METAFORAS
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En el caso de personas atrapadas en recuerdos (por ej. Duelo patológico) se puede
introducir la metáfora de los dos corazones:
Metáfora dos corazones: “puedes tener un corazón para recuerdos y
sentimientos de todos tus seres queridos con consecuencias positivas o
tenerlo sólo para el dolor y recuerdos, desterrando al resto de seres
queridos importantes, con consecuencias negativas”
Se utilizan ejercicios para ejemplificar el acto paradójico de no querer tener algo: es
tenerlo. Por ejemplo, se le dice “no piense en números o en el mar o en elefantes, ¿en
qué piensa?”.
Una de las metáforas que trata de hacer ver esta situación es la de las dos escalas.
Metáfora: “imagine dos escalas (como el volumen y el tono de un estéreo)
siendo una la “ansiedad” (o la depresión o la obsesión) y la otra la
“voluntad” o “gana”, graduables de 0 a 10. La ansiedad está al máximo y
desearía rebajarla (por eso busca ayuda). Sin embargo la otra escala de la
que no se ha hablado es la más importante y la que hace la diferencia.
Cuando la ansiedad está a 10, la gana está a 0. La meta es conseguir
cambiar el foco de atención de la ansiedad a la gana. En concreto, lo
conveniente sería centrarse únicamente en esta segunda escala y olvidarse
de la ansiedad (con cuya escala siempre ha tenido problemas). Cuando
haga esto yo le garantizo que su ansiedad podrá estar baja o alta pero no
estaremos intentando cambiarla.
Otra de las metáforas esenciales para mostrar el efecto paradójico del lenguaje y de
querer controlar las emociones y los pensamientos es la metáfora del polígrafo. Las
metáforas han de ser presentadas en relación a algún comportamiento del cliente que
pueda ser clínicamente significativo y la comprensión de las mismas las ha de realizar el
paciente por sí mismo, nunca de forma instruida.
Metáfora: supongamos que un cliente menciona al hilo de la provocación de
la desesperanza creativa algo como “el problema es que no puedo parar
mis pensamientos, no consigo controlar mis emociones...”. Se puede
señalar ahí lo siguiente: “Imagina que estas conectado a una máquina que
indica tu nivel de ansiedad. Supón que cuando la ansiedad llega a un punto
x, entonces la máquina activa una pistola que apunta directamente a tu
cabeza. En esa situación, te pido que hagas todo lo que está en tu poder
para no ponerte nervioso, ni un ápice. ¿Qué crees que ocurriría?......”. la
respuesta del paciente debe ser “no duraría ni un minuto”. Se le indica
entonces que él tiene una máquina aún más poderosa para detectar su
ansiedad (su sistema verbal) de forma que esa es la paradoja o la trampa
de las acciones para controlar ciertas cosas, que no otras.
Una de las metáforas clave para generar sentimiento de desesperanza creativa es la del
campo de hoyos. Planteada la radiografía del problema, el terapeuta planteará ¿cuál es
el problema de todo aquello? Y tras algunos segundos de confusión y silencio, se puede
indicar algo así como “veamos si esto ayuda” y se plantea la metáfora más adecuada al
caso.
Metáfora: (Los comentarios entre paréntesis son añadidos que no se
facilitan al paciente) un hombre camina por un campo de hoyos con los ojos
vendados (se trata de poner al cliente en la situación de que el campo de
hoyos es la vida pero no se sabe donde están los hoyos (situaciones de
dolor, angustia y ansiedad) aunque no queremos caer en ninguno de ellos).
Se le provee de una pala (que es el equivalente a las reglas verbales que la
gente sobre qué hacer si sentimos malestar, por ej no pensar). Vendado y
con la pala, el hombre cae en un hoyo y quiere salir de allí porque no le
gusta y además, estar allí le impide hacer lo que es valioso en su vida. Pero
¿qué puede hacer con la herramienta que tiene?, sólo cavar, pero al cavar
resulta que consigue hacer el hoyo más grande, no importa que cabe en
distintos sitios del hoyo o de distintas formas. No obstante, a veces tales
acciones, sirven para salir del hoyo (valen a C.P:) pero vuelves a caer en
otro. El problema no es la herramienta, el problema es que sólo sabe cavar,
quitar tierra (eliminar lo que molesta, hacer lo que sea para reducir el
dolor), y paradójicamente lo único que consigue es hacer el hoyo más
grande. Se hará explícito que él, y sólo él, sabrá cuando está cavando, lo
notará en su corazón, en sus entrañas (el terapeuta puede colocar sus
manos en el abdomen). Sólo aprenderá otras formas que no sean cavar
desde un conocimiento profundo del sentimiento que le produce cavar. Por
eso no se pueden proporcionar en ese momento las fórmulas que el cliente
solicita para aliviar su dolor, de hacerlo sólo las usaría para cavar. Desde
este momento, durante la terapia el terapeuta indicará al paciente cada
situación en la que esté cavando.
Metáforas como la del tablero y las fichas serían muy útiles. A lo largo de la terapia se
realizan preguntas en referencia al nivel en que se halla el cliente: tablero o contexto y
fichas o contenido. Cuando interesa que el sujeto se dé cuenta de lo que está haciendo,
por ejemplo, se atisba la presencia de un sentimiento negativo o positivo (se percibe que
el cliente baja los ojos, suspira, etc.). En ese momento el terapeuta podría preguntar por
lo sucedido, qué siente o qué ocurre, y en relación a qué, si es algo familiar en su vida.
Incluso, si fuese el momento, generar la condición para que el cliente afronte el
sentimiento, primero percatándose de él y después actuando en la dirección apropiada,
sin necesidad de manifestaciones públicas al respecto.
Metáfora: sobre el juego del ajedrez. Supongamos un tablero y las figuras
de ajedrez. Se constituiría una partida en la que dos bando intentarían
vencer. Un bando de esos, “el bueno”, representaría los sentimientos de
control y los pensamientos de autoconfianza que quieren ganar la partida a
la ansiedad, las obsesiones y demás “figuras malas”. En verdad, se trataría
de una partida sin final, por cuanto que las piezas no pueden desaparecer
del tablero. Se le llama la atención al cliente acerca de si esta metáfora
alude, de alguna manera, a su situación. Se le preguntaría con que se
identificaría en ese juego. La única respuesta aceptable sería el tablero.
Pero sería perfecto que se identificase con una de las partes,
probablemente, con la ansiedad. Si acaso, se le haría la insinuación, por
ejemplo, “¿qué hay del tablero?”. Se le resituaría en la perspectiva del
contexto o tablero y se le cuestionaría por sus opciones: deshacerse de las
figuras o contemplar el juego sin estar particularmente implicado.
A propósito de la aceptación de pensamientos negativos, otra metáfora válida es la del
puzzle.
Metáfora del puzzle. “se compara a la persona con un puzzle en el que hay
muchas piezas, algunas de un color que no gusta al cliente y, por tanto que
intenta alejar, no usar. Lo cierto, sin embargo, es que sin esas piezas el
puzzle está incompleto, no se puede terminar y, posiblemente, el color de las
mismas cobre un buen matiz en el conjunto del puzzle, eso es algo que
nunca se sabrá hasta que no se complete el puzzle. Lo que si es seguro es
que una vez encajado el puzzle, las piezas perderán ya tal carácter de pieza
al no poder ser contempladas sino dentro de una estructura mayor que las
supera (puzzle). En definitiva, quitar las piezas del puzzle que nos molestan
no es la solución. Las sesiones y la vida no funcionan como una suerte de
cirugía estética que logra arrancar lo que no nos gusta.”
La elección implica todo o nada, no valen medias tintas. Si me muestro débil y
cedo, pierdo (los pasajeros del autobús ganan o el niño vence con una rabieta).
Para la distinción elegir-decidir, valen metáforas como la del río.
Metáfora: “Cruzar el río”. Si se elige cruzar un pequeño río, nadie puede
garantizar que al hacerlo sus pies no chocarán con alguna piedra, ni que se
vaya a hundir un poco o que el agua no esté fría, etc. No obstante, uno irá
bien equipado. Ocurre lo mismo en la vida nadie puede garantizar cómo
será, elegimos hacer algo porque forma parte de lo que es valioso en
nuestra vida, pero sin cerrar o quedar atrapados en el presente por un
resultado específico en el futuro.
tra convención es la establecida por las conjunciones adversativas “pero”, hablamos
muchas veces así: “iría pero estoy deprimido, angustiado,...”, “lo haría pero...”, se
cuestiona al cliente que le sugiere esto y a qué le recuerda en su vida. Se trataría de que
el paciente haga referencia a justificaciones en las que se relacionan dos conductas que
no tienen nada que ver (sentir-hacer). Se le invita a cambiar los “peros” por “y”.
Ejercicio para no razonar: se selecciona una palabra que pueda tener
asociadas diferentes sensaciones y que tenga una o dos sílabas de modo que
pueda perder fácilmente el significado. Por ejemplo, se le dice que diga la
palabra leche o vino o yogurt o cualquier otra, y se le pide ¿qué otras
palabras y sensaciones le vienen a colación, y le vienen a la mente?
(cremosa, blanca, sabor,…). Ahora se le invita a repetir (con el propio
terapeuta) rápidamente esa palabra por dos o tres minutos continuados, de
modo que veamos que ocurre. Se pregunta qué queda del sabor, del color,
de la textura,…Probablemente, no quede nada, por tanto una cosa es la
palabra y otra su función según el contexto en el que se presente.
Al mismo tiempo se realizan ejercicios para cambiar el contexto verbal de los
pensamientos o recuerdos. Por ejemplo, cuando el cliente diga o piense algo como “voy
a morir, mi cabeza no para, me está matando, no me soporto más” se fomenta
directamente su sustitución por “estoy notando el pensamiento de…”, “soy yo y noto
mis recuerdos….”. De lo que se trata es de diferenciar la frase en su aspecto descriptivo
y valorativo, es decir, que se toma la valoración como tal y no como característica del
acto, objeto o persona al que se refiere (descripción). Una puesta de sol puede
describirse en parámetros específicamente físicos pero puede valorarse como bella,
taciturna,… Decir “la ansiedad que tengo es horrorosa”, compromete a hacer algo en su
contra, convendría reparar en que hay dos cosas mezcladas “tengo ansiedad y es
horrorosa”. La valoración estaría en el observador, según su historia y funciones
presentes, e igual que hay una puede haber otra. Se puede realizar cualquier tipo de
ejercicio en el que se presente a dos personas un mismo estímulo y obtengamos
diferentes reacciones o analizar distintas descripciones valorativas, por ejemplo, “estas
son unas buenas gafas contendría “estas son unas gafas” y mi valoración de ellas es que
son buenas”. Los pensamientos no son más que palabras. Seguidamente, se plantea al
cliente en qué se parece a su vida.
Ejercicio para romper las relaciones entre notarse valorando algo como
malo o desagradable y actuar de acuerdo a sus valores, independientemente
de pensamientos, emociones o sensaciones. Por ejemplo, se conduce a tocar
algo (caja de pañuelos), luego se le conduce a decir “no quiero tocar la
caja de pañuelos, me desagrada, no me gusta” y a la par tocarla. El mismo
tipo de ejercicios se puede hacer con ejemplos de padres que hacen algo
por el bien de sus hijos aunque les resulte desagradable.
Se provoca que surjan los sentimientos o pensamientos que desea evitar, y se invita al
paciente a estar no en ellos sino con ellos, o sea abrazar activamente haciendo lo que sea
menester como valor en la vida
Metáfora: “niño en el dique”, se ha de realizar con los movimientos
oportunos para ejemplificar mucho más. Un muchacho se halla frente a un
dique y observa que hay un agujero por el cual se sale el agua. No quiere
que salga agua y entonces coloca un dedo en el agujero con lo que el agua
queda “controlada”. Al rato, observa otro agujero por el que nuevamente
sale agua y hace la misma operación con otro dedo de la mano. Más tarde
sale otro agujero y usa otro dedo de la mano. Luego otro agujero que
controla ahora con un dedo del pie. Claro, luego ha de usa la nariz para
tapar otro agujero, luego no quedan dedos y ha de colocar otras partes del
cuerpo en los agujeros. Es decir, consigue evitar que el agua fluya, pero
¿cómo está, cuál es su posición?, realmente está atrapado en el dique y ahí
no puede hacer más que eso, no puede hacer otras cosas importantes en su
vida. Ese es el costo al “no querer ver como el agua corre” (no querer ver y
notar su ansiedad, sus sentimientos, sus recuerdos…). Y ahí cuál es el costo,
cuál su elección.