(Martyn Lloyd-Jones) Él y Solo Él
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Él y solo Él
Martyn Lloyd-Jones (1898-1981)
Porque para mí el vivir es Cristo. (Filipenses 1:21)
Estamos cara a cara frente a una de las declaraciones más grandiosas y sublimes
que jamás se hayan hecho, incluso por este poderoso Apóstol de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. Existe un sentido en el cual, cualquiera que mira éste verso,
debe sentirse parado sobre una tierra sagrada. En efecto, estoy dispuesto a admitir
que sería un sacrilegio acercarse a éste verso de una manera indigna. Aquí tenemos
no solamente una declaración de una experiencia que fue cierta, un hecho y una
realidad, sino que al mismo tiempo, y por ésa razón, nos encontramos a nosotros
mismos cara a cara con un modelo de juicio. Cualquier experiencia dada por Dios es
sagrada, y nada está más alejado del Espíritu del Nuevo Testamento que un
acercamiento a una declaración como ésta en una manera puramente objetiva,
manejándolo con nuestras ásperas manos, llevando nuestro aparato crítico a
soportarlo. Existe algo tan sublime acerca de esto, tan delicado y puro, que es como
uno de ésos versos en los que somos confrontados con una clase de dilema. Por una
parte, uno tiene miedo de manejarlo de una manera separada, llamada aún “manera
científica”, por otro lado, por supuesto, existe el peligro de que, si no lo analizamos
punto a punto, fallemos en darnos cuenta de su significado interno y su propósito
verdadero. Uno es obligado a hacer ambos para analizarlo e intentar entenderlo,
mientras siempre recordemos que es una experiencia de vida y una declaración de
un hecho que nos coloca bajo un juicio.
Ahora Pablo, como hemos visto, está confortando a los Filipenses, quienes
estaban preocupados por él. Les dijo cómo su encarcelamiento se había tornado
“más bien para el progreso del evangelio”, y añadió, ustedes recuerdan que era su
anhelo ardiente y esperanza, “que en nada seré avergonzado, sino que con toda
confianza, como siempre, ahora también Cristo será magnificado en mi cuerpo, ya
sea por vida, o por muerte”. Ése es el fondo de la declaración. Pablo quiere decir que
en la medida de lo que a él concierne, carece de importancia que él sea puesto para
muerte, o para seguir viviendo. Las dos posibilidades existen, y él no sabe por cuál
de ellas elegir, porque, él dice, cualquiera es buena. Él no se está preocupado, y ellos
necesitan no estarlo, para que, “para mí el vivir sea Cristo y el morir ganancia”. Y
luego el procede a trabajarlo un poco más allá, al decir que si tuviera que expresar su
preferencia personal, él partiría, sin embargo por amor de ellos sería mejor quedarse.
En este punto, no obstante, nos estamos refiriendo a ésta declaración en particular
que el Apóstol hizo respecto a la vida y su significado.
En ésas palabras, sin duda alguna somos llevados cara a cara con las preguntas
más importantes con las que nos podemos enfrentar – ¿Qué es la vida?, ¿Qué es
vivir?, ¿Qué significado tiene para nosotros?, ¿De qué se trata?, ¿No es una de las
mayores tragedias, de hecho, que en medio de todas nuestras preocupaciones en la
vida, en medio de toda nuestra actividad intelectual, todas nuestras discusiones, la
única cosa a la que los hombres y mujeres nunca le presten la atención debida, es la
primera y más obvia de todas, llamada vida y vivir?. No es sólo una de las preguntas
más importantes, pero quiero añadir un punto (y esto, de hecho, es especialmente el
tema central de éste estudio) en el que estemos enfrentándonos cara a cara con la
prueba más completa que podamos encontrar en nuestra profesión de fe Cristiana.
Por supuesto, ésta es una palabra más o menos sin sentido para alguien que no sea
un Cristiano. Está hablando especialmente a aquéllos que proclaman ser Cristianos,
y es por ello que estoy muy ansioso por no tratar éste tema de una manera objetiva.
Lo atractivo en éste punto, por supuesto, es observarlo en la experiencia de Pablo,
pero, mis queridos amigos, estamos hablando acerca de nosotros mismos, no
solamente de Pablo. Es una verdad prioritaria de Pablo, pero ésa verdad debiera
pertenecer a todo Cristiano. El último hombre para reconocer cualquier diferencia
esencial entre sí mismo y cualquier otro Cristiano fue el Apóstol Pablo. Él nunca
proclamó que existiera una clase de Cristiandad para sí mismo y otra clase para
cualquier otro. Para mí, uno de los peligros más sutiles a los que nos enfrentamos,
es que por alguna razón extraordinaria, aunque hemos sido Protestantes y hemos
regocijado del Protestantismo por 400 años, parece que aún nos apropiamos de
algunas falsas distinciones Católicas Romanas entre Cristianos y No – Cristianos.
Hemos visto cómo ellos dibujan una diferencia esencial entre santos y cristianos
ordinarios. Los santos, dicen ellos, son personas especiales, o “Cristianos
espirituales”, muy opuestos a los “Cristianos mundanos”, y ése es el por qué los
Cristianos mundanos deben elevar plegarias a los santos. Sin embargo, es una
distinción que nunca se reconoce en el Nuevo Testamento; de hecho, es una
distinción que se denuncia.
Por supuesto, reconocemos que existen diferencias en cuanto a dones y oficios;
puedes verlo en 1 Corintios 12 y Efesios 4 y en otros lugares en la Escritura. Pero si
bien existen diferencias en los ministerios, ésas son dádivas para los Cristianos por
parte del Espíritu Santo, como Hijos de Dios, a través de Jesucristo, somos todos
iguales y nuestras vidas deben demostrarlo. Ése es el por qué el Apóstol Pablo habla
tan constantemente acerca de “nosotros”. Lo que es verdad para él, es verdad para
otros, y en ésta declaración somos confrontados con el más minucioso examen que
jamás podamos aplicarnos a nosotros mismos. ¿Podemos decir honestamente
juntamente con éste hombre que para nosotros que el vivir significa Cristo? ¿Nos
pertenece ésa verdad? No tengo duda alguna de que la cosa más grande en la Iglesia
y por consiguiente en el mundo actual es que el pueblo Cristiano debería ser capaz
de decirlo. Cuando ellos hablen así podrán verdaderamente contarlo al mundo;
cuando sean consumidos por ésta pasión por su Señor sus vidas serán radiantes y el
mundo entero conocerá que algo ha pasado con ellos.
Así que echemos un vistazo a éstas palabras, primero en los términos de la
experiencia de Pablo, para después aplicarlas a nuestras vidas. Aquí Pablo se
encuentra en prisión y se plantea éste problema. “Yo podría vivir otros 20 años” dice
él en efecto, “o podría ser puesto para muerte mañana”. Sin embargo, ustedes saben
“él continúa”, “Me encuentro en un estado y condición que realmente no tiene
importancia para mí, porque si continúo viviendo otros 20 años será para Cristo, y
si de una vez soy puesto para morir, continúa siendo para Cristo; cualquiera de las
dos es igual. Cristo significa vivir, vivir significa Cristo”. Repito, la pregunta vital para
todos nosotros es si podremos decir lo mismo. Pablo aquí hace una vital y
fundamental distinción entre aquéllos que son Cristianos y aquéllos que no lo son, y
lo que caracteriza al Cristiano es que para él, el vivir significa Cristo.
Entonces, ¿qué es la vida?, ¿qué es vivir? Tal vez la mejor manera de abordar esto
sea considerando algunas de las respuestas que hemos estado dando a éstas
preguntas. Hoy en día existen, claro está, un gran número de personas quienes nunca
piensan en el significado de la vida. Vida para ellos significa simplemente existencia,
una clase de condición animal, o un estado como el de una planta o el de una flor.
Existen muchas personas que no tienen ninguna filosofía. Ellos se encuentran en
éste asombroso asunto llamado vida; tienen el sorprendente regalo de “ser”, y aun
así pasan sin percibirlo. Nunca se detienen a preguntar qué significa, ellos sólo pasa
día tras día comiendo y bebiendo, sin tales pensamientos en absoluto.
Luego está lo que bien podríamos llamar la visión Epicúrea de la vida, que bien
puede ser resumida por la frase: “Déjanos comer, beber y ser felices”. La actitud
epicúrea de la vida fue muy familiar en el tiempo de Pablo, como lo es, de hecho, en
la actualidad. Se centra más bien en el vivir que en la vida; significa placer: comer,
beber, bailar, o lo que sea. Ahora existe una filosofía muy definida que cubre ésa clase
de vida y hay personas que realmente creen en ella. No quiero que se quede con ésas
consideraciones preliminares, pero es impresionante darse cuenta de la cantidad de
gente que, si contestaran honestamente, que para ellos eso es la vida – ésa ronda de
un placer después de otro, Es trágico, pero cierto. Cuán frecuentemente escuchamos
de personas que abandonan las provincias para ir a vivir a las grandes ciudades,
porque ellos quieren ver la “vida”. Ellos se compadecen de las personas que se han
quedado atrás, porque para ellos la vida significa una oportunidad de placer.
Pero existe otra visión de la vida que podríamos describir como Estoica. Es mucho
más inteligente que la Epicúrea y se expresa a sí misma de esta manera: la vida es
algo que tiene que ser soportado. El Estoico no mantiene una sonrisa perpetua en su
cara y dice: “¡No es todo maravilloso!” Él es suficientemente inteligente para ver que
eso está muy alejado de la realidad. Se ha dado cuenta de que este mundo puede ser
llenado de lágrimas; ve la dureza y la miseria, el sufrimiento y el tormento, y decide
que el vivir significa colocarse todo eso encima, ir a través de ello, tomarlo en su
mano y seguir adelante, sin importar lo que pueda venir. Su actitud hacia la vida y el
vivir significa resistir fuertemente, determinarse a permanecer en pie. Y, por
desgracia, existen muchos, quienes, si fueran cuestionados acerca del significado del
vivir, tendrían que decir que es una batalla contra las circunstancias y
oportunidades; una lucha permanente contra los “golpes y flechas de la monstruosa
suerte”; una lucha eterna.
Y pues, hoy, y siempre en momentos como este, cuando la vida es particularmente
difícil, existe la visión cínica de la vida. Quizás una de las mejores expresiones de
esto, es el discurso que Shakespeare pone en boca de Macbeth:
¡Hacia fuera, hacia fuera breve vela!
La vida es una sombra que camina; un pobre actor,
Que alardea y se apura sobre el escenario,
Y luego no se escucha más; es un cuento
Contado por un idiota, lleno de ruido y furia,
Que no significa nada.
Eso es lo que quiero decir con la visión cínica de la vida, y ¡cómo existen tantos
que toman ésa visión el día de hoy!. Quizás sea una tentación peculiar en un
momento como éste, cuando demasiados idealismos han sido falsificados, y
demasiadas esperanzas brillantes se han venido hasta el suelo. El típico comentario
de los hombres de hoy en día es: ¿Cuál es el aprovechamiento de cualquier cosa?
Ninguno.
Luego, para avanzar en esta escala, existe la visión que pudiera ser descrita como
una visión mística de la vida. Es importante que entendamos esto, porque
frecuentemente la visión Cristiana ha sido equivocada por describirla como la
mística. Existe, por supuesto, una cosa tal como el misticismo Cristiano, y es
importante que esto debiera ser calificado por la palabra “Cristiano”, para que quede
claro. La típica visión mística es que la vida y todos sus males son debidos en última
instancia a la carne, y la salvación se encuentra en el exterior de ella. En
consecuencia, el místico pasa su tiempo intentando hacer morir la carne; intenta
vivir de una manera pasiva, no permitiendo que el mundo lo influya o afecte. Ese es
su punto de vista, un tipo de muerte al mundo y una adaptación de una actitud
puramente pasiva.
Pero permítanme ahora describir como la visión de la vida del hombre promedio
es tan profundamente confrontada con la palabra del Apóstol. Si preguntáramos a
los Cristianos, a miembros de iglesias Cristianas: “¿Qué es el vivir para ti?,
¿Verdaderamente que constituye realmente la vida para ti?, ¿Qué es lo más precioso
que posees?”, ¿No es cierto que muchos de nosotros tendríamos que confesar y
admitir que significa nuestras familias, nuestros hogares, sólo trabajo, esas
ocupaciones, nuestras actividades en vida?, ¿El vivir muy frecuentemente significa
para muchos de nosotros el compañerismo y el amor de nuestro seres queridos, la
vida en el lugar y todo ese círculo? ¡Qué cosas tan preciosas son!, Pero muchas de
ellas vienen a ser nada en la vida, y cuando ella son quitadas de nosotros, nuestra
vida y nuestro mundo se colapsa, y no tenemos nada. Yo siempre recalco que una de
las tareas más difíciles que podamos tener, es escribir una carta de solidaridad
cuando un ser querido nuestro ha sido tomado y sabemos que no era un Cristiano.
Eran buenas personas quizás, gente agradable, viviendo en una moral perfecta y
siendo muy felices, pero cuando son tomados, sabes que el fundamento de su vida se
ha ido.
Pero permítanme continuar. Existe la visión humanista. Para el humanista, el
vivir significa una oportunidad de hacer algo bueno, de mejorar al mundo y elevar el
estado de la sociedad. Actualmente existen muchas personas que han adoptado esta
visión idealista de la vida, y si tú les preguntas que significa el vivir, ellos dirán: “Es
una oportunidad de cambio y mejoramiento de la vida del hombre, así como de
progreso”.
Continuamos con lo que podríamos llamar la visión religiosa de la vida, y la coloco
de esta manera para diferenciarla de la visión Cristiana. Existen algunas personas,
que al preguntarles: “¿Qué es la vida?” Se ven obligados a decir que significa ser
religiosos y cumplir con mandamientos puntuales. Examinémosnos a nosotros
mismos, mis queridos amigos. Uno de los peligros más grandes a los que se enfrentan
los predicadores, es al peligro de vivir en sus propias actividades: hablando,
predicando, estando ocupados en el trabajo de la Iglesia, siendo muy activos en lo
que respecta a su religión. Existe el peligro de vivir en todo esto, hasta que de repente,
cuando la actividad se haya ido, uno se quede con las manos vacías. ¿Nos visto eso?
Para mí, esa es una de las tragedias más grandes de la vida. A veces, que tengo que
hablar con hombres y mujeres quienes han llevado una vida muy activa en el círculo
de la Iglesia, y cuando son tomados por algún mal, les pareciera no tener nada. Ellos
han estado viviendo en sus propias actividades e intereses, y existe el peligro de
sustituir todas esas cosas por lo que Pablo comenta.
Debo ir más allá y colocarlo de esta manera: vivir, no debería significar más que
sólo Dios. ¿Es eso irreverente o extremo? ¿Es ir demasiado lejos? Yo sugiero que no
lo es. Un judío como un musulmán puede decir con toda honestidad que la vida para
él significa Dios, y existen muchos en el mundo que podrían decir que Dios es el
centro de sus vidas. Así que esta declaración de Pablo es el lenguaje específico de un
Cristiano, esa es la marca distintiva del Cristiano.” Para mí, el vivir es” – ¿Qué? –
“Cristo”. No sólo Dios, no sólo Dios el Padre, sino Cristo el Hijo; no mis intereses
religiosos, no mis actividades religiosas, no cualquiera de las cosas que he
mencionado: para mí, dice Pablo, el vivir es Cristo.
Entonces, ¿A qué se refiere que el con la “vida”? En un sentido, ya lo he estado
definiendo – es amor. Para él es la cosa más suprema en la vida, por lo que él vive,
sin la cual la vida no tendría sentido. Para él, es lo que controla su vida entera.
Quizás, la mejor manera de presentar esto es: lo que realmente Pablo está diciendo
acerca de sí mismo es que está enamorado de Cristo. Él lo ama, y siempre con
verdadero amor, ese amor que controla y domina una vida. Eso es lo que vivo, dice
él, ésa es la naturaleza y objeto del todo.
Ahora permítanme analizar eso sólo un poco más para que podamos dirigirnos a
casa tal como Pablo hace referencia al decir que Cristo controla su vida entera. ¿Qué
es la vida? Una buena clasificación acerca de la vida consiste en lo que hacemos.
Pongámoslo de ésta manera. El Apóstol se encuentra en prisión y se dice a sí mismo,
yo podría vivir otros 20 años; pero ¿Qué pasa si lo hago?, ¿Qué significará?, ¿Qué
haré durante ésos 20 años?, para nosotros podrían significar 10, 20, 30 o 40 años,
quizás, por delante, y ¿Qué haremos en ellos?, ¿Qué significaría la vida para
nosotros? Eso es lo primero.
Y esto, de nuevo, es algo que pudiera ser subdividido. La vida consiste en lo que
pienso y en la esfera de mis intereses. La vida no significa únicamente que coma,
beba, duerma y me levante para realizar mi trabajo u oficio. Eso no es lo que Pablo
define como vida. Él ve un propósito en la vida, las cosas que le dan un significado
real. Él se está refiriendo a lo que yo hago la mayoría de las veces cuando tengo
tiempo libre, qué leo y qué pienso. Ése es un buen examen. Es, por supuesto, una
característica del amor el estar pensando en el objeto del mismo, y, nos guste o no,
ésa es una verdad aplicable a cada uno de nosotros. Ése es el por qué el texto se
presenta como un examen, “Donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón”
(Mateo 6:21). ¿En qué pensamos?, ¿Cuáles son nuestros intereses reales? ¿Qué es
aquello que nos mantiene cada vez más ansiosos? Bueno, para Pablo fue Cristo:
Cristo siempre estuvo en el centro.
Y aún hay más. El amor consiste en esto – expresar nuestros sentimientos,
expresar nuestras emociones y dar rienda suelta a los deseos que están dentro de
nosotros. Y recuerda cómo Pablo nos dijo claramente que su único deseo fue conocer
mejor a Cristo y amarlo cada vez más. Eso, nos dice en el capítulo 3, es lo que él
desea,: “Que pueda conocerlo, así como también el poder de su resurrección, y
simpatizar con sus sufrimientos”; eso, por encima de todas las cosas. Él tenía éste
sentimiento, éste impulso, ésta emoción, y todas estaban centradas en Cristo. “Para
mí el vivir” en materia de sentimiento y emoción, “es Cristo”.
Y luego significa actividad, acción. Y después, de nuevo, el Apóstol nos dice lo que
significa para él. Él ha pasado su tiempo en la difusión de la gloria de Cristo, para
que Cristo sea predicado, ya sea por él mismo o por alguien más. Ése es el por qué él
está dispuesto a permanecer con los Filipenses – a fin de que pueda decirles más
acerca de Cristo. Si permanezco otros 20 años, dice él, ¿Qué voy a hacer? Bueno, en
lo que a mí respecta, yo sólo seguiré predicando a Cristo. Les contaré a las personas
acerca de Él e intentaré ganar creyentes; haré cualquier cosa para engrandecer y
magnificar Su Nombre. En cierto sentido, vivir es una actividad.
Pero otro asunto que es verdadero acerca del vivir son las cosas que nos suceden
en la vida. Si vivo otros 20 años haré ciertas cosas, y ciertas cosas me pasarán; es una
parte de la vida. Y aquí, de nuevo, Pablo dice que en éste sentido, la vida también
significa Cristo. ¿No ha estado diciendo todo eso? ¿No era eso lo que dijo en los
versículos del 12 – 30? Ésas personas están intentando añadir a mis prisiones por
predicar a Cristo por envidia, pero está bien, Cristo cubre eso también. Pablo ve un
asunto como ése en términos de, y en la luz de, Cristo. Lo que él quiere decir es que
en Cristo, ha sido librado de la servidumbre de las cosas que le pasan. Él no es más
una víctima de las circunstancias y de la suerte. Continúa en el último capítulo para
decir: “He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación”. Cristo me ha
librado de la tiranía de lo que podría sucederme.
Y el otro asunto, por supuesto, acerca del amor y la vida es que todos deseamos
satisfacción. Hay ciertas exigencias que hago de la vida, existen ciertas cosas que
estoy buscando. Estoy buscando paz y gozo, busco felicidad, y Cristo satisface
completamente a Pablo en cada aspecto. Yo tengo intelecto: Cristo me satisface, dice
Pablo; tengo deseos y sentimientos que necesitan satisfacerse: Cristo es mi todo y en
todo. Cada exigencia que hago en mi vida está más que satisfecha en Cristo. Eso es a
lo que él se refiere al decir que su vivir es Cristo. La acción, o reacción (si así se desea),
hacia las cosas que suceden y todas las exigencias de su naturaleza y su personalidad,
están plenamente llenas y satisfechas. Mi querido amigo, ¿acaso puedes decir lo
mismo? Estoy muy tentado a detenerme en éste punto y continuar preguntando
acerca de ésta cuestión. Ésta, para mí, es la verdadera esencia de la posición
Cristiana. Lo que hace a una persona un Cristiano es Cristo. Cristo es siempre el
centro, Él es todo para mí. “Vivir” para Pablo significa Cristo en todos sentidos.
Permítame hacerle otra pregunta. ¿Qué fue lo que hizo que Pablo sintiera esto?
Pienso que él mismo nos da la respuesta en las varias epístolas que escribió. Estoy
seguro de que el primer aspecto fue la Gloria de la Persona. En Hechos 9 leemos la
historia de su viaje a Damasco, respirando aún amenazas y masacres. Pablo se decía
a sí mismo, debo hacer muchas cosas para borrar el nombre de Jesús de Nazaret. Él
no lo conocía, pero luego que lo vio, y, si pudiera emplear una expresión como la
siguiente, Pablo se enamoró de Él, nunca olvidó el rostro o la visión. Una vez que lo
hubo visto, todo lo demás retrocedió. Todo lo demás palideció de insignificancia al
lado del rostro de Cristo, la Gloria de la Persona, el Único Bendito. ¡Ah, si nosotros
alguna vez lo hemos visto, incluso por el ojo de la fe, por un segundo, debería darse
esta pasión consumidora! Pablo lo hubo visto, y, por lo tanto, lo amó. Tomás, ustedes
recuerdan, lo vio, pero recordemos que nuestro Señor le dijo: “Tomás, porque me
has visto creíste, bienaventurados aquéllos que no vieron, y aun así creen”
(Juan 20:29). Pudieras decirte a ti mismo, “Si tuviera la visión que tuvo Pablo en
camino a Damasco, podría ser capaz de decir que lo amo de la misma manera, pero
nunca lo he visto”. Pero eso es una tontería – “a quien amáis sin haberle visto” dice
Pedro en 1 Pedro 1:8. Lea alguno de los grandes himnos, lea las vidas de los santos,
ellos lo amaban. Ellos lo han visto con los ojos de la fe y tenemos sus testimonios. La
Gloria de la Persona de Jesús es la razón principal de su amor. La tragedia es que nos
detenemos demasiado en los beneficios de la vida Cristiana. Estamos tan ansiosos
por las bendiciones, que nos olvidamos de quien nos las da. Pablo no lo hizo así; él
miró al Bendito que verdaderamente dio su vida y llevó todos sus pecados – “El Hijo
de Dios, quien me amó” – incluso “se dio a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). Es la
gloriosa y maravillosa cruz. Él dio su vida y su sangre por un miserable pecador.
A continuación Pablo ve y conoce que apartado de Cristo no existe verdadera vida.
En el capítulo 3 él usa una expresión fuerte: “y lo considero como basura”: sin valor.
Sin Cristo nadie vive, es sólo existencia. Vida, como hemos visto, está destinada a ser
esférica, el intelecto satisfecho, los sentimientos satisfechos, la vida entera envuelta,
el hombre entero tomado por completo, rodeado de vida.
Y, finalmente, él sintió y anunció la nueva visión de la vida que obtuvo. A Pablo le
fue concedido ver que la vida en éste mundo es realmente una preparación para la
gran vida que está por venir. Eso no significa despreciar éste mundo, ni escepticismo
o misticismo. Si alguien ha vivido una vida activa, ése fue Pablo: no, él no murió
pasivamente al mundo en éste sentido, sino más bien al pecado del mundo. Pablo
observó que el mundo está en un grande estado de conflicto entre el reino del cielo y
el del mal. Sabía que llegaría el día en el que el Rey regresaría y derrotaría las fuerzas
del mal y establecería su reino. Ahora, dijo Pablo, estoy destinado para eso. Puedo
pasar 20 largos años en éste mundo, pero pensando en que la Gloria me espera,
reflexiono más acerca de la vida venidera, la verdadera vida, ¡cuando el Rey reinará
y yo estaré con Él! Y eso hizo también que él viviera para Cristo.
Así, pues, finalizo con mi pregunta: ¿Cristo es nuestro vivir? Me pregunto si
podemos hacer ésa declaración que fue hecha por Count Zinzendorf, el líder de
Moravia que ayudó a John Wesley antes y después de su conversión. Él nunca tuvo
la visión de Pablo cuando iba en camino a Damasco, pero para él también, Cristo era
el centro. ¿Podemos hacer nuestro su lema?. “Yo tengo una pasión, es Él y sólo Él”.
“Para mí el vivir es Cristo”. ¡Oh, que podamos tener ésa pasión!” Creo que podría
transformar nuestra tierra en un día, creo que vendría un gran avivamiento, si sólo
tuviéramos ésa pasión. ¡Él y sólo Él! Detengámonos con Él; meditemos en Él;
pidamos al Espíritu Santo que le revele a nosotros. Oremos por ello; invirtamos
nuestro tiempo en ello; absorbámonos en ello; demos que tome el lugar central;
hagamos todo lo posible para conocerlo mejor; para saber lo que es amarlo.
Yo tengo una pasión - Es Él y sólo Él.