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TALLER INICIAL DE
FORMACIÓN POLÍTICA
MÓDULO 3
PARTIDO COMUNISTA
DE LA ARGENTINA
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TALLER INICIAL DE FORMACIÓN POLITICA
Presentación
El presente Taller Inicial de Formación Política es organizado por el Centro de Estudios
y Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA) del Partido Comunista de la
Argentina, con el objetivo de acercar algunos conceptos básicos de la teoría marxista y
elementos para el análisis de coyuntura a quienes comienzan a involucrarse en la
militancia política, o busquen adquirir conceptos básicos de la perspectiva marxista para
el análisis de la sociedad.
Nos encontramos en un contexto signado por la crisis del sistema capitalista, la cual, a
diferencia de otras que le precedieron, tiene un alcance civilizatorio por cuanto no se
reduce a sus aspectos económico-financieros sino que afecta cruciales cuestiones tales
como la energía, el medio ambiente, la alimentación y las pautas de consumo de una
civilización construida sobre el derroche de los recursos y la explotación desenfrenada
de la naturaleza.
En esta nueva situación de América Latina y Argentina se pueden contar por miles los
hombres y mujeres, particularmente entre las jóvenes generaciones, que aspiran a
relanzar y recrear la lucha por el socialismo.
Desde el CEFMA aspiramos a producir un salto en calidad y en cantidad en la
incorporación de estas nuevas generaciones a la lucha política, para que puedan
desarrollar un avance en el proceso de cambios estructurales en nuestro país.
Entendemos que esta es una tarea que ha madurado como exigencia, como necesidad,
pero también como posibilidad real. El clima de época por el que atravesamos nos
impone superar la crisis de alternativa que coexiste con la profunda crisis capitalista.
Como pocas veces en la historia, cobran hoy un significado tan pleno las palabras de
Lenin “sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario posible”
Entendemos que el estudio de los procesos históricos, de diferentes conceptos del
pensamiento revolucionario en sus aspectos políticos y culturales, y la socialización de
las diversas experiencias militantes que aportaron y aportan a la construcción de
alternativas debe formar parte de la formación teórico-práctica de todos aquellos que
luchamos por un cambio profundo en la organización social.
El Centro de Estudios y Formación Marxista invita entonces a participar de esta
experiencia formativa, aportando a un marxismo renovado, lejos de todo dogmatismo,
como indispensable aporte teórico a los proyectos concretos de transformación social
que con urgencia reclaman los pueblos de Nuestra América desde el marco de la teoría
marxista y el pensamiento revolucionario, el estudio y la reflexión sobre la realidad
contemporánea y los procesos históricos y políticos que han jalonado la lucha por la
emancipación de los pueblos. Estudio y reflexión, huelga aclarar, que están concebidos
como necesarios insumos para orientar la praxis transformadora de los pueblos de
Nuestra América.
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LAS LANZAS
NUESTRAMERICANAS
(SELECCIÓN)
HORACIO LOPEZ
(2004)
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LAS LANZAS NUESTRAMERICANAS
La Revolución continental del XIX
Iguales instituciones revolucionarias
Un fuerte rasgo que caracteriza a la revolución continental, fue el que dotó a cada
escenario de lucha, de iguales organizaciones institucionales que se hicieron cargo del
naciente poder. En realidad, fueron las instituciones heredadas del imperio las que se
mantuvieron como tales, pero con contenidos y protagonistas distintos.
Los Borbones habían implantado en España las Intendencias, instituciones francesas,
con el fin de unificar la administración y el gobierno desde arriba; estas instituciones se
trasladarían luego a América. Los llamados intendentes-gobernadores eran los
funcionarios a cargo de las mismas, cumpliendo funciones en las áreas de hacienda,
policía, guerra y justicia. Pocos años después de haberse creado el virreinato del Río de
la Plata, en 1782, se dividió éste en ocho intendencias: Buenos Aires, Tucumán, Santa
Cruz de la Sierra, La Paz, Mendoza, La Plata, Potosí y Asunción. Fueron instituciones
progresistas para la época virreinal, ya que fomentaron la agricultura en las tierras
realengas, la fundación de consulados y sociedades económicas y la construcción de
obras de infraestructura, por lo que tuvieron comunes choques de intereses con las
instituciones llamadas Cabildos.
Los Cabildos, las Juntas, los Congresos (estos últimos no como organizaciones
permanentes), fueron organizaciones que actuaron durante el régimen colonial y luego,
en el proceso revolucionario. En consonancia con la influencia de la revolución
francesa, aparecieron a posteriori entidades gubernamentales que respondían a ese
origen: los Triunviratos, las Asambleas Generales Constituyentes, los Directorios. […]
Hasta el momento preciso de la alteración del orden institucional en las colonias, los
funcionarios que ocuparon cargos en dichos cuerpos fueron todos españoles de alta
cuna, y cuando fueron admitidos los españoles nativos de América en tales negocios, lo
fueron en su carácter de españoles y nunca como representantes de los criollos.
Cuando el proceso revolucionario fue tomando cuerpo a fines de la primera década del
XIX, los Cabildos comenzaron a ser protagonistas de las discusiones que conllevaban el
germen de la rebelión. Ya, a esa altura, eran muchos los “españoles nativos” que tenían
qué decir en esos ámbitos umbrosos y convulsionados, y nada volvería a ser como antes
después de semejantes debates, la mayoría de los cuales terminaron en la formación de
Juntas revolucionarias.
Las Juntas se habían desarrollado en España bajo la ocupación francesa. “Las ciudades
sublevadas –dice Marx– formaron sus propias juntas, subordinadas a las de las capitales
de provincia. Estas juntas provinciales constituyeron otros tantos gobiernos
independientes, cada uno de los cuales puso en pie su propio ejército”. Sin embargo el
propio Marx señala las limitaciones de éstas: “Las juntas fueron elegidas por sufragio
universal, pero el gran celo de las clases bajas se manifestó por la obediencia. Eligieron
generalmente a sus superiores naturales, elementos de la nobleza provincial y de la
pequeña nobleza, respaldados por el clero, y poquísimas personalidades notables de las
clases medias. Tan consciente era el pueblo de su debilidad, que limitó su iniciativa a
obligar a las clases altas a resistir contra el invasor, sin pretender asumir la dirección de
la resistencia”. He aquí una diferencia grande a favor de las juntas criollas.
Con los franceses ocupando España, y la creación de Juntas de resistencia en Asturias,
Galicia, Andalucía y demás regiones no controladas por Napoleón; más la formación en
Fragmento del libro Las lanzas nuestramericanas (Editorial El Folleto, 2004).
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setiembre de 1808 de la Junta Suprema Central del Reino de España e Indias –actuando
a nombre de Fernando VII–, se dieron las condiciones para que América formara las
suyas propias. De alguna manera los americanos estaban ejerciendo aquel decreto de
Carlos I de 1530, autorizando la convocatoria de juntas en los virreinatos de la América
española en casos imprevistos. En la primera etapa del movimiento “juntista” (1808-
1809), se juró fidelidad al Rey, pero ya desde 1810 ideas más audaces en cuanto a quién
debía gobernar y bajo qué forma, comenzaron a abrirse paso. […]
Ya la hoguera se había transformado en un incendio imparable. Ya el sol puro y diáfano
de la independencia venía asomando.
Las Sociedades Patrióticas, partidos legales de la revolución
En la tumultuosa época en que se dirimían los cursos ideológicos, políticos y militares a
seguir en la marcha de la guerra de liberación, los antagonismos entre criollos y
españoles, e incluso entre criollos entre sí –entre los conservadores y moderados y los
decididamente revolucionarios, jacobinos–, fueron de hecho conformando distintos
partidos. Ingenieros cataloga cuatro en Buenos Aires al momento de caducar la
monarquía peninsular:
1°) Solución separatista, o autonomía local, conservando el gobierno independiente los
españoles peninsulares aquí radicados; junta como en España. Extrema Derecha.
2°) Solución expectante, española también, sin desconocer la soberanía de las
autoridades peninsulares y dispuesta a reconocer las que en la península lograsen
consolidarse, sin excluir en último caso el gobierno francés. Centro Derecha.
3°) Solución autonomista, con o sin independencia de España, debiendo pasar el
gobierno a los patricios o nativos, sin que ello importara una subversión del régimen
social y político. Partido argentino conservador, representado por Saavedra. Centro
Izquierda. (Es una contradicción en Ingenieros catalogar de centro izquierda a un sector
efectivamente conservador. Saavedra sólo se proponía un cambio de nombres y de
administración para que nada cambiase. Este partido sería una variante de la solución.)
4°) Revolución inspirada en la filosofía política del siglo XIX, pasando el gobierno a
manos de los nativos y dirigida a subvertir radicalmente las instituciones coloniales.
Partido de una exigua minoría argentina que encontró en Moreno su abanderado y su
símbolo. Extrema Izquierda (La evolución de las ideas argentinas, Libro I, José
Ingenieros).
Este último grupo sería el que más tarde de mayo, el deán Funes catalogara de la
siguiente manera: Ciudadanos, alerta: los enemigos del gobierno son esos mismos
terroristas que, imitadores de los Robespierres, Dantones y Marates, hacen esfuerzos
para apoderarse del mando y abrir esas escenas de horror, que hicieron gemir a la
humanidad. […] Este “club de los jacobinos”, como lo denominó al informar a España
el embajador de dicho país en Río de Janeiro, decidió dar la pelea contra los
saavedristas a la luz pública, convirtiéndose en la Sociedad Patriótica. […]
Primera marcha. Represiones y primer golpe
En dichas reuniones, cada vez más concurridas, se leían escritos del malogrado Moreno,
así como obras de Rousseau, Volney y Paine. Algunos pasquines que allí se pergeñaron,
defendiendo la revolución en peligro, lograron llegar hasta los regimientos que
intentaban mantenerse en las cambiantes fronteras del lejano norte. Como eso no lo
podía soportar Saavedra y demás conservadores, obraron en consecuencia: ordenaron la
detención de más de ochenta jóvenes que habían participado de la primera asamblea de
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la Sociedad. […] Pero por la inconsistencia de los cargos debieron liberarlos a las pocas
horas. Los patriotas, envalentonados, salieron en manifestación por las calles cantando
consignas revolucionarias. Fue la primera movilización política contraria a un gobierno,
desarrollada en Buenos Aires. Los jóvenes se dirigieron al café de Marcos donde, entre
copa y copa de aguardiente francés, cantaron la canción llamada “Marcha Patriótica”,
atribuida a Esteban de Luca y que –según nos cuenta Carlos Ibarguren en su libro–
difundida desde noviembre de 1810 fue el primer himno de la revolución. La canción
comenzaba así:
La América toda
Se conmueve al fin,
Y a sus caros hijos
Convoca a la lid;
A la lid tremenda
Que va a destruir
A cuantos tiranos
La osan oprimir.
Y tenía un estribillo que decía:
Sudamericanos
Mirad ya lucir
De la dulce Patria
La aurora feliz.
Entre los integrantes de esta Sociedad estaban, además de los nombrados más arriba,
entre otros, Julián Alvarez Perdriel, Lucio Mansilla, Agustín Herrera, Buenaventura de
Arzac, Juan Florencio Terrada, Vicente Dupuy, Francisco Cosme Argerich, Ignacio
Alvarez Tomas, Juan Andrés Gelly, Manuel de Luzuriaga.
Al poco tiempo de constituirse, la Sociedad alquiló una sala en la calle de la Catedral
(San Martín). En sus deliberaciones trataba, entre otros temas, las injusticias de la
conquista española, los derechos primitivos de los indios, la soberanía del pueblo y su
derecho a darse una Constitución que asegurase la libertad, la igualdad y la propiedad.
[…]
Parte de la Junta Grande perseveró en su actitud represiva: creó la llamada “Comisión
de Seguridad Pública”, cuya responsabilidad sería velar incesantemente, indagar y
pesquisar de los que formaren congregaciones nocturnas o secretas, sembrasen ideas
subversivas de la opinión general sobre la conducta y legitimidad del actual gobierno o
sedujesen a los oficiales, soldados y ciudadanos de cualquier clase. Fue este el primer
antecedente de trágicas prácticas ejercidas desde el poder en la Argentina.
Así comenzó a defenderse y reprimir el régimen –ya a esa altura contrarrevolucionario–,
logrando con el preparado golpe de Estado del 5 y 6 de abril de 1811 (el primer golpe de
nuestra historia), la desarticulación del morenismo, la concentración de todo el poder en
Cornelio Saavedra, y la creación de una policía política represiva.
“French, Beruti, Donado, Posadas, Vieytes, fueron desterrados; Julián Álvarez detenido;
el Club asaltado y arrasado en esa noche del 5 de abril. Belgrano y Castelli fueron
separados del ejército y sometidos a proceso. Chiclana y Rivadavia, deportados al
interior. Era la reacción en toda la línea”. […]
El Triunvirato había ya desplazado a Saavedra y se había disuelto la Junta, creándose
condiciones para que la organización morenista volviera a tallar en la ciudad porteña. Se
inauguró esta segunda etapa el 13 de enero de 1812 en el local del Tribunal del
Consulado; una multitud se congregó para escuchar la oración inaugural que diría
Monteagudo; a falta de Mariano Moreno, el fogoso tucumano asumía el liderazgo de los
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jóvenes patriotas que querían llevar la revolución hasta el final. Con su espíritu
roussoniano, Monteagudo dijo, entre otras cosas: la soberanía reside solo en el pueblo y
la autoridad en las leyes. La majestad del pueblo es imprescriptible, inalienable y
esencial por su naturaleza, cuando un injusto usurpador la atropella, no hace más que
poner un precario entredicho al ejercicio de aquella prerrogativa. Criticó con dureza la
conquista de América, en la que bajo el pretexto de una religión cuya santidad es
incompatible con el crimen, se asesinó a los hombres para introducir en ellos la
discordia, usurparles sus derechos y arrancarles las riquezas que poseían en su patrio
suelo. […]
La Sociedad, bajo la influencia de Monteagudo, propiciaba la independencia de toda
América, no sólo de lo que después se llamó las “Provincias Unidas del Río de la Plata”
sino de las “Provincias de Sud América”, concibiendo la revolución como la
herramienta que posibilitaría la constitución de la Patria Americana. […]
Se recuperaba el basamento del poder popular, el estilo y las costumbres asamblearias,
así como la intrepidez revolucionaria para luchar por la independencia de América del
Sur. Ahora sí la Sociedad Patriótica adquiría la forma de un Partido legal: al acto
inaugural concurrieron, según narra La Gazeta del 17 de enero, los miembros del
Gobierno, las autoridades ecleciásticas, así como jefes y oficiales del ejército. Partido
legal que comenzaría a encubrir y justificar el accionar del Partido ilegal de la
revolución que, con la llegada de San Martín y Alvear a Buenos Aires, dos meses
después, comenzaría a tomar forma con la creación de la Logia Lautaro. […]
El fenómeno de la Sociedad Patriótica no fue solamente patrimonio de la ciudad puerto
del Río de la Plata. En 1810 en Caracas, cuando se convocó el Cabildo que decidió
instalar una Junta de Gobierno, comenzó la puja entre los sectores más conservadores y
los más radicalizados que bregaban por la independencia; estos últimos se nuclearon en
la llamada Sociedad Patriótica, fundada por el insigne luchador Francisco de Miranda,
quien fue su primer presidente, e integrada por destacados personajes, como Simón
Bolívar y José Félix Ribas, éste último protagonista de la independencia, quien actuara
en la llamada campaña Admirable, y fuese derrotado, capturado en la batalla de Urica,
en diciembre de 1814, y posteriormente ejecutado.
Perú tuvo también la suya: la Sociedad Patriótica de Lima, una década más tarde, es
cierto, cuando ya el Ejército Libertador Sur, al mando de San Martín allí estaba
instalado, y el sueño de la independencia y liberación continental estaba en su etapa
final de cumplimiento. La Oración Inaugural, como cumplimentando un rito, la dio uno
de los más grandes revolucionarios americanos; no era nuevo ese oficio de inaugurador
de Sociedades Patrióticas para él: se trató de Bernardo Monteagudo, ministro
revolucionario en el Perú y uno de los más fervientes independentistas junto a su
general en jefe. […]
Las Sociedades Patrióticas fueron la forja de los verdaderos patriotas y el crisol de
nuevas generaciones que enaltecerían nuestra estirpe continental en el futuro inmediato.
Las Logias, partidos clandestinos de la revolución
Estas asociaciones secretas que se conformaron confabulando a sus miembros para la
toma del poder revolucionario, su defensa y mantenimiento, para la realización de
campañas militares y para la creación de sistemas republicanos en donde se iba
logrando la emancipación, fueron muestras cabales de lo que podemos denominar
“americanismo revolucionario”. Los patriotas más comprometidos con la revolución
fueron, mayoritariamente, miembros de las Logias. […]
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Poco le costó al futuro Libertador recién llegado a Buenos Aires, agitar las pasiones de
estos patriotas y convencerlos de la necesidad de constituir la Logia Lautaro, con el fin
de bregar por la continuidad del proceso revolucionario y crear las condiciones
materiales para concretar la expedición a Chile. […]
Los objetivos de la Logia Lautaro incluían el de la unidad continental, el de velar para
que la revolución no fuese traicionada o tergiversada, el de colocar a sus mejores
hombres –garantía de lo anterior– en los principales puestos del gobierno y del ejército.
[…]
Prácticamente en todos los escenarios de la guerra de liberación, actuaron las logias, las
que fueron artífices y protagonistas –desde las sombras– de la mayoría de las decisiones
de gobierno y de guerra que hicieron avanzar la revolución.
Conformación de los Ejércitos de Liberación
Los procesos de formación de los ejércitos patriotas se rigieron por criterios similares,
cuando no iguales, en los distintos lugares en que las circunstancias de la preparación de
la guerra o las decisiones para comenzarlas o afrontarlas, tuvieron lugar.
Las levas para conseguir combatientes se constituyeron con hombres de la tierra,
criollos, indios, mestizos y negros, en mayor o menor proporción de acuerdo a la región
de que se tratase: indios preponderantemente en México; Hidalgo comenzó su gesta con
unos seiscientos indígenas, los que al cabo de varios meses eran ya sesenta mil. En
Buenos Aires la Junta decreta el 8 de junio de 1810 que las compañías de naturales
indios de los batallones de castas, pardos y morenos pasen a integrar los efectivos de los
regimientos 2 y 3 bajo el mando de sus mismos oficiales en igualdad de derechos que el
resto. El decreto de la Junta señalaba: La Junta no ha podido mirar con indiferencia que
los naturales hayan sido incorporados al cuerpo de castas excluyéndolos de los
batallones españoles a que corresponden por su clase. En lo sucesivo no debe haber
diferencia entre el militar español y el militar indio. Comenzaba así a darse la igualdad
entre los combatientes.
Es importante señalar que el compromiso del pueblo pampa con la Patria que se
insinuaba, se materializó cuatro años antes en el Río de la Plata cuando los caciques
Epugner, Errepuente y Turuñanqui ofrecieron sus servicios preventivos al Cabildo, por
si los ingleses volvían a invadir Buenos Aires.
Los negros fueron reclutados especialmente en Haití y en Venezuela. Cuando Bolívar
llegó a Haití en enero de 1816, fue recibido por Petion, el Libertador de la isla, quien le
ofreció su ayuda, con la única condición de libertar a los esclavos. Bolívar aceptó
encantado, y en junio del mismo año, pisando ya tierra venezolana, firmó su decreto de
libertad absoluta de los esclavos. Este fenómeno se convirtió, con el tiempo, en el
segundo agente de reclutamiento de las tropas.
San Martín incorporó gran cantidad de esclavos a su Ejército de los Andes, los que por
el solo hecho de ponerse el uniforme, pasaban a ser hombres libres. Los campos de
batalla de Chile y el Perú fueron abonados generosamente con el valor y la sangre de
estos patriotas negros. […]
Las motivaciones para el reclutamiento, en general no compulsivo, fueron varias,
pasando las más fuertes por el sentimiento patriótico y libertario en sí, como por las
promesas de atender las reivindicaciones propias de las distintas comunidades tales
como la libertad a los esclavos o a sus vientres, la eliminación de las distintas formas de
servidumbre a los indios, y la tierra, tanto a éstos como a los criollos. […]
Pero la mayoría de los oficiales que cubrieron la guerra fueron criollos, muchos de los
cuales se tuvieron que hacer hombres de armas cuando se planteó la necesidad; tales los
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casos de Belgrano, Castelli, Monteagudo (todos ellos hombres de leyes), el propio
O’Higgins, quien se autodefinía como un militar de circunstancias, que había tomado
las armas para defender la patria como simple comandante de guerrilleros en un
momento de peligro (dicho en Talca, 9 de diciembre de 1813).
Los conductores máximos del proceso fueron americanos, porque en definitiva era
América la que le hacía la guerra a España y la Santa Alianza europea. Y la oficialidad
de primera línea y honor, si bien tuvo aportes como los nombrados, se fue constituyendo
con criollos de pura cepa, y no solamente blancos, como el caso de Manuel Carlos Piar,
destacado oficial del ejército venezolano, que era mulato.
Lo genial, lo romántico, lo insólito, fue que estos ejércitos formados como se pudieron –
con más voluntad obcecada que rigor castrense– no mamaron la técnica, la estrategia, la
disciplina, en renombradas academias; se hicieron en campo abierto, bajo el viento de
las metrallas y el retumbar de cañones […].
Las banderas que estos soldados llevaban al combate eran vírgenes, como doncellas
dispuestas a amujerarse, sin el complejo a cuestas de los estandartes enemigos que
debían, en cada encontronazo, defender invictos que aquí, en América, no poseían
avales de escribas ni admiraciones populares. […]
Tempranamente nuestras milicias fueron un crisol de razas y de clases, lo que imprimió
su impronta en el ejército libertador: hacendados, comerciantes, artesanos –criollos
ellos– compartieron disciplinas y cuarteles con negros, indios, mulatos y mestizos.
Producida la revolución de mayo en Buenos Aires, quedó Saavedra como Comandante
General de Armas, pero esta conducción a contramano de la necesidad revolucionaria y
de la guerra que se vendría, duró apenas tres días, ya que el 28 de mayo la Junta creó el
Departamento de Gobierno y Guerra, dándole la titularidad del mismo a Mariano
Moreno. La revolución desplegaba así sus alas y depositaba en su numen la
responsabilidad de la expansión y consolidación de la misma. Moreno tenía claro que
ninguna revolución podría sustentarse sin una fuerza armada que la protegiera y que la
desarrollara, por lo que se abocó de inmediato a la reestructuración de las milicias, las
que se transformaron en cuerpos veteranos y en el regimiento Patricios.
Un día después de su nombramiento, Moreno le hace adoptar a la Junta la decisión
fundamental de crear un nuevo Ejército sobre la base de los cuerpos veteranos y del
Patricios, disolviendo los cuerpos contrarios a la revolución integrados por españoles.
[…]
Además de la composición que señalamos para los ejércitos patriotas, también hay que
apuntar que los ejércitos de San Martín y Bolívar se nutrieron de oficiales y soldados
americanos y españoles, quienes desertaron del bando enemigo. […]
Al igual que en el campo de los civiles, en el de los uniformados hubo distintas
posiciones en relación a la revolución, desde un radicalismo jacobino, como fueron los
casos de Castelli, Monteagudo, pasando por San Martín, Belgrano, hasta llegar a los
conservadores como Saavedra y Rondeau, en el caso de la región sur. En el norte “los
ejércitos de Bolívar y Sucre, y ellos mismos personalmente, se distinguen por un genio
más universal, anfictiónico, en sus concepciones y acción. Representan el intento de la
revolución burguesa que aspira a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad –en lo que
era la utopía social del momento– para todos los pueblos y hombres a los que sienten
suyos y de los cuales se erigen en representantes y conductores”. […]
Las armas de la revolución
Ese ejército fue creando la logística necesaria a sus fines. Así como los revolucionarios
franceses durante los días previos a la toma de la Bastilla, lograron la fabricación de
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cerca de 50.000 picas, armar a decenas de miles de ciudadanos y recolectar gran
cantidad de pólvora, así los patriotas americanos aportaron lo suyo. […]
En cuanto al norte del subcontinente, en Venezuela prácticamente no existía una
industria de guerra, más allá de pequeños establecimientos artesanales para la
reparación de armas y fabricación de algunas piezas sencillas, y algunas pequeñas
fábricas de pólvora. De manera que los primeros recursos para hacerse de armas fueron
las acciones por las cuales los patriotas conquistaban armas enemigas. […]
Otra vía fue el trueque: pagar armas con mulas, frutas, ganado, etc., operaciones que se
realizaban preferentemente en las Antillas; luego se introducían en el continente por vía
de las pocas flotillas republicanas con las que se podía contar, cuando no por medio de
corsarios armados y amparados por los patriotas. El problema consistía en conseguir los
recursos necesarios para tales fines: Bolívar no vaciló en decretar contribuciones
forzosas, requisas de ganado, confiscaciones, toma de alhajas y joyas de las iglesias; de
no haberlo decidido él, lo hubieran hecho los realistas para su bando. Bolívar lo
justificaba así: Dinero sacado a fuerza de bayonetas.
Ya desde Guayana, Bolívar enviaba instrucciones que rezaban: Pólvora y plomo con
preferencia a todo, mostrando así la necesidad primaria a resolver para poder desplegar
la guerra con eficacia.
La Inteligencia
Otro atributo esencial para un ejército moderno era el de la Inteligencia. Había
antecedentes en nuestras luchas sobre el tema; por ejemplo la inteligencia que Micaela
Bastidas, esposa y lugarteniente de Túpac Amaru, desplegara a favor del Inca. Mariano
Moreno, en su Plan de Operaciones, da instrucciones sobre cómo y dónde deben
desplegar su actividad los espías. Pero el primer jefe militar en el Río de la Plata que
comenzó a desarrollar labor de inteligencia y contrainteligencia fue Manuel Belgrano en
su campaña al norte, designando espías y “bomberos” que lo informaban
permanentemente sobre los movimientos enemigos. […]
Güemes, Juana Azurduy y los caudillos de la llamada guerra de las Republiquetas,
utilizaron estos métodos en sus acciones.
San Martín fue un maestro en esto; no sólo continuó en el norte la práctica instaurada
por Belgrano, cuando lo reemplazó, sino que desde Cuyo y luego en Chile y Perú,
utilizó la inteligencia y la contrainteligencia entre sus tácticas principales. […]
Gracias a una labor de espionaje, San Martín y O’Higgins se enteraron de la salida
desde Cádiz de un contingente de 2.000 españoles que enviaba Fernando VII en 9
transportes, convoyados por la magnífica fragata de guerra María Isabel, con destino a
Talcahuano. Idearon un plan gracias al cual lograron capturar, en las aguas cercanas a la
ciudad chilena, a la mencionada fragata y a cinco transportes, haciendo además 700
prisioneros. […]
Tanto Bolívar como San Martín, utilizaron los servicios de sus amantes, Manuela Sáenz
y Rosita Campusano respectivamente, para conseguir informaciones que éstas lograban
entre los círculos sociales.
El papel de la guerrilla
Desde el vamos don José de San Martín tuvo incorporado el valor que representan las
guerrillas en una guerra convencional. Seguramente lo convencieron de esto las
experiencias de las guerrillas españolas frente al invasor francés […].
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Marx analiza este fenómeno de las guerrillas en España contra el francés: “Igual que
don Quijote protestaba con su lanza contra las armas de fuego, así se enfrentaron las
guerrillas con Napoleón, pero con otro resultado. Hay que distinguir tres períodos en la
historia de la guerrilla. En el primer período tomó las armas la población de provincias
enteras y se lanzó a la guerrilla como en Galicia y Asturias. En el segundo período,
guerrillas constituidas por los restos de los ejércitos españoles, por desertores españoles
de los ejércitos franceses, contrabandistas, etc., continuaron la guerra como asunto
propio, independientemente de toda ajena disciplina y en función de su inmediato
interés. Fueron además la base para que el pueblo se armara. Los franceses se veían
obligados a estar constantemente armados contra un enemigo que en cada momento
huía y reaparecía, presente en todas partes y siempre invisible tras el telón de las
montañas. En su tercer período las guerrillas afectaron la organización de un ejército
regular, hincharon sus unidades hasta los 3.000-6.000 hombres y dejaron de ser asunto
de la población entera para caer en manos de unos cuantos caudillos que las utilizaron
según convino a sus propios intereses”. Estos fueron los antecedentes que arraigaron en
las concepciones de la guerra en América. […]
En Chile, San Martín empleó este recurso guerrillero para distraer a las fuerzas
españolas, mientras él completaba la preparación de su ejército en Mendoza, tratando en
lo posible de provocar levantamientos parciales que mantuvieran al enemigo en
constante movimiento e inquietud. El héroe de aquella gesta fue un abogado chileno,
don Manuel Rodríguez, quien fomentó la resistencia. […]
Similares programas reivindicativos
Los programas revolucionarios fueron, y lo son hoy como documentos históricos, los
testimonios más cabales de los procesos que sustentaron. Más que las batallas, que los
personajes protagónicos y sus conductas y discursos, más que las organizaciones y los
símbolos de la época.
Un programa siempre es un grito anticipatorio, una suma de infinitas aspiraciones
sintetizadas, que se materializan en un líder, en un ejército, en una subrepticia
resistencia colectiva y anónima. Puede o no concretarse, triunfar o ser derrotado, pero
nunca borrarse de la memoria colectiva que lo conmemorará en el primer caso, o lo
preservará en sus entrañas para pasarlo de generación en generación, en el segundo, con
la perseverancia de los vencidos que saben esperar.
La similitud que presentan los diversos programas revolucionarios de la época,
elaborados por distintos protagonistas en distintas regiones, es una prueba más de la
manifestación del fenómeno de una única revolución de carácter continental.
Las reivindicaciones indígenas tuvieron una impronta fuerte, tanto en los programas de
líderes naturales de los pueblos originarios, como en los de los criollos que se alzaron
contra España. Túpac Amaru, al sublevarse, lo hizo en primer lugar contra los odiados
“corregidores”, planteando la extinción de tales funcionarios; junto con ello exigió la
supresión de la mita, la eliminación de los obrajes y demás formas de explotación. Un
objetivo no explícito en sus proclamas, con el objetivo de no indisponerse con los
españoles americanos que el Inca quería ganar para su causa, era el de que los indios
deberían hacerse dueños de las haciendas. […]
Hidalgo tuvo un programa de profundas transformaciones sociales, entre cuyos puntos
figuraban la anulación del sistema de castas, la confiscación de los bienes europeos, la
eliminación de los monopolios y la reforma agraria. Su continuador fue otro cura rural,
José María Morelos, ex lugarteniente de Hidalgo. […]
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Prácticamente en todos los programas de los líderes independentistas: Moreno, Castelli,
San Martín, Sucre, Bolívar, O’Higgins, Santa Cruz, etc., figuran las reivindicaciones
más sentidas de indígenas, mestizos y demás sectores del pueblo.
La lucha por la libertad de los esclavos, también fue bandera de todos los patriotas
revolucionarios. […]
En la política agraria, que se propiciara en toda América insurrecta, podemos mencionar
a Artigas y su concepción agraria bajo el principio de que los más infelices serán los
más privilegiados. En consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los
indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suerte de estancia. […]
Bolívar conformó una verdadera política agraria con sus medidas de reparto de la tierra
a los soldados y oficiales del Ejército, y su defensa de las comunidades indígenas para
que mantengan las suyas.
En Cuyo, San Martín pudo aplicar el espíritu del Plan de Operaciones de Moreno: bases
para un desarrollo industrial autónomo y pionero de la industria metalúrgica, con los
objetivos de la guerra. […]
Un gran número de capitales que pertenecían a la extinguida Inquisición, y a los jesuitas
expatriados, se han aplicado a la instrucción pública nos cuenta Monteagudo. Igual
concepción desarrollaría Bolívar, bajo la orientación de su maestro Simón Rodríguez.
[…]
Como se puede concluir de la lectura de esta rápida e incompleta reseña, estos próceres
y tantos otros, tuvieron posiciones claras y contundentes en cuanto a lo que había que
hacer en nuestras tierras para consolidar la independencia, erradicar las rudas realidades
impuestas durante siglos por el colonialismo español, y crear las condiciones para la
construcción de una nueva sociedad, más acorde con el nuevo mundo y que a su vez
tuviese bien marcada la impronta de su particularidad americana.
Capítulo IV
La simultaneidad de la revolución
[…] A la luz de tan prolongados segmentos que definen a los estadios civilizatorios o
grados sociales alcanzados, hablar de simultaneidad de una revolución que tuvo por
escenario todo el subcontinente, parece algo raro, inusual, pero efectivamente así
ocurrió. Nos referimos a la revolución que, en términos generales se extendió durante
quince años (1809-1810 / 1825-1826), tomando el periodo que va desde los primeros
estallidos contra la institucionalidad colonial (Chuquisaca el 25 de mayo de 1809;
Caracas, abril de 1810), hasta el triunfo final de los patriotas en la batalla de Ayacucho,
1825 y la realización del Congreso de Panamá de 1826.
En el vertiginoso tiempo de quince años se completó casi totalmente la liberación de
nuestras tierras, con la excepción de Cuba y Puerto Rico, hablando de Hispanoamérica.
Dos de nuestras repúblicas no se incluyen en esta etapa; justamente ambas son los
extremos de un periodo más amplio, que de todas maneras no alcanza a abarcar un siglo
completo: Haití, liberada en 1804 y Cuba en 1898.
Una revolución resuelta en quince años, en los principios del siglo XIX, presupone una
vorágine social, un volcán en erupción cuya lava se extiende irrumpiendo en todo el
espacio territorial en forma incontenible.
El concepto “revolución simultánea” se refuerza pensando en los adelantos científicos y
tecnológicos disponibles entonces, en relación a nuestra modernidad. Pensemos que en
aquellas colonias, un jinete con un parte de guerra que tuviese que partir desde Lima,
tardaba más de dos meses en llegar a Caracas. San Martín, a su regreso de la entrevista
con Bolívar en Guayaquil, tardó 24 días en arribar por mar a El Callao. En Buenos Aires
16
se enteraron de la usurpación de nuestras islas Malvinas por parte de los piratas
ingleses, más de una semana después de producido el despojo. […]
Las chispas de la gran hoguera, además de las del Río de la Plata, fueron las siguientes:
Quito
En la provincia de Quito gobernaba con el título de presidente el general español
Manuel Urriez, quien ante el descontento reinante en 1809 decretó algunas prisiones por
simples sospechas. Varios vecinos prepararon un complot, encabezado por el capitán
don Juan Salinas. El 10 de agosto de 1809 Urriez fue apresado, formándose una junta
gubernativa. El gobierno duró poco más de dos meses, sobreviniendo luego una feroz
represión de los realistas, quienes fusilaron a muchos patriotas. Se entró de lleno a la
lucha más general. Fue uno de los primeros movimientos por la independencia.
El Acta que los alzados hicieron aprobar entre los patriotas señalaba, entre otras
consideraciones: Nos los infrascritos diputados del pueblo, declaramos solemnemente
haber cesado en sus funciones los Magistrados actuales de esta Capital y sus provincias.
Dicen luego de tratar que se unan los pueblos de Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas
y Panamá, que ahora dependen de los virreinatos de Lima y Santa Fe, (a) los cuales se
procurará atraer (para componer) una Junta Suprema que gobierne interinamente a
nombre y como representante de nuestro legítimo Soberano, el señor don Fernando VII.
No descuidaban la necesidad de ir armando a los patriotas: Siendo absolutamente
necesaria una fuerza militar competente para mantener el Reino en respecto, se
levantará prontamente una falange, compuesta de batallones de infantería, y montará la
primera compañía de granaderos, quedando por consiguiente reforzadas las dos de
infantería, y el piquete de dragones actuales.
Dada y firmada en el Palacio Real de Quito, a diez de agosto de mil ochocientos nueve.
Caracas
La capitanía general de Venezuela fue también pionera en cuanto a declarar la
independencia de España. En abril de 1810 llegó a Caracas la noticia que informaba que
los franceses habían invadido Andalucía y dispersado la Junta Central. Los
revolucionarios obligaron a renunciar al capitán general Emparán y crearon una Junta de
Gobierno. España declaró en rebeldía a los venezolanos y decretó un riguroso bloqueo.
La Junta Revolucionaria convocó en junio a un congreso general de todas las
provincias, el que se reunió en Caracas el 2 de marzo de 1811. El 5 de julio se firmó el
acta que declaraba libre de España a las Provincias Unidas de Venezuela. La bandera
amarilla, azul y roja que Miranda usara en su campaña de 1806, fue adoptada como
bandera de Venezuela. Comenzaba también allí el proceso de la lucha revolucionaria.
Cartagena y Santa Fe La hoguera se extendía por Nueva Granada. El virrey Amar,
receloso, envió a prisión al gran patriota don Antonio Nariño, junto a otros. En
Cartagena, el Cabildo, apoyado por el pueblo y las tropas, el 22 de mayo de 1810,
apresó al gobernador con el pretexto de que era simpatizante de los franceses, y lo
desterró embarcándolo rumbo a La Habana. Nombró a otro oficial en su reemplazo.
En la provincia del Socorro fusilaron a jóvenes sublevados.
El 20 de julio de 1810 el pueblo de Bogotá se reunió en la plaza mayor exigiendo un
Cabildo Abierto; el virrey tuvo que aceptar. Lo curioso es comprobar la similitud de
este proceso con el sucedido en Buenos Aires apenas dos meses antes: se formó una
Junta presidida por el virrey; éste duró pocos días en su cargo; fue depuesto junto a tres
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de los oidores, y todos ellos remitidos a Cartagena con la intención de enviarlos a
España.
México
El 16 de setiembre de 1810, el cura Miguel Hidalgo comienza desde Dolores, su
revolución indígena y popular, sustentada en un ejército de hijos de la tierra que, en
octubre, alcanza los 60.000 efectivos. “Era una revolución desde abajo, y sus fuerzas
caían sin control sobre el orden existente. Hidalgo se instala en Guadalajara, la que se
convierte en capital de la revolución; desde allí da a conocer varios decretos que
sustentan su concepción”.
Centroamérica
Hubo un intento en San Salvador, en noviembre de 1811, encabezado por el cura José
Matías Delgado, quien secuestró al intendente y se apoderó de las armas; fue
rápidamente sofocado. Otro intento fracasado ocurrió en diciembre en Granada, donde
los españoles lograron derrotar a un millar de criollos sublevados.
Alto Perú
Ante el encarcelamiento en Charcas de los agitadores Manuel y Jaime Zudáñez, el
pueblo atacó el palacio del presidente el 26 de mayo de 1809, venciendo a la guardia y
destituyendo y encarcelando al teniente general Pizarro. El gobierno civil fue confiado
al oidor decano de la Real Audiencia, y el militar al coronel don Juan Antonio Álvarez
de Arenales, español que se pasara a las filas revolucionarias y que tuviera una
destacada actuación en el segundo ejército libertador comandado por San Martín. En
estos sucesos comenzó su actuación revolucionaria Bernardo Monteagudo.
El ejemplo de Charcas cundió en La Paz, donde los revolucionarios depusieron a las
autoridades, formando Junta propia y una columna de tropas para defenderse. […]
Las independencias formales
[…] A medida que se van dando las condiciones, se van proclamando las distintas
independencias de las nuevas repúblicas.
Argentina: Se declara la independencia en Tucumán, en 1816, con la denominación de
Provincias Unidas de Sudamérica (lo que demostraba la visión de integralidad y
unidad); se cumplía así con el viejo anhelo de los revolucionarios, quienes desde
Moreno y Monteagudo, venían exigiendo la independencia para poder iniciar así un
camino sin retorno. […]
Chile: En medio de situaciones críticas que mostraban que no estaba aún resuelto el
resultado de la guerra de liberación, O’Higgins ordenó que en todos los cuarteles de
cada ciudad se abriesen dos registros; uno en el que deberían firmar todos los que
estuviesen de acuerdo en la declaración inmediata de la independencia, y el otro para los
que sostuvieran posición contraria. El resultado fue obvio. A principios de febrero de
1818 O’Higgins, acampado en Talca, firmó el acta de independencia, la que fue jurada
el 12 de febrero de dicho año, primer aniversario de la victoria de Chacabuco. […]
18
Perú: En los primeros días de julio de 1821 el virrey La Serna abandona Lima con sus
tropas, para intentar la resistencia desde las sierras. El día 12 San Martín hace su entrada
triunfal. Su decisión fue que el propio pueblo peruano decidiera qué rumbo tomar, para
lo cual envió la siguiente nota al Ayuntamiento local: Deseando proporcionar cuanto
antes sea posible la felicidad del Perú, me es indispensable consultar la voluntad de los
pueblos. Para esto espero que V.E. convoque una junta general de vecinos honrados,
que representando al común de habitantes de esta capital, expresen si la opinión general
se halla decidida por la Independencia. […]
Bolivia: El general patriota don José Miguel Lanza se había apoderado de la ciudad de
La Paz el 25 de enero de 1825. Desde allí declaró la independencia no sólo de España
sino también del Perú y de las Provincias Argentinas. Cuando Sucre entró en La Paz,
decidió convocar una asamblea de diputados para que decidiera finalmente reunida en
Chuquisaca, el 10 de agosto de 1825, la asamblea declaró que el Alto Perú se erigía en
estado independiente de todas las naciones del antiguo y del nuevo mundo.
Posteriormente tomaría el nombre de República de Bolívar, cambiado luego por el de
Bolivia.
Uruguay: Treinta y tres emigrados uruguayos invaden la Banda Oriental, habiéndose
embarcado secretamente en Buenos Aires, el 10 de abril de 1825. Dos meses después
toda la Banda Oriental estaba sobre las armas. Se logró formar un gobierno provisorio
en la villa de la Florida, desde donde fue proclamada la independencia de todo el
Uruguay. […]
Capítulo V
Objetivos estratégicos de la revolución
En 1844, en su trabajo “Conveniencia y Objetos de un Congreso General Americano”,
nos reprochaba Juan Bautista Alberdi: La América está mal hecha, señores, si me es
permitido emplear esta expresión. Es menester recomponer su carta geográfico-política,
se ha formado y disuelto la República de Colombia; se ha dividido el Perú; se ha creado
la República Oriental; el Paraguay se ha hecho Estado aparte.
Verdad tenía el argentino: la América había quedado mal hecha porque el sueño de los
libertadores, de los que lucharon por la independencia, venciendo en los campos de
batalla y siendo derrotados luego por los espíritus de localías, había quedado sepultado
temporariamente por las oligarquías nacientes.
Alberdi fundamenta la necesidad de la recomposición, de la unidad, tomando los
argumentos que Guizot desarrolla en su Histoire de la civilisation en France: En la vida
de los pueblos –dice Guizot– la unidad externa, visible, la unidad de nombre y de
gobierno, aunque importante, no es la principal, la más real, la que constituye
verdaderamente una nación. Hay una unidad más profunda, más poderosa: es la que
resulta, no de la identidad de gobierno y destino, sino de la similitud de elementos
sociales, de la similitud de instituciones, de costumbres, de ideas, de sentimientos, de
lenguas; la unidad que reside en los hombres mismos que la sociedad reúne, y no en las
formas de su acercamiento; la unidad moral en fin, muy superior a la unidad política; y
la única que es capaz de fundarla. Y refuerza Alberdi lo anterior: Pero esta grande y
poderosa unidad moral envuelve en su seno a los estados americanos de origen español.
La unidad moral, las similitudes, son las mismas que nos contaba el Che en su Mensaje:
Lenguas, costumbres, religión, amo común, los unen. Pero también la historia, la
geografía, las artes, la cultura, la música, y una forma especial de sentirnos distintos
19
ante y en el mundo. Todo eso hizo y hace a un patriotismo y solidaridad
nuestroamericanos.
Unidad no significa homogenización o “unidad monolítica”, como bien aclara Luis
Alberto Sánchez: “No reacciona México igual que Perú ante la España monárquica, o
ante el hecho de la conquista española, Argentina no coincide con México, Perú o
Guatemala, respecto al legado indígena. La actitud frente a la Iglesia es diversa en
México, Chile, Ecuador y Venezuela. Esto que ocurre con asuntos de tanta
trascendencia, afecta el modo de ser y existir de cada uno de dichos países, o sea, del
conjunto de América latina”.
“Pero, subrayar semejantes discrepancias no implica negar la unidad discordante en que
se basan. El precepto clásico de ‘unidad en la variedad’ rige aquí también. El de unidad
monolítica carece de aplicación y de sentido. Si la tuviéramos, no habríamos soportado
la presión de un poder imperial vecino y prepotente, cuya fuerza descansa en la
desunión nuestra, desunión que en términos continentales, significa inexistencia del
fundamento mismo del ser continental”.
Esa búsqueda y anhelo de la unidad tuvo su intento máximo en aquel Congreso
Anfictiónico de Panamá, convocado por Bolívar en 1825 y realizado en 1826; pero ese
intento iba, de movida, a contramano de los intereses de los Estados Unidos, de
Inglaterra y de las oligarquías vernáculas vendepatrias. Por eso mismo fracasó. Aunque
ese anhelo perduraría y tendría impulsores en las distintas etapas posteriores. El peligro
que significaron los Estados Unidos para las jóvenes repúblicas, y la conciencia sobre la
existencia del mismo, precisa Retamar, “no quiere decir que, desde el propio Bolívar no
haya habido vigorosos precursores de esta actitud. Baste recordar al chileno Francisco
Bilbao (1823-1865), quien en su ‘Iniciativa de la América. Idea de un congreso federal
de las repúblicas’, conferencia leída en París en 1856, retoma la idea bolivariana de una
confederación de pueblos latinoamericanos para impedir que sigan cayendo fragmentos
de América en las mandíbulas sajonas del boa magnetizador, que desenvuelve sus
anillos tortuosos. Ayer Texas, después el norte de México y el Pacífico, saludan a un
nuevo amo”.
“Bilbao llega a exclamar estas palabras, que tanto recuerdan a las que escribirá Martí en
1889: Ha llegado el momento histórico de la unidad de la América del Sur; se abre la
segunda campaña, que la independencia conquistada agregue la asociación de nuestros
pueblos”.
Las ideas en las proclamas
Algunos de los precursores de las ideas revolucionarias e integracionistas, sin con ello
agotar el tema, fueron: Francisco de Miranda.
Sin duda alguna, el precursor de las ideas de la unidad americana, fue el venezolano
Francisco de Miranda (1750-1816); de él bebió su inspiración Simón Bolívar. […]
En el Proyecto de Constitución para las Colonias Hispanoamericanas, redactado en
Londres en 1798, Miranda afirma que éstas integrarán un Estado, cuyo límite norte será
el río Missisippi y el sur, el Cabo de Hornos”.
Egaña-Morelos
En Chile, don Juan Egaña presentó al poder revolucionario una propuesta que
consignaba la necesidad de que todos los pueblos americanos lograran una federación
que los hiciera fuertes ante el enemigo europeo. En México, bajo la influencia del
20
caudillo popular, cura revolucionario, José María Morelos, un Congreso reunido en
Apatzingán promulgó el llamado Decreto Constitucional Para La Libertad de América.
Mariano Moreno
En nuestro Río de la Plata, Mariano Moreno dejó plasmado en su Plan de Operaciones
su concepción al respecto, planteando la necesidad de la conquista de todo el Río
Grande en el Brasil. En el artículo 9° de dicho Plan, inciso 1°, escribe: Estando todo el
Río Grande en el estado de revolución según y conforme llevo expresado, e internadas
en sus pueblos nuestras tropas, con antelación deben haberse tomado las providencias
para que, al mismo tiempo del principio de estas operaciones, salga de Montevideo una
fuerza naval de diez y seis a veinte buques armados y tripulados, para que dirigiéndose
al Río Grande, ocupando su barra, bloqueen no sólo el puerto impidiendo la salida, sino
también para estorbar cualquier socorro que pudiera entrarle de alguna otra provincia.
Inciso 8°: En los mismos términos y en igual forma, bajo las mismas proposiciones,
debe de proponerse este mismo convenio (se refiere al que reglamenta la entrega de
terrenos a las familias pobres que quieran ir a poblar la Banda Oriental), a las familias
pobres de la Banda Oriental, de Montevideo y Capital de Buenos Aires, que quieran ir a
poblar los territorios del Río Grande, para de esta manera introducir en dichos destinos
el idioma castellano, usos, costumbres y adhesión al Gobierno, pues ya en estas
circunstancias se deberá haber allanado todas las dificultades, y, levantando nuestra
bandera en aquellos destinos, declararlos como provincias unidas de la Banda Oriental y
Estado Americano del Sud.
El Libertador del Sur
A San Martín debemos concebirlo inmerso en ese vasto proceso continental. Vino a
América a ponerse al servicio de la causa americana. Creó y desarrolló hasta el grado de
aptitud para vencer, un Ejército de Liberación, el Ejército de los Andes, que no era
argentino sino americano.
En sus proclamas y discursos está claro cuál era la concepción de guerra de liberación
del general San Martín: Ante la causa de la América está mi honor; yo no tendré patria
sin él, dijo en Santiago de Chile el 16 de enero de 1819. En Valparaíso, en julio de 1820
afirmaba: El general San Martín sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la
independencia de Sud América.
En Lima, ya en enero de 1822: Tiempo ha que no me pertenezco a mí mismo, sino a la
causa del continente americano. […]
Bernardo Monteagudo
[…] Bernardo Monteagudo tuvo sobre América las mismas ideas y esperanzas que San
Martín y Bolívar. A aquél lo siguió como Auditor de Guerra, pero más como ideólogo
de planes y proclamas, hasta la mismísima Lima, donde asumió las funciones
mencionadas más arriba en el gobierno que San Martín encabezó con el título de
Protector. Con Bolívar trabajó en el gran proyecto de realización de un congreso
americano que sentara las bases de la unidad política, económica y militar del
continente.
El chileno Vicuña Mackenna, en su trabajo Unión y Confederación, publicado en
Santiago en 1862, dice al hablar del personaje que nos ocupa: Un hombre grande y
terrible, restando méritos a otros que los tuvieron muy grandes, concibió la colosal
21
tentativa de la alianza entre las repúblicas recién nacidas, y era el único capaz de
encaminarlas a su arduo fin. Monteagudo fue ese hombre. Muerto él, la idea de la
Confederación Americana que había brotado en su poderoso cerebro se desvirtuó por sí
sola.
Resulta exagerada esta afirmación, a la luz de la concepción y el accionar que Simón
Bolívar desarrollara en aras de la Confederación y de las medidas concretas que tomara
para reunir a los nuestroamericanos en el congreso anfictiónico, pero no deja de ser un
reconocimiento a alguien que tuvo ese objetivo como una de las metas principales de su
vida.
El pensamiento de Monteagudo queda plasmado en su Ensayo sobre la necesidad de una
Federación General entre los estados hispanoamericanos y plan de su organización,
escrito en Quito en 1823. Allí plantea que la idea de una Liga General contra el común
enemigo ha sido uno de los deseos más antiguos de los revolucionarios. El Ensayo ubica
la necesidad de conformar una Liga Americana llamada a concluir un verdadero pacto:
Esta obra pertenece a un congreso de plenipotenciarios de cada Estado que arreglen el
contingente de tropas y la cantidad de subsidios que deben prestar los confederados en
caso necesario. En la concepción del tucumano, la dirección en grande de la política
interior y exterior de la confederación debe estar a cargo de la asamblea de sus
plenipotenciarios, para que ni se altere la paz ni se compre su conservación con
sacrificio de las bases o intereses del sistema americano. Ubicaba así con claridad al
órgano supremo de gobierno de la soñada confederación; y preveía las dificultades con
que esa asamblea se tendría que enfrentar en el plano interno, al señalar: Sólo aquella
misma asamblea podrá también con su influjo y empleando el ascendiente de sus
augustos consejos mitigar los ímpetus del espíritu de localidad que en los primeros años
será tan activo como funesto. Ese “espíritu de localidad” fue, en definitiva, el que
promovió el asesinato del joven patriota en una oscura calle de Lima, en 1825, cuando
el Congreso de Panamá ya había sido convocado y Monteagudo se perfilaba como uno
de los delegados que Bolívar enviaría al mismo.
José Cecilio del Valle
Monteagudo conocía, al momento de escribir el Ensayo mencionado, el trabajo que
había publicado en marzo de 1822 el guatemalteco José Cecilio del Valle en su
periódico El Amigo de la Patria, publicado en Guatemala. Se desprende, leyendo al
argentino, que se inspiró en del Valle. En dicha obra, el gran patriota centroamericano
planteaba, entre otras cuestiones: Oíd, americanos, mis deseos. Los inspira el amor a la
América que es vuestra cara patria y mi digna cuna.
Yo quisiera:
1° Que en la provincia de Costa Rica o de León se formase un Congreso general, más
expectable que el de Viena.
2° Que cada provincia de una y otra América mandase para formarlo sus diputados o
representantes con plenos poderes para los asuntos grandes que deben ser el objeto de su
reunión.
6° Que fijándose en estos objetos formasen: 1°: la federación grande que debe unir a
todos los Estados de América; 2°: el plan económico que debe enriquecerlos.
7° Que para llenar lo primero se celebrase el pacto solemne de socorrerse unos a otros
los Estados en las invasiones exteriores y divisiones intestinas; que designase el
contingente de hombres y dinero con que debiese contribuir cada uno al socorro del que
fuese atacado o dividido y que para alejar toda sospecha de opresión, en el caso de
guerra intestina, la fuerza que mandasen los demás Estados para sofocarla se limitase
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únicamente a hacer que las diferencias se decidiesen pacíficamente por las Cortes
respectivas de las Provincias divididas y obligarlas a respetar la decisión de las Cortes.
8° Que para lograr lo segundo, se tomasen las medidas, y se formase el tratado general
de Comercio en todos los Estados de América.
La América entonces; la América, mi patria y la de mis dignos amigos, sería al fin lo
que es preciso que llegue a ser: grande como el Continente por donde se dilata; rica
como el oro que hay en su seno; majestuosa como los Andes que la elevan y
engrandecen.
Estas altas ideas ya se militaban entonces en las Provincias Unidas del Centro de
América.
El Libertador del Norte
“Treinta y tres años después de Miranda, dos años después de Bello, doce años antes de
Sucre, nace Bolívar en la misma Venezuela de ellos”. […]
Simón Bolívar independizó seis repúblicas. Como el otro Libertador, cruzó la cordillera
para guerrear a los realistas. Fue un apasionado luchador contra la esclavitud.
Con igual fervor defendió las comunidades indígenas contra los atropellos de “los curas
y jefes civiles”, y se preocupó por la instrucción pública.
Ya en 1815 (dentro del tiempo de “creer” de Uslar Pietri), en su Carta de Jamaica,
plantea su concepto y convicción sobre la unidad americana: Es una idea grandiosa
pretender formar de todo el nuevo mundo una sola nación con un solo vínculo que una
sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y
una religión, debería tener, por consiguiente, un solo gobierno que confederase los
diferentes estados que hayan de formarse. “¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá
fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!”. Once años después se
realizará el famoso congreso anfictiónico en Panamá.
Bolívar tenía preocupaciones, en medio de la lucha independentista, sobre la reacción
militar que podría emprender desde Europa la Santa Alianza, pero además tenía claridad
sobre el peligro que representaba el expansionismo creciente de los Estados Unidos. La
primera señal fue la posición de “neutralidad” en la guerra de América contra España
por parte del coloso norteño; en ningún momento de la revolución hispanoamericana
Estados Unidos reconoció la beligerancia de la misma. Quedó a la expectativa a la
espera del resultado de esa guerra; una vez conocido ese resultado, obraría a los efectos
de sacar provecho del mismo. […]
La política imperialista hacia las Floridas, México, Cuba y Puerto Rico preocupaba al
Libertador. Los hechos posteriores confirmarían esta preocupación, por lo que Bolívar
tuvo la decisión de no invitar a los Estados Unidos al congreso de Panamá.
Su visión de estadista quedó plasmada en el “Discurso de Angostura”, su documento
más importante. En él alertó contra la imitación de instituciones foráneas que no se
adaptan a nuestra realidad. Sólo la Democracia, en mi concepto, es susceptible de una
absoluta Libertad, debo decir que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la
situación y naturaleza de los Estados, tan distintos como el Inglés Americano y el
Americano Español. ¿No sería muy difícil aplicar a España el Código de Libertad
política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aun es más difícil adaptar en Venezuela las
Leyes del Norte de América. ¿No dice el Espíritu de las leyes que éstas deben ser
propias para el Pueblo en que se hacen? ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y
no el de Washington! […]
23
El Congreso Anfictiónico
En diciembre de 1824, desde Lima, Simón Bolívar envía la convocatoria al congreso de
la unidad americana, mediante una circular que lleva el signo distintivo del estilo de
Monteagudo, a la sazón directo colaborador del Libertador.
Después de quince años de sacrificios consagrados a la libertad de América, por obtener
el sistema de garantías que, en paz y guerra, sea el escudo de nuestro nuevo destino, es
tiempo ya de que los intereses y relaciones que unen entre sí a las Repúblicas
americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es
posible, la duración de estos Gobiernos.
Tan respetable autoridad no puede existir sino en una Asamblea de Plenipotenciarios
nombrados por cada una de nuestras Repúblicas, y reunidos bajo los auspicios de la
victoria, obtenida por nuestras armas contra el poder español. La batalla postrera de
Ayacucho creaba las condiciones para esto.
La armadura vertebral de la asociación perpetua ideada por el Libertador se componía,
según Indalecio Liévano Aguirre, de la siguiente manera:
1) La Liga se integraría exclusivamente con las repúblicas que antes fueron
colonias españolas.
2) La Liga […] debía tener el carácter de una asociación perpetua, única
forma de que […] desempeñara su tarea esencial de organismo aglutinante
de la hermandad histórica de las sociedades hispanoamericanas.
3) La Liga debía disponer de sus propios órganos institucionales
permanentes, de carácter supranacional.
4) La Liga hispanoamericana debía tener su propia sede territorial, designada
por tratados especiales.
5) Debería darse plena vigencia, en los tratados constitutivos de la Liga, al
principio del uti possidetis juris, en virtud del cual se reconocía que las
fronteras de las repúblicas hispanoamericanas eran las mismas de los
antiguos virreinatos, audiencias y capitanías españolas.
6) Los tratados constitutivos de la Liga debían obligar expresamente a las
partes a no contraer alianzas con países no miembros sin obtener
previamente el asentimiento de la Liga.
7) Avanzar sin vacilaciones en el proceso de construir las bases legales de la
ciudadanía hispanoamericana.
8) Establecer un régimen de comercio preferencial entre los países
miembros de la Liga.
9) La Liga Confederal debía disponer […] de un poder militar propio, de una
capacidad ofensiva y defensiva, que sólo le sería dable adquirir si los
tratados constitutivos de la misma la dotaban de fuerzas militares, de mar y
tierra, a órdenes de sus organismos directivos.
10) Reclamar no sólo una homogeneidad cultural […] sino también una
homogeneidad de principios políticos y de organización social.
Obviamente estos postulados progresistas y adelantados para la época de monarquía
absoluta o constitucional, iban a contramano de los intereses del Viejo Mundo y de los
Estados Unidos, la democracia esclavista del norte. Por ello fue que conspiraron para
boicotear todo lo posible al congreso.
En Panamá deliberan, desde el 22 de junio hasta el 15 de julio de 1826, los delegados de
Colombia (que comprendía a Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá); el Perú (Perú y
Bolivia); Centroamérica (representaba a Guatemala, Costa Rica, Nicaragua, El
Salvador, Honduras) y México. Chile no llegó a nombrar a sus delegados y las
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Provincias Unidas del Río de la Plata, si bien nombró representante, éste nunca llegó a
Panamá. Hubo observadores de Gran Bretaña, Holanda, Brasil. Inglaterra enviaba su
delegación a los efectos de conocer in situ la influencia de EE.UU. sobre los nuevos
estados hispanoamericanos.
Estados Unidos fue invitado por Francisco de Paula Santander y por el presidente de
México, pese a la oposición de Bolívar. Santander le había escrito a Bolívar justificando
esta maniobra: he creído conveniente invitarlos a la augusta asamblea de Panamá, pues
yo estoy firmemente persuadido que entre los aliados esos sinceros e ilustrados amigos
no dejarán de ver con satisfacción tomar parte en nuestras deliberaciones sobre asuntos
referentes a nuestro común interés. Fue una traición solapada hacia las ideas del
Libertador.
La concepción de Santander era incluir en la futura Federación a Estados Unidos y
Haití.
Meses antes del Congreso, el presidente Adams, en su mensaje al Parlamento en
Washington, señalaba entre otras cuestiones: La invasión de ambas islas (se refiere a
Cuba y Puerto Rico) por las fuerzas unidas de México y Colombia se halla abiertamente
entre los proyectos que se proponen llevar adelante en Panamá los Estados belicosos.
De allí que sea necesario mandar allí representantes que velen por los intereses de los
Estados Unidos respecto de Cuba y Puerto Rico (los intereses eran los esclavistas
fundamentalmente), todos nuestros esfuerzos se dirigirán a mantener el estado de cosas
existente, la tranquilidad de las islas y la paz y seguridad de sus habitantes. Estados
Unidos nombró sus representantes tardíamente; uno de ellos murió en el viaje a Panamá
y el otro llegó tarde. De todas maneras no cejaron de tener agentes en todos los países
que operaban de acuerdo a sus intereses.
Los delegados hispanoamericanos firmaron los siguientes documentos: un tratado de
Unión, Liga y Confederación perpetua entre los Estados Unidos Mexicanos, Colombia,
Centroamérica y Perú. Una Convención sobre contingentes militares, especificando los
aportes de cada república en hombres y dinero para el Ejército y la Armada de la
Confederación, y un Convenio sobre el traslado de la Asamblea General a la villa de
Tacubaya en México.
Los acuerdos logrados en Panamá nunca fueron ratificados por las autoridades de cada
república; las causas fueron que ya los “espíritus de localía” denunciados en su
momento por Monteagudo, o sea los intereses de las oligarquías regionales que
comenzaban a echar raíces en el poder, no tenían interés alguno en delegar ese poder en
un organismo supranacional; junto con eso, las guerras civiles comenzaban a asolar a las
jóvenes repúblicas. Las potencias europeas y los Estados Unidos colaboraron
diplomática, política, económica y militarmente, para que la soñada unidad bolivariana
no se concretara.
Señala Manuel Medina Castro: “Tacubaya fue la tumba de todos los planes
confederales. Gual describe en su informe un cuadro sobrecargado de tonos sombríos.
Venezuela se debate al borde de la guerra civil. Cartagena reclama una Convención. El
istmo quiere ser país hanseático. Otros departamentos han desconocido al gobierno de
Bogotá. Colombia avanza rápidamente a la disolución. El caos se extiende por todo el
continente americano. En Lima se alza la división colombiana. Chile no acierta a
constituirse. Buenos Aires está absorbido por la guerra con Brasil. México vive su
propia crisis. El Salvador abandona el congreso centroamericano”.
Sin hacer está aún lo que Bolívar quiso y no pudo. Como nos señala Martí: ¡Pero así
está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear,
con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de
campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene
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qué hacer en América todavía! (del Discurso pronunciado en la velada de la Sociedad
Literaria Hispanoamericana, el 28 de octubre de 1893).
El monroísmo contra el bolivarismo
No sólo hubo que vérselas contra España, la Santa Alianza e Inglaterra (esta última
indirecta y directamente a veces), sino también contra los Estados Unidos quienes,
desde el vamos, pusieron sus ojos delante de sus intereses de dominación sobre
Hispanoamérica. Bolívar tuvo una posición clara contra el coloso que amenazaba desde
el norte. Un encontronazo concreto lo tuvo en relación con el contrabando de armas de
EE. UU. ayudando a los españoles contra los patriotas. EE.UU. negó ayuda en armas a
las fuerzas de la emancipación, pretextando posición de “neutralidad”, pero se las
vendía a España. Las fuerzas venezolanas lograron capturar en julio de 1817 a las
goletas norteamericanas Tigre y Libertad, tomándolas con las manos en la masa. A
partir de allí se inició toda una “guerra” diplomática, en la que Bolívar desnudó la
política oportunista de los norteamericanos. En una de las tantas cartas que el Libertador
envía o responde a míster Irvine, agente de los Estados Unidos, deja clara su posición:
Desde el momento en que este buque (se refiere a la Tigre) introdujo elementos
militares a nuestros enemigos para hacernos la guerra, violó la neutralidad, y pasó de
este estado al beligerante; tomó parte en nuestra contienda a favor de nuestros
enemigos, y del mismo modo que, si algunos ciudadanos de los Estados Unidos
tomasen servicio con los españoles, estarían sujetos a las leyes que practicamos contra
éstos, los buques que protegen, auxilian o sirven su causa deben estarlo y lo están.
Al margen de este incidente, Bolívar tuvo claridad permanente sobre las ambiciones del
preimperialismo de los EE.UU. Esto bien lo refleja su famosa definición de la carta a
Patricio Campbell, del 5 de agosto de 1829: Los Estados Unidos parecen destinados por
la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad. Había
expresado su rotunda oposición a que el país del norte fuese invitado al congreso de
Panamá: jamás seré de opinión de que los convidemos para nuestros arreglos
americanos.
En 1783 el ministro español conde de Aranda ya preveía hacia dónde marchaban los
Estados Unidos, a pesar de que sólo llevaba siete años de existencia como país: El
primer paso de esta potencia –pronosticó– será apoderarse de La Florida, a fin de
dominar el golfo de México. Después aspirará a la conquista de este vasto imperio, que
no podremos defender contra su potencia formidable establecida en el mismo
continente.
En 1823, en la etapa final ya de la guerra de emancipación en nuestra América, es
presentada al Congreso de los Estados Unidos, la llamada “Doctrina Monroe”
(“América para los americanos”), que denunciaba las ambiciones de ese país para
apoderarse de territorios hispanoamericanos, alertando a los europeos a que no se
inmiscuyan. Ya conspiraban para quedarse con La Florida, Texas, California, Nuevo
México, Cuba y Panamá. En la práctica esta doctrina no funcionó jamás contra la
política europea. Esa política agresiva la vivimos, a partir de entonces, todos los
nuestroamericanos. En la Argentina, en 1832, la fragata de guerra Lexington con
bandera de dicha potencia, incursionó bélicamente en las islas Malvinas; la suerte y la
diplomacia inglesa no los ayudó, y al año siguiente eran los británicos los que se hacían
dueños de esas islas claramente de soberanía americana.
Refiriéndose a este tema de la Doctrina Monroe, el lúcido argentino José Ingenieros
señalaba en su discurso en homenaje a José Vasconcelos, pronunciado el 11 de octubre
de 1922, lo siguiente:
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Si durante el siglo pasado pudo parecer la doctrina de Monroe una garantía
para el “principio de las nacionalidades” contra el “derecho de intervención”,
hoy advertimos que esa doctrina, en su interpretación actual, expresa el
“derecho de intervención” de los Estados Unidos contra el principio de las
nacionalidades latinoamericanas. De hipotética garantía se ha convertido en
peligro efectivo. Llamamos hipotética su garantía en el pasado; los hechos lo
prueban.
¿Impusieron los norteamericanos la doctrina de Monroe, en 1833, cuando
Inglaterra ocupó las islas Malvinas, pertenecientes a la Argentina? ¿La
impusieron en 1838 cuando la escuadra francesa bombardeó el castillo de
San Juan de Ulúa? ¿La impusieron en los siguientes años cuando el
almirante Leblanc bloqueó los puertos del Río de la Plata? ¿y en 1861,
cuando España reconquistó a Santo Domingo? ¿Y en 1864, cuando
Napoleón III fundó en México el imperio de Maximiliano de Austria? ¿Y en
1866 cuando España bloqueó los puertos del Pacífico? ¿Y cien veces más,
cuando con el pretexto de cobrar deudas o proteger súbditos las naciones
europeas cometían compulsiones y violencias sobre nuestras repúblicas,
como en el caso, justamente notorio a los argentinos, de Venezuela?
Y agrega Ingenieros con una contundencia aún hoy vigente:
Esa equívoca doctrina, que nunca logró imponerse contra las intervenciones
europeas, ha tenido al fin por función asegurar la exclusividad de las
intervenciones norteamericanas. Parecía la llave de nuestra pasada
independencia y resultó la ganzúa de nuestra futura conquista: el hábil
llavero fingió cuidarnos cien años, lo mejor que pudo, pero no para nosotros,
sino para él.
Un siglo después, Ingenieros nos hace la descripción de cómo siguieron los afanes de
dominación de Europa hacia América, y nos marca las apetencias permanentes de los
Estados Unidos.
En la última y tardía batalla independentista del siglo XIX, el grande de Martí
denunciaba: Impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las
Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de
América impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los
españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la
anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia.
Viví en el monstruo y le conozco las entrañas.
Ese monstruo que tanto nos ha hecho sufrir y postergar hasta ahora, es el que ya
avizoraba Simón Bolívar, el que se plantó con claridad separando las aguas con su
consigna: La Patria es América.
El mariscal Sucre
Antonio José de Sucre fue la continuación de las ideas avanzadas de Bolívar y otros
revolucionarios de la época. En lo militar su aporte fue esencial para la terminación de
la guerra. […]
En su labor como estadista en Bolivia va en camino a la revolución social. Pero le
quedan ganas y convicciones para pensar en que deben ir a libertar Cuba. Sucre piensa y
actúa en una sintonía continental.
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Artigas
Tomando las definiciones de Emilio Ravignani en su Historia Constitucional de la
República Argentina, Artigas luchó contra el Imperio español, el británico, el portugués,
y contra la oligarquía de Buenos Aires. Fue un gran caudillo del Río de la Plata y un
gran americano.
Artigas le escribe a French en febrero de 1813: La libertad de América es y será siempre
el objeto de mi anhelo.
A Simón Bolívar le escribe: Unidos íntimamente por vínculos de naturaleza y de
intereses recíprocos luchamos contra tiranos que intentan profanar nuestros más
sagrados derechos. No puedo ser más expresivo en mis deseos que ofertando a vuestra
excelencia la mayor cordialidad por la mejor armonía y la unión más estrecha. Firmarla
es obra de sostén por intereses recíprocos.
En las “Instrucciones” que Artigas les dio a sus cinco diputados al Congreso que se
reuniría en Buenos Aires, figura la posición de sostener la absoluta independencia de
estas colonias de España. Pero no solamente la independencia de la Banda Oriental por
separado, sino de las demás provincias (“José Artigas”, de Jesualdo). Ese Artigas es el
que Sarmiento odió, por quien dirá, fiel a su posición antiamericana, que era
“instrumento ciego, pero lleno de vida, de instintos hostiles a la civilización europea”.
Artigas proponía una Confederación de Estados en la que cada uno tuviera amplia
libertad y responsabilidad para su defensa recíproca […] estableciendo la forma
republicana del Gobierno. […]
O’Higgins
En 1798 O’Higgins ingresa a la Logia propiciada por Francisco de Miranda, en
Londres. Desde entonces lo guiarán las ideas de emancipación y unidad americana
militadas por el venezolano. Afirma el chileno, metido ya de lleno a la lucha en su
patria: Se podía ser chileno, peruano o venezolano y al mismo tiempo sentirse
americano y compatriota en cualquier país de Hispanoamérica.
En su ensayo “O’Higgins, 200 años después”, Volodia Teitelboim escribe:
En el llamado que formula en su condición de “Supremo Director del Estado
de Chile” a los “Naturales del Perú”, O’Higgins traza el cuadro de una
hermandad y de una patria latinoamericana. Ha llegado –afirma– el día de la
libertad de América, y desde el Misissipi hasta el Cabo de Hornos, en una
zona que ocupa casi la mitad de la tierra, se proclama la independencia del
Nuevo Mundo. México lucha, Caracas triunfa; Santa Fe organiza y recibe
considerables ejércitos; Chile y Buenos Aires tocan el término de su carrera.
[…] Profesa una concepción integral sobre la independencia de la América
colonizada por España. Proyecta la liberación del Perú como imperativo
estratégico para consolidar la emancipación de Chile.
Pensó alguna vez que desde México hasta nuestro país podría surgir una
ancha confederación de pueblos con una sola lengua, un solo trasfondo
histórico, un origen, y que ese continente debería ser refugio de libertad y
patria de los perseguidos.
Concuerda, en esencia, con los propósitos de San Martín, su amigo y
compañero de logia, quien después de la entrevista de Guayaquil con Bolívar
hace mutis por el foro, porque no podía existir una diarquía de jefes en el
Ejército Libertador del Perú.
Concretamente, O’Higgins puso a circular un Manifiesto en el que pedía
instituir una Gran Confederación de Pueblos Americanos.
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29
EL IMPERIALISMO
FASE SUPERIOR DEL
CAPITALISMO (SELECCIÓN)
V. I. LENIN
(1916)
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31
El imperialismo, fase superior del capitalismo [ensayo popular]
Prólogo a las ediciones francesa y alemana1
I
Este libro, como ha quedado dicho en el prólogo de la edición rusa, fue escrito en 1916,
teniendo en cuenta la censura zarista. Actualmente, no tengo la posibilidad de rehacer
todo el texto; por otra parte, sería inútil, ya que el fin principal del libro, hoy como ayer,
consiste en ofrecer, con ayuda de los datos generales irrefutables de la estadística
burguesa y de las declaraciones de los sabios burgueses de todos los países, un cuadro
de conjunto de la economía mundial capitalista en sus relaciones internacionales, a
comienzos del siglo XX, en vísperas de la Primera Guerra Mundial imperialista.
Hasta cierto grado será incluso útil a muchos comunistas de los países capitalistas
avanzados persuadirse por el ejemplo de este libro, legal desde el punto de vista de la
censura zarista, de que es posible –y necesario– aprovechar hasta esos pequeños
resquicios de legalidad que todavía les quedan a estos, por ejemplo, en la Norteamérica
actual o en Francia, después de los recientes encarcelamientos de casi todos los
comunistas, para demostrar todo el embuste de las concepciones y de las esperanzas
social-pacifistas en cuanto a la “democracia mundial”.
Intentaré dar en este prólogo los complementos más indispensables a este libro
censurado.
II
En esta obra hemos probado que la guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos lados
beligerantes, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de
robo), una guerra por el reparto del mundo, por la partición y el nuevo reparto de las
colonias, de las “esferas de influencia” del capital financiero, etcétera.
Pues la prueba del verdadero carácter social o, mejor dicho, del verdadero carácter de
clase de una guerra no se encontrará, claro está, en la historia diplomática de la misma,
sino en el análisis de la situación objetiva de las clases dirigentes en todas las potencias
beligerantes. Para reflejar esa situación objetiva, no hay que tomar ejemplos y datos
aislados (dada la infinita complejidad de los fenómenos de la vida social, se puede
siempre encontrar un número cualquiera de ejemplos o datos aislados, susceptibles de
confirmar cualquier tesis), sino indefectiblemente el conjunto de los datos sobre los
fundamentos de la vida económica de todas las potencias beligerantes y del mundo
entero.
Me he apoyado precisamente en estos datos generales irrefutables al describir el reparto
del mundo en 1876 y en 1914 (cap. VI) y el reparto de los ferrocarriles en todo el globo
en 1890 y en 1913 (cap. VII). Los ferrocarriles constituyen el balance de las principales
ramas de la industria capitalista, de la industria del carbón y del hierro; el balance y el
índice más notable del desarrollo del comercio mundial y de la civilización
democrático-burguesa. En los capítulos precedentes de este libro, exponemos la
conexión entre los ferrocarriles y la gran producción, los monopolios, los sindicatos
patronales, los carteles, los trusts, los bancos y la oligarquía financiera. La distribución
de la red ferroviaria, la desigualdad de esa distribución y de su desarrollo constituyen el
1 El presente prólogo fue publicado por primera vez bajo el título El imperialismo y el capitalismo, en el
Nº 18 de la revista La Internacional Comunista, correspondiente al mes de octubre de 1921.
32
balance del capitalismo moderno, monopolista, en la escala mundial. Y este balance
demuestra la absoluta inevitabilidad de las guerras imperialistas sobre esta base
económica, en tanto que subsista la propiedad privada de los medios de producción.
La construcción de ferrocarriles es en apariencia una empresa simple, natural,
democrática, cultural, civilizadora: se presenta como tal ante los ojos de los profesores
burgueses, pagados para embellecer la esclavitud capitalista, y ante los ojos de los
filisteos pequeñoburgueses. En realidad, los múltiples lazos capitalistas, por medio de
los cuales esas empresas se hallan ligadas a la propiedad privada sobre los medios de
producción en general, han transformado esa construcción en un medio para oprimir a
mil millones de seres (en las colonias y en las semicolonias), es decir, a más de la mitad
de la población de la tierra en los países dependientes y a los esclavos asalariados del
capital en los países “civilizados”.
La propiedad privada fundada en el trabajo del pequeño patrono, la libre competencia,
la democracia, todas esas consignas por medio de las cuales los capitalistas y su prensa
engañan a los obreros y a los campesinos, pertenecen a un pasado lejano. El capitalismo
se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación
financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países
“avanzados”. Este “botín” se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío
mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón), que, por el
reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el mundo.
III
La paz de Brest-Litovsk, dictada por la monárquica Alemania, y la paz aún más brutal
del infame tratado de Versalles, impuesta por las repúblicas “democráticas” de
Norteamérica y Francia y también por la “libre” Inglaterra, han prestado un servicio
extremadamente útil a la humanidad, al desenmascarar al mismo tiempo a los coolíes de
la pluma a sueldo del imperialismo y a los pequeños burgueses reaccionarios –aunque
se llamen pacifistas y socialistas–, que celebraban el “wilsonismo” y trataban de hacer
ver que la paz y las reformas son posibles bajo el imperialismo.
Decenas de millones de cadáveres y de mutilados, víctimas de la guerra –esa guerra que
se hizo para resolver la cuestión de si el grupo inglés o alemán de bandoleros
financieros recibiría una mayor parte del botín– y, encima, estos dos “tratados de paz”
hacen abrir, con una rapidez desconocida hasta ahora, los ojos de millones y decenas de
millones de hombres atemorizados, aplastados, embaucados y engañados por la
burguesía. Sobre la ruina mundial creada por la guerra, se agranda así la crisis
revolucionaria mundial que, por largas y duras que sean las peripecias que atraviese, no
podrá terminar sino con la revolución proletaria y su victoria.
El Manifiesto de Basilea de la II Internacional que, en 1912, caracterizó precisamente la
guerra que estalló en 1914 y no la guerra en general (hay diferentes clases de guerra;
hay también guerras revolucionarias), ha quedado como un monumento que denuncia
toda la vergonzosa bancarrota, toda la traición de los héroes de la II Internacional.
Por eso, uno el texto de ese Manifiesto como apéndice a esta edición, advirtiendo una y
otra vez a los lectores que los héroes de la II Internacional rehuyen con empeño todos
los pasajes del Manifiesto que hablan en forma precisa, clara y directa de la relación
entre esta guerra que se avecinaba y la revolución proletaria, con el mismo empeño con
que un ladrón evita el lugar donde cometió el robo.
33
IV
Hemos prestado en este libro una atención especial a la crítica del “kautskismo”, esa
corriente ideológica internacional representada en todos los países del mundo por los
“teóricos más eminentes”, por los jefes de la II Internacional (Otto Bauer y Cía. en
Austria, Ramsay MacDonald y otros en Inglaterra, Albert Thomas en Francia, etc.) y
por un número infinito de socialistas, reformistas, pacifistas, demócratas burgueses y
clérigos.
Esa corriente ideológica, de una parte, es el producto de la descomposición, de la
putrefacción de la II Internacional y, de otra parte, es el fruto inevitable de la ideología
de los pequeños burgueses, a quienes todo el ambiente los hace prisioneros de los
prejuicios burgueses y democráticos.
En Kautsky y las gentes de su calaña, tales concepciones significan precisamente la
abjuración completa de los fundamentos revolucionarios del marxismo, defendidos por
Kautsky durante decenas de años, sobre todo, dicho sea de paso, en la lucha contra el
oportunismo socialista (de Bernstein, Millerand, Hyndman, Gompers, entre otros). Por
eso, no es un hecho casual que los “kautskistas” de todo el mundo se hayan unido hoy,
práctica y políticamente, a los oportunistas más extremos (a través de la II Internacional
o Internacional amarilla) y a los gobiernos burgueses (a través de los gobiernos de
coalición burgueses con participación socialista).
El movimiento proletario revolucionario en general, que crece en todo el mundo, y el
movimiento comunista en particular, no puede dejar de analizar y desenmascarar los
errores teóricos del “kautskismo”. Esto es tanto más necesario cuanto que el pacifismo,
y el “democratismo” en general –que no sienten pretensiones de marxismo, pero que,
enteramente al igual que Kautsky y Cía., disimulan la profundidad de las
contradicciones del imperialismo y la ineluctabilidad de la crisis revolucionaria
engendrada por éste– son corrientes que se hallan todavía extraordinariamente
extendidas por todo el mundo. La lucha contra tales tendencias es el deber del partido
del proletariado, que debe arrancar a la burguesía los pequeños propietarios que ella
engaña y los millones de trabajadores cuyas condiciones de vida son más o menos
pequeñoburguesas.
V
Es menester decir unas palabras a propósito del capítulo VIII, “El parasitismo y la
descomposición del capitalismo”. Como lo hacemos ya constar en este libro, Hilferding,
antiguo “marxista”, actualmente compañero de armas de Kautsky y uno de los
principales representantes de la política burguesa, reformista, en el seno del Partido
Socialdemócrata Independiente de Alemania2, ha dado en esta cuestión un paso atrás
con respecto al inglés Hobson, pacifista y reformista declarado. La escisión
internacional de todo el movimiento obrero aparece ahora de una manera plena (II y III
Internacional). La lucha armada y la guerra civil entre las dos tendencias es también un
hecho evidente: en Rusia, apoyo de Kolchak y Denikin por los mencheviques y los
2 Partido centrista fundado en abril de 1917. Lo fundamental en él era la organización kautskiana
Confraternidad en el Trabajo. Los “independientes” propugnaban la “unidad” con los socialchovinistas
descarados, a los cuales justificaban y defendían. Además reivindicaban el abandono de la lucha de
clases. El Partido Socialdemócrata Independiente se escindió en octubre de 1920, en el Congreso de
Halle. Una parte considerable de él se funde en diciembre de 1920 con el Partido Comunista de Alemania.
Los elementos derechistas formaron su partido, al que dieron el viejo nombre de Partido Socialdemócrata
Independiente, que subsistió hasta 1922.
34
“socialistas revolucionarios” contra los bolcheviques; en Alemania, Scheidemann,
Noske y Cía. con la burguesía contra los espartaquistas3 y lo mismo en Finlandia,
Polonia, Hungría, etc. ¿Dónde está la base económica de este fenómeno histórico
mundial?
Precisamente se encuentra en el parasitismo y en la descomposición del capitalismo,
inherentes a su fase histórica superior, es decir, al imperialismo. Como lo demostramos
en este libro, el capitalismo ha destacado ahora un puñado (menos de una décima parte
de la población de la tierra, menos de un quinto, calculando “por todo lo alto”) de
estados particularmente ricos y poderosos, que saquean a todo el mundo con el simple
“recorte del cupón”. La exportación de capital da ingresos que se elevan a 8 o 10 mil
millones de francos anuales, de acuerdo con los precios de antes de la guerra y según las
estadísticas burguesas de entonces. Naturalmente, ahora eso representa mucho más.
Es evidente que una superganancia tan gigantesca (ya que los capitalistas se apropian
de ella, además de la que exprimen a los obreros de su “propio” país) permite
corromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera. Los
capitalistas de los países “avanzados” los corrompen, y lo hacen de mil maneras,
directas e indirectas, abiertas y ocultas.
Esta capa de obreros aburguesados o de “aristocracia obrera”, completamente
pequeñoburgueses en cuanto a su manera de vivir, por la cuantía de sus emolumentos y
por toda su mentalidad, es el apoyo principal de la II Internacional, y, hoy día, el
principal apoyo social (no militar) de la burguesía. Pues estos son los verdaderos
agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero, los lugartenientes obreros de
la clase capitalista (labor lieutenants of the capitalist class), los verdaderos portadores
del reformismo y el chovinismo. En la guerra civil entre el proletariado y la burguesía se
ponen inevitablemente, en número no despreciable, al lado de la burguesía, al lado de
los “versalleses” contra los “comuneros”.
Sin haber comprendido las raíces económicas de ese fenómeno, sin haber alcanzado a
ver su importancia política y social, es imposible dar el menor paso hacia la solución de
las tareas prácticas del movimiento comunista y de la revolución social que se avecina.
El imperialismo es el preludio de la revolución social del proletariado. Esto ha sido
confirmado, en una escala mundial, desde 1917.
6 de julio de 1920
3 Miembros de la unión Espartaco, formada durante la Primera Guerra Mundial. Al comenzar la
conflagración, los socialdemócratas alemanes de izquierda formaron el grupo Internacional, que dirigían
Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Franz Mehring, Clara Zetkin y otros, grupo que empezó a llamarse
también unión Espartaco. Los espartaquistas mantuvieron entre las masas la propaganda revolucionaria
contra la guerra imperialista, denunciando la política rapaz del imperialismo alemán y la traición de los
jefes de la socialdemocracia. Pero los espartaquistas, los alemanes de izquierda, no estaban exentos de
errores semi-mencheviques en importantísimos problemas de la teoría y la política: fomentaban la teoría
semi-menchevique del imperialismo, impugnaban el principio de la libre determinación de las naciones
en su interpretación marxista (es decir, hasta la separación y la formación de estados independientes),
negaban la posibilidad de las guerras de liberación nacional en la época del imperialismo, no estimaban
suficientemente el papel del partido revolucionario y se inclinaban ante la espontaneidad del movimiento.
La crítica a los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos “Sobre el folleto
de Junios”, “Sobre una caricatura de marxismo” y sobre el “economismo imperialista” y otros; y también
por Stalin en su carta “Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo”. En 1917, los
espartaquistas ingresaron en el partido centrista de los “independientes” sin perder su autonomía en
materia de organización. Después de la revolución alemana de noviembre de 1918, los espartaquistas
rompieron con los “independientes” y en diciembre del mismo año fundaban el Partido Comunista de
Alemania.
35
VII. El imperialismo, como fase particular del capitalismo
Intentaremos ahora hacer un balance, resumir lo que hemos dicho anteriormente sobre
el imperialismo. El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de
las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha
trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de
su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han
comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han
manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una
estructura económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso,
desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre competencia capitalista
por los monopolios capitalistas. La libre competencia es la propiedad fundamental del
capitalismo y de la producción de mercancías en general; el monopolio se halla en
oposición directa con la libre competencia, pero esta última se ha convertido a nuestros
ojos en monopolio, creando la gran producción, eliminando la pequeña, reemplazando
la gran producción por otra todavía mayor, llevando la concentración de la producción y
del capital hasta tal punto, que de su seno ha surgido y surge el monopolio: carteles,
sindicatos, trusts y, fusionándose con ellos, el capital de una docena escasa de bancos
que manejan miles de millones. Y al mismo tiempo, los monopolios, que se derivan de
la libre competencia, no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella,
engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos particularmente
agudos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior.
Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería
decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal
comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital
bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos
monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política
colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por
ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los
territorios del globo, enteramente repartido.
Pero las definiciones excesivamente breves, si bien son cómodas, pues resumen lo
principal, son, no obstante, insuficientes, ya que es necesario deducir de ellas
especialmente rasgos muy esenciales del fenómeno que hay que definir. Por eso, sin
olvidar la significación condicional y relativa de todas las definiciones en general, las
cuales no pueden nunca abarcar en todos sus aspectos las relaciones del fenómeno en su
desarrollo completo, conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus
cinco rasgos fundamentales siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y
del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los
monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del
capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este “capital financiero”,
de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de
mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación de asociaciones
internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo; y 5) la
terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más
importantes. El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha
tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido
una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del
mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del
mismo entre los países capitalistas más importantes.
36
Más adelante veremos cómo se puede y se debe definir de otro modo el imperialismo, si
se tienen en cuenta no sólo las nociones fundamentales puramente económicas (a las
cuales se limita la definición que hemos dado), sino también el lugar histórico de esta
fase del capitalismo en relación con el capitalismo en general o la relación del
imperialismo y de las dos tendencias fundamentales del movimiento obrero. Lo que se
debe consignar inmediatamente es que, interpretado en el sentido mencionado, el
imperialismo representa en sí, indudablemente, una fase particular de desarrollo del
capitalismo. Para dar al lector una idea lo más fundamentada posible del imperialismo,
nos hemos esforzado deliberadamente en reproducir el mayor número posible de
opiniones de economistas burgueses, que se ven obligados a reconocer los hechos de la
economía capitalista moderna establecidos de una manera particularmente
incontrovertible. Con el mismo fin hemos reproducido datos estadísticos detallados que
permiten ver hasta qué punto ha crecido el capital bancario, etc., en qué precisamente se
ha expresado la transformación de la cantidad en calidad, el tránsito del capitalismo
desarrollado al imperialismo. Huelga decir, naturalmente, que en la naturaleza y en la
sociedad todos los límites son convencionales y mudables, que sería absurdo discutir,
por ejemplo, sobre el año o la década precisos en que se instauró “definitivamente” el
imperialismo.
Pero sobre la definición del imperialismo nos vemos obligados a discutir ante todo con
Kautsky, con el principal teórico marxista de la época de la llamada II Internacional, es
decir, de los veinticinco años comprendidos entre 1889 y 1914.
Kautsky se pronunció decididamente, en 1915, e incluso en noviembre de 1914, en
contra de las ideas fundamentales expresadas en nuestra definición del imperialismo,
declarando que por imperialismo hay que entender, no una “fase” o un grado de la
economía, sino una política, precisamente una política determinada, la política
“preferida” por el capital financiero; que no se puede “identificar” el imperialismo con
el “capitalismo contemporáneo”; que, si se incluyen en la noción de imperialismo
“todos los fenómenos del capitalismo contemporáneo” –cartels, proteccionismo,
dominación de los financieros, política colonial–, en ese caso la cuestión de la necesidad
del imperialismo para el capitalismo se convierte en “la tautología más trivial”, pues
entonces, “naturalmente, el imperialismo es una necesidad vital para el capitalismo”,
etc. Expresaremos todavía con más exactitud el pensamiento de Kautsky si
reproducimos la definición del imperialismo dada por él, directamente opuesta a la
esencia de las ideas desarrolladas por nosotros (pues las objeciones procedentes del
campo de los marxistas alemanes, los cuales han defendido semejantes ideas durante
toda una serie de años, son ya conocidas desde hace mucho tiempo por Kautsky como
objeción de una tendencia determinada en el marxismo).
La definición de Kautsky está concebida así:
El imperialismo es un producto del capitalismo industrial altamente
desarrollado. Consiste en la tendencia de cada nación industrial capitalista
a someter y anexionarse regiones agrarias, cada vez mayores, sean cuales
sean las naciones que las pueblan (énfasis de Kautsky)4.
Esta definición no sirve absolutamente para nada, puesto que es unilateral, es decir,
destaca arbitrariamente tan sólo el problema nacional (si bien extraordinariamente
importante, tanto por sí mismo como por su relación con el imperialismo), enlazándolo
arbitraria y erróneamente sólo con el capital industrial en los países que se anexionan
4 Die Neue Zeit (1914: Vol. II, 909; 1915: Vol. II, 107 y ss.).
37
otras naciones, colocando en primer término, de la misma forma arbitraria y errónea, la
anexión de las regiones agrarias.
El imperialismo es una tendencia a las anexiones; he aquí a lo que se reduce la parte
política de la definición de Kautsky. Es justa, pero extremadamente incompleta, pues en
el aspecto político es, en general, una tendencia a la violencia y a la reacción. Pero lo
que en este caso nos interesa es el aspecto económico que Kautsky mismo ha
introducido en su definición. Las inexactitudes de la definición de Kautsky saltan a la
vista. Lo característico del imperialismo no es justamente el capital industrial, sino el
capital financiero. No es un fenómeno casual que, en Francia precisamente, el desarrollo
particularmente rápido del capital financiero, que coincidió con un debilitamiento del
capital industrial, provocara a partir de la década del 80 del siglo pasado una
intensificación extrema de la política anexionista (colonial). Lo característico para el
imperialismo consiste precisamente en la tendencia a la anexión no sólo de las regiones
agrarias, sino también de las más industriales (apetitos alemanes respecto a Bélgica, los
de los franceses en cuanto a la Lorena), pues, en primer lugar, el reparto definitivo del
planeta obliga, al proceder a un nuevo reparto, a tender la mano hacia toda clase de
territorios; en segundo lugar, para el imperialismo es sustancial la rivalidad de varias
grandes potencias en la aspiración a la hegemonía, esto es, a apoderarse de territorios no
tanto directamente para sí, como para el debilitamiento del adversario y el
quebrantamiento de su hegemonía (para Alemania, Bélgica tiene una importancia
especial como punto de apoyo contra Inglaterra; para Inglaterra, la tiene Bagdad como
punto de apoyo contra Alemania, etcétera).
Kautsky se remite particularmente –y reiteradas veces– al ejemplo de los ingleses, los
cuales, según él, han establecido la significación puramente política de la palabra
“imperialismo” en la acepción de Kautsky.
En la obra del inglés Hobson, El imperialismo, publicada en 1902, leemos lo siguiente:
El nuevo imperialismo se distingue del viejo, primero, en que, en vez de las
aspiraciones de un solo imperio creciente, sostiene la teoría y la práctica de
imperios rivales, guiado cada uno de ellos por idénticos apetitos de
expansión política y de beneficio comercial; segundo, en que los intereses
financieros o relativos a la inversión del capital predominan sobre los
comerciales5.
Como vemos, Kautsky de hecho carece por completo de razón al remitirse a los ingleses
en general (en los únicos en que podría apoyarse sería en los imperialistas ingleses
vulgares o en los apologistas declarados del imperialismo). Vemos que Kautsky, que
pretende continuar defendiendo el marxismo, en realidad da un paso atrás con relación
al social-liberal Hobson, el cual tiene en cuenta, con más acierto que él, las dos
particularidades “histórico-concretas” (¡Kautsky, con su definición, se mofa
precisamente de lo histórico-concreto!) del imperialismo contemporáneo: competencia
de varios imperialismos; y predominio del financiero sobre el comerciante. Si lo
esencial consiste en que un país industrial se anexiona un país agrario, en este caso se
concede el papel principal al comerciante.
La definición de Kautsky no sólo es errónea y no marxista, sino que sirve de base a todo
un sistema de concepciones que rompe totalmente con la teoría marxista y con la
práctica marxista, de lo cual hablaremos más adelante. Carece absolutamente de
seriedad la discusión sobre palabras promovida por Kautsky: ¿hay que calificar de
imperialismo o de fase del capital financiero la fase actual del capitalismo? Llámenlo
5 Imperialism (Hobson, Londres, 1902: 324).
38
como quieran, esto es indiferente. Lo esencial consiste en que Kautsky separa la política
del imperialismo de su economía, hablando de las anexiones como de una política
“preferida” por el capital financiero y oponiendo a la misma otra política burguesa
posible, según él, sobre la misma base del capital financiero. Resulta que los
monopolios en la economía son compatibles con el modo de obrar no monopolista, no
violento, no anexionista en política. Resulta que el reparto territorial del mundo,
terminado precisamente en la época del capital financiero y que constituye la base del
carácter particular de las formas actuales de rivalidad entre los más grandes Estados
capitalistas, es compatible con una política no imperialista. Resulta que de este modo se
disimulan, se atenúan las contradicciones más radicales de la fase actual del capitalismo
en vez de ponerlas al descubierto en toda su profundidad; resulta un reformismo
burgués en lugar del marxismo.
[…]
El capital financiero y los trusts no atenúan sino que acentúan la diferencia entre el
ritmo de crecimiento de las distintas partes de la economía mundial. Y si la correlación
de fuerzas ha cambiado, ¿cómo pueden resolverse las contradicciones, bajo el
capitalismo, si no es por la fuerza? En la estadística de las vías férreas6 hallamos datos
extraordinariamente exactos sobre la diferencia de ritmo en el crecimiento del
capitalismo y del capital financiero en toda la economía mundial.
[…]
Las vías férreas se han desarrollado […] con mayor rapidez que en ninguna otra parte,
en las colonias y en los Estados independientes (y semiindependientes) de Asia y
América. Es sabido que el capital financiero de los cuatro o cinco Estados capitalistas
más importantes ordena y manda aquí de un modo absoluto. Doscientos mil kilómetros
de nuevas líneas férreas en las colonias y en otros países de Asia y América significan
más de 40 mil millones de marcos de nuevas inversiones de capital en condiciones
particularmente ventajosas, con garantías especiales de rendimiento, con pedidos
lucrativos para las fundiciones de acero, etcétera.
Donde más rápidamente crece el capitalismo es en las colonias y en los países
transoceánicos. Entre ellos aparecen nuevas potencias imperialistas (Japón). La lucha de
los imperialismos mundiales se agudiza. Crece el tributo que el capital financiero
percibe de las empresas coloniales y ultraoceánicas, particularmente lucrativas. En el
reparto de este “botín”, una parte excepcionalmente grande va a parar a manos de países
que no siempre ocupan un lugar preeminente, desde el punto de vista del ritmo de
desarrollo de las fuerzas productivas.
[…]
Así, pues, cerca del 80% de todas las líneas férreas se halla concentrado en las cinco
potencias más importantes. Pero la concentración de la propiedad de dichas líneas, la
concentración del capital financiero es incomparablemente mayor aún; pues, por
ejemplo, una enorme masa de las acciones y obligaciones de los ferrocarriles
americanos, rusos y otros pertenece a los millonarios ingleses y franceses.
Gracias a sus colonias, Inglaterra ha aumentado “su” red ferroviaria en 100 mil
kilómetros, cuatro veces más que Alemania. Sin embargo, todo el mundo sabe que el
desarrollo de las fuerzas productivas de Alemania, en este mismo período, y sobre todo
el desarrollo de la producción hullera y siderúrgica, ha sido incomparablemente más
rápido que en Inglaterra, dejando ya a un lado a Francia y Rusia. En 1892, Alemania
producía 4,9 millones de toneladas de hierro fundido, contra 6,8 en Inglaterra, mientras
6 Statistisches Jahrbuch für das deutsche Reich (1915); Archiv für Eisenbahnwesen (1892). En lo que se
refiere a 1890 ha sido preciso determinar aproximadamente algunas pequeñas particularidades sobre la
distribución de las vías férreas entre las colonias de los distintos países.
39
que en 1912 producía 17,6 contra 9,0: ¡esto es de una superioridad gigantesca sobre
Inglaterra!7.
Ante esto, cabe preguntar: en el terreno del capitalismo, ¿qué otro medio podía haber
que no sea la guerra, para suprimir la desproporción existente entre el desarrollo de las
fuerzas productivas y la acumulación del capital, por una parte, y el reparto de las
colonias y de las “esferas de influencia” para el capital financiero, por otra?
[…]
IX. La crítica del imperialismo
Entendemos la crítica del imperialismo en el sentido amplio de esta palabra, como
posición de las distintas clases de la sociedad ante la política del imperialismo en
relación con la ideología general de las mismas.
[…]
Las cuestiones esenciales en la crítica del imperialismo son la de saber si es posible
modificar con reformas las bases del imperialismo, la de saber si hay que seguir
adelante desarrollando la exacerbación y el ahondamiento de las contradicciones
engendradas por el mismo o hay que retroceder, atenuando dichas contradicciones.
Como las particularidades políticas del imperialismo son la reacción en toda la línea y la
intensificación del yugo nacional como consecuencia del yugo de la oligarquía
financiera y la supresión de la libre competencia, a principios del siglo XX, en casi todos
los países imperialistas, aparece una oposición democrática pequeñoburguesa al
imperialismo. Y la ruptura con el marxismo por parte de Kautsky y de la vasta corriente
internacional del kautskismo consiste precisamente en que Kautsky no sólo no se ha
preocupado, no ha sabido enfrentarse a esa oposición pequeñoburguesa, reformista, en
lo económico fundamentalmente reaccionaria, sino que, por el contrario, se ha fundido
prácticamente con ella.
En los Estados Unidos, la guerra imperialista de 1898 contra España provocó una
oposición de los “antiimperialistas”, los últimos mohicanos de la democracia burguesa,
los calificaban de “criminal” dicha guerra, consideraban como una violación de la
constitución la anexión de tierras ajenas, denunciaban como “un engaño de los
patrioteros” la actitud hacia el jefe de los indígenas filipinos Aguinaldo (al cual
prometieron la libertad de su país y después desembarcaron tropas norteamericanas y se
anexionaron las Filipinas), citaban las palabras de Lincoln: “Cuando el blanco se
gobierna a sí mismo, esto se llama autonomía; cuando se gobierna a sí mismo y, al
mismo tiempo, gobierna a otros, no es ya autonomía, esto se llama despotismo”8. Pero
mientras toda esa crítica tenía miedo de reconocer el lazo indisoluble existente entre el
imperialismo y los trusts y, por consiguiente, entre el imperialismo y los fundamentos
del capitalismo; mientras temía unirse a las fuerzas engendradas por el gran capitalismo
y su desarrollo, no pasaba de ser una “aspiración inocente”.
Igual es la posición fundamental de Hobson en su crítica del imperialismo. Hobson se
ha anticipado a Kautsky al levantarse contra la “inevitabilidad del imperialismo” y al
invocar la necesidad de “elevar la capacidad de consumo” de la población (¡bajo el
régimen capitalista!). Mantienen una posición pequeñoburguesa en la crítica del
imperialismo, de la omnipotencia de los bancos, de la oligarquía financiera, etc., Agahd,
A. Lansburgh, L. Eschwege, citados reiteradas veces por nosotros y, entre los escritores
franceses, Víctor Bérard, autor de la obra superficial Inglaterra y el imperialismo,
7 Ver The Economic Relations of the British Empires, en Journal of the Royal Statistical (Edgard
Grammond, 1914: 777 y ss.). 8 L'impérialisme américain (Patouillet, Dijon, 1904: 272).
40
aparecida en 1900. Todos ellos, sin ninguna pretensión de marxismo, ni mucho menos,
oponen al imperialismo la libre competencia y la democracia, condenan la aventura del
ferrocarril de Bagdad, que conduce a conflictos y a la guerra, manifiestan “aspiraciones
inocentes” de paz, etc. Incluso el estadístico de las emisiones internacionales, A.
Neymarck, el cual, calculando los centenares de miles de millones de francos de valores
“internacionales”, exclamaba, en 1912: “¿Es posible concebir que la paz pueda ser
violada […] que con unas cifras tan enormes el mundo se arriesgue a provocar la
guerra?”9.
Por parte de los economistas burgueses esa ingenuidad no tiene nada de sorprendente;
además, para ellos es ventajoso aparecer tan ingenuos y hablar “seriamente” de la paz
bajo el imperialismo. Pero ¿qué es lo que le queda del marxismo a Kautsky, cuando en
1914, 1915 y 1916 adopta ese mismo punto de vista burgués-reformista y afirma que
“todo el mundo está de acuerdo” (imperialistas, pseudosocialistas y social-pacifistas) en
lo que se refiere a la paz? En vez de analizar y de poner al descubierto en toda su
profundidad las contradicciones del imperialismo, vemos únicamente la “aspiración
inocente” reformista de evitarlas, de deshacerse de ellas.
He aquí una pequeña muestra de la crítica económica del imperialismo por Kautsky.
Este toma los datos sobre la exportación y la importación de Inglaterra en Egipto en
1872 y 1912: resulta que esa exportación e importación aumentó menos que la
exportación y la importación generales de Inglaterra. Y Kautsky saca de ello la
conclusión siguiente:
No tenemos fundamento alguno para suponer que, sin la ocupación militar
de Egipto, el comercio con dicho país hubiera crecido menos bajo la
influencia del simple peso de los factores económicos […] Como mejor
puede el capital realizar su tendencia a la expansión es, no por medio de los
métodos violentos del imperialismo, sino por la democracia pacífica10
.
Este razonamiento de Kautsky, repetido en todos los tonos por su escudero ruso (y
encubridor ruso de los socialchovinistas), señor Spectator11
, constituye la base de la
crítica kautskiana del imperialismo y por esto debemos detenernos más detalladamente
en él. Empecemos por una cita de Hilferding, cuyas conclusiones Kautsky ha declarado
muchas veces, por ejemplo, en abril de 1915, que eran “aceptadas unánimemente por
todos los teóricos socialistas”.
No incumbe al proletariado –dice Hilferding– oponer a la política
capitalista más progresiva la era del librecambio, que se ha quedado atrás,
y la actitud hostil frente al Estado. La respuesta del proletariado a la
política económica del capital financiero, al imperialismo, puede ser no el
librecambio, sino solamente el socialismo. El fin de la política proletaria no
puede ser actualmente la restauración de la libre competencia –que se ha
convertido en un ideal reaccionario–, sino únicamente la destrucción
completa de la competencia por medio de la supresión del capitalismo12
.
Kautsky ha roto con el marxismo al defender para la época del capital financiero un
“ideal reaccionario”, la “democracia pacífica”, “el simple peso de los factores
9 Bulletin de l'Institut International de Statistique (Tomo XIX, Libro II, 225).
10 Nationalstaat, imperiaíistischer Staat und Staatenbund (Kautsky, Nürnberg, 1915: 70 y 72).
11 Seudónimo del menchevique S.M. Najimson.
12 El capital financiero (pág. 567).
41
económicos”, pues este ideal arrastra objetivamente hacia atrás, del capitalismo
monopolista al capitalismo no monopolista, y es un engaño reformista.
El comercio con Egipto (o con otra colonia o semicolonia) “hubiera crecido” más sin la
ocupación militar, sin el imperialismo, sin el capital financiero. ¿Qué significa esto?
¿Que el capitalismo se desarrollaría más rápidamente si la libre competencia no se viera
limitada por los monopolios en general ni por las “relaciones” o el yugo (es decir,
también el monopolio) del capital financiero, ni por la posesión monopolista de las
colonias por parte de países aislados?
Los razonamientos de Kautsky no pueden tener otro sentido, y este “sentido” es un sin
sentido. Admitamos que sí, que la libre competencia, sin monopolios de ninguna
especie, desarrollaría el capitalismo y el comercio más rápidamente. Pero cuanto más
rápido es el desarrollo del comercio y del capitalismo, más intensa es la concentración
de la producción y del capital, que engendra el monopolio. ¡Y los monopolios han
surgido ya, precisamente de la libre competencia! Aun en el caso de que los monopolios
retrasaran actualmente el desarrollo, esto no sería, a pesar de todo, un argumento en
favor de la libre competencia, la cual es imposible después de haber engendrado los
monopolios.
Por más vueltas que se les dé a los razonamientos de Kautsky, no se hallará nada en
ellos más que reaccionarismo y reformismo burgués.
[…]
La crítica teórica del imperialismo hecha por Kautsky no tiene nada de común con el
marxismo; sirve únicamente como punto de partida para predicar la paz y la unidad con
los oportunistas y los socialchovinistas, porque dicha crítica deja de lado y escamotea
justamente las contradicciones más profundas y radicales del imperialismo: las
contradicciones entre los monopolios y la libre competencia que existe paralelamente
con ellos, entre las “operaciones” gigantescas (y las ganancias gigantescas) del capital
financiero y el comercio “honrado” en el mercado libre, entre los carteles y trusts, de
una parte, y la industria no cartelizada, por otra, etcétera.
Lleva absolutamente el mismo sello reaccionario la famosa teoría del
“ultraimperialismo”, inventada por Kautsky. Compárese su razonamiento sobre este
tema en 1915 con el de Hobson en 1902.
Kautsky:
¿No puede la política imperialista actual ser desalojada por otra nueva,
ultraimperialista, que colocaría en el sitio de la lucha de los capitales
financieros nacionales entre sí la explotación común de todo el mundo por
el capital financiero unido internacionalmente? Una semejante nueva fase
del capitalismo, en todo caso, es concebible. La ausencia de premisas
suficientes impide afirmar si es realizable o no13
.
Hobson:
El cristianismo, que se ha consolidado en un número limitado de grandes
imperios federales, cada uno de los cuales dispone de varias colonias no
civilizadas y de varios países dependientes, les parece a muchos como la
evolución más legítima de las tendencias actuales, una evolución, además,
que haría concebir las mayores esperanzas en una paz permanente sobre la
base sólida del interimperialismo.
13
Neue Zeit (30 de abril de 1915: 144).
42
Kautsky califica de ultraimperialismo o superimperialismo lo que Hobson, 13 años
antes, calificaba de interimperialismo. Si exceptuamos la creación de una nueva y
sapientísima palabreja por medio de la sustitución de un prefijo latino por otro, el
progreso del pensamiento “científico” en Kautsky consiste únicamente en la pretensión
de hacer pasar por marxista lo que Hobson describe, en esencia, como manifestación
hipócrita de los curitas ingleses. Después de la guerra anglo-boer era natural que este
honorable estamento dirigiera sus mayores esfuerzos en el sentido de consolar a los
pequeños burgueses y a los obreros ingleses, los cuales habían tenido no pocos muertos
en los combates surafricanos y fueron obligados a pagar impuestos elevados a fin de
garantizar mayores utilidades a los financieros ingleses. Y ¿qué consuelo podía ser
mayor que el de que el imperialismo no era tan malo, que se hallaba muy cerca del inter
o ultraimperialismo, capaz de asegurar la paz permanente? Cualesquiera que fueran las
buenas intenciones de los curitas ingleses o del dulzón de Kautsky, el sentido objetivo,
esto es, el verdadero sentido social de su “teoría” es uno, y sólo uno: el consuelo
archirreaccionario de las masas por medio de la esperanza en la posibilidad de la paz
permanente bajo el capitalismo, distrayéndole la atención de las agudas contradicciones
y de los agudos problemas de la actualidad y dirigiendo dicha atención hacia las falsas
perspectivas de un pretendido nuevo “ultraimperialismo” futuro. Excepción hecha del
engaño de las masas, la teoría “marxista” de Kautsky no da más de sí.
En efecto, basta confrontar con claridad los hechos generalmente conocidos,
indiscutibles, para convencerse hasta qué punto son falsas las perspectivas que Kautsky
se esfuerza en inculcar a los obreros alemanes (y a los de todos los países). Tomemos el
ejemplo de la India, de Indochina y de China. Es sabido que esos tres países coloniales
y semicoloniales, con una población de 600 a 700 millones de almas, se hallan
sometidos a la explotación del capital financiero de varias potencias imperialistas:
Inglaterra, Francia, Japón, Estados Unidos, etc. Supongamos que dichos países
imperialistas forman alianzas, los unos contra los otros, con el objeto de defender o
extender sus posesiones, sus intereses y sus “esferas de influencia” en los mencionados
países asiáticos. Esas alianzas serán alianzas “inter” o “ultraimperialistas”. Supongamos
que todas las potencias imperialistas constituyen una alianza para el reparto “pacífico”
de dichos países asiáticos. Esa será una alianza del “capital financiero unido
internacionalmente”. En la historia del siglo XX, hallamos ejemplos concretos de una
alianza de este tipo, por ejemplo, en las relaciones de las potencias con China. Cabe
preguntar: ¿es “concebible” suponer que, en las condiciones de conservación del
capitalismo (y son precisamente estas condiciones las que presupone Kautsky), dichas
alianzas no sean de corta duración, que excluyan los rozamientos, los conflictos y la
lucha en todas las formas imaginables?
Basta formular claramente la pregunta para que sea imposible darle otra respuesta que
no sea negativa, pues bajo el capitalismo no se concibe otro fundamento para el reparto
de las esferas de influencia, de los intereses, de las colonias, etc., que la fuerza de los
participantes en el reparto, la fuerza económica general, financiera, militar, etc. Y la
fuerza no se modifica de un modo idéntico en esos participantes del reparto, ya que es
imposible, bajo el capitalismo, el desarrollo igual de las distintas empresas, trusts,
ramas industriales y países. Hace medio siglo, la fuerza capitalista de Alemania era de
una absoluta insignificancia en comparación con la de la Inglaterra de aquel entonces; lo
mismo se puede decir de Japón en comparación con Rusia. ¿Es “concebible” que dentro
de unos diez o veinte años, permanezca invariable la correlación de fuerzas entre las
potencias imperialistas? Es absolutamente inconcebible.
43
Por esto, las alianzas “interimperialistas” o “ultraimperialistas” en la realidad capitalista,
y no en la vulgar fantasía pequeñoburguesa de los curas ingleses o del “marxista”
alemán Kautsky –sea cual fuera su forma: una coalición imperialista contra otra
coalición imperialista, o una alianza general de todas las potencias imperialistas– no
pueden constituir, inevitablemente, más que “treguas” entre las guerras. Las alianzas
pacíficas preparan las guerras y, a su vez, surgen del seno de la guerra, condicionándose
mutuamente, engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica sobre
una y la misma base de relaciones imperialistas y de relaciones recíprocas entre la
economía y la política mundiales. Y el sapientísimo Kautsky, para tranquilizar a los
obreros y reconciliarlos con los socialchovinistas, que se han pasado a la burguesía,
separa dos eslabones de una sola y misma cadena, separa la actual alianza pacífica
(ultraimperialista y aun ultra-ultraimperialista) de todas las potencias para la
“pacificación” de China (recuérdese el aplastamiento de la insurrección de los “boxers”)
del conflicto bélico de mañana, que preparará para pasado mañana otra alianza
“pacífica” general para el reparto, supongamos, de Turquía, etc. En vez del enlace vivo
entre los períodos de paz imperialista y de guerras imperialistas, Kautsky ofrece a los
obreros una abstracción muerta, a fin de reconciliarlos con sus jefes muertos.
El norteamericano David Jayne Hill, en su Historia de la diplomacia en el
desenvolvimiento internacional de Europa, indica, en el prólogo, los períodos siguientes
en la historia moderna de la diplomacia: 1) era de las revoluciones; 2) movimiento
constitucional; 3) era del “imperialismo comercial”14
de nuestros días. Otro escritor
divide la historia de la “política mundial” de la Gran Bretaña, a partir de 1870, en cuatro
períodos: 1) primer período asiático (lucha contra el movimiento de Rusia en el Asia
central en dirección a la India); 2) período africano (aproximadamente, de 1885 a 1902):
lucha contra Francia por el reparto de África (incidente de Fachoda, en 1898, a punto de
producir la guerra con Francia); 3) segundo período asiático (tratado con Japón contra
Rusia); 4) período “europeo”, caracterizado principalmente por la lucha contra
Alemania15
. “Las escaramuzas políticas de los destacamentos de vanguardia se libran en
el terreno financiero”, escribía ya en 1905 el “financiero” Riesser, indicando cómo el
capital financiero francés, al operar en Italia, preparó la alianza política de dichos
países, cómo se desarrollaba la lucha entre Alemania e Inglaterra por Persia, la lucha de
todos los capitales europeos por los empréstitos chinos, etc. He aquí la realidad viva de
las alianzas “ultraimperialistas” pacíficas con su indisoluble lazo de unión con los
conflictos simplemente imperialistas.
La atenuación que hace Kautsky de las contradicciones más profundas del imperialismo,
atenuación que se convierte inevitablemente en un embellecimiento del imperialismo,
no pasa sin imprimir su sello también a la crítica, hecha por este escritor, de las
propiedades políticas del imperialismo. El imperialismo es la época del capital
financiero y de los monopolios, los cuales traen aparejada por todas partes la tendencia
a la dominación y no a la libertad. La reacción en toda la línea, sea cual fuere el régimen
político; la exacerbación extrema de las contradicciones en esta esfera también: tal es el
resultado de dicha tendencia. Particularmente, se intensifica también la opresión
nacional y la tendencia a las anexiones, es decir, a la violación de la independencia
nacional (pues la anexión no es sino la violación del derecho de las naciones a su
autodeterminación). Hilferding observa con acierto la relación entre el imperialismo y la
intensificación de la opresión nacional:
14
A History of the Diplomacy in the international development of Europe (Hill, Vol. I, 10). 15
Schilder (pág. 178).
44
En lo que se refiere a los países nuevamente descubiertos, el capital
importado intensifica las contradicciones y provoca contra los intrusos una
resistencia creciente de los pueblos, cuya conciencia nacional se despierta;
esta resistencia se puede convertir fácilmente en medidas peligrosas
dirigidas contra el capital extranjero. Se revolucionan radicalmente las
viejas relaciones sociales; se desmorona el aislamiento agrario milenario de
las “naciones sin historia”, las cuales se ven arrastradas a la vorágine
capitalista. El propio capitalismo poco a poco proporciona a los sometidos
medios y procedimientos adecuados de emancipación. Y dichas naciones
formulan el fin que en otros tiempos era considerado como el más elevado
por las naciones europeas: la creación de un Estado nacional único como
instrumento de libertad económica y cultural. Este movimiento por la
independencia amenaza al capital europeo en sus zonas de explotación más
preciadas, que prometen las perspectivas más brillantes, y el capital
europeo puede mantener su dominación sólo aumentando continuamente
sus fuerzas militares16
.
A esto hay que añadir que no sólo en los países nuevamente descubiertos, sino incluso
en los viejos, el imperialismo conduce a las anexiones, a la intensificación de la
opresión nacional, y por consiguiente, también, a la intensificación de la resistencia. Al
hacer objeciones a la intensificación de la reacción política por el imperialismo,
Kautsky deja en la sombra la cuestión acerca de la imposibilidad de la unidad con los
oportunistas en la época del imperialismo, cuestión que ha adquirido particular
importancia vital. Al oponerse a las anexiones, da a sus objeciones una forma tal, que
resulta la más inofensiva para los oportunistas y fácilmente aceptable por ellos. Kautsky
se dirige directamente al auditorio alemán y, sin embargo, escamotea precisamente lo
más esencial y más actual, por ejemplo, que Alsacia-Lorena es una anexión de
Alemania. Para apreciar esta “desviación del pensamiento” de Kautsky, tomemos un
ejemplo. Supongamos que un japonés condena la anexión de Filipinas por los
norteamericanos. Cabe la pregunta: ¿serán muchos los que crean que esto se hace por
hostilidad a las anexiones en general y no por el deseo del Japón de anexionarse él
mismo las Filipinas? ¿Y no será preciso reconocer que la “lucha” del japonés contra las
anexiones puede ser considerada como sincera y políticamente honrada sólo en el caso
de que se levante contra la anexión de Corea por el Japón, de que exija la libertad de
Corea de separarse del Japón?
Tanto el análisis teórico como la crítica económica y política del imperialismo hechos
por Kautsky se hallan totalmente impregnados de un espíritu en absoluto inconciliable
con el marxismo, de un espíritu que escamotea y pule las contradicciones más
fundamentales, de la tendencia a mantener a toda costa la unidad, que se está
desmoronando, con el oportunismo en el movimiento obrero europeo.
X. El lugar histórico del imperialismo
Como hemos visto, el imperialismo, por su esencia económica, es el capitalismo
monopolista. Con ello queda ya determinado el lugar histórico del imperialismo, pues el
monopolio, que nace única y precisamente de la libre competencia, es el tránsito del
capitalismo a un orden social-económico más elevado. Hay que poner de relieve
particularmente cuatro variedades principales del monopolio o manifestaciones
principales del capitalismo monopolista característicos del período que nos ocupa.
16
El capital financiero (pág. 487).
45
Primero: el monopolio es un producto de la concentración de la producción en un grado
muy elevado de su desarrollo. Son las alianzas monopolistas de los capitalistas, carteles,
sindicatos, trusts. Hemos visto qué inmenso papel desempeñan en la vida económica
contemporánea. Hacia principios del siglo XX, alcanzaron pleno predominio en los
países avanzados, y si los primeros pasos en el sentido de la cartelización fueron dados
con anterioridad por los países con tarifas arancelarias proteccionistas elevadas
(Alemania, Estados Unidos), Inglaterra, con su sistema de librecambio, mostró, sólo un
poco más tarde, ese mismo hecho fundamental: el nacimiento del monopolio como
consecuencia de la concentración de la producción.
Segundo: los monopolios han conducido a la conquista recrudecida de las más
importantes fuentes de materias primas, particularmente para la industria fundamental y
más cartelizada de la sociedad capitalista: la hullera y la siderúrgica. La posesión
monopolista de las fuentes más importantes de materias primas ha aumentado en
proporciones inmensas el poderío del gran capital y ha agudizado las contradicciones
entre la industria cartelizada y la no cartelizada.
Tercero: el monopolio ha surgido de los bancos, los cuales, de modestas empresas
intermediarias que eran antes, se han convertido en monopolistas del capital financiero.
Tres o cinco bancos más importantes de cualquiera de las naciones capitalistas más
avanzadas han realizado la “unión personal” del capital industrial y bancario, han
concentrado en sus manos miles y miles de millones que constituyen la mayor parte de
los capitales y de los ingresos en dinero de todo el país. Una oligarquía financiera que
tiende una espesa red de relaciones de dependencia sobre todas las instituciones
económicas y políticas de la sociedad burguesa contemporánea sin excepción: he aquí la
manifestación más relevante de este monopolio.
Cuarto: el monopolio ha nacido de la política colonial. A los numerosos “viejos”
motivos de la política colonial, el capital financiero ha añadido la lucha por las fuentes
de materias primas, por la exportación de capital, por las “esferas de influencia”, esto es,
las esferas de transacciones lucrativas, concesiones, beneficios monopolistas, etc., y,
finalmente, por el territorio económico en general. Cuando las potencias europeas
ocupaban, por ejemplo, con sus colonias, una décima parte de África, como fue aún el
caso en 1876, la política colonial podía desarrollarse de un modo no monopolista, por la
“libre conquista”, por decirlo así, de territorios. Pero cuando resultó que las 9/10 partes
de África estaban ocupadas (hacia 1900), cuando resultó que todo el mundo estaba
repartido, empezó inevitablemente la era de posesión monopolista de las colonias y, por
consiguiente, de lucha particularmente aguda por la partición y el nuevo reparto del
mundo.
Todo el mundo conoce hasta qué punto el capital monopolista ha agudizado todas las
contradicciones del capitalismo. Basta indicar la carestía de la vida y el yugo de los
carteles. Esta agudización de las contradicciones es la fuerza motriz más potente del
período histórico de transición iniciado con la victoria definitiva del capital financiero
mundial.
Los monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la
libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles
por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes: todo esto ha originado los rasgos
distintivos del imperialismo, que obligan a caracterizarlo como capitalismo parasitario o
en estado de descomposición. Cada día se manifiesta con más relieve, como una de las
tendencias del imperialismo, la creación de “Estados-rentistas”, de Estados-usureros,
cuya burguesía vive cada día más de la exportación del capital y de “cortar el cupón”.
Sería un error creer que esta tendencia a la descomposición descarta el rápido
crecimiento del capitalismo. No; ciertas ramas industriales, ciertos sectores de la
46
burguesía, ciertos países, manifiestan, en la época del imperialismo, con mayor o menor
fuerza, ya una, ya otra de estas tendencias. En su conjunto, el capitalismo crece con una
rapidez incomparablemente mayor que antes, pero este crecimiento no sólo es cada vez
más desigual, sino que esa desigualdad se manifiesta, asimismo, de un modo particular,
en la descomposición de los países más fuertes en capital (Inglaterra).
[…]
De todo lo que llevamos dicho anteriormente sobre la esencia económica del
imperialismo, se desprende que hay que calificarlo de capitalismo de transición o, más
propiamente, agonizante. Es, en este sentido, extremadamente instructivo que los
términos más corrientes empleados por los economistas burgueses que describen el
capitalismo moderno son: “entrelazamiento”, “ausencia de aislamiento”, etc.; los bancos
son “unas empresas que, por sus fines y desarrollo, no tienen un carácter puramente de
economía privada, sino que cada día más se van saliendo de la esfera de la regulación de
la economía puramente privada”. ¡Y es ese mismo Riesser al cual pertenecen las últimas
palabras, quien con la mayor seriedad del mundo declara que las predicciones de los
marxistas respecto a la socialización no se han realizado!
¿Qué significa, pues, la palabreja “entrelazamiento”? Dicha palabra expresa únicamente
el rasgo más acusado del proceso que se está desarrollando ante nosotros; muestra que
los árboles impiden al observador ver el bosque, que copia servilmente lo exterior, lo
accidental, lo caótico; indica que el observador es un hombre aplastado por los
materiales y que no comprende nada del sentido y de la significación de los mismos. Se
“entrelazan casualmente” la posesión de acciones, las relaciones de los propietarios
privados. Pero lo que constituye la base de dicho entrelazamiento, lo que se halla debajo
del mismo, son las relaciones sociales de la producción que se están modificando.
Cuando una gran empresa se convierte en gigantesca y organiza sistemáticamente, sobre
la base de un cálculo exacto de múltiples datos, el abastecimiento en la proporción de
los 2/3 o de los 3/4 de la materia prima de todo lo necesario para una población de
varias decenas de millones; cuando se organiza sistemáticamente el transporte de dichas
materias primas a los puntos de producción más cómodos, que se hallan a veces a una
distancia de centenares y de miles de kilómetros uno de otro; cuando desde un centro se
dirige la elaboración del material en todas sus diversas fases hasta la obtención de una
serie de productos diversos terminados; cuando la distribución de dichos productos se
efectúa según un solo plan entre decenas y centenares de millones de consumidores
(venta de petróleo en América y en Alemania por el “Trust del petróleo”
norteamericano), se hace evidente entonces que nos hallamos ante una socialización de
la producción y no ante un simple “entrelazamiento”; que las relaciones de economía y
propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que
debe inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión, que
puede permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente largo
(en el peor de los casos, si la curación del tumor oportunista se prolonga demasiado),
pero que, sin embargo, será ineluctablemente suprimida.
El entusiasta partidario del imperialismo alemán, Schulze-Gaevernitz, exclama:
Si, en fin de cuentas, la dirección de los bancos alemanes se halla en las
manos de una docena de individuos, la actividad de los mismos es ya
actualmente más importante para el bienestar popular que la actividad de la
mayoría de los ministros [en este caso, es más ventajoso olvidar el
“entrelazamiento” existente entre banqueros, ministros, industriales,
rentistas, etc.] […] Si se reflexiona hasta el fin sobre el desarrollo de las
tendencias que hemos visto, llegamos a la conclusión siguiente: el capital
monetario de la nación está unido en bancos; los bancos, unidos entre sí en
47
el cartel; el capital de la nación, que busca el modo de ser aplicado, ha
tomado la forma de títulos de valor. Entonces se cumplen las palabras
geniales de Saint-Simon: “La anarquía actual en la producción, que es una
consecuencia del hecho de que las relaciones económicas se desarrollan sin
una regulación uniforme, debe dejar su puesto a la organización de la
producción. La producción no será dirigida por patronos aislados,
independientes uno del otro, que ignoran las necesidades económicas de
los hombres; la producción se hallará en manos de una institución social
determinada. El comité central de administración, que tendrá la posibilidad
de enfocar la vasta esfera de la economía social desde un punto de vista
más elevado, la regulará del modo que resulte útil para la sociedad entera,
entregará los medios de producción a las manos apropiadas para ello y se
preocupará, sobre todo, de que exista una armonía constante entre la
producción y el consumo. Existen instituciones que entre sus fines han
incluido una determinada organización de la labor económica: los bancos”.
Estamos todavía lejos de la realización de estas palabras de Saint-Simon,
pero nos hallamos ya en camino de la misma: un marxismo distinto de
como se lo imaginaba Marx, pero distinto sólo por la forma17
.
No hay nada que decir: excelente “refutación” de Marx, que da un paso atrás, del
análisis científico exacto de Marx a la conjetura –genial, pero conjetura al fin– de Saint-
Simon.
17
Grundriss der Sozialoekonomik (pág. 146).
48
49
AMÉRICA LATINA EN
LA GEOPOLÍTICA DEL
IMPERIALISMO (Cap. 1)
ATILIO BORON
(2012)
50
51
América Latina en la geopolítica del imperialismo Atilio A. Boron
Capítulo 1
La cuestión del imperialismo: pasado y presente
El objeto de este primer capítulo es analizar la situación actual del sistema imperialista
para, posteriormente, examinar la realidad geopolítica específica en que se encuentra
inmersa América Latina18
. Esta necesidad de iniciar nuestra tarea con un relevamiento
de los rasgos principales de dicho sistema se funda en la convicción de que en el mundo
contemporáneo quien quiera hablar sobre cuestiones como la guerra y la paz, la
preservación del medio ambiente, la justicia, la democracia, la libertad y la igualdad
tiene obligadamente que hablar del imperialismo. Quienes se abstienen de hacerlo, bajo
el manto de una supuesta neutralidad de factura tecnocrática, son apologistas abiertos o
encubiertos, conscientes o no, de un tipo de sociedad intrínsecamente perverso y de un
sistema internacional incorregiblemente injusto, que empujan a la humanidad hacia el
abismo. Comenzar por el análisis del imperialismo también es necesario si se quieren
contrarrestar los discursos confusionistas con los cuales se bombardea permanentemente
a nuestros pueblos, y en especial al campo intelectual latinoamericano, para fomentar el
conformismo y la resignación ante un statu quo cada vez más peligroso e intolerable.
Uno de tales discursos es el de la globalización, concebida como la interdependencia de
todas las naciones, con desconocimiento de las asimetrías económicas y políticas que
definen las relaciones entre ellas y las distintas posiciones que ocupan en el sistema;
otro discurso, igualmente pernicioso porque en este caso se manifiesta con un lenguaje
de izquierda, es el que se plasma en las tesis de autores como Michael Hardt y Antonio
Negri que, víctimas de una impresionante confusión teórica, llegan a sostener en su
libro Imperio que la edad del imperialismo ha concluido: hay imperio pero, en la
alucinada visión de estos autores, ya no hay más imperialismo19
.
18
Sobre el tema de la geopolítica latinoamericana, ver Ana E. Ceceña, El Gran Caribe. Umbral de la
geopolítica mundial (Quito: FEDAEPS, 2010) y de esta misma autora, “Geopolítica”, en Ivana Jinkings y
Emir Sader (comps.) Enciclopedia Contemporánea de América Latina (Madrid: Akal, 2009), y en
colaboración con Rodrigo Yedra y David Barrios, El águila despliega sus alas de nuevo. Un continente
bajo amenaza (Quito: FEDAEPS/Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, 2009). Un análisis puntual
sobre un plan internacional de exterminio, el Plan Cóndor, pero que abunda en materiales interpretativos
sobre la geopolítica de América Latina lo ofrece Stella Calloni en su notable Operación Cóndor: pacto
criminal (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2006) y en los numerosos artículos de esta autora
sobre temas relacionados. Otra muy importante contribución al tema se encuentra en la obra de Rina
Bertaccini Militarización imperialista y búsqueda de alternativas (Buenos Aires: Cartago, 2010) y, al
igual que en el caso anterior, en sus notas periodísticas y la documentación contenida en el sitio web del
MOPASSOL, el Movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad entre los Pueblos,
<www.mopassol.com.ar/>. Una insoslayable referencia sobre este asunto se encuentra en la obra de Luiz
Alberto Moniz Bandeira, Geopolítica e política exterior: Estados Unidos, Brasil e América do Sul
(Brasilia: Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil/Fundación Alexandre de Gusmão, 2010).
Cuando este libro estaba a punto de entrar en imprenta apareció un notable texto de Telma Luzzani,
Territorios vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica (Buenos
Aires: Debate, 2012), el cual, aun cuando focalizado en la problemática de las bases militares, arroja una
esclarecedora luz sobre la problemática geopolítica más amplia de nuestra región. 19
Ver sobre este tema nuestro Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio
Negri (Buenos Aires: CLACSO, 2004) (agotadas todas las ediciones; se puede bajar libremente desde la
web en <http://bit.ly/uEqKhQ>). El libro de Hardt y Negri Imperio fue publicado en español por Paidós
(Buenos Aires, 2002). La edición original, por la Harvard University Press, es del año 2000.
52
Imperio sin imperialismo parece ser un ingenioso e inocente juego de palabras. Sin
embargo, es mucho más que eso, porque el efecto político de ese argumento ha sido
nada menos que la desmoralización, la desmovilización y el desarme ideológico de las
fuerzas sociales y políticas ante una elaborada construcción teórica que proyecta la falaz
imagen de un imperio convertido en una entelequia, una inhallable y vaporosa
abstracción que, por eso mismo, aparece como inexpugnable e imbatible, y que concibe
al imperialismo como una reliquia del pasado, como algo que ya desapareció de la faz
de la Tierra y sobre lo cual es en vano preocuparse. El único camino que quedaría
abierto ante la omnipotencia de este inverosímil imperio no imperialista es el de la
resignada adaptación, con la esperanza de que las multitudes nómadas invocadas por
Hardt y Negri puedan encontrar en los entresijos del sistema la falla geológica que,
algún día, provoque mágicamente su estallido.
Curiosamente, estos autores hacen pública su tesis en momentos en que el imperialismo
redoblaba su agresividad. No por casualidad la publicación de su libro (en el año 2000
en Estados Unidos, con edición en lengua castellana en 2002) gozó de una
extraordinaria repercusión en la prensa burguesa de todo el mundo. El certero instinto
de las clases dominantes les hizo percibir de inmediato que una obra de ese tipo
fortalecería su dominación ideológica y su “dirección intelectual y moral” entre masas
cada vez más confundidas. Y en cuanto a la renovada agresividad del imperio
“realmente existente” –tema sobre el cual volveremos más adelante–, sólo basta con
recordar antecedentes tales como la reactivación de la Cuarta Flota; el enjambre de
bases militares instaladas en América Latina; el desembozado apoyo a tentativas
secesionistas y golpistas en Bolivia y Ecuador en 2008 y 2010 respectivamente; el golpe
militar en Honduras en 2009 y su fraudulenta “legalización” a partir de la convalidación
de las ilegítimas elecciones presidenciales del 29 de noviembre de 2009 y hace apenas
unos meses, el golpe de estado “constitucional” en Paraguay en Junio del 2012; la
intensificación del bloqueo integral en contra de Cuba y las permanentes amenazas y
provocaciones de Washington contra Venezuela, Ecuador y Bolivia; los asesinatos
selectivos de científicos nucleares iraníes y la imparable escalada de sanciones y
agresiones en contra de Irán; la complicidad ante la genocida carnicería practicada por
Israel en la Franja de Gaza y, más generalmente, contra los palestinos; el martirio
interminable de Irak; la redoblada presencia militar norteamericana en Afganistán y la
nueva “intervención humanitaria” en Libia, bajo el paraguas de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en medio de la imparable revuelta que conmueve al
mundo árabe y la perversa satisfacción con la que fue recibida la noticia del
linchamiento de Muammar el Gadaffi por una turba criminal, al igual que la escandalosa
operación librada contra Osama bin Laden, que terminó con su asesinato y
desaparición20
.
Cabría preguntarse por las razones que impulsan a muchos autores a ignorar o
desestimar la existencia del imperialismo. Sin ánimo de profundizar ahora en un tema
harto complicado, podría decirse que dicha actitud refleja la crisis ideológica en que se
debate la izquierda. Una izquierda que, sobre todo en el Norte, ha claudicado y
renunciado a la lucha por la construcción de una buena sociedad. Basta con ver el
deprimente espectáculo de intelectuales, partidos y sindicatos, otrora enrolados en la
izquierda radical, hoy convertidos en ardientes defensores del ajuste salvaje propuesto
20
Poco antes de concluir este libro se filtró la noticia, que la prensa hegemónica procuró ocultar, de que el
cuerpo de Osama Bin Laden no había sido arrojado al mar, sino enviado desde Pakistán a una base aérea
militar en Delaware. Esta y otras revelaciones forman parte de los e-mails de la empresa de inteligencia
Stratfor, interceptados por los hackers de Anonymous y dados a conocer por WikiLeaks. Ver
<www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-188870-2012-03-04.html>.
53
por el Banco Central Europeo o el FMI para enfrentar la crisis en Europa. O, cuando esto
no ocurre, constatar la incapacidad para siquiera plantear una crítica al neoliberalismo
rampante que se ha enseñoreado del viejo continente. Por supuesto, muchos también
hicieron lo mismo en América Latina, pero la resonancia de los “conversos” y
“renegados” del Norte es mucho mayor que la que tienen sus homólogos de esta parte
del mundo. Hay gente que viene de un pasado de izquierda y que ahora dice que ya no
hay más izquierda y derecha; según ellos, ahora sólo habría “realistas” y “dogmáticos”,
en donde los primeros serían quienes no creen necesario detener la locomotora que nos
lleva al abismo, para usar la conocida metáfora de Walter Benjamin. Tampoco existe el
imperialismo, y lo que supuestamente habría sería la “interdependencia de las naciones”
y el definitivo ocaso del supuesto causante de todas las guerras: el Estado-nación y su
excrecencia, el nacionalismo. Obviamente, para quienes sostienen tesis como estas el
imperialismo es un anacronismo, un molesto recuerdo del pasado que hoy carece por
completo de importancia.
Sin embargo, el imperialismo persiste más allá de las confusiones teóricas o las
alucinaciones discursivas de estos sectores. ¿Por qué? Porque tal como precozmente lo
señaló V.I. Lenin, se trata de un rasgo esencial del –e inherente al– capitalismo
contemporáneo, y si algo ocurrió con la globalización neoliberal, fue que la presencia
del imperialismo se extendió a lo largo y a lo ancho de todo el planeta, y su accionar se
tornó más opresivo y predatorio que nunca antes. Conviene recordar que desde finales
de los años ochenta el imperialismo había desaparecido no sólo como teoría explicativa
de la economía mundial, sino también como componente del discurso político. El
término simplemente había sido enviado al ostracismo por los académicos, los
comunicadores sociales, los políticos y los gobernantes. Recién se comenzó a hablar
nuevamente de imperialismo a comienzo del siglo actual, sobre todo luego de la
fulgurante aparición del ya mencionado libro de Hardt y Negri y de la desafiante
reafirmación del carácter imperialista de Estados Unidos –se sobreentiende: un
imperialismo benévolo– hecha por el tanque de pensamiento ultraconservador New
American Century o Nuevo Siglo Americano21
.
La molesta y desagradable supervivencia del imperialismo, inmune a las modas
intelectuales y lingüísticas, hizo que en los ochenta y los noventa aquel se ocultara tras
un nuevo nombre: “globalización”. Ahora bien: ¿qué es la globalización sino una suerte
de nueva “fase superior” del imperialismo?22
. La globalización no es el fin del
imperialismo sino un salto cualitativo del mismo, al cual nos referiremos a
continuación. Representa la transición del imperialismo clásico hacia otro de nuevo
tipo, basado en las actuales condiciones bajo las cuales se desenvuelve el modo de
producción capitalista. La palabra “imperialismo” había desaparecido, pero los hechos
son porfiados y tenaces, y a la larga este vocablo renació desde sus cenizas. La razón es
muy simple: casi todo el mundo está sometido a los rigores de una estructura
imperialista, y tal como persuasivamente lo argumentan Leo Panitch y Sam Gindin en
un par de notables artículos publicados hace ya unos años, los Estados Unidos
desempeñan un papel esencial e irreemplazable en el sostenimiento de esa estructura23
.
21
Información sobre el New American Century se puede obtener en <www.newamericancentury.org/>. 22
Ya en 1999, antes del resurgimiento de la cuestión del imperialismo, planteábamos esta tesis en nuestro
“‘Pensamiento único’ y resignación política: los límites de una falsa coartada” en Theorethikos (San
Salvador: Universidad Francisco Gavidia) Año III, N° 3, julio-septiembre de 2000. Ver Tiempos
violentos. Neoliberalismo, globalización y desigualdad en América Latina, de Atilio A. Boron, Julio
Gambina y Naúm Minsburg (comps.) (Buenos Aires: CLACSO/EUDEBA, 1999: 239-242). 23
Ver “Capitalismo global e imperio norteamericano”, de Leo Panitch y Sam Gindin, en Socialist
Register 2004 (Buenos Aires: CLACSO, 2005) y la continuación de ese trabajo, por los mismos autores,
“Las finanzas y el imperio norteamericano”, en Socialist Register 2005 (Buenos Aires: CLACSO, 2005).
54
Nos guste o no nos guste, lo nombremos o no, el animal existe. Y por eso, como la cosa
estaba y no había desaparecido, el hechizo de la palabra que pretendía ocultarlo,
“globalización”, se desvaneció y el viejo término reingresó triunfalmente en la esfera
pública.
Ahora bien, alguien podría decir: “¿por qué había desaparecido la palabra
imperialismo?”. Lo hizo, primero, como producto de cambios muy significativos –
económicos, políticos e ideológicos– que tuvieron lugar en la escena internacional, entre
otras cosas porque en los años ochenta y noventa el avance del neoliberalismo fue
arrollador. Esto quedó dramáticamente patentizado en 1989, cuando se derrumbó el
Muro de Berlín, y un par de años después, al desintegrarse la Unión Soviética. Es decir,
uno de los polos de la gran confrontación económica, política, ideológica, militar a lo
largo de gran parte del siglo XX: la Guerra Fría, se esfumó sin dejar rastros24
. A partir de
ahí, se llegó a la conclusión de que una vez borrada del mapa la Unión Soviética, el
imperialismo (que era, según la equivocada opinión de algunos autores, un fenómeno
eminentemente militar) no tenía ya más razón de ser. Los hechos, en cambio, mostraron
que sí tenía razón de ser y que, tal como correctamente lo había señalado Lenin, las
raíces del imperialismo son económicas, si bien también se manifiestan en el terreno
político, en el militar e incluso en el de las ideas, donde el éxito de la prédica neoliberal
promovida por el imperialismo y sus aliados ha sido extraordinario. Se debe tener
presente, como una nota adicional, que en el plano de las ideas el papel de los medios de
comunicación es esencial, y estos se encuentran concentrados en manos de grandes
oligopolios en una proporción aun mayor que la que encontramos, por ejemplo, en la
banca internacional.
Revisión y actualización teórica
Decíamos más arriba que una serie de cambios en el proceso de acumulación capitalista
puso en cuestión algunos preceptos de la teorización clásica del imperialismo
desarrollada en la segunda década del siglo XX, época en que se escribieron los textos
canónicos de V.I. Lenin, Rosa Luxemburgo, R. Hilferding, K. Kautsky y N. Bujarin
sobre el tema. En primer lugar, porque según aquellos el imperialismo era un reflejo de
la crisis que se abatía sobre las economías metropolitanas, que por eso mismo debían
salir agresivamente a la conquista de mercados externos. Pero el período posterior a la
Segunda Guerra Mundial puso en cuestión esa premisa, porque si algo caracterizó esta
fase fue una tremenda expansión del imperialismo que se producía no como respuesta a
la crisis sino como producto de un auge económico sin precedentes en la historia del
modo de producción capitalista: el célebre “cuarto de siglo de oro” del período 1948-
1973, todo lo cual sumía en la perplejidad a la teoría convencional. Segundo, las teorías
clásicas pronosticaban que como resultado de la competencia interburguesa las guerras
entre las potencias capitalistas serían inevitables. Nada de eso volvió a ocurrir luego de
1945. Hubo guerras, por supuesto, pero estas han sido del capital contra los pueblos de
la periferia del sistema y no entre las potencias metropolitanas. Tal como señalan
Panitch y Gindin en los trabajos ya aludidos, la penetración de los intereses de los
24
Sobre esta cuestión existe una inmensa literatura. Recomendaríamos apenas, a modo de invitación a
explorar el tema, a Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX [curiosa traducción del título original:
Extremes. The short twentieth century, 1914-1991] (Buenos Aires: Crítica/Grupo Mondadori, 1998); Años
interesantes. Una vida en el siglo XX (Barcelona: Crítica/Grupo Mondadori, 2003) y Cómo cambiar el
mundo. Marx y el marxismo 1840-2011 (Buenos Aires: Crítica/Grupo Mondadori, 2011). Ver asimismo
La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, de Naomi Klein (Barcelona: Espasa Libros,
2010), principalmente los capítulos 11 y 12.
55
oligopolios norteamericanos en todas las burguesías del mundo desarrollado abortó
cualquier posibilidad de un enfrentamiento militar entre las mismas y lo volvió
impensable, por lo menos hasta ahora. Tercero, las teorías clásicas sostenían que para la
reproducción del imperialismo se requería la presencia de vastas regiones atrasadas
(“agrarias”, como se las denominaba en aquella literatura) o “precapitalistas”, que
proporcionaban el espacio para la acumulación que ya no se podía encontrar en las
metrópolis. Fue Rosa Luxemburgo quien insistió fuertemente sobre este asunto. Sin
embargo, una vez que esos espacios de la periferia fueron incorporados a las relaciones
capitalistas de producción, el imperialismo siguió avanzando más allá de los límites
impuestos por la geografía mediante la mercantilización de sectores de la vida
económica y social antaño preservados al margen de la dinámica predatoria de los
mercados, como los servicios públicos, los fondos de pensión, la salud, la educación, la
seguridad, las cárceles y otros por el estilo. Esta es, en buena parte, la historia del último
cuarto de siglo.
La respuesta de algunos autores ante los desafíos que planteaban todos estos cambios
fue el abandono de la noción de imperialismo. De ahí el auge de teorías como la
globalización, la interdependencia y, posteriormente, el imperio, entendidas como lo
hacen Hardt y Negri, como un etéreo e inofensivo “régimen de soberanía global”. Y en
ese régimen, en el cual no hay centro ni periferia y las clases se difuminan en
espectrales multitudes, no existe posibilidad alguna de relaciones imperialistas. A nivel
conceptual, la ciencia política, ya en la década del ochenta, adoptó la categoría de
régimen político para el estudio de las “transiciones democráticas”, haciendo a un lado
al Estado, las fuerzas políticas y la lucha de clases. El imperialismo fue concebido, por
los diversos exponentes del “posmarxismo”, como una perniciosa deriva del
nacionalismo, pero como según ellos ahora los Estados-nación están en un irreversible
curso de desaparición, el imperio se convierte en un espacio abierto en donde el
imperialismo pierde su razón de ser. La antigua soberanía estatal, que se remonta a los
tiempos de Maquiavelo, Hobbes y Bodino, se relocaliza rápidamente y se desplaza hacia
grandes organizaciones supranacionales gubernamentales o privadas: la Unión Europea,
el Banco Mundial (BM), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OECD), el Banco Central Europeo, el FMI, las grandes empresas
transnacionales, etcétera. En su ofuscamiento, los posmarxistas (y los posmodernos en
general) no alcanzan a visualizar que: (a) todas estas supuestas organizaciones
“globales” lo son sólo en apariencia, pues responden en última instancia a los
requerimientos de la “burguesía imperial” y los Estados nacionales que se encargan de
proteger sus negocios; y (b) esos presuntos engendros posestatales reproducen la
asimetría “inter-nacional” de los mercados mundiales, en donde un puñado de naciones
(bajo la supremacía de Estados Unidos) domina a voluntad a aquellas organizaciones,
mientras que el resto está sometido a su opresiva influencia. A quien tenga dudas al
respecto le basta con ojear los diarios de los últimos meses para comprobar cuáles
Estados nacionales salieron ganando y perdiendo de la crisis europea, sobre todo en
países como Grecia, Irlanda, España, Portugal e Italia. Tampoco ven aquellos teóricos
que las así llamadas empresas transnacionales lo son sólo por el alcance mundial de sus
operaciones, pero que sus casas matrices se localizan en un pequeño número de
naciones, donde tienen su domicilio legal, y hacia donde fluyen las ganancias obtenidas
en todo el mundo, para lo cual se aseguran la vigilancia de “perros guardianes”
supuestamente internacionales, como el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias
Relativas a Inversiones (CIADI) o el Grupo de Acción Financiera en Contra del Lavado
de Dinero (GAFI), cuya misión excluyente es defender los intereses del gran capital y
garantizar que la plusvalía se dirija sin tropiezos hacia las casas matrices de las
56
transnacionales25
. En otras palabras, seguimos viviendo en un mundo de Estados
nacionales.
Pero, además, el imperio tiene un centro, irreemplazable, que es Estados Unidos. Sin su
estratégico papel, el imperialismo se derrumbaría como un castillo de naipes. Hagamos
un simple ejercicio mental y eliminemos a los Estados Unidos del tablero de la política
mundial: ¿de qué manera se sostendría una situación como la de Oriente Medio, en
donde un rosario de regímenes retrógrados perdura gracias a la entrega incondicional de
su riqueza petrolera a Estados Unidos? ¿Cuánto duraría el predominio militar de Israel
sin el costosísimo sostén económico que le proporciona Washington? ¿Quién garantiza,
en última instancia, el sometimiento y la expropiación del pueblo palestino? ¿Quién es
el gran promotor de todas las políticas neoliberales en el Tercer Mundo, a través del
manejo sin contrapesos de instituciones como el FMI, el BM o la Organización Mundial
del Comercio (OMC)? ¿Quién domina a su antojo al Consejo de Seguridad de la ONU,
provocando la crisis de la organización? ¿Quién es, según la formulación de Samuel P.
Huntington, el “sheriff solitario” de la política internacional? Sin el rol decisivo de
Estados Unidos, no existe respuesta posible para todas estas cuestiones. El mundo de
hoy, el sistema imperialista signado por el predominio del gran capital financiero, es
impensable al margen de un Estado-nación muy poderoso, que dispone de
prácticamente la mitad del gasto militar del planeta y que impone esas políticas a veces
“por las buenas”, haciendo uso de su fabuloso arsenal mediático y sus mecanismos de
dominación ideológica y cultural; pero, si por las buenas no convence, lo impone por la
fuerza de las armas. Tanto el soft power como el hard power están en manos de los
Estados Unidos. ¿Quién podría reemplazarlo en el vértice del sistema imperialista a
nivel mundial, con capacidad de intervención militar a escala planetaria: Alemania,
Francia, Japón, China, Rusia? Ninguno de ellos. Desaparecidos los Estados Unidos, el
sistema capitalista se desplomaría como un castillo de naipes.
25
El CIADI es una institución del BM, encargada de administrar un mecanismo para la solución de disputas
entre gobiernos y empresas pertenecientes a otros Estados. No se trata, por lo tanto, de un tribunal arbitral
regido por la legalidad internacional, sino que su marco normativo lo ofrecen los distintos tratados
bilaterales de protección de inversiones (TBPI) firmados por los gobiernos. La radicalidad del experimento
neoliberal en la Argentina de los noventa se confirma, entre otras cosas, también por el hecho de que este
país es uno de los que más TBPI ha firmado y se encuentran en vigor (58), mientras que sólo tres aún no
han entrado en vigencia. Casi todos (54 de los 58) fueron firmados durante la presidencia de Carlos
Menem (1989-1999), mientras que los cuatro restantes lo fueron por el gobierno de la Alianza, presidido
por Fernando de la Rúa (1999-2001). Prácticamente todos estos TBPI contemplan una duración de diez
años y su prórroga es automática, pese a lo cual ninguno ha sido denunciado por los gobiernos que
sucedieron al de Carlos Menem y continúan, por lo tanto, en vigor. Brasil, en cambio, sólo ha firmado 16
TBPI, pero ninguno de ellos se encuentra vigente. Este país, además, tampoco es miembro del CIADI. Una
de las críticas fundamentales que se le hacen al CIADI es su abierta predisposición a favorecer los
reclamos de las transnacionales en perjuicio de los países anfitriones. La existencia del CIADI y de los
TBPI, por último, refuta las especulaciones de algunos analistas –no pocos de ellos de izquierda– acerca
del carácter global, no nacional, de las empresas transnacionales. De hecho, todas ellas se encuentran
protegidas por un tratado bilateral firmado por sus gobiernos con el gobierno del país anfitrión. Bolivia,
Ecuador y Venezuela abandonaron el CIADI, en ese orden, no así la Argentina. El GAFI, a su vez, es una
institución intergubernamental creada en el año 1989 por el G-7, cuyo declarado propósito es desarrollar
políticas que ayuden a combatir el lavado de dinero y el financiamiento al terrorismo. El GAFI elaboró, en
sus años iniciales, una serie de cuarenta recomendaciones, pero luego de los atentados del 11-S agregó
otras más, que introdujeron controles muy estrictos sobre las transferencias electrónicas de dinero,
remesas y financiamientos a organizaciones sin fines de lucro. En fechas recientes, el GAFI presionó y
obtuvo de varios gobiernos, entre ellos el argentino, la sanción de una legislación antiterrorista
supuestamente encaminada a prevenir el financiamiento del terrorismo internacional. Sin embargo, dada
la laxitud de la definición de “terrorista”, esa legislación puede ser aplicada –y en algunos países como
Chile ya ha sido puesta en marcha– para legalizar la represión de la protesta social. Ver “Salir de la
trampa”, de Eduardo Lucita, en Página/12 (Buenos Aires) 15 de abril de 2012.
57
Consciente de esa realidad, a finales del siglo pasado Huntington examinaba las
responsabilidades de la superpotencia solitaria y se preguntaba quién estaría en
condiciones de remplazar a Washington, que demostró haber sido capaz de “presionar a
otros países para adoptar valores y prácticas norteamericanas en temas tales como
derechos humanos y democracia; impedir que terceros países adquieran capacidades
militares susceptibles de interferir con la superioridad militar norteamericana; hacer que
la legislación norteamericana sea aplicada en otras sociedades; calificar a terceros países
en función de su adhesión a los estándares norteamericanos en materia de derechos
humanos, drogas, terrorismo, proliferación nuclear y de misiles y, ahora, libertad
religiosa; aplicar sanciones contra los países que no conformen a los estándares
norteamericanos en estas materias; promover los intereses empresariales
norteamericanos bajo los slogans del comercio libre y mercados abiertos y modelar las
políticas del FMI y el BM para servir a esos mismos intereses […]; forzar a otros países
a adoptar políticas sociales y económicas que beneficien a los intereses económicos
norteamericanos; promover la venta de armas norteamericanas e impedir que otros
países hagan lo mismo […]; categorizar a ciertos países como ‘Estados parias’ o
delincuentes y excluirlos de las instituciones globales porque rehúsan a postrarse ante
los deseos norteamericanos”26
.
La respuesta a la pregunta retórica de Huntington tiene una única contestación: nadie.
Por eso Estados Unidos es, como lo recordara la secretaria de Estado de Bill Clinton,
Madeleine Albright, “el país indispensable”, aunque no para la democracia y la libertad,
como ella cree, sino para sostener la estructura imperialista del actual (des)orden
mundial.
Ahora bien, cabría preguntarse: ¿cómo es que algunas políticas del imperio continúan
imponiéndose en nuestros países una vez extinguidas las antiguas dictaduras de
seguridad nacional? ¿Cómo es posible dicha continuidad cuando la propia derecha se ha
visto obligada a manejarse dentro de la institucionalidad democrática, si bien contando
en muchos casos con presidentes surgidos de sus filas en países como Colombia,
México, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Chile?
Esta aparente paradoja confirma que la eficacia práctica del imperialismo pasa
inexorablemente por estructuras nacional-estatales de mediación. Nada más erróneo que
suponer al imperialismo como un “factor externo”, que opera con independencia de las
estructuras de poder de los países de la periferia. Lo que hay es una articulación entre
las clases dominantes a nivel global, lo que hoy podríamos denominar una “burguesía
imperial” –es decir, una oligarquía financiera, petrolera e industrial que se vincula y
coordina trascendiendo las fronteras nacionales–, que dicta sus condiciones a las clases
dominantes locales en la periferia del sistema, socias menores de su festín, pero que
tienen la importante función de viabilizar el accionar del imperialismo a cambio de
obtener ventajas y beneficios para sus propios negocios. Pero más allá de la
coincidencia de intereses entre los capitalistas locales –en realidad, una “burguesía
autóctona”, no nacional, como bien lo recordaba el Che Guevara– y la “burguesía
imperial”, lo decisivo es que los primeros controlan a los Estados de la periferia del
sistema y es a través de esa prevalencia que establecen las condiciones políticas e
institucionales que posibilitan el funcionamiento de los mecanismos de exacción de
excedentes y saqueo de recursos que caracterizan al pillaje imperialista. Entre otros, el
más importante es garantizar la eficaz labor de los aparatos legales y represivos del
Estado para, con los primeros, someter a la fuerza de trabajo a las condiciones que
requiere la superexplotación capitalista (precarización y flexibilización laborales,
26
Ver “The lonely superpower”, de Samuel P. Huntington, en Foreign Affairs, Vol. 78, Nº 2, marzo-abril
de 1999: 48.
58
extensión de la jornada de trabajo, abolición de derechos sindicales, etcétera), y con los
segundos, reprimir a los descontentos y los revoltosos y, de este modo, sostener un
“orden social” escandalosamente injusto.
Como es evidente a partir de estos razonamientos, la realidad del imperialismo
contemporáneo nada tiene que ver con la imagen divulgada por los teóricos de la
globalización. El imperio tiene un centro, Estados Unidos, lugar donde se concentran
los tres principales recursos de poder del mundo contemporáneo: Washington dispone
de las armas y el arsenal atómico más importante del planeta; Nueva York, del dinero; y
Los Ángeles tiene las imágenes y toda la fenomenal galaxia audiovisual. Más
importante aún, los tres actúan sincronizadamente y en línea con las orientaciones
estratégicas generales dispuestas por su estado mayor en la Casa Blanca. ¿O es que
Washington no está siempre, invariablemente, detrás del mundo de los negocios,
respaldando a cualquier precio a “sus” empresas, en cuyos directorios además se
verifica una permanente circulación entre los funcionarios gubernamentales que
reemplazan a los CEO, mientras estos pasan a ocupar elevados puestos en el gobierno de
turno? ¿O alguien puede creer que Hollywood produce sus películas, series de televisión
y toda clase de productos audiovisuales ignorando (para ni hablar de contradiciendo) las
prioridades nacionales dictadas por la Casa Blanca y el Congreso?
A modo de síntesis
Quisiéramos concluir este capítulo inicial planteando unas proposiciones que sintetizan
nuestra visión del imperialismo a comienzos del siglo XXI y a partir de las cuales será
posible elaborar un análisis de las condiciones geopolíticas que caracterizan a América
Latina27
.
a) Pese a todos los discursos que pretenden negar su existencia, el imperialismo
continúa siendo la fase superior del capitalismo. Una fase que por su insaciable
necesidad de acrecentar el pillaje y saqueo de los bienes comunes y las riquezas de todo
el mundo adquiere rasgos cada vez más predatorios, agresivos y violentos, colocando
objetivamente a la humanidad a las puertas de su propia destrucción como especie.
Criminalización de la protesta social; militarización de las relaciones internacionales y
27
Remitimos a los lectores al examen de algunos textos entre la plétora de trabajos que examinan
detalladamente los cambios y la conformación de un nuevo sistema imperialista: David Harvey, en el ya
mencionado The enigma of capital and the crises of capitalism; Claudio Katz, Bajo el imperio del capital
(Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2012); Leo Panitch y Sam Gindin, “Capitalismo global e imperio
norteamericano” (op. cit.), y su continuación, “Las finanzas y el imperio norteamericano” (op. cit.); Ellen
Meiksins Wood, Empire of capital (Londres: Verso, 2003); Alex Callinicos, “La teoría marxista y el
imperialismo en nuestros días” en Razón y Revolución (Buenos Aires, 2010) Nº 56; Theotonio dos
Santos, Economía mundial, integración regional y desarrollo sustentable: las nuevas tendencias y la
integración latinoamericana (Lima: Infodem, 2010), así como su texto clásico, con un nuevo estudio
introductorio de Carlos Eduardo Martins: Imperialismo y dependencia (Caracas: Biblioteca Ayacucho de
Clásicos Políticos de América Latina/Banco Central de Venezuela, 2012) y su Del terror a la esperanza.
Auge y decadencia del neoliberalismo (Caracas: Monte Ávila, 2007); Carlos Eduardo Martins,
Globalização, dependência e neoliberalismo na América Latina (San Pablo: Boitempo, 2011); André
Gunde Frank, ReOrient: Global economy in the Asian age (Berkeley: University of California Press,
1998); Samir Amin, El hegemonismo de los Estados Unidos y el desvanecimiento del proyecto europeo
(Madrid: El Viejo Topo, 2001); Más allá del capitalismo senil (Barcelona: El Viejo Topo, 2003) y La
crisis. Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis (Barcelona: El Viejo Topo, 2009):
Jorge Beinstein, Crónica de la decadencia. Capitalismo global 1999-2009 (Buenos Aires: Cartago, 2009)
por último, Giovanni Arrighi, Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI (Madrid: Akal,
2007); El largo siglo XX (Madrid: Akal, 1999) y, junto a Beverly J. Silver, Caos y orden en el sistema-
mundo moderno (Madrid: Akal, 2001).
59
del espacio exterior; guerras, extorsiones y sabotajes por doquier; intensificación de la
depredación medioambiental, y sometimiento de pueblos enteros de la periferia y en la
propia “periferia interior” de las metrópolis son datos que caracterizan tenebrosamente
la actualidad del imperialismo. La historia de los imperios precedentes demuestra que se
tornan más agresivos e inmorales una vez iniciada su decadencia. El caso de los Estados
Unidos en la actualidad confirma plenamente esa tesis.
b) Es posible por eso mismo afirmar que los cinco rasgos fundamentales identificados
por V.I. Lenin en su clásico trabajo conservan su validez, aunque su morfología no
necesariamente repita la que los caracterizaba un siglo atrás. Es decir: (i) la
concentración de la producción y el capital, y los oligopolios que ese proceso precipita,
continuó a ritmo acelerado, llegando a escalas inimaginables para el propio Lenin; (ii)
perdura también la fusión del capital bancario con el industrial, generando un capital
financiero cuyo volumen crece sin pausa hasta adquirir las descomunales proporciones
que exhibe en nuestros días. Con toda razón se dice que uno de los procesos definitorios
del capitalismo contemporáneo es la financiarización de la economía28
; (iii) se confirma
asimismo el predominio de la exportación de capitales sobre la exportación de
mercancías, siendo la circulación de los primeros de una magnitud incomparablemente
mayor que el comercio de mercancías; (iv) la puja por el reparto de los mercados a
escala planetaria entre los grandes oligopolios, respaldados por sus Estados, prosigue su
devastadora marcha. ¿Qué otra cosa si no es la ocupación militar de Irak y la expulsión
de los rivales de Washington; o lo que acaba de ocurrir en Libia, para no citar sino los
dos casos más flagrantes?; (v) por último, continúa también el reparto territorial del
mundo entre las grandes potencias. Estados Unidos quiso apoderarse de América Latina
y el Caribe mediante el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Como su
empeño no tuvo éxito, ahora trata de hacerlo por otras vías: acuerdos comerciales de
libre comercio (bilaterales, como los celebrados con Chile, Perú y Colombia; o
multilaterales, como Centroamérica más República Dominicana) y los TBPI
mencionados más arriba mediante los cuales Estados Unidos y los países desarrollados
exigen a los de la periferia protección para las inversiones de las empresas de su país y a
cambio garantizan la misma protección a las inversiones que pudieran hacer las
“transnacionales” argentinas, paraguayas o bolivianas que inviertan en los capitalismos
metropolitanos; o por la vía militar, apoyándose en su control de la infraestructura de
comunicaciones y transporte a nivel global, la red de bases militares, la Cuarta Flota y la
política guerrerista impulsada por la administración Bush y profundizada por el
inverosímil premio Nobel de la Paz y actual ocupante de la Casa Blanca, Barack
Obama.
c) Al ser la globalización la fase superior del capitalismo, instituciones, reglas del juego
e ideologías que el capitalismo global impuso a la salida de la Segunda Guerra Mundial
permanecen en la escena. Lejos de desaparecer, acentúan su gravitación: el BM, el FMI,
el Banco Central Europeo, la OMC, la OECD, el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), la Organización de Estados Americanos (OEA), la OTAN y otros organismos por el
estilo permanecen firmes en sus puestos, redefiniendo sus funciones y sus tácticas de
intervención en la vida económica, social y política de los pueblos, pero siempre
invariablemente al servicio del capital. Esto fue ratificado por el G-20 en su reunión de
28
Algunos cálculos estiman en 370 billones de dólares (370 millones de millones de dólares) la
circulación de los derivados financieros en los mercados mundiales, 28 veces más que los 13 billones que
constituyen el PIB de Estados Unidos –ver “Por una restructuración revolucionaria del sistema financiero
estadounidense” en El Argentino (Buenos Aires) 16 de noviembre de 2011: 4–.
60
Londres, cuando les encargó, sobre todo al FMI, que cumplieran el papel de “guía”
intelectual e ideológico para sacar al mundo de la profunda crisis en que se encuentra.
Se debe observar el nefasto rol que el FMI y el Banco Central Europeo están
desempeñando en la administración del “ajuste salvaje” al que varios países europeos
fueron sometidos a partir de 2011 y en virtud del cual muchos de ellos se convirtieron
en “protectorados” de aquellas instituciones, sin retener las más elementales
atribuciones relativas a la soberanía nacional. El liberalismo global, en su versión actual
“neoliberal” codificada en el Consenso de Washington, sigue siendo la ideología del
sistema. La “democracia liberal” y el “libre mercado” continúan siendo los fundamentos
ideológicos últimos al actual orden mundial. Pese a los esfuerzos retóricos de los
“posmos”, nada de esto ha cambiado. Las “recetas” que el FMI está administrando a
Grecia, Irlanda, España, Portugal e Italia para salir de la crisis son las mismas que
provocaron el holocausto social padecido por América Latina y están teniendo en esos
países las mismas consecuencias.
d) Contrariamente a lo que ocurría en su fase clásica, el imperialismo actual tiene un
centro indiscutido: Estados Unidos. Europa es un socio menor del sistema imperialista,
sin capacidad política, económica o militar para impedir siquiera los abusos y los
atropellos que Estados Unidos hizo, y continúa haciendo, en la mismísima Europa.
Basta recordar lo ocurrido en los Balcanes con la ex Yugoslavia, o la aberrante
“independencia” de Kosovo, o la absurda permanencia de bases militares en los
principales países europeos (y también en Japón) más de sesenta años después de
finalizada la Segunda Guerra Mundial, para comprobar que Europa es apenas un
nombre que designa a una zona geográfica de gran importancia económica pero sin
unidad política alguna. Y algo muy semejante ocurrió en 2011 con ocasión de la
intervención militar de los países europeos y Estados Unidos en Libia. Las políticas del
imperialismo han sido muy efectivas en acelerar el desmembramiento de Europa en más
de medio centenar de “naciones” independientes y autónomas, la mayoría de ellas
impotentes e insignificantes, y convirtiendo a algunas, como Polonia y República
Checa, en simples correas de transmisión de los intereses norteamericanos en la región.
Y Japón, apretado entre Rusia y China, y amenazado económicamente por ambos e
incluso por Corea del Sur y Taiwán, ha optado por refugiarse en el paraguas militar y
político norteamericano y de ninguna manera puede cumplir el papel de un socio
principal en el sistema imperialista. Las reformas de diversos artículos de la
constitución japonesa en 2005 –que prohibían las operaciones militares de sus fuerzas
armadas fuera de su propio territorio–, exigidas por los Estados Unidos a cambio de su
protección, demuestran fehacientemente los escasísimos márgenes de autonomía con
que cuenta ese país dispuesto, aparentemente, a cumplir un papel bélico regional para
mantener el “orden mundial” en el Sudeste Asiático. Pero las modificaciones en el
tablero geopolítico global reducen cada vez más el margen de maniobra del
imperialismo, como veremos más adelante.
e) Tal como se señalaba más arriba, la concentración monopólica, uno de los rasgos
centrales del imperialismo clásico, no sólo se ha mantenido, sino que se ha
profundizado en la fase actual. Según plantea Samir Amin, son cinco los monopolios
(en verdad, oligopolios) que caracterizan al funcionamiento del capitalismo
contemporáneo: el tecnológico; el control de los mercados financieros mundiales; el
acceso oligopólico a los recursos naturales del planeta; el de los medios de
comunicación y, por último, el de las armas de destrucción masiva. ¿Es concebible
61
plantear el fin de las relaciones imperialistas ante la renovada vigencia y protagonismo
de los oligopolios en estas cinco áreas estratégicas de la economía mundial?
f) En la etapa actual, el eje fundamental del proceso de acumulación a escala mundial se
encuentra en la financiarización de la economía. Por algo se trata del sector en donde la
desregulación y la liberalización han avanzado con más fuerza y penetrado más
profundamente en la economía mundial. La gran crisis que estalló en 2008 es el
resultado directo de la escandalosa desregulación del sistema financiero, propuesta e
impulsada sobre todo por los Estados Unidos durante la “progresista” administración
Clinton y ejecutada por sus dos secretarios del Tesoro, Lawrence Summers y Robert
Rubin, actualmente asesores económicos de Barack Obama. Se debe recordar también
que en los capitalismos desarrollados el liberalismo financiero se combina con el
proteccionismo y la estricta regulación de los demás mercados mediante subsidios,
aranceles, trabas al comercio, políticas de promoción de diverso tipo y, por supuesto, un
muy estricto control de la movilidad de la fuerza de trabajo mundial, para lo cual la
supervivencia de los Estados nacionales de la periferia es un elemento de decisiva
importancia.
g) La financiarización acentúa los rasgos más predatorios del capitalismo al imponer
una “norma” de rentabilidad que obliga a todos los demás sectores a incurrir en la
superexplotación de la fuerza de trabajo y los bienes naturales. Un solo dato basta para
confirmarlo: en el sistema financiero internacional, aproximadamente el 95% de todas
las transacciones se realiza en un plazo igual o inferior a siete días, en donde además
existen posibilidades de obtener tasas de ganancia muy significativas en un muy corto
plazo. Esto hace que los sectores no financieros del capital deban extremar sus
estrategias para succionar excedentes en la mayor cantidad y en el menor tiempo
posible, para compensar lo que de otro modo podrían obtener en el sistema financiero.
Este, por ser mucho más volátil, implica mayores riesgos, pero ejerce una influencia
muy grande sobre las estrategias de inversión en todos los demás sectores de la
economía. El capital ha ido transformando los más diversos aspectos de la vida social en
meras mercancías, expandiendo su influencia hasta cubrir todo el planeta más allá de los
avatares del ciclo económico.
i) La supremacía militar de Estados Unidos es incontestable pero no por ello deja de
tener límites. Las experiencias recientes demuestran que puede arrasar países enteros,
como lo ha hecho en Afganistán, Irak y Libia, pero no puede llegar a normalizar el
funcionamiento de sus víctimas para garantizar el eficaz saqueo de sus riquezas y el
despojo de sus recursos. Ganar una guerra es algo más que destruir la base territorial del
adversario. Significa recuperar ese territorio para provecho propio, cosa que no puede
hacerse confiando tan sólo en la superioridad aérea o misilística en el terreno militar.
Noam Chomsky ha planteado que hasta ahora Estados Unidos ha demostrado una
fenomenal incapacidad para eso, algo que, por ejemplo, un déspota infame como Hitler
supo hacer en las condiciones mucho más complicadas de la Europa ocupada de
comienzos de la década del cuarenta. De ahí que la idea de un imperio invencible sea
falsa en grado extremo: es cierto que puede arrasar con un territorio, pero no puede
vencer militarmente más allá de un cierto punto muy elemental. Fue derrotado en
Vietnam, en Cuba (Playa Girón), y está siendo derrotado por las milicias de Afganistán
e Irak. De todas maneras, no se puede subestimar la importancia militar de los Estados
Unidos: según los expertos norteamericanos, dispone de más de mil bases militares
dispersas por los cuatro puntos cardinales del planeta y de un ejército imperial sin
62
parangón en la historia que amenaza sin precedentes a la paz y la seguridad mundiales.
Volveremos sobre este tema más adelante.
j) En el terreno económico, la situación del imperialismo es más complicada. No pudo
imponer el Acuerdo Multilateral de Inversiones, lo que habría significado
institucionalizar la dictadura del capital a escala mundial. En América Latina y el Caribe
su proyecto insignia, el ALCA, fue derrotado bochornosamente en 2005, si bien trata de
reflotarlo, metamorfoseado, como una inocente Alianza para la Seguridad y la
Prosperidad de América del Norte (ASPAN), con la esperanza de extenderla hacia el sur.
Las rondas de la OMC van de fracaso en fracaso, y la aparición de China como un gran
actor de la economía mundial, unida a los avances de la India, plantea serios desafíos a
la permanencia del sistema imperialista tal cual lo conocemos. Los teóricos
neoconservadores del New American Century, que soñaban para los Estados Unidos
con una hegemonía mundial de larguísimo plazo, manifiestan ya su desilusión ante lo
que perciben como claros signos de una decadencia. Lo ocurrido con el dólar, cuya
depreciación está llegando a niveles impensados hasta hace apenas pocos años, y la
incontenible escalada de la deuda pública de Estados Unidos son apenas algunos de los
componentes de esa decadencia. Es más: Washington ha perdido autonomía también
para manejar las políticas económicas que desee aplicar en el plano doméstico. Si las
dos gigantescas firmas especializadas en créditos hipotecarios, Fannie Mae y Freddie
Mac, no quebraron en septiembre de 2008, fue porque China era tenedora de bonos de
esas empresas por un valor de 595 mil millones de dólares, y las autoridades de Beijing
hicieron saber a Washington que de no ocurrir un rescate que preservase las inversiones
del gigante asiático se verían obligados a tomar severas represalias financieras en contra
del dólar norteamericano29
.
k) En el sistema político internacional, el imperialismo se encuentra aún más debilitado.
Sus gobiernos amigos están cada vez más desprestigiados, cuando no irreparablemente
deslegitimados: caso de las dinastías teocrático-feudales del Golfo Pérsico, o las del
norte de África (dos de las cuales, la de Mubarak en Egipto y la de Ben Alí en Túnez, ya
fueron derrocadas por masivas insurrecciones populares), de Álvaro Uribe en Colombia
durante los años finales de sus presidencias y Felipe Calderón en México, para ni hablar
de Porfirio Lobo en Honduras; o debe acudir a personajes como Silvio Berlusconi en
Italia, Alan García en Perú, José M. Aznar en España, o Hamid Karzai en Afganistán
para sostener sus “esferas de influencia”. El surgimiento de vigorosos movimientos de
la alterglobalización, si bien todavía no articulados a escala mundial, es otro ejemplo de
una oposición que crecientemente toma más cuerpo y que erige nuevos límites a la
dominación imperialista. El incendio que está abarcando toda África del Norte y Oriente
Medio está llamado a producir profundas y duraderas modificaciones en el tablero
geopolítico mundial, al igual que la impetuosa aparición de China y la presencia cada
vez más amenazante de la India. Todo lo cual conduce hacia una espiral en donde el
imperio acude más y más a la represión, que a su vez potencia la resistencia de los
pueblos, lo que a su turno requiere incrementar la dosis represiva en una sucesión
creciente de acontecimientos que no tiene otro destino que el derrumbe final del
sistema.
Terminamos este primer capítulo reafirmando que el sostenimiento del gigantesco,
planetario “desorden mundial” que provoca el capitalismo en su actual fase imperialista
29
Ver “El poder mundial se desplaza”, de Martine Bulard, en Le Monde diplomatique (Buenos Aires)
mayo-junio de 2012: 6-8.
63
exige la muerte prematura por enfermedades perfectamente curables y prevenibles, o
simplemente a causa del hambre, de 100 mil personas por día, en su mayoría niños.
Sostener este sistema, en donde unos pocos miles de multimillonarios disponen de un
ingreso equivalente al del 50% de la población mundial; en donde mientras la quinta
parte de la población mundial derrocha energía de origen fósil y no renovable, el 20%
más pobre prácticamente no tiene posibilidad de consumir algún tipo de energía y
sobrevive al borde de la extinción; en donde los avances científicos y tecnológicos se
concentran cada día más en un puñado de naciones. Toda esta auténtica barbarie, con
sus ganadores y perdedores claramente identificados sólo es posible porque el
imperialismo sigue teniendo su capacidad de aplastar a sus adversarios y cooptar,
engañar, chantajear a los dóciles o acomodaticios30
. No se trata de un benévolo imperio
virtual, sino de un sistema de una infinita crueldad en donde el sacrificio de las dos
terceras partes de la población mundial se realiza, día a día, en la más absoluta
impunidad y a plena conciencia de sus perpetradores.
30
Estos datos están disponibles en numerosos sitios web. Un resumen de los mismos se encuentra en
nuestro “Sepa lo que es el capitalismo”, en <www.atilioboron.com.ar/2010/05/sepa-lo-que-es-el-
capitalismo.html>.
64
65
LOS NUEVOS
ESCENARIOS
EN AMÉRICA DEL SUR
DESDE LA
OPERACIÓN CÓNDOR
STELLA CALLONI
(2014)
66
67
Los nuevos escenarios en América del sur desde la Operación Cóndor Stella Calloni
En los momentos álgidos de la Guerra Fría, Latinoamérica se convirtió en el patio de
campaña de la guerra fría para Washington y la proliferación de las dictaduras en el
Cono Sur permitió armar con cuidadosa ingeniería el esquema de la teoría de Seguridad
Nacional. La llamada Operación Cóndor fue la réplica local de la Operación Phoenix
(Fénix), o “programa Fénix” aplicada desde 1966 en Vietnam y en la zona asiática en
general, bajo dirección de William Colby, el entonces jefe de la Central de Inteligencia
Estadunidense, para eliminar lo que se consideraba “el enemigo” y “pacificar” las
aldeas sudvietnamitas desde 1966.
Sin ningún remilgo, Colby reconoció ante una Audiencia del Senado, ante las denuncias
periodísticas sobre los llamados “trabajos sucios de la CIA”, que “en más de dos años y
medio de realización del programa Fénix, fueron capturadas 29 mil personas:
convertidas en traidores: 17 mil; muertas: 20 mil 500. El 82 por ciento fue ocasionado
por unidades regulares y paramilitares y sólo el 13 por ciento por la policía y servicios
análogos […]. El programa Fénix preconizaba la detención por cuanto respetamos la
vida humana (se transcriben risas aquí) Además el hombre viviente puede dar
información y un cadáver no”. Este programa consideraba buscar al “enemigo” a los
opositores adonde se encontraran y “eliminarlos” (The Cia File, R.L. Borosage and
Marks, comps., Nueva York, 1976, pág. 190).
Esta fue la idea y la base del programa que se reprodujo en el Cono Sur, bajo el mismo
esquema de terror, diez años después. En el más cercano patio trasero, las repúblicas
centroamericanas bajo dominio neocolonial, cuando no colonial, avanzaron en sus
guerras de liberación, precisamente cuando Washington puso todo su empeño en
cambiar el escenario en el sur de América Latina y por un breve espacio de tiempo,
creyendo aseguradas con dictaduras propias (como los Somozas en Nicaragua o los
militares en El Salvador y Guatemala) “su territorio de conquistas”, Washington se
lanzó de lleno para “ajustar” el Cono Sur, donde guerrillas y movimientos populares
marcaban un ascenso en las luchas históricas por la independencia.
Tenía lo que necesitaba en algunos países como Paraguay, donde dominaba sin
interrupciones el general Alfredo Stroessner desde 1954, aunque realmente el sistema
dictatorial se ubica desde 1947. Stroessner era el buen amigo de Estados Unidos y la
CIA tuvo su mejor centro de operaciones en ese país pequeño, encerrado, subtropical y
bajo el absoluto control de una tiranía alienante.
Algo para recordar
Pero para entender este entramado no puede olvidarse que el golpe fundamental de
Washington en 1970 estuvo dirigido sobre Chile, donde la izquierda conformaba un
movimiento fuerte y masivo y terminó imponiéndose en ese año. Fue el comienzo.
La primera manipulación ilegal del proceso electoral chileno por parte de la Casa
Blanca y en contra de Salvador Allende, se dio en las elecciones presidenciales de 1964,
en las cuales la CIA gastó “más de tres millones de dólares en operaciones políticas
encubiertas […] para impedir su triunfo” (Heinz Dietrich, “Noam Chomsky: habla de
América Latina”, anexos, pág. 235).
Seis años después, en marzo y junio de 1970, la Casa Blanca autorizó nuevamente 390
mil dólares para frenar el avance del senador de la Unidad Popular en la campaña
electoral. A pesar de esto Allende se impuso el 4 de septiembre de 1970 en elecciones
libres. Como la diferencia entre Allende y sus competidores de la Democracia Cristiana
68
y el Partido Nacional era pequeña, el congreso debía ratificar al presidente el 24 de
octubre de ese año y en ese tiempo Washington hizo todo lo que estuvo a su alcance
para impedir que Allende fuera designado.
El 7 de septiembre la CIA, aunque no consideraba que Estados Unidos tuviera intereses
vitales en Chile ni que pudiera ser alterado el balance militar mundial, sostenía que la
llegada de Allende podía producir “pérdidas económicas tangibles” y que tendría
“costos políticos y sicológicos considerables”. Según esos informes el político socialista
era “una amenaza para la OEA”, y su triunfo se convertía en un peligroso “ejemplo”
para otros países, y en “una derrota sicológica para Estados Unidos”. Y, pos supuesto,
una victoria para los marxistas. Es importante recordar brevemente la cronología de
estos hechos porque Chile fue un centro neurálgico del Operativo Cóndor, cuando ya la
CIA aseguró su base allí.
El 8 de septiembre el embajador estadunidense en Santiago, Edwrad Korry, comunicaba
a su gobierno “que era muy difícil que se diera un golpe en Chile” ya que las Fuerzas
Armadas de ese país “no tienen estómago para la violencia que puede ser resultar de su
intervención”. El 15 de septiembre después de reuniones múltiples en Washington,
donde estuvieron como informantes privilegiados Dean Kendall el presidente de Coca
Cola, Jorge Edward director del Mercurio de Chile, Henry Kissinger y Richard Helms,
director de la CIA, ya se allanó el camino hacia otro encuentro con el presidente
Richard Nixon., que debía ser decisivo como realmente lo fue.
El mandatario instruyó a Helms que “un régimen de Allende en Chile era inaceptable
para Estados Unidos”, que la CIA debía impedir que llegara al poder y dispuso diez
millones de dólares para la desestabilización: “hay que hacer gritar” a la economía de
Chile, fue la orden.
Fracasó la primera vía (Track I) elegida en la que se intentó que el presidente
democristiano Eduardo Frei Montalvo promoviera un golpe de estado militar y
disolviera el Congreso, no sin antes advertir que si no ayudaba a bloquear el ascenso de
Allende, Estados Unidos destruiría la economía. “Una vez que Allende llegue al poder
haremos todo dentro de nuestras posibilidades para condenar a Chile, y a los chilenos a
la más severa privación y pobreza” decía Edwrad Korry. Se ordenó la vía dos (Track II),
después de informar a los militares que si Allende era confirmado como presidente ellos
no recibirían más ayuda militar y programas de asistencia.
Ni aún así se logró nada, aunque ya utilizando a algunos militares y civiles de
inteligencia, el 22 de octubre fue asesinado el general René Schneider, que era
considerado por Washington el principal obstáculo para el golpe y se quiso hacer
aparecer este crimen como una “acción de la guerrilla izquierdista”.
Pero Allende se impuso. El general Carlos Prats sucedería a Schneider. El golpe militar
fue entonces el objetivo de Estados Unidos, como se registra en toda la documentación
ahora desclasificada. Sería muy extenso enumerar cómo se preparó el golpe, pero el
caso chileno se convirtió en el modelo clásico de la desestabilización de un país. A
partir del cruento golpe liderado por el general Augusto Pinochet en septiembre de 1973
se impuso una de las dictaduras más crueles del Cono Sur, con miles de muertos y
desaparecidos.
Con Paraguay y Chile la tenaza era perfecta para caer sobre Uruguay, donde también en
1973 se interrumpió la democracia, con un golpe cívico-militar, sin precedentes.
Sucesivas dictaduras militares en Argentina, desde el derrocamiento de Juan Domingo
Perón en 1955, con algunos pequeños periodos de intentos democráticos, prepararon el
camino a un cruento retorno militar. En 1974, los lazos de funcionarios de Washington
con militares (a través de los entrenamientos) y civiles (un buen ejemplo fue la amistad
del secretario de Perón, el ex cabo de policía, José López Rega con el diplomático,
69
Robert Hill) llevó a la formación de los escuadrones de la muerte de la llamada Alianza
Anticomunista Argentina (Triple A) que secuestró y asesinó a más dos mil disidentes
políticos. Esta organización criminal, que compartió acciones con la DINA, la policía
política creada por Pinochet en ese año, abrió el camino al golpe militar de 1976, que
impuso la dictadura más terrible de la historia argentina.
Inspirados en los escuadrones de Guatemala y los que surgieron en El Salvador, las
relaciones e intercambios entre criminales era común a mediados de los 70 y prosperó
más aún en los 80 con la llegada de Ronald Reagan al poder y con el auge de la guerra
contra Nicaragua sandinista. Entonces Washington también sirvió como hilo conductor
para unir las internacionales del crimen de sur y Centroamérica y allá fueron los
asesores de la muerte, a competir por quien iba más lejos en eso de sembrar terrores.
Fue en el 76 cuando la Operación Cóndor se institucionalizó entre las dictaduras, para
establecer el control necesario y “limpiar” el camino para el proyecto económico-
político del futuro: la globalización, que entendida en los términos del dominio mundial
se expresa como un colonialismo “tardío” en los países más pobres.
Caracterizada Cóndor desde un principio –cuando los asesinatos de importantes líderes
políticos en sus países o exiliados, tocaron la espina dorsal de la disidencia– como una
“internacional del terror” su radio de acción eliminó fronteras. Las cabezas de Cóndor
estaban en Washington y en la sede de las oficinas de “inteligencia” de las dictaduras en
el Cono Sur con sus agentes en el resto de América. Sus brazos ejecutores lograron unir
con asombrosa síntesis a militares, paramilitares, mercenarios, mafiosos y
organizaciones terroristas de la ultraderecha del mundo. Y también –vale recordarlo– a
un sector de civiles, empresarios, políticos y otros, que nunca han sido señalados
debidamente en este juego de la muerte.
Desde Asia, pasando por la Organización del Ejército Secreto (OAS) de Francia, por las
organizaciones fascistas de Italia y de España, entre otros, todo era útil en aquella saga
del crimen político. Las doctrinas represivas, los antecedentes acumulados por la
dictadura, “los modelos” de especialización del ejército colonial de Francia, la
desaparición forzada –que Filipinas y Guatemala, (desde 1960) convirtieron en su
“aporte” a la lucha “antisubversiva”– la idea de “quebrar” prisioneros mediante las más
brutales torturas –que puso como ejemplo Colby en Vietnam– hasta la “recuperación”
de los mismos, que en Argentina se desarrolló hasta límites increíbles, todo fue válido
en el esquema común. En Argentina se fue más lejos: sus militares hicieron un nuevo
experimento: el robo y apropiación de niños de detenidas políticas embarazadas,
nacidos en aquellas catacumbas de los centros clandestinos y que fueron entregados a
familias de represores para demostrar cómo lejos del “mal” podían ser educados para el
bien “occidental y cristiano”.
El general Augusto Pinochet, actualmente detenido de lujo en Londres, por una
solicitud del juez español Baltasar Garzón, que juzga el genocidio del sur, admiraba a su
par brasileño el también general Golbery da Couto e Silva cuyas tesis sobre
“geopolítica” fueron claves, y también ayudaron a trazar la teoría de las “fronteras
ideológicas” adoptada en 1964 por la Conferencia de Ejércitos Americanos
(panamericanos entonces).
El aporte ideológico y de modelos represivos alcanzaron su clímax cuando en la
mayoría de los países latinoamericanos bajo dictaduras que promovieron la
transnacionalización del terrorismo de Estado, no sólo se aseguraba el poder de los ya
poderosos económicamente sino se asumía la hegemonía política, militar y económica
de Estados Unidos.
“Como esta hegemonía pareció entrar en crisis a partir de la derrota sufrida en Vietnam
en el sudeste Asiático y del triunfo de la revolución nicaragüense en América Latina, la
70
apelación a las fórmulas terroristas, tanto de dominación nacional como de agresión a
terceros países se hizo más frecuente e intensa por parte de Washington”, como señala
el periodista argentino Miguel Bonasso.
Junto a dirigentes y líderes como los generales Carlos Prats (chileno) y su esposa, el ex
presidente boliviano Juan José Torres, los dirigentes uruguayos Zelmar Michelini, y
Héctor Gutiérrez Ruiz, asesinados en Buenos Aires, Orlando Letelier ex ministro de
Allende en Washington, iban cayendo miles de víctimas en la ronda de la muerte. En
Washington se conocía ya la perfecta síntesis que hizo del cronograma Cóndor el
teniente coronel Robert Scherrer del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados
Unidos. En 1979 se habló de este documento clave que Washington acaba de
desclasificar 23 años más tarde, cuando ya la muerte dejó miles de víctimas. El tan
comentado informe del agente especial del FBI enviado desde Buenos Aires una semana
después de la muerte de Letelier, describía que: “la Operación Cóndor es el nombre en
código para la recolección, intercambio y almacenamiento de información de
inteligencia referida a los denominados izquierdistas, comunistas y marxistas que se
estableció hace poco entre los servicios de inteligencia de América del Sur, que
cooperan entre sí, para eliminar de la zona las actividades marxistas-terroristas. Además
la Operación Cóndor propicia operaciones conjuntas contra objetivos terroristas en los
países miembros […] la tercera y más secreta fase de operación Cóndor implica la
formación de grupos especiales de los países miembros que viajan a cualquier parte del
mundo hacia países no miembros para llevar a cabo represalias que llegan al asesinato
contra supuestos terroristas o sus apoyos y soportes, o perseguidos en las naciones
miembros de la Operación Cóndor”.
Si un perseguido, un “terrorista” o alguien “que apoya a una organización terrorista de
un país miembro de Operación Cóndor es ubicado en un país europeo, un grupo especial
de esta organización” era enviado para que ubicara y vigilara el “objetivo”. Una vez
concluida la operación de ubicación y vigilancia, los cóndores enviaban al segundo
grupo para que ejecutara la acción contra “el objetivo”. Grupos especiales emitían
documentación falsa de los piases miembros de Operación Cóndor, según explica en el
cable, el coronel del FBI, el 28 de septiembre de 1976.
Desde 1976 cuando el periodista británico Richard Gott, quien había investigado
denuncias de los familiares de las víctimas, calificó en The Guardian de Londres, a la
represión en el Cono Sur como “algo afín a la Operación Phoenix” en Vietnam,
responsabilizando a Washington y señalando hacia un funcionario clave de entonces el
ex secretario de Estado Henry Kissinger, todas las investigaciones llevan a los “nidos”
del ultraderechismo en el mundo, pero el centro siempre se ubica en Estados Unidos. El
asesinato de Letelier en el llamado barrio de las embajadas en Washington en
septiembre de 1976 puso en evidencia las piezas de la Operación Cóndor y en el juicio
que llevó adelante el fiscal Eugene Propper, quedó claramente demostrado el perfil de
Cóndor y las responsabilidades que abarcaban desde la DINA y la CIA, (el subdirector
entonces, el ubicuo general Vernon Walters era clave en estas operaciones y también
Kissinger, George Bush y otros) a las organizaciones de contrarrevolucionarios cubanos
en Miami.
El genocidio latinoamericano desde la época de la expansión de Estados Unidos al sur
del Río Bravo es muy superior a los 600 mil muertos en Latinoamérica, y en los últimos
30 años desde los 60, Guatemala ostenta el doloroso cetro con 200 mil víctimas. Esto
sólo considera los muertos y falta establecer cuantos latinoamericanos en lo que va del
siglo sufrieron cárceles, torturas, persecución, desaparecieron en ese infinito espacio de
una muerte que se prolonga por siempre.
71
Lo que definía al terrorismo de Estado era su transgresión de todas las normas legales,
la utilización de métodos no convencionales y los objetivos centrales: la eliminación de
la oposición política ya sea armada o desarmada. Eliminar para “pacificar” era la idea
central. “Eliminar” para paralizar, controlar y dominar, el objetivo estratégico. Pero
también el sistema de ocultamiento del verdadero responsable, que exigía,
inevitablemente, entramados mafiosos, pactos secretos. El genocidio por lo tanto se
extendió mucho más allá de la muerte física y sembró la destrucción social, la
desintegración de una América Latina, que, a pesar de esa situación, dio luces en la
cultura en el mundo, y sus poblaciones, en distintas circunstancias y con distintos
métodos, no dejaron de intentar nunca su derecho a la democracia verdadera.
El entramado mafioso que rodeó a la Operación Cóndor y al terrorismo de Estado de las
dictaduras nunca se desactivó porque cuando finalmente estas vacilaron y cayeron en el
curso de los 80 por la propia necesidad estadounidense de provocar un cambio, sin
cambiar demasiado, “inaugurando” la llamada era “del retorno a las democracias”, el
modelo económico impuesto no fue sino la continuidad de aquellos años del terror.
Más aún, sin ese tiempo del miedo, habría sido imposible imponer a sociedades –que
estaban intentando una difícil transición hacia el desarrollo independiente– un modelo
económico brutal y excluyente. El modelo se vendió bien. Muchos intelectuales que
habían enfrentado a los regímenes dictatoriales, salieron entonces de las catacumbas.
Algunas entrevieron la posibilidad que el nuevo sistema les proporcionaba de mantener
algo de su antiguo discurso y convertirse en buenos vendedores del mercado. Las
palabras reemplazaron a los espejos y brillos de los conquistadores de otros tiempos.
Nada más convincente para las sociedades confusas posdictaduras, es decir posterror,
que las opiniones de algunos intelectuales con pasado democrático, para llevarlos a
entrar por la puerta de oro que ocultaba una trampa temible. Fue necesario un discurso
nuevo para vender el modelo a sociedades ansiosas y desesperadas: la zanahoria delante
del conejo hambriento. Los nuevos tiempos trajeron otros miedos y otros desaparecidos:
los excluidos del sistema.
Por otra parte, las leyes de amnistía y la impunidad fueron una necesidad del propio
esquema del terrorismo de estado para preservar las alianzas bajo las sombras. Si es
necesario, todo estará listo cuando estos miedos nuevos ya no sean suficientes
contención y se necesite del retorno de la muerte. Aunque el descubrimiento de los
archivos de la dictadura de Stroessner en Paraguay en diciembre de 1992 proporcionó
documentos suficientes para establecer el origen, objetivos y organización de la
Operación Cóndor, así como los nombres de los mayores responsables, las estructuras
militares y policiales de la región no fueron depuradas, como hubiera sucedido si se
buscara instalar democracias verdaderas. Los criminales del pasado se diluyeron en
empresas privadas, continúan en organismos de seguridad o forman agencias privadas
de seguridad que se multiplican conjuntamente con la pobreza.
El Cono Sur: días de sombras
De esta manera es evidente que las dictaduras de los 70 en América Latina fueron “la
piedra fundacional” de la entrada neoliberal. Como ha señalado el catedrático
estadunidense James Petras “las economías desreguladas surgieron a punta de pistola
con las dictaduras militares apoyadas por Estados Unidos y sostenidas por el Banco
mundial y el FMI”.
Democracias condicionadas y castradas sucedieron al otro horror. Sobre las cenizas se
ofrecía el paraíso de la salvación. Las privatizaciones salvajes, para supuestamente
pagar la deuda, no sólo enajenaron los recursos naturales, de desarrollo y humanos, sino
72
que al someter a las poblaciones a legislaciones injustas y a la pérdida de todos los
derechos adquiridos como leyes universales, se crearon estados cada vez más ilegales,
con gobiernos que violan las promesas electorales, y actúan como gerentes de los
intereses de otros mandos supranacionales, violentado todos los derechos consagrados
internacionalmente. El neocolonialismo disfrazado bajo otros nombres fue el
impensable convidado de piedra al culminar el siglo XX. La deuda externa, después de
entregarlo todo, trepó a más del doble de la que existía en los años 80.
También el chantaje llegó con el modelo, mediante el mensaje nada subliminal de las
grandes corporaciones: “llegamos para salvarlos, pero podemos irnos en cualquier
momento si ustedes no obedecen nuestras razones y entonces se hundirán”. No hay un
sólo presidente, elegido por voluntad popular –también muy discutible esta voluntad en
poblaciones marginadas, excluidas y amenazadas– que pueda permanecer en el poder si
no obedece las reglas del juego establecidas. Los procesos electorales están bajo la mira
en la actualidad. Millones de excluidos, de sobrevivientes de la miseria, difícilmente
puedan elegir por decisión propia. El voto comprado por comida ya es una realidad en la
Argentina de este fin de siglo.
Otro elemento clave es la reproducción de sistemas mafiosos en los entornos del poder.
Esto, como la corrupción, se repite en la mayoría de los países de América del sur. El
narcotráfico se recicló en la lucha de mafias de grandes poderes, pero es un buen
argumento para mantener cautivos a nuestros países. En ese plano, somos el arrabal
vulnerable. En estos tiempos “democráticos” ni siquiera los parlamentos cuentan. “El
poder se desplaza hacia las manos de las grandes corporaciones transnacionales,
alejándose de las instituciones parlamentarias”, señala el lingüista y catedrático
estadunidense, Noam Chomsky.
A partir de la década los años 80 el Departamento de Estado norteamericano trazó el
modelo de “democracias viables”, pero Washington estaba atento a los desbordes y
tenía a su favor que las sociedades emergían debilitadas y aún presas de los terrores
dictatoriales, con otro elemento clave: se habían perdido al menos dos generaciones o
más de dirigentes, y fundamentalmente la continuidad en la línea del desarrollo
histórico y del pensamiento. Para organizarse nuevamente las sociedades del Cono Sur
debían tomarse su tiempo. Y en ese tiempo el proyecto estadounidense para los años 90
podía andar aceitadamente. La impunidad era una necesidad para Washington, como
una forma de calmar a sus aliados y poder así presentarse como el “instigador
democrático”, tratando de sepultar en el olvido su responsabilidad en el crimen regional.
De lo que se trataba era de apresurar la construcción del Nuevo Orden Mundial. En
suma una refundación de la estrategia.
Se produjo entonces el llamado “desplazamiento estratégico que va desde un proyecto
de supremacía mundial, hacia uno de hegemonía que resalta las áreas de influencia y los
instrumentos político-ideológicos”, como analizó la socióloga argentina Ana María
Ezcurra. A la caída de la Unión Soviética la iniciativa ideológica quedó en manos
estadunidenses y la imagen de las dictaduras replegadas, porque ya no resultaban
viables, era tranquilizadora para quienes creyeron que la propuesta era una democracia
verdadera.
Cuando en 1989 el ex presidente George Bush marcaba líneas decía: “El compromiso
con la democracia es sólo un elemento de la nueva asociación que preveo para las
Naciones de América. La nueva asociación debe apuntar a asegurar que la economía de
mercado sobreviva y prevalezca”. Para Estados Unidos la democracia de mercado era
un tema ya de seguridad nacional. Y en esto también se producía un consenso
bipartidario para los 90, expresado con meridiana claridad en el Documento de Santa Fe
II.
73
Se desató entonces la ofensiva ideológica más fuerte de Estados Unidos, pero disfrazada
–los tiempos así lo permitían– bajo el buen espejo del “pragmatismo y realismo”
palabras mágicas del postmodernismo, si las hay.
En la primavera de 1997 Albert R. Coll un estratega de la armada estadunidense y
analista del poder se refirió a los intereses estratégicos de Estados Unidos en América
Latina (Journal of Interamerican Studies and World Affairs) señalando que estos
pueden dividirse en tres categorías generales: militares, económicos y políticos. En lo
militar lo esencial es controlar el “surgimiento de cualquier amenaza que pueda provenir
de América Latina; impedir que potencias hostiles ganen influencia en la región y
aumenten su capacidad de dañar los intereses políticos y económicos de Estados
Unidos”.
En lo económico estima que: “América Latina se ha tornado cada vez más importante
para la economía de EE.UU. en los últimos 15 años como resultado del creciente flujo
del capital y el comercio. Está en el interés de Estados Unidos promover el desarrollo
económico general de América Latina en direcciones que sean congruentes con los
intereses económicos de Estados Unidos. Específicamente políticas que mantengan los
mercados latinoamericanos abiertos a los productos y al capital de EE.UU. y que
aumenten los estándares de vida […]. Políticamente los intereses de Estados Unidos son
servidos por gobiernos democráticos”.
Ese mismo año Madeleine Albrigth advirtió que uno de los objetivos prioritarios de su
gobierno era el de “asegurar que los intereses económicos de los Estados Unidos puedan
extenderse a escala planetaria” (21-1-97).
Dentro de las redefiniciones estratégicas se planteó que la intervención estadunidense
debía ser básicamente indirecta, conformándose fuerzas de cooperación en seguridad,
como parte de una nueva asociación, con lo cual Washington se evitaría las odiosas
intervenciones unilaterales. Y podría “compartir responsabilidades”, ya legalmente no
en operaciones ilegales o encubiertas como las del pasado reciente. En esta redefinición
estratégica de seguridad norteamericana se entiende la Doctrina de los Conflictos de
Baja Intensidad (CBI). Fueron los Jefes de estado mayor norteamericanos, en discusión
en el Pentágono quienes definieron los términos: “La GBI es una lucha político militar
limitada con fines políticos, sociales, económicos o psicológicos. Suele ser prolongada e
incluye desde las presiones diplomáticas, económicas, psicosociales hasta el terrorismo
y la insurgencia”. Pero quizás la mayor conclusión, es que no hay que esperar a que se
desarrolle el conflicto, sino hay que “estar antes”. Y de eso se trata. Teniendo en cuenta
que en la actual coyuntura se “hace extrema la intervención macroeconómica externa y
la subordinación latinoamericana”, todo está bajo previsión.
Esto lleva directamente a las nuevas hipótesis de conflictos, y esas nuevas hipótesis son
los posibles estallidos sociales. Y entonces vuelve el llamado “enemigo interno”. Una
de las orientaciones de este tipo de nuevas doctrinas “encara el desafío de unir seguridad
interna y democracia a través del aparato jurídico del Estado, reformulando el papel de
las Fuerzas Armadas Latinoamericanas”. Es más que una estrategia militar, un
resultante del nuevo consenso bipartidario y da supremacía al instrumental político
ideológico focalizado en los conflictos norte-sur. Pero para esto se necesita la voluntad
nacional de los “socios”.
Bajo el esquema de la globalización o neocolonización, esas voluntades nacionales son
muy fácilmente doblegables. Aunque hasta ahora Washington ha tropezado con algunos
países, la tendencia marcha hacia ese final, porque gobiernos, congresos y políticos no
están prestando atención a estos acuerdos que se firman con extrema ligereza y a
espaldas de los pueblos. En los nuevos proyectos, América del Sur, por sus grandes
riquezas, se convirtió otra vez en un coto de caza de la guerra del mercado.
74
De los más de 220 millones de habitantes de las naciones que integran el Mercado
Común del Sur (Mercosur) (considerando a Chile y Bolivia, que aún no son miembros
efectivos), entre un 60 y un 70 por ciento vive en la pobreza. ¿Qué cambios se
produjeron en estos gobiernos de las democracias, considerando que esta tiene que ver
esencialmente con la participación y calidad de vida de una población? Los mismos
países que estuvieron involucrados en el Mercado Común de la muerte en otro tiempo,
están en situación de crisis al final del siglo. Los problemas estructurales de pobreza se
han agudizado, con la precarización laboral, el desempleo, y la anulación de las leyes
laborales y sociales, en casi todos los países. No ha habido una solución al problema de
millones de campesinos sin tierras en toda esta subregión. La concentración además
expulsó a los trabajadores del campo hacia la exclusión absoluta.
Brasil, como potencia que es, puede oponer mayor resistencia al proyecto neoliberal.
Durante la larga dictadura militar –bastante diferenciada del resto– creció
industrialmente en un proyecto propio, de convertirse en la verdadera potencia del sur,
que de alguna manera le permite su extensión: ocupa casi la mitad del mapa de América
y su población: casi 160 millones de habitantes. Pero más de 30 millones en esa
potencia sureña, viven en la indigencia, y el analfabetismo ronda el 60 por ciento. La
amistad –no exenta de rispideces– de Brasil con Estados Unidos tuvo su pico de
malentendidos a mediados de los 70 cuando los brasileños no aceptaron las restricciones
estadunidenses al desarrollo de su tecnología nuclear, entre otros varios ítems. Ahora
también existe una marcada diferenciación en cómo ven Brasil y Argentina, el tema de
la integración en el Mercosur. Este último país estuvo bajo la sospecha de que el
gobierno de Carlos Menem, que se sucedió durante dos períodos (1989-1999) intentaba
apresurar, sin consolidar, esta integración, para entrar de lleno en el proyecto de
dominación absoluta que plantea la propuesta estadunidense de la Asociación de Libre
Comercio de las Américas (ALCA).
En todos los países del Cono Sur se ha profundizado la desigualdad social y los ajustes
sobre naciones extremadamente pobres como Paraguay y Bolivia, han derivado en un
incremento tal de la miseria, que ubica la situación en 50 años atrás. El desempleo es
uno de los mayores disciplinadores sociales en todas las naciones del Cono Sur. Por una
parte mina los sindicatos, por la otra se utiliza como una amenaza para el trabajador y
ha devenido en la inestabilidad laboral sin cortapisas, aumentando la pobreza y la
marginación estructural.
En Chile, la dictadura tuvo también la doble misión de comenzar el experimento del
nuevo modelo económico, sin resistencias. Fue perfecto el entramado. Al ingresar al
llamado proceso de transición democrática, el dictador Augusto Pinochet dejó plantadas
sus banderas: una constitución atada que a su vez ataba a la democracia emergente en
forma indefinida, hasta ahora.
En el otro extremo está el caso de Argentina. Los últimos análisis en los países del Cono
Sur, indican que es el país que “mejor ha servido” a Estados Unidos en los últimos años.
Pero a pesar de ser exhibido en el mundo de los negocios como un “modelo”, en 1995
alcanzó su pico histórico de desempleo 18.5 por ciento en cifras oficiales y en 1999
aunque ostenta el pomposo título de aliado extra OTAN, bordea un conflicto social
masivo. Al final del siglo, este país tenía más de 13 millones de pobres (con una
población de 36 millones) que van en paulatino aumento. El retroceso social y cultural
es visible. Las cifras registran más de cuatro millones de indigentes, y oficialmente el
45 por ciento de los menores de 14 años son pobres. La desigualdad social es la mayor
registrada en las últimas décadas y al cambiar el gobierno el 10 de diciembre de 1999 se
conoció que las cifras de crecimiento oficiales estaban sobredimensionadas. En todos
estos países el subempleo oscila entre un 30 y un 60 por ciento, dando cuenta de la
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precariedad. Uruguay aún mantiene, por el fuerte sentido democrático, ciertos límites a
la devastación social de sus vecinos.
Argentina es además el país donde ya en democracia se aplicó la desestabilización, en
menor escala, pero con ciertas similitudes con el caso chileno contra el gobierno de
Raúl Alfonsín, quien inició la transición democrática en 1983. Más allá de analizar
luego las propias características de ese gobierno, aún no ha sido debidamente estudiado
ese proceso de desestablización económico-social, mediante las viejas alianzas de las
derechas (del peronismo) y los republicanos estadunidenses, produciendo un virtual
golpe de estado económico.
La llegada de Carlos Menem al gobierno, montado sobre el discurso peronista de otros
tiempos, abrió la puertas al proceso privatizador más salvaje de toda la región. Sus
promesas nacionalistas y sociales fueron el anzuelo. Una década después no quedaba
nada en pie. Empresas y recursos del Estado fueron vendidos al mejor postor, sin
estudiar la procedencia de los capitales –donde pueden encontrarse fuertes indicios de
dineros sucios y agrupaciones mafiosas– y en algunos casos se canjearon empresas por
deudas. Argentina ha terminado funcionando como la base del modelo estadunidense y
de los organismos financieros, como Chile funcionó antes como la base de la Operación
Cóndor.
El mismo esquema de Cóndor se implementa 23 años después por la vía oficial de
gobiernos aliados y sumisos a Washington, sin consultas democráticas a los pueblos.
Impulsados por los mismos organismos de entonces, el Pentágono, la CIA, el FBI y la
DEA, algunos gobiernos y en especial los ministerios del Interior y de Defensa de
distintos países, entre los que ha cumplido el papel de ariete la Argentina de Menem,
han firmado acuerdos de seguridad subregionales y regionales, que pueden convertir a
América Latina en una inmensa cárcel, si los inevitables conflictos sociales que el
modelo engendra, necesitan ser “controlados”.
En estos últimos años se crearon bancos de datos conjuntos, intercambios informativos,
temibles acuerdos de seguridad. Todo esto: ¿qué sentido tendría si se imaginara que la
globalización es tan maravillosa, o que el libre mercado, crea en realidad mundos libres,
igualitarios y justos? A casi un cuarto de siglo de las operaciones criminales
coordinadas, la situación en Sudamérica indica un retroceso social no imaginado.
En el nuevo diseño de Baja Intensidad, Argentina ha cumplido un papel preponderante
para Washington, en especial por el trabajo personal de los exministros del Interior
Carlos Corach y Defensa, Jorge Domínguez. A mediados de 1996 saltó a luz pública el
borrador de un documento que Argentina llevaba para discutir con Brasil sobre el tema
de seguridad donde hablaba ya de “insurgencias” y en especial de los conflictos que
podrían surgir entre ellos, “los campesinos e indigenistas”. A fines de 1998 –previas
reuniones de los Ejércitos Americanos, de los organismos de seguridad subregionales
con su pares estadunidenses– los ministros del Interior se reunieron en Mar del Plata,
bajo el impulso de Corach, en una Conferencia destinada a cerrar un compromiso para
la lucha contra el terrorismo en la región y por supuesto el narcotráfico, ahora el
elemento clave para la renovada doctrina de seguridad.
No se pudo lograr un consenso absoluto sobre el término “terrorismo”, pero al final de
la conferencia el subsecretario de lucha contra el terrorismo de los Estados Unidos,
Cristopher Ross, no utilizó ningún rodeo en torno al término “terrorismo” y a las
interpretaciones que cada país intentaba darle: habló claramente de las insurgencias en
Colombia y Perú, entre otros detalles. Como en plena guerra fría.
El secretario general de la Organización de Estados Americanos Cesar Gaviria llevó la
voz cantante para elogiar, sin medida, el “liderazgo” argentino “en el hemisferio”.
Corach entonces apuntó a la “unificación de las legislaciones nacionales, de tal manera
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de dar una rápida respuesta en la necesidad de extraditar terroristas”. Ya había logrado
en base a una red de intrigas y falsas informaciones la integración de un Comando
conjunto entre Argentina Brasil y Paraguay en la Triple Frontera. Según el ministro
argentino, este es uno de los puntos más críticos del tránsito terrorista, aunque hasta
ahora se conocía que era el perfecto lugar de tránsito para todo tipo de contrabando –
entre ellos de armas– como sucedió en el escándalo estadunidense del Irán-gate. Resulta
ridículo imaginar que terroristas islámicos elijan este hueco del mundo, donde compiten
las mafias de la región, para levantar sus santuarios.
A principios de 1999 Argentina firmó con Estados Unidos el banco común de datos y el
intercambio de informes en temas de seguridad. Un asesor del FBI estadunidense
coordina a la Policía Federal, la Gendarmería Nacional y la Prefectura de este país.
En general las fuerzas armadas se han encuadrado en el modelo neoliberal Se mantiene
y reafirma la tesis del enemigo interno como lo evidencian los partes e informes a una
de las secretarías de la Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA) con sede en Quito,
Ecuador, donde cada seis meses deben detallar el “estado de la subversión” en todos los
países, como se descubrió, también en Paraguay, en 1997. El descubrimiento de una
lista de presuntos nuevos “subversivos” (políticos, sindicalistas, campesinos,
intelectuales que protestan en estos tiempos contra el modelo), enviada por el ejército
paraguayo a Quito, originó una demanda de los organismos de Derechos Humanos de
Paraguay.
Pero en tanto el 8 de junio de 1999, hablando ante la Asamblea General de la
Organización de Estados Americanos en Guatemala, donde se creó un Comité de lucha
antiterrorista, Corach mencionó “la necesidad de una revisión profunda de los
instrumentos jurídicos e institucionales vinculados a la seguridad continental”, dentro de
los términos exactos de la GBI. Estados Unidos no necesitó involucrarse directamente y
la propuesta para crear este Comité que entraña un gravísimo peligro para los derechos
humanos en la región, fue argentina. Allí también Corach avanzó tan rápidamente como
Washington necesitaba sobre las “necesidades de dar respuesta y desarrollar las
capacidades para hacer frente al terrorismo”. Como si esto no bastara lanzó la idea que
es básica en las relaciones carnales entre Argentina y Estados Unidos: “El futuro nos
presenta un escenario en que la defensa de la soberanía pasará menos por la protección
de las fronteras territoriales que por la construcción y participación en subsistemas
dirigidos a disuadir, prevenir, y reaccionar contra las agresiones que pongan en riesgo la
libertad de nuestros pueblos”.
Y frente a los “desafíos de esta década: el narcotráfico, el terrorismo y el crimen
organizado”, nada mejor que rever el papel de la Fuerzas Armadas. Si algo faltaba el 11
de junio de 1999, y a instancias de Argentina (léase Washington) se creó en el Mercosur
un organismo supranacional para coordinar la lucha contra estos “males” de fin de siglo.
“También habrá acciones conjuntas” adelantó Corach. De ahí en más las acciones
sicológicas pueden crear los escenarios que se necesiten. Adueñándose de los medios
masivos de comunicación, en escala nunca conocida, se ejerce el maleficio de manipular
y desculturizar, vendiendo violencia enlatada para un mundo de arrabales, dónde la vida
se ha violentado a dolorosos extremos. Ahora, en el Cono Sur de América Latina es
posible mirar como en un espejo el destello de la perversión del poder hegemónico que
funciona como una dictadura mundial de facto. Quizás ya se ha llegado demasiado
lejos.
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MÓDULO 3
TALLER INICIAL DE FORMACIÓN POLÍTICA
Presentación / 3
Las lanzas nuestramericanas. La Revolución continental del XIX (2004) / 5
Horacio López
El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916) / 29
V.I. Lenin
La cuestión del imperialismo: pasado y presente (2012) / 49
Atilio Boron
Los nuevos escenarios en América del Sur desde la Operación Cóndor (2014) / 65
Stella Calloni
CEFMA
Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti
Partido Comunista de la Argentina
Av. Callao 274 CABA
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