MISIONEROS SIN FRONTERAS · El amor no es un objeto descartable, cuando ya el otro no me sirve. Las...

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P. ÁNGEL PEÑA O.A.R. MISIONEROS SIN FRONTERAS LIMA PERÚ 2008

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P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.

MISIONEROS SIN FRONTERAS

LIMA – PERÚ

2008

2

MISIONEROS SIN FRONTERAS

Nihil Obstat

P. Ignacio Reinares

Vicario Provincial del Perú

Agustino Recoleto

Imprimatur

Mons. José Carmelo Martínez

Obispo de Cajamarca (Perú)

ÁNGEL PEÑA O.A.R.

LIMA – PERÚ

2008

3

ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN .............................................. 4

PRIMERA PARTE: El amor ............................. 5

Amar ..................................................................... 5

Orar es amar ....................................................... 10

Amar es ayudar ................................................... 13

El don de bilocación............................................ 14

Ejemplos de bilocación mística ........................... 17

Reflexiones ......................................................... 45

SEGUNDA PARTE: Evangelización ............... 47

Ser cristiano ........................................................ 47

Evangelizar ......................................................... 50

La salvación de las almas .................................... 53

Madre María de Jesús de Ágreda ........................ 61

Su evangelización en América ............................ 67

Reflexión final .................................................... 87

CONCLUSIÓN ................................................. 90

BIBLIOGRAFÍA .............................................. 92

4

INTRODUCCIÓN

Este libro lo he escrito con mucho interés para

dar a entender que nuestra vida sólo tiene sentido en

el amor. Pero no voy a hacer un estudio filosófico o

teológico del tema. Voy, simplemente, a narrar

hechos de santos que, a través del don de bilocación,

han tratado de hacer el bien a todos sin excepción.

Los santos son las personas que más aman, porque

están más cerca del Dios Amor. Por eso, todos los

santos sin excepción han sido personas caritativas; y

preocupadas por la salvación y la felicidad de los

demás.

Como punto central del libro, trataré el tema

concreto de la Madre María de Jesús de Ágreda, una

religiosa contemplativa, que, desde su convento, iba

en bilocación hasta las lejanas tierras de Estados

Unidos para evangelizar a los indígenas. Un caso

extraordinario y maravilloso en la historia de la Igle-

sia y en la evangelización de los pueblos.

Que Dios bendiga a quien lea este libro y le

dé un deseo ferviente de hacer el bien a todos y de

poder compartir su fe con tantos hermanos que están

desorientados y quizás van por el camino equivoca-

do. Que el amor sea fuerza y luz en su caminar por la

vida. Que sea un verdadero misionero sin fronteras.

5

PRIMERA PARTE

EL AMOR

En esta primera parte, vamos a reflexionar so-

bre la necesidad que todos tenemos de amar para

poder dar sentido a nuestra vida. El amor es de Dios

y proviene de Dios. Sin él, nadie puede ser feliz. Por

eso, si queremos ser felices, debemos amar sin con-

diciones ni fronteras. Esto ha sido lo que han hecho

precisamente todas las almas santas. A muchas de

ellas Dios les ha concedido el don de bilocación para

que puedan estar en lugares lejanos y poder así amar,

ayudar y consolar a tantas personas necesitadas de

consuelo y ayuda espiritual.

AMAR

En este siglo XXI, en que la humanidad ha

adelantado tanto en el campo de la ciencia y ha

hecho descubrimientos realmente maravillosos, hay

millones de hombres que todavía no han descubierto

que el amor es lo único que da sentido a su vida. Son

demasiados los hombres de nuestro tiempo que viven

sin amar a nadie de verdad y que sólo buscan su pro-

pio placer. Por eso, se ven tantos divorcios y tantas

infidelidades en los matrimonios. Hay muchos que

sólo se casan o se juntan por interés personal. Nece-

sitan al otro para su felicidad personal y, cuando no

6

la consiguen o la pueden conseguir más y mejor en

otra parte, se van sin pensarlo dos veces.

Ciertamente, el actuar de muchos contem-

poráneos es sólo el del yo, yo, yo, yo. Y ese egoísmo

brutal los encierra en sí mismos y los hace morir en

vida sin tener nunca alegría y paz interior. Buscan

frenéticamente el placer y, cada vez, necesitan place-

res más excitantes, cayendo así en muchos excesos,

encerrados profundamente en la cárcel de su propio

egoísmo. El mundo actual está enfermo de egoísmo.

Le falta amor. Pero muchos no lo entienden, pues se

han alejado de Dios y no quieren saber nada de Él,

creyéndose hombres modernos. No se dan cuenta de

que ellos mismos se han cavado su propia tumba de

infelicidad y que nunca podrán ser felices sin Dios y

sin amor.

Ya san Agustín lo decía por propia experien-

cia en la primera página del libro de las Confesiones:

Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está

insatisfecho hasta que descanse en Ti. ¿Necesitamos

más explicaciones? ¿Necesitamos más pruebas para

creer en el amor de Dios? Que cada uno se mire de-

ntro de sí mismo y, al encontrar sólo vacío y oscuri-

dad, se dé cuenta de que va por el camino errado y

que necesita abrir su alma y su corazón a la luz del

amor. Sólo así su vida entera podrá respirar el aire

fresco de la alegría, que da el amar sin barreras y sin

excepción, a todos los hombres.

7

Sí, porque el amor debe ser universal. No po-

demos amar solamente a nuestros seres queridos,

pues estaríamos formando un círculo cerrado que, al

final, nos asfixiaría y no nos dejaría vivir. Si amamos

a Dios, debemos amar también a todos los hijos de

Dios, que son todos los hombres, sin distinción de

raza, religión, lengua, color o limitaciones persona-

les.

Y ¿qué es amar? Amar es comprender y no

rebajar al otro ni ridiculizarlo con palabras o accio-

nes. Es tenerle paciencia y ser tolerante con sus opi-

niones. Es aceptarlo tal como es y respetarlo en sus

derechos fundamentales. ¡Qué importante es saber

escuchar y dialogar sin acudir a insultos o a la ira

descontrolada! Amar es perdonar siempre, pues el

que devuelve odio por odio nunca disfrutará de la

verdadera felicidad. El odio nos embrutece y nos

envenena la vida por dentro. Sólo amando podremos

sentirnos libres y hacer del enemigo un amigo. Como

nos dice Dios mismo en su palabra: No te dejes ven-

cer por el odio; más bien, vence al mal a fuerza de

bien (Rom 12, 21).

También amar es respetar al otro y ayudarle a

crecer como persona, pues el que impide crecer a la

persona amada, por temor o por celos, es que no sabe

amar o tiene miedo al verdadero amor, que da con-

fianza y libertad a la persona amada. También amar

es sufrir por quien se ama. Precisamente, el termó-

8

metro que mide nuestra capacidad de amar es la ca-

pacidad de sufrir por quien decimos que amamos.

Lamentablemente, hay muchos que confunden amor

con sexo, como si fueran dos cosas inseparables. Y

creen que, sin sexo, no podrán encontrar la felicidad.

Pero el que ama sólo por interés personal o por

atracción física, pronto se dará cuenta de que necesi-

ta cambiar de amor, pues para él las personas son

solamente objetos de placer o instrumentos que ne-

cesita para ser feliz. Es muy triste ver hombres que

van por la vida tratando de ser el centro del mundo,

preocupados solamente en ver en qué medida se

pueden aprovechar de los demás para sus necesida-

des o negocios... Son los eternos egoístas que nunca

serán felices.

El amor no es un objeto descartable, cuando

ya el otro no me sirve. Las personas no son desecha-

bles ni se miden por su utilidad. Amar no es un juego

ni un pasatiempo. Hay que tomar al otro en serio.

Amar de verdad es olvidarse de uno mismo y arries-

garse por hacer felices a los demás. Amar de verdad

es darse uno mismo sin condiciones. Es buscar la

felicidad de los otros y sentirse feliz de hacer felices

a los demás. Éste es el punto clave de la felicidad.

Hasta que no entendamos que para ser felices necesi-

tamos darnos y buscar en todo y en cada momento la

felicidad de los demás, no podremos ser felices.

9

Sí, así de fácil se encuentra la felicidad, en

cuanto es posible en este mundo; no hace falta ir a

buscarla a lejanas tierras o a la cima de las más altas

montañas. No, la felicidad está al alcance de la ma-

no. Basta sólo ver a los otros como personas y no

como objetos; sentir que son nuestros hermanos,

hijos del mismo Padre Dios, y buscar siempre amar-

los y hacerlos felices. La clave de la felicidad está en

tratar siempre de hacer felices a los que nos rodean.

Jesús nos lo dijo con claridad en el Evangelio: Haz a

los demás lo que quieres que te hagan a ti (Mt 7,

12). Y dice que en esto consiste toda la Ley y los

profetas; es decir, toda la religión cristiana se resume

en algo tan sencillo como en buscar la felicidad del

otro, tratando de darle lo que me gustaría que me den

a mí.

Si a mí me agrada que me digan siempre la

verdad, que me traten bien, con amabilidad y delica-

deza; si me agrada que me respeten y me escuchen,

que me comprendan y perdonen mis errores, que no

me hagan nunca daño a propósito..., pues eso mismo

debo hacer a los demás. Así de sencillo. Esto, dicho

de otra manera, es decir: No quieras para los demás

lo que no quieras para ti (Tob 4, 15). Si no quieres

que te mientan, que te roben, que te insulten, que te

hagan daño, que te desprecien, que te marginen ni te

engañen..., pues no lo hagas tú tampoco a los demás.

10

En resumen, amar es comprender, ayudar,

perdonar, decir siempre la verdad. Amar es sonreír al

otro para hacerlo feliz, es agradecer el bien que nos

hace, es servir sin buscar recompensa, es compartir,

es alegrarse de su felicidad y acompañarlo en sus

desgracias. Amar es también llevarlo siempre en el

corazón y presentarlo en nuestras oraciones diarias

ante Dios. El amor es algo tan grande, es algo tan

sagrado, que debemos tratarlo siempre con sumo

cuidado y delicadeza, pues es un regalo de Dios. Re-

cuerda que en la tarde de la vida, te examinarán del

amor, como dice san Juan de la Cruz. Sí, en la tarde

de la vida, sólo quedará el amor. Y, de acuerdo a tu

capacidad de amar, así serás más o menos feliz por

toda la eternidad. Por consiguiente, vale la pena que

vivas amando y ames sin fronteras para conseguir la

felicidad en la medida de lo posible aquí en esta tie-

rra y después por toda la eternidad.

ORAR ES AMAR

Una de las mejores maneras de expresar nues-

tro amor a los demás es rezando por ellos. Y todos

necesitan de nuestra oración, porque todos necesitan

de nuestro amor para ser un poco más felices. Por

eso, no pongas límite a tu oración por los demás.

Nunca guardes rencor en tu corazón. Nunca digas:

Yo no te perdono, que te perdone Dios. Nunca mal-

digas. Vete por la vida, bendiciendo a todo el mun-

11

do. ¡Qué hermoso poder decir a los enfermos: ¡Que

Dios te bendiga y te sane! Muchos enfermos se sa-

narán a través de tu oración, porque, como dice el

mismo Dios: La oración del hombre bueno es pode-

rosa. Orad unos otros para ser curados (Sant 5, 16).

Nunca olvidaré lo que afirmaba aquella ma-

dre, a quien Dios sanó milagrosamente a su hijo. De-

cía: Muchos niños no se curan, porque sus padres no

rezan. Pero no solamente niños, sino también adul-

tos. Muchos podrían haber sido curados, si hubieran

tenido más fe para pedir su curación o si más fami-

liares y amigos hubieran rezado por él. La oración

atrae inmensas bendiciones de Dios para nosotros y

para los demás. Nunca niegues la oración a quienes

te pidan rezar por ellos. Por otra parte, nunca creas

que ya tienes suficientes intenciones para rezar como

para no admitir a otros. No creas que tus peticiones u

oraciones tienen un límite ante Dios. No, Dios se

siente feliz de que le pidamos y le pidamos sin cesar

por todos y cada uno. No seas celoso de tu oración

para orar sólo por unos pocos amigos y familiares.

Tu oración puede llegar a todos. No seas egoísta ni

cerrado en tus peticiones. Dios es poderoso para

realizar todas las cosas mucho más de lo que pode-

mos pedir o imaginar (Ef 3, 20). Por eso, no exclu-

yas a nadie de tu oración, pensando que así les tocará

más a tus seres queridos.

12

Pide por tus familiares, pero también por los

que no lo son. Pide por los vivos, pero también por

los difuntos. Pide por tus cosas, pero también por las

necesidades ajenas. Pide por los que viven cerca de

ti, en tu país, en tu región, pero pide también por

quienes nunca verás ni conocerás. Pide por todo el

mundo, pues tu oración llega hasta los extremos del

mundo. Qué hermoso es poder decir a alguien: ¡Te

llevo en mi corazón y en mi oración! Pues bien, lleva

a todo el mundo en tu corazón. Incluso, te pediría

más, lleva a todos tus antepasados y a los que

vendrán después de ti. Toda tu gran familia debe ser

objeto de tu oración. Y Dios habrá podido bendecir

hace miles de años a tus antepasados, porque sabía

que tú rezarías por ellos. Lo mismo que puede ben-

decir dentro de miles de años a los de tu familia que

vendrán después. Reza por todos los hombres del

mundo, por todos los que existen, pero también por

todos los que han existido y existirán, pues eres parte

de la familia humana y todos deben ser tus herma-

nos. Esto deben pensarlo especialmente los sacerdo-

tes, que son otros cristos en la tierra y son padres

espirituales de todos los hombres. Y también las re-

ligiosas, como madres de todos, al igual que María.

Así que ama a todos y ora por todos sin ex-

cepción. Dios te bendecirá más de lo que te puedas

imaginar (Ef 3, 20) y te sentirás padre (madre) de

millones de hombres, que algún día en el cielo te lo

agradecerán.

13

AMAR ES AYUDAR

Por supuesto que orar es muy importante, pe-

ro no puede quedar todo en buenos deseos. Tú pue-

des hacer muchos pequeños servicios a los que te

rodean. Practica la caridad con todos. Sonríe a todos.

Sirve sin pedir recompensa o agradecimientos. Ten

siempre la idea fija de hacer felices a los que te rode-

an con pequeños detalles de amor: una flor, un rega-

lo, una palabra amable, una sonrisa... ¡Hay tantas

maneras de hacer felices a los demás! Precisamente,

los santos, que han sido las personas que más han

amado y orado, han sido las personas más felices del

mundo. Muchos santos han fundado Congregaciones

religiosas dedicadas al cuidado de los enfermos o de

los más pobres, como la Madre Teresa de Calcuta.

Otros se han dedicado a la gran tarea de la educación

para iluminar la vida de tantos jóvenes desorienta-

dos. Otros se han dedicado a la evangelización en

tierras lejanas para llevar a otros pueblos la luz del

Evangelio. Y otros, que han vivido en la soledad y el

silencio de la vida contemplativa, han ofrecido su

vida, sus sufrimientos y todo su amor, por la salva-

ción y el bienestar de los demás. Por eso, los religio-

sos contemplativos no son inútiles, aunque algunos

así lo crean. Son las personas más eficaces y positi-

vas, pues su vida no es una vida encerrada y egoísta,

sino una vida abierta, universal, al servicio de todo el

mundo, pues rezan por todos desde la soledad de su

celda.

14

Es tan importante ayudar y orar por los demás

que Dios les ha concedido a muchos santos el don de

bilocación para hacer efectivo su deseo incontenible

de ayudar sin fronteras y sin limitaciones a los que se

encuentran lejos físicamente de ellos, pero muy cer-

ca de su corazón.

EL DON DE BILOCACIÓN

El don de bilocación consiste en poder estar, a

la vez, en dos lugares distintos. Muchos teólogos no

ven fácil explicación a este hecho. Algunos autores

lo explican diciendo que, en un lugar, está su cuerpo

físico y en el otro está su cuerpo espiritual. Según

ellos, cada ser humano tiene un cuerpo físico, que es

el que podemos tocar con nuestras manos, y tiene

también otro cuerpo semejante a este, pero espiritual,

etéreo (algunos autores esotéricos le llaman cuerpo

astral), es decir, un cuerpo que está unido a nuestro

cuerpo físico, pero que puede salir de él, cuando el

cuerpo físico está en ciertas condiciones especiales.

La bilocación, como fenómeno paranormal, es

muy diferente a la bilocación mística. La bilocación

paranormal puede ser provocada por el individuo

mediante técnicas especiales de concentración. Al-

gunas personas tienen un don natural especial para

desdoblarse con facilidad, cuando están en sueños o

en estado de relajación. Algunos grupos esotéricos

15

enseñan prácticas de desdoblamiento para viajar en

estado de bilocación, pero esto puede ser peligroso y

puede afectar a la sicología de la persona. Además,

estas bilocaciones pueden ser interferidas por espíri-

tus malignos, que pueden hacer daño.

Pero hay muchos casos de bilocaciones es-

pontáneas, sin buscarlas, que se dan, sobre todo, en

personas que están en coma o en trance de muerte.

Hay miles de personas a lo largo del mundo, que

hablan de experiencias de haber ido con su cuerpo

etéreo o espiritual a distintos lugares, mientras veían

a su cuerpo físico permanecer como muerto. Muchas

de estas personas, tienen experiencias de Dios o del

más allá, que impactan profundamente en sus vidas y

cambian su modo de vivir. En estos casos, podemos

decir que Dios ha permitido esas bilocaciones, en

cierto modo naturales, como ocurrirá en el momento

de la muerte, para poder hacerles ver su vida (en

ocasiones ven su vida hasta sus últimos detalles y las

consecuencias de sus acciones sobre los demás) y así

hacerles reflexionar sobre el más allá y darles la

oportunidad de arrepentirse.

Cuando se habla de las bilocaciones paranor-

males inducidas, se suele hablar siempre de que hay

un cordón, llamado por algunos cordón de plata, lu-

minoso, que une el cuerpo físico al cuerpo espiritual.

La persona, con su cuerpo espiritual, puede ir a dis-

tintos lugares sin saber cómo y ver ciertas cosas que

16

después se reconoce que son ciertas. Estas bilocacio-

nes paranormales podrían considerarse como natura-

les, como puede ser la telepatía, clarividencia, etc., y,

por tanto, no ayudan espiritualmente a la persona

mientras que pueden fomentar la soberbia personal al

creerse superiores a los demás y querer dominarlos

con estos poderes extraordinarios. Además, la perso-

na, al regresar a su cuerpo físico, puede sentirse mal.

En cambio, la bilocación mística es un don

que Dios le da a quien quiere y cuando quiere, sin

necesidad de estar en coma o en trance de muerte ni

ser provocada con técnicas de concentración. En es-

tas bilocaciones, no se habla nunca del cordón lumi-

noso que une al cuerpo físico con el espiritual.

Además, el alma santa siempre es llevada o transpor-

tada por un ángel; normalmente por su ángel custo-

dio y, de esa manera, es llevada a donde Dios quiere

para cumplir una misión concreta que el ángel le su-

giere hacer. Estas bilocaciones son un acto de obe-

diencia a la voluntad de Dios y siempre dejan un

bien en el alma del interesado y de aquellos a quie-

nes va a visitar, sea visiblemente o de modo invisi-

ble, dejando un perfume sobrenatural o manifestán-

dose por medio de la voz o de alguna acción física.

En todos estos casos, la persona se siente muy bien y

ello le ayuda en su camino espiritual para amar a

Dios y a los demás.

17

EJEMPLOS DE BILOCACIÓN MÍSTICA

SAN JOSÉ DE CUPERTINO (1603-1663) asistió

a la muerte de su madre en su pueblo natal sin aban-

donar el convento de Asís donde residía. Estando

ella a punto de expirar, gritó con gran dolor: ¡Oh

fray José, hijo mío, ya no te veré más! Al instante,

apareció una gran luz que iluminó la habitación y la

moribunda, viendo a su hijo, gritó llena de júbilo:

¡Oh fray José, hijo mío! Al mismo tiempo, el bien-

aventurado se encontraba en Asís, y lo encontró el

padre Superior llorando, mientras se encaminaba a la

iglesia a orar. Al preguntarle por qué lloraba, su res-

puesta fue: Mi madre acaba de morir. La carta, que

llegó muy pronto, confirmó la noticia, pero también

se supo que algunos lo vieron asistiendo a su madre

moribunda. Todos estos hechos constan en el proce-

so para su beatificación.

SOR ANA DE LOS ÁNGELES Y MONTEAGUDO (1606-1686), religiosa dominica de Arequipa (Perú),

iba frecuentemente a ayudar a los indios de las altu-

ras de Arequipa en sus dificultades. Sor Juana de

Santo Domingo, en su testimonio jurado, que consta

en las Actas de su proceso de beatificación, relató

que, en una oportunidad, un indio llamado Pedro

había perdido sus ovejas y, estando en Arequipa, le

refirió este hecho a Sor Ana, quien le indicó el lugar

donde estaban.

18

Pasados varios años, estando en el campo,

muy alejado de la ciudad, Domingo, otro indígena,

amigo de Pedro, le refirió que su rebaño se había

perdido y que estaba muy angustiado por ello. Pe-

dro, pensando en Sor Ana, pero no acordándose de

su nombre, le dijo a su amigo Domingo: “Llama a

una monja santa de Arequipa, que ella te ayudará”.

Sin más información, Domingo invocó a la monja

santa de Arequipa, pidiéndole ayuda. Más tardó él

en formular su invocación que en encontrar a sus

espaldas a una religiosa que le dijo: “Ven acá, hijo.

Aquí tengo reunida a tu grey. No falta ninguna”.

Entre asombrado y admirado de poder tener a

todo su rebaño junto, se detuvo un instante mirándo-

lo y, cuando se dio la vuelta para agradecer a la

monja, ésta ya no estaba, había desaparecido sin el

menor ruido... Pasado cierto tiempo, Domingo tuvo

la oportunidad de trasladarse a Arequipa y contó

este suceso extraordinario que él había vivido. De-

seoso de agradecer personalmente a la monja que le

había ayudado, encaminó sus pasos al Monasterio

de santa Catalina de Siena. Allí, igualmente, refirió

el hecho... La Superiora del monasterio decidió que

las monjas pasaran en grupo ante Domingo. Este, al

ver a lo lejos a Sor Ana de los Ángeles y Monteagu-

do, comenzó a gritar: “Ésta es. Ésta es, porque tiene

la misma cara”. Es de notar que, en todo el proceso

de reconocimiento de la identidad de la monja, que

19

había ayudado a Domingo, estuvo presente Sor Jua-

na de santo Domingo, quien así lo refirió después de

la muerte de Sor Ana1.

La sobrina carnal de SAN MARTÍN DE PO-

RRAS (+1639) refiere el siguiente caso: Estando esta

testigo en compañía de su madre en una chácara

(chacra o terreno), que hoy es de don Gabriel de

Castilla..., estaba también Agustín Galán de la Mag-

dalena, marido de la madre de esta testigo y mi pa-

drastro, y sobre cosas sucedidas entre marido y mu-

jer, un día tuvieron un disgusto, de que resultó que

aquel día se quedaron sin comer, porque no se aten-

dió a hacer la comida; y estando aparejando las mu-

las para venirse a esta ciudad, como a horas de la

una del día, más o menos, se apareció en la dicha

chácara el dicho venerable hermano fray Martín de

Porras, que venía a pie con un bordón en la mano y

su sombrero echado a las espaldas..., y venía carga-

do con una canasta y en ella traía unas empanadas,

roscas de pan regalado, frutas y vino; y entró en la

casa donde estaban, diciendo que venía a comer con

ellos y que ya sabía lo que había sucedido, de lo que

todos quedaron admirados de ver cosa tan rara, ma-

yormente cuando no se le había dado parte de dicho

disgusto ni de cosa alguna, porque aún no hubo

tiempo para ello. Y habiendo hecho las amistades

1 Zegarra Dante, Monasterio de santa Catalina de Arequipa y Ana de

Monteagudo, Ed. DESA, Lima, 1985.

20

entre marido y mujer, comieron lo que había llevado

el dicho venerable hermano fray Martín de Porras y

se volvieron a quedar todos como estaban en la di-

cha chácara con el dicho venerable hermano. El

cual, luego de anochecer, se fue a dormir a un cerro

que estaba junto a la dicha chácara y luego por la

mañana volvió a ella. Y contando mi madre lo suce-

dido a un religioso de dicha Orden, llamado fray

Fernando Aragonés, éste le dijo que no podía ser

que hubiese ido a la dicha chácara el dicho hermano

fray Martín de Porras, porque no había faltado de

su compañía un instante. Había estado en el dicho

convento sin salir de él y que lo sabía, porque era su

compañero de enfermería. Y no dándole crédito el

dicho fray Fernando a lo que decía mi madre se lo

volvió a referir a su marido de que se había quedado

admirado de este caso y quedándose suspenso2.

Según fray Antonio José de Pastrana, fray

Martín estuvo, por casos que se averiguaron, en Ba-

yona de Francia en un hospital, que hay en dicha

ciudad, y dispuso y fundó otro en Berbería para los

cristianos cautivos, y estuvo en el Japón consolando

a los nuevamente convertidos3. Esto mismo afirmó

en los procesos de beatificación el testigo fray Jaco-

me de Acuña.

2 Del Busto José Antonio Duthurburu, San Martín de Porras, Ed.

Pontificia Universidad católica del Perú, Lima, 1992, p. 198. 3 Bruno Cayetano, Florecillas de San Martín de Porres, Ed. Salesia-

na, Lima, p. 88.

21

SANTA TERESA DE JESÚS (1515-1582) tuvo

muchas bilocaciones en vida y muchas apariciones

después de muerta. Veamos algunas de sus biloca-

ciones tal como se narran en las Actas de los Proce-

sos de beatificación y canonización, publicados por

el padre Silverio de Santa Teresa.

Dice Sor Ana de san Agustín: Estando esta

testigo de sacristana en Malagón y estando un día

durmiendo en su cama, la despertó la Madre Teresa

de Jesús y le dijo: “Vete y pon luz delante del Santí-

simo Sacramento”. Y esta testigo se levantó y fue al

coro a encender la lámpara, y encendida, vio allí a

la dicha Madre Teresa de Jesús y se admiró, porque

no estaba allí en dicho convento, sino en Ávila, a

muchas leguas de allí, de Malagón; y esta testigo

presumió que por su poca devoción la Madre Teresa

le hacía este favor para moverla a devoción; y cuan-

do esta testigo quiso hablar, no vio ninguna cosa y

desapareció4.

La misma Sor Ana de san Agustín afirma: Es-

ta testigo supo de cierta monja de esta casa que es-

tando una noche en oración y estando la dicha Ma-

dre Teresa ausente de esta villa más de treinta le-

guas, se le apareció, porque la dicha monja había

pensado la mudase de aquella casa a otra casa don-

4 Procesos, tomo 1, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1935, p. 512.

22

de estaría mejor; le dijo la dicha Madre Teresa que

tuviera cuenta con la casa donde estaba. Y que

habrá tres años, poco más o menos, que tornó a de-

sear esta monja que la sacasen de aquella misma

casa y que se la tornó a aparecer la dicha madre

Teresa de nuevo, cuando estaba ya muerta, estando

en Maitines, y reprendióla por este deseo y, no obs-

tante esto, todavía la dicha monja trataba de que la

mudasen de allí. Y de allí, al poco tiempo, se le tornó

a aparecer, reprendiéndola por desobediente5.

El padre Enrique Enríquez dice en su testimo-

nio en los Procesos: He sabido del padre Gaspar de

Salazar de la Compañía de Jesús, el cual sabe mu-

chas cosas de la dicha Madre Teresa de Jesús, que

estando a muchas leguas de distancia de donde él

estaba en su aposento cerrado, se le apareció antes

que muriese la dicha Teresa de Jesús y le dio ciertos

avisos y amonestaciones, y que este testigo le pre-

guntó después a la dicha Madre, la cual con una

humilde modestia mostró haber sido así por particu-

lar orden de Dios Nuestro Señor para ciertos efectos

saludables6.

Sor Ana de Jesús Lobera dice en los Procesos:

La Madre Teresa de Jesús no sólo ha dado avisos en

espíritu después de muerta sino también estando

5 ib. p. 515. 6 ib. p. 17.

23

viva... Así, en esta casa de Salamanca, hace unos

veinte años, estando ella fundando en Segovia, ten-

íamos aquí a la hermana Isabel de los Ángeles, con

gran enfermedad desde hacía ocho meses, que daba

compasión verla. El día de san Bernabé (11 de junio

de 1574) por la mañana, estaba fatigadísima cuando

nos fuimos a misa; y cuando vinimos la hallamos

con extraordinaria alegría... Después que se fueron

las otras Madres, yo, que había sido su maestra,

quédeme sola con ella y le dije: “¿Qué tienes que

estás tan cierta de que hoy vas a salir de este destie-

rro?” Ella me afirmó que, durante la misa, había

estado nuestra Madre Teresa de Jesús con ella ben-

diciéndola y regalándola, diciendo: “Hija mía, no

sea boba ni esté con esos temores, sino muy confiada

en lo que hizo por ella su Esposo, que es grande la

gloria que Dios le tiene preparada y crea que hoy la

gozará”; y así me afirmaba y parecía que tenía el

alma con mucha paz y en esa serenidad pasó el día

hasta la noche, que nos fuimos a Maitines, dejando

con ella dos o tres de nosotras; y al punto que en el

coro queríamos tomar la disciplina, pues era vier-

nes..., cesamos y fuimos todas juntas a la enfermería

y, poniéndola el crucifijo y la vela en la mano, co-

menzamos a bendecir el nombre de Jesús y a decir el

Credo con ella y, en acabando la postrera palabra

del Credo, expiró; y luego comenzó a cubrirse el

cuerpo de tan gran hermosura y resplandor que se

vio claro ser cosa sobrenatural y celestial. Y esto no

sólo lo vimos todas las religiosas, sino también

24

cuantas personas de otras Órdenes y seglares vinie-

ron a su entierro... El mismo día que la enferma dijo

que había visto a nuestra Madre, escribimos a Sego-

via donde ella estaba, diciendo a la Priora y Sub-

priora de allí se lo dijesen para ver si podían enten-

der cómo había sido, y se lo contaron diciendo:

“Madre, no en balde aquella mañana, después de

haber comulgado vuestra Reverencia llegamos dos

veces a darle recado y no nos respondió, pues estaba

como muerta a la misma hora que escriben de Sala-

manca que estuvo allí”.

Ellas nos escribieron, diciendo que se había

reído y dicho: “Váyanse de ahí, qué cosas inven-

tan”; y que con esto habían visto que era cierto. Y

nosotras vimos que lo era en una carta que había

escrito la Madre a la Priora de acá (Salamanca)

antes que se lo dijesen, y en ella le avisaba de dos

cosas que era imposible saberlas no habiéndolas

visto. Y diciéndome a mí la Madre Priora ¿cómo es

posible saber esto nuestra Madre? Dije: “Claro está

que vería toda la casa el día que estuvo aquí con la

hermana Isabel de los Ángeles”... Yo le pregunté a

la Madre Teresa, cuando envió por mí para llevarme

a ser Priora al convento de Beas..., y con el amor

que me tenía, me respondió claramente que así hab-

ía sido7.

7 ib. pp. 477-478.

25

En el proceso de canonización de SAN AL-

FONSO MARÍA DE LIGORIO se lee: El 21 de setiembre

de 1774, estando el venerable siervo de Dios en

Arienzo cayó en una especie de desvanecimiento.

Sentado en su sillón, permaneció cerca de dos días

en dulce y profundo sueño. Uno de sus criados quiso

despertarle, pero su vicario general don Juan Ni-

colás de Rubino ordenó que le dejaran reposar,

aunque sin perderlo de vista. Despertándose por fin

y llamando un poco con su campanilla, acudieron en

seguida sus servidores. Viéndoles grandemente

asombrados, les preguntó:

- ¿Qué es lo que pasa?

- Hace dos días que no ha hablado ni comido

ni dado señal de vida.

- Vosotros me creíais dormido, pero no sabéis

que he ido a asistir al Papa que acaba de mo-

rir.

Poco después, llegaba la noticia del falleci-

miento de Clemente XIV, ocurrida el 22 de setiembre

a la una de la tarde, es decir, en el momento preciso

en que el siervo de Dios había agitado la campani-

lla.

26

El santo, en efecto, fue visto en ambos sitios a

la vez por multitud de testigos, de cuya seriedad no

es lícito dudar8.

Quizás una de las santas más extraordinarias

por su don de bilocación ha sido la BEATA ANA CA-

TALINA EMMERICK (1774-1824). Ella visitó prácti-

camente todo el mundo. Entre otros países, ella habla

de España, Irlanda, Inglaterra, Francia, Rusia, No-

ruega, Paquistán, India, Persia, Egipto, Etiopía, Abi-

sinia, Vietnam..., y, por supuesto, su país Alemania.

Ella dice:

Mi guía y yo avanzábamos como en vuelo.

Durante el camino yo tenía algo que hacer en diver-

sos lugares y dar órdenes sobre diversos asuntos.

Así una vez tuve que llevar un paquete oculto y en-

tregarlo. Lo llevé encubierto bajo mis vestidos. A

menudo, entre inquietudes y peligros tenía que llevar

cartas y superar graves obstáculos, exhortar a per-

sonas que rezaban, despertar a los que dormían,

curar y vendar a otros que estaban en peligro9.

Muchas veces, me veo conducida en espíritu

por mi guía a lugares donde se ven patentes las ne-

cesidades de los hombres. Unas veces me veo en

8 Citado por Royo Marín, Teología de la perfección cristiana, BAC,

Madrid, 1962, p. 850. 9 Emmerick Ana Catalina, Visiones y Revelaciones, Ed. Guadalupe,

México, 1944, p. 551.

27

cárceles, otras junto a moribundos o al lado de en-

fermos, de los pobres, de las familias que están entre

querellas y pecados10.

Una vez, vi una taberna donde disputaban va-

rios hombres. Rogué a Dios de corazón que se apla-

caran estos hombres y vi, en efecto, que se avinieron

al punto y recobraron la paz. Después vi de repente

a un hombre triste y miserable que se arrastraba por

un camino y no tenía qué comer ni sabía dónde iba a

pasar la noche. Me moví a compasión al verle y pedí

por él. Entonces, apareció un caballero que le pre-

guntó adónde iba y de dónde era. El caminante con-

testó y nombró las ciudades de cuyo nombre no me

acuerdo. El caballero le dio algunas monedas y con-

tinuó su camino. Eran como cuatro duros en muchas

piezas. El caminante no acertaba a explicarse la

razón de por qué le había dado tan considerable

suma... Después me condujo mi guía a un lugar don-

de había unos veinte enfermos11.

Parecéme cosa por demás admirable que casi

todas las noches haya de hacer tan largos viajes y

tenga tantas cosas que hacer12.

En una oportunidad, vi caerse peligrosamente

en la nieve a un infeliz hombre hambriento, que no

10 ib. p. 372. 11 ib. p. 374. 12

ib. p. 377.

28

podía levantarse y que estaba buscando algo para

sustentar a sus hijos. Yo le alcancé en aquel apuro

salvación y sustento13.

¡Cuánto bien hizo Ana Catalina a través del

mundo! Su ángel custodio la guiaba y ella cumplía

su misión de hacer el bien a todos sin distinción en

diferentes países.

Otro santo conocido por su don de bilocación

fue san JUAN BOSCO (1815-1888). Veamos algún

ejemplo:

El día 15 de julio de 1862, estando san Juan

Bosco en San Ignazio sopra Lanzo, a 40 km de

Turín, asistió en el momento de su muerte al joven

Bernardo Casalegno en Chieri, como el mismo Don

Bosco se lo manifestó a los jóvenes del Oratorio y lo

escribió Don Bonetti14. El 20 de julio del mismo

año, estando también en san Ignazio sopra Lanzo,

visitó el Oratorio de Turín (a 40 km) sin moverse de

su lugar. Así lo cuenta en una carta del 21 de julio

diciendo que había visto a los jóvenes David, Tinelli

y Panico salir por la mañana del domingo sin asistir

a las ceremonias sagradas y haber ido a bañarse. Al

salir del baño, Don Bosco les dio unas palmadas en

13 ib. p. 560. 14

Memorias biográficas 7.

29

la espalda, aunque ellos no vieron quién era, pero lo

contaron esto a Don Bonetti y a Don Alasonatti.

El 14 de octubre de 1878, estando físicamente

en Turín, visitó en St. Rambert d´Albon, en Francia,

a la señora Adele Clement y a su esposo, quedándo-

se al almuerzo con ellos y asegurándoles la curación

de su hijo ciego, sordo y mudo, como ocurrió de in-

mediato15.

Otro caso. Era la noche antes de la fiesta de

san Francisco de Sales de 1886, cuando el sacerdote

Juan Branda, director de aquella casa (Sarriá-

Barcelona) sintió que lo llamaban. Se despertó y oyó

clara y distinta la voz de Don Bosco... Por la maña-

na, recordó la voz que había oído, pero no se pre-

ocupó. En la noche del 5 al 6 de febrero, siente que

lo llaman en lo mejor del sueño: Era también la voz

de Don Bosco. Ya despierto, vio la habitación ilumi-

nada como en pleno día y además delineado en las

cortinas corridas de su cama el perfil de un sacerdo-

te que le pareció realmente Don Bosco... Don Bran-

da se levantó, le tomó la mano y se la besó. Don

Bosco le dijo: “Tu casa va bastante bien, estoy satis-

fecho de todo lo que haces, pero...”

Y entonces se dibujaron allí delante las caras

de cuatro asilados del Instituto. Señalando al prime-

15

Memorias biográficas 14.

30

ro, Don Bosco le dijo que convenía que observase

mejor conducta; de los otros intimó la expulsión. Le

dijo: “Obra enérgicamente, quítalos de en medio

cuanto antes sin consideración alguna”. Al pronun-

ciar estas palabras, su cara se mostraba descom-

puesta por el enojo. Después de esto, a una señal

suya, dice Don Branda, salimos los dos de la habita-

ción, abriéndole yo la puerta y siguiéndole. Visita-

mos los dos dormitorios... Durante el trayecto, las

escaleras y los dormitorios se llenaron de luz como

si fuera de día. Don Bosco andaba con paso franco y

algo más acelerado de lo ordinario hasta que des-

apareció.

Entonces, cesaron las luces y Don Branda se

acercó a tientas a la puerta, se fue a su mesa, trató

de encender la luz, dirigió la mirada alrededor y se

vio solo; miró el reloj y faltaban dos horas para le-

vantarse. ¿Qué hacer? Levantada la Comunidad,

bajó a la capilla y presa de fuerte emoción celebró

la santa misa. Lo turbaba el pensamiento de tener

que despedir, sobre todo, a uno de los ya indicados;

no sabía cómo hacerlo ni con qué razones conven-

cerle de su mal proceder. Dejó pasar aquel día sin

decir nada y otros más, hasta que recibió una carta

de Don Rua, el cual le decía que Don Bosco, pase-

ando por los pórticos, les había contado que había

hecho una visita a Don Branda, mientras dormía,

pero que se diese por advertido de cumplir las órde-

nes recibidas.

31

Al día siguiente, Don Branda fue a celebrar la

misa a casa de Doña Dorotea de Chopitea, la madre

de los salesianos de Barcelona. Al comenzar la misa

e inclinarse a besar el altar, oyó resonar de manera

misteriosa y apremiante la voz: “Si no haces lo que

te ha ordenado Don Bosco, ésta será la última misa

que celebres”. De vuelta a casa, se interrogó sepa-

radamente a los indicados y se encontró ser exacto,

hasta en sus más pequeños detalles particulares, lo

que había dicho Don Bosco; y ¡cosa singular! Los

culpables adoptaron la misma actitud en que Don

Branda los había visto la noche de la visita16.

La VENERABLE EDVIGE CARBONI (+1952),

gran mística italiana, tuvo frecuentemente bilocacio-

nes. Sus hermanas Paolina y Vitalia cuentan que una

tarde de 1945 estaban rezando y Edvige cayó en

éxtasis. Ella les contó que había ido a China, a una

prisión donde estaba un obispo pasionista, Monseñor

O´Gara, que estaba siendo torturado por hombres y

mujeres. Ella se les presentó y les recriminó por estar

torturándolo, pero ellos quisieron pegarle también a

ella, diciendo que era una bruja, por haber entrado

estando las puertas cerradas. La misma Edvige escri-

bió el relato en una carta a su confesor, padre Igna-

cio, y esa carta todavía se conserva.

16 Lemoyne, Vida de San Juan Bosco, Ed. Don Bosco, Buenos Aires,

1954, pp. 550-552.

32

El padre Ignacio no sabía que en China había

un obispo pasionista y llamó al General de los pasio-

nistas, quien le confirmó que, ciertamente, existía en

China un obispo pasionista: Monseñor Gutberto

O´Gara17.

Por dos veces, como ella misma contó, fue

llevada la sierva de Dios a la cárcel, donde estaba

encerrado el cardenal Monseñor Mindzenty, en Pra-

ga, y conversó con él18.

Otro gran santo, famoso por sus bilocaciones,

fue el P. PÍO DE PIETRELCINA (1887-1968).

En noviembre de 1917, durante la I guerra

mundial, el ejército italiano sufrió una gran derrota

en Caporetto. Como consecuencia del desastre, fue

depuesto de su cargo el general Luis Cardona, co-

mandante en jefe del ejército italiano, y sustituido

por el general Armando Díez. Las críticas acerbas

que se hacían del general derrotado y, sobre todo, el

hecho mismo de la derrota, le sumieron en una de-

presión nerviosa tal que decidió acabar con su vi-

da... En el momento trágico en que el general tenía

desenfundada la pistola para consumar el suicidio,

17 Comei Fortunato, Edvige Carboni, Ed. Passionisti, 1993, p. 283. 18

ib. p. 287.

33

aparece frente a él, de forma inexplicable, un reli-

gioso vestido de hábito capuchino.

Pudo percibir en aquel momento, como re-

cordará después, un fuerte perfume de violetas o

rosas. Tenía el fraile las manos teñidas de sangre y

le dijo con energía: “¡Nada de matarse! ¡No debes

cometer semejante locura!”. El general se quedó

atónito, estremecido. Como por ensalmo, cambió su

estado de ánimo, se sintió otro hombre y obedeció

humildemente.

Más tarde, en 1920, partió el general de

incógnito a San Giovanni Rotondo sin comunicar a

nadie su personalidad ni el objeto de su visita. ¡Cuál

no sería su extrañeza cuando, sin llegar todavía a la

portería del convento, oye que le llaman por su

nombre y que le dicen que el padre Pío lo esperaba!

Al ver al padre Pío, lo reconoció inmediata-

mente. El padre Pío le dijo: “¡Mi general, qué mal

lo pasamos aquella noche!, ¿no es verdad?”.

Otro caso fue comprobado por aviadores de

diferentes nacionalidades y religiones: ingleses,

americanos, polacos... Cada vez que pasaban sobre

el Monte Gárgano, con el encargo de llevar a cabo

sus terribles bombardeos, se les aparecía en el cielo

un fraile, como un fantasma, que extendía sus brazos

y sus manos, y les prohibía severamente lanzar bom-

34

bas sobre los pueblos y ciudades del Gárgano. Fog-

gia y otras ciudades de la Puglia sufrieron asolado-

res bombardeos; en cambio, sobre la comarca del

Gárgano no cayó bomba alguna. Naturalmente, los

aviadores comentaban entre sí tan maravillosos

fenómenos sin podérselo explicar satisfactoriamente.

Cuando terminó la guerra, oían hablar del

padre Pío como de un ser extraordinario que hacía

cosas maravillosas; y había quienes no querían vol-

ver a su tierra sin haber visto personalmente al frai-

le estigmatizado; muchos de ellos subieron hasta san

Giovanni Rotondo a comprobar cuanto se decía del

famoso fraile y pudieron comprobar, con absoluta

certeza y con inmensa admiración, que el fraile

aquel, que se les había aparecido, era el mismísimo

padre Pío, a quien tenían delante en persona.

Veamos otro caso, bien documentado, ocurri-

do en julio de 1957. Estaba hospitalizado en la clíni-

ca San Severo de Foggia el padre capuchino Plácido

de San Marco in Lamis en estado gravísimo con ci-

rrosis hepática. La habitación del enfermo estaba

bien cerrada, era medianoche y el enfermo estaba

plenamente despierto. En aquel momento de la no-

che, se presenta ante él el padre Pío y sonriendo y

levantando la mano estigmatizada le dice: ¡Padre

Plácido! ¡Puedes estar tranquilo que de ésta no mo-

rirás! Y luego siguieron hablando de otras cosas.

35

El capellán del hospital, padre Alberto, capu-

chino, tuvo conocimiento de esta visita por el mismo

enfermo y, al trasladarse por aquellos días a san

Giovanni Rotondo, se encontró con el padre Pío, y le

preguntó sin más preámbulos: ¿De manera que has

estado en san Severo, visitando al padre Plácido y

no te has dignado visitarme a mí, que soy el Supe-

rior?

- Cállate, cállate. Es verdad que he estado en

San Severo. No debes decir nada a nadie.

Otro caso de bilocación ocurrió en la muerte

de Monseñor Fernando Damiani, Vicario General de

la diócesis de Salto, en Uruguay. Monseñor Fernan-

do le había hecho prometer al padre Pío, en una visi-

ta que le hizo en San Giovanni Rotondo en 1937, que

lo visitaría en la hora de su muerte... Pues bien, el 11

de setiembre de 1941, estando en Salto, se puso

gravísimo. Monseñor Barbieri, capuchino, arzobispo

de Montevideo, estaba a su lado cuando vio la silueta

de un fraile capuchino, a quien no conocía... Ocho

años más tarde, el 13 de abril de 1949, visitó al padre

Pío en san Giovanni Rotondo y reconoció inmedia-

tamente al fraile, cuya silueta había visto en Uruguay

en la muerte de Monseñor Damiani19.

19 Sáez de Ocáriz Leandro, Pío de Pietrelcina, Ed. San Pablo, Ma-

drid, 1999, pp. 225-229.

36

La señora de Devoto, de Génova, estaba se-

riamente enferma y con amenaza de que le amputa-

ran una pierna. Una de sus hijas rezaba en un cuarto

vecino, pidiendo que se evitara esa operación e invo-

cando la ayuda del Padre Pío. De pronto, éste apare-

ció en el umbral de la puerta. El deseo de obtener

una gracia para su madre, obnubilaba a tal punto la

mente de la joven, que ella ni se preguntó cómo pod-

ía estar el Padre en Génova, estando en San Giovan-

ni, a varios cientos de kilómetros, ni se le ocurrió

dudar de lo real de su presencia. Arrojándose a sus

pies, le suplicó: ¡Oh Padre, salve a mi mamá! El

santo la miró y le dijo simplemente: Espere nueve

días. Ella iba a pedir una explicación, pero, al levan-

tar la vista de nuevo, sólo vio la puerta cerrada.

A la mañana siguiente, pidió a los médicos

que aplazaran la intervención quirúrgica, y ni las

advertencias ni los consejos ni las súplicas de sus

parientes, ni el mismo estado de la paciente, que se

agravaba por momentos, lograron disuadirla. Al

décimo día, cuando los cirujanos examinaron a la

enferma, cuál no sería su estupefacción al comprobar

que la herida de la pierna estaba completamente ci-

catrizada y la señora estaba en vías de restableci-

miento. Unas semanas más tarde, toda la familia se

dirigió a San Giovanni para agradecer al Padre la

merced que les había alcanzado.

37

La señora Concepción Bellarmini, de San Vi-

to Luciano, sufrió un envenenamiento de la sangre,

seguido de una bronconeumonía. La infección le

provocó una ictericia terrible, y los médicos la de-

sahuciaron. Una pariente le aconsejó que confiase su

situación al Padre Pío, a quién ella no conocía. Así lo

hizo, y, de pronto, se le apareció a plena luz un fraile

estigmatizado que le sonrió y la bendijo sin tocarla.

La enferma le preguntó si su venida era señal de que

había logrado la conversión de sus hijos o su próxi-

ma curación. El capuchino afirmó: El domingo por

la mañana usted estará curada, y luego se desvane-

ció dejando una estela de perfume.

Ya al día siguiente, la piel de la enferma fue

tomando un color normal y cedía la fiebre, y pocos

días después, la señora pudo levantarse. Acompaña-

da de su hermano, fue a San Giovanni Rotondo para

verificar la identidad de su fraile. Cuando divisó al

Padre Pío en la iglesia, se dirigió a su hermano y le

dijo al oído: Es él, no hay duda de que es él.

La Señora Ercilia Magurno, mujer de mucha

fe, había velado durante meses junto al lecho de su

marido, sumamente grave de angina de pecho. Cierta

noche, invadió la habitación un penetrante perfume

de flores, pero el enfermo seguía empeorando por

momentos. Con dos días de intervalo, la señora en-

vió dos telegramas al Padre Pío para implorar su in-

tercesión, pues su marido estaba ya en coma. El 27

38

de febrero, el enfermo pareció dormirse con sueño

profundo y sereno. A la mañana siguiente, al desper-

tar, dijo a su mujer: Estoy curado. Me siento perfec-

tamente. El Padre Pío acaba de dejarme. Por favor,

abre la puerta y tómame la temperatura. No tenía ni

rastros de fiebre. El Padre Pío vino acompañado por

otro fraile, explicó el hombre, me examinó el co-

razón y me dijo: Mañana se le habrá ido la fiebre y

dentro de cuatro días podrá levantarse. Luego miró

los remedios que le daban, leyó las recetas y se

quedó largo rato junto a él. Como para confirmar

este milagro, una fuerte fragancia de violetas flotaba

todavía en la habitación. Cinco meses después, am-

bos esposos se dirigían a san Giovanni, y el ex-

enfermo reconocía a su salvador. El Padre Pío se le

acercó, le puso la mano en el hombro y con tono

amistoso le dijo: ¡Cómo te ha hecho sufrir ese co-

razón!20.

NATUZZA EVOLO es una gran mística italia-

na, que vive en Paravati, cerca de Mileto (Catanza-

ro), Italia. Es una humilde y buena mujer, madre de

familia con cinco hijos. Tiene dones extraordinarios

como éxtasis, estigmas y también el don de biloca-

ción. Este don de bilocación se manifiesta de dife-

rentes maneras. Una veces, la ven en el lugar donde

está en bilocación, otras veces sólo sienten su pre-

sencia por un fuerte perfume de flores. En ocasiones,

20

www.reinadelcielo.org.

39

manifiesta su presencia a través de ruidos o diciendo

palabras que son oídas sin que la vean. También

puede llevarse objetos o traerlos del lugar de biloca-

ción. Siempre es llevada o transportada como ella

dice, por su ángel de la guarda y, frecuentemente, es

acompañada también por algunos difuntos, familia-

res de quienes va a visitar. Ella no escoge los lugares

ni busca la bilocación, que le viene espontáneamen-

te, y es llevada para cumplir alguna misión de con-

suelo y ayuda. Sobre sus dones y bilocaciones hay

cinco libros escritos por Valerio Marinelli.

El padre jesuita Giovanni Martinetti ha estu-

diado durante tres años los fenómenos místicos de

Natuzza y dice: Las bilocaciones de Natuzza tienen

siempre una finalidad concreta de ayuda o reafirma-

ción de la fe cristiana. Sus bilocaciones han sido por

miles. Yo he recogido testimonios de más de cien de

esas bilocaciones en tres años de investigación. En

sus bilocaciones, Natuzza es guiada por difuntos y

ángeles que la acompañan al lugar donde debe ir y

le sugieren lo que debe hacer... Es interesante las

explicaciones que la misma Natuzza me ha dado pa-

ra explicar este fenómeno de la bilocación. Me ha

dicho:

“La bilocación no viene nunca de mi es-

pontánea voluntad. Se me presentan los ángeles o

difuntos y me acompañan a los lugares donde es ne-

cesaria mi presencia. Yo veo perfectamente todo el

40

ambiente y puedo hablar y ser oída por las personas

presentes, puedo abrir y cerrar puertas y producir

algunas acciones. Yo me encuentro inmersa en el

ambiente, no es como si lo viera por televisión. Estoy

en el lugar solamente el tiempo necesario para cum-

plir mi misión y siempre soy consciente de que mi

cuerpo físico está en Paravati o donde me encontra-

ba antes de la bilocación. Esto puede sucederme de

día o de noche, incluso cuando estoy hablando con

alguien o haciendo alguna cosa. Muchas veces, no

sé dónde voy. El viaje es instantáneo, independien-

temente de la distancia. Cuando voy a una casa, me

encuentro directamente en su habitación o en una

habitación contigua de donde está la persona que

debo ver. Abro la puerta y después la cierro. Algu-

nas veces, puedo transportar objetos al ir o venir. Y

nunca me siento cansada o mal después de la bilo-

cación”21.

Los difuntos, que se le aparecen y la acompa-

ñan en sus bilocaciones para visitar a sus familiares,

tienen el mismo aspecto que tenían durante la vida y

van con los vestidos que usaban en vida. Ella dice

que los difuntos están interesados en la vida de sus

familiares y los visitan en sus casas, aunque no se les

puede ver, porque el Señor no lo permite. En algunos

casos, los difuntos le dan mensajes para su familia.

21 Martinetti Giovanni, La vita fuori del corpo, Ed. Elle di ci, Torino,

1989, pp. 230-232.

41

Cuando la gente la visita y le pregunta sobre

la suerte de sus familiares difuntos, ella puede res-

ponder, preguntándole a su ángel custodio, a quien

ve constantemente. También ve a los ángeles custo-

dios de las demás personas, que están a la derecha,

mientras que en los sacerdotes están a la izquierda,

por respeto a su dignidad.

Los difuntos le dicen que ellos no pueden re-

zar por ellos mismos ni por otros difuntos, pero sí

rezan por sus familiares vivos. Normalmente, lo que

piden a sus familiares es resignación y que no se

desesperen; también que recen por ellos para conse-

guir pronto la plena felicidad del cielo. Veamos al-

gunos ejemplos de bilocación.

La señora María Naccari dice: En 1976, mien-

tras dormía, sentía que me tiraban de las mantas por

dos veces. Me desperté, pensando que sería mi hijo

que dormía en la habitación contigua. Entonces, vi

junto a mi cama a mi tío difunto, al cual no recorda-

ba nunca en mis oraciones. Me sentí feliz de verlo y

no sentí miedo. Me pregunté cómo podía verlo, si

estaba todo oscuro y la ventana estaba cerrada. Mi-

rando a la ventana, vi que allí estaba Natuzza con el

rostro bellísimo y radiante. Me dormí feliz. Cuando

42

le pregunté a Natuzza, si había sido ella, me respon-

dió: “Sí, hija, he sido yo”22.

El señor Salvatore Gerani dice: Un domingo,

a las 7,30 a.m., me fui al cementerio de Tropea para

visitar las tumbas de mis familiares difuntos y rezar

por ellos. De pronto, sentí un ruido a unos 50 ó 100

metros de distancia. Me volví, pero no vi a nadie.

Después de algunos minutos, sentí lo mismo, a la

misma distancia. Después sentí otros rumores como

pasos cerca de mí. No tuve miedo, pero seguí mi ca-

mino, porque debía ir rápido para llegar a misa.

Cuando le conté a Natuzza lo que me había pasado,

ella me dijo que ella y sus familiares difuntos me

habían seguido23.

La señora Carmelina Fratini dice: Una noche

de marzo de 1971, mientras estaba dando de mamar

a mi hija sentí que se abría la puerta de mi habita-

ción. Y vi entrar una señora con camisa blanca y con

trenzas en la cabeza. Se acercó a la cuna, se quedó

mirando un momento y, después, se fue como había

entrado. Yo pensé que era mi tía difunta, que había

venido, porque estaba contenta del nacimiento de mi

hija. Después me dormí y, a la mañana siguiente,

conté todo a mi madre y me vino el deseo de ir a ver

a Natuzza para pedirle su opinión. Apenas la vi, ella

22 Marinelli Valerio, Natuzza di Paravati, tomo 1, Ed. Mapograf, 1993, p. 202. 23

ib. tomo IV, 2000, p. 263.

43

me dijo: “Pero, ¿cómo das de mamar a tu hija de

ese modo? ¿Quieres que te dé a ti y a ella una bron-

copulmonía?”. Yo no le había dicho nada. Y cierta-

mente, yo le daba de mamar a mi hija sin cubrirla.

Entonces, entendí que había sido Natuzza24.

Dice la misma testigo: En 1986 me encontra-

ba en el hospital de Crotone en la sección de mater-

nidad, porque tenía problemas con mi embarazo y

sufría mucho. De pronto, un día vi a Natuzza con

una corona de espinas sobre la cabeza y el rosario

en la mano. Ella me hizo señas de estar callada y no

decir nada, y yo cerré los ojos y me quedé dormida.

Mi esposo y el médico sintieron un fuerte perfume de

flores. Cuando fui a Paravati a verla, me dijo que

había ido con algunas almas del purgatorio para

rezar por mí, porque tenía necesidad25.

El abogado Francesco Cosentino, da su testi-

monio: En nuestra casa de Verona hay un reloj anti-

guo, recuerdo de la familia, que muchas veces inten-

tamos hacer funcionar sin éxito. Un día, mientras

estaba solo en casa, pues mi esposa estaba fuera de

la ciudad, el reloj sonó de improviso con tres cam-

panadas. Eran las 3 de la tarde. En la noche, a las

10 p.m., mientras estaba a la mesa con mis hijos, de

nuevo sonó el reloj con 10 campanadas. Este hecho

24 ib. tomo 1, p. 204. 25

ib. tomo V, 1998, p. 280.

44

no había ocurrido antes ni se ha verificado después.

Cuando fui a ver a Natuzza y le pedí explicación,

ella me dijo: “Estaban tristes por estar solos y quise

hacerles compañía y darles una señal de mi presen-

cia”26.

La señora Ana María Odoardi da el siguiente

testimonio: En noviembre de 1993, mi esposo tuvo

un infarto y estaba muy grave. Pedimos oraciones a

Natuzza. Yo le pedí al Señor la salud de mi esposo,

pero pensé que quizás Él quería llevárselo y pensan-

do en esto acepté resignadamente su voluntad, pi-

diéndole por su salvación. Pero, mientras pensaba

en estas cosas, oí claramente una voz exterior que

me decía: “No te preocupes, desde este momento,

todo cambiará”. Mi marido se recuperó muy bien y

hoy sigue vivo. En la Cuaresma de 1994, fui a ver a

Natuzza y le pregunté, si aquella voz era la suya, y

me dijo que sí27.

Podíamos continuar escribiendo testimonios

de bilocación, pero creo que son suficientes, lo im-

portante es saber que son hechos reales y que Dios

concede esta gracia para hacer el bien a los demás.

26 ib. tomo 1, 1993, p. 214. 27

ib. tomo V, 1995, p. 304.

45

REFLEXIONES

La primera reflexión que podemos hacer es

que debemos vivir bien para que, en el último mo-

mento, nos sintamos satisfechos de nuestra vida. Va-

le la pena vivir bien, vale la pena sentir la felicidad

de ser buenos, vale la pena ayudar, servir y amar sin

descanso y sin condiciones a los demás.

Nuestra vida sólo tiene sentido en el amor.

Por eso, te recomiendo que mires tu vida, hagas un

examen de conciencia y veas si estás satisfecho de ti

mismo. Si Dios, como ocurre a algunos en experien-

cias premuerte, te hiciera ver toda tu vida pasada con

todos tus actos y omisiones, y sus repercusiones so-

bre los demás, ¿estarías satisfecho? ¿Puedes decirle a

Dios en este momento: Misión cumplida? ¿Estás

preparado para morir?

Nunca me olvidaré de la carta que me escribió

una religiosa anciana en la que me contaba que,

cuando era jovencita, le gustaban mucho las fiestas y

los bailes. Una noche tuvo que ser llevada de emer-

gencia al hospital, pues tenía muchos dolores; y tu-

vieron que operarla inmediatamente. Ella me dice

que sintió que salía de su cuerpo y vio desde arriba a

los médicos, que la estaban operando. Sin saber

cómo, se presentó ante la presencia de Dios. Y Dios

le preguntó: ¿Qué has hecho de tu vida? Y ella sólo

atinó a decir: Mis manos están vacías. En ese mo-

46

mento, sintió profundamente que su vida estaba vac-

ía y que no había hecho nada que valiera la pena. Y

sintió el disgusto de Dios... No recordó más. Se en-

contró de nuevo en su cuerpo al despertar de la ope-

ración. Pero nunca se olvidó de esa experiencia y

decidió dedicar toda su vida al bien de los demás,

entrando, a los pocos meses en un convento, donde

vivió feliz hasta sus últimos días como una monjita

alegre, santa y feliz.

¿Te gustaría a ti ser feliz en esta vida y des-

pués por toda la eternidad? ¿A qué esperas? ¿Crees

que vas a conseguir la felicidad con las cosas mate-

riales y los placeres del mundo? Vive para la eterni-

dad. No te olvides que este mundo se termina y tu

vida se va agotando día a día. Haz algo por los de-

más. Haz algo que valga la pena. Vive amando, ama

viviendo. Amar es vivir y vivir es amar. En cambio,

odiar es morir y el que no ama, esta muerto en vida.

Te deseo lo mejor: que vayas por la vida

haciendo el bien a todos, que nunca hagas daño a

nadie y que seas feliz con la alegría de Dios en tu

corazón, amando sin condiciones a todos los que te

rodean.

47

SEGUNDA PARTE

EVANGELIZACIÓN

En esta segunda parte, vamos a tratar el caso

especialmente extraordinario de evangelización en

las tribus de América del Norte por la Madre María

de Jesús de Ágreda, que estando en su convento de

Ágreda, en España, iba en bilocación a evangelizar a

los indígenas. Antes de entrar en el tema propiamen-

te dicho, expondremos algunas reflexiones sobre lo

que es ser cristiano y sobre la obligación que todos

tenemos de evangelizar y de colaborar en la salva-

ción de los demás.

SER CRISTIANO

Ser cristiano es ser de Cristo, pertenecerle a Él

con cuerpo, alma, vida y corazón, pues es nuestro

Dios y nuestro Señor, que nos ha creado y redimido

para salvarnos. Lamentablemente, después de veinte

siglos de cristianismo, hay muchos millones de

hombres que no son cristianos. Por eso, tenemos no-

sotros la obligación de ayudarlos a descubrir el amor

de Jesús y su doctrina de salvación.

Para llegar a ser cristianos debemos bautizar-

nos y creer en Cristo. Al llegar a este mundo, en el

momento de la concepción, el ser humano está a os-

48

curas, sin la luz ni el amor de Dios. Es sólo una cria-

tura de Dios. Tiene lo que se llama pecado original,

es decir, que viene al mundo en estado natural. Y

para ser elevado al orden sobrenatural y llegar a ser

hijo de Dios necesita ser bautizado. De esta manera,

su alma, apagada y sin brillo, se llenará de belleza,

de luz y de amor, resplandeciendo de gloria como un

verdadero hijo de Dios. Dios mismo habitará en su

alma y él será templo de Dios. Y Dios será su gozo y

su felicidad, dándole sentido a su vida y haciéndole

sentir la alegría de vivir para Él y para los demás.

¡Qué importante es el bautismo!

El bautismo nos hace una nueva criatura; un

hijo adoptivo de Dios, partícipes de la naturaleza

divina, miembros de Cristo, coherederos con Él y

templos del Espíritu Santo (Cat 1265). El bautismo

imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble

(carácter) de su pertenencia a Cristo (Cat 1272).

Este sello indeleble es como una marca, que mani-

fiesta a todo el mundo: Este hombre pertenece a Je-

sucristo. Y esto lo ven muy bien los demonios, ya

que cuando uno asiste a sectas satánicas, lo primero

que le exigen es renunciar a su bautismo para des-

pués bautizarse en nombre de Satanás, poniéndole un

nuevo nombre.

El bautismo es necesario para la salvación,

pero hay tres clases de bautismo. El bautismo de

agua que es sacramento y es el único que imprime

49

carácter. El bautismo de sangre para los que mueren

por Cristo, como los santos inocentes; y el bautismo

de deseo, que reciben los que, al llegar al uso de

razón, siguen la voz de su conciencia, haciendo el

bien y evitando el mal. En este caso, al seguir la vo-

luntad de Dios, Dios los acepta como hijos y los lle-

na de su amor. Son como cristianos anónimos, aun-

que no están plenamente unidos a Cristo ni a su Igle-

sia, pero se salvan; pues, si hubieran sabido que Cris-

to es Dios y en Él está la salvación, lo hubieran ama-

do y lo hubieran seguido.

Quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de

Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con

un corazón sincero y se esfuerzan bajo el influjo de

la gracia en cumplir con obras su voluntad, pueden

conseguir la salvación eterna (Concilio Vaticano II,

Lumen gentium, n. 16).

Sobre los niños muertos sin bautismo, he es-

crito un libro titulado El destino de los niños muertos

sin bautismo, donde manifiesto la opinión, pues so-

bre esto no hay nada definido por la Iglesia, que mu-

chos de estos niños pueden ir directamente al cielo

en virtud de la fe de sus padres y de su deseo de que

hubieran sido bautizados; pero los demás, especial-

mente abortados, de quienes nadie se acuerda, pue-

den permanecer durante un tiempo más o menos lar-

go en un estado de limbo, de sola felicidad natural,

hasta que en virtud de la fe y de la oración de la Igle-

50

sia, puedan ser salvados. Para ellos, recomiendo

mandar celebrar una misa o bautizarlos espiritual-

mente, poniéndoles un nombre. Así lo manifiestan

algunos santos como la beata Ana Catalina Emme-

rick y la gran mística austriaca María Simma.

En conclusión, ser cristiano es una gracia in-

mensa que debemos valorar para vivir como tales y

desear esta gracia para todos los hombres.

EVANGELIZAR

Para que todos los hombres lleguen a ser cris-

tianos y se cumpla así la voluntad de Dios, es preciso

que todos los cristianos sean misioneros y sientan la

necesidad de evangelizar, aunque sólo sea a través de

sus oraciones y sufrimientos, ofrecidos generosa-

mente al Señor. Recordemos que la Iglesia ha nom-

brado patrona de las misiones a santa Teresita del

niño Jesús, una religiosa contemplativa, que sin salir

de su convento, salvó tantas almas que la Iglesia la

ha nombrado patrona de las Misiones.

Dios nos urge a predicar, empezando por los

que están cerca de nosotros. En el mundo actual hay

muchísimos que se dicen cristianos por estar bauti-

zados, pero no son practicantes, y apenas son creyen-

tes; a ellos también hay que evangelizar y ayudar

para que vivan plenamente su fe. Sin embargo, no

51

olvidemos que hay millones de hombres que ni si-

quiera son bautizados y no creen en el mensaje de

Jesús. A ellos hay que evangelizar como Cristo nos

pide:

- Id por todo el mundo y predicad el Evangelio

a toda criatura (Mc 16, 15).

- Cristo no me envió a bautizar sino a evange-

lizar (1 Co 1, 17).

- Si evangelizo, no es para mí motivo de gloria,

sino que se me impone como necesidad. ¡Ay

de mí si no evangelizara! (1 Co 9, 16).

- ¿Cómo creerán sin haber oído de Él? Y

¿cómo oirán si nadie les predica? Y ¿cómo

predicarán si no son enviados? (Rom 10, 14).

- Dios quiere que todos los hombres se salven y

lleguen al pleno conocimiento de la verdad

(1 Tim 2, 4).

- No te avergüences jamás de dar testimonio de

Nuestro Señor, antes bien lleva con fortaleza

los trabajos por la causa del Evangelio

(2 Tim 1, 7-8).

- Predica la palabra, insiste a tiempo y a des-

tiempo, reprende, vitupera, exhorta con toda

longanimidad y doctrina (2 Tim 4, 1).

Creo que son suficientes estos textos para en-

tender el mandato de Jesús. Pero no sólo debemos

evangelizar individualmente, sino también en grupo,

en familia, y dar testimonio de nuestra fe sin aver-

52

gonzarnos de ella. Dice Jesús: el que se avergüence

de mí y de mis palabras, yo también me avergonzaré

de él delante de mi Padre celestial (Mt 10, 33).

Los bautizados están obligados a confesar de-

lante de los hombres la fe que recibieron de Dios

por medio de la Iglesia, y de participar en la activi-

dad apostólica y misionera del Pueblo de Dios (Cat

1270). Dios quiere la salvación de todos por el co-

nocimiento de la verdad. La salvación se encuentra

en la verdad. Los que obedecen a la moción del

Espíritu de la verdad, están ya en el camino de la

salvación, pero la Iglesia, a quien esta verdad le ha

sido confiada, debe ir al encuentro de los que la

buscan para ofrecérsela. Porque cree en el designio

universal de salvación, la Iglesia debe ser misionera

(Cat 851).

Todos los hijos de la Iglesia han de tener viva

conciencia de su responsabilidad para con el mun-

do, fomentar en sí mismos el espíritu verdaderamen-

te católico y consagrar sus energías a la obra de la

evangelización. Sepan todos, sin embargo, que la

primera y principal obligación en pro de la difusión

de la fe es vivir profundamente la vida cristiana.

Pues su fervor en el servicio de Dios y su caridad

para con los demás aportarán nuevo aliento espiri-

tual a toda la Iglesia, la cual aparecerá como el es-

tandarte levantado entre las naciones, luz del mundo

y sal de la tierra (Vaticano II, Ad gentes n. 36).

53

En esta tarea de evangelización es importante

usar los medios modernos de comunicación social

como el internet, la televisión, la radio... (Decreto

Intermirifica n. 3). En resumen, todos debemos ser

misioneros y predicadores de la Palabra de Dios,

compartiendo nuestra fe con los demás, porque como

dijo Jesús: La mies es mucha y los obreros pocos.

Rogad al dueño de la mies, que envíe obreros a su

mies (Mt 9, 37-38).

LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS

El único asunto importante de nuestra vida es

la salvación de nuestra alma. Ya Jesús nos advirtió:

¿De qué sirve ganar el mundo entero, si perdemos el

alma? (Mt 16, 26). Por salvarnos, Él se dejó insultar

y pegar, y entregó su vida. Y desde la cruz sigue di-

ciéndonos: Tengo sed. Tengo sed de la salvación de

las almas, pues hay muchas que van por el camino

de la perdición eterna. No debemos olvidar que exis-

te el infierno, que es, como dice el Catecismo: Un

estado de autoexclusión definitiva de la comunión

con Dios y con los bienaventurados (Cat 1033). El

infierno es pasarse toda la eternidad con un corazón

lleno de odio y de violencia en compañía de los de-

monios. El infierno es terrible, es un estado personal

de rechazo de Dios y de su amor, queriendo vivir

54

eternamente sin Dios. Pero, sin Dios y sin amor, na-

die puede ser feliz.

¡Qué terrible es pensar que hay millones de

hombres que no creen en Dios y lo rechazan en su

vida y en sus acciones; hombres que matan sin com-

pasión y que sólo piensan en los placeres y cosas

materiales! Incluso no faltan quienes prefieren ado-

rar a Satanás que a Dios. ¡Y Jesús ha muerto por to-

dos y sigue esperándolos hasta el último momento,

dándoles la oportunidad de convertirse! ¿Qué hace-

mos nosotros para ayudar a Jesús en esta tarea?

Los santos son los que más intensamente han

vivido este deseo de la salvación de las almas y se

han ofrecido a Dios como víctimas para sufrir todo

lo que les envíe para conseguir la salvación de los

pecadores. Decía santa Catalina de Siena: ¿Cómo

podré yo descansar mientras haya un alma creada a

tu imagen, Señor, que esté expuesta a perderse? ¿No

valdría más que todos se salvasen y que me conde-

nase yo sola con tal de seguir amándote?

Santa Teresa de Jesús dice: Acertó a venirme

a ver un fraile franciscano llamado fray Alonso

Maldonado, harto siervo de Dios, y con los mismos

deseos del bien de las almas que yo y podíalos poner

por obra, por lo que le tuve yo harta envidia. Venía

de las Indias y me comenzó a contar de los muchos

millones de almas que allí se perdían por falta de

55

doctrina e hízonos un sermón y plática animando a

la penitencia. Yo quedé tan lastimada de la perdi-

ción de tantas almas que no cabía en mí. Me fui a

una ermita y con hartas lágrimas clamaba a Nuestro

Señor, suplicándole diese medio cómo yo pudiese

hacer algo para ganar algún alma para su servicio,

pues tantas llevaba el demonio; y que pudiese algo

mi oración. Tenía gran envidia a los que podían por

amor de nuestro Señor emplearse en esto, aunque

pasasen mil muertes; y así me acaece que, cuando

en las vidas de los santos leemos que convirtieron

almas, mucha más devoción me hace y más ternura y

más envidia que todos los martirios que padecen28.

Y sigue diciendo: Estando un día en oración,

me hallé sin saber cómo en un punto que me parecía

estar metida en el infierno. Esto fue en brevísimo

espacio, mas aunque viviese muchos años, me pare-

ce imposible olvidárseme... Sentí un fuego en el alma

que yo no puedo entender cómo poder decir de la

manera que es. Los dolores corporales tan insopor-

tables, que con haberlos pasado en esta vida graví-

simos y según dicen los médicos los mayores que se

pueden acá pasar, no hay nada en comparación de

los que allí sentí y ver que habían de ser sin fin y sin

jamás cesar... No quiso el Señor entonces viese más

de todo el infierno; después he visto otra visión de

cosas espantosas... El quemarse de acá es muy poco

28

Fundaciones 1, 7.

56

en comparación de este fuego de allá. Yo quedé tan

espantada, y aun lo estoy ahora escribiéndolo des-

pués de casi seis años, que me parece que el calor

natural me falta de temor, aquí donde estoy... Me da

grandísima pena las muchas almas que se conde-

nan..., y me parece cierto a mí que por librar una

sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas

muertes de muy buena gana29.

La beata Ana Catalina Emmerick decía:

Señor, yo deseo que en esta vida hagáis y

deshagáis de mí, queméis, corrijáis, afligiéndome y

matándome, con tal que yo no me condene ni tampo-

co ninguno de mis prójimos. Señor, que ninguno sea

condenado..., que me pongáis en la puerta del in-

fierno y que esté yo allí padeciendo atravesada, para

que ninguno pase ni entre en aquellas penas. Padéz-

calas yo todas y no se condene ninguna criatura de

vuestras manos, ni entren más en aquellas cavernas.

Yo estaré padeciendo toda la eternidad el fuego y las

penas... Mas os pido, Señor, que nadie se condene,

pues son almas hechuras vuestras que os costaron

mucho. Y, si para que no entre ninguno en el infier-

no es menester que yo esté hasta el día del juicio

atravesada en la puerta del infierno mismo, no lo

rehusaré... Me ofrezco, aunque sea a morir mil

muertes y aun padecer las penas del infierno, para

29

Vida, cap. 32.

57

que una sola alma se salve con tal que sea no per-

diendo a Dios. Clamar, orar y pedir, yo lo haré, su-

poniendo mi pobreza y llevando delante los méritos

de Cristo nuestro Redentor30.

Dice santa Faustina Kowalska: Bajo la guía

de un ángel, he estado en los abismos del infierno.

Es un lugar de grandes tormentos en toda su exten-

sión espantosamente grande... Habría muerto a la

vista de aquellas horribles torturas, si no me hubiera

sostenido lo omnipotencia de Dios. El pecador sepa

que con el sentido con el que peca, será torturado

por toda la eternidad. Escribo esto por orden de

Dios para que ningún alma se justifique diciendo

que el infierno no existe, o que ninguno ha estado

nunca y ninguno sabe cómo sea. Yo, Sor Faustina,

por orden de Dios estuve en los abismos del infierno

con el fin de relatarlo a las almas y atestiguar que el

infierno existe...

La mayor parte de las almas que allí están

son almas que no creían que el infierno existía.

Cuando volví en mí, no lograba reponerme del es-

panto al pensar que unas almas allí sufren tan terri-

blemente; por eso, ruego con el mayor fervor por la

conversión de los pecadores e invoco incesantemen-

te la misericordia de Dios para ellos. Oh Jesús mío,

prefiero agonizar hasta el fin del mundo en las más

30

Emmerick Ana Catalina, o.c., pp. 367-370.

58

grandes torturas antes que ofenderte con el más pe-

queño pecado31.

La Venerable Sor Josefa Menéndez era lleva-

da frecuentemente al infierno con permiso de Dios

para poder sufrir por tantas almas que estaban en

camino de condenación. Dice ella:

Yo no puedo decir lo que se oye: toda clase de

blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos

maldicen su cuerpo, otros maldicen a su padre o

madre, otros se reprochan a sí mismos el no haber

aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el

pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos

de rabia y desesperación... En frente de mí y cerca,

tenía almas que me maldecían y blasfemaban. Es lo

que más me hizo sufrir, pero lo que no tiene compa-

ración con ningún tormento es la angustia que siente

el alma, viéndose apartada de Dios... Me pareció

que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo

fueron seis o siete horas...

No puedo decir lo que sintió mi alma, cuando

me di cuenta de que estaba viva y que todavía podía

amar a Dios. Pero para poder librar un alma de este

infierno, yo no sé a lo que estoy dispuesta. Veo con

mucha claridad que todo lo del mundo no es nada en

comparación del dolor del alma que no puede amar,

31

Diario, II Cuaderno Nº 161.

59

porque allí no se respira más que odio y deseo de la

perdición de las almas32.

En las apariciones de Fátima, Nuestra Madre

la Virgen les hizo ver a los niños el infierno. Dice

Lucía: Nuestra Señora nos mostró un gran mar de

fuego que parecía estar debajo de la tierra. Sumer-

gidos en este fuego los demonios y las almas como si

fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas

con forma humana que fluctuaban en el incendio,

llevadas por las llamas que de las mismas salían

juntamente con nubes de humo cayendo hacia todos

los lados, semejantes al caer de las pavesas en los

grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gri-

tos y gemidos de dolor y desesperación que horrori-

zaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios

se distinguían por las formas horribles y asquerosas

de animales espantosos y desconocidos, también

transparentes y negros... Nuestra Señora nos dijo

con bondad y tristeza: Habéis visto el infierno donde

van las almas de los pobres pecadores. Para salvar-

las, Dios quiere establecer en el mundo la devoción

a mi Inmaculado Corazón33.

En la primera aparición del ángel de Portugal,

él les dijo a los tres pastorcitos: Ofreced sacrificios

32 Sor Josefa Menéndez, Un llamamiento al amor, Ed. Religiosas del

Sagrado Corazón, 1998, p. 212. 33 Lucía de Fátima, Memorias de Lucía, Ed. Sol de Fátima, Madrid,

1974, p. 100.

60

en acto de reparación por los pecados con que Dios

es ofendido y suplicando por la conversión de los

pecadores...

En la tercera aparición, el ángel les enseñó la

oración: Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu

Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el pre-

ciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesu-

cristo, presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indife-

rencias con que Él mismo es ofendido. Y por los

méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del

Corazón Inmaculado de María, te pido la conversión

de los pobres pecadores. Y al darles la comunión les

dijo: Tomad y bebed el cuerpo y la sangre de Jesu-

cristo, horriblemente ultrajado por los hombres in-

gratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro

Dios34.

Y les decía María en la aparición del 13 de

agosto de aquel año 1917: Rezad, rezad mucho y

haced sacrificios por los pecadores, porque van mu-

chas almas al infierno, porque no hay quien se sacri-

fique ni ore por ellas.

¿Qué quiere decir todo esto? Que Dios nos

necesita en la gran tarea de la salvación de nuestros

34

ib. 142-143.

61

hermanos. ¿Estás dispuesto a ayudarle? Dios cuenta

contigo. Tú tienes la respuesta.

MADRE MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA

La Madre María de Jesús (1602-1665), llama-

da en el mundo María Coronel y Arana, nació en la

ciudad de Ágreda (Soria), en España. Allí entró en el

convento de las Madres concepcionistas a los 18

años. Llegó a ser Superiora del monasterio y allí vi-

vió hasta su muerte. Desde los primeros tiempos de

su vida en el convento, empezó a tener éxtasis y

fenómenos extraordinarios. Su deseo de salvar almas

era muy intenso.

En la relación que ella misma hace al padre

Pedro Manero le dice así: Esto de que se condenasen

las criaturas de Dios y mis hermanos los prójimos,

desde muy pequeña me ha dividido de dolor el alma;

y lo que me ha pasado acerca de esto no es posible

ponderarlo. Y en este tiempo me sucedió que el Se-

ñor me prevenía algunas veces que quería trabajase

por las criaturas y el bien de las almas; y las gran-

des enfermedades y dolores que tenía me ordenaba

su Majestad se lo ofreciese por una causa de su

agrado y por la conversión de algunas almas.

Paréceme que un día, después de haber reci-

bido a nuestro Señor, me mostró su Majestad todo el

62

mundo y conocí la variedad de cosas criadas; cuán

admirable es el Señor en la universalidad de la tie-

rra; mostrábame con mucha claridad la multitud de

las criaturas y almas que había y entre ellas cuán

pocas que profesasen lo puro de la fe y que entrasen

por la puerta del bautismo a ser hijos de la santa

Iglesia. Dividíase el corazón de ver que la copiosa

redención no cayese sino sobre tan pocos. Conocía

cumplido lo del Evangelio que son muchos los lla-

mados y pocos los escogidos. A todos crió el Altísi-

mo para que le conociesen, sirviesen y amasen y son

muy pocos los que profesan la fe conforme los mu-

chos gentiles, idólatras, moros y herejes que hay.

Para dar salida a su incontenible deseo de sal-

var almas, Dios le concedió el don bilocación. Así

pudo convertir a un moro de Pamplona, un mu-

sulmán encarcelado, a quien fue a catequizar en bilo-

cación y consiguió su conversión, siendo bautizado

en su misma ciudad de Ágreda el 28 de noviembre

de 1626, como consta en el libro de bautismos de la

parroquia de Ágreda. Veamos los hechos.

Había un musulmán encarcelado en el castillo

de Pamplona y debían llevarlo a Madrid. Un caballe-

ro que residía en Ágreda con el cargo de gobernador

de armas, antes de cumplir este encargo, les habló a

las religiosas de este musulmán, tratándolo de perro

por haber huido de la justicia. Sor María, que escu-

chaba estas palabras, no pudo ocultar la pena que le

63

causaba oír tratar así a una criatura hecha a imagen

y semejanza de Dios; y pidió al caballero que le tra-

jese el esclavo por Ágreda antes de llevarlo a Ma-

drid. Llegó a Pamplona este señor y, al disponerse a

conducir con toda cautela al famoso moro, le mani-

fiesta éste, cómo ya estaba catequizado por una reli-

giosa que visiblemente había estado con él dos veces

en el castillo y postrada de rodillas le había rogado

que se hiciese cristiano, instruyéndole en los miste-

rios de la fe, y él se había determinado a recibir el

bautismo en la parroquia de Nuestra Señora de los

Milagros de la villa de Ágreda y tomar el nombre de

Francisco como la religiosa le había prescrito.

Y lleno de gozo, el señor gobernador se pre-

senta con el moro en la villa. Señalan el día del bau-

tismo y acompañado de las personas más distingui-

das de la población y de casi todos los vecinos, entra

el moro en la parroquia y en ella, con edificación y

contento de los presentes, es bautizado solemnemen-

te. Presuponiendo que la monja que se le había apa-

recido y convertido a la fe había sido Sor María de

Jesús, suplicó el moro a los superiores del monaste-

rio se dignasen comprobar del modo más convenien-

te el suceso; y, al efecto, presentes en el convento de

la Concepción los padres Juan Bautista del Campo,

guardián de San Julián de esta villa, fray Antonio

Vicente y fray Juan Ruiz, vicario y procurador de las

religiosas respectivamente; el mencionado caballe-

ro, el notario Don Lucas Pérez Planillo y varios se-

64

ñores y señoras que, atraídos por la fama del prodi-

gio allí habían acudido, pusieron al moro junto a la

puerta reglar, para que, al pasar cerca de él tres

religiosas con velo levantado, dijera cuál le había

visitado e instruido en el castillo de Pamplona.

Pasó la primera y dijo: ésta no es, aunque iba

vestida como ésta; pasó la segunda y repitió lo mis-

mo; mas al ver a la tercera, que era Sor María de

Jesús, exclamó: ésta es, ésta es. Pero no contentos

los superiores con solo este experimento, obligaron

a pasar otra vez del mismo modo a todas las religio-

sas de la Comunidad, y a medida que iban pasando,

decía el moro: ésta no es, ésta no es..., hasta que

conocida la última, exclamó: ésta es la que me ha

convertido. Señores, esta es la monja que se me apa-

reció en Pamplona y me ha convertido. Y el notario,

que había presenciado todo, y a quien Sor María de

Jesús le era bien conocida, levantó público testimo-

nio de lo sucedido35.

Pero lo más hermoso de la vida de Sor María

de Jesús fue la capacidad que Dios le dio con el don

de bilocación para ir a tierras lejanas a evangelizar.

No es el único caso, pero sí el más sobresaliente de

la historia de la Iglesia.

35 Artola Antonio María, Venerable María de Jesús de Ágreda, Ed.

Monasterio de la Concepción, Ágreda, 1999, pp. 11-12.

65

De la beata Sor Ana de la Ángeles y Montea-

gudo, religiosa de Arequipa, Perú, se cuenta que, a

veces, iba en bilocación a visitar a los indios de las

alturas de Arequipa y les explicaba la doctrina cris-

tiana. San Martín de Porres, según el testigo fray

Antonio José de Pastrana, estuvo por casos que se

averiguaron (en bilocación) en Bayona de Francia

en un hospital que hay en dicha ciudad, y dispuso y

fundó otro en Berbería para los cristianos cautivos y

estuvo en el Japón consolando a los nuevamente

convertidos36. Esto mismo afirmó en las Actas del

proceso de beatificación, el testigo fray Jacome de

Acuña. Por supuesto que, al ir a visitar estos lugares

no sólo consolaba a los enfermos y animaba a cauti-

vos o a los recién convertidos, sino que también les

hablaba de Dios y de nuestra fe católica. Otro caso

interesante de evangelización en bilocación es el de

Sor Ana de san José. Dice en su Autobiografía:

Algunas veces, me hace nuestro Señor mer-

ced, después de haberle recibido sacramentado, de

llevarme a algunas ciudades y reinos... Y siento que

me lleva en sí mismo en espíritu y otras veces siento

que me lleva el corazón; y cuando me lleva el co-

razón primero, me dice acabándole de recibir:

“Pídanme todos que estoy en el corazón de Ana.

36 Bruno Cayetano, Florecillas de san Martín de Porres, Ed. Sale-

siana, Lima, p. 88.

66

Pídanme mercedes todos que aquí me dejaré ren-

dir”.

Algunas veces, me dice: “Ahora vamos al

Japón, que tengo allá muchos amigos que trabajan

en la conversión de las almas y los debemos visitar y

fortalecer...” Otras veces, me daba a entender infi-

nidad de cosas acerca de los errores de los indios y

del fruto que hace la presencia de nuestro Dios, las

tinieblas que destierra de aquellos ciegos y el espíri-

tu que infunde a los que trabajan... Otras veces, me

sentía llevar sin saber de quién... Me ha sucedido

muchas veces ir por el aire como volando y, algunas

veces, me hallo entre multitud de indios de diversas

naciones con la “Doctrina cristiana” en la mano y

ellos están de rodillas oyéndola... Otras veces, des-

pués de la comunión, me sucede ser llevada y llevo

el Santísimo Sacramento en el pecho; y, entonces,

veo que muchísimos lo adoran; y también en estas

ocasiones hace muy grandes favores37.

Pero veamos ahora más en concreto el caso

excepcional de la Madre María de Jesús.

37 Autobiografía de Sor Ana María de san José, citado por Arintero

Juan, Cuestiones místicas, BAC, Madrid, 1956, p. 648.

67

SU EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA

La presencia de la Madre Ágreda en la evan-

gelización de los indios de Norteamérica es un hecho

histórico, aceptado hasta por los historiadores nor-

teamericanos. Algunos de los cuales desean que se le

nombre patrona de Texas. Esta evangelización fue

realizada por bilocación, mientras se encontraba en

su convento de Ágreda y ocurrió entre los años 1620

y 1631, en los territorios norteamericanos del Estado

de Nuevo México y parte de los actuales Estados de

Texas, Colorado y Arizona.

Según datos confiables, los padres francisca-

nos, desde 1608 hasta 1616, habían bautizado unos

10.000 indios, pero en los siguientes años, por efecto

de la evangelización de la Madre María de Jesús,

entre otros factores, y también por el aumento de los

misioneros, las conversiones llegaron a 500.000. Una

cosecha extraordinaria, sobre todo, si consideramos

las extensas distancias y la oposición de muchos in-

dios rebeldes.

En 1622 salió una misión de 26 franciscanos

dirigidos por el padre Alonso de Benavides para

evangelizar los territorios de Nuevo México. Allí

estaban las tribus de los apaches, navajos, coman-

ches y otros muchos que, anteriormente, habían ma-

68

tado a algunos religiosos y eran considerados salva-

jes y sanguinarios con los blancos; pero los religio-

sos se dieron con la grata sorpresa de que venían a

suplicarles que fueran a sus tierras para administrar-

les el bautismo y los demás sacramentos. Ellos

hablaban de La Dama azul (haciendo alusión a su

capa azul), que los había preparado y evangelizado.

Los padres Juan de Salas y Diego López los acom-

pañaron a sus tierras y fueron reconocidos por los

paganos como hombres enviados por Dios. Ellos

llegaron a bautizar en un solo día hasta 10.00038.

El padre Alonso de Benavides, ante estos mi-

lagrosos sucesos, decidió viajar a España desde

México para informar a sus Superiores de las cosas

tan notorias y particulares, como él dice, que esta-

ban sucediendo en la Misión. Llegó a España el 1 de

agosto de 1630 y, antes de conocer a la Madre Ágre-

da, escribió un Memorial de los hechos, que se im-

primió en Madrid ese mismo año y que entregó al

rey Felipe IV y al Consejo de Indias y al General de

su Orden, padre Bernardino de Siena.

En este primer Memorial del padre Benavides

del año 1630, se dice:

El Padre Juan de Salas, hablando a aquella

multitud (de diez mil hombres o más) los interrogó si

38

Annales Minorum, tomo XXVII, Firenze, 1934, pp. 230 ss.

69

querían el bautismo. Respondieron por todos los

capitanes que para esto habían venido allí y para

esto habían llamado a los padres. El padre dijo:

Quisiera que todos y cada uno dé una señal cierta y

que cada uno, desde su puesto, levante el brazo para

manifestar su deseo del bautismo. Todos alzaron los

brazos y con gran clamor exclamaron que querían

ser bautizados. Lo que más conmovió a nuestros pa-

dres fue que las madres, que tenían los niños al pe-

cho, alzaban sus bracitos en alto...

Los dos padres, Juan de Salas y Diego López,

permanecieron junto a ellos algunos días, predican-

do la palabra de Dios y las cosas necesarias que

debían creer, y enseñándoles las oraciones cristia-

nas, mientras la multitud los escuchaba con suma

avidez. Mientras tanto, llegaron embajadores de los

otros pueblos vecinos: Yapis, xabatoas, quiviras y

aixaos insistiendo que también fueran a sus pueblos

y diciendo que también entre ellos se aparecía y

predicaba la llamada Sierva de Dios... Antes de des-

pedirse los dos padres les recomendaron que cada

día se acercasen a la cruz y recitaran devotamente

las oraciones aprendidas. Entonces, el jefe supremo

de los indios dijo: “Padre, hasta ahora nosotros so-

mos como ciervos y animales salvajes, pero vosotros

tenéis mucho poder ante Dios. Hay entre nosotros

muchos enfermos, curadlos antes de vuestra parti-

da”. Había muchos enfermos y, desde las tres de la

tarde, por toda la noche, hasta las diez del día si-

70

guiente, llevaron continuamente ciegos, cojos, pa-

ralíticos. Y los padres, estando de pie, uno de una

parte y el otro de otra, con la señal de la cruz y le-

yendo el Evangelio “Loquente Jesu” (Marcos 16) y

la oración “Concede nos”, quedaban curados ins-

tantáneamente. Bendito sea Dios que, por medio de

sus pobres siervos, ha obrado tantos milagros. Los

padres estaban atónitos. Y tanta devoción tomó

aquel pueblo hacia la santa cruz que, desde enton-

ces, cada uno de ellos la colocaba encima de su

tienda o cabaña y la tenía consigo todo el tiempo39.

El padre Benavides fue a visitar a la Madre

Ágreda con autorización del Padre General para que

la Madre pudiera decir por obediencia toda la ver-

dad. Escribió su segundo Memorial sobre los sucesos

de América en mayo de 1631, después de haber

hablado varias veces con ella. En este Memorial,

incluía una carta, fechada el 15 de mayo de 1631,

escrita por la misma Madre Ágreda, donde confirma

lo dicho por el padre Benavides en este segundo

Memorial. Veamos lo que nos dice el padre Alonso

de Benavides:

Escribo aquí parte de las maravillas que la

divina Majestad ha obrado y va obrando en las con-

versiones del Nuevo México por ministerio e instruc-

ción de la dichosa Madre María de Jesús, abadesa

39

ib. pp. 230 ss.

71

de su convento de la Concepción descalza de nuestro

seráfico Padre san Francisco, en protección y go-

bierno de la santa provincia de Burgos en la villa de

Ágreda. Las cuales maravillas la misma Madre Mar-

ía de Jesús me manifestó y dijo a solas en el confe-

sionario a mí, fray Alonso de Benavides, de la Orden

de nuestro Padre san Francisco y por mandato de

nuestro Reverendo Padre General vine a esta villa

con carta suya para la dicha Madre, en la que se

mandaba me satisfaciese a todo como lo hizo y todo

es de la suerte que yo allá lo he visto y experimenta-

do en el Nuevo México…

Los indios xumanas habían venido a pedir

que fuese a bautizarlos el padre fray Juan de Salas;

algunos años antes ya habían pedido cada año. Pre-

guntándoles qué motivo tenían de pedir con tanta

insistencia el bautismo dijeron que una mujer pare-

cida a un retrato que allí había de la Madre Luisa de

Carrión, pero mas moza y hermosa, les andaba pre-

dicando en su tierra, y les dijo que viniesen a llamar

a los padres de san Francisco para que fueran a

bautizarlos; y los reprendían de flojos y perezosos

porque no venían.

Fueron el padre fray Juan de Salas con su

compañero fray Diego López, entrambos sacerdotes

y predicadores, hijos de la provincia del santo

Evangelio, y en su compañía fueron dos soldados

españoles y otros dos mozos, a los cuales salieron a

72

recibir los indios en su tierra con cruces altas en

procesión y allí pidieron a voces el bautismo y hasta

las mujeres que tenían a sus criaturas de pecho les

alzaban los bracitos tiernos, pidiendo por ellas a

voces el bautismo…

Vinieron también allí los de la nación Sapie y

los de la Gabatoa y pidieron el mismo bautismo por

haberlo enseñado así la misma mujer, y viendo que

estaban bien dispuestos los indios y que la mies era

mucha y los obreros pocos, se determinaron a vol-

verse de donde salieron que hay más de ciento doce

leguas para llevar más religiosos y lo necesario pa-

ra fundar iglesia; y despidiéndose de la gente, les

dijeron que tuviesen siempre gran fe en aquella cruz

que allí les dejaban, que en todas sus necesidades

hallarían en ella remedio.

Los indios dijeron que antes que fuesen les

curasen sus enfermos y así los fueron trayendo lue-

go; sería esto a las tres de la tarde y permitió Nues-

tro Señor que hubiese tantos que hubo que hacer

hasta el otro día a las 10 y con sólo hacer los reli-

giosos la señal de la cruz sobre el enfermo y decir el

Evangelio de san Lucas y la oración de nuestra Se-

ñora “Concédenos” y la de Nuestro Padre san

Francisco, quedaban sanos de todas sus enfermeda-

des.

73

Cuando los religiosos querían partir, despi-

diéndose de las sobredichas naciones, llegaron tam-

bién allí los embajadores del reino de Quivira que

dista de allí seis o siete jornadas al Oriente y dijeron

que de parte de los suyos venían también a llamar a

los religiosos, porque también la mujer que allí an-

daba enseñándoles la fe, andaba en su reino de Qui-

vira, haciendo lo mismo; y como los religiosos esta-

ban ya de partida, respondieron a los embajadores

que a la vuelta acudirían de buena gana a darles el

bautismo, porque traerían más religiosos para to-

dos, con lo cual los embajadores quedaron contentos

y algunos de ellos desde allí se volvieron a su tierra

de Quivira para avisar de lo que pasaba, y los otros

se vinieron con los dichos dos religiosos a donde

estábamos para volver con ellos y guiarlos a sus

tierras. Yo los vi y dejé a un muchacho en el Nuevo

México para que aprendiese la lengua española.

Habiendo, pues, sucedido esto y por otras

partes grandiosas conversiones como tengo dicho de

más de quinientas mil almas, a donde pocos años

antes todo era idolatría y todos ahora adoran al Se-

ñor y Criador universal…

Cuando comenzamos a tratar (con la Madre

María de Jesús) de las conversiones de Nuevo Méxi-

co, le pregunté si había sido ella la que andaba por

allá, predicando nuestra santa fe católica entre

aquellas bárbaras naciones. Me dijo que sí, que

74

Nuestro Señor había sido servido de enviarla allá

por ministerio de sus ángeles y que es verdad que

envió a los indios xumanas para encontrarse con los

religiosos en el camino. Y que ella enseñó y dispuso

a los demás indios cómo habían de salir con cruces

altas y recibir a los religiosos y asistió con ellos al

recibimiento y a sus predicaciones y a los milagros

que hicieron, y dio las señales verdaderas de los re-

ligiosos en la forma que yo los conozco, diciendo

que eran blancos y de rostros colorados como en

efecto lo son los dichos padres, y también dio señas

del capitán de los indios que era tuerto, aunque no le

faltaba el ojo.

Todo esto es así y me lo dijo el mismo padre

fray Juan de Salas y estas cosas no hay quien las

sepa; y la Madre María de Jesús me las dijo como

ellas pasan por allá, y que aquella gente toda anda-

ba vestida de pellejos de animales con pelo y que es

gente bien inclinada y dócil; y que los indios pinta-

ban mantas y las hilaban para dar a las mujeres y

que ellos también las vestían, no al modo que se vis-

ten los españoles, sino rodeando aquellas mantas al

cuerpo y que en las caras solían traer unas rayas y

que los indios solían traer el cabello compuesto y

cortado a su modo, y unas conchas en la cabeza pa-

ra gala; y preguntándole yo si estaba cierta de estas

cosas, me respondió:

75

- Sí, Padre, me acuerdo muy bien y aun he te-

nido por ello también mis reprensioncitas, porque

estando yo mirando a un indio cómo estaba vestido y

la cabeza y cabellos de aquel modo, me reprendió

uno de mis ángeles, porque son más de dos los de mi

guarda y custodia, y me dijo que no me divirtiese en

aquello. Dijo haber sido ella propiamente la que

envió desde el reino de Quivira aquellos embajado-

res a los religiosos para que fuesen a predicarles y

que, por aquella parte a donde salieron aquellos

embajadores, es lo último del reino de Quivira, el

cual estaba al Oriente de allí; y que la gente de este

reino, es muy dócil y mucha, y el reino muy grande y

que está al Oriente del Nuevo México, donde dice

que ha estado muchas veces; unas, presencialmente;

otras, sus ángeles en su lugar y forma, predicando

nuestra santa fe católica, y todo esto lo hemos sabi-

do allá de los mismos indios que la han visto perso-

nalmente, porque nosotros no lo hemos merecido,

aunque ella sí nos ha visto a todos…

Le pregunté si había visto aquel río grande

donde el padre Ortega llegó, cuando pasó aquellas

señales en los caminos, y me dijo que sí lo había vis-

to y que era verdad que pasaba de donde se pone el

sol a donde nace, hasta salir a la mar, y se holgó de

que el padre Ortega se puso nombre “de San Fran-

cisco”; y que por aquella parte estaba el reino de

Quivira y mucho más adelante el reino de Siclar,

que es mayor que el reino de Quivira y de gente ne-

76

gra y muy feroz y muy belicosa; y que a este reino, a

su parecer, milagrosamente aportaron dos religiosos

de nuestro padre san Francisco, viejos, que ya son

muertos o los martirizaron, y que le parece no eran

españoles sino de otra nación y que bautizaron allí

mucha gente.

Le pregunté si había estado en los pueblos de

Nuevo México ya cristianos, donde estamos los reli-

giosos de un lado y otro del río del Norte, y dijo que

sí y que había asistido con nosotros algunas veces a

los bautismos, y me dio las señales de algunos reli-

giosos, en particular del padre fray Cristóbal de

Quiroz, mediano de cuerpo, algo flaco, carilargo y

colorado y, aunque es ya de edad, tiene pocas canas

y es todo así como lo dice la Madre. Este religioso

estaba una vez bautizando y mucha gente estaba en-

trando en la iglesia y la Madre con sus propias ma-

nos los iba desviando, haciendo entrar y acomodar

en la iglesia, y los indios, cuando no veían quién lo

hacía, se reían. Dice que se acuerda muy bien de

haberme visto y asistir conmigo en el bautismo y,

antes que me viese, me dijo todas las señales como

que era alto de cuerpo y pocas canas en la cabeza y

otras cosas, y esto me lo dijo en el confesionario,

donde no podía verme ni me había visto antes por

acá…

Me dijo que en el reino de Tidar hay todavía

muchos cristianos bautizados y que no hay vivo ya

77

ningún religioso, que quizás los han martirizado los

indios infieles y que allí la mies y la viña del Señor

es grandísima, porque es infinita la gente. Este reino

de Tidar es el que hace la guerra al reino de Quivira

y se la hacía cuando los Quiviras vinieron a pedir

socorro a los españoles del Nuevo México, siendo

gobernador Don Pedro de Peralta.

Todas estas cosas que aquí refiero me dijo

nuestra Madre María de Jesús, desde el jueves pri-

mero de mayo hasta el jueves ocho, las cuales cosas

nadie las ha oído en España y son de Nuevo México;

sin revelación milagrosa, no pudo saberlas ni yo

hasta ahora me había acordado de decirlas, y dice

que ha estado allá muchas veces personalmente por

ministerio de sus ángeles, y otras los mismos ángeles

representaban allá su persona y que hará mes y me-

dio que estuvo allá la postrera vez… Y dijo que una

vez un indio la había asido de un escapulario y se lo

quería quitar por devoción, y ella le dijo que no se lo

podía dar porque no podía andar sin él y que le dio

un rosario; y a otros muchos les dio rosarios, cruces

e imágenes que les había llevado de acá…

Estas son las cosas que he merecido oír de

nuestra Madre María de Jesús y por ser tales y tan

considerables y de tanto aprecio, aunque las escribo

con toda verdad y puntualidad, y haber entendido

con cuidado lo que oía tanto para mi consuelo como

por haberlo mandado nuestro Reverendísimo Padre

78

General… Doy fe y testimonio. Fray Alonso de Be-

navides40.

La Madre Ágreda escribió una carta para con-

firmar lo escrito por el padre Benavides y en ella

dice:

Obedeciendo lo que me mandan su Reve-

rendísima, Nuestro Padre General, nuestro padre

fray Sebastián de Marcilla, maestro Provincial de

esta Provincia de Burgos y nuestro padre fray Fran-

cisco Andrés de la Torre, que es quien gobierna y

rige mi alma; a Vuestra Paternidad, mi padre custo-

dio de Nuevo México (padre Benavides), digo que

todo lo que contienen estos cuadernos y hojas retro

escritas es lo que yo he dicho y referido estos días

que he hablado con Vuestra Paternidad de lo que

por la misericordia del Altísimo y de sus ocultos jui-

cios ha obrado con mi pobre alma, para manifestar

la fuerza de su brazo poderoso y para que los vivien-

tes conozcan que toda dádiva se deriva del Padre de

los hombres que habita en las alturas…

Y así digo lo que he sucedido en las provin-

cias y reinos de Nuevo México, de Quivira, Yumanas

y otras naciones, aunque no fueron estos dos reinos

los primeros a donde fui llevada por la voluntad y

40 Este Memorial se encuentra más resumido en el tomo V de la

Mística Ciudad de Dios, o.c., pp. 131-132.

79

poder del Señor y por mano y asistencia de sus san-

tos ángeles. Allí me sucedió, vi e hice todo lo que a

Vuestra Paternidad he dicho y otras muchas cosas

que por ser tantas me es imposible referirlas para

instruir y alumbrar en la santa fe católica a todas

aquellas naciones.

Los primeros reinos adonde fui, creo están al

Oriente y se ha de caminar hacia Oriente para ir a

ellos desde el reino de Quivira. Yo llamo a estos re-

inos respecto de nuestros términos de hablar: Tidar

y a otro Chillescas y Caburcos, los cuales no están

descubiertos y para ir a ellos me parece ha de haber

grandes dificultades por los muchos reinos y nacio-

nes que hay antes de llegar a ellos, de gente muy

belicosa, los cuales no dejan pasar a los indios cris-

tianos de Nuevo México, porque recelan de ellos…

El demonio los tiene engañados, haciéndoles enten-

der y creer que han de estar sujetos y esclavos sien-

do cristianos… Descubriendo estas provincias, se

podría hacer grande obra en la viña del Señor, por-

que hay gran multitud de gente que no conoce a

nuestro verdadero Dios y Señor. Los sucesos que he

dicho y comunicado, me han sucedido desde el año

1620 hasta este presente de 1631. El reino de Quivi-

ra y Yumanas fueron los últimos a que fui llevada,

que son los que Vuestra Paternidad dice ha descu-

bierto por su buena inteligencia y las personas mis-

mas de aquellos santos padres, a quienes ruego y

amonesto de parte del Señor, que trabajen en obra

80

tan dichosa alabando al Altísimo por su buena suer-

te y dicha que es muy grande, pues su Majestad los

hace tesoreros y distribuidores de su preciosísima

sangre y les ha puesto en sus manos el precio de

ella, que son las almas de tantos indios que, por fal-

ta de luz y de quien se la administre, andan en tinie-

blas y ceguedad, y carecen de lo más santo y desea-

ble de la ley más inmaculada y pura, suave, deleita-

ble y dulce, y del bien y gloria eterna.

Mucho deben alentarse estos dichosos padres

en esta gran heredad del Señor, porque la mies es

mucha y los obreros pocos, para dar la mayor gloria

y agrado al Altísimo, y usar y merecer la más perfec-

ta y grande caridad que puede haber con estas cria-

turas y hechuras del Señor, criadas a su imagen y

semejanza con alma racional para conocerle y ala-

barle. No permitan, padres y señores míos, que los

deseos del Señor y su voluntad santa se frustren y

malogren, pues dice su Alteza que tiene regalos y

delicias con los hijos de los hombres y, pues a estos

indios los hizo su Majestad idóneos y capaces para

servirle y amarle y reverenciarle, no es justo que

carezcan de lo que los demás fieles cristianos goza-

mos. Alégrense en el Señor, doctores y padres míos,

pues Dios les ha dado la oportunidad, ocasión y

suerte de los santos apóstoles. No la pierdan por

rehusar el trabajo.

81

Padres carísimos, merezca mi buena voluntad

y deseo que me hagan partícipe de alguna de las

menores obras y trabajos que ustedes hacen y pade-

cen en esas conversiones, que la estimaré más que

todo cuanto por mí obrare en toda mi vida, porque

juzgo delante del Señor que las obras de las conver-

siones de las almas son las obras de más valor, esti-

ma y agrado. Y esto mismo lo he oído de sus santos

ángeles, que me han dicho que les tenían envidia de

que el Señor les favoreciese en poder convertir al-

mas. Me aseguraban que las oraciones y obras que

Dios recibe con mayor agrado eran las que se obran

en la conversión de los indios infieles. Y me dio por

razón el santo ángel que la sangre del Cordero era

suficiente para todas las almas y que padeció por

una lo que por todas y que lo que el Señor más sent-

ía era que un alma se perdiera por falta de la luz de

la fe.

Y digo ser verdad todo lo que queda dicho de

mi letra y de la del padre custodio de Nuevo México,

y por mandármelo la obediencia lo firmo de mi

nombre y suplico a todos nuestros reverendos pa-

dres, que aquí he nombrado, se sirvan por el Señor

mismo, a quien servimos y por quien sólo manifiesto

estos secretos, que se oculten y guarden en custodia,

pues lo pide el caso sin que lo vea criatura alguna.

Dado en esta casa de la Purísima Concepción de la

82

villa de Ágreda a 15 de mayo de 1631, Sor María de

Jesús41.

En la causa formada en la Audiencia del San-

to Oficio de la Inquisición de Logroño a la Madre

María de Jesús de Ágreda, del 19 de mayo de 1635,

el testigo fray Francisco Andrés de la Torre dijo que:

Del año veinte al veintitrés, en que entró en el oficio

de Provincial, tuvo noticia de los padres fray Juan y

fray Antonio, provinciales anteriores, que la dicha

María de Jesús, estando arrobada y otras veces sin

estarlo, era llevada por manos de ángeles a unos

reinos de idólatras en las Indias y que allá instruía a

los indios en la fe del verdadero Dios y les daba no-

ticia del bautismo y de la Iglesia católica.

Les enseñaba cómo y a dónde habían de ir a

buscar a los sacerdotes y ministros católicos para

que los bautizasen; y después del año veintitrés has-

ta el veinte y cinco, que la trató este testigo como su

Prelado, la examinó secretamente acerca de estas

cosas y ella declaró cómo era verdad lo que a este

testigo le había dicho y preguntado, que había sido

llevada a dichos reinos muy frecuentemente los años

precedentes por mano de los ángeles, y que solía ser

cada día y, algunos días dos veces, conforme a la

necesidad que ella juzgaba o conocía…

41 Esta carta se encuentra también, resumida, en el tomo V de la

Mística ciudad de Dios, o.c., pp. 133-134.

83

Y durante el tiempo que la dicha María de

Jesús era llevada al dicho reino de las Indias, nunca

se echaba de menos en el convento, en particular

cuando era Prelada, porque mientras allá se deten-

ía, suplía por ella y en su figura un ángel, que hacía

y ordenaba lo que ella había de hacer y, después,

cuando ella venía, de ordinario le advertía lo que en

su nombre y por ella había hecho para que no lo

olvidase ni hiciera otra vez, y no se echase de ver su

ausencia ni quién la suplía; y, en particular, para

prueba de lo dicho, este testigo se acuerda de que en

tres diferentes ocasiones, estando hablando a su pa-

recer con ella, se interrumpió la conversación en un

breve tiempo, menos de media Avemaría.

Y conoció que llegaba entonces a la parte que

este testigo estaba (que era en el confesionario, don-

de estaba también por la parte de adentro la que

este testigo juraba que era la misma María de Jesús)

y conoció la mudanza que había de sujetos, perci-

biendo alguna diferencia en el modo de hablar o en

el tono y mayor diferencia en la materia de la con-

versación, porque habiendo estado hablando casi

una hora con la que entendía que era María de

Jesús, ella comenzó a saludarle como quien de nue-

vo llegaba allí; admirándose este testigo, le pre-

guntó con mandato de obediencia dijese qué nove-

dad era comenzarle a saludar entonces al cabo de

tan gran rato que estaba con ella, y ella respondió

84

que en aquel punto llegaba y que hasta entonces

había estado en su lugar su ángel y que así ella ig-

noraba lo que hasta entonces habían hablado, y re-

plicando este testigo cómo no le había dado cuenta

el ángel, como en otras ocasiones, de lo que en

nombre de ella había hablado y dicho, le respondió

que aquello era privilegio de los Prelados, pues no

se recataba el ángel de que entendiese había estado

ella ausente y él en su lugar y que, por esto, no la

había avisado… Y en otras dos ocasiones, de las tres

arriba dichas, le sucedió lo mismo o cosa semejante

para conocer que en lugar de la dicha María de

Jesús se ponía su ángel; y de otra ocasión se acuer-

da que, estando barriendo las monjas en Comuni-

dad, llegó este testigo a dar un papel a la dicha

María de Jesús, que estaba barriendo con las demás,

y habiendo venido y hablado con ella un rato en el

locutorio y habiéndole dado el papel, al poco tiempo

reconoció la misma mudanza que en el caso prime-

ro.

Y la dicha María de Jesús, en medio de la

conversación, dijo a este testigo cómo su ángel le

había dado entonces aquel papel y que la había ad-

vertido añadiese una palabra que faltaba en él para

el caso en que ella había consultado; y en esta oca-

sión también reconoció alguna diferencia en el

hablar o en el modo de cuando hablaba el ángel,

aunque era tan poco que, si no es con mucha adver-

tencia, no se podía percibir. Y esto causaba tan

85

grande reverencia y terror que no daba lugar a pre-

guntar por curiosidad. También ha entendido este

testigo por revelación de algunas religiosas de dicho

convento, que han tenido ellas algunos indicios y

señales en que han conocido que, en lugar de la di-

cha María de Jesús, algunas veces les hablaba su

ángel y les hacía pláticas y tenía Capítulos y se

hallaba con ellas en otras acciones de la Comunidad

y, en particular, lo advirtió y reconoció una vez una

religiosa llamada Sor Atilana, natural de Tarazona,

quien se lo refirió a este testigo (Firmado fray Fran-

cisco Andrés Provincial de esta Provincia).

Hay que anotar que la Inquisición, que la in-

terrogó en varias ocasiones, no la condenó ni en-

contró en ella nada censurable. Sobre el don de bilo-

cación, ella respondió a los inquisidores:

Si fue ir o no real y verdaderamente con el

cuerpo, no puedo yo averiguarlo y no es mucho lo

dude, pues san Pablo estaba a mejor luz y confiesa

que sí fue llevado al tercer cielo y que no sabe si fue

en el cuerpo o fuera de él; lo que puedo asegurar

con toda verdad es que el caso sucedió en hecho de

verdad, y que sabiéndolo yo, no tuvo nada del demo-

nio… Para juzgar que iba realmente era que yo veía

los reinos distintamente y sabía sus nombres que se

me ofrecían al entendimiento distintamente, que son

los que van en el Memorial, que veía las ciudades y

conocía las diferencias de las de acá y que el temple

86

y la calidad era diferente, más cálido y las comidas

más groseras y se alumbraban con una luz a modo

de tea; que los amonestaba y declaraba todos los

artículos de la fe y los animaba y catequizaba, y lo

admitían ellos y hacían como genuflexiones, acla-

mando por su bien.

El padre José Jiménez Samaniego (1621-

1692), que llegó a ser General de la Orden francisca-

na y conocía muy bien a la Madre María de Jesús,

escribió la relación de su vida y en ella dice:

Habíanse descubierto años antes en América

las dilatadas provincias de Nuevo México, en cuya

espiritual conquista trabajaban infatigables los hijos

de san Francisco, obreros que, desde los principios,

destinó Dios con especialidad para la conversión del

Nuevo Mundo… Era custodio de aquella custodia

del Nuevo México el padre fray Alonso de Benavi-

des, varón de mucho espíritu y celo por la conver-

sión de las almas. Él dispuso que fueran con los

mismos indios a su reino algunos de aquellos reli-

giosos. Gastando en el camino mucho tiempo y a

costa de muchos trabajos por lo dilatado y desaco-

modado del viaje, llegaron los religiosos a aquellas,

hasta entonces incógnitas provincias. Recibiéronlos

sus moradores con grandes demostraciones de devo-

ción y alegría. Hallaron los religiosos a los indios

tan bien catequizados que, sin otra instrucción, pu-

dieron bautizarlos. Fue el rey de aquellas gentes el

87

primero que recibió el santo bautismo, pues instrui-

do por la Sierva de Dios, quiso comenzase por su

persona y familia la profesión de la fe verdadera

para dar ejemplo…, y fueron innumerables los que

se bautizaron42.

REFLEXIÓN FINAL

La Madre Ágreda estuvo más de quinientas

veces en aquellos territorios, según lo que ella dice,

pero pudieron ser muchas veces más. Dice que había

días en que iba hasta tres o cuatro veces. En una oca-

sión, les entregó a los indios unos rosarios que tenía

en su celda y que ya no vio más. En sus viajes ins-

tantáneos, dice que la llevaba un ángel. A veces, co-

mo dice el padre Andrés de la Torre, parece que su

ángel se quedaba en Ágreda, haciendo sus veces para

que nadie pudiera darse cuenta de nada. De todos

modos, no importa cómo iba, lo importante es saber

que iba realmente y que predicó a los indios y en

pocos años se convirtieron a nuestra fe 500.000 indi-

os. Y este hecho ha quedado grabado para las gene-

raciones futuras como una obra sobrenatural realiza-

da por Dios por medio de su Sierva.

42 José Jiménez Samaniego, Relación de la vida de la Venerable Sor María de Jesús, en Mística ciudad de Dios, tomo 1, editada en Bar-

celona en 1860, p. 209.

88

En 1699, el capitán español Juan Mateo Man-

ge guiaba una expedición por el río Colorado y pidió

a los indígenas que encontraba, si habían visto a

otros europeos que, al mando del capitán Juan de

Oñate, habían partido antes sin encontrarlos. Los

ancianos de la tribu dijeron que, cuando eran niños

(La Madre Ágreda murió en 1665 hacía 34 años) una

señora con un velo en la cabeza y vestida de azul, se

les había aparecido, mostrándoles una cruz e in-

vitándolos a besarla. Ellos le tiraron flechas y la de-

jaron dos veces como muerta, pero la Dama no solo

no moría, sino que volvía a predicar. Y así ellos hab-

ían decidido escucharla43.

De hecho, estos sucesos animaron a los mi-

sioneros de entonces y de siglos posteriores. El doc-

tor William H. Donahue, en 1953, decía: Incluso

hoy, al igual que antaño, hay misioneros en el gran

suroeste de los EEUU, que se ven impulsados por el

caso de María de Ágreda hacia un mayor amor por

las almas de aquellos entre los cuales están traba-

jando. Tal como fue vaticinado por el padre Benavi-

des, el caso de María de Ágreda no moriría, sino

que se extendería a los siguientes siglos como un

recuerdo de las mercedes de Dios y como un acicate

para quienes se dedican a trabajar por las almas44.

Así lo hicieron los grandes misioneros posteriores

43 Messori Vittorio, Ipotesi su Maria, Ed. Ares, Milán, 2005, p. 477. 44 Donative, Mary of Agreda and the southwest United States, en

revista The Americas 9, Washington, 1953, pp. 291-314.

89

como los jesuitas Francisco Kino, Marcos Antonio

Kappus o el franciscano beato Junípero Serra, fun-

dador de San Francisco, Los Ángeles y otras grandes

ciudades norteamericanas.

En resumen, la obra de la Madre Ágreda es un

ejemplo de espíritu misionero y de celo por la salva-

ción de las almas. Ojalá que nuestro amor a los de-

más sea tan grande que amemos a todos y podamos

ir a ellos, si no en bilocación, sí con las alas de la

oración, que llega hasta los confines de la tierra. To-

dos debemos ser misioneros y ofrecer nuestra ora-

ción y nuestros sacrificios y sufrimientos por la sal-

vación de los demás. ¿Eres ya misionero? ¿Evange-

lizas con el ejemplo y el testimonio de tu vida?

¿Oras por los demás? ¿Amas a todos sin excepción?

Amar en plenitud es la meta y el ideal de tu

vida cristiana. ¡Qué seas un misionero sin fronteras

con tu oración y tu amor a todos! Amén.

90

CONCLUSIÓN

Hemos visto a lo largo del libro que el amor

es la raíz y la fuente de nuestras buenas obras, y que

el sentido de nuestra vida está en el amor. Sin amor,

nadie puede hacer el bien ni ser feliz y, por eso, ne-

cesitamos amar sin descanso, en cada momento, y

sin condiciones. El verdadero amor proviene de

Dios. El amor es de Dios (1 Jn 4, 7) y debe llevarnos

a amar a los demás.

Alguien ha dicho que amar es querer el bien

de los otros, buscar siempre lo mejor para ellos y

procurar siempre hacerlos felices. Por eso, al expo-

ner el don de bilocación de algunos santos, hemos

podido ver hasta dónde llega su capacidad de amar,

incluso yendo a lejanas tierras, estando su cuerpo

físico en su convento, por gracia de Dios.

El caso de la beata Ana Catalina Emmerick y,

especialmente, el de la Venerable Madre María de

Jesús de Ágreda, son significativos para comprender

la necesidad que todos tenemos de amar al prójimo y

de preocuparnos, sobre todo, por su salvación eterna.

Por eso, al concluir este trabajo, ojalá que saquemos

la conclusión de querer amar más y de hacer el bien

a todos. Debemos amar siempre y en todas partes, y

ser misioneros sin fronteras para cumplir fielmente

91

nuestra misión y poder decir al Señor en el momento

de nuestra muerte: Misión cumplida.

Éste es mi mejor deseo para ti. Saludos de mi

ángel.

Tu hermano y amigo del Perú.

P. Ángel Peña O.A.R. Parroquia Nuestra Señora de la Caridad

Pueblo Libre / Lima – Perú

92

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Pueden leer todos los libros del autor en

www.libroscatolicos.org.