Mascota, Por Germán Caporalini

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Mascota, por Germn Caporalini

El da haba amanecido con una temperatura insoportable y la humedad aplastaba a la mitad de la ciudad. El deseo y las voluntades coordinadas e inconscientes hicieron aparecer sobre el lmite visible de la tierra las primeras nubes que se desenrollaban a lo largo de la lejana del horizonte. La lnea de nubarrones en continuo cambio de formas simulaba una gran cadena montaosa que se iba levantando de la tierra y construa un paisaje que permita fantasear otro lugar. Vala la ilusin si el recuerdo llevaba el cuerpo a la placidez de alguna poca veraniega y de descanso.En poco tiempo se fueron transformando en recipientes lumnicos de rayos y relmpagos; a lo lejos la intensidad iba en aumento.No quiso salir en esas condiciones climticas, pero en un par de horas dentro de la habitacin el cuadro sera algo menos que desolador. Un poco de agua de lluvia y aire fresco no vendra nada mal.En la casa quedaran dos, la mujer y la mascota. Y la desconfianza. Todo esto fue lo que lo llev a ejecutarlo. La ejecucin siempre necesita una causa, un mrito, un valor agregado al deseo, un plus, y el viaje de negocios siempre valida unos das fuera de casa.Ah ningn lugar estaba plenamente ocupado porque entonces cualquier cosa, cualquier razn para sacarla del medio hubiera cado por su propio sentido. Esta vez no, porque haca tiempo que la vena criando en un recipiente de vidrio, como una pequea pecera, dejndola enroscar y alimentndola de vez en cuando. El tiempo de hibernacin casi dos meses- coincidi con los das que ella empez a ir a su casa, de a poco. Por eso al principio le result extrao el clima fro de la casa. La jaula de vidrio pareca vaca y olvidada.No ms de cincuenta centmetros de longitud, anillos de colores brillantes y completos en todo su dimetro, el rojo junto al amarillo y luego el negro, la cabeza redonda y las pupilas circulares que despistaban su condicin, ningn rastro de comida en su pequeo hbitat. El clima del departamento a baja temperatura era por la necesidad de hacerla hibernar; adems, haba que controlar los cambios de temperatura previstos y programados siempre antes de cada viaje.Despus, lo de siempre: la caja para guardar la mutacin de piel como quien guarda cabello en un sobre, una flor en un libro, una carta en un arcn. Fetiches. Tena alguna publicacin informativa para criarla y llevar una vida juntos, pero con el corazn en solitario; si no, no habra cmo entender la rareza y la pasin de criar esos animales. Ahora pareca que sus afectos estaban encauzndose nuevamente; la chica era bonita y le sentaba bien su compaa. A veces, la baja temperatura del departamento los obligaba a dormir acurrucados, apretados cuerpo a cuerpo, otorgando al encuentro una excusa de pasin. El deseo debera regir el destino; pero siempre aparece entre los troncos hmedos, acechando en la oscuridad un resto de odio que muerde los talones.Adems, lo cotidiano como el sexo reiterado- vuelve todo menos misterioso y ms previsible. Cada vez que ella avisaba que vendra a almorzar o a quedarse un fin de semana l tena que tapar la pecera con alguna manta, para que la visin no la asuste. Luego de un tiempo de acostumbrarse ella empez a tener un poco de cario, y de a poco aprendera a controlar la impaciencia del principio, de la primera impresin. A veces se hace necesario enfrentar los miedos, matar un cordero con las propias manos, porque alguna vez se dar con el lobo oculto y esa ser la consagracin. Pero hoy son das desacostumbrados. Todos son lobos y corderos encubiertos.Antes necesitaba hacer un rodeo necesario, caminar lo ms lejos posible con la mirada de Gioconda que la persegua por todo el living. Ahora que ya se haba animado a vivir en la casa, lo que haca era dejar que su cuerpo permaneciera indiferente ante su presencia. Poda pasar a su lado y a veces golpeaba el cristal para ver si estaba con vida, ante lo cual la pequea serpiente jams responda con ninguna reaccin ni muestras de actividad vital. As fue que quedaron los tres en la casa.A veces entenda que en el rostro de la serpiente haba pequeas sutilezas. La mirada fija en un punto determinado del infinito, el dibujo de la comisura sonriente o desafiante, pequeas inclinaciones o desvos de su cabeza como si escudriara los movimientos de la casa y la actitud oculta del panptico.Todo esto haca que la relacin entre ambas fuera cada vez ms determinante. Lo que al principio fue solamente golpear suavemente el vidrio para detectar vida, se haba trasformado en largas conversaciones de una sola voz. Frente a la pecera la mascota se asomaba de su escondite para aceptar el juego del monlogo humano y el desahogo.Se miraban fijamente y el ofidio inmvil pareca asentir o disentir la confesin. Cuando el momento se agotaba se enroscaba sobre s para tomar impulso pero en seguida se retiraba de la escena; sin afecto, desapareca.La cotidianeidad hizo que se estableciera una convivencia pactada, ocupando cada cual un espacio propio. Cuando supieron que la visin trascenda el foco del iris se cre una comunicacin constante y permanente. La serpiente la miraba fijamente, ella senta un vivoreo en su espalda que la estremeca y la obligaba a sacudirse toda, como si el alma destemplada del ofidio tomara posesin de un cuerpo caliente y humano. Ella entendi que haba una relacin preestablecida de antemano.La baja temperatura del ambiente controlaba la quietud y aseguraba la imposibilidad del escape abrupto; no haba riesgos, ni detrs el sof, dentro de la alacena, ni reptando por la casa. Incluso haba desaparecido el temor de destapar una olla y que saltara al cuello para morder definitivamente. Nada de esto iba a pasar, al contrario.Y entonces pareca una batalla diaria ganada de antemano. El dedo golpeando la transparencia que aseguraba el mundo lacrado del pequeo monstruo haca justificada la sensacin de plenitud y goce.Por momentos pareca establecerse entre ellas un espacio nuevo, desconocido hasta ahora, cubierto por un silencio diario, por la suposicin que dejaba entrever una suerte de equilibrio entre los humanos y las bestias, una zona libre para compartir sin pretender nada, sin desbordar la conquista del medio, sin interrumpir la armona creada.Sin embargo, todava no se haba acostumbrado a las pesadillas, como si a pesar de todo an no hubiera encontrado la frmula justa para desenvolverse sin miedo en la casa. Lo que daba ms temor era la imagen fantaseada de despertarse de pronto con la serpiente sobre ella mirndola fijamente, reclamndole una explicacin al engao. Era peor la realidad de lo posible a una pesadilla.Haba cosas que ya se sentan en el aire.l viajaba demasiado. Por eso, ella decidi arriesgarse al amante en su propia casa, quiz con ese destino de deudas pendientes que tena consigo hasta ese momento.Esta vez pareca que en la casa haba un ambiente tropical que se haba transformado de pronto en un clima frtil para cualquier situacin. La puerta entreabierta no era una casualidad despreocupada. Era una invitacin a la contienda, al desafo, a la mostracin de quin tena el control del lugar. Sin embargo, ninguno estaba seguro de que eso fuese as. Al contrario.Ella haba dejado la puerta del engao entreabierta porque mientras se ocupaba del vaivn sobre la falda de l, poda escudriar los posibles espas de la escena. La oscura presencia oculta dentro de la jaula de cristal segua en la espera de verla disfrutar y la accin actuada haba dejado conjeturar algo de la suposicin pretendida. El fisgn no rept pero sali de su letargo y conserv la mirada sin prpados captando cada momento fotogrfico. La observ y le avis que no iba a quitarle los ojos de encima. Desde la habitacin con la puerta abierta poda ver parte del living donde estaba la pecera y poda verla en su totalidad. Mir fijamente a la serpiente; se sinti tan sola y presa como tras de un vidrio, una pared invisible, con la visin hacia el infinito de un mundo que no exista. Aflor otra vez la sensacin en su espalda que simul con un orgasmo fingido. Ni bien en intruso se fue, la pequea mascota se enrosc y se ocult.El tiempo, infinito y tremendamente pesado meda con minuciosidad pero sin culpaEl sonido vaco de la puerta de calle fue razn suficiente para saber que su hombre haba entrado. Mir el reloj en la pared; la lentitud de la marcha la trajo de nuevo a la realidad. Ahora la escena tomaba otro matiz, pero la repeticin derivaba del mismo sntoma. La que llegaba era otra vez la persona equivocada en el momento justo.Todo sigui como si nada hubiera pasado. l se acerc a saludar, reconoci un sabor en el aire que no era propio ni conocido, ley la postura agazapada dentro del cristal y la mirada sin trabas apuntando su habitacin. Ella apur una ducha rpida y recibi casi desnuda en el antebao unos sorbos de caf recin hecho. Agradeci con una falsa caricia y la sonrisa de los ltimos das vividos. La inmersin en la tibieza del agua la relaj un poco ms y apag todos los sonidos del ambiente. Quit de a poco los restos que olan a otra piel y eso pareci desestimar el riesgo tomado; ahora era un bienestar que la ayudaba a continuar como si nada hubiera pasado. La posicin de cabalgar y la tensin por la mirada penetrante le quitaron fuerza a sus piernas. Aunque no era lo cotidiano pens en una siesta. Pas un tiempo ciego y desconocido dejando caer el agua caliente sobre su rostro. Luego de un rato sali del bao mareada; quia por el cansancio, quiz por el calor del vapor. Lo que no poda entender era la somnolencia que la atrap de pronto ni qu haba pasado con la pecera en el piso, con todos los vidrios desperdigados por la alfombra y la sensacin tenaz de que estuviera acechando en cualquier rincn. Intuy que la mascota esperara el momento oportuno, el descanso luego del bao diario, el relax; cualquiera sera un momento ptimo para atacar la desatencin del sueo, para devolver el favor de la venganza. Rept entre las sbanas para que el calor del cuerpo le gue los colmillos; slo necesitaba presionar firmemente la mandbula para que el veneno se incorpore al torrente sanguneo sin que se d cuenta, sin que pueda despertar, ya que los somnferos que haba consumido mezclados en el caf haban hecho efecto de inmediato y servira para no sentir culpa cuando la mordida la hubiese despertado.l podra haber elegido un arma premeditada o circunstancial pero no prest atencin, as es que decidi que apenas la tocase con la mano la pecera quedara fuera del punto de equilibrio y caera. Sali y dej la casa as como estaba, dando unos pasos nfimos y callados hacia atrs, y se retir de la escena. No tena ms sentido quedarse en la casa. Ahora no importaba si afuera llova o no. Saba que no tena ms nada que hacer ah, pero lo saba desde haca tiempo.