Mateo-28-19

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 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. - Mateo 28: 18-20 Este fragmento bíblico corresponde a lo que suele llamarse la gran comisión . Este es un título apropiadamente asignado por los traductores. Al Hijo Eterno de Dios le había sido encomendada una tarea suprema: la redención del pueblo de Dios. Esto implicaba la encarnación, vida perfecta y muerte del Mesías. Habiendo cumplido a cabalidad la obra de redención, el Cristo es ahora exaltado y su autoridad y poder han sido confirmados por Dios el Padre, por medio de la resurrección. De manera que, aunque Cristo siempre habló con autoridad divina, en este momento añade un énfasis apropiado, porque ahora sus discípulos habían podido confirmar la veracidad de todas sus palabras, habiendo sido testigos de su muerte y su resurrección. Habiendo realizado su función de Profeta, ahora habla como Rey y establece la tarea que debe cumplir la iglesia del Nuevo Testamento. Lamentablemente muchas veces hemos perdido la perspectiva correcta y nos hemos dedicado a muchas actividades aparte de esta gran comisión. No significa que estas actividades sean malas en sí mismas, a lo que me refiero es que se invierten grandes recursos y tiempo en actividades que no deberían tener prioridad en la iglesia. La tarea prioritaria de la Iglesia es la de ir a todas partes donde sea posible a predicar y hacer discípulos de Cristo.

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 “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo

y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,

bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo

estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” - Mateo

28: 18-20 

Este fragmento bíblico corresponde a lo que suele llamarse “la gran comisión” .

Este es un título apropiadamente asignado por los traductores.

Al Hijo Eterno de Dios le había sido encomendada una tarea suprema: la

redención del pueblo de Dios. Esto implicaba la encarnación, vida perfecta y

muerte del Mesías.

Habiendo cumplido a cabalidad la obra de redención, el Cristo es ahora

exaltado y su autoridad y poder han sido confirmados por Dios el Padre, por

medio de la resurrección.

De manera que, aunque Cristo siempre habló con autoridad divina, en este

momento añade un énfasis apropiado, porque ahora sus discípulos habían

podido confirmar la veracidad de todas sus palabras, habiendo sido testigos

de su muerte y su resurrección.

Habiendo realizado su función de Profeta, ahora habla como Rey y establece

la tarea que debe cumplir la iglesia del Nuevo Testamento.

Lamentablemente muchas veces hemos perdido la perspectiva correcta y nos

hemos dedicado a muchas actividades aparte de esta gran comisión.

No significa que estas actividades sean malas en sí mismas, a lo que me refiero

es que se invierten grandes recursos y tiempo en actividades que no deberíantener prioridad en la iglesia.

La tarea prioritaria de la Iglesia es la de ir a todas partes donde sea posible a

predicar y hacer discípulos de Cristo.

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Muchas de las actividades de las iglesias modernas pueden ser útiles para

reunir más adeptos y asistentes a sus reuniones, pero esas personas no son

discípulos.

Si no estamos ganando almas para que sean verdaderos discípulos de Cristo,

no estamos cumpliendo la gran comisión, aunque estemos invirtiendo mucho

dinero y esfuerzo en esas actividades.

Un discípulo es aquel que sigue al Maestro. Nuestra tarea es asegurarnos de

que la gente esté siguiendo a Cristo.

Según nuestro texto, aquellos que de verdad se identifican con Cristo, deben

recibir la marca o sello visible de su cristianismo. Su profesión pública de fe.

El bautismo tiene dos significados principales. Por un lado, es un lavamiento,

por el cual se representa la limpieza de nuestras almas por medio de la sangre

de Cristo. En segundo lugar es un símbolo de nuestra unión con Cristo.

Las aguas del bautismo son las aguas de la muerte, porque representan la

realidad de que el cristiano ha muerto a su vida antigua de pecado y que ha

resucitado con Cristo a una vida nueva.

Romanos 6. 3-4 lo explica de esta manera: “¿O no sabéis que todos los que

hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?

Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a

fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así

también nosotros andemos en vida nueva.”  

Es muy triste y es un gran pecado, cuando por negligencia pastoral, las

personas dan un falso testimonio, siendo bautizados, pero sin haber sido

convertidos.Si viviéramos en una situación de peligro y persecución, no tendríamos que

indagar mucho en la vida de aquellos que desean ser bautizados, porque los

que se arriesgan a abrazar el cristianismo en medio de la persecución, es

seguro que de verdad han sido convertidos.

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Sin embargo, en nuestras circunstancias, debemos siempre ser cuidadosos al

administrar esta sagrada ordenanza. Cada vez que alguien que no es un

verdadero cristiano ha sido bautizado, el nombre de Dios ha sido tomado en

vano.

Esto nos lleva a considerar este elemento tan importante en la teología bíblica

de la salvación. Nosotros somos bautizados en el nombre del Dios único y

verdadero, el Dios que existe en tres personas.

Es necesario que notemos que la fórmula bautismal dice  “en el nombre” ,

porque Dios es uno solo. Y si embargo menciona a las tres personas divinas,

porque los tres, estuvieron involucrados en la salvación de aquel que se

bautiza.

El Padre, desde la eternidad eligió un pueblo de entre esta humanidad caída.

El Hijo se hizo hombre y vino a salvar a ese pueblo. Y el Espíritu Santo en el

tiempo indicado, trae a esos elegidos a la fe de Jesucristo para aplicarles la

salvación que Él logró.

Pero el cristianismo no acaba con el conocimiento básico y esencial que se

necesita para la salvación, ni tampoco con la administración del sacramento

del bautismo. Eso es solo el inicio.

La labor de la iglesia y en particular de los pastores, a los que Dios asignó esta

tarea es la de enseñar todo lo que Cristo enseñó. Enseñanza significa doctrina.

¿Cómo es posible entonces que tan frecuentemente se escuchen comentarios

de gente que se supone que es cristiana pero que no quiere profundizar en la

doctrina bíblica?

La doctrina bíblica no es para una clase especial de cristianos interesados en

estudiar en un seminario bíblico. La doctrina bíblica debe enseñarsesistemática y constantemente desde el púlpito de cada iglesia del Señor.

Esto no es tarea difícil ni imposible, porque Cristo mismo prometió y cumplió

su promesa, de enviar al Espíritu Santo, el cual funciona ahora como nuestro

maestro y nos guía a la Verdad por medio de Su Palabra (Juan 16.13)

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Es indispensable que como cristianos procuremos que nuestras iglesias tengan

un enfoque bíblico en todo lo que hagamos y que el fruto sea verdaderamente

espiritual.

La advertencia del apóstol Pablo es digna de ser tomada en cuenta: “Si alguno

enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor

 Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada

sabe”  – I Timoteo 6.3-4 

La doctrina de Cristo es conforme a la piedad, ¿está la doctrina llevándote

cada vez a una vida de mayor piedad?

Por último, debemos reconocer que para que la gran comisión tenga el efecto

correcto, debe ser llevada a cabo por personas que han creído y

experimentado el poder transformador del Evangelio, de lo contrario será un

proselitismo igual al de cualquier otra religión.

Llevemos el mensaje glorioso, vivamos como discípulos, haciendo discípulos

y motivados por la promesa de Cristo de estar con nosotros para siempre.

Esto es lo que nos da ánimo y vigor, mientras esperamos su gloriosa venida.

Amén.

Pr. Alexander León.