Mitos y Realidades de Las Neurociencias (Rovasio, 2012)

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12 CIUDAD X CIENCIA Y CULTURA E l complejo campo de las neu- rociencias abarca disciplinas que convergen hacia el mejor conocimiento de la estructura y función del sistema nervioso en su sentido más amplio, des- de la anatomía hasta el nivel submicroscópico, en la salud y en la enfermedad. Los enfoques comprenden áreas tan diversas como la evolución, el desarrollo pre y posnatal, el envejecimiento, la composición química, los mecanismos moleculares de sus funciones, la acción de drogas, las bases del comportamien- to, los aspectos psicológicos y los nuevos enfo- ques sobre teorías del conocimiento, la memo- ria y el aprendizaje. Se acepta como nacimiento de las Neurocien- cias los trabajos de Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Este pionero decimonónico hizo im- portantes contribuciones sobre la estructura y funciones del sistema nervioso a partir de su gran capacidad para integrar observaciones realizadas con las únicas herramientas dispo- nibles en su época: preparaciones histológicas estudiadas con rudimentarios microscopios. En las últimas décadas, los avances de las Neurociencias derivan de asociar a las áreas tradicionales de la biología (anatomía, cito-his- tología, bioquímica y fisiología), disciplinas que estudian la biología celular y molecular, ge- nética, física, matemática, estadística, informá- tica, filosofía, neurolingüística, redes neurona- les, etcétera. Esta complejidad interdisciplina- ria, apenas esbozada es uno de los fundamentos de la creación del Doctorado en Neurociencias en nuestra Universidad Nacional de Córdoba en 2010. Con este panorama académico, se podría es- perar que el elevado nivel científico y tecnológi- co alcanzado en el estudio del cerebro se haya “derramado” desde los selectos círculos de ini- ciados hacia una transferencia a la sociedad global. Pues bien..., todavía estamos lejos de eso. A poco de conversar con el ciudadano co- mún (y, a veces, hasta con colegas), surgen con toda naturalidad los mitos y creencias profun- damente arraigados. l ¿USAMOS UN 10 POR CIENTO DE NUESTRA CAPACIDAD CEREBRAL? ¿LAS NEURONAS NO SE REPRODUCEN? ¿NUESTRO CEREBRO FUNCIONA COMO UNA COMPUTADORA? ESTAS Y OTRAS LEYENDAS SON ANALIZADAS Y REFUTADAS EN ESTA NOTA. Mitos y realidades de las neurociencias Un error común: comparar el cerebro con una computadora, cuando son muy distintos. POR ROBERTO ROVASIO DOCTOR EN MEDICINA Y BIOLOGÍA DEL DESARROLLO, INVESTIGADOR DEL CONICET Los cinco sentidos que son más E n la lectura de textos o en el diario co- loquio hacemos referencia a nuestros “cinco sentidos” (vista, oído, gusto, ol- fato y tacto). En realidad, son muchos más... y quizás otros por descubrir. Hay muchas formas de percibir el mundo. La propiocepción (sentido de posición), la noci- cepción (sentido del dolor), el sentido del equilibrio, de la temperatura corporal, de la aceleración, del paso del tiempo. Por no ha- blar de especies cercanas o lejanas, cuyos sentidos los humanos perdimos o nunca de- sarrollamos, como la ecolocación (murciéla- gos y delfines), la visión en el espectro ultra- violeta (pájaros e insectos), el registro en la banda infrarroja (serpientes), el sentido es- pacial y la recepción del movimiento (ratas, gatos, focas), de los campos eléctricos (ti- burones), de los campos magnéticos (pája- ros, tortugas, bacterias), etcétera. ¿Por qué persiste aún este mito? En par- te, porque los cinco sentidos “clásicos” y su funcionamiento estuvieron bajo la lu- pa desde hace mucho tiempo. Quizá también por un innato conservadurismo del ser humano. Es muy probable que si muchos de los “otros sentidos”, menos conocidos, no existieran, muchas espe- cies (incluida la humana) hace tiempo se hubieran extinguido. ENCUENTRO EN EL CCEC El próximo miércoles 3 de octubre se desarrollará un encuentro de neurociencias titulado “Del pasado y presente hacia el futuro”, en la sede del Centro Cultural España Córdoba (Entre Ríos 40). Empezará a las 18 y constará de cuatro charlas: “Origen y primeros pasos de las neurociencias”, a cargo de Roberto Rovasio; “Avances en el conocimiento básico de las neurociencias”, por Alfredo Cáceres; “Alcohol durante el embarazo y la capacidad de aprendizaje fetal e infantil”, por Juan Carlos Molina, y “Neurociencias y filosofía de la mente”, por Carolina Scotto. La entrada es gratuita.

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CienCia y Cultura

El complejo campo de las neu-rociencias abarca disciplinas que convergen hacia el mejor conocimiento de la estructura y función del sistema nervioso en su sentido más amplio, des-de la anatomía hasta el nivel submicroscópico, en la salud

y en la enfermedad.Los enfoques comprenden áreas tan diversas

como la evolución, el desarrollo pre y posnatal, el envejecimiento, la composición química, los mecanismos moleculares de sus funciones, la acción de drogas, las bases del comportamien-to, los aspectos psicológicos y los nuevos enfo-ques sobre teorías del conocimiento, la memo-ria y el aprendizaje.

Se acepta como nacimiento de las Neurocien-cias los trabajos de Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Este pionero decimonónico hizo im-portantes contribuciones sobre la estructura y funciones del sistema nervioso a partir de su gran capacidad para integrar observaciones realizadas con las únicas herramientas dispo-nibles en su época: preparaciones histológicas estudiadas con rudimentarios microscopios.

En las últimas décadas, los avances de las Neurociencias derivan de asociar a las áreas tradicionales de la biología (anatomía, cito-his-tología, bioquímica y fisiología), disciplinas que estudian la biología celular y molecular, ge-nética, física, matemática, estadística, informá-tica, filosofía, neurolingüística, redes neurona-les, etcétera. Esta complejidad interdisciplina-ria, apenas esbozada es uno de los fundamentos de la creación del Doctorado en Neurociencias en nuestra Universidad Nacional de Córdoba en 2010.

Con este panorama académico, se podría es-perar que el elevado nivel científico y tecnológi-co alcanzado en el estudio del cerebro se haya “derramado” desde los selectos círculos de ini-ciados hacia una transferencia a la sociedad global. Pues bien..., todavía estamos lejos de eso. A poco de conversar con el ciudadano co-mún (y, a veces, hasta con colegas), surgen con toda naturalidad los mitos y creencias profun-damente arraigados. l

¿usamos un 10 por Ciento de nuestra CapaCidad Cerebral? ¿las neuronas no se reproduCen? ¿nuestro Cerebro funCiona Como una Computadora? estas y otras leyendas son analizadas y refutadas en esta nota.

Mitos y realidadesde las neurociencias

un error común: comparar el cerebro con una computadora, cuando son muy distintos.

p o r R o b e R t o R o v a s i o

d o C t o r e n m e d i C i n a y b i o l o g í a d e l d e s a r r o l l o , i n v e s t i g a d o r d e l C o n i C e t

los cinco sentidos que son másEn la lectura de textos o en el diario co-

loquio hacemos referencia a nuestros “cinco sentidos” (vista, oído, gusto, ol-

fato y tacto). En realidad, son muchos más... y quizás otros por descubrir.Hay muchas formas de percibir el mundo. La propiocepción (sentido de posición), la noci-cepción (sentido del dolor), el sentido del equilibrio, de la temperatura corporal, de la aceleración, del paso del tiempo. Por no ha-

blar de especies cercanas o lejanas, cuyos sentidos los humanos perdimos o nunca de-sarrollamos, como la ecolocación (murciéla-gos y delfines), la visión en el espectro ultra-violeta (pájaros e insectos), el registro en la banda infrarroja (serpientes), el sentido es-pacial y la recepción del movimiento (ratas, gatos, focas), de los campos eléctricos (ti-burones), de los campos magnéticos (pája-ros, tortugas, bacterias), etcétera.

¿Por qué persiste aún este mito? En par-te, porque los cinco sentidos “clásicos” y su funcionamiento estuvieron bajo la lu-pa desde hace mucho tiempo. Quizá también por un innato conservadurismo del ser humano. Es muy probable que si muchos de los “otros sentidos”, menos conocidos, no existieran, muchas espe-cies (incluida la humana) hace tiempo se hubieran extinguido.

e n C u e n t r o e n e l c c e c

El próximo miércoles 3 de

octubre se desarrollará un

encuentro de neurociencias

titulado “Del pasado y

presente hacia el futuro”, en

la sede del Centro Cultural

España Córdoba (Entre Ríos

40). Empezará a las 18 y

constará de cuatro charlas:

“Origen y primeros pasos de

las neurociencias”, a cargo de

Roberto Rovasio; “Avances

en el conocimiento básico de

las neurociencias”, por

Alfredo Cáceres; “Alcohol

durante el embarazo y la

capacidad de aprendizaje

fetal e infantil”, por Juan

Carlos Molina, y

“Neurociencias y filosofía de

la mente”, por Carolina

Scotto. La entrada es

gratuita.

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CienCia y Cultura

La actividad neuronal, según una obra de arte digital.

el cerebro adultono cambia (y las neuronas no se reproduCen luego del naCimiento)

Dos mitos asociados al precio de uno. Y aquí también vale el análisis de su historia. Hacia fines del siglo XIX, la

microanatomía esbozó los lineamientos de la estructura del cerebro. Luego se agrega-ron las disciplinas quimio-fisio-farmacoló-gicas, que establecieron las funciones aso-ciadas a diferentes áreas y definieron las principales vías de conexión entre las re-giones del cerebro. Varias generaciones es-tudiaron en los mismos libros de neurolo-gía porque durante años no se produjeron innovaciones significativas.Recién en las últimas décadas, los avances tecnológicos y los enfoques interdiscipli-narios hicieron aportes importantes y no-vedosos sobre temas fundamentales que contradicen este mito.Uno de ellos es el concepto de redes neu-ronales, resultante de la capacidad de co-nexión (sintonía) fina entre millones de neuronas y el desarrollo de un número de contactos astronómicamente grande.Otra innovación fue la idea de la plastici-dad neuronal (cerebral), que permite cambios espacio-temporales adaptati-vos, no sólo durante el desarrollo embrio-nario sino también en la etapa adulta, co-mo respuesta a diversos estímulos endó-genos y exógenos.Estos hallazgos explican, por ejemplo, que en una persona ciega, las áreas del cerebro asociadas a la visión comiencen a procesar el sonido, o que en una persona que apren-de a tocar el violín, o a leer Braille, se pro-duce un re-cableado del área de su cerebro que controla los movimientos finos.Hasta no hace mucho tiempo, los profeso-res de Biología recitaban: “las neuronas no se reproducen”, “se nace con un número de neuronas, que luego de un tiempo empie-zan a morirse”.Incluso llega a decirse “las pérdidas de neuronas son irrecuperables”, con la obvia idea de que las neuronas muertas no pue-den resucitar.Pero hoy sabemos que, en muchos casos, las neuronas muertas pueden ser reempla-zadas por nuevas neuronas. Y este concep-to, que anula un dogma largamente soste-nido, se lo debemos a un científico argenti-no, Fernando Nottebhom (1940), quien trabajando en la Rockefeller University

Pese a esta imagen del cerebro de Homero Simpson, no hay relación comprobada entre tamaño e inteligencia.

(Estados Unidos), comenzó a investigar las células del “centro cerebral del canto” en canarios que sólo cantan en una época del año.Este neurocientífico dudaba de que esas neuronas “se durmieran” durante meses y luego “se despertaran” con el cambio de estación.Así descubrió que esas células cerebrales se morían, y en la estación siguiente nue-vas células del cerebro, que se habían mantenido en estado indiferenciado desde la etapa embrionaria, se reproducían y em-pezaban a funcionar regulando el canto del canario, de la misma forma que lo ha-cían las que habían muerto en la tempora-da anterior.Estas células indiferenciadas que se repro-ducen en el cerebro en respuesta a señales climáticas exteriores, son conocidas ac-tualmente como “células madre” (o stem cells).Luego de ese enorme descubrimiento, fue-ron identificados otros sitios del cerebro en donde normalmente se produce reproduc-ción o proliferación de neuronas en la eta-pa adulta, tales como el hipocampo y el bulbo olfatorio.Este tema de investigación en neurocien-cias es uno de los más significativos en la actualidad global, ya que se espera lograr sistemas para prevenir o tratar enfermeda-des neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer, entre otras.

la inteligencia se asocia con el tamaño

Casi todos los mitos pueden tener una pequeña base de verdad, pero casi siempre asociada con una cita errónea, una mala interpretación de da-

tos, o la pura ignorancia de los trabajos científicos. En este tema, la búsqueda de fundamentos para afirmar que el “rey de la creación” es el más inteligente de los seres vivos pasó por varias etapas.La propuesta del “peso/tamaño absoluto del cerebro” fue desechada ya que, puestos en una tabla, el cerebro humano (1.400 gramos), aunque supera al del gorila (500 gramos) y el macaco (95 gramos), está muy por debajo del cerebro del elefante (4.200 gramos) o de la ballena (5.800 gramos).Cuando se propuso el “tamaño relativo de la corteza cerebral” como determinante de la capacidad cogniti-va, tampoco quedamos muy bien parados porque, aunque el ser humano encabezó la lista con un porcen-tual de 75, no nos ubicamos con mucha ventaja del se-gundo puesto que ocupa el caballo (74 por ciento), ni del tercer lugar ostentado por nuestro primo el chim-pancé (73 por ciento).Ni estas, ni otras mediciones propuestas, favorecieron la idea de que el mayor tamaño del órgano cerebral se relaciona con una ventaja cognitiva. Este panorama se empezó a aclarar cuando, en una época sorprendente-mente reciente, se realizó la primera determinación directa del número de células cerebrales.Las tablas que resumen estos estudios comparativos nos muestran que el cerebro del ser humano posee 86 billones de neuronas, el gorila 33, el elefante 23, la ballena 21, el macaco 6 y la marmota un billón de neuronas.Otro dato importante es que la proporción de células no-neuronales (glía) de la corteza cerebral es significa-tivamente mayor que la de neuronas, y que en todo el cerebro estas células no-neuronales igualan el número absoluto de neuronas.Sin embargo, el dato más relevante, sorprendente y di-fícil de imaginar, es que el número de contactos (sinap-sis) entre neuronas es de aproximadamente 100 billo-nes, considerando que cada neurona de muchas regio-nes del cerebro o cerebelo hace contacto con otras 10

mil neuronas diferentes.En los últimos años, gracias al aporte del premio nobel Gerald Edelman también se acumularon evi-dencias que fundamentan la “selección natural” a ni-vel neuronal.Se sabe que normalmente el ser humano sufre una pri-mera gran pérdida de neuronas hacia los dos años de edad, etapa en la cual se produce la estabilización de grupos neuronales “bien conectados”, así como la muerte de cientos (¿miles?) de neuronas que forman parte de un “cableado” incorrecto.No nos asustemos, nuestro cuerpo tiene mecanismos para hacer esos ajustes... A la pérdida normal de neuro-nas ha sido atribuida la falta de memoria de los prime-ros años de vida del ser humano.Volviendo a considerar el título de esta sección, y ad-mitiendo que es necesario que aún corra mucha agua bajo el puente, hoy podríamos reconocer que esta-mos más cerca de intentar explicar la asociación en-tre las características básicas del cerebro y los proce-sos cognitivos.Como en casi todos los sistemas complejos, no se po-drían atribuir las funciones intelectuales a un área de-terminada del cerebro, como se pensó durante mucho tiempo. Tampoco se sostienen las propuestas de bases intangibles o puramente culturales de estos procesos.En una estrecha síntesis de factores cerebrales involu-crados en procesos cognitivos, podemos mencionar el número absoluto de células cerebrales, así como el nú-mero de contactos intercelulares (sinapsis) y la preci-sión de las conexiones entre neuronas.Estos parámetros son modulados por el aporte ade-cuado de una gran familia de moléculas llamadas fac-tores tróficos. Además, se sabe que la neurogénesis se inicia en la etapa embrionaria y continúa luego del na-cimiento.Las propiedades citadas, tomadas globalmente, defi-nen la plasticidad del cerebro, que le permite remode-larse en respuesta a diversos estímulos. Y en la base del control de todo este sistema encontramos la regu-lación genética y epigenética, todavía escasamente conocida.

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CienCia y Cultura

El complejo campo de las neu-rociencias abarca disciplinas que convergen hacia el mejor conocimiento de la estructura y función del sistema nervioso en su sentido más amplio, des-de la anatomía hasta el nivel submicroscópico, en la salud

y en la enfermedad.Los enfoques comprenden áreas tan diversas

como la evolución, el desarrollo pre y posnatal, el envejecimiento, la composición química, los mecanismos moleculares de sus funciones, la acción de drogas, las bases del comportamien-to, los aspectos psicológicos y los nuevos enfo-ques sobre teorías del conocimiento, la memo-ria y el aprendizaje.

Se acepta como nacimiento de las Neurocien-cias los trabajos de Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Este pionero decimonónico hizo im-portantes contribuciones sobre la estructura y funciones del sistema nervioso a partir de su gran capacidad para integrar observaciones realizadas con las únicas herramientas dispo-nibles en su época: preparaciones histológicas estudiadas con rudimentarios microscopios.

En las últimas décadas, los avances de las Neurociencias derivan de asociar a las áreas tradicionales de la biología (anatomía, cito-his-tología, bioquímica y fisiología), disciplinas que estudian la biología celular y molecular, ge-nética, física, matemática, estadística, informá-tica, filosofía, neurolingüística, redes neurona-les, etcétera. Esta complejidad interdisciplina-ria, apenas esbozada es uno de los fundamentos de la creación del Doctorado en Neurociencias en nuestra Universidad Nacional de Córdoba en 2010.

Con este panorama académico, se podría es-perar que el elevado nivel científico y tecnológi-co alcanzado en el estudio del cerebro se haya “derramado” desde los selectos círculos de ini-ciados hacia una transferencia a la sociedad global. Pues bien..., todavía estamos lejos de eso. A poco de conversar con el ciudadano co-mún (y, a veces, hasta con colegas), surgen con toda naturalidad los mitos y creencias profun-damente arraigados. l

¿usamos un 10 por Ciento de nuestra CapaCidad Cerebral? ¿las neuronas no se reproduCen? ¿nuestro Cerebro funCiona Como una Computadora? estas y otras leyendas son analizadas y refutadas en esta nota.

Mitos y realidadesde las neurociencias

un error común: comparar el cerebro con una computadora, cuando son muy distintos.

p o r R o b e R t o R o v a s i o

d o C t o r e n m e d i C i n a y b i o l o g í a d e l d e s a r r o l l o , i n v e s t i g a d o r d e l C o n i C e t

los cinco sentidos que son másEn la lectura de textos o en el diario co-

loquio hacemos referencia a nuestros “cinco sentidos” (vista, oído, gusto, ol-

fato y tacto). En realidad, son muchos más... y quizás otros por descubrir.Hay muchas formas de percibir el mundo. La propiocepción (sentido de posición), la noci-cepción (sentido del dolor), el sentido del equilibrio, de la temperatura corporal, de la aceleración, del paso del tiempo. Por no ha-

blar de especies cercanas o lejanas, cuyos sentidos los humanos perdimos o nunca de-sarrollamos, como la ecolocación (murciéla-gos y delfines), la visión en el espectro ultra-violeta (pájaros e insectos), el registro en la banda infrarroja (serpientes), el sentido es-pacial y la recepción del movimiento (ratas, gatos, focas), de los campos eléctricos (ti-burones), de los campos magnéticos (pája-ros, tortugas, bacterias), etcétera.

¿Por qué persiste aún este mito? En par-te, porque los cinco sentidos “clásicos” y su funcionamiento estuvieron bajo la lu-pa desde hace mucho tiempo. Quizá también por un innato conservadurismo del ser humano. Es muy probable que si muchos de los “otros sentidos”, menos conocidos, no existieran, muchas espe-cies (incluida la humana) hace tiempo se hubieran extinguido.

e n C u e n t r o e n e l c c e c

El próximo miércoles 3 de

octubre se desarrollará un

encuentro de neurociencias

titulado “Del pasado y

presente hacia el futuro”, en

la sede del Centro Cultural

España Córdoba (Entre Ríos

40). Empezará a las 18 y

constará de cuatro charlas:

“Origen y primeros pasos de

las neurociencias”, a cargo de

Roberto Rovasio; “Avances

en el conocimiento básico de

las neurociencias”, por

Alfredo Cáceres; “Alcohol

durante el embarazo y la

capacidad de aprendizaje

fetal e infantil”, por Juan

Carlos Molina, y

“Neurociencias y filosofía de

la mente”, por Carolina

Scotto. La entrada es

gratuita.

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CienCia y Cultura

La actividad neuronal, según una obra de arte digital.

el cerebro adultono cambia (y las neuronas no se reproduCen luego del naCimiento)

Dos mitos asociados al precio de uno. Y aquí también vale el análisis de su historia. Hacia fines del siglo XIX, la

microanatomía esbozó los lineamientos de la estructura del cerebro. Luego se agrega-ron las disciplinas quimio-fisio-farmacoló-gicas, que establecieron las funciones aso-ciadas a diferentes áreas y definieron las principales vías de conexión entre las re-giones del cerebro. Varias generaciones es-tudiaron en los mismos libros de neurolo-gía porque durante años no se produjeron innovaciones significativas.Recién en las últimas décadas, los avances tecnológicos y los enfoques interdiscipli-narios hicieron aportes importantes y no-vedosos sobre temas fundamentales que contradicen este mito.Uno de ellos es el concepto de redes neu-ronales, resultante de la capacidad de co-nexión (sintonía) fina entre millones de neuronas y el desarrollo de un número de contactos astronómicamente grande.Otra innovación fue la idea de la plastici-dad neuronal (cerebral), que permite cambios espacio-temporales adaptati-vos, no sólo durante el desarrollo embrio-nario sino también en la etapa adulta, co-mo respuesta a diversos estímulos endó-genos y exógenos.Estos hallazgos explican, por ejemplo, que en una persona ciega, las áreas del cerebro asociadas a la visión comiencen a procesar el sonido, o que en una persona que apren-de a tocar el violín, o a leer Braille, se pro-duce un re-cableado del área de su cerebro que controla los movimientos finos.Hasta no hace mucho tiempo, los profeso-res de Biología recitaban: “las neuronas no se reproducen”, “se nace con un número de neuronas, que luego de un tiempo empie-zan a morirse”.Incluso llega a decirse “las pérdidas de neuronas son irrecuperables”, con la obvia idea de que las neuronas muertas no pue-den resucitar.Pero hoy sabemos que, en muchos casos, las neuronas muertas pueden ser reempla-zadas por nuevas neuronas. Y este concep-to, que anula un dogma largamente soste-nido, se lo debemos a un científico argenti-no, Fernando Nottebhom (1940), quien trabajando en la Rockefeller University

Pese a esta imagen del cerebro de Homero Simpson, no hay relación comprobada entre tamaño e inteligencia.

(Estados Unidos), comenzó a investigar las células del “centro cerebral del canto” en canarios que sólo cantan en una época del año.Este neurocientífico dudaba de que esas neuronas “se durmieran” durante meses y luego “se despertaran” con el cambio de estación.Así descubrió que esas células cerebrales se morían, y en la estación siguiente nue-vas células del cerebro, que se habían mantenido en estado indiferenciado desde la etapa embrionaria, se reproducían y em-pezaban a funcionar regulando el canto del canario, de la misma forma que lo ha-cían las que habían muerto en la tempora-da anterior.Estas células indiferenciadas que se repro-ducen en el cerebro en respuesta a señales climáticas exteriores, son conocidas ac-tualmente como “células madre” (o stem cells).Luego de ese enorme descubrimiento, fue-ron identificados otros sitios del cerebro en donde normalmente se produce reproduc-ción o proliferación de neuronas en la eta-pa adulta, tales como el hipocampo y el bulbo olfatorio.Este tema de investigación en neurocien-cias es uno de los más significativos en la actualidad global, ya que se espera lograr sistemas para prevenir o tratar enfermeda-des neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer, entre otras.

la inteligencia se asocia con el tamaño

Casi todos los mitos pueden tener una pequeña base de verdad, pero casi siempre asociada con una cita errónea, una mala interpretación de da-

tos, o la pura ignorancia de los trabajos científicos. En este tema, la búsqueda de fundamentos para afirmar que el “rey de la creación” es el más inteligente de los seres vivos pasó por varias etapas.La propuesta del “peso/tamaño absoluto del cerebro” fue desechada ya que, puestos en una tabla, el cerebro humano (1.400 gramos), aunque supera al del gorila (500 gramos) y el macaco (95 gramos), está muy por debajo del cerebro del elefante (4.200 gramos) o de la ballena (5.800 gramos).Cuando se propuso el “tamaño relativo de la corteza cerebral” como determinante de la capacidad cogniti-va, tampoco quedamos muy bien parados porque, aunque el ser humano encabezó la lista con un porcen-tual de 75, no nos ubicamos con mucha ventaja del se-gundo puesto que ocupa el caballo (74 por ciento), ni del tercer lugar ostentado por nuestro primo el chim-pancé (73 por ciento).Ni estas, ni otras mediciones propuestas, favorecieron la idea de que el mayor tamaño del órgano cerebral se relaciona con una ventaja cognitiva. Este panorama se empezó a aclarar cuando, en una época sorprendente-mente reciente, se realizó la primera determinación directa del número de células cerebrales.Las tablas que resumen estos estudios comparativos nos muestran que el cerebro del ser humano posee 86 billones de neuronas, el gorila 33, el elefante 23, la ballena 21, el macaco 6 y la marmota un billón de neuronas.Otro dato importante es que la proporción de células no-neuronales (glía) de la corteza cerebral es significa-tivamente mayor que la de neuronas, y que en todo el cerebro estas células no-neuronales igualan el número absoluto de neuronas.Sin embargo, el dato más relevante, sorprendente y di-fícil de imaginar, es que el número de contactos (sinap-sis) entre neuronas es de aproximadamente 100 billo-nes, considerando que cada neurona de muchas regio-nes del cerebro o cerebelo hace contacto con otras 10

mil neuronas diferentes.En los últimos años, gracias al aporte del premio nobel Gerald Edelman también se acumularon evi-dencias que fundamentan la “selección natural” a ni-vel neuronal.Se sabe que normalmente el ser humano sufre una pri-mera gran pérdida de neuronas hacia los dos años de edad, etapa en la cual se produce la estabilización de grupos neuronales “bien conectados”, así como la muerte de cientos (¿miles?) de neuronas que forman parte de un “cableado” incorrecto.No nos asustemos, nuestro cuerpo tiene mecanismos para hacer esos ajustes... A la pérdida normal de neuro-nas ha sido atribuida la falta de memoria de los prime-ros años de vida del ser humano.Volviendo a considerar el título de esta sección, y ad-mitiendo que es necesario que aún corra mucha agua bajo el puente, hoy podríamos reconocer que esta-mos más cerca de intentar explicar la asociación en-tre las características básicas del cerebro y los proce-sos cognitivos.Como en casi todos los sistemas complejos, no se po-drían atribuir las funciones intelectuales a un área de-terminada del cerebro, como se pensó durante mucho tiempo. Tampoco se sostienen las propuestas de bases intangibles o puramente culturales de estos procesos.En una estrecha síntesis de factores cerebrales involu-crados en procesos cognitivos, podemos mencionar el número absoluto de células cerebrales, así como el nú-mero de contactos intercelulares (sinapsis) y la preci-sión de las conexiones entre neuronas.Estos parámetros son modulados por el aporte ade-cuado de una gran familia de moléculas llamadas fac-tores tróficos. Además, se sabe que la neurogénesis se inicia en la etapa embrionaria y continúa luego del na-cimiento.Las propiedades citadas, tomadas globalmente, defi-nen la plasticidad del cerebro, que le permite remode-larse en respuesta a diversos estímulos. Y en la base del control de todo este sistema encontramos la regu-lación genética y epigenética, todavía escasamente conocida.

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ciencia y cultura

usamos sólo el 10 por ciento de la capacidad cerebralEste mito es quizás el más difundido a

nivel mundial y por todos los medios, desde panfletos anónimos y anuncios

publicitarios hasta páginas de Internet pa-sando por el periodismo serio (y del otro).El mito parece tener varias “paternidades”, asociadas generalmente con la mala divul-gación científica. Así, se cita con frecuencia al psicólogo William James que en 1908, sin mucho fundamento, escribió que “sólo aprovechamos una pequeña parte de nues-tros recursos mentales...”.Esta desafortunada frase fue tomada por el conocido, mediático y pionero autor de li-bros de autoayuda Dale Carnegie (quien no era científico), y la difundió a nivel global apelando al noble deseo de mejorar del ser humano y, de paso, ganar mucho dinero.También se mencionan los trabajos de Karl Lashley, quien entre 1920 y 1930, extirpó zonas de la corteza cerebral de ratas y en-contró que estas aún podían aprender ta-reas específicas. ¿Quiere decir esto que un ser humano con un cerebro de sólo 140 gra-mos (el 10 por ciento del peso real) funcio-naría bien? ¿Con un cerebro equivalente al de una oveja?Sería casi absurdo intentar una respuesta, cuando es bien conocido que en patologías como la Enfermedad de Parkinson, el volu-men afectado del cerebro es muchísimo menor al 90 por ciento. Asimismo, se sabe que aun pequeñas extirpaciones de áreas cerebrales definidas pueden tener conse-cuencias gravísimas, razón por la cual los neurocirujanos deben conocer muy bien las áreas del cerebro que deben intervenir cuando eliminan tejido cerebral en casos de tumores o epilepsia.Personajes famosos, pero sin formación en neurociencias como Albert Einstein, tam-bién contribuyeron a mantener el mito so-bre el “uso parcial” de nuestro cerebro.El mito presupone una localización extrema de las funciones cerebrales (concepto obso-leto y superado), que deja para las “partes no usadas” el rol secundario, accesorio y prescindible que se le atribuye al apéndice o a las amígdalas.Otro posible origen de este mito, con un fun-damento más moderno, surge de los datos que el cerebro humano tiene unos 100 billo-nes de neuronas, además de mil billones de células no-neuronales (glía). O sea, “las neuronas corresponden al 10 por ciento de las células cerebrales”.De allí, a afirmar que “sólo usamos el 10 por ciento de nuestra capacidad cerebral” pare-ce haber un corto trecho. Sobre este punto,

hay un dato adicional, que incluso invalida el propio enunciado del mito. En los últimos años, se han sumado muchos datos objeti-vos y experimentales acerca de que las cé-lulas no-neuronales (glía) son, por lo me-nos, tan importantes como las neuronas para las funciones cerebrales, incluidas las cognitivas.Una de las razones de la permanencia de este mito también se debe a la gran cohor-te de “psíquicos” y “parapsicólogos” que lo utilizan como caballito de batalla para re-forzar su discurso en un vano intento de fundamentar los “poderes paranormales”.En el mismo camino, este fenómeno se en-laza con la creencia que el cerebro se divide en un territorio consciente (que sería usado sólo el 10-20 por ciento del tiempo) y la mente inconsciente que ocuparía el 80-90 por ciento restante. Creencias estas que, aunque no tienen apoyo científico objetivo y sólido, se toman como reales debido a su repetición constante.Este mito tampoco es ajeno a la intención de muchos avisos publicitarios que ofrecen productos, programas o aparatos para in-crementar el uso del 90 por ciento del ce-rebro dormido..., y ¡ser felices!Sin embargo, un serio informe del Colegio Médico y de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos (NIH, Bethes-da) concluyó con una larga lista de produc-tos y prácticas que no han demostrado efectividad para mejorar el rendimiento in-telectual.Las vitaminas B6, B12, C, E, betacaroteno, ácido fólico, flavonoides, estrógeno, aspirina o ibuprofeno, entre otros, no muestran una relación causal entre su consumo y el au-mento de la capacidad intelectual.La mayor parte de los trabajos que indica-ban lo contrario corresponde a estudios ob-servacionales, que no fueron confirmados en investigaciones más rigurosas con inclu-sión de grupos de control, con excepción del ejercicio físico que fue asociado con el man-tenimiento de la función cognitiva.Aunque muchos de esos productos tienen funciones esenciales para el organismo y por lo tanto deben ser consumidos en canti-dad suficiente, se puede concluir que no es posible, por ahora, comprar pastillas equi-valentes a puntos de cociente intelectual.En los últimos años, las avanzadas tecnolo-gías de diagnóstico por imágenes, como la Tomografía por Emisión de Positrones y la Resonancia Magnética Funcional mostraron con toda claridad que ninguna parte del ce-rebro está “en reposo”.

Así como no utilizamos todos nuestros mús-culos de forma simultánea y todo el tiempo, diferentes regiones del cerebro están acti-vas para cumplir con diferentes funciones. Es más, si todas las neuronas estuvieran ac-tivas el mismo tiempo, seguramente daría como resultado una grave disfunción.De hecho, algunos neurotransmisores como el Gaba actúan inhibiendo la actividad de grupos neuronales, reduciendo la probabili-dad que su excitación fuera de los momen-tos apropiados.Se sabe que la excitación masiva y prolon-gada de neuronas en la corteza cerebral (provocada por patologías o en forma expe-rimental) da como resultado convulsiones como las que ocurren en la epilepsia.En síntesis, todo nuestro cerebro funciona, estando aún activo durante el sueño, aun-que no funciona (ni necesita hacerlo) en for-ma simultánea en todas sus regiones.Desde un enfoque evolutivo, es muy impro-bable que un cerebro que no se utiliza en un 90 por ciento haya seguido desarrollándose. Por el contrario, a lo largo de la evolución se han desarrollado en el cerebro circuitos re-dundantes (más de uno para la misma función) que actúan como mecanismos de seguridad en funciones esenciales.La vieja frase “órgano que no se usa se pierde” tiene su aplicación en el desarrollo del sistema nervioso. Se sabe que las co-nexiones entre neuronas (sinapsis) se for-man desde las etapas tempranas del de-sarrollo embrionario. Después del naci-miento, muchas sinapsis son eliminadas en diferentes períodos, siendo una etapa im-portante hacia los dos años de edad.En estos períodos se produce un ajuste fino del cableado (redes neuronales) del cere-bro, mediante la eliminación de neuronas mal conectadas (neuronas que no reciben un estímulo normal). Es razonable pensar entonces que si el 90 por ciento del cerebro estuviese inactivo, las redes neuronales co-rrespondientes se atrofiarían rápidamente.El cerebro posee una plasticidad que lo ha-ce adaptable para recuperarse de un daño. Cuando sufre una lesión, el tejido neural sano puede en ocasiones encargarse de compensar la pérdida. Esta habilidad para recuperar las funciones perdidas no indica que el tejido dañado no tenía función, sino que ilustra la capacidad del cerebro para reorganizarse y “re-cablearse”.Para la gente que sigue defendiendo el mi-to, es probable que sea cierto, mientras que el resto de nosotros somos felices utili-zando todo nuestro cerebro.

Funciona comosi fuera una computadora Podríamos llamar a este un “mito mo-

derno”, en el sentido tradicional de equiparar el “sagrado órgano” con la

última tecnología de punta. En otros tiem-pos, René Descartes (1596-1650) comparó el encéfalo con una máquina hidráulica, y su famosa frase “pienso, luego existo” (creando el mito de la dualidad mente-ce-rebro), hoy podríamos invertirla diciendo “existo, luego pienso” (o como dice Mario Bunge “la mente es el cerebro en marcha”).Siguiendo con las comparaciones, Sig-mund Freud (1856-1939) equiparó el cere-bro con una máquina de vapor, lo que quizá dio origen al dicho de “estar sometido a presión”. Avanzados los años, se lo compa-ró con una central telefónica o con un cir-cuito eléctrico, dando pie para afirmar “es-toy bien conectado” o al reproche magiste-ril de “¡Pérez..., no se desconecte!”.Hoy es frecuente comparar el encéfalo con una computadora, y aparecen los “...¿se te quemó el chip?” o “¡necesitás otro disco duro!”. Y ya se empieza a hablar del cerebro como de una web o un navegador de Inter-net (esperemos las expresiones alusivas).Todos los días hablamos de velocidad de procesamiento (conducción), de capacidad de almacenaje (memoria), de circuitos (re-des), de elementos de recepción (input) o de elementos efectores (output), asu-miendo que estas expresiones descriptivas son funcionalmente equivalentes en el ce-rebro y en la computadora.Sin embargo, al hurgar un poco más en profundidad, vemos que esas metáforas no resisten el menor análisis objetivo. Estas expresiones asumen su mayor gravedad cuando se utilizan en la jerga de las funcio-nes intelectuales, la capacidad de aprendi-zaje, la amplitud de la memoria, en suma, como parámetros para equiparar las ca-racterísticas cognitivas.Una computadora no interpreta fácilmen-te imagen visual, el desplazamiento por el espacio o la identificación de voces en el ensordecedor murmullo de una fiesta.Por su parte, el cerebro nos permite hacer suposiciones rápidas apelando a recuerdos previos que ninguna computadora es ca-paz de hacer. Por ejemplo, el ojo humano posee un área de visión clara y enfocada, apenas mayor a 1mm2 (fóvea de la retina). Tenemos pésima visión periférica.Todo lo que “vemos” por fuera de esa pe-

El cerebro siempre fue comparado con la tecnología de cada época.

queña superficie de nuestra retina son sólo fragmentos de una imagen global, el cere-bro agrega el resto (“rellena los vacíos”) y completa la información (imagen). En mi-lésimas de segundo. Esta debilidad visual es la que aprovechan los magos y prestidi-gitadores para hacer muchos de sus trucos. Paradójicamente, esta “deficiencia” de nuestro sistema visual es la que ubica a nuestro cerebro muy por encima de una computadora.El cerebro es mucho más que un recipiente que debe llenarse con aprendizajes. La ca-pacidad de cálculo del cerebro es la expre-sión de una integración no lineal de dife-rentes factores mucho más compleja que el mecanismo de una computadora.El cerebro no elabora la recepción visual, táctil o auditiva mediante un simple meca-nismo ingenieril. La interpretación activa, la anticipación y proyección en el eje tem-poral, la atención simultánea a múltiples y diferentes elementos del mundo circun-dante..., y muchas cosas más, hacen que el cerebro sea más complicado que una computadora. Además de tener mayor complejidad, el cerebro es “otra cosa”, y en casi ningún aspecto es comparable a una máquina, aunque parezca atrayente la metáfora.