ahora lo hago en horas. Desperdiciar tiempo está mal visto por la

sociedad, así que se ha encargado de eliminar el tiempo en los recorridos, en la

producción en la comercialización. Si no es físicamente productivo, entonces es un

tiempo mal gastado que podría ser aprovechado. “Útil”.

Es extraño, pero el tiempo parece afectar directamente el espacio. Ahora el mundo

parece más pequeño gracias a la velocidad del tren. Lo que antes era lejano ahora es

cercano y lo que ahora es lejano, antes era inalcanzable.

Esto está bien, parece que el tiempo ahora rendirá para más cosas, es decir, podré ser

más productivo. Pero debo confesar que hay algo que no me agrada mucho de este

nuevo sistema de circulación. Antes, cuando uno se desplazaba, tenía que hacer

trayectos muy largos, o mejor, muy lentos. Esto, le daba paso a un tiempo “muerto”

que podía utilizar para meditar o reevaluar asuntos de mi vida, era el espacio que podía

dedicar a mi mismo. Pero también era el momento de estar con el mundo, con la

naturaleza, de disfrutar los paisajes y asombrarme por la maravilla de la creación; me

dedicaba a respirar aire puro y a recordar que hago parte del todo. Pero las cosas ya no

son así, ahora, como había dicho antes, los trayectos son casi inmediatos, uno no ha

22

terminado de salir cuando ya empieza a llegar. Pero lo que es peor, ahora los paisajes

que tanto me gustan pasan a toda velocidad, sin darme tiempo para contemplarlos. Mi

rango de visión se ha limitado a una ventanilla, a un recuadro de vidrio que me dice qué

es lo que debo mirar. Finalmente estoy dentro de una cabina, en un vagón, que me aísla

del entorno, que me limita cualquier tipo de interacción con el paisaje. Es detestable y

represivo. Ahh, pero bueno, francamente, sin dudarlo, prefiero la velocidad a la

contemplación. Que muera la naturaleza si es necesario para que viva el tren.

* * *

23

SOBRE EL BARRIO

“La complejidad de la trama necesita de la existencia de

una sociedad moderna en la cual la población se concentra dentro de volúmenes espaciales relativamente restringidos,

donde todos se observan unos a otros” (Ortiz, 2000:117)

“No fue por casualidad que los primeros proyectos de

enumeración de las casas en Paris fueron una iniciativa de la policía; la medida racionalizadora buscaba

justamente reforzar su control” (Pronteau, 1966)4

Vivo en el edificio de la esquina entre quinta y novena, para ser más exacta, en el

apartamento del segundo piso que tiene vista a la calle. Me gusta vivir allí, es un buen

lugar, está bien ubicado; es fácil llegar a éste y la entrada no es por un sórdido callejón,

es por la novena. Puede que esté más expuesta al ruido de la ciudad, pero prefiero eso a

los mendigos y pícaros que optan por las sombras de los angostos callejones.

No salgo mucho a la calle, prefiero la seguridad de mi casa a la vulnerabilidad que

siento cuando camino junto a esos ríos de personas. Debo confesar que los tumultos me

ponen nerviosa, al igual que la velocidad desenfrenada con la que camina la gente.

Además, mi esposo trae todo lo que deseo, bueno, todo lo que necesito para la casa; el

trabaja y trae el pan y yo hago las labores del hogar, como limpiar y cuidar a nuestro

hijo.

Por esa razón no me expongo mucho al exterior, no tengo la necesidad; sin embargo, me

encanta la vida de la ciudad y la observo a diario. Todos los días me paro junto a la

ventana a ver pasar la ciudad, es divertido aunque no lo crean como mi esposo, pero

realmente me entretengo. Desde mi ventana puedo ver casi todo lo que ocurre a mí

alrededor. Veo la novena; dos manzanas hacia la derecha y lo mismo hacia la izquierda,

y al frente, veo unas tres manzanas de la quinta porque más allá no tengo acceso visual.

Lo más interesante de pararse junto a la ventana durante horas, es que es posible

entender la rutina de algunas personas, incluso de la sociedad en general. Por ejemplo, a

4 Citado en Ortiz, 2000:117

24

las 6 de la tarde el movimiento urbano es mucho mayor que a las 2 de la tarde, debido a

que a las 6 salen la mayoría de trabajadores de las fábricas y se dirigen a diferentes

lugares. O en el caso de los sábados, días especiales, ponen un pequeño mercado sobre

la novena, entre la tercera y la cuarta, que tiene gran afluencia de personas.

También es divertido lo de la señora del edificio de enfrente, es un caso interesante, les

voy a contar. Ella sale casi todos los días a las 9 de la mañana acompañada de una

sombrilla y un bolso negro. Aunque a veces no regresa a su casa antes de la hora de

almuerzo, generalmente sÍ lo hace; pero llegue a la hora que llegue, siempre pasa por la

panadería de la quinta con octava y compra algo que le empacan en bolsas blancas. No

estoy segura si siempre es lo mismo o si ella varía de producto, el hecho es que nunca

deja de comprar en la panadería de la quinta con octava.

Pero ayer… ayer pasó algo importante. La vi llegar al edificio casi a las 3 de la tarde,

pero sin nada en sus manos proveniente de la panadería; pasó por el lado y ni siquiera

volteó a mirar, pues bueno, eso fue lo que conseguí ver. En un principio alcanzó a

producirme algo de curiosidad. ¿A que se debería tal cambio de rutina? Pero todo se

resolvería el día de hoy: si pasaba por la panadería y compraba algo, lo del día anterior

habría sido algo pasajero, pero si no compraba algo, podría ser una decisión definitiva

con un motivo que seguramente jamás conocería.

Queriendo resolver mis dudas, esta mañana me desperté temprano, casi con el sol, y me

paré junto a la ventana a mirar, sólo que ésta vez no quería perderme ni un detalle. Ya

eran casi las 11:00 a.m. y la señora del edificio de enfrente no había salido. Primero

pensé que quizá la señora sólo estaba un poco retrasada, nada especial, pero con el pasar

del tiempo mis hipótesis empezaron a volverse más fatalistas y trágicas. Desde la

posibilidad de una sutil gripa hasta la duda de una muerte causada por envenenamiento

por parte del panadero. Eran miles las ideas que pasaban por mi cabeza.

Sin embargo, pasadas las 12 del medio día, el panadero, al que había visto sólo un par

de veces, llegó al edificio de enfrente. Yo quedé anonadada, entre mis posibilidades no

existía esa eventualidad que se presentaba frente a mi nariz. El señor panadero iba muy

bien vestido y llevaba un ramo de flores en su mano izquierda. Esperó algunos segundos

25

y la señora del edificio de enfrente apareció rozagante por la puerta. Estaba muy bien

arreglada y con un bonito vestido, pero claro, con su sombrilla y su bolso negro.

Él le entregó un ramo de rosas, ella lo aceptó y sonrió; él le ofreció su brazo como

apoyo, ella lo acepto. Y empezaron a caminar hasta que se perdieron en la lejanía de la

distancia. Eso fue lo ultimo que supe de ella y ya casi son las diez de la noche.

* * *

26

1.1.2.3. APROXIMACIÓN SOCIAL

DESVANECIMIENTOS

“Los hombres de mediados de siglo intuyen que

ciertas nociones, tradicionalmente enraizadas en sus mentes, se tornan ahora fluidas, huidizas.”

(Ortiz, 2000:54)

“Si la modernidad, como forma distinta de experimentar la realidad social, supone ver la sociedad y las relaciones

sociales que en ellas se desenvuelven como temporalmente transitorias y espacialmente fugaces, entonces esto implica que las estructuras tradicionales permanentes están ahora

ausentes de las experiencias humanas.” Georg Simmel5

Hoy llegué cumplida a nuestra cita y Emmanuel nuevamente tardó un buen tanto en

hacerlo. Cuando finalmente apareció, no reaccioné con rabia como la última vez, porque

creo que me estoy acostumbrando a que esto suceda con más frecuencia desde que está

trabajando para el Señor Tetard. Simplemente siento nostalgia por aquella época pasada,

cuando él se hacía cargo de las compras del Señor Rochambeau y solía estar siempre

esperándome “cuando la posición del sol en el cielo no genera ninguna sombra en el

piso” como decía él.

La mayoría de las veces me recibía con un pequeño detalle como un trozo de pan de

chocolate de los que preparaba Antoine, el pastelero del barrio. Una de esas veces me

sorprendió con una gargantilla de oro que yo jamás habría podido adquirir con el poco

dinero que me sobra de las crinolinas que coso. Y después de mi sorpresa me confesó

que durante un año se estuvo robando unas cuantas monedas del cambio de las compras

diarias, que el señor Rochambeau ni se molestaba en contar por la cantidad de dinero

que tenía y le sobraba.

5 Citado en Picó, 1998:21

27

Tengo que reconocer que nuestra relación ha cambiado. Ha cambiado como esta calle

en la que espero impaciente. Hace varios años, este mismo lugar solía ser el callejón de

nuestros encuentros amorosos; un lugar agradable, con casas a ambos lados y despejado

de tanta gente bulliciosa. Si cruzaban dos o tres personas durante el tiempo que

permanecíamos aquí, eran muchas. Eso sí, no faltaba que uno de ellos fuera Cyrille el

barrendero, que siempre bromeaba con su escoba, o Bastian, el artista más andrajoso

que jamás he conocido.

De un momento a otro nuestro callejón dejó de ser dicho lugar apacible para darle paso

a las demoliciones. Una tras otra fueron cayendo todas las casas y cuando intuimos que

ya no quedaría nada, comenzaron a surgir edificios fríos e incoloros sobre una artería

ancha, rectilínea y monótona que reemplazaba los escombros. Lo que pensamos

permanecería hasta después de nuestra muerte ya no existía; jamás volvería a ser aquel

lugar que tanto amábamos.

Sigo esperando y entre la cantidad de personas que pasan justo al frente mío, me quedo

mirando a un hombre cuyo chaleco de terciopelo llama mi atención por el corte que

tiene. Él siente mi mirada y se da vuelta hacía mi; rápidamente pasa sus ojos por mi

cabello bien peinado, mis labios resecos y mis pechos pequeños, parece que nada le

interesa y continúa con su ágil andar. No me importa, seguramente si se hubiera

interesado en alguno de mis detalles tampoco se habría detenido.

-Disculpa, ¿sabes dónde queda la calle Saint-Asier? Me pregunta una muchacha joven

que parece no ser de por acá.

-¿Saint-Asier? Mhmmm, no, nunca he oído el nombre de esa calle.

Cuando quise preguntarle de dónde era y por qué se encontraba en París ya estaba a

varios metros de distancia inmersa en la multitud andante. Después pensé que tal vez

fue mejor no haberle preguntado nada, quizá era una ratera incursionando en una nueva

modalidad de atraco.

Casi la una del medio día y veo que Emmanuel viene a lo lejos caminando bastante

apresurado. -¡Adeline, amor! Me grita a lo lejos. No vas a creer lo qué me pasó, acababa

de salir de la tienda de abarrotes al lado de la Plaza Caró y estaba esperando el ómnibus

que…….

28

Dejé de oír sus palabras porque en ese momento comprendí qué tanto había cambiado

nuestra relación y lo frágil que era. Sí el callejón que alguna vez fue testigo de nuestro

amor y ya no está, sí algo tan sólido dejó de existir, ¿por qué no entender que en

cualquier momento este amor se va a desvanecer?

* * *

29

VÍA SAINT-ASIER

“(…) el fundamento psicológico del tipo de la personalidad

urbana es el incremento de la vida nerviosa, que emerge del cambio rápido y continuado de los estímulos

exteriores e interiores.” Georg Simmel6

-Disculpa, ¿sabes dónde queda la calle Saint-Asier?-

-¿Saint-Asier? Mhmmm, no, nunca he oído el nombre de esa calle.-

¿Por qué, por qué? Por qué nadie sabe dónde queda esa condenada calle. En qué estaba

pensando cuando decidí venir a este lugar.

-¿Caballero, sabe dónde queda la calle Saint-Asier? ¿Caballeeero?!?! ¡Ah!-

Derecha o izquierda, derecha o… Mejor sigo caminando hacía adelante.

¿Será que la única que tiene tanto calor soy yo? No podría llevar puestos los guantes

que tiene esa mujer. Me sudan las manos y ni hablar de los pies, ya siento los latidos de

mi corazón en ellos.

¿Y si doblo por esta avenida? O quizá sea mejor si me detengo a descansar un

momento. No, mejor no. No quiero que se me acerque algún borracho. Además, no

puedo perder un sólo minuto. ¿Será que entre tanto movimiento es posible detenerse y

descansar?

Juro por el alma de mi abuelo, que en paz se encuentre, que no voy a volver por acá.

-Buena tarde, ¿sabe dónde queda la calle Saint-Asier?-

-Esa calle está muy lejos de acá, es más bien del otro lado del Sena, junto a la Plaza

Pascal-.

-¿Cómo llegó allá?-

-No soy de acá, no sé.-

6 Citado por Frisby, 1985 en Picó, 1998: 62

30

¡AH!!! Sin tan sólo me hubiera mirado a los ojos al hablarme no me sentiría tan

despreciada. ¿Es que no se dan cuenta que necesito ayuda? Estoy en una ciudad

contagiada de personas impasibles. Cuánto gusto me daría encontrarme con alguien de

mi ciudad. Cruzo esta calle pregunto una vez más y si no me dicen, me regreso por

donde me vine.

¿Por dónde me vine?

* * *

31

GÉRARD POR LA CIUDAD

“La estimulación en sí misma se convierte en la cura

para la total indiferencia. En la vida de la metrópolis, la auto preservación individual, en el contexto de la vida urbana y la comunidad de cambio, se alcanza

a costa de la devaluación del mundo objetivo y también de los individuos. Esta necesidad de auto

preservación afecta igualmente al modo de interacción en la vida de la ciudad. Se manifiesta en una reserva

extrema hacia los otros que no tiene sus orígenes meramente en su indiferencia –como en la actitud hastiada- sino en

“una aversión débil, una mutua extrañeza y repulsión, que estalla en el odio y el enfrentamiento en el momento

de un contacto más cercano, como quiera causado.” Georg Simmel7

“(…) la ciudad provee la posibilidad de la indiferencia total hacia los propios vecinos, no sólo en el sentido de aquel que vive en la

proximidad sino también de aquel con el cual uno se enfrenta en la interacción cotidiana.

Enfrentando a la masa en sus potenciales interacciones, el individuo busca alguna forma

de auto preservación que en los habitantes de la ciudad se asocia con la indiferencia.”

(Frisby, 1985)8

Gérard salió esa tarde de su oficina, muy puntual como de costumbre. Debía encontrarse

con Dominique Abdellaoui, para hablar de asuntos financieros y posiblemente empezar

a esbozar un negocio en la industria textil, con el cuál los dos esperaban obtener

ganancias excesivas.

Su cochero se había enfermado ese día así que él debía arreglárselas para llegar por su

cuenta. No era la mejor opción, pero el ómnibus le pareció adecuado. Así que

emprendió una corta caminata hasta la estación del mismo. No había caminado ni cinco

metros cuando empezó a oír un gran alboroto proveniente de vendedores que recién

salían del mercado contiguo. Prefirió no acercarse mucho; incluso pensó en pasar al otro

lado de la calle porque el olor de su sudor había llegado hasta su nariz y ya empezaba a

sentirse mareado. Sin embargo, aligeró el paso y conteniendo la respiración sobrepaso a

la banda de gozosos empleados.

7 Citado por Frisby, 1985 en Picó, 1998: 65 8 Citado en Picó, 1998: 65

32

Una vez volvió a respirar tranquilamente, se sintió plenamente satisfecho por ser quien

era y, sin darse cuenta, sus actos reafirmaban el placer que sentía al diferenciarse

tajantemente de las otras personas que se topaba por la calle. Muchas veces pensaba que

la gente lo miraba y admiraba por la elegancia de su traje y el dinero que revelaba

poseer, pero que probablemente en muchos de ellos el sentimiento que despertaba con

mayor fuerza era la envidia; envidia por su suerte.

Así continuo caminando, esquivando uno que otro mendigo que aprovechaba las horas

en que la gente salía de trabajar para pedir monedas. De repente una muchacha

tensionada casi lo mata de un susto cuando le preguntó que sí él sabía dónde quedaba la

calle Saint-Asier? Cómo se le ocurría sorprenderlo de esa manera y emprender a

preguntarle algo que a él lo tenía sin cuidado, pensaba. Prestamente siguió su camino y

a lo lejos alcanzó a oír nuevamente la voz de la niña gritándole: “¿Caballeeero?!?!.”

Que a mi no me intercedan así cuando tengo prisa, pensó.

Llegó a la estación y sólo tuvo que esperar un par de minutos para que el ómnibus se

estacionara en frente suyo. Subió y escogió un asiento al lado de la ventana. Esta

decisión no era gratuita; optaba por mirar el paisaje de la ciudad a cruzar su mirada con

otras personas. Sus razones eran sencillas: por un lado podía vivir unos segundos de

incomodidad o, por otra parte, se le podrían acercar demasiado o llegar a hablarle. Para

él era una manera cortés de pasar aparentemente desapercibido, porque sabía que “era el

centro del mundo y aún así permanecía oculto para el mundo” como decía un viejo

amigo aristócrata al hablar de su presencia entre las multitudes.

El ómnibus lo dejó a un par de calles del café dónde había concertado la cita con

Dominique Abdellaoui. Miró su reloj de cadena y se sintió orgulloso por la puntualidad

con la que siempre llegaba a sus reuniones. Antes de llegar al café tuvo la delicadeza de

cerciorarse en el vidrio de varias tiendas que su reflejo fuera el que el esperaba; sólo

tuvo que acomodarse el sombrero. Previamente a su ingreso en el café, se quedó unos

cuantos segundos deslumbrado con la manera como se iban encendiendo las luces de la

ciudad para darle la bienvenida a una noche que seguramente prometía buenos

negocios.

* * *

33

LA HISTORIA DE UN HOMBRE DEFORME

“Si la masa no fue bienvenida, por su forma amenazante, como movimiento social, no se puede decir lo mismo de

su configuración como masa de consumidores. Este fenómeno se acentuó con el desarrollo de los grandes almacenes de novedades, cuando por primera vez en

la historia los consumidores se perciben a sí mismos como masa.” (Picó, 1998: 25)

“El más importante y significativo de los laberintos modernos fue colocado en el mundo del intercambio

y circulación de mercancías, que reproduce lo-siempre-mismo como lo-siempre-nuevo.”

Walter Benjamín9

“Pero “multitud” posee aún otro significado: el término se contrapone al de individualidad.

En la aglomeración de las grandes metrópolis, absorbe los rasgos de singularidad, integrando

al individuo en la masa anónima de caminantes.” (Ortiz, 2000: 111)

Esta es la historia de un hombre deforme; deforme y con tan mala suerte que le gusta la

moda y no tiene dinero.

Claude Michel es rentista y piensa que la presentación personal es lo más importante a

la hora de concretar sus negocios. ¡Pero es deforme! Y lo que se rumora es que llegó

tarde al ajuste de proporciones; imagínese el siguiente cuadro. Altura: un tanto menos

del metro y tres cuartos; su pecho es ancho y tonificado en tanto su cadera angostita y el

trasero plano. Ambos brazos nada prolongados y sus piernas… pues una larga y la otra

corta; botín plano para éste, botín alto para aquel, logrando así disimular tremendo

desnivel. Hacía arriba nos topamos con una cabellera rubia enrulada y unos ojos caídos

y eternamente parpadeantes. Nariz chata, labios pecosos y las perdurables cinco gotitas

de sudor que siempre acompañan su sien.

Hasta hace no muy poco tiempo, Claude Michel se sentía a gusto con el gabán holgado

y los pantalones prensados que le confeccionó Raimond el sastre. Pero sucede que ahora

éste hombre deforme gusta de la indumentaria que venden en el Boulevard Sébastopol.

9 Citado en Picó, 1998: 26

34

Cada sábado en la tarde llega a la entrada de hierro del boulevard como arrastrado por

un imán. Se siente complacido al sumergirse entre tantas personas congregadas por la

misma sed de adquisición que él siente. Una vez en esas, serpentea de un lado a otro

entre la multitud, haciéndose paso bruscamente hasta encontrar una tienda que llame su

atención.

Dos o tres horas más tarde, y siempre con las manos vacías, se encamina hacía su casa

al otro lado de la ciudad. Con un poco más de sudor en la sien y los cachetes rojos de

calor y rabia. Es así como evidencia que no consiguió nada que se ajuste a sus

imperfectas proporciones, ni mucho menos a su exiguo presupuesto.

Es lunes nuevamente y Claude Michel va en el tren portando el mismo gabán marrón de

hace cinco años y ocultando la camisa blanca como hacen los burgueses. No tarda en

darse cuenta que el hombre que está a su lado hace 45 minutos, el que está en frente, y

aquel que acaba de ingresar al tren llevan puesto el mismo chaleco de lino que el tanto

quiso comprar dos días antes. Minutos más tarde llega al oeste de la ciudad a rentar un

domicilio y vuelve a sentirse mal, cuando sus distinguidos clientes también llevan

puesto el chaleco que el tanto quiso comprar.

Claude Michel vuelve el siguiente sábado al bulevar, con intenciones positivas siente

que en esta oportunidad va a hallar el adecuado reemplazo a su desdeñado gabán. Una

vez más se abre paso entre caballeros y damas afanosas que no pueden perder un minuto

en encontrar lo que van a comprar. Una vez más, Claude Michel se prueba y desprueba

mil y una prenda sin encontrar un sólo chaleco que le logre cerrar. El sudor, el calor y

las manos vacías lo vuelven a acompañar, pero esta vez deja ver sus dientes con una

sonrisita de felicidad. Aquel día oyó el mejor consejo que un vendedor le pudo dar:

“Espere una temporada y seguramente encontrará un traje novedoso que se ajuste a su

cuerpo y voluntad”.

Pasa una temporada y Claude Michel vuelve al bulevard. Qué sorpresa cuando la

novedad de la última colección está en el cambio de los tonos y nada más. Ahora el

marrón se impone y el hombre piensa, “al fin y al cabo el gabán no está del todo mal.”

35

Ésta fue la historia de un hombre deforme; deforme y con tan mala suerte que le gusta la

moda y no tiene dinero para pagar por el derecho que tiene su individualidad a vestirse

como todos los demás.

* * *

36

1.2. EN LATINOAMERICA

Conquista, Colonización e Independencia en América Latina; los hechos que

ineludiblemente cambiaron el rumbo de los pueblos indígenas. Un día antes de que

llegaran los conquistadores españoles, los indígenas hacían parte de asombrosos

imperios donde ejercían total autonomía política y cultural a lo largo y ancho de

extensos territorios desbordados de naturaleza y riquezas.

La Conquista de América, que comenzó en la última década del siglo XV, fue el

acontecimiento que definió una ruptura histórica entre un pasado indígena que jamás

volvería a ser el mismo y un futuro inimaginable tanto para ellos siendo habitantes

como para los recién desembarcados. Éstos últimos, escoria española principalmente,

presumieron que habían llegado a tierra de nadie, un lugar incivilizado y lleno de

hombres salvajes, y bajo este supuesto se dejaron llevar por acciones ambiciosas y

violentas a través del proceso de colonización.

Y es así como en estas tierras de nadie, los ahora colonizadores se vieron obligados a

civilizar a los indígenas. Fue entonces cuando se sintieron con todo el derecho para

adueñarse de las tierras y extraer las fortunas que posteriormente enviaban a España. De

la misma manera, impusieron sus costumbres y obligaron a los indígenas a entender el

mundo como ellos lo hacían, a través de la cristianización forzosa. Sentían que debían y

podían hacerlo; asumiendo que estos individuos ignorantes no tenían ya una manera de

comprender y experimentar el mundo que los rodeaba.

Fue así como dentro de su misión civilizadora se veían en la tarea de reducir el

salvajismo, es decir, de reducir a los indígenas tanto física como espiritualmente,

exigiéndoles trabajar arduamente o matándolos. Justificaciones para realizar dichas

atrocidades no les faltaron, aseverando que los indígenas eran ebrios, vagos, perezosos

infantiles, desordenados y hasta llegaron a violentarlos psicológicamente afirmando que

no tenían alma, negando así su condición humana. José Luis Romero afirma lo

siguiente:

37

“El aniquilamiento de las viejas culturas –primitivas o desarrolladas- y la deliberada

ignorancia de su significación constituía el paso imprescindible para el designio

fundamental de la conquista: instaurar sobre una naturaleza vacía una nueva Europa, a

cuyos montes, ríos y provincias ordenaba una real cédula que se les pusieran nombres

como si nunca los hubieran tenido” (Romero, 1998: XXV)

Siguiendo sus intereses, el paso sucesivo fue urbanizar poblaciones que eran

principalmente rurales sin importar en lo absoluto la infraestructura y la naturaleza que

existiese antes. Y así, escogieron ubicaciones geográficas a su antojo y empezaron a

erigir una red de urbes que les permitiría configurar una “América hispánica, europea,

católica” (Romero, 1999: XXVII), creando así una sociedad homogénea, dependiente y

sin autonomía para expresarse. Lo que opina José Luis Romero al respecto: “Fue

designio de ellos borrar los vestigios de las viejas culturas indígenas, y lo cumplieron

implacablemente, acaso porque estaban convencidos de que era justo hacerlo con

infieles.” (Romero, 1999: XXIV)

Fue así como las ciudades se construyeron siguiendo ciertas pautas de arquitectura que

indicaban que debían ser erigidas según la forma de un damero. El resultado era una

tanda de manzanas cuadradas, separadas unas de otras por calles horizontales y

verticales. Eran ciudades diseñadas para controlar y vigilar fácilmente a la nueva

sociedad urbana que debía someterse a un sistema colonial de dominio ideológico,

político, económico y social por parte de los españoles.

Paralelamente a la urbanización, y haciendo parte de todo el plan de civilización, estuvo

siempre presente el tema del mestizaje. Desde un comienzo fue inevitable la fusión

racial que derivó en una sociedad jerárquica y heterogénea que debía convivir en un

mismo territorio. De esta manera tuvieron que coexistir españoles, criollos, mestizos,

mulatos, negros, indios y zambos.

Después de un largo periodo colonial, contradictorio y problemático, y durante las

últimas décadas del siglo XVIII, los criollos formaron burguesías locales deseando su

Independencia para poder tener y ejercer libremente su poder político y económico. Por

otro lado, España ya había perdido protagonismo en Europa y la Revolución Francesa y

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la Independencia de los Estados Unidos fueron fuente de inspiración para la burguesía

criolla.

Después de diversas guerras, los pueblos latinoamericanos finalmente obtuvieron su

independencia, sin embrago, no todo fue color de rosa. Los problemas se complejizaron

empezando con la definición de quiénes serían los nuevos dirigentes de la nación.

Realmente no era una tarea fácil, porque como dice José Luis Romero: “En la sacudida

general que había sufrido la sociedad después de la Independencia, el cambio más

profundo se había producido, precisamente, en las clases dirigentes.” (Romero, 1999:

230-231)

Estos personajes tenían que comprender que no podían evadir una historia propia que

les exigía asumir sus consecuencias en todos los cambios que se presentaban y las

decisiones que debían tomarse. Entonces, el reto de los nuevos dirigentes fue organizar

las nuevas naciones y nacionalidades; definir su personalidad específica y crear nuevas

ideologías para una sociedad totalmente heterogénea, de acuerdo a la situación en la que

se encontraba cada región.

Fue así como desde las primeras décadas del siglo XIX, la nueva clase dirigente se fue

conformando a través de guerras civiles entre grupos que ineludiblemente chocaban

entre sí: la burguesía urbana, los campesinos10, los progresistas y los conservadores.

Quienes llegaron al poder tuvieron que decidir sí seguir o evitar el modelo europeo. Sin

embargo, las ideologías que se iban formando, de una u otra manera estaban

influenciadas por los estímulos, presiones y modelos que venían de Europa. Como dice

José Luis Romero: “Y siempre partieron de la imagen de una América europeizada, de

la América como una nueva Europa., inmersa en el sistema de relaciones creado por

Europa y dirigido por ella.” (Romero, 1999: XXIX)

Finalmente, las clases dirigentes aceptaron la doctrina del progreso a la que habían

estado sometidos durante tanto tiempo; esta vez, se ponían las cadenas por todos para

volver a una dependencia que ahora se jugaba bajo otras reglas. Esto determinaría el 10 Los campesinos que fueron excluidos durante el siglo XVIII jugaron un papel importante en el XIX, al intentar vincularse a la clase dominante y ofrecer sus costumbres y tradiciones que contrastaban con las urbanas.

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rumbo de las ciudades latinoamericanas y la manera en que todos y cada uno de los

múltiple y desiguales grupos sociales debía entender y experimentar la vida urbana. A

propósito de las clases dirigentes Néstor García Canclini expone al respecto:

“Las oligarquías liberales de fines del siglo XIX y principios del XX habrían hecho

como que constituían Estados, pero sólo ordenaron algunas áreas de la sociedad para

promover un desarrollo subordinado e inconsciente; hicieron como que formaban

culturas nacionales, y apenas construyeron culturas de élites dejando fuera a enormes

poblaciones indígenas y campesinas que evidenciaban su exclusión en mil revueltas y

en la migración que “trastorna” las ciudades.” (García Canclini, 1990: 21)

A continuación, los relatos de diversos personajes que nos hablan de la vida en las

ciudades de América Latina durante los siglos XIX y XX.

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1.2.1. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL.2

VIDA JUERTE

En cuanto a los contrastes: campesino – ciudad

“Nunca convocada antes, se vio solicitada para participar en la lucha por el poder

y las ideologías, y respondió acudiendo al llamado y reclamando el papel que su fuerza parecía justificar.”

(Romero, 1999: 205)

“Campo y ciudad, vida rural y vida urbana, expresan los polos que puso de manifiesto

la irrupción de la sociedad criolla dentro del marco todavía vigente del mundo colonial.”

(Romero, 1999:230)

“De tal contradicción no se saldría hasta las últimas décadas del siglo, cuando los usos extranjeros derrotaron a los de tradición criolla,

convirtiéndolo en leves resabios nostálgicos. Pero hasta esa época, y desde la Independencia,

las nuevas sociedades vivieron en la contradicción, elaborando sucesivas combinaciones.”

(Romero, 1999: 271) -¿Abuelo, es verdad que usted y mi abuela Magdalena se conocieron en un teatro? Me

preguntó Ángela, mi nietecita de once años, un día que nos arrimamos a la fuente de la

plaza a esperar que empezara la misa de las cinco.

-¿De dónde saca esas ocurrencias, su papá le dijo eso?

-No, mi tío Aníbal me dijo que había sido una historia muy patriótica y…

-Ja! ¿Qué tiene que ver el caldo con los huevos? Nunca he entrado a un teatro en

tantísimo tiempo que llevo viviendo en esta ciudad. Venga, más bien le cuento de

primera mano cómo jué que nos conocimos su abuela y yo. Es un cuento estirado pero

lo que tenemos es rato pa’ cotorrear.

Yo nací y crecí por Sierra Verde, en el campo. Mi familia era muy pobre y mi amá tenía

que alimentar a ocho hijos ella solita, porque el infeliz del señor con el que se juntó fue

un español que la puso a tener hijos y después se jué. –Se dice fue, abuelo.-

Aja, entonces cuando yo tenía catorce años empecé a trabajarle a un patrón en una

haciendota, eso sí era naturaleza, no los tres árboles que uno vista por acá. Bueno, junto

con otros cincuenta, teníamos que cultivar la tierrita y como decía el patrón: “¡Aquí se

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cultiva la riqueza que alimenta al pueblo, así que trabajen juerte!” Y juerte sí que era ese

trabajo: como catorce horas al día en pleno sol, lluvia, cargando bultos, arando y de todo

que usted se imagine. Sabíamos que nos explotaban pero también sabíamos que así

nunca nos faltaría la comidita del diario y lo de llevar pa’ la casa.

Un día el patrón nos reunió a todos los trabajadores y nos dijo que en la ciudad nos

necesitaban; que montáramos todos los caballos de la hacienda, agarráramos nuestros

cuchillos y saliéramos a pelear junto a los hombres del Coronel Jacobo López.

Recuerdo cuando nos dijo: “El campo siempre ha sido ignorado, aún en las guerras de

Independencia cuando se llevaron hasta los negros y a todos los indios a pelear. Ahora

sí, que esos señoritos urbanos se cuiden, porque el campo ha sido convocado para estas

batallas internas y es nuestra oportunidad para meternos con los que luchan, y porai

derecho untarnos de tanto poder. ¡Arre pues que nos juimos!”

Cuando eso, yo tenía dieciocho años y nunca antes había estado en una ciudad. Y pa’

que le niego que mucho miedo sí me daba, pero cuando me di cuenta que éramos cipote

ejército de campesinos a caballo, me sentí bien juerte. Así como alguna vez los

españoles llegaron a imponerse con sus caballos ante los indígenas, en ese momento

nosotros llegábamos a imponernos con nuestros caballos ante los urbanos. ¡Tremenda

bestia! Y es que estoy seguro que en las mentes de todos esos animales son purito

poder, potencia y un posible sometimiento pal que se atraviese en el camino; en el

nuestro en ese caso. Lo más impresionante de todo jue cuando entramos por primera vez

a la ciudad; todas las gentes en las calles nos veían con terror, gritaban y corrían. Sobre

todo los blancos medrosos; los negros eran más tranquilos, porque en ninguna situación

tenían nada que perder. Además, dentrando en las plazas, el patrón nos gritaba: ¡Somos

el pueblo en armas y nadie nos va a derrotar! Y así todos nos emocionábamos más.

-Se dice entrando abuelo-, me dijo la niña mientras miraba a su alrededor para

cerciorarse que nadie me hubiera oído. Y me preguntó, ¿Eran plazas como ésta?

Pues casi la misma cosa. Ya han pasado poco más de cincuenta años y todavía están las

mismas iglesias, las mismas casonas con balcones, las mismas plazas, las mismas rejas.

La misma somnolencia. Acá nunca han dejado derrumbar la ciudad colonial para

construir tantísimos edificios, jardines franceses, hoteles pa´ ricos; si ni siquiera han

42

empezado con juicio la construcción de la estación del ferrocarril. Han tenido que

arreglar unas cuantas cosas y eso porque esta ciudad se ha convertido en campo de

batalla durante algunas épocas -como cuando yo llegué- y pues las calles quedaban

destruidas y muchas casas también. Pero los pobres obreros siempre tienen que

reconstruir en vez de hacer cosas diferentes, como esas que uno oye que hay en esas

otras ciudades grandes y bonitas que son muy parecidas a las europeas.

Bueno, en fin, yo no le quiero hablar de batallas, ni destrucciones ni cosas de esas, pero

ahora viene una parte de mi vida que más bien es como terrible, pero fue cuando más

gocé. Pues imagínese que después de las guerras muchos de nosotros no queríamos

volver al campo a que nos explotaran, aunque en la ciudad muchos de los doctorcitos y

las mujeres emperifolladas ya habían empezado a rechazarnos por no hacer parte de los

elegantes, como quien dice, por vestirnos con ruana, andar descalzos y tomar agua de

panela, en vez de vestir con chaleco, usar botas de charol y tomar té, ¿puede creerlo?

Porai a los mulatos y negros también les daba por esas del rechazo, porque ellos no

gustaban de nuestras maneras de pensar.

Así que muchos de nosotros, que no entendíamos ni papa de ese mundo decente,

resentidos por tanto rebajamiento y con ganas de hacer lo que se nos viniera en gana, ser

libres era lo único que se nos antojaba después de matarnos como bestias en el campo.

Nos escapamos de nuestros patrones y nos volvimos bandidos: nos escondíamos en los

caminos a las afueras de la ciudad y atacábamos y asaltábamos a los viajeros, las

diligencias, las carretas, los jinetes y hasta las haciendas que estuvieran porai. Viví así

por tres años, buscando riqueza, robando y matando. Y ahí sí que las gentes de la ciudad

nos empezó a odiar y a temer, por esa época nos llamaban “vagos, carentes de

principios” y “malentretenidos”. Y pues sí, lo éramos.

En una de esas atracadas fue que conocí a su abuela, una india sabrosona. Me dejó

atolondrado desde la primera vista que tuve de ella. Y pues usted todavía no sabe cómo

es el amor, pero ya lo sabrá; no fui capaz de quitarle nada y más bien me obsesioné con

su belleza y empecé a buscarle el ladito hasta que se enamoró de mí. Tuve que dejar esa

vida de bandido para poder volver a la ciudad y casarme con ella.

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En esa segunda entrada a la ciudad tuve que agachar cabeza y aceptar la vida de los

señoritos urbanos; perdí la juerza con la que entré por primera vez. Encontré muchos

más campesinos adaptándose a la vida en la ciudad y para mi sorpresa los de las clases

altas habían cogido muchas de nuestras costumbres y en un tiempo no era raro ver a las

señoras elegantes con vestidos de seda y el cabello trenzado, o a los hombres tomando

caldos con cognac. Ahora ya no se ve de eso porque todos prefieren ser igualitos a esos

blancuzcos distinguidos que cada vez que vienen aplican sus modas europeas y ay del

que no las siga.

-¿Usted también, abuelo?-

-Pues no le niego que me guste el cognac, pero no cambio mi agua juerte por nada.

¿Qué tal el cuento? Ya nos perdimos de la misa porque le cuento que empezó hace rato.

Vamos pa’ la casa que su abuela seguramente nos debe de estar esperando con lechecita

envinada.

* * *

44

FESTIVIDAD RELIGIOSA

En cuanto a los contrastes y el ascenso social

“Era en los suburbios donde tenía su baluarte la delincuencia urbana, allí donde nadie sabía quién era nadie,

donde nadie preguntaba al recién llegado qué había sido antes.” (Romero,1999: 214)

“Cien oficios y ocupaciones desempeñaba, sin embargo, la clase popular,

pero ninguno permitía salir de esa miseria que mataba los estímulos. Era el resultado de la estructura misma de la sociedad.”

(Romero,1999: 229)

“El lujo podría llamarse la serpiente dorada de esta sociedad. Se ha enroscado en su corazón y acabará por roerlo.

Ya no constituye solamente un hábito: constituye una pasión, un vicio de nuestras familias.

El lujo deslumbra y atrae; da vértigos y produce fiebre. La sociedad en que vivimos ha llegado a este período.

No es precisamente la pasión del lujo lo que reina en Lima, es la pasión por la exterioridad.”

(Citado en Romero, 1999: 276)

Una vez más la ciudad es convocada para el jolgorio y la diversión en esta festividad de

San José. Ya veo como se empieza a amontonar la gente decente con el populacho; los

ricos y los pobres; los letrados e ignorantes; la chusma, los campesinos y los negros;

conservadores con liberales, y los de medio pelo entre todos ellos. ¡Pero que revoltura

de personajes! Todos y cada uno interpretando su mejor papel, mejor dicho, el que más

le convenga cuando de exponerse en público se trata. Y es que sí parecen como en un

escenario o más bien como si estuvieran siendo vigilados o evaluados, porque ay que

pongan a todas estas gentes a compartir y departir un día común y corriente; no han

pasado ni cinco minutos cuando cada quien se da cuenta que hace parte de mundos

bastante diferentes.

Entre el alboroto de la banda de músicos, el llanto risueño de los niños, los ladridos de

los perros y el estallido de todo tipo de pólvoras, a lo lejos alcanzo a oír a un anciano

pidiendo limosna. Estos personajes siempre aparecen en los mercados o en los días de

fiesta como hoy. Dan lástima; se ven harapientos y sucios. Pobres pobres, ni para qué

trabajan. Ya no tienen esperanzas de nada y las motivaciones las perdieron hace rato;

están resignados a su condición y saben que van a morir miserables. Siempre

arrastrándose o tirados en el piso exponiendo su inferioridad hasta el límite.

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Ahora veo a un grupo de obreros gozando del traguito que va y viene; que se beben

como si fuera el último de sus vidas. Yo no los juzgo, que aprovechen para olvidarse de

las deudas y los malos tratos; de vivir en casuchas malolientes y del chocolate frío, pero

sobretodo, que se olviden de la angustia que sienten por saber que así realicen mil

trabajos, se van a quedar en la misma situación toda su vida, por que lo que hay no es un

puente sino un abismo que los separa de la clase a la que aspiran pertenecer. ¡Ay San

José, eso merece otro trago!

Poco a poco se va embelleciendo la escena cuando empiezan a aparecer y a hacerse

notar los hijos del placer. Vienen de deleitarse con ópera italiana, polcas y valses a

entretenerse con la agitada música popular. Pero de ninguna manera van a perder la

oportunidad de mostrar el reloj, las sedas, las botas o el sombrero que compraron en su

último viaje a París o Londres; en su defecto, que adquirieron en un almacén de

novedades del centro pagando el doble o más del precio original. Saben que están

siendo observados por todos y en cuanto más brillen mejor; en cuanto más

inalcanzables, europeos, elegantes, privilegiados se vean, mejor, mucho mejor.

La élite: todos queremos ser reconocidos como parte de ésta, pero cuan difícil es. A

decir verdad no me importaría ser un general corrupto y sanguinario tan sólo por estar

sentado en los más exquisitos banquetes, en los cuales, a propósito, incorporaría el

aguardiente, me vestiría con pantalones blancos de lino y tendría en mis manos armas

poderosas. Tampoco me molestaría hacer parte del Alto Clero; ya mismito sacrificaría a

mi mujer y pagaría cualquier penitencia en pos del honor y la arrogancia. También

podría ser un burgués: ¡Comerciante hasta en mi propia casa! pero eso sí, con buenas

mañas, sano, orgulloso y muy ostentoso; que desde mi levita hasta las copas de vino

tuviesen incrustaciones de oro. Y por qué no, hasta banquero rico, gordo y aburrido

podría ser.

No estoy soñando como un loco, nada de eso. Está el caso de Lucio Arboleda, empleado

de medio pelo como yo, a quien se le apareció la diosa fortuna con un golpe de suerte

que lo llevó a importar encajes belgas. Y así, terminó entrando en los círculos más

selectos de la ciudad y a ser parte de sus clubes, bailes y reuniones. Todos en el barrio

nos preguntamos por qué a ninguno de nosotros se nos ocurrió antes… ay Lucio que

envidia te tenemos, pero qué bueno que todavía no nos ha tocado entiesar el culo.

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Pero eso sí, los más venturosos son los comerciantes extranjeros. Los ingleses,

franceses, alemanes, italianos y portugueses. Los que entran derechito a ocupar los

primeros puestos de la élite. No se han puesto la primera camisa y ya está a la moda.

Pero claro, son los del buen gusto; los que vienen de donde todos queremos ser, los que

son lo que todos deseamos ser.

Nadie cuestiona su origen o sus intenciones. Estoy seguro que muchos fracasaron en sus

países de origen y se dan cuenta que esto por acá es una minita de oro donde podrán

lograr lo que allá no pudieron. Ambiciosos y aventureros tenían que ser y pa’ qué, pero

tienen los almacenes de novedades más hermosos de la ciudad y hasta se parecen a sus

productos: con estilo, diferentes a lo tradicional, frescos, llamativos… hace poco oí que

ahora son llamados “el alma de la población”. Además, viven en las casas más

hermosas, en los barrios más lujosos de la ciudad, en donde uno se topa con residencias

tipo palacio.

Entre todas estas, ahora veo campesinos corriendo desbocados por las calles y algunos

ya están hasta improvisando bailes y cantos. Son gentes de expresión espontánea,

pegados a la tradición. Alguien de la clase alta me corregiría diciendo que son de

ideología espontánea. En todo caso, es inevitable la mirada curiosa de ciertas señoritas

que ahora mismo se distraen concertando matrimonios y compartiendo chismes. De

repente una de ellas suelta un grito desesperado. Le acaban de robar alguna de sus

pertenencias. Quién sabe qué jovencito hizo semejante burrada, porque la seguridad en

estas celebraciones suele incrementarse.

Y es que ahora hay mucha inseguridad y miedo en las calles. Ya no se puede vivir tan

tranquilo como antes, porque se ha conformado una delincuencia urbana que viene

desde los suburbios a robar, asaltar y hasta matar. Lo preocupante es que a medida que

se aumenta la población se extienden los suburbios y aparecen nuevos. Son un mundo

ajeno donde jóvenes resentidos y maliciosos crecen entre los prostíbulos, el juego y las

tabernas. A cierta hora del día y de la noche es mejor refugiarse en las casas y no

prestarse para malos ratos como el que debe estar pasando la señorita en estos

momentos.

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Después de tanto esparcimiento, cae la tarde y se adentra la noche. Y antes de que me

sorprenda la iluminación de la ciudad mejor me voy a mi humilde morada. Ya quisiera

que fuera una casona y que mi mujer me estuviera esperando con brandy y aceitunas.

Por su parte, los pobres se irán a dormir la borrachera a sus cuchitriles y los ricos

podrán disfrutar tranquilamente de comilonas privadas y bailes pomposos.

* * *

48

SEÑOR BRADBURY

En cuanto a los contrastes y el comercio

“(…) las burguesías criollas habían perdido parte de su fuerza, y sólo la recuperaron gracias a la creciente actividad y a la influencia

que alcanzó un nuevo sector que se incorporó a la vida de las ciudades y tiñó su fisonomía: el de los comerciantes extranjeros.”

(Romero, 1999: 231)

“Raramente el recién llegado podía percibir la intensidad del cambio que se estaba operando en la vida de las ciudades,

y sus observaciones sólo sorprendían un momento del proceso.” (Romero, 1999: 256)

“Tanto el observador extranjero como el observador nativo

que había visitado Europa analizaban y juzgaban las ciudades según ciertos patrones que denunciaban el estancamiento o el progreso.”

(Romero, 1999: 257)

“Las clases acomodadas apetecían los más variados productos franceses e ingleses: muebles, alfombras y vajillas,

telas, encajes, adornos y prendas de vestir, vinos, aceites y dulces. La obsesión de estar al día con la moda europea

promovía una importante corriente comercial (…).” (Romero, 1999: 219)

El señor Bradbury era un comerciante inglés que había llegado a la ciudad un año atrás,

y desde entonces abrió una mueblería muy exclusiva y elegante en la esquina de San

Martín y Lorenzo del Campo. Había oído muchas historias atractivas sobre el nuevo

mundo, y él, un hombre de pueblo pero con espíritu aventurero y emprendedor, no

titubeo ante las circunstancias que se le presentaban y se embarcó hacía América.

Decidió quedarse en la primera ciudad que arribó pues no le interesó ir en busca de otra.

Ésta era un puerto y como tal se enriquecía y progresaba con los resultados del

comercio permanente. Sabía que esa ciudad era potencialmente poderosa debido a su

actividad comercial y que desde allí podría invocar a la diosa fortuna. Por otro lado,

había quedado impresionado con las similitudes que descubría entre ésta y varias urbes

europeas, y no tardó en darse cuenta que definitivamente el estilo era bastante

afrancesado.

No estaba equivocado pues varios años atrás, urbanistas franceses se habían puesto en la

tarea de modificar y arreglar la ciudad; derrumbar murallas y construir nuevas calles.

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Se decía que se destruía la ciudad vieja para construir la ciudad nueva,

indiscutiblemente todo estuvo inspirado en París y pretendieron llenarla de lujos. Por

otro lado, la ciudad tenía teatros, edificios ambiciosos y monumentales, jardines de

ensueño, hoteles tipo europeo, negocios por doquier, filiales de grandes bancos

extranjeros (después se enteró que los locales habían fracasado), y bullicio, alegría,

movimiento y actividad incesante.

Sin embargo, estas fueron sus primeras impresiones, las que saltaban a la vista, ya que

sin mucho esfuerzo empezó a notar a los negros, la indigencia, suciedad, inseguridad,

injusticias e indiferencia que brotaba por las calles. Y no pudo irse muy lejos para evitar

estas diferencias, porque él mismo exponía un tremendo contraste al compartir su

distinguida mueblería con una barbería, una taberna y un edificio residencial que

dejaban mucho que desear. Después de un año, ya estaba más que acostumbrado a todo

esto.

El tercer sábado de cada mes, el señor Bradbury se iba para el puerto a recibir la

mercancía que le enviaban desde Inglaterra. Allí se encontraba con amigos comerciantes

de Francia, Alemania y por supuesto burgueses criollos, puesto que allí llegaban todo

tipo de objetos de uso cotidiano, decoración para el hogar, alimentos y bebidas. Por otro

lado también arribaban instrumentos y máquinas como rieles, locomotoras y vagones

que harían parte del nuevo mundo industrial que se estaba desarrollando. Además, una

vez se empezaron a construir las líneas férreas era imposible parar de importar este tipo

de productos.

Para el señor Bradbury siempre era un espectáculo ver cómo llegaban y salían una suma

sorprendente de bultos, cajas de mil tamaños, barriles y demás. Sin embargo, siempre

era un martirio tener que lidiar con los proteccionistas del mercado interno -las

artesanías y la industria alfarera, de vidrio, paño y azúcar-, que se iban a los puertos a

protestar y armar alboroto. Ellos sentían que los extranjeros poseían el monopolio de los

negocios y se embolsillaban un dinero que podría ser para el país.

No era para menos, muchos industriales locales se habían quebrado por tratar de

competir con los extranjeros: por implementar técnicas perfeccionadas en sus

rudimentarios sistemas de producción o por querer hacer productos iguales a los

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europeos que a la final no daban la talla y no se vendían en ningún mercado.

Empresarios siempre impulsados por el afán de la vida industrial.

Después de muchos años a cargo de su mueblería y experimentando la lujosa y

gratificante vida de comerciante extranjero, el señor Bradbury hizo lo que nunca había

hecho desde que arribó en América: irse de viaje por el interior del país. Para su

sorpresa, se enamoró de una ciudad colonial, elemental y estancada en su progreso.

Decidió llevar una vida más tranquila, bastante parecida a la que había vivido en su

pueblo inglés.

* * *

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DEL INFIERNO AL CIELO Y DEL CIELO AL…

En cuanto al desplazamiento

“Las ciudades crecían, los servicios públicos se hacían cada vez más deficientes, las distancias más largas, el aire más impuro, los ruidos más ensordecedores. Pero nadie - o casi nadie- quiso

ni quiere renunciar a la ciudad” (Romero, 1999: 399)

“Construida originariamente a cierta escala, se había ensanchado

luego para dar cabida a la sociedad burguesa, y había sido provista de una moderna infraestructura de servicios suficientes para su número.

Pero la explosión urbana modificó ese número y la ciudad física amenazó con explotar también.”

(Romero, 1999: 422)

“Poco a poco se descubría que nadie conocía a nadie. El número sobrepasó las posibilidades del transporte urbano.

Aumentaron los automóviles, desaparecieron los tranvías para ser reemplazados por ágiles autobuses, pero a casi todas las horas,

y especialmente en las horas pico, hubo que contar con un rato para salir del centro”

(Romero, 1999: 422)

Eran las 5:30 de la tarde y aún no había salido de su nuevo apartamento. Había quedado

de verse con Carmela a las 6:00 p.m. para ir a una prestigiosa obra de teatro. Ya estaba

retrasado. Salió de su casa y recordó que no había sacado las llaves del automóvil, así

que regresó a buscarlas y como era de esperarse, las llaves no estaban donde se suponía

que debían estar. Después de algunos minutos, las encontró en el bolsillo de su chaleco.

Fueron minutos valiosos.

Finalmente bajó los 4 pisos necesarios para llegar al primero, salió del edificio, se

montó en su automóvil y emprendió el recorrido para encontrarse con su esposa. Era

una pésima hora para salir, muchas personas se empezaban a movilizar por la ciudad;

algunos para asistir a eventos; otros salían de las fábricas; unos pocos más entraban a

trabajar y muchos salían en búsqueda del placer y del abrigo de la oscuridad.

Las calles estaban repletas de personas en las aceras y desde el automóvil Rubén se

divertía observando la cara de los transeúntes mientras aguardaba que la masa de metal

vehicular fluyera por lo menos un poco. Era el típico tráfico de hora pico que ya era

tradicional en la ciudad hacía unos años.

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Bueno, como les contaba, Rubén estaba entretenido viendo las caras y los gestos de los

transeúntes, pero no sólo estaba entretenido, también disfrutaba y se divertía. La

mayoría de personas estaban muy serias, con sus cejas un poco fruncidas o sus labios

apretados. Los continuos choques físicos entre personas provocaban cambio en los

gestos de los participantes. Ahora no sólo estaban serios, también incómodos y

disgustados. Pero no había forma de evitar esos encontrones repentinos; siempre en el

río de humanidad los flujos se alteraban y provocaban pequeñas colisiones. Pero en esas

avenidas de personas por lo menos había movimiento, Rubén ya llevaba algunos

preciados minutos estancado en el tráfico. Pero lo más importante para él, era que nadie

invadía su espacio personal; estaba en su vehículo protegido de la masa transgresora.

En medio de su pasatiempo, Rubén empezó a notar algunas constantes. Por supuesto lo

primero que notó fue el mal humor, o por lo menos, la frialdad de los caminantes. Nadie

hablaba, simplemente se desplazaban. Observó que la gente no cedía el paso ni era

cortés como se acostumbró unos años atrás, ahora cada persona se procuraba un mejor

lugar y aprovechaba cualquier oportunidad de mejorar su situación, o por lo menos,

hacía lo posible para que no fuera peor.

El segundo aspecto fue que le llamó la atención fue la insuficiencia del espacio. Notó

que las aceras eran muy chicas para el batallón de caminantes; eran muy angostas lo que

estaba relacionado con el malestar de la comunidad caminante. Por supuesto dedujo que

la falta de espacio era consecuencia del amplio espacio que se le había dedicado a la

avenida, el cual era fundamental para que cupieran los carros. Pero el espacio de los

automóviles fue lo tercero que advirtió. Era insuficiente. Los carros debían parquearse

en la orilla de las calles y esto hacía que el tránsito fuera aún más denso.

Rubén siguió observando diferentes constantes como el aparente afán que tenían casi

todas las personas, o la continuidad de la altísima pared conformada por las fachadas de

los edificios que delimitaban el paisaje. Al parecer las casas estaban en vía de extinción,

las personas ya no vivían junto a otras, sino también sobre y debajo de diferentes

personas. De pronto Rubén salió de su trance analítico y miró el reloj. Faltaban diez

minutos para las seis, sintió una extraña sensación de impotencia, y es que realmente no

podía hacer nada, todo dependía de elementos externos que estaban fuera de su control.

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Pero lo interesante de este momento no fue la hora ni cómo se sintió, incluso, ni siquiera

fue el momento en sí, fue lo que sucedió después. Cuando Rubén levantó la cabeza tras

mirar su reloj, empezó a ver la ciudad de una manera muy diferente. Sin ninguna razón

aparente, comenzó a percibir la ciudad como si fuera un organismo vivo, o peor aún,

como si fuera una máquina sistematizada de esas provenientes del extranjero. Todo se

movía a un ritmo específico, la uniformidad de los faros a lo largo de las calles y todas

esas ventanas conectando los espacios internos con los externos le daban al entorno un

aire de… “mecanismo estructurado”.

Si embargo, el mecanismo no funcionaba tan bien y eso era evidente para Rubén, por lo

menos el flujo que marcaba el ritmo parecía estar atascado o entorpecido; a pesar del

afán de las personas la lentitud forzada era la que predominaba en el paisaje. De pronto

una acertada reflexión se presentó en la cabeza de Rubén, el tiempo parecía no alcanzar

para lo mismo que antes, sobre todo porque ahora la gente debía salir con más tiempo

de anterioridad y malgastarlo en el desplazamiento, ya no tan ágil, desde la llegada de

muchas personas a la ciudad.

El hombre estaba dentro de su automóvil, pensando, anonadado por la claridad mental

que estaba experimentando. Todo tenía lógica y estaba basado en la causalidad y lo

mejor era que él la entendía. Ya había avanzado más de lo que pensaba, estaba

hipnotizado por la lentitud y entretenido con sus pensamientos aclaradores y no se había

dado cuenta de lo poco que le faltaba para llegar al teatro, pero ya eran las seis. Era

obvio que Rubén no encontraría un lugar para dejar el automóvil, por eso lo dejó a un

par de cuadras del recinto y decidió caminar.

Mientras se desplazaba paso a paso, una nueva sensación de agobio se empezó a

manifestar en su cerebro, en su estómago y en sus hombros. Era una sensación de

encierro, vulnerabilidad, tensión e impotencia la que estaba dominando su cuerpo

entero. También sentía un poco de complicaciones para respirar. Pero Rubén se dio

cuenta que no era claustrofobia lo que sentía, pues no estaba enclaustrado, pero tal vez

era… apretofobia, como lo plantea en su escrito.

Finalmente llegó muy angustiado a reunirse con Carmela, le temblaban las manos y

apretaba los músculos de su boca; bruxaba quizá para liberar tensión. Entró a la obra

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después de unos minutos de espera y en la mitad del espectáculo sufrió un ataque de

pánico, salió corriendo y se fue para su casa.

Allá, encerrado durante varios días escribió esta historia que les estoy contando. Tenía

serios problemas de redacción y de continuidad; era muy enredado pues reflejaba su

alteridad mental, pero yo soy su primo y lo supe entender, además soy consciente del

valor de sus percepciones, algún día las entenderán y lo agradecerán. Es por eso que he

decidido compartir esto con ustedes y aunque él ya no esté con nosotros, sé que deseaba

transmitírselo al mundo y yo seré su canal.

Rubén terminó su ensayo con un pequeño párrafo que decía lo siguiente:

“Como langostas, como malditas langostas en un pequeño acuario pasamos unos sobre

otros. Nos montamos y nos arrejuntamos, nos estrellamos ¿Nos conocemos?

En un cuadriculado acuario nos metemos hasta veinte langostas, pero notamos que sólo

es para diez, así que decidimos invitar a veinte crustáceos más. El acuario no da

abasto, el agua ya se derrama y la presión pronto hará ceder, hará ceder al vidrio,

pero también el instinto asesino que reposa en lo más oscuro. Pronto todo explotará

pero yo ya lo habré hecho.”

Rubén Aguirre

* * *

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DE RESISTENCIA

En cuanto a los burgueses

Mientras las ciudades se extendían poblando zonas periféricas,

el casco viejo de la ciudad conservaba su aspecto tradicional, muchas veces deteriorado por el tiempo y la presencia de grupos sociales modestos

que ocupaban las viejas casonas.” (Romero, 1999: 329)

Sus habitantes acusaban un deseo de tranquilidad y reposo, pero era

evidente que marchaban en búsqueda de ´exclusividad´, contando con que con el precio de la tierra evitarían invasiones indeseables:

era necesario poseer automóvil para poder vivir tan lejos de los lugares de trabajo”

(Romero, 1999: 428)

La preocupación estilística era fundamental en los barrios de alta clase media o de clase alta. Sólo viviendas de categoría

podían levantarse en ellos, y la categoría suponía consultar a un arquitecto –extranjero, si fuera posible-, discutir el plano y.

antes que él, el estilo” (Romero, 1999: 335)

-Jaime, ayer estuve en el club, me encontré con Pepita y con Mendieta, me estuvieron

contando las maravillas del nuevo lugar donde viven. Dicen que es un barrio precioso y

de mucha altura, con grandes casas y perfectos jardines al estilo francés. Al parecer es

precioso y muy tranquilo, y lo mejor es que queda apartado de… tú sabes, de la gente

normal.- Dijo ella con un tono altruista pero con marcados tonos de convencimiento. Él

giró su cabeza hasta lograr ver el rostro de su mujer, y sin soltar la prensa dijo – ¿Me

estas intentando proponer algo o simplemente estas manifestando tu reprimida envidia?

A mi me parece que donde vivimos estamos bien.-

Ella, con una taza de té en la manó y sin mirarlo, contestó –Pues tómalo como quieras,

simplemente creo que son buenos los cambios, no soy una mujer conformista y tú lo

sabes bien. Además, ¿qué tiene de malo estar cerca de la gente como nosotros? Gente

educada, con buenos principios y con muy buen gusto, en cambio acá, tan cerca de lo

común, de lo popular, a veces siento que se me pegan algunos modales. No me parece

malo marcar diferencia.-

Él con un poco de énfasis comentó –Mírame a los ojos cuando me hables, deja de estar

viendo esa taza de té como si fuera la gran maravilla y me parece que ya te diferencias

lo suficiente; te vistes con ropa traída de Europa o con los diseños que imitan su estilo,

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vas a un club donde sólo aceptan gente de tú nivel económico y social, tenemos un lindo

auto para que te muestres por donde te quieres mostrar y, finalmente, compras todas las

joyas y accesorios necesarios para hacerte notar. ¿Y todavía crees que no te diferencias?

¡Por Dios!-

Pasaron unos largos segundos donde el silencio primó en la habitación, sólo se oía la

respiración de él un poco agitada. Y de pronto, como el ave fénix, ella resucitó en la

conversación con un sutil y agudo llanto –hhhhhiiiiiiii- seguido rápidamente de un gran

suspiro tembloroso –hjhjhjhjhjhjhj- Él inclinó levemente la cabeza y con su mano

izquierda se cubrió los ojos y empezó a masajear circularmente sus cien. Parecía que ya

sabía lo que se le venía encima.

Ella levantó la cabeza y con los ojos aguados le dijo –No tienes ni idea de lo que dices,

todo esto es culpa tuya. Tú fuiste el que me metió en esta vida, el que se encargó de

acostumbrarme a estas cosas… pues ahora te jodiste, te aguantas. Recuerda que la idea

de entrar al club no fue mía, tampoco soy la única de esta casa que se viste a lo europeo,

¡hipócrita!- Cada vez el tono de sus comentarios se iban poniendo más fuerte e

impositivos. –Es ahora que te ha dado por la locura y quieres volver a ser lo que eras

antes, un simplón de clase media, dizque queriendo ir a partidos de fútbol con todo el

pueblo, a gritar y a descontrolarse: ¡reacciona! Y si, me quiero ir de acá, quiero irme

hacia las afueras de la ciudad, por donde Pepita y Mendieta. Quiero irme lejos del

Centro, que está lleno de degradación, mal gusto, de porquería y pobres. Es que es tan

colonial y poco moderno. ¿Hay algún maldito problema con que quiera vivir bien?

Tenemos el dinero y lo vamos a hacer.- Dijo en un tono muy firme, pero sus todavía

lágrimas, seguían escurriendo de sus ojos. –Ahh, y la taza es de la vajilla que

compramos en el viaje a Europa porque según tú era muy distinguida, no lo olvides.-

Todavía no habían tenido contacto visual, pero él terminó con eso cuando levantó la

cabeza y con una sonrisa en la cara miró a su esposa. –Ja ja ja, ¿Ahora el culpable de

tu estúpido modo de vida soy yo? No lo creo, no niego que fue gracias a mi esfuerzo

laboral y a algunos golpes de buena suerte en los negocios, pero tú estuviste dispuesta a

acompañarme en esta vida y lo hablamos. Eso no me hace el culpable de tú adicción a

ese modo de vida, yo he reflexionado: llevamos una vida de lujos materiales y nos

hemos olvidado de nuestra historia y por eso quiero retomar algunas cosas, por eso no

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quiero ir a aislarme a las afueras de la ciudad. Por supuesto que no quiero abandonar

todo lo que he conseguido en mi vida con tanta dedicación, pero no quiero ir más allá.-

Un par de segundos de silencio para tomar un aire y continuó –Yo sé que el Centro no

es de lo mejor en estos días, pero recuerda que cuando éramos jóvenes queríamos llegar

a vivir en el acá, cerca de la Plaza Mayor, donde los importantes, yo sé que ya no es así,

pero… ¿Y los recuerdos? ¿Y las experiencias? Te apuesto a que no has montado nunca

en un autobús desde que tenemos auto. Dejemos de ostentar y vivamos tranquilos, no

más moda europea, no más té inglés, no más aburridas óperas. Además, por los lados de

Pepita y Mendieta es muy lejos de la fábrica y tú sabes que debo ir a controlar desde

temprano a los trabajadores.- Su tono ya se había tranquilizado y sonaba reconciliador.

Mucho más tranquila y ya sin llorar, dijo: -Respeto la forma en que quieres vivir tú

vida, pero no me pidas que vaya en contra de la marea y de la costumbre. No encuentro

sentido a no darnos la vida que nos queremos dar. Porque niégame que te encantaría

vivir en una de esas enormes casas con diseños parisinos. Si quieres podemos seguir

viviendo acá, pero podríamos comprar una casita allá para ir un par de veces a la

semana, como una casita de campo. Y en cuanto al tráfico, Mendieta me contó que van

a construir dos grandes avenidas que se conectarán una con el Centro y la otra con la

Zona Industrial. ¿Qué dices? ¿Te animas? ¿Vas a pensarlo?-

Él se quedó mirándola un instante, volvió a sonreír y mientras negaba con la cabeza

preguntó – ¿Tú cerebro ha dejado de funcionar o qué? ¿No has entendido lo que he

dicho? Voy a ser muy claro. Si quieres irte a vivir a las afueras de la ciudad, dile a

Pepita y Mendietica que te vas a vivir con ellas. Y no se habla más del asunto.- Dijo

mientras se paraba del sillón y se dirigía al baño.

-Hhhhhhiiiiiiiiiiiiii- renaciendo de las cenizas…

Será una lucha de resistencia.

* * *

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CUANDO EL RÍO SUENA

En cuanto a las generaciones y sus procesos

“Donde había un sitio preestablecido para cada uno, comenzó a

aparecer una ola de aspirantes a cada lugar; y no eran solamente los recién llegados con vocación por la aventura

quienes destruían la armónica y estable sociedad tradicional; eran también los que ya formaban parte de ella sin participar.”

(Romero, 1999: 310)

“Fue, justamente, la posibilidad y la esperanza del acceso social lo que promovía la inmigración: del extranjero a los diversos países

latinoamericanos, y dentro de ellos, de las regiones pobres hacia las ricas, o del campo había las ciudades.”

(Romero, 1999: 323)

“Hubo trabajo en los talleres ferroviarios, en las fábricas de cigarrillos, de vidrios, de alpargatas, de artículos diversos que el fabricante creía

que podían competir con los importados.” (Romero, 1999: 325)

Sin duda soy eso que ahora denominan burgués. Y bien ganado sí me tengo ese

nombre, porque he trabajado lo que usted no se imagina, lo que posiblemente usted

nunca trabajará en toda su vida. Desde pequeño sabía que iba a ser millonario.

En mi infancia no tuve una vida del todo grata, siempre estaba deseando tener un poco

más, buscando ponerme a la altura de algunos de mis compañeros, que por fortuna

tenían más que yo. Deseaba tener los mismos juguetes que ellos; quería no sentirme

inferior por tener menos, pero precisamente era así como me sentía.

Pero esa es la historia de mi familia, una ruta marcada por el deseo y por el instinto de

superación. Todo empezó con mí abuelo, un hombre del campo, acostumbrado a su

tradición rural. Él decidió venirse para la ciudad por la alta oferta de trabajo que había

gracias a la aparición de enormes fábricas que requerían mano de obra barata. Fueron

muchos los que pensaron como él y migraron a las ciudades, era casi un común

denominador en la región; se sabía que si se quería prosperar había que dirigirse a las

ciudades, donde estaba el progreso.

A mi abuelo le tocó muy duro. Se vino con mi abuela, con mi papá y mis dos tíos, eran

cinco personas paradas en la mitad de la ciudad, ninguna sabía más que la otra, todos

estaban igual de perdidos, o bueno, eso es lo que contaba mi abuelo. La cosa es que

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todos se sentían igual de ajenos y extraños a ese nuevo paisaje que ahora los rodeaba.

Calles llenas de personas, con muchos negocios ofreciendo diferentes servicios y sobre

todo, mucho intento de organización. Como les digo, estoy tratando de transmitir lo que

mi abuelo me dio a entender.

El viejo y su familia estaban desorientados, nada para ellos era familiar, sentían que de

una u otra forma, si se sentaban en una banca estaban invadiendo el espacio de los

citadinos, se sentían como mosca en leche. Se sentían invasores y no era para menos, en

cada lugar donde se presentaban, los miraban como si fueran unos animales extraños

traídos de la selva o algo por el estilo.

Según entiendo, la primera noche que pasaron en la ciudad fue catastrófica y aterradora.

Tuvieron que dormir en una banca en una plaza que encontraron después de caminar

algunas horas. No sabían lo que buscaban, pero caminaron por puro instinto, tal vez,

para seguirle el paso a los transeúntes que los rodeaban. Pasaron por cafés y

restaurantes, edificios y avenidas, todo era muy de ése lugar, como decía mi abuelo. En

fin, caminaron como si fueran los únicos intrusos es un espacio ya reconocido y

habitado por todos los existentes.

La noche siguiente fue mejor, lo que recuerdo de sus historias es que al siguiente día mi

abuelo se encontró con un viejo conocido del pueblo donde vivían y los llevó a dormir

junto a él y a su familia. Ese encuentro de mi abuelo fue lo mejor que le pudo haber

pasado, porque el panorama que le deparaba era desolador y… bueno, creo que sólo

pintaba fracaso. Pero este personaje que se atravesó en la vida de mi abuelo fue el inicio

de la adaptación urbana. Las primeras noches durmieron las dos familias juntas en un

cuarto que el hombre había conseguido a muy buen precio hacía unos meses.

Como podrán notar, mi abuelo era un narrador muy detallista al igual que mi papá y yo,

creo que es una necesidad de transmisión que de una u otra manera asegura la

continuidad del proceso.

Bueno, en esa primera semana mi abuelo no sólo consiguió dónde vivir, sino que su

conocido le había informado de una vacante en la fábrica en la que trabajaba y por cosas

del azar el abuelo se lo había ganado, creo que tuvo algo que ver el amigo, pero no estoy

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seguro. Porque en esa época lo del trabajo estaba complicado, debido a la reactivación

económica de muchas fábricas nacionales y extranjeras, la mano de obra industrial fue

muy necesaria y la oferta de trabajo se había disparado, pero como todos estaban en las

mismas, viniéndose a las ciudades buscando el tan anhelado trabajo, la demanda era

mayor a la oferta y muchos llegaron acá y no pudieron trabajar.

Regresando a lo de mi abuelo, desde ese día fue que empezó a trabajar en la ciudad. Él

con su origen recio y pujante, trabajó en la fábrica en la que había incursionado por

cuestiones de casualidad o causalidad, no lo sé, durante treinta años, y nunca se quejó a

pesar de la obvia explotación a la que era sometido. Exceso de trabajo forzado y

monótono, poco tiempo para el almuerzo y largas jornadas de trabajo; nada para las

relaciones interpersonales y todo para la relación tiempo-producción.

“El comercio, las profesiones que ejercían los hijos de quienes

habían dado el primer paso, la vinculación a empresas que premiaban la lealtad y la eficiencia de sus servidores, y muchas veces la política,

fueron vías que permitieron ese acceso. En el otro extremo, las posibilidades de recorrer los distintos estratos de la clase media hasta llegar a los más

altos aumentaron con el desarrollo de los negocios y la ampliación del panorama que se abría a las sociedades en crecimiento.”

(Romero, 1999: 327)

“La integración recíproca comenzó a partir del momento en que los grupos inmigrantes consiguieron un techo y, sobre todo, un trabajo.

De ello derivaron necesidades y obligaciones que forzaron el contacto y la familiarización.”

(Romero, 1999: 404)

Para qué, pero mi abuelo era un berraco, como lo hemos sido todos los hombres de esta

familia. Aguantó todo lo que pudo hasta que un día cayó muerto, justo en medio de la

hora de almuerzo en un día de trabajo. Ese fue el momento en el que mi papá tuvo que

tomar las riendas de la familia. Él era el mayor de los tres hermanos y tuvo que entrar a

trabajar para responder por la economía de la familia. Mi padre entró a remplazar a mi

abuelo en su trabajo, la fábrica había tomado en cuenta el desafortunado evento y le

dieron a mi padre el trabajo.

En esa época existía una corriente política con bastante aceptación. Por un lado

intentaba darle base al nacionalismo que surgía y por otro lado, buscaba capturar esa

fuerza briosa característica del pueblo. Esta tendencia proponía igualdad social,

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económica, cultural y política para todos, pero también buscaba la cohesión de la

sociedad que le daría solidez a la economía y a la estructura de la nación; le daría paso

al progreso y de una u otra forma a la internacionalización. Por supuesto, el proyecto

político no tuvo grandes resultados, porque sus dos grandes intenciones eran casi

antónimas, el uno predicaba la igualdad y el otro el progreso, y por extrañas causas esos

dos principios se rehusaban a marchar juntos. Aunque no lo son, parecían opuestos.

Muchos hombres como mi padre entendieron que si querían algo de progreso y de

igualdad en sus vidas, tendrían que procurárselo ellos mismos y la forma era por medio

del individualismo y convertirse en el más fuerte para sobrevivir. Él empezó a trabajar

desde que tenía diez y seis años y durante los primeros diez aprendió mucho sobre

textiles, conocía todas las texturas, los bordados y los estampados que estaban a la

moda. Esto lo llevó al área de ventas, allí aprendió a manejar a los clientes y de los

gustos de los diferentes compradores. Finalmente se volvió un conocedor del

consumidor, siempre sabía dar con lo que el cliente estaba buscando y lo sabía guiar por

los diferentes estilos existentes. Esto terminó convirtiéndolo en supervisor general de

ventas. Claramente, todo este proceso estuvo acompañado de su entrega y buen

desempeño.

Fue supervisor de ventas durante unos ocho años y un día se cansó. Decidió que estaba

muy viejo para seguir obedeciendo órdenes y le dio por que quería montar su propio

negocio. En realidad hacía mucho tiempo deseaba eso y se encargó de lograrlo. Durante

los ocho años que trabajó de supervisor de ventas, guardó el 10% de su salario para

algún día montar su negocio.

La familia se enteró de ésto cuando mi papá tomó la decisión de montar su empresa.

Siempre ahorró en secreto y no le contó ni a mi madre ni a ninguno de sus hijos. Ese

10% me hubiera podido hacer más feliz en mi infancia, me hubiera podido dar los

juguetes que quería para estar igual a los otros, pero tal vez no habría tenido tantas

oportunidades como las que tuve en mi juventud. No sólo estudié todo el colegio sin

necesidad de trabajar, sino que también pude hacer una carrera en la universidad. La

mitad de la carrera la pagó mi papá y la otra mitad la pagué yo trabajando en la empresa

que él había levantado con tanto esmero. Me gradué y me enfoqué en el negocio de

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textiles de mi padre, año tras año empecé a escalar en la empresa, aprendí las estrategias

de ventas y las tendencias de la moda.

“El grupo se constituyó como resultado de una selección espontánea

de los más aptos para la nueva situación, y los más aptos fueron quienes descubrieron los diferentes negocios.”

(Romero, 1999: 316)

“Los extranjeros eran hombres de experiencia, no sólo ofrecían a las burguesías locales caminos insospechados para ellas sino también

experiencia del mundo internacional y conocimiento concreto en las relaciones con el manejo de los negocios.”

(Romero, 1999: 319) Con ese conocimiento y lo que había aprendido en la universidad empecé a dominar las

diferentes ramas del negocio y un día le planteé una propuesta muy interesante a mi

padre con unos inversionistas externos a la familia. Consistía en venderle a unos

extranjeros el 30% de la empresa, ellos aportarían capital e impulsarían el crecimiento

del negocio. Mi padre estuvo de acuerdo y después de asegurarse de las potencialidades

del negocio, decidió entregarme la dirección de la empresa. Durante 12 años dirigí el

negocio de la familia, incorporé a mis hermanos y empecé a forjar una solidez

económica y estructural en la compañía.

Hace cuatro años murió mi padre, yo quedé a cargo del negocio como era de esperarse,

sin duda era el más capacitado por mi experiencia, mis estudios y mí heredada intuición

para prosperar económicamente. En su testamento mi padre dejó la empresa dividida en

porcentajes iguales entre mis hermanos y yo, cada uno tenía el 33.33%. Ellos estuvieron

de acuerdo en que yo siguiera al mando del negocio, sabían que si yo seguía a la cabeza

de la empresa ellos tendrían asegurado su ingreso fijo mensual, y bueno, ellos no son de

lo más trabajador que existe, siempre estuvieron acostumbrados a vivir de lo que mi

padre les daba de la empresa, que no era mucho pero alcanzaba para lo básico, así que

les pareció una muy buena idea.

A los tres años de haber muerto mi padre, es decir, hace un año, decidí plantearle a mis

hermanos una tentadora propuesta. Yo quería que la empresa siguiera prosperando en

términos de producción, también deseaba expandir sus capacidades para que pudiera

abarcar más mercado del que estábamos acostumbrados; pero ese era un proceso largo y

muy arriesgado, lleno de incertidumbre y tensiones. Sabía que ellos no querían arriesgar

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su capital, así que decidí hacerles la propuesta de comprarles sus respectivas partes de la

empresa a un muy buen precio. Ellos no eran hombres de negocios como les había

contado, eran más bien tradicionalistas con la forma de manejar su dinero y la oferta que

les hacía sonaba muy tentadora, así que la aceptaron.

Hoy por hoy soy el único dueño de la empresa que ya no es familiar, es sólo mía. En

éste último año he aumentado las posibilidades de la empresa para abrirse a mercados

internacionales en un 27% y en el mercado nacional estamos posicionados como los

segundos preferidos del mercado.

Desde mi punto de vista esto se debe a cuatro factores básicos. El primero es el gran

esfuerzo que hemos hecho para sacar la compañía adelante; el segundo, son las alianzas

estratégicas que hemos logrado con diferentes empresas en los múltiples campos; el

tercero, es la continua renovación de la maquinaria industrial, porque siempre estamos a

la vanguardia y muy atentos a las innovaciones tecnológicas del mercado, y finalmente

el cuarto factor es el constante riesgo en el que está la empresa haciendo nuevos

negocios y tocando nuevas puertas, un paso en falso y todo se podría ir por el sifón de la

ducha, así de sencillo.

Pienso que aunque no ha sido del todo fácil, he contado con muy buena suerte, he

podido llevar la empresa a niveles internacionales, compitiendo con compañías

europeas y estadounidenses, y les digo que mi empresa no tiene de qué avergonzarse.

Vale la pena aclarar que aunque las empresas extranjeras son los rivales a vencer en este

momento, durante toda mi vida fueron mi inspiración y mi modelo a seguir. La

sistematización de los procesos, la capacidad de adaptación a los nuevos mercados, la

infraestructura laboral que es similar a las de una nación, en fin, siempre han sido mi

meta a igualar, lo mejor es que ahora no lucho para igualarlos sino para superarlos.

Creo que todo este esfuerzo ha sido motivado por una razón muy específica, mis

compañeros del colegio, quienes me hacían sentir inferiores a ellos por no tener los

juguetes que sus papás les regalaban. Desde esa época decidí que iba a ser millonario

cuando grande y que nadie me haría sentir menos por poseer más cosas que yo.

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Y ahora estoy acá, reevaluando mi vida y puedo decir que en este momento yo soy más

que todos.

* * *

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DOLOROSA

En cuanto a los barrios pobres

“Allí convivían los que luchaban por ascender con los que habían aceptado la marginalidad y se habían deslizado hacia la prostitución

o el delito. Y ese contacto detenía las posibilidades de escalar la posición mínima desde la que podía aspirarse a ese

soñado paraíso de la clase media.” (Romero, 1999: 327)

Precisamente porque en esos barrios se realizaron esas experiencias

de integración, quedaron incluidos en el ámbito de la ´otra sociedad´. Eran barrios de masa, reductos de la sociedad anómica.

De ellos huía la sociedad normalizada, evitando el contacto con grupos que le parecían ajenos”

(Romero, 1999: 427)

La ley, el decreto, la reglamentación que determinada política requería se estudiaban y redactaban por los mismos grupos que

los utilizaban para sus actividades privadas. Y las ideas que los inspiraban eran defendidas por los partidos políticos oficialistas-tradicionales

o circunstanciales- en cuya dirección era visible la acción o la influencia de los mismos grupos.”

(Romero, 1999: 321)

Soy pobre y no me las doy, vivo en la mierda y me rozo con guatepior. Vivo junto a las

putas y a mis compadres los ladrones, aprendimos a robar por necesidad y pa sugsistir.

Acá vivimos el día a día y aprovechamos los descuidos, los desprecios y los

desperdicios de los que tienen dinero. Acá no hay ningún prolema, estamos lejos de la

ciudá y todos somos iguales: pobres. Acá no importa si usté es honesto o vándalo,

porque en cualquiera de las dos, si es pobre, está jodido.

Ya nos hemos acostumbrao a vivir de los sobrantes. Algunos robamos pa’ comer, otros

reciclan pa’ costruir sus casas y otros se regalan por pocos pesos pa’ seguir y no

entender. Todo es a las malas, todo es muy luchao y defendido, lo de uno, lo poco de

uno, y lo de otros, que es para todos.

Acá vivimos todos, juntitos y arrinconaos, a las afueras, bien lejos de la ciudá, acá todos

nos tapamos con la misma mugre, no nos la pisamos la cuerda y nos arrunchamos para

hacerle el quite al frío. Acá en el barrio decidimos juntarnos, hacerle frente al rico y

fuerza al pobre es nuestra idea, sobre todo, si el pobre es del barrio. Porque ellos son

muchos y tienen los billetes, pero nosotros somos más y necesitamos también más.

Como por ahí está de moda decir, a la carga!!!

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Es que no es la misma tijera para todos. Los burgueses son los que manejan la plata de

la sociedad, con sus empresotas y sus billeteras casi reventándose, siguen y siguen sin

detenerse a mirar. Pero también controlan la política, es decir los ricos hacen leyes para

ellos mismos y pa’ sus intereses, la política de acá lo que busca es impulsar una

economía internacional, la de los burgueses, la que está de moda. Sus negocios tienen

asegurao ya un futuro, el de seguir siendo al estilo burgués, individualistas y siempre

con ganas de más. Pero ¿y el resto? Somos más los que tenemos poco y aún no hay

alguien que esté ahí pendiente peliando por nuestro poco, o por lo menos por lo mínimo,

que son los derechos que uno tiene por el hecho de estar en la ciudá, por vivirla, pero

no, por alguna estraña razón las cosas no funcionan así, a nosotros los jodidos nos

olvidan. Por eso es que hay que darles duro, ¡ja!

¿Y qué? Soy pobre ¿…y? “No me joda” fue de lo primero que le aprendí a mi mamá;

HP y culo los que le aprendí a mi papá. Esas fueron las primeras palabras que empecé a

usar con mis amigos del barrio y eso ya se nos quedó pegao, como todos por acá

hablamos igualito.

Y es que ser pobre es más jodido de lo que parece. No sólo hay que partirse físicamente

para conseguir lo que deverdá uno necesita, sino que hay que peliar con el mundo por

tan sólo un pedacito de lo que uno realmente merece. Tras de pobre con mala suerte y

mal oliente…

Sólo por el hecho de ser pobre las puertas se le cierran en vez de abrírseles a uno, entre

más necesitado menos occiones y más en la puerca. Claro y como uno es pobre y la

gente no quiere que les unten de pobreza sus munditos, la mejor occión que tienen es

sacar el culo y hacersen los ciego, sordo y mudo como decía un primo que dizque quería

ser cantante. Pero el cuento es que entre más pobre más jodido, si usté se junta con los

pobres, los ricos lo recriminan, pero cuando uno se trata de juntar con los ricos, otra vez

vuelve y juega el dicho de mi primo. Así que si usté nació pobre, es mejor que acecte de

una buena vez que así se va a quedar para siempre.

* * *

67

UNA BOMBA EN EL CENTRO SERÍA PERFECTO

En cuanto al sistema urbano

“De estilo clásico o de estilo francés, los numerosos edificios de los que pudo enorgullecerse al cabo de poco tiempo cualquiera de las ciudades

donde se abrían nuevas avenidas ponían de manifiesto cierta ostentación o cierto gusto por la monumentalidad.”

(Romero, 1999: 332)

“La iluminación pública con gas deslumbró a quienes estaban acostumbrados al aceite, y la electricidad colmó de asombro

a los espectadores el día que se encendieron los primeros focos. los tranvías a caballo fueron reemplazados por los eléctricos y

más tarde empezaron a circular los autobuses.” (Romero, 1999: 337)

“Poco se parecía ese escenario al viejo casco colonial de las

ciudades latinoamericanas. El ejemplo del Barón de Haussmann y de su impulso demoledor alimentó la decisión de las nuevas

burguesías que querían borrar el pasado, y algunas ciudades comenzaron a transformar su fisonomía.”

(Romero, 1999: 298)

El majestuoso monstruo urbano crece y crece, ya se ha devorado lo que antes era su

perímetro, apropiándose de lo aledaño. Pero la transformación no sólo es hacia afuera,

también la ciudad se reestructura hacia adentro. La malla vial es fundamental.

Constituida por unas secuencias de avenidas, que harían el papel de venas, se entrelazan

y se conectan a lo largo y a lo recto para que recorra el flujo vital de la urbanidad. Por

supuesto el transporte público no sólo se hace presente, sino que se mantiene en

constante evolución para poder contener y desplazar a la masa ya fluctuosa.

Los magnos edificios se irguen sobre el pavimento, las fachadas hacen honor al

monumento y a lo naciente que es moderno. Grandes plazas también se procuran, tal

vez como tributo a la plaza del Centro, o quizá por necesidad de establecer el núcleo de

un espacio, o simplemente, es una imitación de las grandes ciudades europeas. Pero

todo esto es ahora iluminado, la ciudad se ha llenado de pequeños pero abundantes

foquillos que en las noches alteran las visiones.

Se dice por ahí que la estética y el estilo predominan en la arquitectura urbana, los

grandes edificios, las hermosas plazas, la cuadrícula citadina y los miles de detalles

parecen reflejar un imaginario ya clarificado.

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De imaginarios llenamos nuestra cultura y nuestros días. Mientras los ricos buscan

imitar a los europeos, los pobres imitan a los ricos y los inmigrantes a los normalizados.

Es decir que sin saberlo, la masa, esa homogeneidad de heterogeneidad, imita a los

europeos, lo que nos llevará a tener una identidad común mundial, o lo que da igual,

perderemos nuestra identidad.

* * *

69

EL EJÉRCITO MMC

En cuanto a los medios masivos de comunicación

“El cine en algunos países y la radio en casi todos proporcionaron a las gentes de las diferentes regiones y provincias una primera vivencia cotidiana de la Nación.”

(Barbero, 1997: 179)

“El cuestionamiento que las nuevas tecnologías producen sobre las identidades culturales opera entonces sobre diferentes registros que es necesario deslindar.

Uno es el reto que plantean a los intentos de fuga hacia el pasado, a la vieja tentación idealista de postular una identidad cuyo sentido se hallaría en el origen

o en todo caso atrás, por debajo, fuera del proceso y la dinámica histórica y de la actualidad. Pero otro es el sentido que adquieren las nuevas tecnologías como culminación

de la operación antropológica, esto es la reactivación de la lógica evolucionista que reduce, ahora radicalmente y sin fisuras lo otro a lo atrasado, que

convierte lo que queda de identidad en las culturas otras a mera identidad reflejada –no valen sino para valorizar con su diferencia la identidad de la cultura

hegemónica- y negativa: lo que nos constituye es lo que nos falta, lo que nos constituye es la carencia.”

(Barbero, 1997: 199) Las partes no están unidas y necesitan un hilo conductor, un pegante que las entienda y

un gran lazo conector. Identidad. Surgen de pronto los de la masa, los masivos, los que

unen y dan forma. Se dicen llamar Medios.

I*I Por un flanco ataca la radio, la popular, la que es para la gente que no es de letras, la

práctica, la antigua congregadora. La razón de su popularidad es su practicidad, se basa

en la costumbre de la oralidad. Con la novela narrada florece el drama, se vuelve el

género predilecto de la clase baja. Sin temor refleja y revela lo más íntimo de las

cabezas. Identidad popular, unidad conceptual, reconocimiento en lo sonoro y también

en lo visual. I*I

I*I Por ahí ataca el cine, un poco de rival para el teatro, sólo que uno es pa’ los ricos y

el otro pa’ los in-ricos. El cine mexicano enfila al latinoamericano, pero como el cine

era el del pueblo, debía representar a la masa, a la gran masa, que encontraba sus

orígenes en lo borracho, en lo bajo y en la grasa. I*I

I*I Porque lo bajo ligó, ató y apretó.

Dio común, basó al suelo, se transformó para el pobre en un anzuelo, daba linaje que se

sustentaba con el lenguaje.

70

Lo vulgar, lo degradado y lo impropio se volvieron cláusulas como pal pueblo el opio.

La prensa ataca, muta y se diversifica, ahora hay prensa sindicalista.

El pueblo obrero ya tiene voz y se especifica con una hoz.

Pero la transformación desembocó en degradación.

La prensa ataca, muta y se diversifica, ahora hay prensa sensacionalista.

Ésta tendencia apareció gracias al enfoque que degeneró.

Placer y deseo. Placebo. I*I

I*I Finalmente la música para destacar de los MMC militar.

Fue un instrumento de los ocultos para la supervivencia de los más oscuros.

Identidad, fuerza y tradición invocadas en una canción. El espíritu guerrero permanece y

el corazón no desfallece, la colectividad cantada produce una cultura decantada. Las

raíces, los maestros y los ancestros, se hacen presentes a través de sonetos diestros. I*I

Pero todos ya cedieron y recayeron en la putrefacción de la prostitución. Los medios

masivos de comunicación se vomitaron en la tradición. El consumo domina, el mercado

demanda y el capitalismo encanta. En esta nueva era nos identificamos con la “gran

nación”.

I*I Ahora la T.V. es la que marca la movida, la que le da ritmo a tus deseos, a las

formas y a tú manera de percibir la vida: el mundo. Pero la tele no es como un ente

aparte, no es un hecho, sólo es un medio. Un canal que ha recaído en las manos de los

más tinieblos, los más puercos, los más dañinos. Y tú, ni siquiera te das cuenta.

La mágica cajita en blanco y negro se encarga de plantear un culto a lo mundial sin

algún temor a fracasar. Pero no sólo te maneja el presente y te guía al futuro, también

elimina tu pasado. Lo tuyo, lo realmente propio, ahora es folclor, una perfecta forma de

desligarte del amor.

Tú ya no eres tú, sólo eres uno más, uno igual. Ese gran hermano o esa patica invisible

se encargan de proponerte y seducirte, después, de incluirte. Ya no tienes especificidad,

sólo superficialidad, tus raíces las dejaste en el viejo jardín, y ahora has llegado a

sembrarte en el patio trasero del que se denomina París. Los referentes son externos, la

identidad es común, apropiándonos de a poquitos de la homogeneidad y del Boom. I*I

71

CAPÍTULO II

2. BOGOTÁ: LA CONCEBIDA

En el capítulo anterior mostramos la manera cómo ciertos procesos históricos se

articularon para llegar a la configuración de la ciudad moderna europea en el siglo XIX.

A través de diversos relatos expresamos cuáles fueron las transformaciones que los

habitantes de dichas urbes modernas tuvieron que asumir en cuanto a la nueva

percepción y experimentación del tiempo y el espacio en el entorno público, el

transporte, la interacción social en las calles y el consumo.

A continuación, nos trasladamos hacía América Latina para comprender la forma en que

los colonizadores españoles, valiéndose de un discurso progresista, moderno y

civilizador, erigieron ciudades de tipo europeo allí donde alguna vez existieron

asentamientos indígenas. Todo esto con el propósito de asimilar cómo los híbridos

habitantes de las nuevas ciudades latinoamericanas –recién independizadas a principios

del siglo XIX-, tuvieron que asumir diversos procesos urbanos que afectaban la

fisonomía de sus ciudades, el comercio, el ascenso social, el consumo, la circulación, el

transporte, y sobre todo la experiencia en el espacio público.

Ahora bien, siguiendo con el proceso deductivo que hasta ahora hemos logrado, es

momento de situarnos en Bogotá para concebir esta ciudad como el principal escenario

en donde realmente nos interesa centrar nuestro análisis y trabajo práctico. De esta

manera empezaremos por realizar un breve recorrido histórico con datos que

consideramos relevantes acerca del transporte, el desarrollo urbano, las alteraciones en

el espacio público y la expansión territorial, entre otros, desde finales del siglo XIX

hasta nuestros días. Una vez ubicados en la actualidad caracterizaremos la ciudad con la

intención de saber exactamente desde dónde entenderla.

En la última parte del capítulo, y haciendo de lado momentáneamente a Bogotá,

estableceremos el vínculo primordial entre espacio y subjetividad a través del

desdoblamiento conceptual de lo que significa habitar, percibir, la transición entre

espacio y lugar, las prácticas de apropiación del espacio y las técnicas de usuario en la

72

ciudad. A quienes escogimos como guías en este recorrido teórico son Martin

Heidegger y Michel de Certeau; el primero por su perspectiva filosófica, el segundo por

la pluralización de su investigación y su predilección por la resistencia cotidiana.

2.1 ITINERARIO HISTÓRICO

A lo largo de todo el siglo XIX Bogotá se fue levantando en medio de agitaciones

políticas, manifestaciones religiosas, ideologías en pugna, una incipiente

industrialización y la interacción entre personas cuya diferencia social era realmente

acentuada. Sin embargo, a pesar de que hubo muchos enfrentamientos e innumerables

muertos, a lo largo de todo el siglo ocurrió un crecimiento demográfico bastante regular,

debido principalmente a las inmigraciones rurales.

En 1830 había 36.000 habitantes y era considerada una urbe retrasada para los

extranjeros que la visitaban, pues constaba de 195 manzanas, 3 autos y muy pocas

casas. Cuarenta años después, en 1870, la ciudad era habitada por 74.000 personas y

antes de finalizar el siglo existían alrededor de 100.000 ciudadanos. Dicho incremento

poblacional generó una expansión territorial desde el centro hacia el norte 5 kilómetros

siguiendo la línea de los cerros, hasta formar nuevos barrios como el caserío de

Chapinero. (Páramo y Cuervo, 2006)

De esta manera, el espacio público11 que se iba estableciendo después de la segunda

mitad de siglo, sirvió como el lugar de la confluencia social, el comercio de bienes, para

informar a la población sobre todos aquellos acontecimientos importantes que sucedían

en la urbe y donde se permitía la demostración de poder por parte de las autoridades

civiles y religiosas. Así lo expresan Mónica Cuervo y Pablo Páramo: “Bogotá en cuanto

al espacio público se torna escenario de poder, manifestaciones, encuentros y rutinas

que se anexan a las del trabajo, devoción y entretenimiento.” (Páramo y Cuervo, 2006:

94)

11 Por espacio público entendemos el territorio urbano que le permite a todas y cada una de las personas que viven la ciudad tener la opción de acceder a éste, usarlo autónomamente y socializar, siempre y cuando acaten las normas ciudadanas que procuran el bien común

73

Ahora bien, uno de los lugares destacados dentro del espacio público de la ciudad fue la

Plaza Mayor (la Plaza de Bolívar actualmente) ya que se constituyó como un lugar

multifuncional al ser apto para realizar diversas actividades lúdicas, religiosas, políticas

y comerciales, por lo tanto, donde era posible relacionarse con personajes de diversos

grupos sociales. De esta manera “la Plaza Mayor constituye el lugar principal de

esparcimiento de la comunidad. (…) Además de ser el factor primordial de la actividad

comercial de la ciudad, era el espacio de sociabilidad por excelencia, donde se ejercía la

convivencia y la intercomunicación.” (Páramo y Cuervo, 2006: 71)

Por otro lado, la Calle Real (la carrera Séptima actualmente) fue después de la Plaza

Mayor, el lugar más importante para ejercer interrelaciones y actividades comerciales.

Era la única calle que tenía aceras e iluminación y en dónde sucedían situaciones

totalmente diferentes según la hora y el día de la semana. Pero sobre todo, debido a

dichas características, era un lugar donde se hacían evidentes los contrastes sociales y

así, se prestaba para ver y juzgar las apariencias de las otras personas. Los más

adinerados aprovechaban para lucir sus pomposos atuendos, mientras aquellos que

seguían en rango, trataban de ocultar a toda costa algún índice de escasez. Por su lado,

los más pobres no perdían la oportunidad de victimizarse para recibir algún par de

monedas.

Es así como la calle y la plaza se fortalecen como espacios que trascienden su función

básica de desplazamiento y circulación, consolidándose por medio de otro tipo de

dinámicas más permanentes. Es el caso de los funerales y procesiones religiosas en las

cuales las personas salían a las calles disfrazadas, tiraban pólvora, bailaban y

ridiculizaban a los gobernantes. De la misma manera también se convertían en

escenarios de diversión popular en cuanto se realizaban carreras de caballos (de

tradición inglesa) y peleas de gallos.

Ahora bien, en las calles de la ciudad era posible encontrar ciertos personajes como los

locos, retardados, y aquellos sujetos excéntricos que no dejaban de llamar la atención.

De la misma manera, estaban los ladrones y delincuentes que despertaban otro tipo de

sentimientos en las calles pues “el robo, el crimen y el asalto, muestran cómo, tanto en

lo público como en lo privado existe el miedo del bogotano a ciertos personajes que

alteran la tranquilidad de sus prácticas cotidianas.” (Páramo y Cuervo, 2006: 210)

74

Tanto los robos como las fiestas, las procesiones, la divulgación de información, las

protestas y los fusilamientos en el espacio público siempre ocasionaban rupturas en la

cotidianidad que lograban satisfacer la curiosidad de los habitantes y su necesidad de

socializar. No obstante, a finales de siglo, ocurren muchas variaciones tanto en la vida

pública como en la fisonomía de la ciudad: aparecen las primeras fábricas, se ponen

postes de alumbrado público evitando así los desplazamientos peligrosos en la

oscuridad de la noche y se implantan redes de acueducto y alcantarillado.

Y así, en cuanto el progreso hacía presencia en la ciudad, fue desapareciendo la difusión

de información en las plazas y calles una vez empezó a circular La Gaceta de Bogotá,

periódico que desde ese momento mantendría actualizada a una pequeña parte de la

población letrada. De la misma manera el crimen pasó a ser juzgado en las cárceles,

suprimiendo el castigo en el espacio público. Y las esquinas, los parques y las plazas

que propiciaban todo tipo de encuentros sociales se fueron desplazando cada vez más

para darle la bienvenida a lugares privados como bares y tabernas.

El trasporte también jugó un papel muy importante como gestor de cambios tanto en la

ciudad como en la vida cotidiana de sus habitantes, ya que en ese momento Bogotá era

transitada exclusivamente a pie. El primer transporte que se inauguró en la ciudad fue el

tranvía de mulas, en 1884 y fue manejado por la Bogotá City Railway Company, desde

aquel año y hasta 1910. Al principio cubría la ruta entre la Plaza de Bolívar y Chapinero

y en 1892 se construyó la línea que iba desde la Plaza de Bolívar hasta la Estación de la

Sabana. (Ospina y Mosquera, 2007)

El tranvía a mula empezó transportando 66.000 pasajeros en una ciudad que contaba

con 84.000 habitantes y fue un valioso avance de acuerdo al progreso al cual quería

dirigirse la ciudad, sin embargo Páramo y Cuervo expresan lo siguiente al considerar el

otro lado de la moneda:

“Los horarios de servicios públicos generan también otros ritmos que modifican los

tiempos de desplazamiento y de rutina diaria. Un claro ejemplo es la aparición del

transporte en las ciudades y lo que esto implica en cuanto a rutinas, accidentes,

congestión, desplazamiento, maltrato de los conductores, caos del sistema y sobre cupo,

entre otros aspectos.” (Páramo y Cuervo, 2006: 101)

75

No obstante, los avances en el transporte y sus severas implicaciones no se detendrán,

ya que desde entonces se consolidó como elemento fundamental para el desarrollo

urbano. De esta manera, a principios del siglo XX, cuando “la Junta de Catastro

reconocía sólo 299 manzanas, donde se concentraban 6.926 casas” (Silva, 2003: 42), el

tranvía a mula empezó a considerarse un servicio demasiado lento, entonces la

compañía inaugura los primeros tranvías eléctricos, abriendo la línea que va desde el

Parque Santander y por la Calle 26. Una vez se empezó a usar el transporte eléctrico, los

vehículos públicos de tracción animal desaparecieron para siempre en 1921.

Durante esta segunda década del siglo, la ciudad siguió ensanchando sus límites y fue

entonces cuando se empezaron a parcelar las enormes haciendas que se encontraban

hacia el norte de la misma, para construir barrios con casas de estilo europeo.

Asimismo, se construyó la avenida Santiago de Chile que recorre la ciudad de oriente a

occidente; perpendicular a ésta, se construyó la avenida Caracas en dirección sur –

norte.

En 1933 se crea el Departamento de Urbanismo con el fin de planear debidamente el

desarrollo de la ciudad moderna, partiendo del establecimiento de un plan de obras que

conmemoraría el IV Centenario de la fundación de la ciudad en 1938 (Zambrano, 2007:

69). Fue así que se realizaron importantes levantamientos urbanísticos durante dicha

década y la siguiente, sin siquiera imaginar que antes de llegar a la mitad del siglo, la

ciudad viviría un acontecimiento que marcaría su historia y la vida de sus habitantes; el

asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. El Bogotazo. Tal suceso dejó el

centro de Bogotá prácticamente destruido debido al vandalismo y los incendios

propiciados.

A partir de ese momento, la ciudad tuvo que desafiar una serie de cambios

fundamentales en el transporte, la arquitectura y en la vida de los ciudadanos. Por

ejemplo, las familias adineradas, que hasta ese momento vivían principalmente en el

centro de la ciudad empezaron a desplazarse hacia el norte a otros sectores de la urbe

como Chapinero y El Chicó.

En el caso del transporte, la alteración más significativa después del Bogotazo ocurrió

cuando Fernando Mazuera Villegas, alcalde de la ciudad para aquel entonces, se opuso

76

de manera radical a seguir usando el tranvía como medio de transporte urbano,

argumentando que el servicio había desmejorado y las líneas habían quedado en

terribles condiciones. En definitiva, pensaba que el tranvía ya no hacía parte de la urbe

industrial y moderna que él quería erigir. Así que lideró la desaparición definitiva del

tranvía al tapar con pavimento los rieles y pintar líneas blancas encima de éstos,

marcando zonas de tránsito que por vez primera se usaban en Colombia. Y entonces,

hasta el 30 de junio de 1951 los tranvías circularon por las calles de la capital (Ospina y

Mosquera, 2007), dándole paso al funcionamiento de un servicio de buses auspiciado

por la empresa privada.

Otra consecuencia del Bogotazo fue la renovación de la ciudad que empezó con la guía

del arquitecto y urbanista suizo Le Corbusier, quien para ese entonces se encontraba en

Bogotá y no dudó en aprovechar la coyuntura y colaborar con la reconstrucción y

construcción de lo que sería una nueva ciudad. Esta etapa fue acertadamente

denominada, la fiebre del urbanismo.

Un par de años adelante, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, (desde

1953 hasta 1957) hubo un desarrollo fundamental de la ciudad con el avance de notables

obras como el aeropuerto Internacional el Dorado, el cual produjo la urbanización hacia

el occidente a partir de la Avenida (Calle 26) que lo unía con el centro de la ciudad. Por

otro lado se llevó a cabo la construcción del llamado Centro Internacional. Así mismo,

la construcción de la Autopista del Norte generó un significativo desarrollo urbano; la

edificación de una gran variedad de barrios en aquella dirección.

En 1954, por medio de un decreto legislativo, se anexaron a Bogotá los municipios de

Usme, Bosa, Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén conformando el Área Metropolitana

de la ciudad. Dado el ensanchamiento de la ciudad para aquel entonces, se funda la

Empresa Distrital de Transporte Urbano, EDTU, en 1959, un sistema que combinaba

autobuses diesel con trolebuses, pero cuya cobertura comparada con el del sistema

privado era bastante inferior. En 1962, en una ciudad de 1,550.926 habitantes, había 92

autobuses y 25 trolebuses, donde la ruta de los últimos estaba ligada con la industria y

los barrios obreros que tan fuerte presencia habían adquirido en la ciudad. (Silva, 2003)

77

Y es que para esa época llegaban a Bogotá millares de familias de clase media-baja y

baja para trabajar en la industria, la construcción y el comercio y se fueron instalando en

el sur. Esto en parte, debido a que las familias adineradas emprendieron su asentamiento

en barrios nuevos del norte que se erigieron siguiendo un mismo modelo de casa o

edificio que se construía en serie.

Por otro lado, Virgilio Barco, ejerciendo la alcaldía de la ciudad entre 1966 y 1969

construyó vías y avenidas de alta velocidad y en forma circular, que le daban la vuelta a

una parte de la ciudad, como la avenida 68 y la carrera 30. Éstas facilitaban la entrada y

la salida a la capital, sin embargo su tráfico era muy denso y por consiguiente las calles

resultaron muy ruidosas. En los ochenta se construye la avenida Circunvalar, de sur a

norte totalmente pegada a los cerros orientales; va desde el barrio Egipto en el centro de

la ciudad hasta la calle 92 al norte (Silva, 2003). A finales de esta década, con una

población de casi 5 millones de habitantes, se iniciaron obras como Ciudadela

Colsubsidio, Ciudad Salitre, Ciudad Bolívar y el Parque Central Bavaria.

A mediados de los noventa, el alcalde de la ciudad Antanas Mockus, se concentra en

renovar la cultura ciudadana trabajando en el espacio público y su ambiente colectivo.

Por su parte, el alcalde Enrique Peñalosa realiza todos sus esfuerzos por sacar los autos

que invadían las aceras, el espacio exclusivo de los peatones, al implementar

progresivamente bolardos por toda la ciudad.

Al finalizar la década, buscar soluciones al tema de la movilidad es una de las tareas

más importantes del Distrito, debido a que en las vías urbanas circulaban

aproximadamente 20.000 buses, 48.000 taxis y casi 1.000.000 de automóviles

particulares, al punto tal que “a comienzos del nuevo milenio en Bogotá hay un

automóvil por cada 10 habitantes.” (Silva, 2003: 168). Lo que inevitablemente ha

contribuido con la congestión y el desorden citadino.

78

2.1.1. BOGOTÁ PRESENTE

“Poquísimos bogotanos, si es que alguno,

podría decir que conocen su ciudad. La mayoría de los habitantes apenas tiene idea

del entorno donde está su residencia o su trabajo. Quienes tienen que desplazarse de un extremo a otro,

en servicio público de transporte o en automóvil particular, no perciben el movimiento de la ciudad.

La inmensidad de la megaurbe que construimos en los últimos 100 años, burlando todas las previsiones de los técnicos en desarrollo urbano,

ha parcelado la ciudad en comunas aisladas unas de otras.” (Zambrano, 2007: 202)

Ser un ciudadano bogotano en el nuevo milenio, es hacer parte de los casi 7 millones de

habitantes, el “18% de la población nacional” (Silva, 2003:155), que entre muchas otras,

vive en una metrópolis de notables contrastes, utiliza un transporte público que de una u

otra forma termina por alejarlo del paisaje urbano y se desliza por sus calles sintiendo la

presencia latente de una inseguridad eterna.

¿TE CONOZCO?

Los contrastes se deben, primero que todo, a que Bogotá atrajo miles de migrantes en

los últimos veinte años y hoy en día vislumbra las diferencias que surgen de la

multiculturalidad presente en cada esquina de la ciudad. Además, en el caso de describir

la población total de la ciudad, si ésta contará con 100 habitantes, se podría decir que

“54 habitantes son mujeres y 46 hombres; 6 tienen más de 60 años, 60 son menores de

35 años y hay 34 adultos. Aproximadamente, 94 viven en los barrios más pobres y 6 en

los más ricos, o sea, en zonas de estratos 5 y 6.” (Silva, 2003:165).

Una vez dicha población se encuentra conviviendo en la urbe, comprueba

constantemente que reside en una ciudad que cuenta con un novedoso sistema de

transporte público, pero donde cada vez el tráfico se hace más pesado; en donde hay

parques silenciosos que permiten respirar aire limpio, justo al lado de calles saturadas de

contaminación ambiental, auditiva y visual; en donde el bogotano no se identifica con el

provinciano, indígena o desplazado que pasa a su lado, pero con quienes se une a

realizar protestas políticas, marchas civiles o expresiones artísticas callejeras; en donde

muchas veces la ciudad los moviliza entre lugares y experiencias tranquilamente

agradables y alarmantemente inseguras.

79

SE VA, SE VA… SE FUE

Ya vimos cómo el desarrollo de la ciudad estuvo siempre acompañado del desarrollo del

transporte, porque la ampliación territorial junto al crecimiento demográfico implicó la

prolongación de las vías y la necesidad de poner a circular más vehículos para que

trasladaran a todos los ciudadanos. Cosa de ciudades. Sin embargo, como sujetos

movilizantes, es difícil darse cuenta lo que significa subirse en un bus, por ejemplo, y

empezar a recorrer la ciudad en una suerte de cápsula que encuadra el rango de visión y

diezma el contacto y la experiencia con el paisaje urbano. “Al viajar en ellos (transporte

urbano) los habitantes se apropian del espacio urbano, atraviesan zonas que no conocen

sino desde la distancia y la fugacidad del vehículo que los traslada.” (García Canclini,

Castellanos y Mantecón, 1996:24). Es decir, la ciudad es eludida.

A propósito de Bogotá, TransMilenio fue el último sistema de transporte público que se

estrenó en la ciudad (en el año 2000). Gracias a éste se logró un cambio significativo en

la movilidad a través de la urbe y en la concepción del transporte público como tal,

debido a que disminuyó el tiempo de desplazamiento de las personas y por lo tanto

alteró el tiempo de su rutina diaria.

TransMilenio apareció en un momento en el que los recorridos por la ciudad eran cada

vez más largos y agobiantes, al punto tal que muchas personas tardaban hasta 3 o 4

horas del día dentro de un vehículo, movilizándose hasta su lugar de trabajo o estudio y

de regreso a casa. Y fue así como TransMilenio consiguió reducir el tiempo empleado

en el desplazamiento de un lugar a otro, haciendo más veloz el traslado, dando la

sensación de que el tiempo rinde más, y en un principio pareció generar un viaje más

agradable por la ciudad.

Sin embargo, el problema de TransMilenio es que por un lado, el aumento en la

velocidad del traslado hace que el paisaje urbano pase más rápido ante los ojos y por lo

tanto su percepción sea mínima. Por otro lado, empezó a tener demasiada afluencia de

personas, sobre todo en las horas de desplazamiento masivo. Y así, el aparente recorrido

agradable se torno una pesadilla: multitudes aglutinadas y cansadas o de mal humor o

simplemente indiferentes a todo a su alrededor. Es en este momento cuando lo poco que

quedaba de paisaje urbano es lo que menos importa.

80

Ahora bien, en muchos casos es inevitable que al bajarse del vehículo rojo e integrarse

en el paisaje, el estado mental y anímico de la persona esté alterado y por lo tanto, no le

permita apreciar y percibir su entorno. Es posible que para una innumerable cantidad de

personas, desplazarse por la ciudad resulte ser una actividad-obligación desgastante y

estresante que muchas veces es preferible evitar cuando el carácter de la misma no es

imperativo. De modo que cuando es posible elegir si salir de casa o no, la preferencia

está en no hacerlo. Es decir, la ciudad es eludida.

¿Y SI…?

Otro factor que hace que las personas eludan la ciudad y no salgan de sus casas es el

miedo que existe hacía la misma, porque como afirma Armando Silva: “Entre los

sentimientos que Bogotá inspira a sus habitantes, el más notable es el miedo –supera el

50% de marcaciones- (…) Estos temores han hecho que la ciudad sea usada con

innumerables restricciones y prevenciones.” (Silva, 2003:53). Dicho sentimiento hace

que recorrer o permanecer en los espacios públicos este condicionado por diversos

temores, pero sobretodo, como mencionábamos antes, los ciudadanos optan por sumarse

a la tendencia de no salir de la casa para no correr riesgo alguno, disminuyendo así, las

experiencias de interacción social en el espacio urbano.

De la misma manera, como dice Omar Rincón, “la ciudad de los miedos produce

multitud de guetos que se temen unos a otros; cada uno marca su territorio; cada

ciudadano es una ciudad que excluye a otra” (Rincón, 2006:124). Sin embargo, Bogotá

no es una ciudad peligrosa en su totalidad, ya que depende de la zona y de la hora del

día en la que uno se encuentre. Es decir, el peligro está fragmentado en la ciudad, y

como éste, hay muchos otros aspectos que involucran la fragmentación en la urbe. A

continuación los presentamos.

81

2.2. LA CIUDAD FRACTURADA

“La ciudad ha renunciado a la condición

de lugar de encuentro y de intercambio y ha elegido como nuevos criterios de desarrollo

la separación y la especialización.” (Silva, 2003: 32)

Fragmentación: 1. f. Acción y efecto de fragmentar. 12

Fragmentar: 1. tr. Reducir a fragmentos.

Fragmento: 1. m. Parte o porción pequeña de algunas cosas quebradas o

partidas.

Bogotá ha sido fragmentada en zonas rompiendo ciertas continuidades estructurales y

conceptuales productoras de identidad.

“La urbanística moderna cortó y reorganizó este tejido continuo, en partes

pretendidamente coherentes entre sí y con la totalidad, estableciendo áreas

especializadas para vivienda, industria, comercio, administración, etc. Esta zonificación

funcional, que se aplicó como medida ordenadora del crecimiento de las ciudades no

permitió que las estructuras tradicionales se fragmentaran naturalmente, al alcanzar

determinadas dimensiones, y dejaran ver que la ciudad se asemeja más a una red

tensional entre fragmentos arbitrarios, que a un sistema de partes especializadas que

tratan de explicar una totalidad.” (Pérgolis, 1998: 11)

Esto ha desembocado en la desvinculación del ciudadano con la ciudad, ya que el sujeto

es incapaz de concebir la totalidad de la estructura urbana debido a su discontinuidad y

a la falta de conocimiento de ésta, lo que ha generado una des-identificación de los

sujetos urbanos con la mezcolanza estructural en la que viven.

Pero a la hora de fragmentar a Bogotá, también son influyentes los juicios de valor que

permanecen en los círculos sociales que nos rodean. Por ejemplo, en nuestro entorno

social [Burgués] es bien sabido que La Perseverancia es un barrio peligroso al que no se

debe entrar si no se tiene una razón realmente importante para hacerlo. Este

12 http://rae.es/rae.html. Todos las palabras definidas de ahora en adelante en el texto serán extraídas del diccionario en línea de la Real Academia Española

82

conocimiento se transmite de generación en generación y los miedos y los juicios

aprendidos terminan afectando la ciudad. Y así crecimos nosotros, convencidos de que

La Perseverancia era un barrio inseguro y peligroso.

Gran sorpresa cuando uno entra a La Perseverancia por primera vez y nota que es un

barrio muy similar a otros que ya conocía. Sin duda La Perseverancia no es el lugar

ideal para vivir, mucho menos si uno está acostumbrado a un nivel de vida

medianamente alto, y aunque evidentemente es un barrio con mucha pobreza también es

una zona con mucha fama; el barrio no es como se lo pintan a uno cuando niño, pues no

le cuentan de los hippies y bohemios que aún viven allí, tampoco de la estatua de

Gaitán, ni de la existencia del Festival de la chicha que se lleva a cabo en este lugar.

Con este ejemplo nos damos cuenta que seguramente nos perdemos de algunos sectores

bogotanos debido a que nuestro entorno social nos ha contagiado con sus supuestos

tremendistas, muchos de estos ligados a prejuicios económicos y sociales, que terminan

siendo un campo más para que se efectúe la fragmentación. Estos aprendizajes

adquiridos (heredados) a través de las influencias por parte de las diferentes estructuras

de la sociedad hacia el sujeto, es lo que Bourdieu llama habitus. (Mesa, 2008:14)

Pero el universo de supuestos fragmentadores también se rige por conceptos estéticos.

Pensemos en dos imágenes de dos bares Bogotanos. Imagine. Uno tiene en su entrada

una gran puerta de madera con un pequeño pórtico también de madera. Junto a este hay

un hombre vestido con camisa blanca y chaleco negro compañero de su pantalón. El

nombre del bar es en inglés y en algún lugar la palabra Beer salta a relucir. En el

segundo bar encontramos una puerta de vidrio polarizado, en vez del hombre de chaleco

nos topamos con una pequeña estatua de un león que parece cuidar la entrada. Aunque

el nombre de este bar también es en inglés, el letrero está bordeado por una luz de neón

rosada y finalmente llama la atención, también en neón, la forma de una copa de martini

que hace más referencia al alcohol que a la bebida específica.

Con este pequeño ejercicio de imaginación nos damos cuenta de la capacidad que

tenemos de ejercer juicios de valor también a partir de la estética, puesto que muchas

veces tomamos decisiones basándonos en estos juicios de valor estético, que

generalmente son adquiridos por las influencias que ejercen en los sujetos, entre otros,

83

la clase social y la familia. Después de hacer nuestro proceso de aceptación o rechazo,

de acuerdo a lo previamente aprendido, habitus, tomamos una decisión en cuanto a una

elección.

Sin embargo, la ciudad no sólo está fragmentada por las divisiones artificiales y por los

juicios de valor que rigen a cada sub-grupo coexistente en Bogotá, el tiempo también lo

hace. Ya de entrada, el tiempo está fragmentado en cuanto a especificidades del

calendario. Por un lado, está la división entre años, meses, semanas y días, sin embargo

en el calendario hay épocas específicas para sensaciones y actividades también

específicas, como semana santa y navidad. En estas dos épocas, la cotidianidad de los

sujetos y la cotidianidad de la ciudad cambian notablemente; la religiosidad, el descanso

y la juerga son actividades que dominan en el ambiente gracias a las fechas.

Pero es posible ver esto más en específico, la semana tiene unos días dedicados al

descanso, como el domingo, y otros a la juerga, como los viernes y sábados en la noche.

Pero el asunto puede percibirse en un ámbito aún más micro. Pérgolis en su fragmento

llamado El Parque Nacional, el devenir y las redes (Pérgolis, 1998: 79), relata cómo el

paisaje del Parque Nacional va cambiando según van transcurriendo las horas del día.

Empieza en la mañana como un lugar para ejercitar el cuerpo y el “espíritu” y termina

siendo en las noches un espacio que permite la venta y compra de drogas y los

acercamientos homosexuales.

Aunque es interesante ver cómo el espacio se puede fragmentar según la hora del día, es

importante tener presente que la función del espacio no cambia sólo de acuerdo al

horario sino también a la percepción que tiene el individuo sobre el lugar. Por ejemplo,

para la joven que hace yoga todas las mañanas en el parque, éste es un lugar que se

relaciona con actividad muscular y tranquilidad, pero para el vendedor de tintos es un

lugar coherente con la idea de producción económica, y para el adicto es el lugar ideal

que le asegura la dosis buscada. Como podemos ver, el espacio es según como es

percibido, según cómo el practicante ejerce y supone el lugar.

Esta fragmentación nos ha llevado a encapsularnos en espacios y contextos específicos.

Ahora nos dedicamos a consumir sectores o lugares determinados en momentos también

determinados. Estos “determinados” se convierten entonces en entornos que de una u

84

otra manera nos hacen sentir afinidad o comodidad, identidad. A raíz de esto, elegimos

los lugares en los que queremos estar, los medios de transporte en los que queremos

desplazarnos, el tipo de gente con la que queremos compartir; en resumidas, hoy en día

elegimos la ciudad en la que queremos estar y eludimos aquella que no.

Esta cultura del “escoger ciudad”, ha tenido una consecuencia importante en la

estructura. Los sujetos, enceguecidos por sus elecciones para habitar, han abandonado la

atención en los recorridos urbanos, ya que el trayecto no es el importante sino los

lugares de partida y llegada. Es como si los desplazamientos fueran un silencio en la

partitura del espacio. Todo esto, sumado con el aislamiento del paisaje que sufre el

individuo, producido por los medios de transporte en sí (asunto relatado en el capitulo

anterior), da como resultado el desconocimiento, en términos de apreciación, del

recorrido.

Por otro lado, el afán producido por el ritmo de la ciudad hace que los desplazamientos

sean casi una tortura, debido a la falta de tiempo que se hace presente en la constante de

la cotidianidad. Esto contribuye fuertemente a la concepción fragmentada que tiene el

sujeto de la ciudad, ya que ni siquiera percibe la totalidad existente entre dos lugares de

su elección.

Ahora bien, como nos hemos vuelto adictos a fragmentos de espacio y nos negamos a

reconocer y entender la totalidad existente de Bogotá al eludirla, hemos optado por

buscar lugares en lo privado que reemplacen lo público. Un ejemplo de esto son los

conjuntos cerrados, estos ofrecen una vivienda en un espacio publico-privado, es decir,

el entorno donde está ubicada la vivienda es un espacio privado, pero en cierta medida

intenta imitar al espacio público. Cuando los sujetos salen de su casa se encuentran en el

espacio público del conjunto cerrado, un espacio controlado.

Estas estructuras tienen como gancho publicitario los beneficios de la seguridad privada,

la tranquilidad y las zonas verdes, que se supone es lo que los sujetos citadinos buscan y

no encuentran en los diferentes barrios bogotanos. Estos conjuntos cerrados se

transforman en estructuras físicas generadoras de identidad, pues de una u otra manera,

hacen que el individuo se arraigue a través del sentido de pertenencia que le da la

propiedad.

85

Además, están los centros comerciales, estructuras como los conjuntos cerrados que

manejan una estética ordenada hacia el interior, pero que hacia al exterior tienen una

estética anárquica con su entorno arquitectónico. Estas estructuras proporcionan

identidad y se proponen como un fragmento hecho un todo. También buscan reemplazar

la vida pública en el espacio cerrado. Por un lado la estructura de estos lugares se

asemeja a la estructura de una ciudad, con grandes avenidas, arterias y vías cerradas;

éstas bordeadas con vitrinas que simulan las fachadas arquitectónicas y pequeñas

plazoletas que reemplazan a las plazas públicas en términos de funcionamiento. La

interacción social ya no se da en las plazas como era en el pasado, ahora el lugar de los

encuentros sociales es el centro comercial.

Una buena porción del pastel social bogotano, tiene como lugar de dispersión los

centros comerciales, es suficiente con ir a Unicentro o a Plaza de las Américas para

darse cuenta que muchas familias salen al centro comercial de paseo “dominguero”, y la

razón de esto es la variedad que existe en estos lugares, por ejemplo, en Unicentro se

puede ir a almorzar, después ir a caminar un rato y comerse un postre, más tarde se

puede buscar alguna actividad para los niños como las maquinitas o para la familia y las

parejas como el cine. Un universo de opciones; una ciudad en un edificio. “Ante la

dispersión de la ciudad emerge Unicentro, el primer centro comercial de la ciudad, el

cual se promociona como un “lugar que lo tiene todo. (…) algo de parque, algo de zona

comercial, algo de espacio de encuentro (…)”. (Gutiérrez, 2006:61)

El centro comercial es un lugar que abre el abanico de posibilidades de selección al

individuo elector, con la gran ventaja de la seguridad. Bogotá es un lugar donde la

inseguridad está siempre presente y la opción del centro comercial es una buena

elección tranquilizadora, tanto, que la ejecutamos a diario.13

El comercio es una aspecto que influye mucho en la atracción que tiene el centro

comercial para el sujeto, ya que el consumo de bienes y servicios brindan identidad a los

13 Desde que iniciaron la serie-novela colombiana llamada Padres e hijos, el plan perfecto para Pablito era ir con sus padres o alguno de sus hermanos al centro comercial. Hace un par de años, veíamos a Samy encontrándose con su grupo de amigos adolescentes en el mismo centro comercial, y finalmente, son innumerables las escenas que se han desarrollado en centros comerciales en las que Danielita aparece en diferentes situaciones con sus diferentes pretendientes. Sin duda alguna, vemos cómo estas estructuras se presentan como reemplazo de ciudad y logran su objetivo, en gran parte, porque ofrecen ese espacio de interacción social que ya en la vía publica no existe por inseguro.

86

sujetos, proponiéndoles diferentes imaginarios sociales y estéticos los cuales son

reconocidos como referentes de individualidad, aunque en realidad sean lo opuesto.

Estos imaginarios están como motores de consumo en todos los campos del mercado,

desde imaginarios estéticos, hasta aquellos que están relacionados con las sensaciones y

las actitudes.

Para satisfacer estos deseos (imaginarios) de ser o de parecer, hay que poner en práctica

esa acción de la que hemos estado hablando: el escoger, la elección. Esta es una acción

que ejecutamos mucho más de lo que normalmente creemos y de lo que nos damos

cuenta. Elegimos qué y cómo establecer identidad como sujetos, ya sea eligiendo el bar

o la zona de Bogotá para ir la noche de un viernes, o escogiendo una sala de cine para

ver una película, o en qué conjunto residencial se desea y se puede vivir.

Pérgolis define muy bien la aparición del deseo para el sujeto y el proceso que viene

adjunto a éste:

“De pronto una información llega especialmente a cualquier ciudadano; alguien escoge,

selecciona o se identifica con un mensaje y se integra a él. Ciudad y ciudadano, ahora, se

confunden en un lugar intangible; allí los dos emiten y reciben. Se produjo un

acontecimiento, un anudamiento en alguna red que integró en un sólo ser al habitante con

su ciudad.” (Pérgolis, 1998: 75)

Ese suceso del que habla Pérgolis es la conjunción entre la propuesta, el deseo y la

elección. Esta reunión de factores son los que producen los relatos, que es donde se da

la comunión entre el ciudadano y la estructura. Estos acontecimientos surgen gracias a

la presencia de los deseos que nos llevan a la satisfacción anteriormente mencionada.

“El reto actual es mirar a la ciudad desde la óptica del sentido, el cual sugiere la

reconstrucción del todo con la mitad faltante, ya que la ciudad adquiere sentido cuando

satisface (o insinúa la posible satisfacción) el deseo de sus habitantes, allí se produce el

acontecimiento (la fusión habitante ciudad) o se mantiene viva su expectativa. Con el

acontecimiento nace el sentido, la ciudad pierde discursividad, entra en nuestros relatos

a la vez que nosotros en los de ella o, como en el símbolo del Sol partido, entre ambas

partes se configura el relato del acontecimiento.” (Pérgolis, 1998:28)

87

Y es así cómo el ciudadano a través del deseo se hace parte, se arraiga y se identifica

con la ciudad y con el entorno que lo rodea. Esto es “la cultura del elegir”; es un estado

adictivo del cual ya no nos podemos eyectar en términos comerciales pero tampoco

racionales, de nuevo aparece el habitus. Es muy importante tener en cuenta que la

búsqueda del bienestar o de la satisfacción de la que hemos venido hablando ya no es

para una comunidad en general, sino para un sujeto aislado que lucha por sobresalir en

una masa homogénea.

Los medios masivos de comunicación, uno de los entes que ejerce mayor influencia en

las personas, es el gran difundidor de imaginarios en la sociedad y un poderoso

promotor de la cultura del elegir. Por un lado, constantemente nos bombardean con

diferentes ofertas de posibilidades de ser, de verse y de sentirse (imaginarios), que

generalmente son muy bien explotados por los productores de deseos a través de la

publicidad. Y por el otro lado, nos llenan la cabeza de fragmentos visuales,

estructurales y conceptuales.

Por ejemplo: La estética visual que se maneja en algunos canales de televisión parte de

los fragmentos de imágenes sin mucha continuidad, basándose en el zapping cotidiano

del televidente (visuales). El esquema de presentación basada en partes en la que está

organizado el principal diario del país resaltando temáticas e intereses (estructurales).

Las novelas y los noticieros, siendo un reflejo de la sociedad, sólo nos muestran

fragmentos de historias y de lugares desarticuladas a los contextos respectivos

(conceptuales).

Pero los medios de comunicación influyen directamente en la fragmentación de la

ciudad en cuanto a la imposición de una percepción quebrantada y el impedimento de la

concepción de un todo:

“En tanto la radio y la televisión, con unidades informativas en varias zonas de la

ciudad y helicópteros que simulan restituir la ilusión del ojo abarcador de la totalidad

urbana, cuentan lo que ocurre cada día. Hablan desde el centro y desde los extremos de

la urbe, y llegan a toda el área metropolitana con relatos e imágenes comprensibles

hasta por los sectores con menor escolaridad. Sin embargo, aunque sus imágenes y

narraciones inmediatas, desde el lugar de los hechos, parecen ofrecer formas primarias

de contacto e información, establecen comunicaciones a distancia, en las que no es fácil

88

comprobar el sentido profundo de los acontecimientos.”(García Canclini, Castellanos y

Mantecón, 1996: 31).

Los medios masivos de comunicación llevan la información y el entretenimiento a

domicilio, es decir, no tenemos que salir de nuestro hogar para enterarnos de lo que pasa

en la ciudad, mucho menos experimentarlo. Esto le permite al ciudadano escoger una

versión específica de la Bogotá que desea concebir y consumir. Es así como los medios

de comunicación son el motor de la cultura del elegir, ahí podríamos decir que es donde

parte el proceso, donde surgen los deseos y se arraigan los imaginarios. Los medios y el

mercado se adaptan a las demandas del público, pero esas nuevas demandas tienen un

origen en las ofertas pasadas.

Sin lugar a dudas la fragmentación de Bogotá es una realidad, son muchos los factores

que se entrecruzan para desembocar en la cultura del elegir, surgida y alimentada por la

oferta de posibilidades; desde fracciones artificiales que fragmentan el espacio físico,

hasta concepciones basadas en juicios de valor que indican qué fragmento elegir, o la

costumbre a la fragmentación impuesta por parte de los promotores hacia los

consumidores del esquema. Esto da como resultado la percepción fracturada que

poseemos de nuestra ciudad.

89

2.3. HABITAR PARA EXISTIR

Las elecciones de fragmentos de ciudad que hacemos en la cotidianidad nos llevan a

pensar el tema del habitar. El habitar no sólo es una cuestión de estar-en, incluso, no

debemos pensar el habitar sólo en términos de permanencia física, es más bien un

estado de pertenencia el cual se genera a través de ciertos cimientos.

Empecemos por identificar las dos posibilidades de abordar el concepto de habitar.

Cuando buscamos en el diccionario la palabra habitar, la definición es:

Habitar: 1. tr. Vivir, morar.

Si en el mismo diccionario buscamos la palabra vivir nos encontramos con muchos

significados entre los cuales hay dos que merecen atención.

Vivir: 1. intr. Tener vida. 11. intr. Estar (II existir uno con cierta permanencia

en un lugar o en un estado o condición).

En estos términos estaríamos de acuerdo con Heidegger cuando afirma “Ser hombre

significa estar en la tierra como mortal, quiere decir: Habitar” (citado en Friedrich,

1966:465) hasta ahí no tendríamos ningún problema con vivir como sinónimo de

habitar. Cuando buscamos el segundo sinónimo, morar, nos aparece:

Morar: 1. intr. cult. Residir habitualmente en un lugar.

Lo cual nos haría ir a buscar el significado del término residir:

Residir: 1. intr. Estar establecido en un lugar. 2. intr. Dicho de una persona:

Asistir personalmente en determinado lugar por razón de su empleo, dignidad o

beneficio, ejerciéndolo. 3. intr. Dicho de algo inmaterial, como un derecho, una

facultad, etc.: Estar en una persona. 4. intr. Dicho del quid de aquello de que se

trata: Estar o radicar en un punto o en una cosa.

90

Como podemos ver, la cosa acá se nos complica, pues es posible notar que el residir no

sólo se plantea en términos físicos, sino también en términos subjetivos, como la

facultad que reside en una mente, o el “derecho a la vida” que reside en el cuerpo de un

ciudadano.

Éste es el habitar en el que nos concentraremos en esta parte del capítulo, pues el habitar

que refiere a la presencia física no tiene mayor complicación para el entendimiento.

“Habitar es más que un mero estar o encontrarse, porque estos dos últimos estados

tienen sólo una relación exterior con el espacio (…). Habitar, en cambio, quiere decir

tener casa en algún lugar, estar arraigado en él y pertenecer a él.” (Friedrich, 1966: 463)

Esto nos sugiere una relación con el espacio que no está planteada en cuanto a la

presencia física sino a los lazos de producción de sentido que se establecen entre el

sujeto y el espacio.

De esta manera, si habitar en realidad es el establecimiento de relaciones de significado

entre un individuo y un espacio, ¿cómo entonces se establecen esas relaciones?

Heidegger en su texto Construir Habitar Pensar plantea que el habitar está

profundamente ligado con el construir: “Así pues el habitar sería en todo caso el fin que

persigue todo construir. El habitar o el construir están relacionados entre sí como lo

están fin y medio (…) pues el construir no es sólo medio y camino para el habitar, el

construir es ya en sí mismo habitar.” (Heidegger, 1997:13)

Por otro lado, en su esfuerzo etimológico recorriendo el antiguo alto alemán, Heidegger

nos empuja a contemplar la idea que el verdadero significado de habitar es construir y

que el de construir sería cuidar. Pero la idea no es entrar a mirar ni a discutir los

hallazgos etimológicos del pensador, sin embargo es una buena idea partir del construir

para explicar los procesos que llevan al habitar.

Construir en su concepción más básica es erigir estructuras físicas sobre un espacio,

pero también podemos pensarlo en términos un poco más subjetivos, como construir

una buena amistad o una buena familia; en ese caso, involucraríamos en nuestro

entender la idea de cultivar o de alimentar unas relaciones. En cualquiera de los dos

casos, el cuidar es un aspecto que no se desliga de la idea de construir, ya que lo que ha

91

sido producto del esfuerzo y el trabajo propio tiende a producir ciertos lazos

sentimentales al parecer de pertenencia, lo que genera defender o cuidar lo construido.

Pues bien, estas construcciones físicas crean construcciones sentimentales a través de la

producción de sentido, esto se origina debido a los relatos generados por los

acontecimientos de los que hablábamos en la primera parte de este capítulo. Estas

construcciones físicas con construcciones de significado es lo que Heidegger llamaría

lugares. Los lugares son espacios con sentido para un sujeto, lo que los hace dejar de

ser espacios. Para este filósofo el espacio sería, en oposición, lugares sin sentido,

lugares vacíos.

Pero es pertinente abandonar los espacios para volver a los lugares, ya que al parecer

son los que habitamos gracias a la producción de sentido, que no es más que la

capacidad que tiene un individuo para hacerse representaciones de algo que le generen

sensaciones. Como diría el filósofo contemporáneo Sergio Roncallo: El lugar convoca.

Yo reemplazaría el término convocar por evocar, pero de cualquier manera, tiene razón.

Esta aclaración es necesaria para mostrar que compartimos un punto muy importante

con Heidegger y es el de la posibilidad de habitar sin presenciar. El ejemplo que pone él

sobre el puente de Heidelberg es perfecto, dice que podemos estar más cerca de un

puente (habitarlo más) estando a muchos kilómetros de éste, pero recordándolo y

generando vínculos de pertenencia, que una persona que simplemente lo utiliza para

cruzar el río, tal vez sin ni siquiera ser consciente de hacerlo Esto se debe a la

potencialidad de representación (producción de sentido) que tiene el puente para cada

uno de los sujetos.

Esto nos lleva a pensar en un asunto del que ya hemos hablado; la subjetividad y la

individualidad en cuanto a la percepción y el habitar. Como lo mostramos con el

ejemplo del puente, un lugar puede tener un gran significado para un individuo, y, el

mismo lugar, puede no representar absolutamente nada para otro individuo, debido a

que no lo perciben de la misma forma. Así lo evidencia Otto Friedrich Bollnow en su

texto: “He descubierto una gran verdad, saber que los hombres habitan y que el sentido

de las cosas se cambia para ellos según el sentido de su habitar (Saint-Exupéry). El

habitar deja de ser una actividad cualquiera junto a otras; es una determinación esencial

92

del hombre, decisiva en su relación total con el mundo.” (Friedrich, 1966:464) Es a

través de esta subjetividad que los lugares adquieren realmente valor y sentido para los

sujetos. Lo que termina provocando, por fin, el habitar. La apropiación.

2.4. APROPIACIÓN DE POSIBILIDADES

“La imagen de Bogotá no le pertenece a ella sino a sus habitantes,

ya que es el modo como los ciudadanos la representamos en nuestros pensamientos, en los amores y en los odios, en la ternura y en la incomprensión,

en la euforia de una mañana de sol o en la languidez de un atardecer dorado, en la violencia que brota inusitada o en la sonrisa desprevenida.

La imagen identifica a la ciudad, no por como es, sino por cómo es vista.” (Pérgolis, 1998: 63)

“El tiempo no se repone, ni se regresa a las oportunidades perdidas.”

(De Certeau, 2007: 42)

Ahora bien, sin olvidar la ciudad como el escenario que aquí nos concierne, de apertura

nos contraponemos a lo que expresa Mathieu Kessler al declarar que “el ciudadano, sea

cual sea la forma como se le considere, es ajeno al espacio geográfico en el que hace

estancia sin habitarlo en el sentido preciso del término.” (Kessler, 2000: 40) Gracias a

nuestro recorrido teórico, nosotros podemos afirmar que habitamos la urbe en cuanto

nos apropiamos de sus espacios; en cuanto entablamos relaciones de significado con

éstos y producimos un consecuente sentido.

No obstante, como hemos dejado en evidencia en páginas anteriores, la ciudad es un

espacio planeado y racionalizado bajo los intereses de líderes políticos, urbanistas y

arquitectos. Por ende, el espacio público termina siendo un territorio codificado a través

de estrategias que estructuran su funcionamiento, y de ciertas normas y controles que

buscan el desplazamiento ordinario de los ciudadanos, comportamientos esperados y

una sucesiva convivencia sin sobresaltos ni anomalías.

Y es así como la ciudad deriva en lugar común y banal que de entrada se presenta como

un sistema prefabricado, en la medida en que pone a disposición de todos los

ciudadanos una única noción fija e inalterable de representarla, por lo tanto, de habitarla

y hacerla propia. Dicha realidad hegemónica termina por someter mentalmente a los

93

sujetos que experimentan la urbe reduciendo el alcance de sus potencialidades, con el

fin de que no proliferen “contaminaciones físicas, mentales o políticas que pudieran

comprometerla.” (De Certeau, 2007:106)

Sin embargo, dicho plan está llevado al extremo, porque la ciudad no puede reducirse a

una única unidad discursiva ni mucho menos práctica, debido a que los lugares que la

conforman se pueden desplegar de diversas maneras. Esto se debe a que no podemos

olvidar que las urbes albergan sociedades híbridas, contrastantes y diversas y por lo

tanto, cada ciudadano –diferente uno del otro- se apropia del espacio público de acuerdo

al sentido que le otorga, según lo que se ajuste a sus intereses, percepciones y

condiciones de vida particulares.

Ahora bien, teniendo claro lo anterior se nos abre el espectro de la apropiación, cuando

podemos expresar que no existe un proceder genérico de apropiación sino todo lo

contrario, existe una heterogeneidad innumerable de formas de hacerlo. Acudiendo a

Michel de Certeau encontramos que hay apropiación del espacio en cuanto éste es

practicado y cada persona ejecuta sus prácticas (maneras de hacer) de múltiples modos.

Es decir, la ciudad cobra un sentido diferente para cada individuo a partir de las diversas

posibilidades que éste posee para practicar los lugares y así, hay apropiaciones del

espacio como individuos en la ciudad y cada quien construye su propia idea de lo que

ésta significa y representa. De Certeau expresa al respecto:

“Si es cierto que por todos lados se extiende y se precisa la cuadrícula de la vigilancia,

resulta tanto más urgente señalar cómo una sociedad entera no se reduce a ella; qué

procedimientos populares juegan con los mecanismos de la disciplina y sólo se

conforman para cambiarlos; en fin, qué manera de hacer forman la contrapartida, del

lado de los consumidores, de los procedimientos mudos que organiza el orden

sociopolítico.” (De Certeau, 2007:XLIV)

De esta manera, los ciudadanos tienen la capacidad de poner en duda los pretendidos

modos de habitar la metrópoli, dilatar las fronteras del orden impuesto y así, poder

desplegar una y mil prácticas a través de las cuales se apropian y reapropian del entorno

en el que viven: un arte de manipular y gozar. (De Certeau, 2007:LIII) Cabe anotar que

94

muchas veces estas reapropiaciones se hacen de manera involuntaria cuyo sentido e

importancia se pierden en la imperceptibilidad.

Sin embargo, al atrevernos a comparar la gran urbe con un laboratorio, el resultado es

un lugar de experimentación que asiduamente ofrece diversas oportunidades y

posibilidades para hacerlo propio, sólo que es un trabajo que surge desde el individuo,

quién en cierta medida debe comprometer su cuerpo, sus pensamientos y sus sentidos

con el fin de detectar y asumir dichas oportunidades. Renato Ortiz lo expresa de la

siguiente manera: “La ciudad se presenta así como un laberinto, espacio lleno de

sorpresas; no obstante, sólo el mirar perspicaz capta lo que subyace tras su

manifestación epidérmica. Se observa lo inesperado, lo no común.” (Ortiz, 2000: 115)

Ahora bien, en concreto, estás prácticas de reapropiación se pueden definir como lo

manifiesta Michel de Certeau, como tácticas de usuario. Una táctica, en primera

instancia, usa, manipula y vira las normas del poder regulador y entonces, propone

acciones que tienen su inventividad propia; “toma al vuelo las posibilidades que ofrece

el instante. (...) Caza furtivamente. Crea sorpresas. Le resulta posible estar allí donde no

se le espera. Es astuta.” (De Certeau, 2007:43). En definitiva, una táctica necesita

constantemente jugar con los acontecimientos para hacer de ellos ocasiones.

Ocasión: 1. f. Oportunidad que se ofrece para ejecutar o conseguir algo.

Es decir, las tácticas requieren de un sujeto que experimente el espacio público de la

manera más consciente posible, con el propósito de aumentar la potencialidad de sus

prácticas en la medida en que está atento a las oportunidades que se presentan en

instantes determinados. Con las tácticas, “una ciudad trashumante, o metafórica, se

insinúa así en el texto vivo de la ciudad planificada y legible.” (De Certeau, 2007:105).

Cabe incluir cómo en el libro La ciudad de los viajeros se explica la diferencia entre las

estrategias impuestas por los planificadores de ciudad y las tácticas ejercidas por los

habitantes de la misma:

“Quizá más que de estrategias se trata de tácticas, porque estos diálogos sugieren no

tanto la búsqueda de soluciones para que todos viajen mejor sino la invención constante

de pequeños arreglos personales y transacciones sólo pendientes del sentido inmediato.

Una estrategia implicaría situar la propia conducta en la búsqueda de mayor

95

racionalidad en la vida urbana, que hiciera posible una mejor gestión de dificultades

semejantes. Las tácticas, en cambio, como anota Michel de Certeau, son operaciones

multiformes y fragmentarias que no buscan producir cambios estructurales.” (García

Canclini, Castellanos y Mantecón, 1996:94)

Es pertinente anotar que aunque estas prácticas no producen cambios para toda una

sociedad o grupo urbano determinado (ya que no es la idea en ningún momento en la

medida en que es una ocupación personal), son procedimientos que llevan en sí mismos

una lógica dada por el sentido que le imprime el sujeto y también una finalidad que no

permite que deriven en meras acciones intrascendentes.

¿Cantidad de tácticas? Miles; tantas como lugares y ciudadanos. Y así, a través de su

empleo, se empiezan a abrir las puertas de las posibilidades. Entre muchísimas otras

encontramos que es viable re-significar lugares, re-interpretar situaciones cotidianas y

producir nuevas interacciones o vivencias. De la misma manera, es posible generar

extrañezas en lo que se cree conocer, explorar contextos y recomponerlos alterando las

reglas de su funcionamiento; inventar atajos, desviaciones o improvisaciones al andar.

Otra opción es darle cabida al juego, porque éste “abre una brecha en la continuidad real

de un mundo establecido, y esa brecha desemboca en el vasto campo de las

combinaciones posibles o, en todo caso, distintas de la configuración sugerida por el

orden común (Duvignaud, 1980)14”. Asimismo, se pueden inventar acciones que

embellezcan actos rutinarios, e ingeniarse acontecimientos susceptibles de ser retenidos

en la memoria, como ponerle nombres propios a los lugares y crear relatos en torno a

éstos.

Finalmente, una excelente táctica es amigarse de la imprevisibilidad, porque como dice

De Certeau, “eliminar lo imprevisto o expulsarlo del cálculo como un accidente

ilegítimo y destructor de racionalidad, es impedir la posibilidad de una práctica viva y

mítica de la ciudad. Sería no dejar a sus habitantes más que los pedazos de una

programación hecha por el poder del otro y alterada por el acontecimiento.” (De

Certeau, 2007:223) En fin, acrecentar la comprensión de sí mismo, los otros ciudadanos

y por supuesto los lugares habitados.

14 Citado en Silva, 2003:176

96

CAPITULO III

3. BOGOTÁ: LA PRACTICADA

Hemos llegado al último capítulo de nuestro trabajo; momento esencial para poner a

prueba todo cuanto hemos desentrañado y articulado teóricamente. No sin antes hacer

un sucinto recorrido a lo largo de los dos capítulos anteriores: éstos nos llevaron por un

viaje desde Europa del siglo XIX y la conformación de la ciudad moderna, pasando por

la imposición de la misma en América Latina y por Bogotá del siglo XX y sus

particularidades como ciudad fragmentada, hasta llegar finalmente a discernimientos

conceptuales entorno a la subjetividad del hombre ante el complejo espacio que

representa la ciudad.

Ahora bien, entrando un poco más en detalles, empezamos nuestro primer capítulo

mostrando cómo la burguesía europea convergió en un momento histórico que le

permitiría complacer sus intereses económicos, al imponer un discurso hegemónico que

buscaba convencer racionalmente a la humanidad de alcanzar el progreso. Y así,

establecieron una representación única de la realidad a partir de preceptos que hablaban

de modernidad a todo nivel y se consolidaban en la ciudad: la ciudad moderna.

Fue así como a través de relatos narrados por el reciente hombre moderno-urbanizado,

mostramos cómo cambió su vida y su experiencia en el espacio público en cuanto

fueron trastocadas las nociones de tiempo y espacio con el surgimiento del transporte

público masivo, la institución de horarios de trabajo y ocio, la producción en serie, el

consumo y el control ejercido sobre la emergente masa social que circulaba por las

urbes.

Con las nociones de ciudad moderna europea nos movimos hasta la América Latina

conquistada por españoles para exponer la manera cómo los colonizadores llegaron a

imponer su representación de la realidad, urbanizando cuanto territorio encontraban a su

paso y consecuentemente a sus habitantes indígenas.

97

Nuevamente nos valimos de relatos para explicar cómo en las ciudades

latinoamericanas del siglo XIX –recién independizadas- vivía una sociedad heterogénea,

cuyos integrantes no lograban identificarse unos con otros y, sin embrago, tenían que

asumir fuertes cambios en la fisonomía de sus ciudades, la masificación, las

migraciones rurales, las diferencias de clase, un apretado ascenso social y el desarrollo

del transporte público. Aparte de la fuerte contradicción de querer ser europeos, por un

lado, y querer erigir naciones realmente autónomas a partir de sus especificidades

tradicionales.

A partir de dicho contexto, nos centramos en la ciudad latinoamericana que nos interesa

comprender más a fondo porque es allí donde vamos a realizar nuestro trabajo práctico:

Bogotá. Y así, empezamos un trayecto de corte histórico que inicia a finales del siglo

XIX y atraviesa todo el siglo XX, interesados en rescatar descripciones urbanas sobre el

crecimiento demográfico y territorial, el desarrollo del transporte público, las

innumerables construcciones y transformaciones en la infraestructura capitalina: calles,

puentes, avenidas, parques, plazas, lugares de residencia y fábricas. De la misma

manera mencionamos los personajes urbanos destacados, las diversas actividades que se

realizaban en el espacio público y los acontecimientos más relevantes que marcaron el

rumbo de la ciudad.

Una vez terminado dicho recorrido histórico a finales del siglo XX, nos concentramos

en la Bogotá actual para vislumbrar ciertas características de la ciudad que de una u otra

forma hacen que las personas pierdan el contacto con el espacio público y así, eludan la

ciudad. Entre las particularidades, exponemos los contrastes sociales evidentes en la

multiculturalidad; TransMilenio, transporte público de tipo moderno que como tal

cambia las nociones de tiempo y espacio e irremediablemente aleja al ciudadano del

paisaje urbano; finalmente, presentamos el miedo como uno de los sentimientos

urbanos más acentuado.

Sin embargo, a continuación nos encontramos con la característica urbana que realza

drásticamente la pérdida de contacto, experiencia y conocimiento de la ciudad: la

fragmentación. Es decir, la urbe se ha fragmentado para complacer a los sujetos

consumidores de ciudad que delimitan cada vez más sus preferencias y deseos, de los

cuales, la mayoría han sido adquiridos por habitus. Debido a que los individuos se

98

satisfacen fácilmente en lugares específicos, no tienen la necesidad de habitar la

totalidad de la ciudad sino los fragmentos que les son interesantes, transformando así

los recorridos en un mero espacio de desplazamiento entre dos puntos de interés.

Después de esto, entramos a diferenciar los conceptos de espacio y lugar apoyándonos

principalmente en el texto de Martin Heidegger Construir Habitar Pensar. A partir de

éste entendimos el término espacio como una simple extensión de terreno carente de

significado. El lugar es ese mismo espacio sólo que apropiado por los sujetos, es decir,

es un espacio que representa algo para un individuo según sus vivencias o sus

percepciones y esto hace que el espacio se convierta en un lugar. Entendiendo esto, nos

dimos cuenta que un espacio puede ser varios lugares a la vez, ya que la existencia del

lugar depende de la subjetividad de cada sujeto.

Finalmente, nos aliamos con Michel de Certeau para afirmar que cada persona habita la

ciudad de acuerdo a su percepción individual y a la manera cómo ejerce sus prácticas y

se apropia de los lugares. De esta manera brotan múltiples representaciones de ciudad y

posibilidades de apropiación por encima de una única y supuesta manera de habitarla.

Y así, nos damos cuenta que la ciudad es un lugar de infinita experimentación cuando la

vislumbramos conscientemente, es decir, cuando desde nuestra propia experiencia

creamos tácticas de usuario para expandir los límites de los códigos establecidos y

hacer más legibles los lugares que habitamos, las interacciones sociales y nuestras

potencialidades como ciudadanos.

99

3.1. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 3

“Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió” (Anónimo)

Con toda la teoría que habíamos leído, analizado, escrito y teníamos muy presente en

nuestra cabeza, había llegado la hora de salir a la calle a ponerla a prueba (la teoría) y a

nosotros mismos como conocedores del tema. Era el momento de comprender la ciudad

ya no desde los conceptos y las frases reveladoras de los libros sino desde las prácticas

de espacio que nos ofrecería Bogotá al recorrerla.

No podemos negar que sentíamos miedo de poner un pie en la calle y no ser capaces de

articular todo aquello que habíamos adquirido satisfactoriamente y teníamos claro en

nuestro pensamiento. Sin embargo, eran más fuertes las ganas de sacudir nuestros

sentidos y despertar totalmente un dispositivo de conocimiento práctico que, desde que

empezamos a hacer la tesis, se encontraba latente y tan sólo necesitaba una suerte de

mecha que lo encendiera.

Nuestra tarea era recorrer diferentes zonas, barrios y calles de la ciudad, ubicados en las

cuatro direcciones, e ir en busca de las tácticas que las personas usan para re-apropiarse

del espacio público o simplemente hacer evidentes las apropiaciones que las personas

realizan del espacio público, diferentes a las que han sido pensadas por los arquitectos o

urbanistas.

Sabíamos que debíamos salir a realizar el trabajo lo más livianos posible (lo menos

encartados, con objetos de valor o vestuario pretensioso), tan sólo con nuestro artefacto

recolector de información, una cámara, y nuestras mentes ávidas de despertar e impulsar

nuestra práctica a niveles insospechados. Porque aunque teníamos claro que por lo

general el investigador social es aquel que entra a evaluar a las personas objetivamente -

buscando no involucrarse en lo que está analizando-, queríamos que nuestra

subjetividad guiara constantemente nuestra práctica, y fuese necesario zambullirnos,

embadurnarnos y fusionarnos con todo lo que íbamos a investigar.

Así que lo que encontrarán a continuación fue lo que descubrimos en las calles de

Bogotá durante diversos recorridos en el transcurso de 5 días, en los cuales decidimos

100

no ejercer mucha planeación con el fin de dejar que lo imprevisto se inmiscuyera

fácilmente. Finalmente, es sensato decir que esta experiencia nunca habría sido la

misma con una persona de más o una de menos; es así porque es producto de nuestras

dos maneras de entender y abordar la ciudad.

Lunes 14 de julio

Narrado por Eduardo

Era lunes por la mañana, Ana María y yo nos encontraríamos para iniciar eso que tanto

habíamos estado esperando durante todo el proceso de creación y producción del trabajo

de tesis. El día anterior habíamos hablado y lo único que acordamos fue encontrarnos

cerca al Centro Comercial Unicentro. No teníamos nada planeado y más o menos esa

era la idea, darle paso a lo imprevisto y dejar que nuestra intuición se apoderara de los

recorridos.

Ana me recogió en su carro y empezamos a recorrer la ciudad. Casi de inmediato

empezamos a encontrar situaciones merecedoras de ser grabadas, pero por cuestiones

del ritmo del tráfico bogotano no pudimos registrarlas. Ahí fue cuando reafirmamos que

era necesario bajarnos del carro para poder capturar con mayor facilidad los diferentes

acontecimientos, así que parqueamos y emprendimos la infantería.

Primero bajamos por la calle 122 desde la carrera 15, capturando un par de imágenes

que de una u otra forma empezaban a esculpir el trabajo de campo. Un señor hablando

por teléfono público sentado en un pedazo de cemento; otro hombre que se ganaba la

vida cuidando carros parqueados y dirigiéndolos con su herramienta de trabajo: una

bayetilla roja. Seguimos caminando y poco a poco íbamos encontrando diferentes

situaciones. Llegamos a la Av. 19 y la tomamos dirigiéndonos hacia el sur hasta llegar a

la calle 116 para subir por ella. De pronto, a uno de nosotros se le ocurrió no tomar vías

principales sino adentrarnos en los barrios. Ahí nació el término ínter-barrial, el cual

nos acompañó durante el resto de la semana, nos lo apropiamos.

Continuamos caminando y seguíamos capturando videos con la cámara, sólo que por las

vías alternas al interior del barrio. De pronto, Ana se detuvo y me dijo que oyera el

101

sonido que producían los móviles al ser agitados por el viento. Nos quedamos unos 15

segundos en silencio, atendiendo y contemplando la improvisación del viento sobre los

artefactos sonoros colgados en los balcones de los apartamentos. Ahí entendimos que el

trabajo no debería ser sólo una cuestión visual, debíamos poner en estado de alerta cada

uno de nuestros sentidos. Después de comentar el sonido y el acontecimiento, seguimos

caminando aún más alerta. Llegamos a la Carrera 15 y subimos por la calle 119 hasta la

carrera 13.

En ese momento el sol calentaba fuertemente el sector y se nos ocurrió sentarnos a

tomarnos un salpicón en aquella esquina, lo importante de esto es que fue la primera vez

que nos sentamos a observar. Ya no nos desplazábamos en búsqueda de las situaciones,

ahora esperábamos que ellas se hicieran presentes en nuestras narices. De repente pasó

un hombre en una bicicleta, haciendo figuras y montando por los andenes peatonales.

De inmediato saqué la cámara y entendí que si quería grabarlo, primero debía

alcanzarlo. Después de unos 20 segundos de carrera me detuve porque no tenía sentido,

el hombre iba muy rápido a pesar de su recorrido acrobático.

Después lo discutimos; había cosas que veríamos y que no tendríamos la oportunidad de

grabar, así que lo único que podríamos hacer era disfrutar de aquellos incapturables.

Después de un rato, vimos a un hombre tomando unas fotografías y cuando sacamos la

cámara, él ya había guardado la suya. Otra oportunidad más perdida, sin embargo me

acerqué y le pregunté que si lo podía grabar mientras tomaba una fotografía, después de

algunos segundos de incertidumbre aceptó. Esa fue la primera vez que tuvimos contacto

verbal con uno de los sujetos que habitaban. Dado el primer paso, le perdimos el miedo.

Minutos más tarde vimos a un hombre en la esquina opuesta, el cual estaba almorzando

y utilizaba una butaca como mesa.

Estas escenas se nos presentaron sin que tuviéramos que ir en su búsqueda. Entonces

comprendimos que la suerte era un factor muy importante en nuestro trabajo, como

podríamos perdernos de muchas situaciones por no estar en el momento indicado,

también podríamos presenciar muchas otras por cuestiones del azar.

Nos aburrimos en esa esquina y consideramos que ya no había mucho más que ver en el

sector, claro, como dije, eso nadie lo podía saber. Así que regresamos por el carro y nos

102

dirigimos a Cedritos; yo sospechaba por alguna razón que encontraríamos mucho

material para registrar, y aunque no fue tan abundante como me lo esperaba, tampoco

estuvo mal. Dejamos el carro en la 136 con Av 19, y al bajarnos nos dimos cuenta que

la hora de almuerzo aún seguía latente, así que de inmediato nos pusimos en la tarea de

grabar más comelones callejeros. Algunos se sentaban solos a pasar el rato, otros en

grupo y hacían todo un acontecimiento de la reunión para comer; algunos se sentaban en

el pasto y otros estaban parados en el andén mientras comían. Lo interesante de eso fue

notar que cada sujeto almorzaba cómo y dónde se le antojaba.

En ese momento, nuestra táctica para grabar a la gente consistía en que Ana María

posaba y yo hacía la mímica de estar tomándole una foto mientras grababa a los sujetos

en cuestión. Poco tiempo después desarrollamos una nueva forma para grabar a la gente

y que ésta no se diera cuenta. La idea era colgarse la cámara en el cuello y dejarla a la

altura del abdomen, cuando fuera necesario sólo habría que encender la cámara y

calculando un poco los ángulos y las distancias el trabajo estaba hecho. Poco a poco

fuimos cogiéndole el tiro a la cosa, porque a decir verdad era bastante detectivesca y

disimulada. Todo esto para evitar que la gente se sintiera intimidada o agredida.

Bueno, empezamos a caminar de nuevo por la Av. 19, sólo que esta vez, en otro sector.

Allí encontramos algunas situaciones interesantes, una de esas fue un sujeto que exhibía

las camisetas que vendía en una cuerda que estaba amarrada de un árbol a una señal de

tránsito. Había algo divertido y era que si uno quería pasar por el andén debía agacharse

por debajo del mostrador improvisado; si o si tendría que verse involucrado con las

camisetas, así no quisiera comprarlas.

Seguimos avanzando por la 19 y subimos por la calle 147 hasta la avenida 9. En ese

trayecto nos encontramos con 2 situaciones relevantes. Un hombre que trotaba con toda

su indumentaria deportiva, pero lo hacía sobre la calle donde transitaban los carros y no

en el andén que es por donde se supone deben andar los transeúntes. Después vimos un

par de jóvenes sentados en el separador de la 147, estaban hablando y riéndose;

realmente estaban apropiándose del lugar y nos llamó la atención porque nos pareció un

lugar muy extraño para habitar.

103

Finalmente, después de caminar hacia el oriente llegamos a la Av. 9 y caminamos hacia

el sur por el carril occidental. A la altura de la calle 137, nos encontramos con una

cancha de básquet que era utilizada por muchos jóvenes y niños para practicar diversos

trucos en patineta. Seguramente si llegaba una persona con ganas de hacer uso del lugar

cancha de básquet y no del lugar parque de patinaje, le iba a quedar un poco

complicado.

Seguimos caminando y bajamos por la 136 hasta llegar de nuevo al lugar donde se

encontraba el carro. Ya estábamos cansados, habíamos caminado distancias

considerables y nuestros cuerpos nos pedían descanso. Nos montamos en el carro y

emprendimos camino hacia nuestras casas. Llegando a la calle 85 nos dimos cuenta que

por estar tan entretenidos durante todo el día, sólo habíamos comido un salpicón

compartido, así que fuimos a comer palitos de queso y buñuelos callejeros.

Martes 15 de julio

Narrado por Eduardo

Era el segundo día y ya creíamos saber cuáles eran los riesgos, las ventajas y las

desventajas que estaban presentes durante los recorridos. Este día iríamos al Centro, un

sector bien diferente al que habíamos recorrido el día anterior; un lugar lleno de mitos y

peligros para dos inexpertos capturadores de ciudad. La noche anterior habíamos

hablado y quedamos en que iríamos a ese sector y aunque no sabíamos por dónde

caminar exactamente, sabíamos que era un lugar que merecía mucha precaución. Así

que nos pusimos la tarea de pensar cada uno por su lado una forma de ocultar la cámara

y poder grabar desde ahí para que no fuera evidente que teníamos el costoso artefacto,

ya que ese era nuestro mayor riesgo, que nos robaran la cámara.

Esa mañana, en la casa de Ana, pusimos a prueba las propuestas que teníamos para

ocultar la cámara hasta que encontramos la más adecuada: en un estuche de cantimplora

que nos permitía encubrirla y grabar al mismo tiempo. Por mi lado, llevé un cuchillo

para utilizarlo en caso de emergencia. Afortunadamente nunca tuvimos la necesidad de

sacarlo, lo que fue realmente importante es que el cuchillo nos dio muchísima

104

seguridad, debido a que me intranquilizaba el alto costo de la cámara. Lo que hizo esto

fue que nos permitiéramos hacer cosas dejando parcialmente de lado el temor.

Listos con el camuflaje de la cámara y el instrumento de defensa, nos montamos al carro

y nos dirigimos al Centro. Por supuesto, eran las 11 de la mañana y el trancón de la

carrera 5 para entrar al barrio La Candelaria estaba presente como de costumbre.

Finalmente llegamos a nuestro destino y encontramos un parqueadero público con

lugares disponibles. Nos bajamos del carro y en el parqueadero (lugar seguro) alistamos

nuestro dispositivo de seguridad para empezar el recorrido centrero.

Salimos del parqueadero y bajamos media cuadra hasta la carrera 5 y vimos unos

graffitis que nos gustaron y queríamos grabar, así que empezamos nuestro trabajo, y de

pronto, Ana me dijo “ahí viene un man que no aguanta”. Me asusté un montón, apagué

la cámara y la guardé del todo. Nos juntamos y empezamos a caminar un poco

alterados, después nos volteamos y vimos que el hombre ni siquiera se había percatado

de nuestra presencia. Así que nos devolvimos y grabamos lo que queríamos. Seguimos

caminando por la carrera 5 hasta llegar al Eje Ambiental, donde nos encontramos con

unos obreros de construcción jugando un partidito de fútbol en el Parque de Los

Periodistas y también a unos jóvenes jugando Ultimate15.

Yo ya estaba grabando la escena con la técnica detectivesca y Ana empezó a hablarme

un poco alterada, diciéndome cómo grabar la escena, pero ella no sabía que yo ya estaba

grabando y de pronto surgió una situación algo tensionarte entre los dos, no de pelea

pero si de miedo y ansiedad.

Nada de lo que había ocurrido hasta el momento representaba verdadero peligro, eran

nuestras mentes nerviosas y nuestros cuerpos inexpertos los que se encargaban de

alterarnos. Después de tomar un respiro y de tranquilizarnos mutuamente, seguimos

nuestro recorrido.

Subimos hacia la universidad de Los Andes y no encontramos mucho material, así que

decidimos devolvernos y, a mitad del regreso, vimos a un niño caerse en uno de esos

15 Partido de Frisbee

105

pequeños diques del Eje ambiental. Una vez más, una escena que se quedaría registrada

sólo en nuestras percepciones. Después de un buen rato de risas y lamentaciones

divertidas seguimos caminando. A los pocos segundos vimos al otro lado de la calle a

un hombre de unos 27 años, mono y con pelo largo, con pinta de extranjero pero con

actitud casi de local, en cuanto a la propiedad con la que caminaba. Este hombre llevaba

una súper-cámara con un súper-lente, y caminaba por el fragmento urbano sin ningún

tipo de temor, así que decidimos que si a él no le pasaba nada a nosotros tampoco nos

pasaría nada, claro, sin dar papaya. Desde ese momento empezamos a sacar la cámara

con más tranquilidad.

Seguimos caminando, bajamos por la calle 19 hasta la carrera 7 y caminamos por el

costado oriental hacia el sur. Unos pocos pasos y vimos unos muñequitos que se

adherían a la pared y bajaban dando “botes”. Yo no los había visto hacía mucho tiempo,

así que después de grabarlos y al sujeto que los venía, nos quedamos un rato viendo a

los hombrecillos, disfrutando de su simplísimo mecanismo de descenso. Pasaron unos

segundos y seguimos caminando hasta llegar al Parque Santander.

En este lugar había una protesta sindicalista de unos trabajadores de una entidad

pública, ellos gritaban sus consignas y el público chismoso, donde nos incluimos, los

observaba. De pronto una señora se acercó a los protestantes y empezó a imitarlos y a

gritarles cosas, nunca entendimos si apoyaba o rechazaba la marcha, lo único que

sabíamos es que cada vez que alistábamos la cámara para grabarla ella se callaba por

pura coincidencia. Estuvimos algunos minutos con la cámara lista para obturar y cuando

pensábamos que no iba a decir nada más y guardábamos el aparato, la señora empezaba

a hablar, así que ese fue otro incapturable disfrutado.

Al otro lado de la plaza, había un hombre-orquesta haciendo música, con un público

interesado y dispuesto a colaborar con algunas monedas. La música, aunque no era la

gran cosa, no estaba mal, y el hombre indudablemente tenía la habilidad o la práctica de

tocar todos los instrumentos a la vez y hacerlos sonar bien, que era lo que en realidad se

le reconocía. De repente, un señor que estaba parado en la multitud empezó a bailar. Era

un viejito que danzaba al ritmo de la música del hombre-orquesta. Pero su baile no era

sutil ni mesurado, por el contrario, se apoderaba de su cuerpo y mente. Nunca supimos

si el hombre estaba loco, si era su canción preferida, si estaba mamando gallo o si sólo

106

le habían dado ganas de bailar; el hecho es que lo hizo al frente de todo el mundo sin

ningún tipo de represión, lo hizo y punto.

Volvimos a la carrera 7 y seguimos caminando hacia el sur hasta llegar a la calle 13. En

esa intersección, en la esquina nor-occidental hay una pequeña plaza, donde nos

encontramos con una estatua humana que se movía cuando uno le daba plata. Era una

especie de Poseidón muy bien elaborado. El hombre estaba parado sobre una de esas

grandes cajas de líneas telefónicas. En esa misma plaza también vimos a un señor que

vendía tarritos con jabón líquido y el precario burbujero, notamos que la forma de

vender su mercancía no era gritando, ni con avisos, sino con las mismas burbujas. Esto

nos pareció interesante sobre todo porque las burbujas de una u otra forma hacían que el

transeúnte se apropiara del espacio significándolo como un nuevo lugar, ya que distraen,

detienen, entretienen y molestan a la gente. En esta plaza fue el primer lugar donde

sacamos la cámara, sintiéndonos realmente tranquilos y despreocupados.

Pasamos la calle 13 y llegamos a la cuadra donde se mueve todo el mercado negro de

las esmeraldas. Ana me propuso la posibilidad de grabar allí, pero de inmediato me

negué. No sé si ella estaba desfasada con su propuesta o yo me dejé guiar por el miedo y

las suposiciones. Decidimos no sacar la cámara pero sí atravesar la cuadra. Ana estaba

muy tranquila caminando, analizando la situación, observando, yo, por el contrario,

aunque no tenía miedo gracias a que no estábamos grabando, si empecé a sentir una

fuerte sensación de incomodidad mezclada con un fuerte deseo de salir rápidamente de

allí; así que aceleré el paso para terminar inmediatamente con la sensación. Confieso

que no soy fanático de las multitudes y menos en medio de ambientes densos.

Ese día el sol estaba imponentemente presente, con su calor y su típico picor sabanero

que abrazaba el centro bogotano. Bajamos hasta la siguiente cuadra para darle la vuelta

a la manzana, y de subida hacia la carrera 7 un corto pero fuerte viento nos detuvo y nos

puso a sentir. No era el típico viento caluroso centrero, por el contrario era frío y

refrescante; la piel disfrutaba como nuestra consciencia. Unos segundos después

llegamos a la 7 y caminamos hasta la Plaza de Bolívar. Vimos que antes de entrar a la

plaza hay una parte de la carrera 7, sobre la malla vial, que es más transitada por los

sujetos caminantes que por los automóviles, nos llamó la atención y la registramos.

107

Llegamos a la Plaza de Bolívar, allí nos sentimos tranquilos y sacamos la cámara sin

temores ni prejuicios. Nos encontramos con los vendedores de maíz para las palomas;

con el señor que quiere tomarle fotos con su Polaroid a todo el que pase por en frente

para después venderle el retrato; con la llama que se alquila para la foto; con la niña que

juega entre palomas; con los colegiales sentados en las escaleras de la catedral

comiéndose las onces; con mucha gente recorriendo la plaza, y otros cuantos sentados

en la mitad de ella. Habitando.

Después de capturar algunas situaciones, decidimos dejar la plaza y subir hacia la

Biblioteca Luís Ángel Arango ubicada en la calle 11 con carrera 4. Mientras nos

dirigíamos hacia nuestro destino, el sol se manifestó aún más fuerte. Cuando llegamos a

la biblioteca nos encontramos con una gran sombra obsequiada por el edificio y nos

sentamos a descansar un poco del sol y otro poco las piernas. Había sido un día agitado

pero entretenido y en medio de todo, muy agradable.

Ahí, sentados descansando tuvimos otro momento de quietud, donde no buscábamos

acontecimientos sino que ellos nos encontraban a nosotros. Grabamos un par de

situaciones y después de descasar y de hidratarnos un poco, emprendimos camino hacia

la Plaza del Chorro de Quevedo, lugar donde se presume fue fundada Bogotá. En el

trayecto de ida nos encontramos con un graffiti en la pared de una iglesia que decía: “la

iglesia es el opio del pueblo”. Ahí encontramos apropiación del espacio y del dicho, ya

que es la religión la que es el opio del pueblo y no la institución como tal.

Seguimos nuestro camino y llegamos al Chorro con gran expectativa, esperábamos ver

mucho movimiento y un poco de la vida bohemia y hippie que caracteriza al lugar; pero

ese día el Chorro estaba apagado, lo único que grabamos fue un hombre que pasó con

dos mulas como si estuviera en la mitad de un potrero. Vimos un par de personajes un

poco chiflados, pero nada realmente especial para nuestro trabajo. Después de un rato

de esperar a que los acontecimientos nos encontraran, decidimos abandonar el Chorro e

ir en busca de ellos a otro sector de la ciudad.

Llegamos a mi casa en el barrio Antiguo Country, dejamos el carro y salimos a caminar

por la calle 85, desde la autopista hasta la carrera 15. Subimos por el andén del lado

sur, vimos muchos vendedores informales que estiraban una manta y adoptaban ese

108

lugar como un local comercial provisional. En un momento nos dimos cuenta que 180°

a nuestro alrededor podíamos ver abundante comercio callejero. Fue impactante para mí

porque aunque vivo muy cerca, nunca me había dado cuenta de la magnitud de la

situación.

Seguimos subiendo hasta llegar a la plazoleta del frente del Carulla de la 85 con 15.

Apenas llegamos vimos a un joven haciendo trucos con su bicicleta en la mitad de la

plazoleta, donde hay ciertos desniveles los cuales utilizaba como rampas y obstáculos

para sus acrobacias. Nos acercamos y le preguntamos si lo podíamos grabar; él aceptó

sin problema. Tal vez ya estaba cansado o la cámara lo intimidó, pero no estuvo al nivel

en el cual yo ya lo había visto en días anteriores.

Caminamos unos pocos pasos y nos sentamos en una banca de la plazoleta a observar, a

esperar. Allí capturamos diferentes situaciones como la de un joven caminando

plácidamente con grandes audífonos sobre sus orejas, aislado sonoramente de la ciudad

gracias a su música; también vimos a una niña jugando y grabamos un poste de luz con

afiches pegados.

Después de un rato nos aburrimos y retomamos la infantería. Fuimos al parque El

Virrey, en la calle 87 con 15. Bajamos por el parque, caminando y descansando un poco

de tanto cemento que habíamos consumido y aún no digeríamos. En el parque

encontramos a una joven aprendiendo un tipo de arte marcial en el andén, pero no en el

pasto, como sería de esperarse. También vimos una carpa armada en la mitad del

parque, la grabamos pero no nos acercamos. Al otro día nos enteramos por una amiga

de Ana María que también había estado en ese lugar, que dentro de la carpa había una

pareja revolcándose amorosamente. Esto, a manera de chisme.

También nos encontramos con un fiel habitante del parque, va todos los días a estar con

su perro, a jugar frisbee, a hablar con la gente, o como en esta oportunidad, a tocar

trompeta Con frecuencia me lo encuentro en el parque y a veces desde mi casa alcanzo

a oír la trompeta. Finalmente, casi llegando a la autopista, nos encontramos a un joven

con un par de largas telas amarradas a una gruesa rama de un árbol, con las que, valga la

109

redundancia, hacía telas16. La gente que pasaba por el frente se detenía a admirar el

bello espectáculo callejero.

Volvimos a subir a la carrera 15 y seguimos caminando hacia el norte, y de repente el

hambre se manifestó comunalmente, así que hicimos una parada técnica para comernos

unas empanadas de queso. Mientras esperábamos nuestro pedido, unos sujetos pasaron

corriendo por la 15 con unos artefactos amarrados a sus pies, parecían una especie de

zancos hidráulicos. Los vimos pero no alcanzamos a grabarlos, de pronto Ana sacó la

cámara y empezó a correr detrás de ellos, fue una situación muy similar a la del día

anterior, sólo que esta vez logramos grabarlos. Fue un momento de satisfacción, aunque

no muy eufórica, sí muy gratificante.

Terminamos de comernos nuestras empanadas y seguimos caminando por la carrera 15.

De pronto nos detuvimos, dimos media vuelta y decidimos regresar por el otro costado,

a lo Forest Gump. Finalmente las empanadas nos abrieron el apetito y debimos terminar

el día para ir a disfrutar una buena comida, ¿o almuerzo?

Con la barriga llena y el corazón contento cada uno se fue para su casa. Ana, en la

noche, estaba en la el parque de la calle 60 con 7, cuando vio a unos jóvenes

practicando en patines una serie de figuras, así que se acercó a grabarlos y resultaron ser

unos conocidos. Esa fue nuestra primera toma nocturna.

Miércoles 16 de julio

Narrado por Ana María

Este día nos encontramos al frente de la Universidad Nacional, en la entrada de carrera

30, porque durante la mañana yo tenía una reunión extra académica justo al frente de la

universidad. Habíamos quedado de vernos a las 11 a.m. y a eso de las 10:20 a.m. yo ya

había finalizado mi cita, así que decidí entrar a dar una vuelta por la universidad. Fue

muy agradable darme cuenta que aunque no llevaba conmigo la cámara ni me

encontraba en “tiempo de práctica” caminaba por la universidad observando muy bien

16 Malabares en el aire sosteniéndose de dichas telas.

110

los comportamientos de la gente, notando todos los grafitis, curioseando los detalles y

asombrándome ante la sensación de estar conociendo por primera vez ese lugar.

A la hora acordada me encontré con Eduardo. Lo que teníamos en mente para este día

era ir a La Soledad y después a la Macarena, así que una vez juntos partimos hacía el

Park Way. Íbamos en carro, así que lo primero era estacionarlo; escogimos el

parqueadero de Carulla. Sin embargo, tuvimos que dar tres vueltas antes de conseguir

un lugar disponible, pero nos sirvió para hacernos una primera impresión del lugar:

tranquilo, al punto de pensar que tal vez no íbamos a encontrar muchos

acontecimientos dignos de ser grabados, pero estábamos equivocados.

Tras estacionar y haber adquirido de improviso un par de parabrisas nuevo para mi

carro, decidimos caminar por la mitad del Park Way con el propósito de observar lo que

sucedía a lado y lado. Habíamos caminado unos 30 metros después del Carulla cuando

de repente oímos un tiroteo prolongado, unos 6 tiros. Vimos que el suceso ocurría en la

esquina del Carulla, (por donde habíamos pasado 50 segundos antes) y cómo la gente

que estaba a nuestro alrededor se lanzaba al piso -tipo película- o corría buscando un

lugar seguro; nosotros lo encontramos detrás de un grueso tronco de un árbol.

Finalizado el tiroteo, se amontonaron una cantidad de curiosos en el lugar de los hechos,

así que nosotros adoptando el papel del típico chismoso -pero siéndolo en realidad-,

fuimos a ver qué había sucedido. Llegamos con cautela pero inmediatamente después

nos hicimos paso entre la gente hasta llegar a primera fila. La escena era la siguiente:

una moto con un par de huecos de bala, una camioneta de policía con 2 hombres

esposados y demasiados policías alrededor de todo; unos en moto, otros a pie, otros en

la camioneta, más otros 8 o 10 que llegaron en moto unos minutos después. Tras hablar

con los vecinos, divagar en las posibilidades de lo sucedido, maldecir a los esposados,

ensalzar a los policías y tildar el barrio de inseguro, nos enteramos que lo ocurrido fue

la consumación de una persecución entre policías (como 20) y ladrones (2). En fin,

dejamos el suceso atrás y retomamos nuestro recorrido por la mitad del Park Way; 5

pasos adelante ya lo habíamos olvidado completamente.

Caminamos hasta un monumento donde grabamos a los particulares apropiadores de

espacio; los obreros de construcción. Después de discutir si nos metíamos interbarrial o

111

no, decidimos devolvernos por el lado derecho del Park Way. Paramos en una esquina a

observar un rato lo que sucedía y la arquitectura setentera que aún conservan muchas

edificaciones. A continuación decidimos partir de la Soledad hacía la Macarena.

En el trayecto de un lugar a otro hablamos sobre lo extraño que había sido presenciar

una balacera y haber sentido aquel miedo intenso pero fugaz, generado por la

posibilidad de una bala perdida, en un lugar que considerábamos tan tranquilo. En la

ciudad suceden cosas imprevisibles y probablemente los barrios que consideramos

peligrosos son más apacibles de lo que uno se imagina.

Llegamos a la Macarena y parqueamos en la carrera 3 justo al frente del restaurante El

Patio. Caminamos por esa carrera hasta llegar a Bosque Izquierdo; por allí descendimos

a la carrera 5. Empezamos a avanzar en dirección norte y de repente nos encontramos

una colorida mariposa en el piso que no podía volar. Sin pensarlo dos veces hicimos un

alto en nuestro camino y nos sentamos en el piso para apreciarla mejor y tomarle unas

cuantas fotos. De un momento a otro, aparecieron dos chicos en patineta bajando por la

carrera 5; de inmediato cogí la cámara, les grité que iba a grabarlos y empecé a hacerlo.

Supongo que ellos nunca entendieron nada pero para nuestra satisfacción registraron

perfecto.

Hicimos la mariposa a un lado para que nadie la pisara y seguimos caminando. Un par

de cuadras y se nos presentó la posibilidad de una nueva parada: la galería Valenzuela

Klenner. Tras un instante de duda, entramos. Vimos la obra de tres artistas y desde la

ventana del segundo piso nos detuvimos a observar la calle. Captamos un par de

sucesos. Salimos de allí y bajamos por la calle de la Plaza de Toros en donde grabamos

un muro lleno de afiches pegados uno sobre otro -una y otra vez -y de igual manera,

arrancados innumerables veces. Justo cuando estábamos guardando la cámara se nos

acercó un indigente a pedirnos plata; obviamente aprovechó para comentar acerca de la

cámara tan bacana que teníamos, pero nosotros sin demostrar el temor que sentíamos de

que nos fuera a robar, le regalamos un par de cigarrillos y aceleramos el paso dejando

atrás rápidamente.

Nos sentamos en una banca al frente del Planetario. Desde allí observamos por un buen

rato a las personas a nuestro alrededor; sólo grabamos a un hombre sentado en la banca

112

contigua. En seguida, subimos por el Parque de la Independencia y nos encontramos

con varios personajes ejerciendo apropiaciones muy diferentes unas de otras, en aquel

mismo lugar y hora (3 p.m.): lo primero que vimos fue a un hombre ejecutivo de unos

30 años sentado en una banca oliendo cocaína; después, una pareja de adolescentes

revolcándose en el pasto y dándose besos; un niño pequeño dándole vueltas al carrusel

que lleva varios años sin funcionar; un par de amigos armando un cigarrillo de

marihuana, y un joven vanidoso peinándose y tomándose fotos con la cámara de su

celular. Grabamos lo que pudimos.

Paramos en una panadería de las Torres del Parque para distraer el hambre con tinto y

pan. Y tras discutir si entrar o no a la Perseverancia, si en carro o a pie, si con la cámara

o sin ella, resolvimos ir a Chapineriar. Nos fuimos por la carrera 7 y en el camino

grabamos un par de prácticas que fueron bastante difíciles de captar por la rapidez del

movimiento del carro, así que pusimos luces de parqueo, disminuimos la velocidad y

observamos con más calma. Seguramente a los conductores de buses no les pareció tan

buena idea.

Antes de parquear en la calle 63 con 5 nos encontramos con un señor que iba cruzando

la calle mientras leía el periódico; imperdible. Nos orillamos y nos bajamos del carro

para poder grabarlo mejor. Resultó un excelente video. En seguida parqueamos y apenas

nos bajamos del carro, nos encontramos con una carita feliz que había sido pegada en la

hoja mordida de un arbusto. También quedo registrado. Fuimos al Carulla de la calle 64

con 7 y descendimos hasta la plaza de Lourdes. A pesar de que muchas veces habíamos

oído que era un lugar inseguro, en ese momento nos sentimos tranquilos para sacar la

cámara y grabar un par de prácticas. Seguimos por la carrera 13 hacía el norte y para

nuestra grata sorpresa nos encontramos algo que ninguno de los 2 había visto antes: tres

personas paradas en pleno andén tomando tinto en taza de porcelana y conversando:

tremenda apropiación del espacio.

Llegamos hasta el punto donde se encuentran la 13 con la Caracas y allí grabamos a tres

hombres con maletas de viaje haciendo visita junto a un poste de luz. Decidimos

devolvernos por el otro andén de la 13 y repentinamente empezó a llover. Sin tener

paraguas (para no encartarnos) bailamos bajo la lluvia hasta encontrar un techo donde

113

escampar. Justo al frente, al otro lado de la calle, había un Casino; sin dudarlo, entramos

a jugar 2.000 pesos mientras pasaba la lluvia.

Salimos a la media hora y seguimos caminando por la 13 hasta la calle 53. En ese

trayecto pensamos en las situaciones que nos hubiera encantado grabar ese día, pero que

había sido imposible sacar la cámara o simplemente sucedían y ya era demasiado tarde.

También comentamos y nos compadecimos de los vendedores ambulantes de la carrera

13 que tienen que trabajar allí numerosas horas al día, oliéndose todo el humo de los

buses y carros, además de aguantarse el ruido y la multitud.

Subimos por la calle 53 a la 7 y caminamos hasta donde habíamos dejado el carro.

Estuvimos de acuerdo en que la carrera 7 es una vía increíble en cuanto a la cantidad de

acontecimientos, personajes y lugares que se manifiestan constantemente. Eran las seis

de la tarde y dimos por finalizada la jornada del día. Nos dirigíamos a mi casa en

Rosales cuando súbitamente y sin decirle nada a Eduardo, cambié nuestro rumbo y cogí

hacia el norte por la Circunvalar.

Llegamos a un mirador de la Calera en el momento justo para ver cómo caía la tarde en

la ciudad. Sin pronunciar palabra nos bajamos del carro, empezamos a tomar fotos y a

grabar videos. Como dice Michel de Certeau “La Agitación está detenida, un instante,

por la visión. La masa gigantesca se inmoviliza bajo la mirada.” (De Certeau,

2007:103). Una vez dejamos la cámara a un lado, continuamos apreciando lo que

estábamos viendo, y nos dimos cuenta que al observar la ciudad desde lo alto nuestra

vista nos engaña al ocultarnos la inabarcable cantidad de prácticas que suceden sin

cansancio. Después de estar todo el día embadurnándonos de prácticas, se sentía raro

ver esa masa inmóvil.

Nos fuimos después de ver cómo se iba llenando de pequeñas luces toda la ciudad.

Jueves17 de julio

Narrado por Eduardo

114

La noche anterior había invitado a Ana a desayunar la mañana siguiente a mi casa.

Cuando llegó, yo me disponía a salir en mi bicicleta para ir a comprar dos palitos de

queso de esos que nos habíamos comido hacía un par de días. Ella se bajaba del carro

mientras yo iba por mi bicicleta, ahí fue cunado nos encontramos. Nos saludamos y me

dijo que me quería acompañar, así que se montó en el tubo de la bicicleta y nos fuimos

para la panadería. Fue un poco extraño, era la primera vez que nos desplazábamos

juntos en un transporte no motorizado.

Volvimos a mi casa, cargamos el cuerpo con un buen desayuno y nos alistamos para

salir, esta vez con una gran sombrilla porque parecía que podía llover y el día anterior

habíamos tenido que refugiarnos. Ese día iríamos al occidente de Bogotá, el lugar

elegido había sido los alrededores del centro comercial Plaza de las Américas. Como no

conocíamos muy bien la zona como para irnos en carro, decidimos irnos en

TransMilenio, además tampoco habíamos hecho el ejercicio de montar en transporte

público durante nuestro trabajo práctico.

Entramos a la estación de la calle 85 con autopista rumbo a Plaza de las Américas. El

bus en el que nos montamos fue el F-14, el cual nos llevaría en poco tiempo a la

estación de Pradera, allí cambiaríamos de bus y dos estaciones más adelante llegaríamos

a la de Mundo Aventura.

Esta vez el recorrido no hizo parte del trabajo de campo, sumergidos en el sistema de

transporte masivo bogotano no teníamos el espacio para maniobrar con la cámara

debido a la gran cantidad de gente que logra embutirse en los buses. El campo de visión

que teníamos para observar el exterior estaba reducido a un fragmento de ciudad que

nos permitía ver una parte de la ventana. Finalmente, los ritmos y las pausas en cuanto

al movimiento del TransMilenio están determinadas por causas diferentes a las del

deseo de grabar una situación, a diferencia del carro, donde nosotros éramos los que lo

manejábamos.

Lo único que pudimos notar fue el cambio que tuvo el paisaje, tanto afuera como

adentro del bus. El recorrido fue simple, desde la calle 85 hacia el sur hasta la calle 13

por la Autopista y la Caracas, después bajamos hacia el occidente por la 13 la cual

desembocaría en la avenida de las Américas y nos llevaría hasta nuestro destino.

115

En cuanto al paisaje al interior del bus, cambiaba según los diferentes sectores de la

ciudad. Casi toda la gente que se montaba al transporte proveniente de los diferentes

fragmentos bogotanos revelaba de cierta manera el sector que habitaba, dependiendo de

la zona variaban algunas caras, vestimentas y estéticas.

Y en cuanto al paisaje externo, a medida que avanzábamos hacia el sur, las fachadas

parecían estar mas descuidadas y cuando empezamos a bajar hacia el occidente notamos

que los andenes o nunca existieron o se habían deteriorado exageradamente por la

frecuente entrada y salida de camiones de las diferentes fábricas y bodegas. Pero eso era

mirando hacia abajo, porque cuando mirábamos hacia arriba, nos encontrábamos con

una cantidad de cielo que usualmente no se logra ver en Bogotá, y con unas montañas

orientales imponentes y majestuosas observadas desde el punto opuesto. Esto se debe a

que las construcciones no superan los tres pisos de altura, por lo tanto el espacio aéreo

normalmente ocupado por los edificios está despejado.

Finalmente llegamos a nuestro destino, nos bajamos de la gran cápsula locomotora y al

salir de la estación le preguntamos a un policía por la ubicación del centro comercial.

Unos pocos metros después nos encontramos con un puesto de información de Bogotá

Turismo. Ana ya había visto un par de éstos, yo por el contrario nunca los había visto

una en esta ciudad. Nos acercamos y preguntamos bien por dónde nos deberíamos ir

para llegar a Plaza de las Américas.

Después de que nos ubicaron en el sector, pedimos que nos regalaran un mapa de

Bogotá, la señora informadora nos preguntó de qué país éramos y le contestamos que

de acá. Ella se sorprendió y después de unos segundos de duda terminó dándonos el

mapa. Seguramente no estaba muy acostumbrada a que Bogotanos estén interesados en

“turistiar” y conocer Bogotá. Cogimos nuestro mapa y emprendimos camino, llegar era

muy fácil, solo debíamos caminar por toda la carrera 71-D hasta llegar a la 6 sur.

La avenida por donde caminábamos era muy tranquila, hacía buen clima y estábamos de

muy buen ánimo. Íbamos desplazándonos, observando y siendo conscientes de la

situación. Llegamos a una cuadra en cuyo andén hay sembrados unos árboles que dan

116

frutos desconocidos para nosotros, así que bajamos un par para que dejaran de ser

desconocidos.

Eran unos frutos color púrpura parecidos a las cerezas pero de otra consistencia. De

pronto la señorita Ana María me sorprendió con la propuesta de probarlos, la cual no me

sonó del todo descabellada. Así que Ana mordió uno de los pequeños frutos y me lo

pasó, pero antes de metérmelo a la boca me advirtió de su extrañísima consistencia y

textura. Mordí un pedazo y… realmente nunca había mordido algo con una textura

similar, eran como pequeños cristales blandos que se deshacían rápidamente en la boca.

Es difícil describir el sabor, tendrían que ir hasta allá y hacer el ejercicio de morderlo.

Después de sorprendernos y comentar la consistencia, de la nada se desató una guerra

de frutos púrpura entre los dos. Después de un rato nos dimos cuanta que teníamos toda

la ropa manchada, sin embargo no nos importó y seguimos jugando. Sin querer

queriendo, habíamos efectuado una táctica más de apropiación.

Seguimos caminando por el lado occidental de la avenida y vimos una construcción que

parecía tener un evento en su interior y nos llamó la atención. Nos informamos y resultó

que ese era el Estadio de Techo de Bogotá, el cual no sabíamos que existía y donde en

ese momento se estaba llevando a cabo el Torneo Iberoamericano de Rugby Ciudad de

Bogotá, y que además era gratis.

Así que sin pensarlo dos veces entramos a ver con qué nos encontrábamos, nos

requisaron y aunque yo llevaba el cuchillo no lo detectaron. A decir verdad entré a un

banco, a TransMilenio, a centros comerciales, a un casino y a muchos otros lugares con

el cuchillo, y a pesar de haber sido requisado muchas veces, nuca encontraron dicho

objeto dentro de mi mochila.

Volviendo al tema del Rugby, entramos al estadio y nos sentamos a ver un partido entre

un equipo colombiano y otro español, mucho tiempo después nos dimos cuenta que

estábamos sentados en el lado de la barra de España. Aunque sabíamos más o menos la

dinámica del juego no entendíamos mucho, así que no fue mucho con lo que pudimos

deleitarnos deportivamente, pero definitivamente disfrutábamos el acontecimiento.

117

Después de un rato, salimos del estadio y seguimos caminando por la carrera 71-D, sólo

que ahora del lado oriental de la avenida. El estadio estaba más o menos a la mitad del

recorrido hasta el centro comercial. Después de caminar un rato más, finalmente

llegamos a la esquina de Plaza de las Américas; allí nos detuvimos a observar, a

descansar y a esperar que las apropiaciones se hicieran presentes. No fue mucho lo que

vimos así que partimos en búsqueda de ellas.

Caminamos una cuadra hacia el occidente y vimos algunos vendedores ambulantes que

habían establecido sus puestos de venta informal debajo de un puente. Nos llamó la

atención porque aunque seguramente tenían sus razones de ser, nos pareció un lugar

extraño para dedicar al comercio.

Giramos para devolvernos y nos encontramos con dos habitantes de la calle sentados en

un potrero aparentemente abandonado ingiriendo algún alimento, así que los grabamos

pero decidimos no seguir caminando hacia esa dirección y acercarnos al centro

comercial. Cuando llegamos de nuevo al territorio “conocido”, preguntamos dónde

quedaba la primera de Mayo, también conocida como Cuadra Picha17. Ni Ana María ni

yo conocíamos el famoso lugar; de día parece muy tranquilo y estuvo bien conocerlo en

esa faceta, pero sin duda ahora queremos ir a conocer el lugar de noche, porque

indudablemente adquiere otras características diferentes a las que percibimos ese día.

Sería otro lugar.

Después del acercamiento y superficial reconocimiento de la cuadra, salimos de allí y

nos encontramos con dos hombres jugando con un par de dados en el piso. Les pedimos

el favor que nos dejaran grabarlos pero uno de ellos se rehusó y aunque le explicamos la

situación y le rogamos un poco, el hombre fue enfático (y rabón) al negarse. Sin

embargo el otro sujeto accedió y aunque no registramos la escena que habíamos visto,

algo pudimos capturar.

Después nos fuimos a caminar por la calle 8 sur hacia el oriente, en ese recorrido nos

encontramos con una típica apropiación de espacio, la cual habíamos estado buscando y

no habíamos encontrado aunque seguramente ya habíamos pasado sobre muchas de

17 Cuadra con diversos establecimientos dedicados a la rumba nocturna.

118

ellas. Las huellas en el cemento. Caminamos unas cuantas cuadras y nos devolvimos

por el otro costado. En esa zona vimos muchos graffitis, sobre todo en edificios

abandonados a medio demoler, los cuales también eran abundantes. Estos lugares

aparentemente abandonados en realidad son habitados por indigentes que se resguardan

allá, por lo menos eso supusimos y lo confirmamos minutos después al ver a uno entrar

con toda propiedad.

Después de caminar unas cuadras decidimos volver al TransMilenio por la misma ruta

que habíamos llegado. Entramos a la estación y nos montamos en uno de los buses que

seguían bajando hacia el occidente con expectativas de lo que nos íbamos a encontrar,

pues no reconocíamos el lugar. No fue mucho en realidad, los diferentes sectores no

parecían muy prometedores y tampoco muy seguros para la cámara.

Así que seguimos derecho hasta llegar al portal de Las Américas, nos bajamos, lo

conocimos por dentro y nos montamos a un expreso que nos llevaría hacia el oriente de

la ciudad. Pensamos en ir ese día al sur, también en TransMilenio (al portal del Sur),

pero ya se estaba acabando la tarde y además de no ser un sector muy seguro, no

sabíamos nada del lugar ni conocíamos a alguien que nos pudiera guiar por el sector, así

que no fuimos. En vez de eso, nos fuimos hasta la estación de la calle 26 con Caracas y

allí nos bajamos. Salimos de la estación y subimos por el Parque Bavaria, el cual yo no

conocía, pero como Ana sí, ella nos presentó.

Llegamos rápidamente a la carrera 7 y empezamos a caminar hacia el norte con

intenciones de hacer un gran septimazo peatonal hasta la calle 76, y ahí empezar a

caminar interbarrialmente hasta la calle 85 con 15. Caminamos algunas cuadras hasta

que llegamos al Parque Nacional. Contemplamos la posibilidad de entrar al parque, y

aunque era un lugar que habíamos habitado muchas veces, nos dio miedo adentrarnos

por los constantes robos, y con la cámara no podíamos dar esa papaya.

Así que lo bordeamos, grabamos un par de cosa y seguimos nuestra ruta. Más o menos a

la altura de la calle 59 empezó a llover y a llover duro. Pero esta vez estábamos

preparados y el agua no nos iba a detener, estábamos dispuestos a mojarnos y a

apropiarnos del ahora empapado lugar. De repente un joven en patines pasó por enfrente

119

de nosotros, lo que nos pareció extraño es que el piso mojado y los patines no son una

buena combinación y a él eso parecía no importarle.

Así que caminamos sin detenernos bajo la lluvia unos 20 minutos, después de ese

tiempo de aguas constantes, su presencia se transformó en algo recurrente pero sutil.

Después de un rato, Ana me propuso ejecutar una táctica de apropiación. La idea era

comprar unos buñuelos y dárselos a tres indigentes que nos encontráramos por el

camino. Me demoré algunos segundos en asimilar la idea y después la acepté. Los

buñuelos se los dimos a tres personajes muy particulares, todos de avanzada edad,

ninguno muy loco y tampoco pidiendo limosna, porque aunque parecían muy pobres no

perecían vivir en la calle.

Las tres personas, además de las palabras de agradecimiento que les brotaban de la boca

al recibir los buñuelos, nos regalaron 3 grandes sonrisas que sin duda son más poderosas

que muchos bienes materiales juntos. Tan poderosas, que innegablemente las escenas

quedaran grabadas en mi mente y en la de Ana María por mucho tiempo. Tan

poderosas, que ahora vemos a la ciudad y a sus habitantes de otra manera.

Con estos actos solo pretendíamos apropiarnos del lugar, una interacción que le

generara un buen momento a un desconocido.

Seguimos avanzando hasta que finalmente llegamos a la calle 76, por ahí bajamos

mientras contemplamos visualmente los árboles que enmarcan la calle. Después

llegamos a la Av. 9 y caminamos hacia el norte. Cuando estábamos atravesando la calle

77, nos acordamos de ese gran árbol que vive casi en la esquina de esa cuadra, por el

cual sobre sus poderosas raíces pasa el andén adaptado para no dañar al árbol. Así que

estando tan cerca de éste, fuimos a visitarlo, a observarlo y a analizar la lucha de

espacio que hay entre lo natural y lo artificial en esa situación.

Nos despedimos del grandote y seguimos caminando por la Av. 9 hacia el norte, pero en

la calle 79 había otro majestuoso árbol, Ana le tomó un par de fotos y después nos

tomamos algunas nosotros, como para dejar registro de la experiencia. Unos minutos

mas tarde seguimos caminando por la 9, llegamos a la calle 82 y por ahí bajamos hasta

la 13.

120

Pasamos por en frente de la Zona T18 y aunque ya sabíamos que sucedía eso, vimos

cómo un portero de una empresa de seguridad privada le pedía a un indigente que se

saliera del perímetro de la zona. No pudimos grabarlo, pero fue lo que nos reconfirmó

que no todos los lugares que aparentan ser públicos lo son.

Un poco indignados seguimos caminando hasta llegar a la plazoleta del frente del

Carulla de la 85 con 15. De nuevo estábamos ahí, pero era otro día y ahora era de noche.

Desafortunadamente no pudimos grabar el espacio siendo utilizado como lugar de

ingestión de bebidas alcohólicas y relaciones sociales, pero pudimos registrar algunas

situaciones interesantes. Después de una cerveza, nos fuimos para mi casa bajando por

toda la calle 85. Fue un muy buen día, pero estábamos rendidos de tanta consciencia.

Viernes 18 de julio

Narrado por Ana María

Viernes; último día de la semana y de nuestro trabajo práctico. Después de haber pasado

en TransMilenio por la Plaza de San Victorino el día anterior, decidimos que ese sería el

último lugar al que iríamos. Nos fuimos en carro y durante el trayecto acordamos que

primero que todo daríamos una vuelta en carro para ver y analizar el contexto y,

dependiendo de cómo sintiéramos el lugar, sacaríamos la cámara o no; de no hacerlo

igualmente íbamos a recorrer el lugar. Ya habíamos llegado a un punto práctico en el

cual lo primordial no era hacer incontables videos para la tesis sino cimentar un

compromiso con nosotros mismos como aprendices y conocedores de ciudad.

Una vez dejamos la carrera 7 para seguir por a la 10, empezamos a sentir la congestión

de las calles y a observar cómo iba apareciendo una multitud movediza y cada vez más

densa. El trayecto se obstaculizaba progresivamente con personas que cruzaban la calle

con el semáforo en verde, buses que frenaban –literalmente- en la mitad de la calle,

taxistas apresurados... En fin, manejar se había tornado un tanto estresante.

18 Lugar destinado para restaurantes y bares de la clase alta bogotana.

121

A la altura de la calle 12 nos adentramos en San Victorino y de un momento a otro nos

encontrábamos en la calle 8 en medio de un caos asombroso: una calle angosta, trancón,

pitos persistentes, las ventanas del carro arriba a las 12 del día con un calor infernal,

decenas de vendedores movilizándose como hormigas de un lado para otro, indigentes

por doquier (algunos dando tumbos entre los carros), policías parando carros… En

medio de este caos nos peleábamos el primer puesto por el más desesperado. Tras 5

minutos eternos, llegamos hasta la Caracas y doblamos hacía el norte. Definitivamente

no sacaríamos la cámara, pero sí queríamos recorrer la zona caminando.

Parqueamos en la carrera 12 con 14 y descendimos del carro sin objetos de valor ni

dinero; tan sólo con un par de galletas que yo metí en los bolsillos de mi pantalón.

Caminamos hasta la Plaza de San Victorino y nos detuvimos a observar y sentir todo lo

que sucedía a nuestro alrededor. Fue maravilloso ver cómo se entremezclaban

personajes tan disímiles unos de otros y la cantidad de hombres que hay a diferencia del

número de mujeres en el sector. Nos preguntamos varias veces cuántos negocios,

ventas, transacciones y contrabandeo estaría efectuándose en ese mismo instante que lo

pensábamos. Además de los edificios llenos de ventanitas pequeñas dónde quién sabe

qué sucedería adentro.

En la Plaza vimos un hombre haciendo una suerte de stand up comedy; carreras de

curis; indígenas andinos tocando música de indígenas norteamericanos, y familias

tomando el sol, entre muchos otros. Salimos de la Plaza y empezamos a caminar

zigzagueando entre calles. En esas, vi a un indigente al otro lado de la calle hablando

con un hombre. Nos quedamos mirando fijamente por un momento, le dije a Eduardo

“voy a hacer algo raro, pero todo bien” y le hice señas al indigente para que viniera a

nosotros. Tras dudarlo cruzó la calle, lo saludé y le regalé un paquete de galletas. Nos

agradeció y se fue detrás de nosotros pidiendo plata y contándonos que hacía un rato

había visto unos leones atravesando la calle… “No hay nada más parcero, cómase las

galletas” le dije, aceleramos el paso y lo dejamos atrás.

Seguimos caminando y llamó nuestra atención un local aparentemente de productos

chinos en medio de locales de telas. Decidimos entrar y tras un paneo del lugar nos

dimos cuenta que además de mercancía china, vendían objetos esotéricos, pócimas

mágicas contra todo mal y para todo bien, hierbas y cuanto producto insólito para hacer

122

prosperar el acto sexual. Salimos de allí y seguimos caminando. De repente, vimos a un

campesino viejo y pobre pidiendo comida en el mostrador de un restaurante. Así que me

acerqué y le regalé el otro paquete de galletas. De inmediato cambió su expresión

lastimosa y nos agradeció con una sonrisa cautivadora. Misión cumplida.

Subimos a la carrera 10 por la 17; casi que ni podíamos hablar debido a la cantidad de

ruidos ensordecedores a nuestro alrededor. Así que llegamos a la calle 14, bajamos por

ahí y regresamos al parqueadero. En ese momento dimos por finalizado nuestro trabajo

práctico para la tesis, porque era innegable que cada uno ya tenía su dispositivo

activado, ojala para siempre: la calle en nuestra vida diaria jamás sería la misma.

Terminamos agotados, pero totalmente satisfechos de haber vivido una de las mejores

semanas de nuestras vidas; de tener la certeza que en estos tiempos de memoria

escurridiza culminamos una experiencia que jamás se nos olvidaría.

123

3.2. DISCERNIMIENTOS CAPTURADOS

Una vez finalizada la semana de trabajo de campo, nos dimos cuenta que logramos

comprobar empíricamente las hipótesis que habíamos articulado en los dos primeros

capítulos de la tesis. Sin embargo, lo más satisfactorio de la práctica fue comprender

que habíamos ido un paso adelante de la teoría que encontramos en los libros –que en

cierto punto se quedó corta- al observar, comprender, sentir y experimentar una cantidad

invaluable de personajes, lugares y acontecimientos callejeros que desbordaban

cualquier texto escrito.

Poco a poco fuimos desenmarañando la ciudad-concepto para hacer legible la ciudad

real; al captarla y descifrarla mucho más que antes cuando recorríamos

inconscientemente sus calles. Comprendimos que los determinantes de la ciudad

planificada se ven opacados por una heterogeneidad innumerable de actores que llevan a

cabo movimientos y ocupaciones transitorias, imprevisibles y azarosas.

Fue evidente ver que mientras los ciudadanos recorren la urbe, habitan el espacio

público en cuanto trabajan, descansan, se divierten, se desplazan y socializan en éste.

Ésta última actividad –la interacción social- nos demostró que las personas no son tan

indiferentes o apáticas como en algún momento la teoría no lo expuso. Todo lo

contrario, nos encontramos con personas amables, chistosas, colaboradoras, tranquilas,

conversadoras, sonrientes y amigables. Lo que indiscutiblemente hizo más ameno

nuestro trabajo.

Ahora bien, el aprendizaje que quisiéramos destacar va más allá de las apropiaciones y

tácticas de usuario realizadas por todas aquellas personas que se cruzaron en nuestro

camino -o nosotros en el de ellos- y que tuvimos la oportunidad de ver y registrar con la

cámara. Lo que sucedió fue que sólo hasta el cuarto día de trabajo de campo nos dimos

cuenta que el real sentido de toda nuestra tesis era algo que habíamos venido buscando

desde hacía mucho tiempo, cada uno por su lado; ser conscientes de cosas que antes no

lo éramos en nuestro propio hábitat y al hacerlo comprender aún mejor nuestra

existencia.

124

Concluimos que éramos nosotros mismos quienes estábamos re-apropiándonos de una y

mil maneras de nuestra ciudad: con una cámara, observando y oyendo perspicazmente,

realizando acciones por vez primera, creando situaciones, desacelerando el paso,

deshaciendo lugares para volverlos otros, propiciando interacciones, explorando barrios,

aprovechando las ocasiones en el instante justo, afectándonos por lo que sucedía a

nuestro alrededor y deviniendo en investigadores-detectives, artistas e incluso niños.

Siempre estuvimos abiertos a los azares que el espacio público nos proponía y ponía a

nuestra disposición en todo momento; a cada paso que dábamos. Y fue así como

alcanzamos una misión que hasta ese momento desconocíamos que teníamos para con

nosotros mismos: desnaturalizar lo evidente capitalino y lograr asombrarnos de los

conocimientos nuevos que adquiríamos, al darnos cuenta que estábamos siendo

consientes de cosas que no habíamos tan siquiera deslumbrado anteriormente. Es decir,

logramos experimentar la ciudad en carne propia cómo nunca antes lo habíamos hecho.

Por otro lado, aprendimos que no es tarea fácil estar con los sentidos sintonizados

durante un periodo de tiempo extenso y mucho menos estar realmente en la disposición

de aprender y conocer la ciudad. NO es nada sencillo aprovechar las oportunidades de

interacción que ofrece constantemente la ciudad, sí no se efectúan en el segundo exacto,

porque pasan inmediatamente a ser parte del pasado y jamás volverán a presentarse bajo

las mismas condiciones. Tampoco es fácil estar entre multitudes, tragarse el humo de

los autos, los pitos aturdidores, los trancones, el tan impredecible clima bogotano, la

polución, la inseguridad y el desconocimiento de muchas calles y zonas, entre muchos

otros.

Finalmente, coincidimos en que es un hecho que por más que nosotros hayamos

realizado un trabajo empírico e intentemos transmitirlo a otras personas con el propósito

de que entiendan un poco más de la ciudad, nosotros mismo nos quedamos cortos con

todo lo que se puede hacer y descubrir en ésta. Y por lo tanto, se hace necesario que

quien se dejé sugestionar por lo que hicimos, vaya personalmente a zambullirse en la

ciudad con todo lo que implica su subjetividad, los azares del camino y las interacciones

sociales.

125

CONCLUSIONES

Después de haber puesto el punto final en este trabajo de investigación, comprendimos

que definitivamente habíamos cumplido con el objetivo primordial que nos trazamos al

iniciar esta travesía, y que consistía en hacer legible y ser conscientes del lugar que

habitamos: nuestra ciudad, Bogotá.

Poco a poco fuimos entrelazando teorías de ciudad provenientes de historiadores,

filósofos, comunicadores, antropólogos, sociólogos y urbanistas que, desde su disciplina

y contexto, abordaban la urbe. Todos ellos fueron quienes nos otorgaron las pistas para

que nosotros articuláramos nuestra propia interpretación de la ciudad, en la medida en

que con cada nuevo conocimiento íbamos quitándole las capas a esa cebolla confusa

llamada Bogotá.

Ahora bien, para comprender la relación existente entre el sujeto y el espacio en un

tiempo determinado, es decir, entre el ciudadano y la ciudad hoy en día, lo primero que

tuvimos que hacer fue viajar unos siglos atrás y ubicarnos en la conformación de la

ciudad moderna europea. De este acontecimiento rescatamos el origen de diversos

principios que rigen el funcionamiento de la ciudad que hoy habitamos. Con esto nos

dimos cuenta que antes de la instauración de la ciudad moderna, la concepción de

nociones tan esenciales como el tiempo, el espacio y las interacciones sociales urbanas

eran totalmente diferentes.

Esto nos llevó a comprender que en la contemporaneidad naturalizamos muchas de las

particularidades que conforman y ocurren en la ciudad, y que sin embargo no siempre

fueron así, ni son la única forma de ser. A partir de esto también concluimos que por esa

misma razón los sujetos en la ciudad no se cuestionan o problematizan el lugar que

habitan; porque creen que así tiene que ser.

Sin embargo, la teoría se quedaba corta para nuestros propósitos y no habríamos hecho

la tarea completa si no nos apropiábamos de esos hallazgos históricos, y como la

historia se construye a través de versiones de lo que ha sucedido, quisimos realizar

126

nuestras propias versiones de lo que era experimentar por vez primera todo lo que ahora

hacemos evidente en la ciudad. Así que una vez establecidas las características de la

ciudad moderna, dejamos nuestros zapatos a un lado para ponernos en los zapatos de

diversos habitantes de aquella época. Y así, sin ser tarea fácil, encarnamos en hombres y

mujeres de diferentes edades y condiciones sociales que nos permitieron entablar una

primera aproximación al discernimiento de la ciudad desde quienes la habitan.

Ahora bien, cuando abordamos la imposición de la ciudad moderna europea en

Latinoamérica, padecimos la Conquista, la Colonización e indiscutiblemente nos

sentimos más identificados con las ciudades constituidas a principios del siglo XIX.

Comprendimos que fue un acontecimiento mucho más complejo de asimilar para los

indígenas en primera instancia y después para todos los integrantes de la nueva sociedad

híbrida que se había generado. Porque a diferencia de los europeos que construyeron sus

ciudades y las experimentaron a partir de una historia que era consecuente con la

articulación de sucesos propios de su pasado, en Latinoamérica el acontecimiento fue

más fuerte porque negó su realidad y su pasado, para implantar una manera de entender

el mundo a la fuerza y sin la posibilidad de rehusarse a aceptarla. Y así, desde el

comienzo, los ciudadanos no vislumbraban el por qué de los fundamentos que

empezaban a regir las nuevas urbes.

De esta manera las contradicciones se hicieron evidentes y consecuentemente fue menor

el entendimiento que los sujetos de dicha época tuvieron para asimilar los cambios y los

orígenes de todo un sistema urbano que se cimentaría más allá de lo que probablemente

ellos llegaron a imaginarse. Con todo esto nos dimos cuenta que las ciudades

latinoamericanas hoy en día conservan muchas de las contradicciones que surgieron en

aquel entonces y de la misma manera, hoy nos encontramos asumiendo sus

consecuencias.

Así mismo, al realizar las narraciones poniéndonos nuevamente en los zapatos de las

personas que habitan la ciudad, en este caso las ciudades latinoamericanas del siglo XIX

y principios del XX, nos dimos cuenta que era una labor un tanto más fácil porque

podíamos recurrir a situaciones, lugares y personajes que persisten hoy en día. Con este

ejercicio de apropiación en América Latina, quisimos comprender principalmente cómo

127

un mismo lugar es habitado desde personas tan disímiles unas de otras y las

contradicciones que eso genera.

Por otro lado, realizar el recorrido histórico de lo que fue la configuración de Bogotá a

lo largo del siglo XX, nos mostró que hasta ese momento carecíamos de conocimientos

importantes de la historia de Bogotá, así que era evidente nuestra ignorancia entorno a

la ciudad actual. También nos dimos cuenta que era imposible abarcarla y estudiarla

desde todas sus dimensiones, porque la ciudad está compuesta por innumerables

variables provenientes de múltiples perspectivas. Así que la entendimos desde donde

nos interesó y consideramos que nos daba más pistas para entenderla hoy en día.

De esta manera, concebimos: el crecimiento geográfico y demográfico de la ciudad y

sus implicaciones en la construcción interesada, intuitiva y desordenada de calles y

barrios; que fue reiterativo el hecho de marcar y mostrar las diferencias entre clases

sociales y sectores; que se tenían muchos planes de desarrollo, urbanismo y cultura

ciudadana, pero en realidad lo que se llevó a la práctica distaba de la teoría o no se

lograba a cabalidad, y que para albergar gente proveniente de todos los lugares del país

(del campo principalmente) y de diferentes estratos sociales tan marcados, se las

ingeniaron para crear zonas muy diferentes unas de otras que se ajustarán a las

necesidades de cada quien.

Sin embargo hasta ese momento faltaba una característica esencial de la ciudad de la

que aún no nos habíamos percatado: la fragmentación urbana. Este concepto nos ayudó

a discernir un par de inquietudes que teníamos desde antes de iniciar la investigación

teórica y eran las siguientes: ¿Por qué sí vivimos en una metrópolis que acoge millones

de habitantes y cuya extensión sobrepasa los mil kilómetros cuadrados, sólo conocemos

y nos movilizamos en un pequeñísimo sector de ésta? ¿Dadas las mismas circunstancias,

por qué caemos en el grave error de creer que en la ciudad no pasa nada novedoso, que

todo es lo mismo, y lo que ya conocemos resulta monótono y aburrido?

Y así, la primera cuestión fue resuelta al entender de qué se trata la fragmentación

urbana y percibir que no sólo ocurre a nivel espacial sino que trasciende aspectos

heterogéneos. Nos mostró que es imposible querer abarcar toda la ciudad y que de

128

alguna u otra forma estamos condenados a comprender, habitar y satisfacer nuestras

necesidades y deseos en fragmentos de la misma. Siempre se nos escapará algo.

Uno no tiene ni el tiempo, ni el dinero, ni la disposición de conocer la totalidad de la

ciudad física ni mucho menos todo cuanto ocurre en la ciudad. Así que la metrópolis

aparentemente es una, pero en realidad es múltiple; hay numerosas Bogotás.

Además de su fragmentación, existen factores influyentes en el hecho de concentrarnos

en pedazos de ciudad y que resulte poco interesante conocer empíricamente la urbe. Por

un lado, los medios de comunicación, que como la historia, nos muestran su versión de

lo qué es y sucede en el resto de ciudad, haciendo que concibamos una imagen

mediática de ésta y resulte innecesario ir en busca de una representación empírica.

Por otro, terminamos utilizando estrictamente lo que nos sirve de la ciudad y lo

hacemos tan familiar que llegamos al punto de invisibilizar lo que nos rodea: caemos en

el aburrimiento, la indiferencia e impercepción. Con esto, resolvemos parcialmente el

segundo cuestionamiento. Para descifrarlo plenamente tuvimos que entender lo que es

habitar, y gracias a este concepto nos dimos cuenta que más allá de las especificidades

de la ciudad, está en cada uno de nosotros percibirla, habitarla y apropiárnosla de una u

otra manera.

Es un hecho que dadas las circunstancias de la ciudad, cada segundo que transcurre trae

transformaciones, cambios, millones de desplazamientos, las situaciones más diversas,

infinidad de prácticas y cruces, entre muchísimos otros. Sí la ciudad resulta monótona,

aburrida, predecible y rutinaria no es por la ciudad en sí, sino por cómo nos

aproximamos a ella desde nuestra subjetividad.

Ahora bien, en la medida en que cada ciudadano percibe la ciudad como puede y quiere,

y ésta puede ser apropiada de mil maneras diferentes, es muy fácil empezar a

experimentar en ella. Al apropiarnos de algo, lo estamos integrando a nuestra vida, le

estamos dando importancia, lo estamos entendiendo mejor, lo estamos haciendo parte

de nosotros. Así que cuando nos damos cuenta que no sabemos nada de la ciudad, que

todos los días suceden cosas inesperadas, y que cada vez que salimos a la calle nos

cruzamos con personas que jamás hemos visto y jamás volveremos a ver, ésta se nos

presenta como un mundo desconocido e inexplorado presto a desenmarañarlo desde

129

innumerables prácticas de apropiación: tácticas de usuario. Y al final, dichas tácticas no

son más que ir un paso más allá en los límites que poseemos y traspasarlos, con el

propósito de hacer permeables nuestros fragmentos y ensancharlos para así comprender

un poco más el lugar que habitamos.

Ahora bien, en cuanto al trabajo práctico concluimos lo siguiente:

En un principio quisimos que nuestro trabajo práctico consistiera en enseñarle a las

personas a ser conscientes de la ciudad. Sin embrago, en el camino teórico nos dimos

cuenta que la gente sí es consciente de la ciudad –cada quien a su manera-, así que

resolvimos ir en búsqueda de esa consciencia materializada; de las apropiaciones en el

espacio público.

Todo el conocimiento que adquirimos a lo largo de los dos primeros capítulos nos

permitió comprender en un nivel más profundo todo cuanto experimentamos en la

ciudad. Gracias a que las dimensiones de nuestra consciencia y de nuestras prácticas se

ampliaron en un gran rango. Así que la primera gran conclusión del trabajo práctico es

que indiscutiblemente hay que acudir a la teoría, obtener una base conceptual y racional

para arrojarse a experimentar y comprender la ciudad.

Ahora bien, aunque nosotros dos tenemos hoy en día muchos puntos en común en

cuanto a la percepción de la ciudad gracias a la teoría, tenemos totalmente claro que a

pesar de esos puntos de intersección, cada uno tiene una ciudad muy diferente en la

cabeza; la que cada uno percibe.

Lo que concluimos gracias a nuestras intersecciones de percepción sobre la ciudad

practicada.

• Nos dimos cuenta que realmente la ciudad es un lugar presto a la

experimentación, allí se pueden experimentar situaciones muy diversas, con

personajes y en lugares igualmente diversos, debido a que el espacio público

ofrece profundidades desconocidas e inquietantes, ya que allí casi todo puede

ocurrir, desde consumir drogas y tener sexo, hasta hacer música y almorzar.

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Partiendo de esto, salir a recorrer la ciudad como sujetos conscientes de nuestra

consciencia, nos permite efectuar miles de tácticas y deleitarnos con las

diferentes reacciones y sensaciones, tanto propias como ajenas.

• La clave de estas tácticas de apropiación está en improvisar entre lo

estructurado; de ejecutar lo inesperado. Esto no sólo da la posibilidad de conocer

otras facetas diferentes de lo que se dice cotidiano, sino que permite amarrar

lazos de apropiación entre el espacio y el sujeto generando identidad; pues la

persona no se siente como uno más del rebaño sino como un individuo singular

y diferente, perteneciente a un lugar y capaz de ejecutar decisiones. Es

importante construir acontecimientos que sean susceptibles de ser retenidos en la

memoria para que la apropiación no sea un acontecimiento fugaz.

• Bogotá se nos presenta normativamente en términos de restricción. Es lógico

debido a que son muchas menos las cosas prohibidas que las permitidas, así que

es más fácil hacer énfasis en las primeras. Además, no hay problema si un sujeto

no hace algo permitido, pero si hay problema si hace algo prohibido.

Nosotros entendemos las razones por las cuales la ciudad se presenta de esta

forma, pero creemos que esto afecta de una u otra manera la percepción que los

sujetos tienen de la ciudad, pues ya salen a caminar con la certeza de un control.

• No dudamos que Bogotá no es una ciudad segura para recorrer, especialmente

caminando, sin embargo, nos dimos cuenta que son más los mitos que la

condenan que los acontecimientos reales. Estos mitos hacen que la ciudad

adquiera una reputación específica y como a las personas no les interesa ir a

confrontar esta reputación por razones como el posible riesgo que se pueda

llegar a correr o la presencia de la comodidad estancada de la convicción, hace

que sea muy difícil que la ciudad refleje su verdadera condición y que luche

contra sus internos y oscuros temores.

Sin embargo, quisiéramos compartir esta posición: es preferible que lo roben a

uno esporádicamente, a vivir toda una vida sin asaltos pero lleno de temores; a

no arriesgarse. También nos dimos cuenta, que por esta misma razón es mejor

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salir a recorrer la ciudad con pocas cosas de valor, con el fin de poder dedicarse

tranquilamente a percibir, en vez de estar preocupado de la posibilidad de un

robo.

• Sin lugar a dudas un espacio puede ser muchos lugares a la vez, ya sea por rutina

o por acontecimiento. Para ser específicos pondremos dos ejemplos: el Parque

Nacional es diferentes lugares a la vez debido a la rutina de los sujetos que lo

habitan, pero la esquina del Carulla en el barrio La Soledad fue muchos lugares

a la vez gracias a las diferentes percepciones de los que chismoseábamos en la

situación pos-balacera.

• El comercio callejero indiscutiblemente es productor del habitar, pues hace que

el vendedor habite el lugar como su terreno de trabajo y sustento, pero el

consumidor también habita al adquirir algo ajeno a su rutina y el cual le provoca

un acontecimiento.

Nosotros hicimos el proceso de pasar de lo teórico a lo práctico, ahora usted está a

punto de terminar de leer este trabajo y su misión es salir a recorrer y habitar la ciudad

desde su percepción, desde su cabeza, desde su realidad. Así que si pensó que le

ahorraríamos el trabajo de salir a ejecutar la práctica está muy equivocado, pues aunque

quisiéramos, es totalmente imposible.

Ahora bien, nosotros ya hemos incorporado de lleno en nuestras vidas este dispositivo

de consciencia en la ciudad. Para nuestra complacencia no hay vuelta atrás. Más que un

trabajo de grado, este proceso fue una experiencia íntima y personal que nos llenó de

satisfacciones todo el tiempo.

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19 Este texto son unas fotocopias leídas en la asignatura “Habitar el cuerpo y el espacio”. Encontrar la referencia de éstas fue imposible así que las anexamos al final del trabajo

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