Memorias de La Hermana Lucia (Fatima) - P. Luis Kondor
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MEMORIAS
de la
Hermana
Luca
10. edicin, septiembre 2008
Portada: La Hna. Luca de Jess y del Corazn Inmaculado de Mara
en visita a la Loca del Cabeo el 16 de mayo de 2000
Detrs: La Baslica del Santuario de Ntra.Sra. de Ftima
con las fotografas de los dos Pastorcitos despus de su beatificacin,
el 13 de mayo de 2000.
Secretariado dos Pastorinhos
FTIMA PORTUGAL
MEMORIAS
DE LA
HERMANA LUCA
Volumen I
Compilacin del P. Luis Kondor, SVD
Introducin y notas del P. Dr. Joaqun M. Alonso, CMF (1981)
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Imprimatur,
Fatim, 13. 9. 2006
Antonius, Episc. Leiriensis-Fatimensis
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PRLOGO DEL EDITOR
Esta dcima edicin (como ya las precedentes) del primer volumen
de las Memorias de la Hermana Luca en lengua espaola
est enriquecida en relacin a las ediciones anteriores. A las cuatro
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primeras Memorias, escritas por mandato del Sr. Obispo de Leira,
D. Jos Alves Correia da Silva, y a los Apndices I y II relatando las
apariciones en Pontevedra y Tuy en cumplimiento de la promesa
del 13 de julio de 1917: ...vendr a pedir la Consagracin de Rusia
a mi Inmaculado Corazn y la Comunin reparadora de los Primeros
Sbados se agrega el texto del importante documento titulado El
Mensaje de Ftima con la tercera parte del Secreto, que Juan
Pablo II encargara a la Congregacin para la Doctrina de la Fe hacerlo
pblico despus de elaborar un justo y adecuado comentario.
Con la publicacin de la tercera parte del Secreto recibido por
los Pastorcillos el 13 de julio de 1917 (ver Apndice III), queda as
recogido en este primer volumen todo el Mensaje de Ftima.
Las cuatro primeras Memorias, adems de las apariciones del
ngel y de Nuestra Seora, describen tambin cmo los Pastorcillos
correspondieron hasta la heroicidad a las peticiones de Nuestra Seora
y nos sealan a todos, y de modo especial a todos los nios, un
camino seguro para alcanzar la santidad.
Las llamadas Quinta Memoria (sobre su padre) y la Sexta
Memoria (sobre su madre), escritas por la Hermana Luca, ya en
el Carmelo de Coimbra, estn editadas en volumen separado, como
Memorias de la Hermana Luca - II .
La beatificacin de Francisco y Jacinta Marto (13 de mayo de
2000) debe significar una nueva era para la Iglesia.
Yo te bendigo, Padre, porque has revelado estas verdades a
los pequeos. La alabanza de Jess toma hoy la forma solemne
de la beatificacin de los Pastorcillos Francisco y Jacinta. La Iglesa
quiere con este rito colocar sobre sus propios candeleros estas
dos antorchas que Dios encendi para iluminar a la humanidad en
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sus horas sombras e inquietas... Que el mensaje de sus vidas
permanezca siempre vivo para iluminar el camino a los hombres.
(Homila de Juan Pablo II en la Misa de la Beatificacin).
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El contenido de estas Memorias justifica bien todo el esfuerzo
empleado en la elaboracin de la nueva edicin.
Con la benvola autorizacin del Sr. Obispo de Leira-Ftima
utilizamos los manuscritos originales de las cuatro primeras Memorias.
Aprovechamos los trabajos del Dr. P. Joaqun Mara Alonso
CMF (1981) y contamos tambin con la ayuda del Dr. P. Luciano
Cristino, Director de los Servicios de Estudio y Difusin del Santuario
de Ftima.
Aqu les dejamos, en nombre de todos los lectores y mo personal,
la expresin de nuestro agradecimiento por su preciosa ayuda.
As, en esta edicin, amado lector, se te da toda la garanta
del pensamiento de la Hermana Luca mediante la esmerada y
delicada traduccin del P. Joaqun M Alonso, hecha sobre las
palabras originales, solamente corregidas en la ortografa y en la
presentacin de los dilogos, esperando que ellas lleguen a lo
ntimo de tu ser y ah se fijen en una laboriosa docilidad al Divino
Espritu.
Agradecemos al Seor esta gracia extraordinaria de poder tener
en nuestras manos la obra completa del Mensaje de Ftima,
que tanto ha de ayudar a conocer y a amar siempre ms a la
Santa Madre de Dios y Madre nuestra.
P. Luis Kondor, svd
Vicepostulador de las Causas de Canonizacin
de los Beatos Francisco y de Jacinta Marto
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INTRODUCCIN A LAS MEMORIAS
DE LA HERMANA LUCA
Despus de haber presentado las Memorias de Luca en las
principales lenguas europeas, incluida la espaola, exista una necesidad
urgente de presentar una edicin dirigida a ese inmenso y
admirado mundo de lengua hispana, que puebla las dos Amricas.
Esta edicin, sin embargo, deba aprovechar las experiencias
editoriales de todas las otras; y, en cuanto posible, superarlas en
perfeccin en algunos puntos. He aqu los principales.
Para nuestra traduccin espaola s hemos tenido en cuenta
las anteriores, aun parciales; pero hemos realizado un nuevo intento
de revisin completa y actualizada. La labor estaba facilitada,
ya en gran parte, porque, si ya la sintaxis espaola y portuguesa,
son tan semejantes, lo son mucho ms en la pluma de Luca, que
haba asimilado bien el espaol, y hasta se deja influir en muchas
ocasiones por sus modalidades lingusticas y fonticas. Escribiendo
Luca sus Memorias en Espaa, en Pontevedra y Tuy, hablando
ordinariamente espaol, ejerciendo un apostolado catequstico
importante entre los rapaces de Tuy, a Luca se le adhirieron tantos
y tantos espaolismos que afloran continuamente en sus escritos.
Pero, precisamente por ello, era necesario poner mucha atencin
para que, del entrecruzamiento de las dos lenguas, no resultaran
muchos falsos entendidos, de que no se ven libres las anteriores
traducciones que conocemos. Otras veces, la similitud entre
las lenguas ha engaado a los traductores.
Pero, adems de una cuidada traduccin, nos hemos empeado
en una crtica revisin literaria. Nuestra traduccin deba ser,
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primero, exacta; pero no rgida; literal, s en lo posible; y esto no
es difcil en la mayor parte de los casos, pero siempre segn el
genio, la flexin y la armonia de la lengua castellana. Deba, s,
observar las reglas de la propia sintaxis gramatical del castellano;
pero la fidelidad al pensamiento de la Hermana Luca deba permanecer
intocable.
Creemos haber conseguido nuestro propsito. Y nuestros lectores
de habla hispana, de toda Amrica, pueden tener la certeza
de hallarse ante un texto que reproduce fielmente, en castellano,
los originales manuscritos de Luca.
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Puesto que la Hermana Luca, en el perodo que escribe estos
documentos, entre 1935 y 1941, slo gradualmente ha ido perfeccionando
su ortografa, su sintaxis y su mismo estilo redaccional, y,
desde luego, su propia caligrafa, es a nosotros a quien hay que
atribuir muchas veces ciertas correcciones en todos esos puntos.
El lector, sin embargo, puede estar seguro de que esas correcciones
han sido hechas precisamente, no para alterar o deformar
en lo ms mnimo el pensamiento original de la clebre y respetada
autora, sino precisamente para ponerlo mejor en evidencia.
Hemos de decir lo mismo de las divisiones introducidas y de
sus ttulos. La Hermana Luca, no obstante la grande lucidez, orden
y claridad con que escribe, no se cuidaba, naturalmente, de
divisin alguna de partes, prlogos, nmeros y eplogos. Pero es
tan ntido, decimos, su pensamiento, observa tal orden lgico y
cronolgico en la redaccin de estos ya extensos escritos, que
apenas nos hemos tenido que esforzar por encontrar esas divisiones
para darles los ttulos convenientes. En cambio, el lector se
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la nica que habla con Ella, y la que recibe un mensaje especial
para ser comunicado en el futuro. Ella vive y sufre, a causa de las
Apariciones, con sus primos; pero es la nica que habra de quedar
por ms tiempo en este mundo para complir su misin.
La Virgen, es verdad, le haba mandado aprender a leer. Sin
embargo, slo despus de las Apariciones, comienza a ir a la escuela,
en donde muy pronto, con su ingenio y memoria extraordinarios,
aprende las primeras letras.
Pero, pasadas las Apariciones, Ia situacin de Luca era,
naturalmente, la de una vidente, con todos los riesgos que ello
comporta. Haba que hacer algo con ella. Y una de las primeras
preocupaciones del recin nombrado primer Obispo de la dicesis
restaurada de Leira, fu atender a su educacin, y retraerla de los
peligros que podra sufrir en aquel medio ambiente de milagrera y
maravillosismo. Y, el da 17 de junio de 1921, por la maana, entraba
como educanda en el Colegio que las Hermanas de Santa Dorotea
tienen todava en El Vilar, hoy ya unido a Oporto.
Recojamos un retrato fisionmico de la poca que responde
perfectamente a fotografas conocidas: Cabeza alta y ancha. Ojos
castaos, grandes y vivos. Cejas poco densas. Nariz chata, boca
ancha, labios gruesos. Barbilla redonda. Cara algo ms que lo natural.
Cabellos rubios y finos. De estatura, baja, pero alta para su
edad (entonces: 13 aos y seis meses). Facciones bastas, pero
rostro simptico. Aire de gravedad y de inocencia. Viva, inteligente,
pero modesta y sin pretensiones. Manos gruesas, de trabajo, de
tamao regular.
La jovencita Luca entra en el Colegio de Oporto con catorce
aos y tres meses. All recibe una educacin moral y religiosa excelente.
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estuvieran presentes. Sabe describir los caracteres de sus primos,
de sus confesores, de sus personajes en general, con rasgos
que indican una penetracin sicolgica no comn. Se da perfecta
cuenta de sus divagaciones, y sabe volver con gracia al punto de
partida.
Es verdad que, a veces, su estilo no poda menos de resentirse
de sus lecturas piadosas, amenas y monjiles. Pero siempre triunfa
su naturalidad, su viveza, su alegra. Quin no recuerda su
despedida nocturna de los lugares amados de las Apariciones, en
la vigilia de su marcha a Oporto? Cmo no admirar la gracia con
que se fija en los zapatos de tal Cannigo con sus hebillas de
plata? Cmo no sentirse arrebatado por la transcripcin de aquellas
Cantigas de Serrana?
Luca, desde luego, sabe decir lo que quiere, y lo dice como
quiere. Y es tal la posesin interior que consigue realizar de lo que
quiere escribir, que, en medio de unas ocupaciones serviles absorbentes,
puede reanudar la escritura sin perder ni la narracin or12
denada ni la lgica de sus reflexiones. Lo que no puede acontecer
sino cuando se posee un gran equilibrio de alma.
Luca, es verdad, se siente inspirada al escribir; y as lo dice
en varias ocasiones... Pero, por favor, no hay que tomar esa palabra
en su sentido riguroso, como lo ha hecho algn critico quisquilloso.
En el gnero proftico, es la conviccin de que una presencia especial
de Dios cae sobre ella en los momentos de redaccin. Se siente,
pues, asistida por Dios al escribir. Pero una atenta lectura convence
que Luca no toma esas expresiones rigurosamente. Es Luca
misma quien respondiendo expresamente a ello, ha declarado: La
palabra inspirados quiere decir que interiormente nos sentamos
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movidos a ello.
No se trata, pues, de una inerrancia, semejante a la de la
Sagrada Escritura. Luca s se puede equivocar en la traduccin
mstica de sus experiencias, a causa misma de la dificultad de
interpretacin. Algunas veces, ella misma duda de si ser el Seor
quien le habla; otras confiesa que es imposible revelar nada de lo
percibido en la gracia mstica. De hecho, una crtica inteligente encuentra
algunos errores de datos, de hechos, de circunstancias. Y
aun en el trance mismo de asegurarnos que nos transmite las
ipsssima verba, las mismas palabras de la Virgen, eso no significa
otra cosa sino que, en efecto, pone en ello toda su sinceridad.
De lo que siempre Luca est segura y as lo dice, es del sentido
de lo que dice.
En cuanto a fechas, es ya conocida la inseguridad de Luca.
Unas veces porque, de pequeos, no saban ella y sus primos,
contar ni los das, ni mucho menos los meses, no digamos los aos.
As, Luca no se acuerda de las fechas de las apariciones del ngel,
y tiene que recordarlas aproximadamente por las estaciones,
que, stas s, se les grababan bien a los pequeos serranitos. Pero
la principal razn de esta falta de memoria cronolgica est ciertamente
en el carcter realista de los recuerdos de Luca, siempre
dirigida a lo esencial.
Por lo dems, el lector no debe olvidar, en la lectura de las
Memorias de Luca, una regla general de interpretacin de las
traducciones que los msticos hacen de sus experiencias de lo
sobrenatural: se trata siempre de traducciones en las que no es
necesario admitir que todo, literalmente, responde a las locuciones
divinas. Lo que no quiere decir, por otra parte, que, si a alguno
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hay que creer en torno a esos fenmenos maravillosos, es naturalmente
a aquel que los experiment.
Una ltima advertencia quisiramos todava hacer para que el
lector entre mejor preparado en la lectura de estas pginas maravillosas.
Es necesario distinguir entre aquello que la hermana Luca
nos presenta como Mensaje del cielo y aquello que ella misma nos
presenta como reflexin o interpretacin suya. Lo primero, aun
dentro de las dificultades de la traduccin mstica, ofrece mayores
garantas de veracidad que lo segundo. Hay que suponer que si,
Dios ha presentado unos signos tan evidentes para hacer conocer
su presencia en los hechos de Ftima, tambin ha intervenido de
un modo especial para que Su Mensaje, a travs de la Virgen,
fuera bien traducido por los videntes escogidos para ello. De una
manera parecida a como decimos que si Dios ha entregado a su
Iglesia un Mensaje de salvacin, hay que suponer que la ha dotado
de un carisma de la verdad para que nos d ese Mensaje de
una manera infalible.
Pero Luca se presenta muchas veces como reflexionando
sobre las palabras y los acontecimientos...; entonces, ciertamente,
es un intrprete privilegiado, pero siempre y slo un intrprete.
Por tanto, ya en este terreno, las palabras de la Hermana Luca no
tienen por qu obtener aquella asistencia especial que reclamamos
para el primer caso.
3. EL GENERO LITERARIO MEMORIAS
Los tres videntes de Ffima, recibieron, al parecer, el mandato
en comn, de la Virgen de aprender a leer. Pero, segn una nueva
promesa del cielo, la Virgen vino pronto para llevarse al cielo a
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Francisco (4 de abril de 1919) y a Jacinta (20 de febrero de 1920).
Ambos murieron sin haber tenido necesidad de aprender a leer ni
escribir.
Luca, por el contrario, quedaba en esta vida, como le dijo la
Virgen para hacerme conocer y amar. Y Luca ha cumplido esto
maravillosamente con sus muchos testimonios; pero, sobre todo,
con sus escritos. Entre ellos, forman un grupo literario especial, y
desde luego el ms importante de todos, las que llamamos Memorias
.
14
Los escritos que felizmente va a tener en sus manos el lector,
los llamamos Memorias, porque, efectivamente, es a este gnero
literario al que ms se asemejan, no obstante su misma aparencia
de Cartas, o aun, en ocasiones, de autobiografa.
Desde luego que la Hermana Luca no tena pretensin alguna
literaria al escribir estos admirables documentos. Ella escriba
porque se lo haban mandado. Y puede afirmarse que la Hermana
Luca nunca escribi nada por voluntad propia. Esto no quiere decir
que, a veces, ella misma en el curso de su obra, no se sienta
arrebatada por los asuntos mismos que toca, y d la impresin de
que hace literatura. Pero ser siempre una literatura espontnea
y clara en que la elegancia es una consecuencia y no una preocupacin.
Ahora bien: mucho menos poda tener una preocupacin de
gnero literario; no saba en absoluto lo que poda significar la palabra
memoria, si no era como facultad del recuerdo. Ella misma
nos dice, en alguna parte, que, no sabiendo cmo cumplir el mandato
que haba recibido de escribir sobre la vida de Jacinta, se le
ocurri hacerlo con toda naturalidad, dirigindose al Sr. Obispo,
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como quien cuenta una historia con los recuerdos que conserva.
Por tanto, no hay que tomar estos escritos como Cartas, aunque
extensas, que escribe al Sr. Obispo de Leira. Eso fue una pura
ficcin, en este caso literario, para salir del apuro. En realidad, lo
que intenta Luca es escribir sus recuerdos. Y a esto se le llama
con toda propiedad Memorias porque, efectivamente, se trata
de un gnero literario en que el autor pretende comunicar sus recuerdos,
referentes a s mismo (o a otros), a sus propios sucesos o
a los sucesos acontecidos a otros.
Sin embargo, no se trata tampoco hablando propiamente
de Biografa o de Autobiografa. Luca no ha pretendido, ni
poda pretenderlo, darnos ni una biografa de Jacinta, ni de Francisco,
y naturalmente, nunca pretendi darnos una autobiografa
. Se trata simplemente de una ordenacin de recuerdos en torno
a los principales hechos de la vida de Jacinta y de Francisco, y
esto, seguramente, an en contra de su propia voluntad.
Pero la biografa y la autobiografa se distinguen de la Memoria
en que sta no pretende comunicar ms que recuerdos,
mientras que los otros gneros literarios pretenden algo ms com15
pleto y sistemtico, y estn suponiendo algo ms que recuerdo, es
decir, una investigacin de documentos auxiliares.
Pero Luca, en estas Memorias, no ha necesitado ms que
volver la mirada hacia el recuerdo. Y qu recuerdo! Porque, o se
trataba de la vida de sus primos, y entonces se trataba de su propia
vida; o se trataba de todo lo referente a las Apariciones de la
Senhora, y entonces todo era contemplado, ms que como recuerdo,
como presencia grabada a fuego sobre su alma.
Es ella misma quien nos advierte que estas cosas quedan de
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tal manera grabadas en el alma, que es imposible olvidarlas.
Por eso estas Memorias de la Hermana Luca son ms bien
una relectura de caracteres impresos para siempre en lo ms
hondo del espritu de la autora. Ella, ms que recordar, parece
que est viendo. Tal es la facilidad del recuerdo que se convierte en
lectura interior.
16
El diario O Sculo, publicado el 15.10.1917, presentaba por primera vez la
fotografa de los Pastorcitos y daba a conocer a todo el pas cosasespantosas:
como el Sol bail al medioda en Ftima
Los tres videntes, Francisco (9), Lucia (10) y Jacinta (7), en el lugar de lapequea
encina sobre la cual se apareci la Santsima Virgen en los das 13, de mayoa
octubre de 1917.
Capillita construida por el pueblo en 1918, en el lugar de las apariciones.La imagen que desde el 13 de junio de 1920 se venera en la Capillita de las
Apariciones. El 13.5.1946 fue coronada solemnemente por el CardenalMasella
y en el interior de su corona se encuentra incrustada la bala que despusdel
atentado del 13.5.1981 qued en el todoterreno del Papa.
Los tres Pastorcitos junto al arco
levantado en el lugar de las Apariciones
el da 13.10.1917.
Capilla construida en el lugar de la
Aparicin de los Valinhos
El Va Crucis hngaro en el camino
de los Pastorcitos une la Cova da Ira
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a los otros lugares de las Apariciones
Ventana de la crcel de Vila Nova de
Ourm hasta donde fueron llevados los
Pastorcitos el 13.8.1917.
Casa de los padres de Lucia Casa donde nacieron Francisco y
Jacinta y donde falleci Francisco.
Mara Rosa (1869-1942), madre de
Lucia, con varios familiares y personas
amigas.
Familia de Francisco y Jacinta: madre
Olimpia de Jess (+1956), padre
Manuel Pedro Marto (+1957) y
hermanos.
Iglesia parroquial de Ftima en el
tiempo de las Apariciones.
Pila donde fueron bautizados Lucia,
Francisco y Jacinta.
Los tres Pastorcitos junto al crucero,
en el atrio de la iglesia parroquial.
Imagen de Nuestra Seora del Rosario
en la iglesia parroquial
P. Manuel Marques Ferreira, prroco
de Ftima en el tiempo de las
Apariciones (1914-1919)
P. Faustino Jos Jacinto, prior de Olival
Cannigo Manuel Nunes Formigo
que, en 1917, hizo numerosos interrogatorios
a los Pastorcitos
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P. Cruz que oy la primera confesin
de Lucia
Los tres Pastorcitos en el patio de Francisco y Jacinta
Lucia y Jacinta de visita a Reixida en
septiembre de 1917
Francisco
Loca do Cabeo
Monumento en la Loca do Cabeo que
representa la tercera Aparicin del
ngel
Pozo de la familia de Lucia donde se
dio la segunda Aparicin del ngel
Monumento sobre el pozo de la familia
de Lucia que representa la segunda
Aparicin del ngel
Pontevedra habitacin de Lucia
donde el 10.12.1920, Nuestra Seora
pidi la comunin reparadora de los
primeros sbados
Aspecto actual de la habitacin
transformada en capilla
Convento de las Doroteas en Tuy
donde el 13.6.1929 Nuestra Seora
pidi la consagracin de Rusia
Visin de la Santsima Trinidad
Para cumplir el encargo de Nuestra Seora, Pio XII consagr, el 31.10.1942,
todo el gnero humano al Corazn Inmaculado de Mara
En Roma, delante de la Imagen de la Capillita, Juan Pablo II, en unin con los
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obispos de la Iglesia, renov la Consagracin del mundo y de Rusia alCorazn
Inmaculado de Mara.
D. Jos Alves Correia da Silva, obispo
de Leira, recibi el texto con la tercera
parte del secreto en 1944. En 1957 la
envi a Roma al Santo Oficio
Representacin de la tercera parte del secreto de Ftima segn lasindicaciones
de la Hermana Lucia (Jlio Gil)
El 13.5.2000, en Ftima, el Cardenal
Sodano hace conocido el contenido de
la tercera parte del secreto
Pintura representando la Aparicin del 13 de junio de 1917 (Hermana M dela
Concepcin ocd)
El cuerpo incorrupto de Jacinta tras laapertura de su fretro el 12.9.1935
Identificacin cannica de los restos
mortales de Francisco el 17.2.1952
Despus de beatificar a Francisco y Jacinta, Juan Pablo II visita las tumbasde
los nuevos beatos
Momento solemne de la beatificacin de Francisco y Jacinta el 13.5.2000
Encuentro de Lucia con Juan Pablo II el 13.5.2000
En el momento de la beatificacin la inmensa multitud aplaudecalurosamente a
los nuevos beatos
Carmelo de Coimbra donde vivi Luca
del 25.3.1948 al 13.2.2005
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Carmelo de Coimbra: Imagen del Corazn
Inmaculado de Mara, ejecutada
siguiendo las indicaciones de Lucia
Lucia visita la casa familiar y los lugares de las Apariciones el 16.5.2000
33
PRIMERA MEMORIA
Introduccin
No es ciertamente lo primero que escriba Luca; pero s que era
su primer escrito extenso. Antes de l, tenemos cartas, muchas cartas,
interrogatorios, relaciones, etc. Pero, ahora nos encontramos ante
un documento extenso e importante. Si Luca nunca escribi por voluntad
propia, cmo naci este documento?
El da 12 de septiembre de 1935 eran trasladados, desde Vila
Nova de Ourm, al cementerio de Ftima, los restos mortales de
Jacinta. Con esta ocasin se hicieron varias fotos al cadver; una de
las cuales, el Sr Obispo envi a la hermana Luca, que entonces se
encontraba en la Casa de Pontevedra.
Agradeciendo el envo, y con fecha del da 17 de noviembre de
1935, deca Luca, entre otras cosas: Agradezco con gran reconocimiento
las fotografas; no podra decir cunto las aprecio, en especial
la de Jacinta: hasta quera retirar de ella los paos que la cubran
para verla toda entera..., estaba toda abstrada; tal era mi alegra de
volver a ver la amiga ms ntima de mi infancia. Tengo la esperanza
que el Seor para gloria de la Santsima Virgen le conceder la aureola
de la santidad. Ella era una nia slo en los aos; en lo dems
saba ya practicar la virtud y demostrar a Dios y a la Virgen Santsima
su amor por la prctica del sacrificio... .
Estos recuerdos tan vivos de Luca sobre su primita Jacinta, indujeron
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al Sr. Obispo a mandarle escribir todo lo que recordase sobre
ella. Y, en efecto, el escrito, comenzado en la segunda semana de
diciembre, estaba terminado el da de Navidad de 1935. Es decir, en
menos de quince das Luca redactaba este escrito, que conserva
una unidad perfecta y que hace una semblanza de Jacinta, y su interior,
en este escrito, queda iluminado con esa luz de Ftima, que es
el Corazn Inmaculado de Mara.
El contenido de mismo escrito nos da, sobre todo, una semblanza
de Jacinta, tomada de los recuerdos de Luca. No era, por tanto,
darnos una historia de las Apariciones. Estas aparecen como marco
necesario en el que la figura de Jacinta se destaca.
Y el estilo se vuelve siempre sencillo y familiar; y hasta diramos,
en ocasiones infantil, porque el ambiente y el asunto as
lo exigan. Luca nunca perdi el sentido realista de las cosas que
trataba.
34
PRLOGO
1. Oracin y obediencia
J. M. J.
Excmo. y Rvmo. Seor Obispo (1):
Despus de haber implorado la proteccin de los Santsimos
Corazones de Jess y de Mara, tierna Madre nuestra; de haber
pedido luz y gracia a los pies del Sagrario, para no escribir nada
que no fuera, nica y exclusivamente, para gloria de Jess y de la
Santsima Virgen; y, a pesar de mi repugnancia por no poder decir
casi nada de Jacinta, sin que directa o indirectamente hable de mi
ser miserable, aqu estoy cumpliendo la orden dada.
Obedezco, sin embargo, a la voluntad de V. Excia. Rvma., que
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es, para m, la expresin de la voluntad de nuestro buen Dios.
Comienzo, pues, este trabajo, pidiendo a los Santsimos Corazones
de Jess y Mara que se dignen bendecirlo; y que acepten
este acto de obediencia en favor de la conversin de los pobres
pecadores, por los cuales esta alma tanto se sacrific.
Bien s que V. Excia. Rvma. no espera de m un escrito acabado,
ya que conoce mi incapacidad e insuficiencia. Ir, pues, contando
a V. Excia. Rvma. lo que recuerdo sobre esta alma, de la que
nuestro buen Dios me hizo la gracia de ser la ms ntima confidente;
y de la que conservo la mejor aoranza, estima y respeto, a
causa de la alta idea que tengo de su santidad.
2. Silencio sobre algunos asuntos
Excmo. y Rvmo. Seor: a pesar de mi buena voluntad en obedecer,
pido que me concedis reservar algunas cosas que porque
tambin dicen respecto a m deseara que slo fuesen ledas
en los umbrales de la eternidad.
V.Excia. Rvma. no extraar que pretenda guardar secretos y
lecturas para la vida eterna. No es verdad que, en ello, tengo a la
(1) D. Jos Alves Correira da Silva (1872-1957), primer Obispo de la Dicesis
restaurada de Leira, a que pertenece Ftima.
35
Santsima Virgen como ejemplo? No nos dice el Sagrado Evangelio
que Mara guardaba todas las cosas en su Corazn? (2) Y
quin mejor que este Inmaculado Corazn nos podra descubrir
los secretos de la divina Misericordia? Y, sin embargo, se los llev
guardados, como en un jardn cerrado (3), para el palacio del Divino
Rey.
Todava me acuerdo de una mxima que me dio un venerable
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sacerdote, cuando yo tena slo 11 aos. Fue, como tantos otros,
a hacerme algunas preguntas. Entre otras, me interrog acerca
de un asunto del que yo no quera hablar. Y despus de haber
deshojado todo su repertorio de interrogantes, sin conseguir obtener,
sobre tal asunto, una respuesta satisfactoria; y comprendiendo,
tal vez, que tocaba un asunto demasiado delicado, el venerable
sacerdote, bendicindome, dijo:
Haces bien, hija ma, porque el secreto de la Hija del Rey
(4), debe permanecer oculto en el fondo de su corazn.
No entend por entonces el significado de estas palabras, pero
comprend que aprobaba mi comportamiento, y como no las olvid,
las comprendo ahora. Este venerable sacerdote era entonces
Vicario de Torres Novas. Su Excia. no sabe bien cunto le agradezco
estas palabras, pues hicieron mucho bien a mi alma (5).
Entretanto consult un da a un santo sacerdote sobre esta
reserva, porque no saba qu responder cuando me preguntaban
si la Santsima Virgen me haba dicho algo ms. Este seor que
era entonces Vicario de Olival, nos dijo: Hacis bien, hijos mios,
en guardar el secreto de vuestras almas para Dios y para vosotros;
cuando os hagan esa pregunta, responded: S, lo dijo; pero
es secreto. Si os insistieran sobre ello, pensad en el secreto que
os comunic la Seora y decid: Nuestra Seora nos dijo que no se
lo comunicsemos a nadie, por eso no lo decimos; as, guardaris
vuestro secreto al amparo de la Santisima Virgen.
Qu bien comprend la explicacin y los consejos de este
venerable anciano! (6).
(2) Lc. 2,19 y 51.
(3) Cant 4,12
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(4) Cant 4,1-3.
(5) P. Antonio de Oliveira Reis, entonces Vicario de Torres Novas (1962).
(6) P. Faustino Jos Jacinto Ferreira (1924)
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Estoy gastando demasiado tiempo en este preludio, y V. Excia.
Rvma. se dir que no sabe a qu viene todo esto.
Voy a comenzar a narrar todo lo que recuerdo de la vida de
Jacinta. Como no dispongo de tiempo libre, durante las horas silenciosas
de trabajo, con un trozo de papel y con el lpiz escondido
debajo de la costura, ir recordando y apuntando lo que los
Santsimos Corazones de Jess y Mara quisieran hacerme recordar.
3. Dedicatoria potica
Oh t que la tierra pasaste volando,
Jacinta querida,
en vivo dolor a Jess amando,
no olvides la oracin que yo te peda.
S mi amiga junto al trono de la Virgen Mara.
Lirio de candor, perla brillante
Oh! all en el Cielo donde vives triunfante,
Serafn de amor,
con tu hermanito, ruega por m a los pies del Seor (7).
I. RETRATO DE JACINTA
1. Temperamento
Excmo. y Rvmo. Seor Obispo
Antes de los hechos de 1917, exceptuando los lazos de familia
que nos unian (8), ningn otro afecto particular me haca preferir
la compaa de Jacinta y Francisco, a la de cualquier otra; por el
contrario, su compaa se me haca a veces, bastante antiptica,
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como los consegua. Algunas veces no poda atender los deseos
de mi amiguita.
Mis hermanas mayores eran, una tejedora y la otra costurera;
pasaban los das en casa, y las vecinas pedan a mi madre poder
dejar a sus hijos jugando conmigo en el patio de mis padres, bajo
la vigilancia de mis hermanas, mientras ellas marchaban a trabajar
al campo. Mi madre deca siempre que s, aunque costase a mis
hermanas una buena parte del tiempo. Yo era entonces la encargada
de entretener a los nios y de tener cuidado para que no cayesen
en un pozo que haba en el patio.
Tres grandes higueras resguardaban a los nios de los ardores
del sol; sus ramas servan de columpio, y una vieja era haca
de comedor. Cuando en estos das vena Jacinta, con su hermano,
a llamarme para ir a su retiro, les deca que no poda ir, pues mi
madre me haba mandado quedarme all. Entonces los pequeos
se resignaban con desagrado, y tomaban parte en los juegos. En
las horas de la siesta, mi madre daba a sus hijos el catecismo,
sobre todo cuando se aproximaba la cuaresma, porque deca
no quiero quedar avergonzada cuando el Prior os pregunte la doc38
trina. Entonces todos aquellos nios asistan a nuestra leccin de
catecismo; Jacinta tambin estaba all.
2. Delicadeza de alma
Un da, uno de aquellos pequeos acus a otro de haber dicho
algunas palabras poco convenientes. Mi madre le reprendi
con toda la severidad, dicindole que aquellas cosas feas no se
decan, que era pecado y que el Nio Jess se disgustaba y mandaba
al infierno a los que pecaban y no se confesaban. La pequeita
no olvid la leccin. El primer da que asisti a la reunin de
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nios, dijo:
No te deja ir hoy tu madre?
No.
Entonces me voy a mi patio con Francisco.
Y por qu no te quedas aqu?
Mi madre no quiere que nos quedemos cuando estn stos.
Dijo que nos furamos a jugar a nuestro patio. No quiere que aprendamos
cosas feas que son pecado y no gustan al Nio Jess.
Despus me dijo muy bajo al odo:
Si tu madre te deja, vendrs a mi casa?
S.
Entonces ve a perdrselo.
Y, tomando la mano de su hermano, se fue a su casa.
Como ya dije, uno de sus juegos favoritos era el de las prendas.
Como V. Excia. Rvma. sabe, el que gana manda al que pierde
hacer la cosa que le parezca. A ella le gustaba mandar correr detrs
de las mariposas hasta cazar una y llevarla. Otras veces mandaba
tomar la flor que a ella le pareciese.
Un da que jugbamos en casa de mi padre, me toc a mi
mandarle a ella. Mi hermano estaba sentado junto a la mesa escribiendo.
Le mand que le diera un abrazo y un beso, pero ella respondi:
Eso no! Mndame otra cosa. Por qu no me mandas besar
aquel Cristo que est all? (Era un crucifijo que estaba colgado
de la pared) (9).
(9) An hoy puede verse este crucifijo, en la Casa de Luca, en Aljustrel.
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Pues s le respond, sube encima de una silla; trelo aqu,
y de rodillas le das tres abrazos y tres besos: uno por Francisco,
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otro por m y otro por ti.
A Nuestro Seor le doy todos los que quieras. Y corri a
buscar el crucifijo. Lo bes y lo abraz con tanta devocin, que
nunca ms me olvid de aquello. Despus, mira con atencin al
Seor y pregunta:
Por qu est Nuestro Seor, as clavado en una cruz?
Porque muri por nosotros.
Cuntame cmo fue.
3. Amor a Cristo Crucificado
Mi madre, por la tarde sola contarnos cuentos. Y, entre los
cuentos de hadas encantadas, princesas doradas, palomas reales,
que nos contaban mi padre y hermanas mayores, nos narraba
ella la historia de la Pasin, de San Juan Bautista, etc.
Yo conoca, pues, la Pasin del Seor como una historia; y,
como para m no era necesario or las historias dos veces, pues
con solo orla una vez no se me olvidaba un solo detalle, comenc
a contar a mis compaeros la historia de Nuestro Seor, como yo
la llamaba, con todo detalle.
Cuando mi hermana (10), al pasar junto a nosotros, se dio cuenta
de que tenamos el crucifijo, nos lo quit y nos ri, dicindonos
que no quera que tocsemos las imgenes de los santos. Jacinta,
levantndose, fue junto a mi hermana y le dijo:
Mara, no te enfades! Fui yo, pero no lo volver a hacer.
Mi hermana le hizo una caricia y nos dijo que fusemos a jugar
fuera, pues en casa no dejbamos nada quieto en su lugar.
Y as nos fuimos a contar nuestra historia encima del pozo, del
que ya habl; y porque estaba escondido detrs de unos castaos,
de un montn de piedras y de un matorral, lo habamos de escoger,
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unos aos ms tarde, como celda de nuestros coloquios, de
fervorosas oraciones; y, tambin Excmo. y Rvmo. Seor Obispo,
para decirle todo para llorar lgrimas a veces bien amargas.
Mezclbamos nuestras lgrimas a sus aguas, para beberlas
de nuevo de la misma fuente donde las derrambamos. No sera
(10) Maria dos Anjos, la mayor de los hermanos (1986).
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esta cisterna imagen de Mara, en cuyo Corazn secbamos nuestro
llanto y bebamos la ms pura consolacin?
Pero, volviendo a nuestra historia: al or contar los sufrimientos
de Nuestro Seor, la pequea se enterneci y llor. Muchas veces,
despus, me peda repertrsela. Entonces lloraba con pena y deca:
Pobrecito Nuestro Seor! Yo no debo cometer ningn pecado.
No quiero que Nuestro Seor sufra ms.
4. Sensibilidad de alma
A la pequeita le gustaba ir por las noches a una era que tenamos
frente a casa, a ver la maravillosa puesta de sol y despus
el cielo estrellado. Cuando haba noche de luna se entusiasmaba.
Nos desafabamos a ver quin era capaz de contar las estrellas;
decamos que eran las candelas de los ngeles. La luna era la de
Nuestra Seora, y el sol la de Nuestro Seor. Por lo que Jacinta
deca a veces:
A m me agrada ms la candela de Nuestra Seora que no
quema ni ciega; y la de Nuestro Seor, s.
En verdad, el sol all, algunos das de verano, apretaba bien
fuerte; y la pequeita como era de constitucin dbil, sufra mucho
con el calor.
5. Catequesis infantil
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Como mi hermana era celadora del Corazn de Jess, siempre
que haba comunin solemne de nios, me llevaba a renovar
la ma.
Mi ta llev una vez a su hija a ver la fiesta. La pequeita se fij
en los ngeles que echaban flores. Desde ese da, de vez en cuando
se separaba de nosotros, cuando jugbamos; tomaba una brazada
de flores y vena a tirrmela.
Jacinta, por qu haces eso?
Hago como los angelitos: te echo flores.
Mi hermana tena la costumbre, en una fiesta anual que deba
de ser la del Corpus Christi, de vestir algunos angelitos, para que
fuesen al lado del palio, en la procesin, echando flores. Como yo
era siempre una de las designadas, una vez, cuando mi hermana
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me prob el vestido, cont a Jacinta la fiesta que se aproximaba y
cmo yo ira a echar flores a Jess. La pequeita me pidi entonces
que intercediese ante mi hermana, para que la dejase a ella
tambin. Mi hermana dijo que s. Le prob tambin un vestido, y en
el ensayo, nos dijo cmo deberamos echar las flores al Nio Jess.
Jacinta le pregunt:
Y nosotras le veremos?
S le respondi mi hermana, lo lleva el seor Prior.
Jacinta estaba muy contenta y preguntaba continuamente si
faltaba mucho para la fiesta. Lleg por fin el ansiado da, y la pequea
estaba loca de contento. Nos colocaron a las dos al lado del
altar, y durante la procesin al lado del palio, cada una con su cesto
de flores. En los sitios sealados por mi hermana, yo tiraba a
Jess mis flores. Jacinta estuvo todo el tiempo pendiente del Prior
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y por muchas seales que le hice, no consegu que echase ni una
sola flor; miraba continuamente al Sr. Prior, y nada ms. Al terminar
la funcin mi hermana nos sac de la iglesia y pregunt:
Jacinta, por qu no echaste las flores a Jess?
Porque no lo vi.
Despus, me pregunt:
Tu viste al Nio Jess?
No. Pero t no sabes que el Nio Jess no se ve, porque
est escondido en la Hostia que recibimos cuando comulgamos?
Y t, cuando comulgas, hablas con El?
S.
Y por qu no lo ves?
Porque est escondido.
Voy a pedir a mi madre que me deje ir tambin a comulgar.
El seor Prior no te la dar, sin tener los diez aos.
Pero t, an no los tienes y ya comulgaste.
Porque saba toda la doctrina y t an no la sabes.
Me pidieron entonces que se la ensease. As me constitu en
catequista de mis dos compaeros, que aprendan con un entusiasmo
nico. Cuando yo era preguntada, responda a todo; pero,
al ensear, me acordaba de pocas cosas; por lo que Jacinta me
dijo una vez:
Ensanos ms cosas porque esas ya las sabemos.
Les confes que no las saba sino cuando me las preguntaban,
y aad:
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Pide permiso a tu madre para ir a la iglesia y as aprenders
ms.
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Los dos pequeitos que deseaban recibir a Jess escondido,
como ellos decan, fueron a hacer la peticin a su madre. Mi ta
aunque dijo que s, los dejaba ir muy pocas veces, luego iban muy
poco, pues deca que la iglesia estaba bastante lejos y que eran
muy pequeitos para comulgar; el Prior no le dara la Sagrada Comunin
hasta despus de los diez aos (11).
Jacinta continuamente me haca preguntas sobre Jess escondido.
Recuerdo que un da me pregunt:
Cmo es que tantas personas reciben al mismo tiempo a
Jess escondido? Es un bocadito para cada uno?
No no ves que son muchas formas y en cada forma hay
un nio?
Cuntos disparates le habr dicho!
6. Jacinta, la pastorcita
Entretanto, Seor Obispo, llegu a la edad en que mi madre
mandaba a sus hijos a guardar el rebao. Mi hermana Carolina (12)
haba cumplido trece aos y era necesario que se pusiera a trabajar;
por ello, mi madre me entreg el cuidado del rebao. Di la
noticia a mis compaeros y les dije que ya no podra jugar ms
con ellos. Ellos, como no les gustaba separarse, fueron a pedirle a
su madre que les dejase venir conmigo, pero les fue negado. Tuvieron
que aguantarse, aunque ellos venan casi todos los das, al
anochecer, a esperarme al camino, y desde all, marchbamos a
la era; dbamos algunas corridas, mientras esperbamos que
Nuestra Seora y los Angeles encediesen sus candelas y las asomasen
a las ventanas para alumbrarnos, como decamos. Cuando
no haba luna, decamos que la lmpara de Nuestra Seora no
tena aceite.
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A los dos pequeos, les costaba mucho separarse de m. Por
ello, pedan continuamente a su madre, que les dejase, tambin a
ellos, guardar su rebao. Mi ta, tal vez para verse libre de tantas
(11) Jacinta haba nacido el dia 11 de marzo de 1910. Tena, por lo tanto, en
mayo de 1917, siete aos y dos meses.
(12) Carolina era la que anteceda en edad a Luca. Falleci en 1994.
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splicas, a pesar de que todava eran muy pequeos, les confi el
cuidado de sus ovejas. Radiantes de alegra, fueron a darme la noticia,
y a planear cmo juntaramos todos los das nuestros rebaos.
Cada uno abrira el suyo a la hora que lo mandase su madre;
el primero esperara al otro en el Barreiro. (As llambamos a una
pequea laguna que haba en el fondo de la sierra). Una vez juntos,
decamos cul sera el pasto del da; y para all bamos felices
y contentos, como si fusemos a una fiesta.
Aqu tenemos, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, a Jacinta, en su
nueva vida de pastorcita. A las ovejas nos las ganbamos a fuerza
de distribuir entre ellas nuestra merienda. Por eso, cuando llegbamos
al pasto, podamos jugar tranquilos, porque ellas no se apartaban
de nosotros. A Jacinta le agradaba mucho or el eco de la
voz en el fondo de los valles. Por ello, uno de nuestros entretenimientos
era sentarnos en un peasco del monte y pronunciar nombres
en alta voz. El nombre que mejor eco haca, era el de Mara.
Jacinta deca a veces, el Ave Mara entero, repitiendo la palabra
siguiente slo cuando la anterior haba terminado su eco.
Nos agradaba tambin entonar cantos; entre varios profanos
de los que, infelizmente, sabamos bastantes, Jacinta prefera:
Salve, nobre Padroeira, Virgem Pura, Anjos cantai comigo.
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ramos, sin embargo, muy aficionados al baile; cualquier instrumento
que oamos tocar a los otros pastores, nos haca bailar; Jacinta
a pesar de ser tan pequea, tena para eso un arte especial.
Nos haban recomendado que, despus de la merienda, rezramos
el Rosario, pero como todo el tiempo nos pareca poco para
jugar, encontramos una buena manera de acabar pronto: pasbamos
las cuentas diciendo solamente: Ave Mara, Ave Mara, Ave
Mara! Cuando llegbamos al fin del misterio, decamos muy despacio
simplemente: Padre Nuestro!, y as, en un abrir y cerrar de
ojos, como se suele decir, tenamos rezado el Rosario.
A Jacinta le agradaba mucho tomar los corderitos blancos,
sentarse con ellos en brazos, abrazarlos, besarlos y, por la noche,
trarselos a casa a cuestas, para que no se cansasen.
Un da, al volver a casa, se puso en medio del rebao.
Jacinta para qu vas ah en medio de las ovejas? pregunt.
Para hacer como Nuestro Seor, que, en aquella estampa
que me dieron, tambin estaba as, en medio de muchas y con una
en los hombros.
44
7. Primera Aparicin
He aqu, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, poco ms o menos,
cmo pasaron los siete aos que tena Jacinta cuando apareci
hermoso y risueo, como tantos otros, el da 13 de mayo de 1917.
Escogimos este da, por casualidad si es que en los designios
de la Divina Providencia existe la casualidad, para apacentar nuestro
rebao, la propiedad perteneciente a mis padres, llamada: Cova
de Ira.
Determinamos como de costumbre el lugar de apacentar, junto
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al Barreiro, del que ya habl a V. Excia. Rvma. Tuvimos, por eso,
que atravesar el erial, lo que nos hizo el camino doblemente largo.
Por ello fuimos muy despacio, para que las ovejas fuesen pastando
por el camino; y as, llegamos casi al medioda.
No me detengo ahora a contar lo que pas en este da, porque
V. Excia. Rvma. ya lo sabe todo, y sera perder tiempo. Como
perderlo me parece, a no ser por obedecer, con todo lo que estoy
escribiendo; yo no veo qu utilidad puede sacar de aqu V. Excia.
Rvdma., a no ser el conocimiento de la inocencia de vida de esta
alma.
Antes de comenzar a contar a V. Excia. Rvma. lo que recuerdo
del nuevo periodo de la vida de Jacinta, debo decir que hay algunas
cosas, en las manifestaciones de Nuestra Seora, que habamos
convenido no decirlas; y tal vez ahora me vea obligada a decir
algo de ello, para aclarar dnde fue Jacinta a beber tanto amor a
Jess, al sufrimiento y a los pecadores, por la salvacin de los
cuales tanto se santific.
V. Excia. Rvma. sabe bien que fue ella, quien no pudiendo contener
para s tanta alegra, quebrant nuestro contrato de no decir
nada a nadie. Cuando, aquella misma tarde, embebidos por la sorpresa,
permanecamos pensativos, Jacinta de vez en cuando exclamaba
con entusiasmo:
Ay qu Seora tan bonita!
Estoy viendo le dije que lo vas a decir a alguien.
No lo dir, no; estte tranquila.
Al da siguiente cuando su hermano corri a darme la noticia
de que la noche anterior lo haba dicho en casa, ella escuch la
acusacin en silencio.
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Ves cmo yo saba que lo ibas a decir? le dije.
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Yo tena dentro de m una cosa que no me dejaba estar callada
respondi con lgrimas en los ojos.
Bueno, ahora no llores, y en lo sucesivo no digas a nadie
nada de lo que esa Seora nos dijo.
Yo ya lo he dicho.
Qu dijiste?
Dije que esa Seora prometi que nos llevara al Cielo.
Y enseguida fuiste a contar eso?
Perdname; ya no dir nada a nadie.
8. Meditacin sobre el infierno
Cuando llegamos ese da con nuestras ovejas al lugar escogido
para pastar, Jacinta se sent pensativa en una piedra.
Jacinta ven a jugar.
Hoy no quiero jugar.
Por qu no quieres jugar?
Porque estoy pensando que aquella Seora nos dijo que
rezsemos el Rosario e hicisemos sacrificios por la conversin
de los pecadores. Ahora cuando recemos el Rosario, tenemos que
rezar las Avemaras y el Padrenuestro entero. Y qu sacrificios
podemos hacer?
Francisco penso enseguida en un sacrificio:
Vamos a darle nuestra comida a las ovejas y as haremos el
sacrificio de no comer.
En poco tiempo, habamos repartido nuestro zurrn entre el
rebao. Y as pasamos un da de ayuno ms riguroso que el de los
ms austeros cartujos. Jacinta segua pensativa, sentada en su
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piedra, y pregunt:
Aquella Seora tambin dijo que iban muchas almas al infierno.
Pero qu es el infierno?
Es una cueva de bichos y una hoguera muy grande (as me
lo explicaba mi madre), y all van los que hacen pecados y no se
confiesan; y permanecen all siempre ardiendo.
Y nunca ms salen de all?
No.
Ni despus de muchos, muchos aos?
No, el infierno nunca se termina.
Y el Cielo tampoco acaba?
46
Quien va al Cielo nunca ms sale de all.
Y el que va al infierno tampoco?
No ves que son eternos; que nunca se acaban?
Hicimos por primera vez en aquella ocasin, la meditacin del
infierno y de la eternidad. Tanto impresion a Jacinta la eternidad,
que, a veces, jugando preguntaba:
Pero, oye, despus de muchos, muchos aos, el infierno
no se acaba?
Y, otras veces:
Y los que all estn, en el infierno ardiendo, nunca se mueren?
Y no se convierten en ceniza? Y si la gente reza mucho por
los pecadores, el Seor los libra de ir all? Y con los sacrificios
tambin? Pobrecitos! Tenemos que rezar y hacer muchos sacrificios
por ellos.
Despus aada:
Qu buena es aquella Seora! Y nos prometi llevarnos
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al Cielo!
9. Amor a los pecadores
Jacinta, tom tan a pecho el sacrificio por la conversin de los
pecadores que no dejaba escapar ninguna ocasin. Haba all unos
nios, hijos de dos familias de Moita (13), que pedan de puerta en
puerta. Los encontramos un da que bamos con las ovejas. Jacinta,
cuando los vio, nos dijo:
Damos nuestra merienda a aquellos pobrecitos por la conversin
de los pecadores?
Y corri a llevrsela. Por la tarde me dijo que tena hambre.
Haba algunas encinas y robles. Las bellotas estaban todava bastante
verdes, sin embargo le dije que podamos comer de ellas.
Francisco subi a la encina para llenarse los bolsillos, pero a Jacinta
le pareci mejor comer bellotas amargas de los robles para hacer
mejor los sacrificios. Y as, saboreamos aquella tarde aquel delicioso
manjar. Jacinta, tom esto por uno de sus sacrificios habituales;
coga las bellotas amargas o las aceitunas de los olivos.
Le dije un da:
Jacinta, no comas eso, que amarga mucho.
(13) Pequea poblacin, al norte de la Cova de Ira, de la feligresa deFtima.
47
Las como porque son amargas, para convertir a los pecadores.
No fueron solamente stos nuestros ayunos; acordamos dar a
los nios nuestra comida, siempre que los encontrsemos y las
pobres criaturas, contentas con nuestra generosidad, procuraban
encontrarnos esperndonos en el camino. En cuanto los veamos,
corra Jacinta a llevarles toda nuestra comida de ese da, con tanta
satisfaccin como si no nos hiciese falta.
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Nuestro sustento era entonces: piones, races de campnulas
(es una florecita amarilla que tiene en la raz una bolita del
tamao de una aceituna), moras, hongos y unas cosas que cogamos
de las races de los pinos, que no recuerdo como se llamaban,
y tambin fruta, si es que la haba ya en las propiedades de
nuestros padres.
Jacinta pareca insaciable practicando sacrificios. Un da, uno
de nuestros vecinos ofreci a mi madre un campo donde apacentar
nuestro rebao; pero estaba bastante lejos y nos encontrbamos
en pleno verano. Mi madre acept el ofrecimiento hecho con tanta
generosidad y nos mand all. Como estaba cerca una laguna
donde el ganado poda ir a beber, me dijo que era mejor pasar all
la siesta, a la sombra de los rboles. Por el camino encontramos a
nuestros queridos pobrecitos, y Jacinta corri a llevarles nuestra
merienda. El da era hermoso, pero el sol muy ardiente; y en aquel
erial lleno de piedras, rido y seco pareca querer abrasarlo todo.
La sed se haca sentir y no haba una gota de agua para beber; al
principio, ofrecamos este sacrificio con generosidad, por la conversin
de los pecadores; pero pasada la hora del medioda, no se
resista ms.
Propuse entonces a mis compaeros ir a un lugar cercano a
pedir un poco de agua. Aceptaron la propuesta y fui a llamar a la
puerta de una viejecita, que al darme una jarra con agua me dio
tambin un trocito de pan que acept agradecida y corr para repartirlo
con mis compaeros. Di la jarra a Francisco y le dije que
bebiese:
No quiero respondi.
Por qu?
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Quiero sufrir por la conversin de los pecadores.
Bebe t, Jacinta.
Tambin quiero ofrecer el sacrificio por los pecadores!
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Derram entonces el agua de la jarra en una losa, para que la
bebiesen las ovejas, y despus fui a llevarle la jarra a su duea. El
calor se volva cada vez ms intenso, las cigarras y los grillos unan
sus cantos a los de las ranas de una laguna cercana, y formaban
un gritero insoportable. Jacinta, debilitada por la flaqueza y por la
sed, me dijo con aquella simplicidad que le era natural:
Diles a los grillos y a las ranas que se callen; me duele tanto
la cabeza!
Entonces Francisco le pregunt:
No quieres sufrir esto por los pecadores?
S, quiero; djalos cantar respondi la pobre criatura apretando
la cabeza entre las manos.
10. Resistencia de la familia
Entre tanto, la noticia del acontecimiento se haba extendido.
Mi madre empezaba a afligirse y quera a toda costa que yo dijera
que era mentira lo que haba dicho. Un da, antes de salir con el
rebao, quiso obligarme a decir que haba mentido, no escatim
para ello, ni el cario, ni las amenazas, ni la escoba. No consiguiendo
obtener otra cosa que mi silencio, o la confirmacin de lo
que yo haba dicho, me mand abrir el rebao, dicindome que
pensase bien durante el da que, si nunca haba consentido una
mentira a sus hijos, mucho menos iba a consentir ahora una de
aquella especie; que, por la noche, me obligara ir a ver a aquellas
personas que haba engaado para confesar que haba mentido y
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7/30/2019 Memorias de La Hermana Lucia (Fatima) - P. Luis Kondor
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pedir perdn.
Me fui con mis ovejas; mis compaeros en ese da ya me esperaban.
Al verme llorar, acudieron a preguntarme la causa. Les
contest lo que me haba pasado y aad:
Ahora, decidme lo que voy a hacer; mi madre quiere que
diga que he mentido. Y cmo voy a decirlo?
Entonces, Francisco le dijo a Jacinta:
Ves? T eres quien tiene la culpa. Para qu lo dijiste?
La pobre nia, se puso de rodillas, con las manos juntas pidindonos
perdn.
Hice mal deca llorando pero nunca dir ya nada a nadie.
Ahora preguntar V. Excia. que quin le ense a hacer este
acto de humildad. No lo s. Tal vez el hecho de haber visto a sus
49
hermanos pedir perdn a sus padres la vspera de la comunin; o
porque fue a Jacinta, segn me parece, a la que la Santsima Virgen
comunic mayor abundancia de gracias y conocimiento de
Dios y de las virtudes. Cuando algn tiempo despus, el seor
Prior (14) nos mand llamar para interrogarnos, Jacinta baj la cabeza
y con dificultad consigui su reverencia obtener de ella dos o
tres palabras.
Cuando nos marchamos despus, le pregunt:
Por qu no queras responder al seor Prior?
Porque te promet que no dira nada a nadie.
Un da pregunt:
Por qu no podemos decir que aquella Seora nos dijo que
hicisemos sacrificios por los pecadores?
Para que no nos pregunten qu sacrificios hacemos.
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Mi madre se afliga cada vez ms con la marcha de los acontecimientos.
Por lo que se esforzaba ms an en obligarme a decir
que haba mentido. Un da se levant por la maana y me dijo que
iba a llevarme a casa del seor Prior:
Cuando lleguemos, ponte de rodillas, le dices que has mentido
y pides perdn.
Al pasar por casa de mi ta, mi madre entr unos minutos. Aprovech
esta ocasin para contar a Jacinta lo que ocurra. Al verme
afligida, dej caer algunas lgrimas y me dijo:
Me voy a levantar y voy a llamar a Francisco; iremos a tu
pozo a rezar. Cuando vuelvas, ve all enseguida.
A la vuelta, corr al pozo y all estaban los dos rezando. Cuando
me vieron, Jacinta corri a abrazarme preguntndome qu haba
pasado. Se lo cont. Despus, me dijo:
Ves? No debemos tener miedo de nada. Aquella Seora
nos ayuda siempre. Es nuestra amiga.
Desde que Nuestra Seora nos enseara a ofrecer a Jess
nuestros sacrificios, siempre que pensbamos hacer algunos, o
que tenamos que sufrir alguna prueba, Jacinta preguntaba:
Le has dicho ya a Jess que es por su amor?
Si le deca que no...
Entonces lo dir yo.
(14) El primer interrogatorio del Prroco, P. Manuel Marques Ferreira, fuehecho
a fines ya de mayo de 1917.
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Y, juntando las manos y levantado los ojos al cielo, deca:
Oh Jess! es por tu amor y por la conversin de los pecadores.
11. Amor al Santo Padre
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Fueron a interrogarnos dos sacerdotes, que nos recomendaron
que rezsemos por el Santo Padre.
Jacinta pregunt que quin era el Santo Padre; y los buenos
sacerdotes nos explicaron quin era y cmo necesitaba mucho de
oraciones.
En Jacinta arraig tanto el amor al Santo Padre, que siempre
que ofreca un sacrificio a Jess, aada: Y por el Santo Padre. Al
final del Rosario, rezaba siempre tres avemaras por el Santo Padre;
y algunas veces deca:
Quin me diera ver al Santo Padre! Viene aqu tanta gente
y el Santo Padre no viene nunca! (15).
En su inocencia de nia, crea que el Santo Padre poda hacer
este viaje como las otras personas.
Un da, mi padre y mi to (16) fueron avisados para que nos
llevasen al da siguiente a la Administracin del Concejo (17). Mi to
dijo que no llevaba a sus hijos, porque, deca:
No tengo por qu llevar a un tribunal a dos criaturas que no
son responsables de sus actos; adems ellos no aguantan a pie el
camino hasta Vila Nova de Ourm. Voy a ver lo que ellos quieren.
Mi padre pensaba de otra manera:
A la ma, la llevo: que se las arregle con ellos; que yo de
estas cosas no entiendo nada.
Aprovecharon entonces la ocasin para meternos todo el miedo
posible. Al da siguiente, al pasar por casa de mi to, mi padre le
esper un momento. Corr a la cama de Jacinta a decirle adis. En
la duda de no volver a vernos, la abrac y la pobre nia me dijo
llorando:
(15) Pablo Vl fu como peregrino a Ftima, el da 13 de mayo de 1967. Juan
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guerra y crea muerto. Para distraerla empec a bailar con dos de
sus hermanos; y la pobre criatura comenz a bailar y al mismo
tiempo a limpiarse las lgrimas que le corran por la cara.
Sin embargo, a pesar de esta inclinacin que tena por el baile,
a veces le bastaba or cualquier instrumento que tocaban los otros
pastores, para ponerse a bailar aunque fuera sola cuando se
aproxim el da de S. Juan o el carnaval, ella misma nos dijo:
Yo, ahora ya no bailo ms.
Por qu?
Porque quiero ofrecer este sacrificio al Seor.
Y como ramos los cabecillas de los bailes de los nios,
finalizaron los bailes que se acostumbraban a hacer en estas
ocasiones.
II. DESPUES DE LAS APARICIONES
1. Oraciones y sacrificios en el Cabezo
Mi ta, cansada de tener que mandar continuamente a buscar
a sus hijos para satisfacer los deseos de las personas que queran
hablar con ellos, mand que llevara a pastar el rebao su hijo
Juan (18).
A Jacinta le cost mucho esta orden por dos motivos: porque
tena que hablar con toda la gente que la buscaba y por no poder
estar todo el da conmigo. Sin embargo tuvo que resignarse. Y, para
ocultarse de las personas que la buscaban, sola esconderse con
su hermano en una cueva formada por unas rocas, situadas en la
(18) Juan Marto, hermano de Francisco y de Jacinta (28.IV.2000),
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falda de un monte que haba frente a nuestro pueblo (19); tiene encima
un molino de viento. La roca queda en la falda que da al naciente;
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Mara, sed la salvacin ma!
Un da, durante su enfermedad, me dijo:
Me agrada tanto decirle a Jess que le amo! Cuando lo digo
muchas veces parece como si tuviera fuego en el pecho, pero no
me quema.
Otras veces deca:
Me encantan tanto Nuestro Seor y Nuestra Seora, que no
me canso de decirles que les amo.
(20) P. Francisco Rodrigues da Cruz S.J. (1858-1948), cuya causa debeatificacin
ha sido introducida.
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4. Gracias alcanzadas por Jacinta
Haba en nuestro pueblo una mujer que nos insultaba siempre
que nos vea. Nos la encontramos cuando sala de la taberna; y la
pobre, como no estaba en s, no se conform esta vez solamente
con insultarnos. Cuando termin su tarea, Jacinta me dijo:
Tenemos que pedir a Nuestra Seora y ofrecer sacrificios
por la conversin de esta mujer; dice tantos pecados, que, como
no se confiese, va a ir al infierno.
Unos das despus pasbamos corriendo por delante de la
casa de esta mujer. De repente, Jacinta se detiene y, volvindose
atrs, pregunta:
Oye. Es maana cuando vamos a ver a esa mujer?
S.
Entonces, no juguemos ms; hacemos este sacrificio por la
conversin de los pecadores.
Y, sin pensar que alguien la podia ver, levanta las manos y los
ojos al cielo, y hace el ofrecimiento.
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La mujercita estaba espiando por el postigo de casa; despus
dijo a mi madre que le haba impresionado tanto aquella accin de
Jacinta, que no necesitaba ms prueba para creer en la realidad
de los hechos. Desde entonces no slo dej de insultarnos, sino
que tambin nos peda continuamente que intercedisemos por
ella a Nuestra Seora, para que le perdonase sus pecados.
Nos encontr un da una pobre mujer, y, llorando, se puso de
rodillas delante de Jacinta, pidiendo que consiguiese de Nuestra
Seora ser sanada de una terrible enfermedad. Jacinta, al verla de
rodillas, se afligi y le cogi las manos trmulas, para que se levantase.
Pero viendo que no lo consegua, se arrodill tambin y rez
con la mujer tres avemaras. Despus le pidi que se levantara,
que Nuestra Seora haba de curarla; y no dej de rezar nunca por
ella, hasta que, pasado algn tiempo, volvi a aparecer para agradecer
a Nuestra Seora su curacin.
En otra ocasin fue un soldado al que encontramos llorando
como un nio; haba recibido orden de partir a la guerra y dejaba a
su mujer enferma en la cama con tres hijos pequeos. El peda, o
la salud de la mujer, o bien la anulacin de la orden.
Jacinta le invit a rezar con ella el Rosario. Despus le dijo:
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No llore; Nuestra Seora es tan buena, que seguro que le
concede la gracia que le pide.
Y no se olvid jams de su soldado. Al final del Rosario, siempre
rezaba un avemara por el soldado. Pasados algunos meses,
apareci con su esposa y sus tres hijos para agradecer a Nuestra
Seora las dos gracias recibidas. A causa de unas fiebres que le
haban dado la vspera de la partida, qued libre del servicio militar;
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y su esposa, deca l, fue curada milagrosamente por intercesin
de Nuestra Seora.
5. Nuevos sacrificios
Un da nos dijeron que vendra un sacerdote santo a interrogarnos,
y que adivinaba lo que pasaba en el interior de cada uno,
por lo que descubrira si era o no cierto lo que decamos. Entonces
Jacinta llena de alegra deca:
Cundo llegar ese Seor Padre que adivina? Si adivina,
ha de saber bien que lo que decimos es verdad.
Jugbamos un da sobre el pozo ya mencionado; la madre de
Jacinta tena all, lindando, una via. Cort algunos racimos y nos
los trajo, para que nos los comisemos; pero Jacinta no se olvidaba
de sus pecadores nunca:
No los comamos nos dijo, y ofrezcamos este sacrificio por
los pecadores.
Enseguida corri a llevar las uvas a unos nios que jugaban
en la calle. A la vuelta vena radiante de alegra; aquellos nios que
jugaban, eran nuestros antiguos pobrecitos.
Otra vez, mi ta nos fue a llamar para que comisemos unos
higos que haban trado y que, en realidad, abran el apetito a
cualquiera; Jacinta se sent con nosotros, satisfecha, ante la cesta
y cogi uno para empezar a comer, pero de repente, acordndose,
dijo:
Es verdad!, hoy an no hemos hecho ningn sacrificio por
los pecadores. Tenemos que hacer ste.
Puso el higo en la cesta, hizo el ofrecimiento, y nos fuimos
dejando all los higos, para convertir a los pecadores. Jacinta repeta
con frecuencia estos sacrificios, pero no me detengo a contar
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ms, porque no acabara nunca.
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III. ENFERMAD Y MUERTE DE JACINTA
1. Jacinta, vctima de la gripe epidmica
Pasaban as los das de Jacinta, cuando nuestro Seor le
mand la neumona que la postr en cama, con su hermano (21).
En las vsperas de la enfermedad deca:
Me duele tanto la cabeza y tengo tanta sed! Pero no quiero
beber para sufrir por los pecadores.
Todo el tiempo que me quedaba libre de la escuela y de alguna
otra cosa que me mandasen hacer, iba junto a ellos. Un da,
cuando pasaba hacia la escuela, me dijo Jacinta:
Oye, dile a Jess escondido que le recuerdo mucho y le amo
mucho.
Otras veces deca:
Dile a Jess que le mando muchos saludos.
Cuando iba primero a su cuarto, me deca:
Vete a ver a Francisco; yo hago el sacrificio de quedarme
aqu sola.
Un da su madre le llev una taza de leche y le dijo que la
tomara.
No quiero, madre ma respondi, apartando la taza con las
manos.
Mi ta insisti un poco, y despus se retir diciendo:
No s cmo hacerle tomar alguna cosa con tan poco apetito.
Despus que quedamos solas, le pregunt:
Por qu desobedeces a tu madre y no ofreces este sacrificio
al Seor?
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Dejando caer algunas lgrimas, que tuve la dicha de limpiar,
dijo:
Ahora no me acord!
Llam a su madre y, pidindole perdn, le dijo que tomara
todo cuanto ella quisiera. La madre le trajo la taza de leche y la
tom sin mostrar la ms leve repugnancia. Despus me dijo:
Si t supieses cunto me cuesta tomarla!
En otra ocasin me dijo:
(21) Casi toda la familia menos el padre cae enferma de la peste, a finesde
octubre de 1918.
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Cada vez me cuesta ms trabajo tomar la leche y los caldos;
pero lo hago sin decir nada, por amor a Nuestro Seor y al Inmaculado
Corazn de Mara, nuestra Madrecita del Cielo.
Ests mejor?, Ie pregunt un da.
Ya sabes que no mejoro.
Y aadi: Tengo tantos dolores en el pecho!, pero no digo
nada; sufro por la conversin de los pecadores.
Cuando un da llegu junto a ella me pregunt:
Has hecho hoy muchos sacrificios? Yo he hecho muchos.
Mi madre ha salido, y yo quise ir muchas veces a visitar a Francisco
y no fui.
2. Visitas de Nuestra Seora
Por entonces, se recuper un poco; y a veces se levantaba y
se sentaba en la cama de su hermano. Un dia me mand llamar,
para que fuese junto a ella deprisa. All fui corriendo, y me dijo:
Nuestra Seora. ha venido a vernos, y ha dicho que muy
pronto vendr a buscar a Francisco para llevrselo al Cielo. A m
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me pregunt si todava quera convertir ms pecadores. Le dije
que s. Y me contest que ira a un hospital, y que all sufrira mucho,
por la conversin de los pecadores y en reparacin de los
pecados cometidos contra el Inmaculado Corazn de Mara y por
amor a Jess. Le pregunt si t vendras conmigo. Dijo que no.
Esto es lo que ms me cuesta. Dijo que ira mi madre a llevarme y
despus quedara all solita.
Qued un rato pensativa y aadi:
Si t fueses conmigo! Lo que ms me cuesta es ir sin ti. Tal
vez, el hospital es una casa muy oscura donde no se ve nada y yo
estar alli, sufriendo sola. Pero no importa; sufro por amor al Seor,
para reparar al Inmaculado Corazn de Mara, por la conversin
de los pecadores y por el Santo Padre.
Cuando lleg el momento de partir para el Cielo su hermanito
(22), ella le hizo sus recomendaciones:
Da muchos saludos mos a Nuestro Seor y Nuestra Seora;
y diles que sufrir todo lo que ellos quieran para convertir a los
pecadores y para reparar al Inmaculado Corazn de Mara.
(22) Francisco muere santamente, despus de confesarse y recibir elSantsimo
Vitico, el da 4 de abril de 1919.
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Sufri mucho con la muerte de su hermano. Quedaba mucho
tiempo pensativa y, si se le preguntaba en qu estaba pensando,
responda:
En Francisco. Quin me diera verlo!
Y los ojos se le llenaban de lgrimas.
Un da le dije:
A ti ya te queda poco para ir al Cielo, pero yo?
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4. Regreso a Aljustrel
Volvi an por algn tiempo a casa de sus padres. Tena una
gran herida abierta en el pecho, cuyas curas diarias sufra sin una
queja, sin mostrar las menores seales de enfado.
Lo que ms le costaba eran las frecuentes visitas e interrogatorios
de las personas que la buscaban, de las que ahora no
poda esconderse.
Ofrezco tambin este sacrificio por los pecadores deca
con resignacin: Quin pudiera ir otra vez al Cabezo para poder
rezar un Rosario en nuestra gruta! Pero ya no soy capaz. Cuando
vayas a Cova de Ira, reza por m. Ciertamente nunca ms volver
all deca llorando.
Un dia me dijo mi ta:
Pregunta a Jacinta qu es lo que piensa cuando est tanto
tiempo con las manos en la cara, sin moverse; yo ya se lo he preguntado,
pero sonre y no responde.
Le hice la pregunta.
Pienso en Nuestro Seor, en Nuestra Seora, en los pecadores
y en... (nombr algunas cosas del secreto); me agrada mucho
pensar.
Mi tia me pregunt por la respuesta de su hijita; con una sonrisa
lo tena todo dicho. Entonces dijo mi ta a mi madre:
No lo entiendo; la vida de estos nios es un enigma.
Y mi madre aada:
Cuando estn solas, hablan por los codos, sin que la gente
sea capaz de entenderles una palabra, por ms que escuchen; y
cuando llega alguien, bajan la cabeza y no dicen nada. No puedo
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el corazn. Permaneci mucho tiempo abrazada a mi cuello, y deca
llorando.
Nunca ms volveremos a vernos. Reza mucho por m hasta
que yo vaya al Cielo; despus, cuando yo est all, pedir mucho
por ti. No digas nunca el secreto a nadie, aunque te maten. Ama
mucho a Jess y al Inmaculado Corazn de Mara; y haz muchos
sacrificios por los pecadores.
De Lisboa me mand todava decir que Nuestra Seora ya la
haba ido a ver; que le haba dicho la hora y el da en que morira,
y me recomendaba que fuese muy buena.
EPILOGO
Acabo, Excmo. Rvmo. Seor Obispo, de contar a V. Excia. Rvma.
lo que recuerdo de la vida de Jacinta.
Pido a nuestro buen Dios, se digne aceptar este acto de obediencia
para encender en las almas llamas de amor a los Corazones
de Jess y de Mara.
Ahora pido un favor: es que, si V. Excia. Rvma. publica algunas
cosas de las que acabo de contar, lo haga de modo que no hable
de ninguna manera de mi pobre y miserable persona. (25)
Confieso, de verdad, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, que si yo
supiese que V. Excia. quemaba este escrito, sin siquiera leerlo, yo
sentira mucho gusto, pues lo escribi nicamente para obedecer a
la voluntad de nuestro buen Dios, para m manifestada en la voluntad
expresa de V. Excia. Rvma.
(24) Fue para Lisboa el 21 de enero de 1920. Muere el 20 de febrero de1920, a
las diez y media de la noche.
(25) Quien primero hace uso pblico de esta Memoria es el Dr. J. Galambade
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Oliveira en su librito Jacinta (1a Edicin, mayo, 1938).
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SEGUNDA MEMORIA
Introduccin
La Primera Memoria haba descubierto a los Superiores de Luca
que sta guardaba celosamente todava muchas cosas, que slo
revelara por obediencia. En abril de 1937, el P. Fonseca, escribiendo
al Sr. Obispo, le deca: ... (la Primera Memoria) hace suponer que
existen todava particulares interesantes relativos a la historia de
las Apariciones... que estn todava ineditos. No sera posible o
habra inconveniente en hacer que la Hermana Luca, con simplicidad
religiosa y evanglica, para honra de Nuestra Seora, escribiese
pormenorizadamente cuanto se acordase... ? Ah queda la idea; y si
fuera aprovechable, slo V. Excia. Rvma. podr hacerla valer.
Y, en efecto, don Jos, puesto de acuerdo con la Madre Provincial
de las Doroteas, Madre Mara do Carmo Corte Real, dan la orden a
Luca. Esta, con fecha 7 de noviembre de 1937, puede responder a
don Jos: Comienzo hoy mismo, visto ser sa la voluntad de Dios.
Este escrito, comenzado, pues, el da 7 de noviembre, sabemos que
est terminado el da 21... Es decir: catorce das para redactar un escrito
largo, y siempre en medio de ocupaciones caseras que no la dejaban
reposar. Y se trata, decimos, de 38 folios escritos por las dos
caras en letra bien seguida y cerrada y sin apenas correcciones. Esto
quiere decir, una vez ms, la lucidez de espritu, Ia serenidad del alma,
el equilibrio de facultades de la Hermana Luca.
En esta Memoria, los temas eran ya sorprendentes: apariciones
anglicas, gracias extraordinarias en su Primera Comunin; apariciones
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del Corazn de Mara en junio 1917, y muchas circunstancias absolutamente
inditas hasta entonces. La intencin de la Hermana Luca
que tena en este escrito la sealaba as: La historia de Ftima tal
cual ella es. No se trataba, por tanto como en la anterior Memoria,
de unos recuerdos biogrficos, en que las Apariciones permanecan
en la penumbra, sino de las mismas Apariciones, como primar plano
intentado.
Y en cuanto al espritu con que Luca escriba, nos lo expresa
con estas palabras: Ya no tendr el gusto de saborear slo conmigo
los secretos de tu amor; pero, en el futuro, otros cantarn conmigo las
grandezas de tu misericorda... He aqu la esclava del Seor: que El
contine servirse de ella como le pluguiere
66
PRLOGO
J. M. J.
Voluntad de Dios, t eres mi Paraso! (1)
Excmo. y Rvmo. Seor Obispo:
Heme aqu, con la pluma en la mano, para hacer la voluntad
de mi Dios. Y, puesto que no tengo otros fines, comienzo con la
mxima que mi santa Fundadora me dej en herencia; y que yo,
en el curso de este escrito y a su imitacin, repetir muchas veces:
Voluntad de Dios, t eres mi paraso!. Djeme, Exmo. Seor,
penetrarme bien de todo el sentido de esta mxima, para que,
en los momentos en que la repugnancia o el amor a mi secreto,
me quisiere hacer omitir alguna cosa oculta, sea ella mi norma y
mi gua.
Se me ocurre preguntar para qu ir a servir este escrito hecho
por m, que ni siquiera la caligrafa soy capaz de hacer bien.(2)
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Pero no; no pregunto nada. S que la perfeccin de la obediencia
no pregunta por razones; le bastan las palabras de V. Excia. Rvma.
que me dice que: es para gloria de nuestra Santsima Madre del
Cielo. En la seguridad, pues, de que sea as, imploro la bendicin
y proteccin de su Corazn Inmaculado. Y, humildemente
postrada a sus pies, me sirvo de sus santsimas palabras para
hablar a mi Dios:
He aqu la ltima de vuestras esclavas, oh Dios mo, que, en
plena sumisin a vuestra voluntad santsima, viene a rasgar el
velo de su secreto, y dejar ver la historia de Ftima tal cual es. Ya
no tendr el placer de saborear a solas conmigo los secretos de tu
amor; sino que, en el futuro, otros cantarn conmigo las grandezas
de tu misericordia!
(1) Se trata de una frase de la Fundadora de la Congregacin de SantaDorotea,
Santa Paula Frassinetti.
(2) La ortografa es, a veces, incorrecta, pero eso no atae a la claridad ni al
peculiar estilo de sus escritos.
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I. ANTES DE LAS APARICIONES
1. Infancia de Luca
Exmo. y Rvmo. Seor Obispo:
El Seor puso sus ojos en la pequeez de su esclava, he
aqu por qu los pueblos cantarn las grandezas de su misericordia
. (3)
Me parece, Exmo. Rvmo. Seor, que nuestro buen Dios se
dign favorecerme cuando comenc a tener uso de razn, todava
muy nia. Me acuerdo de tener conciencia de mis actos desde el
regazo materno. Me acuerdo de ser arrullada y adormecerme al
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son de varios cnticos. Y, como era la ms pequea de las cinco
nias y un nio (4) que Nuestro Seor concedi a mis padres, me
acuerdo que hubo entre ellos algunas pendencias porque todos
queran tenerme en sus brazos y entretenerse conmigo. En estos
casos, para que nadie saliese victorioso, mi madre me libraba de
sus manos. Y si ella, por sus quehaceres, no poda, me entregaba
a mi padre, el cual tambin me llenaba de mimos y caricias.
La primera cosa que aprend fue el Ave Mara, porque mi madre
tena por costumbre tenerme en sus brazos mientras enseaba
a mi hermana Carolina, que era cinco aos mayor que yo. Mis dos
hermanas mayores eran ya grandes y a mi madre, como yo era un
papagayo que todo repeta, le gustaba que me llevasen a todos los
sitios donde iban. Ellas eran, como se dice en mi tierra, las cabecillas
de la mocedad. Y no haba fiesta ni danza donde ellas no estuviesen:
carnaval, S. Juan, Navidad; era seguro: tena que haber
baile. Adems de esto, estaba la vendimia y la recogida de las aceitunas,
por lo que haba baile casi todos los das. En las fiestas
principales de la Parroquia, como la del Sagrado Corazn de Jesus,
Nuestra Seora del Rosario, San Antonio etc., haba siempre por
la noche la rifa de los pasteles, y el baile no faltaba. Adems, estbamos
convidadas para casi todas las bodas que se celebraban
(3) Lc. 1,48.
(4) Los hermanos se llamaban: () Mara de los Angeles, () Teresa, ()Manuel,
() Gloria y () Carolina.
68
en los contornos, porque mi madre, cuando no era invitada para
ser madrina, lo era para ser cocinera. En estas bodas, el baile
duraba desde que se terminaba el banquete, hasta el otro da por
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la maana. Mis hermanas, como tenan que tenerme siempre a su
lado, me arreglaban tanto como a ellas mismas. Y como una de
mis hermanas era costurera, no me faltaba ya el traje ms elegante
usado por las campesinas de mi tierra en aquel tiempo: la
falda plisada, el cinturn de encaje, con las puntas cadas para
atrs, y el sombrero con sus cuentas doradas y las plumas de
varios colores. A veces pareca que vestan a una mueca en lugar
de a una nia.
2. Diversiones populares
En los bailes me ponan encima de un arca o de otra cosa alta,
para no ser pisada por los asistentes, y desde all deba entonar
varios cantos al son de la guitarra o del acorden. Para esto, mis
hermanas me adiestraban, as como para bailar algn vals, cuando
faltaba alguna pareja. Esto yo lo haca con una destreza nica, atrayendo
as la atencin y los aplausos de los asistentes. No me faltaban
premios y obsequios de algunos que queran dar gusto a mis
hermanas.
Los domingos por la tarde, toda esta juventud se reuna en
nuestro patio: en el verano, a la sombra de tres grandes higueras;
y, en el invierno, en un cobertizo que tenamos en el lugar donde
est ahora la casa de mi hermana Mara, para pasar as la tarde,
jugando y hablando con mis hermanas. En la Pascua se haca all
la rifa de las almendras, tocndome la mayor parte de las rifas,
porque algunos lo hacan as a propsito para ser agradables. Mi
madre se pasaba estas tardes sentada a la puerta de la cocina que
daba al ptio, desde donde poda ver lo que suceda: unas veces,
con un libro en las manos leyendo; otras, hablando con algunas de
mis tas que venan a pasar el rato con ella. Conservaba siempre
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su seriedad habitual, y todos saban que lo que ella dijese era palabra
sagrada que era preciso obedecer sin demora. Nunca vi que
delante de ella alguien se atreviese a decir una palabra menos respetuosa
o con menos consideracin. Se deca ordinariamente, entre
aquella gente, que mi madre vala ms que todas las hijas. Recuerdo
haber odo decir varias veces a mi madre:
69
No s qu provecho parece encontrar esta gente en andar
hablando de las cosas de los otros; para m no hay nada como una
lectura sosegada en mi casa. Estos libros traen cosas tan bonitas!
Y la vida de los santos, qu belleza!
Me parece que ya dije a V. Excia. Rvma. cmo pasaba los das
de la semana rodeada de nios de nuestro pueblo; que las madres
para poder ir al campo, le pedan a la ma poderlos dejar junto a m.
Tambin me parece que en el escrito que envi a V. Excia. Revma.
sobre mi prima, deca cules eran mis juegos y entretenimientos.
Por ahora no me entretengo en ellos.
As arrullada de mimos y caricias, llegu a mis seis aos. Y,
para decir la verdad, el mundo comenzaba a sonrerme y sobre
todo la pasin por el baile iba echando en mi pobre corazn hondas
races. Y confieso que, si nuestro buen Dios no hubiese usado
para conmigo su especial misericordia, por ah el demonio me hubiese
perdido.
Si no me equivoco, tambin le cont ya a V. Excia., en el mismo
escrito, cmo mi madre acostumbraba a ensear la doctrina a
sus hijos durante las horas de la siesta, en el verano. En el invierno,
nuestra leccin era por la noche, al sentarnos, despus de la cena,
junto al fuego de la cocina, mientras asbamos y comamos castaas
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7/30/2019 Memorias de La Hermana Lucia (Fatima) - P. Luis Kondor
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