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B
LA ACTIVIDAD MISIONERA OBLIGÓ A LOS MIEMBROS DE LA COMPAÑíA DE 0ESÚS A
INTENTAR APRENDER LAS REGLAS DEL JUEGO DE LOS HABITANTES DE LAS TIERRAS
EN LAS QUE SE INSTALABAN, A PENETRAR LO MÁS PROFUNDAMENTE POSIBLE EN EL
LABERINTO DE IMÁGENES Y SíMBOLOS DESCONOCIDOS, A TRATAR DE PRECISAR LO
QUE DIVIDE, PARA PODER ACENTUAR LO QUE UNE. ESA ACTITUD IMPULSÓ A LOS
MISIONEROS A APRENDER LAS LENGUAS DE LOS TERRITORIOS DE MISiÓN. Y, MÁS
ADELANTE, A PUBLICAR VOCABULARIOS, TRADUCCIONES DE CATECISMOS Y OTROS
TEXTOS RELIGIOSOS EN LOS IDIOMAS VERNÁCULOS. ¿QUÉ ROSTROS TOMÓ ESTA
TRADICiÓN EN UN TERRITORIO PLURIÉTNICO y PLURICULTURAL, COMO LO FUE LA
NUEVA ESPAÑA? ¿QuÉ LIBROS ESTÁN ASOCIADOS CON ELLA?
Miguel León-Portilla
Página anterior:
"El templo mayor de México".
Lámina del libro de Fmncisco
Javier Clavijero StoriaAntica
del Messico,1 780.
Biblioteca Palafoxiana, Puebla.
D Sde SUS comienzos, la Compañia de Jes"S fue una especie de corporación multicultu
ral y plurilingüística. Como muestra cabe
recordar que, desde poco después de su fun
dación, había entre sus miembros hablan
tes de español, portugués, italiano, francés,
flamenco, alemán, checo y otros idiomas.
Además, todos hablaban latín y algunos co
nOCÍan el griego y el hebreo.
IHS Cuando los jesuitas se expandieron por
el mundo, aprendieron otras muchas len
guas para comunicarse con aquellos entre
quienes se proponían trabajar. Ello ocurrió
sobre todo al actuar como misioneros. Con
frecuencia, además de aprender esas len
guas, prepararon gramáticas, vocabularios
y otros escritos acerca de ellas. Tal género
de tareas, en el caso de su presencia en tie
rras mexicanas, culminó en la elaboración
de un considerable conjunto de obras en
varias lenguas.
APORTACIONES EN LOS SIGLOS XVIY XVII
Llegados a México en 1572, los jesuitas muy
pronto contaron entre sus miembros a va
rios jóvenes nacidos en el país. Dos de ellos,
oriundos de Texcoco, iban a distinguirse
por las aportaciones que hicieron acerca de
la cultura y la lengua de los pueblos na
huas. Uno fue Juan de Tovar (1540-1623),
que ingresó en la Compañía de Jesús el mis
mo año de 1572. Conocedor del náhuatl, co
menzó a enseñarlo a varios miembros de su
orden. A él se debió también la recopilación
de antiguos documentos en dicha lengua,
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así como un estudio del calendario prehis
pánico. Ayudó además al también jesuita
José de Acosta comunicándole testimonios
indígenas y aclarándole dudas sobre el ori
gen y las formas de transmisión de esos an
tiguos textos indígenas.
IHS El otro texcocano que también se unió a
los jesuitas fue Antonio del Rincón (1555-
1601) . Se ha dicho que era mestizo y que
descendía de la nobleza acolhua. Su apor
tación principal fue su Arte mexicano, pu
blicado en México en 1597. Ese arte o gra
mática del náhuatl fue el primero en que se
atendió a la fonología de dicha lengua.
Además del náhuatl o mexicano, la aten
ción de algunos jesuitas se concentró en el
purépecha y el otomí. En el estudio de esta
última lengua se distinguió el padre Horacio
Carochi (1579-1662), de origen florentino.
Después de residir en el colegio jesuita de
Tepotzotlán, trabajó en 1609 y 1610 como
doctrinero entre los otomíes de San Luis de
la Paz, en Guanajuato. Carochi aprendió ese
idioma con el auxilio de hablantes nativos.
Así pudo preparar un arte y un vocabulario
del otomí. Este último se conserva manus
crito en la Biblioteca Nacional de México en
espera de quien lo publique.
El mismo Carochi, de regreso en Tepot
zotlán, hizo otra aportación que hasta el
presente es muy apreciada, incluso por lin
güistas: su Arte de la lengua mexicana,
publicado en 1645. Siguiendo los pasos de
su maestro, Antonio del Rincón, el floren
tino ahondó en los aspectos fonológicos
Arriba y página sigllienle:
Láminas del libro de
Atanasia Kircher
Oerupvs Aegyptiacvs . ..
Fondo reservado.
Biblioteca Nacional, UNA M .
En la lámina de la página 49,
Atanasia Kircher ofrece una
interpretación cristiana de la cábala.
Derecha:
Lámina del libro de
Atanasia Kirc/¡er Ars Magna
Scienru ...
Impreso en Ámsterdam en 1669.
Fondo reservado.
Biblioteca Nacional, UNA M.
del náhuatl. También se ocupó con parti
cular esmero en la descripción y uso de las
partículas en que abunda dicha lengua. En
su obra adujo como apoyo textos de la an
tigua tradición indígena.
IHS Algo más de un siglo después, en 1759,
otro jesuita, Ignacio Paredes, publicó un
Compendio del arte de la lengua mexicana,
de Carochi. Con ese trabajo y con otros
opúsculos en náhuatl, contribuyó a mante
ner vivo el interés por esta lengua. Otro tes
timonio lo ofreció Francisco Javier Clavije
ro que preparó en su exilio en Italia unas
Reglas de la lengua mexicana. Éstas perma
necieron inéditas hasta que, en 1973 y 1974,
fueron publicadas, primero en versión al
inglés y luego en su original en castellano.
EL ESTUDIO DE LAS LENGUAS INDÍGENAS DEL
NOROESTE NOVOHISPANO
A los jesuitas se debió, desde fines del siglo
XVI hasta su expulsión en 1767, el asenta
miento y la evangelización en el vasto no
roeste novohispano. A ellos hay que atri
buir el conocimiento de la mayor parte de
las lenguas que allí se hablaban. Si Antonio
del Rincón, con su Arte mexicano, y Hora
cio Carochi, con sus artes y vocabularios
del náhuatl y el otomí, dispusieron de tra
bajos de otros que los precedieron, en cam
bio, los jesuitas que estudiaron los idiomas
del noroeste carecieron de todo anteceden
te. Por ello, les fue mucho más difícil inqui-
48
rir acerca de las categorías -léxicas, es
tructurales y fonológicas- de los idiomas
que iban a aprender y describir. En conse
cuencia, tuvieron que aplicar distintas es
trategias. Un ejemplo lo tenemos en la for
ma ingeniosa que adoptó el célebre Eusebio
Francisco Kino entre los indígenas de Ca
lifornia hacia 1685. Quería él encontrar
una palabra que de algún modo expresara
la idea de "resucitar". Para ello, delante de
varios indígenas cochimíes, atrapó una
mosca y la enterró acumulando tierra en
cima de ella. Algunos minutos después re
movió la tierra y dejó que la mosca saliera
y volara. Los indígenas preguntados por
señas qué había ocurrido, pronunciaron a
voces la palabra que pareció a Kino que
podría usarse para hablar de resurrección.
No sabemos de qué medios o artilugios se
valieron otros jesuitas para reunir los voca
bularios y conocer las estructuras gramati
cales de las no pocas lenguas que aprendie
ron. Lo que sí consta es que, en cumplimiento
de lo ordenado por sus superiores, todos se
abocaron al estudio de los idiomas aboríge
nes. y fueron tan numerosas sus aportacio
nes lingüísticas que su sola enunciación es
impresionante. Aquí las presentaré en forma
sumaria, distribuidas según las regiones en
que se hablaban las lenguas.
EN LA PROVINCIA DE SINALOA
Con este nombre se designó al territorio
del actual estado de Sinaloa y también al
gunas zonas adyacentes. Los jesuitas en
traron allí por primera vez en 1591 tenien-
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La Chille IlIUtil ré ...
Fondo f(':lerrado.
Biblio/t,I' (/ S(/,·irlllll/. r.u.\/.
superior al
padre Gonza
lo de Tapia, que
tres años después fue
asesinado por indígenas re
beldes. Uno de sus acompañantes,
el padre Martín Pérez, fue el primero que
se interesó en aprender la principal lengua
que allí se hablaba, conocida como tehue o
tahueco. Se debió además al padre Her
nando de Villafañe, que trabajó entre los
guazaves, una temprana Arte de esa len
gua, concluida a fmes del siglo XVI. Fue
ésta la primera aportación lingüística de
los jesuitas en el norte de México. Quienes
avanzaron más hacia el septentrión entra
ron en contacto con hablantes de algunas
de las lenguas de la familia cahíta que
abarcaba al mayo, guarojío, yaqui y otras.
Como lo percibió el también jesuita, más
tarde exiliado, Lorenzo Hervás y Panduro,
en su Catálogo de la lengua de las naciones
conocidas (1817), dichos idiomas están em
parentados entre sí y también, más remo
tamente, con el náhuatl.
IHS Quienes laboraban entre grupos cahítas,
aprendieron sus lenguas y, sobre la base de
los apuntes que escribieron acerca de ellas,
elaboraron artes y vocabularios. El misio
nero Tommaso Basilio sacó a la luz un Ar
te de la lengua cahíta, conforme a las re
glas de muchos peritos en ella (México,
1737). Como su título lo expresa, el padre
Basilio aprovechó "las reglas" debidas a
otros conocedores de esa lengua que abar
ca las variantes del mayo y otras.
~ El mismo año aparecieron un Catecismo
y un Manual para administrar los sacramen
tos en la misma lengua debidos al jesuita Pa
blo González. Estas obras fueron publicadas
de nuevo en 1890. El interés por la lengua
cahíta, lejos de disminuir, se ha manifestado
en otros trabajos como el del padre Andrés
Lionnet, Los elementos de la lengua cahíta,
publicado por la UNAM en 1977.
IHS Dato muy interesante es el registrado por
el padre Bernardo de Mercado acerca de la
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pre
sencia
de hablan
tes de náhuatl
en varios lugares de
Sinaloa. Pudo preparar así un
Arte de la lengua mexicana según el dialecto
que usan los indios del sur de Sinaloa (1763) .
EN EL Ál\fBITO DE LA SIERRA MADRE
En la que puede describirse como meseta
del norte, limitada al poniente por las altas
cumbres de la Sierra Madre, vivían nume
rosos grupos indígenas. Entre ellos estaban
los chínipas, tubares, tepehuanes, guaza
pares, guarojíos y, más al norte, los tara hu
maras. Allí entraron los jesuitas a partir de
1601. Preocupación suya fue la de aprender
esas lenguas, todas del tronco yuto-azteca,
pero considerablemente diferentes entre sí.
lHs Trabajo pionero fue el del padre Juan
Fonte, Arte y vocabulario de la lengua te
pehuana (1615); a su vez, Jerónimo Figue
roa elaboró gramáticas y vocabularios del
tepehuán y el tarahumara. Con base en ta
les escritos, publicaron Thomas de Guada
lajara su Comprendio del arte de la lengua
de los tarahumaras (Puebla, 1683) y Benito
Reinaldini su Arte para aprender la lengua
tepehuana y tarahumara (1743) . Es intere
sante señalar que Reinaldini notó seme
janzas entre estas lenguas y otras del gru
po pima.
IHS Siguieron produciéndose trabajos lingüís
ticos sobre estos idiomas, varios fruto de
una admirable penetración en sus secretos.
"Coatlicue".
Lámina del libro de Francisco
Javier Clavijero Historia antigua
de México,1824.
Biblioteca Palafoxiana, Puebla.
~sí, Agustín Roa, Leonardo Gassó y Miguel
Tallechea prepararon otras gramáticas.
Iffi Ya en el siglo xx, cuando regresaron los
jesuitas a sus antiguas misiones de la Tara
humara, prosiguieron en sus empresas diri
gidas al conocimiento de dicha lengua. Ejem
plos de esto son las aportaciones de José
Ferrero y las muy valiosas de David Bram
bila y Andrés Lionnet.
-/'" Cabe recordar que, en el siglo XVIII, los
jesuitas penetraron en la región que se lla
mó :'el Gran Nayar", que había permanecido
aislada. Allí laboraron sobre todo entre los
coras. El padre José de Ortega publicó una
Doctrina cristiana, oraciones, confesionario
y vocabulario de la lengua cora (1729).
LA REGIÓN DE SONORA
Lo aportado por los jesuitas sobre las len
guas de la familia cahíta fue aprovechado
por quienes actuaron como misioneros en
tre los grupos yaquis. Además prepararon
otras gramáticas y vocabularios de varias
lenguas habladas en distintos lugares de
Sonora como las Pimerías, Baja y Alta.
Iffi Una es la que describe la estructura y el
léxico del heve o eudeva, cuyos hablantes
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vivían situados entre los névomes (pi mas
bajos) y los ópatas (pi mas altos), idiomas
que tenían afmidad. Probable autor de esa
aportación fue el jesuita Bartolomé Casta
ño. Lo había precedido en esto Martín de
Azpilcueta con su Arte y vocabulario en
lengua ópata, entre 1629 y 1637.
IIiS A Baltasar Loaysa se debió, hacia 1650,
una gramática y vocabulario del idioma né
vome. Y al padre Natal Lombardo el Arte de la
lengua tehüima, vulgarmente llamada ópata
(1762). El mismo Loaysa dio a la imprenta al
gunos otros opúsculos en dicha lengua.
E ¡ LA PENÍNSULA DE CALIFORNIA
Después de muchos intentos fallidos, los je
suitas lograron establecer fundaciones misio
nales en California. Ello ocurrió gracias a los
esfuerzos de Eusebio Francisco Kino y Juan
María de Salvatierra en 1697. Varios eran las
lenguas y los dialectos que allí se hablaban.
Dos de estas lenguas, las de los habitantes de
la parte sur de la península, eran la pericú y
la guaycura. Al norte de la misión de Loreto
tenía vigencia la que se conoció como cochi
mí que, en varias formas dialectales, se ex
tendía hacia el septentrión peninsular.
.f. . T -LlV'.T
"El grande templo de México".
Lámina del libro de Francisco
Ja llier Clavijero Historia antigua
de México,1824.
Biblioteca Palafoxiana. Puebla ..
"" Los jesuitas emprendieron el estudio de
esas lenguas. Se conservan esquemas gra
maticales sobre el guaycura, del sur pe
ninsular, y el cochimí, del centro y norte.
El referente al guaycura se debe al padre
Juan Jacobo Baegert, antiguo misionero
en San Luis Gonzaga Chiriyaqui. El tocan
te al cochimí fue preparado por Miguel del
Barco, de la misión de San Xavier Viggé
Biaundó, y quedó incluido en su crónica
sobre las misiones californianas. Existen
asimismo algunos otros testimonios sobre
estas lenguas y la pericú, del extremo sur.
Es verosímil que, al salir expulsos en 1767,
los jesuitas, dejaran en sus misiones otros
apuntes y aun gramáticas y vocabularios
de dichas lenguas.
TESORO LINGüíSTICO
Las aportaciones de los jesuitas, tanto las
realizadas acerca del náhuatl y el otomí de
la región central de México, como sobre el
gran conjunto de lenguas del noroeste de
México, integran un auténtico tesoro en el
campo de la lingüística. Varias de ellas
53
mantienen incluso vigencia como instru
mentos para acercarse a grupos sobrevi
vientes, entre ellos los tepehuanes, coras,
mayas, yaquis y tarahumaras.
"" Los jesuitas contemporáneos conservan
en cierto grado este interés. Una muestra
la ofrece la Gramática tzeltal y la versión
de la Biblia a esa lengua de Chiapas, debi
das al padre Eugenio Maurer y sus colabo
radores. De los no pocos méritos de los je
suitas, en campos como los de la educación,
la historia, el arte, la cartografía y diver
sas ciencias, sobresale éste acerca de un
aspecto fundamental en el ser de México:
su realidad plurilingüística y pluricultu
ral. •••
MIGUEL LEÓN-PORTILLA es filósofo y escritor. Diri
gió el Instituto de Investigaciones Históricas de la
UNAM. Es consejero de las academias mexicanas de la
Lengua, de Ciencias y de la Historia, de la Sociedad
Mexicana de Antropología, y es miembro de El Cole
gio Nacional. Merecedor de múltiples distinciones,
ha escrito más de una treintena de libros e innume
rables artículos.