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1 I MUJER DE NOBLE CUNA ¡Agua de la fuente del Avellano! Con el típico acento andaluz vocea el aguador al lado del borrico que lleva los cántaros. Ha despuntado un día espléndido. El cielo está profundamente azul y el sol se levanta sin esfuerzo dorando la vega ancha y feraz. Aún quedan vetas blancas en Sierra Nevada, la gran mole que sirve de telón de fondo y que se dilata festoneando el horizonte con un cinturón de montañas que palidecen en la lejanía. Granada, mañana de agosto de 1847. En la falda y al pie de las colinas «La Roja» y la del Albayzín se extiende su caserío enjalbegado, sus calles estrechas y melladas en las que alternan las modestas viviendas con las piedras nobles de las mansiones señoriales e iglesias. La primera de las citadas elevaciones aparece coronada por las murallas y torreones de la Alhambra, cobrizo y desmoronado cerco de lo que fue el suntuoso complejo nazarita. Después de siglos de abandono, las hiedras, arrayanes, madreselvas y zarzamoras, lo invaden todo en completa anarquía. Y entre ambas colinas se desliza el Darro, impaciente por tributar al Genil su escaso caudal. Aún hay algunos buscadores de pepitas de oro escudriñando sus arenas. Con ritmo lento se incorpora a su diario quehacer la pequeña capital provinciana. Los neveros que bajaron de la Sierra antes del alba, reparten la nieve entre sus parroquianos, gentes principales que se pueden permitir ese lujo. Carros y bestias, con los serones repletos, se dirigen al mercado para vender los productos de la huerta. Allá van también mujeres del campo con cestas de huevos y aves de corral. Se colocan los puestos callejeros y un concierto de saludos, ofertas, demandas y pregones, animan progresivamente la mañana. El leñador brinda sus servicios, sus botijos el alfarero, la gitana canastos de mimbre. Canta la moza barriendo el zaguán, martillea con garbo el herrero y el ciego pide limosna al compás de un romance monótono. Crece el bullicio. Cascabelean algunos coches de caballos al rodar por el empedrado. Nuestra Señora de las Angustias es la entrañable patrona de los granadinos. Siempre tiene cirios, flores y devotos de toda clase y condición a sus pies. Los años vienen malos para todos. Los ricos casi siempre escapan bien, pero ¿y los pobres? ¡Y los pobres son tantos!... Falta trabajo, sobran brazos. Los pequeños hortelanos se esfuerzan en el cultivo de la tierra, pero cuando están en sazón los frutos penosamente logrados, todas las huertas han madurado a un tiempo y es difícil la venta. No vale la pena matarse trabajando. Sin embargo continúan en el surco con paciencia ¡qué remedio! La soberana Madre de las Angustias se sabe estas penas de memoria. Muy cerca de su basílica se encuentra una calle estrecha y corta que se llama Nicuesa. Señalada entonces con el número 3 -y más tarde con el 5- hay una casa señorial de sobria fachada, con tres plantas y sótano; ventanas enrejadas en la planta y balcones en el piso superior; puerta para el coche y caballerías. Al trasponer el cancel se siente el frescor del patio enlosado de mármol blanco, con sus columnas grises de Sierra Elvira y aljibe en el centro. Las macetas despiden un grato olor a tierra mojada. Bajo el porche, a la derecha, una pileta imprime cierto sabor colonial así como la escalera de acceso a los pisos. La segunda puerta del a planta baja, a mano derecha, es una alcoba italiana donde se encuentra una joven madre contemplando a su primogénita que mece entre sus brazos. Es ella doña María Emilia de Zayas-Fernández de Córdoba y de la Vega, señora de treinta y dos años, mediana estatura, cabellos castaños, ojos garzos, rostro delicado con un gracioso hoyuelo en la mejilla. Todo en su porte delata la nobleza de su familia que entronca con El Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, vencedor de Ceriñola y Garrellano. Pero en estos momentos ni su alta alcurnia, ni sus posesiones, ni nada debajo del cielo, le parece tan grande como aquella niña menuda y frágil que frunce sus labios y aprieta sus puños diminutos. - Joaquín - llama doña Emilia -, Joaquín, ven a ver a tu hija. Don Joaquín se acerca a su mujer pero apenas se fija en la nena. - Joaquín, mírala... El interpelado no disimula un gesto de contrariedad: - ¡Pero es niña!

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I MUJER DE NOBLE CUNA

¡Agua de la fuente del Avellano! Con el típico acento andaluz vocea el aguador al lado del borrico que lleva los cántaros. Ha despuntado un día espléndido. El cielo está profundamente azul y el sol se levanta sin esfuerzo dorando la vega ancha y feraz. Aún quedan vetas blancas en Sierra Nevada, la gran mole que sirve de telón de fondo y que se dilata festoneando el horizonte con un cinturón de montañas que palidecen en la lejanía. Granada, mañana de agosto de 1847. En la falda y al pie de las colinas «La Roja» y la del Albayzín se extiende su caserío enjalbegado, sus calles estrechas y melladas en las que alternan las modestas viviendas con las piedras nobles de las mansiones señoriales e iglesias. La primera de las citadas elevaciones aparece coronada por las murallas y torreones de la Alhambra, cobrizo y desmoronado cerco de lo que fue el suntuoso complejo nazarita. Después de siglos de abandono, las hiedras, arrayanes, madreselvas y zarzamoras, lo invaden todo en completa anarquía. Y entre ambas colinas se desliza el Darro, impaciente por tributar al Genil su escaso caudal. Aún hay algunos buscadores de pepitas de oro escudriñando sus arenas. Con ritmo lento se incorpora a su diario quehacer la pequeña capital provinciana. Los neveros que bajaron de la Sierra antes del alba, reparten la nieve entre sus parroquianos, gentes principales que se pueden permitir ese lujo. Carros y bestias, con los serones repletos, se dirigen al mercado para vender los productos de la huerta. Allá van también mujeres del campo con cestas de huevos y aves de corral. Se colocan los puestos callejeros y un concierto de saludos, ofertas, demandas y pregones, animan progresivamente la mañana. El leñador brinda sus servicios, sus botijos el alfarero, la gitana canastos de mimbre. Canta la moza barriendo el zaguán, martillea con garbo el herrero y el ciego pide limosna al compás de un romance monótono. Crece el bullicio. Cascabelean algunos coches de caballos al rodar por el empedrado. Nuestra Señora de las Angustias es la entrañable patrona de los granadinos. Siempre tiene cirios, flores y devotos de toda clase y condición a sus pies. Los años vienen malos para todos. Los ricos casi siempre escapan bien, pero ¿y los pobres? ¡Y los pobres son tantos!... Falta trabajo, sobran brazos. Los pequeños hortelanos se esfuerzan en el cultivo de la tierra, pero cuando están en sazón los frutos penosamente logrados, todas las huertas han madurado a un tiempo y es difícil la venta. No vale la pena matarse trabajando. Sin embargo continúan en el surco con paciencia ¡qué remedio! La soberana Madre de las Angustias se sabe estas penas de memoria. Muy cerca de su basílica se encuentra una calle estrecha y corta que se llama Nicuesa. Señalada entonces con el número 3 -y más tarde con el 5- hay una casa señorial de sobria fachada, con tres plantas y sótano; ventanas enrejadas en la planta y balcones en el piso superior; puerta para el coche y caballerías. Al trasponer el cancel se siente el frescor del patio enlosado de mármol blanco, con sus columnas grises de Sierra Elvira y aljibe en el centro. Las macetas despiden un grato olor a tierra mojada. Bajo el porche, a la derecha, una pileta imprime cierto sabor colonial así como la escalera de acceso a los pisos. La segunda puerta del a planta baja, a mano derecha, es una alcoba italiana donde se encuentra una joven madre contemplando a su primogénita que mece entre sus brazos. Es ella doña María Emilia de Zayas-Fernández de Córdoba y de la Vega, señora de treinta y dos años, mediana estatura, cabellos castaños, ojos garzos, rostro delicado con un gracioso hoyuelo en la mejilla. Todo en su porte delata la nobleza de su familia que entronca con El Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, vencedor de Ceriñola y Garrellano. Pero en estos momentos ni su alta alcurnia, ni sus posesiones, ni nada debajo del cielo, le parece tan grande como aquella niña menuda y frágil que frunce sus labios y aprieta sus puños diminutos. - Joaquín - llama doña Emilia -, Joaquín, ven a ver a tu hija. Don Joaquín se acerca a su mujer pero apenas se fija en la nena. - Joaquín, mírala... El interpelado no disimula un gesto de contrariedad: - ¡Pero es niña!

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- Es tu hija... Queda desarmado ante el temblor de una mirada suplicante. El problema no tardará en resolverse. Joaquín Riquelme y Gómez es a la sazón coronel de caballería. Alto, delgado, rubio, todo nervio, energía y espontaneidad. Romántico, amigo de la paz y de la intimidad hogareña. Descendiente de hidalgos terratenientes. Había heredado grandes posesiones y, sobre todo, nobleza de corazón, arraigadas convicciones religiosas y apasionado amor a la patria. Nació en Granada el 19 de agosto de 1812, año de la célebre constitución de Cádiz y durante la invasión francesa, pródiga en violencias, muertes y saqueos. Nadie olvidaría en muchos años la víspera del día en que las tropas napoleónicas emprendieron la retirada de la ciudad. El niño fue echando los dientes en un pueblo dolido y maltrecho. Los mayores relatan con todo lujo de detalles la heroica resistencia que ofrecieron a los franceses las distintas capitales españolas que, como la propia Granada, tuvieron que sucumbir y sufrir la profanación de iglesias y conventos que fueron despojados de obras artísticas de valor incalculable. Ve los lugares sagrados convertidos en cuadras y almacenes; la tumba de El Gran Capitán violada con especial saña, expoliada la espada del héroe, aquella espada cuya cruz, manzana y empuñadura, era de oro y plata labrada a martillo. La torre del monasterio de los Jerónimos, cuyo campanario era de las mejores músicas de la ciudad que muchas catedrales no lo tienen tal, había quedado truncada como bandera a media asta en luto solemne por tantos desmanes como se habían cometido. No es maravilla, pues, que Joaquín Riquelme ingresara como cadete en el Colegio General Militar el primero de octubre de 1825, o sea, apenas cumplidos los trece años. Luego le sigue su hermano José Luis, familiarmente Pepe, que había de figurar entre los ilustres militares de su tiempo. Los dos hermanos se entregan de lleno a su profesión por la que sienten una verdadera devoción, casi un culto. Los vaivenes de la vida política pronto les van a presentar una buena ocasión para demostrarlo. A la muerte de Fernando VII, su hermano Carlos se considera legítimo heredero según la ley de sucesión que había sido recientemente abolida por el finado rey y no reconoce los derechos al trono de Isabel, la primogénita de Fernando. Esta cuestión origina las guerras carlistas, una de las grandes desventuras que afligen a España en el siglo XIX. Joaquín Riquelme es un bisoño teniente de la Guardia Real de Infantería. Forma parte de la selección de aquellos jóvenes reclutados entre la nobleza, según el proyecto del general Zambrano, para ser sometidos a una rigurosa disciplina con el fin de formar un cuerpo de incondicionales defensores del poder constituido. Eran los fieles liberales moderados, opuestos a los «doceañistas», como se llamaban los adictos a la constitución de Cádiz, y, por supuesto, a los «apostólicos» o partidarios de don Carlos. Educado, pues, en las más puras máximas del honor militar, y consecuente con esta formación, Riquelme defiende a María Cristina de Borbón, la reina gobernadora, y después a su hija, «la inocente Isabel», ambas aureoladas de un tono sentimental de fragilidad por ser mujeres, impotentes para superar el mar de intrigas que minan buena parte del siglo. En octubre de 1833, en pleno Romanticismo, sugestiva causa para un romántico como nuestro teniente, que forma con las tropas que acuden a sofocar las sublevaciones de los realistas castellanos. Participa más tarde en las célebres acciones de guerra de Bilbao, Guernica y otras localidades vascongadas. En los valles de Navarra y lugares de la Cuenca de Pamplona pelea contra las partidas de voluntarios capitaneadas por el insigne estratega Zumalacárregui. Colabora en la persecución de destacados cabecillas carlistas y toma parte de la célebre batalla de Mendigorría, que se libra en esta villa de Navarra, el 16 de julio de 1835. Por su heroísmo es galardonado con la Cruz Laureada de San Fernando de primera clase. No es una condecoración fácilmente lograda ya que ambos contendientes rivalizaron en valentía. La posteridad había de admirar el temple con que soportaban el sinfín de penalidades que implicaba en aquel tiempo una guerra civil. Comarcas enteras vacías de hombres sacrificados a la respectiva causa. El Convenio de Vergara, que en 1840 parecía haber zanjado el litigio, apenas significó una tregua de paz para las armas. El pleito dinástico e ideológico había de rebrotar con distinta intensidad en varias ocasiones.

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Joaquín Riquelme tiene veintiocho años cuando es ascendido a teniente coronel de infantería. Lo destinan a África donde restituye a la obediencia del gobierno la guarnición de Alhucemas. Más tarde, como subordinado del general Narváez, interviene en la pacificación de Madrid. En 1844 es nombrado jefe del estado mayor de las tropas que parten de la capital de España para sofocar la rebelión de Cartagena y vuelve ascendido a coronel de caballería, con cuya graduación va destinado a la capitanía general de Granada. Al fin regresa a su tierra después de diez años de continua agitación, honrado y satisfecho porque ha defendido sus ideales. Tal ha sido su dedicación a las armas que a los treinta y cuatro años no ha tenido tiempo de enamorarse como les ocurre a muchos de sus compañeros. Menos mal que las damas casaderas esperan con paciencia y se muestran muy sensibles a los relatos triunfalistas de sus posibles pretendientes. El capitán Riquelme registra en su haber una brillante hoja de servicios; a ver si ahora, en su destino de Granada, toma en serio esos otros asuntos. En las tertulias de la buena sociedad granadina conoce y galantea a la hermana de su amigo, el coronel de caballería Joaquín Zayas-Fernández de Córdoba y de la Vega. Se llama María Emilia y son sus padres los hidalgos don Mariano Zayas-Fernández de Córdoba y Atienza y doña María del Rosario de la Vega y Díaz de Lara. Reúne todas las prendas que el bizarro capitán pueda apetecer: es bonita, recatada, hacendosa; si habla el francés con perfección y traduce el italiano, también sabe hacer bolillos y dirigir los menesteres de su casa. Se le han presentado muy ventajosos partidos, pero prefiere aguardar al rubio y apuesto coronel. Cuando se hace público su compromiso matrimonial, ella tiene treinta y un años y él los treinta y cuatro. Fijan la fecha del enlace para el 11 de octubre de 1846, justamente al siguiente día de las bodas reales. En efecto, el 10, en la basílica de Atocha, en Madrid, en una misma ceremonia, Isabel II se casa con su primo don Francisco de Asís y su hermana María Luisa Fernanda con el duque de Montpensier, Antonio de Orleans. En una Granada de veinticinco mil almas ocurrían pocas cosas tan notables como el casamiento Riquelme-Zayas. Lamentablemente las clases sociales presentan unas brutales diferencias y a los de abajo no les es permitido otro lujo que agolparse junto a la parroquia del Sagrario para contemplar los coches de charol tirados por lustrosas caballerías con sus arreos de gala, los uniformes militares guarnecidos de entorchados, bandas, medallas y galones; los miriñaques de moaré y terciopelo recamados de abalorios y relieves de canutillo; los plisados, blondas, aderezos de brillantes, flores... Los recién casados, después de ser agasajados por sus parientes y amigos, van a vivir a la casa de la Carrera del Genil, junto a la Virgen de las Angustias, confortable hogar que los padres de la novia les habían preparado como regalo de boda. El primer eclipse de su luna de miel se va a producir enseguida. En Portugal existen conflictos de tipo sucesorio e ideológico paralelos a los de España. Nuestros isabelinos y carlistas hacen causa común con los partidarios de don Pedro IV, I de Brasil, y don Miguel de Braganza, respectivamente. Cada uno de los bandos, liberal el primero y absolutista el segundo, denuncia la ayuda que su adversario presta a los de su cuerda. Con pretexto del apoyo que los miguelistas portugueses dispensarán a los carlistas españoles, Isabel II acude con sus ejércitos para afirmar en el trono lusitano a doña María de la Gloria II, hija de Pedro IV, apoyando así la tendencia liberal. En realidad, los golpes asestados contra doña María de la Gloria alcanzan también a la soberana española. Y don Joaquín Riquelme marcha nuevamente a la guerra dejando a su esposa encinta de meses mayores. El 11 de mayo de 1847 figura, así como su hermano José Luis, en la expedición movilizada por Rodil junto a las frontera portuguesa. Participa en las operaciones que dirige el general Manuel Gutiérrez de la Concha y en el sitio de Oporto en que los miguelistas ofrecen dura resistencia. El 29 de junio del mismo año se rinde la plaza y tiene lugar la Convención Gamido. Los hermanos Riquelme son ascendidos y condecorados. Joaquín recibe la Cruz de Comendador de la Orden portuguesa de San Benito de Avis y es promovido a coronel de caballería. Apenas se lo permiten sus deberes, vuelve a Granada donde su esposa lo espera con la mayor impaciencia. Doña Emilia se ha trasladado a la casa de sus padres a fin de que doña Rosario pueda dedicarle con más comodidad sus cuidados maternales cuando llegue la hora del alumbramiento.

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Nace la primogénita a las diez y media de la mañana del jueves 5 de agosto de 1847, bajo el pontificado de Pío IX y el reinado de Isabel II, en un día caluroso en que el sol brilla sobre la vega granadina. La Iglesia celebra la festividad de Nuestra Señora de las Nieves, evocación de una piadosa leyenda romana según la cual la Virgen, en medio de los ardores estivales, delimitó por medio de una gran nevada el lugar preciso donde un acaudalado matrimonio debía erigir un templo en su honor. Un copo de nieve blanca parece también esta niña, un regalo de la Señora en el primer jueves de agosto. A los dos días, primer sábado, se celebra el bautizo en la iglesia del Sagrario donde se habían casado los padres, templo metropolitano de Granada y castrense de la ciudad. La historia de España se hace líquida en este lugar, emplazamiento de la mezquita real de la Medina mora en que los reyes musulmanes cumplían sus devociones. Allí se levantó la catedral cristiana después de la reconquista. La Y y la F, iniciales de Isabel y Fernando, alternan en los floridos encajes de las cresterías de piedra. El baptisterio lo preside el Bautismo de Jesús, hermoso lienzo de Antonio Jurado. La pila de mármol blanco exibe primorosos labrados del siglo XVI. Allí, sobre las tumbas de los Reyes Católicos. De tejas abajo todo es significativo y sugerente en grado sumo. ... Se le puso el nombre de María, Emilia, Joaquina, Rosario, Josefa, Nieves de la Santísima Trinidad...1 La retahíla de nombres rinde el debido tributo a los padres y abuelas materna y paterna y, finalmente, al Santo del día y al Dios uno y trino a quien se consagre en Cristo la recién bautizada. ... Y fue su padrino el Sr. Coronel D. Joaquín Zayas de la Vega, Primer Comandante del Cuerpo de E.M., Caballero del hábito de Santiago, y a su nombre la tuvo en la pila su hermano D. Mariano Zayas, y testigos, el doctor D. José Zayas Fernández de Córdoba, D. Manuel Díaz y D. Manuel Zayas de la Vega, vecino de ésta... ...Abuelos paternos. D. Agustín Riquelme, natural de la villa de Higuera Real, diócesis de Badajoz, Oidor que fue de esta cancillería, y Doña Josefa Gómez, natural de la ciudad de Manila en Filipinas...2 El escribano apunta en su pliego nombres y más nombres, que esto se acostumbra en los bautizados de gente de sangre azul. Sin embargo el mayor título de nobleza es el que nos recuerda al cuadro de Jurado: Éste es mi Hijo muy amado... Aparentemente nada ha cambiado en la criatura que acaba de nacer, pero el cielo entero se ha descolgado sobre ella: el Padre para llamarla «hija»; el Hijo para injertarla en el chorro vivificante de su sangre; el Espíritu para invadirla como morada. Ser cristiano no es un título nobiliario cualquiera, sino ser introducidos realmente en la familia de Dios. Y esto como en el bautismo de cualquier gitanillo del Sacromonte. Sorprende bastante que Joaquín Riquelme desde el primer momento no lograra controlar su disgusto por el nacimiento de la niña. Ignoraba que su hija había de registrar en el corazón su tibia acogida y que diría muchos años más tarde: Gracias a Dios, siempre he padecido: comencé a sufrir en la cuna; mi padre, que tan bueno era, llevó una decepción con mi nacimiento; él quería un niño y así no me recibió muy bien; mi pobre madre también sufrió...3 El grano de trigo ha de pudrirse bajo la tierra para que brote la espiga. La nueva dimensión cristiana potencia misteriosamente el sufrimiento para que, trenzado con la fe y el amor, nos sumerja en la pasión de Cristo y florezca en la pascua. Emilia Riquelme ha recibido la gracia de entenderlo. Nuestro Señor me hace conocer claramente es la vida para sufrir y ganar el cielo; quien crea otra cosa es un tonto soñador...4 La vida es un pequeñito Calvario para todos los nacidos; es preciso subirlo con gusto y así nacerán

1 A. ARDERIU, Apuntes biográficos de la Reverendísima Madre María de Jesús, fundadora de la Congregación de Misioneras del

Santísimo Sacramento y María Inmaculada. Editor F. González Rojas. Barcelona 1942, p. 16. 2 A. ARDERIU, o.c. (nota 1), p. 16. 3 A. ARDERIU, o.c. (nota 1), p. 17. 4 Carta de Emilia Riquelme desde Roma el 8 de agosto de 1927 (en esta fecha no consta ninguna carta en el libro)

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luego flores eternas y fragantes que recreen a Nuestro Señor5. Sufrir y callar es el gran camino para la santidad...6 Lo mejor de este mundo es el padecer por Dios7. La desazón de Riquelme es como tormenta de verano que en seguida pasa. La misma Emilia nos lo contará: ... Como era tanta la bondad de mi padre y quería a mi madre con delirio, se fue contentando y queriéndome cada vez más8. No podía ocurrir de otra manera porque don Joaquín era un hombre bueno de verdad. Pecó de impaciente; había soñado con un hijo varón que perdurara su apellido y se señalara en el servicio de la Patria. Y nació una niña. En muy distinto campo, desde luego, esta niña lucharía contra formidables enemigos, reclutaría seguidores, conquistaría pingües botines, mantendría enhiesta siempre la bandera que por especial designio de Dios le fuera confiada. En fin, no defraudaría las ilusiones de su padre, antes bien, siendo mujer y muy mujer, sin haberlo deseado ni habérselo propuesto, llegaría a ser la figura más relevante de los Riquelme. Si don Joaquín lo hubiera sabido... Pero los hombres nunca podemos saber tantas cosas.

5 ñ C y R - 1 6 Carta de Emilia Riquelme desde Roma el 24 de noviembre de 1927 (no confiere) 7 o PP. Máximas y Pensamientos de la Reverendísima Madre María de Jesús Riquelme, fundadora de la Congregación de Religiosas Misioneras del santísimo Sacramento y María Inmaculada. 1ª edición, Imp. Diagonal – Rosellón, 626, Barcelona, 1946, p. 56 8 M. Amada Arderiu, APUNTES BIOGRÁFICOS DE LA REVERENDÍSIMA MADRE MARÍA DE JESÚS, FUNDADORA DE LA CONGREGACIÓN DE MISIONERAS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y MARÍA INMACULADA. Editor F. González Rojas. Barcelona, 1942 (pág. 17).

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II CENTINELA ALERTA

Apenas llevan seis años de casados y ya tienen mucha historia que contar. La profesión de don Joaquín los implica en las convulsiones políticas que van sucediéndose. Hemos visto que el 5 de agosto se ilumina su hogar con la sonrisa del primer vástago; pues bien, el 18 del mismo mes Riquelme es destinado al estado mayor de la capitanía de Granada. ¿Albricias? Al mes siguiente es promovido a la jefatura del estado mayor de la capitanía general de Burgos. Y en noviembre a la secretaría de la dirección general del cuerpo del estado mayor de Madrid. Sale la cuenta a destino por mes. En unas circunstancias tan especiales como las que atraviesa el país, los ascensos de los miembros del ejército, los traslados, e incluso el tránsito de uno a otro cuerpo, están a la orden del día. La pobre doña Emilia no gana para sobresaltos. Corren malos tiempos para España. El siglo entero es un rosario de espinas con escasas rosas. Empieza con la guerra de la independencia: sigue la emancipación de los países americanos; las guerras carlistas, las del norte de África. Dos desamortizaciones, una en 1836 y otra en 1855, despojan a la Iglesia española de cuantiosos bienes. El expolio es tan mal administrado que no mejora la situación de los campesinos pobres y sólo enriquece a los grandes potentados más la consiguiente ruptura con la Santa Sede. El espíritu de la revolución francesa ha prendido en España y sobreviene el violento choque entre la nueva ideología y los criterios ancestrales; la transición del absolutismo hacia el liberalismo no se realiza sin grave quebranto. No encuentran cauce adecuado las inquietudes suscitadas en pro del proletariado. El partido progresista es el que avanza más rápidamente hacia la democracia; el partido moderado reconoce la primacía del tronco y tiende a limitar la participación de las cortes. Las sociedades secretas manipulan impunemente a río revuelto. Unos defienden la corona, otros la impugnan, y se valen del ejército para hundir al de enfrente. Es el siglo de las constituciones, de los pronunciamientos, de las represalias, del vaivén de exiliados que solían ser los vencidos en el levantamiento de turno. Prolifera el anarquismo; los sistemas republicano y socialista toman un cariz acatólico; la doctrina comunista se va difundiendo entre las masas. Es el siglo de las terribles epidemias, del éxodo del campo a la ciudad, de las crisis laborales, del paro obrero, del hambre, que paradójicamente acompaña al desarrollo industrial. El 26 de marzo de 1848 - año del primer «ferro-carril» Barcelona-Mataró - Joaquín Riquelme se encuentra de servicio en el palacio real de Madrid a las órdenes del barón de Meoz. Aquella noche se produce la primera intentona republicana en la capital y es seguida de grandes sublevaciones en Barcelona, Valencia y otras localidades. Agravan la situación los ataques de los carlistas que luchan por elevar al trono al conde de Montemolín, sucesor de don Carlos, el rival de Isabel II. El primer conato republicano es dominado por la rápida intervención del general Narváez, político moderado a quien la Reina había confiado el gobierno. Riquelme defiende con ardor a la soberana prematuramente coronada, desacertadamente desposada y cuya función excedía con mucho a sus posibilidades. Riquelme es, ni más ni menos, un hombre leal que lucha por la prosperidad de la Patria. Su conciencia insobornable se mantiene por encima de las fluctuaciones y claudicaciones de los de arriba y de los de abajo. Ante todo se siente cristiano. Su hija, andando el tiempo, pudo decir de él que se preciaba mucho más del honor de ser Horquillero Mayor de la Virgen de las Angustias que de sus condecoraciones militares. Como buen cristiano y auténtico español, cifró sus anhelos en morir defendiendo el Pontificado9. Riquelme también alimenta otra gran ilusión que renace con fuerza cuando su esposa nuevamente se traslada a la casa de su madre. Va a tener otro hijo. ¡Dios santo, que sea niño para que su padre se siente feliz! Y es niño. En Granada florece la primavera. Ha nacido el 3 de abril de 1849, a las cuatro y siete minutos de la tarde. Al día siguiente es bautizado en la parroquia del Sagrario, como su hermana. Es madrina la abuela materna, doña Rosario, y le pone los nombres de Joaquín, María, Mariano, Agustín, Ulpiano, Pancracio, Francisco de Paula de la Santísima Trinidad. Para evitar equivocaciones lo llamarán Joaquinillo.

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Don Joaquín hubo de continuar en Madrid como jefe de E.M. interino en la capitanía general del L.N., a las órdenes del general Bicton y conde Mirasol. A doña Emilia le esperaban en la Villa y Corte infinitas horas de ansiedad. Cuando las obligaciones retienen a don Joaquín lejos de su lado, se intercambian breves esquelas para comunicarse las noticias más importantes. Lo más importante para ellos son los insignificantes pormenores de la vida familiar como éste que explica doña Emilia con su serena y bella caligrafía: la chiquitina rezando sin cesar por tí; te busca y llama y me hace unas preguntas con tanto juicio y formalidad que quedo admirada10. Riquelme debió sonreír imaginándose el cuadro: la madre enseñando a rezar a su pequeña por el papá ausente. La niña preguntando por él y balbuciendo una oración. Halagador y maravilloso. Y no digamos cómo comparten su preocupación ante las indisposiciones de los niños. La madre escribe refiriéndose a Emilita: el médico me ha dicho que la niña sólo tiene un sarampión bastante intenso, pero sin ningún síntoma alarmante, la encuentra bastante irritada y ha suspendido la amapola y que sólo se la dé malvas y la substancia de pan. Ha tenido un ratito y ha tomado una poca de agua de malvas y ahora probaré a darle la substancia. En este momento descansa un poquito y no quiero incomodarla. Coll vendrá esta tarde. Lo que toma el ángel mío es con mucho trabajo y teniendo que suspenderlo por las náuseas11. Riquelme debe estar agobiado de trabajo porque en la misma esquela de su mujer añade: gracias te doy por las noticias, porque estaba con cuidado12. Deliciosos estos billetes plegados, amarillos por el tiempo, que pasaron del secreter de la madre al bolsillo de la guerrera del padre, para volver a manos de la esposa en un trasiego de inquietudes y cariño cuyo punto de convergencia es la pequeña Emilita. Ésta guardó con devoción filial unas reliquias tan sabrosas para su corazón. La primogénita recibe con alegría al bebé y adopta para con él una actitud de madrecita, aprendiendo a renunciar a sus inocentes caprichos a trueque de tenerlo contento. El niño crece vigoroso y en cambio Emilita acusa una complexión más débil; cuando salen de paseo se cansa en seguida, lo cual no impide que se muestre siempre alegre, pizpireta y ocurrente. Es más linda que su hermano: pequeña estatura, suave rostro orlado de tirabuzones rubios y unos ojos dulces, llenos de candor, que brillan con insólita emoción cuando doña Emilia dice que va a nacerles un hermanito más. Ya sueña con verlo, con tocarlo y acunarlo... Efectivamente, nace el niño en Madrid y es bautizado con el nombre de Antonio, pero muere a los pocos días y es enterrado en el panteón familiar. El buen Dios así lo ha permitido. Otra real orden de 5 de marzo de 1851 envía a Riquelme a la capitanía general de Navarra, como jefe de E.M. a las órdenes de Blaiez. El 21 de abril ya se ha hecho cargo del nuevo destino. En este año se inaugura el segundo «ferro-carril» de España, la línea Madrid-Aranjuez. Durante mucho tiempo aún se imponen los viajes en diligencia, con los consabidos percances: atascos, averías en los ejes y en las ruedas, fallos en las bestias de tiro, vuelcos, amén de incomodidades sin cuento en fondas y posadas. Doña Emilia está dispuesta a apechugar con todo con tal de seguir a su marido y poder hacer vida de familia. En aquel tiempo ser recorre el trayecto Madrid-Pamplona en varias jornadas. Al fin un atardecer el carruaje cruza el puente sobre el Arga cuyas aguas reflejan los fresnos de la orilla. Sobre las altas murallas destacan las torres de las iglesias y conventos. Se oyen las esquilas de los rebaños que regresan del campo y el chirriar de los carros, que bajan a la Rochapea. Pronto los portaleros alzarán los rastrillos de las puertas de la ciudad para volver a echarlos al salir el sol. Las campanas dialogan el Ángelus vespertino y los hombres se quitan la boina y hacen coro. Los diez y ocho mil ciento cincuenta habitantes de Pamplona se pueden mover holgadamente dentro de su recinto amurallado y aún expansionarse en sus arboledas. Parece una gran comunidad monástica que diariamente va a misa, reza el rosario, bendice la mesa, anuncia las horas con el avemaría y se complace en celebrar numerosas novenas y procesiones. Gente laboriosa y austera y, no obstante, jaranera y acogedora en las fiestas anuales en honor de san Fermín. Toda la ciudad tiene aire castrense, pues en sus

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calles empedradas suenan periódicamente las zancadas de los soldados que en todas direcciones se dirigen a cubrir los puestos de guardia de las murallas y portales. Don Joaquín Riquelme se instala con su familia en las viviendas que hay en el interior de la ciudadela para los militares de su clase. Es ésta una fortaleza pentagonal estrellada en cinco baluartes unidos por altas cortinas, rodeada de fosos y provista de revellines de defensa. Comunica al exterior por una triple puerta con sus correspondientes rastrillos levadizos y dos puentes sobre los fosos. Casi en sentido opuesto está la puerta de socorro, semejante a la anterior. Cuando se alzan los rastrillos la ciudadela es una isla. Sus llaves son custodiadas por el gobernador. Al penetrar en su recinto se ven los pasadizos abovedados que conducen a los fosos, las rampas que suben a los pasos de ronda y cañoneras. Crece el verdín en las juntas del empedrado y sobre todo junto al «aska» donde abrevan las caballerías. Allí dentro no falta nada: fuente, molino, horno, tahona, polvorín, algún pabellón y la prisión donde estuvieron recluidos importantes políticos. La capilla, a prueba de bomba, está incrustada en la muralla. Desde el centro del pentágono se pudieron cambiar señales con los centinelas que vigilan en los cinco vértices. Esta fortaleza fue edificada y visitada por Felipe II que pretendía dotar a España de un baluarte inexpugnable frente a la Francia hostil. En su construcción -¡feliz coincidencia!- fueron utilizados los materiales del Castillo Viejo en cuya defensa cayera herido Ignacio de Loyola. Según reza la ordenanza militar a las ocho de la tarde se toca a retreta en la ciudadela. El cabo con un acompañante acude al vivaque para tomar el santo y seña, «la palabra», que con todo sigilo trasmite a los centinelas. Hasta el toque de diana los vigilantes se darán la voz de alerta cada cuarto de hora, con el fin de mantenerse en forma, esto es, de pie, sin dormitar, sin comer, ni hablar, ni fumar, con el arma en las manos, oído atento y ojo avizor. Cada dos horas, o cada hora si el tiempo es muy crudo, se hace el relevo de la guardia. No es difícil imaginar las sorpresas de los hijos de Riquelme al estrenar el riguroso ceremonial de este castillo encantado. Los dos hermanos son una mina inagotable de preguntas. Están siempre juntos y, aunque se llevan muy bien, es inevitable alguna que otra pelea. Han encontrado la fórmula para mantener las enemistades -cuando éstas se produce- sin separarse ni medio minuto. Se colocan los dos de espaldas en un ángulo de la habitación y en esta guisa se lanzan enormes denuestos: - la niña es fea - el niño es feo13. De ahí no pasan. A la niña se le hacen intolerables las hostilidades y siempre está dispuesta a trocarlas por un abrazo cariñoso. Los padres consagran a sus hijos las mejores horas. Son rectísimos; unidos y ejemplares en todo. Especialmente el padre no permite mimos ni caprichos. Emilia Riquelme atribuirá a la bondad de los dos el haber sido piadosa desde que nació14, y cuenta, como dulce experiencia de esta temprana edad, la impresión que le causaba la voz de alerta de la guardia: Centinela, alerta... alerta... alerta... alerta está... En los días húmedos se hacía más penetrante e iba rebotando de baluarte en baluarte. Pensaba -refiere después de muchos años- cómo Dios Nuestro Señor nos pide a todos hacer lo mismo respecto de nuestros deberes para con Él y para guardarnos de los enemigos de la salvación de nuestra propia alma...15 Su padre le ha explicado que el enemigo puede acechar agazapado en la oscuridad de la noche. El centinela ha de defender su puesto aún a costa de su vida y, si advirtiera peligro, debe despertar a las tropas

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M. Amada Arderiu, APUNTES BIOGRÁFICOS DE LA REVERENDÍSIMA MADRE MARÍA DE JESÚS, FUNDADORA DE LA CONGREGACIÓN DE MISIONERAS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y MARÍA INMACULADA. Editor F. González Rojas. Barcelona, 1942 (pág. 19).

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que duermen en el cuartel. En la niña se desarrolla una firme actitud de vigilancia y defensa de los valores que el bautismo imprimiera en su corazón. Nadie hubiera podido sospechar tanta hondura en aquella muñeca rubia, juguetona e irreflexiva en otros aspectos como cualquier niña de su edad. Lo prueba el hecho de haberse metido confiadamente entre las patas de los caballos sin percatarse del riesgo. Milagro fue que la sacaran ilesa. La situación política de España va de mal en peor. La dirección del Estado pasa de unas manos a otras sin que nadie resuelva la papeleta. El 26 de diciembre de 1853 es derrotado el ministerio presidido por el conde de San Luis y los ánimos están al rojo. Pamplona, de ordinario bien equipada, carece de guarnición suficiente cuando en Zaragoza, el 20 de febrero de 1845, estalla una sublevación de signo progresista que es abatida por Bléser. El 27 del mismo mes se declara estado de excepción en Pamplona y el 6 de marzo Joaquín Riquelme firma un oficio para el boletín oficial pidiendo se conceda al cuerpo de carabineros -al que pertenece como brigadier- la participación en las quintas del ejército. La primera preocupación de Riquelme es la seguridad de los niños y de su esposa que se encuentra encinta y algo delicada. El viaje ya puede hacerse por Soria en poco más de dos días; no hay tiempo que perder. Don Joaquín queda en Pamplona en expectativa. Como ya suponía, pronto llega la real orden que le encomienda el mando de la expedición que debe organizarse en Andalucía con destino a las costas del Riff. Probablemente la superioridad sabía de sobra que tal proyecto había de ser postergado, pero con esta medida desconecta de su servicio y de su ambiente a nuestro brigadier. Y un enemigo menos. El 28 de junio se pronuncian en Madrid los generales O´Donnell, Dulce, Quesada, Alonso y otros progresistas. Bléser en persona, ministro de la guerra, sale a hacer frente a los sublevados. El 30 del mismo mes se encuentran las tropas gubernamentales con los insurrectos en los campos de Vicálvaro y obtiene el gobierno una efímera victoria. Se ha distinguido por su valor el teniente coronel del cuerpo de estado mayor don Joaquín Zayas, hermano de doña Emilia. Quizás las intensas emociones sufridas están influyendo desfavorablemente en la salud de la esposa de Riquelme, que no oculta sus temores en una carta de cortesía enviada a una amiga: Madrid, 13 de julio. Mi querida Pepa, mucho agradezco a V. las felicitaciones por mi cumpleaños que me demuestran que no me olvida; siento sus males y tenga confianza que con el buen tiempo se repondrá algún tanto. También yo estoy muy delgada, pero con un embarazo tan fatal como el que llevo no puede ser otra cosa. Pídale V. a Dios que me saque con bien, porque tengo gran miedo. Mis niños están ya mejor de la impresión que les causó el verano; el niño hermoso y más bueno que nunca y la niña tan pizpireta como antes, aunque más buena porque su papá la educa mejor que yo. Siempre está hablando de Granada y de cuantas personas conocían en ésa. Joaquín saluda a V. y bien sabe que la quiere de veras su amiga, Emilia.16 La insurrección está en su momento álgido. El 17 de julio se levanta el pueblo y comienzan los asaltos a bancos y palacios; se alzan barricadas, sueltan presos y la sangre corre por las calles y plazas céntricas de Madrid. La reina se ve obligada a ofrecer a Espartero la presidencia del gobierno y principia así el bienio progresista, en el que se destierran obispos, se expulsa a los jesuitas, se incautan los bienes de algunos destacados militantes de la oposición, etc. etc. Y lo peor es que prosigue la inseguridad, la vacilación y el descontento general. El 23 de agosto conceden a Riquelme ser cuartel en Granada. Era natural por tratarse de los vencidos. A esperar tiempos mejores. Doña Emilia respira hondo y los niños están encantados de volver a su ciudad natal, donde han pasado gratas temporadas en diversas ocasiones, y donde los esperan sus queridos abuelos, tíos y primos. Emilia Riquelme conserva buenos recuerdos de Pamplona: ¡qué gente aquélla, seria, buena, trabajadora...!17 - dice. Pero como huella indeleble quedo en su corazón la voz de los vigías de la ciudadela, aguda llamada que en las noches húmedas oía desde la cama y que había de configurar desde la infancia su postura frente a la vida: Centinela, alerta...

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III CRUZ Y LUZ

De vuelta a Granada, abren de par en par los balcones del piso de la Carrera del Genil para que entre a raudales el sol de Andalucía. Entre las paredes del primer hogar reverdece el azahar de la boda a una distancia de ocho años. La felicidad de la pequeña familia sólo se empaña por el recuerdo vivo de los últimos acontecimientos y por el cariz adverso que ha tomado la política. Pero ¡al fin! ya están en su alegre Granada, la del cielo diáfano y la vega fecunda, dispuestos a participar con sus padres y hermanos las venturas y desventuras que les depare el futuro. Tienen mucho que contar en las tranquilas veladas íntimas. Entre mil quisicosas hay una anécdota que se ha repetido y ponderado con emoción y que la pequeña Emilia no ha echado en saco roto. El hecho tuvo lugar con ocasión de algún tumulto callejero de los muchos que se habían prodigado en el último pronunciamiento; consta que se abrió fuego de fusilería en la Plaza Mayor de Madrid y que hubo refriegas en otras plazas del casco de la capital. Pudo también haber ocurrido en el alzamiento republicano de 1848, en el que también se produjeron esta clase de choques en plazas y calles. El caso es que la familia Riquelme estaba en Madrid y que don Joaquín se encontraba en el fragor de la lucha en medio de una plaza. Doña Emilia, sin arredrarse ante el peligro, se echa a la calle sola y corre hasta el centro de la plaza para buscar a su marido. Riquelme debió sentirse orgulloso de su consorte, digna descendiente de una estirpe de héroes. Emilia oye embelesada el relato que pone de relieve la intrepidez de su madre. Al referir algunas vivencias de su niñez, descubre los pensamientos que había rumiado entonces su chiquito corazón: si mamá ha tenido este arriesgado arranque porque tanto quiere a papá, ¿qué deberé yo hacer para con Dios Nuestro Señor al que tanto amo?18 Maravillosa conclusión en la que se revela un rasgo específico de su fisonomía espiritual que concibe el amor como afecto ardiente que ha de traducirse en servicio por la persona amada. Hubiera sido más lógico que la niña propusiera imitar el ejemplo de su madre aplicándolo a sus relaciones con Joaquinillo al que quiere con locura; sin embargo no piensa en su hermano sino en Dios. Se diría que sus afectos para con ese Dios a quien tanto ama y a pesar de sus siete años, están ya marcados por un sello esponsal. El Espíritu Santo anda de por medio. A últimos de octubre doña Emilia da a luz una niña que es bautizada con el nombre de Blanca. La salud de la recién nacida infunde gran temor. El 8 de diciembre Pío IX proclama el dogma de la Concepción Inmaculada de María. ¡Con qué fervor los esposos Riquelme suplicarían a la Virgen por la vida de su benjamina. Emilita y Joaquinillo rezarían también, pero a la Señora le pareció mejor llevársela consigo. Amén, amén. Mientras la Iglesia se prepara a entonar el Gloria in excelsis Deo, el 24 de diciembre de 1854, Blanquita vuela a cantarlo con los ángeles. Las revoluciones dejan una dramática secuela de miserias y de hambre, pero ninguna calamidad produce en el pueblo tan enorme pavor como el cólera que en distintos períodos del siglo XIX hace sentir su siniestra presencia. No existe una profilaxis adecuada para conjurar el mal y todas las medidas que pueden tomarse se reducen a evitar la contaminación; sanear vertederos, desecar charcas, blanquear paredes, suprimir animales domésticos, abstenerse de hortalizas crudas y de bebidas alcohólicas, evitar aglomeraciones de público, en fin, todo lo que el pregonero por orden de la municipalidad ha publicado por las esquinas. En las zonas afectadas reina una desolación de muerte. Es espantoso cuando se presenta la enfermedad con carácter fulminante; en pocas horas muere el paciente empapado en un sudor frío y viscoso, con diarrea, vómitos, calambres y fatiga. A veces perecen familias enteras. En Granada la primavera de 1855 trae algo más que flores..., el cólera. A los primeros brotes el vecindario se lanza a tomar precauciones; afortunadamente esta epidemia es más benigna que la de 1833, pero la cruz alarga sus brazos para rodear el hogar de nuestros amigos. La víctima es doña Emilia, que está débil por la pérdida de su niña y por un nuevo embarazo. El 26 de junio cumple los cuarenta años y dos días después fallece en su casa de la Carrera del Genil, número 44. Nada ha podido hacerse por salvarla.

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Joaquín Riquelme está desplomado. El mundo entero se queda vacío sin su idolatrada Emilia, que ya no estrenará nunca ese rico traje que con tanta ilusión le ha comprado. Todo se ha terminado para él. Tiernamente se acerca a cortar un mechón de cabellos de la querida muerta y los envuelve en un papel de seda. Con el pulso alterado por el dolor escribe: recuerdo adorado de mi buena Emilia. Después pone la pluma entre los dedos de sus hijos y les dicta otra inscripción, que colocarán al lado de la suya: lomismo de miquerida Mamá, Emilita. Lo mismo de mi querida Mamá, Joaquinillo. La niña aún no separa bien las palabras. A Joaquinillo le lleva la mano su padre. Fue providencial para Riquelme estar de cuartel en Granada, porque todos sus familiares a porfía se esmeraban en hacerle más llevadera su soledad. Traslada los niños al campo para preservarlos del peligro de la peste y para verlos corretear por las huertas. Son largas las vacaciones este año. Ya no vuelven a la casa de la Carrera del Genil, sino que van a vivir con los abuelos maternos que se vuelcan en caricias y mimos. Doña Rosario y don Mariano están viendo en sus nietos la prolongación de su inolvidable «niña» -como llamaban a su difunta hija-, el objeto de su cariño y de sus ilusiones. Emilia Riquelme explicaría cómo su padre se entregó de lleno a su misión: mi pobre padre procuraba reconcentrar en sí el amor de padre con la ternura de madre; estaba con sus hijos lo más que podía y nos sacaba a los dos chicos a visitar diariamente a Nuestra Señora de las Angustias y de excursión a algunas ermitas, etc., y a veces se vio bien comprometido con nosotros, que hasta en brazos a la vez nos tuvo que tomar.19 En casa de los abuelos los niños crecen y se educan al lado de sus primos, hijos del hermano mayor de doña Emilia. Juntos tienen clase con profesores particulares y juntos hacen sus giras en los días de asueto. Los señores Zayas poseen una hermosa finca en Nigüelas, cerca de Granada, y en ella los niños de la familia juegan a placer. Entre tanta gente menuda se producen con frecuencia altercados y disputas. El ascendiente de María Emilia sobre todos los pequeños es tal que siempre es aceptada como árbitro de sus desavenencias. Así lo atestigua su prima Mariana: era muy notoria la bondad de Emilita; siempre fue muy buena y obediente; ella era la que de continuo ponía paz entre los primos y constantemente se sacrificaba mucho, como una santa.20 Lejos de mostrarse como una niña redicha y entrometida, su dulzura, la blandura de sus modales, el candor que asoma a sus ojos, es lo que la constituye en juez de paz entre los primos. Su ingenuidad queda patente en una anécdota que ella misma refería: como viese yo el estrago que hacían los ratoncillos en las despensas, pensé: les pondré para ellos trozos de queso, etc. y así dejarán lo demás... Pronto vi que no entendían de chiquitas; dejaban lo suyo y seguían haciendo los mismos desastres. No fue pequeña la broma que gastaron todos de mi ocurrencia, que se hizo bien pública.21 Joaquinillo es travieso e irreflexivo. La niña tiene que sufrir por las chiquilladas de su hermano y por la lata que da. Su padre encarga que lo reprendan, pero suena muy distinto la voz maternal que amonesta que cuando riñe una ama de llaves o una sirvienta... Emilia lo capta todo y sufre por estas cosas y otras de ese tenor. En cierta ocasión es sorprendida cuando lloraba a escondidas y se siente obligada a decir la causa de sus lágrimas: estoy sucia y cuando mamá vivía nunca me vi sucia ni desarreglada.22 Unos vestidos tan recargados de adornos requieren mayor atención; la encargada se ha descuidado e involuntariamente proporciona un suplicio a una niña tan pulcra. Nadie tiene la culpa de que una madre sea insustituible. La penosa orfandad de una criatura tan sensible de pronto aparece iluminada por una consoladora estrella. Emilia Riquelme contó que a los siete años había tenido una experiencia inefable: la Virgen María se hizo presente a ella con el Niño Jesús en los brazos; se lo puso en su falda de niña, la colmó de caricias y le prometió su especial asistencia. Emilita a su vez hizo promesa de fidelidad a Jesús y a María.

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¿Qué fenómeno pudo ser el que Emilia Riquelme comunicó con tan pocas palabras? Pudo ser simplemente un sueño en el que se realizaban deseos reprimidos de caricias maternales. Pudo ser una quimera tejida bajo el influjo de una fuerte añoranza. Pero también pudo ser que la Virgen tuviera prisa por insinuarse en un corazón infantil; el Espíritu Santo no tiene hora fija para empezar sus operaciones santificadoras en los hombres. Parece verosímil que se trata de una auténtica experiencia mística a juzgar por los efectos que produjo en la niña: - especial afición a la infancia de Cristo y a las virtudes de caridad y humildad que en ella resplandecen de modo eminente; - prevalencia de los motivos de fe sobre todo otro incentivo; - progresivo amor de Dios, considerado siempre como Bien sumo; - entrañable afecto a la Virgen María, sostenido e incrementado a lo largo de una vida de entrega. Qué grande y envidiable es poder afirmar como Emilia Riquelme: nunca le he negado nada a la Santísima Virgen; para Ella alma, vida y corazón.23 La cruz abre paso a la luz en un alma limpia. Exteriormente nada especial se advierte sino que la niña era muy buena y obediente y constantemente se sacrificaba mucho, como una santa. Así tenía que ser la que nada negó a María desde el despertar de su vida.

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IV ESPALDARAZO

La vida política sigue marcando su compás binario, subiendo y bajando alternativamente los moderados y los progresistas. Después de dos años de mandato infructuoso, dimite el presidente del gobierno, Espartero; acepta el timón el general O’Donnell para entregarlo en breve plazo en manos de Narváez. La estrella de Riquelme sigue la suerte del partido moderado, así que está de enhorabuena. Antes de tres meses ya lo han incorporado al estado mayor como coronel supernumerario; a los pocos días es destinado a la dirección general del cuerpo y el 17 de junio del mismo año 1857, es nombrado jefe del estado mayor de la capitanía general de Andalucía. Presumiendo una relativa estabilidad en este destino, se instala con su pequeña familia y servidumbre en Sevilla, en una casa de la calle san Eloy. Emilita y Joaquinillo sienten despedirse de los abuelos y demás parientes, pero al fin son niños y están locos por conocer la ciudad del Betis de la que nadie habla sin admiración. No es para menos. Aún está cerrada por el cinturón de ciento sesenta y seis torreones almenados, con sus muros y puertas, toda llana y hermosa, en la margen del Guadalquivir. La Giralda es la reina de las atalayas que vigila el valle dilatado y la población extendida a su plantas; el laberinto de sus calles angostas; plazas irregulares y recoletas; artísticas iglesias y monumentos; humildes casas y azoteas reverberando cal; patios llenos de luz y de claveles bajo el embrujo del agua que cae sobre la taza de la fuente; jardines, palmeras, naranjos, jazmines y enredaderas rebasando las tapias de las casas nobles... Y como razón de ser de tanta belleza, se desliza el río, meciendo el reflejo de las embarcaciones amarradas a la orilla y el bosque de sus mástiles, vergas y jarcias. La vida de sociedad gira en torno al palacio de San Telmo, residencia de la infanta María Luisa Fernanda, hermana de la reina, y de su esposo el duque de Montpensier. Los duques han convertido la cuidad en una pequeña corte en la que no faltan recepciones, saraos, insignes visitantes, intrigas y camarillas de los que sí y de los que no comulgan con las pretensiones de Montpensier a ceñir algún día la corona de España. Gran atractivo de Sevilla son las cofradías, procesiones, romerías y espectáculos y lo es también cada vez más la feria de ganado que tiene lugar después de la semana santa, organizada con el intento de recuperar para la ciudad el alto nivel comercial que alcanzó en los áureos tiempos de nuestro imperio colonial. Aliciente indiscutible para propios y extraños es el carácter abierto y decidor de los sevillanos, capaces de improvisar sin inmutarse el más ingenioso chascarrillo y el piropo más cortés y chispeante. El contraste de las distintas clases sociales es escandaloso. Numerosas familias de abolengo habitan en mansiones estupendas. Abunda la gente de clase media baja, obreros y artesanos; los pobres que malviven en corrales de vecindad y los que se hacinan en tugurios porque lo perdieron todo en la última riada. Riquelme agradece la orden que lo destina a Sevilla. Antes de tomar posesión de su cargo veranea con sus hijos en San Sebastián al mismo tiempo que su hermana Pepa con los suyos. Don Joaquín procura que Emilita y Joaquinillo estén siempre atendidos por alguna de sus tías. Mientras él se baña con su hijo y sobrinos en la zona de la playa reservada a los caballeros, Emilia está con su tía en la parte de las damas. Pero la tía Pepa es terriblemente distraída y poco faltó en cierta ocasión para que Emilita se ahogase. La alarma cundió por toda la playa con la consiguiente ansiedad de don Joaquín y los niños. Quizás doña Emilia velaba por su hija desde más allá de las estrellas. Cuando llega a Sevilla Riquelme lleva a sus hijos al fotógrafo para enviar un retrato a los abuelos. El niño parece un caballerito con pantalón largo, chaleco, chaqueta y pajarita. La niña tiene diez años y viste gracioso miriñaque, chaquetón guarnecido de ribetes e hileras de botones; por debajo de las faldas, que casi cubren los tobillos, asoman los pantalones rematados de puntilla y ajustados con lazos de seda. Pero nuestro jefe de estado mayor está preocupado sobre todo por la formación de sus hijos. Cerca de la calle de San Eloy está la de Moratín, donde funciona un colegio en el que educan en régimen de internado las hijas de familias aristocráticas de la ciudad y sus contornos. El programa docente del mismo

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da prioridad a las manualidades finas: bordados, encajes, costuras... Se cultiva con esmero la caligrafía, declamación, pintura, música y canto, y lengua francesa -¡imperativos del a moda!- que las damiselas deben aprender con perfección además de las formas y ceremonias sociales acostumbradas entre la créme. Dirige el colegio la virtuosa dama doña Luisa Padilla, que si se esmera en la instrucción de las alumnas, aún se esmera más en inculcarles una sólida formación religiosa. La excelente maestra terminó su vida ejerciendo su magisterio entre los críos de los arrabales, como miembro del instituto de Hermanas de la Cruz al que se incorporó a los sesenta años. Don Joaquín ha encontrado lo que deseaba y muy satisfecho formaliza el ingreso de su niña. Es tan padrazo que ruega a doña Luisa le sea permitido colocar en la cabecera de la cama de Emilita un óleo de la Virgen del Carmen que él estima sobremanera. Quedándose el cuadro junto a su hija, una parte de su alma se queda allí. Además, en un día de la Virgen del Carmen alcanzó la primera condecoración; esa imagen, huele, pues, a laureles. Emilia Riquelme siempre habló con gratitud de la formación recibida en «el colegio de doña Luisa». Como botón de muestra solía referir un lance que le ocurrió cuando era novata y aún no había tomado el pulso a la estricta disciplina que en el centro se observaba. Fue con motivo de un plato de espinacas, verdura que ella desconocía absolutamente. Le pareció la cosa más normal del mundo dispensarse de tomarlas. Pero esto no era lo más normal en el colegio de doña Luisa y reiteradamente le instaron a que comiera. Tanto la importunaron que la niña dijo con resolución: yo no las como; en mi casa no se comen «cataplasmas»24. ¡Qué dijo! La señora directora ordenó que no se le sirviese otra cosa hasta que no hubiera apurado el plato de espinacas, lo cual ocurrió a las veinticuatro horas. La pobre niña, entre lágrimas, fue engullendo las «cataplasmas» de sus males. Y después viene lo peor, lo muchísimo peor. Porque cuando su padre la visita, tiene que escuchar con la confusión de un pequeño reo todo el relato del caso que hace doña Luisa a su papá. ¡Trágame tierra! Ya se imaginaba ella que no encontraría en su padre un buen aliado y así es. La reprende con severidad y aprueba rotundamente las medidas tomadas por la directora. Él es la disciplina personificada. ¿Melindres mi niña? ¡Qué disparate! Permítame, señora - dice Riquelme a doña Luisa -, venga esa mano para demostrarle mi agradecimiento por lo bien que educa a mi hija.25 Emilia Riquelme es mujer sensible y afectuosa, pero no sentimental. Ella misma lo reconoce cuando refiere a Teresa Valbuena Alonso alguna de sus ocurrencias de esta época de su vida: ... cuando yo era niñita y estaba en el colegio, cuando lloraban las niñas, yo quería llorar como ellas; no podía, y me echaba saliva en la cara para que vieran que lloraba; es que me pasaba lo que a tí, que creía sería yo mala por no llorar y para que me vieran era como las otras hacía esa tontería. Te reirás de mí, pues es cierto. Ni más buena ni más mala eres si no lloras...26 Su natural, no tan emotivo como el de sus compañeras, se le figura síntoma de dureza de corazón. La experiencia le enseña que se trata de un factor caracterológico que no indica mayor o menor capacidad de amar y mucho menos bondad o malicia. Con el apoyo decidido de don Joaquín Riquelme, la directora pudo trabajar a gusto en su educanda. La semilla caía en buena tierra y la niña progresaba a ojos vistas. Una condiscípula suya da el siguiente testimonio: En el colegio de doña Luisa estaba de alumna doña Emilia Riquelme, que era una niña muy buena de quien decían que se le había aparecido la Santísima Virgen.27 ¿Quién habría divulgado sus secreto? ¿Se lo dijo la misma Emilia confidencialmente a alguna amiga, y ésta -siempre confidencialmente- se lo contó a otras? Se renueva nuestra curiosidad por averiguar qué fue aquella dulce visión de Emilita a los siete años. De todos modos lo más importante es el refrendo de su vida ejemplar: Emilita era una niña muy buena... Y así va creciendo.

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Tiene doce años y su corazón meridional inicia el despertar a una plenitud de vida y a la nueva realidad del amor. Sueños, grandes ideales, necesidad imperiosa de entrega, comienzan a desplegarse como las hojas de un capullo que se abre. Había sido regado con la tribulación y cuando el dolor tiene dirección y sentido acelera el proceso de maduración. Y...entonces pasé yo junto a tí y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre tí el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice alianza contigo -oráculo del Señor Yahveh-, y tú fuiste mía (Ez 19,8). María Emilia se ha consagrado al Señor con voto de castidad; nada más sabemos. En todas las biografías permanecen inéditas las mejores páginas. Nuestra colegiala ha entregado a Dios su corazón entero sin manifestaciones exteriores, en lo hondo del alma. Es maravillosa la ofrenda de algo que apenas empieza a ser, las primeras espigas en ciernes, las primeras yemas aún sin reventar. No bien se barrunta algo bello, vivo y diferente, cogerlo con las dos manos y darlo a Dios en olor de suavidad, a ese Dios de quien todo bien procede. Ese voto es mutua donación y alianza. Dios se ha dado a ella muy antes de que ella concibiera el propósito de entregarse. A Dios nadie le toma la delantera; la iniciativa divina es la que se vuelca sobre el corazón y lo seduce y arrastra. Es el espaldarazo de una trayectoria en la que Emilia Riquelme ya no dará marcha atrás, antes bien, poco a poco, pero con paso firme, irá conquistando metas cada vez más altas. La Virgen del Carmen debió sonreír una noche, la noche en que velaba el sueño de una hija que por un nuevo título le pertenecía por entero.

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V NIÑAS DE LEGANÉS

Una vez siquiera en el siglo XIX todos los españoles miran en la misma dirección. Los moros rifeños han colmado nuestra paciencia con pillajes y otros desmanes que culminan con un grave ultraje al escudo nacional. Al otro lado del Estrecho se levantan como un solo hombre y España declara la guerra al Imperio marroquí. Algunos piensan que esta medida obedece principalmente al propósito de unir las hispanas voluntades en una empresa común y acabar así las contiendas fraticidas que destrozan el país. La reina entusiasma al pueblo con el donativo de sus joyas para sufragar los gastos de la campaña, como dicen que hiciera Isabel I para la flota colombina. Y da principio la batalla. Joaquín Riquelme es jefe de estado mayor, general del tercer ejército y distrito militar de las provincias de Extremadura, Sevilla y Granada. Cumpliendo órdenes del general en jefe, don Manuel Pavía, revista las tropas y edificios militares de su jurisdicción para mantener la retaguardia en pie de guerra. En tierra africana se están librando combates encarnizados, en los que caen a montones los moros y los cristianos, porque en cuestión de valentía «tanto monta»; el cólera se extiende por ambos frentes y se cobra numerosas víctimas. El general Pavía y con él Riquelme repite su inspección al distrito y a los hospitales provisionales que se han instalado en el litoral desde Almería hasta Ayamonte para prestar los primeros auxilios a los heridos y enfermos. Pobres madres, esposas y novias, el soldadito valiente no volverá; en el cementerio de San Fernando, de Sevilla, se erige un monumento sobre las cenizas de muchos... Al año siguiente se firma la Paz de Tetuán y nuestros vencedores entran en Madrid entre las aclamaciones del pueblo delirante de patriotismo. Los grandes desvelos de Riquelme son recompensados con el título de caballero de la gran cruz de Isabel la Católica. La guerra ha castigado a Andalucía con más intensidad que a otras regiones españolas; es además la zona de los grandes latifundios donde las crisis económicas y laborales alcanzan proporciones trágicas, ya que los trabajadores y campesinos, acosados por el hambre, se lanzan hacia el anarquismo y la revolución. El 30 de junio de 1861, al mando de don Luís Serrano del Castillo, Joaquín Riquelme sale de operaciones por los pueblos del valle del Guadalquivir y por la fragosa serranía. La misión es difícil. El general prefiere que sus hijos estén lejos del foco de la sublevación y resuelve llevarlos a Madrid donde estarán bajo la tutela de su hermana Pepa. Joaquinillo ingresa en el Real Colegio de San Antón, que en la calle Hortaleza dirigen los padres escolapios. Tiene que apresurarse a adquirir los conocimientos básicos que le permitan a su tiempo vestir el uniforme de cadete de la Escuela Militar. Porque Joaquinillo tenía que ser militar. Emilia queda en el internado «Niñas de Leganés» o colegio de Nuestra Señora de la Presentación para niñas de la alta sociedad, en el que nuestra adolescente lo pasa bastante mal, temiendo por los peligros que rodean a su padre en la Sierra Morena, tan propicia para guerrillas y escaramuzas. Se muere de hambre de noticias, aunque comprende que es grande la distancia, escasos los medios de comunicación y que su padre acampa muchas veces en despoblado y no puede enviarle unas líneas tranquilizadoras. Su avidez contrasta con la apatía de su tía Pepa que es muy buena, pero vive pendiente del mundillo cortesano en que se halla inmersa por ser dama de mucha sociedad. A esta señora le pasa desapercibida la inquietud de su sobrina y ni se preocupa de enviarle siquiera las noticias que publica la prensa o se comentan por los salones. Desatiende a María Emilia que, en una edad tan crítica, se encuentra sin el cariño y los cuidados de una madre y sin ver siquiera a su querido Joaquinillo, a pesar de encontrarse cerca de él. La hija del General resume así sus impresiones de esta etapa de su vida: mucho sufrí en Madrid por aquel entonces; mi tía Pepa era bastante tranquila y yo suspiraba siempre por noticias de mi queridísimo padre, que se encontraba lejos y en tantísimo peligro... A mi hermano le veía relativamente poco y el pobre mío tuvo una grave pulmonía. Además, muchas veces, mientras mis compañeras estaban tan contentas y obsequiadas por los suyos, yo, triste y sola, no tenía otro consuelo que irme al Oratorio, a los pies de la Santísima Virgen.28 Qué largos, qué lentos los días en el colegio y qué soledad los domingos... cuando los árboles estrenan yemas, zumban las abejas, las golondrinas dibujan en el cielo gráciles curvas -esas golondrinas cuyo viaje sin retorno está rimando Bécquer-, cuando todo despierta y canta y convida a volar y a querer y los

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ensueños se van concretando en formas seductoras y las compañeras tienen más brillantes los ojos... ¡Pobre Emilita! Celebran en el colegio una velada a la que están invitados los familiares de las educandas. En sus salones se reunirá la flor y nata de la buena sociedad madrileña y, como es natural, no faltará la tía Pepa. Las niñas visten sus mejores trajes. Qué ilusión lucir sus cinturas estrechísimas, miriñaques, sayas almidonadas, volantes, grandes puños bordeados de encajes, bellos peinados con trenzas y tirabuzones... Allí los ensayos para moverse con distinción; para empujar acompasadamente el filo del traje con la punta de los botines de satén; para sentarse con finura; saludar con el abanico; recogerse la falda dejando a la vista un clavel de puntillas. Aquello es un revoloteo de campánulas de seda. María Emilia no tiene nada que estrenar; ni siquiera nada decente para presentarse. Su vestido está ajado y desgastadas las punteras de su calzado; está haciendo el ridículo. Cuando la tía Pepa penetra en el colegio peripuesta como la que más, y encuentra a su sobrina de aquella traza, por poco se cae redonda. ¿Qué sofocón! Nadie ignora que la adolescente es hija de su hermano, el heroico militar que está luchando en el valle del Guadalquivir. Doña Pepa pasa el bochorno más espantoso de su vida y en estas condiciones tiene que participar de una velada que se le antoja interminable. Verdaderamente el despiste había resultado excesivo y más teniendo en cuenta el abundante dinero que dejaba Riquelme para que sus hijos de nada careciesen. La gran dama se apresura a resarcir su omisión enviando a su sobrina un traje más flamante que todos los que se habían exhibido en la fiesta. ¿Cuál es la reacción de María Emilia al recibir el magnífico atavío? Mientras sus manos lo desdoblan lentamente, su rostro tiene un aire sereno y reflexivo. No le bailan las pupilas regodeándose con el desquite; está descubriendo lo que es el mundo: oropel por defuera y por dentro una maraña de pasioncejas inconfesables: filfa, orgullo, ansias de ser y de medrar, envidias, rivalidades, lisonjas... un horrendo basurero.29 Este lance le enseña también a sufrir en silencio, porque considerando el temperamento explosivo de su padre, calcula su indignación si llega a enterarse de lo ocurrido. Es alivio descargar en un corazón amigo las propias penas, pero en este caso la prudencia y la generosidad mandan callar y sufrir. Así lo hace nuestra adolescente y de paso aprende a descifrar el mensaje de sus horas de soledad: no tenía otro consuelo que irme al Oratorio, a los pies de la Santísima Virgen.30 A fe que escogió un buen refugio y que la Virgen -¿cómo no?- se complacería en ejercer su misión de Madre con tal profundidad que Emilia Riquelme diría una y mil veces, con el alma transida de ternura: consuélate en tus penas con tu dulcísima Madre Inmaculada. Ella te ama mucho31. Si en tus penas miraras sólo a Jesús y a su Madre Santísima, no sufriría tanto tu corazón y la recompensa sería mucho mayor32. En día claro y en día nublado vive bajo el manto de María; no apartes tu corazón y tu mirada de tan celestial Madre33. ¡Oh qué Madre es la Santísima Virgen y cómo cuida y ampara a sus hijos.!34 ¡Qué dulce es sufrir con María...!35

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VI VERSOS MALOS

Riquelme se retira a su despacho y procura concentrarse lápiz en ristre sobre la escribanía. A pesar de sus absorbentes ocupaciones vive atento al calendario familiar en el que está subrayado el 3 de abril como el cumpleaños de Joaquinillo. Aunque ha terminado oficialmente el romanticismo como movimiento literario, continúa la afición por los versos y la costumbre de recitarlos en las reuniones de sociedad. Nuestro militar no se sustrae a la moda y, después de sudar más que en unas maniobras en agosto, ha conseguido dos estrofas a cuál peor. Más o menos satisfecho de su poema, se lo envía a Joaquinillo que está en el colegio de San Antón. Leámoslo recordando que fue escrito con ternura, recibido con alegría, recogido por Emilia con veneración. Hoy es una bella reliquia: Para mi Joaquín. Postrados junto al pie de los altares, llenos de gratitud y de consuelo, demos gracias a Dios por sus bondades que oyó nuestras plegarias en el cielo. Aliviadas mis penas y tus dolencias, cumples hoy doce años, hijo querido, ante la voluntad de Dios poco es tal cuenta, que muchos cuentes al Supremo pido. Tú papá.36 La pulmonía que sufrió el niño en el colegio no se le ha curado totalmente y el padre anda muy preocupado; el pequeño lo sabe y aprovecha ese flanco vulnerable de su papá. Don Joaquín advierte que el chiquillo se impone más de la cuenta y escribe a Emilia confesándole su debilidad: Hija mía, estando en el tren despidiéndome de Joaquín, tomó un empeño tan decidido en venir por lo nublado del día, que sin estar preparado ni aún lavado, le tuve que tomar otro billete y se vino conmigo. Sólo siento no estar contigo. Para su Emilia el corazón de su Papá, Joaquín.37 Y el niño añade la coletilla: te quiere mucho tu hermano que se hubiera alegrado muchísimo, muchísimo, de que hubieras venido, Joaquín. Se hubiera alegrado de verdad porque los hermanos eran carne y uña. También estaban muy unidos con sus primos Laura y Antonio Riquelme y Losada, hijos de don Antonio Riquelme, hermano de don Joaquín. Juntos solían pasar las vacaciones en la finca de Nigüelas o en la playa de Motril. Las dos primas se cuentan todos sus secretos en charlas interminables. Durante el curso se escriben con toda la frecuencia que permite el reglamento del colegio de Laurita. A ésta le debemos la primera carta que se conserva de Emilia Riquelme, en la que se adivina un ardid para obtener rápida contestación: Mi queridísima Laurita: No creas, no me podría picar nunca contigo, fue una broma para que me escribieses y ver tu letra... Ya sé que en tu colegio no hay la facilidad para escribir que en el de Tonín...38 María Emilia celebra su santo el 12 de septiembre, festividad del Dulce Nombre de Nuestra Señora, porque su querida mamá también lo celebraba en esta fecha. La prima Laura estruja su magín para felicitarla con unas rimas, pero la pobre no encuentra ni consonante ni asonante por más que la voluntad sea de oro: ... ... ... ... ... ... ... ... En un día venturoso te ruego, prima mía, ya que eres escogida, no te olvides de mí, no... No te fijes en los versos pues tú ya me conoces que en esta materia estoy ferochi.

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Adieu, cousine, adieu, adieu.39 La lira casera, mala por cierto, es perseverante. En versos de arte mayor y menor, año tras año, se repiten los mismos temas. Nunca falta la súplica al Creador, que rima con amor; la alusión a María que rima con día, y la evocación de la mamá fallecida, cuya memoria está siempre fresca en el hogar. También Joaquinillo prepara su composición para su hermana al acercarse del Dulce Nombre. Vamos a ver cómo se despacha; lo dejamos tal cual: Celebrando por el orbe entero el nombre dulce de impar María, a la vez celebramos este nombre tu hermano y Padre, porque son tus días. Dulce nos eres, mi querida hermana, impar también, joven inocente, no nos olvides nunca ni separes jamás de tu memoria el dulce nombre de tu madre en gloria. El poeta Ramplón.40 Ramplón, pero excelente muchacho. Es don Joaquín el artífice de esta vida bien trabada y entretejida, pese a los continuos desplazamientos que le impone su profesión; es un hombre consciente de sus compromisos de cristiano empeñado en serio en vivirlos con intensidad; entiende que siendo la vida una constante milicia, exige entrenamiento en las prácticas ascéticas que mantienen al sujeto templado para la lucha. Un día sus hijos quedan boquiabiertos al leer una esquela que han encontrado al azar. En ella anotaba su padre, entre otras cosas, el propósito de abstenerse del tabaco durante toda la cuaresma. Muy dura penitencia para un fumador empedernido y además irritable en extremo. Los dos hermanos son pequeños pero, previendo las descargas que les vienen encima, reflexionan sobre el modo de evitarlas. Con buena dosis de sentido común resuelven: vamos a decirle a su Padre Directos que no le deje hacer esa mortificación a papá, porque se nos pondrá de un geniecito que, pobres de nosotros, lo vamos a sudar.41 Tenían razón; no todo eran versos. Don Joaquín tiene un genio endiablado. Si María Emilia vuelve a casa algo más tarde de lo convenido, retrasa las manecillas del reloj porque su padre se sulfura por las faltas de puntualidad: ¡Señorita, señorita!, ¿sabe V. qué hora es? ¡Ay mi Dios, cuando su padre la llama «señorita» y de «usted»! Del mismo modo se altera si la niña se ha dejado unos guantes o un velo fuera de su lugar. Los primos Laura y Antonio la compadecen: Emilita, cuánto te regaña tu papá... Es verdad, todos los días ha de sermonearle por algo. La hija alguna vez le dice quejumbrosa: Papá, cuánto me riñes... ¡Ya te alegrarás algún día! -contesta el padre invariablemente. Mi padre era buenísimo -decía María Emilia- pero nos llevaba a los dos derechos por demás. Yo tenía mucho pelo y como la doncella se ofrecía a peinarme y lo hacía a mi gusto, la dejaba; un día se le ocurrió a papá llamar a la puerta de mi habitación mientras el peinado, y como quedé turbada, sin contestar, y mi padre notaba que la doncella estaba dentro, entro diciendo: «Hija mía, soy tu padre; si estás con otra persona, también podré estar yo...» Pero cuando vio de lo que se trataba, se puso bien serio, diciendo: «Vaya señorita. ¿Con que no puede usted peinarse? Su madre valía mucho más que usted y no dejaba nunca que nadie se lo hiciese...» Y, sin más, mandó a la doncella que fuese a otros quehaceres.42 El estilo y contenido de la parrafada es de Riquelme, no hay duda. La hija agradeció haber sido obligada a desarrollar más sus posibilidades, porque forzada a peinarse sola -y artista como era- llegó a hacerlo con tanta gracia que era la admiración de sus amigas. Don Joaquín no tenía otra hija y quería darle

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un tesoro que nadie le pudiera arrebatar cual es el de una recia formación. Emilia Riquelme tenía que ser una mujer capaz de hacer frente al vapuleo de la vida. Por otra parte ella conoce bien a su padre y ve el cariño que se esconde bajo la corteza espartana. Sus arrebatos son ventoleras temperamentales que pasan sin dejar rastro. Es el padre que adora a sus hijos y que compone versos para felicitarles. Versos que son hebras con las que teje una cálida vida familiar. Versos malos y... buen amor.

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VII OTRO ADIÓS

Los relevantes servicios al ejército conducen a Riquelme a desempeñar el cargo de gobernador de Sevilla y luego al nombramiento de mariscal de campo. Cuando el ambiente está propicio, Isabel II visita a los sevillanos y los electriza con su simpatía popular y deslumbrantes galas. A su paso cae una lluvia de flores y de piropos. Será la última vez que la ciudad la agasaje como reina. Riquelme se resiste a vivir más tiempo separado de sus hijos. El niño no tiene más remedio si ha de seguir la carrera militar ¡y esto es irrenunciable! Pero le es preciso que María Emilia se ponga al frente de la casa aunque vigilando su natural inexperiencia de quince años. Le pondrá profesores que continúen su educación y completen sus conocimientos. Está decidido. La niña es excelente pianista y muy diestra en labores artísticas, encajes, bordados en seda y oro, calados y otras filigranas. Sabe hacer también primorosas costuras y zurcidos; habla francés como una elegante parisiense; es mediocre pintora porque no ha practicado mucho este arte, pero revela una delicada sensibilidad. Muy buena tiradora al blanco y experta amazona, deportes que cultivan las damas de la aristocracia. Riquelme se siente feliz con sus dos hijos. El mundo es suyo cuando los tres pasean a caballo a la orilla del Guadalquivir; van unidos y felices, contándose las mil anécdotas acumuladas en los días de ausencia. El general tiene un buen amigo en la residencia de la Compañía de Jesús de la calle San Luís, es el padre Joaquín Medina, bondadoso y sencillo, considerado en el hogar Riquelme como de la familia. En una carta expresa el padre Medina a don Joaquín la opinión que le merecen María Emilia y Joaquinillo: ... Nada me dice de Joaquinillo y Emilia (recordará V. el naufragio del «don» y «doña»), lo siento porque les profeso un particular cariño y creo que se merecen el de cualquiera que los trate. Como no pretendo empleos ni pesetas exijo que crea V. en la sinceridad de la frase precedente, como en todas las mías...43 Artificiosamente se prolonga el tiempo de las vacas gordas para los liberales moderados. La reina, y con razón, está muy recelosa después de la sublevación de los artilleros del cuartel de San Luís, de Madrid. La represión había sido dura y aquello seguramente no iba a quedar así. Por si acaso, doña Isabel otorga la batuta a hombres leales a su real persona y nombra a Riquelme nada menos que subsecretario del ministerio de la guerra, por una real orden de 5 de agosto de 1863. Don Joaquín ha subido varios escalones de un brinco y un tanto confuso escribe al padre Medina para comunicarle su éxito. El buen jesuita le contesta con entusiasmo: ...¡Bendito sea Dios que dio a V. principios que le hacen escribir cartas como la del 5 de agosto!44 El general recibió sin duda muchos parabienes, pero únicamente conservó las letras de este amigo sincero; por la misma razón las conservó su hija, y además porque este buen sacerdote traza un fiel retrato de su querido y admirado papá. Sevilla, 8 de agosto de 1863 Excelentísimo Sr. D. Joaquín Riquelme ... En verdad que me da compasión la (vida) que lleva V. pues siempre me ha parecido que V. no es para ese ruido y no porque no pueda desempeñar muy bien ese cargo sino que por índole de V. y aún prescindiendo de ideas de orden superior, el corazón de V. necesita paz, quietud, y el poquito de sosiego que se puede tener en este destierro (que harto poco es). Pero también creo que le servirá a V. de gran consuelo el recordar que V. no buscó ese puesto. Adelante, pues, y tome V. «su cruz», no la del título, sino la realidad de «Excelentísimo Señor» y pida V. al Señor que llegue yo siquiera a comendador, que ya es hora y sería vergüenza que un religioso llevase arrastrando la cruz que un militar lleva derechita y con mucho garbo... Dígame V., Sr. General, cuando yo iba alguna vez a la calle San Eloy, no encontraba a la puerta de su casa más que dos o tres ordenanzas que nunca me impidieron pasar adelante. ¿Será lo mismo si voy a

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hacer una visita al subsecretario de la guerra y en Madrid?... Estar en Madrid y no recordar a V. algunas cositas de Sevilla, es un pecado mortal de mi parte...45 Emilia Riquelme no archivó la real orden que significaba el encumbramiento de su padre. En cambio guarda con esmero un bucle de su amiga Pepita, la señorita Fartán de los Godos y Martínez que ha tomado el hábito en el convento de Santa Inés en Sevilla el 14 de marzo de 1863. Es el convento que inspira a Bécquer su Maese Pérez, el organista. Emilia y Pepita se conocieron probablemente en el colegio de doña Luisa Padilla; intimaron porque tenían las mismas aspiraciones. Pepita ya lo ha logrado. ¿Y Emilia? Toda mi vida deseé ser religiosa...46 Pero sus confesores siempre le dijeron que su obligación de hija única era cuidar a su padre. Ella sería monja en su corazón. El general tiene que trasladarse a Madrid con los criados y enseres. Es enemigo del boato, pero no tiene más remedio que llevar consigo a mozos, doncellas, ayuda de cámara y demás, según se acostumbra entre las familias de su condición, las cuales alardean de poder sustentar a una numerosa servidumbre. Con los primeros fríos de otoño Joaquinillo se resiente de la pulmonía anteriormente padecida en el colegio de San Antón. El médico dice que ha degenerado en una pulmonía crónica y que el clima extremado de la meseta castellana no le conviene. Vaya complicación para don Joaquín que se encuentra en el cenit de su carrera, en un cargo codiciado por más de cuatro de sus compañeros. Pero la salud de su hijo le importa más que su encumbramiento y no vacila en presentar la dimisión y pedir el traslado a las islas Canarias. En diciembre del mismo año es atendida su demanda y destinado a Tenerife con el cargo de capitán general. Los enfermos de elevada posición social, tanto españoles como extranjeros, buscan la salud en nuestras islas Afortunadas. La temperatura mínima de invierno no baja de nueve grados y los calores del verano se mitigan por la brisa del mar. Los accidentes orográficos determinan climas diversos en los que pueden producirse variadísimas especies vegetales. Hay volcanes, nieves perpetuas, laderas y hondanadas cubiertas de verdor, panoramas de belleza imponderable como el famoso valle de la Orotava. La capitanía general radica en la ciudad de Tenerife, situada al noroeste de la isla, plaza fortificada por la costa, de calles rectas y blancas, rodeadas de suaves montañas. La Virgen de la Candelaria es su Patrona. Sin perder tiempo, en el mismo mes de diciembre, Riquelme prepara su viaje a Canarias. La travesía dura cuatro días en el vapor de línea que zarpa de Cádiz. El capitán cede su camarote a Joaquinillo en atención a su salud y -¿quién lo duda’- al prestigio de su padre. María Emilia acompaña continuamente a su hermano; algún rato sube a cubierta para contemplar la inmensidad azul de mar y cielo. En uno de estos momentos, llevada de su espíritu observador, cree advertir algunas señales de fuego en la nave. Por si acaso va a decírselo a su padre que en aquellos instantes departe amistosamente con la tripulación. El señor Riquelme no presta atención, ¡miedos de chiquilla!, pero Emilia no las tiene todas consigo y vuelve a su observatorio desde el cual se confirman sus temores. Entonces avisa de nuevo a su padre y los marineros se ponen en movimiento. Están ardiendo las carboneras. Ya se ha establecido en Tenerife. María Emilia sigue sus estudios y ejerce la función de ama de casa y, sobre todo, atiende a Joaquinillo que es su principal ocupación. Además de esto, reúne cada día en su domicilio a unos cuantos niños pobres, los instruye en el catecismo y los prepara para recibir los sacramentos. Como también los obsequia con chucherías, unos críos van trayendo a otros y aquello se convierte en una escuela de niños harapientos, de los que callejean todo el día de Dios, de los que rascan sin empacho las sucias greñas totalmente ajenas a las caricias del peine. Al fin sucede lo que tenía que suceder: María Emilia, tan limpia por naturaleza, encuentra en sí misma un parásito de los muchos que pululan en las cabezas de los pequeñuelos. Sentir una viva repulsión y el deseo de despedir a sus alumnos con cajas destempladas, es todo uno. ¡Piojos, qué asco! Mas apenas ese impulso reflejo para por el filtro de la deliberación, se detiene avergonzada de una reacción primaria tan poco evangélica. Un insecto diminuto ha estado a pique de comprometer la causa de los pobres niños. Rápida y determinada pone el parásito en un vaso de agua y se lo bebe de un sorbo. ¡Se terminó! ¡A ver quién puede más!

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En adelante ningún obstáculo será suficiente para contener su caridad y su celo, ni las enfermedades contagiosas, ni la suciedad, ni las llagas... nada. El hermoso cielo canario sigue contemplando a los críos de la calle que acuden a casa del general. María Emilia, como educadora de la fe y como misionera, se ha lanzado por un camino irreversible. Los lazos de amor fraterno que la unen con su Joaquinillo se estrechan a medida que la vida pasa, esa vida que los dos hermanos, medio huérfanos van andando de la mano. El ir cada tres por dos con la casa a cuestas impone frecuentes desarraigos de personas y ambientes: en medio de la barahúnda de cosas cambiantes, sólo ellos, el uno para el otro, son un regazo abierto donde encuentran calor, comprensión, sintonía de afectos e ilusiones. María Emilia no tiene afición a coleccionar reliquias del pasado y no obstante guarda uno de los más encantadores recuerdos de su infancia: el álbum de dibujos que Joaquinillo le dedicara con una impecable letra gótica: A mi hermana. La primera página presenta una romántica litografía: dos niños amartelados posan junto a un lago, en medio de una orla de pájaros, hojas y amorcillos. En el marco, y parafraseando la leyenda Jean et Maria, Joaquinillo ha escrito: Emilia y Joaquín. Todo un idilio. Ella es para su hermano una pequeña madre, enfermera y hasta consejera o directora espiritual. El muchacho es para su hermana un amigo, confidente y discípulo sumiso. La adolescente recurre a él afligida: papá la ha reprendido porque no sabe aderezarse cuando tiene que alternar con la gente chic; en todas partes se presenta como si fuera a la iglesia y da la impresión de una señorita algo beata. Joaquinillo es inteligente y se compromete a sacarla de apuros. Él le indicará la manera adecuada de componerse para cada recepción o velada y ella aceptará su fallo con tal de que Joaquín acepte sus indicaciones para conducirse en todo lo demás. Trato hecho. La hija del general nunca llevó los escotes descarados que estaban en boga. Le llega la hora de estrenar el traje que don Joaquín había comprado a su mujer poco antes del fatal desenlace. La costurera despliega toda su habilidad y la joven contempla ante el espejo hasta qué punto el magnífico atavío realza sus encantos. Pero no entra en sus cálculos agradar ni eclipsar a nadie, antes bien, prefiere reírse del mundo antes de que el mundo la esclavice con sus liviandades. La cosa es fácil: se coloca un cinturón discordante que rompe aquel conjunto de elegancia. Ha conseguido su propósito, porque el público femenino no deja de ponderar la calidad, la confección, el color. Pero ese cinturón... ¡qué lástima! ¿Por qué se lo habrá puesto? María Emilia sonríe y se hace la tonta, la cursi, la anacrónica... siempre alerta, está aprendiendo a tomar la delantera. Hay que tener en nada lo que no es más que nada47. Hay que dejar lo que no es para poseer lo que es48. El general y sus hijos son viajeros infatigables. Hicieron varios viajes a la península quizás para ver a la familia y dar una vuelta a las heredades. En una de las travesías se levantó un fuerte temporal y hubieron de echar por la borda los bultos de bodega. Al mar fue también el piano de María Emilia que siempre se facturaba con ella para solaz de las reuniones que daba su padre. Dichoso piano. Cuando alguno de los concurrentes lucía sus habilidades en el teclado, Riquelme, seguro de no desmerecer, indicaba a su hija: Anda, Emilita, ve a tocar. Su hija es enemiga de exhibirse, pero obedece con naturalidad. Sabe moverse con suma distinción, corresponder a las frases galantes, repartir sonrisas e inclinaciones, pero la procesión va por dentro; aborrece las etiquetas y se apercibe contra las frases lisonjeras. Alerta, siempre alerta. ¡Alerta... con los aplausos y con los honores! aunque sean ilusorios, dañan.49 En casa de Riquelme no se danza más que rigodones y, aún así, nunca toma parte la joven con pretexto de su débil salud. Derrocha agudeza, simpatía y bondad. Todos se sienten felices a su lado y -lo que es más- se sienten mejores y se alejan con el corazón más limpio. Tenerife no devuelve la salud a Joaquinillo y el padre desconcertado opta por volver a Sevilla en busca de mejores médicos. Le conceden el traslado y embarcan para la península inmediatamente. Probar,

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agotar todos los recursos. María Emilia ofrece oraciones, sacrificios y grandes limosnas pidiendo al Señor la salud de su hermano. Lo acompaña sin cesar y por su parte el enfermo la retiene a su lado con ansia: No me dejes, Emilita, no te separes de mí. Eres mi ángel, a tu lado me siento mejor y sufro con más alegría.50 Emilia es un ángel; mientras cuida el cuerpo enfermo de su hermano, se preocupa de poner en su corazón semillas de eternidad; por doloroso que sea es preciso prepararlo para su próximo encuentro con Dios: La vida, la navegación es corta; el tiempo es breve51. Todo pasa pronto y ¡es tan larga y hermosa una feliz eternidad!52 No busquemos nada fuera de Dios y de María, lo demás es engaño de un día que en seguida cae. Sólo queda lo que en Dios se afirma.53 El muchacho se siente confortado con las palabras llenas de fe de su hermana y le suplica que le hable sin interrupción: -háblame de Dios como tú lo haces que me da fuerza y alegría para ofrecer mis sufrimientos; tienes razón, Emilita, somos pobres desterrados, el cielo es nuestra patria.54 -... Amar mucho a Dios de verdad, esto sí que es lo verdadero, lo único, lo esencial, humo o casi humo lo demás55 - decía María Emilia. Al mismo tiempo que la vida de Joaquinillo se extingue, su corazón se llena de esperanza y de júbilo por la dicha que pronto será suya. Y exclama: ¡Qué bien se estará en el cielo con el Señor y la Santísima Virgen!56 María Emilia está destrozada de pena, pero llena de entereza. Reparte ánimos entre el pobre enfermo y el padre que se desmorona ante la perspectiva de perder a su único hijo varón, tan bueno e inteligente... Sus ilusiones irremediablemente están por el suelo. ¡Dios mío! Empieza el mes de las flores y todo en Sevilla canta a la vida. El cielo está maravillosamente azul. Joaquinillo se agrava y con plena lucidez recibe los sacramentos. Se despide de todos e inundado de paz entra en la eternidad el 2 de mayo de 1866, a los diez y siete años de edad, siendo alférez del batallón provincial de Sevilla. Emilia corta un haz de sus cabellos castaños: Cabellos de mi bendito e idolatrado hermano Joaquinillo. Los periódicos locales publican la reseña del entierro: Una numerosa concurrencia acompañaba el féretro del que deja sumido en el desconsuelo a su tierno padre el general don Joaquín Riquelme. La oficialidad de los cuerpos de la guarnición a cuya cabeza se hallaba el señor Capitán General y Segundo Cabo de este distrito militar, asistieron a tan triste acto. Muy joven baja al sepulcro el que era estimado por sus prendas («El Porvenir») Es sepultado en el cementerio de San Fernando. Enterramiento individual de primera clase. R.I.P.

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VIII EN LA OCTAVA REGIÓN MILITAR

Mientras queda un rayo de esperanza se saca fuerzas de flaqueza para luchar contra la muerte, más cuando todo termina sobreviene la depresión. María Emilia, que tan esforzada se había mostrado, ahora languidece de agotamiento. Se le ha dilatado el corazón y su padre no sabe qué hacer para tonificarla, ¡es lo único que tiene ya! Conociendo su punto flaco, proyecta un viaje a Zaragoza y a distintos santuarios marianos y, efectivamente, la joven dice haber recibido en el Pilar «grandes gracias». El general considera insuficiente esta gira piadosa siendo así que la salud de su hija está seriamente amenazada y decide pasar una temporada en el balneario de Panticosa, situado en las alturas del Pirineo aragonés, rodeado de rocas altísimas coronadas de nieves perpetuas. Posee manantiales medicinales para dolencias del aparato digestivo y de las vías respiratorias. Está abarrotado de bañistas españoles y franceses. La señorita Riquelme siempre es la misma sea cual fuere el escenario donde se desarrolle su vida. De su estancia en Panticosa tenemos las siguientes referencias: ... La joven hija del general Riquelme no tardó en llamar la atención, dada su acendrada piedad, modestia y recogimiento. Como dominaba admirablemente el francés, no perdía ocasión de hacer el bien, encaminando las almas a Dios, tocándoles el corazón, ejercitando la caridad, por lo que la llamaban «la señorita buena», y no sólo en el hotel y en las tertulias, sino hasta los bruscos e interesados portadores de las sillas-literas que, a través de las nieves, conducen a los viajeros, decían «C’est admirable Mademoiselle, on n’a jamais rien vu de pareil»57 La vida sigue su curso y Riquelme ha de reintegrarse a sus funciones. Aún está el poder en manos de los liberales moderados que a duras penas lo mantienen. El 22 de junio de 1866 se sublevan los sargentos del cuartel madrileño de San Gil y se les suma el pueblo exasperado por el hambre. Otra vez corre la sangre por las calles de la capital y se dan vivas a la república en la plaza de la Cebada. El general Narváez sofoca la rebelión y establece una paz más aparente que real, ya que hasta importantes figuras de la política nacional han estado complicadas en la insurrección. Al lado de la reina van quedando sólo los hombres unidos al trono por un sentimiento tradicionalista o por un compromiso de fidelidad como en el caso de Joaquín Riquelme. Isabel II, asaz incautamente, piensa que se trata de una de tantas crisis de su azaroso reinado; de todos modos le conviene cubrir los puestos estratégicos con gente leal a su real persona y en virtud de esta táctica recibe Riquelme la orden el 12 de octubre en la cual se le confía la capitanía general de Galicia, octava región militar de España, con sede en La Coruña, ciudad caracterizada por su espíritu liberal. A María Emilia la espera La Coruña. Otra ciudad amurallada, dividida en dos núcleos urbanos unidos por un istmo: La «Ciudad Vieja» emerge en un promontorio estirado hacia el mar, peñón batido por todos los vientos y azotado por las olas, donde se levanta la ciudadela, solitaria residencia de aristócratas y conservadores, emplazamiento de los cuarteles y de edificios de gran valor artístico e histórico. Unas cuantas casas blasonadas; un solo molino de viento; un solo reloj que es el del palacio de la capitanía que había de contar horas graves de la historia nacional y muy angustiosas para el general y su hija. La fortaleza conserva puertas con puentes levadizos y fosos que se anegan en la pleamar. La posteridad derribará las murallas para dar paso al progreso. El otro núcleo urbano es La Pesquería, donde vive el estado llano y se encuentran las tiendas, cafés, mercadillos, puestos, paseos y las casas con sus típicas galerías encristaladas que reverberan al sol. Circulan los pescadores, soldados, amas y niños, mozas con herradas a la cabeza taconeando con los zuecos, damas elegantes con mantillas de blonda escoltadas por caballeros de sombrero y bastón con empuñadura de hueso. Corren por la calzada galeras, tartanas y diligencias, dejando atrás a los carros de bueyes que chirrían con lentitud. Se oye pregonar pescado vivo y otra infinidad de mercancías más los cuplés tremendistas y politiqueros que canturrean los ciegos y brindan al público en hojas de color rosa, verde y amarillo. La ciudad alberga a unos veinticinco mil habitantes. El palacio donde reside el general es una sólida construcción de piedra, sede de las oficinas de capitanía y estado mayor, de la diputación provincial y del gobierno civil. Funciona en su ala derecha la audiencia territorial que por medio de un pasadizo

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comunica con el tétrico caserón de la cárcel. Su fachada principal se abre a la plaza de Harinas en la que forman las paradas militares. Emilia podía contemplar desde los balcones de la vivienda el islote de San Antón, fuerte y prisión de estado que se relaciona con tierra por medio de una barca amarrada junto a la puerta de San Miguel; este fuerte y el de San Diego defienden el puerto que acoge a la escuadra y a numerosas embarcaciones de todo tipo: Bergantines, goletas, esquifes, vapores, corbetas, falúas... A la izquierda, a lo lejos, el horizonte azul. Es una de las capitales de provincia más divertidas. Son famosas sus fiestas cívicas, romerías floklóricas, ruidosos carnavales, funciones de teatro, concursos hípicos, engomadas tertulias en que se bailan rigodones y lanceros, lo jóvenes flirtean, las damas mantienen insulsas conversaciones y los viejos discuten de política. El nuevo general anda de cabeza porque después de las recepciones de ordenanza tiene que devolver las visitas de rigor; luego ha de empezar su periplo por toda la región militar a fin de revistar las tropas e instituciones de su incumbencia. Las jornadas son muy densas y Riquelme acaba rendido, pero nunca se acuesta sin escribir siquiera unos renglones a su hija: ... Visitas, trabajo, todo reunido, me impiden escribir a nadie; díselo al segundo cabo y sobre todo al Jefe de Estado Mayor...58 ... Estoy en el principio y ya me voy cansando de estar separado de ti y de recepciones; cuando llego a los pueblos es un espanto; una numerosísima nube de gente me espera y luego sigo a mi casa envuelto entre chicos que gritan; es decir, como si fuera un bicho raro. Echando discursos improvisados que tengo ya seca la garganta; tu tío Pepe gozaría mucho; yo no tanto. En esta casa están muy sentidos porque no te he traído; si vienes te da calentura en el tránsito de la diligencia a casa...59 Acertaba el padre Medina cuando observó que nuestro general necesitaba sosiego e intimidad. Su hermano José Luis era mucho más aficionado al clamor de las muchedumbres; don Joaquín disfruta describiendo a su hija los mil incidentes de cada etapa de su gira: ... Al llegar a ésta tuvimos un acontecimiento que pudo ser funesto; salieron a recibirnos a gran distancia dos carruajes y allí veníamos las gentes que salieron y nosotros; al entrar empezó una lluvia de cohetes y la música, y del coche que venía detrás, donde venía Delgado y Andrés, se escapan los caballos, le rompe una rueda al nuestro y él vuelca por completo, pero Andrés y Delgado se había salido y a nadie sucedió nada...60 Todas las máquinas ceden con el tiempo de su primitiva velocidad, por lo que se cansan o se gastan; la mía, gracias a Dios, sucede lo contrario; cada vez marcha más de prisa; es verdad que hay un imán en La Coruña queme ayuda y arrastra. ¿Quién será ese imán? Es mi hija Emilita, la quiero con toda mi alma...61 ...No dirás que me entusiasmo con las serenatas ni que soy perezoso; parece imposible que una chatilla como tú pueda tanto...62 ...Me tenían preparado un magnífico baile, pero como salgo mañana a las siete, no han tenido tiempo; me han suplicado que me quede, pero yo he concluido mis cosas y tengo en ésa una que me llama más que todas, la beatica de mi corazón.63 El activo general trae de cabeza a todo el mundo. Ha llegado a las once y media de la mañana y en medio de un diluvio ha revistado a la tropa, cuarteles, los fuertes y el hospital. Sus acompañantes le siguen con la lengua fuera admirando su resistencia. Esto te lo digo -escribe a su hija- para que comprendas que estoy hecho un palo vestido de uniforme, pero fuerte64. Almuerza con el teniente general Rubín, general Arózar, general Fuente Pita, un brigada de marina, otro gobernador militar, un senador, etc. etc., pero no tiene inconveniente en dejar contrariadas a las señoras que suspiraban sin duda por el «magnífico baile» en que lucir sus atuendos y cotillear a su sabor. Y todo porque le priva la «chatilla de su corazón» María Emilia de mi vida: Me duele más de lo que te puedes figurar el estar separado de tí; te quiero tanto, que doy mil gracias al Todopoderoso que mi cariño todo sea sólo para una hija tan buena...65 ...¡Con qué gusto he leído esta mañana en Santiago tu carta!; estaba afeitándome y lo dejé todo; cuídate mucho, muchísimo...66 ... Dios y la

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Virgen permitan que tú estés buena y tranquila. ¡Cómo te quiero, Emilia! y ¡cómo no te he de idolatrar si eres mi única hija y la más buena que ha nacido! Y cuando llegue prepárate porque hasta bocados te he de dar. ¿Y tú cómo sigues? No dejes nunca de hablarme en las tuyas de tu salud, de tu gana de comer y dormir, y después me dices todo lo demás...67 Riquelme no hubiera podido sospechar que estas líneas escritas a vuela pluma se habían de publicar en letras de molde. Lo que he presentado son retazos seleccionados entre media docena de cartas datadas en noviembre de 1866, escogidas por María Emilia entre muchas más. Las tiernas expresiones del general son ambrosía para el corazón de su hija, acostumbrada a frecuentes regañinas, menos dulces para el paladar aunque también nacidas del amor: Te quiere con preferencia a todo lo de este mundo, tu Papá; te quiere muchísimo tu Papita; Te idolatra tu Papá; Te quiere con toda su alma, tu Papá; Adiós, hija queridísima; no olvides un momento al que tú eres su pensamiento único, tu Papá...68 También don Joaquín advierte la cantidad de extremos paternales que prodiga en su epistolario y da a su hija una explicación digna de sí mismo: ... Tú dirás: ¿cómo es que Papita está más cariñoso siempre conmigo cuando me separo de él? Te daré la razón; no es que te quiero más, porque más de lo que te quiero es imposible, sino que fuera de mi lado no tengo más obligación que dar rienda suelta a mi cariño; a mi lado sobre tener tú que sufrir las impertinencias de un viejo, que no son pocas, tengo yo el deber de dirigir tu educación, ya que la falta de contradicción, tu voluntad libre, no te conduzca al fastidio, al mimo impertinente; en una palabra, a destruir la primera fortuna que heredaste de tu madre, tu admirable índole. Voilà tout!...69 Ya está dicho: don Joaquín no quiere una damisela de alfeñique sino toda una mujer, réplica de la esposa añorada, que se gloría en presentar siempre como modelo. Emilia lee con fruición esas hermosas palabras, porque había adorado también a su madre; se siente orgullosa de su padre y contenta porque está terminando su viaje. Finaliza la revista de la región por la plaza de Lugo adonde Riquelme ha llegado antes de amanecer y después de una noche «horrible de frío» escribe a su hija: ...Al llegar tomé chocolate y después a misa a la Catedral, que tiene el gran privilegio de tener a S.M. manifiesto todo el año de día y de noche, es decir, perpetuamente; en seguida, a las nueve me acosté en una magnífica cama en casa del Marqués de Villaverde, pero no puede dormir, y a las diez estaba levantado y me tienes dando diente con diente de frío, pero perfectamente bueno, gracias a Dios y a tus súplicas... Me parece mentira que el primer viaje que haga será recompensado viéndote, abrazándote y comiéndote a besos...70 El general ha citado a los provinciales para el 5 de diciembre y escribe a su hija: ... de todos modos espero en Dios que no atrasaremos más y que el día de la Purísima tendré el gusto de rezar el rosario a la Virgen, los dos solitos en nuestra capillita...71 En casa del general se venera una hermosa imagen de la Inmaculada ante al cual rezaron todos los miembros de la familia; el arzobispo de Compostela ha indulgenciado las oraciones que se hagan ante ella, con lo cual aumenta la veneración que inspira. María Emilia le pone con cariño el mantel de altar cuyo encaje hizo su madre y la adorna con l as mejores rosas. Riquelme, el capitán general de la octava región militar, metido hasta las orejas en el tráfago social, busca su descanso -¡quién lo diría!- rezando el rosario con su hija a la vera de esta imagen.

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IX 1868

La natural endeblez de María Emilia y su aire circunspecto parecen una contradicción con la juventud que le salta en las venas al entrar en La Coruña. Resulta encantadora y amable. Sus grandes ojos grises empañados por una suave nostalgia, expresan hondura y serenidad; sus labios energía y dulzura a la vez; nobleza su frente enmarcada por la cabellera rubia que en dos bandas va a caer sobre la nuca recogida en tirabuzones. Las manos, nunca ociosas, acusan cualidades artísticas. Baja de estatura, delgada, ligeramente erguida, de gracioso andar. Sobria y distinguida en sus aderezos. El luto acentúa la palidez de su piel trigueña clara y envuelve su figura en un halo de apacible señorío. El general exhibe con orgullo a la gentil amazona que irradia simpatía cuando salen los dos a darse un paseo a caballo extramuros de la ciudadela. La buena sociedad coruñesa, proverbialmente acogedora, reclamará sin duda a la joven para introducirla en su corriente fácil y sibarita. ¿Qué responde ella? Por otro lado, los centinelas disparan cada día tracas de «alerta», lo mismo que en Pamplona. Siendo el circuito más extenso, el eco se confunde con el murmullo del viento y de las olas. Los «alertas» de La Coruña adquieren unas resonancias ultramarinas... Desde que se abrió a la luz de la razón, Emilia mantuvo gran fidelidad al amor divino, que se concretizó en su dedicación al Señor con voto de castidad. Al afianzarse y acrecentarse este amor se hace totalitario, exclusivo, y se exige plenitud en la entrega de toda la persona. Cuando un árbol crece con fuerza, esquilma la tierra de tal modo que no puede prosperar a su alrededor planta alguna. María Emilia se ha persuadido de que el cauce privilegiado para realizar su donación es la vida religiosa y se siente animada a desembarazarse de cualquier atadura para lanzarse «mar adentro» por el mundo de las realidades trascendentes. Y no es mujer de titubeos. Sin tardanza se dispone a abordar el tema con su padre y escoge una fecha muy significativa cual es el día de la Candelaria. Veamos el resultado de su conversación: La fecha 2 de febrero de 1868 es memorable para mí; como me sentía apremiada por la gracia y el mundo cada vez se me hacía más aborrecible, decidí, después de encomendarlo mucho a mi Santísima Madre Inmaculada, declarar a mi padre mi vehemente deseo de entrar religiosa cuanto antes. ¡Dios mío, la que se armó! Mi padre puso el grito en el cielo; con una seriedad que imponía, llamó a su despacho a mi Director; vino a casa también algún buen Prelado amigo; los criados andaban asustados; parecía que había ocurrido una gran catástrofe; resultado de todo, que como papá se puso malísimo, me mandaron ofrecer mi sacrificio a Dios, esperando su hora...72 Es duro para la joven sentirse obligada por fuerzas contrapuestas. No insiste, pero tampoco desiste. Seguirá esperando con paciencia el momento oportuno. Mucho me costó y sufrí -dice- pero me resigné y seguí mi vida normal animando y consolando a mi padre, como si nada hubiese pasado...73 Como si nada hubiese pasado pero la naturaleza se venga. Emilia cae enferma de cuidado, probablemente con alguna afección de tipo reumático o cardíaco. El doctor Pérez Brioyo que la visita opina que le perjudican los aires de mar y recomienda largos paseos por la montaña para estimular el apetito y favorecer la tonificación general del organismo. Siguiendo al pie de la letra este dictamen, el general envía a María Emilia a Panticosa en agosto del mismo año, pero apenas traspone la «niña» el umbral de la capitanía, ya está el padre muerto de saudades, pluma en mano, dispuesto a comunicarse con ella por escrito: Hija de mi corazón: Ansío saber tu llegada y cómo ha sido el viaje, si el dolor te ha molestado o si, por el contrario, con el cambio de aires has notado mejoría. Dios lo permita y que el sacrificio, no pequeño, sea recompensado. A las siete y media me levanté y me dijeron la misa y, hasta el momento, todo sigue como los días anteriores, con la enorme diferencia de no estar tú...74

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Aún está concluyendo estas líneas cuando llega el parte de «el bueno de don Pantaleón Corral» comunicándole que la señorita y servidumbre han llegado felizmente al balneario. Gracias a Dios -añade Riquelme- es la una y media. María Emilia comienza inmediatamente el tratamiento. Su carácter abierto y sencillo le facilita la convivencia con los demás bañistas. No rehúye las fiestas que se organizan para amenizar la estancia de los huéspedes en aquella soledad del Pirineo. El gobernador militar de La Coruña se encuentra también en el balneario y, una vez que cumplimentara a la joven, envía a Riquelme un parte cifrado con el siguiente texto: En este momento está la señorita presenciando un baile de confianza, en la casa de baños, pero absteniéndose ella absolutamente; está buenísima, pero con muchos deseos de ver a su papá.75 No son menos los de su padre, pero su deber le obliga de una manera especial a permanecer en su puesto. La tensión política está alcanzando el máximo grado y es preciso tomar providencias. Riquelme ordena la recogida de armas «y pertrechos bélicos», sube la soldada a la tropa y declara el estado de guerra en toda la región militar. En las tertulias se multiplican vaticinios sobre el futuro de España que sin duda tienen que tomar otro rumbo. Ya han fallecido los dos generales -Narváez y O’Donell- que con discutible acierto, desde luego, pero siempre habían asumido el poder en momentos de emergencia; muchos temen que sobrevenga el caos en defecto de un ideal que aglutine a una mayoría de españoles. La penuria financiera es angustiosa y los progresistas, acaudillados por Prim, empiezan a actuar con fuerza porque incluso gente noble, de ideología más o menos conservadora se dispone a apoyar su movimiento. La revolución adquirirá un matiz republicano al arrastrar con ella a elementos populares y a la gente del campo. La reina ha descubierto los manejos de su cuñado, el duque de Montpensier, para despojarla del trono; lo expulsa del país sin demora, ¡mas si sólo fuera el duque! Isabel II está lejos de sospechar que su turbulento reinado da sus últimas boqueadas. En la capitanía general coruñesa hay un jubileo de gente importante: el coronel de la guardia civil, el regente, el gobernador civil que acaba de llegar de Betanzos... Riquelme no dispone ni de media hora para dar un paseo fuera de los muros de la Ciudad Vieja. A última hora de la tarde escribe a su hija: La política cada día se enreda más; confío en Dios y nada más porque los hombres valen poco; tú déjalo correr, y pedirle a Dios, porque te repito que este Señor Omnipotente y Misericordioso será el que lo arregle; nosotros es imposible... Ahora no te ocupes más que de cuidarte mucho, que es tu principal misión. Veremos si puedo después escribirte más, porque, en viniendo gentes, estoy perdido; ya sabes que estoy bueno, que es lo principal. Que tú lo estés desea con toda su alma tu Papá.76 A las alturas de Panticosa llegan rumores nada halagüeños y María Emilia arde en impaciencia por estar al lado de su padre pues se imagina los días tan agitados que estará pasando. En alas de estos deseos le escribe solicitando su permiso para emprender el regreso a La Coruña. El general contesta a vuelta de correo: Agosto de 1868. Emilia de mi vida: Antes de todo te diré, hija de mi alma, que no hablemos más de detenerte en ésa; las razones que me das son muy fuertes; por consiguiente, el miércoles tendré el gusto de abrazarte, si Dos no lo impide, y tú aquí te cuidarás mucho y yo te cuidaré todo lo que pueda y Dios nos ayudará, si nos conviene... Me parece imposible que te voy a tener a mi lado. Dios y la Virgen permitan que tengamos tranquilidad y salud. Con respecto a lo perjudicial que te pueden ser los aires de mar, no me acabo de convencer, pero con convencimiento o sin él no creo estaremos mucho, porque si no pudiera decentemente dejar esto pediría que me trasladasen a otro punto; tu salud lo primero; además es posible, aunque no seguro, que «a la vuelta de los baños de la reina», cambie el Gobierno y entonces o me quitan o se presentará más fácil. Adiós, hija de mi vida, cuídate mucho, abrígate muchísimo para el viaje, que las noches están extraordinariamente frías (que echen paja en el suelo de la berlina, o dime si quieres que te mande la bolsa para los pies). Acabas de bañarte en baños templados, los poros están abiertos y es indispensable muchísima precaución...77

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La infortunada Isabel II nunca volvería de aquellos baños como ingenuamente prevé Riquelme. Ha llegado la hora de estallar el pronunciamiento que se estaba gestando desde tiempo atrás. El almirante de la fragata «Zaragoza», brigadier Topete, se subleva en Cádiz con la marina y la guarnición de la plaza; salta el chispazo a Sevilla y a otras importantes ciudades. Los insurrectos, con el general Serrano al frente, se dirigen en marcha hacia Madrid; sale a detenerlos el marqués de Novaliches con las tropas del gobierno y el encuentro tiene lugar en Alcolea donde cada bando presenta al rival tenaz resistencia. Es gravemente herido Novaliches y el triunfo se inclina a favor de Serrano, que continúa su avance hacia Madrid con sus soldados y con los del vencido marqués que se le agregan. En un desesperado intento de defender el trono, varios generales, entre los que figura Joaquín Riquelme, forman una coalición denominada «La Piña» que resulta prácticamente nula. El ministro de la guerra ha telegrafiado a nuestro general para recordarle su deber y sus responsabilidades. No es preciso porque Riquelme está al pie del cañón. Ha lanzado una proclama para levantar los ánimos de la tropa, recelosa por las alarma que sigilosamente se va infiltrando. Pretende infundir esperanzas en un inmediato restablecimiento del orden y termina así su alocución: Soldados, estáis salvando a la sociedad: continuad. Vuestro Capitán General, Joaquín Riquelme.78 A toda costa quiere mantener la adhesión de su gente a la corona y en vista del auge que toma la oposición, estima oportuno acudir al cuartel para dirigirse personalmente a la tropa. No desconoce el riesgo que implica semejante aventura y por ello se despide solemnemente de su hija. Emilia Riquelme nos lo cuenta así: Al ver mi padre tan crítica situación, me dijo: «¡Ya ves, hija mía, el momento es delicadísimo, mi deber me llama a que mi provincia permanezca fiel; voy a ello; no sé qué recibimiento tendré; pueden arrastrarme, pero si quedas huérfana, sabrás que tu padre ha muerto por su fidelidad d Dios y a la Patria!» Y yo le contesté: «Sí, papá de mi alma; ante todo fiel a Dios y a la Patria. Yo pediré mucho que la Santísima Virgen te guarde, pero si mueres, tendré santo orgullo de que mi padre ha muerto con la honra grande de ser buen cristiano y buen español, fiel al cumplimiento de su deber». Después de rezar juntos en el Oratorio, nos abrazamos y me besó. Yo quedé con el corazón en prensa y con mi doncella de confianza permanecí en el Oratorio rezando todas las horas que mi padre tardó en llegar, que me parecieron siglos...79 Las hermosas palabras de despedida que se cambian el general y su hija bien hubieran podido ser rubricadas con sangre. La elevada figura del padre tiene que inclinarse bastante para abrazar a Emilia, mucho más baja de estatura. Pero los corazones, bien claro está, son de la misma talla. Sigue explicando María Emilia: ... Un viejo criado de mi padre que a todas partes nos acompañaba, temiendo una insubordinación y que asaltaran la Capitanía, se empleó en amontonar todos los muebles que pudo para tapiar por completo la puerta del Oratorio, con el fin de que diera tiempo de salvarnos por balcón o ventana, preparando escaleras de mano y estando es espera la casa contigua que albergaba personas muy buenas.80 Afortunadamente los soldados vitorean al general y ratifican sus protestas de fidelidad a la soberana, pero ya no hay remedio. El 22 de septiembre, procedente de El Ferrol, llega a La Coruña la fragata «Victoria», el más potente buque blindado de la escuadra española. A las diez de la mañana entra en el puerto desafiando a los débiles fuertes de San Antón y San Diego e intima a la rendición de la plaza con el siguiente requerimiento: Fragata Victoria. Excmo. Sr. Comisionado por el Excmo. Sr. comandante General interino del Departamento, tengo el honor de pasar a sus superiores manos los adjuntos ejemplares del manifiesto expresivo de los principios liberales proclamados por el Pueblo, la Marina y el Ejército, cuyos principios estamos resueltos a sostener como cumple a nuestro deber. Amantes de la Nación como buenos y leales españoles, sostenedores del orden y de la justicia, ante todo, y deseando a todo trance el bien de nuestra Patria y el evitar conflictos, deseamos que V.E., en bien de la misma, acepte, o de otra manera, deje al Pueblo y al Ejército en plena libertad de manifestar su adhesión, por cuyo medio evitaría V.E.,

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el que, precisados de auxiliarles, nos viéramos en la necesidad de tomar una actitud alarmante, para cuyo fin contamos con la suficiente fuerza, apoyados y secundados como lo estamos por la mayoría de la Nación, como V.E., por su posición y en su superior criterio no podrá desconocer. Espero de la atención de V.E. tenga a bien contestarme, con cuyo objeto y según las instrucciones que ha recibido del Jefe Superior, me presentaré en el día de mañana nuevamente en este Puerto. Dios guarde a V.E. ms. as. Enfrente de la Coruña, Fragata Victoria, 22 de septiembre de 1868. Excmo. Sr. José María Berenguer. Exmo.Sr. Cpitán General de Galicia.81 Diríase que Riquelme tenía ya pensada la respuesta, pues contesta inmediatamente con lacónica dignidad: El deber y el honor militar me tienen trazado una senda de la que nunca sabré salir. Me dirijo a militares españoles, y esto basta para que comprendan que nada ni nunca haré contrario a tales principios; ni debilitan mi energía intimaciones, vengan de donde vinieren. Dios guarde a V.E. 22 de setiembre de 1868. Joaquín Riquelme.82 El general no puede cerrar los ojos a la evidencia; por más que quisiera evitarlo la revolución avanza incontenible. Pone a salvo a su hija enviándola de incógnito a Madrid, protegida por una embajada. La espera la tía Pepa, casada con don Mariano Díaz del Moral, el cual está desempeñando un importante cargo público. Hubo algún riesgo, porque los rebeldes detenían los carruajes procedentes de La Coruña con la esperanza de capturar a la hija del general para utilizarla como rehén. Alguien colocó en su equipaje un activo veneno que quemó sus ropas y papeles. El 25 de septiembre María Emilia ya está en Madrid donde encuentra carta de su padre. Riquelme le habla de su soledad y de la nueva visita de la fragata «Victoria» para desembarcar al general Pavía que don Joaquín hospeda en su casa: ... lo he puesto en mi cuarto con mi cama y yo en el tuyo con la tuya; comen en casa el general Pavía, el gobernador civil, el general Santiago y el Jefe de Estado Mayor, cuya familia se ha marchado esta mañana; cuídate mucho y pide a Dios para que nos conceda paz y salud...83 Al día siguiente Riquelme escribe también; dice que la fragata «Victoria» ha zarpado para Vigo; se rumorea que es con el fin de recoger a Contreras y Milans, generales que emigraron a Portugal en el anterior cambio de suerte. El capitán general sospecha la intención de concentrar en La Coruña más gente partidaria del levantamiento. ... La cosa se complica -dice- pero Dios, que es el Primer General del universo, nos ayudará y sacará bien, devolviéndome mi hija y mi tranquilidad...84 Su despacho es un permanente intercambio de telegramas; carece de tiempo y de fuerza para escribir a su hermana Pepa y a su cuñado Mariano; encarga a su hija que rece mucho y ofrezca velas a la Virgen del Carmen para que Dios permita que nos reunamos pronto en paz y tranquilidad. Según refiere el general, pequeñas partidas de facciosos en Lugo y Orense detienen los correos y cortan los hilos del telégrafo. ... Si te detienes dos días te cogen en el camino. Demos gracias a Dios. El telégrafo con Madrid creo que ya está restablecido, al menos hasta Valladolid, lo sé de fijo, pero, por si se repitiesen los entorpecimientos del correo, te remito la adjunta clave y como Mariano está haciendo de Ministro interino de Estado, yo le podré poner un despacho cifrado diciendo sólo: «Estoy bueno». La clave la he puesto tan sencilla para que tú la puedas descifrar; no tienes más que poner encima de cada número la letra correspondiente y nada más...»85 Prosigue el éxodo de la gente notable de La Coruña como de las demás ciudades pronunciadas. El gobernador de Madrid, a las tres de la madrugada del día 26, recibe un parte del gobernador de Lugo en que le comunica:

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Sírvase V.E. mandar decir a la hija de este Capitán General Riquelme que ninguna novedad hubo en La Coruña, y que su papá está buenísimo, admirado, querido y respetado por la guarnición y vecindario. Completa tranquilidad.86 María Emilia se consuela con estas noticias y más aún al recibir unas letras directas de su papá: ... Anoche -dice el día 26- recibí un telegrama cifrado del Ministerio de la Guerra en que anunciaba tu feliz llegada; supongo que lo pondría el Subsecretario o Azcárraga ¡Cuánto se lo agradecí! Aquí sigue todo lo mismo, habiendo salido de esta población un número de gentes incalculable por temor al bombardeo; el tiempo en la mar es duro y esto para nosotros es una ventaja...87 España apura con intensidad estas jornadas mientras se avecina el desenlace de la revolución. El día 28 todavía Riquelme puede comunicarse con su hija hambreando el gozo incomparable de estar reunidos y expresando su desprecio por las veleidades de la fama. Joaquín Riquelme hace una rotunda afirmación:... No quiero más gloria sino la de Dios y tener tu cariño de buenísima hija y nada, estoy desengañado de farsas...88 Pocos días han transcurrido desde el 18 en que Topete, a bordo del «Zaragoza» firmara el primer documento de rebelión y ya toda España está a su lado. Dice la gente que están llegando de Canarias y Portugal los progresistas deportados o exiliados y asimismo se comenta la desbandada de los gubernamentales, unos heridos, otros presos y muchos fugitivos... Riquelme trabaja día y noche. En la jornada más «tranquila» duerme dos horas cada veinticuatro, come poco y sufre atrozmente bajo el peso de su grave responsabilidad. Siente que se derrumba la institución a la que ha consagrado lo mejor de su vida. Nunca más transmitirá el consabido parte «Su Majestad la Reina y su augusta Real familia continúan sin novedad en su importante salud». Además de sufrir el quebranto natural por exceso de trabajo, el general está destrozado por dentro. Isabel II recibe en San Sebastián la noticia de su destronamiento y el memorable 30 de septiembre de 1868 pasa la frontera francesa y es recibida en Biarritz por Napoleón III y su esposa Eugenia de Montijo. La ex soberana dirige un manifiesto al pueblo español en el que reprueba la revolución y declara su libre decisión de partir al destierro con objeto de apaciguar al pueblo en cuya lealtad y buen sentido espera. En esta misma fecha Joaquín Riquelme escribe a su hija la última carta desde la Ciudad Vieja: Coruña, 30 de setiembre de 1868. Emilia queridísima: Estoy bueno. ¡Cuántas gracias tenemos que dar a Dios de que te hayas marchado! Yo lo haré probablemente esta noche a Lisboa a donde Dios quiera. La Virgen me acompañará. La tropa estaba dividida e iba a romper el fuego una contra otra; el pueblo se iba a sublevar, se necesitaba el sacrificio mío para apartar horribles desgracias. He depuesto el mando y saldré cuando tenga oportunidad. Te quiere muchísimo tu Papá.89 El general juzgó improcedente resistir más; había procurado mantener el orden y evitar represalias; cuando el 30 por la tarde declina el mando, como si hubiera caído el último reducto, se desborda la masa en manifestaciones estrepitosas, destacándose la euforia de las cigarreras que gritan por las calles: «¡Viva la soberanía nacional! ¡Vivan las cortes constituyentes!» Inmediatamente designan un general interino y una junta revolucionaria provisional que tome las riendas del gobierno de la provincia. El pueblo, el ejército y la junta admira la caballerosidad de Riquelme que ha permanecido en su puesto hasta que el destronamiento de Isabel II, «la reina de los tristes destinos», es un hecho consumado. Aquella misma noche sale el general hacia el embarcadero por la puerta abierta en la muralla. Qué soledad en medio del estruendo de las olas que rompen al pie del paso de ronda. Son las dos de la madrugada. El hombre de confianza, Eusebio Ruiz le da la despedida en la lancha que ha de conducirlo hasta el vapor de guerra «San Quintín» y que dentro de treinta y dos horas deberá hallarse en Lisboa. Lo acompañan los generales Santiago y Pavía. Es el propio Ruíz quien se lo cuenta a María Emilia.

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Y añade: ... He tenido un gran dolor al separarme del jefe bondadoso y del amigo cariñoso, pero este dolor se templa al considerar que marcha a disfrutar el necesario descanso a las terribles agitaciones de un mando demasiado combatido, aunque valientemente desempeñado...90 A mediodía del 2 de octubre, el «San Quintín» está surto en el puerto de Lisboa; Riquelme escribe a su hija antes de desembarcar para alcanzar el correo que sale a las tres de la tarde. Encarga que Ruíz venda si es posible los caballos de su propiedad, que despida a los criados excepto a Pérez que puede quedar como jardinero. Se preocupa de todos y añade aludiendo a su actuación en La Coruña: ... Creo que he hecho lo más que podía hacer el hombre más leal: he evitado derramamiento de sangre inútil, y aunque la conciencia la tengo tranquila, no sé si la opinión pública me juzgará con justicia...91 Irreprochable, mi general...

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SIEMPRE EN LÍNEA La intransigencia que preside el flujo y reflujo de la vida política impide radicalmente la convivencia pacífica entre los españoles. A consecuencia de la malhadada «septembrina», como denomina la posteridad a la pasada revolución, Portugal y el sur de Francia registran una considerable afluencia de exiliados y prófugos. Riquelme permanece en Lisboa en contacto con otros compatriotas que otean desde allí la primera oportunidad para intervenir de nuevo en los acontecimientos de España. Nuestro general busca a su amigo el padre Esclapés entre los jesuítas expulsados de Sevilla -esta vez por «carlistas», ya que habían de justificar la expulsión de alguna manera- y mientras tanto vigoriza su espíritu con la misa diaria y la frecuente confesión y comunión. Todo se lo cuenta a su hija, así como las grandes satisfacciones que está recibiendo después de las incertidumbres y riesgos por los que acaba de atravesar: ...Tenemos que convenir que Dios y la Virgen nos protegen, pues si hubiéramos vencido que nos prodigaran plácemes se comprende, pero hoy no recibo una carta que no diga lo mismo; le pedimos a Dios que saliéramos con honra y Dios nos lo ha concedido y, si no nos ha concedido otras cosas, es porque no convendría; efectivamente, yo veo en este triunfo un castigo a ciertas personas que debieron pensar en Dios y dar ejemplo. Creer que se puede gobernar sin el auxilio de la divina providencia es un error, yo, sin embargo, le pido, con verdad, no tener enemigos y que me salve, con honra; de volver a tener mandos, basta y sobra...92 En la adversidad, cuando Riquelme se siente solo, amenazado por pérdidas de fortuna y entristecido por el descalabro de la Patria, es cuando mejor se manifiestan los quilates de su fe. Es altamente significativo el parágrafo anterior insertado en la intimidad de una carta, y desprovisto, por tanto, de todo artificio. Frases tan enjundiosas merecen ser esculpidas en caracteres de piedra. Emilia sigue en Madrid, con sus tíos Pepa y Mariano. Se acomoda tan bien a todo y es de tan buen natural que, como dice su padre, aún cuando se muriera nada pedía ni de nada se quejaba. Es un rayo de sol para todos aunque tenga que disimular su tristeza por los derroteros que toma la política, el desconcierto general y la insufrible separación de su padre... Y todo esto cuando la vida palpita con fuerza y acelera el ritmo del corazón. Tiene veintiún años y no es absurdo suponer que en esta coyuntura añorara también un brazo varonil en que apoyar sus inquietudes e ilusiones. Los impulsos inherentes a la juventud no respetan el propósito irrevocable de pertenecer sólo a Dios de por vida. Y es ahora, precisamente ahora, cuando le sale al encuentro el travieso cupido con la ballesta a punto. Está enamorado de ella su primo Eduardo Díaz del Moral y Riquelme, apuesto diplomático de veintitantos años, bueno, religioso, inteligente, de estupenda posición social. Trató a María Emilia desde la infancia y siempre la quiso. Pero después de mucho tiempo y muchas vicisitudes, la encuentra tan mujer, tan bonita, tan fuerte, que no duda en declararle su aspiración de compartir con ella las alegrías del hogar, esa apasionante aventura... Es bella la vida cuando ronda el amor. ¿Qué contesta María Emilia? Seguramente comienza sorprendiéndose, ruborizándose un poco, desviando discretamente la mirada y acaba bromeando para disuadir a Eduardo con elegancia. Ya sabemos la respuesta. El deber filial le había impuesto la renuncia a la vida religiosa, ¡a un deseo alimentado desde que tuvo uso de razón! Lo que no está dispuesta a sacrificar es el amor esponsal que ha prometido a Cristo con voto de castidad. Bien ajeno a este lance, don Joaquín escribe constantemente desde Lisboa para desfogar su actividad y matar la melancolía que se está apoderando de su ánimo: ...Hija mía, tus consuelos lo son para mí profundos; porque los dices llenos de interés por mí y llenos de verdad, lo reconozco. ¡Qué época tan fastidiosa estamos atravesando! Dios y nada más que Dios puede darnos la paz93. ... Entre lo del Palacio, casa, caballos, etc., mucho es lo que perderemos; no cuentes con gran cosa; lo que haya, hallazgo. ¡Paciencia! Lo principal es que tú estés buena; lo demás lo considero secundario; espero en Dios que nos lo concederá...94

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La «época tan fastidiosa» se está prolongando más de lo presumible. Nada parece presagiar que, al menos en corto plazo, la política española vaya a volver a su antiguo carril; las cortes constituyentes se consolidan y acrecientan su prestigio; han votado la monarquía constitucional y ¡extraña contradicción! menosprecian el memorial que la ex reina Isabel les presenta a principios del año 1869 en el cual las acusa de carencia de representatividad del pueblo y alega sus derechos al trono; en fin, la ilustre dama desde París propugna por una restauración que no convence a las cortes. ¿A dónde marcha, pues, una monarquía sin monarca? Riquelme se impacienta, no se aviene a vivir indefinidamente en un hotel y lejos de su Emilita del alma, así que manda a su hija que recoja los muebles en el piso que tienen en Madrid y se vaya con él a Lisboa. ... Está tranquilísima y obra como veas conviene: lo que hagas todo lo doy por bien hecho. Creo debes reservar para traerlos contigo a doña Leocadia (institutriz), a una criada y criado. No veo el momento de tenerte a mi lado; tus consuelos me son muy necesarios, me haces mucha falta. ¡Cuánto vales y cuánto te quiero! Tú ganarás el cielo aguantando a este viejo impertinente...95 ¿Qué será de España y de nosotros, hija mía? Dios lo sabe; pidámosle que nos mire con misericordia, como hasta ahora lo hace...96 A María Emilia le nacen alas en los pies, tal es la prisa que se da en disponer lo necesario para el viaje. No puede ocultar su emoción y los tíos casi se ofenden por tanta premura; es natural que la joven arda en deseos de reunirse con su padre y también que apetezca poner tierra por medio a las reiteradas proposiciones de Eduardo que no se da por vencido a la primera. Don Joaquín tiene una de las mayores alegrías de su vida al abrazar a su hija en Lisboa. Entre el último abrazo que se dieron en La Coruña y éste cuántas impresiones se habían intercalado. Les parece que comienzan a vivir y que el destierro se llena de música y de sol. Radiantes de felicidad se instalan provisionalmente en el hotel con la servidumbre, pues el general quiere escogen con María Emilia la nueva residencia. Se deciden a alquilar una elegante vivienda amueblada, un poco reducida pero suficiente para la vida retirada que piensan hacer. El cocinero será al mismo tiempo ayuda de cámara de don Joaquín; la criada se ocupará de las faenas de la casa y doña Leocadia atenderá a la señorita, la cual tendrá también profesor de piano para matizar su destreza y emplear bien las horas. María Emilia no se aburre; sabe sacar partido de la soledad porque dedica más tiempo a la oración y a distraer a su padre que harto lo necesita. Algunas señoritas de la aristocracia lisboeta la invitan a salir para tomar café en los finos salones de la ciudad; ella lo agradece pero prefiere coser o tocar el piano acompañando a su papá; le encanta poder soslayar, siquiera en esta ocasión, toda clase de etiquetas y cumplimientos. Prefiere una vida más sobria y la armonía silenciosa del deber cotidiano en la presencia de Dios. Existen una hojas sueltas pertenecientes quizás a algún diario de Riquelme en las que nos da idea de cómo transcurrían los días en el exilio; se revela el cristiano y el pensador que en romántica clave decimonónica agradece a Dios las dulces compensaciones que disfruta en medio de su forzosa y penosa inactividad. ... Corría el mes de agosto de 1869, y digo corría porque el tiempo lleva una velocidad aterradora para el hombre pensador y creyente, que comprende que esta vida es un tránsito y nada más; es una escuela donde se aprende a mortificar y contener los malos instintos de la naturaleza humana. ¡Feliz el que lo consigue, desgraciado aquel que desprecia el ejemplo y la enseñanza de Jesucristo, nuestro Divino Maestro! Era el 23 de dicho mes, y celebraba la Iglesia la fiesta de San Joaquín, Padre de Nuestra Señora. En una reducida vivienda de la ciudad de Lisboa vivían un antiguo militar y su joven hija, españoles, ambos ausentados de su Patria para no ser testigos de algazaras y escenas funestas; aislados voluntariamente, sin las necesidades de la vida en sociedad, pasaban los días sin excitaciones, alegres, pero tranquilos y resignados, militarizando el tiempo o subordinándose al mismo, de modo que la lectura, ocupaciones domésticas, comidas, paseos y descanso, todo obedecía al reloj como en el cuartel. Una de las ocupaciones de la joven hija era, en esta época, bordar un pañuelo con que festejar a su padre el día de su Santo. Concluida la obra, digna de

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sus hábiles manos, la presentó llena de alegría, y no fue pequeña la del viejo papá, que, reconcentrando todo su cariño en esta joven, única hija, quiso recompensar su trabajosa galantería. Todo le parecía pequeño, todo insignificante para lo que merecía el pañuelo; pero ahogando sus sentimientos y con el solo fin de no excitar su interés material en cobros semejantes, para no quitar el verdadero mérito de acción tan noble y cariñosa, la recompensó sólo con lo más preciado para ella: con un beso paternal, que agradeció sobremanera.97 También corre el tiempo en España que cabecea a la deriva de escollo en escollo. Es más fácil provocar una revolución que encauzarla positivamente hacia el progreso en el orden. El general Serrano, que con tanto celo contribuyó al destronamiento de Isabel II, es el regente de la monarquía hasta que sea ocupado el trono vacante. El partido republicano prospera y cuenta con dirigentes de prestigio, con demagogos y oradores ampulosos y con los clásicos promotores de motines populares. No obstante hasta los mismos republicanos temen que la masa no se satisfaga con la soñada república federal -»la federal», como dice la gente- sino que ésta sirva de plataforma para lanzarse a una anarquía que acabe de arruinar al país, empobrecido ya por tantas calamidades. El general Prim, presidente del gobierno y ministro de la guerra, intenta ahuyentar este peligro instaurando una monarquía de nueva planta y para ello busca entre las familias reales europeas un príncipe que acepte la corona, con no poco escarnio para España y mofa de los isabelinos, carlistas y demócratas. Doña Isabel abdica en su hijo Alfonso al ver el panorama tan negro; los carlistas proclaman a Carlos VII y se levantan con brío en diversas provincias; cunde la disgregación cantonal como si la patria fuera a romperse en un sinfín de reinos de Taifas. Por último, los que esperaban ilusionadamente «la federal» se ven defraudados -¡el colmo de la burla!- con un rey desconocido que apenas hilvana dos frases en español, en el que contemplan los católicos al hijo del usurpador de los dominios pontificios. En efecto, el 2 de enero de 1871 hace su entrada en Madrid Amadeo I de Saboya, duque de Aosta, hijo de Víctor Manuel II de Italia; el general Prim es víctima de un atentado y el nuevo rey se lo encuentra de cuerpo presente. Los partidos políticos, a cual más desorganizado, se atacan sin piedad; nadie acepta al monarca «intruso»: el pueblo lo hace objeto de burlas de todos los gustos; la gente bien se jacta de ofenderlo con sus desaires y boicotea a sus escasos adictos; en señal de protesta exhibe los emblemas borbónicos hasta en la sopa: la flor de lis campea en los aderezos de las damas y la escarapela blanquiazul en la solapa de los caballeros. No se sabe exactamente cuándo se reintegra don Joaquín al ejército después de su estancia en Portugal. Es probable que, como su hermano José Luís, se negara a jurar a don Amadeo. Lo que consta con certeza es que cuando vuelve a Madrid se instala con su hija en la calle Fuencarral, número 47, segundo piso, derecha. Está tranquilo sin cargos ni quebraderos de cabeza, pero a fuer de buen patriota se consume de indignación por el desastroso giro de los acontecimientos públicos. Imposible continuar la vida reposada e independiente que hacía en Lisboa con María Emilia; tiene que alternar, asistir a las carreras, pasear a caballo por la Castellana arriba hasta el hipódromo, dar vueltas en coche por el Salón del Prado donde bulle y se condonea lo más granado y castizo de la Villa y Corte. Han de participar en tertulias amistosas, lo que les obliga a corresponder con otras semejantes; las que ofrece el general difieren de la mayoría en un detalle muy cristiano: la ausencia de chismes; allí el prójimo tiene bien guardadas las espaldas. En cuanto a bailes siguen tocándose sólo los inocentes rigodones y a pesar de ello María Emilia continúa reñida con la danza. Tenían gran intimidad con los duques de Villahermosa y tomaban parte en las veladas que se celebraban en su palacio donde se daba cita la flor y nata de Madrid. Deslumbrantes landós conducen a los invitados. Los señores ayudan a apearse a las damas emperifolladas que coquetean con sus abanicos monumentales. Avanzan hacia la escalinata escoltados por lacayos de librea. Los salones decorados con espejos, doradas cornucopias, tapices, arañas y candelabros, se ven invadidos por una ola de perfumes caros, sedas y blondas, sonrisas de cortesía, músicas, aplausos... A María Emilia más que indiferencia le provoca hastío este fausto que otros adoran. La señora duquesa es muy piadosa y la comprende; en cuanto advierte su presencia la conduce a un gabinete retirado donde la joven pueda entregarse a la oración, a confeccionar prendas para los pobres o simplemente a descansar. Su padre la busca con la mirada y se pone de mal humor, ¿dónde diablos se habrá metido su hija? ¡Ya se ha escabullido! La duquesa está al quite y se culpa a sí misma de la evasión de la señorita Riquelme y así el general, dudosamente convencido, ahoga sus deseos de verla lucir sus habilidades en el piano, admirada por la selecta concurrencia. En cambio María Emilia se

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encuentra más a gusto lejos del vértigo de la fiesta porque según dice podría así prepararse mejor para la Sagrada Comunión del día siguiente.98 Y no sólo por este motivo. Tenía que partirle el alma el brusco contraste entre el lujazo de ciertas mansiones y la pobreza reinante a pocos metros de ellas. Hay que recordar que las constantes algaradas callejeras que se producen cada vez sumen al pueblo en mayor miseria; niños famélicos vagan por doquier y toda clase de enfermedades se ceban bajo los harapos de los necesitados. Es cierto que las damas de alto copete organizan festivales en beneficio de los indigentes, pero las recaudaciones no son superiores a lo que entre todas ellas gastan en acicalarse. Emilia Riquelme ya es una mujer hecha y derecha y no ha nacido para abanicarse. Después de atender a la dirección de su casa, se dedica a recorrer hospitales, bohardillas y sotabancos. A unos proporciona ropas, a otros ayuda con dinero, a éste con medicinas, a aquél buscándole empleo. Es el buen samaritano que cura las llagas del cuerpo y pone bálsamo en el corazón con sus palabras de fe y de esperanza. Por otro lado don Joaquín se empeña en que su hija vista según los nuevos modelos, que se componga y divierta como las demás señoritas de su clase, en fin, que recupere las horas de aislamiento y austeridad del largo destierro. María Emilia le ha respondido muy resuelta: papá, mira, a mí no me hace falta ninguna alhajita; vestidos tengo muchos que transformándolos quedan nuevos; todo lo que me des que sea para los pobres... Sí, los pobres son imagen de Jesús, los pobres son mis amigos.99 El padre no tiene necesidad de muchos argumentos para convencerse porque ya está convencido; él mismo acompaña con frecuencia a su hija en aquellas correrías de amor hacia los hermanos. Discretamente sigue la pista de su prima el enamorado Eduardo, que se siente atraído con más fuerza hacia esta mujer tan sensible al dolor ajeno, credencial de su madurez y de su extraordinaria valía. Y vuelve al asedio con la esperanza de que al fin capitule ante la vehemencia de su amor. ¿Por qué no reconsidera María Emilia las proposiciones de Eduardo? No reconsidera las proposiciones de Eduardo ni reconsideró las de otros buenos partidos que se le presentaron. Jamás habla de sus conquistas, pero nos ha llegado la onda por medio de su sobrina doña Mª Emilia Blanes y Zayas, condesa de Guadiana. Vive fascinada de lo eterno. Los amores de este mundo -dice- son humo, por nada se evaporan. Sólo Dios, sólo su amor debe nuestro consuelo, fuerza y delicia en este valle de penas que es la vida100. No le importa manifestar que vive entregada a Dios; si los seguidores del mundo no tienen a menos pregonar que lo son, ¿habrá de tener Cristo seguidores menos valientes? De su aspecto devoto y modesto habla la siguiente anécdota: las monjas de un convento próximo a su casa la ven entrar a su capilla con relativa frecuencia. En su porte se trasluce una posible vocación a la vida religiosa y la llaman para informarlas sobre sus reglas y género de vida. Quien sabe -se dicen- si el señor la llama por este camino. El aya que la acompaña siempre se ha quedado fuera con el ceño fruncido, como presintiendo algo desagradable. Por casualidad María Emilia entiende un poco y al salir encuentra a su carabina hecha una furia, temiendo que la señorita se hubiera entusiasmado más de la cuenta y le hubiera buscado un serio disgusto al general. Calma, doña Leocadia ¿qué teme usted? No tenía por qué temer. Es innegable que la joven vive en su ambiente como el pez fuera del agua, pero en tanto llega la hora de Dios, procura llenar su espera de obras buenas hechas en silencio. Su centro y su fuerza es el Santísimo Sacramento, Cristo vivo que acampó entre nosotros y aún habita en la pequeña tienda de sus tabernáculos. No le parece excesivo el culto perpetuo que la catedral de Lugo le tributa, ¿qué mucho devolverle compañía por compañía, amor por amor? Sería maravilloso estar adorando sin cesar a la Eucaristía; ¿desde cuándo aletea en su alma este ideal? Si ella fuera fundadora -piensa- dedicaría su institución a la adoración perenne a este divino Sacramento; está rumiándolo desde los diez y ocho años como algo arrebatador, pero irrealizable.

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Hace lo que está en su mano, sin paralizarse en lo que podría ser una quimera. Todos los días va con su padre a la iglesia donde está el Señor expuesto en las «Cuarenta Horas». Y como los dos saben tanto de gestos protocolarios, nunca utilizan el coche por lejos que se encuentre. El Rey de los reyes bien lo merece, como escribe san Pedro Julián Eymard: Ríndámosle el homenaje de la fe y del amor que le tributaríamos si nos encontráramos con Él en persona. Porque en hecho de verdad nos encontramos con Jesucristo mismo101. María Emilia añadirá: La Eucaristía es el paraíso de la tierra, mi recreo y descanso espiritual102. Sí; el cielo es Dios. La Eucaristía es Dios-con-nosotros, compañero y viático de nuestro diario caminar.

XI EN SEVILLA

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Obras Eucarísticas de S. Pedro Julián Eymard. Ediciones “Eucaristía”. PP. Sacramentinos 1963, pág. 41 102

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Amadeo I se considera impotente para resolver el cúmulo de problemas que ha cargado sobre sus hombros y a los dos años de reinado presenta su renuncia ala corona. El 11 de febrero de 1873 se proclama la república que si se distingue por el sobrenombre de «la Niña», para bien o para mal no pasa de la infancia. Sucesivamente cuatro presidentes trabajan por encarrilar la vida nacional, pero sus esfuerzos se estrellan contra los intereses de los partidos, las acometidas carlistas, las insurrecciones de las colonias, la bancarrota financiera, etc., etc. Al ser derribado Castelar, el último de la serie, se da por fenecida aquella república de once meses de duración. Después de un año de vacilaciones, el 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclama rey de España en las inmediaciones de Sagunto al príncipe Alfonso, hijo de Isabel II. Los amigos de la casa de Borbón, que viven postergados desde 1868, acuden al ministerio de la guerra para formar gobierno y apuntalar bien la monarquía distribuyendo adecuadamente los puestos de mayor responsabilidad. Todo da una vuelta radical; salen a luz los periódicos suspendidos por el régimen anterior, vuelven los antiguos nombres a las calles, la corona real al escudo español, la escarapela al ros de los militares... Sevilla sigue siendo una importante plaza; el último censo ha arrojado un total de 118.054 habitantes. La ciudad hace ahora cábalas sobre el general que sucederá al dimisionario don Agustín de Burgos. Les cae en suerte un hombre de toda garantía: Joaquín Riquelme. Es cierto que nuestro general había quedado harto de mandos, pero no puede rehusarlo en un momento de transición en que el ejército necesita jefes leales a carta cabal. El diario local «La Andalucía», en su número de 2 de enero de 1875, dice escuetamente: Ayer a las 2 de la tarde, tomó posesión de la Capitanía General de Andalucía el General Riquelme, nombrado por el gobierno para este cargo. A las cuatro y media de la tarde del 14 del mismo enero, las campanas de todas las torres hispalenses se echan al vuelo: Alfonso XII está entrando triunfalmente en Madrid. Te Deum, galas, banderas, recepciones, músicas, saraos, dramas patrióticos y esparcimientos populares. En general, todas las provincias celebran clamorosamente el acontecimiento. Sin embargo existen todavía núcleos carlistas que no cejan en su empeño. El joven monarca en persona se pone al frente de las tropas que en Navarra contraatacan a los voluntarios del Pretendiente. Desde la capitanía sevillana Riquelme trasmite al gobernador civil de la plaza el parte diario de las operaciones bélicas que se están librando casualmente donde él, cuarenta años atrás, mereció su primera condecoración. La guerra carlista aún se prolonga hasta febrero de 1876 en que Carlos VII pasa la frontera francesa pronunciando su célebre «volveré» En el año de la restauración, Sevilla echa la casa por la ventana. Los carnavales animadísimos; las semana santa fabulosa -y en esto pisa como nadie- y luego la feria de abril: huéspedes notables; las máximas glorias del toreo; los divos de más renombre; feria de caballos en la Alameda Vieja; tiovivos, columpios, cucañas, pirotecnia, «luz eléctrica que varía de color» -¡oh maravilla!-; desfile de carruajes; sevillanas con peinas de carey y blondas guarnecidas de claveles; bestias con penachos y frontaleras; pugilatos hípicos en los campos de Tablada, donde se han levantado preciosas tribunas. Anuncia «El Porvenir» que después de los toros habrá «carreras de cintas»; las ciento diez y seis cintas, «notables por su belleza y buen gusto», que van a disputarse los competidores, han sido regaladas por señoritas distinguidas de la ciudad. Emilia Riquelme pinta una delicada cinta rosa, pero en la relación de las elegantes damas asistentes a los festejos no leemos su nombre. ¿Emplearía este tiempo en visitar al Santísimo que estaba manifiesto en la iglesia de San Leandro? Sevilla no se cansa de fiestas y continúa mayo con el mismo rumbo. El 27 es Corpus Christi y se engalana profusamente la carrera por donde pasará la procesión; a las dos de la madrugada se expone el Santísimo en la maravillosa custodia de Juan de Arfe; al amanecer son los oficios y a las diez de la mañana sale el Señor de la catedral entre nubes de incienso, temblor de cirios, pétalos de rosa, salvas de artillería, repique de campanas y la marcha real. Vibran todos los elementos y la gente se pone de rodillas sin resuello. Y no es nada el acompañamiento que precede: relicarios, imágenes de arte excepcional, cruces, cabildos parroquiales, representaciones de todas las comunidades, entidades y gremios, estandartes y banderas, autoridades y los Sises, los niños que cascabelean y danzan ingrávidos ante el Santísimo. Este año corresponde a Riquelme llevar en la procesión la espada de san Fernando. Su hija tiembla de emoción al presenciar el desfile procesional desde el balcón engalanado con reposteros de terciopelo carmesí. Año tras año, en la fiesta del Corpus, arrojaría flores al paso de la custodia con el rostro encendido

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y los ojos húmedos, con el alma toda103 -como ella decía- que es como valen las cosas pequeñas que ofrecemos al Señor. A principios del verano nuestro capitán general viaja a Madrid con el general Quadros para conferenciar con el ministro y el subsecretario de la guerra. Riquelme ha dicho con sinceridad: Soy viejo, he trabajado cuanto he podido por mi patria; yo no tengo ambiciones...104 Los hechos confirman sobradamente estas palabras y por ello en consideración a los distinguidos servicios y particularmente a la buena conducta militar que observó siendo capitán general de Galicia es ascendido a teniente general y más tarde nombrado consejero del estado. Es el último peldaño que corona cincuenta y tres años y tres meses de servicio al ejército español. España entra en la década más tranquila y floreciente del siglo. Para Riquelme también llegó la tranquilidad. Tiene su domicilio en el Angostillo de San Andrés, número 2, una calle estrecha y sinuosa que acaba rodeando la parroquia dedicada a este santo. Las torres del templo fueron alminares en la época califal; es uno de tantos lugares pintorescos, cargados de leyenda, escenario de desafíos y apariciones según la exuberante fantasía popular. Tras los visillos del balcón María Emilia viene observando a un niño que da limosna a un pobre que vive en la acera de enfrente. Lo curioso del caso es que el pequeño bienhechor no puede ir más pobremente vestido, aunque, eso sí, limpio como los chorros del oro. La hija del general lo llama y le pregunta su nombre. Se llama Pablo Giraldo Rocha; explica que su padre murió; que su madre, la señora Paula, es lavandera; que tiene un hermano muy delicado de salud y una hermana, ambos mayores que él; la hermana se llama Carmen, la llaman Carmelina... María Emilia y su padre admiran la liberalidad de la pobre viuda que reparte generosamente sus escasos haberes y deciden colocarla en su casa como lavandera fija. Dan carrera al hijo mayor y lo cuidan en sus enfermedades hasta que muere; Pablo quiere ser cura y le costean la carrera. Carmelina entra en la casa sustituyendo a una criada y cumple tan bien que don Joaquín dice: Carmelina se queda con nosotros para siempre. Y se quedó para siempre, fue la doncella y hasta la enfermera de María Emilia y también un poco cronista de las muchas cosas edificantes que presenciara. Refería Carmelina que en el día de san Joaquín el general invitaba a comer a un grupo de pobres y después los obsequiaba con una espléndida merienda; padre e hija se vestían de gala para servir a los comensales, para significar que se consideraban anfitriones de Cristo en la persona de los necesitados, más honrados aún que cuando atendían a los grandes señores. ¿Gesto paternalista sin valor social y aun contraproducente? No se puede enjuiciar los hechos de una época con el enfoque y las nuevas luces de otra. Nos basta saber que Riquelme aborrece la ostentación y no manda la reseña de la fiesta a los «ecos de sociedad» de la prensa local. Cuando don Joaquín y Emilia se trasladaron a Sevilla llamaron a la cocinera gallega que habían dejado por fuerza en La Coruña. La pobre viuda tiene un hijo llamado Leopoldo que pronto ingresa en el seminario hispalense, pero ¿dónde podrá recogerse el chico cuando le den las vacaciones? No hay problema porque la señorita Emilia le permite que pase las vacaciones con su madre. ¿Y cuando venga la abuela desde Galicia para matar la morriña de hija y nieto? No hay problema tampoco porque la señorita ordena que le pongan una buena habitación para que permanezca en Sevilla el tiempo que quiera. Esto no lo contó Carmelina sino el mismo seminarista cuando había llegado a ser nada menos que patriarca de las Indias Occidentales, obispo de la diócesis de Madrid-Alcalá, Consejero del Reino y un montón de títulos más. Don Leopoldo Eijo Garay no se desdeñaba en reconocer su deuda de gratitud para con Emilia Riquelme, ¡y hay que ver lo parco en alabanzas que era el Patriarca! Un día comentaban con él que la hija del general eludía referir estas cosas; sólo comentaba lo estudioso e inteligente que era el joven Leopoldo. El patriarca añadió con admiración: Una mujer como aquella ¡qué va a decir!105 En Sevilla María Emilia toma como director espiritual a don Marcelo Spínola y Maestre, párroco de la iglesia de san Lorenzo, buen predicador, buen confesor y con fama de santo. Aconseja a su dirigida 103

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que se asocie a las conferencias de san Vicente de Paúl, obra que a la sazón canaliza los fervores de las damas caritativas de la ciudad. Así lo hace María Emilia y, como miembro activo, pronto se pone en contacto con los estratos más bajos de la sociedad donde tiene que intervenir en casos agudos de degradación moral con no poco asombro y dolor por su parte. Esto le produce un vago temor: ¿podría sufrir menoscabo su pureza en semejantes andanzas? El confesor la tranquiliza con las siguientes palabras: La caridad de la castidad; la castidad de la caridad. Siga, que no recibirá daño su alma.106 Disipada la turbación camina tan segura que sin ningún reparo entra en una casa de prostitución para visitar a una enferma; se lo cuenta a su padre que la reprende todo escrespado; María Emilia aguanta serena el chaparrón, feliz por haber podido anunciar a Cristo justamente en el antro del vicio. El general sigue refunfuñando casi por hábito, pues en el fondo se siente satisfecho. Él también irá al confesionario de ese audaz don Marcelo. El tal sacerdote está preocupado porque los protestantes piensan plantar sus reales en un lugar de su jurisdicción parroquial. La intransigencia que impera en esta época estima la cuestión como de vida o muerte para la feligresía; don Marcelo está buscando solución. Con la colaboración de un equipo de damas pudientes abre un colegio de niñas pobres en la calle Cantabria, junto al templo de San Lorenzo. Algunas de estas damas forman el cuerpo docente: Carmen Regife, directora; las hermanas de don Marcelo, doña Celia Méndez, viuda del Marqués de la Puebla de Obando, profesoras; Emilia Riquelme, profesora de bordados y su prima Asunción de gramática. Rápidamente prospera el alumnado, se inaugura el internado y presentan notables exposiciones de labores. María Emilia trabaja con amor en la educación cristiana de las hijas del pueblo; para ella supone un ensayo que dejará huella en su corazón. A pesar de tantas actividades no restringe las visitas a los enfermos. Las amigas advierten su predilección por los infecciosos y comentan: Emilita tiene predilección por los tísicos...107 Seguramente prefería a las personas más necesitadas de cariño y de asistencia material. Siempre tiene innumerables casos entre manos: chicas casaderas sin dinero para el ajuar; otras que quieren ser monjas y carecen de lo más imprescindible; un seminarista necesita libros; otro no puede pagar la pensión del seminario... en fin, se multiplican las urgencias ante quien tiene verdadero interés por remediarlas. Hay mucho campo en esta cuidad donde el señorío que brilla es la máscara que oculta a la gran masa de modestos vecinos que ganan penosamente su pan, al importante sector de los que sufren la falta de trabajo, el hambre y las inclemencias del tiempo en las míseras viviendas de los suburbios. La vida de la alta sociedad cada vez cobra más impulso. La pequeña corte anterior a la restauración está resucitando como por ensalmo. Por un lado la madre del rey tiene en proyecto aposentarse en los salones del Alcázar y por otro los duques de Montpensier volverán a ocupar el palacio de San Telmo. A una y a otros les estará vedada toda actividad política y, si bien son recibidos entre flores, también serán discretamente vigilados. La semana santa de 1877 tendrá como huésped de honor a S.M. Alfonso XII. Para nadie es noticia el idilio del rey con su prima Mercedes de Orleans, hija mayor de los duques de Montpensier. La ex soberana doña Isabel se opone a la boda porque no olvida la conspiración de que le hizo objeto su cuñado; pero en su real hijo prevalece el amor sobre los resentimientos del pasado. La reina madre declina «el honor» de ser madrina en su propia madre María Cristina de Borbón; será padrino el duque de Montpensier; éste sí que no se lo pierde. A los cinco meses y tres días de las solemnes nupcias muere la joven reina. El duelo popular -tan grande como había sido el regocijo- cristializa en romances que las niñas cantarán al corro. Poco después muere también la hermana de Mercedes y cuelgan nuevos crespones en el palacio de San Telmo. Luego la vida sigue su curso. El general Riquelme encuentra su placer en salir en coche con su hija y María Emilia le proporciona gustosa esta distracción. Y no porque le halague el plan de gestos forzados y cumplimientos que tiene lugar en el paseo de las Delicias, esa gigantesca noria donde rueda en pomposos carruajes la gente

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elegante. Al iniciar la carrera dirá a su padre: Papá, en la primera vuelta que demos saludaré, pero luego déjame recoger, que no mire ni me fije en nadie.108 Está muy lejos de ser arisca en sus relaciones sociales. Se encuentra perfectamente integrada en un círculo de amigas que la dan el apelativo de «la Inglesita» porque su rubia cabellera y el color de sus ojos contrasta con el ébano de las morenas sevillanas. Todas saben que «la Inglesita» es una excelente tiradora al blanco y experta en montar a caballo. Elegante grupo de amazonas, erguidas sobre sus jamugas, largos trajes oscuros con alamares, manoplas de charol, sombreros de raso, espuelas doradas y brida en mano. Damas que conocieron a la señorita Riquelme dicen que María Emilia siempre fue edificante; entre sí ponderaban lo alegre que era, cómo alternaba y cómo al separarse de su lado quedaban impregnadas del aroma de sus virtudes; porque santamente se solazaban sin críticas ni murmuraciones jamás.109 Asiste en cierta ocasión a un sarao de gala. La señora de la casa sabe que a María Emilia no le gusta bailar y le ofrece la compañía de un apuesto joven que tampoco es aficionado a la danza. Parece que la pareja coincide en algunas cosas más, pues al poco tiempo conversan animadamente. Los curiosos y curiosas que los observan a hurtadillas, piensan para sus adentros: Vamos, a ver si al fin Emilita... Pasados unos meses el joven ingresaba en la Compañía de Jesús. Acompañada de su padre a todas partes y al acomodarse con agrado a su papel, no descuida algunas precauciones para no disiparse en medio del mundo facilón e incitante. Antes o después de la fiesta hace alguna penitencia o durante la velada lleva a flor de piel el cilicio que le recuerda la presencia de algo más digno de su atención y de su vida. Esquiva siempre los fabulosos saraos del Alcázar en los que las damas visten al dernier cri trajes tan abundantes en lazos, encajes y volantes, como escasos de tela en el escote. Doña Isabel, dotada de excelente memoria y deseosa de congregar a su alrededor a toda la aristocracia circundante, echa en falta a Emilia Riquelme y un día pregunta a su padre: Es original, general Riquelme; siempre a todas partes va V. con su hija y aquí no la trae, ¿por qué? ¿Es que no le gusta a María Emilia venir? Perdone su Majestad, le seré franco -responde sin ambages el interpelado- es que mi hija no quiere por nada escotarse... ¡Ah! también conozco a otra que adolece de este mismo mal -añade doña Isabel- Pues dígale a su hija que aún cuando no se escote que venga, que tendré mucho gusto.110 ¿Se sonrojaría por dentro la que usaba vestido de gala assez décolletés? ¡Donosa franqueza la de Riquelme! Probablemente «la otra» a la que alude doña Isabel es la Marquesa de la Puebla, antes mujer de gran mundo y ahora, junto con María Emilia, bienhechora y profesora de la escuela que fundara don Marcelo Spínola. Ignoramos si la hija del general fue a visitar a la ilustre señora del Alcázar; es de suponer que aceptaría la honrosa invitación, pero no se preocupó de dejar constancia de ello. Podemos creer que le interesaba menos, mucho menos que su aprovechamiento espiritual según se desprende de la siguiente nota: Santo Protector S. Juan Evangelista. -Propósito- Sufrir con alegría los dolores que Su Majestad se digne enviarnos. -No rehusar nada de lo que nos pida por más que sea contrario a nuestros gustos y a las inclinaciones de nuestro corazón. -Caminar de prisa, no perder ni un momento; el Cielo está cerca. -Virtud.- La caridad, que el amor de Dios reine en nosotros y el que debemos a nuestros prójimos se muestre con nuestra complacencia y cariño para con Él. Como mortificación sufrir con paciencia sus defectos, su carácter, no contándoles a los demás si algo sufrimos por esta causa. Examen particular del propio vencimiento.111 Siempre alerta, en pie de guerra, fiel a Dios.

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Rueda la vida sevillana sin extraordinarias alteraciones en el pacífico decenio del reino de Alfonso XII. Se simultanean carnavales con actos de desagravios. Suceden a las semanas santas las ferias de abril. Teatros, funciones de ópera, toros, carreras, visitas de amistad, paseos, saraos, tertulias, mercados, músicas... y el contrapunto de obreros parados, epidemias, riadas y sequías; kermesses y festivales benéficos con rimbombantes juntas de honor. Hay también mujeres que se han comprometido a poner una gota de consuelo sobre cada desgarradura humana, como por ejemplo, las piadosas dirigidas del párroco de San Lorenzo. A propósito. Estas buenas cristianas están de enhorabuena porque a su padre espiritual lo han nombrado obispo de Milo. Serán padrinos la madre del consagrado y don Joaquín Riquelme. El general está cansado de aparecer sobre el candelero, pero reiteradamente le han pedido que sea padrino y accede por gratitud y amistad. El chantre de la catedral don Cayetano Fernández, amigo de don Marcelo y de Riquelme, en la sesión académica de 13 de febrero de 1881 que se celebra en honor del nuevo obispo, hace alarde de inspiración leyendo unas octavas reales altisonantes y ripiosas cuya copia conservó María Emilia. En ellas don Cayetano no escatima el incienso: ¡Noble padrino, gloria a tus proezas!, a la madrina: Madre tierna y feliz, gloria a tus canas; para todos: ... ¿Si entre aplausos sin fin y encomios tantos -Madre, Ahijado y Padrino son tres santos? Y remata la composición:

... Y dirás que desbarro, que deliro, pero sábenlo bien propios y extraños

y al publicarlo aquí yo no me arredro: que eres digno del trono de San Pedro.112

Total ¡nada! Al buen chantre no le faltaba osadía. Si don Marcelo era un varón de Dios y su madre una bellísima persona, don Joaquín Riquelme no iba a la zaga. Su casa es elástica, quiero decir, que se estira para acoger a todos. Ha muerto su hermano Antonio y de todo corazón abre sus puertas a su cuñada doña Juliana Losada y a sus sobrinos Laura y Antonio, «el niño y la niña» compañeros de Emilita en los felices veranos de Motril y Nigüelas. Es inmenso el consuelo de los primos al reencontrarse después de tantos avatares; para ellos no ha pasado el tiempo y espontáneamente brota una vida familiar que no es sino una continuación de la de antaño. Los malos versos de Laura vuelven a florecer en las celebraciones hogareñas; nos ha quedado un simpático ejemplar que sirvió para presentar a don Joaquín el regalo de cumpleaños: un lindo bordado y una caja de habanos, confite preferido para el incorregible fumador. Veamos la «poesía»:

El niño y la niña, su madre y tu hija, humildes te ofrecen

su pobre labor. Ellos bien quisieron

poder ofrecerte «puros» de brillantes en prueba de amor.

Todos cuatro estamos pendientes de ti;

no te pongas fosco que temblamos ¡¡¡sí!!!

Aunque tú dices cuentas muchos abriles,

más te queremos todos que si tuvieras quince.

Nuestra oración es ferviente en este día

que cumples más años que tienes días...113

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¿Para qué seguir copiando? Los versos que quedan no son más inspirados que éstos. Si no se aprecian progresos artísticos, al menos son exponente de que hay intimidad y buen humor en la familia. Poco tiempo antes, el 27 de junio de 1884, «todos cuatro» con el querido don Joaquín, que ya está bastante viejo, se han ido pian pianito a hacerse un grupo a la calle de las Sierpes y nos han dejado la última fotografía de Riquelme con su hija, cuñada y sobrinos. Se acerca el 12 de septiembre y el general -por postrera vez- ha de pergeñar las estrofas de rigor para felicitar a su hija. María Emilia guarda la cuartilla que utilizó su padre como borrador, en la que se aprecia la dificultad de su mente para atinar con la rima oportuna. Entre líneas incompletas, tachaduras y enmiendas trazadas con mano temblorosa, puede leerse: Santo y ... el Dulce nombre de María dulcifica mi... el gran escudo... que todo lo puede... cuyo inmenso poder no tiene... Con orgullo llevaron este nombre mi difunta mujer y mi hija querida... lazos santos... dos... me unen... que Dios sólo podrá romperlos...114 Las frase hechas y tantas veces repetidas parecen hoy guirnaldas desmayadas en obsequio de la recordada esposa muerta y de la hija que es el dulce báculo de su vejez. En este borrador se archivan los últimos destellos de un poeta cuyos sentimientos iban mucho más lejos de lo que su verbo podía expresar. El año termina ensombrecido por el espantoso espectro del cólera; León XIII exhorta a la cristiandad al rezo del santo rosario para conjurar el peligro; el rey de España atiende personalmente a los apestados. En la Alcudia ha ocurrido una gran catástrofe ferroviaria. El día de Navidad se producen fuertes seísmos en las provincias de Granada y Málaga con numerosas víctimas y daños incalculables. El rey acude también a las zonas afectadas, desafiando a los vientos fuertes y helados, para ayudar y levantar los ánimos del pueblo. Sevilla estrena el año 1885 cubierta con una persistente capa de nieve. Al día siguiente se repiten los temblores de tierra con mayor intensidad y se desata un espantoso temporal de lluvias y vendavales por todo el valle del Guadalquivir. Espectacular inundación de Sevilla que convierte gran parte de la ciudad en una desoladora Venecia. Casuchas, sombrajos, árboles y enseres, son arrastrados con furia por la avenida de las aguas que arrancan la vida y la esperanza de los pobres. En seguida se movilizan las damas elegantes con la ex reina a la cabeza para organizar la campaña en pro de los damnificados. Se abre una suscripción popular: «Don Cayetano Fernández... 5 pts.» El 15 de febrero canta Gayarre. Menos ruido hacen las señoras de las Conferencias de San Vicente de Paúl presididas por doña Adela Pareja; éstas corren y se multiplican para remediar las mayores urgencias. No hay humor para carnavales y ya es decir que en Sevilla no hay humor. Además el rey está enfermo de cuidado. El 1885 será un año de «grandes calamidades» Para Emilia lo será también. El general y su hija había trasladado su domicilio al número 5 de la plaza del Pozo Santo, irregular plazuela en la que confluyen cinco calles ondulantes y estrechas. Su principal edificio es un antiguo beaterío convertido en asilo de impedidas por arte de unas monjas que llegaron a él hace tres siglos. Tiene en la capilla valioso retablo barroco y una talla de la Inmaculada de las muchas hermosas que hay en Sevilla. Silencio y leyenda en la plaza del Pozo Santo. Dicen que por allí hubo un pozo en cuyo arco se veneraba una imagen de María; que un niño cayó en él y que su madre, asida como loca al brocal, miraba a la Virgen pidiéndole que le devolviera a su hijo. La Virgen hizo subir el nivel del agua y a la criatura flotando en ella, de modo que pudo ser rescatada por la madre. Sugerente leyenda sevillana la del Pozo Santo, porque ¡de cuántos pozos no nos saca a todos la Madre de Dios! La «gran calamidad» acecha a los nuevos inquilinos del número 5 de la plazuela. Padre e hija, según costumbre, salen a pasear en coche a orillas del Guadalquivir. No pudieron averiguar por qué, de repente los caballos se desbocan y se lanzan flechados hacia el río sin que fuerza humana fuera capaz de detenerlos. Providencialmente chocan contra un poste y en él se queda empotrado el carruaje. María Emilia resulta ilesa; don Joaquín, al asomarse por la ventanilla para examinar la posición de las ruedas, se hiere de consideración con los cristales que saltan en pedazos. Le dan algunos puntos en la cara; el pronóstico es grave teniendo en cuenta la gran hemorragia sufrida a su edad. Y efectivamente, no sólo no se recupera sino que decae rápidamente su extraordinaria vitalidad. María Emilia está traspasada de dolor al verlo en semejante postración. Se deshace en cuidados y en esmero; para prepararle los alimentos sin perderlo de vista, improvisa una pequeña hornilla junto a la

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puerta de su habitación; no se separa de su lado ni de día ni de noche y cuando el padre la manda acostarse, se queda rezando en el oratorio que está entre los dormitorios de ambos; al amanecer desordena su cama para que don Joaquín no llegue a enterrarse de estas vigilias por alguna indiscreción de los sirvientes. Es tan esclava de su deber que apenas hace brevísimas escapadas a la capilla del asilo. El progresivo agotamiento del enfermo le origina una fuerte depresión anímica. El cariño que normalmente manifestaba a su hija se trueca de repente en un total rechazo, hasta el punto de prohibirle la entrada en su aposento y ordenar a los criados que la vigilen por que quiere envenenarlo para marcharse a un convento. En su mente febril se interfieren ideas disparatadas con vivencias angustiosas. La inocente hija comprende el alcance de estos desvaríos, lo cual no impide que le suenen dolorosamente. Redobla su solicitud y cuando encuentra muy alterado a su padre le procura la amena compañía de Laura y Antonio. Tiene fe ciega en el afecto inquebrantable de su padre como la tiene en su bondad. Además de ser el testigo más cualificado de su vida, María Emilia guarda una oración escrita por él hace años en la que puede leerse todo lo que el general español ama, teme y desea. Dime como rezas y te diré quién eres. Riquelme se dirige al Santísimo Sacramento, a la Santísima Virgen y a toda la corte celestial para suplicar por su amada esposa y demás difuntos de su familia; por su hija, para que tenga acierto en educarla como conviene; que sean librados del cólera, de la guerra, de la revolución y de todas las calamidades España y sus dominios; saber mandar y mandar con fortuna; que triunfe la causa de la Religión y el Pontificado si conviene; que Dios aumente su fe, su caridad, su castidad, su fuerza para resistir en las tentaciones y no caer en pecado ni mortal ni venial; que Dios disponga de su cargo cuando y como convenga... En la prolija oración alternan frases originales con otras de formulario. Provoca benévola sonrisa la preocupación de no dejarse nada en el tintero y el curioso final: ... Que el Señor me conceda que no sea conspirador ni revolucionario... Que las relaciones con el duque de Montpensier y conde de Cheste no manchen mi honra y que el Señor permita que en España suceda lo que más convenga...115 La andadura de este gran caballero toca ya a su término. Instituye a su hija heredera universal de todos sus bienes y, suponiendo que tome estado, expresa su deseo de que emplee su patrimonio para el culto y honra de la Santísima Virgen. La hija entre lágrimas pronunciaría el amén más ardiente de su vida. Ha comenzado el domingo 22 de febrero de este año de calamidades. El reloj marca la una de la madrugada. Doña Isabel está en el Alcázar. Don Joaquín expira por «fiebre de consunción», según certifica el facultativo don Isidoro Díaz. El día 23, a las diez y media de la mañana, en la parroquia de San Andrés, se celebra el funeral y conducción del cadáver al cementerio de San Fernando. «El Porvenir» detalla que asistieron tropas de guarnición, haciéndose honores debidos a tan alta jerarquía. Asistieron también treinta sacerdotes, tres menores, seis cantores, cuatro músicos y melodium y transporte, contados hasta lo último de la calle del Lino. El duelo se recibe y despide en la iglesia. Joaquín Riquelme, Caballero Gran Cruz de San Hermenegildo, Carlos II e Isabel la Católica, condecorado con la Cruz de San Fernando de primera clase y con otros muchos galardones, vivió a golpe de batuta política, unas veces en el candelero, otras en la reserva o en el destierro. Arriba o abajo siempre fue el mismo hombre bueno y por eso sin duda quedó definitivamente arriba como... Horquillero Mayor de la Virgen de las Angustias.

XIII TANTEOS

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María Emilia cae enferma vencida por la fatiga de tres meses seguidos sin acostarse y en constante tensión y sufrimiento. Después del sepelio viene el aluvión de visitas, cartas, negocios temporales y otras mil ocupaciones. Ha sido excesivo para su escasa resistencia física. Guarda cama, pero en su prisa por cumplir la voluntad paterna acerca de los bienes materiales, se pregunta cómo los invertirá mejor en honor de la Santísima virgen María. Lo que son las cosas. Sor Ángela de la Cruz es una fundadora sevillana muy querida de Emilia Riquelme. Su obra, la congregación de Hermanas de la Cruz, ha despertado gran veneración en la ciudad por su austeridad y dedicación a los pobres. Afluyen tantas vocaciones que necesita un edificio más amplio y saludable que el que tiene. Pide a san José que le eche una mano porque las hermanitas -bien lo sabe el santo- no tienen los cuarenta mil duros que les hace falta para adquirir una casa muy a propósito que ha visto la fundadora en la calle Alcázares. Es su propietario el marqués de San Gil. Este señor está dispuesto a esperar la decisión de las monjas hasta el 19 de marzo. Ni un día más. Y el tiempo corre y por más que la voluntad es inmejorable, sor Ángela no reúne ni para la primera entrega. Por un lado Emilia Riquelme, muy devota del santo Patriarca, deseosa de dar; por otro una fundadora que lo importuna porque el plazo se acaba. El santo bendito no tiene más que unir el cable de sus dos interlocutoras ¡y que ellas se entiendan! María Emilia aún no se levanta de la cama y envía a sor Ángela un recado pidiendo que le mande una religiosa para un asunto urgente. San José cumple los encargos sin olvidar ningún detalle. Qué sorpresa, qué emoción la de las Hermanas de la Cruz cuando reciben de la señorita Riquelme nueve mil duros contantes y sonantes más la promesa de costear en su día los gastos de la capilla, de sufragar cultos, de ... Sor Ángela puede formalizar la compra el día de san José. La Virgen María al lado de su esposo se sentiría honrada por la ofrenda de la hija del general. Y el mismo don Joaquín -aún no hace un mes de su fallecimiento- ¿qué dirá de su diligente chatilla? Y que no se queda corta en cumplir su palabra. Varias veces hace a las hermanas fuertes donativos; añádase velas, estipendios, un traje suyo para vestido de la Inmaculada, etc. etc. Las vísperas de las grandes solemnidades ayuda a la sacristana a poner las flores en el altar. En una ocasión ha entregado a sor Ángela un buen retal que le quedaba en un determinado banco. Este banco hace quiebra a los pocos días y los familiares de María Emilia se lamentan y se esfuerzan por consolarla por las pérdidas que imaginan ha tenido. No, no apurarse -responde ella riendo- nada he perdido; lo he depositado en un banco que no quiebra.116 Que no quiebra y que además renta el ciento por uno y la vida eterna. Palabra de Dios a quien nadie aventaja en fidelidad a sus promesas. A la señorita Riquelme le encanta la pobreza y fervor de sor Ángela, la antigua aparadora de botas constituida en Madre de su naciente instituto. Quiso ingresar en él según lo declaró Emilia Riquelme en la deposición jurada que redactó y firmó ante testigos después de la muerte de la virtuosa Madre: ... Frecuenté mucho y diariamente su Convento; todos los días me veía honrada por su maternal trato y acogida que me enamoraba. Quería ser yo su hija; pero me decía: «Piénsalo; yo te quiero, pero no es eso lo que Dios quiere de tí». Yo insistí más, y hasta me consintió estar en los recreos; pero cuando se formalizó, me puse tan mala, que me dijo «¿Ves? Yo lo sabía. No es esto par tí». En esto vi la luz tan grande que tenía de Dios...117 Si el 19 de marzo de 1885 fue un día memorable para las Hermanas de la Cruz, el día siguiente lo fue también para otra pequeña comunidad con su fundadora a la cabeza. En el pobre y reducido convento de San Benito de Calatrava, ubicado en la punta noroeste de la ciudad, cerca del río, iba a inaugurar uno de sus colegios para sirvientas la Madre Vicenta María López Vicuña, de hidalga familia navarra, fundadora del instituto de Hijas de María Inmaculada. Emilia Riquelme conoce y estima a la Madre Vicenta tal vez porque coincidieron alguna vez en Panticosa, adonde ambas fueron a restablecer su precaria salud. Refería María Emilia que en una ocasión se

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apeaba ella del coche en la puerta de la capilla de las Madres Reparadoras de la calle Santa Clara, cuando salía la fundadora, muy dispuesta a iniciar sus largas caminatas con un calor aplastante. Madre Vicenta, por amor de Dios, ¿cómo va por Sevilla con este tiempo y a estas horas, a pie, que la va a perjudicar mucho? Pero Emilita -responde la interpelada en el mismo tono familiar- ¿cómo quiere V. que vaya pidiendo y en coche...?118 María Emilia la forzó a utilizar su carruaje. Como se aprisiona entre las hojas de un libro los pétalos de una flor que cautivó nuestra mirada, así retuvo en su memoria el recuerdo del angelical y agraciado semblante de la Madre que la Iglesia ha canonizado. Santa Vicenta María, la del rostro alegre, ruega por nosotros. Y va de fundaciones. ¡Qué revuelo de fundadoras en Sevilla! Don Marcelo Spínola, obispo auxiliar de la archidiócesis hispalense, ha sido promovido a la sede de Coria, pequeña localidad emplazada en medio de una tierra tan parca en cosechas como fecunda en blasones. Es la hora de realizar una fundación que está madurando hace tiempo. Para comenzar ha puesto los ojos en la apostólica marquesa de la Puebla, doña Celia Méndez, compañera de Emilia Riquelme en la labor docente de la escuela parroquial de San Lorenzo. Con doña Celia Méndez traza el obispo las líneas fundamentales del instituto de Esclavas del Divino Corazón. Don Marcelo invita a María Emilia a formar parte de la nueva comunidad y aunque su dirigida le expone algunos reparos, sigue animándola a esta experiencia de vida religiosa. María Emilia obedece; ¿será esto lo que Dios quiere de ella? Carmelina también se suma al grupo. En los preparativos pasan parte del verano; María Emilia cose las primeras tocas. El 25 de octubre de 1885 se celebra la vestición de hábitos en que doña Celia recibe el nombre de Madre María Teresa y Emilia el de María de los Dolores del Corazón de Jesús; Carmelina se llamará Victoria. Emilia Riquelme está lejos de encontrarse centrada; la congregación en ciernes no responde a su vocación personal y esto le origina cierta violencia interior que repercute en su salud insuficientemente restablecida. El tiempo que todo lo descifra nos dirá que esta mujer había de promover otra obra de las muchas que florecen en la Iglesia, cuyos carismas, tan diversos, son como la gama de los distintos colores que integran la luz blanca de su santidad. El 26 de octubre, es decir, al año justo de comenzar el noviciado, María Emilia se despide de la Madre Teresa por la que demostró gran respeto y admiración. Carmelina desea salir también del instituto, como si su vida se hubiera ligado necesariamente a la de aquella que había sido una madre no sólo para ella sino también para toda su familia. Al mes exacto muere en Madrid Alfonso XII dejando a su segunda esposa, María Cristina de Habsburgo, en estado de buena esperanza. María Emilia reside de nuevo en la casa de Pozo Santo, sin aquel padre querido con el que comentaba diariamente los eventos de la vida española. Desde que él murió su vida dejó de enhebrarse con el mismo hilo de la historia, esa historia tan compleja de la que es difícil ofrecer una síntesis completa e imparcial. En Emilia Riquelme el interés por la sucesión de los acontecimientos nacionales cede el paso a preocupaciones universalistas; su patria es el mundo de los hermanos necesitados de su amor, de los redimidos por Cristo que en Él deben hallar al salvación. Tiene la impresión de no haber encauzado aún sus ideales de manera estable e intenta hacerlo por otro camino. Tenía algún trato con la Reverenda Madre Superiora de las Reparadoras, persona muy culta y de mucha vida interior; como mi afán por ser religiosa era grandísimo, y lo demostraba confidencialmente, me animaba mucho a realizarlo, pero como me sucedía que cuando iba decidida a formalizar mi ingreso notaba una tan gran repulsión y me sentía malísima de salud, se lo comuniqué con no poca turbación, y la virtuosa Madre me contestó que entonces examinase y viese bien si Dios quería de mí otra cosa...119 En vista de que no encuentra lo que busca no faltan quienes le aconsejan que, sin mayores preocupaciones, se entregue a la oración y al apostolado. No le tranquiliza una solución tan cómoda, sino que se siente impelida por mayores exigencias. Esperará, sí, hasta que le sea señalado de una manera u otra el camino a seguir y entre tanto irá aligerando el lastre para cuando llegue la hora del despegue.

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Siempre había sido dadivosa y ahora, sin barrera de ninguna clase, da sin medir y sin contar. Sigue poniendo flores en el altar de las Hermanas de la Cruz y ayudándolas cuanto puede; trajes, uniformes de su padre, ropas, todo es distribuído con largueza. Sólo una condecoración del general escapó del reparto ¿a dónde fueron a parar las demás? Consta -porque existe recibo- que la de Carlos III la entregó para la luneta de la Virgen de las Angustias. Las joyas fueron destinadas a enriquecer los vasos sagrados u otros objetos del culto. Su madre había heredado de sus antepasados un aderezo de esmeraldas, el que luce en el único retrato al óleo que de ella se conserva, ¿dónde está tan importante joya familiar que llevaron las primogénitas de los Zayas, de generación en generación? No existe documento que lo acredite, pero se sabe que Emilia Riquelme mandó hacer una custodia en la que engastó sus mejores preseas para regalarla a alguna iglesia. Así va pasando el tiempo en esta actitud de desprendimiento del mundo y de las cosas. La única riqueza que ambiciona es tener al Santísimo Sacramento reservado en su oratorio particular para poder acompañarlo y adorarlo durante todo el tiempo disponible. ¡Oh! sería maravilloso... Llena de audacia solicita este privilegio de la autoridad competente y busca un buen padrino que abogue por su causa. Carmelina refería que este «padrino» quedó visiblemente emocionado viendo con qué fuego le suplicaba su mediación Emilia Riquelme. La fervorosa peticionaria espera impaciente que el arzobispo le envíe el rescripto pontificio concediéndole la gracias deseada. Dejemos que Carmelina nos cuente al detalle el recibimiento que dispensaron en Pozo Santo, 5, a este documento: Sabía yo los vehementes anhelos de (María Emilia, de)... tener a Nuestro Señor y con el afán grandísimo que esperaba este permiso; y como... pasaba tanto tiempo con las Hermanas de la Cruz adornando su Iglesia y ayudándolas, llegó este documento cuando allí se encontraba. ¿Qué hice? Iluminé el salón principal por donde se iba al Oratorio y éste también, y puse el Decreto en las manos de la Santísima Virgen; cuando estuvo todo arreglado, envié a otra doncella a decirle... que tenía visita: una señora muy elegante que la quería mucho; y al entrar en el salón y no ver a nadie, se encaminó al Oratorio... Cuando vio a la Señora de sus amores con el ansiado decreto, agradeció y celebró la buena ocurrencia de su doncella y con todos sus domésticos dio gracias a Dios y a la Virgen Santísima por tan grande favor.120 Ya no va tanto a las Hermanas de la Cruz; ya no va tanto a las Reparadoras. ¿Es porque encontró, por fin, su camino? Sí y no. Sí, porque Emilia Riquelme en la Eucaristía encuentra su Todo; no, porque presiente que Dios sigue pidiéndole más sin acertar qué. No obstante espera junto a Cristo, en la soledad de su capilla. Espera le sea concedida la luz y la fuerza que necesita para secundar sin reserva los planes divinos. Enteramente abandonada a su voluntad repite con insistencia: Dios mío, aquí estoy, tomad mis manos, atadlas y llevadme donde queráis, más venid Vos conmigo.121 ¿Clareará pronto mañana?

XIV LA HUERTA DE SAN JERÓNIMO

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La señorita Riquelme ojea las cuentas que le ha presentado el administrador. Acaba de hacer un recuento de sus propiedades con su apoderado el marqués de Irún y se queda pensativa. Excesivo para ella sola y más excesivo aún a medida que reduce la servidumbre y sus relaciones de cortesía con la alta sociedad; todo se ha simplificado desde que hospeda en su casa al «Divino Rey». Mientras enumeraban las distintas fincas, ha fijado su atención en una de ellas en la que nunca había reparado: la Huerta de San Jerónimo. Son más de treinta marjales de tierra de labor, con abundante riego, situada a la derecha del Darro, en la ciudad de Granada aunque algo alejada del casco urbano. El Callejón de Argüeta o de los Carros, al norte, la separa del hospital de San Juan de Dios; al sur limita con la huerta de las Hermanitas de los Pobres; al este con el convento de San Jerónimo; al oeste con el camino de la Fuente Nueva. Formó parte del extinguido monasterio de jerónimos, regalado a esta orden por los Reyes Católicos después de la conquista de Granada; fue objeto de la desamortización de Mendizábal y posteriormente la adquirió don Agustín Riquelme, de quien la heredó don Joaquín y de él su hija. Así pues, se trata de una huerta con historia y con solera, labrada por monjes y de cuyos frutos comieron reyes. El monasterio, de estilo renacentista, posee el primer templo dedicado a la Inmaculada Concepción de María, por la gran devoción que entrambos (Isabel y Fernando) tenían a este divino misterio. Al pie del presbiterio está la losa de mármol que cubrió los huesos del Gran Capitán, ascendiente por línea materna de Emilia Riquelme, como hemos dicho. Después de la desamortización el convento pasó a ser granero y cuartel de caballería. ¡Qué grande es la Huerta de San Jerónimo! Allí todo cabe. Está aislada del poblado y a un tiempo próxima al mismo. A María Emilia le asaltaban pensamientos de edificar en medio de ella una buena capilla para el Santísimo, mucho mejor que aquella tan reducida que tenía en su casa de Pozo Santo. Con unas habitaciones para ella, para Carmelina y poco más, se conformaba. ¡Hermosa soledad! ¡Naturaleza pura! ¡Qué marco para vivir enteramente dedicada a adorar al Señor y a hacer el bien!... Desecha la idea por antojársele una de esas fantasías que combina la imaginación, pero la idea vuelve a su mente con mayor insistencia y con más argumentos para merecer acogida. Su recurso en estas perplejidades es ir al Sagrario y orar para discernir cuál será la voluntad de Dios. La visita con frecuencia un capuchino, Fray Ambrosio de Valencina, buen director, escritos ascético, que llegó a ser provincial de Andalucía. Emilia le explica con sencillez lo que pasa por su alma: cuando se había casi resignado a hacer una vida normal se siente acosada por nuevas posibilidades de más profunda entrega... ¿Qué hacer? ¿Era una ilusión que debía ahuyentar? ¿Le inspiraría Dios aquellos deseos? El capuchino no se extraña. El capuchino la anima, ¿por qué no? El comerciante, por ejemplo, no tiene miedo a exponerse si el lucro previsto vale la pena. Todos los tesoros y trabajos del mundo estarían bien empleados por ganar una palpitación de amor divino. Dios es todo y hay que arriesgarlo todo por Él. El inmovilismo, la indecisión, el temor al fracaso, he ahí la única derrota. Coraje, pues, y adelante. María Emilia dispone el viaje a Granada con Carmelina y el arquitecto don Jacobo Gali, que hará un estudio del terreno antes de hacer el proyecto. Es un dato curioso que la primera vez que se dirigen en coche a la Huerta de San Jerónimo se desencadena una tempestad tan fuerte que los caballos espantados se niegan a avanzar. Por el Callejón de Argüeta las ruedas se hunden en el fango y azota una cortina de agua y viento entre relámpagos y truenos. Emilia contempla serena aquel derroche de pirotecnia atmosférica que acompaña sus primeros pasos. Tienen que poner piedras para vadear el torrente que baja por el camino central de la huerta. Carmelina, la fiel doncella, piensa en la cantidad de flores para el Santísimo que podrá recoger su señorita en un terreno tan fértil. Sólo el hortelano, mirando con cariño su cosecha, se lamenta: Señortia, ¿no le da a V. pena arrancar esos tomates tan hermosos? Señalada la superficie donde se levantará el edificio, María Emilia con el capellán y domésticos se instalan en el número 17 de la Carrera del Darro y recaba las licencias oportunas para poder disfrutar en la diócesis de Granada el privilegio de tener el Santísimo reservado en su domicilio; procura no interrumpir su oficio de adoradora mientras vigila la construcción y resuelve los problemas que suelen surgir en estos casos.

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El arquitecto presenta un diseño previo y a María Emilia le parece pequeño; quiere una capilla más hermosa para el Señor... No hay inconveniente, Gali amplía su dibujo y los planos son aprobados. Sin ruído, el 11 de agosto, se bendice la primera piedra en lo que entonces era un descampado, eso sí, con luminosas y vastas perspectivas. En el hueco de la piedra simbólica se ha incrustrado una caja de vidrio con la siguiente dedicatoria de puño y letra de Emilia Riquelme: En el año del Señor de 1892, siendo Sumo Pontífice el sapientísimo Papa León XIII, reinando en España D. Alfonso XIII, bajo la regencia de su Madre y celebrándose el cuarto centenario del descubrimiento de las Américas. Para mayor honra y gloria de Dios y de su Inmaculada Madre y a fin de demostrar el amor y gratitud hacia la Santísima Virgen en el misterio de su Concepción Inmaculada, levanta esta casa y le dedica este templo una humilde sierva suya. ¡Madre mía Inmaculada! Recibe y conserva esta casa y templo para que, después de mi muerte, resuenen en ellos tus alabanzas...122 Es año bisiesto y se presenta como un aumento del terrorismo anarquista, un cortejo fastidioso de lluvias, inundaciones y gripes, lo cual no impide que Granada se vuelque en festejos para celebrar el cuarto centenario del annus mirabilis, el año de los asombros del que fue protagonista excepcional. En 1492 fue liberada del yugo sarraceno y meses después, en la ciudad granadina y nunca mora de Santa Fe, se firmaron las capitulaciones que rigieron el descubrimiento de América por Cristóbal Colón; el 12 de octubre del mismo año arribaba a las soñadas tierras, llevando el nombre de Santa María en la proa de su carabela mayor. En memoria de la gloriosa efemerides, el 26 de junio de 1892, Granada pone la primera piedra del monumento a Isabel la Católica, magnífico bronce que realizará Mariano Benlliure. Si hay casualidades, ¡qué casualidad! Coincidencia de primeras piedras... En la Huerta de San Jerónimo se ha colocado otra, la de un templo vivo «a honra y gloria» de la Mujer, María Inmaculada. Lo erige Emilia Riquelme, también mujer, siempre pronta a zarpar por cualquier mar y hacia cualquier parte con tal de llevar al mundo los nombres de Cristo y Santa María. El pobre hortelano tiene que resignarse a que le arranquen las tomateras, abran zanjas y le invadan la huerta los carros con piedras, ladrillos y demás material. Echan los cimientos, van para arriba las pareces maestras... ¡Si parece que el edificio es mayor de lo que se veía en el plano! Para Dios todo es poco -se dice María Emilia- pero para una pobre gallinita ¡va a ser un palacio tan grande! ¡Imposible! Son necesarias muchas palomitas que le rindan adoración. Debo llamar a una comunidad religiosa, les daré la casa, cuanto necesiten, y, reservándome una pequeña parte de ella, con tribuna a la iglesia, allí me recogeré con Carmen, mi doncella.123 Dios conoce nuestro barro; por etapas va levantando el velo de sus exigencias, porque si mostrase toda su intención desde el principio ¿quién tendría arrestos para lanzarse? Sería un plano demasiado fuerte. Ya está en marcha el proyecto; algunas personas amigas y allegadas de María Emilia ofrecen gratuitamente toda suerte de opiniones y comentarios desfavorables. ¡Qué descabellada idea, ponerse a edificar «tan lejos»! ¿Por qué no se sirve de las casas que tiene en la Carrera del Genil? ¡Cómo dilapida el dinero heredado de sus padres! ¡Es una loca! ¡Es una ilusa! ¡Está haciendo «una plaza de toros»!... Los que no hacen nada -como siempre- se dedican a censurar a los que hacen algo. Una persona muy allegada, viendo que están construyendo un panteón en la iglesia, prejuzga despectivamente: ¿Se habrá creído que la van a enterrar ahí? ¡Olería muy mal!...» Es una barbaridad lo que se mete la gente con una inofensiva construcción; ni siquiera se alegra de que al menos por una temporada ha resuelto el problema del paro a unas cuantas familias. Algo incomprensible. Para una dama que siempre ha sido objeto de respeto y admiración, esta primera estación supone algo así como su bautismo de humillaciones. Sabía lo que da de sí el mundo, pero ahora está experimentando en su piel su despiadada ligereza. No obstante, nada detiene sus pasos; en plena efervescencia de las habladurías, María Emilia se pone bajo la dirección del padre Pascual Nieto, s.j., superior de la residencia de Granada, para hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio. Le importa más lo que diga el Creador que todo lo que puedan decir las criaturas.

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Y Dios se deja oír en medio del silencio. En estos días de oración vuelve a aflorar la vocación que vive latente en su alma desde los diez y ocho y que varias veces ha abandonado como algo imposible: ¡promover una obra dedicada a la adoración perpetua del Santísimo Sacramento! Ya no existen los impedimentos de otrora, pero en cambio se presentan en bloque todas sus repugnancias. ¿Qué necesidad tiene de meterse en más «extravagancias», de buscarse incertidumbres y preocupaciones? ¿Y su tranquilidad? ¡Podría vivir santamente adorando al Señor y venerada por los beneficiarios de su pingüe fortuna! Tiene a la derecha el camino trillado, seguro y hasta cierto punto, honroso. A la izquierda lo desconocido e incómodo, donde ya empiezan a despuntar las espinas de la humillación. Entrambas sendas llevan a Dios; si el espíritu cristiano la empuja hacia la más comprometida, la naturaleza se inclina por la menos dura, ¡qué angustiosa disyuntiva! Está a tiempo; la fervorosa ejercitante quiere hacer la voluntad de Dios, pero ¿cuál es? Providencialmente tiene gran confianza con el arzobispo de Granada don José Moreno Mazón. Don José la conoce y estima desde que nació, porque fue íntimo amigo de sus padres aún antes de que éstos hubieran contraído matrimonio. María Emilia no tiene secretos par el prelado y le explica con toda llaneza el motivo de su perplejidad. Don José la escucha con atención y reflexiona. Cree que la gracia concedida a Emilia Riquelme no debe quedar oculta bajo el celemín, sino brillar sobre el candelero para incremento del pueblo de Dios. Con palabras paternales anima y bendice a Emilia y en ella a la nueva familia religiosa que está a punto de nacer en Granada; la hija del general debe, pues, secundar el soplo del Espíritu y enviar al arzobispo una relación escrita de todo su proyecto. A veces los acontecimientos se precipitan por cualquier azar. La dueña de la casa de la Carrera del Darro urge a María Emilia para que la desaloje, porque la necesita inmediatamente. ¡Qué contrariedad! En la obra de la Huerta de San Jerónimo no hay ninguna habitación terminada y sólo se puede pisar por las vigas y traviesas. A toda marcha tienen que solar una pieza y cubrir las paredes con cortinas para colocar el Santísimo; María Emilia con Carmelina se instalan donde pueden. Parece que Cristo Sacramentado tiene prisa por tomar posesión de su casa. Otro contratiempo: el maestro de obras ha creído olfatear que no hay dinero para concluir todo y sin más averiguaciones se despide. María Emilia no se arredra por nada; con uno de los oficiales asume personalmente el papel del maestro y lo hacen con tal acierto que los operarios se quedan admirados. Dios viene en su ayuda cuando todo se le pone del revés.

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XV 25 DE MARZO

En las cancelas de hierro de las puertas laterales se lee una fecha: 1893. Se ha terminado el sólido y hermoso edificio levantado por Emilia Riquelme para tener al Señor con el mayor decoro que yo podía124, como declaró después. Ocupa un área de mil metros cuadrados y consta de dos plantas de alzada, desván, azoteas y galerías encristaladas para cuando baje el viento frío de Sierra Nevada. El aire y el sol se cuelan por todas partes mezclados con olores de barniz y cal reciente. Todo está pintado de blanco y azul, salpicado de detalles femeninos, alegre y acogedor. Tiene un patio interior de estilo sevillano, enlosado de mármol blanco y lleno de macetas, bajo el surtidor de la fuente. En una sala María Emilia ha colocado los muebles del recibidor de su casa; en otra el despacho de su padre con sus sobrias y repletas librerías; en la sacristía, buenos armarios y cómodas para guardar lo concerniente al culto. Los muebles y enseres para uso propio y de sus futuras compañeras son muy sencillos y funcionales. De la huerta de Santo Domingo ha traído una belleza de plantas ornamentales: palmeras, celindos, manzanos filipinos, bambúes, rosales, boj, aligustre... Ella misma dirige el trazado de los jardines en forma de parque. Delante de la fachada principal se levanta un templete rodeado de pequeño jardín y estanque en el que se miran los rosales y los lirios. Bajo su dosel de yedra, destaca la imagen de María que presidió el panteón familiar de los Riquelme en el cementerio de Sevilla. Es tan dulce el además de la Virgen que sabe a invitación, y ¿quién se resiste a pasar a una casa que pertenece a la Señora desde sus cimientos? El trayecto que media desde el portón de entrada hasta el estanque es un camino bordeado de arbustos y plantas; le dan sombra dos hiladas de moreras frondosas que serán codicia de los niños granadinos aficionados al cultivo de gusanos de seda. A este delicioso acceso María Emilia llama «el paseo de la Gloria». Pero donde se advierte mayor esplendidez es en la capilla, razón de ser de todo lo demás. Ocupa el corazón de la casa; de líneas góticas, finas vidrieras, alta calidad en las puertas, tribunas, lámparas, alfombras, ángeles. El altar de madera sobredorada, el sagrario una filigrana de plata con artístico bajorrelieve del bautismo de Jesús. Aquí Emilia Riquelme ha quebrado el pomo de alabastro en homenaje a su Señor, ¿quién se atrevería a reprochárselo? A ambos lados del altar coloca la imagen de san José, y la talla de la Virgen que veneró desde niña juntamente con sus padres y hermano, la que iluminó sus horas tristes y alegres, de lucha y de bonanza, los adioses desgarradores y las determinaciones graves. Desde ahora esta imagen será denominada Fundadora verdadera de nuestro Instituto125, para recordar que ella ha estado presente como personaje indispensable, como Madre e intercesora, en el desarrollo de la obra que empieza a germinar en la Iglesia. Antes de comprometerse definitivamente, con su persona y con sus bienes, Emilia Riquelme quiere hacer el último acto de propiedad, una concesión a su grande amor filial y a la gratitud que siente por aquellos de quien recibiera todo lo que posee. En el muro de la capilla, a la derecha del altar, ha dispuesto un nicho donde reposarán definitivamente los restos mortales de sus padres y hermanos, exhumados del cementerio de Sevilla y trasladados a Granada. Aún se le ocurre un último servicio a sus seres queridos: uno a uno y con sus propias manos limpia sus huesos, sin aceptar ayuda de nadie y a pesar de la repugnancia que siente. Este vencimiento -diría más tarde- afianza en su alma el menos precio de todo lo caduco y el ansia de lo que no tiene fin. Coloca los restos en cuatro urnas que son cubiertas por una lápida de mármol en la que hace grabar la siguiente inscripción:

R.I.P. Una oración os pido en caridad por el Excmo. Sr. don Joaquín Riquelme y Gómez, teniente general de los Ejércitos

Nacionales, que falleció en Sevilla el 22 de febrero de 1885. Varón fuerte y piadosísimo, tan esforzado para vencer en la guerra, como para dominar su corazón, no temió los desprecios del mundo por confesar a Dios ante los hombres; fue su

divisa constante el amor y culto de la Santísima Virgen, y su anhelo de siempre terminar su vida defendiendo el Pontificado. - Esposa la Excma. Sra. doña María Emilia Zayas de la Vega, que falleció en Granada el 28 de junio de

1855. No comió el pan de la ociosidad, abrió su mano al pobre, sus adornos fueron la fortaleza y el recato; por eso

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confió en ella el corazón de su esposo; sus hijos la llamamos bienaventurada. - Y sus hijos don Joaquín y doña Blanca, que fallecieron el primero en Sevilla el 2 de mayo de 1866, y la segunda en Granada el 24 de diciembre de 1854. - Su

pobre hija y hermana nunca los olvida. Noble y magnánima Emilia Riquelme, vivirás luengos días sobre la tierra porque honraste a tu padre y a tu madre (cf. Ex 20,12). Tranquila por el deber cumplido, se entrega de lleno a la redacción de las constituciones según le ha encomendado el arzobispo. Mientras su espíritu andaba buscando a tientas la senda que debía tomar, su vocación permanecía replegada y como informe en su corazón, mas a partir del Dios lo quiere de su prelado, comienza a perfilarse un programa de vida con objetivos bien claros y concretos. Habrá reajustes ulteriores respecto a detalles accidentales -título de la obra, formas disciplinares, adaptaciones al derecho canónico, etc.- pero ya en el primer borrador que se conserva se encuentra perfectamente definidas las líneas fundamentales de la institución: Se dedicarán principalmente a la Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento y a la educación de la juventud... las misiones en países de infieles... La adoración perpetua reparadora será como nuestra divisa... Esta será nuestra devoción favorita, la hora de nuestro recreo espiritual... Se llamarán Misioneras de María Inmaculada. El espíritu interior y distintivo de nuestra amadísima familia es la inmolación voluntaria y alegre por la gloria de Dios y bien de nuestros prójimos y su sello exterior la sencillez, humildad y dulzura, no creyendo nunca que somos otra cosa que la más insignificante orden. Como hijas de la Reina de la humildad, sepamos que sólo podremos vivir y servir para algo en la Iglesia de Dios, mientras seamos profundamente humildes.126 No se entretiene en excesivas matizaciones de tipo jurídico, no resume su pensamiento en artículos concisos y cerebrales, lo único que le interesa es marcar un tenor de vida evangélico cien por cien. Podemos apreciar con qué sencillez expone su pensamiento, por ejemplo, hablando de pobreza: En la familia de María Inmaculada se practica la pobreza con la mayor escrupulosidad posible, tanto en general como en particular... Miremos la pobreza como un verdadero tesoro y si alguna vez carecemos de lo preciso, regocijémonos con toda nuestra alma, pensando que Nuestro señor nos regala con lo que para sí eligió... Es inútil decir... que nunca hablará la Misionera si dio o no dio tal cosa, porque puede humillar a su hermana que no pudo hacer lo mismo... tampoco hablará de la nobleza o títulos de su familia; su nueva familia es mucho más noble que la que dejó. No cabe más timbre que ser hija y esposa de los Reyes del cielo y de la tierra el cual lo tiene la más humilde hermana...127 En tanto que María Emilia está entregada a orar, meditar y escribir, comienzan a aparecer las primeras compañeras de aventura. El día 13 de septiembre de 1894 se presenta una granadina, María Gracia Díaz Portillo, con veinte años y una vida por delante para ofrecerla a Dios. Es fuerte, afable, compone simpáticos versos y tiene una memoria prodigiosa. El 6 de enero de 1895 llega Francisca de Paula Fossati Rodríguez, de veintiséis años, culta e inteligente, hija de un abogado de Granada que, aunque excelente persona, se opone hasta el fin a la vocación de Paula. Luego ingresa una joven de diez y ocho años, Ángeles Fernández Morillo de Priego (Córdoba), que canta como los mismísimos ángeles. A continuación Teresa Molina Molina, veinte años, llega de El Padul (Granada) para pedir información y, maravillada del espíritu que anima a este grupo, ya no vuelve a su casa. Desde el primer momento hacen vida común orientada a la entrega absoluta al Señor. Por las noches, en íntima compenetración, tienen mesa redonda en la que María Emilia les expone lo que ha escrito durante la jornada. Inolvidables intercambios de anhelos y esperanzas, de fervores y proyectos. Qué consuelo el 9 de marzo de 1895 cuando el arzobispo aprueba las constituciones para un plazo de dos años. Las futuras novicias hacen los ejercicios espirituales para prepararse a iniciar el noviciado con la ceremonia de la vestición del hábito religioso, ¡el hábito! ¡la prenda querida! Veamos lo que María Emilia ha puntualizado sobre el particular: Este hábito lo llevarán con el mayor respeto y entusiasmo posible por ser como la librea de su amadísima Reina y Señora bajo el título que más la honra después del de Madre de Dios... El color celeste... es una significación de cómo deben ser en su interior las Misioneras de María Inmaculada, esto es, mujeres enteramente celestiales. El escapulario y velo blancos indican la pureza y el candor que como fuerte barrera debe defenderlas.128

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CC. primitivas, págs. 3-8 127

CC. primitivas, págs. 3-8 128

CC. Segundas, págs. 5-6

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Evidentemente el ropaje literario resulta hoy desfasado, mas sigue siendo válido el contenido de estas palabras dirigidas a mujeres que tienen que ser ante el mundo testimonio de Cristo y de las bienaventuranzas. Han fijado para el 25 de marzo la inauguración oficial y María Emilia visita al arzobispo para concertar los últimos detalles y cumplir los requisitos de rigor. ¡Lo que menos podía esperar! Con eso de que se tienen tanta confianza, el prelado no tiene reparo en echarle un jarro de agua fría: ¿Sabes, niña, que eso de la adoración nocturna es una novedad? De día y hay precedentes en otras congregaciones, pero de noche... Lo de Misioneras... ¿Qué vais a hacer vosotras en las misiones? Esto tiene que pensarse más. Tenemos que madurara más el proyecto... Está molesto por las críticas de la gente y todo se vuelve poner cortapisas y dar largas al asunto... Las novicias en ciernes se quedan compuestas y sin novio. Este compás de espera depurará sus impaciencias; todas las fundaciones han tenido que superar su propia carrera de obstáculos como credencial de la presencia del Espíritu de fortaleza que así las avala como suyas. María Emilia está tranquila porque echó a andar alentada por el arzobispo en cuyas palabras vio la expresión de la voluntad de Dios; del señor se ha fiado y en Él espera. Pidamos mucho, muchísimo -dice a sus compañeras- que la humilde oración todo lo puede.129 Esto es lo que hacen: cumplir muy bien y orar muchísimo. Pasado un tiempo prudencial, el 21 de noviembre, Presentación de Nuestra Señora, María Emilia insiste en su demanda, mostrando al arzobispo uno de los últimos números de los Anales de la Propagación de la Fe en que se lee una intención misional que les viene como anillo al dedo: ¡Qué bien estarían las Hijas de María Inmaculada en aquellos países salvajes para enseñar a las niñas las faenas propias de la mujer, al mismo tiempo que instruirían sus almas en nuestra Santa Religión!130 El prelado medita el citado párrafo. Ha reflexionado mucho sobre el asunto y no quiere interceptar el soplo del Espíritu. Con visible satisfacción contesta: Si, es de Dios, no cabe el menor recelo. Dios te bendiga, María Emilia, y sea todo como tú deseas.131 Intencionada o casualmente estas palabras coinciden con las que Jesús dirigió a la insistente cananea: Que te suceda como deseas (Mt 15, 28). Don José Moreno no sólo da luz verde a la fundación sino también la promesa de oficiar personalmente en la inauguración que se celebrará el lunes, 25 de marzo. Ya pasó el invierno y despunta la primavera. Algo deslumbrante; sin haberla vivido en Granada resulta imposible imaginar el reventón de vida que salta por todo lo largo y lo ancho de la vega. Es indecible la transparencia del cielo, el rumor de los insectos entre las ramas de los almendros florecidos, la algarabía de los pájaros que construyen sus nidos y el cruzar y girar de las golondrinas alocadas que atinan sin equivocarse con el hueco preciso del alero del Hospital o de los Jerónimos. Salta también la vida nueva en el grupo de postulantes que están esperando hace un año con el hábito preparado y el corazón en vilo. María Emilia pinta un terno de raso celeste que se estrenará en la fiesta; no es una obra de arte, pero ha puesto el corazón en los apliques de la Purísima, en los ángeles y azucenas, con la intención de crear un ambiente mariano hasta en los menores detalles. Pero en esta vida no hay alegría completa. Comunican de Sevilla que la madre de Carmelina está gravemente enferma. ¡Pobre señora Paula! Su hijo Pablo está en el seminario, mas aunque estuviera junto a ella, ¿cómo podría ayudarla el chico? María Emilia manda a Carmelina para que la atienda con el mayor esmero y ésta marcha a Sevilla llena de tristeza, pero sinceramente agradecida. Día de la Encarnación de 1896. La Huerta de San Jerónimo abre muy temprano su portón y el público madrugador invade en seguida el paseo de la Gloria. Hay gente de toda clase social, que nadie

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quiere perder la ocasión de visitar por dentro un edificio que ha suscitado tantas polémicas y murmuraciones. Los detractores de primera hora deben quedar algo confusos al percibir la atmósfera de paz que allí se respira. La fiesta tiene el realce que se acostumbra a dar a estas solemnidades. La campana voltea jubilosa cuando llega el señor arzobispo con su familiar, el capellán real; el párroco de San Pedro, el padre Nieto, varios canónigos y sacerdotes. A las once, con media hora de retraso el prelado entona el Veni Creator Spiritus que con gran aparato polifónico continúa el coro y orquesta de la capilla real dirigida por don Francisco Gómez. Se estrena el ceremonial para bendecir los hábitos y los fieles siguen todos los ritos sin pestañear, sobre todo la impresionante entrada de las novicias vestidas ya con su indumentaria blanca y azul. La escena parece un trasunto del paraíso y el público se emociona. El primer acto de culto en esta congregación que nace para adorara a la Eucaristía es la exposición solemne del Santísimo Sacramento antes de iniciar el santo sacrificio; las normas litúrgicas lo permitían como excepción. Celebra la Misa el padre Nieto y el arzobispo preside desde la sede; ofician de diácono y subdiácono los capellanes de las Carmelitas y Recogidas respectivamente. En las casullas y dalmáticas van y vienen por el presbiterio los angelicos que pintó María Emilia. Don José Bueno Pardo debía ser un predicador de campanillas a juzgar por el comentario de la prensa. Las homilías, lo mismo que las crónicas de sociedad, no siempre se libraban de la hinchada fraseología de su tiempo. Dice un diario local aludiendo al sermón: ... Un discurso sagrado notabilísimo, haciendo gala, como siempre, de sus dotes oratorias... El ilustre concurso escuchó muy complacido y conmovido las eruditas demostraciones del orador...132 Lo importante es que se acerca para María Emilia el momento cumbre, porque, habiendo de ser la Madre de la nueva familia religiosa, en aquella ceremonia debía realizar su consagración definitiva. Después del Ecce Agnus Dei se levanta de su lugar y se hinca de rodillas delante del sacerdote que le presenta la Hostia blanca. Su voz clara y firme pronuncia la fórmula de profesión perpetua de los votos de castidad, obediencia y pobreza, que el prelado recibe en nombre de la Iglesia. Los huesos de sus progenitores debieron estremecerse de ternura. Su madre, dibujando una sonrisa de bienaventurada, tal vez se volvió a su marido para decirle con su tantico de humos: ¿Qué te parece? ¡Y eso que era «una niña»! Al terminar la Misa tiene lugar un rito acostumbrado en las congregaciones femeninas, la imposición de los nuevos nombres que adoptan las novicias como signo de la profunda renovación que el Señor va a hacer en sus corazones133: ... En adelante no os llamaréis María Emilia Riquelme y Zayas, sino María de Jesús; ni Francisca de Paula Fossati Rodríguez, sino María de San José; ni María Gracia Díaz Portillo, sino María del Rosario; ni Teresa Molina Molina, sino María Rosa; ni Carmen Ros Goyone, sino María de Santa Inés; ni Ángeles Fernández Morillo, sino María Pura; ni Teresa Molina Fernández...; ni Dolores Molina Fernández... En total siete novicias y la Madre que llevan el único apellido de la Inmaculada. En las Misioneras de la Inmaculada todo es de la Inmaculada. Emilia Riquelme ha tomado el nombre de María de Jesús el 25 de marzo, día en que la Iglesia celebra la Encarnación del Verbo en el seno de la virgen de Nazaret llamada María, que desde aquel instante vivió consagrada plenamente al Hijo a quien se le dio el nombre de Jesús (Lc 2, 21). El nombre de María de Jesús expresa, pues, el fecundo sí de la Virgen que Emilia Riquelme quiere imitar. Denomina a la naciente congregación la obra de María, para que Nuestra Señora la acepte y defienda como cosa suya; para que le enseñe a adorar, sobre todo a adorar en silencio, y a darse a los hermanos en el impulso de una vida de oración. Emilia, ahora la madre María de Jesús, ha dicho sí a todo. La campana toca a gloria. El arzobispo conmovido termina estimulando a las ocho pioneras a seguir a la Virgen, Maestra de todas las virtudes. ¡Qué mañana memorable! Preciso es cortar los ardientes coloquios con Dios para atender a los invitados; dan las tres de la tarde cuando se despiden los últimos. Ha sido un cielo sin otra nube que la ausencia de Carmelina.

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AB. Pág. 98 133

Ceremonial primitivo

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Profunda quietud por la noche. Se oye el rumor del campo y el silbato de algún tren. Se perfilan sobre el cielo las espesas siluetas de las cúpulas y las torres próximas. Emilia Riquelme se postra ante el altar con la comunidad; con mano trémula abre la puerta del sagrario y queda expuesta la custodia colocada tras una segunda puerta de vidrio. Pange lingua gloriosi - Corporis mysterium... Ha comenzado la adoración perpetua que no cesa ni en epidemias, ni en revoluciones, ni en los días de mayor cansancio. Mujeres vigilantes, bien despierta la fe, con el arma de la oración en la atalaya de un reclinatorio. Centinela, alerta... Permanentemente, en nombre de todos los hermanos, en actitud de adoración, alabanza, reparación y agradecimiento. Suplicando al mismo tiempo por todos los que trabajan, sufren, gozan o pecan. Emilia Riquelme se siente abrumada bajo el peso de una gran dicha. Ya está la obra en marcha, ¡gracias, Señor! Ella dice humildemente cómo le fue posible haber llegado hasta aquí: Puede seguir el impulso divino que me apremiaba despreciando el mundo, el humano respeto y perdiendo mi pobre nada en Dios que fue siempre mi Todo.134

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PP. 1ª Ed. Pág. 48

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XVI EN MARCHA

Carmen vuelve triste de Sevilla después de enterrar a su madre y despedirse para siempre de los rincones queridos donde pasó su infancia. María Emilia le ha aconsejado que traiga consigo a su hermano Pablo para que continúe la carrera eclesiástica en el seminario de Granada. Si comenzó los estudios a expensas de los Riquelme, en adelante los costearán las Misioneras de María Inmaculada, que cuadra bien a una congregación eucarística preocuparse por los futuros sacerdotes. Carmelina encuentra a sus compañeras transformadas en novicias y a su señorita en la Madre de todas ellas, para lo cual poco tenía que transformarse. Recibe el hábito el 21 de noviembre del mismo año y toma el nombre de María Emilia de la Inmaculada por el profundo afecto que tiene a la Fundadora y al que la Madre precede con largueza. Entrambas saldrán ampliamente su recíproca deuda de amor. Pocos días después ingresan en el noviciado diez jóvenes más para gozo de la Madre Riquelme, que contempla cómo se multiplica el número de adoradoras del Santísimo y operarias del inmenso campo del Señor. En las constituciones ha reflejado sus inquietudes apostólicas aún tratando de un tema distinto: Por razones de prudencia y en atención a la fragilidad humana, es temporal esta primera profesión, pero el alma dichosa que merece ser admitida a ella, debe con su deseo hacerla perpetua y suplicar a la Santísima Virgen con todas las fuerzas de su alma, que antes le quite la vida que deserte de la bandera de María Inmaculada, la cual, valiéndose de la autorizada voz del Soberano Pontífice León XIII, que hoy rige la Iglesia tan sabiamente, clama al orbe católico pidiendo misioneros, esto es, almas generosas a quienes ningún peligro (les arredre) para aumentar en lo posible la gloria de Dios y sacar del abismo a tantos pobrecitos que más por ignorancia que por malicia están sepultados en él.135 Podemos ahorrarnos la sospecha de que afluyen las candidatas atraídas por una vida fácil, exenta de trabajos y vencimiento; sucede más bien lo contrario, ya que la Madre, con suavidad y prudencia, presenta un estilo de vida poco halagador a la naturaleza, aunque riquísimo y arrebatador desde la óptica de la fe. Sabéis, hijas, qué claro veo quiere Dios mucha perfección en casa136; sepan todas, hijas mías, que para ser Religiosa Misionera es preciso serlo; me entendéis, y ser pobre, obediente, callada137. La Misionera, hijas mías, es preciso que piense mucho en Dios y en sí poquito y en su negocio temporal, menos138. ...El cielo padece violencia y sólo los esforzados le alcanzan139. Valor, hijas mías, y a luchar hasta morir. ¿Descanso? esto es para otras gentes, no para las Misioneras. La Misionera debe ser mujer fuerte, dulce, humilde, que anhela sacrificios y casi, casi, no puede pasar sin ellos; que ama a Dios con vehemencia, a las criaturas mucho también por su amor; su vida es la inmolación, es decir, eso debe ser su atmósfera; en atmósfera de paz y dulzura no deberá respirar bien140. ¿Qué nos haríamos las Misioneras sin Cruz? no miremos la madera de que se compone... esto es igual, miremos que son las joyas con que Nuestro Señor quiere adornarnos para estar bien hermosas en el incomparable momento de entrar en su reino celestial141. Tener ánimo para padecer, hijas, las Misioneras somos gente de cruces, pero vaya, que es esto un gran honor siendo como somos humildes siervas del Divino Crucificado142. Jesús Sacramentado es el centro de la Misionera, Jesús Crucificado su modelo, una eternidad contemplando de cerca a Jesús mi celestial porvenir...143; ¡conque valor y a sufrir con alegría!144 Yo estoy resuelta, ayudada por mi Madre Inmaculada, a seguir a Jesús monte arriba, aunque mis pies manen sangre. No quiero ser santa sola, no, no; he de asaltar un gran trono en el cielo, ¡¡valor!!.145

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CC. Primitivas, Cap. XV 136

B. 24-1-01 137

B. 14-1-07 138

B. 11-1-03 139

R. 20-4-27 140

PP. 1ª Ed., Pág. 49 141

PP. 1ª Ed., Pág. 58 142

C.M.C. pág. 6 143

PP.1ª Ed., Pág. 57 144

PP. 1ª Ed., Pág. 60 145

PP. 1ª Ed.,pág. 60

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Quiere en sus filas mujeres muy generosas que sepan no gritar entusiasmadas, sino callar sumisas y resistir fuertes y humildes las tentaciones interiores y exteriores, que busquen sólo a Dios en todo y no a sí y a su amor propio..146. Procura desde el primer momento que arraigue en la pequeña comunidad el amor a la cruz de Cristo, condición indispensable que debe aceptar quien tenga pretensiones de señalarse en su amor. El aspecto más crucificante de la cruz y el más opuesto a los brotes espontáneos de la naturaleza humana, es, sin duda, la humillación. La carrera hacia la santidad no es sino el seguimiento de Cristo, el Santo de los santos que en todo agradó al Padre. Cuando Cristo se nos presenta como modelo, nos encomienda que copiemos de Él precisamente la mansedumbre y la humildad: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt 11, 29). La Madre ansía que sus hijas se abracen con la sencillez, humildad y dulzura como dice en las constituciones. Entre las Misioneras la dulzura y humildad verdadera se llevan la palma; es Jesús el que nos imprime este tipo147. No va descaminada la Madre como no lo fue santa Teresa cuando dijo: y como este edificio todo va fundado en humildad, mientras más llegados a Dios más adelante ha de ir esta virtud, y si no va todo perdido148. Si san Ignacio de Loyola deseaba para la Compañía de Jesús la persecución exterior que aunara a los sujetos ante el enemigo común, la Madre Riquelme pedirá la humildad que es base y fundamento de la verdadera perfección149. Prefiere esta virtud a la penitencia aflictiva y establece que las Misioneras ordinariamente no harán grandes mortificaciones corporales, pero sí muchísimas del amor propio y de la propia voluntad150. Jesús ama la humildad, es la base, quien no tiene esta primera piedra tenga la seguridad que no tiene ninguna virtud sólida151. La casa de la humildad debe ser la nuestra; las pequeñas son las que mejor pueden servir. ¡Es tan chiquita una Hostia consagrada y cabe allí toda la grandeza y el poder de Dios152! Si amamos a Jesús tendremos en nada todo lo de la tierra y como gloria participar de sus humillaciones y desprecios153. ...Aquí venimos a perder...154; no queramos medrar, busquemos lo bueno de verdad, esto es, (ser) almas generosas que quieran servir a la Iglesia Santa155... el primer punto que tenemos que conquistar es el fuerte de la humildad, cañonazos nos enviarán de fuerte calibre... Yo tengo un escudo segurísimo que es Jesús, con Él me río de todos y más que de nadie de mí.156 Emilia Riquelme suele expresarse con espontaneidad y simpático desaliño. A menudo omite nexos y hasta signos de puntuación; sus palabras son jugosas, ágiles, llenas de vida y naturalidad, como para andar por casa. Nunca tuvo la pretensión de componer un tratado ascético ni siquiera medianamente estructurado. Es preciso espigar aquí y allí en sus escritos para poder ofrecer sus pensamientos espirituales con alguna coherencia. Y es curioso que, a pesar de esa familiar anarquía que se permite, apenas hay carta, nota o apunte, en que no recomiende invariablemente la humildad: por activa y por pasiva, en todos los tonos; aprovecha todas las ocasiones para exponer las variadísimas facetas que puede presentar. En consecuencia, si queremos mostrar la auténtica fisonomía cristiana de esta mujer singular, tendremos que traer a colación reiteradamente el tema de la santa humildad que es su aspiración preponderante, la virtud en que quiere ver embalsamada su vida y su obra, como prenda de la estabilidad en las demás virtudes, de las predilecciones divinas y del libre acceso al Corazón del Padre. Con una cimentación tan firme la comunidad se consolida e inicia su proyección apostólica. En el mismo edificio de la casa madre se inaugura un colegio de niñas donde las Misioneras imparten los conocimientos básicos comunes en la época y procuran que las educandas participen del intenso ambiente eucarístico que caldea la casa. Antiguas alumnas de aquel incipiente colegio muchísimos años después afirman haber conservado una huella indeleble de su paso por él.

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G. 5-8-01 147

R. 9-1-28 (no está con esa dedocción, claro que dice una nota que no está completa esa carta) 148

Libro de su vida, - 12 – 4. 149

PP. 1ª Ed., Pág. 12 150

CC. Primitivas, pág. 23 151

(no confiere y no encontré otra) 152

PP. 1ª Ed., Págs.. 9 – 10 153

C y R. - 28 154

(no hay carta con esa fecha, y no encontré otra) 155

C y R. - 29 156

PP.1ª Ed., Págs.. 60 – 61

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El arzobispo permite que tengan una alumna gratuita por cada once de pago. Es módica la mensualidad: siete reales y aparte las clases de adorno; aun así resulta gravosa para algunas familias, porque los bolsillos andan de mal en peor. El país se resiente de un doloroso desastre: nuestros soldados han defendido heroicamente la soberanía de España sobre Cuba en una lucha a todas luces desigual, ya que los insurrectos cubanos, amén de muchas otras ventajas, son ayudados por el coloso yankee. España tiene que capitular y se va despojada de los últimos restos de su imperio colonial. Sobreviene la crisis económica, cuyos efectos inciden con dureza en las clases menos privilegiadas. La Madre abre su corazón y sus manos a las gentes necesitadas que recurren a ella. No sólo recibe a la niña como alumna gratuita, sino que diariamente provee de una hogaza de pan a la madre que viene a recogerla. Y eso que la bolsa comunitaria también ha empezado a flaquear. La señorita Riquelme, heredera de cuantiosa fortuna, se gobernó por la extraña lógica de las bienaventuranzas, ¡mal sistema para multiplicar su patrimonio! Ignorando aún lo que Dios pudiera pedirle en el porvenir, no se le ocurre otra cosa que dar, dar mucho, dar con urgencia. Qué bien le vendrían ahora aquellos saldos que barría para las Hermanas de la Cruz, aquellas telas, ropas, joyas, la custodia de valiosas gemas... Cuando alguna de sus compañeras alude a esta aparente imprevisión, Emilia Riquelme no se lamenta ni se arrepiente, antes bien expresa su gozo por haber entregado sus cosas al mismo Señor y por no tener ahora la satisfacción de seguir disfrutando de ellas ni el peligro de la vanidad. La pobreza actual con todas sus consecuencias empieza a rodear a esta mujer que siempre se había movido en la abundancia; no hay miedo de que el voto que hizo a Dios se cubra de herrumbre del desuso. Nuestro espíritu en este punto de pobreza, tan apretadito como podamos ¿no os enamora? ¡es tan linda esta joya que Dios regala a sus predilectas esposas157! ¡Dios mío, bendice a tus hijas; sean más fecundas en santidad y amor a Ti que en bienes terrenos!... tu... esclava te pide lo necesario para Tí, mi Señor, para tu culto y honor y lo preciso para ellas158. ¡Qué consuelo vivir así... pendientes de Dios159! Y exclama radiante: ¡Pobreza santa, yo te amo con locura!160 Entran muchas vocaciones. En cuatro años se han reunido cuarenta y cinco, excesivo número de miembros para una sola comunidad. El arzobispo opina que ha llegado la hora de hacer alguna otra fundación. El padre Alet, superior de los Redentoristas de Granada que suele dar a las Misioneras los ejercicios espirituales, abunda en el mismo pensamiento y se lo insinúa a la Madre. Ella permanece callada a pesar de desearlo más que nadie. Éramos muy chicas -explica- y no tenía dinero para fundar; pero cerré los ojos y me decidí a obedecer; no sabía a dónde ir.161 Ayer como hoy sin dinero no se va a ninguna parte y eso que la Madre Riquelme es comedida en sus aspiraciones, no busca grandezas ni ostentación como dice expresamente en este párrafo: ...Tenemos en frente de nuestra ventana un gran palacio, es (aquí una determinada casa religiosa)... más querría para nosotras aquí no nada grande, la preciso para que Nuestro divino Señor estuviera muy adorado y amado, y nosotras... fuéramos el dulce reposo de Nuestro Señor.162 Providencialmente el gobierno nombra capitán general de Cataluña a un amigo de su familia que fue ayudante de Riquelme durante su mandato en Galicia. Se trata de don Manuel Delgado, casado con doña Magdalena Breckanbury, también amiga de María Emilia. La Fundadora escribe a este matrimonio amigo a primeros de enero de 1900, estrenando el siglo, y le contestan a vuelta de correo brindándole con sincero afecto su influencia y su domicilio de capitanía, donde podrá disponer de una tribuna abierta al ábside de la basílica de Nuestra Señora de la Merced, patrona de Barcelona. Recoge la Madre los pocos dinerillos que tiene y se dispone a realizar con madre Emilia un viaje sondeo. Fija la partida para el 8 de febrero. Era un acontecimiento la primera salida con barruntos de fundación. Todas las religiosas renuevan su consagración en la misa de despedida y quedan rezando al

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Cuaderno de Mª Cuesta, pág. 5 - 6 158

PP. 1ª Ed., Pág. 45 159

7 – 3 - 1927 160

B. 11 – 8 - 06 161

R M R 162

R. 5 – 1 - 1926

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arcángel san Rafael por el éxito del viaje. Hace un fío intenso y sólo para llegar a Madrid hay trasbordo en Bobadilla, Puente Genil y Epeluy. En el trayecto se averían dos máquinas y a las seis de la mañana del siguiente día llegan a la Villa y Corte sin posibilidad de continuar en viaje directo hasta Barcelona. Se alojan en una fonda de la calle Arenal, pues la Madre es tan delicada que no se atreve a incomodar a su tía Concha, la Excelentísima señora doña Concepción O’Laulor de Zayas, que tiene su gran piso en la calle Beneficiencia, 2, principal, ni a otros nobles parientes avecindados en la capital. De tren a tren oye misa, hace la adoración al Santísimo en la capilla de las Reparadoras y vuelve a la calle Arenal dando un rodeo para que Emilia viera el palacio real163. Qué humana y qué fina. En esta parada y fonda da principio su abundante epistolario con una carta afectuosa y sencilla. ... Contentas, hijas del alma, y alegres siempre, que Dios nos quiere muchísimo. Si me mirase a mí temblaría, pero no temo, vamos con Dios y con Él están mis hijas...164 El mismo día, por la noche, salen para Zaragoza, ya que es la única combinación que les permite comulgar diariamente; ella siempre se las arreglará para no dejar la misa y la comunión jamás. La ruta hacia el nordeste no es más benigna que la del sur. Todos los campos están cubiertos de nieve. ... Los caloríferos eran escasos, en fin, ya pasó; nosotras estábamos contentas porque tanta comodidad para una obra buena nos parecía raro. A las seis llegamos a ésta (Zaragoza) y, vaya frío, se helaban las palabras, ni una mujer en la calle; nos trajeron a esta fonda, parece un calabozo de oscuro y triste...165 En el Pilar se le quitaron todas las penas. Madre mía -dice- qué consuelo ver su imagen, ¿cuándo la veremos a Ella? Allí encomienda a sus hijas una a una, a los hortelanos, a Pablo Girarlo que ya es un respetable sacerdote. No se olvida de las queridas educandas, ¿Y las niñas del colegio? -pregunta-. Sin tener en cuenta el cansancio de tantas horas de viaje, busca dónde está expuesto el Santísimo Sacramento para hacer la adoración. La Eucaristía. La Virgen. Sacrificio. Celo apostólico. Toda una síntesis. La fundación de Barcelona al pronto se presenta hosca. El obispo don José Morgades tiene sus motivos para restringir la entrada de más comunidades en la diócesis que cuenta ya con cuatro mil religiosas; la situación económica no es tan boyante como para que todas ellas se financien ni modestamente, y por este motivo -clar i català- no supo disimular su desagrado al serle presentada una congregación más. La Madre se lo cuenta a las monjas: ... ¡Qué sufrir ayer! Magdalena estaba indignada y yo me veo humillada como nunca... Cuando más pienso más creo me quiere probar el Obispo; pero, Dios mío, ¡qué duro es!... Emilia es mi consuelo; decía ayer: «Si viéramos todas las monjas lo que se sufre no querrían luego... por pequeñeces deshacer tanto trabajo...»166 Se suaviza inmediatamente la aspereza momentánea del prelado y después está tan cordial que la Madre escribe: ...Se muestra benévolo167, está tan extremoso con nosotras; yo creo es Dios quien le mueve, no el general...168 Hay en la Ciudad Condal escasez de viviendas y las que se encuentran tienen un precio exorbitante. La comunidad de Granada quiere, a fuerza de penitencias, recabar del Señor alguna ganga singular, que tendría que ser poco menos que regalo, pues de otro modo cualquier cosa es inasequible para quien no tiene dinero. La Madre prohibe las disciplinas de sangre y advierte a sus fervorosas hijas por si acaso: No crean escucha Dios sacrificios envueltos en desobediencias...169 ...Vengo de buscar casa -escribe otro día- hoy no se encuentra nada y lo peor es que a fuerza de diplomacia y cumplidos no sé cómo saldré; doña Dolores está cansada de buscar y quiere que el obispo decida; Magdalena me recuerda a cada momento que su marido quiere que no se haga nada sin contar con él y yo achicándome, echando flores a uno y flores a otro porque de todos necesito para mi negocio y de todos recibo favores, cada uno quiere llevarse la palma de fundador, y yo no digo la palma sino todo lo doy aunque nada tengo; pero no sé cómo contentarles, sólo Dios puede darme la prudencia y fuerzas necesarias, es preciso amoldarse a estas gentes, pero si se achica una mucho, la rechazan como inútil... porque ellos no pueden creer la verdad: que a las Misioneras con Dios y su Madre nos basta...170

163

M. 9-2-1900 164

M. 9-2-1900 165 Z. 10-2-1900 166 B. 13-2-1900 167 B. 9-6-1900 168 B. 14-6-1900 169 B. 13-2-1900 170 B. 16-2-1900

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Entre idas y venidas, averiguaciones y cumplimientos, se pasan los días. El general y su esposa se desviven por agasajar a su huésped y por aprovechar al máximo sus gratas conversaciones. Pero la Madre ya no acierta a vivir en este clima y se explaya con sus religiosas: ...Yo no sospechaba que fuese tan duro estar una monja fuera del convento, y hoy me resulta idéntico a un pájaro que vuela mucho encerrarlo en jaula de oro; qué me importa a mi estas grandezas si en mi casita y en mi iglesia está mi elemento de vida y de verdad, aquí me ahogo y estas diplomacias me son insufribles...171 Surgen muchas dificultades para realizar el propósito de Emilia Riquelme y sus amigos casi le aconsejan que desista por el momento. Ella reza y a veces llora en la tribuna que da a la iglesia de la Merced. ...Hijas, qué lucha -escribe- más, mucho más que en la primera casa llevo sufrido, porque estáis vosotras por medio y en la primera, yo sola y bueno o malo nadie sufría las consecuencias más que yo. Vamos, hijas, que esto es para probarlo, sentir que Dios quiere una cosa y no tener medios para ello, más que fe y luchar con gentes que, buenas y todo... me dan razones humanas y les tengo que decir que tienen razón y luego no hacerles caso y resultar como loca o poco menos172... Si vierais, hijas, cómo me reciben y tratan algunos... al ver esto el general le ha dado lástima173. Ya empiezan las humillaciones, esto es buena señal174. Si no se hace (la fundación) Dios querrá darnos este calvario por sus altísimos fines que yo venero con toda mi alma y quiero porque Él me lo da...175 Después de muchas gestiones se le cierran todas las puertas y tiene que regresar a Granada con la cabeza caliente y sin haber podido cerrar ningún contrato; eso sí, determinada a volver a Barcelona para fundar, aunque todo se ponga de punta. A mi regreso a Granada -refiere- preparo el viaje pero ¡ay Dios mío! no tenía dinero y no me resolvía a vender nuestras pocas fincas -no tenía fe bastante-; el viaje largo, diez y seis eran las religiosas, hacía falta poner una casa y una iglesia, pero Nuestro Señor, como siempre, proveyó a todo.176 Parece que la Madre tenía fe y no flaca. En medio de este aprieto se presenta en la portería de la casa de Granada una señora con la que nunca había tenido especial relación; esta señora, como quien no hace nada, le entrega mil duros para que los emplee como guste. La bienhechora era doña María de Tello, viuda de Toledo, que en adelante se señalará como una verdadera amiga del Instituto. Emilia Riquelme se derrite de gratitud. Ni remotamente se acuerda de que ella había hecho muchas veces otro tanto. Alquila una torre en Sarriá, calle Fuente, número 15. El día del Sagrado Corazón de 1900, con asistencia del obispo, del general y otras autoridades e invitados, tiene lugar la inauguración. En seguida unas piadosas señoras se reúnen para establecer turnos de vela al Santísimo; es lo que pretenden las Misioneras y lo que repiten insistentemente después de sus rezos, que sea Bendito, alabado y reverenciado, el Santísimo Sacramento del altar y la purísima e Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra... Después de abrir esta segunda casa, la Madre vuelve a Granada por el camino más corto, es decir, por Valencia, con muchos trasbordos y muchas horas de tren. Espera que se abran camino las religiosas de Sarriá, pero de momento están a la cuarta pregunta. El haber asistido un público tan selecto a la fiesta inaugural ha dado la impresión de que la nueva comunidad está bien abastecida y los barceloneses, tan dadivosos siempre, no se han atrevido a ofrecerles la más pequeña limosna. Las Misioneras, pues, sin blanca y para mayor ironía con fama de adineradas. Menos mal que están apercibidas con la sentencia de la Madre: Una de las traducciones de la verdadera humildad, es la paciencia en las pruebas que Dios envía.177

XVII VENDAVAL

171 B. febrero 1900 172 B. 26-2-1900 173 B. 1-3-1900 174 B. 9-6-1900 175 B. 1-3-1900 176 R.M.R. 177 C y R - 30

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En una breve esquela fechada en 7 de noviembre de 1896 -el mismo año de la fundación- Emilia Riquelme se traza la pauta para su función de Madre de la familia religiosa cuya fisonomía espiritual debe modelar en concordancia con las enseñanzas de Jesús. Su objetivo primordial es forjar una auténtica comunidad de amor, como fruto necesario de unas vidas centradas todas ellas en el misterio eucarístico. Convencida de que tiene que preceder con el ejemplo, se dice a sí misma: A humillarse, a trabajar y ya está. Ser irreprensible, perdona como Madre. Ora, vigila, confía. No te fíes de tus juicios que muchas veces te los inspira tu modo de ser. Mira sólo lo que me agrade. La represión es precisa a veces, pero terminar con cariño.178 Estos propósitos no se quedan en el papel; la Madre atina con la clave de reprender con la energía que requiera el caso, terminando con cariño como pide el amor. Así se aprecia en el siguiente párrafo en el que comienza su amonestación con severidad y concluye endulzando su curva tonal hasta perderse en el corazón de sus monjas: ...Yo completamente decidida a que Dios reine en esta Congregación, estoy decidida a todo. Pienso si será preciso cortar algún miembro que no se sujete a ser curado y con esta enérgica medida sanen otros... Pero no, por Dios, no me obliguéis a esto, hijas mías.179 Con ocasión o sin ella no cesa de estimular a las religiosas a una vida de alegría, sencillez y fraternidad, donde cada una pueda sentirse feliz y rodeada de afecto. Es su más ardiente deseo. ¿Queréis, hijas -dice- tomar todas parte en mi Congregación de la amabilidad?; y les sugiere la pequeña industria de anotar en un cuaderno los vencimientos que habéis hecho para conservar la unión y el amor fraternal y en los actos que han faltado a esto y en sacrificaros también por el bien general180. Trata de aplicar la doctrina del Apóstol. Que todas no tengamos más que un solo corazón y una sola voluntad; bien sé que para esto se necesita aguantarse y humillarse y negarse a sí misma, pero ¿qué es esto al lado de un Diosa que me lo pide?181 Un solo corazón, una sola cabeza, una sola alma, humildad verdadera y obediencia ciega, esto es la vida de la Congregación.182 Sin embargo no quiere excederse en la exigencia. Pues inculca la obediencia perfecta que se apoya en la fe, a renglón seguido exhorta a las superioras con palabras que gotean blandura: Hijitas, las que tenéis de cargo mandar, cumplid exactamente vuestros deberes, negad lo que justamente no podáis conceder, pero conceded lo que podáis, ¡es tan cosolador consolar! Esto no quita ni un ápice a la prudencia; seriecitas siempre que podáis, pero corazón tierno, oh, eso sí, ¡son tan dulces Jesús y María!.183 Las que mandan, pues, ya saben la consigna: Más madre que superiora184, y con esto está dicho todo. En este clima la comunidad vive su luna de miel, es decir, una constante y alegre tensión hacia la santidad. Florece además el ansia de penitencias corporales y en tal medida que la Fundadora tiene que ir a la mano para frenar el ímpetu de sus fervores, recordando a las monjas como dijimos antes la prioridad de otras virtudes sobre esta clase de mortificaciones. No ayunéis sino las que tienen edad, guardad bien vuestro silencio y recogimiento, esto sí, sin medida185. Pon la cara dulcecita -recomienda a una religiosa- este sí que es ayuno186. Y a otra: ...Yo quisiera que comiera bien y no deje postres sino voluntad; humildad interior cuanta guste187. La mejor penitencia es humildad y obediencia.188

178

AI. Apuntes íntimos= Cuadernos Espirituales. 7-11-1896 179 Manzanares (em ruta) 28-1-04 180 B. 5-7-01 181 G. 3-8-01 182 PP. 1ª Ed., pág. 9 183 B. 5-12-1917 184 CMC., pág. 24 (no está en esta página ni la encontré en el libro) 185 M. 16-3-1922 186 B. 12-5-1907 187 C y R - 195 188 G. 25-11-05

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Llevada de su natural compasivo ha recibido en el Instituto a dos postulantes granadinas físicamente débiles. Se lo advierten algunas religiosas, pero ella aboga en su favor considerando quizás su propia falta de salud: Pobrecitas, querer servir a Dios y no poder por esta razón. ¿Acaso no vivimos todos para prepararnos a morir? Es obvio que si la Madre hubiera podido prever los resultados de su benevolencia jamás hubiera autorizado el ingreso de las dos jóvenes, ya que éstas llegaron a ser un foco de infección para la comunidad. En Barcelona enferman también varias religiosas. A la madre María Gloria, risueña esperanza para la Congregación, se la lleva el Señor casi de repente por un fallo cardíaco. La hermana María Rosa, alegre y llena de vida, se traga un alfiler y muere por no haber forma de extraérselo. Aquélla es atacada de flebitis, otra de pulmonía doble... La Madre gime transida de dolor: Esas enfermitas acaban la medida de mis penas...189 Y sin embargo no puede ocultar las profundísimas consolaciones que la inundan al contemplar los trasportes de amor con que sus hijas dejan el destierro. Parece que se van a bodas. Hijas de mi alma -escribe- yo no puedo deciros lo que he sufrido ayer con la muerte de mi Gloria del alma. Os digo, hijas, que es una santa del todo, no lo sospechábamos siquiera; sí veíamos en ella un alma sencilla y recogida en extremo, pero nada más, no tengo tiempo de contaros detalles de... su muerte de perfecta inmolación.190 No tiene tiempo pero habla de la paz y suavidad que ha sentido al expirar esta ejemplar religiosa y, a título de anécdota encantadora, dice que un ruiseñor, desde la ventana de la enfermería, le ha dedicado un lindo repertorio de gorjeos. Lo más sensible es que a los siete meses de este fallecimiento tiene que dar a sus hijas otra luctuosa noticia: Hijas de mi alma, qué pena de mi Esperanza... pienso yo será un alma muy agradable a Dios por lo dulcemente y sencillamente que ha vivido y muerto; yo envidio esa santidad tan dulce y tan sin pretensiones...191 Lirios de prístina blancura, primera floración de un jardín reciente, dejando la tierra embalsamada con su aroma se van a la casa del Padre. La madre Riquelme dice con admiración: Nuestras religiosas ángeles parecían, todas sufrían y amaban mucho a nuestro Instituto y cuando algo fuerte se presentaba, ofrecían sus vidas. Nuestro Señor concedía lo que le pedían, pero la flor de la Congregación se iba al cielo...192 Esta tribulación no viene sola. La Madre no hubiera podido imaginar el vendaval que iba a desatarse contra la Obra a fines de 1901, pero pronto tiene que enfrentarse con la cruda realidad. Había sonado la hora de Dios y fue preciso sufrir grandes amarguras -afirma con resignación-. No le cuesta trabajo adivinar, a través de los acontecimientos, la mano del Padre que comienza a sellar con la cruz todos los eslabones de una larga cadena. La pobre Madre lucha contra las enfermedades cuanto permite la ciencia, sin escatimar esfuerzos ni gastos. A una religiosa le escribe: Soy espantosamente pobre... pero que mis hijas coman cuanto necesiten y que a V. no le falte nada como a ninguna que esté más endeble193. No me conocéis, hijas, no soy buena -dice- pero más no puedo hacer por vosotras.194 Está vendiendo una tras otra sus propiedades y se desvive por las religiosas. Es de notar que en esta época un gran sector de la población pasaba necesidad o se alimentaba deficientemente; tampoco es novedad que proliferaban las enfermedades por doquier. Pero algunos parientes y conocidos de las Misioneras, lejos de tener en cuenta estos extremos, acusan a la Madre de crueldad, de inflingir malos tratos a las monjas a las que consideran como inocentes víctimas. Propalan extravagantes versiones acerca de las penitencias corporales, dicen que las religiosas se matan a mortificaciones... Es muy reducido el número de los detractores, mas acontece siempre que los pocos que gritan hacen más ruido que los muchos que callan. Probablemente se mueven hostigados por elementos anticlericales; sus dicterios son de los que se estilan para atacar a las instituciones religiosas.

189 C y R 195 190 B. 29-9-08 191 B. 17-3-01 192 B. 7-9-01 193 B. 2-12-03 194 B. 1-10-08

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En resumen, las cosas pasan como si fuerzas adversas se hubieran juramentado para disolver la comunidad a toda prisa. Una de las Misioneras escribe por aquel tiempo: Parece que el demonio ha salido del infierno para destruirnos195. Porque aquellos hombres, sea por error, se por inquina sectaria, presionan a otros allegados de las monjas: No eres hombre si no sacas a tu hija196, y quién más quién menos, varios se sienten movidos a pedir al arzobispo la dispensa de votos para reintegrar a la religiosa a la vida seglar. Hay dos familiares entre los más exaltados que amenazan quemar el convento y matar a la fundadora. Nadie es buen profeta en su tierra. A todo esto, ¿qué opinan las Misioneras interesadas? Ellas están felices en la comunidad, reducto de ardores eucarísticos y de proyectos misioneros, de vida de oración y de fraternidad; por nada del mundo quieren abandonarla. Tampoco esta resistencia, que en buena lógica es el dato más elocuente en pro de la Congregación, es bien interpretada; por ella acusan al a Madre de retener a las religiosas a la fuerza. Emilia Riquelme en el colmo de su tribulación escribe a sus hijas: ...Yo no fuerzo a nadie; defiendo a todas porque es mi deber delante de Dios, pero dejándolas libre su voluntad. Haced lo que gustéis, ansío libraros, pero no y no mil veces, no violento en lo más pequeño. Dios os salve y os bendiga. Yo no vivo casi, ni duermo, ni ya más puedo hacer por vosotras.197 El señor arzobispo está apenado por este suceso; su edad y sus achaques le impiden ya emprender una defensa en toda regla como sería necesario, ya que parece que por las altas esferas hay alguna persona de gran influencia que deja caer su animosidad contra el convento de Riquelme que es como llama el vulgo a la casa de las Misioneras. El prelado recomienda a la Madre que permanezca en Barcelona hasta que amaine el temporal. María Emilia -le escribe- me da mucha pena ver lo que estás sufriendo; confía en Dios, hija mía; tú cuídate, que es necesaria tu vida para la obra que Dios te ha encomendado.198 Qué sola se encuentra la Madre. Cristo crucificado quiere se acerque a Él -apunta- quiere hacerla participante de su vida de oprobios e ignominias199. Gracias a Dios que está más que visto que Él solo quiere ser mi luz y mi único apoyo; yo busco medios naturales y sólo encuentro espinas desgarradoras, pero Él y su Santísima Madre son nuestra luz y nuestro todo para nuestra amadísima Congregación200. Dios es la suma bondad y quiere a las Misioneras, pero las quiere, hijas, crucificadas.201 No alienta a sus hijas con razones humanas, sino con una visión de fe y de confianza inalterable en el Señor a quien se han consagrado. Hijas mías, sed muy de Dios, buscad en Él vuestro todo y no dudéis lo encontraréis... no os apuréis por cositas del mundo, sólo es ruido, basura, nada de importancia; quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta, qué bien experimentaría esto nuestra Santa Teresa202... Amad a Dios, hijas mías, mirad sólo a Él y no temáis nada, que Él es fiel con los que le son fieles y jamás les abandona.203 La Fundadora sufre y trabaja silenciosamente en Barcelona; de continuo escribe a las religiosas que en vanguardia tienen que sortear la tormenta; sus palabras adquieren a veces el brío enardecedor de una arenga castrense: Dará gran gloria a Dios este arbolito hoy tan chico y combatido, valor, hijas mías204. Las almas más amadas de Dios, sin duda alguna, han sido siempre las que más han sufrido, ¿por qué quejarse del sufrimiento? hay un día de penas y una eternidad de goces incomparables. Lo mejor de este mundo es el padecer por Dios205. Hijas, si no sabemos sufrir ¿qué es lo que sabemos? es la gran ciencia que todas debemos aprender.206 M. hija, mía, ¿es Misionera? pues esto es igual a mujer fuerte y heroica, sufra pequeñeces y no se amilane por cosas grandes, ya le llegará su premio. ¿Le parece chico sostener con su presencia y esfuerzo lo que Dios levante y el enemigo quiera destruir? ¡Dichosas y mil veces dichosas VV.! Dios las escoge como generales y valientes capitanes para

195 Cy R - 32 196 C y R - 32 197 C y R - 34 198 AB. p. 132 199 AI. 14-11-98 (no encontré esta cita) 200 G. 9-8-01 201 G. 22-8-01 202 G. 9-8-01 203 G. 22-1-03 204 G. 16-8-01 205 PP. Págs. 55-56 206 B. 1-12-01

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sostener su cuartel Real, y a los más chiquitos los pone en reserva... el diablo es un cobarde y teme al que valiente le desprecia y confía en Dios.207 Como Nuestro Señor no fue al cielo sin antes al Calvario, tampoco yo quiero gloria sin Calvario208. Si somos Misioneras es preciso que suframos por Dios y por las almas209... Me gusta verlas alegres, a santificarse, a vencerse, pero no llorando sino cantando210. Somos siervas de un Dios crucificado, esperamos en su misericordia reinar con Él y sabemos que el padecer es nuestra herencia.211 A todas las amarguras que se agolpan en torno a la madre Riquelme, se unen otras interiores mucho más sutiles. Empieza a sentirse como si no hiciera pie en medio de un mar de confusiones. Espesa bruma le oculta el sentido y el valor de sus tribulaciones; ¿será más prudente retroceder, volver a la vida pacífica, sin riesgos ni complicaciones¿ Ella misma describe su noche oscura: Cuando contemplaba a Nuestro Señor adorado noche y día por tan crecido número de hijas queridas, tan buenas, fervorosas; las veía a todas tan contentas, con tantos propósitos y, por otra parte, tanta persecución, y yo tan sola... me asaltaban terroríficos pensamientos de que conducía engañadas a esas almas, que cómo me había metido en una empresa tan ardua; la ingratitud y desengaños que experimentaba; que en el mundo hacía mucho bien, y yo más sosegada para la oración... ¡Qué agonías! ¡Cuánto sufrí entonces!.212 Recurre a Fray Ambrosio de Valencina en busca de consejo; el piadoso capuchino que la guió en los primeros pasos, la tranquiliza y la anima a perseverar en la Obra emprendida. Ahora que el Instituto ha realizado su fundación en el cielo, la comunidad triunfante será intendencia que coadyuve desde arriba al incremento de la comunidad militante. Emilia Riquelme dice nuevamente amén. El mismo día 16 de marzo de 1901 en que madre Gloria expiraba suavemente en la casa de Sarriá, la Madre Fundadora recibía la llave de dos torres contiguas, los números 52 y 54 de la calle Encarnación, en la villa de Gracia que no tardaría en ser englobada por la fuerza expansiva de la gran urbe barcelonesa. Excelente ubicación, bonito jardín. Desde la azotea se domina el mar. Buen emplazamiento para instalar a sus hijas. Con la espina clavada en el alma pero como si nadara en delicias, se afana para trasladar la comunidad de Sarriá a la calle Encarnación y consigue que el 16 de abril de 1902 se celebre la primera misa en el nuevo domicilio. A continuación inicia las gestiones para inaugurar un colegio gratuito, aunque para los gastos indispensables se ve obligada a admitir un grupo de niñas con alguna retribución. No le agrada, pero ¡qué remedio! El dinero me importa nada213, dice; siempre lo mira con miedo214; ¡qué espanto de dinero, todo lo ensucia!215. Es una pena no poder prescindir de él. En cuanto abren el colegio se llena hasta los topes de alumnas diurnas y nocturnas, todas con afán de aprender y de ser buenas, como dice la Madre, de día unas y de noche otras nos ocupan, no nos dejan punto de reposo, pero estamos contentísimas con ellas porque se hace mucho bien. Con sus palabras llenas de unción estimula a educadoras y educandas; se desvela por la promoción humana y cristiana de las niñas y de las mujeres del mundo del trabajo. Las maestras piensen que tienen que dar cuenta a Dios de su delicada carga en lo espiritual y a los padres de las niñas216...; atended a las niñas como es justo, acogedlas con amor y, llevándolas a Dios, vosotras mismas creceréis en

207

B. 6-2-02 208

B. 19-3-02 209

B. 4-4-02 210

s/f. 1900 (sin comprobar. No encontré) 211 B. 19-1-08 212

AB. pág. 122 213

AI. 6-8-22 (no corresponde a Cuadernos Espirituales) 214

AI. 21-9-22 ( “ “ ) 215

AI. 24-7-22 ( “ “ ) 216

B. 17-2-02

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su amor217. No con halagos ganarás a nadie sino con sacrificio y verdad218. Si vosotras trabajáis por Cristo... Él en vuestro descanso cuidará de vosotras y de vuestras cosas.219 Pero las Misioneras no pueden respirar tranquilas muchos meses. Algunos familiares de religiosas, preocupados por los comentarios que circulan acerca del Instituto, se presentan en Barcelona resueltos a sacarlas de él. La Madre todo lo sufría en silencio, pero al llegar a este punto no tiene otra solución que dirigirse al cardenal, don Salvador Casañas y Pagés, que había sucedido a don José Morgades en la sede barcelonesa. El nuevo prelado es un hombre de fe y de gran amor a la Iglesia; mereció que León XIII le dijera: Hijo, tú siempre estás conmigo. En el caso que nos ocupa dio muestra de su prudencia y entereza, pues luego que oyó a la Madre se cuadró y aseguró terminantemente: De la Congregación no sale ninguna religiosa que de su voluntad quiera permanecer en ella.220 ¡No faltaba más! No permitirá intromisiones ni atropellos. Por sí mismo explora a cada uno de los miembros de la comunidad y una vez que queda persuadido de sus sinceros propósitos de perseverar en el Instituto, encomienda a las hermanas a la dirección espiritual de los padre escolapios de Sarriá y da el asunto por zanjado. Para confortarlas se ofrece a oficiar en la vestición y profesión religiosa del 6 de julio del mismo año en la pequeña capilla de la calle Encarnación. Habitualmente elude esta clase de ceremonias por sus muchas ocupaciones y por ello la Madre agradece con todo su corazón esta deferencia. Hija -le dice el cardenal- yo tengo a la espalda colgado un saco sin fondo, allí echo todo y voy tirando221. No debe ser tan simple e infalible este procedimiento; cuando las Misioneras cantan en la capilla Sólo Dios, el ilustrísimo y eminentísimo Señor se emociona. La Madre escribe a sus monjas: Dios no me deja -dice- cuando ya no puedo más me da un consuelo y luego seguimos nuestro calvario...222 Es nada más que un refresco para continuar por la áspera pendiente. Sigue cundiendo la alarma en torno a la comunidad granadina y siguen arrebatándole hijas muy buenas y queridas. Algunas son de votos perpetuos y están enamoradas de su vocación, pero acaban por pedir la dispensa de sus sagrados compromisos sólo por evitar tantas molestias a la congregación. Para Emilia Riquelme es desgarrador; de unas sabe que viven en constante añoranza; de otras nunca más tuvo noticias. Y todo esto con el agravante de la publicidad, el desamparo, la humillación... A veces deja escapar algún gemido, aunque siempre envuelto en confianza y aceptación. Sólo tengo a Dios y poco más223. No sé, Dios mío, dónde volverme; sólo Dios y su Madre, Ellos no me pueden dejar, porque sólo quiero agradarles224... Suframos un poquito por Dios, ¿qué es esto por lo que Él sufrió por nosotras? Yo tengo la pena que creo que ni aun sospecháis, pero estoy tranquila, de Dios y de nuestra amada Madre Inmaculada somos. Ellos cuidarán de nosotros y con esto está dicho todo225... Amén, hijas, lo que Dios quiera y nada más226. Dios permite nos quedemos solas al parecer para que entonces nos unamos más a Él, único y verdaderísimo Todo227. Sufrir cuanto venga, callar cuanto puedas y amar a Dios sin medida.228 A primeros de septiembre de 1902 el arzobispo de Granada cree que se han apaciguado los ánimos e invita a María Emilia a volver a esta ciudad. ¡Qué otra cosa anhelaba la Madre sino abrazar a sus hijas! Se le encoge el corazón en aquel encuentro: la comunidad ha menguado, las religiosas están tristes, la casa deslucida, los jardines abandonados. No ha habido humor para nada, ¡qué desolación! Mas a su llegada se

217

C y R -37 218

R. 11-5-26 219

C y R 38 220

R M R. 221

R. 23-7-27 222

G. 13-8-01 223

C y R -39 224

G. 17-8-01 225

B. 17-11-01 226

G. 15-3-03 227

CMC.pág.50 (Este cuaderno sólo tiene 40 páginas. , bueno, hojas, ya que M. Inmaculada las

numeró por hojas. No encontré la cita) 228

B. 16-10-02

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filtra el sol por todos los rincones, al contacto de su mano recobran las cosas el brillo primero, todo renace y se llena de alegría. Con algún ahorrillo que trae de Barcelona, remoza el paseo de la Gloria y los jardines, restaura la casa y la capilla. Vuelven las recreaciones de los mejores tiempos; las monjas charlan, bromean y ríen a placer en derredor de la Madre que se desvive por escucharlas y animarlas; el júbilo salta a borbotones después de tantos meses de ayuno... Pero las fuerzas físicas de la Fundadora tienen un límite y ha de guardar cama. Es 18 de septiembre y casi acaban de despedirse los pintores. A las nueve de la noche un cortocircuito provoca el incendio del altar mayor de la capilla. El fuego se propaga rápidamente a los altares laterales, puertas, púlpito, tribunas; toda la iglesia es un ascua; sucede un apagón de luz, humo, gritos, el crepitar pavoroso de las llamas. La hermana Rosario Díaz Portillo entra en el cuarto de la Madre y sin más preámbulos dice: ¡Fuego en la iglesia! La Madre se tira de la cama, se envuelve en una manta y descalza, pisando cristales, va a ver qué pasa. Tocan a fuego en la catedral e iglesias próximas y acuden los soldados del cuartel de San Jerónimo cuyo capitán es primo de Emilia Riquelme. Porteros, vecinos y toda clase de gente se presentan dispuestos a ayudar. Es impresionante el ladrido quejumbroso de los perros, las voces de los hombres que corren como fantasmas entre el humo, el estrépito de las vidrieras al caer sobre el pavimento, el desplomarse de los remates góticos convertidos en humeantes tizones... Las monjas están dando prueba de un valor fuera de serie al rescatar intacta la Eucaristía, la querida imagen de la Santísima Virgen Fundadora y algunos objetos de calidad. Un hombre la emprende a palos para apagar el fuego y si las monjas no se lo quitan de la mano acaba con todo. En defecto de sacerdote, la Madre recoge el Santísimo y lo lleva a la portería escoltada por las religiosas que no pueden ayudar a extinguir el fuego. Cuando llega el capellán improvisan un altar en su vivienda y la Fundadora e hijas, apiñadas ante el Señor velan toda la noche. En un momento dado es tal el auge que adquiere el siniestro que un sacerdote sobreexitado se acerca a la Madre y dice: Todo, señora, está acabado, la casa, la iglesia, todo ha perecido229. Ella está adorando al Señor y responde sumisamente: Suyo es, que Él haga de ello lo que quiera. Hay gente que la mira con curiosidad; algunos espían atentamente sus reacciones; todos quedan estupefactos, ¿no es admirable? Esa mujer de quien tantas ruindades se cuentan está ante la Eucaristía con el rostro demudado pero apacible, sin nervios, sin desazones, sin proferir palabra, con la voluntad identificada con la de Dios. Observan también a las demás religiosas que están serenas, unas rezando, otras luchando contra el incendio tan valientes como los hombres, y todas unidad a la Fundadora, caritativas y amables... ¡pues no son tan malas como dicen por ahí! Llenos de compasión y de afecto los buenos granadinos que se agolpan en la portería -ahora se ve que son muchísimos- les ofrecen sus hogares y se deshacen en atenciones. Lo agradecen sinceramente las Misioneras, pero su corazón está demasiado lleno de impresiones y prefieren recogerse en oración hasta el amanecer. ¿No habían llegado al colmo de sus desdichas? La Fundadora, mirando fijamente la santa Hostia, quizás está rumiando las palabras que más tarde escribirá en su agenda: Hija, no me pidas más ni quieras menos que la cruz que yo te dé.230 No pidas más, Emilia Riquelme, que ya vas bien servida, ¿no te parece? Con todo, el amor nunca dice basta, ni el amor de Dios a sus amigos, ni el de sus amigos a Dios. La tragedia pudo haber sido mayor por la cantidad de pino ruso empleado en la techumbre del edificio. Hubo quien dijo que en el momento en que la Madre pronunciaba las palabras de abandono en la voluntad de Dios, se amortiguó la voracidad de las llamas. Lo cierto es que sin grandes medios para apagar el fuego, se redujo a la iglesia, ubicada, como se ha dicho, en el centro del edificio. Antes de las veinticuatro horas la Madre está planeando el nuevo altar, la reparación de todos los desperfectos y la indemnización de la compañía de incendios. Su fortaleza se agiganta a medida que la gran prueba que acaba de recibir, porque confía ilimitadamente en su Dios.

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G. 24-9-02 230

AI. 15-5-27

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Aquí las gentes en un extremo de bondad, todos hoy no acaban de espantarse de nuestro valor, creían que este fuego era el golpe de gracia que nos acababa, y ven con qué actividad y fuerza se emprende la obra mejorándolo todo, esto es sólo Dios, hijas, -escribe a las religiosas de Barcelona- ...yo no tengo fuerzas casi ni para estar en pie, y me siento empujar a todo, ¿no veis sólo a idos que empuja a una paja? Sed santas vosotras y agradeced lo que mi nada no alcanza.231 Una circunstancia casual ha trocado el signo de la opinión pública. La Madre, sensible a la maledicencia de unos y al recelo de otros, aún es más reacia a soportar la aureola de heroína que su pueblo le tributa. Es la mujer prudente que no se cree inmune a la tentación de vanagloria: Dios mío, si alguien me cree santa y Dios me juzga mala, ¡qué me vale todo!232 Ansío irme -dice a sus hijas- temo poderme desvanecer con estos elogios. Sólo Dios, hijas, y una por sí sólo pecado y nada233. ¡Qué vida tan ruin! suben y bajan a las personas porque sí, sin más causa234...; recuerde quien lo necesite al Alcides Burlado, con el dedo chiquito llevaba una viga (porque la llevaba la corriente de la gracia de Dios).235 La compañía de seguros apenas pagará un tercio del importe de los daños tasados en treinta mil pesetas. La Madre se entrega con afán a la tarea de allegar recursos; es muy pundonorosa y no le agrada mendigar, pero lo hace... con muy poco éxito. Se desahoga con sus monjas: ...Les he pedido claramente y nada me han dado, promesas para después de muertos y... nada más.236 Escaso rendimiento obtiene también de la suscripción que abre para sufragar tantos gastos: la limosna que pido da poquísimo fruto, sólo el de haberme humillado.237 A la vista de estos resultados se vuelve a María Santísima que nunca le falla; y así recomienda a las religiosas: Haced, hijas mías, un papel muy bien escrito en estilo de humildes siervas a gran Reina y Madre; decidle que su indignísima vicaria se encuentra sin recursos de dinero y en grandísimos apuros, que se digne admitir el título de Administradora y Madre y Reina y todo, con su divino Hijo, de esta casa. Este papel ponédselo a sus santísimos pies. Pedid y confiad.238 La Virgen no defrauda nunca; sabe corresponder a la confianza que en ella depositan sus Misioneras y les concede los medios suficientes para celebrar la restauración de la nueva capilla el 29 de marzo de 1903. Es un día primaveral, soleado y radiante. A las once y media de la mañana hace su entrada el arzobispo, vuela la campana y salen disparadas las alondras que anidan bajo el alero del tejado: Cuando entra el Santísimo en la iglesia la Fundadora toca la marcha real, suenan cohetes y las monjas, olvidando sinsabores y penas, dan rienda suelta a su emoción hecha lágrimas. ¿Será que alborea una época de paz y desarrollo para las pequeñas Misioneras? ¡Oh no! Emilia Riquelme casi no puede disfrutar tiempos bonancibles. La humillación y la cruz son dos notas indispensables en la misteriosa singladura que imprime unidad al poema de su vida.

XVIII HASTA EL FIN

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G. 25-9-02 232

B. 14-3-09 233

G. 23-3-03 234

G. 1-10-02 235

G. 18-1-03 236

G. 6-3-03 237

G. 3-4-03 238

B. 10-5-03

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Y va la tercera fundación. Los amigos barceloneses quieren que las Misioneras se establezcan en el centro de la ciudad y al cardenal le parece una estupenda idea. La Madre Riquelme ¡para qué quiere más! A buscar casa. Ahora es ella la que importuna a san José y no descansa hasta que el Santo le proporciona un chalé bastante capaz, enclavado en el Pasaje de la Concepción, número 7, zona del ensanche de gran porvenir. El buen Patriarca -gran ayudador de almas,239 como afirma la Madre- será el que ha conseguido que, pese a la cadena de huelgas y alborotos que se están produciendo, no falten los peones necesarios para habilitar la casa. A primeros de diciembre de 1903 las Misioneras ya pueden vivir en ella. ¡Qué bueno es nuestro san José y qué hermosísima es la vida de fe! -afirma la madre Riquelme-. Sí, hijas mías, confiad muchísimo en este Santo bendito.240 En las constituciones había prescrito con gran acierto se le tendrá excepcional devoción,241 ya que este Santo nos ofrece el modelo pleno de entrega a Jesús y a María en una vida de ocultamiento, obediencia y trabajo. Además es un poderoso intercesor y provisor de las casas religiosas. La Madre añade: dice persona entendida que S. José es un gran amo de casa, Nuestro Señor le escogió para que gobernara la mejor casa del mundo, cierto que los gobernados no podían ser mejores242. Las Misioneras inauguran la capilla y aquello es una invasión. Todo el mundo acude atraído por la exposición solemne del Santísimo Sacramento y por los cultos que se celebran casi sin interrupción; sólo se lamenta la escasa capacidad del local. Muy pronto se erigen asociaciones de carácter eucarístico y mariano y se establecen turnos permanentes de vela al Señor. ¡Qué consuelo da, hijas -dice la Fundadora- ver a Nuestro Señor tan devotamente acompañado243. Ha logrado su primer objetivo y por ello no le importa tener que ingeniarse y desdoblarse para reunir todos los meses los cuarenta duros que le cuesta el alquiler, ¡crecido alquiles! Da la impresión de que san José se complace en acrisolar su confianza, pues en cuestión de dinero ¡qué mal andan las pobres Misioneras! Y lo peor es que todavía les persigue la fama de monjas hacendadas, fama que ahuyenta las posibles limosnas de la gente pudiente que frecuenta la primorosa capilla. Porque, eso sí, las Misioneras se vuelcan en las cosas del culto, aunque sus hábitos estén zurcidos y rezurcidos. La Madre, que es sincera al decir yo miro mucho una peseta porque soy pobre por voto y por efectivo244, no vacila en ordenar en las constituciones: Las Religiosas Misioneras adornen sus iglesias, en cuanto esté de su parte, con decoro, riqueza y elegancia, contando con sus haberes, pero sin temor alguno, pues Dios recompensa con creces lo que se gasta por Él245. La pobreza por voto y por efectivo y el afán de solemnizar el culto y de ayudar a las hijas, obliga a la madre Riquelme a viajar con frecuencia de una a otra casa. Todo el mundo sabe que las funciones religiosas en esos tiempos eran auténticos recitales de música sacra donde se lucían orquestas y cantores. La Madre ni tiene dinero para esas fastuosidades ni le gusta ofrecer al Señor un homenaje mercenario. Por eso ella misma dirige el coro en los primeros años de la fundación y cuando sus obligaciones se lo impidan dirá a las monjas: Hiciste bien, Pura, en no llamar al músico, vuestra música le sonará mejor a Nuestro Señor que la de los músicos; la primera le sonará a amor, la segunda a dinero…246 La Madre no hurta el hombro ante la dificultad; siempre está dispuesta a hacer las maletas y eso que los viajes de entonces no eran ciertamente artículo de regalo. Hasta más de setenta horas de tren incluidos los trasbordos improvisados, averías en la máquina, desajustes en las vías; tizne en abundancia, traqueteo, frío o calor extremado, algún que otro descarrilamiento y otros mil ingredientes nada divertidos. No es extraño que el convoy se pare en medio del campo, en la noche cerrada; los hombres encienden hachas de brea y organizan el traslado de viajeros hasta el poblado más próximo. En cierta ocasión ofrecen un burro a la madre Riquelme; ella lo monta agradecida, recordando con humor el deporte favorito de su

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B. 22-11-07 (no hay carta con esta fecha) 240

B. 29-8-04 241

CC. Primitivas, pág. 27

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R. 16-11-26 243

B. 29-12-03 244

B. 9-4-07 245

CC. 1938, art. 116 246

C y R. -41

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juventud. Ha viajado con algunos de estos anarquistas que hoy hacen tanto ruido247 y para que nada les falte en su anecdotario, hasta con rateros. Entraron en nuestro departamento dos ladrones que huían y se lamentaban de su suerte en un calabozo. No quiero deciros el miedo en que Emilia y yo abundaríamos248. Las inclemencias del tiempo y percances al por mayor: ...Mucho frío, nevando... compañeros de viaje horrorosos... un desbarrar de palabras... Todo esto dulcísimo en comparación de Baeza; allí tuvimos que bajarnos entre dos trenes, yo con miedo, oscurísimo todo, llenas de agua y barro hasta los tobillos, la ropa enfangada y, lo de siempre, la sandalia se rompió y... figuráos, la mar. La pobre Emilia lloraba, pero, hijas, os lo aseguro, he gozado hoy por primera vez de verme tan pobre. Al llegar a Madrid cambió la escena. Me esperaba en la estación el coche y los criados de mi prima... estoy obligada y calzada con botas de terciopelo. Ella es muy buena y amable, pero yo me acuerdo de mis sandalias249. Pedidle a Dios que tenga un viaje un poco más feliz que el que vine; pero no, no os metáis en eso, que Dios haga lo que quiera250. A principios del siglo hay períodos tumultuosos en que menudean los choques entre las fuerzas del orden público y los huelguistas o revolucionarios. En estas ocasiones la Madre suele viajar con traje seglar. Mas he aquí que una vez el interventor queda sorprendido al fijarse en la foto del kilométrico y advertir el cambio de indumentaria. ¿Sospecharía o tuvo gana de fastidiar? La Madre refiere: Hemos sufrido la mar, creíamos éramos algo malo; nos señalaban con el dedo, nos obligaron a ir de estación en estación sufriendo; yo me puse mala de tanta cosa y, al fin, como nada malo habíamos hecho, nos dejaron libres...251 En uno de los viajes a Barcelona tiene la satisfacción de ver solucionado el problema económico de la comunidad del Pasaje de la Concepción de forma providencial. Había trabado profunda amistad con una piadosa dama, doña Rosa Vilar de Juliá que, llena de entusiasmo por el culto del santísimo, se siente movida a donar a la Congregación unos locales que posee en los Campos Elíseos, número 8, pasaje paralelo al Paseo de Gracia y perpendicular a la calle Mallorca. En estos locales podrá instalarse con más holgura la capilla y comunidad. El 25 de agosto de 1905 las Misioneras hacen la mudanza del Pasaje de la Concepción al de los Campos Elíseos, eternamente agradecidas a doña Rosa Vilar de Juliá. Pero ¡cuántas amarguras acompañan a este breve respiro! Había fallecido recientemente don José Moreno Mazón, el arzobispo de Granada que tanto las quiso. El vicario capitular, responsable de la sede vacante, un buen día llama a la Fundadora para comunicarle que se ha incoado un expediente de importancia contra su convento, por lo cual se hará una visita extraordinaria a la comunidad para realizar las averiguaciones pertinentes. La Madre se queda de una pieza, ajena a lo que aquello podía significar, mas según se desarrollan los acontecimientos va descubriendo el hilo de aquel funesto ovillo. Había salido de la Congregación una antigua alumna del colegio a cuya madre Emilia Riquelme había favorecido sin tasa proporcionándole alimentos para ella y para sus hijos. ¡Nunca lo hubiera creído! tanto la egresada como su madre han divulgado serios infundios contra la pequeña «Obra de María». Además -y esto es lo más grave- en el seno de la propia comunidad un grupo de religiosas, muy pocas afortunadamente, alimenta sentimientos de rebeldía. La Madre se explaya con sus hijas: Ya estoy otra vez envuelta en un cúmulo tal de sufrimientos que espero de Dios me dé fuerza, porque de verdad que yo no puedo sin su gracia252. Estoy destrozada de penas, pero Dios lo quiere y yo también253. No dejará jamás a quien en Él confía254. El Señor vicario no visita personalmente a las religiosas sino que delega en dos sacerdotes que en la fecha convenida proceden a interrogarlas individualmente. Algunas hermanas descontentas, deslumbradas

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G. 7-2-08 248

G. 17-11-04 249

M. 29-11-04 250

G. 2-2-04 251

M. 20-5-10 252

B. 11-8-04 253

G. 21-9-04 254

(sin fecha)

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tal vez por posibles ventajas temporales e ignorando la trascendencia de sus afirmaciones, llegan a jurara falsamente acusaciones indignas contra la Madre; ellas mismas desmintieron más tarde. Los escrutadores están desconcertados al escuchar declaraciones juradas y contradictorias y se ven obligados a insistir en sus averiguaciones. El embrollo no se aclara. La Madre observa. Los indicios la inclinan a creer malparada su causa y se encuentra sin fuerza para impugnar el expediente por sí misma; no sabe cómo salir del atolladero. Declararía más tarde: Haciéndome cargo de que no teníamos nosotras fuerza para sostener nuestros derechos, era preciso buscar en otra parte quién nos defendiera. Allí nadie iba contra aquellos señores por defendernos a nosotras y me parecía imposible salir yo de allí, mas lo que para mí era imposible fue sencillísimo para Dios255. El 28 de junio por la tarde le comunica uno de los sacerdotes visitadores que aplazarán sus investigaciones hasta que se restablezca su compañero que se encuentra bastante enfermo. Entonces la Madre le pide permiso para hacer un viaje a Barcelona, aprovechando esta circunstancia. A la hora y media de obtener esta autorización la valerosa mujer ya está en el tren. La noche calurosa, el apresuramiento, la tensión, la fiebre... No es extraño que sufra un colapso intenso y prolongado que haga temer por su vida. La dan por muerta. Suena la alarma, para el tren y consiguen reanimarla. Se encuentra con fuerzas para continuar el viaje; le da coraje la necesidad de llegar cuanto antes a su destino. En Madrid se hospeda con la religiosa acompañante en la fonda Ultramar, número 12 de la calle Arenal. No quiere molestar a sus parientes, pero le repite el accidente y no tiene más remedio que llamarlos. Éstos celebran consulta de médicos que la encuentran grave y dictaminan que sea viaticada. Se opone el dueño del establecimiento por temor a que se asusten los demás huéspedes. ¡Pobre Emilia Riquelme! Mucho sufrí aquella noche, no por mis males, sino porque me daba pena morirme en una fonda, a la vista de todos, sin sacramentos, en aquellas circunstancias, y me partía el corazón la desolación de mi monjita del alma. ¡Oh sí, Dios nos oyó a las dos256! Así dice la Madre describiendo este viaje que bate el récord en incidentes. ¡Qué odisea! El párroco de San Ginés le administra los sacramentos al amanecer. El doctor don Rafael Valle Aldabelde extiende un certificado sobre la gravedad de su estado, documento que la interesada envía al vicario capitular para justificar, si es preciso, la demora de su regreso a Granada. Porque llega exhausta a Barcelona y no puede levantarse del lecho. ¿Habrá sido vano el esfuerzo de un viaje en tales condiciones? Maravillan las trazas de Dios; cuando todo parece perdido es precisamente cuando comienza a resurgir. Visita a la Madre el bondadoso cardenal Casañas con quien ella se confiesa y desahoga su espíritu atribulado. El ilustre señor comprende la crítica situación de un instituto que es todavía de derecho diocesano y asume la responsabilidad de protegerlo; sabe que aún está en su primera fase experimental y ordena que se reúnan en Barcelona las superioras de todas las religiosas más antiguas para celebrar el primer capítulo general de la Congregación en el que, a tenor del derecho, procederán a la elección de superiora general y consejo. No hay tiempo que perder. El 29 de julio de 1905, en la casa del Pasaje de la Concepción, el cardenal celebra la santa misa y a continuación tiene lugar el capítulo ala que asiste también el secretario de cámara don Ramón Salvía Civit y el presbítero don Joaquín Valls en calidad de testigo. El prelado llora de consuelo al ver que en el escrutinio, realizado con la máxima libertad y seguridad, resulta electa unánimemente la Madre Riquelme para superiora general. Está claro, entre las Misioneras no hay más que un corazón en torno a su Fundadora. Mientras las religiosas le besan la mano en señal de sumisión, una vez más la Madre tiene que renovar un sí, un sí cada vez más consciente de las renuncias y amargas sorpresas que conlleva. Yo me entrego a la voluntad de Dios y mi ser entero se lo doy257. Que vuestra voluntad se cumpla siempre en mí; en tí confío, Jesús mío, ayúdame258. Olvidarse, humillarse, sacrificarse, en aras del amor y de la obediencia259.

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R M R. 256

R M R. 257

C y R. -42 258

C y R. -42

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Las capitulares eligen también los miembros del consejo general y el señor cardenal exhorta a todas a escalar con brío el monte de la santidad. Él recabará de la Santa Sede los permisos necesarios para la adoración perpetua del Santísimo y se encarga de comunicar al arzobispo de Granada el resultado del capítulo así como la nueva residencia de la curia generalicia de la Congregación en la Ciudad Condal. Entre gozo y gozo la madre paladea el dolor que le renuevan las cartas de las hijas de Granada que se han turbado al reanudarse los interrogatorios de los visitadores. Ella las alienta con consejos nacidos de su recto corazón: Ya veo estáis asustadas con los exploros, pensad en Dios, pedid socorro a la Sma. Virgen y no temáis que quien a Dios tiene nada le falta, dice una Santa. ...260 Vosotras, hijas, sed muy sinceras y decid tal como son las cosas, sin malicia, con verdad, y luego Dios nos ayudará261. Sencillez extrema y Dios en lo íntimo del alma y Él regirá vuestras lenguas e intenciones262. Llegarán tiempos de paz, la Virgen no deja a los suyos263. Asegurada ya la vida de la Congregación, la Madre vuelve a Granada donde se encuentra la comunidad enrarecida, las religiosas “divididas por un soplo satánico264” en dos grupos bien diferenciados: uno con la superiora a la cabeza, permanece fiel a la Fundadora; el otro había tramado el plan de echarla del instituto, después de lo cual alguna de ellas tomaría las riendas del gobierno. La Madre explica: Una se atrevió a manifestarme que me podía retirar porque aquella casa era de ellas, etc. etc. Aquí echaremos un velo...265 Amargos etcéteras y amargo velo que, si mortifican nuestra curiosidad por saberlo todo, no nos impiden suponer la aflicción de la madre Riquelme. Lo tenían todo a punto de caramelo para que al llegar el nuevo arzobispo deshiciera de un plumazo las pequeña «Obra de María». Varias eran las hermanas que afirmaban resueltamente que antes saldrían de la casa todas las demás -incluída la Fundadora- que ellas. A primeros de Septiembre el nuevo arzobispo, don José Meseguer y Costa, toma posesión, ¿cómo despachará el asunto de nuestras Misioneras? La Madre dice que se mostró bueno y prudente en extremo266. Durante varios días consecutivos la recibe en palacio y se limita a conversar plácidamente con ella; le hace toda clase de preguntas sobre los más diversos temas sin comentar nunca las intervenciones de su interlocutora; escucha y observa y cuando la ve cansada suspende el coloquio hasta el día siguiente. Nunca alude al motivo de estas conversaciones; sólo en un momento comenta con la Madre que el expediente que le han levantado manaba sangre. Ellos son buenas personas -escribe la madre Riquelme- es que están mal informados y acogen las referencias más disparatadas sobre mí267. La Fundadora se sintió un día animada a pedir licencia para alguna hora de exposición del Santísimo, gracia que les había sido retirada desde que comenzó la visita. El prelado accedió complacido. Acercándose el 8 de diciembre la Madre reitera su petición para la fiesta entrañable. La respuesta es más satisfactoria de lo que esperaba: Con cara seria, pero rebosante de bondad y compasión, me dijo que no, que él iría a casa y dispondría todo. Le habíamos pedido tanto a la Santísima Virgen que se compadeciera de nosotras, que no dudábamos nos concedería ya tener a Nuestro Señor expuesto268. Es ya el 7 de diciembre; en la suave penumbra de la capilla las religiosas salmodian la oración vespertina, cuando sin previo aviso entra el señor arzobispo y les dirige una plática ferviente. Parece abismado en Dios. Les dice que la Virgen ha bajado del cielo para ellas y, después de impartir la bendición con el Santísimo -¡tanto tiempo sin este consuelo!-, entrega a la Fundadora los rescriptos necesarios para cumplir en la archidiócesis los fines de la Congregación.

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G. 28-7-03 260

G. 25- 7 05 261

G. 22-7-05 262

C M C. pág. 106 (¿…?) 263

B. 27-7-5 264

B. 9-10-5 265

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Vísperas de la Inmaculada, Nuestra Señora de todas las alegrías, de toda esperanza y de toda paz; ¡qué júbilo el de la madre Riquelme después de la borrasca! De su alma agradecida brotan resonancias del Salterio: Dios es mi fuerza y mi sostén. Él cuida de sus pobrecitos y al más débil de su Mano Divina. ¡Parece imposible, sólo el poder de Dios me da la vida y me saca de los profundos donde el enemigo me quiere sepultar! y ¿quién duda ante los hechos269? ¡Qué bueno es Dios! he sufrido con estas cosas, pero estamos mucho mejor que antes. ¡Oh poder de Dios! Me quieren quitar todo y Dios me da más de los que tenía. Valor, hijas, ¿dónde están los que me perseguían? Diré como rezamos en el Oficio Parvo: «se rompió el lazo y nosotras quedamos libres270» (cf. Sal 123). Esta es la vida, hijas mías, un azote de unos días y una corona inmensamente mayor y eterna271. En el borbotón de sus alabanzas envuelve también a la Santísima Virgen, supremo refugio en las horas difíciles. Emilia Riquelme, como tantos otros devotos de la Señora, puede afirmar con plena persuasión: María Inmaculada es nuestro todo después de Dios272. La sola verdadera defensa es Dios y su Madre273. Todavía le queda la espina de las pobres hermanas que, dominadas por la ignorancia, la fantasía o la ambición, han causado tantas confusiones y sinsabores: Mis pobres ovejitas extraviadas siguen y sin la menor muestra de volver274. Que sepan por si alguna vez abren los ojos, que yo las perdono con todo mi corazón. Tres permanecen duras, las demás rendidas y algunas más cobardes que malas... ¡Dios, hijas y sólo Dios! Ni más que guerra a la desobediencia y a la soberbia275. Qué sufro hoy con este corazón de madre que no me sé ofender; me dicen lloran y yo con ellas. Las echo por la Congregación, pero yo me muero de pena276. ¡Qué sufrir ver a estas pobres y qué consuelo de ver cómo Dios sostiene su casa por medio de su Sma. Madre277! Tranquilidad, caridad aun con quien nos crucifica, primero pedir por ellas y luego por mí278. No hablad nada de lo pasado, pasó; trabajad, callad, cantad...279 Poco a poco se van reduciendo las religiosas obcecadas, vuelven sobre sus pasos y empieza a desenmarañarse la madeja. Del párrafo siguiente se colige las dimensiones que alcanzaron sus enredos: Qué gravedad tienen las cosas de estas desgraciadas, es preciso las absuelva el señor arzobispo. Hijas, la obediencia es el todo en una religiosa280. Hoy, gracias a Dios, P. ha ido conmigo a ver al Prelado. La pobre se ha desdicho de todo, sola con el Sr. ha jurado es falso cuanto malo han dicho281. Se hacen papeles (retractaciones) desdiciéndose las monjitas de sus hazañas y jurando lo contrario que antes. Estos señores son buenos, prudentes y discretos282. Ya está, sí; lo pasado, pasó; se despejan los equívocos, se ensamblan las piezas dislocadas o se separan del todo las que no encajaban bien. Después de los acontecimientos dolorosos que se van superponiendo en su vida, la madre Riquelme ratifica su postura de fe: Pensar en Dios es lo único que nos interesa, lo demás humo, polvo, juego de niños283. Ciertamente, todo lo que no es Él acaba diluyéndose como el humo en el cielo; es como el juego infantil que absorbe un instante nada más; lo que no es Él son -como repite la Madre- las cosas que vienen y van detrás de las cuales Dios se oculta y desea ser hallado. Y esto es lo fundamental: vivir en actitud de búsqueda, sin apartar la mirada del fin último. La madre Riquelme dice a sus monjas: Amad d Dios, hijas de mi vida, es el solo bueno, lo demás todos tenemos cositas, ingratitudes y miserias, quién más, quién menos, siempre valemos nada...284

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B. 30-10-05 270

B. 17-10-05 271

M. 29 -12- 05 272

G. 11-12-05 273

B. 11-5-08 274

G. 9-12-05 275

G. 2-12-05 276

G. 13-12-05 277

G. 2-12-05 278

G. 11-17-05 279

M. 29-12-05 280

G. 1-12-05 281

G. 2-12-05 282

G. 3-12-05 283

PP. 1ª Ed. Pág. 14 – C M C. 73 284

B. 11-5-05

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XIX A ROMA POR TODO

Vamos a ver si pasan las penas y entramos en una nueva era de paz y alegría, pero paz en Dios y alegría, alegría de la santidad, hijas -dice la madre Riquelme- no busquéis nada bueno que Dios y su Madre, lo demás es engaño de un día que en seguida cae y sólo queda lo que en Dios sólo se afirma285. La mala racha pasó y sin embargo aún no brilla el sol para las Misioneras. Los ecos de tantos chismes como se habían desparramado al viento duran y perduran entre la gente y bloquean en cierto modo la pequeña «Obra de María». El caso es que si a los cuatro años de existencia contaba casi con

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cincuenta miembros, a los diez años éramos veintiséis286 -dice con pena la madre Riquelme-. Se ha secado la fuente de las vocaciones y además ha salido un buen grupo de religiosas por no poder resistir la presión de sus familiares pusilánimes. Algunas de ellas ingresaron en otros institutos religiosos y guardaron gratísimo recuerdo de la Congregación y de su Fundadora. Emilia Riquelme tiene que apurar trances muy amargos. Su corazón no se separa así como así de las hijas que se le van. Es edificante cómo visita a una de ellas que después de bastante tiempo yace en la cama del hospital, abandonada por aquellos deudos que tan afanosamente provocaron su salida del instituto. La Madre costea el entierro para que el cadáver no sea destinado a la sala de disección de la facultad de medicina. Y lo hace sin cacarearlo, por reverencia a un cuerpo que estuvo especialmente consagrado a Dios y por imperativo de un amor fiel. El mundo hace leña del árbol caído. Emilia Riquelme es tan fina y tan señora que la gente abusa y cuando menos lo piensa y de quien menos podía esperarlo se ve amenazada por nuevos problemas: Ay Petrita mía, lo que tu madre me hace sufrir; me quiere poner por justicia porque tú estás mala -escribe a una religiosa- yo te cuido y gasto en tí lo que ves... tú no te apures... yo le digo que vaya y te vea, pero tu hermana no quiere vaya ni que te compre cosas...287 Se adivina entre líneas el juego del mezquino interés y de la incomprensión y todo se suma para atribular a una mujer que no conoce la ruindad. Las decepciones hacen gemir a su alma saturada de desengaños. Inspira compasión su desahogo con la superiora de Granada: Recibí lo que me envías, Pura, si vieran, hija, el extremo que estoy de apuros. Me lleno de alegría al ver que te interesas y eres fiel a Dios en su casa y a tu pobre Madre. Hija, estoy o tengo tan partida el alma de ingratitudes, que cuando es fiel de verdad me parece un ángel consolador que Dios me envía288. Los verdaderos amigos son casi ninguno289. Y no sólo sufre en su espíritu. Frecuentes colapsos la ponen en trance de muerte y tiene que ser viaticada varias veces, lo cual se reservaba entonces para ocasiones de extrema gravedad. No obstante, nada apaga su entusiasmo ni disminuye su amor a la cruz. Debajo de cada espina florece una esperanza y un ansia recién estrenada de sufrir. Enviadme dos cruces de las grandes de las celdas y no creáis que me faltan cruces290 -escribe con su tantico de humor-. ¡Cómo quiere Dios a las Misioneras cuando tanto nos prueba291! Está visto que es el sello de la Congregación; cruz y Calvario292. ¡Crucificada con Jesús! esta es la dicha del alma fiel; callada en el sufrimiento, dulce en las injurias293. Yo he aprendido que la manera de crecer en el amor de Dios es padecer294. Sufrir... ¡qué importa! no dura más que un momento. Si pudiéramos ir a pasar ocho días en la gloria comprenderíamos el precio de este momento de sufrimiento. No encontraríamos cruz bastante pesada ni pena bastante amarga295. Sufridlo todo con paciencia, por amor de Dios que sufrió aún mayores necesidades por nosotros y no encontró quién le consolase cuando lo buscaba. ¡Oh qué dulzura experimentan las almas que se entregan por completo a Dios en los sufrimientos296! Sufrir un poco, amar mucho a Dios, es el cielo de la tierra para las Misioneras297. La Madre es especialista en el arte de padecer y de callar. Su gran espíritu de fe no convierte en mieles el abundante acíbar que la vida le ofrece, pero sí le proporciona el gran don de la paz y la consoladora certeza de que por el fracaso y el dolor se asocia a la empresa salvífica de Jesús. La mayor fuente de gozo es la cruz cuando se la abraza como pieza insoslayable del misterio pascual.

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C y R. -45 (¿...?) 295

PP. 1ª Ed. Pág. 57 296

M M M. págs. 27-28 297

29-12-23 (no hay carta com esta fecha, y no encontre la cita)

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Su gran fe le da audacia para seguir adelante. Con poco dinero, poca salud y poco personal, es decir, sin recursos humanos, tiene el ánimo de enviar a Granada el material necesario para abrir de nuevo el colegio que acoja a las niñas pobres del barrio. Y lo que es más todavía, prepara su viaje a roma con objeto de tramitar la aprobación pontificia de la Congregación. A Roma por todo, se suele decir298. Los prelados de granada y Barcelona le dan sus letras comendaticias en las que apoyan sus preces con grandes elogios para el instituto; es una prueba más de lo mucho que estiman esta obra tan hermosa que no ha hecho más que remar contra corriente desde que nació. El jueves 20 de mayo de 1908 la Madre parte para Roma acompañada por Madre Emilia Giraldo y el hermano de ésta don Pablo, el protegido de los Riquelme que ya es sacerdote y desempeña la capellanía de la casa de Granada. Los dos hermanos se extasían contemplando el enjambre de peregrinos recién llegados a la Ciudad Eterna para asistir a la beatificación de la Madre Barat. Pero yo -dice la Madre- estoy loca de tanto ruido y gentes299. No obstante, procura invitaciones para la brillante ceremonia por deferencia para con su compañera de viaje. Su generosidad se ve recompensada con el espectáculo que sus ojos admiran en la basílica de San Pedro. Desde niña sintió gran devoción por el papa y hoy su corazón se desborda de entusiasmo en esta enorme manifestación de fe y de adhesión al Vicario de Jesucristo, donde miles y miles de hombres se sienten hermanos en un templo que es lugar de cita de toda la cristiandad. Le llama la atención y la impresiona, sobre todo, el ver a Pío X de rodillas ante una pobre monja rica en humildad y caridad300. Su acompañante, la antigua Carmelina, pone a prueba la condescendencia de la Madre al visitar las catacumbas de santa Inés; es de condición exageradamente medrosa, no puede remediarlo. En tanto que la Madre seguramente arde en fervor pisando aquellos corredores subterráneos donde se ocultaron los grandes paladines de la fe, ella tiembla y llora de miedo al ver las sombras inquietas que se proyectan sobre el oscuro laberinto a la luz de las cerillas que llevan los peregrinos. La Madre, como la cosa más natural del mundo, da por terminado su festín espiritual y retrocede inmediatamente hacia la salida para tranquilizar a su monjita, su antigua sirvienta. No es insensible al derroche de arte que atesora roma, pero más fuertes que sus emociones estéticas son los sentimientos de amor que brotan de su corazón; todo lo contempla y admira desde su mundo interior anclado en Dios. Con qué unción pide a santa Inés valor para todas las Misioneras presentes y futuras, valor para morir por Dios y la gracia del martirio para muchas301. Sin pararse en disquisiciones sobre la autenticidad de la reliquia, goza a mares orando sobre el altar que contiene las maderas del pesebre donde fue puesto Jesús al nacer. Le he pedido con mi alma toda que nos haga a todas humildes por su santísima humildad, si vierais lo que pido por vosotras todas y aún para las que Dios y su Santísima Madre envíen; he visto en la misma iglesia un cuadro de la Encarnación que de verdad enamoraba, parece da alguna idea verdad de cómo estaría la Santísima Virgen en aquel momento302. En la tumba de Pío IX alaba la humildad del gran pontífice; en la basílica de la Santa Cruz pide para sus hijas acendrado amor a la cruz de Cristo; en San Pedro Ad Vincula que nos ate la obediencia más que mili cadenas303. Llega a la cumbre de sus delirios al venerar la mesa que alguna piadosa leyenda identifica como la que utilizara Jesús en la última Cena. Allí suplica con vivas ansias que aumentase el amor a su sacramentado Cuerpo en todas las Misioneras304. Por la tarde de este dichoso día, en lugar de visitar los jardines del Vaticano que permanecen abiertos al público, se retira en la capilla de las Brígidas donde tienen el Santísimo Sacramento expuesto.

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Allí -dice- casi no había nadie, pero para nosotras estaba Todo305. Muchas y muy grandes cosas veo aquí, A. querida -se dirige a una religiosa-, pero pienso yo sin cesar qué reliquia más grande (hay) que un sagrario o una custodia donde día y noche está Nuestro Señor sólo por unas poquitas mujeres..306. Perdono roma con todas sus grandezas por un sitio en esos reclinatorios a los pies de nuestro Jesús307. Vaya, ahora vais a decir que la Madre no sabe lo que se dice, ¿queréis creer que en medio de tanta hermosura yo prefiero mi rinconcito en mi «hornito» o celda, pero viendo a Nuestro Señor? Aún no he visto al Santísimo expuesto desde que salí de casa y yo me muero de pena y eso que soy mala y fría; Dios mío, si yo supiese algo de lo que es Nuestro Señor expuesto siempre, hoy os envidio con mi alma toda y sólo hago llorar308. La Madre está impresionada al comparar el interés que despiertan los piadosos lugares, reliquias y monumentos de arte, con el olvido en que tenemos a la Eucaristía que es por excelencia el memorial de la pasión de Cristo, realidad la más augusta y adorable, el mismo Jesucristo, siempre vivo para interceder por nosotros. ¿Será posible que nuestra fe sea tan débil y tan obtuso nuestro corazón? Emilia Riquelme en medio de tantos atractivos añora con vehemencia -hasta con lágrimas- las humildes iglesias de sus comunidades donde se adora perpetuamente al Señor. Ella ha ido a Roma a su quehacer y no pierde tiempo. Fray Ambrosio de Valencina la acompaña de monseñor en monseñor, de las Congregaciones al Colegio Español donde le traducen las constituciones y demás documentos; pero la gran afluencia de españoles en aquellas fechas origina el estancamiento de las operaciones burocráticas del Colegio y la consiguiente demora de los asuntos de la Madre. Diariamente escribe a sus hijas refiriéndoles detalladamente sus andanzas, contratiempos e impresiones. Hay de todo, días de sol y días de sombra. Y qué trabajo me presenta hoy la Santísima Virgen como obsequio del último día del mes. La persona en quien esperaba mucho ha tenido que dejar Roma y nuestro asunto en un todo (fray Ambrosio); si sólo mirara la tierra vería casi perdido por el momento el asunto... Ayer tarde me decían que el año 1880 empezó la aprobación de las religiosas X y ahora han sido aprobadas, esto es, veinticinco años; esto es para morirse de susto; ánimo, hijas, a luchar por Dios y por la Virgen purísima; Ellos lo quieren, arranquémoselo del divino Corazón, del dulcísimo de María y del poderoso san José309. Los colores oscuros de ayer han sido claros y casi resplandecientes hoy; creo que todo marchará bien, pero sufrir sí, hijas, mucho sufrir, esta es la salsita con que se hace este hermoso guisado310. Creo le place a Dios amasar sus gracias con lágrimas, pues ánimo, no debemos tener más gusto que darle gusto a Él311. Sufro mucho, pero confío muchísimo en Dios. Satanás pone obstáculos tremendos, pero miro como seguro el triunfo de María Inmaculada312. María Inmaculada lo hará todo, yo tengo fe ciega en Ella313. Tres veces en una sola mañana ha tenido que ir al Colegio Español sin poder tomar otra locomoción que el tranvía. A las tres de la tarde está citada con un señor consultor que pone en jaque todas las energías de la Fundadora; si las físicas andan harto menguadas, las espirituales están a prueba de bomba. Con su peculiar sencillez explica a sus hijas: Un monseñor italianísimo tremendo; allí fue Troya; el diablo se empeñó en enredarla; después de luchar casi a brazo partido porque querían poner y quitar horrores (de las constituciones), figuráos, la adoración y exposición (del Santísimo) a disposición de los obispos y las escuelas gratuitas fin principal; en fin, con la ayuda de Dios y de su Madre de mi alma, se puso el fin principal la adoración, por devoción las escuelas314. He sufrido un examen largo, no sé por qué tanto me examinan, luego me han hecho hacer una extensa

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relación sobre gastos e ingresos y qué sé yo qué más. Aquí, hijas, se hila muy fino, al menos para nosotras315. Que Dios me dé la luz y prudencia necesaria para salir haciendo sólo su Santísima Voluntad316. La madre Riquelme lleva una recomendación para el cardenal capuchino fray José Vives y Tutó, el cardenal santo, como le llamó León XIII que tan importantes cargos le confiara. No lo distingue menos su sucesor Pío X que encuentra en él un rendido y competente colaborador. Hijo de un pobre carpintero de Sant Andreu de Llavaneres (Barcelona) había sido heroico misionero de vanguardia en tierras americanas, hombre sencillísimo y gran devoto de la Eucaristía y de la Virgen. Secundando los deseos del papa fue apóstol de la comunión frecuente, de adelantar la primera comunión de los niños a edad más temprana con el fin de desarraigar los vestigios jansenistas que aún había entre los fieles. Era natural que un cardenal de este estilo simpatizara con la pequeña «Obra de María». La estrella de las Misioneras empieza a brillar; ya son varios los monseñores que aprueban con gusto la adoración perpetua al Santísimo Sacramento. La Madre, alerta como nunca, procura con particular celo que nadie mutile o relegue a segundo plano el aspecto fundamental del propio carisma. Dicen somos las únicas de la Iglesia Católica que de noche se sacrifican a Dios, hablo como Instituto, particular Dios sabe las que habrá317, escribe a sus monjas. Es como un regalo que hacemos a la Iglesia de Dios; pedidle que me dé fuerzas y humildad318. Cada día vamos ganando en la opinión de todos, ven que de verdad buscamos a Dios y no negocio, esto entusiasma aquí; varios quieren hacer suyo nuestro asunto... a ratos lloro de verme tan mala... La Santísima Virgen y sus ángeles están haciendo las cosas, yo sufrir fatigas como siempre y nada más, pero creedme, hijas, sufrir de verdad y con gusto sienta bien para todo, no es decir que yo lo hago, no, es que lo quiero hacer, si no me creéis haced la prueba319. La madre Riquelme está preocupada porque avanza julio y los calores fuertes que se dejan sentir paralizarán pronto todas las actividades de la curia romana; los consultores se marcharán de vacaciones y su expediente quedará en suspenso ¿hasta cuándo? Tanto gasto y tan poco hacer, gastando y poniéndoles buenísima cara y si no es muy peor320. Me faltan las fuerzas, me espanta la comida, ay mi Jesús, y creen muchas que estamos gozando, Emilia espantada con mi salud y abundantísima, mala de miedo... lo malo es el calor321. Ahora toca a freirse por dentro de ansias, amén y amén en el tiempo y en la eternidad322. Os contaré cositas de Roma, pensaremos en otra fundación y pensaremos, hijas de mi vida, en amar a Jesús y a María en medio de penas, dolores, sequedades, abandonos; amarle generosamente y morir en un acto de amor, todo esto y más hablaremos y sobre todo practicaremos323. Su asunto marcha francamente bien; de fuente extraoficial, pero segura, ha tenido muy buenas impresiones que se apresura a comunicar a las religiosas para que compartan su júbilo: Estamos aprobadas con gran gusto de la Santa Sede, pero faltan papeles que lo confirmen324. Nuestra Congregación está salvada325. Parece que paga con dolores extraordinarios cada uno de los progresos del instituto, pues además de la fiebre padece agudas neuralgias que llegan hasta desfigurarle la cara. En este estado y bajo un sol de fuego aún tiene que andar largas caminatas, consumida interiormente porque no hay fuerza humana que retenga a «los grandes» de la Ciudad Eterna. Para dar fin a su asunto faltan dos o tres consultas de cardenales, pero han dicho que no y es que no. Hasta septiembre sin más apelación. En un mes y pocos días no es posible hacer más cosas en Roma. Su Santidad le ha otorgado varias bendiciones probablemente a instancias del cardenal Vives: Dígale que se la envío de todo corazón326. La Madre

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se ha sentido feliz de ver al papa aunque sea desde lejos. Donde su alma experimenta una inmensa alegría es en una audiencia más íntima en la que Pío X le ha dirigido unas palabras que conserva y transmite a sus monjas como la reliquia de un Santo: Misioneras de la Inmaculada y española, se sonreía y se volvió para mirarnos, entraban en su salón los guardias y él se quedó detrás y se volvía mirándonos; dice es tierra de santos España327. La mirada y la sonrisa de un Santo, el Santo de la Eucaristía, es el broche de oro de su primer viaje a Roma. Dedica las últimas horas a las despedidas de rigor. Hace las compras que pueden hacerse con poco dinero, modestos obsequios para los bienhechores del instituto y minúsculos recuerdos para las monjas. Y para su Dios ¿qué? ¿Se irá la madre Riquelme sin llevar un regalo al Rey de la casa? ¡Imposible! Hijas -escribe-, os voy a contar una calaverada de las mías; pienso yo que lo que las pobrecitas Misioneras tienen o deben es de Jesús y María, ¿estará mal que a su Dueño y Señor le lleve un regalo? En fin, me atreví y lo he hecho... Es una custodia, tiene un metro de alta. Yo estoy loca de alegría de verla, ya veo a Nuestro Señor en ella: tiene piedras celestes y blancas, es una hermosura... y como tendremos que pensar en una fundación, ya sabéis lo primero que preparo es casa y ropa para nuestro Jesús328. Con qué transparencia rinde cuentas de su inversión, dispendio notable para su débil bolsillo, aunque las piedras, como puede suponerse, no sean auténticas. Travesura digna de un corazón enamorado y fino que tiene a la Eucaristía en la cumbre de sus ilusiones. El primer día que pasa con la comunidad de Gracia después de su regreso de Roma ocurre algo insólito. Como siempre, a continuación de la misa, el capellán deja manifiesto el Santísimo para que comiencen los turnos de vela. En aquel instante entra de la calle un gato que parece rabioso, salta al altar y hace rodar estrepitosamente los floreros y los cirios. La Madre se dirige hacia el altar y el animal, como una fiera, se tira al suelo par lanzarse con mayor ímpetu sobre el manifestador y arrojar la custodia sobre el ara. La Madre refiere a sus monjas: Vino el sacerdote y aturdido como todas no sabía qué hacer, yo le dije que ni por un momento se interrumpiera la exposición... parecía de verdad una exhalación del infierno329. Sin conceder especial importancia al incidente, nada nos impide atribuirle un aspecto simbólico: la Madre ha defendido con denuedo la adoración perpetua al Santísimo Sacramento, se ha esforzado, por así decirlo, en ensalzar la Eucaristía y colocarla en alto para la adoración de los fieles, ¿no parece que el espíritu infernal ha querido vengar su derrota? Al narrar el percance la madre Riquelme añade: Cuidadito con la adoración nocturna, es lo que más gusta en Roma, pero es preciso que la que no pueda hacerla como es justo que lo diga porque hay muchos conventos donde no se hace y entre nosotras es de Regla y es preciso hacerlo bien330. Ángeles de la Eucaristía, eso deben ser las Misioneras331. Emular a esos mismos espíritus angélicos, puesto que no por ellos sino por nosotros se quedó el Señor en la sagrada Eucaristía332. Nuestro Señor nos ha elegido por su infinita misericordia; al dársenos a Sí mismo y al hacernos suyas, nos ha sellado con el sello celestial de la vocación eucarística y este sello lleva consigo la dulce misión de amar a Jesús con delirio, hasta el martirio, la de darle a conocer a las almas y hacer que le amen, en una palabra, la santidad más consumada333. Emilia Riquelme quiere expresar todo el estremecimiento de su alma cuando dice: Hijas mías, un Dios hecho alimento de su miserable y pecadora criatura, ya no cabe ni más amor ni más humildad334. Con su autoridad de fundadora ratifica de una vez por todas el carisma congregacional: la Eucaristía es el eje fascinante de la Congregación.

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XX MONTE ARRIBA

Al año siguiente -julio de 1909- la Madre está en Barcelona, vive al margen de la política mas participando de la inquietud general por la agitación reinante en las masas proletarias que se concentran en los núcleos industriales de la región catalana. Por si esto fuera poco, se recrudece el conflicto marroquí. Los moros han castigado duramente nuestras posiciones y el presidente del gobierno, don Antonio Maura, moviliza a los reservistas para reforzar los destacamentos españoles del norte de África. La gente se ha impresionado al despedirlos en el puerto de Barcelona y la ciudad ha quedado con escasa guarnición, circunstancias que aprovechan las organizaciones extremistas para declarar la huelga general.

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En vista de que crece la alarma la madre Riquelme coloca a varias religiosas en casas particulares: cuando empiezan a arder los conventos e iglesias de las inmediaciones, sale de casa con las nueve religiosas restantes vestidas de seglar y se dirige a un piso cuya llave le han entregado los señores de Castellví para un caso de emergencia. Es de noche y las calles están desiertas y oscuras; las puertas y ventanas cerradas a cal y canto, si bien los vecinos otean por las rendijas. Los dueños del piso se miran asustados al ver llegar tantas monjas, pero confían en Jesús Sacramentado que viene con ellas. La Madre improvisa un altar y en un santiamén se organiza la adoración permanente. Al amanecer indaga dónde habrá algún sacerdote que se haga cargo de la Eucaristía. ¿No es providencial? Se ha refugiado en un piso de la misma casa el confesor de la comunidad padre Manuel Serra, escolapio; de este modo las Misioneras pueden disfrutar de los cultos que tenían en tiempo normal, incluso de la exposición solemne del Santísimo Sacramento. Ellas no dejan nunca a su Señor y su Señor -¿quién podrá vencerlo en generosidad?- no las deja tampoco. Hablan de injusticia y de venganza las espesas humaredas que levantan los incendios en toda la ciudad. De aquel piso donde está Cristo Sacramentado, se eleva al cielo una blanca nube de amor y reparación. La huelga general, como se temía, ha sido el punto de arranque de algo peor. Varios partidos políticos hasta de ideología contraria se han concertado a la hora de asaltar, quemar o destrozar, edificios dedicados a actividades religiosas o culturales, ferrocarriles, puentes, monumentos, obras de arte, etc., etc. Una semana, la «Semana Trágica», ha bastado para destruir el fruto de muchos años de trabajo. La enérgica represión ordenada por Maura termina con aquel caos, pero ello le granjea la repulsa de la opinión pública y tiene que dimitir. El joven Justo Garrido, hermano de madre Aurora y gran amigo de la Congregación se quedó en la casa para custodiarla. Tres veces intentaron quemarla los revolucionarios y otras tantas la defendieron los vecinos; la verdad es que tratándose de unos edificios tan modestos... La Madre, siempre fiel a la amistad, participa a sor Ángela de la Cruz los sentimientos de gratitud al Señor por haberlas librado del común desastre. La fundadora sevillana contesta a vuelta de correo: Por la tuya apreciable que recibimos ayer, vemos con gran consuelo que en medio de tantos malos ratos, sustos y sobresaltos, con tú y tus religiosas han sufrido, sin embargo no han sufrido malos tratamientos, gracias a Dios, ni tus conventos han sido arruinados como tantos otros. ¡Oh qué predilección tan señalada de Nuestro Señor y qué especial favor de Nuestra Santísima Madre para ti y tus buenas hijas! Damos con toda nuestra alma mil y mil gracias a Dios, así como de haber tenido la dicha de oír la Santa Misa y estar adorando a Nuestro Señor en tan críticos momentos... Dios quiera, como se lo pedimos, que estén repuestas de tan malos ratos, sobre todo tú, que ciertamente habrás sufrido más que todas...335 En diciembre del mismo año 1909 muere en Madrid doña Isabel Galcerán Embil, prima política de la Madre, viuda de don Eduardo Díaz del Moral del que hablamos en otro lugar. Doña Isabel deja a María Emilia Riquelme treinta y cinco mil duros en fincas rústicas, algunos objetos de valor y la casa en que habitó, marcada con el número 1 de la Travesía de Belén y el 7 de la calle San Lucas, perpendicular esta última a la más importante y conocida de Barquillo. Casi en el centro de la Villa y Corte. Con estos bienes y en esta casa debe hacerse una iglesia, un pequeño colegio y habitaciones para la comunidad. Demasiado ambicioso es el proyecto de la testadora para los medios que proporciona el legado que queda bastante reducido una vez que la hacienda pública para su factura de derechos reales. Además de la cuestión financiera hay un obstáculo mayor que impide la fundación. Después de la dimisión de Maura ocupa Moret la presidencia del gobierno por muy poco tiempo. Le sucede don José Canalejas durante cuyo mandato se promulga la «ley del candado» que prohíbe el establecimiento de nuevas casas religiosas. La barrera parece infranqueable, pero la Madre no se arredra ante ningún tipo de dificultades. Ella toca todos los resortes habido y por haber sin perdonar sacrificios que no faltan, por cierto, ya que los vientos que corren son hostiles a su causa.

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Corro por esas calles -escribe-, el otro día lloviendo mucho, a pie, en zapatillas y sin paraguas; la gente se metía con nosotras y de apuro me perdí336. La religiosa que la acompaña es testigo de las humillaciones que cosecha en estas andanzas. También tiene oportunidad de ver con qué sumisión obedece a los porteros cuando le indican la escalera de servicio y su confusión cuando sus parientes reprenden a los criados por no tratarla como miembro de la familia. A ella le trae sin cuidado que la consideren como una pobre mendicante o como una linajuda dama; lo que de veras le preocupa es encontrar valedores que la ayuden a ofrecer a Cristo un trono más donde sea amado y adorado. Figuráos -dice a sus hijas- pedir permiso de convento a quien quiere deshacerlos, en fin, busqué a un buen Sr. que me ayudará y pedí misericordia a San José y a mi Dulcísima Madre, ahora me escribe en este momento el Sr. a quien encargué el asunto, dice que no hay dificultad ninguna en que se haga la casa-convento, que si hubiera ellos la zanjarían, y que no extrañará si me encontrase un día con una limosna del Conde de Romanones, esto sí que es notable. Creo que esta iglesia será más chiquita pero más mona que la de Granada, pero hijas, cuánto apurito, unas veces me la echo de grande, otras de chica y a veces hago algún disparate, Dios me asista...337 La Madre tiene buen humor y resortes que nunca fallan: la Virgen y San José. Se instala en un primer piso de la calle Valverde, números 30 y 32, para dirigir de cerca las obras de adaptación conforme los deseos de su difunta prima. Una vez todo en marcha gestiona otra fundación en Cabra (Córdoba) que no llegó a cuajar y como las hijas de Granada tienen miedo a las revueltas que se preparan en esta ciudad, marcha a su lado para compartir lo que venga. Afortunadamente es más el ruido que las nueces según el comentario de la Madre: Ya sabéis tenemos revolución aquí, pero nada ocurre más que gritos por sacar un republicano diputado, no lo han conseguido338. Las religiosas que quedaron en el piso de la calle Valverde deben estar cavilando quiénes serán las escogidas para formar la primera comunidad en la casa madrileña, ¡las clásicas conjeturas monjiles cuando hay fundaciones a la vista! De la carta que les ha enviado la Fundadora se deduce que ha habido exceso de suficiencia en la manera de formular los pronósticos: ...Cuánto talento, Dios mío... y nunca se equivocan... ea, infalibles... Cuando miro por dentro la casita de Nazaret me enamoro. Esto lo digo por muchas de texto, teólogas de chichinabo, más agrada a Dios una tontita humilde que una sabia floja, quizás sepan (crean saber) hablar de éxtasis y no sepan el Catecismo, ni remendar unas sandalias, ni humillarse, ni sobre todo, trabajar, sufrir en silencio y humillarse con dulzura, esto es ser Misionera... las que tengáis la desgracia de que esto no os llene, buscar convento de sabias, yo, hijas mías, sólo me enamora Nazaret y el Calvario, y si alguna le gustan esas cosas llamativas no se asusten, pero busquen el lindo rinconcito y allí encontrarán a Jesús niñito, aprendiendo a ser carpintero el que hizo el mundo... Que miréis como honra el ser humilladas y como gloria el ser chiquitas, yo, hijas, no lo soy por mi desgracia, pero estoy enamorada locamente de lo pequeñito, de lo humilde, del no ser, hijas mías, para que Nuestro Señor y su Santísima Madre lo sean todo en nosotras; yo quisiera se llamara nuestro Instituto congregación última, misioneras del no ser, ¡¡yo qué sé!! dispensadme digo bobadas, pero digo lo que siento ¡¡qué feliz si yo de verdad me creyera Nada!!339 El destinatario entiende el estilo jovial con ribetes de ironía de estas palabras de la Madre; aparece clara la intención de contrarrestar los aires de superioridad y todo lo que aparte a sus hijas del espíritu de sencillez que desea fomentar en ellas. Bendito desliz que ha motivado esta carta áurea en la que la Fundadora abre su corazón y nos dice sin rodeos todo lo que piensa y desea para sí y para sus Misioneras, que en definitiva no es otra cosa que la imitación de Cristo. Si viérais qué horror me causa la soberbia...340 Es menester estar prevenidos para la prueba, si no al venir la lucha se sucumbe. La humildad es el mejor preservativo para las caídas341. ...Alerta con Satanás, que las callejuelas del amor propio es por donde más pronto entra en las almas...342

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M. 16-4-10 337

M. 16-4-10 338

G. 12-5-10 339

G. 21-8-10 340

M. 29- 7 -11 341

PP. 1ª Ed. Pág. 6 342

M. 3- 5 -08

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Nadie podrá desmentirla. El mes de marzo de 1911 trae dos grandes penas para la Madre Riquelme. Coincidiendo con el despertar de la primavera, Madrid padece una racha de «ataques cerebrales» fulminantes. Llega la epidemia a la pequeña comunidad de la calle Valverde y el día 8, de la noche a la mañana, muere madre María Asunción, religiosa queridísima de la Fundadora por su sencillez y humildad. Su cadáver presenta una blancura brillante y peregrina, tan extraña que los médicos lo tienen para observarlo e n el depósito durante cuatro días, sin que hieda ni mengüe su belleza exterior. A los nueve días justos madre Emilia presenta los mismos síntomas, complicados con erisipela y pulmonía. La Fundadora está destrozada; rasga la punta de un sobre usado y con mano segura escribe al Señor una súplica en la que podemos apreciar la magnitud de su congoja: Jesús mío y todo mío: tu pobre esclava está a tus divinos pies; la muerte quiere arrebatarme a mi hija primogénita; creo hace falta en tu casa por tu gloria y su mayor santificación, ¿queréis conservármela? Misericordia, Dios mío, yo te amor, mi Dios, lo mismo me consueles o no. Siempre resignada besaré tu mano, María de Jesús343. Dios no lo quiso. El 23 de marzo, a las cuatro cuarenta y cinco de la madrugada fallece la enferma auxiliada por don Pablo, su hermano sacerdote, y mirando con compasión a la Madre que lloraba sin consuelo. En quince días había perdido dos joyas entrañablemente queridas. Con qué acentos de conformidad habla a sus hijas del expolio afectivo que sufre su alma: Nuestro Señor, en su infinita bondad y sabiduría se digna herirme en lo más sensible que tiene mi corazón y ni un lazo pequeño ni grande me deja344. Mi corazón se queja de tanto palo, digo el corazón físico, que mi voluntad es toda de Dios así me consuele o castigue345. Yo beso y agradezco su mano, que si bien todo me lo quita Él, le pido por caridad no me abandone346. Tanto golpe y tan fuerte y para mí inesperado me ha dejado con sola una actitud que a Dios y a su Santísima Madre debo, que es acatar, besar y agradecer la mano que me hiere y traspasa el corazón; en Asunción tenía ocultas pero grandísimas esperanzas espirituales para la Congregación...347 La Madre no se detiene a rumiar sus penas porque su vida está proyectada hacia Dios; el anhelo de la gloria divina le empuja a continuar en la brecha aunque con dos cicatrices más; como ella misma dice en términos militares es el pobre soldado rendido de luchar el cuerpo, pero animosa el alma348 y mucho más animosa cuando un acontecimiento de envergadura acapara la atención de la Iglesia española. En junio se celebra en Madrid el vigésimo segundo congreso eucarístico internacional, institución que tiene por finalidad promover la gloria del Santísimo Sacramento. ¿Cómo vibrarán de entusiasmo nuestras Misioneras? La madre Riquelme pondrá su granito de arena con la inauguración de la capilla dedicada al culto de la Eucaristía, meta muy difícil para ella, ya que el dinero invertido en la obra excede con mucho a la herencia de su prima Isabel. Mi bolsillo tísico en la agonía349; jamás me he visto tan sin fondos como ahora350. Como el exterior es tan bonito creen que nadamos en oro y medio nos ahogamos porque hasta el aire nos va a faltar351. Ahora estoy esterando la casa, tendida por el suelo, clavando clavos, hijas, ni una perrilla y más contenta que de millones ¡qué alegría esperando el pan que para el día nos da Nuestro Señor!352 Esto sí que es vivir de fe353. Vivir esperando, pero no mano sobre mano sino trabajando, porque Dios nos manda a todas seamos trabajadoras y nuestra Regla lo manda en extremo354. Con esta receta no hay cima que se resista.

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C y R -47 344

M. 25- 3- 11 345

M. 21- 3- 11 346

M. 25-3-11 347

M. 25 -3- 11 348

R. 15- 7- 12 349

M. 25- 6- 11 350

M. 16 -7 -11 351

M. 3 -12- 11 352

M. 22- 10- 12 353

M. 25 -6- 11 (esta pequeña cita no confiere) 354

CyR. -49

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El 29 de junio de 1911, fecha culminante del congreso eucarístico, don José Meseguer y Costa, arzobispo de Granada, inaugura privadamente la capilla de las Misioneras. El altar mayor quiere significar la apoteosis del Santísimo Sacramento, colocado sobre el globo terráqueo en un camarín circundado de nubes y ángeles que descienden hasta la mesa del sacrificio. Por este estilo gloria y por lo reducido de sus dimensiones es bautizado «Cachito de cielo» por el castizo pueblo de Madrid. Varias familias invitan a las religiosas a presenciar desde sus balcones de la calle Alcalá la magnífica procesión eucarística y la estación en la plaza de la Cibeles con bendición solemne impartida por el legado de Su Santidad. La Madre agradece la atención pero no acepta. Prefiere adorara al Señor en el recogimiento y silencio del Cachito de cielo donde no un cachito sino el cielo entero está, incluso las hijas que se fueron ya al eterno congreso de elegidos. La capilla ha caído muy bien en el barrio. Se organiza en seguida la asociación de adoradores y la de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, devoción que prende y se extiende de manera prodigiosa. El 19 de diciembre del mismo año tiene lugar ala inauguración oficial del Cachito de cielo que se celebra con sordina por indicación de la curia diocesana, según se desprende de unas letras de la Madre: Será la inauguración sin ruido, creen estos señores no es prudente y yo me alegro mucho sea todo modesto355. Por lo visto no conviene irritar a los de la acera de enfrente con celebraciones triunfalistas en plena vigencia de la ley del candado, sino más bien que todo pase desapercibido mientras no cambien las tornas. El público en cambio no se recata de acudir a la nueva capilla y de deshacerse en elogios, tanto que la Madre dice: Gusta creo yo con exageración, en fin, aquí ahora todo es honor y gloria, es todo Domingo de Ramos, ¿vendrá pronto el Viernes Santo? Sin abrir la iglesia viene mucha gente; más temo los aplausos que las críticas, no sea tan necia que vaya a creer al diablo y al mundo, pedid por mí356. La madre Riquelme siempre anda con cautela frente a un enemigo tan sagaz. Formalizada la apertura de la capilla, trabaja con ahínco hasta inaugurar el pequeño Colegio del Santísimo Sacramento con gran satisfacción del vecindario que se hace lenguas de la Fundadora. También los anticlericales hablan de ella, pero no con encomio sino con «terrible saña», así lo dice la Madre sin detallar ni especificar nada. Sólo añadiría después: ¡Qué hermosura de humillaciones me manda Dios! Creedme es de los mejores confites que existen en la botica divina357. ¡¡¡Dios mío!!! ¿Qué hacemos sin humildad? Yo no entiendo mucho de cosas altas, pero sin humildad qué difícil me parece hacer nada bueno... Se puede hacer la obra buena, pero viene la soberbia y la chafa...358 El Cachito de cielo tiene cimientos sólidos…

XXI A ROMA OTRA VEZ

El día de la Candelaria de 1909, es decir, a los siete meses del primer viaje de la Madre a Roma, san Pío X firma el Decretum laudis de la Congregación de Misioneras de la Inmaculada que se llamaría hasta nuevo retoque «Misioneras Eucarísticas de María Inmaculada». Con este decreto pontificio y con cuatro fundaciones en marcha, la Madre se dispone a tramitar la aprobación definitiva del instituto con la cual piensa asegurar su estabilidad y desarrollo. A Roma otra vez. El 21 de junio de 1912 sale de vieja sin parar mientes en el calor pegajoso de Roma que se le echa encima y que tanto quebranto le produce. Lleva poco dinero -por no perder la costumbre-, poca salud, la compañía de la buena hermana Pura y la de una devota señora que se ha empeñado en acompañarla también. Cuando la señora experimenta las palizas de andar que se da la Madre, se despide cortésmente y vuelve a España. Es curioso advertir cómo se van encadenando contratiempos: la hermana Pura cae enferma con infección intestinal que empalma con ictericia. La Fundadora tiene que hacer de enfermera, lavar, coser y

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M. 3 -12-11 356

M. 13-12-11 357

CyR. 358

R. 25-5-27

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planchar la ropa de las dos, escribir y preparar entrevistas, audiencias y papeleos. Para colmo de males se ha manchado el hábito con una sustancia grasienta que no se limpia con nada. No es mujer que se amilana; se compra una telilla barata y en lo que va de tarde a la mañana siguiente se cose un hábito nuevo para estar lista al día siguiente en el que tiene que hacer importantes visitas. Costurera contra reloj. Comienza su peregrinación por las Congregaciones acompañada por la hermana de San Juan de Dios en cuya casa se hospedan; Hay día que sale de casa a las ocho de la mañana y no vuelve hasta las cinco de la tarde, desfallecida de cansancio y de calor. A veces la ayuda el padre Panadero, bondadoso consultor que está entusiasmado con el instituto. No hay peligro, sin embargo, de que entren en juego parcialísmos ni sobornos, así lo dice la Madre a sus monjas: Esto en punto a justicia y piedad encanta; tienen hecho juramento de no recibir regalo alguno estos jueces, miran y examinan hasta el mínimo detalle de las Reglas...359 Sin duda ha llegado a Roma aquel funesto expediente que, en frase del arzobispo Meseguer y Costa «manaba sangre». Los monseñores romanos que «hilan tan fino» interrogan y observan a la Madre con sutileza de expertos. Tanto mejor. Al pasar por este filtro minucioso y exigente, brilla con más esplendor la rectitud de Emilia Riquelme. La Madre se lo explica todo a sus hijas: Me estudian mi manera de ser sin parar unos y otros; yo nada pienso, digo lo que siento y Dios nos ampare. Pido sin cesar a Dios y a nuestra dulcísima Madre hablen por mí, siquiera por su Obra. Pero qué sagaces son; creo que quien vaya sin sinceridad cae, yo lo sé pero procuro olvidarlo para ser sencilla en un todo360. Si vierais, hijas, qué acostumbrados están aquí a las calumnias; el Santo de los Santos las tuvo... Si los que tienen un poco de experiencia conocen tanto al calumniador, cuánto más aquel donde se sabe la historia de todas las fundaciones, las flaquezas de la humanidad y la fuerza invencible del Dios de los Ejércitos...361 El cardenal Vives y Tutó será el ponente y protector del instituto. En su presencia la Madre queda sobrecogida por un sentimiento de veneración que trata de trasmitir a sus hijas: ¡Qué cara más seria y qué corazón más dulcísimo y santo!... Este Señor es un padre y un santo en toda la extensión de la palabra. Esto es morirse de agradecimiento a Dios y a las almas buenas...362 No tiene mal ojo la Madre. Monseñor Vives es fruto maduro que apenas pasaría un año más en este destierro. Murió en olor de santidad a los cincuenta y nueve años, piadoso, pobre y humilde, como auténtico seguidor del Serafín de Asís. El mortificado cardenal, hombre de consejo, no aprueba la descalcez que las Misioneras practican. La Fundadora se resigna con facilidad con tal de que todo lo demás cuele por la criba de tantas cabezas diferentes. Monseñor Vives propone a la Madre una fórmula que aceleraría mucho el proceso de aprobación de la Congregación. Consiste en la adhesión de la misma al viejo tronco franciscano, aunque conservando plenamente su autonomía y su espíritu peculiar. No contraerían más compromiso que el de hacer anualmente la novena a san Francisco y llevar cinco nudos en el ceñidor. Las Misioneras aceptan de buen grado; la Madre es buena amiga del Patriarca de Asís y escribe a sus hijas: ...Estemos santamente satisfechas de pertenecer a este hermosísimo Instituto, pero en particular imitemos a Jesús manso y humilde de corazón, a María la más humilde de las criaturas y a nuestro nuevo y amado Padre san Francisco que mereció por su humildad ocupar el trono que por su soberbia dejó Luzbel...363 En la familia franciscana reina gran júbilo por la incorporación de la pequeña «Obra de María». La Fundadora se cree obligada a peregrinar a Asís para presentar sus respetos al Santo y ponerse bajo su tutela. Ofreceré a nuestro Padre San Francisco su nueva Congregación y pequeñas hijas; tengo como seguro que si aprendemos a ser humildes nos hará amar y con esto no dudéis creceremos y extenderemos mucho el amor a Jesús Víctima Sacramentado364.

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C y R. -51 360

R. 15-7-12 361

R. 9-7-12 362

Génova 2-7-08 363

R. 11-8-12 364

R. 18-7-12

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Asís, con las huellas del santo Patriarca, arrebata su alma y la confirma en sus ansias de amor y anonadamiento: ¡Ay, hijas, los sitios que Dios escoge para realizar sus grandezas!... ¡Cómo a Dios tan grande le enamora lo chico! Por Dios, no queramos más que lo pequeño para nosotras, en todo, no queramos ser grandes en nada365. Hijas, a ser un poquito menos indignas de nuestro santo Padre Francisco, humildes y amantes de Dios366. La madre Riquelme también visita Loreto. Dice la tradición que la santa casa que allí se venera es la que habitó la Sagrada Familia de Nazaret. La Fundadora se embelesa contemplando aquellas paredes que fueron joyero del tesoro más grande que vieron los siglos, el Hijo de Dios, su Madre Virgen y san José, tres personas portadoras de un volcán de vida divina, que viven sin destacarse entre sus convecinos, conversando sobre los temas triviales que interesan a una insignificante comunidad rural de labradores, pastores y artesanos modestos. La santa casa de Loreto es la exaltación de la vida «escondida con Cristo en Dios» que constituye las delicias de la madre Riquelme, afición que por activa y por pasiva trata de inculcar a sus hijas. De vuelta a Roma comprueba que su expediente marcha viento en popa y quiere comunicar a sus hijas la buena noticia. Siempre que gusta la alegría del triunfo lo hace con el contrapunto de la humildad. Falta el golpe de gracia, esto es, la aprobación de los cardenales, pero cuando se llega a esta altura es porque creen estos señores no dirán otros que no. Todo hijas, todo, mil veces para gloria de Jesús Sacramentado y de su Inmaculada Madre y para que nosotras aprendamos los caminos de Dios, esto es, sufrir y humillarse, así, sólo así, se llega a unirnos con Él que lo es todo...367 El día 2 de agosto, festividad de Nuestra Señora de los Ángeles y primer viernes de mes, hay reunión de cardenales para deliberar sobre la presentación de la «Obra de María» a la aprobación pontificia. Hasta que se celebre la audiencia decisoria con el Papa guardarán secreto sobre su fallo. La Madre, una vez que hizo lo que estaba en su mano, con toda paz se recoge ante el Santísimo; es la mejor manera de esperar el final del emocionante «suspense». Nos fuimos a San Claudio, allí sólo Jesús, pero tan hermoso, qué claro vi, hijas, que sólo Él es grande y justo Juez, todo lo demás son muñequitos, polvo, nada368. Amanece el día de Nuestra Señora de las Nieves en que la Madre cumple sesenta y cinco años. Con hermana Pura, que ya está restablecida, se encamina a la basílica de Santa María la Mayor y allí presencia la simbólica lluvia de jazmines que recuerda a los romanos los copos de nieve que según la leyenda cubrieron aquel terreno en los rigores del verano. Emilia Riquelme recoge del suelo un puñado de estas florecillas para sus hijas de España. Entre tanto el Papa firmaba el decreto de aprobación. Te Deum laudamus. La Madre no sabe cómo expresar su gratitud y su alegría: Yo me muero, me deshago de agradecimiento a Dios y a su Madre369. ¿Es posible que Nuestro Señor se muestre así con nosotras, tan chicas y tan imperfectas?370 Estoy cansadilla, no puedo con tanta bondad de Dios, me anonada, ¿quién somos nosotras para que obre con tanta misericordia con estas pobres mujercillas chicas y pobres en todo?371 Qué regalo de dios y qué delicadeza tan fina que atraviesa el alma372. Demos gracias a Dios en todas las casas. Seamos dulces en nuestras penas y en nuestras alegrías. Ayer, 5, pasé un día dulce y tranquilo, la mayor parte con Nuestro Señor373. ¡¡Oh hijas mías!! Con Dios y sólo con Dios todo se obtiene y sin Él y el mundo entero favorable, cero, nada... Esto se lo dice a sus hijas queridas su Madre llena de años y bien experimentada desde niña con penas, halagos, risas y lágrimas374. Aunque el decreto aprobatorio aparece fechado en 4 de agosto, es un hecho que por ser domingo este día, san Pío X lo firmó el lunes 5, fiesta de Nuestra Señora. Todos se deshacen en plácemes y

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R. 28-7-12 366

R. 2-8-12 367

R. 17-7-12 368

R. 4-8-12 369

R. 28-7-12 (¿…?) 370

R. 17-7-12 (¿…? Esta cita podría quitarse pues está ya en 28-7-12) 371

C y R. 52 372

R. 17-7-12 (¿…?) 373

R. 5-8-12 374

R. 9-9-27 (no hay carta con esa fecha, y no encontré en otras)

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congratulaciones a la Fundadora, sorprendidos de que sólo en cuarenta días se haya despachado favorablemente el asunto. La Madre misma no sale de su asombro y no encuentra otra explicación que el poder infinito de Jesús Eucaristía. Por eso afirma que ... al pie del Sagrario que es donde se amasan las grandes batallas del amor de Dios375. Grandezas de Roma, honores, éxitos... ...Pues un ratito en San Claudio vale más, muchísimo más que todo esto... Jesús es el cielo376. Activamente está ultimando sus gestiones para volver a España y celebrar en todas las casas la insigne gracia que Dios ha concedido al instituto. Con antelación procura moderar el entusiasmo de las hijas que a buen seguro le prepararán una triunfal bienvenida por el feliz suceso del viaje. Procura ahorrarse elogios que juzga inmerecidos; se diría que tiene obsesión por no enredarse en las mallas capciosas del amor propio. Cuidado con equivocar los papeles, todo se debe a Dios, nada, absolutamente nada, al insignificante cartero que trae la noticia: cinco céntimos y que traiga más. Pues yo soy el cartero, dadme cinco céntimos por mi trabajo, esto es, laborcitas que necesitamos para el culto de Nuestro Señor; la gloria entera al divino Señor Sacramentado, con Él desahogaremos nuestro justísimo entusiasmo, mirad, hijas, qué horror robar gloria a Dios. Ni VV. ni yo menos hagamos jamás esto... Es María Inmaculada la que mueve los corazones, quita obstáculos enormes, mueve alguna vez mi torpe lengua, nada más hijas. Conque cuidadito con desobedecer377. Es la bondad de Dios, sólo Dios; el secreto es olvidarse de sí y poner las espaldas378. La Madre espera con devoción la audiencia privada del Pontífice cuya fama de taumaturgo empieza a correr entre el pueblo devoto. Quiere pedirle que ruegue a Dios nos haga santas y extendamos muchísimo el amor y culto a Jesús Sacramentado. El Papa santo -el pueblo no se equivocaba- le dirige palabras de mucha consolación: El humildísimo Papa de la Eucaristía, Pío X, felicitó a nuestra Madre; le preguntó cuántas Religiosas éramos y dijo que pedía mucho a Dios se aumentase y multiplicase su número; no dudaba prosperaríamos en toda clase de bienes y se difundiría nuestro Instituto por el mundo entero, que esperaba mucho de nosotras, nos bendecía a todas, nuestra Congregación en general y en particular a nuestras familias, objetos que llevaba y sería la bendición que nos daba presagio de grandes bienes379. Está prohibido pedir autógrafos a Su Santidad, pero por indicación del padre Panadero, la Madre hace caso omiso de la norma y le pide su firma para una fotografía del propio Papa, a la vez que le presenta una pluma de oro como regalo de la Congregación. Pío X se dispone a firmar con ella, pero el padre Panadero le sugiere que firme con la suya e inmediatamente se la cambia. Con esta estratagema las Misioneras tuvieron como estimada reliquia la pluma con la cual el Vicario de Cristo había firmado la aprobación del Instituto. La dedicatoria autógrafa dice: A mis amadas hijas Misioneras Franciscanas del Santísimo Sacramento y María Inmaculada como presagio de las divinas gracias y en prueba de nuestra benevolencia concedemos con todo nuestro con razón la apostólica bendición en Roma a 13 de agosto de 1912. P. Pío X380. El adiós al padre Panadero. Último adiós al cardenal Vives y Tutó. El alma agradecida. Los bolsillos vacíos y nudos franciscanos en el cordón. ¡A España! ¡Ah! y una fórmula maravillosa como souvenir de Roma: Es la bondad de Dios, sólo de Dios; el secreto es olvidarse de sí y poner las espaldas.

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R. 16-4-28 376

C y R. -53 (¿…?) 377

R. 30-7-12 378

R. 31-7-12 379

AB. pág. 187-188 380

AB. pág. 188

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BODAS DE PLATA Con la carpeta de documentos que trae la Madre de la Ciudad Eterna irrumpe en el instituto una ráfaga de prosperidad; ingresan muchas postulantes y los corazones se esponjan ante la perspectiva del estirón definitivo de la Obra. En las cuatro casas se trabaja con ilusión, los cultos son permanentes y solemnes, las capillas relucen como tacitas de plata, se multiplica el número de alumnas, crecen las asociaciones eucarísticas y marianas, en fin ¡una bendición! Debe ser que Dios no ha hecho los laureles para las Misioneras, porque cuando empiezan a entrar en órbita sucede como si una mano invisible enredase todo de nuevo para paralizar su impulso. Resulta desconcertante que después de tantos pujos de florecimiento, al llegar el 12 de agosto de 1922 la madre Riquelme de nuevo tenga que lamentarse del exiguo número de hermanas: Hoy somos sólo cuarenta religiosas, es decir, pocas y chicas, ¡qué cosas, mi Señor! ¿Qué ha sucedido? Tenemos que retroceder cinco años si queremos descifrar este fenómeno, casi inexplicable para quien juzga los acontecimientos en categorías humanas. Tendremos que convenir que el enemigo se empeña en poner trabas a todo, como piensa la Madre algunas veces, o bien, como piensa otras, que anda de por medio la táctica de Dios que quiere a sus Misioneras siempre pequeñas y siempre en pie de guerra. O ambas cosas a la vez. En 1917 avanza hacia su término la primera guerra mundial, la gran hecatombe en la que se han ensayado mortíferos aparatos bélicos. España ha permanecido neutral, pero registra la onda que en octubre acabará con la revolución bolchevique de Rusia y derrocamiento del régimen zarista. A principios del verano sufre una crisis que amenaza cargarse la corona. La huelga de ferroviarios, las juntas militares de defensa, la revuelta de los parlamentarios, y finalmente la huelga general, provocan en algunas ciudades españolas violentos enfrentamientos que dejan un triste saldo de muertos y heridos. Y todo ello no es sino el preludio de una época de inseguridad, agitación y terrorismo que había de prolongarse a lo largo de seis años, con períodos de mayor y menor virulencia. Nuestras religiosas no conocen otra política que hacer el bien, sembrar la verdad y pedir al Señor el advenimiento de su reino de justicia y de paz, remedio único para hacer feliz la convivencia entre los hombres. Precisamente en el mes de julio, cuando tantas tensiones hay por fuera, ellas están de enhorabuena por la nutrida ceremonia de profesiones y vesticiones que se ha celebrado en su capilla de Granada, en esta casa en la que de nuevo funciona el colegio con muchas y selectas educandas. Es el momento ideal para que se deslice la zancadilla, esa zancadilla detrás de la cual viene la campanada, las habladurías, el colapso... ¡¡¡Señor!!! Un catedrático de la facultad de medicina publica en un periódico local de gran tirada uno de aquellos «sueltos» baratos que tanto se estilan, en el que ataca sin piedad a «las monjas del convento modernista de Granada», «el más antihigiénico del mundo» porque -según el doctor- las aguas del Hospital de San Juan de Dios pasan por las acequias de la Huerta de San Jerónimo. Convento cuya «fría superiora» come en vajilla de plata y se va a Roma con una señora elegante «muy baja de escote y corta de falda»; superiora que viaja a Madrid para entrevistarse con parientes de alcurnia, mientras las pobres monjas llegan a desmayarse por el rigor de las penitencias, etc., etc. La acusación es demasiado burda para que no deje traslucir su sintonía con los aires sectarios que corren por nuestra patria. Siempre hay ingenuos que se tragan el anzuelo y no faltará gente que entre sorprendida e indignada se pregunte: ¿Será posible? Los amigos de las Misioneras, los médicos de la casa, las autoridades civiles y eclesiásticas, salen por los fueros de la verdad y aconsejan a la madre Riquelme que reivindique su prestigio ultrajado. La Fundadora se encuentra en Madrid y desde allí escribe unas líneas que probablemente no se publicaron; están en unos términos tan suaves que parece que lo único que pretenden es no lastimar a nadie: Ha llegado al rincón de mi convento de Madrid donde me hallo un artículo publicado en el «Defensor de Granada», notablemente ofensivo a mi amado Instituto y a mi pequeña persona. Como cristiana y aún más como religiosa, procuro cumplir la ley de Dios y perdonar a mi ofensor y así lo hago con todo mi corazón. Pero me hacen ver mis buenos amigos no se trata de una persona insignificante sino de un instituto aprobado por la Santa Sede y también por la Religión a quien se ofende. El señor que firma el artículo seguramente está mal informado... Me atrevo a suplicar al redactor tenga la bondad de

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informarse detalladamente de personas a quienes corresponda estar enteradas y no escuchar vulgaridades exageradas. Y de esta manera este señor podría rectificar su grave equivocación y se quitarían disgustos y molestias que de todos modos quisiera evitar a dicho señor381. Son muchos los buenos amigos de la Congregación que dan la cara por ella. Refutan públicamente la agresión con argumentos sólidos y ponen a cada cual en su sitio. ¡Pobre Madre! El Señor la peina al revés; cifró su dicha en vivir ignorada del mundo y he aquí que ha tenido que ver su nombre a merced de toda clase de lenguas, corriendo por casinos, tahonas y tertulias... Su nombre es noticia y ¡vaya qué noticia! En la carta que escribe a sus hijas de Barcelona se percibe su dolor y su confianza: Hijas mías queridas: Estoy de salud un poco mejor, pero preocupada por asuntos granadinos. Es que como fue tan hermosa la función se disgustó en serio Satanás y ha hecho que un desgraciado hombre ponga un tremendo artículo contra mí en un periódico de mucha circulación. Unos quieren que vaya en seguida a Granada, otros me defienden, etc., etc., yo espero aquí esta tremenda tormenta... yo callo, espero en Dios me defienda Él... Si Dios quiere salgo para ésa mañana miércoles... Si vierais, hijas, qué cansadita estoy... ¿me tendréis agua fresca? ¿Y los corazones abiertos sin saña ni miserias? Amemos a Dios y Él a todas nos fortalecerá. Vuestra toda en Jesús y María, María de Jesús382. Está a punto de cumplir los setenta años. Sangra hilo a hilo su noble corazón. ¡Qué breves treguas de bonanza! Lo más sensible para ellas es el tiempo que tardarán en desvanecerse los castillos de habladurías que se han suscitado (si es que llegan a desaparecer por completo) y en consecuencia la falta de vocaciones, la desbandada de educandas, la desconfianza de la gente... En efecto, así sucede. A los cinco años de estos incidentes aún no se había presentado en la casa granadina ni una sola vocación. Suponía esto un volver a empezar no de cero sino de inferiores condiciones que hace veintidós años. No importa, la Madre no retrocede ante nada, lo único que le interesa es que sus hijas acepten la humillación y confíen sin límites en el Señor. Dios nos ayudará... pero triunfará como en su Sagrada Persona, humillándose, anonadándose, esto es virtud práctica, aunque dolorosa383. ¿Cómo no esperar en Dios? Nunca nos ha faltado después de dejarnos padecer un poquito384. ¿Creéis que nos va a abandonar? Jamás, hijas, jamás; probarnos sí, otra cosa no. Que debemos estar muy atentas a su Santísima Voluntad, sí; y cuidando mucho de lo que nos corresponde, sí y sí, ¿dudar de Él? No, nunca, jamás385. Lo que dice a las hijas es un poco de lo que sobreabunda en su alma: Dios, ¡cuánto tengo que sufrir! Es lo que yo, pobrecita de mí puedo hacer, me consuela en extremo mi misión, hoy callada y arrinconada sufrir por Él, mi Dios y mi Señor, por su gloria y honor386. Si es para enloquecer de amor por mi Jesús, nos reduce a todo el Instituto a la nada; pobres, sin personal, calumniadas yo, sobre todo, horriblemente, ya saben varios son mentiras, pero valiente se atreve con nuestros fuertes adversarios... ¡Vaya, Jesús, si se sufre viendo así vuestra Obra!387 ¡Dios mío, en todo momento espero en Tí, mi sumo Bien!388 El tiempo explica muchas cosas. Dicen que el catedrático que proporcionó tantos sufrimientos a la Madre acabó sus días en el sanatorio mental de Ciempozuelos (Madrid); dicen que atacó al convento por despecho, porque la mujer que amaba entró en él; dicen que murió arrepentido y nos consta ciertamente que Dios tiene infinitas ganas de salvar a los hombres. Sabemos también que Dios está en medio de la historia respetando la libertad de sus hijos y a la vez dirigiéndola con su mano poderosa y buena para que todo redunde en bien de los elegidos. ¿No era salubre la Huerta de San Jerónimo por su proximidad al Hospital? No es probable pero tampoco imposible. ¿Que no se podían conjurar los males como hoy? ¡Indudable! Muchas veces las enfermedades se propagaban en epidemias difíciles de combatir y otras obedecían a causas totalmente imprevisibles. ¿Se dieron algunas religiosas a penitencias algo duras? Dudoso, pero queda también en el ámbito de lo verosímil. ¿Y las armas de ataque y proselitismo de los partidos políticos? Ciertamente no se limitaban a la mera exposición de sus credos y programas... Cuántas

381

C y R. -54 382

M. 17-7-17 383

G. 30-8-13 384

C y R. -55 (¿…?) 385

C y R. -56 386

C y R. -57 387

AI. 16-7-22 388

C y R. -58 (¿…?)

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circunstancias puestas en juego y muchas más que nunca llegaremos a conocer para que Emilia Riquelme, un gran corazón lleno de fe, ofrezca a Dios el homenaje maravilloso de estas sencillas palabras: ¡Si vierais todas qué tesoro es no querer más que la voluntad de Dios! Yo, hijas, sólo pienso y hago esto. Sufro sí, pero soy muy feliz389. ¿Qué hay más dulce que un amén mirando a Dios?390 ¡Oh mi Jesús, qué nada es lo de la tierra, qué grandísimo lo de la eternidad!391 Es muy bueno padecer y mejor, o casi mejor, perdonar y ser humildes en el sufrimiento392. Siguiendo esta ruta jalonada de tropiezos; sufriendo, callando y reanudando la marcha una y otra vez, pasa el tiempo y llega el año 1921 en que la Congregación cumple su vigésimo quinto aniversario, sus Bodas de Plata. En la celebración de las fiestas jubilares se lleva la primacía la casa de Granada, la querida cuna del Instituto. Tiene lugar el 26 de abril en pleno apogeo de la primavera, con los jardines cuajados de rosas, cinamomos y alhelíes. Por la mañana hay misa con profesiones religiosas y vesticiones de hábito; gran sermón por don Manuel Medina Olmos; más de quince cantores de la catedral con acompañamiento. Por la tarde procesión eucarística alrededor de la casa. Se aquieta la naturaleza, cae el sol y se callan los pájaros. Los macizos y las flores condensan sus aromas para mezclarlos con las nubes de incienso al paso del Señor. Al volver a la capilla, momentos antes del Te Deum final y en presencia del Santísimo, la Madre se arrodilla para leer la siguiente plegaria nacida de su corazón: Dios mío, aquí están vuestras pequeñísimas Misioneras, anonadadas de tanta bondad y misericordia como con nosotras tenéis. En medio de tanta tormenta y deshecha tempestad como casi de continuo nos rodea, salváis esta débil barquilla; sólo vuestra es la gloria. Hoy, al celebrar los veinticinco años de vida que nos habéis concedido, levantamos nuestros corazones a Vos, mi Jesús, a Tí, purísima y consoladora Madre, ¡gracias millones de veces, gracias! Señor, recibid este montoncito de nadas que con alma, vida y corazón, se entregan una vez más a vos. Nada queremos, nada pedimos, más que a Vos mismo, Señor, y la protección de María... Guiad, dulcísimo Jesús, vuestro instituto todo entero y seguras de tan divino Piloto, caminamos en paz y pedimos vuestra bendición para la Iglesia, para España, para nuestros bienhechores y para el Instituto. Amén393. La oración rezuma gratitud, humildad y dulzura. Cuando la Fundadora ofrece al Señor el «montoncito de nadas» su voz tiene modulaciones inefables en aquella memorable tarde de abril. Un complemento del día será comunicar a las hijas ausentes las impresiones de la fiesta. Las palabras que escribe nos permiten columbrar el nivel de fe en que se mueve su alma: ... Nuestro Señor y su Santísima Madre nos tienen escondidas y aún despreciadas y calumniadas y de cuando en cuando levanta el velo, deja ver su Obra y vuelve a cubrirnos para escondernos en su corazón y librarnos de los peligros del mundo. ¡Qué bondad, a mí me enamora!394 Es relativamente fácil reconocer la bondad de Dios y su protección cuando el éxito corona nuestros esfuerzos, cuando se cuentan por cientos los miembros del Instituto, se multiplican sus casas y se extiende por los cuatro puntos cardinales; lo encantador es que siendo «pocas y chicas», zarandeadas sin interrupción, la Madre se derrame en himnos de gratitud porque no duda del amor de Dios ni de la protección constante de María. Si llegaron a las Bodas de Plata, con la misma protección seguirán adelante, como cantan las Misioneras en el himno de acentos marciales que ha compuesto la Fundadora para ellas:

María nos promete su amparo en el sufrir,

con Madre tan guerrera, hermanas, ¡a la lid!

389

R. 22-1-27 390

R. 26-12-27 391

AI. 19-7-22 392

AI. 24-12-25 (de esta fecha no hay apuntes) 393

CMC. Págs. 56 394

C y R. -60

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XXIII MONTONCITO DE NADAS

Emilia Riquelme es antagónica a la disimulación y a la mentira. Huelga que diga jamás engañé a nadie a sabiendas395, porque esta condición sobrenada en todas sus manifestaciones. Es verdadera hasta la médula de los huesos, espontánea, sin artificio y por añadidura tiene la gracia de poner una nota de humor hasta en lo más gris del camino. Unos rápidos flahs serán más elocuentes que nuestros comentarios. Quedar bien con todos es mi deseo siempre sin faltar a la verdad... Amo la verdad a morir396. ¡Morir por la verdad y ser tenida por tramposa! Bueno, hijas, esto me alegra, esto es también ser un poquito de Dios397. Yo sólo sé decir en prosa y mala lo que siento...398 Cruz, no seas boba, hiciste bien en contestar a lo que te preguntaron, hija, ¿no estás en tu casa?399 Nieves, debes ser muy humilde con tus Superioras y si las crees serias búscales la gracia; no esperes, hija mía, te la busquen ellas a ti. Así, en cositas chicas, es como se sube en virtud...400 La Madre Riquelme podría pecar de imprudente, pero no de doblez. Con sus hijas no tiene más reservas que las estrictamente necesarias. Dudaba si hablaros claro -dice en una ocasión- pero allá va mi pobre pecho siempre abierto para mis hijas401. Si ante los severos consultores de Roma sólo pretende ser agua clara donde puedan bucear a su gusto, ¿cómo no se mostrará diáfana con sus queridas Misioneras? Sus cartas son chorros cristalinos que saltan sin estudio de la mente a la pluma pasando por el corazón, especialmente cuando van dirigidas a sus hijas, sus «monjas», como suele llamarlas soslayando precisiones canonistas. Su llaneza es un reto a los corazones que se le abren con facilidad, entablándose entre ellas un comercio sincero de sentimientos, experiencias, penas y alegrías. Todas saben que la Madre es directa y que cuando tiene algo que decir nada queda en el tintero. Después borrón y cuenta nueva ¡de verdad! La madre Riquelme en una ocasión sabe que algunas monjas andan cariacontecidas porque se les ha indigestado una amonestación maternal. No anda en chiquitas, y, llamando a cada cosa por su nombre, les escribe: Hijas mías, ¿también mis cartas os producen mal efecto? ¿Queréis decirme qué os gusta? ¿qué os diga bonitas? Pues yo al feo le digo feo y al bonito le digo que alabe a Dios por no ser feo...402 Es preciso que os diga las cosas para que os corrijáis. No demostréis vuestro disgusto; demostráis que sois poco perfectas y dais mal ejemplo. ¿Es que yo puedo halagaros para que estéis contentas? ¡Dios mío, a dónde iríamos a parar!403

395

M. 9-7-11 396

R. 12-3-27 (no confiere) 397

M. 27-1-12 398

B. 21-2-1900 399

C y R. -61 400

R. 22-4-22 401

B. 1-3-1900 402

B. 27-1-05 403

C y R. -63 (¿…?)

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Al pan, pan y al vino, vino404 dice la Madre; no faltaba más sino que también en el convento se anduviera con engañifas; por ahí sí que no pasa. La verdad no puede hipotecarse ni por la caridad; es precisamente lo primero que debemos brindar a los que amamos. Verdad, hijas, sed todas verdad; verdad vuestro hablar, vuestro ser todo. Dios es verdad suma, verdad por esencia, ¡cuánto sufro cuando os veo poco sinceras!405 Sencillitas, todo liso y llano406. Escribidme y habladme siempre en verdad, detesto la doblez; lo fingido Dios y los hombres lo desprecian407. Nada me hace sufrir tanto como la falsedad408. Si eres clara con tu superiora recibirás luz de lo alto; si no las tinieblas rodearán tu vida409. Quiere verdad siempre y en todo, en lo grande y en lo pequeño. Una hermana pondera lo bien que canta la Madre. La Fundadora capta en seguida la lisonja y pide a otra hermana su opinión sobre el particular. Esta última, toda confusa, se atreve a responder: Yo pienso que cuando usted era joven cantaría bien... Así, hija, así...410 -dice la Madre- Algo parecido sucede con una hermana que desaprueba la pintura de unas palias. Las palias las había pintado la Madre que estaba presente. Se lo avisan en voz baja y la pobre hermana no sabe cómo arreglarlo. La Fundadora interviene para quitarle importancia: las palias no están ni mejor ni peor pintadas porque las haya pintado ella. Su adhesión a la verdad se refleja en la constante búsqueda de «lo que es», de lo que tiene consistencia; en el desprecio de los juicios mudables de los hombres y en la aversión a las apariencias que son mentiras con que se enmascaran realidades menos halagüeñas. ¡Qué mundo! Hoy todo aplausos y elogios sin razón, mañana calumnias quizás y menosprecios411. Poco nos puede afectar lo que el mundo diga, a Nuestro señor lo llevaron entre palmas y a los pocos días lo crucificaron con aquella espantosa crueldad, ¿qué mucho que la Misionera se asemeje algo a su amado Señor?412 No miréis mucho las cositas de la tierra, es como una pesadilla que tenemos por la noche, a lo eterno, hijas mías, a lo que no se acaba413. Sólo, sólo Dios. Todo lo de la tierra es tierra414. Conque Dios y mi conciencia... lo demás engañabobos digo yo es415. Las Misioneras no deben encandilarse en vanos espejismos. Una de vosotras -les dice la Madre- me cuenta un sueño precioso, hija, esfuérzate en ser humilde y generosa con Dios y ruéguele que se verifique tanta hermosura416. Al grano, no a la ilusión417. Déjense de retóricas y que las monjas sean santas por el exacto cumplimiento de sus deberes, la humildad sin mentiras ni adornos418. Obras de humildad y menos retórica es lo que Dios quiere419. Una disputa algo similar a la que nos narran los evangelistas Mateo y Lucas (18, 1-4 y 9, 46-48, respectivamente) se ha suscitado entre las monjas. Hijas mías -interviene la Madre- escuchadme, por favor. Creo yo con profunda pena que pensáis mucho si ésta o aquella es mayor, etc., etc. ¡Ay Dios de mi alma qué pensamientos tan tontos! ... ¿Sabéis, hijas, quién es mayor? Aquella que lo sea a los ojos de Dios420. ¿Quién valdrá más a los ojos de Dios? La que cumpla mejor, la que le ame más no con palabras vanas sino con obras421. Ser buenas y estar prontas para

404

C. Nº 30 pág. 11 (¿…?) 405

C. Nº 30 pág. 16 (¿…?) 406

R. 1-6-27 407

C y R. -64 (¿…?) 408

G. 15-2-06 409

PP. 1ª Ed. Pág. 5 410

C y R. -65 (¿…?) 411

M. 10-12-11 412

R. 3-7-27 413

R. 29-2-28 414

M. 10-12-11 415

R. 24-2-28 416

CMC. Pág. 4 (no corresponde al cuaderno que tengo) 417

R. 17-7-27 (no confiere) 418

M. 20-1-11 419

B. 17-7-08 420

R. 27-9-29 421

R. 14-10-27

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todo, es decir, par ir y para venir, para subir y para bajar, pero no en un momento de entusiasmo, sino siempre422. Sé humilde y mansa, pobre alma, y con esto conseguirás, si sólo procuras agradar a Dios, que el Señor te mire con predilección, que tus prójimos te quieran y que reciban consuelo los que para ti hacen las veces de Dios423. Para la Fundadora la humildad es una actitud fundamental de pobreza, de reconocimiento sereno de nuestra nada, de nuestra incapacidad radical para todo bien. Como para Teresa de Ávila es «andar en verdad»; es asimilación de la persona del Verbo hecho hombre en las entrañas de María, infante en Belén, ignorado en Nazaret, anonadado en la Eucaristía: aceptación del plan redentor que se realiza por la obediencia de Jesús y que culmina en la cruz; es desear que Él crezca y yo mengüe; que crezcan los demás aunque yo no crezca; es gozarse en la propia impotencia para que en ella triunfe la fortaleza de Cristo; es saber perder en aras de la concordia; acomodarse a los pequeños; es «hacerse como niños» Dice Nuestro Señor que la puerta del cielo es chiquita y los grandes no caben, que es preciso encogerse, achicarse, por eso los niñitos entran con facilidad424. Achícate... que Dios omnipotente se hizo niño chiquito por tu amor425. ¡Cómo enamoran los niños al Niño de Belén!426 ¡Belén! sí, hijas mías, allí no se habla más que el idioma del amor de Dios y de la humildad427. Jesús niño en un pesebre recostado, ¿quién se atreverá a quejarse de nada ni a creerse despreciado, ni a buscar goces del mundo?428 Humillémonos y así sabremos quién es el enamorado de la humildad429. Tiemblo al tener que obligar a mis hijitas a esto y es el caso que es preciso: Dios da su gracia al humilde y rechaza al soberbio...430 Sabéis, hijas, lo que es ser desechado por Dios? Infierno eterno431. La soberbia derrumba, deshace lo chico y lo grande;432 ... de un ángel en el cielo hizo un horrendo diablo en el infierno433. La Fundadora ha experimentado en su vida el atractivo del prestigio y de los honores; conoce también las amarguras de la humillación; la naturaleza no vacilaría en escoger lo más placentero. Pero la opción de Cristo fue tan clara que sus seguidores no pueden dudar y la Madre apercibe a sus hijas para que no pierdan el tiempo buscando senderos más cómodos. Alerta, hija -dice a una religiosa-, humíllate y no pienses más que en humillarte, pero sin pensar en nada, si piensas te pierdes434. Claro, si la hermana se pone a razonar e intenta autoafirmarse... se destruye. Si no mira a Cristo humillado injustamente, se pierde, como dice la Madre. Algo parecido había escrito santa Teresa: La que no quiere llevar la cruz sino muy puesta en razón, no sé para qué está en el monasterio435. No sabéis, hijas, qué enamorada estoy de la humildad y ser chiquita, Jesús despreciado ha traspasado de amor mi corazón436. Cuántos desprecios sufrieron Él y su Madre, ¿quién no amará lo que ellos amaron?437 Jesús sobre unas pajas, ¿qué humillación nuestra será grande al ver a Dios así?438 Tú, Dios mío, te humillas; yo polvo, ansío ser humillada para que desciendas a mi pobre corazón439. Como Nuestro Señor está humillado bajo las apariencias de pan, sólo a los profundamente pequeños regala sus gracias... está ansioso de derramar sus dones, pero no a los grandes ni a los sabios hinchados. A estos nada puede darles440. ¡Las apariencias de pan! Nada más pequeño ni más grande que una hostia consagrada, exceso

422

G. 3-8-01 423

PP. 1ª Ed. Pág. 4 y 5 424

R. 22-8-28 (no hay carta con esta fecha) 425

C y R. -66 (¿…?) 426

C y R. -67 427

G. 6-4-16 428

C y R. -68 (¿…?) 429

C y R. -69 430

R. 7-3-28 431

R. 23-9-29 432

PP. 1ª Ed. Pág.14 433

MMM. Pág. 29-30 (no encontré) 434

CMC. Pág. 98-99 435

Sta. Teresa, Camino de Infancia. Manuscrito del Escorial C. 19.1 436

CMC. Pag. 98-99 437

C y R. -71 438

C y R. -72 439

C y R. -73 440

PP. 1ª Ed. Pág. 8

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inaudito del anonadamiento de Jesús. El misterio eucarístico ha traspasado el corazón de Emilia Riquelme que, ante la suprema humillación de su Señor bajo los accidentes sacramentales, sólo sabe adorar, agradecer, amar... Por eso la humildad es, juntamente con la caridad, la virtud que las Misioneras deben cultivar con preferencia. La Fundadora dice: Es Jesús el que nos imprime este tipo441. Sus exhotaciones a las monjas no tienen acentos de predicador cuaresmal ni mucho menos: ... Por Dios, hijas, no hagáis sufrir mucho a M. Nieves, pobrecilla, esa sí que tendrá un buen purgatorio con tanta sabia y santa;442 dispensadme, hijas, es preciso que nos corrijamos algo o mucho. Es, hijas, que el amor propio toma color de caridad, de devoción, ¡de tanta cosa! y por debajo se ve el enemigo enmascarado... Humildad y amor de Dios y todo en todas qué linda mezcla producirían...443 ¡Ay! ¡ay!, las que tienen tanto amor propio que se creen ofendidas al no ser llamadas al sitio del combate... la primera arma para luchar es la humildad y se enfadan algunas por creerse postergadas. Jesús, Jesús, que santidad444. Vamos a ver quién es más dulce de todas nosotras... amabilidad, por Dios, hijas, es que he notado que la amabilidad y dulzura son hijas de la humildad y esta encantadora señora es la dama de mis amores445. Dulzura y caridad es la señal del alma humilde446. Aunque sea en cositas chicas vamos a humillarnos, o lo que es más, a dejar nos humillen447. Vamos a apostar -pero todas- como dicen los chiquillos en Andalucía, a quién querrá de entre VV. más la Santísima Virgen, pues seguro será la más humilde, la más piadosa, la que en su corazón sin ostentación ama más a Nuestro Señor448. Si quieres subir querrás bajar; sube bajando y llegarás al monte de la perfección449. Nunca bajaremos tanto que lleguemos al lugar que verdaderamente nos corresponde450. Es preciso empezar a no ser para empezar a ser, cierto me comprendéis, un poquito cuesta, pero, mi Dios ¡qué paz y suavidad en el alma!451 Achiquémonos, es el único camino para las Misioneras, porque sólo así lo será todo Jesús en nosotras, desaparece la criatura que es sustituida por Jesús452. No se trata de jugar literariamente con la antítesis «se-no ser», «subir-bajar»; para la Madre es de importancia capital destacar el valor del anonadamiento y de la humildad, porque quiere que sus hijas tengan el máximo aprecio de esta virtud. Veamos cómo expone las mismas ideas en coplillas que la memoria retendrá con facilidad:

Hija de mi alma, ya no quieras ser, achícate mucho para más crecer.

En este camino

crecer es menguar, achícate mucho para más amar.

¡Ay, Jesús del alma!

lo mismo me da siendo toda tuya

441

PP. 1ª Ed. Pág. 7 442

C y R. -74 443

CMC. Pág. 104 (¿…?) 444

C y R. -75 445

PP. 1ª Ed. Pág. 12 446

R. 9-1-28 (está algo distinto) 447

R. 22-5-28 (no hay carta con esa fecha) 448

R. 10-10-27 449

PP. 1ª Ed. Pág. 4 450

C y R. -76 451

R. 7-5-28 (no confiere y tampoco las fechas) 452

C y R. -77

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subir que bajar453. Cuentan que san Francisco de Borja decía que el conocimiento propio era quien le aparejaba el aposento en cualquier mesón por ruin que éste fuera. Para la madre Riquelme la humildad es una maletilla de viaje, en poco sitio va de todo lo necesario...454, maleta amanosa, pequeña y cómoda, con ella todo marcha a pedir de boca455. Una de las traducciones de la verdadera humildad es la paciencia en las pruebas que Dios nos envía456. Y viceversa: Para ser humilde, hija mía, recibe con igual gusto el sol o la sombra que Dios te envía457. La humildad acaba en paciencia, la paciencia en humildad. Humildad, hijas, es el Sanalotodo…458 Los humildes salen adelante, los soberbios caen en mil enredos satánicos459. ¡Oh hijas de mi alma! una sola cosa os digo hoy, es lo que Dios graba en mi alma y corazón... humildad, causa de todos los bienes, soberbia, fijaros bien, causa y origen de todo pecado. ¿Por qué puede haber discordias? Soberbia y nada mas: ¿por qué no sentimos a veces la voz de Dios? ¡Oh qué claro lo veo! es que desechamos la humillación, es cierto, ciertísimo...460 Mirad, hijitas, yo os hablo con toda la verdad que debo, casi o sin casi los defectos que tenemos provienen de soberbia. ¡Ay cuántas almas prefieren condenarse a humillarse!461 La soberbia es madre de la inquietud.462 ... ¡Lo que sufrimos todos por falta de humildad!463 A ser humildes de verdad y tendremos dos cielos: uno aquí, aunque con alguna lágrima y el de allá, eterna felicidad464. Sean todas humildes, este es el único y verdadero camino del cielo y de la paz465. La cristiandad está esperando una conmemoración mas del nacimiento de Cristo. Es 24 de diciembre de 1927; la Madre tiene ochenta años largos y en la soledad de su cuarto de Roma compone para sus hijas unos versillos ingenuos llenos de ternura. Su pulso está firme y fresco su corazón. ¿Tema? ¡el de siempre!

El amor propio es ladrón que siempre a la puerta está

esperando un rinconcito donde poder anidar. -¿Lo tienes ahora?

- Sí, mas no lo suelo encontrar - Dices bien que no lo encuentras

más escondido él está.

-¿Quieres tú que lo matemos para que no viva más?

Pues escucha, hija del alma, el cuchillo está aquí ya.

Conque manos a la obra, ya todo dispuesto está.

¿Tienes miedo? - No, bien mío.

- Pues matémosle a la par a ese tan gran ladronzuelo

que te quería robar

453

R. 4-5-26 (no está) 454

C y R. -78 (está en R. 9-1-28) 455

PP. 1ª Ed. Pág. 14 456

C y R. -79 457

MMM: pág. 19 (¿…?) 458

C y R. -80 459

C. y R. -81 460

C y R. -82 461

25-5-28 (no hay carta con esta fecha) 462

G. 28-10-1900 463

R. 30-5-27 (no confiere) 464

B. 28-10-1900 (no confiere) 465

CMC. Pág. 68

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tus apuros, tus penitas y todo tu capital466.

Sin duda resulta fatigosa la lectura reiterada de tantas citas similares, pero hemos de tener en cuenta que la Madre las repitió cientos y cientos de veces -y no es hipérbole sino rigurosa fidelidad-. Con ello desahoga una acuciante preocupación. Es mi mayor consuelo en las penas pensar tendréis grabado en el corazón tan buena compañerita de viaje467. Por Dios, todas, cuidad más que de nada de ser humildes468. Sin humildad, nada. Con profunda humildad de corazón... todo469. Vuestra Madre... pide ante todo humildad para sus Misioneras470. Humillarse de verdad es la piedra de toque de la santidad creo yo, pues con esas humillaciones sinceras o recibidas con gusto, viene el amor de Dios y entonces, con el corazón caliente se vuela en perfección471. Cuanto más humildes, más amarán a Dios y más santas serán por consiguiente472. Pedídselo a nuestra humildísima Madre celestial y rogad que sea humilde de verdad vuestra Madre, María de Jesús473. Una joven religiosa, madre María del Niño Jesús cuesta, pide a su Fundadora un remedio para vivir sinceramente la humildad. La Madre sabe que esta virtud no es un mero convencimiento intelectual que se adquiere por industrias humanas, sino un destello del Espíritu de verdad que alumbra la mente y mueve la voluntad para ver, querer y actuar en la clave de las bienaventuranzas. Esa luz gratuita nada más puede concederla el que es la Luz; es preciso reconocerlo así y abrir el corazón para pedirla, esperarla y recibirla. ¿Qué procedimiento se le ocurre, pues a la madre Riquelme para satisfacer el deseo de la joven Misionera? Le escribe la siguiente plegaria con la recomendación de que importune con ella al Señor varias veces al día. Él ha prometido pedid y se os dará. Jesús mío, por vuestro amor, por vuestra infinita misericordia, dame un poquito de luz, que yo os conozca y me conozca a mí, aunque tenga mucho que sufrir, que yo sea buena y os busque en todo y sólo a Vos; que yo sea sencilla y chiquita, que no busque más que esconderme en todo y siempre. Jesús mío, dame la humildad y la dulzura de tu Corazón, dime lo que tengo que hacer y lo que tengo que hablar, dímelo todo, Jesús mío. Hazme muy dócil y que voluntariamente no te desagrade nunca. Jesús mío, yo no puedo más, pero Tú lo puedes todo. Ayúdame, no me dejes, dame rectitud en todo, haz que te ame mucho. Jesús mío, soy tuya474. La Fundadora anhela que sus Misioneras sean la guardia real de Cristo anonadado en su sacramento de amor y apóstoles de su reino; como sólo podrán vivir y servir para algo en la Iglesia de Dios mientras sean profundamente humildes475 -según rezan las constituciones- es preciso que la Congregación sea un «montoncito de nadas» en manos de la omnipotencia de Dios. ¡Hijas todas de mi alma! andemos con verdad; vivamos en verdad476, sí, amemos mucho a Dios en espíritu y en verdad477. Esta es la base: humildad y amor478. Humildad, silencio, adoración479.

466

24 12-27 (no confiere) 467

R. 9-1-28 468

MMM. Pág. 31 469

C y R. -84 (¿…?) 470

R. 24-11-27 471

CMC. Pág. 27 472

C y R. -85 473

C y R. -86 474

C y R. -87 475

CC. Primitivas, 1896,Cáp. 3º, 1; CC. Ed. de 1976, Cáp. 1º, 2 476

R. 1-9-26 (no confiere) 477

R. 13-7-27 478

R. 7-5-28 (de esta fecha no hay carta) 479

C y R. -88

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XXIV MI TODO

Emilia Riquelme ama a Dios de forma tal que este amor constituye la razón de ser de su vida. Lo contempla según la imagen paterna que la figura del general Riquelme había dejado impresa en su corazón y que sin duda el Espíritu Santo vivificó con su soplo divino. Emilia ama a Dios como al Padre a un tiempo majestuoso y amable, inmenso y cercano, adorable e íntimo; con arrebatos de ternura filial y con sobrecogimiento tembloroso de adoración. Como a Creador y Señor, como a Rey, como a Dios; muchas veces lo llama regaladamente Esposo y Amigo. Lo ama con amor existencial que arrastra a toda la persona con su inteligencia, con su voluntad y con toda su capacidad de entrega y de servicio; lo ama con ese amor

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prevalente y avasallador de quien no respira sino por amor; de quien puede decir con el Apóstol mi vivir es Cristo (cf. Flp 1, 21). De este amor nos hablan sus infinitas frases caídas al desgaire en sus cartas y esquelas. Son todas iguales y todas distintas y salen de su pluma sin interrupción, en cualquier circunstancia, cualquier día, sin temporadas grises ni lagunas. Cada una de ellas expresa todo su sentir y nos muestra la palpitación de su alma. Son palabras que alcanzan toda su medida cuando se presentan con el aval de una vida cristificada. Dejemos que caigan suave y reiteradamente en nuestro corazón y que lo empapen con su jugo vivificante. Es tan clara su raigambre evangélica que huelgan citas y referencias. En el amor de Dios está toda la plenitud de la perfección, la fuerza contra los peligros, el descanso en los trabajos, un consuelo incomparable... remedio universal. El amor de Dios todo lo llena480. Basta sólo el amor481. Vivid como pide vuestro estado, en Dios, hijas, en Dios, amad mucho a Dios, pedidle su amor... este es el cielo en la tierra482. La caridad es la señora del cielo, manda como tal, todo lo sabe arreglar, de casi réprobos hace santos483. ¡Oh la gran ciencia del amor!484 Amar es no pensar más que en amar a tu Dios y el amor te irá enseñando lo que debes practicar485. Dios mío, que yo os conozca a vos y me conoceré a mí, Dios mío, cuando os ame mucho os conoceré mejor486. En el cielo y en la tierra lo que vale es el amor487. El amor agudiza la visión para conocer; el conocimiento amplía las sendas por donde se dilata el amor y por esta vía se acrecientan todas las virtudes. No es preciso diferenciarlas ni especular sobre las que son causa o efecto de las otras; el amor es la fuente y la síntesis de todas ellas, por eso quien ama llena la ley488; en Emilia Riquelme todo se reduce a una vivencia auténtica y perseverante del amor. Yo, vuestra ruin esclava, juro por Vos, mi Dios y mi Señor, que os amo con todo mi corazón, que os prefiero y os preferiré sin comparación a cualquier otro amor por puro, grande y santo que sea, que prefiero perder mi vida mil veces antes que perder un átomo de vuestro amor a mí, de mí a Vos, mi Dios y mi Señor, que sólo deseo amaros más, muy más...489 Sentí mucho la presencia divina, estás como inmutable490. No sé qué es lo que noto, creo que es que Él está en mí. No debo tener miedo, Jesús tiene mi corazón491. Dios mío, ¿y podremos no temerte y no amarte? Yo no, tu hormiguita te ama, Tú lo sabes, te teme, Señor mío492. Se trata de ese temor reverencial de la criatura ante el ser infinitamente inabarcable; temor que en nada disminuye la confianza de Emilia Riquelme que siempre se siente sostenida por los brazos del Padre: Soy cobarde, pero si me apoyo en el que es todopoderoso ¿cómo puedo temblar?493 ¿Quién teme teniendo a Dios?494 ¡Oh mi Jesús! ¿quién esperó en Tí en vano?495 Dios es todo poder, Dios es todo amor y además es tan bueno que es la misma bondad496. El amor es sabio, como dice la Madre, y enseña teología, esa teología palpitante que no se encierra en esquemas, que es pura vida y dinamismo. Me permito recordar que presento como en gavillas sus afectos y pensamientos esparcidos entre cantidad de escritos breves en los cuales se reflejan al mismo tiempo las

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PP. 1ª Ed. Págs. 17-18 481

AI. -1928 (está en la pág. 80) 482

R. 1-9-27 483

C y R. -88 (¿…?) 484

C y R. -90 (¿…?) 485

PP. 1ª Ed. Pág. 39 486

R. 19-7-27 (no confiere) 487

C y R. -91 (¿…?) 488

AI. 17-4-17 489

C y R. -92 490

C y R. -93 491

R. 13-7-27 (no hay carta con esta fecha y no encontré) 492

AI. 22-9-22 493

AI. 18-7-22 494

C y R. -94 495

R. 13-7-27 (no confiere) 496

R. 13- 7-27 (no confiere)

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tareas y afanes cotidianos. ¿Quién duda que el amor estaba perfumando con su presencia el quehacer de cada jornada? Yo tan chiquita, ¡pero si no soy chica ni grande! soy nada sumergida en Dios, claramente veo esto, qué lindo es...497 ¡Oh el amor de Dios a sus criaturas! gracias, mi Señor498. ¿Qué haremos? ¿Le negaremos algo? No, Dios mío, no, todo, todo, mil veces tuyo todo mi ser499. Casi un momento dejo de pedir y de amar... Es que no se puede vivir sin Jesús, es que me moriría sin Él, es que su silencio mata... a quien a su dulcísimo trato un poco se acostumbra500. ... Pienso es cierto que sólo quiero y busco a Dios... ¡Jesús mío, tan necesitado estáis del amor y fe de tus criaturas! ¡Si es que las cosas de mi Jesús son para enloquecer!...501 ¡Qué humilde nos llama, parece que nos necesita!502 Nosotros no te hacemos falta, Tú eres quien nos hace falta a nosotros503. ¡Dios mío...! Yo extiendo mi mano, una limosnita si os place, un poco de amor, un poco de fuerza, un poco de alegría504. En la Sagrada Comunión es donde mejor conoce el alma a Jesús; bebe allí, por decirlo así, la dicha inmensa de la transformación eucarística; ya no respira el alma más que en Jesús, por Jesús, para Jesús; allí siente su amor y crece en su amor y le ama cada vez más y más, y en su amor se abrasa, consume y quema con ese fuego divino que vino a traer a la tierra y del cual Él mismo dice: ¡Y qué quiero sino que arda!505 Estas pinceladas probablemente nos ofrecen el esbozo de lo que fueron las comuniones sacramentales de la madre Riquelme, verdaderos encuentros con Cristo que la inflaman en caridad. Testigos oculares cuentan que toda su persona parecía como arrebolada por un sol interior que se filtrara por sus poros. Por fortuna de vez en cuando confía a su libretilla alguno de sus coloquios amorosos: Esta mañana en la comunión comprendí un poquito qué es vivir en Dios; es un no pensar sino sólo por Él; es amarle sobre todo amor; es vivir en su divino Corazón; esto yo no sé decirlo; Señor, ni sé qué pedir... - Pues si tú no sabes pedir, yo sé dar, ¿qué quieres para tí? - Señor, amaros más. - Pues espera un poco, que puedas padecer más y entonces me amarás más506. ... Mi brazo terrible de dolor... yo le pido ( como interesada, a Nuestro Señor) que por este dolor me dé más amor suyo, hemos hecho trato dulcísimo con mi Jesús, bendito mi dolor si me alcanza amar mucho a Dios507. Ama, ámame mucho más; ... silencio, recogimiento... humíllate en todo y ante todos... piensa sólo en Mí, en los demás lo preciso nada más508. Estarás en paz contigo cuando me sepas amar, cuando te dejes a tí mismo para contentarme a Mï, cuando todo lo abandones para poder encontrarme509. Tener paz es ser muy chiquita, no querer gobernar, renunciar a los halagos, al mundo, prosperidad, ir siempre contra corriente, hacia arriba, buscarme a Mí sólo510. Cosas que me pide mi Jesús: Hija, busca siempre para ti lo más pequeño, lo más feo, lo peor, abrázate alegre con cualquier sufrimiento, sé muy callada, no hables de ti, lo más preciso nada más511. Él es mi Todo y yo su nada512. Mi Dios y mi Todo... En Dios todo lo encuentro, sin Él nada quiero, Él me satisface plenamente... Pero, Señor, que me conozca y te conozca, que sólo suspire por mi humillación y tu gloria. Madre mía, Tú sólo puedes alcanzarme esta gracia513. No temo, todo lo tengo en Tí, Dios mío, y en tu purísima Madre514. Sólo Dios basta y sin Dios nada, ¡ay, hijas, Dios y siempre Dios y a todo momento Dios!515 Nuestra riqueza es el amor de Dios516. Qué dicha vivir sólo para Dios sin trabas ni dique ninguno517. Empachan los cariños del mundo,

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AI. 10-9-22 498

C y R. -95 (¿…?) 499

C y R. -96 500

AI. 29-8-22 501

AI. 19-10-22 502

MMM. Pág. 10 (no encontré) 503

C y R. -97 504

C y R. -98 505

PP. 1ª Ed. Pág.s. 26-27 506

C y R. -99 507

R. 16-4-27 508

C y R. -100 509

C y R. -101 510

C y R. .102 511

PP. 1ª Ed. Pág. 4 512

AI. 19-9-22 513

6-1-21 (no encontré ni carta ni esa fecha) 514

C y R. -103

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jvcpero los de Jesús llenan y dejan hambrientos518. ...Él sí llena el alma, lo demás polvo, basura, nada519. Sólo es desgraciado el que no ama a Dios520. Sólo Dios es, lo demás musiquita más o menos desagradable y brevísimo su tiempo521. Déjalo todo y lo hallarás todo en Jesús y María522. Hija, tu corazón sólo en Dios, mira con despego todo lo que se acaba, pero sirve a Dios con corazón ancho y tranquilo523. Dios, hijas, Dios sólo da la verdadera felicidad; la alegría verdadera está en sólo Dios524. ...Sin Él ni el convento ni nada vale525. Ama a Dios con esto lo tendrás todo526. Todas, hijas mías, a ser muy buenas, confiar en Dios y dejar correr la vida, oh hijas, vivamos como gente del cielo que atraviesa el penoso puente de la vida para llegar a su hermosa y felicísima y eterna patria527. Vivir como lo que somos, para Dios, oh sí, hijas, almas que desprecian un día por ganar una eternidad528. Sí, es preciso el trabajo, pero antes, después y siempre, el corazón en Dios529. ...Qué cosa tan buena es esta vida de unión con Dios, este sí que es el tesoro escondido de la perfección530. ¿Tienes a Jesús? No pidas más, todo lo posees. En el cielo gozarás más seguramente, pero mayor dicha que poseer a Jesús... no lo dejes, hija mía531. En el último viaje a la Ciudad Eterna del que hablaremos más adelante, la madre Riquelme escribe: ¿Sabéis el gran negocio, el grandísimo tesoro que ansío procuréis ganar? Por él estoy en Roma, por él sufro, por él no me importa si Dios lo quiere sufrir más y aún muchísimo más, es... es un poquito siquiera de más Amor de Dios, ese hermosísimo fuego nos iluminará en nuestro camino y nos dará una felicísima eternidad532. Todo lo transitorio se ve microscópico desde las altas cimas del amor y todo se reputa como basura como dice el Apóstol (Flp 3, 8), con tal de ganar a Cristo; sólo se estima aquello que puede acercarnos al objeto divino del amor. Por eso Emilia Riquelme fue siempre tan aficionada al recogimiento en el que se producen los misteriosos contactos del hombre con Dios. En medio del bullicio y de la dispersión qué difícil es interiorizar sus palabras de vida. La Madre recomienda con instancia esa actitud permanente de atención a lo interior. El silencio es la respiración del alma533. Sin recogimiento es imposible vivir nuestra vocación534. Jesús quiere mucho silencio para hablarnos al corazón535. La soledad es para descubrir nuestras miserias. Dios da luces claras cuando con humildad se le piden y se baja la cabeza para recibirlas536. Qué diferentes veríamos las cosas si sólo mirásemos lo eterno y no estos cuatro días miserables de destierro. Esta gran y casi absoluta soledad en que vivo... sólo Dios y yo... ¡cuántas cosas se ven! realidades de todo, no sombras imaginarias como son las de la vida537. Yo os pido por su amor miréis las cosas a la luz de Dios, todo lo veréis luego claro538. No sabré cómo inculcaros que Dios y nuestra vida interior es todo y lo demás falso, nada539. La soledad interior y exterior ésta es la que nos une con Dios, único fin y dicha de la vida Religiosa...540

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C y R. -104 516

R. 14-9-27 517

PP. 1ª Ed. Pág. 13 518

CMC. Pág. 36 (¿…?) 519

R. 19-8-28 520

C y R. -105 521

CME. Pág. 11 (13 nada) 522

R. 18-6-28 (no confiere) 523

CMC. Pág. 80 ( ¿ el cuaderno que hay no llega a esas páginas) 524

G. 18-5-04 525

C y R. -106 526

31-10-22 ( A M Eulalia. Está con esta fecha entre las cartas sin decir de qué ciudad, paro se ve que es

Desde Madrid) 527

M. 20-7-16 528

R. 24-11-28 529

C y R. -107 (¿…?) 530

CMC. Pág. 106 (¿…?) 531

DD. nº 44 532

C y R. -108 533

C y R. -109 534

C y R. -110 535

C y R. -111 536

R. 13-7-27 (13-2-27 no confiere) 537

R. 13-7-27 ( 13-2-27 no confiere) 538

R. 9-8-29 539

CMC. Pág. 122 (¿…?) 540

B. 20-7-08

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Hay un delicioso resabio teresiano en esta dedicatoria que escribió la Madre: Hija querida, vive recogida en tu corazón con el de nuestro divino Redentor, en esta fortaleza no puede entrar Satán; el ángel a la puerta, el corazón con el Amado... y paz eterna en el castillo541. Lo que tiene en el corazón esta admirable mujer es lo que le rebosa en sus relaciones con propios y extraños. Lo confirma el pintor Justo Garrido, hermano como se ha dicho de madre Aurora, con el cual solía conversar con frecuencia la Madre por asuntos económicos. Refería este señor que más de una vez su interlocutora cortaba con donaire la charla diciendo: Ya hemos hablado bastante de estas cosas feas; vamos ahora a hablar un poco de Dios542. Y es que, como decía don Justo, cuanto no concernía a Dios no le interesaba a la Madre543. Efectivamente, ningún otro tema acapara su atención y de ningún otro asunto habla con más asiduidad; en todas sus cartas intercala aspiraciones piadosas y en una de ellas hasta hace gala de su genio alegre diciendo tras un fervoroso párrafo: ¡Jesús qué susto! enseñar yo amores...544 María Gracia Díaz Portillo, la hermana Rosario que fue destinada a Brasil, dio de su Fundadora este precioso testimonio: Cuando alguna le preguntaba qué debía hacer para corregirse de alguna cosa, le respondía siempre: Ama más a Dios, el amor lo enseña todo y es el remedio de todo545. ¿Sabes lo que dulcifica las penas? El amor de Jesús. ¿Qué te dará dulzura, paciencia y caridad? El amor de Jesús. ¿Quién te dará una espléndida corona? El amor de Jesús546. ¿Quieres ser valiente Misionera? Ama. ¿Quieres ser santa? Ama. ¿Quieres consolar a Jesús? Ama. ¿Quieres ser siempre fiel a Jesús? Humíllate siempre. ¿Quieres complacer a Dios? No quieras más que su santísima voluntad547. Una mujer tan sincera no alimenta ideas y sentimientos que no tengan resonancia en la vida. El amor, esencialmente dinámico, tiende a expresarse en obras de amor. Quien me ama cumplirá mi palabra (Jn 14, 23). Emilia Riquelme a los siete años se preguntaba qué deberé hacer yo para con Dios al que tanto amo548. Es activa por naturaleza y la gracia recoge y sublima esta nota temperamental para ponerla al servicio divino. Este servicio unas veces exigirá el hacer de las manos que se fatigan en la brega; otras veces pedirá la gozosa aceptación de las penas o gozos que Dios permita. El amor no implica necesariamente constantes sacrificios, pero sí la disposición habitual de sacrificarse siempre generosamente. Amor se paga con amor, sacrificio con sacrificio, corazón con corazón549. El heroísmo del amor es amar en todo tiempo y ocasión550. Quien tiene sed de amor ama el sacrificio551. Obras son amores552. ...Ama, pero calla; ama, pero humíllate; ama, pero trabaja...553 El sufrimiento es la medida del amor554. Jesús no mira tanto el don que se le da como el corazón con que se le da555. ¡Qué bueno es Dios y cómo se contenta con un poquito de buena voluntad!556 Suple

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DD. nº 34 (¿…?) 542

AB. pág. 119 543

AB. pág. 119 544

Cy R. -113 545

Rosario Díaz de Caetité (Brasil) 14-8-49 546

DD. -112 547

C y R. 114 (¿…?) 548

AB. pág. 19 549

M. 27-4-24 (no hay carta con esa fecha) 550

AI. 22-3-27 551

CMC. Pág. 125 (¿…?) 552

17-11-02 (no está en las cartas, y en AI. No hay esa fecha) 553

MMM. Pág. 18 (¿…?) 554

PP. 1ª Ed. Pág. 51 555

C y R. -115 556

M. 16-6-03

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con tus deseos lo que no puedas con las obras557. No quieran más que amar a Dios y hacerlo todo por agradarle, esto sí que es la alquimia que todo lo vuelve oro fino558. Una de vosotras me pregunta qué es espíritu interior. Es, creo yo, vivir muy unida a Dios y tener el corazón muy cerca de Él y empezar no deseando más que agradarle en lo chico y en lo grande559. Si en el tiempo de la prueba -contesta a otra de sus hijas- preguntas y no contestan y sufres mucho sin consuelo y permaneces firme en su amor, señal que amas560. Ánimo, hijas, la batalla es breve, la corona eterna y complacer a Jesús... vale por todas las penas de esta vida561. Complacer a Jesús, complacerle mucho, complacerle muchísimo562, insistía la Madre el día de pascua de 1919. La Misionera tiene una forma privilegiada de hacerlo, un camino concreto y seguro, explicitación de la vida evangélica que lleva la garantía de la aprobación de la Iglesia. La Madre se lo recuerda a sus hijas: Procuremos ser buenas y pensar cómo agradaremos a Dios; la Religiosa obedeciendo y cumpliendo sus Reglas y obligaciones563. Amando con el alma entera a Dios ¡qué bien se cumplen los cargos, obligaciones y deberes propios!564 Con el hambre de complacer a Jesús y de padecer alterna en la Madre la sed ardiente de someterse gozosa y humilde al dulcísimo yugo del Señor565; la voluntad de Dios es su aspiración suprema. Por muy santo que sea sufrir y trabajar por Él, nada mejor que no querer nada más que lo que Dios quiere de nosotras566 -como dice a sus monjas- o, como repite con san Francisco de Sales, nada pedir, nada rehusar. Entrégate a Dios y nada más quieras, que Él te dará según su Santísima Voluntad y según tus fuerzas567, dice a sus hijas. Le preguntaba lo que podría hacer para agradarle. Nada... déjate llevar568. Esta unión con la voluntad de Dios, con Él mismo, me absorbe por días más569. Es lo único que absorbe mi vida, servir a Dios y agradarle570. ¡Oh mi Jesús, que mis hijas sean lo que Vos queréis571. Con filial devoción conservan sus hijas el fragmento de una carta, que en el marco de una gran sencillez, compendia estas líneas fundamentales de su espiritualidad: Hija, tú no debes querer ni dolores ni salud, quiere sí, con ansia, hija mía, hacer la Santísima Voluntad de Dios, y si Dios no quiere que sepas por qué sufres o por qué gozas, no lo quieras tú tampoco, es tan lindo, hijas mías, estar como un cieguecito en los brazos de su Amado; como nada hacemos sino amarle, Él se encarga de nosotras en un todo y, ya ves, en los brazos de Jesús y sin hacer casi nada, nos llevará al cielo con mucha gloria, por esta dulce fe y dejación en su santa voluntad; hijas esto creo yo es oro fino. ¡Dios y paz y no más en la tierra! quizás no dure, lo que Dios quiera, quizás se prolongue, es igual, hijas, Dios... su voluntad... este sí que es el cielo... con flores y con espinas572. Los afectos de amor a la voluntad de Dios y el ansia de padecer se encuentran como trenzados en sus breves aspiraciones, unas veces tranquilas e íntimas, otras apasionadas y fervientes. ¡Oh mi día de amor! Paciencia por hoy, alma mía, mañana será lo que Dios quiera, en haciendo la voluntad de Dios, ¿qué me importa todo lo demás?... Ayer ha pasado y de lo que sufriste ayer no queda más que el mérito del sufrimiento... yo quiero sufrir por Vos, Dios mío... ¿qué menos podré ofreceros que un día de sufrimiento? No, poca cosa, ¡oh mi divino Jesús! yo os ofrezco las penas y fatigas de un solo día, aceptadlas por medio de María573. Que contraste con el volcánico coloquio de corte agustiniano que va a continuación: Hermoso rostro que predica muy alto el amor, yo te prefiero a todo lo deleitable del cielo y de la tierra; yo quiero por tu amor asemejarme

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MMM. Págs.. 28-29 (¿…?) 558

M. 14-9-21 559

B. 5-7-04 560

17-4-17 (¿…?) 561

PP. 1ª Ed. pág. 13 562

CMC. Pág. 9 563

G. 30-7-03 564

C y R. -116 (¿…?) 565

PP. 1ª Ed. pág. 50 566

R. 28-5-08 567

B. 2-6-03 568

AI. 9-9-22 569

AI. 26-7-22 570

MMM. Pág. 20 571

R. 20-9-28 572

CMC. Págs.. 89-90 573

Mª MM. Pág. 21

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a Tí, yo detesto cuanto de Tí me aparte574. ...Corta, rasga, quema cuanto a tu misericordia plazca, pero no me dejes sin Tí ni un solo instante y recíbeme en tu celestial aprisco el día de mi partida575. Que yo no os ofenda, ni os deje, ni por mi propia miseria deje de manifestar vuestra gloria576. La tribulación más insoportable para quien vive el amor es sentir en el alma la ausencia del único bien. Emilia Riquelme ha experimentado toda clase de probaciones, pero nunca le faltó en medio de ellas la confianza en Dios y la paz del corazón que se deriva de esta confianza. Es cierto me deja mi Jesús algún momento o días sola, sufro sin comparación, es un extremo, pero pasa porque Él quiere esta pena, susto, terror o todo junto y me quedo tranquilísima... Comprendo el grandísimo sufrimiento que es querer amar a Dios y creer que no se le ama...577 Al parecer Jesús no prolongaba mucho sus ausencias como se desprende de unas palabras que la Madre, siempre tan espontánea, dirige a una hermana: ¡Ay Lucía, hija mía, qué bueno es Dios! Sólo buscándole un poco se hace como el encontradizo578. Con los años aumenta la graduación del vino que sigue su proceso de fermentación lenta en la oscuridad de la bodega; al amor le acontece algo parecido: con el tiempo se hace más puro, simple y concentrado. A medida que la vida pasa y almacenando amor sobre amor, Emilia Riquelme es toda un acto de caridad transparente y simplicísima. Hijas mías -dice desde Roma el 10 de marzo de 1926- yo no paro de Corpus Domini a San Claudio, en los dos sitios está Nuestro Señor, yo ya no sé qué decirle, sólo le repito Señor, aquí está tu viejecita sin reserva ninguna, sólo tu gusto y así nos entendemos; hijas, es cierto, no sé decirle más, creo me entiende y yo veo que se conforma con este breve ruego, pero día y noche no digo otra cosa. Con mi Dios en el alma todo para mí es dulzura y paz579. Es su oración única, su estribillo de amor lleno de confianza y abandono. Conservan las religiosas unos versos de su Fundadora en los que reverberan a un tiempo un destello de su mente senil y este fuego suavísimo que abrasa su alma. En un librito encontré una canción celestial, el cantar sólo decía: amar, amar, siempre amar. Le pregunté a mi Jesús si le placía el cantar. ¡Oh hija! -responde al punto- si lo repites mil veces cada vez me gusta más580. Tiene noventa y un años. Su mano trémula aún garabatea unas líneas sobre el reverso de una estampa que dedica a la superiora general de la Congregación, su sucesora en el cargo; es, pues, el último homenaje a la autoridad escrito de su puño y letra. Ya le traiciona el pulso, olvida las reglas gramaticales, pero retiene lo esencial con toda la lozanía, con toda la fragancia de su corazón en flor: 21 de enero, 1938. Hijas mías, María Amada, ama a Jesús, eso es todo. Tu Madre, María de Jesús. Verdaderamente eso es todo.

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C y R. -117 575

DD. nº 51 (¿…?) 576

R. 6-10-28 577

C y R. -119 (¿…?) 578

C y R. -120 579

R. 10-3-26 580

CME. Pág. 17 (¿…?)

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XXV FAMILIA

Tiene razón la Madre. Ese amor lo es todo porque no se puede amar a Dios sin procurar al propio tiempo la caridad entre los hermanos, que es como la segunda vertiente de una sola realidad. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando... que os améis unos a otros (Jn 15, 14-17). La condición es terminante. La madre Riquelme, como quedó dicho, está amasando una familia congregada en torno al misterio eucarístico, misterio de fe y de amor, alimento de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo que, vivificados por la misma savia, deberán tener una sola mente y un solo corazón. Abrazarse hasta las últimas consecuencias con este ideal es el programa común de un grupo de mujeres que si sienten los mismos anhelos no ignoran que tienen también las mismas limitaciones. Sin embargo esa ambiciosa utopía es el milagro que los hombres esperan; ser uno es el testimonio que los cristianos deben ofrecer al mundo para que el mundo crea (Jn 17, 11) y en esta empresa se embarcó Emilia Riquelme confiando en la gracia de Dios y en la intercesión de María. La Fundadora procede de la aristocracia y llega a la vida religiosa hastiada de fuegos fatuos y tramoyas espectaculares. De aquel medio ambiente nada quiere y nada guarda si no es una extremada cortesía y finura que la adornó de por vida. De su ambiente familiar, en cambio, atesora preciosas

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experiencias de abnegación, de cariño y de respeto mutuo. La Madre desde que comenzó la Obra aspiró a modelar sus comunidades superando en ellas las cotas alcanzadas por la familia carnal, toda vez que los lazos que van a entretejerlas serán la fe y el amor de Cristo. Ella aporta a la empresa su corazón grande, abierto y sencillo. Reduce al mínimo el acostumbrado ceremonial de la vida religiosa y aún ese mínimo es la imprescindible concesión a su época en que priva el protocolo y los gestos sofisticados. No formula previamente un código de maneras que sus hijas deben adoptar; su estilo o su doctrina -por llamarlo de algún modo- la brinda cuando viene al caso y con frases caseras y llamas. ... Amad a Dios todas, lo demás es pérdida de tiempo; unión de todas con el tronco y María Inmaculada nos lleva a todas a Jesús; obediencia que, en resumen, es humildad; caridad mutua que es amor de Dios581. Sed pequeñitas, por Dios, amaos en Dios582. Todas, hijas mías, amaos muchísimo, sacrificaos las unas por las otras, esto es caridad y sin ella nada tenemos583. Unas a otras serenarse, amarse más en Dios y sufrirse por amor de Dios. ¿Quién en este mundo no tiene que sufrir? Nadie, ni en los conventos más perfectos... Y en vuestras familias, ¿no hay quien haga sufrir?... Este es el mundo y lo será...584 En una posterior redacción de las constituciones del instituto hay un artículo en el que se define su espíritu interior, que debe ser dulzura y caridad, inmolación voluntaria y alegre por la gloria de Dios y bien de las almas. A este artículo se refiere la Madre cuando dice: Yo deseo, hijas mías, que tengáis dulzura y caridad, como dice nuestra Regla... con malas caras sólo aumentáis los sufrimientos de vuestras hermanas y los vuestros propios; menos teoría y más práctica de la humildad, dulzura y caridad... disimulad faltitas, sonreíd cuando pensáis os faltan585. Pedid unas por otras y esforzaos todas y tened paciencia. Qué pena ver almas destinadas a cosas tan grandes enfadándose por insignificancias de niño...586 ... Un milagro y grande Dios desea de nosotras, que haya mucha caridad de unas con otras587. No digáis palabras molestas, no tengáis conversaciones altas, ni aun cosas maravillosas de santidad me gustan588. No nos quejemos unas con otras de las miserias de los demás, todos las tenemos, ¡mil veces caridad! Amaos unas a otras, pero con tal intensidad que nada ni nadie sea capaz de apartar de vuestros corazones esta íntima caridad que nos debemos en Dios, por Dios y para Dios589. Ay hijas todas de mi alma, no me canso de repetirlo, sed caritativas unas con otras no sólo en ayudaros si es conveniente sino en perdonaros unas a otras; pero esto no sólo por fuerza sino con el corazón y hasta con vuestras cabecitas, pensando lo que casi siempre es verdad, que lo hacen sin intención de molestaros. Si dentro del corazón guardamos algo, claro, a lo mejor nos quejamos y aun criticamos y esta es la fuente de discordias y malestar590. Todas huid como del infierno de las críticas aunque tengan ribetes de caridad591. ¡Ay! si algo no nos fijamos... y nuestras comuniones no sean todo lo buenas que deben ser, resentimientos, vengancillas...592 Sé caritativa en tus juicios, sé humilde de corazón, sé mansísima en la humillación y en tu corazón descansará tu Jesús593. Hijas, sed buenas y veréis qué buenas os parecen todas594. Si juzgas con misericordia, con ella serás juzgada595. La mujer, sensible e intuitiva, a menudo está expuesta a perderse en mil susceptibilidades; en el análisis obsesivo de las minucias cotidianas la imaginación, la loca de la casa, suele prestarle un flaco servicio. La Madre conoce a sus hijas y las previene con su verbo coloquial y simpático: ...¿Por qué turbarse y turbar a tu

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G. 4-12-12 582

R. 29-6-29 583

G. 1-10-02 584

R. 23-10-27 585

M. 25-7-14 586

27-12-03 587

C y R. -122 (¿…?) 588

Cy R. -123 (¿…?) 589

C y R. -124 (¿…?) 590

C y R. -125 (¿…?) 591

M. 2-12-04 592

C y R. -126 (R. C y R. -126 ¿) 593

R. 27-8-27 594

CMC. Pág. 119 (¿…?) 595

C y R. -127 (¿…?)

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hermana con nonadas? ¡Oh Dios mío! Eso no, callar y sufrir es el hermoso lema de la Misionera596. Jesús, Jesús mío, cuánta gente que pudieran ser santas y por bobadas no lo son597. Os voy a decir, hijas mías, una cosas que nos pasa a las personas que estamos algo encerradas; oímos una palabra y le damos mil vueltas y, ayudadas por el constante enemigo, juzgamos ordinariamente mal, el demonio inspira para buscar nuestra soberbia y ¡monjita a tierra! Sufrimos en tonto la mar... Luego nos pasa la rabietilla y nosotras mismas vemos que era injusta nuestra traducción de aquel hecho o palabra. ¿No sería mejor guardar nuestro silencio exterior e interior, no pensar en nada más que en Dios y apartar nuestra flaca cabeza de tanta cosa pecaminosa y perjudicial a nuestra tranquila y feliz vida de unión con Dios? ¡Oh mi Dios! Esto sí que hace feliz al alma. Conque, hijas, hacedme caso y la experiencia os dirá si tengo o no razón598. Cuando el asunto lo requiere la Madre pone energía en sus palabras, pero no puede evitar que éstas se vayan suavizando con la blandura de una mano maternal algo dolorida pero amorosa, hasta terminar con cariño según su propósito. Hijas del alma: me he enterado de algo que francamente me ha disgustado, ¡qué pena tener que escribiros enfadadilla!... Una hermana vuestra ha tenido la desgracia de cometer una falta y, en lugar de ocultarla, se han esmerado en publicarla y aun señalarla con el dedo. ¡Dios mío! si se dijeran las faltas de las que se asustan... Quizás las falta no es lo que presumís por maliciosas y vosotras tenéis la falta de caridad. Hijas, acariciad a vuestra hermana, pedid por ella... Pedid también por nuestra pobre Madre que sufre mucho con vuestras faltas599. No sabe ofenderse, no le cuesta perdonar, olvidar, acercarse, liquidar cuestiones para siempre, restañar heridas, abrir los brazos con la indulgencia propia de los grandes corazones. El enemigo tentó a mi hijita, fue debilísima repetidas veces, pero ya seguramente buena con la ayuda de Dios. Si hoy quiere y mañana vacila, ¿quién de nosotras no se ha visto combatida así? Y tú, mi pobre y queridísima hija, Jesús te llama, tus cartas me lo dicen... Pobrecita, cuánto sufrirá ; decidle de mi parte que no tema, que Jesús perdonó a Pedro y a la Magdalena, luego fueron fieles y como lo fueron tanto hasta los prefería a los demás. Esto hizo el Maestro divino, ¿qué deberán hacer sus pobrecitos discípulos? Imitarle. Decidle esto y que esto responda a quien intenta turbarla600. ¡Pobre hija, E., cuánto me ha hecho sufrir, Dios lo sabe! La perdono con todo mi corazón, pero, hija, si conoce los caminos para perderse bien sabe que los de la humildad son por donde se salvará...601 Han sido bastantes las personas que de una u otra forma la han hecho sufrir. Lejos de albergar en su alma el más leve resentimiento, quiere envolverlas a todas en su abrazo conciliador, ordenando que en el instituto se ore todos los días por aquellos que lo han querido mal. ...Noto le gusta mucho... -escribe- lo que Él, mi Dios y Señor, nos enseñó, pedir por los enemigos602. Qué tristeza debió sentir al leer la expresión incontrolada de una de sus hijas que, creyéndose objeto de alguna mala faena por parte de otra hermana, deja escapar sus deseos de venganza. Una religiosa de esa casa se enfadó y dijo (en su carta a mí) «Ya me lo pagarán». Eso es pecado, no, hija, a ésa le das de mi parte un beso y un abrazo...603 Otra religiosa en cambio -para que haya de todo- le pregunta si su amistad con una hermana es excesiva: Está tranquila, hija mía, si dicen que os queréis mucho Guadalupe y tú; quererse sí, claro está, con extremo sólo a Dios; las que lo dicen se podían callar, hija, ayudar al que sufre, ¿cuándo estuvo mal?604 Pero por si acaso matiza: Sed prudentitas, ya veis que es conveniente ciertas cosas, pero no en todas las ocasiones, veréis, pasear por nuestro campo es sano y hermoso, pero lloviendo o con sol abrasador es disparate. Así son las cositas que os digo605.

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R. 3-2-28 597

B. 4-12-1900 598

CMC. Pág. 43 (¿…?) 599

C y R. -128 (¿…?) 600

C y R. -129 (¿…?) 601

C y R. -130 (¿…?) 602

AI. 28-11-27 (no encontré) 603

R. 18-2-27 (no hay carta con esta fecha) 604

R. 24-4-26 605

MMM. Pág. 26

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Parece un pequeño truco de Dios que esta familia no haya sido muy numerosa, ya que así las relaciones interpersonales fueron cálidas y entrañables y la Madre personalmente pudo dedicar a su parcela el cultivo intensivo que sus altos ideales requerían. Los inevitables fallos de las hijas le dan pie para intervenir con una gota de aceite cada roce, con un rayo de luz para cada ofuscación y casi siempre con humor, con salero en el que el destinatario sabe descubrir la intención de poner una nota distensiva en el duro deber de corregir y en la natural dificultad de aceptar la corrección o cualquier circunstancia costosa. No sea boba, hija -escribe a una religiosa-, que eso quiere Satán para inquietar; te volverás loca con tanto jaleo; al día, hija, al día, el mañana ¿quién sabe quién lo verá?606 Cuantísimo me disgustáis las tontas y... no sé qué decir, que porque sufrís alguna insignificancia pedís la muerte607. Anímese, Encarnación, qué chasco me he llevado, yo creía era valiente y salimos con que es una Sra. Gallina; valor, hijas...608 Qué boberías de penitencias tienen algunas, ¿no veis tontísimas que son cosas del diablo...?609 Angustias, toma leche y cuanto necesites, nunca en casa se anda con esas bobadas610. Doña Prudencia es una gran Señora y no conviene desairarla, ¿me entendéis?611 Nada bueno me dice, hija mía, y la viejecita ya no puede con sus enaguas, yo le digo, hermana mía, que a mí me pesan las mías la mar612. No os olvidéis del coche, Natividad va flojilla y yo no fuerte. Os cae la lotería con estas dos peplas613. ¿Cómo estás, C. de María? ¿Quieres que te hable de tú? Pues tú habla mucho mucho con Dios y poco con las criaturas, ¿me entiendes tú?614 ¡Dios nos valga con las penas de Blanquita, que si el plumero que si la guitita! Gracias a Dios que no tienes más; C. compre un plumero y unas guititas para Sor Blanquita, para ella solita, más vale un plumero que veinte rabietitas; gracias a Dios, hija, que esas son tus penitas. ¡...Si yo te abriera mi pobre corazón! Se lo doy todo a mi Dios para que al juzgarme me mire con compasión615. Con su pizca de sal y pimienta contesta a una religiosa joven, ingenua y muy querida, para liberarla de cierto barniz pseudomístico: Eulalia, le pides a Dios que te quite las fuerzas para estar recogidita, yo pido a Dios no te lo conceda, ¿sabes que estaríamos divertidas si todas hacíamos la misma oración? ¿Y quién guisaba, lavaba, etc.? pues... todas en oración y mi historia se acabó, convento de marmotas... ¡oh qué gran santidad! Pues yo pido callar, trabajar, luchar y morir luchando a los ciento diez años o más...616 Y adiós, hijas y señoras mías, Mariquita de Jesús las quiere y besa sus manos y sus pies, ¡Dios mío, cuánto beso! ¡treinta y dos! Maestra, ¿me equivoqué? ¿Los conté bien?617. Una mesa revuelta parece esta carta, no importa, VV. entienden mis garabatillos...618 No abandona su tono familiar cuando habla o escribe a sus religiosas; es todo naturalidad y simpatía. A Hermana Rosario le dirá mi amada viejecita y compañera de las primeras penas619; a Madre Blanca León, Doña Blanca de Castilla620; a Madre Pura, ¡qué flojita es mi niña!621; a Madre Victoria, Sor Derrota622 o

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C y R. -131 607

G. 19-3.03 608

17-3-01 609

C y R. -132 610

C y R. -133 611

R. 29-10-27 612

B. 11-11-08 613

C y R. -134 (¿..?) 614

G. 30-8-19 615

C y R. -136 616

R. 26-4-26 617

C y R. -137 (¿…?) 618

C y R. -138 (¿…?) 619

R. 19-10-27 620

G. 5-10-03 621

C y R. -140 (¿…?) 622

30-8-19 (no confiere)

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María Ilusiones623; a Madre Ana, Anota624; a alguna irascible, Margarita Cascarrabias...625 y se firmará Fulanita de Tal626. Diréis que soy boba con cuchufletas a toda hora627. A todas hora no. Dosifica con prudencia sus bromas y sus veras. Enseña, corrige, y cuando lo cree oportuno no escatima la palabra regocijante, que todo es menester para pasar la vida. El metal de su voz es dulce y jovial; habla con el peculiar seseo andaluz y sazona sus intervenciones con los giros de su tierra que imprimen fluidez y naturalidad a la comunicación oral y al diálogo escrito que trae y lleva el cartero por cinco céntimos. Y es que la madre Riquelme no quiere en su casa tristeza por nada del mundo. Ignoráis que la tristeza es pésima tentación que es preciso desechar en seguida...?628 Las caras alegres y el corazón en Dios629. Esté alegre, E., que parece servimos a mal amo estando tristes630. Otra hijita me habla de alguna inquietud que le suele venir y duda si es de buen o mal espíritu. Yo, hija mía, creo que la inquietud siempre es mala; si faltas humíllate y profundamente, pide perdón, enmiéndate, olvídalo todo y alegre sigue viviendo631. Servid a Dios con alegría, es la bondad misma632. Con el caudal de sabiduría que le han dado sus ochenta años escribe: ¿Por qué os veo tristecillas a algunas? No estéis así, después de la lluvia suele venir espléndido sol... y si aquí siguieran las lluvias, es seguro que el Sol eterno no tendrá ocaso... De mí me río, qué sublime amaneció la pobre viejecita633. No es raro que se chancee de sí misma como en el párrafo precedente. Y hasta concluye cierta piadosa exhortación con una familiar apostilla de descargo: Qué bien se dicen las cosas y qué mal se hacen, esto me pasa a mí634. El cúmulo de sufrimientos que afligieron su alma no fue bastante para marcarla con la huella del abatimiento o de la amargura, antes bien, su figura es en medio de sus hijas un foco que irradia gozo y espiritualidad. Así lo atestigua la segunda superiora general de la Congregación. Muchísimo gozábamos en compañía de nuestra venerada Madre fundadora. Su conversación de cielo, tan dulce y firme, sus ejemplos continuos de abnegación, de humildad y amor de Dios. Su delirio por la divina Eucaristía y la Santísima Virgen, unido a su alto celo por la divina Eucaristía y la Santísima Virgen, unido a su alto cele por las almas y desvelo por el progreso espiritual de sus hijas, lo mismo de palabra que por escrito, atraía. Todo ayudaba a la perfección y santa observancia. Aún recuerdan las Misioneras las penitencias que hacía su Madre Fundadora con sus setenta y tres años. Fue por algún tiempo totalmente descalza con los fríos de Madrid, amén de otras mortificaciones que las más veces sabía ocultar635. La hermana Rosario Díaz escribe: a una religiosa que tuvo sarna en las manos, ella le lavaba la ropa para que no pudieran tener contagio las religiosas jóvenes que hacías este oficio. Precisamente esta religiosa la hacía sufrir mucho... Si su familia o cualquier persona regalaba algo de comida, lo enviaba en seguida a la provisora para distribuirlo a la comunidad, mostrando con esto el desasimiento que tenía de todo. Buscando siempre ocasiones de humillarse iba a la cocina a fregar los platos...636 La madre Consuelo Solans Cazcarra, fallecida en Brasil, afirmaba: ... no sabía amonestar sin dejar al mismo tiempo alguna muestra de cariño, como me pasó varias veces, que como conocía mi poca virtud, después de la represión me hacía algún regalillo, por ejemplo, una estampa o bien alguna cosa de que tenía precisión, como una vez

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R. 6-6-08 624

B. 21-3-08 (no confiere del todo) 625

C. nº 30, pág. 13 626

C y r. -141 627

29-2-24 (la carta de esa fecha no está) 628

B. 14-7-08 629

M. 7-4-10 630

G. 25-11-05 631

CMC. Págs..108-109 (¿…?) 632

B. 29-10-02 633

R. 25-10-27 634

B. 15-5-18 635

C y R. -214 636

C y R. -214

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que vino a buscarme con una toquilla grande de abrigo, porque era en invierno y, como yo estuviese en la Gruta limpiando la Sma Virgen, me dijo: Toma, la Santísima Virgen te da esta toquilla...637 Bonito testimonio también el de la madre Coronación Sanz Barrio: Equivocadamente reprendió un día a una religiosa; cuando supo lo que había ocurrido lo sintió mucho y con cariño y humildad le dijo que perdonara, que tenía gran disgusto de haberla hecho sufrir sin culpa, en tal forma que la dejó no sólo contenta y consolada, sino muy edificada de su profunda humildad y bondadoso corazón638. Reparte a manso llenas el nutritivo pasto de la verdad; trata de consolar, pero siempre con los recios consuelos de la fe. Amadita, hija mía, mucho he sufrido yo con la cruz que hoy pesa sobre ti, la soledad; si vieras, hija, cómo sienta bien al alma; déjate serena en manos de Dios, así Él llenará tu pobre corazón y podrá imprimir su voluntad639. Su amor no se ciñe solamente a los miembros de su Congregación; ella se preocupa de las niñas del colegio, de los hortelanos, de los albañiles que empalustran la fachada en un día frío, de los familiares de las religiosas, de los enfermos, de los tentados... Para edificar la comunidad no hay más argamasa que el amor grande y universal, siempre ingeniosos para expresarse de infinitos modos. La Madre pone en este quehacer toda su gracia divina y humana... Otra vez, tonta de mí -anota-, queriendo yo amar más a Dios le dije: Señor, Vos sólo me bastáis. No -me dijo mi Jesús- yo quiero esta unión para fomentar la caridad640. La señal inequívoca de que vivimos en la luz, de que hemos pasado de la muerte a la vida (cf. 1Jn 2, 14) es que amamos a los hermanos. El lenguaje del amor se presta a falsificaciones; no así la abnegación y el servicio, la acogida y el perdón, en una palabra, la caridad verdadera de afectos y de obras. Donde reina el amor, allí está Dios, fuente y origen de todo amor. La madre Riquelme lo sabe y por eso repite hasta la saciedad: Amaos, ayudaos; amaos, ayudaos641. Sed ahora y siempre todas una con caridad verdadera642. Casi no sé decir otra cosa643. Un solo corazón, un solo anhelo, la gloria de Dios y su amor644. Dulzura, humildad y caridad645.

XXVI PERFIL HUMANO

No es tarea fácil trazar una semblanza medianamente aceptable de una persona de esta talla. Indagando más entre los recuerdos que de ella quedan, encontramos algunos rasgos que completan o confirman lo que he dicho hasta ahora, rasgos que el lector sabrá interpretar como específicos de un determinado tipo caracterológico. Es tal la unidad personal de esta mujer, que en cada uno de ellos encontramos a Emilia Riquelme entera, como quien lleva todo su ser a flor de labios y en cada uno de sus gestos. El aludido don Justo Garrido, profesional de la pintura, reconocía que las sugerencias de la Madre le habían sido de gran utilidad para enriquecer su estilo. Tenía mucho empeño en retratarla al óleo, pero calculaba la dificultad de que accediera a posar para trasladar sus rasgos al lienzo. Le pedía con insistencia siquiera una buena fotografía y solamente lograba promesas que se iban aplazando... Por fin un día la Madre le da la apetecida «foto» cuidadosamente envuelta. Pura broma; don Justo se quedará con las ganas

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M. Consuelo de Caetité (Brasil) 28-8-49 638

C y r. -143 639

C y R. -144 640

C y R. -145 641

C y R. -146 642

C y R. -147 643

C y R. -148 644

B. 2-7-02 645

C y r. -149 (¿…?)

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de hacer el retrato. Lo que le ha entregado es una estampa de la Inmaculada, a la vez que le dice con aire travieso: Mira, está muy bonita; más vale que la pintes a Ella que no a una vieja fea como yo. El padre Boneta, S.I. celebra misa en el Cachito de cielo y después confiesa a las monjas. Al terminar suele charlar un rato con la Fundadora. Un día de éstos, cumplido su ministerio, vuelve silencioso a la residencia acompañado de Justo Garrido; de pronto rompe su mutismo diciendo: Justo, la Madre podrá disimular sus penitencias y toda esa vida de austeridades que lleva, pero no puede disimular que es una gran dama. Hasta el más leve de sus ademanes, en efecto, revela la nobleza de su cuna, pero sabe armonizar perfectamente los dos extremos de distinción y sencillez. Valiosos datos de su ilustre parentela se desconocen debido al pudor con que evita hablar de ella. Mirándolo bien ¿puede alardear de timbres de nobleza quien no tiene ninguna estima de ella? En la biblioteca de comunidad podía verse un volumen de poesías de Antonio Zayas, duque de Amalfi, con esta dedicatoria: A mi ejemplar y venerable tía Emilia, en homenaje de cariño, R. Antonio. ¿Eh? ¡Un libro de su pariente el duque! Seguramente ninguna monja tenía noticia de la existencia de este libro; la Madre ni lo leyó, ni lo abrió siquiera ¡y sin abrir continúa! Es un dato... Y no es que no le guste la poesía; le gusta y con frecuencia deja asomar su vena de poeta. Lo que en ella asoma siempre es el celo de transmitir sus mensajes empleando un vehículo que se estilaba en su tiempo. ¿No tendré vergüenza de enviaros esos versos?... ni sé si es verso o prosa, es igual...646 Qué horror de estampas y de versos, pero si es el caso que no sé más, me río de mi afán de poesía, es por deciros cosas y que me améis de veras a Jesús y sin caretas y en generosidad...647 Algunas de sus rimas no carecen de ingenio como las que compone para Remedios Bolló en el día de la vestición de esta postulante que trueca su nombre de bautismo por el de María Paz. La Madre juega con ambos nombres en bonito trabalenguas: Remedios busca remedio para poderse curar; el remedio de Remedios es abrazarse con Paz. Remedios, no hay más remedio hasta morir que luchar; haz siempre guerra a Remedios y así encontrarás la paz648. Aludiendo a su edad y a la Travesía de belén donde está su casa madrileña ubicada, firma una esquela con este gracioso pareado: La viejecita de Belén, con ochenta y uno, amén649. Ya hemos dicho que es muy femenina. En las galerías altas del convento de Granada, junto a las vidrieras de la capilla, cuelga jaulas con ruiseñores, los cuales, al oír rezar o cantar a las hermanas, organizan un delicioso pugilato de trinos sostenidos cual si fueran avecicas de las florestas del cielo. Creo que fueron los conspicuos liturgistas quienes dijeron que si tal que si cual... Recordemos su sensibilidad estética como pintora y más aún como pianista. Justo Garrido decía que la Madre se extasiaba ante fray Angélico. Es ordenada, cuidadosa, fina y elegante en la colocación de las flores y en la decoración de sus capillas. Lo ejecuta todo con esmero: una costura, un bordado en oro, un encaje, un guiso cualquiera. Enseña a hacer con primor las tareas domésticas, corta y cose los hábitos, combina retazos en aras de la pobreza. Es pulcra en grado superlativo.

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C y R. -150 647

C y R. -151 (¿…?) 648

C y R. -152 (¿…?) 649

C y R. 153 (¿…?)

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Deseo estén todas y siempre pobres, pero limpísimas650. La Reina del cielo lavaba, guisaba, barría...651 Al concluir el rezo nocturno suele acompañarla la superiora de la casa ofreciéndose para algún pequeño servicio que pudiera necesitar. Al llegar a su cuarto la Madre la despide con una amable inclinación de cabeza. Por sí misma quita las manchas de su ropa, asegura un botón, repasa los roces de su hábito. Una buena amiga de Barcelona, doña Magdalena Castellví, en cuyo domicilio se refugiaron las Misioneras durante la Semana trágica, advierte un día a la Fundadora con dejo de compasión: Pero, Madre, V.R. con el hábito tan recosido... Estas son mis joyas, estas son mis joyas, doña Magdalena652 -responde la Madre acariciando sus mangas zurcidas. Somos pobres, pero ricas -dice a sus hijas- quiera Dios que no dejemos nunca nuestros riquísimos remiendos653. Si juramos ser pobres delante de nuestro Señor ¿seremos capaces de buscar otra cosa que humildad, pobreza y obediencia?654 No lo hace por alarde ni por tacañería, porque sigue siendo tan espléndida como puede. Entrega a los pobres las primicias de cada uno de los productos de la huerta de san Jerónimo a pesar de que ésta no le reporta más que un gran déficit al cabo del año. Aun en medio de grandes estrecheces económicas es manirrota en lo que atañe al culto del Santísimo y de la Virgen, ¡y vaya si son graves los aprietos! Llega a no tener dinero para franquear una carta; la que antaño usara papel con su anagrama impreso y perfiles de oro, ahora escribe sus misivas en el reverso de recetas o facturas viejas; hasta lo hace con la punta de un clavo y con un frasco de medicina por tintero. Sobre la calidad de tinta bromea con sus hijas: Os reiréis de la variedad de tintas; no sé de dónde sacamos tanta cosa mala655. Ella apaña sus libretas cosiendo hojas de papel, se compone una camisa de retazos, lo hace todo de palillos y cantillos y cuando le regalan una cadena caprichosa para sus tijeras, la rehúsa con donaire indicando que se la den a una tal Rosario, que las mujeres no saben qué colgarse656. Encanta el humilde comedimiento con que pide como regalo una libretilla de cinco céntimos657. Si mira la peseta es porque vive materialmente la santa pobreza, pero se guarda bien de acosar a sus deudores. Con qué compasión habla de cierta señora que le debe una respetable cantidad: ... como está tan mal de dinero y nos debe mucho no hay quien la vea, huye de nosotras... Como sé que no puede me da pena, sé lo que es esto...658 Cuando vivía la madre Emilia Giraldo, testigo de excepción de la vida del general Riquelme e hija en Sevilla, se complacías en comparar ante sus cohermanas aquella holgura con las actuales estrecheces, aquel refinamiento -que nunca despilfarro- con estos extremos de pobreza. Ella había planchado delicadas holandas y rasos, ella había colocado sobre los manteles bordados candelabros de plata y rica vajilla para los convites de gala; ella sabía de los viajes, de los hoteles, de las cuantiosas limosnas, en fin, del rumbo y confort de tiempos pasados que Emilia Riquelme está bien lejos de añorar... ¡Si vierais cómo vivía...659 -concluye la antigua Carmelina-. Alguna vez le ha sorprendido la Madre en este panegírico y se ha contrariado cuanto es de suponer: ¡Ya está Emilia con sus tonterías! Anda, vete a tus quehaceres y déjate de bobadas -le ha dicho-. Su salud fue siempre precaria; altas fiebres, inapetencia, trastornos del aparato digestivo, reúma, afecciones cardíacas; los grandes padecimientos morales repercuten en su organismo débil. Parca en comer y dormir; madrugadora por más que con frecuencia tiene que trasnochar para atender a asuntos urgentes. Tenía el presentimiento de que su vida sería larga y acertó. Anciana octogenaria escribe a una de sus hijas:

650

B. 12-5-05 651

C y R. -154 (¿…?) 652

C y R. -155 (¿…?) 653

M. 27-5-24 654

R. 23-12-27 655

M. 14-10-19 656

B. 9-4-07 (no confiere) 657

B.27-10-05 (no hay carta con esa fecha) 658

C y R. -217 659

C y R. -157

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Dicen por estas tierras mujer enferma, mujer eterna; en tí mucho deseo se cumpla el refrán; en mi ya veis, se cumplió...660 A pesar de su constitución endeble llega a hacer grandes penitencias como una completa descalcez sin permitir que sus monjas la imiten. Éstas suplican a su director espiritual, don Rafael Sanz de Diego, sacerdote austerísimo y de extraordinaria piedad, que le prohibiera tan ruda mortificación. Don Rafael supliría con humillaciones las penitencias que su dirigida no podía hacer por falta de salud, pruebas que ella aceptaba sumisa y contenta. Quita comodidades innecesarias661, escribe en sus apuntes a los ochenta años. El pobre cuerpecillo es viejo y se cansa de sufrir, es el cuerpo, la voluntad no, esa está firme al pie del cañón662. Sus fotografías reflejan una profunda vida interior, pero no alcanzan a expresar todo el brillo de sus ojos vivísimos y penetrantes, perennemente jóvenes, que sondean sin trabajo el fondo de los corazones. No podía sostenerse su mirada con un espíritu agitado por la turbación, no se podía olvidar jamás aquellos ojos. Hacendosa, rápida, de andar gracioso y ligero; le desagrada ver novicias que arrastran los pies. Su personalidad tiene la impronta de la vida castrense; en sus cartas a menudo trae a colación expresiones militares y metáforas bélicas como tomar el fuerte, cañonazos de fuerte calibre, batallón de gente, ¡a la lid!, ¡hola, valiente!, abanderado, trompetilla, ataque, empuje... Más vale fe para luchar por Dios... que cañones para matar enemigos663. Valor, Victoria, no desmaye, al cielo aunque sea entre lanzas664. ¡Vaya con las Misioneras que al primer tiro se caen heridas! Mientras estemos con vida llevemos la bandera muy alta665. No tener miedo, después de la tempestad viene la calma y la hermosa paz; portémonos como valientes soldados de Jesús Sacramentado y no olvidemos que la Virgen Inmaculada es nuestra encantadora Capitana666. ¡Valor, hijas, a luchar hasta morir! ¡Qué gloria nos espera si somos fieles el día de la prueba!667 Llama trono al manifestador, Rey a Cristo, Reina a María. El día de la Inmaculada, patrona de España y especial abogada del arma de infantería, la madre Riquelme se recrea poniendo cruzada sobre el pecho de la Virgen fundadora una ancha cinta de color rojo y gualda. Adopta también un aire militar cuando explica el objetivo de las procesiones eucarísticas que organiza: Encuentro lindo que las pobrecitas Misioneras saquen en las dos poblaciones principales de España a un mismo tiempo a su Jesús en triunfo por las calles, con Rey y Dios verdadero y todo el mundo en público le rinda su cabeza y doble su rodilla; dichosas las que un poquitín trabajamos con este hermoso fin de las Misioneras668. No puede negar que es hija de Riquelme, española, militar de pura cepa... También es hija de su padre en rectitud, equidad, pundonor... Arreglar en justicia y caridad las cuentas con el jardinero669. Respecto a Felipe que se haga lo que mejor le parezca, con prudencia, justicia, mirando al cielo y nada más670. Me gusta absoluta igualdad en iguales circunstancias671. El que debe, lo primero es pagar672. Paga bien, no temas el dar, pero con prudencia, sin parcialidad,

660

R. 11-10-28 661

C y r. -158 662

R. 2-11-27 663

R. 12-9-27 664

G. 19-1-03 665

B. 17-2-1900 666

C y R. -159 667

PP. 1ª Ed. pág. 49 (sí, pero no está al pie de la letra) 668

B. 28-6-16 669

B. 15-1-09 (no confiere) 670

B. 1-6-06 671

G. 2-1-11 672

B. 21-12-07

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vive desprendida de todo673. Vamos a ver los asuntos con los ojos de la fe (así miro yo las cosas todas de mi vida, por la sola bondad de Dios)674. Es inagotable su vena humorística; asoma aún cuando la cosa no tenga ningún chiste. En cierta ocasión una religiosa la ha dejado un tanto malparada ante el Visitador; al enterarse la Madre comenta con gracejo: ¡Bendito Dios! Diremos aquello ¡en poder de chiquillos te veas!; bueno, Dios nos guarda675. Veámosla en discernimiento de vocaciones: ... Jesús, qué disparate recibir a una joven que quiere entrar porque se enfadó con el novio hace un mes; que espere más y dé pruebas de verdadera vocación. La viudita que rece por su caro esposo, pero en Casa no, dígaselo con caridad676. Aspirante tan raramente vestida no me resulta, dile por lo pronto que tendrá que esperar677. Otra aspirante... entra en diciembre y quizás otra catalana que resulta imposible entenderla, pues parece el segundo tomo de Concepción678. Carmen Serrano es amiga de la casa, pero no se atreve a declararle su vocación. La Fundadora la llama a salir del coro, se sienta en un peldaño de la escalera e invita a Carmen a que haga lo mismo. Entonces volviéndose de espalda le espeta a bocajarro: Ahora dime lo que me quieres decir679. Animada por tanta llaneza la joven suelta el trapo; para terminar la entrevista la Madre le escribe un consejo en una libreta, estampando al final una saladísima firma: Esto te lo dice Mariquita la del Violín. Humor y ternura al dedicar una foto a la Madre Blanca, foto en que está más joven que lo que es en realidad: ... La pobre es ya más viejita, más feíta, pero según me parece no llega el destrozo al corazón, dolido el pobre sí, pero queriendo a su hija mucho680. Y sigue más tarde: ... ya no me queda en las encías altas ni un diente, mi boca y cara es una preciosidad, flaca, amarilla, sin dientes, una viejecita de Nacimiento parezco, pero feliz y contenta con lo que Dios me va dejando que es un corazón para amarle681. Es impulsiva y tiene que dominar cuidadosamente sus brotes primarios; así lo confiesa francamente a su amada María de San José: ... Hija mía, qué bueno es no precipitarse para nada y guardar los arrebatos y dar salida a las palabras cuando está una tranquila. Algo así me pasa a mí, créame, hija querida, que tengo razón en lo que digo...682 Oía yo en el mundo... que era muy discreto llevar siempre una piedrecita en la boca; yo no entendía eso, ahora sí; mirad, con una piedrecita no se puede hablar, ésta es la prudencia, callar y ser humilde de verdad683. No es sentimental, tiene un corazón ancho y tierno, receptivo, vibrante y apasionado, rico para la amistad, firme para querer y agradecer. Agradecer con humildad, amar con caridad684. Jamás olvida a quien le prestó una ayuda y se vuelca aplicando sufragios por los bienhechores de la Congregación. Con qué ternura recuerda a doña María de Tello, por ejemplo: Me quería, me ha dado su mano y su corazón cuando todos me volvían la espalda; si nada nos deja, no importa eso, las Misioneras jamás debemos ser interesadas...685 La postulante Asunción Cubillo, amenazada por un maligno tracoma que la dejará ciega, escribe a la Madre agradeciéndole la seguridad que le ha dado de aceptarla a la profesión aunque se cumplan los pronósticos del médico.

673

R. 4-1-28 674

R. 25-8-27 (no hay carta con esa fecha) 675

C y R. -160 (¿…?) 676

24-2-26 (no encontré) 677

G. 25-5-17 (no hay carta con esa fecha) 678

B. 26-11-20 679

C y R. -161 680

26-12-25 681

R. 14-12-27 682

C y R. -162 683

C y R. -220 684

AI. Marzo 1926 (no encontré) 685

R. 18-7-12

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...Me consoló la carta de Asunción -contesta la fundadora- veo tiene corazón y sabe agradecer, ¡cuánto más vale un corazón que unas manos! Yo busco para servir a Dios almas y corazones...686 Mi pobre Asunción desea conocerme antes de quedarse ciega, ¡oh mi hija! lloré con su carta, ¿qué será ver a Dios?687 Es afectuosa y agradecida hasta con los animales, con Tila, la perrita que la sigue a todas partes, con Lis, la paloma que picotea la contera de su pluma mientras escribe, con el pobre perro que no se separó de su cuarto durante el incendio de la capilla de la casa de Granada. En una ocasión presenta sus quejas a las hermanas: ... Tratáis a empujones al pobre animal que me salvó la vida porque es viejo, vaya, vaya, yo quiero se le cuide como merece un perro que se ha portado bien, no a puntapiés...688 ...vaya con algunas y qué corazón tan duro tienen, sean más suaves y no martiricen al animalillo, parece imposible que sean mujeres...689 Mis pobrecitos perros, está visto soy protectora de esta raza690. Muy pocas veces habla la Madre de los panoramas que contempla en sus viajes, salvo cuando se trata de paisajes nevados. Le gusta la nieve, pero le interesa mucho más la palpitación humana, el interlocutor, los hombres. Excepcionalmente comienza un párrafo descriptivo con algunas vetas líricas, pero ella misma se sorprende y retrocede al instante: Está anocheciendo; no sabré deciros lo que es esta huerta con los ruiseñores, en aquel silencio, las flores, la luna iluminando las palmeras que se dibujan en el cielo azul. Aurora y alguna otra nos encantamos, otras ni se fijan, caracteres diferentes. Pienso os reiréis al oírme, diréis, qué romántica está la Madre; bien sabéis que no lo soy, es la paz que reina aquí691. No se ancla en el pasado, ni siquiera en el futuro. Al día, hija, al día -dice-, el mañana quién sabe quién lo verá. Vivid en paz692. ¿Guardáis vuestras obligaciones? ¿Sí? Pues basta. ¿no? Pedir perdón y volver a empezar...693 No es legalista; cuando encarece la observancia de las constituciones recalca el detalle: con la delicadeza que da el amor694. No está el ser religiosa en prácticas exteriores, sino en el corazón; está en ceder su juicio, en sacrificar su corazón en lo que Dios pida y sacrificando sus caprichos todos...695 Intuye con amplitud de criterio la intención de cada regla al servicio de lo fundamental. Que si el treinta por ciento de cera pura para las velas del altar, que si el veinticinco por ciento... ¡Oh Dios mío! ¡Tantas matemáticas para exponer el Santísimo a la adoración de los fieles y estimular así su devoción! Para la Madre todo es mucho más simple, tan fácil como tener contento a un Padre bueno, como seguir el cayado del Dueño que marca la vereda. Con una alegoría tomada de su gran cariño hacia los animales explica lo sencillo que es todo al amor: ...Aquí estamos... unas bordando el terno verde y otras las flores; yo ni bordo ni hago flores; corro, qué linda ocupación, esto hacen los perros. Mi dulce Amo me manda correr, pues corro, me gusta mucho correr, corremos los dos. Estoy, gracias a Dios, muy bien, pero siento los setenta y cinco y pico. Y VV., hijas mías, ¿corren también? Mirad, hijitas, corred contentas; una miradita al Amo, Él indica el camino, pues adelante, adelante sin parar. No os enfadéis por nada; si a un tiempo llaman en el principal y en el segundo, una sonrisita donde se llegó algo tarde, un acto de amor a Jesús... Oh si al fin del día nos contestara con una sonrisa, bendito día y bendita paga. Verdad que entendéis esas carreras y sonrisas696. La misionera María Iris de Paz López Irisarri, fallecida piadosamente después de larga y penosa enfermedad, dejó escrito este notable testimonio: Un día el padre Redento, Carmelita Descalza, que confesaba a nuestra Madre en Barcelona, repitió que cuando hablaba y trataba a nuestra Madre Fundadora le parecía que estaba hablando a su santa Madre Santa Teresa, y a la verdad aquel gran amor que salía de su corazón, aquella gracia

686

R. 12-9-27 (no confiere) 687

R. 27-11-27 688

B. 10-7-04 689

Enero 1921 (no encontré) 690

B. 21-1-07 691

C y R. -163 692

C y R. -164 693

R. 8-11-27 694

CMC. Pág. 116 695

17-3-91 (no puede ser, no está esa fecha) 696

CMC. Pgás. 111-113

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natural y sobrenatural que salía de sus palabras, aquella virtud que se adivinaba en su porte y aquella prodigiosa humildad, traslucía un ambiente de cielo que venía de su íntimo oculto y en el que vivía Dios en ella697. El padre Redentor del Niño Jesús allá por el año 1922 era confesor de la comunidad de Barcelona y con este motivo se relacionó con la madre Riquelme; es cuando pudo comprobar que tanto en algunas factores temperamentales como en ciertas circunstancias de su vida, esta gran mujer tiene puntos de contacto con la gran Reformadora del Carmelo. Ambas perdieron a su madre en temprana edad y fueron extremosamente amadas por sus respectivos padres; ambas sinceras, llanas, abiertas, pundonorosas, corteses, recias, activas, joviales... claro, castellana una y andaluza otra y casi tres siglos y medio entre las dos... Dios me libre a todas mis hijas de presumir de latinas -dice la Santa avilesa- harto más quiero yo que presuman de simples, que es muy de santas, que no de retóricas698. La madre Riquelme en la misma línea pregunta a una de sus hijas: Gracia, ¿para qué quieres tú tantos libros?... Las Misioneras somos gentes sencillitas... no de muchos libros sino...699 Es una lástima que el fragmento esté sin concluir, aunque conociendo a la Madre no es difícil imaginar el resto. Podríamos citar otros rasgos afines: aborrecimiento de protocolos y etiquetas sociales, amor a la pobreza, apertura al don de Dios, hechizo por lo que no se muda ni se acaba, sentido profundo de la brevedad de la vida y de los grandes premios prometidos a pequeños trabajos, de lo mucho que se gana en padecer por Él; amor al recogimiento, a la humildad, a Nuestra Señora, al Santísimo Sacramento, a la Iglesia... Sortilegio de torreones y murallas. Las de Ávila recogieron el siempre, siempre, para siempre... de Teresa. Las de Pamplona marcaron con su centinela, alerta el corazón de Emilia Riquelme. Es ésta mujer sin trastienda, sin conflictos interiores, con transparencia de cristal; quizás se nos escapa de puro sencilla. No es escritora, sólo vive sin baches ni lagunas una vida teologal profunda, en perfecta armonía entre su experiencia divina y humana; lo humano y lo divino conviven en ella en total integración; no tiene que cambiar de registro para pasar de una broma a hablar de economía o de humildad o de lo grande y bueno que es Dios. Toda entera polarizada en Él. Con más de noventa años vuelve de la capilla y dice risueña: Le he dicho a Nuestro Señor que no tenía ganitas de comer... ¡qué boba! otro día tendré más...700 ¿Por qué no? Al Padre se le pueden decir todas las cosas sin modificar el tono de voz. No tenemos más que un corazón para todos los menesteres y un solo Dios que siempre con el mismo amor se inclina solícito hacia su pequeña criatura. Emilia Riquelme es la mujer cristiana madura que se mueve en el pleno dominio de su yo sin ponderarlo, sin ademanes solemnes; como la cosa más natural del mundo. Sin darse cuenta siquiera. Ella se autodefine cuando recomienda a sus hijas: Dios en el corazón y sencillez por fuera701

XXVII LAS COSAS DE DIOS

Las constituciones prescriben que cada seis años se proceda a elegir -o reelegir- la superiora general y para ello debe congregarse un capítulo que se rige por cánones rigurosos. La madre Riquelme lo ha convocado y espera tranquila el acontecimiento. Puedo deciros -escribe a las monjas- que sólo quiero cumplir siempre en mí y en todos la voluntad de Dios702.

697

C y R. -165 698

Carta de Sta. Teresa a Mª de San José, priora de Sevilla, fechada en Toledo, 19 de nov. de 1576 699

B. 19-11-01 700

C y R. -167 701

M. 29-5-11 702

G. 9-8-25

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Estamos en 1925 y la Fundadora frisa en los setenta y ocho años. El doctor Eusebio Oliver, médico catedrático de Barcelona, decíale: V. debe haber tenido una vida intensamente espiritual y esto que por un lado es causa de equilibrio y buena salud, por otra parte el constante vencimiento hace mella en el organismo...703 Evidentemente son muchos años cargados de vivencias intensas. Cualquier persona a esta edad ya disfruta su jubilación y se ocupa en actividades relajantes. ¡qué dirán las monjas en este capítulo general? Como es natural consideran estas cosas, pero, ¿quién se resigna a sustituir a la Madre? Ella es como el carisma institucional que vive y anda por la casa, que habla, sonríe, enseña... Carisma viviente, dirección, impulso, reliquia, libro abierto que se lee de una ojeada. La palabra certera, el consejo preciso, la seguridad... Las monjas siempre la han visto sobreponerse con valor a sus achaques, sacando fuerza de flaqueza. Piensan que aún podrá con un sexenio más; la veneración y el deseo les infunden este optimismo. Total: sesión solemne del capítulo general en la casa de Granada, presidida por el prelado diocesano; el primer escrutinio arroja como resultado una reelección unánime. Te Deum. Renovación del consejo generalicio. ¿Se equivocaron las monjas reeligiendo a una anciana de setenta y ocho años? Probablemente sí. La providencia divina que dirige el tinglado de la historia respetando nuestro libre albedrío, desde luego que no. La humilde Madre, cargando una vez más con la cruz y sucumbiendo humanamente bajo su peso, tampoco. Después del capítulo continúa la madre Riquelme su ritmo normal de trabajo. Hay algo que la preocupa sobremanera y que desea dejar solucionado y es la aprobación «definitiva» de las constituciones. En aquel tiempo se hablaba con facilidad de cosas «definitivas»; hoy escribimos ese término entre comillas, porque hemos tenido ocasión de ver ulteriores retoques; el carácter de definitivo afecta solamente al contenido carismático fundamental que define a la Congregación. La propia Iglesia, con cuya autoridad se erigen todas las congregaciones, promueve la adecuada adaptación de las mismas a las circunstancias concretas en que se desarrolla en cada tiempo y lugar la vida de los hijos de Dios. Por tercera y última vez la Madre se va a Roma con setenta y nueve años encima y una hermana extraordinariamente piadosa y humilde, sencilla y sin letras de la que la Fundadora dice festiva: ... Manuela gorda a no más, come lo suyo y lo mío704. ...Me cuida muy bien, sólo se preocupa de ser santa... hablar casi jamás, pero sus obras son de lo mejor705. La madre Riquelme ha iniciado su peregrinación por la Ciudad Eterna. Consultas, visitas, formalidades, largos trayectos en tranvías renqueantes, porque -como dice- cuesta mucho andar con los pies de otro y las liras se van que es un contento706. Varias veces copia a mano las constituciones puliéndolas y retocándolas con esmero. Algunos padres cordimarianos que la estiman mucho barruntan que en aquella coyuntura su asunto va para largo, porque el Santo Padre ha ordenado recoger las constituciones de todos los regulares para adaptarlas al derecho canónico vigente. En Roma se amontonan, pues, rimeros de ellas que no podrán revisarse en dos días. ...Con fe, pero sin fuerzas y procurando paciencia y muchísima humildad... me fui a mi buen padre M. (padre Maroto). Me dicen todos es muy calmoso; insisto; contesta no muy contento lo mismo: Nada, sólo faltó el estribillo «váyase usted». Por primera vez dice no hay inconveniente por nuestras reglas y estado del Instituto, etc., gracias a Dios... Me creo asistida por el Cardenal Laurenti, el cardenal donde me mandó fuera el Santo Padre...707 Hijas mías, pedidlo mucho, yo espero en Dios y en la Sma. Virgen no nos quiten la adoración de noche, pedidlo de manera especial a Nuestro Señor..708. Según los baremos naturales podríamos afirmar casi con absoluta certeza que el último capítulo general de las Misioneras erró en su elección. A la vista está que la pobre Madre ya no tiene resistencia para esos trotes. Pero los caminos de Dios son irrastreables; sólo Él conoce perfectamente la entraña de todos los eventos, sus verdaderas causas y consecuencias y sabe escribir derecho sobre renglones torcidos; la anécdota es, pues, algo secundario. ¿Cuál pudo ser el objetivo de la providencia en este caso? Quizás fue

703

AB. pág. 191 704

R. 27-6-26 705

C y R. -168 706

C y R. -169 707

C y R. -170 708

R. 26-4-26

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sencillamente mostrarnos un dechado de mujer cuya clarividencia para los negocios temporales decae mientras crece su lucidez para negociar con Dios en una oración constante y filial. Y bien vale París una misa. Una gran riqueza de esta época de su vida es su sabroso epistolario. Con su acostumbrada simplicidad relata a sus hijas los rechazos que recibe, las molestias que menudean en un cuarto estrecho durante los enormes calores estivales de Roma y sus propios sentimientos al moverse entre dificultades. Yo sigo aquí fritita de calor, me consuelo mirando a San Lorenzo en sus parrillas. ¡Qué flojita soy! yo me quejo y el Santo avivaba el fuego pidiendo lo volvieran del otro lado, vaya, esta madrecita monja que V. tiene vale bien poco709. A las monjas de Granada que le describen la hermosura del jardín les contesta: ... Cuánto me alegro disfrutéis de tantas flores todas, yo ni una hoja seca tengo; muchísimas hay en Roma, pero las liras no son para recreo sino para comer, tranvía y algún cochecillo cuando no puedo tirar. Pero pienso en las cosas de allá y aun de mucho más allá y gozo, y basta para mí en este mundo710. Figuraos, granadinas, lo que me gustaría a mí el jardín, las flores y todo, no puede ser, coged vosotras las flores, hijas mías, yo recojo las espinas, ¿verdad que en el cielo encontraremos la flor de las flores, Jesús y María?711 Su callada compañera, madre Manuela, ve que no sufre la Madre por poca cosa. A las cinco de la mañana ya está en pie, después de pasar la noche desazonada por la fiebre. Creo prudente -dice- levantarme temprano; como frío casi siempre y así cositas. Ochenta años y ochocientas penas712. Siempre sincera no tiene recato en manifestar que lo que más le cuesta es el comer mal y las penas... eso, confieso mi flaqueza, a las dos nos hace llorar, ella ocultaba sus lágrimas y yo las mías...713 Nos olvidamos estamos en el destierro, queremos hacer patria el destierro, claro, lo pasamos mal...714 J., pides cruz y no quieres cruz, pobre hija, ni tú ni nadie encontrará a Jesús sin cruz; ama de obras, entre espinas y llamas, esto es amor715. ¿Qué Misionera se quejará de su cruz viendo a su Dios crucificado?716 Quisiera nada sufrierais. No, no puede ser, Nuestro Señor sufrió lo que sabemos, ¿cómo sus Misioneras no sufrirán?717 En el cielo, viendo a Nuestro Señor, se estará mucho mejor, pero en un rinconcito, con Él en el corazón tampoco se está mal718. Con una tonada de moda cantan las Misioneras unas estrofas que ha compuesto la Madre: ... Corona de rosas te ofrezco, mi amada, si siempre abrazada a la cruz estás. Un rato de penas sufre, esposa mía, que todo se pasa, la dicha vendrá...719 ¿Y sus gestiones? Abrumada de achaques y de cansancio, bracea por obtener lo que ha de tardar aún más de diez años. Pone su esperanza en una audiencia privada con el papa, supremo jerarca... pero

709

R. 16-8-27 710

R. 30-4-26 711

R. 26-4-26 712

C y R. -171 713

R. 18-1-28 (no confiere) 714

R. 11-1-29 (no confiere) 715

25-12-15 (no está) 716

Mª MM. Pág. 25 (no encontré. Ver más) 717

R. 1-2-27 718

R. 12-4-28 719

LM. Nº 78

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¡nada! La audiencia no le proporciona más que el gran trabajo de lograrla y... una gran bendición. Dulcemente resignada escribe a sus hijas: Espero en Dios todo saldrá o habrá salido bien, porque por falta de penas, si esto es lo que en este mundo hace fructifiquen las obras, seguro no ha faltado esa linda semilla720. Espero en la inmensa bondad de mi Jesús y de su Santísima Madre, hagan fructificar estos pobres granitos de dolor que siembra vuestra pequeña Madre...721 La esperanza ¡siempre la esperanza! La Madre dice que sufrir esperando siempre en la misericordia del Padre es como viajar en primera o, mejor aún, en tren real722, y ella sabía de trenes reales. Los granos de dolor en el surco del amor espigarán con seguridad en un plazo más o menos largo, producirán óptimos frutos, sin que esta cosecha se identifique exactamente con el concepto humano de fecundidad. En este tercer viaje a Roma a la madre Riquelme le ha sorprendido la ancianidad con todo su séquito de declive mental, agotamiento físico, sobrecarga de dolencias crónicas... Inútilmente trabaja por la aprobación de las constituciones; inútilmente intenta una fundación en la Ciudad Eterna... Su reducida actividad retarda el desenvolvimiento de su Obra que avanza pesadamente como por inercia. La Fundadora es una llama viva que ora y se inmola en la oscuridad como el agua que corre bajo la tierra. Hemos de retroceder unos años para dar un vistazo al panorama nacional. La revolución rusa de 1917 repercute en nuestro país en forma de desmanes y huelgas, malestar que se acentúa en 1919 con la mortífera epidemia de gripe. El año 1923 bate el récord en atentados y el general don Miguel Primo de Rivera establece una dictadura militar en la que se logra una relativa pacificación del país y el triunfo de nuestras armas en África. Al caer la dictadura en 1930 -con sus logros y deficiencias- los partidos políticos se unen para derrocar la monarquía y consiguen el triunfo electoral el 12 de abril de 1931. Alfonso XIII, nieto de Isabel II, estima improcedente toda resistencia y el 14 de abril embarca en Cartagena rumbo a Marsella. En ese mismo día se proclama la segunda república española sin derramamiento de sangre. La sangre, los incendios y el desorden, habían de venir en seguida: el 11 de mayo comienzan a arder iglesias y conventos. También en la Congregación de Misioneras habían de producirse notables novedades. Ya hace seis años que se celebró el último capítulo general y nuestras religiosas tienen que ir a las urnas para estrenar al segunda superiora general de la Obra; ¿sobre quién recaerá la elección? Cuando en 1911 moría en Madrid la solícita enfermera de la Madre, Carmelina Giraldo, las monjas se preguntaban quién desempeñaría ese cargo; la Fundadora sale al encuentro de sus cavilaciones con unas letras oportunas: ... Supongo que muchas pensáis quién sustituirá a M. Emilia... creo que agradará a Dios alguna chiquita que sea fácil de tomar la hechura que yo comprenda quiere Dios de ella. De que me cuide más o menos no me ocupo, creo que todas sabéis valgo nada y en todas las casas sois buenas para estoy atenderéis a las miserias de esta necesitada viejecita723. A la Madre le preocupa sobre todo la continuidad de la Obra de María y quiere formar al menos alguna religiosa capaz de llevar el timón del Instituto. En el colegio de Gracia (Barcelona) encuentra la joya que necesitaba en una alumna que ingresa a los ocho años, María Amelia Arderiu Basora, hija única huérfana de madre. ¡Precoz vocación! Se corta los tirabuzones porque ha oído que para ser monja no debe llevarlos; vuelve su rostro al paso de las máscaras para expresar su repulsa hacia un espectáculo de grotescas ficciones; niña que llega a ser una espléndida adolescente dinámica, inteligente, veraz, responsable y piadosa. La madre Riquelme la estima sobremanera y cifra en ella grandes esperanzas. Nadie lo diría, porque cuando la joven ingresa en el noviciado la Fundadora se muestra más bien desdeñosa con ella, no valora demasiado sus trabajos y hasta la humilla bastante algunas veces. No le tolera ni la más pequeña imperfección. Si Amelia se deja en el plato una piltrafilla de carne, la Madre le reprocha su falta de pobreza diciendo: Traigan jamón a la señorita. La novicia, firme e imperturbable, aguanta en su puesto mirando a Dios. Es lo que la Madre pretende: comprobar que la joven no busca inconscientemente un sustitutivo de la madre que falleció. Gustemos los lindos versos que le dedica en el día de su vestición, cuando la novicia ha trocado su nombre por el de María Amada, evocación de la esposa de los Cantares: Y llegó mi buen Jesús

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R. 9-2-27 721

C y R. -172 722

R. 9-1-28 723

M. 4-4-11

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a ver a su muy Amada y le promete a la niña anillo de desposada. La pobre Madre embobada goza de ver a los Dos: Él un Dios... ella... la nada724. Cuando se dirige a esta joven religiosa, pese a su reciedumbre viril, la Madre es más poeta que nunca, no puede disimular que la quiere entrañablemente: María Amada, hoy sólo azucenas pide de ti la Virgen, mañana quizás un rojo clavel, pasado puede que una triste pasionaria... luego ¡oh luego! una eterna siempreviva. Vive como en el cielo aunque el triste cuerpo vegete en este valle de lágrimas, 13 de junio de 1915725. Acepta con igual gusto cuanto la divina providencia te envíe, sol o sombra, hija querida, así se llenará tu corazón del divino Jesús726. He aquí la candidata que la Madre había cincelado y bruñido con mano maestra. En agosto de 1931 se celebra el capítulo general en el que por primera vez está ausente la Fundadora por su avanzada edad, pero envía a las religiosas capitulares unas alentadoras palabras: Dios os ilumine para hacer esta elección según la voluntad de Dios. Aquí quedamos pidiendo por ustedes727. En el primer escrutinio sale elegida la Madre Arderiu que nunca defraudó a su Fundadora. Emilia Riquelme pasa su vida en el laborioso empeño de sacar a flote un naúfrago que se hunde. Cuando ya no puede proseguir esta lucha, el brazo fuerte de su sucesora saca a la superficie una vez más la pequeña Obra de María. El joven timonel acertará a capear los fuertes temporales que se producirán en España a partir de 1931. A la madre Arderiu le toca tener preparadas las ropas de seglar, disponer un refugio por si llega el caso, mantener la moral aun escuchando los gritos amenazadores de la manifestación popular, etc., etc. La madre Riquelme reside por temporadas en las distintas casas de la Congregación, pues todas sus hijas se la rifan. Sigue escribiendo a las religiosas sus deliciosas cartas perfumadas de dulzura y piedad: ...¡Oh si os tuviéramos aquí! Pero en el cielo qué chaparrón, qué alegría y alegría perpetua728. Yo sigo con mis piernas algo malita, sin embargo suelo subir a la azotea y con el sol y las flores se pasa un ratito agradable... El colegio aquí lleno... la iglesia llena de gente. De política yo no sé, pido a Dios y ya está...729 ¡Qué felicidad dar en los actuales tiempos tan hermoso culto a N.S. y a su Santísima Madre! Yo lloraba de alegría...730 Hijitas queridas, si viérais lo contenta que estoy; ya cumplí los ochenta y cuatro, soy una respetable señora, pero tengo más voluntad para mis niñitas que si tuviera diez y seis; coso y trabajo como joven... después de rezar, coser cosas de iglesia es lo que me gusta más; ... voy pasando la vida como todos, un día bien, dos regular y al tercero no falta alguna chamusquina. Contadme lo que hacéis, si tenéis miedo...731 ¿A qué temer teniéndole a Él? Yo estoy decidida, con Él voy a pelear con el Sansón satánico; diréis vosotras: «Ave María, qué valiente está hoy la Madre y luego no puede estar en pie»; ¡Pues ahí verá! -digo yo...732 Me llaman a comer, tengo más gana de escribir que de comer, pero paciencia, comeré...733 Las querría ver aquí a todas, qué alegría tantas unidas con un solo pensamiento, servir y amar mucho a Dios, pero, es claro, es preciso extender la devoción y el amor a Nuestro Señor...734 Se percibe un encanto senil purísimo, limpio de todo afeite convencional. A su Amada, la actual superiora general, le envía unas letras que destilan corazón, obediencia y reverencia a la autoridad sin olvidar por ello que en otro tiempo la sentaba en sus rodillas. ¿Sabes, querida Madrecita, que siento tus

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M. 20-10-10 (no confiere) 725

13-6-15 (parece una dedicatoria, pero no encontré) 726

C y R. -173 727

C y R. -174 728

M. 6-11-32 729

M. 6-11-32 730

B. 8-2-32 731

C y R. -175 732

R. 24-9-27 733

B. 5-6-31 734

B. 10-7-36

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malecillos? Niñita, que te quiero de verdad, mira, ponte prontito buena que tenemos mucho que hablar; dicen que en ésa tendré visitas y a mí lo que me gusta es callar, ¿verdad que esto es muy bueno?... Ponme donde se te ocurra, a mí todo me es igual, tener mi tribunita, esta sí que me gusta a mí. A mis hermanitas todas diles que las quiero a todas mucho. Y tú, mi buena Madrecita, sabes te quiere María de Jesús735. Una de las primeras providencias de la república es decretar la expulsión de la Compañía de Jesús. Muchos de sus miembros no abandonan el campo sino que continúan sus ministerios instalados en pisos y formando pequeñas comunidades. Con este motivo la madre Arderiu pone a disposición del superior de la residencia de Granada la casa del capellán que a la sazón tienen desocupada, sita junto a la portería del convento en la Huerta de San Jerónimo. Al superior le viene como anillo al dedo y envía a esta vivienda al padre Ricardo Garrido, antiguo formador de novicios, hombre de gran prudencia y virtud: además de otros apostolados, se encargará de la dirección espiritual de las Misioneras. No hay mal que por bien no venga; fue fichaje para la Congregación en un momento en que el noviciado comienza a florecer en esta casa madre de Granada. La Fundadora se entiende perfectamente con este jesuita al que llama el padre del cielo, porque en realidad del cielo parece llovido. A su vez el padre Garrido se felicita por el hallazgo de esta anciana Madre que es todo un espectáculo de sencillez, humildad, gracia y endiosamiento. A pesar de sus muchos años suena como una campana bien templada ¡siempre a plata! Hay una hermana -de pocas luces tiene que ser- que un día le expresa su sentimiento porque ha sido relevada del cargo de superiora general; seguramente imagina que esto supone una postergación. La Fundadora responde sonriendo dulcemente: Tonta, qué poco entiendes de las cosas de Dios736.

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C y R. -176 736

AB. pág. 199

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XXVIII UN TESORO

Tiesecilla y garbosa, siempre con cara de pascua, la Madre va y viene por los pasillos de la casa. Al encontrarse con la superiora general se arrodilla para besarle la mano en señal de acatamiento. Enseña a las religiosas a ver en el superior la sombra de Dios737. Obediencia y sumisión por dentro y por fuera en el único camino de la vida religiosa738. Mucha sumisión, si no os conformáis con obedecer con mirada sobrenatural, no hay vida religiosa739. Los santos se han tragado y han digerido la palabreja «súbdito» -et erat subditus illis (Lc 3,51)- que tan incómoda se ha vuelto en nuestros días. Los santos la hicieron vida. En alas del excesivo razonamiento quizá nos hemos alejado de la sinrazón del sometimiento de Cristo hasta la muerte y muerte de cruz; olvidamos que a partir de la Pasión la obediencia es una forma eminente y necesaria del seguimiento de Jesucristo. La madre Riquelme no entiende otro tipo de consideraciones. Jesús se sujetó a sus verdugos y nosotras, ¿no querremos sujetarnos a quien representa para nosotras a Jesús, Dios, nuestro ejemplar?740 ... Por amor de Dios os pido seáis humildes y os sujetéis a vuestra superiora, sea ésta (siendo legítima) una hormiga o un gigante741. Hija, te debes rendir a la superiora que tengas, si no son engañifas satánicas742. ¿No juramos someternos al Superior por amor de Dios?743 La vida religiosa es sumisión y humildad744. La anciana Madre no se dispensa de pedir perdón por las pequeñas faltas disciplinares, incluso públicamente, ni de solicitar las licencias con la minuciosidad con que entonces lo hacían las religiosas. Era conmovedor verla acercarse a la superiora para decirle: Estoy cansadilla, ¿puedo ir a acostarme? No quería perder los tesoros vinculados a una amorosa dependencia que la asimila a Jesús siempre sumiso a la voluntad del Padre, a toda autoridad y a toda ley humana y divina. Mientras sólo pensáis que obedecéis a Dios en el superior, seréis felices y Dios se comunicará a vuestras almas, si no, infelices, nadie será bueno y convendrá a vuestra alta perfección745. Obedece y ama, hija de mi corazón, en esto encontrarás la paz y el amor de tu Dios746. Obediencia y paz747. E. mucho Dios y muchísima sumisión al legítimo Superior y no juzgar en nada; los niños entran en el cielo, los sabios según el mundo que todo lo juzgan y critican no, y si son religiosas, menos748. ¡¡Ay hijas, lo que es resistir a la obediencia!!749 ...Ésta es la causa fija de tanto descalabro750. Esto no lo hago yo -una blasfemia no me causa más horror-751. ...Ni ustedes, ni yo, ni nadie, haremos nada sin Dios y sin sujeción a la obediencia752. Humildad de corazón y obedecer con amor753. Ya hace años que la madre Riquelme apuntó en su agenda una encantadora metáfora en que expresa la alegría de su alma al obedecer por amor: ...la borriquilla brinca de gozo, ama a su Señor, deposita la carga donde le mandan y contenta espera nuevas órdenes...754

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R. 3-2-28 738

C y R. -177 739

C y R. -178 740

CMC. Pág. 98 741

CMC. Pág. 100 742

CMC. Pág. 99 743

R. 3-2-28 744

R. 6-9-27 745

M. 25-1-15 746

C y R. -179 747

M. 3-10-11 748

G. 23-12-05 749

C y R. -180 750

C y R. -181 751

R. 21-7-29 ( no hay carta con esa fecha ni encontré en otras) 752

C y R. -225; CMC. Pág. 78 753

8-6-27 754

AI. 3-8-22, pág. 43

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Era hija de militar y había visto cómo su padre servía a la patria con la prontitud y la solemnidad de un rito; viajes, destinos y toda clase de riesgos afrontaba sin pestañear por arte de órdenes reales cuyo cumplimiento era sagrado. Por eso la madre Riquelme no puede comprender la desobediencia o la mediocridad en el servicio al Rey de los reyes y menos aún en personas comprometidas con voto a imitar más perfectamente el gesto fundamental de Cristo que es ser el enviado, el mandado, el obediente por antonomasia. La vocación eucarística la conduce a contemplar con singular admiración la obediencia de Jesús en el Santísimo Sacramento, máximo ejemplo de abandono a la voluntad de cualquiera. Las Misioneras a fuer de adoradoras deben ser obedientísimas y para serlo necesitan ser unas fervientes adoradoras. No sin pedir previamente autorización a la superiora, la Fundadora asiste algunas veces a la recreación de las novicias que escuchan con avidez las palabras llenas de sabiduría y unción que brotan de sus labios. Un día la formadora, madre Victoria Valera, le pide un remedio para las que sienten sueño durante la vela al Santísimo. A la madre Riquelme se le muda el semblante y se dibuja en él cierta severidad y gran preocupación. Eso no puede ser. ¡Por Dios, hijas, respetad la Majestad divina!!! 755-había escrito, así, con tres admiraciones. Establece una proporción directa entre la diligencia en la adoración y la perseverancia en la vocación. Ordenó siempre que hubiera suficiente descanso, pero cabeceos en el reclinatorio no y no. Tal vez recuerda la ordenanza militar que considera delictivo para el vigía quedarse dormido en el puesto de guardia. Centinela, alerta... Acaso el enemigo merodea; acaso el Rey abre su audiencia o pasa curando, fortaleciendo, iluminando, multiplicando panes, dando el agua viva... Amemos a Jesús Sacramentado víctima de amor756. Abismada el alma en este Sacramento de amor, está dispuesta a todo sacrificio757. ¿Dónde creéis que se aprenden las verdades? Calladita a los pies de Nuestro Señor758. Es semejante tu misión a la de los ángeles; pídeles que te enseñen a amar y reverenciar a Jesús759. ¡La Eucaristía es el paraíso de la tierra!760 Las novicias la miran absortas. La Madre les habla con los labios, con el rostro encendido, con los ojos centelleantes de fervor. Es verdad lo que rimó en coplillas caseras: Si me preguntáis a mí cómo se llama mi Amado, os diré llena de gozo, ¡es Jesús Sacramentado!761 Pero su ejemplo es todavía más convincente que sus palabras de fuego. Verla cada día en el reclinatorio hasta más de tres horas seguidas y verla erguida, fijos los ojos en la Hostia, inmóvil, como si temiera perder el hijo de un diálogo arrobador. Alguna religiosa se acerca para colocar a su lado un pequeño brasero que atenúe siquiera un poco el frío riguroso del invierno y la Madre ni se inmuta, ni lo advierte, toda embebida en Dios. ¡Como están los ángeles ante el Señor! Deberíamos emular a esos mismos espíritus angélicos, puesto que no por ellos, sino por nosotros se quedó el Señor en la Sagrada Eucaristía762. -había dicho-. A los ángeles no los vemos y sus novicias tenían que «ver» cómo una criatura humana puede adorara al Señor con su alma, con su corazón, con su cuerpo y con todo su ser. Tenían que ver su admirable recogimiento al limpiar de rodillas los vasos sagrados y lavar los purificadores, su entusiasmo y buen gusto al poner una rosa junto al sagrario, la reverencia con que recoge la custodia, pliega el mantel del altar y toca todo lo que sirve para el culto. Toma como modelo a María en el cuidado personal de su Hijo, especialmente en la primera infancia de Jesús. Abraza tiernamente a las religiosas cuando le muestran las

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R. 7-8-28 756

PP. 1ª Ed. pág. 27 757

PP. 1ª Ed. pág. 29 758

CME. Pág. 30 759

PP. 1ª Ed. pág. 19 760

PP. 1ª Ed. pág. 30 761

LM. Nº 2 762

PP. 1ª Ed. pág. 30

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flores que llevan a la capilla. Su feminidad alcanza su máxima expresión en el oficio de sacristana que ha desempeñado desde los diez años de edad. En cuántas casullas ha puesto el arte de sus realces y a la vez los latidos de su enamorado corazón. Las monjas llaman a una de ellas el ornamento de las lágrimas por las muchas que vertía su Fundadora mientras lo bordaba, en un exceso de consolación espiritual. Sufre si advierte que alguna religiosa no cumple estos servicios con la debida pulcritud. ¿Trataremos de cualquier manera a este gran Rey porque se calla?763 No puede soportarlo. Emilia Riquelme enseña a sus hijas a poner el alma en todo lo que rodea a Jesús Eucaristía. Para ellas la pobreza, para Él no hay pobreza que valga ni mimo y esfuerzo que no merezca. Es muy anciana. Observa que la sacristana coloca capiteles en las velas para evitar las salpicaduras de cera y para prolongar la duración de los cirios. Pero las llamas son más exiguas y esto se le antoja una tacañería para con Dios. Pasito a pasito se dirige al altar y, como quien comete una travesura, quita los capiteles para que ardan las velas con espléndida luz. ¿Síntoma de decadencia senil? Seguramente, pero también es índice de su generosidad para con el Señor que es la misma generosidad. Mientras la anciana Madre es un motor invisible que con su vida de oración y de humildad actúa desde el corazón de su Obra, la madre María Amada Arderiu trata de abrir brecha a la empresa misionera que la Fundadora dejó instituida y que por designios impenetrables de la providencia no le fue dado acometer personalmente. El celo de la Misionera -había dicho- abarca el mundo entero764. Deben estar dispuestas a ir hasta los últimos confines de la tierra765. ...A trabajar por Jesús y el ciento por uno y más lo tendremos en el cielo si con fe y amor queremos trabajar por Dios766. No te contentes con ser buena; llévale a Jesús y María muchos corazones767. Comienza la expansión ultramarina de la Congregación el 18 de diciembre de 1934, festividad de nuestra Señora de la Esperanza. La madre Arderiu y cinco religiosas más zarpan en Gibraltar para el Brasil. En la Casa Madre de Granada han hecho los preparativos y en ella también reciben la bendición de su Fundadora que contempla con gratitud este momento trascendental. En la hermosa tierra brasileña espera a las Misioneras con los brazos abiertos el obispo de la diócesis de Caetité, don Juvencio Britto. Las recibe como un regalo del cielo y, alentadas por su cordial acogida, las religiosas comienzan con brío su tarea evangelizadora y educadora. En sus colegios, escuelas,catequesis, internados, etc., trabajan con fe, mirando a Cristo Sacramentado que desde la custodia va realizando en los corazones su obra santificadora. Él es quien atrae a la juventud cristiana de donde van a surgir a no muy largo plazo las misioneras del futuro. La madre Riquelme es feliz cuando se entera de los trabajos de sus hijas. Ya están en un inmenso país, admirable por sus riquezas naturales, por sus países, por la hospitalidad de sus gentes, por su ritmo de progreso. Un país prometedor y estratégico de cara al porvenir... ¡Brasil! inmenso vergel de allende el mar que recibe las primicias de la «Obra de María». En este año de gracia hace eclosión al fin, de una manera palpable, el espíritu misionero del instituto, alimentando durante tantos años en la oscuridad con savia de Eucaristía y riego de lágrimas. Es de despliegue total del fin peculiar de la Congregación. En cambio para España ha sido el año nefasto de la revolución de Asturias que ha teñido de sangre esta provincia industrial y minera. La política continúa complicándose progresivamente. Los partidos que esgrimen la violencia como arma de lucha se dejan oír con fuerza por medio de atentados, incendios, amenazas, desórdenes, etc. De tumbo en tumbo el país desemboca en una situación peligrosa que, al llegar el verano de 1936, se agrava con el asesinato del diputado a cortes don José Calvo Sotelo. La paz del país está constantemente amenazada y se teme que, aprovechando esta anarquía, los extremistas se hagan cargo del poder. En estas circunstancias se produce el llamado «movimiento nacional» promovido por un grupo de destacados militares a los que se unen los españoles de diversos partidos

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B. 17-2-09 764

C y R. -183 765

C y R. -184 766

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políticos derechistas, persuadidos de la ineficacia de cualquier medio pacífico. Media España se va adhiriendo a este pronunciamiento que acaudilla el general Francisco Franco. Pero sólo media España; conquistar la otra media, la más rica y pertrechada, será el objetivo de una guerra que casi dura tres años y en la que la patria se desangra trágicamente. La madre Riquelme está en Barcelona, en la calle Encarnación de la villa de Gracia, en una casa tranquila donde sus hijas la rodean de cariño y atenciones. Tiene su habitación soleada, una pequeña terraza llena de macetas y -y lo que ella estima más- una ventana que da a la capilla desde la cual puede ver la custodia. Las religiosas le ocultan todo cuanto pueda hacerle sufrir y de este modo no puede sospechar la terrible tempestad que está a punto de desencadenarse en España. El día 19 de julio se enteran las religiosas de que ha ardido la casa de los padres cordimarianos, muy próxima a la suya. Apresuradamente se visten de seglar y se distribuyen en casas particulares. En Cataluña ha fracasado el levantamiento y los promotores pagan su audacia con la vida. Empieza el calvario para nuestras Misioneras como para tantos otros religiosos. Porque esta vez la revolución va en serio. La comunicación entre las dos comunidades de Barcelona se hace difícil y todas las miradas de las monjas de Gracia se vuelven hacia su Madre fundadora que con sus ochenta y nueve años no puede moverse con la celeridad que exigen las circunstancias. Por ello, aunque todas las religiosas son bien recibidas en los distintos hogares donde piden alojamiento, sin embargo nadie se atreve a hospedar a la Madre anciana por temor a los inconvenientes que ello podría acarrear en caso de registro. Y los registros eran frecuentes. Allá va la pobre Madre paso a paso del brazo de una de sus hijas, buscando cobijo de casa en casa y recibiendo negativas no por justificadas menos dolorosas. Sus ojos inocentes miran sin comprender todo aquello e interrogan con el rayo lastimero de sus pupilas, ¿por qué? ¿a dónde ahora? Todo es desconcertante para ella. Al fin -¡loado sea Dios!- pueden colocarse en una pensión de señoras. No oculta su asombro al advertir la ausencia de imágenes y emblemas religiosos y desazonada pide a su hijas que la lleven a casa porque allí se encuentra entre protestantes. La superiora general, María Amada Arderiu, es buscada por los milicianos revólver en mano. Bien, como digáis -responde- y con la cabeza hundida en un armario donde guardan la Eucaristía, día y noche adora al Señor y le suplica. Él vela por sus Misioneras. La dinámica Madre hace mili diligencias para conseguir varios pasajes para el vapor «Sicilia» que Benito Mussolini, el Duce, brinda a las religiosas españolas que quieran salir de Barcelona rumbo a Italia, pero sufre lo indecible al ver que no permiten embarcar a la venerada Madre fundadora en razón de su avanzada edad. Los amigos del instituto aconsejan que aproveche la oportunidad la superiora general con otras religiosas, confiando en la posibilidad de gestionar con más fortuna desde el extranjero la salida de la anciana madre Riquelme. Terrible es la perplejidad de la Madre Arderiu sin saber qué partido tomar en este dilema, pero la rapidez con que se suceden los acontecimientos no permite esperar otras opciones. Han comenzado los registros domiciliarios, los arrestos, los fusilamientos, incendios y destrozos. Las dos casas de las Misioneras son saqueadas y todos sus enseres, ropas, imágenes, escritos de la propia Fundadora, etc., arden en la calle en informe hoguera. La ciudad de Barcelona, orgullo de sus gentes por su belleza y pulcritud, presenta un aspecto derrotado y en algunas zonas es un arsenal de despojos y chatarra. Tienen éxito las diligencias para lograr un pase para la Fundadora. La Dirección General de Seguridad, mejor dicho, el Conseller de Seguretat Interior autoriza a las ciudadanas Emilia Riquelme y Zayas y dos más para que puedan trasladarse a Francia y regreso. Hay un sello de tres pesetas que dice: Generalitat de Catalunya. Hay una póliza de siete cincuenta pesetas. 14 de noviembre de 1936. Las religiosas Coronación Sanz y Barrio y Purificación Alavedra y Fanell son las otras dos «ciudadanas» a las que alcanzó la gracia. Las demás hermanas pasaron el purgatorio en Barcelona, rezando y padeciendo hasta que terminó la lucha en aquel frente.

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Sin más demora que la indispensable, el 17 de noviembre, a las ocho y media de la mañana, toman el tren con vestidos de lo más estrafalarios y con el corazón encogido hasta verse sanas y salvas en el otra orilla. Sólo la madre Riquelme, que parece la abuelita de sus compañeras de viaje, está tan tranquila. El miedo de las dos religiosas crece a medida que se acercan a la frontera. Revisión de equipaje. A la pregunta de rigor sobre si llevan algún efecto prohibido por el reglamento, la Madre dice suavemente: Sí, yo llevo un tesoro muy grande... El policía arquea las cejas -¿un alijo de oro?- La simpática ancianita lo aclara todo con aire confidencial: Llevo noventa años... El policía se sonríe. Pero algo más lleva «escondidillo». Las monjas no pudieron persuadirla de que era preciso despojarse de sus dos prendas predilectas: el crucifijo y el rosario. Refiere madre Coronación que al llegara a Port Bou fueron objeto de un registro personal en el que sale a luz el «alarmante» contrabando. Inmediatamente les obligan a entregarlo y Emilia Riquelme se resiste; en ella se despierta el ímpetu de un guerrero y la intrepidez de un mártir. Erguida ante la miliciana que tiene en la mano su crucifijo y su rosario protesta del expolio con energía y dignidad; suplica con vehemencia que no le quite sus signos de cristianas, confesando su fe con la voz enardecida, con el fulgor de sus ojos limpios que ignoran el odio, la arbitrariedad, la sinrazón... La miliciana se conmueve, pero debe limitarse a cumplir órdenes superiores y se dirige a los milicianos para que ellos decidan. Y ellos deciden que el crucifijo y el rosario se queden allí por más que una anciana de noventa años -un tesoro- tenga que alejarse presa del mayor desconsuelo. Las dos monjas están estupefactas al ver el temple maravilloso de su Fundadora y a la vez temblando por el desenlace del drama; tenían prisa por perder de vista a aquellos camaradas tan gentiles. Confortaron a su querida Madre como Dios les dio a entender y dieron gracias a Dios de que el lance no hubiera tenido peores consecuencias.

XXIX ANCIANIDAD FLORIDA

A las siete y media de la tarde, de noche, ya están nuestras viajeras en Perpignan. Han llegado con retraso, razón suficiente para que no las reciban en el hotel donde tenían habitaciones reservadas de antemano. Primera estación. A aquella hora y sin saber hablar francés, Coronación y Pura las pasan moradas. Un joven ruso las acompaña a varios conventos, pero como tantos exiliados españoles se acumulan en el sur de Francia y no todos tienen su documentación en regla, nadie quiere buscarse complicaciones. La pobre Madre no puede tenerse en pie. Después de vueltas y más vueltas, pasan la noche en un hotel y al día siguiente, bien temprano, se presentan en una casa en la que aceptan a las dos religiosas jóvenes. Para la anciana madre Riquelme ofrecen un lugar en las Hermanitas de los pobres. La pobrecilla observa a sus hijas que gesticulan, se resisten, se ponen tristes, muy tristes... Las mira alternativamente sin comprender. Las dos religiosas renuncian a su buen hospedaje y prefieren quedarse con su Fundadora en la residencia de las Hermanitas donde tienen lugar para las tres. Desde allí intentan comunicarse con sus casas de Granada, Oporto y Pamplona, fundadas estas dos últimas precisamente a causa de la guerra. Días largos de destierro. Ha comenzado diciembre cuando reciben una carta de la superiora general en la que les aconseja que se dirijan a Pamplona.

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Jamás olvidarán las Misioneras la generosidad y cariño que las hermanitas dispensaron a su Fundadora en esta ocasión; ellas le abrían sus puertas con dulzura, la acompañaban a la estación en el cochecillo tirado por una bestia; ellas avisaban a sus hermanas de Pau, Biarritz y San Sebastian para que salieran a recibirla de igual modo: ellas la cuidaron en sus indisposiciones con amor de buen samaritano... La Madre había visitado aquellas localidades francesas en su juventud hospedándose en buenos hoteles con su servidumbre; entonces recogía en su antebrazo la crujiente cola de moaré y ahora es una viejecita pobremente vestida y abandonada a la caridad de unas santas religiosas. Las Misioneras que salen de zona roja se instalan en un chalé de Pamplona, calle Leyre, número 5. No tienen capilla, ni muebles, ni sillas, ni de dónde les venga. Trabajan como locas en la confección de prendas de vestir para algunos comercios de la ciudad, porque todo es poco para subsistir medianamente. En un principio fueron acogidas en la casa de Misericordia, pero procuraron vivir en comunidad cuanto antes. Un buen día de invierno sus gargantas enmudecen de emoción al abrir la puerta; sueltan el torrente de sus lágrimas al abrazar a la Madre fundadora con las dos hermanas que vienen de San Sebastián. Lloran, ríen, ¡no se lo creen! Diariamente vana misa a la iglesia de san Ignacio, la más próxima y en la que ellas encuentran el aliciente de la exposición solemne del Santísimo Sacramento desde las ocho de la mañana. Llevan a la Madre envuelta en su gruesa capa de lana, con un velo de gasa que le cubre el cabello totalmente blanco. Las piadosas señoras miran enternecidas a la viejecita que va a comulgar con la piedad de un ángel y que después permanece largo tiempo de rodillas en profundísimo recogimiento. ¿Verdad que ustedes son religiosas adoradoras?... ¡Ya se les nota! -les dicen-. Aunque el trayecto es corto, las monjas tienen miedo a las intensas heladas de Pamplona y estiman más oportuno no sacar a la Madre de casa; lo mismo opinan los buenos vecinos que se conduelen al verla salir con tan mal tiempo y con tantos años. Mas la interesada no quiere escuchar esas prudencias y ruega vivamente a sus hijas: Hijas del alma, dejadme sin comer, pero no me privéis de recibir a mi Dios todos los días768. Imposible negárselo; tienen que darse por vencidas para no hacerla sufrir. Disminuyen sus facultades por días; ya no se da cuenta de muchas cosas, se olvida de otras y se oscurecen y mezclan sus ideas a menudo, por eso es más sorprendente su lucidez en lo que se refiere a la recepción diaria de la Eucaristía. La citada religiosa pamplonesa Mª Iris de Paz López Irisarri, que frecuentaba la Iglesia de san Ignacio, aporta este bello testimonio: Un día de mucha nieve la vi por primera vez en Pamplona, en una iglesia llena de gente, al volver de comulgar; fijó sus ojos en mí y sin saber que era religiosa quedé sintiendo no sé qué. Tuve a partir de aquel día un deseo más grande de comulgar y amar como había visto a aquella venerable anciana que, a pesar de sus años, así corría a la mesa de la comunión apoyada en dos señoras más jóvenes. Yo no supe quién era... Cuando la vi en cama en Granada, conocí aquellos ojos que de tal forma me miraron año y medio antes...769 Al llegar la primavera, la Fundadora es trasladada a la casa de Granada acompañada por la madre Teresa Valbuena Alonso. Es preciso dar un gran rodeo por Salamanca y Sevilla, pues la línea del frente impide pasar por Madrid. Es el último viaje de Emilia Riquelme largo e incómodo. En Sevilla, por un error totalmente involuntario, no fue recibida en una casa muy querida y en otro tiempo muy favorecida por ella. Es el colofón de su peregrinar por esos mundos de Dios. Después del doloroso paréntesis que conocemos sus hijas de Granada le dispensan un recibimiento apoteósico. El jardín está bordado de flores; la capilla engalanada como en las mayores fiestas, esa capilla donde reposan en paz los restos de sus padres y hermanos, relicario de tantas evocaciones; le espera el querido hábito azul y blanco... Qué abrazos, qué alborozo, cuántas lágrimas calientes ruedan por las mejillas como un anticipo del gozo que ha de experimentarse en el encuentro sin término de la patria celeste. Reina un júbilo tal que parece hubiera terminado el azote de la guerra. Desgraciadamente la guerra civil ha de flagelar a España durante dos años más. Aún tardarán las noticias de las religiosas que siguen en zona republicana. El convento de Granada exhibirá por mucho tiempo los impactos de las balas disparadas por algunas partidas rojas que por las noches desde la próximas líneas de fuego avanzaron hacia el cuartel de San Jerónimo. La trepidación de los bombardeos ha dejado sin

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cristales la capilla de las Misioneras. Los cultos se celebran en la pequeña Gruta de Lourdes, la gruta donde la madre Riquelme volcara hace tantos años su sensibilidad de artista. En ella, pues, y en torno al Santísimo, se refugian las Misioneras cuando las campanas anuncian que los servicios antiaéreos han avistado aviones enemigos. Lo primero que hacen las religiosas es buscar a la Madre fundadora para conducirla a lugar seguro. En una de estas ocasiones la religiosa invita a la Madre a recogerse en la Gruta porque van a bombardear. ¿A bombardear? ¡carambitis! ¡eso son palabras mayores! -dice la Madre con un gracioso ademán-. Todavía se manifiesta su patriotismo de buena ley en la constancia con que pide al Señor que los gobernantes cumplan su cometido y guíen al pueblo por caminos de paz y de justicia. Ignora la situación de España porque sus hijas siguen ocultándosela en atención a su edad. Por eso se llenan de asombro cuando una noche de diciembre de 1938 oyen que la Madre les insta para que recen con fervor: Hijas mías, pidamos mucho que la Santísima Virgen salve a Granada de esos hombres... quieren entrar, ¡qué horror, qué de pecados, cómo matarían a todos, cuánto horror y desastre!770 No puede conciliar el sueño. Sin sosegar un momento eleva al cielo un encendido clamor. Las religiosas están impresionadas y la acompañan en su oración, aunque atribuyen su angustia a una alteración de su mente debilitada. Mas cuál es su sorpresa cuando al día siguiente, el confesor de la comunidad, don Bernardo Rosal, les habla del inminente peligro de una infiltración de milicias gubernamentales que había corrido la ciudad aquella noche precisamente. La Madre tuvo varias veces percepciones de acontecimientos ocurridos a distancia. Dos religiosas, Teresa y Paula Raya, se han quedado tristes después de la visita de su padre que les ha comunicado su tribulación por ignorar el paradero de un hijo que desde el pueblo había huido a la zona nacional. La madre Teresa pasa junto a la Fundadora y la saluda hurtándole los ojos enrojecidos por el llanto. Pero la Madre adivina la preocupación de su hija y le pregunta con amable solicitud: ¿Qué te pasa, niña? ¿Es que tienes algún pecadillo? Anda, dímelo y ya está...771 Cuando se entera del motivo de su pena, la Madre propone hacer junto con las dos hermanas una novena al Espíritu Santo; los nueve días a las once de la mañana. Y a las once de la mañana la madre Riquelme acude puntualmente para rezar con sus hijas. Al cuarto día, terminadas las preces, les dice: Hoy vais a tener una buena noticia. Y así es. En aquel momento llaman al timbre. Un telegrama. El joven en cuestión se encuentra en Málaga sano y salvo, con gran deseo de abrazar a su padre y hermanos. La parapsicología tiene muchas explicaciones para esta clase de fenómenos y para otros aún más peregrinos. Nosotros nos quedamos con la maravilla de amor que se traduce en compañía, compasión, consuelo, oración común, estímulo para esperar de Dios el remedio para todos los males. Y todo esto con dulzura, con gracia y hasta con salero. Y hablando de salero... la religiosa Aurora González refiere una sabrosa anécdota de su postulantado: Encontré a la Madre en un pasillo y, como siempre hacía al hablar con las postulantes, me preguntó mi nombre y me dio unos cariñosos besos en la frente. Después me interrogó de repente: «¿Tienes novio, hija mía? Yo, comprendiendo a qué se refería, le respondí: «Sí, Madre, sí...» «¡Ah, pilla!» -me dijo con una sonrisa dulce y graciosa- yo me casé con Él hace muchos años y aún no me he arrepentido...772 Las religiosas están trabajando en la sala de labor, atentas a su quehacer. La Madre fundadora abre suavemente la puerta y se queda mirándolas con ternura; como sin atreverse a penetrar en la estancia les da los buenos días añadiendo algunas palabras de aliento. Con la misma finura sui generis cierra la puerta y se retira... Las monjas se miran suspensas; ¿qué sencilla y amablemente hace todo la Madre! Ése es el milagro ¡y qué milagro! Una vez se acerca de esta manera a dos religiosas enzarzadas en unos problemas de álgebra y, mirando sus apuntes como para sacarlas de dudas, improvisa una ingeniosa lección que es titulada en seguida Aritmética espiritual. Alcanzó numerosas ediciones entre las hijas de la madre Riquelme, pues, aunque redactada de un golpe y como jugando, apenas podría añadírsele algo más. 770

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Alma mía, en tu ignorancia espiritual quiere Dios que, a pesar de tus muchos años, aprendas las cuatro primeras reglas de la Aritmética espiritual, de que estás tan ignorante. Sumarás actos de humildad, amor de Dios, amor a tu Santísima Madre y cositas así que la Señora se digne indicarte. Restarás amor propio, necia complacencia en tus acciones ocultas y halagos a este lodazal que llevas a cuestas, de tu ruin cuerpo. Multiplicarás obras de caridad interior, abnegación y olvido de todo lo criado, y, sobre todo, inmolación completa y voluntaria de todo tu ser en las manos de tu Inmaculada Madre, para que ella tome o deje lo que le guste, según agrade más a su Divino Hijo. Dividirás en un todo tu corazón del mundo, dando con justicia a Dios todo lo que le pertenece, y a las criaturas todo lo que legítimamente te pidan para gloria de Dios773. Después de tantos meses pasados sin culto, sin la exposición del Santísimo, la madre Riquelme reanuda sus adoraciones con hambre atrasada, su pequeña figura parece traspasada de fervor, ingrávida, pura elevación y contemplación. Su piedad se intensifica como si hubiese llegado ala cumbre del amor y de la transformación. Las religiosas se compadecen al verla horas y horas de rodillas y se acercan para sentarla. Algunas veces la Madre obedece por complacerlas, pero otras se resiste porque ¡para Dios todo es poco!. Lo mismo ocurre cuando quieren dispensarla de besar el suelo a cada estación del viacrucis. Con frecuencia cae de bruces al hacerlo, si bien se levanta con energía y sigue adelante hasta acabar el piadoso ejercicio. Sus hijas le sugieren que gana lo mismo haciendo el viacrucis con su crucifijo. Ella protesta con viveza: ¿Cómo que es lo mismo? ¡Para Dios todo es poco! No entiende de restricciones ni de cálculos. No se acuerda ni de comer ni de dormir. Lo que de verdad la entusiasma es escuchar las pláticas del padre Garrido. Acude puntualmente al toque de campana y acerca su silla al conferenciante para no perder ni una sola de sus palabras. Un día -sólo uno- llega tarde porque no se atrevieron a interrumpir su plácido descanso. Cuando aparece en la reunión ésta ya ha comenzado y humildemente pide perdón de rodillas por su retraso. Entrega este jesuita a la Fundadora un ejemplar de la biografía de sor Ángela de la Cruz en la que se reconoce a Emilia Riquelme como insigne bienhechora del instituto de Hermanas de la Cruz. La anciana Madre hace una mueca de desagrado diciendo: ¡Vaya por Dios, qué mal gusto han tenido! Eso ya no me gusta...774 Y sin más comentarios prorrumpe en alabanzas a Son Ángela, mientras el buen Padre dice con sordina a las religiosas presentes: ¡Bendito Dios! Esto es la verdadera humildad. En su ministerio de formador de jesuitas había sido experto catador de las virtudes auténticas; le gustaba lanzar puyas a la Madre para calibrar sus reflejos espirituales en la espontaneidad de sus respuestas. En cierta ocasión le dice delante de las novicias: Usted es el pararrayos de esta casa; si no fuera por usted, ¿qué sería de estas jóvenes? Con la transparencia de un niño y con su habitual cortesía, ataja la Madre: Perdone su Reverencia, pero en este caso está equivocado; el pararrayos son ellas y yo mala. El padre, con su fino humor malagueño, le presenta una novicia de elevada estatura a la vez que bromea: Vea, Madre, vea esta novicia tan alta, eso sí que es una monja y no usted tan chiquitilla... La interpelada dice al punto como si tuviera preparada la respuesta: ¡Ay Padre! cuando entramos a la vida religiosa todas somos altas, pero a medida que nos vamos conociendo con el tiempo, todas nos vamos achicando...

Otro día se agolpa en su celda un grupo de retozonas novicias. Allí se encuentra también el padre Garrido, pero a las jóvenes les gusta escuchar a su Fundadora y se dirigen a ella pidiéndole una palabra edificante. La anciana pone su índice en los labios y se niega a hacerlo con un gesto de inimitable gracia: Cuando está el Padre no habla la Madre...

A pesar de los achaques propios de la edad qué dulcemente se deslizan sus días repartidos entre Cristo Sacramentado y la comunicación con las religiosas. Es preciosa la última carta que de ella se conserva. Ha cumplido los noventa años y su caligrafía, aunque algo temblorosa, es perfectamente legible.

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Es un testimonio de ternura, de piedad, de gracia andaluza, en fin, de todo lo que Emilia Riquelme es. La transcribimos íntegra:

Granada, 14 de agosto de 1937

Niñitas de mi alma: hace días no escribo a VV., es que tengo noticias vuestras con frecuencia por Mª Amada. Aquí me tenéis, no mal de salud, y pensando en mis niñitas ¡pobres mías! yo sin sentir calor y VV., hijas mías, sudando sin parar; luego digo, felices ellas que tienen calorsito que ofrecer a N.S. Las monjitas tienen hoy día de retiro, yo como tengo al mes treinta días de retiro, me digo: hoy viejecita, vas a descansar con tus Madrileñas (quería decir «pamplonicas», ya que Madrid aún estaba incomunicado con la zona «nacional»).

Aquí asiste a la pobre vieja madre Blanca; pobre mía, como también es algo vieja conoce mi juventud y vamos tirando las dos.

Y adiós, hijas todas de mi alma. Os quiero muy de verdad a todas. Siempre de sus hijas, Mª de Jesús.

XXX

PRELUDIOS

Como hemos visto, la Madre es puntual a los actos comunitarios. No ha amanecido y ya está levantándose y arreglándose con presteza. La enfermera, madre Blanca León, probablemente con bastante

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sueño, le asegura que no ha tocado la campana todavía. La claridad que la Fundadora ve es la de una hermosa luna que brilla en el firmamento. Son las cuatro de la mañana. La Madre explica la razón de su diligencia: Tenemos que tener mucho cuidado, las religiosas más antiguas estamos más obligadas a dar buen ejemplo...775

Bien temprano estaba en el coro haciendo su meditación el 17 de noviembre de 1937, cuando le sobrevino un ataque de hemiplegia. Contrasta la aflicción de las monjas con el júbilo que ella siente en este preludio de la partida a la patria tan largamente esperada y deseada. Pero una mañana, después de la comunión, confidencialmente comunica su secretillo y es que la Virgen le ha dado a entender que aún debe esperar un poco. Qué condescendiente es la Virgen para con sus Misioneras.

La venerada anciana ha experimentado una ligera mejoría, mas su salud ha sufrido un quebranto irreparable. Se repiten los colapsos y ataques entablándose un duelo porfiado entre la vida y la muerte. En distintas crisis de la enfermedad se le administra la unción de los enfermos que la Madre recibe con extremado fervor respondiendo con firmeza a las preguntas del ritual y pidiendo perdón a la comunidad con acentos de contrición profunda. En aquella habitación se respira una atmósfera de cielo.

El día 2 de agosto de 1938 Su Santidad Pío X aprueba definitivamente las constituciones de la Congregación de Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, título definitivo que sintetiza como ninguno el carisma y naturaleza del instituto que si es mariano por los cuatro costados, es eucarístico hasta la médula y desde que nació. Don Carmelo Bloy, desde el Colegio Español de Roma, remite a las Misioneras el ejemplar sellado y firmado por el cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosas, monseñor La Puma. La superiora general, que durante su estancia en Italia a raíz de la guerra había activado los trámites, corre gozosa a presentar las constituciones a la Madre fundadora.

Emilia Riquelme recibe el galardón de todos sus trabajos. Toma el libro en sus manos, lo mira, lo besa, vuelve a besarlo; lo abre, lo cierra para tornar a abrirlo en un transporte de entusiasmo. Con todo su corazón da gracias a Dios, da gracias a la Virgen Inmaculada, su adorada Madre, y da gracias a los que han colaborado con el Instituto en esta última etapa ascensional: el cardenal La Puma, el cardenal Segura protector de la Congregación, el padre Arcadio María Larraona cmf...

Aquellos que siembran con lágrimas cosechan entre gritos de júbilo (Sal 126, 5). La Fundadora puede entonar su nunc dimittis en este dorado atardecer, al recoger las gotas de dolor y de humillación esparcidas trabajosamente en la besana. Ya están al alcance de la mano los frutos maduros que la Madre acaricia con embeleso. Ahora podría partir en paz... pero aún tendrá que esperar dos años largos. En un día lejano en que las monjas manifestaban sus preferencias por las misiones o el martirio, la madre Riquelme había dicho: No, yo no seré mártir de sangre. Nuestro Señor me da a comprender que mi martirio será vivir inmolada en una cama mucho tiempo antes de morir776.

Mucho tiempo para que las jóvenes promociones de Misioneras tengan ocasión de ver con sus ojos la encarnación palpitante de un ideal de humildad, amor, cruz, sencillez. Mas no sólo esto; también han de palpar el cumplimiento de la palabra de Jesús que promete el ciento por uno a quienes todo lo dejaron por Él. Porque esta mujer, consumida físicamente por ley de vida, desborda e irradia la dicha de un ocaso rico en gavillas apretadas. En ella se conjuga la inmolación total con la esperanza firme de la gloria que casi se saborea ya; ¿no es esto una paga cumplida, superabundante...?

El padre Garrido, como hemos visto, se complace en bromear con la Fundadora en presencia de las novicias para poner de relieve quilates de su virtud. A ver, Madre -le pregunta- a ver cómo va a abrir la boca de admiración cuando entre en el cielo... La interpelada obedece inmediatamente con encantadora docilidad y

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abre su boca en un gesto de extática sorpresa: ¡¡¡Ah!!! Pero le da la risa y el gesto acaba en un regocijo general. ¿Así sólo? -insiste el Padre- ¿No abrirá la boca más? La Madre repite su exclamación abriendo mucho más la boca y provocando mucho más la hilaridad de todos: ¡¡¡Ah!!!

Tan bello, tan edificante debió ser este rasgo que jamás lo olvidaron quienes tuvieron la dicha de presenciarlo. Y no es porque no abunden anécdotas de todo tipo.

La guerra española ha terminado el 1 de abril de 1939 y la patria maltrecha comienza su penoso caminar de reconstrucción y restauración. La madre Riquelme tiene el consuelo de saber que se están reparando con ventaja sus casas de Madrid y Barcelona, que se proyectan nuevas fundaciones y que están ingresando muchas aspirantes al instituto. Pero es demasiado anciana para enterarse de que ha comenzado la segunda guerra mundial, sin precedentes en la historia en pérdidas humanas, crueldad, dolor y destrucción.

El día de la Natividad de Nuestra Señora, 8 de septiembre de 1940, a poco más de un año de estallas el conflicto europeo, la Madre se agrava por momentos; tiene un colapso tan fuerte y fulminante que la dan por perdida. Acude inmediatamente el padre Gandía, sj, don Bernardo Rosa y don Salvador Algarra, médico de cabecera. El doctor la reanima hasta el punto de que con plena lucidez la enferma puede confesarse con su director espiritual, el padre Garrido, que acaba de llegar. Precisamente se disponía a comenzar los Ejercicios Espirituales a las religiosas que se han convocado para el capítulo general, diferido por causa de la guerra española.

La Madre se recupera lo suficiente para que las religiosas capitulares puedan hacer tranquilas los ejercicios y celebrar las sesiones programadas. Es reelegida unánimemente la madre Arderiu como superiora general. El arzobispo de Granada, don Agustín Parrado García preside el acto de la elección y después visita y bendice a la anciana Madre fundadora.

La Madre tiene alternativas de lucidez e inconsciencia. Reconoce a las vocales del capítulo que vienen representando a las distintas fundaciones de la Congregación y se alegra del progreso de las casas y de las obras apostólicas, pero padece a intervalos regresión mental en que confunde nombres y recuerdos del presente con otros de su infancia. La madre Arderiu, que la contempla constantemente con cariño infinito, le pregunta acercándole su rostro: ¿Quién soy yo? Madre mía, ¿quién soy yo?

Los ojos vivos y dulces de la anciana la examinan con atención, se ensombrece su semblante y frunce el entrecejo en un gesto de impotencia... ¡no recuerda el nombre!, pero con la voz embargada de amor le responde: No sé... no sé quién es ésta... no sé decirlo, pero sé que es una cosa muy mía, muy mía...

Sin embargo en un instante de clarividencia la llama a su lado y quitándose la alianza de la profesión, la pone con fuerza en el dedo de su hija predilecta a la vez que le dice apretándole la mano: Hija mía, has de sufrir mucho, tendrás grandes trabajos, pero con ellos darás mucha gloria a Dios. Tú firme siempre, despreciando el mundo, siempre recta, al deber, fuerte y humilde, que Dios nunca te ha de faltar ni la ayuda y amparo de nuestra Santísima Madre Inmaculada777.

¡Me dijo unas cosas...! -repetía la madre Arderiu al evocar esta solemne investidura. Y siempre se le quebraba la voz y se le humedecían los ojos y nunca acabó de decirlo todo.

Se acercaba la fiesta más grande para las Misioneras después de la del Corpus Christi, el 8 de diciembre, la Purísima, la Virgen llena de Jesús que espera en el adviento. Cuando las religiosas refieren a

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su Fundadora lo que han hecho o lo que piensan hacer para honrar a María más y mejor, ella las estimula con encarecimiento: Me llena de consuelo obsequiéis a la Santísima Virgen, esto es manantial de toda suerte de dichas778. Ansío améis cada día más a la Santísima Virgen, pues parece que con esto lo tenemos todo779.

La madre Riquelme con María lo tiene todo, cuántas veces lo ha repetido y lo repetirá mientras quede voz en su garganta. Sería preciso ponerse guantes blancos para escribir sobre el largo idilio de la madre Riquelme con la Virgen Inmaculada. En todas las etapas de su vida aparece enajenada por la excelsa figura de María. Esta devoción se abre al compás de su existencia como si el germen lo llevara ya en la sangre; se desarrolla en el seno de una familia netamente mariana y, sobre todo, es sin duda uno de esos dones que el Espíritu Santo otorga a aquellos fieles sobre los cuales tiene especiales designios. Penetrar en el «secreto de María» dicen algunos santos que es una exquisita intuición para poder penetrar en las intimidades del Corazón de Cristo, el Hijo tan parecido a su Madre. Es un don que Emilia Riquelme cultiva con esmero. Ya sabemos que no hemos de encontrar en sus escritos exposiciones doctrinales ni intelectualistas; lo suyo es vida: se enamora de la candorosa virgen oculta en un lugar perdido en la geografía del globo; le embelesa la mujer del sí incondicional, la de las cuatro palabras inefables del evangelio; la que por su obediencia, humildad y disponibilidad pudo colaborar en la obra salvífica de Jesús, el Verbo hecho hombre en sus entrañas.

Se entrega a María con filial ternura, se exalta celebrando su grandeza de Reina, glorificada como un anticipo de la Iglesia que aún peregrina. La nombra incontables veces «la Madre de Dios» y escribe en las primeras constituciones que esta maternidad divina es su máxima gloria, causa de las demás prerrogativas. La Madre no es teóloga, pero su devoción mariana no está desprovista de argumentos teológicos.

Cuando pone la primera piedra de la Casa Madre a Ella se la dedica; cuando funda la Congregación la quiere totalmente inspirada en el ejemplo de María y la pone bajo su tutela hasta llamarla y querer que lo sea en verdad la Obra de María. La quiere tan dirigida por Ella que escribe en una de las primitivas constituciones: Una sola Superiora tendrá esta Orden, que es María Inmaculada780. Y a sus hijas les dice: Sí, poned la imagen de la Virgen Santísima donde se vea es ella la Superiora, la Madre y el encanto de sus hijas y que siempre así quede. Qué alegría y consuelo me dais con eso, hijas mías781.

La madre Riquelme ha experimentado qué dulce y provechoso para el alma es el amor de María782, porque ha encontrado en Ella el atajo seguro y fácil para llegar a Dios. No se cansa de recomendarlo a sus hijas: Amemos a María Inmaculada, es el camino segurísimo para ir a Jesús y para el eterno cumplimiento de nuestros deberes783. Todas unidas a Nuestro Señor por medio de su Madre y veréis cómo corréis en el camino del cielo784.

La Madre prodiga diminutivos bien porque ésta era la costumbre de su tiempo y ambiente, bien por ciertas lagunas afectivas ocasionadas por su prematura orfandad. Pero qué deliciosas resultan las imágenes infantiles de que se vale para expresar su abandono en la Madre de Dios. Tratemos de reconocer en la siguiente alegoría una versión mariana del «ascensor» de que habla Teresa de Lisieux en La historia de un alma785.

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B. 13-5-08 779

B. 2-2-16 (no hay carta con esa fecha) 780

CC primitivas, pág. 6 781

G. 24-5-17 782

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PP. 1ª Ed. pág. 36 784

CMC. Pág. 92 785

“Manuscritos autobiográficos” C, folios 2 anverso y 3 reverso.

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Dios es el único objetivo de nuestras vidas en un todo, pero se necesita un cochecito para ir a Él y éste es María. El niño sin su madre no vive bien, a veces el camino es largo, el calor asfixia, muchos peligros nos acechan. Es bondad de Dios darnos un cochecito para salvar tantas dificultades786.

Y en consecuencia no teme afirmar: Seremos de Jesús si amamos a María787. Sólo callando mucho encontraremos a María y con Ella a Jesús788. Pide a la Santísima Virgen te alcance mucha luz para conocerla y amarla789. La Virgen es especialmente Madre para el corazón que sólo busca agradar a su Hijo790. Pedidle todas que nos enseñe a agradar a su divino Hijo, esto lo escucha siempre, hacedme caso, pedídselo todos los días y veréis cuántas cositas se os ocurren para agradar a Nuestro Señor791.

Extasiada al contemplar a María como dechado incomparable para todos los redimidos, la primera seguidora de Jesús, llena de gracia y de virtudes, dice a sus religiosas: Mira a la gran Misionera María Inmaculada, ese debe ser tu modelo, amor sin límites a Jesús y pureza angélica792. Mira a Jesús, mira a María... no mires más793. ¿No te enamoran ese Hijo y esa Madre?794 ¡¡Oh mi Madre del alma, quién como Ella después de Dios!!795

Nada de aquello que poco o mucho se relaciona con María o redunda en su honor le es indiferente. Promueve con esplendidez los cultos tradicionales que le dedica el pueblo cristiano: novenas, visitas, mes de mayo, y se vuelca en el adorno de sus altares, ensayo de cantos, cuidado de sus imágenes... Le rima con ternura estrofas que saltan de promoción en promoción de Misioneras y mantienen en la Obra el acento con que su Fundadora cantaba:

Pastorcita de mi alma,

Madre de Nuestro Señor,

fecundiza nuestros campos

y riégalos con tu amor...796

Hijas, os ruego por amor de Dios -dijo en los albores de la Congregación- que hagáis el mes de María con muchísimo fervor. Somos malillas y sólo la Sma. Virgen puede sacarnos de nuestro estado de tibieza797. ¡El mes de mayo! qué lindo momento para hacer entrega total del corazón al de esta dulcísima Madre798.

Su pensamiento mariano, aunque no lo afirma explícitamente, parece claro que está en la línea de la doctrina de san Luis María Grignon de Montfort. En la Madre no puede separarse ni casi distinguirse amor de Jesús y amor de María; la Virgen es toda relativa a Dios y al amarla a Ella se da el Señor por amado en esta perla singular, obra maestra de la Santísima Trinidad. Así lo entiende Emilia Riquelme, lo que quiere decir que así lo vive. Muchas veces se dirigirá indistintamente al Hijo y a la Madre en la misma frase, en el mismo suspiro de amor, en el mismo grito del alma.

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C y R. -190 787

C y R. -191 788

PP. 1ª Ed. pág. 32 789

PP. 1ª Ed. pág. 33 790

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PP. 1ª Ed. pág. 35 792

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MaMM. Pág. 20 795

R. 24-11-27 (no confiere) 796

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B. 30-4-03 798

CMC. Pág. 3

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...Me pareció que de especial manera me consolaría y defendería la Santísima Virgen, la siento ahora que es mi Madre más que antes, ¡oh mi Madre! parece quiere suplir en algo la ausencia de su Hijo Divino, ¡Dios mío! se calla, sí, pero no me deja..799. No temo, todo lo tengo en Tí, Dios mío, y en tu purísima Madre800. Madre mía, presentadme a vuestro divino Hijo, decidle que quiero ser muy buena... que me perdone... Madre de mi alma, no permitáis que me separe de Vos801. Madre mía, toma entero mi corazón y dame amor de Jesús802. ¡Qué dicha es ser de Jesús! ¡Qué felicidad pertenecer a María! ¡Qué Esposo! ¡Qué Madre!803

Todo tu ser entero dáselo a tu Madre Inmaculada y Ella como suyo se lo ofrecerá a Jesús804. Si todas tus acciones se las presentaras antes de ejecutarlas a esta Madre de la Sabiduría, cómo esta Madre las ajustaría al divino Modelo de Jesús; sé fiel a esta sencilla práctica...805 No debemos tener voluntad propia más que para entregársela a la Sma. Virgen, y que Ella se la dé a Jesús. ¡Qué hermoso es esto y qué feliz nos hace!806.

¡Madre mía Inmaculada, luz verdadera de Dios! ruega por mí, alegría del cielo, ruega por mí, Madre del pecador arrepentido, ruega siempre por mí807. Qué ganas tengo de ver a la Santísima Virgen, tan encantadora, es ciertamente nuestro consuelo en este valle de penas808. En mi último suspiro recíbeme en tus brazos y en ellos dichosamente pasaré a la eternidad809.

Amó a María, todo se lo dio a María y siempre contó con María. En la oración que compuso para las Bodas de Plata del instituto condensaba así todas las aspiraciones de su corazón: Nada queremos, nada pedimos más que a Vos mismo, Señor, y la protección de María (cf. pág. )

¿Y ahora? ya está postrada en una cama, al cabo de su carrera. Se acerca el día de la Purísima y todo su ser se dispone para el acorde final. Se da cuenta de la proximidad de la fiesta mariana más querida y comenta: ¡Qué día tan grande la Inmaculada! Acá se celebra, pero en el cielo mucho más.

¿Dónde piensa pasarlo, Madre mía?, le preguntan las hijas. Con el rostro encendido de alegría responde: Eso me lo tengo guardadillo810. Por poco tiempo guardará su secreto.

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AI. 10-9-22 800

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C y R. -198 805

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PP. 1ª Ed. págs.. 35-36 807

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B. 7-4-04 809

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XXXI

ACORDE FINAL

El 7 de diciembre sufre otro colapso de poca intensidad. Las pobres Misioneras tiemblan como la hoja del árbol. ¿Se la llevará mañana la Santísima Virgen? ¡Cómo les cuesta desprenderse de su tesoro! No, la Virgen no quiere enlutar el día azul y blanco por excelencia, pero desde la víspera la Madre fundadora ya no toma alimento de la tierra. Se encuentra en el lecho del dolor, incorporada sobre las almohadas, en un estado tal de consunción que apenas tiene algo más que la piel sobre sus huesos. La colcha y mantas no acusan relieve alguno. Es toda ojos y corazón, toda alma y pura respiración de amor. Contrasta con el aniquilamiento de su cuerpo la energía de su voz que reúne toda su potencia en estas horas postreras.

Reconoce a sus hijas, las abraza, las bendice y no cesa de besar las manos a la superiora general con expresa intención de renovar su acatamiento a la autoridad. La madre Arderiu, destrozada de pena, mantiene con la Fundadora el siguiente diálogo:

-¿Qué siente, Madre?

- La muerte, hija mía.

- ¿Sufre mucho?

-Sí, pero Dios Nuestro Señor es tan bueno que se digna darme fuerzas para todo811.

Refería más tarde la superiora general: Siempre que se le nombraba el cielo se le alegraba la cara de un modo celestial y extraordinario. Sin cesar se la oía repetir: «Ansío el cielo, suspiro por el cielo, ¿cuándo me será dado?». Madre mía Inmaculada, acuérdate de tu hija... pero... hágase su voluntad siempre y en todo; no quiero vivir ni morir un solo instante antes o después de lo que Dios quiera812.

Días antes parecía forcejear con un invisible enemigo disputándose en con él la salvación de algunas almas. Otras veces, sin perder su serenidad, invocaba a la Madre de dios tal vez por sentirse agobiada por escrúpulos o temores; repetía: Ya lo confesé no una sino dos y mas veces...813

¡Oh hijas -dice- los juicios de Dios son muy grandes! Dios es muy bueno y misericordioso, pero es muy justo814.

Y demostraba gran dolor y arrepentimiento de todos sus pecados y gran confianza en la Madre de los pecadores: ¡Madre mía, tú eres la esperanza mía! Creo en Dios, espero en Dios, amo a Dios...815

Indudablemente que por afán de tranquilizarla y con mejor voluntad que acierto, una religiosa le sugiere: Madre, no tiene que temer, ¡con tantos años de méritos!. La anciana la interrumpe vivamente: No, no, Dios es bondad por esencia, pero justo como Él solo816.

La madre Arderiu dirige a su Fundadora preguntas cuya respuesta sabe de antemano, pero ¡queda tan poco tiempo para escucharla!

- ¿Siente pesar por haberse dado entera a Dios y por habérselo entregado todo?

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- ¡Oh no, no! -responde la enferma haciendo un gran esfuerzo- todo lo contrario, me alegro muchísimo, con mi corazón entero817.

- ¿Le contenta haberlo hecho?

- Sí, sí, me siento feliz y dichosísima.

Sigue preguntando la madre Arderiu consciente del valor de las respuestas cuando la verdad fluye plena, purísima, sin trabas de ninguna clase. Quiere que la Fundadora afirme ¡una vez mas! su amor a la Madre de Dios.

Nunca le he negado nada a la Santísima Virgen, para Ella alma, vida y corazón818 -ratifica la venerable enferma-. A mi me quiere porque Ella es inocente y yo pecadora... Por amor a la Virgen todo. María de Jesús es toda de la Virgen. Todas mis hijitas, Madre mía, piden por mí. Yo no soy nadie, Dios mío, estoy en un apuro muy grande, no tengo ninguna virtud... Dios mío, dadme lo que yo no tengo; tengo sólo, sólo pecados; dadme virtudes... pero yo he dado siempre a mi Madre Inmaculada toda mi nada819.

La Madre lee una jaculatoria en francés que tiene escrita al lado de su cama. Le es muy familiar, la ha repetido muchas veces: Seigneur, tirez-moi à Vous; c’est trop souffrir que de vivre sans Vous. Luego dice: Vamos, vamos...820

- ¿ A dónde? le preguntan sus hijas.

¡Al cielo!, responde con el rostro bañado de felicidad. Siempre vivir en Dios y para Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Su vida ya no es más que un coloquio con Jesucristo y con la Virgen. Es el acorde final que interpreta sin más esfuerzo que abrir el corazón para dejar que salga y se difunda de un golpe todo el amor que fue atesorado. Es la rúbrica de su vida con la que ratifica todo lo que en ella sembró aquí y allá como granos de buen trigo. Las palabras que antes dejaba caer entreveradas con los afanes cotidianos, ahora saltan en cascada continua porque ya no hay más quehacer que esperar amando el encuentro con el Amor.

La madre Amada Arderiu las copia con cuidado, las recoge con amor, para que las Misioneras ausentes y futuras participen del festín. Pone especial atención cuando tiene el valor de un mensaje para el instituto entero. Son la última voluntad, el testamento de su Fundadora.

Hijas mías, a todas os recomiendo ciega sumisión y obediencia, sencillez de corazón y humildad muy profunda. Unión, hijas mías, todas Una, y observancia de los santos votos y Reglas. Pedid por mí, yo pediré en el cielo mucho por todas y por el Instituto; pediré muchas y buenas vocaciones, buenas mejor que muchas821.

Hijas mías, que no haya ninguna Misionera que se quede ni un solo día sin rezar el Santo Rosario, a no ser que esté gravísimamente enferma y en este caso, lo recen las otras por ella. Siempre acudía a la Virgen y me decía en todo: «acude a Mí». Con el Santo Rosario nos tiene cogidas a todas. Le he pedido que el Santo Rosario siempre, siempre lo recen las Misioneras, que jamás lo dejen de rezar822.

¡Qué insistencia! Ni que hubiera vislumbrado las embestidas que había de sufrir dentro de unos lustros esta hermosa devoción popular. Las Misioneras no podrán decir que no saben a qué atenerse. Lo saben y agradecen a su Fundadora la claridad con que explicitó su voluntad en este punto concreto.

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Hijas mías -continúa-, amaos las unas a las otras, pero con tal intensidad que nada ni nadie sea capaz de apartar de nuestros corazones esta íntima caridad que nos debemos en Dios, por Dios y para Dios. Ahora diré: ¿cuál de vosotras tiene algún secretito que decirle a la Madre? Pues mirad, yo quiero que hoy mismo la que lo tenga se lo diga a la Madre. ¡Oh, veréis! hay en la vida religiosa un secretito dulce, cariñoso, comunicativo para el corazón; ese amor es la caridad. Tened caridad unas con otras; amaos las unas a las otras; esto es lo que os tiene que decir esta pobrecita Misionera. Nada más tengo que decir; ahí está todo. Quien ama a su prójimo, cumple toda la ley, esto dice san Pablo823.

Hasta tal punto este largo y ferviente coloquio es un resumen de toda su vida que incluso acude a su mente una coplilla que compuso sin duda cuando en el noviciado de las Esclavas Concepcionistas llevaba el nombre de María de los Dolores. Es curioso que en estos momentos se acuerde de recitar el lindo retruécano:

María de los Dolores

se llama la prenda mía,

y así a mi vez me llamo

de los Dolores, María824.

Se reprocha la alusión a penas pasadas cuando su alma está sumergida en consuelos y se apresura a rectificar: Pero esto era antes; ahora todo es ¡alegría, alegría y placer!... Qué cerquita veo el cielo; es verdad que en medio de mi grande alegría siento dejar a mis hijas que tanto amo; allí están las del cielo, acá vosotras; pero, hijas mías, hemos de estar tan unidísimas, que todo cuanto se haga aquí tenga el visto bueno allí, y si tiene el visto bueno, nada ni nadie puede impedir esta unión825.

Todo lo he hecho para la gloria de Dios, pero por manos de María. Todo lo de la Congregación ha sido por medio de María. ... Tengo una señora encantadora que me acerca a Jesús, es... la Madre del Amor Hermoso y de la Santa Esperanza. Con Jesús, María y mi Cruz lo tengo todo; no necesito más; vuelo al cielo826.

Aún intenta confortar a sus hijas con la promesa de su oración y de su perpetuo amor en el cielo; aún pronuncia palabras de despedida, palabras largas, de inmenso fervor, como de quien prolonga un adiós muy costoso aunque ardientemente deseado: Ha terminado mi misión, hija mía... Nuestro Señor misericordioso se digna llevarme con Él ¡¡¡qué dicha!!! Ya en la tierra nada puedo hacer, no puedo ayudar a mis hijas... Sí, sí, con todo mi corazón he de pedir desde el cielo por todas mis hijas, presentes y futuras, por toda la Congregación y sus casas. Siempre he pedido y pido a Nuestro Señor que seáis, hijas mías, ahora y siempre, todas una, unidísimas con caridad verdadera. Mi Santísima Madre Inmaculada se digna hacerme comprender que nos concede esta dicha inmensa de formar siempre en Dios un solo corazón827.

La madre Arderiu, cronista de estas escenas, dice que la Fundadora hablaba las más hermosas cosas con cara de cielo y grandes demostraciones de júbilo. Que su habitación, presidida por la Inmaculada Virgen Fundadora, era un trasunto del paraíso. Que en aquellos momentos palpaban el gran amor de su querida Madre, su humildad, y el acendrado espíritu eclesial en que tanto se había distinguido toda su vida. La oían repetir muchas veces: Soy católica, apostólica y romana, con todas las fuerzas de mi alma, siempre pido y todo lo ofrezco por el Santo Padre828.

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Pero cuando se dirige al Señor o a María es cuando se desata su lengua, cuando no sabe callar, como quien aprovecha hasta el último segundo para proclamar las misericordias divinas y para abandonarse infinitas veces a la voluntad de Dios.

Amar a Dios y hacer su voluntad es lo más grande que puede haber, pero sin callejuela, lisa y llanamente, mirando a Dios. Para ir al cielo hay que pasar muchos trabajillos; sí, Jesucristo nos dio ejemplo... era Dios... todo era suyo y ¡cuánto trabajó y padeció! Para Jesús mi alma, mi vida, mi ser entero; soy toda suya, enteramente su esclavita, sin querer otra cosa que su completa voluntad en todo. Soy muy chiquita, pero toda y siempre de Jesús, para Jesús y todo por Jesús829.

¡Ay hija! a los pies de Jesús se aprende lo verdadero. Sí, se lo he dado siempre a Dios todo, pero ¡con tantos tropezones!... Pronto volaré, ¡¡qué alegría!! pero no quiero nada, lo que Dios quiera; soy una pobre viejecita que estoy en mi rinconcito, esperando que Dios me llame... Mi Madre Inmaculada vendrá muy pronto a llevarme... Sí, Jesús viene, viene con su Santísima Madre. ¡Oh cuánto, cuantísimo, con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas y ser entero, amo a Jesús y a la Santísima Virgen, mi Madre, aunque soy tan pequeñísima, nada!830

Dios solo es el único que hace falta... Él sabe nuestra buena voluntad, ve nuestra pequeñez, se contenta con lo poquito que tenemos, pero esto sí, lo quiere todo831.

En esta hora suprema en que nada importante queda por salir a escena, Emilia Riquelme no se olvida de la encantadora «visión» que tuvo cuando niña. Es significativo que después de ochenta y seis años repletos de emociones profundas, de penas y trabajos tan copiosos, se acuerde aún de aquello que ha permanecido oculto, aunque vivo y activo en su corazón.

... Qué bello es mi Jesús, es encantador!! Le he visto muchas veces, casi siempre a la Santísima Virgen con su Divino Hijo. Cuando tenía siete años me lo puso la Virgen en la falda... se lo llevó luego... no me deja nunca que le bese, me dice «luego» y ese «luego» todavía no llega... No sé decir cómo va, si blanco, celeste o encarnado, se queda una embobada mirándole y no se entera de nada, sólo que es lindísimo. Y le espero que venga a por mí como me ha prometido. No digáis nada de esto porque «mi secreto para mí» ¡¡Qué soledad!!832.

¿Por qué «soledad»? ¿Sería el contraste de aquellas maravillosas experiencias con el vacío que dejan Jesús y María cuando se retiran? ¿La añoranza que invade el corazón cuando se apagan ciertas luces o se desvanecen ciertas delicias? Ahí queda la exclamación de la Madre después de la dulce evocación. Sigamos escuchando con reverencia su postrer coloquio.

Siempre he despreciado al mundo con todo mi corazón, por la misericordia de Dios, que a Él sólo lo debo. ¡Oh! cuando me acuerdo del cielo... qué dulces y suaves se me hacen todas las cosas... No quiero nada, no pretendo nada, estoy completamente entregada; sólo quiero la voluntad de Dios, ciega y profundamente. Nada me sujeta a la tierra, anhelo el cielo, suspiro por el cielo, pero beso la mano de Dios que me retiene en la tierra; sí, cúmplase su voluntad santísima; suya soy, no quiero otra cosa más que agradar a Él, darle gusto en todo... Siempre he sido toda de Dios, sin más afán que servirle y agradarle833.

Las religiosas la rodean embargadas de piedad, bebiendo sus palabras y ansiosas por acaparar aquellos testimonios tan ricos de fe, de amor, de humildad, que constituyen su testamento. Por eso, cuando se calla, la invitan a hablar nuevamente preguntándole si está contenta. ¿Pues no ha de estarlo? La Madre no

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se hace esperar: Todo lo que Dios hace está muy bien; se Él por siempre alabado y reverenciado. Bendito sea Dios, glorificado sea Dios, alabado sea Dios... Adoramos la voluntad santísima de Dios, sus divinos designios, con todo nuestro corazón y con toda la fuerza de nuestra alma; pero ¿no es verdad que por su grandísima misericordia deja sentir ahora con grandísima dulzura aquellas palabras: «Ven, paloma mía»? ¡Oh sí, qué grande y generoso es Dios Nuestro Señor! En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Recibe esta corona que te hará acreedora a la corona del cielo. ¡Quién soy yo delante de vuestra Majestad! Dios es justo y yo soy una mujer cualquiera834.

En la cumbre de la verdad donde se halla, aquel corazón sin doblez no sabe más que decir y repetir muchas veces: Sí, Dios mío, os amo y en Vos confío. Misericordia, yo no tengo nada, nada más que pecado835.

Mira al Señor, se mira a sí misma, mira a sus hijas y aún exclama: Que en el cielo estemos todas juntas y que no se separe ninguna Misionera, Madre mía, que salvemos muchas almas. Siempre con ellas (con sus hijas). Te amo y te amaré siempre. Quiero almas, llevar almas a Jesús. Yo quiero más a Jesús que a mis hijitas. A Jesús todo y a la Virgen. Vamos a ver a Jesús836.

Añade a menudo juntamente con actos de fe y afirmación cristiana: Dios, Dios, Dios solo; lo demás basura, única y absolutamente, sólo Dios837.

La noche está muy fría. El aire que baja de Sierra Nevada congela el agua de la fuente del patio, pero las Misioneras prosiguen su adoración perpetua con más ahínco, porque su venerada Madre fundadora está luchando entre la vida y la muerte. En Europa se continúa librando una guerra monstruosa. Hitler está obsesionado con abatir a los ingleses y prosigue su siembra de ruinas, sangre y lágrimas. Granada duerme. Han dado las doce de la noche y comienza el día 10 de diciembre, festividad de Nuestra Señora de Loreto. Emilia Riquelme ha llegado al último repecho de su escalada. Le queda poco y no duerme porque es la última vigilia y quiere vivirla con intensidad. Por eso suplica humildemente a su María Amada Arderiu: Háblame del cielo, dime cosas838.

Lo que su afligida hija le sugiere lo repite, lo amplía con una fuerza y con una voz tan firme que parece imposible pueda salir tal de un cuerpo tan acabado.

Almas, almas, dadme almas -repite- y con frecuencia exclama: Vamos, vamos, ya.

- ¿Está contenta, Madre mía?

- Sí, muy alegre

- ¿Sufre, Madre mía, mucho?

- No, hija mía -responde-

- Madre, bendíganos...839

La madre Riquelme accede, subraya cada una de sus palabras con vehemente entusiasmo, reitera una y otra vez su bendición: Sí, hijas mías, a todas os bendigo con todo mi corazón. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, a todas, presentes y ausentes y también a todas las futuras, a todas y cada una de las casas840.

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Aquella voz vibrante y entera comienza a enturbiarse. Cuesta entenderla y sus hijas suspenden el aliento y aplican el oído para percibir mejor sus palabras. Están pendientes de su pulso, de su respiración, de su mirada... Aún la oyen murmurar veladamente: Os amo, Jesús mío, en Vos confío, tened misericordia de mi.

Va apagándose su voz pero repite todavía: Jesús... José y María... Jesús mío, en tus manos encomiendo mi espíritu... vamos, vamos. Te Deum laudamus...

A las tres y media de la madrugada calla definitivamente. Sus hijas comienzan el rosario, unas rezan la recomendación del alma a su lado mientras otras están de rodillas ante el Santísimo. Parece como si Jesús vistiéndose sus atavíos reales abriera marcha seguido de su escolta de bienaventurados, los que fueron pobres, misericordiosos, humildes y sufridos. De sus cinco llagas manan chorros de luz y avanza con su comitiva en un gesto de amor inenarrable...

¡Gran Dios, qué majestad! Un corazón tenso, ingrávido, abierto, lo espera escuchando cada vez más cerca la trompa de oro del heraldo. El corazón es crisálida madura; está a punto de horadar el capullo de tierra para volar libre, en el espacio azul, hacia el foco de todas sus ansias. Y por cada lágrima lucirá una rosa. Y por cada humillación unas estrella. Y por cada amargura un dorado panal. Arpas celestes preludian la melodía nueva... El Rey abre los brazos, relumbra su Corazón y dice ¡ven!...

Pobre imaginación de barro, incapaz de sobrepujar tus limitadas experiencias, ¿cómo podrías pintar el encuentro del justo con Cristo sin velos ni celajes, cara a cara, en el éxtasis sin fin?

La fatiga se acentúa en la enferma que no obstante permanece tranquila. Inesperadamente Emilia Riquelme mueve con suavidad los labios como si rezara. Se extingue su vida como una llama que se apaga en el tiempo para brillar en la eternidad. Son las siete de la mañana del 10 de diciembre de 1940. Tiene noventa y tres años, cuatro meses, cinco días y cuarenta y cuatro años de profesión religiosa. Creemos piadosamente que se han cumplido sus deseos: En mi último suspiro, Madre mía, recíbeme en tus brazos y en ellos dichosamente pasaré a la eternidad.

Porque la Virgen nunca falta a la cita.

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ESTELA

Dejando correr las lágrimas la madre Arderiu cierra los ojos de la Fundadora, aquellos ojos tan puros de tanto y tanto mirar la blancura de la Hostia. Rodea de claveles su cuerpo vestido con el hábito celeste y blanco y corona de rosas sus sienes. Las religiosas la colocan en el féretro y la conducen procesionalmente a la iglesia con velas encendidas.

La noticia del fallecimiento se difunde rápidamente por Granada y se inicia un desfile de gente de toda clase que viene a besar sus manos, a pasar por ellas estampas y rosarios y también a llevarse como reliquia los pétalos de las flores con que sus hijas la adornaron.

Parece dormida; está flexible y, lejos de infundir temor, ejerce un atractivo inexplicable, mezcla de amor, de veneración, de celestial encanto. Las religiosas no se cansan de mirarla, no se apartan de su lado.

La ciudad entera se vuelca para enaltecer a esta hija humilde y esclarecida, que empezó y terminó su carrera al pie de la Alhambra, bajo la mirada de la Virgen de las Angustias. El cadáver está expuesto los días 10 y 11 para satisfacer los justos deseos de los granadinos. El funeral y sepelio tiene lugar el 12, festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, en la capilla de la casa solemnemente decorada con fúnebres

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atavíos. A las diez de la mañana está abarrotada de público, asisten las autoridades locales, eclesiásticas y civiles, representantes del cabildo catedralicio, de todas las órdenes y congregaciones que existen en la cuidad, de las parroquias, sacerdotes y religiosos y los familiares de la Madre. La parte musical corre a cargo de la capilla de la catedral.

Se inhuman los restos mortales en el muro de la misma capilla, al lado izquierdo del altar, frente al nicho del general Riquelme, esposa e hijos. Se coloca una lápida en la que se lee el siguiente epitafio:

Alabado sea el Santísimo Sacramento. Reposa aquí, en la paz del Señor, la Rvdma. Madre María de Jesús de la Inmaculada (en el siglo Doña María Emilia Riquelme y Zayas), Fundadora y primera Superiora General de la Congregación de Religiosas Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada. Nació en Granada el día 5 de agosto de 1847, en donde entregó su espíritu a Dios, con la preciosa muerte de los justos, el día 10 de diciembre de 1940, a los 93 años de edad.

Alma pura, que supo despreciar la vanidad mundana, hollar el humano respeto y pagar con beneficios las injurias. Su generosidad para procurar el culto a Jesús Sacramentado, a la Virgen Santísima y su caridad para con los pobres, fue grande como lo fue su corazón. Comprendió su vida y su obra en el lema de su Institución: «Inmolación voluntaria y alegre por la gloria de Dios y el bien de las almas». Fueron sus virtudes características, abrasado amor de Dios, humildad profundísima y angelical sencillez. Su memoria será eterna entre sus hijas que la admiran.

En la comunidad qué afluir de cartas, telegramas y conferencias. Piden recuerdos, se distribuyen minúsculos retazos de tela y flores que estuvieron en contacto con su cuerpo. ¿Olor de santidad? Ella hubiera repetido sonriendo lo que dijera en vida: ¡El olor qué poco importa! la opinión de las gentes ni envanecía ni abatía a esta mujer cuya escala de valores se refleja en su afirmación: Pude seguir el impulso divino que me apremiaba despreciando el mundo, el humano respeto y perdiendo mi pobre nada en Dios que fue siempre mi Todo.

Entre las muchas cartas de condolencia que reciben las Misioneras es de particular consolación el mensaje que les dirige desde Melilla el padre Garrido, director espiritual de su añorada Madre: Ante la imposibilidad, como serían mis deseos, de poder hablar con cada una de vosotras en particular, visitando todas las Casas de España, Portugal y América, quiero comunicarme con vosotras por medio de estas líneas, escritas con todo el sincero afecto que bien conocéis y sabéis que siento por vuestra queridísima Congregación, para alentaros y consolaros en la justa pena que experimentáis por la separación de la que Dios escogió para que fuera la Fundadora del Instituto Religioso a que habéis sido llamadas por el mismo Dios, y en donde Él quiere que os santifiquéis y le deis mucha gloria, entregadas por completo, como verdaderas Misioneras, a la salvación de las almas. ¿Qué podemos decir, hijas mías, en estos momentos, sino repetir resignadas con el santo Job: «El Señor nos la dio y el Señor nos la quitó. Sea su santo Nombre bendito»?. Aunque a decir verdad, no nos la ha quitado; lo que ha hecho ha sido trasladarla de la tierra al cielo, después de haber aquí purificado su alma, en el fuego de la enfermedad y del dolor. Que no casualmente, pues no hay casualidad para Dios, sino providencialmente ha sido su santa muerte el 10 de diciembre, fiesta de la «Traslación de la Santa Casa de Loreto». Bien claro se ve por esto que ha querido el Señor, una vez más, manifestaros lo sellado que está vuestro Instituto con la especialísima protección de la Santísima Virgen y por eso ha querido ella que, la que tanto la amó y tanto ansiaba ya verla en el cielo, fuese allí trasladada en su festividad.

A vivir, pues, hijas mías, siguiendo los ejemplos de tan santa Madre, y a poner todo vuestro corazón solamente en el cielo. Así os lo pide y desea vuestro padre en Cristo, que muy de corazón a todas bendice, Ricardo Garrido, sj.841

La verdad es que la insigne hija del general Riquelme pasó por el mundo siempre alerta, atenta al don de Dios, lo único necesario; trató de configurarse con Cristo, modelo único y universal para todos los que aspiran a agradar al Padre. Mas como cualquier cristiano que tiene este propósito, se encuentra con que la figura de Cristo es inabarcable, imponderable, inaccesible, nos rebasa por todas partes a nosotros, pobres y limitados pigmeos. Por eso se hace necesario que el discípulo de Jesús se fije especialmente en una faceta

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AB. pág. 237-238

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en un detalle, en un misterio de este Maestro y Señor y se dedique a penetrarlo, amarlo, a identificarse con Él, a reproducirlo en su propia vida en la medida que esto sea posible y con la ayuda del Espíritu Santo.

Emilia Riquelme, empujada por el mismo Espíritu sin duda, hace del Misterio Eucarístico el centro de su vida. ¡La Eucaristía! amarla, adorarla, glorificarla, imitarla, ofrecerla al Padre, comerla, darla al mundo hambriento... ¡regalada vocación! La Eucaristía es la locura de Dios, su don supremo que se entrega a todos los hombres... Nuestro lenguaje no tiene palabras para expresar lo que excede infinitamente a la experiencia humana. Sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad842; maravilla de las maravillas, según santo Tomás de Aquino: misterio de fe. Efectivamente, en sólo él... se contienen con singular riqueza y variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales843.

El fundador san Pedro Julián Eymard dice que es el sacrificio perpetuo de Jesús, es la zarza ardiendo que continuamente se quema sobre el altar, es el maná, verdadero pan de vida que desciende cada día del cielo; es el memorial de la pasión de cristo, banquete pascual en el que comulgamos con Él y con los hermanos, en el que se nos comunica la misma vida divina y el mismo amor que une al Padre con el Hijo en el Espíritu. Es Anfitrión y comida, hambre y hartura, es -como dice la Madre- el cielo en la tierra, un cielo que no exime al hombre del dolor ni de la muerte física, pero que es prenda de inmortalidad, de unidad entre los hombres, de transformación de los hombres en Dios.

Por este Sacramento y como miembros del Cristo que se ofrece, podemos presentar al Padre cumplida alabanza, adoración, acción de gracias y reparación por nuestros pecados y por lo pecados de todos los tiempos; podemos asimismo suplicarle eficazmente que vuelva su mirada hacia el mundo, podemos, en suma, lo que el hombre no podría hacer jamás.

El Santísimo Sacramento es el corazón del nuevo pueblo de Dios que marcha hacia la celestial Sión, es su alimento, remedio y consuelo, su luz y su esperanza. Alguna persona importante dijo que si tuviera fe en la Eucaristía se pasaría la vida de rodillas.

El Concilio Vaticano II y documentos pontificios subsiguientes han tendido a revitalizar el culto y devoción del pueblo cristiano a este divino Sacramento, a subrayar la actualidad de la vocación eucarística en la Iglesia de hoy, abriendo nuevas perspectivas para realizarla con mayor profundidad y eficacia no sólo en nombre propio sino en nombre de toda la comunidad eclesial.

Nuestra protagonista no recibió las luces y mociones de Dios para su particular provecho exclusivamente. Es preciso que como los profetas grite lo que ha visto con la fe; esta gracia carismática cristaliza en la pequeña Obra de María, erigida en la Iglesia para ser un testigo más del amor de Cristo, de su presencia real en la Eucaristía y para ser también pequeña réplica de su obediencia, de su entrega y anonadamiento...

Hijas mías -había exclamado con estupor la madre Riquelme- un Dios hecho alimento de su miserable y pecadora criatura, ya no cabe ni más amor ni más humildad. Serán, pues, «adoradoras» y «misioneras»... ¿no son dos términos incompatibles? Si se dedican a la adoración ¿cuántas energías quedarán para la acción apostólica? La visión de la Madre es clara: afilar la hoz no retrasa la siega; ella asegura que al pie del sagrario es donde se amasan las grandes batallas del amor de Dios. Apoyándose en Jesús Sacramentado la proyección apostólica de unas débiles mujeres será la red que se echa en el nombre de Jesús; volverá a la orilla llena de peces.

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Cons. de S. Liturgia, c. 2, nº 47 843

Carta Encíclica Mirae caritatis, Acta Leonis XIII, vol. XXII, 1902-1903, pág. 122

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La andadura de Emilia Riquelme por el arenal de la vida dura casi un siglo. Poco a poco fue dejando en el camino todo su haber: bienes, fuerzas, salud, tiempo, prestigio... Cuando llega al último tramo ya no es más que una ancianita leve, una pavesa, casi nada. Despojada así en el seguimiento de Jesús y convertida en una pura llama de caridad, creemos que ha entrado al banquete de las bodas, a la cena del amor. Las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada recogieron de sus manos la antorcha viva y están dispuestas a seguir manteniendo en la Iglesia los mismos ideales. Siguen siendo pobres y pequeñas como las quiso la Madre y con ella seguirán adorando perpetuamente la Eucaristía y trabajando por el Reino. Con María ¡¡siempre con María!! Su ilusión es prolongar en la tierra la presencia de Emilia Riquelme.