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MARTÍN, Lienhard. La voz y su huella. p. 115-146. (Manuscrito) Capítulo VI LA SUBVERSION DEL TEXTO ESCRITO EN EL AREA ANDINA (Guaman Poma de Ayala, J. M. Arguedas) 1. CULTURA HEGEMÓNICA, CULTURAS MARGINADAS La maquinaria de producción de textos escritos surgió, en el área andina, en tanto « propiedad » del nuevo grupo hegemónico europeo que se impuso con la conquista. Este grupo, que se fue ramificando y « acriollando » a lo largo de la historia regional, dictó y sigue dictando las funciones de los textos, sus géneros, las condiciones de su elaboración y difusión. Dentro del sistema de dependencia colonial y semicolonial, sin embargo, el sector hispano-andino dominante desempeña, ante todo, el papel subordinado de « intérprete » de los estímulos provenientes de las metrópolis europeas. Las formas, las jerarquías y los valores literarios vigentes en un momento dado se derivarán, pues, de los que se vayan imponiendo en las metrópolis. Especialmente en las zonas poco atractivas desde el punto de vista de una economía exportadora, el poder colonial dejó subsistir - no sin reorganizarlas previamente - una serie de subsociedades tradicionales, relativamente autónomas, cuyas prácticas económico-políticas y simbólicas siguieron, en lo esencial, unas pautas andinas tradicionales : economía de subsistencia reacia a la acumulación, sistema de ayuda mutua, propiedad comunal de la tierra considerada como inalienable, religión agraria basada en el culto a los elementos significativos del cosmos natural (cerros, tierra etc.), escasa división del trabajo e integración de las actividades económi- cas, políticas y económicas. Siempre, sin embargo, los comuneros se vieron por lo menos pasajeramente propulsados en la esfera « nacional » : trabajo más o menos forzado en las minas, leva militar etc. Tras un relativo aislamiento de siglos, estas subsociedades van sufriendo hoy un proceso acelerado de integración contradictoria al sistema político- económico global de signo capitalista : penetración del sistema del mercado en las comunidades, escolarización, éxodo rural. La más visible de las subsociedades tradicionales es la red de comunidades andinas quechua-aymaras, vinculada hoy a las colonias urbanas de los ex comuneros emigrados. El sistema cultural andino, de ascendencia prehispánica pero hace tiempo reestructurado a partir de una serie de elementos ajenos (cristianismo, familia europea), se ve expuesto actualmente a la penetración masiva de las relaciones y los valores capita- listas. Las prácticas literarias, sin embargo, van conservando una cierta autonomía : el sistema oral sigue predominando. La conflictiva coexistencia multisecular, en un contexto colonial o semicolonial, de dos sistemas culturales opuestas (« andino » y « occidental ») suscitó unos procesos de interacción complejos, mayormente a favor de la cultura occidental, a veces también a la inversa (apropiación selectiva de ciertos valores andinos - idioma, prácticas mágicas, etc. - por parte de los mistis). 2. LITERATURA ALTERNATIVA Una manifestación específica de tal interacción es el surgimiento, en el marco de la producción literaria escrita, de textos interferidos por factores cuyo origen se halla en la cultura quechua : dualismo andino, representación andina del espacio-tiempo, prácticas

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MARTÍN, Lienhard. La voz y su huella. p. 115-146. (Manuscrito)

Capítulo VI

LA SUBVERSION DEL TEXTO ESCRITO EN EL AREA ANDINA (Guaman Poma

de Ayala, J. M. Arguedas)

1. CULTURA HEGEMÓNICA, CULTURAS MARGINADAS

La maquinaria de producción de textos escritos surgió, en el área andina, en tanto

« propiedad » del nuevo grupo hegemónico europeo que se impuso con la conquista. Este

grupo, que se fue ramificando y « acriollando » a lo largo de la historia regional, dictó y

sigue dictando las funciones de los textos, sus géneros, las condiciones de su elaboración

y difusión. Dentro del sistema de dependencia colonial y semicolonial, sin embargo, el

sector hispano-andino dominante desempeña, ante todo, el papel subordinado de

« intérprete » de los estímulos provenientes de las metrópolis europeas. Las formas, las

jerarquías y los valores literarios vigentes en un momento dado se derivarán, pues, de los

que se vayan imponiendo en las metrópolis. Especialmente en las zonas poco atractivas

desde el punto de vista de una economía exportadora, el poder colonial dejó subsistir - no

sin reorganizarlas previamente - una serie de subsociedades tradicionales, relativamente

autónomas, cuyas prácticas económico-políticas y simbólicas siguieron, en lo esencial,

unas pautas andinas tradicionales : economía de subsistencia reacia a la acumulación,

sistema de ayuda mutua, propiedad comunal de la tierra considerada como inalienable,

religión agraria basada en el culto a los elementos significativos del cosmos natural

(cerros, tierra etc.), escasa división del trabajo e integración de las actividades económi-

cas, políticas y económicas. Siempre, sin embargo, los comuneros se vieron por lo menos

pasajeramente propulsados en la esfera « nacional » : trabajo más o menos forzado en las

minas, leva militar etc. Tras un relativo aislamiento de siglos, estas subsociedades van

sufriendo hoy un proceso acelerado de integración contradictoria al sistema político-

económico global de signo capitalista : penetración del sistema del mercado en las

comunidades, escolarización, éxodo rural.

La más visible de las subsociedades tradicionales es la red de comunidades

andinas quechua-aymaras, vinculada hoy a las colonias urbanas de los ex comuneros

emigrados. El sistema cultural andino, de ascendencia prehispánica pero hace tiempo

reestructurado a partir de una serie de elementos ajenos (cristianismo, familia europea),

se ve expuesto actualmente a la penetración masiva de las relaciones y los valores capita-

listas. Las prácticas literarias, sin embargo, van conservando una cierta autonomía : el

sistema oral sigue predominando. La conflictiva coexistencia multisecular, en un contexto

colonial o semicolonial, de dos sistemas culturales opuestas (« andino » y « occidental »)

suscitó unos procesos de interacción complejos, mayormente a favor de la cultura

occidental, a veces también a la inversa (apropiación selectiva de ciertos valores andinos

- idioma, prácticas mágicas, etc. - por parte de los mistis).

2. LITERATURA ALTERNATIVA

Una manifestación específica de tal interacción es el surgimiento, en el marco de

la producción literaria escrita, de textos interferidos por factores cuyo origen se halla en

la cultura quechua : dualismo andino, representación andina del espacio-tiempo, prácticas

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rituales y verbales, idioma quechua. Al trasladar tales elementos al texto escrito, sus

autores acaban por subvertirlo. Los vehículos europeos que dominan el horizonte literario

(crónica, novela, cuento, poesía), elaborados en un largo proceso de decantación

escritural, no logran articular satisfactoriamente los estímulos de los múltiples códigos

ajenos a la escritura que ofrece una cultura predominantemente oral como la quechua. En

el choque con la cultura oral, el texto escrito tiende a estallar, a fragmentarse.

Los textos subvertidos, suscitados en definitiva por el malestar de los letrados

biculturales, mal asimilados al sector dominante, plantean a su modo el antagonismo

político-cultural impuesto por la conquista y perpetuado por los poderes virreinales y

republicanos. Explícita o implícitamente, ellos proponen una solución, una utopía socio-

política que se nutre fundamentalmente de los valores menospreciados de la cultura

quechua - y de otras culturas marginadas. Según la época, el conjunto de tales valores se

manifiesta en sus grandes líneas bajo la forma de un « cristianismo auténtico » (Colonia)

o de un « socialismo auténtico », formulaciones andinas que se oponen a sus versiones

criollas degradadas : el cristianismo de fachada de los españoles o el socialismo

esclerotizado, inadecuado a las condiciones concretas del área, de los criollos modernos.

En más de un sentido, pues, tales textos constituyen una literatura alternativa.

Nos referiremos a continuación a las dos obras mayores de este tipo, la crónica

enciclopédica Primer nueva coronica y buen gobierno del supuesto cacique quechua

Felipe Guaman Poma de Ayala (AND 1980 [1615]), escrita e ilustrada a comienzos del

siglo XVII, y el conjunto, igualmente enciclopédico, de la obra narrativa y poética del

misti « desclasado » José María Arguedas (1983). El área cultural determinante para

ambos autores abarca los departamentos peruanos actuales de Huancavelica, Ayacucho y

Apurímac, región dominada en la época preincaica por la confederación de los chankas,

pokras y wankawillkas. Ambos autores, casualmente, mantuvieron una relación privile-

giada con la actual provincia de Lucanas (departamento de Ayacucho). Como lo sugieren

los estudios etnohistóricos y antropológicos, la cultura campesina de esta área se modificó

relativamente poco entre la época de Guaman Poma y el comienzo del siglo XX, que

corresponde a la niñez de Arguedas.

El modelo literario fundamental para la obra de Guaman Poma es la crónica

histórico-filosófico-antropológica del renacimiento, cuya expresión más alta, en el área

andina, es la Historia natural y moral de las Indias del jesuita Joseph de Acosta (1954

[1590]). Como lo demostró Adorno (1986), Guaman Poma (que cita a Acosta, f. 1089)

conocía por lo menos de oídas varios textos de este tipo. El proyecto concreto de Guaman

Poma consiste en una defensa e ilustración del sistema estatal andino (preinca e inca), una

denuncia pormenorizada de los defectos del sistema colonial « real » y la propuesta de

una « tercera vía » : la integración del estado indo-cristiano (versión algo adaptada del

estado prehispánico) en una utópica monarquía cristiana universal, hegemonizada por los

reyes de Castilla.

El punto de partida de Arguedas, en pleno siglo XX, es obviamente distinto. El

modelo (o anti-modelo) para sus relatos es la narrativa « social » de fines del siglo XIX y

comienzos del XX, representada en América Latina por el llamado « regionalismo » o su

variante « indigenista ». Esta literatura se caracterizaba por una perspectiva totalmente

ajena - a menudo paternalista - a los universos « marginales » evocados. En cuanto a la

poesía en quechua de Arguedas, resulta difícil atribuirle un « modelo » ; pese a ciertas

resonancias nerudianas, parece que aquí, los factores subversivos arrasaron casi

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completamente con los elementos de la tradición occidental o criolla. Si bien Arguedas

afirma apoyarse en el socialismo andino-marxista de Mariátegui, la configuaración

concreta de sus obras, poéticas o narrativas, tiende más bien a afirmar una utopía algo

fluctuante de raigambre andina.

La homología entre la obra de Guaman Poma y la de Arguedas, perceptible a

condición de manejar un concepto flexible de lo « literario » y de tener en cuenta las

sucesivas transformaciones históricas de la jerarquía y las funciones de los diferentes

discursos escriturales, permite captar lo que hay de permanente, en el marco colonial y

republicano, en el « diálogo » entre el sector hegemónico y las subsociedades marginadas.

3. LA SUBVERSIÓN LINGÜÍSTICA

¿Cuáles son, en estos textos escritos, los niveles que se ven subvertidos, expuestos

a las interferencias de origen oral-popular? Para contestar a esta pregunta, nos

acercaremos a los textos concretos. Partiremos de los fenómenos más evidentes - y

superficiales - para ir descubriendo, poco a poco, las interferencias más subterráneas.

El lector de las obras de Guaman Poma constata, de entrada, un fenómeno de

diglosia superficial : la cita de vocablos o frases en quechua y otras lenguas o lenguajes

básicamente orales. La cita léxica - el hecho de salpicar el texto escrito con una serie de

vocablos típicos de un idioma o sociolecto oral - caracteriza no pocas de las primeras

crónicas europeas escritas en América (Motolinía en México, Sarmiento de Gamboa en

Perú, Léry en Brasil), donde traduce la dificultad de hallar equivalentes léxicos españoles

para los conceptos autóctonos. El cronista de Lucanas subvierte sistemáticamente su

discurso con conceptos quechuas estratégicos que delatan la presencia de las categorías

analíticas (cosmológicas, sociales, simbólicas) de la cultura quechua :

En este mes (pacha pucuy : marzo) sacrificauan carneros negros a sus ydolos y

dioses, uaca bilca (divinidad local), orcocuna (cerros), questauan nombradas por

los Yngas. Y hazían muy muchas seremonias con los pontífezes, ualla uiza, conde

uiza, y con los laycaconas, hicheseros, que hablauan con los demonios. Y hacían

lo acostumbrado, ayunando no sé qué días el comer de la sal y de la muger nunca

tocauan no comían fruta alguan ni usaua taquies (música-danza ceremonial)(f.

243).

José María Arguedas, más consciente de la problemática de la comunicación

literaria, dosifica con cuidado la frecuencia de las citas léxicas quechuas. Igual que

Guaman Poma, sin embargo, y para no perder la carga semántica de los conceptos

quechuas, él no les agrega siempre su equivalente en español,. Para permitir al lector

europeizado ubicarse, a pesar de todo, en un universo narrativo parcialmente ajeno,

Arguedas lo obliga, en sus meditaciones lírico-etimológicas, a penetrar, a través de

cadenas de asociaciones sucesivas, en el pensamiento lingüístico quechua. Recuérdese, a

este respecto, la larga digresión asociativa en el sexto capítulo de Los ríos profundos : a

partir de los elementos primitivos yllu e illa, va surgiendo todo un núcleo semántico

quechua que implica una percepción especial de la luz y de los sonidos, un sector del

mundo animal y mineral, algunos instrumentos musicales y los ritos en que se usan...

Estratégica, la aparición de vocablos quechuas en los relatos de Arguedas remite a las

coordenadas de un sistema lingüístico quechua que informa muchas articulaciones del

texto aparentemente « occidental ».

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La cita de cantos o de fragmentos enteros de discurso oral solía ser, especialmente

en la novela « regionalista » o su variante « indigenista », un truco literario para sugerir,

a bajo costo, la presencia de una cultura oral-popular y, también, el generalmente ficticio

arraigo popular del autor. Un ejemplo clásico de este procedimiento serían los cuentos

« populares » que Ciro Alegría, contemporáneo y compatriota de Arguedas, intercala

periódicamente en su discurso novelesco. Los fragmentos de discurso « oral »,

cuidadosamente delimitados para no contaminar el discurso narrativo, no modifican sino

superficialmente las características convencionales del texto escrito ; es más, señalan, por

el contraste, la exterioridad del narrador respecto al mundo popular evocado.

En la obra de Arguedas, las citas largas - por ejemplo los cantos en versión

bilingüe que aparecen en Los ríos profundos y Todas las sangres - ostentan una

vinculación compleja con la historia narrada ; para percatarse de ello, basta imaginarse el

capítulo X (« Yawar mayu ») de Los ríos profundos sin los textos de los cantos :

desaparecería, ipso facto, la « historia » evocada, basada en los cantos y su recepción por

el auditorio de la chichería. Una función importante de los cantos transcritos, por otra

parte, es la de remitir a la presencia, no por subterránea menos incisiva, de un sistema de

signos quechua que compite con el de origen criollo.

En cuanto a Guaman Poma, el hecho de reproducir los cantos, los fragmentos

discursivos y otros elementos verbales en quechua sin agregarles su traducción al español,

ubica su crónica parcialmente fuera del circuito hispano-occidental.

En tanto signos de la oralidad, las « citas » que acabamos de mencionar plantean,

de modo más general, el problema de la relación entre el texto escrito y la cultura oral

que lo alimenta. Entre la expresión oral y el texto escrito existe una asimetría notoria. El

sistema de expresión « oral », en efecto, trabaja con una cantidad mucho mayor de códigos

que el de la escritura. El texto escrito tiende, esquemáticamente, a sugerir un discurso

humano por medio de signos gráficos convencionales. Pero tal discurso sólo se actualiza

(deja de ser « letra muerta ») en la imaginación del lector. Además de los códigos

lingüísticos (idioma y sus registros), la narración escrita se vale de una serie de

convenciones elaboradas fundamentalmente dentro de la tradición escritural occidental.

El sistema de expresión « oral », en cambio, emplea todo un abanico de sistemas

de signos : no sólo determinados lenguajes y convenciones narrativas o poéticas, sino

también la pronunciación, la entonación, el ritmo enunciativo, la expresión facial y

corporal. A estos códigos, a menudo, se vienen a agregar los de la música y de la

coreografía. La « obra de arte oral » involucra, además, al público presente y aprovecha

todo el contexto físico (paisaje natural y arquitectónico), el tiempo astronómico y

meteorológico. El conjunto del « texto », finalmente, se vincula a diferentes prácticas de

la colectividad implicada : trabajo, política, religión.

Cuando un escritor se propone trasladar un producto del sistema oral a un texto

literario, tiene que extraerlo de su contexto original, despojarlo de su materialidad, reducir

su espesor semiótico a la dimensión verbal. Los problemas planteados por la

transformación de la expresión oral en escritura han dejado profundas huellas en los textos

de Guaman Poma y Arguedas.

El lector descubre a primera vista que la crónica de Guaman Poma combina un

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sistema de signos icónicos (dibujos) con un sistema escritural. Si los dibujos contribuyen

a producir el « mensaje » global del texto (cf. López Baralt 1982), ellos señalan al mismo

tiempo su origen no exclusivamente verbal. La secuencia dedicada a los doce Incas (ff.

86-119) se basa sin duda en una tradición cuyos « instrumentos » fueron las momias

vestidas y ataviadas de los propios Incas. Durante la época incaica, éstas solían exhibirse

ante la población en unos ritos de tipo « triunfalista » (cf. cap. VII). La detallada

descripción del edificio social del estado incaico parece apoyarse, a su vez, en una

tradición oral « inscrita » en los kipu incaicos. Estos instrumentos mnemotécnicos

permitían acumular datos numéricos, no discursos verbales, circunstancia que explica sin

duda el carácter eminentemente estadístico de la representación de las categorías sociales.

Los grupos jerárquicos o profesionales, las clases de edad, configuran unos elencos cuyos

escasos elementos narrativos siguen unas pautas repetidas constantemente. Igualmente

significativa resulta el procedimiento seguido por Guaman Poma en la evocación de la

vida ritual de los pueblos andinos. Al contrario de los cronistas españoles, el cronista

quechua renuncia en gran parte a describir la actuación física que forma parte de los ritos.

Su estrategia se asemeja a la de un narrador oral que no necesita contar a su auditorio lo

que él y ellos conocen y entienden del mismo modo, puesto que pertenecen al mismo

mundo. Guaman Poma se limita a reproducir el elemento variable, los textos de los cantos,

sin traducirlos al español. Quizás porque dentro de su concepción, los textos transcritos

llevan todavía el sello de su autentificación colectiva, que impide su manipulación.

Quizás también porque la música, la coreografía, siguen de algún modo adheridos a los

textos en quechua, mientras que en una traducción española, tales elementos no verbales

dejarían definitivamente de existir. A partir de los cantos en quechua, un hipotético lector

quechuahablante podría todavía reconstruir, en su imaginación, el conjunto ritual.

En su exploración crítica del presente colonial, mucho más narrativa que su

representación de la historia prehispánica, Guaman Poma no puede acogerse ya a una

tradición oficial : ésta fue destruida por la reestructuración española del sistema socio-

político. Ahora, en vez de evocar la nueva situación sólo a través de un discurso narrativo

puro, el cronista presenta al lector, bajo forma de mosaico, cientos de discursos, diálogos,

fragmentos de conversaciones o expresiones en varios idiomas y sociolectos. Véase, por

ejemplo, el galimatías quechua-español de ciertos sacerdotes :

Apamuy cauallo. Mana micunqui. Padreta ricunqui. ¿Maymi soltera? ¿Maymi

muchachas? Apamuy dotrinaman (f. 624). [Tráeme el caballo. No comas. Vete a

ver al padre. ¿Dónde está la soltera? ¿Dónde están las muchachas? Tráemelas al

catecismo.]

También elementos provenientes de fuentes escritas, transformados en fragmentos

auditivos por el tratamiento fonético-sintáctico « oralizante » a que los somete Guaman

Poma, se incorporan a este mosaico. La sociedad, las características y los sucesos del

presente, descritos mediante fragmentos del diálogo o « polílogo » social, desembocan

así en una especie de sinfonía disonante, inteligible sólo en una lectura « auditiva ».

Algo semejante se podría decir del idiolecto literario que el narrador-compilador

emplea en su propio discurso narrativo. A menudo difícil para el lector hispánico porque

se mueve fuera de las normas del lenguaje escrito, este discurso recupera su eficacia

expresiva a condición de que el lector lo reconstruya oralmente. Esta operación, en efecto,

revela un sociolecto español transcrito fonéticamente, casi idéntico al que emplean hasta

hoy los emigrantes bilingües de la misma región (cf. AND Gushiken 1979). En vez de

reprochar a Guaman Poma su incapacidad idiomática, convendría subrayar, al contrario,

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su singular capacidad para reproducir adecuadamente las características fonéticas,

morfológicas, sintácticas y léxicas de un sociolecto quechuizante sin tradición escrita...

El hecho de que éste se siga reproduciendo hasta hoy evidencia indirectamente la perma-

nencia de los factores que lo hicieron surgir, permanencia que convierte a Guaman Poma,

sin que él lo deseara, en escritor contemporáneo.

Es en las obras de Arguedas donde se puede estudiar, a más de tres siglos de

distancia, un avatar posterior de la escritura híbrida inaugurada por Guaman Poma. Es

evidente que Arguedas, contrariamente a su coterráneo antiguo, domina como pocos el

español literario vigente en su época. Por otra parte, él no conoce la tradición literaria

occidental sólo « de oídas », como a veces parece ser el caso en Guaman Poma. Su

estrategia cultural, no tan disímil de la que informa la Primer nueva coronica..., resulta

por lo tanto perfectamente premeditada. La circunstancia, excepcional para un escritor

latinoamericano de su generación, de estar familiarizado tanto con la cultura quechua

como con la hispano-occidental, permite a Arguedas, durante sus 35 años de labor literaria

y etnológica, experimentar con diversas hipótesis comunicativas. La elección de una

determinada solución en un determinado momento depende de su propio análisis,

constantemente puesto al día, de la dinámica cultural y lingüística en el Perú. Si en los

años 30, Arguedas consideró el español como único idioma literario posible, en 1962

empezó a escribir también en quechua. No es difícil explicar este cambio de actitud : si

en 1935 no existía, fuera de las aristocracias provincianas del la sierra meridional, ningún

público para una literatura escrita en quechua, 27 años más tarde, el éxodo rural masivo

y una limitada democratización del sistema escolar podía auspiciar el surgimiento de un

incipiente grupo de hipotéticos lectores de una literatura quechua moderna y escrita. Ante

las múltiples soluciones comunicativas adoptadas por Arguedas a lo largo de su vida de

escritor (cf. AND Escobar 1984), nos veremos obligados aquí a privilegiar los aspectos

más generales de su escritura. La obra global de Arguedas (narraciones, poemas, ensayos)

aparece, observada desde una cierta distancia, como estructuralmente « bilingüe ». El

hecho de que todos los cuentos y todos los textos poéticos hayan sido escritos, sin tomar

en cuenta los préstamos léxicos, exclusivamente en español o en quechua, no disminuye

el valor de esta afirmación. El punto de partida del bilingüismo literario arguediano se

encuentra quizás en la cultura oral de los mistis y mestizos de las ciudades y pueblos del

sur andino, cuya expresión más característica son los waynos bilingües con

acompañamiento de guitarra :

Prenda querida, negra del alma

escúchame kay sonqoypa waqayninta (de este corazón el llanto)

Despierta, sal a tu ventana , qawaykamuy (mírame)

soy tu fiel amante, sonqochallayki (tu propio corazón)

(AND Arguedas 1976).

La alternancia « natural » de los dos idiomas que caracteriza estas canciones no podría

trasladarse sin más a la escritura : la distancia entre la moderna expresión escrita y la

cultura oral de las comunidades quechuas (los dos polos de la narrativa arguediana) es

mucho mayor que la que media entre un « verso » quechua y un « verso » español en la

canción de un misti bilingüe.

En la novelística arguediana, detrás del aparente predominio de un sistema de

signos de orientación occidental, encontramos toda una serie de indicios que delatan la

presencia subterránea de un sistema de signos quechua. Las transcripciones de cantos

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quechuas y la red de interpolaciones léxicas remiten al lector a las etnocategorías de la

cultura campesina. Aún cuando la configuración verbal no lo indica explícitamente, esta

última subyace siempre al texto. Algunos trabajos, como el de Harrs (AND 1983), han

mostrado que Los ríos profundos permite, si se lo coloca en la tradición europea del

« Entwicklungsroman », una lectura unilateralmente occidental. Pero tal lectura pasa por

encima de otra realidad, evidente para un lector familiarizado con la cultura quechua : el

sistema de signos quechua subyacente al texto lleva a reinterpretar, en un sentido

colectivo, los procesos de conciencia « individuales » del narrador Ernesto. Marginal

desde una perspectiva occidental, Ernesto, con su cosmovisión hispano-quechua, aparece

en una lectura « andina » como un sujeto colectivo, representante de los nuevos sectores

cultos de origen andino. Bajo este ángulo, la novela anuncia una transformación social

cuyo éxito depende de la alianza entre los colonos de hacienda del último capítulo, los

mestizos urbanos (las chicheras de los capítulos centrales) y los sectores apenas

mencionados, únicos capaces de entender la realidad total del país y de indicar las solucio-

nes políticas necesarias.

En la última novela de Arguedas, la infiltración del texto por elementos ajenos a

la tradición literaria hispánica es tan violenta que desconcierta a los lectores de literatura

culta. El zorro de arriba y el zorro de abajo, en más de un sentido una continuación de la

crónica de Guaman Poma, se compone de un sinnúmero de discursos cuyo caos babilóni-

co recrea de modo artístico el diálogo social y lingüístico de la costa peruana y, por

extensión, del país. Un factor que dificulta todavía la recepción es el hecho de que los

retazos de conversación, elaborados a partir de diversos registros sociolectales, se

interpenetren mútuamente. Así percibimos el discurso del campesino ancashino bilingüe

Esteban, ya de por sí doblemente determinado (español/quechua), a través del filtro

sociolectal del criollo negro Moncada. El resultado es la superposición de tres normas

lingüísticas orales.

Estos discursos no remiten sólo a una realidad verbal. Como a los textos quechuas

sin traducción de Guaman Poma, les siguen adhiriendo residuos de sistemas gestuales o

musicales. El tercer capítulo de la novela, por ejemplo, presenta un diálogo extenso,

sumamente complejo en su configuración lingüística, entre un industrial y un zorro

antropomorfo. El lector reconoce en el último personaje una reencarnación del « zorro de

abajo » del ciclo mitológico de Huarochirí (1987). Pero sólo un lector familiarizado con

la cultura andina es capaz de descubrir en la competición verbal representada la

transposición literaria de una competición de danzantes de tijeras, rito que inaugura el

ciclo agrícola en la provincia de Lucanas. Así se explican, en efecto, la actuación coreo-

gráfica de los interlocutores, ininteligible fuera de este intertexto gestual, sus metamor-

fosis mágicas, la configuración lingüística de un diálogo cada vez más vertiginoso que

termina en un delirio verbal casi sin sentido para un lector criollo. Un lector iniciado a la

cultura del área chanka, en cambio, reconoce en este diálogo inaudito la dinámica del rito

de los danzantes de tijeras con sus fases de trance (Lienhard 1981 : cap. 3). Consideramos

esta secuencia como un caso extremo de interpenetración de dos sistemas de signos

distintos, y como un ejemplo de los problemas que plantean los textos híbridos, instalados

entre dos culturas dentro del marco de una sociedad colonial o semicolonial.

4. EL ANDAMIAJE TEMPORAL

Fáciles de detectar aunque no superficiales, los efectos de la subversión lingüística

del texto « español » por factores oriundos de la oralidad andina, especialmente quechua,

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señalan directa o indirectamente la presencia perturbadora de una cosmovisión no - o no

enteramente - occidental. Esta informa particularmente la organización temporal y

espacial del relato. A menudo se ha señalado una aparente deficiencia en el modo de

narrar de ambos escritores andinos : la relativa ausencia de una gradación constante, o de

otro principio narrativo. Por lo común, los lectores (acostumbrados a la tradición occiden-

tal) atribuyen esta particularidad estructural a una supuesta incapacidad de los autores

para construir una progresión narrativa. Al examinarla, en la medida de lo posible, a partir

de una perspectiva que tenga en cuenta las interferencias del discurso andino en el texto

escrito, este fenómeno no resulta sólo explicable, sino también altamente significativo.

En sus articulaciones mayores y menores, el sistema temporal que rige los textos

de Guaman Poma y de Arguedas se caracteriza por la sistemática superposición e

imbricación del pasado, del presente y del futuro.

Al realizar la crítica de la opresión que sufre la población andina, es decir la crítica

del presente andino, Guaman Poma le opone constantemente la excelencia del pasado con

el objetivo de hacer surgir, por el contraste, los lineamientos de su utopía construida,

precisamente, a partir de los elementos del pasado. A nivel del texto global, la relación

entre pasado, presente y futuro aparece como secuencia cronológica. El futuro, cuyos

rasgos Guaman Poma diseña sobre todo en el libro « Conzederación » (ff. 923-973), en

su conversación imaginaria con Felipe III (974-999) y en su segundo calendario (1140-

1177) - el primero era el de la época incaica -, coincide en buena parte con el pasado. Este

principio rige también para las unidades textuales menores y, a veces, mínimas. Como

ejemplo nos puede servir una « conzederación » acerca de la limpieza actual de las

acequias :

Conzedera que en un pueblo tienen sacado unas asecyas de los rríos o posos, de

las lagunas o de estanques. En tiempo antigo lo sacaron con tanto trauajo que ci

auía de pagar y gastar se gastaría dies o doze mil pesos o ueynte mil pesos. Que

antes que fuese Ynga, como auía tanta suma de yndios y no tenía más que un rrey

y señor, lo abrieron y lo sacaron las asecyas y todas las sementeras, andenes que

ellos llaman pata (andén), chacra (sementera), larca (acequia). Y lo sacaron con

mayor facilidad del mundo a mano cin herramienta ; que parese que cada yndio

alsaua una piedra (...).

Y ací no se a guardado esta ley. Y ací se pierde todas las sementeras por

falta de agua. Desto pierde los yndios sus haziendas y pierde su quinto rreal su

Magestad y pierde la santa madre yglesia el diesmo que le deue. Y ací en este

tiempo los españoles sueltan sus bestias y rreguas de mula o ganados y pasen las

cabras, obejas y hazen grandes daños. Y se sacan las dichas aguas y se quiebran

las asecyas que no se pueden aderesar con nengún dinero. Y la poca agua sólo

quitan a los yndios pobres. Y ací se ausentan los yndios de sus pueblos.

Y para esto en cada pueblo a de auer un jues de asecya que llama cillquiua

que rreparta agua y que castigue y pene y eche los ganados de las dichas asecyas

y sementeras. Cin rremición sea castigado. Con ello será seruido Dios y su

Magestad y bien de las comunidades y bien de los pobres yndios deste rreyno (ff.

958-959).

Contrariamente a los cronistas hispanizados (como el propio Garcilaso de la Vega), que

evocan insistentemente la substitución definitiva del tiempo pagano de los Incas por su

propio tiempo, el del imperio cristiano español, Guaman Poma subraya el carácter

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pasajero del régimen colonial con sus encomenderos, corregidores y padres. El cronista

quechua sugiere de este modo, como los predicadores-danzantes del taki onqoy, el

inevitable colapso de la dominación colonial. La época inaugurada por los conquistadores

españoles no goza, en la perspectiva de Guaman Poma, ni siquiera del privilegio de haber

cristianizado el área andina : los pueblos andinos antiguos - preincas - tuvieron desde el

comienzo una « sonbrilla de conocimiento » de Dios ; en el tiempo del segundo Inca, el

apóstol San Bartolomé evangelizó « Yndias ». El cronista no se limita, en efecto, a

edificar su visión del futuro a partir de las ruinas del pasado, sino que reconstruye el

pasado según los principios de su utopía cristiano-andina. El futuro utópico resulta

análogo al pasado, previamente enriquecido con ciertos atributos del presente (el cristia-

nismo importado en realidad por los conquistadores).

Un himno dedicado al creador del mundo, citado repetidas veces en el texto,

ilustra gráficamente la superposición de los niveles temporales. Este himno quechua, sin

duda incaico, se atribuye, al comienzo de la crónica, a las cuatro humanidades preincas ;

sin embargo, la divinidad invocada lleva, anacrónicamente, el nombre de Dios, divinidad

impuesta por los españoles.

¿Hayca pachacamac, capac apo, señor, caparimosac? Mana oyariuanquicho,

cayariptipas, manatac hayniuanquicho, apo Dios (...). ¿Hasta cuándo, señor,

clamaré, y no me oyrás y daré bozes y no me rresponderás? (78).

El mismo himno - pero reproducido únicamente en español - se presenta, en su última

aparición, como jaculatoria cristiana de los indios contemporáneos, oprimidos por los

españoles « cristianos » :

Señor, ¿hasta cuándo daré bozes y no me oyrás? Señor, ¿hasta cuándo clamaré y

no me rresponderás? (922).

El himno quechua antiguo (cristianizado retroactivamente) sirve así a la vez para

demostrar la índole « cristiana » de la sociedad preinca y para pedir (a Dios) la

substitución del « cristianismo real » de los conquistadores por el cristianismo utópico de

Guaman Poma.

A un principio del todo análogo obedece la representación escritural e icónica del

ciclo anual andino, realizada dos veces en el texto. La primera vez, el ciclo aparece en su

versión incaica, pero ya con la mención - anacrónica - de los meses cristianos y con el

comienzo del año en enero (ff. 237-262). La segunda vez toma la forma de un ciclo

agrícola andino tradicional, cristianizado superficialmente : se siguen indicando los

nombres antiguos, quechuas, de los meses, al lado de los nuevos ; la caracterización de

cada momento del ciclo repite las pautas antiguas. Especialmente significativos, por su

carga alusiva, resultan los dibujos. Al ilustrar, por ejemplo, el mes cristiano de agosto - o

chacra yapuy quilla, « mes de la labranza » (1163) - , Guaman Poma introduce en la

imagen, sin comentarlo en el discurso narrativo, al propio Inca dirigiendo el rito (qaylli)

correspondiente. En el dibujo se transcribe la letra de un qaylli (canto triunfal), dirigido a

la qoya (esposa del Inca) y a una palla (princesa incaica) : todo como si no existiera el

régimen colonial español.

A través de estas manipulaciones temporales - la cristianización del pasado, la

« desespañolización » del presente - Guaman Poma hace surgir un discurso utópico en el

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cual el « cristianismo » andino antiguo aparece como el auténtico frente a su degradada

versión española. La superposición de tres niveles temporales, incompatible con un

discurso histórico-narrativo lineal y progresivo, corresponde a las concepciones

temporales que estructuran muchos relatos de las colectividades andinas modernas. El

conocido mito de Inkarrí, por ejemplo, difundido a través del área quechua, da forma a la

idea de que el tiempo de los cristianos, tiempo al revés instaurado por la colonización,

desaparecerá para permitir el restablecimiento del mundo-tiempo (pacha) incaico :

Mundu tikrakuptinsi Inkarrí kutimunqa, hinaspas purinqa, ñaupa timpu runakuna

hina (Ortiz Rescaniere 1973 : 131). [El rey Inca retornará, dicen, cuando se voltee

el mundo, y él caminará como los hombres del tiempo antiguo.]

En otros relatos, la ruptura de la ley de la reciprocidad, considerada como absolutamente

central por la población andina para la reproducción de la sociedad, provoca un

cataclismo (pachakutiy) que despeja el horizonte para el restablecimiento de una sociedad

justa.

José María Arguedas, el antropólogo andino que reveló a los criollos la existencia

- para él regocijante - de las narraciones utópico-mesiánicas quechuas, impregnado desde

su infancia por la tradición oral de los campesinos quechuas, se dejó guiar por ella para

construir las articulaciones temporales de sus propias obras literarias. Sobre todo a partir

de 1952 (fecha de su regreso consciente a la sierra quechua), sus novelas y poemas

desembocan sistemáticamente en una apertura utópica que deja prever la actuación

histórica decisiva del campesinado, « dueño » de la tradición andina. Al final de Los ríos

profundos (1956), la avalancha de los campesinos sin tierra (colonos de hacienda) inunda,

tal un cataclismo cósmico desencadenado por la peste, la capital departamental de

Apurímac, Abancay. Todas las sangres (1962), a su vez, insinúa al final un temblor

cósmico que transformará la provisional derrota de los indios insurrectos en comienzo de

un pachakutiy. De modo más explícito y radical, todavía, el qaylli dedicado a « nuestro

padre creador Tupac Amaru » (1962), anticipa el despertar de las masas andinas y

anuncia, en tanto que primer gran ejemplo de una literatura quechua escrita y adaptada a

los tiempos modernos, el próximo fin del tiempo español, colonial o semicolonial :

¡Kachkaniraqku! Sutiykita qaparispa, lloqllariq mayu hina, puriq nina hina, lloq-

llasaqku, ñoqanchispa llapan allpanchista hapinaykukama, llaqtanchispas llaq-

tanchispuni kanankama (1983 : 226). [¡Somos todavía! Voceando tu nombre,

como los ríos crecientes y el fuego que devora la paja madura, como las multitudes

infinitas de las hormigas selváticas, hemos de lanzarnos, hasta que nuestra tierra

sea de veras nuestra tierra y nuestros pueblos, nuestros pueblos.]

En su última novela, finalmente, El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971), el

narrador y sus personajes, así como el propio autor, desocupan el escenario novelesco o

existencial para entregarlo a la irrupción de las masas populares reales. En todos estos

« desenlaces », el camino hacia el porvenir pasa por la recuperación de los valores del

pasado.

No podemos analizar, en este contexto macroscópico, el impacto de las

concepciones temporales andinas en la representación semidocumental de la vida andina

que ofrece Arguedas. Un solo ejemplo para mostrar que también en este nivel, el de la

« descripción », interfiere la superposición de los tiempos. En Todas las sangres, el

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narrador pone en escena, con alguna precisión, la organización del trabajo minero

inventada por el alcalde-capataz indio Rendón Willka. El lector, algo perplejo, se

pregunta si está presenciando un momento de la explotación capitalista de una mina

peruana del siglo XX (presente), un trabajo ritual incaico (pasado) o un trabajo colectivo

realizado en el marco de una sociedad andina utópica (futuro). El rito productivo, dirigido

por el casi héroe mítico Rendón ostenta, en efecto, las características del trabajo colectivo

incaico : división de los trabajadores en equipos de diez hombres ; competición basada

en una ética colectivista, sin incentivos materiales ; atmósfera productiva libre del peso

de la enajenación y de la idea del castigo que implica el trabajo dentro de las concepciones

judeo-cristianas y capitalistas. Este rito productivo « incaico » realizado en el marco de

la explotación capitalista niega la vigencia a largo plazo de la última y se erige en modelo

del sistema que habrá de prevalecer al terminar el tiempo « español ».

La múltiple superposición de los niveles temporales en las novelas arguedianas

modifica profundamente la secuencia temporal propuesta por el « modelo » occidental

más próximo, la novela « social » o « social-realista ». Apoyada en la concepción del

progreso social e histórico, ésta prefería una gradación lenta y progresiva, como se

desprende de Germinal (Zola) o de uno de sus ejemplos andinos, Tungsteno (Vallejo).

5. LA COSMOLOGÍA LITERARIA

En las dos obras globales, la cosmología andina - sea la del primer siglo de la

Colonia o la de los campesinos quechuas actuales - informa de modo decisivo la

organización del espacio narrado. En el texto literario, la cosmología asentada en la

conciencia de la colectividad se convierte en « cosmología literaria », en un conjunto de

factores que estructuran el espacio narrado.

Guaman Poma sigue aferrado a la concepción andina tradicional de un mundo

dividido en cuatro cuadrantes (tawantinsuyu : ‘las cuatro zonas juntas’), que él va

adaptando, en la medida de sus conocimientos, al mundo entero. Nuevo centro de una

monarquía universal justificada no por el colonialismo real, sino por la universalidad ideal

del cristianismo, será Castilla, que reinará sobre los cuatro suyu o cuadrantes : 1. Indias,

2. Guinea, 3. Roma, 4. Turquía (f. 963). En este estado utópico de inspiración andina, el

rey español desempeña el papel de Inca o Monarca Universal. Los cuatro reyes regionales

deben ser descendientes de las dinastías locales. Este sistema tiene la ventaja concreta de

dejar a salvo la autonomía andina, exigida por la concepción andina de la inalienabilidad

de la tierra : « Y los yndios son propetarios naturales deste rreyno, y los españoles,

naturales de España. Acá en este rreyno son estrangeros, mitimays » (f. 929). Concepción

que afirmó también Manco Inca, líder de la resistencia incaica, en la crónica de su hijo

(Yupangui 1985 [1570]). Resultaría algo ocioso subrayar el carácter andino de las

categorías cosmológicas « menores » en la crónica de Guaman Poma, puesto que ésta es

una de las fuentes principales para nuestro conocimiento actual en la materia.

Las concepciones cosmológicas de los campesinos quechuas actuales parecen

determinar, en buena cuenta, las categorías espaciales (y temporales) de la obra de

Arguedas. El núcleo de los sistemas cosmológicos andinos consiste, después de la

destrucción o, por lo menos, la pérdida de vigencia de la cosmología propiamente incaica,

en un dualismo complejo y múltiplemente connotado. Cada comunidad andina se divide,

tradicionalmente, en una mitad de arriba - hanan - y una mitad de abajo - urin. A partir

de esta división, más social (clánica) que geográfica en su origen, se desarrolla, a base de

la proliferación de oposiciones en un eje de analogías, un sistema « dialéctico » sui generis

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que permite abarcar el mundo humano y natural en su totalidad (cf. Ansión 1987 : cap.

IV). Mencionaremos tan sólo algunas de sus articulaciones decisivas para nuestro tema :

la pareja de astros sol/luna domina el cielo ; la alternancia de la luz del día y de la

oscuridad caracteriza el ciclo diario ; la producción agrícola se funda en la interacción

entre calor solar y tierra infiltrada por el agua ; la reproducción del género humano supone

la oposición hombre/ mujer. En términos geográficos, la imagen andina del mundo

subraya la oposición entre tierras altas y tierras bajas : muchas comunidades andinas

combinan, de hecho, una economía ganadera en las alturas con la agricultura en los valles

o las quebradas ; la interacción a veces conflictiva entre sierra y costa, por otra parte,

determina, desde la fundación de los « horizontes panandinos » (primer milenio antes de

nuestra era), la vida en el área andina. Nótese que las oposiciones mencionadas, lejos de

implicar antagonismos absolutos, corresponden a relaciones de interacción, de

complementaridad, de reciprocidad.

En la obra literaria de Arguedas se constata la proliferación casi ilimitada de

oposiciones derivadas del sistema dualista andino, aunque connotada con elementos más

modernos. La costa (abajo) connota la conquista española (nivel histórico), la explotación

imperialista (economía), la injusticia (nivel socio-político), la decadencia cultural y moral

(ética), la otredad (antropología) y, por lo general, un presente (tiempo) intolerable. La

sierra (arriba) representa la población quechua-aymara con su pasado lleno de

potencialidades futuras (tiempo), sus valores sociales, morales, culturales y económico-

ecológicos.

Cada pareja de oposiciones sectoriales representa y contiene a las demás. La

transposición literaria de este principio permite moldear, con una gran riqueza

connotativa, las relaciones entre las diferentes entidades. La relación hombre/ mujer, por

ejemplo, ilumina otras oposiciones y queda, a la vez, iluminada por ellas : sol/ luna, calor

solar/ tierra y agua, tierras altas/ costa. Esta última oposición, aparentemente geográfica,

connota oposiciones cosmológicas y sexuales.

Un sistema dualista con desarrollos dialécticos rige, en todos sus niveles, la última

novela de Arguedas, como ya lo insinúa su título : El zorro de arriba y el zorro de abajo.

El autor es de arriba (sierra, pasado, mundo quechua), mientras que el referente novelesco

principal, el caos fecundo de la ciudad de Chimbote, pertenece al mundo de abajo (costa,

presente, universo occidental). Dos zorros desempeñan oficialmente el papel de

narradores ; en el ya mencionado ciclo mitológico de Huarochirí, ellos representaban

respectivamente el arriba y el abajo de la provincia homónima, mientras que aquí, uno es

« serrano » y el otro « costeño ». Al mundo de arriba se adscriben los Diarios del autor,

referidas al pasado (del autor, de los Andes) y al porvenir (del Perú). De « abajo » es el

relato novelesco, centrado en el presente costeño. De arriba vienen los inmigrantes que

pueblan los barrios nuevos de la ciudad, el idioma quechua, el « colectivismo » andino ;

de abajo, los extranjeros (multinacionales, sectas religiosas), el idioma español, la

aculturación individualista. La alternancia del día y de la noche provoca la alternancia de

personajes masculinos y femeninos en un escenario que se somete, también, a estos

cambios de signo : la bolichera llena de hombres pescadores, el puerto y los médanos y

arenales constituyen el escenario diurno, mientros que el prostíbulo, el reino - degradado

- de las mujeres, domina la noche.

Ahora, cada elemento de una oposición contiene también su contrario y puede

transformarse en él. El propio autor, en efecto, es también de abajo (costa, idioma

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español) y se halla profundamente arraigado en el presente. Los ex campesinos

« desertores » de las tierras altas se convierten en criollos que no dejan, por otra parte, de

dirigir su mirada hacia arriba. El criollo negro Moncada y el norteamericano Maxwell,

personajes « de abajo » por excelencia, quedarán « andinizados » para siempre. La ciudad

costeña de Chimbote, dividida a su vez en una mitad hanan (los médanos casi andinos

poblados por los inmigrantes serranos) y una mitad urin (el puerto y la franja marítima

dominada por los criollos, los extranjeros y las prostitutas), acaba transformándose en una

ciudad « andina », un « nuevo Cusco » o centro del mundo según la cosmología antigua.

Los signos de su modernidad, como la columna de humo incandescente de la fábrica de

acero, será una de sus wakas (lugar sagrado en la cultura quechua antigua) principales. El

idioma español se impone sobre el quechua (tanto en el discurso narrativo como en el

universo evocado), pero lo paga con su quechuización. El propio vehículo narrativo, la

novela de origen occidental, acabará por desembocar en una especie de drama oral

transcrito, con sus cantos, sus oraciones, sus danzas, sus cuentos de animales. El presente

se transforma en pasado (ritos « andinos » o modernos, como los desfiles populares o el

baile en el prostíbulo), embrión para un futuro utópico. Paralelamente, la vida cede el

paso a la muerte que, a su vez, hará brotar la vida : Chimbote es una especie de « pozo »

donde las materias viejas, pudriéndose, se transforman en algo nuevo. En resumen, el

sistema dualista tradicional se convierte, en los textos de Arguedas, en un nuevo

instrumento dialéctico, eficaz para la interpretación de una realidad compleja.

6. TEXTO HÍBRIDO Y COMUNICACIÓN LITERARIA

En los sistemas literarios de Guaman Poma y Arguedas, lo híbrido, para

subrayarlo nuevamente, consiste en que el texto busca articular dos sistemas de expresión

normalmente incompatibles, opuestos por su idioma, las concepciones espacio-

temporales subyacentes, su origen histórico y, más que nada, la situación colonial o

semicolonial. En estos textos aparentemente occidentales (crónica, novela), el sistema

hispano-occidental desempeña a menudo, como en los ritos católico-indígenas de las

comunidades andinas, una función de pretexto o fachada, mientras que el sistema quechua

domina las zonas más profundas. Aparece así el fenómeno de la « doble determinación »

o de la « diglosia cultural » (cf. cap. IV) : cada uno de los dos sistemas se impone por

momentos o por zonas.

Los destinatarios oficiales de las obras de Guaman Poma y Arguedas no

reaccionaron o demoraron en reaccionar a su « mensaje ». El rey de España, destinatario

principal de la crónica de Guaman Poma (y cabeza del Tawantinsuyu utópico creado

literariamente por el cronista), parece no haberse dado por aludido. El público criollo,

orientado hacia Europa, ignoró o despreció durante decenios, fuera de algunas

excepciones notables, la obra de Arguedas. Ninguna de estas actitudes debe de sorpren-

dernos. ¿No representó o representa este destinatario « oficial » respectivo justamente a

las fuerzas sociales que fueron o son responsables o cómplices de la situación colonial o

semicolonial en el Peru? ¿Cómo exigirle, además, que capte un « mensaje » codificado

según un código híbrido, que incluye un sistema ajeno a su cultura?

Con el paso del tiempo, sin embargo, un nuevo público más adecuado podría

sustituir a los destinatarios oficiales de antaño. Un público no sólo capaz de descodificar

los textos, sino también deseoso de apropiárselos. En la época de Guaman Poma, el primer

siglo de la colonia, tal hipótesis hubiera resultado prematura : la población andina

autóctona, dada la casi ausencia de escolarización, no podía constituir un público posible ;

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en cuanto a los españoles bilingües, numerosos, el hibridismo de la crónica no les hubiera

permitido, sin duda, considerarla como un texto « serio ». Cuando Arguedas inició su

labor literaria, la situación no se había todavía modificado substancialmente. En los

últimos decenios, en cambio, la situación socio-cultural se ha ido transformando radical-

mente : el éxodo rural y la relativa hispanización de la población andina, como también

la extensión del sistema escolar, son factores que aumentan el público posible para las

obras - ambas actuales - de Guaman Poma y Arguedas ; otro factor más es el creciente

interés « nacional » de muchos intelectuales de clase media, que implica un acercamiento

al mundo andino. Finalmente, la experiencia de la lectura de los textos contemporáneos

« occidentales » o « criollos », más libres en su manejo de los materiales discursivos,

puede favorecer también el acceso a los textos híbridos, experimentales por definición.

Instrumentos útiles para la autoidentificación de los nuevos sectores andinos urbanos y el

autocuestionamiento de los « intelectuales progresistas », las obras de Guaman Poma y

de Arguedas siguen siendo, como lo sugiere parte de la narrativa y la poesía actual en el

Perú, propuestas válidas para una práctica literaria alternativa.

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Capítulo VII

EL HOMENAJE RITUAL AL INCA Y SU ADAPTACION LITERARIA EN TRES

TEXTOS COLONIALES (Juan de Betanzos, Titu Cusi Yupanqui, Ollantay)

1. LOS TRES TEXTOS

El famoso drama quechua Ollantay (AND 19981), cuya primera versión escrita se

realizó, según los datos disponibles, en la segunda mitad del siglo XVIII, ha suscitado

una polémica larga, a menudo estéril y repetitiva, entre los defensores de su supuesto

origen incaico y los que insisten, por el contrario, en sus rasgos coloniales e hispánicos.

No deseamos entrar aquí en esta polémica : partiremos del hecho de que el Perú, como

toda el área andina, sufrió en el siglo XVI un irreversible trastorno global, y que a partir

de entonces, cualquier manifestación cultural andina surge en un horizonte híbrido,

caracterizado por el predominio de la cultura europeizada oficial y la resistencia de unas

culturas autóctonas marginadas que se nutren tanto de su pasado autónomo como de su

historia en el marco colonial o semicolonial. También los textos existentes del Ollantay,

todos necesariamente de origen colonial, se han de enfocar, por consiguiente, a partir de

ese horizonte bi- o pluricultural. Aunque no se trate de un « drama incaico », el Ollantay

contiene quizás algunos ecos – bastante remotos - de un tipo de espectáculo incaico de

índole épica que llamaremos, al no disponer de un término más exacto, « homenaje ritual

al Inca ». Huellas más directas de tal ritual se encuentran, a mi modo de ver, en dos textos

de la temprana época colonial : los capítulos 6-33 de la Suma y narración de los Incas del

intérprete español Juan de Betanzos (1987 [1548-56]), dramatización del conflicto entre

el Inca Viracocha y su hijo Pachacutic, y la Ynstruçión... del Inca rebelde Titu Cusi

Yupanqui (Yupangui 1985 [1570]), centrada en la resistencia antiespañola de su padre

Manco Inca.

El olvido de estos textos en el famoso debate acerca del « teatro incaico »

(vinculado a la polémica acerca del origen del Ollantay) se debe sin duda, como sucede

en otros casos análogos, al hecho de que los supuestos « informes », como los de Betanzos

o de Titu Cusi, no se suelen leer como textos literarios, sino como meros documentos

históricos o antropológicos. Sin embargo, tanto la Suma como la Ynstruçión presentan un

grado relativamente alto de elaboración literaria - y aún dramática, como veremos. En

una investigación acerca de la supervivencia literaria del « homenaje al Inca » ofrecen,

además, serias ventajas sobre el Ollantay : se conocen no sólo sus autores, las fechas y el

contexto en que concibieron o escribieron sus obras, sino también sus motivaciones.

Ambos autores estuvieron vinculados a la dinastía incaica. Betanzos, uno de los primeros

letrados españoles en el Perú, casado con una hermana del Inca Atahuallpa, sirvió de

intérprete e intermdiario entre autoridades españolas e incaicas ; el último capítulo de la

Suma, publicado por vez primera en 1987, sugiere un papel activo de nuestro autor en los

intentos para conseguir una capitulación « justa » de Sayri Tupac, Inca de Vilcabamba.

En cuanto a Titu Cusi, nieto de Huayna Capac, basta decir que él fue quien dirigió,

después de la enigmática capitulación de Sayry Tupac, el reducto incaico de Vilcabamba.

Una confrontación de los tres textos, emparentados por su temática y su exposición más

o menos dramatizada, debería permitirnos definir, a partir de su relación con la tradición

1 Citamos aquí la edición realizada por Bertha y Luis Nieto a partir del códice de Santo Domingo (Ollantay

1958). Basándose en el mismo manuscrito, Julio Calvo Pérez realizó, en 1998, una edición crítica que habrá

que considerar, de ahora en adelante, como « definitiva ».

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oral incaica, su « género ». Esta indagación, al mismo tiempo, contribuirá a esclarecer los

comienzos y primeros desarrollos de una literatura « peruana » escrita no incaica ni

española, sino... andina. Sin hacer hincapié, por ahora, en las diferencias de su escritura,

resumiremos a continuación las principales articulaciones dramáticas de los tres textos.

1.1. Juan de Betanzos : « La victoria de Pachacutic »

En los días del Inca Viracocha, el rey o qapaq inka de los chankas, Uscovilca,

decide imponer su autoridad en el Cusco. Ante las fuerzas superiores del enemigo, el Inca

huye con su corte a Saccsahuana con el propósito de llegar a un acuerdo con los chankas.

Sólo quedan en el Cusco su hijo menor Inca Yupanqui con tres amigos, porque ellos

prefieren morir luchando por su libertad y la del Cusco. Pese a varias embajadas,

Viracocha se niega a socorrer a su hijo en su resistencia. Gracias a las revelaciones

nocturnas del dios Viracocha Pachayachachic, el Inca Yupanqui vence a los chankas.

Uscovilca muere en la batalla. Victorioso, el hijo se presenta ante su padre y le ofrece

pisar las insignias y los prisioneros enemigos (rito de victoria), pero éste rechaza el

homenaje e insiste en que su hijo mayor, Inca Urco, goce de este privilegio. El Inca

vencedor, considerando tal respuesta como afrenta, regresa al Cusco, no sin triunfar antes

de una traición urdida por su propio padre y los capitanes chankas. Después de haber

vencido una segunda vez a los chancas, a cuyos capitanes castiga con gran crueldad, Inca

Yupanqui encarga a su amigo Vicaquirao la misión de traer a su padre al Cusco.

Avergonzado, Viracocha Inca declina la invitación. Repetidamente, los nobles cusqueños

ofrecen a Inca Yupanqui la maskapaycha, insignia del poder real, pero éste, respetando

la preeminencia de su padre, no accede al deseo de sus dignatarios. Pacientemente

reedifica y reorganiza la capital y el reino, dotándolo de santuarios, depósitos, acequias,

instituyendo un calendario y repartiendo tierras. Acabada la obra, manda buscar a su

padre, quien le impone ahora la maskapaycha y el título de Pachacutic Inca Yupanqui. El

nuevo Inca castiga la deslealtad de su padre, obligándolo a tomar chicha en un recipiente

sucio. A la muerte de Viracocha, Pachacutic lo honra con una serie de ritos, en los cuales

se exhiben, con acompañamiento de cantares narrativos, las momias de los Incas muertos.

1.2. Titu Cusi Yupanqui : « La epopeya de Manco Inca »

Cuando los españoles llegan a Cajamarca, el ilegítimo Inca quiteño Atahuallpa

intenta resistirles y cae preso. Desde la cárcel manda asesinar a su hermano cusqueño, el

Inca Huáscar. Los españoles ejecutan a Atahuallpa. El soberano legítimo Manco Inca, en

el Cusco, se alía con los pizarristas contra los capitanes del Inca ejecutado, Challcuchima

y Quisquis, que siguen resistiendo. Los pizarristas se instalan en el Cusco, donde Manco

Inca les tributa los mayores honores. Pero dos hermanos del « marqués » Pizarro,

sedientos de oro, lo toman preso dos veces para cobrar un rescate y quitarle a Cura Ocllo,

su hermana-esposa. Le hacen sufrir toda clase de vejámenes. Manco Inca les entrega un

tesoro y, astutamente, una princesa que no es la qoya Cura Ocllo. Bajo pretexto de un

levantamiento indio, los pizarristas lo vuelven a encarcelar. El sumo sacerdote Vila Oma

y un capitán, hostiles desde siempre a los españoles, le instan a rebelarse. Y Manco Inca

se escapa, junta tropas de los cuatro cuadrantes del Tawantinsuyu y pone cerco al Cusco

y a Lima. Por milagro, los españoles logran huir. Los indios los persiguen, pero son

derrotados. Para evitar el aniquilamiento de sus tropas, Manco Inca inicia una « larga

marcha » hacia Chachapoyas, castigando a los huancas y a otros aliados de los españoles,

matando a centenares de pizarristas. Al fracasar en su propósito, el restablecimiento de

su poder en todo el territorio del Perú, Manco se resigna a retirarse con sus dignatarios al

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Antisuyu, zona de los indios amazónicos. Antes de emprender viaje, deja a los indios

reunidos en (Ollantay-) Tambo su testamento, en el cual les exige una resistencia

permanente y paciencia hasta su retorno. Varios años más tarde, en el nuevo estado

incaico de Vilcabamba, algunos refugiados españoles, almagristas (facción antipi-

zarrista), asesinan por traición a Manco Inca. Antes de que logren salir de los dominios

del Inca, los asesinos son capturados y ejecutados con crueldad. Manco Inca, cuya agonía

dura varios días, entrega el poder a su hijo Titu Cusi Yupanqui, autor (pero no escribiente)

del texto.

1.3. Ollantay

Ollanta, militar festejado por sus victorias sobre los chankas, waminqa (general)

del Antisuyu, mantiene, a escondidas, relaciones amorosas con Cusi Ccoyllor, la hija

predilecta del Inca Pachacuti. Pese a los consejos convergentes del sumo sacerdote

Huillca Uma y de su propio criado Piqui Chaqui, Ollanta decide, antes de emprender una

nueva expedición militar, solicitar al Inca su hija por esposa. Airado, Pachacuti le

recuerda su condición de runa (hombre común) y lo expulsa ; como se sabrá más tarde,

encierra a su hija, ya encinta, en un calabozo de la casa de las ñustas (princesas).

Ollanta se refugia en (Ollantay-) Tampo. Allí nombra a un sumo sacerdote,

Hancco Ayllo Auqui, y a un lugarteniente, Orcco Huarancca ; luego se hace aclamar como

Inca. Durante diez años logra derrotar las expediciones militares cusquñas, dirigidas por

su viejo rival Romi Ñaui.

En el Cusco muere el Inca Pachacuti. Le sucede su hijo Tupac Yupanqui. Romi

Ñaui, nuevamente encargado de reconquistar el Antisuyu, baja a Tampo, disfrazado de

desertor, gana la confianza de Ollanta y lo confirma en su intención de celebrar una gran

fiesta el día del inti watana (solsticio). Mientras tanto, en el Cusco, Yma Suma, hija de

Cusi Ccoillor - y de Ollanta - descubre el calabozo secreto de su madre. En Tampo, Romi

Ñaui, aprovechando la ebriedad festiva de los anti, captura a Ollanta y a sus partidarios ;

luego los presenta al Inca pidiendo para ellos un castigo atroz. El Inca parece aceptar la

sugerencia de Romi Ñaui, pero en el último momento manda poner en libertad a los

prisioneros y, a la sorpresa general, concede al « traidor » Ollanta la función de segunda

persona del Inca (inka rantin) y a Orcco Huarancca, el gobierno del Antisuyu. En este

momento feliz llega Yma Suma para pedir clemencia por su madre. Acompañado por

Ollanta y los demás, el Inca penetra en el recinto de la casa de las ñustas, donde descubre

a Cusi Ccoillur y se entera de la intransigencia de su padre. Reparando la injusticia de

Pachacuti, le devuelve a Ollanta su esposa.

2. « EL HOMENAJE RITUAL AL INCA »

Cada uno de estos tres textos, una vez despojados de los aspectos contingentes de

su argumento, constituye esencialmente una reflexión dramatizada acerca del poder, las

responsabilidades y las prerrogativas inherentes a la función suprema en la pirámide

jerárquica del estado inca, la de qapaq inka. En las tres obras, esta función se ve

amenazada por fuerzas periféricas o centrífugas, sea por el propio Inca aliado con los

enemigos hereditarios en Betanzos, por las fuerzas conjuntas de los españoles y sus

aliados andinos en Titu Cusi, o por el general plebeyo (runa) Ollanta aliado con los anti

en el drama quechua Ollantay.

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No importan tanto los nombres propios ni la realidad histórica, más o menos

« rectificados » (Betanzos, Titu Cusi) o parcialmente apócrifos (Ollantay) : la

historiografía incaica, como toda historiografía dinástica, acostumbraba, como bien lo

observó el cronista Cieza de León, ofrecer un cuadro expurgado y positivo del pasado

regional :

(...) los que sabían los romançes a bozes grandes, mirando contra el Ynga, le

contavan lo que por sus pasados avía sido hecho ; y si entre los reyes alguno salía

remiso, covarde, dado a biçios y amigo de holgar sin acreçentar el señorío de su

ynperio, mandavan que destos tales oviese poca memoria o casi ninguna ; tanto

miravan esto, que si alguno se hallava era por no olvidar el nonbre suyo y la

çuseçión ; pero en lo demás, se callava sin contar los cantares de otros que de los

buenos y valientes (Cieza 1985 : cap. XI).

Es probable que la evaluación de los hechos de cada uno de los Incas sufriera

modificaciones con dada cambio dinástico. El texto de Betanzos, según Rostworowski

(1987 : 44 ss.), deriva de la tradición oral de la camarilla o panaka de los descendientes

del Inca Pachacuti ; el de Titu Cusi corresponde, obviamente, a la tradición vilcabambina

de Manco Inca ; en cuanto al Ollantay, se trata sin duda de una tradición colonial neoinca.

El hecho de que los tres textos se centren en la función del qapaq inka sugiere, en

todo caso, una inspiración « incaica ». Contrariamente a la memoria histórica

mesoamericana, basada fundamentalmente en la sucesión de ciclos astronómico-matemá-

ticos (AND Brotherston 1979), la memoria incaica, tal como la conocemos a través de las

primeras crónicas, distingue primero las épocas preinca e inca, y subdivide luego la

segunda en períodos que corresponden a los reinados de los Incas.

¿Cómo se actualizaba la tradición incaica? Si nos acercamos a las indicaciones,

bastante precisas y coincidentes, que varios de los cronistas mejor informados nos

transmitieron acerca de la ritualidad incaica, veremos surgir ante nuestros ojos y oídos no

el teatro al estilo greco-latino-renacentista que ciertos historiadores antiguos (entre ellos,

el propio Garcilaso) y modernos tratan de defender, sino unos ritos imperiales

artísticamente elaborados, destinados a glorificar la dinastía, a afirmar su origen celestial

y a rendir homenaje a sus divinidades tutelares. Entre todas las descripciones conservadas

elegimos, por su precisión, su belleza y su estrecha relación con el primero de nuestros

textos, una de Betanzos2 :

(...) e otro día de mañana

fue traída mucha juncia

e echada por toda la plaza

e traídos muchos ramos e hincados en ella

de los cuales ramos fueron colgados muchas flores

e muchos pájaros vivos

e ansi los señores del Cuzco

salieron muy bien vestidos

de las ropas que ellos más preciadas tenían

y el Ynga juntamente con ellos.

2 Puramente tentativa, la división en « versos » de este texto pretende hacer sentir su ritmo particular,

basado en la sintaxis quechua subyacente.

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E ansi mesmo vinieron los caciques

los cuales traían vestidos los vestidos que el Ynga les diera

e luego fueron sacados allí a la plaza

mucha e muy gran cantidad de cántaros de chicha

e luego vinieron las señoras

así las mujeres del Ynga como las de los demás principales

las cuales sacaron muchos e diversos manjares

e luego se sentaron a comer todos

e después de haber comido comenzaron a beber

y después de haber bebido el Ynga

mandó sacar cuatro atambores de oro

e siendo allí en la plaza

mandáronlos poner a trecho en ella

e luego se asieron de las manos todos ellos

tantos a una parte como a otra

e tocando los atambores que ansi en medio estaban

empezaron a cantar todos juntos

comenzando este cantar las señoras mujeres

que detrás dellos estaban

en el cual cantar decían e declaraban

la venida que Uscovilca había venido sobre ellos

e la salida de Viracocha Ynca

e como Ynga Yupangue le había preso e muerto

diciendo que el sol le había dado favor para ello como a su hijo

e como después ansi mismo

había desbaratado y preso e muerto a los capitanes

que ansi habían hecho la junta postrera

e después deste canto

dando lores e gracias al sol

e ansi mismo a Ynga Yupangue

saludándole como a hijo del sol

se tornaron a sentar

e ansi mesmo comenzaron a beber de la chicha que allí tenían

que a según ellos dicen

había muy mucha (...) y en gran cantidad

e luego les fue traído allí muy mucha coca

y repartida entre todos ellos

y esto ansi hecho se tornaron a levantar

e hicieron ansi mesmo como habeis oído

su canto e baile

la cual fiesta duró seis días

(Betanzos 1987 : 1a. parte, cap. XIII)

Con gran fuerza sugestiva, este fragmento de la Suma de Betanzos pone en escena el ritual

de victoria que realizó el Inca Yupanqui después de sus victorias sucesivas sobre los

chankas. Sin duda alguna se trata fundamentalmente de un qaylli (canto de triunfo), una

de cuyas variantes, el canto de la cosecha, existe hasta hoy. En varias otras oportunidades,

como se desprende de la crónica, el Inca Yupanqui ordena ritos triunfales análogos (cf.

Betanzos 1987 : 1a. parte, cap. XIX).

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En su configuración general, este homenaje parece ser representativo de toda una

serie de ceremonias incaicas que se escenificaban con motivo de la muerte, el nacimiento,

la « coronación » o el matrimonio de un Inca. Queremos destacar algunas de sus

características decisivas. En primer lugar, el « espectáculo » o representación dramática

surge en medio de un rito que involucra a toda la aristocracia incaica y cuyo marco, como

en los ritos andinos actuales, es una especie de banquete colectivo con sus comidas, la

bebida sagrada (aqa : ‘chicha’) y la hoja de coca. La representación, centrada en la

victoria del Inca sobre los chankas y en la afirmación del origen solar del Inca, combina

el canto acompañado de los tambores, narración y danza. Más exactamente : un cantar

épico protagonizado (como los qarawi campesinos de la actualidad) por un grupo de

señoras, un acompañamiento rítmico (como en los ritos ganaderos - homenaje a las

divinidades wamani y a la pacha mama o madre tierra - de hoy), y un baile - una danza

guerrera - cuya coreografía, con participación de los vencedores y los vencidos ataviados,

se describe en otra oportunidad, en la evocación del rito de la victoria sobre los soras

(ibid. : cap. XIX). Las caramuzas o danzas guerreras que se realizan en muchos ritos

andinos modernos reproducen, sin duda, algunos de sus rasgos. Llama la atención que

Betanzos no aluda a la existencia de « actores » en el sentido del teatro occidental.

Cieza de León, cronista muy cercano, en su experiencia, a Betanzos, asocia

insistentemente los homenajes a los Incas con las formas tradicionales de la poesía

cantada en España : cantares, romances, villancicos (Cieza 1985, esp. cap. XI). Más que

el romance, el villancico suponía una coreografía determinada. Pero Cieza menciona

todavía otro recurso dramático. En los ritos de entronización de un nuevo Inca, que fueron

al mismo tiempo homenajes rituales a los Incas muertos, se colocaban en un escaño sus

« bultos » (momias o imágenes), y se cantaban sus hazañas. « Y cada bulto - dice - tenía

sus truhanes o desidores questavan con palabras alegres contentando al pueblo » (cap.

XI). Tales « truhanes » se podrían quizás comparar con los que menciona el cronista

Guaman Poma en un contexto de espectáculos cómicos :

Tanbién auía truhanes que les llamauan saucac rimac (que dice cosas divertidas),

cocho rimac (que dice cosas alegres) ; éstos eran yndios de Guanca Bilca. Tanbién

auía farsantes ; a éstos les llamauan llama, llama, haya chuco (llama, llama,

sombrero picante) que eran yndios yungas, chucareros saucachicoc (que hace

chistes en la corte), acichicoc (que hace reir), poquis colla (Qulla estúpido),

millma rinri (orejas de lana, torpe). Estos hacían farsas y fiestas (Guaman Poma

1980 : f. 332).

De la yuxtaposición de las citas de Cieza y Guaman Poma se desprende que en la corte

incaica existió, tanto dentro como fuera de los espectáculos rituales « serios », una

expresión teatral cómica que los cronistas evocan con los conceptos de la cultura cómica

popular de la edad media y del renacimiento españoles ; expresión que se puede quizás

relacionar con otra, análoga, que existe en la ritualidad andina actual : wa-qones de la

sierra central, chunchos - personajes disfrazados de indios amazónicos - en el Cusco, etc.

Los cronistas citados coinciden en que la narración que guía el desarrollo del

homenaje ritual toma la forma de un cantar, de una relación épica cantada con

acompañamiento rítmico-musical. ¿Por qué no se conservó ninguno de estos cantares en

su forma primitiva? La respuesta es relativamente obvia : en el Perú, contrariamente a

Mesoamérica, no se recopilaron, con la excepción del ciclo mitológico de Huarochirí

(1987), textos largos en idiomas indígenas. Tenemos que formular entonces la hipótesis

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de que los textos de estos cantares se encuentran, bajo formas quizás modificadas, en las

crónicas históricas escritas en español. Dada la coincidencia entre el argumento épico

resumido por Betanzos en la descripción anterior, y el contenido de la narración que la

precede en el mismo texto, no dudamos en considerarla como transcripción - más o menos

libre - de los cantares de un homenaje ritual : motivo por el cual intentamos, en la

reproducción del fragmento, una división en períodos - puramente experimental - que

permita imaginar o sentir su dicción rítmica. Partiendo de otras preocupaciones, Rostwo-

rowski (1987 : 48) insinúa también el origen cantado y las características épicas de la

narración de Betanzos. Pensamos que la Ynstruçión de Titu Cusi y, en un grado menor,

el Ollantay, apuntan a un origen semejante.

Ahora bien, ninguno de los elementos mencionados sugiere la existencia de

formas - u obras - teatrales semejantes al drama occidental. Ningún cronista de la época,

por otra parte, nos transmite el argumento y la puesta en escena de un hipotético « drama

incaico » en el sentido europeo, sin duda no por falta de interés : en la misma época (hacia

1590), un fraile cronista español, Juan Cobo, analiza las categorías del teatro chino y

presenta el resumen de dos comedias de « cosas morales », una « contra los convites,

comidas, bebidas y amistades ruines », y otra « contra la soberbia » (MES Remesal 1617/

1964-66 : t. II : 411-412). ¿En qué consiste la diferencia fundamental entre entre los

homenajes rituales incaicos y el drama occidental o la comedia china evocada por Juan

Cobo? Muy esquemáticamente, el teatro occidental culto (como también el chino) parece

centrarse en los conflictos de conciencia provocados por las circunstancias de la vida

social y política, mientras que el espectáculo incaico tiende a enaltecer la función del

qapaq inka, a celebrar el presente dinástico y a actualizar la armonía entre el sistema

político del Tawantinsuyu y el sistema cósmico. En tanto que acto ritual, el espectáculo

incaico no trabaja especialmente el « suspense » dramático - esencial en el teatro europeo.

La representación de la « vida privada », aunque sea la del propio Inca, no entra en sus

atribuciones.

3. LA ADAPTACIÓN LITERARIA DE LOS HOMENAJES RITUALES AL INCA

3.1. Juan de Betanzos

En el prólogo de su Suma, destinado al virrey A. de Mendoza, Betanzos,

quechuista respetado incluso por el Inca rebelde Titu Cusi Yupanqui, se refiere a sus

muchos trabajos de traducción al quechua por motivos de evangelización. Después de

subrayar que la « vida y hechos de los Ingas Capac Cuna pasados » se han « traducido y

recopilado de lengua india », el cronista declara que « la historia de semejante materia no

da lugar » a un « estilo gracioso y elocuencia suave », puesto que él, como fiel « tradu-

cidor », tiene que « guardar la manera y orden de hablar de los naturales ». El texto

presenta la cosmogonía cusqueña (cap. I-V), resume en un solo capítulo la sucesión de

todos los Incas hasta Viracocha Inca, para explayarse luego, a lo largo de 27 capítulos, en

la evocación de la figura del Inca Pachacuti, sus luchas contra los chankas, el conflicto

con su padre y la reorganización total del estado incaico. Ninguno de los Incas posteriores

merece los mismos honores. La atención devuelta a Pachacuti Inca Yupanqui no es de

ningún modo casual. Por un lado, Betanzos parece seguir la tradición del linaje de los

« descendientes y nietos de Ynga Yupangui », según él « los más sublimados y tenidos

en más entre los del Cuzco que de otro linaje ninguno » (cap. XXXII). Por otro, el propio

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Inca parece haber preparado su culto ; según Betanzos, el Inca, antes de morir,

alzó en alta voz un cantar

el cual cantar el día de hoy

cantan los de su generación en su memoria

el cual cantar decía en esta manera

desde que florecía como la flor del huerto hasta aquí

he dado orden y razón en esta vida y mundo

hasta que mis fuerzas bastaron

y ya soy tornado tierra (ibid.).

Como lo sugiere Betanzos, Pachacuti no desperdicia ninguna oportunidad para

« ordenar » cantos triunfales que conserven su memoria. Todavía Guaman Poma (1980 :

f. 109) afirma que Pachacuti « compuso fiestas y meses y pascuas y danzas », conjunto

que bien podría abarcar los ritos de triunfo y homenaje. Esto parecería indicar que mucho

más de un siglo después de su muerte, todavía se recordaban estos cantares - no sabemos

si su « letra » o su fama.

Desde luego, la actividad « publicitaria » del Inca no es el único motivo para su

supervivencia « literaria ». Pachacuti fue el primero de los Incas expansionistas, figura

ejemplar del Tawantinsuyu y « vida » adecuada para su representación en un espectáculo

didáctico-ritual. Sarmiento de Gamboa (1572/ 1901), otro cronista que trabajó con fuentes

orales cusqueñas, dedica también a Pachacuti un espacio mucho mayor que a cualquier

otro Inca. Según Betanzos, Topa Ynga Yupanqui, su hijo, empezó a organizar el culto

póstumo a su padre :

(...) mandó Topa Ynga Yupangui que este bulto (de Pachacuti) sacasen los de su

mismo linaje a las fiestas que ansi hubiese en el Cuzco y que cuando ansi le

sacasen le sacasen cantando las cosas que él hizo en su vida ansi en las guerras

como en su ciudad (cap. XXXII).

Dígase de paso que Manco Inca, al retirarse a Vilcabamba, se llevó este « bulto ». La

forma aparente del texto de Betanzos es la de la relación histórica, común a muchos

cronistas españoles. Sin embargo, llama la atención que ya al entrar en materia, Betanzos

se sirva de una especie de voz colectiva, sin duda la de la tradición mitológica oral :

En los tiempos antiguos

dicen ser la tierra e provincias de Piru oscura

y que en ella no había lumbre ni día (cap. I).

Por otra parte, toda la Suma, contariamente a la crónica de Cieza (para no hablar de

Garcilaso) se caracteriza por el predominio total de la narración sobre las digresiones

explicativas. Sólo muy de vez en cuando, el autor las introduce para proporcionar ciertas

informaciones indispensables al destinatario (traducción de citas y vocablos quechuas,

etimologías - como la de capac, cap. XXVII), o para distanciarse de ciertas creencias :

así, el narrador se ríe de las conversaciones de Inca Yupanqui con el sol (cap. XXXII).

La narración propiamente dicha combina momentos de « narración pura » (acción) y de

« narración escénica » (con diálogos y monólogos). Sólo los personajes de alta jerarquía

tienen derecho al monólogo : los Incas, sus dignatarios (a menudo como voz colectiva o

« coro »), la divinidad Viracocha Pachayachachic. Los monólogos del Inca aparecen por

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lo general como discursos a los dignatarios reunidos en « junta » o asamblea del

Tawantinsuyu. El diálogo no resulta un intercambio rápido de réplicas cortas, sino más

bien una sucesión de largos monólogos de índole hierática. A menudo, los monólogos

sufren una transformación en discurso indirecto que dificulta captar la composición

dramática del texto. A este propósito, cabe tener presente que el quechua desconoce el

discurso indirecto ; el lector, si desea « reconstruir » el texto original, debe imaginar los

discursos indirectos de la traducción como directos : más de una vez, de hecho, Betanzos

empieza un monólogo bajo forma directa, para luego pasar a la indirecta, « de moda » en

el lenguaje culto de la época.

Un rasgo particular de la Suma es la inserción de frases dirigidas a un auditorio

imaginario, huella sin duda de la enunciación oral : « como ya habeis oído », « como ya

os he contado ». O la alusión a la transmisión oral : « según ellos señalan ». De la propia

prosodia épica quedan pocos rastros inciertos, quizá sobre todo en los monólogos

directos. Tomado al azar, el fragmento siguiente suscita claramente la impresión de la

enunciación rítmica :

(...) y estando (Inca Yupanqui) con esta pena

dicen que sería ya hora del sol puesto

y que ya oscurecía la noche

y como fuese anochecido

que dijo a sus compañeros y a los demás sus criados

que se quedasen todos allí juntos como estaban

e que ninguno saliese con él

y ansi se salió del aposento

sin llevar otro ninguno consigo (...)

e apartándose Ynga Yupangue de sus compañeros

la noche que ya la historia os ha contado

dicen que se fue a cierta parte

do ninguno de los suyos le viesen

espacio de dos tiros de onda de la ciudad

e que allí se puso en oración

a (...) Viracocha Pacha Yachachic (...)

Señor Dios que me hiciste

e diste ser de hombre

socórreme en esta necesidad en que estoy

pues tú eres mi padre

y tú me formaste y diste ser y forma de hombre

no permitas que yo sea muerto por mis enemigos

dame favor contra ellos

y pues tú me hiciste libre y a ti solo sujeto

no permitas que yo sea sujeto de estas gentes

que ansi me quieren sujetar y meter en servidumbre

(cap. VII-VIII).

Las articulaciones sintácticas simples (sucesión de oraciones principales separadas por la

cópula y/e) y las repeticiones (« no permitas... ») pueden sugerir la enunciación métrica,

apta para la declamación o la recitación cantada. Una serie de indicaciones, por otro lado,

parecen suplir la ausencia, en el texto escrito, de los elementos visuales del espectáculo.

Contrariamente al testigo visual a quien la alternancia de los grupos de actores-bailarines

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y los cambios en la coreografía permitían entender la transición de una escena a otra, el

lector necesita, en efecto, una aclaración verbal, que Betanzos introduce de este modo :

« dejaremos a estos capitanes y hablaremos de los otros dos... », « y dejando a esto en

este estado, volvamos al Inca Yupanqui », « e tornando a hablar de Vicaquirao... ».

Si tratamos ahora de reconstruir en la imaginación, a partir de los elementos

disponibles, la puesta en escena efectiva del homenaje ritual al Inca, llegamos, con todas

las reservas del caso, al cuadro siguiente. Una larga sucesión de escenas referidas a

lugares y momentos diversos presenta la acción. La coreografía alterna danzas guerreras

- aquí « narración pura » - y « juntas » del Inca con sus dignatarios. Los cantares, con

acompañamiento de tambores, ofrecen narración, monólogos, diálogos, « coros ». Ciertas

réplicas podrían ser pronunciadas por los « decidores ». Los « farsantes », si se extrapola

a partir de los espectáculos rituales actuales, figurarían posiblemente, de modo cómico, a

los pueblos sometidos.

3.2. Titu Cusi Yupanqui

Pasemos ahora, sin insistir más, a la « vida » de Manco Inca tal como su hijo Titu

Cusi la dictó a sus escribas. Titu Cusi Yupanqui, qapaq inka del estado neoinca de

Vilcabamba, sumo sacerdote consagrado a punchau, la luz del día, concibió su relato con

la intención de transmitirlo, a través del gobernador Lope García de Castro, al rey español

Felipe II. Así se explica la elección del idioma, el español, y la mera existencia de la

Ynstruçión como texto escrito. Dada la personalidad del autor, no cabe dudar de la

inspiración incaica de la narración de los hechos ; si bien el propósito inmediato es

diplomático (la reivindicación de ciertos derechos dinásticos), su presentación obedece a

las normas del homenaje ritual al Inca. Al poner de relieve las hazañas de su padre Manco

Inca, el Inca Titu Cusi Yupanqui sienta un ejemplo y fija las pautas de su propio código

político, que se centra en la resistencia a la ocupación española por todos los medios :

militares, religiosos, diplomáticos. Sabemos que en Vilcabamba, como se había hecho en

el Cusco para los Incas anteriores, se preparó un « bulto » de Manco Inca para los

homenajes póstumos (Betanzos 1987 : 2a. parte, cap. XXXIII). Un informe agustino

señala, por otra parte, la importancia del culto que Titu Cusi rendía a la memoria de su

padre y demás antepasados (Calancha 1974-81 [1639] : L. IV, cap. 4).

A primera vista, nada dice que la Ynstruçión sea, como el texto de Betanzos, la

« transcripción » de un homenaje ritual a un Inca. Ella traduce, sin embargo, la tradición

oral incaica de Vilcabamba, única fuente plausible : Titu Cusi no presenció la mayoría de

los sucesos narrados, y su conocimiento de fuentes escritas es sumamente inverosímil.

Como toda tradición dinástica, su relación enfoca los acontecimientos a partir de la

perspectiva impuesta por el momento presente y « rectifica », sin miramientos, las

incoherencias de la realidad histórica. Así, por ejemplo, Manco Inca surge como único

sucesor legítimo de Huayna Capac ; sus hermanos no son sino usurpadores o, en el mejor

de los casos, Incas de transición, regentes.

La relación es el producto de la colaboración entre Titu Cusi, un fraile agustino y

el secretario privado del Inca, Martín Pando. Como « no sé el frases y la manera que los

españoles thienen (sic) en semejantes avisos », explica Titu Cusi (Yupangui 1985 : f. 64),

« rogué al muy Reverendo padre fray Marcos Garçía y a Martín de Pando, que conforme

al usso de su natural me ordenasen y conpusiesen esta relasión ». El escribano, a su vez,

puntualiza que el Inca dió « avisso de todo » (ibid. : f. 62v). El depositario de la tradición

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histórica no puede ser sino Titu Cusi, porque el fraile y el escribano llegaron a

Vilcabamba después de la muerte de Manco Inca, respectivamente en 1569 y 1560. En la

escritura del texto, en cambio, no se puede de antemano excluir la intervención de las

concepciones literarias del agustino. Al dictado del texto asistieron, para garantizar la

autenticidad de lo narrado, tres dignatarios del régimen, designados como los

« capitanes » Suya Yupanqui, Rimachi Yupanqui y Sullca Yanac.

Como en la Suma de Betanzos alternan aquí escenas de narración pura y escenas

dialogales. Estas predominan sobre las otras ; todos los monólogos, diálogos y demás

réplicas se ofrecen, siempre, bajo forma de discurso directo. Los dueños de la palabra

directa son, como en Betanzos, los personajes de alta jerarquía y la colectividad. En el

bando incaico, sobre todo los Incas Atahuallpa y Manco Inca, el sumo sacerdote Vila

Oma, los capitanes y el « coro » de los dignatarios reunidos ; en el bando español se

perfilan el Marqués (Pizarro), sus tres hermanos y el « coro » innoble de los soldados.

Los monólogos del Inca, elaborados como homilías católicas (Esteve Barba 1968), ponen

de relieve la inicial moderación casi cristiana, también la firmeza del Inca. Gradualmente,

ante la constante violación de las leyes andinas de reciprocidad (cf. Rostworowski 1987 :

61-71) por los españoles, los « parlamentos » de Manco evolucionan desde una actitud

favorable a los pizarristas hacia el rechazo tajante, contrastando con el « extremismo »

inicial y la posterior traición del sacerdote Vila Oma ; evolución inversa que parece cor-

responder a la ubicación cosmológica opuesta de los dos máximos dirigentes incaicos : el

Inca, hijo del sol, se asocia con la « mitad de arriba » (hanan), mientras que el sacerdote,

como la esfera religiosa en general, se vincula a la « mitad de abajo » (urin), al cuadrante

amazónico del Tawantinsuyu.

Por definición no cabe, en el discurso del Inca, ninguna confesión de derrota : si

se da un trato favorable a los españoles en el Perú, no es por haber sido derrotado, sino

por « amor », vocablo que traduce sin duda el concepto andino de reciprocidad. Si los

españoles rompen el pacto, tendrán que asumir las consecuencias lógicas :

Y no penseis que os doy esto de miedo que tenga de bosotros sino de mi boluntad

mera, porque qué miedo avia yo de aver de bosotros estando toda la tierra debaxo

de mi poderio y mando e sy yo quisiese en muy breve tienpo os podrian desbaratar

a todos (f. 19).

Y luego, las amenazas :

¿Vosotros no sabeis que yo soy hijo del sol e hijo del Viracochan como vosotros

os jatais? ¿Soy quiera quiera (sic) o algun yndio de baxa suerte? ¿Quereis escanda-

lizar toda la tierra y que os hagan pedaços a todos? (f. 23).

Ante la arrogancia de los españoles, finalmente, a sus dignatarios :

(...) luego los acabaremos syn que quede ninguno y quitaremos esta pesadilla de

sobre nosotros y holgarnos hemos (f. 34v).

El fracaso del sitio del Cusco, en la perspectiva incaica, no es ninguna derrota, sino tan

sólo una etapa de una lucha a muerte. Así lo explica Manco Inca a sus dignatarios :

(...) sabed que son nuestros enemigos capitales y nosotros lo abemos de ser suyos

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perpetuamente pues ellos lo an querido (ff. 40-41).

En la victoria sobre los huancas, aliados andinos de los españoles, se manifiesta un

sarcasmo triunfalista que volveremos a encontrar en los discursos y cantos quechuas de

guerra modernos (cf. cap. XII) :

Veis aqui la confiança que tenian aquellos guancas al ydolo al que tenian por Vira-

cochan, mira en qué an parado ellas y ellos y sus amos los españoles (f. 50).

Ya moribundo, Manco entrega el poder a su hijo Titu Cusi (otra « rectificación » de la

historia : a Manco le sucedió Sayri Tupac) :

Encomiendote tanbien a estos pobres yndios que mires por ellos como es razon e

mira cómo me an seguido y guardado y anparado en todas mis neçesidades,

dexando sus tierras y naturaleza por amor de mi, no les travajes demasiado, no les

acoses, no les riñas ni castigues syn culpa, porque en ello daras mucho enojo al

Viracochan (f. 55).

Las relaciones entre el Inca y sus súbditos se expresan a menudo en unos términos que

recuerdan los de la relación entre el sacerdote católico y la comunidad de los creyentes

(« queridos hermanos e hijos míos ») ; su base, sin embargo, es la reciprocidad andina en

su variante « imperial » : el Inca puede exigir a sus súbditos una obediencia y abnegación

totales a condición de ofrecerles bienes materiales y simbólicos equivalentes : regalos,

protección, garantía de una vida digna y próspera. Así se explica también que Manco

garantice repetidamente a sus dignatarios la « paga » (f. 44v) por sus servicios, algo

hipotética a raíz de su situación económico-política difícil.

La afectividad que tiñe estas relaciones de reciprocidad estalla en el « canto » de

despedida que los indios dirigen a Manco momentos antes de retirarse él a Vilcabamba :

Sapai inga, con qué corazón quieres dexar a estos tus hijos solos que con tanta

voluntad te an deseado y desean syenpre servir y que sy neçesario fuese pornian

mil vezes la vida por ti sy fuese menester, a qué rey, a qué señor, a quién los dexas

encomendados, qué deserviçios, qué traiçiones, qué maldades te hemos hecho

para que nos quieres dexar ansy desanparados e syn señor ni rey a quién respetar,

pues jamás hemos conosçido otro señor ni padre syno a ti y a Guaina Capac, tu

padre y sus antepasados (...) Chicos y grandes e biejos y biejas aparejados estamos

para no te dexar de seguirte aunque tú nos dexes (f. 44-44v).

Para los súbditos, el gesto del Inca equivale a convertirlos en lo que más teme el hombre

andino : en waqcha - huérfano, rechazado, « pobre ». Y su dolor se moldea en una imagen

inocultablemente quechua :

(...) fueron tales y tan grandes los alaridos que todos começaron a dar, que paresçia

que se horadaban los çerros (f. 46).

Manco Inca - pese a lo que insinúa la situación real de dominación española - es la cúspide

indiscutible del universo textual. Los españoles se integran, como socios menores, a la

jerarquía andina. Así, el Inca se dirige a Pizarro como a uno de sus dignatarios,

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atribuyéndole el título de apu (señor) y tuteándolo, mientras que el gobernador, respe-

tuosamente, lo llama « vuesa merçed » : de este modo se « traducen » (la morfología

quechua desconoce las formas verbales y pronominales de cortesía) las relaciones andinas

para el lector español - el propio rey. Sólo la soldatesca española, cuyo sociolecto se

sugiere con algunas interjecciones vulgares (« ¡Ea! ¡Voto a tal! »), se autodescalifica

moralmente faltándole a veces el respeto al Inca.

Si el origen quechua de la Ynstruçión no ofrece lugar a dudas - el lector tiene a

menudo la impresión de que se lo podría retraducir al quechua (cf. Millones en Yupangui

1985) -, sus características escriturales y dramáticas no desdicen en absoluto, como se ha

mostrado, su homología con el texto de Betanzos. Paradójicamente, el aspecto triunfal de

este probable homenaje ritual a un Inca resalta todavía más que en aquél : en una situación

que no deja de ser catastrófica, Manco no defrauda en ningún momento las expectativas

que implica la responsabilidad de qapaq inka.

Podría resultar interesante confrontar la Ynstruçión, sistemáticamente, con el

único texto paralelo existente : el final, descubierto y publicado hace poco, de la Suma de

Betanzos (1987 : 2a. parte, cap. XVII-XXXIII). Algunas de sus últimas escenas, como la

del asesinato de Manco Inca, podrían sugerir, hipótesis nada inverosímil, que el cronista

tuviera acceso a una tradición vilcabambina más antigua (época de Sayri Tupac) ; cabe

también la posibilidad de que ciertas tradiciones cusqueñas se interesaran de cerca en los

sucesos de Vilcabamba.

3.3. Ollantay

La más antigua versión conocida del Ollantay aparece en 1816 entre los papeles

de Antonio Valdez, cura de Sicuani. En 1768, el sacerdote, posible autor del texto,

permitió a su amigo Justo Pastor Justiniani copiar el manuscrito del drama que se había

representado, según la leyenda, delante de Tupac Amaru II. Sin presentar pruebas, cierto

autor fecha en 1735 el descubrimiento de una versión más antigua, desconocida, del texto

(Yépez Miranda 1958). Comoquiera que sea, el drama que conocemos debe considerarse

como producto del siglo XVIII : aunque hubiera existido, como algunos afirman, un

« modelo » del Ollantay en la época prehispánica, las estructuras del drama actualmente

accesible demuestran una evidente adecuación a los gustos estéticos y a las inquietudes

del público quechua colonial. El purismo quechua del texto, que a veces se esgrime como

argumento de su ascendencia prehispánica, confirma más bien su elaboración escritural :

los textos quechuas que resultan de la transcripción de materiales orales aparecen, en

efecto, con las características lingüísticas del quechua moderno, más o menos

hispanizado ; sólo una voluntad conscientemente « nostálgica » explica la existencia, en

plena época colonial, de un texto prácticamente sin interferencias lingüísticas españolas.

Convertir el Ollantay en un drama prehispánico resulta, en realidad, una operación

puramente ideológica, destinada a atribuir a la cultura incaica, sin otro motivo que un

etnocentrismo europeo interiorizado, características análogas a las de la cultura europea.

La aparición de esta obra en el siglo XVIII, desde luego, no puede ser casual. En

ese siglo, precisamente, se producen varios fenómenos relacionados con una toma de

conciencia andina, indígena e « incaica »(cf. cap. III) : quejas « incaicas » ante el rey no

sólo por ciertos « abusos », sino por la situación general de opresión que sufre la población

andina ; levantamientos armados en serie y de gran envergadura ; desarrollo de un

« movimiento nacional inca » (Rowe 1976). Este movimiento auspicia una suerte de

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revival incaico que es, sin duda, el contexto en el cual surgió el Ollantay. La obra, que

combina rasgos de los homenajes rituales a un Inca y de la comedia española, ofrece todas

las características que se pueden esperar de un drama quechua producido en el siglo XVIII

por o para los auténticos o supuestos descendientes de los Incas

Ollantay presenta la forma exterior de la comedia española con sus tres jornadas.

Si bien es cierto, como lo puntualizó Pacheco Zegarra (AND 1878), que esta división

cuaja mal con la realidad dramática, los quince cuadros escénicos de su propia versión,

muy desiguales en cuanto a su peso estructural, no traducen tampoco la dinámica de la

obra. En realidad, el Ollantay presenta una estructura dramática relativamente floja,

yuxtapositiva, más « epica » que « teatral » - en el sentido europeo del término.

La versificación (cuartetas de versos octosilábicos rimados) sigue las pautas

españolas más corrientes ; ninguno de los textos quechuas transcritos en los primeros

decenios de la colonia (fundamentalmente cantos, oraciones, monólogos de algún Inca)

presenta un sistema métrico de este tipo. La dramaturgia se vale de diálogos relativamente

rápidos, de soliloquios y de cantos intercalados. Todo parece denunciar aquí la huella de

las concepciones españolas : los homenajes rituales, por lo que sabemos de ellos, no

favorecían el intercambio rápido de réplicas, sino que desgranaban una una sucesión de

monólogos de tipo hierático, pronunciados las más de las veces por el propio Inca o por

la voz colectiva de los dignatarios reunidos en asamblea estatal. En el Ollantay, la única

« junta » comparable a las que Betanzos y Titu Cusi emplean como medio principal para

el diálogo, sería la coronación del Inca disidente Ollanta en la segunda jornada. Los demás

diálogos, en presencia o no de un Inca, ostentan un carácter marcadamente « privado », a

veces confidencial, poco compatible con el género del homenaje ritual a un Inca. Este

parece privilegiar, siempre, las relaciones de reciprocidad entre el líder y la colectividad,

y la representación de los momentos más espectaculares - obviamente públicos - del

acontecer histórico. Aquí, en cambio, como en el teatro europeo de corte, se enfoca de

preferencia, aislándolo de la colectividad, al grupo de altos personajes, y aún a los

individuos que lo componen. El soliloquio de Romi Ñaui derrotado por los Anti (segunda

jornada), ejemplo de presencia individual solitaria en el escenario, es doblemente

significativo a este respecto : impensable en un homenaje ritual (donde la colectividad

siempre presente de los « actores » remite a la colectividad de los « espectadores »), esta

escena señala indirectamente la ausencia de la danza ; en un homenaje ritual, la evocación

de los sucesos bélicos se hubiera apoyado, sin duda, en las danzas guerreras de grupos

convenientemente ataviados, como lo sugiere la crónica de Betanzos (1987 : 1a. parte,

cap. XIX). Es significativo, en el mismo orden de ideas, que en la leyenda oral moderna

del Ollantay, descubierta por M. Palacios (1835) a comienzos del siglo XIX, la solicitud

matrimonial de Ollanta tenga lugar en público, delante de los dignatarios reunidos del

Tawantinsuyu : la versión oral (fuente o, por el contrario, eco del drama) resulta más

congénita a las tradiciones culturales antiguas que la del Ollantay escrito.

También los « intermezzi » cantados del drama quechua, aducidos a veces como

prueba de su antigüedad, remiten más bien a las concepciones del teatro clásico español

que preveían, para la expresión de lo « popular », la introducción de piezas folklóricas a

modo de suspensión musical. Aunque la fórmula épica descrita por Betanzos no excluía,

de ningún modo, la inserción de qarawis y otros cantos, éstos no iban a aparecer como

« intermezzi » musicales : todo el homenaje ritual se basaba en los cantares épicos y el

acompañamiento rítmico-musical.

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Los qarawis del Ollantay, andinos pero coloniales, ejemplifican la escritura

híbrida del drama. El tercero (Urpi uyuaitam chincachicuni/ « Perdí la paloma que crié »)

ofrece una pormenorizada descripción comparativa de las bellezas de la amada, parecida

a las que se escribían en la europa medieval y renacentista ; la adaptación andina consiste

en la substitución de los términos de comparación clásicos (rosas, claveles, perlas, cristal,

mármol etc.) por sus « equivalentes » andinos : las flores achanqaray o qantu, las semillas

o piedritas para collares piñi, la piedra preciosa qespi, la nieve (riti) de los nevados. Dada

la peculiar relación del hombre andino con el cosmos natural, tal substitución no resulta

puramente formal ; si en Europa, estas comparaciones no remitían sino a la tradición

literaria, aquí, ellas subrayan la homología entre el hombre y el cosmos natural. Una

composición a todas luces análoga se halla entre los poemas del célebre poeta quechua

Wallparrimachi (1979), muerto en un combate contra los españoles en 1814 : Karun-

charay. A pesar de que en este caso se trate de un poema notoriamente colonial y escrito,

su versificación se ve menos contaminada por la tradición española : versos pentasilábicos

sin rima « deliberada » (las rimas « involuntarias », suscitadas por las características

morfosintácticas del quechua, no provocan la misma sensación de artificio literario).

Tanto el poema de Wallparrimachi como el canto del Ollantay son, sin duda,

reelaboraciones escriturales de cantos quechuas orales de la capa señorial, bien alejados

de la tradición prehispánica.

La escritura y la dramaturgia del Ollantay, como lo muestran estos ejemplos,

evidencia el profundo impacto de la cultura dominante hispánica. ¿Y su temática? No

sabemos si una historia de amor problemático como la de Ollanta y Cusi Ccoillur podía

entrar a formar parte de un homenaje ritual a un Inca. Tenemos la impresión de que su

papel importante en el drama se debe al impacto de la comedia española, pero esperamos

los resultados de futuras investigaciones para pronunciarnos definitivamente. En sí, la

motivación del conflicto, como lo demostró Millones (1982), ostenta raíces

prehispánicas : como en toda una serie de narraciones antiguas, los amantes de Ollantay

resultan culpables de una transgresión sexual, tanto por la diferencia social que los separa

como por la índole excesiva de su amor. Impensable, en términos prehispánicos, sería sin

duda el happy end : si se podía, en casos extremos, perdonar el delito, no se podía de

ningún modo autorizarlo oficialmente. Notemos de paso que en la Ynstruçión de Titu

Cusi, las pretensiones del « plebeyo » Gonzalo Pizarro sobre la hermana de Manco Inca

se convierten en uno de los factores que desencadenen la violenta reacción antiespañola

del Inca. Al privilegiar la afectividad contra la rigidez de las normas sociales, el happy

end del Ollantay traduce una versión occidentalizada de las relaciones amorosas.

La temática general del drama se inspira en motivos y preocupaciones

indudablemente incaicas - aunque no necesariamente prehispánicas. El conflicto central,

como en los homenajes rituales de Betanzos y Titu Cusi, plantea las condiciones del

ejercicio del poder en la sociedad inca. La legitimidad del Inca se funda, como sabemos,

tanto en su ascendencia como en el cumplimiento efectivo de las reponsabilidades

inherentes a su función. En la Suma de Betanzos, Viracocha Inca viola, al abandonar a

sus súbditos, las reglas de reciprocidad ; deberá por lo tanto abandonar el poder a su hijo

Pachacuti. Manco Inca, protagonista de la relación de su hijo, confirma, pese a sus

« derrotas » frente a los españoles, la legitimidad de su liderazgo ; para el lector, Manco

es un Inca victorioso y siempre preocupado por el cumplimiento de todas las normas

religiosas y sociales. En el Ollantay se cuestiona, en definitiva, al Inca Pachacuti por su

manifiesta incapacidad para resolver el conflicto con el apu waminqa Ollanta : sólo con

su sucesor, su hijo Tupac Yupanqui, el equilibrio político se volverá a instaurar. ¿Pero

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por qué precisamente Pachacuti - el Inca que impuso, según las fuentes más fidedignas,

la supremacía incaica en los Andes centrales? Una primera respuesta aludiría a la relativa

ignorancia del pasado incaico por parte del autor del Ollantay. Cabe, sin embargo, otra

explicación más sugestiva : las luchas sordas entre las panakas compuestas por los

descendientes de Pachacuti y Tupac Yupanqui suscitaron dos tradiciones incaicas

divergentes en cuanto a la evaluación de Pachacuti (Rostworowski 1987 : 53 ss.). Desde

luego resulta difícil admitir la vigencia de tales luchas en el tercer siglo colonial. Ahora,

la crónica sin duda más difundida en el conjunto del « movimiento nacional inca » fue la

de Garcilaso, y este escritor, siempre según Rostworowski, representaba la tradición de

los descendientes de Tupac Yupanqui.

Varios otros elementos del Ollantay, como la moderación del Inca Tupac

Yupanqui (que renuncia a ejecutar el atroz castigo prvisto contra los traidores), y la

rehabilitación del traidor Ollanta, no parecen corresponder a la conocida intransigencia

inca en tales casos. El Inca Yupanqui, en Betanzos, castiga cruelmente a los chankas ya

vencidos ; en cuanto a Manco Inca, sus venganzas, más que intransigentes, pueden

parecer arbitrarias : si, al principio, él persigue a los que siguen resistiendo a los españoles

(Quisquis y Challcuchima), luego se desata contra los desertores de la lucha antiespañola ;

en los dos casos, simplemente, el castigo se dirige contra los que no acatan su autoridad

« divina ». Pensamos que la moderación atribuida en el Ollantay a Tupac Yupanqui

obedece no a preocupaciones incaicas, sino neoincas. Si la aristocracia neoinca, que

carecía de un poder político real, pretendía crear las condiciones para una restauración

incaica, no le convenía, por cierto, insistir en las prerrogativas discrecionales de los Incas

históricos. Para recuperar su poder en la situación política del siglo XVIII, necesitaba al

menos la alianza con los demás estratos indígenas, probablemente también con los

criollos liberales. No podía permitirse el lujo de alarmar a sus hipotéticos aliados con la

perspectiva de un gobierno inca totalmente inflexible. Si el Ollantay pertenece a este

contexto neoinca, es lógico pensar que el o los autores del drama prefirieran ofrecer una

imagen más humana, más flexible de la antigua política incaica, más adecuada para

apoyar la lucha reivindicativa de los « Incas » contemporáneos. Una imagen más humana,

pero no desvirtuada : el drama ilustra precisamente la capacidad de la sociedad inca para

restablecer, en una época de crisis, un poder supremo « justo ». En este sentido, el

Ollantay sigue, convirtiéndola en « literatura » y adaptandola a la situación del momento,

en la tradición del homenaje ritual a un Inca.

4. CONCLUSIONES

Según los datos proporcionados ante todo por la Suma de Betanzos, los homenajes

rituales a los Incas articulaban, en sus manifestaciones concretas, cantares épicos con

acompañamiento rítmico-musical, danzas guerreras, la presentación de las imágenes de

los Incas y, quizás, la intervención de « decidores » y « truhanes ». Los espectáculos

servían directamente los intereses momentáneos del clan dinástico y denunciaban las

desviaciones y los desórdenes provocados por otros sectores que se asociaban, según las

reflexiones de Zuidema (1963/ 64) acerca del Ollantay, con la « mitad de abajo » -

urinsaya - del sistema cosmológico dualista.

Los capítulos dedicados al Inca Pachacuti en Betanzos se deben considerar, según

toda probabilidad, como la transcripción de un cantar épico, complementado por la

narración de las escenas mímico-coreográficas del espectáculo ritual y algunos

comentarios del autor. Los chankas y el propio padre del Inca homenajeado representan

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el principio del desorden. Betanzos aparece como pionero de una narrativa andina híbrida

que intenta fundir la tradición oral andina con los vehículos expresivos que le ofrece la

cultura dominante.

Formalmente análogo es el caso de la Ynstruçión de Titu Cusi. Las fuerzas

centrífugas, aquí, son los quiteños-huancas-españoles. A raíz de la escritura

eminentemente dramática del texto, se podría casi hablar de una especie de guión de un

homenaje ritual imaginario o real. Titu Cusi, obviamente, no ambiciona fundar ningún

horizonte escritural ; su texto es producto de unas circunstancias específicas, de la

necesidad de comunicarse con su adversario. De hecho, la misma existencia de esta obra

demuestra que Vilcabamba seguía totalmente apegada a las pautas culturales andinas ;

que era capaz incluso de crear, en el marco de éstas, su propia tradición oral incaica.

Si la Ynstruçión no funda ningún horizonte escritural, el « guión » de la epopeya

de Manco Inca que ella incluye corresponde a un modelo que parece haberse transmitido,

por vía de la tradición oral, hasta el siglo XIX y, desde entonces, también bajo forma

transcrita. Aludimos a las representaciones que actualizan periódicamente y en muchas

comunidades quechuas el derrumbe del estado incaico y la muerte del último Inca,

generalmente Atahuallpa. El texto de la « Tragedia del fin de Atawallpa », transcrito o

copiado en 1871 (Chayanta, Bolivia) y publicado por Lara en 1957, ostenta un parentesco

asombroso con la dramaturgia, la poética y varios motivos específicos del « drama » de

Titu Cusi. El diálogo entre el Inca ya condenado a muerte y sus dignatarios contiene no

pocas réplicas que aparecen como la versión original, quechua, de las que intercambian

Manco Inca y sus dignatarios. Llama la atención, por otra parte, que el texto de la

Tragedia, sin que haya motivos históricos para ello, establezca una relación con

Vilcabamba : el hijo del Inca Atahuallpa, en efecto, piensa refugiarse allá. Parece poder

sugerirse, entonces, que este tipo de drama ritual moderno se origina, en última instancia,

en los homenajes rituales a un Inca, especialmente en los que que surgen, subversivos, en

los primeros años de la colonia.

Más problemática resulta la relación del Ollantay con este tipo de espectáculo

ritual. El drama aprovecha o reelabora sin duda fragmentos épicos conservados por la

tradición oral o las crónicas españolas. La dramaturgia ritual (danzas, coros, música,

cantares) cede el paso, en el contexto colonial, a las exigencias más intimistas de un teatro

de corte al estilo europeo. Como en Betanzos o Titu Cusi, el principio del desorden

aparece vinculado al urinsaya : el propio Ollanta representa al Antisuyu, cuadrante de la

mitad de abajo ; en cuanto a Huillca Uma - cuya actitud ambigua contribuye a

emponzoñar el conflicto -, su calidad de layqa (brujo) lo ubica también en el urinsaya.

Si bien el Ollantay no es incaico en un sentido estricto, se lo puede considerar, en

cambio, como drama neoinca, es decir, adaptado a los gustos europeizantes y a las

reivindicaciones políticas de la aristocracia indígena ilustrada que actualizaba así de

modo ideológico su relación - auténtica o ficticia - con el pasado incaico. El Ollantay, en

tanto que obra literaria escrita pero basada al menos parcialmente en tradiciones orales,

constituye además un eslabón entre la permanencia de la sociedad andina en una oralidad

exclusiva y su apropiación progresiva de la escritura.