MENTALIDAD POST-CONCILIAR

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Revista Roma N° 3 - Marzo de 1968 LO ACTUAL Y LO URGENTE Certero análisis de la mentalidad postcon- ciliar, es decir, de los miembros de la secta conciliar (Francisberg entre ellos) No hay duda que so pretexto del Segundo Concilio Vaticano se ha producido una violenta sacudida en todos los medios religiosos. Carecemos todavía de la perspectiva necesaria para apreciar y juzgar en toda su amplitud las consecuencias y la significación de esta sacudida, pero lo que inquieta a muchos es el hecho de que una vez superada la fase de optimismo de los primeros momentos, se habla cada vez con más insistencia de ciertos aspectos negativos que se han desarrollado como consecuencia de esta conmoción. El descenso del número de vocaciones, las aberraciones litúrgicas, la crisis de la disciplina, las destrucciones de tradiciones y obras de arte no pueden menos que preocuparnos, pero más graves son las infiltraciones de ideologías acatólicas en ciertos medios eclesiales y el desarrollo de ciertas tesis que se van alejando paulatinamente de la doctrina tradicional y van

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Certero análisis de la mentalidad postcon- ciliar, es decir, de los miembros de la secta conciliar (Francisberg entre ellos

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Revista Roma N° 3 - Marzo de 1968 LO ACTUAL Y LO URGENTE

Certero análisis de la mentalidad postcon-

ciliar, es decir, de los miembros de la secta

conciliar (Francisberg entre ellos)

No hay duda que so pretexto del Segundo Concilio Vaticano se ha

producido una violenta sacudida en todos los medios religiosos.

Carecemos todavía de la perspectiva necesaria para apreciar y juzgar en

toda su amplitud las consecuencias y la significación de esta sacudida,

pero lo que inquieta a muchos es el hecho de que una vez superada la

fase de optimismo de los primeros momentos, se habla cada vez con

más insistencia de ciertos aspectos negativos que se han desarrollado

como consecuencia de esta conmoción. El descenso del número de

vocaciones, las aberraciones litúrgicas, la crisis de la disciplina, las

destrucciones de tradiciones y obras de arte no pueden menos que

preocuparnos, pero más graves son las infiltraciones de ideologías

acatólicas en ciertos medios eclesiales y el desarrollo de ciertas tesis que

se van alejando paulatinamente de la doctrina tradicional y van

constituyendo, no una nueva doctrina, sino una mentalidad muy distinta

de aquella a la que estábamos acostumbrados y que los que están

preocupados e inquietos por sus posibles consecuencias, llaman

"Mentalidad postconciliar".

Todo aquel que se interese por el desarrollo de las ideas religiosas en el

mundo actual no puede desconocer la existencia de esta mentalidad y

todo aquel que quiera mantener cierta coherencia en su pensamiento

religioso debe llegar a comprender las relaciones entre esta mentalidad y

las verdades que han admitido y que todavía admiten, por lo menos

oficialmente, aquellos que se consideran dentro de la Iglesia católica,

apostólica y romana.

El desarrollo de un estudio completo sobre esta mentalidad supera

evidentemente nuestras escasas fuerzas; de todos modos hemos tratado

de formarnos una idea sobre esta mentalidad y sobre sus consecuencias

con respecto a las verdades de la fe. El llevar a cabo este estudio nos ha

obligado a revisar una copiosa bibliografía tanto antigua como moderna y

a meditar sobre los puntos más esenciales para llegar a una síntesis de

nuestras lecturas.

Confesamos que este estudio nos ha costado gran esfuerzo y

también muchos sufrimientos, ya que no es fácil aventurarse en ciertas

zonas de la "mentalidad postconciliar" sin experimentar el vértigo y la

atracción del abismo. Tenemos, sin embargo, que agradecer a esta

mentalidad una cosa, y es que el esfuerzo que hemos hecho para llegar

a comprenderla nos ha obligado a estudiar y meditar un cierto número de

temas muy alejados de nuestras actividades habituales, y que estos

estudios y meditaciones, que nos han puesto en relación con buenos

autores tradicionales, nos han hecho experimentar grandes goces

espirituales, a los cuales seguramente no es ajena Nuestra Santísima

Madre la Virgen María, a la que hemos invocado sin cesar.

1. LA MENTALIDAD POSTCONCILIAR.

REACCIONES Y PROBLEMAS

1.1. Alarma

1. 1. 1.

No parece, por ahora, que esta "mentalidad postconciliar" sea una

tormenta pasajera provocada por grupos aislados, más bien da la

impresión de un movimiento profundo que tiende a desarrollarse y a

adquirir una influencia cada vez más acentuada sobre todo en los medios

eclesiásticos. Se llega a hablar libremente de "una nueva visión de la fe"

y hasta de una "nueva teología" que se caracterizaría por un desprecio

no disimulado por la tradición de la Iglesia y por un entusiasmo irreflexivo

por todas las novedades, sean disciplinarias, litúrgicas o doctrinales.

1. 1. 2.

Creemos que el aspecto más importante de esta mentalidad es aquel

que se refiere a sus relaciones con las verdades de la fe, ya que su

influencia sobre ellas es la principal preocupación y también la principal

fuente de inquietud entre los fieles.

Antes de analizar, por medio de ejemplos, estas influencias, séanos

permitido enunciar algunas ideas generales necesarias para situar

nuestro tema.

1.2. La mentalidad postconciliar existía antes del segundo concilio Vaticano

1. 2. 1.

Nadie podrá negar que la mentalidad postconciliar es descendiente del

llamado catolicismo liberal del siglo pasado que procuraba alejar a los

fieles de una formulación precisa de las verdades dogmáticas y sobre

todo hacía lo posible para silenciar sus consecuencias con el pretexto de

adaptación a una "mentalidad moderna". Esto llevaba insensiblemente al

abandono de los principios tradicionales y a relegar las verdades de la fe

a zonas remotas y nebulosas de la mente de los fieles.

1. 2. 2.

Todo aquel que lea las encíclicas "Pascendi Dominici Gregis" de San Pío

X (1907), la "Humani Generis" ¡de Pío XII (1950) o el "Rapport

doctrinal" del Episcopado francés (1957) no podrá menos que reconocer

que los errores señalados inequívocamente en estos documentos

corresponden en su mayor parte, y de un modo exacto, con las

características de la "mentalidad postconciliar".

1. 2. 3.

En honor a la verdad, hay que reconocer que el último Concilio ha sido

magistralmente utilizado para difundir todos los errores y todas las

desviaciones doctrinales que existían antes de un modo latente y casi

clandestino. Estos errores han encontrado una ocasión propicia para

manifestarse públicamente gracias a una propaganda periodística

interesada en amplificar y difundir todas aquellas tesis y proposiciones

que podían ser interpretadas como una ruptura con la doctrina

tradicional.

1. 2. 4.

Sea cual fuere el origen de esta campaña, y los diversos grados de

responsabilidad que compete a quienes de ella participan o a quienes por

ella se dejan engañar, el hecho es que las consecuencias se van

haciendo sentir de un modo cada vez más acusado y que tanto la

jerarquía como los fieles se encuentran ahora, a la vista de todos, en un

estado muy alejado de la seguridad doctrinal y de la estabilidad que es

indispensable para todo progreso religioso individual o colectivo.

1.3. Acentuar las diferencias, cerrar los ojos o buscar el justo medio

1. 3. 1.

Numerosos son los teólogos, los sacerdotes y los fieles que se esfuerzan

en hacer resaltar y en acentuar las diferencias que existen entre la

"mentalidad postconciliar" y la doctrina tradicional. Unos porque querrían

que la Iglesia siguiese un camino lo más alejado posible del que ha sido

el suyo hasta ahora y otros porque quieren hacer resaltar las

consecuencias del abandono de ciertas posiciones tradicionales y

procuran hacer reaccionar a los fieles y a la jerarquía haciendo destacar

todas las aberraciones originadas por la psicosis del cambio que existe

actualmente en la Iglesia.

Entre los primeros se encuentran los más conspicuos partidarios de la

"mentalidad postconciliar" que aquí analizamos, teóllogos o

pseudoteólogos "nuevaoleros" que se creen llamados a ser artífices de

una renovación, cuando no de una revolución, en el pensamiento y en la

práctica religiosa.

1. 3. 2.

Frente a estas dos tendencias, que tienen como denominador común el

tratar de acentuar las diferencias entre dos mentalidades, una llamada

preconciliar, cuya idea fundamental, o cuya única idea, es la del justo

medio. Los partidarios del justo medio admiten de un modo simplista que

existe una escisión de la Iglesia en dos grupos simétricos, el que

representa el freno de la tradición y el que representa el dinamismo del

progreso. Consideran que la verdadera posición es la equidistante entre

los dos extremos sin pararse a pensar si esta posición media es posible y

sin tener en cuenta que el justo medio como principio es una puerta

abierta al relativismo, ya que los extremos no están nunca bien definidos,

sobre todo del lado del llamado "dinamismo" o "progresismo".

1. 3. 3.

Otra cuarta posición diferente, y por cierto muy común, por su

comodidad, es la que se esfuerza en cerrar los ojos frente a la nueva

mentalidad. Cuando no es miopía avanzada o indiferencia culpable, es

propia de caracteres débiles incapaces de enfocar objetivamente los

problemas con independencia de criterio. Unos son presa de su historia,

de las organizaciones a las que pertenecen o del medio en el que están

sumergidos, pensando que es pasajera; otros constatan y deploran las

consecuencias que son evidentes pero son incapaces de remontar a las

causas que las originan y no saben o no quieren denunciar las ideas y

las tendencias que las han suscitado[1].

1. 3. 4.

A nuestro juicio, ninguna de las cuatro actitudes que hemos señalado es

capaz de aportar una contribución positiva al estudio y a la comprensión

del fenómeno "postconciliar". Ni el optimismo inconsciente de unos, ni el

pesimismo amargado de otros, ni la superficialidad de los justomedieros

ni la ceguera de los indiferentes puede ser un punto de partida válido.

Hay que encarar la cuestión con valentía y con objetividad, ir al fondo de

las causas a través de los efectos, estudiados con precisión y detalle;

utilizar un método riguroso y deductivo, pero sin olvidar que en estas

cuestiones ningún trabajo puede ser útil si no está nuestra mente

iluminada por la fe y si no permanece nuestro corazón inflamado por el

amor hacia la Iglesia multisecular que fundó nuestro Señor Jesucristo.

1. 3. 5.

No hay que creer que para llevar a cabo el análisis que nos proponemos

hacer, es necesario remontarse a las más altas esferas de la ciencia

teológica; la "mentalidad" que analizamos se caracteriza por la

particularidad de presentar con un vocabulario complicado, y hasta

pedante, ideas muy sencillas, elementales, banales y de muy poca altura

intelectual. Para llegar a analizarlas y a desmontar su aparentemente

complicado mecanismo basta con disipar la cortina de humo de la

erudición que esconde sus banalidades. Una vez disipada esta cortina de

humo, resulta que las ideas que sustentan pueden ser analizadas y

rebatidas por cualquier católico que haya mantenido incólume su sentido

común y que posea los rudimentos de la doctrina cristiana.

1. 4. La mentalidad postconciliar, un mundo de problemas

1. 4. 1.

La primera excursión que efectuamos por la frondosa literatura

"neoteológica" nos dio desde el primer momento la sensación de recorrer

una selva virgen donde proliferan las más variadas especies vegetales

sin orden ni concierto. Esta primera impresión no ha sido desmentida por

una exploración más detallada; encontramos en esta selva árboles

inmensos, malezas intrincadas, marañas de bejucos, plantas espinosas y

hasta se encuentra disimulada entre ellos una fauna dañina de arácnidos

y reptiles venenosos. Todos los miembros de esta flora y de esta fauna

tienen un carácter común que da la tónica de la selva, y es que llevan

inscrita en sus troncos, en sus ramas y en sus cuerpos una misma

palabra: la palabra Problema.

Las matas confusas de problemas sobre la adaptación de la Iglesia al

mundo rodean ingentes árboles que se refieren a la "evolución" o a la

"exégesis bíblica"; todos ellos producen frutos de marcado sabor

relativista, naturalista o modernista. Las malezas de la "reforma

litúrgica" producen las flores letales del subjetivismo y de la reforma de

la fe, y los frutos donde anidan los peligrosísimos escorpiones de la

desacralización. Los zarzales de la limitación de los nacimientos y del

celibato eclesiástico esconden los venenosos reptiles de la sexualidad.

Pero el árbol más peligroso de esta selva es sin duda el de"la nueva

formulación de las verdades religiosas", puesto que de sus atractivas

ramas cuelgan las víboras de la indiferencia y detrás de su voluminoso

tronco se esconden los lobos voraces de la apostasía, que esperan una

ocasión oportuna para devorar a aquellos que se paran a contemplar

las formas nuevas y curiosas de su complicado ramaje.

Un mundo de problemas, por el que transitan sonrientes y embelesados

los teólogos "nuevaoleros" con sus flamantes títulos universitarios en

sociología o en psicología; provistos de su traje de "clergyman" y de su

indispensable y voluminosa cartera, transitan por esta selva que sus

maestros crearon, contemplan sus flores de aroma embriagador, prueban

sus frutos y son víctimas a menudo de los animales dañinos, pero es tal

el embeleso que se desprende de este bosque encantado, que reciben la

muerte con serenidad y con la sonrisa en los labios y su ejemplo y aún

sus cuerpos en descomposición añaden un encanto más para los nuevos

visitantes que se encuentran atraídos por el vértigo del peligro y por el

placer deportivo y malsano de transitar por sendas otrora prohibidas,

felices cuando pueden plantar nuevos árboles o matorrales capaces de

aumentar la confusión.

Aquellos que han fijado su residencia en esta selva, no se limitan a

apreciar su salvaje belleza, sino que invitan y hasta fuerzan a los demás

a visitar el lugar que tanto les atrae. Millares de ingenuos y de dóciles

seguidores se dejan arrastrar y los más caen presa de su maléfico

embeleso. Cientos de "laicos" quedan inmovilizados en los matorrales de

las conferencias, coloquios, diálogos y movimientos especializados, y

numerosas religiosas se aventuran en zonas peligrosas quedando sus

largos hábitos enredados y desgarrados en las espinosas zarzas de

la "pastoral de conjunto".

1. 4. 2.

¿Cómo, nos preguntamos nosotros, es posible que aquellos que estaban

acostumbrados a pasear por los plácidos y bien ordenados jardines de la

teología tomista y a habitar en los palacios y castillos de la espiritualidad,

encuentran ahora un placer morboso en aquellas selvas vírgenes?

¿Como no han surgido ya equipos de valerosos pioneros, armados de

los afilados machetes de la doctrina y que haciendo uso del fuego

purificador de la fe logren abrir caminos sanos por esta selva que ha

invadido el pensamiento religioso contemporáneo?

Pero cuando nos queremos acercar a la entrada, provistos de nuestro

afilado machete y con una antorcha en la mano, nos encontramos que la

misma está firmemente guardada por hombres revestidos de traje

religioso y hasta por algún monsignor, que nos obligan a dejar nuestras

armas; el respeto al carácter sagrado de sus guardianes nos impide

entablar con ellos singular combate y sólo nos es dado encarar a

aquellos que se dirigen a la selva maldita y preguntar por qué visitan este

lugar peligroso, procurando a la merced de este diálogo el introducirnos

en el recinto vedado, aprovechando un descuido de sus guardianes y

conservando siempre a mano nuestras armas.

Las respuestas de los visitantes entrevistados son de una desesperante

monotonía, siempre más o menos disfrazada con motivos nobles y

desinteresados; los visitantes penetran en la selva maldita animados por

un entusiasmo y por un ideal: la búsqueda de problemas. Si queremos

llegar a comprender la mentalidad de los "nuevos teólogos", debemos

ante todo examinar el origen y el significado de este entusiasmo.

1. 5. A la busca de problemas

1. 5. 1.

Este entusiasmo por la búsqueda de problemas tiene, a nuestro juicio, su

origen en un mimetismo de los "neoteólogos" con los cultivadores de las

ciencias físico-naturales. Los investigadores científicos poseen

actualmente un bien ganado prestigio, sus proezas intelectuales han

permitido descubrir un número fabuloso de leyes de la naturaleza y de

analizar y conocer con seguridad desde lo infinitamente grande a lo

infinitamente pequeño; sus trabajos han constituido la base de un

progreso sin precedentes en la técnca y en la medicina, y estos

progresos han tenido una honda repercusión en la vida del hombre. No

es de extrañar que los hombres de iglesia hayan hecho un paralelo entre

el desarrollo extraordinario de la ciencia y de la técnica por medio de la

investigación y el carácter estático y muchas veces anquilosado de las

ciencias religiosas. Un viento de renovación, un "aggiornamento" era

necesario para inculcar un nuevo dinamismo a la Iglesia. Pero este

entusiasmo, en sí loable, no ha tenido en cuenta que no es posible

adoptar la misma actitud mental cuando se tratan cuestiones religiosas

que cuando se estudia o se investiga en el campo científico o técnico; el

olvido de esta diferencia es la causa de que las energías y el entusiasmo

por una renovación y una dinamización del adormecido sentido religioso

no sólo se estén perdiendo en estériles actividades, sino que contribuyan

las más de las veces a desarrollar una acción puramente negativa[2].

Es cierto que las ciencias físico-naturales han progresado porque han

proliferado los problemas. Un investigador es feliz cuando ha logrado

encontrar nuevos problemas, está animado de santo entusiasmo cuando

logra exponer éstos, desenmarañar algún secreto de la naturaleza.

Después de un trabajo esforzado sobre un punto muy particular,

considera su misión terminada cuando puede publicar el resultado de sus

investigaciones, que suscitan nuevos e interesantes problemas; vive feliz

en un mundo de problemas. En las ciencias físico-naturales los

problemas no están jerarquizados y son los casos particulares,

estudiados con detalle, los que llevan al conocimiento de la verdad por

un camino largo y difícil, que suscita un entusiasmo deportivo al

llegar a la meta y que sólo pueden recorrer los espíritus fuertes y los que

están iniciados en los arcanos de una especialidad científica.

1. 5. 2.

Muy distinta y casi diríamos diametralmente opuesta es la actitud que

lleva a la verdad religiosa. Existen en la religión proposiciones estables

básicas bien establecidas y existe una jerarquía de los problemas y no

se trata de buscar problemas y de deducir a partir de ellos la verdad, sino

de aplicar la verdad a los problemas que se puedan presentar, y de un

modo que esta aplicación resulte tan clara y evidente que esté al alcance

de los sabios y de los ignorantes, de los niños y de los adultos, de los

pobres y de los ricos, desde el punto de vista intelectual. No es la religión

algo propio del erudito, del sabio o del especialista, es de todos y

especialmente de las almas sencillas. No se trata de buscar problemas

sino de tener resuelto una vez para siempre el problema de la finalidad

de nuestra vida y sus relaciones con Dios, y una vez que se ha

comprendido esto, adaptar cada vez mejor nuestro comportamiento a

esta finalidad y a estas relaciones.

1. 5. 3.

El olvido de esta diferencia ha hecho que muchos religiosos se hayan

lanzado por las sendas de la sociología religiosa, estéril y

desorientadora, hayan enfocado sus estudios y sus actividades como si

fuesen investigadores científicos, y así se ha llegado a constituir una

selva intrincada de problemas y de seudoproblemas sin ordenación y sin

jerarquía, y esta selva se ha desarrollado con creciente pujanza, y en ella

han anidado animales dañinos.

2. TÁCTICAS DE LA MENTALIDAD POSTCONCILIAR

2.1. Problemas en la verdad y verdad en los problemas

2. 1. 1.

Según acabamos de ver, la característica externa más típica de la

mentalidad postconciliar es la proliferación de los problemas y un cierto

mimetismo con la actitud de los investigadores científicos; afirmamos

ahora que este mimetismo no pasa de ser casi una caricatura de la

investigación científica. En efecto, existe una diferencia básica entre las

dos actitudes: los investigadores científicos cuando plantean y resuelven

los problemas que les corresponden, encuentran estructuras o leyes que

corresponden a las estructuras y leyes de la realidad y el resultado de

sus investigaciones sirve como base estable para desarrollos posteriores,

de modo que la ciencia avanza únicamente porque existen cada vez un

número mayor de estructuras, fenómenos y leyes perfectamente

conocidas que constituyen conquistas definitivas y estables del

conocimiento humano; gracias a este aumento de lo conocido es posible

el progreso científico y técnico. No se podrían construir satélites

artificiales si no se conociesen de un modo seguro una multitud de leyes

precisas de la mecánica, de la resistencia de materiales o de la

electrónica. Los problemas de los investigadores científicos conducen a

la verdad científica y es en el desarrollo de esta verdad que se suscitan

nuevos problemas.

2. 1. 2.

No ocurre desgraciadamente nada similar en la "mentalidad

postconciliar"; la "nueva teología" no resuelve los problemas ni los

plantea en un contexto de verdad previamente conocida, no formula

proposiciones definidas, no deduce leyes definitivas, no llega al

conocimiento de estructuras fijas en el plano sobrenatural, sino que

plantea, replantea, discute, critica y analiza, diseca y atomiza las ideas

teológicas aderezadas con una salsa sociológica o psicológica. Sus

conclusiones, cuando las hay, no aparecen como definitivas, sus

negaciones no tienen carácter riguroso y por esto no dan origen a

desarrollos progresivos ni a construcciones viables, por esto es una selva

y no un edificio y menos un jardín, es un juego de tejer y destejer, es la

antítesis del progreso, es una empresa demoledora.

Los "nuevaoleros" no se preocupan de las verdades de la fe, tienen

horror de las formulaciones precisas, pero no pueden sustraerse

completamente al concepto de verdad religiosa y esto hace que se

encuentren incómodos cuando se les quiere llevar al terreno de la verdad

objetiva, pues en este terreno aparecen su incongruencia, su debilidad o

sus fines inconfesables. No creemos que nadie esté obligado a respetar

el confort espiritual de estos pseudoinvestigadores, y escogemos aquí

precisamente este terreno de la verdad. objetiva, no sólo para analizar la

mentalidad postconciliar, sino también para desenmascarar las tácticas y

los principios estratégicos que conscientemente o inconscientemente se

emplean para difundir esta perniciosa mentalidad.

2. 1. 3.

El llevar nuestra exposición a este terreno tiene la ventaja de que

podemos utilizar el método analítico inductivo que hemos practicado

durante muchos años en nuestros trabajos científicos personales y que

por lo tanto conocemos; el empleo de este método tiene la ventaja de ser

precisamente el método de las ciencias que los nuevaoleros mimetizan y

que por lo tanto deberían seguir si fuesen consecuentes consigo mismos.

Escogemos un cierto número de proposiciones concretas bien

establecidas y definidas de un modo inequívoco por el Magisterio;

después de hacer un breve análisis de las verdades en ellas contenidas

pasamos a exponer las posiciones de los "neoteólogos" con respecto a

ellas y a analizar la táctica empleada para soslayarlas o deformarlas. El

estudio de las diferentes tácticas empleadas nos llevará a deducir los

principios estratégicos de esta nueva mentalidad y de ellos colegir las

ideas fundamentales que la informan.

Ya hemos publicado hace poco un estudio de esta índole sobre un punto

muy particular, la iconofobia o aversión a las imágenes religiosas [3], este

estudio nos permitió obtener algunos datos que utilizaremos en nuestra

exposición, que tiene un carácter más general.

Las proposiciones que hemos escogido para nuestro análisis se refieren

a tres puntos importantes de la doctrina católica:

1. - El mundo angélico.

2. - Dios remunerador.

3. - El carácter propiciatorio del Santo Sacrificio de la Misa.

2. 2. El mundo angélico y la táctica del silencio y de la duda

2. 2. 1.

La proposición que vamos a examinar dice lo siguiente: Creo en la

existencia de los ángeles, seres espirituales, inmortales pero personales;

unos, los ángeles buenos, tienen como misión el glorificar y servir a Dios

y también proteger y velar por la salvación de los hombres; otros, los

demonios, se hicieron malos por su propia culpa e incitan al pecado y

combaten a la Iglesia.

En esta proposición están expresadas explícita o implícitamente un

cierto número de verdades independientes (es decir que no se pueden

deducir lógicamente unas de otras) sobre la existencia, naturaleza y

funciones de estos seres que forman parte de la creación y que, aunque

invisibles e inmateriales, son, según la doctrina, tan reales como los otros

seres que podemos observar con nuestros sentidos o con nuestros

aparatos y deducciones científicas.

De la existencia, naturaleza y funciones de los ángeles se deducen

lógicamente un gran número de consecuencias ciertas de indudable valor

práctico, entre las cuales no es la menos importante, por ejemplo, el que:

La oposición entre el bien y el mal, entre el pecado y la santidad, no

coincide con la que existe entre la materia y el espíritu, es mucho más

sutil, más penetrante, pues comienza por separar en dos campos

opuestos el mundo de los espíritus puros.

La proposición que consideramos está entroncada con toda una

cosmología y con la historia religiosa de la humanidad de un modo tan

íntimo, que si se prescinde de ella, nuestra visión del mundo adquiere

automáticamente otro aspecto muy diferente, que será quizás más

aceptable para algunos, pero que es incompatible con la ortodoxia. El

Magisterio ordinario y extraordinario, la Biblia, la Tradición, los Santos

Padres, los papas y los concilios han admitido y apoyado esta

proposición, de modo que es signo de debilidad mental o de mala fe el

querer permanecer en el seno de la Iglesia católica negando o alterando

el valor de las verdades en ella contenidas [4].

2. 2. 2.

Frente a las verdades de que acabamos de hablar, ¿cuál va a ser la

actitud de los "neoteólogos"? No pueden negarlas de un modo

terminante, porque les colocaría fuera de la Iglesia y porque las

negaciones terminantes necesitan una fijeza y una coherencia en las

ideas de las que evidentemente carecen. Adoptan, pues, una táctica que

consiste en atacar estas verdades por el silencio y por la duda.

Es imposible encontrar en las conferencias, homilías, escritos o

conversaciones, cartas o invocaciones de nuestros nuevaoleros, una

referencia concreta a los seres angélicos, si alguna vez se refieren a

ellos es de una forma especialmente escogida para que pueda ser

interpretada como una mera figura literaria y no como la expresión de

una realidad. Pero su triunfo mayor en la campaña del silencio es sin

duda la que se desarrolla en lo referente a la liturgia. Si consiguiesen

eliminar toda referencia a los ángeles en la liturgia, habrían ganado una

batalla importante en su campaña del silencio.

2. 2. 3.

No es sin embargo posible, por ahora, el silenciar completamente la

existencia de los seres angélicos y por esto la táctica del silencio debe

ser unida a otra destinada a sembrar la duda en el ánimo de los fieles.

Si se ha atacado en estos últimos tiempos el Evangelio de la infancia

(Lucas, I, I-II, 15) es sin duda porque en él juegan un papel

preponderante los ángeles y era necesario dar a estos relatos un

carácter simbólico o mítico en el que los ángeles son sólo "supervivientes

etéreos de una imagen asirio-babilónica". Pero en ciertos casos la táctica

de sembrar la duda es tan descarada que parece como si los que la

llevan a cabo desconociesen que la existencia de los seres angélicos es

una verdad de fe. Es el caso de un número especial de la

revista "Lumiére et Vie" de los dominicos franceses, que en su número

de mayo-agosto de 1966, presenta una serie de artículos sobre el tema

de Satán. En uno de estos artículos el padre Boismard o. p. expone sin

comentarios, la doctrina de la Iglesia, pero inmediatamente después se

presenta otro artículo del padre Duquoc o. p. que lleva como título un

interrogante: "¿Satán symbole ou réalité?", en el que una verdad

dogmática se transforma en algo dudoso, en un problema. En este

artículo se sigue el esquema en tres tiempos: primero exponer en forma

ligeramente caricatural lo que se creía antes; segundo, se sugieren

diversas interpretaciones muy distintas de la tesis ortodoxa pero sin

decidirse por ninguna de ellas; finalmente se termina con un interrogante

" 4 como el siguiente: "¿No sería más fácil pensar que Satán es una

figura límite, la posibilidad del hombre como criatura falible? Satán sería

un símbolo que eliminaría la banalidad del mal... se cesaría de atribuirle

una personalidad: sería una figura reguladora de nuestra propia

comprensión de nosotros mismos, cesaría de ser una persona

tentadora... no es la mentalidad científica la que obligaría a hacer

desaparecer a Satán, es la seriedad de nuestra fe".

El padre Duquoc o. p. razona como lo haría un protestante para el cual

las enseñanzas de la Iglesia carecen de valor.

2. 3. Dios remunerador y la táctica de la desviación

2. 3. 1.

La proposición que vamos a examinar es la siguiente:

Creo que existe un Dios remunerador que después de la muerte

recompensa a los buenos en el Cielo donde contemplarán a Dios

con la felicidad eterna, mientras que los pecadores que mueren en

pecado mortal no perdonado caerán en el infierno donde sufrirán

eternamente.

Esta proposición incluye un cierto número de verdades fundamentales,

tales como las siguientes:

. - Dios es infinitamente justo.

. - El hombre es responsable de sus actos y debe satisfacer por sus

pecados.

. - Las almas de los justos que en el instante de la muerte se hallan libres

de culpa y de pena debida a sus pecados entran en el cielo.

. - Las almas que mueren en estado de pecado mortal van al infierno.

. - La felicidad del cielo y las penas del infierno duran eternamente.

Todas estas verdades han sido definidas de un modo inequívoco por el

Magisterio de la Iglesia y no pueden ser negadas por los fieles [5].

Las consecuencias de la proposición que analizamos son de tanta

trascendencia práctica para el hombre, que aquellos que querrían verlas

desaparecer no pueden utilizar simplemente la táctica del silencio y de la

duda. El silencio podrá hacerlas olvidar momentáneamente, la duda

podrá hacer mella en muchas mentes, pero siempre quedará en el fondo

la preocupación por el destino ultraterrestre y por la posibilidad de la

condenación. La mentalidad postconciliar utiliza otra táctica que se revela

mucho más eficaz que el silencio o que la duda y es la desviación, o sea

el reemplazar en la mente de los fieles la preocupación por la salvación

por otras más asequibles y más directas: la filantropía, el entusiasmo por

el desarrollo de la civilización material y la lucha contra la injusticia.

Resulta así que la religión se impregna de naturalismo y los fieles ya no

consideran a la Iglesia como una institución que vela por la salvación de

las almas, sino como una organización que se ha lanzado valientemente

a la lucha por un porvenir mejor de la humanidad en este mundo.

Aquellos que se dejan arrastrar por esta táctica quedan tan absorbidos

por la actividad filantrópica y por la lucha por los valores materiales, que

no les queda materialmente lugar en su espíritu ni tiempo para pensar y

meditar sobre los fines últimos de nuestra vida; la preocupación por la

salvación habrá desaparecido. Dios remunerador ya no tendrá significado

para ellos.

2. 3. 2.

La táctica de la desviación se vale de escritos, conferencias, reuniones y

publicaciones y cuenta para su desarrollo con la colaboración de

innumerables asociaciones, comisiones, centros de estudio, congresos,

"mesas redondas", interviews y declaraciones. Toda esta actividad febril

está encaminada a sustituir en los fieles las preocupaciones espirituales

por otras muy distintas, centradas en los valores puramente humanos, en

el fondo en la búsqueda del placer y de las cualidades puramente

naturales.

Esta táctica busca su justificación en ciertos documentos del magisterio,

que tratan de problemas relacionados con las condiciones de vida y el

desarrollo de los pueblos. Estos documentos no autorizan a nadie a

sustituir en la mente de los fieles las preocupaciones religiosas por otras

puramente profanas y sobre todo no hay razón ninguna para que este

activismo actúe como cortina de humo para disimular las verdades de la

fe.

2. 3. 3.

El desarrollo de esta "cortina de humo" adopta en muchos casos la forma

intelectual y se relaciona con la táctica ya señalada de la duda. Consiste

esta cortina de humo en rodear las verdades de la fe de una atmósfera

de erudición con bibliografía abundante, neologismos y términos técnicos

difíciles de comprender. Resulta así que los fieles que se aventuran en

esta literatura, pierden la idea fundamental y sacan como conclusión que

las verdades de la fe son cuestiones difíciles únicamente asequibles a los

especialistas. Se encuentran inmovilizados en su vida religiosa, del

mismo modo que lo estaría aquel que creyese que para emprender una

marcha es necesario conocer y comprender el funcionamiento complejo

del sistema de nervios, tendones y músculos que contribuyen al

movimiento de nuestras piernas.

2. 3. 4.

La táctica de "la cortina de humo de la erudición" es particularmente

empleada cuando se trata de estudiar la Biblia. Las verdades de la fe que

aparecen allí con claridad meridiana cuando se lee el libro sagrado con

un espíritu sencillo e iluminado por un elemental pero sólido

conocimiento de la doctrina de la Iglesia, resultan oscurecidas,

disimuladas, confusas y sujetas a discusión cuando se tratan con esta

actitud erudito-confusionista.

Por ejemplo, en una obra famosa católica sobre la Biblia, encontramos al

tratar de la Parusía, o sea del retorno de Cristo al fin del mundo, no

menos de cuarenta páginas densísimas en las que se encuentran: un

análisis filológico, un estudio comparado de las opiniones de diversos

autores, un estudio de las opiniones de otros autores sobre las opiniones

de los primeros, la historia del desarrollo de las opiniones y las opiniones

sobre el desarrollo de la historia; al final y en 12 líneas se hace referencia

la doctrina oficial de la Iglesia, citando dos encíclicas recientes y

transcribiendo un texto de la Comisión bíblica (33 líneas). En ninguna

parte aparece la proposición "Al fin del mundo, Cristo, rodeado de

majestad, vendrá de nuevo para juzgar a los hombres", ni se citan los

textos que avalan esta proposición, ni los textos conciliares de Nicea, XI

Concilio de Toledo, Letrán, II Concilio de Lyon, Constitución

"Benedictus Deus" de Benedicto XII, etc., que bien hubiesen merecido un

desarrollo interesante y sustancioso. Tampoco se citan ni se exponen los

desarrollos luminosos de la Summa (III, IIP, E.88, 89, 90).

Lo que era comprensible y claro para el lector antes de empezar la

lectura de esta obra, queda sustituido por una inútil erudición que desvía

su atención hacia aspectos muy secundarios de una verdad tan

trascendente para la práctica de nuestra vida religiosa. La táctica de la

"cortina de humo" ha desviado la atención de los fieles y ha hecho olvidar

las ideas fundamentales.

2. 4. El valor propiciatorio del Santo Sacrificio de la Misa y la táctica de la deformación

2. 4. 1.

La proposición que vamos a examinar es la siguiente:

Creo que en la Santa Misa se ofrece a Dios verdadero y propio

sacrificio propiciatorio por los vivos y por los difuntos.

Si hemos escogido esta proposición para estudiar la tercera táctica del

espíritu postconciliar es porque en ella están contenidas un cierto número

de verdades que no son del agrado de los "neoteólogos" y porque

podremos por el análisis de sus reacciones frente a estas verdades,

examinar el procedimiento seguido para deformarlas paulatinamente de

modo que estas verdades acaben por tomar una forma totalmente

distinta de la que tenían.

Los teólogos dicen que la Santa Misa tiene cuatro fines que llaman:

latréutico, eucarístico, impetratorio y propiciatorio[6] o dicho de un modo

más sencillo, es un sacrificio de adoración, de acción de gracias, de

invocación o de demanda, y finalmente, capaz de alcanzar la remisión de

los pecados, que esto es lo que significa propiciatorio.

De acuerdo con este último carácter, el Santo Sacrificio de la Misa aplaca

la ira de Dios, reconcilia a Dios con los hombres y perdona los pecados

aportando una satisfacción por éstos, tanto a los vivos como a los

difuntos que sufren en el purgatorio. Este perdón y esta satisfacción se

realizan en virtud de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo y el Santo

Sacrificio es el instrumento por el cual los méritos de la Cruz son

distribuidos a los hombres.

Estas verdades admitidas por todos los teólogos ortodoxos tienen su

justificación en la Sagrada Escritura y en la Tradición y han sido

corroboradas y explicitadas por el Magisterio en forma constante,

invariable e inequívoca[7]. La mentalidad postconciliar no se encuentra

cómoda frente a estas afirmaciones que proclaman la primacía de la vida

espiritual y del carácter sagrado de la liturgia, pero como ocurre que el

espíritu sagrado es tan esencial en el Santo Sacrificio y que el carácter

propiciatorio de la Santa Misa está tan arraigado entre los fieles, es muy

difícil destruir éste con solo las tácticas del silencio o de la desviación, se

necesita otra táctica suplementaria y ésta es la de la deformación.

Se trata, pues, de deformar el Santo Sacrificio de la Misa, y para esto se

emplean dos procedimientos diferentes: cambio de las formas exteriores

y cambio o alteración del significado y espíritu de las ceremonias.

No faltan quienes consideran de escasa importancia las alteraciones en

las formas exteriores de la liturgia alegando, con razón, que ésta ha

admitido formas diferentes y que estas formas han cambiado a lo largo

de la historia de la Iglesia. Esto es cierto, pero hay que tener en cuenta

que esta pluralidad tiene raíces en venerables y antiquísimas tradiciones

y que estas variaciones se han desarrollado lentamente y siempre

inspiradas por el sentido de lo sagrado y por la reverencia hacia misterios

inefables que existen objetivamente. Cuando las variaciones no están

informadas por este espíritu de apego a la tradición y de reverencia hacia

los misterios, y se inspiran en ideas "pastorales", necesariamente sujetas

a opiniones personales y a circunstancias de tiempo y de lugar, resulta

que la liturgia en lugar de ser algo superior a nosotros, impuesto por

realidades trascendentes, es algo que surge de abajo, de las

necesidades o conveniencias de los celebrantes o de los fieles, se

convierte en algo impregnado de carácter subjetivo y surgen

necesariamente aberraciones y se origina una desorientación nada

favorable para la vida espiritual de los fieles.

Las aberraciones y la pérdida del sentido de la tradición y del misterio se

facilitan considerablemente con el abandono de las lenguas sagradas el

latín en particular, y por esto los neoteólogos han hecho un caballo de

batalla del empleo de las lenguas vulgares en la liturgia, anteponiendo la

idea de comprensión intelectual a la de reverencia y misterio. Además, el

empleo de la lengua vulgar permite alterar fácilmente el significado de los

textos, merced a hábiles traducciones, y esto contribuye a hacer perder a

los fieles el sentido de precisión dogmática y de invariabilidad [8],

Las alteraciones en las formas de la liturgia son tanto más graves cuanto

que se realizan en el sentido de disminuir el carácter reverencial y

sagrado y aumentando el carácter de asamblea didáctica. Una liturgia

sujeta a variaciones, fluctuante e imprecisa: he aquí lo que se desea,

pues así la fe también resulta variable, fluctuante e imprecisa: "Lex

orandi, lex credendi".

Más importantes que las variaciones en la forma son las variaciones en

el espíritu de la liturgia, inculcando a los fieles la idea de una celebración

colectiva de la que está ausente el sentido de contemplación y de

adoración individual y más aún, el sentido objetivo de la remisión de los

pecados por la renovación del Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo.

Entonces se originan verdaderos casos de "patología litúrgica" y se corre

el riesgo de hacer degenerar los más sagrados misterios de nuestra

Santa Religión en una "manifestación de solidaridad de masas, típica del

progresismo contemporáneo", como dice el R. P. Boyer [9].

Estas alteraciones patológicas del espíritu de la Sagrada Liturgia llegan a

su estado más agudo cuando, desdeñando la doctrina oficial y tradicional

de la Iglesia, se pretende elaborar una nueva espiritualidad que tiene

más de gnosis o de mitología que de contenido cristiano. Es el caso de la

llamada "Misa sobre el mundo" del padre Teilhard de Chardin en la que,

según él, "más allá de la transubstanciación, la operación sacerdotal se

extiende al Cosmos mismo. . . la Materia entera experimenta lenta e

irresistiblemente la gran Consagración"[10]. "La transubstanciación se

aureola con una divinización real de todo el Universo (material)". Si

tenemos el valor de seguir la lectura de los libros del "famoso" jesuíta,

encontramos en otra de sus obras la afirmación que: "La Hostia se

desvanece para dejarnos en relación inmediata no ya con el cuerpo

individual de Cristo, sino con todo el Universo que nos lleva al punto

Omega" [11]; la noción de Cristo cósmico lleva consigo la de

una eucaristía cósmica y finalmente a la noción de sacramentos

cósmicos...

Estamos en plena teología ficción.

Todas estas deformaciones en la forma y en el fondo del missterio

fundamental del Cristianismo, todas estas originalidades litúrgicas y

doctrinales, todos estos vuelos líricos, tienen un éxito prodigioso sobre

los espíritus superficiales y noveleros. ¿Por qué se abstendrán de

propagarlos los periodistas a la caza de temas curiosos y nuevos?, los

aplausos resuenan, y los seudointelectuales exclaman: ¡bravo!...

¡bravo!...

2. 5. De la táctica a la estrategia

2. 5. 1.

Acabamos de estudiar por medio de tres ejemplos concretos, el

desarrollo de diversos tipos de tácticas que utiliza la mentalidad

postconciliar para engendrar en el espíritu de los fieles una nueva visión,

con implicaciones a veces muy profundas en lo referente a las verdades

de la fe. Podríamos haber utilizado muchos otros ejemplos para realizar

nuestro estudio, pues no hay ahora prácticamente ningún campo de la

religión que esté exento de los ataques de la mentalidad que aquí

estudiamos. Desde las más fundamentales nociones de la teología hasta

la moral práctica, pasando por la espiritualidad, la hagiografía, el derecho

canónico, la histora de la Iglesia, etc., todas y cada una de las

afirmaciones que constituían desde hace muchos siglos rocas

inconmovibles en las que se basaba la vida religiosa,todas y cada

una son puestas a discusión, constituyen un problema, son silenciadas o

deformadas.

2. 5. 2.

Queremos ahora dar un paso adelante en nuestro estudio, tratando de

reconocer a partir de las diversas tácticas señaladas, cuáles son los

principios estratégicos que informan esta acción, y descubrir cuál es el

substrato edafológico que permite el crecimiento de los elementos de la

selva maldita que hemos señalado. No es siempre fácil el deducir a

través de las operaciones tácticas del enemigo los principios estratégicos

empleados. Esta deducción necesita manejar muchos datos y poseer

una cierta perspicacia psicológica para poder obtener conclusiones

seguras. La primera cuestión que hay que deducir es si realmente

existen principios estratégicos, y ante esta cuestión respondemos que,

en nuestra opinión, existe un substrato susceptible de estudio y que este

substrato origina principios estratégicos perfectamente definidos que,

aunque enmuchos casos son desconocidos por los mismos que los

utilizan, no por esto dejan de ser reales.

2. 5. 3.

Nos parece evidente que el substrato sobre el cual se desarrolla la

"mentalidad postconciliar" está formado por la descomposición de la

doctrina católica. Esta doctrina, que forma un edificio coherente y lógico,

es objeto no de un ataque, sino de una desagregación primero y de una

alteración después, y finalmente se constituye un aglomerado, un humus,

sobre el que crecen las más diversas especies vegetales. No se trata,

como algunos han dicho, de una herejía, pues lo propio de una herejía

consiste en negar o alterar alguna verdad de la fe, sino de una

desagregación y una alteración totales. Pero lo interesante es que esta

doctrina es tan rica, contiene elementos tan valiosos, que aún en el

estado de descomposición es capaz de dar origen a una flora exu-

berante.

Los optimistas inconscientes ven desarrollarse esta flora y sacan la

consecuencia de que estamos en el comienzo de una renovación de la

Iglesia.

Este optimismo no resiste el análisis más superficial, porque la flora

crece sobre el substrato de la verdad en descomposición, y porque esta

flora no constituye ninguna doctrina definida y sólo es la selva virgen de

la que hemos hablado más arriba. No faltan quienes afirman que el

estado actual no es sino el preludio de una nueva estructuración, que

poco a poco irá destacándose en el bosque ahora floreciente de un modo

anárquico; pero los que esto sostienen no deben de olvidar que la nueva

estructuración que, según ellos, surgirá, será algo fundamentalmente

diferente de la Iglesia que fundó Nuestro Señor Jesucristo. Y esta nueva

estructura religiosa no puede ser considerada como válida por ningún

creyente, ya que indica el abandono de la fe católica [12].

2. 5. 4.

Algunos opinan que esta nueva estructuración doctrinal obedece a un

plan que se desarrolla de un modo inteligente y que tiende a aprovechar

las estructuras eclesiales para sustituir la doctrina tradicional por un

sincretismo antidogmático[13]. Es muy probable que esto sea cierto, pero

desde el punto de vista experimental, lo que se puede fácilmente

constatar es que, actualmente, todo ocurre como si se tratase de

desarrollar y de imponer a los fieles una mentalidad de rechazo y repulsa

por la tradición y la estabilidad y crear un interés y un entusiasmo por

todo lo que represente cambio y transformación. Esto aparece muy

claramente cuando se analiza con algún detalle el contenido de la

argumentación de los neoteólogos en cualquiera de los temas que tratan.

Se puede reconocer que en el fondo, siempre se adapta a un esquema

invariable y característico que denominamos el "triduo maléfico" porque

consta de tres partes:

Primera: suscitar la desconfianza y si es posible la repulsa hacia las

ideas y las prácticas religiosas del pasado, poniendo en evidencia

defectos reales o ficticios que sirven para plantear problemas.

Segunda: crear la convicción que es necesario buscar nuevas ideas,

nuevas fórmulas y nuevas actitudes insistiendo sobre condiciones

diferentes que existen actualmente y sobre las ventajas de un dinamismo

y de un cambio.

Tercera: enunciar, o más bien sugerir, ciertas soluciones difusas y

aceptables aún por los menos exigentes, dándoles un aspecto de

novedad atractiva.

En este triduo maléfico la idea básica es la del cambio y la inestabilidad,

y por ello creemos que ésta es realmente la "idea fuerza" de la

mentalidad postconciliar, es la clave de su estrategia.

Para continuar nuestro estudio debemos, pues, enfocar esta cuestión y

analizar las características y los aspectos de esta idea en el mundo

actual. Si pudiésemos neutralizarla, habríamos decapitado la estrategia

postconciliar, por lo menos en la mente de aquellos que son todavía

sensibles a los desarrollos lógicos y que se pueden liberar de la

influencia sentimental de las ideas desarrolladas por el triduo de que

acabamos de hablar.

3. LA ESTRATEGIA DE LA TRANSFORMACIÓN

Y DE LA INESTABILIDAD

3.1. Opiniones y sentimientos frente a las ideas de transformación y de inestabilidad

3. 1. 1.

Afirmamos que la idea básica de la estrategia de la mentalidad

postconciliar es la idea de transformación y cambio, y que todas las otras

ideas que esta mentalidad sostiene están supeditadas o son

consecuencia de una representación mental muy característica que

considera la realidad como algo fluyente, inestable y en perpetua

transformación.

El entusiasmo por el cambio y la novedad no es sino la repercusión en

los medios religiosos de un espíritu y una tendencia muy extendida

actualmente, y que no considera como ideal lo perfecto, lo bueno, lo bello

o lo verdadero, sino lo más activo, lo más dinámico, lo más nuevo. Las

personas más consideradas no son ni los santos, ni los héroes, ni los

sabios que realizan arquetipos perfectos de las cualidades humanas,

sino aquellos que contribuyen a transformar las condiciones de vida de

los hombres y a alterar sus ideas y sus principios, son los investigadores

científicos, no por lo que saben, sino por lo que realizan, son los

revolucionarios, son los innovadores en arte o en filosofía. Existe un

culto, una verdadera religión del cambio y... ¡desgraciado aquel que se

atreve a hablar en contra de sus sagrados dogmas!

3. 1. 2.

Creemos ingenuamente que en un mundo en el que es permitido poner

en duda y discutir los principios que se han tenido como definitivos en

arte, en religión y hasta en lógica, es perfectamente legítimo el someter a

un análisis crítico esta "religión del cambio" y buscar el origen, el valor y

el significado de sus dogmas. Esta posición crítica es, no sólo legítima,

sino necesaria para poder guardar la cohesión mental y la serenidad

indispensables a toda vida intelectual equilibrada.

Admitir sin discusión el entusiasmo irreflexivo por el cambio y la novedad,

dejarse influenciar por los vuelos líricos de los corifeos de la nueva

religión sin buscar serenamente el valor de este entusiasmo y el

significado de este lirismo, sería someternos a la dictadura intelectual de

unos grupos de presión, sería abdicar de nuestra naturaleza de hombre

pensante.

3. 1. 3.

Si analizamos, aunque sea muy someramente, la actitud de los

"entusiastas del cambio", adquirimos inmediatamente la convicción que

este entusiasmo tiene su origen en los prodigiosos avances realizados

por la ciencia, la técnica y la medicina en estos últimos lustros. Este

entusiasmo es a todas luces legítimo y pocos son los que por ignorancia

o indiferencia no sienten interés y admiración por las hazañas científico -

técnicas - circenses de los astronautas, menos todavía los que no

admiran los progresos de la cirugía y de la química, de la ingeniería y de

la electrónica. Nosotros, en nuestra modestísima esfera, llevamos más

de treinta años colaborando a este progreso y, si Dios nos da vida,

pensamos continuar todavía muchos años desarrollando nuestras

actividades científicas con el mismo entusiasmo que en los albores de

nuestra vida de investigador científico.

Este legítimo entusiasmo por las novedades y por el cambio es muy

discutible cuando se quiere aplicar a otras cuestiones muy diferentes,

tales como la filosofía, la moral, el arte y la religión, que a todas luces no

han experimentado un progreso tan brillante y exitoso como el que tiene

lugar en las ciencias y las técnicas.

No es evidente el que en estos otros dominios de las actividades

humanas se tenga que seguir el mismo proceso que en lo referente a la

ciencia, en primer lugar porque las ciencias y las técnicas son

cumulativas y necesariamente tienen que progresar, ya que cada

generación utiliza los resultados de las generaciones anteriores; en

cambio, ni en la moral, ni en el arte, ni en la religión, las nuevas

generaciones quieren utilizar los resultados anteriores, y esto hace que al

no quererse entroncar con la tradición se encuentran en un perpetuo

comienzo, el progreso no es posible.

3. 1. 4.

Resulta que la "religión del cambio" tiene raíces puramente sentimentales

y estos sentimientos forman un binomio muy característico y es el

binomio entusiasmo-odio, entusiasmo hacia todo lo nuevo y hacia todas

las transformaciones, y animadversión u odio hacia el pasado y la

tradición.

Cuando este binomio sentimental busca una justificación y quiere

aparecer bajo un aspecto exterior intelectualista, no tiene más remedio

que caer en formulaciones filosóficas que no son sino variantes de la

vieja filosofía de Heráclito, con lo cual resulta que los que quieren

adoptar una actitud "de vanguardia" no hacen sino repetir en forma

apenas modificada la tesis de un pensamiento que tiene ya más de 25

siglos de existencia.

Un examen sereno de la situación creada por la resurrección de estas

antiguas ideas iónicas tiene como premisa obligada el liberarse del

"binomio sentimental" de que hemos hablado y encarar valientemente la

cuestión básica: ¿existe algo estable en el mundo y en nuestro

conocimiento?, y si existe algo estable, ¿cómo podremos detectarlo?

3. 1. 5.

Para estructurar nuestra exposición seguiremos un método deductivo y

empezaremos por estudiar las ideas de cambio y de estabilidad en la

ciencia moderna en lo referente al conocimiento de la realidad y también

en lo referente a la formulación de este conocimiento, y llegaremos a la

conclusión que el progreso sólo es posible en el campo científico porque

se conocen de un modo definitivo un número de verdades cada vez

mayor, sobre las cuales es posible construir un edificio intelectual cada

vez más completo y perfecto.

Pasaremos después al estudio del cambio y de las transformaciones en

el hombre y en la sociedad actual, y finalmente analizaremos la noción

de cambio y de estabilidad en la teología y en la vida religiosa, para lo

cual utilizaremos las conclusiones obtenidas en los capítulos anteriores.

La comparación de las nociones de cambio y de estabilidad en estos tres

niveles del conocimiento nos permitirá, esperamos, llegar al corazón de

la estrategia de la mentalidad postconciliar, que no es sino: El desarrollo

de la psicosis del cambio en el ánimo de los fieles.

3. 2. El cambio y la estabilidad en la ciencia moderna

3. 2. I.

El estudio científico del mundo material que nos rodea ha permitido

reconocer que su estabilidad es sólo ilusoria, la geología nos enseña que

las montañas y los ríos no han tenido siempre la misma forma ni han

seguido el mismo curso, han variado de acuerdo con los agentes

geológicos externos e internos, y los fósiles que se encuentran en las

más elevadas cumbres indican que éstas estuvieron en tiempos

pretéritos en el fondo de un mar. Los seres vivos pueden adoptar

características morfológicas distintas según las condiciones ecológicas a

que están sometidos, siendo más frecuentes de lo que se cree, las

especies politípicas. El mismo diamante, que aparece como la imagen de

la estabilidad, está sometido a variaciones y alteraciones por defectos en

su retículo cristalno y por las ondas térmicas y ópticas que lo recorren, y

puede ser destruido por simple combustión en atmósfera de oxígeno.

Todo cambia, todo se transforma, la estabilidad es una ilusión; he aquí la

conclusión a la que se llega si se considera el complejo devenir, la

intrincada interacción de las estructuras y de los fenómenos que nos

rodean.

Esta constatación está en la base de una imagen del mundo como algo

fluido, inestable y variable. Si se combina con la idea de la evolución

universal, se puede llegar a sistemas más o menos coherentes, tales

como el monista-materialista de Haeckel o el teológico-lírico de Teilhard

de Chardin.

3. 2. 2.

Si analizamos, aunque sea rápidamente, esta primera impresión del

cambio y de la transformación universal, podemos ver en seguida que el

considerar como fundamental y universal esta tendencia al cambio y a la

inestabilidad, constituye una generalización aventurada muy alejada de la

realidad.

En el mundo material que nos rodea existen, es cierto, constantemente

cambios y transformaciones, pero muchos de sus elementos

permanecen fijos e invariables. Las montañas y los ríos han cambiado y

cambiarán en el futuro, pero estos cambios obedecen a las leyes de la

geomorfología y los cursos de los ríos se ajustan a las condiciones

fijadas por la hidrogeología. Los seres vivos podrán variar en

determinadas condiciones ecológicas y según las condiciones de sus

cruzamientos genéticos, pero una especie determinada tendrá una

morfología y una anatomía correspondiente a la estructura zoológica o

botánica a que pertenece. El diamante podrá alterarse, sufrir cambios en

el estado energético de sus átomos, pero su plan estructural será

siempre el correspondiente a su retículo cúbico característico y sus

transformaciones estarán sujetas a leyes físicas invariables. Hay en el

mundo elementos que cambian pero hay también algo que permanece.

Para precisar mejor esta noción importante que luego aplicaremos a los

otros niveles que nos interesan, vamos a considerar por separadolas

estructuras, los fenómenos y los acontecimientos.

3. 2. 3.

Las estructuras fundamentales del mundo que nos rodea están sujetas

individualmente a alteración y cambio, y también a destrucción, pero

perduran siempre real o virtualmente sus caracteres esenciales.

Así, por ejemplo, en una masa de uranio o de radio existen

constantemente átomos que se están transformando en otros átomos

distintos, pero aquellos que permanecen sin transformarse, continúan

con la misma estructura hasta que no sufren una transformación brusca.

Aún en el caso que todos los átomos de radio y de uranio existentes en

el universo se hubiesen transformado en plomo, no dejaría de ser posible

virtualmente la existencia del radio y del uranio como estructura posible

para un conjunto de electrones, protones y neutrones. Un diplodocus,

aun no existiendo vivo actualmente, no deja de ser un tipo de animal que

en determinadas condiciones de medio es viable, existe virtualmente

como posibilidad zoológica.

Si los seres vivos cambian en su estructura, lo hacen siempre dentro del

marco de su especie más o menos politípica, sea cual fuere la amplitud

de las variaciones, el paso de un tipo de organización a otro (caso de que

haya existido) se hace de un modo brusco. Los tipos estructurales dentro

de la escala zoológica son fijos e invariables, tienen características

determinadas que se pueden definir estadísticamente, y gracias a esto es

posible el edificar una ciencia zoológica en la cual el factor subjetivo es

cada vez más reducido.

Los ríos mismos que son la imagen de la fluidez y sobre los cuales la

geomorfología nos enseña las variaciones y alteraciones de su curso,

obedecen a esquemas invariables y definidos según los terrenos que

recorren, las condiciones climatológicas y el régjmen de su curso. La

hidrografía ha empezado a desarrollarse de un modo científico cuando se

ha podido reconocer en la inmensa variedad de cuencas fluviales

existentes, principios morfológicos comunes e invariables para todos

ellos.

Las ciencias morfológicas progresan a medida que aumenta el número

de caracteres invariables conocidos en las estructuras y el número de

leyes fijas a las que éstas obedecen. Lo importante para este género de

ciencias es lo que permanece, lo estable y lo fijo. Lo variable, lo fluido, lo

inestable puramente individual y circunstancial, sólo es interesante para

el morfólogo cuando ha logrado reconocer en ello un carácter estable y

fijo que le permita enunciar una nueva ley estructural[14].

3. 2. 4.

Los cambios y alteraciones que experimentan los seres son objeto de las

ciencias fenomenológicas, que describen los fenómenos y determinan las

leyes a que obedecen. Estas leyes expresan repeticiones de procesos

que se verifican siempre de la misma manera cuando las condiciones de

partida son las mismas. Las leyes se presentan, pues, como elementos

estables y fijos del universo y gracias a su estabilidad es posible la

ciencia física y se está constituyendo una ciencia biológica con

caracteres científicos cuantitativos. Gracias al conocimiento preciso y

definitivo que se tiene de muchas de estas leyes, se puede desarrollar la

técnica. Piénsese, si no, en la gran cantidad de leyes físicas a las que se

recurre para la construcción, por ejemplo, de un satélite artificial; todas

ellas son conocidas con seguridad y precisión y ninguna de ellas falla

nunca en lo más mínimo [15].

Resulta que (al menos macroscópicamente) las leyes físicas son fijas,

pero queda la duda de si sería posible que estas leyes estuviesen sujetas

a cambio en función del tiempo y este es un problema que algunos

hombres de ciencia se han planteado[16].

Supongamos que las leyes que se observan evolucionasen con el

tiempo, ¿qué pasaría entonces?, resultaría que la variación

experimentada por las leyes estaría sujeta a otra ley de variación de la

ley o experimentaría una variación caprichosa. En el primer caso no

habríamos hecho más que reemplazar una ley por otra más general y

comprensiva, que sería la verdadera ley invariable de la que la primera

era sólo una primera aproximación. En el segundo caso se trataría de

una variación fortuita que demostraría que la primera ley no era tal ley

sino una ley aparente, válida sólo en casos particulares. De todos modos

subsistirían otras leyes a las cuales se podría referir el nuevo

comportamiento fortuito, ya que un mundo sin regularidades, sin leyes

fijas, no sólo es contrario a las conclusiones de la ciencia, sino que no

podría subsistir sin destruirse a sí mismo, salvo en el caso que una

voluntad todopoderosa de un ser no sujeto a leyes hiciese coherente su

funcionamiento para cada caso particular [17].

Es un hecho que el número de leyes conocidas aumenta sin cesar y que

el progreso científico está en razón directa al número de leyes que se

van descubriendo, es decir, que encontramos aquí la misma conclusión

que hemos obtenido por el estudio de las estructuras: el progreso

científico no es sino el aumento de nuestros conocimientos sobre los

elementos invariables y fijos del universo.

3. 2. 5.

Nos queda ahora por estudiar los acontecimientos, o sea los hechos

globales situados en un instante preciso de nuestra vida (o de la vida de

cualquier otro ser inteligente). Por definición, los acontecimientos son

siempre diferentes y no se pueden nunca repetir, pues por mucho que

nos esforcemos en reproducir las condiciones de su realización, siempre

ocurrirá que por lo menos nosotros no seremos idénticos a lo que éramos

en el acontecimiento anterior. Esta circunstancia, que se debe al carácter

orientado del tiempo, es lo que explica la posición de Heráclito, que

desdeñando el mundo de las estructuras y de los fenómenos donde se

encuentran elementos invariables y fijos, consideró únicamente los

acontecimientos que fluyen siempre de un modo diferente. No es posible

bañarse dos veces en el mismo río, dice este filósofo, y esto es cierto,

pero lo que hay que añadir es que el hombre que se baña, también ha

estado sujeto a cambio entre la fecha del primero y del segundo baño,

sólo se podría decir que el hombre que se toma como referencia varía de

un modo diferente que el río. En realidad esta proposición de Heráclito,

que ha hecho gastar un barril de tinta, no es sino una expresión del

problema del movimiento absoluto, y es sabido que este problema no

tiene sentido, pues todo movimiento sólo se puede concebir de un modo

relativo a algún cuerpo que se toma como referencia.

Por definición, los acontecimientos siempre cambian, puesto que todo

fluye con el tiempo, pero lo que interesa para su conocimiento es

precisamente lo que no cambia, en el caso del baño de Heráclito sería la

ley del flujo del agua, el hecho de que Heráclito se mojaba y que se

hubiese podido ahogar... Existe en los acontecimientos otro aspecto

que tampoco está sujeto a cambio, y es el hecho mismo que un

acontecimiento haya existido. Si decimos, por ejemplo, que Napoleón

murió en la isla de Santa Helena, enunciamos un acontecimiento que

nada ni nadie podrán cambiar. Una inteligencia superior, tal como la de

un ángel, puede conservar el conocimiento de todos y cada uno de los

acontecimientos de que haya tenido noticia y esto de un modo completo,

no deductivo, como nos ocurre a nosotros. Estos acontecimientos forman

un conjunto de elementos de nuestro universo que nunca podrán

cambiarse ni alterarse.

Las ciencias históricas, como las ciencias estructurales y las ciencias f

enomenológicas, avanzan en la medida que conocen de un modo más

preciso y definitivo estos elementos invariables y en la medida que

conocen un mayor número de acontecimientos fijos y seguros.

3. 3. El cambio y la estabilidad en el hombre y en la sociedad

3. 3. 1.

Es una empresa arriesgada y nada banal el lanzarse a escribir sobre un

tema tan transcendental como es lo permanente y lo accesorio en el

hombre y en la sociedad que existen en el mundo moderno. Solamente el

hecho de que alguien como nosotros, cuyas actividades normales están

muy alejadas de las preocupaciones antropológicas y sociológicas, se

atreva a opinar y hasta a escribir sobre este asunto tan delicado, nos da

ya una indicación preciosa sobre una de las características más notables

de este mundo moderno en lo que se refiere al hombre y a la sociedad.

Es un hecho constante en la historia de la humanidad el que los hombres

se preocupen, piensen e intenten comunicar a sus semejantes los

pensamientos que tienen sobre sí mismos y sobre la sociedad. Pero es

algo nuevo y muy característico de la época actual, el que personas con

escasos dotes y con conocimientos y formación muy diferente a la de un

auténtico humanismo se lancen con desenfado a tratar de los temas más

delicados, adquiriendo muchos de ellos (y Dios nos libre a nosotros de

esto) el título de sociólogos, con lo cual obtienen una patente de

impunidad para enunciar los mayores dislates, amparados por la famosa

cortina de humo de la erudición, propia de especialistas con un estrecho

campo de visión.

3. 3. 2.

No sabemos si la falta de interés por las ideas generales es la causa de

esta proliferación de los estudios de detalle inconexos y disolventes o por

el contrario si esta proliferación es lo que origina la pérdida de seriedad

en lo referente a las ideas fundamentales. El hecho es que el hombre

moderno se ha adaptado inconscientemente o forzado por presiones

exteriores a este clima de proliferación del detalle, de acumulación de

datos y de razonamientos fragmentarios y ha perdido el gusto por las

ideas de base, y cuando por casualidad se aventura en este campo, en el

mejor de los casos avanza perogrulladas que generalmente no entiende.

Y no las entiende porque es incapaz de sacar conclusiones seguras de

las verdades del sentido común, pues ya no cree en éste. Por lo cual

Marcel de Corte en su obra "L'homme contre lui-méme" ha podido

escribir: "Contempler ce qui éclate aux yeux, marcher droit devant soi sur

une vois sans obstacles, saisir ce qui s'offre a l'expérience la plus

rudimentaire n'est pas seulement aujourd'hui chose fort peu commune:

c'est un acte qui suscite la désaprobation sinon Tire de nos

contemporains..." (pág. 71).

3. 3. 3.

Cuando alguno de los especialistas que tanto proliferan se lanza a

enunciar ideas generales, lo hace siempre bajo la óptica de su estrecha

especialidad y cree poder prescindir de los trabajos y estudios de los

autores tradicionales que tenían una visión mucho más completa que él

de los problemas del mundo, del hombre y de la sociedad. Es lo que ha

ocurrido con el célebre paleontólogo Teilhard de Chardin, que

arrogándose la función de profeta, en su obra "L'Avenir de l'Homme" da

rienda suelta a un lirismo optimista, y con su estilo característico aplica

sus teorías evolutivas paleontológicas al ser humano. Dice así:

"Surge en el seno del magma pensante una nueva substancia de una

importancia extrema, el Homo progresivus, es decir el Hombre para el

que el porvenir terrestre cuenta más que el presente" (pág. 173), y

resulta que existen dos tipos humanos cada vez más marcados e

irreductibles, "por un lado el hombre que cree y por otro el que no

cree en el Progreso..." (pág. 150) y "el bloque humano acaba de ponerse

en marcha, haciendo completamente vano de nuestra parte todo

esfuerzo para resistir, sea físicamente, sea espiritualmente, al

movimiento que nos arrastra..." (página 324).

Según esto, el ser humano se encuentra en un torbellino fatal al que no

puede ni debe resistir, y este torbellino es sociológico, ya que el proceso

de "planetización" y de "convergencia" llega a formar un "alma común"

que conduce a un tipo humano superior (pág. 159).

3. 3. 4.

Lo que no explica en ningún lugar este paleontólogo-sociólogo-profeta es

por qué debe considerarse superior al hombre que ha abdicado de su

personalidad individual, que es incapaz de reaccionar frente al medio que

le rodea y que ha sustituido las nociones del bien y del mal por un

fatalismo pasivo. Por un fenómeno curioso, esta posición disolvente y

fundamentalmente anticristiana, tiene cierto éxito en medios que se

denominan católicos e inspira a gran número de los sociólogos

emparentados con los nuevos teólogos. La sociedad, según estas

concepciones, pierde su carácter humano y resulta que los hombres sólo

son unos servidores de la sociedad, un mero elemento de algo superior

que adquiere casi caracteres de divinidad. Un ente impersonal,

todopoderoso, intrínsecamente dinámico, al cual hay que someterse sin

discusión si no se quiere perecer. Admitiendo estos principios, no es de

extrañar que surjan por todas partes problemas, dificultades, angustias e

inquietudes y el estudio de éstos da origen a numerosos trabajos, a

análisis y discusiones sin fin que no avanzan nunca pero llenan las

estanterías de las bibliotecas y hacen adquirir fama a los especialistas,

felices de tratar de resolver los problemas que ellos mismos crearon.

3. 3. 5.

Si queremos conservar nuestra estabilidad mental y no dejarnos llevar en

barcas sin timón, a la merced de poderosas corrientes a zonas

peligrosas, bajo la mirada sarcástica de los enemigos de la fe, debemos

rechazar de plano la influencia de esta frondosa literatura, debemos

repudiar sus elucubraciones, despreciar sus fantasías líricas

pseudocientíficas y sobre todo exorcizar el demonio del fatalismo, aún

arrostrando fracasos, presiones y amenazas.

Hay que afirmar con fuerza que el error está en olvidar el carácter

esencialmente humano del orden social. La sociedad es el camino, el

medio para el florecimiento de las personalidades y una ayuda para que

éstas desarrollen sus fines propios en este mundo y para que a través de

éste alcancen la vida eterna que Nuestro Señor prometió.

3. 3. 6.

Si se parte de estas verdades fundamentales, toda la argumentación

sociológica, todas las elucubraciones lírico-progresistas se derrumban y

quedan reducidas a su verdadero valor, o sea detales sin importancia

general, cuando no son infiltraciones de ideologías opuestas al

cristianismo.

Hay realmente algo permanente y estable en la sociedad, y es el fin para

el cual ha sido constituida; hay algo permanente y fijo en el hombre y es

la necesidad de hacer la voluntad de Dios y de trabajar para la salvación

de su alma y de las de sus semejantes. No se puede llegar a ninguna

conclusión válida ni en sociología ni en antropología si se mutila la

realidad y se considera al hombre como un ser cuyo único fin es el

terrestre; no son ni las presiones ideológicas, ni los hechos aislados, ni la

erudición pedante, ni los argumentos complicados, vengan de donde

vengan, que llegarán a suprimir la realidad del destino sobrenatural del

hombre. El que sean más o menos numerosos los que crean en él, no

añade ni quita nada a su realidad, como no añade ni quita nada a la

armonía del universo el hecho de que sea una ínfima minoría la que es

capaz de conocer la mecánica celeste. Pero ¡desgraciado de aquel que

se subiese en un satélite artificial construido sin tener en cuenta a esta

pequeña minoría que la conoce!

3.4. El cambio y la estabilidad en la teología y en la vida religiosa

3. 4. 1.

El lector que haya tenido la paciencia de seguir el hilo de nuestro

razonamiento se encuentra ahora en el umbral del secreto de la

estrategia de la "mentalidad postconciliar" o sea en el nudo de la cuestión

que aquí tratamos. Y este secreto y este nudo es pura y simplemente la

introducción de la noción de cambio, de movimiento y por lo tanto de

inestabilidad en todos y cada uno de los capítulos de la teología y

en todos y cada uno de los aspectos de la vida religiosa.

Subrayamos todos y cada uno porque la teología católica y la vida

religiosa están tan bien trabadas y constituyen un edificio tan sólido y

coherente, que así como la alteración de cualquiera de sus partes

fundamentales tiene repercusiones desastrosas sobre el conjunto del

edificio, también el dejar incólume uno solo de sus elementos básicos

permite reconstruir lógicamente el edificio tradicional [18] y esto lo saben

muy bien los neoteólogos, y por esto todas y cada una de las partes del

edificio son objeto de sus ataques.

Si todas y cada una de las partes del edificio son atacadas, no nos

encontramos ante un nuevo edificio más bonito o más feo, más o menos

cierto, sino ante un edificio en descomposición en el que cada una de sus

partes está derrumbándose y resulta un agnosticismo religioso

integral que guarda cierto recuerdo de su estructura anterior pero en el

que ninguna de sus partes tiene consistencia segura, ya que está sujeta

a muy variadas interpretaciones a gusto de cada uno de los que todavía,

por costumbre, se continúan llamando teólogos.

3. 4. 2.

El agnosticismo religioso integral se encuentra en el polo opuesto de la

religión católica. No trata de discutir una u otra verdad, o de poner en

duda algún dogma determinado como han hecho las herejías (que han

sido a veces beneficiosas, pues han permitido precisar el pensamiento

ortodoxo). No se trata tampoco de estructurar una nueva religión

definida, sino de la negación, disimulada o descarada, de toda verdad

religiosa invariable.

Sea cual fuere la autoridad que nos propusiese tesis emparentadas con

este agnosticismo religioso integral, sean cuales fueren las razones

aducidas en pro de esta nueva visión distinta de la tradicional, no

podemos menos de decir: ésta no es la religión de la Iglesia una, santa,

católica y apostólica, esto es algo diferente, y si la Iglesia se equivocó

durante veinte siglos, ¿con qué autoridad propondrían ahora un grupo de

neoteólogos o de miembros de la jerarquía doctrinalmente corrompidos,

unos cambios y unas variaciones que atentan contra el edificio estable y

definitivo de la doctrina católica?

3. 4. 3.

Aquellos que quieren introducir en la teología y en la vida religiosa una

mentalidad inestable, cambiante y evolutiva, olvidan que en el plano

teológico el conocimiento está mucho mejor definido que en las

cuestiones cosmológicas o antropológicas, no sólo porque es Dios

mismo el que nos ha revelado las líneas generales y fundamentales de la

realidad sobrenatural, sino porque ha establecido una Iglesia que posee

su asistencia y que se expresa por medio de un magisterio infalible que

nos define y precisa cada vez más y mejor las características de esta

realidad. A partir de las definiciones dogmáticas podemos, por medio de

la razón, deducir otras verdades de un modo lógico y seguro, a condición

de que no hayamos introducido otras verdades independientes o

hayamos hecho un error de razonamiento. La mentalidad postconciliar

tiene horror de estas deducciones, así que no sólo hace una labor de

zapa, en lo referente a las verdades fundamentales, sino también en lo

referente al método lógico-deductivo de la teología, con lo cual da prueba

de una mentalidad antiespeculativa, antirracional y anticientífica, que sólo

se encuentra a gusto cuando está en un ambiente superficial, agnóstico o

indiferente.

3. 4. 4.

Como los neoteólogos no se caracterizan por la firmeza de sus

convicciones, es muy corriente que quieran justificar su actitud difusa e

inestable con una distinción artificiosa entre las verdades teológicas y la

formulación de estas verdades.

Y bien, se pueden formular las verdades en diferentes idiomas, se puede

estructurar una exposición de modos distintos, pero cuanto más seguras

y definidas son las verdades, menos podrá variar la formulación de éstas.

Es el caso precisamente de la teología, que no está sujeta a variaciones,

ya que se trata de verdades definitivas y válidas para todos. El sentido

obvio de estas verdades está suficientemente claro para todos para que

pueda mantenerse sin dificultad siempre la misma formulación. A esta

beneficiosa estabilidad contribuye el uso de una lengua invariable de

carácter sagrado, en la que las palabras no están sujetas a variaciones

semánticas [19]. Esta formulación invariable es posible porque la

experiencia enseña que a pesar de la profunda diversidad de

mentalidades, de cultura o de lengua, existe una unidad de la naturaleza

y de la inteligencia humana y a ella se dirige la Palabra de Dios y las

enseñanzas de la Iglesia universal[20].

Lo que se olvida es que esta cuestión de la alteración de la forma quedó

definitivamente resuelta cuando el Primer Concilio Vaticano definió que:

"Hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados

dogmas que una vez declaró la Santa madre Iglesia y jamás hay que

apartarse de este sentido so pretexto y en nombre de una mayor

inteligencia" (Constitución dogmática, sesión III, cap. 3).

3. 4. 5.

En el fondo la mentalidad postconciliar adopta una posición de

relativismo doctrinal atenuando la significación de los dogmas y

cambiando el vocabulario, admitiendo que la fe no puede ser expresada

nunca por nociones adecuadas y verdaderas, sino sólo por nociones

aproximadas y siempre cambiantes, en las cuales la verdad está, en

cierto modo indicada, pero necesariamente deformada. Rechazan el

tesoro doctrinal que se ha acumulado por el trabajo de los santos y de los

doctores, ponen en discusión todo y sustituyen las verdades por

expresiones vagas y mal definidas, lo que tiene como consecuencia el

convertir el dogma en "un junco agitado por el viento" como dice Pío XII

en su encíclica "Humani generis "Humani generis".

Una de las varias paradojas de la mentalidad postconciliar es hablar de

progreso y al mismo tiempo querer convertir en dudosas y sujetas a

discusión, proposiciones teológicas definidas como verdaderas. El

progreso en el campo teológico, del mismo modo que ocurre en el campo

científico, consiste en aumentar el número de proposiciones sujetas a

discusión, ya que el número de proposiciones fundamentales a

considerar es limitado.

La teología habrá llegado a su más perfecto estado cuando todas y cada

una de las cuestiones de que trata hayan sido estudiadas, analizadas y

definidas como dogmas definitivos. En esto consiste el progreso de la

teología, los llamados progresistas son, pues, "regresistas", atrasados y

amantes de formas caducas en lo referente al conocimiento teológico,

carecen de mentalidad científica con respecto a las verdades de la fe, ya

sea porque les falta formación intelectual, bien por debilidad mental o

porque abandonaron lo que antes habían creído y entonces:

"Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, " que

después de conocido, abandonar la Ley Santa que se les

había"dado" (2 Pet. 2,21).

3. 4. 6.

Llegamos a la conclusión que la mentalidad postconciliar tiene la curiosa

característica de decirse de un espíritu científico y de inspirarse en un

mimetismo con los investigadores científicos; pero esta actitud es sólo

verbal, ya que su espíritu es en el fondo lo más opuesto a la seriedad de

un hombre de ciencia, pues tiene horror a las definiciones precisas,

carece de espíritu deductivo y repudia los razonamientos exactos.

Por otra parte, ya hemos demostrado en otra de nuestras

publicaciones [3] que la nueva teología ataca el sentimiento como base

de la virtud de religión. ¿Que le queda, pues, a un pensamiento que

excluye por un lado la ciencia y el razonamiento teológico y por otro los

sentimientos de devoción? No le queda nada y mucho nos tememos que

a esta mentalidad se le pueda aplicar esta sentencia:

"Comment est ce qu'il fait tant de bruit, mon pauvre ami c'est qu'il est

vide".

O quizás los representantes de esta tendencia neoteológica sean

aquellos de quien nos habla San Pablo cuando dice:

"Porque vendrán tiempos en que los hombres no podrán sufrir la

sana doctrina, sino que teniendo una comezón extremada de oír

doctrinas que lisonjeen sus pasiones, recurrirán a una caterva de

doctores propios para satisfacer sus deseos y cerrarán sus oídos a la

verdad y los aplicarán a las fábulas" (II Tim. IV, 3-4).

4. CONCLUSIONES

I

Declaramos ante todo, que en este escrito no queremos juzgar ni las

intenciones ni las responsabilidades de los que propagan una mentalidad

postconciliar que ataca las verdades de la fe. No interesan a los fieles ni

las intenciones ni las responsabilidades, en cambio interesan, y mucho,

las incidencias de esta mentalidad en la vida de la Iglesia y en el

ambiente religioso del mundo en que viven. Por esto nos hemos atrevido

a emprender este estudio en el que creemos haber demostrado los

hechos siguientes:

II

Todo ocurre como si existiese dentro de la Iglesia un grupo activo y

numeroso (no sabemos si organizado o no) que se propone hacer

evolucionar la fe católica según las directrices siguientes:

a) Revisar las verdades de la fe adaptándolas a la mentalidad

secularizada del mundo moderno, y cuando esta adaptación resulta

imposible silenciar o suprimir las verdades correspondientes.

b) Dar la primacía a las preocupaciones sociales y de acción sobre las

espirituales y la contemplación. (Marta sería más importante que María).

c) Destruir todo aquello que se oponga a sus fines y para esto trabajar en

el sentido de disminuir o eliminar el sentido de lo sagrado y criticar y

erradicar las tradiciones.

III

Todo ocurre como si para el logro de estos fines se utilizase una

estrategia perfectamente planeada, cuyo principio fundamental es el

crear en la mente de los fieles la psicosis del cambio y de la inestabilidad:

a) Denigrando sistemáticamente la Iglesia "preconciliar".

b) Considerando al segundo Concilio Vaticano como el principio de una

nueva era totalmente distinta de la anterior.

c) Afirmando que el cambio y la evolución son indispensables en todos y

cada uno de los capítulos de la teología y de la vida religiosa y que el

peor enemigo es la estabilidad en las ideas y el espíritu tradicional.

IV

Todo ocurre como si para el desarrollo de esta estrategia se utilizase un

plan táctico de acuerdo con los tres métodos siguientes:

a) Silenciar aquellas verdades que se oponen a los fines que se han

señalado.

b) Desviar la atención de los fieles hacia cuestiones marginales capaces

de hacer olvidar las verdades que se quieren hacer desaparecer.

c) Deformar las verdades de la fe con el pretexto de nuevas

formulaciones o por medio de innovaciones litúrgicas.

V

El origen de esta mentalidad postconciliar reside en el hecho de que sus

propagadores han sustituido la fe teologal por la fe del mundo y prefieren

la gloria del hombre a la gloria de Dios, y el progreso material a la

salvación del alma.

Para desarrollar sus fines "mimetizan" a los investigadores científicos y a

los sociólogos y multiplican el número de "problemas" reales o ficticios

con objeto esconder su actuación detrás de la cortina de humo de la

erudición.

5. PERORACIÓN

Yo he venido a poner el fuego en la tierra y ¿qué he de querer sino que

arda? (Lucas XII, 49).

Tenemos la pretensión de haber logrado penetrar por medio de nuestro

análisis, en el bosque maldito de la "mentalidad postconciliar" y que al

introducirnos en esa región prohibida sin abandonar nuestras armas,

hemos podido reconocer alguno de los sistemas empleados para hacerlo

proliferar y hasta hemos encontrado el origen del humus donde se

desarrolla esta vegetación. Nuestra actuación no debe, sin embargo,

limitarse a esta labor de reconocimiento y prospección de la selva sino

que debe encaminarse a su erradicación pura y simple.

Podemos, merced al camino abierto, atacar a golpe de machete a uno u

otro de sus maléficos pobladores vegetales, de sus arácnidos o de sus

reptiles, pero este ataque de francotirador no hará sino una débil mella

en este complejo y vivaz sistema ecológico. Se necesitan nutridas

cohortes de pioneros armados y organizados y por ahora sólo se ven

pequeños grupos dispersos, pero esforzados, que entablan un desigual

pero meritorio combate contra esta vegetación anárquica e invasora».

Hace falta el fuego, y este fuego es el fuego de la fe, capaz de consumir

en breves momentos los más variados vegetales, las zarzas y los

bejucos del bosque maldito. Y este fuego sólo lo pueden encender los

santos, y nosotros avivarlo con el soplo de la oración.

Los santos, aun los que terminaron ya su vida terrenal, pueden,

respondiendo a nuestras súplicas, encender la hoguera en cualquier

momento y en esta hoguera perecerán todos los enemigos de la gloria de

Dios y de ella huirán despavoridos todos los fautores de la "mentalidad

postconciliar" y los que guardaban las entradas del bosque, caerán de

rodillas al observar que las llamas crecen desmesuradamente hasta

formar el signo del lábaro de Constantino el Grande y que ha aparecido

de nuevo en el cielo el lema de esperanza y de triunfo:

IN HOC SIGNO VINCES

____________________________

[1] Jacques Maritain, que ha sido uno de los autores que con sus escritos ha

contribuido más activamente a desarrollar esta "mentalidad postconciliar'' de

ruptura con la tradición de la Iglesia, asustado por las consecuencias de esta

nueva teología, ha escrito (se dice que por indicación de Paulo VI) un libro que

está siendo muy comentado y que se titula "Le paysan de la Garonne". En este

libro se señalan las consecuencias desastrosas de la nueva mentalidad y con

frases muy severas, pero se cierran los ojos frente a las causas que han producido

este desastre. Para un análisis de las tendencias de Maritain, es muy de

recomendar el libro del padre J. Meinvieille, "De Lamennais a Maritain", Buenos

Aires, Ediciones Theoria, 1967. Existe una traducción francesa con el mismo título,

París, La Cité Catholique, 1956.

[2] El fenómeno del mimetismo es característico de la mentalidad postconciliar y

toma las más variadas formas. Hay postconciliares miméticos de los protestantes,

los hay de los rotarios, de los dirigentes sindicales, etc. Es rarísimo que este

mimetismo juegue en sentido positivo. Ni el mimetismo con los hombres de ciencia

les lleva a la seguridad, precisión y lógica de éstos, ni el mimetismo con los

protestantes les inclina a su sentido proselitista, ni el mimetismo con los ortodoxos

(éste mucho menos frecuente) les lleva a copiar su sentido reverencial por los

lugares y objetos sagrados. De los hombres de ciencia tomarán su falta de interés

por las ideas generales, de los protestantes su imprecisión doctrinal y de los

ortodoxos la idea de iglesias nacionales. Es más fácil copiar lo malo que lo bueno.

[3] J. Garrido, "La iconofobia y la ascesis del sentimiento". Iction, Buenos Aires,

1966; 2a. edición, editorial Jus, México, 1967; edición francesa Le Cédre, París,

1967).

[4] El número de textos bíblicos, hagiográficos, conciliares y pontificios sobre la

existencia, naturaleza y funciones de los ángeles es superabundante, constante y

coherente con la exposición magistral de Santo Tomás (Suma I, E 50-64 y 106-

114). Ver Dentzinger: 428, 788, 193, 1783). Para citar sólo los más recientes,

indicaremos la encíclica Humani generis, que condena a aquellos que sostienen

que los ángeles no son criaturas personales.

[5] Un razonamiento pseudoteológico que hemos oído varias veces de labios de

sacerdotes "postconciliares" y que trata de justificar esta actitud, se puede resumir

en la frase siguiente: "No hay que procurar la salvación del alma sino la del alma y

el cuerpo". Es sabido que el alma se salva a través de las acciones que ejecuta el

cuerpo; la esperanza de la resurrección no tiene nada que ver con el hecho de que

lo que se condena o se salva en el momento de la muerte es el alma y si nuestra

preocupación fuese el salvar el cuerpo también, ¿por qué serían dignos de

admiración los mártires y los ascetas que lo despreciaron?

[6] Ver, por ejemplo, el artículo reciente y muy documentado de G. L. Rosfti,

"L'efficacia del Sacrificio Eucarístico e relativi problemi teologici", Renovatio

(1967), II, n° 1, 5-54.

[7] Un buen resumen de esta doctrina se encuentra en el artículo del padre

Garrígou-Lagrange, "La valeur infinie du Sacrifice de la Messe et la pacification du

monde". La Pensée catholique (1965), n° 99, pág. 60. Ver también Ott, Manual de

Teología Dogmática (1958), págs. 594-96, 598. Dei y Mystici Corporis Christi de

Pío XII.

[8] Obsérvense algunas traducciones defectuosas e inexactas que circulan ya en

versiones "vulgares" de la Liturgia. Consubstantialis se traduce por "de la misma

naturaleza", Sabahot por "universo". Y no hablemos de la falta del sentido estético

de la mayoría de las traducciones de los bellísimos textos latinos.

[9] La France Catholique, 16-XII-1966.

[10] Teilhard de Chardin, "La Messe sur le monde", pág. 16.

[11] Teilhard de Chardin, "Hymne á l'Univers".

[12] Tratándose de meras elaboraciones ideológicas desligadas de la realidad y

que se refieren a un futuro hipotético, es evidente que se puede elaborar un

sistema todo lo perfecto y agradable que se quiera y sobre todo, como se hace a

gusto del ideólogo, no es de extrañar que éste lo encuentre más perfecto que los

sistemas ya existentes.

[13] Sobre la tesis de un plan inteligente destinado a crear una superreligión

sincretista y adogmática se puede consultar la obra del P. J. Meinvielle, "La Iglesia

y el Mundo Moderno", Buenos Aires, 1966, capítulo VI. Ver también la obra de P.

Virion, "Mysterium iniquitatis", París, Editions Saint Miehel, 1966.

[14] El conocimiento de las estructuras se ha ido ampliando y precisando de un

modo gradual; las primeras observaciones se hicieron a simple vista y se referían

a estructuras de escala comparable a nuestras dimensiones, más adelante se

utilizaron aparatos como el microscopio y el telescopio y finalmente se ha hecho

uso de métodos deductivos para conocer estructuras infinitamente grandes o

infinitamente pequeñas. Cada etapa en el conocimiento de las estructuras ha

servido de base para desarrollos posteriores y estos desarrollos no han invalidado

las observaciones realizadas a escala diferente.

[15] Ocurre muchas veces que un conocimiento más preciso de los fenómenos

obliga a ampliaciones o generalizaciones que demuestran que el cono¬ cimiento

que se tenía era sólo válido para determinadas condiciones dentro de los límites

de precisión de las medidas realizadas. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en la

mecánica que para sistemas de dimensiones y energías muy pequeñas debe de

tener en cuenta la cuantificación de la energía, y que para velocidades muy

grandes debe de considerar la mecánica relativista. Pero ni esta última, ni la

mecánica cuántica invalidan la mecánica clásica que sigue siendo rigurosamente

válida en el dominio de las dimensiones y velocidades que le corresponden. Una

ley sólo puede descender al rango de ley válida únicamente para unas

condiciones especiales cuando se reemplaza por otra más general o más precisa

que la comprende a ella como caso particular o como primera aproximación; en

realidad deberá su caducidad al descubrimiento de una ley más amplia y precisa,

no a que la antigua ley haya cambiado, de modo que no habrá ningún interregno

entre el momento en el cual se creía válida una y el principio de la validez de la

segunda. El conocimiento de las leyes va progresando, utilizando y nunca

des¬truyendo los conocimientos anteriores.

[16] Boutroux, "La contingeance des lois de la nature", París.

[17] Esta es la posición de varios teólogos musulmanes que no hacen la distinción

entre Causa primera y causas segundas.

[18] Aunque los dogmas son en general lógicamente independientes entre sí,

todos ellos tienen como origen una definición expresada en virtud del magisterio

infalible. Si se admite la validez de uno de éstos por este origen es obligado

admitir la validez de todos los que admiten el mismo origen.

[19] Nunca se insistirá bastante sobre la importancia de conservar la lengua latina

en la Iglesia. Una de las demostraciones más evidentes de su carácter beneficioso

es la saña con la que la combaten los "neoteólogos postconciliares".

[20] Las fórmulas de la fe deben de ser interpretadas como si estuviesen escritas

en el lenguaje del sentido común y no en el lenguaje de los filósofos, esto es lo

que les da un carácter universal y no adscripto a una época o a un grupo humano

determinado. La prueba está en que las verdades de la fe han sido y son

admitidas por los fieles católicos de las más diversas culturas y épocas. Los que

las rechazan no es porque no comprendan su formulación, sino por otras razones

que no tienen nada que ver con las fórmulas empleadas para exponerlas.