Medicina Principios Siglo XIX
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L > i * x ¿¿ \ l< l > X h í Í ¿ ? ¿ H c1¿ M £ Í >T -
Federico Pérgola Buen os A ires
Mnqmetn en yeso cíe H ip ól i to Vieytes,
''S :' \ : a :c t r i o ele
Ag r i c u l t u r a . I n d u st r i a y Comer c i o ”.
poco más de una década de
la Revolución de Mayo, y a es-
casos años de la Declaración
la Independencia de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, nuestros
compatriotas trataban de diferenc iarse
de la época de la dominación hispáni-
ca. Lo habían hecho los héroes de
Mayo, apenas producida la Revolu-
ción, en los aspectos culturales y edu-
cacionales y, como podremos apreciar,fueron profundizándolo ta l vez en un
intento de alejarse de todo lo que fuera
influencia española los que los siguie-
ron en la función pública. Así se podrá
evaluar, en todo lo referente a la medi-
cina, que varió de un sentido domésti-
co y con gran contenido mágico (1), a
aspectos entroncados con la ciencia
europea vigente en ese momento.
Prolegómenos periodísticos
El 1 de abril de 1801, en plena
época de dominación hispánica y muy
poco antes de la primera Invasión In-
glesa al Río de la Plata, surgió en Bue-
nos A ires el primer periódico de apari-
ción regular del Virreina to: el Te lég ra -
fo Me rc a nt il , Rural, Po lític o e Histo
rio g ráfic o d e l Río de la Plat a , cuyo di-
rectorpropietario fue el coronel Fran-
cisco Antonio Cabello y Mesa. Perso
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naje controvertido, Oalván Moreno,
refiriéndose a su personalidad, dice:
"asi llegó un día, procedente de la tie-
rra legendaria de los Incas, un espa-
ñol inquieto y novelero, [...] quien a
poco de sentar sus reales en la tran-
quila Buenos Aires, empezó a lucubrar
la fantasía de crear una sociedad lite-
raria y fundar un periódico. Y, comolo proyectó, lo hizo" (2). Nac ido en
Extremadura (España), en 1764, no fue
una persona muy aceptada por el en-
torno, aunque no se puede desmere-
cer su empuje. C uriosamente, en el
mismo año de su nacimiento, apare-
cieron en Buenos A ires, con un
intervalo aproximado de un mes,
cuatro gacetas manuscritas entre
cuyas noticias destac amos citas
nada halagüeñas para la profe-
sión médica. Rivera (3) mencio-
na que otros atisbos fueron unas
hojas noticieras que vieron la luz
entre 1759 y 1760.
En esa época, los temas mé-
dico s una medic ina
embrionaria, más fantasiosa que
utilita ria surgían en las páginas
del Te lég ra fo como demostración
elocuente que todo lo que se co-
munica relacionado con la salud
concita el interés general. Hoy,
ya hace poco más de una déca-
da , lo s p e rió d ic o s de laposmodernidad incorporaron
una sección permanente sobre
temas médicos con el afán de
atraer lectores, aunque esta prác-
tica haya sido común en todos
los tiempos. No era ninguna no-
vedad: dos siglos atrás, la astu-
ta visión económica de Cabello
y Mesa ya lo había hecho. Te-
nía experiencia y oropeles, una
década antes había editado la
primera publicación periódica sudame-
ricana: el Dia r io C urio so , Erud ito , Eco -
nómico y C om erc ia l de Lima (Perú) (4).
La infección dominaba la patolo-
gía de esa etapa de la vida de Bue-
nos A ires y, como tal, la mayor parte
de los consejos médicos del Te lég ra fo
se dirigían en ese sentido. El tétanos
era un enfermedad terrible, que noperdonaba la vida, sobre todo al pro-
ducto de los partos. El 29 de noviem-
bre de 1801, cuando faltaba medio
siglo para que se formulara la teoría
microbiana, aparecía esta noticia:
"Real Orden: Sob re que se aplique a
. , Núm. i . 4
- t e l e g r a f o M e r c a n t i l |i*>
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los recién nac idos el aceyte de palo
en el corte del cordón umbilical como
preservativo del mal de los siete días".
Aunque la noticia procedía de Cuba,
y la sustancia también era denomina-
da como aceite de Copayba o "aceyte
de Canima r", el inicio de la misma
daba cuenta de que tenía indicación
ofic ial. El protomédico Antonio CruzFernández daba fe de la utilidad de
la terapéutica (5).
En los números siguientes de este
periódico, una partera que se identifi-
caba como madame Sansón, aconseja-
ba el baño d iario del lactante ("aunque
el ombligo no haya caído"); que se los
abrigara de acuer-
do con la estación,
y señalaba lo per-
nicioso de las fajas
("estos crueles y
bárbaros envol-
torios"). Aconseja-
ba evitar lo s
zahumerios y los humos en las habita-
ciones de los niños. El sentido común
señalaba conductas que tanto costó im-
poner. Sin embargo, el tino de los con-
sejos hizo dudar que, en el seudónimo,
no se ocultara algún médico importan-
te de la época.
El 12 de julio de 1802, con la fir-
ma del padre Sexismundo, aparece un
trabajo sobre la Sangre de Dragón, "ellicor del árbol de ese nombre" (Cro ton
suc c irrub rus), al que le concede efec-
tos beneficiosos para detener hemorra-
gias. El traba jo es simila r al del padre
¡esuifa Pedro de Montenegro, cuya
obra sob re plantas medic inales, fue
bautizada por Trelles como Mate r i a
Méd ic a M ision e ra (ó).
Otro a rtículo relacionado con te-
mas sobre la salud, exótico desde su
mismo título, aparece en el número si-
guiente: Rem ed io el más e fic a z co ntra
la p ic a d ura de Vívo ra , nuevam ente
descubier to. La panacea para el acci-
dente no era otra que una taza o más
de caldo de carne de caimán. Con la
siguiente acotación: "si no se la halla
fresca, son útiles algunos huesos, cás-
cara o conchas de ese animal" (7).
También se publicaron en variosde sus números las características y
los efectos benefic iosos de las aguas
curativas que se atribuyeron a la plu-
ma de Tadeo Haenke, científico que
llegó a Sudamérica en la expedición
de Alejandro Ma laspina. C arrazzoni
(8), en consonancia con los que afir-
man los historia-
dores Laurio
De stéfa ni y
Dona ld C utter,
atribuye la obra a
los marinos Felipe
Bauza y José de
Espinosa y Tello,
integrantes de ese mismo grupo. Las
aguas termales del Curato de Yura ha-
bían sido examinadas con todos los
conocimientos científicos de la época.
El ó de mayo de 1801, el Te lég ra -
fo recomendaba a través del vecino
uruguayo Pedro J uan Fernándezcómo
prevenir una viruela de evolución gra-
ve. Sugería emplear la va riolizac ión,
es decir, la inoculac ión de la mismaviruela a partir de un enfermo que
transcurre con una forma leve. De tal
manera se pretendía que también fue-
ra una afección leve en el receptor. No
siempre era a sí pero, evidentemente,
se trataba de una versión empírica de
una vacuna con virus atenuados. El
autor de la carta nos da la pauta del
valor de la información escrita cuando
solic ita su publicac ión en estos térmi-
nos: "[...] que al verlo de letra de mol
^ (pa ¿e//o y Q / fíe ía .' a ,n e á/ia ño /
in q u ie to y n o v e le ro
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Lf l MEDICINA EN LOS PRIMEROS AÑOS DE LA INDEPENDENCIA
de y que lo dice V. (a quien hoy lo
tienen estas gentes, como un Oráculo)
se podrá conseguir mucho". El proce-
dimiento era peligroso y el informante
tan autoritario que se animaba a ex-
presar que "la ignoranc ia, la supersti-
ciosa ignorancia, ese vil monstruo, que
con los ojos vendados procura destruir
todos los establecimientos que meditala sabiduría". Toda esta diatriba termi-
naría cuando la vacuna, traída a las
costas americanas por el médico a li-
cantino Franc isco Balmis, que partió
desde La Coruña (España) con 22 ni-
ños inoculados brazo a brazo, arribó
finalmente al Río de la Plata (8, 9, 10).
Cuando ya era inminente el cese
de esta publicación, aparece en Bue-
nos A ires, el I o
de setiembre de
1802, el Sem ana-
r io de Ag ric u ltu ra ,
Ind ust ria y C om er-
c i o . C omienza
con el Prospecto,
que firma Vieyfes,
y es expresión
de rigo r por otra parte de su futura
labor, ya esbozada en el título. J uan
Hipólito Vieytes nació en San Antonio
de Areco (Prov. de Bs. As.), el 12 de
agosto de 1762, y estudió en el Real
Colegio de San C arlos. Al surgir la
patria desempeñó diversas misiones
ofic iales pero, su mayor labor, con un
afán patriótico, lo desarrolló en su pe-
riódico. Fue, quizá, el visiona rio que
estableció el futuro económico de nues-
tro país. "Desde sus columnas, duran-
te cinco años, eleva la voz en defensa
de un porvenir político y económico al
que se anticipa con profético sentido
de los acontecimientos. Ve lejos. Su
conocimiento de las posibilidades de
nuestra tierra y su fe en un sistema en
el que el hombre puede desempeñar
libremente su actividad, hacen de él
una personalidad de inapreciable gra-
vitación en los prolegómenos de la
Revolución de Mayo" (11).
Superando los años de nuestra
emancipación, a través de publicacio-
nes efímeras unas, con mayor vigen-
cia otras, tribuna s políticas algunas, elmensaje sobre la salud ha sido el fer-
mento que nutrió a muchas de ellas
para conseguir y mantener a los lecto-
res expectantes y con la esperanza de
encontrar alivio para sus males, o bien,
con un sentido menos dramático, para
informarse sobre temas de gran atrac-
ción, como son los del cuerpo y la men-
te. El Sem a na rio , dirigido por un crio-
llo, tampoco pudo
escapar a ello.
Nunca podrá
desestimarse la la-
bor informativa
del periodismo,
cuya cualidad
más destacable es
su agilidad, pero
esa misma condición hace vulnerable
la persistenc ia de las rea lidades que
proclama a través del tiempo, sobre
todo si éstas parten del conocimiento
científico que siempre tiene verdades
provisorias. Los que conllevan la mi-
sión de informar, por otra parte, ob-viamente deben ocuparse de la salud,
puesto que es un problema inherente
a la vida del hombre.
En el Sem a na rio se destacan dos
noticias sobre temas de la salud. El 16
de enero de 1805, en su número 122,
aparece con un extenso título una
teoría colonial sobre el origen del bo-
cio: Diserta c ión p hísica so b re la c ausa
de los c oto s, ó de a q ue l la fa st idio sa
en fe rme da d llam ad a en ca ste llano p a-
re caf -ma n ^ a / d a de ca m a de
Aova c ie raw /
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Ir m e d i c i n o e n l o s p r im er o s a ñ o s d e l r In d e p e n d e n c i a
p era ; en contextac ión a la c onsulta que
sob re este pa rt ic u lar me hace un am i-
go vec i no de la C iudad de Ju juy (12).
La otra, copiada de antiguos cuentos
orienta les, vio la luz el 4 de abril de
1804, con este epígrafe: De la ima g i-
nac ión co nside ra da como c ausa y re-
me d io de la s en fe rmed ad es de l cuer-
po . Exem p lo de la s tres go tas. Es unfranco remedo del poder de la suges-
tión en la curación de diversos trastor-
nos no siempre graves, como en este
caso, que se trata del cansancio y la
intoxicación (13, 14).
La Abeja Argentina: primera
revista porteña
"En el orden del tiempo, la prime-
ra revista aparecida en el Río de la
Plata d ice C utolo, fue La Ab e j a A r-
gent ina , fundada en 1822. A través
de sus amarillentas páginas, se pue-
den observar 'los afanes, las preocu-
paciones y los gustos de las inteligen-
cias mejor dotadas de la generación
de 1810, que tornaron factible la ha-
zaña de la libertad en la vastedad
de medio continente ame rica no', ha
manifestado el oculto prologuista del
tomo sexto de la Bib lio t ec a de Ma yo ,
que se enc argó de re im p rimirla ,
magna obra de cuyo equipo hemosformado parte, y en quien debe re-
conocerse como autor de aquellas pá-
ginas al académico don Ricardo
Picc irilli" (15).
Pillado, refiriéndose a 1822, dice
que " ' La A b e j a Argen t i na ' es el mejor
oenódico de los publicados en el año"
(16). Por su parte, Frizzi de Longoni
, sintetizando lo que a continua-
ción desarrollaremos, expresa: "Los 15
números de La Ab e j a A rge n t ina son
modelo de erudición para su tiempo.
Cuestiones de las más diversas pero
todas de sugestivo interés ilustran sus
páginas. A una 'Historia Médica de
Buenos A ires', escrita por el Dr. Juan
Antonio Fernández, siguen a rtículos
relativos a la medicina de particular
atracción sobre todo como prolonga-
ción de la obra que Rivadavia rea liza-ba desde su ministerio de Go bierno.
El decreto del 9 de abril de 1822, que
reglamentaba la medicina, es apoya-
do por los hombres de la Soc iedad en
esa serie de artículos relativos a esta
materia, en los que se discuten los te-
mas vinculados al arte de curar, como
es el tratar de convencer al vulgo rea-
cio y recalcitrante de los innumerables
beneficios que proporcionaba la ad-
ministración de la vacuna. Una intere-
sante sección bajo el rubro 'Enferme-
dades del mes', destaca los males más
comunes en las distintas épocas del
año, observación importante para la
obra de medicina preventiva. El decre-
to sobre el traslado de los cementerios
dispersos en el centro de la c iudad a
extramuros como lo era entonces el con-
vento de los recoletos, merece también
un erudito y profuso estudio sobre el
destino que la humanidad ha dado a
sus muertos y sobre la conveniencia de
alejarlos de los centros más densos de
la población."
Las característica s de la misma,
transcurrida s dos décadas de que se
imprimieran los dos periódicos mencio-
nados con anterioridad, difieren total-
mente en contenido. Todos los traba-
jos, en sus distintas d isc iplinas, tienden
a mostrar la fuente y tratan de mante-
ner una gran seriedad. No se encuen-
tran las desatinada s noticias médicas
que se leen en el Te lég ra fo y en el Se-
mana r i o . Es que desde entonces, co
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La m e d i c i n a e n l o s p r im er o s a ñ o s d e i r I n d e p e n d e n c i a
las clases ilustrad as de la ciudad y lle-
go, también, a las del interior del país.
Asimismo se conoc ía de su existencia
en el exterior debido, sobre todo, a
las numerosas citas de trabajos publi-
cados en países europeos. Cutolo ex-
presa que "comenzaba ya a ma-
nifestarse el canje de las publicacio-
nes", índice elocuente de que se procu-raba mayor comunicación médica con
los principales centros de salud.
A inicios de 1823, la Soc iedad Li-
teraria procedió a elegir a los nuevos
redactores. Estos fueron: Vicente López
y Planes, Manuel Moreno y J osé Va-
lentín Gómez. Los dos últimos se reem-
plazaron, por sus renuncias, por Igna-
cio Núñez y Antonio Sáenz, respecti-
vamente. Los vientos de 1823 no eran
favorables para la
nueva p ub lic a -ción: perdió su re-
gularidad (la re-
vista no apareció
en abril), se redu-
jo la tirada a 200
ejemplares, y sur-
gió una critica de sus mismos redacto-
res. En efecto, "se quejaba Ignacio
Núñez de que la política no había sido
mayormente tratada en La A be ja , aun-
que reconocía que el asunto era bas-
tante escabroso, por la desconfianza
o por el temor que inspiraban a lossocios de la corporación. A pesar de
ello, manifestaba que el patriotismo es
una calidad que uniforma a todos los
miembros del cuerpo, identificados en
un sentimiento firme por la independen-
cia nacional y por la libertad del gé-
nero humano. No dejaba de hacer re-
saltar que se había ¡lustrado bastante
la cuestión que preocupaba en el Pla-
ta sobre los problemas acaecidos en-
tre las provinc ias y Portugal por la vio-
lenta incorporac ión de los orientales
aquel reino, y decía que la Sociedad
había atacado ese acto con un vigor
que la honraba" (19).
En 1821, se había fundado la Uni-
versidad de Buenos A ires, donde la
influencia de Bernardino Rivadavia fue
preponderante. Sus ¡deas también de-
ben haber impregnado a La A b e ja quereprodujo páginas del jurista y pensa-
dor inglés J eremías Bentham. Rivadavia
tuvo a este último como su máximo
mentor, y su relac ión epistola r fue su
amigo en su estancia europea es clá-
sica y muestra una gran devoción.
Pic c irilli, con respecto a una de estas
comunicaciones, expresa: "La carta de
Rivadavia enunciaba una labor de di-
latado cometido. O bras del ministerio
continuadas en la
Presidencia ocu-parían el espíritu
del estadista en
los días de la for-
mación pública
como aquellos de
la vida privada,
allá en el 'Deposito de las Artes' ¡unto
al librero Ackermann. Reforma eclesiás-
tica y militar, capiteles para la cáte-
dra, gabinete de física , laboratorio de
química, partidas de libros, instrumen-
tal de c irugía, material de hidráulica,
despuntaban las rea lizac iones de losaños de oro de la carrera pública [...].
El procer dejó incumplida la obra le-
gislativa del filósofo en la medida que
los principios resultaron foráneos al sen-
timiento de la colec tividad..." (20). Las
propuestas rivadavianas están cercanas
al espíritu de La Ab e j a Arge n t ina , que
culminó con la publicación de sus 15
números. Dentro de la diversidad de
sus artículos, entre ellos uno referido a
nuestra frontera interior, destacamos los
2® (dAÍ/ceJ-a- C& lvc jenttA ia :
u/n- m ocíelo- ele e-md ieíán-
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La MEDICINA €N IOS PRIMEROS AÑOS DE LA INDEPENDENCIA
ántales
ociedadn vigo r
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de economía política. Nuestro interéspor los de medicina queda satisfechapor el permanente tratamiento de es-tos conocimientos.
Los temas de medicina en La Abeja Argentina
Los temas médicos, con las carac-terístic a s que lo s d iferenc ia ba n
netamente de los del Te lég ra fo y delSem an a rio , faltaron solamente en elnúmero 11, del 15 de febrero de
1823. En todos los demás se observó
la influencia suponemos de uno desus redactores, médico y quien seríauno de los miembros de la cercana fu-tura creación de la Academia de Me-dicina: Manuel Moreno. Es probable
que haya sido él quien redactó unaespecie de introducción titulada Me d i- c ina. O rig e n y estad o de esta c ienc ia
en Buen os A ire s (21). El autor de estanota dedica más de una página a exal-tar las figuras de Cosme Argerich yAgustín Eusebio Fabre, a quienes nodeja de admirar y llamar maestros.
Emite sus juicios sobre los discípu-los, las sociedades y las ciencias, que
resulta interesante transc ribir: "Pero lasescuelas abandonan al principio de sucarrera los disc ípulos que ellas mismas
han formado; y aunque éstos puedanconsiderarse como ramos de un solotronco, que se han nutrido con unos
mismos princ ipios, y se han instruido
con una misma doctrina, los frutos queellos producen son por lo común ente-ramente diferentes; estos serían deltodo perdidos á la ciencia, si no secomunicasen mutuamente los resultados
nuevos ó extraordinarios de la obser-vación particular; en una palabra las
escuelas no hacen más que conservar
el depósito de las ciencias; aumentarloy perfeccionarlo es obra de otra clasede institución, tales con las sociedades.
"Las cienc ias, ha dicho un escritor,son la imagen del movimiento: querer
estacionarlas, es pretender apagarlas;
para que este movimiento continúe, esindispensable que muchos hombres re-
unidos lo sostengan, y que ¡untandoen un sólo foco todo su saber, avalo-
ren con justicia los hechos y los pensa-mientos nuevos, los estudien bajo to-das sus relaciones, y los sometan á d is-cusiones imparciales y detenidas con
genio y con opiniones diferentes.
"Una soc iedad de medic ina espues muy necesaria para adelantar lasluces que la escuela propague."
La apertura de nuestra medicina a
la ciencia europea es manifiesta: "Las
¡deas de Magendie, de Bichat, deRicherand, de A libert, de Pinel, de Tenard, de O rfila &c. Hacen la base
de nuestros cursos y de nuestras lec-ciones d iarias."
Finalmente, el autor señala quebajo el título de Med i c i n a "publicare-mos en este periódico algunas obser-
vaciones acerca del influjo de nuestroclima sobre el hombre sano, y sobre
el hombre enfermo, recordaremos elcumplimiento de las reglas de hygienepública y privada que más se descui-
den por el gobierno, y por nuestrosconciudadanos; publicaremos mensual-mente las enfermedades que se hayan
presentado el mes anterior, haremos unexamen crítico de su naturaleza y plan
de curación, referiremos los resultadosde nuestra propia observación, quesobre cualquier objeto de medicina
merezcan atención, rebatiremos los erro-res populares, y procuraremos, olvidan-
do en cuanto sea posible el lenguagepropio de la ciencia, hacernos enten
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I f l MEDICINA EN IOS PRIMEROS AÑOS DE IR INDEPENDENCIA
der del pueblo". Queda más que explí-
cito que quien escribe es un médico,
con buena formación científica.
Esta declaración también nos per-
mite aseverar que en La Ab e ja Arge nt i-
na se publican las primeras noticias so-
bre medicina y, de tal forma, aunque
no con exclusividad, podríamos asignar-
le la categoría de la primera revista cien-tífica médica en el Plata.
El número siguiente (22) comienza,
efectivamente, con el título Med i c i n a ,
y con unos párrafos que creemos no
muy logrados: "Las ciencias son como
las plantas parásitas. Ellas no pueden
nacer, y propagarse sino bajo el influjo
del go bierno". A continuación relata la
constitución de la Academia de Medici-
na. El gobierno, muy interesado en el
asunto dice el auto r nombró una co-
misión de cinco profesores para que
eligiesen a los res-
tantes. Estos invita-
ron a insc ribirse a
todos aquellos que
a sí lo desea ran:
35 lo hicieron. Re-
sultaba excesivo y
se determinó que
los miembros fue-
ran 15 en total. El 18 de abril de 1822,
con la presencia del M inistro de Go-
bierno y de Relaciones Exteriores, se dio
por establecida la Academia.En esa misma entrega se incita a
las autoridades a que procedan a eli-
minar a los perros vagabundos, en re-
lación con la aparición de un brote de
rabia. Refiere que a esta gravísima
enfermedad no se la conocía en el país
hasta 1807, fecha en que la expedi
c'án nglesa mandada por Sir Samuel
Achmuthy, desembarcó en Montevideo.
Muy probablemente con ellos llegó a l-
gún perro afectado por el mal. La muer-
te casi inevitable de quien fuera mor-
dido por un can rabioso, generaba la
terrible cauterizac ión de la herida . Asi-
mismo hace saber sobre una terapéuti-
ca, sin fundamento a la luz de los co-
nocimientos posteriores anunciada por
un médico italiano.
Meteorología y salud
Como se había informado, pasan
revista al estado del tiempo, y a ¡as
enfermedades padecidas por la pobla-
ción. "A un verano húmedo y lluvioso
en exceso, en que se han padecido
muchas calenturas adinámicas y ató-
xicas ¡nerviosas y pútridas), ha sucedi-
do un otoño sin llubias (s/c) [...] Los
astmáticos (sic) han sufrido paroxismos
muy largos y peligrosos; y los catarros
de esta estación
se han presentado
con un carácter
nervioso, así que
ellos han termina-
do sin expectora-
ción, y se han cu-
rado con el opio."
El e jem p la r
del 15 de junio de 1822 (23), es pró-
digo en noticias sobre los temas de
salud. No le había ido mejor a los
porteños en el mes que había termina-do: las toses convulsivas tomaron un
c ariz alarmante, y se observaron mu-
chos casos de reumatismos, catarros y
anginas. Además del epígrafe carac-
terístico de Med i c i n a , aparece un ex-
tenso título que dice: Tu ssis c o nv ulsiva
(pe rtusis) c urada p o r la vac una De la
Au ro ra de Fila d e l f ia o c tub re 29 1821 .
Es evidente que el procedimiento que
aplic ó el doc tor J ohn Archer, de
Maryland (Estados Unidos), sin el ri
Gley-emiau e/n//iam en eí
/ ie r¿od tsm .o. / to víeño
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I f l MCOICINn €N LOS PRIMEROS AÑOS D€ LA lND€P€ND€NCIA
científico que
esa época
gor del método
se desconocía en
arroja una observac ión sin va-
lor. Otro de los apartados se ti-
tula Vacuna (24), y se refiere a
la comunicación del agente en
Buenos Aires de la Real Socie-
dad J enneriana (aquí está men-
cionada como de Vacuna), sitaen Londres. Recomienda que se
vacune a los niños cuando estén
exentos de erupc iones y
escoriaciones y que, cuando la
hayan recibido en esas condicio-
nes, se repita el procedimiento.
Mucho más extenso es el
tema desarrollado entre las pá-
ginas 151 y 157, del número
de julio (25), con el subtítulo de
Hyg iene púb l i ca Cemen te r i os ,
donde obviamente se ocupa de
estos últimos. El autor historia el
cuidado y enterramiento de los
cadáveres en la antigüedad. Es la p ri-
mera parte de otro artículo que apare-
cerá en el siguiente número. En efecto,
en el N° 5, del 15 de agosto de 1822,
prosigue el tema de los cementerios,
con el deliberado propósito de fundar
otro camposanto. Aduce que el Cemen-
terio del Norte, ubicado en la Recoleta,
destinado "á rec ibir cinco cadáveres
diarios, que por un cálculo aproxima-
do debe dar nuestra población, debellenarse de ellos al cabo de poco tiem-
po" (26). La teoría de las miasmas
como productoras de enfermedades,
que tanto tiempo perduró, no escapa-
ba al higienista de la época, que así
se expresaba: "Si es conveniente se-
parar los cementerios de las ciudades,
es por la misma razón necesario pro-
hib ir la construcc ión de ed ific ios en sus
inmediaciones; sus habitantes se expon-
drían a la infección; y por otra parte,
Ju liá n Segundo de Agüero fue uno de los
redactores de “La Abeja Argen tina”.
ellos impidiendo la renovación de la
atmósfera podrían causar males de tras-
cendencia general.
"La hora en que deben abrirse los
sepulcros no es tampoco indiferente.
Muchos filósofos han querido, que esta
operación no sea permitida sino al
añochecer o al sa lir la a urora, época
en que la atmósfera reúne menos ca-
lor y h umedad, y en que las exhuma-
ciones se harán con menos riesgo ."La frase pintoresca llegará casi al
final: "Algunos médicos reprueban la
costumbre de plantar árboles en los
Cementerios, porque ellos, dicen, re-
tienen los vapores de los sepulcros, y
se oponen a la circulación del aire:
pero estos inconvenientes parecen de-
masiado exagerados."
En la remesa siguiente (27), ade-
más de anunciarse el decrecimiento y
la benignidad de las toses convulsivas,
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I b m e d i c i n a e n i o s p r im er o s a ñ o s d e i r In d e p e n d e n c i a
y algunos esporádicos casos de virue-
la, vuelve La Ab e ja a considerar casos
de higiene pública, y en este caso lo
hace con las cárceles. El autor de la
nota clama por un mejor trato a los
presos. Relata el horror que observó
al ab rir un ca labozo: "Yo temí sofo-
carme por el insoportable hedor, que
él despedía. Eché la vista sobre su
negra profundidad, y no descubrí más
que un montón de paja, sobre el que
no se percibía ningún ser vivo. A mi
voz, cuyo acento procuré hacer suave
y consolador, vi sa lir del cieno mismo
una cabeza de muger, que levantán-
dose apenas, parecía separada de
su cuerpo [...] hundido en la basura
[...] y que la falta de vestido la ha-
bía obligado a buscar en la inmundi-
cia un a b rig o
contra el rigor dela estac ión..."
El número de
setiembre de ese
año está dedica-
do, en lo referido
a la salud, a los
Pe lig ro s á que se
exp one n la s m a d res que no c ría n á
su s hijo s, tal es su título. C onstituye un
alegato encendido a favor de la lac-
tancia materna, señalando como lo
expresa el epígrafe la serie de in-
convenientes y afecciones que acarreanegarle al lactante su alimentación na-
tural. Remeda en forma sucinta las
cartillas para las futuras mamás que
publicara, un siglo después, el pedia-
tra y político Delio Aguilar.
Auge de la hidroterapia
El número 8 (28) también asigna
un gran espacio a la medicina. Esta
nota se encuentra entre las páginas
317 y 323 de La Ab eja , y relata la
acción de los baños. Estaba pronto a
inicia rse, en esa época en Europa , el
auge de la Hidroterapia o balneo-
terapia, una de las terapéuticas alter-
nativas puesta en marcha por Priessnitz,
Rausse y Kneipp. De la lectura del tra-
bajo surge un entramado entre las
aguas termales, la balneoterapia y el
disfrute de las playas de la ribera. En
la introducción se aclara lo siguiente:
"Los baños en la medicina son consi-
derados ó con relación a su tempera-
tura, ó á las propiedades del líquido
en que se hacen. En otros términos:
pueden ser de agua, y entonces hay
sólo que atender al grado de calor en
que ésta se halla; ó puede ser en agua
impregnada con
otras substancias,como sal, y otros
ingredientes mine-
rale s, ó hierva s
(sic) que hayan
comunicado al
agua su calidad
aromática y emo-
liente; de cuya especie, es la que se
describe en el número 7 de nuestro Re-
gistro estadístico, la del arroyo de San-
tiago en la Ensenada, y el Río Negro
en la Banda O rienta l. Estos últimos se
llaman b años m ed ica les, y hubo tiem-po en que se preparaban por el arte,
aunque ya casi se han dejado entera-
mente. De las dos primeras espec ies,
la segunda se distingue con el nombre
de baños minerales."
Luego asigna varios párrafos a as-
pectos del baño, frío, que contrapone
al caliente que "debilita y relaja. El
produce efectos totalmente c ontrarios,
excepto cuando es muy caliente, y
cuando la inmersión en el agua se con
© i n f lu e n c i a d e ¿
ñem / iv- íodw e / a s a / u d
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tinúa por largo tiempo". Hace una ex-
tensa revisión de los tipos de baños:
templado, ardiente, en el río, en el
agua de pozo o cisternas de Buenos
Aires. Un Río de la Plata no contami-
nado daba pie para esc ribir esto: "El
baño del río en Buenos A ires pertene-
ce en el verano, que es cuando se usa,
á la clase de baño caliente. La natura-
leza de nuestro río, extendido en una
inmensa playa, y lo retirado que suele
hallarse de la orilla , obliga al
que se baña á caminar regular-
mente un espacio considerable
antes de hallar fondo suficiente.
Esto, según se ha dicho a nterior-
mente, lejos de ser nocivo, como
suponen vulgarmente, es prove-
choso; porque balanzea la ac-
ción del aire sobre el cuerpo, y
compensa por lo desabrigado
del río. Pero intimidando en par-
ticular al otro sexo, hace que las
señoras se sometan a una inmer-
sión insufic iente. El agua y el
aire están en grados muy diver-
sos en cuanto á su capacidad
de conductores de calor: el agua
es un buen conductor de calor;
pero el aire es un mal conduc-
tor. La persona pues media su-
mergida no permuta con igual-
dad su temperatura con los dos
cuerpos diferentes con que sehalla en contacto. Si con uno
parte suavemente su calor; el
otro, ó se lo arrebata enorme-
mente, ó se lo deja intacto."
En el número siguiente (29), de di-
ciembre, toma un c ariz más terapéuti-
co. Menc iona los efectos de la nuez
vómica en el tratamiento de la perle-
sía (como vocablo común, agotamien-
to muscular; para la medicina, paráli-
sis, especialmente con temblor), como
también la extracción química de la
cinchonina y de la quina, aunque de
estas últimas nada dice de sus efectos
medicinales.
Pero aún no terminan las informa-
ciones de este tipo: se señalan los efec-
tos del sulfato de quinina sobre la fie-
bre, la invención de un aparato (en
Estados Unidos) para vaciar el estóma-
go cuando se han ingerido sustanc ias
noc ivas y, finalmente y como es habi-
tual, las enfermedades del mes anterior,
donde se da cuenta que han aumenta-
do los casos de cólicos abdominales y
dolores gástricos. En ese año se habían
vacunado a 2113 individuos.
Comienza el segundo y último año
de La Ab e ja , y los temas médicos no
Las preponderantes ideas de B ernardino
Rivadavia.
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Ln MEDICINA EN LOS PRIMEROS AÑOS DE LA INDEPENDENCIA
cesan ni disminuyen. Es más, como
podremos apreciar transcriben textos
médicos dando seguridad a la sugeri-
da influencia de la Academia de Me-
dicina. El número 10, del 15 de enero
de 1823, con el subtítulo de Enferme-
da de s de l mes a nte r io r , nos depara
algo muy caro a nuestro interés por
conocer el estado de la salud de lapoblación de Buenos A ires en los años
posteriores a la Independencia. El au-
tor de la nota, atribuyendo su origen
a los calores de diciembre, explica
que se comenzaron a observar pa-
cientes con petequias (que es un sig-
no y no una enfermedad), y otros con
anginas gangrenosas. Vuelve a ba-
sarse en la teoría de las miasmas:
"la s emanaciones de los pantanos y
demá s lug a re s
inmundos han
sido generalmen-
te una de las cau-
sas más bien co-
nocidas de esta
a ng ina ..." Sigue
d e sa rro lla n d o
este tema, y hace un diagnóstico dife-
rencial con las aftas, que dicen que
son frecuentes en otoño e invierno y
ciertamente benignas.
La otra afección que comenta es
la hidropesía (también un signo y un
síntoma y no una afección), que expe-rimentó un aumento extraordinario de
todo género y de todas las cavidades",
lo que hace suponer que conocían su
exacto significa do que involucraba a
los edemas, la asc itis y el derrame
pleural.
En marzo de ese año, en su núme-
ro 12, las noticias sob re medicina
abandonan su carácter telúrico. Con
e subt'rulo de Dolores de cabeza y
a p o p lejía , se indica a continuación que
el tema está Estractado de una obra
de m ed ic ina in t itu lad a, e l La b ra do r so-
bre do lores de ca be za &c . , por lo cual
carece de interés para esta reseña. En
el número 13 se repite idéntica circuns-
tancia. Se trata de la Ob se rvac ión de
un niño que ha d a d o seña les de p u-
ber tad a la ed ad de d ie z y ocho me-
ses. La endocrinología actual diagnos-ticaría una pubertad precoz y busca-
ría la causa de ese desorden glandu-
lar. Sin embargo, la observación mé-
dica de octubre de 1817 correspon-
de a un niño que vive en Franc ia.
Admiten que el mes de abril no ha
sido de los peores en enfermedades
de la población, aunque se han pre-
sentado casos de tétanos y de reu-
matismo.
En el número
14 (30), se infor-
ma que, a princ i-
pio del mes mayo,
se produjeron en
el Monte de C as-
tro, localidad si-
tuada a tres le-
guas de la ciudad, casos de pústula
maligna, enfermedad en esa época
conocida como "mal del grano", que
no era otra que el carbunclo del ga-
nado, posteriormente denominada án-
trax. "[...] La pústula maligna se dejó
ver á fines de abril sobre el ganadovacuno, de cuya especie murieron al-
gunos individuos; que el contagio
pasó de estos á los hombres, y que
en distintas épocas fueron atacadas
cuatro personas". De ellas, una había
muerto. La causa de la epidemia, tal
como la llaman, la atribuyen al hedor
nauseabundo de un mataderos de ye-
guas "que se deja sentir a distancias
considerables".
En cuanto a las enfermedades del
(3it/ier¿or¿
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I n MEDICINA EN LOS PRIMEROS RÑOS DE IR INDEPENDENCIA
mes anterior, el panorama resulta de-
cepcionante: a la viruela (que persiste
porque se mantendría la resistenc ia a
la vacunación) se le agregó una epi-
demia de varicela.
El último número de La Abe j a
Argen t ina , refleja el interés que se pone
en sus páginas por la medicina, que
refuerzan la tesis de que se trata de laprimera revista c ientífica médica, y
dedica del folio 223 hasta el 233 a
ese tema. C omienza con La hygiene
de las pa rid a s, y asombra por las cos-
tumbres de la medicina doméstica de
la época. Proscribe la ingestión de vino
y licores fuertes que presumen otorgar
vigor para el parto; aboga por evitar
las maniobras violentas tratando de
apurar el nacimiento; señala la conve-
niencia de cambiar de cama después
del parto y lavar
las zonas puden-
das con un coci-
miento de malva o
semillas de lino, y
ninguna otra sus-
tancia aromática;
indica evitar las
fa jas muy ajusta-
das y el vendaje de los pechos; preci-
sa mantenerse encamada hasta el cuar-
to o quinto día. Se ocupa del régimen
de visitas, recomendando las de su
sexo, y prohíbe "severamente el uso
de las funciones conocidas con el nom-
bre de los O leos en los primeros días
después del parto".
Otra de las comunicac iones es so-
bre un Nuevo desc ub r im ien t o ana tómi-
co. Se trata de la red de vasos linfáticos
hallados por Vicente Follmann, direc-
tor del a nfitea tro ana tómic o de
Heidelberg (Alemania), en el intestino
grueso de diversos animales.
Finalmente, con el título de Varie-
dades, se establecen los rasgos bio
gráficos de F. Antomarchi, médico ita-
liano, autor de láminas anatómicas dei
cuerpo humano, al que dedica un con-
siderable número de páginas.
La Ab e ja A rg en t ina reflejó con cla-
ridad la bipolaridad que todavía hoy
aprec iamos: la medicina c lásica, en
busca siempre de la verdad c ientífi-ca, siempre tan escurrid iza, y por otro
lado, las dificultades de la higiene pú-
blica, con la falta de limp ieza indivi-
dual, la reticencia a la vacunación, y
las ¡deas peregrinas sobre la enfer-
medad.
Pero en este inic io de la tercera
década del siglo XIX, flotaba en el
ambiente el empeño de los hombres
de Mayo de buscar las bases en las
"c ienc ias d uras'", que le darían un
mayor grado de
credibilidad a la
medicina. Dice
G arc ía Belsunce
que "es indudable
que a pa rtir de
1822 la química
ocupó un lugar
de preferencia en
los desvelos de Rivadavia. Comenza-
ron a comprarse aparatos, productos
químicos y metales para reemplazar a
los ya vetustos y probablemente de-
teriorados del C olegio San C a rlo sexistentes. Parece que una nueva com-
pra habría realizado Carta Molina an-
tes de embarcarse a Buenos A ires.
Otro gran impulsor de la Química fue
Manuel Moreno para quien 'el estu-
dio de la Química es exigido para la
Medicina en todas las Universidades
modernas...' Desde su cátedra trabajó
incansablemente por dar a los alum-
nos una formación teóricopráctica en
la materia" (31).
QP " / "¿Las cce/nciaA auraá
dct/ría-n cre d ihó/ td a d a i 'a
m ed ic ina
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1 Pérgola F: El p ensam iento mágico en
la med icina c olonial argent ina. Bue-
nos Aires: edición del autor. 1966.
2 Galván Moreno C: Los Direc to res del
Co rreo Arge nt ino. Buenos Aires: edi-ción oficial. 1943.
3 Rivera A: "El periodismo colonial en
el Río de la Plata". Farol. 3 (N° 3):
34, marzo de 1960.
4 Pérgola F: "Bicentenario del primer
periódico de Buenos Aires. Atisbos
bonaerenses sobre temas de la sa-
lud". Rev ista Fund ac ión Fa c ultad de
Me d icina de Bueno s A ire s (UBA). 11
(N° 42): 4748, diciembre de 2001.
5 Pérgola F: "Las noticias sobre medi-
cina en el primer periódico de Bue-
nos A ires". El Día Méd ic o . Buenos
Aires. 34: 444,1962.
6 Pérgola F: "Un antecedente médico
bibliográfico en el Río de la Plata".
La Nación. Buenos Aires, I o de di-
ciembre de 1963.
7 Pérgola F: "Curas milagrosas en el pri-
mer periódico argentino". La Nación.
Buenos Aires, 16 de junio de 1963.
8 Ruiz Moreno A: Introducción de la
vac una en Am éric a (Expe d ic ión Balm is], Buenos Aires: Publicaciones
de la Cátedra de Historia de la Me-
dicina. Vol. XI, tomo II. 1947.
9 Molina ri J E: "Introducc ión de la va-
cuna en Buenos A ires". Sur. Noviem-
bre y diciembre de 1930.
C =é"gc la F: "La oposición a la vacu-
na 'enejada en el periódico colo-
nia O rien ta c ión Méd ica . Buenos
A ires. 11: 250,1962.
11 La Nación. Buenos A ires, 12 de
agosto de 1962.
12 Pérgola F: "G iorna lismo e medicina:
una teoría dell'epoca coloniale sulla
genesi del gozzo". I I Nostro Mon- do. 15 de junio de 1965.
13 Pérgola F: "La medicina en el perio-
dismo colonial". La Semana Méd ica .
Buenos Aires. 120: 618, 1962.
14 Pérgola F: "La medicina en el perio-
dismo colonial argentino". Cuader-
nos. París. N° 79, pp. 31, diciem-
bre de 1963.
15 Cutolo VO: '"La Abeja Argentina'
(1822): primera revista porteña". In-
vestig a c ione s y Ensayo s. 67. Aca-
demia Nacional de la Historia. Bue-
nos Aires. Enerodiciembre. 1969.
16 Pillado J A: Papeles viejos. Buenos
Aires: La Facultad. Octubre de 1912.
17 Frizzi de Longoni HE: Las socieda-
de s lite rarias y el p eriod ism o (18 00
1852) . Buenos A ires: Asoc iación
Interamericana de Escritores. 1947.
18 Cutolo VO. Ibídem.
19 Cutolo VO. Ibídem.
20 Piccirilli R: "Rivadavia y Bentham".La Na c ión. Buenos Aires, 10 de ju-
lio de 1938.
21 "Medicina. Origen y estado de esta
ciencia en Buenos Aires". La Ab eja
Argent ina. N° 1, 15 de abril de
1822.
22 "Medicina". La Ab eja Argent ina. N°
2, 15 de mayo de 1822.
23 "Tussis convulsiva (pertusis) curada por
la vacuna De la Aurora de Filadelfia
HISTORIA Ng 98