Material Academico - La familia como contexto de desarrollo

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1 Bloque 1. LA FAMILIA DESDE EL MODELO SISTÉMICO. 1.1.- El modelo sistémico en el análisis de la familia. Rasgos comunes y rasgos propios. 1.2.- Funciones básicas de la familia. Criterios de funcionalidad. Bloque 2. LA ESTRUCTURA FAMILIAR. 2.1.- Jerarquía familiar intergeneracional: Subsistemas, persones. 2.2.- Vinculaciones afectivas. Aproximación distanciamiento 2.3.- Comunicación familiar. Bloque 3. CULTURA FAMILIAR. 3.1.- Historia familiar: Etapas del ciclo, sucesos y Legado. 3.2.- Cultura familiar: rutinas y rituales, Creencias, Valores y Mitos. 3.3.- Educación familiar. Estilos y normas. Bloque 4. VALORACION Y ASSESORAMIENTO FAMILIAR. 4.1.- Instrumentos de valoración El genograma y la entrevista. 4.2.- Modelos i estrategias de intervención familiar. 5.-Bibliografía .....................................................................................................

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Material Academico. Curso #3: 'La familia como concepto de desarrollo' considerado dentro del plan de estudios del Master en Master en Psicología de la Educación y Desarrollo Humano en Contextos Multiculturales. Instituto CREA, Universidad de Valencia, 2011.

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Bloque 1. LA FAMILIA DESDE EL MODELO SISTÉMICO.

1.1.- El modelo sistémico en el análisis de la familia. Rasgos comunes y rasgos propios.

1.2.- Funciones básicas de la familia. Criterios de funcionalidad.

Bloque 2. LA ESTRUCTURA FAMILIAR.

2.1.- Jerarquía familiar intergeneracional: Subsistemas, persones.

2.2.- Vinculaciones afectivas. Aproximación distanciamiento

2.3.- Comunicación familiar.

Bloque 3. CULTURA FAMILIAR.

3.1.- Historia familiar: Etapas del ciclo, sucesos y Legado.

3.2.- Cultura familiar: rutinas y rituales, Creencias, Valores y Mitos.

3.3.- Educación familiar. Estilos y normas.

Bloque 4. VALORACION Y ASSESORAMIENTO FAMILIAR.

4.1.- Instrumentos de valoración El genograma y la entrevista.

4.2.- Modelos i estrategias de intervención familiar.

5.-Bibliografía .....................................................................................................

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Bloque 1. LA FAMILIA DESDE EL MODELO SISTÉMICO.

1.1.- El modelo sistémico en el análisis de la familia. Rasgos comunes y rasgos propios.

Las aportaciones del modelo sistémico de Bertalanffy y del modelo ecológico de Bronfenbrenner, constituyen un intento de construir un modelo interdisciplinar, que se aplica también en el ámbito del estudio de la familia, y que inicialmente sirve de pauta para la intervención en familias con patologías graves. Las escuelas pioneras en terapia familiar sistémica son la Escuela de Palo Alto (Bateson y Haley), la de Filadelfia (Minuchin) en USA y la Escuela de Milán (Selvini, Palazzoli) en Italia. Comparten un mismo cuerpo de conceptos y principios básicos, mantienen comunicación entre sus profesionales y comparten un interés eminentemente práctico, concretamente la intervención en familias altamente desestructuradas con alguno de sus miembros que presenta una sintomatología grave: esquizofrenia, anorexia, depresión, intentos reiterados de suicidio, etc. A pesar de todo, el modelo sistémico no constituye un modelo unificado (Ochoa de Alda, 1995), sino que desde su origen va tomando diferentes modalidades en función de la formación previa de los terapeutas implicados, y en función también del conocimiento que la experiencia y la autocrítica van generando. Enunciamos en primer lugar uno de sus principios básicos: “las prescripciones que planteamos funcionan, te recomendamos que las apliques, pero si no te funcionan…. deja de utilizarlas”.

Hoy podemos hablar de una teoría sistémica que da más importancia al lenguaje y al significado, interesada por el mundo intersubjetivo (Rodríguez Vega, y Fernández Liria, 1996), porque el significado que la persona o la familia tienen acerca de su entorno y de la propia familia son construcciones sociales que inciden en su comportamiento más que la supuesta realidad objetiva, cuya descripción es siempre una aproximación más que un logro real. Otro de sus principios básicos: “El mapa no es el territorio” e incluso: “El territorio no existe” vienen a resumir una de las pautas de la intervención además de un posicionamiento epistemológico especulativo y compartido por otros filósofos desde que Platón planteara el mito de la caverna.

El constructivismo toma fuerza en el modelo sistémico desde los trabajos de Watzlawick, Dell y Keeney para aproximarse posteriormente a la denominada cibernética de segundo orden, defensor, como hemos dicho, de la intersubjetividad y de la comunicación. Si el constructivismo destaca la

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importancia de la percepción y de la cultura como estructura básica y como eje organizador del conocimiento, el constructivismo social va a resaltar la importancia de la comunicación como vía de aproximación de las percepciones individuales resaltando también el papel activo que desempeña la persona en la construcción de su entorno.

En la misma línea, el enfoque sistémico de Maturana constituye un referente importante, pues al comparar a la familia con una célula, resalta la importancia de la organización interna y de la membrana de protección como condición “sine qua non”, para que exista la vida, de la célula o de la familia. La membrana diferencia a ambos organismos del exterior y establece el criterio de pertenencia, pues indica quiénes pertenecen a la familia –o a la célula-, y quiénes quedan excluidos. La membrana invisible protege a la familia, a quines pertenecen a ella y garantiza una organización interna basada en la interacción y una realización de funciones. La membrana permite la propia organización interna y la autorregulación del sistema. Sin esta membrana de diferenciación entre lo que es y no es familia, la organización no es posible, el sistema deriva en el caos o la desestructuración, lo que impide que exista la vida familiar, que exista la familia, del mismo modo que la membrana física de la célula es la condición necesaria para que la célula viva. En consecuencia, la propia organización familiar actúa como freno al cambio, como filtro a las influencias externas. Con ello el sistema familiar se hace más estable y más previsible, lo que permite que se configure una identidad familiar propia, compartida por sus miembros, que la diferencia de otros grupos sociales.

Esta identidad de grupo, es difícil de conseguir en otros grupos para familiares como una casa de acogida o una residencia de menores. En estos casos, se trata de grupos con límites demasiado frágiles, porque hay demasiados cambios de niños y de educadores, porque falta una organización interna estable, porque faltan roles definidos que se mantengan con estabilidad, con lo que pierde identidad; el grupo es tan cambiante como las personas que los componen, tan fugaz como los puestos de trabajo o los horarios laborales. Aunque hay un muro visible que separa a los internos del exterior, la membrana de protección, la invisible, es tan frágil que permite que la unidad resultante se diluya, se metamorfosee continuamente. El resultado es, como diría Maturana, que sin continuidad y sin membrana diferenciadora, no hay vida, por eso aunque las atenciones materiales sean adecuadas, aunque haya relaciones interpersonales de apoyo, no se logra una identidad de grupo y la que se consigue no tiene la misma valoración social que la que se atribuye al grupo familiar.

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Estructura. La existencia del sistema supone inevitablemente que existe una estructura, una organización en el grupo de personas que componen la familia. Cada miembro de la familia tiene unos roles y unas funciones diferenciados y propios de su posición estructural o funcional. Así, los padres tienen roles y funciones propias y diferentes de los roles y funciones que deben desempeñar los abuelos o los nietos. Además, dentro de cada subsistema, dentro del grupo de hermanos, o dentro del grupo pareja, existen funciones relativamente independientes de las que se deriva el rol estructural, son los roles funcionales. Así por ejemplo, el padre puede ser quien asume las funciones de distraer con humor a todo el mundo cuando la familia pasa por momentos de tensión, y el hermano menor puede asumir la función de vocero y ser quien se encarga de transmitir a todo el mundo cualquier novedad que suceda dentro de la familia.

Estructuración significa también estructura de poder, jerarquía o liderazgo. Sabemos que la distribución de poder es asimétrica y recae básicamente sobre la generación adulta, aunque niños y ancianos tengan también sus cuotas de poder. Quien tiene poder formula las normas, toma decisiones, influye sobre la conducta de los demás y hasta sobre su modo de pensar y sentir. La estructura de poder varía en cada etapa del ciclo de vida familiar y cambia también de una familia a otra, porque cada una tiene una distribución de poder diferente, unos criterios propios que lo justifican –la tradición, la posición, los recursos aportados, la fuerza- y un modo diferente de ejercerlo –autoritarismo, violencia, democracia, persuasión-.

La existencia de una estructura conlleva también la existencia de normas que regulan su funcionamiento, normas que pueden ser organizacionales o relacionales, y que afectan a todas las dimensiones de la vida familiar. Las normas gestionan el tiempo cotidiano, distribuyen las tareas y responsabilidades, establecen los límites entre lo prohibido y lo permitido, y hasta ejercen un control sobre las conductas, los afectos y los apoyos que la familia puede o debe mantener. Regulan las relaciones, tanto las que se refieren a los familiares entre sí como las relaciones de los miembros de la familia con el exterior. La familia es un sistema autorregulado.

Las normas son importantes, porque la salud del sistema familiar guarda relación con la adecuación y funcionalidad de sus normas. Así mismo, las patologías familiares suelen contar con el apoyo de normas poco adecuadas, aunque a menudo siempre son percibidas con claridad y se mantienen, se respetan y hasta se castiga su incumplimiento. Puede haber, incluso, normas que escapan a la conciencia e intenciones de quienes las cumplen.

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Es un sistema autoorganizado, autopoyético, si utilizamos la terminología de Maturana, es decir con unas metas y reglas propias que le dan un estilo propio diferente del mundo exterior. Y es esta organización propia la que da identidad al grupo, la que la diferencia del exterior, la que le da vida, porque aunque existen intercambios con el exterior, éstos no diluyen la propia organización familiar.

El sistema es propositivo, es decir orientado a metas, las funciones sociales asignadas a la familia son los referentes finales que marcan las metas que la familia ha de desarrollar a lo largo del ciclo y que después cada familia concreta en cada etapa y en cada momento de su ciclo vital. Las metas activan estrategias para facilitar su logro al tiempo que la familia desarrolla mecanismos de autorregulación, recibe información de cómo va el proceso y hace los reajustes necesarios para lograr sus metas. Internamente, no todos los miembros de la familia comparten las mismas metas, ni comparten el modo de conseguirlas. Pero además, vista desde fuera, el carácter propositivo de la familia es también fuente de diferencias interfamiliares. No todas las familias tienen el mismo nivel de conciencia y autonomía al formular sus metas, ni tienen un proceso de retroalimentación igualmente eficaz para modificar el sistema y garantizar su funcionalidad.

La equifinalidad es otra característica de la familia; significa que unas condiciones iniciales o la propia historia no determinan ni predicen lo que la familia va a ser o cómo va a organizarse en una fase posterior. Podemos llegar a una misma organización de tareas familiares partiendo de parejas cuyas familias de origen son altamente diferentes entres sí. Esto sucede porque las causas iniciales son múltiples y complejas, porque se incorporan al proceso nuevos focos de influencia, porque no todos los elementos son conscientes, porque un mismo factor puede dar respuestas diferentes en función de la interpretación que se haga de él y por la propia naturaleza de los procesos de cambio.

Esta dificultad de predicción hace pensar a algunos autores que la familia es un sistema caótico, en el que el efecto mariposa puede producirse en cualquier momento. No creo que con sus múltiples reglas y lealtades la familia sea un caos (Gottman, 1993), pero sí que es un sistema complejo, plagado de emociones y de ilusiones, las más íntimas, las más valoradas, plagado de esfuerzos y compromisos, plagado de dudas; por eso muchas veces el mito de armonía nos vuelve ciegos a la realidad, no mentirosos, sino ciegos de autoengaño, y para hacer predicciones en familia, hacen falta más de cinco sentidos.

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El sistema familiar tiene sus peculiaridades que lo diferencian de otros sistemas sociales. Es un sistema abierto, autoorganizado, cambiante, propositivo y de larga duración, basado en vínculos de sangre y parentesco y, con al menos dos funciones básicas: facilitar el desarrollo personal de sus miembros y facilitar la integración activa de éstos en la sociedad.

Las personas. Son los elementos que constituyen el sistema familiar. Lo curioso es que estos elementos han jugado un papel secundario en el enfoque sistémico que a menudo habla de características de los elementos o simplemente de interacción sin atribuir una relevancia suficiente a los miembros de la familia.

En los orígenes de la terapia sistémica, los profesionales obviaron a la persona en aras del grupo y de la interacción. Incluso el paciente era un producto del sistema y su patología manifiesta era considerada la punta del iceberg de un sistema enfermo: la familia. De ahí a responsabilizar del alcoholismo del esposo a la esposa había solo un paso, aunque ésta estuviese compensando su negligencia y aportando los ingresos a casa, aunque ocultase a los hijos y la familia extensa el problema, aunque con esfuerzo desarrollase muchos comportamientos ineficaces, o precisamente por eso. Los sentimientos de culpa generados en esos familiares, fueron una señal de alarma para reinterpretar el funcionamiento del sistema, y en concreto, para reivindicar el carácter proactivo de cada persona, para corresponsabilizar a todos sin dejar inmune al paciente sintomático.

La persona se convierte así en un microsistema relevante, con unas características físicas, cognitivas, personales y sociales en interacción, pero también con una iniciativa de responsabilidad y capacidad para modificar el sistema. Kriz, que es probablemente quien con más contundencia y claridad recupera al sujeto psicológico y sus tres capacidades básicas, habla de tres tipos de fenómenos o tres tipos de comunicación en donde resalta el papel activo de cada miembro de la familia: las comunicaciones eferentes, las comunicaciones aferentes y las comunicaciones autorreferentes.

Otro argumento a favor del papel activo que posee cada miembro de la familia es el estudio de la resiliencia. El término se refiere a la resistencia, a la capacidad de compensar y sobreponerse a las consecuencias que se derivan de las carencias y hostilidad de su vida familiar. Vemos personas capaces de desarrollar sus potencialidades, lograr un alto nivel de desarrollo y hasta de integrarse en la sociedad y lograr niveles de éxito socialmente reconocidos a pesar de haber nacido y crecido en condiciones muy adversas. Este fenómeno contribuye a fortalecer un principio básico de constructivismo que considera al

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sujeto un procesador activo de la información que le llega del exterior, un papel activo en la construcción de conocimiento y en la elaboración y desarrollo de su proyecto de vida.

Esta recuperación del sujeto psicológico nos lleva a diferenciar intencionalidad y culpa de otro tipo de conductas a menudo inconscientes y fuera de control pero que a pesar de todo puede estar facilitando que aparezcan problemas psicológicos o contribuyendo a que los problemas planteados no desaparezcan. Así por ejemplo, el silencio de un menor asustado, claro que contribuye a mantener las conductas del padre que le maltrata, pero en estos casos y en otros muchos, no podemos confundir la contribución de una conducta a mantener el problema, con la intencionalidad ni con la responsabilidad de quien mantiene esa conducta.

La persona, o mejor aún, determinadas personas, pueden jugar un papel decisivo en la configuración del sistema familiar, del mismo modo que algunas personas también individualmente consideradas pueden convertirse en objetivo de acción prioritaria en una situación de asesoramiento o terapia.

Interacción. Éste es el concepto clave que aporta la teoría sistémica. Indica que existe influencia mutua entre todos los elementos del sistema, de modo que la modificación en uno de ellos afecta al resto. Piénsese, por ejemplo, en un hijo que se emancipa de casa, o en la jubilación del padre, son sucesos que afectan a todos los miembros de la familia y a las relaciones entre ellos y no sólo a los directamente implicados. El hijo emancipado modificará la relación de la pareja, y la distribución de tiempo y espacio en el hogar, etc.. La jubilación del padre no afecta sólo a sus hábitos, sino también a la relación con su pareja, al trato con los hijos y hasta a los proyectos económicos de la familia; aunque obviamente no todos los elementos, ni todas las relaciones, se ven afectadas del mismo modo, ni con la misma intensidad.

La teoría sistémica resalta además la importancia del cambio, porque los cambios son inevitables en el sistema, lo que equivale a resaltar la importancia del enfoque evolutivo, de especial interés en el ámbito de la intervención puesto que va a considerar a la familia como un sistema que necesariamente va a experimentar cambios a lo largo del tiempo y habrá que adaptar la intervención a cada etapa del proceso. Frente a otros sistemas sociales la familia aparece como un sistema de larga duración, con una historia, un presente y un proyecto de vida compartido.

A lo largo de este amplio intervalo temporal va a tratar de mantener una armonía entre la estabilidad y el cambio. El cambio en la organización,

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tareas y metas familiares surge a demanda de los propios miembros de la familia, que a lo largo de su ciclo vital tienen necesidades nuevas o como resultado de cambios en el entorno familiar a los que la familia tiene que dar respuesta, la flexibilidad va a ser en consecuencia una de las características de las familias funcionales. Pero al mismo tiempo, la familia tiene que mantener su propia cultura e identidad, para fortalecer las identidades individuales y dar seguridad a sus miembros haciendo la vida familiar previsible.

La familia es un sistema social e inevitablemente cambiante, pero el proceso de cambio no es continuo ni lineal, sino que se describe como una danza que trata de mantener una armonía entre lo nuevo y lo viejo, y a tal efecto existen agentes de cambio internos y externos que hacen evolucionar al sistema, pero también existen elementos estabilizadores, como las normas, las creencias de lealtad e identidad o el rol de mantenedor homeostático, que actúan como fuerzas de compensación, que se oponen al cambio o lo suavizan, para que el sistema familiar no se desintegre y muera, para que sus miembros no pierdan la identidad que les confiere el grupo.

La familia es un sistema abierto, un sistema que mantiene relación con otros sistemas próximos con los que intercambia mensajes de todo tipo, con los que se comunica. Si el padre es un sindicalista comprometido, que dedica mucho tiempo a estudiar y mejorar las condiciones laborales de su empresa y tiene frecuentes reuniones, y si la madre está implicada en la asociación de padres y madres del colegio de sus hijos, decimos que familia, colegio y sindicato forman un mesosistema.

Al mismo tiempo, la familia es un elemento de un sistema más amplio, una comunidad, un estado y una cultura, que constituyen el macrosistema de referencia, y con el que este macrosistema la familia comparte una jerarquía de valores y creencias básicas, asume una serie de roles, responsabilidades y hábitos, comparte una misma cosmovisión. Aun siendo una realidad diferente a su entorno, la familia mantiene un flujo de comunicación con el exterior, influye y recibe influencias de ese medio, y aunque estas influencias se filtren y se reinterpreten en función de las propias peculiaridades de la cultura familiar, se comparten con la cultura los parámetros fundamentales, parámetros que a su vez suelen ser extraños y hasta incomprensibles para los miembros de otra cultura. Esta dimensión cobra especial importancia cuando hablamos de intervención con familias inmigrantes, con familias transnacionales y también con familias que pertenecen a grupos culturales diferentes al del propio profesional.

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La familia es un sistema de larga duración. Es, para casi todo el mundo, el sistema de referencia desde el nacimiento y de toda una vida; y a pesar de las separaciones matrimoniales y de otros muchos cambios, la familia es el sistema al que durante más tiempo nos sentimos vinculados. La familia tiene una larga historia, tiene un pasado, tiene un presente y tiene también un futuro que se materializa en un proyecto de vida que comparten sus miembros. Se trata de un proyecto vital que les compromete –a menudo el núcleo del proyecto es el apoyo mutuo para toda la vida-, y para lograr que el proyecto se cumpla la familia tiene que vencer las múltiples adversidades que aparecen a lo largo del camino. La calidad del sistema también depende de la capacidad para armonizar estos tres tiempos, de la capacidad que tenga la familia para integrarse en el presente, el pasado y el futuro, de vivir el presente sin renunciar ni a la propia historia, ni a sus propios proyectos.

Pasado y futuro, estabilidad y cambio, organización interna y externa, homogeneización y diferenciación, identidad personal e identidad familiar, mito y realidad, son algunas de las muchas paradojas que trata de armonizar la familia a lo largo de un largo ciclo de vida.

La familia es un sistema que se basa en los vínculos de sangre, y que surge en torno a la díada madre hijo, por tanto es un sistema intergeneracional, cuya función básica, biológicamente condicionada es la de proteger al neonato garantizando su supervivencia y su desarrollo. A partir de este núcleo personal y funcional cada cultura y cada época irán ampliando y especificando la composición y las funciones y el modo de organización.

La familia avanza desde un modelo único a una pluralidad de modelos que coexisten, con diferencias en su composición, en su estructura, y en los sucesos y tiempos del ciclo vital. Se producen cambios que coexisten con el modelo tradicional, y es probablemente esta diversidad la que ha mermado el nivel de compromiso, en tanto que los niveles de cohesión son más bajos, las parejas se separan y las uniones se establecen como contratos privados, lo que deriva en una baja institucionalización del grupo familiar.

La definición de familia desde el modelo sistémico no es otra que la de sistema, es decir, “Un conjunto estructurado y autoorganizado de personas en interacción”, pero un sistema que cobra sentido y significado en cada cultura. De cada uno de los términos utilizados en esta definición surgen los principios básicos para la comprensión e intervención familiar, si bien, además de esta definición básica, compartida por otros grupos sociales, atribuiremos a la familia unas características específicas propias, muchas de

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las cuales permanecen a pesar de la diversidad de modelos familiares y a pesar de los cambios acaecidos en nuestro modelo tradicional de familia.

Partiendo de la definición sistémica de familia, hemos de considerar a ésta como un conjunto, es decir como una unidad funcional, como una Gestalt, un todo que es superior a la suma de sus partes, una realidad psicosocial que es superior a la suma de las características de los miembros que la componen.

La familia constituida posee una cultura común, es decir, unos valores, creencias, rituales y costumbres compartidos por el grupo familiar que se consolidan a lo largo de su historia, posee una cosmovisión y un estilo de vida que son compartidos. Ser miembro de la familia supone tener unos derechos y unas responsabilidades que no se asignan a las personas ajenas.

Este acerbo cultural compartido, fortalece los vínculos entre sus miembros, incrementa la cohesión del grupo, desarrolla el sentido de pertenencia y permite la construcción de una identidad compartida, identidad familiar que va a ser decisiva en la configuración de las identidades individuales de sus miembros

Aunque no es ajena al entorno social, cada familia establece sus propias normas de pertenencia y de convivencia, como también asigna tareas a sus miembros. Si bien la comunidad regulará en gran parte de la vida familiar, cada familia establece sus propias normas, y asimila e interpreta las normas externas que regulan la vida familiar.

1.2.- Funciones básicas de la familia. Criterios de funcionalidad.

Las dos funciones básicas y prioritarias de la familia son la protección de los menores y facilitar su integración en el entorno social. Hoy entendemos la protección en un sentido más amplio que la supervivencia, por lo que es más adecuado hablar de facilitar el desarrollo personal en todas sus dimensiones y referido no sólo a los hijos, sino a todos los miembros de la familia, incluidos adultos sanos y enfermos y ancianos.

La segunda función va más allá del ámbito individual, aunque no es independiente de él y plantea la necesidad de desarrollar competencias para que ese menor, y todos los miembros, se integren en su comunidad de modo activo, para que cuando llegue la mayoría de edad pueda desenvolverse en ese entorno con autonomía. Obviamente este propósito de integración incluye

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también a los adultos de cualquier edad y género sin más limitaciones que las que marquen sus propias capacidades.

La psicología familiar descubre una tercera función que la familia suele asumir de modo explícito o implícito, la de mantenerse como grupo, es decir mantener su identidad y la cohesión entre sus miembros.

Esta función desde la lectura científica se amplía haciendo referencia a la función de construir un clima que facilite las dos funciones anteriores, especificando qué dimensiones son relevantes para construir este entorno facilitador, bien por carencia de amenazas y estresores, bien por presencia de determinadas características.

Criterios de funcionalidad

Los resultados observados en los miembros de la familia, es decir su nivel de desarrollo personal en todas sus dimensiones y su nivel de socialización, en la escuela, en el barrio entre iguales, son un primer indicador de la funcionalidad familiar. Las deficiencias encontradas en los menores, -y en los adultos-, incluido su bienestar subjetivo nos permiten inferir la existencia de un entorno familiar adecuado o disfuncional. Surge aquí un dilema de la intervención, el que se refiere al papel asignado al bienestar subjetivo frente a otros criterios consensuados socialmente, entre ellos los referidos a los derechos humanos.

Respecto al desarrollo personal y a la socialización hemos de clarificar que hablamos de dos grupos de competencias relativamente diferentes aunque en interacción, pero no necesariamente idénticas, por lo que la familia puede facilitar una y bloquear otra. Piénsese por ejemplo en una familia de delincuentes, donde falla la socialización pero no el apoyo al desarrollo personal o en una familia inmigrante que por motivos diferentes puede fallar también en socialización, pero no en apoyo al desarrollo personal.

El perfil de los padres o cuidadores también es un indicador de funcionalidad y sobre todo de riesgo para los menores de la familia, y lo es en un doble sentido, porque el desarrollo y bienestar de los adultos también es una función familiar y porque de su desarrollo y competencias depende el desarrollo de los menores. En el caso de los adultos como indicador de funcionalidad incluiríamos al menos los datos sociodemográficos y sanitarios: edad, nivel de estudios y profesión, situación laboral, salud física y psicológica. E incluiríamos también Competencia para la crianza y competencia educativa y Vinculación afectiva con el menor.

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No obstante, la correspondencia entre desarrollo personal y funcionalidad familiar no es unívoca y hemos de ser sensibles a detectar factores de riesgo potencial que todavía no han surtido efecto en los niños. En consecuencia, establecemos las dimensiones asociadas a la funcionalidad familiar relacionadas con el grupo familiar, por su papel como factores de riesgo.

Merecen una atención especial las familias que viven situaciones de pobreza, más o menos duradera, diferenciando las carencias que se derivan de la pobreza en sentido estricto y las atribuibles a los miembros de la familia o a sus relaciones entre ellos que pueden ser consecuencia de una pobreza endémica.

Incluimos aquí las dimensiones que se refieren al grupo en su conjunto, como globalidad que es superior a la suma de las partes y que va más allá del análisis de las díadas y triángulos y subsistemas familiares.

1. Recursos materiales, que incluye economía familiar y habitabilidad de la vivienda familiar y del barrio.

2. Hábitos básicos de crianza: de alimentación, higiene, sueño, salud.

3. Organización de la vida cotidiana. Gestión del tiempo y distribución de tareas adecuada a la demandas de la familia, priorizando las importantes.

4. Vínculos que prioricen el afecto con indicadores adecuados y nivel de cohesión moderado.

5. Identidad y autoestima familiar.

6. La comunicación fluida.

7. Ausencia de mitos y existencia de adecuadas estrategias de resolución de conflictos

8. Organización y estilo educativo democráticos.

9. Ausencia o superación de un historial de sucesos estresantes.

10. Ausencia de patrones disfuncionales.

El sistema familiar guarda una relación interactiva con el entorno, lo que implica que el aislamiento o el rechazo social no contribuyen al desarrollo familiar. Tendremos pues que valorar la existencia, número y frecuencia de las relaciones, como la calidad las mismas. El subsistema de referencia suele incluir otros subsistemas tales como: el laboral, la escuela, los vecinos, la

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familia extensa, el grupo de amigos, otros grupos culturales o lúdicos, y el sistema de protección municipal (Servicios Sociales).

La red de apoyo puede estar formada por grupos y personas integradas en la comunidad o por grupos marginales, lo que dificulta el nivel de socialización.

Es importante que existan vínculos de comunicación y apoyo con el exterior (tanto material e instrumental, como apoyo afectivo), a nivel grupal, pero también a nivel individual facilitando que los miembros de la familia mantengan relaciones de cooperación y reciprocidad con personas externas.

Para Pichón-Rivière es importante que la familia sea conciente de esa mutua influencia y sea capaz de regular los intercambios. La ausencia de límites equivale a quedar a merced de la influencia exterior y la existencia de límites muy rígidos supone el aislamiento. Ambas estrategias ejercen una influencia negativa en la vida familiar.

El reconocimiento de la familia como grupo por parte de la sociedad, contribuye a consolidar su identidad, lo que es más familia no se ajusta a las expectativas sociales. Aunque a menudo como indica Neuburger la familia en su relación con el entorno se ve expuesta al dilema “Sé igual, sé diferente” y trata de encontrar armonía entre estos contrarios.

Además, el que una familia sea valorada en su entorno incrementa sus posibilidades de influir en el entorno, de ahí que las familias traten de ofrecer una buena imagen. A veces esta imagen dista mucho de la realidad familiar, hay una incongruencia entre el ser y parecer. Una relación constructiva requiere que se supere la excesiva preocupación por la imagen familiar (presentación familiar) para que no llegue a bloquear el desarrollo interno.

La funcionalidad familiar entendida como clima adecuado para el desarrollo no se basa en unas dimensiones de valor fijo, sino ajustadas al contexto y a las demandas de la familia y de sus miembros en cada momento. Es un concepto dinámico que a menudo encuentra la mejor respuesta buscando la armonía entre contrarios. Entre las paradojas de la vida familiar asociadas a la funcionalidad encontramos: “Se igual y sé diferente”, “autonomía y pertenencia”, “Identidad familiar y personal”, ”Estabilidad y cambio”, “Pasado, presente y futuro”.

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Bloque 2.- LAS INTERACCIONES FAMILIARES.

El enfoque sistémico contempla las interacciones como la dimensión más importante para comprender el sistema familiar. Las interacciones se dan entre los miembros de la familia, todos son puntos de encuentro de una red que enlaza a cada persona con el resto. La red es una conexión a través de la cual se transmiten al resto de la familia las conductas, los mensajes y hasta la vida interior de cada miembro, aunque la influencia ejercida no sea la misma y los miembros de la familia vean afectados del mismo modo. Las interacciones dan a la familia una estructura.

La relevancia atribuida a las interacciones familiares minimiza la importancia del individuo, de modo que parece que su comportamiento es sólo la consecuencia de la red familiar que le tiene atrapado, su iniciativa y su papel activo quedan casi anulados, incluso alguien manifiesta una patología o lograr la recuperación, el proceso se lleva a cabo con la cooperación del grupo familiar. El nuevo enfoque diagnóstico y terapéutico planteó, como consecuencia a estas afirmaciones muchos problemas, puesto que anula la iniciativa y la responsabilidad individual y la descarga en el grupo. No obstante las revisiones posteriores la terapia sistémica ha dado más importancia al sujeto psicológico dándole un papel más activo en el proceso de vida familiar, en la génesis de las patologías y en el proceso de recuperación.

La interacción se entiende como transacción recíproca, como intercambio, como influencia mutua, y bajo este concepto se incluyen contenidos muy variados, de modo que consideramos que los intercambios son multidimensionales porque son diversos los mensajes y las influencias mutuas. Son transacciones los insultos y las ayudas, la sonrisa y el llanto. Las transacciones pueden referirse a pedir, a dar, a recibir, a negar, a aceptar, a amar o a rechazar, a permanecer, a alejarse, etc.…Estas transacciones son como lazos visibles e invisibles que nos vinculan a los otros, que enlazan entre sí a todos los miembros de la familia.

Cada transacción pude ser claramente observable, como dar un abrazo o pedir ayuda para atarse los zapatos, o puede ser sutil como una mirada o una leve tensión en la comisura de los labios o incluso no perceptible como la esperanza de que el marido cambie de carácter.

A la diversidad de contenido se añade una complejidad adicional, debido a que no hay una correspondencia unívoca entre el vínculo observable y el no

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observable. Así por ejemplo, la dependencia es un tipo de transacción, pero que el hijo dependa del padre puede tener manifestaciones muy variadas. Al mismo tiempo, una sonrisa puede tener significados muy diversos, desde la burla a la complicidad.

Cuando analizamos las transacciones entre dos miembros de la familia, por ejemplo ente la pareja conyugal, podemos encontrar que esa interacción, en sus múltiples dimensiones, mantiene una constante permanente de modo que todas las conductas observables revelan apoyo y nos permiten descubrir con facilidad el vínculo que existe entre ambos, pero otras veces las interacciones son más ambiguas, incluso pueden ser contradictorias y encontramos que las interacciones se caracterizan tanto por el apoyo como por el rechazo o el hastío, como puede suceder con la madre que atiende a su hijo drogodependiente. Una tarea del asesor familiar es descubrir el tipo de vínculo que se establece entre los miembros de la familia, sobre todo los vínculos que se establecen con el paciente sintomático, con la persona que plantea problemas o con la que busca ayuda psicológica.

Las transacciones entre dos miembros de una díada familiar -entre dos miembros de la familia, por ejemplo entre dos hermanos-, pueden no ser idénticas según miremos en uno u otro sentido. Así por ejemplo la admiración y afecto del hermano puede ir acompañada del rechazo del hermano adolescente.

El término interacción indica influencia mutua, es decir que cada persona influye y recibe influencias de los demás, por lo que hablamos de una relación circular entre los miembros implicados que se retroalimenta a través del tiempo. No se trata de una relación causa-efecto lineal, sino que se trata de una causalidad circular, y es precisamente esta interpretación de las relaciones familiares la que ha supuesto un giro copernicano en la intervención sistémica.

Probablemente la sabiduría popular y el sentido común tienden a describir las relaciones como unidireccionales, tienden a buscar causas a los problemas encontrados que son la consecuencia, sin prestar atención a la influencia inversa. Así por ejemplo, la mujer dice que es sumisa porque su marido es un autoritario, o el hijo adolescente dice que es rebelde porque sus padres no le comprenden. Ante estas interpretaciones el terapeuta les plantea: ¿cómo contribuye usted al autoritarismo de su marido?, ¿que haces tú para que exista esta incomprensión?, o incluso ¿qué beneficios obtiene del autoritarismo de su marido?, ¿en qué te beneficia la incomprensión de tus padres?

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En algunos casos la interacción es difícil de comprender, como en el caso del maltrato infantil, porque cuesta entender en qué medida un niño puede contribuir o influir a un tipo de interacción violenta. En realidad sí que contribuye, porque su propia fragilidad o su llanto influyen en el agresor y activan y facilitan sus conductas violentas. No obstante, esta interpretación de la causalidad circular queda incompleta si no matizamos que la interacción, aún siendo influencia mutua, no es necesariamente simétrica, lo que significa que los miembros implicados no tienen ni la misma capacidad de influencia, ni la misma responsabilidad en el tipo de vínculo que construyen.

La intervención familiar, en gran medida, consiste en descubrir la estructura familiar a partir de la compleja red de interacciones familiares; estructura básica que a veces no queda claramente manifiesta una simple observación o entrevista, por lo que el terapeuta debe observar las conductas verbales y no verbales que se establecen en la sesión terapéutica y acceder a los significados e interpretaciones que hacen de sí mismos y de los demás los diferentes miembros de la familia.

2.1.- Jerarquía familiar intergeneracional: Subsistemas, persones.

La jerarquía se basa en la edad, nos permite diferenciar dos sistemas generacionales, la pareja y la fratría. Cada subsistema tiene unas funciones específicas y sus miembros desempeñan unos roles que inciden en la calidad del sistema. La generación adulta debe tener el control de la vida familiar. No obstante este control ejercerse de modos diversos, siendo estilo con autoridad el que se considera más eficaz.

A pesar del efecto homogeneizador de cada subsistema cada persona tiene sus peculiaridades, aporta unoas recursos y tiene una necesidades que deben tenerse en cuenta.

Relaciones de poder.

En el sistema familiar hay una estructura de jerárquica, una diferenciación entre sus miembros que depende del poder o del liderazgo que unos ejercen sobre otros. El término poder se asocia a imposición de conductas, sentimientos o pensamientos por la fuerza en contra de la voluntad de la persona, usando una amplia gama de estrategias y recursos.

Preferimos pues el término liderazgo, entendido como la capacidad de influencia de unos miembros sobre otros de modo que aunque también las

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estrategias son diversas, el respeto al otro es mayor y se excluye la presión y la fuerza. También se usan ambos términos como sinónimos.

Al estudiar la estructura de poder o liderazgo en la familia podemos hacerlo de modo global teniendo en cuenta a toda la familia o de modo más analítico diferenciando díadas. En el análisis global se considera líder a quien influye sobre la organización del grupo, estableciendo normas y metas familiares; se suele hablar de varios tipos de familia: caóticas, autoritarias, democráticas o permisivas, según el tipo de liderazgo que predomine.

Como la jerarquía no suele ser tan uniforme conviene que diferenciemos a) Quién o quiénes ejercen el liderazgo b) El área sobre la que versa esta influencia o control (comportamientos, sentimientos ideas), c) Los factores contextuales y personales que contribuyen a que una persona sea líder d) Las estrategias utilizadas por el líder y e) El nivel de aceptación del liderado y sus estrategias.

Podemos además hacer un análisis por díadas entonces encontramos díadas simétricas y asimétricas. Las simétricas indican un reparto equitativo del poder o del apoyo, las asimétricas son las que diferencian el líder y el liderado o el controlador y el controlado, pero también son asimétricas las díadas en las que hay un protector y un protegido.

La funcionalidad de la familia se asocia a la simetría, deseable en la pareja conyugal, y en general entre adultos, mientras que la asimetría es más adecuada entre díadas intergeneracionales.

La disfuncionalidad se asocia a los papeles de perseguidor víctima y salvador según el triángulo de Karpman, desarrollado por Waltzlawick, que nos ayuda a detectar relaciones de poder que no siempre aparecen explícitas.

Las relaciones de poder se transmiten más allá de los códigos verbales explícitos transmitiendo de manera tácita mandatos, prohibiciones, normas de petición y negación de ayuda, así como guiones familiares referidos a los roles en la pareja y también a los roles asignados a los hijos.

El poder deriva en el establecimiento de mandatos y prohibiciones explítitas e implicitas, sobre temas específicos como las que ser refeiren a petición de ayuda. Concesión o negación de apoyos. Expresiónd e sentimientos ínitmos, sean positivos o negativos. También el poder incluye la asignación de roles, guiones y expectativas acerca del plan de vida futuro de los hijos e hijas. Son decisiones en las que a veces pesan poco los protagonistas, en cambio

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deciden los porgenitores o incluso de da respuesa a un poder ejercicido por los abuelos, de ahí que se hable de tranmisión transgeneracional.

Crisis estructurales.

Aquí las crisis irrumpirían básicamente por hallarse presente un defecto en la estructura de la familia, que la vuelven resistente al cambio y propensa a sufrir exacerbaciones con cierto grado de intermitencia y regularidad de pautas intrínsecas a la familia con el objeto final de sostener su funcionamiento. Pittman (1990) menciona:

“Puede no haber tensión externa perceptible: la crisis sería como esos terremotos que surgen periódicamente, producto de las fuerzas internas profundas“(p.37)

Es así que, la crisis puramente estructural será aquella en la que el estrés surge de la misma estructura familiar y no de algún estresor extrínseco o momentos evolutivos propios de la familia. Grupos familiares donde existe un miembro alcohólico, violento, o bien adúltero, intentos de suicidio, cambios de empleo sucesivos, o personas que se divorcian reiteradamente pueden enrolarse dentro de familias que están transitando este tipo de crisis.

Al pensar específicamente en los matrimonios Pittman (1990) menciona como parejas que entran en crisis debido a su modalidad de organización estructuralmente defectuosa a las “enredadas“ y “desligadas”, retomando para esta denominación la clasificación realizada por Minuchin (1997) al referirse a familias.

Las parejas enredadas construirían un matrimonio intenso donde el comportamiento de uno afecta de manera inmediata al otro y provoca respuestas en extremo excesivas. No hay un espacio entre sus miembros que tolere las diferencias ni el desarrollo personal del otro. Existe un exaltado sentido de la pertenencia, no dejándose ingresar con facilidad los aportes del mundo exterior, lo cual expresa la existencia de límites externos rígidos. A la vez que, tanto entre la pareja como con sus hijos, los límites son confusos o débiles. Se desalienta el planteo de los conflictos, es decir, que se puede evitar sistemáticamente toda cuestión problemática, permaneciendo enredados en un estrés o sensación de frustración constante, peleándose por pequeñeces y de hecho no arribando a ninguna solución.

Algunos otros aspectos a tener en cuenta, son el que los roles suelen ser rígidos, la emancipación de los hijos se retarda, se trata a toda costa de

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mantener oculto lo insatisfactorio lo cual lleva a que prime un estilo comunicacional donde se manejan con lo tácito, no lo expreso.

El otro tipo de pareja también con un alto rango de conflictividad es aquella denominada como “desprendida“. Aquí nos encontraríamos con un desproporcionado sentido de la independencia. Sus miembros carecen de sentimientos de lealtad, pertenencia y de capacidad de interdependencia. Se recompensa la independencia, en tanto que las conductas de dependencia son castigadas. Los límites que se dibujan entre los miembros son rígidos y con el afuera son débiles: cualquiera puede incursionar en la pareja y sus ideas son tomadas en consideración. Se espera que las satisfacciones lleguen de afuera más que de la pareja. Aquí los conflictos son expresados, pero al ser la distancia interpersonal tan grande, se vuelve un territorio donde las negociaciones se hacen de manera incompleta y con poco compromiso. En este tipo de uniones se prioriza un desarrollo mayor del área personal, que de la conyugal o familiar.

Como ya se puede concluir a partir de lo expresado estos tipos de estructuras familiares hacen que su sistema sea en extremo frágil, debido particularmente a su inestabilidad, siendo elevado el grado de insatisfacción de los miembros de la pareja. Al mencionar la fragilidad que ronda a estas parejas nos referimos también al hecho que cualquier necesidad de cambio como consecuencia del ciclo vital o de una crisis inesperada, puede devastar la organización marital.

2.2.- Vinculaciones afectivas. Aproximación distanciamiento

La maternidad es el desencadenante que lleva a la constitución del grupo familiar como sistema de protección y en consecuencia la consanguinidad es el vínculo genuino de la familia. La fuerza de la sangre actúa como fuerza de cohesión por excelencia, y nuestra cultura le da un alto valor, incluso podríamos decir que de da un valor mítico, de modo que la familia, a pesar de las probables “miserias cotidianas”, se aglutina cuando surge algún conflicto o desgracia familiar y hace frente común cuando alguno de sus miembros se ve amenazado desde el exterior. La misma sociedad espera este comportamiento de protección entre quienes tienen la misma sangre, y se escandaliza si la familia biológica no presta la ayuda necesaria, hay problemas que deben resolverse con ayuda de la familia, hay apoyos que se dejan para los familiares más próximos. En el mismo sentido observamos cómo descubrir un hermano en quien creíamos era sólo un vecino, o descubrir una adopción donde creíamos una maternidad biológica, se convierten en una de las mayores tragedias que una persona tiene que afrontar.

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No obstante, los vínculos familiares tienden hoy, al menos dentro de lo que denominamos cultura occidental, a valorar el afecto y la protección de una relación, más que los vínculos de sangre. Sin duda las múltiples experiencias de adopción dan prueba de ello, pero además la gente opina que lo más importante en la familia es el afecto, y que es el vinculo irrenunciable, de modo que si no existe afecto no merece la pena hablar de familia. De la familia se espera tanto el apoyo instrumental y también el afecto y el apoyo emocional.

Las interacciones basadas en el análisis de los afectos dan lugar a una red de vínculos afectivos y que cuando tratamos de identificar en una especie de foto fija, vemos no constituyen una vía única, sino un haz de conexiones diferentes e incluso opuestas, porque la admiración puede coexistir con el afecto y con la protección, pero también la admiración puede coexistir con la dependencia y con la envidia. Los vínculos cambian con el tiempo de modo que la situación actual puede tener antecedentes muy diversos que nos ayudan a comprender el presente, aunque el enfoque sistémico tiende a centrarse más en el presente y en el futuro.

Aunque conscientes de esta complejidad y conscientes de que la simplificación conlleva falta de precisión, hemos de centrarnos en los vínculos predominantes. Por razones didácticas diferenciaremos dos grandes bloques, vínculos de aproximación y vínculos de distanciamiento, según las emociones y deseos predominantes mantengan a las personas unidas o alejadas. En el primer grupo diferenciaremos cordialidad, afecto, apego seguro, intimidad y fusión, que en cada caso se manifiestan con intensidad diferente.

McGoldrick y Gerson diferencian un primer nivel que denominan cordialidad, que es como su nombre indica una relación afectiva moderada, una relación que a menudo existe entre familiares lejanos o entre quienes tienen poco trato. Un segundo nivel de vinculación de aproximación supone un afecto más intenso, es el que merece el calificativo de amor.

El amor, el afecto, la estima, el cariño, que usaremos como sinónimos, se convierten pues en el tipo de vínculo al que todas las familias aspiran; las familias tienen la esperanza de que entre sus miembro haya una red sólida de relaciones basada en el afecto, aunque a veces las altas expectativas son demasiado altas y demasiado utópicas. Cuando las expectativas de afecto no se cumplen el desengaño causa mucha tristeza y dolor, dolor que a veces se reconoce, pero que otras veces lleva a elaborar un mito de armonía que enmascara la realidad y protegen a la familia del desamor existente.

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El término afecto acaba por tener un significado muy ambiguo que puede confundir al asesor familiar, porque puede albergar vínculos muy dispares que se manifiestan en conductas y expresiones también muy dispares; en consecuencia como profesionales, necesitamos conocer con precisión, qué es lo que cada familia entiende por afecto y de qué manera lo manifiesta. Es muy importante no hacer inferencias cuando escuchamos a las familias hablar en estos términos, por el contrario hay que observar, escuchar, conocer qué hacen, qué se dicen, qué piensan, qué esperan y cómo se sienten en diferentes situaciones, dos personas que dicen que se aman.

Además, el asesor familiar tiene que construir su propio mapa, proceso en el que debe tener en cuenta tres indicadores, que son puntos de referencia para analizar las relaciones familiares. Tienen la ventaja de que son útiles para analizar todas las díadas familiares, aunque tengan matices diferentes según se trate de la pareja conyugal, del grupo de hermanos o de las relaciones paterno-filiales.

El primero de los indicadores de afecto es el deseo de proximidad, de estar junto a la otra persona, de compartir su compañía, de hacer juntos algún tipo de actividad, nos referimos básicamente a la proximidad física que lleva además al contacto físico, a la caricia, al abrazo, etc.

El segundo indicador es la valoración, pues las personas que estiman valoran al otro, sin duda reconocen también sus limitaciones, pero básicamente ven sus cualidades, las refuerzan y las estimulan, se convierten en suma en una fuente que incrementa su autoestima. Este indicador incluye el respeto, entendido como valoración del modo se ser, pensar y sentir del otro, aunque no coincida con el propio. Se excluye el insulto, la burla y la ridiculización explícita o implícita.

La tercera dimensión es el apoyo, el cual supone ayuda material o instrumental y moral o emocional. Ayuda para que la otra persona vea cubiertas sus necesidades básicas, desde las relacionadas con la supervivencia a las psicológicas y sociales, como son la autonomía o la autorrealización, al tiempo que se excluyen las acciones que son obstáculos para el desarrollo de las propias competencias, incluidas las conductas de sobreprotección o la indiferencia ante conductas y actitudes personales en contra de los derechos humanos, como el sexismo o la violencia.

También en el afecto hay que dejar un espacio para indicadores sencillos, los que, al hablar de desarrollo moral se denominan valores no morales o preferencias, y que incluyen aquellos elementos lúdicos, materiales o no, que

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son la sal y la pimienta de la vida cotidiana, detalles gratuitos, aparentemente insignificantes, pero que dan magia a la rutina, embellecen la realidad y nos hacen sentir especiales para la otra persona.

La exposición de indicadores precedentes no agota otras posibilidades, pero éstos tienen la ventaja de que son relevantes, son aglutinadores y son aplicables tanto a la relación de la pareja conyugal, como a cualquier tipo de relación familiar, si bien, en cada caso y en cada momento del ciclo se pueden concretar de modo diferente.

Aun siendo muchas las relaciones basadas en el afecto, existen algunos vínculos afectivos especialmente sólidos y facilitadores del desarrollo personal; es el caso de las relaciones de apego seguro según denomina Bowlby y las relaciones de intimidad, según la denominación de Erikson. De mayor intensidad en la aproximación son las relaciones de fusión que suponen una dependencia mutua, tan intensa, que acaba por ahogar la propia identidad personal de los implicados y derivando en sentimientos de saturación, traición y sentimientos de culpa.

Las relaciones familiares pueden caracterizarse por el distanciamiento, que van asociadas a otro tipo de emociones, en donde el afecto es escaso y podemos hablar más bien de distintos niveles de desamor y emociones negativas. El primer nivel de distanciamiento lo denominamos “Modificación de la distancia” y supone una petición de incremento de distancia, por una de las personas implicadas. Es un proceso normal en el desarrollo de las relaciones humanas que tiende a ser interpretada como pérdida de afecto o rechazo, pero muchas veces responde simplemente a la necesidad de afianzar la propia individualidad frente al otro y es por tanto un cambio normativo. También puede tratarse de una petición de aproximación que el otro miembro de la familia rechaza. En ambos casos hay que negociar la distancia óptima, que en la mayoría de los casos suele ser la mayor.

También existen entre los familiares una amplia gama de emociones negativas y de intensidad variable: celos envidia, aburrimiento, hastío, saturación, rechazo y hasta odio que pueden transformarse en conductas de agresividad física o psicológica, activa o pasiva, directa o indirecta. Las consecuencias para la funcionalidad del sistema son diferentes y habrá que intervenir en consecuencia. No obstante, su existencia, al menos en niveles moderados, es frecuente por lo que el asesoramiento familiar debe facilitar que se reconozcan y luego orienten para que se reinterpreten y se expresen de modo no destructivo.

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La teoría sistémica detecta además dos tipos de relaciones que suelen generar estrés en la vida familiar y otras que pueden vulnerar la funcionalidad del sistema favoreciendo la aparición de patologías. Entre ellas están las relaciones conflictivas, son normales e incluso deseables en dosis moderadas, porque la ausencia de conflictos puede ir asociada a la negación de los mismos más que a la no existencia.

Más graves que las relaciones conflictivas son las relaciones de doble vínculo, en ellas se envían mensajes opuestos, pero uno de ellos aparece de una manera solapada y encubierta los que se une un tercer mensaje implícito que prohíbe clarificar la confusión generada. Para el enfoque sistémico el doble vínculo es altamente disfuncional y generador de patologías graves.

La construcción de un clima familiar adecuado conlleva como vemos, el reconocimiento de que las emociones negativas y los conflictos existen; lo importante es que se expresen adecuadamente, orientando hacia soluciones cooperativas que eviten la escisión entre ganadores y perdedores. Ocultar o ignorar los elementos negativos, lejos de resolver incrementa los problemas.

La lealtad es un vínculo que puede tener muchos significados, aplicables a ámbitos distintos que indica una amplia gama de obligaciones interiorizadas, relacionas con el imperativo intrínseco de justicia, que incluye a personas individuales, pero también incluye ideologías y grupos. En el sistema familiar puede desempeñar una función positiva de cohesión, pero también aparece ligada a alienaciones, escisiones y alianzas que aparecen en los conflictos familiares y pueden derivar en sentimiento de culpa que obstaculizan el desarrollo personal y la existencia de límites emocionales saludables. (Boszromenyi-Nagiy y Spark, 2003).

2.3.- Comunicación familiar.

El clima familiar depende en gran medida de la calidad comunicación explicita, lo que incluye un intercambio de mensajes sobre temas relevantes que faciliten el conocimientos y de un estilo adecuado que facilites es establecimiento de vínculos saludables y las relaciones de afecto e intimidad.

Los vínculos entre los miembros de la familia se tejen a partir de la comunicación, es decir a partir de los mensajes verbales y no verbales que se intercambian. La teoría de la comunicación constituye un área de conocimiento interdisciplinario que se aplica también a la familia con el propósito de valorar la funcionalidad del sistema, al tiempo que de este análisis se derivan pautas de intervención.

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El modelo básico de comunicación (emisor, receptor, mensaje, canal, ruidos) y los a priori básicos de la comunicación constituyen el núcleo de una amplia serie de contenidos que en torno a la comunicación desarrolla la terapia sistémica.

La comunicación es directa, cara a cara, y en ella se activan tanto el canal visual como el auditivo a través de los cuales los miembros interactúan es decir se convierten en emisores y receptores de los mensajes. Hablamos de comunicación analógica como una comunicación global multisensorial, que se centra en los mensajes no verbales. En ellos diferenciamos categorías, proxémica, postural, paralenguaje, artefactual. La comunicación digital se refiere a la utilización de mensajes orales.

El mensaje recibido emitido no es único, explícita o implícitamente incluye varios contenidos, el tema, el emocional, el relacional y la demanda, es decir la petición que hace el emisor y que si se capta por el receptor se va a dar la respuesta adecuada, lo que va a facilitar una comunicación fluida.

La principal dificultad de la comunicación estriba en que el mensaje emitido no coincide necesariamente con el recibido, y no sólo debido a dificultades físicas o fisiológicas, como en la existencia de ruidos o la excesiva distancias entre ambos sino la que surge porque el emisor que traduce un experiencia analógica en digital pierde información relevante, o no la organiza de modo adecuado. Por parte del receptor existen variables cognitivas y motivacionales que interfieren en la comprensión, por falta de atención a veces pero también porque el propio bagaje cognitivo y los estados emocionales y las expectativas pueden influir en la interpretación de los códigos recibidos.

No mencionamos la intención de no comunicar la experiencia que lleva a mentir, omitir, no responder y también a utilizar evasivas y lenguaje ambiguo. Por parte del receptor dar respuestas que no tienen que ver con el mensaje recibido llegando a construir conversaciones paralelas en las que cada uno construye su propio discurso interactúan muy poco con el otro.

Los temas de comunicación revelan los intereses y el grado de intimidad de la familia, podemos hablar de una película, de nuestros intereses comunes o de nuestras discrepancias pero también de nuestras preocupaciones, de nuestros sentimientos y de nuestros sueños. También hablamos de nuestros vecinos y compañeros y en esos “cotilleos” más que de una anécdota solemos transmitir con nuestros comentario y valoraciones ajenas, nuestra propia escala de valores.

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La familia tiene su propio lenguaje, que se concreta en términos y expresiones propias que puede ser metafórico en exceso y esconder realidades muy diversas, por lo que es importante saber qué indicadores concretos se esconden bajo las metáforas del lenguaje a veces desconocidas para los propios actores. Otras veces las pistas no verbales son tan sutiles que pasan desapercibidas al observador externo, o tienen significados muy diversos, o pasan incluso desapercibidas a los propios miembros de la familia que captan el mensaje sin detectar conscientemente el código que lo transmite.

Los silencios y los secretos familiares tienen una gran relevancia en el ámbito familiar.

La funcionalidad de la familia depende de que haya comunicación entre sus miembros, lo que implica en primer lugar intención de comunicar y de comprender y de ser comprendido, empatía y sensibilidad social, pero también requiere de una serie de habilidades que como emisor y como receptor, deben adquirir y desarrollar los miembros de la familia. La estructura interna deriva en un estilo de comunicación pero aprendiendo estrategias de comunicación podemos generar vínculos más positivos y más sólidos.

Los estilos educativos analizados por Virginia Satir constituyen un buen punto de referencia para analizar la comunicación verbal y no verbal: Aplacador, Acusador, Distractor, Calculador.

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Bloque 3. CULTURA FAMILIAR.

3.1.- Historia familiar: Etapas del ciclo, sucesos y Legado.

La familia como sistema de larga duración experimenta a lo largo de su historia cambios y periodos de estabilidad. El ciclo, si es normativo incluye tres etapas básicas: constitución de la pareja, periodo de expansión y periodo de reducción; cada etapa tiene una serie de tareas que las familias deben cumplir, su conocimiento y preparación previa favorece la funcionalidad. No obstante, las diversidad de modelos y situaciones familiares hace que resulte muy útil analizar estas un otras etapas idiosincráticas mediante el modelo de Steinglass; un modelo que ofrece la ventaja de ser aplicable todas las etapas sean normativas o no.

Los sucesos familiares marcan cambios (transiciones) o afianzan la estructura de la familia. Ellis, al igual que en el caso de los sucesos personales, nos permite un análisis del suceso diferenciando hechos y significados. La intervención familiar es más eficaz teniendo en cuenta este análisis.

Crisis de desarrollo.

Las crisis de desarrollo son previsibles pues son frecuentes a lo largo del ciclo vital al menos dentro de la cultura y comunidad a la que pertenece la familia. Deberían ser manifiestas pero pueden poseer algunos rasgos encubiertos. Surgen a raíz de factores biológicos y sociales más que de la estructura familiar. Son muy reales y no pueden prevenirse. Abarcarían los cambios evolutivos que sobrevienen en la familia y que ya hemos explorado al desarrollar el ciclo vital de la misma (por ejemplo: matrimonio, nacimiento de los hijos, emancipación, etc.).

Se vuelve evidente que ocurren ante la emergencia de etapas normales de desarrollo, y donde la respuesta familiar no es adaptarse a este pasaje, sino más bien oponerse o bien demorar resistiéndose al cambio como si pudieran evitarlos. De algún modo estarían compuestos por la clase de eventos que deberíamos esperar y para los cuales deberíamos estar listos o preparados desde un punto de vista ideal al ir transitando el camino hacia la madurez.

En la pareja específicamente las crisis evolutivas pueden tener un matiz de mayor sutileza, como por ejemplo la provocada por el denominado “enfriamiento del amor romántico “ que puede darse en el transcurso del primer año de matrimonio; el “enfriamiento de la intensidad sexual”; el inicio de la

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“parentalidad”; los “inventarios de la trayectoria realizada“, que coloca a los individuos en el momento de contactar con que existe un tiempo determinado para lograr lo que se han propuesto lograr en sus vidas... de mayor impacto en hombres y mencionada de diferentes modos por distintos autores tales como Erikson (1970) quien la nombra como “crisis de generatividad”; Pittman (1990) que la denomina “alcanzar la cumbre“; las “concepciones tradicionales de la familia y los roles convalidados desde lo social y las consecuentes distribuciones de funciones de acuerdo al mismo“, podríamos seguir mencionando muchas más, pero entendemos que han quedado lo suficientemente planteados los numerosos momentos del desarrollo que pueden tornar la crisis más probable, si no inevitable.

3.2.- Cultura familiar: Creencias y vida cotidiana

La cultura familiar hace referencia a la ideología y filosofía de la vida de la familiar, que incluye valores, creencias y rituales. Al mismo tiempo le da identidad como grupo, cohesiona a sus miembros y genera las metas y normas familiares. También ejerce un papel diferenciador de la familia respecto a su entorno. La cultura familiar se nutre del legado familiar, donde va a ser decisiva la cultura de origen, pero también recibe la influencia del entorno cultural y de las redes sociales de las que participa la familiar como grupo o sus miembros.

Las divergencias respecto a la cultura familiar pueden generar conflictos entre sus miembros, de mayor o menor intensidad según el nivel de tolerancia familiar, respecto a cada elemento transgredido.

La intervención familiar debe ajustarse a la cultura familiar, para poder producir generar cambios sustanciales, en caso contrario va a encontrar altos niveles de resistencia sobre todo por parte de las figuras de poder. La divergencias intrafamiliares en cultura familiar requieren que cada miembro haga explícitas su pautas y valores, escuche los ajenos, para posteriormente establecer nuevos límites y niveles de consenso.

La existencia de una cultura compartida no evita que haya divergencias, de ahí que hablemos de mapas individuales que se refieren no sólo a diferencias individuales más o menos aceptadas por la familia, sino sobre todo a percepciones y valoraciones diferentes cuando se analiza algún elemento de la vida familiar, de ahí la importancia de conocer los mapas o representaciones individuales. Más que cobran mayor importancia cuando no encontramos ante un conflicto familiar.

Rutinas y Rituales

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Son el elemento observable de la vida familiar. Se trata de tareas con una funcionalidad clara, comidas, sueño, higiene, tareas domésticas…que se estructuran a lo largo del días, y de los días de la semana de modo repetitivo. Ayudan a que la familia cumpla sus funciones básicas, sin tener que replantearse cada día qué hay que hacer, cómo, cuándo y quién lo hace. Es probable que las rutinas no den respuesta a esas funciones básicas que la familia debe cumplir, Y cabe que la familia sea caótica, y a pesar del afecto, real o supuesto, y los consiga de modo intermitente, arbitrario y por tanto también insuficiente. La falta de rutinas genera estrés pues hace la vida familiar imprevisible.

El análisis de las rutinas cotidianas en una vía para conocer el nivel de funcionalidad de la familiar y también los valores familiares subyacentes. Su reestructuración, cuando es necesaria y se lleva a cabo de modo pertinente, facilita cambios más profundos difíciles de consolidar si esta pautas repetitivas que son las rutinas.

Otro elemento importante de la vida familiar son los rituales, que diferencias de las rutinas son actos repetitivos sin una funcionalidad directa, pero sí de gran valor simbólico, por lo que su práctica favorece la cohesión emocional y el fortalecimiento ideológico del grupo. Igualmente la terapia puede generar rituales que faciliten el cambio terapéutico debido al gran valor emocional y simbólico y a la riqueza de significados que aportan.

Creencias, Valores y Mitos.

La estructura y la vida familiar se apoyan en los valores familiares, unas actitudes básicas ante la vida, que están más o menos articuladas en una ideología familiar. Los valores familiares instrumentales o terminales incluyen todas las áreas vitales: valoración personal, relación con familiares, amigos y extraños, valoración del trabajo y del ocio, de la cultura y de la naturaleza, de lo sobrenatural. Las metas familiares suelen ajustarse a los valores, siendo a veces parte del legado familiar que los padres quieren transmitir a sus hijos aunque otras pueden surgir de la propia familia nuclear. Aunque preservar el legado familiar, no suele ser hoy un objetivo familiar prioritario como lo fue antaño, ya que las familias están más abiertas al cambio y al respeto hacia las diferencias individuales.

Son el punto de apoyo de las normas familiares, y marcan un punto clave de la intervención terapéutica, intervención que no será posible si se percibe el cambio como una amenaza para los valores familiares. Muchos conflictos

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familiares surgen cuando no se comparten valores, siendo los más difíciles de resolver.

Bloque 4. VALORACION Y ASSESORAMIENTO FAMILIAR.

4.1.- Instrumentos de valoración El genograma y la entrevista.

El Genograma es una representación gráfica de los miembros de la familia que incluye tres generaciones, ubicados de arriba abajo y con indicación de las relaciones de parentesco. También incluye otros datos, como nombre, edad, orden de nacimiento, fechas de nacimiento, defunción, matrimonio y divorcio, miembros que viven juntos y otros datos de interés seleccionados como relevantes en función del motivo de la consulta. Se elabora según unos símbolos convenidos (McGoldrick y Gerson, 1990). Se añaden verbalmente.

4.- La representación.

35

6

33MARIA

FERNANDO

LUIS

8

FATIMA

Incluye también las relaciones afectivas entre los miembros de la familia, tanto las de aproximación (afecto, intimidad, apego, fusión) como las de distanciamiento (rechazo, violencia...), los conflictos y los dobles vínculos.

El genograma proporciona una imagen global de la familia y de los datos de interés, nos permite profundizar poco a poco en la vida familiar y formular las primeras hipótesis que orientarán las preguntas de la entrevista. La información completa se incluye en un informe escrito. También facilita el recuerdo de un caso visto con anterioridad.

Los instrumentos gráficos facilitan la expresión emocional, la visión global e instantánea y la consecuente toma de conciencia de los problemas familiares, convirtiéndose en instrumentos diagnósticos, y al tiempo terapéuticos, porque

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facilitan la redefinición de los problemas impulsando cambios más profundos. Entre ellos, los escudos familiares, el pertenenciograma, el relaciograma utilizados por Neuburger (2007).

La entrevista es el instrumento de valoración y de intervención más frecuente en asesoramiento y terapia familiar. Su utilización es habitual con independencia del modelo teórico en que se base el profesional. En nuestro caso, la teoría sistémica incluye preguntas más acordes con los principios básicos del modelo que dan nombre a este tipo de entrevista. La entrevista sistémica trabaja al mismo tiempo la valoración y la intervención aunque ambos objetivos no supongan necesariamente el cincuenta por cien. Basándonos en Artis von Schlippe y Jochen Scheitzer (2003) primero, y en el apartado siguiente en Marinés Suares, enumeramos brevemente diferentes categorías de preguntas que reciben la denominación genérica de circulares y que son las realmente novedosas. Pretenden una definición adecuada del problema pero al mismo tiempo generan cambios.

Entrevista circular según Artis von Schlippe y Jochen Scheitzer.

I. PREGUNTAS LINEALES.

Tienen por objeto comprender y participar en el punto de vista de la familia. Satisfacen las expectativas de la familia respecto al terapeuta, por ejemplo: ¿Cuál es el problema? ¿Desde cuándo ocurre? ¿Qué han hecho para resolverlo? ¿Cómo explican su aparición?

II. PREGUNTAS CIRCULARES. ¿Qué pretenden?

Construir el territorio a partir de los mapas de los miembros de la familia: Circularidad. Acceder al preconsciente. Distanciamiento emocional.

Desbloquear el cambio.

Tienen como objetivo alterar las percepciones. Llevan a construir interpretaciones intersubjetivas o significados compartidos. Introducen información de modo que su respuesta implica aceptar el punto de vista del terapeuta.

Se refieren a interacciones personales, relaciones entre contextos y situaciones desencadenantes, síntomas, consecuencias emocionales y conductuales tras el problema.

Inducen a observar.

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Detectar la funcionalidad, el rol del síntoma. Beneficios individuales y/o colectivos.

Sugieren o posibilitan el control del cambio. Detectan el mantenedor homeostático.

III. PREGUNTAS CIRCULARES. Tipos.

1. SOBRE EL CONTEXTO DEL PROBLEMA.

Indicadores objetivos de espacio, tiempo, compañía, frecuencia y conductas específicas de manifestación.

¿Cuándo no se manifiesta el problema?

¿Dónde o ante quién no se manifiesta el problema?

Si el problema se resolviera, ¿en qué lo notaría?

¿Quién dice que es un problema, quién lo niega?

2. SOBRE LA HISTORIA DEL PROBLEMA.

3. DANZA EN TORNO AL PROBLEMA. CIRCULARIDAD.

Buscan respuestas del entorno al observar el problema. Fragmenta la circularidad.

¿Cómo reaccionan los presentes y los ausentes?

¿Quién reacciona más y quién menos?

¿Cómo reacciona la persona sintomática ante las reacciones de los otros?

¿Y luego?

¿Cómo se explica que a veces aparezca y a veces no?

¿Qué ha cambiado en la vida familiar desde que apareció el problema?

¿Qué cambiaría si desapareciera?

4. SOBRE LOS VÍNCULOS DE APROXIMACIÓN y sobre la ESTRUCTURA DE PODER.

Observación de la conducta no verbal.

5. ORIENTADAS A CONSTRUIR UN SIGNIFICADO COMPARTIDO.

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1. Elegir una conducta –llanto de la madre, portazo adolescente- e inferir o averiguar las diferentes interpretaciones de los diferentes miembros de la familia.

2. Elegir un tipo de relación afectiva –amor, indiferencia, rivalidad - y buscar los indicadores específicos que asocia cada miembro de la familia.

3. Seleccionar una relación habitual entre una díada familiar y buscar cómo la describe cada miembro de la familia.

4. Detección del mantenedor homeostático. Quién intenta que no se incremente la tensión, que no salgan fuera los problemas, ocultarlos a la propia familia, definirlos minimizándolos.

5. Avanzar el futuro. Expectativas de solución, disponibilidad individual para resolver el problema (tiempo y acción) El milagro, el antimilagro, los cinco años.

6. Recursos actuales y potenciales de la familia para mejorar su situación. Que tiempo dedican y qué hacen, experiencias correctivas a realizar, qué deberían aprender.

6. MEFORAS. EMOCIONES Y PRECONSCIENTE.

¿Trajo consigo el problema?

¿Cómo incrementarlo?

¿Dónde lo guardamos?

La escenificación del problema.

7. SOBRE GESTIÓN DEL TIEMPO Y TAREAS.

Calendario de un día cualquiera.

Fines de semana y vacaciones.

El tiempo libre...

8. PREGUNTAS SOBRES LA COSTRUCCIÓN DE LA POSIBILIDAD.

Sobre las expectativas.

¿Quién espera algo de quién?

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¿Quién es optimista y quién escéptico?

¿Qué tendría que hacer cada uno para satisfacer las expectativas del otro?

¿Qué tendríamos que hacer para empeorar el problema?

La pregunta milagrosa. Si de repente se solucionara el problema...

La utilidad de conservar el problema.

Sobre el calendario. Empaquetar el problema. Colocarlo.

Sabor la recaída. ¿Cómo invitar el problema para que vuelva?

Cómo sabremos si ha vuelto.

¿Qué haremos para fingir que ha vuelto el problema?

9. PREGUNTAS SOBRE LOS RECURSOS.

¿Qué cosas no deben cambiar?

¿Qué cosas le gusta hacer?

¿Qué hace bien?

¿Qué tiene que hacer para hacer más cosas bien?

A partir de las aportaciones de Marinés Suares:

1. AFIRMACIONES.

Referidas a objetivo de la sesión. Organización. Confidencialidad. Premisas básicas/límites.

Parafrasear (casi literal / resumen organizado. Aclarar. Reformular. Legitimar.

2. EXPLORATORIAS.

Pregunta: Del fundamento……a la meta.

Pregunta integrada en la conversación –sólo a veces es rompedora-.

- Historia vivida- Historia construida- Historia contada- Historia escuchada- Historia comprendida-.

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3. ABIERTAS. (Iniciales). -¿Cómo? ¿Pro qué? ¿Para qué? (Cuidado con la abstracción-.

Dirigidas a un tema. : Problema hábleme. Su historia .Vida cotidiana.

Dirigidas a la persona. –Estimular la participación, Fortalecerla-.

4. CERRADAS.

5. ACLARATORIAS. Buscan información específica. Para completar la información nula, escasa o ambigua del interlocutor. Suelen suceder a:

Negaciones.

Generalizaciones.

Etiquetas personales ambiguas o que conlleven imposibilidad de cambiar.

Afirmaciones en presente con significado de acción habitual.

Omisiones de sujeto o de objeto término de la comparación.

Dudas y otras ambigüedades. Quizá, a veces.

Sustantivaciones porque sustituyen a un proceso.

Dobles mensajes verbal y no verbal.

6. PREGUNTAS TRANSFORMADORAS.

7. REFLEXIVAS.

Requieren pensar, no dar respuestas automáticas. Dan protagonismo. Llevan a nuevas perspectivas.

Buscan significado atribuido. Nuevos significados.

Relacionar.

Buscar beneficios no esperados -P. e. en el conflicto, en el sufrimiento-

Salir del Yo no OK.

Sentimientos vividos, expectativas específicas.

Alternativas. Priorizar aspectos. Empatía.

Visualizaciones de futuro.

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8. CIRCULARES O SISTÉMICAS. Se basan en la causalidad circular. Generan conciencia sistémica.

9. OTRAS.

DIFERENCIAS. Fragmentación del problema.

CONEXIONES. Relaciones entre temas. Detección de antecedentes o consecuencias de una acción.

COMPARACIONES. Sobre vínculos, preferencias...Jerarquías.

PAUTAS. Patrones de interacción en secuencias problemáticas y condiciones del cambio.

PERSONAS. ¿Qué piensa (siente, dice, hace...) usted que ella siente, piensa, dice?

Ídem en una situación concreta.

COMPLEJAS.

Futuro resuelto.

Indicadores de la solución

Condiciones para el cambio.

HIPOTÉTICAS.

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Bloque 4. VALORACION Y ASESORAMIENTO FAMILIAR.

4.2.- Modelos i estrategias de intervención familiar.

Resistencia al cambio.

Analizar las ventajas del cambio, reducir el miedo a lo desconocido, asumir riesgos. Cambiar conductas sencillas pero orientadas a la meta.

Prescribir cambios tipo Dos (Watzlawick.).

Organizar el cambio en fases: definición, historial de fracasos y soluciones, definir la meta con indicadores de progreso.

Fases de la intervención.

Aunque la secuencia de intervención no es necesariamente lineal, tiende a seguir las siguientes fases: 1) Narración del problema por parte de los miembros de la familia. 2) Fomento de actitudes orientadas a la resolución. 3) Redefinición del problema orientada a la solución 3) Vencer la resistencia al cambio y aplicar estrategias y tareas específicas.

Los relatos pueden obtenerse a través de la entrevista, se pueden recoger también como texto escrito, suelen versar sobre la historia familiar en su conjunto explorando suceso relevantes, traumáticos o gratificantes o momento puntuales en un conflicto. Pueden tener un objetivo exploratorio o pedir la profundización en un evento relevante y siempre ofrecen un enfoque abierto que aporta información no prevista por el profesional. Posibilitan un análisis del contenido cuantitativo o cualitativo que puede además contrastarse con otros profesionales, puesto que en el caso de información oral se plantea la grabación de los relatos.

La terapia narrativa empiezan con la construcción de relatos, reales o imaginarios, que facilitan la expresión de los conflictos vividos, así como de los valores y emociones, expectativas subyacentes. Posteriomente a partir de la toma de conciencia que general se reelaboran sus contenidos orientándolos a la resolución del conflicto y hacia la integración de elementos excluidos en el proceso.

Estrategias.

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Según el contenido del problema (comunicación, poder, vínculos afectivos, valores, normas instrumentales, asignación de tareas…) y según las personas implicadas en el conflicto nos planteamos pautas diferentes. No obstante parte de la valoración requiere delimitar de quién es el problema, lo que constituye la base para la asignación de tareas asociadas al cambio. Nuestro referente va a tener en cuenta las que consideramos características familiares asociadas a la funcionalidad y lo que la familia considera una familia funcional.

En muchos casos, y completando el esquema de resolución que plantea el modelo cognitivo-comportamental, se encuentran soluciones eficaces. Las fases básicas de la intervención son: Escuchar la percepción e interpretación de cada miembro, buscar una redefinición consensuada, generar soluciones, valorar la viabilidad de una solución compartida y generar un plan de acción asignando tareas en tiempos concretos. No se descarta la utilizad de firmar un acuerdo u otro tipo de materialización del compromiso para evitar el olvido y la distorsión de los acuerdos.

El conflicto puede mantenerse porque se aplican estrategias podo adecuadas, bien por rutina bien por falta de un repertorio de estrategias más eficaces. En general, el afrontamiento y la negociación son la vía más adecuada, pero hay ocasiones en las que la evitación puede ser la estrategia más eficaz para la extinción.

También puede mantenerse el conflicto por falta de conciencia de su complejidad es decir por una visión egocéntrica del problema o por simple proyección y adivinación, lo que equivale a no haber tenido en cuenta ni la percepción ni las emociones ni las expectativas de los demás. En estos casos la escucha activa y empática sugiere en la familia estrategias de resolución con poca intervención del profesional.

El profesional debe se capaz de detectar las estrategias disfuncionales que pueden estar bloqueando la solución. En esta tarea es útil diferenciar entre estrategias cognitivas (negar, sobredimensiona, minimizar, proyectar, inferir sin fundamento suficiente, enmascarar, adivinar, falta de reflexión o de autocrítica,…), las comportamentales (eludir compromisos y tareas, hacer tareas de otro, hacer tareas que no llevan a la meta planteada, agredir, falta de autonomía…), de comunicación (no tener intención de comunicar, no expresar adecuadamente, no escuchar, no tener empatía, insultar…), y emocionales (falta de gestión de emociones negativas, expresión inadecuada de emociones positivas o negativas, fusión, dependencia, apego inseguro, falta de autonomía emocional…).

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Una de las decisiones a tomar por el profesional es el nivel de control asumido en la terapia. Hay que primar el papel activo de la familia, sin olvidar que la falta de dirección puede bloquear el problema cuando la familia tiene un repertorio pobre de estrategias o cuando la estructura de poder es disfuncional. Los terapeutas sistémicos juegan un papel directivo.

La decisión acerca de las personas que son relevantes para la intervención también es importante, así como las alianzas que pueden establecerse son el mantenedor homeostático y la jerarquía familiar.

Otra decisión a tomar es la de integrar los principios de funcionalidad familiar sin amenaza para los principios de funcionalidad que provienen de la literatura científica o de la propia experiencia y de los referentes que establecen los derechos humanos.

Las familias, bien por hábitos, bien por valores y metas establecidas, bien por desconocimiento, bien por miedos reales o percibidos, bien por intereses particulares, ofrecen resistencia al cambio. La tarea del profesional es desbloquear esta resistencia y orientar a cambios de fondo (cambios tipo dos), no a cambios superficiales.

Entre las estrategias destacan: representar, desequilibrar, establecer límites, reencuadrar, incrementar la competencia, modificar la intensidad del problema y la paradoja. Usar el lenguaje del paciente. Destacaremos, además, los rituales de conexión, duelo y perdón y la escultura.

Los Rituales de conexión, duelo y perdón son rituales que a menudo están culturalmente determinados, como en la caso del fallecimiento de un familiar, pero cuando se trata de transiciones no normativas o crisis no esperadas, como el caso de divorcio o excarcelación, la cultura carece de ellos, por lo que a tenor de las funciones que el ritual cubre, conviene diseñarlos y desarrollarlos adaptándolos a los valores y mitos familiares. La tendencia a la desintitucionalización familiar y la pluralidad de modelos familiares existente ha contribuido a la pérdida de significado de los rituales tradicionales, con la consiguiente carencia de soluciones culturalmente compartidas incrementando la necesidad de crear rituales nuevos que aporten soluciones individuales y cuenten con el apoyo emocional del grupo

Virginia Satir es la primera autora que empieza a trabajar sobre la técnica de la escultura del presente y del futuro, desde el modelo sistémico, principalmente con familias que presentan problemas psicosomáticos.

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El modelo sistémico de intervención terapéutica indaga a través de técnicas no verbales, la percepción de la dimensión temporal de la familia, entendida como capacidad de evolución, favoreciendo terapéuticamente su desarrollo. La elaboración de esculturas consiste en asociar a la metáfora espacial, siempre presente en la escultura, la dimensión diacrónica del tiempo.

Podríamos definir dos conceptos que fundamentan y organizan este modelo de trabajo: por un lado, la relevancia del lenguaje analógico, más rico en significados posibles que el lenguaje digital, y que además permite estimular la creatividad entre sistema y terapeuta, y explorar niveles emocionales más profundos y menos evidentes. Por otro, se observó que las familias que manifiestan problemas psicosomáticos se caracterizan por la detención del proceso evolutivo y por presentar el malestar a través del cuerpo -es decir analógicamente-, por lo tanto, el introducir el diseño de esculturas permite hablar su mismo lenguaje, aquel con el cual expresan su conflicto.

Penetrando a través del mismo canal que utiliza el sistema –el analógico-, el objetivo del trabajo con esculturas consiste en explorar "lo no dicho", aquello que la familia no revela de sí misma, o sea, la imagen mítica compartida que el sistema posee de sí mismo.

Las esculturas en el campo de la terapia familiar fueron introducidas por V. Satir (l 972), Duhl y Kantor (1973) y P. Papp (1976), y consisten en proponerle a la familia que represente espacialmente la imagen que posee de sí misma, a través de la disposición espacial de los cuerpos, las fisionomías y posturas, dirección de miradas, cercanías o alejamientos de los miembros, etc. Eventualmente puede completarse con algún comentario de los miembros acerca de lo experimentado.

A cada integrante de la familia se le solicita realizar dos esculturas: en "la escultura del presente", el "escultor" debe representar como ve a la familia en la actualidad. En "la escultura del futuro" deberá representar cómo la imagina después de haber pasado cierto tiempo, por ejemplo, 10 años; en éstas se han introducido una variante con respecto al modelo de Papp, quien solicita la representación en términos de "deseo" de cambio, o sea, cómo cada miembro "quisiera" que la familia fuera en el futuro. En este diseño no se le solicita la proyección de un deseo de cambio, puesto que en las familias con problemas psicosomáticos la proyección al futuro, más que una representación de cambio implica una representación de la resistencia al mismo.

En algunas situaciones psicosomáticas, por ejemplo en el asma infantil, los roles, interacciones y vínculos, aparecen inalterados, como si su potencial evolutivo o su capacidad de "verse" en evolución, estuviese bloqueado. En otros casos, aparecen intensos temores, como si el cambio o la evolución se viviese como una amenaza más que como un crecimiento colectivo. Aquí, en la representación metafórica surgen las emociones, que expresan el miedo a

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cualquier transformación que perturbe la estabilidad del status quo, en particular la amenaza que implica la individuación y con ello la disgregación familiar, elementos que claramente se observan en los mitos y los fantasmas de la unidad familiar.

Estos mitos nacen y se organizan en el curso de la historia de la familia. Historias que surgen de la familia de origen de cada cónyuge y crean en la familia nuclear una red compleja de significados trigeneracionales. Frecuentemente, en el pasado de estas familias se encuentran eventos traumáticos de duelos precoces o no elaborados, abandonos y separaciones prematuras; por lo tanto, el tema de la "pérdida" es central y se asocia a vivencias emocionales de intensa angustia.

ESTRATEGIAS DISFUNCIONALES CLASICA ESTRUCTURALES. Intrincación Sobreprotección Rigidez Cismogénesis Negación Enmascaramiento. POR DIMENSIONES DE PERSONALIDAD. Emocionales: frialdad, retirada de afecto sobreestimulación, expresión inadecuada Impulsividad, Cognitivas. Magnificar, minimizar, inferencia incompleta proyectar culpabilizar adivinar. Negar, Conductuales: Violencia No cumplir compromisos, rutinas disfuncionales, rigidez, VINCULOS. Doble vínculo, fusión otros. Triángulos Coaliciones. Lealtades NORMAS Ausencia de normas. Exceso, Inadecuación. Secretos. RESISTENCIA AL CAMBIO Mantener estrategias que no funcionan Negación del problema y de la solución. Descalificación presente y futura. Interpretación negativa de todo. CLAVES DE LA REPRESENCIACION: LENGUAJE NO VERBAL Proximidad Distancia orientación corporal rostro y mirada Jerarquía. Altura Amplitud en postura y gestos. Ocupación de espacio. Límites. Expresión de emociones

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Patrones no verbales de Satir. CONSTELACIONES. PUNTOS DE APOYO. El rol de escultor y constelador: Narrar la historia y completarla con datos. Elegir a los personajes y situarlos. Hacer propuestas de cambio. Interrogar a los personajes. Recaba propuestas de cambio. El propio relato de cada personaje: Percepción y emociones Escuchar el relato de otro. Comprensión empática La jerarquía y pertenencia. Generaciones y Responsabilidades Tomar conciencia del orden actual Búsqueda de un nuevo orden. Equidad: Dar recibir, Pedir agradecer Perdonar Aportaciones y carencias. Limites personales. Vínculos y alianzas Nuevos relatos individuales.

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5.-Bibliografía

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